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Open Access Theses & Dissertations

2019-01-01

Espero que me quieras mañana

Juan Pablo Plata University of Texas at El Paso

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Recommended Citation Plata, Juan Pablo, "Espero que me quieras mañana" (2019). Open Access Theses & Dissertations. 3022. https://scholarworks.utep.edu/open_etd/3022

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JUAN PABLO PLATA FIGUEROA

Master’s Program in Creative Writing

APPROVED:

Andrea Cote Botero, Ph.D., Chair.

Paula Cucurella, Ph.D.

Ruben Varona, Ph.D.

Stephen L. Crites, Jr., Ph.D. Dean of the Graduate School Copyright ©

by Juan Pablo Plata Figueroa 2020 By Mott on illustrations. To my mother Martha Figueroa Urriago and all journalists and writers on Planet Earth.

A special dedication goes to my friends Rubén Varona and Susan Achury and their daughter

Amalia. ESPERO QUE ME QUIERAS MAÑANA

by

JUAN PABLO PLATA FIGUEROA

THESIS

Presented to the Faculty of the Graduate School of The University of Texas at El Paso in Partial Fulfillment of the Requirements for the Degree of

MASTER OF FINE ARTS

Department of Creative Writing THE UNIVERSITY OF TEXAS AT EL PASO December 2019 Acknowledgements

I want to express my gratitude to UTEP professors: Daniel Cachon, Jose de Pierola, An- drea Cote Botero, Paula Cucurella and Benjamin Alire Saenz. Thank you to UTEP and all the

Creative Writing Department!

v Abstract

Fictional book written as the thesis for MFA in Creative writing. All texts are short stories written in Spanish thad deal with love as the main topic. Two essays deal with the existence and non-existence of love.

Keywords: love, short, story, essay, creative, writing, juan, pablo, plata.

vi Table of Contents

Dedication ...... iii

Acknowledgements ...... v

Abstract ...... vi

Table of Contents ...... vii

List of Illustrations ...... ix

Espero Que Me Quieras MañanA ...... 1

Prefacio ...... 1

Arte poética ...... 1

Espero que me quieras mañana ...... 19

Sobre la existencia del amor ...... 19

Cuentos ...... 37

Jonar ...... 37

Desamor en segunda persona ...... 41

El chat del final de los tiempos ...... 45

Espero que me quieras mañana ...... 60

El amor (a la literatura) ...... 70

Porfirio puteando ...... 83

Círculo menor (Dupont Circle) ...... 91

Dupont Circle ...... 94

Dos cartas de mentiras ...... 99

No era Colombia. Era el amor y todo también ...... 103

vii Las cartas de verdad ...... 109

Paradero ...... 111

Asuntos pesados del rock colombiano ...... 114

El amor no existe ...... 117

References ...... 119

Vita ...... 123

viii List of Illustrations

All illustrations were made for Mott. Mateo Villarreal Correa. Exclusively for this thesis and creative writing work of Juan Pablo Plata Figueroa: Espero que me quiera mañana.

Illustration 1.1: Love will tear us apart. Mott………………………………………………………………………….17

Illustration 2.1: Young Love. Mott.……………………………………………………………………………………………27

Illustration 3.1: Sad an orange love. Mott.………………………………………………………………………………49

Illustration 4.1: Love not dead. Mott.………………………………………………………………………………………72

Illustration 5.1: Cupid target. Mott.………………………………………………………………………………………..82

Illustration 6.1: Universal love. Mott.………………………………………………………………………………………95

Illustration 7.1: Death as Cupid. Mott……………………………………………………………………………………103

Illustration 8.1: Hug. Mott.…………………………………………………………………………………………………….111

Illustration 9.1: Toxic love. Mott……………………………………………………………………………………………121

i x Mi esfuerzo vano, estéril mi pasión. Porfirio Barba Jacob. Seudónimo del poeta colombiano Miguel Ángel Osorio Benitez.

No te fatigues en pensar: ama. Emilia Pardo Bazán.

Liebe ist für alle da. El amor es para todos. Rammstein. Nombre y estribillo del disco de 2009 de la banda de rock alemana.

Creo que las relacione son trabajo, pero el amor es un regalo. Anne Hathaway.

Prefacio

Este prefacio va dividido en dos partes: Arte poética y Sobre los cuentos y las crónicas de Espero que me quieras mañana.

Arte poética

``Hay que ir hacia una literatura acorde con el espíritu del tiempo, una literatura mixta, mestiza, donde los límites se confundan y la realidad pueda bailar en la frontera con lo ficticio, y el ritmo borre esa frontera. De un tiempo a esta parte, yo quiero ser extranjero siempre. De un tiempo a esta parte, creo que cada vez más la literatura trasciende las fronteras nacionales para hacer revelaciones profundas sobre la universalidad de la naturaleza humana.´´ Enrique Vila-

Matas (161-172) en el discurso de recepción del XII Premio Internacional de Novela Rómulo

Gallegos obtenido en el año 2011 por su novela El Viaje vertical.

En varios fragmentos del discurso completo Vila-Matas dejó claro que no es nada nove- doso esto de la literatura mestiza, ni el juego entre la realidad y lo ficticio. Cuando dice que ir hay hacia cierto tipo de literatura lo hace para oponerse a cierta literatura hispanoamericana y, sobre todo, española, con tintes nacionalistas y con dejos del peor realismo, costumbrismo y has-

1 ta racismo en el consumo de un objeto cultural como lo es el libro. Este autor ha abogado por la mezcla de la literatura con otras artes y por una concepción de la literatura como una literatura mundial o universal, lo que la crítica académica y periodística especializada ha dado por llamar

World literature.

Comienzo por decir- en esta parte de Ars poética para de este prefacio de tesis y libro de cuentos Espero que me quieras mañana y para mi creaciones narrativas del pasado y futuras- en concordancia con la cita anterior de Vila-Matas que la escritura literaria en nuestro tiempo es híbrida por excelencia; es una gran mezcla de géneros, de recursos de otras artes y contenidos de otras disciplinas del saber. Lo que muchos han llamado como lo multidisciplinario y multigéneri- co, pero a esto hay que sumarle ahora algo inédito, esto es, el uso de otros recursos artísticos ex- traliterarios gracias a los avances tecnológicos que lo permiten en nuestra época. Muchos orto- doxos dirán que la literatura es solo texto y que lo mestizo ya existía en la literatura, en la novela, por ejemplo, pero también habrá algunos que acepten los cambios formales en lo que se ha dado por llamar como literatura electrónica que no solo es hipertextual, sino multisensorial e hiperme- diática. También entre lo que se ha llamado World literature, esto es, literatura universal, en con- traposición a la postura de leer y entender a las obras como productos u objetos culturales pro- pios de una nación y su fundación, por ejemplo.

Sin atreverme a decir que haya habido una continuidad o evolución en la creación liter- aria, en contenido o en forma en occidente, puedo al menos declarar la existencia de unos cuan- tos cambios dados desde hace unas cuatro décadas hacia ahora 2019. La relación del quehacer literario con otras áreas del conocimiento y en especial con otras artes ha cambiado, se han im-

2 bricado y enriquecido más, con intercambios, digamos otra vez, inéditos en lo literario. Es así que puedo afirmar que las narraciones de nuestra época, a dos décadas de iniciado el siglo XXI, no son fijas ni autónomas, al contrario, prestan y dependen de otras narraciones, plataformas, contenidos y hasta de una autoexpliciación –autorreflexión- para ser usadas (Se ha vuelto muy común encontrar metaficción al inicio de los hipertextos y de obras impresas no convencionales, para dar entender su forma de uso, sus normas y límites. Hay pues una guía de usuario que por estar dentro de la obra y ser autorreferencial la hace metaficción) Son narraciones con imágenes, sonidos, texturas, videos, animación, simulación, entre otros, que carecen hasta el momento de una clasificación precisa genérica literaria que las cobije.

(Hice una propuesta de clasificación hace un tiempo que sigue en proceso de investi- gación para incluir un corpus mayor y que ha ampliado sus objetivos http://es.scribd.com/doc/

61062292/45153495-Mortara-subgenero-literario (2019)) Algunos de los mejores ejemplos liter- atura electrónica pueden ser vistos en las tres antologías curadas por la Organización Mundial de

Literatura Electrónica (ELO por sus siglas en inglés) http://collection.eliterature.org (2019)

Dicho lo anterior y con una perspectiva pasada por ese filtro ante la actual creación literaria en este nuevo siglo y milenio, debo sugerir ahora que el armazón estético en la literatura, a la hora de escribir, no se sacrifique en favor de los fines políticos ni de un tema central cualquiera; de las ideas que se quieren difundir bien sea en el trasfondo o con total apertura para el lector. Al mis- mo tiempo, una obra literaria no puede ser sólo forma (Sea esta forma híbrida en géneros, artes y recursos sensoriales) y belleza, o la pesquisa de ésta, sin tener ningún lazo con la realidad cir- cundante del autor. Así las cosas, Espero que me quieras mañana, es un libro plagado de cuentos con tintes de gran hibridación, autorreflexión metalitearia y variado uso de recursos literarios,

3 como el diálogo, que se ve engrosado por la ilustraciones del artista plástico colombiano Mott,

Mateo Villarreal Correa, de su serie Love kills y que se espera llevar al formato de literatura elec- trónica, mejor conocida como hipertextual, pero como un desarrollo posterior a esta tesis. Las piezas gráficas de Mott que acompañan, intercaladas, los textos de esta tesis fueron realizados e inspirados en los cuentos del libro Espero que me quieras mañana. Como autor literario hice un trabajo de dirección de arte y de gran trabajo en equipo en las dirección final de las piezas gráfi- cas de las serie Love kills que son ilustraciones hechas a mano y con edición digital, creadas ex- clusivamente para los textos sugestivos de las que emergieron. La disposición de las imágenes en el libro de cuentos que se encuentra envuelto por dos crónicas no es arbitraria. Los cuentos son precedidos por imágenes sueltas en una página que anticipan o alientan la lectura del cuento que sigue.

Ahora bien, desde hace unos diez años he tenido entre mis notas y textos a mano el en- sayo Por qué escribo (2019) (Why I write, 2005) de George Orwell, como un recordatorio de propósitos a la hora de hacer literatura, sea esta narrativa de ficción, poesía y no ficción, especí- ficamente ensayo y periodismo. Tengo el texto de Orwell como una suerte de consejo inmanente dado para todos los escritores del mundo de todos los tiempos, pero lo tomo como algo personal.

Del listado de ese ensayo, de sus sugerencias, llevo siempre en mente los numerales 2. (Entusi- asmo estético) y 4. (Propósito político). En los otros numerales, el 1. (Egoísmo absoluto) y 3.

(Impulso histórico), no encuentro objeciones, pero de alguna manera los tengo relegados en mi memoria por encontrarlos menos atractivos, en particular el 1., cuyas sentencias versan sobre las ambiciones del autor desde una perspectiva autónoma y sobre la consolidación –comentario arbi- trario si lo hay- del germen de escritor, de todo autor, a partir de los treinta años de vida. Por qué

4 escribo es un texto que ya cumple setenta años (1946) y considero que escribir bajo la in- spiración de estos dos numerales (2 y 4) puede llamar o llevar a la misma trascendencia alcanza- da por ese texto y posiblemente a tener favorables efectos en los lectores. Entiéndase por efectos: hacerlos pasar un buen rato al tiempo que hacerlos conscientes de ciertas situaciones de sus real- idades no del todo manifiestas y, tal vez, llevarlos, con lo difícil que esto puede ser, a ejecutar posibles acciones que se pueden tomar frente a esta situaciones, sobre todo, sin esquilman al hombre. Esto, claro, muy en sintonía con lo que Orwell pone en la descripción de lo que es el numeral 3. (Impulso histórico) (2019): ``Utilizando la palabra político, en el más amplio sentido posible. Deseo de orientar al mundo en cierta dirección, de alterar la idea de otra persona sobre la clase de sociedad por la cual hay que luchar. Una vez más, ningún libro puede mantenerse apartado de preocupaciones políticas. La opinión de que el arte no debe tener relación con la política constituye en sí una actitud política. Puede verse cómo estos impulsos variados se com- baten entre sí, y cómo fluctúan de persona en persona y entre una época y otra.´´ Me uno a su deseo ``hacer de la escritura política un arte´´, pero sin caer en lo panfletario. Sin dejar de lado lo político, quiero manifestar, que el numeral 3. del texto Orwell me parece prescindible o algo que se puede considerar e incluir en una obra literaria, de la misma manera que encuentro los he- chos históricos como innecesarios o posibles de ser tratados en obras de ficción o no ficción.

Cuenta más, para mi gusto, dar un trato adecuado a esos temas históricos escogidos o de la situación ficticia humana dada, puesto que como ya decía, ni las ideas ni su empaque han desmerecer atención en la creación. Un texto literario ha de ser bello y político sin mengua de ninguno de los dos.

5 Considero que es posible lograr un equilibrio entre una obra que sea admirable por su composición y lenguaje y por su talante fuerte ante representaciones sociales, por su responsabil- idad con lo humano. No habría necesidad de escoger una ideología, la política dentro del tipo de literatura que propongo sería la de ir contra las estructuras de poder demagogas con el lenguaje y su aparentes buenas intenciones; contras sus mensajes y acciones encubiertas en contra de la dig- nidad humana y la libertad y las concepciones conservadoras de la vida amorosa entre parejas en occidente. A la pregunta sobre qué entiendo por estas dos palabras, dignidad y libertad, respondo que las veo interrelacionadas. Es libre el hombre que es digno y viceversa. Que una persona pue- da escoger sus acciones, ideas y gustos sin coerción la hace digna. La hace digna vivir bajo cier- tas condiciones materiales y espirituales que según el gusto de cada persona la hacen feliz. Por otra parte, considero que la literatura sobre literatura, la denominada metaficción es un tipo de literatura que si bien no llega a ser un género formal si lo es uno temático. La escritura sobre la escritura, el hecho de ser libros sobre libros, sobre editores, libreros, sobre la artesanía de hacer discursos para varios fines, ha de llevar a hacer una literatura que ponga de manifiesto la con- strucción de ideas por parte de las instituciones, de los medio, de las organizaciones y todos aquellas entidades o seres con suficiente alcance para influir en otros por medio de la palabra. La mentira y la verdad, el amor y la manipulación de masas se valen del mismo recurso: el buen empleo de la palabra escrita y hablada para convencer y lograr ciertas metas. Esto es conocido como el arte de la retórica. Deseo hacer literatura que desnude las estrategias discursivas de otros, hacer literatura sobre literatura y sobre el amor, al tiempo que sobre asuntos cotidianos en que se pase por en encima de la dignidad y la libertad humana y la preservación del mundo nat- ural. Me gustaría, con mis acciones y mi escritura, engrosar ese grupo invisible, sin domicilio,

6 pero muy valioso, de intelectuales orgánicos definido por Antonio Gramsci en Cuadernos de la cárcel. Los escritores de este siglo XXI, recién empezado, deberíamos escribir, leer y actuar por una buena temporada con el ímpetu del inconforme, de quien no quiere echarlo todo a perder para siempre, pues como especie estamos muy cerca de ello por cuestiones ambientales, en par- ticular. Quiero reiterar, poner a la luz de los lectores, en una suerte de escritura híbrida en géneros y en varios formatos artísticos, que el mundo es una construcción que alguna vez fue solo palabras. Ahora, para esperar lo mejor en un mundo en peligro, como humanos y escritores, considero que deberíamos escribir para desnudar con ficción las mentiras y las estrategias discur- sivas nocivas de los que quebrantan los derechos y la dignidad humana valiéndose del extendido uso y desarrollo de La cultura de hacer creer (The culture of make believe) como la define Der- rick Jensen. Una cultura practicada por todos, por instituciones, leyes, libros de Historia y de lit- eratura, medios. En fin. Todo lo que nos mentimos con las historias que nos contamos para evadir una realidad horrible e inaguantable para cada vez más seres humanos. Si la literatura crea y recrea mundos, se debe incitar por medio de ella a vivir y crear un mejor mundo en la realidad.

Un deseo extensivo, sin duda, a la misma ``universalidad de la naturaleza humana´´ que dice

Vila-Matas cada vez más revela la literatura.

7

8 Sobre los cuentos y las crónicas de Espero que me quieras mañana

La tesis de escritura creativa e investigación académica que sigue es una colección de cuentos, minicuentos y dos textos de no ficción del género narrativo de la crónica periodística.

Defino acá al cuento, para los fines de la investigación y la escritura creativa que se presenta como: creaciones narrativas escritas que se diferencian del relato de ficción folclórico hablado o de las historias enteramente basadas en hechos reales. Así las cosas, las historias de ficción de esta tesis acogen la definición del cuento hecha por Mariano Baquero Goyanes (24) en su libro

Qué es el cuento, qué es la novela. En él Baquero trazó algunas de las diferencias entre el cuento literario y el cuento popular, es decir, de aquel hablado que proviene de la tradición oral que re- fiere asuntos mágicos y de leyenda, por ejemplo: “El cuento es un preciso género literario que sirve para expresar un tipo esencial de emoción, de signo muy semejante a la poética, pero que no siendo apropiada para ser expuesta poéticamente, encarna en una forma narrativa próxima a la novela, pero diferente de ella en técnica e intención. Se trata, pues, de un género intermedio entre poesía y novela, apresador de un matiz semipoético, seminovelesco, que solo es expresable en las dimensiones del cuento.”

Habría que decir que la escogencia del género del cuento la hago con conocimiento y práctica de otras formas de la literatura.Y, es por esto, que al adicionar a las palabras de Baquero

Goyanes, reconozco que los cuentos tienen varios y amplios vestigios de poesía, son poiesis, y hasta de lo teatral, trágico y épico cuando se encuentran cuentos con diálogos o novelas en suma hechos a partir de conversaciones escritas como el caso de la novela Rosario Tijeras de Jorge

Franco y La traición de Rita Hayworth y El beso de mujer araña de Manuel Puig o bien cuentos

9 insignes de la tradición occidental y Latinoamericana como los del chicano Justo S. Alarcón en su compilación Dos dos compadres. Cuentos breves de barrio; Shirley Jackson en su cuento La lotería y Ernest Hemingway en Colinas como elefantes, entre otros.

Ahora bien, no es que los géneros literarios no puedan contener las formas o rasgos de otros géneros literarios, en la Posmodernidad en que estamos, la hibridez y la multidisciplinar- iedad son características propias y en auge en las bellas artes y la literatura. Para cerrar las cues- tiones formales, traemos a colación la novela El estudiante de Salamanca de José de Espronceda escrita a punta de versos y, sin embargo, es una novela y leída bajo el código de ese género por su disposición en capítulos y por desarrollar una trama al estilo del Fausto de Goethe, solo que hábilmente escrita en varios metros de versificación.

En la presente tesis, varios cuentos van hechos a punta de diálogos, pero no por esto pier- den su calidad de cuentos. Habría que decir y cargando un poco las tintas, que los géneros guían a la vez que confunden a los lectores de a pie y hasta la mismísima crítica especializada, pues crean un “horizonte de exceptiva” en la recepción del lector, como acuñó el teórico literario

Hans Robert Jauss en Literary history as a challenge to literary theory, por ejemplo, nadie es- pera ver muchos diálogos en un cuento sin que se alce la ceja para encasillarlo como si fuera un guión televisivo, cinematográfico o bien teatro. Pero esto no convierte a ningún texto en un ex- cluido de cierto género del todo, sobre todo, no dejan de ser literatura. Habría que ver que por encima de las formas, muchas veces, subyace la intencionalidad del autor, cómo recibe el lector y que los géneros son híbridos y dispuestos a la contaminación. En cuanto a la otra versión del cuento literario que aquí se presenta, la del minicuento, procedo a definirla con la ayuda de uno de sus más destacados cultores y a la vez teórico del género, David Lagmanovich , en su estudio

10 Hacia una teoría del microrrelato hispanoamericano: “¿Qué teoría hay que cubra este fenómeno relativamente reciente, el del microrrelato hispanoamericano? Antes que una revisión crítica de las respuestas, será productivo que nos preguntemos cuáles son los problemas teóricos que plantea este tipo de textos. A mi entender, los microrrelato ponen en foco dos problemas fundamentales, al menos en relación con cuestiones de género (literario). El primero consiste en establecer si el microrrelato es o no un caso particular del cuento, y en caso afirmativo, si consti- tuye un subgénero del primero. La segunda pregunta sería si el microrrelato es intrínsecamente homogéneo o híbrido: si tiene unidad genérica, o es una suerte de cruce de géneros. A la primera cuestión, que es la de la relación con el cuento y otras formas breves, contesto que efectivamente es así. El microrrelato no puede entenderse sino dentro de un proceso de evolución del género

“cuento” que, como ya dije, para nuestra literatura comienza en el Modernismo. Esto no quiere decir que cuentos y microcuentos sean la misma cosa. Surgen como parte del impulso creador de nuestros escritores; pero, mientras que el cuento es ya una forma establecida desde el siglo XIX y tiene, como diría Horacio Quiroga, su propia retórica, el microrrelato va encontrando la suya a medida que sus autores prueban diversas vías de enfoque. Las minificciones son parte del con- tinuo narrativo, que contiene también ciclos novelísticos, novelas individuales, nouvelles y cuen- tos: pero —repito— no son la misma cosa cuentos y microcuentos, de la misma manera que la novela y la nouvelle (como lo advirtió Goethe en sus conversaciones con Eckermann) tampoco son la misma cosa.”

Los cuentos de amor en la tradición colombiana y en una geografía y temporalidad más extendida, de la historia literaria de la civilización occidental que me cupo en suerte como colombiano, tiene libros canónicos como el Decamerón de Giovanni Boccaccio, Los cuentos de

11 Canterbury de Geoffrey Chaucer y el Disciplina clericalis de Pedro Afonso de Huesca. Estos tres tienen cuentos entrelazados y a su vez tienen en su cierre y en su intención una propuesta edifi- cante paro los usos de la época en que fueron escritos. Los cuentos en esta tesis carecen de este fin, pero se enmarcan en una tradición de historias que se cuentan por escrito y que son cuentos por extensión, por no ser narrativa que dé la talla de la novela y porque cuanto refieren es, a ve- ces, ficción enteramente o mezcla de ficción y realidad, sin que en ellos se cuenten nunca las cosas como fueron en verdad, aún cuando se basan en hechos reales. La declaración de cuántos de los cuentos o qué partes están basadas en hechos reales se excluye en este trabajo en aras de respetar el buen nombre o la mínima privacidad de algunas personas. Por otra parte, reconozco una heredad cultural hemisférica y literaria nacional, pero me gusta ver a la literatura como liter- atura universal: World literature. Que habla de la condición humana y del misterio de esta sin reparar en extracciones geográficas.

