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Bulletin hispanique Université Michel de Montaigne Bordeaux

118-1 | 2016 La Guerre Civile espagnole aujourd'hui (1936-2016) La Guerra Civil española hoy (1936-2016)

Edición electrónica URL: http://journals.openedition.org/bulletinhispanique/4163 DOI: 10.4000/bulletinhispanique.4163 ISSN: 1775-3821

Editor Presses universitaires de Bordeaux

Edición impresa Fecha de publicación: 15 julio 2016 ISBN: 979-10-300-0058-0 ISSN: 0007-4640

Referencia electrónica Bulletin hispanique, 118-1 | 2016, « La Guerre Civile espagnole aujourd'hui (1936-2016) » [En línea], Publicado el 15 julio 2019, consultado el 23 septiembre 2020. URL : http://journals.openedition.org/ bulletinhispanique/4163 ; DOI : https://doi.org/10.4000/bulletinhispanique.4163

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Los trabajos que integran este volumen muestran cómo la Guerra Civil fue un acontecimiento determinante tanto en la experiencia individual como colectiva, no sólo en España sino también en Francia. Su estela continúa hasta el presente porque ha sobrevivido a los actores que la protagonizaron a través de sus herederos y la memoria colectiva. Muchas polémicas siguen abiertas como la relacionada con la apertura de los archivos o la interpretación de los sucesos que, en definitiva, son el resultado de una guerra mal cerrada en su momento, amplificada por la dictadura franquista, y mal gestionada por la transición política a la democracia. En el plano historiográfico es una etapa continuamente actualizada con debates académicos a los que se han incorporado los ocurridos en el seno de los movimientos sociales, algunos de los cuales se han reproducido en este Dossier. Les travaux qui composent ce volume montrent comment la Guerre Civile a été un événement déterminant dans l’expérience individuelle et collective non seulement en Espagne mais aussi en France. Son empreinte marque le présent parce qu’elle a survécu, à travers leurs héritiers et la mémoire collective, à ceux qui en ont été les acteurs. Bien des polémiques restent ouvertes, par exemple celles qui concernent l’ouverture des archives ou l’interprétation des faits, conséquence en défnitive d’une guerre mal refermée en son moment, amplifée par la dictature franquiste et mal négociée par la transition politique vers la démocratie. Au plan historiographique, il s’agit d’une étape continuellement actualisée par des débats universitaires auxquels se sont ajoutés ceux qui ont accompagné les mouvements sociaux, certains d’entre eux fgurant dans ce Dossier. The works composing this volume show how the Spanish Civil War was a decisive event in the individual and collective experience, in Spain as in France. Its imprint stays in the present because it survived, through their heirs and collective memory, those who were its players. Many controversies stay open, the opening of archives or interpretation of facts for instance, as a consequence of a badly closed war in its time, amplifed by Franco’s dictatorship, ill negotiated by the political transition to democracy. On a historiographical plane, it is a continuously actualized step through academic debates to which those that went with social movements were added, some of them included in this issue.

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ÍNDICE

Introducción Matilde Eiroa

Guerre Civile et Hispanisme français

Exilio, Historia, Hispanismo Manuel Núñez de Arenas y el Bulletin Hispanique María José Solanas Bagüés

Guerre Civile et mémoire

La Guerra Civil on line un pasado que no se olvida Matilde Eiroa

Sobre mitos y falacias de la Guerra Civil que aún persisten Ángel Viñas

Guerra de memorias y memorias de la guerra Pilar Domínguez Prats

Espagne et France : débats intellectuels et politiques

La reacción internacional el caso de Francia y la Sociedad de Naciones David Jorge

Guerre d’Espagne les débats chez les intellectuels français Geneviève Dreyfus-Armand

Les intellectuels espagnols face à la Guerre Civile (1936-1939) Paul Aubert

Sur le front et à l’arrière

El aspecto militar estrategias y batallas que marcaron la historia Fernando Puell de la Villa

Las madrinas de guerra en la Guerra Civil Manuel de Ramón Carrión

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Guerre Civile espagnole : livres et littérature

De quemas y purgas el bibliocausto franquista durante la Guerra Civil Ana Martínez Rus

Les « romans de la mémoire » renouvellent-ils le roman à thèse ? Geneviève Champeau

Montrer la Guerre d’Espagne ? Les photographies du conflit dans les manuels d’histoire espagnols (1977-2012) Jesús Alonso Carballés

Actualité d’une page française de l’après-guerre civile

Les compagnies de travailleurs étrangers (CTE) en France à la fin de la Troisième République Vincent Parello

Varia

Article

La Italia española de un poeta de Sevilla en torno a una nueva edición de Gutierre de Cetina (1520-c.1554) Mercedes Blanco

Variétés

El Tesoro de Sebastián de Covarrubias en el contexto de la tradición lexicográfica Alberto Hernando García-Cervigón

Un enigma resuelto Notas a los emblemas de la Expostulatio Spongiae Julián González-Barrera

Invariación y adecuación en teoría de la traducción metalexicografía en el Dictionnaire de la conversation et de la lecture (1835) y en la Enciclopedia moderna (1852) Ignacio Ahumada

Tres poéticas de la guitarra vanguardista (1917-1924) Poetas y pintores José Calvo González

Género borges Alberto Paredes

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Comptes rendus

Bartolomé de Torres Naharro, Teatro completo, edición de Julio Vélez-Sainz Cátedra, Madrid, 2013 Ignacio López Alemany

Ana Vian Herrero, María José Vega y Roger Friedlein (eds.), Diálogo y censura en el siglo XVI (España y Portugal Iberoamericana-Vervuert, Madrid, 2016 Luis Gómez Canseco

Miguel de Cervantes, Comedias y tragedias Real Academia Española, Madrid, 2015 Jean Canavaggio

Adrián J. Sáez, El ingenio del arte: la pintura en la poesía de Quevedo Visor, Madrid, 2015 Adolfo Rodríguez Posada

David Prieto García-Seco, Cuatro siglos de lexicografía española. La recepción de Tirso de Molina en los diccionarios del español Universidade da Coruña-Servizo de Publicacións, A Coruña, 2014 Eduardo Jacinto García

Guillem Molla, Ramon Esquerra. Geografia crítica d’un esperit comparatista Publicacions de l’Abadia de Montserrat, Barcelona,2014 Teresa Iribarren

Bernard Sicot, Djelfa 41-43. Un camp d’internement en Algérie (histoire, témoignages, littérature) Riveneuve, Paris, 2015 Jacques Issorel

Liste des ouvrages reçus par le Bulletin Hispanique

Ouvrages reçus par le Bulletin Hispanique

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Introducción

Matilde Eiroa

1 Los aniversarios y homenajes son ocasiones frecuentes para analizar el pasado desde las generaciones que lo evocan. Cada generación tiene distintos códigos culturales, se mueve en marcos teóricos y científicos diferentes a los anteriores y necesita analizar su historia con herramientas propias. El 80 aniversario de la Guerra Civil es uno de esos momentos en los que han aflorado reflexiones que se expresan a través de publicaciones, actividades académicas y actos de los movimientos sociales cuyo propósito es el de ofrecer enfoques originales y repasar aquel pasado que supuso un hito en la autobiografía de España.

2 La orientación de la revista Bulletin Hispanique proporciona un marco idóneo para reunir a algunos de los mejores especialistas franceses y españoles que razonan sobre el tema con los instrumentos metodológicos y teóricos de la actualidad. El impacto de la Guerra repercutió en la historia de ambos países, como ha demostrado desde hace tiempo el tejido sinuoso de investigaciones de numerosos hispanistas franceses e historiadores españoles que han tenido un notable éxito editorial. Han surgido, no obstante, nuevos problemas, nuevos paradigmas y una problematización de ámbitos que en gran medida se ignoraban o se habían considerado poco menos que cerrados. 3 El dossier La Guerre civile espagnole aujourd’hui (1936-2016)-La Guerra Civil española hoy (1936-2016) se estructura en torno a cuatro bloques de artículos que abordan debates y obras recientes expresivos de la profunda renovación producida en los últimos años. A esta estructura se le han añadido dos artículos representativos de las consecuencias sociales de aquel fatídico enfrentamiento. El texto de apertura es un estudio de Mª José Solanas sobre uno de los efectos más dramáticos del conflicto de 1936, el exilio, plasmado en un texto en torno al historiador instalado en Francia Manuel Núñez de Arenas, cuyo discurso historiográfico e interpretación de nuestro pasado fueron incompatibles con el del franquismo. 4 El primero de los bloques titulado Guerre Civile et mémoire-Guerra Civil y memoria recoge los trabajos de tres autores que analizan la presencia, proyección social y significación de la Guerra en la actualidad, tanto en el escenario que representa Internet y todos los formatos digitales que acoge (Matilde Eiroa) como en la persistencia de argumentos que se empeñan en documentar actitudes y hechos que la historiografía ha convertido en

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falsedades. Estos argumentos perduran en algunos colectivos, en la mayor parte por desconocimiento, y en el relato histórico de algunos autores que no aceptan las evidencias mostradas en los documentos extraidos de los archivos. Ángel Viñas desmonta, con una base empírica sólida y contrastada, algunas de las falsas tesis que se han mantenido hasta hoy día respecto a los orígenes del golpe de estado o la violencia republicana. En el marco de memorias individuales y colectivas, se ha incluido un análisis de los relatos personales, cartas o diarios de guerra publicados en los últimos años cuya autora es Pilar Domínguez. Las mujeres, los niños y los actores republicanos y franquistas cuentan, a través de sus recuerdos, los días vividos en ambas zonas con experiencias muy distintas y enfrentadas, una dispersión del recuerdo representativa de la polémica memorialística. 5 Con el título Espagne et France: débats intellectuels et politiques–España y Francia: debates intelectuales y políticos, el segundo bloque plantea las controversias generadas con motivo del estallido de la Guerra Civil. El conflicto marcó durante bastante tiempo a los intelectuales de ambos países, a la opinión pública general y a las autoridades galas debido a la proximidad geográfica, pero también a factores como la presencia de una gran cantidad de españoles refugiados, la contribución de voluntarios franceses en las Brigadas Internacionales, la realidad de un gobierno ideológicamente afín al Frente Popular y las derivaciones del enfrentamiento español en las relaciones europeas. En lo que respecta a la reacción de las autoridades y la alta política se ocupa David Jorge explicitando aspectos poco examinados sobre la repercusión de las decisiones de la política internacional en el desarrollo y desenlace de la guerra, más concretamente de la política francesa. Este autor propone el cambio de denominación de la «guerra civil española» a la «guerra española» al haberse demostrado convenientemente su carácter de preludio a la II Guerra Mundial. En lo que se refiere al debate intelectual se han incluido dos artículos que analizan la reacción de este importante colectivo. El primero, de Geneviève Dreyfus-Armand, expone el eco del enfrentamiento en el plano ideológico y emocional así como los compromisos de los distintos grupos de intelectuales franceses. En su estudio propone una categorización que incluye a los seguidores de los militares rebeldes, el grupo de los defensores de la paz –una posición muy compleja que no significaba la neutralidad–, los partidarios de la legalidad republicana y los intelectuales católicos –apegados al concepto de la guerra como «Cruzada»–. Todos estos colectivos mostraron grandes diferencias, incluso contradicciones internas dentro de la misma corriente, pero todos se vieron impregnados de las connotaciones ideológicas que suscitó el conflicto también en el plano del pensamiento. Por su parte, Paul Aubert desarrolla en su texto la idea de la gran ruptura que supuso la guerra para los intelectuales españoles de todos los ámbitos del pensamiento, desde los socialistas a los liberales y los falangistas. El debate, los manifiestos, las conferencias y la continua presencia pública de los pensadores demostraron el acierto de la denominación «República de los intelectuales», un colectivo víctima de la persecución y del exilio, así como del «eclipse de la razón» que afectaba al mundo occidental. Aubert resalta los matices de sus discusiones y llama la atención no sólo sobre la frustración y dispersión de los intelectuales al término de la guerra, sino también sobre la percepción de que esta figura había desaparecido como elemento influyente y creador de opinión. 6 Al ser la Guerra un enfrentamiento armado resuelto por las armas, hemos considerado la necesidad de abordar el aspecto militar en el tercer bloque Sur le front et à l’arrière- Frente y Retaguardia. El artículo de Fernando Puell se ocupa de la estrategia de los ejércitos y las batallas concretas que constituyeron un hito fundamental en el

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transcurso del conflicto hasta determinar su final. A medio camino entre el frente y la retaguardia, se ha incluido un texto relativo a los papeles de las mujeres ante la lucha. Manuel de Ramón aclara el papel de una figura femenina poco tratada en la historiografía, como es la madrina de guerra en ambas zonas, abordando el diferente perfil y el tratamiento de los protegidos por estas jóvenes que pretendían mantener alta la moral de los soldados. 7 Bajo el apartado Guerre Civile espagnole : livres et littérature-Guerra Civil española: libros y literatura, se han introducido contribuciones que aportan una perspectiva cultural y literaria menos conocida que otros aspectos más directamente relacionados con el conflicto. El artículo de Ana Martínez Rus introduce el componente bibliográfico y la actitud hacia la lectura como una expresión más de la violencia del ejército sublevado y de sus apoyos. Como se podrá leer en sus páginas la destrucción de libros merece, según la autora, el calificativo de bibliocausto en cuanto a número y objetivos del proceso depurador. En sus páginas se puede observar el concepto de cultura y el tipo de mensaje literario difundido por las autoridades franquistas. 8 La oleada de novelas memorialísticas que ha tenido lugar en España desde principios del siglo XXI, ha merecido la atención de Geneviève Champeau. A través del análisis de un corpus seleccionado de diez novelas (1998-2008), obras de autores que, no habiendo vivido la guerra ni siquiera, a veces, el periodo franquista, adoptan el punto de vista de los vencidos, examina las distintas modalidades de la escritura «posmemorialística» en su compleja relación con el compromiso y la novela de tesis. Un último artículo aborda el análisis de la representación fotográfica de la guerra civil en los manuales escolares de Historia. Su autor, Jesús Alonso, ha profundizado en la legislación educativa y en los contenidos de los libros de texto de las editoriales más habituales en la enseñanza secundaria española para extraer conclusiones acerca de las imágenes reproducidas, su significado y simbología. 9 El dossier cierra con un artículo de Vincent Parello que reproduce una página lamentable de la posguerra civil: la formación de las compañías de trabajadores en Francia integradas por refugiados españoles forzados a prestar su mano de obra en el ejército, la agricultura y las industrias de armamento. Un destino dramático para los republicanos vencidos que viene a sumarse a otros no menos trágicos, como los campos de concentración en Francia o en la Alemania nazi. 10 En definitiva, a lo largo de las páginas que siguen se puede comprobar que la Guerra Civil fue un acontecimiento determinante tanto en la experiencia individual como colectiva, no sólo en España sino también en Francia. Su estela continua hasta el presente porque ha sobrevivido a los actores que la protagonizaron a través de sus herederos y la memoria colectiva. Muchas polémicas siguen abiertas como la relacionada con la apertura de los archivos o la interpretación de los sucesos que, en definitiva, son el resultado de una guerra mal cerrada en su momento, amplificada por la dictadura franquista y mal gestionada por la transición política a la democracia. En el plano historiográfico es una etapa continuamente actualizada con debates académicos a los que se han incorporado los ocurridos en el seno de los movimientos sociales, algunos de los cuales se han reproducido en este dossier que presentamos. Es nuestro deseo despertar el interés de los lectores y satisfacer su deseo de obtener nuevo conocimiento.

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AUTOR

MATILDE EIROA

Universidad Carlos III de Madrid

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Guerre Civile et Hispanisme français Guerra Civil e Hispanismo francés

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Exilio, Historia, Hispanismo Manuel Núñez de Arenas y el Bulletin Hispanique

María José Solanas Bagüés

1 Manuel Núñez de Arenas falleció en el exilio, en París, el 9 de septiembre de 1951. Una necrológica en la revista Bulletin Hispanique evidenciaba su estrecha relación con la historiografía francesa, los hispanistas galos y la Facultad de Letras de Burdeos1. A lo largo de estas páginas analizaremos la trayectoria intelectual de Núñez de Arenas, incidiendo en las etapas en las que desarrolló su labor como historiador: sus exilios de 1923 y 1939 en Francia. Si bien en su caso el destierro habilitó el escenario idóneo para convertirse definitivamente en un historiador, también fue objeto de la represión directa internacional ejercida en la década de los años cuarenta del siglo XX sobre los historiadores, tal y como veremos en el episodio de su denuncia y posterior detención por la Gestapo2.

2 De igual manera, el estudio de las redes establecidas entre las diferentes coordenadas historiográficas que transitó, nos permitirá situarlo en el proceso de formación de la historiografía española del siglo XX, conectándolo con las aportaciones y el desarrollo de la profesión realizadas fuera de las fronteras nacionales. La figura y la obra de Manuel Núñez de Arenas fueron olvidadas debido a la ruptura histórica que supuso «la hora cero» de 1939. Sólo a partir de los años 60 volvieron a ser reivindicadas por sus nuevos discípulos en suelo francés: jóvenes hispanistas como Robert Marrast, o exiliados españoles como Manuel Tuñón de Lara, quienes reintroducirán sus textos en España, completando una transferencia historiográfica iniciada a principios del siglo XX3.

Apuntes biográficos de Manuel Núñez de Arenas: formación y compromiso

3 Cuando Manuel Núñez de Arenas se refugió en Burdeos en 1923 con 37 años no se definía como historiador, ni era percibido como tal en la comunidad profesional gestada en España en este primer cuarto de siglo4. Pese a que ya había escrito el estudio sobre el movimiento obrero que lo convertiría en un precursor décadas después, la

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cantidad de actividades reseñables que desarrolló en este primer cuarto de siglo – militante político, periodista, impulsor de la Escuela Nueva, traductor– no lo situaban en la órbita de la profesión histórica, sino que transitaba itinerarios propios de lo que podría definirse como un «intelectual comprometido». Esta situación cambió al cruzar la frontera hacia Francia. Pero antes de llegar a ese punto, es conveniente diseccionar brevemente un relato de vida, hasta ahora evocado más que investigado5.

4 Manuel Núñez de Arenas y de la Escosura había nacido en Madrid el 1 de abril de 1886. Entre sus inquietos antepasados familiares –conocemos las trayectorias de los varones, muy poco las de ellas–, podemos encontrar antecedentes profesionales que él mismo reproducirá en sus múltiples intereses intelectuales. Toda una pléyade de figuras decimonónicas –su bisabuelo Espronceda, su tío abuelo Patricio de la Escosura, José Núñez de Arenas o Cristino Martos entre otros– que compaginaban ideas liberales, cargos políticos, exilios, vocaciones históricas, proyectos periodísticos, cátedras universitarias y sillones académicos con veleidades literarias más o menos destacadas. 5 A diferencia de su familia, Manuel Núñez añadió un sesgo que condicionó su evolución intelectual y profesional. Tempranamente se decantó por ingresar en las filas del movimiento obrero, y se interesó especialmente por las manifestaciones culturales y pedagógicas concebidas de manera heterogénea y paralela a los espacios institucionales oficiales: sociedades, casas del pueblo, escuelas societarias y canales alternativos para la difusión de una nueva cultura obrera. 6 Fue su pertenencia a una familia burguesa y cosmopolita lo que le permitió una elitista educación francófona. Tras cursar el bachillerato en los Jesuitas de Chamartín de Madrid, en 1901 obtuvo el diploma de «Lengua y civilización francesa» en el Lycée Montaigne de la Universidad de Burdeos 6. Durante sus inacabados estudios universitarios en Suiza mantuvo el primer contacto con las organizaciones obreras y con la figura de Georges Renard. Un modelo de intelectual comprometido a cuya obra Syndicats, Trade-Unions et Corporations (1909) añadió en su traducción de 1916 las «Notas sobre el movimiento obrero español», convirtiéndolo en una referencia transgeneracional. En el prólogo, nuestro autor rememoraba su estancia en Lausana, y el origen simbólico de los dos vectores que perfilarían sus actuaciones, la cultura obrera y la universitaria: […] de estudios tan diferentes de los actuales, de iniciación en doctrinas políticas, de contacto con el proletariado, de conocimiento de la organización obrera. Era yo casi un niño, seguía la carrera de ingeniero, y robaba horas á las matemáticas para asistir á la Casa del Pueblo y á la Universidad. Y en aquella Casa del Pueblo y en aquella Universidad oí el nombre de Georges Renard7. 7 La figura de Renard se erigía para él en paradigma del intelectual socialista, que desde la segunda mitad del siglo XIX aunó investigación y práctica en su interés por las teorías sociales y la literatura. Además de la publicación de sus obras, lo hizo desde sus clases en la Universidad de Lausana y el Collège de France sobre «Histoire du Travail», la creación de la Revue Socialiste, o como fundador de la Casa del Pueblo. Y de hecho, si bien el español nunca alcanzó las mismas cotas de reconocimiento académico, podemos identificar puntualmente itinerarios semejantes en su trayectoria vital e intelectual.

8 A partir de su regreso a España y hasta 1923, Núñez de Arenas dividirá sus esfuerzos entre varios campos de actuación. Por un lado, su formación e inserción en el mundo universitario: la licenciatura en Filosofía y la lectura de la tesis, los intentos por acceder a la docencia mediante oposiciones, así como por conseguir una pensión de la JAE. Por

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otro lado, su cada vez más intensa actividad política, mediante experiencias como la Escuela Nueva y la Escuela Societaria, colaboraciones y creación de publicaciones, o la militancia activa en el PSOE y con el sector escindido que funda el PCOE. Ambos itinerarios coexistirán, con alternancia de picos de actuación en el campo académico y en el político-cultural, aunque quizás más acentuado o con más visibilidad este segundo escenario de las ideologías prácticas en el convulso Madrid de la segunda etapa de la Restauración. 9 Núñez de Arenas se licenció en Filosofía el 4 de septiembre de 1911 en la Universidad de Madrid. Cuatro años después, el 16 de junio de 1915, defendió su tesis, con la que obtuvo Sobresaliente y Premio Extraordinario: «Un reformador social. Ramón Dionisio de la Sagra y Perig». De manera consecuente con sus intereses intelectuales, la elección del tema respondía al intento por reflejar a través de su biografiado el siglo XIX europeo, «la historia de múltiples disciplinas científicas» y «de las ideas sociales en España»8, el deseo de valorar justamente la intermediación cultural, y la intención de poner en valor el papel de los propios mediadores. En este sentido, en la «Necrológica» de su maestro Georges Cirot en 1947 recordaba: Ya sé que estos hombres con sus aportaciones enriquecen su patria, pero al tiempo enriquecen la ajena, dándole un área de mayor influencia. Debían pues, ser mirados a la vez en los dos países como hijos preclaros. Pero la idea es difícil de aceptar. Siempre me acordaré de una pequeña discusión que se originó al examinar mi tesis doctoral. Trataba yo de Sagra, gran transportador de ideas a España y decíame Ortega y Gasset, que hombre sin sistema personal, original, no merecía estudio. Inmediatamente acudió en defensa de mi punto de vista contrario Cossío mostrando cuánto esta corriente de ideas marcaba en una civilización. [...] Muchas veces he pensado en la injustificada preterición con que se considera en todos los países a tres categorías de hombres intelectuales que, sin embargo, contribuyen tremendamente a la civilización [...], a los xenófilos, a los traductores y a los divulgadores de teorías extranjeras. Sólo cuando pasan varios siglos se atreven los historiadores a reconocer el mérito de esos hombres laboriosos, modestos y entusiastas9. 10 En este sentido, él mismo contribuyó como traductor ocasional a la circulación internacional de la literatura. Los textos traducidos parecen obedecer tanto a una afinidad intelectual con los contenidos, un interés en la difusión de ideas y teorías sociales y filosóficas, como a un medio para ganarse la vida, todas ellas razones aplicables a otros intelectuales e historiadores de principios de siglo que se dedicaron a la traducción10.

11 También durante estos años intentó sin éxito acceder al «mercado universitario europeo»11 mediante una de las pensiones de la nueva institución que permitía a licenciados y profesores ampliar estudios en el extranjero: la Junta para la Ampliación de Estudios12. Optó a las ayudas desde la primera convocatoria en 1907 (para estudiar la cultura y literatura francesas en Francia, Bruselas y Ginebra), e insistió en 1910 («La enseñanza y el estado de los estudios filosóficos» en las Universidades de Montpellier, Nancy y París), y 1913 (suponemos que algo desencantado, escribe unas escuetas líneas solicitando pensión para «ampliar sus conocimientos»). La conseguirá finalmente en 1928, cuando ya residía fuera de España, así como en 1935, en peticiones donde ya define su condición de historiador. 12 Para finalizar este apretado recorrido por su etapa de formación citaremos sus intentos por integrar el mundo de la docencia universitaria y media: las oposiciones. Los

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sucesivos fracasos no hicieron mella en su empeño ni parecen haberle llevado al rechazo total del sistema docente. 13 Asistiendo en calidad de candidato a la plaza de las enconadas oposiciones a la cátedra de Sociología de la Central en 1916 –ganadas por Severino Aznar frente al otro aspirante José Castillejo–, pudo imaginar las escasas posibilidades de entrar en la Universidad para un miembro reconocido del PSOE13. Pese a sus ilustres antepasados universitarios y las amistades con catedráticos universitarios, las relaciones de poder quedaban muy lejos para un recién doctorado, traductor y articulista, pero sobre todo conocido por su activa labor dentro del movimiento obrero y como promotor, bibliotecario o Presidente de la Escuela Nueva de la Casa del Pueblo14. 14 No en vano, las relaciones y redes de contactos establecidas por Manuel Núñez de Arenas en este primer cuarto de siglo no estaban dirigidas a la inserción en la comunidad de historiadores que estaba gestándose en España –y de manera más sobresaliente en Madrid–, sino que respondían a inquietudes propias de un intelectual publicista, militante activo del PSOE15, que intentó desde sus centros de formación crear un nexo estable entre obreros e intelectuales. Sus contactos con miembros del Centro de Estudios Históricos o de la Universidad, los nuevos focos pautadores del oficio del historiador, se realizaron al margen de estas instituciones, en el marco de las conferencias del Ateneo de Madrid, y de las iniciativas de la Escuela Nueva16. 15 Sus planteamientos sobre educación, política y sociedad pueden rastrearse en sus colaboraciones para los periódicos y revistas en los que colaboraba: escribió en el El Socialista –órgano oficial del PSOE–, en el semanario España durante la época en que fue dirigido por Luis Araquistáin, participó en la redacción de La Antorcha, y en la creación, secretaría y dirección del semanario comunista La Internacional (1919-21). 16 Fue mediante la aplicación práctica de esta concepción «horizontal» de la transmisión de la cultura como Manuel Núñez de Arenas ensayó la consolidación de un centro mixto en el que difundir teorías y realidades, con el objetivo de introducir la actividad intelectual entre las bases socialistas. El proyecto, materializado en la Escuela Nueva, contó con la implicación de varios historiadores procedentes de la Universidad, tanto en su creación como en las diferentes actividades y ciclos sobre «historia socialista». 17 De la intersección de estos dos itinerarios surge en 1916 «Notas sobre el movimiento obrero español», el apéndice a la obra de G. Renard. Con estos antecedentes académicos, no debe extrañar que su elaboración superase las anteriores historias de partido y utilizase recursos de la historiografía profesional, convirtiéndose según David Ruiz en el «primer estudio histórico del movimiento obrero desde sus inicios hasta la Primera Guerra Mundial con inequívocas pretensiones de cientificidad»17. Pocos contemporáneos dudarían de la idoneidad de Núñez de Arenas para llevar a cabo la labor de guardián de la historia del movimiento obrero. Sin embargo, el exilio finalizó con este proyecto, abriendo la puerta a una reinvención académica y profesional en suelo francés.

En la senda de la historia: primer exilio en burdeos

18 El primer exilio de Manuel Núñez de Arenas debe ser analizado como un inicial refugio en Burdeos para evitar la condena a ocho años de cárcel tras la publicación de un artículo contrario a la guerra de Marruecos, que devendrá en exilio al iniciarse la

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dictadura de Primo de Rivera, y se convertirá en una «estancia» gracias a una pensión de la JAE en 1928.

19 En enero de 1923 ya se ha instalado en Burdeos. La condena que pesa sobre él no es la primera, ya había sido encarcelado durante la huelga de 1917 y de nuevo en 192218. Así mismo, era un destacado «tercerista», miembro fundador y candidato del Partido Comunista, un significado intelectual que podía encontrar problemas, siendo más que probable una nueva detención. Como hicieran sus antepasados liberales en el siglo anterior, tomaba el incierto camino del exilio, en su caso a la ya conocida ciudad de Burdeos. 20 Durante este primer destierro Núñez de Arenas, en palabras de Tuñón de Lara, «intensificó su relación con la historia»19. Es más, su propia elaboración de la imagen de historiador reforzó el conjunto de estrategias encaminadas a lograr la identidad profesional que desplegó durante estos años. En su caso, el exilio lo situó en un escenario más idóneo que le proporcionó las herramientas necesarias para profundizar en la profesionalización de la historia a través de la deseada carrera docente y la consecución de una pensión de la JAE, la investigación en los archivos y bibliotecas, el establecimiento de contactos con otros historiadores, y la publicación en revistas especializadas a ambos lados de la frontera. 21 La redefinición de su vida alcanzó también la esfera personal, pues contrajo matrimonio con Geneviève Elisabeth Lafitte en 1927. Y de igual manera, pudo participar del clima intelectual de la ciudad de Burdeos primero y de París después, relacionándose con otros asilados europeos que se incorporaban a las secciones de estudios extranjeros que las facultades y centros de enseñanza ofrecían a las diferentes colonias de refugiados20. 22 Burdeos suponía en 1923 uno de los centros más activos del hispanismo francés, todavía bajo la orientación de Alfred Morel-Fatio y Mérimée. Para comprender el desarrollo del hispanismo en torno a la Facultad de Letras de la Universidad de Burdeos citaremos cuatro hitos representativos: en 1898 se había creado la «agrégation» de español, en 1899 apareció el Bulletin Hispanique, en 1908 se creó el Instituto francés de Madrid y en 1928 la Casa de Velázquez21. 23 Para Núñez de Arenas suponía el retorno a la ciudad donde cursó estudios con uno de sus maestros, Georges Cirot. De inmediato se puso en contacto con dicho hispanista, discípulo de Alfred Morel-Fatio, doctorado con una tesis sobre el Padre Mariana, y convertido en el primer catedrático de Langue et littérature espagnole de la Universidad de Burdeos (1898). Animado por él, comenzó en octubre de 1923 una breve relación epistolar con A. Morel-Fatio; breve debido a la enfermedad y fallecimiento en 1924 del conocido como «padre» del hispanismo científico francés. Para un historiador no profesional como Núñez de Arenas debió de resultar cuando menos estimulante el contacto iniciado con el renombrado especialista francés –y tan opuesto ideológicamente–, a quien pidió consejos e hizo partícipe de sus investigaciones y proyectos sobre el objeto de estudio común a ambos: españoles refugiados en Francia desde la Revolución Francesa y durante todo el siglo XIX. De hecho, lejos de la actividad política y periodística que llevaba a cabo en España, su inmersión en la tarea de «rétablir la vérité à coups de documents» ocupaba ahora todo su tiempo: «[...] je suis tellement obsédé par mes recherches que je ne parle que de Ferdinand VII et je ne jure que par mes réfugiés»22.

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24 No fue la única puerta que le abrió Georges Cirot. El órgano difusor del hispanismo del sur de Francia, el Bulletin Hispanique, fue creado en 1899 por Alfred Morel-Fatio (1850-1924), Ernest Mérimée (1846-1924), Pierre Paris (1859-1931), Georges Radet (1859-1941) y Georges Cirot (1870-1946), tras la unión de Annales de la Faculté de Bordeaux (1879) y la Revue des Universités du Midi (1895). Esta publicación trimestral sirvió de tribuna tanto para especialistas franceses en Italia, España, Portugal o Latinoamérica, como para los propios historiadores y filólogos de los territorios investigados. Entre 1923 y 1930, 45 autores firmaron los 92 artículos de la sección principal en los 24 números aparecidos. Seis de los autores eran españoles (1 de ellos, Miguel Romera Navarro, desde su puesto en la Universidad de Pennsylvania): Américo Castro (uno en 1923); Carmelo Viñas Mey (un largo artículo sobre los afrancesados que se publicó a lo largo de 3 números entre 1923 y 1924); Ramón Menéndez Pidal (uno en 1925); Justo Pérez de Urbel (un artículo a lo largo de 4 números en 1926, y otro en 1930); y Claudio Sánchez Albornoz (uno en el último número de 1930). 25 Sin embargo, la autoría de Núñez de Arenas está presente en otras 2 secciones de la revista: «Variétés» y «Bibliographie» (Gráficos 1 y 2). En la primera tenían cabida artículos más breves que los principales, y la segunda contenía las reseñas, un espacio donde se alternaban firmas de los autores consagrados «de la casa»23 con las de los alumnos que se iniciaban en el aprendizaje de la publicación en medios especializados.

Gráfico 1 :

Autores con más de un artículo en la sección “Variétés” el Bulletin Hispanique. Fuente: Elaboración propia a través de la revista.

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Gráfico 2 :

Los 10 autores con mayor número de reseñas en el Bulletin Hispanique. Fuente: Elaboración propia a través de la revista.

26 Unas colaboraciones –más distanciadas a partir de 1928, cuando se trasladó a París pensionado por la JAE–, que no le impidieron publicar también en la “rival” Revue Hispanique de Foulché-Delbosch, comenzando por su tesis doctoral en 1924 24. De igual manera, su estrategia para alcanzar el reconocimiento como historiador en España le llevó a ver impresos sus primeros artículos en publicaciones especializadas: la Revista de Filología Española dirigida por Ramón Menéndez Pidal25, el Boletín de la Biblioteca Menéndez y Pelayo o la Revista de la Biblioteca, Archivo y Museo del Ayuntamiento de Madrid.

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Tabla 1 :

Publicaciones de M. Núñez de Arenas en el Bulletin Hispanique

27 Emplazando para otro lugar un análisis más exhaustivo de sus publicaciones, redes establecidas y estrategias de inserción y reconocimiento26, solamente enunciaremos aquí sus investigaciones sobre los afrancesados, su interés por rehabilitar el siglo XIX español de manera rigurosa y su contribución a la «historia nacional» encaminada hacia «la aportación intelectual de España a Francia en el primer tercio del siglo XIX».

28 Rastreando los fondos documentales consultados podemos reconstruir la red de archivos y bibliotecas visitados, de eruditos e historiadores locales del Sur de Francia, estudiosos y conservadores orgullosos de un pasado nacional al que también contribuyeron los departamentos alejados de París. La concepción de la investigación que Núñez de Arenas proponía para el estudio del XIX español así lo requería: Nuestra historia del siglo XIX se ha escrito hasta ahora, en general, sea por actores de los sucesos, sea por literatos que han despreciado la rebusca paciente en los archivos. Además, nuestra perpetua guerra civil hace imprescindible el bucear, no sólo en los archivos españoles, sino en muchos del extranjero. De un laborioso acopio de documentos podrá salir un día la verdadera narración de los sucesos del siglo pasado27. 29 Cumpliendo Núñez 40 años en 1926, la estrategia de inserción en el marco hispanista bordelés cambió de rumbo al instalarse él en París, y desde allí iniciar una serie de acciones que le conducirán de nuevo a España. Varios fueron los episodios que permiten rastrear dicha evolución. Sus contactos epistolares con la Real Academia de la Historia habían dado fruto, y en 1926 apareció su «Informe sobre la expropiación de tumbas españolas en Burdeos» requerido por la RAH tras sus gestiones 28. Como consecuencia de este ejercicio, Núñez de Arenas se convirtió en orgulloso

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correspondiente de la Academia. Al año siguiente, su tesis sobre Ramón de la Sagra fue declarada obra de utilidad pública por la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas29.

30 Si bien se había mantenido un atisbo de presencia en la vida cultural madrileña a través de sus artículos sobre personajes románticos en el exitoso rotativo vespertino La Voz, así como varias colaboraciones en revistas minoritarias como Alfar o Verba, en 1928 se intensificó. Retornó a España para realizar unas oposiciones de Catedrático de «Lengua francesa», coincidiendo con la petición de una pensión a la JAE que por fin obtendría. Tras pedir la excedencia de su recién conseguida cátedra de Instituto, dedicará dos años a la investigación en archivos y bibliotecas de Francia. 31 Sorprendentemente, tras haber alcanzado casi todos sus objetivos, durante los años de la República y de la guerra civil asistimos a un retraimiento de su labor como historiador. Es tiempo de dedicarse a la enseñanza en los Institutos Velázquez de Madrid y de Alicante. Además de su confesada vocación didáctica, también es posible que sufriera un cierto desencanto al no lograr la deseada inserción en la comunidad de historiadores de la península, y no verse reconocido como un igual salvo por contadas excepciones. Durante la guerra civil, ejerció como inspector de enseñanza, y participó en la experiencia de los frustrados Institutos Obreros y la Casa de Cultura de Valencia hasta su nueva salida del país, esta vez definitiva.

Guerra, prisión y exilio definitivo (1939-1951)

32 Como sucedió en otras áreas científicas, la dictadura cercenó el desarrollo de la historiografía profesional conformada en torno a la investigación y la docencia universitaria, produciéndose lo que Ignacio Peiró y Miquel Marín han denominado la «hora cero» de la historiografía, comenzando la «larga travesía en el desierto»30. En cuanto a Núñez de Arenas, sufrió la máxima sanción impuesta por las comisiones de depuración de los profesores de institutos de segunda enseñanza, la separación del servicio31. Para entonces ya había tomado el camino del segundo e irreversible exilio32, donde retomará su labor de historiador, no sin antes sufrir el episodio que detallamos a continuación.

33 En el caso del profesor madrileño, la red de relaciones tejida en sus anteriores estancias en la Universidad de Burdeos le facilitó el acceso a una plaza de Lector de español. Allí se reencontró con los hispanistas y maestros que tuvo durante los años 20, y que habían convertido el modelo de hispanista «vigilante» en una suerte de «hispanismo cordial» representado por Georges Cirot, M. Bataillon o Gaspard Delpy, que en su máxima expresión se dedicaron a prestar ayuda a los refugiados (además del protagonista de nuestro artículo, la Universidad de Burdeos acogió a Claudio Sánchez Albornoz y Ramón Menendez Pidal). 34 De todos modos, y como ya se ha anunciado al comienzo del texto, la ocupación de Francia por las tropas alemanas nazis posibilitó que prosperase una denuncia contra él que supuso su encarcelamiento. El Cónsul español en Burdeos, Enrique Beltrán Manrique, se dirigía el 10 de noviembre de 1939 al decano de la Faculté des Lettres de Bordeaux, para recordarle que dos solicitantes españoles optaban a la plaza de Lector de español: Amada López de Meneses y Manuel Núñez de Arenas. Le informaba de que este último había participado en la Junta encargada de la depuración de la Enseñanza bajo el Ministerio del comunista Jesús Hernández, «de sinistre mémoire». También

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alegaba «que cet espagnol ennemi de l’Espagne» no tiene ninguna relación con el consulado, al contrario que la candidata, «bonne espagnole» y con una admirable carrera33. 35 Once días después llegó la respuesta del decano, quien argumentó al cónsul: cuando G. Delpy lo propone34, no conoce otra candidatura más que la de Núñez de Arenas, ya que López de Meneses no había presentado ninguna solicitud. Además, tiene los títulos necesarios, ha realizado diferentes estancias en Francia, ha seguido varios cursos en esa Facultad, y está casado con una francesa. No solo eso: sobre su actitud en Francia, están convencidos de que es «correcte et discrète». Defiende así la elección de Manuel Núñez de Arenas como Lector de Español, aunque reconoce que debido a las circunstancias excepcionales del momento, no se ha seguido el cauce habitual de selección de lectores a través del Office des Universités Françaises, situación que espera se reanude pronto. 36 Pese a que en la siguiente carta del 27 de noviembre de 1939 Enrique Beltrán agradece las explicaciones del decano sobre el nombramiento del «sujet espagnol Nuñez de Arenas», insiste en que Amada López de Meneses presentó en julio de 1939 una petición como lectora de español en el Office des Universités Françaises, citando varias ciudades de Francia, entre ellas Burdeos. 37 El asunto queda así, y la última carta de este año (5 de diciembre) es la dirigida de nuevo por el Cónsul al Embajador de España en París, remitiéndole copia de toda esta correspondencia sobre «uno de los asesores del comunista Jesús Hernández desde el Ministerio de Instrucción Pública de la zona española marxista». 38 Pero la segunda remesa de correspondencia que comienza el 2 de febrero de 1943 se produce en un escenario muy diferente, y va a acarrear consecuencias directas para Núñez de Arenas. En esta ocasión, la delación y los ajustes de cuentas profesionales encontraron resonancia en el clima político de persecución de «rouges espagnols» en Burdeos. El madrileño ya había sido retenido por las autoridades alemanas durante algunas semanas, pero fue puesto en libertad gracias a «gestiones oficiales por parte de ciertas Autoridades españolas en Francia», una liberación que sorprendió en el propio consulado. La policía alemana volvió entonces a detenerlo al conocer los datos del Gobierno español. Y tras los informes pertinentes entre el Ministerio de Asuntos Exteriores en Madrid, la Embajada de España en Vichy y el Consulado de España en Burdeos, se procedió a solicitar oficialmente a las autoridades francesas su destitución el 17 de marzo de 1943 como Lector de Español. En este intercambio de informaciones, se describe así el perfil del historiador desde la Dirección de Relaciones Culturales del Ministerio al embajador Félix de Lequerica (2-2-1943): [...] Se trata de un periodista rojo, [...] conocido como elemento comunista [...]. Aunque en apariencia lleva una vida retirada y no se tienen noticias de que se aproveche su cargo para hacer propaganda de sus ideas, en la sombra trabaja activamente en sentido comunista y en el café exterioriza sus opiniones en tal sentido. Consiguió el cargo que desempeña, valiéndose de amistades destacadas en la política local de Burdeos y en competición con otros españoles apoyados por nuestra Representación Oficial en aquella Ciudad. 39 Y al respecto escribe el agente de policía español agregado al Consulado de Burdeos, que tiene «la casi seguridad de que este hombre es peligroso por sus ideas y por su actuación, tratándose de persona inteligente y cultivada. De ello me he de servir para lograr nuestros propósitos».

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40 M. Núñez de Arenas fue recluido en 1942 y 1943 en las cárceles de La Santé y Fresnes. Su plaza de Lector la ocupó en un primer momento M. Prieto, lector en el Lycée de Bordeaux. Poco después lo hizo un candidato oficial con «garantías» pactado con las autoridades españolas, Ángel Baselga Yarza, quien no se reincorporó tras pasar las fiestas de Navidad de 1944 en España. Mientras tanto, Núñez de Arenas a punto estuvo de ser «canjeado» por un desertor alemán detenido en el campo de concentración de Miranda de Ebro, una iniciativa alemana que no tuvo éxito35.

De Burdeos a París: le professeur Núñez de Arenas

41 Reincorporado finalmente a la Facultad de Burdeos tras su liberación en 1944, Georges Cirot lo saludaba así desde la «Chronique» del Bulletin Hispanique: […]emprisonné trois fois par la Gestapo, privé de son poste par ordre supérieur, il a été réintégré en novembre dernier. Ancien élève du Lycée de Bordeaux, connaissant le français comme sa propre langue, très épris de recherches et très consciencieux, il est, comme personne, en mesure d’initier à la pratique de l’espagnol nos étudiants, auxquels depuis huit ans le séjour en Espagne est devenu de plus en plus impossible. Nous tenons à dire les services qu’il a rendus et qu’il rendra encore dans un enseignement qui se développe et qui prend décidément, dans le secondaire comme dans le supérieur, l’importance justifiée par tant de raisons culturelles, politiques et économiques36. 42 Allí permaneció hasta 1948, año en el que se trasladó a París como investigador del Centre National de la Recherche Scientifique y profesor de l’École Normale Supérieure de Saint- Cloud, continuando la relación a través de sus artículos en el Bulletin Hispanique.

43 En aquella época coincidió en la capital francesa con los historiadores Emilio Gómez Nadal y su esposa Teresa Andrés, Manuel Tuñón de Lara y F. G. Bruguera, todos ellos miembros de la Unión de Intelectuales Españoles, colaboradores habituales en su Boletín y miembros de su comité de redacción. Fue un periodo donde podían recordar en las tertulias semanales de los animados cafés del Boulevard Saint-Michel la ya lejana guerra civil durante la que coincidieron en Valencia, comentar sus experiencias en los campos de concentración españoles y franceses, y, ante todo, discutir sobre su papel como historiadores en la lucha antifranquista o la articulación de sus investigaciones históricas en un país ajeno. De hecho, el juego de transferencias entre la historiografía liberal y obrera de principios de siglo en España, la influencia del hispanismo y la historiografía francesa así como su recepción y adaptación entre los jóvenes historiadores españoles de los años 70 se encuentra en este escenario del exilio. 44 Será durante el entierro de Núñez de Arenas en París, en 1951, cuando se produzca el primer contacto entre Pierre Vilar y Manuel Tuñón de Lara, iniciándose entre ellos una fructífera relación personal y profesional. Y en 1953, dos años después de su repentina muerte, Francisco G. Bruguera publicó su Histoire de l’Espagne. Incomprensiblemente aún sin traducir hoy en día, contiene las claves de la historia económica y social de España en las que incidirá Manuel Tuñón de Lara en sus Historias de España de los siglos XIX y XX (1961, 1966). Así, en esta temprana fecha, Bruguera se adelantaba en la genealogía de una historia del movimiento obrero realizada en Francia por exiliados españoles y que servirá como modelo en el interior. Y se adelanta también Bruguera en su dedicatoria al reunir en ella a los futuros referentes en la historiografía mundial y española respectivamente: Fernand Braudel y Pierre Vilar; y al brindársela «À la

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mémoire du professeur Manuel Nuñez de Arenas, mon vieil ami, mort en exil». Comenzaba aquí la fortuna de la figura y la obra de Manuel Núñez de Arenas.

NOTAS

1. Charles V. Aubrun, «Manuel Núñez de Arenas y de la Escosura (1886-1951)», Bulletin Hispanique, 53-4, 1951, p. 459-461. Le precede la necrológica de uno de sus historiadores de referencia, Rafael Altamira, fallecido en el exilio mejicano, y que en un principio iba a redactar el propio Núñez de Arenas. Marcel Bataillon, «Rafael Altamira y Crevea (1866-1951)», Bulletin Hispanique, 53-4, 1951, p. 457-459. Una primera versión de este texto fue presentado para su discusión en el XI Congreso de la Asociación de Historia Contemporánea celebrado en la Universidad de Granada en septiembre de 2012. 2. Antoon de Baets, «Exile and Acculturation: Refugee Historians since the Second World War», The International History Review, XXVIII, 2, june 2006, pp. 316-349. 3. El artículo fundacional sobre la perspectiva de las transferencias culturales en Michel Espagne y Michel Werner, «La construction d’une référence culturelle allemande en France. Genèse et histoire (1750-1914)», Annales ESC, 4, juillet-août 1987, p. 969-992. 4. Ignacio Peiró Martín, Historiadores en España. Historia de la historia y memoria de la profesión, Zaragoza, Prensas de la Universidad de Zaragoza, 2013. 5. Informaciones que aportaron los autores que recuperaron su obra, el primero de ellos Robert Marrast en sus Prólogos a Manuel Núñez de Arenas, L’Espagne des Lumières au Romantisme, Paris, Centre de Recherches de l’Institut d’Études Hispaniques, 1963; Manuel Núñez de Arenas y Manuel Tuñón de Lara, Historia del movimiento obrero español, Barcelona, Nova Terra, 1970. También en M. Tuñón de Lara, Medio siglo de cultura española, 1885-1936, Madrid, Tecnos, 1970; Javier Malagón, «Los historiadores y la historia en el exilio», en José Luis Abellán, El exilio español de 1939, Madrid, Taurus, 1978, vol. V, p. 245-353, en p. 311-312, y más recientemente Ignacio Peiró y Gonzalo Pasamar, Diccionario Akal de Historiadores Españoles Contemporáneos (1840-1980), Madrid, Akal, 2002, p.446-447, o Alicia Alted, «Historiografía e historiadores en el exilio», en Mª Fernanda Mancebo (ed.), Encuentros de Historia y Literatura. Max Aub y Manuel Tuñón de Lara, Valencia, Biblioteca Valenciana, Generalitat Valenciana, Conselleria de Cultura i Educació, Direcció General del Llibre, Arxius i Biblioteques, 2003. 6. Manuel Tuñón de Lara, Medio siglo de cultura española, op. cit., p. 163. 7. Manuel Núñez de Arenas, «Prólogo» a Georges Renard, Sindicatos, Trade-Unions y Corporaciones, Madrid, Daniel Jorro Editor, 1916, p. V. 8. Prólogo a la publicación de su tesis «Don Ramón de la Sagra, reformador social», Revue Hispanique, París, LX, 1924, p. 329-531, las citas en la p. 330. Jean-Louis Guereña considera a Núñez de Arenas el primero en cultivar la historia social en España con esta investigación, en «Entre Francia y España. Vivencias y reflexiones sobre un itinerario», Roberto García Cárcel y Eliseo Serrano Martín (eds.), Exilio, memoria personal y memoria histórica. El hispanismo francés de raíz española en el siglo XX, Zaragoza, IFC, 2009, p. 177-201. 9. Manuel Núñez de Arenas, «Un gran hispanista desaparece. Monsieur le Doyen Georges Cirot», Boletín de la Unión de Intelectuales Españoles, París, 33-34-35, agosto-septiembre-octubre 1947, p. 3-4.

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10. Las obras traducidas son: Émile Hennequin, La crítica científica, Biblioteca Científica de Filosofía, Daniel Jorro, 1909; Adolfo Prins, Criminalidad y represión: ensayo de ciencia penal, Madrid, Hijos de Reus, 1911; Alfred Weber, Historia de la Filosofía europea (séptima edición), Madrid, Daniel Jorro, 1914; Gabriel Dromard, El Ensueño y la acción, Madrid, Librería Gutemberg de José Ruiz, 1915, la de G. Renard en 1916 y Egdar Quinet, Mis vacaciones en España, Madrid, Ediciones La Nave, 1931. 11. Esta idea y su desarrollo en Victor Karady, «La République des lettres des temps modernes. L ´internationalisation des marchés universitaires occidentaux avant la Grand Guerre», Actes de la Recherche en Sciences Sociales, 121-122, Mars 1998, p. 92-103. 12. De la abundante bibliografía sobre la JAE impulsada sobre todo desde su centenario, citaremos solamente Miguel Ángel Puig-Samper (coord.), Tiempos de investigación: JAE-CSIC, cien años de ciencia en España, Madrid, CSIC, 2007. 13. Sobre la polémica que generaron estas oposiciones, vid. Ignacio Peiró, «Los aragoneses en el Centro de Estudios Históricos: historia de una amistad, historia de una escuela, historia de una profesión», en José-Carlos Mainer (ed.), El Centro de Estudios Históricos (1910) y sus vinculaciones aragonesas (con un homenaje a Rafael Lapesa), Zaragoza, IFC – Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales, 2010, p. 135-171, en p. 150 y ss. 14. Francisco de Luis, «Lecturas y lectores en la Casa del Pueblo de Madrid», CEE Participación Educativa, número extraordinario (2010), p. 67-90. 15. Ingresó en la Agrupación Socialista (AS) de Madrid el 1 de enero de 1911. Representó a la AS de Toledo y a la Sociedad de Agricultores de Mora (Toledo) en el IX Congreso del PSOE en 1912; a la AS de Minas de Riotinto (Huelva) en el X Congreso en 1915; a la AS de Madrid y a la Escuela Nueva en el XI Congreso en 1918 y a la Escuela Nueva en el Congreso Extraordinario en 1919. Perteneció a la Comisión Ejecutiva del PSOE de 1918 a 1921, siendo secretario de estudios en 1918-1919 y vocal de 1919 a 1921. Asistió al XIV Congreso de la UGT en 1920 como delegado del Sindicato de Profesiones Liberales de Madrid. Partidario de la Tercera Internacional fue dado de baja en el PSOE en mayo de 1921. Fue miembro del Comité Central del PCE y candidato por Madrid de este Partido en las elecciones generales de 1923. Datos extraídos de la voz «Núñez de Arenas y de la Escosura, Manuel» Diccionario Biográfico de la Fundación Pablo Iglesias, [en línea]. Fundación Pablo Iglesias [Página consultada el 1 de abril de 2014]. Acceso en: http:// www.fpabloiglesias.es/archivo-y-biblioteca/diccionario-biografico/biografias/13735_nunez- arenas-y-escosura-manuel 16. Jean-Luis Guereña, «Cultura y política en los años diez: Ortega y La Escuela Nueva», Cuadernos Hispanoamericanos, 403-405, enero-marzo 1984, p. 544-563. 17. «De Núñez de Arenas al pluralismo metodológico. Todo en menos de un siglo», Millars. Espai i historia, 27, 2004, pp. 89-100, la cita en p. 90; Jorge Uría, «La historia social y el contemporaneísmo español. Las deudas del pasado», Revista de Historia Jerónimo Zurita, 71, 1997, p. 95-141; Francisco Sánchez, «El movimiento obrero antes de la guerra civil: el enfoque de Manuel Tuñón de Lara», Cuadernos de Historia Contemporánea, 30, 2008, p. 105-116. 18. Detenido en Bilbao tras la huelga general de agosto de 1917 con Luis García Bilbao, y conducidos al buque «Alfonso XIII». Su detención tras el atentado a Dato y su pronta liberación en 1922 en El Globo (Madrid), 23 de noviembre de 1922, p. 1. 19. Manuel Tuñón de Lara, Medio siglo de cultura española, op. cit., p. 164. 20. J. Bechstein, « L’œuvre de Kafka à Bordeaux, ou la vie de Jean et Charlotte Carrive à la Gironde», A. Ruiz (dir.), Présence de l’Allemagne à Bordeaux du siècle de Montaigne à la veille de la Seconde guerre mondiale. Hommage au Goethe-Institut de Bordeaux à l’occasion de son 25e anniversaire. Bordeaux, Presses Universitaires de Bordeaux, 1997, pp. 221-231, quien señala la amistad de la pareja –traductores de la obra de Kafka al francés, y ella profesora en un instituto de Burdeos– con el historiador Manuel Núñez de Arenas en el periodo de entreguerras.

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21. Citaremos los monográficos de las revistas Ayer, 31, 1998; Historia Contemporánea, 20, 2000; Arbor, CLX-VIII, 64, 2001, y las obras de conjunto: B. Pellistrandi (ed.), La historiografía francesa del siglo XX y su acogida en España, Madrid, Casa de Velázquez, 2002; Francisco García (ed.), La historia moderna de España y el hispanismo francés, Madrid, Marcial Pons-Facultad de Humanidades de Albacete UCLM, 2009; Joaquín Álvarez Barrientos (ed.), Memoria del hispanismo. Miradas sobre la cultura española, Madrid, Siglo XXI, 2011. 22. Carta de Manuel Núñez de Arenas a Alfred Morel-Fatio, 28-10-1923, en la Bibliothèque de Versailles (Fondo AMF). Agradezco al profesor Igancio Peiró el haberme permitido su consulta, y remito a la próxima publicación de su Epistolario. 23. No en vano, Georges Cirot, secretario de la publicación es el autor de 117 reseñas de las 265 publicadas durante este periodo. 24. A. Niño, Cultura y diplomacia. Los hispanistas franceses y España 1875-1931, Madrid, CSIC, 1988. Además de su tesis en 1924, publicó en 1925, 1929, y en el último número dedicado a la memoria de su fundador, en 1933. 25. El propio Menéndez Pidal recomendó en 1929 la prórroga de su pensión. 26. Tema desarrollado en mi Tesis Doctoral (Universidad de Zaragoza), donde amplio la bibliografía aportada en este texto. 27. Manuel Núñez de Arenas, «Españoles fuera de España. La expedición de Vera en 1830», Boletín de la Real Academia de la Historia, Madrid, 1926, p. 243-291, la cita en p. 244 de la reproducción en 1963. 28. Boletín de la Real Academia de la Historia, Madrid, 1926, p. 314-329. 29. El 6 de diciembre de 1927, publicado en la Gaceta de Madrid, nº 342, 08/12/1927, p. 1467-1468. 30. Ignacio Peiró, «Historiadores en el purgatorio. Continuidades y rupturas en los años sesenta», Cercles. Revista d´Història Cultural, Universitat de Barcelona, 16, 2013, pp. 53-81; Miquel À. Marín Gelabert, «Revisionismo de Estado y primera hora cero en España, 1936-1943», Carlos Forcadell, Ignacio Peiró y Mercedes Yusta (eds.), El pasado en construcción. Revisionismos históricos en la historiografía contemporánea, Zaragoza, IFC, 2015, pp. 363-406. 31. «Orden de 29 de julio de 1939, separando definitivamente del servicio a los catedráticos de Universidad e Instituto que se mencionan», BOE (18/08/1939), p. 4542. Olegario Negrín, «La depuración del profesorado de los institutos de segunda enseñanza. Relación de los expedientes resueltos por el Ministerio de Educación Nacional (1937-1943)», Historia de la educación. Revista interuniversitaria, 24, 2005, pp. 503-542. 32. De la abundante biliografía aparecida en los últimos años sobre el exilio remitimos al artículo de Jordi Font Agulló y Jordi Gaitx Moltó, «L’exili de 1939. Un estat de la qüestió entre dues conmemoracions (2009-2014)», Franquisme&Transiciò, 2, 2014, pp. 231-280. Y para el caso de los historiadores Edoardo Tortarolo, «Historians in the Storm. Emigré Historiography in the Twentieth Century», Matthias Middell, Lluís Roura (eds.), Transnational Challenges to National History Writing, Palgrave Macmillan, 2013, pp. 377-403. 33. AGA, Sección Asuntos Exteriores, 54/1139. Para todas las citas hasta el final del artículo. El nombre de la aspirante no debió de resultar del todo desconocido para el cuerpo de hispanistas de Burdeos, ya que habían aparecido varios artículos suyos en el Bulletin Hispanique, donde seguirá colaborando (publicó en 1935, 1938, 1942, 1946 y 1951). 34. Gaspard Delpy, antiguo miembro de l’EHEH, había sucedido a Georges Cirot como titular de la cátedra de español en Burdeos. 35. Según la documentación se trataba de Dahm Horst Jurgen, natural de Dusseldorf, y detenido en el campo de concentración de Miranda de Ebro, bajo el nombre de Duval. En Carta del Cónsul de España en Burdeos al Embajador de España en Vichy (Burdeos, 15 octubre 1943), AGA, Sección Asuntos Exteriores, 54/1139. Matilde Eiroa y Concha Pallarés, «Uncertain fates: allied soldiers at the Miranda de Ebro Concentration Camp», The Historian, Vol. 76, Issue 1, pp. 26-49; Matilde Eiroa,

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«Refugiados extranjeros en España: el campo de concentración de Miranda de Ebro», Ayer, nº 57, 2005, pp. 125-152. 36. Georges Cirot, «Chronique», Bulletin Hispanique, XLVI, juillet-décembre 1944, n. 2, p. 293.

RESÚMENES

Manuel Núñez de Arenas (1886-1951) fue un historiador e intelectual español que mantuvo durante sus exilios en Burdeos una estrecha conexión académica con el círculo de hispanistas encabezado por Georges Cirot en torno al Bulletin Hispanique. Este análisis conecta el desarrollo de la historia de la historiografía española realizada en el exilio con su papel como intermediario cultural.

Manuel Núñez de Arenas (1886-1951), intellectuel espagnol et historien, a entretenu, lors de ses exils à Bordeaux, des liens universitaires étroits avec le cercle des hispanistes dirigé par Georges Cirot autour du Bulletin Hispanique. Cette analyse met en relation le développement de l’histoire de l’historiographie espagnole réalisée en exil avec son rôle d’intermédiaire culturel.

Manuel Núñez de Arenas (1886-1951), Spanish intellectual and historian, was, during his exile times in Bordeaux, in constant academic contact with the Hispanists circle run by Georges Cirot, round the Bulletin Hispanique. The present analysis connects the development of the Spanish historiography history, achieved in exile, to its role of cultural intermediary.

ÍNDICE

Palabras claves: Núñez de Arenas, exilio, historiografía, intermediario cultural Keywords: Núñez de Arenas, Spanish republican exile, historiography, cultural mediator Mots-clés: Núñez de Arenas, exil, historiographie, intermédiaire culturel

AUTOR

MARÍA JOSÉ SOLANAS BAGÜÉS

Universidad de Zaragoza – España

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Guerre Civile et mémoire Guerra Civil y memoria

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La Guerra Civil on line un pasado que no se olvida

Matilde Eiroa

NOTA DEL AUTOR

Este artículo forma parte del proyecto de investigación financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad de referencia HAR2015-63582-P.

Introducción

1 El siglo XX ha dado a la historia algunos acontecimientos trágicos que inevitablemente han suscitado el interés de los historiadores y de la sociedad. La trascendencia que han tenido en la economía, la política y, sobre todo, en pérdidas humanas, provoca que ese interés se prolongue en el tiempo y se materialice de múltiples maneras, desde las conmemoraciones a los actos académicos, las publicaciones y la celebración de eventos de diverso carácter. El entorno digital, igualmente, constituye un espacio que refleja aquellos sucesos que marcaron nuestro mundo.

2 En este marco la Guerra Civil española representa uno de los mejores ejemplos de un pasado que no se marcha y que goza de una gran repercusión social. Las razones que explican este fenómeno son varias: en primer lugar existen amplios grupos de ciudadanos que se preguntan por las razones, los orígenes, las consecuencias y la evitabilidad de la guerra. A pesar de que existe una amplia bibliografía al respecto, parece que sigue habiendo interrogantes o que las explicaciones ofrecidas por la abundante historiografía sobre el tema no cierra del todo las dudas planteadas2. En segundo lugar la Guerra Civil es un conflicto no resuelto social ni políticamente. Los sucesivos gobiernos democráticos han dado un trato poco satisfactorio, al menos desde el punto de vista de los vencidos. De ahí que el tema aparece de vez en cuando en forma de disputa entre los partidos políticos o en forma de reivindicación y de protesta de algunos colectivos sociales. Estos colectivos entienden que no se han aplicado políticas de reparación adecuadas que conduzcan al cierre de las circunstancias de agravio y a la

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apertura de una etapa en la que el conflicto de 1936-1939 forme parte de la historia3. Por último, podríamos añadir la situación problemática de los archivos y la inaccesibilidad de una parte de la documentación sobre la época. Mientras sigan existiendo límites administrativos a la consulta de la información, los especialistas no desistirán de publicar obras con los últimos descubrimientos encontrados en los fondos archivísticos. 3 La Guerra Civil, por tanto, forma parte de la actualidad y encuentra un escenario idóneo en Internet, tanto en los medios de comunicación, los distintos formatos digitales – portales, páginas web, blogs– y las redes sociales4. Las características de dichos medios facilitan y animan a su uso y lectura: desde la inmediatez –el tiempo real sustituye a la periodicidad y no hay horario prefijado–, la interactividad –el intercambio de información entre lectores y productores de contenidos–, la velocidad en la ejecución de tareas –aceleran los procesos de creación, publicación, distribución y discusión de la información–, la virtualidad –relacionada con el movimiento continuo a través de la hipertextualidad– la hibridación multimediática –la posibilidad de incluir imágenes fijas y movimientos además de sonidos– y la perspectiva de una difusión a un ámbito mundial e ilimitado5. Igualmente podemos encontrar menciones al conflicto en Wikipedia, Wikimedia Commons, Wikisource o Wikiquote, donde se pueden encontrar contenidos acerca de la actividad bélica, asuntos de política nacional e internacional, fuentes primarias e incluso pensamientos de célebres personajes que expresan sus opiniones con frases que han quedado para la posteridad. 4 En este sentido ha de entenderse que numerosas asociaciones, fundaciones, centro públicos y privados utilicen la Red para propagar sus objetivos e intereses. Al exigible rigor que ha de tener todo relato historiográfico ¿no habría que añadir acaso el hecho de que fuera también socialmente significativo?

La guerra civil en la agenda de los medios digitales

5 Las publicaciones digitales se rigen para la selección de sus noticias por criterios similares a las publicaciones en papel. Sin embargo cuentan con unas posibilidades de espacio y de tiempo superiores a estas y con unas características técnicas que facilitan la publicación de una información más completa y diversificada6. Nos referimos a las perspectivas que ofrece la hipertextualidad, la interactividad y la inclusión de medios diversos como fotografía, sonidos o videos.

6 La investigación en los medios digitales resulta, sin embargo, una tarea complicada y no exenta de riesgos. Precisamente sus características de contención ilimitada de información a través de los hipervínculos o la interactividad que concede la palabra a los usuarios y lectores son retos a los que es necesario aplicar nuevos métodos de investigación7. Los medios digitales, además, no suelen tener una hemeroteca adecuada a las búsquedas retrospectivas. Hasta el momento las más aceptables son las de ABC.es y La Vanguardia.com, aunque presentan muchas dudas respecto a que la información recogida sea exhaustiva. En esta investigación hemos seleccionado el término «guerra civil española» como punto de partida para la búsqueda y filtración de noticias, intentando aproximarnos a la denominada web semántica, un entorno en el que se puede establecer una relación de conceptos tipificados e interconectados por una ontología que permita la búsqueda de recursos con mayor eficacia y certeza8. Con dicho término se ha seleccionado una muestra de cien noticias de los medios españoles con mayor

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número de usuarios/lectores: El País.com, Público.es, ABC.es y El Mundo.es 9 a fin de averiguar cuáles son los contenidos sobre la guerra que forman parte de su agenda. Los resultados son variados y responden, en cierta medida, a la línea editorial de cada cabecera.

La guerra civil en la cultura actual

7 En los cuatro medios analizados la representación mayor de la guerra civil corresponde a las manifestaciones culturales en un amplio sentido: novedades bibliográficas – literarias e historiográficas–, estrenos cinematográficos y teatrales así como exposiciones de arte –pintura, carteles y fotografía, especialmente–.

8 La presencia mayoritaria de las novedades editoriales responde al eco mediático que tiene la inagotable aparición de bibliografía que aporta datos inéditos, revisa los que ya han sido publicados o recrea en obras de ficción lo ocurrido en los tres años bélicos. Las entrevistas a historiadores como Ángel Viñas, Paul Preston, Julián Casanova o Ángel Bahamonde, junto a otros menos mediáticos, promueven la divulgación del conocimiento histórico a través de preguntas que buscan una respuesta sucinta sobre los resultados de sus investigaciones a la vez que logran la difusión de sus obras. Se trata de un género periodístico que permite ir más allá de una reseña bibliográfica para introducirse en la elaboración de la obra y en ofrecer un resumen de las principales aportaciones a través de la palabra de su autor o autora. Es el caso, entre otros, de la entrevista en El País.com a Paul Preston con motivo de la publicación de su último libro El final de la guerra, en el que narra la actitud y las relaciones de los políticos republicanos durante los últimos días del conflicto. En la conversación entre el historiador y el periodista se transmiten algunos puntos esenciales de la obra, pero también la opinión del especialista con respecto al carácter y el cambio de la sociedad española, una fórmula que conecta la explicación del pasado con el tiempo presente10. 9 Junto a los libros de historia se pueden encontrar asimismo publicaciones sobre temas muy específicos, como música, arquitectura, aviación, rutas y senderos de la guerra o lugares protagonistas de la guerra, por ejemplo el de Amanda Vaill titulado Hotel Florida, Verdad, amor y muerte en la guerra civil (El Mundo.es,10 de junio de 2014). 10 Con respecto a las obras literarias, destacan las noticias sobre novelas ambientadas en la guerra y posguerra. El volumen de publicaciones de ficción es de tal dimensión que ha dado lugar a una «moda literaria», según la ha calificado David Becerra en una investigación reciente11. Desde su punto de vista faltan narraciones adecuadas que ofrezcan una visión más acertada de lo ocurrido, que dejen al margen las historias más intimistas de final feliz o conformista. Los autores ven en la guerra un filón inagotable de historias reales ubicadas en un escenario épico en el que es posible hacer uso de la narración de lo más pequeño para contar la historia general. A este razonamiento se le une otro relacionado con la memoria histórica, una cuestión debatida en la sociedad y en la política de esta primera década del siglo XXI, en la que parece que no hay saturación sino una reproducción de narraciones de un legado traumático que sigue resonando a lo largo de varias generaciones12. Se pueden encontrar, asimismo, menciones a obras galardonadas con premios (Lydie Salvayre, Pas pleurer, Premio Goncourt, El Mundo.es, 5 de noviembre de 2014), a las que habría que añadir las dirigidas al público infantil y juvenil. El objetivo aquí parece residir en cumplir con una función

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didáctica sobre la memoria y la historia y, en algunos casos, con una función de homenaje y de recuperación de los relatos de los vencidos en 193913. 11 Otros actos culturales, como las exposiciones de arte y de fotografía, tienen también una presencia significativa. La reproducción de fotos suele tener una buena recepción entre los lectores, especialmente aquellas que reflejan lugares y personajes conocidos. Un ejemplo de ello lo encontramos en la noticia de El País.com con mayor repercusión en Facebook que fue la referida a la captura de imágenes de la guerra ubicándolas en las actuales calles madrileñas de Google Maps (28 de noviembre de 2014).

La guerra civil como noticia política

12 Las menciones a la guerra civil en las secciones de política nacional o local hacen referencia a multitud de acontecimientos de la vida del país en los que directa o indirectamente se vinculan a aspectos no resueltos del conflicto, bien sea a la memoria de los vencidos o a la instrumentalización del mismo para fines partidistas. Es en este tema donde hay más diferencias en la línea editorial de los medios on line analizados.

13 Público.es y El Mundo.es son los diarios que incluyen más noticias de la guerra civil como asuntos de la actualidad política. En el primero es habitual encontrar artículos sobre el incumplimiento de la Ley de Memoria Histórica –por ejemplo: «Defensa sigue llamando «cruzada de liberación» a la Guerra Civil», Público. Es, 1 de abril de 2014–, reivindicaciones de los familiares de los vencidos, protestas sobre el cierre de los archivos o difusión de informes de organismos nacionales e internacionales. Este periódico ha mostrado un alto nivel de compromiso editorial con la publicación de una sección específica denominada Memoria Pública cuyos responsables han sido los periodistas Sol López-Barrajón y Alejandro Torrus. La sección publica temas inéditos, reproduce los acontecimientos más conocidos por los lectores a fin de divulgar y rememorar lo ocurrido o se hacen eco de las reclamaciones que se presentan en distintas instancias14. 14 Los problemas con los archivos de la guerra civil y las reinvidicaciones de los vencidos son también frecuentes en El Mundo.es y El País.com. En ambas cabeceras suelen aparecer, además, artículos que relacionan a los partidos políticos y ayuntamientos con temas de la guerra. En numerosas ocasiones algunas organizaciones, como Izquierda Unida o el PSOE, protagonizan las críticas contra el gobierno del Partido Popular por no financiar a las asociaciones que están exhumando cadáveres de las fosas comunes donde fueron abandonados muchos fusilados durante la guerra civil y la posguerra y sus declaraciones o protestas se convierten en noticia. En otras ocasiones ocurren enfrentamientos en los ayuntamientos con motivo de las discrepancias entre los concejales con respecto a políticas locales de historia y memoria. Entre otros podríamos señalar los debates habidos sobre el nombramiento de calles y/o plazas – «El PP rechaza nombrar una plaza Brigadas Internacionales», El País.com, 26 de noviembre de 2014–, la retirada de placas contrarias a la Ley de Memoria Histórica u homenajes a héroes locales. Junto a estas noticias de alusión directa a la guerra, es frecuente encontrar otras informaciones que relacionan la guerra civil con el origen de problemas actuales o con la Iglesia católica, en los momentos en que en el Vaticano se beatifican a eclesiásticos asesinados. 15 En ABC.es, sin embargo, no es frecuente encontrar artículos que vinculen la guerra civil con la política contemporánea. Las páginas de este diario acogen también la

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información sobre las disputas entre partidos o las discusiones de las administraciones locales sobre el cumplimiento de la Ley de Memoria Histórica. Sin embargo su línea editorial, de larga trayectoria monárquica y conservadora, se decanta por un enfoque que aleja el conflicto de su presencia en la actualidad para priorizar la guerra como un asunto cultural e histórico. El análisis de las cuatro cabeceras aquí estudiadas muestra que ABC.es es la que dedica más artículos a contenidos de historia, por ejemplo: «Las elecciones de febrero de 1935», 19 de febrero de 2015; «La historia del General Ben», 8 de febrero de 2015 o «La lección mal aprendida», 31 de diciembre de 2014. Sin embargo, se puede observar en sus páginas la utilización de la historia para críticar a las políticas de izquierdas o para mantener algunos mitos de la guerra civil divulgados durante el régimen franquista. 16 Tal vez sea en este aspecto, el de la guerra civil como noticia política, donde se puedan observar con mayor claridad las dos versiones de la misma que se mantienen en el presente. En las tendencias editoriales de los medios españoles es fácilmente perceptible el posicionamiento de los partidos políticos, desde una actitud de defensa de los perdedores –reparaciones, homenajes, actos de recuerdo y recuperación de sus nombres– hasta otra de rechazo a debatir sobre el pasado no concluso y la práctica de políticas conciliadoras.

Noticias de sociedad: anécdotas, obituarios y arqueología de la guerra

17 La guerra civil vinculada a noticias sobre la sociedad y la vida cotidiana también forma parte de ese cúmulo informativo que no cesa y que mantiene su recuerdo.

18 Un conjunto de noticias que aparecen con cierta asiduidad son los descubrimientos arqueológicos que se expresan tanto con el hallazgo de material bélico extendido por pueblos y campos del país, como de cuerpos de soldados y civiles, en su mayoría desconocidos. La aparición de artilugios bélicos como armamento y explosivos, o de arquitectura militar como búnkeres y fortificaciones, con las que los arqueólogos documentan e identifican algunas posiciones militares, son las novedades que ocupan más páginas de los medios de comunicación.. En algunos casos configuran un atractivo turístico para las poblaciones: «Fortines para evocar la historia. Culmina la documentación y señalización de la senda del Frente del Agua, la red mejor conservada de bastiones de la Guerra Civil» (El País.com, 8 de abril de 2014). 19 En ocasiones el descubrimiento de material militar genera cierta alarma entre la población temerosa de su potencial destructor que, habitualmente, es desactivado y destruido por la Guardia Civil. Por ejemplo, «Un hombre halla un proyectil de artillería de la Guerra Civil cuando limpiaba su casa» (ABC.es, 9 de diciembre de 2014). Incluso hay casos que han explotado y producido heridas de relativa gravedad («Heridos graves padre e hijo tras explotar un artefacto de la Guerra Civil en Teruel», Público.es, 18 de septiembre de 2013). 20 Asimismo la antropología forense se encarga de ofrecer datos sobre los trabajos de exhumación de cadáveres que todavía se encuentran en fosas comunes en cementerios o en lugares próximos a los pueblos: «Hallados los restos de tres niños soldados de la Guerra Civil» (El País.com, 12 de septiembre de 2014). Esta es una de las reivindicaciones prioritarias de las asociaciones de memoria histórica que, al no ser atendidas por la administración del estado, provoca una protesta recurrente. Hemos de recordar que

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gran parte de los artículos aparecen con fotografías, fotogalerías y videos que aportan un gran realismo y provocan un impacto emocional entre los lectores. El proyecto de Sebastián Maharg sobre la batalla de Madrid, por ejemplo, ha tenido una buena recepción entre los lectores, por su encaje de los escenarios bélicos con los del presente. Se trata de un montaje de imágenes reales sobrepuestas a fotografías de Madrid tomadas de Google Maps reflejando la ubicación exacta de bombardeos, muertes o manifestaciones en las calles15. 21 Junto a estos aspectos de la «arqueología de la guerra», es posible encontrar información sobre lo que podríamos considerar un conjunto de anécdotas o curiosidades encontradas en archivos o aportadas por los usuarios. Una muestra la tendríamos en el titular «Rostros tras los volantes. El Archivo Histórico de Sevilla recibe tres álbumes con fotografías y datos de conductores que obtuvieron sus carnés entre 1934 y 1939» (El País.com, 18 de mayo de 2014) o en «La asombrosa relación entre chocolates M&M’s y la Guerra Civil española» (ABC.es, 3 de febrero de 2015). 22 Las efemérides y los obituarios de personajes conocidos nacionales o internacionales que tuvieron algún protagonismo en la guerra civil rememoran, igualmente, las actuaciones de los distintos agentes políticos y sociales. En el año 2104 y 2015 han dominado los obituarios de los últimos brigadistas que quedaban vivos («Hans Landauer, el último brigadista austriaco», El País.com, 27 de julio de 2014), así como homenajes y conmemoraciones públicas a modo de recuerdos colectivos de figuras que dejaron huella. 23 En esta línea de ofrecer información histórica, los diarios ABC.es y El Mundo.es son los que publican un mayor número de artículos de investigación. En el primero de ellos los blogs culturales acogen relatos que ilustran sobre episodios de diversa temática en clave divulgativa. Es destacable que algunos son colaboraciones periódicas de historiadores como Fernando García de Cortázar en ABC.es, o esporádicas como las de Julio Gil Pecharromán, Albert Balcells y José Luis de la Granja en El Mundo.es. 24 Finalmente habría que incluir los artículos de opinión, cuyos autores suelen ser bastante populares, como Jorge M. Reverte o Vicenç Navarro. En ellos enlazan la guerra civil con el presente reflexionando acerca de cuestiones que todavía tienen vigencia o admiten comparación con situaciones de actualidad.

La guerra civil en las comunidades virtuales: facebook, twitter, blogs y websites

25 A la pregunta «¿Qué hacemos con el pasado?», diversos autores coordinados por Emilio Abad respondían con estudios que daban como respuesta la posibilidad de utilizarlo políticamente, o de aprovecharlo para la adquisición de enseñanzas, la exhibición con políticas museísticas, la producción literaria o la perspectiva de conservarlo y trasladarlo al futuro con políticas públicas de memoria16. La respuesta a esta pregunta podríamos también enfocarla a las funciones que tiene la historia, desde la muy reiterada «conocer el pasado permite entender el presente y proyectar el futuro», hasta la función de construcción de identidades, un marco en el que ha de entenderse, en cierto aspecto, la creación de colectivos que buscan en el ayer los hilos de su filiación genealógica o ideológica. El pasado es considerado como una experiencia de quienes lo vivieron y la experiencia de quienes lo recibieron a través de las múltiples narrativas y

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reinterpretaciones que se han realizado a lo largo de su trayectoria vital. Se trataría, por tanto, no solamente de relatar lo que fue sino promover lo que podría ser en un contexto de posible normalización del conflicto de 193617.

26 La sociedad española está dando muestras de un importante activismo, autónomo de tutelas ideológicas impuestas, reivindicador de un relato histórico ajeno a la política del olvido. La web 2.0, es decir, el uso actual de Internet que propicia la participación activa de los usuarios y la generación de contenidos, contribuye, sin lugar a dudas, a la persistencia de la guerra civil en la actualidad a través de la difusión de las investigaciones científicas y de la divulgación del conocimiento. Sobre todo, porque no es solo el historiador quien puede escribir sobre el pasado, sino que los relatos historiográficos pueden ser creados por todo aquel que conozca el uso de las herramientas informáticas18. 27 Los denominados social media hacen alusión a los canales de distribución on line que permiten a la sociedad no sólo diseminar y leer información sino crear, compartir, editar, publicar e intercambiar contenidos mediante el uso de las nuevas tecnologías. Entre los más exitosos se encuentran las redes sociales tipo Facebook o microbloggings como Twitter. En la primera encontramos a aquellos que desean compartir experiencias personales y sentimientos y su actividad depende de las interacciones entre las personas agregadas, la riqueza de las conversaciones, la asiduidad del diálogo y el tipo de contenidos compartidos entre los participantes. Desde su nacimiento en 2004, constituye el centro de muchas de las interacciones que se producen a diario en Internet, un espacio sugerente y privilegiado para perfiles individuales y/o colectivos cohesionados en torno a diferentes intereses y temáticas y en los que se genera un intercambio constante de información y opinión. Twitter, en cambio, resulta una plataforma donde el acceso y la participación no se limitan, convirtiéndose de este modo en un espacio para la exposición libre de ideas y pensamientos únicamente restringidos por los 140 caracteres que permite este medio19. Los usuarios de estas redes sociales utilizan las ventajas del entorno on line para crear, replicar y desarrollar contenidos hasta configurar un paisaje multimediático (texto, fotografías, sonido, videos, etc.) de autoría compartida (comentarios y referencias cruzadas)20. Su primera consecuencia es que conforman una comunidad virtual de gran extensión en la que representan una amplia gama de mensajes de carácter político, formativo, informativo, de ocio o de entretenimiento. 28 En una búsqueda en la red social Facebook con el término «guerra civil española» existían, hasta finales de febrero de 2015, al menos un total de treinta y dos páginas, un número que ha ido en aumento progresivo en los últimos años21. La mayor parte de las páginas forman parte de «Grupos» que pueden ser abiertos o cerrados y, por tanto, de acceso restringido. Si bien dicha red social acoge igualmente perfiles personales y páginas generales que suelen corresponder a instituciones públicas o privadas donde insertan información y publicidad. Entre los perfiles personales es necesario señalar la página de Ángel Viñas por su contribución a la divulgación de la historia de la guerra a través de la publicación de comentarios, reflexiones y respuestas a las numerosas consultas o dudas que le envían22. 29 La parte más dinámica, no obstante, es la sección de «Grupos» que se proponen objetivos diversos, como relatar la historia de la guerra, compartir material bibliográfico y audiovisual, contar historias privadas, informar sobre lugares de la arqueología de la guerra, debatir cuestiones poco aclaradas, o simplemente tener un

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punto de reunión virtual para entablar contactos con gente afín e intercambiar objetos de coleccionismo, anécdotas, datos y fotografías. Hasta el 6 de abril de 2015 el grupo público con mayor número de miembros era «Guerra civil española-Guerra civil espanhola» con 23.427, seguido muy de lejos por otros con una cifra más reducida de seguidores. En la presentación mencionan su objetivo: «Este es un grupo para debatir sobre la Guerra Civil Española, la Revolución Social que se desarrolló a la par que el conflicto bélico, y sobre antecedentes y consecuencias que estén relacionados de forma directa»23. 30 El material que se difunde en los grupos es variado y compuesto generalmente por noticias sobre las últimas publicaciones bibliográficas, comentarios de los miembros sobre algún acontecimiento de la guerra o actual que tenga relación con la misma, fotografías, artículos de periódicos, videos en youtube, etc. Es decir, recursos multimediáticos, conocimientos y opinión, a los que no faltan mensajes reivindicativos. Se trata, en definitiva, de plasmar con texto reducido y mucha imagen y enlaces, los temas de su interés consiguiendo tanto divulgar erudición como difundir la producción cultural sobre la guerra o las noticias publicadas en los medios digitales. 31 La guerra civil está también presente en Twitter tanto a través de cuentas específicas como en los tweets o retweets de los usuarios. Según las búsquedas realizadas, hasta el momento no ha sido trending topic, aunque los seguidores de la red son muy activos en el envío de mensajes sobre aniversarios, conmemoraciones o novedades de todo tipo que surgen –publicaciones, películas, descubrimientos arqueológicos, cuestiones de política y memoria, etc.–. En las cuentas examinadas se ha comprobado que algunas disponían de un alto número de seguidores y de actividad, por ejemplo en @19391936, @La_otrahistoria, @AmigosBrigadas o @GuerraCivil2.0 24. Sus propósitos son también muy variopintos, como seguir la guerra día a día desde el 18 de julio –caso de @GuerraCivil2.0 y @GuerraCivil_TR–, mantener vivo el recuerdo de las batallas o sucesos más relevantes o aportar información sobre historia general. En todos los casos los usuarios no se limitan a tweetear texto sino que difunden material multimediático, anécdotas, curiosidades, comentarios –siempre en 140 caracteres–, cronologías o enlaces a prensa digital y páginas web. 32 Más allá de las cuentas específicas sobre la guerra, los tweets proyectan con mensajes cortos los aspectos que mayor interés suscitan. En ellos encontramos novedades bibliográficas, anécdotas, coleccionismo y también pequeñas dosis de historia del conflicto. Muchos enlazan con noticias publicadas en prensa digital, contribuyendo así a la propagación de la misma, así como con los videos de youtube, páginas web de instituciones o asociaciones y programas de televisión. Otros aprovechan el espacio para hacer publicidad – «_ RT @libreriacuesta: ¡Todos nuestros libros sobre la Guerra Civil española con 20% de descuento!»– o retwittean los mensajes de otras personas25. 33 En este corto recorrido por las redes sociales y las comunidades virtuales, la guerra civil está presente también en un formato que podríamos considerar más personal y con mayor capacidad para reproducir contenidos. Nos referimos a los denominados blogs, un formato a modo de cuadernos o diarios digitales que reproducen periódicamente entradas de contenido diverso. Los bloggeros de la guerra civil son numerosos y suelen orientar sus posts en torno a aspectos de interés histórico, social, didáctico, cultural o reivindicativo. En el primer tipo podríamos incluir a aquellos que se orientan a difundir diarios, memorias o fotografías de protagonistas a modo de archivo personal y biográfico a disposición de los internautas. Se trata, por tanto, de la difusión de fuentes

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primarias relevadoras e inéditas para la historia social26. Junto a ellos, otros bloggeros prefieren recoger aspectos culturales y de ocio, como novedades bibliográficas y culturales, curiosidades y anécdotas sobre la guerra civil o informar sobre los descubrimientos arqueológicos27. 34 Los más identificados con la memoria de los republicanos vencidos aprovechan las posibilidades que ofrecen los blogs para publicar contenidos reivindicativos, compartir experiencias e información. Muchos han nacido con esta voluntad de rehabilitación de los nombres olvidados y solidaria hacia las familias y colectivos que buscan la reparación de sus antepasados. A veces proporcionan ayuda para buscar a los desaparecidos, reproducen documentación original y difunden cuantos actos se organizan en homenaje o memoria de las víctimas. En esta tipología hemos de destacar los diversos blogs puestos en marcha por Mª José Barreiro28 –muy activa en la introducción de información– o el de Jordi Grau29, este último con una gran difusión al enviar periódicamente a una lista de distribución las novedades que va posteando en su propio blog obtenidas de la consulta a medios de comunicación, de los mensajes que le hacen llegar las asociaciones, familiares o las que van apareciendo en Facebook. Podríamos considerar que son bloggeros que cumplen con una función social e informativa. 35 Al igual que los movimientos sociales y los particulares, encontramos que las instituciones privadas y públicas han acogido y propagado información sobre la guerra civil coadyuvando a su significación. No es posible cuantificar su dimensión porque se disemina por la Red sin posibilidades de evaluar su extensión. Sin embargo dichas instituciones han logrado conformar un entramado que proporciona fuentes primarias de gran importancia. De este modo, podemos considerar que la guerra civil ha sido uno de los episodios de la historia de España más digitalizado por las instituciones oficiales como archivos o universidades. El portal PARES (http://pares.mecd.es/), el de Memoria Histórica (http://www.memoriahistorica.gob.es/index.htm), ambos del Ministerio de Cultura, o los archivos universitarios (http://libraries.ucsd.edu/speccoll/scwmemory/ about-eng.html), aportan materiales primarios digitalizados que fomentan la investigación, recopilan información y difunden los resultados de los proyectos de investigación desarrollados por equipos académicos y/o profesionales. Al igual que ocurre con algunos blogs, cumplen funciones de servicio a la sociedad puesto que permiten búsquedas de familiares y de documentación necesaria para pensiones o herencias, además de facilitar la consulta a los investigadores. 36 Las asociaciones, movimientos sociales por la memoria, fundaciones e incluso particulares transmiten igualmente, a través de sus websites, contenidos con objetivos de búsqueda de la verdad, justicia, reparación y divulgación. Muchos están vinculados al estudio del franquismo por lo que es difícil establecer diferencias claras entre el periodo bélico y los primeros años de la dictadura. La guerra está presente en estas páginas web con documentos, fotografías, microbiografías de personajes, y con mucha reivindicación política. En este ámbito es necesario señalar los proyectos extendidos por varias provincias bajo el concepto de «Todos los Nombres», llevado a cabo por historiadores y particulares interesados a fin de recuperar los relatos biográficos de las víctimas de la guerra y la posguerra30. Otras web acogen información sobre los fusilados en la guerra y las exhumaciones de sus cadáveres –por ejemplo las de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica o el el Foro por la Memoria–, memorias e informes actuales sobre los crímenes de la guerra civil –el Equipo Nizkor es el más

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representativo– así como material diverso con funciones didácticas y formativas –una buena muestra es la Sociedad Benéfica de Historiadores Aficionados y Creadores–31. 37 En suma, un caudal informativo on line impulsado por administraciones públicas o por iniciativas privadas que nos remite a una colaboración gubernamental obligada, sobre todo, por la Ley de Memoria Histórica y a un interés intenso de la sociedad civil en este proyecto colectivo del conocimiento histórico sobre un episodio de gran repercusión.

La guerra civil y el neofranquismo on line

38 El debate en torno a la calidad de las publicaciones electrónicas, el respeto, la ética personal y/o profesional, la necesidad de contrastar fuentes y otras buenas prácticas que deben seguirse en el entorno on line está abierto y es muy complejo llegar a algún acuerdo que afecte a la totalidad de los internautas. De ahí que circulen por la Red mensajes de exaltación a los militares golpistas, al propio golpe de estado del 18 de julio de 1936 y a sus consecuencias posteriores sin que se tomen medidas para evitarlo ni para exigir mayor rigor en las publicaciones digitales.

39 En los distintos formatos on line ya referidos en páginas anteriores –medios de comunicación, redes sociales y websites– circulan versiones de la guerra que fueron construidas durante la dictadura a pesar de que hoy día están desmontadas por las numerosas investigaciones realizadas. No me extenderé mucho en su interpretación porque las teorías neofranquistas sobre la guerra civil son objeto de otro artículo en este dossier, pero se advierte en el entorno on line que los autores defienden interpretaciones extemporáneas sobre los orígenes del golpe de estado, la violencia republicana, las campañas bélicas o las actuaciones y responsabilidades de políticos y militares ante los acontecimientos. Los lectores pueden advertir en ellos las mismas tesis que en su día publicaron algunos historiadores oficiales del régimen franquista sin que hayan incorporado la documentación procedente de la apertura paulatina de archivos o la práctica del contraste de fuentes, esencial en la metodología científica y en el rigor de los trabajos profesionales. 40 En este conjunto informativo de perspectiva neofranquista podemos mencionar la website de la Fundación Francisco Franco, un centro que emite información sobre la guerra civil afín a los relatos que se transmitieron durante la dictadura así como noticias de actualidad relacionadas con este capítulo de nuestra historia y con el franquismo. Este tipo de contenidos se pueden observar igualmente en otras páginas como http://www.generalisimofranco.com/, en el blog de la Asociación para la Divulgación de la Verdad Histórica (http://divulgacion-historica.blogspot.com.es/) y en los vinculados al concepto de «La otra memoria histórica», entendiendo por tal la tendencia de algunos historiadores, periodistas y aficionados por anular los resultados de los investigadores y los movimientos sociales que han demostrado un relato de la guerra civil contrario al propagado durante años por la oficialidad franquista. Los representantes de «la otra memoria» suelen magnificar la violencia republicana al mismo tiempo que justifican, reducen e incluso obvian la violencia franquista. Los episodios más desafortunados ocurridos en territorio republicano, como la persecución religiosa y los fusilamientos de Paracuellos del Jarama, son explotados hasta la saciedad sin indicar que la historiografía ha dilucidado ya los hechos con cuantificaciones precisas e identificaciones de los responsables dejando al descubierto el error gravísimo de estas actuaciones que tanto perjudicaron al gobierno republicano.

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41 Estas versiones de la guerra se caracterizan por la manipulación documental, el falseamiento de datos, la propaganda y por actuar de portavoces y mantenedores del golpe de estado y del franquismo. Tienen también representación en youtube, con la edición de documentales titulados «Mitos al descubierto», en los que recrean con material de época algunos sucesos de la guerra. Igualmente cuentan con cierto eco en algunas cadenas de televisión en las que presentan programas que pretenden ser ejemplos de valentía y objetividad, aunque siguen orientadas al tópico desechado del peligro de la invasión soviética y a la explotación de la violencia republicana.

Conclusiones

42 La sociedad española mantiene con el pasado lazos que se perciben en las manifestaciones culturales, políticas y mediáticas. La Guerra Civil, un enfrentamiento bélico de repercusiones muy prolongadas en el tiempo, está presente de modo abundante en Internet, cuya accesibilidad es aprovechada por distintos colectivos e instituciones a fin de propagar sus objetivos.

43 En los medios digitales la guerra está reproducida, sobre todo, como un conjunto de noticias de carácter cultural, seguido por aquellas referidas a la actualidad política en las que se comprueba cómo los partidos o los organismos provinciales debaten sobre la gestión de su memoria. La agenda periodística recoge, igualmente, con mucha profusión novedades sobre la arqueología de la guerra, aspectos sociales, opinión e información histórica. Este despliegue mediático permite observar cómo se asume y consume este retazo de nuestra historia desde posiciones diferentes, según la cabecera, pero unidas por el hilo conductor de su alto nivel de presencialidad y vinculadas a la función informativa, formativa y creadora de opinión. 44 La trascendencia social de la guerra civil es factible de comprobar en los formatos digitales con mayor acceso a los ciudadanos, es decir, las redes sociales, la blogosfera y las páginas web. Los ciudadanos colaboran con la historia y la memoria de la guerra aportando microhistorias, imágenes inéditas y trozos de la historia social más anónima. Aprovechan la oportunidad que les brindan las tecnologías para compartir recursos textuales y multimediáticos con personas interesadas y expresan reclamaciones sobre distintas materias que consideran pendientes de solución para cerrar adecuadamente un trauma de hace ochenta años. Muchos han asumido un papel reivindicativo y de cohesión social para los familiares de los vencidos, algunos ejercen funciones didácticas, otros actúan como fuentes primarias mientras que otros desempeñan una tarea de entretenimiento para coleccionistas. 45 La Guerra, finalmente, está representada en la Red en su versión más próxima a la divulgada durante los años de la dictadura franquista. Las explicaciones ofrecidas en los distintos formatos digitales por esta interpretación ultraconservadora mantienen teorías y hechos no sujetos a las fuentes primarias que hoy día se conocen. Fusionados en torno al concepto «la otra memoria» insisten en un relato insostenible que no es capaz de aceptar que la Guerra Civil se ganó con la ayuda extranjera alemana e italiana, que la violencia sobre la población civil casi triplicó a la republicana, que la dictadura subsiguiente dejó al país en un paréntesis de subdesarrollo y represión y que con Franco no se vivía mejor.

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46 Asistimos, por tanto, con una enorme variedad de figuraciones del conflicto de 1936 en Internet que expresan, por un lado, la excepcionalidad de aquel acontecimiento histórico, mientras que otros buscan la justificación y la relativización. En ambos casos consiguen mantener la vigencia del mismo en la sociedad del siglo XXI.

NOTAS

2. Existe una amplia bibliografía al respecto materializada tanto en libros como en monográficos de revistas. Véase un análisis de la misma Mª Luz de Prado, «La historiografía de la guerra civil y el primer franquismo: reflexiones y nuevos planteamientos en el setenta aniversario», Studia Historica. Historia Contemporánea¸ Vol. 25, 2007, pp. 3030-321, Universidad de Salamanca. Ángel Viñas ha calculado para el 2014 en unos 20.000 los libros publicados sobre el tema, en «Presentación. Libros sobre la guerra civil española. Un chorro que no cesa», Studia Historica. Historia Contemporánea, Vol. 32, 2014, pp. 39-56, Universidad de Salamanca. 3. Julio Aróstegui y François Godicheau (eds.), Guerra civil. Mito y memoria, Madrid, Marcial Pons, 2006. 4. Anaclet Pons: El desorden digital. Guía para historiadores y humanistas, Madrid, Editorial Siglo XXI, 2013. Del mismo autor: «La historia maleable. A propósito de Internet». Hispania. Revista española de Historia, LXVI, 222, 2008, pp. 109-130. Francisco Fernández-Izquierdo: «Investigar, escribir y enseñar Historia en la era de Internet. Presentación». Hispania. Revista española de Historia, LXVI, 222, 2006. 5. Robert K. Logan Undersanting New Media: Extending Marshall McLuhan, New York, Peter Lang, 2010. Lev Manovich: El lenguaje de los medios de comunicación. La imagen en la era digital, Madrid, Paidós, 2006. Robert K. Logan, Understanding new media: extending Marshall Mc Luhan, New York, Peter lang, 2010 6. Veáse, Mª Pilar Diezhandino, Criterio noticioso. El quehacer periodístico ante el desafío digital, Madrid, Prentice Hall-Pearson, 2009. 7. Lluis Codina y otros, «Articulated System to Analyse Cybermedia (ASAC): a proposal about what and how to study digital media», Hipertext.net, 12, 2014. Lluis Codina y otros, «Cibermedios y Web 2.0: modelo de análisis y resultados de aplicación», El Profesional de la Información, 19, enero- febrero n° 1, 2010. Del mismo autor: «Evaluación de recursos digitales en línea: conceptos, indicadores y métodos», Revista española de documentación científica, V. 23, n° 1, 2000, pp. 9-44. Ignacio Muñoz, «Hacer Historia en la era digital», Pensamiento crítico, n° 6, junio 2010, pp. 1-37. Richard Rogers, Digital methods, Cambridge, The MIT Press, 2013. 8. Dicho concepto suele aparecer vinculado a otros como «víctimas del franquismo» o «historia contemporánea de España», pero se ha decidido prescindir de ellos para acotar lo máximo posible la temática. Véase Pablo Castells, «La web semántica», http://arantxa.ii.uam.es/~castells/ publications/castells-uclm03.pdf 9. La búsqueda se realizó en enero de 2015. 10. «En España se ve al que discrepa como a un enemigo», El País.com, 28 de diciembre de 2014. 11. David Becerra, La Guerra Civil como moda literaria, Clave Intelectual, Madrid, 2015. Véase entrevista en Lamarea, 23 de febrero de 2015. 12. Se puede leer la opinión de varios escritores en «La Guerra Civil que no cesa», Público.es, 17 de octubre de 2010.

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13. Isabelle Grafin, «La memoria de la guerra civil española en la literatura infantil y juvenil», Studia Histórica. Historia Contemporánea, 25, 2007, pp. 181-190. 14. Según consta en la página web Público.es y las declaraciones de su fundadora, Sol López- Barrajón, la idea surgió en mayo de 2009 cuando el Tribunal Supremo admitió a trámite una querella por prevaricación contra el juez Baltasar Garzón, presentada por el sindicato ultraderechista Manos Limpias. El periódico tuvo acceso a los documentos digitalizados del sumario del juez Baltasar Garzón. Declaraciones de Sol López-Barrajón por correo electrónico el 24 de julio de 2013. Véase detalles en http://www.publico.es/especial/memoria-publica/ sobre.php. 15. El País.com el 28 de noviembre de 2014: «Madrid, frente de batalla. Un montaje de Sebastian Maharg» y en la misma fecha «La Guerra Civil en Google Maps. Un guionista estadounidense mezcla capturas de Street View con imágenes del conflicto». 16. Emilio Abad y otros autores, ¿Qué hacemos con el pasado? Catorce textos sobre Historia y Memoria, Madrid, Contratiempo, 2014. 17. Para el caso alemán, Gavriel D. Rosenfeld, Hi Hitler! How the nazi past is being normalized in contemporary culture, Cambridge University Press, 2014. Igualmente Hernán Rodríguez, «Estrategias de reconciliación en dos conflictos inacabados: las guerras civiles en España y Grecia», Studia Historica. Historia Contemporánea, Vol. 25, 2007, pp. 167-180, Universidad de Salamanca. Veáse, igualmente, Severiano Rojo y Eduardo González, «Las guerras civiles. Reflexiones sobre los conflictos fratricidas de la época contemporánea Europa-América», dossier Hispania Nova, n° 13, 2015. 18. Stephen Mihm, «Everyone’s a historian now. How the Internet –and you– will make history deeper, richer and more accurate», The Boston Globe, 25 de mayo de 2008. Daniel Cohen: «History and the Second Decade of the Web», Rethinking History, n° 8, 2, pp. 293-301, 2004. Ignacio Muñoz: «Hacer historia en la era digital», Pensamiento crítico. Revista digital de Historia, n° 6, 2010, http://www.pensamientocritico.cl/index.php?option=com_content&view=article&id=109:hacer- historia-en-la-era-digital&catid=42:nd-5&Itemid=74. Robert Townsend: «How is new media reshaping the work of historians?» Perspectives on History, http://www.historians.org/ Perspectives/issues/2010/1011/1011pro2.cfm, noviembre 2010. 19. Alessandro Acquisti y Ralph Gross, «Imagined communities: Awareness, information sharing, and privacy on the Facebook», Privacy Enhancing Technologies. Lecture Notes in Computer Science, vol. 4258, 2006, pp. 36-58. Karin Wahl-Jorgensen, «From letters to tweeters: media communities of opinion», en Martin Conboy (eds.), Routledge Companion to British Media History, Routledge, Londres, 2014. 20. Teun Van Dijk, «Users like you? Theorizing agency in user-generated content». Media Culture and Society, n° 31, 2009, pp. 41-58. Graeme Turner, Ordinary People and the Media: The Demotic Turn, Sage, London, 2010. 21. En una búsqueda que realizamos en junio de 2013 encontramos un total de diez páginas comunitarias. Si bien ha de advertirse que no se trata de cifras exhaustivas. 22. https://www.facebook.com/angel.vinasmartin, 30 de mayo de 2015. 23. https://www.facebook.com/groups/234589516628356/members/, 6 de abril de 2015. 24. La búsqueda se hizo, al igual que para los otros medios, con el término «guerra civil española» en febrero-marzo de 2015. 25. Búsquedas realizadas en febrero de 2015 con el concepto «guerra civil española» a través de la herramienta metodológica de http://www.tweetarchivist.com/. 26. Estos blogs están hechos por familiares de dichos protagonistas. Los del marino Benito Sacaluga (http://benitosacalugarodriguez.blogspot.com.es/), Juan López de Gamarra ( http:// juanlopezdegamarra.blogspot.com.es/) y Manuel Barreiro Rey ( http:// resistenteconcausa.blogspot.com/), entre otros, son buenos ejemplos de este tipo de blogs biográficos-históricos.

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27. Entre otros: http://vehiculosblindadosdelaguerracivil.blogspot.com.es/, y http:// peliculasdelaguerracivil.blogspot.com.es/. : http://guerraenlauniversidad.blogspot.com.es/ 28. Los blogs de su autoría responden a estas motivaciones de carácter personal y solidaria, según declaraciones a la autora. Veánse los sitios: http://agenciabarreiroforever.blogspot.com/; http:// estacionatlantica.blogspot.com/ http://estaciocollserola.blogspot.com/ http:// memoriamalaga.blogspot.com/ http://memoriaoran.blogspot.com/; http:// exilioenrusia.blogspot.com/ 29. http://memoriarepressiofranquista.blogspot.com.es/, 20 de abril de 2015. 30. La iniciativa partió del historiador Francisco Espinosa y de la CGT de Andalucía y posteriormente ha sido seguida en algunas provincias. Veáse la página matriz: http:// www.todoslosnombres.org/. 31. http://www.sbhac.net/Memoria.htm http://www.guerracivil1936.galeon.com/, ambos el 20 de abril de 2015.

RESÚMENES

La Guerra Civil española es un episodio que forma parte de la actualidad como consecuencia de su representación en la esfera pública. Este artículo versa sobre el entorno digital, un escenario donde las referencias a la guerra se han multiplicado. En él veremos cómo los usuarios aportan información y opinión a través de los distintos formatos on line, y de qué modo se asume un conflicto que no se olvida.

La Guerre Civile espagnole est un épisode qui fait partie de l’actualité en raison de sa représentation dans la sphère publique. Cet article porte sur l’environnement digital, un domaine où les références à la guerre se sont multipliées. Nous y verrons comment les utilisateurs apportent information et opinion à travers les différents formats en ligne et comment est assumé un conflit qui ne s’oublie pas.

The Spanish Civil War is a current affairs episode because of its representation in the sphere of public life. This article will tackle with digital environment, a domain in which the references to the war have multiplied. We will see how the users bring information and opinions through the diverse formats online, and how a not forgotten conflict is assumed.

ÍNDICE

Keywords: Spanish Civil War, Internet, On line media, Public History, Digital History Mots-clés: Guerre Civile espagnole, Internet, Médias en ligne, Histoire publique, Histoire digitale Palabras claves: Guerra Civil española, Internet, Medios de comunicación on line, Historia pública, Historia digital

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AUTOR

MATILDE EIROA

Universidad Carlos III de Madrid

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Sobre mitos y falacias de la Guerra Civil que aún persisten

Ángel Viñas

1 El diccionario de la Real Academia Española define el término mito con cuatro acepciones. Aquí solo la cuarta es pertinente: «Persona o cosa a las que se atribuyen cualidades o excelencias que no tienen, o bien una realidad de la que carecen». El aspecto clave se reproduce en itálicas. También define falacia con dos acepciones. La primera equivale a «engaño, fraude o mentira». La segunda al «hábito de emplear falsedades». La Academia añade una cualificación: el intento de dañar a alguien. En cuanto a la guerra civil se trata, pues, de asertos que no corresponden a la realidad de los «hechos» con el fin de influir, con ánimo de dolo, en el lector no especialista. Sustituyen el resultado de la labor histórica por afirmaciones que lo ignoran, tergiversan o subvierten.

2 Lo que hoy se conoce sobre la guerra civil tiene poco que ver con los planteamientos que, tanto en España como en el extranjero, dominaron a lo largo de la dictadura franquista. En España este cambio ha sido función de la desaparición de la censura y de la restauración de la libertad de expresión, de la creciente apertura de archivos y de la llegada a la madurez investigadora de, al menos, dos nuevas generaciones. En el extranjero, la apertura archivística también se ha producido pero, por definición, no ha sustituido a las riquísimas fuentes españolas. 3 En ambos casos hay que añadir otros factores comunes: el desarrollo de nuevos enfoques (historia social, cultural, de género, de mentalidades, de costumbres, etc.), la hibridación del estrictamente historiográfico con el de otras disciplinas (sociología, politología, sicología, antropología, arqueología, etc.) y el intercambio de experiencias entre historiadores españoles y extranjeros. Escribir sobre la guerra civil se encuadra hoy en un entramado institucional y relacional que no había existido. El conocimiento científico ha aumentado exponencialmente. 4 Sin embargo, persisten mitos y falacias. Para un sector de la literatura neo-franquista (como nos referiremos a ella en este artículo) no ha habido, en puridad, grandes innovaciones conceptuales o metodológicas. Explicar las causas de esta discrepancia

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entre los enfoques mitográficos y falaces y un conocimiento científico relativamente consolidado excede de los límites de este articulo. Me limito a recordar que también existen diferencias en relación con fenómenos de vasta importancia. El «negacionismo» de la Shoah no ha desaparecido. La atracción de resurgidos populismos y nacionalismos ha inducido peligrosas reorientaciones y exacerbado la percepción presentista del pasado. La guerra fría sigue gravitando en muchos historiadores. La racionalidad de la Ilustración y del trabajo científico coexiste con las más grotescas teorías y afirmaciones en el inabarcable mundo del ciberespacio.

Paradigmas de la guerra civil

5 En la dictadura franquista cristalizó un paradigma cerrado que fue defendido con todos los resortes de la represión política y cultural, de la censura y del poder coercitivo del Estado. Ayudado por el sistema educativo desde 1939 en adelante y con la impagable aportación nacional-católica. Solo en los sistemas comunistas cabe hallar en Europa una ambición similar, aunque más prolongada y acentuada.

6 El paradigma franquista influyó decisivamente en la mentalidad y en la formación e información de amplios sectores de la sociedad española, generalmente del lado de los antiguos vencedores. Se mantiene en buena medida en la actualidad, convertido en un revoltijo de mitos y falacias inasequibles a los resultados de la investigación. 7 En el lado de los vencidos no cristalizó un paradigma uniforme. La catastrófica derrota, con su cortejo de desavenencias profundas, no permitió consolidar explicaciones compactas. La rivalidad política se tradujo en una amplia floración de ensayos y obras memoriales caracterizada en general por un claro deseo de exculpación o de inculpación. En la historiografía actual no es difícil encontrar ecos de tales querellas. 8 Las pugnas ideológicas de tipo endógeno (intra-españolas) se vieron alimentadas por el impacto de la guerra fría. Los anglonorteamericanos incidieron en ellas gracias a la actuación de mecanismos que ahondaron las divergencias del exilio. El IRD (Information Research Department) británico y la CIA (a través del Congreso por la Libertad de la Cultura) apoyaron todas las interpretaciones no comunistas de la guerra civil e influyeron en autores anarquistas, poumistas, excomunistas y socialistas. El antiguo poumista Julián Gorkin, a sueldo norteamericano, escribió como si se hubiera tratado de un intento de establecer una república popular a remedo de las que la URSS fue creando tras el conflicto mundial en los países de la Europa central y oriental. El periodista galés, otrora pro-comunista y ya acaudalado agente de la propiedad inmobiliaria en California, Burnett Bolloten, pasó treinta años trabajando en una obra en la cual la guerra civil aparece en gran medida como la cortina tras la cual se ocultaron los aviesos designios soviéticos. Todo esto vino como anillo al dedo a la dictadura. 9 Los puntos fundamentales del paradigma franquista (ligeramente retocado en una versión adaptada al momento presente) pueden resumirse como sigue: 10 En lo que se refiere al origen de la guerra civil: 1. Fue la consecuencia lógica, y prácticamente inevitable, del fracaso de una República sectaria y excluyente que no supo asentar un régimen que concitara el afecto de la inmensa mayoría del pueblo español. Los nuevos detentadores del poder ni lo intentaron.

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2. La República, en particular durante el bienio republicano-socialista de 1931 a 1933 y la primavera del Frente Popular, fue sumamente disgregadora. Estuvo dirigida por un conjunto de fuerzas (socialistas, comunistas, masones, etc.) que constituyó, en puridad, la manifestación de la «anti-España» (posteriormente rebautizada como «fuerzas revolucionarias»). 3. Estas últimas desarrollaron una amplísima actividad de subversión del orden económico, político y social heredado y negaron el pan y la sal (con frecuencia la vida misma), a los elementos católicos, conservadores y, en último término, patrióticos. 4. Una parte de las fuerzas políticas y sociales situadas detrás del Gobierno que emergió de las urnas, por pequeña diferencia, en febrero de 1936 (antes presentado como peón moscovita y hoy simplemente como revolucionario) fue manipulada por los comunistas con el fin de penetrar en la Europa occidental por el flanco español. 5. En consecuencia, el movimiento que recurrió a las armas en julio de 1936 fue una medida desesperada para salvar una España presa del desorden, de asesinatos en cadena y de ataques a la Iglesia y a la propiedad. Impidió que la nación se despeñara por un ominoso precipicio. 6. El régimen republicano había perdido cualquier legitimidad que ostentase (para los más extremistas nunca existió) pero la revolución social que se desencadenó en la zona bajo su control, con la persecución y asesinato de millares de eclesiásticos y elementos de derechas, dio al traste con las briznas que le hubiesen quedado1.

11 En lo que se refiere al desarrollo de la guerra: 1. La República recibió ayuda masiva de la Unión Soviética, en consonancia con los perversos propósitos del Kremlin. También, en no extraña coyunda, la Francia del Frente Popular se opuso a los «nacionales». 2. El apoyo externo recibido por estos últimos fue, sin embargo, limitado. Siempre se justificó por el inmenso acopio que los «rojos» hacían en el extranjero. 3. La disciplina, una voluntad férrea y el restablecimiento del orden fueron objetivos que las armas «nacionales», bendecidas por la Iglesia, persiguieron tenazmente. Al final alcanzaron la victoria. 4. Esta victoria fue conseguida esencialmente gracias al tesón, a la fortaleza y a la sagacidad del general Francisco Franco que, literalmente, salvó a la PATRIA (con mayúsculas) de perecer a manos de sus enemigos.

12 La dogmática afirmación de que la sublevación tuvo un sentido preventivo dura hasta nuestros días. Véase, por ejemplo, lo que escribe un eminente catedrático de Historia muy influyente en la Universidad San Pablo-CEU: En la primavera de 1936 eran ya muchos los militares convencidos de que lo único que libraría a España de su disgregación, y de caer en manos de una dictadura marxista similar a la que sufría Rusia desde hacía ya más de quince años, era una acción armada encabezada por el ejército2. 13 La cita refleja la congelación del tiempo «histórico», el que existía en 1936, en tiempo actual. La única «prueba» de los asertos son los alegatos sobre unas actas de las reuniones de la Komintern en la primavera de 1936 que llegaron (no se explica cómo) a conocimiento de los «nacionales». Solo existieron en la imaginación de los proponentes del golpe militar3.

14 En lo que se refiere a las consecuencias de la guerra civil: 1. La victoria la obtuvieron las fuerzas que representaban las mejores tradiciones de España que evitaron que sucumbiera ante las lacras que la habían desviado de su camino histórico: el socialismo, el anarquismo, el comunismo, el liberalismo desenfrenado. Todos ellos

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«revolucionarios». Franco aspiró a crear esa «nueva España» bajo un régimen «autoritario» que, como señala Stanley G. Payne, reanudaría eficazmente el élan regeneracionista de principios del siglo XX. 2. Esta «regeneración» únicamente podía impulsarse desde un Ejecutivo fuerte. Las modificaciones que tuvieron lugar en él se hicieron en condiciones cuidadosamente controladas. Existió, sí, una tentación «fascistizante» pero fue flor de un día. Un país católico como España no podía refugiarse en doctrinas «totalitarias». Franco, desde fecha temprana, impulsó un proceso lento pero constante de «institucionalización» y «constitucionalización» de su régimen «autoritario». 3. Fue imprescindible centralizar el poder. Su ejercicio se elevó a la categoría de principio absoluto como reacción a la experiencia republicana de «devolución» a las nacionalidades históricas de una cierta capacidad de actuación. Se derogaron los estatutos vasco y catalán. El castellano quedó configurado como única lengua oficial. Autonomía se equiparó a separatismo. 4. La Segunda Guerra Mundial obstaculizó la obra de recuperación. Cuando se reconocieron «la razón de España» y la rectitud del Caudillo, este abrió las puertas a un proceso de desarrollo económico como el país no había conocido jamás en su historia.

15 En definitiva, un régimen nacido de una guerra civil necesaria sentó las bases para el crecimiento y transformación económica y social subsiguientes. Sin el franquismo no habría habido democracia en España.

16 Todos los asertos precedentes son, sin embargo, rigurosamente míticos o falaces. La labor de los historiadores genuinos los ha triturado y ello con independencia de su adscripción política o ideológica.

La contraofensiva neo-franquista

17 No extrañará que en los últimos diez años haya aparecido, a modo de contraofensiva, un cierto revival neo-franquista que ha adoptado dos formas principales: una de tipo general e inmediata. Otra, más sofisticada y restringida.

18 La primera es obra de periodistas, divulgadores, «tertulianos» y aficionados. Tiene una gran capacidad de penetración ya que suele desarrollarse en el mundo digital y en ciertas redes sociales, todas ellas exentas lógicamente de cualquier control de calidad. También se ha apoyado en cadenas de radio y de televisión muy connotadas y entre las cuales sobresalen algunas próximas a la involutiva jerarquía de la Iglesia Católica española. Se caracteriza esencialmente por la ausencia de toda nueva base documental y nulas innovaciones metodológicas. Sus cultivadores afirman acudir a fuentes. No es en general cierto pero sí es típico su tratamiento: la distorsión, la omisión, la tergiversación y, llegado el caso, la falsificación como rasgos constantes. Salvo en plan de ejemplos de mistificación y de recepción en una sociedad todavía dividida por el recuerdo social de la guerra, su aportación al conocimiento historiográfico es nulo. 19 La segunda forma de contraofensiva es más reciente. Sus proponentes tienen formación académica y trabajan en ciertas Universidades, no muchas, españolas y extranjeras. Para la gran mayoría el tema de atención preferente no es la guerra misma sino sus antecedentes, quizá porque el estudio de la primera se ha profesionalizado extremadamente y no es fácil labrarse una reputación académica en tal ámbito. No postulan siempre el desemboque automático y casi garantizado de la República en el conflicto, pero su tratamiento de los años republicanos no deja demasiados resquicios a

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otra alternativa. Las izquierdas aparecen como las inspiradoras de una evolución profundamente negativa, que se aborda por lo general omitiendo en amplia medida la interacción de los condicionantes económicos, sociales y culturales. 20 El concepto de democracia se sustrae al tiempo histórico y se plantea en abstracto, como si la existente en los años treinta hubiera debido ser lo que hoy se entiende por tal. La argumentación prima el discurso político e ideológico por encima de los comportamientos efectivos. La ahistórica comparación con la transición de 1976 subyace a muchos de sus planteamientos. 21 La desfiguración de la experiencia republicana lleva a absolver a las derechas de casi toda responsabilidad por el estallido de la guerra. En tal sentido, esta forma de contraofensiva coincide con el postulado fundamental del paradigma franquista. No obstante la mayor parte de los historiadores de tal tendencia rechaza airadamente el que pueda acercárseles a los autores claramente proclives al franquismo y reivindican para sí un enfoque científico, alejado de cualquier preconcepción ideológica. 22 Ricardo Robledo ha resumido en diez puntos los principios básicos de esta contraofensiva académica: 1. Neutralidad científica en comparación con una presunta historia de combate y condena de la ideología porque, ya se sabe, los historiadores no han de tenerla. 2. Minusvaloración de la historia estructural y de clase. Las determinaciones estructurales son una «coartada exculpatoria para difuminar la responsabilidad concreta de los protagonistas». 3. Desidealización de la República, que dio paso «al período más siniestro de la historia contemporánea de España». 4. Énfasis en las denominadas políticas de exclusión ya que, en particular los socialistas, consideraron la República patrimonio suyo y se mostraron profundamente intransigentes. Nótese el toque presentista. 5. Radicalismo revolucionario (nada retórico) de la izquierda, que no defendía una democracia pluralista y que fue extremadamente violenta hasta culminar en el caos del Frente Popular. 6. La CEDA no fue el caballo del Troya del fascismo. Ni la CEDA ni la JAP utilizaron la violencia en las elecciones de 1936 como sí hicieron socialistas y comunistas. Hubo excesos verbales, pero la CEDA no vulneró la legalidad, salvo a fines de junio y principios de julio de 1936 y solo por parte de algunos cedistas. No hubo ninguno que participara en la conspiración relanzada en marzo. 7. El «bienio negro» no fue tan negro: «fue un periodo de rectificación, no de reacción»; los gobiernos del centro no fueron meros títeres de la derecha; procuraron mantener a la izquierda dentro de los límites de la convivencia y dar cabida a la derecha posibilista (CEDA). En la opinión de un eminente historiador italiano, Gabriele Ranzato, «octubre del 34, si no fue el comienzo de la guerra civil, sí fue su más importante premisa y, de alguna forma, su ensayo general». Desde estas posturas no extrañará la consecuencia a la hora de distribuir responsabilidades. Se retoman algunas de las ideas que afloraron en la Transición («todos fuimos culpables») y se llega, cuando más, a la 8. «Equiviolencia». No hubo planificación de la violencia azul. Términos como holocausto o genocidio son grotescos. Los crímenes republicanos obedecieron a la lógica revolucionaria de socialistas y comunistas. En la represión franquista no hubo planificación del exterminio y solo una parte minoritaria de las causas judiciales de la posguerra culminaron en condenas a muerte.

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23 En el plano metodológico, una característica es constante: 1. El menosprecio de la memoria histórica, descalificada como «involución intelectual», que desempeña un «nefasto papel» y que ha derivado en disputas ideológicas «históricamente absurdas». El carácter presentista aparece evidente en alguna proposición tal como que «debe renunciarse expresamente a una memoria histórica que conduzca nuevamente al enfrentamiento civil entre los españoles». Cerremos, pues, un capítulo trágico. Todo lo anterior culmina en 2. La idealización del «espíritu de la transición», que puede peligrar si se da cancha abierta a la memoria histórica. Si la guerra supuso el final de la República, la democracia habría sido fruto del franquismo. Un historiador francés que vio la luz, François Furet, caracterizó a Franco de «oligarca astuto». No fascista4.

24 En relación con la guerra misma buena parte de los autores la abordan fundamentalmente desde el punto de vista de la represión. La de los «revolucionarios» empezó a estudiarla el régimen triunfante desde antes de la victoria y desembocó en la llamada Causa General. La investigación no enfeudada a las falacias neo-franquistas ha destacado sus graves carencias metodológicas y su inflación de víctimas. Sin embargo en la contraofensiva académica la represión de los sublevados se minora y se hace hincapié en su carácter reglado bajo el paraguas de la justicia militar de la época. Destaca en este ámbito un historiador hispano-británico, Julius Ruiz.

25 Siguiendo una rancia tradición franquista, el segundo tema más prominente estriba en minusvalorar la aportación a Franco de las ayudas extranjeras, en particular la nazi. El objetivo es obvio: conviene reducir el apoyo foráneo a los vencedores y acentuar el que los soviéticos prestaron a los republicanos. Por supuesto que las concomitancias financieras de los primeros con los sectores más agresivos del capitalismo español y extranjero (particularmente británico y norteamericano) se orillan en todo lo posible. 26 Recientemente ha aparecido una variante, muy propagada por Michael Seidman: la disciplina en el manejo de los resortes económicos y la sistemática asignación de recursos a la guerra determinaron esencialmente la «victoria nacional». La guerra fue esencialmente civil. El contexto internacional no fue dirimente. 27 Muchos autores que militan en esta contraofensiva son protegidos del profesor Payne, catedrático emérito de la Universidad de Wisconsin5, darling de la derecha española y cuya evolución ideológica desde los lejanos años sesenta y setenta del pasado siglo merecería un análisis detallado. Payne ha recorrido todo el arco de los planteamientos neo-franquistas desde su análisis de los años republicanos hasta el comienzo de la transición. A lo largo de por lo menos cuatro décadas de continua producción de libros, con frecuencia siguiendo el seguro método del copy and paste, no ha puesto jamás sus pies en ningún archivo español, salvo alguna que otra esporádica visita al de la Fundación Nacional Francisco Franco.

Soportes políticos e institucionales

28 El revival neo-franquista no es un entretenimiento intelectual. Se apoya en una sólida evolución política. En primer plano figura el embate mediático y periodístico tras la llegada al Gobierno, en 1996, del Partido Popular y la involución experimentada en la jerarquía de la Iglesia Católica española, empeñada en beatificar cuando menos a todos los mártires que sea posible. También lo han favorecido las controversias desatadas en

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torno a la denominada Ley de Memoria Histórica de 2007, aprobada por el Parlamento a propuesta del Gobierno del PSOE y en contra de la oposición del Partido Popular, pero con el apoyo de los demás partidos del arco parlamentario. Una ley demasiado corta y desprovista de toda operatividad.

29 Para un sector de la sociedad española y sus medios de comunicación ha resultado intolerable que el Gobierno central terciara, por primera vez, en el debate que en la sociedad civil habían despertado las continuas exhumaciones de víctimas de la violencia franquista en las denominadas «fosas del olvido». Que los historiadores exigieran más recursos, más medios y más facilidades con el fin de continuar poniendo al descubierto estas dimensiones amargas del pasado oculto resultaba intolerable. 30 En consecuencia desde 2012 se ha producido un continuo vaciamiento de la ley, aunque no su abrogación, algo que hubiese sido perfectamente factible dada la mayoría absoluta parlamentaria del PP. El Gobierno optó por la supresión de casi todas las ayudas para apoyar las exhumaciones. Es también notable la renuencia gubernamental a prestar la menor atención a las numerosas y repetidas recomendaciones de Naciones Unidas. O su rechazo explícito de cualquier condena del franquismo. 31 Dos fenómenos poco aireados son extraordinariamente sintomáticos. El progreso en el desentrañamiento del pasado es función de dos variables: la identificación de nueva evidencia primaria relevante de época y la aplicación de los enfoques metodológicos pertinentes. El gobierno del PP no puede obstaculizar estos últimos pero sí los primeros. Rápidamente se adoptaron medidas para paralizar el continuo progreso realizado hasta 2011 en materia de accesibilidad a los archivos. Algo que ni siquiera había ocurrido durante las dos legislaturas conservadoras anteriores (1996-2004). La ministra de Defensa socialista Carme Chacón dejó a finales de 2011 un total estimado de 10.000 documentos para desclasificar por el Consejo de Ministros. Previamente se habían realizado las necesarias comprobaciones para evitar la revelación de datos que pudiesen afectar a los secretos de la Defensa Nacional (hay que suponer que no habría muchos) y al honor de las personas. El nuevo ministro Pedro Morenés se opuso radicalmente a elevar la propuesta al Consejo. 32 Hasta 2011 la consulta de los riquísimos archivos del Ministerio de Asuntos Exteriores se hacía con un plazo de acceso de en torno a 25 años. El ministro José Manuel García- Margallo se aprovechó, torticeramente, de un acuerdo secreto del Consejo de Ministros socialista de octubre de 2010 para cerrar de golpe su acceso. Trasladados al Archivo General de la Administración traspasó responsabilidades a la Secretaría de Estado de Cultura. No se aprovechó la Ley de Transparencia para establecer un criterio operativo de consulta. La documentación que hasta aquel momento había podido verse llegaba más o menos hasta 1985. En la práctica hoy es difícil pasar de 1968, año de la ley franquista de secretos oficiales. 33 En este clima la explotación político-demagógica de la visión neo-franquista aplicada al presente se ha convertido en algo de rigor. Acudamos, a título de mero ejemplo, a la destacada política del PP Esperanza Aguirre: No hay que ser un historiador avezado (sic), basta con ser un lector mínimamente crítico de los libros de Historia (sic), para saber que la II República fue un auténtico desastre para España y los españoles (sic). Es cierto que fue recibida con la esperanza de que cerrara la crisis que había abierto el golpe de Estado de Primo de Rivera (absolutamente incruento y que pronto contó con la complicidad del Partido Socialista, la UGT y Largo Caballero, todo hay que decirlo). Pero también es cierto que muchos políticos republicanos utilizaron el régimen recién nacido para

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intentar imponer sus proyectos y sus ideas –en muchos casos, absolutamente totalitarias (sic)– a los demás, y que faltó generosidad y patriotismo (sic). El resultado fue una guerra salvaje que algunos quieren que siga influyendo en la vida política de hoy6. 34 El revival se reflejó incluso en ciertas entradas del Diccionario Biográfico Español (DBE) promovido por la Real Academia de la Historia (RAH). Un trabajo considerable, y que se remonta a los más remotos tiempos en la evolución histórica de lo que llegaría a ser España, se vio profundamente deslucido por la proliferación de nociones franquistas y, en ocasión, incluso de la extrema derecha actual. Las entradas afectadas corresponden a protagonistas de los períodos más debatidos de la historia contemporánea española: República, guerra civil, franquismo. La controversia saltó a los medios y redes sociales. Muchas de tales entradas, incluida la del propio Franco, no solo contienen una terminología impropia sino errores de bulto e incluso groseros7.

35 En la literatura se han manejado diversas hipótesis complementarias para explicar el crecimiento de tales corrientes. Algunos hacen hincapié en la atracción ideológica. Otros en los encantos crematísticos. No falta quienes las entienden como resultado de un esfuerzo de marketing basado en los modernos mecanismos de divulgación y persuasión sociales. Tampoco los que aducen motivos coadyuvantes varios: el franquismo sociológico todavía presente en la sociedad; el que la derecha haya querido apuntarse victorias en el terreno de la política práctica aprovechando su temporal mayoría absoluta en el Parlamento y en contra de las preferencias modernizadoras, laicistas y de ampliación de las libertades civiles de buena parte de la sociedad; el que busque alivio en la ofensiva contra las corrientes que realzan los desmanes cometidos por sus antepasados políticos, sociológicos y, en ocasiones, físicos. Todo lo anterior es plausible. Hay más.

Justificación y proyección

36 Franco y su dictadura siempre tuvieron necesidad de dotarse de una base justificativa. La victoria en una guerra bendecida por la Iglesia Católica fue necesaria, a decir verdad imprescindible, pero nunca suficiente. Las bases conceptuales e ideológicas quedaron establecidas en el Dictamen sobre la ilegitimidad de poderes actuantes en 18 de julio de 1936, realizado por un selecto grupo de militares, académicos, intelectuales y políticos por orden de Franco y supervisado por su cuñado y, a la sazón, ministro de la Gobernación Ramón Serrano Suñer. Gran parte del revival neo-franquista, sobre todo el dirigido al gran público, encuentra en él sus fuentes nutricias8. La justificación fue densificándose a lo largo del tiempo con nuevas aportaciones y matices. No entraré en esta materia, suficientemente conocida. Me interesa más destacar un vector que me ha costado trabajo identificar.

37 Este vector tiene que ver con la puesta en práctica sistemática del mecanismo de proyección. Es decir, la imputación a otro, con carácter negativo y con fines de auto- defensa, de rasgos de comportamiento que son propios. Quien tiene éxito en alcanzar un nivel elevado de proyección se siente más seguro y está en mejores condiciones de proyectar su éxito hacia sus adversarios. El resultado, a sus propios ojos, revalida su actuación. Cuando ello se mezcla con la necesidad de justificación la combinación resultante proporciona un profundo sentimiento de fortaleza y de seguridad.

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38 Lo que une a seudorrevisionistas, ya sean de pacotilla o de corte académico, es una misma forma de encarar la realidad histórica: la conveniencia de imputar al adversario ideológico o político (socialistas, comunistas, anarquistas, liberales, ateos, masones, librepensadores, etc., es decir, a lo que solía denominarse la «anti-España») un tipo de comportamiento que equivale, simplemente, a las escamoteadas actuaciones de los vencedores. 39 En la medida en que la postura individual y un cierto nivel de cohesión colectiva se mantengan por razones culturales (hay un público que está dispuesto a defender con uñas y dientes esas mismas ideas sobre el pasado y que siempre necesita una alimentación renovada), económicas (compra lo que le echen) y políticas (de rechazo del otro), la proyección seguirá funcionando. Surge así la cuestión de identificar esas actuaciones escamoteadas. Para ello es necesario destacar comportamientos que llevaron a la guerra civil estableciendo la crucial diferencia, que conoce todo estudiante de lógica, entre condiciones necesarias y condiciones suficientes. 40 Las primeras son aquellas que deben darse para que pueda tener lugar un fenómeno determinado. En el caso de los de carácter social tales condiciones son complejas y muy diversas. Así, por ejemplo, tenemos en primer lugar la sed de reformas económicas, sociales, políticas y culturales que España venía arrastrando desde los comienzos de la Restauración y que se agudizó durante la dictadura primorriverista. Esta fue una condición necesaria para que desde las posiciones de poder económico, político y social tradicionales emanara una fuerte oposición a cualquier cambio en profundidad de la situación que había cristalizado a finales de 1930. 41 Tal oposición, desarticulada tras el imprevisto advenimiento de la República, atravesó fases muy conocidas y alimentó la sublevación de 1932. Aunque borrosa, los «héroes del 10 de agosto», por utilizar la terminología franquista, se levantaron contra las reformas introducidas por la conjunción republicano-socialista. La misma oposición, mucho más estructurada y organizada, volvió a la carga tras las elecciones de febrero de 1936. 42 La importancia de este tipo de condiciones, que también suelen denominarse estructurales, fue muy enfatizada desde los primeros estudiosos que, sin seguir el canon que ya empezó a acuñarse en los albores de la dictadura franquista, trataron de explicar lo que no dejaban de ver como una anomalía. ¿Por qué hubo una guerra civil en España? Pionero entre ellos fue Gerald Brenan. Detrás de él toda una serie de autores (Pierre Vilar, Manuel Tuñón de Lara, etc.) reforzó la significación de tales condiciones. Con razón. 43 Los primeros balbuceos oficiales de la explicación de la génesis de la guerra, los que hicieron los jefes y oficiales del Servicio Histórico Militar en los años cuarenta con todas las bendiciones de la jerarquía castrense, también se remontaron hasta el siglo XIX (e incluso ocasionalmente hasta el XVIII). Su intención estribó en explicar la irrupción de la malhadada República como el último jalón de una evolución secular de decadencia promovida por la «anti-España». 44 Tales factores no tenían por qué conducir necesariamente al estallido de 1936. Hoy se admite por lo general que si no se hubieran producido ciertos hechos en el período que llega hasta las elecciones de febrero de 1936, la evolución ulterior hubiese podido ser diferente. Sin ánimo exhaustivo alguno cabe mencionar la arbitraria destitución de Manuel Azaña como presidente del Gobierno en 1933 por el presidente de la República Alcalá-Zamora. Esto abrió la puerta a nuevas elecciones que no ganaron los republicanos burgueses y los socialistas que concurrieron desunidos. O, segundo

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ejemplo, el no nombramiento de Gil Robles por Alcalá-Zamora como presidente del Gobierno en diciembre de 1935 a raíz de la dimisión de Lerroux tras el escándalo del estraperlo y la humillante imagen de los miembros del Partido Radical involucrados en el affaire. O, tercer ejemplo, la posibilidad de que el nuevo presidente del Gobierno Manuel Portela Valladares hubiese aceptado la declaración del estado de guerra que le pidieron los militares (entre ellos Franco) y anulado el resultado de las elecciones subsiguientes. Es difícil pensar que la izquierda hubiese tenido la capacidad de montar una oposición efectiva. The road taken, por utilizar la terminología anglosajona, indujo la evolución que realmente tuvo lugar. La que no se tomó (the road not taken) ha de quedarse en mero ejercicio especulativo. 45 Sentado lo que antecede, lo que determinó la sublevación de julio de 1936 fueron ciertas condiciones suficientes, es decir, aquel tipo de condiciones que cuando se producen conducen a un cierto resultado y no a otro. En la primavera de 1936 sobresalen dos: • La ineficacia del gobierno en cortar la conspiración, algo sobradamente conocido, pero no siempre bien explicado, • La consecución por parte de los conspiradores de abundante material bélico moderno, inexistente en España, y apto para una guerra corta.

46 Esto se ha descubierto recientemente, pero en la literatura neo-franquista aparecida después no se ha tomado nota. Que el 1º de julio de 1936 Pedro Sainz Rodríguez firmara con una empresa italiana el suministro urgente (en el mismo mes) de aviones de caza y bombardeo y que muchos otros se comprometieran para sucesivas remesas en agosto no parece que a los autores de aquella orientación les plantee problema alguno. Sin embargo, el tema no es baladí.

