Pablo Rocca

(, 1963). Profesor de Literatura Uruguaya y Latinoame- ricana en la Universidad de la Re- pública (), donde dirige el archivo literario. Entre sus libros puede mencionarse 35 años en marcha (Crítica y Literatura en el semanario Marcha y en Uruguay, 1991); Horacio Quiroga, el escri- tor y el mito, 1996; Poesía y polí- tica en el siglo XIX (Una cuestión NERUDA EN URUGUAY: de fronteras), 2003. PASAJE Y POLÉMICA PABLO ROCCA

todo empezó en Montevideo que es donde siempre empieza todo

todo siguió en Montevideo que es donde siempre sigue todo

allí llegó y para siempre allí quedó Neftalí Reyes

Enrique Fierro1

1 1. GUIÓN PARA UN PROYECTO y fue seguida con atención por una crítica que, «Nacido Neftalí» (fragmento), en en las décadas del cincuenta y del sesenta, era Enrique Fierro, Escrito en México (1974-1984). (Selección y prólo- Doble movimiento entre la crónica y el de las más importantes que se hizo sobre su go de Verónica Grossi). México, análisis, entre el hombre-símbolo y el univer- obra donde fuera. Fondo de Cultura Económica, so simbólico de sus versos, entre el personaje A cuenta de futuras incursiones, desde una 1999, pp. 291-292. y las palabras: esa lectura se pretende ensayar2. perspectiva diacrónica habría que desarrollar 2 Cierto, una visión de este tipo sobre Neruda seis momentos. El guión provisional incluiría: Un antecedente reconoce este tra- puede ejercitarse desde cualquier parte. Pero, bajo: la exposición realizada en una mesa redonda en homenaje fuera de Chile, en pocos espacios como Uru- (1) Neruda antes de Neruda. El adolescen- a Neruda, en el Centro Cultural guay –o, mejor, en Montevideo y en algún te que en vísperas de la publicación de su pri- de España, en Buenos Aires, por otro punto ocasional de ese territorio–, esa mer libro envía una carta devota al poeta pan- gentil invitación de su directora –la doctora Lidia Blanco– (13 de trama se haya desplegado con tanto vigor y teísta Sabat Ercasty: «Mándeme todos sus octubre de 2004). Compartí la constancia a lo largo de toda la vida creativa de libros. Solo tengo el que me mandó: Poemas mesa redonda con las profesoras Pablo Neruda. Nada menos que durante me- del Hombre. Escríbame. Quiero saber de su doctoras Irma Emiliozzi y Celina Manzoni (Universidad de Buenos dio siglo. Se asoma, primero, con sus textos, vida. ¿Qué edad tiene Ud.? Yo tengo 18 años. Aires) y el escritor Juan José Her- publicados por primera vez o reproducidos en Mi libro Crepusculario saldrá en 20 días más» nández. Este artículo se inserta en revistas de Montevideo y aun en pequeñas (Russel, 1975). A través de otros contactos el proyecto de dedicación total del suscrito, en la Facultad de Hu- ciudades del interior; circula desde los mismos que ignoramos, una composición suya se alo- manidades y Ciencias de la Edu- inicios en su reconocida deuda con el poeta ja en una revista dirigida por el díscolo poeta cación (Universidad de la Repú- Carlos Sabat Ercasty; se estructura en una ca- Juan E. Faggetti, en la litoraleña ciudad de blica): «Literatura en revistas: campo intelectual y proyectos de dena de visitas que fueron acontecimientos Paysandú. «A los poetas de Chile» (Los Tiem- escritura en Uruguay (1939- sociales y literarios y, también, motivo de pe- pos, Nº 5, octubre 1922), es una publicación 1974)». leas; por último, desde muy temprana fecha muy temprana, ya que según Rodríguez Mo- encontró rápido eco entre un amplio público negal el primer texto édito de Neruda data del 14 de octubre de 1921 (Rodríguez Monegal, 1977: 52)3. 3 Neruda en Uruguay: (2) Un nexo débil: Neruda y las vanguar- Pasaje y polémica Ninguna mención al poema ce Rodríguez Monegal en su dias. Mejor, un vacío hasta que se demuestre PABLO ROCCA aparecido en Los Tiempos ha- libro.

68 lo contrario: la ausencia de repercusiones de gunos integrantes de Número traban una re- Veinte poemas de amor y una canción deses- lación firme con él, lo que daría como resul- perada (1924). La misma falta de eco de Ten- tado el consecuente trabajo crítico sobre su tativa del hombre infinito o de El habitante y obra de Emir Rodríguez Monegal; en la se- su esperanza (1926) en las revistas uruguayas gunda, choca de manera singular con Ángel coetáneas. Rama. (3) Reingreso triunfal, los años treinta. (5) Los años sesenta: entre lo público y lo Con las dos primeras Residencias, a comien- privado. La revolución cubana y sus repercu- zos de esta década, se puede verificar el rápi- siones uruguayas, producen una cadena de do ascenso del prestigio de Neruda en Mon- movimientos admirativos que incluyen una Dibujo de Toño Salazar, en tevideo. A partir de España en el corazón, su temprana edición de Canción de gesta, publi- Marcha, 1958. figura se agiganta. Quedan como testimonio cada en Montevideo en 1962 por la editorial de esa admiración las páginas de Emilio Ori- El Siglo Ilustrado, dirigida por Carlos M. Ra- be y de Alfredo Mario Ferreiro, entre otros, y ma. A su vez, la vieja relación de Neruda con 4 el filme documental de Enrique Amorim, Ga- Jesualdo Sosa, intelectual-eje del Partido Co- Galería de Escritores. [Lista de escritores filmados en la película lería de escritores, donde Neruda alterna con munista de Uruguay, se consolida en su paso de 16 milímetros, pase 18 cua- Rafael Alberti y Nicolás Guillén en alguna por Montevideo en 1967, donde alternará con dros. Dos folios. Original en la playa de Uruguay o de Argentina hacia 19464. algunos jóvenes poetas, como Enrique Fierro, Colección Enrique Amorim. Ar- chivo Literario, Departamento de Pero el hecho más notable y consagratorio ha- quien tres años antes había adherido a un ho- Investigaciones de la Biblioteca bía ocurrido en marzo de 1939, en ocasión de menaje realizado por la revista montevideana Nacional. Montevideo]. El filme su viaje a Montevideo, que dio lugar a un ho- Aquí Poesía, cercana a la línea oficial del Par- en el Archivo de Cinemateca Uruguaya, Montevideo. menaje público organizado por la Asociación tido y quien, dos décadas más tarde escribirá de Intelectuales, Artistas, Periodistas y Escri- uno de los mejores poemas en homenaje al 5 tores (AIAPE). Esta agrupación, galvanizada chileno. La condena de los intelectuales cuba- Por más que, entre otros, Meo Zi- glio y Rodríguez Monegal reto- por el apoyo a la entonces malherida Repú- nos sobre la participación de Neruda en el man, en sus correspondientes blica Española, oficiaba como una especie de Congreso del Pen Club (1966), provoca un trabajos, muchas de las observa- coalición de todos los intelectuales progresis- desasosiego fuerte entre los escritores urugua- ciones de Amado Alonso. tas uruguayos. Los actos del Teatro Mitre yos, en su inmensa mayoría simpatizantes de quedaron estampados en el pequeño volumen la Revolución. Por último, un capítulo bas- Neruda entre nosotros (1939). Poco después, tante publicitado en los últimos años, corres- en 1940, prologaría Canto, el primer libro de ponde a las estancias secretas con Matilde poemas de Sara de Ibáñez. En este último año, Urrutia en un balneario ubicado a pocos kiló- la aparición en Buenos Aires del libro de metros de Montevideo (Atlántida), en la casa Amado Alonso (Poesía y estilo de Pablo Ne- que les prestaba el arquitecto Mántaras. ruda), en todas partes oficiaría como multi- (6) El poeta-símbolo de la resistencia: Ne- plicador de un prestigio y base para la discu- ruda ante el golpe de Estado en Uruguay, ocu- sión, al tiempo que en buena medida rrido el 27 junio de 1973, esto es, un trimestre dispensaría el abordaje estilístico, considerado antes de que fuera arrasada la democracia chi- insuperable en ese estudio.5 Una discusión lena, al tiempo que moría el poeta. Emblemá- que en Montevideo pronto sería corriente y tica de esta preocupación, de la desaparición ardorosa. del último poeta con dimensión profética pa- (4) Un largo debate: recepción y, contacto ra América Latina, fue la nota publicada por con la «generación del 45». Desde el acerca- José Pedro Díaz a diez años de aquellos he- miento con el grupo de la revista Número y la chos. Escrita en un momento en que la lucha página literaria del semanario Marcha en los contra la dictadura uruguaya empezaba a dar años cuarenta y cincuenta (Emir Rodríguez sus frutos, aunque la incertidumbre sobre su Monegal, Idea Vilariño, y Sa- retirada todavía estaba planteada, Díaz con- randy Cabrera) hasta las polémicas encendi- cluye su evocación de Neruda: «Todos sabe- das que provoca su obra (Ricardo Paseyro mos, ahora, más allá de cualquier partidismo contra Cabrera) y la que protagoniza el pro- político, que celebrar su memoria es reivindi- pio Neruda contra . Aconteci- car la esperanza de justicia de su pueblo [...]. mientos clave son dos visitas de Neruda a Y así lo sentimos todos desde entonces, desde Montevideo: en 1952, a poco de la publicación aquel homenaje fúnebre que realizamos para Neruda en Uruguay: Pasaje y polémica de Canto general, y en 1960. En la primera, al- él en el Paraninfo de la Universidad [de la Re- PABLO ROCCA