Con respecto a la cuentística y narrativa colombiana declaro la influencia y pertenencia a la tradición de escritores como Andrés Caicedo, Flor Romero, Marvel Moreno, Soledad Acosta de Samper, Tomas Carrasquilla, Hernando Tellez, Manuel Mejía Vallejo, Gabriel García

Márquez, Álvaro Cepeda Samudio, Amira de la Rosa, Elisa Mújica, Laura Restrepo, Pilar Quin- tana, además de Guillermo Bustamante y Harold Kremer en lo que respecta a al subgénero de los minicuentos.

Cabe decir que los cuentos que se presentan aspiran a la universalidad de referir en ellos en ficción la experiencia humana amorosa, pero, de cualquier forma, son escritos por una per- sona de una extracción nacional, con unas lecturas y un bagaje cultural colombiano y occidental,

12 que por lo demás se percibe en el lenguaje con colombianismos, personajes y lugares de variada extracción social y regional e incluso inmigrantes. En cuanto a las crónicas que van sobre el tema del amor y una pesquisa académica hecha crónica, pasamos a referir que esta tesis se ad- scribe a la estética y fines de lo que se ha denominado como periodismo testimonial latinoameri- cano. Esto fue muy bien ejemplificado y compilado en la sección fija de periodismo testimonial

Mundos íntimos del diario El Clarín y la revista Latido, ambas de Argentina y coexistentes al inicio del siglo XXI, como bien lo hace notar la periodista a Florencia Are en su texto La aut- oficción como camino, y, me atrevo a asociar a esto los textos periodísticos de Porfirio Barba Ja- cob, en particular, Terremoto de San Salvador. Un libro, en que Porfirio dice yo. Crónica enci- clopédica, muy excéntrica y testimonial, si la hay, en la forma de narrar los hechos con sordidez y sin empachos e hizo mezcla del periodismo con recursos de la literatura para desarrollar una mezcla de enciclopedismo y crónica roja hiperbólica, que en sus mejores momentos remite a

Michel de Montaigne y en otros momentos a cuadros del periodismo truculento de lo que fue para los colombianos el diario insigne de periodismo de crónica roja El Espacio en su desapare- cida versión impresa.

Nos adscribimos pues a esa narrativa de no ficción testimonial, a un periodismo con un mayor grado de intimidad diciendo, yo, sin ambages como hicieron los autores del Clarín y Lati- do ambos medios editados por Danielv Ulanovsky Sack, y Porfirio Barba Jacob en esa crónica trágica del Salvador en 1917 y en otros textos suyos. Cito ahora unas declaraciones recientes de

Leila Guerreiro en el diario Mural de México para ejemplificar y dar mayor luz a este fenómeno argentino de periodismo con grandes cuotas intimista y con el yo develado en las crónicas.

13 (Viernes 3 de mayo de 2019). El poder ante la prensa. Entrevista por Israel Sánchez: “La cróni- ca es eso, es una forma de vida, una forma de estar en el mundo, una forma de mirar el mundo.” (...) “Es muy difícil que puedas establecer en tu vida cotidiana una separación completa.

O yo, por lo menos, no puedo separar entre mi yo periodístico y mi yo como persona, digamos.”

Los textos de no ficción de este trabajo de grado también tienen de precedente las pal- abras finales Lex Williford (pp. 8-13) en el prólogo para la Touchstone anthology of contempo- rary creative nonfiction cuando trata más que la verdad de lo narrado, la verosimilitud de cuanto se intenta expresar en no ficción: “Whether we like it or not, we’ll always be stuck with the “fac- tual” truth of observation, faulty memory, and its imaginative interpretation—the fact that, even in physics, just the observation of a quantum event can change it—but the best non- fiction writ- ers take all this as a given. Impatient with lies, especially the lies they tell themselves, they give intelligent, critical readers greater freedom by asking questions about the emotional and psycho- logical truths that matter. They try to tell their stories as truthfully as possible, and then they say:

This may not be exactly what happened, but it’s exactly how it felt.”

El uso de la primera persona, en vez de otras opciones, es algo que se usa de manera ob- sesiva aquí en los dos textos de no ficción. Puesto que resulta idóneo y útil para los fines de hac- er una crónica sobre dos pesquisas académicas, enciclopédicas y personales sobre la existencia del amor y sobre la no existencia del amor con bastantes tintes personales. Los dos textos de no ficción, son una suerte de prólogo y epílogo que hacen un recorrido histórico, analítico y crítico sucinto de lo que ha sido mi aprendizaje del amor en relación a los libros y la literatura en la tradición occidental, en que se da cuenta del amor con hechos insólitos y en épocas de manera

14 diacrónica y sincrónica y la concepción por las masas y los objetos culturales sobre el sentimien- to y concepto amoroso en lo que compete al amor entre parejas, excluyendo, eso sí, los otros tipos de amor que se dan entre las personas. Ahora bien, la crónica del epílogo trata el tema del amor desde la perspectiva de . También se aborda en este texto final el amor en tiempos del internet, las redes sociales y las aplicaciones (apps) para buscar pareja o amistades: ¿Cuáles y qué calidad de relaciones humanas se dan por medio de estas plataformas tecnológicas? La dos crónicas son parte integral y no accesoria de la colección de narrativa presente. Cumplen el fin de abrir y cerrar un viaje dentro de la ficción por el tema del amor en relación al mundo de las letras, las artes y otras actividades humanas desde la perspectiva personal de un persona hetero- sexual, mayor de treinta años que ha tenido sus propias experiencias amorosas influenciadas por múltiples entornos y circunstancias. Un propósito al escribir estos textos se encuentra en permitir al lector futuro conocer algunas ficciones de amor y dos indagaciones sobre el mismo tema desde la narrativa pero de no ficción. Se busca así cuestionar las representaciones del amor en las obras literarias, sirviéndose de juegos intertextuales y metaliterarios, pues, por ejemplo, no se puede considerar que las representaciones del amor en el arte literario actual sean un reflejo completo, verdadero ni absoluto de lo que ha sido el amor en toda la historia occidental ni ahora mismo.

También las palabras amorosas, las cuestiones de etnicidad y clase social son tratadas en las nar- raciones de ficción y no ficción, con la intención de subvertir la supuesta representación real del amor en la realidad histórica actual y pasada por medio de los relatos de ficción y no ficción comercializados en objetos culturales (Cine, música, libros, periodismo, entre otros), que cumplen el fin de divertir y también enseñar a muchos ciudadanos del mundo a enamorar y en- amorarse, a creer en el amor o a desencantarse de este. En el centro de la tesis yace una necesi-

15 dad por hacer una pesquisa y cuestionamiento de los sistemas de relaciones entre hombres y mu- jeres, entre parejas LGBTI, en que asuntos como la edad, el poder, el dinero, la educación, entre otros, desempeñan un influjo que determina el éxito o fracaso de la relaciones entre parejas o colectivos más grandes como las relaciones poliamorosas. Resta decir que los celos, la ternura, la solidaridad, la venganza, las enfermedades venéreas, la amistad, el olvido, el incesto, la reconcil- iación y muchos más tópicos de la relaciones amorosas son abordados aquí sin declarar nada definido, sino en constante pregunta y respuesta sobre qué es el amor y si acaso este existe.

El tono, algunos comentarios y descubrimientos en las crónicas develan un mundo ma- chista y un pasado de siglos de gran opresión en que las mujeres tuvieron que escribir desde la clandestinidad y su apreciación social era nula. De cualquier manera, las voces narrativas en la parte de central de los cuentos en esta tesis compensa en algo el pasado histórico abusivo con las mujeres que se refiere en las crónicas, pues las mujeres de los cuentos se perciben altivas y libe- radas y en un mundo con un estado de cosas más favorable para ellas en el siglo XXI pues en ese tiempo se fijan algunas ficciones.

El uso del adjetivo enciclopédico que hago para definir las crónicas, lo hago con humil- dad y sin aspiraciones de pontificar o hacer un inventario completo sobre ninguna materia. En el pasado he escrito sobre literatura de viajes para revista Level (Ver https://issuu.com/level- magazine/docs/level_oct_08) y Letralia, también sobre el uso de seudónimos y otros encubrim- ientos textuales y de nombre que hacen los escritores y sobre la librerías de Miami con un tono e intención enciclopédica: que los textos sirvieran de índice y de referencia sucinta y que siguieran vigentes para quienes estén interesados en estos temas. Como quien redacta una entrada corta de

16 enciclopedia tratando de meter en la entrada lo que más se pueda y con la mayor claridad posi- ble. (Ver https://letralia.com/firmas/platajuanpablo.htm)

Como cierre del prefacio, quiero referir el tema de lo epistolar, un componente clave en esta tesis tanto en lo temático como de recurso narrativo en los cuentos que componen la tesis.

Varios cuentos del presente trabajo usan el recurso de las cartas amorosas para agregar verosimil- itud y también hay conversaciones de chat y de aplicaciones de teléfono móvil y de computador que son, sin duda, las cartas modernas que nos enviamos los humanos hoy para comunicarnos, para entre muchos, fines, enamorar o desenamorar.

Independiente de las publicaciones de las cartas reales cruzadas entre escritores, tenemos que la literatura epistolar o el recurso epistolar es uno clave en la tradición occidental y en la

World literature. El amor en los tiempos del cólera de Gabriel García Márquez, las novelas de caballerías, las de los hermanos Bronte y las de Jane Austen, entre muchas más, son deudoras del recurso espitolar, que no sólo devela ahora que las historias que refieren son previas a la revolu- ción tecnológica del internet que trajo el email y los chats, sino que habla de otras velocidades y métodos que han tenido a mano los humanos para enamorar y comunicarse. Las cartas han sido clave en el amor cortés, en el amor en las novelas de caballería y en las novelas decimonónicas y del siglo XX, tanto o más que los alcahuetes (En Arte de amar de Publio Ovidio) y las alcahuetas en las historias más célebres de amor de occidente: Celestina (La Celestina de Fernando de Ro- jas), Trotaconventos (El libro del buen amor del Arcipreste de Hita), Pilar Ternera (De Cien años de soledad de Gabriel García Marquéz), entre otras.

17

18 Espero que me quieras mañana

(Libro de ficción y no ficción sobre el amor. Su existencia y no existencia)

Crónica 1

Sobre la existencia del amor

Como un ser humano que procede del ayuntamiento biológico de dos personas y del su- puesto amor que se tuvieron-pues fueron ellos y no yo quienes sintieron e hicieron-, comienzo a indagar aquí sobre la existencia del amor. El amor que incumbe acá es el de parejas de todo tipo, el amor romántico, pues. Entre heterosexuales, homosexuales y todo lo englobado hoy en día en la sigla LGBTI. También excluyo el amor en otras latitudes para centrarme en el amor en lo que ha sido conocido como la civilización occidental o de herencia grecorromana.

Sin ambiciones de querer hacer una summa definitoria sobre el amor y su existencia, ofrezco aquí, en cambio, un inventario sustancioso de lo que como habitante del planeta Tierra por tres décadas he sabido y sentido sobre el amor, además de mi experiencia como académico, periodis- ta, escritor de ficciones y poesía y experimentador de primera mano del concepto y sentimiento amor, ese valor y creación cultural que brinda gozo y amarguras por igual. También este rastreo periodístico y académico lo combino con breves aportes personales sobre mis experiencias amo- rosas. Bajo la sombrilla de una suerte de periodismo testimonial que ha tenido sus mejores expo-

19 nentes en los escritores de la revista Latido y la sección Mundos íntimos del diario El Clarín. Es este, a fin de cuentas, un texto sin la aspiración de totalidad ni conclusión de nada, sino un atisbo robusto pero modesto de lo que he conocido sobre el amor en occidente como ciudadano y como lector, sobre todo. Occidente es el lugar en que me tocó nacer y heredar un legado idiomático con el Español y cultural occidental que se puede echar atrás hasta el mundo hebreo antes de la su- puesta aparición de Cristo en La Tierra. Occidente es un lugar geográfico y un mundo cultural al que debo mi educación sentimental y mi simple o retorcida manera de entablar, ver, leer y escri- bir relaciones amorosas.

Como concepto el amor bien puede ser definido, como tantas cosas, con sus opuestos. En este caso son el odio y el desamor nuestros más cercanos contradictores. El amor es un abstrac- ción, una convención, una emoción y una reacción química con una especial etimología, si va- mos a aceptar su existencia. En el idioma Castellano el amor se puede rastrear como una palabra derivada del indoeuropeo, amm, madre y del latín (Roma Clásica) amar, amare, que Ivonne Bor- delois (106) relaciona con la onomatopeya que emite el ser humano en ciernes, el bebé, cuando es amamantado o bien solicita la presencia de la madre. La culturas clásicas griega y romana son concebidas como el germen de la civilización occidental y fue en ellas que comenzó a desarro- llarse el sentido del amor hasta la construcción conceptual y de vívidas experiencias reales que tenemos en 2019 con este sentimiento. No caigo, con todo, en el error de decir que los griegos usaban esta exacta palabra, amor, para designar cierto comportamiento afectivo. Los griegos usaban, en cambio, varias palabras (philia, estergo, eros, entre otras) para definir sus sentimien- tos hacia otras personas de manera precisa, al contrario de nosotros en Español o Inglés, en nues-

20 tro días, que nos valemos de palabras como amar, querer y love, want para casi todas las necesi- dades de expresiones afectivas sea que incumban a un miembro de la familia o a un no consan- guíneo como un amante, una novia o un esposo. De la época clásica griega heredamos los occi- dentales la concepción del amor platónico y el Eros, lo erótico, sea este erotismo lo más refinado o impúdico, es herencia de la cultura griega clásica y hasta de las comedias del Aristófanes. El amor platónico se ha prestado para malentendidos o que se haya acuñado en él cierto tipo de amor que no se consuma con el coito, cuando para Platón (60) en El banquete y en voz de los invitados, el amor platónico no es solo lo erótico y lo reproductivo ni lo que se da emocional- mente entre parejas, pues no lo abarca todo. Para Platón el amor ideal era la aspiración hacia un amor fraterno entre congéneres, de un individuo hacia otro, pero de una manera desinteresada y con ansias de elevarse hacia un amor divino: sublimado. Sintetiza muy bien Simon May (70) en

Love: a history las declaraciones clave hechas en la cuna de la civilización en El banquete en cuatro puntos, de los que nosotros hacemos un traducción libre acá de esa parte de libro de May:

“1. El amor nos completa como individuos. No sería el mismo sin mi ‘otra mitad'. (Platón intro- dujo efectivamente estos términos tristes). 2. El amor es detonado por la belleza. La belleza no se trata solo de los encantos físico de alguien: se trata de su belleza de carácter, la belleza de su alma, la belleza de sus acciones virtuosas, y por lo tanto, de su bondad. Se puede admirar, apre- ciar o codiciar lo que no se encuentra como hermoso, pero no se puedo amarlo. 3. El amor nos permite ir más allá de una relación superficial con las cosas: personas, naturaleza, objetos - hacia lo que es absolutamente valioso en ellas. 4. El amor saca lo mejor de nosotros como amantes, sobre todo, virtud y sabiduría.

Aunque comienza en la atracción sexual, el amor más elevado nos permite dar a luz a

21 lo que es más noble en nosotros: la virtud verdadera.” Aunque ya les han pasado más de veinte siglos por encima a estas palabras y cuatro puntos, debo decir que su vigencia no se ha perdido.

En el mismo Banquete de Platón, tenemos el germen mitológico de nuestra convención del amor en occidente. Una escueta referencia en El banquete en cuanto al surgimiento del amor represen- tado como Eros se da en el mismo día en que ocurre el nacimiento de Afrodita, quien será la dio- sa del amor, mientras Poros (Recurso) y Penía (Pobreza) se lían en medio del festejo, del Ban- quete y dan a luz a Eros que llevará en su condición en la literatura y mitología Griega una mez- cla de sacrificio, insaciabilidad, abundancia y carestía como fiel heredero de las características de sus padres. Para cerrar los antecedentes del amor occidental debidos a los griegos clásicos no po- demos soslayar el discurso de Aristófanes, uno de los convidados en El banquete (60) que habla de otra concepción mitológica sobre el origen del amor en que había seres compuestos por las extremidades y cuerpo que hacen a dos personas pero sin estar escindidas, estaban pegados com- poniendo un ser de tres sexos, y, que por lo demás eran, seres autosuficientes, autónomos y per- fectos. La hubris, creerse más que los dioses del Olimpo llevó a que Zeus separara a estos seres perfectos y es así que los seres que antes lo tenían todo en sí mismos, desde entonces buscaron a otros para completarse, fuera que un hombre buscara a una mujer y viceversa o se dieran alianzas lésbicas o homosexuales. Afrodita, conocida como Venus por los romanos, es la madre de Cupi- do, cuyas flechas hacen camelar (Con saetas de oro) o desligar a los hombres (Con flechas de plomo) de su amor hacia otros hombres o mujeres.

El complejo de Edipo, que un hombre tenga un apego e idealización obsesiva emotiva- erótica con su madre o el complejo de Electra: que una mujer tenga una fijación erótica-emotiva

22 con su padre y busque al arquetipo su padre en sus relaciones amorosas, son dos asuntos tratados por Sigmund Freud deudores de la literatura clásica griega, en particular el teatro y la mitología.

Como hijo único reconocí en mis primeros escarceos amorosos de adolescente que padecía del complejo de Edipo y desde entonces he tratado de contrarrestarlo con medidas prácticas en mi comportamiento con las mujeres y en mi escogencia de parejas. Trato de no caer en relaciones en que mi pareja se torne en una figura demasiado maternal o desde el inicio, por el aspecto, busco personas que no se parezcan en nada a mi madre.

En la historia de las ideas de occidente el amor ha sido objeto de las cavilaciones de los más insignes pensadores. Con todo, tengo muy presentes y memorizadas las palabras de Chris- topher Hitchens (5) al inició su libro Amor, guerra y pobreza, una compilación de sus textos de periodismo: “Un antiguo proverbio dice que la vida de un hombre o una mujer no está completa a menos que, o hasta que, haya probado el amor, la pobreza y la guerra.” En otro fragmento del mismo libro agregó Hitchens (7): “Con respecto al amor, es mejor que sea breve y diga que cuando leí a Bertrand Russell sobre este asunto-cuando era adolescente-entendí que escribía con perfecta gravedad que: de tanta emoción valía la pena por el resto de la vida: devo- tamente esperaba que esto fuera cierto en mi propio caso. Y así me ha sido demostrado, hasta el punto que puedo considerar a la muerte, que de otro modo resiento, como algo ridícula e impo- tente.”

Como Christopher Hitchens, Bertrand Russell y mis adorados filósofos del pragmatismo norteamericano, Oliver Wendell Holmes Jr., en particular, he tratado de practicar y hacer proseli-

23 tismo de cierto antiteismo, ateismo, vitalismo y pragmatismo para la vida y el amor presentes, disponible ya, en contraposición a la desconocida vida futura después de la muerte que prometen tantas religiones organizadas. Es así que considero a la experiencia amorosa tan significativa y clave para la vida humana como una temporada de carestía y de guerra aunque no le deseo estas dos últimas a nadie, con la diferencia de que el amor sí es una experiencia que recomiendo a to- dos los seres humanos, con todo y sus malos ratos. Los momentos amorosos, en esta vida, de

“tanta emoción”, son más significativos para mí que los futuros momentos prometidos en el pa- raíso, o donde sea que vayamos después, según prometen múltiples sacerdotes de incontables credos nuevos y antiguos.

Dentro de lo que he referido como amor, tengo que mi concepción actual del amor está en deuda con todas las vivencias que como especie el humano ha tenido, pero fue en el siglo XVIII con el Romanticismo que emergió una manera de entender el mundo de la que aún no nos hemos desprendido hacia el final de la segunda década de XXI. Frente al pragmatismo económico y lo racional del mundo moderno que iba emergiendo para entonces, los poetas europeos del siglo

XVIII veían sus vida y a sí mismos como trágicos e incomprendidos, próximos siempre al suici- dio. Entre estos poetas los más significativos, para mi gusto, entre los románticos: Chatterton,

Keats y Byron. No podemos dejar por fuera a Johann Wolfgang Goethe con Las cuitas del joven

Werther, influido por el movimiento Sturm and drang. Goethe y esta novela en especial, son una clara influencia para los textos de narrativa de la parte central de cuentos de esta tesis en lo que respecta al uso de lo epistolar y los chat, las cartas, esto es, los marconis de hoy, representados en ellos. Es por medio de las cartas que sabemos del desamor de Werther por Odette y su irracional

24 comportamiento de joven despechado. Es por medio de los correos electrónicos y los chats en que hoy circulan las relaciones fluidas descritas por Zygmunt Bauman, el escenario digital en que se dan hoy relaciones amorosas temporales y definitivas. ¿Qué tipo de amor verdadero puede emerger de una relación entablada por medio de un portal como match.com o una aplicación como mixxxer, Tinder o Bumblee? Lejos de los prejuicios y las obviedades, habría que conside- rar que más que los medios, la metodología, deberían importar los antecedentes legales que pu- dieran proveer las personas y el tipo de intenciones declaradas en estas páginas o aplicaciones con respecto a su orientación sexual, tipo de relación, larga, corta, con o sin compromiso, en fin.

Unos cuantos detalles y documentos que permita a la contraparte, a ambas personas, que han he- cho match en estas páginas y apps tener unos cuantos precedentes y conocimientos guía sobre la persona con quien se va a relacionar.

El amor romántico, como lo entendiendo hoy en occidente, es un concepto, convención, sentimiento y comportamiento que, según los expertos en el tema, comenzó a aflorar en la Edad

Media (Acogiéndome a lo expresado por Denis de Rougemont en su canónico libro El amor y occidente), entre los siglos XII y XIV y según Marilyn Yalom, con los goliardos franceses y en extensión con otros trovadores europeos en cuyos versos se datan las primeras menciones del tipo de amor idealizado, el amor caballeresco, tal como aún se representa y vive en la vida con- temporánea y en novelas televisivas y en películas y como lo vivimos por aculturamiento, perso- nas mestizas como los latinoamericanos. A este tipo de amor cortés, al vasallaje, Slavoj Žižek le encuentra múltiples vestigios en el amor entre parejas en la actualidad y en la cosificación de las mujeres. Veamos a Slavoj Žižek (166):

25 “Entonces, ¿cómo debemos interpretar a esta perseverancia del matriz del amor cortés?

Da prueba de cierto callejón sin salida en el feminismo contemporáneo. Es cierto que la imagen cortés del hombre sirviendo a su Dama es una apariencia que oculta la realidad de la dominación masculina; es cierto que el teatro masoquista es una mise en scene privada, diseñada para recom- pensar la culpa contraída por la dominación social del hombre; es cierto que la elevación de la mujer a objeto amoroso sublime equivale a su rebajamiento a materia pasiva, a pantalla para la proyección narcisista del ideal del yo masculino, etc. Lacan mismo señala que, en la época del amor cortés, el estatus social real de las mujeres como objetos de intercambio en los juegos de poder masculinos era probablemente baja. Sin embargo, esta apariencia misma del hombre que sirve a su Dama proporciona a las mujeres la sustancia fanstásmica de su identidad, cuyos efec- tos son reales.”

