El disfraz de hombre como pasaporte al mundo de la cultura en Joan (1996) y en Yentl (1983): una interrelación cine-literatura

Mónica María MARTÍNEZ DE SARIEGO

Universidad de Las Palmas de Gran Canaria [email protected]

RESUMEN En esta comunicación nos proponemos demostrar cómo la película Yentl (Barbra Streisand, 1983) ha ejercido cierta influencia en la actual configuración literaria del personaje de la papisa en la novela Pope Joan (1996) de Donna W. Cross. Para ello se valorarán tanto los casos de aparente intertextualidad como las coincidencias que pueden deberse al brotar espontáneo de los lugares comunes que yuxtaponen, con frecuencia, las fábulas de travestis- mo femenino.

Palabras clave: Papisa Juana, Yentl, travestismo femenino.

ABSTRACT This paper demonstrates how the film Yentl (Barbra Streisand, 1983) has exerted a cer- tain influence on the literary configuration of the female pope’s character in Pope Joan (1996), Donna W. Cross’ most recent novel. In order to achieve this objective, I will not only consider actual examples of intertextuality but also the coincidences, which may be explained as a result of common places frequently juxtaposed in female cross-dressing fables.

Key words: Pope Joan, Yentl, female cross-dressing.

Aunque el mundo medieval ha sido un punto de referencia constante en la tra- dición cultural de Occidente desde el Renacimiento hasta nuestros días y su presen- cia sigue manifestándose en los más diversos registros de la literatura actual, es evi- dente que sólo en los últimos treinta años se ha enriquecido el muestrario de

Mil Seiscientos Dieciséis, Anuario 2006, vol. XII, 261-272 261 Mónica María Martínez de Sariego perspectivas sobre la mujer medieval y, singularmente, sobre las figuras femeninas más prominentes, entre las que desempeña un papel de primera importancia la papi- sa Juana. Donna Woolfolk Cross, reivindicando su figura, recrea en Pope Joan (1996) la historia, a medio camino entre leyenda y realidad, de una joven del siglo IX que, vestida de hombre, se ve inmersa en la trama de intrigas políticas que envuelve a los estados pontificios y termina por ascender al trono papal en el año 853 bajo el nombre de Juan Ánglico. Ni mujer enamorada ni uirgo bellatrix –los dos tipos más representativos entre los casos históricos o literarios de mujer vestida de hombre–, es el afán de conocimiento el que impulsa a Juana a travestirse, motiva- ción que guía también a Yentl, protagonista de un relato de Isaac Bashevis Singer (1962) que se ha convertido en referente de la cultura de masas gracias a la pelícu- la dirigida y protagonizada por Barbra Streisand (1983). Este personaje, dada su enorme popularidad, ha sido puesto en relación con la papisa de Cross hasta por las revistas de papel cuché, que en su momento definieron a Juana como “a kind of Yentl of the Vatican” (Glamour), pero no se ha apuntado, hasta el momento, la rela- ción genética que pudiera existir entre el film y la novela, que, en ciertos puntos, al ampliar e introducir modificaciones en la versión canónica de la historia, parece seguirla muy de cerca. Nuestro objetivo, pues, es el de demostrar cómo en la actual configuración literaria de este personaje medieval del más oscuro de los siglos oscuros, han intervenido, además de las consabidas fuentes escritas, un texto cine- matográfico, hecho que da cuenta de la necesidad de atender, en el ámbito del com- paratismo, no sólo a la influencia de la literatura sobre el cine, sino también a la del cine sobre la literatura. Se valorará, asimismo, cuáles de las coincidencias pueden deberse, más que a un proceso de intertextualidad, al brotar espontáneo de los luga- res comunes que yuxtaponen, con frecuencia, las fábulas de travestismo femenino.

1. LA HISTORIA DE LA PAPISA SEGÚN LAS FUENTES

1.1. Datos fundamentales de su biografía

Por más que el Vaticano trate de reducir su importancia, la historia del papado está llena de leyendas e imprecisiones históricas, entre las que sobresale, sin duda, la apasionante historia de la papisa Juana, que, según evidencian las numerosas referencias que a ella se hacen en crónicas, guías de viaje y piezas literarias, fasci- nó tanto a los historiadores como a los poetas. De acuerdo con la mayor parte de las fuentes, Juana fue una joven de ascendencia inglesa, nacida en Ingelheim, Magun- cia o, según algunos, en la propia Inglaterra, que adoptó una vestimenta masculina para poder realizar estudios superiores junto a su amante. Su diligencia académica la condujo a un vertiginoso ascenso en la jerarquía eclesiástica y, en última instan- cia, al trono papal, quedando de manifiesto su verdadera condición sólo cuando, dos años y medio más tarde, durante una solemne procesión eclesiástica, cayó al suelo jadeando y dio a luz a un niño entre grandes espasmos. El desenlace de esta histo- ria varía según las fuentes: algunas sostienen que una multitud embravecida dio muerte al impostor; otras que fue encarcelada o, simplemente, depuesta y condena- da al exilio; pero la mayor parte de los autores asegura que murió en el parto.