69 pública], hace diez años, y las posiciones estéticas y para amparar la mul- que fue el último acto público tiplicidad de grupos emergentes, los escritores en el que se fundió en una se explayaron por otros medios de prensa y, misma voz el sentimiento de aun más, formaron revistas culturales, de pre- la Universidad y el de nuestra dominante factura literaria. Entre las más ac- ciudadanía» (Díaz, 1983, p. 19). tivas estuvieron Clinamen (1947-1948); Escri- tura (1947-1950); Asir (1948-1959); Número Por la vastedad del pro- (1949-1955; 1962-1964), así como Entregas de

Neruda y Carlos Sabat Ercasty en Montevideo, 1964. yecto, en estos apuntes sólo se la Licorne (1953-1959), que bajo la dirección examinará el cuarto momen- de Susana Soca había publicado en París tres

6 to, quizá el más fértil y diverso. números de la revista La Licorne (1947-1948), La bibliografía sobre este perío- en francés, donde dio a conocer la primera tra- do cultural es bastante abundan- 2. UN LARGO DEBATE: RECEPCIÓN ducción de «Alturas de Macchu-Picchu» te. Para una revisión de los pro- 7 blemas de entonces –y la Y CONTACTO CON LA «GENERA- («Hauteurs de Macchu-Picchu», Nº I, 1947) . simultánea remisión a otras fuen- CIÓN DEL 45» Los jóvenes poetas releyeron la tradición8, tes–, en particular en lo que re- se situaron en una actitud crítica frente a pre- fiere a sus revistas culturales, véase Pablo Rocca, 35 años en 2.1. Para una poesía americana decesores locales entre los que rescataron ape- Marcha, Montevideo, División nas a un puñado, condenando o ignorando a la Cultura de la Intendencia Muni- A mediados del siglo XX, cuando Europa mayoría con inusual crudeza en estas latitudes9. cipal de Montevideo, 1993; Heber Raviolo y Pablo Rocca sale de la guerra, cuando España se sume en la Algunos se sintieron más cómodos en la co- (directores), Historia de la litera- oscuridad y la miseria, cuando la norma en rriente de la poesía francesa; otros exploraron tura uruguaya contemporánea, América Latina es la inestabilidad política y la las fuentes anglosajonas –en especial T. S. Montevideo, Ediciones de la Ban- da Oriental, 1997 (dos vols.); injusticia, Uruguay emerge como rara excep- Eliot–; casi todos, poetas y escritores-críticos, Saúl Sosnowski (ed.), América ción. En un clima de libertad política, mode- leyeron y discutieron a la «generación del 27», Latina en sus revistas, Buenos rada prosperidad y distribución de la renta en gran medida apuntalados por la dilatada y Aires, Alianza, 1999; Mabel Mo- raña y Horacio Machín (eds.), –sobre todo entre las clases medias urbanas–, discutida presencia en Montevideo, entre 1947 Marcha y América Latina, amplia extensión de la educación primaria y y 1954, de José Bergamín, quien ocupó la cáte- Pittsburgh, Instituto Internacional media, irrumpe un conjunto, la «generación dra de Literatura Española en la flamante Fa- de Literatura Iberoamericana, 2003. Pablo Rocca (coordina- del 45», que en su gran mayoría miembros de cultad de Humanidades y Ciencias. Sobre to- 6 dor), Revistas culturales urugua- esa clase media que da el tono del país . Sin do en momentos en que se ha cortado el yas. Estudios e índices (1865- editoriales fuertes que les abriera espacios, los diálogo con la lírica española, que desde el sur 1974), Montevideo, Programa jóvenes se acercaron al semanario Marcha, de América se percibe como pobre y provin- de Documentación en Literaturas Uruguayas y Latinoamericana/ fundado en 1939. Tribuna fundamental, aun- ciana, se reactiva la idea de pertenencia al uni- Facultad de Humanidades y que insuficiente para cubrir el extenso arco de verso poético americano, en una primera etapa Ciencias de la Educación/ Uni- orientada hacia la indagación de las herramien- versidad de la República, 2005 [Edición en CD]. tas y los mecanismos retóricos más que al re- Amanda Berenguer, Carlos literatura uruguaya, Montevi- conocimiento de una misión social de la poesía, Brandy, Sarandy Cabrera, Syl- deo, Universidad de la Repú- 7 via Herrera, Jorge Medina Vi- blica, 1959; Emir Rodríguez tal como se había planteado en los precedentes Nada de Neruda ni sobre él dal, Humberto Megget, Ricar- Monegal, Literatura uruguaya 10 aparece en Asir, de extensa vida años . Se persigue una genealogía, se busca en- do Paseyro, Idea Vilariño e Ida del medio siglo, Montevideo, (39 números), publicada primero tre los contemporáneos o los próximos un ma- Vitale. Alfa, 1966; Mario Benedetti, en la ciudad de Mercedes y, lue- Literatura Uruguaya. Siglo XX, gisterio en pie de igualdad con los poetas de go, en Montevideo, revista cen- 9 Montevideo, Alfa, 1970 (2ª trada en la literatura uruguaya. cualquier lengua o de cualquier parte. Más allá de las diversidades, ed. ampliada); Ángel Rama, La Tampoco en Escritura ni en Mar- En ese plan, las de Neruda y Vallejo se per- de las discrepancias y de los generación crítica (Panoramas, ginalia (6 números, 1948-1949), cambios de posición a lo largo 1939-1969), Montevideo, Ar- ciben como dos poéticas americanas funda- esta última dirigida por Mario de los años, en las décadas del ca, 1972. Benedetti, quien luego se integró mentales de la contemporaneidad: cimiento y cuarenta y del cincuenta, fue- a Número. campo de prueba. Aunque en Uruguay nunca ron estimados entre los mayo- 10 res Líber Falco, Emilio Oribe, Sobre el particular, véase Pa- existió una crítica de poesía que fuera capaz de 8 Enrique Casaravilla Lemos, Sa- blo Rocca, «En 1937: la poesía Entre los principales, nacidos en- penetrar en otros discursos y potenciarlos –co- ra de Ibáñez –por más que los y el fuego. (Las antologías: otro tre 1920 y 1926, se encuentran mo sí hubo en Argentina, en Cuba o en Méxi- tres últimos fueran combatidos campo de batalla)», en El color Mario Benedetti, Orfila Bardesio, por Benedetti y Cabrera– y, so- de la poesía (Rafael Alberti en co–, desde fines de la década del cuarenta esa bre todo, Juan Cunha. Por eva- su siglo), (Gonzalo Santonja, preocupación se manifiesta en varios artículos luaciones críticas de los prota- editor), Tomo I. Madrid, Socie- aislados y en algunos debates. Punto de parti- gonistas aun en curso este dad Estatal de Conmemoracio- Neruda en Uruguay: da decisivo fue el cordial intercambio mante- Pasaje y polémica proceso, véanse: Carlos Real nes Culturales, 2004, pp. 295- PABLO ROCCA de Azúa, Un siglo y medio de 332. nido a comienzos de 1948, en Clinamen, entre

