LAS COMUNIDADES FORESTALES MESOFILOHIGRÓFILAS RELÍCTICAS DEL NORTE DE . [España]

C. FERRERAS CHASCO Departamento de Análisis Geográfico Regional y Geografía. Física. Facultad d Geografía e Historia. Universidad Complutense de Madrid

RESUMEN.

En la presente comunicación se revisa la bibliografía y el estado actual del conocimiento de las comunidades forestales mesofilo-higrofílas habitualmente calificadas de relícticas del Norte de Madríd. Se destaca su valor florístico, fitocenológico y biogeográfico, se valora su dinamismo actual y destaca que deberían ser consideradas espacios protegidos.

PALABRAS CLAVE: Biodiversidad, dinamismo, vegetación potencial y actual,. espacios protegidos.

ABSTRACT.

In this communicatíon the bibliography and the present situation of the knowledge of the mesophilo- hygrophilous forest communinties of th North of Madrid, that are usually considered as relictic is revised. Their floristic, phytocoenologic and biogeographic value is remarked, their present dynamism is evalued and is remarked that this communities may be consideres “protected areas”. . KEY WORDS: Biodiversity, dynamism, potential and actual vegetation, protected areas.

INTRODUCCIÓN.

La Comunidad de Madrid alberga en y Valle del diversos ecosistemas forestales que suelen calificarse de relícticos. Varios de ellos son propios de climas templado-húmedos más suaves el actual y uno de clima más frío y seco. Se incluyen en los primeros el hayedo de , de y los abedulares de Somosierra, Puerto de y otros puntos del valle del Lozoya, mientras el segundo tipo esta representado por el sabinar de Lozoya.

La presente comunicación se centra en el extremo norte de la Comunidad de Madrid donde se localizan tres de las comunidades mesófilo-higrófilas citadas: el hayedo de Montejo de la Sierra, el abedular-avellaneda de Somosierra y la acebeda de Robregordo. El hayedo de Montejo de la Sierra se localiza en el monte El Chaparral en la cabecera del río Jarama en vertiente orientada al Este entre 1240 y 1560 m de altitud en el término de Montejo de la Sierra. Las otras dos se situan el vertiente Sur del puerto de Somosierra. El abedular-avellaneda a la derecha de la carretera N-1 en la umbría y solana baja de un valle abierto al SW entre 1370 y 1550 y la acebeda a la izquierda en vertiente orientada al NE entre 1300 y 1530 m de altitud en término de los pueblos homónimos

ESTADO ACTUAL DEL CONOCIMIENTO DE LOS ECOSISTEMAS FORESTALES RELÍCTICOS DEL NORTE DE MADRID.

La presencia de hayas, acebos, abedules, avellanos y otras especies raras o escasas en la Sierra madrileña y en el conjunto del Sistema Central no podía dejar de atraer la atención de los investigadores, por lo que todas ellas pueden considerarse en conjunto bien conocidas en su estructura y composición ya que han sido estudiadas desde distintos puntos de vista por diversos autores.

En el plano fitosociológico Rivas Martínez publica a comienzos de los años sesenta (RIVAS MARTINEZ 1962) las asociaciones Galio rotundifolii-Fagetum y Luzulo forsteri-Quercetum pyrenaicae. La primera engloba los hayedos del macizo de Ayllon y la segunda los melojares guadarrámicos. Ambas incluyen inventarios del norte de Madrid entre los que se designara posteriormente el tipo nomenclatural. El de Galio-Fagetum del propio hayedo de Montejo y el de los melojares de la comarca Montejo-Somosierra.