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1.2. Los textos fundacionales del mito

Aunque se afirma generalmente que la papisa vivió a mediados del siglo IX o, según otras fuentes, durante el siglo XI, su existencia no aparece atestiguada en documentos anteriores al siglo XIII. Los defensores de su autenticidad histórica, como Johannes Wolf, historiador protestante del siglo XVI y compilador de una bibliografía sobre el tema, aducen, sin embargo, fuentes más tempranas. Se ha ale- gado, por ejemplo, que en el importantísimo del siglo IX, atribui- do a Anastasius Bibliothecarius, aparecen ya referencias a la papisa, pero la crítica más acreditada ha explicado dichas menciones como producto de añadidos poste- riores. También fruto de una interpolación ha sido considerado el relato que figura en la que –junto al Chronicon Universalis Mettensis (ca. 1250), usualmente atribui- do al dominico Jean de Mailly, la Erfurt Chronicle (ca. 1250) y el De septem donis Spiritus Sancti, de Stephen de Bourbon (ca. 1260)–, constituye la más importante fuente de propagación del mito: el Chronicon Pontificum et Imperatorum, de Mar- tinus Polonus († 1278), conocido también como Martin de Troppau, cuya obra, por haber servido su autor como capellán y penitenciario del papa Clemente IV, recibió la consideración de documento oficial. La entrada sobre la papisa Juana, en efecto, no figura tampoco en los más tempranos manuscritos de esta crónica, por lo que no parece gratuita la asunción de que, como en el caso anterior, se trate de una adición fruto de redacciones posteriores, probablemente producida después de la muerte de Polonus en el último cuarto del siglo XIII1. El pasaje en cuestión resulta, con todo, interesante, pues, pese a su muy posible condición espuria, sirvió de modelo a muchos cronistas posteriores, y se convirtió en la referencia más autorizada a lo lar- go de la Edad Media y el Renacimiento: Después de este León, Juan Ánglico, nativo de Maguncia, ocupó el trono por dos años, siete meses, y cuatro días, y murió en Roma; y el papado estuvo en sus- pensión por un mes. Este papa, según se asevera, fue una mujer, y, conducida a Ate- nas con hábito masculino por un amante suyo durante su adolescencia, tanto sobre- salió en las diversas ciencias que no se encontraba nadie semejante a ella, hasta tal punto que después, enseñando el trivium en Roma, tuvo como discípulos y oyentes a grandes maestros. Y, gozando su conducta y su saber de alta estima en la ciudad, fue unánimemente elegida papa. Pero mientras ejercía como tal, quedó encinta de su amigo. Ignorando el momento del parto, al dirigirse desde San Pedro a Letrán, dio a luz, angustiada, entre el Coliseo y la iglesia de San Clemente; y después de muerta, según se dice, fue enterrada en el mismo lugar. Y, puesto que el papa evita

1 Todas las copias tempranas del Chronicon presentan unas cincuenta líneas por página, y asignan una sola a cada año de papado. La entrada de la papisa que, en teoría, no debería ocupar más de tres líne- as, abarca, en el texto latino, unas 150 palabras, distribuidas en casi todos los ejemplares en siete líneas completas. “Since Martin took such a pride in the organized nature of the Chronicon, it is highly unli- kely that he would have mangled it so badly at one point, and one point only, in order to insinuate Pope Joan into the chronology. The conclusion is inevitable; that the passage is an interpolation, almost cer- tainly not from the pen of Martin, and most probably inserted some time after his death” (Pardoe 1988: 22). Es más, buena parte de los manuscritos más tempranos no incluyen referencia alguna, ni larga ni corta, a la papisa.