47 En primer lugar porque fue algo que la cúpula militar preparadora de la sublevación tuvo que saber. Quien llevó la vara alta en las negociaciones con los italianos y con el financiador de las mismas, el banquero Juan March, fue la cúpula política de Renovación Española. Y ¿quién formaba tal cúpula?: José Calvo Sotelo (el «proto- mártir» del franquismo), Antonio Goicoechea y Pedro Sainz Rodríguez. Todos ellos conservadores, monárquicos alfonsinos, ligados a la revista Acción Española y, en el primero de los casos, con un ya marcado sesgo filofascista. Entre los militares que verosímilmente estuvieron mezclados figuran en lugar prominente los generales Alfredo Kindelán y Luis Orgaz, este último prontamente arrinconado por el Gobierno a Gran Canaria donde no es imposible que pusiera en antecedentes a Franco. Kindelán debió de desempeñar un papel esencial no solo porque era un frecuente visitante en Roma sino porque era el único con conocimientos técnicos suficientes para asesorar a los negociadores sobre el tipo de aviones que convenía adquirir9. 48 Con lo que antecede tenemos el primer ejemplo de proyección: la imputación a los comunistas de preparar una revolución con el apoyo moscovita cuando fueron los mismos monárquicos quienes preparaban la sublevación con abundante y moderna ayuda fascista. 49 Otro ejemplo: la imputación a las autoridades republicanas de la exclusiva responsabilidad por el desorden en la primavera de 1936 cuando fueron los conspiradores civiles y militares quienes necesitaban crear la percepción de un estado de anarquía e inestabilidad total. Este tema desaparece en todas las versiones de las falacias neo-franquistas. La discusión la han llevado, por el contrario, a un terreno en el que Calvo Sotelo y Gil Robles fueron durísimos en sus denuncias en el Parlamento acerca de la situación inaceptable que se había instaurado en España.

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50 Poca atención han prestado, valga el caso, los autores de una vergonzosa y reciente biografía de Franco a las puntualizaciones críticas desarrolladas en los últimos años por Rafael Cruz y Eduardo González Calleja, este último en numerosas obras. Por olvidar, hasta olvidan el interesante documento, que ya exhumó Ismael Saz hace casi cuarenta años, que mostraba cómo precisamente Goiecoechea acudió a Ciano en junio de 1936 a pedir fondos fascistas para financiar a los «grupos de acción» (léase los pistoleros falangistas y otros) porque los dineros monárquicos se habían agotado.

Otros ejemplos de proyección

51 Son tres los grandes casos que los autores neo-franquistas suelen esgrimir en contra de la República en guerra: a) se trató, en realidad, de una «tercera República»; b) fue una marioneta soviética; c) alargó innecesariamente el conflicto.

52 La tercera República es una de las caracterizaciones favoritas de Payne10. Su curiosa tesis se basa en que, estallada la guerra, el Gobierno republicano cayó en manos de extremistas que se lanzaron con ahínco a la total subversión del orden político y social con la que tanto habían soñado. En consecuencia el aparato gubernamental fue puesto al servicio de un proyecto revolucionario. En realidad, aunque dicho aparato se desplomó temporalmente, los gobiernos de Largo Caballero se preocuparon de poner de nuevo en pie las instituciones y de restaurar la autoridad del Estado. Los gobiernos Negrín continuaron tal política de forma más eficiente. La legalidad se mantuvo adaptada a las nuevas circunstancias. No de otra forma procedieron democracias como las que sufrieron el embate del Eje en la Segunda Guerra Mundial. Ejemplos: el más señero, el Reino Unido; el más complicado, Dinamarca bajo la ocupación. En el extremo opuesto: la Francia de Vichy y el gobierno noruego colaboracionista de Quisling. Sin embargo los autores neo-franquistas no ven nada extraordinario en el establecimiento de un régimen totalmente nuevo en la zona sublevada, apoyado en las bayonetas y que no tardó en desembocar en una dictadura en la que prevaleció desde el comienzo hasta el final el concepto nazi del Führerprinzip que omiten siempre cuidadosamente. 53 Una marioneta soviética con Negrín a la cabeza traslada las curiosas concepciones del autor galés y excorresponsal en España Burnett Bolloten. Para este denodado autor la recuperación de la autoridad del Estado fue simplemente una argucia comunista. Hizo escuela sobre todo en la historiografía anglosajona (Payne es uno de sus discípulos)11. Durante la guerra fría encajó como un guante en la perspectiva entonces dominante del post hoc ergo propter hoc12. Si hubo una intervención soviética de aviesos propósitos es «lógico» que Moscú tratara de poner bajo su control al Gobierno republicano. En realidad, fueron los fascistas italianos quienes más interesados estuvieron en exportar a España su propio modelo. Sus intentos pronto terminaron con un fracaso. Los nazis no trataron de exportar el suyo, pero su influencia fue muy superior y determinó numerosas modalidades de la política de represión, la alineación franquista en política exterior y la importación de principios básicos que fortalecieron el entramado institucional y jurídico de la incipiente dictadura franquista. Negrín y los socialistas rechazaron en tres ocasiones deseos de Stalin muy queridos. Franco cedió ante Hitler tras la batalla del Ebro para conseguir la continuación de los suministros alemanes13. 54 La República alargó el conflicto que no podía ganar. Quien lo hizo fue, sin embargo, Franco. Esta afirmación es anatema para los historiadores neo-franquistas y para algunos que, sin serlo, han empeñado una buena porción de su prestigio en negarla. Los

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historiadores militares han determinado varios momentos en los que, de haber tomado Franco otras decisiones estratégicas, la resistencia republicana se hubiera colapsado14. Si bien estos argumentos contienen un cierto elemento de especulación, hay un hecho que no la admite. Se trata de la renuencia de Franco, tras tomar Lérida el 6 de abril de 1938, a continuar el despejado avance hacia Barcelona, donde el Gobierno republicano estaba sumido en su más profunda crisis de toda la contienda, las posibilidades de resistencia eran escasas y el Ejército Popular no había podido adoptar todavía medidas frente al riesgo de colapso inmediato. Franco se inclinó por reorientar la ofensiva hacia Valencia en contra de la opinión de sus generales. Las explicaciones que dio en la postguerra (quería conquistar la rica huerta valenciana) son absurdas. Los autores neo- franquistas hacen hincapié en que no quiso provocar una intervención de Francia o que se inclinó ante Hitler. Se ignora la postura en contra del Comité Permanente de la Defensa Nacional francés del 16 de marzo precedente que el mariscal Pétain, vicepresidente del mismo, comunicó a Franco inmediatamente. El vicepresidente del Gobierno franquista y ministro de Asuntos Exteriores, conde de Jordana, resumió ante el Consejo de Ministros la situación internacional, de la que no se desprendía ningún peligro, a finales de mes. La documentación se encuentra en los archivos del Ministerio de Asuntos Exteriores y la he reproducido en el CD que acompaña a mi trabajo citado en la nota 13.

Conclusiones

55 La relación de mitos y falacias neo-franquistas podría alargarse. De la guerra civil, que sigue levantando pasiones, casi todo lo que pueda descubrirse en el futuro es verosímil que ya se haya dicho en algún momento. La tarea del historiador, en un terreno tan trabajado, estriba esencialmente en pasar por el ácido test de la comprobación con las fuentes primarias relevantes de época lo que supera la prueba y descartar lo que no lo consigue. Hay cuestiones metahistóricas que, naturalmente, no son susceptibles de fácil contrastación, pero la aplicación sistemática del método empírico-inductivo es susceptible de generar conocimientos no triviales. Medidos por este rasero son numerosos los autores neo-franquistas cuyos trabajos no sirven para progresar en el conocimiento científico. No se trata de una cuestión de ideología, que nunca falta, sino de penosa reconstrucción de parcelas poco iluminadas, o aún ocultas, de un pasado que es incognoscible en su totalidad.

NOTAS

1. En la actualidad se cuenta ya con el esperado estudio de Eduardo González Calleja et al, La Segunda República Española, Barcelona, Pasado&Presente, 2015, que está llamada a convertirse en una obra de referencia. 2. Luis E. Togores, Yagüe. El general falangista de Franco, Madrid, La Esfera de los libros, 2010, p. 171. En la página previa ensarta una serie de disparates sobre los «propósitos» de la Komintern que merecen figurar en cualquier antología de la mentira.

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3. Además de los estudiados por Herbert R. Southworth, en El lavado de cerebro de Francisco Franco, Barcelona, Crítica, 2000, cabría añadir los que cito en Ángel Viñas, La conspiración del General Franco, edición ampliada, Barcelona, Crítica, 2012. 4. El lector que quiera profundizar en estos aspectos puede referirse al artículo de Robledo «Historia científica vs historia de combate en la antesala de la guerra civil», Studia Historica. Historia Contemporánea, vol. 32, pp. 75-94, 2014. 5. No ha renunciado a prologar auténticos panfletos. Quizá los más sangrantes son los escritos por algunos pornógrafos de la historia. Su reciente biografía de Franco (en conjunción con el periodista Jesús Palacios) ha sido objeto de un tratamiento pormenorizado en el número 1 extraordinario de 2015 de la revista digital Hispania Nova: http://e-revistas.uc3m.es/index.php/ HISPNOV/issue/view/448 6. ABC, 28 de enero de 2013. 7. Empezando por las referidas a Franco y a Azaña. Los autores son dos connotados historiadores: Luis Suárez y Carlos Seco. La de Mola tampoco se queda corta y, quizá por casualidad, fue encargada a un general hiper-franquista. En el momento de redactar estas líneas la nueva directora de la RAH, la profesora Carmen Iglesias, ha anunciado la revisión de una serie de entradas on line. En reacción a las abusivas interpretaciones del DBE surgió Viñas, Ángel (ed.), En el combate por la historia, Barcelona, Pasado&Presente, 2012, y para el tema objeto de este artículo en especial la contribución de Reig Tapia, Alberto y Viñas, Ángel, «Residuos y derivaciones franquistas». 8. El análisis más reciente de las falacias neo-franquistas se encuentra en Sánchez Pérez, Francisco (coord.), Los mitos del 18 de Julio, Barcelona, Crítica, 2013. 9. Ángel Viñas, «La connivencia fascista con la sublevación y otros éxitos de la trama civil», en la obra coordinada por Sánchez Pérez. 10. No le corresponde el invento. Ya lo había desarrollado el coronel José Manuel Manuel Martínez Bande, del Servicio Histórico Militar. 11. Su obra acaba de publicarse en francés pero ya los historiadores conservadores de esta nacionalidad se habían servido de ella. 12. Falacia lógica que encadena dos hechos X y Z. Si Z se produjo después de X, X debió de ser la causa de Z. Confunde secuencia temporal y casualidad. 13. Ángel Viñas, El honor de la República. Entre el acoso fascista, la hostilidad británica y la política de Stalin, Barcelona, Crítica, 2008. Una reciente obra ha llevado a extremos absolutamente exagerados la dependencia estructural de Franco respecto al Tercer Reich. Pierpaolo Barbieri, Hitler´s Shadow Empire. Nazi Economics and the Spanish Civil War, Harvard, Harvard University Press, 2015. 14. Resumidas en Gabriel Cardona y Juan Carlos Losada, Aunque me tires el puente. Memoria oral de la batalla del Ebro, Madrid, Aguilar, 2004, pp. 33 y siguientes.

RESÚMENES

Este artículo pasa revista a los ejemplos más importantes que propagan autores genéricamente caracterizados de «neo-franquistas». Se examinan las circunstancias que han facilitado un revival en la España actual de los mitos acuñados por la dictadura franquista. Se subraya el interés del concepto de «proyección» para explicar tal fenómeno.

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Cet article passe en revue les thèmes les plus importants propagés par des auteurs que l’on peut qualifier de néo-franquistes. Il examine les circonstances qui ont favorisé la résurgence, dans l’Espagne actuelle, de mythes forgés par la dictature franquiste. L’article met aussi en relief l’intérêt du concept de « projection » pour expliquer ce phénomène.

This article lists the most important themes propagated by authors we can call neo-pro Franco. It examines the circumstances that favoured the resurgence, in present Spain, of myths wrought by Franco’s dictatorship. It also puts into light the interest of the concept of «projection» to explain this phenomenon.

ÍNDICE

Mots-clés: Guerre Civile espagnole, méthodologie, franquisme, historiographie Keywords: Spanish Civil War, methodology, Francoism, historiography Palabras claves: Guerra Civil española, metodología, franquismo, historiografía

AUTOR

ÁNGEL VIÑAS

Universidad Complutense de Madrid

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Guerra de memorias y memorias de la guerra

Pilar Domínguez Prats

1 A partir del siglo XXI hemos asistido en España a un amplio proceso tendente a favorecer por parte de la sociedad civil la recuperación de las memorias y los testimonios orales de los hombres y mujeres que vivieron la guerra; dicho proceso se relaciona con «los efectos duraderos y profundos que ha tenido la guerra civil en la vida de los españoles, incluso en los que no habían nacido aún»1, de ahí las inquietudes de una nueva generación en la que ha resurgido el deseo de saber más sobre el papel de sus antepasados en la guerra civil y la posguerra. Otro de los motivos de esta amplia atención pública hacia las memorias de la guerra y la dictadura se relaciona con las luchas políticas que se han llevado a cabo, desde que se inició la transición a la democracia, por la construcción de diversos sentidos de ese doloroso pasado. Elisabeth Jelin haciendo referencia a las dictaduras de los países del cono sur de América, observaba que esas luchas por la representación del pasado implicaban, por parte de los diversos actores sociales, una serie de estrategias para oficializar e institucionalizar una (su) narrativa del pasado. Existe, pues, una lucha en el terreno de los usos públicos de la memoria, una «guerra de memorias», utilizando el término empleado por Helen Graham2. Esos conflictos relacionados con la memoria pública han ocurrido también en el continente europeo desde la caída del muro de Berlín en 1989. La autora hace referencia –en el caso español– a las actitudes de rechazo a la reflexión sobre el pasado reciente, a las que se ha unido el ataque al movimiento cívico de «recuperación de memorias», que se viene dando en los sectores conservadores de la sociedad española todavía dispuestos a aferrarse a los mitos de la guerra creados por el franquismo.

2 Los debates en torno a los usos públicos de la memoria han coincidido en la historiografía española con una mayor atención hacia el análisis de los documentos personales. La radical división entre historia y memoria que se imponía en la historia académica de la primera mitad del siglo XX se ha ido dejando de lado. De este modo, la historia como disciplina se interesa cada vez más por los diversos sentidos con que los actores sociales resignifican el pasado3.

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3 Una forma privilegiada de acceso a la memoria individual son las historias de vida, es decir, las entrevistas realizadas a los protagonistas de la contienda años después. En ellas los recuerdos personales han sido modelados por la memoria colectiva y por el momento en el que se produjo la entrevista, como ya señaló Ronald Fraser, autor de los relatos orales pioneros y más conocidos sobre la guerra civil española. Desde la historia oral, autores como Luisa Passerini y Sandro Portelli4 han analizado las relaciones entre memoria y subjetividad en las entrevistas orales, afirmando que «encontrar la subjetividad en la memoria es restituir al narrador su carácter pleno de sujeto capaz de tomar decisiones sobre su propia vida y formular estrategias». Sin embargo, hay claras diferencias entre el relato de vida oral y el escrito; añade Portelli que el lenguaje oral ofrece la posibilidad de revelar las emociones del narrador a través del tono, las pausas y otros elementos y en las narraciones orales, la presencia del interlocutor realizando la entrevista es mucho más significativa que en el relato escrito. 4 En la actualidad cada vez es mayor el número de entrevistas orales sobre la guerra y la posguerra publicadas en la web. En gran medida este hecho ha ido unido a la creación en las comunidades autónomas de diferentes Archivos Orales5. No obstante, la mayoría de las historias de vida realizadas no se han publicado como tales, sino con la intervención del historiador que las transcribe y analiza, por lo que no se incluyen en este ensayo centrado en las memorias personales y no en la producción historiográfica que se deriva de ellas. 5 Conviene destacar la importancia cualitativa y cuantitativa de las memorias escritas sobre la guerra civil6. Hace más de una década se calculaba que los relatos memoriales suponían una quinta parte de lo publicado sobre nuestra guerra hasta 19957; desde entonces su número ha ido creciendo, aunque no haya sido cuantificado de nuevo. Siguen publicándose memorias de los contendientes de ambos bandos y de las diferentes corrientes políticas dentro de ellos: republicanos, anarquistas, comunistas, carlistas, falangistas, etc. No por ello debe considerarse que existe un exceso de memorias escritas que pudiera ser perjudicial para construir la historia; al contrario, la importancia de analizar todos estos documentos del yo, para la reconstrucción histórica de los años de guerra, es algo reconocido por la historiografía a partir de los años noventa en el marco de la nueva historia social y cultural, que considera fundamental el punto de vista del sujeto y de la subjetividad de los actores sociales. Las obras memoriales ofrecen mucha información sobre cómo sus protagonistas vivieron la guerra, aunque a veces la veracidad de los hechos quede oscurecida por el dramatismo de la narración, más aún si ésta tiene una intencionalidad política. 6 Nuestro objetivo es analizar y valorar una muestra representativa de la numerosa literatura centrada en esas memorias y autobiografías que se ha producido entre los años 2006-2014. La declaración del año 2006 como «Año de la Memoria Histórica» en España y la promulgación de la «Ley por la que se reconocen y amplían derechos y se establecen medidas en favor de quienes padecieron persecución o violencia durante la Guerra Civil y la Dictadura», de 2007, han servido para fomentar la publicación de memorias personales. En este ensayo incidiremos en los relatos memoriales novedosos, que son especialmente útiles como fuentes históricas, y en aquellos que han tenido repercusión en un público más amplio y en los medios de comunicación social. Con este criterio, dejamos de lado numerosas reediciones y las memorias de carácter literario. 7 Los relatos con carácter autobiográfico, las cartas, diarios, relatos, etc., han sido estudiados desde la historia de la cultura escrita, la cual acuñó el término de «ego-

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documentos» para referirse a esos documentos personales. Entre ellos los más interesantes son los diarios la guerra civil, algunos todavía inéditos más de setenta años desde su escritura. Como señala Anna Caballé8, el diario puede ser considerado «una modalidad catártica de hablar en soledad» (54). En esta escritura las referencias a lo cotidiano, el clima, los hábitos, la comida son frecuentes y le dan su mayor valor para conocer cómo se desarrollaba la vida diaria en la guerra. A menudo se trata de obras no destinadas a la publicación y que han sido dadas a conocer por los descendientes de sus autores. Otro tipo de documentos más abundantes entre las últimas publicaciones son las «memorias de guerra». El término memorias era el más usado antes de que apareciera el cultismo «autobiografía» (Caballé 51) y de hecho la mayoría de los autores comentados lo han empleado para referirse a sus escritos personales. Las memorias comprenden la relación de hechos de una vida o de una etapa histórica –la guerra civil– y evocan hechos y personajes de trascendencia. Presentan vivencias y hechos que afectan no sólo al individuo que las escribe sino también a su grupo de pertenencia, de manera que sus autores contribuyen a crear la imagen de un pasado común y con ello a la formación de una memoria y una identidad colectivas. Estos escritos personales tienen como destinatario un público amplio y tratan de influir socialmente contribuyendo a la legitimación político-social de un colectivo determinado. 8 Este conjunto de relatos personales sobre la contienda donde caben los diarios, las memorias y las cartas permitirá ahondar en la historia social de la guerra y sus efectos más perversos, la represión y el exilio. Entre este cúmulo de «ego-documentos» queremos destacar los de los niños, niñas y mujeres que vivieron la contienda, los llamados «niños de la guerra». Pertenecen a la generación nacida en los años veinte e incluso treinta, que vio truncada su infancia tras la sublevación militar. Rememoran sus experiencias ya con una edad avanzada, en un periodo de la vida proclive a hacer una reflexión sobre la trayectoria personal y realizar una síntesis de lo vivido.

Memorias de los “niños y niñas de la guerra”

9 Los niños que sufrieron el trauma de la guerra y el desarraigo del exilio han sido uno de los grupos más estudiados en los últimos años. Salieron de España más de 40 mil niños por la evacuación del frente norte durante la guerra9; entre mayo y junio de 1937 fueron evacuados 20 mil a Francia, Inglaterra y Rusia desde el puerto de Santurce y luego otros tantos desde Santander, Ribadesella y Gijón. Los niños y niñas que llegaron a la Unión Soviética fueron una minoría de los evacuados, 2895. Sin embargo, su impacto literario ha sido grande, pues hay un número considerable de obras escritas por los menores que llegaron al país de los soviets. Los relatos personales se vieron quizás impulsados por la larga duración de su exilio y las penalidades que vivieron durante la Segunda Guerra Mundial; las difíciles circunstancias de su regreso a España estimularon también esas narrativas. El sólido trabajo de Verónica Sierra sobre los menores en Rusia se basa en gran parte en algunos retazos de esas memorias personales, como son las cartas enviadas por los niños a sus padres cuando llegaron a la Unión Soviética, una correspondencia epistolar que no llegó a su destino y que los franquistas depositaron en el Archivo de la Guerra Civil, origen del actual Centro Documental de la Memoria Histórica. Las memorias de la infancia también se han utilizado como fuente para el conocimiento de ese exilio y sus implicaciones políticas.

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10 Para lograr la publicación de esas obras ha sido clave el esfuerzo realizado por algunas instituciones públicas de sus lugares de procedencia, en especial de Asturias y el País Vasco. Su propósito era «rescatar del olvido a las víctimas del golpe de estado del 36 y en especial a los niños de la guerra que de allí salieron» en el marco de las políticas relacionadas con la aplicación de la Ley de la Memoria Histórica. Este objetivo incluyó la localización de los más de cien «niños» que vivían en Asturias en 2011 y además la realización de un monumento de homenaje en la playa de Gijón a los menores que salieron de allí al exilio en 1937, una forma de representar su memoria en el espacio público. 11 Los «niños» que regresaron a España desde la Unión Soviética durante el franquismo o ya en democracia, también han sido sujetos activos en la reivindicación de su memoria y de una peculiar identidad exiliada. Crearon la Asociación de Niños de la Guerra; así el grupo se conformaba como una comunidad de memoria, basada en sus experiencias comunes y en las conmemoraciones que mantienen viva su identidad colectiva. Veremos cómo a menudo sus memorias adoptan el plural como forma narrativa, lo cual subraya la idea de que están rememorando una experiencia a la vez individual y colectiva. Muchos de sus relatos autobiográficos manifiestan su intención de contar la historia del grupo familiar, de los niños que salieron y de los padres que se quedaron en España. 12 Sin embargo, en algunos relatos de este colectivo encontramos un tono reivindicativo, tratando de ajustar cuentas con el pasado, muchos años después del desarrollo de los hechos, con lo cual el tiempo presente interfiere con claridad en la narración. El exilio en la URSS tuvo un evidente componente político. Verónica Sierra señalaba que los niños españoles «fueron instruidos en el estilo de vida comunista, formaron parte del movimiento pionero y al ser mayores de edad, del Partido Comunista; les hicieron creer que el futuro de España estaba en sus manos»10. Y algunas memorias tratan de mostrar el fracaso de esos objetivos; eso ocurre en el relato del «niño» Julián Fernández Cruz, que lleva un título polémico, Nos jodieron la vida. Las verdades ocultas de la guerra civil española. La obra se propone, entre otras cosas, mostrar el abandono y el maltrato sufrido por los niños exiliados en la Unión Soviética por parte de los dirigentes del PCE; recurre para ello a sus recuerdos personales y a los de sus compañeros de exilio. De esta narración colectiva interesan más los breves relatos personales de otros compañeros de exilio que aparecen incluidos en el libro: Luis Lavín, Luis Fonturbe, Ángel Gutiérrez y Manuel Arce, autor a su vez de un libro de memorias. Las maestras y maestros españoles, a menudo olvidados, que acompañaron a los niños, aparecen en una relación integrada por 48 nombres. 13 Entre las numerosas narraciones personales de la infancia y la juventud en el exilio ruso, de reciente aparición, encontramos Memorias de un niño en Rusia (1937-1957) de Ángel Belza, que tienen mayor interés por dar a conocer la trayectoria de un exiliado poco exitoso en la URSS, la autobiografía de «un superviviente», como él se denomina. Contamos además con los escritos de Gerardo Viana, De Carranza a Siberia y las memorias de Juan Velasco. Todos ellos parten de la guerra civil y del desgarro que les supuso el exilio en 1937, pero se detienen más en sus consecuencias, y en las vivencias de la «Gran Guerra Patria», como se llamaba en Rusia a la II Guerra Mundial. 14 Los relatos femeninos publicados en el siglo XXI son menos abundantes. Isabel Álvarez publicó sus Memorias de una niña de la guerra y otra «niña», Nieves Cuesta, rememora su larga estancia en Rusia en la obra Simplemente mi vida. Además,

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María Libertad Fernández es la autora de uno de los relatos más originales, de esta índole, publicados recientemente, las Memorias de una máquina de escribir. En el libro, la máquina de escribir se convierte en un objeto clave para la rememoración de la infancia y del exilio vivido por tres hermanos asturianos; la máquina es testigo de las guerras y los numerosos viajes que tienen que emprender por la URSS y de la vuelta a casa tras veinte años de ausencia. Este recurso literario permite a la autora dejar de lado sus sentimientos personales en momentos que tuvieron que ser emotivos, como el reencuentro de la madre con los hijos, tras veinte años de separación y hacer un relato más fiel de sus experiencias en el país de los soviets. 15 En estas obras, mediante la escritura autobiográfica, los menores exiliados han tratado de reconstruir su identidad familiar y grupal; además puede decirse que su escritura ha tenido en muchos casos un efecto balsámico sobre sus autores, a la vez que esas memorias ofrecen un testimonio valioso acerca de la dura vida del exilio en Rusia. Las dificultades que el régimen franquista les impuso para regresar e integrarse de nuevo en España, tratándoles siempre de comunistas, es otro de los temas recurrentes en sus escritos. Sin embargo el largo tiempo transcurrido desde los hechos narrados y el hecho de que con frecuencia estén destinadas al círculo familiar debe ser tenido en cuenta a la hora de considerarlas como fuente histórica.

Género y memorias

16 El interés de la literatura femenina sobre la guerra radica en que muestra vivencias personales de mujeres que tradicionalmente habían tenido una experiencia social distinta a la masculina. Se trata de escrituras al margen de las convenciones del momento, ya que –quitando contadas excepciones– las mujeres no se ocupaban de los asuntos políticos, dada la división por género entre lo público y masculino y lo privado identificado con lo femenino. Las obras autobiográficas pioneras de las activistas políticas de la zona republicana fueron publicadas desde los primeros años de la salida del país. El trauma del exilio, vivido como un «segundo tiempo de guerra», según la acertada expresión de Mónica Jato11, ha dado lugar a numerosos relatos autobiográficos femeninos. Uno de los primeros fue el de Constancia de la Mora In Place of Splendor. The Autobiography of a Spanish Woman, escrita originariamente en inglés en 1939, cuando Constancia se encontraba en Estados Unidos12. Otros relatos memoriales femeninos, como el de Isabel de Palencia I must have liberty (1940) y Smouldering Freedom (1946), fueron también publicados en inglés con objeto de difundir y favorecer la causa de los republicanos en el exilio.

17 Escritos con urgencia al final de la contienda aparecen otros relatos personales, como el Diario de una refugiada española de la joven escritora Silvia Mistral, publicado en México y reeditado en España con un estudio introductorio de José Colmeiro. Cecilia Guilarte era otra joven periodista que llegó al exilio, también autodidacta y de procedencia obrera; así lo indica Mónica Jato en su interesante edición de los artículos autobiográficos de la escritora vasca. El paralelismo del origen social de ambas exiliadas, Silvia Mistral y Cecilia Guilarte, y su relación con el movimiento libertario se ponen de relieve en el estudio de la correspondencia que mantuvieron ambas a uno y otro lado del Atlántico. Ya en democracia algunas mujeres republicanas se animaron a escribir y publicar sus memorias, a menudo después de haber contado parte de sus vivencias en entrevistas de carácter autobiográfico que forman parte de archivos

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orales13. Del colectivo del exilio en México aparecieron las de la militante socialista Aurora Arnaiz, Retrato hablado de Luisa Julián y el libro de Carmen Parga, titulado expresivamente Antes que sea tarde14, que ha sido reeditado en México. Estas obras nos dan idea de la importancia que concedían las exiliadas a contar sus vivencias como una forma de transmitir sus experiencias políticas a las nuevas generaciones de su país. 18 Han aparecido algunos diarios breves de gran interés para conocer las vivencias de algunas mujeres víctimas directas o indirectas de la represión franquista que se desató al final mismo de la guerra. Uno de ellos pertenece a la maestra normalista Enma Martínez Bay, casada con el diputado Eliseo Gómez (1889-1939). Ella empezó a escribir su diario a raíz de la detención de su marido en Alicante, el 2 de abril del 39 hasta el 24 de abril del mismo año, narrando el cautiverio de Eliseo hasta que se llevó a cabo su ejecución. El, que era también profesor de la Escuela Normal de Alicante, licenciado en Derecho, concejal y diputado electo en 1936 por Izquierda Republicana, confiando en su inocencia no quiso salir al exilio. Uno de los valores principales de esta pequeña obra, editada junto a los diarios de Eliseo Bayo, es su carácter de escritura inmediata y fragmentaria, propia de un diario, que constituye un testimonio directo de la sorpresa y el dolor causado por la represión indiscriminada tras la victoria franquista. El relato diario no se estructura a posteriori, como ocurre en las memorias largamente elaboradas, lo cual le da un mayor valor documental como fuente histórica para el análisis del trauma de la guerra civil desde la subjetividad. 19 Asunción Amilibia, exiliada vasca, es la autora del Diario de la Nostalgia, unas memorias mucho más elaboradas, pues se escribieron años después de su salida del País Vasco, desde su exilio en Chile. Como ocurre en otras memorias femeninas, los recuerdos de una familia disgregada por la guerra ocupan gran parte de la obra y están dirigidos también a las nuevas generaciones. Su interés radica en mostrar los antecedentes del exilio español en Chile, mucho menos estudiado que el mexicano o argentino. 20 En el siglo XXI se han reeditado algunas memorias de mujeres publicadas antes fuera de España. Entre ellas destacamos los relatos personales de Lola Iturbe y Alejandra Soler, mujeres representativas de dos culturas políticas muy diversas, la comunista y la anarcosindicalista. 21 El libro Vida e ideal de una luchadora anarquista recoge escritos personales y políticos de Lola Iturbe, más conocida por su obra La mujer en la lucha social y en la Guerra de España, editada en 1974 desde el exilio en Francia. Antonia Fontanilla y Sonya Torres, editoras del libro, se han esforzado por recopilar lo publicado por la autora en España y en Francia. Lo más interesante entre los escritos recogidos es un breve relato autobiográfico de sesenta páginas en el que resume su trayectoria de infancia y juventud. Son unas memorias fragmentarias, pues una parte de ellas fue escrita a su regreso a España (1965) y otra en 1984 y 1985. La autora rememora su origen humilde, las penalidades de su infancia y los años de juventud. Su relato personal ejemplifica el profundo cambio que fue experimentando un sector de la población femenina en la España urbana de las primeras décadas del siglo XX. Partiendo del papel doméstico que la sociedad les tenía reservado, numerosas jóvenes se vieron cada vez más implicadas en la actividad política y sindical antes reservada a los hombres. Lola Iturbe narra su trayectoria personal, de simple costurera en Poble Nou hasta llegar a ser una conocida militante anarquista que ejerció como reportera durante la guerra. 22 Las memorias de Alejandra Soler, nacida en Valencia en 1913, destacan por narrar sus vivencias de la guerra desde la perspectiva de una superviviente, ya centenaria, del

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conflicto bélico y del exilio. El libro La vida es un río caudaloso con peligrosos rápidos es un relato de madurez hecho, en palabras de Alejandra Soler, «al cabo de mis andanzas por la vida», una autobiografía que como tal recorre de forma cronológica su larga vida, desde la infancia y juventud, el exilio en la Unión Soviética hasta 1971 y su repatriación y vida en Valencia. El relato del largo exilio en el país de los soviets, adonde llegó para ejercer como maestra de un grupo de «niños de la guerra» allí refugiados, es la parte principal de esta pequeña autobiografía; de ella destacan las vívidas anécdotas de la guerra mundial. Su escritura, tan distanciada en el tiempo de las vivencias y los sucesos que narra, hace que se centre más en las emociones y los sentimientos sobre aquellos años, que en los hechos en sí. El relato sobre la guerra y sus dolorosas consecuencias aporta su propia valoración de la implicación en la contienda de una mujer que podemos considerar «moderna», educada por su padre en el republicanismo y el ateísmo, con estudios universitarios, y miembro del Partido Comunista. 23 Las escasas obras autobiográficas de las mujeres que militaron en el territorio sublevado no se han vuelto a publicar en estos años, por ejemplo las memorias de figuras tan prominentes del régimen como Pilar Primo de Rivera, editadas en 1983. Esto es una muestra del poco interés que suscitan en el público lector actual los «grandes actores» del franquismo, entre ellos la fundadora de la Sección Femenina de Falange. Ello pese a que esta institución fue –junto a la iglesia católica– la principal mantenedora del modelo de género tradicional de subordinación de la mujer al hombre durante ese período. Sin embargo, contamos con una obra escrita por una de las primeras militantes de Falange, las Memorias de la abogada Mercedes Fórmica que abarcan el período republicano, la guerra civil y la primera década del franquismo. Se hacen en ella referencias al crecimiento de la Falange entre los universitarios madrileños en los años treinta, pues Mercedes participó en el primer Consejo Nacional del SEU (Sindicato de Estudiantes Universitarios), a la fundación de Sección Femenina y sus tareas a lo largo de la guerra civil. Los acontecimientos narrados tienen bastante interés por ser la autora una mujer excepcional en la Falange, aunque en estas memorias los hechos se narran dentro de una construcción literaria, con tintes novelescos. La obra se escribió mucho tiempo después de los hechos, en 1982; entonces la autora mostraba un considerable espíritu crítico con respecto al régimen franquista y a la conversión de la Falange en partido oficial, lejos de los «auténticos jose-antonianos» con los que se identificaba.

Actores de la zona republicana y la sublevada

24 Hay que agradecer la labor de Ángel Viñas como editor de memorias de protagonistas tan diversos de la guerra civil como el artillero republicano Antonio Cordón, de Pablo Azcárate, embajador en Londres durante la contienda y las de Francisco Serrat Bonastre, diplomático franquista. En esa última edición de memorias Viñas señalaba que la literatura testimonial pro-franquista era escasa, en comparación con la generada por los leales a la República, quizás –añado– porque la historiografía y la literatura generada por los partidarios de la dictadura ya se encargaron durante cuarenta años de hacer pública y obligatoria una versión de lo ocurrido durante la contienda; todo ello ha servido para mantener vivos algunos de sus mitos y símbolos.

25 De todas maneras, al calor del debate sobre la recuperación de la memoria histórica, han aparecido algunas memorias de militares del bando rebelde que actualizan esos

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mitos de la guerra heredados del franquismo, en un intento de rehabilitar moral e intelectualmente a los sublevados que hicieron posible la dictadura15. Algunas de ellas han visto la luz con el pretendido fin de ofrecer nuevos datos sobre la guerra; sus editores han aprovechado la ocasión para reivindicar la honestidad de algunos militares rebeldes y desmarcarlos del proyecto dictatorial del franquismo, que se presenta como una creación personal del Generalísimo y su entorno. Franco se habría así encumbrado sobre los demás altos mandos de la rebelión. 26 Un ejemplo de ello es la obra de B. Felipe Maíz, Mola frente a Franco, escrita poco antes de la muerte de su autor, por el que fue hombre de confianza del general Emilio Mola y su enlace civil secreto en la contienda. La obra se encontraba desde entonces en el archivo privado de Teresa Maíz, esperando el momento oportuno para su publicación. La actuación del general golpista durante la sublevación en Navarra, en la versión de Maíz, ha sido refutada por publicaciones recientes, que destacan la crueldad del general Mola y su responsabilidad directa en la violenta represión que tuvo lugar en toda la zona norte cuando estuvo bajo su mando. Estas obras de carácter hagiográfico no tienen apenas valor documental; su interés es más político que histórico, por las referencias a la actualidad política de sus editores. 27 Sin embargo las memorias de guerra de Francisco Serrat Bonastre, que forman parte de la colección de volúmenes de memorias que conserva su nieto Juan Serrat, son muy valiosas como fuente documental. Al no estar destinadas a su publicación, no persiguen dejar su huella en la historia ni defender su comportamiento del pasado, a decir de su editor; según éste las memorias de este diplomático de derechas y anticomunista «constituyen un testimonio de primera mano sobre la atmósfera creada por los hermanos Franco en la cual se gestó la política exterior del nuevo régimen». En concreto detalla el ambiente político en el gobierno de Burgos y luego en Salamanca con el «generalísimo», donde se trasluce su «desconfianza en las dotes políticas de un gobierno militar» (Serrat, 43). Su condición de cesado por Franco –en 1937– permitió a Serrat hacer un relato desmitificador de Franco y su entorno político, muy lejos de la hagiografía propia de la propaganda del régimen (Viñas 23). La obra, minuciosamente comentada por el editor, se cierra con un esclarecedor estudio dedicado a la «Carrera y tribulaciones de Francisco Serrat», donde queda explicada su trayectoria como diplomático y el contexto de su actuación, un elemento imprescindible para analizar las memorias personales, que a menudo no se encuentra en las ediciones de las autobiografías. 28 Respecto al territorio republicano, los militares fueron uno de los colectivos más prolíficos en la escritura memorial, desde los «grandes actores» a los soldados de a pie. El interés por la historia de la gente común ha llevado a rescatar los escritos de los combatientes. Uno de estos protagonistas era Cándido Sáez de Viana, con una obra escrita en los años finales de la dictadura. Desde esa perspectiva temporal, el autor resalta cómo la guerra transformó su vida y la de su generación, las consecuencias personales del conflicto, «marcados por recuerdos, complejos y taras físicas para el resto de nuestras vidas. El horror, el odio y el resentimiento nos acompañarán siempre como un lastre pesado e inseparable». (237). El pesimismo provocado por la larga duración de la dictadura impregna sus recuerdos de la guerra. 29 A veces los relatos muestran una visión de la guerra que desmitifica a los combatientes del bando republicano, que no sólo luchaban por unas ideas sino por su propia supervivencia, acercándose a los planteamientos de James Matthews sobre el

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reclutamiento forzoso en la guerra civil y la experiencia bélica cotidiana16. Tal es el caso de la obra de Ferrán Planes El desbarajuste; en ella el que fue teniente de artillería republicano rememora su experiencia de la guerra, sus preocupaciones por la subsistencia cotidiana, la comida, su familia, con una prosa sencilla, plagada de anécdotas. Los pasajes en que narra la derrota, el miedo ante el futuro incierto de los vencidos y la violencia que se desató contra ellos por parte de los vencedores, son muy interesantes por su carácter desmitificador de la experiencia bélica. 30 En muchos de esos relatos aparece de forma explícita la pretensión de veracidad inherente a la autobiografía. «Todo lo que aquí está escrito son hechos verídicos, que no he tratado de aumentar ni disminuir» (41), decía otro militar, Salvador Jordá Agulló. Sin embargo, los propios autores resaltan el carácter traumático de ese proceso de rememoración, lo cual supone un alto grado de subjetividad en su escritura. Otras memorias de combatientes de reciente publicación son los Apuntes de la Historia del IV Cuerpo de Ejército, una crónica de la guerra en Guadalajara del escritor Juan Antonio Gaya Nuño, las del oficial de marina Victoriano Barroso y las Memorias políticas y militares de José del Barrio. 31 En el apartado dedicado a las memorias de los combatientes pueden incluirse también las pertenecientes a los brigadistas internacionales que lucharon con el ejército republicano. Entre los 35 mil voluntarios que llegaron a España hubo un grupo de ellos que recogieron sus experiencias de lucha en libros de memorias. Estas suponen, junto a las biografías, el porcentaje más elevado de lo publicado en torno a las Brigadas Internacionales en los últimos años17. Uno de ellos, Joe Monks, era un militante socialista que combatió en el frente de Jaén y Córdoba, entre diciembre de 1936 y junio de 1937; su libro Con los rojos en Andalucía. Memorias de un brigadista irlandés se editó por primera vez en inglés en 1985 y casi treinta años después en español. El relato se escribió a partir de las notas tomadas por el autor, poco después de su experiencia como integrante de las Brigadas Internacionales, por lo que tiene mayor verosimilitud que otros escritos posteriores. El fotógrafo Adrián Bodek, nieto del brigadista Gunter Bodek, es el autor de un original libro, Brigadas Internacionales. Memorias vivas, que reúne fotografías actuales y relatos autobiográficos en torno a la guerra, de un conjunto de supervivientes miembros de las brigadas internacionales. La memoria gráfica de uno de los conflictos bélicos más fotografiados de la primera mitad del siglo XX sería otro interesante aspecto a tratar, que excede las pretensiones de este artículo. 32 Los miembros del amplio colectivo de vencidos del territorio republicano que tomaron el camino del exilio han tenido también una abundante producción de memorias que se centraban en las causas inmediatas de su destierro. Muchas de las obras de los políticos más prominentes fueron editadas en Francia y México hace tiempo. Ahora se han editado algunas que provienen de refugiados españoles menos conocidos y que llegaron a los diversos lugares de la diáspora republicana, como Venezuela. Allí fue acogido el industrial Luis de Aranguren. De sus Memorias de un exiliado vasco destaca su visión del nacionalismo, desde el cambio de siglo con la monarquía, la Republica, la guerra y el exilio; tienen interés en primer lugar para la historia local, pero también para la del exilio vasco en Venezuela. 33 Alfredo Cabanillas, periodista y director hasta mediados de 1937 del Heraldo de Madrid y exiliado en Argentina hasta los años sesenta, escribió la Historia de mi vida, en los inicios de la transición democrática, con más de 80 años. Respecto a la guerra, su relato se centra en los casos en que intervino, como director del Heraldo y amigo de republicanos

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y socialistas, en contra de la represión de las checas de Madrid, que se llevaba a cabo hacia los sospechosos de apoyar a los sublevados, citando los nombres de aquellos a los que ayudó. El autor sostiene que sólo habla de los hechos de los que fue testigo, pero el paso de los años hace que estos se presentaran en una reconstrucción novelada, de amena lectura aunque poco fiable. Cabanillas defiende y justifica su comportamiento como católico y republicano durante el conflicto, algo que le condujo a tener que salir de España en agosto de 1937. Sus memorias dejan patente la difícil posición política de esos republicanos de clase media en el ambiente revolucionario que se vivía durante el primer año de la guerra. 34 Los diarios y memorias de guerra de «los grandes actores» de la política republicana han constituido una fuente histórica de primer orden para el estudio de su actuación pública y la de los gobiernos republicanos durante la contienda. La mayoría fueron editados en España durante la transición democrática; en el periodo que nos ocupa hay que señalar la aparición de las obras completas de personajes políticos tan relevantes como Manuel Azaña, Francisco Largo Caballero y Diego Martínez Barrio, que incluyen escritos autobiográficos. En la edición de las memorias del presidente de la República, Santos Juliá realiza un pormenorizado estudio introductorio del período bélico que sirve para situar mejor al personaje y su obra. Contiene la obra algunas novedades documentales, procedentes del archivo privado de su viuda Dolores Rivas Cherif, como son las conversaciones telegráficas de Azaña con Prieto y Martínez Barrio de mayo del 37, junto a algunas cartas inéditas a Cipriano Rivas Cherif. Su relato más interesante es el «Cuaderno de La Pobleta», escrito en 1937, donde Azaña escribe sus impresiones de las conversaciones con diversos personajes políticos. Posteriormente continuó su diario en Pedralbes hasta enero de 1939. En conjunto esos diarios serían –según la introducción– una guía para unas memorias políticas y de guerra que su autor no tuvo tiempo de escribir, pero muy valiosas para construir su biografía y parte de la controvertida historia de la política republicana durante la guerra civil. Sin embargo, como hace notar Álvarez Rey en la introducción al libro Diego Martínez Barrio: palabra de un republicano, los diarios de Azaña a veces fueron inexactos e injustos con la actuación política de Martínez Barrio, al que acusaba de no haber cumplido con sus obligaciones. Las frecuentes discrepancias entre los escritos personales indican que para los historiadores es imprescindible contrastar los testimonios entre sí y cotejarlos con otras fuentes primarias. 35 Los relatos personales que hemos analizado en este breve repaso bibliográfico, y en especial los diarios de guerra por su escritura inmediata, plantean al investigador el reto de afrontar la relación entre la biografía y la historia, entre la experiencia personal de la guerra y la experiencia colectiva, aspectos fundamentales para la construcción de una historia poliédrica del conflicto.

BIBLIOGRAFÍA

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Relación bibliográfica de memorias mencionadas en el texto

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— Salamanca 1936. Memorias de Francisco Serrat Bonastre, Barcelona, Crítica, 2014.

NOTAS

1. Paloma Aguilar, «Evocación de la guerra y el franquismo en la política, la cultura y la sociedad españolas», en Santos Juliá (ed), Memoria de la guerra y el franquismo. Madrid, Taurus, 2006, p. 35. 2. Helen Graham, The War and Its Shadow: Spain’s Civil War in Europe’s Long Twentieth Century. Portland, Sussex Academic Press, 2013; Elisabeth Jelin, Los trabajos de la memoria. Madrid, Siglo XXI. 3. Ines Mudrovic, Historia, narración y memoria. Madrid, Akal, 2005. 4. Luisa Passerini, «La memoria como subjetividad e intersubjetividad en las narraciones de memoria de las mujeres», Pilar Pérez Fuentes (ed), Subjetividad, cultura material y género: Diálogos con la historiografía italiana. Barcelona, Icaria, 2010, p. 115; Alessandro Portelli, La orden ya fue ejecutada. Roma, las Fosas Ardeatinas, la memoria. Madrid, FCE, 2004. 5. Véase, como ejemplos, las webs del Archivo de la Memoria Histórica de Canarias, el Archivo de la Memoria del País Vasco (AHOA) y del Archivo de Fuentes Orales para la Historia Social de Asturias (AFOHSA), Archivo Nomes e Voces de Galicia, entre otros. 6. Un primer repaso bibliográfico de las memorias de la guerra lo realicé en Pilar Domínguez, «Viejas y nuevas memorias de la guerra civil», Studia Histórica, Historia Contemporánea. La Guerra Civil. Salamanca, Universidad, vol. 32, 2014, p. 285-298. 7. Rosario Ruiz y Sergio Riesco (1999), «Veinte años de producción histórica sobre la guerra civil española (1975-1995): Una aproximación bibliométrica», en Revista española de Documentación científica, CSIC, 22, 2 1999. p. 174-194. 8. Anna Caballé, Narcisos de tinta. Málaga, Megazul, 1995, p. 54. 9. Las cifras del exilio infantil las proporciona Jesús Carballés, «Los “niños de la guerra” o las huellas del exilio infantil de la Guerra Civil en el espacio público», Historia Social, «Los Niños de la Guerra», n° 76, 2013, p. 107-124. 10. Verónica Sierra, «En el país del proletariado. Cultura escrita y exilio infantil de la URSS», Historia Social, Ibidem, p. 134. 11. Mónica Jato (ed), Diario de un retorno a dos voces, Sevilla, Ulises, 2015. 12. Constancia de la Mora, In Place of Splendor. The Autobiography of a Spanish Woman. New York, Harcourt, 1939 y Doble esplendor. Autobiografía de una mujer española, México, Atlante, 1944 y Madrid, 2004. Sobre esta obra ver Pilar Domínguez, «Dos escritos autobiográficos de mujeres exiliadas en México», Revista de Indias, 2012, p. 799-824. 13. Las entrevistas se encuentran en el Centro Documental de la Memoria Histórica de Salamanca. 14. Carmen Parga, Antes que sea tarde. México, Ed. Porrua, 2007. La primera edición es de 1996, Madrid, Compañía Literaria, 1996; Aurora Arnaiz, Retrato hablado de Luisa Julián, Madrid, Compañía Literaria, 1996. 15. Enrique Moradiellos, La guerra de España (1936-1939), Barcelona, RBA, 2012. 16. James Matthews, Soldados a la fuerza. Reclutamiento obligatorio durante la guerra civil, 1936-1939, Madrid, Alianza, 2013. 17. Manuel Requena y Lourdes Prades «Las Brigadas Internacionales» en Studia Historica… Op. cit., p. 181-195.

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RESÚMENES

El artículo analiza las memorias de la guerra civil, es decir los relatos personales escritos en forma de autobiografías, cartas o diarios de guerra, publicados entre 2006 y 2014, fuente privilegiada para la construcción de una historia social de este periodo. Entre los «ego- documentos» publicados, se analizan en primer lugar los de los niños y las mujeres. A continuación se comentan algunas memorias de los actores del bando sublevado y del bando republicano : combatientes españoles, brigadistas internacionales y exiliados republicanos.

L’article analyse des souvenirs de la guerre civile, à savoir les récits personnels écrits sous la forme d’autobiographies, de lettres ou de journaux de guerre publiés entre 2006 et 2014, source essentielle pour la construction d’une histoire sociale de cette période. Parmi les « ego- documents » publiés, sont d’abord analysés ceux des enfants et des femmes. Sont aussi commentés les souvenirs des acteurs du soulèvement et des républicains : combattants espagnols, Brigades internationales et exilés républicains.

This article examines memoirs and diaries of the Spanish Civil War, published between 2006 and 2014, a privileged source for the construction of a social history of this period. Among the «ego - documents» published, we first analyse those of children and women. The article then deals with some memoirs from both pro-Franco and Republican sides, Spanish fighters, International Brigades and Republican exiles.

ÍNDICE

Palabras claves: memorias, Guerra Civil española, relatos autobiográficos, estudios de género, niños de la guerra, exilio republicano Mots-clés: mémoires, Guerre Civile espagnole, récits autobiographiques, études de genre, enfants de la guerre, exil républicain Keywords: memoirs, Spanish Civil War, personal narratives, gender, children of the war, republican exile

AUTOR

PILAR DOMÍNGUEZ PRATS

Universidad de Las Palmas de Gran Canaria

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Espagne et France : débats intellectuels et politiques España y Francia: debates intelectuales y políticos

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La reacción internacional el caso de Francia y la Sociedad de Naciones

David Jorge

NOTA DEL AUTOR

El autor ha realizado el presente trabajo en calidad de beneficiario del Programa de Becas Posdoctorales de la UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México), integrado en el Instituto de Investigaciones Históricas.

Principios en la oposición, pragmatismo en el gobierno: El Front Populaire

1 Cuando en diciembre de 1935 se conoció el Acuerdo Hoare-Laval, consistente en un plan de partición de Etiopía con el fin de conceder a la Italia de Benito Mussolini –que había agredido al Estado independiente africano– la soberanía sobre una parte fundamental del país, el dirigente del Partido Radical francés, Yvon Delbos, arremetió en discurso parlamentario contra el primer ministro de su país. Le acusó de no orientar la política exterior de acuerdo al Pacto de la Sociedad de Naciones y el sistema de seguridad colectiva, doctrina mantenida desde el final de la Gran Guerra de 1914-1918. Tras glosar el ejemplo de su compatriota Aristide Briand en base a su apuesta por el multilateralismo ginebrino, declaró: «No se puede alentar al agresor, sacrificándole su víctima. Es nuestra seguridad la que está en juego. […] Al destruir la seguridad colectiva, destruiríamos nuestra propia seguridad»2.

2 Efectivamente, cuando la coalición de Front Populaire obtuvo la victoria en las elecciones generales celebradas en mayo de 1936, lo hizo con un programa electoral que incluía un apartado denominado Défense de la Paix, compuesto por siete apartados de los cuales

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tres (los números 2, 5 y 6) estaban referidos a la Sociedad de Naciones, estipulando lo que sigue: • Colaboración internacional, en el marco de Ginebra, por la seguridad colectiva, de cara a definir al agresor y la aplicación automática y solidaria de sanciones en caso de agresión. • Repudio a la diplomacia secreta, acción internacional y negociaciones públicas para volver a llevar a la Sociedad de Naciones a los Estados apartados de Ginebra, sin atentar contra los principios constituyentes del organismo: seguridad colectiva y paz individual. • Flexibilización del procedimiento previsto por el Pacto de la Sociedad de Naciones para el ajuste de los tratados peligrosos para la seguridad del mundo3.

3 Tras la formación del nuevo gobierno frentepopulista en París, todo el idealismo multilateral dio paso inmediato, una vez alcanzado el poder, a un pragmatismo total: a principios de julio de 1936, Francia votó a favor del levantamiento de las sanciones impuestas contra Italia en la Sociedad de Naciones por su agresión a Etiopía. La Asamblea de la Sociedad de Naciones estipuló tal supresión, bajo claro impulso británico. La impunidad se había instalado. Mussolini y Hitler lo percibieron muy nítidamente.

El Quai d’Orsay toma la iniciativa ante los miedos de Blum en un país dividido

4 La división tanto del gobierno como de la sociedad francesa fue un hecho a partir del golpe de Estado producido en España en julio de 1936. Tal división distaba de ser homogénea, tal y como ha explicado Bonnefous: «Hubo en la izquierda hombres que, queriendo ante todo salvaguardar la paz europea, guardaron silencio. La política de no intervención gubernamental fue inspirada por ellos. Igualmente, algunos hombres de derechas no aplaudieron incondicionalmente los hechos y gestas del general Franco. Los católicos, en especial, se hicieron muchas preguntas». Un caso muy representativo fue el de François Mauriac, quien tras haber rogado al primer ministro, Léon Blum, que no interviniese a favor de la República, cambió de postura a partir del mes de agosto, posicionándose contra los sublevados en España4. Pero Blum, incapacitado por sus temores para ejercer con determinación su autoridad, se limitó a derramar lágrimas de cocodrilo sobre los hombros de los interlocutores del gobierno español que le visitaban en su domicilio del número 25 del Quai de Bourbon, como Fernando de los Ríos o Luis Jiménez de Asúa. Dicha actitud de Blum posibilitó que el Quai d’Orsay tomase las riendas de la actitud a adoptar en relación a la situación en España. La puesta en pie de la política de no intervención –bajo patrocinio francés y claro impulso británico– se constituyó a partir de aquel entonces como hecho irreversible para toda la contienda. Fue ahí donde la firmeza en la sombra de Alexis Léger, hombre fuerte del ministerio y partidario de un decidido seguidismo a la diplomacia británica, se combinó con una puesta en escena también al margen de dudas por parte del ministro de Asuntos Exteriores, Yvon Delbos. Este, en el primer encuentro de la Sociedad de Naciones tras el estallido de la contienda, respondió a las denuncias del ministro español, Julio Álvarez del Vayo, reafirmando la no intervención como medio para «impedir la movilización ideológica de Europa»5. Eso era lo fundamental para los arquitectos de la política exterior gala, en tanto que Blum seguía bloqueado. El mencionado Léger se lo dejó claro al embajador italiano en París, Mario Cerruti: lo mejor que podía pasar era que el

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asunto español terminase cuanto antes, con independencia de quién obtuviese la victoria6.

5 Entre julio y noviembre de 1936 se consolidó la configuración internacional de la Guerra de España, con su balanza de acciones y retracciones. Fue en dicho período en el que también se plasmó el abandono de la seguridad colectiva (en base a la anteposición del secretismo del Comité de No Intervención al multilateralismo de la Sociedad de Naciones) y del compromiso con el Derecho Internacional (tras los antecedentes de Manchuria, Abisinia y Renania), en pro de un apaciguamiento general que situaba a Francia en primera línea de posible agresión, y de una no intervención para el caso español que en la práctica no representó sino una intervención de facto contra la República.

México: El ejemplo no seguido

6 El primer día de agosto de 1936, Delbos justificaba la retracción francesa de la siguiente manera: «Habríamos podido enviar armas al gobierno español, gobierno legítimo en derecho y de hecho. No lo hemos hecho, ante todo por doctrina y humanidad, y para no dar pretextos a los que se sientan tentados a suministrárselas a los rebeldes». Dos días más tarde, el embajador mexicano en París, Adalberto Tejeda, dirigió una petición a Delbos informando el interés de su gobierno de adquirir material de guerra (entre el cual se incluían aviones caza, bombarderos y bombas de aviación). El titular del Quai d’Orsay rechazó la solicitud justificando la negativa en las propias necesidades bélicas del país galo, por lo que se excusó diplomáticamente. Sin embargo, la verdad no residía en aquella misiva de respuesta de Delbos, sino en la que este dirigió aquel mismo día al ministro del Aire, Pierre Cot, y en la que afirmaba que «por razones políticas no había lugar a satisfacer esta demanda»7.

7 Ocho meses después, el embajador volvería a dirigirse al ministro, insistiendo en la línea seguida por su compatriota Fabela ante la Sociedad de Naciones, quien lamentó que determinadas actuaciones por parte de «los cultos gobiernos europeos [...] no parecen armonizar con las obligaciones que impone el Pacto [y que] la no intervención seguida por algunos Estados en el caso actual no es, en último análisis, sino una ayuda indirecta y no por eso menos efectiva a favor de los rebeldes»8. Añadió Tejeda que comprendía los deseos de que el conflicto no se extendiese más allá de las fronteras españolas, pero que el trato dado al Gobierno de la República no hacía sino prolongar cruelmente la contienda. Por ello, México apelaba «a los sentimientos humanitarios» del país galo, «universalmente reconocidos [...] para que se esfuerce en encontrar la vía amistosa que ponga fin a la situación dolorosa que atraviesa España9». 8 México, al contrario que Francia, no se autoengañó en cuanto al quid de la cuestión española: se trataba de una guerra internacional, lo que conllevaba la necesidad de aplicación del Derecho Internacional, empezando por el Pacto de la Sociedad de Naciones. México se pronunció con claridad en Ginebra, al contrario que una diplomacia franco-británica que prefirió la privacidad que proporcionaba el Comité de No Intervención para la adopción de decisiones poco defendibles o justificables, legal y éticamente.

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Moscú: La alternativa no adoptada

9 Si bien adoptar la postura ética y legalista de México ante la Guerra de España podría parecer una utopía dado el contexto en que se desenvolvía la Francia de los años treinta, París sí contaba con otra carta para hacer contrapeso en el equilibrio de fuerzas internacional. Pese a que el aliado lógico de la democracia gala no debía ser otro que el régimen homólogo de Londres –con todos los matices que se quiera en cuanto al diferente carácter de ambos gobiernos–, ello no significa que la única potencia a la que el ejecutivo francés pudiese aferrarse la constituyesen los británicos.

10 En el mes de mayo de 1935 se había firmado el Pacto Franco-Soviético de asistencia mutua en caso de agresión proveniente del exterior. En diciembre de aquel mismo año, París y Madrid firmaron asimismo un tratado comercial, añadiéndose al mismo un affidavit tras la victoria electoral del Front Populaire en mayo de 1936, en virtud del cual el gobierno español –en representación del cual firmaba el ministro de Estado, Augusto Barcia- se comprometía a comprar material de guerra a Francia, sobre todo de aviación, por valor de 40 millones de francos10. El contexto en el cual se enmarcaban tales acuerdos evidencia las motivaciones de los mismos: a la incómoda vecindad de la Italia fascista desde más de una década atrás en el tiempo, tras la llegada de Adolf Hitler al poder había que añadir una nueva frontera compartida con la Alemania nazi. Francia siguió basando su confianza en materia de seguridad en Londres, si bien pareció entender la necesidad de abrir más puertas. 11 La mencionada llegada al poder de la coalición del Front Populaire, precedida del triunfo de una coalición también frentepopulista en España apenas tres meses antes, parecía reforzar las alternativas diplomáticas a Gran Bretaña, a cuyo gobierno conservador resulta evidente que no gustaba en absoluto la deriva izquierdista en Francia y España. Si hasta entonces la diplomacia franco-británica, ignorando el multilateralismo y el respeto al Pacto de la Sociedad de Naciones, había pasado a entenderse a nivel bilateral (llegando a su cénit con el Pacto Laval-Hoare), recobrando las prácticas de la vieja diplomacia –aquella anterior a la Gran Guerra de 1914-1918–, el nuevo escenario político en París y Madrid alteró las prioridades del Foreign Office. Incluso cuando se hizo evidente que Francia no saltaría en socorro de su vecino del sur, incumpliendo no sólo el Derecho Internacional, sino también los acuerdos particulares entre ambos países, como fue el caso del mencionado contrato de diciembre de 1935 y su affidavit de seis meses después. La búsqueda de la división entre Hitler y Mussolini, fundamentalmente en base a la atracción del segundo hacia campo propio, marcó la política exterior británica hasta el momento mismo de la invasión de Polonia y la declaración formal de guerra, en septiembre de 1939. Sólo entonces entendió Londres que el Eje era una realidad indisoluble. El que fuera poderoso responsable del Foreign Office, Anthony Eden, lo comprendió un poco antes, y pasó a obrar en consecuencia. Le costó su salida del gobierno. 12 Para entonces, Francia seguía sin valorar la otra única posible alianza con una potencia susceptible de alejar su mayor temor: verse desamparada y débil en el continente europeo. El soviético Maxim Litvinov, comisario del pueblo para Asuntos Exteriores, apeló ante la Sociedad de Naciones en septiembre de 1936 al «país amigo», recordando a Francia su alianza y tratando de reorientar la postura gala hacia la República Española. Sin embargo, siempre pesó más en París la amenaza del embajador británico, sir George Clerk, a Delbos el 7 de agosto anterior: en caso de intervención en España, el

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gobierno británico se desentendería si en un futuro Alemania agredía a Francia. «Tengo razones para creer que los extremistas del gobierno [francés] estuvieron ejerciendo una creciente presión en el señor Blum, y estoy seguro de que lo que dije puede reforzar las manos de los elementos moderados y sobrios», transmitió Clerk a sus superiores11. Dicha gestión –autónoma en su origen, pero pronto ratificada y respaldada por el propio Foreign Office– fue clave. A partir de ahí, París se hizo pequeño.

Dudas, alarmas y vértigo: El amago de viraje del Gobierno Chautemps

13 En el verano de 1937, el no funcionamiento de la no intervención era un hecho innegable. Con motivo de la ceremonia de apertura del Pabellón de la Paz, en el marco de la Exposición Universal celebrada en París, Delbos reconoció a la duquesa de Atholl – diputada conservadora británica que, sin embargo, luchó por la causa de la República y denunció abiertamente tanto la política de no intervención como la inhibición de la Sociedad de Naciones– su escepticismo hacia el papel del organismo ginebrino en el convulso panorama internacional, si bien matizó que todavía podía servir para retirar a los combatientes no españoles del conflicto, y que la primera advertencia para Roma y Berlín debía consistir en la apertura de la frontera franco-española12. No se trató de un farol: era el inicio del período en el que más cerca estuvo París de un cambio de dirección en su política internacional. Francia, cada vez más sola ante las iniciativas particulares británicas y, sobre todo, alertada por los intentos de entendimiento de Londres con Roma, pasó a reconsiderar su papel en la esfera internacional.

14 Que tal cambio de orientación francesa no contemplaba la vía de Ginebra para canalizarlo resulta claro. El mismo Delbos comentó al delegado chino, Wellington Koo, que era lo mismo pedir ayuda a la Luna que a la Sociedad de Naciones13. De hecho, la diplomacia franco-británica, no contenta con la desviación que representaba el Comité de No Intervención establecido en Londres, optó por desvirtuar todavía más el ámbito multilateral al convocar la Conferencia de Nyon, bajo la intención de reducir las tensiones en el Mediterráneo –que tanto alertaban en París, dada la agresividad italiana y la aquiescencia británica–. Para ello se invitó a Nyon a todos los países mediterráneos, a excepción de España. Todo un nuevo detalle para con la democracia vecina. En dicha ocasión, los británicos arrastraron nuevamente a Francia fuera del ámbito de la Sociedad de Naciones dorando la píldora a Delbos, a quien Eden ofreció la presidencia de la conferencia. 15 Sin embargo, sí fue en Ginebra donde se acentuó la nueva postura del Gobierno Chautemps. Ello tuvo lugar por la influencia del inmaculado discurso del presidente del gobierno español, Juan Negrín, el 18 de septiembre de 1937 ante la Asamblea de la Sociedad de Naciones. Si ya no era habitual que un primer ministro se personase en Ginebra, la personalidad de Negrín marcó un especial contraste con el tono grisáceo predominante en el Palais des Nations. El gobierno francés percibió más nítidamente que nunca que, más allá de persuasión y retórica, las advertencias españolas tenían un componente real internacional, el cual amenazaba en primer lugar a la propia Francia. Los esfuerzos diplomáticos españoles se habían redirigido de las orillas del Támesis a las del Sena. Las palabras de Negrín –y de Álvarez del Vayo– se unían al arrodillamiento británico ante el albedrío de Mussolini. Roma había adelantado a París en el orden de prioridad de los esfuerzos de persuasión londinenses. Ello tuvo efectos. No obstante, el

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vértigo ante una completa soledad, en caso de abandono de cualquier compromiso de auxilio por parte británica, hizo que la determinación francesa no llegase al punto de aliarse activamente con la causa republicana española. El espectro del embajador Clerk persistía. 16 La consecuencia del cambio de percepción por parte gala resultó en la apertura de la frontera pirenaica con el fin de permitir el paso de material de guerra destinado a la República. Sin embargo, tal decisión coindició con la pérdida de interés soviético en la Guerra de España con motivo del estallido de la Segunda Guerra Sino-Japonesa en aquel verano de 1937. Ello significó una reducción drástica de los envíos destinados al gobierno español desde Moscú. 17 A finales de octubre el gobierno británico debatió sobre la cuestión española, reafirmándose el interés en lograr la retirada de todos los combatientes no españoles presentes en ambos bandos. Tal interés perseguía un claro objetivo: reducir la evidente significación internacional de la contienda –prioridad absoluta tanto en Londres como en París durante toda la Guerra de España– y, sobre todo, calmar los ánimos franceses. Los representantes galos habían pasado a denunciar continuamente la actitud de Italia ante sus colegas británicos; y, en particular, la presencia de verdaderos cuerpos de ejército transalpinos al otro lado de los Pirineos. El embajador francés en Londres, Charles Corbin, fue más lejos y afirmó que no bastaba con la mera aquiescencia por parte británica en la apertura de la frontera, sino que era también necesaria alguna acción en positivo. De no ser así, la dinámica de los acontecimientos podía derivar en una situación muy grave en el continente europeo. Y, de hecho, en el último encuentro de la Sociedad de Naciones los países mediterráneos habían mostrado su intención de pasar a una mayor firmeza si Mussolini no cambiaba su actitud, e incluso reconsiderar la existencia de la política de no intervención. Poco después, Francia presionaría para que, en caso de fracasar las negociaciones del Comité de No Intervención para restar dicho componente internacional a la cuestión española, ambos países procediesen a la venta de armamento al Gobierno de la República. Chamberlain comentó a sus ministros que «desde un punto de vista político no sería posible diferenciar entre el gobierno [español] y el general Franco», por lo que tal venta de armamento debería producirse en igualdad de condiciones para ambos contendientes. E insistió en un aspecto clave para Londres desde el mismo inicio de la contienda en España: lograr que «se convirtiese en una guerra civil española y no en una guerra extranjera»14. Es decir, reconocía implícitamente el premier británico el quid de la cuestión: que la de España no era una mera guerra civil, sino una contienda internacional en toda regla. 18 Para entonces, Eden había pasado a asumir que, ante la constatación clara de una guerra internacional en España, había que mostrar una mayor firmeza. Tal postura resultaba incompatible con el apaciguamiento sin límites de Chamberlain. La relación entre ambos se había ido deteriorando rápidamente (con puenteos al otrora poderoso Eden incluidos, como el envío de lord Halifax a Berchtesgaden para entrevistarse con Hitler, a espaldas del secretario del Foreign Office). El punto de no retorno llegó en el mes de diciembre, con motivo del incremento de la presencia y actividad italiana en Mallorca. Eden propuso entonces convocar a Blum en Londres, a lo que se opuso la gran mayoría de ministros, los cuales apostaron por el refuerzo del appeasement, con Chamberlain y sir Samuel Hoare a la cabeza. Por otro lado, las conversaciones entre Londres y Roma motivaron en Francia un claro sentimiento de marginación y abandono. Para colmo, Italia se situó en todo momento en una posición de superioridad

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en las negociaciones. Eden comprendió entonces que negociar con Mussolini no tenía valor alguno, y que la cuestión española era, y seguiría siendo, una guerra internacional. Seguir aceptando los chantajes italianos era inaceptable y no podía conducir a nada bueno. Así se lo planteó al primer ministro y afirmó en reunión ministerial que, en caso de querer continuar con la misma política exterior, no tendría otra alternativa que redactar su carta de dimisón. Chamberlain aceptó la renuncia y Eden abandonó el consejo de ministros, al igual que su subsecretario, lord Cranborne15. El camino quedaba expedito para Chamberlain, quien contaba para sus planes de política exterior con hilo directo hacia Mussolini a través de la viuda de su hermanastro Auden, quien urgía con insistencia a negociar con Italia16. La salida de Eden constituyó el punto de partida para que la no intervención aplicada a España derivase en la reaparición del appeasement, que no era sino el mismo tipo de política pero aplicada a escala general, y no solamente para el caso español. 19 Francia iniciaba, pues, el año 1938 abandonada por su principal apuesta como alianza defensiva ante el cada vez más que posible rodeo total por regímenes fascistas: a Hitler y a Mussolini parecía que se les sumaría en breve, si el rumbo internacional no cambiaba radicalmente, el general Franco. En medio de tal panorama, Negrín se trasladó a París con el fin de tratar personalmente ante los ministros franceses las posibilidades de ayuda. Tras el cambio de actitud del Gobierno Chautemps durante el verano y otoño anterior, el gobierno español albergaba razones de peso para soñar con una Francia más comprometida con su democracia vecina. En tal contexto, y con el presidente español en París, tuvo lugar en la capital gala un nuevo cambio de gobierno: Blum regresaba como primer ministro y, quizás más importante todavía, Joseph Paul- Boncour pasaba a hacerse cargo del Quai d’Orsay. La política exterior gala pasaría a pivotar, pues, sobre otros soportes diferentes. Cabe señalar que Paul-Boncour se había opuesto en su momento a la puesta en pie de la no intervención, y no se trataba de alguien sospechoso de radicalismo alguno, como muestra su afirmación en enero de 1937 ante Cipriano Rivas Cherif, entonces cónsul español en Ginebra, de que «a ningún gobierno francés le gustaría ni poco ni mucho la posibilidad próxima o remota de una frontera comunista en Perpignan»17. Sencillamente, no se dejaba obnubilar por miedos y egoísmos en su interpretación de la deriva internacional. Además, era el jefe de la delegación francesa ante la Sociedad de Naciones, por lo que era previsible su apuesta por el marco multilateral como vía alternativa a un secretismo como el del Comité de Londres, que se estaba revelando como pernicioso para los intereses galos. Es bastante probable, pues, que su nombramiento obedeciese a dicha lógica, derivada de las nuevas percepciones surgidas con el Gobierno Chautemps. El nuevo ministro representaba para la República una importante esperanza. Con Delbos, y tras él siempre el influyente Alexis Léger18, la no intervención jamás pudo alterarse. La hostilidad de ambos hacia la República se hizo evidente desde el primer momento. Delbos no sólo impidió el paso de material de guerra destinado a la República a través de la frontera, sino que trató incluso de obstaculizar la ayuda soviética llegada por vía marítima19. 20 En el marco de una reunión del Comité Permanente de la Defensa Nacional celebrada el 15 de marzo de 1938, Blum y Paul-Boncour propusieron la posibilidad de dar un ultimátum a Franco, así como de llevar a cabo una hipotética operación sobre las Baleares o el Marruecos español. Los militares lo vieron inviable. Léger lo calificó de casus belli contra Italia y Alemania. Ello frenó toda posibilidad de cambio decisivo en la política exterior francesa. La única gran medida práctica favorable a la República durante este segundo Gobierno Blum fue la intensificación de apoyo material al

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gobierno español. No obstante, no era sino una continuidad de los pasos dados ya por el Gobierno Chautemps. La diferencia estribó en que Blum estipuló la apertura fronteriza en base a decretos reservados que eran de obligado cumplimiento para la administración. En resumen, ello implicaba una apertura de la frontera sin límite alguno. Es decir, en la práctica suponía poner fin a la no intervención. En cambio, la apertura de Chautemps no se hizo de forma oficial y, por lo tanto, carecía de base jurídica. No era un detalle menor. Ese paso, adoptado el 17 de marzo, posibilitó que la República aguantase en pie todavía un año más. Sin embargo, el segundo Gobierno Blum apenas duró un mes. Con ello caía también el Front Populaire. Pese a que Paul- Boncour albergó esperanzas de continuar como ministro, la diferencia de criterios esenciales entre él y el nuevo primer ministro, Édouard Daladier, lo hizo imposible. Su sustitución por Georges Bonnet representó un nuevo revés de enorme importancia para la República.

No intervención y appeasement: El Gobierno Daladier, pareja perfecta de Chamberlain

21 Como ya se ha señalado, con la salida de Eden y su sustitución por lord Halifax, el camino quedó expedito para Chamberlain dentro del gabinete. Pronto se le sumaría otra pareja de baile perfecta desde París. Sin embargo, antes de ello se produjo un paréntesis que conllevó el fin de la coalición gubernamental del Front Populaire. A mediados de marzo, Blum volvió a ocupar el puesto de primer ministro. Su gobierno no llegó a durar ni un mes, siendo sustituido por otro encabezado por quien sería la última bête noire de los republicanos españoles: Édouard Daladier. Del Quai d’Orsay pasó a ocuparse otro personaje de similar hostilidad hacia los demócratas del país vecino, como lo fue Georges Bonnet.

22 Con el binomio Daladier-Bonnet, la hostilidad de Francia hacia la República vecina alcanzó su más alto nivel tanto en el ámbito diplomático –con el papel jugado por el ministro ante la Sociedad de Naciones, como se verá a continuación– como en el técnico –impidiento el paso fronterizo del material enviado por la Unión Soviética a la República a través de territorio francés–. Los envíos de Moscú hacia la República pasaron a reactivarse una vez que Stalin consideró que Japón no representaba tanto peligro como había temido. Sin embargo, para entonces había cambiado la titularidad del gobierno en París. Daladier no representó sino la última de las desgracias internacionales para los republicanos españoles. Tal factor fue clave, pues puso fin a la Batalla del Ebro, toda vez que la República pasó a carecer del armamento indispensable para el combate, pues a partir del establecimiento de un plan de control por parte del Comité de No Intervención –con el teórico fin de evitar cualquier injerencia internacional en el conflicto español– y el hundimiento de un buque soviético (el Komsomol) en aguas mediterráneas a mediados de diciembre de 1936, el transporte de armamento destinado a la República se llevaba a cabo a través de Francia (los envíos se realizaban por vía marítima entre los puertos de Murmansk y Burdeos). 23 Pero no contento el Gobierno Daladier con dificultar la supervivencia de la República en el campo de batalla, optó también por un cuestionable –y, de hecho, cuestionado– papel de obstrucción en la arena diplomática. La reunión del Consejo de la Sociedad de Naciones celebrado en mayo de 1938 fue precedido de un encuentro privado en Londres entre Chamberlain, Halifax, Daladier y Bonnet, en el cual se definieron las líneas a

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seguir en el terreno internacional: buscar el apaciguamiento de Hitler y Mussolini mediante un encuentro personal con ambos. Se trataba del inicio del camino que condujo a los Acuerdos de Múnich meses más tarde. En relación a España, Chamberlain aseguró que la victoria de Franco era cuestión de días o semanas, por lo que era conveniente evitar que el gobierno español complicase las cosas en la inmediata reunión de la Sociedad de Naciones. Es decir, lo que ya venían haciendo ambos países desde el inicio de la contienda, pero ahora de forma revigorizada. A ello se dispusieron franceses y británicos en Ginebra. 24 Las primeras palabras de Bonnet en el Palais des Nations fueron más cálidas que las de un beligerante Halifax. El ministro francés afirmó haber escuchado «con gran emoción el noble discurso» con el que Álvarez del Vayo había reflejado «la angustia de la España desgarrada», añadiendo: «¿Cómo es posible permanecer insensible a la evocación de los sufrimientos de este país?». Detrás de esas palabras estaba el incremento de la presión por parte de la opinión pública gala, lo cual quedó reflejado en algunas de referencias implícitas entre sus palabras. Acto seguido, exculpó la responsabilidad de su país en el drama español, y no sólo reafirmó la política de no intervención como la única que podía aspirar a lograr una paz europea, sino que se permitió añadir que era también la que más convenía a la propia España. 25 En vista de que Alemania e Italia seguirían ayudando al bando franquista, en tanto que ni Gran Bretaña ni Francia parecían dispuestas a tratar de impedir tal intervención, se preguntó Álvarez del Vayo en voz alta: «¿En nombre de qué justicia se pueden permitir ambos gobiernos continuar privando al gobierno legítimo de España de aquellos medios a los que le da derecho la ley internacional?». Añadió que si dicha pregunta no tenía una respuesta satisfactoria, el pueblo español vería en la conducta de ambas democracias algo monstruoso, a la par que explicable únicamente desde un deliberado propósito de Londres y París de «estrangular su lucha de independencia y entregarle atado de pies y manos a los invasores». Terminó el ministro español sometiendo al Consejo un proyecto de resolución por el cual se invitaría a considerar el final de la política de no intervención, tal y como se había estipulado en el proyecto de resolución presentado ante la Asamblea de la propia Sociedad de Naciones el 2 de septiembre anterior20. Halifax zanjó la cuestión con una frase memorable: «La lucha que se sigue en España es una cuestión demasiado grave como para que pueda ser objeto de polémica». Bonnet, por su parte, justificó la no intervención como medio para garantizar la independencia del pueblo español y su posibilidad de determinar su destino por sí mismo, al abrigo de influencias extranjeras. Por ello reiteró la fidelidad de su gobierno a tal política. 26 Gran Bretaña, Francia, Polonia y Rumanía fueron los únicos países que votaron en contra de la resolución propuesta por el gobierno español en Ginebra. Con ello se evidenciaba la absoluta animadversión franco-británica hacia la causa democrática española. En la votación hubo nueve abstenciones, número poco habitual que revelaba simpatía hacia la causa republicana, pero no hasta el punto de estar dispuestos a romper la concordia ginebrina en defensa de la democracia española. Ante la falta de unanimidad, la propuesta española quedó rechazada. André Simone (pseudónimo de Otto Katz, agente de la Internacional Comunista), presente en el acto, escribió que los respectivos votos en contra por parte de Halifax y Bonnet «cayeron en el silencio muerto como rápidas bofetadas». Una periodista suiza no pudo evitar romper a llorar. Álvarez del Vayo abandonó la sala «pálido de muerte, pero severamente erguido».

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Bonnet, a su regreso al Hôtel des Bergues, fue increpado en el lobby, mientras trataba de justificar ante los periodistas su actuación, alegando que no podía haber hecho otra cosa, si bien matizando todavía que no se dejaría que España cayese en manos de Hitler y Mussolini. Gritos como «¡has matado a España!» se dirigieron al ministro, quien, pálido, puso rápidamente rumbo al interior del hotel.21 Para colmo, la mencionada declaración de Bonnet para librarse del acoso periodístico fue utilizada oportunamente por Mussolini para justificar un agresivo discurso propio en Génova, lo que no hizo sino complicar más las cosas, tal y como lamentó Halifax a su regreso a Londres22. 27 En la sesión conjunta de Asamblea y Consejo de la Sociedad de Naciones celebrada en el otoño de aquel año 1938, Negrín sorprendió al anunciar la retirada de suelo español de aquellos combatientes extranjeros que integraban las filas republicanas. La salida de las Brigadas Internacionales no fue sino un último intento, a la desesperada, de tratar de restar todo componente internacional a la contienda por parte del Gobierno de la República, en aras de lograr idéntica medida en el campo franquista. Ello no tendría lugar. En cuanto a las tareas de repatriación de dichos combatientes, la delegación francesa en Ginebra abogaba por implicar a la Sociedad de Naciones en la tarea, en lugar de dejarla exclusivamente en manos del Comité de No Intervención. Se alegó que, aunque sólo fuese por el bien del prestigio de la propia Sociedad de Naciones, ésta no podía eludir tomar acción cuando se le pedían simplemente labores de observación. El rol del organismo multilateral sería análogo al de la comisión encargada de investigar los bombardeos aéreos, cuya sede se habaía fijado en Toulouse. De tal modo, «la actitud de la Sociedad de Naciones parecería menos negativa». La delegación británica aceptó en principio la propuesta –elaborada por la delegación gala sin consultar al Quai d’Orsay –, y la sometió a aprobación en el Foreign Office, donde sería ratificada23. 28 El gobierno español ofrecía a las democracias occidentales una nueva oportunidad al abogar por la retirada del conflicto de todos los combatientes extranjeros, pero en ningún caso cedería como lo había hecho el Gobierno Beneš en Checoslovaquia tras los Acuerdos de Múnich –que implicaron la cesión de los Sudetes a Alemania–. Sin embargo, Londres y París continuaron presionando de cara a establecer en España una paz a cualquier precio. Imposible llegar a puntos en común. La firmeza española quedó bien reflejada con motivo de una visita a Barcelona por aquellas fechas por parte del ex ministro francés Vincent Auriol, quien había sido uno de los más firmes defensores de la causa republicana en Francia desde el inicio de la contienda. Álvarez del Vayo le dejó claro que si el embajador de su país se dirigía al Gobierno de la República del mismo modo en que los representantes de Gran Bretaña y Francia lo habían hecho con el presidente Beneš en Praga, la respuesta sería la retirada de sus pasaportes24. 29 El 21 de septiembre, Litvinov afirmó ante la Asamblea que la Unión Soviética había notificado a Francia y a Checoslovaquia que Moscú cumpliría con los compromisos establecidos con el gobierno español. Francia permaneció impasible. Una semana más tarde, Álvarez del Vayo y el embajador Marcelino Pascua visitaron el Quai d’Orsay y constataron que los Acuerdos de Múnich habían producido cierta vergüenza entre los propios miembros del gobierno francés. Una sensación bien diferente a la emoción de Chamberlain al mostrar, en la escalerilla misma del avión que le llevó de vuelta a Londres, el papel con su firma al lado de la de Hitler, documento que en teoría garantizaría que los países que ambos dirigían no terminasen enfrentados en guerra. En París las cosas se veían de forma muy diferente. No era para menos. El mismo Daladier pasó a estimar que se hallaba en un callejón sin salida, tanto para su país como para su

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posición personal al frente del gabinete. Por el contrario, Bonnet se mostró como un firme defensor de la línea seguida hasta entonces, e incluso partidario de acentuarla todavía más, con la nada oculta intención de ponerse él mismo al frente del gobierno25. El líder de la diplomacia gala no sólo se mostró plenamente satisfecho con lo acontecido en Múnich, sino que incluso se permitió recomendar un Múnich particular para la cuestión española. Como es lógico, la indignación de los dos representantes españoles desbordó las paredes del ministerio situado a orillas del Sena. 30 A comienzos de 1939 tuvo lugar una nueva reunión del Consejo de la Sociedad de Naciones, último acto del organismo en que España tendría presencia. Para entonces ya habían terminado las vidas tanto de la República como de la propia Sociedad de Naciones. Álvarez del Vayo decidió abstenerse de cuidar el tono diplomático que hasta entonces había tratado de conservar: «Sí, señores. Gravemente herido, abandonado y traicionado, el pueblo español proseguirá la resistencia. No ha podido restablecerse la paz en la justicia y no nos queda sino luchar hasta la muerte. Pero llegará un día en que os acordaréis de nuestras advertencias y en que os daréis cuenta de que España era el primer campo de batalla de la Segunda Guerra Mundial, que se acerca inexorablemente». Halifax, quien días atrás había acudido a Roma junto a Chamberlain para reunirse con Mussolini, abandonó bruscamente la sesión. Bonnet se mantuvo en su asiento, si bien sonriendo sarcásticamente26. 31 Cuando años más tarde Bonnet publicó sus diferentes libros de memorias afirmó que, a su llegada al Quai d’Orsay, la Sociedad de Naciones estaba muerta –apreciación correcta–, y se lamentaba de que sirviese para asuntos como el tráfico de opio, la supresión de barreras aduaneras o la trata de blancas, pero no para cumplir con su razón de ser, que no era otra que mantener la paz en el mundo. Se quejó asimismo de la necesidad de unanimidad en las resoluciones ginebrinas y que, aun lograda ésta, no existían fuerzas armadas propias del organismo para asegurar la ejecución de los acuerdos alcanzados. Olvidaba Bonnet que, en cualquier caso, era responsabilidad de los Estados que nutrían la existencia de la Sociedad de Naciones el asegurar que se llevasen a cabo las acciones estipuladas en el Pacto. Y, por supuesto, con Francia en primera línea de responsabilidades, en virtud de su propio peso en el continente europeo. Bonnet escribió largo y tendido acerca del organismo ginebrino dentro de su experiencia al frente del Quai d’Orsay y, sin embargo, la Guerra de España apenas es merecedora de salpicadas referencias, como cuando menciona de pasada y en medio de un contexto analítico de las relaciones tripartitas Francia-Gran Bretaña-Italia, el asunto de la retirada de los combatientes italianos enviados por Mussolini al campo franquista27. Tampoco faltan nada menos que tres recordatorios de que el gobierno británico había enviado un representante oficioso a Burgos. Se trata de un vago mecanismo exculpatorio y autojustificativo. De otro modo no resulta comprensible que su olvido para con el caso español vaya acompañado de insistentes referencias a un punto tan concreto, en el que debió de haberse amparado con frecuencia en sus argumentaciones de la época, y el cual quedó retenido en su subconsciente como una obsesiva clave justificatoria. Pero no debe extrañar que Bonnet corriese un tupido velo en torno a la cuestión española, toda vez que publicó sus escritos tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, fecha en la cual reflejar su verdadero papel en relación a España le hubiese deparado un nada glorioso papel histórico, así como una reinserción un tanto menos plácida en su propio país, marcado a fuego por la vergüenza de Vichy y enfrascado en una implacable condena a colaboracionistas. Ante tal panorama, resulta comprensible y lógico que Bonnet no reflejase su mayor simpatía hacia Franco que

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hacia Negrín o Álvarez del Vayo, con quien protagonizó incidentes no muy dignos en Ginebra. De todos modos, Bonnet no podría librarse del oprobio de la gran mayoría de sus compatriotas28. 32 En la fase final del encuentro ginebrino, dentro de la comisión en la cual fue abordada la cuestión española, tanto Halifax como Bonnet fueron reemplazados por Richard Butler y Émile Charvériat, respectivamente. Se trató de un último desplante a la democracia española por parte franco-británica, para cerrar una suerte que ambos países habían contribuido a determinar más que ningún otro desde casi tres años antes.

Un epílogo nada decoroso: El segundo abandono de la democracia española

33 El abandono franco-británico a la democracia española tuvo una segunda parte. Cuando, en 1945, Mussolini y Hitler cayeron derrotados en el campo de batalla de la Segunda Guerra Mundial, el general Franco, en solitario, ya no representaba un peligro. Así lo entendieron los británicos, con Winston Churchill a la cabeza, y Francia no había salido de la contienda precisamente con capacidad de decisión alguna, toda vez que su liberación de la ocupación alemana había sido posible gracias a las acciones de las principales fuerzas aliadas (fundamentalmente norteamericanas en el caso concreto francés), así como por una Resistencia en el interior del país a la cabeza de la cual estuvieron miles de republicanos perdedores en España, pero exiliados en el país galo, combatientes por la liberación de Europa y virtuales compañeros de victoria de los Aliados. De nada sirvió que los primeros hombres en liberar París del nazismo fuesen los españoles de la División Leclerc. Pero el pragmatismo se impuso a cualquier virtual atisbo de justicia histórica. Bastaba con obviar que Franco había alcanzado al poder con la ayuda de los otros dos dictadores derrotados. Habían comenzando nuevos tiempos marcados al compás de la Guerra Fría. Nuevamente, las democracias occidentales abandonaban a su homóloga española en una posposición sine die.

34 Los objetivos tácticos y estratégicos que conducen la acción política (siempre unidos a unos componentes ideológicos) se impusieron, como no cabe extrañar, a la más mínima consideración de justicia histórica. El pragmatismo se impuso, una vez más, al idealismo. La Sociedad de Naciones había muerto, precisamente a causa de la impunidad que resultó de las agresiones cometidas durante la década de los años treinta por parte de los tres países que constituirían el Eje. Si el organismo ginebrino volvió a nacer reencarnado en la Organización de las Naciones Unidas, a la democracia española todavía le faltarían tres largas décadas por delante para empezar a ver de nuevo la luz. Lo que ocurrió entre medias sobrepasa el objeto del presente artículo. Pero si España fue la gran perjudicada, cabe señalar que también Francia conserva no pocas cicatrices que recuerdan el precio de una política exterior errada –tanto desde el punto de vista ético como en cuanto a los mismos intereses nacionales–. El miedo y el egoísmo de los dirigentes franceses de la época contribuyeron decisivamente a no frenar la escalada de una nueva guerra mundial, y conllevaron no sólo el trauma de Vichy, sino la consagración de aquella décadence de la que habló el historiador Jean- Baptiste Duroselle.

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NOTAS

2. Diario ABC (Madrid). Edición del 28 de diciembre de 1935, p. 27. 3. Jules Moch, Le Front Populaire, grande espérance…, Paris, Librairie Académique Perrin, 1971, pp. 227-228. 4. Édouard Bonnefous, Histoire politique de la troisième République. IV, Paris, Presses Universitaires de France, 1965, p. 43. 5. Ricardo Miralles, «El duro forcejeo de la diplomacia española en París», en Ángel Viñas (dir.), Al servicio de la República: Diplomáticos y guerra civil, Madrid, Marcial Pons, 2010, p. 127. 6. Ángel Viñas, La República en guerra: Contra Franco, Hitler, Mussolini y la hostilidad británica, Barcelona, Crítica, 2012, p. 95. 7. Ministère des Affaires Étrangères –Direction des Affaires Politiques et Commerciales– Sous- direction d’Amérique. Mexique. Carp. 40. 13-08-1936. Información facilitada al autor por Miguel I. Campos, quien profundizará sobre el asunto en su próxima tesis doctoral. 8. Ángel Viñas, El escudo de la República: El oro de España, la apuesta soviética y los hechos de mayo de 1937, Barcelona, Crítica, 2007, p. 225. 9. Ministère des Affaires Étrangères – AD – SDN (La Courneuve, Paris) – 2049. 10. Augusto Barcia, Un golpe de Estado internacional (La política de no intervención), , PHAC, 1944, p. 23. 11. Anthony R. Peters, Anthony Eden at the Foreign Office, 1931-1938, Aldershot, Gower, 1986, pp. 229-230. 12. The National Archives (London) – FO 371/21343 – 111-116. 13. Stephen G. Craft, V. K. Wellington Koo and the Emergence of Modern , Lexington, The University Press of Kentucky, 2004, p. 121. 14. The National Archives (London) – CAB/23/89. 15. The National Archives (London) – CAB/23/92 – 248. 16. Ian Kershaw, Un amigo de Hitler: Inglaterra y Alemania antes de la Segunda Guerra Mundial, Barcelona, Península, 2013, p. 219. 17. Archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación (Madrid) – “Archivo de Barcelona” – RE.137. 18. Del peso de Léger y su influencia sobre Blum ya se hizo eco Tuñón de Lara hace muchos años. Véase Manuel Tuñón de Lara, «¡Todavía la no intervención! (Julio-Agosto, 1936)», Historia Contemporánea, n° 5, 1991, pp. 178-180. 19. Ángel Viñas, El honor de la República: Entre el acoso fascista, la hostilidad británica y la política de Stalin, Barcelona, Crítica, 2008, p. 324. 20. Archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación (Madrid) – “Archivo de Barcelona” – RE. 107. 21. André Simone, J’Accuse ! The Men Who Betrayed France, Sydney, George G. Harrap & Co., 1941, pp. 174-176. 22. The National Archives (London) – CAB/23/93 – 296. 23. Ministère des Affaires Étrangères – AD – SDN (La Courneuve, Paris) – 2053. 24. Julio Álvarez del Vayo, Freedom’s Battle, New York, Hill and Wang, 1971, pp. 252-254. 25. Archivo de la Fundación Pablo Iglesias (Alcalá de Henares, Madrid) – AJAV – 945 – 12: Correspondencia delegación de España ante la SDN y legación en Praga – 115. 26. Jean-François Berdah, La democracia asesinada: La República española y las grandes potencias, 1931-1939, Barcelona, Crítica, 2002, p. 413. 27. Georges Bonnet, Défense de la paix : De Washington au Quai d’Orsay, Genève, Constant Bourquin, 1046, p. 89 y pp. 145-147.

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28. Ya en 1941, Frank Owen no tuvo la menor piedad al escribir que el gobierno de capitulacionistas de Vichy estaba «muy próximo al gobierno de los sueños de Bonnet», apostillando: «La única partícula de realidad desagradable sobre el mismo, para Bonnet, era que no se le había incluido en él en un buen puesto». André Simone, op. cit., p. 7 (del prólogo de Frank Owen).

RESÚMENES

El artículo recorre la política exterior francesa de los años 1935-39, a través de su reflejo en la Sociedad de Naciones : desde los principios éticos de la oposición a un pragmatismo político una vez al poder ; desde los miedos y egoísmos al abandono de la democracia española ; desde la no intervención y el seguidismo al appeasement británico a la autodestrucción del Front Populaire, al abandono de responsabilidades, a la derrota y al régimen de Vichy.

L’article parcourt la politique extérieure française des années 1935-39 à travers ses manifestations à la Société des Nations : des principes éthiques de l’opposition jusqu’à son pragmatisme politique une fois au pouvoir ; de ses réactions timorées et égoïstes jusqu’à l’abandon de la démocratie espagnole ; de la non-intervention et de l’adhésion à l’appeasement britannique jusqu’à l’autodestruction du Front Populaire, la débâcle et l’instauration du régime de Vichy.

The article runs through the French foreign policy in the years 1935-39, through its manifestations in the League of Nations: from the ethical principles of the opposition, to its political pragmatism once in office; from its timorous and selfish reactions to the abandonment of Spanish democracy; from the non-intervention and adherence to the British appeasement to the self destruction of the Popular Front, the debacle and establishment of the Vichy regime.

ÍNDICE

Mots-clés: Front populaire, Appeasement, Société des Nations, Guerre d’Espagne, Décadence Palabras claves: Front populaire, Appeasement, Sociedad de Naciones, Guerra de España, Décadence Keywords: Front Populaire, Appeasement, League of Nations, Spanish Civil War, Décadence

AUTOR

DAVID JORGE

Instituto de Investigaciones Históricas - UNAM - México

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Guerre d’Espagne les débats chez les intellectuels français

Geneviève Dreyfus-Armand

NOTE DE L'AUTEUR

Geneviève Dreyfus-Armand est Présidente du CERMI, Centre d’études et de recherches sur les migrations ibériques, qui édite la revue Exils et migrations ibériques au XXe siècle.

1 La guerre d’Espagne a provoqué en France des débats vifs et des controverses nombreuses dans la classe politique et l’opinion françaises et, particulièrement, chez les intellectuels. La France a été le pays le plus marqué par la guerre qui se déroulait au- delà des Pyrénées.

2 Quelles qu’aient été leurs opinions par rapport au conflit espagnol, les intellectuels ont tous eu le sentiment, sur le moment ou rétrospectivement, que la guerre d’Espagne avait passionné les Français et que la Seconde Guerre mondiale avait commencé à Madrid. Deux points de vue rétrospectifs, émanant d’écrivains aux positions diamétralement opposées, en attestent. Pendant l’occupation de la France, Robert Brasillach, ardent thuriféraire du franquisme, qui avait soutenu la rébellion contre la République au nom de la défense de l’Occident, écrivait de la guerre d’Espagne : « On peut dire que jusqu’à l’alerte de septembre 1938, elle n’a jamais cessé un seul jour de passionner l’opinion française. »2. Quant à Albert Camus, fervent défenseur des républicains espagnols, il déclarait après la guerre mondiale, constatant que la dictature était toujours en place dans la Péninsule : Depuis neuf ans les hommes de ma génération vivent la vie de l’Espagne. C’est comme une blessure qui ne se referme pas. C’est par l’Espagne que nous avons appris que l’on peut avoir raison et être vaincus. C’est pour cela que votre guerre fut déjà la nôtre car elle était une guerre pour la liberté3. 3 Déjà, dans les années 1930, un autre conflit extérieur avait divisé les Français mais rien de comparable ne s’était produit avec ce qui se passera au moment de la guerre

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d’Espagne. Un bref rappel permet d’apercevoir les clivages antérieurs, réapparus dès juillet 1936.

4 Lors de la guerre menée par l’Italie fasciste en Éthiopie, la diversité des réactions est riche d’enseignements. Le 3 octobre 1935, à la suite d’un incident de frontière soigneusement organisé, les troupes italiennes envahissent l’Éthiopie. Le 5 mai 1936, la conquête est entérinée, après sept mois d’une guerre impitoyable où, en particulier, les Italiens utilisent des gaz de combat, en principe interdits. La guerre d’Éthiopie illustre déjà l’inefficacité de la Société des nations (SDN) : les sanctions économiques votées, qui entrent en vigueur le 18 novembre 1935, n’ont aucun effet, sinon celui de rallier l’opinion italienne à Mussolini ; elles sont, de toute façon, levées dès juillet 1936. 5 Au nom de la droite nationaliste, l’Action française mène une campagne d’une grande violence contre ceux qui préconisent l’application de sanctions à l’Italie et un catholique maurrassien, Henri Massis, est le principal rédacteur d’un texte où s’affirme la solidarité avec l’Italie au nom de la civilisation occidentale. Ce Manifeste des intellectuels français pour la défense de l’Occident et la paix en Europe (paru dans Le Temps du 4 octobre 1935) est signé par de nombreux intellectuels de droite, de l’Action française à la droite modérée, d’Abel Bonnard, Henry Bordeaux, Marcel Aymé, Robert Brasillach, Léon Daudet ou Pierre Drieu La Rochelle à Gabriel Marcel, Léon Daudet ou Pierre Gaxotte. Un manifeste antifasciste est publié en riposte dans L’Œuvre du 5 octobre 1935, signé par des intellectuels comme André Gide, Romain Rolland, Jean Cassou, André Chamson, Alain, Paul Langevin, Paul Rivet, André Malraux, Louis Guilloux ou Paul Nizan. Certains des signataires de ce deuxième manifeste, dont divers intellectuels catholiques, adhérent également à un troisième texte, publié dans L’Aube du 18 octobre et dans La Vie catholique du lendemain, intitulé Manifeste pour la justice et la paix4. Ainsi, à propos de l’affaire éthiopienne, les intellectuels se montrent extrêmement divisés et des divergences entre catholiques commencent à apparaître. Autant de clivages que l’on retrouvera au moment de la guerre d’Espagne.

Une opinion et une classe politique françaises divisées par le conflit espagnol

6 La guerre d’Espagne marque encore plus fortement l’opinion publique française. La proximité géographique y est pour beaucoup, mais d’autres facteurs y contribuent, comme la présence dans l’Hexagone d’une abondante population espagnole, venue y travailler ou s’y réfugier. Devenus le groupe étranger le plus nombreux après les Italiens et les Polonais, les Espagnols immigrés en France suivent avec attention les événements dans leur pays ; si des jeunes sont mobilisés, un certain nombre d’entre eux se portent volontaires pour aller défendre la République et, dans diverses régions, des comités de solidarité sont constitués et des fonds recueillis pour aider les combattants.

7 La similitude des situations politiques de part et d’autre des Pyrénées, les liens et les parentés idéologiques existant entre nombre de formations politiques font que les Français ont le sentiment de voir leur propre histoire se jouer dans le pays voisin. La guerre d’Espagne est ainsi, dans la France des années 1930, complètement « intégrée aux luttes internes de la politique nationale », jouant un rôle de miroir pour l’opinion française, comme l’a bien montré Pierre Laborie : Les Français vivent et règlent leurs problèmes par républicains et franquistes interposés. Le miroir espagnol les transforme en spectateurs de leurs propres

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affrontements, de leurs angoisses et de leurs espoirs. Il explique le présent et permet même de lire le futur5. 8 La présence, à la tête de la France, d’un gouvernement de Front populaire, proche idéologiquement du Frente popular et naturellement ami de la République espagnole, n’a pas les conséquences logiques que l’on aurait pu attendre d’un tel degré de proximité. Le gouvernement de Léon Blum renonce, pour des raisons de politique intérieure et internationale – le poids des radicaux dans la coalition au pouvoir et les pressions de l’allié anglais – à venir au secours de son homologue hispanique. Même si la non- intervention a parfois pu être « relâchée », son choix – sans même parler des effets funestes qu’elle aura sur le sort de la République espagnole – ne fait qu’attiser en France même les passions et accentuer clivages et déchirements au sein même de la majorité gouvernementale.

9 Le déclenchement de la guerre civile espagnole suscite immédiatement en France les prises de positions les plus diverses, en faveur de l’un ou l’autre camp et, parfois, des révisions de points de vues spectaculaires. Si le soulèvement franquiste y rencontre des adhésions, des mouvements de solidarité se créent immédiatement en faveur de l’Espagne républicaine. Les événements suscitent l’éclosion de nombreux comités, créés souvent sous l’égide d’intellectuels de renom, qui prêtent ainsi leur nom à des actions de solidarité et de propagande. 10 C’est du territoire français que partent nombre de volontaires pour les milices ouvrières et les Brigades internationales, qu’ils soient citoyens de ce pays ou non, immigrés anciens ou exilés de fraîche date, comme les réfugiés italiens antifascistes, allemands et autrichiens antinazis ou Juifs polonais, désireux de continuer en Espagne une bataille contre le fascisme commencée ailleurs. 11 L’écho de la guerre en Espagne en France a été tel, sur le plan idéologique et émotionnel, qu’il a entraîné, chez les intellectuels comme dans l’opinion publique et la classe politique, des prises de positions passionnées, des engagements personnels profonds, des dévouements sans nombre, des actes de solidarité innombrables. Dans une période de montée des tensions internationales marquée par l’affirmation des puissances totalitaires face à des démocraties largement désemparées, le conflit qui se déroulait en Espagne a pris aussitôt valeur de symbole : les uns y voyaient l’affrontement entre les démocraties et les pays fascistes, les autres y craignaient le développement de la révolution et l’éclosion d’un régime communiste, d’autres encore applaudissaient aux expériences de transformation radicale du système politique et social entrepris par la mouvance anarchiste et révolutionnaire. La ligne de démarcation sans doute la plus fondamentale entre les intellectuels français s’est placée entre les anticommunistes et les antifascistes, mais une variété importante de positionnements s’est fait jour.

Des intellectuels sur tous les terrains de la guerre

12 Jamais encore, comme au cours de ces événements, la frontière entre clercs, journalistes et militants politiques n’aura été aussi ténue. Pour la première fois sans doute en aussi grand nombre, les intellectuels ne se contentent pas de s’exprimer depuis leur table de travail ou depuis les locaux de leur comité de rédaction, ils se déplacent sur le théâtre des opérations. Les intellectuels deviennent aussi parfois, à droite comme à gauche, correspondants de guerre, envoyés spéciaux de divers organes

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de presse. Nombre d’écrivains se font reporters, comme Pierre Héricourt pour l’Action française, Jérôme et Jean Tharaud ou Antoine de Saint-Exupéry pour Paris-Soir et La Petite Gironde, les frères Tharaud aussi pour Candide6, Andrée Viollis pour Ce Soir, Regards et L’Humanité ou Paul Nizan entre autres pour ces deux derniers titres.

13 L’expansion et le profond renouvellement de la presse écrite dans les années 1930, avec l’irruption d’un nouveau photojournalisme, confèrent aux intellectuels un rôle notable. Certains quotidiens ou hebdomadaires jouent un rôle important, tel Paris-Soir qui accorde une place prépondérante à l’information par l’image et au grand reportage avec des écrivains de talent comme Joseph Kessel, Jean Cassou ou Saint-Exupéry. Plus novateur encore, le magazine Vu est l’un des premiers à témoigner de la violence qui ensanglante l’Espagne. Les clichés de photographes attitrés tels que Robert Capa donnent à voir, presque en temps réel, les événements. C’est un soutien sans réserves à la République espagnole qui est apporté par Regards, le magazine illustré du Parti communiste français (PCF), auquel contribuent les photographes Gerda Taro, David Seymour ou Robert Capa. Des écrivains tels que Paul Nizan, André Gide, Romain Rolland, André Malraux y collaborent7. 14 Des intellectuels se rendent en Espagne pour étudier la situation, s’informer et, éventuellement, rencontrer des représentants du camp dont ils se sentent proches, tels Henri Massis, Robert Brasillach, Jérôme et Jean Tharaud, du côté franquiste8, ou Élie Faure, Jean-Richard Bloch ou Jean Cassou, du côté républicain. Le dirigeant de l’Action française, Charles Maurras, comme nombre d’intellectuels admirateurs des « nouveaux Croisés » – tels Robert Brasillach, Henri Massis ou Pierre Héricourt – séjourne dans l’Espagne conquise par les franquistes et il est reçu quasiment comme un chef d’État. Il est déclaré « hôte d’honneur » de la ville de Saragosse. 15 Les intellectuels antifascistes se réunissent en Espagne. À la suite d’un premier Congrès pour la défense de la culture, tenu à Paris en juin 1935, le second Congrès est organisé, en pleine guerre, à Valence, Madrid et Barcelone du 4 au 11 juillet 1937 avant de se terminer dans la capitale française les 16 et 17 juillet. Le premier Congrès a été initié à l’appel d’écrivains communistes ou « compagnons de route » du PCF, tels que Jean- Richard Bloch, Louis Aragon, Louis Guilloux, André Malraux, Paul Nizan, Paul Vaillant- Couturier. L’Association des écrivains et artistes révolutionnaires (AEAR) créée en 1932 comme « section » française de l’Union internationale des écrivains révolutionnaires, fondée à Moscou peu de temps auparavant, en est la véritable organisatrice. Dans le sillage de la nouvelle ligne d’ouverture définie par le Komintern, l’AEAR a ouvert largement la liste des signataires de l’appel et des participants9. 16 Malgré les difficultés dues à la guerre, le second Congrès pour la défense de la culture réuni dans les trois villes espagnoles apparaît comme une nécessité. Plusieurs intellectuels français y participent aux côtés de leurs homologues étrangers membres également de l’Union internationale des écrivains révolutionnaires et issus de très nombreux pays ; ce sont André Malraux, Louis Aragon, Tristan Tzara, Julien Benda, André Chamson et Claude Aveline. 17 C’est d’ailleurs lors d’un discours d’ouverture à ce Congrès que Julien Benda justifie son engagement. Il avait pourtant fustigé en 1927 la tendance de ses pairs à avoir délaissé la pensée désintéressée et les valeurs abstraites et intemporelles pour se commettre dans le combat politique10. Dès le 1er août 1936, il prend position, réfutant l’argument de la droite selon lequel « l’intervention de la France serait la guerre européenne », une guerre voulue par l’URSS car, selon lui, ce dont la droite ne veut pas c’était d’une guerre

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contre le fascisme11. En juillet 1937, au Congrès pour la défense de la culture, il déclare : « Je dis que l’intellectuel joue parfaitement son rôle quand il sort de sa tour d’ivoire pour défendre les droits de la justice contre la barbarie », et il proclame son « adhésion au gouvernement de l’Espagne républicaine, sur lequel retombe aujourd’hui le tragique honneur de représenter la cause de la justice et de la liberté contre les puissances éternelles de l’obscurantisme12. » Déclarations révélatrices, surtout de la part d’un écrivain qui se voulait hors des débats politiques, de l’engagement des intellectuels dans cette période de guerres. 18 D’autres, enfin, s’engagent personnellement sur le terrain. Les cas emblématiques de Simone Weil et d’André Malraux sont bien connus. Simone Weil intègre en août 1936 le Groupe international de la Colonne Durruti ; elle se veut milicienne à part entière, porte le fusil, revêt en guise d’uniforme la combinaison d’ouvrier mécanicien (le mono azul), arbore au cou le foulard rouge et noir et se coiffe du calot aux couleurs identiques13. Bien que myope, munie de lunettes à verres épais, elle refuse les tâches d’arrière-garde auxquelles ses camarades voudraient la cantonner et elle tient à effectuer une mission de reconnaissance. Certes, l’engagement sur le terrain de la jeune philosophe se termine assez rapidement : suite à une grave brûlure par de l’huile bouillante, elle est obligée de repasser la frontière le 25 septembre suivant. Simone Weil soutiendra les républicains espagnols après son retour en France, approuvant les prises de position de Georges Bernanos dans Les Grand Cimetières sous la lune. Même si ses jugements sur la guerre en cours oscillent entre ses convictions politiques et ses exigences éthiques – défendant la non-intervention et la paix14 –, elle conservera cependant des liens profonds et durables avec certains de ses anciens compagnons de lutte15. 19 Quant à André Malraux, il s’est engagé dans la lutte contre le fascisme dès le début des années 1930, et il participe à tous les meetings où l’on traite du destin de l’Espagne, avant de rejoindre ce pays. C’est son roman L’Espoir, publié en décembre 1937, qui traduit le mieux le sens de son engagement et coontribue à faire entrer la guerre d’Espagne parmi les grands mythes du XXe siècle. En juillet-août 1936, André Malraux, avec le soutien officieux de Pierre Cot, ministre de l’Air du cabinet Léon Blum, fait passer en Espagne une dizaine d’avions. Il forme et commande l’escadrille « Espagne », qui rend de réels services aux républicains au début du conflit, même si son action a pu être controversée, en particulier par Ignacio Hidalgo de Cisneros, chef de l’aviation de la République espagnole. L’unité est dissoute fin février 1937.

Des intellectuels partisans du franquisme

20 Les intellectuels se revendiquant d’une droite conservatrice et nationaliste prennent position pour les généraux antirépublicains dès le début de leur soulèvement. Charles Maurras met L’Action française au service de la cause franquiste, persuadé que la défaite des « nationaux » en Espagne signifierait la mainmise communiste sur la Péninsule et serait une menace pour la France. Il préface en 1936 le livre de Pierre Héricourt intitulé Pourquoi Franco vaincra : « Les uns ont raison et les autres ont tort. Il faut vouloir que le bien ait le dessus. Il faut aimer que le mal morde la poussière16 ».

21 Dans son ouvrage, Vers l’Espagne de Franco, publié sous l’Occupation, Maurras se félicite de l’attitude de son journal : « Une des gloires de L’Action française est d’avoir rempli un devoir difficile avec une application et un dévouement reconnus17 ». Plein d’admiration

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pour le rétablissement de l’ordre effectué, selon lui, dans la zone nationaliste, il est persuadé que l’Union soviétique avait conçu des plans d’occupation de l’Espagne « bien avant que Franco eût commencé à les bousculer ». 22 Dans cette mouvance, se crée un comité intitulé Les Amis de l’Espagne nouvelle, qui vante l’œuvre sociale du nouvel État espagnol et les réalisations entreprises dans la zone nationale. Les Amis de l’Espagne nouvelle dénoncent la terreur qui, selon eux, règne à Madrid et veulent montrer que l’Espagne authentique est l’Espagne nationaliste. Dans son bulletin ou dans la maison d’édition associée, le comité publie des textes de Bernard Faÿ, Henri Joubert ou de Ramón Serrano Suñer, ministre du gouvernement de Burgos et beau-frère de Franco. 23 Rapidement, les thuriféraires de la rébellion franquiste entreprennent de s’en faire les historiens. Afin de glorifier la geste héroïque des nationalistes espagnols à Tolède, Robert Brasillach et Henri Massis publient dès 1936 Les Cadets de l’Alcazar. Et une Histoire de la guerre d’Espagne paraît en 1939, sous les plumes associées de Brasillach et de son beau-frère Maurice Bardèche. Une présentation chronologique y est faite du déroulement des événements, aboutissant à la « libération » de l’Espagne grâce à la ferveur des nationalistes, à leur idéal et à leur sens de l’organisation face au désordre républicain. Les auteurs défendent le camp de l’ordre et la violence contre une « démocratie paralysante ». Dans un recueil d’entretiens avec Mussolini, Salazar et Franco, Henri Massis qualifie Franco de « soldat de Dieu » : La pensée du général Franco, c’est un ensemble de certitudes, d’évidences, qui elles- mêmes se fondent sur sa foi catholique et qui en ont l’intégrité, l’assurance, le parfait équilibre. C’est ainsi que ce soldat est certain de défendre une cause sacrée, de lutter pour la civilisation chrétienne, l’indépendance et l’honneur de sa nation18. 24 Après les réactions immédiates et sans ambigüité de la droite nationaliste approuvant d’emblée les putschistes, il fallut cependant plus d’un an, la publication d’un appel pro- républicain et l’entregent de quelques Espagnols installés à Paris afin d’y défendre la cause franquiste, pour que paraisse, dans la revue Occident, le « Manifeste aux intellectuels espagnols » du 10 décembre 1937. Il convient de souligner que la revue Occident avait été créée par Joan Estelrich, fondateur d’un Comité intellectuel d’amitié entre la France et l’Espagne ainsi que du Bureau de propagande et de presse destiné à soutenir le gouvernement de Burgos. Cette déclaration de soutien aux intellectuels nationalistes espagnols émane de divers courants de la droite, conservateurs, maurrassiens et admirateurs du fascisme, d’Abel Bonnard, Henry Bordeaux, Paul Claudel à Léon Daudet, Pierre Drieu La Rochelle ou Ramon Fernandez : Nous ne pouvons faire autrement que de souhaiter le triomphe, en Espagne, de ce qui représente actuellement la civilisation contre la barbarie, l’ordre et la justice contre la violence, la tradition contre la destruction, les garanties de la personne contre l’arbitraire. Nous saluons donc les hommes qui, dans une heure d’effroyable adversité, représentent si dignement l’intelligence et la culture de leur pays19.

Des intellectuels défenseurs de la paix

25 Un argument tôt développé par Maurras, repris par beaucoup, est qu’une intervention française en Espagne entraînerait une guerre généralisée20. Devant ce qui apparaissait comme un conflit fratricide et face à la violence des combats, des voix s’élèvent pour appeler à la paix. Rien d’étonnant dans une société où le pacifisme engendré par la Grande Guerre est très enraciné, largement majoritaire dans le pays, transcendant les

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frontières sociales, partisanes et idéologiques. Mais le pacifisme, à part une aspiration commune et profonde à la paix, revêt une grande diversité d’attitudes. Multiforme, il est une sorte de « lieu géométrique de tous les contraires », selon la belle formule de Pierre Laborie21, et la brève présentation de quelques-uns de ses tenants l’atteste aisément.

26 En février 1937, à l’initiative de deux personnalités engagées dans des mouvements pacifistes – Lucien Le Foyer, président du Conseil national de la paix et Camille Planche, député, délégué à la SDN et président de la Ligue des Anciens combattants pacifistes – le Comité d’action pour la paix en Espagne publie un bulletin intitulé La Paix en Espagne. Ce Comité appelle à l’armistice et à la médiation en Espagne pour protéger l’Europe d’un « danger de guerre grandissant ». Parmi les signataires, on peut relever les noms des philosophes Alain et Simone Weil. Mais des divergences n’ont pas manqué d’apparaître, car malgré un sincère désir de paix, des contradictions déchirent ceux qui ne peuvent mettre sur le même plan l’agresseur et l’agressé. 27 Des catholiques ont entrepris une démarche parallèle, stimulés par un manifeste pour la paix civile en Espagne lancé à Paris, en avril 1937, par des Espagnols réfugiés, au premier rang desquels se trouve Alfredo Mendizábal, professeur de droit à l’Université d’Oviedo qui a, dans les revues Sept et Esprit, dénoncé la lutte fratricide menée en Espagne. En février 1937, le juriste espagnol a constitué un Comité pour la paix civile en Espagne – éditeur à Paris, à partir de décembre suivant, du bulletin La Paix civile –, se prononçant contre « les solutions de haine » qui prévalent en Espagne. Le philosophe Jacques Maritain soutient l’initiative et accepte de préfacer l’ouvrage de Mendizábal, Aux origines d’une tragédie. La politique espagnole de 1923 à 1936, publié fin 1937. 28 Peu de temps après la création du Comité espagnol pour la paix civile, un comité français similaire se constitue à Paris, en mai 1937. Le Comité français pour la paix civile et religieuse en Espagne est animé par Mgr Beaupin – évêque auxiliaire de Paris, chargé de l’action pastorale envers les catholiques étrangers – et par des écrivains, philosophes et universitaires tels que Georges Duhamel, Jacques Madaule, Gabriel Marcel, Jacques Maritain, François Mauriac et Paul Vignaux ; le secrétaire en est Claude Bourdet. Bien que né d’initiatives catholiques, le Comité se déclare ouvert à tous ceux qui désirent la liberté de conscience et la paix religieuse, éléments indispensables, selon lui, de la paix civile. Mais la férocité des bombardements qui touchent, à Madrid, Guernica ou Durango, des populations civiles innocentes amènent la plupart des responsables du Comité – auxquels se joignirent d’autres signataires – à protester contre les massacres de non-combattants. 29 Vouloir la paix, ce n’est pas forcément être neutre. Deux exemples indiquent la complexité de ce positionnement. Cofondateur de la revue Vendredi, principal organe du Front populaire, Jean Guéhenno met beaucoup de temps à prendre parti sur le conflit en cours. Il avoue d’ailleurs sa honte avec franchise, en juillet 193722. Persuadé que la non-intervention « pouvait suffire à sauver et l’Espagne révolutionnaire et la paix », il fait le constat de l’échec de cette politique en reconnaissant que le pacifisme n’était pas une tactique23. 30 Du côté des militants anarchistes, par fidélité à une ligne de conduite pacifiste, on demande que « s’exerce la solidarité de la classe ouvrière française vis-à-vis de l’Espagne, mais non une solidarité de gouvernement ». La position de Léon Blum est jugée « honorable » et les libertaires prônent une « action directe, de peuple à peuple » afin d’éviter la généralisation de la guerre. Cependant, cette orientation pacifiste

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n’exclut ni l’envoi d’armes ni l’engagement de volontaires dans les milices constituées spontanément en Espagne en riposte au soulèvement franquiste24.

Des intellectuels engagés aux côtés des républicains espagnols

31 Les intellectuels de gauche se déclarent sans hésitation en faveur de la défense de la République espagnole. La présence, en Espagne, d’un gouvernement de Front populaire a précédé de quelques mois seulement la victoire électorale, en France, du Rassemblement populaire de même orientation. L’intervention allemande et italienne donne, de plus, le caractère d’une lutte commune contre le fascisme. Cependant, l’intelligentsia de gauche se trouve rapidement déchirée entre ceux qui sont favorables ou se résignent à la non-intervention et ceux qui réclament une intervention française ; mais aussi, entre ceux qui défendent une révolution sociale entreprise dans certaines régions espagnoles, à l’initiative des anarchistes et de certains socialistes, et ceux qui soutiennent la politique menée par le gouvernement de Juan Negrín après mai 1937. La guerre d’Espagne est le révélateur des tensions internes au Front populaire et des divergences entre les intellectuels qui le soutiennent.

32 La première manifestation d’ampleur en solidarité avec l’Espagne républicaine se tient à Paris, salle Wagram, le 30 juillet 1936, à l’appel du Comité de lutte contre la guerre et le fascisme (dit comité Amsterdam Pleyel). De nombreux intellectuels y participent, tels Louis Aragon, André Gide ou André Malraux. Les intellectuels s’investissent dans des comités de solidarité avec l’Espagne républicaine. Dès le déclenchement de la guerre, des comités de soutien se créent. 33 Ainsi, à la suite d’une conférence européenne tenue à Paris le 13 août 1936, se constitue un Comité international de coordination et d’information pour l’aide à l’Espagne républicaine. Les présidents du comité sont le socialiste Victor Basch – président de la Ligue des droits de l’homme (LDH) et du Comité national du Rassemblement populaire – et Paul Langevin – savant de réputation internationale, proche du Parti communiste et animateur du Comité de vigilance des intellectuels antifascistes (CVIA). Le secrétariat est assuré par Madeleine Braun. Des sections existent dans de nombreux pays d’Europe, d’Amérique du Nord et d’Amérique du Sud et une mobilisation importante se produit : collectes d’argent, envois de bateaux chargés de vivres, de médicaments et de vêtements, rassemblés par des syndicats ouvriers, des enseignants ou des étudiants. Une aide sanitaire est également apportée : des médecins ou des infirmières se portent volontaires pour aller en Espagne sous l’égide du Comité international, tandis que les premiers réfugiés civils – notamment basques – sont parrainés par les sections nationales. En dehors de la solidarité concrète, le Comité mène un important travail de propagande, dénonçant les bombardements de villes et les massacres de populations civiles : il édite de nombreuses publications, donnant la parole à un catholique espagnol convaincu comme Angel Osorio y Gallardo, publiant des discours de Manuel Azaña, le président de la République espagnole, et de Julio Álvarez del Vayo, ministre de Francisco Largo Caballero puis de Juan Negrín. 34 Davantage tourné vers la diffusion d’informations sur la réalité de la guerre, le Comité franco-espagnol est animé par le journaliste radical Albert Bayet, l’enseignant catholique Jacques Madaule, collaborateur de la revue chrétienne libérale Sept et par le journaliste Louis Martin-Chauffier. Soucieux d’informer sans cesse de nouveaux

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secteurs de l’opinion publique française, peu ou mal renseignée sur la question espagnole, le Comité franco-espagnol publie de nombreux bulletins ; chaque livraison est consacrée à une question précise et sa diffusion est orientée vers un secteur particulier de l’opinion. Parmi les thèmes traités, figurent aussi bien l’enseignement, les menaces contre la sécurité de la France, la question religieuse, l’organisation syndicale en Espagne ou le problème agraire. Le Comité organise des conférences sur des sujets divers tels que l’armée ou la sauvegarde du trésor artistique espagnol pendant la guerre ; il édite des ouvrages sur l’intervention étrangère, sur la sécurité de la France et sur les questions religieuses, notamment La Question d’Espagne inconnue de José María de Semprún y Gurrea. 35 En décembre 1936, les clercs, en tant que tels, rendent public un manifeste intitulé « Déclaration des intellectuel républicains au sujet des événements d’Espagne25 », faisant probablement écho à l’appel lancé aux écrivains et aux artistes en faveur de l’Espagne, en novembre, par Louis Aragon26. Constatant que le pacte de non- intervention proposé par le gouvernement français début août est largement violé et que « la non-intervention s’est traduite par une intervention très effective en faveur des seuls rebelles », ils en appellent « à l’opinion française et à la conscience universelle » afin que soient rétablies les « relations commerciales avec un gouvernement ami, décision qui, en faisant prévaloir le droit, ne [peut] qu’affermir la paix27. » Réunissant plus d’un millier de signatures, ce manifeste voit réunis des universitaires – de Victor Bacsh, Frédéric Joliot-Curie, Paul Langevin à Henri Wallon –, des écrivains – de Romain Rolland, André Gide, Louis Aragon, Julien Benda, Jean- Richard Bloch, à Tristan Tzara – et des artistes – de Georges Auric, Marcel Carné, à Le Corbusier. La présence fournie d’amis de Paul Langevin indique que la déclaration est probablement l’émanation d’une rupture antérieure dans l’antifascisme : quelque temps auparavant, celui qui avait fondé le CVIA en 1934 – avec Alain et Paul Rivet – en avait quitté les organes de direction puis le comité, en désaccord avec le manque de fermeté vis-à-vis des régimes fascistes28. 36 Les fissures s’élargissent parmi les intellectuels antifascistes. La rupture intervenue au sein du CVIA n’est pas la seule. À la LDH, une crise éclate en 1937. Alors que celle-ci avait, au début, soutenu la politique de « prudence » adoptée par le gouvernement, son président, Victor Basch, admet l’échec de cette politique en janvier 1937 et propose son abandon, au profit d’une « politique nette, claire et ferme » incluant une aide armée au gouvernement espagnol. Les « ultrapacifistes » ou pacifistes intégraux – Félicien Challaye, Léon Émery, Gaston Bergery – mis en minorité au congrès suivant, en juillet, démissionnent du Comité central de la LDH. De même, les controverses au sujet de la guerre d’Espagne mettent fin à la période d’enthousiasme qui avait présidé à la création du journal Vendredi fondé fin 1935 par André Chamson, Jean Guéhenno et Andrée Viollis. L’hebdomadaire, véritable reflet des forces politiques constitutives du Rassemblement populaire, est doté d’une équipe rédactionnelle prestigieuse allant de « Gide à Maritain29 », en passant par Paul Nizan, Jean Giono, Romain Rolland, Julien Benda, André Malraux ou Alain. Dès les premiers jours du conflit espagnol, Vendredi se mobilise, lançant une souscription et envoyant des camions chargés de matériel militaire et de nourriture vers la zone républicaine. Mais l’évolution du Front populaire et, notamment, la décision de ne pas intervenir militairement aux côtés des républicains espagnols, suivie deux ans plus tard par l’accord de Munich, précipite la

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disparition du journal emblématique de la période de rassemblement des forces de gauche30. 37 Seules la mouvance communiste et une partie de la gauche socialiste et radicale restent opposées à la politique de non-intervention, de Paul Nizan et Jean-Richard Bloch à Jean Zyromski et Colette Audry. Les militants communistes et les « compagnons de route » du PCF soutiennent leurs homologues espagnols, minoritaires au début du conflit mais dont l’influence est allée grandissant du fait de l’aide soviétique et de l’influence exercée sur le gouvernement de Juan Negrín. L’évolution politique de l’Espagne est un facteur de division supplémentaire chez les intellectuels de gauche. Pour illustrer ces déchirements au sein des antifranquistes français, le cas de la gauche du Parti socialiste SFIO et des anarchistes est éloquent. 38 Dans Pas de blocus contre l’Espagne républicaine 31, le socialiste de gauche Jean Zyromski proclame son opposition à la politique de non-intervention, doublée d’un embargo international sur les armes à destination de l’Espagne. Le Comité d’action socialiste pour l’Espagne (CASPE), qu’il anime, s’emploie à faire connaître en France la propagande républicaine. Le journal du CASPE, L’Espagne socialiste, reproduit nombre d’affiches espagnoles, contribuant ainsi à diffuser largement les images symboliques et les représentations du camp républicain. Le CASPE multiplie les publications – bulletins, tracts, pétitions, feuilles d’information – pour demander la levée du blocus envers l’Espagne républicaine, organise des délégations auprès des parlementaires ou du gouvernement et convoque meetings et assemblées pour faire partager ses convictions. Bien que L’Espagne socialiste se veuille toujours rattachée à la SFIO, elle manifeste ses désaccords avec la politique menée par son parti : « La SFIO a-t-elle fait son devoir ? Les socialistes d’Espagne sont-ils satisfaits des socialistes de France ? », demande le journal en avril 1937. Le CASPE reproche à la SFIO de n’avoir pas « su fournir au gouvernement cette force propulsive qui l’aurait empêché de se laisser imposer des orientations funestes ». L’Espagne socialiste estime, en effet, que La politique dite de non-intervention n’a pas atteint les objectifs voulus par ses initiateurs du fait de sa violation délibérée et constante par les grandes puissances fascistes et qu’elle a encouragé l’arrogance de la réaction fasciste en France. 39 Guerre civile, lutte contre les fascismes ou révolution sociale ? Le débat sur le véritable sens de la guerre d’Espagne traverse non seulement le camp républicain espagnol, mais aussi ses sympathisants. Contrairement aux organismes socialistes, préoccupés surtout par la défense de la démocratie espagnole, ou à ceux influencés plus ou moins directement par le Komintern, peu soucieux de voir une révolution incontrôlée se développer en Espagne, les courants anarchistes ou révolutionnaires défendent les tentatives de transformations de la société entreprises dans la Péninsule. De France, comme d’Argentine, des États-Unis ou d’autres pays, la solidarité avec les anarchistes espagnols s’exprime. Un Comité de défense de la révolution espagnole antifasciste se mobilise et, en novembre 1937, à la demande des libertaires espagnols, une section française de la Solidaridad internacional antifascista se constitue. La SIA connaît un grand développement et son comité de patronage regroupe un ensemble de personnalités de gauche à l’exception des communistes : des dirigeants syndicaux comme Léon Jouhaux ou René Belin et des intellectuels tels que André Chamson, Paul Rivet, Maurice Rostand ou Jean Nocher. La SIA développe une propagande importante en faveur des anarchistes espagnols, ainsi que des actes concrets de solidarité. Dans ses publications, le 19 juillet 1936, jour de la riposte spontanée des masses populaires à la rébellion des généraux nationalistes, est particulièrement magnifié. Le soutien actif aux combattants

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espagnols est demandé ainsi que le boycott économique des pays fascistes et la cessation du blocus envers l’Espagne.

40 La signification des journées de mai 1937 à Barcelone – qui voient s’affronter anarchistes et militants du POUM32 aux communistes et aux forces de l’ordre de la Generalitat de Catalogne – n’est pas la même pour ce mouvement que pour les organismes influencés par les communistes. Si le Comité franco-espagnol assure le gouvernement de Juan Negrín de sa confiance en la justice espagnole, de sa haute estime et de sa respectueuse sympathie lors du procès du POUM devant le tribunal de Barcelone, d’autres militants et intellectuels appellent à la solidarité avec les emprisonnés. À l’automne 1937, les poursuites contre les « poumistes » et les anarchistes poussent Paul Rivet – ethnologue fondateur en 1937 du musée de l’Homme – à intervenir pour demander que les droits de la défense soient respectés ; elles entraînent également une pétition en ce sens signée par André Gide – qui avait résolu de publier quand même son Retour d’URSS en 1936 –, Georges Duhamel, François Mauriac et Roger Martin du Gard33. Quant à la revue Esprit, elle choisit de publier tant José Bergamín, partisan de la politique menée par Juan Negrín, que Victor Serge, dissident soviétique antistalinien dénonçant l’élimination des libertaires et des militants du POUM.

Des intellectuels catholiques déchirés

41 Il est éclairant de réserver une place particulière aux intellectuels catholiques tant la France des années 1930 est majoritairement imprégnée par la religion. D’autant que les rebelles qui se soulèvent contre la République en Espagne le font au nom de cette même religion et placent leur action sous le signe d’une « Croisade34 ». Dès avant la guerre d’Espagne, même si une majorité se reconnaît dans la droite conservatrice, les milieux catholiques français ne sont pas homogènes dans leurs prises de positions politiques. À propos du conflit espagnol, René Rémond résume : Le problème de conscience s’aggrave pour les catholiques de ce que le soulèvement a pris un caractère de guerre religieuse. L’opinion catholique est profondément troublée et passionnément divisée […] À la nouvelle du soulèvement, la réaction première de la plupart est de souhaiter son succès. La publicité faite aux massacres de prêtres, aux incendies d’églises, aux profanations de cimetières, justifie rétrospectivement l’insurrection et confère un sens religieux au conflit : une croisade pour le christianisme et la civilisation. Pourvu que le gouvernement de Front populaire ne s’avise pas d’intervenir35 ! 42 Ainsi, la crainte d’une intervention française inspire à François Mauriac une violente apostrophe. Académicien, auteur catholique reconnu, il réagit, lorsque la guerre d’Espagne éclate – ainsi qu’il l’avouera plus tard – en homme de son milieu social : « Aux premières nouvelles du soulèvement militaire et des massacres de Barcelone, j’ai d’abord réagi en homme de droite36. » Mauriac ne veut pas que la France prenne part au conflit espagnol et il a des mots extrêmement violents, publiés dans Le Figaro du 25 juillet 1936, pour en dissuader le gouvernement de Front populaire : […] s’il était prouvé que nos maîtres collaborent activement au massacre dans la Péninsule, alors nous saurions que la France est gouvernée non par des hommes d’État, mais par des chefs de bande, soumis aux ordres de ce qu’il faut bien appeler L’Internationale de la Haine. […] Un tel geste risquerait de jeter les plus sages dans le parti des violents37. […]

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43 Aussi, la réaction de l’immense majorité des catholiques français ressemble-t-elle à celle de François Mauriac, comme le souligne encore René Rémond : Sur le moment, presque tous les catholiques réagirent en hommes de droite : ils reçurent, sans la contester, l’explication qui divisait l’Espagne en deux camps : les soldats de l’Église et les impies. À cette présentation simple, la presse de droite resta fidèle jusqu’à la fin. Aussi le conflit ne lui causa-t-il jamais de grands tourments intellectuels ou moraux38. 44 Des écrivains et intellectuels catholiques prennent ouvertement position en faveur des généraux antirépublicains. Paul Claudel, que son statut de diplomate contraignait sans doute à la réserve, en sort en mai 1937 en écrivant un poème dédié Aux martyres espagnols, morts à cause de leur foi. Ce poème de 101 versets sert de préface à l’ouvrage publié à Paris, en 1937, par le franquiste catalan Joan Estelrich, La Persécution religieuse en Espagne39. D’une grande virulence, le poème de Claudel connaît immédiatement une grande diffusion, en France et l’extérieur, enthousiasmant le camp franquiste mais il provoque des réactions indignées jusque dans les rangs catholiques. François Mauriac reproche à Claudel de n’avoir pas écrit un seul vers pour « les milliers et les milliers d’âmes chrétiennes que les chefs de “l’armée sainte”, que les soldats de la guerre sainte ont introduits dans l’éternité40. » Dans Les Grands Cimetières sous la lune, en 1938, bien qu’indirectement, Georges Bernanos traite Claudel « d’imbécile » et de « canaille », exploitant avec cynisme « la grande peur des bien-pensants41 ».

