(1990-2005) Eduardo Rodríguez Merchán Gema Fernández-Hoya
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La definitiva renovación generacional (1990-2005) Eduardo Rodríguez Merchán Gema Fernández-Hoya Coincidiendo con la apertura de los años noventa nuestra cinematografía comienza a sentir cambios esenciales, que dan lugar a un período más enriquecedor y fructífero. Este proceso de transformación se debe primordialmente a la rápida renovación generacional vivida en los últimos años. En el siguiente capítulo abordamos los motivos que desencadenan este relevo artístico, las primeras consecuencias del mismo y los senderos hacia los cuales caminamos en este momento. Trazando, de este modo, un paisaje general del cine español más cercano, tanto desde el punto de vista econó- mico como creativo. La década de los noventa es el punto de partida de la renovación gene- racional del cine español en la que hoy día continuamos inmersos. Esta transformación se hace notar substancialmente en el campo de la dirección y se percibe con mayor claridad a partir del segundo quin- quenio. La tradición minifundista de la industria cinematográfica española, donde el director del film es considerado el auténtico motor del proyecto, sigue manteniéndose durante estos años, pero los cam- bios que acompañan este período son radicales. Las carteleras españo- las, copadas hasta 1990 por directores establecidos, comienzan a ceder sus espacios en beneficio de jóvenes realizadores que van adquiriendo protagonismo y relevancia cuanto más nos acercamos al momento actual. En el panorama general de los últimos tres lustros se aglutinan cineastas de varias generaciones con influencias, intereses y discursos muy variados. El paisaje actual se construye, por tanto, incluyendo un gran número de producciones donde conviven realizadores nóveles con trabajos de directores más veteranos. Entre los recién llegados a la industria encontramos, entre otros, a Pablo Berger, Ángeles González, Sinde, Pablo Malo, Achero Mañas o Alberto Rodríguez. Algunos componentes del gremio, debutantes apenas diez años atrás y que hoy conforman una base sólida en nuestro cine, son Alejandro Amenábar, 24 Eduardo Rodríguez Merchán y Gema Fernández-Hoya Mariano Barroso, Icíar Bollaín, Isabel Coixet, Alex de la Iglesia, Fernando León de Aranoa o Julio Medem. Otros autores que comen- zaron sus carreras durante la década de los ochenta, coincidiendo con el último tramo de la reforma política, lograron pese a las múltiples dificultades dar continuidad y coherencia a sus aportaciones persona- les: tal es el caso de Pedro Almodóvar, Monxto Armendáriz, José Luis Cuerda, Bigas Luna, Ventura Pons o Imanol Uribe. Del mismo modo los años sesenta y setenta aportan a nuestro cine más inmediato nom- bres fundamentales como Vicente Aranda, Mario Camus, Ricardo Franco, José Luis Garci, Pilar Miró, Carlos Saura o Gonzalo Suárez. Además permanecen en activo –y concluyen sus carreras en este período– tres de los grandes pilares del regeneracionismo crítico de los años cincuenta: Juan Antonio Bardem, Luis G. Berlanga y Fernan- do Fernán Gómez. Varios son los factores que influyen en el acelerado relevo profe- sional que conquista nuestro cine, pero uno de los impulsos funda- mentales viene dado desde el ámbito gubernamental. Así, en una industria cinematográfica como la española –al igual que en la euro- pea–, los decretos que regulan su apoyo o protección llegan a ser determinantes en el resultado final de la producción. Nuestra época es heredera, en gran medida, de la reforma legislativa establecida por Pilar Miró, encargada de la Dirección General de Cinematografía, desde diciembre de 1982 hasta octubre de 1987. La llamada Ley Miró (3304/1983)1 promueve la protección pública de producciones nacio- nales elevando los presupuestos de ayuda estatal. Uno de los criterios prioritarios del decreto, definitivo en la renovación de nuestro cine, es el apoyo económico a los trabajos de directores nóveles. Dicha premi- sa se mantiene a través de sucesivas legislaturas, exceptuando los años donde permanece vigente el decreto promulgado por Jorge Semprúm (1989-1994), en los que desaparece el apoyo explícito a los nuevos realizadores. Entre 1990 y 1994, el cine español sufre una gran crisis en todos los sentidos: baja producción, escasa recaudación de taquilla, espectadores que rechazan ‘su’ cine, etc. El criterio popular responsa- biliza de la crisis vivida por la industria cinematográfica nacional a las diversas reformas parlamentarias instauradas en estos años, ya que paradójicamente, muchas de las películas subvencionadas no llegan al gran público. Es obvio que esta opinión negativa de los espectadores trae como consecuencia un descenso en la recaudación de los largo- metrajes españoles, frente al aumento de las producciones americanas. .