EIGER: WALL of DEATH Traducido Por R
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Arthur Roth E I G E R LA PARED TRÁGICA « AVENTURA VIVIDA » grijalbo Título original EIGER: WALL OF DEATH Traducido por R. A. A. de la 1.* ed. de Víctor Gollancz Ltd., Londres, 1982 Revisión técnica EMILI CIVÍS © 1982, ARTHUR ROTH © 1985, EDICIONES GRIJALBO, S. A. Déu i Mata, 98, Barcelona-29 Primera edición Reservados todos los derechos ISBN: 84-253-1660-X Depósito legal: B. 39.433 -1984 Impreso en Novagrafik, Puigcerdá, 127, 08019 Barcelona A mi hijo Mark, de doce años, que ya empieza a guiarme en las ascensiones: «Espérame. ¡Tensa! ¡Tensa!» Contenido Agradecimientos 8 1.- «¡Demasiado difícil! ¡Demasiado peligrosa!» 11 2.- «¡Aquí arriba mando yo! » 18 3.- El Vivac de la Muerte 25 4.- «La pared es nuestra» 33 5.- «¡No puedo más!» 39 6.- Con la vista puesta en la Cara Norte 47 7.- La Travesía de los Dioses 56 8.- El último gran obstáculo de los Alpes 74 9.- «No volvería a repetirlo» 84 10.- Atados como cabras a una estaca 92 11.- «¡Me voy! ¡Sujétame!» 102 12.- «Coraggio, Stefano, sempre coraggio» 111 13.-«Fame! Freddo!» 127 14.- «¡Aborrezco esa pared!» 139 15.- Un abrigo que vuela por los aires 149 16.- Nothdurft y Mayer localizados 157 17.- Los chicos del columpio y el martillo 166 18.- El rubio dios del valle 188 19.- El triunfo de los recios 195 20.- La ascensión en solitario del Eiger 202 21.- Un exceso de coraje 210 22.- ¿Suicidio o caída? 216 23.-La «direttissima» 223 24.- «¡Qué perra vida!» 234 25.- «¡Alguien cae!» 251 26.- ¿Una cuerda defectuosa? 259 27.- Una primera en la Pared Norte: el Sol Naciente 264 28.- El invierno más crudo de todo un siglo 272 29.- Salvamentos en helicóptero 281 30.- Hollywood acude al Eiger 286 31.- «¿Imposible? ¡Como nosotros!» 290 Niveles de escalada 299 Necrología conmemorativa (1935-1977) 301 En ese diminuto espacio entre las puntas de los dedos sobre el borde resba- ladizo y los pies tensos en un frágil peldaño se dilucida la vida de un hom- bre. Geoffrey Winthroc Young De la muerte en los valles, ¡líbranos Señor! Plegaria de un alpinista Esta masa informe es una montaña, y hay que conquistarla a todo trance. Vladimir Nabokov ¡Y así ha de ser! ¡Así ha de ser! Pete Pomeroy Agradecimientos El autor quiere dejar bien patente que ha recurrido con toda libertad a los siguien- tes libros, relacionados en su mayor parte con el Eiger: Eigerwand y North Face in Winter, de Tony Hiebeler; The White Spider, de Heinrich Harrer; Der Eiger, de Ru- dolf Rubi; The Eiger, de Dougal Haston; The Climb Up To Hell, de Jack Olsen; Straight Up, de James Ramsey Ullman; Direttissima, de Peter Gillman y Dougal Has- ton; Um die Eigernordwand, de Harrer y Heckmair, y Eiger: Kampf um die Direttis- sima, de Jórg Lehne y Peter Haag. Además, ha utilizado material de capítulos dedica- dos al Eiger que pertenecen a relatos editados, obra de alpinistas como Chris Boning- ton, Mick Burke, Don Whillans, Ian Clough, Dougal Haston, Brian Nally, Leo Dic- kinson, Terry King, Gastón Rébuffat, Lionel Terray, Ludwig Vorg, Kurt Diemberger, Hermann Buhl, Reinhold Messner, Walter Bonatti, Riccardo Cassin, Peter Habeler y otros. Asimismo, el autor ha leído en profundidad y entresacado información de las publicaciones periódicas sobre montañismo de media docena de naciones, revistas dedicadas a la escalada como Mountain, Summit, Climbing y Der Bergsteiger, así como una ingente cantidad de artículos de revistas y periódicos británicos, franceses, suizos, italianos y norteamericanos que narran las peripecias de diversas ascensiones, información que agradezco en todo lo que vale. El autor desea dejar constancia de la ayuda que le han facilitado alpinistas como Layton Kor, Anderl Heckmair, Heinrich Sedlmayr, Michel Darbellay, Joe Tasker, Ludwig Gramminger, Martin Epp, Paul Nigg, Eric Jones, Alex Mac Intyre y todos cuantos tuvieron la amabilidad de rellenar un detallado cuestionario sobre sus ascen- siones al Eiger. También quiero dar las gracias a la señora Marilyn Harlin por las fotografías y pormenores de las escaladas de John Harlin; a Nicholas Kagan y a Ian Wade, de Gran Bretaña, así como a Larry Bruce y Steve Shea de Boulder, Colorado, por las entrevistas que me concedieron después de coronar con éxito la cima del Eiger en 1979, y, en fin, gracias también a Tom Frost, John Harlin III, Hugo Hartenstein, Jocelyn del Monte, David Brashears, Roger Briggs, Miriam Fryggens y Joe Thoread- gill por su concurso en diversos extremos. Vaya también mi agradecimiento a Pat Fletcher y Franc de la Vega, de la Bibliote- ca del American Alpine Club en Nueva York, por la búsqueda de información y su paciente manejo de una fotocopiadora rebelde; a Maja Grau, del Echo de Grindel- wald, por los recortes de dicho periódico, y a los responsables de una docena de bi- bliotecas, muy