Teatro [Microform]
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SICARDI »ii TEATRO MISERICORDIOSA ABUELO FRENESEN - SOLEDAITA RAMIRO EL REY - LA HORA HEROICA LA VIRTUD MATA LA FUENTE GENEROSA Talleres Tipográficos de A. Molixari 1256, Talcahuano, 1256 Buenos Aires 1919 -ffisga >= VA ~A Carmen Lezica j A COSTANZA SiCARDI T A SUS NOBLES MEMORIAS I 1> MISERICORDIOSA Leyenda en tres actos ..<y..--(-<7:j!«í^g^^ PERSONAJES NELLY (Misericordiosa) DAESY (huérfana) WALTER (hermano de Nelly) FREDDY ( . ) MAGDALA ANDRÉS (sirviente) #'' i ! ! MISERICORDIOSA ACTO I En un viejo castillo. Sala de estudio de Walter con retratos de abuelos y panoplias. Una puerta en el centro. A la derecha una ventana. Lateralmente, más a la derecha, puerta de entrada a los dormitorios de Walter y Freddy. A la izquierda, dormitorio de Nelly y Daesy. Un escri- torio en el centro con papel, tinta, plumas, etc. Tn busto de mujer joven sobre un pedestal. Jardín a los fondos. Una chimenea en el estudio. Escena I Walter y Freddy Freddy. — Te lo he dicho cien veces. Hay que trabajar. Walter. — ¿Para qué? ¿Y 3^0 no trabajo, acaso? Freddy. — Es menester tener rudezas. A ti te digo que no haces sino escribir. Cantas al ideal, tú. Así se mueren, sin hacer nada nunca. Walter. — Eso es. No podemos ser poetas, nosotros, po- bres estériles! (Con ironía.) La forma eximia es una quimera. ¡ Nada de estatuas ! ¡ Nada de naturalezas ¡ Ni crepúsculos, ni auroras, ni ai'monías, ni sol Freddy (bruscamente). — ¿El sol? ¿Sabes tú, acaso, lo que hace? Walter. — Qué se yo ? Calienta generación • de ¿ ¡ una doloridos y de perversos! Freddy. — Te equivocas. El sol ti-abaja, ama y fecunda. 10 Eso hace. No lo que tú piensas. Es la fuerza que da vida al mundo ; pero ustedes son los poetas de la noche. Escriben la ponzoña y so desfibran para ener- var a los otros. W^\LTER. — ¿Nosotros? ¿Y qué tciij^o t(ue ver yo con los demás? Freddy. —-¡Soberbio! ¿Te crees solo, a(íaso? Walter. — Tal vez. El que no está solo eres tú. A. ti son iguales casi todos. Son los idólatras del músculo. Tú lo has dicho : son rudos, sudan. Esa es la obra de arte que ])rodueen. (Con ironía.) Me inclino ante estos apologistas de la fuerza. Con ellos vamos en línea recta a la perfección. Freddy (con seriedad). — Pero tienen la mejilla roja. Walter. — Ya sé. Por el vino. Freddy. — Te burlas do lo más sagrado. Hay en ellos alma sana y voluntad robusta. No acongojan a los suyos, los trabajadores. Walter. estás diciendo ? Vamos ! te en- — ¡ ¿ Qué No tiendo. Freddy. alegres, digo ! — Que sus casas son te ¡ Ellos ¡ aman; ellos son ecuánimes!... Walter. — Es claro. Están contentos por los sacrificios a Baco. Se emborrachan con mosto ; en la cabeza la guirnalda de pámpanos, en el espíritu la bacanal de los faunos. (Biéndose.) ¡Venga una lira! Yo voy a cantar la mejor de mis églogas. ¡Venga una lira! ¡ Viva la vendimia sudorosa y los zumos rojos de los racimos pisoteados en el lagar ! ¡ Elogiemos a la al- deana rechoncha! Haré el panegírico de los corpu- lentos y mis odas serán bellas. ¡ Triunfará, la piel escamosa del \illano, agachado sobre el surco, con el hocico a flor de tierra como la fauna! ¡Oh Praxite- les, creador de la línea exquisita ! Tú has encontrado ¡ en la veta el oro maravilloso de las estatuas ! ¡ Te voy a confesar este delito ! Tu discípulo se equivocó. ! ! ! — 11 belleza escribir alabanzas a ¡ La verdad y la están en las manos ásperas! Freddy. — No basta eso. Es preciso tenerlas. Que sean ásperas, como tú dices, obscuras y con grietas. Son muy caritativas esas manos. Y les hacen mucha falta a los soñadores de imaginación turbia, como tú, que entristecen todo lo que tocan. Walter (con emoción). — ¡Habíame de una vez! ¿,A quién entristezco yo? ¡Habla, pues! Freddy. — Escúchame. Hace dos años que falto de aquí. Ese jardín estaba lleno de plantas (señala la venta- na.) De noche nos sentábamos en aquel banco, toda- vía está, bajo las estrellas, que eran nuestras amigas. Xelly las bautizaba con el nombre de una flor cuando en el cielo taciturno empezaban a brillar... ¡Ahora todo está perdido aquí! AValter (con emoción). — ¡ Oh Freddy. — Los canteros están secos, la tierra árida y la maleza rastrera en todas ])artes. ¡ Esa es tu obra Y