Mil Seiscientos Dieciséis, Anuario 2006, vol. XII, 261-272 263 Mónica María Martínez de Sariego siempre la calle en cuestión, muchos creen que lo hace por repulsa a lo acontecido. Tampoco se la incluye en el catálogo de los santos pontífices, por el desdoro que suponía su condición femenina para esto2. Muy pronto algunos autores reconocieron la fuerza crítica de la leyenda, enton- ces crédulamente admitida como verdad histórica, y la utilizaron como un tópico pero poderosísimo argumento en las polémicas contra las irregularidades eclesiás- ticas. El panorama de aceptación casi generalizada de la misma no cambió hasta la publicación, en 1647, del Familier Eclaircissement de la Question, si une femme a esté assise au siege Papal de entre Leon IV & Benoist III, donde el historia- dor protestante David Blondel (1591-1655), que seguía la estela de Onofrio Panvi- nio y de Florimond de Raemond en su Erreur populaire de la Papesse Jane (1587), derrumbó los fundamentos sobre los que ésta se asentaba. Si exceptuamos el caso del escritor griego Emmanuel Royidis, que no fue más que “an ocasional lone voi- ce crying out in favour of Pope Joan” (Pardoe 1988: 74), y el de los historiadores feministas para quienes la negación de su existencia constituía un ejemplo más de las conspiraciones del sistema patriarcal3, durante los siglos XIX y XX la historia de la Papisa fue unánimemente considerada como mito por el público letrado.

1.3. La Papisa Juana de E. Royidis: un hito en el tratamiento literario del personaje

No es este el lugar ni el momento apropiado para realizar una enumeración de las obras que han abordado científicamente el estudio del personaje, de las que lo han utilizado como arma arrojadiza contra la Iglesia, o de las que han recreado lite- rariamente sus peripecias, especialmente abundantes en Alemania y, modernamen- te, en los países anglosajones4. Pero a la hora de acercarse a cualquier recreación literaria del personaje es imprescindible referirse a Emmanuel Royidis, que, con su novela, gran hito de la literatura griega moderna, inauguró una nueva etapa de la historia del mito, renovó durante el siglo la antigua polémica sobre la existencia de la Papisa Juana, y ejerció una influencia notable sobre los tratamientos literarios contemporáneos del personaje. La papisa Juana, publicada en 1866 y traducida

2 Traducimos a partir del texto latino según la edición de Ludwig Weiland en los Monumenta Ger- maniae Historica (1879: 428). 3 Dentro de esta línea entrarían los trabajos de Perrodo-Le Moyne (1972) y de Gould Davis (1973), rechazados por Rosemary y Darroll Pardoe (1988: 76-82) por aducir argumentos quizá diferentes en lo externo, pero coincidentes, en sus oscuras motivaciones, con los de los polemistas protestantes. 4 El fabuloso argumento de la papisa Juana ha tenido una larga trayectoria, exhaustivamente con- signada, aunque sin referencias al ámbito hispánico, por Rosemary y Darroll Pardoe (1988), cuya obra, descatalogada, sigue siendo, hoy por hoy, de consulta indispensable; por Elisabeth Gössmann (1994), cuyo trabajo, de casi mil páginas, incluye reproducciones facsimilares de importantes documentos; por Alain Boureau (1993), autor de una espléndida monografía; por Cesare d’Onofrio (1979), cuyo estudio incluye interesantes documentos gráficos; y, también, en forma de antología, por Klaus Völker (1977). De la obra de Gössmann existe una nueva edición que, desprovista de la documentación, incluye un apéndice sobre la novela de D. W. Cross (2000: 396-408), algo que parece natural, dado que este libro ocupó durante varios meses los primeros puestos de venta en Alemania y dio lugar a un auténtico furor “papisero” en el país germano.

