ASTURIAS SIGLO XXI

SOMIEDO UNA MIRADA AL FUTURO

FERMÍN RODRÍGUEZ RAFAEL MENÉNDEZ

Somiedo ha sido uno de los pioneros en la puesta en marcha de proyectos de desarrollo sobre un territorio de tradición ganadera y evidentes valores ambientales y paisajísticos. Esto ha permitido una mejor evolución relativa y señala un futuro para la montaña asturiana, a la que Somiedo aporta una visión más optimista sobre el futuro. Y ello a partir de la reforma y puesta en valor de sus actividades tradicionales, su patrimonio cultural y su paisaje. Somiedo es mucho más que un “espacio natural”. Es un territorio ganadero de montaña. Esta actividad, mantenida secularmente, ha dado lugar a un paisaje de enorme atractivo: pastizales, bosques sobre las pendientes, alta montaña y cultura vaqueira, labrada durante generaciones que han vivido pegadas al territorio combatiendo la necesidad. Somiedo presenta también rasgos ambientales, flora y fauna, que lo hacen representativo de la montaña Cantábrica. Para su preservación se creó en 1988 la figura de Parque Natural desde una óptica de desarrollo sostenible. Y como decano de los espacios protegidos por la administración regional ha marcado uno de los caminos a seguir por los que vienen detrás, dentro de una estrategia de sostenibilidad del conjunto de la cordillera. A Somiedo su veteranía le proporciona hoy una mejor travesía que a otros. También lo ha tenido más fácil, y no sólo por haber arrancado antes sino también por el apoyo público concentrado en un solo concejo, elegido por la Administración por representativo; para salvar, para demostrar la acción pública, y para mostrar. Patentes celosamente guardadas por su administración local. La marca Somiedo tal como fue proyectada hace dos décadas parece responder a una administración que, consciente de la necesidad de actuar sobre un gran mundo de problemas con recursos muy limitados, utilizó inicialmente el método “Arca de Noé”: dado que no puedo salvarlos a todos ante el diluvio que cae, voy a elegir a uno, representativo de cada clase. En este caso Somiedo fue elegido como representante de la alta montaña cantábrica, entendiendo ésta al principio en una sola dimensión: la ambientalista. La creencia era que irremediablemente este mundo se hundía y que, al menos, debería quedar un testigo de cada especie, no solo para conservar sino para legitimar a los que ejercían de Noé, y eso a los somedanos les vino muy bien, lo aprovecharon y no preguntaron. Entretanto, la vida no se detuvo, llovió, pero no tanto, y fueron abriéndose otros caminos para el desarrollo rural, Leader y Proder utilizaron otra vía. Hoy el paso del tiempo, la fuerza de la realidad y el aprendizaje han hecho confluir los distintos caminos del desarrollo local para dotarnos de una visión y unas herramientas más eficaces para enfrentar su complejidad e intentar salvarnos todos. En cualquier caso Somiedo resiste, y marca el camino a otros, porque en no tiene sentido oponer lo “natural” o “ambiental” a las actividades ganaderas enraizadas en el territorio, que contumazmente se oponen a la desaparición para dejar paso a la hipotética evolución natural. Tampoco conviene enfrentar ganadería a los procesos de diversificación económica, que permiten mantener los indicadores demográficos actuales. La montaña asturiana y su paisaje, así como la conservación de sus rasgos ambientales, están hoy unidos a la actividad ganadera semi-extensiva, si lo que se pretende es la ocupación dinámica del territorio. Somiedo parece que lo ha comprendido mejor que otros. Supo aprovechar la fuerte iniciativa pública que buscaba encontrar fórmulas para la creación de espacios protegidos contando con el asentimiento de la población afectada. Sus efectos están a la vista. Frente a la pérdida de población de otros concejos de montaña, Somiedo se mantiene en torno a los 1.600 residentes en la última década, con un descenso menor que otros desde comienzos de la década del 80, en que tenía 1.800 habitantes. es la única capital de concejo menor de 500 habitantes que gana población desde 1996. Pero perdió población durante las décadas anteriores, cambiando su signo desde finales de la década del 80. Las principales aldeas y brañas tienden a estabilizar su población , , , Corés, , , Gúa, o Pigüeces. El resto presenta descensos no demasiado acusados. La ganadería sigue siendo la actividad principal. La importante cabaña ganadera ha aumentado en los últimos años hasta aproximarse a las 7.000 cabezas de ganado vacuno, a pesar del descenso del número de explotaciones, de 270 a 219, en diez años. El empleo en el sector es el más numeroso, con 300 empleos de un total de 500. Hay un aumento continuado del empleo terciario, hasta los 150, un tercio del total. De nuevo aquí se verifica la tendencia a la especialización primaria-terciaria en los concejos rurales de mejor situación. Con una particularidad, en Somiedo es el sector primario el que marca la pauta, sin que ello suponga un retroceso grave de la población, algo que no se produce en otros concejos de especialización primaria. Aún así, la escasa natalidad, recurrente en el país, ensombrece las perspectivas, a pesar del saldo migratorio levemente positivo, que sitúa a Somiedo entre los concejos dinámicos. Las actividades terciarias se sostienen sobre el crecimiento y mejora de los equipamientos y servicios, sobre todo en la capital, vinculados o no a la existencia del parque natural. Y también sobre la notable infraestructura turística y hotelera relacionada con él. 38 establecimientos hoteleros con más de 300 plazas de alojamiento y dos de acampada con más de 400 suponen una más que importante oferta para un concejo de 1.600 habitantes. Lo que implica un importante flujo de visitantes, vital para afrontar el aislamiento y llenar la soledad de los territorios rurales, su relación con el mundo exterior y su conexión con los procesos de innovación. Somiedo es hoy una esperanza para la supervivencia del mundo rural de la alta montaña cantábrica. Lo es sobre la base de sus actividades tradicionales y de la diversificación en torno a otras nuevas que se apoyan en los recursos paisajísticos, ambientales y culturales, sin que ello haya supuesto procesos reseñables de degradación. Y señala posibilidades para otros territorios que se han abierto a estos procesos más tardíamente. Conserva potencial de crecimiento a partir de la mejora y crecimiento moderado de la capital, en la que habría que replantear su grado de integración paisajística y la estética y el sentido de las nuevas edificaciones, tanto públicas como privadas, desde la óptica de resaltar la calidad del paisaje y del poblamiento, algo que no se ha conseguido en el periodo abierto desde la declaración del parque. Lo mismo habría que señalar, en general, en la mejora de los procesos de rehabilitación y nuevos usos en las aldeas y brañas, evitando la pérdida del valor paisajístico y la percepción negativa de los nuevos procesos desde el exterior. Por otro lado, la competencia entre territorios por los flujos turísticos o por la producción asociada a marcas territoriales es cada vez mayor y, por ello, es necesaria una continuidad del esfuerzo inicial y una actualización de los presupuestos de desarrollo. Somiedo ha abierto puertas y ha mostrados caminos nuevos, que otros tratan de seguir. Debe ser una referencia en la puesta en marcha de otros parques naturales, particularmente en la integración y participación de la población local y sus actividades, desde la óptica del desarrollo local. Cabe renovar el esfuerzo y aprovechar el éxito de los procesos recientes, que no tienen más de dos décadas, para redescubrir posibilidades de futuro para un territorio rural de montaña, que da pruebas de vitalidad y dinamismo social y económico, y reajustar su integración en el entramado territorial asturiano, muy necesitado de procesos en positivo, sobre todo en el mundo rural.