Esa suerte de desinterés económico o relegación a un segundo plano de estos asuntos en favor de lo emotivo, la sublimación espiritual y el placer carnal es algo que se dio también a par- tir de la Edad Media con este tipo de amor cortés e idílico. Dice Leopoldo Chiappo (23) sobre este fenómeno histórico, social y amoroso de buscar al amor o ser amoroso con desinterés propio del amor cortés: “Se trata del arte poético y musical, así como de las cortes de amor que florecie- ron en la paradisiaca región meridional de Provence y también Potiers, en Troyes y en el Lague- doc en el siglo XII. Son estas manifestaciones del amor secreto y prohibido un verdadero flore- cimiento de la vida erótica intensa y profunda, verdaderas flores de poesía y de música que bro- taron al borde de la inspiración y de las formas dulces del arte y de la creación musical refinada,

26 y en contraste y compensación de una sexualidad impuesta y fría, pisoteada por su supeditación a las costumbres matrimoniales ligadas a pactos políticos, negocios y obligaciones feudales. Los poemas, las canciones y el amor cortes han inmortalizado los nombres de las bellas mujeres que participaron en esta redención del amor cautivo, redención que se manifestara en una sensualidad intensa, oculta y refinadamente despertada por la fuerte seducción del arte y que ha hecho no- blemente famosa a Marie de Champagne, Eleanor de Aquitaine, Ermengarde de Narbinne, Isabe- ller de Vermandois y a excelsos poetas y músicos, como Giraut de Borneil, Arnaut Danile, Ber- nard de Ventadour, Jaufré Rudel, Bertrand de Born. Todos estos nombres evocan un época glo- riosa de la via erótica en la historia del hombre. Y son un testimonio de refinada elaboración de la experiencia sexual del ser viviente, es decir, en la biología de la sexualidad. Tal la trascenden- cia del amor cortés. En lo referente a la vida sexual, se instala una contraposición de actitudes y valores: una moral sexual represiva vinculada a intereses políticos y económicos, y una ética del espíritu vinculada a la atracción erótica y a los valores de estética y el arte poético y musical. Es el contraste entre el sexo conyugalizado y formalista y la experiencia sexual espontánea y libre.

El tosco marido feudal, guerrero y hombre rapaz, instala la deuda sexual que le debe la esposa por pacto matrimonial, instituido mediante negociaciones familiares vinculadas a conveniencias feudales.”

¿Qué fue el amor cortés ? ¿Se practica todavía el amor cortés o hay vestigios en el amor contemporáneo de este tipo de amor? En este tipo de amor el hombre emulaba a la mujer a la ca- tegoría de doña feudal, de Dama, de ser encumbrado con cualidades exageradas y otras ciertas en lo físico y espiritual que el poeta goliardo refería en sus versos y que el caballero, hidalgo espa-

27 ñol, por ejemplo, de las historias de caballería (Amadis de Gaula, Don Quijote de la Mancha,

Libro del buen amor, entre otros.) y los protagonistas de los melodramas actuales de cine, series o tv, todavía se valen de lo que Leopoldo Chiappo describe del proceso de conquista del amor cortés. Y como me lo enseñaron en mis estudios literarios de pregrado, este amor cortés idealiza- do, en el que el hombre es vasallo de la mujer, representa al amo, al señor feudal, se emprende o se da partir de varios procesos , según describe Leopoldo Chiappo (25): “Ya un inspirado gramá- tico, Elio Donato, interpretando El arte de amar de Ovidio, y en su comentario sobre Terencio, había señalado, desde el siglo IV, para los grupos selectos y refinados de la Edad Media, la se- cuencia del proceso amoroso, secuencia que no puede ser violada sin incurrir en rusticidad, im- pertinencia y mal gusto. Es la secuencia siguiente: visus (primero la mira, es el encanto extático de la visión atrayente del aspecto de la persona, la visión, el coup de foudre, el flechazo, el des- lumbramiento del rayo de la belleza, la sensualidad de lo visible, es el elemento estético, expe- riencia y erótico, atractivo, la finura y la armonía del semblante y la delicia de la forma femeni- na, el talle y el porte del cuerpo); luego allocutio (la palabra, el hablar de comunicación y de en- tendimiento mutuo de espíritus, el ingenio, la chispa, la ocurrencia, el buen gusto, la afinidad mental, la conversación, la galantería y la caricia verbal mutua, las ideas, la imaginación, la inte- ligencia, la gracia en el hablar, la prontitud de las repuestas atinadas); luego tactus (el contacto físico, no antes apresurado e inoportuno sino suave y oportuno, que sólo sea delicado y aproxi- mativo, lento y provocador, subraya y confirma, realiza el previo contacto visual y verbal que lo precede, lo espiritual de la visión y de la palabra se va corporeizando sutilmente); osculum (el beso, es el encuentro, es cuando uno siente al otro y viceversa) y, en la consumación final de to- das la etapas previas señaladas, la coronación insustituible y que es la sublimación misma del

28 proceso erótico en su objeto propio: coitus (el abrazo sexual). Esto ocurre en la alcoba de la amada, quien a todos los esfuerzos, sufrimientos, canciones, proezas que ha hecho el amante le otorga, al fin, el consolum de sus aflicciones, la plenitud dulce e intensa del abrazo. Y todo esto en intimidad, todo esto discreto y sobre todo secreto, una dulcísima complicidad en y para el de- leite sublime.”

Como se ve en las anteriores citas extensas pero reveladoras, en épocas previas a los si- glos XII y XIV, tiempo de los goliardos, eran los arreglos matrimoniales los que determinaban la unión de un hombre y una mujer la mayoría de las veces entre los antepasados de la tradición de la cultura occidental. El amor, digamos mejor, el ayuntamiento, daba la posibilidad de movilidad social o conservación del cierto estatus socioeconómico, de objetos materiales y la propiedad de la tierra. Esto era lo que movía la unión entre personas bajo un rito o contrato agenciando por los padres, según he sabido por lecturas literarias pasadas y ensayística recientes como Las bodas de la semejanza de John Boswell, El caballero, la mujer y el cura de George Duby e Historia de la pareja de Jean Claude Bologne. La iglesia católica vino a hacerse con el monopolio de lo que antes eran los matrimonios de ritos paganos en Europa también por el tiempo de la Edad Media.

La iglesia prohibicionista llegó para aumentar la fogosidad de los amantes clandestinos del amor cortés y aumentar el maltrato y bajo estatus con que fue percibida la mujer en occidente hasta poco antes de 1969. Dice George Duby (310): “La mujer es un objeto despreciable: las palabras que califican el comportamiento de la mujer elegida, en verdad ligera y perdida, son explícitas.

Exaltando la alegría y el placer, pidiendo transgredir la triple prohibición del rapto, del adulterio y de la fornicación, el amor cortés parece desafiar a la vez el poder de los casamenteros, las ex-

29 hortaciones de los sacerdotes y la moral conyungal. Esa contestación es en realidad aparente. De hecho, las gentes de Iglesia eran poco exigentes en materia sexual cuando no estaba por medio el matrimonio.”

Hay que tener presente que el romanticismo se dio casi que paralelo en un rango de tiem- po a La Ilustración y La Enciclopedia, además de anteceder a la primera revolución Industrial en la historia. Tanto La Ilustración como su compañera libresca y sistemática que fue La Enciclope- dia, abogaban por el cartecianismo, lo comprobable y el progreso, otra vez, lo práctico en la ciencia y en todos los aspectos de la vida humana, enfrentado a lo sensible, ingenuo y ensoñador que proponía el romanticismo. Este desinterés por lo material va en contravía del individualismo de Thomas Hobbes en Leviatán en que nos dice que los seres humanos somos unos seres inter- esados y que eso es lo que en realidad mueve nuestras acciones, incluso en lo que respecta a nuestra decisión de vivir bajo cierto contrato social. El amor, el verdadero amor en entre parejas, opuesto al individualismo de Hobbes, lo he percibido en mi vida no controlado por intereses ma- teriales ni la moral ni religión. Ha sido un amor descontrolado que olvida pues el bienestar pro- pio y lo pone todo en riesgo por un amor inalcanzable la mayoría de las veces y otras consumado en una unión carnal clandestina o una fuga. En el amor verdadero que se aprende como ciuda- dano de occidente aculturado, se sufre, según mi concepción de heterosexual, televidente y lec- tor, y se da en los dos extremos del amor. El verdadero amor que se nos vende y que aprendemos como occidentales es el que se da dentro una familia o un noviazgo perfectos en que no se da la infidelidad o el rompimiento. La relación solo acaba por la muerte de alguno de los integrantes de la relación. El otro amor verdadero, es el extremo opuesto, es aquel que se ve atizado por dar- se en medio de la prohibición de la leyes del hombre o religiosas, en medio del concubinato, la

30 promiscuidad y la transgresión a las normas de la familia y lo políticamente correcto. Con res- pecto a los fines del amor, tenemos que ha habido entre muchas vertientes aquellos que se enamoran con fines de amancebarse y retirarse después a un nuevo amor y otros que intentan y a veces logran un matrimonio o una relación sin matrimonio duradera, pues, estable. Pero, reto- mando ahora a Denis de Rouguemont (54) tenemos que dejó dicho que la historia del amor en occidente era la del dolor y no otra: “El amor feliz no tiene historia en la literatura occidental. Y el amor que no es recíproco no es considerado como un verdadero amor. El gran hallazgo de los poetas de Europa, aquello que les distingue en la literatura mundial, es lo que expresa la más pro- funda obsesión del europeo, es el conocer a través del dolor, el secreto mito de Tristán, el amor- pasión correspondido y combatido a la vez, ansioso de una felicidad que él mismo rechaza, su- blimado por la catástrofe,-el amor recíproco desgraciado.” Esa disyuntiva del amor entre el amor por conveniencia, interesado y el amor irracional y sin medida heredero del amor cortés, es in- tervenido por las palabras y vidas de la novela de Werther y los poetas ingleses, alemanes y fran- ceses que invitaban a deponer lo práctico y racional en favor de la demencia amorosa, lo emotivo en cuestiones de amor y en los temas en que se debe encauzar la energía creativa de los artistas de las diversas disciplinas.

Novelistas como Jane Austen y las hermanas Bronte trataron de dar una trato medio a lo emotivo y lo interesado en sus narraciones novelescas con respecto al amor. ¿Debería primar lo racional e interesado por encima de lo sentimental e irracional? En la reciente versión de Orgullo y Prejuicio con zombies hecha por Seth Grahame Smith para cine, los interés de las hermanas no distan mucho en medio de la trama de terror y es como si nos dijeran que incluso si de la muerte

31 regresáramos nuestros interés materiales estarían mezclados con los de nuestro corazón. Poliana

Otálora, una novia que tuve decía entre risas que el amor era como el capitalismo y el capitalis- mo como el amor. Si no, no funcionaba.

Ahora bien, el amor y el matrimonio heterosexual parecen ser hoy la unión más natural entre personas, pero este tipo de arreglo y de conducta aceptadas bajo lo que fueron las socieda- des modernas y lo que van siendo las posmodernas, democráticas y capitalista es un cuestión amañada y aprendida, tanto o más que las fases del amor cortés. John Boswell en Las bodas de la semejanza hizo un vasto estudio sobre las relaciones humanas amorosas, los rituales de unión y el matrimonio. En él demuestra que lo que hoy se ve como natural antes fue una entre muchas otra maneras de liarse entre personas en occidente. Las relaciones homosexuales eran consenti- das, avaladas y permitidas entre matrimonios, reinos y feudos. Contra la supuesta normalidad de cómo debe ser el amor en occidente, es decir, heterosexual y monógamo, Boswell nos devela que lo normal no es más que una convención temporal y que las diversas maneras en que amamos no son más que una construcción social e histórica.

Reviso ahora algunas de mis más apreciadas y emblemáticas parejas entre personajes y autores literarios y personajes históricos de la tradición occidental, relacionando de manera es- cueta el éxito y la calidad de la relación amatoria en cada caso y su influencia en mi imaginario y concepción personal amatoria mientras esbozo una semblanza:

32 Tristán e Isolda (Adaptación de Wagner de la leyenda amorosa, clásica y europea): un triángulo amoroso entre el rey Marcos, su primo Tristán y la prometida del primero, Isolda. Un filtro amoroso y las curaciones mágicas de Isolda de los malestares de salud ajenos, componen un triángulo amoroso trágico. La asistencia a un montaje de la opera de Wagner me permitió ver en dos días una historia en que el sacrificado Tristán y una bella Isolda mueren como Madame

Bovary a manos de una posición venenosa.

Romeo y Julieta y Sueño de una noche de verano son las dos obras de William Shakes- peare en que más veo reflejadas mis relaciones amorosas y en las de los demás. Romeo y Julieta lo veo en las familias escindidas de las que provengo, en los matrimonios, divorcios y uniones libres rotas de mis amigos, pero lo más triste está en los finales por los crímenes pasionales y por maltrato intrafamiliar que veo en noticias y que afortunadamente no se han presentado entre mis cercanos.

Giacomo Casanova. Un caballero histórico real y después un personaje de obras musica- les corales y literarias, un galán, un practicante del amor cortés y de supuesto gran éxito en con- quistas amorosas. Un arquetipo del mujeriego y embaucador. Un espejo en el que un hombre jus- to no debe mirarse.

Don Juan Tenorio. Un equivalente o, digamos, comparable a Casanova en lo mujeriego y en la falta de escrúpulos. Personaje acuñado por la obra de teatro homónima escrita por Tirso de

Molina. No estoy de acuerdo en eso del adagio de que en el amor y en la guerra todo se vale.

33 Cleopatra y Marco Antonio. La historia del imperio Roma sería otra si la advenediza reina africana no hubiera ido a Europa.

Paris Alejandro y Helena de la Ilíada. Una ficción hermosa para contar la desgraciada guerra del pueblo de la Grecia clásica contra los persas.

Penélope y Ulises. Una historia derivada tanto de la Ilíada como de la Odisea. Esta pareja es la de la espera incondicional a pesar de los años y la incertidumbre, además de un constante esquivar de pretendientes por parte de Penélope en el trono de Ítaca.

Dante y Beatriz. Amor imposible si lo hubo en la realidad histórico. A este desamor del ciudadano florentino Dante Alighieri se le atribuye la inspiración de una de la sobras literarias más importantes de la civilización occidental conocida como la Divina comedia.

Orlando (Furioso) y Angélica. Orlando furioso es la ficción de Ludovico Ariosto que ha- bla de la pérdida de la razón por parte de Orlando ante el desamor de Angélica. La razón de Or- lando ha ido a parar a la Luna.

Aurora Bernárdez y Julio Cortázar. Su laboras como editores y traductores siempre me han parecido envidiables ya que pocas veces en podido conciliar la competencia del mundo edi-

34 torial en el que trabajar a veces con buenas relaciones amorosas. Omito de cierto tiempo a esta parte tener relaciones con el gremio editorial.

El amor en occidente tiene en el siglo XXI todavía las aspiraciones espirituales, de su- blimar a los hombres y mujeres que aman, pero que escindidos como en la corporeidad de los tiempos de Platón, no logran saciarse ni completarse del todo.

Por otra parte, en 2019 aún persiste el maltrato y opresión a la mujer mientras se le objetualiza o se le sublima en la publicidad y en las canciones del verano. El amor cortés y el amor romántico heredado de los europeos persiste, pero lastimosamente guardamos de estos su peores y mejores legados. Y, es en medio de esto, que trato de vivir una vida amorosa sana sin crearle a nadie fal- sas expectativas.

35 CUENTOS

Jonar

Dedicado a Vilém Vok y Antonio Tabucchi.

Dicen que las personas honorables y piadosas de las ciudades pequeñas en Portugal, care- cen, casi siempre, de la fama que pueden llegar a alcanzar, incluso con permanencia después de

36 su muerte, los forajidos, los criminales, los músicos y los actores, los toreros y las putas locales que hacen felices a muchos con miles de fornicios alegres y simulados. En esencia, desde hace tiempo, los que se ganan la vida con los oficios más impúdicos, según la moral de turno, dejan huella en la memoria de sus contemporáneos por encima de los bondadosos, los trabajadores y probos. Decimos esto para contar que los habitantes de más de ochenta años del pueblo de Jonar, le hicieron saber a Tongoy Froje, a su regreso a la ciudad por una días, que si bien habían pasado varias décadas desde su partida, las cosas seguían igual y que no lo habían olvidado. Su nombre seguía de boca en boca y su vejez, su pelo corto encanecido, su cara sin bigote y su desaliño, no habían evitado que lo reconocieran al cabo de tantos lustros.

Estuvo Tongoy una semana en Jonar recorriendo los pasos de sus años de adolescencia.

Era muy normal que no fuera a Sintra, el pueblo de su infancia. Una mañana de marzo de los años en que Oliveira Salazar todavía estaba en el poder, él había visto y oído a medias, desde la sala de estar, a un borracho que había ido al estanco de su padrastro a empeñar una viola por cualquier botella de cualquier trago, que a la postre nunca recuperó porque se suicidó, según recordaba. Al día siguiente, el muchacho que alguna vez fue Tongoy, le pidió a su madre el in- strumento y lo obtuvo, porque con su padrastro no hubiera conseguido nada. Se odiaban y odi- arían mucho más con el paso de los años. El pedido a su madre no había sido causado por un capricho, sino que era obra del empuje misterioso del destino para darle sus más tristes años.

Ahora estaba en el lugar donde había quedado su casa, el estanco y donde había ensaya- do sus primeras canciones aprendidas en una escuela de música local donde le enseñaron fados

37 antiguos con su viola acompañados por guitarra, pero sin bajo ni percusión, como se hace hoy en día. Al cabo seis años de tener la viola, recordaba, comenzó a dar serenatas pagas y a respaldar gratis las arengas y los encuentros clandestinos contra la dictadura, con canciones amorosas que no hablaban del final de la opresión ni de la libertad, sino de amores difíciles, inconclusos, crímenes pasionales, en suma, todo el melodrama posible de los seres humanos que habitaban ese borde occidental de la península ibérica. Con los años fue entendiendo más el sentido de los versos y los modificó para que fueran la segunda voz de la protesta contra la opresión de Salazar.

No era que cantara durante las marchas o lo mítines; su espectáculo ocurría en la celebración de la nada, cuando ya se habían acabado los disturbios y la confrontación entre los marchantes y la fuerza pública o las reuniones clandestinas y era requerido por los líderes del movimiento para ir a sus casas o al bar de un hotel en un barrio de mala muerte, a cantar para unos pocos y ayudar- les en la evasión etílica con canciones amorosas o de protesta social, compuestas por él, pero sobre todo, por otros compañeros en el país. Las palabras compañero, causa, ideal, valores rev- olucionarios, el sistema, entre otras, lo eran todo por entonces.

Ya había pasado seis días Tongoy en la ciudad, tocado por el desprecio invisible de sus contemporáneos de hace años, quienes hacían que no le vendieran comida, ni tragos ni nada, por haber sido un rojo, un compañero de la causa, además de músico. Su estancia en la ciudad estuvo contrariada por la necesidad de ir a las tiendas de abastos y bodegas comerciales donde no conocían su pasado, casi a las afueras de la ciudad, donde descargaban los camiones de dos y tres chasises las mercancías alimenticias para ser almacenadas, tasadas y después distribuidas por la ciudad. Ese ir y venir desde la casa destartalada a las afueras de la ciudad en su carro, bajo el so-

38 por del verano, lo irritaba, lo desarmaba, lo cansaba mucho y le recordaba quién era él para los desdichados viejos del pueblo.

El día antes de partir, recibió en su casa, muy temprano en la mañana, la única visita. Era un ex compañero de la causa comunista llamado Omar Febres da Quinta, quien fue a entregarle su primera viola. Omar no llegó con ella, pero le pidió permiso y fue y abrió un cuarto chico en la mita del único zaguán de esa casa, llena ahora de polvo, casi sin enseres, plagada por hormigas y maleza en todas partes. Era un espacio inhabitable para cualquiera. Tongoy lo seguía detrás. Lo vio montar una silla encima de una mesa y subirse después en ella para correr dos paneles del cielorraso. Del techo falso bajó Febres un estuche negro con broches plateados con el instrumen- to dentro. Por la falta de luz y aire, Tongoy abrió con violencia y sin demora las ventanas del cuarto. Después abrió el estuche y extrajo una viola sin cuerdas pero entera y sin más daños. La tomó entre sus manos como si fuera a tocarla o arrullarla y miró por las ventana por donde ya crecía un color pardo que no era el amarillo del plasma constante de las doce horas del que sería su penúltimo día en Jonar. Viéndolo bien, no era eso, sino la lucha entre las partículas del polvo reposado de muchos años y el albor que no acababa de hacerse en ese cuarto ni en el resto de la ciudad. Cuando se disipó el polvo, vio el marco y el alfeizar de las ventanas cobrar un color verde en la medida en que la luz se hacía. Volvió la mirada a Febres, quien entendía y sabía todo, cerró sus ojos y recordó el día en que su padrastro regresó temprano de un viaje y lo encontró desnudo con su madre abrazada a sus muslos, mientras él tocaba una canción apenas aprendida y miraba afuera por las ventanas verdes y tristes.

39 Tongoy había saltado por una de esas ventas, no sabía cual, rumbo al exilió, dejando la viola y la estela de una mala fama azuzada por su padrastro. El siempre sería un rojo –pero no un incestuoso, pues no le interesaba a su padrastro difundir esto- y un músico de cantina. Una fama que a pesar del paso del tiempo aún pervivía entre los desdichados octogenarios salazaristas de la ciudad. Siempre había estado desconsolado después de la fuga, pero sin poder dar color a su do- lor en su cabeza, ahora era claro, su pena era de ventanas verdes (Verdes ventanas tristes).

Desamor en segunda persona

(Este cuento esta compuesto de dos partes. Nadia: respóndete y olvida y Carlos: Todo lo conviertes en canciones. Son dos contexto interrelacionados, pues son las divagaciones psicoló- gicas y espistolares de dos que fueron novios y ya no lo son. Son un atisbo a una situación de desamor y el desgraciado desenlace de una relación amorosa entre dos escritores.)

I. Nadia: respóndete y olvida.

40 Esperabas que todo fuera bien contigo (entre tú y él).

Estás encantadora, como casi siempre, con un poco de rojo en tu ropa y con el cabello suelto, pero con un tocado de flores en el lado derecho de tu cabeza, justo arriba de la oreja.