45 Car divers intellectuels et écrivains catholiques se démarquent des positions profranquistes. Ils contestent la propagande franquiste de la « guerre sainte » qui met autant de leurs coreligionnaires en porte-à-faux avec leurs sentiments religieux. Le philosophe chrétien Paul Vignaux, professeur depuis 1934 à la Ve section de l’École pratique des hautes études, souligne combien la propagande franquiste faisant du soulèvement une action anticommuniste a marqué profondément les milieux catholiques42. Il estime que les images répandues de par le monde sur les violences anticléricales ont tenu une place centrale pour déterminer une position profranquiste de la masse des catholiques. Paul Vignaux décrypte très précisément les positions de ses coreligionnaires : si une majorité est profranquiste, à l’image du monde ecclésiastique français « quasiment lié par l’attitude presque unanime de l’épiscopat espagnol » – position exprimée par Paul Claudel –, un certain nombre de catholiques sont allés à contre-courant de leur environnement. 46 Des intellectuels catholiques font d’emblée des réserves sur le fondement religieux du soulèvement franquiste, refusant que l’on utilise la religion pour couvrir des exactions. C’est le cas de la revue Sept, fondée en 1934, dont l’équipe de jeunes intellectuels se reconnaissent comme des disciples du philosophe Jacques Maritain, considéré souvent comme le plus grand intellectuel catholique du xxe siècle. Si, dans un article du 7 août 1936, l’éditorial de la revue regrette que le gouvernement républicain n’ait pu empêcher des violences, il « plaint ces insurgés qui ont dû confier la cause de l’ordre national à des généraux rebelles et mobiliser des troupes coloniales contre leurs propres concitoyens43. » Mais la revue disparaît en août 1937, en butte à l’hostilité du Vatican par son refus de considérer l’insurrection franquiste comme une croisade en défense de la civilisation occidentale44. 47 Jacques Maritain, ancien maurrassien, réfute la justification de guerre sainte invoquée par les franquistes pour justifier leur soulèvement et la guerre impitoyable qu’ils mènent contre les républicains45. Pour lui, la chrétienté ne peut se rétablir par les

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armes. Et il estime que l’on ne peut mettre sur le même plan des athées qui massacrent des prêtres et des chrétiens qui assassinent des pauvres ; c’est un sacrilège de tuer au nom de la religion. Cela vaudra à Maritain d’être violemment attaqué par Ramón Serraño Suñer lors d’un discours prononcé à Bilbao46. 48 La verdeur et la violence des propos et des invectives, propres au débat politique des années 1930, gagnent aussi les milieux catholiques. La véhémence de Georges Bernanos vis-à-vis de Paul Claudel est emblématique de ce profond revirement effectué par des intellectuels catholiques d’abord séduits par la rébellion franquiste. Catholique conservateur et monarchiste, resté largement maurrassien, couronné en 1936 par l’Académie française pour son Journal d’un curé de campagne, Bernanos – qui se trouve résider à Majorque depuis deux ans – prend logiquement le parti des franquistes et son fils aîné, Yves, âgé de seize ans, s’engage dans la Phalange. 49 Georges Bernanos s’est établi aux Baléares en 1934 car, handicapé à la suite d’un accident, chargé d’une famille nombreuse et ne vivant que de sa plume, il y trouve une vie moins onéreuse qu’en France et un climat agréable. Bernanos y fréquente la bonne société de Palma de Majorque. Et même si, avant juillet 1936, il est critique par rapport à la droite espagnole, pointant l’égoïsme des classes dirigeantes et l’étroitesse d’esprit du clergé, il estime le Front populaire ennemi de sa foi. Aussi, le soulèvement militaire des 17 et 18 juillet le satisfait-il. Les idées de José Antonio Primo de Rivera et de sa Phalange lui agréent ; il y retrouve un peu celles de l’Action française à laquelle il a longtemps adhéré, resté fidèle à Charles Maurras après la condamnation prononcée par le Vatican. Bernanos, catholique convaincu, antirépublicain, partisan du « coup de force », voit ses propres aspirations mises en œuvre par les généraux soulevés. 50 Mais, passé l’enthousiasme des débuts, Georges Bernanos est, dès le début septembre 1936, surpris par le « caractère de férocité » du conflit et, à partir d’octobre, après trois articles favorables aux insurgés, il commence à changer de ton. Il estime que son fils est entouré de gens « qui ont beaucoup de sang sur les mains ». Lui, le monarchiste intransigeant et conservateur, ne change pas de camp mais il se met à témoigner de ce qu’il voit, à dire la vérité47. L’écriture des Grands Cimetières sous la lune commence. En janvier 1937, dans la revue Sept, il s’en prend à « une société qui, lorsque les affaires vont mal, n’a jamais réellement connu d’autre expédient que celui d’exterminer les pauvres48 ». 51 Devant les exactions commises par les phalangistes dans l’île rapidement conquise et la sauvagerie de la répression orchestrée par la Phalange et appuyée par des fascistes italiens, il ne peut s’empêcher de crier son dégoût et sa colère : Il faut voir. Il faut comprendre. Voilà une petite île bien calme, bien coite dans ses amandiers, ses orangers, ses vignes. […] Chacun de ces villages est un monde fermé, avec ses deux partis, celui des «prêtres» et celui des «intellectuels», auquel s’agrège timidement celui des ouvriers. Il y a encore le châtelain, qu’on ne voit d’ailleurs qu’aux beaux jours, mais qui connaît ses têtes, a noté depuis longtemps les mauvaises, en compagnie du curé son compère. […] Du jour au lendemain, ou presque, chacun de ces villages a eu son comité d’épuration, un tribunal secret, bénévole, généralement ainsi composé : le bourgeois propriétaire, ou son régisseur, le sacristain, la bonne du curé, quelques paysans bien-pensants et leurs épouses, et enfin les jeunes gens hâtivement recrutés par la nouvelle phalange, trop souvent convertis d’hier, impatients de donner des gages, ivres de l’épouvante qu’inspirent tout à coup, à de pauvres diables, la chemise bleue et le bonnet à pompon rouge. […] Car l’épuration est le dernier mot de cette guerre, tout le monde le sait, ou commence à le savoir ou le saura49.

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52 Georges Bernanos accuse également l’Église espagnole de complicité avec les auteurs de ces tueries. Il reproche à l’évêque de Palma de ne pas ignorer la répression. Honteux, révolté, il ajoute : Et puis quoi ? Que voulez-vous que je vous dise ? Des prêtres, des soldats, ce drapeau rouge et or – ni or pour l’acheter, ni sang pour le vendre… Il est dur de regarder s’avilir sous ses yeux ce qu’on est né pour aimer50. 53 Le pamphlet indigne la droite et Occident traite Bernanos de traître car « la croisade espagnole est une réalité indiscutable, un monde authentique, une vérité qui a ses exigences51 ». Simone Weil exprime son assentiment à Bernanos et l’équipe d’Esprit, sous la plume d’Emmanuel Mounier, apporte également son entier soutien : Il est un de ces rares livres autour desquels tout bavardage, même intelligent, est une indécence. On ne peut y répondre que par un acte, de haine ou de conversion » et salue en Bernanos « le dernier-né des prophètes chrétiens de langue française52. 54 François Mauriac connaît une évolution comparable à celle de Georges Bernanos. Après une première réaction favorable au soulèvement franquiste, il explique, en juin 1938, dans Le Figaro, ce qui a causé son retournement : Ce qui fixa notre attitude, ce fut la prétention des généraux espagnols de mener une guerre sainte, une croisade, d’être les soldats du Christ. […] les sacrilèges et les crimes commis par une foule armée et furieuse, au lendemain d’une rébellion militaire réprimée, sont d’une horreur insoutenable. Nous disons seulement que les meurtres commis par les Maures qui ont un Sacré-Cœur épinglé à leur burnous, que les épurations systématiques, les cadavres de femmes et d’enfants laissés derrière eux par des aviateurs allemands et italiens au service d’un chef catholique et qui se dit Soldat du Christ, nous disons que c’est là une autre sorte d’horreur… La présence des Maures, l’intervention massive des escadrilles et des troupes italiennes et allemandes, les méthodes atroces de la guerre totale, appliquées par des chefs militaires à un pauvre peuple qui est leur peuple, les souffrances des Basques coupables de crime de non-rébellion, posèrent aux catholiques français un cas de conscience douloureux53. 55 La première prise de conscience de la nature du franquisme est liée, pour François Mauriac, à la féroce répression qui accompagne la prise de Badajoz en août 193654. Mais c’est avec le bombardement de Guernica que François Mauriac franchit définitivement le pas : ce qui indigne Mauriac c’est la persécution dont les Basques sont l’objet, peuple en majorité catholique mais resté fidèle à la République y compris son clergé. Le bombardement de Guernica, le 26 avril 1937, lui fait définitivement prendre parti contre les franquistes.

56 Mauriac signe le manifeste lancé par La Croix, le 8 mai 1937, en défense des Basques, aux côtés de Jacques Maritain, Emmanuel Mounier, Maurice Merleau-Ponty, Paul Vignaux ou Gabriel Marcel. Quelques semaines plus tard, François Mauriac prend une part active à le constitution de la Ligue internationale des amis des Basques (LIAB), plaidant toujours pour leur cause : « On n’assassine pas un vieux peuple chrétien parce qu’il a cru qu’il ne fallait pas se révolter55. » Après la défaite républicaine, Mauriac continuera, par l’intermédiaire de cet organisme, à soutenir les Basques exilés en France. 57 Cependant, des catholiques prennent pratiquement d’emblée une position antifranquiste affirmée, comme l’équipe de la revue Esprit. Si certains collaborateurs ont pu manifester d’abord un double refus par rapport aux belligérants56, le reste de l’équipe et Emmanuel Mounier lui-même, fondateur et directeur de la revue, ne partagent pas ce point de vue neutre et décident de s’engager en faveur de la République espagnole. Le danger communiste n’est pas, pour eux, le plus immédiat et

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« une Église souffrante » leur semble préférable, au nom même du christianisme, à une « Église abritée à l’ombre de l’épée57 ». Aucun motif ne peut justifier l’horreur d’une telle guerre. 58 Avec le concours d’intellectuels espagnols comme José María Semprún y Gurrea, Esprit a à cœur de combattre la vision manichéenne d’un conflit espagnol présenté comme un affrontement entre communisme et christianisme. Ce qui n’empêche pas la revue de dénoncer les méfaits du stalinisme en Espagne, tout en maintenant son appui à la République. Esprit, préoccupé par l’urgence de la lutte antifasciste, n’en conserve pas moins une vigilante lucidité. 59 Ainsi, parmi les intellectuels catholiques, un certain nombre, et non des moindres, prennent des positions fermes de condamnation des rebelles, même si, au départ, leur prédisposition naturelle – sociologique comme idéologique – les a fait incliner vers eux. Si bien que des « petites avant-gardes », dont Esprit est le symbole, se sont trouvées en résonance avec des écrivains de la stature de Mauriac et de Bernanos ou de philosophes comme Maritain, trois hommes sur lesquels, à des degrés divers, l’influence de Maurras et de l’Action française a pu avoir prise auparavant dans leur parcours personnel58. 60 La guerre d’Espagne a suscité de tels débats chez les intellectuels français que les lignes de fractures idéologiques ont été profondes ; mais les positions sont passées parfois de la stabilité à des remises en question et à des retournements spectaculaires. Tant la complexité du conflit n’a cessé de questionner et de faire réfléchir les intellectuels qui faisaient de l’honnêteté leur principe de pensée.

NOTES

2. Robert Brasillach, Notre avant-guerre, Paris, Plon, 1941, p. 247. Cité par Maryse Bertrand de Muñoz, La Guerre civile espagnole et la littérature française, Montréal, Didier, 1972, p. 82. 3. Albert Camus, interview à Servir, 20 décembre 1945, in Albert Camus, Œuvres complètes, II, 1944-1948, Paris, Gallimard, « Bibliothèque de la Pléiade », 2011, p. 662. 4. Jean-François Sirinelli, Intellectuels et passions françaises. Manifestes et pétitions au XXe siècle, Paris, Gallimard, « Folio histoire », 1996, p. 147-166. Dictionnaire des intellectuels français. Les personnes, les lieux, les moments, sous la direction de Jacques Julliard et Michel Winock, Paris, Éditions du Seuil, 1996. Michel Winock, Le Siècle des intellectuels, Paris, Le Seuil, 1997. 5. Pierre Laborie, L’Opinion française sous Vichy, Paris, Le Seuil, 1990, p. 132-133 et 164. 6. Ainsi, entretien avec Miguel de Unamuno publié dans Candide, le 10 décembre 1936. 7. Geneviève Dreyfus-Armand, Odette Martinez-Maler, L’Espagne, passion française. Guerres, exil, solidarités, Paris, les Arènes, 2015, p. 64-71. 8. Jérôme et Jean Tharaud, Cruelle Espagne, Paris, Plon, 1937. Bien que les sympathies des auteurs aillent de toute évidence au camp nationaliste, ceux-ci ne prennent pas un parti explicite (cf. François Mauriac, « Cruelle Espagne », Gringoire, 26 février 1937). 9. Michel Aucouturier, « Sandra Teroni, Wolfgang Klein, éds., Pour la défense de la culture », Cahiers du monde russe [En ligne], 46/4 | 2005, mis en ligne le 29 juin 2009, Consulté le 29 novembre 2015. URL : http://monderusse.revues.org/6620 Journalisme et littérature dans la gauche des années 1930, Anne Mathieu et François Ouellet (dir.), Rennes, Presses universitaires de Rennes, 2014.

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10. Julien Benda, La Trahison des clercs, Paris, Grasset, 1927. 11. Vendredi, 1er août 1936. 12. Cité par Maryse Bertrand de Muñoz, op. cit., p. 43. 13. Luis Mercier Vega, « Simone Weil sur le front d’Aragon », in Les Écrivains et la guerre d’Espagne, Paris, L’Âge d’homme, « Les dossiers H », 1975, p. 275-279. 14. Alexandre Massipe, « L’engagement de Simone Weil durant la guerre d’Espagne », in Art, écriture, engagement. S’engager pour l’Espagne républicaine, Carmen Pineira-Tresmontant et Amos Fergombe (éd.), Fernelmont, EME éditions, Paris, L’Harmattan, 2015. 15. Geneviève Dreyfus-Armand, Odette Martinez-Maler, op. cit., p. 134-135. 16. Préface au livre de Pierre Héricourt, Pourquoi Franco vaincra (Paris, Baudinière, 1936), p. 11. Cité par Maryse Bertrand de Muñoz, op. cit., p. 77. 17. Charles Maurras, Vers l’Espagne de Franco, Paris, Éditions du Livre moderne, 1939, p. 84. Cité par Maryse Bertrand de Muñoz, op. cit., p. 86. 18. Henri Massis, Chefs. Les dictatures et nous. Entretiens avec Mussolini, Salazar, Franco, Paris, Plon, 1939, p. 144-145. Cité par Maryse Bertrand de Muñoz, op. cit., p. 79. 19. Occident. Le bimensuel franco-espagnol, n° 4, 10 décembre 1937. Cité par Jean-François Sirinelli, op. cit., p. 175-177. 20. L’Action française du 24 juillet 1936. 21. Pierre Laborie, op. cit., p. 91. 22. Jean Guéhenno, « Examen de conscience. L’Espagne et l’Europe », Vendredi, 8 juillet 1937. Cité par Maryse Bertrand de Muñoz, op. cit., p. 56. 23. Jean Guéhenno, « Au fond de l’absurde. Le pacifisme n’est pas une tactique », Vendredi, 1er avril 1938. Cité par Maryse Bertrand de Muñoz, op. cit., p. 56 24. Jean Maitron, Le Mouvement anarchiste en France, Paris, François Maspero, 1975, tome 2, p. 30-35. 25. Commune, décembre 1936. 26. « Je m’adresse à mes frères écrivains et artistes de France, à ceux qui sont les maîtres des mots, des sons et des couleurs, et je leur demande d’ouvrir de toute la force de leur génie, de toute la générosité de leur talent et de leur cœur, une croisade nouvelle, la croisade de la poésie et de l’art pour l’Espagne. » Cité par Maryse Bertrand de Muñoz, op. cit., p. 16. 27. Cité par Jean-François Sirinelli, op. cit., p. 167-170. 28. Jean-François Sirinelli, op. cit., p. 74. 29. André Chamson, Devenir ce qu’on est, Namur, Wesmael Charlier, 1959, p. 60. Cité par Maryse Bertrand de Muñoz, op. cit., p. 11. 30. Bernard Laguerre, « Vendredi », in Dictionnaire des intellectuels français, op. cit., p. 1149. 31. Pas de blocus contre l’Espagne républicaine ! Déclarations de Jacques Duclos,... Jean Zyromski,... Eugène Hénaff,... Georg Branting,... à leur retour d’Espagne, devant la conférence de la presse, le 16 septembre 1936, Paris, Comité mondial contre la guerre et le fascisme (1936). 32. Parti ouvrier d’unification marxiste. 33. Jean-François Sirinelli, op. cit., p. 174. 34. Geneviève Dreyfus-Armand, « La grande fracture chez les intellectuels catholiques » in La Guerre d’Espagne et la France, Jean-Pierre Amalric et Geneviève Dreyfus-Armand (dir.), Montauban/ Toulouse, Association Présence de Manuel Azaña / Méridiennes, 2014. 35. René Rémond, Les Catholiques dans la France des années 30, Paris, Éditions Cana, 1979, p. 175-176. [Édition revue et augmentée de Les Catholiques, les communistes et les grandes crises, 1929-1939, Paris, Armand Colin, coll. « Kiosque »,1960]. Les Catholiques dans la France des années 30, op. cit., p. 175-176. 36. François Mauriac, Le Figaro, 30 juin 1938. 37. François Mauriac, « L’Internationale de la Haine », Le Figaro, 25 juillet 1936, p. 5. Cité dans François Mauriac contre son camp. Une anthologie présentée par Merryl Moneghetti, Paris, Société éditrice du Monde, 2012, p. 52.

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38. René Rémond, op. cit., p. 177. 39. Le poème est également publié dans Sept, le 4 juillet 1937. 40. François Mauriac, préface au livre de Victor Montserrat, Le Drame d’un peuple incompris, Paris, H. G. Peyre, 1937, p. 5-6. Cité par Maryse Bertrand de Muñoz, op. cit., p. 305. 41. Georges Bernanos, Les Grands cimetières sous la lune, Paris, Plon, 1938, édition de 1955, p. 103-104. 42. Paul Vignaux, « Les catholiques français et la politique étrangère de la France », Politique étrangère, octobre 1938, p. 453. 43. Éditorial, Sept, 7 août 1936. 44. Dictionnaire des intellectuels français, op. cit., p. 1048-1049. Si les dominicains qui animent Sept se soumettent à Rome, des laïcs reprennent le flambeau et créent l’hebdomadaire Temps présent, où Mauriac se révèlera journaliste de combat. 45. Jacques Maritain, « De la guerre sainte », Nouvelle Revue française, 1er juillet 1937. 46. Michel Winock, op. cit., p. 303. 47. Michel Winock, op. cit., p. 298-299 48. Georges Bernanos, « Conclusion », Sept, 18 janvier 1937. 49. Georges Bernanos, op. cit., p. 125. Cité dans Georges Bernanos face aux imposteurs. Une anthologie présentée par Jean Birnbaum, Paris, Société éditrice du Monde, 2012, p. 97. 50. Georges Bernanos face aux imposteurs, op. cit., p. 96-103. 51. Occident, 10 juin 1938. 52. Emmanuel Mounier, « La pensée engagée. Georges Bernanos, Les Grands Cimetières sous la lune », Esprit, 1er juin 1938. 53. François Mauriac, 30 juin 1938. 54. François Mauriac, « Chronique. Badajoz », Le Figaro, 18 août 1936. 55. François Mauriac, « Pour le peuple basque », Le Figaro, 17 juin 1937. 56. AMV [Alfredo Mendizábal Vilalba], « Double refus », Esprit, novembre 1936. 57. Michel Winock, Esprit. Des intellectuels dans la cité, 1930-1950, Paris, Éditions du Seuil, 1975, coll. « Points histoire », 1996, p. 132. 58. Michel Winock, op. cit., p. 303.

RÉSUMÉS

La guerre d’Espagne a suscité chez les intellectuels français des débats passionnés. Les prises de positions ont été diverses, contradictoires, mais elles ont connu parfois des retournements spectaculaires, notamment parmi les catholiques.

The Spanish Civil War has given rise to passionate debates among French intellectuals. The opinions have been various, conflicting, but they have sometimes known impressive reversals, particularly among the Catholic intellectuals.

La Guerra de España provocó debates apasionados entre los intelectuales franceses. Las opiniones fueron muy diversas, contradictorias, pero sufrieron a veces vuelcos espectaculares, particularmente en el caso de los intelectuales católicos.

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INDEX

Mots-clés : guerre d’Espagne, intellectuels français Palabras claves : guerra de España, intelectuales franceses Keywords : Spanish Civil War, French intellectuals

AUTEUR

GENEVIÈVE DREYFUS-ARMAND

CERMI

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Les intellectuels espagnols face à la Guerre Civile (1936-1939)

Paul Aubert

1 La guerre civile de 1936 signifie en Espagne la fin de l’intellectuel traditionnel qui signe des manifestes, prononce des discours et rédige des articles de presse. Ses voies d’action et ses moyens d’expression sont devenus inutiles : les partis politiques sont sans voix, la presse est censurée. L’intellectuel devient alors un militant ou disparaît, son discours n’est plus audible. S’il prend parti, c’est pour un camp dont il évalue le programme politique en cas de victoire immédiate. De surcroît, l’histoire s’est accélérée. De ce point de vue, la Guerre civile marque une césure, même si la figure publique de l’intellectuel est mise à profit par la droite pour envisager une revanche sur le libéralisme. Comme jadis Maurras, au début des années dix, les intellectuels phalangistes ont compris l’intérêt qu’il y avait, au lieu de le dénigrer, à se substituer à l’intellectuel libéral pour, comme lui, faire appel à l’opinion. Les écrivains partisans du régime de Burgos se dotèrent de nouveaux organes. Les poètes forgèrent un style qui contrastait avec l’académisme des écrivains phalangistes madrilènes et ne plaisait pas aux lecteurs traditionnalistes. « Reçois ma prière de poudre et d’Ave maria » (« Recibe mi oración de pólvora y avemarías »), écrivait un blessé (« caído »), Rafael García Serrano, dans un poème intitulé « Exaltaciones ». F. Yzurdiaga, fondateur de Arriba España de Pampelune, leur répondit en assignant un nouveau rôle à l’intellectuel : « Peu nous importe que les petites gens ne nous comprennent pas. Il suffit que nous comprenne et approuve la fraternité des intellectuels d’Espagne et hors d’Espagne, les gens qui ont une conception impériale et exaltée de l’existence. »1.

2 Après trois générations d’intellectuels qui se sont succédé depuis le milieu du XIXe siècle afin de protester contre l’État au nom de la raison ou de la justice, faire de la politique, puis préparer la révolution, l’intellectuel de gauche, frustré par l’échec de la République (qu’il avait assimilé à la démocratie ou pris pour une étape vers un régime révolutionnaire), face au virage autoritaire qu’il pressent, sait qu’il sera combattu sur son propre terrain et qu’il devra choisir son camp et ne plus se contenter de revendiquer l’historicisme ou de décrire un monde cartésien2.

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La fin de la politique : vers l’affrontement

3 L’intellectuel libéral, formé à l’étranger, pensait avoir atteint son but en contribuant à l’avènement de la Seconde République, mais quelques mois après il entra en dissidence. Unamuno et Ortega dirent « non » au nouveau régime, qu’ils trouvaient dogmatique3, tandis qu’Araquistáin finit par préparer la révolution dont la république réformatrice qu’il avait soutenue dans les mêmes termes qu’Azaña – c’était une révolution « blanche », par la loi, afin d’éviter une révolution « rouge », sanglante – n’aurait été à son avis qu’une étape ou une utopie. Celle-ci consistait, selon lui, à avoir cru qu’il était possible de réaliser une révolution sociale au moyen d’une Constitution républicaine. « En réalité, tout ce que les partis républicains peuvent offrir et les partis ouvriers admettre – s’ils en avaient envie – tient sur une feuille de papier à cigarettes », ironisait-il encore en 1935. Déjà l’année précédente, il formulait un dilemme : « On renonce à la révolution ou on renonce à la loi »4. Il croyait tirer la leçon de la répression des luttes sociales européennes dont il avait été le témoin depuis son ambassade à Berlin, où il avait vu Hitler porté au Pouvoir par le suffrage universel, et proclamait la légitimité d’une révolution violente face à une démocratie fictive et de surcroît menacée.

Polarisation idéologique après l’insurrection d’octobre 1934

4 Quelques mois auparavant, après l’échec de l’épisode asturien qui divisa les intellectuels au sein du PSOE, la gauche voulut voir dans la victoire du Front Populaire une condamnation de la répression de l’insurrection. La droite interprétera le soulèvement du 18 juillet 1936 comme une réponse à celle-ci, en suggérant, comme Salvador de Madariaga, qu’avec « la rébellion de 1934, la gauche espagnole [avait] perdu jusqu’à l’ombre de son autorité pour condamner la rébellion de 1936 ». Mais les intellectuels, qui se rassemblèrent pour dénoncer dans un manifeste célèbre la répression du mouvement d’octobre, ne prétendaient pas aller au-delà. Chaque camp affirmait qu’il se disposait à briser les urnes et semblait convaincu qu’une nouvelle étape se préparait au sein d’une République désormais sans républicains. Largo Caballero avait affirmé que si la droite venait à gagner, « il déclencherait immédiatement la guerre civile ». Gil Robles évoquait également cette éventualité que, depuis la répression des manifestations de 1917, Zulueta, Domingo et même, à sa façon, Unamuno, ne manquaient pas d’évoquer5.

5 L’échec de la droite fit perdre des militants à la CEDA et en fit gagner à la Phalange Espagnole, groupe fascisant créé en 1934. José Antonio Primo de Rivera, son leader, le fils de l’ancien dictateur, prévenait qu’il ne respecterait pas un résultat électoral « qui serait contraire au destin éternel de l’Espagne ». Quant à José Calvo Sotelo, le dernier ministre des Finances de Primo de Rivera, il expliquait que « Le fascisme […] n’[était] pas une action, mais une réaction » au communisme6. Madariaga faisait le même constat : « Partout et en tous temps, les dictatures se sont produites en haut quand régna l’anarchie en bas […] chaque fois que pourrit un état social, de ses entrailles surgit une dictature de fer. Le fascisme c’est, dans le cas de l’Espagne et de la France, l’ombre fatale que projette sur le sol du pays la démocratie elle-même, lorsque sa décomposition interne la transforme en anarchie. »7. Tandis que le Gouvernement appliquait son programme, se multipliaient les rumeurs de conspiration militaire et se

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succédaient les incendies d’églises et de couvents ainsi que les agressions et les attentats perpétrés par l’extrême gauche ou l’extrême droite. À la fin du mois de mai, on arrêta 28 membres de la Phalange Espagnole et l’on ordonna la fermeture des syndicats de la CNT. Le 28 mai, José A. Primo de Rivera insultait le tribunal qui venait de le condamner à un an de prison pour détention d’armes. La confusion fut encore plus grande quand, lors d’une manifestation socialiste des leaders du parti, Indalecio Prieto et le Dr. Negrín, furent agressés par des partisans de Largo Caballero, à Écija, le 31 mai 1936. Au cours du meeting de Saragosse, ce furent los anarco-sindicalistes (pour qui l’URSS était aussi mauvaise que l’Allemagne) qui menaçèrent les socialistes. Au début du mois de juin, les adhérents de l’UGT et de la CNT voulurent déclencher une grève contre leurs dirigeants. Celle-ci expliqua que, puisqu’elle ne faisait pas partie du Front Populaire, rien ne l’obligeait à collaborer avec le Gouvernement. Gregorio Marañón prévoyait, le 2 juin dans El Sol, qu’après la chute du Gouvernement, le pays, bipolarisé, devrait affronter d’une part la réaction et d’autre part le marxisme. 6 Au cours de la session des Cortès du 16 juin 1936, Gil Robles expliqua que le pays n’était plus gouverné et vivait en pleine anarchie. Et Joaquín Maurín, le leader du parti trotskiste, le POUM, déclara qu’il existait une situation préfasciste. Dès lors, la presse fit état de rumeurs qui annonçaient l’imminence d’un coup d’État auxquelles Azaña ne prêta guère attention. Mola poursuivait la rédaction de ses « instructions réservées » pour dessiner un futur pouvoir disposé à gouverner par Décrets-lois approuvés postérieurement par une assemblée constituante. Celle du 5 juin prévoyait pêle-mêle la suspension de la Constitution de 1931, la dissolution des Cortès et l’extinction de l’analphabétisme. Elle se terminait par une profession de foi qui serait ensuite supprimée : « Le directoire s’engagera pendant sa conduite des affaires à ne pas changer le régime républicain […] et à adopter toutes les mesures qui lui sembleront nécessaires à la création d’un État fort et discipliné »8. « Il n’y a plus de solutions pacifiques », expliquait la feuille phalangiste No importa9. Le Gouvernement devait combattre les militaires de droite et les membres de la Phalange, ainsi que les anarco- sindicalistes, mais il dépendait des ouvriers et des casernes. Le 12 juillet, des phalangistes assassinèrent à Madrid un militant socialiste, le lieutenant Castillo. Le lendemain, eut lieu l’exécution du député monarchiste, ancien ministre des Finances de la Dictature de Primo de Rivera, José Calvo Sotelo. On considère ces deux crimes comme le début de la Guerre civile. Cependant, le soulèvement avait été préparé minutieusement : dans chaque ville un officier s’efforça de déclarer l’état de guerre.

La fragilité de la République

7 Les institutions de la République continuèrent à fonctionner sur le territoire qu’elle put défendre. Ce n’était plus le régime que les intellectuels avaient imaginé. Ceux-ci semblaient être victimes d’un malentendu. Ils avaient mal évalué le poids des tâches de gouvernement et la situation de celui-ci au sein du nouvel équilibre des forces politiques et sociales. Le 16 avril 1936, Azaña leur avait répondu qu’il avait fait ce qu’il avait pu, et présentait comme une évidence le fait que tous les députés pussent respecter la Constitution, en attendant qu’éventuellement les Cortès la réformassent, comme le proposaient José Ma Gil Robles et Miguel Maura. À la fin de 1935, José Castillejo commentait également cette possibilité dans El Sol 10. La question fit l’objet d’un débat, annoncé sous le titre: « Tres años de experiencia constitucional », après les conférences prononcées par le président de la République. Castillejo consacra un long

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article au « nouveau libéralisme » au cours de la campagne électorale de février 1936 tandis que les juristes ne cessèrent de gloser les arguments défendus respectivement par Alcalá Zamora et par le Ministre de l’Instruction Publique Joaquín Dualde. Le caractère sacré du texte adopté le 9 décembre 1931 irritait certains intellectuels. La mystique de la République qu’ils avaient contribué à créer débouchait sur une tautologie, voire une téléologie, qui ne toléraient pas la critique. La République semblait donc être victime d’elle-même. Castillejo fit l’inventaire de ce qui pourrait changer dans l’attitude des gouvernants en commençant par une nouvelle définition des tâches de l’État. Ces limites légales semblaient insupportables à certains, mais Azaña se plaisait à les évoquer comme une étape nécessaire, lorsqu’on l’accusait d’instaurer un régime communiste avec le Front Populaire et que l’on rappelait les malentendus de 1931. Le pays était scindé en deux, entre ceux qui redoutaient la révolution et ceux qui s’opposaient au fascisme. La gauche était fractionnée et en son sein les socialistes étaient divisés tandis que les communistes s’efforçaient de s’introduire dans les organisations socialistes. Si en 1917 les intellectuels les plus radicaux du PSOE étaient convaincus de faire la Révolution française de 1789, ou tout au plus la russse de 1905 ; si, en 1926, les signataires du manifeste d’Alianza Republicana se référaient au passé (« Venimos en el siglo XX a luchar por la libertad conquistada en el siglo XIX ») ; à la fin de 1933, la gauche radicalisée du PSOE se préparait à une conquête violente du Pouvoir. Araquistáin l’annonçait dans sa préface aux Discursos a los trabajadores de Largo Caballero : « Nos illusions du 14 avril se sont évanouies, de telle sorte que le dilemme n’est plus Monarchie ou République ; République ou Monarchie, il n’y a qu’un seul dilemme, hier comme aujourd’hui, aujourd’hui comme demain : dictature capitaliste ou dictature socialiste ». C’est ainsi que le dilemme entre la réforme et la révolution, selon le modèle de Joquín Costa, s’était teinté de nuances bolcheviques au point de se transformer en raison dialéctique : révolution ou contre-révolution.

8 Le contexte international n’était pas favorable à la consolidation d’une démocratie en Espagne. Les intellectuels au Pouvoir, et, le premier d’entre eux, Manuel Azaña, n’avaient pas évalué les rapports de forces et le poids des résistances, ou n’avait plus la force de les esquiver. Un secteur de la société, appuyé sur l’armée, prétendra à nouveau avoir le monopole du sentiment national, les autres essaieront de défendre l’état de droit ou de faire une autre révolution. De part et d’autre, le cercle vicieux de la violence prit le pas sur la raison. Ortega, après Baroja, Araquistáin, Besteiro, comme Lénine, se plaisait à dire que le recours aux sages de la tribu n’était que la preuve d’un déficit démocratique et que le rôle des intellectuels était de faire en sorte que, lorsqu’ils auraient éduqué le peuple, on n’eût plus besoin d’eux11.

Choisir son camp : une bataille de manifestes

9 Comme lors de la Première Guerre mondiale, on brandit à usage interne des arguments tirés de l’actualité internationale. Désormais les intellectuels espagnols signaient à nouveau des manifestes et se joignaient à l’action des comités antifascistes européens. Araquistáin présenta le soulèvement d’octobre 1934 comme « une défense violente de la légitimité républicaine et démocratique ». En Espagne, outre cet auteur qui consacra le tiers de ses articles de la revue Leviatán, qu’il venait de fonder, à dénoncer le danger fasciste, c’est la presse communiste qui accordait la plus grande importance à ce

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phénomène. Le débat social s’était radicalisé, la presse avait remplacé le commentaire de l’actualité internationale par un discours idéologique. Sur les quarante-cinq conférences prononcées à l’Athénée de Madrid entre les mois de décembre 1933 et septembre 1934, quatorze furent consacrées à la question de l’engagement des intellectuels, à l’URSS et au fascisme. Le virage socialiste de 1934 a éloigné les intellectuels de la gauche, même si quelques-uns d’entre eux se rassemblèrent pour dénoncer la répression de l’insurrection asturienne d’octobre 1934 en adhérant au « Manifeste pour protester contre la sentence infligée aux assassins du journaliste Luis de Sirval ». Cette guerre de manifestes se poursuivit jusqu’en 193912. Antonio Machado, qui avait été nommé, en 1936, président de la Casa de la Cultura, parla en public, et à la radio, signa de nombreux manifestes et participa, en juillet 1937, au IIe Congrès des Intellectuels Antifascistes pour la Défense de la Culture. Il avait rencontré quelques écrivains russes, notamment Ilya Erenbourg avec Rafael Alberti au café Varela. Le poète n’admettait pas la propagande du soi-disant camp national qui affirmait que les intellectuels demeurés aux côtés de la République servaient une cause étrangère13. Que les congrès des intellectuels antifascistes aient été parfois le fruit d’une tentative de captation des intellectuels occidentaux par le Komintern ne présuppose pas la cécité absolue des écrivains qui militèrent en son sein14. On accusa les intellectuels de tous les maux puisqu’ils osèrent un jour prétendre que la République était à eux et qu’ensuite, après avoir voulu la monopoliser, ils la renièrent15.

10 Le 18 octobre 1936, Juan de Castilla, dans l’édition de Séville du quotidien ABC, attaquait les intellectuels restés fidèles à la République. Dans un article intitulé « Des intellectuels incontrôlés », (« Intelectuales desmandados »), il citait un manifeste républicain reproduit par la presse étrangère. Quelques mois plus tard, quelques signataires et, en particulier, d’anciens membres du parti d’Ortega (la Agrupación al Servicio de la República) s’éloignèrent du régime qu’ils avaient contribué à créer. Triste épilogue : de nombreux intellectuels s’en vont, élégamment ou non, à partir de l’été 36. D’autres continuèrent à signer des manifestes en faveur de la République, mais leur itinéraire est loin d’être rectiligne.

Clivages et confusions

11 Le soulèvement militaire du 18 juillet eut des connotations anti-intellectualistes et fut suivi de l’exécution arbitraire de personnalités du monde de la culture ou de la politique : Federico García Lorca, à Grenade; Leopoldo Alas Argüelles, le fils de Clarín, à Oviedo ; Manuel Ciges Aparicio, Gouverneur civil d’Ávila, beau-frère d’Azorín, par exemple16. Après l’assassinat de Calvo Sotelo, Ortega comprit que, dans les deux camps, le cercle vicieux des représailles ne pourrait être brisé. Ramiro de Maeztu, qui était, depuis la publication de son livre Defensa de la Hispanidad, en 1934, l’un des plus importants idéologues de droite, fut arrêté à Madrid, le 31 juillet 1936 et fusillé, le 28 octobre. Selon ses amis, il était en proie à un délire paranoïaque depuis l’avènement de la République. Malade, Ortega abandonna sa villa du lotissement « El Viso » qui fut l’une des premières fouillées 17. Bien qu’il ait refusé de signer le manifeste des intellectuels antifascistes parce qu’il ne voulait critiquer nommément personne18, on trouve son nom au pied d’un communiqué publié, le 31 juillet 193619, par ABC, devenu un « quotidien de gauche » contrôlé par la UGT. Si la sincérité de telles adhésions est mise en doute par la presse « nationale », elle l’est également par certains organes socialistes, comme Claridad, proches de Largo Caballero20. L’année suivante, furent

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connues les explications de certains de ces intellectuels libéraux. Marañón, dont le fils – comme celui de Pérez de Ayala – combattit dans les rangs des soi-disant « nationaux » sur le front de Madrid finit par craindre pour sa vie. Après sa comparution devant une checa y un tribunal populaire et avoir constaté que l’on venait d’interdire la réédition de l’un de ses livres, il s’embarqua, avec sa famille, en décembre 1936, à Alicante sur le destroyer anglais Active, avec pour sauf-conduit une carte de la CNT 21. Le médecin, qui n’occupait plus son siège de député depuis la dissolution de son parti en 1933 (La Agrupación al Servicio de la República), mais avait pris la parole plusieurs fois sur les ondes de radios procommunistes, précisa, le 20 mars 1937, depuis Santiago du Chili, qu’il signa ces manifestes sous la menace22. Ortega sera tout aussi explicite dans « l’épilogue pour les Anglais », ajouté en 1937, à la nouvelle édition de La révolte des masses23. Avant d’aller à Valence, Antonio Machado adhéra, en décembre 1936, à une déclaration collective de remerciement à l’égard du comandante Carlos, Vittorio Vidali, qui dirigea le Quinto Regimiento (chargé de développer l’éducation et la culture et auquel appartinrent de nombreux écrivains) qui fusionna ensuite avec l’Armée populaire24.

Antintellectualisme. Épuration

12 L’esprit vindicatif et l’intransigeance qui avaient caractérisés jadis l’Espagne réactionnaire, viennent justifier de nouveau l’épuration entreprise par le nouveau régime. Était considéré suspect quiconque n’appartenait pas à une famille de droite depuis plusieurs générations. Cette version franquiste de la pureté de sang allait jusqu’à contester le comportement et la couleur idéologique des individus : celui qui, au cours d’une réunion, semblait trop prudent était soupçonné d’être un « rouge ». Dans le soi- disant camp « national », cette conjoncture alimente le mépris des conservateurs à l’endroit des intellectuels. Le pédiatre Enrique Suñer y contribua au sein de la Commission d’épuration, créée le 7 décembre 1936. Juan Tusquets avait déjà donné le signal de la lutte antisémite et antimaçonnique en 1932 dans un livre intitulé Orígenes de la Revolución española25. Enfin, Fernando Martín Sánchez Juliá tenait pour responsable de la décadence de l’Espagne les krausistes et Giner de los Ríos dans un ouvrage anonyme intitulé Una poderosa fuerza secreta. La Institución Libre de Enseñanza26.

13 Une nouvelle inquisition fonctionna destinée à lutter contre l’ennemi intérieur et à revenir à un ordre antérieur au lieu d’en instaurer un nouveau, même si dans la mythologie franquiste on présentait le soulèvement du 18 juillet comme le début d’une ère nouvelle. Après avoir discrédité – ou exécuté – les intellectuels qui un jour approuvèrent l’avènement de la République, ceux qui prétendaient agir dans l’urgence au nom de la nation, les soi-disant « nationaux », prétendirent monopoliser la patrie, en préséntant la Guerre civile comme : « le couronnement d’un processus historique, […] la lutte de la Patrie contre l’anti-patrie, de l’unité contre la sécession, de la morale contre le crime, de l’esprit contre le matérialisme »27. Cette conception de l’histoire nationale justifia le fait que l’on cherchât à imposer l’idée d’une croisade contre le paganisme. Selon de tels critères, les « nationaux » étaient les vrais Espagnols et les autres, des « rouges » dont l’épuration devait prolonger la victoire des premiers. Une série de décrets expulsa, en juillet et août 1939, des professeurs d’université28. On commença aussi à poursuivre les fonctionnaires restés fidèles à la légalité républicaine et à éliminer tous les vestiges du régime précédent, avec un zèle qui dépassait l’imagination, car les morts ne furent pas épargnés. C’est ainsi qu’Antonio Machado fit

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l’objet, jusqu’en décembre 1957, d’une enquête destinée à démontrer son appartenance à la franc-maçonnerie29. On dénonçait encore comme en 1931 – lorsque José Antonio désignait à Ortega30 – les pseudo-intellectuels antipatriotes, des dissidents hétérodoxes qu’il fallait maintenir éloignés de la vie nationale. Le général Franco fut fidèle à la profession de foi anti-intellectualiste, qu’il avait faite dans son roman autobiographique, Raza, publiée sous le pseudonyme de Jaime de Andrade, et, comme la plupart des jeunes officiers qui avaient crié « Mort aux intellectuels » à la sortie de l’institution de la calle del Prado, demeura hostile à l’Athénée, symbole de la conscience démocratique. Cette méfiance explique sans doute, malgré les efforts de Dionisio Ridruejo ou de Giménez Caballero, l’absence d’intellectuel organique du franquisme, au contraire de l’Italie de Mussolini qui exalta l’œuvre de D’Annunzio, de Malaparte ou de Marinetti. Par ailleurs, le régime franquiste s’efforça toujours de neutraliser plus que d’intégrer l’« ennemi intérieur ». La défaite de la République avait été celle des hommes de culture qui considérèrent, comme Unamuno ou Altamira, que leur peuple les avait trahis31. Nombre d’entre eux prirent le chemin de l’exil.

De la « IIIe République » à la troisième Espagne

14 Cette fuite de cerveaux fut présentée comme une victoire par les partisans du manichéisme officiel. Les hommes les plus représentatifs de la culture espagnole rejoignirent ce que José Bergamín – l’un des intellectuels les plus engagés aux côtés de la République, malgré son catholicisme hétérodoxe qui intriguait – appellerait « l’Espagne itinérante » (la España peregrina). Les intellectuels libéraux s’éloignèrent de la révolution qui, à leur avis, avait éclaté dans la zone républicaine et ils ne voulurent pas vivre dans la zone « nationale », privée de libertés publiques. Dans quelle mesure ont-ils contribué au naufrage du libéralisme et à l’effondrement de la République, comme le prétendit une historiographie récente qui les rend responsables des soubresauts historiques et même de la guerre civile, en les accusant d’avoir trahi leur cause soit en pratiquant le « rapt » de l’Espagne, soit d’avoir détruit délibérément le libéralisme en vigueur ? En devenant des intellectuels par leur intervention dans la vie publique, ces écrivains et professeurs auraient provoqué des phénomènes socio- politiques qu’ils furent ensuite incapables de dominer. Ceux qui gouvernèrent n’auraient pas choisi la bonne méthode et auraient privilégié l’instruction et la culture (par déformation professionnelle) au détriment des réformes de structure, notamment la réforme agraire.

15 Il y eut aussi une troisième Espagne catholique dont l’erreur avait été de croire que l’on pouvait démocratiser une société hiérarchisée d’ancien régime en cours de massification. Ce groupe de démocrates chrétiens avait organisé des conférences sur le thème « contribuer à la connaissance mutuelle et aux relations entre les intellectuels catholiques d’autres pays et du nôtre »32. Alfredo Mendizábal, un juriste d’Oviedo, secrétaire de la Unión Católica de Estudios Internacionales, constituée en juillet 1934 sous la présidence de Pedro Sangro y Ros de Olano33, avait fait partie de ce groupe inquiet face à l’anticléricalisme ambiant et s’était adressé, en mars 1933, à Manuel Azaña au nom de « la conscience juridique universelle. »34.

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L’exil de l’été 1936

16 Les critiques d’Unamuno et d’Ortega, puis le reniement d’Azorín, marquent le début d’une dissidence qui se confondra souvent avec une adhésion au régime du général Franco de la part de cette « Troisième Espagne » qui s’éloignait déjà de la République tout en proclamant son incompatibilité avec les deux camps. Entre le désir de préserver sa liberté afin de n’être pas accusés de servilisme envers le nouveau pouvoir et la nécessité de ne pas donner d’arguments aux ennemis de la République, tous les intellectuels ne voulurent pas choisir. Depuis le mois de juillet 1936, ceux qui disposaient de moyens financiers ou exerçaient un métier qui leur permettait de vivre à l’étranger, avaient pris le chemin de l’exil35. Moralement Unamuno se joignit à eux, après avoir approuvé brièvement le soulèvement, bien qu’il reconnût que son attitude, à l’intérieur du pays, était insoutenable36. Ces intellectuels avouent ne plus supporter l’intolérance des défenseurs de la République. Ils fuient la Révolution qui a éclaté dans la zone républicaine et ne veulent pas vivre dans la zone nationaliste privée de libertés. Quelques exemples illustrent leur malaise et révélent l’aporie de leur pensée. Madariaga, qui devint ensuite le modèle de l’intellectuel libéral exilé, affirma, en octobre 1936, à Londres, pour expliquer son silence face à la Guerre civile : « Je ne pouvais pas me déclarer en faveur des rebelles car ils représentaient une politique contraire à la mienne, ni en faveur des révolutionnaires, parce que je n’étais pas d’accord avec leurs méthodes, ni avec le but de certains d’entre eux. »37. L’attitude d’Unamuno ne pouvait manquer de susciter des commentaires à cause de la sinuosité d’un chemin qui le conduisit à sa fameuse colère du 12 octobre38. Face au déchaînement de la violence, l’écrivain affirmait avoir fait confiance aux militaires qui prétendaient sauver la République. En effet, aussi bien Queipo de Llano à Séville que Cabanellas à Saragosse terminaient leur manifeste par une référence à la République. De telle sorte que l’antimilitariste Unamuno crut candidement que ces militaires républicains allaient mettre de l’ordre dans le pays en se fondant sur le rituel du pronunciamiento du siècle précédent. Le général Franco lui-même invoquait, le 18 juillet, « la Fraternité, la Liberté et l’Égalité» et Yagüe terminait sa harangue après la prise de Badajoz, le 14 de août, par cette invitation aux légionnaires : « Criez avec moi : Vive l’Espagne ! Vive la République ! Vive l’Armée ! »39.

17 Cependant les événements ouvrirent les yeux de l’écrivain qui présidait alors la Commission d’Épuration. Crut-il que sa présence offrait un contrepoint libéral au mouvement militaire ? En tant que Recteur, il représentait le général Franco, chef de l’État de Burgos, dans les cérémonies officielles. C’est à ce titre qu’il ouvrit, à Salamanque, celle du 12 octobre 1936. Il entendit alors que le cri de la Légion que poussa Millán Astray, « Vive la mort ! », ressemblait à celui des militaires qui menaçaient les intellectuels à la sortie de l’Athénée de Madrid : « Comme j’ai été naïf et léger en adhérant au mouvement de Franco, sans compter sur les autres et en faisant confiance – comme je le fais encore – à ce prétendu caudillo. Car il ne parvient pas à civiliser ni à humaniser ses collaborateurs. […] C’est-là une campagne contre le libéralisme et non contre le bolchévisme », écrivait-il, en évoquant les persécutions dont faisait l’objet José Mª Gil Robles après avoir avoué qu’il était prisonnier à Salamanque40. Unamuno dénonce le suicide moral de l’Espagne, car il ne voit aucune issue à cette situation qu’il interprète comme le fruit d’une dégradation de la vie politique. Mais l’esclandre du vieux professeur, abandonnant le camp nationaliste, ne signifiait pas qu’il allait revenir au bercail républicain. Il confiait, le 20 octobre, à

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l’écrivain grec, Nicos Kazantzakis, qu’il avait perdu tout espoir et partageait l’accablement de ses compatriotes. Il prit congé de lui en affirmant que l’intellectuel avait le devoir de cacher la vérité au peuple « pour que les hommes aient la force et le goût de vivre » – comme le faisait son héros Manuel Bueno – avant de conclure : « En ce moment critique que traverse l’Espagne, il était indispensable que je me misse du côté des militaires. Eux seuls mettront de l’ordre parce qu’ils ont le sens de la discipline et savent l’imposer. Ne faites pas attention à ce que l’on dit de moi. Je ne suis pas devenu un homme de droite, je n’ai pas trahi la liberté. Mais, le plus vite possible, il est urgent de rétablir l’ordre. Vous verrez comment, dans peu de temps, je serai le premier à reprendre la lutte pour la liberté. Je ne suis ni un fasciste ni un bolchévique. Je suis juste un solitaire! »41. Deux jours plus tard, le 22 octobre, le général Franco destituait Unamuno de son poste de Recteur. El Socialista, du 3 novembre, annonça la nouvelle avec des accents caldéroniens : « On n’a plus besoin du traître »42. Unamuno avait pris des notes intitulées El resentimiento trágico de la vida, allusion ironique au livre qui l’avait fait connaître en Europe, en 1913, El sentimiento trágico de la vida. Il était convaincu que la guerre était un crime contre l’esprit et que l’antintellectualisme engendré par « la sauvagerie moscovite » et « la stupidité catholico-traditionnaliste » s’était généralisé43. L’écrivain notait dans ce dernier brouillon qu’il devait reconsidérer son œuvre et « comprendre et repenser l’Espagne ». Azaña évoqua dans ses mémoires la fuite des intellectuels qui profitèrent de missions culturelles ou diplomatiques ou d’une tournée de conférences dans les universités étrangères44. Ces sorties suscitèrent la méfiance des militants républicains. 18 La figure de l’intellectuel qui exploitait sa réputation comme un capital moral, réclamait un poste important ou une sinécure puis faisait le mort à la première averse, choquait Manuel Azaña. « Des républicains bons pour être ministres et ambassadeurs en temps de paix. Des républicains prêts à émigrer en temps de guerre », notait-il encore en 1939 dans son journal. Cet épisode confirmait son préjugé hostile à l’endroit des gens de sa corporation ; il se plaisait alors à se présenter comme un bouc émissaire : « Je me reconnais étranger à cette époque. Les hommes comme moi, nous sommes arrivés trop tôt ou trop tard. À moins que notre inutilité n’appartienne à tous les temps, à toutes les situations. Tout ce qu’il faudra faire désormais en Espagne, foule aux pieds mes convictions, contredit mes inclinaisons, mes goûts »45. Le peuple en armes – en qui Azaña croyait avoir vu jadis la nation – commettait aussi des crimes. La déception d’Azaña ne fut pas moindre que celle de ses compagnons réfugiés dans cette troisième Espagne qui ne fut qu’une transition vers l’ordre franquiste. Pérez de Ayala les avaient mis en garde en 1927, en constatant que ces intellectuels prenaient trop au sérieux leur rôle d’opposants au régime : « Nous vivons à une époque de transition et d’incertitude. Dans aucun coin de la terre nous ne trouverons une unité idéologique et sentimentale. »46. Il posait ainsi prophétiquement la question de l’identité, de la situation et du rôle de l’intellectuel dans la crise de la société bourgeoise.

Militantisme républicain, diplomatie et néolibéralisme

19 En 1936, Antonio Machado, jadis autodéfini poète intimiste, se présenta comme un milicien47 et se passionna pour la politique, au point de devenir un agitateur lorsque les grands intellectuels se retiraient de la scène publique. Il avait cédé aux sollicitations de Bergamín et assumait la présidence du IIe Congrès des Écrivains Antifascistes de Valence en 1937. Persuadé qu’il lui fallait prendre part à l’épopée populaire, mettre son

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lyrisme au service de cette IIIe République issue des urnes qui donnèrent la victoire au Front Populaire – « Elle est sans doute quelque peu frivole la position du philosophe lorsqu’il pense que la guerre est une impertinence qui vient perturber par surprise le rythme de ses méditations » –, Machado ne cacha pas l’admiration que lui inspiraient ces intellectuels qui assumèrent dignement les tâches du gouvernement48. Il expliqua sa radicalisation par un réflexe patriotique49, bien que l’on sentît dans ses derniers poèmes une aspiration à la tranquillité, le poète prêta sa plume à la propagande républicaine50. Fut-il candide au point de se laisser manipuler ? Le témoignage de León Felipe, qui raconte comment ils récitèrent des poèmes, le 4 juillet 1937, sans micro, devant un auditoire de cinq cents personnes sur la place de Castelar à Valence, en dit long sur la nature des épreuves qu’ils endurèrent parfois. Debout sur l’estrade alors qu’il était perclus par l’artériosclérose, Machado se vit refuser une chaise et essuya l’insolence du ministre de l’Instruction publique, Jesús Hernández51. Le poète insiste cependant sur le comportement exemplaire de l’intellectuel qui doit être la conscience de son peuple52.

20 D’autres crurent qu’ils pouvaient être utiles depuis l’exil. Les socialistes De los Ríos, Araquistáin et Jiménez de Asúa s’efforcèrent d’obtenir sinon une intervention du Gouvernement français, tout au moins le respect des contrats sur les ventes d’armes53. Après son voyage à Valence, au cours duquel il était venu voir Azaña, Sánchez Albornoz s’interroge sur l’opportunité d’une initiative des intellectuels en faveur de la paix54. L’historien, qui est convaincu que « le triomphe de l’un ou l’autre camp serait la barbarie dans notre patrie pour de nombreuses années », s’efforce de susciter une médiation argentine55 qui échoua au moment de la non-intervention de la Grande- Bretagne et de la France. Le 19 juin 1937, Madariaga publie simultanément dans The Times de Londres, Le Temps, de París et La Nación de Buenos Aires, un article au ton désespéré56 : « L’Espagne ne pourra se sentir solidaire d’une victoire qui – quel que soit le vainqueur – sera étrangère. De telle sorte que, quel que soit le vainqueur, c’est toujours l’Espagne qui perdra ». Il s’éloigna ensuite de la réalité espagnole en professant depuis l’exil un antifranquisme radical. Il tenta en vain de s’interposer entre les deux camps sans obtenir l’appui des puissances européennes, en réclamant diverses actions des gouvernements britannique et français, et notamment afin de faire en sorte que la politique de non-intervention soit une réalité57. En novembre 1944, Madariaga publia sa fameuse lettre ouverte au général Franco dans laquelle il le priait de quitter le Pouvoir: « Mon général, partez … Je ne le dis pas pour vous offenser, mais le Chef d’un camp de la Guerre civile, ne peut être utile au moment de faire l’unité espagnole. »58. 21 Désorientés, se sentant trahis par la République, dont ils se crurent les pères, certains intellectuels, moins engagés socialement, virent dans le néo-libéralisme l’avènement d’un monde plus serein, même si tous n’étaient pas convaincus que les marchés étaient auto-correcteurs. Ils ne renoncèrent pas au socialisme libéral, mais cherchèrent une voie moins agressive que le laissez-faire manchestérien, dans les idées d’économistes hostiles à Keynes, tels que von Mises, Röpke, ou Hayek. Castillejo, qui avait revendiqué le libéralisme, dans une série d’articles publiés dans le quotidien El Sol, au printemps 193659, intervint, ainsi que Madariaga, au Colloque Walter Lippmann à Paris du 26 au 30 août 1938. Ils se sentirent confortés par la présence de Jacques Rueff, qui se prétendait « libéral de gauche », sinon par celle de Raymond Aron, ou de Gaëtan Pirou qui expliquait cependant en 1939 qu’il ne fallait pas que la liberté économique menaçât les autres formes de liberté60.

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22 Entre 1936 et 1939, rien ne permet de connaître l’itinéraire idéologique d’Azorín sinon qu’il avait oublié qu’il était l’auteur de l’expression « République des intellectuels ». Car, après avoir été succesivement anarchisant, républicain fédéral, partisan de Maura, de La Cierva, du général Primo de Rivera et à nouveau républicain, il était devenu franquiste. Les cinquante articles qu’il publia dans ABC et Arriba, l’organe de la Phalange, entre le 30 novembre 1939 et le premier octobre 1946 – le premier s’intitule « Elegía a José Antonio » et l’avant-dernier, « José Antonio en la historia » –, prouvent qu’il fut un panégériste du franquisme61, au point d’élever Franco au rang de « maître des écrivains nationaux ». Un tel zèle était destiné à faire lever l’interdiction professionnelle dont il avait fait l’objet en 1940. Comme toujours, sauf au temps de l’idéalisme de sa jeunesse, il est du côté du Pouvoir. Son départ ne s’explique pas pour des raisons politiques. Il fut choqué par l’exécution de deux de ses amis : celle de son beau-frère d’abord, Manuel Ciges Aparicio, Gouverneur civil d’Ávila, fusillé le 19 juillet 1936 par les franquistes ; celle de Ramiro de Maeztu ensuite, qu’un groupe de miliciens sortit de prison pour l’exécuter, le 28 octobre 1936, dans le cimetière d’Aravaca. Il avait donc des raisons pour craindre les réactions des partisans des deux camps à un moment où circulaient les plus folles rumeurs, notamment celle qui prétendait qu’Unamuno avait été fusillé62. Dès qu’il reçut sa nouvelle carte de presse, l’écrivain collabora au quotidien phalangiste Arriba et publia, en mars 1941, deux volumes de mémoires dédiés aux deux censeurs Antonio Tovar et Maximiano García Venero. Il préféra se soumettre au régime afin de poursuivre en Espagne une œuvre litéraire qui ressemblait désormais à une activité de propagande. Dans une lettre qu’il lui adressa depuis Paris, le 21 janvier 1939, Azorín sollicita la clémence du Caudillo et l’autorisation pour les intellectuels républicains de revenir en Espagne63. Azorín sera ensuite l’un des auteurs les plus célébrés par le franquisme, après avoir été le héros de ce chant du cygne de l’intellectuel libéral. Ces exigences allaient à l’encontre de l’esprit de la Croisade auquel se référaient les dignitaires du régime. De telle sorte que ceux qui étaient partis restèrent hors d’Espagne – «je suis parti pour rester en vie», dira Francisco Ayala – et ceux qui étaient restés soignaient leur anxiété en se réfugiant dans une érudition de bon aloi. Cette version franquiste de la pureté de sang allait jusqu’à contester le comportement et la couleur idéologique des individus. Marañón livra ses réflexions sur l’émigration politique depuis Garcilaso dans son essai Españoles fuera de España. Pérez de Ayala reprit sa lecture des auteurs latins et redonna à ABC, en les mettant au goût du jour, des articles publiés jadis dans la presse de Buenos Aires. Un témoignage suggère qu’Ortega, qui ne faisait plus allusion à la vie politique qu’à travers le prisme de l’Histoire, finit par se rapprocher du régime franquiste64. Il reviendra cependant sur le rôle de l’intellectuel en 1944, en développant les mêmes arguments qu’en 1923 pour justifier son retrait de la politique : « les intellectuels, qui étaient tout, ont fini par n’être plus rien »65. Il lui semblait que l’intellectuel était victime de l’éclipse de la raison qui affectait le monde occidental.

Conclusion : de la frustration à la disparition

23 Lorsque leur action était confondue avec celle du gouvernement républicain, les intellectuels entreprirent des réformes structurelles que la droite annula à partir de 1933. La rupture de l’ordre constitutionnel était le fruit de la politique d’obstruction menée par la droite légaliste après sa victoire électorale de novembre 1933 et du virage

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des socialistes qui représentaient une force électorale plus importante que leurs alliés républicains et avaient un poids supérieur aux partis révolutionaires. La République a- t-elle été victime de cette radicalisation du PSOE, dès lors que les dirigeants de celui-ci se proclamaient marxistes, tandis que la CEDA envisageait l’instauration d’un État corporatif ? Après avoir prétendu écrire l’Histoire face à des événements qui leur échappaient, ces intellectuels se sentirent inutiles. Entre le peuple libéral inexistant – il s’était massifié et ne voulait plus entrer au parlement car il était dans la rue – et la nation inachevée, l’intellectuel courait le risque d’être manipulé par le Pouvoir ou de passer pour un irresponsable. « Encore une fois il va falloir couper le blé en herbes », répétait Azaña66, ou « les gauches seront chassées du Pouvoir sans avoir pu gouverner ». Mais la frustration de l’intellectuel venait aussi du fait que le débat social faisait défaut. Dans un monde où la « Croisade » entreprise par l’extrême droite convertissait l’idée en dogme et les exécutions devenaient un spectacle public67, la démocratie restait une utopie et l’intellectuel, s’il n’était pas un militant, était inutile. La prière du jeune León Felipe à ses aînés en dit long sur sa désillusion – « ne me racontez plus d’histoires » – autant que la rage du philosophe Ortega y Gasset qui constate : « l’intellectuel n’existe plus socialement, c’est un paria et un malfaiteur »68. Après la tragédie, dans la société de l’Après-guerre, les triomphateurs furent vindicatifs et accusèrent les intellectuels de tous les maux. Ortega, qui exaltait fièrement en 1927 le rôle prépondérant de l’intellectuel, théorisait à nouveau en 1940 sa propre situation : désormais l’intellectuel n’était plus rien. C’est ainsi qu’en quelques mois, l’intellectuel espagnol passa de l’illusion à la frustration et de celle-ci – lorsqu’il avait survécu – à la nostalgie. Car on continua en Europe à exalter sa figure puisque son histoire était celle de la lutte pour la liberté, qui, comme toutes les métaphores, a le lyrisme de l’absolu.

NOTES

1. Jerarquía, n° 16, XII.1936 et Arriba España, Pampelune, 1.VIII.1937. 2. Paul Aubert, « Les intellectuels espagnols et l’avènement de la Deuxième République (1930-1931) », Angelo Colombo (éd.), Recherches en littérature et civilisation européennes et hispano- américaines, Besançon, PUFC, 2009, p. 115-124 ; « “Vieille et nouvelle politique” : l’impossible relève générationnelle, 1868-1936 », P. Aubert (coord.), Transitions politiques et culturelles (XIX e- XXe siècle) Mélanges de la Casa de Velázquez, Madrid, n° 36-1, 2006, p. 49-82 ; Les intellectuels espagnols et la politique dans le premier tiers du XXe siècle, thèse d’État-ès-lettres, Univ. Bordeaux III, J. Pérez dir., Lille, ANRT, 1996, 1886 p. 3. P. Aubert, «Los intelectuales en el Poder (1931-1933): del constitucionalismo a la Constitución», Manuel Tuñón de Lara, José-Luis García Delgado (eds.), La II República. El primer bienio, Madrid, Siglo XXI, 1987, p. 169-231; «Intelectuales y cambio político», M. Tuñón de Lara (dir.), Los orígenes culturales de la II República, Madrid, Siglo XXI, 1993, p. 25-99.; «Los intelectuales y la II República», Ayer, n° 40, Madrid, Marcial Pons, 2001, p. 105-133; La Frustration de l’intellectuel libéral (Espagne 1808-1939), Cabris, Sulliver, 2010, 380 p. 4. Luis Araquistáin, «Las dos constituciones. Con la ley o por encima de la ley», El Liberal, 14.VI. 1917; «Revisión de conceptos. La revolución blanca», El Liberal, 21.VI.1917; «Revisión de

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conceptos. Revolución y reforma», El Liberal, 26.VI.1917; «La utopía de Azaña», Leviatán, n° 5, IX. 1934, p. 18-30; «El mito Azaña», Ibid., n° 18, X-XI 1935, p. 6; pról. a Francisco Largo Caballero, Discurso a los trabajadores, Madrid, Gráfica socialista, 1934, p. XIII; P. Aubert, «Manuel Azaña : un intellectuel au Pouvoir», J. P. Amalric-P. Aubert (éds.), Manuel Azaña et son temps, Madrid, CNRS- Casa de Velázquez-Ville de Montauban, 1993, p. 305-327. 5. L. Araquistáin, «Vida nacional. La guerra civil», España, n° 22, 25.VI.915, p. 8-9; P. Aubert, «La “Guerra civil” de Miguel de Unamuno», Circunstancia, n° 19, V. 2009, Revista de Ciencias Sociales, Instituto Universitario Ortega y Gasset, Revista Electrónica Cuatrimestral, Madrid. 6. Diario de las Cortes, 17.IV.1936. Cette même année Madariaga publie, Anarquía o jerarquía, 7. S. de Madariaga, España, Buenos Aires, ed. Sudamericana, 1944, p. 550. Sauf indication contraire, c’est nous qui traduisons. 8. Joaquín Arrarás, Historia de la II República Española, t. IV, Madrid, ed.Nacional, 1968, Madrid, p. 308. 9. Federico Bravo Morata, Historia de la República, t. II, Madrid, Daimon, 1977, p. 288. 10. J. Castillejo, «La reforma constitucional. ¿Tenemos Constitución?», El Sol, 10 .XII.1935. 11. « L’idéal d’un peuple est de ne pas se voir obligé à ce qu’interviennent dans sa politique les intellectuels, car cela veut dire que chez ce peuple les choses ne vont pas bien. », redit Ortega devant les Cortès Constituantes, le 4 septembre 1931 (Diario de Sesiones, n° 33, 4.IX.1931, p. 777). « Le rôle des intellectuels consiste à rendre inutile l’existence de dirigeants spécialisés, intellectuels. » (Ce que sont les « amis du peuple » et comment ils luttent contre les social- démocrates, Lénine, 1894, Œuvres, Moscou, t. 1, p. 321). 12. Le 11 juin 1933, Unamuno, Jiménez de Asúa, Marañón et le juriste Recasens Siches appellent à la formation d’un « Comité d’intellectuels conscients pour aider les victimes de la terreur nazie ». Le 14 juillet, à l’occasion de la visite d’Henri Barbusse à l’Athénée de Madrid, est créé le Comité d’Aide Antifasciste présidé par Jiménez de Asúa. Depuis le mois d’avril 1934, l’actualité internationale réunit à nouveau leurs signatures au pied de manifestes contre le nazisme, l’intervention italienne en Abyssinie en 1935, le régime d’Oliveira Salazar au Portugal en 1936. Marañón signa également le manifeste de l’Association des Amis de la Russie et celui des Ennemis d’Hitler ; Antonio Machado, les manifestes de solidarité avec les peuples opprimés. Il est également le premier signataire, en avril 1934, du Manifeste contre la terreur nazie, avec Sender, Alberti et Mª Teresa León, notamment (Heraldo de Madrid, 7.IV.1934). Il approuve aussi le Manifeste contre l’agression de l’Italie en Abyssinie, le 6 novembre 1935, les deux manifestes du « Comité des amis du Portugal » qui dénoncent, le 6 mai et le 4 juillet 1936 « les méthodes brutales de répression de la dictature fasciste de Salazar » (La Vanguardia, 22.IV.1938.) et, le Manifeste de solidarité avec le peuple chinois, en avril 1938. Tout au long de cette période, Machado, plus sollicité que jamais, signe de nombreux manifestes, au point d’apparaître –peut- être avec Menéndez Pidal– comme le seul intellectuel de sa génération présent dans presque toutes les manifestations. Il adhère, le 8 août 1936, avec Menéndez Pidal, Marañón, Pérez de Ayala, Pittaluga, Marichalar et Ortega y Gasset, entre autres, à celui des intellectuels qui expriment leur soutien au Gouvernement (Ahora, 31.VII. et 1.XI.1936) ainsi qu’au Manifeste de l’Alliance des Intellectuels Antifascistes (El Mono Azul, 19.XI.1936) et à celui qui annonce la première évacuation des intellectuels de Madrid, le 29 novembre 1936. 13. Prosas Completas (PC), Madrid, Espasa, 1988, t. II, p. 2519 et 2521. 14. Stephen Koch, La fin de l’innocence. Les intellectuels d’Occident et la tentation stalinienne. 30 ans de guerre secrète, Paris, Grasset, 1995, 483 p. 15. Azorín, « Estafeta de alcance. La República es de los intelectuales», Crisol, 4.VI.1931. 16. José Luis Rodríguez Jiménez, «Ni División Azul, ni División Española de Voluntarios: El personal forzado en el cuerpo expedicionario enviado por Franco a la URSS», Cuadernos de Historia Contemporánea, Univ. Complutense, Madrid, 2009, vol. 31, p. 265-296.

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17. Eugenio Vegas Latapié, Escritos políticos, Madrid, 1940, p. 241-242 et p. 250; Los caminos del desengaño. Memorias políticas, t. II (1936-1938), Madrid, Tebas, 1987, p. 268. 18. Miguel Ortega, Ortega y Gasset, mi padre, Barcelone, 1983, p. 130-132. 19. « Adhésion d’intellectuels. Les soussignés déclarons que, face à l’affrontement qui a lieu en Espagne, nous sommes aux côtés du Gouvernement de la République et du peuple, qui avec un héroïsme exemplaire lutte pour ses libertés. » Les autres signataires étaient Ramón Menéndez Pidal (président de l’Académie Espagnole), Antonio Machado (poète), Gregorio Marañón (médecin et académicien), Teófilo Hernando (médecin et professeur d’université), Ramón Pérez de Ayala (ancien ambassadeur), Juan Ramón Jiménez, Gustavo Pittaluga (médecin et professeur d’université), Juan de la Encina, directeur du Musée d’Art Moderne, Gonzalo Rodríguez Lafora (médecin et professeur d’université), Pío del Río Hortega (médecin et professeur d’université), Antonio Marichalar (écrivain) y José Ortega y Gasset (philosophe). (ABC, Séville 13.X.1936). 20. Cité par Manuel Rubio Cabeza, Los intelectuales…, op. cit., p. 198-199. 21. G. Marañón, « Las pedanterías del crimen », El Pueblo, Montevideo, 6.III.1937. María Zambrano, «Carta al Doctor Marañón», Los intelectuales en el drama de España, op. cit., p. 57. «Dos direcciones opuestas separan a los intelectuales españoles. Y cuando alguien de quien esperamos otra cosa, toma la que no es ni puede ser nunca la nuestra, venza quien venza, querríamos en ese instante inmediato anterior a la marcha aún unas palabras» (p. 58). 22. Lettre à José Pijoan, citée par Marino Gómez Santos, Españoles sin frontera, Madrid, Planeta, 1983. 23. O.C., t. 4, op. cit., p. 306. 24. Milicia Popular, n° 116, 1er décembre 1936. 25. E. Suñer, Los intelectuales y la tragedia española, op. cit.; Juan Tusquets, Orígenes de la Revolución española, Barcelone, Editorial Vilamala, 1932, 215 p. 26. Una poderosa fuerza secreta. La Institución Libre de Enseñanza, S. Sebastián, Ed. española, 1940, 280 p. 27. Francisco Franco, «Declaraciones al representante de la Agencia Havas, el 27 de agosto de 1938», Palabras del Caudillo, Madrid, Ed. Nacional, 1943, p. 532. 28. Américo Castro, Claudio Sánchez Albornoz, Agustín Viñuales, Emilio González-López, Rafael de Buen, José Ots, Niceto Alcalá-Zamora Castillo, Juan Peset, José Puche, Luis de Zulueta, Pedro Salinas, Blas Ramos, Enrique Rioja, Pedro Carrasco, Juan M. Aguilar, Manuel López-Rey et Antonio Flórez de Lemus. 29. Il fut révoqué post-mortem par la Commission Supérieure d’épuration, le 7 juillet 1941, en vertu de la loi du 10 février 1939 (Expediente académico y profesional de A. Machado y Ruiz, Madrid, Ministerio de Educación y Ciencia, 1975, p. 288). 30. J. A. Primo de Rivera, «Los intelectuales y la Dictadura», pról. a La Dictadura de Primo de Rivera juzgada en el extranjero, Madrid, 1931. 31. R. Altamira, «Inventario de mis perdidas económicas, intelectuales y morales, por causa de la guerra civil de España», Rafael Altamira (1866-1951), Alicante, Instituto Juan Gil-Albert, 1987, op. cit., p. 225; P. Aubert, «Rafael Altamira, la redención nacional por la Historia», La Huella de Altamira, Madrid, Univ. Complutense, 2012, p. 37-90. 32. Juan Zaragüeta, « El grupo de la Democracia Cristiana, ABC, 18.IV.1934. 33. Apparaissent également les noms de Manuel Abril, Manuel de Falla, Alfonso García Valdecasas, Antonio Guarrigues, Juan Lladó et José Ma Semprún Gurrea, éditeur de la revue Cruz y Raya, créée en 1932 par J. Bergamín et Eugenio Ímaz. 34. ABC, 29.III.1933, p. 10 et 12. Manifeste signé par Ramón Albó, Maximiliano Arboleya, Severino Aznar, Leopoldo Calvo Sotelo, José P. Gafo, Antonio de Luna, Alfredo Mendizábal, Salvador Minguijón, Manuel Siurot, Juan Zaragüeta et José Ma Zumalacarregui. 35. V. M. Rubio Cabeza, Los intelectuales españoles y el 18 de julio, Barcelona, 1975, p. 73-75 ; Hipólito Escolar, La cultura durante la Guerra Civil, Madrid, Alhambra, 1987, 408 p. Vicente Marrero Suárez,

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La guerra española y el trust de los cerebros, Madrid, 1961 ; María Zambrano, Los intelectuales en el drama de España. Ensayos y notas (1936-1939), Madrid, ed. Hispamerca, 1977, 208 p.; Fernando Díaz - Plaja, Si mi pluma valiera tu pistola. Los escritores españoles en la guerra civil, Barcelona, Plaza y Janés, 1979, 743 p. Aldo Garosci, Los intelectuales y la Guerra de España, Madrid, Júcar, 1981, 462 p. V. également, Nazario González, Historia de España, España actual. La Guerra civil (1936-1939), t.13.1, Madrid, Gredos,1989 ; Andrés Trapiello, Las armas y las letras, Barcelona, Planeta, 1994, 429 p. Ces deux derniers livres sont des essais dépourvus de notes et de références. 36. M. de Unamuno, El resentimiento trágico de la vida, Madrid, Alianza, 1991, p. 43. 37. Genoveva García Queipo de Llano, «El fracaso de Madariaga. Intentos mediadores en la guerra civil española», Historia 16, n° 116, p. 11-19. 38. José Miguel de Azaola, «El “alzamiento” de Unamuno en julio del 36», Estudios en homenaje a Ma Dolores Gómez Molleda, Salamanca, Narcea, vol. I, 1990, p. 191-211. 39. Manuel Aznar, Historia militar de la guerra de España, Madrid, Editora Nacional, 3 e. éd., 1958, t. 1, p. 179. 40. Lettres à Quintín de la Torre, 1.XII et 13.XII.1936, M. de Unamuno, Epistolario, t. II, op. cit., p. 350-352 et 354-355. 41. N. Kazantzakis, Du Mont Sinaï à l’île de Vénus. Carnets de voyage, trad. de Pierre Fridas et Giselle Prassinos, Paris, Plon, 1958, p. 154-155.Version espagnole, Obras selectas, Madrid, Planeta, 1979. 42. Allusion à la fin de La vie est un songe. « Del traidor no ha menester, cuando está la traición pasada » (« On n’a plus besoin du traître lorsque la trahison est consommée. »). 43. M. de Unamuno, El resentimiento trágico de la vida. Notas sobre la revolución y guerra civil españolas, Madrid, Alianza, 1991, p. 31. et 47. 44. P. Aubert, «Manuel Azaña : un intellectuel au Pouvoir», article cité. 45. M. Azaña, Memorias políticas y de guerra. 1937-39, Madrid, Aguado, 1981, t. 1, p. 83, 26.VIII.1937, p. 359; 2 .XII.1939, Ibid., p. 617. La velada de Benicarló, Ibid., p. 435. 46. « Público, pueblo y plebe », El Sol, 24.XI.1927. 47. El Sol, 1.X.1920; «Palabras del insigne poeta Antonio Machado», Boletín periódico de la Revolución (Consejo Regional de Defensa de Aragón), Fragua, n° 11, 4.XII.1936. Ce texte a été publié par Robert Marrast (Puerto, Universidad de Puerto Rico, n° 1, XII.1967, p. 74-77; puis PC, t. II, p. 2171, mais daté du 29.XI.1936 et sans mention de sa source journalistique. Les notes des pages 2521-2522 n’apportent aucun éclaircissemnt. Nous maintenons le titre et la date mentionnés par R. Marrast. 48. PC, t. II, p. 1918; p. 2394 ; p. 2428. 49. P. Aubert, «Gotas de sangre jacobina», P. Aubert (éd.), Machado hoy -1939-1989, Madrid, Casa de Velázquez, 1994, p. 309-362. A. Machado, «Glosario de los trece fines de guerra», La Vanguardia, Barcelona, 13.XI.1938. Robert Marrast-Ramón Martínez-López (eds.), Prosas y poesías olvidadas, París, Centre de Recherches de l’Institut d’Études Hispaniques, 1964, p. 130; PC, t. II, p. 2284-2288. 50. Aux hebdomadaires Ahora, Ayuda, de la section espagnole du Secours Rouge International, en 1936, aux revues de la Maison de la Culture de Valence, en 1937, à Hora de España, et Madrid en 1937, Madrid puis au Suplemento literario del Servicio Español de Información, à Nuestro Ejército, en 1938, Fragua etc. 51. L. Felipe, La insignia, México, Biblioteca León Felipe,1939, p. 58-60. 52. Obras , Buenos Aires, Losada, 1964, p. 576. 53. M. Tuñón de Lara, «Todavía la no-intervención (julio-agosto 1936)», Historia contemporánea, n° 5, 1991, p. 171-186. Les historiens anglo-saxons, alimentèrent un débat à propos des origines de la Guerre civile: montée de la conflictivité, climax, rejet ; Américo Castro et Sánchez Albornoz y prirent part. La question était de savoir si celle-ci avait commencé avec le roi wisigoth Wamba ou avant etc. 54. Sánchez Albornoz au Dr. Marañón, Fundación Ortega-Marañón, lettre citée par Gómez Santos, op. cit., p. 51.

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55. Ibid, op. cit., p. 41. Lettre au Dr. Marañón non datée (1938), citée, p. 51. 56. S. de Madariaga, España, 11e. éd., Madrid, Espasa-Calpe, 1978, p. 606. 57. Genoveva García Queipo de Llano, «El fracaso de Madariaga. Intentos mediadores en la guerra civil española», Historia 16, n° 116, p. 11-19. 58. S. de Madariaga «General, go», Spectator, 8.XII.1944, vol. 173, p. 523. 59. J. Castillejo, «La campaña electoral. El nuevo liberalismo», El Sol, 9.II.1936; et la série intitulée: «Los problemas de la Republica.», El Sol, 5, 23, 29. III; 5-19.IV; 5.XII.1936. 60. Gaëtan Pirou, Néo-libéralisme, néo-corporatisme, néo-socialisme, Paris, Gallimard, 1939. 61. P. Aubert, « Azorín et la politique: les méandres du “libéralisme instinctif ”», Bulletin d’Histoire contemporaine de l’Espagne, n° 44, Las derechas en España, Aix-en-Pce, PUP-UMR Telemme-CNRS 6570, 2010, p. 179-229; E. Inman Fox, «Azorín y el franquismo. Un escritor entre el silencio y la propaganda», Anales Azorinianos, nº 4, Murcie, Fundación Cultural CAM, 1993, p. 81-117. 62. J. Bergamín, ABC, 29.IX. 1936, p. 13. 63. Ramón Serrano Suñer, Entre el silencio y la propaganda. La Historia como fue. Memorias, Barcelone, Planeta, 1977, p. 410. 64. Juan Demetrio Ramos, attaché de pressse à l’Ambassade d’Espagne à Buenos Aires, à J. A. Giménez Arnau, 31 juillet 1940, Archives Générales de l’Administration, Alcalá de Henares, Vice secretaría. Educación popular, Archivo general, 1938-1941. B. 49, caja núm. 245. Ce document nous a été aimablement communiqué par Manuel L. Abellán. 65. J. Ortega y Gasset, «La razón histórica», conférence de Lisbonne, 1944, O.C., t. 12, p. 241 et 248; «El intelectual y el otro», La Nación, Buenos Aires, XII 1940, O.C., t. 5, p. 508 ;«Apuntes sobre el pensamiento, su teurgía y su demiurgía. Crisis del intelectual y crisis de la inteligencia», Logos, Facultad de Letras, Univ. Buenos Aires, XII 1941, O.C., t. 5, p. 517-547. 66. M. Azaña, Obras Completas, México, Oasis, 1966, t. III, p. 626. 67. Rafael Abellá, La vida cotidiana durante la Guerra civil, Barcelone, Planeta, 1978, p. 62-68. 68. J. Ortega y Gasset, «El intelectual y el otro», art. cité.

RÉSUMÉS

La guerre civile de 1936 signifie en Espagne la fin de l’intellectuel traditionnel qui signe des manifestes, prononce des discours et rédige des articles de presse. Ses voies d’action et ses moyens d’expression sont devenus inutiles. Il est tenu pour responsable de l’échec de la République et accusé de tous les maux. Après avoir été tout, l’intellectuel n’était plus rien, constatait Ortega. Certains avaient pris le chemin de l’exil dès 1936. D’autres étaient devenus des militants.

The 1936 Spanish Civil War means in Spain the end of the traditional intellectual, signing manifestos, makes speeches and writes articles for the newspapers. His means of action and expression have become useless. He is hold responsible for the failure or the Republic, accused of all evils. After having been everything, the intellectual was nothing, Ortega notices. Some had taken the route of exile, others had become militants.

La Guerra Civil significa en España el fin del intelectual tradicional que firma manifiestos, pronuncia discursos y redacta artículos de prensa. Sus vías de acción y sus medios de expresión han llegado a ser inútiles. Es considerado responsable del fracaso de la República y culpable de

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todos los males. El intelectual que lo era todo, ha llegado a no ser nada, comprueba Ortega. Algunos salieron para el exilio desde el verano de 1936. Otros se habían transformado en militantes.

INDEX

Keywords : intellectuals, IIth Republic, Civil War, Spain Mots-clés : intellectuels, IIe République, Guerre Civile, Espagne Palabras claves : intelectuales, II República, Guerra Civil, España

AUTEUR

PAUL AUBERT

Aix-Marseille Université - CNRS-UMR

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Sur le front et à l’arrière Frente y retaguardia

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El aspecto militar estrategias y batallas que marcaron la historia

Fernando Puell de la Villa

1 La Guerra Civil española fue la imprevista e inesperada secuela de un golpe de estado frustrado, mal planificado por un pequeño grupo de generales cuya carrera militar se había desarrollado en el Protectorado de Marruecos, al que se sumó con entusiasmo aproximadamente un tercio de los militares de alta graduación del Ejército de Tierra, la práctica totalidad de los oficiales jóvenes y casi todos los mandos de la Armada1.

2 La guerra devastó España durante casi mil días, de julio de 1936 a abril de 1939, y terminó con el triunfo de los rebeldes y la instauración de una dictadura acaudillada por el general Francisco Franco2. La República Española fue abandonada por las democracias occidentales y el único país que acudió en su auxilio fue la Unión Soviética3. Franco recibió apoyo diplomático y económico de Hitler y Mussolini, además de su decisiva ayuda militar, y su causa fue bastante bien vista por los gobiernos británico y estadounidense4. 3 El conflicto español tensó las relaciones internacionales en el periodo previo a la Segunda Guerra Mundial y llegó a ser en cierto sentido una pequeña guerra europea en sí misma, que Alemania aprovechó como campo de pruebas para muchas de las tácticas terrestres y aéreas utilizadas después en Europa. La guerra se singularizó por la exaltada y apasionada actitud de los contendientes y por las atrocidades cometidas por ambos bandos en sus respectivas retaguardias.

La capital de España como objetivo prioritario

4 La segunda de las instrucciones reservadas del general Mola, director del golpe de Estado, titulada «El objetivo, los medios y los itinerarios» y fechada el 25 de mayo de 1936, establecía: «el Poder hay que conquistarlo en Madrid». Sin embargo, convencido de que allí fracasaría el golpe, decidió apoderarse de la capital mediante cuatro columnas motorizadas procedentes de Valencia, Zaragoza, Burgos y Valladolid, reforzadas por « masas ciudadanas de orden, así como sus milicias, especialmente Falange y Requetés»5.

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5 Sus planes fracasaron estrepitosamente. El general Sanjurjo, consensuado líder de los sublevados, murió al despegar el avión que le traía de su exilio portugués. En Valencia se pudo abortar el golpe; las columnas aragonesas quedaron neutralizadas por el avance de los anarquistas catalanes y valencianos, y el gobierno contuvo a las burgalesas y vallisoletanas en la sierra madrileña6. Este cúmulo de reveses dio un giro radical al planteamiento inicial, al convertirse las tropas marroquíes en el principal puntal de la sublevación y autoconsiderarse su jefe, el general Franco, como el heredero natural de Sanjurjo, situación sobrevenida que sus conmilitones respaldaron7. 6 Donde los militares alzados en armas triunfaron, el ejército desplazó a las autoridades republicanas y estableció un férreo control sobre la población. Aproximadamente un tercio del territorio quedó en su poder, dividido además en cinco áreas bastante distantes entre sí. La más extensa, dominada por Mola, estaba formada por Galicia, Castilla-León y el norte de Extremadura, más la mitad de Aragón, Navarra, La Rioja y Álava. Una pequeña cuña con centro en Sevilla y sus extremos en Córdoba, Algeciras y Sanlúcar de Barrameda quedó en poder del general Queipo de Llano. En Mallorca e Ibiza también triunfó el golpe, pero no en Menorca. Todas las Canarias fueron controladas por los rebeldes y de allí partió Franco para ponerse al frente del llamado Ejército de África, también sublevado al completo. Las bases navales de Ferrol y San Fernando se sublevaron y sólo la de Cartagena quedó en manos de la República, que también mantuvo casi todos los aeródromos y sus aviones. El golpe se abortó en todas las grandes ciudades, excepto en Sevilla, y en la zona más rica e industrializada del país se mantuvo la legalidad republicana. 7 Una vez estabilizados los frentes, Franco, tras lograr monopolizar la ayuda de Hitler y Mussolini y convencido de que el gobierno republicano se daría por vencido si se apoderaba de Madrid, se dispuso a conquistarla con el Ejército de África y ese fue su principal objetivo durante ocho meses, de agosto de 1936 a marzo de 1937. Trasladada la Legión y todos los Grupos Regulares Indígenas desde Marruecos a la Península mediante el primer puente aéreo de la historia, sus columnas llegaron a las inmediaciones de Madrid a primeros de noviembre, tras conquistar la mitad occidental de Andalucía, la práctica totalidad de Extremadura, donde se estableció contacto con Mola, y el territorio de Castilla-La Mancha situado al norte del Tajo. Las fuerzas republicanas, integradas mayoritariamente por voluntarios recién reclutados, poco disciplinados y precariamente armados, fueron materialmente barridas por las tropas de Franco. 8 Sin embargo, aquellos soldados profesionales desconocían totalmente la lucha urbana y no fueron capaces de doblegar la resistencia ofrecida por los miles de milicianos movilizados en defensa de Madrid, a los que se unió poco después un millar de brigadistas internacionales, cuyo tesón y valentía incitaron a los españoles a seguir su ejemplo y aferrarse desesperadamente a sus posiciones8. 9 La ciudad se convirtió en símbolo de la capacidad de resistencia del pueblo español y, a finales de noviembre, tras quince días de lucha, Franco se convenció de la imposibilidad de conquistarla mediante ataques frontales y se dispuso a embolsarla por el norte, desde la Casa de Campo a El Pardo para virar después hacia la carretera de Burgos, acción que se saldó con otro fracaso a mediados de enero de 19379. En febrero, su empeño por hacerse con la capital le llevó a intentarlo por el sur y en dirección oeste- este, mediante la también fracasada operación que ha pasado a la historia con el nombre de batalla del Jarama10.

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10 Mientras moros y legionarios intentaban embolsar Madrid, tropas fascistas enviadas por Mussolini habían logrado conquistar Málaga con sorprendente facilidad11. Mussolini exigió entonces que se las emplease en un escenario más relevante, al considerar que su superior organización y excelente material permitirían resolver la guerra en un par de semanas. Franco, cuyos efectivos habían sufrido un tremendo castigo en el Jarama, se plegó a los deseos de Mussolini y utilizó a los italianos para lanzar un nuevo ataque de envolvimiento de Madrid, en dirección esta vez norte-sur, sobre el eje de la carretera de Barcelona, es decir, les encargó la operación conocida como batalla de Guadalajara, que terminó también en desastre12. 11 Aquellos sucesivos reveses hicieron que Franco aceptase la sugerencia del jefe de Estado Mayor de las futuras Brigadas Navarras, el coronel Vigón, respaldada por el jefe de la Aviación Nacional, el general Kindelán, de renunciar a Madrid y trasladar el eje estratégico principal al adormecido frente vasco, prácticamente inactivo desde que, en el otoño de 1936, las tropas de Mola ocuparon Guipúzcoa y fracasó la ofensiva desencadenada por el aún no militarizado XIV Cuerpo de Ejército republicano contra Vitoria.

La campaña del Norte y las batallas de Brunete y Belchite

12 El desenlace de los combates en torno a Madrid supuso el definitivo desplazamiento del teatro de operaciones a la periferia peninsular, iniciándose así la segunda fase de la Guerra Civil, protagonizada por las tropas de Mola. Las brillantes en su planteamiento, aunque fallidas en su ejecución, maniobras de distracción ideadas por el coronel Rojo en La Granja, en Brunete y en Zaragoza para retrotraer la lucha a la zona centro, donde se concentraba la principal masa de maniobra del Ejército Popular, no tuvieron éxito y el teatro de la guerra permanecería muy lejos de la capital hasta el final de la contienda13.

13 A principios de marzo de 1937 se combatía simultáneamente en cuatro frentes. En el norte, Oviedo había caído en manos de Franco, pero su comunicación con Galicia era sumamente precaria; Guipúzcoa también, aunque Mola no había logrado penetrar en Vizcaya. En Aragón, los franquistas permanecían a la defensiva, acosados por las columnas procedentes de Cataluña y Valencia. En Andalucía, tras la vertiginosa conquista de Málaga, el frente estaba prácticamente consolidado desde Sevilla a Almería, lo que proporcionaba a Franco una excelente base logística. Y en las inmediaciones de Madrid la situación estaba en tablas. 14 La frustrada ofensiva sobre Vitoria de diciembre de 1936 había hecho que el lehendakari Aguirre desconfiase de la capacidad de maniobra de sus gudaris, por lo que decidió salvaguardar Vizcaya mediante dos líneas fortificadas, en teoría inexpugnables, según la doctrina imperante por entonces en Francia, que tan inútil sería para detener a Hitler en 194014. La primera corría a escasos kilómetros del frente establecido tras apoderarse Mola de Guipúzcoa; más o menos contorneaba el territorio vizcaíno por el sur y por el este y consistía en una sucesión de nidos de ametralladora, unidos por trincheras y alambradas. La segunda, proyectada por el capitán Goicoechea –futuro inventor del TALGO– y llamada popularmente Cinturón de Hierro de Bilbao, era una ristra de búnkeres a unos ocho kilómetros de la ciudad, complementados por

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observatorios, abrigos subterráneos y caminos cubiertos. Ambas líneas estaban a medio construir cuando empezó la ofensiva, excepto en las zonas más sensibles: las carreteras de Burgos, Vitoria y San Sebastián. Para más inri, Goicoechea cambió de bando y desveló al enemigo los puntos más vulnerables del proyecto15. 15 Para el gobierno republicano, las tropas que guarnecían Vizcaya dependían del general Llano de la Encomienda, pero el lehendakari las puso bajo sus órdenes, lo cual produjo una dualidad en el mando de catastróficas consecuencias. Por ejemplo, pese al interés de Largo Caballero por articularlas en divisiones y brigadas convencionales, Aguirre decidió hacerlo por frentes y sectores, a cargo de militares y civiles adictos al Partido Nacionalista Vasco. Sus efectivos sumaban unos 36.000 hombres, bien pertrechados de armamento, pero con escasez de vehículos blindados. Protegía la costa vasca una pequeña escuadra, pero su mayor debilidad era la falta de aviación16. 16 Por parte franquista, se encomendó la ofensiva a las tropas más fiables del Ejército del Norte: los 28.000 requetés de las Brigadas Navarras. Al iniciarse los combates, se les sumaron 8.000 hombres de la Brigada Flechas Negras, con oficialidad italiana y tropa mayoritariamente española. Si bien podría hablarse de equilibrio de fuerzas en cuanto a efectivos y armamento portátil, el atacante disponía de mucha más artillería y sobre todo de una abrumadora superioridad aérea. 17 El 21 de marzo de 1937, solo tres días después de producirse el descalabro italiano en Guadalajara, Franco ordenó a Mola volcar todo su potencial contra Vizcaya. La idea de maniobra contemplaba dos acciones sucesivas, que, en un exceso de optimismo, se preveía duraran un par de semanas: 1) ruptura de la primera línea fortificada para posicionarse a la altura de Durango, y 2) aproximación y ruptura del Cinturón de Hierro y ocupación de Bilbao17. 18 La primera se inició el 31 de marzo. El Ejército de Euskadi, que esperaba el ataque, se vio sorprendido por las tres horas de intensos bombardeos que precedieron al ataque. Aunque no se pudo impedir la ruptura del frente, sí se logró detener el ataque mucho antes de alcanzar los objetivos previstos. La aviación, aparte de machacar las posiciones de la línea del frente, también arrasó diversos núcleos urbanos a retaguardia. Durango fue despiadadamente bombardeada aquel día, muriendo más de 74 personas y falleciendo en los días sucesivos otras 121. Aguirre pidió desesperadamente aviones al gobierno de Valencia, pero el bloqueo impuesto por el Comité de No Intervención impidió su llegada. 19 A fines de abril, es decir, dos semanas después de lo previsto para toda la operación, Mola logró posicionarse a unos diez kilómetros del Cinturón de Hierro. La fuerte resistencia encontrada convenció a Franco de que había subestimado al adversario y envió desde Madrid varias unidades de la Legión y de Regulares. El 26 de abril, en el curso de estos combates, la Legión Cóndor, cuyo jefe venía criticando la lentitud de la ofensiva, decidió acelerarla y bombardeó Guernica18. La destrucción de la histórica villa, aparte de escandalizar a los europeos, reavivó la moral de combate de los vascos y, aprovechando la crisis gubernamental provocada por los incidentes anarquistas en Barcelona, Aguirre articuló sus tropas en cinco divisiones, que desplegó en torno a Bilbao. 20 El 1 de mayo, Franco ordenó a Mola iniciar la segunda fase de la ofensiva. Más de un mes se tardó en tomar contacto con las fortificaciones del Cinturón de Hierro y los combates fueron los más sangrientos de la campaña. El 3 de junio, el azar hizo coincidir sendos relevos en el mando de los ejércitos enfrentados en Vizcaya. La muerte de Mola

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en accidente aéreo, cuando iba a supervisar lo que sucedía en La Granja, puso al general Dávila al frente del Ejército del Norte, y Aguirre cedió a las presiones de Indalecio Prieto, recién nombrado ministro de Defensa Nacional, y se resignó a entregar el mando al general Gámir. Este, al tomar conciencia de la precariedad de sus tropas, propuso sin éxito su repliegue hacia Cantabria. 21 Dávila disponía de unos 60.000 hombres, abundantísima artillería y clara superioridad aérea. Su idea era romper el Cinturón por su punto más débil, penetrar por el boquete abierto y atacar las fuertes posiciones adyacentes por la retaguardia. El 11 de junio, una enorme masa de 144 piezas de artillería concentró el tiro sobre el punto elegido, mientras 70 aviones lanzaban 100 toneladas de bombas. Cuatro días después, los franquistas entraron en Bilbao, abandonado por los republicanos, Dávila se hizo con el corazón minero e industrial de Vizcaya y se situó a las puertas de Cantabria. 22 A fin de contrarrestar el impacto internacional de la pérdida de Bilbao, Rojo planeó una serie de operaciones en los demás frentes, la principal de las cuales tenía por objeto levantar el cerco de Madrid. Estrechamente supervisada por los asesores soviéticos, se diseñó una ambiciosa maniobra de envolvimiento con las mejores tropas de la República –unos 90.000 hombres, 175 blindados, 217 piezas de artillería y 140 aviones–, que debían atacar en dirección norte-sur, desde la carretera de La Coruña hacia Móstoles, y de este a oeste, desde la de Andalucía hacia Alcorcón, para converger en Móstoles y copar las fuerzas que asediaban la capital. La acción, después conocida como batalla de Brunete, se simultanearía con sendas operaciones de distracción en Andalucía, Aragón y Extremadura, al objeto de fijar sus guarniciones19. 23 La principal batalla campal de la guerra, pese a la brillantez de su planteamiento, fue escasamente resolutoria. Aunque relegó definitivamente el frente de Madrid, sólo sirvió para demorar unas semanas la total liquidación del frente norte, éxito franquista que predeterminó el resultado final de la contienda. El plan era perfecto en función del objetivo propuesto y el momento muy oportuno al estar el grueso del Ejército Nacional orientado al Cantábrico. Las tropas que defendían aquel sector no se percataron de los planes enemigos y el 6 de julio los republicanos lograron apoderarse de Brunete. Sin embargo, la acción que debía partir de Vallecas no logró progresar más allá de la carretera de Andalucía. 24 Franco decidió suspender el ataque contra Cantabria y reforzó el frente de Madrid, logrando frenar el ataque. Los republicanos, embolsados en Brunete y exhaustos tras diez sofocantes jornadas de combate bajo el sol de julio, se establecieron a la defensiva en la línea alcanzada. Cuatro días después, cuando se cumplía el primer aniversario del golpe de estado, los franquistas lanzaron un potente contraataque. Las posiciones republicanas no cedieron, pero los cazas soviéticos se vieron superados por los alemanes. Ambos contendientes, pese al cansancio, la sed y el calor, se aferraron al terreno, sin que ninguno lograra aventajar al contrario. Franco, empeñado en obtener algún triunfo, exigió un último esfuerzo a sus hombres y logró recuperar Brunete. No obstante, los atacantes tampoco daban más de sí y el frente se estabilizó. 25 Su cansancio interrumpió los combates, pero aquella operación demostró la capacidad de reacción del Ejército Nacional y las muchas carencias del Popular, en particular las de sus mandos. El único logro republicano fue conquistar unos cuantos kilómetros cuadrados en un sector poco relevante del frente madrileño y demorar seis semanas el reinicio de la ofensiva en el Norte.

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26 Al término de la batalla de Brunete, la situación de Cantabria continuaba siendo realmente crítica: las posibilidades de recibir ayuda por tierra eran nulas y la costa estaba bloqueada. Gámir solo disponía de 80.000 hombres, escasamente instruidos, mal armados y sin cobertura aérea, a los que Franco quiso impedir que se replegasen a Asturias. A tal efecto, dispuso que sus tropas se apoderaran de Reinosa y se dirigieran directa y rápidamente hacia el mar, dejando embolsada la ciudad de Santander20. La operación se realizó con éxito en apenas tres días y el balance de pérdidas republicanas fue desolador, aunque Gámir logró trasladar parte de sus hombres a territorio asturiano. 27 Ante la imposibilidad de auxiliar a aquel aislado territorio, Rojo planeó otra compleja operación ofensiva en el frente aragonés. La operación, más tarde llamada batalla de Belchite, se encomendó a dos masas de maniobra, emplazadas al norte y al sur del Ebro y apoyadas por 50 blindados, 80 piezas de artillería y 200 aviones, con el objetivo de apoderarse de Zaragoza. La audaz maniobra, teóricamente muy bien concebida, fue la más letal y ambiciosa que planeó Rojo, pero los ejecutantes carecían de la formación e instrucción suficientes para llevarla a cabo con la precisión que exigía su complejidad21. 28 El 24 de agosto comenzó el ataque. La resistencia enemiga hizo fracasar el lanzado al norte del Ebro y la penetración fue muy profunda al sur del río, pero la llegada de refuerzos a Belchite impidió proseguir la marcha hacia Zaragoza. Una vez más, al igual que en Brunete, la aprensión a profundizar por terreno desconocido –el «temor al vacío », que decía Rojo22– desbarató sus planes. Además, los blindados quedaron fuera de combate, acribillados por las escuadrillas alemanas. 29 Franco decidió no interrumpir la ofensiva en Cantabria y tras ocuparse unos 200 kilómetros cuadrados de terreno baldío, sin valor militar alguno, la acción se centró en Belchite, cuya guarnición rechazó durante dos semanas los reiterados ataques republicanos, obligados a tomar el pueblo casa por casa, piso por piso y habitación por habitación23. 30 Cuando el 7 de septiembre concluyó la refriega, Santander se había perdido y sus conquistadores estaban a punto de penetrar en Asturias, defendida por unos 80.000 hombres, armados con fusiles y ametralladoras, algo de artillería y ni un solo avión. Sólo la tradición revolucionaria de los asturianos, el agreste terreno y la inminente llegada del otoño obraban a su favor. Frente a ellos, unos 110.000 efectivos, con abundancia de armamento y neta superioridad aérea, recibieron orden de avanzar a lo largo la costa y a través de la Cordillera Cantábrica, para converger en Gijón. En unos cuantos días cayeron en sus manos los puertos de la divisoria cantábrica; el frente costero, machacado por la aviación alemana, se desplomó, y Franco logró adueñarse de la mayor parte de Asturias. El drama de la pérdida de la cornisa cantábrica queda suficientemente descrito con decir que, al iniciarse la guerra, la producción hullero- metalúrgica en manos de la República era del 71,90 por ciento del total nacional y que, en octubre de 1937, había descendido al 35,40 por ciento24.

La batalla de Teruel y la debacle aragonesa

31 A finales de 1937, podía esperarse que la guerra estuviera a punto de acabar, dada la manifiesta inferioridad republicana. No obstante, la lucha se prolongó otros quince meses y, sorprendentemente, el escenario principal se trasladó a Aragón y Cataluña,

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cosa que no estaba en la mente de Rojo ni en la de Franco. En los combates allí librados en 1938 y 1939, la República fue definitivamente derrotada; en ellos lucharon y murieron miles de hombres en defensa de un ideal; de ellos partió hacia el exilio medio millón de españoles, y allí se alzó Franco con una victoria que marcaría imperecederamente a varias generaciones de españoles.

32 El afán de Negrín por plantear brillantes operaciones ofensivas con repercusión internacional resultó letal para la República, al ser sucesivamente destruidos sus ejércitos. Si en lugar de ello se hubiera mantenido a la defensiva y planeado una guerra de guerrillas, que obligara a Franco a dispersar sus tropas, tal vez habría dado tiempo a que las potencias occidentales hubiesen socorrido a la República al iniciarse la II Guerra Mundial25. 33 En noviembre de 1937, Franco concentró sus fuerzas en la Alcarria con el objetivo de lanzarlas contra Madrid. Por las mismas fechas, Prieto y Rojo planeaban atacar Extremadura para aislar Andalucía del resto de la zona rebelde. Pero la necesidad de frustrar el ataque sobre Madrid les indujo a apoderarse de Teruel, operación propagandística de escaso valor estratégico. El éxito alcanzado y la obsesión de Franco por no ceder terreno dieron un vuelco a la situación y la contienda pasó a decidirse en el área mediterránea. 34 Teruel era una pequeña ciudad, unida por un estrecho corredor con su retaguardia; la guarnecían unos 8.000 hombres, poco instruidos y mal armados. Todo ello influyó para que Negrín insistiese en tomar la ciudad a fin de atraer las tropas que se estaban concentrando en la Alcarria. Rojo concibió una operación de alcance limitado para estrangular el citado corredor y establecerse después a la defensiva. 35 El 14 de diciembre, con niebla y un frío intensísimo, comenzó el ataque. Los republicanos se infiltraron entre las posiciones enemigas y lograron cortar el corredor. El 19 se planeó entrar en la ciudad, a la vista de Indalecio Prieto y un nutrido séquito de periodistas. La aviación alemana malogró el espectáculo y llevó tres días tomarla. Las fotografías de Capa mostrando a los soldados republicanos en las calles de Teruel dieron la vuelta al mundo. Rojo dio la acción por concluida y comenzó a organizar la operación de Extremadura. Pero la reacción de Franco no se hizo esperar: anuló la ofensiva sobre Madrid y ordenó recuperar Teruel a cualquier coste, con lo que la guerra dio un vuelco definitivo26. 36 La tarea se encomendó al Ejército del Norte, a cuya disposición se pusieron 484 piezas de artillería y la aviación de la Legión Cóndor. El mal tiempo dificultó su traslado y hasta el día 29 no pudo actuar. El 30, muy castigado por la artillería y la aviación, los franquistas rompieron el frente y el día de Nochevieja llegaron a los arrabales de la ciudad. Los republicanos, ante el temor de quedar copados, comenzaron a retirarse, pero Dávila no advirtió que Teruel estaba en sus manos. 37 Una gran nevada torció el curso de la batalla. Los atacantes fueron diezmados por el frío y sus vehículos quedaron enterrados bajo la nieve. La situación pareció estabilizarse y Rojo volvió a dar por concluida la batalla. Evidentemente, no entraba en sus planes que Franco no estuviera dispuesto a aceptar la derrota, ni que hubiera convertido en cuestión de prestigio la recuperación de la asolada ciudad. 38 Para doblegar a quienes le habían hecho perder su primera capital de provincia, sometió sus posiciones a un terrible bombardeo. El 17 de enero, toneladas de proyectiles se abatieron sobre los republicanos y Franco creyó poder recuperar Teruel.

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Los refuerzos llegados lo impidieron, pero no cejó en su intención de desquitarse. Su empeño por recuperar la emblemática ciudad motivó que, a finales de enero, planificase una gran maniobra de envolvimiento, que le abrió el camino hacia el Mediterráneo. La llamada batalla del Alfambra se inició el 5 de febrero. Cañones y aviones machacaron las posiciones republicanas y la caballería penetró diez kilómetros en su territorio. Al día siguiente, la actuación de la aviación se intensificó y los republicanos abandonaron la lucha. 39 Aquella breve batalla fue uno de los mayores éxitos franquistas, a la vez que un duro revés para los republicanos, quienes, aparte de ceder una extensa franja de terreno, perdieron 15.000 hombres y la totalidad de su armamento y equipo. Aquellos tres días de lucha fueron también la última intervención masiva de las unidades a caballo, cuyas cargas y galopadas por el valle del Alfambra pusieron término a una tradición milenaria27. 40 La derrota forzó a Rojo a abandonar la ofensiva extremeña y Franco puso en marcha otra amplia maniobra de envolvimiento que condujo a la definitiva pérdida de Teruel. Esta batalla, la más propagandística y sangrienta de la guerra, causó un grave quebranto al Ejército Popular, cuyo armamento y material sufrieron importantes daños, y provocó el desplome de la moral de su retaguardia. Y no fueron menores sus repercusiones políticas, estando en el origen del cese de Prieto como ministro de Defensa y la absorción de esta cartera por Negrín. 41 Nada más tomar Teruel, Franco decidió explotar el éxito en los campos aragoneses. Para ello disponía de más de 150.000 hombres, 750 cañones y 600 aviones, que incluían por primera vez Junkers-87 y Stukas, futuros protagonistas de la II Guerra Mundial. Enfrente tenía 100.000 soldados, apoyados por 500 piezas de artillería y 250 aviones, aunque tanto las unidades como el material estaban muy quebrantados. La importancia de las fuerzas en presencia ponía de relieve la importancia que ambos bandos prestaban ya al teatro de operaciones aragonés. 42 Rojo, sin calibrar adecuadamente a su oponente, estimó que daría un respiro a unos hombres que llevaban dos meses combatiendo bajo durísimas condiciones climáticas y que pasaría algún tiempo antes de emprender una nueva acción. Su errónea estimación contribuyó notablemente al desastre que se le vino encima a la República, pues Franco, sólo quince días después de tomar Teruel, inició la espectacular maniobra que le habría de llevar a orillas del Mediterráneo, dejando aislada Cataluña28. 43 Lo que despistó a Rojo fue olvidar la obsesión de Franco por recuperar cualquier terreno que hubiera estado en sus manos. Debido a ello, en lugar de iniciar la explotación del éxito desde las posiciones alcanzadas, como rezaban los manuales, decidió recuperar Belchite. A tal objeto, trasladó sus tropas al sur de Zaragoza y, el 9 de marzo, las lanzó en tromba hacia dicha población y el cuerpo de ejército allí situado se disolvió como un azucarillo29. Los carros alemanes, al tomar conciencia de la ausencia de enemigo a su frente, avanzaron espectacularmente por la llanura sur del Ebro, presagiando la blitzkrieg de la II Guerra Mundial 30. Rojo se trasladó a Alcañíz, donde pudo advertir el desastre que se avecinaba al no lograr localizar ninguna de las unidades que en teoría se venían replegando hacia ese punto. Convertido en el Guernica de la aviación italiana, fue ocupado el día 1431. 44 En apenas una semana, se había perdido una franja de terreno de 100 kilómetros de profundidad por 150 de frente. Rojo decidió asumir directamente el mando y defender a ultranza la margen derecha del río Guadalope, que resistió bien los embates del

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enemigo, más preocupado durante las siguientes jornadas en hacerse con Caspe, defendido por brigadistas internacionales, que cayó en sus manos el día 17. 45 Alcanzada dicha línea, Franco dio por finalizada la primera fase de la ofensiva que acabaría en el Mediterráneo, pero su indiscutible triunfo le movió a realizar una segunda maniobra de explotación del éxito al norte del Ebro, que le llevase al valle del Segre, evitara cualquier posible ataque de flanco sobre el terreno conquistado al sur del río y le proporcionase una base de partida para atacar Cataluña. 46 Solo cuatro divisiones republicanas defendían aquel extenso territorio, mermadas de efectivos y sin apenas armamento pesado. No obstante, Franco quiso asegurarse el triunfo y decidió cruzar el Ebro para amenazar la retaguardia enemiga. Rojo, más atento a la ortodoxia de los reglamentos que a las verdaderas intenciones del adversario, desestimó las noticias que auguraban la inminencia de otro ataque por Huesca. 47 El 22 de marzo, de forma simultánea, se rompió este frente y los franquistas se apoderaron de las sierras prepirenaicas, cortaron la carretera de Huesca a Zaragoza, y vadearon el Ebro por Quinto. Rojo restó importancia a lo ocurrido en Huesca y retiró fuerzas de aquel frente para repeler el previsible avance hacia Lérida. El 24 todo el frente aragonés se derrumbó y Huesca quedó embolsada. Rojo advirtió finalmente la dimensión de la ofensiva y, al tomar conciencia del peligro que se cernía sobre Cataluña, resolvió reforzar Lérida y contraatacar desde Alcañiz. Sin embargo, ya era demasiado tarde; los medios de transporte, en pésimo estado tras las jornadas de Teruel, eran insuficientes para tal desplazamiento de efectivos y no resultaba fácil articular grandes unidades en tan poco tiempo. 48 El cataclismo sufrido se saldó con la dimisión de Prieto y, en el frente, los franquistas lograron traspasar el Cinca, muy crecido por la apertura de las compuertas de sus embalses, y llegaron a la margen del Segre. Rojo, al que Negrín confirmó en su puesto, comenzó a poner orden en aquel caos y, con un aluvión de unidades traídas de otros frentes, constituyó un nuevo cuerpo de ejército que impidió la invasión de Cataluña, pero no la pérdida de Lérida. 49 La abrumadora derrota republicana proporcionó a Franco 15.000 kilómetros cuadrados, superficie aún mayor que la obtenida al sur del Ebro, con la repercusión política de la pérdida de una de las capitales catalanas y el perjuicio económico de privar a su industria de la energía procedente de las centrales hidroeléctricas pirenaicas. La batalla se saldó con una cifra relativamente baja de muertos y heridos, pero cayeron en manos Franco miles de prisioneros y un inmenso botín de guerra, parte del cual acababa de llegar de la Unión Soviética. 50 A finales de marzo y principios de abril se combatía simultáneamente en todo el frente aragonés, desde los Pirineos al Maestrazgo. Por las mismas fechas en que se perdía Lérida, se reinició al sur del Ebro la segunda fase de la explotación del éxito que llevaría a los franquistas a orillas del Mediterráneo. Para evitarlo, la República contaba con dos cuerpos de ejército, bien pertrechados de moderno material soviético. Sin embargo, una vez más, el enemigo se impuso y su vertiginoso avance presagiaba la inminente escisión del territorio republicano. Dándolo por descontado, Negrín ordenó que se conservaran expeditos los puentes del Ebro en Tortosa, para trasladar a Cataluña cuantas unidades pudieran recuperarse de la zona amenazada. Esta decisión muestra la angustia que vivía Barcelona, cuya población sufría continuos bombardeos aéreos. Unos 25.000 hombres lograron traspasar el Ebro para reorganizarse en Cataluña, pero la

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magnitud del desastre queda patente al ver que sólo se salvaron 121 piezas de artillería de las 350 disponibles a comienzos de marzo. 51 En apenas un mes, Franco había conquistado 6.400 kilómetros cuadrados y se había hecho con un cuantioso botín, pero sobre todo con 70 kilómetros de costa, con algunos pequeños fondeaderos de suma utilidad para su flota, y había dejado aislada Cataluña, donde radicaba el grueso del tejido industrial republicano y albergaba la única frontera internacional por donde podía recibirse ayuda.

La ofensiva sobre Valencia y la batalla del Ebro

52 Todo presagiaba que Franco iba a invadir Cataluña. Pese a las muchas hipótesis barajadas, seguramente nunca se sabrá por qué no lo hizo. La realidad fue que ordenó marchar a las tropas que defendían Teruel a Sagunto, hacia donde también se dirigirían las que habían llegado al Mediterráneo, para caer después ambas sobre Valencia32.

53 Simultáneamente, Negrín tomó la decisión de crear dos grupos de ejércitos: el de la Región Central (GERC), constituido por los cinco ejércitos que habían quedado fuera de Cataluña, y el de la Región Oriental (GERO), con las unidades que habían logrado cruzar el Ebro. Negrín, auxiliado por Rojo, se atribuyó el mando del GERO y delegó en Miaja el del GERC. 54 El abrupto terreno del Maestrazgo, la afluencia de efectivos del GERC y las potentes líneas fortificadas erigidas al norte de Valencia demoraron el avance franquista y, a finales de julio, cuando se inició la batalla del Ebro, no habían llegado a Castellón. 55 La batalla del Ebro obedeció a un violento choque de voluntades. De una parte, la tenaz voluntad de vencer de Negrín, que logró revitalizar los despojos de su ejército, insuflarle moral de victoria y rearmarlo suficientemente. Y de otra, la obsesión de Franco por triturar de una vez a un enemigo que parecía renacer una y otra vez de sus cenizas33. 56 El objetivo era reunificar la zona republicana. Como en Teruel, el teatro de operaciones carecía de valor estratégico. Su elección correspondió en exclusiva a Negrín, que optó por una zona fácilmente controlable desde Barcelona. El terreno elegido fue la comarca denominada Terra Alta, un anfiteatro montañoso al otro lado del Ebro sin tejido industrial de importancia34. 57 Negrín encomendó la tarea a las tropas de Modesto: unos 100.000 hombres bastante bien pertrechados, pero con pocos cañones, aviones y vehículos blindados. Frente a ellos, los 40.000 del Cuerpo de Ejército Marroquí, mandado por Yagüe. 58 Rojo concibió tres acciones ofensivas complementarias: una de distracción por la parte de Lérida; la principal, consistente en cruzar el Ebro para establecer una amplia cabeza de puente frente a Gandesa y avanzar en dirección a Valencia, y otras dos secundarias en Mequinenza y Amposta, destinadas a desorientar al enemigo35. 59 El cruce del Ebro se realizaría por varios puntos, de noche y por sorpresa, para lo cual, con sumo sigilo, se comenzó a instruir a las tropas en la difícil operación de paso de ríos en las playas tarraconenses. La industria catalana fabricó pasarelas, puentes flotantes, puentes pesados y compuertas para prevenir riadas, que sumados a las barcas requisadas en los pueblos del litoral, permitían una capacidad de transporte de 8.000 hombres a la hora36.

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60 Yagüe menospreció los continuos informes que indicaban una inusual actividad del enemigo, incluso horas antes de que, a medianoche del 25 de julio, comenzase el cruce del río. La entrada en acción de su reserva no detuvo a los republicanos, ni tampoco la intervención de la Legión Cóndor cuando amaneció. 61 Al finalizar el día, se habían alcanzado dos objetivos. Uno estratégico –la interrupción de la ofensiva contra Valencia–, y otro táctico, la ocupación con muy escasas bajas de dos importantes cabezas de puente en Gandesa y Mequinenza. La llegada de refuerzos y los impunes bombardeos aéreos en los puntos de paso, unidos a la apertura de los embalses, paralizaron la ofensiva, sin lograrse por tanto reunificar el territorio republicano. La lucha por la posesión de Gandesa fue una verdadera lucha de titanes y, tras seis días de violentos combates, Modesto abandonó la partida y ordenó pasar a la defensiva. 62 Negrín debería haber abandonado aquel baldío terreno en el momento en que fracasó la proyectada reunificación. Tampoco era lógico que Franco se empecinase en reconquistarlo y sus generales le recomendaron reiniciar la operación sobre Valencia o lanzarse contra Barcelona desde Lérida. Pero al considerar Negrín una cuestión de prestigio no abandonar lo conquistado y obstinarse Franco en recuperar lo perdido, los objetivos propagandísticos se antepusieron a los bélicos y la batalla se convirtió en una carnicería sin sentido, en la que los republicanos llevaban las de perder al carecer de suficiente artillería y no dominar el aire. 63 Durante los tres meses siguientes y en tres fases sucesivas, los franquistas lanzaron potentes y sangrientos contraataques que acabaron doblegando la enconada resistencia republicana. No obstante, su retaguardia, habituada a los triunfos, comenzó a clamar por poner fin a la guerra37. Tampoco en Barcelona corrían vientos muy optimistas –«De la noche a la mañana [Negrín] apareció con el rostro demudado y una delgadez alarmante»38– y las crónicas enviadas desde el frente dejaban traslucir el desánimo y agotamiento de los combatientes y sus pésimas condiciones de vida. 64 Al amanecer del 16 de noviembre, tras 113 jornadas de lucha, los últimos soldados republicanos cruzaron el río y dinamitaron los puentes39. Atrás, dejaban 3.000 cadáveres, 20.000 prisioneros y la mayor parte del armamento. Hacia el mediodía, llegaron a las orillas del río las primeras unidades de Franco, la batalla se dio por concluida y con ella cualquier esperanza de supervivencia de la República.

La ocupación de Cataluña y el final de la guerra

65 La situación recordaba a la de finales de abril. Cataluña estaba cercada y su defensa dependía del desmoralizado GERO, falto de armamento pesado y aviación. Negrín no se amilanó y continuó exigiendo nuevos esfuerzos a sus tropas, en la esperanza de que británicos y franceses acudirían en auxilio de la República cuando estallase la guerra en Europa y Franco se pusiese al lado de Hitler. La angustiosa situación exigía preparar con urgencia alguna operación de gran alcance estratégico y propagandístico, que evitase la invasión de Cataluña. A tal efecto, Rojo puso en marcha la siempre postergada operación sobre Extremadura y otras tres acciones de alcance limitado: un golpe de mano en Málaga; otro en Córdoba, y un ataque, inspirado en la batalla de Brunete, para cortar las comunicaciones entre Madrid y Extremadura. Todas ellas terminaron fracasando, haciendo inevitable la caída de Cataluña40.

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66 La víspera de Nochebuena, los franquistas rompieron el frente. La línea fortificada del Segre fue rebasada y las reservas republicanas quedaron aniquiladas al ser absorbidas en los combates. Tagüeña destacó en sus memorias la crítica situación a la que se había llegado41. Los catalanes dieron por perdida la guerra y «centenares de familias» inundaron carreteras y caminos, primer atisbo del multitudinario éxodo que llegaría a la frontera francesa un mes después42. 67 Los Reyes Magos trajeron a la República buenas noticias desde Extremadura, pero en Cataluña el panorama era muy sombrío. Las pérdidas territoriales carecían de importancia comparadas con la práctica destrucción del GERO. La llamada a filas de hombres de cuarenta años y adolescentes de dieciocho hundió del todo la moral de la retaguardia, al desmentir los triunfalistas comunicados gubernamentales. 68 Tarragona, a menos de 40 kilómetros del frente, corría serio peligro y Barcelona sólo se salvaría si era capaz de emular la gesta madrileña de noviembre de 193643. El día 7, ante el serio peligro de verse copadas, las tropas situadas al este del Segre se replegaron y dejaron Tarragona abandonada a su suerte, siendo ocupada sin resistencia el día 15. 69 De las líneas fortificadas que supuestamente debían contener el avance contra Barcelona, sólo estaba en servicio un pequeño tramo. La aviación batió impunemente a las tropas en retirada e impidió los trabajos de fortificación en torno a Barcelona. Las llamadas de Negrín a convertirla en otro Madrid no hallaron eco, y menos desde que el gobierno se trasladó a Figueras. El día 24, los franquistas llegaron a las puertas de Barcelona y su guarnición abandonó la ciudad. A la mañana siguiente, se ocupó el casco urbano sin disparar un solo tiro. Cientos de quintacolumnistas se adueñaron de las calles, ondeando banderas bicolores y vitoreando a las tropas de Franco: Mientras por una calle entraban los conquistadores, aclamados por los gritos de sus simpatizantes, por la de al lado se retiraban nuestros maltrechos hombres […]. Muchos de nuestros soldados, e incluso oficiales, que hasta entonces habían sido magníficos combatientes, tiraban las armas y se entregaban, considerando inútil seguir adelante44. 70 La incruenta ocupación de Barcelona tuvo enorme repercusión dentro y fuera de España, y miles de aterrados fugitivos se apelotonaron ante los pasos fronterizos, cerrados por el gobierno francés. Franco, para preservar su imagen internacional, trasladó a sus marroquíes a Andalucía e intentó cortar la retirada de los restos del Ejército Popular. Por razones humanitarias, Francia abrió los puestos fronterizos: unos 170.000 ancianos, mujeres y niños fueron dispersados por los departamentos franceses, y 45.000 hombres, concentrados en la playa de Argelès45.

71 El 5 de febrero, Gerona cayó en manos de Franco, el presidente Azaña se internó en Francia y Rojo recomendó evacuar las tropas a Francia. Lo que vino a continuación superó todas las previsiones del gobierno francés. Sus cálculos eran que Barcelona emularía la gesta de Madrid y que allí se detendría el avance franquista. Una vez patente su errónea estimación, consideró lógico que Negrín capitulara. Al no cumplirse tampoco este pronóstico, contempló horrorizado la llegada de miles de soldados dispuestos a cruzar la frontera, por lo que se decidió recluirles en campos de concentración, como se había hecho con los 45.000 civiles en edad militar46. 72 El jefe de la región militar pirenaica coordinó su evacuación con Rojo, quien, ignorante de las instrucciones que su colega había recibido y confiado en que, conforme a la costumbre, se les trasladaría a Cartagena, vía Marsella y Orán, decidió que cada división cruzase la frontera en correcta formación.

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73 Durante nueve días, 230.000 soldados fueron cruzando la frontera bajo la estrecha supervisión de 50.000 gendarmes franceses, quienes les requisaron el armamento, formándose enormes pilas de pistolas y fusiles al borde del camino. El desarme fue una decisión razonable, pero al ser también desarticuladas todas las unidades, desapareció cualquier atisbo de organización jerárquica y el ejército se convirtió en una informe e indisciplinada masa de hombres, conminada a emprender una penosa caminata hacia los lugares donde se había previsto internarlos. 74 El día 8, mientras las tropas republicanas se internaban en Francia, los franquistas tomaron Figueras; al día siguiente La Junquera, y el 10 Port Bou. Más al oeste, otras unidades comenzaron a cruzar los abruptos pasos pirenaicos y el día 13 todo el territorio catalán quedó en manos de Franco. 75 Aquel desastre se correspondía con una situación insostenible en la Zona Central. La falta de brazos en el campo, sumada a una pésima cosecha, resucitó el olvidado fenómeno de la hambruna, y esta vez no sólo en Madrid, que la llevaba padeciendo desde principios de la guerra, sino incluso en las hasta entonces bien alimentadas provincias levantinas. En contraste, la zona gobernada por Franco vibraba de entusiasmo, contemplaba alborozada la proximidad de la victoria y, pese a la mala cosecha, los mercados estaban bien surtidos. 76 El 27 de febrero, Francia y el Reino Unido establecieron relaciones diplomáticas con Franco. Azaña dimitió y, amparado en el criterio de Rojo, aconsejó a Negrín que gestionase una paz humanitaria. Este desestimó el consejo y decidió desembarazarse de los militares profesionales y conceder el mando de los diferentes ejércitos a hombres estrechamente vinculados con el Partido Comunista, partidario de prolongar la guerra. Ante esta tesitura, Miaja y el general Casado, jefe del Ejército del Centro, acordaron hacerse con el poder y negociar la capitulación. A medianoche del 5 de marzo, Julián Besteiro formó un Consejo Nacional de Defensa, cuya presidencia asumió Miaja, constituido por Casado en Defensa y por representantes de todas las organizaciones políticas y sindicales del Frente Popular, a excepción del Partido Comunista. 77 Nada más amanecer, varias unidades mandadas por comunistas entraron en Madrid para tratar de neutralizar el golpe de estado, lo que provocó una guerra civil en miniatura, que se saldó con cientos de muertos y, al entremezclarse con la rebelión de la base naval de Cartagena, con la pérdida de la flota. Aquella misma tarde, Negrín, varios ministros y los altos mandos de filiación comunista optaron por exiliarse. 78 Madrid vivió durante seis días una situación caótica, que cortocircuito las negociaciones abiertas con Franco. Este exigió la rendición incondicional y el día 25, ante los reparos del Consejo de Defensa, rompió las negociaciones y dio orden de avanzar en todos los frentes. Los soldados republicanos no se opusieron al avance, e incluso en bastantes lugares compartieron botas de vino y canciones de guerra para celebrar que la guerra llegaba a su término. Tan espontáneos brotes de fraternidad hicieron exclamar al general Casado: «¡Quiere usted nada más elocuente y más hermoso que la paz haya empezado por abajo!»47. 79 Lamentablemente, las autoridades franquistas no suscribieron aquel esperanzador anhelo de pacífica convivencia. Durante casi cuarenta años, decididas a no olvidar ni perdonar, mantuvieron vivo el clima bélico, sin parecer advertir que la inmensa mayoría de la población, tanto la que había combatido como sus hijos, había asumido y

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sintonizado plenamente con el ambiente vivido en las trincheras en los tres últimos días de la guerra.

NOTAS

1. Fernando Puell de la Villa, «Julio de 1936: ¿un Ejército dividido?», en Jorge Martínez Reverte (coord.), Los militares españoles en la Segunda República, Madrid, Pablo Iglesias, 2012, p. 77-98. 2. Fernando Puell de la Villa y Justo A. Huerta Barajas, Atlas de la Guerra Civil española: antecedentes, operaciones y secuelas militares (1931-1945), Madrid, Síntesis, 2007. 3. Ángel Viñas, La soledad de la República: el abandono de las democracias y el viraje hacia la Unión Soviética, Barcelona, Crítica, 2006. 4. Ángel Viñas, El honor de la República: entre el acoso fascista, la hostilidad británica y la política de Stalin, Barcelona, Crítica, 2008. 5. Archivo General Militar de Ávila, Fondos de la Guerra Civil, legajo 4, carpeta 8. 6. José Manuel Martínez Bande, La marcha sobre Madrid, Madrid, San Martín, 1982, p. 53-97. 7. Antony Beevor, La Guerra Civil española, Barcelona, Crítica, 2005, p. 215-219. 8. Geoffrey Cox, La defensa de Madrid, Madrid, Oberon, 2005. 9. José Manuel Martínez Bande, La lucha en torno a Madrid en el invierno de 1937, Madrid, San Martín, 1984. 10. Luis Díez, La batalla del Jarama, Madrid, Oberon, 2005. 11. Juan A. Ramos, Guerra civil en Málaga 1936-1937, Málaga, Algazara, 2013. 12. John F. Coverdale, «The Battle of Guadalajara, 8-22 March 1937», Journal of Contemporary History, n.º 9 (1), January 1974, p. 53-75. 13. José Manuel Martínez Bande, La ofensiva sobre Segovia y la batalla de Brunete, Madrid, Servicio Histórico Militar, 1972. 14. Pedro Barruso, La Guerra Civil en Guipúzcoa (julio-septiembre de 1936), San Sebastián, Hiria, 2006. 15. Indalecio Ojanguren, El Cinturón de Hierro, Bilbao, Ikeder, 1996. 16. José Manuel Martínez Bande, La guerra en el Norte (hasta el 31 de marzo de 1937), Madrid, San Martín, 1969. 17. José Manuel Martínez Bande, Vizcaya, Madrid, Servicio Histórico Militar, 1971. 18. Herbert R. Southworth, La destrucción de Guernica: periodismo, diplomacia, propaganda e historia, Granada, Comares, 2013. 19. Severiano Montero, La batalla de Brunete, Madrid, Raíces, 2009. 20. José Manuel Martínez Bande, El final del Frente Norte, Madrid, Servicio Histórico Militar, 1972. 21. José Manuel Martínez Bande, La gran ofensiva sobre Zaragoza, Madrid, San Martín, 1973. 22. Vicente Rojo, España heroica: diez bocetos de la guerra española, Barcelona, Ariel, 1975, p. 111. 23. Amaro Izquierdo, Belchite a sangre y fuego, Barcelona, RBA, 2006. 24. Javier Rodríguez Muñoz, La Guerra Civil en Asturias, Oviedo, Prensa Asturiana, 2006. 25. Gabriel Cardona, Historia militar de una guerra civil: estrategia y tácticas de la guerra de España, Barcelona, Flor del Viento, 2006, p. 24 y 25. 26. José Manuel Martínez Bande, La batalla de Teruel, Madrid, San Martín, 1974. 27. Rafael García-Valiño, Guerra de Liberación española: campañas de Aragón y Maestrazgo, batalla de Teruel, batalla del Ebro, Madrid, Biosca, 1949, p. 195 y 196. 28. José Manuel Martínez Bande, La llegada al mar, Madrid, San Martín, 1975.

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29. Rojo, op. cit., p. 135. 30. Antonio Cordón, Trayectoria: memorias de un militar republicano, Barcelona, Crítica, 1977, p. 318 y 319. 31. José María Maldonado, Alcañiz 1938: el bombardeo olvidado, Zaragoza, Ibercaja, 2003. 32. José Manuel Martínez Bande, La ofensiva sobre Valencia, Madrid, San Martín, 1977. 33. Miguel Alonso Baquer, El Ebro: la batalla decisiva de los cien días, Madrid, La Esfera de los Libros, 2003, p. 29 y 30. 34. José Manuel Martínez Bande, La batalla del Ebro, Madrid, San Martín, 1978. 35. Rojo, op. cit., p. 147-159. 36. Julio Diamante, Mis recuerdos de la Guerra Civil española, Madrid, INSERSO, 2007, p. 155-168. 37. Juan Vigón, Cuadernos de guerra y notas de paz, Oviedo, Instituto de Estudios Asturianos, 1970, p. 284. 38. Julián Zugazagoitia, Guerra y vicisitudes de los españoles, Barcelona, Tusquets, 2001, p. 450. 39. Manuel Tagüeña, Testimonio de dos guerras, Barcelona, Planeta, 2005, p. 262. 40. José Manuel Martínez Bande, La campaña de Cataluña, Madrid, San Martín, 1979. 41. Tagüeña, op. cit., p. 275. 42. Juan Modesto, Soy del Quinto Regimiento (notas de la guerra española), París, Ebro, 1969, p. 258. 43. Enrique Líster, Nuestra guerra: aportaciones para una historia de la guerra nacional revolucionaria del pueblo español (1936-1939), París, Ebro, 1966, p. 235. 44. Tagüeña, op. cit., p. 289. 45. Javier Rubio, La emigración de la Guerra Civil de 1936-1939: historia del éxodo que se produce con el fin de la II República Española, Madrid, San Martín, 1977, t. I, p. 70-73. 46. Rubio, op. cit., t. I, p. 359-366 47. Segismundo Casado, Así cayó Madrid, Madrid, Edic. 99, 1977, p. 275.

RESÚMENES

Desde el punto de vista militar, la Guerra Civil española se libró en tres fases sucesivas. En la primera, el principal objetivo fue la conquista de Madrid, conforme a lo previsto por los organizadores del golpe de Estado de julio de 1936. Tras fracasar en ello, Franco logró apoderarse de la cornisa cantábrica, cuya pérdida causó un daño irreparable a la República. La última fase respondió a la iniciativa republicana de trasladar el teatro de operaciones a la vertiente mediterránea, donde la abrumadora superioridad de las tropas franquistas determinó el desenlace de la contienda.

D’un point de vue militaire, la Guerre Civile espagnole s’est déroulée en trois étapes successives. Pour la première, l’objectif principal est la conquête de Madrid, comme l’ont prévu les organisateurs du coup d’État de juillet 1936. Après y avoir échoué, Franco s’empare de la Corniche Cantabrique, dont la perte cause des dommages irréparables à la République. La dernière phase correspond à l’initiative républicaine de déplacer le théâtre des opérations sur la côte méditerranéenne, où la supériorité écrasante des troupes franquistes scelle l’issue du conflit.

From a military point of view, the Spanish Civil War had three consecutive phases. Franco’s first aim was to conquer Madrid, in accordance with the schedule of the July 1936 coup. After having

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failed in that, he successfully occupied the Cantabrian ledge, whose loss caused irreparable damages to the Republic. The last phase responded to the Republican initiative of moving the main theatre of operations to the Mediterranean coast, where the pro-Franco army’s outmost superiority determined the struggle outcome.

ÍNDICE

Mots-clés: Espagne, Guerre Civile, opérations militaires, armées Palabras claves: España, Guerra Civil, operaciones militares, ejércitos Keywords: Spain, Civil War, military operations, armies

AUTOR

FERNANDO PUELL DE LA VILLA

IU Gral. Gutiérrez Mellado, UNED

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Las madrinas de guerra en la Guerra Civil

Manuel de Ramón Carrión

1 Para muchos autores, la Primera Guerra Mundial representó el comienzo de la industrialización de la guerra. A partir de 1914 ya no bastaba con el imprescindible valor de los soldados y la habilidad de los generales para vencer. Estos factores pasaron en cierto modo a un segundo plano frente a la potencia destructiva de las nuevas armas. Es decir, frente a la potencia industrial y económica de los países contendientes.

2 Sin embargo, la Gran Guerra también aportó otras novedades con un carácter que podríamos calificar de humanitario, como la mejora de la sanidad militar o el esfuerzo por enterrar dignamente a los caídos. En este segundo caso, podría hablarse de un intento por mantener alta la moral del soldado, ya que al menos a los combatientes les podía reconfortar el hecho de saber que si morían su cadáver sería enterrado de forma respetuosa en una tumba individual en la que constaría su nombre. 3 La preocupación por la moral del soldado originó también otras iniciativas como la creación de la figura de la «Madrina de Guerra» con la que numerosas mujeres mantenían correspondencia con soldados que estaban en primera línea a los que también enviaban regalos. En un principio, las madrinas atendieron sobre todo a los militares que no podían establecer comunicación con sus familias porque estaban en las zonas ocupadas por los alemanes. De esta forma, los soldados no se sentían tan solos. En el caso de la Guerra Civil española esta función era esencial, puesto que la línea del frente entre republicanos y franquistas dividió también a muchas familias que no se podían comunicar y así lo entendieron las autoridades de Burgos. 4 Hasta el momento no hemos encontrado registros que sitúen la aparición de esta peculiar figura en conflictos anteriores a 1914. Mientras no existan pruebas documentales que demuestren lo contrario, hemos de pensar que surgió en la Gran Guerra. Incluso ya hay datos que parecen situarlo en 1915, como veremos a continuación. 5 El objetivo estaba muy claro. Incluso puede afirmarse que era doble. Por un lado, se trataba de ayudar a los soldados a mantener el ánimo en los momentos más difíciles

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porque sabían que en la retaguardia había una joven que rezaba y pensaba en él. El segundo objetivo era el de establecer una conexión entre el frente y la retaguardia, que tan a menudo era despreciada por quienes padecían todo tipo de privaciones enfangados en una trinchera y en constante peligro de morir. En definitiva, se trataba de establecer un lazo de unión entre los militares y la sociedad civil: «De hecho –apunta Verónica Sierra–, llegó a ser considerado algo extraño que un soldado no contase con una madrina o con varias, como ocurrió en muchas ocasiones1». 6 En España podemos considerar que las primeras madrinas de guerra aparecen en la década de 1920, durante la guerra de Marruecos. Así parecen atestiguarlo algunas pequeñas piezas literarias, entre otras una comedia de Miguel Mihura2, y otros sencillos documentos como el anuncio del 10 de octubre de 1924 publicado en El Noticiero Extremeño, en el que el apellido «Bala» podría tratarse de un seudónimo: Madrina de guerra.- Nos escribe solicitando madrina de guerra el sargento de la primera compañía del batallón expedicionario de Castilla número 15, que se encuentra en Tetuán, don José Bala López3.

