Prólogo

Dulcila Cañizares es el hada madrina de los olvidados. Si hubiera —y debiera haberlo— un Premio Nacional al Rescate de la Me- moria, ella estaría de seguro entre los primeros candidatos. Conocerla y conversar con ella siempre es una fiesta. Guajira natural, ocurrente, sensible y culta, Dulcila despliega la misma y simpática energía tanto para brindar un café —«te salvaste, tengo Pilón, que el de la libreta no hay quien se lo tome»— que para buscar una foto que tiene 100 años y que conserva como un tesoro incomparable —«si me la pierdes, te mato». Con su hermosa voz lee sus poemas —esos que tantos premios han alcanzado—, impregnados de cundiamor, rocío y brisas, en los que le canta a su «joven patria de helechos y palmeras», o a ese amor «que nos deslumbra de pronto o aparece en puntillas callada, humildemente, y nos pone temblores en las manos y una luz traicionera en las pupilas». Cuando de amigos se trata, Dulcila no tiene fronteras. Se echa al hombro cualquier empresa, apadrina el proyecto más audaz, y se da toda a reivindicar un nombre, a salvar de la desidia una obra, o/y dejar para el futuro un legado. A ese oficio no emplantillado de hacer justicia, dedica jornada completa. Cada mes, en el boletín electrónico Memoria del Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau, aparece un artículo suyo sobre la vida y obra de un viejo trovador, de esos que no se mencionan aunque muchos tarareen sus canciones. Y no importa que los huesos duelan ni que duela más el re- medio; no importa que las carencias se agolpen unas a otras y parezca que nos matan. Así, constante y silenciosamente, tra- baja por la cultura cubana, por TODA la cultura, desde la hu- mildad y la entrega. De esas premisas nació este libro. Y cuando se lea, se verá cuánto hay que agradecerle. Pues, ¿sabía usted que un cubano,

7 trompeta en mano, anduvo por las filas republicanas durante la Guerra Civil Española repartiendo confianza y música? ¿Que ese mismo compositor e intérprete había deslumbrado antes en los escenarios de Europa y Estados Unidos? ¿Que regresó a , donde fundó un Comité de Defensa de la Revolución con el nombre de su compañero querido, Pablo de la Torriente Brau? ¿Que a pesar de su talento enorme y de sus composiciones legen- darias es hoy casi un desconocido? No hay una escuela de música con el nombre de Julio Bar- tolomé Cueva Díaz, ni un festival, ni un concurso. De 1959 a 1975, año de su fallecimiento, «sin el incentivo de que algunas de sus obras fueran grabadas, y sin que lo hubieran invitado jamás para tocar su trompeta, el modesto músico trinitario creó vein- tiséis piezas«. Este «hijo de mestizos, con pelo negro y ojos castaños, una es- tatura de ciento sesenta y un centímetros y más o menos ciento ochenta libras de peso, recio, de atractivo rostro, fue un hombre campechano, jaranero, alegre, bailador excelente, cordial, emprendedor, tenaz, de fuerte temperamento y un apetecible oído musical». Tan jaranero y emprendedor era, que tuvo como mascota una cotorra que chiflaba a dúo con él mientras sonaba su corneta. Solo de un carácter cubanísimo podrían salir piezas como «Tingo talango» y «El golpe bibijagua», las dos composiciones que más le gustaban. Julio Cueva quiso ser pianista pero el dinero de la familia no alcanzaba para un instrumento tan grande; solo dio para un cornetín. Tiempo después llegaría la trompeta, y con ella conquistó el mundo. Pero en Cuba, una calle con su nombre en su Trinidad natal, una tarja y algún que otro homenaje aislado, no son suficientes. Como no eran suficientes los 50 pesos que comenzó cobrando de jubilación porque algún burócrata se equi- vocó y le pagó no como músico, sino como billetero. De su amistad con Pablo de la Torriente Brau, en los días lu- minosos y terribles de la Guerra Civil Española, se habla en este libro. No lo adelantaremos; solo señalar que dirigió la ban- da que acompañó al cadáver de Pablo al cementerio, un doloroso recuerdo que llevó por siempre.

8 El título de este volumen es otra curiosidad que no revela- remos. Nada más una pista: repita en voz alta varias veces Alé alé reculé, así, cubanizado, y dígame si no tiene una musicalidad especial, guarachera, asimilada por Cueva, gracias a su capaci- dad de convertir en música los hechos de la vida cotidiana, sin importar que, en su origen, hayan sido trágicos. El maestro Julio Cueva —como, con total justicia, le gusta nombrarlo a la autora— fue un comunista consecuente. Su mi- litancia, sin fanfarrias, lo acompañó como un principio invio- lable en su vida, tardíamente reconocido: «Años después de su desaparición física, sus restos fueron trasladados por la Asocia- ción de Combatientes desde el antiguo cementerio de la calle Amargura, donde se encontraban desde el 25 de diciembre de 1985, para el Panteón de los Caídos por la Defensa de la Patria y desde 1999 descansan en uno de los nichos». Este es el primer libro —solo lo antecedió un folleto diminuto de la propia autora— sobre Julio Bartolomé Cueva Díaz: trom- petista, compositor, director de orquestas y de bandas, comu- nista, combatiente en la Guerra Civil Española, cubano. Había aparecido antes en la letra impresa gracias al genio de Alejo Carpentier, quien lo convirtió en uno de sus personajes en La consagración de la primavera. Ahora, en otra primavera, escri- bo estas líneas y reconozco, no sin vergüenza, que yo también acabo de descubrirlo. Si ya tenía que agradecerle a Dulcila su amistad y mi encuen- tro cada mes con trovadores de los que poco sabía, ahora mi deuda es inmensa: me ha presentado en cuerpo y alma a Julio Cueva y me lo ha traído a esta cotidianidad difícil y muchas veces engorrosa, para demostrarme —si hiciera falta— que las in- comprensiones y los olvidos no serán eternos siempre que exis- tan personas como ella. ¡Vamos, vamos, sin recular!: los invito a disfrutar este libro y es muy probable que, cuando terminen, salgan tarareando un danzón o una , que ya, por suerte, identificarán con su autor. Si es así, Dulcila Cañizares se sentirá plena y agradecida.

VIVIAN NÚÑEZ MENÉNDEZ Abril, 2011

9 Reconocimientos

Cada libro tiene su historia. Su simple o compleja biografía. La de esta obra comenzó en 1979, cuando la Dirección Pro- vincial de Cultura de Sancti Spíritus me invitó para que par- ticipara en la Semana de la Cultura de Trinidad, que tendría como figura central a Julio Cueva. Tuve entonces la oportu- nidad de realizar las entrevistas necesarias y una selección de documentos en el archivo privado del maestro Cueva. Decidí escribir la biografía del trinitario para su publicación en una colección de gran formato, con profusión de documentos, par- tituras y fotografías. En 1990, la Dirección Municipal de Cul- tura de Trinidad y otros organismos locales le solicitaron a la Editorial Letras Cubanas la publicación de una biografía de Julio Cueva, escrita por mí, para una importante actividad centrada en el músico, que tendría lugar en 1991. Era la época de las plaquettes, debido a las limitaciones económicas de la época, y la vasta investigación se adaptó a las exigencias del momento: un texto de cincuenta y cinco páginas y un formato pequeño, impreso en papel gaceta y sin grabados, con el cual los trinitarios quedaron conformes, pues se hizo el lanzamiento en la fecha acordada. Este es el inicio de la historia… Agradez- co a los directores provinciales y municipales de Cultura de entonces, al igual que al fallecido René Hernández Esquerra —que me llevó de la mano a conocer a los amigos de Julio Cue- va, quienes me ofrecieron la oportunidad de hacerles las en- trevistas necesarias para la Semana de la Cultura de 1979—, la plaquette y el presente libro. También mi agradecimiento es para aquellos hombres, músicos en su gran mayoría, ya de- saparecidos físicamente. Guardo una eterna gratitud hacia Rafaela (Fela) Pérez, viuda de Cueva; a Josefina Cueva, la hija adoptiva del trinitario; a Bienvenido Núñez, Manuel Licea

11 () —fallecidos— y Caridad Hurtado Cueva, sobrina de Julio, entonces todos residentes en La Habana. En las actividades trinitarias que se le dedicaron a Julio Cueva desde 1979 ofrecí conferencias y conversatorios, pero mi frustración por no haber podido escribir un libro con la información que guardaba en mi archivo no me dejaba en paz. En abril de 2008 me entrevisté con Víctor Casaus, Presidente del Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau, y de aquella conversación surgió la idea de hacer una nueva biografía de Julio Cueva, en la que otra figura central fuera la de Pablo y que también se rememorara la Guerra Civil Española, en la cual se conocieron el trinitario y Pablo de la Torriente. De di- cho Centro y de su colectivo he recibido apoyo, cooperación, gentilezas y cuidados, en especial de Víctor Casaus, María Santucho, Jesús García y Vivian Núñez: para ellos mi lealtad, mi reconocimiento y un buen cariño, pues lograron mi rea- lización laboral. De manera muy particular ofrezco una recompensa de apre- cio y distinción a mi Nonatía, al ingeniero Manuel Mansilla y Carmen Pérez Sarría, quienes me auxiliaron en la recopi- lación, a través de Internet, de datos y fotografías de la Guerra Civil Española; al diseñador gráfico y periodista villaclareño Jorge García Sosa, que dedicó tiempo, ignoro cuántos días, en la búsqueda también por Internet de fotografías de persona- lidades cubanas y extranjeras; al ingeniero Iroel Ruiz, que tuvo la amabilidad de regalarme horas de su vida para encon- trar imágenes antiguas de la villa del Táyaba por la misma vía mencionada, aparte de molestarse en solicitar en Trinidad, y hacerme llegar, diversos documentos necesarios. Por la búsqueda —también en archivos trinitarios— de otras necesarias documentaciones para este libro le doy mis cordia- les reconocimientos al doctor Manuel Lagunilla Martínez —His- toriador de la Ciudad de Trinidad— y a la licenciada Oslaydi Duardo. Agradezco el préstamo de libros y revistas especializadas a la licenciada Angelina Rojas; al teniente coronel Raúl Iz- quierdo, presidente del Instituto de Historia del Partido Co- munista de Cuba, y a la licenciada Maritza Méndez López,

12 directora del Museo del Instituto de Historia del Partido Co- munista de Cuba (Palacio de Aldama), por la gentileza de permitirme trabajar en los fondos del mismo, al igual que a la licenciada Enriqueta del Carmen Ramírez, directora del Museo de Historia de Trinidad, Palacio de Cantero, por proporcionar la posibilidad de digitalizar la documentación del Fondo Julio Cueva y, en especial a la licenciada Rosa María Eguiguren, por la ayuda prestada en este empeño. Para Berardo (Balo) Rodríguez Cadalso, el trinitario que co- noce misterios, vericuetos, historias, anécdotas, intrigas, mur- muraciones, verdades y falsedades de su pueblo, le ofrezco, a cambio de su insustituible apoyo y colaboración, mi definitiva fidelidad y un cariño con sabor a las deliciosas semillas de marañón tostadas que aprendí a degustar en su Trinidad. Para la doctora Cecilia Viera y la licenciada Iris Pineda mi cariño fiel, inmutable y tenaz, por protegerme y animarme, por confiar en mi trabajo. Mi reconocimiento y admiración a Yoel Lugones por el cui- dadoso trabajo de edición y maquetación, y a Katia Hernán- dez, por su esmero para lograr la belleza de la cubierta de esta obra. A los que olvido y a los que recuerdo, mis indestructibles gratitudes y afectos.