Antes escribías correos cada mañana a Carlos, el puertorriqueño, para consultarle cómo andaban tus cosas con él, con el rollito aquél que tenían cuando no te habías despegado del todo, hace ya un mes largo, cuando podías haber hecho algo por la causa de esa relación. No sabes si podrás dejarlo. Es algo que de alguna manera te quieres preguntar y responder de manera positiva, en algún momento, pero todavía no has podido. No te gustaría encontrártelo, sentirte la cara sonro- jada o darle la cara maldadosa con que le dirías que ya tienes a alguien nuevo rondando tu corazón, así sea una mentira a medias. Hoy vas a salir a la calle, tienes una cita y una esperanza chica a la que te agarras con fervor.

No subestimas tu inteligencia, antes la temes, y por eso quisieras preguntarte esto anterior y respondértelo de manera positiva. Decirte a viva voz, dentro de tu cabeza, que ya no lo quieres, que no lo necesitas. Sabes que difícilmente puedes olvidar con rapidez en el tiempo sin beber.

Estás devastada por no haber obtenido un concurso de poesía en el que alcanzaste a estar de fi- nalista. Ahora solo te queda uno de cuento, uno que vas ganar, te dices. Te cuentas esto, inicias un susurro sin palabras coherentes, como para arrullarte, para justificarte la debilidad emocional frente a las secuelas del desamor. Te tocas la cabeza, te consientes. Te condueles. Eres tu propio lastre. Pobrecita. Nadia la dolorida, la muchacha entusada.

41 No sabes qué demonios es lo que quieres decirte. A lo mejor sí lo sabes pero no te salen los pensamientos claros como deseas. Pasa que esto que te preguntas suena muy comprometedor, igual que puede ser contestártelo, pero quieres explicarte, antes de acabar por ahora, que no te lo preguntas con la intención de establecer una distancia frente al pasado, ni con la intención de olvidar de verdad. Te gustaría, no tan en el fondo, que todo volviera a ser como antes entre tú y

él. Cómo te gustaría. No sabes qué demonios es lo que quieres decirte pero así te sale. Te repites en la cabeza un poema de Velarde sobre el desamor, parece que también lo susurras, quieres dar brisa a tu cara, templar tus nervios para poder mirar un nuevo día, otro de la penitencia del olvi- do, de la soledad. Sales de casa, miras a los transeúntes y deseas que les rompan el corazón tan duro como a ti y que no puedan olvidar jamás. Hace más de un mes que no sales de tu barrio y sientes que tu malestar amoroso se ha eclipsado porque vas a verte con otro hombre. Llevas una falda roja, un tocado nuevo en la sien y el entusiasmo necesario que llama a las cosas buenas de la vida. Eso te dices. Debes ir a cobrar un cheque por tus derechos de autor, pagar unos recibos y llegar a las diez al museo para ver las fotografías de David Nebrada y encontrarte ahí con Roque, tu levante de hace dos meses en una fiesta de lanzamiento de un libro XTR de la editorial que publica tus libros. Todavía no sabes si podrás dejar al puertorriqueño. Te vas.

II. Carlos: Todo lo conviertes en canciones.

Ya no haces literatura. La quieres de vuelta. No has vuelto a recibir correos de Nadia des- de hace un buen rato. No puedes desdecirte. Ya está hecho. La cagaste. Todas las repuestas groseras y descaradas que le diste a sus mensajes por correo electrónico te revuelven el seso aho- ra, te hacen sentir un miserable arrepentimiento. Te debiste haber medido con las palabras. Car-

42 los, maldita sea, has hecho de tu vida amorosa un desastre. Has vuelto por tus pasos para ser un desgraciado contumaz. Todo tu dolor lo vuelves baladas, rancheras, rock, para intentar olvidar, pero a ciencia cierta lo que más quieres es agarrar fuerza para ir a pedir canoa. Decirle: Nadia, mi amor, volvamos a estar como antes, pero mejor. No bebes para olvidar. Oyes, en cambio, can- ciones sobre el desamor y haces duplas y mientras oyes los discos te dices: mi vida amorosa, mi vida sexual necesitan más Motorhead y menos Rocío Durcal; más Depeche Mode y menos

Daniel Santos; más Carpathian Forest y menos Camilo Sexto. Eres un escritor puertorriqueño.

Qué esperas para valerte de las palabras. Ya comienzas a escribir una carta.

Marzo 15 de 2003

Nadia, mi amor. Voy al lugar interno de mi escritura en que todo se produce en grandes cantidades cuando el amor y la tristeza lo piden. Sin embargo, siempre he perseguido lo concreto como otros, lo breve y sustancioso en prosa y en acción. Y puedo decir que mientras tenga tiem- po libre en mis labores voy a seguir escribiéndote cosas, porque desde que te conozco así esté hablando y escribiendo de otras cosas ajenas a ti, lo he hecho para ti. Cuando no escribo para ti, escribo para ti de todas formas. Cuando le hablo a los demás es para que me oigas, así no estés presente. Voy detrás de ti con la esperanza ida. Es lamentable querer y no ser querido. No espero muchas cosas después de esta vida, espero no siga nada. Me importa esta vida más que la que dicen que sigue, pues en la de ahora estás tú. Se me antojan días digeribles, sin importancia, los de ahora sin ti. Y uno puede hablar del amor, del dolor, de gotas saladas, de penas por años, pero sabe en palabras y acción que la historia de un amor no es la historia del fornicio entre una pare- ja, sino de la ternura que dos se dieron o negaron con intermitencias. No quiero que nos dejemos

43 ya más. Hay que seguir siempre juntos. Te puedo decir mentiras bellas ahora mismo: te voy echar de menos las tres próximas vidas. Falso. Nadie sabe cómo es la vida futura, o si son varias o qué. Falso porque nadie sabe, pero haría eso por ti. Eres el móvil de mis más dolorosas pa- siones porque te quiero tener en vida.

Lo has conseguido: has escrito la carta. Es un texto hermoso, cursi y sincero frente a tus ojos y tu corazón roto. Esperas que sea efectivo para poderte deshacer del bloqueo de escritura que la falta de Nadia te ha causado. La carta es la prueba de lo mucho que la necesitas en tu vida, pero también es la prueba reina de tu sequía creativa. Es el único texto que has hecho desde que la dejaste. Carlos, maldita sea, te estás volviendo loco sin ella. Te va tocar como a Ray Loriga quien escribió Ya solo habla de amor cuando lo dejó Christina Rosenvinge, la mismita rubia bomba de la banda Christina y los subterráneos: escribir una novela sobre el desamor para curártelo y no echar a perder tu carrera literaria. Te quedas.

El chat del final de los tiempos (amorosos y ridículos)

(Los mensaje de chat aquí presentes, sirvieron para echar a perder un matrimonio con dos hijos, un noviazgo y la salud mental de todos los involucrados. Las intermitencias en los mensajes se explican con que estos mensajes fueron recuperados por el abogado de Sandra Flo- res para lograr el divorcio de Marcos Cienaguas. Su fuente son de chats de la aplicación de citas

Tinder y de la red social Message Box. Los mensajes fueron, a veces, la continuación de otras

44 conversaciones en otras aplicaciones, llamadas telefónicas, correos electrónicos y conversaciones en vivo entre la pareja adúltera de Marcos Cienaguas y Marla Molina).

Marzo 27

Marcos: Me da mucha tristeza leer esto y que lo hayas hecho, por acá, de una manera tan imper- sonal. Me gustaría hablarte y oírte, sobre todo, para ver qué otras cosas te causan la tristeza. ¿Por qué te da tanta fiebre, a veces, por la noche, cuando me quedo en tu apartamento con todo y el aire acondicionado? Dices que no quieres hablar y lo pruebas con creces; de manera sobrada. No sé qué decirte ya. Como alguna vez dijiste: yo tampoco sé ya qué hacer contigo ni conmigo. Te reitero mi afecto y mejores deseos con tus asuntos de salud que parecen ser como los cuentas, de resfriado y ya. Puedes contar conmigo para lo que sea. No me aceptaron en la Universidad de

Temple. Estoy inconsolable por esto y por todo lo demás. Si es que uno puede decir esto sin sonar exagerado o ridículo aunque sea verdad. Te quiero Marla Molina. Mi amigo, el inmunólo- go Jalid, me ha dicho que tu fiebre no es normal, que te puedes morir o que bien la controlas con algo y por eso vives.

Marla Molina: Estoy en comité de obra. Anoche quedamos en hablar y me dijiste que estabas sin batería. Eres muy descarado hasta para pedir canoa.

(Pedir canoa: colombianismo usado para rogarle al novio, la esposa, etc.)

Marcos: Se fue la luz. Por horas. Se fue la maldita luz. Yo te consigo un reporte legal y certifica- do de cortes de luz por parte de electromaldita.

Marla Molina: Te creó. Y ahora estoy en comité. Lamento lo de Temple. Yo quiero y necesito hablar contigo sobre todo lo que ha pasado. No se ha dado la oportunidad, cuando he podido he

45 devuelto tus llamadas. Me haces sentir como el peor ser. Sé lo que soy, pero tampoco merezco que me hables así. Si te parece bien, hablamos más tarde, en la noche luego de que nos desocu- pemos. Cuídate. Confío estar en casa a las 8:30 p.m Ojalá vayas para que podamos hablar en calma. Me avisas para pedir algo, yo te invito, suelo salir con mucha hambre del gimnasio. Me cuentas temprano que prefieres comer los viernes en la noche.

Marcos: Antes de esa hora estaré por tu casa. Pide lo que quieras. No tengo una preferencia espe- cial para los viernes ni ningún día. Pero si me antojo de algo te digo por este chat. Cuídate y no andes triste, Florecita.

Abril 1

Marla Molina: Hoy estoy mejor, afortunada o desafortunadamente el trabajo me absorbe tanto que no me da tiempo ni para pensar en lo que me pasa.

Marco: (Sin repuesta de Marcos)

Abril 3

Marcos: Eres mi persona favorita de la década y mi fotógrafa favorita y envidiable. Solo digo esto de lo negativo porque como medio sabes de luz y de negativos de celulosa sé que me enten- derás muy bien.

Marla Molina: No sé de negativos ni celulosa. Voy a aprender más cada día.

Marcos: ¿Dónde vas a aprender? Si me disculpas la curiosidad. Yo voy a aprender a cuajar queso pronto y me interesa aprender a revelar fotos.

Marla Molina: Tú me vas a enseñar. Acabó de tomarla. Mira que lagarto tan hermoso. ¿En serio crees que pueda dejar la ingeniería industrial y volverme una fotógrafa profesional?

46 Marcos: Hay que comprar químicos y celulosa. Va a llegar un momento en que no me vas a creer, pero, esta foto como otras es una pasadez de buena.

Marla Molina: Casi no lo enfocó. Iba muy rápido.

Marcos: Tiene velocidad de luz atrás, pero sale intacto el animal. Descansa y que todo te vaya mejor. Me dices que te sientes mal al inicio de una semana difícil, según cuentas. Solo puedo de- searte que todo te salga de la mejor manera y que logres lo que tengas que hacer en tu trabajo.

Esto, claro, si tu malestar viene de tu trabajo y no obedece a otras cosas que no me cuentas. Cuí- date mucho, Florecita. Porque si en algo de lo que te afecta te puedo ayudar. Nada más me lo dices y lo componemos. No sé. Un hampón en tu trabajo o alguien de tu familia que se esté pasando de lanza.

Abril 7

Marla Molina: Hola Estaba hablándote por mi celular y apenas me doy cuenta que no tengo señal.

Marcos: Jajaja.

Marla Molina: Te estaba enviando las fotos que tomé hoy.

Marcos: Qué desperdicio el esfuerzo sin señal. Una noche de estas antes del viaje me dejas , comemos algo fuera o dentro y mandamos fotos a concursos y convocatorias de medios o bien lo hacemos durante el tiempo del viaje. En algún momento entendí que via- jaríamos de nuevo pero a Mirlo de Rosa. Digo, antes de hablar de San Antonio.

Marla Molina: Este fin de semana haremos un recorrido al Sur.

Marcos: Sin descontar la minas del Norte y que puedas ver el mantenimiento de las vías que has reparado para tu empresa.

47 Marla Molina: La próxima semana voy para el Norte, tengo citas médicas el lunes 11.

Marcos: ¿Estás enferma o es un chequeo por la fiebre de las noches? Ver el viaducto ese inmen- so. ¿Cómo está tu salud y tu ánimo flor hermosa?

Marla Molina: Bien, todo bien. Es un chequeo de mi T de cobre. Nada grave. El plazo para las fotos de las vacaciones de la National Geographic vence mañana.

Marcos ¿Qué esperas?

Marla Molina: ¿Cuáles envío?

Marcos: Jajajaja, Todos las de la carpeta concurso 3 están buenas y preseleccionadas.

Mayo 1

Marcos: Te escribo por este medio el mismo mensaje que te envié como mensaje de texto, con una que otra adición: avísame cuando puedas y quieras hablar. En tu receso de almuerzo, por ejemplo. Bueno, si quieres hablar o si crees que hay que hablar. A menos que creas que no hay ni mierda de qué hablar. No tengo idea de hablar tan inseguro como dices. A lo mejor me estoy quedando sordo y no me oigo hablar tan como hablo en realidad. Disculpa mi rabia y grosería.

Ojalá quieras viajar todavía, con todo y todo y la visita de tus jefes. A lo mejor ya tienes algo más atractivo y chévere para hacer. El mundo es grande y está repleto de gente. Me avisas y también pues me dices si no quieres acaso que te joda más la vida y que te quiera tanto porque se me da la real gana. Tienes todo el derecho a vivir en paz. Me desaparezco de tu vida y ya. Además, sólo somos amigos con derechos y yo no llego ni a piloto. Jajaja. Cuídate mucho. Me duele el alma o el corazón como dicen los boleros, pero eso no importa.

Marla Molina: A falta de una, me pones a leer el mismo mensaje dos veces. En mensaje de texto y Message Box. ¿Qué esperas que te diga al respecto? ¿Qué ganas con repetirme lo mismo? No

48 tengo más planes, ni feos ni malucos. Pedí permiso para viajar contigo. Esta mañana lo confirmé con mi jefe y no tengo problema en tomar libre el sábado. Siempre me equivoco al decirte cosas de mi pasado. Al contarte mis historias me expongo a que uses lo que te conviene para hacerme sentir mal. Tienes toda la razón, no eres ese piloto, sí lo fueras estarías muy lejos de mi vida tal como él lo está. Yo no defino lo del viaje, Marcos. En ningún momento pensé en cancelarlo, has- ta dejé mi maleta lista para poder viajar temprano. Eres tú quien condiciona todo y te mandas a la mierda solo. Quien debe avisarme si hay viaje o no eres tú. Ni siquiera quiero ir a mi hogar, no quiero que vean y sepan todo esto.

Marcos: No te amargues. Después, en otra ocasión, voy a poder conocer a tus padres.

Marla Molina: No seré una buena compañera para tus viajes de campo para hacer periodismo o literatura de viajes, como dices para confundirme. Tú te disculpas cuando soy yo quien te lasti- ma.

Marcos: No permitas que te haga eso. Me porte muy mal esta mañana.

Marla Molina: Gracias por tu buena voluntad, gracias por tu afecto desmedido hacia mí. Valoro cada cosa que hiciste por mí.

Marcos: Nada mas lejos lo que siento y quiero hacer. Me porte mal esta mañana.

Marla Molina: Te he hecho daño, a ti y a muchas personas. Por eso quiero alejarme de todo.

Marcos: Hay algo que no sé y no me lo cuentas. ¿Por qué te da tanta fiebre y te duele el cuerpo

últimamente? Antes era sólo la fiebre. Ahora no te aguantas el cuerpo en muchas noches.

Marla Molina: Llevo días, qué digo, años sintiéndome mal y ya no puedo seguir disimulando lo que me pasa contigo. Sufro del mal, del síndrome de de Still. Es una enfermedad que solo padece una persona y media entre un millón. De niña casi me muero.

49 Marcos: Y parece que solo aplazaste mi mandada a la mierda y guardaste este secreto porque me crees un desalmado o un incompetente para entender tu mal. Enfermedades huérfanas les llaman.

Marla Molina: No es una de esas. Estás equivocado. Cada cosa que te cuento la has usado en mi contra después con tus comentarios irónicos y nocivos. ¿Cómo querías que te fiara algo tan grave? Todos tenemos un pasado y a ti te afecta el mío. Tú me has confundido mucho,

Marcos: Yo no me siento dañado. Me duele tu desconfianza. Una cosa son tus antecedentes amorosos con otras personas y otra tu salud. Déjame buscar de qué se trata el Still.

Marla Molina: No sé cómo tratarte, no sé que decirte. Tú has sido paciente y tolerante, por eso no te sientes dañado. Me he visto con otras personas en las pasadas tres semanas durante tus viajes a tu casa. Las conocí por las aplicaciones de citas. Todavía no he besado a nadie. Ni me he acosta- do con ninguno.

Marcos: Muchas gracias. Yo solo se que te quiero pero si quieres me alejo.

Marla Molina: Pero te hago daño: al estar a tu lado sin sentir por ti lo mismo que tu sientes por mí. Y ya estoy buscando otras personas para no contarles mi pasado, pero sí dejar de estar sola en este lugar tan dejado de la mano del diablo.

Mayo 10

Marcos: Te dejo pensar.

Marla Molina: Eso me lo has dicho varias veces.

Marcos: Y ya. Sientes pero no sientes. Vives confundida.

Marla Molina: Siento afecto hacia ti. Pero no siento ese mismo amor que tu me profesas.

Marcos: ¿Qué le vamos a hacer?

50 Marla Molina: Ese gusto tuyo por mí. Al que le gusta le sabe y ya no me sabes a nada. Nada. He intentado hacer mil cosas pero no logro que nada cambie. Hay otras cosas en mi vida que afectan mucho ahora. El mal de Still, la terapia biológica para controlarlo. No me siento cómoda contán- dotelas. No tiene sentido hacerlo.

Marcos: No hay rollo. No te merezco la confianza.

Marla Molina: No. Porque las usas para hacerme sentir mal. Tan solo anoche te conté una histo- ria y no solo fuiste indolente y desconsiderado con tus comentarios, también la usaste hoy en tu pastoral de esta mañana.

Marcos: Sí. Supongo. No vale la pena que me cuentes a menos que pueda ayudar en algo.

Marla Molina: No se trata de ayudar.

Marcos: O que sirva de algo saberlo.

Marla Molina: Algunas cosas, son como son, no se pueden cambiar. Busca a alguien sin pasado para que seas feliz con ella.

Marcos: Es imposible.

Marla Molina: Busca una mujer sumisa que esté de acuerdo contigo y te celebre tus irreveren- cias. Te pasas con lo que escribes sobre tus colegas periodistas, sobre los políticos. Yo no puedo hacerlo. Y tu vida ahora con la seguridad del periódico no es muy tranquila ni discreta. Es una pesadez andar con escoltas.

Marcos: Todos tenemos pasado. Puede prescindir de la seguridad por ti.

Marla Molina: Pero no a todos nos lo cobran eternamente. No a todos nos lo sacan al ruedo cada vez que se puede. El pasado debería estar enterrado.

51 Marcos: No me mandes a buscar a nadie. Yo no ando buscando por ahí. Así como así. Nunca he querido sumisión.

Marla Molina: Pero a mí si me mandas a buscar a otros

Junio 3

Marcos: Te adoro, pero no hay lugar a nada. No dejas margen a nada.

Marla Molina: Y deja de seguir haciéndome perder tiempo. Si me adorarás tendrías claro qué hacer. Mientras tú sigues inventando e improvisando yo puedo hacer mil cosas. Es más. Hasta tiempo de ir al gimnasio tengo. Así no dejó tirado todo por estar a disposición tuya. Tú y tus planes me saben a cacho, Marcos. Ni de amigos…

Marcos: Los preparativos de mi abuela. Nada importa. A tus ojos no hay esfuerzo que valga.

Marla Molina: ¿Y es que ella va a esperarte hasta qué hora?

Marcos: Acabó de llamar ella. A ver si íbamos.

Marla Molina: ¿Qué le dijiste? ¿Que me dejaste esperándote como siempre por siempre?

Marcos: Preguntó que por dónde íbamos. Le dije que no sabía y ella me preguntó que por qué lloraba. Regalé las boletas de cine de Casa Blanca, el clásico que daban este fin de semana. Ade- lanté trabajos, para no llevar el computador y escalar la montaña para hacer buenas fotos.

Marla Molina: No me chantajees.

Marcos: No iba leer ni escribir nada. Solo te digo que yo también hago cosas. Que me fallan los horarios por no tener citas.

Junio8

Marla Molina: ¿Dónde estas?

Marcos: Si me dijeras 8 como has dicho antes. A las 8 estaría. No había cita.

52 Marla Molina: Te pregunté la hora en la que nos veríamos. Tú la dijiste. ¿Dónde estas?

Marcos: Hora fija no había, sí, tentativa. Pensé que me iba a demorar menos esperando un taxi para ir a buscarte.

Marla Molina: No voy a llorar de nuevo.

Marcos: No voy a fastidiarte.

Marla Molina: Yo me voy a ir a algún lugar aunque tu no vengas conmigo. Me siento asfixiada en Sunguero. Mi maleta ya estaba lista. No pienso quedarme acá encerrada otra vez. Me aburren y deprimen más estos dramas. Estoy cansada de ellos.

Marcos: Yo solo quería estar contigo. Acá o en cualquier lado.

Marla Molina: Se nota que es así. Se me hace tarde, Marcos. Quiero irme ya. Al primer lugar donde haya un boleto. A la mismísima porra.

Marcos: Ya cuadraste otro viaje con otra persona. Frente a eso no puedo competir.

Marla Molina: Deja de decir tonterías.

Marcos: Hasta con carro privado.

Marla Molina: Eres un idiota.

Marcos: Yo sí que me quedo encerrado. Pero voy a llamar a algunos para armar una fiesta sin ti.

Septiembre 12

Marla Molina: Hola. El quiste siguió creciendo, es probable que tengan que operar para extraer- lo. Te estuve llamando para contarte.

Marcos: Debo ir a curación de los puntos de la rodilla y bañarme. Te mando el consolidado en un rato. Inscribe las fotos que hay mientras. Sería $, menos mi apoyo a la mejor fotógrafa de todas.

Y el morral corre por mi cuenta. Te dejo por un rato. Debo curar mi herida y bañarme. Besos,

53 Florecita. Cuenta conmigo para tu asunto de la operación. No es la mejor noticia del mundo, pero digamos que te lo van a sacar y que no pasó a mayores por el seguimiento que se le hizo.

MUCHA FUERZA. TE QUIERO Y SIEMPRE TE DESEO LO MEJOR.

Marla Molina: Que me saquen lo que tengan que sacar antes de que se complique. No es la mejor noticia como dices, pero me tranquiliza que se esté tratando a tiempo. Sé que cuento con mi fa- milia y contigo y esto será una situación para sortear.