264 Mil Seiscientos Dieciséis, Anuario 2006, vol. XII, 261-272 El disfraz de hombre como pasaporte al mundo de la cultura en Pope Joan (1996)… enseguida, con inusitado éxito, a las principales lenguas europeas, fue condenada por la Iglesia ortodoxa como blasfema y calumniadora, y le granjeó a Royidis la excomunión, pero también el respeto de la crítica extranjera, atenta a las andanzas de un autor que, siempre sensible a la sugerencia de que la papisa Juana había sido sólo una figura apócrifa, derrochó ironía y encanto al defender su obra5. Esta nove- la de Royidis, burlesca, pícara e irreverente, poco tiene que ver con La Papisa de Donna W. Cross, cuya versión, no exenta en ocasiones de crudeza, suaviza cuanto en la otra pudiera resultar fresco e impúdico. Aunque no es momento para confron- tar estas dos obras, cuya lectura paralela daría lugar a un interesante estudio, ha de apuntarse que el punto irónico apreciable en la heroína de Royidis, se disuelve en la figura de la autora norteamericana, cuya Juana es, por contraposición a aquella, un personaje íntegro que nunca desea la muerte a sus enemigos, que hace el bien siem- pre que puede, y que si cede a sus impulsos eróticos, lo hace movida por el amor que profesaba al noble que la acogió en su casa en su niñez y a quien, sorprenden- temente, reencuentra en la corte papal y convierte en superista; y no por la lujuria que condujo a la Juana griega a los brazos de un paje, hijo del anterior papa, que dormía en la habitación contigua a la cámara apostólica y a quien ella, nueva Sele- ne, ocultando la lámpara con sus manos, contemplaba por las noches horas enteras antes de poder dar cauce a su lujuria6. No nos hallamos, sin embargo, ante un per- sonaje plano, porque, si es cierto que la Juana de Cross resulta, en cierto sentido, compasiva y romántica, lo que bastaría en principio para desacreditarla ante un público poco dado al sentimentalismo y al melodrama, también lo es que, por lo general, su intelecto se sobrepone al instinto y a la emoción, y que su pasión por el saber sobrepasa cualquier otro tipo de impulso. Veíamos antes que, según la cróni- ca de Martinus Polonus, Juana adoptaba el hábito viril para huir con un amante a Atenas, donde su objetivo era formarse intelectualmente. La versión de Royidis, sin desdeñar el componente educativo, incide, ante todo, en que se trata de una argucia ideada por el monje, no por Juana, para poder disfrutar tranquilamente de los pla- ceres de Venus; el personaje de la de Cross lo hace, sin embargo, por una cuestión de supervivencia intelectual, porque sabe que el traje masculino constituye la única forma de ingresar en un monasterio o escuela catedralicia. Este aspecto del perso- naje, que genera toda una serie de tópicos narrativos, es uno de los que conecta más plausiblemente con Yentl7.

5 De hecho, insistió en que había inventado poco de la historia original, y, para probarlo, escribió un panfleto sobre su evidencia histórica que, en afortunada expresión de Lawrence Durrell, su traductor inglés, “soltó todas las acumuladas aguas de la retórica y la erudición con las que Royidis no había que- rido estropear la novela” (2003: 13). Todo porque nuestro autor, que estaba enamorado de Juana, no soportaba que se la tratara como a un mito. 6 Que ambas posibilidades encuentren refrendo en las crónicas se debe a las diferentes lecturas que se han hecho del vocablo latino familiaris, incluido en el fragmento del Chronicon Pontificum et Impe- ratorum previamente citado. Al emplear este término, Martinus Polonus quería dar a entender que se tra- taba del antiguo amante de Juana, aquel con quien había partido a Atenas durante su adolescencia; pero, a partir del siglo XV, hubo quienes interpretaron que se trataba de un miembro de la casa y, por tanto, de un chapelán papal o de un secretario, a veces ascendido al rango de cardenal (Pardoe 1988: 26). 7 La reivindicación intelectual de la mujer que lleva a cabo Cross a través de su papisa la ilustra bien el pasaje en que Juana, después de haber pasado ya un tiempo travestida en el monasterio de Fulda, pre- sencia la humillación que hacen sufrir las autoridades eclesiásticas a la esposa del vizconde de Waifar,

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2. LA PAPISA DE D. W. CROSS Y SU RELACIÓN CON YENTL

En este apartado estudiaremos las posibles relaciones que existen entre el film y la novela en cinco puntos concretos que, además, constituyen, con frecuencia, las bases sobre las que se asientan los relatos protagonizados por mujeres intelectuales en hábito masculino: su consideración como monstruos de la naturaleza y su con- secuente marginación, la demostración de su superioridad mental frente a contrin- cantes varones, la asunción de una apariencia y de un nombre masculinos, el éxito y renombre que alcanzan disfrazadas de varón, y, por último, el rechazo de una vida tranquila junto al hombre amado a cambio de una, no por dolorosa menos anhela- da, independencia.

2.1. El monstruo de la naturaleza. Marginación en la infancia y adolescencia

No se ponen de acuerdo los cronistas al determinar dónde nació Juana, a la que se han atribuido cunas tan dispares como Ingelheim, Maguncia o algún lugar de Inglaterra. Cross, como novelista, la ubica en Ingelheim, de donde también son ori- ginarios sus dos hermanos literarios: Mateo, un chico inteligente muerto en la infan- cia, y Juan, un muchacho torpe al que su padre quiere convertir en erudito pero que piensa tan sólo en vivir, y morir, como soldado. Es justamente en las palabras de Juan, celoso por la mayor atención que su madre le presta a Juana, donde leemos, entre líneas, la consideración que de ella se tenía en el pueblo:

Juana ni siquiera era buena como chica. No podía hilar ni coser la mitad de bien que las otras chicas de su edad. Y después estaba su interés por los libros, cosa que todo el mundo sabía que no era natural (Cross 2003: 84-85)8.