70 la poeta Idea Vilariño y Rodríguez Monegal, a Lejos ya la etapa formativa de la «genera- propósito del Concurso de sonetos a Don ción del 45», la «rivalidad» entre Vallejo y Ne- Quijote, convocado por el semanario Marcha. ruda volverá en un breve artículo que Mario «Cada época tiene sus temas y sus formas Benedetti escribió en 1967. Pero, en su caso, la –piensa Vilariño–; ni Neruda, ni Vallejo, ni complementariedad se convierte en par anti- [Carlos Drummond de] Andrade, necesitan [el nómico. Para Benedetti, la poesía que en His- soneto] casi, lo soportan. No da para el alma panoamérica se hizo después de ellos, sobre del hombre actual, para su dimensión» (Vilari- todo en los años sesenta, los reconoce como ño, 1948: 41). Esa exploración de nuevas for- «presencias tutelares», que pautan «dos mo- mas se asentaba, en suma, en modelos de una dos de influir»: el de Vallejo es diseminante, Dibujo de Julio E. Suárez (Jess), poética latinoamericana que, lejos de practicar abierto; el de Neruda, en cambio, es «más bien en Marcha, 1953. el versolibrismo, se ajustaban a una libertad paralizante, casi diría frustránea, como si la ri- controlada: conocer las potencialidades rítmi- queza de su torrente verbal sólo permitiera 11 cas sin sujetarse a los moldes tradicionales11. una imitación sin escapatoria» (1995, p. 203). Sintomático de ese aprecio por Neruda y de la fidelidad a que el Desde diferente ángulo, Ángel Rama atis- poeta se hace en función de las ba otra zona del problema en un artículo de 2.2. Riñas y disputas lecturas de lo lejano y lo próxi- Entregas de la Licorne, en el que defiende la mo, es la recomendación que Vi- lariño le hace al joven poeta pertenencia de la poesía americana al univer- No todos celebraron o aceptaron, ni si- Humberto Megget en carta data- so de la lengua castellana, pensando sólo en el quiera críticamente, la poesía de Neruda. La da en 1951: «¿Sabe que vino el registro «culto», y ejemplificando esa serie negación, el escarnio, la burla –como acaba de Canto General, de Neruda? Es difícil de encontrar y cuesta seis 12 con Martí, Hernández, Darío y Vallejo. Que- repasarse –, viene de lejos y, desde luego, en- pesos. Son como seiscientas pá- da fuera el nombre de Neruda entre los nom- contró en Chile tierra fértil, desde los ataques ginas. Hay que leerlo». (Cit. en bres decisivos de la poesía en esta lengua (Ra- sistemáticos de Vicente Huidobro hasta la fu- Pablo Rocca, Introducción a Humberto Megget, Obra Com- ma, 1955). Tres años después, se riosa e incesante arremetida de Pablo de Rok- pleta [Poesía y Prosa], Montevi- acerca al problema de la hegemonía Neru- ha. Poesía y política puede ser un indigesto deo, Ediciones de la Banda da/Vallejo en la poesía hispanoamericana, op- cóctel, no sólo por el resultado estético del tex- Oriental, 1991, p. 34). tando por moderar las fronteras entre uno y to, sino –como es el caso de Neruda– por la 12 otro; y a pesar de su «oposición», encuentra combinación de propósitos y la asunción del En la importante y reciente com- una posibilidad para la alternancia y el diálo- poeta como sujeto público que epitomiza las pilación de Leonardo Sanhueza, en la que toma materiales contra go en estas voces fundadoras: virtudes del ciudadano. O del revolucionario. Neruda de todas las épocas y de Los cargos de romanticón y cursi que recaye- diferentes partes de América: El Distintos, determinados por circunstancias opuestas, ron contra el popularísimo Neruda de Veinte Bacalao. Diatribas antinerudia- nas y otros textos, Santiago de en ambos actúa más fuerte que todo su condición de poemas de amor..., con el agregado de una acu- Chile, Ediciones B de Chile, americanos, una fuerza terrestre a la que no se sus- sación de plagiario de Rabindranath Tagore, 2004. En la misma línea, una traen. Hacen su primera poesía encerrados en sí mis- lanzada por la revista Vital, de Huidobro, se compilación anterior que reúne mos; todo los conduce a sus incomunicados centros: multiplicaron por mil. Eso, cuando la imagen los textos de Pablo de Rokha, y que por cierto no es siquiera muerte de la madre, persecución, pobreza en Vallejo; acrimoniosa se deslizó de la del poeta desci- mencionada por Sanhueza: Die- en Neruda, sensualidad, amor, angustias imprecisas. frador de sentimientos pueriles y habitante de go Arenas [seudónimo de Juan Ambos, en un momento de su evolución se extrava- las alcobas al trivial intérprete de los explota- Fló] (comp.), Pablo de Rokha contra Neruda, Buenos Aires, san, comunican con el hombre y esta comunicación dos. A veces, estas dos vertientes fueron reu- Editorial Galerna, 1978. pasa a ser nota dominante en su poesía. [...] nidas como dispositivo combinado para el en- Neruda es esencialmente un neorromántico, un in- gaño, para atrapar a incautos lectores y trovertido. En 1919 escribe su primer libro Crespus- conseguir éxitos fáciles. El poeta Ricardo Pa- culario, y a través de los siguientes [...] este neorro- seyro ha sido el más temprano, pertinaz y vi- manticismo no hace más que acentuarse, en una rulento defensor de esta hipótesis en Uruguay. angustia sin aparente salida. [...] en España en el co- Su primera munición la dispara en 1954, a pro- razón, en la serie de libros reunidos en la imponente pósito de Los versos del capitán y de una nota construcción que es el Canto General comienza la lu- laudatoria de Sarandy Cabrera en Marcha. cha entre los nuevos propósitos de Neruda, claridad, Atacando a Neruda por «poeta burgués» y fal- objetividad, desprecio del yo, proselitismo, y su fuer- so mito, Paseyro se adelanta a toda imputación za poética. [...] Ahora la crisis produce una inadecua- de anticomunismo, porque rescata al «ejem- ción entre el estilo vital, poético de Neruda, y los plar Pablo Picasso, el ejemplar, solitario Rafa- nuevos caminos. La deliberada oscuridad da paso a la el Alberti. No pretenden otras altezas que las Neruda en Uruguay: Pasaje y polémica claridad expositiva (Vitale, 1958, p. 11). muy magníficas del destino y oficio de artistas, PABLO ROCCA

