1989 – La Mitad Siniestra
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La Mitad Siniestra 1 LA MITAD SINIESTRA Título original en ingles: The Dark Haf Traducción: María Elisa Moreno Canalejas de la primera edición de Viking Pengain, Nueva York, 1989 1989 Stephen King D.R. 1998 por EDITORIAL GRIJALBO, S.A. de C. V. Calz. San Bartolo Naucalpan num. 282 Argentina Poniente 11230 Miguel Hidalgo, México, D.F. ISN 970 -05-0072-1 IMPRESO EN MÉXICO 2 Este libro es para Shirley Sonderegger, quien me ayuda a no meterme en lo que no me importa, y para Peter, su marido Estoy en deuda con el desaparecido Richard Bachman por su ayuda e inspiración. Esta novela no se hubiera escrito sin él. S. K. 3 Indice Prólogo Primera parte. Relleno de inmundicia I People habla .............................................11 II La casa en ruinas ......................................19 III El blues del cementerio ............................22 IV Muerte en un pueblo pequeño ..................27 V 96529 Q ....................................................32 VI Muerte en la gran ciudad ..........................35 VII Asunto de la policía ..................................39 VIII Pangborn va de visita ...............................46 IX La invasión del rastrezoide .......................53 X Esa noche, más tarde ................................58 XI La Villa Final ...........................................62 XII Hermana ...................................................64 XIII Pánico absoluto ........................................68 XIV Relleno de inmundicia ..............................79 Segunda parte. Stark toma el mando XV Escepticismo sobre Stark .........................87 XVI George Stark llama por teléfono ..............94 XVII La caída de Wendy ...................................109 XVIII Escritura automática .................................113 XIX Stark va de compras .................................123 XX La fecha señalada .....................................128 XXI Stark toma el mando .................................142 Tercera parte La llegada de psicopompos XXII Thad se escapa ..........................................153 XXIII Dos llamadas para el sheriff Pangborn......160 XXIV La llegada de los gorriones .......................171 XXV Máquina de acero .....................................181 XXVI Los gorriones están volando .....................190 Epílogo 4 Prólogo Métele cuchillo -dijo Máchine. Métele cuchillo mientras yo observo desde aquí. Quiero ver cómo fluye la sangre. No necesitas que te lo diga dos veces. George Stark, A la manera de Machine 5 La vida de las personas, su verdadera vida, no la simple existencia física, empieza en diferentes épocas. La verdadera vida de Thad Beaumont, un chico que nació y creció en el sector Ridgeway de Bergenfeld, Nueva Jersey, empezó en 1960. Ese año le sucedieron dos cosas. La primera determinó su vida; la segunda casi termina con ella. Estos hechos ocurrieron cuando Thad Beaumont tenía once años. En enero, presentó un cuento en un concurso literario patrocinado por la revista American Teen. En junio, recibió una carta de los editores de la revista diciéndole que se le había otorgado una mención honorífica en la categoría ficción del concurso. La carta decía, además, que los jueces le hubiesen concedido el segundo premio si su solicitud no hubiera revelado que aún le faltaban dos años para convertirse en un "adolescente norteamericano" bona fide. No obstante, añadían los editores, su cuento "Fuera de la casa de Marty" era una obra extraordinariamente madura, y le enviaban una calurosa felicitación. Dos semanas después, llegó un diploma al mérito del American Teen. Venía por correo certificado. El diploma tenía caligrafiado un nombre en letras antiguas tan rebuscadas que apenas las podía leer, y un sello dorado en la parte inferior, con el logotipo de American Teen en relieve las siluetas de un chico con el cabello cortado a cepillo y una chica con cola de caballo bailando. Su madre estrechó en los brazos a Thad, un chico tranquilo y serio, quien parecía que nunca podía sujetar bien las cosas y que con frecuencia se tropezaba con sus propios y grandes pies, y lo colmó de besos. Su padre no se impresionó lo más mínimo. —Si el cuento era tan endiabladamente bueno, ¿por qué no le dieron algo de dinero? —gruñó desde las profundidades de su sillón. —Glen... —No importa. Tal vez aquí Ernest Hemingway me pudiera traer una cerveza cuando termines de manosearlo. Su madre no dijo nada más....pero mandó enmarcar la carta original y el diploma que la siguió; pagando el trabajo con el dinero para sus gastos menores, y los colgó en la habitación de Thad, encima de la cama: Cuando llegaban parientes u otras visitas, los llevaba a que los vieran. Thad les decía a sus invitados algún día será un gran escritor. Siempre había sentido que estaba destinado a la grandeza y aquí estaba la primera prueba. Thad se sentía turbado al escuchar esto, pero quería mucho mas a su madre por decirlo.