La Primera Guerra Mundial, origen de las madrinas

7 Las primeras referencias que hemos podido constatar proceden sobre todo de Francia, así como de Bélgica, Quebec y algunas de Italia. En la revista Le Figaro Histoire, C. Lestienne establece el mes de enero de 1915 como fecha del surgimiento de esta «institución» de inspiración católica orientada a sostener la moral de los soldados, especialmente de los que tenían a sus familiares en las regiones del Norte y del Este que habían sido ocupadas por los alemanes: «Afin de soutenir le moral des soldats des régions occupées, l’institution des marraines de guerre est crée en janvier 1915»4.

8 Según Lestienne, la idea surgió de la asociación «La famille du soldat»5, seguida después por «Mon soldat», y contó con el apoyo del ministro de la Guerra, Alexandre Millerand. Las madrinas eran «damas de buena sociedad». Rápidamente, numerosos diarios y publicaciones colaboraron como puente entre las asociaciones de ayuda a los soldados y las jóvenes que querían ser sus madrinas. Entre otras, podemos destacar la revista revista humorística La vie parisienne, donde los militares ponían anuncios solicitando madrinas de guerra. 9 Es cierto que durante la Primera Guerra Mundial muchas mujeres cambiaron las tareas teóricamente femeninas para trabajar como munitionettes (obreras de las fábricas de armamento). Sin embargo, la prensa y la literatura destacaron más los papeles tradicionales, como el de enfermera, dama de la caridad o madrina de guerra. 10 En las trincheras, los poilus franceses sobre todo encontraron una forma amable de evadirse de la espantosa realidad que les rodeaba escribiendo a una desconocida. Cabe pensar que hablarían de la situación en el frente. Aunque no es posible saber si describirían con detalle a su madrina las espantosas carnicerías que presenciaban a su alrededor, seguramente les hablarían de lo que soñaban hacer cuando terminase el conflicto. 11 Y seguramente también les pedirían unos regalos tan preciados para ellos como el tabaco, una pipa, embutidos, calcetines de lana y jerseys. Objetos muy valiosos para unos hombres que carecían de casi todo. Algunos enviaban a cambio lo que podría denominarse como «artesanía de guerra»: pequeñas figuras que tallaban con la navaja

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en trozos de madera o en los casquillos de los proyectiles y que hoy podemos contemplar en museos y casas particulares. 12 No todo fue artesanía, algunas afortunadas madrinas también recibieron poemas que han entrado en la historia de la literatura francesa. La poetisa Yves Blanc6 recibió un poema de su ahijado Guillaume Apollinaire, a quien había conocido durante un viaje en tren: Para Y.B. Aunque me llegó en agosto su cuarteto de abril Me ha librado de todo mal y de toda herida Su dulzura me persigue en toda mi aventura Durante este año, oscuro como el mil. Yo os lo agradeceré si es posible, lo aseguro Cuando venzamos al alemán cobarde y vil De cuya injuria la virtud francesa ha sido víctima. [Poemas a la madrina] 13 La correspondencia entre Apollinaire e Yves Blanc fue recopilada en el libro Lettres à sa marraine, publicado en los años 1950. En 1999, los originales de las cartas fueron vendidos en París por unos 60.000 euros. En su misiva del 5 de diciembre de 1915, Apollinaire afirmaba: Je suis depuis six jours déjà dans la tranchée de première ligne dont l’horreur ne se peut décrire, encore moins imaginer. De ces abîmes blancs, pleins d’eau, arrosés par la pluie métallique et puante des plus redoutables engins de guerre, je vous envoie le témoignage affectueux de mon amitié pour vous ma petite marraine, bien apprise7.[firmado G. de Kostrowitsky]8 14 Apollinaire mantuvo también correspondencia con Madeleine Pagès, que era su novia oficial, y con su amante, Louise de Coligny-Châtillon, una aristócrata casada. El libro Lettres à Lou9, recopila la correspondencia con esta última: Les soldats s’en vont lentement Dans la nuit trouble de la ville. Entends battre mon cœur d’amant. Ce cœur en vaut bien plus de mille Puisque je t’aime éperdument10. 15 En 1916 Apollinaire fue herido en la cabeza, en noviembre de 1918 falleció en París víctima de la gripe, pocos días antes de la firma del Armisticio. Wilhelm Apollinaris de Kostrowitsky, Guillaume Apollinaire para la historia de la Literatura Universal, se convirtió en uno más de los 525 escritores franceses que sucumbieron en la Primera Guerra Mundial. A esta cifra habría que sumar las muertes de numerosos pintores y músicos de ambas zonas.

16 Otros escritores y artistas franceses también tuvieron madrina de guerra. El poeta bretón Jean Pierre Calloc’h (Yann Ber Kalloc’h) mantuvo correspondencia con madame Alleno, de la que apenas se conocen datos. Calloc’h murió en 1917. Entre sus ropas se encontró una carta profética: En medio de un descampado, en un agujero recubierto con una chapa, bajo la cortina de acero de los cañonazos. Le escribo apoyado en las rodillas. Hace mucho frío, llueve y nieva y no tenemos fuego. Éste es el país de la miseria y del dolor (...) Debemos atacar sin demora. Iremos porque es preciso. Y esto puede ser un adiós11. 17 En una carta mucho menos dramática, fechada el 18 de septiembre de 1915, el también escritor Henri Barbusse mostraba su agradecimiento a Jeanne Charrot:

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Mi querida madrina, Ya tengo la pipa. Me ha llegado en una cajita junto con el tabaco que poco a poco absorberá. ¡Esta pipa me parece simplemente perfecta!12. 18 Al comienzo de este epígrafe se mencionaba la presencia de madrinas de guerra québecoises que se cartearon sobre todo con sus paisanos. En 1996 se publicó la correspondencia de Paul Norac (seudónimo de Paul Caron, periodista de Montmagny, muerto en 1917), donde aparecen las cartas de Henriette Bourassa Chauvin, a quien eligió como madrina en 1914.

19 El músico Maurice Ravel, que con 39 años también combatió en la Primera Guerra Mundial, dedicó el minueto de su obra Le tombeau de Couperin a Jean Dreyfus, el hijo de su madrina caído en el frente. Desconocemos si también tuvo como madrina a la bailarina y actriz rusa Ida Rubinstein, a la que años más tarde dedicaría su conocido Bolero. 20 Ida Rubinstein fue una excéntrica madrina de militares franceses en las dos guerras mundiales. En 1914 fundó un hospital auxiliar y se convirtió en enfermera voluntaria. Coco Chanel le diseñó una cofia de estilo egipcio. Al parecer, acudía al frente en coches de lujo, acompañada de sus criados para visitar a los heridos, a los que animaba con champán. 21 Cuando los nazis invadieron Francia en la Segunda Guerra Mundial, Ida Rubinstein, de origen judío, huyó a Inglaterra. En Londres se convirtió en la madrina de los pilotos franceses de la escuadrilla «Alsacia», encuadrada en la RAF.

Aproximación al papel de las mujeres en la Guerra Civil española

22 Con la llegada de la República, los movimientos feministas españoles recibieron un fuerte impulso. Pese a los recelos machistas de la época, los partidos de izquierda y los sindicatos apoyaron las reivindicaciones de la mujer. La nueva Constitución instauró el sufragio universal gracias a la diputada Clara Campoamor, que se enfrentó a las izquierdas, siempre temerosas de que las mujeres votasen a los partidos de derechas.

23 A lo largo de los 40 años transcurridos desde que murió el dictador, los abundantes trabajos historiográficos realizados sobre el papel de las mujeres en la Guerra Civil13 permiten albergar ya pocas dudas acerca del papel secundario que, salvo excepciones, desempeñaron tanto en la retaguardia como en el frente. Si bien es preciso tener en cuenta algunos importantes matices que podemos observar en cada zona contendiente e, incluso, en los distintos momentos del conflicto. 24 Es sobradamente conocido que al comienzo de la guerra, muchas mujeres estuvieron en primera línea vistiendo el famoso mono azul de milicianas de la República, aunque también sabemos que por lo general su presencia en la zona de combates fue casi testimonial y duró hasta septiembre de 1936. La imagen de la mujer en las trincheras republicanas se utilizó más con fines propagandísticos para animar a la población a luchar contra los sublevados que con fines militares. 25 Y esto no debe interpretarse de forma peyorativa, puesto que la propaganda es una de las armas más importantes en cualquier guerra desde que los seres humanos comenzaron a matarse entre sí. En la zona franquista no hubo mujeres en primera línea

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y la figura femenina más destacada fue Pilar Primo de Rivera, si bien su capacidad de adoptar decisiones importantes fue casi nula. 26 Si dejamos de lado el aspecto meramente militar, podemos encontrar en la zona gubernamental esas excepciones a las que antes nos referíamos. Hasta no hace mucho se pensaba que las mujeres republicanas no habían desarrollado actividades políticas relevantes durante la guerra salvo Dolores Ibárruri, Federica Montseny o Victoria Kent entre otras. Por el contrario, Mónica Moreno afirma que hubo un grupo de mujeres que participaron activamente en la vida republicana, aunque con sentimientos encontrados: La militancia de estas mujeres en el republicanismo, el feminismo y el pacifismo adopta en la guerra civil una nueva fisonomía: son republicanas que se identifican con un proyecto cada vez más desdibujado –aunque no para ellas–, feministas que aceptan dar prioridad a la victoria sobre la emancipación femenina y pacifistas que defienden el derecho del gobierno que consideran legítimo a defenderse con las armas. Y algunas, pocas, que se niegan a ser encuadradas con las anteriores. Esta pluralidad, no sólo política sino también ante la guerra, rompe con estereotipos y ofrece una visión compleja de las relaciones entre mujeres, guerra y republicanismo14. 27 Incluso en el campo de la diplomacia republicana hubo mujeres, como Isabel de Palencia (Isabel Oyarzábal), que fue la primera embajadora de la historia de España como ministra plenipotenciaria de la República en Suecia y los países nórdicos. También fue delegada en la Sociedad de Naciones e intervino en la Organización Internacional del Trabajo15.

28 En este sentido, también es notable el papel que algunas periodistas desempeñaron al servicio de la República. Eiroa y Sanmartí destacan que numerosas periodistas de la zona republicana se pusieron al servicio del Gobierno legalmente constituido: The outbreak of the Civil War intensified the role of women journalists as they became completely committed to the struggle against the forces of the military rebels. This was the moment when many of them decided to go out onto the streets to defend the freedoms they had gained with the arms they had available: the pen and the word.Their radio speeches, reports, chronicles or published interviews in various rearguard media, or the contributions sent from the front, altogether form a testimony to their important contribution to the Republican cause16. 29 Como se ha dicho, en la zona franquista la política más destacada fue Pilar Primo de Rivera, hermana del fundador de la Falange, pero su trabajo podría calificarse como auxiliar, porque se centró en el encuadramiento de las mujeres de la retaguardia. Entre estas labores figuraría sin duda la promoción de las madrinas de guerra.

30 Desde el comienzo del conflicto, las mujeres que estaban en el territorio nacionalista quedaron relegadas al papel «propio de su sexo» que impondría más tarde el Nuevo Estado. Un papel de madre y esposa ejemplar que tras la boda se había convertido nuevamente en una menor de edad. 31 En esta situación, la aportación femenina al esfuerzo bélico en la zona franquista se limitaba a labores de enfermería, postulantes del socorro al soldado, los trabajos en las fábricas y también como madrinas de guerra. Estas últimas eran mujeres que se dedicaban a mantener correspondencia con los soldados en el frente; sobre todo con aquellos cuyas familias habían quedado en la zona republicana y se sentían especialmente solos. Algunas combinaron las funciones de enfermeras y madrinas de guerra, como Carmen Sánchez en Sevilla, protagonista del libro Madrina de Guerra17.

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32 Una vez consolidados los golpistas en su zona, las asociaciones de mujeres y los partidos sólo sobrevivieron en el territorio republicano. En el que estaba controlado por los sublevados, los partidos, sindicatos y organizaciones ciudadanas de izquierdas fueron suprimidos. Incluso los partidos de derechas también desaparecieron y parte de sus militantes se integraron en la Falange. Las organizaciones conservadoras de mujeres fueron absorbidas de forma paulatina por la Sección Femenina, como por ejemplo las «margaritas» de los requetés navarros. Esta asociación se mantuvo independiente hasta la unificación de falangistas y requetés en 1937 como Falange Española Tradicionalista, FET y de las JONS18. 33 M. A. Barrachina afirma que, en un principio, los militares permitieron que la organización falangista impulsase una imagen más activa y militante de la mujer frente a las asociaciones confesionales, asumiendo así los derechos reconocidos por la República, pero sólo fue una táctica para aprovechar las ansias de realizar tareas fuera del hogar19. Enseguida se planteó la vuelta de las mujeres junto al fogón para que se olvidasen de sus derechos.

Madrinas de guerra en la zona nacionalista

34 Como se ha dicho, y de forma coherente con el papel que concebían para la mujer española después de la guerra, las autoridades franquistas no les concedieron ninguna oportunidad de participar en la lucha en el frente. Su contribución a la causa se limitó a permanecer en la retaguardia desempeñando labores auxiliares: cosieron uniformes, sirvieron en los comedores infantiles, fueron postulantes para la ayuda a los soldados, visitaron a los heridos y se convirtieron en enfermeras20. En definitiva, trabajos representativos de la figura de madre y esposa impuesta por la ideología imperante, que la calificaba como «fundamental» para apoyar a los hombres que arriesgaban su vida por la Patria.

35 Las madrinas de guerra representan un papel voluntario, absolutamente femenino, pero a la vez constituyen un «arma» esencial para apoyar moralmente a los combatientes. Un papel que sólo podía realizar una «mujer de su casa». Las jóvenes madrinas enviaban un mensaje implícito: cuando los ahijados recibían su carta podían crearse la ilusión de que estaban hablando con una amiga en la misma trinchera, allí donde sólo había muerte, miedo y privaciones. 36 En la zona franquista constituyeron una especie de institución semioficial que encarnó el apoyo de los civiles a los militares. Una conexión directa entre el frente y la tantas veces denostada retaguardia, donde según la opinión de los combatientes se comía bien, no hacía frío ni calor, había diversiones y, sobre todo, no existía el peligro. Con las cartas de las madrinas la retaguardia expiaba esos pecados y demostraba que desde la distancia no se olvidaba de los héroes de la primera línea. 37 Las muchachas no sólo enviaban cartas. En ocasiones, y dependiendo de su capacidad económica, también mandaban los regalos que más podían desear sus ahijados como tabaco, jerséis, mantas, calcetines de lana, embutidos, periódicos y, por supuesto, medallas religiosas y escapularios con el famoso Detente Bala. 38 Es posible que la idea de escribir a muchachos desconocidos que se encontraban en peligro surgiera de forma espontánea en las jóvenes, aunque también podría ser fruto de la imitación de otras amigas. Las autoridades del gobierno de Burgos estimulaban a

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las madrinas y les daban facilidades para cumplir su misión. La correspondencia con el frente era gratuita, los periódicos de la retaguardia y, por supuesto, el semanario La Ametralladora (precursor de La Codorniz) publicaban numerosas peticiones de correspondencia de militares y ofrecimientos de las chicas. Unos anuncios que firmaban con seudónimos tan extravagantes como Pedro Matapiojos, Tarzán de las ratas o Manso el Furioso. Por su parte, las jóvenes se apodaban Sonsoles Tomate Verde, Sonsoles Quita Penas o La Panoli num.1. 39 Pilar Santamaría explicaba en sus memorias la misión de la madrina, que constituía una labor patriótica mitad consuelo y mitad ilusión para el soldado: Las madrinas de guerra eran como una obligación moral, dulce y femenina ¿Qué más indicado para nosotras que consolar, animar, llevar a los soldados del frente un poco de optimismo y de ilusión? Ellos que luchaban, que estaban a la intemperie, bajo las estrellas, que cuando mirasen al cielo, creyesen que sus parpadeos les enviaban recuerdos y sonrisas ¡Qué labor tan bonita y humana! La madrina era para el soldado un consuelo, una ilusión. (...) ¡Qué contento se ponía aquel soldadito huérfano, que no encontraba para sus penas más que el aliento en las cartas de su madrina21. 40 Esta descripción del papel de la madrina coincide con la visión de los propios soldados. En Madrina de Guerra. Cartas desde el frente, se han transcrito las 122 cartas que Carmen Sánchez conservó. Uno de sus 30 ahijados, el teniente Mariano Clavero resumía su concepto de las madrinas: Porque la madrina no la concibo de otro modo: un poquitín madre; otro poquito de hermana de la caridad; otro poquillo novia; y un 90 % de amiga leal [27 de septiembre de 1938]22. 41 Una vez que aceptaban a la madrina, los corresponsales se encargaban de recordarle periódicamente las obligaciones que habían contraído con ellos. Eran muy conscientes de sus derechos, como demuestra el propio Mariano Clavero en la carta del 9 de septiembre de 1938 con una poética relación de los deberes de la madrina, que recuerda las obras de caridad cristiana: Porque eres tú, por el cargo que te has impuesto, la que tiene que derramar la misericordia sobre mí; consolar al triste; dar de comer al hambriento y beber al sediento de afecto, enseñar al que no sabe lo que pasa por ahí; redimir al cautivo del tedio y enterrarlo si lo matan al ahijado y rezarle una oración [9 de septiembre de 1938]23. 42 Según Florentino Rodao24, Jaime Milans del Bosch y otros oficiales franquistas solicitaron madrinas de guerra japonesas en el periódico Asahi Shimbun con unos anuncios insertados en 1937 por José del Castillo, representante diplomático del Gobierno de Burgos en Tokio. Rodao asegura que la correspondencia de las jóvenes japonesas fue remitida a la Séptima Bandera de la Legión y al crucero Baleares, aunque no comenta nada sobre el idioma en que se comunicaron los militares españoles y sus madrinas niponas.

Las mujeres republicanas, unas madrinas tardías

43 La figura de las madrinas republicanas tuvo un desarrollo más tardío y fue bastante fugaz, posiblemente porque las mujeres desempeñaron un papel mucho más activo en la contienda. La presencia de las milicianas en los campos de batalla constituyó una

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novedad en Europa Occidental, aunque como ya se ha dicho, su eficacia fue más propagandística que bélica, según algunos.

44 El entusiasmo antifascista de los primeros días se tradujo en un gran número de milicianas que debería haber obtenido mejores resultados desde el punto de vista militar. Sin embargo, en la mayoría de los casos la falta de preparación militar de aquellas mujeres, al igual que les ocurrió a muchos hombres, limitó su capacidad de combate. Sobre todo si se compara con la experiencia de las aguerridas tropas del ejército de África que tenían enfrente. 45 En el Ejército Popular aparecieron muy pronto actitudes conservadoras que daban primacía al sexo masculino. La figura de la miliciana se vio muy pronto rodeada por una polémica que concluyó en 1936 con su alejamiento oficial de las trincheras para ocuparse de labores más tradicionales, aunque hubo algunas excepciones, como Elizaveta Parshina, una dinamitera rusa que luchó en el XIV Cuerpo de Guerrilleros del ejército republicano25 y más tarde en la II Guerra Mundial. Probablemente, las verdaderas mujeres-soldado de la época debieron de constituir una excepción. 46 En 1938 el alejamiento de las mujeres del frente se había consumado casi por completo. La revista Vida nueva, publicada en Jaén, hacía una serie de recomendaciones sobre el papel de la mujer en la guerra: La mujer, en la retaguardia para ocupar hospitales, ya que la dulzura de la mujer no tiene rival para estos menesteres; en las guarderías infantiles, porque la mujer aunque no sea madre, el sexo le llamaba y sabe serlo; en las fábricas en los puestos mejores y de menor esfuerzo por su debilidad y estructura; y en las oficinas, en aquellos puestos en que pueda desarrollar una labor fructífera, siendo deber del hombre enseñarla y educarla, para que cuando a él le obliguen a dejar su puesto haya una mujer capaz de desempeñarlo26. 47 Una vez alejadas del frente y de la lucha directa, las mujeres republicanas comenzaron a alistarse en las «brigadas de reserva» que impulsaba el Partido Comunista. Su misión era estimular la actividad productiva en la retaguardia. El Comité Nacional de Mujeres contra la Guerra y el Fascismo organizó la participación femenina.

48 No obstante, ya en agosto de 1936 se había fundado la Comisión de Auxilio Femenino, que canalizó a las mujeres hacia la confección de uniformes y creó guarderías infantiles. Las defensoras de la República trabajaron también en las industrias bélicas y participaron en las tareas de fortificación. Asimismo algunas mujeres formaron en Madrid grupos de vigilancia contra los espías franquistas de la Quinta Columna. 49 En realidad, la participación en los ámbitos públicos y productivos parecía tener un carácter provisional, sólo hasta que volviesen del frente los hombres a los que habían sustituido y a los que «devolverían» sus puestos de trabajo. Y en esto coincidían con el destino de las mujeres nacionalistas. La colaboración femenina en el esfuerzo de guerra tenía un horizonte temporal, aunque supusiera de hecho un paso hacia la emancipación. Este planteamiento ya se había dado en la Primera Guerra Mundial. 50 Y al igual que las mujeres franquistas, también las republicanas fueron madrinas de guerra, aunque mucho más tarde que aquellas. Comenzaron a aparecer hacia 1938, pero tuvieron un carácter muy distinto al de las madrinas nacionalistas. Mary Nash asegura que no se limitaban a escribir cartas y mandar paquetes, sino que también visitaban a los soldados en el frente, donde les hacían compañía, les lavaban la ropa y cocinaban27. Estas visitas solían enmarcarse en las «campañas de invierno» y permitían un contacto directo con los militares.

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51 En realidad, y a pesar de los derechos que la Constitución republicana había reconocido a las mujeres, la figura de la madrina de guerra enlazaba con una visión tradicional que postergaba al sexo femenino al mismo papel secundario que las del lado franquista. Por el contrario, y a pesar de su fugacidad, la figura de la miliciana había aportado un ángulo innovador. 52 Salvo excepciones, la figura de la madrina de guerra republicana fue también muy breve. Se organizó muy tarde, hacia 1938, y desapareció antes de que terminase la guerra. Las autoridades leales liquidaron muy pronto esta práctica ante el temor de que hubiera filtraciones en beneficio del enemigo. Unas cortapisas que contrastan con el impulso continuo que la institución de las madrinas recibió del Gobierno de Burgos. Quizá por eso sea realmente difícil hablar de «institución», o quasi institución en la República en guerra, como sí ocurre con las nacionalistas. 53 Se han conservado pocas cartas de madrinas republicanas por la brevedad de su actuación y porque posiblemente al terminar la guerra, muchas madrinas y militares de la República destruirían esas cartas por miedo a que pudiese encontrarlas la policía del nuevo Estado. Aún así, Mary Nash reproduce algún pequeño fragmento en su libro. 54 Asimismo, en el relato publicado en Internet bajo el título «Cartes de un soldat republicá» aparece el dato de que Artur Inglés, un barcelonés que combatió en el Ejército Popular, tuvo una madrina de guerra llamada Teresa, que era amiga de una de sus hermanas28. 55 Tampoco los testimonios personales y familiares han aportado mucho. En unos casos porque «bastante había con trabajar y buscar comida en el Madrid sitiado como para dedicarse también a hacer de madrinas», según la frase de familiares próximos a este autor. El aviador republicano Joaquín Sáenz de Urturi afirmaba que «las madrinas de guerra fueron un invento de los nacionales». Aún así reconoció que en 1937 mantuvo correspondencia con una joven de Alcalá de Henares a la que «nunca llegó a considerar como su madrina»29. 56 Y en este apartado cabría hablar también de las «madrinas de presos». Unas figuras que, de manera improvisada, protagonizaron varios casos entrañables de solidaridad con los soldados republicanos capturados durante la guerra que no podían recibir ayuda de sus familiares que se encontraban en la otra zona. 57 En Candás (Asturias), muchas jóvenes amadrinaron en 1937 a los republicanos encerrados en una fábrica convertida en campo de concentración. Las madrinas «cuidaban de ellos y se comunicaban por misivas clandestinas que arrojaban por las ventanas. Una vez en libertad los presos, iniciaron una vida en común»30. 58 Y lo mismo hicieron algunas jóvenes de Villagarcía de Arosa (Pontevedra). Sus ahijados eran republicanos asturianos internados en el campo de concentración de Rianxo: Se hizo en Villagarcía de Arosa una colecta para los prisioneros. Cruzaron la ría en una lancha y les llevaron ropa, castañas, nueces, vino, manzanas y calzado. En algunos bolsillos de esa ropa venían las direcciones de chicas que se ofrecían como “madrinas de guerra” de los prisioneros31. 59 C. Mir las denomina «madrinas de cárcel» y afirma que fueron «mujeres olvidadas entre las olvidadas, muchas de las cuales conocieron a sus maridos estando éstos en presidio y yendo ellas por ideología, convicción o simple humanitarismo, a brindarles ayuda y compañía»32. Esta autora añade que el penal de Burgos «fue rico» en historias silenciadas de esta índole, según el testimonio de un ex preso.

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Una continuación lógica. Las madrinas españolas en la Segunda Guerra Mundial

60 El Nuevo Estado franquista declaró a España oficialmente neutral en la Segunda Guerra Mundial, pero muchos españoles lucharon de forma individual en los ejércitos aliados y en los del Eje. Podemos pensar que se reprodujo a pequeña escala el enfrentamiento ideológico que hubo en la Guerra Civil. Casi podría hablarse de una nueva guerra civil dentro de la guerra mundial. Aunque rara vez los españoles llegarían a verse las caras en el campo de batalla, hay constancia de algunos choques en el frente de Leningrado entre patrullas de la División Azul y los guerrilleros comunistas dirigidos por el capitán Francisco Gullón. Su misión era la de apoderarse de uniformes cogidos a patrullas españolas, infiltrarse en los capamentos divisionarios, recoger toda la información posible, captar a parte de la tropa en ese mismo momento o alentarla a desertar (…) es seguro que miembros de esta unidad y de otros destacamentos guerrilleros integrados por españoles y soviéticos llegaron a aproximarse mucho a su objetivo, pues disponemos de documentos sobre su captura por patrullas de la División33. 61 Una situación que no fue protagonizada exclusivamente por españoles. También se registró en muchos otros países donde se enfrentaron los partidarios de los gobiernos fascistas y de los demócratas (algunos de los ejemplos más conocidos son la lucha de los partisanos italianos contra los partidarios de Mussolini, la Francia Libre contra el régimen de Pétain o los guerrilleros yugoslavos de Tito contra las tropas del general Mihailovitch).

62 Muchos republicanos que habían salido de España tras la derrota se unieron a los ejércitos aliados para luchar contra los antiguos socios de Franco. Tanto en la Legión Extranjera francesa como en la Resistencia, hubo españoles que prosiguieron la lucha contra Alemania e Italia. El caso más conocido es el de la Nueve, la famosa compañía de la 2e Division Blindée del general Leclerq, integrada casi por completo por soldados españoles. Es de sobra conocido que los primeros tanques que liberaron París iban tripulados por antiguos republicanos que los habían bautizado con nombres de batallas de la Guerra Civil. También es sabido que los españoles cumplieron su parte del trato, pero una vez terminada la contienda, los aliados se olvidaron de cumplir la suya y permitieron que la dictadura franquista continuara durante 40 años. 63 En esta contienda reapareció la figura de las madrinas de guerra y algunos combatientes españoles mantuvieron correspondencia con mujeres que en ciertos casos eran desconocidas y en otros eran incluso de su familia. Matilde del Valle actuó como madrina de su marido Fidel, pero también fue la madrina del capitán Juan Castillo. Ambos ahijados habían estado presos en el campo de concentración de Argelès-sur- Mer34. 64 La actriz Carlota Soldevila aseguraba a Núria Escur35 en una entrevista que durante el exilio de su familia en París tras la Guerra Civil, fue padrina de guerra36 de un armenio al que movilizaron para luchar contra los alemanes. Soldevila afirmaba que «se dejó amar» por su ahijado y fa poc que he trencat les seves cartes37. 65 La creación de la División Azul, conocida oficialmente como División Española de Voluntarios ofreció una nueva oportunidad a las antiguas madrinas franquistas para reanudar su actividad. Esta unidad militar no tenía ninguna relación orgánica con el

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ejército español. Estaba encuadrada en la Wehrmacht con el número 250 y constituyó un apoyo más o menos simbólico del nuevo régimen contra la Unión Soviética, a la que oficialmente seguía llamando Rusia. 66 Las autoridades franquistas volvieron a dar muchas facilidades para que los militares españoles recibieran en la Unión Soviética las cartas de la retaguardia. El correo volvió a ser gratuito. No obstante, se produjeron roces con los mandos nazis debido al mal funcionamiento del Feldpost38, como afirma Vázquez Enciso, que incluso reproduce un escrito del coronel Manuel Estrada al teniente coronel Juan Roca de Togores, agregado militar en la Embajada de España en Berlín: Estoy seriamente preocupado por la manera de funcionar del correo particular. Las cartas de los familiares de la División Española de Voluntarios no llegan a los destinatarios. Son numerosísimas las quejas que recibo de personas que están alarmadas, pues en las cartas que de sus deudos reciben, estos les dicen que no han recibido ninguna noticia de España desde su salida39. 67 Moreno Juliá afirma que la División Azul fue nuevamente «un mundo de hombres, pero la mujer tuvo un gran protagonismo, sobre todo desde una perspectiva indirecta de la mano de la Sección Femenina». Este protagonismo femenino se produjo en el frente con las enfermeras, pero también en la retaguardia con la labor de las madrinas de guerra: Además, en clara mímesis con lo acaecido durante la Guerra Civil, muchas asumieron el papel de madrinas de guerra, prestas a mantener fiel correspondencia con la que paliar los rigores del frente. Es significativa, en este sentido, la labor de las muchachas de la colonia española en Italia vinculadas al falangismo, y de no pocas italianas40. 68 Un ejemplo de relación entre las madrinas y los divisionarios españoles se puede encontrar en el caso de Carmen Sánchez, que tras ser madrina de una treintena de militares en la Guerra Civil, prosiguió su tarea con varios divisionarios españoles en Rusia, según las cartas recogidas en libro ya citado Madrina de Guerra. Cartas desde el frente.

Las madrinas de guerra. Tan solo una breve huella en la literatura española

69 Al comienzo de este trabajo, ya hemos podido comprobar como en la literatura francesa han quedado abundantes testimonios de la existencia de las madrinas. Por el contrario, en España hemos encontrado solo algunas pequeñas muestras, especialmente durante los años veinte, momento en que como se ha dicho, hay que pensar que aparecen las madrinas de guerra españolas.

70 En 1922, en plena Guerra de Marruecos, Miguel Mihura publicó La madrina de guerra: Comedia en dos actos41. Un par de años antes, José Martín42 había hecho una caricatura de esta clase de relaciones en Madrina de guerra, una novelita semanal que costaba 15 céntimos de peseta. En apenas 30 páginas, Martín crea un enredo en el que Félix Menéndez, un señorito de la ciudad, se hace pasar por su hermana Julia y comienza una relación postal con un soldado destinado en África. El militar se presenta en casa de su madrina durante un permiso y consigue seducir a la auténtica Julia, que termina deshonrada y huye con él. 71 En 1978, el poeta Manuel Ríos Ruiz obtuvo el Premio Ejército con su extenso poemario Cartas a una madrina de guerra. La obra de Ríos Ruiz contiene versos muy intensos:

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Pero alegra vivir, madrina, clara, mascar el pan, verse el perfil en los cristales, volver a escribir, resucitar, decirte que te tuve siempre con los míos en la cabeza, que te soñé entre dolores y vómitos cuando más padecía y me agarraba a la fe, a la única buena salud y fortaleza, el arma recóndita y bravía que el soldado esgrime43. 72 En Madrina de guerra, Julián Gustem44 narra una difícil relación entre un soldado y una mujer que viven en zonas enemigas y se envían cartas por medio de un amigo inglés. Por su parte, la Oración de la madrina de guerra por su ahijado, obra de Pepe Urbano, comienza así: Virgen Santa de la Peña te ruego con devoción le prestes tu protección a mi ahijadito de guerra45 (2002)

Conclusiones

73 En términos materiales, y desde un punto de vista militar, la figura de la madrina de guerra supuso una aportación de las mujeres inferior a la labor que realizaron las enfermeras o las trabajadoras de las industrias de armamento. Sin embargo, su tarea fue también muy apreciable por el apoyo moral que prestaron a los combatientes.

74 Las madrinas de guerra ejercieron el doble papel de relacionarse con los hombres que estaban en el frente y, al mismo tiempo, mantener la comunicación entre la sociedad civil de la retaguardia y los soldados.Y tal vez muchas de ellas ni siquiera fueron conscientes de este segundo cometido. 75 Desde el punto de vista de la liberación de la mujer, el papel de la madrina de guerra pudo constituir un paso atrás, porque contribuyó a encasillar a la mujer en el mundo de las tareas domésticas tradicionales. 76 El ejército franquista apoyó de manera decidida a las madrinas, cuya labor fue considerada como una especie de «deber patriótico» para las mujeres. 77 Por el contrario, en la zona republicana, y salvo iniciativas individuales, las madrinas aparecieron muy tarde, en torno a 1938. Por tanto, su actividad duró muy poco. Este retraso pudo deberse al papel mucho más activo que desempeñaron las mujeres en esa zona, primero como milicianas y después trabajando en la retaguardia. Según algunos testimonios personales, las difíciles condiciones de vida en las ciudades republicanas impidieron que muchas jóvenes actuasen como corresponsales de los soldados. Las madrinas republicanas, a diferencia de las nacionalistas, escribían menos cartas, pero acudían con más frecuencia a los frentes para atender a los soldados.

NOTAS

1. Verónica Sierra, Aprender a escribir cartas. Los manuales epistolares en la España contemporánea (1927-1945), Gijón, Ediciones Trea, 2003.

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2. Miguel Mihura, La Madrina de Guerra. Comedia en dos actos, Editorial Viuda e hijos de R. Velasco. Madrid, 1922. 3. Manuel de Ramón y Carmen Ortiz: Madrina de Guerra. Cartas desde el frente, Editorial La Esfera de los Libros, Madrid, 2003, p. 54. 4. Camille Lestienne: «Des marraines de guerre pour les soldats (1915)», Le Figaro Histoire, (28/08/2014) http://www.lefigaro.fr/histoire/ centenaire-14-18/2014/08/22/26002-20140822ARTFIG00065-des-marraines-de-guerre-pour-les- soldats-1915.php (consultado el 29 de junio de 2015). 5. Esta asociación fue creada por Marguerite De Lens el 11 de enero de 1915. 6. Yves Blanc era el seudónimo de la poetisa francesa Jeanne Burgues, autora de la novela Histoire de la Maison de l’Espine. 7. Ya estoy en la trinchera de la primera línea desde hace seis días. El horror no se puede describir, todavía menos imaginar. Desde estos abismos blancos, llenos de agua y regados por la lluvia metálica y hedionda de los más temibles ingenios de guerra, le envío el testimonio afectuoso de mi amistad para usted, mi madrinita querida. (Traducción libre del autor de este artículo). 8. Guillaume Apollinaire: Lettres à sa marraine 1915-1918, Introducción y notas de Marcel Ademà, París, Gallimard, 1979, p. 58. 9. Guillaume Apollinaire: Lettres à Lou, Prefacio y notas de Marcel Décaudin, París, Gallimard, 1990, p. 157. 10. Los soldados se alejan lentamente En la turbia noche de la ciudad Escucha palpitar mi corazón de amante Este corazón vale por mil Porque te amo locamente (Traducción libre del autor de este artículo). 11. Jean Pierre Calloc’h, «Dernière lettre sans adresse, écrite le jour de sa mort et retrouvée sur lui» (10 de abril de 1917), en http://calloch.jp.free.fr/Pages/dern_let.htm (Traducción libre del autor de este artículo). 12. Henri Barbusse, Le feu Journal d’une escouade, París, Flammarion, 1992. 13. El abundante número de investigaciones al respecto impide que hagamos una relación exhaustiva de los mismos, pero hemos escogido una breve selección: Aguilera Sastre, J. (2007), «1931: las mujeres españolas ante la República» en Cuadernos Republicanos, n° 64. Carabias, M. (2001), Rosario Sánchez Mora, la dinamitera, Ediciones del Orto, Madrid. Casanova, M. (1996), La diplomacia española durante la guerra civil, Ministerio de Asuntos Exteriores, Madrid. De La Mora, C. (2006), Doble esplendor. Autobiografía de una aristócrata española, republicana y comunista, Gadir, Madrid. Morcillo Gómez, A. (2007), «Feminismo y lucha politica durante la II Republica y la Guerra Civil» en Folguera, P. (coord..), El feminismo en España: dos siglos de historia, Editorial Pablo Iglesias, Madrid. Scarzanella, E. (2008), «Il pipistrello e la colomba: le femministe spagnole Clara Campoamor e Isabel de Palencia in esilio in Argentina e in Messico», Rivista telemática di studi sulla memoria femminile, DEP, n° 28. Taillot, A. (2009), «A prueba del tiempo: las intelectuales antifascistas españolas entre silencio oficial y lucha por la memoria», Historia Actual on-line, n° 19. 14. Mónica Moreno, «Republicanas y República en la Guerra Civil: Encuentros y desencuentros», Ayer. Revista de Historia Contemporánea, núm. 60, 2005, pp. 166-195. 15. Matilde Eiroa, Isabel de Palencia, Universidad de Málaga, 2014. 16. Matilde Eiroa y Josep Maria Sanmartí, «Also in the newspapers: Spanish Women in defense of the 2nd Republic», Observatorio (OBS) Journal, vol. 5-n° 3, 2011, p. 11.

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17. M. de Ramón y C. Ortiz, Ibidem. 18. Francisco Carrionero, A. Fuentes, Mª Sampedro y Mª Velasco, «La mujer tradicionalista: las Margaritas», en III Jornadas sobre Las Mujeres y la Guerra Civil Española, Instituto de la Mujer, Salamanca,1989, pp. 188-201 19. Marie Aline Barrachina, «Ideal de la Mujer Falangista. Ideal Falangista de la Mujer», en III Jornadas sobre Las Mujeres y la Guerra Civil Española, Instituto de la Mujer, Salamanca, 1989, pp. 211-217. 20. Carmen Domingo, Con voz y voto. Las mujeres y la política en España (1931-1945), Lumen. Barcelona, 2004, p. 231. 21. Pilar Santamaría, ¡Cuando los cañones duermen! Recuerdos nostálgicos de una madrina de guerra, edición de la autora, Burgos, 1981, p. 31. 22. M. de Ramón y C. Ortiz, Ibidem, p. 66. 23. M. de Ramón y C. Ortiz, Ibidem, p. 65. 24. F. Rodao, «Japón y la propaganda totalitaria en España, 1937-1945», en Erreur ! Référence de lien hypertexte non valide. (Consultado el 15 de junio de 2015). 25. Elizaveta Parshina, La brigadista. Diario de una dinamitera de la Guerra Civil, Editorial La Esfera de los Libros, Madrid, 2002. 26. Francisco Cobo, «Los partidos políticos y las mujeres en la retaguardia republicana jienense (1936-39)», en III Jornadas sobre Las Mujeres y la Guerra Civil Española, Instituto de la Mujer, Salamanca, 1989, pp. 67-73. 27. Mary Nash, Rojas. Las mujeres republicanas en la Guerra Civil; Editorial Taurus, Madrid, 1999, p. 175. 28. J. Martínez y N. Rodríguez, «Cartes d’un soldat republicà»; en www.aasit.com/informatiu/ hemeroteca/marc/0042.htm (Consultado el 30 de enero de 2002). 29. M. de Ramón y C. Ortiz, Ibidem, p. 63. 30. David Orihuela, «Candás, 1937: Hoy, fallecido en el campo de concentración...», en La Nueva España (28/10/2002). 31. Sin Firma, «La libertad es un bien muy preciado. Campo de concentración de Rianxo (Pontevedra)», en www.asturiasrepublicana.com (Consultado el 17 de diciembre de 2001). 32. Conxita Mir, «La represión sobre las mujeres en la posguerra española» en Ángeles Egido y Matilde Eiroa (Eds.): Los grandes olvidados. Los republicanos de izquierda en el exilio, Centro de Investigación y Estudios Republicanos, Madrid, 2004, p. 214. 33. José Luis Rodríguez: De héroes a indeseables. La División Azul Editorial Espasa Calpe, Madrid, 2007, p. 290. 34. Denis Fernández-Recatalá, «Il y a soixante ans, la chute de la Republique espagnole entraînait un exode massif», en L’Humanité, 10 de abril de 1999; http: //site.voila.fr./espana36/exil/retour99 (Consultado el 22 de mayo de 2002). 35. Nuria Escur: Escur, N: «Carlota Soldevila, el prestigio teatral». Entrevista en http:// www.bcn.cat/publicacions/bmm/47/cs_entrev.htm , no consta la fecha (Consultado el 21 de junio de 2015). 36. En catalán no se dice madrina, sino «padrina». 37. «Hace poco que he roto sus cartas». 38. Correo militar alemán. 39. Manuel Vázquez, Historia Postal de la División Azul. Españoles en Rusia, Editorial Filatelia Hobby, Zaragoza, 1995, p. 85. 40. Xavier Moreno, La División Azul. Sangre española en Rusia, 1941-1945, Editorial Crítica, Barcelona, 2005, p. 396. 41. Miguel Mihura, La madrina de guerra: Comedia en dos actos, Editorial Viuda e hijos de R. Velasco. Madrid, 1922. 42. José Martín, Madrina de guerra, Publicaciones de La Revista Blanca, Barcelona, ca. 1920.

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43. Manuel Ríos, «Cartas a una madrina de guerra», en La Memoria alucinada, Madrid, Editorial Calambur, 1998. 44. Julián Gustem, «Madrina de Guerra», Arena y Cal, núm 51, julio de 1999, en www.islabahia.com (Consultado el 19 de junio de 2015). 45. Fran, «Un homenaje a Pepe Urbano (ejemplo de sabiduría popular)», Fasnia en la red, www.fasnia.net/html/pepe6 (Consultado el 24 de enero de 2002).

RESÚMENES

En España, la figura de la madrina de guerra ha quedado casi en el olvido a pesar de la gran popularidad que alcanzó durante la Guerra Civil. El artículo analiza este peculiar instrumento utilizado para prestar apoyo moral a los combatientes. Se establecen las diferencias entre las de una y otra zona, especialmente si se tiene en cuenta la importancia que las autoridades franquistas les concedieron. Asimismo, se rastrean los orígenes del fenómeno.

En Espagne, les marraines de guerre sont presque tombées dans l’oubli, bien qu’elles aient été très populaires durant la Guerre Civile. L’article analyse ce dispositif particulier, créé pour relever le moral des troupes. Les différences entre les marraines des deux camps sont signalées, en raison notamment de l’importance que les autorités franquistes leur ont accordée. Enfin, l’article explore les origines du phénomène.

In Spain, the figure of the «soldier’s wartime penfriend» has been almost forgotten despite their great popularity during the Spanish Civil War. This article analyses this particular instrument created to provide moral support to the fighters. It also examines the differences between the two sides, with special attention to the importance that the pro-Franco authorities granted them. Moreover, the article studies the origins of this tradition.

ÍNDICE

Palabras claves: madrinas de guerra, soldados, Guerra Civil, Guerra mundial, Historia de las mujeres Mots-clés: marraines de guerre, soldats, Guerre Civile, Guerre mondiale, Histoire des femmes Keywords: godmothers of war, soldiers, Civil War, World war, Women history

AUTOR

MANUEL DE RAMÓN CARRIÓN

Universidad Complutense de Madrid – España

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Guerre Civile espagnole : livres et littérature Guerra Civil española: libros y literatura

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De quemas y purgas el bibliocausto franquista durante la Guerra Civil

Ana Martínez Rus

NOTA DEL AUTOR

Este trabajo se inserta en el Proyecto de Investigación del Ministerio de Economía y Competitividad, HAR 2014-51883-P: «“Scripta in itinere”. Discursos, formas y apropiaciones de la cultura escrita en espacios públicos desde la Primera Edad Moderna a nuestros días», dirigido por Antonio Castillo Gómez.

Expolios y hogueras

1 De la misma manera que en la España de Franco fueron asesinadas miles de personas, se destruyeron millones de publicaciones mediante hogueras purificadoras. En cada plaza de los pueblos se organizaron quemas públicas del veneno escrito como acto fundacional del nuevo Estado. Asimismo se trituraron otros tantos kilos de libros con guillotinas a fin de convertirlos en pasta de papel de los nuevos títulos imperiales y de mártires que se editaron durante la contienda y en la inmediata posguerra. El fuego resultó más simbólico y efectivo en la eliminación de las ideas del enemigo que la afilada hoja de metal en la aniquilación de páginas. Con las teas incandescentes, toneladas de volúmenes fueron reducidos a cenizas, quedando solo el olor a papel y cartón quemado y el polvo de tanta infamia. Aunque menos poética, la guillotina permitía reaprovechar las virutas de papel en pasta para nuevos ejemplares. La causa para esta pena tan severa se debía a que esas páginas eran para las autoridades militares, eclesiásticas y civiles que se sublevaron el 18 de julio de 1936, las responsables de la guerra civil. Los textos y las ideologías de esos libros eran culpables. El «alzamiento» que había salvado España del comunismo, el ateísmo y la masonería también había librado a los españoles de esos contenidos ponzoñosos. De este modo se atajó la infección que se había extendido por todo el país: extirpando los malos libros y sus ideas nocivas para proteger así las mentes y las almas de los buenos patriotas.

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2 El franquismo fue un régimen represivo de exclusión ideológica y social2. La represión fue sistémica porque afectó a todos los aspectos de la sociedad española durante casi cuarenta años. La represión cultural, basada en la quema de publicaciones, la censura y en el control de la información, formó parte de la represión generalizada de los militares sublevados y fue un capítulo más de la violencia ejercida por el régimen franquista. El objetivo era limpiar y purificar el país de las ideas subversivas que habían adulterado las esencias españolas. Se trataba de suprimir el pensamiento de los vencidos e imponer el de los vencedores. 3 La censura, en su versión más dura, recogida en la eufemística ley de Prensa de 1938, formaba parte del ciclo represivo contra el libro, era un eslabón más, pero no el único ni el más grave. Primero se destruyó la oferta editorial y bibliotecaria del país quemando y guillotinando libros, luego se expurgaron y depuraron los fondos bibliográficos de los anaqueles de las bibliotecas, de los almacenes de las editoriales y de los escaparates de las librerías. Después se estableció la censura previa para controlar la oferta nacional e internacional e impedir que salieran al mercado títulos prohibidos y perjudiciales, y por último se publicaron textos sanos de acuerdo con el nuevo decálogo franquista, en muchos casos con fines propagandísticos. La censura por sí sola no tenía sentido, o al menos resultaba insuficiente sin los otros elementos de protocolo punitivo. 4 La legislación y las acciones de los militares rebeldes fueron muy explícitas y expeditivas al respecto desde el comienzo de la contienda. No bastaba solo con destruir los títulos presentes, ni siquiera con purgar los catálogos de las bibliotecas, y tampoco era suficiente con recluir obras en salas especiales para la consulta restringida tan solo a especialistas, ni con prevenir la oferta científica y literaria con la censura, ni con sustituir toda esa producción bibliográfica malévola por otra complaciente con el régimen y la Iglesia. Si solo se atendía al patrimonio bibliográfico existente podrían aparecer nuevas obras perniciosas, y si solo se prohibían los nuevos títulos podrían circular todas las obras publicadas desde los inicios del liberalismo. Así que era tan necesario ocuparse de las estanterías de las bibliotecas públicas y privadas, y de los fondos editoriales, de librerías y de quioscos, como controlar los catálogos y novedades editoriales de sellos nacionales y extranjeros. Llamas y cuchillas acabaron con toneladas de obras, pero posteriormente y a la vez se fiscalizaron fondos para apartar muchos títulos al gran público, reservándolos solo a usuarios autorizados y cualificados. Una vez limpia la patria de esa podredumbre intelectual, se establecieron los filtros necesarios para impedir la aparición de esos libros o de otros similares e igualmente peligrosos. De este modo se procuró no dejar resquicio para que se colaran las ideas de la anti-España. Los libros y las ideologías subversivas habían encolerizado a millones de personas, provocando la muerte, el asesinato, la destrucción, el saqueo… En definitiva eran los primeros y directos culpables de la gran hecatombe que vivió el país. Por todo ese mal causado, el castigo debía ser ejemplar y contundente para esos libros criminales y delincuentes. Su aniquilación formó parte del mismo sistema represivo que eliminó personas y privó de libertad a otras muchas. 5 Desde los primeros días de julio de 1936 los militares sublevados actuaron con mucha violencia con todos aquellos que se opusieron a sus objetivos y al mismo tiempo se emplearon con saña contra la cultura impresa en todas las localidades que iban conquistando3. Se convirtió en una necesidad acabar con todas las obras que habían inculcado el mal y la revolución en las mentes de los españoles atentando contra el

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orden social, la tradición, la Iglesia y el Ejército. El libro era peligroso y había que eliminarlo. De este modo se perseguía acabar con la democracia, los derechos sociales y laborales, la reforma agraria y la libertad de expresión. Así, a los pocos días de entrar en Madrid y antes de celebrar el desfile de la Victoria, se celebró la Fiesta del Libro de 1939 realizando una quema pública de libros en la Universidad Central de la capital. Auto de fe en la U. Central. Los enemigos de España fueron condenados al fuego. El Sindicato Español Universitario celebró el domingo la Fiesta del Libro con un simbólico y ejemplar auto de fe. En el viejo huerto de la Universidad Central – huerto desolado y yermo por la incuria y la barbarie de tres años de oprobio y suciedad– se alzó una humilde tribuna, custodiada por dos grandes banderas victoriosas. Frente a ella, sobre la tierra reseca y áspera, un montón de libros torpes y envenenados […] Y en torno a aquella podredumbre, cara a las banderas y a la palabra sabia de las Jerarquías, formaron las milicias universitarias, entre grupos de muchachas cuyos rostros y mantillas prendían en el conjunto viril y austero una suave flor de belleza y simpatía. 6 El catedrático de Derecho, Antonio Luna, en su disertación afirmó: Para edificar a España una, grande y libre, condenados al fuego los libros separatistas, los liberales, los marxistas, los de la leyenda negra, los anticatólicos, los del romanticismo enfermizo, los pesimistas, los pornográficos, los de un modernismo extravagante, los cursis, los cobardes, los seudocientíficos, los textos malos y los periódicos chabacanos. E incluimos en nuestro índice a Sabino Arana, Juan Jacobo Rousseau, Carlos Marx, Voltaire, Lamartine, Máximo Gorki, Remarque, Freud y al Heraldo de Madrid. Prendido el fuego al sucio montón de papeles, mientras las llamas subían al cielo con alegre y purificador chisporroteo, la juventud universitaria, brazo en alto, cantó con ardimiento y valentía el himno “Cara al sol” [la cursiva es mía]4. 7 Este fragmento del artículo de prensa refleja perfectamente las actuaciones realizadas respecto al libro durante la guerra civil y señala la política del Nuevo Estado en relación con la letra impresa. Aparecen los falangistas viriles, las jóvenes con mantilla en la universidad madrileña para quemar a Rousseau españolizado, Marx, Freud, Gorki o Lamartine junto con los ejemplares del periódico El Heraldo de Madrid. La combinación es selecta y diversa, aunque atendiendo a la clasificación hecha todos los libros debían acabar en la hoguera. Curiosa manera de celebrar el Día de Libro, imitando las quemas públicas de libros de los nazis. Estas prácticas inquisitoriales, más propias del Santo Oficio que de un sistema político del siglo XX, fueron muy comunes durante la guerra civil y en la inmediata posguerra. De hecho nos encontraremos con numerosos testimonios y declaraciones de jerarcas del régimen que atestiguan estas piras purificadoras.

8 Desde los primeros días del golpe militar se convirtió en una auténtica obsesión la eliminación de los textos perniciosos que habían inoculado el mal en las mentes de los españoles. Así en los primeros meses de la contienda las operaciones se centraron en destrucciones e incautaciones de libros, junto con la depuración de bibliotecas públicas y privadas. Al mismo tiempo muchos bibliotecarios, editores y libreros fueron fusilados. El director de la casa Nós, Ángel Casal, y el librero Rogelio Luque, entre otros, corrieron la misma suerte que las publicaciones que producían y vendían. Rogelio Luque, que ejercía el comercio de librería desde 1917 en la calle Gondomar de Córdoba, fue fusilado el 16 de agosto de 19365. Juana Capdevielle, bibliotecaria de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Madrid, fue asesinada el 18 de agosto de 1936 en Rábade (Lugo) estando embarazada de su primer hijo a los treinta años de edad6.

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9 El periódico Arriba España en su primer número de 1 de agosto de 1936, incitaba a la destrucción de libros: «¡Camarada! Tienes obligación de perseguir al judaísmo, a la masonería, al marxismo y al separatismo. Destruye y quema sus periódicos, sus libros, sus revistas, sus propagandas. ¡Camarada! ¡Por Dios y por la patria!». Su director fue el clérigo, Fermín Idurziaga, que acabó siendo Jefe Nacional de Prensa y Propaganda. Fue tal el entusiasmo y celo en la destrucción de libros en los domicilios particulares que el mismo periódico en noviembre de 1936 pidió mesura y que se no se actuara en las bibliotecas privadas. Estas prácticas recordaban al régimen hitleriano, a la quema sistemática de publicaciones en Alemania organizada por el Ministro de Propaganda, Joseph Goebbels. El 10 de mayo en la plaza de la Ópera de Berlín ardieron entre 20.000 y 25.000 ejemplares, entre los que se encontraban títulos de Stefan Zweig, Voltaire, Einstein, Freud, Engels, Remarque, Heinrich Mann, André Gide, Romain Rolland o H. G. Wells entre otros. Otras treinta hogueras similares se sucedieron entre el 10 de mayo y el 21 de junio de 1933 en otras ciudades alemanas. El gran impacto que causó la destrucción nazi en 1933 llevó a la revista estadounidense Time a calificarla de bibliocausto y la revista neoyorkina, Newsweek, como holocausto de libros7. En la España franquista también puede hablarse de un fenómeno similar, de bibliocausto, o al menos de una bibliofobia desatada, en palabras de José Andrés de Blas8. Pero la destrucción del patrimonio bibliografíco español es mucho menos conocido que el nazi y apenas existe bibliografía al respecto9. El régimen franquista se encargó posteriormente de borrar este capítulo negro de su historia. En este sentido el historiador Francisco Espinosa decía en 2009 que «la historia de la destrucción de bibliotecas por el fascismo español está por hacer»10. Extirpar, purificar, borrar, depurar, limpiar, quemar, destruir, purgar, eliminar, liquidar, exterminar, etcétera, son los verbos que mejor definen la labor de los sublevados en la guerra y durante la posterior dictadura en relación con el patrimonio bibliográfico del país11. 10 El cenetista Manuel Pérez recuerda que el primer día del levantamiento militar en la isla de Mallorca: «[…] se inició el asalto a las organizaciones obreras y a los locales donde tenían su residencia las agrupaciones políticas de izquierdas. Nada escapó a la furia vandálica de las hordas fascistas. Después de destrozarlo todo […], recordando los autos de fe de la “santa Inquisición”, hicieron hogueras con los libros que encontraron en las bibliotecas», [la cursiva es mía]12. Las quemas públicas de libros en La Coruña también fueron habituales, frente al edificio del Real Club Náutico, en el muelle, según recogió el periódico, El Ideal Gallego, en agosto de 1936: «A orillas del mar, para que el mar se lleve los restos de tanta podredumbre y de tanta miseria, la Falange está quemando montones de libros y folletos de criminal propaganda comunista y antiespañola y de repugnante literatura pornográfica», [la cursiva es mía]13. Recordemos que el gobernador civil de La Coruña y esposo de la bibliotecaria Juana Capdevielle, Francisco Pérez Carballo, había sido asesinado en los primeros días del golpe, el 24 de julio de 1936. Su sustituto, el teniente coronel de la Guardia Civil, Florentino González Vallés, ordenó en agosto que las bibliotecas de los centros obreros clausurados fueran examinadas, «procediéndose a la quema de toda prensa, libros y folletos de propaganda de ideas extremistas, así como la de temas sociales y pornográficos, y en general todos aquellos que, de un modo más o menos claro encierren propaganda reñida con la buena moral, así como los que combatan la religión cristiana y católica, base del sentimiento religioso del pueblo español»14. Se convirtió en una auténtica obsesión la destrucción de las publicaciones, la quema pública de libros como otra forma más de violencia ejercida contra los «hijos de Caín»15. Asimismo en el mismo mes de agosto del 36 en Vigo «en la Plaza de Armas

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fueron quemados en la noche del domingo, libros pornográficos y de ideas extremistas, que habían sido recogidos por la policía. Anoche se verificó en la plaza de Amboage un acto análogo»16. Incluso la posesión de libros comunistas y pornográficos fueron cargos agravantes en las causas militares contra ciudadanos como Ramón Romero Castro y Vicente Díaz Veiga en el Ferrol17. En otros casos eran los propios republicanos quienes acusaban a las publicaciones de sus actuaciones. Así en la carta de un carabinero fusilado en julio de 1938 afirmaba: «Si yo he sido un asesino y muero como tal ha sido por el estrago que en mi ha ocasionado el Heraldo de Madrid»18. Este ataque y justificación exculpatoria del reo recogía perfectamente la convicción de los militares y propagandistas franquistas sobre la culpabilidad y responsabilidad de las publicaciones en el conflicto bélico. 11 En muchas bibliotecas escolares también se destruyeron ejemplares por orden de la Comisión nombrada por la alcaldía después de los días siguientes al golpe militar como la de Paredes de Nava en Palencia, aparte de los destrozos que ocasionaron el alojamiento de las tropas ocupantes, instaladas en escuelas y bibliotecas19. El fuego se convirtió en símbolo de lo viejo, de lo negativo, de lo malo que había que eliminar, y al mismo tiempo de la purificación, de la limpieza, de lo nuevo, de lo bueno que había que preservar y difundir : Significa que el libro y la prensa mal inspirados –verdaderamente estupefacientes del alma– habían intoxicado ya la conciencia colectiva, aletargándola. Significa, en fin, que el Enemigo estaba a punto de conseguir su objeto, de corromper la médula de un gran pueblo. Guerra, por tanto, al libro malo. Imitemos el ejemplo que nos brinda Cervantes en el capítulo sexto de su Obra inmortal. Y que un día próximo se alcen en las plazas públicas de todos los pueblos de la nueva España las llamas justicieras de fogatas, que al destruir definitivamente los tóxicos del espíritu almacenados en librerías y bibliotecas, purifiquen el ambiente, librándolo de sus mismas contaminadores. ¡Arriba España! ¡Viva Franco! ¡Viva España!», [La cursiva es mía]20. 12 El falangista Fernando García Montoto fue uno de los más furibundos en sus declaraciones públicas a favor de la quema de libros, folletos y periódicos y en la eliminación física de sus autores21. En la misma línea apuntó el Rector de la Universidad de Zaragoza, Gonzalo Calamita, que un artículo titulado, «¡El peor estupefaciente!», hacía referencia al «libro sectario» que poblaba las «bibliotecas criminales» de todo el país. Por este motivo argumentaba que «el fuego purificador, es la medida radical contra la materialidad del libro»22.

13 Cabe destacar el constante recurso a la obra cervantina por parte de los publicistas del franquismo para justificar las innumerables hogueras de publicaciones, en concreto al famoso capítulo donde se quemaban los libros de caballería de Don Quijote. Era un alegato perfecto remontarse a las páginas de la más insigne obra en castellano para demostrar que era una acción justa y necesaria. De hecho se comparaba la condición de soldado de Cervantes, que luchó contra los enemigos de España en la cruzada de Lepanto, con el ejército del invicto Franco que derrotó al bolchevismo asiático. Asimismo la influencia de las tesis del Concilio de Trento en el escritor alcalaíno permitía establecer un paralelismo con la defensa del catolicismo que realizaron las autoridades franquistas. 14 A los seis días del golpe de estado contra el gobierno republicano se formó la Junta de Defensa Nacional, formada exclusivamente por militares, para gestionar el territorio que quedó bajo su control. La primera disposición de la Junta sobre la depuración de bibliotecas y el control de la lecturas fue la Orden del 4 de septiembre, donde se acusaba

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al Ministerio de Instrucción republicano de haber difundido obras marxistas entre la infancia. Por ello era necesario hacer desaparecer esas publicaciones y obligaba a la incautación y destrucción de las mismas, autorizando sólo «aquellas cuyo contenido responda a los sanos principios de la Religión y de la Moral, y que exalten con su ejemplo el patriotismo de la niñez». El Decreto de 13 de septiembre que declaraba fuera de la ley a las personas, partidos y agrupaciones políticas que formaron el Frente Popular, también incluía la incautación de sus bienes y bibliotecas. Aunque una Orden posterior, del 10 de junio de 1938, disponía que estas colecciones debieran quedar bajo el control de los funcionarios del Cuerpo de Archivos, Bibliotecas y Museos, en la realidad fueron la Guardia Civil, los Ayuntamientos y Falange quienes se ocuparon de estos fondos. 15 El 1 de octubre de 1936 se constituyó por Ley la Junta Técnica del Estado, y una de las comisiones dependientes de ella fue la de Cultura y Enseñanza, presidida por José Mª Pemán, y con Enrique Suñer Ordoñez como vicepresidente, encargada de purgar el patrimonio bibliográfico nacional. Esta misma comisión se encargó de la depuración del magisterio y del profesorado universitario. El 23 de diciembre de 1936 se promulgó un Decreto que declaraba ilícitas todo tipo de publicaciones socialistas, comunistas, libertarias, pornográficas y disolventes. El preámbulo de este decreto era toda una declaración programática de las autoridades militares ya que justificaba la necesidad de aplicar medidas represivas respecto a la letra impresa. Además consideraban que las ideas subversivas habían calado en un público no preparado y eran las responsables directas y últimas del conflicto civil. Según su criterio la mayoría de la población se había dejado embaucar por estos textos y, por tanto, había que perseguirlos y suprimirlos de los establecimientos públicos y privados: Una de las armas de más eficacia puesta en juego por los enemigos de la Patria ha sido la difusión de la literatura pornográfica y disolvente. La inteligencia dócil de la juventud y la ignorancia de las masas fueron el medio propicio donde se desarrolló el cultivo de las ideas revolucionarias y la triste experiencia de este momento histórico demuestra el éxito del procedimiento elegido los enemigos de la Religión, de la civilización, de la familia y de todos los conceptos en que la sociedad descansa. La enorme gravedad del daño impone remedio pronto y radical. Se ha vertido mucha sangre y es ya inaplazable la adopción de aquellas medidas represivas y de prevención que aseguren la estabilidad de un nuevo orden jurídico y social y que impida además la repetición de la tragedia, [la cursiva es mía]. 16 Por último esta disposición legal contemplaba medidas expeditivas contra aquellos que incumplieran su aplicación. Las infracciones implicaban una multa de 5.000 pesetas, y si se reincidía la multa aumentaría un quíntuplo y además llevaba aparejada la pérdida de empleo público, o bien la inhabilitación del sancionado para el ejercicio de la industria editorial o de librería, así como el cierre del respectivo establecimiento. Cabe destacar las similitudes entre este Decreto y un Bando anterior de Queipo de Llano, Jefe del Ejército de Operaciones del Sur, sobre recogida y expurgo de libros. La persecución de los sublevados a los libros explica que uno de los primeros Bandos de Queipo, el número 25, abordase la ilicitud de impresos pornográficos y disolventes, así como la entrega de los mismos a las autoridades militares y el castigo a los infractores23. El Bando, de 4 de septiembre de 1936, constaba de cinco artículos. En el preámbulo se acusaba directamente a la masonería, el judaísmo y al marxismo de la propagación de estas obras, en vez de a los enemigos de la religión, de la civilización y de la familia como en la Orden de diciembre. En el primer artículo del Bando se declaraban ilícitos la producción, comercio, circulación y tenencia de libros, periódicos y todo tipo de

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impresos pornográficos, socialistas, comunistas, libertarios y disolventes en general. El segundo obligaba a todos los establecimientos editoriales, a las librerías y a los kioscos radicados en la Segunda División Orgánica a entregar todas las publicaciones prohibidas a las autoridades militares en un plazo improrrogable de 48 horas. Sorprende que en el artículo tercero se hiciera extensiva esta obligación a todos los particulares, a entidades públicas y a corporaciones privadas. De este modo la posesión de este tipo de literatura constituía un delito en la Andalucía rebelde. Aunque en el artículo cuarto se contemplaba que las bibliotecas oficiales y los particulares que necesitasen estos textos por motivos profesionales quedaban exentas de esta prohibición, se señalaba la necesaria autorización de los militares para la posesión de dichos títulos, y siempre que «su acendrando patriotismo y amor al orden, no ofrezcan sospechas de que puedan hacer uso ilícito de los mismos». En el último artículo se fijaban las multas económicas y sanciones a todos los que no cumpliesen con este Bando, mayores que las recogidas en el Decreto posterior, ya que alcanzaban hasta las 10.000 pesetas24. Otra diferencia entre el Bando de Queipo y el Decreto de 23 de diciembre era que en este último se indicaba que las publicaciones debían entregarse a la autoridad civil, en vez de a la militar, aunque esta a su vez debía comunicárselas a los responsables militares. Y también se establecía que los agentes depositarían los libros en las respectivas bibliotecas universitarias, o en las provinciales, o bien en el archivo de Hacienda, según los casos, pero no en instalaciones militares.

17 Atendiendo a este Bando los falangistas en Sevilla, según el testimonio del Delegado de Propaganda de la Segunda División Militar, Antonio Bahamonde, recorrían las editoriales y librerías y todas las obras de autores que, según su criterio, eran de tendencia marxista, eran requisadas y destruidas allí mismo. Al comerciante tan sólo le daban la siguiente explicación: «La nueva España no admite esta literatura que ha envenenado tantos espíritus»25. Siguiendo el mismo mecanismo el teniente de la Guardia Civil y jefe de Orden Público en Córdoba desde el 22 de septiembre de 1936, Bruno Ibáñez Gálvez, en su primera actuación había requisado y destruido 5.544 libros. Por ello, trece días después de haber asumido el cargo, el 5 de octubre, afirmaba en El Defensor de Córdoba: (…) Me encuentro satisfecho de haber llevado a cabo esta labor de limpieza moral, anunciando que la continuaré y que, en el caso de que agentes de mi autoridad encuentren en sus investigaciones algunas publicaciones de esta índole en librerías y kioscos, los dueños de los mismos serán sometidos a las más severas sanciones, aparte de cerrarles sus establecimientos. ¡Viva España!26. 18 De hecho en el periódico ABC de Sevilla, diario afín a los sublevados, se incluía una nota el 26 de septiembre de 1936 de Ibáñez Gálvez donde daba cuenta de la feroz campaña desatada en la capital cordobesa contra los libros pornográficos y revolucionarios: Una de las cosas que más daño ha producido en la sociedad española, sobre todo en la juventud y en las masas obreras, ha sido la lectura de libros pornográficos y de propaganda revolucionaria, en especial la de autores rusos. A tal descaro y profusión se había llegado en esto, que con dichas lecturas se había envenenado las almas puras de la juventud y la sencillez y nobleza de los obreros. Los puestos de honor en las librerías los ocupaban dichas publicaciones, que solo tenían por fin inculcar la rebeldía y el odio, así como relajar la moralidad y buenas costumbres de los españoles: los resultados los estamos viendo, desgraciadamente, en los pueblos donde las hordas e indeseables marxistas actúan o han actuado. En nuestra querida capital, al día siguiente de iniciarse el movimiento del Ejército salvador de España, por bravos muchachos de Falange Española fueron recogidos de kioscos y librerías centenares de ejemplares de esa escoria de la literatura, que fueron quemados,

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como merecían. Asimismo, muy recientemente, los valientes y abnegados Requetés realizaron análoga labor, recogiendo también otro gran número de ejemplares de esas malditas e insanas lecturas que deben desaparecer para siempre del pueblo español», [la cursiva es mía]27. 19 Este aplicado represor insistía en la responsabilidad de las publicaciones disolventes en el estallido de la guerra porque sus ideas revolucionarias habían envenenado las almas de los jóvenes y de los obreros. Por este motivo justificaba la quema de esos textos tan peligrosos y elogiaba la actuación de los valerosos falangistas y carlistas en la desaparición de los mismos en los pueblos de España que iban ocupando. En su objetivo de limpiar Córdoba y su provincia de todo libro pernicioso y antipatriótico advertía que aquellas personas que no entregasen este tipo de publicaciones serían juzgadas con arreglo al bando militar. Además se instaba a los propietarios de librerías y kioscos que hubieran entregado libros y revistas de este tipo, que remitiesen una lista con el número y el título de todas ellas a dicha jefatura de Orden Público. Esta operación tan implacable de destrucción bibliográfica explica que el alcalde del pueblo cordobés, El Carpio, al finalizar la guerra comunicase a los responsables bibliotecarios que no era necesario el expurgo de títulos de la biblioteca municipal porque «la Autoridad Militar que se hizo cargo de todos los servicios de esta villa, cuando fue liberada por nuestro glorioso Ejército, ordenó la destrucción de la mayor parte de los volúmenes que existían, por ser todos los destruidos contrarios al ideal Nacional-Sindicalista, y otros de moral muy baja»28.

20 En la biblioteca municipal de Dos Hermanas en Sevilla «bastantes libros, unos por rojos, otros por antirreligiosos, y otros por subidos de color, lascivos o verdes, simplemente por el nombre del autor, habían sido destruidos. Las autoridades del Alzamiento se habían desinteresado de la biblioteca, dado el ambiente enrarecido sobre el libro, para muchos el causante de la guerra y de la alteración de algunas cabezas poco asentadas», según señaló el bibliotecario y cofundador de la editorial Gredos, Hipólito Escolar, que hizo la guerra en el bando franquista29. 21 El ruido y la furia desatada contra las publicaciones afectaron a todas las bibliotecas de partidos y agrupaciones políticas, sindicales o culturales de las provincias andaluzas ocupadas por los militares. Así ocurrió en la provincia de Huelva como ha señalado Francisco Espinosa, destacando el caso de Valverde, donde desaparecieron dos importantes bibliotecas, la del Casino Republicano y la del Casino Obrero «La Alianza», contando con más de mil ejemplares la primera y quinientos la segunda. Muchos títulos se quemaron, otros pasaron a manos de particulares, e incluso de Falange, que se apropió del Casino Republicano para cuartel y sede del Auxilio Social30. Igualmente merece especial atención la destrucción de la biblioteca de la Sociedad «La Cultura» Pro-Biblioteca Pública en Prado del Rey (Cádiz), recientemente estudiada por Fernando Romero, donde un tercio de los fondos catalogados fueron quemados en hogueras a las afueras del pueblo en 1936, y el resto se entregaron a la Central Nacional Sindicalista en 1940. Y al igual que en otros muchas localidades a la violencia desatada contra los libros se sumó la violencia contra los gestores e impulsores de este establecimiento creado en 1918 a iniciativa del carpintero Francisco Gutiérrez Oñate, conocido como Frasquito31. 22 En Navarra la quema de libros también fue un ritual frecuente tras el asalto a domicilios privados y a centros públicos. Al abogado Enrique Astiz Aranguren de Izquierda Republicana antes de asesinarlo le quemaron toda la colección de la «peligrosa» Enciclopedia Espasa, a pesar de estar impregnada de criterios católicos32. Había que acabar con «todos los libros, periódicos y folletos antipatrióticos, sectarios, inmorales,

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heréticos y pornográficos que han determinado un estado de corrupción y miseria en la conciencia moral de las masas», según constaba en la circular del 7 de noviembre de 1936 del Gobierno Civil de Pamplona33. 23 Incluso en la carta de súplica a las autoridades mexicanas solicitando asilo político, el mecánico José Puig Bosch, afirmaba desde el campo de concentración francés de Argelès-sur-Mer el 20 de abril de 1939: «Renuncio a volver a mi patria, según noticias de mis familiares, en un registro en mi casa han quemado más de cien libros (…) por el solo hecho de ser republicanos-federales toda nuestra vida y el no haber bautizado a nadie de dos generaciones», [la cursiva es mía]34. 24 Se desató una fobia contra La República del filósofo griego, Platón. Asimismo se incineró el título de Espasa-Calpe, Enciclopedia de la carne, aunque se trataba de un libro de gastronomía35. Sin embargo, en algunos casos la arbitrariedad y la ignorancia hacían que se salvasen libros más peligrosos. Así el bibliotecario del Círculo de Artesanos de La Coruña recordaba que se incineraron más de mil libros de la biblioteca, siendo pasto de las llamas Blasco Ibáñez, Ortega y Gasset, Pío Baroja, Marañón y Unamuno, aunque nunca supo por qué escaparon al fuego las obras de Voltaire, Rousseau y otros enciclopedistas franceses36. 25 A las pocas semanas del final de la guerra en Barcelona, el Ateneu Enciclopèdic Popular fue arrasado junto con los 6.000 volúmenes de su biblioteca. En la ciudad condal se destruyeron 72 toneladas de libros procedentes de editoriales, librerías, y de bibliotecas públicas y privadas. La biblioteca de Pompeu Fabra fue quemada en medio de la calle en Badalona, y la de escritor Rovira i Virgili desapareció junto a sus archivos. En Galicia fueron incautadas las bibliotecas de Alfonso Rodríguez Castelao, Bibiano Fernández- Ossorio Tafall y de Santiago Casares Quiroga. Más conocido es el pillaje sobre la biblioteca de Juan Ramón Jiménez en su casa madrileña de la calle Padilla por tres escritores falangistas, Félix Ros, Carlos Sentís y Carlos Martínez-Barbeito a principios de abril de 1939. También fue famosa la incautación de la biblioteca de Max Aub por parte de las autoridades franquistas y que acabó en los depósitos de la biblioteca de la Universidad de Valencia. 26 Tal fue el ensañamiento de los rebeldes en la destrucción de publicaciones que el que fuera Jefe del Servicio Nacional de Archivos, Bibliotecas y Propiedad Intelectual en el primer gobierno de Franco, Javier Lasso de la Vega, reconoció en un trabajo de 1942 que la Orden del 17 de agosto de 1938 estaba encaminada a regularizar la depuración, sustituyendo «la destrucción indiscriminada de libros por la creación de secciones de reservados y prohibidos»37. En otros casos eran los propios propietarios los que se encargaron de quemar los libros para evitar represalias mayores, después de conocer lo que ocurría en los territorios conquistados por los militares. Así el periodista Eduardo Haro Teglen recordaba que la biblioteca de su padre desapareció en el fogón de su cocina ante la mirada implacable de su madre. No en vano su padre, Eduardo Haro Delage, marino retirado y periodista, fue condenado a muerte después de la guerra, aunque esta pena fue posteriormente conmutada por 30 años de cárcel: Aquella biblioteca mía, aquella biblioteca de mi padre acabó como tantas otras, cuando llegaron los bárbaros y hubo que quemar libros antes de que quemasen también al lector. En mi casa había aquello que se llamaba «cocina económica», un gran fogón de hierro colado con varias bocas y un termosifón: cupieron grandes cantidades de libros malditos. Creo que algo lloré, y traté de salvar algunos de la mirada inflexible de mi madre, que tenía miedo. Sí, alguno quedó. Pero en los

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sucesivos registros de mi casa, nadie se fijó en los libros. Buscaban no sé qué otras cosas38. 27 En abril de 1938 se aprobó otra Orden para aplicar el contenido del Decreto de diciembre de 1936 sobre la declaración de ilicitud de la producción, comercio y circulación de material impreso pornográfico y disolvente a las obras procedentes del extranjero. Se estrechaba el círculo, el libro era siempre sospechoso y la mayoría de las veces culpable. Salvo una excepción, se autorizaban los libros, folletos y publicaciones periódicas doctrinales, impresos en alemán, italiano, o portugués desde los años 1932, 1923 y 1926, respectivamente. Es decir, se permitía la entrada y circulación de libros editados por los regímenes fascistas de Europa: la Alemania nazi, la Italia de Mussolini y el Portugal salazarista39.

Depuraciones de fondos bibliotecarios

28 El 16 de septiembre de 1937 se promulgó una normativa sobre la formación de comisiones depuradoras de las bibliotecas públicas y centros de lectura en cada distrito universitario. Para ello, en primer lugar, se les exigía a los gobernadores civiles en el plazo de quince días una relación con todas las bibliotecas públicas, populares, escolares, así como las salas de lectura de casinos, sociedades recreativas, academias y de todo tipo de centros en cada provincia. En todos los distritos universitarios debían formarse comisiones depuradoras, presididas por el rector o un delegado suyo, y formada por un catedrático de la Facultad de Filosofía y Letras, un representante de la autoridad eclesiástica de la capital, un funcionario del Cuerpo de Facultativos de Archiveros y Bibliotecarios, un representante de la autoridad militar, otro de la Delegación de Cultura de FET de la JONS, y otro de la Asociación Católica de Padres de Familia. Las comisiones debían retirar aquellos libros, revistas, publicaciones, grabados e impresos que contengan en su texto láminas o estampados con exposición de ideas disolventes, conceptos inmorales, propaganda de doctrinas marxistas y todo cuanto signifique falta de respeto a la dignidad de nuestro glorioso Ejército, atentados a la unidad de la Patria, menosprecio de la Religión Católica y de cuanto se oponga al significado y fines de nuestra Cruzada Nacional40. 29 Además de estas indicaciones se siguieron las recomendaciones de libros como el del religioso Pablo Ladrón de Guevara, Novelistas malos y buenos, publicado en 1910 por el Mensajero del Corazón de Jesús. En este libro, que tuvo una cuarta edición en 1933, se clasificaban los textos en heréticos, irreligiosos, impíos, blasfemos, clerófobos, anticlericales, malos, dañosos, peligrosos, inmorales, obscenos, provocativos, voluptuosos, sensuales e imprudentes, entre otros calificativos. Ladrón de Guevara justificaba la prohibición de libros por la Iglesia para evitar como «Madre amorisíma» la ruina de la fe y buenas costumbres de sus hijos41.

30 Estas comisiones provinciales, una vez analizados los fondos, debían enviar a la Comisión de Cultura y Enseñanza las listas con los títulos de las publicaciones que considerasen un peligro para los lectores. Después, esta Comisión examinaría los listados haciendo la siguiente clasificación: por un lado las obras pornográficas de carácter vulgar sin ningún mérito literario. Por otro las publicaciones destinadas a propaganda revolucionaria o a la difusión de ideas subversivas sin contenido ideológico de valor esencial. Y por último aquellos libros y folletos con mérito literario o científico, que por su contenido ideológico pudieran ser nocivos para los lectores

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«ingenuos o no suficientemente preparados para la lectura». Los dos primeros grupos serían destruidos sin dilación, mientras que el último permanecería guardado en los respectivos establecimientos en espacios restringidos. Estas obras sólo podrían ser consultadas con un permiso especial. A partir de entonces las salas con libros prohibidos empezaron a proliferar, los famosos «infiernos» en muchos establecimientos públicos. Estas salas especiales de obras reservadas fueron creadas por Orden de 17 de agosto de 1938 para completar la labor realizada por las Juntas depuradoras de bibliotecas en relación con la Orden del 16 de septiembre de 1937 anteriormente citada42. Los infiernos pervivieron durante toda la dictadura, así el infierno de la Biblioteca Pública de Oviedo no fue abierto al público hasta 1975. 31 Para realizar este expurgo se estableció un plazo improrrogable de dos meses pero, la imposibilidad de cumplirlo hizo que una Orden de 8 de junio de 1938 ampliara el plazo de actuación de las comisiones treinta días más. La Comisión Depuradora de San Sebastián en su informe sobre el expurgo de libros, según recogió Alicia Alted, señalaba que las producciones de Pío Baroja «constituyen uno de los más mortíferos venenos intelectuales», de Pérez Galdós afirmaba que «con su espíritu liberal y con su mal reprimido odio a la Iglesia, mayores estragos ha causado en la sociedad española del pasado siglo y todavía sigue causando», y del valenciano Blasco Ibañez decía «que con facultades extraordinarias de escribir ha realizado una labor demoledora e inmoral con todas las producciones»43. Cabe destacar que la actuación de algunos rectorados en relación con las bibliotecas escolares fue anterior a la Orden de 16 de septiembre de 1937 como el de Valladolid, Zaragoza y Santiago de Compostela. El Rectorado de Valladolid, como cabecera de distrito universitario, decidió intervenir ante el cariz de la «propaganda antirreligiosa y antipatriótica» que se impartía en las escuelas y centros de enseñanza debido a las dimensiones «inconcebibles por su procacidad y descaro». Las directrices que dio este Rectorado el 21 de octubre de 1936 a todas las comisiones que se formaron en cada capital de provincia para examinar los fondos bibliográficos fueron las siguientes: se debían retirar o inutilizar todos los libros que figuraban en el Índice de la Congregación del Santo Oficio, los que fueran contrarios a la religión católica a la moral y a las buenas costumbres, aunque no se incluyesen en dicho Índice, aquellos que contemplasen propaganda del socialismo, comunismo, anarquismo y de la masonería, y por último los que directa o indirectamente atacasen a las unidad de la patria española. Ante la disyuntiva planteada por el Rector, sobre si los libros a eliminar debían ser ahogados o decapitados, el vicepresidente de la Comisión de Cultura y Enseñanza, Enrique Suñer, recomendó guillotinar los libros inservibles por su contenido. 32 La depuración de bibliotecas era una labor necesaria para el régimen de cara al futuro inmediato. El protocolo seguido era muy similar en todas las bibliotecas. Primero se procedía a la incautación de los fondos, después venía el expurgo de los títulos, seguían las hogueras con las obras más peligrosas y por último se creaban las secciones especiales con los libros menos peligrosos pero prohibidos a los lectores. Una vez concluido el proceso de purga y destrucción con las publicaciones existentes, se trataba de restringir la futura oferta con el establecimiento de la censura previa en la producción bibliográfica nacional y en la importación de títulos extranjeros. 33 En la Biblioteca Popular de Olot se retiraron numerosos títulos de carácter político y social, incluidos todos los escritos en catalán, independientemente de la temática. Después del expurgo los fondos del catálogo fueron revisados por el párroco-arcipreste

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de la localidad44. En Navarra se retiraron casi el 60 % de los libros de las bibliotecas de Misiones Pedagógicas: de los 283 títulos analizados se rechazaron 16645. Sobre la importancia de la depuración de publicaciones destacaba la memoria de la Biblioteca Universitaria de Zaragoza correspondiente al año 1938, fechada el 20 de enero de 1939: La revolución para infiltrar sus venenosas doctrinas en la sociedad, se sirvió del libro antipatriótico y antirreligioso en la escuela laica de la República y en otros Centros durante estos últimos años. Para destruir esta demoledora política y contribuir a la recta formación hispana, moral, religiosa y patria, el Excmo. Sr. Ministro de Educación Nacional, ordenó la depuración de las Bibliotecas escolares, de Misiones Pedagógicas, Circulantes, de Recreo, etc. retirando de ellos los libros inmorales, propaganda de doctrinas marxistas y todo cuanto signifique atentados a la unidad patria, menosprecio a la Religión católica y oposición al glorioso Movimiento Nacional46. 34 También la memoria de la Biblioteca Universitaria de Tarragona de 1939 insistía en estas cuestiones: «El expurgo de las Bibliotecas se imponía como una necesidad biológica si queremos que la victoria lograda por las armas no se vea amenazada por las ideas subversivas disparadas por esas publicaciones contrarias al espíritu que anima el glorioso Movimiento nacional»47, [La cursiva es mía]. En este sentido desaparecieron muchos libros del catálogo de las bibliotecas como El asno de oro de Apuleyo, El libro de buen amor del Arcipreste de Hita, La Celestina de Fernando de Rojas, El diablo mundo de Espronceda, La educación sentimental de Flaubert, Werther de Goethe, Artículos de costumbres de Larra, La rebelión de las masas de Ortega y Gasset, Papá Goriot de Balzac, Sonata de otoño de Valle- Inclán, Poesías completas de Antonio Machado, Nuestro padre San Daniel de Gabriel Miró, La hermana San Sulpicio de Palacio Valdés, El retrato de Dorián Gray de Oscar Wilde, Los miserables o Nuestra Señora de París de Víctor Hugo, Los pazos de Ulloa de Emilia Pardo Bazán, El fuego de Barbusse, Sin novedad en el frente de Remarque, Los siete ahorcados de Andreiev, Las almas muertas de Gógol, Crimen y castigo de Dostoyevski, Cómo enseña Gertrudis a sus hijos de Pestalozzi, Guerra y paz de Tolstói o Historia de la civilización española de Rafael Altamira. También perecieron todos los de Blasco Ibañez, varios títulos de Azorín y numerosos de Pérez Galdós y Pío Baroja, a pesar del libelo que escribió este último escritor sobre comunistas y judíos en la editorial Reconquista de Valladolid, dirigida por José Ruiz Castillo48.

35 En la nueva España todo lo que no fuera adhesión y defensa del Movimiento Nacional era considerado subversivo. Esta situación explica que no solo se acabara con libros contemporáneos de doctrina política, sino con obras de literatura de siglos pasados que nada tenían que ver con el comunismo internacional, una de las obsesiones del régimen. Muchos de los libros destruidos se convirtieron en pasta de papel, debido a la escasez de esta materia prima durante la guerra y, sobre todo, durante la posguerra. Este reaprovechamiento era más útil que convertir las páginas de los libros en cenizas, aunque menos vistoso y simbólico. Con este reciclaje se aprovechaban las hojas de los libros prohibidos para imprimir obras saludables y piadosas, acordes con el régimen nacionalcatólico. Así por un lado, era una forma más de aniquilamiento del pensamiento perseguido, y también una manera de que las voces calladas de esos libros volviesen a circular aunque convertidos en materia prima. Muchos de los libros de la España de Franco se hicieron sobre papel de libros condenados por inmorales y antipatrióticos. Con las incautaciones, expurgos y depuraciones de bibliotecas, editoriales, librerías y kioscos las autoridades franquistas querían acabar con toda la oferta bibliográfica existente en el mercado, a la vez que se establecía la censura previa para evitar reediciones y nuevas publicaciones subversivas o inmorales.

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NOTAS

2. Julio Aróstegui Sánchez, «Opresión y pseudo-juricididad: de nuevo sobre la naturaleza del franquismo», en Bulletin d’histoire contemporaine de l’Espagne, Université de Provence, núm. 24, 1996, pp. 31-46; y «Una dictadura “sui generis”: ideología de exclusión y aparato represivo», en A. Segura, A. Mayayo y T. Abelló (dirs.), La dictadura franquista. La institucionalizació d’un règim, Barcelona, Universitat de Barcelona, 2012, pp. 423-456. 3. Julio Aróstegui, El porqué del 18 de julio… y después, Barcelona, Flor del Viento, 2007. 4. «Auto de fe en la Universidad Central» en Ya, 2 de mayo de 1939, p. 2. 5. Francisco Moreno Gómez, La guerra civil en Córdoba (1936-1939), Madrid, Alpuerto, p. 307. 6. María Cristina Gállego Rubio, Juana Capdevielle San Martín. Bibliotecaria de la Universidad Central, Madrid, Universidad Complutense, 2010. 7. Fernando Fernández Báez, Historia Universal de la destrucción de libros. De las tablillas sumerias a la guerra de Irak, Barcelona, Destino, 2004, pp. 218-227. Lucien Xavier Polastron, Libros en llamas. Historia de la interminable destrucción de bibliotecas, México, Fondo de Cultura Económica, 2007. 8. José Andrés de Blas, «La guerra civil española y el mundo del libro: censura y represión cultural (1936-1937)», en Represura, http://www.represura.es/ núm. 1, septiembre de 2006, pp. 1-78. 9. Vid. Ana Martínez Rus, La persecución del libro. Hogueras, infiernos y buenas lecturas (1936-1951), Gijón, Trea, 2014; «Expolios, hogueras, infiernos. La represión del libro», Represura, http:// www.represura.es/ n° 8, febrero 20013; «La represión cultural: libros destruidos, bibliotecas depuradas y lecturas vigiladas», en J. Aróstegui (coord.), Franco: la represión como sistema, Barcelona, Flor del Viento, 2012, pp. 365-415. Y Ana Martínez Rus y Verónica Sierra Blas, «Libros culpables: hogueras, expurgos y depuraciones. La política represiva del franquismo, 1936-1939», en A. Segura, A. Mayayo y T. Abelló (dirs.), La dictadura franquista, op. cit, pp. 143-157. 10. Francisco Espinosa en el prólogo del libro de Fernando Romero Romero, La cultura y la revolución. República y guerra civil en Prado del Rey, Junta de Andalucía/Ayuntamiento de Prado del Rey/CGT, 2011, p. 17. 11. Vid. el testimonio y la experiencia del inspector de bibliotecas, Juan Vicéns de la Llave: «Recientemente he podido tener noticias de la suerte de algunas bibliotecas que actualmente se encuentran en zona rebelde. La historia es simple, la misma: el bibliotecario es fusilado, los libros quemados, todos los que participaron en su organización son fusilados o perseguidos», en España viva. El pueblo a la conquista de la cultura, Madrid, VOSA, 2002, p. 55. El texto original se publicó en francés en 1938. 12. Vid. Manuel Pérez, Cuatro meses de barbarie. Mallorca bajo el terror fascista, Valencia, CNT-FAI, 1937, p. 11. 13. En El Ideal Gallego, 18 de agosto de 1936, y Carlos Fernández Santander, Historia de las Librerías Coruñesas 1936-1996, Arenas Librería, 1996, pp. 82-83. 14. En Boletín Oficial de la Provincia de La Coruña, La Coruña, 14 de agosto de 1936. 15. Así denominó el obispo de Salamanca Enrique Plá y Deniel a los comunistas y anarquistas en su famosa carta pastoral, «Las dos ciudades» de 30 de septiembre de 1936. 16. En El Pueblo Gallego, Vigo, 18 de agosto de 1936. 17. Emilio Grandío (ed.), Anos de odio. Golpe, represión e guerra civil na provincia da Coruña (1936-1939), A Coruña, Diputación da Coruña, 2007, pp. 245-246. 18. José Andrés-Gallego y Antón M. Pazos, Archivo Gomá. Documentos de la Guerra Civil. Julio- Septiembre de 1938, Madrid, CSIC, pp. 140-141. 19. José Andrés de Blas, «El proceso de depuración de los fondos de las bibliotecas escolares (1ª Parte)» en Represura, http://www.represura.es/ n° 7, febrero de 2011.

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20. Fernando García Montoto, En el amanecer de España, Tetuán, Imprenta Hispania, 1938, p. 89. El título del capítulo tampoco tiene desperdicio: «“Estupefacientes” del alma (El libro y la prensa mal inspirados, germen del odio y de la destrucción revolucionaria)». 21. Ibídem, p. IX. 22. Vid. Boletín de Educación de Zaragoza, n° 3, diciembre-noviembre, 1936. 23. Bandos y órdenes dictados por el Excmo. Sr. D. Gonzalo de Queipo de Llano y Sierra, General Jefe de la 2ª División Orgánica y del Ejército del Sur. Comprende desde la declaración del estado de guerra el 18 de julio de 1936 hasta el fin de febrero de 1937, Sevilla, Imprenta Municipal, 1937, pp. 24-25. 24. José Luis Rubio Mayoral, «La depuración de la cultura popular. La Universidad y el Ateneo de Sevilla en la censura de libros durante la guerra civil» en E. BELENGUER CALPE y otros, VII Coloquio Nacional. Historia de la Educación, Tomo III: Educación Popular, Universidad de La Laguna, 1998, pp. 251-266. 25. Antonio Bahamonde, Un año con Queipo de Llano. Memorias de un nacionalista, Sevilla, Espuela de Plata, 2005, p. 129, (orig. de 1937). 26. Vid. Francios Moreno Gómez, La guerra civil…op. cit., p. 454. Y Francisco Asensio Rubio, «Bruno Ibánez Gálvez, de oficial de infantería a represor», en Espacio, Tiempo y Forma, núm. 24, 2012, pp. 195-228. 27. ABC, Sevilla, 26 de septiembre de 1936, p. 17. 28. En Archivo General de la Administración (AGA), Sección de Educación, caja n° 4752. 29. Hipólito Escolar, Gente del libro. autores, editores y bibliotecarios, 1939-1959, Madrid, Gredos, 1999, p. 11. 30. Francisco Espinosa, La guerra civil en Huelva, Huelva, Diputación Provincial, 2005, p. 471. 31. Francisco Romero Romero, La Cultura y la Revolución.., op. cit.. 32. Sorprende el ensañamiento con esta Enciclopedia ya que siguió valores católicos, de hecho casi la cuarta parte de los colaboradores eran eclesiásticos como demostró Philippe Castellano, Enciclopedia Espasa. Historia de una aventura editorial, Madrid, Espasa, 2000. 33. Navarra 1936. de la esperanza al Terror, Tafalla, Altafaylla, 2003, pp. 495 y 784. 34. En El País, 18 de noviembre de 2012. Esta carta se encuentra en el Archivo Histórico Diplomático de la Secretaría de Relaciones Exteriores mexicana. 35. Según testimonio del librero Enrique Moslit en Carlos Fernández Santander, Alzamiento y guerra civil en Galicia (1936-1939), A Coruña, Ediciós do Castro, 2000, Tomo I, pp. 101-102. 36. Ibídem, p. 90. 37. Javier Lasso de la Vega, «Concepto y misión de la biblioteca en el momento actual», en La clasificación decimal, San Sebastián, Editora Internacional, 1942, p. XLVII. 38. Eduardo Haro Teglen, «Libros para empezar una vida» en Biblioteca en guerra, Madrid, Ministerio de Cultura, 2005, p. 56. 39. En Boletín Oficial del Estado 24 de junio de 1938. 40. En Boletín Oficial del Estado, 17 de septiembre de 1937. 41. Pedro Ladrón de Guevara, Novelistas malos y buenos, Bilbao, El Mensajero del Corazón de Jesús, 1933. 42. En Boletín Oficial del Estado del 21 de agosto de 1938. 43. Alicia Alted, Política del nuevo estado sobre el patrimonio cultural y la educación durante la guerra civil, Madrid, Ministerio de Cultura, 1984, pp. 64-65. 44. Jordi Canal i Morell, «Franquisme i repressió cultural. Les depuracions a la Biblioteca Popular d’Olot (1939-1940)», en L’època franquista. Estudis sobre les comarques gironines, Gerona: Cercle d’Estudis Històrics i Socials, 1989, pp. 109-124. 45. Véase el listado de libros censurados en las bibliotecas creadas por el Patronato de Misiones Pedagógicas en Reyes Berruezo Albéniz, Política educativa en Navarra 1931-1939, Pamplona: Gobierno de Navarra, 1991, pp. 156-163, y 263-268.

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46. Véase la Memoria de la Biblioteca Universitaria de Zaragoza correspondiente al año 1938 (20-1-1939) en AGA, Sección de Educación, caja núm. 5459. Sobre la depuración de bibliotecas véase también en AGA, Sección de Educación, cajas núms. 4753, 4754 y 4755. Para el caso asturiano véase. el trabajo de Leonardo Borque López Bibliotecas, archivos y guerra civil en Asturias, Gijón: Trea, 1997. 47. AGA, Sección de Educación, caja núm. 5459. 48. Aparte de los escritores mencionados también fueron censurados entre otros: Clarín, Miguel de Unamuno, Felipe Trigo, Eduardo Zamacois, Pérez de Ayala, Ramón J. Sender, D’Alembert, Condorcet, Voltaire, Rousseau, Alejandro Dumas, Bosch Gimpera, Eugenio Sue, Baudelaire, Zola, Anatole France, Gorki, Darwin, Charles Dickens, Nietzsche, Upton Sinclair, Sinclair Lewis, Schopenhauer, Freud o Marx. Sobre la depuración de las bibliotecas de Misiones Pedagógicas vid. José Andrés de Blas, «Algunos listados de libros depurados durante la guerra civil española en las bibliotecas escolares de Palencia (y Valladolid)», en Represura, http://www.represura.es/ sección Documentación; «Un caso paradigmático de represión cultural: depuración de bibliotecas escolares en la provincia de Palencia durante la guerra civil española»; «El proceso de depuración…», op. cit. (1ª parte); Carmen Diego Pérez, «Las Bibliotecas del Patronato de Misiones Pedagógicas en la provincia de Palencia: Dotación y depuración de sus fondos» (2.ª parte), en Represura, http://www.represura.es núm. 7, febrero de 2011.

RESÚMENES

En este artículo se analiza la destrucción del patrimonio bibliográfico español por el bando franquista durante la guerra civil. La quema de libros, la depuración de fondos del mercado editorial y librero, y el expurgo de bibliotecas se convirtieron en una necesidad imperiosa para las autoridades militares. El objetivo era eliminar todas las publicaciones disolventes que habían envenenado la mente y el alma de los españoles.

L’article analyse la destruction par les franquistes du patrimoine bibliographique espagnol pendant la Guerre Civile. L’autodafé des livres, l’épuration des fonds du marché éditorial et des librairies et l’expurgation des bibliothèques étaient devenus un impératif prioritaire pour les autorités militaires. Le but était d’éliminer toutes les publications pernicieuses qui avaient empoisonné l’âme et l’esprit des Espagnols.

The destruction of the Spanish bibliographic heritage by the pro-Franco side during the Spanish Civil War is discussed in this article. The burning of books, the purging of the publishing market and bookseller funds and the weeding of libraries became an imperative for the military authorities. The target was to eliminate every pernicious publication that had poisoned the mind and soul of the Spanish.

ÍNDICE

Palabras claves: bibliocausto, Guerra Civil española, editoriales, franquismo, depuración Keywords: bibliocaust, spanish Civil War, publishers, franco dictatorship, purge Mots-clés: bibliocauste, Guerre Civile espagnole, Publishers, franquisme, épuration

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AUTOR

ANA MARTÍNEZ RUS

Universidad Complutense de Madrid

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Les « romans de la mémoire » renouvellent-ils le roman à thèse ?

Geneviève Champeau

1 Anne Bonvalot constate, à partir de l’étude des œuvres de trois romanciers actuels – Alfons Cervera, Belén Gopegui et Isaac Rosa–, un retour en grâce du politique dans le roman, ce qui la conduit à analyser les nouvelles formes de l’engagement littéraire en Espagne depuis les années 1990 (Bonvalot 2014). Les romans traitant de la guerre civile, qui ont connu un succès grandissant depuis la fin du franquisme (Bertrand de Muñoz 1977, Becerra Mayor 20151), jusqu’à susciter « una explosión memorística » (Flavio Pereira 2012 : 147) et même « un empacho de memoria » (Rosa 2006), relèvent, selon les œuvres et les analystes, soit du roman commercial (Becerra Mayor, 2015 : 60-72; Gómez-Quiñones 2011 : 112 ; Cervera 2012 : 256), soit du roman engagé, en prise sur les débats politiques du temps relatifs à la récupération de la mémoire historique, dans le cadre d’un questionnement de la version néo-franquiste de l’histoire, de la culture consensuelle de la Transition et de la conception de la démocratie. Une analyse idéologique des romans mémoriels récents a été principalement menée à partir de la méthodologie des études culturelles qui privilégie le positionnement des œuvres et des écrivains par rapport à une culture politique conçue, au sens large, en tant qu’ensemble de discours et de pratiques contribuant à configurer la réalité. Les pages qui suivent s’inscrivent dans la ligne des études qui prennent pour objet les incidences poétiques de ce retour du politique dans des romans relevant d’une esthétique réaliste (Rebreyend 2014 : 57-76), qui participent d’une dynamique débordant de la sphère de l’esthétique et dont la visée pragmatique est orientée vers l’action hors des limites de la fiction.

2 La dimension performative de romans qui prétendent participer de la configuration de représentations collectives conduit à s’interroger sur les stratégies de persuasion mises en œuvre dans le but de défendre une lecture de l’histoire susceptible de modifier les discours hégémoniques hérités du franquisme et de la Transition. Ces « romans de la mémoire » feraient-ils émerger de nouvelles formes du « roman à thèse » ? Susan Rubin Suleiman le définit comme un récit didactique qui démontre par un acte narratif mettant en scène « un affrontement, voire […] une série d’affrontements entre deux adversaires qui ne sont pas égaux d’un point de vue éthique et moral » (1983 :126-127).

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Il se distingue du roman réaliste par la présence d’un système de valeurs inambigu, dualiste, et d’une règle d’action, qui peut être implicite (Rubin Suleiman, 1983 : 72-73). La disjonction axiologique y est confortée par l’univocité d’un discours monologique et par l’intégration au récit de sa propre interprétation (1977 : 374-387, 487)2, car la participation du lecteur y est étroitement programmée. Susan Rubin Suleiman distingue trois modalités principales du roman à thèse, la structure antagonique, le récit exemplaire et la structure d’apprentissage, et elle met en avant la redondance comme forme privilégiée de désambigüisation du discours. Ces stratégies narratives sont-elles toujours actives dans les « romans de la mémoire » ou la visée argumentative y emprunte-t-elle d’autres voies ? 3 L’ampleur du corpus rend nécessaire une sélection, aussi l’étude portera-t-elle sur les sondages effectués dans dix romans publiés entre 1998 et 20083, dates qui correspondent à la période la plus féconde pour le développement du « genre » (Becerra Mayor 2015 : 380). Ils sont l’œuvre de romanciers n’ayant pas connu la guerre, ni même souvent le franquisme, la génération des « petits-fils », agents, de ce fait, d’une « postmémoire » ou mémoire indirecte, reconstruite, sur la base d’une documentation primaire écrite ou orale, de travaux historiographiques, de mémoires ou d’autres romans, par les descendants des survivants d’une expérience historique traumatique (Marianne Hirsch, 1997). Les œuvres choisies sont diverses, tant par leur perspective idéologique – bien que revisitant, dans tous les cas, l’histoire du point de vue des vaincus – que générique. La guerre civile et ses prolongements n’y sont pas une simple toile de fond et ils proposent, chacun à sa manière, une réinterprétation du conflit. Dans la typologie des romans mémoriels établie par Elina Liikanen, qui distingue « modo vivencial », « modo reconstructivo » et « modo contestatario » (2012 : 44-53)4, les romans sélectionnés relèvent des deux dernières catégories. 4 Précisons d’emblée que le roman de la mémoire ne peut se limiter au cadre temporel et événementiel du conflit armé5. La guerre et son prolongement dans l’état franquiste ne sont pas dissociés dans les fictions récentes qui traitent d’ailleurs relativement peu de la guerre civile proprement dite. L’affrontement entre nationalistes et républicains ne s’y termine pas en 1939, avec la déroute militaire de ces derniers ; il se prolonge militairement dans le maquis (Aquel invierno, La voz dormida et Las trece rosas) ainsi que dans la répression massive des vaincus pendant l’après-guerre, visant à éliminer l’adversaire après l’avoir vaincu militairement, une thématique essentielle du « roman de la mémoire ». Le combat est encore présent dans la mise en scène de l’organisation d’une lutte politique clandestine (La voz dormida). Il faut en outre tenir compte du fait que le roman de la « postmémoire » et la métafiction historiographique actuelle se démarquent du roman historique classique par le fait que le passé y est pris en compte depuis le point de vue du présent, à travers ses incidences sur la société actuelle, et qu’ils se caractérisent, de ce fait, par une temporalité double que Hans Lauge Hansen nomme « le chronotope du passé présent » (2013 : 25).

Le récit antagonique

5 La thématique de la guerre civile ne peut que favoriser le binarisme, voire le manichéisme, dans la scénarisation du conflit, d’autant plus que le mythe de la lutte fratricide, du caïnisme, a été utilisé dans le discours franquiste de légitimation postérieur à 1950 et s’est diffusé dans les discours sociaux. Les romans mémoriels sont,

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en outre, des récits polémiques qui assument dans la fiction le devoir de mémoire que Roger Chartier applique à l’historien en ces termes : « L’histoire ne peut ignorer les efforts qui essayèrent ou essaient de faire disparaître non seulement les victimes mais aussi la possibilité de se souvenir de leur existence »6. La question se pose alors de savoir comment la fiction peut, par ses moyens propres, accomplir ce devoir de mémoire dans sa triple dimension : visibilité, hommage et justice.

La disjonction axiologique

6 Le camp nationaliste est faiblement représenté, de plus les personnages ne sont pas perçus en focalisation interne, ce qui les maintient à distance du lecteur et ils font volontiers l’objet d’une nomination dégradante, telle que celle des gardiennes de la prison de Ventas surnommées la Veneno, la Zapatones, la Drácula (La voz dormida). Leur caractérisation n’est pas en reste, qu’ils soient des médiocres, des usurpateurs, des sadiques ou des cyniques. Comme cela était déjà le cas dans le « réalisme social », dans les années cinquante du siècle dernier, la polarisation idéologique se manifeste en termes de dégradation morale de l’adversaire. Elle passe, par ailleurs, par la description d’une violence franquiste massive et institutionnalisée dans l’après-guerre qui n’est, sauf exception (Cartas desde la ausencia), pas mise sur un pied d’égalité avec celle qui a été exercée dans le camp adverse : les responsabilités ne sont pas comparables. Les personnages nationalistes sont d’ordinaire dissociés des valeurs de référence, associées au camp républicain, exception faite des romans qui portent la division au sein de ce dernier tel Enterrar a los muertos. Certains titres de romans (El vano ayer, Mala gente que camina, El corazón helado), de même que la référence au vers de Góngora « Infame turba de nocturnas aves » (cité deux fois dans Los girasoles ciegos, 40, 57 ; altéré dans Las trece rosas : « se elevaban turbas de aves nocturnas », 226) ou encore l’isotopie de la folie et de l’obscurité (Las trece rosas), associent clairement les vainqueurs aux forces de mort.

7 Dans une symétrie inversée, les romans font exister les « sans voix » de l’histoire à travers des personnages le plus souvent fictifs mais présentés comme des analogons de la réalité par les références paratextuelles à des témoignages et à des sources historiographiques mentionnés dans les bibliographies (La voz dormida, Enterrar a los muertos), par les remerciements insérés dans le paratexte (El lápiz del carpintero) ou encore par leur proximité avec des personnages historiques (dans La voz dormida, les prisonnières de Ventas connaissent l’existence des « treize roses », ces jeunes femmes exécutées pour avoir fait partie du Frente de Juventudes Socialistas et en représailles à la suite d’un attentat du maquis). D’autres personnages sont historiques comme les « treize roses » en question. L’acte de nomination répond d’ailleurs, dans la fiction, à l’injonction de l’une d’elles, Julia Conesa, reproduite dans La voz dormida : « Que mi nombre no se borre en la historia » (199), injonction reprise en style indirect dans Las trece rosas (180). Le narrateur de Soldados de Salamina met lui aussi l’accent sur cette motivation de l’écriture : « mientras yo contase su historia Miralles seguiría de algún modo viviendo » (208). La fonction de la nomination, qui élève un tombeau aux victimes, est diégétisée dans le second volet de Los girasoles ciegos intitulé « Manuscrito encontrado en el olvido », dans lequel le journal d’un fuyard retrouvé par le narrateur dans le refuge de montagne où il a trouvé la mort, aux côtés de son fils de quelques semaines, se termine par le nom du bébé répété soixante-deux fois. Attribuer un nom aux

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victimes anonymes est la seule manière de les réinscrire dans l’histoire (Juan Carlos Cruz Suárez 2013 : 103-119). 8 Le statut de victime de ces personnages, au sein d’une opposition bourreau/victime facilite l’empathie du lecteur, de même que les qualités qui leur sont prêtées – courage, dignité, intégrité, solidarité – en tant que hérauts des vertus républicaines. Comme dans le « roman social », le référent axiologique par antonomase reste le poète mort en exil, Antonio Machado, dont les vers stigmatisent l’adversaire politique dans trois titres (El corazón helado7, Mala gente que camina, El vano ayer) et une épigraphe (« El vano ayer engendrará un mañana / vacío y por ventura pasajero », El vano ayer). 9 Une inversion symbolique des rôles actantiels, qui peut opérer dans les deux sens, est aussi à même de dégrader l’adversaire. Soit la victoire franquiste par les armes, puis par la peur, est contestée dans la mise en scène de vainqueurs victimes de leur propre victoire militaire et politique transformée en défaite morale, comme c’est le cas dans Los girasoles ciegos dont les chapitres sont intitulés significativement « derrotas », un terme applicable aux deux camps. Soit, inversement, la déroute des vaincus est transformée en victoire morale. C’est déjà le cas dans la qualification de bien des personnages et cela devient un motif narratif symbolique dans El lápiz del carpintero, roman dans lequel un des prisonniers, « el pintor », dessine avec son crayon de charpentier le portail de la Gloire de la Cathédrale de Saint-Jacques-de-Compostelle en donnant à chaque statue le visage d’un des prisonniers, le prophète Daniel étant incarné par le héros du roman, Daniel Da Barca (41-42). Dans le même roman, le renversement des rôles est également sensible dans la description du fonctionnement interne de la prison où les prisonniers politiques mettent en place une organisation parallèle, régie selon les principes abolis par le soulèvement militaire avec son système de répartition des aliments, d’hygiène et de santé, son école, son juge de paix, son bureau de tabac, son organe de presse et même ses organes représentatifs : «Tras las rejas, había un gobierno de la sombra, nunca mejor dicho, un parlamento asambleario » (82).

La structure d’apprentissage

10 Les romans mémoriels rejoignent une des stratégies narratives du roman à thèse dans le récit d’apprentissage (Rubin Suleiman, 80-95). Bien qu’Isaac Rosa classe le récit d’enquête dans la catégorie des romans commerciaux dont il parodie les codes narratifs dans El vano ayer – ce qu’il n’a pas été lorsque Vázquez Montalbán en a fait l’instrument de sa chronique de la Transition (Tyras 2011 : 344-345) –, le lecteur acceptera d’autant plus volontiers une injonction à agir qu’il aura accompagné le personnage dans le cheminement qui l’y conduit (Fauquet, 2012 : 209-223).

11 Le protagoniste des « romans de la mémoire » – comme, plus largement, des écritures du réel actuelles – n’est souvent pas exemplaire d’emblée, il le devient à l’issue de son parcours. El lápiz del carpintero et Soldados de Salamina présentent, de ce point de vue, des figures d’enquêteurs similaires. Face au héros idéalisé Da Barca, exemplaire dès le départ, le journaliste et romancier Sousa et son pendant Javier Cercas, journaliste lui aussi et romancier en semi-échec, purs produits de la Transition (Luengo 2004 : 241), sont tous deux, au début du roman, désenchantés et indifférents au passé récent de leur pays. Dans les deux cas, à l’expérience initiale de l’échec suit une réorientation de la démarche, liée à la découverte du personnage exemplaire, qui débouche sur une prise de conscience citoyenne. Le journaliste Sousa entre en contact avec le héros par

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obligation professionnelle, au début du roman, pour une entrevue. Mais ce n’est qu’après sa mort que, de façon fortuite, il devient, par la bouche d’une prostituée, Maria da Visitação, le destinataire du récit de ses exploits. Cette « rencontre » post mortem est l’occasion d’une prise de conscience qui le pousse à l’action puisque, dépositaire du témoignage de Da Barca lui-même (entrevue initiale non relatée) et de celui de son opposant, le garde Herbal qui l’a transmis à la prostituée, il ne peut être que le maillon qui permet au narrateur hétérodiégétique de reconstituer l’histoire du héros républicain (Champeau 2007 : 122). C’est sur l’impulsion d’une motivation littéraire que le personnage Javier Cercas, en quête d’un sujet pour son roman, après avoir exploré les possibilités que lui offre le personnage de Rafael Sánchez Mazas, idéologue phalangiste, se tourne vers le soldat anonyme qui a épargné la vie de celui-ci. C’est, là encore, une conversation avec l’écrivain Bolaño qui le conduit sur les pas du milicien républicain Miralles dont il fait un modèle axiologique. Bien que la portée politique de cette évolution soit amoindrie par une visée essentiellement littéraire (Tyras 2011 : 343-353) et que la perspective humaniste conduise à une certaine dé- historicisation, comme dans le cas précédent, la trajectoire du personnage n’en signifie pas moins une réappropriation du passé et de la référence à la Seconde République comme antidote dans un présent désenchanté. 12 Si les romans mémoriels partagent la polarisation axiologique des romans à thèse, on observe néanmoins plusieurs infléchissements concernant le héros, l’injonction relative à l’action et le niveau narratif où se situe la structure antagonique.

L’exemplarité perdante

13 Un des points nodaux sur lesquels divergent les écritures de la mémoire, et qui fait apparaître un infléchissement des voies empruntées par le didactisme, est la question du héros. Le roman des victimes développe une « exemplarité perdante » ainsi nommée et étudiée par Christian Giordano à propos de la littérature des Balkans : « la construction de l’exemplarité [se fait] à partir d’un héros […] qui est en même temps la victime innocente d’un pouvoir intolérable » (2001 : 1288). Le statut de victime met en relief la possession, dès le début de l’histoire, de bonnes valeurs bafouées par l’adversaire et l’exemplarité des personnages consiste à rester fidèle à ces valeurs malgré l’adversité (Fauquet, 2012 : 174-177). Comme le héros antagonique défini par Susan Rubin Suleiman (126-138), les personnages des romans mémoriels continuent à combattre, au-delà de leur propre survie, pour les valeurs de leur groupe, dans ce cas, celles de la Seconde République dans laquelle rechercher les sources de la démocratie espagnole (Ana Bungård, 2012 : 108). Aussi les héros individuels esthétisés (Ana Luengo, 2004 : 253) tels que Da Barca (El lápiz del carpintero) et Miralles (Soldados de Salamina) laissent-ils souvent la place au personnage collectif, que ce soient les prisonnières de Ventas (La voz dormida, Las trece rosas), les maquisards ou l’ensemble des villageois (Aquel invierno). La modernité des héros proposés comme modèles de comportement pour le temps présent réside dans leur éthique de la résistance.

14 La notion de héros est néanmoins questionnée par plusieurs romanciers. C’est avec circonspection qu’Alfons Cervera considère l’héroïsme car il peut déboucher sur une mémoire hagiographique, présenter des icônes statiques plus que des contre-conduites (Bonvalot 2014 : 110). Soldados de Salamina avance l’idée selon laquelle le véritable héros est celui qui s’ignore – Miralles nie être un héros tandis que Bolaño lui reconnaît

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l’instinct de la vertu (209) –, mais la charge la plus radicale provient de El vano ayer, roman dans lequel il est associé à une pensée manichéenne : « Mucho cuidado con los héroes, con los luchadores ejemplares, esculturas de una sola pieza que ni sombra poyectan bajo el sol […]. De la misma forma que debemos tener precaución con los villanos » (38, 41). Il est invraisemblable car les individus réels sont plus complexes, plus ambigus : « [ocurre] que buscamos un héroe y acabamos por encontrar un hombre » (52). Aussi l’auteur se livre-t-il à une réécriture parodique du « romance de Mío Cid » consacrée à Franco (251-264), et les protagonistes de son roman, un professeur d’université, Julio Denis, et un étudiant militant communiste, André Sánchez, qui disparaissent après avoir été arrêtés par la police à la suite d’une manifestation, sont-ils minutieusement tenus à l’écart de la « típica basura heroica » (170).

La guerre des mémoires

15 Quoique dominante, la disjonction axiologique entre les deux camps en lice pendant la guerre civile est brouillée par le positionnement idéologique de chaque roman vis-à-vis de la politique de la mémoire dans la construction de la démocratie pendant la Transition. Les fictions mémorielles se jouent, en effet, entre plusieurs pôles : le passé de la guerre civile et ses prolongements sous le franquisme; celui, plus récent, de l’instauration du processus démocratique; et celui de sa réévaluation dans le présent de l’écriture. « La lucha por el significado del pasado traumático – déclare Sara Santamaría Colmenero – pone de manifiesto dos interpretaciones contrapuestas sobre la transición española que conlleva a su vez distintas lecturas de la Segunda República, la guerra y el franquismo » (2015, à paraître). Elle distingue les romans qui considèrent la transition comme un pacte de silence et d’oubli, et font de la Seconde République le référent pour la démocratie actuelle et ceux qui fondent la démocratie sur la Constitution et interprètent la transition comme un pacte du souvenir et de la réconciliation. Au premier cas de figure correspondent des personnages de résistants définis par leur combat contre l’adversaire idéologique et politique tels ceux de La voz dormida ou ceux de Mala gente que camina, roman qui reproduit dans le passé et le présent un même schéma de combat contre le silence par la fiction littéraire : celui de la romancière Dolores Serma impliquée dans un cas de rapt d’enfant de prisonnière « rouge » et de Juan Urbano qui investigue le cas. L’affrontement débouche, en revanche, dans le second cas de figure, sur une injonction en faveur de la réconciliation. Ainsi le soldat Miralles épargne-t-il la vie du phalangiste Sánchez Mazas alors que celui-ci vient d’échapper au peloton d’exécution (Soldados de Salamina). Le personnage romancier, qui s’interroge sur les motivations du milicien républicain, revient à plusieurs reprises sur un détail de la scène entendu dans le récit qu’en fait Rafael Sánchez Ferlosio : le regard qui déclenche le choix éthique – « antes de irse el miliciano se queda unos segundos mirándole a los ojos » (40) –, car à travers lui l’autre est reconnu en tant qu’être humain9. Ce qui permet de lire le roman comme une utopie humaniste (Sara Santamaría 2012 : 117-120). L’injonction relative à la réconciliation prend, dans El lápiz del carpintero, la voie du merveilleux et d’une utopie pédagogique incarnée par le peintre dont la voix, venue d’outre-tombe, porte le conflit dans l’esprit du garde civil Herbal et éveille sa conscience morale (93-97,105-106 et 152), jusqu’à le transformer en adjuvant objectif de son ennemi politique et rival en amour qu’il sauve à quatre reprises de la mort (64, 68, 70 et 72). L’enjeu est de parvenir à la victoire des mots sur les armes, à une base de compréhension et de réconciliation entre les deux camps (Ana Gungård, 2012 : 117). La

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réconciliation prend un tour sentimental dans El corazón helado lorsque Raquel, petite fille d’exilés spoliés, finit par renoncer à la vengeance, tandis que son amant, Álvaro Carrión, fils du spoliateur, reconnaît et assume les responsabilités liées au passé pour la rejoindre dans la scène finale.

16 Les oppositions se dissolvent dans un rejet global de la politique qu’affiche Cartas desde la ausencia, roman qui renvoie dos à dos les militantismes de tout bord au nom d’une dissociation entre des idéaux non réalisés et les maux concrets qu’ils génèrent chez le citoyen moyen en position de perpétuelle victime. Le personnage positif du roman est, en effet, le commerçant apolitique Ramón qui prend soin de la famille de son frère Andreu, soldat anarchiste volontaire qui meurt au combat en laissant à son frère la charge de veiller sur les siens. L’injonction finale, à l’explicit du roman, à l’heure de la désillusion dans le présent de l’écriture, est alors réduite à la recherche d’un vague idéal individuel : « Hija, recoge los pedazos, zurce los jirones, encuentra un sueño por el que morir » (287). 17 Enterrar a los muertos déplace, pour sa part, la disjonction axiologique au sein du camp républicain où les valeurs humanistes de la république sont bafouées en raison de la contamination du gouvernement de Negrín par le totalitarisme soviétique. Elle y est transposée dans la brouille entre les deux romanciers nord-américains Hemingway, inconditionnel de la cause communiste, et Dos Passos, fidèle à son ami, le traducteur Pepe Robles éliminé par le NKVD, dont le narrateur prolonge, par son enquête et ses révélations, l’entreprise et adopte les valeurs de sincérité et d’indépendance (Florenchie 2010 : 307-323). 18 Mais c’est Isaac Rosa qui rompt le plus systématiquement avec l’affrontement dualiste dans un roman polyphonique, El vano ayer, qui juxtapose parodiquement les discours de tout bord pour défendre la thèse selon laquelle l’imaginaire collectif reste contaminé par les discours hégémoniques du franquisme et de la Transition sur la guerre civile et l’après-guerre : [No] podemos admitir un relato ambidiestro, un discurso que evoque falsos argumentos conciliadores, las dos Españas que hielan el corazón del españolito [cf. El corazón helado], el horror fue mutuo [cf. Enterrar a los muertos], en las guerras hay excesos, grupos incontrolables, odios ancestrales, cuentas pendientes que se saldan en la confusión, no hubo vencedores, todos perdimos, nunca más [cf. Los girasoles ciegos], Caín era español. […] « Ya está bien de palabrería que parece inocente y está cargada de intención, ya está bien de repetir la versión de los vencedores » (249)10. 19 L’originalité de ce roman, qui occupe une place à part dans le corpus et préfigure la fin d’un cycle, provient de ce que la structure antagonique, transposée dans le métadiscours, ne concerne pas tant la diégèse que les codes narratifs, l’objet principal du roman n’étant plus la scénarisation du conflit, ni l’anamnèse, mais celle des codes du « roman de la mémoire ».

L’autorité fictive

20 Le « roman à thèse » n’est – selon Susan Rubin Suleiman – « qu’une manifestation particulièrement claire de l’impulsion à la fois réaliste et didactique qui est à l’origine du genre romanesque » (Rubin Suleiman 1983 : 28). Il déploie un discours autoritaire asséné par un narrateur situé en position de supériorité grâce à l’ampleur de son

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savoir, aux cautions dont jouit sa parole et aux modalités de l’imposition de celle-ci à un destinataire sommé d’acquiescer. Un pacte de lecture de ce type va à contre-courant des pratiques narratives qui se sont développées au XXe siècle, dans le sens de l’autonomie interprétative du lecteur, parfois élevé au statut de co-auteur. Le roman peut-il encore guider fermement l’interprétation par des stratégies acceptables par un lecteur contemporain, en un temps où la notion d’autorité est depuis longtemps battue en brèche ?

Les voies conventionnelles du didactisme

21 Les romans mémoriels sélectionnés ne brillent pas tous par leur caractère novateur. De facture réaliste, ils ont recours à des codes narratifs connus du lecteur : le récit épique (El lápiz del carpintero) y côtoie la saga familiale (El corazón helado), le roman à personnage collectif (La voz dormida), les histoires parallèles (Los girasoles ciegos, Las trece rosas), le roman par lettres (Cartas desde la ausencia), le roman d’enquête (Soldados de Salamina, Mala gente que camina et partiellement El corazón helado), le roman choral (Aquel invierno) et le métarécit historiographique (El vano ayer).

22 Les solutions énonciatives sont elles aussi diverses, celles héritées du XIXe siècle en côtoyant d’autres plus contemporaines. Le récit non focalisé, assumé par un narrateur jouissant d’une connaissance globale de l’univers diégétique est la solution la plus familière choisie par La voz dormida qui débute par cette prolepse : « La mujer que iba a morir se llamaba Hortensia » (13). On la retrouve dans El corazón helado, où elle entre néanmoins en concurrence avec l’expression d’autres points de vue, celui d’Alvaro Carrión auquel correspond un récit en première personne et un ensemble de chapitres en troisième personne consacrés à l’histoire d’exil de la famille Fernández qui s’avère correspondre globalement au point de vue de leur descendante, Raquel. Le narrateur omniscient intervient, de fait, pour exposer ce qu’aucun personnage ne sait, le revers obscur de l’histoire. 23 Plus nombreux sont les romans où le savoir est introduit par une instance non surplombante, plus proche du lecteur, que ce soit par un personnage narrateur unique qui raconte sa propre histoire (Soldados de Salamina, Mala gente que camina) ou par le recours au multiperspectivisme (Aquel invierno, Cartas desde la ausencia, Los girasoles ciegos). Aux énoncés explicitement interprétatifs, qui ne sont pas totalement évacués, les récits préfèrent néanmoins la saturation lexicale et métaphorique et son effet de redondance qui satisfait à l’exigence de désambiguïsation propre au roman à thèse (Rubin Suleiman 1983 : 62, 209-214). La visée argumentative exploite également le dialogue qui projette dans la diégèse la relation que l’instance d’énonciation cherche à établir avec son destinataire, selon une stratégie narrative que prisaient les romanciers réalistes du XIXe siècle (Hamon 1992 : 139-146). Outre la fonction d’information qu’il remplit dans des romans tels que El corazón helado, Mala gente que camina et El lápiz del carpintero, le dialogue met en scène différentes positions relatives à un passé conflictuel, et développe une argumentation en faveur de la position défendue dans le roman. Les échanges entre Juan Urbano et sa mère (Mala gente que camina) sont à cet égard emblématiques. 24 Ces formes conventionnelles de l’autorité fictive ne sont néanmoins pas les plus marquantes. La légitimation de l’information et de l’axiologie à défendre prend d’autres voies plus en accord avec l’évolution du roman depuis les dernières décennies du XXe

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siècle, parmi lesquelles la mimesis du régime fiduciaire et la mimesis du régime indiciaire.

Régime indiciaire et régime fiduciaire

25 Parce que le discours autoritaire et monologique est celui de l’autre franquiste, en régime démocratique le narrateur tend à ne plus être le détenteur unique du savoir ; il fonde au contraire, le plus souvent, la légitimité de son discours sur la polyphonie et la scénarisation du processus d’accès à la connaissance. Au lieu d’être d’emblée dépositaire de l’autorité, il la construit en prenant pour objet du récit son « faire » et en affichant un ethos fondé sur la compétence et la sincérité à travers deux figures clé convoquées dans la fiction, l’investigateur et le témoin.

26 Certains romans mémoriels relèvent du « roman documentaire » (J. F. Carcelen, 2011 : 51-68) qui emprunte à l’historiographie un modèle épistémologique indiciaire reposant sur l’observation et le déchiffrement des traces (Ginzburg, 1980 : 3-44). L’historiographie re-présente, en effet, le passé dans une construction explicative à partir d’indices soumis à des critères de preuve objectifs (Chartier, 2007 : 136-138). Une poétique de l’archive, sensible dans la fiction depuis les années 90, confère à l’instance narrative des romans mémoriels qui y ont recours un double bénéfice. Le narrateur s’attribue une compétence documentaire que souligne Isaac Rosa : « Nuestros autores contemporáneos son rigurosos documentalistas » (2004 : 14). Bien que les documents insérés dans la fiction – authentiques, transposés ou fictifs – ne soient pas soumis à des critères de preuve objectifs, la mimesis historiographique, qui peut s’étendre à des traits formels tels que citation, notes de bas de page, bibliographie finale, illustrations, produisent, dans la fiction, une illusion de scientificité et une « aura d’authenticité » (Hans Lauge Hansen : 2012, 87 ; Juan Manuel Martín Martín 2013 : 130-133). La mimesis historiographique peut être érigée en argument d’autorité pour occulter les biais de l’argumentation, comme cela se produit dans Enterrar a los muertos où, dans un discours ouvertement argumentatif, elle masque un glissement depuis un discours hypothétique, quantitativement dominant (« es posible que », « es probable que », « cabe la posibilidad de que », « parece ser que », « induce a pensar que »), construisant une interprétation de l’ordre du probable, vers la conviction personnelle dans l’interprétation des indices (« uno no puede dejar de pensar que ») et même vers l’imagination qui prolonge le document (« resulta fácil de imaginar », « no es difícil imaginar », « podemos imaginar »), pour déboucher sur une conclusion assertive qui explique le mobile de l’élimination de Robles : « Robles sabía demasiado sobre el creciente poder soviético dentro del gobierno español y sobre la encarnizada represión que se avecinaba » (84). Le dispositif documentaire participe d’une rhétorique du dévoilement (le roman se termine sur le terme « trampa » qui synthétise une série d’autres termes et expressions désignant des tromperies et manipulations : « conspiración de silencio y mentiras », 64, 85 ; « turbia conjura de silencio y mentiras », 115 ; « bulos », 64, 81, 83, « intoxicación informativa », 229). L’autorité du narrateur documentaliste est par ailleurs étayée, dans l’explicit, par celle de l’historien dans une référence à l’ouvrage de François Furet Le passé d’une illusion, lequel fait le procès des totalitarismes à cette époque. Le roman, qui débouche sur le rôle des services secrets soviétiques dans le camp républicain, se présente ainsi comme une illustration de l’ouvrage de Furet.

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27 Le guidage de l’interprétation a aussi recours à cette autre forme du régime indiciaire qu’est le roman d’enquête. Présent en mode mineur dans El lápiz del carpintero, Las trece rosas, Los girasoles ciegos et El corazón helado, jouant un rôle structurant dans Soldados de Salamina et Mala gente que camina, il met en scène des narrateurs enquêteurs jouissant de la légitimité liée à leur statut de journaliste et romancier (Soldados de Salamina) ou de professeur et chercheur (El corazón helado, Mala gente que camina). 28 À la différence du roman réaliste du XIXe siècle ou du « réalisme social » des années 50/60 du siècle dernier qui diégétisaient la transmission d’un savoir, les processus d’acquisition et de transmission sont maintenant confondus. La vérité n’est pas donnée d’emblée mais conquise et d’autant plus recevable que le lecteur aura suivi les étapes de son élaboration. Le narrateur enquêteur est plus exemplaire par son faire que par son être. Juan Urbano qui, dans Mala gente que camina, se flatte de ses qualités de chercheur – « Lo descubrí porque soy un investigador muy minucioso, de los que siempre han sabido que, en este oficio, el otro cincuenta por ciento del rigor debe ser la curiosidad » (389) – est par ailleurs un personnage cynique et méprisant, que ses travers rendent plus proche du lecteur, sans rien ôter à l’exemplarité d’un comportement civique souligné par son nom : « Por cierto, me llamo Juan. Juan Urbano, para servirles. Con tanto jaleo, casi se me olvidaba decírselo » (460). 29 Le régime fiduciaire du discours offre aux romans mémoriels un « effet témoignage » similaire à « l’effet document ». Le travail d’anamnèse du témoin, qui « descend » dans sa mémoire, procure une reconnaissance immédiate du passé dont la force de conviction est inséparable de la crédibilité qui lui est accordée (Chartier 2007 : 136). Si le roman ne peut présenter que des témoignages fictifs, ceux-ci légitiment le récit non par le haut (narrateur surplombant) mais par le bas, à travers la voix des victimes ou de leurs descendants. Fiction du témoignage oublié et retrouvé (« Manuscrito encontrado en el olvido » dans Los girasoles ciegos), diégétisation de la collecte de témoignages (Aquel invierno), confrontation des témoignages (celui du diacre harceleur et violeur et du fils de sa victime dans le quatrième chapitre de Los girasoles ciegos), transposition de témoignages réels (La voz dormida), supposent un avant du texte romanesque par rapport auquel le narrateur n’est pas la source du savoir mais un passeur de mémoire et d’expériences supposément vécues (Hans Lauge Hansen 2013 : 28). 30 Le régime de vérité du témoignage est la sincérité, l’intime conviction. « Témoigner – écrit Jacques Derrida – en appelle à l’acte de foi. ‘Je témoigne’ », cela veut dire : « j’affirme (à tort ou à raison, mais en toute bonne foi, sincèrement) que cela m’a été ou m’est présent […], vous devez me croire parce que je m’engage à vous dire la vérité […]. ‘Il faut me croire’ n’est pas d’ordre théorique mais performativo-pragmatique » (2005 : 31 et 33). Un personnage de Aquel invierno commente : « lo que pasa es que a veces las cosas son verdad tal como las recordamos, ¿no crees tú eso?, aunque en realidad no sucedieron de esa manera » (56). Et le narrateur du premier chapitre de Los girasoles ciegos ose ce paradoxe : « Los documentos que fueron generando los guardianes del laberinto y las pocas cartas que escribió son los únicos hechos ciertos, lo demás es la verdad » (24). « La verdad de los testimonios prevalece sobre la de los archivos » écrit María Corredera González à propos de Soldados de Salamina, La voz dormida et Veinte años y un día de Jorge Semprún (2010 : 22). La vérité du récit n’est, par ailleurs, pas de l’ordre de la certitude mais du probable, comme le souligne le narrateur de Soldados de Salamina : « lo que a continuación consigno no es lo que realmente sucedió, sino lo que parece verosímil que sucediera; no ofrezco hechos probados, sino conjeturas razonables » (89). S’il n’y a pas de vérité absolue, il reste la

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ressource du « vouloir dire vrai » des témoins qui contamine le discours du narrateur- passeur.

Métatextualité et ironie : le retour d’une position dominante

31 En dernier ressort, le garant de l’autorité fictive est moins le narrateur que l’auteur réel qui fait le choix d’une stratégie narrative. Sa présence s’affirme dans les paratextes qui établissent une continuité entre fiction et contexte et mettent en exergue la visée politique du roman. C’est bien l’auteur réel qui dispose, dans certains d’entre eux, les informations paratextuelles, notamment des bibliographies, en s’y exprimant à la première personne dans six cas sur dix. Un auteur qui apparaît en témoignaire – ou destinataire de témoignages – dans les remerciements adressés à « todas las personas que me han regalado su historia » (La voz dormida : 381). Ces paratextes en première personne exposent une conception engagée de la pratique romanesque, une intentionnalité politique contre-hégémonique.