La descripción recuerda claramente a Yentl, incapaz de preparar unas buenas manzanas al horno, de elegir buenos alimentos en el mercado y, en suma, de regen-

una mujer culta que “puede leer y escribir en latín como un hombre” (2003: 198). En este episodio encontramos, además, una posible huella de la versión cinematográfica de Yentl, porque el cuestiona- miento al que dicha mujer somete las palabras del sacristán, en el que incluye la pregunta “¿Dónde está escrito? Nunca he leído esa ley”, recuerda, en mucho, al diálogo que mantienen el librero ambulante y Yentl en la plaza del pueblo nada más comenzar la película, cuando éste explica a la muchacha que exis- ten libros para hombres, comentarios de las Sagradas Escrituras, y libros para mujeres, historias de amor ilustradas. La réplica de Yentl al librero, “Where is it written?”, es, además de uno de los lemas constan- tes de la protagonista, el título de una de las piezas del musical, con partitura de M. Legrand y letra de A. y M. Bergman (1983: 11-19). 8 Como el aspecto que estudiamos atañe más al fondo que a la forma, hemos optado por incluir en el cuerpo del texto la traducción española y por relegar a las notas, ya que no el texto original –algo que habría supuesto un excesivo alargamiento de las mismas– las referencias precisas de cada pasaje. En este caso, cfr. Cross (1997: 71). Compárese con el siguiente pasaje de Yentl: “Yentl knew she wasn’t cut out for a woman’s life. She couldn’t knit. She let the food burn and the milk boil over; her Sabbath pudding never turned out right, and her hallah dough didn’t rise. Yentl much preferred men’s activities to women’s” (Singer 1983: 7).

266 Mil Seiscientos Dieciséis, Anuario 2006, vol. XII, 261-272 El disfraz de hombre como pasaporte al mundo de la cultura en Pope Joan (1996)… tar una casa; pero gran experta, gracias a su padre el rabino, en el Talmud, lo que daba pie a todo tipo de habladurías en el pueblo. La situación de Juana en Dorstadt, la ciudad a la que se desplaza con su hermano para asistir, como alumna excepcio- nal, a una escuela de chicos, es igualmente problemática:

Las chicas de la ciudad también mantenían sus distancias. Miraban a Juana con prevención y la excluían de sus juegos y charlas. Era un monstruo de la naturale- za: inteligencia de hombre, cuerpo de mujer, no se acomodaba a ninguna compa- ñía; era como si perteneciera a un tercer sexo, amorfo (Cross 2003: 118)9.

Estas palabras, que preludian su posterior necesidad de travestirse, conectan, de forma bastante verosímil con Yentl, ya que en ninguna de las crónicas sobre la papi- sa se menciona nada al respecto y la versión de Royidis no se adentra en tales suti- lezas psicológicas, en parte porque la peripecia novelesca ideada por él para la infancia y temprana adolescencia de Juana no se desarrolla en un ambiente que pro- picie situaciones de este tipo.

2.2. Demostración de superioridad intelectual frente a un estudiante varón

La demostración de cierta superioridad intelectual frente a un estudiante varón, ingrediente de toda reivindicación intelectual feminista que se precie, se canaliza, tanto en la versión cinematográfica de Yentl como en la novela de Cross, mediante la respues- ta inoportuna de la joven a una cuestión propuesta por el maestro a un muchacho que se muestra incapaz de sostener el ritmo vertiginoso del cuestionario que se le plantea:

RABINO MENDEL. Bien, ¿y quién es sabio? ALUMNO. Aquel que sabe… RABINO MENDEL. Inténtalo otra vez. ¿Quién es sabio? YENTL. Aquel que aprende de los demás. RABINO MENDEL. ¿Y quién es rico? ALUMNO. Ah, eso sí lo sé. [Aquel que tiene un gran corazón.] YENTL. [Aquel que se conforma con lo que tiene.] RABINO MENDEL. Yentl, ¿está ya la cena preparada? Sí, aquel que tiene un gran cora- zón y aquel que se conforma con lo que tiene. ALUMNO. Rabino Mendel, ¿cómo puede tener una pregunta dos respuestas? RABINO MENDEL. Ah, David. A veces hay muchas respuestas para contestar a la mis- ma pregunta. Y ahora la última, ¿quién es fuerte? ALUMNO. (se distrae mirando algo) Eh… RABINO MENDEL. No, no… ¿quién es fuerte? YENTL. Aquel que domina sus pasiones. RABINO MENDEL. Concéntrate, David. YENTL. Aquel que domina sus pasiones.