- Turbado o no; Thad decidió que su madre tenia razón, por lo menos en parte. Ignoraba si tenia aptitudes para ser un gran escritor, pero de cualquier forma sería una clase de escritor. ¿ Porque no? Era bueno para eso. Y lo mas importante, seguiría escribiendo. Cuando las palabras salieran bien, seguiría en gran forma. Y no siempre podrían retenerle el dinero por un simple detalle. No tendría once años eternamente.- El segundo hecho importante que le sucedió en 1960 empezó en agosto. Fue entonces cuando sufrió los primeros dolores de cabeza. Al principio no eran tan malos, pero para cuando se inició de nuevo la escuela, en los primeros días de septiembre, los dolores ligeros y acechantes en las sienes y detrás de la frente habían progresado, convirtiéndose en malignos y monstruosos maratones de agonía. Cuando lo atenazaban estos dolores no podía hacer nada, excepto recostarse en su habitación a oscuras, en espera de la muerte. Para fines de septiembre deseaba morirse. Y para mediados de octubre, el dolor se había incrementado a tal punto que empezó a temer que no lo salvaría ni las muerte. La aparición de estos terribles dolores de cabeza generalmente la señalaba un sonido fantasmal que sólo él podía oír: sonaba como el gorjeo distante de un millar de pequeños pájaros. A veces se imaginaba que casi podía ver a estas aves, las cuales, pensaba, eran gorriones agrupados por docenas en los cables telefónicos y en los tejados, cómo lo hacían en la primavera y el otoño. Su madre lo llevó a que lo viera el doctor Seward. El doctor Seward le examinó los ojos, con un oftalmoscopio, y movió la cabeza. Después, cerró las cortinas, apagó la luz y ordenó a Thad que mirara a un espacio en blanco en el muro de la sala de exploración. Con una linterna, proyectó un brillante círculo de luz, el cual encendía y apagaba rápidamente mientras Thad lo miraba. —¿Te hace sentir algo extraño, hijo? Thad negó con un movimiento de cabeza. —¿Te sientes mareado? ¿Como si te fueses a desmayar? Thad negó de nuevo con la cabeza. —¿Hueles algo? ¿Como fruta podrida o trapo quemado? —No. —¿Qué pasa con tus pájaros? ¿Los escuchaste mientras mirabas la luz intermitente? —No —dijo Thad, perplejo. —Son nervios —dijo su padre más tarde, después de que se hizo salir a Thad a la sala de espera—. El condenado chiquillo es un manojo de nervios. —Creo que es migraña —les dijo el doctor Seward—. Un caso raro en alguien tan joven, pero no inaudito. Y el chico parece ser muy... emocional. —Lo es —dijo Shayla Beaumont, no sin cierta aprobación. —Bien, tal vez un día se encontrará el remedio. Por ahora, me temo que tendrá que soportarlos. —Sí, y nosotros con él —dijo Glen Beaumont. Pero no eran nervios ni migraña, y no se terminaron. 6 Cuatro días antes de Halloween, Shayla Beaumont oyó que gritaba uno de los niños con quienes Thad esperaba cada mañana el autobús de la escuela. Se asomó por la ventana de la cocina y vio que su hijo yacía sobre la acera, convulsionado. La lonchera estaba tirada junto a él, con su carga de fruta y bocadillos esparcida sobre la ardiente superficie de la acera. Corrió hacia afuera, ahuyentó a los otros niños, y se quedó de pie a su lado, mirándolo impotente, sin atreverse a tocarlo. Si el gran autobús amarillo con el señor Reed al volante hubiese llegado unos minutos más tarde, Thad se hubiera muerto ahí mismo, a la orilla de la acera. Pero el señor Reed había sido paramédico en Corea, y supo cómo echar hacia atrás la cala del chico, abriendo una vía de aire antes de que Thad muriera ahogado con su propia lengua. Una ambulancia lo llevó al hospital de Bergenfield Country, y cuando se introdujo al chico en una camilla dio la cualidad que un doctor llamado Hugh Britchard estaba en la sala de exploración, toma café e intercambiando mentiras sobre golf con un amigo, Y también dio la casualidad de que Hugh Pritchard era el mejor neurólogo en el estado de Nueva Jersey. Pritchard ordenó que se le tomaran radiografías y las interpretó. Se las mostró a los Beaumont. pidiéndoles que mirasen con particular atención una sombra vaga que había circulado con un marcador amarillo. —Este dijo—. ¿Qué es esto? —¿Cómo diablos s ,amos a saberlo? —preguntó Glen Beaumont—. Usted es el maldito doctor. —Correcto —dijo Pritchard en tono seco. —Mi esposa dijo que parecía que se había convulsionado —dijo Glen. El doctor Pritchard contestó: —Si se refiere a que tuvo un ataque, así es, en efecto. Si lo que quiere decir es que sufrió un ataque epiléptico, estoy convencido de que no lo fue. Un ataque tan serio como el de su hijo seguramente sería grand mal, y Thad no mostró ninguna reacción a la prueba de luz Litton. De hecho, si Thad tuviera epilepsia grand mal, no necesitarían que se lo dijera un médico. El chico hubiera estado bailando watusi en el tapete de la sala cada vez que se ondulara la imagen en la pantalla del televisor. —¿Entonces qué es? —preguntó Shayla tímidamente. Pritchard se volvió hacia la radiografía montada en el frente del negatoscopio. —¿Qué es eso? —preguntó, y de nuevo golpeó con suavidad el área circulada—.