32 En une métalepse quasi conclusive, l’auteur Alfons Cervera investit la fiction dans Aquel invierno par le biais d’un article de presse écrit par lui et que lit le personnage fictif Vanessa Roquefort, dans une séquence où elle se livre également à des réflexions métatextuelles (159-162). Auteur réel et personnage fictif partagent le même espace- temps à l’occasion de la réouverture d’un cimetière civil fermé depuis la guerre, dans lequel étaient enterrées les victimes de la répression pour être effacées de la mémoire du village, épisode qui équivaut symboliquement à l’ouverture des fosses communes dans la réalité extratextuelle. Métalepse et commentaires métatextuels font du personnage un porte-parole de l’auteur, lequel intervient en personne pour signer son engagement, son statut de témoin et d’acteur d’un processus historique, établir une équivalence entre ses prises de position dans la presse et sa pratique romanesque en faveur d’une anamnèse qui contribue à cicatriser les plaies plutôt qu’à les rouvrir. 33 Ce n’est plus la personne réelle qui est au centre de El vano ayer. Le protagoniste sans nom, désigné par le substantif « el autor » y incarne la fonction auteur qui, au lieu de raconter une histoire teste successivement une série d’hypothèses narratives alternatives qu’il abandonne pour d’autres. Chaque hypothèse correspond à un code narratif littéraire ou extralittéraire (articles de presse, rapports de police, témoignages, manuel de torture, etc.) qui a été utilisé dans les romans mémoriels relatifs au franquisme et dans le discours hégémonique de ce régime. Le roman rejoint ainsi une tendance forte des réalismes contemporains qui interrogent la représentation. Cet « auteur » est l’instance de régie qui dispose les fragments d’un roman discontinu et orchestre les voix multiples d’un récit éminemment polyphonique (Anne-Laure Bonvalot 2014 : 222-234) comme l’est aussi Aquel invierno (idem : 201-220). La polyphonie y distribue-t-elle autrement le pouvoir entre auteur et personnages ? L’irruption de voix diverses et discordantes qui interpellent l’auteur, commentent l’œuvre en chantier, contestent les choix effectués, ainsi que l’apologie d’un lecteur exigeant, qualifié d’impertinent, transposent dans la fiction la pratique démocratique du débat. Il n’en reste pas moins que l’auteur revendique les pleins pouvoirs : « El autor, en plena atribución de sus facultades y en ejercicio del derecho a la propiedad intelectual que le asiste » (137) ; « Aquí se manifiesta nuestro poder, es nuestra decisión y podemos elegir » (183). Simple jeu parodique ? En assumant un métarécit historiographique qui ne cesse de s’interroger sur la manière d’écrire le passé traumatique et d’évaluer les diverses

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solutions passées en revue, il affiche compétence culturelle et lucidité. El vano ayer est au roman de la mémoire ce que Tiempo de silencio est au roman social et le Quichotte au roman de chevalerie (Diana González Martín, 2013 : 268). Un traitement ironique de la polyphonie peut faire de la voix d’opposants des porte-paroles ponctuels de l’auteur. Ainsi, le policier fustige-t-il le roman documentaire et de témoignage (265-26), la « fácil dramatización » (272), l’« efectismo trágico » – stéréotypes que pourfend par ailleurs le roman – de même que la redondance : « usted ha dedicado 118 páginas a su cuestión monotemática, nada menos que 118 de las 264 páginas precedentes se refieren de forma más o menos directa a la represión, a la brutalidad policial, esto es, un 44,7 % de las páginas: ¡no me negará que es una novela insoportablemente reiterativa! » (266). I. Rosa revisite cette solution de désambigüisation du discours à laquelle a volontiers recours le « roman à thèse » par le biais de l’épanorthose (Bonvalot 2014 : 208-215) qui consiste à revenir sur ce que l’on a déjà dit. Celle-ci s’insère dans une stratégie de diction de l’histoire qui repose en outre sur la prétérition, procédé qui consiste à « feindre de ne pas vouloir dire ce que néanmoins on dit très clairement, et souvent même avec force » (Fontanier [1827], 1977 : 143-145). Épingler successivement les stéréotypes narratifs et les clichés du roman de la mémoire, c’est en effet revenir de façon récurrente, depuis différents points de vue, sur les mêmes événements, les mêmes motifs narratifs. Bien que l’auteur se démarque des discours stigmatisés, la récurrence produit un effet d’amplification et d’emphase et, même si chaque version est insatisfaisante, elle est l’occasion d’apporter au lecteur une information, une interprétation, un jugement. En fin de compte, elle est un discours oblique qui signifie dans une tension permanente entre affirmation et négation. Dans cette optique, la polyphonie est à la fois divergente et convergente. Le roman dit le faux pour signifier le vrai, enrichissant la rhétorique du « roman à thèse » car, au bout du compte, le lecteur n’a aucun doute sur l’interprétation du franquisme avancée. 34 La plupart des romans mémoriels misent sur une adhésion du lecteur à l’interprétation de l’histoire proposée par la fiction grâce aux vertus de l’immersion fictionnelle, de l’empathie avec les victimes et en faisant vibrer la corde du pathos qui crée une communauté d’affects pour constituer une communauté d’idées (Amossy 2012, 209-224), comme l’ont fait avant eux les romanciers du « réalisme social ». Rejetant « una memoria más sentimental que ideológica », I. Rosa (2004 : 32) fait, à travers son personnage d’auteur, le choix de la distanciation dans la pratique généralisée de la discontinuité, du pastiche, de la parodie et de la métaphore théâtrale (Rebreyend 2014). La distance entre l’auteur et le monde représenté est également le fruit de l’ironie, dans sa modalité antiphrastique qui atteint son acmé dans le récit de l’arrestation d’un groupe d’étudiants militants traitée comme un épisode bouffon (149-154) et la présentation d’une scène de torture comme un spectacle comique (72‑73). Cette ironie voltairienne restreint les possibilités d’interprétation, alors qu’une ironie postmoderne ouvrirait les possibilités de sens (Schoentjes 2001 : 285-286). En outre, l’ironie, liée à un jugement de valeur, investit l’ironiste d’une supériorité axiologique sans qu’il ait besoin de pontifier (idem : 201, 251-253). L’auteur retrouve ainsi une position dominante depuis laquelle il se livre à un réalisme grotesque – Valle Inclán contre Galdós11 – qui, sur le modèle de l’esperpento, dit le vrai en déformant la représentation comme les discours sociaux déforment le réel. Le personnage auteur en vient à pasticher les propos de Max, qui expose, dans Luces de Bohemia, sa théorie de l’esperpento, quand il affirme : « si las vidas grotescas producen retratos grotescos, mediante un retrato

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voluntariamente grostesco encontraremos una vida grotesca, y como tal verídica […] Intentaremos, pues, que la deformación logre traslucir la forma original, auténtica » (197)12. 35 Pour couronner la prise en main de l’interprétation par l’auteur – intra et extratextuel – El vano ayer se donne à lire comme une allégorie de l’engagement. La fiction tout entière devient manifeste, alors qu’ailleurs ce rôle est plutôt dévolu à l’exergue (Los girasoles ciegos, Mala gente que camina). Une Autorité se profile derrière l’auteur à l’œuvre dans le roman d’Isaac Rosa, celle de Julio Cortázar. Elle est indirectement signifiée par le nom du protagoniste, Julio Denis, pseudonyme utilisé par l’écrivain argentin (González Martín 2013, 278) et par les tribulations de ce professeur d’université à partir duquel Isaac Rosa réécrit parodiquement la nouvelle de Cortázar « Continuidad de los parques ». De même que le personnage de Cortázar s’évade dans la lecture d’un roman d’aventures, se laisse bercer par l’illusion fictionnelle avant d’être assassiné par un personnage de la fiction dans laquelle il s’est plongé, Julio Denis, auteur de romans commerciaux répondant aux attentes de l’éditeur et au goût du public (204-205), est associé à une manifestation étudiante par le nom d’un de ses personnages, Guillermo Birón, adopté comme nom de guerre par l’étudiant André Suárez, ce qui entraîne l’arrestation et la disparition du professeur selon une des hypothèses narratives. Dans un cas comme dans l’autre, on n’échappe pas au réel, la littérature la première puisqu’elle a un effet en retour sur la vie des lecteurs. En outre, la disparition de Denis, comme le meurtre métaleptique sur lequel débouche la nouvelle de Cortázar, sanctionnent le lecteur paresseux que ne cesse de stigmatiser le roman d’Isaac Rosa. El vano ayer est ainsi un manifeste narratif en faveur d’une littérature engagée que contresigne l’auteur diégétique, et derrière lui l’auteur réel, en concluant par ces mots : « Hay personas capaces de cruzar la vida sin mancharse y sin ser manchados por ella. Nunca he entendido esa discreción extrema, esa actitud de quien parece vivir porque no queda otro remedio » (304). 36 Les romans mémoriels consacrés à la guerre civile et au franquisme sont pris en étau entre deux paradoxes. La majorité aborde des questions en débat dans le présent de l’écriture dans une esthétique réaliste héritée d’un autre temps (Antonio J. Gil González 2013 : 216), fondée sur l’immersion fictionnelle, l’empathie, le pathos, qui caractérisaient le « roman social » un demi-siècle plus tôt (Champeau, 2014), bien qu’intégrant des apports plus récents tels que l’exemplarité perdante héritée de la littérature des camps, le récit d’investigation popularisé par le roman policier, l’hétérogénéité générique et la polyphonie chères au postmodernisme. Cette stratégie narrative majoritaire mise sur les vertus de l’émotion pour créer une communauté de pensée. Dans un bilan critique des écritures mémorielles, El vano ayer – comme par la suite ¡Otra maldita novela sobre la guerra civil!, roman dans lequel l’auteur applique la critique méta-historiographique à son propre roman La malamemoria – débouche, pour sa part, sur une injonction paradoxale : le lecteur est invité par ses doubles diégétiques à être exigeant et impertinent, mais il reste, au bout du compte, solidement encadré. Si l’expression « roman à thèse » n’est plus employée aujourd’hui car lestée de connotations péjoratives – didactisme, autoritarisme, univocité, schématisme – peu compatibles avec le culte de la plurivocité et de l’ambiguïté dans la littérature contemporaine, il n’en reste pas moins que le retour à un roman politique, au sens large du terme – qui traite ouvertement des questions relatives à la polis et invite à l’action – implique, dans l’ensemble du corpus examiné, l’affirmation d’une autorité narrative détentrice de la norme axiologique qui guide la lecture et argumente au sujet des bonnes et des mauvaises prises de position dans les débats sur la mémoire

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historique. L’ironie et la métatextualité sont des variantes actuelles de l’exercice de l’autorité fictive et l’étiquette de « roman politique », qui a aujourd’hui meilleure presse, ne change rien à l’affaire.

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NOTES

1. L’annexe intitulée « El corpus narrativo » (380-428) est riche en informations sur l’évolution des publications et rééditions ainsi que sur les maisons d’édition ; il met en parallèle les courbes éditoriales et le contexte politique des deux dernières décennies. 2. « Un discours redondant est – selon l’expression de Roland Barthes – un discours “où la signification est excessivement nommée” » (Barthes 1970 : 55). 3. Par ordre chronologique de parution, ce sont : Manuel Rivas, El lápiz del carpintero, 1998 ; Javier Cercas, Soldados de Salamina, 2001 ; Dulce Chacón, La voz dormida, 2002 ; Jesús Ferrero, Las trece rosas, 2003 ; Alberto Méndez, Los girasoles ciegos, 2004 ; Isaac Rosa, El vano ayer, 2004 ; Ignacio Martínez de Pisón, Enterrar a los muertos, 2005 ; Alfons Cervera, Aquel invierno, 2005 ; Benjamín Prado, Mala gente que camina, 2006 ; Almudena Grandes, El corazón helado, 2007 ; Emma Rivarola, Cartas desde la ausencia, 2008. 4. Elle expose, dans l’article, les caractéristiques différentielles de chacune des trois catégories.

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5. «La Guerra civil –en cuanto estado de excepción y referente político fundamental de la vida española– perduró hasta 1975, y puede sostenerse incluso que hasta 1981» écrit José Carlos Mainer (2006 : 135). 6. «[…] La historia no puede ignorar los esfuerzos que trataron o tratan de hacer desaparecer, no sólo las víctimas sino también la posibilidad de que sean recordadas sus existencias. En este sentido, la historia nunca puede olvidar los derechos de una memoria que es una insurgencia contra la falsificación o la negación de lo que fue» (Chartier 2007: 40). 7. Le titre adapte un vers d’Antonio Machado : «Españolito que vienes / al mundo te guarde Dios. / Una de las dos Españas / ha de helarte el corazón» («Proverbios y cantares», Campos de Castilla, 1912). 8. Isabelle Fauquet analyse cette modalité contemporaine du héros antagonique dans une thèse récente consacrée à L’exemplarité de la fiction dans le roman espagnol contemporain (2012 : 168-195) 9. Le regard est d’ailleurs contenu dans le nom même du personnage : Miralles (Fauquet, 2012 : 226). 10. J’ajoute, entre crochets, des références à des romans du corpus. 11. Les caractéristiques prêtées au réalisme galdosien, non sans simplifications, sont présentées aux pages 211-218. 12. L’hypotexte de Valle Inclán est le suivant : « Deformemos la expresión en el mismo espejo que nos deforma las caras y toda la vida miserable de España » (Luces de Bohemia, scène XII). María Corredera González analyse, pour sa part, la tradition goyesque et la configuration grotesque dans un autre roman sur la guerre civile, El nombre que yo digo d’Antonio Gala (2010: 60-71).

RÉSUMÉS

Les « romans de la mémoire » relatifs à la guerre civile espagnole prétendent influer sur les représentations de l’histoire nationale récente et les débats actuels à travers une esthétique réaliste orientée vers une efficacité sociopolitique. Les stratégies de persuasion qu’ils mettent en œuvre font-elles émerger de nouvelles formes du roman à thèse ? Comment sont revisitées aujourd’hui les modalités principales de cette catégorie de romans définies par Susan Suleiman : structure antagonique et d’apprentissage, récit exemplaire et autorité narrative ?

Recent Spanish novels, whose theme is the Civil War, claim to have an influence on the conceptions of recent national history and on current political debates. This claim is inseparable from a realistic practice of writing aiming to produce socio-political effects. Are these novels a new form of «novela de tesis», a kind of novel expounding a social thesis? What are, today, the main changes affecting this type of novel, whose characteristics are, according to Susan Suleiman: antagonistic and Bildungsroman structure, exemplary story and narrative authority?

Las «novelas de la memoria» relativas a la guerra civil española pretenden influir en las representaciones de la historia nacional reciente y los debates actuales por medio de una estética realista orientada hacia la eficacia sociopolítica. ¿Hacen emerger las estrategias de persuasión a las que recurren nuevas formas de la novela de tesis? ¿Qué inflexiones presentan hoy en día las modalidades principales de esta categoría de novelas que definió Susan Suleiman: estructura antagónica y de aprendizaje, relato ejemplar y autoridad narrativa?

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INDEX

Mots-clés : Espagne, roman, mémoire, guerre civile, romans à thèse Keywords : Spain, novel, memory, civil war, argumentation Palabras claves : España, novela, memoria, guerra civil novela de tesis

AUTEUR

GENEVIÈVE CHAMPEAU

Université Bordeaux Montaigne

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Montrer la Guerre d’Espagne ? Les photographies du conflit dans les manuels d’histoire espagnols (1977-2012)

Jesús Alonso Carballés

1 La Guerre d’Espagne, en raison des fortes implications idéologiques et du contexte international agité dans lequel elle se déroula, attira de manière immédiate et inhabituelle le regard d’une bonne partie du monde. Les journalistes traditionnels responsables de rendre compte dans leurs chroniques de l’évolution des fronts furent accompagnés d’une pléiade de reporters-photographes chargés de couvrir l’événement pour une presse illustrée naissante, avide de raconter la guerre autrement : par le biais de l’image. Laurent Gervereau a insisté fréquemment sur le caractère fondateur que revêtit cette nouvelle représentation de la guerre ainsi que sur sa diffusion internationale à grande échelle1. Cette mutation fut possible grâce à la maniabilité et à l’accessibilité des nouveaux appareils photographiques tels que le Rolleiflex ou Leica, mais aussi et surtout par la présence d’un nombre considerable de reporters qui marquèrent l’histoire du photojournalisme de guerre. Aux noms bien connus de Robert Capa, Gerda Taro ou « Chim », on peut ajouter Georg Reisner, Hans Namuth, Kati Horna, parmi les reporters internationaux, sans oublier certains photographes locaux comme Agustí Centelles, les frères Mayo, et bien d’autres souvent restés dans l’anonymat. La Guerre d’Espagne fut ainsi un conflit photographié sous tous les angles. Quatre-vingts années après les événements, il n’est pas étrange que l’on découvre de nouveaux matériaux photographiques dans de vieux greniers, dans des cartons oubliés ou à l’intérieur de valises camouflées2. Des dizaines de milliers de photographies sont arrivées jusqu’à nous, un authentique déluge d’images, dont certaines sont devenues de vraies icônes du XXe siècle 3. Comme le souligne François Fontaine : « La guerre d’Espagne est avant tout “visuelle”, c’est une guerre d’images, dont la presse illustrée du monde entier va être le témoin essentiel […] La photographie est sans conteste le médium qui a le plus diffusé et le mieux représenté la guerre d’Espagne »4.

2 À l’époque, les revues illustrées nées durant ces années (Life, Vu, Regards…) furent les supports de diffusion les plus importants. Ces nouveaux médias ont immédiatement joué un rôle déterminant dans l’interprétation publique du conflit. Postérieurement, les éditions d’albums, de monographies illustrées sur le conflit et les grandes

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expositions consacrées aux photojournalistes les plus renommés, aux événements les plus marquants et aux protagonistes multiples de cette confrontation n’ont cessé d’élargir la diffusion de cet immense fonds iconographique. 3 Ces dernières décennies, les manuels scolaires se sont également transformés en l’un des principaux supports de diffusion des images de la Guerre d’Espagne. Grâce à leurs tirages conséquents et parce qu’ils s’adressent à un public jeune et ignorant du conflit, les photographies intégrées dans ces manuels représentent pour beaucoup d’étudiants le premier contact visuel avec la guerre de leurs aïeux. Elles représentent également un apport considérable au moment d’interpréter ce qu’a pu représenter cette rupture pour la société espagnole d’alors. Évidemment, les responsables de l’édition des manuels ne choisissent qu’une partie infime de cette énorme production afin de représenter le conflit, de soutenir ou non un récit déterminé, le plus souvent influencé au préalable par le discours politique et historique dominant du moment. Outre l’orientation que constitue en elle-même cette minuscule sélection, les maisons d’édition font appel à divers dispositifs narratifs comme la sélection de cadrages, la disposition et la composition de chaque page, l’utilisation du noir et blanc ou de la couleur avec l’impression d’éloignement ou de proximité chronologique qui en decoule ; sans oublier, évidemment, la présence ou non d’une légende qui influence nécessairement le lecteur dans son interprétation de l’image. Comme le souligne Gisèle Freund : « Il suffit souvent de peu de choses pour donner à des photos un sens diamétralement opposé à l’intention du reporter »5. Quelque chose d’aussi simple qu’un changement de la légende peut changer complètement le sens : « L’objectivité de l’image n’est qu’une illusion. Les légendes qui la commentent peuvent en changer la signification du tout au tout »6. 4 Nous allons essayer d’analyser, de façon succincte, à travers l’étude des photographies reproduites dans les manuels d’histoire utilisés dans l’enseignement secondaire en Espagne, comment la Guerre a été racontée et transmise de manière graphique aux jeunes Espagnols ces dernières décennies. La période retenue pour notre étude débute dans les années soixante-dix, après l’adoption de la Ley General de Educación (LGE) en 1970 qui introduisit des modifications de fond dans l’enseignement de l’histoire, et se termine avec l’approbation de la Ley orgánica para la mejora de la calidad educativa (LOMCE) fin 2013. Une période d’une quarantaine d’années où les interprétations historiographiques de la Guerre Civile, le poids social du conflit, de son histoire et de sa mémoire ont incontestablement évolué. À travers une étude diachronique nous nous sommes demandé quelles images ont été choisies par les éditeurs, quels discours les ont accompagnées, et quelles permanences ou ruptures sont perceptibles tout au long de cette période. Notre objectif sera de nous approcher des différentes formes d’appropriation et d’interprétation de l’une des périodes les plus critiques de l’histoire d’Espagne. 5 Nous avons considéré pertinent de diviser la période étudiée en deux grandes étapes. La première commence après le décès du Général Franco et va jusqu’en 1990, dernière année en vigueur de la LGE. Tout au long de cette période, l’histoire de l’Espagne était étudiée en 3e année de BUP – l’équivalent de la classe de première en France –. Néanmoins, il est nécessaire de rappeler qu’au vu de l’étendue du programme il était peu aisé d’aborder le conflit armé et la dictature franquiste avec un minimum de profondeur. La deuxième période commence avec l’entrée en vigueur de la la Ley Orgánica de Ordenación General del Sistema Educativo (LOGSE) en 1990 et conclut fin 2013.

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Pendant cette période, la Guerre Civile était étudiée à deux périodes différentes de la formation : de manière introductive la 4e année de ESO – Classe de troisième en France – et de manière plus approfondie en 2e année du baccalauréat – Terminale. (Cf. manuels consultés à la fin de l’article).

La guerre occultée : la stratégie de l’évitement (1976-1990)

6 En cohérence avec les enjeux de la Transition et les premières années de consolidation démocratique, les manuels d’histoire de cette période introduisirent seulement des changements mineurs par rapport aux dernières années du franquisme. Comme le souligne Francesc Martínez Gallego, les textes relatifs à la Guerre Civile abandonnent majoritairement la terminologie propagandiste des militaires soulevés contre la République (Cruzada, Liberación, Movimiento). Cependant, on continue de favoriser le ton explicatif de tragédie nationale, de « cainismo congenital » et l’on insiste sur l’idée d’une culpabilité collective7. Malgré les mesures prises afin de libéraliser progressivement le contenu des manuels et la disparition définitive de la censure, les spécialistes constatent une ouverture limitée, une adéquation des nouveaux textes scolaires au consensus qui a présidé au processus de changement politique de la Transition et un lourd silence sur les passages les plus problématiques du conflit : […] Pero un cierto grado de autocensura parece haber sustituido a la censura ministerial al constreñir lo que los manuales de la Transición comunicaban sobre el pasado reciente. Reflejando el compromiso con el consenso entre las élites políticas y culturales españolas, los libros de texto registran la memoria hegemónica de la Guerra Civil como una lucha trágica y fratricida y guardan silencio sobre acontecimientos cuyo recuerdo puede provocar división8. 7 De lourds héritages, des silences assourdissants et des responsabilités partagées semblent être les expressions clefs pour définir cette période en ce qui concerne le traitement de la guerre dans les manuels d’histoire. Mais comment les photographies publiées dans les manuels contribuèrent-elles à conforter cette vision du conflit ?

8 L’un des héritages du discours franquiste les plus fermement ancrés dans l’imaginaire collectif était la vision du conflit comme une dichotomie entre l’ordre et le chaos. Cette représentation est souvent corroborée par la sélection des images des manuels. En effet, les « nacionales », terminologie encore employée dans certains manuels à cette époque – même si l’on emploie déjà d’autres termes comme « rebeldes » ou « sublevados » – sont souvent caractérisés par des clichés qui renforcent les idées d’ordre, autorité et discipline (des soldats bien équipés, revue de troupes par des officiers franquistes de bataillons parfaitement alignés). L’Espagne nationale est représentée à maintes occasions par les militaires hauts gradés qui ont participé au soulèvement, Franco en tête9. D’autre part, les images destinées à illustrer les forces républicaines renforcent souvent l’idée de désordre, d’improvisation et de manque de moyens qui ont caractérisé la constitution des milices. Les défilés de miliciens et des Brigades Internationales étrangers à toute martialité, malgré la rigueur imprimée à leurs gestes, semblent synthétiser la représentation militaire du côté républicain. 9 Cette représentation dichotomique apparaît clairement dans les images employées dans le manuel Ibérica (Vicens Vives 1977). Dans l’image utilisée pour représenter l’« armée nationaliste » nous pouvons voir un officier à cheval passant en revue des troupes en uniforme et les mains gantées, parfaitement alignées. Même si la légende ne

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l’indique pas, il est fort probable qu’il s’agit du défilé de la victoire à Madrid le 19 mai 1939. Pour leur part, les forces républicaines sont caractérisées de façon permanente sous la dénomination générique de « Milicianos ». Ici, un petit groupe d’une quinzaine d’hommes et de femmes mélangés, marche avec une certaine discipline, le fusil à l’épaule. Néanmoins, cette impression est immédiatement démentie par la disparité des vêtements et des chaussures qu’ils portent et les sourires, à peine voilés, sur les visages de quelques miliciennes. Les deux photographies de dimensions identiques apparaissent l’une à côté de l’autre, dans la partie inférieure d’une page dans laquelle on explique en détail la division du territoire en deux zones et la repartition des forces présentes. Bien que ces images disparaissent dans les éditions postérieures de ce volume, un autre manuel en publie de similaires une décennie plus tard (Anaya 1987). Les clichés choisis, toujours de la même taille et disposés l’un à côté de l’autre, sont encore sous l’emprise de cette même représentation : ordre et sévérité caractérisent le camp franquiste, tandis que l’improvisation et la perplexité distinguent les combattants républicains. Dans le premier cas, nous observons de nouveau une revue de troupes en uniforme les premiers jours du conflit à Séville, tandis que la spontanéité et le manque de moyens caractérisent l’assaut républicain d’une position ennemie dans la seconde image. Les pieds de photo renforcent cette première impression visuelle. Si celui qui informe du contenu de la première image est descriptif : « El primer Tercio de la Legión llegado a la península en formación, en Sevilla » ; le texte qui accompagne l’image des troupes républicaines est plus incisif et rappelle la pénurie des moyens : « Milicianos en el frente de Somosierra, al principio de la guerra, intentan tomar una posición con pocos medios »10. 10 Au-delà de cette vision réductrice des antagonistes, les manuels de cette période se caractérisent par l’absence presque totale d’une représentation inconographique de la confrontation entre les deux camps, ainsi que par un vaste mutisme graphique sur les conséquences tragiques du conflit. Des républicains et des franquistes apparaissent systématiquement dans des photographies différentes et même dans des pages différentes et éloignées entre elles. La composition des pages des manuels contribue aussi, à sa manière, à limiter cette idée de confrontation. Par exemple, dans le manuel publié par Santillana (1977), un premier cliché inséré dans la partie supérieure de la page représente une file de soldats franquistes retranchés pointant leur fusil contre l’ennemi républicain, selon le texte de légende11. Mais l’ennemi supposé n’apparaît que dans la page suivante, à l’angle complètement opposé. Une colonne de républicains traverse l’Èbre sur un pont de fortune, dos aux soldats franquistes de la page précédente. Le recours à des représentations de soldats républicains de dos est fréquent à cette période puisque ce type d’images apparaît au moins à quatre occasions. Il est difficile d’avancer s’il y avait ou non une volonté précise de la part des éditeurs. Quoi qu’il en soit, ces photographies instaurent une distance et rendent difficile toute identification entre le spectateur et les défenseurs du régime républicain. 11 L’absence de confrontation est perceptible aussi dans les autres manuels de cette période. Le manuel publié par Edelvives (1977) contient deux images de troupes miliciennes, mais aucune image de soldats franquistes. Le manuel publié par SM (1984), pauvrement illustré dans son ensemble, représente un cas extrême, car aucune photo consacrée à la guerre n’y est incorporée. Enfin, dans le manuel de Didascalia (1986), l’importance des illustrations est relative étant donné leur taille réduite et leur relégation aux marges du texte. Prédominent dans ce volume les représentations à caractère statique, comme l’image en couleur d’un avion supposé avoir participé au

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transport de troupes de l’Afrique à la péninsule, mais photographié ici au sol, au repos. Cet ouvrage comporte également une image du patio de l’Alcazar de Tolède complètement diaphane, sans traces des débris ni des restes de sa destruction, très éloignée en tout cas de la représentation habituelle de la forteresse militaire en ruine. Le texte de commentaire sert à évoquer la barbarie de la guerre, malgré une interprétation, pour le moins, discutable : Las ruinas del Alcázar de Toledo. Aunque la guerra civil está plagada de gran cantidad de actos inhumanos quizás predominen más los actos heroicos de los hombres de ambos bandos que combatían por un distinto ideal de España. El Alcázar de Toledo se convertiría en uno de los símbolos del heroísmo español 12. 12 Le manque d’images visant à montrer l’affrontement direct des deux camps est visible dans les trois photographies choisies pour montrer la guerre dans le manuel Ibérica (Vicens-Vives 1987), dans le contexte du cinquantenaire du conflit. La première présente un wagon sur lequel nous pouvons lire des inscriptions des organisations syndicales et politiques de gauche : CNT- FAI, UGT. Six miliciens regardent vers le quai, depuis les fenêtres, avec une certaine tranquillité. Seulement deux d’entre eux portent des armes légères (un fusil et un pistolet). La deuxième image, comme semble l’indiquer la légende, représente un avion de « reconnaissance », photographié à des centaines de mètres du sol. Si l’on observe l’image en détail, on constate qu’il s’agit en réalité d’un Messerschmitt Bf 109, un avion de chasse allemand qui fit partie de la « Légion Condor ». Ici, la légende élude la dimension meurtrière de cette machine de guerre. La troisième image représente l’entrée des troupes franquistes à Madrid à bord d’un camion, un instantané destiné à représenter symboliquement la fin du conflit. Sans doute, le bagage iconographique est assez mince pour un conflit fratricide qui a provoqué d’énormes pertes humaines et des tragédies sociales qui ont perduré très longtemps. Comme une grande partie des manuels publiés à cette période, les ouvrages pédagogiques dissimulent souvent, bien plus qu’ils ne montrent, les profondes conséquences dramatiques du conflit.

13 D’autres manuels offrent également une vision extraordinairement amène du quotidien du front comme nous pouvons l’observer dans un dossier intitulé « Revista de Historia » (Anaya 1987). Parmi les images choisies, nous en observons une d’un petit groupe de miliciens qui préparent le repas, souriants, dans une atmosphère festive, égayée même de l’accompagnement d’une guitare. La légende complète cette représentation complaisante : « Marzo de 1937, en Bosque Carrascal (Teruel). Un grupo de milicianos disfruta alegremente del rancho »13. Le dossier est complété d’un dessin comique d’Ivá qui représente une scène similaire : quatre soldats, deux de chaque camp, identifiés par leurs bonnets et casques caractéristiques, préparent ensemble une paëlla mais ils sont surpris par leurs supérieurs respectifs qui ordonnent avec une exaspération bien visible le retour immédiat de chacun à son camp. Cette vision affable du conflit est à peine nuancée dans la même page par la présence, plus émouvante cette fois, de l’exil des enfants vers la France suite à l’avancée des troupes franquistes vers la Catalogne. Les visages souriants de certains d’entre eux et leur engagement pour la cause républicaine, mis en avant, le poing levé, rendent difficile tout sentiment de compassion devant leur destin incertain, car ils semblent l’assumer avec une immense dignité. 14 De manière générale, nous nous trouvons souvent confrontés à des photos qui tendent à diminuer considérablement, face aux jeunes spectateurs, le pathos issu des conséquences de la guerre. Un choix qui comporte une forte dimension politique.

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Comme le souligne Carolyn Boyd, « el relativo silencio de los manuales sobre todo tipo de violencia política se basa en la asunción políticamente útil del “todos fuimos culpables” »14. Cette culpabilité partagée transparaît également représentée dans la distribution des images. Pendant la seconde moitié des années soixante-dix, une certaine prééminence iconographique du camp franquiste était encore visible. Néanmoins, au milieu des années quatre-vingts le partage du nombre de photographies et de l’espace graphique consacré à chacun des ennemis est pratiquement égalitaire et incarne, d’une façon visuellement éloquente, cette responsabilité partagée du conflit. Ce discours, très répandu pendant la Transition est encore en vigueur fin des années 80 et au début des années 90. Mais il sera progressivement nuancé dans les décennies suivantes, de manière parallèle aux avancées historiographiques. Ces dernières décennies, les manuels remmettent davantage en question la responsabilité des militaires franquistes et, d’une manière encore limitée, prennent plus en considération les victimes républicaines du conflit. Un changement qu’il faut mettre aussi en relation directe avec la nouvelle considération sociale à l’endroit de ces dernières, à partir des années 2000 en Espagne.

Une guerre sans morts ? La lente récupération d’un passé violent et tragique (1990-2012)

15 L’entrée en vigueur en 1990 de la LOGSE introduit d’importants changements pédagogiques. Le rôle de l’histoire dans la formation des jeunes est réévalué dans le but de « fomentar una ciudadanía activa y una cultura política democrática »15. Lors de la Transition et dans les années 80, l’enseignement de l’histoire répondait à l’objectif d’instruire dans l’esprit du consensus afin d’éviter de retomber dans les vieilles querelles du passé. Dans la démocratie consolidée des années 90 et, plus encore, au cours de la première décennie du XXIe siècle, la nouvelle ambition consiste principalement à former des citoyens « éticos y comprometidos ». Des citoyens capables de « Analizar y valorar críticamente las realidades del mundo contemporáneo y los antecedentes y factores que influyen en él » comme il était rappelé dans les objectifs du projet curriculaire du baccalauréat au début des années 9016. En définitive, on posait de nouvelles bases à partir desquelles il serait possible de se réapproprier le passé le plus récent. Ces changements curriculaires furent intégrés progressivement dans le contenu des manuels. L’accroissement de la partie iconographique fut également conséquent. Le recours croissant aux photographies pour montrer et interpréter le passé augmenta de façon considérable jusqu’à devenir un élément essentiel et constitutif de ce type d’ouvrages17. L’Academia Real de la Historia dans son rapport polémique sur l’enseignement de l’histoire en Espagne rendu public le 23 juin 2000 affirmait : « […] es posible que en los actuales libros de texto la imagen predomine rotundamente sobre la parte escrita »18. Cette incorporation incessante de l’image aux manuels d’histoire, au point de dépasser dans certains d’entre eux 50 % de l’espace, n’a pas toujours été accompagnée d’une exploitation pédagogique pertinente comme le souligne fort à propos le professeur Valls Montes : La identificación y catalogación de las imágenes reproducidas es habitualmente escasa o insuficiente. Una mínima contextualización de las mismas, que permitiera un análisis algo menos superficial, es prácticamente inexistente en la mayoría de los casos y, cuando ésta se da, es de una orientación marcadamente estético-formalista, lo que no favorece una aproximación historiográfica de tipo más cultural y social 19.

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16 En ce qui concerne la représentation iconographique du conflit, les changements par rapport à la période précédente sont bien perceptibles avec l’introduction progressive de problématiques jusqu’à alors peu abordées, exclues, ou oubliées. Les conséquences dramatiques de l’affrontement, la dimension de la répression, le nombre considérable de victimes civiles, ou le rôle des différents chefs républicains dans le conflit sont certaines de ces problématiques récupérées. En ce qui concerne les apports iconographiques, les images choisies tendent maintenant à montrer plus volontairement l’idée d’une confrontation violente, avec la présence simultanée de membres des deux camps dans la même image. Les représentations d’arrestations violentes, dans lesquelles transcende l’énorme tension du moment, des militaires franquistes secoués par des miliciens (Ibaizabal 2004), d’arrestations arbitraires à la pointe du fusil dans l’arrière-garde (Anaya 2003) ou de condamnés à mort dans les instants préalables à leur exécution (Anaya 2009), sont quelques exemples de ce changement. Une image, par exemple, présente sans ménagement la cruauté d’une scène d’exécution : sur un fond de montagnes, un peloton d’exécution intégré par quatre soldats attend de son supérieur, au centre de l’image, l’ordre d’ouvrir le feu. Les quatre hommes en position de tir pointent de manière décidée leur fusil vers la tête de l’accusé situé à peine à deux mètres d’eux. Ce dernier, les mains attachées dans le dos, se tient la tête haute ; il semble affronter avec détermination son tragique destin. L’idée d’un conflit sans concessions fait ainsi ses premiers pas dans les manuels.

17 À travers ces petites touches, on peut entrevoir les atrocités perpétrées pendant la guerre. Néanmoins, persistent certaines réticences à montrer crûment les conséquences de la violence exercée sur la population, malgré les avancées significatives de ces dernières années. Précédemment, la menace des attaques aériennes était seulement insinuée à travers des images d’avions photographiés à des centaines de mètres de hauteur ou au repos au sol, éloignés donc de toute implication meurtrière. Désormais, les images montrent plus aisément les conséquences dramatiques des bombardements aériens sur la population et les villes. La destruction de Guernica, illustrée par la présence habituelle du chef-d’œuvre de Picasso, conserve une place prépondérante dans la représentation des funestes conséquences du conflit. Presque la moitié des manuels consultés pour cette période présente la destruction de la localité basque avec des commentaires simples et directs « Gernika tras el bombardeo » (Zubía-Santillana 2011) ou « Gernika después del bombardeo » (Ibaizabal 2004). Un manuel (Santillana 2000) évoque l’histoire de la ville et son symbolisme du XIXe siècle jusqu’à aujourd’hui, ainsi que la destruction de la ville dans un dossier intitulé « Guernica, lugar de memoria »20. Cependant, sont encore publiés des images et des légendes excessivement indulgentes. Une image nocturne de la ville basque en flammes était ainsi accompagnée de ce texte : Gernika, la ciudad símbolo de las libertades vascas, fue bombardeada duramente por la Legión Cóndor, causando un centenar de muertos. La destrucción de la ciudad se convertirá en uno de los aspectos más resaltados por la propaganda republicana. El pintor Pablo Picasso inmortalizará en uno de sus cuadros el triste suceso21. 18 Le contenu du texte limite considérablement l’impact de l’image en réduisant le nombre de morts à une centaine, souligne la propagande républicaine sans évoquer les responsables directs de l’événement et, surtout, qualifie de « triste suceso » la destruction presque intégrale de la ville et le massacre prémédité d’une partie de sa population. Finalement, l’image choisie pour illustrer l’événement devient l’une des

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moins éloquentes quant à l’envergure de la destruction provoquée par le bombardement.

19 La grande nouveauté de ces dernières années, par rapport à cette dévastation, est l’incorporation croissante de photographies d’autres localités détruites ou touchées en partie par les bombardements ou les combats, comme différents quartiers de Madrid (Anaya 2003 et 2008/Mc Graw Hill 2008/Oxford University 2008), Tortosa, Gijón (Zubía- Santillana, 2011), ou Tolède, entre autres. De la même manière, les images insérées cette dernière décennie dans les manuels sont plus en accord avec les conséquences sociales catastrophiques provoquées par le conflit : des civils cherchant leurs effets personnels entre les débris de leurs maisons bombardées (Zubía-Santillana 2011), des enfants et des personnes âgées en train de se réchauffer autour d’un feu inattendu au milieu d’une rue pleine de bâtiments détruits, des civils qui fuient avec leurs rares possessions sur le dos (Anaya 2003), ou des personnes endormies dans les tunnels du métro de Madrid, seul lieu de refuge possible (Zubía-Santillana 2011). 20 Cependant, cet accroissement d’images montrant la destruction matérielle a été à peine accompagné d’une plus grande présence de photographies rendant compte également de l’ampleur des pertes humaines provoquées par le conflit. Les nombreuses vies fauchées par la guerre sont encore, et toujours, les grands absents de la plupart des manuels scolaires consultés. Nous pourrions penser que ce vide est dû au souci d’éviter aux adolescents la confrontation directe avec la mort. Toutefois, cette déduction n’est guère convaincante dans la mesure où ces mêmes manuels diffusent parfois des images qui mettent en scène, sans détours, des actes de barbarie perpétrés dans d’autres conflits ou des tragédies humanitaires éloignées de nous dans le temps et/ou l’espace. Comme le rappelle si bien Susan Sontag : « Cuanto más remoto o exótico el lugar, tanto más estamos expuestos a ver frontal y plenamente a los muertos y moribundos »22. 21 Dans le corpus étudié, un nombre très réduit d’images montre explicitement la mort. Reconnue aujourd’hui comme une icône majeure du XXe siècle, « Muerte de un miliciano » de Robert Capa n’est apparue pour la première fois que tardivement dans le manuel publié par ECIR en 1996. Postérieurement, l’image apparaît dans un tiers des œuvrages publiés23. Un autre manuel publié également par ECIR en 1998 reproduit deux photographies qui dévoilent pleinement la violence engendrée par la confrontation. La première, qui porte pour titre « Falangistas y milicianos », montre la reddition d’une dizaine de miliciens qui descendent une colline, les bras levés, sous l´étroite surveillance d’un groupe de phalangistes qui les entoure et les menace en pointant leur fusil vers eux. Au premier plan, sont clairement visibles deux soldats phalangistes, le corps inerte, tourné contre le sol, morts probablement au moment de l’assaut donné à la position républicaine. Le commentaire fait allusion aux conséquences tragiques de la confrontation, en totale adéquation avec la dimension meurtrière du conflit : « La Guerra Civil es la mayor tragedia de nuestra historia y durante tres años regó los campos de España con la sangre de millares de conciudadanos »24. Quelques pages plus loin, une deuxième image martèle les conséquences mortelles de la confrontation entre les militaires soulevés et les assaillants républicains de la caserne de la Montagne à Madrid. Sur la cour de terre battue du bâtiment militaire, des cadavres d’officiers et de militaires soulevés gisent par terre. La photo en noir et blanc, réalisée par le photographe Alfonso (Alfonso Sánchez Portela) le 20 juillet 1936, montre sans fause pudeur une trentaine de corps étendus sur le sol et des taches de sang sur le sable. La photographie, prise en plongée, probablement de la galerie du premier étage, et

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recadrée pour la publication, resserre l’espace autour des nombreuses victimes allongées par terre. Le texte au bas de la photo permet de contextualiser l’image et offre des données précises sur le résultat de cette action : « La sublevación en Madrid fracasó y terminó trágicamente en el cuartel de la Montaña, donde fueron eliminados los militares insurgentes. Noventa y ocho jefes y oficiales murieron; los soldados quedaron libres ». Ces deux images avec leurs légendes respectives sont probablement celles qui montrent le plus clairement la violence et la répression du conflit de tout le corpus étudié. Plus récemment un autre manuel (Zubía-Santillana 2011) en inclut également une, prise lors de cette journée meurtrière. Toutefois, la force de l’image est légèrement atténuée puisque les morts apparaissent ici au loin, au deuxième plan. L’angle de l’image, prise à cette occasion à ras le sol, ne permet pas de deviner les contours des corps. Ce n’est pas le seul exemple où la force de l’image est limitée par la composition de la page. L’un des exemples les plus frappants concerne un chef-d’œuvre d’Agustí Centelles, connu sous le titre de « Mater Dolorosa ». Dans l’original, une femme agenouillée pleure inconsolable sur le cadavre de son mari mort suite à un bombardement de Lérida par l’aviation franquiste. La « Mater » apparaît dans le manuel (Giltza 2003) sur un fond constitué par la carte des provinces espagnoles et les couleurs rouge et jaune qui semblent représenter une Espagne en flammes. Cependant, l’énorme dramatisme et la tension immanente de l’image originale, sont ici clairement limités par la composition de la page puisque le corps du mari a été pratiquement dissimulé par la superposition d’autres images. 22 Ces exemples constituent pratiquement la totalité des photographies qui montrent des dépouilles mortelles. Si nous prenons en compte ces rares échantillons visuels de la violence meurtrière de la Guerre d’Espagne, nous pouvons convenir que l’utilisation de l’autocensure, au moins en ce qui concerne les cadavres, semble encore bien présente dans les manuels d’histoire. 23 Ce petit nombre est plus frappant encore si nous prenons en compte l’évolution de la considération sociale à l’égard des victimes républicaines au sein de la société espagnole cette dernière décennie ou les avancées historiographiques sur la répression exercée dans l’arrière-garde. Bien que les mass media se soient largement fait écho des images des restes de victimes républicaines récupérés dans des fosses communes, les manuels scolaires semblent toutefois être restés à la marge de ce courant visant à doter d’une certaine reconnaissance symbolique les victimes républicaines. Même la Ley de Memoria histórica (2007) semble ne pas avoir eu une grande influence dans ce sens, puisque aucun des manuels de notre corpus n’inclut des références visuelles de l’existence de ces fosses communes. L’absence d’images en rapport avec ces victimes du conflit ne veut pas dire que les élèves ne connaissent pas cette réalité, mais elle montre bien la réticence des différentes maisons d’édition à inclure ce type de matériel iconographique. 24 Les seules victimes républicaines avec une présence importante dans les manuels, et ce depuis les années 80, sont les exilés. Les photos de l’exil, et fondamentalement du grand exode de 1939 à travers les Pyrénées, sont d’ailleurs bien présentes dans le corpus étudié. Le recours à l’exil de centaines de milliers de personnes est utilisé comme une ressource visuelle signifiant, métaphoriquement, la fin du conflit et le destin dramatique de l’Espagne des vaincus. Les images choisies montrent un éventail intéressant des possibilités qu’offrent les photographies de cet exode d’Espagnols républicains à travers les Pyrénées. Le manuel de Vicens-Vives (2012) récupère un

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cliché très connu de Robert Capa qui montre un groupe nourri de soldats avançant en ordre et escorté par un gendarme sur l’une des plages d’Argelès. Les colonnes de soldats escortées par les gendarmes et les soldats français sont récurrentes dans d’autres manuels (Anaya 2003-2008), mais aussi les longues files de véhicules bondés d’exilés civils qui serpentent péniblement sur les routes enneigées des Pyrénées (Mc Graw Hill 2008/Oxford University 2008/Zubía-Santillana 2011). Les exilés civils, des femmes, des personnes âgées et des enfants sans défense, marchant encore plus péniblement avec de petits sacs sur le dos vers l’inconnu servent à rappeler l’une des pages les plus tragiques du conflit (Giltza 2003/Erein 2005). Le manuel d’Anaya (2008) reproduit la scène d’une vieille dame enveloppée dans une couverture avec une petite fille à ses côtés, complètement désemparée dont le regard perdu laisse voir l’incertitude qui les guette. La légende ne peut être plus concis « Republicanos huyendo en febrero de 1939 ». Les photographies d’enfants traversant la frontière française en 1939 ou faisant partie des évacuations par bateau en 1937 se sont également fait une petite place dans les manuels les plus récents (Mc Graw Hill 2003/2008). Elles dépassent même, en nombre de clichés publiés, les images des soldats en train de traverser la frontière, représentations presque exclusives dans les manuels du XXe siècle.

Conclusion

25 Le silence iconographique des manuels sur tout type de violence politique renforce ainsi « la política de borrón y cuenta nueva que hizo posible la transición negociada a la democracia liberal »25.

26 Le matériel photographique utilisé dans les manuels pour représenter la Guerre d’Espagne et ses conséquences pour la population espagnole s’inscrit fréquemment dans un discours qui, malgré le temps passé, tend à offrir une représentation atténuée d’une Guerre Civile sanglante. Le souhait des maisons d’édition de ne pas montrer clairement les conséquences dramatiques du conflit pour la société espagnole et d’essayer de ne pas heurter la sensibilité de leur jeune public semble prendre le pas sur une volonté d’offrir une image plus réaliste des conséquences de la confrontation entre les Espagnols. Si du point de vue du contenu textuel, les manuels les plus progressistes ont couvert largement les lacunes historiographiques héritées du passé, d’un point de vue iconographique, une résistance à montrer ouvertement les pans les plus sombres de notre passé récent semble persister. Quoique l’évolution dans la sélection d’images opérée ces dernières années soit bien perceptible et présente des nouveautés importantes, les manuels sont globalement loin d’offrir une représentation fidèle à la multitude d’expériences vécues par les Espagnols pendant le conflit. Rien d’étonnant enfin, puisque les manuels n’échappent pas aux limitations inhérentes à la photographie ou à tout autre moyen documentaire ou visuel pour pouvoir transmettre une réalité aussi complexe et hétérogène que la guerre. Il ne s’agit évidemment pas d’une problématique exclusive de la Guerre Civile, ni des manuels scolaires, même si nous sommes tous conscients des difficultés particulières qu’a la société espagnole à aborder avec distance et sérénité ce chapitre de son passé récent. 27 L’histoire de tout conflit armé, confrontée de façon systématique à la difficulté d’offrir une vision globale et multifocale d’un phénomène aussi complexe, reste souvent aseptique et se montre rarement capable de transmettre le paroxysme de la violence engendrée, ou le poids des épreuves subies par la population. Il suffit de lire les

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nombreux travaux de Stéphane Audoin-Rouzeau et de Annette Becker sur la violence de la Première Guerre mondiale pour se rendre compte de ces difficultés communes à tout conflit. Mais dans le cas qui nous occupe, il semblerait que le poids social et politique que continue d’avoir la Guerre Civile dans de vastes secteurs de la société espagnole complique extrêmement une transmission pédagogique éloignée de toute ingérence et axée exclusivement sur des valeurs et des récits partagés par la grande majorité de la communauté scientifique et pédagogique. Certaines maisons d’édition ont considérablement progressé ces dernières années en montrant le chemin à suivre. Mais il est certain qu’il persiste une large marge de manœuvre pour améliorer le traitement visuel du conflit dans les manuels et faciliter l’appropriation par les élèves de ce passé éloigné dans le temps et toutefois tellement présent huit décennies après son déclenchement en 1936.

BIBLIOGRAPHIE

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NOTES

1. Laurent Gervereau, « La guerre n’est pas faite pour les images », Vingtième Siècle. Revue d’histoire n° 80, 4/ 2003, p. 83-88. 2. La découverte de la « valise mexicaine » en 2007, trois cartons contenant plus de 3000 négatifs de la guerre d’Espagne réalisés par Robert Capa, Gerda Taro et « Chim », répresente l’une des découvertes majeures de ces dernières décennies. 3. Fontaine, François, La guerre d’Espagne : un déluge de feu et d’images, Paris, Berg, 2002, p. 254. 4. Fontaine, François, « La guerre d’Espagne : une guerre d’images » dans Laurent Gervereau, Voir, ne pas voir la guerre, Paris, Somogy, 2001, p. 85. 5. Gisèle Freund, Photographie et société, Paris, Éd. du Seuil, 1974, p. 154. 6. Ibid., p. 155. 7. F. A. Martínez Gallego, « Con la historia, la memoria y la propaganda a cuestas : la Guerra Civil española enseñada en la escuela, 1939-2006 », Gernika-Lumoko Historia Bilduma, VIII, 2007, Asignatura pendiente. La Guerra Civil española en los libros de texto, p. 31. 8. Caroline Boyd, « De la memoria oficial a la memoria histórica: la Guerra Civil y la Dictadura en los textos escolares de 1939 al presente » dans Juliá, Santos (dir.) Memoria de la Guerra y del Franquismo, Madrid, Fundación Pablo Iglesias-Taurus, 2006, p. 91-92. 9. Franco apparaît presque à une dizaine d’occasions dans le corpus étudié, bien plus que les généraux Queipo de Llano, présent à quatre reprises, ou Mola, seulement deux fois. 10. J. Prats et al., Geografía e historia de España, 3º BUP, Madrid, Anaya, 1987, p. 322. 11. « A primeros de noviembre de 1936, el ejército de Franco lanza un ataque frontal contra Madrid. En los alrededores de la ciudad las tropas rechazan un contrataque del ejército republicano » Enrique Centeno et al., Geografía e historia de España y de los países hispánicos. 3º BUP, Madrid, Santillana, 1977, p. 342. 12. Manuel Roa Rodríguez, Geografía e Historia de España y de los países hispánicos, 3º BUP, Madrid, Didascalia, 1986, p. 327. 13. J. Prats et al., Geografía e historia de España, 3º BUP, Madrid, Anaya, 1987, p. 342-343. 14. C. Boyd, op. cit., p. 95.

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15. C. Boyd, op. cit., p. 96. 16. A. F. Aguilar Sánchez, Materiales didácticos 2. Historia, Ministerio de Educación y Ciencia, Madrid, 1996, p. 134. 17. Agustín Escolano Benito, « Texto e iconografía. Viejas y nuevas imágenes » dans A. Escolano, Historia ilustrada del libro escolar en España: de la posguerra a la reforma educativa, Madrid, Fundación Germán Sánchez Ruipérez, 1998, p. 125-148. 18. « Informe de la Real Academia de la Historia sobre los textos y cursos de historia en los centros de enseñanza media », El País Digital, 28 juin 2000. 19. Rafael Valls Montés, Historia y memoria escolar. Segunda República, Guerra Civil y dictadura franquista en las aulas, Valencia, PUV, 2009, p. 115. 20. Ramón Villares, Historia de España contemporánea: Bachillerato 2, Madrid, Santillana, 2000, p. 274-275. 21. Fernando García de Cortázar et al. Historia, 2º Bachillerato, Madrid, Anaya, 2008. 22. Susan Sontag, op. cit., p. 84. 23. Néanmoins, même une icône comme celle-ci n’est pas à l’abri de grossières manipulations. La légende qui accompagne l’image dans le manuel d’Ibaizabal évoque un « Miliciano herido » (sic) ; tandis que les manuels d’Oxford University, publiés entre 2003 et 2008, reproduisent tous l’image inversée, le milicien tombant vers la droite. 24. Eugenio Garcia Almiñana, Historia: 2º BUP, Madrid, ECIR, 1998, p. 268. Le texte au pied de la photo ne l’indique pas, mais il s’agit bien de l’une des premières offensives franquistes sur les positions républicaines autour de Madrid, à Somosierra. 25. C. Boyd, op. cit., p. 95.

RÉSUMÉS

L’article porte sur les photographies de la Guerre d’Espagne publiées dans les manuels d’histoire de l’enseignement secondaire en Espagne, entre 1977 et 2012. Les thématiques représentées, les continuités et les ruptures, ainsi que les différents récits sur le conflit durant ces quarante dernières années sont les questions traitées dans cette étude.

The aim of this article is studying the photographs of the Spanish Civil War, published in the history secondary education handbooks during the period 1977 to 2012.The covered topics, the continuities and ruptures, and the different social stories about the conflict in these last forty years are the points presented.

El artículo estudia las fotografías de la Guerra Civil publicadas en los manuales de historia de la enseñanza secundaria en España, entre 1977 y 2012. Las temáticas representadas, las continuidades y las rupturas, y los diferentes relatos sociales sobre el conflicto en estos últimos cuarenta años son las cuestiones abordadas en el artículo.

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INDEX

Keywords : Spanish Civil War, handbooks of history, photograph, Spanish civil war representation Mots-clés : Guerre d’Espagne, manuels scolaires, photographies, représentation Palabras claves : Guerra civil española, manuales escolares, fotografía, representación de la guerra civil

AUTEUR

JESÚS ALONSO CARBALLÉS

Université Bordeaux Montaigne - Ameriber – Sirenh

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Actualité d’une page française de l’après-guerre civile Actualidad de una página francesa de la posguerra civil

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Les compagnies de travailleurs étrangers (CTE) en France à la fin de la Troisième République

Vincent Parello

1 À la fin de la Troisième République, et avec l’entrée en guerre de la France contre l’Allemagne, en septembre 1939, les conditions de vie des réfugiés espagnols allèrent de Charybde en Scylla. En gros, trois possibilités s’offraient à eux selon leur condition: le rapatriement en Espagne, le départ vers un nouveau pays d’accueil (Amérique Latine et URSS principalement), ou l’installation en France. Les enfants dont les parents résidaient en Espagne, les orphelins, les femmes et leur descendance qui ne pouvaient justifier que leur soutien naturel se trouvait sur place, les malades et les invalides qui s’étaient réfugiés en France « non pour fuir des représailles politiques mais pour se soustraire aux dangers de la Guerre civile », furent vivement encouragés à quitter leur pays d’accueil dans les plus brefs délais. Seuls étaient autorisés à demeurer dans l’Hexagone, les réfugiés valides susceptibles d’occuper un emploi salarié, les invalides, les blessés et les « incurables » qui ne pouvaient retourner en Espagne sans risquer de graves représailles, les familles dont le chef ou l’un des membres avait été pourvu d’un emploi salarié, appartenait à une compagnie de travailleurs étrangers (CTE), était engagé dans une formation combattante, ou se trouvait interné à titre administratif dans un camp1.

Le cadre légal des compagnies de travailleurs étrangers

2 De toute évidence, il existe une solution de continuité entre l’exploitation de la main- d’œuvre indigène dans les colonies françaises pendant l’entre-deux-guerres, la création des CTE à la fin de la Troisième République, et la mise en place du système des groupes de travailleurs étrangers (GTE) sous le régime de Vichy2. Dans la plus pure tradition coloniale et capitaliste, il s’agissait de faire face à la crise économique, d’exercer un

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contrôle idéologique sur certaines minorités et de réaliser une plus-value à partir de la main-d’œuvre du travailleur.

3 En 1930, l’Organisation internationale du Travail (OIT) adopta une convention qui invitait l’ensemble des pays signataires à « supprimer l’emploi du travail forcé ou obligatoire », considéré comme une atteinte grave aux droits de l’homme et une restriction de sa liberté3. Imposé par l’État ou des agents privés à des fins d’exploitation économique, le travail forcé pouvait revêtir de multiples facettes, telles que l’esclavage organisé, la participation obligatoire à des travaux publics, l’emploi dans l’agriculture, la servitude pour dettes, le travail domestique ou les travaux pénitentiaires4. 4 Il apparaît clairement que cette convention tentait d’imposer et de promouvoir le travail libre dans l’ensemble des pays du monde occidental. Toutefois, il n’est pas inutile de souligner qu’elle se heurta à l’hostilité de la France qui, tout en faisant valoir son accord de principe, ne voulait pas remettre en cause la pratique du travail forcé dans son empire colonial. Il fallut attendre le 24 juin 1937 pour que le Front Populaire se décide enfin à ratifier cette décision5. 5 On a souvent tendance à considérer le travail forcé comme l’apanage de l’Allemagne du Troisième Reich ou de la Russie de Staline, en oubliant un peu trop vite qu’il exista dans de nombreux pays pendant la période de l’entre-deux-guerres comme un moyen politique pour enrayer la crise économique. Toutes les grandes puissances coloniales – l’Allemagne en Namibie, la Grande-Bretagne en Afrique du Sud – y eurent massivement recours. Dans les années 1930, treize états, dont la Bulgarie, la Hongrie, la Roumanie et le Japon, instaurèrent des formes variées de travail obligatoire au nom du « redressement national », de l’« utilité nationale » ou du « sentiment national »6. La France de la Troisième République n’échappe pas à la règle. En Afrique occidentale française (AOF), elle mit en place un système d’exploitation humaine et économique d’une redoutable efficacité. 6 Grâce aux travaux de l’historien Babacar Fall, cette page peu glorieuse de l’histoire coloniale nous est aujourd’hui relativement bien connue7. Entre 1900 et 1946, les indigènes des colonies furent victimes d’une terrible exploitation économique que l’on s’efforçait de justifier par la vertu éducative du travail, antidote de l’oisiveté perverse, et le succès de l’entreprise coloniale, censée apporter la civilisation et le progrès à des êtres primitifs et barbares. Selon les lieux et les époques, ce système prit cinq formes distinctes : la réquisition de la main-d’œuvre indigène, la prestation, la deuxième portion du contingent, la main-d’œuvre pénale et « l’obligation de cultiver »8. 7 La loi du 18 juillet 1938 sur « l’organisation générale de la nation pour le temps de la guerre » instaura le principe de la réquisition pour les Français et les ressortissants français du sexe masculin âgés de plus de 18 ans qui devaient obligatoirement se faire recenser à la mairie de leur lieu de résidence, en indiquant clairement leur nom, leur adresse et leur profession9. Prévue dès le temps de paix, cette mesure d’exception serait mise à exécution en cas de tension extérieure ou d’agression manifeste mettant le pays dans l’obligation de se défendre : Article 14. À la mobilisation ou dans les cas prévus à l’article 1er de la présente loi, les Français et ressortissants français du sexe masculin, âgés de plus de dix-huit ans, même soumis aux obligations militaires définies par la loi de recrutement et par l’article 11 de la présente loi, sous réserve qu’ils ne soient pas utilisés par les ministres intéressés, peuvent être requis dans les conditions fixées par la loi du 3 juillet 1877, modifiée par la loi du 21 janvier 1935 (sous réserve des dispositions prévues à l’article 27 de la présente loi), par la loi du 31 mars 1928 et par la présente

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loi. L’appel sous les drapeaux fait cesser la réquisition. La réquisition est temporaire ou permanente. Les requis sont utilisés suivant leur profession et leurs facultés, ou, s’il y a lieu, suivant les aptitudes, en commençant par les plus jeunes et en tenant compte de la situation de famille, soit isolément, soit dans les administrations et services publics, soit dans les établissements et services fonctionnant dans l’intérêt de la nation. Les requis non soumis aux obligations militaires définies par la loi de recrutement ne peuvent, dans aucun cas, être affectés aux corps spéciaux. L’article 40 de la loi du 13 juillet 1927 est abrogé dans celles de ses dispositions qui sont contraires aux présentes. Peut être également soumis à réquisition, chaque individu conservant sa fonction ou son emploi, l’ensemble du personnel faisant partie d’un service ou d’une entreprise considérée comme indispensable pour assurer les besoins du pays10. 8 La réquisition s’appliquait non seulement aux personnes, mais aussi aux animaux, aux biens et aux divers services de transports et de transmissions. À tout moment, l’État pouvait prendre la décision de nationaliser la fabrication des matériels de guerre, suspendre l’exportation, l’importation ou la circulation de certains produits, interdire la vente de certaines ressources, les taxer ou les rationner. Tant qu’ils n’étaient pas appelés sous les drapeaux, tous les citoyens – y compris les personnes retraitées depuis moins de cinq ans et les chômeurs volontaires – pouvaient être requis à titre individuel ou collectif dans les administrations et les services de l’État, ou dans les entreprises privées fonctionnant dans l’intérêt de la nation. Sous l’autorité du ministre du Travail chargé de la répartition de la main-d’œuvre, les préfets assureraient la répartition des ressources en personnel entre le secteur public et le secteur privé, en donnant la priorité aux établissements travaillant pour les armées et participant à la défense de la nation.

9 En vertu de cette loi dictée par les nécessités de l’économie et mue par une idéologie patriotique, tous les Français étaient astreints au régime des prestations et obligés de participer à l’effort de guerre exigé par la nation. Les réfugiés bénéficiaires du droit d’asile, les apatrides et les étrangers résidents en étaient exclus, mais ils avaient la possibilité toutefois de « s’engager » à titre volontaire, comme le stipule expressément l’article 19 : Article 19. À la mobilisation ou dans les cas prévus à l’article 1er de la présente loi, des décrets fixent les conditions dans lesquelles les sujets étrangers peuvent être admis, sur leur demande écrite, à apporter leur collaboration aux administrations, établissements et services prévus à l’alinéa 3 de l’article 14. La préparation des mesures devant faire l’objet de ces décrets est prévue dans des instructions arrêtées dès le temps de paix, à la diligence des ministres intéressés. En ce qui concerne l’emploi, comme main-d’œuvre, des ressortissants alliés ou neutres stationnés en France, des instructions déterminent, dès le temps de paix également, les départements ministériels compétents pour régler la situation de ces étrangers : 1° Vis-à-vis des autorités de leur propre pays ; 2° Vis-à-vis des lois et autorités françaises et pour fixer les règles de leur utilisation11. 10 Le 20 mars 1939, un décret appliquait les dispositions de la loi du 18 juillet 1938 aux réfugiés espagnols et, le 12 avril 1939, le gouvernement Daladier publia un « décret relatif à l’extension aux étrangers bénéficiaires du droit d’asile des obligations imposées aux Français par les lois de recrutement et la loi sur l’organisation de la Nation en temps de guerre »12. Ce texte, voté par les parlementaires et approuvé par le Tribunal militaire de Cassation de Paris, imposa à tous les étrangers bénéficiaires du droit d’asile et aux apatrides âgés de 20 à 48 ans les mêmes obligations qu’aux Français,

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soumis au recrutement militaire et au régime de la réquisition13. Pour faire face au manque de main-d’œuvre pour la défense nationale et pour mettre les étrangers à égalité de devoirs avec les Français, le droit d’asile fut désormais subordonné à une mobilisation économique sous forme de prestations : Article 2 : Les étrangers sans nationalité et les autres étrangers bénéficiaires du droit d’asile, sont soumis à toutes les obligations imposées aux Français par la loi du 11 juillet 1938 sur l’organisation de la nation en temps de guerre. Ils peuvent faire l’objet de réquisitions individuelles ou collectives, générales ou locales, fondées sur la nationalité, sur l’âge ou sur la profession. Article 3 : Les étrangers sans nationalité et les autres étrangers bénéficiaires du droit d’asile, du sexe masculin, sont assujettis, de vingt à quarante-huit ans, dans les conditions fixées par les lois de recrutement, à fournir, dès le temps de paix aux autorités françaises, pour une durée égale à la durée du service imposé aux Français, des prestations dont le caractère et le mode d’exécution sont déterminées par décret. La durée des services accomplis dans un corps de l’armée française, soit en vertu de la loi du 31 mars 1928, soit en vertu d’un engagement contracté, par l’application de la loi du 9 mars 1831 ou de l’article 64 de la loi du 31 mars 1928, compte dans la durée des prestations imposées par l’alinéa qui précède14. 11 Les réfugiés devenaient ainsi des prestataires au même titre que les requis français. Ceux qui refusaient de se soumettre à ce régime d’exception, perdaient ipso facto le bénéfice du droit d’asile et l’autorisation de résider en France. En utilisant les réfugiés comme des travailleurs forcés, le décret-loi du 12 avril 1939 légalisait la création des CTE dont le cadre statutaire fut fixé par un décret du 27 mai 1939.

L’organisation des compagnies de travailleurs étrangers

12 Les réfugiés étaient recrutés par voie d’appel ou par voie d’engagement volontaire. Les opérations de recrutement étaient centralisées à Paris au bureau de recrutement des étrangers prestataires situé à l’École militaire15. Par les soins de ce bureau, les intéressés étaient convoqués, dotés d’un livret individuel et mis en route sur les dépôts de formation des unités de travailleurs étrangers.

13 Les prestataires pouvaient être incorporés en qualité de travailleurs encadrés, de travailleurs isolés rattachés à certaines compagnies, ou placés, dans certains cas, en position d’affection individuelle. Ce dernier régime équivalait presque à l’exemption des prestations, et ne devait être réservé, en principe, qu’à des « personnalités intellectuelles dont le loyalisme à l’égard de la France ne peut être mis en doute et dont les capacités peuvent être utilisées dans l’intérêt national à des fins autres que l’exécution des tâches manuelles »16. Les demandes étaient instruites et adressées, par l’intermédiaire des divers départements ministériels, au ministre de la Guerre en vue de leur examen par la Commission des affectations individuelles qui statuait sur les demandes, se prononçait sur les radiations et donnait son avis, à titre consultatif, sur toutes les questions relatives au placement et à l’utilisation des prestataires. Les « affectés » individuels figuraient sur un fichier spécial et faisaient l’objet d’un recensement à part. Dégagés du régime des prestations, ces derniers ne pouvaient se prévaloir de leur statut pour bénéficier des avantages prévus en faveur des travailleurs étrangers en matière de solde, de transport en chemins de fer, de législation sur les loyers, etc.

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14 Les prestataires se trouvaient sous la tutelle du ministre de la Défense et de la Guerre, en vue de l’accomplissement des prestations dans les conditions fixées par les textes en vigueur. À ce titre, ils étaient régulièrement incorporés en qualité de travailleurs étrangers et soumis, en ce qui concerne le régime disciplinaire, aux dispositions du code de justice militaire pour l’armée de Terre en vertu du décret du 9 avril 194017. Ils recevaient une instruction appropriée à leur état visant à leur inculquer les notions indispensables sur la discipline, l’organisation du service et la situation des travailleurs étrangers ; à leur permettre la bonne exécution des rassemblements et déplacements nécessaires aux services qui leur étaient confiés ; et à leur apprendre à se protéger contre les gaz et les bombardements aériens. Les travailleurs étrangers devenus inaptes au service des prestations passaient devant une Commission de réforme dans les mêmes conditions que les militaires français. 15 Les CTE étaient constituées en sections de nombre variable suivant les circonstances. En général, il y en avait cinq de cinquante prestataires chacune, soit au total 250 hommes, parmi lesquels figuraient les employés permanents de l’unité. L’encadrement comprenait un officier du grade de capitaine, lieutenant ou sous-lieutenant, commandant la compagnie ; cinq sous-officiers, chefs des sections de travailleurs ; cinq caporaux ; un sous-officier comptable ; et un caporal comptable. Ces cadres servaient au titre français ou au titre étranger, et continuaient à appartenir à leur arme d’origine dont ils étaient détachés. Les sous-officiers et caporaux devaient, en temps de guerre, appartenir aux classes de la deuxième réserve. Ils étaient équipés de la tenue de campagne et armés de revolvers. Ils maintenaient l’ordre et la discipline, assuraient la garde des travailleurs sur les chantiers et au cantonnement, et s’efforçaient d’obtenir un rendement de travail maximal lorsque la surveillance des travaux leur incombait18. En cas d’indiscipline, de mauvaise volonté au travail ou de propagande antinationale, les travailleurs étaient conduits dans des compagnies spéciales, au régime de travail extrêmement sévère, ou renvoyés dans des camps d’internement (camp répressif du Vernet). 16 Deux secrétaires, trois cuisiniers, deux infirmiers, un cycliste, un coiffeur, un tailleur, un bottier, un ordonnance19, un interprète, un ou deux chauffeurs, constituaient les employés permanents de l’unité. Ce personnel était prélevé directement sur les étrangers les moins aptes aux tâches manuelles ou, à défaut, sur du personnel français fourni par le dépôt. Lorsque le nombre des sections était inférieur à cinq, les cadres et les employés diminuaient en conséquence. Par contre, les unités dont les sections n’étaient pas groupées demandaient une vigilance accrue, et celles affectées à des travaux particuliers pouvaient nécessiter la présence d’un deuxième officier chargé de seconder le commandant de compagnie. Il appartenait au général de Région de demander au ministre de la Guerre la désignation de cet officier supplémentaire. 17 La dotation d’une compagnie comportait une bicyclette, une sacoche de comptable, une caisse de comptabilité, une caisse d’ouvrier bottier, une caisse d’ouvrier tailleur, un jeu d’outils de coiffeur, vingt sacs à distribution, un moulin à café, un jeu de petit matériel de cuisine, un jeu de matériel de distribution, dix marmites de peloton complètes et vingt seaux en toile. Les compagnies qui se déplaçaient souvent, comme celles mises à la disposition des armées, recevaient en outre une camionnette de 1500 kilos à vivres et à bagages, une camionnette de 1500 kilos de ravitaillement, ainsi qu’une cuisine roulante. Dans les compagnies plus stables affectées à des usines d’armement, par exemple, la cuisine était remplacée par des fourneaux auxiliaires. Dans tous les cas, les

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cadres, officiers et sous-officiers recevaient le matériel de campement nécessaire pour vivre en popote. 18 Pour leur alimentation, les compagnies constituaient des ordinaires. Lorsque l’unité était réunie, les sous-officiers et caporaux du cadre français pouvaient choisir de vivre à l’ordinaire ou de former un mess particulier. À titre exceptionnel, et principalement dans la section ou compagnie de rattachement d’isolés, le commandant d’unité pouvait autoriser les travailleurs étrangers à ne pas vivre à l’ordinaire, en raison de l’éloignement de leur lieu de travail ou de la nature de leurs occupations. Les travailleurs isolés percevaient alors les prestations d’alimentation en même temps que la solde. 19 Les travailleurs étrangers avaient droit à une solde journalière de 50 centimes, à une prime de rendement20, à une ration mensuelle de tabac fixée à 160 cigarettes ou 200 grammes de scaferlati, à deux timbres spéciaux par mois surchargés « F » pour l’affranchissement de lettres simples et de cartes postales à destination du territoire français, ainsi qu’aux allocations militaires pour leurs familles21. À l’instar de n’importe quel soldat accomplissant la durée légale du service, ils bénéficiaient de permissions qui, en raison des conditions particulières de leur service, étaient établies de la façon suivante : • permissions exceptionnelles de trois jours au plus, prévues pour les cas graves (maladies, décès d’un proche, etc.) ; • permissions de détente accordées pour une destination unique de la France continentale, à raison de quinze jours d’affilée ou de deux fois une semaine par an ; • permissions de convalescence d’une durée de huit jours maximum.

20 Les travailleurs étrangers occupés dans l’industrie ou l’agriculture pouvaient, lorsqu’ils donnaient entière satisfaction et notamment quand leurs familles résidaient à proximité, être autorisés à bénéficier de permissions de la journée ou de vingt-quatre heures les jours de repos, lorsque les nécessités du service ou de la surveillance le permettaient. Toutes ces permissions donnaient droit au transport gratuit en troisième classe, aux délais de route à l’aller et au retour et, pendant toute la durée du congé, à la solde et aux indemnités militaires diverses dont le montant était versé avant le départ. L’obtention d’une permission était toutefois subordonnée à la présentation d’un certificat d’hébergement délivré par le commissaire de police ou, à défaut, le maire du lieu de résidence de la famille de l’intéressé.

21 Le Service de santé militaire assurait les visites d’incorporation, les visites médicales, les soins aux malades et aux blessés et, éventuellement, l’hospitalisation dans les formations sanitaires. Les infirmiers des compagnies ne pouvant assurer que le service courant, il appartenait aux généraux commandant les Régions pour les formations stationnées à l’intérieur, et aux généraux commandant les grandes unités pour les formations mises à leur disposition dans la zone des armées, d’organiser le service médical des unités de travailleurs avec les moyens du bord. 22 L’utilisation des prestataires comportait l’emploi en unités constituées, encadrées et surveillées au sein des CTE. Pour obtenir une rentabilité maximale de la main-d’œuvre, il fallait que ces formations soient adaptées aux nécessités économiques locales ainsi qu’aux divers besoins nationaux. C’est la raison pour laquelle les compagnies étaient constituées sur les instructions du ministre de la Défense et de la Guerre et à la diligence des commandants de Région, en tenant compte des grandes catégories professionnelles d’intérêt national : mine, métallurgie, industrie électrique, aviation,

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bâtiment et agriculture. Une compagnie pouvait être utilisée en sections de même catégorie professionnelle dans des établissements voisins, ou en sections de professions différentes, notamment dans les agglomérations abritant plusieurs branches industrielles. Pour répondre au mieux aux nécessités de l’économie, les sections pouvaient comprendre, outre des spécialistes, une proportion de manœuvres d’industrie non qualifiés, correspondant aux besoins normaux des établissements. Dans les grands centres, on pouvait prévoir la constitution de compagnies de rattachement d’isolés travaillant par petits groupes ou à titre individuel. Une fois épuisées les ressources professionnelles, on procédait à la formation d’unités sans spécialistes, destinées à des travaux d’ordre courant et de manœuvres. En général, on groupait les travailleurs suivant leurs aptitudes physiques en vue de leur spécialisation à des travaux plus ou moins durs : compagnies de manœuvres de force, de terrassiers, de manutentionnaires, de maçons, etc22. 23 Les unités constituées étaient mises par le ministre de la Défense et de la Guerre à la disposition des généraux commandant les Régions, de certains départements ministériels et, éventuellement, du général commandant en chef, pour l’exécution de travaux d’intérêt général, en rapport avec leurs capacités professionnelles. Elles pouvaient être utilisées soit par des administrations ou services de l’État, soit par des employeurs, industries, établissements ou entreprises, personnes morales ou civiles, travaillant pour la défense nationale, à charge de remboursement à l’État des salaires gagnés. Dans ce dernier cas, les unités dépendaient, pour le contrôle de leur utilisation technique, d’un établissement d’État dit de rattachement. 24 Le ministre de la Défense nationale et de la Guerre pouvait, à titre exceptionnel, mettre à la disposition du ministère de l’Agriculture des travailleurs étrangers sous la forme : • 1) de compagnies de travailleurs étrangers plus ou moins spécialisées en travaux courants et saisonniers de l’agriculture, travaillant en formations complètes (250 hommes), en sections (50 hommes) ou en équipes (groupes de moins de 50 hommes). Les travailleurs touchaient la solde journalière ainsi qu’une prime de rendement individuelle dont le montant était fixé suivant la nature des travaux, les conditions de travail et le rendement obtenu, par accord entre l’employeur et le commandant d’unité. Ceci dit, le taux horaire de cette prime ne devait pas excéder 50 centimes. En vue du remboursement des salaires par l’employeur, le taux de la journée de travail était arrêté par le préfet, en accord avec le général commandant la Région militaire et l’inspecteur départemental du Travail, sur la base de 75 % du salaire régional, « pour tenir compte de la qualité professionnelle d’une main-d’œuvre non spécialisée et en y incorporant les frais annexes de charges sociales normalement à la charge de l’employeur »23. L’employeur remboursait intégralement le salaire à l’État, après déduction des sommes versées au commandant d’unité à titre de primes de rendement ; • 2) d’isolés, de cultivateurs, d’ouvriers agricoles ou de travailleurs de l’artisanat rural24 maintenus, en principe, dans leur exploitation ou, suivant les besoins locaux, travaillant individuellement ou par petits groupes. Chaque département possédait une ou deux compagnies de rattachement d’isolés. Le commandant de l’unité n’avait plus que des fonctions de contrôle et de surveillance sur ces hommes, ce qui fait que les employés permanents pouvaient être réduits à deux secrétaires, un cuisinier, un cycliste et un ordonnance. De même, la dotation en matériel ne comprenait plus qu’une bicyclette, une caisse de comptabilité et une sacoche de comptable. Les travailleurs ainsi détachés dans l’ensemble du département ne recevaient plus de solde, ni d’indemnité, ni de fournitures d’aucune sorte et pourvoyaient eux-mêmes à leur subsistance et à leur entretien. Ils ne

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pouvaient plus prétendre aux avantages accordés aux militaires, mais continuaient à bénéficier, en revanche, de la législation sociale. Ils devaient se consacrer entièrement aux travaux agricoles de leur profession, mais étaient astreints, en outre, à pratiquer l’entraide sous le contrôle du Comité départemental de la production agricole et du commandant d’unité. Cette entraide obligatoire consistait, en principe, à fournir deux jours de prestations par semaine à d’autres cultivateurs de la commune et en priorité aux exploitations des mobilisés.

25 Le contrat individuel ou collectif passé entre l’employeur et le commandant de la compagnie stipulait les conditions de travail des prestataires, les catégories professionnelles, la base des indemnités à verser à l’État et les modalités de remboursement. Les travailleurs étrangers ne pouvaient être mis à la disposition de départements ministériels qu’après reconnaissance par l’autorité militaire de la possibilité d’assurer leur subsistance et leur cantonnement. Celui-ci devait présenter les conditions de confort et de salubrité nécessaires et la possibilité d’installer les bureaux d’unités, les cuisines et, éventuellement, des douches si l’établissement employeur n’en mettait pas à la disposition de son personnel. Si les seuls cantonnements acceptables à proximité de l’établissement appartenaient à l’employeur, ce dernier était tenu de les mettre à disposition des unités. S’il s’agissait d’un employeur privé, assujetti au remboursement des salaires à l’État, l’utilisation des locaux par la troupe lui donnait droit à toucher des indemnités. Si les emplacements respectifs du cantonnement et de l’établissement exigeaient des transports exceptionnels, l’imputation des frais était fixée dans le contrat, en tenant compte des possibilités locales et des moyens dont disposait l’employeur.

26 Le salaire de base dans l’industrie et dans les entreprises était établi par accord entre l’employeur et le commandant de compagnie, assisté par l’inspecteur du Travail, et soumis à l’approbation, suivant les cas, du directeur de l’établissement d’État de rattachement ou du représentant local du ministère utilisateur : ingénieur en chef des Mines, des Ponts et Chaussées, etc. Sur la base du salaire moyen, on calculait le revenu brut sans retenue fiscale ou sociale, par journée de travail normale. En cas de désaccord entre l’employeur et le commandant de compagnie, celui-ci en référait au général commandant la Région militaire. L’employeur avait l’obligation de rembourser à l’État le montant total des salaires gagnés par les travailleurs qu’il occupait, augmenté des charges diverses qui lui reviendraient en temps normal. Chaque quinze jours, il remettait au commandant de la compagnie, le montant de la somme qui allait au Trésor public dans la rubrique « Recettes accidentelles à différents titres »25. 27 Une prime individuelle de bon rendement était allouée aux travailleurs étrangers employés en usine, sur des chantiers spéciaux ou dans les mines, à l’exclusion des travaux accomplis normalement par les bataillons de pionniers, les sapeurs du Génie ou unités similaires de l’Armée. Elle ne pouvait faire l’objet d’aucune retenue de la part de l’unité. Le taux de cette prime était variable, suivant le rendement de chacun, la catégorie professionnelle, la nature du travail et l’industrie. Le calcul se faisait par accord entre l’employeur et le commandant de compagnie après avis du directeur d’État de rattachement ou du représentant local du ministère utilisateur. Il prenait en considération les maxima suivants : • dans l’industrie : manœuvres en usine légèrement spécialisés (75 centimes par heure), professionnels d’aviation fortement spécialisés (1,50 franc par heure). • dans les mines : mineurs à l’abattage les mieux payés (15 francs par journée).

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28 Autant dire que les travailleurs étrangers faisaient l’objet d’une exploitation systématique. Dans le meilleur des cas, solde journalière et prime de rendement comprises, ils arrivaient péniblement à toucher 300 francs, somme dérisoire eu égard au salaire d’un ouvrier agricole français qui tournait autour des 1000 ou 1100 francs par mois.

Le fonctionnement des compagnies de travailleurs étrangers

29 Dès le printemps, le gouvernement français songea à mettre au travail les réfugiés espagnols hébergés sur son territoire, afin de faire face à la pénurie de main-d’œuvre provoquée par le départ des mobilisés, de réduire la population des camps d’internement, de favoriser les regroupements familiaux, et d’alléger les charges d’assistance de l’État qui se montaient à huit cents millions de francs pour la seule année 193926. Dans le même temps, il encouragea les « réémigrations » à destination du Mexique et de l’Amérique Latine, et le rapatriement « des personnes n’ayant rien à redouter d’un retour en Espagne et qui n’ont cherché refuge en France que sous l’effet de la panique qui a déferlé en Catalogne dans les derniers jours de janvier »27.

30 À partir de la déclaration de guerre, la seconde attitude finit par l’emporter et l’on mit tout en place pour retenir cette main-d’œuvre étrangère jugée indispensable pour le redressement de l’économie nationale : Depuis la Retirada, les pouvoirs publics ont oscillé entre deux politiques à l’égard des réfugiés espagnols: leur renvoi à l’extérieur du territoire français afin d’alléger les dépenses occasionnées par leur arrivée et leur utilisation comme main-d’œuvre ou comme force combattante afin de tirer profit de leur présence. À partir de la déclaration de guerre, la seconde attitude – esquissée dans la circulaire du 19 septembre – prévaut indubitablement, mais le souci de se débarrasser au plus tôt de ceux qui ne peuvent être utiles à l’économie française demeure présent. Cependant, au cours du premier semestre de 1940, la main-d’œuvre espagnole apparaît si indispensable que, par deux fois, la date d’application des instructions de février 1940 est repoussée : fixée d’abord au 15 mars, la date est reportée au 1er mai puis au 1er juin. Il est fait mention d’une « main-d’œuvre qui s’avère de jour en jour plus indispensable ». Au mois de mai, il est même question que les hommes, les femmes et les enfants âgés de plus de quatorze ans, aptes à un travail manuel, devront être autorisés à demeurer en France, à moins qu’ils ne soient dangereux pour l’ordre public28. 31 Comme l’expliquait le ministre de l’Intérieur Albert Sarraut aux préfets au mois de mai 1939, il fallait que les réfugiés cessent d’être assistés et passent sous le régime des étrangers de droit commun, et « transformer cette masse inorganisée et passive que constituent les réfugiés en éléments utiles à la collectivité nationale »29. Si l’hospitalité française restait « ouverte à qui apporte à la nation le concours de son travail », l’intérêt supérieur du pays commandait « qu’elle soit désormais fermée aux oisifs et aux inutiles »30.

32 C’est ainsi que 40 000 réfugiés furent placés à titre individuel par le ministère du Travail dans l’agriculture, l’industrie, les mines, les houillères, les usines aéronautiques, les forges, les poudreries, les entreprises d’armement, etc., et que 55 000 furent incorporés à titre collectif dans les CTE. En juillet 1940, dans le département de la Haute-Garonne, trois entreprises employaient une abondante main-d’œuvre

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espagnole : 1 500 à la Poudrerie nationale de Toulouse, 1 300 à la Poudrerie du Fauga et 1 600 à la Société nationale des constructions aéronautiques du Midi31. De février à août 1939, le bassin minier de Decazeville recruta plus de 300 réfugiés qui vinrent s’ajouter aux 268 mineurs espagnols sédentaires qui avaient émigré dans l’Aveyron avant la Guerre civile32. Les Compagnies de Saint-Etienne et les mines de la Grand- Combe dans le Gard puisèrent à leur tour dans les camps une importante main-d’œuvre de mineurs et de travailleurs agricoles33. À la fin du mois de janvier 1940, 2 906 miliciens du camp de Septfonds avaient été placés dans l’agriculture et 1 087 dans l’industrie34. 33 Cependant, aux yeux des autorités militaires, l’utilisation collective de la main-d’œuvre étrangère s’avérait de loin préférable au placement individuel qui pouvait faire courir un danger pour l’ordre public et la sûreté nationale. C’est ce qui ressort très nettement du rapport en date du 21 octobre 1939 du capitaine Barrié, interprète du camp de Septfonds : Les miliciens sont tous de plus en plus préoccupés de leur sortie du camp et cherchent leur voie dans les nombreuses catégories de travailleurs où on les classe. Ils s’offrent indifféremment pour des métiers qui ne sont certainement pas toujours les leurs, très souvent pour plusieurs à la fois. Ils veulent tous rester à tout prix en France pour s’y occuper et s’y incorporer, et ils donnent trop souvent l’impression de considérer le camp comme un bureau de placement. Ainsi, la compagnie de travailleurs encadrée semble-t-elle être la meilleure forme d’utiliser la main- d’œuvre comme il a été exposé dans plusieurs rapports précédents [...] notamment pour permettre l’utilisation d’un grand nombre de réfugiés dont les aptitudes sont mal définies, diverses et de valeur médiocre. Les sorties individuelles font courir des risques à l’ordre et à l’état d’esprit. Les militants communistes et anarchistes peuvent, une fois isolés et inconnus, recommencer à se livrer à une propagande contre la France et son gouvernement et servir d’agents bons à tout faire contre la défense nationale35. 34 Il va sans dire que les conditions de vie du réfugié recruté individuellement et celles du réfugié embauché pour divers travaux collectifs n’avaient absolument rien à voir. Le premier jouissait d’une relative liberté, vivait parfois avec sa famille lorsque ses revenus le lui permettaient, tandis que le second était condamné à vivre en célibataire et soumis à une discipline militaire et à des conditions de travail extrêmement rudes. Très souvent, les cantonnements installés dans des bâtiments de ferme, des friches industrielles, des étables, des locaux militaires, etc., n’offraient pas les conditions sanitaires et hygiéniques minimales requises pour une vie en collectivité. C’est avec une amertume non dénuée d’humour que Martin Armingol évoque, dans ses mémoires, son séjour dans une CTE dans le Cher près de la ville d’Aubigny. Écoutons ses propos : Notre terminus fut une petite gare du Cher. On nous conduisit dans une grande ferme où nous fûmes installés dans des hangars, étables et autres dépendances. La ville la plus proche s’appelait Aubigny. La faim nous tenaillait ; le propriétaire et son domestique arrivèrent avec un cheval attelé à un tombereau rempli de raves bien propres [...]. Le lendemain, accompagnés par un sergent qui mesurait deux mètres, nous allâmes couper des arbres qui bordaient le chemin de la propriété. Soixante-dix pour cent des hommes qui composaient notre « compagnie de travail » n’étaient pas agriculteurs et ne savaient pas se servir d’une hache ou d’une scie. Ce pauvre sergent nous prit les outils des mains pour nous expliquer comment procéder mais, voyant notre indifférence, exaspéré, il jeta son calot et le piétina de colère, nous menaçant avec un bâton. Il ne savait pas à qui il avait affaire. Pour finir de le démoraliser, toute la compagnie chanta l’Internationale. Il frappa le sol, mais ne toucha personne36.

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35 En dépit des vœux pieux du gouvernement qui encourageait les regroupements familiaux, pour des raisons – ne l’oublions pas – avant tout budgétaires, les travailleurs étrangers continuèrent à vivre, de longs mois durant, séparés de leurs femmes et de leurs enfants. En décembre 1939, Jean Moulin alors préfet d’Eure-et-Loir faisait savoir, à la suite de bien d’autres préfets, qu’il se trouvait dans l’impossibilité de faire venir dans son département les familles des réfugiés espagnols du camp de Bram appelés à suppléer temporairement le manque de main-d’œuvre dans l’agriculture et employés aux battages, car ils ne touchaient pas de salaire mais une indemnité journalière variant entre 5 et 10 francs, autrement dit 300 francs par mois : Bien que les instructions ministérielles soient favorables à ces regroupements, j’ai l’honneur de vous faire connaître que, malgré mon désir de donner satisfaction à ces réfugiés dont l’appoint en main-d’œuvre m’a été particulièrement précieux, je ne puis envisager d’accorder à ces étrangers l’autorisation qu’ils sollicitent en raison de ce que leurs gains ne constituent pas une rémunération leur permettant d’assurer la subsistance de leur famille. En outre, les travaux pour lesquels ces réfugiés ont été demandés sont sur le point de prendre fin, et il est vraisemblable qu’ils seront obligés de réintégrer leur camp d’origine, après l’échéance37. 36 Les camps du sud-ouest qui fournissaient les CTE se transformèrent ainsi en de véritables offices de placement. Pour mener à bien ce travail d’intégration des Espagnols dans l’économie nationale, on procéda, dès l’été 1939, à un recensement et à un examen d’aptitude professionnelle des internés38. À la différence de l’immigration antérieure qui provenait des régions encore très rurales du centre et du centre-est de l’Espagne, la vague migratoire de 1939 venait en grande partie de la Catalogne, région qui, avec le Pays Basque, était l’une des plus riches et des plus industrialisées de la péninsule. Selon les estimations du SERE, environ 45 % des réfugiés appartenaient au secteur industriel, 30 % au secteur primaire, 12 % au secteur tertiaire et 13 % à des secteurs indéfinis39. Comme on peut aisément l’imaginer, les ouvriers spécialisés dans le travail des métaux et dans la fabrication de thermomètres, indicateurs de vitesse, contrôleurs de vol, etc., furent particulièrement convoités par l’industrie de guerre et les usines d’armement.

37 Certaines compagnies restaient sur place pour veiller à l’entretien et au bon fonctionnement des camps, mais la plupart d’entre elles étaient dispersées aux quatre coins de l’Hexagone et en Afrique du Nord, au Maroc, en Tunisie et en Algérie. À titre d’exemple, au début de mai 1940, en dehors des compagnies affectées aux armées, « sept compagnies se trouvaient en Normandie, six en Bretagne, vingt dans le Centre, une dans le Doubs, quinze en Champagne et Bourgogne, vingt-neuf en Poitou- Charentes, sept dans les Pays-de-Loire, trois en Auvergne, six dans l’Ain et l’Isère, cinq dans le Languedoc, les Bouches-du-Rhône et la Corse, deux dans le Roussillon, quatorze dans la seule Haute-Garonne, six dans le Lot, le Lot-et-Garonne et l’Ariège, seize en Aquitaine et une dans l’Oise »40. Elles étaient mises à la disposition des différents départements ministériels, et affectées indistinctement aux armées, à l’agriculture, aux entreprises privées et aux services de l’État – Ponts et Chaussées, Eaux et Forêt, Génie, SNCF… – afin de participer à l’organisation défensive des frontières et à l’aménagement de camps militaires. 38 Dès le mois d’avril 1939, 2 500 prestataires espagnols furent employés à la réfection du camp militaire de Suippes dans la Marne41. En mai 1939, le maire de Dax sollicitait l’aide de bûcherons pour des travaux de carbonisation indispensables au bon fonctionnement des gazogènes42. En septembre 1939, deux compagnies formées à partir du camp de

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Septfonds – CTE 31 et CTE 32 – exécutaient des travaux de fortification sur la ligne Maginot, et construisaient des pièges antichars dans le nord-est de la France43. À Toulouse, dix compagnies furent mises à la disposition des industries de guerre44. Dans le département du Lot, six compagnies étaient employées aux travaux agricoles, à des aménagements de routes et à la construction de barrages45. Au début du mois d’octobre 1939, le maréchal des logis de Sentein (Ariège) accueillit 160 réfugiés venus des camps de Saint-Cyprien, du Barcarès et d’Argelès, pour travailler sur le chantier de haute montagne du lac d’Araing et à l’usine hydroélectrique d’Eylie46. À Tarascon (Ariège), la CTE 558 employait des ouvriers métallurgistes et des mineurs pour la construction de barrages et l’exploitation de mines. À Saint-Jean-de-Verges (Ariège), la CTE 721 utilisait des manœuvres pour l’agriculture, et à Quérigut (Ariège), la CTE 145 travaillait dans les usines de textile du pays d’Olmes47. En décembre 1939, un fort contingent de réfugiés espagnols en provenance du camp de Bram participait à des travaux agricoles (récolte des betteraves) dans le département d’Eure-et-Loir48. À l’hiver 1939, plus de quarante compagnies stationnées dans la région des Alpes effectuaient des travaux d’intérêt général, comme le déneigement des cols, la construction de ponts et l’élargissement des routes (Col du Lautaret, par exemple)49. En avril 1940, l’Union électrique du Sud employait une compagnie de 250 hommes pour les travaux de la chute du Portillon dans le département de la Haute-Garonne50. À partir du printemps 1940, le président du Conseil décida de remplacer les Français des classes 1914 et 1915 regroupés dans des compagnies de travailleurs militaires, par des prestataires espagnols et de la main- d’œuvre coloniale. Comme le souligne Peter Gaida, il s’agissait, ni plus ni moins, d’une relève des vétérans51. 39 En Afrique du Nord, dans les colonies et les territoires sous protectorat français, les réfugiés espagnols travaillèrent à la construction d’une ligne de chemin de fer dans le sud tunisien, à des réfections de routes dans le sud constantinois, à l’extraction du charbon à Kenadza (Algérie), et à l’aménagement du transsaharien entre Bouarfa, Colomb-Béchar et Kenadza, dans des conditions dignes des forçats ou des bagnards52. Comme on peut le constater, le champ d’utilisation des CTE était extrêmement vaste. 40 Dans un premier temps, les incorporations dans les CTE ne concernaient que les engagés volontaires qui désiraient échapper à l’internement, se débarrasser de l’étiquette d’étrangers « indésirables » qui leur collait désespérément à la peau, et poursuivre la lutte contre le fascisme entreprise contre Franco pendant la Guerre civile. Après la déclaration de guerre, le ministère du Travail interdit tout détachement individuel de prestataires dans l’agriculture, et le volontariat céda la place à un enrôlement obligatoire. Désormais tous les demandeurs du droit d’asile qui remplissaient les conditions fixées dans le décret-loi du 12 avril 1939 durent se soumettre au régime des prestations, s’ils ne voulaient pas se retrouver internés dans un camp ou placés en garde à vue53. 41 Dans leur grande majorité, les travailleurs étaient des Espagnols, mais l’on trouvait également des ex-membres des Brigades internationales, des ressortissants des pays ennemis (Allemands, Autrichiens, Dantzigois et Tchécoslovaques), ainsi que des réservistes belges et hollandais. Mention spéciale méritent les réfugiés de droit commun, dont un décret du 4 septembre 1939 prévoyait l’incorporation dans des « sections d’exclus » pour les jeunes condamnés à des courtes peines, et dans des « groupes spéciaux d’étrangers » pour les plus âgés54.

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42 Entre le printemps 1939 et l’armistice de juin 1940, le nombre de compagnies ne fit que s’accroître passant respectivement de 53 en avril, à 79 en septembre, à 102 en novembre, à 180 en décembre et à plus de 220 en avril 1940. À cette date, l’état-major de l’Armée faisait savoir que les 104 000 ex-miliciens espagnols réfugiés en France avaient tous été astreints au service des prestations : 55 000 avaient été organisés en CTE ; 40 000 avaient été directement placés par le ministère du Travail dans l’industrie ou l’agriculture ; 6000 s’étaient engagés dans la Légion ou les Régiments de marche de volontaires étrangers ; et 3000 inaptes à tout travail avaient été maintenus dans les camps55. Les compagnies étaient disséminées dans soixante-sept départements. Les Pyrénées-Orientales arrivaient en tête avec 29 compagnies, suivies par les départements de la Vienne (11), de l’Yonne (10), de la Meuse (9), de la Moselle (9), du Nord (9), de la Gironde (9), du Var (9), des Hautes-Alpes (8), du Tarn-et-Garonne (8), du Loir-et-Cher (7) et du Lot-et-Garonne (7)56. 43 L’histoire des CTE vira au cauchemar et au drame à la fin de la Troisième République. Par un concours de circonstances malchanceux, la trajectoire des prestataires finit par se confondre avec celle des réfugiés qui s’étaient engagés dans la Légion étrangère et les Régiments de marche de volontaires étrangers. Lors de l’offensive des troupes allemandes contre l’armée française en mai 1940, nombre de CTE qui avaient été déployées dans la zone des armées pour y réaliser des travaux de fortification et de défense passive, se retrouvèrent soudain au milieu des combats ou sous le feu de l’aviation ennemie57. Pendant la bataille de Dunkerque, par exemple, un commandant d’une compagnie stationnée dans le secteur des Flandres racontait que son unité avait été « rejetée de cantonnement en cantonnement, au milieu d’éléments de troupes, au contact avec l’ennemi » et qu’elle avait « subi des pertes sensibles », notamment au cours du bombardement du 22 mai 1940 à Loon-Plage dans le Nord58. Certains travailleurs perdirent la vie, d’autres furent capturés par la Wehrmacht, et les plus chanceux parvinrent, tant bien que mal, à rejoindre la zone libre, après un long exode à travers la France. Parmi les 5500 Espagnols décédés au cours de la bataille de France et de Narvik, figuraient, sans que l’on puisse en évaluer le nombre exact, des réfugiés incorporés dans les CTE. Après la défaite, la Wermacht et les Einsatzkommandos firent prisonniers plusieurs milliers de prestataires en zone occupée. Sur ordre d’Hitler, ceux- ci furent, à partir du mois de septembre 1940, dépossédés du statut de prisonniers de guerre, remis à la police secrète d’État et conduits dans des camps de concentration en Allemagne : Ces transferts vers de camps de concentration correspondent vraisemblablement à des représailles générales décidées au plus haut niveau, à Berlin même, contre tous les anciens « combattants rouges d’Espagne », qu’ils fassent partie du Reich ou qu’ils soient arrêtés dans les pays annexés ou occupés. L’ordre écrit daté du 25 septembre 1940 que nous avons pu retrouver n’est peut-être pas le premier ; il émane en tout cas du chef de la police de sécurité allemande. Il y est prescrit de mettre en détention, au mois pour la durée de la guerre, les combattants rouges d’Espagne arrêtés par la Wermacht ou les Einsatzkommandos et de les interroger en détail [...] Ainsi, environ 7 200 républicains espagnols sont envoyés dans l’ensemble concentrationnaire de Mathausen – camp central et camps annexes comme celui de Gusen – où ils sont employés à l’exploitation des carrières de granit. Le taux de mortalité des détenus marqués d’un triangle bleu « Rotspanier », est bien supérieur à celui de l’ensemble des autres détenus du camp59. 44 Ce système de travail obligatoire légalisé par le décret-loi du 12 avril 1939 s’exerça au détriment des travailleurs étrangers, mais il bénéficia, en revanche, à l’État et aux

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employeurs privés qui surent habilement tirer leur épingle du jeu. En effet, même si la mise en place des CTE occasionna des coûts supplémentaires estimés à environ 300 millions de francs, pour l’habillement, le couchage, l’alimentation, l’achat de baraques, le salaire du personnel d’encadrement et la solde des prestataires, l’État réalisa dans le même temps des économies considérables, de l’ordre de 350 millions de francs sur les travaux de fortification. Cela n’a rien d’étonnant, car la main-d’œuvre étrangère revenait en moyenne 66 % moins chère que la main-d’œuvre française.

NOTES

1. Archives Départementales de l’Hérault (ADH), 2W602. Circulaire du ministre de l’Intérieur aux préfets (19/09/1939): « L’état de guerre d’une part, et les nécessités de l’hébergement des populations françaises d’autre part, rendent plus que jamais désirable le retour en Espagne du plus grand nombre possible de réfugiés espagnols et surtout des éléments non susceptibles d’apporter à l’économie française le concours d’un travail utile ». 2. A. Egido León, « Republicanos españoles en la Francia de Vichy. Mano de obra para el invasor », Ayer, n° 46, 2002, p. 189-208. 3. Convention n° 29 de l’OIT concernant le travail forcé ou obligatoire adoptée à Genève le 28 juin 1930. 4. Article 2 de la Convention de l’OIT du 28 juin 1930. 5. B. Fall, « Le travail forcé en Afrique occidentale française (1940-1946) », Civilisations, 41 (1993), p. 4 [article en ligne]. 6. P. Gaida, Camps de travail sous Vichy. Les « Groupes de Travailleurs étrangers » (GTE) en France et en Afrique du Nord 1940-1944, Paris, 2007. Thèse inédite soutenue sous la direction de Denis Peschanski (Paris I), p. 5-7. 7. B. Fall, Le travail forcé en Afrique Occidentale Française 1900-1946, Paris, Karthala, 1993. 8. B. Fall, « Le travail forcé en Afrique occidentale française (1940-1946) », op. cit., p. 1-5. 9. Journal Officiel du 13 juillet 1938. Loi sur l’organisation générale de la nation pour le temps de la guerre. 10. Journal Officiel du 13 juillet 1938, p. 1. 11. Journal Officiel du 13 juillet 1938, p. 2. 12. Journal Officiel du 16 avril 1939, p. 4910. 13. Service Historique de l’Armée de Terre (SHAT), 31N53. Note n° 1790 du général Gamelin du 20 avril 1939. 14. Journal Officiel du 16 avril 1939, p. 4910. 15. ADH, 15W1. Instruction sur l’organisation et l’utilisation des travailleurs étrangers (prestataires) en temps de guerre, p. 1. L’École militaire se trouvait à l’adresse suivante: 14 Place Joffre. 16. ADH, 15W1. Instruction sur l’organisation et l’utilisation des travailleurs étrangers (prestataires) en temps de guerre, p. 30. 17. ADH, 15W1. Instruction sur l’organisation et l’utilisation des travailleurs étrangers (prestataires) en temps de guerre, p. 3. 18. ADH, 15W1. Instruction sur l’organisation et l’utilisation des travailleurs étrangers (prestataires) en temps de guerre, p. 10.

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19. L’ordonnance est un domestique militaire, un soldat attaché à un officier ou un officier attaché à un commandant en chef. 20. Cette prime de rendement s’avérait, dans bien des cas, être davantage une fiction qu’une réalité. 21. ADH, 15W1. Instruction sur l’organisation et l’utilisation des travailleurs étrangers (prestataires) en temps de guerre, p. 13: « Les allocations militaires sont attribuées aux familles des Travailleurs étrangers reconnues nécessiteuses, conformément à la réglementation en vigueur et notamment aux dispositions des Décrets du 1er septembre 1939 et du 6 novembre 1939. Seules les familles résidant en France, Algérie, Colonies, pays de protectorat ou territoires sous mandat français, peuvent bénéficier de ces dispositions et les allocations cessent d’être versées lorsque les familles quittent ces territoires ». 22. ADH, 15W1. Instruction sur l’organisation et l’utilisation des travailleurs étrangers (prestataires) en temps de guerre, p. 19. 23. ADH, 15W1. Instruction sur l’organisation et l’utilisation des travailleurs étrangers (prestataires) en temps de guerre, p. 20. 24. ADH, 15W1. Instruction sur l’organisation et l’utilisation des travailleurs étrangers (prestataires) en temps de guerre, p. 21: « La définition des artisans ruraux est fixée par la nomenclature adoptée pour l’application de la loi sur les allocations familiales en agriculture (maréchaux-ferrants, forgerons, réparateurs de machines agricoles, bourreliers, sabotiers, tonneliers, charrons ». 25. ADH, 15W1. Instruction sur l’organisation et l’utilisation des travailleurs étrangers (prestataires) en temps de guerre, p. 27. 26. P. Gaida, Camps de travail sous Vichy. Les « Groupes de Travailleurs étrangers » (GTE) en France et en Afrique du Nord 1940-1944, op. cit., p. 19. 27. ADH, 2W602. Circulaire du ministère de l’Intérieur aux préfets (5/05/1939). 28. G. Dreyfus-Armand, L’exil des républicains espagnols en France. De la Guerre civile à la mort de Franco, Paris, Albin Michel, 1999, p. 109. 29. ADH, 2W602. Circulaire du ministère de l’Intérieur aux préfets (5/05/1939). 30. ADH, 2W602. Circulaire n° 515 du ministre de l’Intérieur (13/01/1940). 31. G. Dreyfus-Armand, L’exil des républicains espagnols en France, op. cit., p. 112. 32. B. Bennassar, La guerre d’Espagne et ses lendemains, Paris, Perrin, 2004, p. 435. 33. B. Bennassar, « L’apport des réfugiés à l’économie (1939-1941) », in Républicains espagnols en Midi-Pyrénées. Exil, histoire, mémoire, Toulouse, PUM, 2005, p. 155-162. 34. B. Bennassar, « L’apport des réfugiés à l’économie (1939-1941) », op. cit., p. 160. 35. B. Bennassar, La guerre d’Espagne et ses lendemains, op. cit., p. 432. 36. M. Armingol, Mémoires d’un exilé espagnol insoumis 1931-1992, Paris, L’Harmattan, 1995, p. 154. 37. ADH, 2W602. Lettre de Jean Moulin datée du 13 décembre 1939. 38. ADH, 2W602. Ministre de l’Intérieur aux préfets (1/08/1939). 39. J. Rubio, La emigración española a Francia, Barcelone, Ariel, 1974, p. 152-154. 40. G. Dreyfus-Armand, L’exil des républicains espagnols en France, op. cit., p. 111. 41. SHAT, 7N429. Rapport n° 212 sur le camp d’Espagnols à Suippes (3/06/39). 42. SHAT, 7N327. Lettre du maire de Dax du 15 mai 1940. 43. S. Zorzin, Le camp de Septfonds (Tarn-et-Garonne). Soixante ans d’histoire et de mémoire (1939-1999), Bordeaux, IEP, 2000, p. 38. 44. F. Guilhem, « Les réfugiés espagnols en Haute-Garonne », in: Républicains espagnols en Midi- Pyrénées. Exil, histoire, mémoire, op. cit., p. 294. 45. G. Dreyfus-Armand, L’exil des républicains espagnols en France, op. cit., p. 311. 46. B. Bennassar, « L’apport des réfugiés à l’économie (1939-1941) », op. cit., p. 161. 47. J. F. Berdah, « L’Ariège et la question espagnole (1936-1945) », in: Républicains espagnols en Midi-Pyrénées. Exil, histoire, mémoire, op. cit., p. 281.

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48. SHAT, 3P53. Carte de stationnement des CTE (1939-1940). 49. SHAT, 3P53. CTE dans la région des Alpes (hiver 1939-1940). 50. SHAT, 7N327. Lettre de l’Union électrique de France (16/04/1940). 51. P. Gaida, Camps de travail sous Vichy, op. cit., p. 25. 52. G. Dreyfus-Armand, L’exil des républicains espagnols en France, op. cit., p. 116. 53. P. Gaida, Camps de travail sous Vichy, op. cit., p. 22. 54. P. Gaida, Camps de travail sous Vichy, op. cit., p. 23. 55. G. Dreyfus-Armand, L’exil des républicains espagnols en France, op. cit., p. 113. 56. En mai 1940, environ 100 CTE étaient affectées aux armées: Région 1 (8 CTE), Région 2 (3 CTE), Région 4 (2 CTE), Région 5 (20 CTE), Région 6 (12 CTE), Région 7 (2 CTE), Région 8 (2 CTE), Région 9 (5 CTE), Région 14 (32 CTE), Région 15 (11 CTE), Région 16 (12 CTE) et Région 17 (1 CTE). 57. D. Wingeate Pike, Españoles en el Holocausto. Vida y muerte de los republicanos en Mauthausen, Barcelone, Random House Mondadori, 2004. 58. P. Gaida, Camps de travail sous Vichy, op. cit., p. 29. 59. G. Dreyfus-Armand, L’exil des républicains espagnols en France, op. cit., p. 123.

RÉSUMÉS

Cet article analyse la création des compagnies de travailleurs étrangers (CTE) en France à la fin de la Troisième République. Par un décret-loi du 12 avril 1939, environ 55 000 réfugiés espagnols furent contraints au travail obligatoire, principalement au service des armées, dans l’agriculture et dans l’industrie de l’armement.

This article studies the creation of the Companies of Foreign Workers (CTE) in France towards the end of the Third Republic. Through a decree of 12th April 1939, about 55 000 Spanish refugees were forced to work, mostly for the Army, in the agricultural sector and for the arms industry.

Este artículo analiza la creación de las compañías de trabajadores extranjeros (CTE) en Francia a finales de la Tercera República. Por un dereto-ley del 12 de abril de 1939, unos 55000 refugiados españoles fueron forzados a trabajar, principalmente en los ejércitos, en la agricultura y en las industrias de armamento.

INDEX

Palabras claves : compañías de trabajadores extranjeros, CTE, Tercera República, refugiados españoles, trabajo obligatorio Keywords : the Compagnies of Foreign Workers, CTE, Third republic, spanish refugees, compulsory work Mots-clés : compagnies de travailleurs étrangers, CTE, Troisième République, réfugiés espagnols, travail obligatoire

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AUTEUR

VINCENT PARELLO

Université Bordeaux Montaigne

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Varia

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Varia

Article

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La Italia española de un poeta de Sevilla en torno a una nueva edición de Gutierre de Cetina (1520-c.1554)

Mercedes Blanco

NOTA DEL AUTOR

Gutierre de Cetina, Rimas, ed. Jesús Ponce Cárdenas, Madrid, Cátedra, 2014, 1238 p.

1 Jesús Ponce Cárdenas ya había demostrado, en sus ediciones de Francisco de Medrano y Anastasio Pantaleón de Ribera, y últimamente de la Fábula de Polifemo y Galatea de Góngora (Madrid, Cátedra, 2012), sobresalientes cualidades para la tarea. Colma, con este nuevo trabajo, las expectativas que despiertan los anteriores. Sus Rimas de Gutierre de Cetina (c. 1515-1554 a 1557) arrojan potente luz sobre la personalidad del poeta y dan a leer del modo más grato y provechoso los versos de este sevillano de perfil típicamente renacentista. Como sabíamos ya, y verificamos en esta edición con superiores precisión y nitidez, Cetina representa el momento en que la poesía española absorbe definitivamente mucho de lo que la cultura del Renacimiento había ido depositando en la lengua literaria de Italia2. El libro, que sobrepasa las mil doscientas páginas, ha sido realizado por la editorial Cátedra para su colección «Letras hispánicas» con un esmero y liberalidad que la hacen acreedora de la gratitud de los estudiosos y merecen que le auguremos éxito con los lectores.

2 Como en sus anteriores trabajos editoriales, Jesús Ponce plantea la introducción como una amplia monografía, que no se limita a sintetizar lo ya sabido sino que lo enriquece con hallazgos propios y lo anima con un punto de vista original. Se abre con una concisa y elegante biografía del poeta (pp. 11-37), apoyada en la documentación disponible (hallada hace tiempo por Narciso Alonso Cortes3, Rafael Lapesa4 y Marcel Bataillon5, en lo que atañe a Italia, y por Francisco Rodríguez Marín, en lo referente al caso violento sufrido en Méjico en 15546). Con respecto a la biografía redactada por Begoña López Bueno para su libro de 1978, las pocas novedades documentales permiten caracterizar mejor la parentela de Cetina, con evidencia de un linaje converso por el

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lado paterno y el materno, de que no parece haber habido sospecha hasta los trabajos de Ruth Pike7 y de Juan Gil 8. Jesús Ponce amplifica el relato basado en esta documentación mediante datos adyacentes, que proceden de investigaciones recientes o propias, y permiten imaginar el entorno social y cultural de Cetina, en las varias fases de su trayectoria: empezando por la adolescencia, sobre la cual carecemos de documentos, en pleno auge de Sevilla; y siguiendo por la juventud en que nos topamos a Cetina desempeñando funciones de agente de Francisco Duarte, pariente lejano y sin duda amigo de su padre Beltrán de Cetina. Fue probablemente el hábil Duarte, que pasó de Factor de la Casa de Contratación de Sevilla a «Contador de Cuentas de su Majestad en Italia, y Proveedor y Comisario general de sus armadas y ejércitos», quien lanzó la carrera del joven sevillano al asociarlo a su personal administrativo: en una carta del alto funcionario dirigida al secretario Francisco de los Cobos, fechada en Corfú el 10 de octubre de 1538, que habla de la organización de la defensa de Italia frente a la armada turca, Cetina aparece como encargado de acompañar cuatro naves con bastimentos con rumbo a Otranto, y de llevar cartas de instrucción para las autoridades españolas en Apulia y Nápoles. Pocos meses después nos lo encontramos convertido en criado del brillante Ferrante Gonzaga, virrey de Sicilia de 1535 a 1546 y más tarde gobernador de Lombardía, para quien desempeñará cometidos de correo y portavoz con Carlos V y con el príncipe Felipe, y a quien acompañará en una victoriosa campaña militar en Alemania, Flandes y Norte de Francia (1543-1544). Sigue a estos años, que deben esporádica luz documental al paso de Cetina por los centros vitales del Imperio, la estancia en Sevilla (1548-1553), al parecer pobre en acontecimientos, de que se tiene noticia principalmente por la tardía semblanza biográfica del Libro de retratos de Pacheco (1599). Por último, un período de residencia en México, truncado en fecha incierta por la muerte. Esta se debió probablemente a las salvajes cuchichadas sufridas en La Puebla a raíz de un sórdido affaire más o menos sentimental, pese a que en un primer momento el poeta pareció reponerse de sus graves heridas. 3 Se desprende de la biografía un perfil social bien caracterizado: Cetina perteneció a una familia sevillana de rica burguesía con antepasados conversos por ambas ramas, lo que no le impidió integrarse, como caballero, cortesano y militar, al ambiente de la nobleza hispano-italiana y al servicio directo de la monarquía hispánica en su momento de mayor esplendor. Por alguna razón desconocida, abandonó esa carrera para retirarse a Sevilla y luego para ir a buscar fortuna en México siguiendo un camino ya trazado por su rica familia materna –al amparo de un tío, Gonzalo López, marido de la hermana de su madre y que desempeñaba el cargo de Procurador de la Audiencia mexicana. Sería tentador ver en esta posición ambigua una de las causas de la inestabilidad de su inspiración (que alterna, en contraste con lo que se verificaba en los nobles Boscán y Garcilaso, lo grave y elevado y lo festivo y burlesco) si ésta no se verificara en su contemporáneo Diego Hurtado de Mendoza, miembro de la más alta y opulenta nobleza castellana. Este famoso embajador imperial en Venecia y en Roma tiene afinidades con Cetina, que la edición que reseñamos recalca, marcando los puntos de encuentro entre ambos ingenios: el interés por el epigrama antiguo y neolatino y sus adaptaciones vernáculas (pp. 56-77), el cultivo de las estancias en octavas, predilectas de Hurtado de Mendoza y que también frecuenta Cetina, como observa Ponce por primera vez (p. 67), el capitolo en tercetos de tema amoroso; el encomio paradójico en prosa y en verso; la epístola familiar en versos sueltos o en tercetos (pp. 97-106). Ambos comparten el gusto por la pintura9 y la admiración por Tiziano (entonces de rigor en círculos cortesanos), y en ambos la lírica amorosa, aunque de signo más puramente petrarquista en Cetina –lo

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que muy bien podría deberse a los quince años que le lleva Hurtado de Mendoza–, coexiste con una vena jocosa y desenfadada, proclive al chiste y al equívoco salaz. De esta proximidad de ambos ingenios son síntoma algunos poemas atribuidos por los códices alternativamente a uno u otro: así los tercetos «A la pulga», y «En alabanza de la cola». Jesús Ponce los edita en estas Rimas (pp. 950-968 y pp. 1024-1049) y basa su atribución a Cetina en las reflexiones de los recientes editores del Cancionero sevillano de Toledo10. Sin embargo el atento editor de Hurtado de Mendoza, J. Ignacio Díez Fernández, incluye ambos textos respectivamente entre los de autoría segura de su poeta, y los de atribución compartida11. 4 La cultura de Cetina, contrariamente a la del rico diplomático, debió de ser principalmente vernácula, aunque no ignoró el latín, como parecen indicarlo sus traducciones de tres de las Heroidas de Ovidio (pp. 1151-1201) y el soneto CLII, que se presenta como «traducción de un epigrama latino» y es en efecto adaptación de un epigrama celebérrimo de atribución discutida, «Thrax puer adstricto glacie cum luderet Hebro» (pp. 506-508). Todo ello no sobrepasa mucho, con todo, el nivel de ejercicios escolares. Su Fábula de Amor y Psique, única incursión en el ámbito del «epyllion» 12, traduce un poema anónimo italiano, la Favola di Psiche. Esta composición de treinta y dos octavas que versifica con gracia el famoso cuento engastado en El asno de oro, sirvió de leyenda a una bellísima serie de 32 grabados, publicados en Roma en 1532 por Antonio Martínez de Salamanca, cuyas buenas reproducciones amenizan estas Rimas (pp. 831-883). La minuciosa comparación que lleva a cabo Jesús Ponce entre los versos del anónimo italiano, el relato en prosa latina que este resume, y la traducción de Cetina, permite ver que en ningún momento el poeta castellano procuró enriquecer su versión interpolando algún detalle directamente tomado del soberbio texto de Apuleyo. Al contrario, elimina expresiones características del escritor latino que sí había retenido el autor de la Favola di Psiche. Como observa Ponce, en «seis de las treinta y dos estrofas», Cetina incorpora en cambio algún tipo de fórmula «que exhorta a la fruición visual, dirigiendo la mirada hacia algún elemento de la imago» (p. 132), con expresiones como «Vesla aquí», «Vesla allá», «Mira cómo», «Allí aparece». Todo ello sugiere que Cetina escribió teniendo delante la serie de grabados con sus octavas italianas al pie, y desde luego no se preocupó de abrir El asno de oro, indicio del carácter moderno, cortesano y vernáculo de sus hábitos como lector y escritor. 5 El texto de Rimas está basado, suponemos, en el cotejo de los diferentes códices en que aparece la poesía de Cetina, de los cuales el más importante es el Ms RAE-RM 6939, único que le está dedicado en exclusiva y que «se estima copia temprana de un códice autógrafo». Además de otros tres cartapacios que contienen un grupo más o menos nutrido de composiciones de nuestro poeta, algunas copias de poesías aisladas aparecen en cancioneros de varios autores, de que hace recuento José Manuel Rico en una contribución calificada de «capital» por Jesús Ponce13. La edición que este lleva a cabo, tal vez por imperativos editoriales, carece de aparato crítico, y no suele indicar la procedencia de los textos. Estos se presentan modernizados, según normas no precisadas que son las habituales en la colección. 6 La anotación, aspecto altamente encomiable de la labor editorial de Jesús Ponce que ya había podido apreciarse en la Fábula de Polifemo de Góngora, se concibe como el acopio de todos los datos que se han podido rastrear para aclarar cada poema y sus circunstancias y pone a disposición del lector la tradición literaria sobre cuyo fondo el texto recupera todo su sentido y cobra máximo relieve. Lo cual implica una erudita y

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sutil paráfrasis de aquellos pasajes que se resisten a la inmediata inteligencia; así como la cita integral, en sus idiomas originales, de los textos imitados por Cetina que, salvo casos particulares (la poesía de Ausias March, las Heroidas de Ovidio), son siempre italianos. De estos poetas mayores o menores, pero siempre diestros y cultos, Cetina escoge, salvo en los casos de Petrarca y Tansillo, un corto número de textos, a menudo uno solo. Suele tratarse de sonetos populares entre los literatos, valga el oxímoron, y cuya imitación por muchos (a veces casi pura traducción, a veces reelaboración más o menos libre) viene a ser homenaje al logro memorable de un poeta, ya sea éste célebre o casi desconocido14. Cuando el poema de Cetina no sigue, que sepamos, ningún modelo, la anotación de Jesús Ponce, por lo general más extensa que el texto mismo, señala los motivos que vertebran la composición, ya sean comparaciones, alegorías u otras figuras, referencias mitológicas, sentencias o conceptos. Estos motivos se ilustran con lugares paralelos hallados en poetas que Cetina pudo leer, o que pudieron leerle. Cada vez que el poema hace intervenir a un personaje histórico, el comentario, completado por las notas, da cumplida información sobre dicho personaje en aquellos aspectos susceptibles de iluminar el contenido de los versos. A menudo el editor engasta en su anotación, una densa monografía sobre un tema importante y poco o mal estudiado. Buen ejemplo de ello son las casi cuatro apretadas páginas en letra menuda que dedica al secretario de Estado, Gonzalo Pérez, en su calidad de poeta y amigo de poetas, con ocasión del soneto (más amistoso que cortesano) que le dirigió Cetina (pp. 679-683). Resultado de la ingente suma de datos, de textos, de apuntes exegéticos así reunidos, el volumen puede aportar al lector atento una verdadera iniciación al mundo de Cetina. De su lectura pausada salimos habiendo tratado, de la mano del poeta y guiados por Jesús Ponce, a miembros de la aristocracia como Ferrante Gonzaga, príncipe de Molfetta, su mujer Isabella de Capua, el embajador Diego Hurtado de Mendoza, el capitán y gobernador Luis de Leyva, príncipe de Áscoli, don Gonzalo Fernández de Córdoba, tercer duque de Sessa15; a soldados, cortesanos y humanistas como Jerónimo de Urrea, Jorge de Montemayor, Juan de Rojas Sarmiento; a numerosas damas, bastante desdibujadas como individuos, de las diversas cortes por las que anduvo Cetina – Valladolid, Palermo, Nápoles, Milán–; a clérigos y letrados de Sevilla, o del área catalana, como mosén Onofre Gualbes, identificado por Jesús Ponce como el destinatario de la epístola «a Pavordre Gualbes» (pp. 1076-1081). Este representante del alto clero y de los círculos humanistas catalanes, que ostentó el cargo de Administrador del studium de Barcelona (1544-1559), pudo ser el interlocutor a quien debió el poeta su frecuentación asidua de Ausias March16. En definitiva, leemos en estas Rimas la poesía de Cetina, y a un tiempo vemos al hombre en cierto modo redivivo, actuando en la red de relaciones sociales que lo constituyó como sujeto, determinó sus preocupaciones y modos de sentir y en la que se sitúa su voz. 7 Por lo demás, la introducción dedica una importante sección a la fama y al influjo de Cetina en las generaciones posteriores: «Un poeta ante la historia. El primer canon bético» (pp. 174-178). Se citan ahí y se comentan con agudeza extractos de Fernando de Herrera, Luis Barahona de Soto, Juan de Mal Lara, Cristóbal de Mesa, Juan de la Cueva, Francisco Pacheco, que permiten apreciar la amplitud y la hondura del recuerdo dejado por nuestro poeta en la segunda mitad del siglo, en las dos vertientes del amor y del humor, de la lírica amorosa y de la poesía festiva. 8 Por esta segunda faceta de su talento, Cetina hizo oficio de mediador entre la poesía satírica de Italia (en la estela de los dos grandes modelos –opuestos entre sí– de la sátira renacentista italiana, Lodovico Ariosto y Francesco Berni), y por otro lado la floreciente

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poesía jocosa sevillana de finales de siglo, fermento a su vez de la rica producción «burlesca» española del siglo XVII. Sintomática resulta su relación con el gran maestro de las «sales sevillanas», Baltasar del Alcázar (1530-1606), quince años más joven que Cetina, y que perteneció como él a una estirpe de ricos hacendados conversos con fama y costumbres de hidalgos, que lograron brillantes carreras en la alta administración municipal, eclesiástica o cortesana. De la amistad de Alcázar con Cetina (cuando este último, ya de regreso a Sevilla, debía de ocuparse de la gestión de negocios familiares) dan testimonio Pacheco en el Libro de retratos (1599), los cuatro entusiastas sonetos de elogio escritos por el joven Alcázar17, y las dos epístolas que intercambiaron ambos escritores. Significativamente versan sobre los tópicos más frecuentados, y en cierto modo definitorios, de la epístola de tipo horaciano-ariostesco: el tedio de vivir en el campo, alternando con rústicos villanos (asunto que se presta a un ethos jovial y escéptico) y el disgusto de hallarse en la ciudad, en medio de la feria de las vanidades, ambiciones y mentiras (tópico de índole más amarga, y propicio a reflexiones morales de signo más o menos estoico)18. Muy apropiadamente es el joven Alcázar quien inicia la correspondencia tratando el primer tema; y el maduro Cetina quien le contesta con el segundo. Sobre todo ello, ofrecen las Rimas que reseñamos cumplida información y sustancioso comentario (pp. 1118-1132). 9 En la vena amorosa, se verifica el papel de mediador desempeñado por Cetina para el petrarquismo hispanizado iniciado por Boscán y Garcilaso y que iba a convertirse en el idioma común de la poesía al menos hasta las primeras generaciones del siglo XVII. Se trasvasa entonces definitivamente en el «toscano» de Petrarca y de Boccaccio, adoptado como lengua literaria en toda la geografía italiana, la herencia del humanismo del Quattrocento, un humanismo de filólogos, en el más noble sentido del término, y de escritores latinos o bilingües, para quien el latín es modo de expresión natural y privilegiado. 10 Italia, en el segundo tercio del siglo XVI, intenta reponerse de la traumática inestabilidad política y de la interminable guerra de décadas anteriores, al precio de una pérdida de «libertad» a la que muchos se resignan no sin amargura. Este país en grave crisis sigue teniendo a su favor una producción deslumbrante en calidad y cantidad en todas las áreas de las letras, el pensamiento, los saberes y las artes. Los españoles, asentados en la Italia meridional ya a finales de la Edad Media, cosechan a lo largo del siglo XVI en ventajas materiales y simbólicas los éxitos militares y diplomáticos de su monarquía, que domina desde el Milanesado a Sicilia y se convierte en potencia hegemónica en Europa, logrando relegar a Francia al precio de una lucha agotadora. No obstante, en número de personas alfabetizadas, de poetas con cultura humanística, de eruditos helenistas o expertos en antigüedades, de plumas elocuentes, de damas cultas, de libros impresos, de arquitectos, escultores, pintores, artesanos del metal, de la madera, de la piedra o del tejido, botánicos, ingenieros, matemáticos, filósofos naturales, músicos doctos, toda España, por aquel entonces, pesa tal vez menos que Nápoles, Roma, Florencia o Venecia, no mucho más que Génova, el Milanesado o Sicilia. En la época de actividad de Cetina, el segundo tercio del siglo XVI, los españoles son algo más que receptores ávidos de las obras creadas en Italia y dispuestos a tomar en préstamo aspectos de su cultura, como lo son ya por entonces los franceses y lo serán, algo más tarde, los ingleses y la mayoría de los europeos. Llamados a inmiscuirse en posición de fuerza en los asuntos internos italianos, llevando como vanguardia una pequeña élite de nobles, clérigos, letrados mercaderes y soldados que allí viajan por afán de aventuras o deseo de medro, los naturales de los diferentes reinos de la

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Península ibérica son arrastrados por el torbellino de una cultura de inaudito vigor, por una literatura en plena fase de unificación sobre nuevas bases y en nuevas condiciones políticas y lingüísticas, dominada ahora por una lengua vernácula de uso cada vez más amplio, cuyo manejo al menos pasivo resulta facilísimo a los españoles más avispados y con algún bagaje de letras latinas. De lo que resulta la integración de España, como una parte más, casi una provincia aunque de particularidad irreductible, en un movimiento complejo cuyo excipiente linguístico-literario, y cuyo exponente más vistoso entre las élites cortesanas, es el nuevo petrarquismo19. 11 Ahora bien, Gutierre de Cetina se encuentra inmerso en el ambiente de la Italia española en la década que tal vez marca el ápice del petrarquismo del «Cinquecento», fenómeno de distinta naturaleza y alcance que otras modalidades, anteriores, de imitación de Petrarca. La pujanza de este fenómeno que se fragua en pequeños círculos cortesanos y urbanos de nobles y letrados, irrumpe en oleadas sucesivas, en una esfera pública extendida a toda Italia, y pronto a toda Europa, cimentando la unidad cultural de la península y contribuyendo a la expansión extrapeninsular de la cultura italiana. A ello contribuyó desde mediados de siglo la impresión, que debió arrojar pingües beneficios, de una serie de copiosos cancioneros colectivos. El momento álgido de esta actividad de las prensas se sitúa entre 1545 y 1570 aproximadamente, y la iniciativa procedió de un gran impresor veneciano con gran sentido del negocio editorial, Gabriele Giolito de Ferraris. Éste inicia la serie de los volúmenes colectivos de Rime diverse (nueve partes o libros, con muchas reediciones), a los que seguirán pocos años más tarde antologías de antologías, las selectas Rime scelte y Fiori d’illustri poeti. En el conjunto de estos volúmenes se recogen miles de textos de centenares de poetas de todas las regiones de Italia20. Los años de estancia de Cetina en Italia (de finales de la década de 1530 hasta finales de la década siguiente) coinciden con este momento que marca, con un segundo nacimiento de la poesía, el despegue definitivo de la lengua vernácula como vehículo preferente y casi exclusivo de toda creación verbal, poética y oratoria21. A la incorporación o más bien a la agregación de la cultura hispánica a lo que está sucediendo en Italia, que se acelera en la década de 1530, coincidiendo a la vez con la hegemonía del petrarquismo y con la construcción de un poder virreinal fuerte en Nápoles, contribuye en modo muy señalado este inquieto hidalgo sevillano, por la variedad de frentes que abre y por la influencia que sus experimentaciones ejercen en poetas de su generación y de las siguientes. 12 Los pormenores de esta influencia son uno de los muchos aportes de la edición de Jesús Ponce, quien demuestra los esfuerzos pioneros del poeta sevillano, en los campos del madrigal en que su «excelencia de primero», como diría Gracián, es más notoria; de la elegía, de la epístola (géneros en los que sucede inmediatamente a sus primeros cultivadores en castellano, Boscán y Garcilaso); del epigrama, del capitolo y de la carta amorosa en tercetos, de las composiciones ecfrásticas asociadas a una pintura o retrato (prácticas poéticas en que comparte la primacía con Diego Hurtado de Mendoza). Estos textos de nueva planta incitaron a poetas castellanos, y en primer lugar a muchos andaluces, que no habían tenido su experiencia italiana, a proseguir por los derroteros por él marcados. Valora también el editor con impecable precisión la importación por Cetina de microgéneros nacidos en Italia, y que proseguirán su trayectoria en España a veces hasta entrado el siglo XVII: los enfados, transposición de las noie, inauguradas por el florentino Antonio Pucci en el siglo XIV y de que Cetina escribe el primer testimonio hispánico en su Epístola en forma de enfados, probablemente dirigida al duque de Sessa (p. 1088-9)22; la cantilena oculorum, término empleado por Petrarca para un poema suyo,

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que iniciaría una cadena de textos similares (pp. 112-114); la canción «disperata» inventada por Saviozzo y cultivada por los petrarquistas cortesanos de finales del Quattrocento como Tebaldeo (pp. 114-117); la partita y la ritornata, subgéneros del capítulo amoroso; el escondit trovadoresco, que «se difundió en la lírica italiana a partir de la canción CCVI de Petrarca»; la mascarada, «naciente género áulico cultivado en Italia por dos de los autores más admirados del momento, Pietro Bembo y Luigi Tansillo» (p. 118), que inaugura Cetina en castellano con su poema «en máscara de diez peregrinos» en veinte octavas reales, escrito para los festejos carnavalescos de la corte virreinal de Palermo. 13 Con este italianismo multiforme y militante contrasta el magisterio del valenciano Ausias March (1397-1459), poeta de cultura escolástica y trovadoresca, de corte prehumanístico23, cuyo potente influjo en la poesía de Cetina descubrió, a principios del siglo XX, Alfred Miles Withers24. Jesús Ponce transcribe en sus notas los pasajes de March en que se inspiran muchas composiciones de Cetina, y consigna también la traducción castellana de Jorge de Montemayor25, cuya versión de los poemas marquianos fue impresa en 1560 (no siempre, hay que decirlo, resulta muy fiel o acertada esta traducción). Cetina suele tomar de Ausias March un pensamiento o sentencia de los muchos tan vigorosamente forjados por este poeta y se sirve de él como punto de partida, aunque por lo general tiende a debilitarlo y a diluirlo en el petrarquismo ecléctico que es la base de su discurso amoroso y de su cultura poética. No queda del todo claro hasta qué punto dominaba el catalán y era capaz de leer de primera mano a un poeta tan difícil como March, aunque las estupendas notas de nuestra edición contienen numerosos materiales y observaciones que permitirían abordar el problema26. Cetina, como otros petrarquistas españoles y portugueses de su tiempo, Diego Hurtado de Mendoza, Jorge de Montemayor, Luis de Camoens, se apoya en el poeta de expresión catalana, posiblemente para contrapesar mediante una voz y doctrina propias la avasalladora influencia de Italia, escapando así al reproche de trivialidad o hasta de plagio («hurto») al que se exponen merecidamente las imitaciones en castellano de los seguidores italianos de Bembo o de Sannazaro, a su vez imitadores de Petrarca. Es posible que imitara a March para corregir la superficialidad de cierto petrarquismo mediante la hondura y gravedad del poeta catalán, o sea por razones similares a las que llevaron a ciertos italianos de esos mismos años a acogerse al magisterio de Dante. Con ello Cetina prolonga, con mayor perseverancia, la tarea de convertir a March en distintivo de una lírica amorosa a la vez italianizante e ibérica, que ya emprendieran Juan Boscán y Garcilaso de la Vega. También en este aspecto, constituye un eslabón importante en la fundación de una poesía española moderna. 14 Como concluye Jesús Ponce, es característico de Cetina el afán de cubrir el mayor número posible de territorios y de anexar nuevos estilos y formas, síntoma tal vez del dinamismo ascendente de su ciudad y de su linaje. Aunque sea difícil deducir nada de una ausencia, querríamos hacer notar que pese a su notable variedad, hay algo que falta con plenitud en estas Rimas, a saber cuanto atañe a la religión, ya sea desde el ángulo circunstancial, devocional y ceremonial, ya desde el espiritual. El tema aflora más que discretamente en escasísimos textos y sólo domina, salvo error por nuestra parte, en un madrigal «¡Ay de mí, sin ventura» (p. 727-728) del que se conoce una sola copia, recogida en el Cancionero sevillano de Toledo y que Jesús Ponce añade al magro aunque famoso corpus de los cinco madrigales hasta ahora conocidos. Se trata del «monólogo dramático» de una monja que se queja de su miserable estado, de la «regla pesada», del «coro importuno», y en suma de la tiránica ley que la condena a una privación de

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libertad a la que sólo pondrá término la muerte. No es el único caso de protesta frente a la ingrata y estéril vida conventual a la que eran condenadas muchas mujeres, como lo ilustran los textos paralelos acopiados por Ponce (de Sebastián de Horozco, Luis Hurtado de Toledo, Cristóbal de Castillejo), pero cobra un patetismo inusitado en una forma, la del madrigal, afectuosa por excelencia. 15 De modo que esta vistosa excepción a la regla de la omisión del tema sacro en el corpus cetiniano, corrobora una frialdad religiosa que no es menos evidente en Garcilaso de la Vega, pero sorprende más en Cetina, que vivió algunos años más, conoció la Italia del Concilio de Trento, entrando tangencialmente en la órbita de la llamada Contrarreforma, y escribió bastantes más textos que el toledano, y con mayor variedad de registros. Los materiales reunidos por Jesús Ponce permiten confirmarlo con otro pequeño dato. Para el soneto CIX, «¡Oh sol, de quien es rayo el sol del cielo…» no había sido identificada la fuente italiana por los estudiosos, Alfred. M. Withers, Joseph G. Fucilla y Begoña López Bueno, que habían hasta hoy investigado con mayor celo el entramado intertextual de la poesía cetiniana. Jesús Ponce descubre que es una indudable adaptación del soneto «O sol, di cui questo bel sole è raggio», publicado en las Rime in morte di messer Carlo suo fratello que se añadieron como sección aparte en las últimas versiones de las Rime de Pietro Bembo27. El soneto bembiano está dirigido a Dios y es uno de los textos «de arrepentimiento» o, más bien, de conversión al amor divino que escribió en edad bastante avanzada y, según sospecha Dionisotti, para facilitar su disputado nombramiento como cardenal28. En cambio el poema de Cetina, cuyos cuartetos traducen los del poema italiano, se resume en una declaración de fidelidad y amor eterno a la dama, pese al tiempo transcurrido en ausencia. Se cierra con una declaración que, por su galante idolatría, no desdice de la religio amoris de los cancioneros hispánicos de principios de siglo XVI: Temor de olvido, grave mal de ausencia, del tiempo el vario curso y de fortuna, y el mal de no te ver, estoy pasando. Mas por rodar del cielo, sol y luna, no temas, claro sol, que tu presencia olvide, pues por la fe la estoy mirando. 16 Esta conversión «a lo humano» de un soneto sacro sirva para recalcar que Cetina no aprovecha la posibilidad que ofrece el petrarquismo de integrar en el decurso de los versos amorosos textos que marquen el desengaño del profano amor y la conversión (si no realizada, al menos deseada) del alma a su Creador29. El hecho resulta más curioso si apreciamos su contraste con lo que puede observarse en los autores favoritos del mismo Cetina, o sea los imitados más pedisecuamente y al parecer con mayor reverencia: Petrarca y Luigi Tansillo. La obra de estos poetas, aunque de signo humanístico y por lo tanto de retórica y hábitos estilísticos aprendidos en los clásicos, y aunque su parte más notable se dedique a enaltecer el amor profano, deja ver la huella de un cristianismo ferviente o inquieto. Jacopo Sannazaro (c. 1458-1530) y Luigi Tansillo (1510-1568), cuyo genio poético domina el Renacimiento meridional en dos momentos clave sucesivos de la historia del reino de Nápoles (ocaso de la dinastía aragonesa y consolidación del poder virreinal)30 destinaron a un asunto sagrado sus dos poemas últimos y más ambiciosos: De partu Virginis (1526) para el primero, y Le lagrime di San Pietro (princeps póstuma de 1585) 31 para el segundo. Si tenemos en cuenta la visión corriente de la España del Siglo de Oro como dominada por un catolicismo que no solo controla férreamente los comportamientos sino invade las conciencias, no deja de ser

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notable que hombres como Cetina vivieran, o a lo menos escribieran, abstrayéndose de las preocupaciones religiosas que tanto pesaban en el ánimo de la mayoría de los europeos. En una Europa soliviantada por fermentos de renovación espiritual que llevan a los laicos a terciar en el debate teológico, no son pocos los españoles, y entre ellos se cuentan varios escritores de primerísima fila, de Garcilaso a Góngora pasando por Cervantes, que trazan una línea divisoria infranqueable entre la esfera profana en que se mueven social y literariamente y la esfera de lo sacro, a la que prefieren asomarse lo menos posible en sus escritos. Lo que sugiere, o por lo menos parece sugerir, que el temor (reverencial o cauto) a la Inquisición tenía en ellos bastante más fuerza que el pavor al infierno.