9 Cfr. Cross (1997: 103). Nótense de nuevo las concomitancias con el relato de I. B. Singer: “Yentl was unlike any of the girls in Yanev – tall, thin, bony, with small breasts and narrow hips… No, she had not been created for the noodle board and the pudding dish, for chattering with silly women and pushing for a place at the butcher’s block” (Singer 1983: 8) y “All Anshel’s explanations seemed to point to one thing: she had the soul of a man and the body of a woman” (Singer 1983: 49).

Mil Seiscientos Dieciséis, Anuario 2006, vol. XII, 261-272 267 Mónica María Martínez de Sariego

RABINO MENDEL. Inténtalo, David. ALUMNO. Lo estoy intentando. Aquel que… YENTL. ¡Aquel que domina sus pasiones! ALUMNO. (sorprendido) ¿Yentl conoce el Talmud? RABINO MENDEL. Creo que ya es suficiente por hoy. ALUMNO. Mi padre dice que una mujer que estudia el Talmud es como un demonio. RABINO MENDEL. Ella no es un demonio, pero tiene las orejas muy largas; de modo que no hables de esto con tu padre.

Las semejanzas con el siguiente pasaje, en efecto, pudieran no ser casuales:

Complacido con este pequeño triunfo, el canónigo pasó a partes más difíciles del catecismo. Juana lo lamentó y podía ver que Juan estaba cerca del pánico. – ¿Qué es la vida? – La alegría de los bienaventurados, la pena de los tristes, y… y… – La voz se le quebró. Esculapio cambió de posición en la silla. Juana cerró los ojos, concentrándose en las palabras, haciendo fuerza para que Juan las pronunciara. – ¿Si? – preguntó el canónigo –. ¿Y qué? La cara de Juan se iluminó de inspiración. – ¡Y la busca de la muerte! El canónigo asintió secamente. – ¿Y qué es la muerte? Juan miró a su padre como un ciervo atrapado que ve acercarse al cazador. – ¿Qué es la muerte? – repitió el canónigo. No valía la pena. La vacilación en la pregunta anterior y el enfado creciente del padre habían aniquilado todo aplomo en Juan. Ya no podía recordar nada. Su ros- tro se derrumbó; Juana supo que se pondría a llorar. […] Ella no pudo soportarlo más. […] Antes de que supiera lo que estaba haciendo, exclamó: – Un hecho inevitable, una peregrinación incierta, las lágrimas de los vivos, el ladrón de los hombres. Sus palabras cayeron como un rayo entre los otros. Los tres la miraron y en su ros- tro había un espectro de emociones distintas. En el de Juan había tristeza, en el de su padre cólera, en el de Esculapio asombro (Cross 2003: 47-48)10.

Aunque ninguna de las versiones cronísticas presenta algo parecido, debe decir- se, en honor a la verdad, que La Papisa Juana de Royidis recoge un diálogo muy semejante, en el que encontramos, incluso, un eco textual concreto, la pregunta refe- rida a la vida y la muerte11. El contexto en que éste se desarrolla es, sin embargo, muy diferente, porque, al contrario que el de la obra de Cross y que el guión de Yentl, el pasaje no representa el examen que un maestro realiza a su discípulo y en

10 Cfr. Cross (1997: 34). 11 “– Dime, hija, –preguntaba–. ¿Qué es la lengua? –El látigo del aire. –¿Qué es el aire? –El elemen- to de la vida. –¿Qué es la vida? –Para los dichosos un placer, para el pobre una tortura, para todos la esperanza de la muerte. –¿Qué es la muerte? –Un destierro a riberas desconocidas. –¿Qué son las ribe- ras? –Los límites del mar. –¿Qué es el mar? –La morada de los peces. –¿Qué son los peces? –Placeres de la mesa. –¿Qué es un placer de la mesa? –El logro de un gran cocinero (Royidis 2003: 39). El pasa- je correspondiente de la traducción inglesa, a partir de la cual se elaboró la española, puede verse en Durrell (1984: 24-25).