LA AUTORA La Habana, abril de 2008-septiembre de 2010

13 Trinidad

La Villa de la Santísima Trinidad tuvo su fundación en 1514 a orillas del río Arimao, cercano a la bahía de Jagua, pero en 1515 ya se hallaba en su actual circunscripción. Sus pobladores co- nocieron del impulso de la ganadería, las plantaciones del taba- co, los frutos menores y también del contrabando, que aumentó las riquezas del lugar. Durante el siglo XVII surgieron los primeros trapiches, pio- neros del futuro gran capital de la zona. En el XVIII cubano, la industria azucarera obtuvo un fabuloso progreso que ocasionó que la villa del Táyaba estuviera evalua- da, desde el punto de vista monetario, como la tercera de Cuba, con jurisdicción militar y política sobre la zona central de la Isla. En 1846, su producción azucarera logró el clímax, por lo que su importancia económica mantuvo a la zona en el cuarto lugar del país, pues las grandes fortunas se estabilizaron y consolidaron. Pero antes se inauguró la Torre del Convento de San Francisco de Asís en 1813 y en 1826, la Torre de Iznaga, considerada como una de las más audaces edificaciones de la época y conocida después como Torre de Manacas Iznaga. Con el tiempo, ambas torres se convirtieron en símbolos arquitec- tónicos de Trinidad. Entonces, el nuevo rico trinitario necesitaba reafirmar su ca- tegoría social con una persistente ostentación de sus caudales y, por lo tanto, también hizo alardes de refinamientos de cualquier tipo, sobre todo en la restauración de las antiguas viviendas y la construcción de monumentales palacios, como los de Brunet, Iznaga, Béquer y Cantero, al mismo tiempo que hubo un remo- zamiento de viejas casonas y se fabricaron innumerables vivien- das de tabla, embarrado, teja o guano, edificaciones que dieron lugar a la especial arquitectura de Trinidad. Se embelleció la

15 ciudad, con un crecimiento de norte a sur y de este a oeste; a mediados de ese siglo casi estaba terminado el empedrado de las calles y comenzó la pavimentación de las aceras. Además, los señores adinerados tuvieron muy en cuenta el movimiento cultural y se dieron a la tarea de crear el teatro Brunet, las sociedades recreativas La Filomática y La Filar- mónica, los periódicos El Correo y El Telégrafo, y la revista La Abeja. Además, la profesora, compositora y pianista Catalina Berroa había nacido en Trinidad en 1849; compuso música religiosa, , himnos y canciones, aparte de que, además de pianista, dominaba la guitarra, el arpa, el violín y algunos ins- trumentos de viento; falleció en su pueblo natal el 23 de no- viembre de 1911. También trinitario fue el pianista y compositor José Manuel (Lico) Jiménez, nacido en 1851 y, luego de sus primeros estudios con su padre —el violinista y también com- positor José Julián Jiménez—, tuvo la oportunidad de estudiar en Europa; en 1879 regresó a nuestro país y ofreció diversos conciertos, hasta 1890, año en que viajó a Hamburgo, donde falleció en 1917; fue el primer cubano que incluyó el lied entre sus creaciones. Diversas fueron las causas del desastre económico, pero la principal estuvo vinculada con la dependencia de la industria azucarera: llegó el momento, en los finales del XIX, en que la fertilidad de la tierra había sido agotada —por ejemplo, en el Valle de San Luis, conocido también como Valle de los Inge- nios—, al mismo tiempo que ya no existían terrenos para nuevos cultivos de caña, lo que ocasionó una emigración de ca- pitales hacia otras zonas, dejando a Trinidad cada vez más huérfana de fuentes azucareras y, por lo tanto, económicas. Al finalizar el XIX, después que diversas firmas extranjeras ya se habían apropiado de los grandes ingenios, se produjo la ruina total de la región, pues el intercambio comercial se in- terrumpió; desapareció, por quiebra, la Compañía del Alum- brado Público; se suspendieron los viajes del ferrocarril y hasta el teatro cerró sus puertas. Así comenzó la penuria para una población que, hasta esa fe- cha, incluso las familias más humildes, se sostenía de algún

16 salario, como campesinos, artesanos, herreros, pintores, car- pinteros, albañiles, artistas... Al no existir ningún empleo, los trinitarios se vieron obligados a comerciar sus propiedades, tanto muebles como inmuebles, con la nueva ola de capitalistas y comerciantes que desfilaban por la zona, hasta que, más tarde, iniciaron la venta de semillas de marañón tostadas, turrones y dulces de las frutas que recogían de los marañonales que existían en tierras cercanas a Casilda; tejían cestas, sombreros y aba- nicos con yarey; elaboraban en randa prodigiosas ropas y pañue- los femeninos, prendas trabajadas como verdaderas filigranas de hilo; hacían cualquier cosa que les suministrara algunos cen- tavos para poder malvivir en una localidad que había quedado suspendida en el tiempo, alejada, escondida, olvidada, pues aque- lla ciudad amadrinada por la Cordillera de Guamuhaya y vecina del Valle de los Ingenios, pueblo que había disfrutado de la gloria de ser uno de los más ricos de la Isla, se encontraba sumergido en una impresionante, vergonzosa penuria.

17 El niño Julio

En ese lapso de abandonos y miserias nació Julio Bartolomé Cueva Díaz el 12 o el 16 de abril de 1897, a las diez de la mañana, en esa Villa de la Santísima Trinidad, en la calle de Gracia 14 (actual 164), entre San Procopio y Santo Domingo. Julio siempre manifestó que su nacimiento tuvo lugar el 12 de abril —fecha que aparece en todos sus documentos oficiales y en su auto- biografía—, pero en la inscripción que consta en la sección de Nacimiento de la Oficina Registral de Trinidad (tomo 84, folio 408, inscripción 186), asentada el 6 de febrero de 1961 —ya que el original se destruyó en un incendio intencional que tuvo lugar en el Juzgado Municipal, ubicado entonces en las calles Boca y Gutiérrez, el 2 de diciembre de 1958—, se lee que al varón naci- do el «16» de abril se le puso por nombre Julio «Baltolomé», hijo de «Baltolomé», etcétera. De manera que, al igual que se come- tieron errores en los nombres del padre y de su hijo, que se nom- braron Bartolomé, también pudieron equivocarse en la fecha de nacimiento los testigos Lino de Cadalso y Antonio Valdés, porque ya habían transcurrido muchos años y ninguno de dichos testigos eran familiares de Julio Bartolomé Cueva Díaz. Además, en una nota marginal se lee que el maestro Cueva casó el 17 de noviembre de 1919, en Santa Clara, con «Alicia» García Jiménez, pero en realidad su esposa se llamaba Felicia. Sus padres fueron el talabartero, violinista y güirero José Bartolomé Cueva Díaz —campesino, hijo de José Aurelio y de María C.— y Josefa Cristina Díaz Piedra —humilde ama de casa, hija de María del Carmen Díaz, sin que aparezca el nombre del padre—, quienes habían contraído matrimonio en la igle- sia de San Francisco de Paula (libro C-2, folio 92, núm. 102) el 25 de mayo de 1896, con diecisiete y quince años, respec- tivamente. En la fe de bautismo de Julio Bartolomé Cueva Díaz —de la misma iglesia de San Francisco de Paula (libro

18 C-12 , folio 54, tomo 104, 7 de junio de 1897)— también aparece que nació el 16 de abril de 1897, con iguales padres y abuelos. De manera que me pregunto acerca del motivo por el cual el maestro Cueva siempre manifestó que nació el 12 y no el 16 de abril de 1897. ¿Serían errores que le subsanaron verbal- mente su madre y su abuela? Nada extraño habría sido el cambio de fecha, pues esos descuidos o equivocaciones eran muy frecuentes en aquella época en familias de cualquier nivel social. Julio tenía más o menos cinco años cuando su padre abandonó a la familia. Al quedar sin apoyo económico, la madre de Bartolomé, doña Candelaria Díaz Villa, desafió el estado doméstico lavando y planchado para diversas familias, mientras que Josefa Cristina desempeñaba las tareas hogareñas y cosía y remendaba para algunas personas; pero el dinero no era suficiente, por lo que cuando Julio tenía siete años vendía latas de agua —dos latas por cinco centavos, según le manifestó al desaparecido investigador musical Alberto Muguercia— por las antiguas y empedradas calles trinitarias. La abuela doña Candelaria inscribió al niño en una rudi- mentaria escuelita que tenía un vecino en su barbería, en San Procopio y Gracia —para que no anduviera vagabundeando por las callecitas al finalizar su labor diaria de aguador—, donde le pusieron a Julio un pequeño cajón para que se sentara y apren- diera la «cartilla del Cristo A B C». Cuando tuvo la edad regla- mentaria lo matricularon en una escuela pública y su maestro fue Antonio Mora. El tercer grado lo recibió del profesor José (Pepillo) Zerquera y también de don Joseíto, severo maestro para quien «la letra con sangre entra», por lo que los muchachos, además de respetarlo, le temían.

19 La escuela de música

Al cursar el sexto grado, entonces con Francisco Zerquera, en el mismo colegio se fundó una escuela de música, pero a Julito Cueva no le interesaba esa manifestación artística, aunque su tío abuelo Bartolo Vidal —medio hermano de doña Candelaria— tenía una orquesta típica, su padre tocaba violín y güiro, y a su mamá le encantaba el arte que combina armonía, ritmo y melo- día. Sin embargo, a veces ocurren acontecimientos inesperados, y uno de ellos le imprimió una huella que encaminó su futuro hacia donde menos él había imaginado... El episodio fue para muchos intrascendente y para otros resultó divertido, pero para el niño fue esencial la banda infantil de Cienfuegos que llegó a Tri- nidad para sonar sus instrumentos en las procesiones de aquella Semana Santa...

Eran niños que tocaban corneta. Al director le decían Juan Harina. ¡A mí me gustaba! Yo iba todas las tardes por las calles de piedra esas, detrás de la bandita... Porque después de las procesiones ellos salían a recoger por las calles, to- cando. Pero parece que el director se cogía el dinero, y los muchachos estaban bravos. Por eso le pusieron letra a las marchas. El pueblo les puso letra:

Muchachos, muchachos, ¿ustedes comieron dulce? Sí, señor, Juan Harina.

Muchachos, muchachos, ¿ustedes tomaron láguer? Sí señor, Juan Harina.

20 Entonces, entonces... Para subir al cielo se necesita...

El pueblo lo cantaba. Al Juan Harina ese lo conocí yo en San- ta Clara, después, que era cochero. Era blanco. Tenía un her- mano que se llamaba Rafael Harina, que fue uno de los que tocaba La chambelona, en 1916, en Santa Clara. Y aquella bandita fue la que me inclinó a estudiar música, más que el hecho de que mi padre fuera músico.1

Sin pensarlo mucho, Julito tomó la determinación de que sería un gran pianista, para lo cual estudiaría música, lo cual hizo saber en su casa de inmediato. Debido a la escasa economía no era sencillo satisfacer la solicitud del muchacho, pero doña Can- delaria era una mujer esforzada y de una abnegación a toda prue- ba, por lo que en 1908 inscribió a su nieto en la recién fundada Escuela Municipal de Música de Trinidad —ubicada en el antiguo Ayuntamiento, donde en la actualidad radica el Poder Popular Municipal, frente a uno de los costados del Parque Céspedes—, dirigida por los hermanos Buenaventura y Rafael Dávila —di- rector y subdirector, respectivamente—, y su primer maestro de solfeo fue don Buenaventura. Aunque Julio alimentaba su predilección por el piano, al darse cuenta de que era imposible que su familia adquiriera tal instru- mento, aceptó con agrado que doña Candelaria le comprara el único cornetín que existía en su pueblo natal y luego ella misma «...fue la que llamó a José Manuel Lombida, que fue el que me puso el cornetín en la mano. Con él aprendí todas las figuras. Me daba lecciones diarias. Sin embargo, cuando llegué a Santa Clara no sabía subdividir en los compases compuestos. [...]»2

1 Archivo privado de Dulcila Cañizares. Entrevista realizada a Julio Cueva por Alberto Muguercia, 24 de mayo de 1973. 2 Ibídem.

21 Durante la presidencia de José Miguel Gómez, el alcalde trinitario era el doctor Manuel L. de Irarragorri cuando se instituyó la Banda Infantil, en 1910, y el niño Julio se encon- traba entre sus fundadores. Su primer estipendio como músico lo conquistó ese mismo año, pues la Banda deleitó a la concu- rrencia en un baile que tuvo lugar en la sociedad trinitaria El Liceo. Aquellos niños también brindaban retretas nocturnas en el Parque Céspedes (antes, Plaza de Carrillo). Pero aquel año no fue importante solo para el nieto de doña Candelaria, sino también para el ámbito musical de la Isla, pues Luis Casas Ro- mero compuso «Carmela», la primera criolla; la trovadora e intérprete María Teresa Vera hizo su debut con la canción «Mercedes», de Manuel Corona; tuvo lugar el estreno de «La Dolorosa», de Eduardo Sánchez de Fuentes, y José Urfé dio a conocer su famoso danzón «El bombín de Barreto», que todavía escuchamos con deleite. En 1911 Mariano Meléndez estrenó la criolla-bolero «Quiéreme mucho», de Gonzalo Roig, y en ese mis- mo año ya Julio Cueva era cornetín solista de aquel conjunto infantil que alegraba las desamparadas noches trinitarias, a veces en plena oscuridad, por falta de alumbrado eléctrico. Hombres y mujeres de cualquier edad se reunían en el Parque Céspedes para admirar las habilidades musicales de aquellos pequeños músicos: modestas damas que se refrescaban con los co- loridos y artesanales abanicos de yarey, cercanas a los hom- bres que se regodeaban con los cigarrillos Susini, o La Nueva Era, que, según una publicación de entonces, «...sólo los fuma la chancleta [...]»,3 y le llamaban la chancleta a los más modestos y desventurados de los trinitarios...