17 De la obra poética de Cetina (c. 1505-c. 1555) existían hasta ahora dos ediciones; la decimonónica de Joaquín Hazañas y la Rúa, poco accesible y forzosamente superada, y la de los Sonetos y madrigales (Madrid, Cátedra, 1981), trabajo benemérito de Begoña López Bueno, que, al limitarse a dos formas breves, excluía gran parte de las poesías, puesto que no contiene, como recapitula Jesús Ponce «las canciones, las odas, la sextina doble, la Fábula de Amor y Psique, las estancias, los capítulos, las epístolas, las traducciones de las Heroidas y finalmente el conjunto de las composiciones en arte menor (romances, glosas y chistes)»32 que sí figuran en la presente edición. Ciertamente los sonetos destacan entre las poesías del sevillano, por su elevado número (Ponce ha encontrado dos sonetos más que añadir a los 247 sonetos editados por López Bueno33) como por su variedad. Parece indudable que en el cauce del soneto se forja el arte de Cetina. Los madrigales merecen una consideración particular por la precocidad en el cultivo de esta forma y por la extraordinaria fama de uno de ellos (el inevitable pero hermoso «Ojos claros, serenos»). Sin embargo la integración de los demás géneros a las Rimas de Cetina da de él una imagen no sólo más completa, sino más fidedigna. En efecto, como hemos apuntado, la flexibilidad y la curiosidad, a la que sólo puede hacerse justicia viendo la totalidad de sus versos, son tal vez lo más propio de su figura. En contacto precoz con Italia, puesto que los primeros documentos de su larga estancia en aquella península tienen fecha de 1538, cuando Cetina contaba poco más de veinte años, y pronto al servicio de un noble, Ferrante Gonzaga, que por su brillante carrera como militar y político fue pieza maestra del dispositivo de la «Italia española», Cetina emprendió un esfuerzo sostenido de sumarse a las variadas experimentaciones que se llevaban a cabo en esos años cruciales para la literatura. Aunque es muy poco lo que podemos saber del modo en que el interesado concebía su oficina poética, puesto que, al igual que la gran mayoría de sus coetáneos españoles y como muchos italianos, en especial meridionales, no reunió sus textos para la imprenta, ni escribió prosas destinadas a explicarse al respecto, sí pueden espigarse noticias en uno de los géneros que cultivó de modo pionero: la epístola familiar, cercana al modelo ariostesco, con algo de crónica personal, en que se deja constancia estilizada de una vida, de un modo de situarse frente a ella, de unas inquietudes y ambiciones. 18 Cetina escribió cinco composiciones de estas características, estupendamente comentadas y anotadas por Jesús Ponce, que pone de relieve, para explicar los contornos de este género felizmente ensayado por Cetina, lo que el mismo poeta escribe al respecto en unos tercetos de su epístola a Luis de Leyva: Los citados tercetos establecen una separación neta entre el amor y el humor o – dicho en términos cetinianos –entre las ‘delicaduras’ y las ‘locuras’. Creo que, de alguna manera, estas estrofas marcan un importante cambio estético, un punto de inflexión, puesto que permiten contemplar una destacada parte de su

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correspondencia en verso bajo la especie de las cartas familiares del género jocoso. (Rimas, p. 98) 19 Por nuestra parte nos gustaría poner de relieve un testimonio sobre la postura de Cetina como poeta contenida en otra de estas cartas familiares, la ‘Epístola a Diego Hurtado de Mendoza’, interesante pieza muy bien comentada por Ponce (pp. 1096-1117) y ya antes estudiada por José Manuel Rico34. Al dirigirse a su corresponsal, con la timidez propia de un hombre de posición más humilde, Cetina vacila acerca del asunto sobre el que versará su carta en verso. Quiere escribir y busca sobre qué hacerlo, situación típica de la carta familiar, en donde importa no de qué se habla, sino a quién, pues sólo cuenta la amistad que la carta, por su mera existencia, por su deleitable elegancia y por el tono de sinceridad y confianza, contribuye a definir, proclamar y mantener. Por ello no rige el precepto retórico de la unidad y la carta tratará no un tema, sino dos sucesivamente. Cetina se hace primero cronista militar (casi reportero, diríamos hoy) de la campaña del ejército imperial, mandado por Ferrante Gonzaga, contra el duque de Clèves y luego contra su aliado Francisco I de Francia (vv. 52-153). La segunda parte de la epístola desarrolla una sátira de la corte (vv. 154-270) ensayando un tópico que aquí se vierte, tal vez por primera vez en castellano, en la forma de la epístola en tercetos que se volverá cauce preferente para la censura de los males cortesanos; forma en la que será tratado el tópico por otros ingenios y con clásica perfección por los hermanos Argensola. Sin embargo estos temas los elige Cetina, según declara en el exordio de su epístola, después de haber considerado la posibilidad de tratar de amores (que él mismo realizará en su intercambio epistolar con Jerónimo de Urrea o en sonetos a Luis de Leyva), y haberla descartado, no por desdén, sino todo lo contrario. Se halla incapaz de medirse en el decir de amor con la excelencia de Boscán, con la gloria de Garcilaso, y con la elevación que ha logrado su propio corresponsal, don Diego Hurtado de Mendoza: En una confusión estoy dudoso, que no sé qué os escriba que os agrade, que pueda al gusto vuestro ser sabroso. De esta guerra he temor que os desagrade; del suceso de corte no hay qué escriba; de amor ¿ qué diré yo que no os enfade ? La imagen de Boscán, que casi viva debéis tener, hará en vuestra memoria la más hermosa parecer esquiva. Y el Laso de la Vega, cuya historia sabéis, de pïedad y envidia llena, digo, de envidïosos de su gloria. Yo, que a volar he comenzado apena, apenas oso alzarme tanto a vuelo, que no lleve los pies por el arena. Vos, remontando allá casi en el cielo paciendo el alma del manjar divino, ¿ quién sabe si querréis mirar al suelo ? (vv. 31-48) 20 Estas líneas, escritas a raíz de una campaña militar que concluye en el otoño de 1544, son pues poco posteriores a la muerte de Boscán (1542) y a la famosa prínceps de las Obras de Boscán y algunas de Garcilaso de la Vega (Barcelona, Carlos Amorós, 1543). Se desprende de ellas que la fama del primero y la «gloria» del segundo alcanzaban en aquel momento su cénit y que se volvía por ello imperativo, para un ambicioso hidalgo cortesano todavía joven (rondaba los treinta años) comenzar a «volar» por esta senda

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del decir «de amor»: algo que se relaciona con la hermosura, con la gloria, con la elevación del alma que se apacienta «del manjar divino». Este discurso amoroso al modo italianizante de Boscán, Garcilaso, Hurtado de Mendoza se le antoja en suma a Cetina empresa ilustre y difícil, reservada a nobles espíritus, de mucha gravedad y hondos afectos. En ella el sevillano se ve como aprendiz, como principiante, todavía en 1544. Ciertamente la declaración podría obedecer a la forzada y convencional modestia de rigor en la epístola, aun más cuando el texto se dirige, con tono no menos convencional de amistad y de igualdad, a alguien que no es un igual sino claramente un superior en todo: en edad, en sangre, en fortuna, en rango y en cultura. Por todo lo cual no debe ser tomada al pie de la letra. Sin embargo, tampoco hay motivos para rechazarla de plano. Sugiere que el sevillano empezó a cultivar el soneto y otras formas italianizantes de la lírica amorosa (la canción, la sextina, el capítulo) algún tiempo después de empezada su estancia en Italia, tal vez incluso ya bien entrada la década de 1540. Otro indicio de ello sería la importancia que tiene en su imitación de los petrarquistas italianos el volumen de Rime diverse (1545) compilado por Lodovico Domenichi e impreso por Giolito (que marca el comienzo de la inundación de cancioneros colectivos petrarquistas)35. Este grueso y vario volumen debía de tenerlo muy a mano el sevillano, como señaló Begoña López Bueno36 y recuerda Jesús Ponce (p. 162). También manejó, como el mismo Ponce muestra, el segundo cancionero publicado por el mismo editor veneciano, Rime di diversi nobili huomini et eccellenti poeti nella lingua thoscana, Venecia, Gabriel Giolito di Ferrari, 1547, en el que se divulgó por primera vez la canción Quando’l sol parte e l’ombra al mondo cuopre, de Giulio Delminio, que adaptó Cetina en su canción Cuando la noche en el partir del día37.

21 De hecho, fuera del mismo Petrarca, el principal autor que imitó con perseverancia Cetina, y al que no conoció a través de las citadas Rime diverse, fue su estricto contemporáneo Luigi Tansillo (1510-1568), el poeta más brillante de la Italia meridional de aquellos años, miembro de la guardia personal del virrey don Pedro de Toledo. Como soldado y cortesano que era, este caballero napolitano no se preocupó demasiado de imprimir sus poesías. El primer paso de sus versos por las prensas (fuera de una delgada «plaquette» con sonetos «a la presa d’Africa», impresos en 1551 en Nápoles) se dio a raíz de la inclusión de veintitrés composiciones suyas en otra de las antologías de Giolito, la tercera, de 1552, primera dedicada específicamente a una región de Italia, que, con título de Rime di diversi illustri signori napoletani, marca el nacimiento público del petrarquismo meridional38. Tobia R. Toscano ha descubierto (y Jesús Ponce se hace amplio eco de ello) que algunos de los poemas de Tansillo imitados (o traducidos) por Cetina no sólo no figuran en esta antología sino que no fueron impresos en parte alguna hasta las ediciones de Fiorentino (1882) y Pércopo-Toscano (1926). Así sucede con la elegía Se quel dolor che va innanzi al morire, seguida por Gutierre de Cetina en sus tercetos Si aquel dolor que da a sentir la muerte. Como ha demostrado el doctísimo editor de Tansillo, la versión imitada por el sevillano no fue la impresa en 1552 en las Rime de Giolito, adaptada por Diego Hurtado de Mendoza, sino otra anterior más breve. Ésta se encuentra en el lujoso códice de Rimas que el poeta envió en enero de 1546 a don Gonzalo Fernández de Córdoba, tercer duque de Sessa, y que se conserva en la Biblioteca de la Universidad de Coimbra39. De hecho el estudio por el sabio italiano de los textos de Cetina a la luz de su exhaustivo y meticuloso manejo de la tradición textual de Tansillo, lo llevan a la conclusión de que el códice de Coimbra, ofrecido por el poeta napolitano al duque de Sessa, fue para Cetina un libro de cabecera:

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…una sorta de ‘livre de chevet’ da cui ha attinto a piene mani sollecitazioni tematiche e stilistiche a tentare forme metriche nuove per la Spagna come il madrigale […] Probabile che Cetina […] lo abbia incontrato propio a Valladolid nella corte del principe Filippo, allorché vi giunse nell’aprile-maggio 1548, latore di lettere relative ai preparativi dell entrata in Milano, e che, prima di ritornarsene a Siviglia, sia stato messo a parte da Don Gonzalo del prezioso canzoniere, che nel gennaio del 1546, gli aveva mandato da Napoli Luigi Tansillo40. 22 Todo lo que venimos diciendo incita a fechar la mayor parte de los poemas petrarquistas de Cetina en sus últimos años de estancia en Italia, o incluso del período de 1549-1553 durante el cual, en palabras de Pacheco, vuelto «a su patria y a la quietud de las Musas, estuvo retirado gran tiempo en una aldea fuera de Sevilla, a donde hizo gran parte de las obras que hoy parecen suyas».

23 Jesús Ponce ha optado por conservar el orden de los sonetos propuesto por Begoña López Bueno en su edición de 1981 (que no tiene base en los manuscritos), sin hacer suya, sin embargo, la decisión adoptada por esta estudiosa de integrar en la numeración de los sonetos los cinco madrigales entonces conocidos de Cetina (como hemos indicado, Jesús Ponce añade un sexto madrigal, recogido en el Cancionero sevillano de Toledo). A decir verdad, integrar los madrigales interpolándolos entre los sonetos no es suficiente para reconstituir un hipotético Canzoniere, como intentó valientemente hacerlo López Bueno. Para hacerlo tal vez hubiera sido necesario, si consideramos los ejemplos de Petrarca y del petrarquismo más ortodoxo, interpolar también los sonetos circunstanciales relegados al final, puesto que muchos de ellos, aunque dirigidos a personajes históricos, integran confidencias amorosas. En todo caso, tendrían que haberse colocado en su lugar conjetural las canciones italianas y los capitoli en tercetos (donde incluso aparecen en ocasiones las senhales de Vandalio, Dórida y Amarilis), y por supuesto, la doble sextina. 24 De hecho, dicha ordenación de los doscientos cuarenta y siete sonetos que debemos a la gran maestra sevillana –en este trabajo de su primera juventud–, y que Jesús Ponce respeta escrupulosamente, contentándose con añadir al final dos textos nuevamente descubiertos, facilita considerablemente la lectura, puesto que circunscribe, en la masa que podría ser informe de tan numerosas piezas poéticas, ciclos de sonetos cuyo parentesco mutuo salta a la vista. Los más nítidos son el que ella sitúa al comienzo, donde tanto el amante como las amadas aparecen bajo senhales bucólicas: Vandalio para el amante, sobrenombre con que muchos contemporáneos designaron a Cetina; Dórida y Amarilis para las damas. Otro «ciclo» situado más adelante, lleva la impronta de Ausias March y tiene un carácter más abstracto, introspectivo y atormentado. Un tercero situado al final agrupa los sonetos encomiásticos –CC a CCXLVII en la numeración de Rimas (2014); 204 a 252 en la de los Sonetos y madrigales (1981)–. Esta categoría de «encomiásticos» les es aplicada de modo aproximativo porque los últimos de la serie son epigramas burlescos o satíricos, algunos son de tipo epistolar y amistoso, y muchos, como hemos recordado, tratan de amor, aunque dirigiendo el discurso, a modo de confidencia, a un personaje que también está enamorado o podría estarlo. Dentro de estos grandes ciclos, algunas series breves se presentan como variaciones en torno a un tema: así los dos sonetos acerca de Leandro, CXII y CXIII (imitaciones claras de Garcilaso) o los dos acerca de Sísifo (LXXXVII y LXXXVIII); otros se agrupan porque elaboran una misma metáfora o alegoría: por ejemplo, al amante como nave expuesta a la tempestad se dedican ocho sonetos seguidos entre el CLIII y el CLX; otras series son variaciones de un concepto más singular o más complejo, como los mirabilia de la sangre vertida, aplicados al caso del herido de amor, o por ejemplo al ya muerto de

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amor, pero cuyas heridas vierten sangre en presencia de la dama, su matador (sonetos CXXIII-CXXV). 25 A la luz de las consideraciones que preceden, resulta en cambio inadecuada la ordenación si aspira a probar no tanto que Cetina proyectaba un verdadero Canzoniere de tipo petrarquista (cosa al fin y al cabo posible) sino que sea mínimamente viable la empresa de reconstruirlo con los materiales que nos han llegado, aunque sea de modo conjetural. Ciertamente los poemas de ambiente pastoril a Dórida y a Amarilis al principio del corpus de sonetos, permiten conjeturar un conato de novela que se situaría antes de la estancia en Italia: de Dórida, dama sevillana conocida en la primera juventud, se habría separado su amante Vandalio para ir (¿hacia 1536 o 1537 ?)a la corte que se hallaba entonces en Valladolid. Con inmotivada y confesada infidelidad a Dórida, se habría enamorado allí de otra dama, Amarilis, de origen navarro, quien lo habría seguido a Sevilla; más tarde la añoranza de la ausente Amarilis (presumiblemente dejada en España) habría convertido en doloroso exilio los años en Italia, o a lo menos los primeros41. Lo que implicaría, si se tratara de testimonios autobiográficos, escritos al calor de la pasión, que muchos de estos sonetos fueran fruto de la mocedad, compuestos antes de la partida a Italia o poco después (digamos, entre 1535 y 1540). En cambio los poemas inspirados en Ausias March, y más o menos agrupados hacia el final de la serie de sonetos amorosos, serían propios de un momento de mayor gravedad y madurez y habría que suponerlos fruto de lo que llama Pacheco el «retiro sevillano», después de 1548-1549: De hecho, si hacemos dos calas en el cancionero dividiéndolo en tres secciones […] que lo estructuran de modo coherente, resulta bien sintomática la progresiva influencia de Ausias March en detrimento de la italiana, especialmente cuando ya al final el poeta anhela un amor sublimado aquilatando grados42. 26 Se construye así, por adivinación, un «cancionero» petrarquista: secuencia de poemas líricos fruto de momentos de introspección y de fiebre sentimental luego recogidos, releídos y ordenados en una delgada trama seudo-narrativa. En estos poemas de diferentes metros ordenados en el tiempo pero sobre todo por la lógica del proceso subjetivo, se supone que el poeta ha ido dejando constancia de una pasión vivida durante varios o muchos años con dos vertientes inseparables, la del amor y la del afán de gloria, implicando este último la excelencia poética, pero también el compromiso ético-político. La construcción progresiva de una estética, acompañando el proceso de los amores desde el primer encuentro deslumbrado y esperanzado, a través de los momentos de exaltación y dolor de un deseo incurable, hasta el último desengaño, tendría que ir del predominio relativo de lo más ligero, sensual y tierno (la piacevolezza, o lo deleitable, en términos del codificador del petrarquismo, Pietro Bembo) al de lo más profundo, doloroso y desengañado (la gravità, según el mismo Bembo), de modo tal que el cancionero en su conjunto, aunque no sin retoques embellecedores, dé cuenta de la verdad no de la vida exterior (aunque sí deba reflejarla en puntos muy determinados, incluyendo poemas relativos a las actividades mundanas del poeta, sus amistades y posturas políticas) sino de una experiencia invisible, de un itinerario sentimental, intelectual y espiritual43. En el caso de Cetina, la fragilidad de la construcción se vuelve patente si tenemos en cuenta que buena parte de su producción italianizante es posterior a las Rime diverse de 1545, y al «libro» de Rime ofrecido a Sessa en 1546 por Tansillo y que el sevillano pudo tener en manos y copiar total o parcialmente en 1548. Acaba de corroborar este carácter tardío, con respecto a la historia de los supuestos amores vividos, uno de más singulares y jugosos descubrimientos de Jesús Ponce. Un

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conjunto de composiciones del denominado ciclo de Dórida sigue de muy cerca el modelo de seis sonetos satíricos y lujuriosos integrados en una obra polémica, las Rime contro Pietro Aretino con la Priapea (Turín, Giovan Antonio Casale, 1541) del escritor beneventano Nicolò Franco44. Dejo a los lectores de las Rimas descubrir la apabullante transformación que sufren unos textos pastoriles paródicos, agresivos y salaces, al quedar convertidos en un dulce, lloroso y tierno canto de amor por Dórida. Así lo comenta Jesús Ponce: El cantor de Dórida recurre a un ‘modelo bajo’ y lo ennoblece al transformarlo en un poema refinado o ‘serio’ invirtiendo los mecanismos habituales de la parodia, y filtrando cada uno de los elementos satíricos y obscenos presentes en el modelo. La manera de anular la carga cómica de las fuentes consiste en injerir en los nuevos sonetos elementos procedentes de la tradición bucólica elevada: la talla del dios Príapo en la corteza de un laurel da paso al motivo de la inscripcion arbórea del nombre de la amada ; el relato del hurto de un cabritillo por un pastor maligno se sustituye por el ataque de un lobo al rebaño; la contemplación ensimismada de los cuernos del personaje histórico vejado en las aguas de un arroyo se transforma en la admiración ante la belleza de los propios ojos por parte de la pastora amada, etc … (p. 164) 27 Este hallazgo sugiere que lo que real y verdaderamente Cetina buscaba en sus lecturas poéticas eran las fórmulas expresivas, los motivos eruditos, el lenguaje y la retórica, importándole poco en el fondo el contenido o incluso el colorido emocional del conjunto. Cetina escribe poemas petrarquistas sobre la falsilla de los venenosos y brillantes textos de un notorio y virulento anti-petrarquista45. Él podía utilizar los materiales hallados en la espléndida poesía italiana, cualquiera que fuera su uso originario, para fines propios, cortesanos, amistosos, galantes o meditativos, o simplemente para ejercicios estilísticos de varia índole. Demuestra que el corpus bucólico dedicado a Dórida no puede ser anterior a 1541 y que no se trata pues de composiciones de la primera juventud, escritas al calor de una pasión casi adolescente por una muchacha sevillana a la que pronto dejaría atrás en favor de otros amores.

28 Las Rimas de Cetina editadas por Jesús Ponce constituyen a nuestro parecer un hito en el estudio de la poesía española del siglo XVI. En ellas tenemos una edición completa, magníficamente presentada y anotada, de un poeta valioso e históricamente fundamental, y una verdadera introducción a la cultura literaria del Renacimiento, que volvemos a descubrir desde el lado hispánico, no mediante generalidades que siempre corren el albur de ser vacuas, sino del modo más concreto, siguiendo los pasos del poeta por diversos puntos de la geografía europea. En este volumen de manejo agradable pese a su grosor, impreso con pulcritud y con bellas ilustraciones, está integrada, al servicio de una lectura atenta, escrupulosa y clarividente, toda la investigación hasta ahora llevada a cabo sobre Cetina. Pero además de cumplir el cometido de hacer practicable y apetecible un poeta del pasado, aprovechando a fondo varias décadas de labor universitaria, esta edición constituye un trabajo de investigación de envergadura, que sintetiza y completa lo hallado sobre la biografía de Cetina, sus fuentes, su oficina poética, el significado de su producción en verso. Hemos tratado de mostrarlo a través de varios ejemplos, pero sin pretender agotar las pruebas, que serían tantas como páginas contiene el volumen. En muchos frentes, Jesús Ponce nos ofrece un Cetina rejuvenecido, a quien podemos leer tal como fue en su tiempo, respondiendo a la multitud de voces que lo rodeaban, pero precisamente por ello, como nuestro contemporáneo, con quien revivimos, como viajeros en el tiempo, lo que fueron la Sevilla, la España, la Europa de los años centrales del siglo XVI.

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NOTAS

2. La condición renacentista de Cetina fue subrayada ya desde el título, en la única monografía importante de que disponíamos sobre el poeta: Begoña López Bueno, Gutierre de Cetina, poeta del Renacimiento español, Sevilla, Diputación, 1978, un trabajo que, junto con la edición en 1981 de los Sonetos y madrigales completos, por la misma estudiosa, constituyó un paso decisivo hacia el estudio científico del poeta según criterios actuales. 3. Narciso Alonso Cortés, «Datos para la biografía de Cetina», Boletín de la Real Academia Española 32/135 (1952), pp. 73-118. 4. Rafael Lapesa, «Gutierre de Cetina. Disquisiciones biográficas», Estudios hispánicos. homenaje a Archer M. Huntington, Wellesley, Wellesley College, 1952, pp. 311-326. 5. Marcel Bataillon, «Gutierre de Cetina en Italia», Studia hispanica in honorem Rafael Lapesa, Madrid, Gredos, 1972, pp. 153-172. 6. Antonio Rodríguez Marín, «Documentos sobre Gutierre de Cetina», Boletín de la Real Academia Española VI (1919), pp. 54-115. 7. Ruth Pike, «The converso origins of the Sevillian poet Gutierre de Cetina», Iberoromania 32 (1990), pp. 47-54. 8. Juan Gil, Los conversos y la Inquisición sevillana. Ensayo de prosopografía, vol. III, Sevilla, Universidad de Sevilla-Fundación El Monte, 2001, pp. 512-513. 9. Rimas, p. 134: «No puede olvidarse que, junto con Diego Hurtado de Mendoza, se considera a Cetina el introductor del tema del retrato en la lírica renacentista, ya que en torno al mismo compuso un complejo políptico de cuatro sonetos y una octava epigramática.» Véase también Jesús Ponce Cárdenas, «La octava real y el arte del retrato en el Renacimiento», Criticón, 114, 2012, p. 71-100. 10. Este códice, de cuya importancia para el corpus cetiniano dio noticia José Manuel Blecua, «Poemas menores de Gutierre de Cetina», y «Otros poemas inéditos de Gutierre de Cetina», Sobre poesía de la Edad de Oro (ensayos y notas eruditas), Madrid, Gredos, 1971, pp. 44-61 y 62-73) contiene sesenta y un poemas de Cetina. Véase Cancionero sevillano de Toledo, manuscrito 506 (fondo Borbón- Lorenzana), Biblioteca de Castilla-La Mancha, eds. José J. Labrador, Ralp. DiFranco y Juan Montero, Sevilla, Universidad de Sevilla, 2006, p. 4: «… el libro II está dedicado de manera exclusiva a Gutierre de Cetina. Los 51 poemas que ahí se le adjudican (seis de los cuales se han perdido) constituyen sin duda la sección más valiosa de la colección, y este corpus, enriquecido luego en el libro V con otros poemas suyos, hace de nuestro códice uno de los más importantes (y el más temprano entre ellos), para el conocimiento de la obra del poeta sevillano, junto con MN 2973 y MRAE ReM 6939.» 11. Diego Hurtado de Mendoza, Poesía completa, ed. J. Ignacio Díaz Fernández, Sevilla, Fundación José Manuel Lara, 2007, pp. 5-13, y pp. 582-593. 12. Se ocupó de este texto anteriormente Francisco Javier Escobar Borrego, El mito de Psique y Cupido en la poesía española del siglo XVI, Sevilla, Universidad de Sevilla, 2002, pp. 77-169. 13. Gutierre de Cetina, en VV. AA, Diccionario filológico de literatura española. Siglo XVI, Madrid, Castalia, 2009, pp. 241-50. 14. Así sucede por ejemplo con el bello soneto de un poeta de escaso renombre, Giovanni Mozzarelli, que compara la crueldad de su dama con la de Nerón mirando el incendio de Roma, Mentre i superbi tetti a parte a parte. Este texto, popularizado a partir de su impresión en la famosa antología Rime diverse (Venecia, Giolito, 1545), fue adaptado por Cetina en «Mientra con gran terror por cada parte» y por Hernando de Acuña entre «Mientra de parte en parte se abrasaba» (J.P. Wickersham Crawford, «Two Spanish Imitations of an Italian Sonnet», Modern Language Notes, 31/2 (1916), pp. 122-123). Otro soneto muy difundido que imita Cetina, esta vez de autor

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famoso, es el dedicado por Baltasar de Castiglione a las ruinas de Roma (en cuya grandeza que resistió al tiempo, y acabó cediéndole, ve una esperanza de que su tormento, igualmente grande y persistente, un día tenga fin), «Superbi colli, e voi sacre ruine.» Según Herrera, Gutierre de Cetina lo tradujo «con grande spiritu» en su soneto «Excelso monte, do el romano estrago». Aunque la verdad es que en este caso, Cetina no traduce: recoge algunas perlas del modelo e inventa un nuevo hilo para ensartarlas. Podría mostrarse que también cuando se inspira en poetas famosos a los que sigue en bastantes poesías, el sevillano suele seleccionar para imitarlos textos de antología, aplaudidos y celebrados, como el de Tansillo, «Poi che spiegate ho l’ale al bel desio», que citará Giordano Bruno en sus Eroici furori. Este soneto cifra de modo monumental y memorable, de una vez por todas, la figura del amante como Ícaro, ya apuntada en Petrarca, y elaborada con especial felicidad en la poesía napolitana desde Sannazaro; tiene papel fundacional para el símbolo lírico asociado al héroe mitológico como lo tiene Castiglione para la «poesía de las ruinas» cultivada por el Renacimiento italiano y luego europeo. Es posible que sobre muchos motivos y conceptos del petrarquismo suceda algo parecido: existe un poema, a menudo un soneto, más rara vez una canción o madrigal, que desarrolla el motivo o concepto de manera luminosamente acabada, con riqueza y equilibrio clásicos, constituyendo a partir de ahí el texto una referencia obligada siempre que se toca el motivo o se rehace el concepto. Incluso poetas de talento mediano y producción ocasional pueden esperar escribir uno de estos textos que quedan fijados en la memoria literaria, y ser recordados por él, aunque no puedan saber cuándo y cómo las caprichosas Musas y la inescrutable fortuna les serán favorables, lo que tal vez contribuya a explicar la multitud de poetas de corte y de academia que proliferan en el XVI. Algo así le pasó a Cetina con su madrigal «Ojos claros, serenos» de cuyo éxito excepcional (aunque, al parecer, limitado a España) él no podía tener la menor idea cuando lo escribió. 15. Cetina tuvo trato con este y otros políticos y militares españoles e italianos de alta alcurnia y carrera brillante en el entorno imperial. Todos ellos trabaron entre sí relaciones amistosas de cierta duración y consistencia (pese a la dispersión que acarreaban los constantes desplazamientos del Emperador y de sus servidores entre las numerosas «cortes» efímeras o subsidiarias repartidas en buena parte de Europa) gracias al cultivo de la poesía, y singularmente de la poesía amorosa de clave pastoril, por lo cual Cetina los designa con senhales bucólicas: Pirenio para el secretario Gonzalo Pérez, Lavinio para don Luis de Leyva, Sesenio para el duque de Sessa, don Gonzalo Fernández de Córdoba, Lusitano para Jorge de Montemayor, y Vandalio, para el mismo Cetina. Para todo ello, léase, además de la introducción de Rimas, el estudio de Jesús Ponce Cárdenas, «Cauces de la imitación en el Renacimiento: Gutierre de Cetina y Nicolò Franco», e-Spania. Revue interdisciplinaire d’études hispaniques médiévales et modernes, 13 (2012), pp. 1-37. 16. Jesús Ponce tiene en prensa un artículo al respecto, «Gutierre de Cetina y Onofre Gualbes: dintornos de una epístola», Hispanic Research Journal. 17. Sonetos 1 a 4 en edición de Valentín Núñez Rivera, véase nota siguiente. 18. Baltasar del Alcázar, Obra poética, ed. de Valentín Núñez Rivera, Madrid, Cátedra, 2001, pp. 21-22. 19. Sobre este dilatado campo, una obra colectiva reciente que reúne contribuciones de los mejores estudiosos del tema puede constituir una buena base de estudio: Il Petrarchismo. Un modello di poesia per l’Europa, Vol I, ed. Loredana Chines, Roma, Bulzoni, 2006. Acerca del caso español en su relación con Nápoles, debe leerse el ensayo, recogido en el citado volumen, del gran especialista del Renacimiento meridional Tobia R. Toscano, «I petrarchisti napolitani e il Siglo de oro», pp. 217-240. 20. Véase Roberto Fedi, «Canzonieri e lirici nel Cinquecento», La memoria de la poesia. Canzonieri, lirici e libri di rime nel Rinascimento, Roma, Salerno, 1990 , pp. 23-51; Amedeo Quondam, «Strumenti e tipologie editoriali del petrarchismo», Il naso di Laura. Lingua e poesia lirica nella tradizione del classicismo, Ferrara-Modena, ISR-F.C. Panini, 1991, pp. 123-150; Monica Bianco y Elena Strada

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(eds.) «I più vaghi e più soavi fiori». Studi sulle antologie di lirica del Cinquecento, Alessandria, Edizioni dell’Orso, 2001. 21. Entre la vasta bibliografía al respecto son fundamentales los trabajos de Carlo Dionisotti, especialmente sobre Pietro Bembo, recogidos en un volumen póstumo, Scritti sul Bembo, ed. Claudio Vela, Turín, Einaudi, 2002. También el libro de Amedeo Quondam citado en la nota anterior y el de Giancarlo Mazzacurati, Il Rinascimento dei Moderni. La crisi culturale del XVI secolo e la negazione delle origini, Bologna, Il Mulino, 1985; véase también el ensayo Marco Santagata, «Nascere due volte», I due cominciamenti della lirica italiana, Pisa, ETS, 2006, pp. 7-34. La fecha de 1530 en que se imprimen las Rime de Pietro Bembo y los Sonetti e canzoni, de Sannazaro, marca convencionalmente el arranque de este proceso. 22. Véase Rafael Lapesa, «Enfados y contentos en la poesía española del siglo XVI», Filología XX (1985), pp. 75-109. 23. Begoña López-Bueno indicaba cuarenta y seis casos de manifiesta o muy probable influencia de March (Gutierre de Cetina, Sonetos y madrigales completos, ed. B. López Bueno, Madrid, Cátedra, 1981, nota 84, p. 44). 24. The Sources of the Poetry of Gutierre de Cetina, Philadelphia, Pennsylvania University, 1923; «Further influences of Auzias March on Gutierre de Cetina», Modern Language Notes, LI, 1936, pp. 373-379. 25. Véase, acerca de esta traducción, publicada en Valencia en 1560, Lourdes Sánchez Rodrigo y Enrique J. Nogueras Valdivieso, «Ausiàs March y Jorge de Montemayor: traducción e interpretación». Annexes des Cahiers de linguistique hispanique médiévale, volume 14, 2000. Ausias March (1400-1459). Premier poète en langue catalane. pp. 357-374. 26. No se conoce la fecha de la muerte de Cetina en México, aunque sí que es anterior a 1557. No pudo pues tener acceso a la edición de la traducción de Montemayor de 1560 aunque sabemos que lo trató, por un intercambio de cartas poéticas. No puede por lo tanto excluirse que «Lusitano» le comunicara todo o parte de sus traducciones de March, mucho antes de imprimirlas. 27. Jesús Ponce copia el soneto de Bembo (p. 422) en el comentario que precede las notas pero no indica de dónde lo saca, aunque parece probable que sea una de las ediciones modernas del poeta veneciano, tal vez la de Dionisotti en Einaudi. De hecho, el soneto figura en el ya citado cancionero colectivo dedicado al embajador Hurtado de Mendoza por Lodovico Domenichi, Rime diverse di molti eccellentissimi autori, Venezia, 1545, en la página 19. El verso 9 presenta en este cancionero una variante redaccional. 28. Pietro Bembo, Le rime, a cura di Andrea Donnini, Roma, Salerno, 2008, 2 vols. Puede verse el soneto, que lleva el número 177 en I, pp. 409-10. El editor comenta: «Questo sonetto e il seguente hanno carattere penitenziale; furono composti probabilmente nel novembre 1538 e ‘forse non fu estraneo il movente pratico di fornire dell’autore, in procinto d’essere nominato cardinale contra forti opposizioni, un’immagine più condicente a quella dignità’ (Dionisotti)». 29. El soneto CXIX (203 en la numeración de Sonetos y madrigales), «Solía cantar de amor dulces clamores», contiene, es verdad, una confesión de escarmiento, una admonición a los que se creen felices en amor, advirtiéndoles que esperen «nuevo mal, tormento extraño» que se les «apareja al fin de los amores». Se cierra proponiendo como ideal la renuncia a la ambición : «Dichoso aquel a quien concede el cielo/ medir con su fortuna sus cuidados/ y vive en un estado satisfecho.//Las altas esperanzas vanse a vuelo/ con el humo del mundo y sus estados/ y pierde más quien más de esto ha hecho» Por ello, Begoña López Bueno lo interpreta como «epílogo» del cancionero hipotético que ella reconstruye, y lo coloca al final de los sonetos amorosos, antes de comenzar los encomiásticos : «…en el expresivo soneto final, soneto-epílogo con el consiguiente aviso a los jóvenes a través de su propio escarmiento, termina con una reflexión moral : es la consigna de la serenidad, lección de humanismo que estrechamente recuerda a Fray Luis.» (Sonetos y madrigales …, ed. cit., p. 57). Es cierto que se trata de uno de los pocos textos de Cetina donde se expresa esta moral desengañada y que se puede muy bien colocar al final de los poemas amorosos, pero dada

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la escasa consistencia de la serie entendida como progresión hacia un posible arrepentimiento, muy bien podría haber sido escrito en un momento de desaliento, o como simple ejercicio. En todo caso, el matiz religioso que en él cobra el desengaño es muy débil y lo más interesante del soneto, a nuestro entender, es la amalgama que en él se opera entre el amor y la ambición. 30. Como se desprende de un ensayo clásico acerca del tema : Ezio Raimondi, «Il petrarchismo nell’Italia meridionale», Rinascimento inquieto, Turín, Einaudi, 1994, pp. 267-303. El trabajo ya había aparecido en Premarinismo e pregongorismo, Roma, 1973. 31. Para la complicada historia de la elaboración y transmisión de este poema, véase Luca Torre, La doppia edizione de «Le lagrime di San Pietro» di Luigi Tansillo tra censura e manipolazione. Tesis de doctorado dirigida por Tobia R. Toscano y Corrado Calenda, Università degli Studi di Napoli Federico Secondo, Nápoles 2010. 32. He aquí el recuento de estas formas, tal como se presenta en Rimas: sonetos (249); madrigales (6); canciones en estancias al modo de Petrarca (11); odas o canciones en liras (2 más una «anacreóntica» en heptasílabos cuya atribución a Cetina no tiene mucho fundamento, según el propio editor, puesto que se basa en la presencia de la senhal «Dórida» y en la autoridad del Parnaso español de López de Sedano, 1773); sextina doble (1); epyllion o fábula en octavas (1); estancias en octava rima (9); capítulos (2); elegía (1); epístolas (15); traducciones de las Heroidas (3); romances, glosas y chistes (10). Las diferencias entre capítulos, elegía, y epístolas no son muy nítidas, y en los tres géneros Cetina utiliza tercetos encadenados salvo en el caso de una epístola en verso suelto a Isabella di Capua, princesa de Molfetta. 33. Sonetos CCVIII, «Nacido soy de amor, de amor criado» y CCXLIX, «El que de hidropesía está doliente». El primero fue publicado por J. J. Labrador y R. Di Franco, Poesías inéditas de Pedro de Padilla y versos de otros ingenios del siglo XVI. Ms. B90-VI-08 de la Biblioteca Bartolomé March, México, Frente de afirmación hispanista A.C., 2011, p. 580. El segundo, de que da noticia un incipit copiado en el principal manuscrito cetiniano, el RAE R. M. 6939, ha sido hallado por Jesús Ponce en un cartapacio de la Biblioteca Universitaria de Salamanca: Ms. 2007, fol. 56v, confirmando una intuición de Antonio Rodríguez-Moñino, que, sin embargo, no había podido dar con el texto. Véase el comentario del soneto en Rimas, p. 708. En un manuscrito posterior, aparece atribuido a Francisco de la Torre, pero es casi seguramente de Cetina. 34. José Manuel Rico García, «La epístola de Cetina a don Diego Hurtado de Mendoza», Philologia Hispalensis, IV (1988), pp. 255-274. 35. Consúltese: su edición moderna, con excelentes introducción y anotación: Rime diverse di molti eccelentissimi autori,: Giolito 1545, eds. Franco Tomasi y Paolo Zaja, San Mauro Torinese, RES, 2001. 36. Cetina, Sonetos y madrigales…, ed. cit., pp. 39-40: «En la misma línea debemos entender las imitaciones de otros petrarquistas, si algunos reconocidos, como Castiglione (ss. 61, 132), Ariosto (s. 40), Sannazaro (s. 187) o Giraldi Cinthio (s. 2), otros de segunda fila como Marcello Philoxeno (s. 111), Bernardino Rota (s. 142), Serafino Aquilano (ss. 127, 180). E igualmente las ocho establecidas sobre otras tantas composiciones de Ludovico Dolce (ss. 5, 108), Giovanni Mozzarello (s. 64), Andrea Gesualdo (s. 71), Baltasar de Castiglione (s. 77), Francesco Coccio (s. 162), Trifone Gabriele (s. 207) y Pietro Bembo (s. 231), recogidas todas en la famosa antología de Rime diverse.. en 1545.». Véase también B. López Bueno, Gutierre de Cetina, poeta del Renacimiento español, ed. cit., p 106: «Crawford, estudiando a Hernando de Acuña, otro poeta-soldado afín a Cetina en muchas circunstancias biográficas y literarias, supone que este autor conocería durante su estancia en Italia la famosa colección aparecida en Venecia, 1545, Rime Diverse di molti eccellentissimi authori nuovamente raccolte, porque de ella traduce dos composiciones, una de ellas el soneto de Giovanni Mozzarello que comienza ‘Mentre i superbi tetti a parte a parte’ 21. Ocurre que Cetina también hizo una versión del famoso soneto, en el suyo ‘Mientras con gran terror por cada parte’, siendo éste uno de los ocho casos en que se inspira en composiciones incluidas en las Rime Diverse, según veremos luego. Lo que da pie para establecer la misma suposición que con respecto a Acuña y aún con más motivo. Se da la circunstancia, además, de que esta colección estaba dedicada a don

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Diego Hurtado de Mendoza, gran amigo de Cetina. Sabemos también, por la epístola IX, dirigida a la Princesa de Molfeta, que Cetina estaba en Italia en 1545. Las Rime Diverse formaban una antología que contenía la mejor poesía de la escuela petrarquista, poesía que nuestro autor conocería de primera mano.». En realidad, creemos que el número de textos que Cetina pudo tomar de las Rime diverse fue algo superior al que indica la estudiosa. 37. Jesús Ponce ha rectificado la atribución de esta canción a Lodovico Ariosto, que se venía repitiendo en los estudios cetinianos desde la edición de Hazaña de 1895. 38. Véase el magnífico estudio que de sus variantes, circunstancias, contenido y fortuna hizo Tobia R. Toscano, «Le Rime di diversi illustri signori napoletani: preliminari d’indagine su una fortunata antologia», Letterati, corti, accademie. La letteratura a Napoli nella prima metà del Cinquecento, Nápoles, Loffredo editore, 2000, pp. 183-200. 39. Véase Tobia Toscano, «Un libro di rime di Luigi Tansillo per don Gonzalo Fernández de Córdoba, III Duca di Sessa», Letterati, corti, accademie. La letteratura a Napoli nella prima metà del Cinquecento, Nápoles, Loffredo editore, 2000, pp. 144-182. Se apoya en este manuscrito el primer volumen de su reciente edición de Luigi Tansillo, Rime, ed. Tobia R. Toscano, Roma, Bulzoni, 2012, 2 vols. 40. Tobia R. Toscano, «I petrarchisti napolitani e il Siglo de oro», ed. cit., pp. 230-231. 41. Con mucho ingenio asociado a una buena dosis de imaginación, desarrollaron este esquema hasta convertirlo casi en una verdadera novela Eugenio Mele y Narciso Alonso Cortés, Los amores de Gutierre de Cetina y su famoso madrigal, Valladolid, Imprenta Provincial, 1930. 42. Sonetos y canciones, ed. cit., p. 57. 43. No se trata, por supuesto de tomarse al pie de la letra el presunto carácter autobiográfico y testimonial de los textos como lo hacían los críticos que, a inicios del siglo XX, acusaban de insinceridad a los petrarquistas y al propio Petrarca en casos extremos: «But his insincerity can be pushed back even to Petrarch himself. At Arqua, as an old man, he rewrote his poems, altering lines: so that the Canzoniere is rather a work of art than a record of the objective fact.» (John Berdan, «A Definition of Petrarchismo», PMLA 24/4 (1909), pp. 699-710, cit. p. 705). Nadie tendría hoy la ingenuidad de reprochar a un poeta el escribir una obra de arte y no la crónica fidedigna de hechos objetivos. Sin embargo la historia reconstruible tiene que tener cierto grado de verosimilitud, y debe haber cierta concordancia entre la visión retrospectiva de un amor vivido y la formación progresiva de una escritura poética para que el resultado aparezca como un cancionero. En el caso de Cetina, la suposición de esa verosimilitud choca con pruebas textuales de que su poesía acerca de amores juveniles (que probablemente tuvieron alguna forma de existencia) fue en gran parte, y quizás enteramente, forjada a posteriori. 44. Véase Jesús Ponce Cárdenas, «Cauces de la imitación en el Renacimiento: Gutierre de Cetina y Nicolò Franco», art. cit. 45. Nicolò Franco es conocido principalmente en la historia de las letras italianas por su diálogo Il Petrarchista, publicado en Venecia en 1539; se trata de una sátira sumamente insolente y desacralizadora que toma por blanco el culto contemporáneo de Petrarca y la práctica poética de sus imitadores. Se le debe además la forja del término «petrarchista». Sobre el antipetrarquismo, cuya existencia niegan algunos (como Amedeo Quondam), puede leerse el ensayo, vindicación de unos personajes que se niegan a plegarse al conformismo ambiente, de Marziano Guglielminetti, «L’antipetrarchismo», Dynamique d’une expansion culturelle. Pétrarque en Europe XIVe-XXe siècle. Actes du XXVIe congrès international du CEFI, Turin et Chambéry, 11-15 décembre 1995. Études réunies et publiées par Pierre Blanc, Paris, Champion, 2001, pp. 75-83, que concluye: «Salvare, evitare, far meditare non erano i loro traguardi espressivi: se di riscrittura si tratta, anche per gli antipetrarchisti, si avverta che fu un’operazione sacrilega, antimagistrale».

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RESÚMENES

La edición por Jesús Ponce Cárdenas de las Rimas de Gutierre de Cetina, aporta un detallado panorama de su cultura, su mundo, sus técnicas retóricas y poéticas y su influjo. La coincidencia temporal de la estancia de Cetina en Italia (1538-1548) y de la consolidación de un campo literario italiano basado en el idioma toscano y en el petrarquismo teorizado por Bembo y difundido por las antologías, influyó decisivamente en la poesía del sevillano, y por mediación de esta, en los géneros poéticos del siglo de Oro.

L’édition des Rimas du poète sévillan Gutierre de Cetina par Jesús Ponce Cárdenas nous livre un panorama très riche de sa culture, son monde social, son esthétique et son influence. Cetina séjourna en Italie en 1538-1548, au moment où se formait un champ littéraire italien basé sur le toscan et sur le pétrarquisme théorisé par Bembo et diffusé par les anthologies publiées par Giolito. Ce contexte eut une influence décisive sur la poésie du Sévillan, homme à la culture vernaculaire et moderne, et, indirectement, sur toute la poésie du Siècle d’or.

With the new edition of Seville poet Gutierre de Cetina’s “Rimas”, due to Jesús Ponce Cárdenas, we are in possession of a updated and comprehensive overview of Cetina’s culture, social world, aesthetics, and influence on subsequent generations. Cetina stayed in from 1538 to 1548, precisely while an Italian literary field was being formed, based on Tuscan and on the particular kind of Petrarchism, theorized by Bembo, and broadcast by the anthologies published by Giolito in Venice. The fact had a decisive influence on the Sevillian poet whose culture was essentially vernacular and modern, and on Spanish Early Modern poetry.

ÍNDICE

Palabras claves: Cetina, petrarquismo, imitación, Tansillo en España, cancionero, Renacimiento sevillano Mots-clés: Cetina, pétrarquisme, poésie italianisante, imitation, canzoniere, Séville à la Renaissance Keywords: Cetina, Petrarchism, Italianate poetry, imitation, canzoniere, Renaissance Seville

AUTOR

MERCEDES BLANCO

Université de Paris Sorbonne - Paris IV

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Varia

Variétés

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El Tesoro de Sebastián de Covarrubias en el contexto de la tradición lexicográfica

Alberto Hernando García-Cervigón

Introducción

1 El propósito de Covarrubias al componer su Tesoro de la lengua castellana o española (1611)1, el primer diccionario general monolingüe del castellano2, a la vez que el primero de este tipo publicado en Europa para una lengua vulgar, recogido en la epístola al rey Felipe III, es afrontar la ardua tarea de elaborar un diccionario etimológico de nuestra lengua en la línea de las Etimologiae de San Isidoro: La buena memoria de Filipo Segundo, padre de V. M., hizo gran diligencia para que las obras del glorioso San Isidoro, Doctor de las Españas, se corrigiessen y emendassen por diuersos originales y de nueuo se imprimiessen con mucha curiosidad, porque gozássemos de su singular y santa dotrina y particularmente de sus Etimologías Latinas, sin embargo de que antes de el santo Doctor auían otros tratado el mesmo argumento, y después de él muchos modernos. Sospecho yo que, si alcançara Su Magestad, que santa gloria aya, ser cosa possible colegir las de su propia lengua Castellana, que no con menos cuydado lo apeteciera y procurara executar; pero hasta agora ninguno se ha atreuido a esta empressa; y los que lo han intentado, vencidos de vn trabajo inmenso, han desistido della, por la mezcla de tantas lenguas, de las quales consta la nuestra. Yo, con el desseo que he tenido y tengo de seruir a V. M., he porfiado en este intento, hasta que Dios ha sido seruido llegasse a verle el fin al cabo de muchos trabajos, de los quales la obra dará testimonio, a costa de mi salud y sosiego3. 2 El autor corrobora esta idea en el prólogo Al letor. Baltasar Sebastián Navarro de Arroyta, en la Carta al autor, se refiere al libro como «esta obra de las Etymologías» 4. Los versos latinos del canónigo de la catedral de Cuenca Pedro de Frías van dirigidos «in librum de Hispanae linguae Etymologiis»5. En el contrato entre Covarrubias y el impresor Luis Sánchez (16 de agosto de 1610), el escribano designa el libro como «Etimoloxías, digo, Thesoro de la lengua castellana»6.

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3 Covarrubias corona de esta manera una tradición de etimologistas del español iniciada con la «Breue declaración de las sentencias y vocablos obscuros» puesta como apéndice de la Agonía del tránsito de muerte (1565), de Alejo Venegas; y seguida por las Etimologías españolas (1580), atribuidas al Brocense 7; la Recopilación de algunos nombres arábigos (1593), de Diego de Guadix; el Tractado de Etymologías de voces castellanas (1600), de Bartolomé Valverde; el Origen y etymología de todos los vocablos originales de la lengua castellana (1601), de Francisco del Rosal; y Del origen y principio de la lengua castellana (1606), de Bernardo de Aldrete. 4 El lexicógrafo toledano conocía el libro de Aldrete8. Es probable que su aparición fuera uno de los estímulos que lo impulsaran a componer su obra. En opinión de Martín de Riquer9, el año en que se publica el libro de Aldrete (1606) es cuando Covarrubias comenzó la redacción del Tesoro, con la intención de superar a este autor y a todos sus predecesores. De todos modos, hay que tener en cuenta que el mismo Covarrubias declaraba hacia 1609 al redactar sus Emblemas morales haber invertido muchos años en la elaboración del diccionario10. 5 La diferencia entre Aldrete y Covarrubias reside en que aquel señala decididamente el fundamento latino de nuestro léxico, mientras que este se alinea con la tendencia generalizada en el siglo anterior de considerar el hebreo como la lengua madre universal11. Así asigna étimo hebreo incluso a voces indígenas americanas, como Araucana12 o cacique13. 6 Para Covarrubias, así como para sus predecesores y algunos de sus sucesores, la etimología es cuestión de ingenio; como diría Francisco de Quevedo años más tarde, «cosa más entretenida que demostrada»14. Su base científica en el terreno lingüístico – el conocimiento del latín, el griego y el hebreo, y la cultura humanística– no es ni muy moderna ni muy sólida para su tiempo. Lo que más valor da a la obra, a su juicio, es el hecho de constituir la colección más extensa hasta entonces de las etimologías de la lengua española15. 7 El título de la obra objeto de esta investigación fue decidido por el autor tras una vacilación entre los términos Etimologías, más transparente en cuanto a su finalidad, y Tesoro, el utilizado por «los que han hecho diccionarios copiosos»16 de sus lenguas y los han llamado así. 8 Esta denominación, que aparece por primera vez en el Libro del Tesoro –o Libros del Tesoro–, traducción de Li Livres dou Trésor (1260-1267), de Brunetto Latini, fue empleada en la lexicografía europea, especialmente francesa, para designar diccionarios bilingües o plurilingües ponderando su riqueza, como el Dictionarium seu Latinae linguae Thesaurus (1531), de Robert Estienne; el Thesaurus linguae Graecae (1572), de Henri Estienne; el Thesaurus linguarum (1589), de Heinrich Decimator; o el Thresor de la langue françoise (1606), de Jean Nicot. 9 En España, antes de Covarrubias el vocablo en cuestión había sido empleado en el Thesaurus puerilis (1575), de Onofre Pou; y en el Thesaurus verborum ac phrasium (1599), de Bartolomé Bravo. Su elección definitiva, según hacen notar José Ramón Carriazo Ruiz y M.ª Jesús Mancho Duque, «confiere al diccionario de Covarrubias la originalidad de ser el único monolingüe dentro de la tradición europea que lleva el nombre de Tesoro »17.

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Tratamiento del texto del Tesoro en sus ediciones

10 1. Tras haber obtenido el informe favorable del censor Pedro de Valencia el 3 de mayo de 1610 y la concesión del privilegio en nombre del rey por Jorge de Tovar tres días después, el 16 de agosto del mismo año Covarrubias firma el contrato con el impresor madrileño Luis Sánchez para hacer una tirada «de mil cuerpos de libros de las Etimoloxías, digo, Thesoro de la lengua Castellana»18. Habiéndose llevado a cabo el proceso de impresión con normalidad, el licenciado Murcia de la Llana da fe de las erratas encontradas el 19 de octubre de 1611, año de la publicación del Tesoro de la Lengua Castellana o Española en su edición prínceps19.

11 La obra, escrita en folios de 28,56 por 20 cm, presenta los diez primeros sin numerar (portada, prólogo al lector, privilegio, tasa, erratas, censura, carta de Navarro de Arroyta, respuesta de Covarrubias, versos laudatorios de Pedro de Frías y dedicatoria al Rey). A continuación aparece la primera numeración, que acaba en el folio 602 y comprende hasta el final de la letra Q. Sigue una nueva numeración, que finaliza en el folio 79 y abarca las letras R a Z. En el folio siguiente se encuentra el colofón «En Madrid, por Luis Sánchez, impressor del Rey N. S. Año del Señor M.DC.XI.». Con ello son en total 691 folios. El vocabulario está distribuido en dos columnas, de 49 líneas cada una. En algunos ejemplares figura una segunda lista de erratas añadida por el autor a última hora. 12 2. El éxito editorial del Tesoro de Covarrubias no debió de ser muy grande en su tiempo20, ya que no se hizo otra edición hasta 1674, año en que Benito Remigio Noydens lo publica de nuevo con unas Adiciones en dos partes 21, incluidas a continuación de Del origen y principio de la lengua castellana de Bernardo de Aldrete, que ocupa 91 folios de 28,56 por 19,80 cm. 13 La primera parte del Tesoro contiene seis folios sin numerar en la parte superior, en los que se encuentran la portada, la censura de Pedro de Valencia, la carta de Navarro de Arroyta, la respuesta de Covarrubias, la licencia del P. Luis Vázquez firmada el 2 de octubre de 1672, una lista de erratas de las que da fe el licenciado Francisco Forero de Torres el 6 de marzo de 1674, la tasa fechada el 7 de marzo de 1674, el privilegio de la Reina Gobernadora otorgado el 6 de julio de 1672 y el prólogo al lector de Covarrubias. El texto de la obra alcanza hasta el folio 274 v., desde la letra A hasta el final de la E. En el folio 275 está el Elenco de las materias que se añaden en esta primera parte. 14 La segunda parte consta de 213 folios, desde la letra F hasta la Z, más otros dos sin numerar, en los que figura el elenco de las adiciones correspondientes a dichas letras. Al final, el P. Noydens hace la siguiente advertencia: «Algunos dirán que faltan muchas palabras; yo les digo que acudan al Calepino y Vocabulario, que dan bastante luz de sus significaciones. Lo que a mí me ha parecido faltar en este Tesoro (como el mismo Autor en muchas partes lo confiessa) fue el tiempo y la salud, remitiéndonos para el cumplimiento de muchas noticias a Plinio, Pierio, Dioscórides y Hortelio, &c. Y assí para escusarte esse trabajo he procurado añadirlas, entretexiendo varias flores de Historias, Hieroglíficos y Moralidades que siruan al que las leyere de enseñança y recreo». 15 En esta edición, Benito Remigio Noydens reproduce el texto de 1611 con la mayor parte de sus erratas e introduce material nuevo (las «Adiciones de Noydens», más numerosas en la segunda parte que en la primera22), sustituye los caracteres hebreos y griegos por los latinos, reagrupa algunas entradas, y elimina determinadas frases y referencias. El

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material de las Adiciones, unas 326 entradas, en su mayoría es de tipo enciclopédico, y sus informaciones en muchos casos están extraídas de la «Breue declaración de las sentencias y vocablos obscuros» que Alejo Venegas puso como apéndice de la Agonía del tránsito de muerte (1565). 16 3. La edición de Martín de Riquer (1943)23, como reza en el título, contiene el texto de la de Covarrubias (1611), más las adiciones de Noydens (1674), que se encuentran incluidas en su lugar correspondiente entre corchetes. En esta edición, que ha conocido varias reimpresiones facsimilares en distintas editoriales, con los preliminares del filólogo catalán o sin ellos, se reproduce el texto de la de Covarrubias (1611), en un tipo de letra paleográfica que imita la antigua, conservando «fielmente la redacción y la ortografía del original»24. 17 Martín de Riquer adapta el uso de las mayúsculas a las normas modernas, imprime en cursiva las palabras y frases latinas y extranjeras, regulariza la puntuación y acentuación, resuelve abreviaturas (salvo en citas de algunos libros bíblicos y latinos y en las indicaciones de lib. [libro], cap. [capítulo], etc.), sustituye la v por la u cuando se trata de la vocal y la u por v cuando es el sonido consonántico, añade entre corchetes las letras que faltan, indica letras que sobran y corrige erratas evidentes. 18 Por otro lado, respeta rigurosamente «el orden seguido por el texto en las dicciones»25 e imprime «como cabezas de artículo las palabras que así constan»26, a pesar de lo cual, cuando figura como cabeza de artículo alguna voz derivada del artículo anterior y que no empieza por la misma letra, la incorpora al cuerpo del artículo anterior, y, viceversa, separa las entradas falsamente integradas en un mismo artículo y que en realidad constituyen dicciones autónomas. 19 4. En la edición de Felipe C. R. Maldonado, revisada por Manuel Camarero (1994)27, en la que se incluyen las Adiciones de Noydens pero no el Suplemento, en el intento de adaptar la redacción de Covarrubias a una forma cercana a los diccionarios de nuestro tiempo, con la modernización se reordenan las entradas, pero se conservan también las grafías originales, estableciéndose un sistema de doble referencia mediante el cual de la forma antigua se establece una remisión a la modernizada28. Además, se enumeran las acepciones secundarias, que se imprimen en negrita, con lo que se facilita su localización. 20 Maldonado y Camarero corrigen erratas, incluso en las etimologías, respetando el texto de Covarrubias aunque la referencia sea errónea, porque, a su juicio, «buena parte del valor filológico y aun literario del Tesoro radica precisamente en las interpretaciones etimológicas»29, destacando con asidua frecuencia tales indicaciones en versalitas; encierran entre diples letras o sílabas de palabras mal citadas con el fin de que el lector las interprete correctamente; y añaden dos índices, uno de refranes y proverbios, y otro de dichos y frases hechas. 21 Por otro lado, sin dejar de reconocer el mérito de esta edición, desaparecen algunos vocablos del Tesoro y aparecen otros no registrados en él (por ejemplo, alanzada se convierte en aranzada; arracife, en arrecife; visegodo y visogodo, en visigodo). Covarrubias trae ajenjios, asensios y ensensios, pero no ajenjos (aunque esta forma se cita en la entrada asensios); sin embargo, Maldonado y Camarero solamente recogen ajenjos (en vez de ajenjios), asensios (que sí figura en Covarrubias) y asenjos, que no se registra en todo el Tesoro (en lugar de ensensios)30.

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22 5. Covarrubias debió de comenzar el Suplemento –o Apéndice, denominación empleada por él– a la vez que el Tesoro, ya que, como advierte Dominique Reyre, desde el principio «había comprendido que no iba a poder decirlo todo en su Tesoro por lo que guardó informaciones escribiéndolas en papeles sueltos a manera de fichas que pensaba utilizar para realizar un Apéndice»31. 23 En este repertorio fue incorporando voces nuevas o ampliando los artículos ya incluidos en la obra. Se trata en total de 2.179 artículos, la mayor parte de los cuales corresponden a nombres propios. Solo 429 pertenecen al léxico común, de los que 219 son entradas nuevas. Llama la atención sobre todo la importancia concedida a los arcaísmos y los tecnicismos. 24 El lexicógrafo toledano se preocupó de marcar la continuidad entre ambos componentes de su obra por signos tipográficos, señalando con una cruz los lemas que completaban las entradas del Tesoro y valiéndose también de la fórmula Añade escrita en la cabecera de los artículos, mientras que las entradas nuevas se indican con un asterisco. 25 El Suplemento conservado 32 se inicia con Abacuq y termina en Moisés, sin que podamos saber si es ahí donde se quedó Covarrubias o se ha perdido el resto. Las dos primeras ediciones que se hicieron, la de Betty Bayliss (1959)33 y la de Juan Crespo Hidalgo (1991)34, a pesar de su mérito intrínseco, no han tenido mucho impacto; la primera es parcial, y en la segunda –que es paleográfica– se incluyen listas de autoridades citadas y otros materiales. 26 Posteriormente, Georgina Dopico y Jacques Lezra han preparado otra edición (2001)35, en la que respetan la redacción, la ortografía y el ritmo de Covarrubias; añaden acentos y diéresis de acuerdo con las normas actuales; regularizan mayúsculas conforme a las normas modernas; utilizan la u para representar la vocal y la v para la consonante; se sirven de la i para la vocal y de j para la consonante 36; añaden traducciones del latín al castellano entre corchetes; imprimen en cursiva las palabras y frases en latín; incluyen las letras o palabras que añaden entre diples; ponen el texto que suprimen (por superfluas o por enturbiar el sentido) entre paréntesis; y resuelven las abreviaturas (q. por que), excepto lib. (por libro); cap. (por capítulo); S., Sto., Sta. (por San, Santo, Santa); N. H. (por Nombre Hebreo); y v. (por verbo). 27 6. En su edición integral e ilustrada del Tesoro de Covarrubias (2006) 37, Ignacio Arellano y Rafael Zafra parten de la idea de que, para obtener una edición completa de la obra que pueda ser manejable, son necesarios dos requisitos, la modernización de las grafías sin relevancia fonética, la acentuación y la puntuación, y la reordenación del texto. 28 No obstante, mantienen las grafías de las citas de textos medievales, conservan las abreviaturas que no presentan dificultades y respetan los acentos de ciertas palabras que difieren de su versión moderna, adaptan las grafías de los textos latinos a su versión actual (aunque, como es natural, corrigen los errores ortográficos provocados por los cajistas o por el propio autor), y mantienen las citas en hebreo y en griego. 29 Arellano y Zafra intentan resolver todos los problemas que se les presentan, y, cuando es posible, adoptan la solución más próxima a la concepción original del autor. Incluir la forma modernizada entre corchetes y poner a continuación la antigua es un acierto. Las ilustraciones que acompañan a algunos vocablos o nombres propios constituyen una novedad y un enriquecimiento importante.

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30 En el DVD que acompaña a la edición en papel, a la versión digital del texto íntegro se añade un facsímil fotográfico de la edición de 1611 y del manuscrito autógrafo del Suplemento. En esta versión, estructurada y marcada por medio de un software, «permite localizar de un modo sencillo desde palabras en otros idiomas, hasta refranes o emblemas, por poner algunos ejemplos»38.

Macroestructura del Tesoro

31 La macroestructura del Tesoro, es decir, la organización del léxico recogido en él, consta de unas 11.000 entradas. Si a ellas se añaden las palabras que no cuentan con entrada propia y son definidas en el artículo correspondiente a otra, el elenco sería de 16.929. Incluyendo las adiciones del Suplemento y un registro interno de vocablos tenidos en cuenta en otros recuentos, la cifra se elevaría hasta unas 20.00039.

32 En el orden alfabético con frecuencia se producen fallos e incongruencias (por ejemplo, aparece Alhamar y a continuación Alhama, andar y detrás andamio, altanería y antes alto, o cancillería y después cáncer), debidos a la inestabilidad gráfica propia de la época. Abundan las vacilaciones fonéticas (ignorante e inorante; azabache y açabache; avispa y abispa), y, aunque el autor se declara partidario del criterio fonetista en ortografía, no siempre es consecuente con este principio (anathema, hierarchía, hydropesía). Su mismo apellido aparece escrito como Cobarruuias (en la portada del Tesoro), Couarruuias (en el privilegio real del mismo) y Couarrubias (en los Emblemas morales). 33 La extensión de los artículos es desigual. Algunos ocupan un renglón (aterrar); otros abarcan tres páginas (asno); incluso los hay de ocho páginas (elefante); y los más numerosos son los que oscilan entre diez y veinte líneas (carrasca, deleite, ilustrar). En la nomenclatura se da un claro predominio de las entradas nominales, no solo de nombres comunes, sino también de nombres propios, topónimos o antropónimos, características propias de los diccionarios enciclopédicos40. 34 La concepción abarcadora del léxico de Covarrubias explica la presencia, junto a las voces no marcadas, de términos marcados por alguna característica sociolingüística (rústicos, poéticos, groseros), por su adscripción a ámbitos de especialidad (tecnicismos científicos, o relacionados con oficios, artes, técnicas o actividades diversas), por su restricción a áreas geográficas (sobre todo de Castilla la Vieja, reino de Toledo y Andalucía), o por designar variaciones cronológicas (arcaísmos procedentes de obras medievales, en especial las Siete Partidas y el Conde Lucanor, y vocablos antiguos castellanos, de los cuales unos no estaban desusados en el siglo XVII, mientras que de otros señala que estaban a punto de quedar anticuados)41. 35 La lematización de las unidades léxicas a menudo está estructurada en familias de la misma raíz, destacando como lema la considerada raíz de las demás, que no tienen artículo propio, lo que dificulta la consulta. Sin embargo, el autor no actúa de manera sistemática. En este sentido, con la familia amar, por ejemplo, ofrece tres entradas: en la primera amar incluye amor; la segunda, amores, detrás de la anterior, comprende (con ruptura del orden alfabético) amorío, amada, amigo, amiga, amador, amante, amigado, amigarse, adamar; y en la tercera, amor, cinco páginas después, repite amar, amores y amoríos, y añade amoricones. 36 Las palabras polisémicas unas veces cuentan con artículos distintos (araña ‘animalejo de insectos…’ y araña ‘pez’, arca ‘caxa…’ y arca ‘de agua’, autoridad ‘estimación, eminencia’

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y autoridad ‘razón escrita para fundar algún propósito’), y otras se encuentran incluidas todas en la misma entrada presentándose las restantes como acepciones suyas, como en el caso de flor ‘yeruas…’ + ‘en el vino’ + ‘en la doncella…’ + ‘en los metales…’. 37 Las variantes gráficas o fonéticas de un mismo término, si bien es cierto que en algunos casos son resueltas mediante reenvíos de una forma a otra («alhózigo, vide alfócigo» 42 y dentro de esta alhócigo sin reenvío), en otros aparecen juntas en la misma entrada (arquero y archero). A veces se producen errores gráficos: «almazén. Vide almacén» 43 y este no existe, sino que hay otro artículo dedicado a almazén con z mal colocado; en el artículo de apostema se indica «apostema. Vide postema» 44, y en este, muy breve, se dice «nombre Griego ἀπóστημα, suppuratio» 45, figurando, en cambio, otro apostema unos renglones detrás del primero donde se dan más indicaciones46.

Microestructura del Tesoro

38 1. La microestructura del Tesoro, o sea, la organización interna de cada artículo lexicográfico, se caracteriza por su heterogeneidad y por la mezcla de datos lingüísticos y enciclopédicos. Dentro de la información lingüística se pueden encontrar: a) la definición de la palabra-guía en sus diferentes acepciones; b) autoridades literarias que refrendan el uso de la palabra; c) equivalencias en latín; d) etimología propuesta (en ocasiones, después de la discusión de varias posibles); e) refranes u otras expresiones fraseológicas en que interviene la palabra; f) derivados léxicos y otras palabras de la misma familia47.

39 La información de tipo enciclopédico comprende: a) la descripción o explicación del referente; b) textos informativos o ilustrativos de carácter doctrinal o literario, antiguos o modernos, generalmente latinos; c) simbología; d) consideraciones y juicios morales; e) anécdotas y curiosidades, algunas de experiencia directa; f) bibliografía. 40 Lo más frecuente es que no se incluyan todos estos elementos en todos los artículos, sino solo algunos. La presencia o ausencia de cada uno de ellos es variable. Los más habituales son la definición y la etimología, aunque también pueden faltar. El orden en que se presentan no es fijo, si bien la definición y la etimología suelen ocupar el primer lugar. No resulta extraño que a una misma voz se le atribuyan etimologías diferentes en lugares distintos48. 41 La sintaxis de la exposición es espontánea, concorde con la llaneza con la que el autor tiende a expresarse en primera persona como si el diccionario fuese una charla familiar sobre una serie alfabética de temas. La impronta de la personalidad del compilador es querida y buscada. Quienes han tenido la oportunidad de consultar la obra con detenimiento han tenido la oportunidad de encontrarse por doquier con fragmentos que evidencian la humanidad y simpatía comunicativa del lexicógrafo toledano49. 42 2. La incorporación de autoridades en el Tesoro se debe al predominio de la información enciclopédica sobre la lingüística. Covarrubias incorpora al elenco unos quinientos autores, la mayor parte de los cuales son didácticos. Algunos de los literarios citados más asiduamente suelen actuar como testigos históricos, científicos, filosóficos o morales, pero no lingüísticos. 43 Por la lengua de los testimonios aportados, pueden establecerse tres grupos, el de lengua latina, el de lengua románica no española y el de lengua española. Al primero pertenecen las citas bíblicas extraídas de la Vulgata, los didácticos griegos –a través de

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traducciones latinas (y en el caso de Pedacio Dioscórides Anazarbeo, de una traducción española)–, los didácticos latinos, los Padres de la Iglesia y otros escritores cristianos, los tratadistas medievales, los humanistas y científicos del Renacimiento cuyo vehículo de expresión es la lengua latina, los poetas latinos y los pocos griegos citados. 44 El segundo comprende los escasos autores didácticos italianos del Renacimiento que escriben en su propia lengua, y los literatos italianos, franceses y portugueses que escribieron en sus respectivas lenguas vulgares, y el tercero se halla integrado por los textos didácticos y literarios, medievales o del Siglo de Oro, escritos y reproducidos en lengua española, incluidos los de la literatura popular. 45 Covarrubias muestra una gran admiración por los poetas latinos, especialmente Horacio, Virgilio y Marcial; los italianos Petrarca y Ariosto; el español Garcilaso; y, en menor medida, el portugués Camoens y el francés Ronsard. De los españoles, el único poeta contemporáneo de Garcilaso que menciona es Castillejo, y el único posterior, Ercilla (a quien llama Arcila). Por el contrario, no parece haber sido muy aficionado a los «que oy se vsan en la Corte»50. En cambio hay bastantes didácticos de todo ese período51. 46 En las menciones de los autores latinos y griegos se percibe una notable diferencia, debida a que, mientras que las de los griegos se ofrecen sin texto, con texto traducido al latín o en simple resumen en español, las de los latinos casi siempre aparecen en estilo directo en su propio idioma, dada la familiaridad de Covarrubias con esta lengua, la misma que presupone en los lectores a los que dirige el libro, cosa que, si así no fuese, les recomienda que busquen quien les «declare»52 los pasajes que no entiendan o que «tengan paciencia»53. 47 En la obra de Covarrubias también son representativas las citas de la poesía italiana. Él residió en Italia durante un corto período de tiempo. En diversos pasajes del libro demuestra un cierto conocimiento del toscano. Como muchos españoles de su época estaba familiarizado con la literatura italiana. Por todos estos motivos y en consonancia con las tendencias del momento es «un devoto de Petrarca»54, cuyos textos reproduce en su mismo idioma, salvo en dos ocasiones, basándose en las fuentes lexicográficas al uso. Los otros autores no debían de ser conocidos directamente por él o, al menos, no debían de gozar de una predilección tan intensa como Petrarca. Por supuesto, las literaturas francesa y portuguesa se hallan más distantes en el orden de sus preferencias55. 48 El número de citas literarias en español es inferior al de las latinas. Sin embargo, Covarrubias es consciente de la novedad que supone incorporarlas: «Con tanta autoridad y grauedad se puede alegar el diuino Garcilasso, en comprouación de la lengua Española, como Virgilio, y Homero, en la Latina y Griega. Y qualquier romance viejo, o cantarcillo comúnmente recebido; y assí yo no me desdeño quando viene a propósito de alegarlos, por comprouación de nuestra lengua»56. Nebrija ya había practicado esta costumbre en su Gramática, pero en lexicografía es la primera vez que se introduce este recurso, que cristalizará en el Diccionario de Autoridades. 49 Las obras, autores o textos españoles más citados son el Conde Lucanor, las Partidas, Juan de Mena (especialmente el Laberinto), las Coplas de Mingo Revulgo, La Celestina, la Soldadesca de Torres Naharro, Lope de Rueda y sobre todo, como se acaba de ver, Garcilaso, además de romances viejos y cantarcillos de la lírica popular57. La mayor parte de estas citas se insertan sin precisar el lugar de procedencia ni la obra. De

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Garcilaso solo en dos ocasiones se especifica que se trata de la Tercera Égloga58, aludiéndose otras dos veces, respectivamente, a «una égloga»59 y a «aquel soneto»60. 50 3. En la composición del Tesoro Covarrubias utiliza sobre todo diccionarios y obras no propiamente lexicográficas provistas de índices alfabéticos. Para los términos latinos se sirve principalmente del Vocabulario español-latino (Diccionarium ex hispaniensi in latinum sermonen) (1495), y, a veces, del Diccionario latino-español (Lexicon hoc est dictionarium ex sermone latino in hispaniensem) (1492), de Antonio de Nebrija, así como del Dictionarium linguae latinae (1502), de Ambrogio Calepino; y, en menor escala, del Lexicon de partibus aedium (1535), de Francesco Mario Grapaldi; el Lexicon ecclesiasticum (1566), de Diego Jiménez Arias; y las Elegantiarum linguae latinae (1538), de Lorenzo Valla61. 51 Por lo que respecta al hebreo, alude explícitamente a Fray Pedro de Palencia, famoso profesor de hebreo de la Universidad de Salamanca62; la Perfectissima Hebraea grammatica (1557), de Juan Isach; el De varia in hebraicis libris lectione (1572), de Benito Arias Montano; el Thesauri hebraicae linguae (1572), del dominico Sante Pagnino (revisado por Arias Montano); y el Globus canonum et arcanorum linguae sanctae (1586), del portugués Fray Luiz de Sao Francisco63. 52 En cuanto al griego, cita el Lexicon graecolatinum novum (1589), de Iohannes Scapula; el Lexicon graecum et institutiones linguae graecae ad sacri apparatus instructionem (1572), de Benito Arias Montano; el Thesauros thes hellenichés glosses = Thesaurus Graecae linguae (1572), de Henri Estienne; el Lexicon graeco-latinum seu thesaurus linguae graecae (1554), de Guillaume Budé; la traducción del libro de Pedacio Dioscórides Anazarbeo Acerca de la materia medicinal y de los venenos mortíferos (1555), realizada por Andrés de Laguna; el Liber de differentia linguarum vulgarium et Gallici sermonis varietate (1533), de Charles de Bovelles; la Orthographía y pronunciación castellana (1582), de Juan López de Velasco; la «Breue declaración de las sentencias y vocablos obscuros», que figura como apéndice de la Agonía del tránsito de muerte (1565), de Alejo Venegas; el Theatrum orbis terrarum (1570) y la Synonimia geographica (1578), de Abraham Ortelius64. 53 En lo concerniente a los términos del árabe, lengua que no conoce, tiene en cuenta la referencia directa de Diego de Urrea65; el Compendio de algunos vocablos arábigos introduzidos en lengua castellana (1585), de Francisco López Tamarid; la Recopilación de algunos nombres arábigos (1593), de Diego de Guadix; y la Orthographía y pronunciación castellana (1582), de Juan López de Velasco (que le sirve también, como se ha podido comprobar, para los vocablos del griego)66. 54 La principal fuente del léxico italiano utilizada por Covarrubias, quien, como consecuencia de su estancia en Roma, tiene un conocimiento directo de esta lengua, fue la Fabrica del mondo (1557), de Francesco Alunno da Ferrara 67; y, en menor medida, el Vocabulario de las dos lenguas toscana y castellana (1570), de Cristóbal de Las Casas, y el Dittionario volgare et latino (1561), de Filippo Venuti da Cortona68. 55 La terminología francesa está representada por el Dictionariolum Latino-Graeco-Gallicum (1577), de Horatius Tuscanella; el Dictionnaire françois-latin (1549), de Robert Estienne; el Dictionnaire François latin (1564), de Jean Jacques Thierry; el Dictionnaire françois-latin (1573), de Jean Nicot y Jacques Dupuys; y el Thresor de la langue françoyse (1606), de Jean Nicot. A este material se ha de añadir la ya citada traducción del libro de Pedacio Dioscórides Anazarbeo Acerca de la materia medicinal y de los venenos mortíferos (1555), realizada por Andrés de Laguna; y el Vocabulario del humanista (1569), de Juan Lorenzo Palmireno69.

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56 Los vocablos del alemán tienen como fuente predominante los Origines Antwerpianae (1569), los Hermathena y los Hieroglyphica (en Opera, [1580]), de Johannes Goropius Becanus; a la que se suman otras, como las Etimologías españolas (1580), atribuidas al Brocense (a las que nos hemos referido anteriormente); e incluso el Liber de differentia linguarum vulgarium et Gallici sermonis varietate (1533), de Charles Bovelles (empleado asimismo para los términos del griego); y la Historia de gentium Septentrionalium uariis conditionibus (1567), de Olaus Magnus70. 57 Por lo que se refiere a las fuentes etimológicas españolas, tiene presente la «Breue declaración de las sentencias y vocablos obscuros», al final de la Agonía del tránsito de muerte (1565), de Alejo Venegas; las Etimologías españolas (1580), atribuidas al Brocense (que, como se acaba de ver, son utilizadas también para las voces del alemán); y la Hydrografía (1585) y el De la antigua lengua, poblaciones y comarcas de las Españas (1587), de Andrés de Poza. En los adagios, proverbios y refranes, términos que Covarrubias, como la mayor parte de los lexicógrafos y tratadistas de su época, no diferencia, se basa en los Adagiorum chiliades (1536), de Erasmo, y los Refranes o proverbios en romance (1578), de Hernán Núñez, el Comendador Griego71.

Influencia del Tesoro

58 La justa estimación de la tarea de Covarrubias tardó en producirse a pesar de servir de fuente para repertorios bilingües posteriores, como el Thresor de deux langues françoise et spagnole (1616), de César Oudin; el Ductor in linguas (1617), de John Minsheu; el Diccionario nuevo de las lenguas española y francesa (1705), de Francisco Sobrino; el A new Spanish and English Dictionary (1706), de John Stevens; el Vocabolario italiano e spagnolo (1620), de Lorenzo Franciosini; el Diccionario castellano y portuguez (1721), de Raphael Bluteau; o el Diccionario muy copioso de la lengua española y alemana (1670), de Nicolas Mez von Braindenbach72.

59 La auténtica valoración de la obra de Covarrubias se produce con los fundadores de la Real Academia Española. El Tesoro, como advierte Fernando Lázaro Carreter, es «un libro que la Academia estudió, usó ampliamente y veneró»73. Los miembros de la corporación destacan en el autor el mérito de haber sido el compilador del único repertorio léxico existente en español con anterioridad a 1713. 60 Los académicos reconocen la importancia de la obra para poder llevar a cabo eficazmente la empresa en la que se hallan comprometidos. Se muestran comprensivos con el hecho de que, dada la amplitud del caudal léxico contenido en ella, no se encuentren incluidas todas las palabras de la lengua, y ponen de relieve el mérito, no de sus etimologías, que desestiman discretamente, sino de su aportación lexicográfica pura. En este sentido, ya en el prólogo del Diccionario de Autoridades se afirma: Es evidente que a este autor se le debe la gloria de haver dado principio a obra tan grande que ha servido a la Academia de clara luz en la confusa obscuridad de empresa tan insigne; pero a este sabio escritor no le fue fácil agotar el dilatado océano de la lengua española, por la multitud de sus voces; y assí, quedó aquella obra, aunque loable, defectuosa, por faltarle crecido número de palabras; pero la Real Academia, venerando el noble pensamiento de Covarrubias y siguiéndole en las voces en que halló proporción y verosimilitud, ha formado el Diccionario sujetándose a aquellos principios y continuando después debaxo de las reglas que le han parecido adequadas y convenientes, sin detenerse con demasiada reflexión en el origen y derivación de las voces; porque, además de ser trabajo de poco fruto,

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sería penoso y desagradable a los lectores, que regularmente buscan la propriedad del significado74. 61 En las páginas del primer diccionario académico figura el Tesoro de Covarrubias como la obra lexicográfica más aprovechada y citada, especialmente en la elección de los lemas, ortografía y variantes formales, en las definiciones, descripciones e informaciones de índole enciclopédica y, por supuesto, en el terreno de la etimología, aceptando sus soluciones en numerosas ocasiones o discutiéndolas en otras.

62 Sin embargo, como autoridad, en la sesión académica del 10 de febrero de 1724 se apuntó la conveniencia de reducir el número de citas de la obra de Covarrubias, salvo en aquellos casos en los que una voz común no se encontrase documentada en ningún otro autor o, tratándose de un vocablo raro, aunque se dispusiese de autoridad, para confirmar su existencia, y se aprobó por mayoría de votos tras una larga discusión: Diose cuenta por el Sr. D. Lorenzo de Cardona que en las concurrencias que â tenido con el Sr. D. Adrián de Conink para el examen de lo que se le va entregando por los Sres. que forman el Diccionario se havía advertido venir citadas muchas autoridades del Thesoro de la Lengua Castellana de Covarrubias, copiando sus palabras para la calificación de voces que se hallan mezcladas en la explicación de otra, con que no se le cita como Diccionario sino como Autor particular, y propuso algunos reparos que se le ofrecían sobre el modo de valerse de dicha obra, que solo les parece deve servir para autorizar las voces que trahe en ella explicadas como de Diccionario. Habiéndose discurrido largamente sobre ello, y representándose por los Sres. D. Manuel de Villegas y D. Hernando de Bustillos que las autoridades de Covarrubias en qualquier modo que se usase de estas, devían ser mui apreciables, se pasó â votar, y quedó resuelto por maior parte de votos se puedan citar siempre las voces que trahe explicadas como Diccionario, pero que se excuse poner las demás autoridades siempre que aya alguna de otro autor, y que no hallándola se ponga la suya aun en las voces comunes, y que si la voz fuese rara aunque aya otra autoridad se pueda añadir la de Covarrubias para corroborarla más75.

Conclusiones

63 El Tesoro de la lengua castellana o española, compuesto por Covarrabias en su mayor parte entre 1606 y 1610 con la intención de investigar las etimologías de nuestra lengua siguiendo el modelo de las Etymologiae de San Isidoro, que hiciera lo propio con el latín, una vez concluido y publicado (1611) se erige en el primer diccionario monolingüe de un idioma vulgar, no solo de España, sino también de Europa, aunque en algunos aspectos se asemeja más bien a una enciclopedia moderna.

64 Aunque el éxito editorial de la obra, dirigida a un público culto, no debió de ser muy grande en su tiempo, la han reeditado, tratando con mayor o menor acierto el texto con vistas a su perfeccionamiento y acercamiento al lector, investigadores de relieve como Benito Remigio Noydens (1674), Martín de Riquer (1943), Felipe C. R. Maldonado (1994), e Ignacio Arellano y Rafael Zafra (2006). Algo similar ha ocurrido con el Suplemento, del que, entre otras, disponemos de la meritoria edición de 2001 preparada por Georgina Dopico y Jacques Lezra. 65 El lexicógrafo toledano, cuyo punto fuerte no son precisamente las etimologías al estar condicionadas con frecuencia por su prejuicio hebraísta, logra reunir con una concepción totalizadora de la lengua un copioso caudal de voces, expresiones y refranes, revelándose, más que como un riguroso estructurador del léxico, como un apasionado observador del habla viva y de los diferentes registros y niveles al

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transmitir sus observaciones acerca de personas o cosas de la época o informar sobre datos eruditos. 66 El criterio de autoridad, de acuerdo con la actitud de los humanistas vulgares de la época, es relativamente amplio, por lo que, al lado de los poetas y autores cultos, extranjeros o españoles, figuran otras creaciones autóctonas de carácter popular y tradicional, utilizándose como fuentes un amplio número de diccionarios u obras no propiamente lexicográficas provistas de índices alfabéticos del latín, hebreo, griego, árabe, italiano, francés, alemán y español. 67 El Tesoro ejerció una clara influencia en la lexicografía plurilingüe del español y otro idioma del siglo XVII, pero el verdadero reconocimiento a la labor de Covarrubias no llegará hasta que, una vez fundada, la Real Academia Española lo tome como referente de primer orden para la redacción del Diccionario de Autoridades. Si bien es cierto que el prestigio del diccionario académico oscureció la estela del Tesoro, este salió del olvido y recuperó su lugar en la historia de la lexicografía española y universal a mediados del siglo XX gracias a la cuidadísima edición de Martín de Riquer.

NOTAS

1. Tesoro de la Lengua Castellana o Española. Compuesto por el Licenciado Don Sebastián de Cobarruuias Orozco, Capellán de su Magestad, Maestrescuela y Canónigo de la santa Yglesia de Cuenca, y Consultor del santo Oficio de la Inquisición. Dirigido a la Magestad Católica del Rey Don Felipe III, nuestro señor. Con privilegio. En Madrid, por Luis Sánchez, impressor del Rey N. S. Año del Señor M.DC.XI. 2. Como advierte Manuel Alvar Ezquerra, «el primer diccionario monolingüe general del español que se publica es el Tesoro de la lengua castellana o española de Sebastián de Covarrubias, si bien no es el primero en hacerlo exclusivamente en español, pues antes habían surgido bastantes repertorios especializados (náuticos, médicos, etc.) y glosarios para acompañar ciertas obras, todos ellos de extensión reducida, motivo por el que su interés para la lexicografía en general es relativa, aunque no carezcan de interés, y mucho, por otros motivos, entre ellos el lexicológico» («El Tesoro de Sebastián de Covarrubias, primer diccionario monolingüe del español», Académica. Boletín de la Real Academia Conquense de Artes y Letras, 6 [2011], p. 32). 3. Tesoro, 1611, fol. H r. 4. Tesoro, 1611, fol. D v. 5. Tesoro, 1611, fol. G r. 6. Cristóbal Pérez Pastor, Bibliografía madrileña, II, Madrid, Tipografía de la «Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos», 1906, p. 198. 7. Lidio Nieto Jiménez y Manuel Alvar Ezquerra explican que «de este texto se conserva una copia manuscrita en la Biblioteca de la Real Academia Española (3-A-6), donde dice que se copió, en 1792, de uno más antiguo conservado en la Biblioteca del Monasterio de El Escorial. Se trata del manuscrito K-III-8, encabezado por el Diálogo de la Lengua de Valdés, al que siguen las etimologías, y que nos sirve de punto de partida. En él, concretamente en el folio 160, a modo de portadilla, se lee: “Acrecenté de nueuo algunos vocablos y otros van sin etymologías para que los busquemos”. Y el folio 161 aparece encabezado así: “Etymologías españolas F. S. Lo que va con esta señal + son

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del Maestro Alexo Venegas”» (Nuevo Tesoro lexicográfico del español [S. XIV-1726], Madrid, Arco/ Libros, 2007, p. LXXIII). 8. En el artículo dedicado a la voz cáliz2, empleada «en lenguaje vulgar y corrupto» (Tesoro, 1611, s. v.), Covarrubias cita expresamente el libro de Bernardo de Aldrete: «De la potencia desta ciudad y su grandeza podrás ver al Doctor Bernardo Alderete, canónigo de Córdoua, en el libro que hizo del origen de la lengua Castellana, libro 1, cap. 3, & lib. 3, cap. 8» (Tesoro, 1611, s. v.). 9. «El Tesoro de la Lengua Castellana o Española», en Sebastián de Covarrubias, Tesoro de la Lengua Castellana o Española según la impresión de 1611, con las adiciones de Benito Remigio Noydens publicadas en la de 1674. Edición preparada por Martín de Riquer, Barcelona, S. A. Horta, I. E., 1943, p. VIII. 10. En esta obra comenta Sebastián de Covarrubias que «el architecto, auiendo de hazer vna gran fábrica, abre profundas çanjas, y en el henchir de los cimientos gasta mucho tiempo y consume gran cantidad de materiales, sin que todo esto luzga ni se eche de ver hasta llegar a la flor de la tierra, que asienta su sillería que carga con seguridad la soberuia máquina de altos muros y fuertes torreones. No sucede menos al que en su imaginación, con fuerça de ingenio, fabrica alguna obra, parto del entendimiento, como yo lo he experimentado en mi Tesoro de la lengua española, en que he trabajado muchos años hasta ponerlo en estado que pudiesse salir en público» (Emblemas morales, En Madrid, por Luis Sánchez, 1610, fol. 145 v.). 11. En el artículo de la palabra bada el canónigo de la catedral de Cuenca introduce el comentario de que no existe ninguna lengua que no haya tenido su origen en la hebrea: «animal ferocíssimo dicho por otro nombre más común Rhinoceronte. En nuestros días truxeron al Rey Felipe II, que santa gloria aya, vna Bada, que por mucho tiempo estuuo en Madrid. Tenía asserrado el cuerno, y estaua ciega, porque no hiziesse daño. Y curauan della con mucho recato por el peligro de los que la tenían a su cargo, de los quales mató vno o dos. El nombre de Bada es impuesto de los mesmos Indios. Mas, presupuesto que no ay lengua que no aya tenido origen de la Hebrea en la confusión del edificio de la torre de Babilonia, no será fuera de camino dezir que Bada es nombre Hebreo, de Badad, solus, solitarius» (Tesoro, 1611, s. v.). 12. A propósito de Araucana, el maestro Covarrubias explica que, al tratarse de la «prouincia de la India Occidental, vale tanto como ardiente, seca, calurosa, del verbo Hebreo arau, vel harau, arescere, ficcari, cofici. Don Alonso de Arcila, cauallero del ábito de Santiago, compuso en octauas rimas la conquista desta prouincia» (Tesoro, 1611, s. v.). 13. Por lo que respecta a cacique, anota el autor que «vale tanto, en lengua Mexicana, como señor de vassallos, y entre los bárbaros aquel es señor que tiene más fuerças para sujetar a los demás. Y presupuesto que los que poblaron el mundo después del diluuio, diuidiéndose en la confusión de lenguas al fabricar la torre de Babel o Babilonia, cada nación de las que se apartaron lleuaron consigo algún rastro de la lengua primera, en la qual auían todos hablado y quedó con Heber y su familia, de donde procedieron los Hebreos; y assí, digo que este nombre cazique puede traer origen del verbo Hebreo chazach, roborare, y de allí chezech, fortitudo & fortis» (Tesoro, 1611: s. v.). 14. Cuento de cuentos, Zaragoza, Pedro Vergés, 1626, en Prosa festiva. Edición de Alberto Sánchez, Madrid, Castalia, 1949, p. 319. 15. Desde la publicación del Tesoro de Covarrubias hasta la actualidad, en España se han publicado numerosos diccionarios etimológicos. Entre los más representativos de los siglos XVIII y XIX, en la línea del Tesoro, se encuentran el Diccionario de Autoridades (6 vols., 1726-1739), de la Real Academia Española; el Diccionario etimológico de la lengua castellana (1856), de Pedro Felipe Monlau; y el Primer diccionario general etimológico de la lengua española (5 vols., 1880-1883), de Roque Barcia. El estudio científico de la etimología, que comienza en Alemania con el Etymologisches Wörterbuch der romanischen Sprachen (1853), de Friedrich Diez, en nuestro país no produce sus primeros frutos hasta mediados del siglo XX, momento a partir del cual aparecen algunas obras dignas de mención, como el Diccionario crítico etimológico de la lengua castellana (4 vols., 1954-1957), de Joan Corominas (la segunda edición, realizada con la colaboración de José A. Pascual, lleva por título Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico [6 vols., 1980-1991]; y del primero se publicó

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también una edición abreviada con el título Breve diccionario etimológico de la lengua castellana [1961]); y el Diccionario etimológico español e hispánico (1955), de Vicente García de Diego (puesto al día y aumentado por Carmen García de Diego [1985]). 16. Tesoro, 1611, fol. I r. 17. «Los comienzos de la lexicografía monolingüe», en Antonia M.ª Medina Guerra (coord.), Lexicografía española. Presentación de Germán Colón, Barcelona, Ariel, 2003, p. 222. Después de Covarrubias se encuentra la misma designación en otros diccionarios, como el Tesoro de la lengua castellana abreviado (manuscrito anónimo del siglo XVII), inspirado en el de Covarrubias; el Tesoro de la lengua castellana (comenzado en 1693 e interrumpido en la letra C), de Juan de Ayala Manrique; el Thesaurus linguarum (1626), de Juan Ángel de Sumarán; el Thesaurus utriusque linguae hispanae et latinae (1679), de Baltasar Henríquez; el Thesaurus hispano-latinus (1714), de Pedro de Salas; el Thesaurus hispano-latinus (1717), de Valeriano Requejo; el Tesoro lexicográfico (1492-1726) (1960), de Samuel Gili Gaya; el Nuevo tesoro lexicográfico de la lengua española (2000), de la Real Academia Española; el Nuevo tesoro lexicográfico del español (S. XIV-1726) (2007), de Lidio Nieto Jiménez y Manuel Alvar Ezquerra; el Tesoro lexicográfico del español de Canarias (1992), de Cristóbal Corrales Zumbado, Dolores Corbella Díaz y M.ª Ángeles Álvarez Martínez; el Tesoro lexicográfico del español de Puerto Rico (2005), de María Vaquero y Amparo Morales; o el Tesoro lexicográfico del español marinero anterior a 1726 (2002), de Lidio Nieto Jiménez. 18. Cristóbal Pérez Pastor, op. cit., p. 198. 19. En la portada el título completo de esta edición prínceps, como se ha podido ver anteriormente, es Tesoro de la Lengua Castellana o Española. Compuesto por el Licenciado Don Sebastián de Cobarruuias Orozco, Capellán de su Magestad, Maestrescuela y Canónigo de la santa Yglesia de Cuenca, y Consultor del santo Oficio de la Inquisición. Dirigido a la Magestad Católica del Rey Don Felipe III, nuestro señor. Con privilegio. En Madrid, por Luis Sánchez, impresor del Rey N. S. Año del Señor M.DC.XI. 20. Sin embargo, desde el momento de su aparición no fue desconocido, tanto por la relevancia de su autor como por la calidad de sus contenidos. Lope de Vega le dedicó elogios en su novela Guzmán el Bravo (1624). Aparece citado por su aspecto enciclopédico en obras como los Commentaria in titulum de aleatoribus digestis et códice (1625), de Pedro Pantoja de Ayala. Bartolomé Jiménez Patón, tres años después de ver la luz, le dedicó sus Instituciones de la gramática española, como muestra de admiración y reconocimiento por su trabajo: «Al Tesoro de la Lengua Española, minas de propiedad, Indias de su elegancia, dedico, ofrezco, y enuío el ardite, plomo, y poco açogue que con mi pequeña industria e podido adquirir en estas Instituciones, reglas y precetos de su Gramática» (Instituciones de la gramática española, Baeza, Pedro de la Cuesta, 1614, fol. 2 r.). 21. El título del primer volumen es Parte primera del Tesoro de la Lengua Castellana o Española. Compuesto por el Licenciado Don Sebastián de Covarrubias Orozco, Capellán de su Magestad, Maestre- Escuela y Canónigo de la Santa Iglesia de Cuenca, y Consultor del Santo Oficio de la Inquisición. Añadido por el Padre Benito Remigio Noydens, Religioso de la Sagrada Religión de los Padres Clérigos Regulares Menores. Al Señor Don Iván de Andicano, Cauallero del Orden de Santiago, de los Consejos Supremos de su Magestad de Castilla y Guerra. Con privilegio. En Madrid, por Melchor Sánchez. A costa de Gabriel de León, Mercader de Libros. Véndese en su casa en la Puerta del Sol, 1674. Y el del segundo, Parte segunda del Tesoro de la Lengua Castellana o Española. Compuesto por el Licenciado Don Sebastián de Covarruvias Orozco, Capellán de su Magestad, Maestrescuela y Canónigo de la Santa Iglesia de Cuenca, y Consultor del Santo Oficio de la Inquisición, añadido por el Padre Benito Remigio, de los Clérigos Menores. Con privilegio. En Madrid, por Melchor Sánchez. A costa de Gabriel de León, Mercader de Libros. Véndese enfrente de la calle de la Paz, año 1673. 22. Las adiciones de Noydens, según Martín de Riquer, «aumentan de modo considerable en la segunda parte, precisamente cuando Covarrubias, por temor a no acabar con su empresa, decide abreviar» («El Tesoro de la Lengua Castellana o Española», Tesoro, 1943, p. XI). 23. Como se ha anotado anteriormente, en la portada se lee exactamente Sebastián de Covarrubias, Tesoro de la Lengua Castellana o Española según la impresión de 1611, con las adiciones de

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Benito Remigio Noydens publicadas en la de 1674. Edición preparada por Martín de Riquer, E. de la Real Academia de Buenas Letras y profesor de la Universidad de Barcelona, S. A. Horta, I. E., Barcelona, 1943. 24. Martín de Riquer, «El Tesoro…», Tesoro, 1943, p. XIII. 25. Martín de Riquer, op. cit., p. XIV. 26. Martín de Riquer, ibid. 27. Sebastián de Covarrubias Orozco, Tesoro de la lengua castellana o española. Edición de Felipe C. R. Maldonado, revisada por Manuel Camarero, Madrid, Castalia, 1994. 28. Los editores explican que, «si la entrada o la referencia han sido modernizadas, aparecen entre corchetes, y a continuación siempre figura la forma original con las grafías que utilizara Covarrubias» («Características de la presente edición», Tesoro, 1994, p. XVII). 29. Felipe C. R. Maldonado y Manuel Camarero, op. cit., p. XVIII. 30. A ello se ha de añadir que en el artículo de adefesios se mezcla un fragmento del de ademán; en el de águila falta una línea, y en los de amesnadores, día, ídolo, latín y otros también falta parte del texto. 31. «Prólogo segundo. Las llaves del Tesoro de Covarrubias», en Sebastián de Covarrubias Horozco, Tesoro de la lengua castellana o española. Edición integral e ilustrada de Ignacio Arellano y Rafael Zafra, Universidad de Navarra; Madrid, Iberoamericana; Frankfurt am Main, Vervuert; Real Academia Española; Centro para la Edición de Clásicos Españoles, 2006, p. XLV. El Suplemento sin duda debió de formar parte del proyecto lexicográfico inicial del canónigo de la catedral de Cuenca a juzgar por sus propias palabras a propósito de algunas entradas de la letra A, como en Argos («Rey de los Arginos. Vide Apend.» [Tesoro, 1611, s. v.]) o en asbesto («Vide in appéndice» [Tesoro, 1611, s. v.]). 32. Manuscrito 6159 de la Biblioteca Nacional de Madrid, de 318 folios. 33. Betty Bayliss, Sebastián de Covarrubias. «Suplemento al Tesoro de la Lengua Castellana». A critical edition of selections from the original manuscript. Tesis de la University of Illinois, 1959. 34. Juan Crespo Hidalgo, Estudio del «Suplemento al Tesoro de la Lengua Española Castellana» de Sebastián de Covarrubias, Universidad de Málaga, 1991. 35. Sebastián de Covarrubias, Suplemento al Tesoro de la Lengua Española Castellana. Edición de Georgina Dopico y Jacques Lezra, Madrid, Ediciones Polifemo, 2001. 36. Salvo en los casos en que la vocal que se define comienza por I consonante o J vocal: Iudío. 37. Sebastián de Covarrubias Horozco, Tesoro de la lengua castellana o española. Edición integral e ilustrada de Ignacio Arellano y Rafael Zafra, Universidad de Navarra; Madrid, Iberoamericana; Frankfurt am Main, Vervuert; Real Academia Española; Centro para la Edición de Clásicos Españoles, 2006. 38. Ignacio Arellano, «Prólogo primero. La edición integral e ilustrada del Tesoro de Covarrubias», Tesoro, 2006, p. XLII. 39. Como muestra del proceder de Covarrubias se puede citar el artículo de la voz alcohela, en el que anota que nos hallamos ante un «nombre arábigo diminutiuo quhiletum, negrillo, del verbo quehale, que vale ser negro. Por otro nombre se llama endiuia, de que los boticarios sacan agua; deuiose llamar assí por razón de su simiente, y úsanle los toledanos, y no haze mención deste nombre ningún autor de los que escriuen de plantis» (Tesoro, 1611, s. v.). John M. Hill (Index verborum de Covarrubias Orozco, «Tesoro de la lengua castellana o española, Madrid, 1611-1674», Bloomington, Indiana University Studies, 48, vol. VIII, 1921), teniendo en cuenta el elevado número de voces definidas en el interior de los artículos, optó por publicar un índice con todas las palabras contenidas en la obra, y Martín de Riquer incluyó al final de su edición otro índice con el fin de guiar al usuario en el «anárquico orden seguido por Covarrubias» («El Tesoro…», Tesoro, 1943, p. XV). 40. Si se presta atención solamente a las entradas, se podría sacar la conclusión de que en la obra existe un excesivo predominio de sustantivos; sin embargo, tomando en consideración también

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las subentradas, se comprueba que hay muchos verbos y sintagmas verbales, y, si el número de estos es inferior, se debe a que en el conjunto del léxico de la lengua son menos abundantes. 41. En diversos artículos del Tesoro se encuentran observaciones como «mascar, término vulgar, vale comer, dando dentelladas, y desmenuzando entre los dientes la vianda con alguna fuerça» (Tesoro, 1611, s. v.); «frondoso, término poético no vsado en la prosa, vale lleno de hojas» (Tesoro, 1611, s. v.); «infusión, término de boticarios, de que vsan en el purificar los xaraues, como xaraue de nueue infusiones» (Tesoro, 1611, s. v.); «ventiquatro, en Seuilla, y en Córdoua, y en otros lugares del Andalucía, vale lo mesmo que en Castilla Regidor, por ser veynte y quatro regidores en número» (Tesoro,1611, s. v.); «sohez, palabra antigua, vale baxo, infame, de poco valor, y la hez de la República, y assí se dixo de sub y fæx fæcis» (Tesoro, 1611, s. v.). Del mundo americano Covarrubias, según Juan M. Lope Blanch («Los indoamericanismos en el Tesoro de Covarrubias», Estudios de historia lingüística hispánica, Madrid, Arco/Libros, 1990, pp. 153-174), consigna los vocablos acal, Araucana, cacique, caimán, canoa, coca, Cuzco, hamaca, huracán, inga, maíz, mechoacán, mexicano, México, mico, Motezuma, nopal, Perú, perulero, pita, Tenochtitlán, tiburón y tuna, en cuya relación faltan otros que ya se habían generalizado en la lengua, como bejuco, cacao y caribe. A esta relación Julio Calvo Pérez (Sebastián de Covarrubias o la fresca instilación de las palabras, Diputación de Cuenca, 1991) añade las voces coco, cota, elefante, gigante, higuera de Indias, Honduras, India, lazo, marañón, pavo, perico, salgada y uracán, en las que se hace referencia al mundo americano. Lope Blanch piensa que nuestro lexicógrafo debió de manejar diversas crónicas americanas, fundamentalmente la Historia general de las Indias de Francisco López de Gómara, ya que, de lo contrario, no se podrían explicar ciertas coincidencias y la deuda contraída con algunos cronistas. Sin embargo, Covarrubias no acudió a ellas con la intención de hacer una búsqueda sistemática, puesto que hubiera incluido términos corrientes o topónimos conocidos, y es que «el mundo americano quedaba todavía un tanto distante y al margen de los intereses científicos de la mayor parte de los eruditos peninsulares». De todos modos, aduce la autoridad de José de Acosta al menos en tres artículos (bezoar, elefante y marfil), más otro del Suplemento (arfil ). 42. Tesoro, 1611, s. v. 43. Tesoro, 1611, s. v. 44. Tesoro, 1611, s. v. 45. Tesoro, 1611, s. v. 46. Las entradas del Suplemento, como se ha indicado anteriormente, responden en su mayor parte a los nombres propios («†Coria. (Añade). Esta ciudad es de los duques de Alva. El modo como vino en su poder podrás ver en la Crónica del rey don Enrique el quarto, y al padre Mariana, lib. 23, cap. 15» [Suplemento, 2001, s. v.]), a pesar de lo cual no dejan de constituir en cierto modo un grupo importante los arcaísmos («*agruador. Vocablo antiguo, quasi Augurator, el agorero» [Suplemento, 2001, s. v.]) y los términos marcados («*epopeia. Este nombre es Griego pero los escritores Españoles andan buscando títulos extraordinarios para los frontispicios de sus libros y ansí es necesario por este respeto declarar algunos. Digo pues que este término Epopeia vale tanto como carmen fictum [composición poética]. Dél usa Lope de Vega en su Gerusalem Conquistada, a la qual llama Epopeya Trágica de ἔπος, carmen, ποιέω, fingo» [Suplemento, 2001, s. v.]). 47. Llama la atención la ausencia de indicación gramatical sobre las voces, salvo cuando se trata de las palabras gramaticales (con. «Lat. cum, preposición de hablatiuo» [Tesoro, 1611, s. v.]; quando «aduerbio de tiempo, Lat. quando» [Tesoro, 1611, s. v.]; que «partícula interrogatiua, o relatiua, se dixo de quis, vel qui» [Tesoro, 1611, s. v.]) (tampoco la ofrece el Vocabolario degli Accademici della Crusca [In Venezia, appresso Giouanni Alberti, 1612]). 48. Por ejemplo, acerca de calma, en el primer artículo que le dedica, comenta nuestro lexicógrafo que «puede ser nombre Griego, de καῦμα, cauma, que vale calor, combustio, porque quando no corre aire en el verano, haze calor y se abrasan las gentes» (Tesoro, 1611, s. v. calma, fol. 175 v.); sin

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embargo, cinco páginas más adelante, en otro artículo del mismo vocablo, manifiesta: «inoré su etimología, aunque algunos dizen ser nombre Hebreo» (Tesoro, 1611, s. v. calma, fol. 178 r.). 49. Es lo que se advierte, entre otros muchos, en pasajes como «Alumbrados fueron ciertos Hereges que huuo en España muy perjudiciales, que trahían la piel de Ouejas, y eran Lobos rapaces» (Tesoro, 1611, s. v. alumbrar); «Sinifica también el lisonjero y adulador, que si lloráis llora, y si reís ríe, y si a medio día claro dezís vos que es de noche, os dirá que es assí, porque él vee las estrellas. Este tal merecía que se las hizieran ver realmente, con meterle en vn poço muy hondo» (Tesoro, 1611, s. v. camaleón); «Mahoma (que nunca huuiera nacido en el mundo) nació en Arabia, en el lugar llamado Zatrarip, que está cerca de Meca» (Tesoro, 1611, s. v. Mahoma). Manuel Alvar Ezquerra, basándose en Margherita Morreale («Virgilio en el Tesoro de Sebastián de Covarrubias», Boletín de la Real Academia Española, LXVIII [1988], pp. 205-206), interpreta el estilo de la obra como «discursivo y falto de método, pues en ocasiones parece alargarse demasiado –especialmente en las cuatro primeras letras– y otras veces se trata de un resumen poco claro, y hasta incorrecto, de sus fuentes, por las prisas para rematar la tarea. A Covarrubias le faltaba un plan previo para redactar los artículos de su Tesoro, de ahí el anisomorfismo de las informaciones y del contenido, que son fácilmente detectables. De cualquier manera, contiene sobradamente los elementos necesarios para que, pese al desorden, podamos considerarlo como un diccionario, pues además del lema y las definiciones, aparecen referencias de carácter diastrático, diafásico y diacrónico – por más que no sean marcas en sentido estricto–, así como voces tildadas de nuevas, otras consideradas idiotismos que han de ser corregidos, refranes y proverbios, citas, y, especialmente, informaciones extralingüísticas» (art. cit., p. 73). 50. Tesoro, 1611, s. v. cuervo. 51. Entre ellos, Laguna, Arciniega, Jerónimo de Huerta, Monardes, Pineda, Poza, Acosta, Cieza de León, Diego Hurtado de Mendoza, Zurita, Ocampo, Morales, Garibay, Mariana, Argote de Molina, Sigüenza y Castillo de Bobadilla (Manuel Seco, Estudios de lexicografía española, 2.ª ed., Madrid, Gredos, 2003, p. 199, n. 24). 52. Tesoro, 1611, s. v. celoso. 53. Tesoro, 1611, s. v. sátira. La diferencia apuntada se comprueba en el artículo de la voz almez, al recurrir a la autoridad del griego Homero («Escriue Homero, lib. 9, Odysea, que, auiendo comido los compañeros de Vlyses de la fruta del lotos, quedaron tan engolosinados della que a palos no los podía hazer boluer a las naues, determinados de desampararle, quedándose en aquella tierra por gozar de cosa tan gustosa» [Tesoro, 1611, s. v.]) y, más adelante, a la del latino Ovidio («Lotos, de que haze mención Ouidio, lib. 9: / Lotos in hanc Nimphe, fugiens obscena Priapi / Contulerat versos seruato nomine vultus» [Tesoro, 1611, s. v.]). 54. Manuel Seco, op. cit., p. 210. 55. En el artículo de la palabra costumbre aparecen citados el italiano Petrarca («Petrarca, soneto La gola, etc.: / La gola, el sonno et l’ostiose piume / Hanno del mondo ogni bertu sbandita / Ond’e dal corso suo quasi smarrita / Nostra natura vinta dal costume» [Tesoro, 1611, s. v.]) y el portugués Camoens («Dixo el famoso poeta portugués Camoys, en sus Lusiadas, hablando del Rey don Sebastián: / Acostumaiuos ya a ser inuocado, / imitando a Virgilio: Votis assuesce vocari» [Tesoro, 1611, s. v.]). El francés Ronsard, por su parte, comparece en el de burla para atestiguar su probable origen francés («Burla, puede ser vocablo francés, corrompido de bourde, que vale mentira jocosa. Ronsard, en sus poemas, tom. 3, fol. 55: / Gaieté / Assez vrayment on ne reuère / Les diuinos bourdes d’Homère» [Tesoro, 1611, s. v.]). 56. Tesoro, 1611, s. v. cerca. 57. La presencia de la canción popular como autoridad en el diccionario, según Manuel Seco, «es uno de los rasgos más personales de Covarrubias en la historia de nuestra lexicografía. Juan de Valdés, en su aprecio de los refranes como ejemplos de la “puridad de la lengua castellana” (1535-1536: 38), era un precedente valioso dentro de la lingüística. Pero Covarrubias va más allá: no solo registra y explica multitud de refranes, sino que valora la poesía tradicional, para el

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estudio del léxico, a la misma altura que las obras de los poetas más celebrados» (op. cit., pp. 217-218). 58. Tesoro, 1611, s. v. cerca y s. v. calabozo. 59. Tesoro, 1611, s. v. hurto. 60. Tesoro, 1611, s. v. Abydo. En el artículo de aplacar, por ejemplo, Garcilaso es citado de esta manera: «El ilustre cauallero y famoso poeta Garcilasso de la Vega: / Si de mi baxa lira / Tanto pudiesse el son, que en un momento / Aplacasse la ira / Del animoso viento / Y la furia del mar y el mouimiento» (Tesoro, 1611, s. v.). 61. Nebrija es citado en el Tesoro en 243 artículos. La mención del origen del equivalente latino atribuido a él constituye un garante de la definición española o del sinónimo presentado por Covarrubias. De Calepino, tan utilizado como Nebrija aunque menos citado, Covarrubias toma prestada la definición, citada en latín o traducida al español, aunque a veces la diferencia de sentido le obliga a rectificar o adaptar la información. Obsérvese cómo son citadas las fuentes latinas en los artículos de oropéndola («Aue conocida, dicha assí porque tiene las plumas doradas, o el pecho amarillo; Lat. secundum Nebrissensem galbula icterus» [Tesoro, 1611, s. v.]), majuelo («la viña nueuamente plantada. Díxose del nombre Latino malleolus, que vale postura de sarmiento. Calepinus verbo malleolus, nouus palmes vitis innatus prioris anni flagello» [Tesoro, 1611, s. v.]) o Pascua («Podrás ver al padre Diego Ximénez Arias en su Vocabulario Ecclesiástico, que lo trata extensamente» [Tesoro, 1611, s. v.]). 62. Elvira Pérez Ferreiro, Glosas rabínicas y sagrada escritura. Tratado de Pedro de Palencia, O. P., sobre la utilidad de las glosas rabínicas. Transcripción y estudio, Salamanca, San Esteban, 2004. 63. El hebreo, lengua de la que Covarrubias había adquirido unos conocimientos suficientes en la Universidad de Salamanca, ocupa dentro de su concepción lingüística un lugar importante, ya que piensa que el árabe es una corrupción de esta lengua, por lo que averiguar el origen hebreo de cualquier palabra es dar a conocer su verdadero origen. La familiaridad del lexicógrafo toledano con esta lengua puede comprobarse al mencionar las fuentes en los artículos de carámbano («yo entiendo ser Hebreo, o del verbo carar, frigescere, o del nombre qerahh, glacies, gelu, crystallus, como lo siente el padre fray Pedro de Palencia» [Tesoro, 1611, s. v.]), cantarero («Y aunque hemos dicho ser nombre Griego, trae su origen de la lengua Hebrea, del nombre cantar. Arias Montano: Canthari nomen refert, vas erat portatu facile, vbi plenum esset» [Tesoro, 1611, s. v.]) o derramar («Vide Globum lingae sanctae, lib. 2, cap. I. Esaias, cap. 10: Et excidet arbores perplexas siluae ferro» [Tesoro, 1611, s. v.]). 64. La soltura con que el canónigo de la catedral de Cuenca maneja las fuentes del griego queda patente en los artículos de esparto («Scapula, en su Lexicon, da su origen del verbo Griego σπείρω, semino; porque no se siembra y él nace de suyo sin tener simiente» [Tesoro, 1611, s. v.]), pandectas («Es nombre Griego, πανδέκται, volumina sunt (inquit Budaeus) nihil non continentia et ex quibus possis, quod velis velut e conucopia depromere. Vnde Pandectae Legum, qui omne ius complectuntur, a πᾶν, omne, et δέχομαι, capio» [Tesoro, 1611, s. v.]) o esmeril («Díxose del verbo σμάω, abstergo, detergo, purgo. De esmeril haze vn capítulo Dioscórides, lib. 5, cap. 123, y allí verás a Laguna» [Tesoro, 1611, s. v.]). 65. Diego de Urrea es presentado por Fernando Rodríguez Mediano y Mercedes García-Arenal como «uno de los traductores e intérpretes más importantes de finales del s. XVI y principios del XVII en España. Sus actividades como catedrático en Alcalá de Henares, traductor de los Plomos del Sacromonte, catalogador de los manuscritos árabes de El Escorial, negociador intermediario y espía en asuntos marroquíes, hacen de él una figura paradigmática de lo que significó en su época el conocimiento y la utilización del árabe, como instrumento para cuestiones de importancia política y estratégica inmediata y también en su dimensión humanística y académica» («Diego de Urrea y algún traductor más: en torno a las versiones de los “plomos”», Al-qantara. Revista de estudios árabes, 23, 2 [2002], p. 499).

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66. El recurso a las fuentes para el árabe se refleja en los artículos de alambique («Vrrea dize ser nombre Arábigo, embicum, de verbo embeca, que sinifica salirse la sustancia distilándose, como distila la vid cortada quando la podan» [Tesoro, 1611, s. v.]), diques («Tamarid: Dique, es angostura, defensa, o vallado; es vocablo Teutónico, y Arábigo» [Tesoro, 1611, s. v.]) u hogaza («Juan López de Velasco dize que hogaza es nombre Arábigo, corrompido de hobayza, de hobiz, que vale pan» [Tesoro, 1611, s. v.]). 67. La obra de Francesco Alunno da Ferrara viene a ser para el italiano el equivalente de la de Ambrogio Calepino para el latín. 68. Como muestra de las fuentes del italiano se pueden citar las que se encuentran en los artículos de estocada («Francisco Alunno, en la Fábrica del mundo: Stecchi sono legni piccioli et pungenti»[Tesoro, 1611, s. v.]), badajo («Está este vocablo corrompido del nombre Italiano Bataglio, que Casas buelue en Castellano badajo» [Tesoro, 1611, s. v.]) o bizarría («M. Filipo Venuti de Cortona, en su diccionario Italiano, y Latino, dize assí: Bizarro val duro di testa, fantastico, cerebrosus » [Tesoro, 1611, s. v.]). 69. De acuerdo con lo apuntado, contienen fuentes del léxico francés artículos como blasón («Horatio Tuscanela, en su diccionario Latino, Graeco, Gállico, dize assí: Blason significe aucunefoes l’escu d’vn cheualier, peint et armoirie des armoiries et deuise du chaualier» [Tesoro, 1611, s. v.]), açogue («El Doctor Laguna haze vn galano discurso del azogue, o argento viuo, sobre Dioscórides, lib. 5, c. 69» [Tesoro, 1611, s. v.]) o esmeralda («Palmireno, en su Vocabulario de metales, dize grandes cosas de la esmeralda, vltra de las que sacó de Plinio, y cuenta cómo los Ginoueses llevaron de la presa de Almería, quando la ganó de los moros el Rey don Alfonso de Castilla, llamado Emperador, un plato de esmeralda, joya singular y única en el mundo, la qual antiguamente los Castellanos llamaron el santo Grial» [Tesoro, 1611, s. v.]). 70. Las referencias a las fuentes de los términos alemanes se registran, por ejemplo, en los artículos de godo («Goropio, en sus Hieroglyficos, lib. 10, verbo Gimel., fol. 141, dize assí: Pater enim Got est, qua voce simpliciter Deum vocamus; si de aquí deriuamos el nombre de Godos, hemos de decir que son estimados como Éroas y hombres buenos, porque según el mesmo autor, en su Hermatena, lib. 6, fol. 125, dize que Goet vale bonum, a Got, qua voce Deum vocamus, quia bonum a Deo descendit et ad Deum deducit» [Tesoro, 1611, s. v.]), Flandes («Carolo Bouilio dize ser nombre corrompido de forest lant, silue, patria; lant, en lengua Alemana, vale patria» [Tesoro, 1611, s. v.]) o ganado («En las partes septentrionales, con las pieles de las martas cebellinas y de otros animales contratan, como con el dinero, según lo refiere Olao Magno en su Historia» [Tesoro, 1611, s. v.]). Por otro lado, de los diccionarios multilingües en el Tesoro se menciona el Nomenclator omnium rerum (1567), de Hadrianus Junius, citado, por ejemplo, en el artículo de espadaña («Al Bohordo llama Adriano Iunior, en su Nomenclator, septrum morionis» [Tesoro, 1611, s. v.]). 71. Las fuentes etimológicas españolas se encuentran incluidas en voces del tipo de cosa («Alexo Vanegas, al fin de su libro llamado Agonía de la muerte, dize que cosa se dixo de causa» [Tesoro, 1611, s. v.]), moscatel («El Brocense: Moscateles, appianae vuae, quas muscae appetunt» [Tesoro, 1611, s. v.]) o Barahona («el Comendador Griego, en sus refranes, trae vno que dize assí: En el campo de Barahora, más vale mala capa que buena hazcona» [Tesoro, 1611, s. v.]). 72. El Tesoro se erigió igualmente en fuente de informaciones para diccionarios monolingües de otros idiomas, como el Dictionnaire françois (1680), de César-Pierre Richelet, o el Dictionnaire universel (1690), de Antoine Furetière, así como para las gramáticas que incorporaban elementos léxicos del español, entre las que cabe destacar los Origines de la langue française (1650), de Gilles Ménage, cuyo trato hacia nuestro lexicógrafo fue bastante despectivo. 73. «El primer diccionario de la Academia», Estudios de lingüística, Barcelona, Crítica, 1981, p. 93. 74. Diccionario de Autoridades (6 vols., 1726-1739). Edición facsímil, Madrid, Gredos, 2002, pp. I-II. 75. Actas, 10-II-1724.

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RESÚMENES

En este trabajo el autor estudia el Tesoro de Covarrubias, primer diccionario general monolingüe de un idioma vulgar en España y Europa, en el contexto de la tradición lexicográfica, y posteriormente da cuenta de su influencia en la lexicografía plurilingüe del siglo XVII y en el Diccionario de Autoridades de la Real Academia Española en el siglo XVIII.

Dans cet article l’auteur étudie le Trésor de Covarrubias, premier dictionnaire général monolingue d’une langue vulgaire en Espagne et en Europe, dans le contexte de la tradition lexicographique. Il rend compte de son influence sur la lexicographie multilingue du XVIIe siècle et sur le Dictionnaire des Autorités de l’Académie Royale Espagnole au XVIIIe siècle.

In this work, the author studies Covarrubias’ “Thesaurus”, the first monolingual general dictionary in a common language in Spain and Europe, in the context of the lexicographical tradition. He then gives an account of its influence on the multilingual lexicography of the seventeen century and on the Royal Spanish Academy’s Dictionary of Authorities in the eighteen century.

ÍNDICE

Mots-clés: Trésor, Covarrubias, dictionnaire général monolingue, tradition lexicographique, Académie Royale Espagnole Palabras claves: Tesoro, Covarrubias, diccionario general monolingüe, tradición lexicográfica, Real Academia Española. Keywords: Thesaurus, Covarrubias, monolingual general dictionary, lexicographical tradition, Royal Spanish Academy

AUTOR

ALBERTO HERNANDO GARCÍA-CERVIGÓN

Universidad Rey Juan Carlos

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Un enigma resuelto Notas a los emblemas de la Expostulatio Spongiae

Julián González-Barrera

1 La Expostulatio Spongiae (1618), libro clave para entender las polémicas literarias del siglo XVII, presenta una serie de enigmas o interrogantes que hasta la traducción completa del texto parecían irresolubles1. Desde antiguo, una de las incógnitas que más interés ha suscitado entre la crítica es el significado oculto de los emblemas que ilustran sus páginas y que tienen en ambos casos a un escarabajo como protagonista. Ilustraciones que no responderían a un amplio propósito didáctico, como se presupone en esta clase de arte, sino a un objetivo más concreto y personal2, puesto que están dirigidas directamente a Pedro Torres Rámila, enemigo de Lope de Vega y autor de la Spongia, libelo incendiario al que la Expostulatio pretendía replicar.

2 Hasta la presente fecha, ningún estudioso del Siglo de Oro había conseguido dar una explicación más allá del significado literal o lógico de este conceptismo visual, tan del gusto barroco, por otra parte3.

ODORE ENECAT SVO

3 El emblema más llamativo de la Expostulatio se encuentra al final del Oneiropaegnion o Sueño jocoso (f. 81r). Se trata en apariencia de una composición original, pero con la particularidad de que Lope la volvería a utilizar catorce años más tarde para La Dorotea (1632), donde reaparece en los preliminares4. Presidido por el mote «ODORE ENECAT SVO » (Mata por su olor), se retrata a un gran escarabajo boca arriba, o sea muerto, junto a un rosal en flor. Abajo se lee el siguiente dístico: «Cuando el audaz escarabajo irrumpe en los jardines de Vega, / muere vencido por el fragante olor de la rosa»5.

4 Nada se sabe sobre el autor de este emblema, quizás fuera el propio Fénix, pero, como ya advirtiera V. Dixon6, puede ser que el dibujante se inspirara en uno de los Emblemas Morales de Sebastián de Covarrubias (1610). En este libro, bajo el mote «DISPAR EXITVS» (Distinto final), la Eucaristía aparece rodeada por una guirnalda de rosas que son libadas por unas abejas, mientras abajo en el suelo aparecen esparcidos varios escarabajos muertos7. El paralelismo es meridiano, aunque con notables diferencias.

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Según el profesor Morby8, otro posible modelo sería uno de los emblemas contenidos en el Symbolorum et emblematum ex volatilibus et insectis desumtorum centuria tertia de Joachim Camerarius (1597). Similar al anterior, en este caso no hay símbolo eucarístico, solo el rosal y las abejas cercados de algunos escarabajos.

Fig. 1.

Emblemas Morales. Sebastián de Covarrubias (1610). Biblioteca Nacional, Madrid

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Fig. 2.

Expostulatio Spongiae (1618). Biblioteca Nacional, Madrid

Fig. 3.

Symbolorum et emblematum. Joachim Camerarius (1597). Biblioteca Nacional, Madrid

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5 Podría decirse que tanto la imagen del escarabajo como la del rosal no han dado muchos quebraderos de cabeza a la crítica. Parece evidente que la flor representaría a Lope y el insecto a Torres Rámila, aunque por motivos diferentes a los que comúnmente manejan los estudiosos. Porque no se trata de la excelsitud y la ignominia, respectivamente, como preconizara Brito Díaz9, sino de una potente alegoría religiosa compuesta para retratar moralmente al autor de la Spongia.

6 Para empezar, que los escarabajos mueran al oler las rosas es un lugar común desde la Antigüedad clásica. Probablemente basado en el principio de los contrarios, lo cierto es que Aristóteles (Mir. 845b), Plinio (NH. XI, 279) y Claudio Eliano (NA. VI, 46) ya lo señalan, entre otros. Desde tiempos inmemoriales los escarabajos han sido considerados como animales que traen mala suerte, por lo que no se les debe molestar, mucho menos hacerles daño. Una criatura hedionda que come, maneja y vive entre excrementos. En la tradición judeocristiana se les vincula con los hombres malvados, envidiosos y traicioneros, que prefieren vivir entre la inmundicia antes que seguir la ley de Dios (vid. n. 7). Al respecto, Covarrubias explica en su Tesoro de la lengua castellana: «Para decir que algún hombre o mujer es negro y de ruin talle, decimos que es un escarabajo»10. 7 Para el mundo pagano, el rosal fue imagen ancestral de la belleza, la juventud y el amor. Una metáfora manoseada hasta la náusea en la lírica. Sin olvidar que el hecho de que se dibuje sin abejas simplificaría aún más su interpretación. En las Sagradas Escrituras, en cambio, se lee en varias ocasiones como símbolo de la sabiduría (Ecl. 24, 18; 39, 17). 8 Para el cristianismo primitivo, la rosa, flor consagrada a Venus, se asoció pronto con la Virgen María, puesto que ella ya desde su nacimiento exhala el buen olor de Cristo, manifestándose así su virtud, pureza y futuro papel en la Encarnación. En la emblemática renacentista este motivo ya era conocido11. Una simbología cuya expresión paradigmática se halla en el Cántico espiritual de San Juan de la Cruz, cuando la rosa simboliza las bondades que anidan en el cristiano y el rosal por extensión las tres potencias del alma, que portan conceptos divinos, actos de amor y virtudes12. Una imaginería sagrada que nos arrimaría un poco más al mensaje oculto en el emblema, pero que aún resultaría insuficiente para explicar el verdadero papel del rosal [Lope] en la muerte del escarabajo [Torres Rámila]. 9 La clave para descifrar el emblema se encuentra en una de las comedias del Fénix, concretamente en El maestro de danzar (1594). En un momento determinado, uno de los personajes enumera la influencia de los cinco sentidos como mediadores en el enamoramiento: en primer lugar, el amor entra por la vista; después, por el oído; y más adelante, por el olfato. Sobre este último dice: Y pues llaman buen olor a la opinión, nombre y fama, ese sentido se llama la tercera del amor13. 10 Lope no se inventa nada. La fama o buena reputación posee una trascendencia bíblica asociada a los cinco sentidos, más concretamente con el olfato. En el Cantar de los Cantares se proclama: «Es tu nombre ungüento derramado» (1, 2)14. Bien conocido es el pasaje del Evangelio de San Juan donde la hermana de Lázaro lava los pies a Jesucristo, llenando la casa de perfume: «María, tomando una libra de ungüento de nardo legítimo, de gran valor, ungió los pies de Jesús y los enjugó con sus cabellos, y la casa se llenó del olor del ungüento» (Jn 12, 3). Así, en la segunda Epístola a los Corintios, San Pablo

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interpretó este episodio de manera alegórica, arrogándose la misión divina de evangelizar, es decir, esparcir la fragancia de Cristo por toda la Tierra: Con todo, doy gracias a Dios, que nos hace triunfar en Cristo, y por nosotros manifiesta en todo lugar el aroma de su conocimiento: porque somos para Dios penetrante olor de Cristo en los que se salvan y en los que se pierden; en éstos, olor de muerte para muerte; en aquéllos, olor de vida para vida (2Cor 2, 14-16). 11 No obstante, fue la oratoria sagrada, omnipresente en el período barroco, la que se encargó de propagarlo, recurriendo a la auctoritas de la Patrística y sobre todo gracias a la célebre homilía de San Agustín acerca de este pasaje de los Evangelios, donde se va a identificar el perfume de Cristo con el conocimiento de la fama divina, es decir, con la Verdad detrás de la palabra del Hijo de Dios: vida, fe, justicia, perdón, etc15. Fama, empero, que no está libre de los ataques de los envidiosos: Pues bien, la casa se llenó del olor, el mundo se ha llenado de la buena fama, porque olor bueno es la buena fama. […] Escucha al Apóstol: Somos en todo lugar, afirma, olor bueno del Mesías. […] Felices quienes viven gracias al olor bueno; en cambio, ¿qué más infeliz que los que mueren por el olor bueno? ¿Y, pregunta alguno, a quién mata el olor bueno? […] no debe denegarse a vosotros cómo es, cómo de modos admirables hace Dios esto: que con el olor bueno vivan los buenos y mueran los malos. La fama diseminaba en todas partes que el apóstol Pablo obraba bien, vivía bien, de palabra predicaba la justicia, la demostraba con los hechos, doctor admirable y dispensador fiel; unos le querían, otros le envidiaban. […] Si has amado a quien obra bien, estás vivo por el olor bueno; si has envidiado a quien obra bien, estás muerto por el olor bueno. […] No envidies y no te matará el olor bueno. (Aug., IJE 50, 7-8). 12 El sermón del obispo de Hipona no deja lugar a la duda. Aquellos que viven y obran bien [San Pablo – Lope] exhalan el fragante olor de Cristo. Un perfume de vida para el bueno y de muerte para el malo. Si envidias a quien obra bien estás condenado a morir por el aroma de su buena fama. Por consiguiente, el emblema avisa a Torres Rámila [el escarabajo] que envidiando la vida y obra de Lope [los jardines de Vega] acabará muriendo ante la fragancia de sus rosas [la virtuosa fama del poeta]. Una muerte espiritual, se entiende, que le condenará a la infelicidad, primero, y a la perdición y el infierno después, como avisa la doctrina cristiana.

SVO SE LUMINE PRODIT

13 En realidad, el segundo emblema que trataremos de descifrar es el primero que ilustra la Expostulatio Spongiae. Concretamente, se puede leer como antesala a la parte central o doctrinal, que le da título a la obra. Gobernado por el mote exterior «SVO SE LUMINE PRODIT» (Se delata por su luz), se perfila un solitario escarabajo con una velita encendida en la espalda. Abajo leemos el siguiente dístico: «¿Por qué los niños clavan velitas en la espalda del escarabajo?, / ¿acaso no se delata bastante por su olor?»16.

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Fig. 4.

Expostulatio Spongiae (1618). Biblioteca Nacional, Madrid

14 En este caso se trata de una composición ad hoc, escrita por y para la guerra literaria de la Spongia, y que no nos consta que se volviera a reproducir en ningún otro sitio. Además, es posible que estemos ante una creación original, pues no encontramos nada parecido en las colecciones de emblemas más conocidas de los siglos XVI y XVII17.

15 En un plano general, el significado oculto de esta pieza no se aparta demasiado de la anterior. Como cabría pensar, el escarabajo representa a Torres Rámila, objetivo de las críticas en la Expostulatio. De nuevo, el motivo bíblico del olor de muerte que desprenden los hombres malvados, envidiosos y maledicentes, que no aceptan o desconocen las virtudes del buen cristiano. El sentido religioso se extiende a la vela encendida, símbolo de la luz de los maléficos que está condenada a extinguirse cuando le alcance la justicia divina. Así, en el libro de Job descubrimos los castigos que esperan al que se aparta de Dios: ¿Cuándo pondrás fin a los vanos discursos? Reflexiona primero y luego hablaremos. ¿Por qué nos tomas como bestias y pasamos a tus ojos por estúpidos? Tú, que en tu furor te desgarras a ti mismo, ¿crees acaso que sin ti quedará despoblada la tierra, y lanzarás de su lugar las rocas? Sí, se apagará la luz de los perversos, no brillará la llama de su hogar. Apagarase la luz en su tienda y se extinguirá la vela sobre él […] Esa es la suerte del malvado, el destino del que desconoce a Dios (Job 18, 2-6 y 21). 16 Este pasaje del Antiguo Testamento parece dedicado al autor de la Spongia, que en la Expostulatio es retratado como un escarabajo, es decir, como aquel que no sigue las leyes divinas. Además con una vela encendida sobre el lomo, que según el texto que acabamos de citar le calificaría como un hombre perverso.