Pocos años después Mayor presenta su tesis (MAYOR 1965) en la que realiza un detallado estudio de las comunidades forestales que nos ocupan. Aparte de incluir en sus tablas varios inventarios del hayedo de Montejo y de melojares de la comarca propone dos nuevas asociaciones de abedulares: Melico uniflorae-Betuletum celtibericae y Salici atrocinereae-Betuletum celtibericae. Esta última será publicada diez años después (MAYOR et.al 1975), pero la primera, aunque ampliamente citada en la bibliografía, permanece inédita hasta la publicación de la tabla de Moreno y López con inventarios del valle del Lozoya (MORENO y LOPEZ 1977). Posteriormente Peinado, Moreno y Bartolomé (PEINADO et.al. 1987) proponen dos nuevas subasociaciones (betuletosum fontqueri y salicetosum atrocinereae) dentro de Melico-Batuletum, y Fernández González (FERNANDEZ GONZALEZ 1991) publica nuevos inventarios de los abedulares paularenses y realiza una revisión crítica de su sintaxonomía. Admite las propuestas de Peinado, aunque matiza las tipificaciones y considera excesivo el rango de asociación para el Salici-Betuletum de Mayor.

Estos estudios ponen de manifiesto una notable riqueza florística de estas comunidades forestales en especies nemorales desde el punto de vista fitosociológico y ecológico y en elementos eurosiberianos, paleotemplados, etc., en el plano corológico. Esta riqueza confiere un especial valor a su biodiversidad a la que no son ajenos los propios abedules.

La taxonomía de los abedules del Sistema Central es tratada en los años ochenta por Peinado, Moreno y Bartolome (PEINADO et.al. 1987). Aunque tradicionalmente los abedulares de la sierra madrileña habían sido asignados a una única especie estos autores destacan la presencia de cuatro táxones diferentes para los que citan localidades concretas de nuestra comarca respaldadas por pliegos de herbario: Betula fontqueri, muy abundante en el area Somosierra donde sería dominante en el abedular; Betula pendula, también presente en el abedular de Somosierra; Betula celtiberica, el más abundante en el conjunto del Sistema Central y, finalmente, Betula carpatica, muy escaso, pero presente en Cotos y Montejo.

Este aspecto de la taxonomía de los abedules y sus implicaciones paleobotánicas y biogeográficas, es abordado con cierto detalle en una obra colectiva aún relativamente reciente (BLANCO et al. 1997). Se señala la existencia de dos especies colectivas complejas en las que se están produciendo, en condiciones de aislamiento, procesos de diferenciación que hacen compleja y polémica su subdivisión en unidades menores. En el mapa que incluye se señala la presencia de las dos especies básicas en el Norte de Madrid y en el texto se señala la presencia de tres táxones en la comarca: Betula alba típico, B.alba subsp.glabrata y B.pendula sensu lato. Se acepta así el esquema taxonómico de los abedules que había propuesto Peinado en Flora Iberica (CASTROVIEJO 1990), y que difiere notablemente del anteriormente expuesto del mimsmo autor. Betula fontqueri es tratado como subespecie (B.pendula subsp. fontqueri) y B.carpatica como variedad (B.alba var.glabrata), pero el cambio mas importante es el que afecta a B.celtiberica cuya individualidad se niega al asimilarlo a B.alba.var. alba. Este tratamiento, como ya señalamos en su momento (FERRERAS 1991), parece poco congruente con el origen híbrido habitualmente aceptado para el abedul celtibérico y es como mínimo discutible.

La presencia de al menos tres tipos de abedules de significado corológico diferente no es el único aspecto de la biodiversidad de estas comunidades forestales que merece destacarse. El catálogo florístico realizado hace ya casi veinte años en el hayedo de Montejo (HERNANDEZ BERMEJO et al. 1983) destaca no solo la riqueza floristica global, con casi medio millar de especies en poco más de un centenar de hectáreas, sino la primera cita provincial, comarcal o local en aquel momento para numerosas plantas, algunas tan significativas como Hordelymus europaeus, Lathraea squamaria, Neottia nidus-avis, Paris quadrifolia, etc.

Esta riqueza de la flora vascular del hayedo de Montejo tiene su complemento en la muscinal que ha sido también objeto de un estudio detallado (RON et al. 1983). También en este caso los autores destacan la riqueza global, 70 especies de musgos y 30 de hepáticas y el especial valor de la presencia de una quincena de ellas como Eurhynchyum praelongum var. stockesii o Frullania dilatata. Debe ser señalado finalmente el interés micológico de los abedulares (MORENO y LOPEZ 1977).