71 más la intachable, purísima fal- El señor Rodríguez Monegal se ha enterado de que hu- ta de concesiones, de compro- be de aprender el judo [...] precisamente porque él inte- misos, de sus obras»13. En gra la pandilla de nerudianos contra la cual he debido cambio, como insistirá algu- defenderme numerosas veces. Cuando los nerudianos nos años después, Neruda uruguayos delegaron –y este hecho es, sí, notorio– a fin «juega doble: porque el parti- de «castigarme» en la calle, al reputado matasiete (hoy do no le repare a causa del es- en Pekín) Sarandy Cabrera –íntimo amigo y compinche cándalo moral, tira la piedra y del señor Rodríguez Monegal, con quien codirigía una esconde la mano, y [...] de revistilla– yo ignoraba hasta los fundamentos del judo. De izquierda a derecha: Patricia Vargas Llosa, Pablo Ne- cuando en cuando mezcla po- Las aguanté como pude, y para asombro y desastre del ruda, Ángel Rama, Marta Traba y Mario Vargas Llosa en Isla Negra, 1967. lítica con «versos de amor». señor Rodríguez Monegal y sus amiguitos, la suerte del En Los versos del capitán y en combate –en pleno día, en la calle montevideana de Bar- 13 Odas elementales, observa que «¡La poesía de tolomé Mitre– me fue favorable. No llevé dolencias, y Sobre las repercusiones de esta Neruda es el triunfo del tango, el triunfo del me las aguanté según pude, la tarde en que, en compa- polémica en Alberti, véase Pablo Rocca y María de los Ángeles tango que no osa decir su nombre! Del tango ñía del poeta colombiano Carlos Obregón[,] fui ataca- González (investigación, prólogo suburbano, espeso, chambón, sentimentaloide, do [...] al grito de «Viva Neruda», por cuatro cachipo- y notas). Rafael Alberti en Uru- que a veces se vuelve «poético» injertándose rreros del Partido (Paseyro, 1966, p. 6). guay (Correspondencia, testimo- nios, crítica), Madrid, Sociedad unos compases de bolero». Paseyro cree que Estatal de Conmemoraciones «la poesía es palabra exacta», y que «mixtifica En 1959, Ángel Rama sustituye a Rodrí- Culturales, 2002. el que profesa que poesía es cualquier cosa di- guez Monegal en la codiciada sección literaria 14 cha de cualquier manera», por lo que en Ne- de Marcha. A fin de año efectúa un largo ba- Así, por ejemplo, en Número se ruda no hay sencillez, sino «ignorancia. Las lance de las dos décadas anteriores, en el que publicó por primera vez varias Odas elementales no exaltan lo sencillo: lo ma- incluye un apartado sobre los tres «maestros de las Odas elementales: «A la pereza», «Al otoño», «A la vi- nosean» (Paseyro, 1958). Tanta ira, tal vez acu- extranjeros» que concitaron el interés de su da», fechadas en «Isla Negra, mulada en rencillas personales, pero también generación: Borges, Bergamín y Neruda. Los octubre de 1953» (Número, en una fundada crítica de la razón poética, no actos de pugilato no son desechados sino que Montevideo, Nº 25, octubre-di- ciembre 1953, pp. 277-284). podía no alcanzar al principal exégeta nerudia- laten en el subtexto, como signos del fragor Según Idea Vilariño, en entrevis- no compatriota, Emir Rodríguez Monegal. con que se vive la literatura en aquellos tiem- ta colectiva que le realizáramos Este no sólo escribió largos artículos prepara- pos, como síntomas –al paso– de una mitolo- en 1993 junto a otros dos inte- grantes del grupo director de torios de un libro fundamental (Neruda, el gía generacional que es necesario construir pa- Número (Mario Benedetti y Ma- viajero inmóvil, 1968), sino que siempre pro- ra asegurarse, ahora como colectivo, un nuel A. Claps), ella se resistió a curó la colaboración del poeta chileno para las asiento preferencial en el canon vernáculo: publicar «Oda a la cebolla» en 14 esa serie, porque no le pareció publicaciones culturales que dirigía . Aunque de buena calidad (Rocca, 2004, motivado por otras rencillas, en 1966, Paseyro Neruda fue el tercer nombre que de lejos y de cerca mo- pp. 102-103). Rodríguez Mone- escribe un libelo contra Rodríguez Monegal, vió acervamente los ánimos. Aquí ocupó el primer pla- gal, entonces, la difundió en la página literaria de Marcha, que en el que relata una pelea que mantuvo en Pa- no uno de los más inextinguibles y vivaces polemistas dirigió entre 1945 y 1959. El po- rís. De nuevo, el fantasma de Neruda. O, me- que se han dado en nuestro país y que además es buen ema apareció en el número 728 jor, la versión de un Neruda jefe de una pato- poeta. Ricardo Paseyro, quien enjuició los cambios es- del semanario, el 16 de julio de 1954, p. 15. ta literaria: téticos de Neruda, lo que llamó su doblez con relación al partido y a la poesía, para atacar más recientemente 15 su poesía social y su poesía elemental. Fue su contra- En entrevista que le realizara a Sarandy Cabrera (1921-2005) tro nunca le dio la menor bola. reció un policía, alcancé a dar- dictor otro poeta, de nítida impronta nerudiana y de pa- en Montevideo, en febrero de Paseyro se sacó el gusto de de- le un paraguazo a Paseyro por rentesco ideológico con el chileno: Sarandy Cabrera. La 2004, lo interrogué sobre el epi- cir una cantidad de burradas y encima del policía, y él a dar- polémica se cumplió con la marginal intervención de los nada más. Después de una dis- me un buen manotazo en la sodio con Paseyro, que recordó enemigos políticos de Neruda, que sin leerlo opinaron así: «Se habla, a veces, de una cusión que tuvimos con Pasey- cara. Martínez Moreno se vino polémica Neruda-Paseyro. Es ro en Marcha a propósito, atrás nuestro, no sé cómo le igual. Curiosamente la influencia nerudiana ha sido es- absurdo medir a uno y a otro creo, de ese libro que usted avisó a Quijano, quien apare- casa en nuestra poesía y ha llegado rebajada por otras di- menciona [Los versos del capi- ció pronto por ahí. Y todos ter- con la misma vara. No, no: fue- recciones estéticas. Quizás la personalísima originalidad ron las efusiones antinerudianas tán], una noche yo iba cami- minamos en la Comisaría 1ª. El de Paseyro, a las cuales el maes- nando por la calle Juan Carlos comisario, ante tantos «próce- de Neruda ha servido para que nuestros poetas se resis- Gómez y me encontré con Car- res» de la literatura nacional, tan a una influencia que podía resultar aniquiladora de los Martínez Moreno, quien me se sintió obligado a decir algo, 15 dijo «¿Lo va siguiendo a Pa- y se mandó un discurso con un la propia expresión (Rama, 1959, p. 22) . seyro? Va allá adelante». En- aire cultoide que empezó: «Me Neruda en Uruguay: tonces me apuré, lo alcancé, lo extraña, que gente de pluma Rama opinaba –como más tarde opinaría Pasaje y polémica tomé de un hombro, y se armó como ustedes...». (Rocca, Benedetti– que la poesía de Neruda era, aun PABLO ROCCA una... Como de la nada apa- 2004, pp. 115-116).