17 Una última incógnita giraría en torno al papel que tendrían estos «niños» que escarmientan al insecto. En realidad no son críos exactamente, sino muchachos, ya que

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la palabra latina puer puede comprender un amplio rango de edad, alcanzando también al adolescente o joven adulto. Por ende, estaríamos ante estudiantes, esto es, sus propios pupilos en la Complutense, porque no podemos olvidar que Torres Rámila era maestro de gramática latina en esta universidad por aquel entonces18. De hecho, en otros lugares de la Expostulatio se utiliza el término puer cuando se hace mención a sus alumnos19, de quienes se dice que tenían una opinión nefasta sobre él: «Entretanto, no se apartó del estudio superficial de la amada gramática, hasta que sus alumnos fueron testigos de su ignorancia supina al tener que repetir cien veces el mismo tema»20. 18 Ellos son quienes lo marcan con la luz de los infames, pues lo tratan a diario en el aula y lo conocen mejor que nadie. Sin embargo, no haría falta marcarle con vela tan ignominiosa, pues como advierte el autor en ambos emblemas, su propio mal olor ya lo delata y lo condena. Vale.

NOTAS

1. No sería hasta el año 2011 cuando saliera a la luz la primera traducción completa de la Expostulatio Spongiae, a cargo de Julián González-Barrera (Cf. Expostulatio Spongiae. Fuego cruzado en el nombre de Lope, Kassel, Reichenberger, «Estudios de literatura, 116», 2011). Para conocer en detalle la llamada guerra de la Spongia, acúdase al completo estudio que acompaña al texto traducido. 2. Cf. Carlos Brito Díaz, «Odore enecat suo: Lope de Vega y los emblemas», en Literatura emblemática hispánica. Actas del I Simposio Internacional (La Coruña, 14-17 de Septiembre, 1994), ed. Sagrario López Poza, La Coruña, Universidad de La Coruña, 1996, p. 364. 3. Para una descripción iconográfica de estos emblemas, cfr. Javier Portús Pérez, Pintura y pensamiento en la España de Lope de Vega, Hondarribia, Nerea, 1999, p. 172. 4. Ni siquiera en la última edición crítica de La Dorotea, a cargo de Donald MacGrady (Real Academia Española-Galaxia Gutenberg, 2011), se reproduce este emblema, reservándole únicamente un brevísimo comentario en nota. 5. «Audax dum Vegae irrumpit Scarabeus in hortos / Fragantis periit victus odore rosae» (Julián González-Barrera, Expostulatio…, p. 302-303). 6. Cf. Victor Dixon, «Los Emblemas morales de Sebastián de Covarrubias y las comedias de Lope», en Estado actual de los estudios sobre el Siglo de Oro. Actas del II Congreso Internacional de Hispanistas del Siglo de Oro, coord. Manuel García Martín, Salamanca, Universidad de Salamanca, 2 vols., 1993, vol. I, p. 299. 7. En ningún caso se trata de una creación original de Covarrubias. Este emblema remite a la tradición medieval de los ejemplos y más concretamente al Libro de los gatos (s. XV), donde se puede leer la fábula [nº. 34] «Enxienplo de las abejas con los escaravatos», en el que las abejas son los Doctores y santos de la Iglesia y los escarabajos hombres malos y pecadores (Cf. Libro de los gatos, ed. Bernard Darbord, Paris, Séminaire d’Études Médiévales Hispaniques de l’Université Paris XIII, 1984, p. 109-111). 8. Cf. Lope de Vega, La Dorotea, Edición, introducción y notas de Edwin S. Morby, Madrid, Castalia, 1987, nota p. 70. 9. Cf. Carlos Brito Díaz, «Odore enecat suo…», p. 363.

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10. Cf. Sebastián de Covarrubias, Tesoro de la lengua castellana, ed. Felipe C. R. Maldonado, Madrid, Castalia, 1995, p. 489. 11. «… dans la droite ligne de Piero Valeriano pour qui la mort du scarabée représentait l’affaiblissement spirituel causé par la frivolité et pour qui la rose était avant toute chose le signe de la grâce» (Christian Bouzy, «Dites-le avec des emblèmes: mythes, symboles et botanique dans les Lettres espagnoles au Siècle d’Or» en Flore au Paradis. Emblématique et vie religieuse aux XVI e et XVIIe siècles, Présentation de Paulette Choné et Bénédicte Gaulard, Glasgow, Glasgow Emblem Studies, 2004, p. 84). 12. Cf. San Juan de la Cruz, Cántico espiritual y poesía completa, eds. Paola Elía y María Jesús Mancho, Barcelona, Crítica, 2002, p. 171. 13. Cf. Lope de Vega, El maestro de danzar, en Obras completas. Comedias, I, eds. Jesús Gómez y Paloma Cuenca, Madrid, Turner-Biblioteca Castro, 1993, p. 587. 14. ungüento: perfume, en su sentido bíblico. 15. El obispo de Hipona no es el único que se ocupó de este asunto. Asimismo, San Gregorio de Nisa (Padre de la Iglesia griega) en su Comentario al Cantar de los Cantares o San Gregorio Magno (Padre de la Iglesia latina) en el Expositio in Canticum canticorum le dedicaron una exégesis detenida al perfume de Cristo. 16. «Cur pueri dorso scarabei lumina figunt, / nonne satis sese prodit odore suo» (Cf. Julián González-Barrera, Expostulatio…, p. 164-165). 17. Ni siquiera entre los amplios y valiosos catálogos del Grupo de Investigación «Literatura emblemática hispánica» (Universidad de La Coruña) hemos descubierto un posible antecedente o prototipo. 18. No hay que pasar por alto el hecho de que el burgalés era además estudiante de Teología durante los años de la polémica, por lo que acusarle de estar al margen del conocimiento de Dios también tendría un fuerte componente burlesco. 19. Cf. Julián González-Barrera, Expostulatio…, p. 250, 264 y 284. Conviene señalar que en la Expostulatio nunca se emplea para los estudiantes otro término que implique una categorización por edad, como por ejemplo adulescens, que Julio Columbario utiliza solo para referirse a sí mismo. 20. «nec interea a triviali amatae grammatistices studio destitit, quin discipulos ignarae ruditatis vindices habuit, eandem incudem frustra tundendo» (Cf. ibidem, p. 130-131).

RESÚMENES

Este artículo trata de descubrir el significado oculto de los dos emblemas que ilustran la Expostulatio Spongiae. Un secreto de los muchos que encierra este libro fundamental para entender una de las polémicas literarias más importante de la España del Siglo de Oro.

Cet article essaie de découvrir la signification cachée des deux emblèmes qui illustrent l’ Expostulatio Spongiae. Il s’agit d’une énigme parmi d’autres contenues dans ce livre fondamental qui permet de comprendre l’une des polémiques littéraires les plus importantes de l’Espagne du Siècle d’Or.

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This article tries to discover the hidden meaning of the two emblems illustrating the “Expostulatio Spongiae”. One secret of many contained in this book, capital to understand one of the most important literary controversies of the Golden Age Spain.

ÍNDICE

Palabras claves: Expostulatio Spongiae, emblemática, Lope de Vega, Biblia Keywords: Expostulatio Spongiae, emblem studies, Lope de Vega, Bible Mots-clés: Expostulatio Spongiae, emblèmes, Lope de Vega, Bible

AUTOR

JULIÁN GONZÁLEZ-BARRERA

Universidad de Sevilla – España

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Invariación y adecuación en teoría de la traducción metalexicografía en el Dictionnaire de la conversation et de la lecture (1835) y en la Enciclopedia moderna (1852)

Ignacio Ahumada

NOTA DEL AUTOR

Este trabajo se encuadra dentro de los llevados a cabo para el proyecto Diccionario bibliográfico de la metalexicografía del español, 2006-2010, proyecto que goza de una ayuda del Ministerio de Ciencia e Innovación. Plan Nacional de I+D+i (2008-2011). Convocatoria 2010. Proyecto núm. FF2010-19702.

Introducción

1 El método traductor, siempre de límites difusos y con variantes para todos los gustos1, no deja de despertar el más vivo interés cuando nos acercamos a textos de nuestro pasado cultural, sobre todo si nos hacemos cargo de la asepsia con la que el traductor debe enfrentarse a los textos científico-técnicos, bien sean estos en lenguas culturalmente alejadas bien lo sean en lenguas de cultura compartida. En el caso que nos ocupa se trata de un texto francés del siglo XIX y su traslado al público español en un momento especialmente complejo dentro de una disciplina en la que apenas si existían unos precedentes teóricos de especial relevancia. La metalexicografía o teoría sobre los diccionarios no pasaba en nuestra bibliografía nacional por otra cosa que no fueran referencias aisladas en los prólogos de algunos diccionarios o en escritos filológicos al uso (cf. Ahumada, 2008).

2 Si la lexicografía francesa de iniciativa privada, frente a la lexicografía oficial (Académie Française), ha representado en el país vecino la lexicografía por excelencia, en España nos encontramos con un panorama diferente: la Real Academia Española vio

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amenazada la centenaria hegemonía de su diccionario general ante proyectos lexicográficos como el Panléxico (1842-1845) de Juan Peñalver, la exhaustiva ampliación de Vicente Salvá (1846 y 1847) o el ímpetu arrollador del Diccionario nacional de Ramón Joaquín Domínguez (1846-1847)2. 3 Ante una situación como esta tiene lugar en España la publicación de la primera enciclopedia completa –según mis datos– después del Antiguo Régimen3. Me refiero a la traducción y adecuación al español de la nueva edición de la Encyclopédie moderne (1846-1863), bajo la dirección de Léon Renier, y conocida en España como la Enciclopedia moderna o de Mellado (1851-1855). 4 Me propongo revisar el proceso de la traducción entre dos lenguas de naturaleza afín y culturalmente próximas a partir del análisis contrastivo del artículo diccionario en la Enciclopedia moderna de Mellado y en el Dictionnaire de la conversation et de la lecture (1835), referencia que fue de los traductores españoles toda vez que la Encyclopédie moderne carecía, en este caso, de una monografía dedicada a los repertorios lexicográficos. 5 La traducción y adecuación del artículo monográfico dictionnaire, firmado por Jean Baptiste Pellissier, representa con diferencia el primer testimonio cerrado y de envergadura de nuestra historia metalexicográfica.

Textos metalexicográficos

6 El interés de los estudiosos por el objeto diccionario corre de forma paralela a la aparición de este tipo de obras en la Edad Moderna. En el tiempo, al lado de las reseñas de obras lexicográficas en gramáticas, retóricas o bien en repertorios bibliográficos (cf. Ahumada, 2007), figuran los prólogos, por un lado4; y los artículos sobre voces metalexicográficas (diccionario, enciclopedia, vocabulario, lexicón, glosario, etc.) en obras enciclopédicas, por otro5. Nuestro interés se dirige hoy de manera exclusiva –como acabo de señalar– al artículo diccionario en el primer trabajo, según mis noticias, que se ocupa de dar un tratamiento enteramente metalexicográfico a la voz en cuestión.

7 Franz Josef Hausmann cita a Antoine Furetière y su Dictionnaire universel (1690) como uno de los primeros repertorios que incluye noticias de carácter enciclopédico en el artículo diccionario, si bien estas noticias no pasan de la mención de algunos diccionarios. Desde aquí traslada su revisión histórica hasta la obra enciclopédica por excelencia: Encyclopédie, ou Dictionnaire raisonné des sciences, des arts et des métiers (1751-1772) de J. Le Rond D’Alembert y Denis Diderot (Hausmann, 1989: 217a), en donde voces como diccionario, enciclopedia o definición constituyen verdaderos capítulos de un manual al uso.

El artículo “dictionnaire” de Jean Baptiste Pellissier (1835)

8 Del artículo o monografía que nos ocupa, disponemos de dos versiones de J. B. Pellissier publicadas con tan solo un año de diferencia. La primera de ellas responde a su colaboración en el Dictionnaire de la conversation et de la lecture, publicada en 1835 6, en tanto que la segunda –con notables variantes– vio la luz en el Bulletin du Bibliophile de 1836 (Pellissier, 1835; Pellissier, 1836 y Pellissier, 1836a)7.

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9 El artículo monográfico dictionnaire, con una estructura muy poco o nada usual en la lexicografía de su tiempo, se sustenta en los dos grandes pilares sobre los que se levanta la literatura lexicográfica: de una parte, la historia de los diccionarios; de otra, la teoría sobre los diccionarios o metalexicografía8. Los planteamientos y consideraciones de una y otra partes se nos muestran como claros exponentes de su experiencia como lexicógrafo, dado que fue uno de los colaboradores en los trabajos preparatorios de la sexta edición del Dictionnaire de l’Académie Française (1835) (Quérard, 1835: s. v.) 9. La novedad de su aportación, según manifiesta el propio autor, radica antes en la presentación histórica de los diccionarios de las lenguas de Europa que en los aspectos estrictamente metalexicográficos: Et qu’aucun livre jusqu’ici, à ma connaissance, n’a présenté l’historique des vocabulaires. Je vais donc essayer de remplir, sous ce rapport, une partie de la lacune que nous a laissée la science bibliographique (Pellissier, 1835: 469a). Je n’ignore pas, d’ailleurs, combien le résultat de mes recherches laisse encore à désirer, mais je sais aussi qu’on trouve à peine quelques notions éparses; et fort incomplètes, sur les vocabulaires antérieurs au xviiie siècle, et j’ai lieu d’espérer que mon travail, pour imparfait qu’il puisse être, remplira, du moins, une partie de la lacune que existe à ce sujet dans la bibliographie (Pellissier, 1836: 122). 10 Esta primera parte («Notions historiques») se articula sobre dos centros neurálgicos: (a) la lexicografía griega y latina (clásica y medieval) con las aportaciones a la misma a partir del siglo XVI (los Estienne, por ejemplo) y (b) los distintos diccionarios franceses monolingües y bilingües. Estos dos puntos de referencia le permiten a J. B. Pellissier extender sus comentarios a las aportaciones realizadas por los países del entorno: Alemania, España, Inglaterra, Italia, Portugal, Suecia y Rusia, entre otros. Las descripciones más extensas corresponden, como es evidente, a la labor de los lexicógrafos franceses y de la Académie Française. Esto no obsta para que buena parte de los repertorios europeos merezca un breve comentario, en unos casos; la sola mención, en otros10.

11 En la segunda parte («Principales conditions d’un bon dictionnaire»), J. B. Pellissier resume en poco más de ocho páginas los puntos esenciales para la redacción de un diccionario monolingüe general. Los distintos apartados que somete a descripción y análisis, no exentos de crítica, se corresponden con los principales temas que preocupaban a la lexicografía de su tiempo. Aparte del consabido problema de la definición y la clasificación de acepciones (significado recto y variantes), uno de los asuntos que trata con mayor profusión se refiere a la presencia de autoridades en los diccionarios generales del entorno europeo. De ahí que destaque, y elogie sin parangón, el diccionario inglés de Samuel Johnson; o bien que reconozca los méritos del trabajo de la Accademia della Crusca, aun señalando sus limitaciones en cuanto al número de autoridades (le tre corone); o por otro lado que mencione la dependencia del Diccionario de autoridades de la Academia Española con respecto al modelo italiano; no deja, sin embargo, de sorprender, la exquisita deferencia hacia la más reciente de las producciones europeas, el diccionario portugués de la Academia de Ciencias. En el punto de mira estaba –no lo oculta–, el Dictionnaire de l’Académie Française. En su opinión, el repertorio francés debería avalar las definiciones con citas, entre otro tipo de textos, de las obras más representativas de la literatura francesa. 12 La idea de nuestro autor sobre el trabajo lexicográfico, en fin, queda bien patente, cuando liberado del manual de estilo del Dictionnaire de la conversation, reelabora para el Bulletin du Bibliophile el artículo dictionnaire:

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L’art de recueillir et de ranger dans un ordre systématique les mots d’une langue, en les expliquant par des définitions, dont le développement indique leurs acceptions diverses, éclaircies et précisées par des exemples, cet art, ou pour mieux dire, cette science toute d’érudition et de patience… (Pellissier, 1836: 119).

El artículo “diccionario” en la Enciclopedia moderna (1852)

13 La traducción-adaptación española, mutatis mutandis, se rige en esencia por el mismo principio racionalista que determina el planteamiento de J. B. Pellissier, tanto por lo que hace a la aceptación de los procesos históricos en la lexicografía europea como por los principios teóricos que deben presidir la redacción de un diccionario general monolingüe; porque hemos de tener en cuenta que si bien en el original francés la revisión histórica se articula sobre la oposición lexicografía monolingüe/lexicografía bilingüe –punto de partida inexcusable para la lexicografía europea–, tan solo el diccionario monolingüe general es principio y fin del análisis teórico planteado en la segunda parte del artículo.

14 Atendiendo al principio de invariación que debe presidir todo proceso traductor, la estructura del artículo original se respeta escrupulosamente. Apenas se pueden contar con los dedos de la mano las omisiones del traductor, las cuales atienden antes a ejemplos muy concretos relacionados con la lengua francesa que a cuestiones de índole general, como pudieran ser la recepción del diccionario inglés de Samuel Johnson en Francia o la ejemplificación con voces francesas alejadas de la realidad lingüística del español. Cosa bien distinta serán las amplificaciones sobre el devenir de la lexicografía española, la exaltación de la riqueza verbal del español o la denuncia sobre el abuso de los galicismos en el español escrito.

Invariación y adecuación cultural

15 El texto sujeto a análisis, dentro de la oposición lengua general/lengua especializada, se adscribe sin ninguna dificultad al género científico-técnico en su variante humanística. Internamente el texto sigue dos direcciones claramente diferenciadas: de una parte, nos encontramos frente a un discurso marcadamente histórico, determinado por una cronología concreta (la historia de los diccionarios); de otra, frente a un discurso teórico-práctico (teoría de la práctica lexicográfica).

Omisiones: necesidades del Dictionnaire y el papel de la Académie Française

16 Por lo que hace al apartado historiográfico, apenas dos párrafos fueron omitidos por el traductor español. En ambos casos las omisiones vienen motivadas –a mi juicio– por la especificidad de las mismas, dado que se trata de referencias muy concretas a la labor de la Académie Française. De un lado, la notable diferencia cualitativa del diccionario inglés de S. Johnson frente al académico francés; y de otro, una serie de recomendaciones generales sobre los criterios metalexicográficos que aplica la institución en su diccionario: Sans hasarder aucune induction à cet égard, ce qui m’appartiendrait moins qu’à personne, je crois toutefois pouvoir regretter d’avance que cette docte corporation ait persisté à exclure les citations de nos meilleurs auteurs, et que, se bornant encore à constater l’état de la

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langue usuelle, elle n’ait pas adopté un plan moins restreint, un point de vue plus élevé, une exécution moins dénuée d’esprit philosophique. Alors, elle eût fait entrer dans son dictionnaire un plus grand nombre de termes d’arts et de sciences; elle n’aurait pas négligé totalement les étymologies; elle eût indiqué la racine des mots, les significations relatives des synonymes, la quantité prosodique des syllabes; elle aurait pu donner les solutions de toutes les difficultés grammaticales, et surtout rajeunir beaucoup d’expressions tombées à tort en désuétude, et qui, n’ayant point d’analogues, semblent, par leur utilité, mériter de reprendre leurs droits de bourgeoisie (Pellissier, 1835: 476a). 17 Por esta misma línea discurren las omisiones bajo el epígrafe «Principales conditions d’un bon dictionnaire». Es en la conclusión del artículo donde J. B. Pellissier dedica unas palabras al papel de la Académie Française ante las innovaciones a las que se sujeta el uso de francés en mano de sus «hardis novateurs»: Le premier devoir de l’Académie est de ramener la langue dans les limites raisonnables que ces modèles on su toujours respecter sans rien perdre de leur essor et de leurs prodigieux avantages. Le principe constitutif de l’Académie française doit être en effet un principe conservateur (Pellissier, 1835: 484b).

Amplificaciones: diccionarios españoles y defensa del español

18 Las referencias de J. B. Pellissier a los diccionarios del español no van más allá de la simple mención junto a los repertorios de las lenguas modernas de su entorno, pues – como señalo arriba– el eje de sus comentarios historiográficos gira alrededor de la lexicografía greco-latina y de la lexicografía francesa. Contamos, pues, con alusiones a la obra bilingüe de Antonio de Nebrija, al Tesoro de la lengua castellana o española de Sebastián de Covarrubias y al diccionario académico: «l’Académie de Madrid donna en 1726 et années suivantes, un ouvrage fait à l’instar de celui de la Crusca, avec des exemples tirés des meilleurs auteurs espagnols» (Pellissier, 1835: 475b).

19 Las amplificaciones en consecuencia discurren, a grandes rasgos, por la lexicografía latino-española (Manuel de Valbuena), la lexicografía etimológica (S. de Covarrubias, Francisco del Rosal y Ramón Cabrera), la lexicografía monolingüe general no académica (Esteban de Terreros, Juan Peñalver, Prudencio J. de Vega, Ramón Joaquín Domínguez y José Caballero) o bien la lexicografía bilingüe bidireccional entre el francés y el español (Antonio Rotondo y autor anónimo). 20 De haber tenido J. B. Pellissier noticias, como las tenía de A. de Nebrija, dudo que no hubiera dedicado una mención al Diccionario universal latino-español (1793) de Manuel de Valbuena, puesto que no podríamos encontrar una obra más contraria al espíritu que anima el trabajo del lexicógrafo francés, para quien las citas literarias se hacen imprescindibles en cualquier diccionario que se precie: Viene a ser mi diccionario el de Forcellini, sin las citas que le hacen tan voluminoso, reducidos los lugares de los autores a las meras frases y abreviadas lo más que ha sido posible sus definiciones e interpretaciones; pero de voces no falta ninguna, como no haya sido por descuido (Valbuena, 1793: col. 1004)11. 21 Baste con recordar a raíz de esta declaración cómo la supresión de las autoridades tras el primer diccionario académico (1726-1739) empobrece nuestra particular trayectoria lexicográfica, ya se refiera a nuestros diccionarios monolingües ya a nuestros diccionarios bilingües12. Esto no quita que sea en estos años y en los inmediatos cuando contemos con lexicógrafos como Adolfo de Castro y Aniceto de Pagés que organicen sus diccionarios a partir de citas13.

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22 El interés del anónimo traductor por los diccionarios etimológicos del español no deja de sorprender a propios y extraños. El estudioso francés, guiado con toda probabilidad por el título y la proximidad temporal, sitúa el Thrésor de la langue françoyse (1606) de Jean Nicot al lado del Tesoro de la lengua castellana o española (1611) de S. de Covarrubias, cuando nos encontramos ante dos obras de diferente factura lexicográfica. En tanto la primera está considerada por la crítica como un diccionario semibilingüe del francés, la obra del canónigo conquense, cuyo hilo conductor es la etimología, responde a una suerte de repertorio monolingüe que incluye tanto voces españolas como una nutrida nomenclatura sobre geografía e historia sacra y profana (Ahumada, 2011a)14. La amplificación por parte del traductor se refiere a segunda edición del Tesoro (1674) con las adiciones del padre Benito Remigio Noydens. 23 La segunda referencia de nuestra lexicografía etimológica se refiere a la obra, entonces inédita, de Francisco del Rosal, Origen y etimología de todos los vocablos originales de la lengua castellana (1601-1611)15. El comentario del anónimo traductor nos revela que el lexicógrafo malagueño Antonio Martínez del Romero había estudiado y extractado la obra para los trabajos preparatorios «de un diccionario general y etimológico de la lengua española que en unión de don Rafael María Baralt están escribiendo» (Anónimo, 1852: s. v. col. 1005) 16. Se trataba del malogrado proyecto Diccionario matriz de la lengua castellana, del que solo llegó a publicarse en 1850 una muestra (prospecto) del mismo. El polígrafo venezolano R. M.ª Baralt pretendía dirigir y coordinar un proyecto lexicográfico de vastos alcances sobre la lengua española, un diccionario etimológico, general, histórico y onomasiológico, en el que A. Martínez del Romero no hubiera figurado como único colaborador17. 24 Y en última instancia, la obra póstuma de Ramón Cabrera, Diccionario de etimologías de la lengua castellana (1837), antes colección de voces con procedencia latina que, a pesar del título, repertorio general de nuestra lengua18. 25 Hasta los años en los que se publica la Enciclopedia moderna la actividad lexicográfica del español, si la comparamos, por ejemplo, con la francesa, había sido relativamente baja y de escasa originalidad. Los años en los que nos encontramos fueron decisivos para llevar a cabo iniciativas impensables en los años precedentes, iniciativas que no partieran de revisar el DRAE vigente para aumentarlo o epitomizarlo, cuando no fuera para trasladarlo con pocas o muy pocas diferencias respecto del original. En estos años cruciales se está gestando una nueva lexicografía general, de manifiesta inspiración francesa –claro está–, y paralelamente tuvo lugar la aparición de una prometedora lexicografía regional española e hispanoamericana (Aragón y Cuba), como habíamos asistido a la edición de los primeros repertorios especializados de cierta envergadura (términos geográficos, de náutica o de minería, entre otros). 26 La adecuación del articulo dictionnaire a la lexicografía del español discurre –como veremos– por la mención de aquellos trabajos que de una manera u otra han marcado su impronta en la historia de nuestros diccionarios generales. 27 La obra del jesuita E. de Terreros sobresale de entre todas ellas. Se trata del único repertorio que merece un comentario, aunque este fuera negativo e injustificado, por parte de nuestro anónimo autor. La mirada del traductor se dirige hacia la inclusión gratuita en sus columnas de entradas ajenas al español de la época. Señala, con la mención expresa de que se trata de voces portuguesas, la voz acuador, y por extensión abnous:

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Desde luego es estraña la admisión de la voz acuador, que aunque la usan los portugueses, no está admitida en la lengua española; voz que no debía mencionarse por cuanto el pez que en ella se indica, tiene en español su correspondencia, que es volador (Anónimo, 1852: col. 1009). 28 Bastaba con haber consultado el tercer volumen del Diccionario castellano para constatar que el padre Terreros daba entrada a volante y volador como variantes españolas para denominar esta subespecie acuática19. De todas formas, acuador acabaría teniendo fortuna lexicográfica, aunque se tratara de una voz portuguesa, pues del padre Terreros la toman R. J. Domínguez (1846), los editores Gaspar y Roig (1853), Elías Zerolo (1895) y Manuel Rodríguez Navas (1918)20.

29 El Diccionario castellano con las voces de ciencias y artes (1786-1788) es de una complejidad sin límites a pesar del extenso prólogo que lo precede. Pero de la misma manera que el traductor ha tomado como referencia acuador podría haberlo hecho con otras muchas entradas: sabah, romescot, Viztzilipuztli, Huchilobos o rum. Hace casi dos décadas que Félix San Vicente habló de la solución ‘omnicomprensiva’ como criterio para la selección de voces: El jesuita optó por una solución ‘omnicomprensiva’ ya que pensaba que el español, por su riqueza léxica y pasado prestigioso se podía proponer, en un momento de particular conflictividad con el francés (v. art. lengua), como lengua intermediaria de la cultura universal. La amplitud de su objetivo consistió en intentar «formar un Diccionario completo [con ciencias y artes], en cuanto me fuese posible, –afirma– no solo castellano, sino también de unos idiomas que le hiciesen universal en casi toda la tierra [...] se pone la voz de que se trata, con la definición más exacta que sea dable, y las voces Francesa, Latina e Italiana que correspondan al castellano» (VI) (San Vicente, 1995: 143). 30 En el medio siglo español –como he señalado al comienzo– concurren los proyectos que mejor definen el giro que se está operando en la diccionarística del español: por lo que hace a la lexicografía lingüística, el proyecto inconcluso de Juan Peñalver (Panléxico)21 y la exitosa edición del Diccionario nacional (1846-1847)22 de R. J. Domínguez; si atendemos a la lexicografía enciclopédica, la culminación del primer proyecto español: la Enciclopedia moderna (1851-1855). De mucho menor calado hemos de calificar las dos restantes obras destacadas por nuestro traductor: el Diccionario general de la lengua castellana (1849) bajo la dirección de José Caballero, pretendidamente enciclopédico pero que contó con una buena acogida editorial, y el Diccionario de la lengua castellana (1845) de Prudencio J. de Vega, un diccionario manual con sendos suplementos sobre voces anticuadas y voces no reconocidas por la Real Academia.

31 La abundante producción de los años siguientes, no exenta de originalidad pero mimética en exceso, lleva incluso a la Real Academia Española a reorientar su concepción del diccionario oficial, algo que no había ocurrido en los últimos cien años. No fueron solo los acontecimientos editoriales y la pérdida de la hegemonía lexicográfica los factores decisivos para el cambio que se avecinaba, hemos de sumar la tímida aceptación por parte de la institución de un modelo de lengua diferente (lengua culta frente a lengua literaria) y la débil consciencia de un nuevo modo de enfrentarse a la descripción de los hechos de lengua (la lingüística histórico-comparada). 32 Incorpora nuestro traductor, en última instancia, una breve nota sobre la lexicografía bilingüe que se desarrolla por estos años, si bien solo referida a las lenguas española y francesa. Sin duda, como a nadie se le oculta, las que mayor interés despertaban en ese

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momento. La nota discurre por la mención de dos obras complementarias: un diccionario general y un diccionario fraseológico. 33 De una parte, el Nuevo diccionario francés-español y español-francés (1842), de autor anónimo23, un nuevo repertorio que se había redactado a partir del Dictionnaire français- espagnol et espagnol-français (1812) de Manuel Núñez de Taboada y con reproducción íntegra del prólogo de Antonio Capmany y Montpalau a su Nuevo diccionario francés- español (1805), las dos obras más representativas de nuestra lexicografía bilingüe en lo que llevábamos de siglo. 34 Y de otra, el Diccionario fraseológico español-francés y francés-español (1841), obra de Antonio Rotondo, quien nos ofrece, hasta donde alcanzan mis datos, una de las primeras obras, si no es que sea la primera, en su género, y cuyo modelo con toda probabilidad podrían haber sido los precedentes franceses para la lengua inglesa de J. Loffet (c. 1800) y G. Poppleton (1810)24. 35 A esta serie de referencias lexicográficas hemos de sumar las adiciones sobre el español de su tiempo, adiciones que vienen propiciadas por las notaciones del original francés: (1) la incorporación al fondo general del español, al igual que ha ocurrido en francés y en inglés, de la nueva terminología generada por los más recientes avances científico- técnicos; (2) el rechazo al galicismo innecesario «siendo como es el idioma de Cervantes el más rico y abundante de cuantos se hablan en Europa» (Anónimo, 1852: col. 1018) y (3) el apoyo gubernamental, si la Real Academia dejara de cumplir sus funciones, a personas y proyectos consagrados a la defensa de la lengua nacional: «al gobierno incumbe proteger los esfuerzos individuales, si ve que las personas que se deciden a acometer una empresa de esta magnitud, ofrecen todas las garantías de saber y de inteligencia que para ella se requiere» (Anónimo, 1852a: col. 1019).

Conclusiones

36 El grado de equivalencia, pues, entre ambos textos viene determinado por el principio de invariación aplicado por el traductor, no en vano nos encontramos ante un texto científico-técnico (variante humanística) donde el método traductor suele discurrir mucho más próximo a la traducción verbum pro verbo que a la traducción sensum ad sensu.

37 El proceso de adecuación podríamos calificarlo de moderado, puesto que la producción lexicográfica de entonces era mucho más amplia que la reseñada por el anónimo autor, quien demuestra, como hemos visto, un buen conocimiento tanto de la lexicografía etimológica como de la lexicografía bilingüe entre las lenguas española y francesa; si bien es cierto, las notas referidas a los diccionarios españoles por géneros viene predetermiada, en buena medida, por el artículo original francés. 38 La Enciclopedia moderna, como ya he señalado, fue el primer repertorio de factura española que logró culminarse con éxito. De la recepción de esta obra dieron cumplida cuenta, bien que notablemente resumidos, los artículos diccionario de dos de las enciclopedias más representativas de la segunda mitad del siglo XIX español: en el tomo V (Anónimo 1876) del Diccionario universal de la lengua castellana (1875-82), dirigido por Nicolás M.ª Serrano, y en el tomo VI (Anónimo 1890) de la obra publicada por los editores catalanes Montaner y Simón, Diccionario enciclopédico hispanoamericano de literatura, ciencias y artes (1887-1898).

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39 No tuvo mejor suerte el trabajo de J. B. Pellissier: la segunda parte de su artículo («Principales conditions d’un bon dictionnaire») quedó reducida a solo la introducción en el tomo 7 (1860) de la segunda edición del Dictionnaire de la conversation et de la lecture (1853-1860), con la consiguiente devaluación de la meritoria tarea de su autor25. Todo el apartado teórico y la sistematización de los problemas que plantea un diccionario de lengua se condenan al silencio cuando se trata en realidad de la parte más provechosa del trabajo de J. B. Pellissier. En teoría lexicográfica habrá que esperar al desarrollo de la semántica en los años sesenta del pasado siglo para que se retomen teóricamente los grandes problemas que aquejan a la confección de diccionarios, ya sean monolingües, como nos plantea J. B. Pellissier, ya bilingües o plurilingües. 40 Hemos de reconocer, en definitiva, que la traducción y adecuación al español del trabajo de J. B. Pellissier debe figurar –hasta donde alcanzan mis datos– como el primer testimonio de cierta entidad teórica en nuestro pasado metalexicográfico. No debemos olvidar, de igual forma, que la renovación de parte de la lexicografía española extraacadémica de entonces –como aquí se ha señalado– procedía de algunos de los proyectos de mayor calado desarrollados en Francia: el Pan-lexique de Ch. Nodier y el Dictionnaire national de L. N. Bescherelle por lo que respecta a la lexicografía lingüística; el Dictionnaire de la conversation et de la lecture y la Encyclopédie moderne (de L. Renier) si atendemos a la lexicografía enciclopédica.

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Zamora Vicente Alonso, La Real Academia Española, Madrid, Espasa, 1999.

NOTAS

1. Aunque el binomio traducción literal (verbum pro verbo)/traducción libre (sensum ad sensu) nos ayude sobremanera a simplificar las cosas, especialmente en el aula. 2. Debe tenerse en cuenta que tanto el proyecto de Juan Peñalver (Pan-lexique (1829) de Charles Nodier) como el de Ramón Joaquín Domínguez (Dictionnaire national (1843) de Louis Nicolas Bescherelle) son de clara inspiración francesa (cf. Ahumada, 2011: 61-63 y Seco, 2003: 294-295). Tanto Manuel Núñez de Taboada como Vicente Salvá eran conocedores de la mediata e inmediata lexicografía francesa, ambos estaban radicados en París cuando publicaron su revisión del diccionario académico: Diccionario de la lengua castellana (1825) y Nuevo diccionario (1846/1847). Valga como ejemplo temprano para el caso de la lexicografía francesa la revisión de Le

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Dictionnaire universel (1690) de Antoine Furetière por parte de Basnage de Baural (1701) y los jesuitas de Trévoux (1704), cuyo reflejo en la lexicografía española no es otro que la única muestra no académica de nuestro siglo XVIII: el Diccionario castellano con las voces de ciencias y artes (1786-93) del padre jesuita Esteban de Terreros. Y para el siglo XIX baste citar la revisión del Dictionnaire universel de la langue française (1800) de P. C. V. Boiste por el ya citado Ch. Nodier. 3. De la Encyclopedia metódica por orden de materias (1788-1794), del editor Antonio de Sancha, a partir de la Encyclopédie méthodique (1788-1832), del editor francés Panckoucke, tan solo se publicaron diez volúmenes del total de 167 que conformaban la edición original francesa. Como es sabido, el proyecto español se fue al traste tras la polémica suscitada por determinadas apreciaciones incluidas en el artículo «Espagne», cuya autoría se debe a Masson de Morvilliers, dentro del volumen Géographie (1788). 4. De los tres diccionarios españoles de iniciativa privada mencionados arriba tan solo el Nuevo diccionario (1846) de V. Salvá contiene, en mi opinión, un prólogo metalexicográfico. La razón es bien sencilla: el autor ha de justificar los criterios y el método empleado para aumentar el DRAE («Introducción del adicionador», pp. VII-XXXVII); en tanto que J. Peñalver y R. J. Domínguez adaptan el modelo francés sin más consideraciones de carácter teórico. De los entresijos del Panléxico conocemos algo más gracias a la polémica suscitada en la prensa madrileña de 1842 cuando se publicó el prospecto que adelantaba la publicación de la obra (cf. Ahumada, 2011: 59 y ss.). 5. Véase mi trabajo «Translation and ideology: neighborhood policy in Enciclopedia moderna (1851-1855). A propos the article diccionario», en M.ª M. Rivas Carmona y M.ª C. Balbuena Torezano (ed.), Cultural aspects of translation, Tübingen, Narr Verlag, 2013, pp. 1-12. 6. El Dictionnaire de la conversation et de la lecture consta de 68 tomos en 34 vol. publicados en París entre 1832 y 1851. J. B. Pellissier no solo se ocupó de redactar el artículo «diccionario», sino que además se hizo cargo de determinados artículos de literatura medieval; no obstante, había sido colaborador de François Just Marie Raynouard en su Choix des poésies originales des troubadours (1816-1821). 7. Revista mensual publicada por el editor parisino Jacques Techener y en la que el también lexicógrafo Ch. Nodier jugaba un importante papel como colaborador. 8. Así por ejemplo en la Encyclopédie de J. L. D’Alembert y D. Diderot: el artículo dictionnaire es exclusivamente teórico, al igual que el artículo encyclopédie, por citar las dos monografías que se dedican a los dos campos de acción de la lexicografía como disciplina lingüística (lexicografía lingüística y lexicografía enciclopédica). 9. Esto no impedirá –como veremos– que muestre con severidad sus diferencias con los planteamientos metalexicográficos de la institución. 10. Algo bien distinto a lo que encontramos en la Table alphabétique des dictionnaires (1758) y, por lo que respecta a los aspectos metalexicográficos, en «Question sur les dictionnaires» de Charles Bellet. 11. Este diccionario fue el de mayor éxito de entre los de su tiempo: Valbuena, Manuel de (1793): Diccionario universal latino-español/español-latino, Madrid, Cano. 12. Al decir de Voltaire, «un dictionnaire sans citations est un squelette». 13. Gran diccionario de la lengua española (1852-1855) y Gran diccionario de la lengua castellana (con ejemplos) de buenos escritores antiguos y modernos (1902-c. 1932), respectivamente. Sobre la lexicografía general del español con citas, véase la tesis doctoral, defendida recientemente en la Universidad Complutense de Madrid, de Eduardo Jacinto García, El principio de autoridad en los diccionarios generales del español (siglos XVIII-XX) ( http://eprints.ucm.es/20660/1/T34377.pdf). Importa reconocer en este sentido un considerable número de obras menores (regionales y especializadas) en las que no falta el apoyo de sus definiciones en citas. 14. Me refiero a la obra conjunta del Tesoro, esto es, el volumen publicado en Madrid el año de 1611 con el Suplemento del propio S. de Covarrubias, y cuya edición conjunta e ilustrada la

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publicaron Ignacio Arellano y Rafael Zafra en 2006 bajo el sello editorial de la Universidad de Navarra-Iberoamericana-Vervuert-Real Academia Española-Centro para la Edición de Clásicos Españoles. 15. Manuscrito 6229 de la Biblioteca Nacional de España. El manuscrito del siglo XVIII cuenta con una edición facsimilar y un estudio introductorio a cargo de Enrique Gómez Aguado, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1992. 16. Antonio Martínez del Romero como lexicógrafo fue autor de un incompleto Dizionario italiano- spagnuolo e spagnuolo-italiano (1844-1847) (Martínez Egido, 2010) y de un «Glosario compuesto de varias palabras cuya esplicación es necesaria para la inteligencia del catálogo que antecede [Catálogo descriptivo, artístico e histórico de los objetos de la Armería Real de Madrid]» (1849) y como traductor de la lengua francesa cuenta en su haber, entre otras traducciones, con Aventuras de Tom Pouce, Madrid, Hortelano, 1845; Mme Cottin, Matilde o Memorias sacadas de la historia de las cruzadas (1847), así como del divulgador de la ciencia Camille Flammarion, Les mondes imaginaires et les mondes réels y La pluralité des mondes habités, ambas publicadas en Madrid por Gaspar y Roig en 1873. 17. El Diccionario matriz de la lengua castellana (prospecto) cuenta con una edición facsimilar publicada en Maracaibo en 1957. Para el filólogo español afincado en Caracas Pedro Grases el rechazo de Bartolomé José Gallardo a su participación en el proyecto fue determinante para su paralización (cf. Grases, 1943: 40). Debe tenerse en cuenta que entre la lista de colaboradores de la Enciclopedia moderna figura R. M.ª Baralt como responsable del artículo «Filología» (Mellado, 1851: VIII). 18. En la Biblioteca de la Real Academia Española, de la que fue miembro y director, destituido de manera fulminante al regreso de Fernando VII (1814), se conserva manuscrito su Diccionario del lenguaje antiguo castellano (cf. Zamora, 1999: 179a). 19. Cosa bien distinta son las inexactitudes que el anónimo autor reprocha al padre Terreros. A saber, el peso de una libra por pieza y que el salto de esta especie sobre la superficie del mar tenga el alcance de un tiro de fusil, «pues lo que hace el volador es saltar unas tres varas del agua y correr hasta la distancia de un tiro de fusil» (Anónimo, 1852: col. 1009). 20. Diccionario nacional (1846-1847), Diccionario enciclopédico de la lengua española (1853-1855), Diccionario enciclopédico de la lengua castellana (1895) y Diccionario general y técnico hispano-americano (1918), respectivamente (cf. Real Academia Española, 2001). 21. El proyecto de Juan Peñalver constaba de once diccionarios diferentes, de los que tan solo llegaron a publicarse los cinco primeros: Diccionario universal de la lengua castellana (1842), Diccionario de sinónimos (1843), Vocabulario de fábula (1845), Diccionario etimológico (1845) y Diccionario de la rima (s. d.). 22. Es quizá el diccionario de nuestra lengua que más ediciones ha alcanzado, después del de la Academia: diecisiete en poco más de cuarenta años; la última, de 1889. Incluso se publicó un compendio, del que conozco cuatro ediciones aparecidas entre 1852 y 1887» (Seco, 2003: 291). 23. [s. a.] (1842): Nuevo diccionario francés-español y español francés, 2.ª ed., Barcelona, 2 tomos. 24. Loffet, J. (c. 1800): Phraséologie française et anglaise, Paris y Poppleton, Georg H. (1810): Phraséologie française et anglaise, ou dictionnaire de locutions françaises et anglaises, dont l’acception est la même, et la manière de les exprimer différente, Paris, Briand, respectivamente (cf. Quemada, 1967: 596 y 600). 25. Bajo la firma de L. Lovet se incorpora, con el fin de compensar tan decisiva supresión para el conocimiento de la metalexicografía monolingüe, una actualización sobre los diccionarios franceses publicados en las últimas décadas.

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RESÚMENES

La traducción-adaptación del artículo enciclopédico dictionnaire publicado en el Dictionnaire de la conversation et de la lecture (1835), y cuya autoría se debe al estudioso francés Jean Baptiste Pellissier, representa, tras su publicación en la Enciclopedia moderna (1852), el primer testimonio general y con cierta entidad en la historia de la metalexicografía del español.

La traduction-adaptation de l’article encyclopédique dictionnaire – qu’avait publié en 1835, dans la Dictionnaire de la conversation et de la lecture, l’érudit Jean Baptiste Pellissier – est considérée, à la suite de sa publication dans la Enciclopedia moderna (1852), comme le premier témoignage, général et important pour son histoire, de la métalexicographie de langue espagnole.

The translation-adaptation of the encyclopaedic entry «dictionnaire» published in the « Dictionnaire de la conversation et de la lecture» (1835), the author of which is the French scholar Jean Baptiste Pellissier, is presently recognized after its publication in the «Enciclopedia moderna» (1852), as the first general and important testimony of the Spanish meta-lexicology in the history.

ÍNDICE

Palabras claves: lingüística teórica, lingüística románica, lexicografía enciclopédica hispano- francesa, metalexicografía de la lengua española Mots-clés: théorie linguistique, linguistique romane, lexicographie encyclopédique hispano- française, métalexicographie de la langue espagnole Keywords: Theoretical Linguistics, Romance Linguistics, Spanish-French Encyclopedic Lexicography, Spanish Language Metalexicography

AUTOR

IGNACIO AHUMADA

Consejo Superior de Investigaciones Científicas - Madrid (España)

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Tres poéticas de la guitarra vanguardista (1917-1924) Poetas y pintores

José Calvo González

NOTA DEL AUTOR

Tercera Conferencia del Ciclo «Feria de Málaga 2007». Ámbito cultural. El Corte Inglés. Málaga, 3 de agosto de 2007. “Enmedio la guitarra Amémosla” “Cuadro”, Gerardo Diego, Manual de espumas, Cuadernos Literarios (La Lectura), Madrid, 1924

Introducción

1 Clavijero, cejuela, cordaje, mástil, caja de resonancia, tapa armónica, rosetón, boca u oído, aro y puente.

2 Cuánta música verbal encierra este lenguaje, cuánta música de colores también.

3 Guitarra es una palabra rodeada, pulsada, acariciada. Y es, igualmente, trazo, figura, imagen. 4 Vengo, en realidad, a hablar de metáforas, tanto líricas como pictóricas. Y, como en el verso dieguino, «enmedio la guitarra», porque la amo. 5 La guitarra como signo icónico en las poéticas de vanguardia, y también de las vanguardias gráficas y plásticas. Guitarras en tejido de versos. Guitarras en el estambre de las ralladuras y en la materia cromática. 6 Voz, ritmo, palabra, escritura, poema, línea, plancha, estampa, lienzo, paleta, pintura. Verbo, pauta expresiva, entalladura a punzón y buril, pinceladas sonoras. 7 Y siempre «enmedio la guitarra», amándola.

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8 La guitarra fue amor de poetas en alborada, fue amante de artistas en iluminaciones inaugurales. 9 Yo haré aquí, únicamente, de púa, de plumilla, de plectro. Seré, en fin, uñeta para tres poéticas de la guitarra vanguardista; la creacionista del chileno Vicente Huidobro (Vicente García Huidobro Fernández. Santiago de Chile, 1893- Cartagena. Chile 1948), la ultraísta del montañés Gerardo Diego (Santander, 1896-1987), la del 27 en el granadino Federico García Lorca (Fuente Vaqueros. Granada, 1898- Viznar. Granada, 1936). Otros «toques», a punteo de notas sueltas, acaso podría haberlos compuesto con alguien tan próximo a Huidobro como fue Juan Larrea Celayeta (Bilbao, 1895- Córdoba. Argentina, 1980) y su Versión celeste2, «raro del 27» y, sobre todo, introductor entre nosotros del surrealismo, o en compás entero a guitarra sorda con el uruguayo Ildefonso Pereda Valdés (Tacuarembó. Uruguay 1899-1996), poeta entre la vanguardia y el nativismo, fundador y director de la revista Los Nuevos (1919-20), difusora del ultraísmo en su país, aquí aún casi desconocido, a quien ya ahora debo al menos siquiera referir en una obra, La guitarra de los negros3, de 1926, ilustrada con viñetas de María Clemencia y un retrato del autor por Norah Borges. 10 Mas tengo ya puesta la yema de los dedos de la mano izquierda sobre cordaje y traste, cifrando acordes y escalas. Irán seguidamente los primeros rasgueos, para abajo con el pulgar, para arriba con el índice. Luego acudiré también de vez en vez a la cejilla, pulsando varias cuerdas con el mismo dedo. 11 Me valdré asimismo de intervalos, a secuencias diferentes.

12 El timbre y la tonalidad irán intercalados del guitarreo de Juan Gris (José Victoriano González, Madrid, 1887- Hauts-de-Seine, Boulogne, 1927), Pablo Picasso (Málaga 1881- Mougins, Francia, 1973), Georges Braque (Argenteuil-sur-Seine, 1882-Paris, 1963), Salvador Dalí (Figueras, 1904-1989) y Joan Miró (Barcelona, 1893-1983); luthiers de avance y anticipación, que eso significa vanguardia, en la más afinada representación figural del instrumento. En brote añadido de imaginación sobre superficie en piedra, su estatuaria cubista estará en la gradina del lituano Jacques Lipchitz [Chaim Jacob Lipchitz] (Druskieniki, Lituania 1891- Capri, Italia 1973)4. Y todavía algún otro arpegio he de reservar para el malagueño José Moreno Villa (1887-1955), neocubista hermanado con el surrealismo lírico. 13 Esta es toda mi partitura. En adelante, siempre «enmedio la guitarra», siempre amada, mi seguramente torpe ejecución.

Guitarra en el creacionismo de Vicente Huidobro

14 La corriente poética conocida como creacionismo tiene en Huidobro su iniciador 5. De otra parte y al propio tiempo, el creacionismo es un equivalente poético del cubismo6. Existe, pues, una interdependencia entre ambas vanguardias. Espíritu de renovación, de radical innovación, en poesía y en bellas artes. Nueva poesía, nuevo arte (art nouveau).

15 Huidobro se revela, a través de tempranos poemarios como Canciones en la noche (en especial el poema «Japonerías de estío»7) y La gruta del silencio –ambos de 1914– y, especialmente, con la plaquette Espejo del Alma –fechado a 1916– el primer vanguardista en lengua española. Su viaje a París –capital de l´avant garde internacional– ese mismo año será determinante.

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16 A partir de entonces, en efecto, van dándose a conocer los primeros poemas ya plenamente vanguardistas de Huidobro –traducidos al francés con ayuda del pintor cubista Juan Gris8– publicados en Nord-Sud, revista que aspiraba a representar la tendencia cubista en literatura y que reconocía en Apollinaire (Wilhelm Albert Wladimir Alexandre Apollinaris de Kostrowitzky, Roma, 1880- París, 1918) al poeta que en ese momento había «trazado rutas nuevas, abierto nuevos horizontes». El mismo Apollinaire –con relación a la pintura de Picasso, Braque o Robert Delaunay (París, 1885-1979)– había anunciado ya en 1913 que el cubismo no era «un arte de imitación, sino un arte de concepción que puede elevarse hasta la creación»9. Su poema «Zone» – de Alcools, también de 1913– había introducido, a su vez, el montaje y la representación fragmentaria de espacios y tiempos en la poesía. 17 En esa atmósfera y circunstancia aparece Horizon carré, editado el año 191710 con cubierta y página interior de Gris. Las composiciones que lo integran corresponden a la creación de un mundo poético, paralelo e independiente del mundo convencional, ofreciendo así, como uno de los rasgos diferenciales del creacionismo, imágenes que representan el mundo que debiera existir y compuestas por elementos que, desde un punto de vista formal, se conjugan necesariamente y no de manera arbitraria. En esa misma fecha, su amigo Juan Gris declaraba respecto de su propia creación artística: «Intento hacer concreto lo que es abstracto, procedo de lo general a lo particular, para llegar así a un hecho real»11 (real en el sentido de nuevo). Había, pues, una profunda y significativa coincidencia. Poesía creacionista y cubismo marchaban en la misma dirección. 18 Se ha de advertir, no obstante, que no todos los poemas de aquel Horizonte cuadrado clausuran efectivamente el mundo antiguo, de signo modernista, para originar reactivamente el «nuevo mundo». El conflicto productivo con la voluntad estética del sujeto (yo creador) es allí todavía restringido, y se abandona a técnicas que, como la escritura automática o la asociación de palabras, se conducen en un recorrido errático con momentos de divertimento respecto del compromiso «creacionista». También así sucederá aún, en variable medida, con otros libros de Huidobro a lo largo de 1918 e impresos en Madrid; Ecuatorial 12 (dedicado a Pablo Picasso), Tour Eiffel (con ilustraciones de Delaunay)13, Hallali14 y Poemas árticos (dedicado a Juan Gris y Jacques Lipchitz)15. 19 Pero en todos ellos es igualmente posible hallar versos auténticamente vanguardistas, que connotan la influencia artística proclamada por el movimiento de las vanguardias gráficas y plásticas, en particular la cubista. Y ello es especialmente poco discutible justo en aquellas composiciones donde se contienen referencias a la guitarra y se acude en recurso a imágenes y representaciones metafóricas referidas a ese instrumento musical. 20 En este sentido, no es casual que el poema Tour Eiffel, dedicado al cubista Robert Delaunay, autor entre 1909 y 1911 de una serie con ese motivo16, y que sirve de emblema para el libro de título homónimo, abra con una bellísima, atrevida y fulgurante metáfora guitarrística: Tour Eiffel Guitare du ciel 21 Roland Barthes, que refiriéndose a la obra de Gustave Eiffel –inaugurada para la Exposición Universal de 1889– la propone como «el grado cero del monumento», dando curso al libre flujo de metáforas escribe sobre ella lo siguiente: «Independientemente de su enunciado propiamente parisiense, afecta al imaginario humano más general; su

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forma simple, matricial, le confiere la vocación de un número infinito: sucesivamente y según los impulsos de nuestra imaginación, es símbolo de París, de la modernidad, de la comunicación, de la ciencia o del siglo XIX, cohete, tallo, torre de perforación, falo, pararrayos o insecto»17. No obstante, olvida o desconoce la sugerida por Huidobro.

22 En el poema Tour Eiffel la figura de la Torre, además de funcionar como paradigma de la modernidad18, está construida mediante el procedimiento de la mirada cubista sintética o simultaneista. Su oda o alabanza hace del motivo –mediante superposición de una guitarra del cielo, un rosal que atrae a las abejas, un telescopio, un clarín, una colmena de palabras o un tintero de miel, una araña con patas de hierro que urde una tela de nubes, una Jacobina hija de Francia– el objeto estético de vanguardia por excelencia. 23 Esta corriente de acercamiento entre poesía y pintura a través de la arquitectura cubista de la imagen tendrá natural desembocadura, finalmente, en la conjunción de ambas expresiones artísticas. Son así los caligramas y «poemas pintados» que como «Piano», «Moulin» u «Océan» entre otros, se datan a 1921, y fueron expuestos por la Galería G. L. Manuel Frères en el Teatro Edouard VII de París (16 de mayo a 2 de junio). Con ellos ideaba Huidobro formar más tarde un volumen que hubiera querido titular Salle XIV –Sucio 14, en directo rechazo pacifista a la Gran Guerra– pero que no llegó a concretarse debido al exceso rupturista del proyecto19. 24 La guitarra se encuentra presente, asimismo, entre los poemas de Ecuatorial. En «Siglo encadenado al ángulo del mundo» Huidobro escribe el siguiente verso: Entre la hierba silba la locomotora en celo Que atravesó el invierno Las dos cuerdas de su rastro Tras ella quedan cantando Como una guitarra indócil Su ojo desnudo Cigarro del horizonte Danza entre los árboles 25 La utilización de la guitarra contribuye a la representación metafórica-metamórfica del ferrocarril, que es al comienzo una locomotora en celo; luego guitarra indócil, para terminar en la imagen de un cigarro. La metaforización es, al propio tiempo, una metamorfosis: locomotora-guitarra-cigarro. Pero importa destacar, a mi entender, que los estadios de las sucesivamente distintas transformaciones proceden en la refiguración de dos componentes definidores del instrumento; el cordaje para los raíles (Las dos cuerdas de su rastro), y la boca u oído para faro o foco (su ojo desnudo). El predominio de estos rasgos sobre cualquiera otros, incluido el mástil y clavijero, hace posible la producción de la metamorfosis. Esta reducción figurativa es igualmente característica de la imaginística creada por el cubismo para el icono «guitarra» cuyo indócil realismo, lo real-rebelde y también revelado, se plantea desde la centralidad representativa del cordaje y la boca, oído, u ojo desnudo, ojo vaciado. Los demás elementos, pueden estar o no, apareciendo más o menos intuidos o quedando del todo suprimidos.

26 Esta contracción –la parte por el todo– y reajuste formal –potenciación de las partes más significativas– tiene su expresión más tajante y sustantiva en uno de los versos de «Universo», perteneciente a los que integran Poemas árticos. El oleaje marino se metaforiza como Cordajes de guitarra sobre el mar

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de donde también las olas del mar se metamorfizan en cuerdas de guitarra. 27 Con todo, estos tres ejemplos del recurso huidobriano a la guitarra constituyen de suyo experimentaciones ulteriores –en ocasiones proseguidas, en otras corregidas– de una inicial y principalísima incorporación de aquel instrumento musical a su poética de vanguardia, que directamente concurre y entronca con el procesamiento cubista de la imagen. Ese fue el caso de su ya citado Horizon carré. El título de la obra está aludiendo a la ruptura de la linealidad límite entre el cielo y la tierra, y la aparición de un límite geométrico nuevo, cubista, como horizonte cuadrado. Y así, tampoco podrá ser considerado algo casual o anecdótico el que la ilustración que enriquece Horizon carré, un grabado de Juan Gris20, sea precisamente una guitarra cubista, pues ciertamente la composición titulada «Guitare» también presenta a su vez un audaz diseño espacial y visual en clave indudablemente cubista.

28 «Guitare», que en efecto se ordena como la imagen del cuerpo de una guitarra, es desde luego ejemplo de la influencia del poema caligramático, de claro ascendente apollinairiano, pero no sólo ni únicamente esto. Tal influjo de disposición espacial es posible constatarlo en otras varias composiciones; v. gr. , en el poema «Orage», representando el péndulo y su movimiento mediante dos versos oblicuos en posiciones extremas, o en «Nouvel an», a manera de proyector cinematográfico, en «Paysage», propiamente un caligrama, o en «Fleuve», planteando el espacio central del discurrir de un río entre la fronda de una arboleda, y asimismo en otros más. El poema «Guitare», no obstante, posee una singularidad que lo distingue del resto. Es la que reside en su cualidad intrínsecamente cubista21. 29 «Guitare» presenta la escena de un hombre que toca la guitarra sentado, secuencializada en imágenes simbólicas organizadas mediante asociación –por relación analógica o de semejanza– de elementos diferentes y en discontinuidad y fragmentación de planos –mallarmenianos «blancos» (vacíos) y «negros» (llenos) tipográficos y quebradura de la verticalidad distributiva de los versos a través de su desalineamiento y estrofas en cubos paralelos22– que en conjunto producen sentido. La técnica de la metáfora plástica coincide absolutamente con la elaboración de quanta líricos y las superposiciones de imágenes en sintetización. Se trata de un diseño cualitativamente cubista y altamente estructurado. La visión es, además, cinética; el espacio está en movimiento, dinamizado por versos a derecha e izquierda concluyendo en un serpenteante zig-zag. 30 Un repaso a los elementos y correspondencias ofrece los siguientes pares: rodillas ——> notas mujer pequeña ——> guitarra vientre ——> caja de resonancia, picoteo de un pájaro ——> yemas sobre el cordaje silencio ——> oculto fondo del armario alas ——> manos 31 Estos pares van organizados en una comparativa que induce al lector hacia el descubrimiento de las similitudes que obrarán el milagro del sentido con un prodigio verdaderamente extraordinario: remiten al lector (participativo) al instrumento musical que es el tema del poema, pero sin nombrarlo una sola vez siquiera.

32 El poema se lee así: Sobre sus rodillas había algunas notas

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Una mujer pequeñita dormía Y seis cuerdas cantan en su vientre El viento ha borrado los contornos Y un pájaro picotea las cuerdas El silencio Cada cual cree se ocultaba vivir al fondo fuera de del armario sí mismo Cuando el hombre cesó de tocar Dos alas temblorosas cayeron de sus manos

Guitarra en el ultraísmo de Gerardo Diego

33 El ultraísmo, cuya alborada irrumpe con la publicación por Rafael Cansinos-Asséns 1918 del Manifiesto Ultra, es un despegue del fermental creacionismo huidobriano23. En España tiene como representante máximo a Gerardo Diego. Su contacto con los ambientes parisinos de la vanguardia plástica sucede en 1922, cuando Huidobro le presenta a Juan Gris. Pablo Picasso actuará también como vector influyente en la experiencia poética dieguina24. Nuevamente, pues, poesía y pintura a través, en concreto, del cubismo25. De esa época figuran en su producción dos obras vanguardistas: Imagen (1922)26 y Manual de Espumas (1924)27.

34 En esta última se incluye el poema «Alegoría»28. La composición se articula mediante imágenes basadas en asociaciones dispares entre las que aparece esta muy compleja: Los pájaros aprenden mis endecasílabos y la lluvia afina su guitarra enmohecida 35 La «nueva Poesía» surge de un trino diferente (Los pájaros aprenden mis endecasílabos) siendo la lluvia en su precipitación alegórico acto purificador (la lluvia afina) de la musicalidad envejecida (su guitarra enmohecida). Diego, como hemos visto hacer a Huidobro en su poema «Guitarre», apela a un meteoro atmosférico29; allí el viento, que aquí se sustituye por lluvia, y relacionándolo con la guitarra esta vez el ave picotea las cuerdas del instrumento que ahora se representan por una métrica de versificación en determinado acento.

36 Nueva Poesía, distinta sonoridad de guitarra/ Guitarra renovada, diferente lírica. Cuando tal transformación se produce surge la guitarra purificada, refinada, redimida, rescatada; la guitarra recobrada para la pasión poética. Así lo alcanzo del poema cuyo título es «Cuadro»30 y que Diego dedicará al crítico de arte Maurice Raynal31, retratado en 1911 por Gris y que en 1921 publicó el primer estudio crítico sobre Picasso: Enmedio la guitarra Amémosla Ella recoge el aire circundante Es el desnudo nuevo venus del siglo o madona sin infante Bajo sus cuerdas los ríos pasan y los pájaros beben el agua sin mancharla

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37 Pero la poética de la guitarra literaria vanguardista tiene aún en Gerardo Diego una inscripción de impar agudeza y vigorosa plasticidad. La hallamos en el epigrama de Imagen titulado «Guitarra»32: Habrá un silencio verde Todo hecho de guitarras destrenzadas La guitarra es un pozo Con viento en vez de agua 38 Varias expresiones llaman la atención; necesariamente, silencio verde o guitarras destranzadas. La sinestesia de la primera no tiene en la elección del color el sentido de un silencio reverdecido, rejuvenecido, sino tal vez más bien el de envidia o aversión simbolizado por las guitarras destrenzadas. Éstas podrían connotar las poéticas «desafinadas» al punto de desmayadas, cedidas, deshechas, destensadas, descompuestas, desbaratadas. Siendo así, la metáfora global sería de carácter acústico. Sonido muelle sin pulso, que falsea el tono, o de cordaje partido, de cuerda rota que desbarata la armonía o estalla el punteo en una onomatopeya irreproducible.

39 Y luego, en las dos últimas estrofas, el asombro de un paralelo resuelto con sentencia de exquisita elegancia. En ellas la alegoría se traduce en honda resonancia; como del pozo es atributo la profundidad, ésta lo es también de la guitarra, pero asomados a su boca circular, a su cuenca vacía, desorbitada (el ojo desnudo huidobriano), como al mirar desde el brocal en la oquedad del pozo, el alma de la guitarra es viento en vez de agua. Esa alma es la música expandida y transmitida en ondas abiertas y libres; por el contrario, la onda que propaga el agua, contenido del pozo, es circular y retornante a un centro ensimismante y absorbente como enmarcada por la vasija del muro redondo que le impide ensancharse. Esta diversa dimensión musical del viento y el agua me trae a la memoria una de las audacias aforísticas del vanguardista hispanoamericano Xavier Abril (Xavier Abril de Vivero, Lima, Perú. 1905- Montevideo, Uruguay. 1990): «El esqueleto de la música es de agua»33. 40 En cualquier caso, existe una comunidad de ingredientes en la receta metafórica que Huidobro y Diego utilizan para elaborar el sentido de la nueva guitarra (nueva musicalidad poética): El viento/ ha borrado los contornos (Huidobro)– Ella recoge el aire circundante... viento en vez de agua (Diego); …cordajes de guitarra sobre el mar …(Huidobro)– …la lluvia afina su guitarra… Bajo sus cuerdas los ríos pasan …beben el agua sin mancharla (Diego). 41 Por último, también Gerardo Diego muestra una sincronía de restricción representativa para la guitarra. La pureza formal lírica coincidente con la pura forma de la estética cubista: el objeto guitarra se configura a partir y sólo de cuerdas y boca, oído u ojo.

La guitarra del 27 en Federico García Lorca

42 No solo para el ultraísmo fue el creacionismo de Huidobro levadura estética. Su germen fermentador se halla presente en la poética de dos grandes escritores de la Generación del 27, como son Rafael Alberti y Federico García Lorca. Pero por el período temporal que acota este escrito únicamente me ocuparé del último de ellos. Y aún con esto la audacia de mi proyecto, acaso mejor la osadía, no será menor. El universo lírico lorquiano convoca un importante número de apelaciones a la guitarra34 que, además, al involucrar su producción teatral (pienso, por ejemplo, en el romance dramatizado

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Mariana Pineda, de 1925, y en alguna de La casa de Bernarda Alba, estrenada el año 36) desbordan la estrictamente poética. Pero sólo a ésta voy a referirme.

43 Han sido varias, pues, las reducciones que he practicado. Mi reflexión, así, queda contraída a poemas del granadino, escritos antes de 1924, con tema de guitarra, de donde al cabo beberá en el manantial de versos del Poema de Cante Jondo, redactado entre 1921 y aquella fecha, si bien impreso una década más tarde. Tres composiciones de este surtidor poético bastan a saciarme: «La guitarra» en Poema de la siguiriya, «Las seis cuerdas» en Gráfico de la petenera, y «Adivinanza de la guitarra» de Seis caprichos. 44 Permítanme, sin embargo, una licencia de desorden a mi plan. Permítanme, antes de empezar, que hilvane un homenaje a Federico hecho con versos de otros dos de sus poemas: De Poema del cante jondo «Memento» 45 (Caña y Soleá de Triana) Cuando yo me muera, enterradme con mi guitarra bajo la arena (…) Y de «Pequeño poema infinito», en Poeta en Nueva York (1929-1930)35 (...) porque es la guitarra donde el amor se desespera 46 Me parecen fragmentos significativos. La desesperada pasión de García Lorca por la Poesía, representada en la guitarra, más allá incluso de la muerte.

47 Voy ahora con «La guitarra» en Poema de la siguiriya36: Empieza el llanto de la guitarra. Se rompen las copas de la madrugada. Empieza el llanto de la guitarra. Es inútil callarla. Es imposible callarla. Llora monótona como llora el agua, como llora el viento sobre la nevada. Es imposible callarla. Llora por cosas lejanas. Arenas del Sur caliente que pide camelias blancas. Llora flecha sin blanco, la tarde sin mañana, y el primer pájaro muerto sobre la rama. ¡Oh guitarra! Corazón malherido por cinco espadas 48 Creo que su asunto ha de examinarse como un todo de razón emocional, pero nada impide sin embargo el destaque de claves racionales de análisis. Una es la antropomórfica naturalista: la guitarra llora, como llora el agua,/ como llora el viento. De la

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metáfora vale insistir en la coincidencia de campos semánticos con Huidobro y Gerardo Diego, lo que hace posible enunciarla en comunidad de verbalización. La otra es menos intensa, menos patente también, y conecta sólo con Huidobro, allí donde guitarra se vincula a la presencia de las manos; Cuando el hombre/ cesó de tocar/ Dos alas temblorosas/ cayeron de sus manos (Huidobro)– ¡Oh guitarra!/ Corazón malherido/ por cinco espadas (García Lorca). Esas cinco espadas son los cinco dedos de las manos37.

49 Aparte esos signos y señales, en este poema García Lorca aporta una razón experiencial de la que carecieron los otros dos poetas mencionados. El granadino conocía el instrumento como intérprete, y ese grado de experiencia se refleja en la ordenación y traslación de sentido. La guitarra llora en el rasgueo y, en efecto, la composición, como situada muy al inicio del Poema de la siguiriya, deja oír aquello que en una siguiriya se oye primero, que es justamente el rasgueo de la guitarra. 50 Continúo con «Las seis cuerdas» en Gráfico de la petenera38, donde se lee: La guitarra, hace llorar a los sueños. El sollozo de las almas perdidas, se escapa por su boca redonda. Y como la tarántula teje una gran estrella para cazar suspiros,, que flotan en su negro aljibe de madera. 51 Espigando entre sus expresiones y figuras encuentro dos: boca redonda y negro/aljibe de madera. De nuevo la boca, otras veces fue ojo (el ojo desnudo huidobriano), en la caja de resonancia. Y, asimismo, la guitarra como aljibe, que antes había sido pozo dieguino (La guitarra es un pozo/ Con viento en vez de agua). Pero quiero subrayar el tratamiento del cordaje, tan singular e inaudito hasta ahora, que rompe con la linealidad para ofrecer la imaginación de una tela de araña, tejida como una gran estrella/ para cazar suspiros. Traduciendo su sentido a forma, es decir, a una representación imaginal, y no se olvide dónde el poema va ubicado (Gráfico de la petenera), resulta en idéntica iconografía a la empleada por plásticos y grafistas. En lo demás, perdura la semántica aérea (suspiros), e igualmente la musical al escapar en vuelo desde lo que flota en su negro/ aljibe de madera, que trae recuerdo al huidobriano El silencio/ se ocultaba/ al fondo/ del armario.

52 Y concluyo en «Adivinanza de la guitarra» de Seis caprichos39: En la redonda encrucijada, seis doncellas bailan. Tres de carne y tres de plata. Los sueños de ayer las buscan pero las tiene abrazadas un Polifemo de oro. ¡La guitarra! 53 Se trata del primero de los seis caprichos, todos dedicados al guitarrista y compositor Regino Sáinz de la Maza (Burgos, 1896- Madrid, 1981). García Lorca lo escribió el año 1923 en La Granja de Henar, café madrileño donde también se reunían Dalí, Gerardo Diego y otros muchos intelectuales y artistas de la época. La amistad entre Regino y

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Federico fue estrecha, y en 1927 le visitó en Cadaqués cuando Lorca convivía con Dalí40. La contribución de Regino Sáinz de la Maza a la música para guitarra en la Generación del 27 es, en la estela del legado de Falla, Albéniz, Granados y Turina y al lado de Andrés Segovia, Miguel Llobet, Emilio Pujol y Narciso Yepes, ciertamente destacadísima41, aunque quizás por motivos distintos y ajenos a la musicología no siempre justamente ponderada42.

54 En cuanto al poema en sí mismo, puede decirse que el juego del acertijo apenas contiene enigma. Es claro que las seis doncellas son las seis cuerdas, de ellas tres de carne, porque están hechas de tripa, correspondientes a las de los sonidos más graves o bajos; y otras tres, de plata, metálicas, para los sonidos más agudos o de soprano. Es también fácil intuir que la redonda/ encrucijada es la boca u oído de la caja de resonancia. Y, en efecto, esa sola información basta para pronosticar, para presentir, cuál pueda ser la respuesta. Si se tratara de un cuadro igualmente habríamos vislumbrado la imagen de una guitarra. 55 Pero la composición contiene otros versos que sugieren más cuestiones. Por ejemplo, la guitarra iconizada en femenino; tal como en Huidobro fue revelada como pequeña mujer, o en Diego venus del siglo o madona sin infante, García Lorca acude a un sentido femíneo – claramente– con la expresión doncellas que, además, concuerda semánticamente con las anteriores. De forma no tan palmaria, pero en absoluto menos reveladora, en el poema se delata el contorno curvilíneo de la mujer rodeado por un abrazo (seis doncellas/ bailan (…)/ pero las tiene abrazadas un Polifemo de oro ). La metáfora antropomórfica que empareja guitarra-mujer se hará explícita en uno de los parlamentos de La Poncia durante el primer acto de La casa de Bernarda Alba (1936): «(…) Maximiliano la llevaba cogida [a Paca la Roseta] como si tocara la guitarra»43. Por añadidura, esa antropomorfización puede, y debe, extenderse a las metáforas Música (guitarra)-Mujer o Poesía (guitarra)-Mujer. Y de la misma manera asiste también a la pintura cubista, donde la geometría lineal que suprime formalmente el trazo curvo –salvo, como es natural, en el rondocubismo checo posterior a 191844– persiste freudianamente, o acaso no de modo tan inconsciente, en las curvaturas femeninas cada vez que sus principales artífices visitan el motivo de la guitarra45. 56 A lo último, la mención al Polifemo de oro reverbera en aquel ojo desnudo de Vicente Huidobro; Polifemo, el Cíclope del poema épico homérico, con un solo ojo en la frente y que Nadie, en la treta del astuto Ulises, perforó, tal que también así el luthier practica un agujero circular sobre la tapa armónica; la boca, el oído, el ojo de la guitarra. 57 Y hasta aquí mi palabra.

ANEXOS

VICENTE HUIDOBRO Apéndice I

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Horizonte cuadrado (1917) A Juan Gris GUITARRA Sobre sus rodillas había algunas notas Una mujer pequeñita dormía Y seis cuerdas cantan en su vientre El viento ha borrado los contornos Y un pájaro picotea las cuerdas El silencio Cada cual se escondía cree vivir al fondo fuera de del armario sí mismo Cuando el hombre cesó de tocar Dos alas temblorosas cayeron de sus manos Apéndice II Tour Eiffel (1918) A Robert Delaunay TORRE EIFFEL Tour Eiffel Guitare du ciel Ta télégraphie sans fil Attire les mots Comme un rosier les abeilles Pendant la nuit La Seine ne coule plus Téléscope ou clairon TOUR EIFFEL Et c’est une ruche de mots Ou un encrier de miel Au fond de l’aube Une araignée aux pattes en fil de fer Faisait sa toile de nuages Mon petit garçon Pour monter à la Tour Eiffel On monte sur une chanson Do ré mi

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fa sol la si do Nous sommes en haut Un oiseau chante Dans les antennes Télégraphiques C’est le vent De l’Europe Le vent électrique Là-bas Les chapeaux s’envolent Ils ont des ailes mais ils ne chantent pas Jacqueline Fille de France Qu’est-ce que tu vois là-haut La Seine dort Sous l’ombre de ses ponts Je vois tourner la Terre Et je sonne mon clairon Vers toutes les mers Sur le chemin De ton parfum Tous les abeilles et les paroles s’en vont Sur les quatre horizons Qui n’a pas entendu cette chanson JE SUIS LA REINE DE L’AUBE DES POLES JE SUIS LA ROSE DES VENTS QUI SE FANE TOUS LES AUTOMNES ET TOUTE PLEINE DE NEIGE JE MEURS DE LA MORT DE CETTE ROSE DANS MA TETE UN OISEAU CHANTE TOUTE L’ANNEE C’est comme ça qu’un jour la Tour m’a parlé Tour Eiffel Volière du monde Chante Chante Sonnerie de Paris Le géant pendu au milieu du vide Est l’affiche de France Le jour de la Victoire Tu la raconteras aux étoiles

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Apéndice III Ecuatorial (1918) A Pablo Picasso SIGLO ENCADENADO EN UN ANGULO DEL MUNDO En los espejos corrientes Pasan las barcas bajo los puentes Y los ángeles-correo Reposan en el humo de los dreadnought Entre la hierba silba la locomotora en celo Que atravesó el invierno Las dos cuerdas de su rastro Tras ella quedan cantando como una guitarra indócil Su ojo desnudo cigarro del horizonte danza entre los árboles Ella es el Diógenes con la pipa encendida Buscando entre los meses y los días Sobre el sendero equinoccial Empecé a caminar Cada estrella Es un obús que estalla Las plumas de mi garganta e entibiaron al sol que perdió un ala El divino aeroplano Traía un ramo de olivo entre las manos Sin embargo Los ocasos heridos se desangran Y en el puerto los días que se alejan Llevaban una cruz en el sitio del ancla Cantando nos sentamos en las playas Los más bravos capitanes El capitán Cook En un iceberg iban a los polos Caza aurora boreales Para dejar su pipa en labios En el polo sur Esquimales Otros clavan frescas lanzas en el Congo El corazón del África soleado Se abre como los higos picoteados Y los negros

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de divina raza esclavos en Europa Limpiando de su rostro la nieve que los mancha Enseñan una música de mar y de montaña Hombres de alas cortas Han recorrido todo Y un noble explorador de la Noruega Como botín de guerra Trajo de Europa entre raros animales Y árboles exóticos Los cuatro puntos cardinales Yo he embarcado también Dejando mi arrecife vine a veros Las gaviotas volaban en torno a mi sombrero Y heme aquí de pie en otras bahías Bajo el boscaje afónico Pasan lentamente las ciudades cautivas Cosidas una a una por hilos telefónicos Y las palabras y los gestos Vuelan en torno del telégrafo Quemando las alas cual dioses inexpertos Los aeroplanos fatigados iban a posarse sobre los para-rayos Biplanos encinta pariendo al vuelo entre la niebla Son los pájaros amados Que en nuestras jaulas han cantado Es el pájaro que duerme entre las ramas Sin cubrir la cabeza bajo el ala En las noches los aviones volaban junto al faro El faro que agoniza al fondo de los años Alguien amargado Las pupilas vacías Lanzando al mar sus tristes días Toma el barco

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Partir Y de allá lejos Mirar las ventanas encendidas Y las sombras que cruzan los espejos Como una bandada de golondrinas jóvenes Los emigrantes cantaban sobre las olas invertidas Apéndice IV Poemas árticos (1918) A Juan Gris y Jacques Lipchitz UNIVERSO Bajo la enramada Una canción solidificada En dónde estamos El mundo ha cambiado de lugar Y estrellas falsas brillan en el cielo Cordajes de guitarra sobre el mar La sombra es algo que alza el vuelo Junto al aire voltaico Un aeroplano daba vueltas En el aire un pañuelo Y ninguna casa tenía puertas Un lago oblicuo El camino sobre Hace el espacio el campo inverso Mañana será el fin del universo. GERARDO DIEGO Apéndice I Imagen (1922) EPIGRAMAS Habrá un silencio verde Todo hecho de guitarras destranzadas La guitarra es un pozo Con viento en vez de agua Apéndice II Manual de espumas (1924) CUADRO A Maurice Raynal El mantel jirón del cielo

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es mi estandarte y el licor del poniente da su reflejo al arte Yo prefiero el mar cerrado y al sol le pongo sordina Mi poesía y las manzanas hacen la atmósfera más fina Enmedio la guitarra Amémosla Ella recoge el aire circundante Es el desnudo nuevo venus del siglo o madona sin infante Bajo sus cuerdas los ríos pasan y los pájaros beben el agua sin mancharla Después de ver el cuadro la luna es más precisa y la vida más bella El espejo doméstico ensaya una sonrisa y en un transporte de pasión canta el agua enjaulada en la botella ALEGORÍA Vedme aquí caminando sobre mi propio verso como el barco de la tarde que deja sobre el mar un reguero de sangre No os acerquéis vosotros a escucharme ganadores del pan y del licor de amor Ya murió el último intérprete Llevaba en la mano la flor natural Belleza sin jornal Belleza clásica de mi violín estival Los pájaros aprenden mis endecasílabos y la lluvia afina su guitarra enmohecida Pasan bailando los días Cada uno inventa una nueva figura Y no creáis que esto es un juego Es el verso sin humo o el mar que se inaugura Mi llave abre los trajes y les extrae la carne interior

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Corazón del vestido Guardarropa y poesía sin dolor FEDERICO GARCÍA LORCA Apéndice I Poema del cante jondo (1921) (Poema de la siguiriya gitana) LA GUITARRA Empieza el llanto de la guitarra. Se rompen las copas de la madrugada. Empieza el llanto de la guitarra. Es inútil callarla. Es imposible callarla. Llora monótona como llora el agua, como llora el viento sobre la nevada. Es imposible callarla. Llora por cosas lejanas. Arenas del Sur caliente que pide camelias blancas. Llora flecha sin blanco, la tarde sin mañana, y el primer pájaro muerto sobre la rama. ¡Oh guitarra! Corazón malherido por cinco espadas Apéndice II Poema del cante jondo (1921) (Gráfico de la petenera) LAS SEIS CUERDAS La guitarra, hace llorar a los sueños. El sollozo de las almas perdidas, se escapa por su boca redonda. Y como la tarántula

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teje una gran estrella para cazar suspiros, que flotan en su negro aljibe de madera. Apéndice III Poema del cante jondo (1921) (Seis caprichos) A Regino Sáinz de la Maza ADIVINANZA DE LA GUITARRA En la redonda encrucijada, seis doncellas bailan. Tres de carne y tres de plata. Los sueños de ayer las buscan pero las tiene abrazadas un Polifemo de oro. ¡La guitarra!

NOTAS

2. Juan Larrea, Versión celeste, trad. de L. F. Vivanco, G. Diego, C. Barral y del autor, Prólogos de Gerardo Diego, Luis Felipe Vivanco y Juan Larrea, Barral Editores, Barcelona, 1970. Utilizaré en adelante la ed. de Miguel Nieto, Eds. Cátedra, Madrid, 1989 (Col. Letras Hispánicas). Sobre Larrea vid. David Bary, Nuevos estudios sobre Huidobro y Larrea, Pre-textos, Valencia, 1984; Robert Gurney, La poesía de Juan Larrea, Servicio Editorial de la Universidad del País Vasco, Bilbao, 1985; Juan Manuel Díaz de Guereñu (ed.), Al amor de Larrea. Primeras Jornadas Internacionales Juan Larrea, Pre-textos, Valencia, 1985; Juan Manuel Díaz de Guereñu, La poesía de Juan Larrea. Creación y sentido, Universidad de Deusto, Facultad de Filosofía y Letras, Departamento de Literatura, San Sebastián, 1988, y Juan Larrea. Versiones del poeta, Universidad de Deusto, Bilbao, 1995. Sobre relaciones entre Vicente Huidobro y Larrea, vid. Juan Larrea, «Vicente Huidobro en vanguardia», Revista Iberoamericana, nº 106-107, 1979, pp. 213-273, y Pedro Aullón de Haro, La modernidad poética, la vanguardia y el creacionismo, ed. y prólogo de Javier Pérez Bazo, Universidad de Málaga, Málaga, 2000. Asimismo Robert Gurney, «El creacionismo de Juan Larrea», y Miguel Nieto Nuño, «Juan Larrea y la vanguardia hispánica», ambos en José Luis Bernal Salgado (ed.), Gerardo Diego y la vanguardia hispánica, Servicio de Publics. de la Universidad de Extremadura, Cáceres, 1993, cit., respc. pp. 125-138 y 139-156. De su relación con Gerardo Diego, Juan Larrea. Cartas a Gerardo Diego 1916-1980, ed. al cuidado de Enrique Cordero de Ciria y Juan Manuel Díaz de Guereñu, Universidad de Deusto, Facultad de Filosofía y Letras, Departamento de Literatura, San Sebastián, 1986. Vid. también Guernica. Pablo Picasso, con textos de Juan Larrea, Cuadernos para el Diálogo, Madrid, 1977. 3. Ildefonso Pereda Valdés, La guitarra de los negros, con viñetas de María Clemencia y un retrato del autor de Norah Borges, La Cruz del Sur y Martín Fierro-Montevideo/Buenos Aires, 1926. Existe una versión francesa que incluye varios de los poemas reunidos en esta edición y que lleva

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por título Cinq poèmes nègres, con introd. de Álvaro Guillot Muñoz, trad. de E. Dubreuil y Mª. Clemencia, Éditions de «La Cruz del Sur», Montevideo, 1927. Pereda Valdés fue incluido en el Índice de la nueva poesía americana, preparado por Jorge Luis Borges, Vicente Huidobro y Alberto Hidalgo, Sociedad de Publicaciones El Inca, Buenos Aires, 1926. Vid. también Jorge Luis Borges, «Ildefonso Pereda Valdés: Música y acero», en Crítica (Buenos Aires), año 1, nº. 26 (03/02/1934), p. 4. Asimismo Antología de la moderna poesía uruguaya 1900-1927, selec. de Ildefonso Pereda Valdés, y Palabras finales por Jorge Luis Borges, El Ateneo, Buenos Aires, 1927. 4. Jacques Lipchitz- Alan G Wilkinson, Jacques Lipchitz: A Life in Sculpture, Art Gallery of Ontario, Toronto, Ontario, Canada, 1989; Alan G. Wilkinson, The Sculpture of Jacques Lipchitz. A catalogue raisonne. Vol. I, The Paris years 1910-1940. Vol. II. The American Years 1941-1973, Thames & Hudson, New York, 2000. 5. Henry Alfred Holmes, Vicente Huidobro and Creationism, Nueva York, Columbia University (Institute of French Studies), 1934; Antonio de Undurraga, «Teoría del creacionismo», Prólogo a Vicente Huidobro, Poesía y prosa, antología, Madrid, Aguilar, 1957, pp. 15-186; Juan Jacobo Bajarlia, La polémica Reverdy-Huidobro. Origen del ultraísmo, Devenir, Buenos Aires, 1964; Charles Aubrun, «Huidobro y el Creacionismo», en Revista Iberoamericana, XXXII, nº 61, enero-junio 1966, pp. 85-89; Gerardo Diego, «Poesía y creacionismo de Vicente Huidobro», Cuadernos hispanoamericanos, nº 222, 1968, pp. 528-544; Ana Pizarro, Vicente Huidobro, un poeta ambivalente, Universidad de Concepción, Concepción, 1971; Richard L. Admunssen- René de Costa, «Huidobro, Reverdy, and the Editio Princeps of El Espejo de Agua», en Comparative Literature, 24, 2 (Spring, 1972), pp. 163-175; René de Costa (ed.), Huidobro y el creacionismo, Eds. Taurus, Madrid, 1975, en esp. Rafael Cansinos-Asséns, «La Nueva Lírica (Horizon carré, Ecuatorial, Poemas árticos)», pp. 267-276; Cecil Wood, The Creacionismo of Vicente Huidobro, York Press, Frederickton N.B., 1978, Luisa Marina Perdigó, The Origins of Vicente Huidobro’s «Creacionismo» (1911-1916) and its Evolution (1917-1947), Mellen University Press, New York, 1994; Eva Valcárcel López, «Vicente Huidobro y el creacionismo en España», en Eva Varcálcel López (ed.), Huidobro homenaje 1893-1993, Publics. de la Universidad de La Coruña, 1995, pp. 11-49; Karin Hopfe, Vicente Huidobro, der Creacionismo und das Problem der Mimesis, Gunter Narr Verlag, Tübingen, 1996, y María Belén Castro Morales, Huidobro y el creacionismo, Liceus, Servicios de Gestión y Comunicación, S.L, Madrid, 2006. Más en general, CARACOLA. Revista Malagueña de Poesía , nº 132-133. Octubre-Noviembre 1963, Antología de poesía chilena [Braulio Arenas, Oscar Hahn, Vicente Huidobro. LIHN, Enrique Lihn, Gabriela Mistral, Pablo Neruda, Nicanor Parra, Gonzalo Rojas, Pablo Rokha et al.], Impr. Dardo, Málaga, 1963; David Bary, Huidobro o la vocación poética, Universidad/CSIC, Granada, 1963, y Nuevos estudios sobre Huidobro y Larrea, Pre-Textos, Valencia, 1984; George Yudice, Vicente Huidobro y la motivación del lenguaje, Galerna, Buenos Aires, 1978; Jaime Concha, «Huidobro, entre él y nosotros», en Literatura chilena en el exilio, vol. 3. nª 2. Año 3. Nª 10 (Abril, Primavera de 1979), pp. 2-8; Efraín Smulewicz, Vicente Huidobro: biografía emotiva, Editorial Universitaria, Santiago de Chile, 1979; Mireya Camurati, Poética y poesía de Vicente Huidobro, Fernando García Cambeiro editor, Buenos Aires, 1980; Jaime Concha, Vicente Huidobro, Júcar, Madrid, 1980; Eduardo Mitre, Hambre de espacio y sed de cielo, Monte Avila, Caracas, 1981; Estrella Bustos Ogden, El creacionismo de Vicente Huidobro en sus relaciones con la estética cubista, Madrid, Edit. Playor, 1983; Rene de Costa, En pos de Huidobro. Siete ensayos de aproximación, Editorial Universitaria, Santiago de Chile, 1980, Vicente Huidobro, Clarendon Press, Oxford, 1984 y Los oficios de un poeta, trad. G. Sheridan, FCE, México, 1984; Revista POESIA. Revista Ilustrada de Información Poética, nº. 30-31-32 (invierno 1988-1999) [Número monográfico dedicado a Vicente Huidobro], Ministerio de Cultura, Madrid, 1989; Alicia Rivero-Potter, Autor/Lector: Huidobro, Borges, Fuentes y Sarduy, Wayne State UP, Detroit, 1991, y María Angeles Perez Lopez, Los signos infinitos: Un estudio de la obra narrativa de Vicente Huidobro, Universitat de Lleida, Lleida, 1998.

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6. Daniel-Henry Kahnweiler, The Rise of Cubism, trad. H. Aronson, New York Wittenborn, Schulz, Inc. 1949; Ogden, Estrella Busto Ogden, El creacionismo de Vicente Huidobro en sus relaciones con la estética cubista, Editorial Playor, Madrid, 1983, y Susana Benko, Vicente Huidobro y el cubismo, Banco Provincial de Venezuela/ Monte Ávila/ Fondo de Cultura Económica, Caracas, 1993. Vid. asimismo Enrique Caracciolo-Trejo, La poesía de Vicente Huidobro y la vanguardia, Madrid, Gredos, 1974, Juan Larrea, «Vicente Huidobro en vanguardia», cit., y Bruce Dean Willis, Aesthetics of Equilibrium: The Vanguard Poetics of Vicente Huidobro and Mario de Andrade, Purdue UP, West Lafayette, 2006. 7. Vid. Cecil G. Wood, «Japonerías de estío: Primeras tentativas de una nueva expresión poética», en Revista Iberoamericana, núm. 106-107, vol. XIV, 1979, pp. 57-63. 8. Vid. sobre Gris, Maurice Raynal, Juan Gris, L’Effort Moderne, Paris, 1921; Daniel Henry Kahnweiler, Juan Gris. Sa vie, son œuvre, ses écrits, Gallimard, Paris, 1946 ; Juan Antonio Gaya Nuno. Juan Gris, Albin Michel, Paris, 1985. 9. Guillaume Apollinaire, Meditations Esthétiques (1911), Herman, Paris, 1980, p. 67. 10. Vicente Huidobro, Horizon carré, Paul Birault, París, 1917. Vid. también Vicente Huidobro, Horizon Carré. Horizonte cuadrado; traducción de J. Zañartu, con Present. de Orlando Jimeno- Grendi, Indigo et Côté-femmes, París, 2002. 11. Juan Gris, L’Esprit Nouveau, Paris, 5 (1921), pp. 533-534. [El texto es la respuesta al cuestionario sobre el cubismo preparado por Amédée Ozenfant y Charles Edouard Jeanneret [Le Corbusier], editores de L’Esprit Nouveau, y aunque fue firmado por Vauvrecy, pseudónimo de Ozenfant, se redactó por Juan Gris]. Recogido en Juan Gris, De las posibilidades de la pintura y otros escritos, Gustavo Gili, Barcelona, 1971, p. 18-21. 12. Vicente Huidobro, Ecuatorial, Pueyo, Madrid, 1918. 13. Vicente Huidobro, Tour Eiffel, Pueyo, Madrid, 1918. 14. Vicente Huidobro, Hallali, Jesús López, Madrid, 1918 15. Vicente Huidobro, Poemas árticos, Pueyo, Madrid, 1918. 16. Vid. Sophie Curtil- Milos Cvach, Robert Delaunay, La Tour Eiffel, Éditions du Centre Pompidou, Paris, 1988. Robert Delaunay expuso con los cubistas en el Salón des Indépendants de los años 1911 y 1912, en adelante evolucionando hacia el simultaneismo (abstracciones cromáticas y discos de color). En 1914 regresó a la figuración. La guerra del 14 le sorprendió entre Portugal y España. De 1917 a 1921 vivió en Madrid manteniendo estrecha relación con Ramón Gómez de la Serna y Guillermo de Torre. Su pintura en los años 30 será nuevamente abstractizante. Sobre su dimensión cubista vid. Anna María Damigella, «La formazione artistica di Delaunay e le origini del cubismo», en Cronache di Archeologia e di Storia dell’Arte (Università di Catania) 1, 1962, pp. 97-106] 17. Roland Barthes, La Torre Eiffel. Textos sobre la imagen, trad. de E. Folch González, Eds. Paidós Ibérica, Barcelona, 2001, p. 58. 18. Antonio Martínez Risco, «La figura de la Torre Eiffel como paradigma de la modernidad (a propósito de Tour Eiffel, de Vicente Huidobro)», Eva Varcálcel López (ed.), Huidobro homenaje 1893-1993, cit., pp. 115-124, y Rosa Mª. Sarabia Barber, «La poética visual de Tour Eiffel (1918)», en Anales de literatura chilena, 4, 2003, pp. 121-138. 19. El galerista publicó un catálogo ilustrado al que tituló Une exposition de poèmes de Vincent Huidobro, Paris, (8 pp., 2 ilust.), con Préface de Maurice Raynal y textos críticos de Matthew Josephson, Waldemar George, Juan Larrea y otros, incluyendo asimismo el manifiesto Moulin de la mort y un retrato de Huidobro por Picasso. La primera publicación completa de esta exposición se encuentra en Salle XIV Vicente Huidobro y las artes plásticas, Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid, Àmbit Serveis Editorials, Barcelona, 2001 [Textos de Robert Jones, Henruy Fresnada, Jennifer Beach, y Rosa Mª. Sarabia Barber]. Vid. en esp. el Prólogo de esta última, «Una aproximación a los poemas pintados como

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reflexión del signo artístico», pp. 55-65. De la misma autora asimismo Poetas de la palabra hablada. Un estudio de la poesía hispanoamericana contemporánea, Tamesis, London, 1997. 20. Sobre las contribuciones de Gris, vid. Rene de Costa, «Juan Gris and Poetry: From Illustration to Creation», en The Art Bulletin, vol. 71, nº 4 (Dec., 1989), pp. 674-692. 21. Cedomic Goic, «Espacialismo y dimensión visual en la poesía de Huidobro. Cuatro fórmulas para el poema creado», en Revista Universitaria, nº 82, 2003/2004, pp. 14-20. 22. Vid. el poema Mallarmé «Un coup de dés jamais n’abolira le hasard». 23. Vid. Juan Manuel Díaz de Guereñu Ruiz de Azúa, «Ultraístas y creacionistas: midiendo distancias», y René de Costa, «Posibilidades creacionistas: Gerardo Diego», ambos en José Luis Bernal Salgado (ed.), Gerardo Diego y la vanguardia hispánica, cit., respec. pp. 11-24 y pp. 157-180. No obstante, el trabajo a mi juicio de mayor enjundia pertenece a Samuel M. Porrata, El creacionismo de Gerardo Diego y Vicente Huidobro, The Edwin Mellen Press, Levenston (New York), 2001. Otro de los poetas que con Huidobro y Diego triangulan, aunque de modo no equidistante, el movimiento creacionista-ultraista es el madrileño Guillermo de la Torre (1900-1971) con su poemario Hélices (1923) [Guillermo de la Torre, Hélices. Poemas (1918-1922), Mundo Latino, Madrid, 1923. Asimismo en ed. de José María Barrera López, con preliminar de Miguel de Torre Borges, Centro Cultural de la Generación del 27-Diputación Provincial de Málaga, Málaga, 2000]. 24. Arturo del Villar, «Gerardo Diego, poeta creacionista», en Cuadernos Hispanoamericanos. Madrid, julio-agosto, Nº 361-362, 1980, p. 163. Vid. también Gerardo Diego, «Vicente Huidobro (1893-1948)», en René de Costa, Vicente Huidobro y el creacionismo, cit., pp. 19-26. 25. Vid. Kathleen N. March-Martul, «Creacionismo y cubismo: el ejemplo de Gerardo Diego», en Cuadernos para investigación de la literatura hispánica, nº 4, 1982, pp. 27-40, y Mª Ángeles Hermosilla Álvarez, «La poésie cubiste de Gerardo Diego, Peinture et écriture, La Différence/Unesco, Paris, 1996, pp. 163-172, y «La transcription de la simultanéité spatiale dans la poésie cubiste de Gerardo Diego», Peinture et écriture 3: Les frontières éclatées, La Différence/UNESCO (Collection Traverses), Paris, 2000, pp. 179-193. 26. Gerardo Diego, Imagen. Poemas (1918–1921), Gráfica de Ambos Mundos, Madrid, 1922. Otra ed., al cuidado de José Luis Bernal, El Dormido en la Yerba, Málaga, 1989. 27. Gerardo Diego, Manuel de espumas, Imp. Ciudad Lineal, Madrid, 1924. 28. Vid. «Alegoría» en Gerardo Diego, Obras Completas, ed., introd., cronología, bibliografía y notas de Francisco Javier Díaz de Revenga, Alfaguara, Madrid, 1989, T. I. Poesía, pp. 193-194. 29. También lo hace Juan Larrea en Versión celeste, cit., p. 297: «El horizonte es sólo ultraje / dentro de este jardín amueblado con sordomudos delirantes / la lluvia se pasea como una guitarra enjaulada». 30. Vid. «Cuadro» en Gerardo Diego, Obras Completas, ed. cit., T. I. Poesía, pp. 191-192. 31. Vid. además de sus estudios sobre Gris: Maurice Raynal, Picasso, Delphin-Verlag, München, 1921 y Éditions de l’Effort Moderne, Paris, 1921 ; Anthologie de la peinture en France de 1906 à nos jours, Éditions Montaigne, Paris, 1927 ; Histoire de la peinture moderne de Baudelaire a Bonnard. Naissance d’une vision nouvelle, con introduction de Herbert Read, Présentation de la documentation et comentaire historique de Jean Leymarie, Albert Skira, Genéve, 1949. También Maurice Raynal et al., De Picasso au Surréalisme, Albert Skira, Genéve, 1950. 32. También incluido en G. Diego, Antología de sus versos (1918-1983), ed. de Francisco Javier Díaz de Revenga, Espasa Calpe, Madrid, 1996 (Col. Austral), figura a la p. 157 de las Obras Completas, ed. cit. 33. Vid. Xavier Abril, Poesía soñada, ed. y Estudio introd. de Marco Martos Carrera, Pref. de Clara Abril de Vivero, Universidad Nacional Mayor de San Marcos– Academia Peruana de la Lengua– Universidad de San Martín de Porres, Lima, 2006, p. 96. 34. Vid. Rafael Soto Vergés, «Guitarra en García Lorca», en Cuadernos hispanoamericanos, 1986, pp. 720-725.

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35. Incluido en Federico García Lorca, Romancero Gitano. Poeta en Nueva York. Llanto por Ignacio Sánchez Mejías, con ilustraciones de Federico García Lorca y Prólogo de Núria Espert, Edit. Óptima, Barcelona, 1998 (5ª ed.). 36. Vid. Federico García Lorca, Poema del cante jondo, ed de Allen Josephs y Jan Caballero, Edit. Cátedra, Madrid, 2006, pp. 146-147. 37. Vid. Edward F. Stanton, «García Lorca and the Guitar», en Hispania, 58, 1, 1975, pp. 52-58 38. Federico García Lorca, Poema del cante jondo, cit., p. 177. 39. Ibid., p. 199. 40. Vid. Ana María Dalí, Salvador Dalí, visto por su hermana, Juventud/Atenas A.G., Barcelona, 1949, p. 124. 41. Vid. Rafael Catalá, «La guitarra en la Generación del 27. Grandes obras desconocidas del repertorio guitarrístico», Booklet del CD Generación del 27 (Eos Records, EDC 1010), 2006. Asimismo Rafael Catalá, en Prólogo a las partituras recogidas en Rafael Catalá, Spanish Guitar Music from the Generation of 1927: The Legacy of Manuel de Falla, Editorial Chanterelle- Verlag, Heidelberg, 2007. Consúltese también Ricardo Iznaola «1927, Spanish Guitar Music from the Time of García Lorca» (Gloucestershire, England, 1997, IGW 22876), y Pablo Despeyroux. La guitarra española en la Generación del 27 (Madrid, 2001; WKPD-10/2060-PM). 42. Buen ejemplo de ello es el ruidoso silencio que entorno a su aporte musicológico y su relación con Lorca se percibe en Emilio Casares Rodicio (Com.), La Música en la Generación del 27. Homenaje a Lorca, 1915/1939, Ministerio de Cultura, Madrid, 1986, apenas templado con la reproducción de algún dibujo de Bagaría (p. 69), de Ontañón (p. 82) y la crónica publicada el El Sol de 19.11.1931 por Adolfo Salazar (pp. 245-246). 43. Federico García Lorca, La casa de Bernarda Alba, Edit. Cátedra, Madrid, 2005, p. 163. 44. Vid. también el cuadro de Charles Edouard Jeanneret (Le Corbusier) Nature morte (1920). 45. También en otro instrumento de cuerda como el violón. Vid. la fotografía de Man Ray El violón d’Ingres (1924). Asimismo la variación de ésta en el cuadro Ensamble (Conjunto), del surrealista contemporáneo Thor Lindeneg (København. Dinamarca, 1941).

RESÚMENES

El autor aborda la representación de la «guitarra» en la vanguardia histórica –poética, gráfica y plástica– latinoamericana y española. Muestra ese topos en obras de Huidobro (1893-1948), Diego (1896-1987) y García Lorca (1898-1936), deconstruyendo su estructura conceptual e imaginal. Menciones, asimismo, a los poetas Pereda Valdés (1899-1996) y Abril (1905-1990), junto a «luthiers » en pintura y escultura como Gris (1887-1927), Picasso (1881-1973) y Lipchitz (1891-1973).

L’auteur explore la représentation de la « guitare » dans l’avant-garde historique – poétique, graphique et plastique – latino-américaine et espagnole. Il analyse le topos chez Huidobro (1893-1948), Diego (1896-1987) et García Lorca (1898-1936), en déconstruisant sa structure conceptuelle et imaginale. Sont aussi mentionnés les poètes Pereda Valdés (1899-1996) et Abril (1905-1990) aux côtés de « luthiers » comme les peintres et sculpteurs Gris (1887-1927), Picasso (1881-1973) et Lipchitz (1891-1973).

The author explores the representation of the «guitar» in the historic –poetic, graphic and plastic –Latin American and Spanish avant-garde. He analyses the topos in Huidobro (1893-1948),

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Diego (1896-1987) and García Lorca (1898-1936), by deconstructing its conceptual and imaginative structure. Also mentioned, poets Pereda Valdés (1899-1996) and Abril (1905-1990), beside «instrument-makers» as painters or sculptors Gris (1887-1927), Picasso (1881-1973) and Lipchitz (1891-1973).

ÍNDICE

Palabras claves: Guitarra, Creacionismo, Ultraísmo, Generación del 27, Cubismo, España, Hispanoamérica Keywords: Guitar, Creationism, Ultraism, Generation of 27, Cubism, Spain, Latin America Mots-clés: Guitare, Créationnisme, Ultraïsme, Génération de 27, Cubisme, Espagne, Amérique latine

AUTOR

JOSÉ CALVO GONZÁLEZ

Catedrático de Filosofía del Derecho. Facultad de Derecho. Universidad de Málaga ; [email protected]

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Género borges

Alberto Paredes

NOTA DEL AUTOR

Agradezco a Marcela García Yáñez la dedicación y gentileza con la que ha transcrito la versión final del presente texto; a Jorge Aguilar Mora el haberlo leído y comentado al borde de su nacimiento.

Arqueología de sí mismo

1 En la década de 1930 Jorge Luis Borges publica cuatro libros. Enumerarlos es sugerir que por primera vez en el desarrollo de su obra y en la historia de las letras en castellano, Borges es ya BORGES: Evaristo Carriego (1930), Discusión (1932), Historia universal de la infamia (1935), Historia de la eternidad (1936). Anterior a este momento decisivo había lo que sin desdoro podemos identificar como la prehistoria, los antecedentes de la escritura borgiana, no su compleja realización: los poemas de Fervor de Buenos Aires (1923), Luna de enfrente (1925) y Cuaderno San Martín (1929); más los ensayos de Inquisiciones (1925), El tamaño de mi esperanza (1926) y El idioma de los argentinos (1928): cinco títulos, cinco impresos que la justicia a la obra global ha de leer como tanteos; los poemas de ambientación orillera o gauchesca llegarán a honduras y rigores estéticos superiores, y los asuntos discernidos y vueltos literatura en que se apoyan los libros de ensayo (dos de ellos, como se sabe, retirados posteriormente por el propio autor de sus obras completas reconocidas) también conocerán virtudes más altas en la pluma futura del escritor. Los libros de los años veinte son, creo yo, los únicos tanteos de Jorge Luis Borges. Pues los libros de los treinta manifiestan por primera vez la vigorosa, paciente y plena escritura que lo caracterizará.

2 ¿Podemos saber cómo nace BORGES?, ¿esta mente diáfana tan capaz de mostrar la simplicidad –la no elusividad ni confusión– de su mundo simbólico? (Por simplicidad quiero entender la cosa no doblada de que habla Nebrija: el don de formular un conjunto

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de entidades mentales –extraídas del acervo cultural– y tramar con ellas una red de simbolizaciones visibles y ordenadas –no dobladas– que muestren su justeza y proporción al espectador.) Es, podría sugerirse, un orden matemático en cuya elaboración se toman elementos cultural-filosóficos y cuyo espacio de actualización es lo verbal-literario. Una construcción de este tipo –de intensa y mesurada ambición– no es ajena a lo que los grandes pensadores atribuyen al orden musical –una música, un rumor, un símbolo, dirá un «arte poética» borgiana. No, acaso no podamos saber cómo nació esta mente que en sí misma es una literatura. Pero sí podemos forjarnos una idea –una apasionada e imperfecta idea– si reconstruimos someramente los logros fundamentales de estos libros de los años treinta. Para intentarlo aquí me apoyo en una idea o hipótesis de lector. Será como suponerle una llave a la construcción simbólica, para inmediatamente fingir olvidarla y hundirnos en los objetivos peculiares de una decena de textos contenidos en los cinco libros de la década. Si todo va bien, después del paseo virtual reencontraremos la hipótesis en aptitudes de fortalecer la contemplación de BORGES. 3 Mi hipótesis tiene que ver con la cuasi aporía de los géneros. BORGES es uno de esos autores cuyo orbe literario incomoda nuestra instintiva necesidad de asirnos a paradigmas. Así, dentro de esta pulsión de lector, de la que no escapará el mismo escritor al volverse sobre sus textos, se sugieren vías tantas veces fallidas que quisieran hacer pasar lo borgiano a través del ojo censor de una aguja: los géneros ortodoxos. Y se habla de poemas que relatan sucesos gauchescos, íntimos o platónico-cabalísticos; de ensayos que involucran quién sabe qué elementos indefinidos de un cuento, y viceversa. Sobre todo, no queda claro el criterio que rige los, digamos, cruces de fronteras genéricas… pero esos criterios, en realidad, serán los de la construcción de los textos específicos, que, vistos así, parecen estar viajando permanentemente entre las tres matrices de ensayo, cuento y poema. 4 Mi hipótesis: ¿qué es un género sino un conjunto de convenciones específicas dentro del código mayor de la literatura? Algo semejante a los reglamentos y leyes particulares que promulga un Estado para la realización de su Carta Constitucional. Un par de ejemplos harán intelectualmente posible el supuesto. El soneto y la novela policiaca. Cada uno de ellos –orbe cerrado, orfebrería verbal para iniciados– acata con desnuda precisión obstáculos y condiciones peculiares que, al irlos resolviendo el artífice, hace avanzar su pluma dando forma y ser a un poema o a un relato con semejanzas estructurales a otros muchos que junto con él forman la especie «soneto» o «policiaca» dentro del género mayor «poema», «novela». El soneto, dentro de todas las formas posibles de la literatura, es quien ha decidido contagiarse de las virtudes organizativas del tipo de razonamiento de la lógica formal llamado silogismo. Por aquí van sus rasgos de identidad, los criterios que lo formarán, junto con esa superestructura visible –si puedo llamarla así– de cuartetos y tercetos endecasílabos en rimas preestablecidas, sancionándose además las preferencias rítmicas y métricas y el orden lógico del «razonamiento». Por su lado los jugadores –autores y lectores– del thriller policial saben qué ritos y pasos ha de cumplir el libro que los entretiene para estimular y saciar su picante fruición literaria, su gula de símbolos predecibles. 5 Deliberadamente he mencionado dos géneros caros a BORGES. Sonetos tal cual y novelas policiales subyacentes alimentan sus construcciones. El hechizo estriba en que él impone nuevas reglamentaciones a las leyes especiales. No sólo en el ostensible caso de «lo policiaco» sino también en sus intereses particulares en el soneto… ambos

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permiten ver un autor que no solo crea sonetos o intrigas con un cierto «sello» (pues todo autor recrea el modelo al actualizarlo, como un juez lo hace con los reglamentos que le competen en su sanción de un caso); no: la intervención de BORGES atañe a – ataca– el reglamento. Elimina o distorsiona la trabazón de convenciones que hacen al género ser lo que es. Se permite revisar libremente los ingredientes, los «des- sistematiza», elige qué ritos y pasos rescatar; sólo entonces escribe –estructura– su soneto (puede el lector recordar el poema «Ajedrez» en dos sonetos de El hacedor, o los numerosos «sonetos» en una sola estrofa y con otra discursividad de El oro de los tigres, como «Lo perdido» por ejemplo) o su cuento policiaco (recordemos los memorables thrillers: «Tlön, Uqbar, Orbis Tertius» y «El jardín de senderos que se bifurcan»). 6 Y bien, la idea a formular aquí y que acaso contribuya a leer el conjunto de mecanismos que denomino BORGES es que este autor elabora un conjunto nuevo de convenciones específicas. No se trata de meros retoques o alteraciones o actualizaciones en la superficie o realización del género, lo que inevitablemente hace cualquier ejecutor de un texto modelado por una convención previa. BORGES toca los criterios de estructuración; por actuar así, no es adecuado mencionar sus textos en tanto «soneto» o «cuento policial» o «cuento» meramente. La reformulación del código provoca un texto según principios peculiares que no son los del género previo a pesar de que, como integrantes, acepte y use elementos típicos de ellos. Es, en suma, un género nuevo. Otra característica propia de este modelo de intervenir en los géneros previos es que realiza sus operaciones permitiendo que el lector reconozca satisfactoriamente el modelo de partida. Punto reglamentario del nuevo género es manipular a la vista del lector el género convencional sin esfumarlo. Y de hecho, en el colmo del rizo, ese género anterior tiene permiso de desarrollarse a lo largo del texto (de otro modo el lector no lo reconocería como tal): permite que plantee sus requerimientos y que los concluya en tanto esbozo general. Por ello, y no solo porque aparezcan incesantes alusiones culturales, la literatura borgiana reclama espectadores diestros, pues el espectáculo tiene uno de sus atractivos más deliciosos en este complejo de reconocimientos. En cómo, para ejemplificar, «El jardín de senderos que se bifurcan» promete, desarrolla y cumple un cuento policial o de espionaje sin serlo. El espectáculo es mirar cómo una estratagema nueva –inédita, borgiana– se sirve de ese modelo, lo satisface con elegancia y le da a su texto (poema, ficción, ensayo) un reglamento propio de construcción y existencia. Este rejuego es uno de los incisos obligados del nuevo código. De esta forma, reconocemos, gozamos y leemos ensayos académicos, prólogos a libros ajenos y propios, sonetos, milongas y otros poemas líricos convencionales, reseñas de libros (existentes en ocasiones), ensayos filosóficos, cuentos policiales, fábulas (muchas veces hasta con moraleja), biografías literarias (E. Carriego, P. Menard), dedicatorias (a Lugones, a su madre, a María Kodama)… etcétera. Mas todos ellos acatan otras leyes y objetivos intrínsecos de estructuración y simbolización. No confundamos el hecho de que podemos gozar esos desarrollos convencionales con el fenómeno de que se asiste a otro artificio. 7 Acaso podamos equiparar metafóricamente esta doble realización con la noción elemental de lo que los logaritmos significan a los números naturales. Los números están representados y «contenidos» por una serie numérica y al realizarse en un siguiente nivel de complejidad y simbolización matemática tienen otra naturaleza y actúan de otra forma. Pues bien, mi idea es que esto se hace en BORGES y que su logaritmo es el género borges. El género borges no ha aparecido en los años veinte (no se ha consolidado), es un conjunto simultáneo de modos de estructuración literaria y de

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manipulación sin anulamiento de los géneros proveedores, y define de hecho la escritura de su autor. De ser esto válido, podremos leer con justificación más que impresionista el continuum borgiano atenido a un código aplicable por igual a todos los textos existentes, ya sea que estén realizados sobre un cuento, ensayo, etcétera. El género borges es el logro central del trabajo de los treinta. La hipótesis puede superar una conciencia operativa en el autor y rastrear el surgimiento de la nueva clave ecuacional. Es la década en que BORGES nace y sus textos del periodo (recogidos o no en libro, como será el caso de las colaboraciones para la revista El Hogar) son el espacio literario donde él especula, analiza, indaga, aventura y va incorporando su golem: el género borges.

La creación de las premisas

8 Enunciada la idea, reconozcámosla según su existencia, riqueza e implicaciones en unos cuantos textos de la década señera. «La postulación de la realidad» (junio de 1931, a recogerse en Discusión), «El arte narrativo y la magia» (solo en Discusión) y «Elementos de preceptiva» (sólo en la revista Sur, abril de 1933); estos tres ensayos examinan por primera vez una cuestión esencial. Al hacerlo escenifican en sus páginas y en sus minuciosos razonamientos el establecimiento de la piedra basal del edificio que nos ocupa. Aquí se contempla cómo el joven escritor excava en las teorías y producciones literarias y va hundiendo su primer principio. La pregunta que indaga es cómo se erige un orbe literario, y lo hace dentro de la matriz del ensayo a medias propositivo y a medias divulgatorio. Los tres textos mencionados en este apartado se dejan leer como discretos artículos independientes entre sí y que razonan con sensatez. Ello se cumple, por cierto, pero hay más: no sería justo aplicarles la dicotomía que pone de un lado al autor-tema de estudio y del otro, en un papel menor, al estudioso cuya personalidad no importa. Borges dice: William Morris obtiene éxito en The Life and Death of Jason (1897) ya que se propone lo que Coleridge llama «la fe poética. Morris consigue despertar esa fe; quiero investigar cómo».

9 Incuestionablemente, los tres ensayos investigan este cómo y lo hacen desde un yo. Esto sucede cuando el joven escritor ha emprendido su ambición de ser una literatura. Discernimos particularidades entre los tres textos: «La postulación…» se pregunta cómo volver verosímil lo real exterior; «El arte narrativo…» cómo volver verosímil lo fantástico y «Elementos…» documenta casos particulares de triunfo o fracaso en tal empresa imaginaria… «yo afirmo que es imprescindible una tenaz conspiración de porqués para que la rosa sea rosa». Trataré de extraer las premisas básicas siguiendo el orden de los tres «ensayos», los cuales en realidad, al momento que discuten sus ejemplos y teorizan parcialmente, están emitiendo aseveraciones que pasan a ser parte de los incisos y artículos de la Constitución de esta literatura naciente: la postulación de la realidad que hoy se llama BORGES. 10 En esta época de los treinta, cuando Europa se encuentra en una etapa de vigor juvenil de corte contracultural, este sosegado argentino está formulando un ideario opuesto, clasicista y estructuralista. Alguien que será rescatado por los mejores críticos franceses, ingleses e italianos cuando, treinta años después algunos de ellos retornen al hecho humano esencial, propio de la literatura de vocación clásica, o conduzcan su actividad especulativa a las virtudes de un sistema où tout se tient, para decirlo con el precursor del estructuralismo. Este escritor concibe, con sus lectores europeos del

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futuro, que una obra verbal se funda en su propia lógica y en la relación consecuente de sus partes –fórmula concisa que se me ocurre para decir en estas líneas verosimilitud. Verosimilitud en nuestros tres ensayos: el paciente orbe verbal que se autoconstruye y sostiene sobre sí mismo para crear la ilusión, la realidad imaginaria de un hombre – para poner un ejemplo querido– cuyo apellido no conoce con certeza su fiel cronista y cantor (y el titubeo entre las variantes Quesada, Quijano, Quijana es aguijón de lo verosímil) pero que ciertamente las palabras hacen que en aquel lugar manchego, para asombro de la dueña, sobrina y vecinos entrometidos… 11 «El autor nos propone un juego de símbolos» asientan los ensayos. Es la postulación del hecho clásico del relato. «La realidad que los escritores clásicos se proponen es cuestión de confianza…» La doble noción de confianza y fe domina en el análisis de lo verosímil. Confianza en el lenguaje y confianza desde el lenguaje. Convicción o fe profesada de que la lengua es suficiente por sí misma. Por tanto, basta la descripción no excesiva (mesurada, controlada) de un ámbito imaginario para que éste sea en la mente lectora y en el banco de símbolos que llamamos cultura. 12 Este ensayo recuerda en su primer párrafo (hablo del primero de los tres) la boutade de Hume contra Berkeley: sus argumentos no admiten la menor réplica… y tampoco producen la menor convicción… la naciente obra borgiana, advirtámoslo, hará imágenes dentro del mismo orbe conceptual que Berkeley –aun si la disciplina cultural de sus productos sea levemente distinta. Ese párrafo inicial parece un preámbulo que no viene a cuento, pues el objetivo visible es discutir la liaison que Croce propone entre estético y expresivo… Para que el lector descubra en un tercer momento que la verdadera preocupación se condensa en un artilugio técnico: «La postulación clásica de la realidad puede asumir tres modos, muy diversamente accesibles.» Mas en realidad sí sigue Berkeley en la mente: ¿Cómo emitir argumentos que Hume no replicaría y que sí obtuvieran la venia de su exigente convicción? 13 La identidad de los argumentos de BORGES es narrativa (estamos a unos cuantos años de la Historia universal de la infamia.) «El clásico desconfía del lenguaje, cree en la suficiente virtud de cada uno de sus signos.» Registrar una realidad, nos dice, no es representarla. Y una curiosa observación psicologista o empirista llena de consecuencias: los procesos de selectividad simbólica no arrancan en los órdenes estéticos; están ya presentes en el acto cotidiano de percibir. «La simplificación conceptual de estados complejos es muchas veces una operación instantánea. El hecho mismo de percibir, de atender, es de orden selectivo: toda atención, toda fijación de nuestra conciencia, comporta una deliberada omisión de lo no interesante.» Así es como se concatenan los tres intereses enunciados en el texto. Atribuir conciencia y deliberación a este joven ensayista no es inverosímil. No será uno de tantos articulistas dispersos sin consecuencia, tampoco son erráticos tanteos previos a una obra. El texto es un explícito manifiesto personal. Es aclaración de términos y primera elección de ídolos tutelares. Se asientan varios temas: la literatura como juego de símbolos, la confianza y lo no enfático, las virtudes del espíritu clásico… Y otra nota «sorprendente» que nutrirá la aún no completamente establecida cosmovisión borgiana. Cito tal cual: «Para el concepto clásico, la pluralidad de los hombres y de los tiempos es accesoria, la literatura es siempre una sola.» Esto contiene ya todo; aseveración filosófica, ritmo sintáctico, discreto énfasis, provecho literario del aserto idealista… el juego está tomado. 14 No queda más que trabajar. Por ello el ensayo dedica su último tercio al reconocimiento de operativos técnicos. Por ello un ensayo siguiente podrá seguirse preguntando los

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cómos del cómo esencial, y podrá no enfatizar su diferencia con el anterior sino sugerir su continuidad: el título es «El arte narrativo y la magia». ¿Cómo volver verosímil lo fantástico? BORGES ordena sus premisas: 1. el meollo radicará, como observa la primera frase, en «los procedimientos de la novela» (y no en el tema mágico); 2. «mi fin es literario, no histórico»; 3. la narrativa fantástica «necesita ante todo una fuerte apariencia de veracidad, capaz de producir esa espontánea suspensión de la duda, que constituye para Coleridge, la fe poética». 15 Al autor analizado aquí, y al cual lleva a beber su propia literatura naciente «le basta con nuestra continua fe en sus palabras, como en el mundo real». Dos observaciones para seguir la profundización de estas premisas at work: 1. Esa fe ya adquirió nombre preciso, es la suspensión coleridgeana del descreimiento (el clasicismo rinde pronto sus frutos). 2. Lo que la frase enuncia como «el mundo real» también existe por la misma mecánica perceptiva y epistemológica; es el mismo tipo de enlace entre mente y ojos… «una continua fe»… podríamos formular como una sostenida simbolización consecuente (que avala tanto al «mundo» como a la cultura). Aquí, un curioso fantaseo de diez años antes: en el poema «Amanecer», «reviví la tremenda conjetura/ de Schopenhauer y de Berkeley/ que declara que el mundo es una actividad de la mente» y, corolario pesadillesco, el escaso número de pensadores al amanecer hace que ésta sea la «Hora en que el sueño pertinaz de la vida/ corre peligro de quebranto». 16 Así BORGES va hilando su trama. Los ensayos, por supuesto, arrojan un provecho «externo» o «académico»: pues efectivamente anotan razones por las que los relatos analizados existen. Pero quien quiera ver en ello el sentido de los dos textos pierde la mayor tajada. La literatura de BORGES será intelectual en tanto involucra ideas en su construcción literaria. Su verosimilitud está lograda por pasiones del hombre en su amplio espectro: enamoramientos, nostalgias, dilemas éticos, personajes confundidos endiosados por su locura, seres atados a una sombra o al peso de los días… todo ello es «corazón» y «mente» humanos. Al analizar sus ídolos (Morris, Cervantes, Gibbon, Poe, Chesterton), al involucrar metafísicas (Heráclito, Platón, Berkeley, Schopenhauer) o poéticas (Coleridge por ahora), este escritor ambicioso y trabajador estudia los principios con los que ya está cimentando su propia obra, y –segundo objetivo– ya está haciendo piezas literarias de esa obra gracias a sus indagaciones analíticas. 17 A Morris le subrayará sus simulacros de precisión y la lejanía y veladuras con que resguarda sus criaturas fantásticas. Textos duales éstos que, al tiempo que detectan los secretos de una obra ajena, son artículos cuya calidad verbal, orbe simbólico, ideas articuladas y lógica de elaboración son los mismos de otras piezas de mayor énfasis o desarrollo narrativo (los reconocidos como «cuentos» suyos) o de abierta intransitividad de imágenes (los llamados «poemas»). 18 Mas estamos por ahora en la presentación particularmente narrativa del juego de símbolos, la verosimilitud. El Poe de Narrative of Arthur Gordon Pym le permite colocar otro epítome: «el problema central de la novelística es la causalidad». Su mente racional-literaria no deja pasar por alto la semejanza estructural entre la magia y las fantasías verbales. Simpatía, analogía y causalidad rigen en ambas. El literato comparte esta maravilla: «la magia es la coronación o pesadilla de lo causal, no su contradicción». Y decirlo ya: «Esta peligrosa armonía, esa frenética y precisa causalidad, manda en la novela también.» Ambos reinos comercian con conjuros que nos hacen creer –los ejemplos de este ensayo– en centauros, sirenas, blancos fantasmagóricos… «proyecciones ulteriores».

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19 El terror aumenta sus dones: no sólo hay estas simpatías de propósitos, sino que ambos basan en gran medida sus logros en la magia verbal. Hechicería animista y libros alteran la realidad del hombre por sus conjuros. «Larga repercusión tienen las palabras» asienta el ensayo, para que la misma frase que lo dice tenga repercusión en toda la obra, en todas las frases que su autor ha escrito y escribirá; es su propio conjuro y la realización de sus propias «proyecciones ulteriores». 20 Magia, literatura: un orbe que encierra completo el circuito de sus causas y consecuencias. El arte narrativo y la magia: alianza íntima en la construcción de un sueño con palabras. BORGES no habrá amado especialmente a Joyce (menos que a su Cervantes, Chesterton, Kipling y Schopenhauer), mas no pudo dejar de fascinarse por los mecanismos que originan su obra, un logro mayor en la conjura literaria, aun si Joyce articuló las irrupciones de corte vanguardista y no la fluidez clásica… «Pero la ilustración más cabal de un orbe autónomo de corroboraciones, de presagios, de monumentos, es el predestinado Ulises, de Joyce.» 21 «Elementos de preceptiva» se lee como un descanso de séptimo día. Pellizcar ejemplos que van de los desafueros arrabaleros a las transparentes alturas de Milton y Shakespeare. En una veintena de párrafos pasar de las «incongruencias idiotas» a «la validez de la disciplina retórica». Un ensayo que ya sabe muy bien, con el acuerdo de sus lectores, cómo hacer buena literatura y por qué fracasan los compadritos de la versificación (pues ahora en este tercer ensayo que he ligado, los ejemplos son exclusivamente de poesía…). La poesía siempre es pura en el sentido de autarquía o verosimilitud. «Ese delicado juego de cambios, de buenas frustraciones, de apoyos, que agota para mí el hecho estético. Quienes lo descuidan o ignoran, ignoran lo particular literario.» … yo afirmo que es imprescindible una tenaz conspiración de porqués para que la rosa sea rosa. Creo que siempre pasan de una las causas de la instantánea gloria o del inmediato fiasco de un verso. Creo en los razonables misterios, no en los milagros brutos.

El ejercicio de la trama (tres estudios)

22 Cinco meses después de «Elementos de preceptiva» BORGES publica con el título de «Hombre de las orillas» el excesivamente famoso «Hombre de la esquina rosada». Se lee, en la figuración y configuración de la obra, como un ejercicio (evoco la connotación musical). Es la deliberada creación de un espacio narrativo (involucrando la extensión novelística) con acato y disciplina a un código previo consagrado. BORGES incide en el corpus costumbrista-gauchesco, con todo y dedicatoria al epónimo Enrique Amorim. Ejecutar una tradición es, para el laborioso aprendiz maduro, un estudio, como en música: un acto de rigor que se propone la destreza técnica pero el objetivo pedagógico no priva el resultado de nivel estético. El ocioso lector podrá suponerle al chillante relato tan cargado de folklor y falsedades por exceso, dos cuerpos de normas que acata, estudia y compone: el costumbrismo de compadritos y malevos, y las nociones de verosimilitud establecidas por los ensayos inmediatamente anteriores. Pues lo primero a rescatar es la búsqueda de bisagras o puntos de ambigüedad (las «buenas frustraciones»); en los puntos débiles y descuidados de la normativización regionalista se encuentran las potencialidades estrictamente literarias. El relato luce su indagación práctica de verosimilitud, y hasta incluye ya el tópico borgiano del sarcasmo y autoparodia al propio estilo.

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23 Para precisar aquí una lectura, pido atención a lo que llamaré «red de metonimias», la cual será el principio específico de tramado. Concibo tal red como un acto retórico unitario, reconocible de acuerdo a la descripción de la vieja retórica; es un acto que sucede en cualquier nivel de la estructuración narrativa del cuento. «Metonimia» en un sentido laxo y comprensivo, no sólo la figura estricta del «cambio de nombre» (gracias a una relación material, causal o conceptual) sino también el deslizamiento de la sinécdoque (nombrar la parte por el todo o viceversa). «Hombre de la esquina rosada» se escribe en gran medida por el fenómeno de ir asignando a los diversos sujetos involucrados cualidades en relación de la parte al todo y viceversa. El primer momento narrativo del texto (propongo tres) es un bloque ambientacional. Arranca con el narrador que habla como se tiene que hablar en el submundo orillero, completamente «típico». El habla-escritura es parte del orbe peculiar, lo completa como escenografía lexical. Es el nudo apretado del que emana la red. Desde los párrafos iniciales los actores se acomodan, como en el tango que bailan, en una matriz que les asigna ser, presencia e historias. Por tanto, ellos saben que se pierden en su matriz simbolizante: «El tango hacía su voluntá con nosotros y nos arriaba y nos perdía y nos ordenaba y nos volvía a encontrar.» El barrio, sus hombres, el líder, el conjunto propiamente dicho de atributos (ropa, lenguaje, hábitos, carácter, móviles, etcétera): todo ello recorre la pauta textual, enhebra las instancias supuestamente individuales… un haz metonímico que en su amplitud crea y recoge sus figuras. Es la imagen, en este tercio, quien baila su tango «en el salón de Julia». 24 Notaciones privilegiadas: «Los mozos de la Villa le copiábamos hasta el modo de escupir» a su líder Rosendo Juárez «el Pegador». La mujer, como en toda tradición bravía, es un atributo de lujo («la Lujanera, que era la mujer de Rosendo, las sobraba lejos a todas»). Por su parte, el grano o relieve de la voz logra invertir la fórmula de tránsito y se vuelve el todo del hombre y lo crea: «El hombre era parecido a la voz». Ésta es la fuerza posible, potencial, de ambientar un relato; ésta la de concebir con claridad mental un acto retórico (que llamo red de metonimias) y hacerle que organice el texto, que lo formule con «frenética y precisa causalidad» de escritura. Es la verosimilitud escurriéndose entre los compadritos ficticios y los lectores ávidos (y satisfechos) de realismo. 25 Puede mencionarse que este tercio es excesivo. Abruma con su incontinencia de atributos regionalistas. Sabemos que a BORGES le disgustaba particularmente este relato. Creo que el exceso sinecdóquico-metonímico es una buena razón para que ni él ni nadie lo favorezca de manera especial. Podría yo retomar su noción, en los ensayos, de «escritor romántico»: la realidad que inventan estos narradores es falaz por sobrecargada; «es de carácter impositivo», «es el énfasis». Todo ello opuesto a la sugerencia y confianza que se propone el discreto o clásico. El cuento, pues, empieza en falso; en lo romántico-expresivo, según los sambenitos borgianos. (Aun tomemos en mención el carácter épico de la metonimia: el ambiente impregna al hombre pequeño, le da esencia e identidad; a su manera el drama velado del narrador-personaje del relato es el vacío épico, la metonimia sin referente a que él llega cuando su líder e ídolo se acobarda frente al grupo.) 26 Todo lo mencionado acontece retóricamente antes del gran momento anecdótico: el reto de Francisco Real, «que le dicen el Corralero», al Pegador. El bloque ambientacional ha acontecido y, como los seguidores de ambos «héroes», se hace a un lado cuando el drama está echado sobre el texto. El forastero bravucón, el hombre de

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ellos reta al nuestro (el narrador ha de complicar en su partido al lector externo: virtudes que son de la metonimia). La lógica es clara: un protagonista, como lo son los actores del reto, tiene por sí mismo sustancia. Se enfrentan entre sí. Esto sucede ya dentro de un ambiente: de una trama simbólica lograda por la red de metonimias tipificadoras; así existe, sutilmente provocado, el legendario «salón de Julia» donde están «la caña, la milonga y el hembraje». 27 De hecho los duelistas reciben atributos y focalizan la red de metonimias. Es el Pegador: su voz inaudible, el cigarro resbalando de su boca, su mujer dándole su cuchillo en el centro de las miradas de sus hombres. El cuento toma fuerza: el drama consiste en que el centro –el Pegador– no puede sostener los atributos… la voz no se oye, el cigarro cae… y se culmina con el primer acto voluntario y visible: arrojar el cuchillo por una ventana. De inmediato el contrincante usurpa por esa ausencia de centralización el lugar privilegiado: se planta a medio salón y recibe a la Lujanera (la mujer del otro, del nuestro) y bailan: «… y salieron sien con sien, como si los perdiera el tango». Por mientras viva –y será poco–ocupará el centro emanador de atributos, identidades y motivos narrativos. Fin del segundo movimiento. Un movimiento por cierto, menos expresivo, más clásico e intenso a la vez. 28 Tercer tiempo: el narrador ha sido, hasta aquí, un espacio. Visual y sonoro: sus ojos son el receptáculo de la dinamización metonímica… Ahora el autor, quien opera a través de sus palabras, lo deja al frente de la trama verbal (drama entrelazado con el de las personas ficticias y su reto a la muerte); le da cuerpo y presencia –ojos y voz que encarnan– siguiendo el principio de acumulación metonímica. Nace como un golem de sus propias palabras; su autor le hace decir(se): «Debí ponerme colorao de vergüenza.» Cuando el centro falla, el mero seguidor peligra. Con la vergüenza proveniente del Pegador, acepta la culpa del otro (del suyo). Y, crueldad retórica –«larga repercusión tienen las palabras»–, empiezan las consecuencias, atroces y secretas «… y pensé que yo era apenas otro yuyo de esas orillas, criado entre las flores de sapo y las osamentas». ¡Qué inesperada adecuación el que estos seres, fruto del mundo épico-borgiano, reciban el gentilicio/patronímico, la metonimia, de orilleros! En la orilla de su ser, con el centro incapaz por acobardamiento, así ha de actuar. Como un niño indefenso, que el mundo orilla a que tome su vida en sus manos pues la función de Padre está vacante: «Yo forcejeaba por sentir que a mí no me representaba nada el asunto, pero la cobardía de Rosendo y el coraje insufrible del forastero no me querían dejar.» 29 Tercer tiempo: el narrador –metonimia verbal– comete su acción en el silencio textual. Lo que enlaza con la superficie escénica del cuento policial: ¿quién asesinó? En la ductilidad para relacionar distintos órdenes de tramas, en la sagacidad (aun excesiva) de hacer un texto desde su red metonímica, en la mesura ascendente de los tercios: en todo ello el joven intérprete de la literatura satisface la ejecución de su estudio. Última metonimia, gran rizo: deduce el lector quién asesinó por el contagio o deducción de quién estuvo en el lugar de los hechos; y por las sospechas (metonimias causales de deducción policial) que despiertan ciertas frases con las que el autor traiciona a su golem con sus propias palabras. Evito la frase final relativa al cuchillo y al chaleco por harto conocida y hasta obvia; me detengo en dos sutilezas anteriores. Frente al cadáver del Corralero, a mitad del salón de baile, leemos y escuchamos la incriminación: «… en cuanto lo supe muerto y sin habla, le perdí el odio». «Ya me olvidé que tenía que prudenciar y me les atravesé como luz.»