Yo era un muchacho, pero simpatizaba con el Partido Liberal, porque decían que era el partido del chancletero, y yo era lo que era, porque sí vendía agua y eso, y lo que tenía eran unos zapaticos de vaqueta que me compraba mi abuela..., bueno, no andaba en chancletas, pero casi, y entonces yo

3 Periódico El Guamo, Trinidad, 30 de julio de 1911.

22 estaba con los pobres, no con los ricos, porque yo era pobre. ¡Ay, mi madre! Tú qué sabes de eso... 4

Sin embargo, había ocasiones en que ni en el prolongado horario nocturno de la antigua alhaja del Valle de los Ingenios se podían regocijar con la gracia musical de las retretas en el Parque Céspedes, con la embriagadora fragancia de ipomeas y piscualas —llamadas también jazmines de variedad en Tri- nidad—, que adornaban y continúan adornando la glorieta del delicioso parque, retretas «...que eran la única animación que te- níamos [...)»,5 que ya eran cada vez más escasas,

...porque la mayoría de las veces muchos de los jóvenes músicos [...] no asisten a ellas. ¡Qué sensible sería que una obra tan buena y de tanto mérito para Trinidad se destruya por la indiferencia o el abandono [...] deben procurar que no desaparezca lo que tanto esfuerzo ha costado y a tan buena altura se elevó.6

De aquel mismo año existe una vieja fotografía con una nota escrita por el maestro Cueva que dice:

EL TIEMPO PASA, PERO LOS HECHOS QUEDAN PARA LA HISTORIA. En esta: Recuerdo del Concurso de Bandas Infantiles, celebrado en Santa Clara el 11 de diciembre de 1911. Junto con los miembros de la Banda Infantil de Tri- nidad, aparecen los designados por el Ayuntamiento para acompañar a los niños músicos. La foto: en la Finca Los Mameyes, próximo a Santa Clara, en la que se ofreció un ho- menaje de desagravio a la Banda, que no obtuvo el primer

4 Archivo privado de Dulcila Cañizares. Entrevista realizada a Julio Cueva por Alberto Muguercia, 24 de mayo de 1973. 5 Revista semanal Blanco y Rojo, Trinidad, 8 de octubre de 1911. 6 Ibídem.

23 premio, por habérsele otorgado a la Banda infantil de Cienfuegos, en la que actuaron como partes principales, los solistas de la Banda Municipal de dicha ciudad. Los sub- rayados: miembros de la Comisión, de izquierda a derecha y de abajo a arriba.- Guillermito Béquer, Troadio Zerquera, Cirilo Pérez, Antero Dufay, Noel Hichazo, Escocia, Bartolo Vidal, Leonardo Vitón, Ramoncito Herrera, Ramón Pes- quieiro, Chito Cala, Apelio Pacheco, José Zambrana, Lom- bidín, José Dufay, Serafín Prieto, Juanico Zerquera, Felicito Reina, Julio Cueva, Hijinio Escocia, Delfín Zerquera, Cucho Boggiano, Ventura Dávila (director), Filiberto Ríos, Chito Hichazo, Domingo Montalván, Flavio Zerquera, Alfredo Izquierdo, Rafaelito Dávila (sub-director), José Manuel Ur- quiza, Teodorito Rodríguez, Felipe Lara, José Halvie (Pastelito), Miguelito González, Bartolito Vidal, Valeriano Rodríguez, José Peñalveche, Elpidio Urquiza, Valoi Roche, Nicolás Mendieta, Cuco Halvie, y Manuel Prieto.7

Bartolomé Cueva se presentó otra vez en 1912, para asombro y sobresaltos de familiares y amigos, y volvió a formar parte del hogar. Le juró de nuevo amor y fidelidad a Josefa y poco después nació Ana Rosa, pero la felicidad se extinguió pronto, pues Bartolomé volvió a desaparecer, no se sabe si con alguna despedida, y no volvieron a saber de él hasta muchos años des- pués... Julio tenía quince años, pero ante el nacimiento de su única hermana reanudó el mantenimiento de su familia, ya que la abuela Candelaria había fallecido y él tenía la obligación de criar a la pequeña como a una hija propia, y la adoró hasta el mismo día de su muerte. En 1913 —inicio de la presidencia del conservador Mario Gar- cía Menocal—, el adolescente no olvidaba su perfeccionamien- to musical y, además, empezó a formar parte de la orquesta típica de su tío abuelo Bartolo Vidal, mientras que en La Ha-

7 Archivo privado de Dulcila Cañizares. Fotocopias de ambos docu- mentos. He respetado la ortografía del maestro Julio Cueva, al igual que en los siguientes fragmentos escritos por él en diversos documentos.

24 bana Ernesto Lecuona había compuesto en 1914 «La com- parsa». En el ámbito mundial tuvo lugar el comienzo de la Primera Guerra Mundial en 1914. En 1915 el joven trinitario se presentó a la convocatoria que ofreció la Banda Municipal de Santa Clara para que el ganador obtuviera la plaza de cornetín solista en la misma. Por supuesto, don Bartolo rechazó la intención del muchacho y presionó a la familia para que no permitiera que Julio se ausentara de Trinidad, porque no era nada favorable para su orquesta perder a un músico de la categoría de la de su sobrino. Pero la insistencia de Julio se im- puso, con el juramento de llevarse a Santa Clara a su madre y su hermana con el primer sueldo que ganara. Se presentó y ganó la plaza, aunque Domingo Martínez, el director, lo obligó a estudiar con él durante tres meses, porque Julio Cueva era incapaz de subdividir en los compases compuestos. Según pa- labras de Cueva:

...A partir de aquí comencé la superación musical; pues el Maestro de esa Banda nombrado Domingo Martínez (e.p.d.), me dió la plaza; pero con la condición que tenía que ir mañana y tarde a practicar con él durante tres meses demás está decir que acepté ésta sin reserva y a todo eso agregando los ensayos de la Banda por la noche. La verdad es que yo cumplí al pie de la letra, como suele decirse y contento, pues a este Maestro Martínez y al Sub-Director Agustín [Ji- ménez] Crespo [...] les debo lo poco que aprendí y que me sir- vió más tarde para conocer parte de nuestro mundo con la trompeta en la mano.8

8 Ibídem. Copia de la «AUTO-BIOGRAFÍA DE JULIO CUEVA DIAZ. Músico Revolucionario, nacido en Trinidad, Las Villas, el 12 de Abril de 1897. La Habana, 15 de Julio de 1968», donada por la viuda de Cueva a la autora de esta obra. El original fue entregado por Dulcila Cañizares, en nombre de la familia de Julio Cueva, al Museo Municipal de Historia de Trinidad en 1991, con el resto de la documentación del músico que se encontraba en su domicilio habanero.

25 Tal y como lo prometió, con su primer salario, que era de cua- renta pesos, llevó a su familia más cercana para Santa Clara. Perteneció a aquella Banda durante ocho años, época en la que fue progresando profesionalmente e incluso se integró en tres giras con la Compañía de Arquímedes Pous, bajo la di- rección orquestal de los maestros Antonio Álvaro Herr, Jaime Prats y Eliseo Grenet. La cuarta gira fue con la compañía de la actriz mexicana Esperanza Iris. En 1917, la Isla tuvo que soportar la reelección de García Menocal, con groseros cambalaches en los resultados elec- torales, por lo que en 1918 el liberal José Miguel Gómez inició la revuelta conocida como La Chambelona, abortada por las fuer- zas gubernamentales con el apoyo de los norteamericanos. En otras tierras vio su final la Primera Guerra Mundial. Desde aquel 1918, el joven solista de la Banda Municipal santaclareña se dio a la tarea de componer danzones, y algunos los estrenó en las retretas los jueves y domingos en el Parque Leoncio Vidal. De aquel año conocemos «Campanario», «Chu- cumbún» y «Ten cuidado con Irene». Eran los tiempos en que los negros paseaban por la parte de afuera del parque y los blan- cos por el centro, y no sólo en Santa Clara, sino en todos los par- ques de nuestro país, y una noche, en uno de los recesos, bajó Julio de la glorieta donde tocaba la Banda y descubrió a una trigueña alta, de ojos pardos y pelo negro, que lo fascinó. Por supuesto, buscó la manera de acercarse a ella y entablar una conversación, y luego, entre descanso y descanso, ella supo del músico lo que le interesaba y él tuvo conocimientos de que la muchacha había nacido en Cienfuegos, vivía en Santa Clara y estudiaba piano en el conservatorio Orbón. Su nombre era Felicia García Jiménez.

Julio y Felicia se casaron muy jovencitos en Santa Clara, el 17 de noviembre de 1919. Ella era muy amable y de buena familia, a la que se sumó mi tío. Los padres de Felicia eran Paula y Francisco, y también estaba su hermano Octavio, quien luego se casó con Rafaela Pérez en 1923. Ellos se lle- vaban muy bien y estaban muy enamorados. Felicia era profesora de piano, pero nunca se dedicó a dar clases: se de-

26 dicó a Julio Cueva e iba con él a todas partes. No tuvieron hijos y por eso criaron a Josefina. Estaban todavía viviendo en Santa Clara y fueron a Trinidad, donde visitaron a una familia muy conocida por Julito, de apellido Arrechea. Aca- baba de fallecer la madre de tres niños muy pequeños, por lo que Arrechea, el viudo, le preguntó a Cueva si quería lle- varse a alguno de los niños. Tío quería al varón y Felicia una hembra, y Julio, siempre amable con su mujer, la complació y se quedaron con una pequeñita de dos años, pero ellos ignoraban que era sordomuda, la pobrecita. La llevaron a muchos especialistas, la operaron, pero no tenía remedio aquella sordomudez. Por lo demás, era totalmente normal. La quisieron mucho, pero por su culpa mi tío no pudo morir en Trinidad, pero ya eso usted lo dirá después. No quiero adelantarme en esta historia.9

Mientras, en 1919 se publicó Las impuras, novela de Miguel de Carrión; Manuel Corona compuso «Santa Cecilia» y Jaime Prats su «Ausencia». En 1920 tuvo lugar el reinado del son en La Habana, con una languidez impuesta por la adición de contrabajo y trompeta, no utilizados en la región oriental, de donde proviene. Además, Carlos Loveira publicó su novela Ge- nerales y doctores.

9 Ibídem. Entrevista realizada por la autora a Caridad Hurtado Cueva, sobrina de Julio Cueva, 10 de octubre de 1979, en La Habana.