72 en su caudal inasible, un objeto inimitable que En ese clima se gesta uno dejaba su marca a todo aquel que pretendiera de los debates críticos más arrimarse a su sistema poético. No obstante, el apasionantes que se plantea- libro de poemas Conducto (1949), de Cabre- ron en América Latina en los ra, no puede ocultar el impacto de ese contac- años cincuenta: «Evasión y to que cultivaba con esmero, y que se trasla- arraigo de Borges y Neruda», daría a su juicio sobre Canto general en un que se emitió por la Radio artículo de 1951, que cierra con esta cláusula oficial uruguaya, en la segun- admirativa y simétrica contracara de Paseyro: da mitad de 1959 y fue publi- cado a fines de ese año crucial [...] con seguridad este representa uno de los libros de para el país y el subcontinen- poesía más importantes de los últimos años, por lo te. Rama afirma la gratuidad que significa de revolución en las letras americanas y de la literatura borgesiana, porque asegura la trascendencia de un creador hispa- virtuosa pero fincada en el in- noamericano a un plano universal. No importa que dividuo, mientras que en Ne- en la repercusión de este libro obren agentes ajenos a ruda, más allá de los excesos, la literatura, porque se trata de un producto de inso- ve una compenetración pro- bornable legitimidad. La lectura del Canto lleva al funda con lo humano en tan- Neruda en Montevideo, con Emir Rodríguez Monegal, Sarandy Cabrera, Armando González y Guillermo García lector a un mundo de cosas y acontecimientos que lo to adentramiento en lo ameri- Moyano. Fotografía publicada en Marcha, 1953. comprenden, lo nutren de historia poética, de cosas y cano esencial. Rodríguez hombres que existen, con lo que cumple un verdade- Monegal defiende la validez ética y estética de ro milagro poético (Cabrera, 1951, pp. 194-195). los dos universos, separando, tajantemente, la actitud civil de la creativa y recuperando, de Versos metafísicos e intimistas, públicos y ese modo, la densidad de la obra de Borges, sociales, sencillos y oscuros, vasto friso de la tan poco estimada en su dimensión antropo- geografía y la historia de América. Demasiado lógica última, tanto por Rama como por Real para que pasara inadvertido. Una visita en de Azúa. Este último, por fin, descree de las 1952 lo encontraba en el ápice de su fama. En- categorías mismas de «arraigo» y de «eva- tonces no sólo lo rodearon los escasos intelec- sión», a las que encuentra «excesivamente so- tuales del Partido Comunista local. Su guardia ciológicas», y postula que el erudito anglosa- de hierro fueron los de Número, todavía in- jonizado y el poeta cósmico y oficializado del 16 munes a las cuestiones políticas . Hubo una Partido Comunista, ven la realidad a través de Portada de la edición montevide- jornada compartida con el poeta chileno que «esquemas» y a través de la «cultura». Al mar- ana de Canción de gesta, terce- perpetuó una excepcional fotografía –tal vez gen de toda sospecha o de cualquier diatriba, ra de las publicadas, por Edito- rial El Siglo Ilustrado, 1962. tomada por Sarandy Cabrera–, donde la ima- la sentencia de que Neruda se calca a sí mis- gen de Rodríguez Monegal se duplica en el es- mo, puede leerse en varios pasajes de ese de- pejo de un pequeño ropero en una estrecha ha- bate, aunque ya se podía hallar –aun parape- 16 Salvo Sarandy Cabrera, quien bitación. En el centro, Neruda. Pronto se tada tras la admiración por su «intensidad»–, entonces, como lo sugiere Rama acumulan los primeros signos del agotamien- en una reseña de Idea Vilariño de Los versos en su balance de 1959, era co- to del «país modelo», más el recrudecimiento del capitán: «No siempre es tan intenso el li- munista. Más tarde se acercará al maoismo y alcanzará a vivir de la violencia política por todas partes de bro; hay repeticiones, hay poemas inválidos; varios años en China. Esto último América y la insurrección que empieza a bajar la preocupación social a veces, parece, viene un lo indica Paseyro en la diatriba de Sierra Maestra hacia otros puntos de la isla. poco a la fuerza a ocupar su puesto» (Vilariño, antimonegaliana (y antinerudia- na) de 1966. Como se sabe, la Neruda y el sentido de una poesía americana, 1953, p. 378). Con menor clemencia, a poco de adscripción a la izquierda radi- renueva el interés por el tópico que había des- participar en la discusión referida, Rama en- cal por parte de Benedetti, Claps velado a muchos ejemplos del pasado (Andrés tiende que en Navegaciones y regresos empie- y Vilariño es inmediatamente posterior al triunfo de la Revolu- Bello, Martí, Rubén Darío). Esto, aliado a la za a erosionarse la intensidad y hasta la mis- ción cubana. Rodríguez Mone- difusión del paradigma del intelectual engagé, ma credibilidad poética de Neruda: gal, en cambio, se mantendrá en que todos habían aprendido en aplicadas lec- una posición hostil a Cuba. turas de Sartre, torna el problema más que evi- Como esos ebrios que al llegar la madrugada hablan dente, preocupante y, también, urgente ante la sin cesar y todo les sirve de pretexto para su inextin- nueva hora histórica que se avecina. Los jóve- guible discurso, así aparece Neruda en este libro. Por- nes ya no lo son tanto, y ya no sólo los desve- que en verdad está borracho de poesía, o para mejor Neruda en Uruguay: Pasaje y polémica la la preocupación por las formas. decir, evitando aludir al verso de Darío, está borracho PABLO ROCCA