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30 Simultáneo al hermoso tramado metonímico, el estudio registra otras virtudes borgianas. Como lo dictamina el prólogo de Historia universal de la infamia, hablando de este cuento: «la brusca solución de continuidad, la reducción de la vida entera de un hombre a dos o tres escenas». En sí, es un relato reconcentrado en una escena, con pocos momentos y su elipsis maliciosa. También rige lo que se denomina la poética del lector: BORGES dejando caer la escueta palabra «Borges» en el último párrafo como quien escucha el relato oral. El artilugio de no ser el emisor sino el primer receptor del texto; el fenómeno cervantesco de escribirlo desde la hipótesis de una primera lectura o audición. Otra delicadeza es que nunca se trabe intimidad con Rosendo Juárez el Pegador, héroe fallido: este cobarde está protegido por la leyenda, es intangible. Ni siquiera su traición permite la bajeza narrativa de fisgonear dentro suyo. Y la verosimilitud, claro, nuevamente la verosimilitud al margen de la idea desarrollada: toda una conspiración de detalles secundarios, la minuciosidad descriptiva, la elipsis fundamental, la oralidad del cuento, el dejo de misterio, el receptor involucrado: todo hace que esto sea, que el texto esté tejido, interwoven. 31 Al lado del inevitablemente célebre «Hombre de la esquina rosada», «El impostor inverosímil Tom Castro» aparecido, según consta, en el mismo septiembre de 1933 y en la misma revista Crítica, se divierte y ejercita de otra manera. «Pasatiempo del sábado» y «biografía infame» a decir del autor. Me propongo, para guiarme en el análisis orientado, una pregunta que se haría el autor en su mente antes de tomar la pluma: «¿A qué extremos podrán llegar los operativos de la verosimilitud dentro de un espacio contenido y discreto?» Boutade y virtuosismo en este estudio narrativo. No podemos dejar de leer –no nosotros, borgianos– en el fraude perpetrado por los personajes una poética alegorizada. Vertiginosa, graciosamente, se entrecruzan la anécdota sardónica y la poética cifrada en la superficie humorística. «El proyecto era de una insensata ingeniosidad»… 32 Partamos del hombre. También un centro frágil, aunque por otras razones. Arthur Orthon–Tom Castro es «el obeso tarambana de Wapping» que servirá a los proyectos de un negro llamado Bogle (casi «Borges») provisto del don de «la ocurrencia genial»; la ocurrencia: aparecer ante Lady Tichborne como el hijo desaparecido hace 14 años, seguramente muerto. Como en el relato anterior: un juego o sistema de atributos. Pero de otra forma: el conjunto de adjetivaciones flota ahora sobre un solo sujeto (y no sobre una comunidad), que es el protagonista. Se parte aquí del vacío o la desconfianza en que los atributos tengan la virtud mágica de dar sustancia y formar una persona. El fragmento inicial del texto ofrece una sola frase no adjetival sobre Tom Castro: «Era persona de una sosegada idiotez.» Lo que rotula la convicción ahí dicha de que es un mero fantasma. 33 Es un fantasma retórico: el hombre –la identidad– construido con los criterios de la verosimilitud narrativa (en su supuesta «vida real»). Bogle trama su simulacro y Borges desliza el suyo. El oxímoron del título abre el juego retórico. Ya la primera frase exhibe la naturaleza conceptual, no-realista del acontecimiento: «Ese nombre le doy [Tom Castro] porque bajo ese nombre lo conocieron por calles y casas de Talcahuano, de Santiago de Chile y de Valparaíso, hacia 1850, y es justo que lo asuma otra vez ahora que retorna a estas tierras…» ¿Cuáles tierras?, ¿las de las invenciones verbales?, ¿qué hay detrás del nombre detrás del cual no hay nada salvo palabras? 34 Bogle y Borges construyen su ardid. A sabiendas de que las palabras son una tela de Penélope que se construye con las propias mentiras y que nada ni nadie más sostiene.

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Se va conspirando, pues, una poética al tiempo que el autor observa y afianza sus recursos; ello sobre el tema de la usurpación de identidades. Tal la literatura. Un axioma: Bogle sabía que un facsímil perfecto del anhelado [por su madre] Roger Charles Tichborne era de imposible obtención. Sabía también que todas las similitudes logradas no harían otra cosa que destacar ciertas diferencias inevitables. Renunció, pues, a todo parecido. 35 Bogle era sutil –dice el narrador–: el arte o símil de la realidad no convencerá en tanto calca sino… como laborioso, desconcertante, autónomo juego que será avalado por las esperanzas y la confianza del benevolente destinatario: la inverosímil, ansiosa y miope Lady Tichborne. Es la voluntad de reconocimiento lo que crea la verdad. Éstas son «las virtudes de la disparidad» que proclama el honesto subtítulo de este apartado de maquinaciones.

36 En estas tierras de los símiles exhibir diferencias es modo de honestidad. Es la vía sesgada –no hay rectas– del triunfo. Gran gesto barroco que se tuerce tres veces sobre sí mismo: leemos el cuento de anécdota simpática y refinado suspense; leemos un sondeo analítico del proyecto del autor, y leemos la caricatura de los dos textos o niveles textuales anteriores… «yo diría que es barroca la etapa final de todo arte, cuando éste exhibe y dilapida sus medios». Final en el sentido de consumación excedida, no necesariamente en su acepción de última etapa temporal. Pero no se hará justicia al cuento (a costa del injustamente manipulado «tarambana de Wapping») si no se integra el humor. El relato, la poética, el sondeo, el arte extremado, ríe aquí como pocas veces. Dice el mismo segundo prólogo al libro: «El barroquismo es intelectual y Bernard Shaw ha declarado que toda labor intelectual es humorística.» El humor como condición permanente para examinar un texto con el que uno construye sus premisas generales. El relato consiente la parodia (al Otelo, por ejemplo, a los thrillers de falsificación de identidad); la autoparodia («linda con su propia caricatura», enuncia magistralmente el estudioso de sí mismo), y la sátira de nacionalidades (un negro que «era un varón morigerado y decente, con los antiguos apetitos africanos muy corregidos por el uso y el abuso del calvinismo», «un militar inglés criado en Francia… que hablaba inglés con el más fino acento de París», etcétera) y de tipos humanos (ellos mismos, la viuda afligida, los demás, etcétera). 37 El arte ríe al tiempo que obtiene su lógica cuando trama lo absurdo e insostenible. Lo cual es posible pues se está en otro espacio de realidad. Lo que es descabellado en el mundo exterior es consecuente en los símbolos: el impostor triunfa como sujeto inverosímil. Boutade y virtuosismo para crear un fantasma retórico que tiene el verdadero cuerpo de sus mentiras… «Ad Majorem Dei Gloriam», reza otro subtítulo, éstas que son «las virtudes de la disparidad». 38 Puede continuar el juego. Cada monigote de la mascarada cruelmente divertida permite una identificación en la poética. Identificar a Bogle con BORGES; Tichborne, el muerto, es la realidad extraliteraria; Tom Castro es la ficción; su madre representa al lector primero; «nosotros» lectores nos vinculamos al deseado lector «clásico»; «ellos», los parientes incrédulos, a los lectores «realistas»; el destino del que ahí se habla es la literatura (el autor, barroco, usa mayúsculas y paréntesis: «El Destino (tal es el nombre que aplicamos a la infinita operación incesante de millones de causas entreveradas)»; Dios es Dios o la última ratio de la literatura: el ejecutor de designios absurdos que se cumplen.

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39 «Pero bajo los tumultos no hay nada –dice el prólogo–. No es otra cosa que apariencia, que una superficie de imágenes; por eso mismo puede acaso agradar.» Penélope y todos los simuladores y todas las tejedoras –los dos clanes que ella protege– lo saben: la trama se teje con lo mismo que se engaña a los pretendientes; una novela es una mentira, una vacuidad que flota y tiene apariencia. Mentir es apelar al sentido del humor y al dominio «del arte que entreteje naderías», ese «tide of pomp, that beats upon the high shore of this world», para decirlo con la imagen shakespereana que nuestro autor amó. «Leer, por lo pronto, es una actividad posterior a la de escribir: más resignada, más civil, más intelectual.» 40 Presumiblemente en la misma entrega de Crítica BORGES «recoge» un acontecimiento literario cuyo lugar de origen sería algún libro de alguno de los célebres traductores ingleses de Las mil y una noches; se trata de una joya sobresaliente de escasos seis apretados párrafos. Con tema maravilloso, como lo postula «El arte narrativo y la magia», «El espejo de tinta» es una primera pieza consumada en el interior del cosmos borgiano. De nuevo, el texto pasará a la Historia universal de la infamia, común receptor de los estudios de la época. 41 «La historia sabe que…» inicia el texto y desde la poética del lector se levanta la situación mínima: un cruel gobernador de Sudán –Yakub el Doliente– fascinado por la contemplación de un artilugio visionario que le ha permitido conocer una de sus víctimas inminentes, «el hechicero Abderrahman El Masmudí». El Doliente morirá por querer sobrepasar el misterio, por no acatar su código. Todo receptor de un cuerpo de símbolos, parece decir el texto, está obligado a ser un lector humilde y disciplinado. 42 Richard Burton habrá propiciado «El espejo de tinta» con una mención o descripción anterior de la misma leyenda musulmana. Aun si no hubiera añadido una letra, BORGES impone su sello cuando lo inserta en su delicada y consecuente construcción. La breve viñeta de 1933 es «la ilustración más cabal de un orbe autónomo de corroboraciones, de presagios», como quería el texto teorizador. Si tuviéramos que elegir una pieza magistral del arte y magia borgianos, anterior al legendario accidente de la Nochebuena de 1938 («Pierre Menard…» es de mayo del 39), yo no dudaría en quedarme, fascinado, con estos seis párrafos. Todo sucede como un prodigio consecuente; mirarlo desde Ficciones o El hacedor es volver a elegirlo, es corroborar que BORGES nace de sí mismo y de las bibliotecas en medio de laboriosos estudios y ejercicios de aquello que acaso él a solas suponía y postulaba como posible en aquella década meditativa. 43 Enlisto una serie bastante amplia de nociones y gestos retóricos que de aquí en adelante serán «constantes» en la obra, todo ello es lo que articula la viñeta. 1. La parábola-paradoja deslumbrante y de moraleja buscadamente ambigua. 2. La ficción bibliográfica. 3. La poética del lector (por ejemplo: «… el capitán Richard Francis Burton conversó con ese hechicero el año 1853 y cuenta que le refirió lo que copió»…). 4. El aleph. El chorrito de tinta en la palma de la mano del tirano sirve como espejo convexo de la vertiginosa variedad del mundo. (Según reporta Rodríguez Monegal en el Ficcionario, «El aleph» vio la luz en septiembre de 1944, «El espejo de tinta», el mismo mes, once años atrás.) 5. Las «enumeraciones caóticas». Así las bautizó L. Spitzer. 6. La vida concentrada en unos cuantos instantes culminantes.

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7. La violencia de imágenes. Tópico descuidado en los estudios borgianos: violencia en la imaginería visual y metafórica, bajo un tono de grandiosidad. 8. Una mecánica del hecho literario que es un vaivén entre tres partes: percepción, análisis y desarrollo del suceso (lo peculiar es la reiteración del meccano y que él ya sea parte de los sucesos ficticios). 9. La revelación del propio rostro; lo cual es gran desenlace y antimoraleja. 10. La enseñanza ética de que el texto borgiano evidencia lo aparente del mundo al lector. 11. La proliferación de textualidades y «textos» al interior del texto. 12. La magia animista (y la fantasía) proveyendo literatura peculiarmente borgiana. 13. La pulsión trágica de buscar y descubrir el propio destino. 14. El espejo como texto (o el texto como espejo). ¿Nos será permitido suponer que el espejo de tinta que tiene el tirano en las palmas de sus manos y donde ve concentrado el mundo y su propio rostro sea un libro? 15. El texto como lo que sugiero que llamemos «objetos de Tlön»: objetos provenientes innegablemente del mundo ficticio y que aterrizan en el nuestro y alteran las cadenas de acontecimientos.

44 Además, este texto prefigura una modalidad borgiana que no aparecerá ampliamente sino hasta el próximo libro de poesía, El hacedor, 1960. Este libro ofrecerá textos en verso y en prosa. Todos ellos son poemas. Las prosas son viñetas o alegorías; «El espejo de tinta» es el primer miembro de una hueste que no dará la cara sino 27 años después. La prosa breve es algo distinto al reconocible cuento borgiano moroso y especulativo; pero es, tanto como éste y el poema, uno de los modos privilegiados de la obra. La prosa se impulsa gracias a una anécdota escueta y densa; se le da un tratamiento poético más que narrativo, como si esta breve ficción fuera la cresta de un conjunto de eventualidades que rezuman la rosa de su poema. Es una alegoría borgiana: zona intersticial donde se tocan y apoyan mutuamente la mentalidad narrativa y la lírica; cifra o metáfora que vuela por sobre el fárrago realista o prosaico del mundo.

45 Son poemas, pues, que se recogen de una vasta trama novelística. Convengamos en que los poemas en verso, anteriores y posteriores, comparten esta condición titubeante. BORGES escribe preferentemente poemas con apoyo anecdótico; esbozan una situación y extraen su imagen específica, a menudo de resonancias metafísicas. Esto acerca intelectualmente a ambos modos textuales. BORGES, en estos casos, le da la vuelta a la moraleja empobrecedora y resuelve el texto en una última imagen, una «metáfora- alegoría» por su contextualización, que refuerza el misterio estremecedor de aquella soberbia entelequia tanto de la vida como de la literatura que nombramos Destino. Y bien, éste que es uno de los modos privilegiados de la literatura borgiana esplende por primera y solitaria vez en el proteico espejo de tinta que un hechicero verbal ha colocado en el cuenco de nuestras manos. En aquella época, los treinta, en que él tramaba un universo que acabaría por mostrar su rostro inconfundible. 46 Vuelvo a los tres estudios narrativos y a los tres ensayos que establecen las premisas. ¿No estamos asistiendo a la construcción deliberada, sistemática y armoniosa de un cuerpo de normas que hagan una literatura? Verosimilitud es la noción básica de los ensayos: la lógica narrativa. Y relatos, en desmedro de la poesía que se retomará muchos años después, es lo que ejecuta la escritura de la época. Pero «ensayos» y estudios narrativos, ambos acatan las mismas concepciones verbales y traman textos reflexivos que discuten con el lector, usando razonamientos como parte de los acontecimientos escritos, y acudiendo libremente a «ejemplos» o concreciones ficticias

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para avanzar el discurso. Pienso en que es posible contemplar ambas regiones dentro del mismo espacio macrotextual, que esto se llama BORGES: ¿No es la escritura de los años treinta la tenaz conspiración de este autor para que su literatura sea literatura?, ¿no es a él a quien descubrimos detrás del enmascaramiento de su querido Chesterton: BORGES, una peligrosa y vasta conspiración integrada por un solo hombre?

Los universos que llamamos Borges

47 Dos ensayos de la mitad de la década (uno del 35, el otro del 36) convocan el gran arsenal de tópicos y recursos que a la fecha se están procreando. Se trata de erigir una red literaria de causas y efectos a tal grado ambiciosa, vigorosa y desmedida, que rebase el hecho relatado y suponga el universo entero. Estos textos son universos borgianos; más ricos, evidentes y lógicos que el fárrago incesante en que vivimos. Y lo mismo que éste, postulan el todo ilimitado e inabarcable. Es literatura real. Me estoy refiriendo a «Los traductores de las 1001 Noches» y a «Modos de G.K. Chesterton.» Ambos versan sobre un acontecimiento intelectual que de hecho ha tenido lugar en el mundo preborgiano (pues en el futuro habrá un juguete, un libro sobre este tipo de acontecimientos sólo acaecidos en el orbe del autor, las Crónicas de Bustos Domecq). El acontecimiento protagoniza un texto que se asume «ensayo» a partir del criterio de no ser un protagonista humano sino un hecho de cultura, y, en efecto, discurre sobre el andamiaje del ensayo de análisis. Pero el objetivo del discurrir es relatar una aventura prodigiosa, de tal suerte que su emoción es peculiarmente poética. Así, hay una «frenética y precisa causalidad» que por un lado abarca el corpus entero de lo que hay (el universo) y por otro concierta la riqueza de los géneros que la literatura ha creado y separado luminosamente para correr detrás de esa totalidad de lo existente. Estas decisiones (imposible hablar de ignorancia en el escritor o de mero azar afortunado) son las condiciones que posibilitan a los dos textos y exigen asimismo la plenitud BORGES.

48 Relatar un libro a través de sus avatares: libros, ediciones, versiones, traductores, acogida del público. BORGES consumará en Otras inquisiciones (1952) el logro de relatar una imagen (como la flor o el sueño de Coleridge, como la muralla y la destrucción hecatómbica de libros en el Imperio Chino), a tal espíritu corresponde «Los traductores…». Leído con menoscabo de quién es el estudioso lector que se detiene en las diversas versiones inglesas, francesas y alemanas, aprovecha uno en unas quince páginas un compendio descriptivo de las traducciones y un ingenioso estudio comparativo. Pero la personalidad del informante levemente académico es por demás llamativa; se coloca en posiciones angulares ajenas a cualquier ortodoxia, se permite con liberalidad opiniones y prejuicios personales, ejercita la paradoja en el curso de sus razonamientos, concluye alabando desviaciones lo mismo que fidelidades a la letra o al espíritu sin que sus vaivenes correspondan a una idea sensata de legitimidad textual… 49 Mejor será leer la pieza como parte de una obra propia con intereses e ideas inherentes. Su rigor, entonces, será tanto de la actualización de la poética del estudioso como del transparente análisis comparativo. Reconozcamos la idea del libro a la que BORGES será fiel y dará literatura a lo largo de los años. Conforme se resumen las «románticas» peripecias que sortearon Galland, Lane, Burton y su cohorte hermosa para tomar posesión y transportar a Europa el Quitab alif laila ua laila, asistimos al espectáculo de una aventura intelectual semejante, por ejemplo, a las que dan cuerpo al reportaje imaginario sobre «Tlön, Uqbar, Orbis Tertius.» El mundo entero, con sus desiertos

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árabes plagados de facinerosos, sus escritores europeos refugiados en una tienda de campaña o en un salón occidental, «el opulento y negro café con semilla de cardamomo»… y todo lo que pudiere vislumbrarse en un aleph es convocado por la infinita trama de causas y azares para que un conjunto de caballeros árabes y europeos leguen una empresa incesante a sus lectores. Un libro subyacente, un proteo hecho sólo de sus imágenes y metamorfosis dándole cuerpo ilusorio a Simbad, Aladino, Sherezada; que permanece en su móvil eternidad hecha de avatares inestables. Es la privilegiada aventura borgiana de la Creación de un libro que es rostro del Libro; «hay un fin en la trama» que desconoce y supera a sus cándidos agentes, literatos creyendo que discrepan entre sí cuando en realidad algo los conjura a favor de una obra colectiva, absorbente, sotto voce delirante. 50 Se conjuran también, afirmo, los tres cauces de escritura: es la narración de una imagen bajo la forma del ensayo. Se reconoce que el transcriptor de la aventura ha volcado todo lo que él es y puede ser en tanto literato: el texto se nutre de las galas borgianas, la elegancia estilística, erudición cultural, lucidez de juicios personales, capacidad de dar vida y volver personajes narrativos a los traductores, el grano de sal del humor, la pimienta del sarcasmo al relatar disputas, caprichos y torpezas… las mejores ideas, actitudes y destrezas han sido exigidas para alimentar la descripción diacrónica de este libro. 51 El argumento de base para catar a los traductores no es aberrante: si uno tiene en sus manos la misión de transmitir un libro, se está en el juego de lo verosímil; en este caso, lo verosímil-árabe. Desde el momento en que los lectores de una lengua europea moderna no pueden compartir la cosmovisión de los escuchas de un mercado árabe hay una fisura. Acaso, la fisura medular en el fenómeno de traducir, que parte más que del traductor, de la sociedad de sus futuros receptores. (Lo que también será parte de una poética universal de la lectura.) Por ello Lane es falso-inverosímil, pues traiciona lo que creemos que habrá sido el libro en su cultura matriz, y Burton, al decir lo opuesto radical sobre los puntos eróticos y «vulgares», peca de la misma falacia… el adversario francés Mardrus también es inverosímil cuando inventa relieves art-nouveau y simbolistas que no podemos creer en una compilación de relatos provenientes de El Cairo hacia el siglo XIII de nuestra era. 52 Traducir es algo semejante a mentir. Mentir, traducir, fingir: operaciones análogas que se acomodan en la noción rectora de verosimilitud. Traducir necesariamente es mentir con apego (o no, y ésa es la culpa) al espíritu original: que los miembros de una cultura y una tradición de libros «sientan» tener en sus manos un libro o espejo de tinta que les evoque o les haga creer «el mismo libro» que engendró la comunidad original. Se trata de la estructuración de un conjunto de elementos de la cultura previa (los que se comprendan sin extrañamiento ni exotismo excedido) con otra serie de elementos de la propia cultura (los que sean pertinentes en el ámbito de las representaciones verosímiles); así se cocina una fusión o in-fusión que, dado que el original es imposible, permita paladear lo semejante, y a través de éste imaginar el original que permanece en su mundo intangible. Es la translación o transporte de una construcción de símbolos, como se transporta piedra a piedra una sólida iglesia medieval a nuestro jardín. Mentir, mentar, fingir, simular, traducir, trasladar, escribir un libro ya escrito: estamos en el corazón de la verosimilitud, en la conjura borgiana. Que todo sea libro. Pues ya lo es. No hay autores, sólo amanuenses.

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53 Así se encuentra la lógica de que el estudioso de los traductores rechace o apruebe unas u otras interpolaciones. La norma, la utopía del proyecto de reproducir el centón árabe no es, no puede ser, la veracidad; serán las argucias del símil. El objeto platónico que es el libro borgiano existe dentro de una terrenísima cultura que lo acoge, cultura perecible, particular y caprichosa; el libro requiere escuderos y nodrizas que lo vuelvan a hacer nacer –una y otra vez– entre los paños fugaces de acá abajo. «Littman [el traductor alemán] observa que las 1001 Noches es, más que nada, un repertorio de maravillas. La imposición universal de ese parecer en todas las mentes occidentales, es obra de Galland [el primer traductor europeo].» BORGES concluye fundamentando sus elogios y emociones a favor de sus traductores conjurados (el subrayado será suyo): «mi razón es ésta: las versiones de Burton y de Mardrus, y aun la de Galland, sólo se dejan concebir después de una literatura». 54 Hablar de todo esto, leerlo en lo que es, es versar sobre filosofía literaria; es hacerla conquistar espacios mentales. Que la conjura de Tlön –tan valeriana y borgiana, tan platónica a pesar de la incredulidad de Platón– nos habite en discreta vecindad. 55 La reconstrucción de una obra en otra cultura seguida por BORGES es contemporánea a otro caso de totalización: el escritor como universo. «Modos de G. K. Chesterton»: alguien decide ser escritor, obtiene su ser –su identidad por esta elección–, y como tal ha de ser mirado, atendido, estudiado como un hombre en su «antropogonía» secreta. 56 El texto inicia con una lujosa y sucinta enumeración borgiana de una vida. Es el acto orgulloso con el que un escritor hace ver que el mundo deviniendo en símbolos se asienta en un solo hombre, en otro escritor. Ese párrafo liminar antecede al primer «modo» chestertoniano que se revisa; es otro aleph: generaciones de hombres, ríos, árboles, mapas, manuscritos, un bastón y una enciclopedia, abogados, monedas, las caras de la fama, giran y se detienen en el preámbulo que ubica y confiere realidad de símbolo al «saludado caballero Gilbert Keith Chesterton». 57 Menciono los «modos»: «Padre de la Iglesia», «narrador policial», «escritor», «poeta». El primero parece desconcertante para iniciar la identificación del sujeto; en los otros acápites la confusión parece ser de jerarquía entre los órdenes del artista verbal. El enredo se deshace cuando leemos que el primer inciso se centra en la lógica argumental por la que Chesterton es parte del catolicismo. No se habla de teología ni de proselitismo sino de agudeza e ingenio para discutir y de padres más literarios que religiosos, como lo son Swift, Gibbon y Voltaire. A la manera del Bogle que inventa su Tom Castro, BORGES quiere ver un Chesterton que sortea el laberinto de las luchas religioso-político-nacionalistas gracias a las arriesgadas virtudes del arte de la verosimilitud… «su desaforada inverosimilitud», «esas defensas paradójicas», esto es lo celebrado y descrito. «La explicación es fácil: el cristianismo de Chesterton es orgánico». BORGES lee al escritor –al hombre de causas y efectos retóricos– en el proselitista religioso, nuevamente los criterios de la literatura abriéndose sobre el mundo exterior; o la literatura para que BORGES evalúe y entienda el mundo exterior. Significativamente, el apartado concluye dejando de lado las cuestiones propiamente católicas y lamentando, en cambio, cierta torpeza literaria en el escritor de cuentos fantásticos: «Desgraciadamente procuraba educirles una moral y rebajarlos de ese modo a meras parábolas. Felizmente, nunca lo conseguía del todo.» 58 Ya los otros apartados nadan desnudos en las aguas de la lógica literaria, al parecer la preocupación central de esta etapa borgiana, tema de análisis y ejercicios narrativos. BORGES rescata aquí con letras y comas un párrafo de su propio artículo teórico «El

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arte narrativo y la magia»: «En los relatos principales de Chesterton [va diciendo el párrafo], todo se justifica: los episodios más fugaces y breves tienen proyección ulterior.» Se desarrolla el elogio a los arriesgados virtuosismos narrativos, inventarse dificultades, innovar un género, proponerse inconsecuencias, etcétera. 59 Al hablar del «modo» que es «Chesterton, escritor» se dejan descansar los asuntos retóricos y estilísticos para encarar el asunto de la fama e identidad pública de un escritor. BORGES describe con sarcasmo: «Los críticos realmente informados no dejan nunca de advertir que lo más prescindible de un literato es su literatura y que éste sólo puede interesarles como valor humano…» El Chesterton escritor: defender lo inusitado, lo inverosímil, de que un literato valga por sus «virtudes retóricas», por sus «méritos de destreza», por coronar un «estilo omnipresente», orgánico, por la «limpidez y el orden» y la «claridad latina», todo ello lo mismo del hombre que de la obra. 60 El poeta existe en Chesterton, acaso sea su modo más frágil. BORGES lo ve oscilar entre su máxima virtud de llevar a los lectores a «ese arrebato duradero de asombro (y de gratitud)» sobre el misterio esencial del cosmos y de la poesía, y, en el nadir, el demasiado argumento que llegan a tener sus poemas, lo que obstruye el acto de conmover físicamente al lector. (La sola mención de estos asuntos del poema conduce al proyecto de poesía del acucioso lector de Chesterton. En 1960 volverán, madurados, los poemas con argumento medido encaminados a provocar la emoción física del lector por las tres o cuatro perplejidades del universo.) 61 ¿A alguien se le oculta que cuando este ensayo proclama su «Chesterton» –es julio del 36– no está tramando a su BORGES en el envés? El proyecto verosímil de ser un literato orgánico –posible, lógico, real, irrefutable–; que el hombre nazca del ejecutor de literatura. Recordemos el párrafo liminar: un hombre puede ser un mundo completo, una maquinaria de razones capaz de extenderse ilimitadamente por el cosmos y engullirlo en su dinámica de simbolización. Un hombre puede llegar a ser dentro de su biblioteca un aleph cultural. Como este Chesterton, «una peligrosa y vasta conspiración integrada por un solo hombre»; como Burton –o como el modo que este escritor llamó «Burton»– alguien que «Del solitario oficio de escribir había hecho algo valeroso y plural…»

BORGES padre del Género Borges

62 La leyenda considera «Pierre Menard, autor del Quijote» como el texto que certifica sin asomo de dudas el nacimiento de BORGES. Recordemos que este cuento surge en condiciones señaladas: Jorge Luis Borges tiene un accidente en la Nochebuena de 1938, que pone en riesgo su vida y exige una operación en la cabeza. Borges, en la convalecencia teme que su inteligencia esté dañada irreversiblemente. Ésta es la causa eficiente por la que se decidió a incursionar en el cuento, género que según él no había experimentado… Esto es lo que suscita el surgimiento de la deslumbrante complejidad y madurez de su humorístico y no menos trascendental Monsieur Teste que llamó Pierre Menard, autor de una idea-universo de, y a partir de, la literatura. Tomemos la declaración con cuidado. Creo que además de los reconocidos modos de cuento, ensayo y poema, la obra borgiana cuenta con dos especies supuestamente más periodísticas que literarias: la leyenda sobre sí mismo y las numerosas entrevistas. Cada que se vio impuesto a hablar sobre sí, a no hacer literatura sino informar sobre su «valor humano» (recordemos el denuesto en su «Chesterton»), encontró los modos de hacer de

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las declaraciones y confidencias operaciones de ficción literaria. No podemos creer ni en ésa ni en ninguna declaración a posteriori de este autor; qué fácil nacimiento de la prosa narrativa, qué ostentosa omisión de las etapas previas de preparación. Tenemos que jugar con él a la ficción y a la verosimilitud inverosímil.

63 Por mi parte, el conjunto de textos que he considerado en mi idea del nacimiento de BORGES, es anterior en todos sus integrantes a aquella Nochebuena y, naturalmente, a «Pierre Menard…». Ocho textos que van de junio de 1931 a julio de 1936. De modo que recorto y preciso a este quinquenio como el postulado inicial de este texto. Seguimos en este período el minucioso trabajo que fusiona las acciones de reflexión, análisis y escritura de la cosmogonía, las coordenadas y los modos borgianos. Vendrá después, claro, la consumación en amplitud de «Pierre Menard…» en mayo del 39; vendrán los «Avatares de la tortuga» que exigen el paradigma del género borges, pues de lo contrario la pieza sería un abrupto sin rigor filosófico ni riqueza literaria, y vendrá el indual momento de «Tlön, Uqbar, Orbis Tertius» exactamente un año después de «Pierre Menard…». Estas tres piezas inmediatas a la época que he considerado se elevan dentro de una literatura; aquella que todos reconocemos y que yo creo configurada satisfactoriamente entre 1931 y 1936. Son fechas para la arqueología de una obra que tanto les abrió sendas a las letras castellanas del siglo XX. 64 Concluyo enunciando las que creo características definitorias del género borges. Pues mi idea reiterada ha sido que esta literatura se propicia a sí misma debido a la peculiar articulación de ciertas convenciones y convicciones de construcción verbal. Hay un modo en la base de emisión de los textos; este modo o género es la primera cosa creada por esta obra, en una suerte de abstracción contenida en la propia obra. Se relaciona a los textos como una Constitución a su país de palabras y artificios. De ahí en adelante, el género borges va precisando sus modos de concreción: el poema, el cuento, la prosa, el ensayo. Los cuales han de entenderse de distinta manera a la que tienen fuera de BORGES. Cada pieza, lo sabemos, recibe denominación y presencia efectiva de acuerdo al juego estructural de que participa y no sigue dogmas pretextuales. Enumero y propongo las notaciones básicas, recapitulando todo lo anterior.

Género borges

1. Un género literario (lo que se entiende por tal cosa) que permite reconocer el o los géneros tradicionales que involucra. Ejecuta una manipulación o transformación a la vista del lector. Éste puede desarrollar su lectura del «soneto» o del «relato policial» y satisfacerse. Con ello no concluye el género borges: simplemente sucede que su código particular de sintaxis literaria no anula esa realización; pero el objetivo del texto existente es otro, tiene sus propias normas de construcción y otros intereses de expresión. 2. Tender hacia los universales. El caso atendido por un texto de este género no se consuma en su particularidad (emotiva, estética, filosófica) sino en pertenecer directamente a un «universal». Acaso todos los textos extraborgianos puedan proyectarse a una experiencia universal; lo propio es que el género de estos textos exige y plantea intrínsecamente esta suerte de anagnórisis con la especie humana. Así, el tema del género son experiencias básicas cifradas al fondo del argumento; el texto siembra la intuición de que leemos un caso particular de un arquetipo de existencia. Son tipificaciones no mediatizadas por la escritura que las concreta. 3. Rearticulación de figuras culturales. Delicadamente enhebrado con lo anterior (el punto 2), la escritura involucra visiblemente figuras de «arquetipos culturales» (tal el río

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heracliteano, Ulises, la rosa, las armas y las letras, la no realidad del mundo o su leve realidad ilusoria, etcétera). BORGES acuña y desarrolla un concepto relacionado con esto: la historia de una metáfora. Es la certeza de que un texto existe porque vuelve a presentar una de las pocas –y ya conocidas– imágenes con que una vasta cultura –Occidente– entabla su diálogo y aventura con el cosmos. ¿En qué alta medida el objetivo del género borges es lograr con sus diversos modos que el lector comulgue con esta certeza literaria? Los modos borgianos de discurrir invariablemente llevan el acontecimiento concreto al ahondamiento universalista, que se reconoce y verifica porque el texto vuelve a provocar una metáfora privilegiada. Esto, a su modo, recoge la concepción poeiana del poema lírico: la perfecta máquina verbal encaminada a un efecto único o final. La revelación de los universales, en la metáfora historiada, es el objetivo de la cosmovisión borgiana. El blanco de su retórica. 4. La poética del lector. La ubicación del texto desde su propia lectura es recurrente y se entrelaza con los puntos 2, 3 y con su revelación como acto contemplado –leído– desde el propio texto. También se vincula con el punto 1 al facilitarse así el desdoblamiento y pervivencia de los géneros. La poética del lector y de la lectura (que sólo menciono en este contexto) tiene múltiples vías de concreción, las que sugieren el sentido global: a) Se parte de un discurso oral: alguien le platica a «Borges» un sucedido. («Hombre de la esquina rosada»). b) Se parte de un supuesto o verdadero discurso escrito, lo que se ramifica: b1) Reproducir un texto sin alteraciones2. Es insignificante la verdad o falsedad de esto: lo que opera en este caso es la declaración autoral que su función literaria es transcribir. («El espejo de tinta»). b2) Resumir y re-contar el texto («El impostor inverosímil Tom Castro»). b3) Relatar las peripecias de un texto o hecho literario. («Avatares de la tortuga»; igualmente se reconoce esto con el desarrollo de la idea de verosimilitud a lo largo de los tres ensayos que hemos visto; o en su texto sobre las 1001 Noches). b4) Presentar con apariencia de mirada global, que no interpreta ni analiza, sino que compendia el asunto. Es algo semejante al inciso b3, las diferencias son de énfasis en la modalidad «descriptiva». («Modos de G.K. Chesterton», «Los traductores de las 1001 Noches»). 65 Un ars combinatoria con su propio e inquietante trasfondo filosófico-cultural se desprende de esta poética. Textos como el inminente «Pierre Menard…» armonizan varios de los incisos que propongo sobre la lectura borgiana: asistimos a la situación de ficción de un personaje que aparece en los textos llamado «Borges», el cual al escribir su recordatorio sobre el escritor ficticio recién fallecido, escribe lo que ha escuchado sobre Menard, resume su trayectoria literaria y libresca, enlista al modo de las bibliografías comentadas sus obras, y todo ello, por supuesto, es la descripción global de una obra completa y el relato de las peripecias de esta obra supuesta y de su agente- escritor por el mundo.

66 BORGES (queriéndolo) ha enriquecido mediante un género nuevo el arte detenido y rudimentario de la literatura: el género del artilugio deliberado y de las atribuciones a sí mismo. Este género de aplicación infinita nos insta a recorrer las Obras Completas de Jorge Luis Borges como si fueran parte de BORGES gracias a su género y no a otra cosa. Este género rebasa al artífice y puebla de nueva aventura otros libros que indudablemente le pertenecen. En México, Morirás lejos de José Emilio Pacheco es lo más próximo que podemos imaginar como novela borgiana; los criterios y relatos particulares de Salvador Elizondo se justifican en esta estética; la Disertación de las telarañas de Hugo Hiriart es arte ensayística según el tono prescrito; no olvidemos la

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«conjura de un solo hombre» llamado Eduardo Torres por su entreveradamente admirador y sarcástico recopilador guatemalteco-mexicano Augusto Monterroso quien después de una concertada e intermitente aparición periodística lo hace surgir frontalmente en el delicioso opúsculo Lo demás es silencio (La vida y la obra de Eduardo Torres). Quiero creer que la particular fascinación que provocan estos títulos y autores amplía la fortuna de lo que Jorge Luis Borges consolidó en los años treinta del siglo XX: una forma, un modo, de escribir, que es decir de lidiar simultáneamente con la llamada «realidad» y con las posibilidades estéticas del ejercicio de la ficción. Estos escritores y otros más escriben con pudor y orgullo en el género borges. 67 Coyoacán, 2009

NOTAS

2. Por supuesto, los textos-fuente que nuestro autor «solo» transcribe pueden existir, en un estado reconocible, o ser una alegre impostura del tipo ficción textual.

RESÚMENES

Los cuatro libros que Jorge Luis Borges publica en la década de 1930 son la primera época madura de su producción. Este ensayo propone una peculiar noción de género literario inherente a ellos – al margen de que sean cuentos, ensayos literarios o poemas: el «género borges».

Les quatre livres que Jorge Luis Borges publie au long des années 1930 appartiennent à la première époque de sa maturité. Cet article propose de leur affecter un concept particulier de genre, intrinsèque, et commun aux nouvelles, aux essais et aux poèmes : le « genre borges ».

The four books that Jorge Luis Borges published during the 1930’ belong to his first period of maturity. This essay proposes to attribute them a particular literary genre notion – which is constitutive to them besides the actual fact of being poems, short stories or essays: the «Borges genre».

ÍNDICE

Mots-clés: Borges, genre littéraire, identité d’œuvre Palabras claves: Borges, géneros literarios, identidad de obra Keywords: Borges, litterary genre, work’s identity

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AUTOR

ALBERTO PAREDES

Facultad de Filosofía y Letras, UNAM

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Comptes rendus

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Bartolomé de Torres Naharro, Teatro completo, edición de Julio Vélez- Sainz Cátedra, Madrid, 2013

Ignacio López Alemany

REFERENCIA

Bartolomé de Torres Naharro, Teatro completo, edición de Julio Vélez-Sainz, Madrid, Cátedra, 2013, 1104 p. (colección: Letras Hispánicas, 728) ISBN: 978-84-376-3177-6.

1 A Bartolomé de Torres Naharro (1485-1520) le corresponde la publicación de la primera preceptiva teatral en lengua romance de la que tenemos constancia y su obra dramática alcanzó una difusión impresa durante el siglo XVI que superaría con creces la de otros dramaturgos de la talla de Juan del Encina, Gil Vicente o Lope de Rueda. Sin embargo, desde la magna edición de Joseph E. Gillet de Propalladia and Other Works of Bartolomé de Torres Naharro a mediados del siglo pasado, esta que ahora comentamos es la primera edición crítica moderna del teatro completo del autor palentino. Ciertamente, casi podría parecer que el rigor del trabajo monumental del filólogo norteamericano habría acallado –ahogado– todo posible debate sobre la composición y transmisión textual de la Propalladia. Por este, acometer un trabajo de semejante envergadura parecería propio de una osadía casi quijotesca y, sin embargo, el editor, Julio Vélez-Sainz, sale triunfador de este difícil lance.

2 El volumen está dividido en varias secciones que se inician con una amplia «Introducción» en la que se repasa la vida y semblanza literaria del autor, un estudio de la Propalladia, las fuentes utilizadas por Torres Naharro para la confección de su preceptiva teatral, algunas notas sobre la praxis escénica, aparataje introductorio y la recepción de su obra en su tiempo. A continuación, encontramos un segundo apartado denominado «Esta edición» en el que se hace una breve historia de la fortuna editorial de la Propalladia y las publicaciones de comedias sueltas, la fijación del stemma y del

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codex optimus de las comedias Calamita y Aquilana, que no aparecen en la edición de la Propalladia de 1517. Para cerrar esta unidad, se detallan los criterios que se han empleado en esta edición para facilitar la lectura del texto original. En el tercer aparatado se encuentra la bibliografía y, justo después, la sección de «Teatro completo», en la que se pueden leer las obras organizadas según «lo que creemos sería la ordenación del impreso de Sevilla de 1520» (155). Esto es: Comedia Serafina, Comedia Trofea, Comedia Soldadesca, Comedia Tinelaria, Comedia Himenea, Comedia Jacinta, Diálogo del nacimiento y Adición del Diálogo, Comedia Calamita y Comedia Aquilana. Cada una de estas obras se encuentra precedida por una breve introducción y resumen de la obra. A continuación se recogen dos apéndices, uno dedicado a paratextos de distintas sueltas y ediciones de la Propalladia y otro en el que se recogen las «Notas previas a Terencio» de Josse Bade de Asche que le resultarán muy útiles al lector para poder seguir las reflexiones de Julio Vélez-Sainz acerca del Proemio. Las últimas páginas se dedican a «Agradecimientos» y un «Índice de palabras comentadas en nota y glosario de palabras comunes». 3 A pesar de los pocos datos ciertos que tenemos de la biografía de Bartolomé de Torres Naharro, gracias a una minuciosa lectura e interpretación de los paratextos de la edición de la Propalladia de 1517 en su contexto cortesano y de mecenazgo, Vélez-Sainz consigue en su «Introducción» presentarnos una semblanza satisfactoria tanto en lo estrictamente biográfico como en lo que se refiere al método de composición de nuestro autor, su posicionamiento dentro del campo literario de su época y su preocupación por declarar la preceptiva que rige sus composiciones dramáticas. En efecto, la reflexión acerca de poética dramática que Torres lleva a cabo en su Proemio es algo completamente excepcional entre los autores de su tiempo. Si bien su preceptiva no es, quizá, excesivamente original, tal y como puede desprenderse de la lectura del extenso estudio que le dedica el editor a la luz de las Notas previas a Terencio de Josse Bade de Asche. 4 Es muy de agradecer la inclusión en este estudio y edición de sendas secciones dedicadas a la praxis escénica y a la praxis dramática de Torres Naharro, lo que denota un interés por parte del editor por ubicar al autor pacense no únicamente en su dimensión literaria sino también en su aspecto performativo tanto en lo que tiene como heredero de una tradición latina como en lo que tiene de original y constituye su legado al teatro del Renacimiento español. Esto es: la utilización del verso con coplas de cinco versos de pie quebrado; la división de la comedia en cinco «jornadas» (así como la propia denominación de «jornadas»); la profesionalización de los actores; la presencia de introitos y argumentos al comienzo de las comedias; la comedia de costumbres; el énfasis en la unidad de acción y la popularización del modelo escénico de Vitruvio (106). 5 Encontramos en esta edición una fructífera combinación de respeto al magisterio de Joseph E. Gillet, Humberto López Morales, E. W. McPheeters y Miguel Ángel Pérez Priego y una voz crítica propia que no duda en asumir elementos de unos y otros, pero que no vacila en apartarse de todos ellos cuando así lo considera acertado. Así, por ejemplo, si en los criterios ortográficos se encuentra más cercano a McPheeters, en la puntuación está más próximo a Pérez Priego, y sigue a Gillet en su decisión de dividir las escenas y señalar los apartes, «pues puede resultar de gran utilidad para posibles adaptaciones contemporáneas» (154). Preocupación esta –la representabilidad de los textos– muy presente a lo largo de esta edición. Sin embargo, para la fijación del texto

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de la Comedia Calamita, al contrario que Gillet –que únicamente utiliza la edición de Cromberger de 1533 como texto base–, Vélez-Sainz apuesta por la utilización de las dos ediciones salidas de aquella prensa sevillana, toda vez que ahora se ha podido leer y comprobar que el colofón parcialmente borrado de la edición rechazada por el norteamericano pertenece al año 1526 y, por consiguiente, se trata de una edición más cercana al autor (140). Más complejo aún es dilucidar el stemma de la Comedia Aquilana, pero Vélez-Sainz justifica convincentemente el abandono de la edición napolitana de 1524 como texto base único (tal y como han hecho el resto de los editores modernos) para defender la necesidad de utilizar otros testimonios con los que reconstruir el arquetipo original de la obra «a partir del esquema neolachmanniano» (146). 6 La experiencia de lectura de las comedias en sí es ciertamente agradable. A esto ayuda la presentación de las comedias precedidas de una breve introducción y un resumen por jornadas. Asímismo, también contribuye a la fácil lectura la impresión de una tabla de personajes debajo del título, la breve acotación acerca del lugar en el que tiene lugar la acción y, sobre todo, la ubicación del aparato de variantes al final de cada comedia. No hay en los propios versos de la comedia una llamada que indique la existencia de variantes, sino que es en el listado final donde encontramos en qué versos varían los distintos testimonios. Si bien es cierto que esto puede molestar a algunos lectores, esta distribución simplifica y facilita la lectura académica de las comedias sin perjudicar otras lecturas, quizá más minoritarias, que tengan especial interés por el cotejo de las variantes textuales. Así, durante la lectura de las comedias, las notas a pie de página únicamente tienen una función explicativa tanto de tipo lingüístico como cultural y, en raras ocasiones, de traducción de alguna expresión o verso. 7 En resumidas cuentas, la presente edición del Teatro completo de Bartolomé de Torres Naharro recupera para el público académico la obra de un autor clave para entender el teatro del Renacimiento español. La inteligencia y minuciosidad con que se han estudiado los textos, así como el especial cuidado puesto sobre el carácter dramático de los textos literarios son, además, un ejemplo y modelo a seguir para futuras ediciones de textos teatrales en este siglo veintiuno.

AUTORES

IGNACIO LÓPEZ ALEMANY

University of North Carolina at Greensboro

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Ana Vian Herrero, María José Vega y Roger Friedlein (eds.), Diálogo y censura en el siglo XVI (España y Portugal Iberoamericana-Vervuert, Madrid, 2016

Luis Gómez Canseco

REFERENCIA

Ana Vian Herrero, María José Vega y Roger Friedlein (eds.), Diálogo y censura en el siglo XVI (España y Portugal), Madrid, Iberoamericana-Vervuert, 2016. ISBN 978-84-8489-845-0 (Iberoamericana) ISBN 978-3-95487-390-6 (Vervuert)

1 Desde que el mundo es mundo, el estudio, el pensamiento y la escritura han sido labores profundamente solitarias. Y –que nadie se engañe– a buen seguro que lo seguirán siendo. Hay, sin embargo, ocasiones en que la suma de esas labores individuales da extrordinarios resultados. Es el caso de este volumen, en el se juntan largas y fértiles trayectorias de investigación en ámbitos diversos, varias buenas ideas y una decidida voluntad de colaboración. Y es que esa convergencia de saberes es un signo de los tiempos para la investigación en el campo de las humanidades. En este libro se han unido la continuada labor de Ana Vian en torno al diálogo como género en la España áurea y las finísimas indagaciones de María José Vega sobre libros, lectores y censura en la misma época –con el apoyo académico de Roger Friedlein–, que han reunido en torno a sí a un grupo señalado de investigadores europeos para tratar sobre el impacto que la censura hispana y lusa tuvieron en el diálogo a lo largo del siglo XVI.

2 La importancia del género en el Quinientos sobrepasó con mucho los límites estrictamente académicos, pues el diálogo llegó a convertirse en un instrumento dúctil y adecuado para trasladar ideas e información de toda índole a círculos de recepción

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considerablemente amplios. De ahí la atención que las instituciones que controlaban el poder pusieron en su vigilancia y censura. El libro establece un espacio definido como la Península Ibérica, con sus peculiaridades ideológicas, eclesiásticas e inquistoriales, y un tiempo que corresponde precisamente al auge del género dialogístico para examinar los modos de censura –desde la prohibición y el expurgo, al autocontrol, la censura difusa, la amenaza o la intervención en los textos– y recorrer los diversos campos en que se impuso la práctica censoria, ya fuera la heterodoxia religiosa, la espiritualidad, los conocimientos que no debían ser difundidos o incluso algunos géneros de marcado carácter satírico, como los diálogos lucianescos. A partir de ahí, se ahonda en las intenciones y consecuencias de la censura sobre la producción libraria, la composición de nuevos diálogos o la recepción de los mismos, conformando una monografía –más que un anejo de ensayo– que, sin duda, servirá como punto de partida para trabajos futuros. 3 El libro, dividido en seis apartados y un apéndice, se abre con una sección clave, pues sirve de marco general al volumen. En «El diálogo ante el censor», se conjugan sendos trabajos de Ana Vian, «Diálogos en llamas o expurgados en España y Portugal (siglo XVI): algunos dilemas y varias tareas aplazadas», y María José Vega, «Coram simplicibus: disputatio y diálogo doctrinal en el pensamiento censorio del siglo XVI». Si Vian subraya la singularidad de los índices ibéricos e indaga en la atención que esos índices prestaron al diálogo y en el impacto que la censura tuvo sobre la configuración del género, Vega analiza los reparos que la Iglesia mostró respecto a las disputas teológicas sostenidas en romance y frente a gentes iletradas, que condujo a la progresiva imposición de un modelo dialógico de carácter didáctico y magistral frente a la antigua disputa in utramque partem. 4 El resto de secciones se han de entender como calas en diversos aspectos de la cuestión, que sirven para ejemplifcar sus ramificaciones. Así, «Heterodoxia y disenso» se centra en varios casos de conflicto entre ideas teológicas y poder censorio, como ocurre con la traducción catalana del De unione anime cum supereminenti lumine del franciscano Bartolomeo Cordoni, que, según estudia Iveta Nakládalová, ya había sido condenado en Italia y fue más tarde incluido en los índices hispánicos. Jesús Gómez, por su parte, explora la reescritura que Francisco Miranda Villafañe hizo en sus Diálogos de la fantástica fantasía de algunos fragmentos de un texto también censurado en Italia, I capricci del Bottaio de Gian Battista Gelli, con el fin de integrarlos en la ortodoxia tridentina; mientras que Carlos Gilly analiza la inserción de tesis y pasajes de Sébastien Castellion por parte de Antonio del Corro en su Dialogus theologicus, que pasaron desapercibidos a los defensores de la ortodoxia protestante que rodeaban al predicador español en Inglaterra, Francia y Suiza. 5 La tercera parte se consagra a Erasmo de Rotterdam, padre no ya del cordero, sino de buena parte del rebaño. Rafael M. Pérez García interpreta el Norte de los estados de Francisco de Osuna (1531) como reacción frente al ideario erasmiano sobre el matrimonio y el sacerdocio, al tiempo que Victoria Pineda estudia la deuda del Diálogo de Lactancio y un arcediano (1527) de Alfonso de Valdés con la retórica erasmiana, considerada por no pocos censores como síntoma de una piedad fría e intelectual. Son esos mismos censores los que, en la cuarta sección, se apropian del género para sostener ideológicamente sus discursos de control, tal como hicieron fray Heitor Pinto en su Diálogo da Discreta Ignorancia y fray Antonio de Santa María en su Diálogo espiritual, que estudian respectivamente Maria Teresa Nascimento y Donatella Gagliardi. Los

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siguientes apartados atienden a ámbitos técnicos, pues Sergio M. Rodríguez se centra en saberes políticamente reservados, esto es, información considerada sensible por una corona que dificultó por medio de mecanismos legales la llegada a la imprenta de un libro como el Itinerario de navegación de Juan Escalante de Mendoza, y María Casas del Álamo inquiere noticias bibliográficas en torno a ediciones y ejemplares de la Lumbre del alma de Juan de Cazalla a partir de la información censoria recogida en los índices. El apéndice que cierra el libro explica la elaboración por parte de Germán Redondo Pérez y Sara Sánchez Bellido de una base de datos sobre diálogos del siglo XVI ibéricos o europeos, latinos o vulgares, prohibidos o censurados e incluidos en los índices portugueses y españoles. 6 La versatilidad del diálogo como género y su capacidad para llegar a lectores que se situaban más allá de los círculos cultos y universitarios fueron causa suficiente para que fuera objeto de una vigilancia estrecha y continuada a lo largo de todo el siglo XVI. De ahí la importancia del trabajo que ha llevado a cabo este grupo de investigadores encabezado por Ana Vian y María José Vega y que pone sobre el tapete la importancia crucial que la censura, como fenómeno cultural, tuvo sobre la constitución, evolución y difusión del diálogo en la Europa del Quinientos. Esa labor censoria alcanzó no solo a contenidos problemáticos desde un punto de vista religioso, político o social, sino incluso a los mismos modos retóricos y estilísticos de la expresión escrita. No se trataba únicamente de los índices de libros prohibidos, de las censuras previas a la publicación o de las prédicas contra ciertos modos verbales o ciertos idearios, sino de las consecuencias que toda esa presión significó para unos autores a los que se invitaba a la autocensura, para los impresores, los libreros y los lectores, que se vieron exhortados una y otra vez al rechazo de todo aquello que pudiera ser consideraro, aun de lejos, peligroso, escandaloso u ofensivo piarum aurium. En un magnífico esfuerzo de inteligencia y erudición, Diálogo y censura en el siglo XVI recorre toda una serie de estrategias y mecanismos de censura, de modos de evitarla o de camuflar la información comprometida, de ejercicios de renuncia y reformulaciones, de formas discursivas que se atenúan, al tiempo que otras se imponen; en definitiva, todo aquello que, más allá de lo meramente literario, contribuyó de una manera u otra a la constitución de un género decisivo para el siglo XVI, como fue el diálogo.

AUTORES

LUIS GÓMEZ CANSECO

Universidad de Huelva

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Miguel de Cervantes, Comedias y tragedias Real Academia Española, Madrid, 2015

Jean Canavaggio

RÉFÉRENCE

Miguel de Cervantes, Comedias y tragedias, al cuidado de Luis Gómez Canseco, edición, estudio y anejos de Fausta Antonucci, Alfredo Baras Escolá, Sergio Fernández López, Ignacio García Aguilar, Luis Gómez Canseco, Valentín Núñez Reinoso, María del Valle Ojeda Calvo, Marco Presotto, José Manuel Rico García, Adrián Sáez, Debora Vaccari, Beatriz Pinzan y Martina Colombo. Madrid, Real Academia Española, 2015.

1 Saluons sans plus attendre la publication de cet ouvrage. Les deux tomes dont il se compose et qui viennent s’ajouter à celui des Entremeses, paru il y a quatre ans dans la même collection1, mettent enfin à notre disposition la meilleure édition à ce jour du théâtre de Cervantès. À ce titre, ils constituent une contribution fondamentale à notre connaissance et à notre compréhension de ce théâtre.

2 Tout en reconnaissant les mérites des précédents éditeurs – en particulier Schevill- Bonilla et, plus près de nous, Florencio Sevilla et Antonio Rey Hazas – et sans mésestimer sa dette envers une somme considérable de travaux dont la bibliographie finale réunit les titres sur près de 250 pages2, Luis Gómez Canseco, avec le concours de ses douze collaborateurs, n’en a pas moins édifié un ensemble dont la richesse et la qualité s’imposent au lecteur, sans que le caractère collectif de l’entreprise qu’il a coordonnée en compromette le moins du monde la cohérence. Le tome I, après une brève présentation liminaire, nous donne le texte annoté des Ocho comedias suivi de celui des trois pièces qui nous sont parvenues manuscrites : El trato de Argel, la Tragedia de Numancia et La conquista de Jerusalén por Godofre de Bullón, dont la probable paternité cervantine se voit ainsi admise. Le tome II, conformément aux normes de la collection, s’ouvre sur une étude préliminaire, signée de Luis Gómez Canseco et María del Valle Ojeda Calvo et intitulée « Cervantes y el teatro » (p. 9-60). Une succession de

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« lectures » (p. 61-194) assure la présentation de chacune des pièces, comportant, le plus souvent, un découpage entre les différents aspects abordés. Viennent ensuite une « histoire du texte » (p. 195-217) qui distingue tour à tour tradition imprimée, tradition manuscrite et éditions modernes ; un exposé des critères retenus par Gómez Canseco et son équipe pour leur propre travail d’éditeurs (p. 218-222) ; une version condensée de l’apparat critique3 (p. 223-283), une série de notes complémentaires (p. 285-653) qui, comme leur nom l’indique, complètent les notes de bas de page du tome I ; enfin quatre importantes annexes : résumé des différentes intrigues (p. 657-675), tableau de la versification (p. 677-694), relevé des représentations connues, des origines à 2013 (p. 695-709), fragments conservés des rôles d’acteurs dans le cas de El trato de Argel et de la Jerusalén (p. 711-765). La bibliographie (p. 767-903), l’index des notes (p. 905-943) et la table des matières parachèvent ce second volume. 3 On appréciera mieux l’intérêt de cette édition en évoquant quelques-unes des questions sur lesquelles son apport s’avère particulièrement utile. Tout d’abord l’établissement du texte des différentes pièces qui, dans le cas des Ocho comedias, s’appuie sur un examen rigoureux des exemplaires conservés de l’édition princeps, tandis que, dans celui des Obras sueltas, les éditeurs ont procédé à une comparaison serrée des différentes traditions manuscrites, à partir notamment des deux copies de la BNM avec le códice Sancho Rayón. Ensuite, l’hypothèse défendue naguère par Cotarelo Valledor, selon laquelle La casa de los celos, La gran sultana et El laberinto de amor seraient les refontes respectives de trois des pièces mentionnées en 1614 dans la « Adjunta al Parnaso » (El bosque amoroso, La confusa y La gran turquesca) : une hypothèse dont les éditeurs font justice au moins pour les deux premières (p. 74 y 125-126), tandis qu’en ce qui concerne La gran turquesca, Gómez Canseco n’exclut pas totalement cette possibilité (p. 112). Puis, le problème épineux de la chronologie, que l’auteur de ce compte rendu avait tenté d’établir, il y a près de quarante ans, sur des bases plus ou moins conjecturales et qui bénéficie désormais d’un réexamen minutieux. On retiendra notamment, de ce point de vue, les dates proposées avec la prudence qui s’impose par Alfredo Baras Escolá pour Los baños de Argel et la Numancia, par Valentín Núñez Rivera pour El rufián dichoso, et par Luis Gómez Canseco pour La gran sultana. Enfin, le croisement entre histoire et fiction, dont le théâtre de Cervantès décline les différentes modalités à travers des variations qui ne se ramènent jamais à un schéma préétabli. Quant à la présentation que Fausta Antonucci nous donne de La conquista de Jerusalén, elle tient compte assurément des travaux antérieurs sur lesquels elle s’appuie (en particulier ceux de Stefano Arata et d’Héctor Brioso Santos) ; en même temps, elle enchaîne une série d’analyses qui, tout faisant apparaître la parenté de cette pièce avec l’ensemble du corpus dramatique cervantin, n’en soulignent pas moins son caractère spécifique, y compris dans ses imperfections mêmes. 4 On ne manquera pas d’être frappé, comme je l’ai été moi-même, par le titre – Comedias y tragedias – donné par les éditeurs à ces deux volumes. S’il fait écho à celui que Juan de la Cueva, en 1588, avait retenu pour l’édition de ses propres pièces, on peut se demander s’il convient parfaitement. Rappelons en effet que Cervantès, chaque fois qu’il se réfère à son théâtre, parle exclusivement des comedias dont il est l’auteur, y compris lorsqu’il cite la Numancia. Certes, il s’agit d’un choix rétrospectif, puisque cette étiquette apparaît dans des textes qu’il publie entre 1605 et 1615, alors que la Comedia nueva est en plein essor. Par ailleurs, alors que le manuscrit de la Numancia conservé à la Biblioteca Nacional de Madrid est appelé comedia, celui de la Hispanic Society, contemporain du précédent et qui ne sera édité qu’en 1784 par Antonio de Sancha, est

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intitulé tragedia. Toutefois, ce n’est qu’à partir du XXe siècle que cette pièce est unanimement qualifiée comme telle, et c’est alors que s’instaure un débat sur le statut précis auquel elle est censée correspondre : tragedia, tragicomedia ou tragedia de lieto fine4. Par conséquent, à supposer même que ce débat soit désormais tenu pour clos, Gómez Canseco et ses collaborateurs auraient dû, en toute rigueur, intituler leur édition Comedias y tragedia. On comprend qu’ils se soient refusés à le faire. Il semble donc qu’ils aient choisi de tourner la difficulté en mettant l’accent, au fil de leurs analyses, sur la part d’éléments tragiques ou pathétiques que comportent certaines des autres pièces qui figurent dans ce volume. Ainsi, dans El trato de Argel, la présence sur scène de l’horreur en fonction d’un modèle théâtral qui s’apparente à celui de la tragedia patética (p. 166-169) ; dans Los baños de Argel, les morts violentes et les martyres représentés sur scène, qui restituent à l’action tout le sérieux dont Lope de Vega avait fait l’économie dans Los cautivos de Argel (p. 92-93); dans La gran sultana, les destins respectifs des captifs du sérail, pris dans une constante oscillation entre tragique et comique (p. 117-120) ; dans El laberinto de amor, le triste sort de Rosamira qui, victime d’une fausse accusation, ne sait jusqu’au dénouement si elle échappera au châtiment qui pèse sur elle (p. 129-131). Toutefois, dès lors que Cervantès, dans cette optique, nous apparaît comme l’un de ceux qui forgent un nouveau modèle théâtral, irréductible à la division néo-aristotélicienne entre tragédie et comédie (p. 167), le titre retenu par les éditeurs se justifie encore moins. Peut-être eût-il été alors préférable d’adopter pour l’ensemble des trois volumes un titre neutre – « Cervantes, Teatro » – en spécifiant le contenu de chacun d’entre eux par l’énoncé des titres des pièces y figurant. 5 Le théâtre de Cervantès, on le sait, n’a subi qu’épisodiquement l’épreuve des planches, si bien qu’une ligne de partage sépare les œuvres qui, à différentes époques, ont eu la faveur des comédiens (La Numancia, Los baños de Argel, La gran sultana ou Pedro de Urdemalas) de celles qui, comme La casa de los celos ou El laberinto de amor, n’ont toujours pas retenu leur attention. De ce point de vue, les pages que Luis Gómez Canseco et María del Valle Ojeda, dans leur étude liminaire, consacrent à ses potentialités dramatiques et scéniques s’articulent heureusement avec le relevé que Martina Colombo et Beatriz Pinzan nous donnent des représentations connues, ainsi qu’avec les commentaires qu’appellent, de la part de Debora Vaccari, les fragments conservés des rôles d’acteurs. Quant au verdict porté par la postérité sur ce théâtre, les éditeurs, plutôt que de se borner à le ratifier ou à le contester, ont préféré à juste titre, le mettre en perspective. D’un côté, ils prennent acte de maladresses indiscutables qui tiennent à la fois aux tâtonnements du débutant qu’a été Cervantès au retour de sa captivité, à ses réticences à l’égard de la formule de la Comedia nueva dont il conteste la tendance à réduire la complexité du temps vécu à un schéma simple et efficace, enfin à son divorce avec le monde de la scène, dont il s’est éloigné en posant la plume pendant plusieurs années et avec lequel il n’a jamais pu renouer ses relations d’antan. De l’autre, ils considèrent que ces pièces nous offrent tout un éventail de possibilités expérimentales, propres à mettre en valeur la trajectoire de personnages qui, à la différence de ceux de Lope, s’inventent à mesure qu’ils se cherchent et se construisent à mesure qu’ils se découvrent. Ces possibilités, mises en lumière par le renouveau des études dont le théâtre de Cervantès fait l’objet depuis une quarantaine d’années, s’affirment désormais à la faveur du regain d’intérêt dont il commence à bénéficier de la part de comédiens désireux de le soumettre au banc d’essai de nouvelles dramaturgies. Il y a lieu de penser que les spécialistes du Siècle d’or réserveront le meilleur accueil à cette

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édition exemplaire, mais il faut aussi espérer que, dans tous les pays de langue espagnole, les praticiens de la scène sauront saisir l’occasion qu’elle leur offre.

NOTES

1. Miguel de Cervantes, Entremeses, edición, estudio y notas de Alfredo Baras Escolá, Madrid, Real Academia Española, 2012. 2. Parmi ces titres, ceux que j’ai publiés pour ma part depuis 1966 ont droit à une appréciation à laquelle je suis bien entendu vivement sensible. 3. L’apparat critique complet peut être consulté sur le web www.bcrae.es 4. On nous permettra, à ce sujet, de renvoyer le lecteur à notre récent article: « La Numancia, de comedia a tragedia », Deste artife. Estudios en honor de Aldo Ruffinatto, ed. G. Carrascón y D. Capra, Alessandria, Edizioni dell’Orso, 2014, p. 83-91.

AUTEURS

JEAN CANAVAGGIO

Université de Paris X-Nanterre

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Adrián J. Sáez, El ingenio del arte: la pintura en la poesía de Quevedo Visor, Madrid, 2015

Adolfo Rodríguez Posada

REFERENCIA

Adrián J. Sáez, El ingenio del arte: la pintura en la poesía de Quevedo, Madrid, Visor, 2015, 182 p. ISBN: 978-84-9895-162-2.

1 Largo tiempo ha pasado desde que los padres del comparatismo interartístico en España publicaran sus primeros trabajos en torno a la relación de la literatura con las artes plásticas. En 1943, Xavier de Salas lee su discurso de entrada en la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona titulado El Bosco en la literatura española, en el cual ponía de manifiesto el interés pictórico de los grandes ingenios de la poesía aurisecular, entre ellos Francisco de Quevedo. Recordaba Salas que, en una diatriba atribuida al autor y dirigida a Góngora, tilda al culterano de «Bosco de los poetas». Salas descreía, todo hay que decirlo, de la consuetudinaria filiación que los historiadores del arte habían visto entre los Sueños quevedianos y los caprichos pictóricos del holandés; pero lo cierto es que, desde los paralelos señalados por Jusepe Martínez entre el Bosco y Quevedo, la filiación de este último con la pintura ha sido un tópico creciente en la crítica literaria y la historia del arte español. He aquí el punto de partida del libro del hispanista Adrián J. Sáez que aquí se reseña.

2 El ingenio del arte: la pintura en la poesía de Quevedo es el examen más completo publicado hasta la fecha acerca de la influencia del arte pictórico en la poesía quevediana. Este trabajo afianza la excelente trayectoria que la perspectiva, en su vertiente comparatística y sociológica, ha vivido en el nuevo siglo gracias a las ineludibles aportaciones de Aurora Egido, Javier Portús Pérez, Mercedes Blanco, Frederick A. de Armas, Rodrigo Cacho Casal, Antonio Sánchez Jiménez o Jesús Ponce Cárdenas, entre otros.

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3 La propuesta de Sáez no solo cumple con las altas expectativas impuestas por el rigor que, desde las publicaciones monumentales de Orozco Díaz, ha caracterizado a los estudios interdisciplinares sobre el Siglo de Oro, sino que además las supera con creces a juzgar por los resultados obtenidos. La principal virtud de El ingenio del arte radica en la manera en que el análisis crítico de los textos de Quevedo, a la luz de una metodología comparatística como la seguida, explica y aclara ciertas dificultades y desafíos interpretativos que algunas piezas plantean, por cuanto responden a la fértil comparación de literatura y pintura bajo la égida de la doctrina ut pictura poesis en el Siglo de Oro. 4 El trabajo se inicia con un capítulo introductorio titulado «El marco del cuadro: relaciones pictóricas», cuyas páginas ofrecen los principales presupuestos que avalan la aproximación interdisciplinar a la poesía de Quevedo. En palabras de Sáez, «el arte constituye una pieza esencial para completar y comprender el rompecabezas de sus prosas y versos, pues en más de una ocasión la pintura y las artes asoman desde sus textos» (p. 14). Tal planteamiento invita a contemplar la pintura como un instrumento eficaz a la hora de facilitar la comprensión de aquellos poemas «que solo pueden leerse cabalmente a la luz de las artes que entran en juego» (p. 14). 5 Por dicha razón, y toda vez que el vínculo con cuadros, esculturas o monumentos es su elemento esencial, es conveniente reunirlos, conforme a lo defendido por el hispanista, en torno a la etiqueta de «poemas artísticos», es decir, piezas poéticas «que comentan y/o describen con detalle cuadros u otras obras de arte reales o imaginarias» (p. 30). A diferencia de las producciones líricas que figuran mediante la écfrasis cuanto ha sido representado visualmente por el pintor, el fundamento pictórico de los poemas artísticos de Quevedo no procede únicamente de su carácter transpositivo, sino de «la imitación de recursos artísticos, en un proyecto que prueba su conocimiento –en el grado que se quiera– de conceptos, ideas y polémicas artísticas» (pp. 14-15). 6 Así pues, se defiende que «las artes forman parte –y no pequeña– de la rica cantera de los materiales que avivan la creación de Quevedo» (p. 15). El objetivo de este estudio, por consiguiente, pasa por situarlo en la pléyade de escritores áureos que participan del fuerte diálogo que mantienen la poesía y las artes plásticas en el Barroco. Quevedo es un autor paradigmático a este respecto, pues la pintura «ofrece la mejor clave para entender algunas de las apuestas de innovación quevediana» (p. 15), por la cantidad de descripciones localizadas en su prosa y el número más que considerable de poemas artísticos que ha legado a la posteridad, pero también por la estrecha relación y vivo interés que despertó en él la pintura. 7 Este interés del poeta por lo pictórico se circunscribe al marco de los cuatro ángulos que delinean la investigación reseñada: «la cercanía a la cultura cortesana, una probada afición pictórica, la estancia en tierras italianas y la presencia de la pintura en su biblioteca» (p. 17). En torno a estas cuatro directrices esgrimidas por Sáez se exponen los fundamentos que avalan la aproximación comparatista a la lírica de Quevedo, sin perder de vista en ningún momento las referencias bibliográficas más destacadas sobre la materia (Arellano, Portús Pérez, Garzelli, Cacho Casal, etc.). 8 En consonancia con los precedentes se subraya «la dimensión plástica y cromática de algunos de sus textos, con el uso de voces características del campo semántico de pintores y escultores» (p. 23). Esta premisa le sirve de base al comparatista para justificar que el conocimiento de la terminología pictórica por parte de Quevedo «requiere una cierta cercanía con los libros y tratados que llegan de hecho a

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mencionarse, o la familiaridad con amigos o compañeros de debate» (p. 26). El capítulo introductorio se cierra con un último epígrafe a modo de inscripción del marco teórico, donde se dibuja una síntesis del status quaestionis, amén de una selecta bibliografía que avala «las similitudes entre el arte de Quevedo y un selecto grupo de pintores, el funcionamiento de la técnica retratística del poeta y los poemas pictóricos en los que un cuadro se transforma en palabras por la écfrasis» (p. 28). 9 El segundo capítulo del libro, «El lienzo: pinturas poéticas», se inicia con el principio basilar sobre el cual pivota la comparación poético-plástica destacada: «el tratamiento quevediano de la pintura se desarrolla más bien en la poesía con la creación de imágenes, metáforas y poemas pictóricos según una variedad de alcances y funciones» (p. 37). Atiende el crítico hispánico, en primer término, a la utilidad de la écfrasis como instrumento para evaluar el vínculo entre versos e imágenes pictóricas. A continuación, aborda los entresijos del retrato como género poético, sus diferentes modalidades y su vínculo sustancial con la imagen. Una de las reflexiones más lúcidas contenidas en El ingenio del arte se formula a raíz de dicha reflexión: «existe toda una batería de imágenes basadas en mecanismos visuales que deben desgajarse con cuidado de la écfrasis de pinturas: toda vivificación pictórica es visual, pero no toda descripción es pictórica» (p. 40). 10 Para ilustrar esta sutil diferencia, clave para entender la aportación del estudio de Sáez, se analiza una gavilla de poemas artísticos de Quevedo, entre los cuales cabe destacar el examen de «Dificulta el retratar una grande hermosura», cuyo fundamento pictorial no reside tanto en describir la belleza de la dama retratada, cuanto la dificultad que entraña el propio acto de pintar, ya con colores ya con palabras, dicha belleza. A juicio del crítico hispánico, únicamente «el reflejo especular, que causa deseo a la vez que desengaño, llega a retratar con justicia […] la imagen de la belleza femenina, que queda fuera del alcance tanto del pincel como de la pluma: se trata, pues, de una reflexión sobre los límites de la poesía y la pintura» (p. 44). 11 En efecto, los análisis reunidos en El ingenio del arte vienen a demostrar que no todos los poemas artísticos en los que la pintura acapara la atención encajan con la índole descriptiva de la écfrasis, sino que es la pintura misma como concepto la que da pie a reflexionar sobre la naturaleza del arte poético, además de sus mecanismos de figuración y sus límites. Esta premisa se ve consolidada con la aproximación a los encomios pictóricos quevedianos, donde lo ecfrástico se mezcla con lo laudatorio. En este punto se ponderan, siguiendo las reflexiones de Ponce Cárdenas en torno al microgénero del «poema retrato», sonetos tales como «A un retrato de don Pedro de Girón, duque de Osuna» o «A la ballena y a Jonás, muy mal pintados». 12 Acto seguido, Sáez aborda con erudición el contacto entre arte y poder con la figura de Felipe II de fondo, sopesando para ello el romance «Al retrato del rey». En esta ocasión el crítico dirige su mirada a los retratos regios de Quevedo para pergeñar «una imagen inspirada en cuadros –reales o no– que el avisado lector ha de intentar identificar para, al fin y al cabo, alcanzar una comprensión cabal del significado y la construcción del texto» (p. 52). Siguiendo esta misma línea de argumentación se establece la comparación de pintura y poesía en atención a otro romance, «Labradora haciendo relación en su aldea de todo lo que había visto en la corte», donde los detalles iconográficos son los que permiten, conforme a lo defendido, identificar a la figura retratada con Felipe II. Su función no es otra que dar a conocer «la grandeza del gobernante, en tanto símbolo de la monarquía y espejo de virtudes» (p. 60).

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13 La pintura puesta al servicio del poder no se restringe a los retratos regios, sino que cristaliza por añadidura en los abundantes elogios quevedianos a la nobleza. Las piezas responden a una modalidad «dedicada a perpetuar la memoria de varones nobles e ilustres más allá de la muerte» (p. 65). Analiza Sáez, en este último trecho del segundo capítulo, numerosos encomios pictóricos que entroncan con tal propósito y en cuyo contexto lo descriptivo «se entrecruza con los moldes de la elegía, el epitafio y el epigrama» (pp. 65-66). Una vez más se pone de relieve que los vínculos entre poesía y pintura no vienen impuestos por lo descriptivo; antes bien, sirven como «encuentro en el que se reflexiona sobre las relaciones entre las dos artes» (p. 66). 14 En este «ciclo de versos» se ensalza al varón retratado, bien que el elogio mismo propicia un oportuno motivo para entronizar tanto a los artífices como a la perfección de sus obras. Esgrime el comparatista argumentos para favorecer la lectura de los textos de Quevedo en razón de las circunstancias expuestas en este tramo, «para desentrañar algunos ejemplos en los que el elogio se construye según un diseño retórico que debe mucho a la pintura o conecta con imágenes pictóricas desde el contexto» (p. 66). 15 Después del marco y el lienzo que ocupan los dos primeros capítulos del libro, se presenta un tercero titulado «El pintor: galería de artistas ilustres». En él reúne Sáez las reflexiones en torno a la presencia de los pintores en la poesía quevediana. Se pretende, por consiguiente, «examinar los catálogos de pintores que ofrece Quevedo en dos poemas que relaciono con otras nóminas de su entorno como vía para acercarme a las preferencias artísticas del poeta» (p. 81). «El pincel» y «Matraca de los paños y sedas» son los materiales que le permiten al investigador esbozar las principales influencias pictóricas del poeta. Se introduce aquí el concepto de «Parnaso pictórico». A todas luces, se trata de otra de las aportaciones más destacadas de El ingenio del arte al análisis de la comparación de poesía y pintura en el Siglo de Oro. A imitación de las consabidas listas de escritores, frecuentes en la literatura áurea, en tales parnasos pictóricos Quevedo «presenta su nómina de pintores favoritos y da a conocer sus preferencias estéticas» (p. 82). En el análisis del parnaso pictórico advierte el crítico «un creciente interés por dar preeminencia a los artistas españoles y configurar un canon de la pintura nacional en el que constan pintores vivos y en activo» (p. 86), si bien hay lugar para el elogio entusiasta de Tiziano, Rafael y Caravaggio. 16 Tras una revisión erudita de las fuentes y modelos de los catálogos de pintores en la literatura renacentista italiana y española, el trabajo centra su atención en las afinidades electivas entre el madrileño y Tiziano. Siguiendo la lectura de Sáez, «la predilección ticianesca de Quevedo se entiende a la luz de las propias ideas estéticas del poeta y en sus intereses propios, pues la pintura se emplea como defensa de un cierto estilo literario» (p. 106). Entre tales disquisiciones se cierra el tercer capítulo para dar paso a un nuevo bloque, dedicado esta vez a aspectos sociológicos y cuyo fundamento encuentra su razón de ser en la polémica acerca de la liberalidad de la pintura en la España barroca. 17 En la línea de los trabajos de Portús Pérez o Sánchez Jiménez, «La recepción: usos polémicos de la pintura» afronta la disputa de los pintores con la hacienda española por considerar su actividad fruto de una mecánica o artesanía. Es de notar, para el hispanista, que «la silva “El pincel” surge en el medio de esta querelle», y «si en origen no se trata de un poema combativo, la batería de argumentos y el esquema retórico

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hacen que case muy bien con los panfletos ex profeso en defensa de las reclamaciones de los artistas» (pp. 116-117). 18 Sáez relaciona la pieza quevediana con otras de su misma índole, en especial aquellas que vieron la luz con motivo de la defensa de la pintura como arte liberal. Se compara así «El pincel» de Quevedo con los encomios pictóricos de Lope. La disposición retórica, el empleo de la silva como estrofa, la prosopopeya o la recurrencia de unos mismos tópicos son los principales puntos en común. Las piezas de Quevedo y Lope participan por igual del elogio del arte, aun cuando el primero «se comporta más bien como un cortesano que se interesa por la pintura desde una atalaya más distanciada, adoptando una actitud más contemplativa en estas lides» (pp. 130-131). En efecto, el autor de los Sueños no interviene activamente en la defensa de la liberalidad de la pintura ni en auxilio de los pintores. Pero eso no impide que el encomio que encierra «El pincel» sea, así lo defiende Sáez, «uno de los mejores ejemplos de poema en alabanza del arte de la pintura en lengua castellana» (p. 130). 19 Finaliza el cuarto capítulo con un epígrafe dedicado a una anécdota referente a la célebre edición de 1631 por parte de Quevedo de la poesía de fray Luis de León y Francisco de la Torre, con el pintor Francisco Pacheco como protagonista, ejemplo de cómo el parangón entre poesía y pintura en el Siglo de Oro se libró también más allá de los papeles y las tablas. Este último epígrafe da paso a la «Mirada final: el poder de la pintura», quinto y último capítulo del libro, en el que se resumen los principales contenidos extraídos de las páginas precedentes. Concluye el investigador enfatizando que «el campo del arte se revela como una pieza importantísima en el rico mosaico creativo de la poesía quevediana además de una clave exegética elemental para entender conceptos, juegos e imágenes» (p. 150). 20 Precisamente esta exégesis en razón de la pintura ofrecida por Sáez es cuanto convierte a El ingenio del arte: la pintura en la poesía de Quevedo en una obra capital para el análisis interdisciplinar de los textos auriseculares. Nos encontramos desde luego ante una referencia de obligada lectura para el hispanista interesado en la poesía quevediana; pero también para el comparatista, máxime cuando en tales páginas se consagran abundantes reflexiones al examen exhaustivo del pictorialismo en la lírica barroca. De ahí que sea necesario subrayar que el trabajo reseñado no se limita únicamente a seguir los modelos vigentes, sino que traza asimismo con acierto una propuesta complementaria a los estudios de la écfrasis, al invitar al especialista a ampliar el espectro del comparatismo interartístico más allá de las descripciones de arte.

AUTORES

ADOLFO RODRÍGUEZ POSADA

Universidad de Bucarest

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David Prieto García-Seco, Cuatro siglos de lexicografía española. La recepción de Tirso de Molina en los diccionarios del español Universidade da Coruña-Servizo de Publicacións, A Coruña, 2014

Eduardo Jacinto García

REFERENCIA

David Prieto García-Seco, Cuatro siglos de lexicografía española. La recepción de Tirso de Molina en los diccionarios del español, A Coruña, Universidade da Coruña-Servizo de Publicacións (Anexos de Revista de Lexicografía, 24), 2014. ISBN: 978-84-9749-600-1

1 Cuatro siglos de lexicografía española. La recepción de Tirso de Molina en los diccionarios del español es una obra que nos acerca a los grandes hitos lexicográficos de nuestra lengua a través de la huella que dejó en ellos uno de los más importantes dramaturgos de los Siglos de Oro: Tirso de Molina. Uno de los objetivos que subyacen tras este propósito es determinar las fuentes librescas empleadas para el registro del léxico en los diccionarios del español. Para este fin, el profesor David Prieto García-Seco ha seguido dos métodos: el primero basado en el análisis de las autoridades que, para refrendar las voces registradas, incluyeron algunos diccionarios; el segundo centrado en el estudio de un tipo especial de palabras, las voces jocosas u ocasionales, inventadas por los propios escritores y que rara vez han llegado a formar parte de la lengua general.

2 El libro es fruto de una parte de la investigación que Prieto llevó a cabo para elaborar su tesis doctoral, dedicada al léxico de Tirso de Molina, y que amplía con nuevas aportaciones. La obra abarca cuatro siglos de la lexicografía española, distribuidos en cuatro capítulos, uno por cada centuria. El contenido del libro es fácil de seguir, ya que cada capítulo comienza con una visión de conjunto de la centuria en cuestión, de modo

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que, cuando el lector se introduce de lleno en el estudio de un diccionario concreto, puede situarlo perfectamente en su contexto. 3 El recorrido se inicia en el siglo XVII, época en que se publican el Tesoro de la lengua castellana o española (1611) de Sebastián de Covarrubias y las obras de Tirso de Molina. El primer capítulo muestra la escasa fortuna que, como modelo lingüístico, tuvo el escritor madrileño en los diccionarios de su tiempo. El Tesoro de Covarrubias, pese a sentar las bases para una futura lexicografía de autoridades, solo incluyó citas de autores clásicos, del medievo y del siglo XVI. Varias décadas más tarde comienza a gestarse otro diccionario, el Tesoro de la lengua castellana de Juan Francisco de Ayala Manrique, que nunca llegó a terminarse. Se trata del primer diccionario monolingüe que autoriza de modo sistemático todas las voces que registra. Prieto incluye un cuadro con los escritores más citados, entre los que destacan Quevedo, Garcilaso o Calderón, aunque no, curiosamente, Cervantes ni Tirso de Molina. 4 El segundo capítulo se ocupa del siglo XVIII, testigo de la aparición de dos gigantes lexicográficos: el Diccionario de autoridades (1726-1739) y el Diccionario castellano con las voces de ciencias y artes (1786-1793) del jesuita Esteban de Terreros y Pando. Al comenzar la centuria se publican algunos diccionarios bilingües que ya anuncian en sus portadas la recepción de léxico extraído de los mejores escritores en lengua española. Sin embargo, solo la obra de John Stevens, A New Spanish English Dictionary (1706), incluye ocasionalmente el nombre de algunos escritores en el interior de los artículos. En lo que se refiere a su recepción lexicográfica, Tirso de Molina aparece mencionado por primera vez en la nómina de autores de este diccionario, aunque resulta imposible averiguar qué voces se extrajeron de su obra, ya que no se mencionan sus textos ni se recogen ocasionalismos tirsianos. 5 Del Diccionario de autoridades David Prieto destaca su gran modernidad. No pocas veces los testimonios se extrajeron de obras de escaso valor literario, pero que cumplían perfectamente su función documental. En cuanto a la presencia de Tirso de Molina, llama poderosamente la atención que solo se mencione en ocho ocasiones (no en seis, como apuntaban otros trabajos). Puede que influyera el hecho de que otros dos mercedarios y académicos, Juan Interián de Ayala y Jacinto de Mendoza, vieran inapropiado que un correligionario fuera citado en calidad de autor de comedias; también pudo repercutir el escaso éxito que tuvieron sus obras dramáticas durante el siglo XVIII. Lo cierto es que, tras el Diccionario de autoridades, los diccionarios académicos, que dependían de este, continuaron ignorando la riqueza léxica de Tirso de Molina hasta la edición de 1899. La verdadera recepción del escritor no se produce hasta el siglo XIX a través de la lexicografía extraacadémica. 6 Respecto al Diccionario castellano de Esteban de Terreros, Prieto destaca que se trata de una obra excepcional. El jesuita debió de manejar una gran cantidad de fuentes, como puede deducirse de la información aportada en el prólogo y también de las referencias bibliográficas que a veces aduce en los artículos. Sin embargo, Tirso no se menciona en ningún lugar. Si se consideran globalmente las fuentes empleadas por Terreros, tal ausencia puede deberse al escaso interés que el jesuita sintió hacia el género dramático, como se aprecia, por ejemplo, en el caso de Lope de Vega, autor predilecto de Terreros, del que casi nunca cita las obras teatrales, pero sí las líricas y en prosa. 7 Llegamos así al siglo XIX. Por un lado, se afianza la lexicografía extraacadémica, que trata de quitarle protagonismo a la Academia, aunque a su costa. Por otro, nace un género lexicográfico nuevo, el diccionario enciclopédico. La decisión de eliminar las

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autoridades tomada por la Academia llevó a que otros muchos diccionaristas desecharan la idea de incluir citas en sus repertorios. Ante la falta de autoridades, los ocasionalismos, como Prieto llama a las voces marcadas como ocasionales o jocosas, constituyen la única prueba de que los lexicógrafos tuvieron en cuenta las obras de Tirso. Estos ocasionalismos resultan, además, de un gran valor para entender la importancia que tuvo la lengua literaria en aquellos diccionarios decimonónicos. 8 Uno de los diccionarios más importantes de esta centuria es el Nuevo diccionario de la lengua castellana (1846) de Vicente Salvá. Se trata de un repertorio que introduce numerosas voces inéditas, como americanismos, términos científico-técnicos y ocasionalismos. Salvá había redactado su obra a partir de la lectura directa de fuentes primarias, pero consideró superflua la inclusión de autoridades. La lengua de Tirso comienza a cobrar importancia precisamente en este diccionario. De todos los escritores del siglo XVII leídos por Salvá, el fraile de la Merced es el tercer autor que más creaciones léxicas aporta. La edición consultada por Salvá debió de ser la antología publicada por Ortega (1826-1834), no solo por ser la edición más cercana a Salvá, sino porque esta incluye un verso en el que se registra la voz trascara, que no aparece en otras ediciones más antiguas. 9 Otro diccionario de sumo interés publicado a mediados del siglo XIX, pero inacabado, es el Gran diccionario de la lengua española (1852) de Adolfo de Castro. Después de consultar cuidadosamente la prensa de la época, Prieto maneja varias hipótesis sobre las causas de su abandono: la presión de los plazos de entrega impuestos por el periódico que lo editaba, Las Novedades; la escasez de suscriptores; el carácter poco constante que acompañó a Adolfo de Castro toda su vida; o sus escasos conocimientos de técnica lexicográfica. Sin embargo, debieron de ser determinantes las feroces críticas recibidas por un anónimo escritor que firmaba con el nombre de Tiquitoc , y al que Prieto identifica con un Inspector General de Instrucción Primaria del que ya se sospechó en un principio, Francisco Merino Ballesteros. En cuanto al Gran diccionario de la lengua española, se trata de un repertorio léxico poco homogéneo. Incluye numerosas autoridades, pero no lo hace de modo sistemático. Adolfo de Castro es el primer lexicógrafo que, con todo, incluye citas explícitas del mercedario. Sin contar varias que atribuyó erróneamente a Tirso de Molina, este escritor es citado en veintinueve artículos. Los textos, casi siempre en verso, se extrajeron muy probablemente de la edición realizada por Hartzenbusch para la conocida colección de la Biblioteca de Autores Españoles de Rivadeneyra, para la cual también trabajó Castro. 10 El Diccionario de construcción y régimen (1886-1893) de Rufino José Cuervo tiene igualmente su lugar en esta obra. Aunque el autor colombiano solo pudo concluir dos tomos que llegaban hasta la letra D, estos fueron suficientes para incluir más de 600 citas de Tirso de Molina, la mayoría de ellas tomadas también de la edición que Hartzenbusch hizo de sus obras dramáticas. 11 Una de las obras más destacadas de la segunda mitad del siglo XIX es el Diccionario enciclopédico hispano-americano (1887-1898) de la casa Montaner y Simón. Su rasgo más sobresaliente es el hecho de presentar citas, que fueron recopiladas por Aniceto de Pagés. Los textos aducidos como ejemplos por el Diccionario enciclopédico hispano- americano están tomados tanto de fuentes primarias como secundarias. Su originalidad radica en que comienzan a citarse con mucha frecuencia obras literarias de autores de los siglos XVIII y XIX. Si bien Tirso también aparece citado en esta obra, no será hasta la publicación del segundo apéndice, aparecido entre los años 1907-1910, muerto ya

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Aniceto de Pagés, cuando las citas tirsianas se multipliquen, ilustrando voces hasta entonces nunca registradas en ninguna obra lexicográfica. El mercedario es el segundo autor más citado del siglo XVII. Las citas están tomadas de primera mano, lo que hace pensar que los colaboradores de esta obra hicieron un verdadero esfuerzo por recoger creaciones léxicas de este autor. Además, se extrajeron nuevas acepciones hasta ahora nunca contempladas. Otra característica significativa del Apéndice segundo es la introducción no solo de textos en verso de Tirso, sino también en prosa. 12 El siglo XIX se cierra con otro diccionario enciclopédico que también incluye citas, aunque la mayoría de ellas están tomadas de otros diccionarios: el Diccionario enciclopédico de la lengua castellana (1895) de Elías Zerolo, Miguel de Toro y Gómez y Emiliano Isaza. Un hecho señalado por Prieto es que en este período la Academia comienza a introducir en sus diccionarios voces de origen tirsiano. Así lo demuestra para la edición de 1899 a través de dos términos que hasta entonces ningún otro repertorio había registrado: angarillar y quillotrador. 13 Alcanzamos así el siglo XX. Resulta muy elocuente notar que de los cuatro capítulos que tiene el libro el dedicado a la centuria pasada es el más extenso de todos, lo cual demuestra que lejos de desvanecerse, el interés por la lengua de Tirso aumentó todavía más. Tras hacer un recorrido por los diccionarios más importantes del español de este siglo, que concluye con el excepcional Diccionario del español actual (1999) de Manuel Seco, Olimpia Andrés y Gabino Ramos, Prieto se ocupa de un género lexicográfico curioso: el de los rebuscadores de palabras. Su rasgo más sobresaliente vuelve a ser el hecho de presentar citas de autoridad, por lo que constituyen auténticas joyas para el estudio diacrónico del léxico español. Prieto analiza cinco de estas obras: Dos mil setecientas voces que hacen falta en el Diccionario (1903) de Ricardo Palma; Palabras y acepciones castellanas omitidas en diccionario académico (1906) de José Manuel Aicardo; Rebusco de voces castizas (1907) de Juan Mir y Noguera; Un millar de voces castizas y bien autorizadas que piden lugar en nuestro léxico (1920), de Francisco Rodríguez Marín, y su ampliación: Dos mil quinientas voces castizas y bien autorizadas que piden lugar en nuestro léxico (1922). En lo que se refiere a la aportación de Tirso, solo estas dos últimas son dignas de consideración, no solo por el hecho de incluir citas de Fray Gabriel Téllez, sino también porque muchas de las voces autorizadas por este autor, así como de Lope, Cervantes o Pineda, entraron posteriormente en el diccionario académico, o bien en el Diccionario histórico del año 1933 y 1936. 14 Otro diccionario con autoridades publicado en la primera mitad del siglo XX es el Diccionario de chilenismos y de otras voces y locuciones viciosas (1901-1918) de Manuel Antonio Román. Se trata de un diccionario de americanismos que se inscribe en la tradición de diccionarios diferenciales normativos. Román se basa con frecuencia en la literatura de los mejores escritores del español para determinar si una palabra es viciosa (en cuyo caso se caracteriza en letra negrita) o si puede considerarse propia y castiza. Este diccionario ofrece, en realidad, mucho más de lo que su título promete. Es una obra filológica de gran erudición. Tirso vuelve a tener un papel destacado entre las autoridades aducidas. La Academia se sirve de esta obra para incluir nuevas expresiones o acepciones hasta entonces no registradas en sus diccionarios. Es el caso, por ejemplo, de la voz judiada, que en un texto de Tirso de Molina significa ‘muchedumbre de judíos’, significado que no recogía la edición del DRAE del año 1914, pero sí la siguiente de 1925.

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15 El último diccionario de «autoridades» del siglo XX es el Gran diccionario de la lengua castellana (1902-1932) de Aniceto de Pagés. Esta obra representa un cambio decisivo respecto al concepto de autoridad: las citas ya no son modelos extraídos de escritores dignos de imitación, sino meros ejemplos válidos por sí mismos, con independencia de su origen. Prieto trae a este propósito dos cartas de Pagés dirigidas a Marcelino Menéndez Pelayo y que ningún investigador había citado anteriormente. En ellas Pagés se disculpa de manera un tanto retórica por las posibles imperfecciones de su diccionario. Menéndez Pelayo le había señalado que las referencias le parecían incompletas, pues solo incluían el nombre del autor. Pagés justifica este modo de proceder no solo porque los títulos se indicarían en la nómina de autores (cosa que al final no llegó a hacer), sino porque lo realmente esencial para él era el contenido del ejemplo mismo, su corrección, no su origen. Prieto analiza, llevando a cabo una labor detectivesca, otras facetas del diccionario, como el papel de las fuentes secundarias en la recopilación del léxico, muchas de ellas consultadas por el continuador del diccionario, José Pérez Hervás. Debió de existir al menos un tercer autor que colaboró en el tomo III del diccionario entre la muerte de Pagés y la incorporación de Pérez Hervas, alguien que incluyó las voces tirsianas registradas en el Apéndice segundo del Diccionario enciclopédico hispano-americano. Junto a esta, hay otras muchas fuentes secundarias que debieron de facilitar la recopilación de citas con las que testimoniar las voces inventariadas. 16 Prieto concluye su investigación analizando la presencia de Tirso de Molina en los diccionarios académicos, incluidos los dos diccionarios históricos cuya empresa se intentó llevar a buen término en el siglo XX. 17 El libro incluye al final cinco apéndices de gran valor, especialmente el tercero, cuarto y quinto, porque en ellos se recogen las voces testimoniadas a través de textos tirsianos en el Diccionario de construcción y régimen, en el Apéndice segundo del Diccionario enciclopédico hispano-americano y en el Gran dicionario de la lengua castellana respectivamente. Estos apéndices demuestran el carácter empírico de la investigación llevada a cabo por el autor. 18 En conclusión, el libro de David Prieto supone un gran avance en el conocimiento de la historia no solo de los diccionarios, sino también del léxico español, particularmente del Siglo de Oro. Prieto acude siempre a las fuentes originales: trata de fijar la edición exacta que consultó el lexicógrafo, pues sabe que cada una de ellas presenta sus propias variantes. Acude a las cédulas académicas originales e intenta confirmar si una determinada voz entró de manera directa en el diccionario oficial o si penetró a través de otra fuente lexicográfica. Todo ello, como se ha dicho en alguna ocasión, llevando a cabo una tarea detectivesca. Cuatro siglos de lexicografía española nos habla de la génesis de los diccionarios a través de sus múltiples influencias. Pero más allá de describir esas influencias, que permiten discernir lo que hay de original y lo que hay de «intertextual» en cada diccionario, lo que David Prieto consigue es presentar las obras lexicográficas como herramientas imprescindibles para el historiador de la lengua. Estas consideraciones comulgan plenamente con las de los maestros confesos del autor, Manuel Seco y Pedro Álvarez de Miranda, a los que acude con frecuencia, consciente sin duda de la importancia que sus trabajos han tenido para el desarrollo de este libro.

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AUTORES

EDUARDO JACINTO GARCÍA

Universidad de Innsbruck

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Guillem Molla, Ramon Esquerra. Geografia crítica d’un esperit comparatista Publicacions de l’Abadia de Montserrat, Barcelona,2014

Teresa Iribarren

REFERENCIA

Guillem Molla, Ramon Esquerra. Geografia crítica d’un esperit comparatista. – Barcelona, Publicacions de l’Abadia de Montserrat, 2014, 304 p. ISBN 9788498837285.

1 Desde hace poco menos de un decenio estamos asistiendo a la recuperación de Ramon Esquerra (Barcelona 1909 - Frente de Artesa de Segre 1938?), uno de los jóvenes intelectuales más prometedores de la generación formada en la Universidad de Barcelona durante la dictadura de Primo de Rivera, cuya brillante trayectoria literaria quedó sesgada por la Guerra Civil española. Compañero de Guillermo Díaz Plaja y Juan Ramón Masoliver, con quienes inició su primera incursión en el mundo de las letras en la revista universitaria Ginesta (1929), Esquerra debe figurar –como sus colegas– en los anales de la historia literaria: fue el introductor de la literatura comparada en Cataluña y el defensor más tenaz y agudo de la novela anglosajona contemporánea en la prensa barcelonesa de preguerra.

2 El libro de Guillem Molla –actualmente profesor en la Universidad de Massachusetts, Amherst– culmina el proceso de la necesaria rehabilitación de la figura del crítico, traductor e historiador de la literatura, que quedó sumida prácticamente en el olvido hasta que en 1985 Guillem-Jordi Graells le dedicó el breve estudio que presidía la reedición de Amfitrió 38 de Jean Giraudoux, traducción que Esquerra había publicado el 1934 en La Revista. La recuperación de su perfil intelectual y de su obra se puso en marcha el 2006, cuando se creó el fondo documental Ramon Esquerra en la Biblioteca de Catalunya –gracias a la donación del legado personal por parte de los hijos– y se reeditó la antología de críticas literarias periodísticas Lectures europees (que había visto

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la luz en enero de 1936). En los años siguientes la reivindicación del homme de lettres tuvo continuidad con la publicación de varios trabajos en revistas académicas sobre su obra crítica y, sobre todo, con la reedición de Shakespeare a Catalunya (2009). El ensayo, que apareció en forma de libro en septiembre de 1937 bajo el auspicio de la Institució del Teatre, si en el contexto de aquellos años constituyó el trabajo «més ambiciós en català i centrat a Catalunya que adopta la literatura comparada preceptiva» (p. 162), entrado ya el siglo XXI continua siendo una obra fundamental en materia shakespeareana dentro del sistema literario catalán, como reconocen Dídac Pujol en Traduir Shakespeare: Les reflexions dels traductors catalans (2007) y Helena Buffery en Shakespeare in Catalan: Translating Imperialism (2007) (p. 201). La modernidad, el espíritu europeísta y la inteligencia hermenéutica que emanan de Lectures europees y Shakespeare a Catalunya legitimaban su reedición, como lo demostró el recibimiento que tuvieron por parte de la crítica académica y periodística, que les dedicó grandes elogios y celebró que llegaran a manos del lector de hoy, contribuyendo así a la divulgación del redescubierto Esquerra. 3 A lo largo de la bien documentada monografía, Molla presenta a Esquerra como un autor eminentemente poliédrico: hispanista en su formación e intereses académicos, anglófilo en cuanto a su pasión por la novela, de espíritu francófilo en su descubrimiento y adscripción a la disciplina comparatista y, en su vertiente política e ideológica, catalanista a la vez que europeísta, de profundo sentimiento católico. La investigación de Molla no solo proporciona una buena y utilísima síntesis de los estudios previos publicados sobre la faceta como crítico periodístico de Esquerra, sino que también brinda informaciones y análisis nuevos de aquellas vertientes que menos conocíamos: la biográfica y la producción eminentemente académica, inscrita en los parámetros del comparatismo. Así, Molla reconstruye la trayectoria vital de Esquerra a la vez que resigue la diversificación de su producción intelectual en múltiples plataformas catalanas y francesas, como el Bulletin Hispanique. 4 Molla pone de relieve el carácter pionero y la calidad de las investigaciones y manuales literarios llevados a cabo por el joven estudioso, a pesar de que se desarrollaron ya al margen de la universidad y en paralelo a su intensa actividad profesional como crítico literario y crítico de arte en varios periódicos y revistas barceloneses, que combinó con la traducción y la docencia en el Instituto Francés de Barcelona, el Institut Escola de la Generalitat de Cataluña y el Instituto Giner de los Ríos. Gracias a la exhumación de documentos inéditos del Fons Ramon Esquerra, Molla atestigua que durante la Guerra Civil la enorme capacidad de trabajo del autor no disminuyó ni un ápice y que sus inquietudes intelectuales y aspiraciones académicas se reforzaron, como pone de manifiesto la correspondencia personal conservada. Así, por ejemplo, durante el 1937 Esquerra se ofreció para ser profesor en varias universidades de los Estados Unidos y en 1938 solicitó ingresar en la asociación artística e intelectual antifascista Porza, en su sección francesa. Sin embargo, sus esfuerzos por encontrar una plaza como docente en alguna universidad extranjera, y así poder huir de la guerra con su familia, no fructificaron. 5 El estudio se estructura en tres partes, que son precedidas por tres capítulos introductorios de cariz biográfico, e incluye una bibliografía muy completa y actualizada sobre el autor. Las dos primeras partes corresponden a las dos breves etapas en que se divide la producción en materia literaria de Esquerra, mientras que la tercera se focaliza en la identificación de los fundamentos de su pensamiento político.

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La primera parte, «Intuïció, les lectures comparades d’un humanista», abraza principalmente la producción periodística publicada desde 1932 hasta 1936. Son los años en que Esquerra, admirador de Michel de Montaigne y del anglófilo André Maurois, escribe reseñas de novedades literarias (más de 550), principalmente de novelas anglosajonas, publicadas tanto por editoriales españolas como europeas (The Albatross, Tauchnitz). Dado que la crítica periodística de Esquerra ya ha sido estudiada con profundidad, Molla la aborda de manera más sumaria, y con el fin de mostrar que esta presenta ya claros rasgos comparatistas, con un interés especial por señalar las conexiones entre distintos géneros (novela y biografía, novela y cine), y que obedece claramente al espíritu europeísta y cosmopolita del autor. Así, Molla sostiene que Lectures europees, donde queda sustancialmente recogida su crítica periodística, sería la fijación del primer comparatismo de Esquerra. Del libro, el primero del sistema literario catalán en que se defiende la novela detectivesca y se pone en relación literatura y cine, Molla también da fe de su recepción crítica. 6 En la segunda parte, «Precepte, el comparatisme de l’hora francesa», Molla cataloga y analiza de forma más detallada la totalidad de la producción académica que Esquerra elaboró desde 1935 hasta su desaparición en el Frente del Ebro. Demuestra hasta qué punto los compendios de literatura universal y, en especial, los estudios académicos se inscriben dentro de las directrices de la literatura comparada postuladas por Fernand Baldensperger y, sobre todo, por Paul van Tieghem, autor del fundacional estudio La Littérature comparée (1931). La adhesión a esta metodología se imbrica estrechamente con su concepción del estudio de la literatura, que a su modo de ver debería constituir una vía para comprender la evolución de las sociedades y las culturas, por un lado y, por el otro, con su interés por el concepto de literatura mundial, en detrimento del de literatura nacional. Están en parte inspirados en el comparatismo los manuales Iniciación a la literatura (1937, que vio una segunda edición corregida y aumentada en 1938), Vocabulario literario (1938), y el estudio inédito Siete siglos de prosa española. Antología de la prosa española. Del siglo XII al XIX –en los que Esquerra, como subraya Molla, hace gala de una gran capacidad de sistematización y síntesis. En cambio, se erigen ya claramente como trabajos paradigmáticos del comparatismo el artículo «Stendhal en España» (1936), el primer estudio publicado en español de la Revue de Littérature Comparée, y «Shakespeare a Catalunya», que vio la luz en las páginas de La Revista en 1935 y que se publicó (con revisiones y amplificado) en volumen en 1937 – como ya hemos informado. Los trabajos escritos bajo el signo del comparatismo académico de matriz francesa tuvieron continuidad en tres artículos publicados en el Bulletin Hispanique: dos en francés, «Notes sur la fortune de Lope de Vega en France pendant le XVIIe siècle» (enero-marzo de 1936), «Sur les origines d’Hernani» (julio- septiembre de 1938), y uno en español, «Juicios de Saint-Évremond sobre España y la literatura española» (julio-septiembre de 1936). De ellos Molla rastrea la recepción que tuvieron tanto en España como en otros países y, en el caso de algunas obras, también las pone en relación con investigaciones publicadas por estudiosos del ámbito internacional que trabajaron en una misma línea, como por ejemplo en cuanto a la recepción shakespereana. 7 La definición y el análisis del pensamiento político de Esquerra es el objeto de la última parte, «Europeisme, cruïlla d’intuïcions i preceptes». Molla desgrana con precisión cómo el crítico plasmó en sus ensayos periodísticos su posicionamiento sobre la crisis de la consciencia europea, los conceptos de Estado y de individualismo, y los totalitarismos que amenazaban la Europa de aquellos años, entre otras cuestiones,

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además de consignar las razones de su crítica a Ortega y Gasset. Explica que siempre sostuvo firmemente el deber del intelectual de colaborar en la construcción de una unidad espiritual Europea. Catalanista de clara vocación internacionalista, la suya fue una posición ecléctica, inspirada en posiciones como el paneuropeísmo de Aristide Briand y el catolicismo postulado por el historiador Christopher Dawson y el teólogo Romano Guardini. Estas filiaciones estarían en consonancia con la solución que da Esquerra al problema de la decadencia europea, formulada por Paul Hazard en su tan discutido ensayo La crise de la conscience européenne: 1680-1715 (1935): el retorno a los valores humanísticos, a la espiritualidad católica y al buen entendimiento y solidaridad entre las distintas naciones que conforman el continente. 8 Gracias a la rigurosa y bien sistematizada investigación del profesor Guillem Molla, disponemos finalmente de un estudio de la totalidad de la obra del malogrado autor. Más allá de invitar a redescubrir sus inteligentes exégesis literarias y los primeros trabajos realizados en Cataluña dentro de la disciplina comparatista –algunos de ellos referentes útiles aún hoy–, la aportación de Molla constituye, sin ninguna duda, un valioso testimonio de la profunda convicción que tenían los jóvenes intelectuales de la época del gran poder de la literatura como instrumento de conocimiento de las culturas, de entendimiento entre naciones y, en definitiva, de antídoto contra las conflagraciones bélicas.

AUTORES

TERESA IRIBARREN

Universitat Oberta de Catalunya - Barcelona

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Bernard Sicot, Djelfa 41-43. Un camp d’internement en Algérie (histoire, témoignages, littérature) Riveneuve, Paris, 2015

Jacques Issorel

RÉFÉRENCE

Bernard Sicot, Djelfa 41-43. Un camp d’internement en Algérie (histoire, témoignages, littérature), préface de Christian Phéline, Paris, Riveneuve, 2015, 442 p., 10 tableaux, 9 cartes et documents, 41 photographies h. t.

1 Le nom de Djelfa est à jamais associé à celui d’un écrivain – poète, romancier, dramaturge – qui « occupe maintenant une place de premier plan dans la littérature espagnole du XXe siècle » : Max Aub (p. 246). Son recueil poétique, Diario de Djelfa, d’abord publié au Mexique (1944 et 1970), puis en Espagne (1998), en France dans une édition bilingue avec introduction et notes de Bernard Sicot (2009), enfin de nouveau en Espagne dans une édition de ce même auteur (Visor, « Colección Visor de Poesía », 2015), a révélé au monde l’horreur quotidienne du camp d’internement de Djelfa, institué en mars 1941 par le régime de Vichy pour y tenir enfermés jusqu’en 1943 « des meneurs extrémistes irréductibles » (p. 18). Dénoncé et arrêté à Paris en 1940, comme juif et communiste, incarcéré par deux fois au camp du Vernet d’Ariège, lui aussi de sinistre mémoire, Max Aub (1902-1973) séjourna à Djelfa du 28 novembre 1941 au 18 mai 1942. Quand il put enfin en sortir, il s’exila au Mexique.

2 Dès 2006, et surtout pour préparer son édition du Diario, Bernard Sicot avait réuni une très importante documentation autour de Max Aub et du camp algérien où celui-ci demeura six longs mois en compagnie de 476 Espagnols et de 667 hommes de diverses nationalités (Russes et Polonais en majorité), parmi lesquels nombre d’ex-brigadistes. Depuis 2009, il n’a cessé de poursuivre ce travail de recherche à la fois sur le camp et sur l’œuvre du poète. Il nous en offre le résultat dans le présent ouvrage que, sans

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abuser des mots, on ne peut que qualifier d’exhaustif. Celui-ci se compose d’une introduction sur « L’internement en Algérie » (p. 13-41), puis de deux grandes parties : I. « Le camp de Djelfa : mars 41-mai 43 » (p. 43-192) et II. « Écrire à Djelfa » (p. 193-270), suivies de « Conclusions ». Deux annexes complètent l’ouvrage. La première recueille 12 documents (« Témoignages et rapports », p. 279-389), dont 9 sont inédits et 3 inédits en français. Le second réunit 6 poèmes du Diario de Djelfa, traduits en français, extraits de l’édition bilingue de 2009 (p. 391-405). 3 Djelfa, comme l’explique l’auteur, est un camp de la troisième génération. La première répondit à l’urgence créée par l’arrivée en Afrique du Nord de 10 à 12 000 réfugiés républicains espagnols fuyant le franquisme en mars 1939. 6 500 environ débarquèrent en Algérie. D’abord parqués sur les quais d’Oran ou dans des camps montés à la hâte, ils furent, au bout de quelques mois, répartis dans divers camps, comme ceux d’Orléansville et de Boghari, où, malgré l’inconfort des baraquements, hommes, femmes et enfants furent humainement traités. D’un ordre tout à fait différent était la troisième génération de camps, dont le but était d’éloigner de la métropole et d’isoler les hommes (seulement les hommes) que le gouvernement de Vichy considérait comme « indésirables dangereux » (p. 26). Les plus inhumains de ces camps, appelés « Centres de séjour surveillé », furent ceux d’Hadjerat M’ Guil, de Djenien Bou Rezg et de Djelfa. 4 De ce dernier, situé à 300 km au sud d’Alger, d’abord constitué de tentes marabout dressées sur un quadrilatère de 300 mètres sur 100, puis de baraquements insalubres et non chauffés en hiver, il ne reste aujourd’hui à peu près aucune trace, si ce n’est, à un kilomètre de là, dans la ville de Djelfa, le fort Caffarelli, qui servait de cachot. Grâce à des photos saisissantes, prises malgré les interdictions et les sanctions par des internés, on a une idée de ce que fut ce camp établi à 1 200 mètres d’altitude, sur une steppe balayée en permanence par des vents glacials en hiver, brûlants en été. Mais c’est surtout grâce aux documents retrouvés et réunis par Bernard Sicot que l’on connaît en détail ce qu’était la vie quotidienne des internés. Ces documents sont de plusieurs sortes et parfois contradictoires. Ainsi André Jean-Faure, envoyé par Vichy en mission d’inspection, au terme d’une longue suite d’« ellipses », de « non-dits », d’« euphémismes » et de « métaphores périphrastiques » (p. 106), conclut que « le camp de Djelfa, bien dirigé, bien tenu, offre un ensemble qui échappe à toute critique sérieuse » (p. 333). Les députés communistes Henri Martel et Antoine Desmusois, eux aussi en mission d’inspection, mais en mars 1943 (c’est-à-dire après le débarquement des Alliés en Afrique du Nord), les anciens internés que furent le médecin russe Alexandre Roubakine, Élie Gozlan, David Kleinman, Paul Zolberg et Max Aub lui-même, auteur de cinq textes en prose écrits au Mexique dès 1942, lus par lui lors d’« Assemblées contre la terreur nazie-fasciste » (Annexe I, p. 279-389), concordent pour dénoncer les souffrances physiques et morales infligées gratuitement aux internés. Dans ces textes souvent bouleversants sont révélées les cruautés du commandant du camp, Jules Caboche et de l’adjudant Jean Gravelle, qui, entre autres brutalités et humiliations, frappaient les internés au visage à coups de cravache. 5 Avec 1 200 à 1 500 calories par jour, les rations alimentaires (soupes claires, pas de viande ni de fruits) étaient très insuffisantes, l’hygiène inexistante, les soins médicaux tout autant. Les internés qui en avaient les moyens se procuraient un peu de nourriture en pratiquant le troc avec leurs gardiens algériens, mais c’était souvent au prix de très lourdes sanctions, en particulier l’incarcération au fort Caffarelli ou, tout aussi terrible, dans le camp spécial, « périmètre réduit, interne au camp [avec] une dizaine de tentes

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entourées de barbelés » (p. 100). Les reclus y vivaient vêtus de haillons, sans hygiène et ne comptaient que sur la solidarité de leurs camarades pour ne pas mourir d’inanition (p. 362). 6 Le commandant Caboche poussait le cynisme jusqu’à offrir aux internés volontaires la possibilité d’obtenir 100 à 150 grammes de pain supplémentaire par jour, en échange d’un travail, soit à l’extérieur du camp (mais c’était Caboche qui percevait et conservait les 20 francs de leur salaire quotidien), soit dans un des nombreux ateliers organisés et supervisés par le commandant en personne, assisté de quelques internés « collaborateurs » : briqueterie, tuilerie, tannerie, forge, menuiserie. Les internés fabriquaient aussi du plâtre, de la chaux et tissaient le sparte pour confectionner des espadrilles et des couffins. Le produit de leur travail était vendu au seul bénéfice du commandant et de quelques complices : « Un an après sa création, écrit Bernard Sicot, ce qui ne devait être qu’un “centre de séjour surveillé” où il était bon de ne pas laisser les internés inactifs s’était bel et bien reconverti en camp de travail très lucratif pour certains » (p. 144). Étaient cependant exclus de ces travaux, et donc privés du supplément de pain et condamnés à l’ennui, les juifs et les ex-brigadistes. 7 La deuxième partie du livre, « Écrire à Djelfa », nous parle des écrits de trois internés : Paul Zolberg, juif polonais communiste, Antonio Atarés, anarchiste espagnol et Max Aub. Après avoir fait preuve d’historien, l’auteur se livre maintenant avec brio à un exercice d’exégèse et de critique littéraire. « Écrire au camp était toujours un acte de résistance », lit-on sous sa plume au sujet de Zolberg (p. 193) et l’on voit ce dernier écrire « avec ardeur » (p. 195) sur des cahiers d’écolier auxquels il donne le titre significatif d’« Aide- mémoire », sans jamais « faire référence à aucun destinataire, ni à d’éventuels lecteurs » (p. 196) : il écrit pour ne pas oublier. Si ses « dons de conteur […] lui permettent de rendre compte de l’« “intimité” quotidienne du baraquement et d’y faire pénétrer son lecteur » (p. 199), il sait aussi observer les Arabes, « presque à poil et nu-pieds » et dénonce, indigné, les méfaits d’un siècle de colonisation : « Ils sont presque sauvages encore, écrit-il, et vivent comme des bêtes et des animaux ! Se laissent mener et conduire comme sous le temps de servage et exploiter à outrance par colons et Européens en général » (p. 207). Nous verrons plus bas le regard que portait Max Aub sur cette même misère des Algériens de l’époque. 8 C’est un titre volontairement paradoxal que donne Bernard Sicot aux 24 pages consacrées à Antonio Atarés (« Ce qu’Atarés écrivait »), qui échangea avec la philosophe Simone Weil une brève mais riche correspondance entre 1941 et 1942, puisque ses lettres « à l’exception d’une seule, non parvenue à sa destinataire, sont introuvables » (p. 211). C’est donc à une recherche des mots d’Atarés à travers leur reflet dans les lettres de la jeune philosophe, quant à elles bien conservées et publiées, que s’attache ici Bernard Sicot. On découvre avec lui un « anarchiste illettré mais cultivé » (p. 219), qui connaît Platon, Eschyle et saint Jean de la Croix, poète lui-même, dont « la hauteur des sentiments est indiscutable » (p. 224). On y apprend aussi que, malgré ses efforts et ses démarches, Simone Weil ne parvint pas à faire libérer le jeune Antonio, dont elle admirait le stoïcisme, allant même, dans une lettre adressée à un religieux de ses amis, jusqu’à voir en lui un saint laïque : « [Le] paysan espagnol, écrivait-elle, avec qui je suis en correspondance et que je ne crois pas éloigné de la sainteté » (p. 232). 9 Il était normal qu’à Max Aub, qui, selon l’expression baudelairienne, de la boue sut faire de l’or, fût consacré un nombre de pages plus important qu’à Zolberg et à Atarés. Dans un texte retrouvé dans les archives du poète, Aub justifie le choix du vers pour écrire

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son Journal : « Lorsque, au camp, j’ai essayé d’écrire le plus simplement ce qui se passait, c’est en vers que cela m’est venu. Le vers est ce qu’il y a de plus nu » (p. 257). Et il ajoute un peu plus loin : « Les choses telles qu’elles furent, sans allégories, sans images pour ne pas donner lieu à des interprétations personnelles » (ibid.). Ces lignes sont essentielles, comme l’explique l’auteur, pour pleinement apprécier la poétique et l’esthétique de Diario de Djelfa. Aub en appelle même à l’autorité de Fray Luis de León (« para que el estilo del decir se asemejase al sentir, y las palabras y las cosas fuesen conformes »), rejetant du même coup, comme impropre à sa volonté d’être, outre un créateur, un témoin, la conception becquérienne de la poésie. Aussi Bernard Sicot insiste-t-il sur « le caractère bi-fonctionnel du Journal », témoignage d’une expérience atroce, mais également œuvre de création, afin que, dépassant le « stade du document », celle-ci s’inscrive dans la « pérennité » (p. 252). 10 Le désir constant de Max Aub de porter témoignage en son nom et au nom de tous ses compagnons, morts de faim, de froid, de maladie, à Djelfa, ou rescapés, induit un vocabulaire d’une crudité et d’une violence auxquelles la poésie ne nous a guère habitués. Ces vers n’auraient pas pu être de nature différente. Écrits dans la souffrance, inspirés par la colère et l’humiliation, ils crient avec la force de l’espoir, le désir de voir un jour les tortionnaires punis. Leurs noms sont cités, comme celui de l’adjudant Gravelle dans le « Romance de Gravelle » : « ¿Cómo quieres que te olvide, / tú, Gravela, hijo de puta… » (p. 403 ; p. 238 dans l’édition bilingue). 11 Ce déchaînement poétique est pourtant loin d’être la note unique de Diario de Djelfa. Plusieurs poèmes sont écrits dans un style beaucoup plus apaisé, ainsi ceux que Max Aub compose pour ses filles : « Noches », « Cancionerillo africano » et « Amaneceres », respectivement dédiés à Elena, Mimín et Carmen. Dans ces poèmes écrits en touches rapides, le poète atteint l’excellence. Pourtant, au sein même des évocations lyriques du matin, du printemps, ou bien dans la fantaisie débridée de « Moda niña » (première partie de « Noches »), soudain fait irruption un « oscuro enredo » et on lit dans le poème suivant, « Cancionerillo africano » : « Aquí todo es violento / …. / todo ronco, bronco, duro » (ibid., p. 186). Même dans un poème comme « Mora » (ibid., p. 226), où l’on voit passer d’un pas rapide et infiniment gracieux une jeune Mauresque qui, vraisemblablement se sentant regardée par le poète, lui jette un regard furtif (« Una morilla / anda cernidilla, / blanco garbo, / blanca gracia, / blancos pliegues / y repliegues, / blanca almalafa »), la souffrance du prisonnier, un instant oubliée, envahit de nouveau tout l’espace poétique : « El preso que la ve / queda más preso », et le poème s’achève, comme il avait commencé, sur la vision d’un paysage désespérément hostile. Des poèmes comme celui-ci aussi bien que ceux où le poète pleure l’« España muerta, / la que fue » (« Salmo CXXXVII », ibid., p. 202), ceux où, à travers le paysage de Djelfa, il croit retrouver les paysages secs d’Espagne (« ¿Dónde estás España? Donde sea te veo », ibid., p. 160), ceux encore où il appelle son pays au secours (« Ven a salvarnos, / ¡Oh España! Haznos tornar », ibid., p. 208) doivent être lus à la lumière de ce qu’écrit Max Aub dans son prologue : « [A mis poesías] les debo quizá la vida porque al parirlas cobraba fuerza para resistir el día siguiente » (ibid., p. 58). Cette nourriture spirituelle, le poète la partageait avec ses compagnons d’infortune le soir sous les tentes : « Solíamos leerlos, hambreados y lívidos, a la luz de una mariposa cuidadosamente resguardada, bajo las tiendas de campañas, ocultándola de la crueldad imbécil de unos guardianes ciegos » (ibid.). Bernard Sicot appelle avec beaucoup de bonheur ces séances de lecture nocturnes des « cènes festives », ajoutant que « dans ces célébrations des catacombes, autour de la langue espagnole des vers d’Aub, les prisonniers se

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rassasiaient d’une nourriture grâce à laquelle se fortifiait ou se recomposait l’esprit communautaire » (ibid., p. 37). Il insiste aussi sur la tonalité épique du recueil : les anciens combattants de la guerre d’Espagne, « héros [tout aussi] loqueteux » que leurs gardiens algériens, sont comme ces derniers, appelés à « des combats libérateurs à venir » (p. 259) : « Parece que los dos / tengamos igual guarda / y nos llegará el día / de la misma almenara », traduit ainsi dans l’édition bilingue : « Les uns les autres, on dirait, / avons les mêmes gardiens ; / contre eux le même signal / un jour nous parviendra bien » (p. 92-93). 12 Riche de 41 photos en couleurs et en noir et blanc, de témoignages précis et poignants, ce fort volume témoigne de la volonté de son auteur de tout dire sur le grand scandale que fut le camp de Djelfa, sur la souffrance et la dignité des internés1. Il se présente comme un modèle méthodologique pour de futurs chercheurs, car, comme cela apparaît dans le tableau détaillé de la p. 27, il y eut d’autres camps de séjour surveillé en Algérie. C’est aussi à un devoir de mémoire que Bernard Sicot appelle les Algériens dans une de ses conclusions (p. 276-277). À la page suivante, il cite plusieurs œuvres, traduites ou pas en français, qui appartiennent, comme le Diario, à la littérature des camps. Aux dix titres cités on pourrait ajouter Arena y viento. Romances del refugiado [1939-1940] (1949) et Un «rojillo» en el Sur de Francia seguido de Arena y viento. Segundo libro (éd. bilingue, 2009) de Manuel Pérez Valiente, sous les signatures respectivement de Juan de Pena et de Manolo Valiente.

NOTES

1. Cette série de photos peut être complétée avec l’article de B. Sicot : « Djelfa 41-43. Un camp d’internement en Algérie : addenda iconographique », Cahiers de civilisation espagnole contemporaine, n° 14, printemps 2015, http://ccec.revues.org/5693. Outre des plans et des photos du camp, on y voit celle du commandant Caboche, cravache à la main.

AUTEURS

JACQUES ISSOREL

Université de Perpignan

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Liste des ouvrages reçus par le Bulletin Hispanique

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Ouvrages reçus par le Bulletin Hispanique

Littérature, éditions et études

Espagne

ÁLVAREZ CASTRO (Luis), Los espejos del yo: existencialismo y metaficción en la narrativa de Unamuno. – Salamanca : Ediciones Universidad de Salamanca, Colección Biblioteca Unamuno, 41, 2015, 154 p. ISBN 978-84-9012-512-0

CERVANTES (Miguel de), Comedias y tragedias, al cuidado de Luis GÓMEZ CANSECO. Ed., estudio y anejos de F. ANTONUCCI, A. BARAS ESCOLÁ, S. FERNÁNDEZ LÓPEZ, I. GARCÍA AGUILAR, L. GÓMEZ CANSECO, V. NÚÑEZ RIVERA, M. del V. OJEDA CALVO, M. PRESOTTO, J. M. RICO GARCÍA, A. SÁEZ, D. VACCARI, B. PINZAN, M. COLOMBO. – Madrid : Real Academia Española, 2015, 1202 p. : Presentación, Ocho comedias, 1615, Piezas manuscritas, 1580-1586, Tablas. ISBN de Obra completa 978-84-670-4625-0 CERVANTES (Miguel de), Comedias y tragedias, al cuidado de Luis GÓMEZ CANSECO. Ed., estudio y anejos de F. ANTONUCCI, A. BARAS ESCOLÁ, S. FERNÁNDEZ LÓPEZ, I. GARCÍA AGUILAR, L. GÓMEZ CANSECO, V. NÚÑEZ RIVERA, M. del V. OJEDA CALVO, M. PRESOTTO, J. M. RICO GARCÍA, A. SÁEZ, D. VACCARI, B. PINZAN, M. COLOMBO. Volumen complementario. – Madrid : Real Academia Española, 2015, 950 p. : Estudio, Lecturas cervantinas, Historia del texto, Esta edición, Aparato crítico, Anejos, Bibliografía, Índice de notas, Tablas. ISBN de Obra completa 978-84-670-4625-0 ENRÍQUEZ GÓMEZ (Antonio), Academias Morales de las Musas, Tomo I, Edición crítica y anotada del Instituto Almagro de Teatro Clásico, dirigida por Milagros RODRÍGUEZ CÁCERES y Felipe B. PEDRAZA JIMÉNEZ con la colaboración de Rafael CARRASCO, Pedro CONDE PARRADO, Jaime GALBARRO, Almudena GARCÍA GONZÁLEZ, Rafael GONZÁLEZ CAÑAL, Teresa JULIO y María DOLORES MARTOS. – Cuenca : Ediciones de la Universidad de Castilla-La Mancha, Ediciones Críticas, núm. 16, 2015, 656 p. : Índice General, Palabras preliminares, ISBN: 978-84-9044-146-6 Ed. digital. ISBN: 978-84-9044-145-9 Ed. Impresa

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ENRÍQUEZ GÓMEZ (Antonio), Academias morales de las Musas. Tomo II, Edición crítica y anotada del Instituto Almagro de Teatro Clásico, dirigida por Milagros Rodríguez Cáceres y Felipe B. Pedraza Jiménez con la colaboración de Rafael Carrasco, Pedro Conde Parrado, Jaime Galbarro, Almudena García González, Rafael González Cañal, Teresa Julio y María Dolores Martos. – Cuenca : Ediciones de la Universidad de Castilla- La Mancha, Ediciones Críticas, núm. 17, 2015, 608 p. : Bibliografía citada en los dos tomos, Índice de títulos y primeros versos, Índice de notas, Índice general. ISBN: 978-84-9044-154-1 Ed. digital. ISBN: 978-84-9044-153-4 Ed. Impresa FERNÁNDEZ DE MORATÍN (Leandro), La comedia nueva. El sí de la niñas, Edición, estudio y notas de Jesús Pérez Magallón. – Madrid : Real Academia Española, 2015, XII-440 p. : Presentación, Estudio y anexos : Moratín, fundador de la comedia nacional burguesa, Aparato crítico, Notas complementarias, Bibliografía, Índice de notas, Tabla. ISBN 978-84-670-4624-3 GALA (Candelas), Sinergias: Poesía, física y pintura en la España del siglo XX, Traducción de Isabel Palomo. – Barcelona : Anthropos Editorial, Autores, Textos y Temas – Literatura n° 41, 2016, 301 p. : Bibliografía. ISBN 978-84-16421-17-6 LAMARCA LANGA (Genaro), Los escritores aragoneses y sus libros, 1475-1840. Una historia social.– Zaragoza, 2016, 296 p : Apéndice, bibliografía e índices, Apéndice: relación de autores, Bibliografía citada, Índice de cuadros y gráficos, Índice onomástico, topográfico y de títulos. ISBN 978-84-608-5252-0 MARTÍNEZ DURÓ (Manuel), Lire l’illisible. Sémantique de la difficulté dans Una meditación de Juan Benet. – Villeurbanne : Éditions Orbis Tertius, Universitas, 16, 2015, 474 p. : Bibliographie, Index des notions, Annexe 1 Segmentation macroséquentielle de Tiempo de silencio, Annexe 2 Longueur de phrase et lisibilité (indice de Flesh/Fernández Huerta). ISBN : 978-2-36783-0058-2 MOORE (Cyrus), Love, War, and Classical Tradition in the Early Modern Transatlantic World: Alonso de Ercilla and Edmund Spenser. – Arizona : Arizona Center for Medieval and Renaissance Studies, Medieval and Renaissance Texts and studies, Vol. 444, 2014, 236 p. : Appendix A : Selected Passages from Gregorio Hernández de Velasco’s translation of the Aenid, Appendix B : Jacques Amyot’s « Le proême du traducteur » to L’histoire Aethiopique d’Héliodore, Bibliography, Index. ISBN : 978-0-86698-492-8 MOSER (Christian), Fernando Villalón und Niederandalusien : mit deutscher Übersetzung des Gedichtbands «Andalucía la Baja». – Kiesen (Schweiz) : Alguneco-Verlag, 2014, 254 S., Ill. : Personenverzeichnis, Literaturverzeichnis.

NÚÑEZ RIVERA (Valentín), Cervantes y los géneros de la ficción. – Madrid : SIAL Ediciones, Colección Prosa Barroca n° 5, 2015, 346 p. : Bibliografía. ISBN : 978-84-15746-61-4 PÉREZ GALDÓS (Benito), Correspondencia, Edición, introducción y notas de Alan E. SMITH, María Ángeles RODRÍGUEZ SÁNCHEZ y Laurie LOMASK. – Madrid : Ediciones Cátedra, Colección Biblioteca AVREA, 2016, 1184 p. : Introducción, Nuestra edición : Criterios generales, Criterios para la notación de variantes, Material complementario, Bibliografía, Índices : Lista de destinatarios, Diccionario-índice de nombres y títulos. ISBN 978-84-376-3452-4 RABATÉ (Philippe) et Hélène TROPÉ (éds.), Autour de « don Quichotte » de Miguel de Cervantès. – Paris : Presses Sorbonne Nouvelle, Travaux du centre de recherche sur l’Espagne des XVIe et XVIIe siècles, 2015, 206 p. ISBN 978-2-87854-666-8

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SÁEZ (Adrián), El ingenio del arte: la pintura en la poesía de Quevedo. – Madrid : Visor Libros, Biblioteca Filológica Hispana / 162, 2015, 183 p. : Bibliografía, Índice de imágenes [19 ilustraciones]. ISBN 978-84-9895-162-2 VÉLEZ DE GUEVARA (Luis), El diablo está en Cantillana, Edición crítica y anotada de William R. MANSON y C. George PEALE, Estudio introductorio de Juan MATAS CABALLERO. – Newark Delaware : Juan de la Cuesta, Ediciones críticas n° 82, 2015, 210 p. : Bibliografía, Notas, Índice de voces comentadas. ISBN 978-1-58871-270-7 Voyage en Turquie. Dialogue entre Pierre de Méchantour, Jean d’Escroquendieu et Dédé Couandouce, traduit de l’ouvrage espagnol anonyme Viaje de Turquía [ca. 1557] par Claude ALLAIGRE et Jean-Marc PELORSON. – Saint-Denis : Éditions Bouchène, 2013, 383 p. : Préface « Un fabuleux voyage au pays de Soliman », Appendice A « Recherches en paternité », Appendice B « L’authenticité mise en doute », Bibliographie sélective. ISBN 978-2-35676-030-2

Portugal et Brésil

DAHAN-GAIDA (Laurence) dir., Circulation des savoirs & reconfiguration des idées. Perspectives croisées France-Brésil. – Villeneuve d’Ascq : Presses Universitaires du Septentrion, Collection Dialogues entre cultures 1615, 2016, 412 p. : Bibliographie générale, Présentation des auteurs. ISBN 978-2-7574-1152-0

Europe

MOORE (Cyrus), Love, War, and Classical Tradition in the Early Modern Transatlantic World: Alonso de Ercilla and Edmund Spenser . – Arizona : Arizona Center for Medieval and Renaissance Studies, Medieval and Renaissance Texts and studies, Vol. 444, 2014, 236 p. : Appendix A : Selected Passages from Gregorio Hernández de Velasco’s translation of the Aenid, Appendix B : Jacques Amyot’s « Le proême du traducteur » to L’histoire Aethiopique d’Héliodore, Bibliography, Index. ISBN : 978-0-86698-492-8

Linguistique

PHARIES (David A.), A brief History of the Spanish Language, Second edition. – Chicago and London : The University of Chicago Press, 2016, XVI-296 p. : Author’s note, Preface, Abbreviations, Timeline, Rudiments of Spanish Phonetics and Phonology, Glossary of Linguistic Terms, Maps, Works Cited, Index of Spanish Words Cited, Subject Index. English edition ISBN 13: 978-0-226-13394-2 (paper) ISBN 13: 978-0-226-13413-0 (e-book).

PHARIES (David A.), Breve historia de la lengua española. Segunda edición revisada. – Chicago y Londres : The University of Chicago Press, 2016, XVI-278 p. : Nota del autor, Prólogo, Abreviaturas, Fechas importantes, Rudimentos de fonética y fonología españolas, Glosario de términos lingüísticos, Mapas, Obras citadas, Índice de palabras, Índice de materias. Spanish edition ISBN-13 : 978-0-226-13377-5 (paper) ISBN-13 : 978-0-226-13380-5 (e-book)

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Histoire - Culture - Société

Espagne

BARRERA (Begoña), María Laffitte. Una biografía intelectual. – SEVILLA : Editorial Universidad de Sevilla, Serie Historia y Geografía, 2015, 234 p. : Presentación, Bibliografía y fuentes, Anexo. ISBN 978-84-472-1766-3

ENRÍQUEZ GÓMEZ (Antonio), Academias Morales de las Musas, Tomo I, Edición crítica y anotada del Instituto Almagro de Teatro Clásico, dirigida por Milagros RODRÍGUEZ CÁCERES y Felipe B. PEDRAZA JIMÉNEZ con la colaboración de Rafael CARRASCO, Pedro CONDE PARRADO, Jaime GALBARRO, Almudena GARCÍA GONZÁLEZ, Rafael GONZÁLEZ CAÑAL, Teresa JULIO y María Dolores MARTOS. – Cuenca : Ediciones de la Universidad de Castilla-La Mancha, Ediciones Críticas, núm. 16, 2015, 656 p. : Índice General, Palabras preliminares, ISBN: 978-84-9044-146-6 Ed. digital. ISBN: 978-84-9044-145-9 Ed. Impresa ENRÍQUEZ GÓMEZ (Antonio), Academias morales de las Musas. Tomo II, Edición crítica y anotada del Instituto Almagro de Teatro Clásico, dirigida por Milagros RODRÍGUEZ CÁCERES y Felipe B. PEDRAZA JIMÉNEZ con la colaboración de Rafael CARRASCO, Pedro CONDE PARRADO, Jaime GALBARRO, Almudena GARCÍA GONZÁLEZ, Rafael GONZÁLEZ CAÑAL, Teresa JULIO y María Dolores MARTOS. – Cuenca : Ediciones de la Universidad de Castilla-La Mancha, Ediciones Críticas, núm. 17, 2015, 608 p. : Bibliografía citada en los dos tomos, Índice de títulos y primeros versos, Índice de notas, Índice general. ISBN: 978-84-9044-154-1 Ed. digital. ISBN: 978-84-9044-153-4 Ed. Impresa LAMARCA LANGA (Genaro), Los escritores aragoneses y sus libros, 1475-1840. Una historia social. – Zaragoza, 2016, 296 p : Apéndice, bibliografía e índices, Apéndice: relación de autores, Bibliografía citada, Índice de cuadros y gráficos, Índice onomástico, topográfico y de títulos. ISBN 978-84-608-5252-0

Europe

DAHAN-GAIDA (Laurence) DIR., Circulation des savoirs & reconfiguration des idées. Perspectives croisées France-Brésil. – Villeneuve d’Ascq : Presses Universitaires du Septentrion, Collection Dialogues entre cultures 1615, 2016, 412 p. : Bibliographie générale, Présentation des auteurs. ISBN 978-2-7574-1152-0

MOORE (Cyrus), Love, War, and Classical Tradition in the Early Modern Transatlantic World: Alonso de Ercilla and Edmund Spenser. – Arizona : Arizona Center for Medieval and Renaissance Studies, Medieval and Renaissance Texts and studies, Vol. 444, 2014, 236 p. : Appendix A : Selected Passages from Gregorio Hernández de Velasco’s translation of the Aenid, Appendix B : Jacques Amyot’s « Le proême du traducteur » to L’histoire Aethiopique d’Héliodore, Bibliography, Index. ISBN : 978-0-86698-492-8

Amérique latine

TONER (Deborah), Alcohol and Nationhood in Nineteenth-Century Mexico.– Nebraska : University of Nebraska Press / Lincoln and London, Series : The Mexican Experience, 2015, XXXII-384 p. [8 Illustrations], Notes, Bibliography, Index. ISBN 9780803274327

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