en especial la New York Public Library, la Boulder Public Library, la de la Universidad de Colorado y la Denver Public Library, además de las bibliotecas municipales de Berna e Interlaken, en Suiza, y una particular mención de la biblioteca pública de East Hampton, Nueva York, donde reside el autor, por conducto de la cual y a través del sistema de intercambio se obtuvieron muchos libros y otras publicacio- nes, siempre bajo los buenos oficios de Beth Gray. Deseo agradecer en esta página la colaboración de los agentes y pilotos del Schweizerische Rettungsflugwacht (Servicio de Rescate Aéreo Suizo), por las fotos y la información sobre las numerosas misiones en que dicha organización ha participa- do. También a la Bayerisches Rotes Kreutz (Cruz Roja de Baviera), en Munich, por los datos y direcciones que me facilitó. A Sybil Costello, por la transcripción de una charla televisiva relacionada con el Eiger. A Gary y al personal del Neptune Mountaineering de Boulder, Colorado. A Helmut Klee y a Walter Bruderer, de la Oficina de Turismo Suizo en Nueva York, y a los servicios de turismo suizos de Ginebra, Berna y Grindelwald, tanto por los documentos gráficos como por los innumerables pormenores en lo tocante al Ei- ger. A los Ferrocarriles Federales Suizos, por un billete de primera clase, válido para tres semanas, que permitió al autor muchas idas y venidas a diversas localidades alpi- nas del país. Deseo agradecer a Edi Bohren, guía de Grindelwald, las fotografías y la informa- ción sobre los rescates en helicóptero llevados a cabo en el Eiger; y a Rudolf Rubi, de Grindelwald, autor de Der Eiger, por las fotos y detalles sobre la historia del Eiger. Gracias, también, a Peter Boardman, director de la Escuela Internacional de Alta Montaña de Leysin, Suiza, que puso a mi disposición su excelente biblioteca sobre montañismo, y a Gordon Smith, guía de la mentada escuela (que escaló la pared norte del Eiger a los dieciocho años), por iniciar al autor en sus primeras y modestas escala- das en Leysin y Chamonix. Vaya mi más expresivo reconocimiento a Gus Morin, por su permanente sangre fría mientras guiaba al autor por unos temibles pasos de dificultad 5, 7 en los cañones de Boulder y El Dorado, estado de Colorado. A Jeff Long, que expurgó los errores del original y subrayó diversas equivocacio- nes de bulto en lo concerniente a técnica y terminología alpinista, y que asimismo sirvió de guía al autor en diversas escaladas por puntos de Colorado y en las paredes graníticas del Yosemite. A Adams Cárter, por la lectura del manuscrito y por muchas y preciosas indica- ciones y correcciones. Gracias al alpinista Harris Tallan, que introdujo al autor y a su hijo en el entorno montañero del grupo de los «Gunks». A Helga Meyer y a Henrika Hadjipopov, por su contribución en la traducción de libros y textos alemanes, y a Vania Murpurgo por sus versiones del italiano. El autor desea agradecer a los señores Hásler-Eggler, del Hotel Sans-Souci de Grindelwald, su hospitalidad y la gran ayuda prestada en la concertación de entrevis- tas con guías del lugar y otras autoridades sobre el Eiger. Mi más cordial gratitud para con todos aquellos «adictos a la adrenalina» de los Shawangunks, Nueva York, de los cañones de Boulder y El Dorado, Colorado, y de Yosemite, California, que tuvieron la paciencia de responder a la infinidad de pregun- tas que les formulé sobre técnicas y equipo, y que apechugaron con el torpe y plúmbeo estilo del autor en la ascensión de diversas paredes, para escalar las cuales tuvo que ser seducido con halagos y, a veces, izado como un fardo. Por último, el autor quiere dejar constancia de que todos los errores que hayan po- dido deslizarse en el texto son de su única y exclusiva responsabilidad. Asimismo, desea excusarse por haber omitido, en aras de la brevedad, los nombres de muchos montañeros que han conseguido escalar la difícil pared norte del Eiger. 1.- «¡Demasiado difícil! ¡Demasiado peligrosa!» El 3 de junio de 1950, el alpinista francés Maurice Herzog y su compañero de as- censión, Louis Lachenal, coronaron por primera vez el Anapurna (macizo del Hima- laya), considerado en la época la cumbre más alta del mundo. Lo cierto era que nunca hasta entonces se había escalado una montaña superior a los ocho mil metros. Sin embargo, el descenso resultó tremendamente peligroso, debido a las numero- sas grietas y avalanchas. A consecuencia de varias caídas Herzog y Lachenal habían quedado lisiados y sus manos y pies se hallaban en avanzado estado de congelación, hasta el punto de que otros dos miembros de la expedición, Lionel Terray y Gastón Rébuffat, a su vez cegados por el fulgor de la nieve, tuvieron en última instancia que llevarlos casi a cuestas. Bien puede afirmarse que, en aquel episodio, los ciegos guia- ron a los cojos y a los inválidos.