73 de su propia capacidad para versificar Neruda no es con la poesía y la verdad sino con su sin mesura y nada puede detenerlo, ni biografía (Rama, 1960, p. 17)17. siquiera la certidumbre de lo vano de su palabreo. Con o sin azar, por esos días Neruda vol- Un libro penoso que a cualquiera de vió a Montevideo. Saliendo del gesto de mor- sus pregonados enemigos le serviría tal o fingida indiferencia, el poeta armó un es- para escribir el ansiado «Neruda pectáculo que –según nos indicara la actriz RIP» y que, para quienes creemos Dahd Sfeir, protagonista de aquel día– había que es –¿o acaso ya no?–, el mayor anunciado como una lectura de sus textos. Al- poeta actual, vivo, de la lengua espa- canza con transcribir, primero, los pasajes El grupo Número con Neruda: Mario Benedetti, Manuel A. Claps, Neruda, Idea Vilariño, Emir Rodríguez Monegal ñola, es motivo de vergüenza y de principales de la crónica –no desmentida por (por duplicado) y María Carmen Portela, Montevideo, irritación. Neruda ni por sus escuderos–, que trazó el pe- 1952. (Foto de Sarandy Cabrera). Navegaciones y regresos es [...] el cuar- riodista Gonzalo de Freitas y, segundo, basta to tomo de las Odas elementales. Más con otros trechos de la respuesta de Rama. Es- 17 exactamente es una colección de odas en el estilo, aun- te episodio ignorado de la vida de Neruda, Sin la dureza de estos días, en que más desmañado, de los anteriores volúmenes, y aporta notable material para indagar su narci- un brillante artículo sobre Valle- una serie de discursos poéticos circunstanciales origi- sístico lugar en el mundo: jo, publicado en 1968, Rama re- petirá la hipótesis de la mayor vi- nados por el incesante viajar del poeta [...] Sus poemas gencia del peruano: «La no nacen aquí del imperativo interior del canto y por (I) influencia de su poesía ha sido lo tanto no comprometen honda, raigalmente, al hom- omnímoda. Sólo puede compa- rarse con la de Neruda, a la que, bre que los escribe, sino que son ejercicios a propósi- Un poeta enojado, suele promover singulares acon- sin embargo, supera por el orbe to de, basados en la enorme capacidad creadora en la tecimientos. Por eso el teatro Palacio Salvo, congre- hispánico que ha alcanzado (la que Neruda confía con excesiva ceguera, y en los ins- gó el viernes, en su sala pequeña y sofocante, un gen- moderna poesía española, Ga- briel Celaya en particular, está trumentos expresivos ya acuñados por él y ya colecti- tío inusual que peleó apasionadamente las escrita en los márgenes de Poe- vizados por sus discípulos. invitaciones para ver a Pablo Neruda, recitante y mas humanos) y porque es ini- combatiente desde el escenario. mitable». De la afirmación últi- ma, es claro, se deduce que Poesía que para Rama se ha vuelto, lisa y La culpa fue de Marcha, de Ángel Rama [...] que enten- Neruda sí es un fácil modelo llanamente, «oratoria», «fatigada», de «altiso- dió las Navegaciones y regresos [...] como un monólogo «imitable» (Rama, 1968, p. 22). nante machaqueo», uso y abuso de «formas egocéntrico e intolerable [...] Nuestro semanario, el post-románticas», proclive a la «caída previsi- compañero de Literarias, estaban mencionados allí, en- ble en el reportaje prosaico». En el durísimo tonces, como los promotores inconscientes del plato balance final, planea, otra vez, Vallejo: fuerte que el ilustre chileno habría de servir, calmosa- mente, mordiendo entre verso y verso la cola de su ra- [...] actividad inauténtica: hablo de su desenfrenada bieta. Muchachas elegantes y ansiosas, trataban ruido- egolatría y de su demagogia barata. Neruda no poe- samente de localizar las butacas estratégicas, señores tiza el mundo, ni las cosas, como pretende y dice, si- enseriecidos y solemnes doblaban recatadamente Mar- no que dictamina [...] apostrofa [...] es siempre «yo, cha en la página interdicta [...] Antes de que Pablo Ne- yo, yo» el que habla sin saber del «otro» más que el ruda recibiera los aplausos, antes de que ingresara a la reflejo admirativo que de él espera. [...] luz teatral con su cuerpo pesado y lento, con su entre- Y es desagradable también la demagogia populista de dormida sonrisa, su aire ausente[,] Sarandy Cabrera que abusa Neruda con facilidad que puede ser frivo- protagonizó importantes advertencias. El poeta quería lidad [...] No puede afirmar porque es literalmente explicar su presencia. Leyóse entonces una cartilla re- falso: «mi poesía se hizo paso a paso/ trotando por el dactada con disciplina de manifiesto, donde la visita mundo/ devorando caminos pedregosos,/ comiendo anunciaba que había decidido dividir en dos mitades la con/ los miserables/ en el mesón glacial de la pobre- actuación de la noche. Recitaría, primero, algunos poe- za». Pero no es menos falso el tono con que asume la mas de un libro inédito, otros semiinéditos [...] y luego pobreza, con que se finge uno más de los deshereda- pasaría a responder al emplazamiento de Rama. [...] dos [...] tono que él mismo rompe para proclamar: La actriz Dahd Sfeir, leería sobriamente y de acuerdo «Sólo yo puedo sentarme/ tan elevadamente puro/ en a las instrucciones de Neruda, el artículo de Rama. Es este trono de la muerte [...]». Viene a nosotros el re- decir, callaría cuando el ofendido, levantando breve y cuerdo de otro tono para hablar de pobreza y de in- solemnemente su diestra, indicara el momento preci- justicia, otro tono que nos sigue sonando a verdad: el so de la réplica. [...] Neruda en Uruguay: de César Vallejo, que no mentía [...] [este libro es] la A la acusación de vano palabreo, Neruda respondió Pasaje y polémica PABLO ROCCA triste comprobación de que el compromiso actual de con palabras. A la puntería hecha sobre su vanidad,