27 En Cienfuegos

En 1922 hubo un suceso importante en el panorama musical cubano, al efectuarse el primer concierto de la orquesta de la Sociedad de Conciertos de La Habana el 29 de octubre, pues muy pronto dicho grupo de intérpretes se denominó Orquesta Sin- fónica de La Habana, dirigida por Gonzalo Roig. Un año más tarde, la presidencia de la República estaba a cargo de Alfredo Zayas, época en la que el maestro Cueva se trasladó para la Ban- da Municipal de Cienfuegos como trompeta solista, pero allí estuvo muy pocos meses, ya que el alcalde de su pueblo natal, Carlos Pérez Cancio, lo nombró director de la Banda Municipal de Trinidad; el subdirector fue Félix Reina. Pertenecieron a esta banda, entre 1923 y 1928, además de otros músicos —menciona- dos en el orden en que aparecen en la correspondiente fotografía (véase Testimonio Gráfico), sentados—, Pedro Torres (clarine- te), Rafael (Fengo) Zerquera (clarinete), Luis Fernández (saxo- fón), Félix Reina, padre (subdirector y saxofón tenor), Julio Cueva (director y trompeta), Juan Peñones (bombo y figle), Elías Cal- derón (caja), Antonio López (clarinete), Leonardo (Llito) Cas- tellanos (requinto); —de pie—: Armando González (bajo), Mundo Mendieta (trompa), Higinio Escocia (bombardino), Rafael Dávila (trompa), Rafael Domenech (trombón), Heriberto González (cla- rinete), Berardo Ponce (bombardino), Aníbal González ((bom- bardino), Feliciano Marín (tímpani), Pastor Garabito (trombón), Troadio Zerquera (trompeta), Rafael Pablos (conserje), Francisco Calderón (trombón), Paquito Torres (trompeta) y Leonardo Vi- tón (bajo). Unos meses más tarde, Cueva creó su orquesta típica. Las denominadas orquestas típicas tienen una estructura estable- cida: dos clarinetes, un dúo de violines, un trío de metales —cor- netín, trombón y figle—, timbal, contrabajo y güiro. La de Cueva

28 estaba compuesta por los músicos trinitarios Rafael (Fengo) Zerquera Brunet: clarinete primero; Leonardo Eloy (Llito) Castellanos: clarinete segundo; Félix Reina, padre: violín primero; Pedro Barrizonte (Machín): violín segundo; Juan Peño- nes: figle; Fernando Mario Domenech Altunaga: trombón; Juan Troncones: tumbador y cantante; Rafael Pablos (Macaíto): güirero; Cleto Hernández: timbalero; José Zambrana: contrabajo, plaza que luego perteneció a Higinio Escocia. El director y cor- netín solista era el maestro Julio Cueva. En 1923 tuvieron lugar en nuestra tierra malversaciones, ges- taciones y frustraciones, y también maniobras encaminadas a lo- grar modificaciones estudiantiles, aparte de que Rubén Martínez Villena capitaneó la Protesta de los Trece y comenzó el intento de una reforma universitaria, encabezada por Julio Antonio Mella. En el ambiente musical hubo un suceso importante: Pablo Casals vino a Cuba y tocó con la Orquesta Sinfónica, y en 1924 Manuel Luna compuso «La cleptómana» y Eusebio Delfín «La guinda», significativas creaciones trovadorescas. Por otra parte, se ha refutado en innumerables oportunidades que Cueva creara danzones, pero es posible afirmar que fue un prolífico compo- sitor de ese género, sobre todo entre 1923 y 1928, en Trinidad, aunque muchos de esos danzones son desconocidos como tales, porque años más tarde les transformó el género a una gran can- tidad de los mismos y otros se extraviaron durante la Guerra Civil Española, en las Brigadas Internacionales. Para la confirmación de lo mencionado he elaborado una enumeración de títulos de nuestro baile nacional, compuestos por el maestro Cueva en la etapa ya señalada: «7-24 o Que te puyen», «La melena», «Con mis tijeras no», «El gripazo», «Cás- cara, puya y palante», «Bodas de plata», «Estoy espiritista», «Cande- la en Quemadito», «Felisa», «Bronca en el solar», «El cayito», «Los atolondrados», «Caprichito loco», «Jesús del Gran Poder», «Shanghai», «Victoria primera», «Que le mande el paquete», «La pintura blanca», «Eso es poco» y «El marañón» («En mi Cu- ba hay frutas que aprietan / y una de ellas es el marañón. / Hay personas que lo respetan / pues le temen al apretón. [...] / Aprieta, aprieta, lo mismo que el marañón. / Aprieta más, aprieta más, / del marañón tú te acordarás», entre otros.

29 Es fundamental que se tenga conocimiento de la destreza de Cueva para componer obras musicales sobre cualquier acon- tecimiento y de trasladar al papel pautado costumbres y perso- najes típicos, acontecimientos ocasionales o diarios, trinitarios, habaneros, nacionales o mundiales, siempre con su música par- ticularmente popular, de una cubanía incuestionable. Por esa habilidad, no sólo el Partido Comunista le sugería que escribiera determinadas piezas, sino que también él las componía por su cuenta, de acuerdo con los sucesos políticos de Cuba o del extranjero. Por lo tanto, de ahora en adelante incluiré sus crea- ciones más significativas de cada etapa de nuestra historia, co- mo una demostración de lo expresado, independientemente de que aparezcan en el catálogo de su obra. Para ilustrar lo ya revelado mencionaré a una vendedora tri- nitaria callejera llamada Trina, la dulcera, que pregonaba lo que luego fue el título de uno de los danzones de Cueva: «Dos cosas pa’ tomar con leche»; al igual que todavía hay quienes recuerdan al noctámbulo trinitario Juan Soto, por quien com- puso «El hombre de la media noche», así como también re- memoran a José Antonio Ramos Portieles, apodado Palanca, por quien surgió «El chicharrón de Palanca» («Allá, a tomar ciruelón. / Vamos con Palanca / a tomar ciruelón. / [...] / Con Palanca no faltaba / en la fiesta el chilindrón / y el típico ciruelón / en la Manzana él tomaba»). Según el músico trinitario Pedro Peñones de la Viña,

...Macaíto, el güirero —a quien también Julito le compuso «Caprichito ingrato»—, se quedaba dormido mientras tocaba. Se llamaba Rafael Pablos y estaba un poco mayor, y es verdad que había que estarlo despertando, y hasta le decían Mataíto por su dormidera, pero Cueva nunca se puso bravo con él. Un día le compuso «Rascando, siempre rascando» («Por favor, no me hagan ruido, / que se me des- pierta el niño / que en la orquesta toca el güiro. / El güiro es un instrumento / que es muy fácil de tocarlo. / No es necesario afinarlo, / ni tampoco echarle viento. / Por favor,

30 no me hagan ruido [...]). Por supuesto, Macaíto tampoco se puso bravo.10

Caracusey es un pueblo cercano a Trinidad y muchas veces el maestro Cueva iba con su orquesta a tocar en las fiestas del lugar. En una oportunidad empezó el baile y Julio, que estaba muy cerca del músico Juan Peñones, se percató de la forma de bailar de una pareja que se encontraba próxima a los músicos. Era el matrimonio constituido por Ramona Vázquez y Flo- rentino Sánchez, vecinos de San Pedro. Gruesos y entrados en años, rebosaban en libras y entusiasmo, pero lo que admiró a Cueva era la forma de bailar de los cónyuges, con pasos hacia atrás y hacia adelante... Sorprendido, le preguntó a Juan Pe- ñones qué baile tan extraño era aquel. Peñones, con el humo- rismo que lo caracterizaba, le dijo que se fijara bien y se daría cuenta de que actuaban como proceden las bibijaguas al entrar y salir de sus agujeros, y que, por lo tanto, ese era «el golpe bibijagua». Al siguiente día, el maestro Cueva llevó al papel pautado el danzón «El golpe bibijagua» («Es el golpe bibijagua / más sabroso que la conga, / póngase como se ponga / su ce- rebro coge agua. / El golpe bibijagua / es muy fácil de bailar: / se baila así, así no má’. / Así na’ má’, así...»), título que, de acuerdo con aseveraciones de Cueva, fue invención de Juan Peñones.

Mi verdadero apellido es Piñones, pero a mi padre le decían Peñones, y Peñones se quedó. Nací el 2 de julio de 1902 en Trinidad y soy un hombre apacible, nunca estoy soberbio. Julio, sin embargo, era un hombre muy fogoso. Aunque am- bos nacimos en la misma ciudad, lo conocí en 1919. Es cierto que fuimos a tocar a Caracusey y un matrimonio bailaba de una manera muy rara y le digo: «Mira, Julito,

10 Ibídem. Entrevista realizada por la autora a Pedro Peñones de la Viña, 21 de octubre de 1979, en Trinidad.

31 bailan con un entra y sale, como las bibijaguas», y eso bastó para que cogiera el papel al día siguiente por la mañana y compusiera El golpe bibijagua.

Muchos de sus danzones se perdieron en la Guerra Civil Española, como ¿Qué va a hacer uno?, por un tipo que siem- pre decía: «¿Y qué va a hacer uno, Julito, qué va a hacer uno?». Trina, la dulcera, pregonaba, sin música: «Dos cosas pa’ tomar con leche: el merengue, la panetela», y Julio le puso música. Ya yo estoy espiritista: ese era uno aquí, llamado Felipe, que cada vez que se daba dos tragos decía: «Julio, ya yo estoy espiritista», y Julito compuso ese núme- ro. Con mis tijeras no: se formó un pleito dentro de la sas- trería de Pedro Marín y uno de los contrincantes cogió una de las tijeras, y Pedro gritó: «¡Con mis tijeras no!», y eso fue suficiente para que Julio hiciera el número. El hombre de la media noche, por uno que le decían Juan Pijúa, muy simpático él. Y más y más danzones, como Shanghai y Caprichito ingrato, por el güirero de nosotros, que su mujer le era infiel y él llegaba y nos decía: «Tengo un caprichito que me vuelve loco», y de ahí Julito compuso esa obra («Yo tengo un caprichito que me vuelve loco / y yo me lo quito con agua de coco»).

Ya viejo, hizo grandes esfuerzos por venir para Trinidad y se le presentaron varias permutas, pero él crió a una niña, que es demasiado ingrata, pues ella tenía que ir al fin del mundo con Julio Cueva, porque la adoptaron como hija legítima, y ella no quiso volver a vivir nunca más en Trinidad. Hicimos muchas gestiones, pero ella fue la culpable, porque, por no darle él un disgusto, aunque hizo muchas gestiones para mu- darse, no regresó, aunque venía todos los años. En agosto de 1975 vino y fue la última vez que lo vi.11

11 Ibídem. Entrevista realizada por la autora a Juan Peñones de la Viña, 1979, en Trinidad.

32 El «Tingo talango» es un número muy conocido del maestro Cueva, que originalmente fue un danzón. Esa pieza, que detalla con veracidad y gracejo cómo es el tingo talango, tumbandera o tumbadera, instrumento monocorde autóctono y artesanal, que tristemente casi no se utiliza, fue creado porque la mamá de Cueva —que lo sabía sonar y hasta llegó a tocarlo en un tea- tro de La Habana, y a quien mucho le gustaba la música—, le suplicó que escribiera esa obra («Hay en Cuba un instrumento / que se usa mucho en el campo, / no es de cuerda ni es de vien- to, / se llama tingo talango»). De acuerdo con la afirmación de su sobrina Caridad Hurtado Cueva, Julio manifestaba que, de sus composiciones, las que más le gustaban eran «El golpe bibijagua» y «Tingo talango».12 En esta misma década de los años 20, Cueva escribió sones montunos, afrocubanos, guarachas, tumbaos guajiros, cancio- nes, sones... El grupo orquestal del maestro Cueva continuaba sus ac- tuaciones con asiduidad en Cabaiguán, Sancti Spíritus, Ca- racusey, Fomento, Güinía de Miranda, Manacas, Guayos, San Pedro, Casilda, Santa Clara, Placetas, etcétera, y así ganar algunas monedas para la subsistencia, porque los ingresos municipales eran insuficientes para sufragar los mínimos sa- larios de los músicos de la Banda, al punto de que se daba el caso de que transcurrían meses sin cobrar, por lo que, como era natural, interrumpían las retretas, siempre pregonadas con las explosiones de numerosos voladores al restablecerse en el Parque Céspedes, con la presencia de una alegre y in- mensa muchedumbre. El 9 de mayo de 1925, la acostumbrada retreta se ofreció en el Parque Martí, lo cual constituyó un gran júbilo para el pueblo, demostrado con una audiencia ex- traordinaria. Por ese motivo, el maestro Cueva determinó que a partir del 30 del mismo mes la Banda Municipal efectuara sus retretas los lunes, miércoles, jueves, viernes y domingos

