Gerard Damiano: El Pornógrafo Indie
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Paco Gisbert Gerard Damiano: El pornógrafo indie Paco Gisbert Gerard Damiano: El pornógrafo indie © Editorial Cocó (Eduardo Almiñana Peñalver) c/ Crevillente 10-13 46020 Valencia (Valencia) http://www.editorialcoco.com [email protected] Diseño & Maquetación: DSGN Comunicación www.dsgn.es - [email protected] I.S.B.N.: 978-84-936781-1-1 Depósito Legal: Printed by Publidisa Impreso en España Reservado todos los derechos. Ni la totalidad ni parte de este libro puede reproducirse o transmitirse por ningun procedimiento electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación magnética o cualquier almacenamiento o sistema de recuperación, sin permiso previo y por escrito de los titulares del Copyright. Agradecimientos: Manuel Valencia, José Miguel Villarroya y Manuela García. El pornógrafo indie Ocurrió en el Festival de Cannes de 1993. Gerard Damiano tenía 64 años y paseaba por La Croissette mezclado entre las estrellas de cine y las starlettes que aspiran a conseguir un papel que les abra un futu- ro profesional, como un visitante más. No era una persona conocida para aquel público. Al fin y al cabo, en sus más de 30 años de carrera profesional, sólo había realizado películas porno. Damiano vio a un periodista francés al que conocía y se paró a saludarlo. Lo acompa- ñaba un hombre que resultaba familiar a los ojos de Damiano. El periodista le dijo al viejo Gerry que aquel hombre era un fanático de sus películas y le había comentado que le encantaría conocer en persona al director de filmes comoGarganta profunda o El diablo en la señorita Jones. Gerard Damiano: el pornógrafo indie Damiano saludó al hombre pero no podía recordar de qué le so- naba su cara. En su inglés con acento italiano le dijo que lo sentía, pero que no sabía quién era. “Me llamo Sergio Leone”, le replicó el hombre al que Damiano acababa de conocer. Damiano se quedó estupefacto y pidió perdón a Leone. Había visto sus películas y había aprendido mucho de cine contemplando una y otra vez la famosa Trilogía del dólar en la que Leone reescribió la historia del western norteamericano desde las áridas tierras del desierto de Tabernas, en Almería. No fue esa la primera sorpresa que tuvo Damiano respecto a su trabajo. Años antes había conocido a John Cassavetes, otro de sus modelos como autor cinematográfico y “el realizador que quizá más ha apreciado mis películas”, según confesaría Damiano años des- pués. Otro Damiano, el director italiano Damiano Damiani, tam- bién tuvo la ocasión de rendir pleitesía a uno de los directores norte- americanos que más respeto le infundían. Estas felicitaciones y reconocimientos no son algo casual. No for- man parte de la admiración por alguien que, durante toda su vida, se dedicó a hacer películas en las que la gente practicaba el sexo delante de una cámara. Gerard Damiano fue mucho más de lo que ahora entendemos como director de cine X, una profesión devaluada que puede ejercer cualquiera con una cámara de vídeo y unas cuantas chicas para filmar. Fue el autor por excelencia del porno americano, el único director de culto que ha tenido la industria de entreteni- miento para adultos en el mundo en sus 40 años de existencia. Lo fue porque el propósito inicial de Gerard Damiano era hacer cine. Convertirse en director de películas en los tiempos en los que el cine americano comenzaba a reconocer el arte de sus creadores, cuando las productoras dieron la voz a los directores y los filmes tuvieron autor personal. En esos tiempos de revolución silenciosa y agitación social, la mejor manera de ser un director independiente era haciendo películas con sexo. Damiano empezó así, como chico para todo en producciones de serie Z que incluían sexo y violencia El pornógrafo indie de forma gratuita. Y, un día de 1969, tuvo la oportunidad de poner- se detrás de una cámara y dirigir su primera película. Desde entonces hasta su retirada, en 1992, Gerard Damiano realizó 49 películas, más de la mitad de ellas en formato de vídeo, que se había impuesto como soporte de filmación de las cintas pornográficas a mediados de la década de los ochenta. El cine de Damiano es diferente a cualquier otro producto X. Tiene una sensibilidad que añoran los nostálgicos del porno clásico y que difícilmente de puede ver en las producciones de su tiempo y del que no ha llegado ningún vestigio hasta nuestros días. Habla sobre la mujer, sobre la necesidad del sexo en la vida, las obsesiones y los complejos de culpa, el remordimiento y el subconsciente. Es un cine complejo, cuyas imágenes transmiten mucho más de lo que aparentemente parecen decir, lleno de símbolos en un género