El Leviatán Imperial, El Caso ´Jurisprudencial´ De Irak Y Algunos
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El Leviatán imperial, el caso ´jurisprudencial´ de Irak y algunos dilemas del Titulo movimiento de resistencia global Gómez, José María - Autor/a Autor(es) OSAL, Observatorio Social de América Latina (Año IV no. 10 ene-abr 2003) En: Buenos Aires Lugar CLACSO, Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales Editorial/Editor 2003 Fecha Colección Conflicto armado; Movimiento de resistencia; Irak; Temas Artículo Tipo de documento http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/clacso/osal/20110219023448/11gomez.pdf URL Reconocimiento-No comercial-Sin obras derivadas 2.0 Genérica Licencia http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/2.0/deed.es Segui buscando en la Red de Bibliotecas Virtuales de CLACSO http://biblioteca.clacso.edu.ar Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) Conselho Latino-americano de Ciências Sociais (CLACSO) Latin American Council of Social Sciences (CLACSO) www.clacso.edu.ar Debates La guerra imperial y el movimiento de resistencia global José María Gómez El Leviatán imperial, el caso “jurisprudencial” de Irak y algunos dilemas del movimiento de resistencia global Tariq Ali Re-colonizando Irak Manuel Monereo Lecciones para después de una guerra El Leviatán imperial, el caso “jurisprudencial” de Irak y algunos dilemas del movi m i e n t o de resistencia global José María Gómez* * Profesor e investigador Tres semanas de combate bastaron a la ofensiva esta- del Instituto de Relações dounidense para derrotar al ejército iraquí y derribar Internacionais de la al régimen de Saddam Hussein. Un resultado militar Pontifícia Universidade tan contundente cuanto previsible, si se recuerda la Católica de Rio de Janeiro disparidad brutal de fuerzas existente antes de la de- ( IR I - PU C / R i o ) . flagración del conflicto entre la máquina bélica más poderosa de la historia y la del país invadido. Es cier- to que a la victoria militar de Estados Unidos aún le falta el codiciado trofeo de las cabezas reales del ex- dictador y de la mayoría de los jerarcas del régimen depuesto. Además, no se han encontrado las supuestas armas de destrucción masiva, principal justificación del ataque, y gruesos errores de cálculo se han puesto en evidencia so- bre la capacidad de resistencia del ejército iraquí y del pro- pio régimen o sobre el recibimiento festivo que la pobla- ción daría a las tropas invasoras. Sin embargo, nada de ello afecta la magnitud del triunfo. Los “halcones” del go- bierno de Bush que desearon y planearon la guerra lo sa- ben muy bien; por eso exultan y celebran sin moderación. Es que los motivos sobran: fue rápida, tuvo pocos bajas propias, se testearon con éxito armas de tecnología avanza- da y una nueva concepción estratégica, se anuló la crítica a la conducción de la guerra proveniente de sectores de las Fuerzas Armadas norteamericanas, y, sobre todo, se creó la condición necesaria para proseguir con sus proyectos. Concluida la fase convencional de la guerra, se abre ahora la llamada “reconstrucción” política y económica de Irak, un proceso mucho más complejo e imprevisible que la pro- pia guerra, aunque con todas las marcas y legados del período en que ésta se gestó y se llevó a cabo. La guerra no muestra sólo vencedores y vencidos entre los combatien- tes: deja tras de sí un país devastado por el sufrimiento humano, la pérdida de vidas ino- centes, la destrucción de la infraestructura y del patrimonio cultural, y el caos generaliza- do que acompañó el desmoronamiento del régimen y la disolución del Estado. Y deja también, además de turbulencias extremas en la región más explosiva del planeta, una crisis grave y sin precedentes en el sistema internacional y en la política mundial de los últimos cincuenta años. De ahí que surjan preguntas inevitables a propósito de qué gue- rra es ésta, por qué ocurrió, qué pone en juego y cuál es su significado y alcance. Des- de luego, dada la inmediatez del acontecimiento y la incertidumbre radical que envuel- ve el futuro de Irak, de Oriente Medio y del pretendido orden mundial en gestación en el cual se inscribe, estas notas se limitarán a plantear algunas cuestiones sobre la natu- raleza de esta segunda Guerra del Golfo y sus consecuencias e impactos, en particular sobre el movimiento de resistencia global, comprometido, normativamente, con la cons- trucción de un orden global alternativo. Una guerra ilegal Cuando el 20 de marzo pasado Estados Unidos y Gran Bretaña iniciaron los ataques con- tra Irak sin autorización del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas en nombre de una guerra “preventiva” que eliminase la supuesta amenaza del uso de armas de des- trucción masiva y sustituyese un régimen dictatorial por una democracia liberal, no sólo se violaba de manera flagrante el derecho internacional, sino que también se asestaba un golpe mortal al conjunto de principios y normas del sistema internacional implanta- do en la post-Segunda Guerra Mundial, un sistema que hace de las Naciones