268 Mil Seiscientos Dieciséis, Anuario 2006, vol. XII, 261-272 El disfraz de hombre como pasaporte al mundo de la cultura en Pope Joan (1996)… el que, inesperadamente, interviene una chica, que demuestra su mayor agilidad mental; sino que se limita a recoger el repertorio de preguntas que el padre de Jua- na le formula en los palacios de los nobles, exhibiéndola como mono amaestrado para ganar algún dinero. Cross, al tomar las palabras de uno y, plausiblemente, la situación del otro, ha creado un producto enteramente propio.

2.3. La asunción de una apariencia y de un nombre masculinos

La asunción de una apariencia y de un nombre masculinos es otro punto en que novela y película pueden considerarse paralelos. Lugar común es, ciertamente, la necesidad que tienen las heroínas de cortarse el cabello cuando deciden hacerse pasar por hombres. La escena sobrecogedora en que Yentl, de luto por la muerte de su padre, se mira a un espejo roto y comienza a cortarse el pelo, se corresponde con el pasaje en que Juana, recién muerto su hermano Juan a manos de los vikingos, usurpa su identidad, sus ropas y su nombre, y corta sus rizos con un cuchillo:

Fue al altar. Se soltó la capa y puso la cabellera sobre él. Los rizos se desplegaban sobre la pulida superficie de piedra, casi blancos en la última luz. Levantó el cuchi- llo. Lenta y deliberadamente empezó a cortar (Cross 2003: 173)12.

Lo que pudiera no ser casual es que el nombre masculino que deciden portar las dos heroínas sea, justamente, el de un hermano muerto, porque si Juana, como hemos visto, toma el de Juan, la Yentl cinematográfica asume el de Anshel, su úni- co hermano, que murió de forma prematura. El hecho es significativo no sólo por- que las crónicas no revelen dato alguno sobre los posibles hermanos de la papisa; sino, porque, en caso de que existiera una relación efectiva entre la historia de Yentl y la de Juana, sería claro indicio de que Cross se inspiró en la versión cinematográ- fica y no en el relato de Singer, en el que Anshel no era el nombre del hermano muerto de Yentl, sino de un tío suyo13.

2.4. El éxito y renombre que alcanza la mujer disfrazada de varón

Debido a su carácter genérico, creemos que el éxito y el renombre que adquiere la mujer disfrazada de varón no constituyen aspectos en los que deba postularse una relación intertextual. Aunque Yentl, caracterizada como Anshel, se convierta, por su capacidad argumentativa y su erudición, en el primero de su escuela, del mismo

12 Cfr. Cross (1997: 157). 13 “She stopped at an inn along the way, and gave her name there as Anshel, after an uncle who had died” (Singer 1983: 10). Nos hallaríamos, pues, ante uno de los múltiples casos en que la versión cinema- tográfica ha ejercido mayor influjo sobre las recreaciones del tema que el propio texto literario. Apuntar las semejanzas que presenta el relato de Singer con la leyenda de la papisa, como hace Boureau (1993: 317-318), no deja de ser interesante, pues en él, no en vano, “au-delà de la lettre de l’anecdote, se dessi- ne puissamment l’esprit de Jeanne” (1993: 317). Con todo, creemos que abordar las reescrituras más recientes de la fábula implica necesariamente llevar a cabo el estudio de la versión cinematográfica.

Mil Seiscientos Dieciséis, Anuario 2006, vol. XII, 261-272 269 Mónica María Martínez de Sariego modo en que Juana llega a ser la más reputada autoridad de Roma, no es necesario, en principio, establecer vínculos efectivos, pues este dato aparecía ya recogido en las crónicas sobre la papisa. Pasajes como el siguiente pueden explicarse, en efecto, como fruto de la adaptación de los viejos textos, aunque nos queda la duda acerca de si tiene un correlato cinematográfico la misteriosa sonrisa de Juana, semejante a la que esboza Yentl, cuando en la escuela, rodeada de un centenar de hombres, es la úni- ca capaz de dar la respuesta adecuada a la pregunta que plantea el rabino:

La profundidad y la amplitud de su educación no tardaron en darle reputación de erudito brillante. Acudían teólogos de toda Roma a mantener con ella diálogos sobre el saber; siempre se marchaban asombrados de la magnitud de su conoci- miento y su rápido ingenio en las discusiones. Cuanto más se habrían asombrado, pensaba Juana con una sonrisa secreta, si hubieran sabido que quien los había derrotado era una mujer (Cross 2003: 262)14.