12 Ibídem. Entrevista realizada por la autora a Caridad Hurtado Cueva, el 10 de octubre de 1979, en La Habana.

33 en el Parque Céspedes, y los martes y sábados en el Martí, an- tigua Plaza Mayor de la Villa de la Santísima Trinidad. Cueva veneraba a su pueblo, pero estaba consciente de que en ese lugar no existían oportunidades para optimizar su superación como músico, pues las actividades culturales y artísticas eran exiguas; demasiado bajos los recursos mone- tarios e inexistentes las posibilidades de mejoramientos de cualquier índole. Al revisar la prensa local de entonces vemos que en 1924 Mario García Menocal visitó a los trinitarios, y en noviembre de 1925 se anunció el estreno de la compañía de Zarzuelas Cubanas Arquímedes Pous y la actuación de la mexi- cana Esperanza Iris y su conjunto. El 31 de marzo de 1926 tuvo lugar la inauguración de una estación radiotelegráfica en La Popa, existían los periódicos El Telégrafo, El Repu- blicano, Juventud Liberal, La Prensa, El Obrero, El Precursor y El Almirante; los hoteles Plaza, en Jesús María y Rosario, y el Canadá, en Jesús María, frente al Parque Céspedes; la Aca- demia Trinidad, incorporada al Instituto Mercantil Nacional de la Isla de Cuba, y los teatros y cines de Trinidad entre 1917 y 1926 eran Salón Sport, Fausto, Mauri, Armenteros, Prin- cipal y Prado, en los cuales, en pocas ocasiones, se rendían homenajes a personajes trinitarios o de otros sitios, por lo ge- neral amenizados por Julio Cueva y sus músicos. Era obvio que este trinitario necesitaba encontrar otro panorama para sus ventajas artísticas y monetarias. En 1928, con esperanzas y pesares, Cueva hizo dejación de su cargo de director de la Banda Municipal de Trinidad, para desánimo de sus músicos, como Fernando Mario Domenech Altunaga, intérprete del trombón en la Banda, y en la orquesta típica de Cueva; Rómulo Rafael Domenech Altunaga, también trombonista de la Banda y además de la orquesta; Heriberto González Villa, clarinetista de la Banda y músico suplente de la orquesta cuando no podían tocar Rafael Brunet o Leonardo (Llito) Castellanos, que fue clarinete requinto de la Banda y clarinete segundo de la orquesta; el timbalero de la orquesta, Cleto Hernández; Rómulo Rafael Domenech AItunaga, trompa de la Banda, y Juan Peñones, que tocaba figle...

34 Yo estudié bombardino y trombón, porque tienen las mis- mas posiciones, pero para los bailes estudié figle, que fue el instrumento con el que me destaqué. Toqué en la orquesta típica de Julio, pero esas orquestas ya desaparecieron... Cuando estaba en su orquesta me escribía obras especiales, para que me destacara, y yo interpretaba lo que componía como él quería. También toqué en la Banda, a solicitud su- ya, pero tocaba la batería, porque era la única plaza que es- taba vacante. Cuando él se fue yo dejé de tocar.13

Julio y Felicia arribaron a La Habana en diciembre de 1928 con la determinación de instalarse en la capital cubana. Poco después, Cueva salió una noche de su casa y se dirigió a Los Parados, en Neptuno y Consulado —sitio que aún existe con idén- tico nombre en el mismo lugar—, donde entonces confluían los músicos con asiduidad, local en el que hizo relaciones con al- gunos hasta que consiguió un contrato para la orquesta dirigida por el maestro Laguna, que tocaba en el teatro Campoamor. Su sueldo diario era de tres pesos con cincuenta centavos. Alre- dedor de un mes más tarde,

...llegó un señor una noche [...] y este compañero me traía la noticia que me sirvió de mucha alegría y era que el maestro Moisés Simons, autor del «Manisero», me solicitaba para el día siguiente a las tres de la tarde, para hablar conmigo. Calcúlense ustedes $3,50 diarios en el Campoamor y $8,00 diarios en el Roof Garden del Hotel Plaza, horario de 10 de la noche a 1 pm... Figúrense, ya comencé a progresar tanto económicamente, con un mejor trabajo y más remunerado. En mi vida nunca había ganado $ 8,00 diarios... En el Hotel Plaza trabajé un año y medio nada más, pues recibí otra sorpresa, esta vez la que tanto soñé en mi querido

13 Ibídem. Entrevista realizada por la autora a Juan Peñones de la Vi- ña, 21 de octubre de 1979, en Trinidad.

35 pueblo de Trinidad y fué que el profesor Justo Aspiazu, co- nocido por «Don Aspiazu», me mandaba a buscar para tocar con él en el Gran Casino Nacional de entonces, comprendan compañeros qué emoción, qué alegría, yo comenzaba a tocar la trompeta en el lugar más codiciado de Cuba, pues nada menos que el sueldo que se percibía entonces en el Gran Ca- sino Nacional era de $100,00 semanales, pero sinceramente para mí no fué lo económico lo que más me emocionó, sino que me dijo al terminar la temporada del Casino Nacional, partiríamos en una «tournee» a los Estados Unidos, para ac- tuar en los Circuitos R.K.O. y Paramount, durante ocho me- ses (mi sueño dorado; viajar) [...].14

En 1929, el matancero Aniceto Díaz compuso «Rompiendo la rutina» en un novedoso género musical derivado del danzón, que nominó danzonete; además, Ignacio Piñeiro escribió el popular son titulado «Suavecito». En 1930, el maestro Julio Cueva inició su triunfal carrera artística en Estados Unidos de Norteamérica y luego en Europa, con la específica encomien- da personal de dar a conocer nuestros ritmos y géneros mu- sicales, entonces desconocidos en aquellas tierras.

14 Ibídem. Copia de la «AUTO-BIOGRAFÍA DE JULIO CUEVA DIAZ...».

36 Cueva y Don Azpiazu

La orquesta de Don Azpiazu, con Julio Cueva como trompetista solista, viajó el 23 de marzo de 1931 a Estados Unidos de Nor- teamérica con contratos para efectuar actuaciones en los circuitos Paramount y RKO, momento en el que se estrenó el Empire State Buildinq, entonces un impresionante edificio de ciento dos pisos de altura. El día de su inauguración, la afamada orquesta de Azpiazu, con Cueva como trompetista, actuó en el piso ochenta y seis. Luego de ocho triunfales meses en Nueva York volvieron a nuestra Isla, se presentaron otra etapa en el Gran Casino Nacional habanero, vacacionaron durante treinta días y sa- lieron otra vez del país, en 1931, entonces rumbo a Europa, donde realizaron el primer contrato en el Casino de Montecarlo por un período de tres meses y medio, mientras en Cuba vieron la luz Sóngoro cosongo, de Nicolás Guillén, y Júbilo y fuga, de Emilio Ballagas. Al terminar el contrato en el Montecarlo volvieron los músicos a París. Al llegar a la capital francesa inauguraron un dancing en los Campos Elíseos: el cabaré Plantation...

El dancing más bello de París, ha sido inaugurado recien- temente, para gloria de la música cubana, [...]. Por las tardes, a la hora del té, o a partir de las diez de la noche, quien pretenda tomarse un buen haigh-ball en el Plan- tation tiene que comenzar por hacer cola. [...] Se espera pa- cientemente a que un groom gigantesco baje una de las manazas enguantadas, para indicarnos que nuestro turno ha llegado, y que podemos aventurarnos en una ancha escalera que parece bajar al centro de la tierra (mundo subterráneo que

37 comprende tres pisos superpuestos, bajo el nivel de la calle). [...] La llamada del trópico se hace imperiosa. [...] nos en- contramos en un paisaje cubanísimo, al que no falta su bohío, sus palmeras, sus vegas, y mil plantas cuyas hojas saben hablarnos de nuestra Isla. En un rincón, bajo una arboleda que todavía parece prolongarse en la lejanía, se agitan esos doctores en ritmos que son los músicos de don Azpiazu. [...] Medianoche. Don Azpiazu, claves en mano, hace partir su orquesta sobre un frenético ritmo de son. José Pereira, [...] el guitarrista José Socarrás [...], PedroTellería [...], Álvaro de la Torre [...], Emilio Hospital [...], Francisco González y Pedro Guida [...]. Teddy Henríquez [...]. Lozano Morejón [...]. Julio Cuevas [así], uno de los mejores trompetas que andan por el mundo, ataca notas agudísimas, marcando el ritmo con el cuerpo entero. [...].15

En La Habana, el maestro Gonzalo Roig y Agustín Rodríguez crearon la Compañía Cubana de Zarzuela, dirigida por ambos y por Rodrigo Prats; en el teatro Martí se estrenaron, el 26 de marzo de 1932, la zarzuela cubana Cecilia Valdés, de Gonzalo Roig, el 18 de noviembre, también de Roig, la zarzuela El Clarín; de Ernesto Lecuona, Rosa la China, El cafetal y María la O; Niña Rita, de Lecuona y Eliseo Grenet, y Soledad, de Rodrigo Prats, excelentes obras nuestras. En París, los cubanos estu- vieron tres meses en el Plantation, período de la filmación en la Ciudad Luz de la película Orquídeas negras o Espérame, con Carlos Gardel como protagonista, y la participación de la orquesta de Don Azpiazu: el filme comienza con la imagen del trinitario interpretando con su trompeta «El manisero», de Moi- sés Simons. Según el propio Cueva,

...El director de la película me dice: «Siéntese y tóqueme «El manisero» tal como usted lo toca en la orquesta». Yo

15 Alejo Carpentier. «El alma de la rumba en el Plantation». En: Cró- nicas, t. II, La Habana, Editorial Arte y Literatura, 1976, p. 117.

38 me sorprendí y le dije: «¿Yo solo?». «Sí, usted». Yo empecé y él de pronto dijo: «Corten», y ya. Y yo me quedé pensando ¿y para qué será? [...] Más adelante supe que con eso se abría la película, con la efigie mía dando vueltas la trompeta y tocando eso. [...] Los números argentinos los grababa con una orquesta, con su pianista, y nosotros los números cu- banos, pero «Orquídeas negras» era con la orquesta nues- tra, la de Azpiazu. Yo oí varios cantantes argentinos en esa época, porque cuan- do nosotros llegamos allá estaba de moda el tango, pero al llegar nosotros ocupamos un lugar también y entonces se compartió la música cubana y el tango, que eran la moda en París.16

Al terminar el contrato en el Plantation estuvieron un mes en el también parisino teatro Empire y después viajaron a Bélgica, donde actuaron en el Hotel Palace, de Bruselas, durante las tardes. De aquella estancia existen anuncios que se imprimieron el 3 de febrero 1933: «Récuverture e Gala du Thé du Palace Hôtel avec le concours du formidable ensemble cubain du munde DON AZPIAZU et son Orchestre de la Plantation et de l’Empire de Paris. Tous les jours de 4 ½ h à 6 ½ h».17 En otro cartel se lee: «Débout sensationnel du célèbre orchestra cubain DON AZPIAZU, les créateurs de «Peanut vender», Cabaret PINGOUIN, 3a. du Bastion, Bruxelles. Pour la 1re. fois en Belgique».18 Y en el Pingüino, como es lógico, se presentaron en las sesiones nocturnas. De inmediato, luego de finalizar estos contratos, ofrecieron sus interpretaciones en el Teatro Lester Square de Londres, durante quince días. En ese momento, el maestro Julio Cueva

16 Archivo privado de Dulcila Cañizares. Entrevista radial realizada a Julio Cueva, 1969. 17 Ibídem. Fotocopia del documento. 18 Ibídem.

39 determinó separarse de Don Azpiazu, que regresó con su or- questa a nuestra Isla. Cueva se había percatado de que el esplendor de la música cubana iba en aumento, porque ya se conocía algo de ella, pero él tenía el afán de popularizar nues- tros géneros musicales en aquellas viejas tierras europeas. En Cuba, ya Ana Rosa, la hermana de Julio, se había casado con Ramón Hurtado Sánchez, un buen hombre que se ganaba la vida pintando paredes y que falleció en una crisis asmática en 1940. Los hijos de Ana Rosa y Ramón fueron Elsa, que murió en La Habana en 2006; Julio, que reside en Santa Clara, y Caridad Hurtado, que nació el 21 de febrero de 1933 en Santa Clara y reside en la capital cubana. Cuando ella nació, su tío estaba en el extranjero y lo conoció cuando regresó de la Guerra Civil Española.