Junto a estos estudios fitosociológicos y florísticos deben señalarse las aportaciones de otros estudios de mayor amplitud temática en los que se abordan junto a aspectos estructurales y dinámicos, otros relacionados con el aprovechamiento humano del espacio de gran interés para el conocimiento de su significado y función en el paisaje vegetal actual. Destacan para los hayedos dos monografías: una ya relativamente antigua para el conjunto del macizo de Ayllón (HERNANDEZ et al. 1977) y otra reciente sobre Montejo (GIL & al. 1999) que dedica especial atención a los aprovechamientos históricos del bosque e incluye aspectos microclimáticos y ecofisiológicos. Abedulares y acebedas han recibido menor atención, aunque pueden citarse el articulo de Ruiz de la Torre sobre los abedulares y acebedas del Norte de Madrid (RUIZ DE LA TORRE 1984) y también las aportaciones, más modestas, del autor de la presente comunicación (FERRERAS 1995a, 1995b).

INTERPRETACION Y VALORACION DE SU SIGNIFICADO EN EL PAISAJE VEGETAL.

Punto clave en la interpretación del significado paisajístico de estas comunidades forestales es su supuesto carácter relíctico. Sin entrar en las distintas acepciones que se han dado y pueden darse al térmico relicto y en las aportaciones a la evolución cuaternaria y holocena de la vegetación de la palinología es indudable que hayas y abedules, y en menor proporción el roble albar (Quercus petraea) están menos adaptados al clima actual que el melojo (Q.pyrenaica). Por ello es este último roble el que representa la clímax general de la comarca en el piso supramediterraneo, relegando a las demás especies arbóreas a un papel subordinado y a enclaves favorables o menos alterados por la acción humana.

Este último factor, la actuación del hombre es la clave fundamental para explicar los rasgos actuales de la vegetación, no sólo de la distribución de las comunidades forestales por un lado y de los matorrales, pastizales y campos de cultivo por otro, sino también de los distintos tipos de bosques y arboledas. Prescindiendo del hayedo de Montejo para el que cabe remitirse a la excelente monografia citada (GIL & al. 1999), queremos centrarnos en los otros dos. Tanto la acebeda de Robregordo como el abedular-avellaneda de Somosierra, ambos son conocidos como dehesas, y así aparecen citados en la cartografía y el los documentos históricos.

No se trata de dehesas en el sentido que suele darse a esta palabra teniendo en mente a la dehesa extremeña, sino en el sentido histórico de áreas segregadas del uso común para ser espacios sometidos a un aprovechamiento propio, ganadero y también forestal, estrictamente controlados por la comunidad ya que son de propiedad comunal. Este status de dehesa comunal explica los rasgos estructurales básicos y el papel de sus elementos principales en equilibrio con las formas de aprovechamiento, que les ha permitido escapar al proceso de deforestación. Equilibrio que puede verse alterado y comprometido por la actual decadencia del ganado mayor, ya que en los últimos solamente son visitados por unas decenas de cabezas de ganado, cantidad muy inferior a la tiempo no muy alejados en el tiempo.

El estudio de la fotografía aérea de 1956 y 1988 y la observación directa de la situación actual, nos permite comparaciones que permiten una aproximación al donocimiento del dinamismo actual de la vegetación en el conjunto de la comarca y en las dos dehesas. En conjunto del área en que se encuentran la decadencia de las actividades agrícolas, ganaderas y forestales tradicionales ha permitido un claro dinamismo progresivo de la vegetación. Los campos de cultivo y prados abandonados van siendo invadidos por distintas especies leñosas, entre las que se encuentra en ocasiones el acebo, como puede observarse al este de la carretera general entre el abedular-avellaneda de somosierra y la localidad de . Las repoblaciones con coníferas han sido también una transformación importante. Sin embargo en las dos dehesas los cambios han sido más bien escasos. La dehesa de Somosierra era y es, en la parte ocupada por el abedular-avellaneda, un bosque denso, que no muestra grandes cambios en su estructura global. La de Robregordo, que más que un bosque de acebos un intermedio entre un bosque abierto y un matorral-pastizal con rodales arbolados sí muestra algunos cambios. Se nota una ampliación del área ocupada por los rodales de acebos con un claro aumento de biomasa y, sobre todo en la parte norte, un creciente desarrollo a costa de los claros de los robles albar y melojo.