74 contestó con el vanidoso ensimismamiento de su po- co y desesperado del amor adolescente; el esía. Rama no estaba en el teatro, pero nadie mejor poeta desatado e inconexo de Tentativa que el propio poeta, pudo elegir los argumentos ca- del hombre infinito, tan inadvertido que paces de complacer la caprichosa exigencia del mejor hasta Amado Alonso omitió considerarlo; contrincante. (De Freitas, 1960, p. 9). el sonambúlico espectador despavorido de un mundo en permanente proceso de de- (II) sintegración que documenta Residencia en la tierra; el testigo que ha visto la sangre No pude el viernes 25 concurrir a su recital. Lo la- por las calles y crea una poesía deliberada- mento, ahora que sé, por los amigos presentes, por las mente impura para trasmitir el estupor y la Neruda, Jesualdo y Fierro, 1967. crónicas coincidentes de Ruben Cotelo, Gonzalo de esperanza de España en el corazón; el na- Freitas y Omar Prego, en qué consistió ese acto que rrador que levanta desde la arena nutricia entiendo indigno de su talento. y el océano para cantar la gloria y la miseria de la da que se conservan en la Biblio- En mi tierra, para una payada se meten dos payado- América hispánica en el Canto general; el satisfecho y teca de Ángel Rama, hoy en po- der de la Facultad de Humanida- res; en todas las tierras para un diálogo se meten dos enamorado viajero del mundo que ordena sus deberes des y Ciencias de la Educación, hombres, y por demagógico que me pareciera el de- poéticos en Las uvas y el viento; el amante secreto que Universidad de la República, son bate, por lo desproporcionado en la situación de las inventa, o segrega, otro poeta anónimo para cantar los que siguen: Alturas de Macchu fuerzas, ocurre que por estos pagos hay valor y no hu- Los versos del capitán; el poeta popular que pulsa la Picchu, s.l: s.n, s.f.; Canción de gesta, Santiago de Chile, Austral, biera rehusado una invitación a sostener oralmente lo guitarra de los pobres para entonar sucesivas y alfa- 1961; Canto general; prólogo y que afirmé por escrito y que Ud. mutiló a su antojo. béticas Odas elementales; el hombre que llegado al cronología Fernando Alegría, Ca- Neruda: usted es un grato poeta, su lugar en la poe- otoño conversa coloquialmente sobre sí mismo y so- racas, Biblioteca Ayacucho, 1981; Confieso que he vivido: sía española de la primera mitad del siglo XX es de los bre la mujer amada, en ese libro de estupenda libertad Memorias, Buenos Aires, Losada, más seguros [...] Que usted haya reaccionado en la que se llama Estravagario; el contemplativo poeta que 1974; El corazón amarillo, Bue- forma que lo hizo es para preocupar a todos los que inclina cada vez más su mirada sobre sus propias vi- nos Aires, Losada, 1974; Defectos escogidos, Buenos Aires: Losada, estimamos su obra, porque pareciera que quiso certi- das y libera en él las poderosas fuerzas del recuerdo 1974; Dosmil. Buenos Aires, Lo- ficar las palabras con que cerraba mi nota [...]» (Ra- en el libro autobiográfico con que culmina su poesía» sada, 1974; Elegía, Buenos Aires, ma, 1960, p. 23). (Rodríguez Monegal, 1977, p. 22). Losada, 1974; Fulgor y muerte de Joaquín Murieta: bandido chileno injusticiado en California el 23 de Tres años después, por mediación de Thia- La insistencia en esta hipótesis, la única julio de 1853, Santiago de Chile, go de Mello, se produciría el reencuentro. En realmente fuerte a partir de la cual ensaya una Zig Zag, 1966; Jardín de invier- no, Buenos Aires, Losada, 1974; carta hasta ahora inédita, datada en «Santiago circular –y brillante– glosa de la obra, le per- Libro de las preguntas, Buenos Ai- [de Chile] 15 de junio 63», el poeta brasileño mite tomar distancia de la ideología de Neru- res, Losada, 1974; El mar y las escribe a Rama: «Hablé con Pablo del episodio da y aun neutralizarla, en momentos en que campanas, Buenos Aires, Losada, 1973; Residencia en la tierra: antiguo, y te garantizo que no te tiene el míni- esta operación era si no imposible por lo me- 1925-1935, Buenos Aires, Losa- mo rencor, todo ya pasó; recibió con risa de nos harto complicada. Desrrealizar a Neruda da, 1944; La rosa separada, Bue- sencilla alegría el folleto que le mandaste con y «desintoxicar» de socialismo la ideología so- nos Aires, Editorial Losada, 1974. (Catálogo de la Biblioteca Ángel la dedicatoria de los tres autores». Se refiere, en cialista de Neruda, le permite ofrecer un poe- Rama. Montevideo, FHCE/UDE- último término, a la separata del comentado ta más reconcentrado, atemporal. A ese puer- LAR, 2002). debate con Monegal y Real de Azúa18. to quiere llegar por medio de una práctica 19 biografista de cauce freudiano y con un len- Sobre el excesivo entusiasmo psi- 2.3. Personae guaje a menudo metafórico: siempre Neruda coanalítico de Rodríguez Mone- «llueve» y «llora» «en el fondo más íntimo de gal en este libro, ha escrito su antiguo compañero de tareas, En Neruda, el viajero inmóvil, Rodríguez sus versos»; la suya es una «psicología de ni- Carlos Martínez Moreno, «El Monegal propone entender a la «persona» ño insatisfecho y mimado». Esta mirada psi- prodigio de recorrer todo Neru- Neruda en el sentido latino de «máscara»: coanalítica roza extremos un poco inverosí- da», en Camp del Arpa, nº 50, miles, por ejemplo cuando decreta el valor Barcelona, abril de 1978. (Reco- gido en Carlos Martínez More- En el curso de su larga carrera, Neruda ha proyectado simbólico que tiene la venta de su reloj para fi- no, Literatura uruguaya, tomo I, poéticamente varias personas visibles: el muchacho nanciar el primer libro, por lo que este «signi- Montevideo, Cámara de Sena- perdido entre los ponientes de la gran ciudad hostil de fica por la posesión viril del tiempo» (Rodrí- dores, 1994, pp. 281-285). su primer libro, Crepusculario; el hondero entusiasta, guez Monegal, 1977, p. 53)19. embriagado por la contemplación del espacio infinito y (sobre todo) por el espacio poético que crea con sus 18 versos Sabat Ercasty; el nuevo Bécquer, americano, Ángel Rama, en poder de su hi- Neruda en Uruguay: La citada carta, un folio manus- ja, la Arquitecta Amparo Rama Pasaje y polémica que enseñará a varias generaciones el arte melancóli- crito, pertenece al archivo de Vitale. Los libros de Pablo Neru- PABLO ROCCA

75 Sintomáticamente, el involucrado se siente Carlos Martínez Moreno. Montevideo, cómodo con una lectura que lo devuelve a su Cámara de Senadores, 1994: 162-168]. reino interior: «Emir Rodríguez Monegal, crí- Meo Ziglio, Juan, «Influencia de Sabat tico de primer orden, publicó un libro sobre Ercasty en Pablo Neruda», en Revista mi obra poética y lo tituló El viajero inmóvil. Nacional, Montevideo, nº 202, octubre-di- Se observa a simple vista que no es tonto este ciembre 1959: 589-625. [Giovanni Meo doctor. Se dio cuenta en el acto de que me gus- Ziglio, lingüista y crítico italiano de larga ta viajar sin moverme de mi casa, sin salir de mi residencia en Uruguay hasta mediados de país, sin apartarme de mi mismo»20. En ese si- la década del sesenta]. tio prefiere alojar la instancia última de cual- Paseyro, Ricardo, «Pablo Neruda y su mito», quier pasaje. Ricardo Paseyro, en Marcha, Montevideo, Dibujo de Toño Salazar, en Acción, nº 711, 12 de marzo de 1954: 2. [Contra 1958. BIBLIOGRAFÍA21 Sarandy Cabrera]. Paseyro, Ricardo, La palabra muerta de Pablo