Unidas el locus institucional por excelencia de la producción de la ley y de la legitimidad interna- cional, especialmente en lo concerniente al uso de la fuerza en las relaciones entre es- tados soberanos. En efecto, el derecho internacional no admite la figura de una hipoté- tica “legítima defensa preventiva” ni ampara intervenciones armadas destinadas a cam- biar regímenes políticos, por más crueles y odiosos que éstos sean, para implantar una forma democrática de gobierno (aunque la guerra “humanitaria” de Kosovo emprendi- da por la OTAN ya había abierto un precedente) (Ramo- net, 2003). La Carta de las Naciones Unidas establece que todo acto de fuerza de un Estado contra otro que no cuente con el respaldo explícito del Consejo de Seguridad constituye una agresión ilegal, a no ser en caso de legíti- ma defensa y en respuesta a un ataque armado. Y éste “La guerra no no era el caso de Irak, como lo ha demostrado el fracaso diplomático de los partidarios de la acción bélica en con- muestra sólo vencer a la mayoría de los miembros del Consejo de Se- vencedores y guridad –y no sólo a Francia y Rusia, principales oposito- vencidos entre los res y miembros permanentes con derecho a veto– de que dicho país representaba una amenaza inminente a combatientes: deja los estados vecinos, a Estados Unidos y a la comunidad tras de sí un país internacional. devastado por el A partir del momento que la única superpotencia reivindi- sufrimiento humano, ca para sí el derecho de usar la fuerza a su antojo y, al ejercerlo, entra en la ilegalidad, lo que se pone al descu- la pérdida de vidas bierto es una gravísima ruptura de los consensos que ci- inocentes, la mentaron la arquitectura del sistema internacional de destrucción de la post-guerra y la cristalización de divisiones inéditas en el seno de Naciones Unidas, de la Alianza Atlántica y de la infraestructura y Unión Europea. Se trata de una situación de crisis inédita del patrimonio que a su vez tiende a intensificarse a medida que se re- fuerza la postura de prepotencia y desprecio del derecho cultural, y el caos internacional y de las instancias multilaterales que hoy generalizado que prevalece en la conducción de la política externa del go- acompañó el bierno de Bush. De hecho, tal postura ya se delineaba an- tes de los atentados terroristas del 11 de septiembre de desmoronamiento 2001, con el rechazo de una serie de tratados y conven- del régimen y la ciones internacionales importantes de cuya elaboración Estados Unidos había participado (entre otros, el Tribunal disolución del Penal Internacional y el Protocolo de Kyoto). Pero fue des- Estado.” pués de ellos que la misma se consolida y sigue su mar- cha ascendente hasta culminar en la crisis actual. Por un lado, en nombre de la seguridad nacional e inter- nacional amenazada, se crearon dispositivos domésticos y globales que constituyen verdaderas aberraciones jurí- dicas de control y sanción que pasan por encima de ba- rreras y limitaciones legales de protección a los derechos más elementales de las per- sonas, ya sean ciudadanos nacionales o extranjeros. El “modelo Guantánamo” aplica- do a los detenidos de Al-Qaeda y a los talibanes afganos –considerados “combatien- tes ilegales” y no prisioneros de guerra para evitar la protección de las Convenciones de Ginebra– es, en ese sentido, el símbolo emblemático de lo que tal vez constituya el ataque más regresivo dirigido al régimen internacional de derechos humanos des- de su nacimiento. Por otro lado, no quedan dudas del escaso valor que la superpotencia atribuye a institu- ciones internacionales que no domina por completo cuando uno de los más influyentes ideólogos de los “halcones” belicistas de la Casa Blanca y del Pentágono, Richard Perle, afirma la caída de la ONU y la formación de coaliciones voluntarias que, “lejos de me- nospreciar(las) como una amenaza contra un nuevo orden mundial, deberíamos reco- nocer que son, por defecto, la mejor esperanza para ese orden y la verdadera alternati- va a la anarquía causada por el triste fracaso de Naciones Unidas” (El País, 2003[a]). Con tal claridad de propósitos, no causa sorpresa que el presidente Bush, tras anunciar repe- tidas veces el riesgo de irrelevancia que pesaba sobre Naciones Unidas si no se plega- ba a su voluntad, haya finalmente conseguido crear las condiciones de realización de la profecía. Pero con ello, como subraya Jürgen Habermas, “la autoridad normativa de Es- tados Unidos está hecha pedazos” (Folha de São Paulo , 2003[a]). Una guerra inmoral La ilegalidad de la guerra se combina con su abierta inmoralidad. Se trata de una guerra injusta por definición, pues constituye una agresión unilateral preventiva sin respaldo en la legítima defensa, sin ser respuesta a un ataque inminente. Pero más que preventiva, y al igual que la guerra de Afganistán contra los talibanes y Bin Laden (o contra Noriega en Panamá), ésta es una guerra de “rectificación” (Ortega, 2003), en tanto los enemi- gos de hoy son los aliados estratégicos de ayer, con derecho por entonces a armas –in- cluso de destrucción masiva– y financiamiento.