en el que las cosas son como son y no parecen denotar nada diferente. Y, al mismo tiempo, las películas de Damiano derrochan sentido del humor. Una gracia especial que las hace transitar por esa delgada línea que hay entre el rictus de dolor y la risa. Desde sus comedias más desmadradas, como la celebrada Garganta profunda que lo lan- zaría al estrellato, hasta sus filmes más sesudos, en todas las películas de Damiano hay un halo de ironía que sólo los buenos aficionados al cine pueden apreciar. Si algo caracteriza a Gerard Damiano a lo largo de su brillante carrera es la independencia con la que trabajó en todos sus proyec- tos. El director nacido en el neoyorquino barrio del Bronx fue un hombre muy celoso de la libertad creativa que le otorgaba su rango de cineasta y, como tal, se erigió en el principal estandarte de un cine porno digno que estuviera al alcance de todos los espectadores mayores de edad. Luchó contra los mecanismos de la industria que pretendían imponer modelos de producción, argumentos o escenas a sus películas, y siempre salió bien parado de esa lucha. Su muerte, el otoño pasado, significó la desaparición de un pio- nero. El hombre que inventó el porno, tal y como fue conocido Gerard Damiano: el pornógrafo indie durante sus primeros años en la legalidad, y que dio al cine X el prestigio y la categoría que reclamaba. Su legado, notable y desco- nocido para la mayoría de los cinéfilos, se resume en un puñado de obras maestras que demuestran que, aunque contenga sexo explícito, el porno puede ser un arte, una forma de comunicar tan respetable como otros géneros cinematográficos. Y en un montón de películas, de mayor o menor calidad, en las que siempre subyace el tono indie y la obsesión de este neoyorquino cachondo e inconformista por hacer del sexo una filosofía de vida. El pornógrafo indie 16 Camino de la gloria El 11 de enero de 1972, dos hombres partieron de Nueva York en dirección a Florida. Iban en un Cadillac azul y blanco, un coche os- tentoso que llamaba la atención allí por donde pasaba. Lo conducía un tipo que todavía no había cumplido los 25 años y que se llamaba Herbert Streicher. Un tipo con un cómico mostacho y cara de ser amable. A su lado, en el asiento del copiloto, estaba Gerardo Rocco Damiano, 43 años, casado y padre de dos hijos. Juntos se disponían a iniciar una aventura que les iba a cambiar la vida. Gerard Damiano: el pornógrafo indie Todo había comenzado muchos años antes. Cuando Gerardo, co- nocido como Gerard desde que decidió que su nombre real era de- masiado italiano como para poder triunfar en la vida, pensó que en el cine estaba su futuro. Nacido en el barrio neoyorquino del Bronx el 4 de agosto de 1928, en el seno de una familia italiana, Gerardo se quedó huérfano de padre, un napolitano que había emigrado a Nueva York con su familia a finales del siglo XIX, a la edad de seis años y, cuando cumplió los 17 se enroló en la marina, en la que pasó cuatro años de su vida. Al volver de su aventura militar, trabajó en diferentes oficios, desde limpiabotas hasta empleado de una cadena de comida rápida. Tras estudiar tecnología de rayos-X en el G.I. Bill, una escuela para veteranos de guerra, fue técnico de radiología en el Jamaica Hospital de Queen’s. Unos años después, abrió un salón de belleza en ese mismo barrio, en compañía de un amigo, donde trabajó con su segunda esposa. Poco a poco, el negocio comenzó a ir bien y fue ampliándose. En unos años, Damiano y su mujer poseían tres salones de belleza y una tienda de productos capilares, por lo que contrataron a un contable para que les llevara los temas económicos. El contable de la empresa de Gerard era pluriempleado y, además de llevar las cuentas de las peluquerías y de otros locales similares, se dedicaba a rodar películas independientes de bajo presupuesto. En las conversaciones que ambos mantuvieron surgió la idea de que Damiano colaborara con él, así que Gerard, que no hacía nada sin haber aprendido con anterioridad a controlarlo, se matriculó en una escuela de cine. A los pocos meses, estaba haciendo películas de bajo presupuesto. A mediados de la década de los sesenta del siglo pasado, el sis- tema de producción en el cine americano estaba a punto de cam- biar de manera radical. Pero el control de todo lo que se filmaba en Hollywood seguía estando en manos de las grandes productoras. Todavía no había llegado el momento de los cineastas de autor, los Spielberg, Coppola, Scorsese, Ashby o Altman que mutarían para siempre el modo en el que se hacían las películas para darle una Camino de la gloria importancia al director que, hasta entonces, no había tenido. Todo eso sucedía en California, en el otro extremo del país.