20 Autores Varios, Neruda entre nosotros, Mon- Neruda, Madrid, Índice, 1958. Otra edi- Pablo Neruda, Confieso que he tevideo, AIAPE, 1939. [Incluye discursos ción: México, Cuadernos por la Libertad vivido, Barcelona, Seix Barral, de Emilio Oribe y Juan Marinello y dos de la Cultura, 1958. Versión francesa: Le 1984, pp. 367-368. [1974]. textos de Neruda]. mythe Neruda, Paris, L’Herne, 1982. [Un 21 Benedetti, Mario, «Vallejo y Neruda: dos mo- fragmento, relativo a Los versos del capitán Esta bibliografía semianotada, dos de influir», en El ejercicio del criterio. dado a conocer en Acción, Montevideo, 12 contiene sólo materiales críticos sobre Neruda escritos por uru- Madrid, Alfaguara, 1995: 203-206. [1967]. de enero de 1958, con un acápite sin firma guayos. No se trata de un reve- Cabrera, Sarandy, «Primera teoría del Canto en que se dice: «Como era de esperarse, lamiento total, sino que se ha general», en Número, Montevideo, nº 13- desde el título, el estudio tiene un alto por- procurado registrar la mayor parte de textos publicados en li- 14, marzo-junio 1951: 189-195. centaje de brulote. Para trasmitir, pues, a bros, revistas y prensa periódica Cabrera, Sarandy, «Andando por Santiago nuestros lectores el espíritu del trabajo de en el período 1945-1965, ade- con Neruda», en Marcha, Montevideo, 6 Paseyro con la mayor fidelidad posible, he- más de otros artículos citados en la primera parte. Otras referen- de febrero de 1954: 20-21. mos tratado de encontrar el fragmento más cias críticas se han desplazado a De Freitas, Gonzalo, «Neruda se escucha: brulotístico». Reproducido, íntegro, en El notas al pie. Donde el rocío tiene otras virtudes», en Bacalao. Diatribas antinerudianas y otros Marcha, Montevideo, nº 1.003, 1º de abril textos, Santiago de Chile, Ediciones B de de 1960: 9. [Crónica de la respuesta de Ne- Chile, 2004. (Compilación de Leonardo ruda a Rama sobre la reseña de este publi- Sanhueza): 135-159]. cada en el nº 1.001 de Marcha]. Paseyro, Ricardo, Carta sobre un Emir abofe- Díaz, José Pedro, «1973-1983: Pablo Neru- teado, [Madrid], 1966. [Folleto]. da», en Correo de los Viernes, Montevideo, Rama, Ángel, «Nueva poesía de Pablo Neru- nº 129, 30 de setiembre de 1983: 19. da», en El Nacional, Montevideo, 24 de Ferreiro, Alfredo Mario, Con García Lorca y marzo de 1954: 17. Pablo Neruda en Montevideo (Artículos Rama, Ángel, «Temas tradicionales», en En- publicados en la página Martes literario del tregas de La Licorne, Montevideo, nº 5-6, diario La Razón), Montevideo, setiembre 1955: 135-144. Prodlul/Insomnia, 8 de diciembre de 2000. Rama, Ángel, «Testimonio, confesión y enjui- (Presentación y notas de Luis Volonté). ciamiento de veinte años de historia litera- [Originalmente publicado el 31 de julio de ria y de nueva literatura uruguaya», en 1945]. Marcha, Montevideo, nº 966, 3 de julio de Fierro, Enrique, Respuesta a la pregunta 1959: 16-30 (2ª sección). «¿Por qué interviene usted en el homena- Rama, Ángel, «Pablo Neruda: Navegaciones y je que organiza Aquí Poesía a Pablo Neru- regresos [...]», en Marcha, Montevideo, nº da en su sexagésimo aniversario?» (en- 1.001, 18 de marzo de 1960: 23. [Reseña]. cuesta), en El Popular, Montevideo, nº Rama, Ángel, «En este país: Respuesta en lla- 2.613, 7 de agosto de 1964. na prosa», en Marcha, Montevideo, nº Martínez Moreno, Carlos. «Pablo Neruda: el 1.003, 1º de abril de 1960: 23 [Polémica con narrador oral», en Marcha, Montevideo, Pablo Neruda a propósito de la reseña de Neruda en Uruguay: nº 1.657, 26 de octubre de 1973. [Recogi- Rama del nº 1.001 de Marcha]. Pasaje y polémica PABLO ROCCA do en Literatura americana y europea,

76 Rama, Ángel, «Competidor de la naturaleza», mitad del mundo», en Marcha, Montevi- en Marcha, Montevideo, nº 1.173, 13 de deo, nº 795, 23 de diciembre de 1955: 20- setiembre de 1963: 22. 21. [Acompaña el artículo una foto en que Rama, Ángel, «Vallejo viviente», en Marcha, aparecen el poeta chileno, Sarandy Cabre- Montevideo, nº 1.398, 26 de abril de 1968: ra, Armando González, Guillermo García 22. Moyano y Rodríguez Monegal]. Rama, Ángel, «Pablo Neruda: el retorno del Rodríguez Monegal, Emir, «Neruda en Mon- Conde de Montecristo», en Siempre, Mé- tevideo», en Marcha, Montevideo, nº 835, xico, nº 659, 25 de setiembre de 1974. 19 de octubre de 1956: 23. Rama, Ángel, «Neruda sí, Neruda no», en El Rodríguez Monegal, Emir, «El poeta es el me- Nacional, Caracas, 1º de octubre de 1976. jor intérprete de sus versos», en Marcha, Rama, Ángel, Carlos Real de Azúa y Emir Montevideo, nº 836, 26 de octubre de Rodríguez Monegal, Evasión y arraigo de 1956: 9. Borges y Neruda, en Pablo Rocca (ed.), El Rodríguez Monegal, Emir, «Madurez de Uruguay de Borges. Borges y los urugua- Pablo Neruda», en Marcha, Montevideo, yos, Montevideo, Universidad de la Repú- nº 836, 26 de octubre de 1956: 21-22. blica/ Facultad de Humanidades y Cien- Rodríguez Monegal, Emir, «La madurez de cias de la Educación/ Linardi y Risso, Pablo Neruda», en Marcha, Montevideo, 2002: 149-170. [1959]. nº 837, 1º de noviembre de 1956: 20-21. Rein, Mercedes, «El Estravagario, testamento Rodríguez Monegal, Emir, Neruda: el viajero de otoño de Pablo Neruda», en Marcha, inmóvil, Caracas, Monte Ávila, 1977. (1ª Montevideo, nº 940, 5 de diciembre de ed.: Buenos Aires, Losada, 1968). [Varios 1958: 21-22. de los artículos precedentes del mismo au- Rocca, Pablo, El 45. Entrevistas/ Testimonios. tor fueron refundidos en este libro]. Montevideo, Ediciones de la Banda Russel, Dora Isella, «Sabat, Neruda para la his- Oriental, 2004. [Cfr. la entrevista colecti- toria literaria, una carta histórica», en El va a Mario Benedetti, Manuel A. Claps e Día. Suplemento Dominical, 7 de setiembre Idea Vilariño y la entrevista a Sarandy de 1975: s/p. [Incluye una carta inédita y un Cabrera]. fragmento de otra de Neruda a Sabat Rodríguez Monegal, Emir, «Pablo Neruda. Ercasty. La primera, sin data precisa, pero Tercera Residencia», en Marcha, Montevi- de 1922; la segunda, ídem, de 1964]. deo, nº 401, 17 de octubre de 1947: 15. Vilariño, Idea [Con el seudónimo Elena Ro- Rodríguez Monegal, Emir, «Con Pablo Ne- jas], «Concurso de sonetos cervantinos», ruda en Montevideo. Política, poetas y en Clinamen, Montevideo, nº 4, enero bibliófilos», en Marcha, Montevideo, nº 1948: 40-41. 635, 15 de agosto de 1952: 14-15. [Acom- Vilariño, Idea, «Los versos del capitán, [por paña el artículo una foto del grupo Núme- Pablo Neruda]», en Número, Montevideo, ro rodeando a Neruda]. Año 5, nº 25, octubre-diciembre 1953: Rodríguez Monegal, Emir, «El pleito Neruda- 376-378. [Reseña]. Sur (Glosa de una polémica)», en Marcha, Vitale, Ida, «Tres poetas en el mundo ameri- Montevideo, 8 de mayo de 1953: 15. cano», en El País, Montevideo, setiembre Rodríguez Monegal, Emir, «Con Pablo Ne- de 1958: 11. [Suplemento de «Artes y ruda en Montevideo: Un viajero de la otra Letras»].

Neruda en Uruguay: Pasaje y polémica PABLO ROCCA

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