Nelly... Walter. ¿. dices ? Temerario — Qué ¡ Freddy. — ¡Nelly está triste como ese jardín! ¡No le has leído, tú, el dolor en los ojos! ¡Nelly Hora! Walter. — ¿Por culpa mía, acaso? Freddy. — Escúchame. Fué en el comedor, la otra tarde, en frente de los retratos de nuestros muertos. Tú estabas hundido en el sofá, con una cosa de espec- tro en los ojos. De afuera, a través de las venta- nas abiertas, llegaba una fiesta de aromas lejanos, desde los árboles, mientras la tarde caía cautelosa hacia el crepúsculo, lleno de oraciones serenas. Y yo, el agreste, yo, el salvaje, sentí esa honda música que me gritaba: Es necesario quererla mucho a Ne- lly. No debe saber nunca por qué los hermanos tienen sombra en la frente, aunque haya para cada uno su cáliz amargo. ! 12 — también, Freddy\? Walter. ¡ Tú Freddv. — No te importe eso. Hay que apurarlo en silencio, como los vigorosos, sin lastimarse y sin las- timar a los otros, como haces tú. W.VLTKK. — Vamos. No te entiendo. F'rkddy. — Era el aniversario de nuestra madre, muerta. Ye me acenjué a Nelly y la besé y le dije entero mi corazón. la necesidad de vivir, las fuertes esperan- zas y los nobles ]n'o])üsitos. Era esta misma hora. Había una melancólica reli<?ión en todas partes; la naturaleza rezaba y le decía a este rústico que te ha- bla: Es necesario ser jiiadoso con los que padecen, mientras tú. el efí'reüio. te quedaste sin acariciarla, con una mancha de espectro en los ojos y te retiraste en silencio. ¡Eso no te ])erdono!... ¡Tú la hiciste llorar Walter. — ¡Tv lo ha dicho ella, acaso? Freddy (rápido). — No. Nelly es de laí; que se callan y apuran la cong'oja en silencio, mientras tú vives en ese dormitorio misterioso, donde te escondes y de donde sales contaminado y enfermo de extraños de- lirios. Walter (muí/ fastidiado). — Estás demasiado sacerdo- tal. Me abui-res. Prefiero no contestarte. Adiós. (Se retira hacia su cuarto.) Freddy. — ^, Dónde vas? Te prohibo que entres a tu cuarto. Quiero saber cuáles son esos pelig^ros que hay allí. /, Por qué te matan ? Walter. — ¿Me prohibes? Te olvidas que ya no están los que tuvieron ese derecho? Freddy. — ;(Jué? Yo soy el mayor. Yo soy el rey, aquí. Sospecho que allí está escondido lo que te hace mal. Quiero saber tu secreto. Yo soy el rey, aquí. Walter (habla niuj/ lentamente y con fuerza).-— Den- tro de este altar encerrado en mi pecho, tú no eres el rey... Bajo este cráneo tú no eres el rev. Hav ! !! — 13 — otras soberanías. ¡ Tengo tedio, yo, un disg^isto de todas las cosas! ¿Conoces, tú, a este sombrío señor? Bl mundo es una lar\^a; rueda sin luz de sol; la na- turaleza un yermo y el hombre un fantasma sin fe, sin esperanzas, que pugna, gipa y cae vencido por ese macizo de acero que se llama vida. ¡ Oh ! ¡ Oh ¿Estás asustado? ¿Quieres que trabaje? ¡Dame tú la fuerza! ¿La dicha de vivir? ¿Los nobles propósi- tos? ¿Eso tú quieres, no? ¿Y esta fiera que te des- garra y te hace sangrar las entrañas, este maligno señor implacable? ¿Por qué no me arrancas tú el tedio? Me hiela el cuerpo; me quita la voluntad. ¿Yo no trabajo, eh? ¿Yo no vivo? ¿Xo quiero a mi her- mana, yo ? ¡Y tú, sálvame, pues ! Aquí está (señala el jjecho). ¡Arranca, oh, fuerte! ¡Arranca de cuajo esto ! ¿ Tienes miedo ? ¿ Y tú sabes lo que se hace, cuando no lo dejan a uno concluir con este luto, de otra manera, cuando lo apostrofan o lo denigran y no lo quieren permitir, como tú, ahora, entiendes, como tú, que imo sea un cuerpo con alma muerta. una estúpida inconciencia. sabes lo que se hace? Mira, pues, mira (se precipita sobre el escritorio, abre los cajones, busca frenético, en momento que entra Nelly con violencia). Escena II Nelly, Walter y Freddy Xelly. ¡ Freddy ! ¡ El puñal ! ¡ El ! — puñal ¡ Teme ¡ Teme (Freddy y Walter se detienen, y éste dice, con tono glacial:) Walter. — Déjame ir a mi cuarto. Allí están las visio- nes felices. No me cierres el paso... (Entra a su dor- mitorio, puerta de la derecha.) ! — 14 — Escena III Neli-y y Freddy Freddy. — ¿Qué tiene? ¿Qué hace allí? ¡Este hombre está loco! ¿Por qué dice que yo no lo dejo concluir con ese luto? ¿Qué tengo yo que temer? ¿De qué se trata ? Nelly. — No sé, no sé, me confundo. Freddy. — ¿ Luego ustedes no han vivido con él ? Nelly (temblando). — Sí.