Noviembre 22

Marla Molina: ¿Cuáles pretendientes? Tú eres la única persona que esta pendiente de mí. La úni- ca persona que realmente siento que me quiere. Los demás que ha habido solo me querían echar un buen polvo y matar la soledad.

Marcos: ¿Quieres hablar conmigo de algo más o lo dejamos en que no tengo mi vida resuelta como Bill Gates… que no me quieres tanto como yo y que todo ha sido tan malo entre nosotros, aunque yo no le he percibido tanto así?

Marla Molina:No hablo de dinero. Eso no es a lo que me refiero con tu desorden. Hablemos esta noche. No iré al gimnasio.

Marcos: Yo no te quiero, yo te adoro, Marla. Tu alto nivel de exigencia y profesionalismo, el sexo, el amor que no has dado a nadie pero sé que puedes dar. Tu seriedad.

Noviembre 23

Marla Molina: ¿Vamos a comer algo?

Marcos: Solo entiende que llevaba años sin estar acá y que a pesar de todo, todo me ha marchado bien. Porque no me dejo joder por las circunstancias. Por favor, almuerza.

54 Marcos: Me quedé hablando solo y me contaste que te ibas a poner otra vez hielo y que llorabas y que te ibas a conciliar un merecido sueño- descanso, pero sé que si necesitaras asistencia algu- na no dudarías en pedírmela a mí o quien consideres que te puede ayudar. Sé que si percibes que no te puedes valer o que necesitas algo, lo pides sin dudarlo. No eres un mal ser. Solo mezclas las cosas y bueno a lo mejor no hay caso con nada y todo es un embeleco mío o un capricho esto de obstinarme como tú dices. Yo no me obstino, solo lucho por las cosas y personas que valoro ines- timables e importantes.

Marla Molina: Hola Marcos. Te quiero mucho y por eso me afectan los malos entendidos que tenemos. Me afectan que sean tan constantes los malos ratos. Disfruto cuando estoy en tu com- pañía de manera serena y tranquila, cuando podemos comunicarnos claramente. Créeme que mi afecto por ti es lo que me ha llevado a hacerte algunos comentarios, mi intención con ellos no ha sido herirte sino hacerte notar algunas cosas que puedes mejorar, en las que podemos mejorar.

Me preocupa tu actitud hacia las críticas, aunque sean para mejorar las tomas como una afrenta personal y lo reduces a un comentario desaliñado que te ofende. Me volviste más crítica frente a lo que hago y eso te lo agradezco. Antes tomaba fotos por pasar el rato, ahora tiene más sentido hacerlo, pero creo que debemos hacerlo bien y dejar de lado las susceptibilidad para poder ser objetivos a la hora de tomar las mejores decisiones. Creo que tenemos buen material para partic- ipar en muchas cosas. Ya hemos ganado premios. Yo, sobre todo. Creo que dejar la selección para último momento nos afecta. Anoche sólo quería decirte que la selección de imágenes pudo ser más variada. Dejamos a tres vendedores de hierbas y no pusimos a nadie con frutas; teníamos vendedores de relojes y algodón de azúcar, pudo ser más. Las dos fotos de la discusión sobre adentro o afuera son muy parecidas y la de la señora pequeña siento que se pierde en medio de

55 las sombrillas, no es ella lo más llamativo de la foto. Hay dos vendedores de bebidas calientes cuando uno de ellos hace brebajes. Ese tipo de cosas son las que podemos corregir para próximas ocasiones y decírtelo no significa que hayas hecho las cosas mal, yo estoy en un proceso de aprendizaje y tú también. Debemos asumirlo así.

Enero

Marcos: Marla. Mis más sinceras y entusiastas felicitaciones por tu cambio de profesión y por el premio de fotografía Magnun photo. Espero te vayan las cosas así siempre ahora que has dejado la ingeniería. Yo no te olvido. Te pienso mucho. Te deseo lo mejor cada día. Es un fin de año difícil porque estoy superando dos duelos: el de la muerte de mi abuelito, quien no fue ni más ni menos que mi verdadero papá, frente a la porquería del otro. El duelo es por ti. Si no te volví a llamar fue porque esperé más apoyo, consuelo de tu parte durante esos días y mejores cosas a que me dijeras que te pesaba el teléfono en las manos y que por eso no querías hablar más. Eso me puso muy triste. Me puso muy mal. Supongo que este mensaje no va a tener una buena re- spuesta o no va a tener una respuesta del todo. Nada más me despido diciéndote que te guardo un inmenso cariño, que desearía que quisieras hablarme y que este correo tuviera respuesta y que ojalá las cosas fueran o hubieran sido de otra manera.

Febrero

Marco: Marla No sé qué pasó. Si incluso hablamos de estar bien y ajustarnos.Yo no tengo nada en este momento en mi vida. Estoy en blanco. No te imaginas la falta que me haces y lo difícil que es imaginarme el futuro sin ti. Yo me hice la idea de que venía a Sunguero para no perderte, porque si seguía lejos iba ser peor. Mi tiempo se consume en esperar tal vez lo imposible: en que

56 me vuelvas a hablar y que tal vez se rehagan las cosas contigo. Que haya perdón. Nunca fui tan amoroso, sacrificado y bueno con nadie como contigo. Te mereces eso y más. Nunca nadie saco lo mejor de mi como tú. Eres una persona increíble. Hermosa. Ya te decía en mensajes viejos que me parecías la persona más hermosa e internaste de todas las que había conocido. Me gusta todo de ti. Te echo de menos y me siento agradecido de haberte conocido. Me hiciste una mejor per- sona. Es una pena molestarte con estos mensajes pero es que te quiero con toda y debo por lo menos desahogarme. Al menos eso. Por ti creo en el amor y en que el arte es sagrado. Que vaina molestarte con estos mensajes. Te voy a llevar siempre en el corazón y te lo digo en serio: me voy a dedicar a vivir, a hacer las cosas que tenga que hacer mientras me muero, pero siempre te voy a estar esperando porque nadie más me interesa. Te voy a esperar cada hora y cada día así no tenga ningún provecho. Esto es peor que hablar solo, pero me hace feliz no guardarme las cosas.

Decirte, hacerte llegar todo esta palabrería así sea demasiado tarde o sin saber si las vas a leer. Te quiero inmensamente y me parece estúpido haberte dejado de llamar por una tontada.

(Estas conversaciones fueron vistas y usadas por Sandra Flores, la esposa de Marco, para lograr su divorcio por infidelidad reiterada y más que probada) (Marco maltrató en Sunguero a Marla

Molina física y psicológicamente e igual hizo con Sandra Flores en Canaima)

(La enfermedad de Still fue desatendida por Marcos durante todo el tiempo de su relación clandestina con Marla. Hoy Marcos vive del periodismo y su vida amorosa no pasa de ser una sumatoria de escarceos y amores de verano en que anhela sin recuperar nunca ni a Marla ni a

57 Sandra. Ve a sus dos hijos dos veces por mes, siempre y cuando haya cumplido con la cuota ali- mentaria tasada por el juez de familia para la manutención de sus vástagos.)

58 E s p e r o que me quieras mañana

Una muchacha rarísima llamada Filpa (o más bien apodada así creía Gerardo García) lo había visitado en su oficina el viernes a la última hora de la tarde. Era una microbióloga deses- perada que había ido a su oficina para consultarle si podía ponerse al frente de un asunto penal por tráfico de drogas a favor de un amigo suyo llamado, ¿apodado el Chili? La joven también le

59 había preguntado por métodos y conocidos útiles para sacar de manera clandestina dos grandes sumas de dinero de propiedad de ella y del Chili hacia un paraíso fiscal o hacia donde fuera. A lo primero, García había aceptado sin reparos y se había puesto a trabajar enseguida escribiendo en su computador un requerimiento al despacho judicial donde reposaba el caso. Para lo otro, había pedido un tiempo para averiguar con abogados y corredores de divisas torcidos que se le midie- ran al encargo, esto, a pesar de tener muchas conexiones a mano, pero quería hacerse valer ante una morena tan atractiva con la carne templada a punto de cimbrar fuera del enterizo de cebra que la contenía.

Nada más el mes anterior había relacionado a unos narcos con unos testaferros judíos en

Islas Caimán y en Zúrich, Suiza, para que lavaran unas ganancias en diamantes y en varias de- nominaciones de monedas extrajeras. Con ello no había obtenido mucho, pero le habían quedado los contactos.

Filpa se le antojó una mujer bellísima, con un cuerpazo y unos ojos verdes que envidarían las esmeraldas si cobraran vida y se hicieran mujeres. Pero por encima se veía que estaba al bor- de de la locura, sin prudencia en sus actos o con su lengua; era una habladora imparable, desqui- ciada por problemas que no eran del todo suyos. Había que ver no más la manera desinhibida con que le había contado todas sus necesidades sin preguntárselas siquiera. Había llegado a su oficina porque recordaba que Natalia Palomino lo había mentado en un fiesta como un excelente aboga- do e inescrupuloso, si cabía la redundancia que les suscitó una risotada al unísono. Ella le contó su vida abreviada en unos pocos minutos, en cambio, charló en extenso sobre la fascinación que sentía por Munk Flores. Le dijo que de su biblioteca y de su vida se podían robar todo, menos los

60 libros del escritor español, incluso le confesó que había soñado muchas veces con la experiencia de conocerlo y tal vez seducirlo para meterlo en sus cobijas. Quería llegar a leer antes que todos los demás lectores en el mundo la próxima novela que el autor estaría preparando. Si estaba en aprietos ahora no importaba, pues valía la pena con tal de llegar a estar algún día frente a su es- critor favorito y enamorlo.

A Gerardo García, Filpa le produjo, si probarla todavía, el mismo embeleso que sentía al consumir cigarrillos y chocolates de contrabando, regalados por sus clientes o comprados en el mercado negro de San Andrews. Bien visto, pensaba el abogado, sus peticiones legales e ilegales y su obsesión literaria eran estupendas para una muchacha que no pasaba de los veintidós años.

Pero estaba loca. ¿Cuántas a esa edad tenían tal arrojo, esos problemas y tal recorrido en la vida?

Para colmo era divina. Aunque caviló con más sangre fría: debía andarse con cuidado con una mujer así. Gerardo también sabía de Munk Flores. Lo estimaba un escritor policíaco magnético, con embrujo, muy divertido, pero de cualquier manera la obsesión de Filpa era un aviso de pre- caución. Seguro Flores podía acabar muy mal si se encontraba con la gigantesca chiflada. Él no era Flores y Filpa lo necesitaba por un tiempo mientras lograba irse a España. Se prometió Ge- rardo hacer las cosas con mucho tacto para divertirse sin lastimarse en ningún sentido ni arries- gar la relación con Hilda Bermúdez.

El sábado, con todas las horas libres sin Hilda, que no iba regresar de su viaje en las mi- siones humanitarias hasta el lunes, comenzó a ver con calma los libros de los que se había hecho en la librería de Alejandro Towers y el Cernícalo en el Callejón del Temel. En los ratos de des- canso de la última semana en el bufete de abogados había leído a saltos varios libros sobre la pu-

61 blicación clandestina y la traducción del francés al español de los Derechos del Hombre por Fe- derico Narain. Al final había llegado una conclusión sobre el supuesto altruismo del prócer: no fueron del todo actos desinteresados, subversivos o generosos en favor de la humanidad, pues en su diario se habían encontrado cálculos de venta y planes de distribución de las copias de los De- rechos. Por lo demás, este padre de la patria se había valido de la Imprenta Real para su arriesga- da tarea. Todo eso y unas pocas gestas militares le habían dado para ser investido con la presi- dencia en reemplazo de José Antonio Livárbo. Este último había dicho de sí mismo que él com- pletaba el grupo de los más redomados majaderos entre los hombres junto al Quijote y Jesucristo.

Gerardo parafraseó entonces en su mente unas palabras de su padre, su guía para todo en la vida, quien siempre le decía que así se daban las cosas con muchos personajes y hechos en la historia mundial, por medio de malentendidos que hacían pasar como mejores los amores, las cosas y las personas frente a lo que en realidad habían sido. Con todo, era meritorio que Narain hubiera pa- sado tanto tiempo en la cárcel por su osadía editorial y su lucha independentista sin arrepentirse ni pedir indulto. Anotó en su libreta que Narain había alcanzado la gloria, con menos méritos de lo que se creía, como el precursor de la libertad y un difusor, aunque frustrado, de las mejores o culminantes ideas de Francia de los tiempos de la Ilustración. Del resto de las acciones del per- sonaje histórico leídas en las treguas en la oficina, tenía como grandes empresas La Gaceta y La

Bagatela financiadas de su propio bolsillo. Ambos periódicos eran prueba de que detrás de cada generación de escritores y políticos hispanos vistosos siempre se encontraba una guerra, amoríos, revistas, diarios o por lo menos un pasquín. Por eso era que a él, Gerardo García, le interesaba tanto entrar a La Dinámica, pues ya quería figurar y comenzar a hacerse un nombre en el mundo de las letras por medio del trampolín de la nueva revista de Sebastián Buitrago o de la veterana

62 revista Lío de Andrés Rellenos, ambas con tantos lectores que las tenían en el foco del círculo cultural donde el quería bañarse de luz. A propósito de magazines, antes de sentarse a leer recapi- tuló que todavía esperaba un respuesta de Buitrago sobre su ingreso a La Dinámica. Hizo otra anotación en su libreta para no olvidar llamarlo el lunes y preguntarle sobre la presumida deci- sión del consejo editorial. Pensaba que su sustancioso ofrecimiento en metálico le traería una respuesta aprobatoria. Además, Sebastián era un viejo amigo desde las viejas batallas de la época de la universidad cuando iban de festejo en festejo, jugaban fútbol y se reñían por cuestiones po- líticas y por La Gitana. Gerardo solo estaba demorando algo que por derecho le pertenecía en este mundo, por su inteligencia, posición social y amistades.

Se sentó en una mecedora de caña brava recostada contra una pared, abrió y hojeó dos de los libros sobre libreros y escritores de Vallarta entre los siglos XVIII y XIX, pero decidió leer antes sobre otros temas que lo apasionaban: el tiempo del ruido y las relaciones amorosas más célebres del mundo Occidental. Tampoco era que se fuera a quedar en eso todo el rato, pero los dos libros nuevos que le habían conseguido sobre el tema en San Librario lo tentaron más en ese momento. Desde que había conocido la anécdota siempre se había preguntado: ¿cómo sonaría el estruendo?, ¿si no habría sido un hecho orquestado por los curas para asustar y mover a un com- portamiento piadoso y obtener más limosna?, ¿había sido un temblor, un fantasma demoníaco, una señal de lo peor por venir u obra de un extraterrestre?

Cuando leyó la antología de historias de amor, se percató de su pésima relación amorosa. Nada era ya excitante ni novedoso. ¿Podría el dejar dejar a Hilda por Filpa y vivir la intensidad de las historias de amor que leía?

63 Leyó un rato sin interrupción hasta que decidió ir por su computador portátil para cotejar información. Pudo ver que en efecto en Historia de los mitos de Vallarta se explicaba el ruido como causado por un temblor. En internet encontró que la fecha y los datos en el libro eran erró- neos; el ruido no había tenido réplicas recientes, el libro se equivocaba al decir que el 27 de agosto de 1883 un estruendo había causado lo del tiempo del ruido. Lo que sí había pasado en

1883 era un tsunami en la extinta isla de Krakatoa que había tenido su caja de resonancia, la libe- ración de la energía en Vallarta, con siete enviones que habían causado un solo gran zafarrancho como de explosión de artillería, pero sin la duración de quince minutos del ruido oído en Puntera el 19 de marzo de 1687.

No se sintió estafado por un libro con datos trastocados. Supo que no debía deshacerse del vo- lumen por el error, pues este lo convertía en un objeto de colección. Pensándolo bien, se dijo

García, la relación entre Krakatoa y el tiempo del ruido no había sido aún una apuesta de nadie y tal vez él podía formular una explicación uniendo los dos eventos. ¿Quién podía negar que un temblor anterior en Krakatoa había ocasionado lo del tiempo del ruido en 1687? Al fin y al cabo, eran hechos físicos, nada inexplicables si se les despojaba de la superstición barata. De hecho, esa misma semana había oído en una conversación a espaldas de su silla en un restaurante, en boca de un muchacho soberbio: ´´El único misterio en la vida es el porqué los pilotos kamikazes llevaban casco´´. Busco también en Internet la frase y vio que era de un filósofo holandés. Para cuando volvió a leer en el segundo libro Vallarta en la Historia sobre el tiempo del ruido, pensó un buen rato que Vallarta era un lugar lleno presagios malditos contenidos en su pasado. Era un ciudad acechada por amenazas confusas a las que unos pocos como él prestaban atención. Sin embargo, su pragmatismo lo llevó a rumiar otra vez en causas naturales. No se iba a volver un

64 fanático alarmista, pero no se podía pasar por alto que los fenómenos naturales se habían empe- cinado en dañar la ciudad de su amores. Todo se iba a acabar algún día, eso estaba claro, pero

Vallarta corría adelantada por un viento negro hacia el final general. Según sus lecturas y las charlas con su padre, José Concordia García, el Nobel, era el único escritor que había puesto el dedo en ese mito en la literatura local; sin embargo, todos soltaban en la calle sobre los tiempos del ruido para hablar de algo viejísimo, inmemorable sin saber si quiera el origen de la expresión.

Mientras divagaba así entre lecturas, una granizada inesperada coló pedacitos de hielo en el tape- te de su sala. Cuando por fin se enteró de la tormenta por el ruido incesante del pedrisquero y el zumbar del viento, fue andando rápido a cerrar la ventana lateral del salón. Al llegar a la vidriera se encontró con la vista pulcra de su calle cubierta de un blanco espectral como en un estudio de grabación de cine en que se simulaba un paisaje crudo de invierno. Desde que había comenzado a vivir con Hilda nunca había presenciado algo parecido y tuvo el sentimiento egoísta de disfru- tar algo hermoso sin su presencia, barullo y comentarios pomposos. Filpa si merecía ver esto y ser abrazada.

Cuando se aburrió de leer sobre los años del ruido pasó a los libros sobre escritores y li- breros. Luego fue a leer en el estudio donde tenía una lámpara de pie para leer en las noches.

Había llegado el momento de estudiar y decidir como cuál de esos escritores iba a ser él. Al cabo de dos horas de lectura, cayo en la cuenta de los muchos escritores que habían sido a la vez polí- ticos y hombres de leyes como él. Le consoló pensar que allí y en el resto del mundo se hubieran dado tantos y tan buenos escritores que eran abogados como Franz Kafka, Robert Louis Steven- son y Johann Wolfgang von Goethe, y los locales, H. R. Rubio, Fernando González, Arturo Mo-

65 rada Sur, José E. Marzuela y José Concordia García, el único nobel de su país. El mismo engro- saría esa lista, pero primero iba a aprender el método para hacerse escritor. Así había hecho con todas las cosas en su vida y siempre le había ido bien. Repasando cómo habían hecho los demás iba a aprender a hacerlo él.

Sin saber cómo ni cuándo, se despertó en una nueva mañana alumbrado por la luz orien- tal enceguecedora que llenaba el estudio. Se había quedado dormido leyendo. Se prometió que en la tarde retomaría las lecturas. Sin más trámites, ni estiramiento de las extremidades ateridas, fue del estudio a la sala de estar por su teléfono fijo protegido contra interceptaciones y su libreta de teléfonos. Llamó a Indalecio de La Torre para adelantar la cuestión de la transferencia de la plata de Filpa y del clan del Chili. Explicó que la inmensa suma de dinero, como le había pedido Filpa, iba a ser dosificada en varios depósitos, pues una parte también se iba a lavar pronto en la com- pra de remates de libros de editoriales de conglomerados internacionales para después venderlos a libreros de todas las calañas por irrisorias sumas. (Aumentar)

Concertó con su colega una cita para el martes en la tarde, a la que asistiría Filpa y un apoderado del narco para llenar formularios, escoger claves y negociar las comisiones. Antes de colgar, como siempre, Indalecio le contó un chiste verde.

El chiste de Indalecio tenía como protagonista a un banquero soltero, muy sano, quien de la noche a la mañana se aficionada a los juegos de azar por culpa de sus nuevos compañeros de trabajo. Después por su propia cuenta se enganchaba también con la cocaína. Al cabo de un año

66 en esas actividades compulsivas sucumbía al libertinaje total con el alcohol y la prostitución. Así pasaban dos años más y el mismo hombre decaía a la par que era despedido de toda suerte de oficios por vago -Administrador, contador, cajero, empacador, cargador- hasta que terminaba de ladrón y cuidador de autos en la calle. Pese a las reducciones de sus medios económicos en todo ese tiempo el tipo no se deshacía de ninguno de sus compulsiones contraídas, con excepción de los juegos de azar en los que ya no lo dejaban tomar parte ni siquiera como espectador. Con la cocaína se daba sus largas pero siempre juntaba para seguir enganchado. Con la prostitución ha- cía igual, juntando hasta completar para un polvo. Sin embargo, en cierta semana ya no llegaba a la cuota mínima para nada y después de vender una plancha de ropa robada descompuesta por 10 mil moverus llegaba a una conclusión salomónica e iba con el envase mocho del litro y medio de un refresco como recipiente a donde Raquel. La mujer que a pesar de sus descenso lo recordaba de mejores tiempos no se negaba a prestarle sus servicios. Entonces a ella le pedía la venta sus aguas menores y que las depositara en un frasco hechizo de plástico. Durante unos minuto Ra- quel se negaba a su petición, incitándolo a que viera lo que los vicios habían hecho con él, a que reconsiderará y endereza su camino antes de que fuera demasiado tarde. Después de la cantaleta

Raquel tomaba el dinero y le traía los orines. Después el ex banquero se iba a un baño publico donde ponía su pene dentro de la micción y gritaba desconsolado, a viva voz, con las manos en alto, pero mirando hacía abajo: ¡Tome consomé que la carne está muy cara!

Después de colgar con Indalecio y reír como loco, Gerardo desayunó poco y se dispuso terminar la escritura de un cuento. Cuando puso el punto final calculó que la historia andaba afi- nada. La iba a mandar a la revista Lío, pero primero la iba a hacer revisar del componedor local

67 de novelas y cuentos James Echeverri. Andrés Rellenos seguro se la sacaba por lo bueno que esta el relato y por las viejas simpatías y salvadas que le debía a su padre, el constitucionalista y pro- fesor emérito de la Universidad de las Montañas. Ahora que lo rumiaba, su ascendencia marro- quí, por el lado de su madre y eslava por el de su padre, bañada de la odalisca de los judíos du- rante segunda guerra lo ponía como el hijo de dos grandes sobrevivientes y forrados extranjeros.