40 Europa

Julio y Felicia —quien no se separó nunca de su esposo en sus giras en el extranjero— viajaron desde Londres a París en mar- zo de 1933. De inmediato, el músico formó parte de Snow Fisher and his Harlomarvels, conjunto compuesto por tres saxofones, piano, batería, dos trompetas, bajo, guitarra y cantante, dirigido por el baterista afronorteamericano Snow Fisher. Con este grupo se presentó en el café Explanade, en Berna, Suiza, durante tres meses. Cuando terminó este con- trato, el cubano decidió viajar a España. Desembarcaron en Madrid y al día siguiente comenzó a actuar en un cabaret, pe- ro, según el propio Cueva,

...a la semana de estar trabajando llegó la policía a pedirme la carta de trabajo, yo les contesté que en mi país, Cuba, todos los españoles trabajaban por la libre, sin carta ni nada, en fin, en fin no pude seguir trabajando y entonces un cubano nombrado Valdés se me acercó y me dijo que por mil pesetas, él me conseguía la carta de trabajo y firmada por el Ministro, a todo esto yo dudé mucho; pero los demás compañeros me dijeron: «Dile que sí, después hablaremos». El mencionado Valdés exigía 500 pesetas adelantadas y las otras 500 a 50 pesetas semanales, yo quedé azorado y pensé, por eso en mi Cuba hay tanto bandolero, son descendientes de estos piratas. Los compañeros músicos me dijeron, después que pasen dos semanas usted no le dá un centavo más y así fue.19

19 Ibídem. Copia de la «AUTO-BIOGRAFÍA DE JULIO CUEVA DIAZ...».

41 Durante dos años vivieron en Madrid, donde el músico de- mostró la excelencia de su virtuosismo. Al año siguiente recibió una carta de Víctor Jalk, a quien en La Habana le decían El Turquito. Jalk estaba en París y le ha- cía saber, según manifestó luego el maestro:

...tengo buenos negocios para usted, voy a abrir un cabaret el cual es una cueva para meter en él a Julio Cueva. Yo pensé que esto sería una broma; pero no, resultó cierto, entonces me siguió escribiendo y cerramos contrato. Me llevé desde Madrid a París, cuatro cubanos, a Eliseo Grenet como pia- nista, al hermano Ernesto Grenet como Drunista, al señor Caraballo y al señor Ruiz como cantantes. También llevé a una joven cubana de bailarina nombrada Pola Negri. [...]20

La inauguración del cabaret La Cueva —nombre determinado por Jalk teniendo en cuenta que el trinitario ya era un artista reconocido en Europa y que sería un imán en París— fue el 12 de junio de 1934, a las once de la noche. En aquella época,

El tango ha perdido gran parte de su boga, [...]. La música martiniquense no ha pasado a ser una moda pasajera [...]. Pero, en esta desbandada de bandoneones porteños y príncipes rusos disfrazados de cosacos, un solo valor exótico ha per- manecido firme en el mercado de París: el de la música cu- bana, cuyo impulso irresistible no ha podido ser detenido por circunstancia alguna... Actualmente, sólo las boîtes cu- banas se mantienen sólidas en Lutecia. Son las únicas que «hacen dinero». Las únicas que, algunas noches, se ven obli- gadas a cerrar sus puertas por exceso de público... En medio de las naves naufragadas que llenan las calles Fontaine y Pigalle, Castellanos, el capitán de La Cabaña Cubana, ostenta la más risueña sonrisa... Para él no hay «noche mala». El

20 Ibídem.

42 éxito le ha favorecido pródigamente, desde el día en que claves y maracas comenzaron a sonar bajo su techo... Otro tanto podría decirse del Melody’s Bar, feudo de los hermanos Barreto, y de La Cueva, benjamín de los dancings cubanos de París, donde el formidable trompeta Julio Cuevas [así] dirige una orquesta... cuyo pianista es nada menos que Eliseo Grenet... [...]. ...Los representantes y productores de nuestros ritmos que se encuentran a la orilla del Sena no son numerosos; pero en ellos la calidad suple la cantidad. [...]. Entre los ejecutantes, deben citarse, en primer término: Julio Cuevas, admirable trompeta, cuyo instrumento se permite acrobacias insólitas; los tres hermanos Barreto, que cultivan respectivamente, y con igual talento, los sectores del canto, la batería y la gui- tarra; Castellanos, cuyos discos de saxofón se sitúan entre los mejores que he oído; Rogelio Barba, excelente pianista; Heriberto Rico, clarinete y saxofón solista de la orquesta cubana La Coupole; Frontela, virtuoso de la batería, [...]. Y a este grupo selecto de intérpretes, debe añadirse el nombre de un admirable artista, llegado recientemente a París: Fer- nando Collazo. 21

Cuando el talentoso trinitario terminó el contrato como trom- petista y director de la orquesta del cabaret La Cueva, se unió a varios grupos musicales que viajaron a Trípoli, Túnez, Lis- boa y Beirut. Al regresar en 1934, Cueva se separó en el puerto de Marsella de aquellos artistas, porque ya había aceptado otro contrato con el cabaré madrileño Casablanca, donde dirigiría su or- questa. En junio alquiló una casa —que sería su domicilio du- rante un año— a doña Jacoba Rodríguez Garrido, su dueña, en la Calle de Tudescos 8, tercer piso. Doña Jacoba también le alquiló los utensilios domésticos y el mobiliario por el monto total de ochocientas pesetas.

21 Alejo Carpentier. Ob. cit., pp. 120-122.

43 Al finalizar el contrato con el Casablanca comenzó a tocar en el cabaré Satán. Los músicos de dicha orquesta eran madrileños, menos el cantante cubano Sergio Nicols y el baterista Ernesto Grenet. Más tarde, viajó a diferentes ciudades como Gijón y Bilbao, donde participó, con una orquesta que trasladó desde Madrid, en la inauguración de una delegación del Centro Asturiano de La Habana. En Bilbao estuvo en el Café Comercial, donde amenizaba, según un anuncio encontrado en el archivo del maestro, las tardes y las noches de todos los días con música española y americana. A su regreso al hogar madrileño, comenzó a trabajar en el teatro La Zarzuela, en una orquesta de valencianos, salvo él. En dicha etapa, obtuvo los favores del público español, que compartió con las célebres bailarinas La Argentinita y Pastora Imperio, mundialmente reconocidas.

44 La decisión

Según manifestó el maestro Cueva:

...Estando en la «Zarzuela», estalla la guerra civil española y yo hacía tres meses que había ingresado en el Partido Co- munista de España, mi señora que [sic], me decía llorando y con temor: «vamos para Cuba» y mi respuesta fué que le pa- gaba el pasaje a ella hasta Cuba; pero que yo no podía ex- plicarle los motivos para no ausentarme de España en esos momentos. Entonces ella me contestó de que si yo no me iba con ella, tampoco se iba y se quedó a mi lado durante los tres años que duró la guerra.22

Era natural que Felicia quisiera regresar a Cuba, pues la hija adoptiva estaba a cargo de su madre y de Ana Rosa, aparte de que ella temía por el futuro de su esposo, pero, como siem- pre, se quedó con él, aunque muy pronto se separaron...

22 Archivo privado de Dulcila Cañizares. Copia de la «AUTO-BIOGRA- FÍA DE JULIO CUEVA DIAZ...».

45 Sublevación e inicio de una guerra

En 1931 se había logrado abolir la monarquía en España y se estableció un régimen republicano y democrático. En 1933 ya era un hecho el nacionalsocialismo en Alemania, impuesto por Adolfo Hitler. Dos años más tarde se creó el Frente Popular, in- tegrado por instituciones de izquierda. En 1936, los partidos con- servadores sufrieron una derrota en las elecciones a Cortes, fracaso que se debió al esfuerzo del Frente Popular —constituido por comunistas, socialistas, anarcosindicalistas, católicos y diversos factores contrarios al fascismo—, y el 16 de febrero ven- ció El Frente Popular en las elecciones generales. Por supuesto, aumentan las conspiraciones antirrepublicanas, por lo que en marzo existe un mando militar en el Ejército Popular de la Re- pública. El 15 de abril Cuba dijo presente con la partida de lu- chadores rumbo a España. Entre los primeros combatientes se encontraban el capitán Andrés González Lanuza, el alférez de fragata Jorge Agostini Villasana y los tenientes Pedro Naranjo Dalmau, Rafael Fernández Martén y Julio Valdés Cofiño. Los buques que trasladaron a nuestros compatriotas para pelear en la Guerra Civil Española fueron Normandía, Oropesa, Or- duña, Champlain, Órbita, Reina del Pacífico, Sierra Ventana, México, Saint Nazare y Marqués de Comillas. El 17 de julio, el general Francisco Franco asestó un golpe militar; el día 18 tuvo lugar la sublevación franquista en Marrue- cos y al día siguiente comenzó la Guerra Civil Española... En esos días, como ya sabemos, Julio Cueva estaba en Madrid con su orquesta y de inmediato estuvo a las órdenes del Partido Comunista Español. Ya había comenzado la batalla de Madrid, pues el golpe de estado franquista no había logrado triunfar en la capital, por lo que los golpistas se atrincheraron en el Cuartel

46 de la Montaña, en el mismo centro madrileño, hasta que fueron reducidos el 20 de julio. Antes habían tenido lugar las batallas de Guadalajara y Brunete. Cueva estuvo fusil en mano, cerca del Cuartel de la Montaña, para imposibilitar la salida de los mi- litares que se encontraban atrincherados allí, con la dis- posición de resistir hasta que llegaran los refuerzos que esperaban, en cuya acción perdieron la vida algunos hombres y otros recibieron graves heridas. Cuando al fin consiguieron tomar el Cuartel, el maestro Cueva regresó a la sede del Par- tido Comunista Español, donde le ordenaron que se dirigiera a la Agrupación Regional del Partido Comunista, en el sector oeste de Madrid, ubicado en la calle San Bernardo, que estaba al frente de un cubano apellidado Escamilla, y allí tuvo su pri- mer contacto con Policarpo Candón y disfrutó la alegría de reencontrarse con el cantante Sergio Nicols, cuyo verdadero nombre era Pelayo Nicot. Otra de las tareas que le encomendó el Partido fue recau- dar fondos para enviar al frente, por lo que se estacionó con su trompeta en la Gran Vía, donde tocaba «La diana mambisa cubana», para llamar la atención de los transeúntes, mientras que otros compañeros solicitaban ayuda, aunque también él le vociferaba a los viandantes que donaran los sobretodos que llevaban puestos, porque eran necesarios en el frente de Gua- darrama para que se abrigaran los que estaban peleando por la defensa de la República... Luego, según las propias palabras de Cueva, el principio fue

...de miliciano, pasé a la entonces Compañía del Campesino, fué luego Brigada y más tarde División 46; siendo Brigada número 10, donde estaba al frente Policarpo Candón que (q.p.d.). [...] En esos instantes llega el cubano Pablo de la Torriente Brau (e.p.d.), al cual yo al frente de esta Banda, acompañamos su cadáver al cementerio, pues cayó en el frente de Madrid. Esta Banda fué constituída al año de la guerra al pasar la Brigada a División.

47 Ya la Banda era compuesta por 60 profesores. [...] Desde que se inició esta Banda de Música, fuí su Director nombrado por el Estado Mayor del Ejército Republicano. [...]23 Pero el maestro Cueva y su Banda no sólo se ocupaban de tocar en diversos actos, sino que también pelearon en nume- rosas batallas...

23 Ibídem.

48 El niño Pablo

En San Juan, , el 12 de diciembre de 1901 nace Pablo Félix Alejandro Salvador de la Torriente Brau, hijo de don Félix de la Torriente Garrido y doña Graciela Brau de Zu- zuarregui. En la casa natal de Pablo radicaba el Colegio Centro Docente de la Unión Ibero-Americana, dirigido y fundado por don Félix, lugar que era el domicilio de sus abuelos maternos, ya que doña Graciela era la hija favorita del reputado periodista Salvador Brau. En ese hogar, donde había nacido su hermana Graciela en 1900, vive este niño hasta 1903, año en el que viajó con su padre a Santander, España, ciudad donde conoció a su abuela paterna, pues ya el ingeniero Francisco de la Torriente Her- nández, su abuelo cubano, había fallecido. En 1905, durante la presidencia de Tomás Estrada Palma, don Félix determina trasladarse a La Habana y viaja con su hijo. En diciembre se reúne la familia en la capital cubana y entonces Pablo conoce a su hermana María Magdalena Zoe Rosalina, que había nacido en San Juan el 5 de julio de 1903. El niño estudiaba en la escuela del profesor Lima, en la Quinta de los Molinos, y su lectura predilecta era un ejemplar de La Edad de Oro, de José Martí, regalo de su abuelo Brau. Al año si- guiente, don Félix se quedó sin trabajo, aparte de que Salvador Brau estaba muy enfermo, por lo que la familia decide que doña Graciela y sus hijos Pablo, Zoe y Graciela retornen a San Juan, mientras don Félix se mantiene en La Habana hasta obtener una plaza de profesor de los Colegios Internacionales, en El Cristo, en la entonces provincia de Oriente. Entre los años 1906 y 1909, Pablo emprende su educación y guía ética y espiritual, inculcadas por su abuelo Brau, señor

49 de altos principios y patriota notorio. Pero era necesario que la familia volviera a reunirse, por lo que en 1909 —al iniciar- se la arbitraria y forzada reelección de Estrada Palma— ocurre el reencuentro en El Cristo. Al año siguiente le publicaron por primera vez a Pablo de la Torriente en la revista El Ate- neísta, de los Colegios Internacionales de El Cristo.