Como puede observarse sobre el terreno, tanto en la Sierra Norte como en diversos puntos del valle del Paular, el comportamiento de robles, acebos, abedules, avellanos y otras especies exigentes y en lluvia y/o humedad, así como del haya en Montejo, con buena regeneración al amparo de los años favorables, y también la información aprotada por la toponimía y documnentos históricos, obligan a admitir que el área potencial de estos “relictos” mesofilo-higrófilos sea mayor que aquella en la que están presentes en la actualidad. Esto lleva a tratar las relaciones entre la vegetación actual y la potencial sus implicaciones con las series de vegetación.

Rivas Martínez en su estudio sobre Madrid (RIVAS MARTINEZ 1982) distingue cuatro series de vegetación en la Sierra Norte cuya etapa ccímax es un bosque caducifolio: una del haya (Galio rotundifolii-Fageto sigmetum), otra del abedul (Melico uniflorae-Betuleto celtibericae sigmetum) y dos del melojo (Festuco heterophyllae-Querceto pyrenaicae Sigmetum húmeda de área ibérico-soriana y ayllonense y Luzulo forsteri). Posteriormente en su estudio sobre el conjunto de la Península (RIVAS MARTINEZ 1987) suprime la serie del abedular cuya área queda incluída en la del melojar húmedo, dentro de la cual serían bien una facies bien enclaves locales determinados edáficamente.

Una insuficiencia clara en este aspecto es la falta de estudios recientes sobre los melojares del norte madrileño, al que no llega el minucioso estudio de Fernández González sobre el valle del Paular y el que la tesis de Mayor, por otro lado en su mayor parte inédita sea ya muy antigua y no aporte datos al respecto. A falta de inventarios publicados que aporten una base florística local sólida para definir la etapa madura del melojar húmedo (Festuco-Quercetum) hay que recurrir a las etapas de sustitución, que también pueden haber sido modificadas por procesos de degradación edáfica subsiguiente a la deforestación y pueden no aportar elementos suficientes para separar una serie de melojar y otra de abedular. La presencia de acebos (Ilex aquifolium), robles albares (Quercus petraea) u otras especies mesófilas o subhigrófilas muy ligadas en el norte madrileño a abedulares y hayedos no es por sí misma determinante, ya que pueden aparecer en los melojares húmedos de las cordilleras Ibérica y Cantábrica y por lo que se refiere al acebo cabe atribuirle actualmente una no despreciable capacidad de expansión como puede observarse también en otras áreas del Sistema Central.

CONCLUSIONES. CONVENIENCIA DE UNA ACTUACION COMARCAL EN EL NORTE MADRILEÑO.

Por su valor en sí mismos y por el papel que pueden desempeñar como banco de semillas para su posible expansión los enclaves objeto de la presente comunicación son merecedores de una protección expresa y eficaz, de la que sólo disfruta el hayedo de Montejo, pero que ya se reclamara hace años Somosierra y Robregordo (RUIZ DE LA TORRE 1983).

El comportamiento de hayas, abedules, acebos etc., en los enclaves en que se han conservado formando masas de cierta importancia, junto con su presencia dispersa en otros casos y con la información aportada por la toponimia y documentos históricos, permiten afirmar que su área potencial, como dominante o con presencia significativa en formaciones mixtas, es muy superior a la que ocupan en la actualidad y que el hombre ha sido el principal responsable de su papel residual actual. Por ello sería conveniente una gestión protectora y conservadora eficaz que afectara a un área más amplia que comprendiera todos los ambientes que pudieran parecer adecuados para estas especies y comunidades, y concretamente en el dominio territorial de la serie húmeda del melojo.

La presencia de comunidades forestales de semejantes característas en las comunidades autónomas próximas

BIBLIOGRAFIA

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Figura 1: Series de vegetación del Norte de Madrid (RIVAS MARTINEZ 1982). 6ª: serie subhúmeda del melojo; 7ª: serie húmeda del melojo; 8ª: serie del abedul; 9ª serie del haya; 10 : serie del enebro rastrero.