En Vallarte más valía ser un extranjero o un local con apellido o apariencia foránea para hacerse la vida grata. Las puertas de la vida se abrían por doquier a los extranjeros o hijos de estos por un raro complejo de inferioridad local que consideraba y apreciaba lo foráneo siempre como mejor.

Filpa se había impresionado con lo que conocía de él. Ahora que supiera de su ascendencia y mucho más, suponía que enamorarla para dejar a Hilda iba a ser facilísimo. Todo lo pensó con verdadera fe. Mientras susurraba: Filpa, espero que me quieras mañana.

68 El amor (a la literatura)

Al despertar Jacobo Urriago no tuvo la menor idea de dónde estaba. Se preguntó, ¿cómo era que había llegado a ese cuarto y a esa cama entre la que nadaba desnudo y aceitado de sudor frío? Miró al lado derecho y vio un portarretrato con la cara sonriente de Alicia Caldera, la novia

69 de Montalvo, posando ante lo que parecía ser un portal de madera en una reserva natural con un letrero de acrílico amarillo desconchado por la lluvia y el sol que decía Cab _ _ _ _ _ ron, pero que antes debió decir Cabo Tiburón.

Algún vago recuerdo de la noche anterior le llegó de manera fulminante para irse con la misma velocidad. Extendió la mano derecha hacia el lado izquierdo de la cama en busca del ca- lor y el hálito mínimos de su compañera de juerga esclarecida. No podía pensar mucho más, iba a comenzar a ponderar con mayor complejidad cuando creyó que su cabeza, o el dolor que era toda esta, no cabía en ese cuarto que estaba a punto de sacarle el hígado por la boca por el efecto re- vulsivo del color azul con que estaba pintado. También le fastidiaban los rayos del sol que se co- laban como puyas por la parte baja de las persianas que no acababan de cubrir del todo las venta- nas. Se quedó dormido y despertó media hora después con temblores involuntarios en sus pies y estómago, y ahora sí, bañado todo de un sudor glacial repelente. Estas sensaciones y varios retor- cijones en su abdomen lo llevaron a correr a arrodillarse frente a la taza de loza inmaculada del baño de la habitación para vomitar como un cerdo atragantado que ha comido más de lo que debe. Estuvo en el suelo un rato más recuperando fuerzas y soltando la cisterna varias veces para echar a la borda su propia porquería. Cuando vio que su cuerpo no daba señales de tener algo más para expulsar, se lavó la cara en el lavamanos y fue hacia la habitación caminando con pasos lentos, casi tambaleándose, hacia el perchero junto a la cama, y sacó del pantalón colgado su te- léfono móvil. Llamó a Alicia y cuando ella contestó le dijo que ya iba en camino con un par de antídotos para su malestar. Antes de colgar, la mujer le envío un beso sonado que Jacobo no supo muy bien cómo interpretar.

70 Mientras Alicia llegó, Jacobo se duchó y se puso un traje negro de Montalvo sin corbata y una camisa blanca con mancornas de plata grabadas con pequeñas cabezas de lobo. Todo se lo había dejado listo Alicia en la mesa de noche del costado derecho de la cama. Como casi no tenía alientos, se sentó enseguida en un diván, sufriendo todavía un leve dolor dentro del cráneo y la invasión de ráfagas de pensamientos paranoicos sobre el hecho de haber amanecido con la mujer de su viejo compañero de universidad. El arrepentimiento no era una de sus emociones esa ma-

ñana, pero sí buscaba entender los pasos siguientes en su vida después de haber traicionado al flamante abogado Montalvo Araz con Alicia y con el rechazo frontal de su entrada a La Dinámi- ca. En la visita que Montalvo le había hecho en la sede de la revista el lunes pasado antes de su viaje a Zurich, junto a Filpa, le había pedido el favor de no insistir más con el capricho de querer escribir para la revista o entrar al consejo editorial, pues con excepción de él, los demás miem- bros del comité editorial se habían opuesto y ofendido con el ofrecimiento de dinero a cambio de su admisión o publicación.

De la nada, Alicia abrió la puerta, subió todas las persianas del cuarto para dejar entrar la luz y le embutió a Jacobo una mezcla helada de limón con una plasta de efervescencia blanca que no acababa de deshacerse. Le entregó un desayuno surtido con frutas y un par de bebidas isotónicas en una bolsa de supermercado.

─¿Te gusta el azul del cuarto?─preguntó Alicia Caldera.

─No ahora mismo. Me hizo vomitar.─respondió Jacobo Urriago

71 ─El tono es de un artista, ummm, no me acuerdo, pero se lo inventó. Ya, un tal Klein. Dizque inventarse un color o un azul. Tremenda mentira. ¿No te parece?

─Aja.

─¿Cómo estás? Eres todo un artista para vomitar. Eres como Yves Klein. No has dejado ni una huella. Muchas gracias.

─Estoy acabado. Gracias por la bomba con limón. Este azul es como el negro antes de la muerte.

Ya la veo venir por mí. Aunque tu pócima ya me hace sentir mejor.-comentó Jacobo García, mientras comenzaba a comer trozos de papaya.

─Borracho: no me trates como a una bruja. ¿Vas a alcanzar a recuperarte para ir a la inaugura- ción del Festival Lío?

─¿No es el otro fin de semana?

─Así es. Pero quedamos anoche de ir hoy a la rueda de prensa y la recepción especial a los invi- tados en el Fontanar. Habrá dos conferencias.

─Vamos entonces.

72 El tiempo se alargó a su antojo en esa mañana de sábado. Los rayos del sol mermaron su potencia al ser cubiertos por nimbos gigantescas. La temperatura bajó y la luz enceguecedora también se disipó al punto de anunciarse un aguacero con el bochorno, el olor a tierra en el aire y las nubes que se resbalaban como en trineo desde las montañas altas del Valle de los Alcázares al casco central de la ciudad. Alicia y Jacobo partieron al medio día a Chaia, un pequeño pueblo aledaño a la capital del país, donde clubes deportivos, sociales y religiosos prodigaban a sus afi- liados con un lugar de esparcimiento exclusivo a quienes pudieran costearlo. Fue esa tarde cuan- do la nevada histórica dejó casi toda Ciudad Puntera cubierta de nieve con la apariencia irreco- nocible de una metrópoli de otro lado en su temporada más fuerte de invierno.

La revista Lío había alquilado en Chaia el Fontanar para lanzar la campaña de expectativa de su festival cultural por todo lo alto; en compañía de la crema y nata local y las luminarias ar- tísticas que estarían presentes durante los cuatro días del festival abierto al público en el fin de semana consecutivo. En la fila del peaje, antes de salir de Puntera, un camión de cuatro chasises, tumbado de medio lado, le cerró el paso a los estrenados amantes. El espacio estaba franqueado por todo tipo de mercancías literarias y souvenires del festival, esparcidos a lo largo y ancho de la carretera por el furgón antes de ser frenado por el sardinel de contención del tránsito. Una ma- rea baja de volantes y libros de todo tipo iba y venía al son de los embates del viento y las ruedas de los carros que todavía transitaban en el sentido contrario en que iban los nuevos enamorados.

-Mira, ahí hay unos libros tuyos.─Dijo Alicia señalando con los dedos fuera de la ventana hacia el borde de la autopista marcado con pintura blanca.

73 ─¿Te imaginas cómo sería si ese desorden no fuera de libros, sino de los cuerpos de los autores de esos libros?─preguntó con sorna Jacobo.

─No digas esas cosas.─le increpó Alicia.

─Si vas a comenzar a censurarme, lo mejor será que nos devolvamos. ¿Ves por la ventana? La literatura está por el piso por estos días, porque acá no nos gusta pensar. Acá se alienan muy fácil con un reinado de belleza o un festival de estos donde se anuncia la presencia de los voceros de la gran intelectualidad del pipiripao. La banalidad y la farándula tienen nubladas las cabezas de todos. Se la pasan esnifando cocaína mientras piden la paz. O de adulones de la Sunín. En este país, en este lado del planeta, se embrutecen con las noticias de los famosos o la televisión más mala de todas o con un par de pendejos que se quitan un balón de cuero, de caucho, con los pies, las manos o sus culos. Prefieren eso en vez de ver el desastre en que vivimos. Acá en Puntera, por ejemplo, vivimos en medio de una guerra cruenta y el neoconservadurismo pero creemos que pasa por allá lejos en el campo o en provincia, porque casi no pasan hechos violentos de conside- ración en las ciudades grandes. Nadie ayuda, como dices tú, a los que están jodidos.

─No es para tanto, Jacobo. Modérate un poco. No te pongas así con esa resaca que traes. Ade- más, ya vamos a mitad de camino y mira, ya están despejando la vía …. di lo que quieras acá, pero no te vayas a poner pesado allá en el festival. Tienes que dar tu mejor impresión a todos y

74 en especial a la prensa por el bien de La Dinámica y de tu próximo libro….sonríele a todo. La tristeza y las malas caras no han vendido nunca.

─Ya, ya … me lo dijiste toda la noche pasada: para ganar y seducir hay que ser un hipócrita, algo así, … la tristeza nunca ha estado de moda…hay que negar el dolor y el malestar. Hay que son- reír, …sonreír. Ya me lo aprendí de memoria. Mira, así.─Dijo Jacobo sonriendo; forzando sus quijadas a su máxima abertura, mostrando los dientes.

─¿Sabes una cosa?─preguntó Alicia.

─¿Qué?

─Se te ve muy bien el vestido de Montalvo.

─Jajajaja. Pobre marica.

Se rumoraba de cierto tiempo a ese sábado la posible presencia de Lujac Callens en el

Festival Cultural Lío, pero ningún medio periodístico ni los representantes locales de la editorial

Penta habían afirmado o desmentido nada. Cuando Jacobo y Alicia bajaron del auto los recibió la vista de una floresta soleada, rondada por caminos artificiales de piedra caliza, que sin quererlo iban en juego con las carpas, mesas y manteles en punta de blanco, engalanados los últimos con floreros repletos de dalias amarillas, cubiertos de plata y copas de cristal. Banderas y pendones

75 rojinegros anunciaban en la floresta el primer festival de la revista Lío con el logo oficial y el número del año en curso. Carpas amarillas hospedaban pequeños puestos de venta de libros y de revistas, además de fondas con comidas y bebidas de cortesía. Al fondo, en la pradera cercada con postes de cemento pintados de blanco y rojo, cuatro perros dorados se perseguían por turnos, cerrando y abriendo nudos ballestrinque, en el aire a ras de suelo, frente una recua de vacas blan- cas orejinegras que los espiaban desde su rumiar pasible y vacío.

Alicia y Jacobo fueron andando hacia la sala de recepción de la casa quinta. En la entrada les revisaron sus invitaciones y los requisaron con un sensor de metales. Una vez adentro saluda- ron a Kika Eyes, la editora de Venero; Andrés Rellenos, el anfitrión del emporio Lío; Carlos Tre- po, el periodista cultural, gay, que había reseñado mal el último libro de Jacobo Urriago; Jota

Mario Chávez, el poeta más laureado de la temporada y Luz Mary Echenique, la poeta y crítica plagiaria inmutable. Así hicieron un rato; saludando a todos sin discriminación, y Alicia recor- dando a Jacobo sonreír, hasta que avistaron la mesa que les correspondía por la presencia de

Germán Alcocer y H. R. Rubio acompañados de sus esposas y un par de gandules colados en la celebración. Se sentaron y comenzaron a charlar entre todos sobre la comidilla del gremio litera- rio.

La nueva pareja compuesta por Jacobo y Caldera no disimulaba arrumacos y querencias.

La noche anterior habían decidido jugárselo todo por su relación. Aunque aún no sabían cómo encarar a Montalvo cuando regresara de Europa. En el momento en que llegaron a la mesa, H. R. explicaba que más allá del fuerte entusiasmo por los ideales y las reivindicaciones del pueblo y la

76 teología de la liberación mezcladas con el discurso viejo de la guerrilla, al cura-guerrillero Cami- lo Torres le había caído la desgracia por culpa de los protestantes o de los cristianos evangélicos en general. Cerró diciendo que al final, antes del asesinato a manos del ejército, Camilo se había vuelto un Luterano recalcitrante; un cristiano hasta el tuétano, pues primero se lo había hecho a su amante Marcela Torres por el útero y luego, con algo de mañita, por el ano.

Cuando Jacobo tuvo el turno de hablar, dijo que para él la revista Lío era como el The

New Yorker pero de un barrio de Puntera, por las ínfulas y el tono que trataba de calcar y combi- nar el editor Andrés Rellenos con el contenido local y los textos traducidos que tomaba de esa revista y de otras publicaciones anglosajonas. Retomó Jacobo García y soltó que el paje de Re- llenos Lucio Jarichí no daba ni para poeta ni traductor de escritores italianos, sino para cagarse de la risa si se le ponía a decir con su dislalia incurable r con r cigarro, r con r barril, rápido co- rren los carros por el ferrocarril o como fuera que siguiera el trabalenguas digno de Eliseo Herre- ra. En ese momento se llamó la atención de los presentes por los parlantes y Fernando Vargas

Calo subió a la tarima y se puso detrás de un atril acompañado de una manada de perros dorados amarrados con lazos, tirados por un grupo de activistas uniformados con camisetas verdes es- tampadas con animales en peligro de extinción.

En la alocución, Vargas Calo dijo que él no tenía nada qué ver, ni qué decir, ni qué hacer con mil quinientos millones de ciudadanos chinos. Que si por él fuera los cambiaba todos por conocer a un marciano. Habló con su perorata de siempre en que tildaba a la reproducción hu- mana como el crimen máximo, a la iglesia católica y a la familia como empresas criminales y a las religiones y a la humanidad entera como incapaces de valer algo por encima de un segundo

77 de dolor causado a un animal con el fin de hacerlo alimento o diversión en una corrida de toros o en un matadero municipal. Recordó que la directora vigente del programa de asistencia para la infancia en Puntera era la misma que había impartido la orden, como directora de salud, para electrocutar diez mil perros callejeros. Vargas Calo lanzó también insultos a la clase política y preguntó a los asistentes el porqué las potencias mundiales desperdiciaban tanta bomba atómica en pruebas en los atolones del Océano Pacífico teniendo un terreno fértil para la heca- tombe en Ciudad Puntera o en cualquier lugar del país, en donde tanto asesino, ladrón, narco, sacerdote y patirrajado deambulaba obrando de la peor manera.

Después de un receso en que sirvieron la comida, subieron a la tarima Isabela Navia y

Martina Loboguerrero. Ambas fueron presentadas como actrices y autoras de los dos libros de no ficción más vendidos del año. Dieron una presentación de su obra teatral Los hombres las prefie- ren brillantes cargada de lugares comunes sobre los problemas y estereotipos entre hombres y mujeres y comentarios vulgares sin gracia. Los aplausos fueron cada vez menos según avanzaba el espectáculo. Cinco minutos delante de iniciada la obra, H. R., su esposa Alejandra, Jacobo y

Alicia se apartaron del salón principal para ir a caminar al jardín y ver las montañas verdes mus- go, los pinos canadienses de verde cetrino, el pasto verde fluorescente, el verde granate de los sauces llorones y pensativos y el azul; el maldito azul por encima de las vacas apenas perceptible al fondo y en lo alto, según iba nombrando todo Jacobo como en el primer día del mundo. En cierto momento todos vieron al lado de las vacas, a lo lejos, fragmentos de la panorámica anaran- jada, marchita y rojiza de Ciudad Puntera por el efecto creado por las muchas construcciones he- chas de ladrillo cocido y la caída de la tarde conocida como el sol de los venados. Estuvieron to-

78 dos callados un rato contemplando aquello. Luego se pusieron a murmurar, cada uno a su estilo, que de repente un aguacero del demonio caía sobre Puntera.

─Miren eso. Como decía Arturo Morada Sur: ``Donde el verde es de todos los colores´´-dijo Ja- cobo señalando a la nada y a los verdes y continuó-….qué circo tan asqueroso allá adentro. No se para qué vine a conseguirme semejante desencanto.

─¿Por qué escribes Jacobo?─preguntó Alejandra.

─Mira, hay muchas razones. Me gano la vida como editor, pero no puedo vivir sin escribir…. siempre ha habido circo, pero no tan desfachatado. Las muchachas de la obra daban lástima.

Como humanos continuamos haciendo cosas, entre ellas seguir contando y escribiendo porque no sabemos nada y porque queremos saber más de los demás para tratar de conocer y sentir lo que hemos sentido antes y anticipar lo que vamos a sentir. Escribimos para expresar y crear un soplo negro, un bestiario nuevo en la medida de lo posible, y el hogar inexistente y más real para los lectores de turno. Los escritores no estamos satisfechos con una herencia … un mundo reci- bido. Estamos inconformes con el estado actual de las cosas y la posibilidad de un planeta aún más inadecuado que se podría dejar a las generaciones que vienen. Escribimos para desafiarlo todo. A la ciencia, el sistema y la realidad. ¿Pero que son estas cosas? Tampoco lo sabemos. Es- cribimos para saber por qué escribimos y escribimos para agradecer cada nueva toma de aire.

También escribimos por el simple amor a la literatura. ¿Sabes qué es la literatura? Mi gran amor, junto contigo.

79 ─Dímelo─solicitó Alejandra.

─No sé qué sea. Puede ser muchas cosas. Pero Alicia me ha enseñado a ver a la ficción y el pe- riodismo combativos como muy cercanos a la verdadera literatura. Pero la literatura no es un fes- tival literario como este, ni solo combativa; ni un compromiso político forzado, ni un tour de pre- sentaciones ni una carrera de estudios universitarios, ni pantallear así como esa muchachas allá dentro. La literatura es como el azul más azul que te hace vomitar. ¿Me entiendes? Es de las pocas cosas que aún no se malogran del todo y nos dice qué grandes y entusiastas fuimos como especie para acabar siendo cada vez más esta mierdita pequeña y robotizada. La literatura es malparidez en grado sumo. La literatura es todo menos esto que hay acá en el Fontanar hoy.

Iba en eso el berrinche de Jacobo cuando un flamante Alfa Romeo negro se estacionó ante la puerta de la casa quinta. Un chofer abrió la puerta del auto a un Lujac Callens golpeado a la vez que acicalado por el paso de los años. El escritor español entró pisando fuerte al ruedo donde lo esperaban los leones, acompañado de una rubia platino, con una cara y unos pechos de ensueño, que le agarraba del brazo izquierdo para no caer desde sus altos tacones rojos. Jacobo en esas horas del final de la tarde ya sabía dónde andaba y qué debía hacer. Se apresuró a despedirse e irse de allí lo más pronto posible. Como muchos, tenía una idea mitificada de Callens y quería conservar ese gusto por sus libros y lo poco que sabía de su personalidad sin atreverse a tratarlo ahora que lo tenía a un palmo. H. R. y Alejandra que no sabían nada de Callens se despidieron con efusión y entraron al salón principal de la casa quinta.

80 Dentro Callens saludó a boca de jarro diciendo que esa noche, allí en el Fontanar, ocurri- ría un asesinato del cual él mismo escribiría una novela. Todos soltaron una risotada. Después se disculpó por su tardanza por la increíble nevada que tenía anegada y bloqueada a Puntera. Lujac

Callens subió a la tarima para dar su conferencia, no sin antes desprenderse de su rubia bomba en la mesa donde los dos gandules colados fingían de invitados.

81 Porfirio pu- teando

Rumbo hacia el final de su vida Porfirio Barba Jacob no renunció a ninguno de sus vicios.

No dejo de fumar marihuana, de escribir versos y prosa, de robar y mentir y de amar hombres y mujeres sin compromiso. Todo esto lo refiere el narrador en este cuento desde ninguna altura moral o ética, sino como humano falible, que también ha tenido sus compulsiones, sus parafilias y disfrutes prohibidos por la ley, la sociedad, la moral y la religión temporal e imperante. Porfirio 82 Barba Jacob fue el definitivo seudónimo del profesor de escuela rural Miguel Ángel Osorio Be- nitez, de Santa Rosa de Osos, Antioquia, Colombia, que salió a dirigir y a fundar periódicos por

Latinoamérica, a gastarse la vida mientras escribía versos inmortales que hoy se recitan y dedi- can en Colombia y en todo el mundo hispano. También se hizo llamar en vida Maín Ximénez,

Ricardo Arenales, Juan Azteca, Cálifax, entre otros. Sus obras se siguen leyendo y editando con fruición al cabo setenta y siete años de su muerte.

✳ ✳ ✳

Porfirio Barba Jacob no fue un guerrero que claudicó antes sus vicios. En la mañana de

15 de marzo de 1937 se veía desde la calle Maderos una puerta entrecerrada que daba vista a una estantería de libros viejos, unas ropas colgadas en desorden sobre una silla, una maleta rota, roja, de cuero, y gastada por el uso, cerrada y bien puesta en el suelo, y una cama y unas sábanas que perfilaban un cuerpo delgado y de forma de caballo fetal bajo ellas. Cuando en realidad era solo el rostro dormido de un hombre viejo, pero con forma de corcel y gastado como su maleta. Ese

15 era día del pago de la renta del cuarto del inquilinato y por esto Teresa había ido a cobrar y a atender las necesidades del poeta, como gustaba llamarlo, según lo habían convenido desde la primera semana de su estancia. Porfirio preguntó, ¿Quién?, y entonces se abrió la puerta con un crujido y una mujer de mediana edad, robusta y con un plato de sopa de verduras cogido por una mano callosa y robusta. La mujer esperó algún atisbo de vida y como no vio al cuerpo moverse para demostrar que la había sentido llegar, procedió a sacudirlo hasta que el hombre despertó.

Entonces esto ocurrió. Teresa: Al fin despierta, señor Porfirio. Lo llamé más temprano, pero us- ted no se despertó. Porfirio: ¿Trae el desayuno, Teresa? Teresa: Desayuno y almuerzo, señor Por- firio. Son las doce y media. Porfirio: ¿Y a qué horas llegué anoche? Teresa: Como a las tres y 83 media. Venía molesto y se encerró nada más llegar. Porfirio: Todo por culpa del bar ese… Antes llegaba mucha gente, mucho muchacho por allá… Me caían fácil con dos tragos y un par de poemitas al oído… Pero ahora eso está lleno de viejos que no hacen sino pelear y dormirse en las sillas. Ya ni las putas valen la pena. Teresa: Eso es así en todos lados, señor Porfirio. Ahora todo se está muriendo de viejo. Porfirio: Este caldo es una de las pocas cosas que me alegran de estar viejo. Si usted supiera todo lo que me comí en la vida… tanto plato fino, tanta mujer, tanto mu- chacho. Tanta mierda sólo para atesorar lo rico de un caldo, sólo zanahorias y nabos, como el de la abuela. Teresa: No se deprima tanto, señor Porfirio. ¿Quiere que le traiga un agua de hierbas o un muchacho?