50 Santiago de Cuba y La Habana

La familia De la Torriente Brau se establece en Santiago de Cuba, donde vio la luz Lía el 25 de mayo de 1912. Al siguiente año, el 17 de junio, nació Ruth. En 1915, Pablo ingresa en el Instituto de Segunda Enseñanza de Santiago de Cuba, pero no termina allí el bachillerato, pues en 1919 la familia se trasladó para La Habana, donde finalizó esos estudios. Al concluir el bachillerato matriculó Ciencias Po- líticas, Sociales y Económicas en la Universidad habanera, que no llegó a cursar, ya que sus tareas revolucionarias se lo im- pidieron, aparte de que no quería continuar ninguna otra carre- ra, pues necesitaba trabajar para ayudar en la economía familiar. Y comenzó a buscar empleo... En enero de 1920, según Federico Saracini,

...consigue que el ingeniero José María Carbonell lo contrate para un proyecto relacionado con la instalación de un central azucarero en Sabanazo, provincia de oriente. Allí conocerá a Teresa «Teté» Casuso, su futura esposa, y de esa experiencia recogerá elementos para su cuento «Una aventura de Sal- gari», que verá la luz en 1930 en la colección de cuentos titulada Batey, en colaboración con su amigo Gonzalo Mazas Garbayo. Será el único libro publicado en vida. [...] Antes de volver a La Habana presenciará un acontecimiento que también llegó a formar parte del cuento mencionado y que lo sacudirá profundamente: el despedazamiento de un obrero por un caimán. [...]24

24 Federico Saracini. Pablo. Un intelectual cubano en la Guerra Civil Española, La Habana, Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau, Ediciones La Memoria, 2007, pp. 34-35.

51 Cuando retorna a la capital empieza a trabajar en el diario Nuevo Mundo y en la revista El Veterano, con el miserable suel- do de un peso diario. A pesar de las actividades políticas y de ambas labores, le imparte clases de historia de Cuba a Ruth y enseña a leer a Lía. Un tiempo después encontró empleo en la Comisión de Adeudos del Ministerio de Hacienda, con un salario mensual de ciento setenta pesos. Pablo de la Torriente era un hombre agraciado, inteligente, aficionado a la buena música y también a deportes como el fútbol, la pelota, el ajedrez y el remo, por lo que fue miembro del Club Atlético de Cuba, donde había tenido la suerte de co- nocer al médico, cuentista y poeta Gonzalo Mazas Garbayo, afianzándose entre ambos una noble y favorable amistad. Además, como era un excelente taquígrafo y mecanógrafo, en 1923 obtuvo un cargo en el habanero bufete Ortiz-Giménez Lanier-Barceló.

...Esta nueva experiencia resultará esencial para su for- mación, tanto por la oportunidad de trabajar con un per- sonaje del nivel de Fernando Ortiz (1881-1969) como por la suerte de encontrar allí a otras personas como Rubén Mar- tínez Villena (1899-1834), futuro secretario del Partido Comunista de Cuba. Durante ese mismo año, Martínez Vi- llena comprenderá que no desea seguir la carrera de abogado y abandonará el gabinete, de manera que, en 1925, lo que había constituido su cargo —secretario personal del Dr. Ortiz— es asumido por Pablo. Más tarde, Ortiz volverá a llamar a Rubén para encargarle la redacción de un prólogo a una selección de sus discursos. En esa ocasión Pablo y Rubén Martínez Villena tuvieron la oportunidad de cono- cerse mejor y entablar una profunda amistad. Posiblemente se deba incluso a ese ambiente tan rico en estímulos intelec- tuales que Pablo decide comenzar a escribir seriamente. Y es sin dudas gracias a Martínez Villena que el 14 de julio de 1929 se publica su primer cuento, «El héroe», en el Diario de la Marina. Y, siempre en dicho órgano, el poema «Motivos del viaje bajo la noche lunar». 25

25 Ibídem, pp. 35-36.

52 Pablo, revolucionario

Para Pablo de la Torriente Brau, 1930 fue un año crucial ... En febrero se publicó Batey, fue cronista deportivo durante la celebración en nuestra capital de los Juegos Centroamericanos, conoció a Raúl Roa y contrajo matrimonio el 19 de julio con Teté Casuso, a quien había conocido diez años atrás en Sabana- zo, como ya mencioné.

La descripción que Pablo hace de ella, «...es de una chiquita fea, malcriada y antipática que se llamaba Teté», pero cam- biará rápidamente de opinión al respecto; cuando se encuen- tran nuevamente unos cuatro años más tarde, Pablo quedará tan fascinado que le pedirá al padre permiso para casarse. Pero la muchacha sólo tenía doce años: ¿cómo habrían po- dido los padres aceptar su propuesta? Aunque querían al joven, decidieron no concederle el permiso hasta que Teresa se graduara. Pero ante esta propuesta, Pablo respondió que si cuando ella cumpliera quince años no le permitían casarse con él... ¡la raptaría! [...].26

Teté Casuso, que todavía era una estudiante, manifestó que la boda fue hermosa y se mudaron a un lindo apartamento, en el que sólo conviven un mes, pues de inmediato tuvieron que huir de la policía, aunque es de suponer que transcurrió algo más de ese tiempo, pues el bautismo de fuego de Pablo fue el 30 de septiembre, con la manifestación que tuvo lugar aquel día...

26 Ibídem, pp. 34-35.

53 Según José López Sánchez:

...La mañana del 30 de septiembre de 1930 marcha junto a Raúl Roa en histórica tángana. En aquella acción cuajan, por fin, los anhelos rebeldes del estudiantado, rechazo total y completo a la dictadura de Machado. Me contó Roa que Pablo preguntó: «¿Cuándo y a qué hora debo estar allí?». Su presencia fue imborrable. La policía arremetió con porrazos y tiros de revólver. Los muchachos resistieron y repelieron con puños y piedras. La más veraz y hermosa de las crónicas sobre ese día histórico nos la dejó Pablo. 27

En aquella memorable, sangrienta y heroica mañana, el es- tudiante revolucionario Rafael Trejo pierde su joven vida y Pablo es herido y hospitalizado durante un mes. Eran tiempos difíciles, pues desde cinco años atrás la dictadura de Gerardo Machado imponía su puño de hierro, pero los estudiantes y los miembros del Partido Comunista habían iniciado el arranque necesario, terminando con la inacción del pueblo, imperante hasta esos momentos, y ahora en pie de lucha. Pablo se matricula en la Universidad habanera para estar en la primera línea de combate junto a los estudiantes revo- lucionarios, participa con los integrantes del Directorio Estu- diantil Universitario (DEU) y es uno de los fundadores del Ala Estudiantil Universitaria (AIE), desprendimiento del DEU.

27 José López Sánchez. Pablo: imagen y leyenda, La Habana, Centro Cul- tural Pablo de la Torriente Brau, Ediciones La Memoria, 2003, p. 12.

54 En pie de lucha

Entre 1930 y 1931 se inicia un viraje trascendental en la vida de Pablo de la Torriente, pues determinó su militancia política y, además, comenzó su labor periodística, ambas conductas atestiguadas por su «Informe oficial estudiantil sobre los suce- sos del 30 de septiembre de 1930» y «La última sonrisa de Rafael Trejo», artículos publicados en la revista Alma Mater, órgano oficial del DEU, en la cual comenzó a trabajar con una postura abiertamente antimachadista, aparte de publicar también en Línea, órgano del AIE. A pesar de saber que ya es reconocido como opositor del gobierno de Gerardo Machado, mantiene citas clandestinas con otros camaradas, por lo que el 3 de enero de 1931, en horas de nocturnidad, fue apresado junto con otros compañeros en el domicilio del periodista Rafael Súarez Solís; de inmediato los llevaron a la cárcel del Castillo del Príncipe, en La Habana, y muy pronto lo trasladaron al Presidio Modelo, sombría cárcel ubicada en Nueva Gerona, en la entonces Isla de Pinos, donde estuvo hasta abril. El fruto de esa terrible ex- periencia fue un doloroso relato titulado «105 días preso», publicado en el periódico El Mundo en doce partes, del 24 de abril al 18 de mayo de 1931. Al quedar libre, Pablo trata de esconderse de la policía y se oculta en los domicilios de algunos amigos confiables, pero, a pesar de aquellos trágicos acontecimientos vividos en la cárcel, no deja de manifestar su antimachadismo a través de incisivos artículos. En agosto, se encontraba con Raúl Roa en la casa de José Zacarías Tallet, donde fueron apresados y poco después trasladados el 16 de septiembre al Presidio Modelo, junto con Marinello y otros veintidós presos. El 8 de mayo de 1933 llegó a La Habana Sumner Welles, con instrucciones del gobierno norteamericano de conciliar un

55 entendimiento entre Machado y la oposición, pero, entre otros factores, el DEU rechaza la llamada Mediación. En aquel mis- mo mes de mayo quedó libre Pablo, gracias a una amnistía gubernamental para los presos políticos. En vista de que ya es demasiado conocida su postura política decide exiliarse y viajar con su esposa y Gabriel Barceló hacia España, pero en la escala newyorkina del buque Cristoforo Colombo en el que viajan, determina no continuar hacia Europa y, gracias a su ascendencia puertorriqueña, logra la visa para residir en Es- tados Unidos, donde muy pronto funda el Club Julio Antonio Mella y reanuda su combate antimachadista. En Cuba, el 7 de agosto de 1933 se hizo saber la falsa noticia de la caída del presidente Machado, por lo que el pueblo se lanzó a la calle con la alegría de la caída de la dictadura tanto tiempo sufrida, pero la policía se hizo presente con un saldo de veinte muertos y ciento setenta heridos, lo cual encolerizó más a la población, y el día 11 comenzó un levantamiento militar, por lo que el 12 Machado se vio obligado a huir del país. Comenzó la lucha por la presidencia y llegó a la silla presidencial Carlos Manuel de Céspedes Quesada, después Carlos Hevia, y setenta y dos horas después se inició la denominada pentarquía, con Ramón Grau San Martín, Carlos Mendieta, J. A. Barnet, Miguel Mariano Gómez y Federico Laredo Bru. Ya Pablo estaba de nue- vo en Cuba cuando el DEU lanzó un manifiesto con una so- licitud de demandas: el presidente Céspedes accedió a algunas con la intención de neutralizar la hostilidad popular. El 2 de septiembre, soldados, alistados y sargentos se reúnen con una serie de reclamos para sus mejorías personales y económicas, pero dos días después aquellas reuniones se convierten en un Golpe de Estado. Entre diversos nombres aparece el de Fulgencio Batista Zaldívar, poco después con- vertido en el jefe militar del movimiento con el apoyo del go- bierno norteamericano. Comenzaba aquel oscuro ex sargento a transmutarse en el dueño de la Isla... El 10 de septiembre, el DEU nombró a Ramón Grau como nuevo presidente de la Re- pública. En medio de aquel caos, el 29 de septiembre se organizó un desfile con la intención de enterrar en el Parque de la Fraterni-

56 dad las cenizas de Julio Antonio Mella, pero se presentó el ejér- cito y dejó un resultado de veintisiete heridos y seis muertos. El 6 de octubre se declaró la autonomía universitaria y el 13 se creó la Secretaría del Trabajo, con la dirección de Antonio Guiteras. En este mismo mes de octubre, Pablo comenzó a trabajar en el diario Ahora...