2.5. El rechazo de una vida junto al hombre amado a cambio de independencia

El hecho de que Juana rechace una vida junto a Geroldo, a quien ama desde niña, por no perder el prestigio y la independencia adquiridas a lo largo de los años en que ha vivido disfrazada de varón, conecta más verosímilmente con la historia de Yentl, que declina la oferta de matrimonio de Avigdor porque no quiere pasar el resto de su vida remendando sus calcetines. De hecho, cuando Geroldo propone a Juana que abandone su hábito masculino y sea su esposa, ésta, airada, aunque tan cautivada por él como Yentl por Avigdor, le responde:

¿Qué esperabas? […] ¿Que me escapara contigo en cuanto me lo mandaras? –Dejó que la ira subiera en su interior como una ola para que acallara sus demás emocio- nes, más peligrosas–. Aquí tengo una vida, y una buena vida. Tengo independencia y respeto, y oportunidades que nunca tuve como mujer. ¿Por qué iba a abandonar- lo todo? ¿Para pasar el resto de mis días confinada en una casa, cocinando y bor- dando? (Cross 2003: 323)15.

Decimos que puede existir relación, además de por el motivo del coser o del bordar y la manera efectiva de formularlo, porque, en la mayor parte de los relatos de travestismo, vestir las ropas del sexo opuesto se concibe como una argucia tran- sitoria. La Mulán del poema chino o la doncella guerrera de nuestros romances, por ejemplo, cuando han sufrido ya lo suficiente en el campo de batalla, abandonan las armas, toman la rueca y se ponen a hilar, o contraen matrimonio. Por otra parte, las crónicas y la novela de Royidis no aportan nada en este sentido: las primeras por su carácter escueto, y la segunda porque, al suponer que el amor de la infancia y el de la edad adulta corresponden a hombres diferentes y que el último es, de hecho, más lujuria que amor, no da pie a que el enamorado formule propuestas de este tipo.

14 Cfr. Cross (1997: 245). 15 Cfr. Cross (1997: 303).

270 Mil Seiscientos Dieciséis, Anuario 2006, vol. XII, 261-272 El disfraz de hombre como pasaporte al mundo de la cultura en Pope Joan (1996)…

3. CONCLUSIONES

Al examen de estos cinco puntos debe añadirse, para concluir, una interesante declaración de Cross, que, en una nota final a su libro, explica lo que por otra par- te resulta evidente, que se ha servido de su imaginación para desarrollar, ante todo, las partes de la historia sobre las que no existía documentación:

Dada la oscuridad y confusión de la época, es imposible determinar con certeza si Juana existió o no. Es posible que nunca llegue a saberse la verdad de lo que ocu- rrió en el año 855. Por eso he preferido escribir una novela a un estudio histórico. Aunque basada en los hechos de la vida de Juana tal como se han conservado, el libro es de todos modos una obra de ficción. Poco se sabe sobre la primera parte de la vida de Juana, salvo que nació en Ingelheim, de padre inglés, y que fue mon- je en el monasterio de Fulda. Necesariamente tuve que completar las piezas que faltaban de su historia (Cross 2003, 442)16.

Estas piezas corresponden, sobre todo a su infancia y adolescencia, y, en gene- ral, a su vida antes de ascender al papado. Que Cross ha seguido el dictado de su imaginación o que, en todo caso, ha bebido de fuentes muy distintas a las de Royi- dis a la hora de recrear las etapas iniciales de la vida de nuestro personaje, parece cosa evidente. Otro asunto es que la perspectiva que adopta frente al mito de la papi- sa se haya visto mediatizada por la versión cinematográfica de Yentl. ¿Responde el tratamiento que realiza Cross del travestismo femenino a una adaptación conscien- te de esta película? No podemos saberlo con seguridad. De lo que no cabe duda es de que, más allá de los lugares comunes que presentan las fábulas que versan sobre una mujer disfrazada de varón, hay aspectos cuyo semejante tratamiento lleva, cuando menos, a cuestionarse que efectivamente esto haya sucedido17.

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16 Cfr. Cross (1997: 18). 17 A principios de los setenta se rodó una película sobre el tema de la papisa de la que presumible- mente se han tomado muchos elementos: Pope Joan (1972), exhibida en pantallas americanas con el títu- lo The Devil’s Imposter y hoy descatalogada en Europa. Un trabajo futuro tendría necesariamente que tenerla en cuenta, pues que se trate, como Yentl (1983), de un film eminentemente comercial no anula su valor como posible fuente de inspiración y no determina, en ningún caso, su exclusión de una discusión seria sobre la recepción del mito de la papisa, sobre todo si consideramos la ampliación vertical del canon propiciada por el auge de los Estudios Culturales.

Mil Seiscientos Dieciséis, Anuario 2006, vol. XII, 261-272 271 Mónica María Martínez de Sariego

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