84 La conversación se extendió unos minutos más hasta que la sopa se enfrió por completo. Teresa logró la paga adelantada como la proxeneta más experta de Sodoma y Gomorra. Tan pronto salió

Teresa del cuarto, Porfirio regresó de la silla donde había comido a la cama, llena de hojas escri- tas, desparramadas, algunas a mano, otras a máquina. Pasó con fuerza la mano sobre parte de la superficie cubierta con papeles y los botó al suelo. Se sentó y se cubrió la cara con las manos, como con el cansancio de . Enseguida sonó la puerta, seca. El poeta pidió un tiem- po de espera, diciendo un momento con tono perentorio, mientras comenzaba a recoger y guardar los papeles que hace poco había tirado y metió la maleta debajo de la cama. Abrió la puerta, para encontrar a Teresa con un joven de mirada arrogante, cuyo nombre era Alfonso Claros. Cuando

Teresa partió sin decir nada, Porfirio llevó a Alfonso cogido de la mano y lo recostó en la cama.

Alfonso trató de besar al poeta, pero este se apartó de la cama y empezó a hablarle. Mientras tra- taba de desvestirlo, despacio, con cariño, como a un niño enfermo. El otro, en cambio, se apresu- raba cada vez más, tratando de quitarle la ropa a Porfirio casi con zarpazos, besándolo y abra- zándolo con creciente dureza.

Cuando todo había sido consumado, Porfirio enseguida comenzó a fumar un cigarrillo con ma- rihuana inédita que le ha traído un amigo periodista de Chihuahua. Su silueta destacaba sobre la luz que producía la ventana; el humo de cigarrillo cubría el aire. Se vía a Alfonso, al lado, acos- tado, y a Porfirio con un bolígrafo viejo en su mano y un papel a medio llenar en su regazo.

Ojalá todavía fuera joven. A tu edad yo era un maestro de escuela, mi niño, recién salido de la casa de mis abuelos. Una casa grande, de tierra caliente, con su olor a tierra mojada. Pero yo no pensaba en eso; sólo quería pasar por Bogotá y luego irme, muy lejos, hasta la mierda del mun-

85 do. Ya ni sé que me movía a todo eso. Me imagino que era la fama, ese deje de aventura, tal vez, de no quedarme enterrado en la monotonía de un pueblito sin nada. Pero eso ya se acabó.

Salieron entonces Teresa y Alfonso y cerraron la puerta. Después se hizo de noche. Porfirio des- pertó de la siesta y se movió por el cuarto, arreglándose como si fuera a salir. Cogió la maleta y salió apresuradamente. Afuera todo era ruido, carros que corrían, luces brillantes de faroles y postes. Empezaba a caminar por la acera. Se mira su propia sombra con maleta, el caminar lento, la figura inclinada con la mirada hacia el piso.

Decir cuando yo muera… (¡y el día esté lejano!): soberbio y desdeñoso, pródigo y turbulento, vagó, sensual y triste, por las islas de su América; la tierra mexicana le dio su rebeldía, su liber- tad, su fuerza…Y era una llama al viento. Era una llama al viento y el viento la apagó.

Esto va recitando en murmullos el poeta Porfirio Barba Jacob, es 15 de marzo de 1937, va por la capital de México. Un poema suyo, envidiado por sus colegas y amigos Santos Chocano y Leo- poldo de la Rosa, de quienes recuerda en este momento su alcahuetería con sus inclinaciones bi- sexuales y por la dama de los cabellos ardientes, eufemismo y código secreto suyo para la ma- rihuana. Dice para sí que en la vida hay unos que dejan hacer y gozar y otros que ni joden ni de- jan joder. Va rumbo a la rotativa a llevar dos colaboraciones periodísticas que le han encargado, a cobrar unos aportes viejos y siente que la vida marcha bien, que ha despejado la cabeza con el puto de Alfonso y que nada puede estropear esta arde sin igual.

86 Porfirio enamorado e infatuado

Es La Habana, 1930. Porfirio Barba Jacob desciende de un buque, con una maleta roja gastada que tiene gran peso. Un niño le ofrece transporte, le toma la maleta y el poeta lo sigue y antes de subir en un en coche arrastrado por cabellos, le obsequia una propina en monedas mexi- canas que el niño se demorará mucho en cambiar.

Tres horas después baja de un carro privado a un cóctel donde se rinde homenaje al emi- nente poeta español Federico García Lorca. Porfirio entra al recinto donde reina el más puro aire de frivolidad, donde unos cuantos hablan y otros los escuchan para reír al unísono y otros cuchi- chean al oído de otros con las manos ocupadas con un vaso de licor.

Lorca esta recitando con altisonante vigor, El rey del Harlem de su poemario reciente

Poeta en Nueva York: Entonces, negros, entonces, entonces, podréis besar con frenesí las ruedas de las bicicletas, poner parejas de microscopios en las cuevas de las ardillas y danzar al fin, sin duda, mientras las flores erizadas asesinan a nuestro Moisés casi en los juncos del cielo. ¡Ay, Harlem, disfrazada!

¡Ay, Harlem, amenazada por un gentío de trajes sin cabeza!

Me llega tu rumor, me llega tu rumor atravesando troncos y ascensores, a través de láminas grises, donde flotan sus automóviles cubiertos de dientes, 87 a través de los caballos muertos y los crímenes diminutos, a través de tu gran rey desesperado cuyas barbas llegan al mar.

Hay aplausos continuos por cerca de dos minutos mientras el poeta inmutable mira y se mueve obsequioso y agradecido en un ángulo de 180 grados ofreciendo las manos en jarras, como en madeja para demostrarse conmovido. Federico García Lorca baja de la tarima, lo felici- tan varios y se encuentra cara a cara con Porfirio. El director del periódico El Nacional, que ha organizado el homenaje, los presenta con sus nombres y gestos manieristas, por no decir que apenados, y estos entablan una conversación sobre la poesía, la vida y todo lo posible con con fino humor, como si fueran amigos de siempre:

-Qué gusto.-Dice Lorca.

-El gusto es mío. He llegado hace cuatro horas. Nada hace la gente, a parte de hablar de usted.

¿Qué le parece si caminamos por el malecón? A ver cómo se le da lo encantador de serpientes por allá. Anímese.

-No podré ir. Mañana...

-Vamos, vayan por ahí diviértanse.- Dice el director del diario que los ha alcanzado en la calle.

-Marchemos ya. Zumbaban aún sus trinares poeta, tanto como la ola allá en la muralla y es mejor alegrarse y gastarse la vida. Habría que beber con unos marineros que he visto de camino acá en el rompeolas.- Dice Porfirio burletero.

-Recitadme antes vuestros versos antes que las olas impidan que os oiga.- Lorca con picardía. 88 Mientras salen del recinto Porfirio recita la primera estrofa de Canción de la vida profun- da. Un hombre del recital se les un rato y cuando el poema acaba los abandona. Un rato quedan solos el director y Lorca, mientras Porfirio promete traer dos marinos.

-Canción de la vida profunda :Hay días en que somos tan móviles, tan móviles, como las leves briznas al viento y al azar... Tal vez bajo otro cielo la Gloria nos sonría...

La vida es clara, undívaga, y abierta como un mar…

-Hermosos mancebos. Me quedo con el mas hermoso. La belleza con la belleza. La fealdad con la fealdad.-Aclara y escoge Lorca.

-Tomás, ven acá. Ese ventajoso español te quiere, chico, y no hay lugar. Ven acá. Le voy a rom- per la cara. Marica exigente. Como si los hubiera conseguido él. Así de fácil- Enfurecido excla- ma Porfirio.

Porfirio le da un golpe en la cara a Lorca. Lorca cambia el marino y Porfirio le pasa el otro.

-Habré de gozar con él como si fuera el otro. Las líneas del mañana son el goce de hoy. En letras de molde no cabe el amor, ni en este malecón ni en nuestro corazón. Tal el delirio de deciros, quiero daros un beso ayer y besé mañana.-Lorca.

-No más. Se aburren los navegantes. Una calada de marihuana le quitara la compostura a usted a usted y todo el chingado mundo. Pruebe y verá.

-Anda chico déjamelo atrás.-Dice el marino feo.

-Cada uno con lo que cuenta y que con su pan se lo coma-Lorca.

-Amanece. A lo nuestro. Esto no es un recital- Porfirio.

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90 Círculo Menor (Dupont Circle)

Acaso nunca debieron ir a vivir allí. De todos los lugares posibles aquel vecindario en

Washington D. C. había sido el escogido para comenzar, y todo comenzó. La mudanza fue hecha en menos de un día con la ayuda de unos acomedidos y fuertes vecinos. Michel y Randy – como se llamaban los fugados de Utah – resolvieron cambiar de vida y para ello fueron a otra ciudad, tal vez, en busca de aceptación y mayor aguante a sus algarabías sexuales.

Los primeros días se dedicaron a recorrer los alrededores de la ciudad y los sitios turísti- cos de la capital, sin embargo, poco gozaban de los museos o monumentos, por más que algunos les pareciesen un falo deleitable.

Los últimos días estuvieron enajenados con el Círculo Menor, su barrio, donde hace un siglo marcharon los afligidos hombres de raza negra pidiendo sus derechos. Ahora las marchas son con una bandera con los colores del arco iris y gritos fugitivos del infierno y unas pancartas con las iniciales PLUR.

A propósito de razas, nosotros, los del barrio, nos acostumbramos a ver entrar al negro sin pena ni rebuznos. Antes no tenía quien le oyera sus quejas, sí, porque no eran más esos ruidos

91 que hacía sorbiéndose las babas de los inflados labios, una y otra vez, sin dejar caer jamás el es- pumarajo. Randy y Michel, sus clientes, le prohibieron hacerlo desde la cuarta visita.

-Mira Bucky, toma todo lo que quieras, llega tarde, se infiel a quienes tanto te quieren, pero no rebuznes. La última vez que dejamos pasar por alto los ruidos tuvimos que viajar mil millas. – soltó Michel molesto.

-Eso te costará 15 dólares más, y el préstamo del Saab900 el sábado.–dijo Bucky.

-Mira, lo que sea, pero no hagas esos ruidos.-terminó Randy.

En relación a Bucky, sólo se sabe que trabajaba en la prostitución domiciliaria; que co- braba 50 dólares por hora, y que de la noche a la mañana pasó de colectivo a personal trainer del par de primores retorcidos.

¿Que cómo pescaron a Bucky? Fácil. Cuando llegaron a Washington se hicieron de una casa en Círculo Menor, algo así como gustar de las aves marinas y poder vivir en un faro, o mejor, gustar de las mariposas y vivir en medio de todas, todas, todas las mariposas. Ya verán por qué. Círculo Menor es un barrio de alta tolerancia homosexual: los besos y arrumacos entre mar- icas y lesbianas no escandalizan a nadie; las librerías como Lambda Rising; los restaurantes, los bares consienten y estimulan su presencia. Dicen que ahí pillaron a Jonh Paulk, converso al cris- tianismo y heterosexualismo, reincidiendo en loca en un bar. Un barrio LGBT a todo dar.

92

Alguna vez vi pasar a Michel corriendo tras Randy y Bucky rumbo a éstos chocando con la fuente dedicada a Mr. Samuel Francis Du Pont. Hoy en el velorio cobré sentido de la per- secución.

No sé cómo fue la cosa con precisión, de todas formas la voy a contar como la sé: Michel le había puesto los cuernos a Randy, y él muy astuto, sugirió que se mudasen arguyendo mil cosas; él, de tan fresco e ilimitado desparpajo, quién lo diría: “Ay esos mormones Michel, ay el tráfico, el clima Michel; vamos donde no sepan qué te hice, para no acordarnos”. En fin. Lo convenció, se fueron a la capital y de premio, oiga bien, le consiguió un enfermito recomendado por otro igual con el mal de moda para que le prendiese la muerte.

Vengo del cementerio. Miro la plaza. Me lleno de la calentura que echa la multitud que he dejado atrás al salir del metro, tomo fuerzas para abrir la carta enviada por el papá de Buck hace dos meses y nunca abierta por quien debía. La fuerza en que me apoyo no es física, es de otro orden indescifrable.

Qué gracia la carta de Mrs Lauren Gandharaj – me digo dentro de la mayor carcajada:

Septiembre 15/1998 Oye Bucky: ¿de cuándo acá marica con guantes?

Lauren

PD// Saludes a mi yerno.

93 Dupont Circle

By Juan Pablo Plata

Perhaps they should have never gone to live there. Of all places, this neighborhood in

Washington D. C. was chosen to star over. And it all began back there. The move was made in less than a day with the help of strong and willing neighbors. Michel and Randy – as they were nicknamed- two refugees of the Mormon Utah – were a resolute gay couple about to change their lives, to turn over a new brand leaf. With that purpose in mind they went to another city, to the capital, in search of acceptance for their sexual activities and love.

The first few days in D. C. were devoted to travel around the city and to visit historical monuments. They did not enjoy museums or monuments that much, though some looked like delightful phalluses.

In the last days spent in D. C. they were alienated. They were nothing more than a reclu- sive gay couple in the Dupont Circle neighborhood. The same place where a century ago afflict- ed black men paraded, asking for their rights. Nowadays parades had rainbow flags, sometimes with the initials PLUR and screams escaped from hell.

94 Speaking of races, we in the neighborhood got used to see a black man entering their house braying. Before, he had nobody to hear his complaints and weird sounds. Noises that he made while sucking the drool of his inflated lips, over and over again, without ever dropping one drop. Randy and Michel, his clients, banned it in his fourth visit to their home.

-“Look, Bucky,” Michel said. “Take all you want from us, it’s getting late. You can do anything you want, but please, do not go around grating. Last time we ignored noise, we had to travel a thousand miles to come to live here.”

-“That'll cost you $15 more per hour, and I would like you to lend me your Saab 900 on week- ends.” said Bucky.

-“Look, whatever, but do not make that noise anymore,” Randy said.

Regarding Bucky, we knew he worked as gay escort, who charged from $ 50 to $80 per hour and that from last season he went from group to be personal trainer of this twisted pair of beauties or escapes from Utah.

How did they caught or geo to know Bucky-the black man? It was easy. When they got to

Washington D. C. they rented a home at Dupont Circle. It was liked loving marine birds and to get to live in a lighthouse in front of the ocean, or to put it better, to like butterflies and live in the middle of all, all, all the butterflies. Dupont Circle is a neighborhood with high tolerance for ho-

95 mosexual kissing and cuddling between queers and lesbians that do not shock anyone any more.

There is Lambda Rising bookstore and bar, restaurants, and more bars that stimulate and accept their presence. They say there they caught a Jonh Paulk, convert to Christianity and heterosex- ism, relapsing into homosexual at a bar.

One day, we saw Randy chasing Michel, and Bucky running after them almost crashing towards the fountain dedicated to Mr. Samuel Francis Du Pont. Today in the wake ceremony we finally understood the reason behind the chase.

We do not know exactly how it went, but we will tell what we know: Michel had cheated on Randy and he then suggested they should move to D.C arguing about a thousand other things.

Randy, so fresh and with boundless self-confidence would say: "Oh, these Mormons do not like us here, Michel, oh, this traffic, this weather, Michel, why don’t we go where nobody knows about us and we can make up, start over. Forgive me. He convinced him-Michel-, they went to the capital and as for prize, pay attention, he got him-Michel- a patient – gay black escort with the now old fashion illness recommended by another ill to inoculate death to Michel.

We have just arrived from the cemetery. We look back to the square of Dupont Circle. We are filled with the warmth that casts the crowd behind us getting out of the subway. We find strength to open the letter from Bucky's father sent two months ago and which did he never open.

The strength that supports us to read and stand is not physical, but rather obscure.

96 What a funny letter. We say.

September 15/1998

Hey Bucky: Since when are you a queer with gloves?

Lauren

PD// Greetings to your boyfriend. Write me back with your phone number.

Mrs. Lauren Gandharaj.

97

98 Dos cartas de mentiras

Enero 2 de 2011

From: [email protected]

To: [email protected]

Estimado León. Desde hace varios días quería saber cómo estabas, quería saber cómo iban tus proyectos. Pensé que el tiempo nos había ayudado a sanar las heridas de nuestro pésimo intento de relación estable.

Hoy, tristemente, al buscar una forma de saber de ti, me encontré con frases desencajadas que lamenté leer en tu Twitter. Eran unas indirectas descifrables por mí que tengo todo el contexto para entenderlas.

Sé que eso no te afecta en lo absoluto y realmente me alegra que no padezcas mi enfer- medad mental, jamás le he deseado eso a nadie, me alegra que no seas enfermera y que puedas ir por el mundo haciendo lo que te gusta y viviendo de ello. Me alegra que no tengas que vender tu dignidad por un salario, yo hasta el día de hoy no lo hago tampoco. Si algo he defendido y bien lo sabes es mi derecho a saber que mi cuerpo es mío, que solo yo decido sobre él.

Confío en que eres muy feliz, confío en que no necesitas burlarte de mí, ni escribir tantas insin- uaciones horribles sobre mi problema de ansiedad y Asperger, confío en que olvidarás los malos

99 ratos. De ti, sé bien que pueden surgir tantas cosas bonitas y por eso no comprendí la razón de tus tweets. Por eso me atreví a escribirte. Pero eres un completo malparido que no merece ni esto que me he tomado la molestia de escribir.

Te felicito por tus viajes, ya quisiera yo que mi salud y mis ocupaciones me permitieran hacer muchas más cosas, esas que tú eres libre de hacer cada día, esas que tú cuerpo y mente sana te permiten disfrutar sin mesura. Yo sufro de ansiedad, de presión y baja autoestima. En fin, eso es un asunto que te causa risas, mis dolencias y mi tratamiento son un chiste para alguien a quien lo único que preocupó fue una lesión en la rodilla cuidada, por mí, con mucho esmero.

No tengo tus conocimientos, tampoco tus credenciales y reconocimientos, mucho menos tus contactos y obviamente estoy muy lejos de tu superioridad moral, malparido hijueputa. Yo y los míos no estamos a la par de la élite a la que perteneces. Sin embargo, trato de llevar mi vida como puedo, disminuida cada día por mi débil mente, tratando de hacer lo que puedo de manera digna. Mis deudas son solo eso, deudas que al pasar el tiempo podré saldar y mi familia estará bien. No te necesito y no tienes toda la plata del mundo. No seas imbécil y cabrón. ¿Quién putas te crees?

He sido feliz en mi casa, es el lugar que más me gusta visitar, allá no hay animales exóti- cos, ni tribus indígenas, tampoco comidas lujosas. Y sí, cerca hay mucho musgo. Aún así, allá a pesar de la hipoteca que difícilmente puedo pagar, hay mucho amor para mí, también lo hubo para ti y afortunadamente lo olvidaste muy pronto.

Ellos todavía me preguntan por ti y te envían saludos, les he dicho que estás de viaje para no recordar lo que sucedió, para no pensar ni hablar en las razones por las que ya no estas cerca. Lo

único que me dicen es que esperan que estés muy bien y que ojalá sigas escribiendo muy bonito.

100 No puedo, no quiero ponerme a la par publicando frases desafortunadas, me dedico a tratar de estar bien y a cuidar de los míos, de esos que hicieron que fuera la mujer que soy, de esos que son mi razón de ser, con todo y mis malestares, mi demencia.

Por favor, no causes más daño en mí, cada día es más difícil no odiarte aunque sumes más méri- tos. Me ofreciste el cielo y al final viví un infierno.

Detente por favor, no me lastimes más.

Evitó pensar de mala manera en ti y opté por recordar sólo los buenos momentos, por eso me dolió leerte hoy. Mañana estaré bien y seguiré pensando en que todo está bien para ti y sabiendo que aprendí mucho de tu paso por mi vida.

Éxitos en tu vida, siempre.

Cuídate y se muy feliz Charlatán.

Adiós.

Micaela Cadena.

Enero 3 de 2011

From: [email protected]

To: [email protected]

Mica,

101 No queda bien ni arregla nada lo dicho, pero al menos logré llamar la atención tuya desde la seca cámara secreta de la escritura móvil. Supe que aún me fisgoneabas, aún me stalkeas en

Twitter, así haya sido de la peor manera. Gracias por escribir con tanta cortesía, a pesar de todo.

No reporto nada nuevo, solo un constante intento de evasión de la imparable desazón que no deja de acompañarme por no estar contigo.

Nunca supe qué persona era esa que me mostrabas que eras y no puedo sino especular aún sobre cómo te ganas la vida, qué tan graves y cuántos son tus males y qué tanta es tu pro- bidad como persona, cuando ante uno de mis más grandes despliegues de amor y compasión que he llevado a cabo, recibí como toda respuesta: crueldad, desamor y traición.

No puedo hacer otra cosa que seguir en esta cámara seca y secreta de la escritura, mientras es- pero la muerte o uno o varios días raros de alegría.

Ya me gustaría hablarte en otros términos, pero ha habido un montón de sobrevuelos con ataques teledirigidos de parte y parte hacia las mejores emociones y pensamientos.

Alégrate pensando que hay una charlatán que te adora y espera. ¿Tú crees que la realidad es solo lo que te dejan percibir los sentidos? ¿No te parece todo muy raro? ¿No le ves misterio a las cosas? No me despido, porque yo nunca me he ido. Algún día vamos a volver. Hasta pronto.

León Figueroa.

102 No era Colombia. Era el amor y todo también

New.York, N.Y. 2001.

Se marchó para echar todo de menos y mentirse. Allá armó un altar de inmigrante, lati- noamericano; colombiano para ser precisos, en las muchas habitaciones de paso y en las de su corazón. Corría el año 2001 y había decidido irse a vivir y a trabajar a Nueva York antes de comenzar a estudiar en la universidad en Bogotá. Se había ido a vivir por ahí por Elmhurst al lado de la estación de gasolina de la 53 Avenida, el barrio del condado de Queens, porque le quedaba cerca a la Avenida Roosevelt plagada de colombianos, de restaurantes colombianos, de música latina, de gente del mismo sitio y los mismos códigos de donde él venía. Había muchos otros barrios con la renta más barata y más cerca del trabajo de repartidor de periódicos que había conseguido, pero ninguno tenía el aguardiente Doble anís ni Néctar, ni las golosinas

Chocorrramo, Bom bom bun, ni la harina amarilla que sí era buena para las arepas ni los periódi- cos ni los libros del periodismo hispanoamericano que todavía quería leerse antes de entrar a es- tudiar literatura o cine cuando regresara a Colombia. Se decía que esto de vivir lejos de los suyos era para acabar de coger mundo, ser cosmopolita y probarle a los suyos que podía valerse por sí mismo y volver con su propia plata hasta para echarles una mano.

Arecio Bermudez echaba de menos todo. Eso creía. Para eso se había largado. Para valo- rar y añorar: los tamales de su abuela con guiso de tomate encebollado y huevo duro, los pericos de sangre (La sopa de sangre de vaca hervida con cebolla larga y cabezona), la quebrada La Cas-

103 cajosa de donde sacó peces y guasarapos para criarlos en un acuario hasta que se los botaron;

Pablo Silva, el campesino compañero de cacería de borugos de su abuelo, su abuelo derrochador

(Que se ganó dos secos de la lotería y sale en los Guiness records), adicto al Tramal 100 ml y a todos los barbitúricos y analgésicos y a todos los juegos de azar (King, Tute, Carrusel, dado, tre- ces de quinientos, doble seis), la casa de la bisabuela materna que le puso el apodo a Arecio: El

Canelo. Los amigos entrañables que le habían enseñado a pelear a mano limpia y a cuchillo porque eran los jodidos hijos de los matarifes del barrio La pesa. El viaje al Chocó, ahí en Cabo

Tiburón, los viajes a Cartagena de Indias, el primero de los amores, la alegría en las fotos con su padre que se había llevado a N.Y. La abuela Inés Salazar muriéndose cada día de diabetes y per- diendo la vista, mientras con astucia y a pesar de todo, lo echaba para su casa diciéndole la gran mentira de que era mejor que se fuera, porque el cielo se estaba toldando, para que no fuera a mojarse, ahora que había botado el paraguas. Pero en realidad era que no se lo aguantaba toda una tarde completa y tampoco quería que le cogieran el pulso de ser su niñera, como le tocaba a muchas abuelas. La tía Consuelo cruzando el Río Magdalena como si nada con Arecio, aguan- tando la fuerza del agua con un cuerpo rígido y la confianza del que conoce las mañas del agua.

Consuelo la de la anécdota de la última vez que mi abuelo le pegó a un hijo, por verse con el muchacho que le tenían prohibido. La misma tía que golpeada en sus piernas y espalda por un rejo de cuero se encerró en su cuarto y le gritó desde adentro al abuelo: viejo hijueputa, por qué me pega si usted no es mi papá. Pregúntele a mi mamá y verá. Solo por joderlo, porque eran idénticos y la rabia y el amor por el padre le hacían decirle esto tan feo para darle en los huevos de manera figurada y en el honor del hombre que le había dado siete hermanos bien abejas y alentados. La tía Yanibe, ¿quién le pone así a un hijo para que lo jodieran por siempre? Ya, ni, ve,

104 pero con B. La nana Margarita, Chela, definiendo en un gesto de ningún lenguaje de señas de ningún lado o idioma los rasgos de personalidad, el caminado y los defectos físicos de los demás familiares de mi rama materna con una mímica sagaz. El Callejón del Temel, el librero Célico

Gómez Moncada del futuro, la librería Central de Publicaciones, de la que salieron sus libros, los de Arecio, cuando esta quebró y después el nació para heredarlos.

En ese altar del inmigrante ponía un lobo de madera de comino, la bandera roja y amaril- lo de Bogotá y otra de Colombia a la que se le suma el azul, como manteles sobrepuestos, una foto de Bolívar el libertador, las masa para las arepas, la foto de la alineación reciente de la se- lección Colombia de fútbol, Lucho Herrea, la palma de cera zurcida en forma de cruz y presta para ser quemada un poco y espantar los peores aguaceros y nevadas. Don Guillermo Bacares, el psiquiatra y Gabriela, Pilar y Omar su hijos. Omar, el primo que enviaron a Irak disque a defend- er la democracia, la civilización occidental y otro montón de carretas. Cuchi Barrera, El Conde, que el abuelo Pablo Emilio sacaba de la cárcel con plata porque peleaba para defender a lo dé- biles o para no dejarse hacer injusticias. Un barco amarillo que se rompe contra el Río Magdale- na que huele a pescado, bebidas y barro, y las excreciones de 40 millones de compatriotas. La soda Pony Malta y las galletas Ducales fueron las expresiones de afecto mínimas de la bisabuela

María Rosa Urriago. Parece, desaparece, es decir, perece. Para acudir a ella, la bisabuela, incluso ahora, siempre estuvo, está y estará acercándose suave que arde y brilla con cuidado y dulzura para orientar los pasos futuros con aforismos que se dicen desde la era nonagenaria en la que refranes y experiencia han sido probados. Tenía que ser el nieto del librero roto, es decir, en bancarrota, para comenzar a perder la vida exterior por otra vida interna llena de letras y palabras

105 de personas desaparecidas que forjaron una vocación difícil y contraria. Hay un amplio salón donde su alma no cabe en absoluto para ir a esa vieja casa donde lo criaron sus padres, abuelos y libertarios. Es feroz. Es feroz olvidar. Porque él era todo esto que había dejado para irse a aventu- rar por la costa Este de Estados Unidos. Hoy piensa que no era Colombia, era el amor y todo también. Pero en realidad se había largado para superar un desamor por una pintora y porque sus padres no le iban a pagar ni aceptar ninguna alcahuetería de carrera universitaria como cine o literatura así fuera en la Universidad Nacional. Las semillas de ojo de buey, el guairuro, la mis- tela, el pan de las Chacón, los atardeceres, los paseo de olla. Todo eso era una mezcla del gran embuste con que no se decidía a ser un nostálgico mixto de una muchacha y un país. Lo primero ere penoso, lo otro también, pero los amaba.

Whashintong. D.C. 2001

El 11 de septiembre de 2001, después de recoger a los hijos de su amigo Germán

Amortegui, iba por la autopista I – 395, Henry G. Shirley Memorial, cuando al costado derecho, arriba en las montañas, vieron todos una explosión que no amenazaba los inmensos pinos ni sus integridades humanas, a menos que la distracción continuara y chocaran el automóvil. Sin saber- lo, iba a presenciar un momento clave de la historia mundial reciente, sin protagonizarlo, pero con la suficiencia de aquellos a quienes no les podrán contar nada nuevo de lo que vivieron.

En el edificio Lennox, donde vivía con Amortegui, la conmoción por el incendio de un ala de las instalaciones estatales y militares del Pentágono justo enfrente, perturbaba la vida más

106 allá de lo sufrible. Algunas personas del común y periodistas registraban con cámaras el hecho desde el anden del Lennox, otros encontraban en la calle, dentro de sus casas, en todo lado, pe- queños restos de la explosión; algunos corrían a refugiarse no sé dónde, otros huían lejos de sus casas por temor a nuevos hechos violentos cerca de donde ya había ocurrido uno. Todos veían hechos realidad los peores temores paranoicos y la posibilidad de perecer en medio de una con- flagración mundial azuzada por personas e ideas distantes en kilómetros y en visión de mundo.

La dirección del edificio es 401 con Calle 12, Arlington, Virginia. Estados Unidos. Códi- go Postal 22202. No la sabía de memoria, la tenía escrita en la licencia de conducción. Ahora, fue bien raro eso de ver repetido por televisión lo mismo que veía por la ventana: el edificio

Lennox intacto y el Pentágono en frente ardiendo y la gente tirándose el pelo. Era irreal. En la noche, partió hacia otra ciudad sin la compañía de los Amortegui, siguiendo las noticas en la ra- dio, con la ilusión de estar en un lugar más seguro. Todos los espacios en los estados colindantes con Washington D.C. estaban militarizados y todos eran maniáticos autorizados. Era imposible llamar por teléfono o escribir un correo electrónico, todas la comunicaciones estaban saturadas.

El estado de las cosas era abrumador. Mientras viva, va a recordar esa llama en el cielo vista des- de la autopista y la guerra injustificada en Irak porque nunca encontraron armas de destrucción masiva. Así como nunca se encontraría con la pintora de nuevo. A Colombia, al amor y todo vivido lo iba a atesorar, de ahora en adelante, en su memoria, en su corazón. Así que tiro al mis- mísimo diablo el altar del inmigrante: ese montón de fetiche estúpido en que no estaban las expe- riencias ni las personas.

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108 Minicuentos

Las cartas de verdad

Antes, cuando no me salía nada, usaba acomodadas para cada ocasión las cartas de Juan

Rulfo a su mujer, que no hacía mucho habían sido publicadas. Eran muy efectivas las postales del escritor mexicano, por tiernas y bien escritas. Las modificaciones que le hacía a las corre- spondencias comenzaban por el nombre de la muchacha, después cambiaba la fecha y hacía la adición de detalles propios de la relación. Una mañana, de no sé de qué mes y año del final de mi adolescencia, me desperté con el problema de haber usado y agotado ya todas las combinaciones de las cartas en el libro. Recordaba mucho a la novia de entonces, porque su padre era arquitecto y tenía unos ojos de pez payara, pero amarillos y más saltones, y porque no tuve cómo, no hubo carta, para poder ablandarle el corazón por una falta de la que hoy ya no tengo memoria. Por en- tonces no sabía cómo escribir una carta honesta y dolida. Pensé que Rulfo debió haber escrito más de ochenta cartas o que debieron poner más de ellas en el libro. Intenté escribir, pero no lo- gré nada. Me tiraba la fuerza de la costumbre de lo fácil que había sido hasta entonces pedir perdón, justificar una ausencia o desatención. Como estrategia final, fui a buscar las posibles car- tas amorosas de mi familia, para ver si sobre ellas ajustaba mis necesidades y sentimientos. No encontré nada ni en los cajones de los hombres, ni en los de las mujeres. No existían las cartas o estaban confinadas al mayor secreto. En la biblioteca pública tampoco encontré nada útil y el temor me impidió pedir ayuda a alguien, pues podían delatarme. Tampoco quería dedicar una

109 canción. Todo eso desvariaba. La muchacha, una morena lindísima, se perdió y supe que por lo menos en mi ciudad ya no podía usar las cartas de Aire de las colinas. Ya estaban muy usadas y podía ser descubierto. Por una temporada dejé las relaciones largas y tormentosas y me dediqué a breves escarceos, a mis estudios y viajé a otra ciudad. No necesité cartas por un rato. Cuando regresé, conocí a Marcela Vernela, una recién llegada a la ciudad. Nos enamoramos y pronto tu- vimos nuestra primera refriega por mi culpa. Pensé, para variar, en usar una vez más a Rulfo, pero recordé que ella cuando no hablaba de sus planes futuros, casi siempre botaba corriente so- bre música llanera o de los libros que leía y dentro de esos estaba Don Juan Rulfo. Con el re- cuerdo vivo del fracaso con la morena, puse en marcha una carta para Marcela. Por primera vez iba a escribir una carta de amor. Al final, morí, salí de un mosto de tristeza, escribí la carta y la envié por correo electrónico. Ella se había metido bien adentro, por donde tengo el hígado y el miedo y había roto mi pereza. La carta sentida, cierta, ridícula, no tuvo ningún efecto. Extrañé tanto a Rulfo cuando fui acusado de plagiario e insensible. Fui a buscarla, le dije que por primera vez había escrito una carta amorosa completa: era pésima pero original. Le conté lo de Rulfo y rió a carcajadas y tiempo después nos fuimos a vivir juntos.

Esa era la verdad de las cartas.

110 Paradero

Señor, ¿cuánto lleva el embotellamiento del tráfico? Sí, yo también creo que debe haber allá adelante un accidente o un carro averiado. ¿Lleva mucho esperando el bus? Sí, si así sigue, mejor vamos caminando a otra parada o a la estación central. Allá pasa el 34. Una vez, cuando yo tenía seis años, en un viaje en carro con mis abuelos Marcelos –así les dicen en el barrio porque se llaman Marcela y Marcelo– nos accidentamos y se hizo un embotellamiento igualito por nuestra culpa. Mi abuelo tiene desde entonces una R en su frente como de leche condensada derramada por el golpe y los puntos de ese día. Nada más. Mi abuela, pobrecita, no pudo volver a coser ni a cocinar, pues le amputaron el brazo derecho y el izquierdo lo tiene tieso, casi como esta silla, pero no tan frío. A mí no me pasó nada. Uy, qué carrazo. Una ambulancia roja con amarillo. Seguro que sí es un accidente. A mis abuelos y a mí nos llevaron en una ambulancia estrecha, pero blanca, y al carro lo dejaron a un lado de la carreta, junto al muro destrozado, de- spués de tomar unas medidas a toda carrera. No, señor, muchas gracias, ya almorcé. Que le aproveche. Yo nací aquí, en Puntera. Nunca he ido a otras ciudades. Bueno, sí, a la hacienda de mis abuelos en Daseda, pero no es tan lejos y es un pueblito. Yendo para allá fue que nos estrel- lamos. La última vez que fui, el año pasado, una niña me dio de Reyes la mitad de una medalla de luna para que me acordara de ella y me dijo unas cosas todas raras sobre los hombres y la mu- jeres que nadie me había dicho. Un beso me dio también. En la boca. Nunca había dado uno. No

111 sé si me gustó. Ella se quedó la otra mitad de la luna. «Incógnito» se llama la hacienda. Ellos, mis abuelos, se criaron ahí. La niña Tania, la del regalo de la mitad de la luna, es la nieta del cap- ataz. Es mayor que yo y ya va a la secundaria. A mí me faltan dos años para eso. Ah, que si siempre voy por ahí solo. Sí. De día siempre. Mi abuelos dicen que de noche las personas son lo que son en realidad. ¿Usted va para los Samanes? No he ido. ¿Esa plaza en Samanes es la de la ciudad de hierro y adonde llegan los circos y hay conciertos? No he ido tampoco. La he visto en revistas. Me prometieron en mi casa llevarme si me va bien con las calificaciones de final de año. Vea. Ya comienza a moverse el tráfico. ¿Cómo se llama usted? Yo me llamo Carlos Mauri- cio Fonseca. Doce años. Cuando grande, pues como mi abuelo, un ganadero con un sombrero bien grande. Ah, en la cajita llevo un regalo para la niña de Deseda. Véalo. Lindo, ¿no? Es la primera vez que viajo para verla. Me escapé de mi casa. No dije a nadie para dónde iba. No me hubieran dejado venir. No vayan a estar preocupados. Cuando llegue llamo del pueblo. No he dejado de acordarme de ella, así mi abuela me diga que bote esta latica que me cuelga del cuello y que no me junte con la nietecita del capataz, «que no ande por ahí aprendiendo mañas con esa piojosa». Yo no obedezco porque no le he visto nada malo a la niña. Bueno, esa vez me dio un beso en el silo y en otra quería que le mostrara el pipí. Yo no lo hice, pero ella sí me mostro su cosa levantándose la falda y acuclillándose después enfrente a orinar. Sin pena de nada como los animales. Ella sabe matar pájaros con cauchera y se ríe muy bonito, pero tiene los dientes pica- dos y unas pecas rojitas. Mi abuelo sí me deja ir con ella. Me dice «picarón». Mi abuela antes me decía «El Canelo», pero después del accidente ya no más. Se amargó mucho. Con Tania, antes de morirnos, vamos a ir a conocer el mar. De eso voy a hablarle. ¿Cómo es Deseda? Es bien verde y hundida entre unas montañas como estas de Puntera. Tiene cafetos en todas las haciendas y ár-

112 boles para que duerman los pájaros. Los balcones son de colores muy bonitos y las puertas son puertaventana, se mueve la puerta en dos mitades, la tabla de arriba y la de abajo, para dentro y para afuera. ¿Me entiende? La plaza del pueblo tiene unas tortugas grandes enjauladas, morro- coyes; unos peces rojos buchones en una pileta puerca y dos ceibas que siempre están florecidas y me dan miedo cuando paso cerca, porque de pronto se me cae una rama grandota encima. Tania dice que se sube de noche a mirar las cosas de arriba y a espantar borrachos, pero yo nunca la he visto. Debe ser mentira. Señor, llegó mi bus. Hasta pronto, que le vaya bien. Ay, ay, la cajita, casi se me queda. Gracias por recordarme y por la charla, Don Pablo Emilio. Que le vaya bien en su viaje.

113 Asuntos pesados del rock colombiano

-Para que lo busque a uno la INTERPOL hay que ser un cabrón, un hijueputa, una caspa –dijo el vocalista.

-Ni tanto. Ahora todos intercambiamos música y libros por internet, entonces era pen pal, amigo por cartas y envíos por correo. Una vaina redifícil, si pilla. Él pirateó mucha música, prensó mu- cho, mucho e hizo la revista esa y rumoran fundó sucursal de la iglesia satánica. Pero para mí el

único satánico de verdad es el cucho Escobar Gutiérrez.

-Si era marica y se suicidó, no me importa. Me quedo con la música de las bandas en que tocó batería- dijo Chava con suficiencia.

-Eso, te voy a poner una canción de entonces...de Masacre, puro Death de Medellín-susurró el cantante y alzó una mano con el puño cerrado.

Coco y Chava oían en los noventa Los piratas del aire 88.3 FM, única emisora roquera e ilegal en la aburrición de esa ciudad con un toque de queda de los narcos no anunciado pero vi- gente en el barrio donde vivían después de las 7 p.m.. La transmisión fue interrumpida varias ve- ces por la policía, después ya se aburrieron y no volvieron a molestar a la emisora pirata. Ambos

114 preferían, sobre cualquier género literario, las novelas con epígrafes de rock, como Caviativá y creían en las coincidencias, en las señales de otro mundo cuando el tema del epígrafe coincidía con la frase de la canción en el radio. Del roquero no volvimos a hablar cuando Chava entró en verdadero terror. La desolación procurada por Chava cuando repetían la anécdota en las conver- saciones era la misma en que había muerto el músico en una casa de bahareque en un pueblito chico de Antioquia. Supieron de su muerte por la hedentina de su cuerpo. Su muerte tuvo la soledad de la singladura de un corredor de maratón, aunque más rara, por lo del listado de IN-

TERPOL con su nombre y las fotos en una circular. Antes de dejar el tema atrás para siempre un viernes de mayo le dijo Coco a Chava, su novia: “El rumor de la fuga, así sea rumor, está bien construido. Se cortó el pelo, se quitó los aretes y se borró los tatuajes, antes de partir a dar clases de inglés y / o música a la Guajira o donde menos lo buscarían: en la propia Antioquia. Se en- cubrió. Vendió todop” En ese momento, ella le mostró un artículo de una edición pasada de re- vista Semana en que una ex-agregada cultural colombiana en México se citaba como cómplice de un espía norteamericano doble, de los rusos y los gringos: un traidor a la patria. ¿Un tráfuga y otro tráfuga cuántos dan? Ninguno si ambos se van.

Chava se enfermó de lupus en 2006. Las pesadillas más recurrentes durante los primeros meses del mal tenían a un roquero paisa muerto en una casa de bahareque que perseguía la IN-

TERPOL. Ella pensaba que quitar de la memoria hechos atractivos y placenteros era una misión de años. La nostalgia es el sudor viejo de la locura amorosa y placentera como sangrienta y odiosa. Pero ella no lo sabía.

115 -¿Mauricio “Bull Metal” Montoya tocaba una batería Ludwig?-preguntó Chava al padre de su hijo.

-Yo creo que sí, él era de familia de plata-respondió Coco.

-Pues es que hay gente que sin o con plata, sin batería o tarros son buenos percusionistas.

-¿No te parece que estás enferma doblemente?

-¿Cómo así?

- De amor y de Lupus. Yo te quiero.

- Puede ser, pero el lupus no se me irá nunca. El amor por ti, Coco, si lo puedo acabar. Por ahora, te quiero.

-Tienes razón. Pero tenemos el acuerdo tácito de ver en el amor demencia y en la literatura y el mejor death metal, delirios controlados.

-Siempre me va a parecer especial que se te disparé ahora la libido con charlas sobre lo siniestro y viendo películas de terror.

-Así es el Lupus. He investigado y me va mejor que a muchos.

-Siquiera.

116 Crónica 2

El amor no existe

La A tiene las piernas abiertas.

La M es un subibaja que va y viene entre el cielo y el infierno.

La O círculo cerrado, te asfixia.

La R está notoriamente embarazada.

Todas las letras de la palabra AMOR, son peligrosas - comprueba Romy.

Cuando las palabras salen de la boca, ella las ve dibujadas en el aire.

Eduardo Galeano.

He sabido desde la secundaria que las producciones hormonales de dopamina, oxitocina, testosterona, estrógenos, entre otras, en humanos, determinan en gran medida el amor entre pare- jas. El amor es una ilusión o una reacción química dentro del cuerpo de los humanos que se da por un estímulo externo de una persona que se siente atraída por otra. En la crónica inicial enun- cié los pasos del amor cortés con la ayuda de Leopoldo Chiappo. Allí el amor a primera vista apareció en francés, coup de foudre y es el equivalente del visus.

117 Si en múltiples casos he creído junto con otras personas que el amor no existe, es porque

él es una convención social y una reacción química y a su vez, porque he considerado çon gran desilusión pese al esfuerzo hecho, cuando como en el dicho de mi abuela materna: se acabó quien te quería y el amor que te tenía. No hay nada mejor que el odio y el desamor por un ex amante, ex esposa, ex novio o ex aventura que se pensó daba para más, para creer que el amor no existe. Pero después se vuelve a creer. Se puede ser enfático y absolutista para decir que el amor no existe o relativista. Como quien dice que el amor filial existe pero el de parejas no. O que el amor verdadero entre parejas dura tres años y medio, según los mejores estudios de no se qué especulador y no sé qué teoría.

Entre los absolutistas se cuenta Irving Welsh el autor de la novela Trainsppoting: “Love does not exist, it's like religion, the state wants you to believe in that kind of crap so they can control you, and f**k your head up.” “El amor no existe, es como la religión, el Estado quiere que creas en ese tipo de porquería para poderte controlar y joderte la cabeza.”

Otros absolutistas son Thomas Hobbes y Richard Dawkins.

El amor existe así sea como convención social y un arreglo cultural sobre nuestro instin- tos. El amor es un intangible como los valores y las virtudes humanas, pero existe. Esta que po- dría ser la antítesis, no se extiende más puesto que mi vitalismo y fe en la humanidad hagan que crea en el amor entre parejas y en todo los otros tipos de amor, como el amor filial.

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122 123 Vita

Juan Pablo Plata. Born in Bogotá, Colombia. Writer, journalist and art dealer. Suffers from Montano's Malady and Boswell sickness. Two literary diseases. He is the author of several books: Umpalá anthology, Señales de ruta (anthology of colombian short stories) and El corazón habitado. Últimos cuentos de amor en Colombia. (An anthology of colombian love short-stories made in Spain). Arqueo de los días. No ficción. Anthology of journalism. (Uniediciones, 2018).

Contributor of Revista Corónica, El Tiempo, Tras la Cola de la Rata, Letralia, Diario del Huila,

Cuadruvio, El Espectador, Revista Credencial del Banco de Occidente, Kienyke, Level Maga- zine, La Matera and other media. Prizes awarded: Andiarios, CPB and Gabo Fellowship in Cul- tural Journalism 2019 and Plataforma Canibal 2020. He earned a MFA in Creative Writing from

The University of Texas at El Paso. Editor of Colina Revista and Revista Corónica. Currently writes and deals art.

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