...En las páginas del nuevo diario puede desahogar sus ansias de reportero. También puede explotar un permiso especial para consultar los archivos del Presidio Modelo, que en diciembre de 1933 ha conseguido del entonces Mi- nistro de Gobernación, Antonio Guiteras Holmes. El mate- rial que encontró en dichos archivos le sirvió para publicar [...] «La isla de los 500 asesinatos», además de otros tres ar- tículos, «Presidio Modelo otra vez», «Castells no ayudó a Machado», y «La justicia en Presidio», publicados en Ahora los días 24 de febrero, 24 de mayo y 29 de julio de 1934, respectivamente.28

El 4 de noviembre se disolvió el DEU y el día 15 el presidente norteamericano Franklin Delano Roosevelt tuvo una entre- vista con Sumner Welles acerca de la situación cubana. El 18 de diciembre llegó a nuestras tierras Jefferson Caffery en sustitución de Welles... De inmediato, Caffery determinó eliminar a Antonio Guiteras. Al día siguiente falleció Rubén Martínez Villena, depauperado por la tuberculosis. Las ful- minantes presencias de los presidentes ya mencionados no fueron más que burdos simulacros, pues en realidad ya Batista era el dueño de Cuba. En el ámbito cultural se publicaron West Indies, Ltd., de Nicolás Guillén, y Cuaderno de poesía negra, de Emilio Balla- gas. La pupila insomne, de Martínez Villena, fue editado en 1936. Además, el danzonete ha impuesto su moda y había tres intérpretes inolvidables: Pablo Quevedo, Joseíto Fernández

28 Federico Saracini. Ob. cit., p. 42.

57 —autor de «La guantanamera»— y Paulina Álvarez, la Empe- ratriz del Danzonete. El nefasto Golpe de Estado del sargento Fulgencio Batista convierte de nuevo el panorama político de la Isla en un her- videro de encontronazos y, por supuesto, los estudiantes conti- núan sus enérgicas protestas. En 1935 tuvieron lugar cesantías de obreros, huelgas de médicos de hospitales y centros de so- corros; se anunció que empezarían las clases en la Universidad habanera; comenzó la policía, entre otros métodos represivos, a hacerle ingerir aceite de ricino (palmacristi) a los detenidos por cualquier supuesto delito... El 8 de mayo fue asesinado en El Morrillo el revolucionario Antonio Guiteras junto a su amigo el venezolano Carlos Aponte. Pablo, como siempre,

También se encontraba, cada vez más, entregado a la lucha antibatistiana. El 2 de septiembre de 1935 había escrito un artículo acusatorio contra el teniente Powell —oficial del ejército prestado al cuerpo nacional de la policía— como reacción ante el asesinato de los estudiantes Rodolfo Ro- dríguez e Ivo Fernández Sánchez. En marzo de 1935, luego de la frustrada huelga general y la consiguiente contraofen- siva reaccionaria por parte del gobierno cubano, también el teniente Powell buscará su venganza contra Pablo, obli- gándolo a buscar refugio por segunda vez en los Estados Unidos. En el mes de octubre, Pablo seguirá activo en ese país fundando y publicando el periódico Frente Único, de la Organización Revolucionaria Cubana Antiimperialista (ORCA). [...].29

En abril, Pablo se vio obligado a otro exilio en Nueva York, adonde llegó solo y muy pobre, sin un sobretodo que lo abrigara y con una gripe impertinente. Transcurrieron los días y limpió pisos, cargó bandejas, fregó platos y realizó cualquier tipo de

29 Ibídem, p. 43.

58 trabajo que le permitiera ganar unas monedas para su manu- tención, aparte de que pronunció discursos, participó en mani- festaciones y mítines, y recaudó dinero para la Defensa Obrera Internacional y el Club José Martí, con el disgusto de la frus- tración de la huelga de marzo, la pérdida de entrañables com- pañeros como Antonio Guiteras y el venezolano Aponte. También tuvo lugar el enlace fatídico de Fulgencio Batista, el presidente Carlos Mendieta Montefur y el embajador nor- teamericano Jefferson Caffery, implacable trío que utilizó a Pedraza como brazo duro de la policía, hombre a quien no le tembló la mano al ordenar torturas y asesinatos; mantener una férrea censura en la prensa plana y radial; apresar obreros, estudiantes y hombres del pueblo; cesantear médicos, obreros, maestros, empleados del Gobierno, y sostener sobresaltos, alarmas y miedos en la desamparada población. Al fin, para aliviar sus tristezas —no su desaliento—, en junio llegó Teté Casuso para estar junto a Pablo. En este período, Pablo escribió su excelente libro Presidio Modelo, que no llegó a ver impreso, aparte del impresionante epistolario que nos legó.

59 De Nueva York a España

El 2 de agosto de 1936, Pablo le manifestó a Pepe Velazco, que se encontraba en México, que está «...haciendo gestiones a todo vapor por conseguir que algún periódico me envíe a España como corresponsal de guerra»,30 y dos días más tarde le escribió a Raúl Roa: «...Si no me voy, me enfermo. Es cosa decidida [...]»,31 y su determinación era pelear en la Guerra Civil Española, luchar contra el fascismo, estar hombro con hombro junto a los milicianos, consecuente con sus ideales. El mismo 4 de agos- to le entregaron la corresponsalía de la revista New Masses, de Nueva York, por la que obtendría diez pesos por cada crónica. El día 12 ya tenía también las credenciales del periódico mexicano El Machete. Por supuesto, había solicitado ayuda económica a los amigos cubanos y también que le enviaran lo que le debían, por ejemplo, Amat —que le adeudaba catorce pesos— y la revista Bohemia los atrasos pendientes. Su an- siedad era llegar a España, pues ya la Guerra había estallado. Al fin, el 1ro. de septiembre salió para Europa en el «Île de France», arribó a Le Havre y de inmediato se dirigió a Bruselas, para participar en el Congreso Internacional por la Paz. El 20 de septiembre llegó a Barcelona...

30 Pablo de la Torriente Brau. Cartas cruzadas. Correspondencia 1936. (Selección, prólogo y notas de Víctor Casaus). La Habana, Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau, colección Palabras de Pablo, 2004, p. 260. 31 Ibídem, p. 265.

60 En la guerra

El 24 de septiembre de 1936, en horas de la noche, llegó Pablo a Madrid, y a principios de octubre estuvo dentro del fuego de los combates en Buitrago de Lozoya, que en esos momentos era el eje de las operaciones que defendían Somosierra, don- de se encontraban los pantanos y ríos que abastecían de agua a Madrid. Pablo anduvo en la Sierra de Guadarrama, donde sufrió ba- jas temperaturas e hizo guardias con los milicianos y también polemizó con los franquistas en la Peña del Alemán, que estaba a la derecha en la carretera de Madrid a Buitrago; además, también iba a la capital, para despachar numerosas crónicas, sin olvidar las cartas que envió a los amigos, en una de las cua- les comentó:

Te escribo desde la Sierra de Guadarrama, en donde me he pasado ocho días con la columna de Paco Galán [...]. Por cierto, debo notificarte, [...] que, según me dijeron los mi- licianos y oficiales de la columna, el primer periodista que subía con ellos, a pasarse las veinticuatro horas de guardia, había sido yo. Tuvimos ese día fuego nutrido con ellos. Nuestro parapeto es uno que se conoce por La Peña del Ale- mán, y está frente a uno de ellos al que llaman El Parapeto de la Muerte. Estos dos puntos constituyen los dos fuegos más próximos, al extremo de que, en cuanto oscurece, empie- zan, de parte y parte, los discursos que concluyen con los insultos de rigor. Yo tuve el honor de endilgarles tres dis- cursos en una sola noche. Y acabaron por gritar: «Que hable el cubano». Ya ves tú qué honor, que los «camaradas fascis- tas», como les llamaba, tuvieron gusto en oírme. Claro que no fueron discursos al estilo mío del «Mella», [...]. Fueron en

61 serio y después de cada uno de ellos se quedaban en silencio, como pensando qué contestar. Al fin se salían por la tangente, planteando otros problemas, a los cuales daba rápida con- testación. Por último, donde llegó mi «elocuencia» a la cúspi- de fue cuando, recogiendo mi alusión de que les disparábamos con balas mexicanas, me plantearon el problema de cómo yo me atrevía a reprocharles a ellos usar aviones italianos si empleábamos balas mexicanas. Y ahí que mi «poderosa» dia- léctica dejó definitivamente aclarada la diferencia que existe entre un avión de Mussolini y una bala de los trabajadores de México.32

Además, Pablo buscó la oportunidad de conocer a persona- lidades como, entre otros, Dolores Ibárruri (Pasionaria) y Lud- wig Renn; el 18 de aquel mes de octubre cenó en el domicilio de Ramón Menéndez Pidal con Gregorio Marañón y su amigo cubano José María Chacón y Calvo. Ese mismo día se crearon las Brigadas Internacionales. Al día siguiente, Franco decre- tó la toma de Madrid. En esa fecha, la Brigada de Valentín González (El Campesino) ofreció una de las tantas batallas que, con la consigna de «¡No pasarán!», derrotaron la embestida franquista. Según Justino Frutos, más tarde ascendido a comandante,

...Entre los milicianos venidos de Madrid desde los primeros momentos para cerrar el paso a los sublevados surgieron jefes populares e intuitivos como Valentín González (El Campesino), quien ciertamente tuvo una actitud contro- vertida en los años posteriores a la Guerra Civil Española, [...].33

32 Pablo de la Torriente Brau. Cartas y crónicas de España (selección, prólogo y notas de Víctor Casaus). La Habana, Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau, colección Palabras de Pablo, 2005, pp. 40-41. 33 Justino Frutos Redondo. «Lucha y muerte de pablo de la Torriente Brau». En: España Republicana, La Habana, 20 de enero de 1977.

62 Al frente del batallón de El Campesino —luego División 46— estaba el comandante cubano Policarpo Candón. El 6 de noviembre tuvo lugar la creación de la Junta de Defensa de Madrid, al mando del general José Miaja Menant, cuyo objetivo era defender la capital. Más tarde se fundaron las Brigadas Mixtas, el 4 de diciembre. Unos días antes, el 21 de noviembre, Pablo escribió en una carta que estaba en Alcalá de Henares, que era el núcleo de or- ganización, cuyo cuartel estaba en el convento de las clarisas. Continuaba con El Campesino y comentó que el sitio y asedio de Madrid estaba paralizado, porque los republicanos seguían recibiendo provisiones y pertrechos. Sin embargo, también relató sucesos verdaderamente terribles...

Los técnicos militares aseguran que las bombas lanzadas desde los Caproni sobre Madrid son las más pesadas y po- derosos que nunca se han empleado en la guerra. Y yo he visto una casa de siete pisos, en no sé qué calle, perforada de arriba abajo, por una de esas descargas de avión. El número de víctimas no se sabrá bien nunca, acaso. Sólo te digo que Madrid, a pesar del cañoneo, ha continuado con su aspecto de ciudad que vive en la calle y grandes aglomeraciones de muchedumbres se ven aún con frecuencia. Sin embargo, ya se ha comenzado la evacuación de la ciudad, de mujeres y niños, ancianos y extranjeros. En Valencia poco espacio queda y el resto irá a Barcelona. [...]34

Aquella evacuación fue muy dramática, pues infinidad de niños fueron separados de sus familias, en especial de las ma- dres, pues los hombres, o se encontraban en el frente republicano, o ya habían caído en combate. Aquellos niños fueron acogidos en Valencia, en Barcelona y luego en diferentes países. La ma- yoría nunca volvió a ver a sus madres y, desarraigados de la

34 Pablo de la Torriente Brau. Cartas y crónicas de España. Ob. cit., pp. 104-105.

63 patria, aprendieron nuevas costumbres e idiomas foráneos. Los sobrevivientes todavía sienten la carga de tristeza y desolación de su Madrid bombardeado, de la imagen materna perdiéndose en la distancia, de sufrimientos no superados jamás, y aún re- cuerdan los días en que jugaban a la guerra en las calles llenas de escombros, entre los pedazos de muros derribados, junto a las madres que nunca volvieron a ver, pues también cayeron derribadas por las bombas fascistas junto a aquellos escombros entre los que ellos jugaban a ser soldados de la República. Continuamos la ruta de Pablo en días cercanos a su desapa- rición física y sabemos que el 28 de noviembre escribió otra carta en la que hacía saber que

...El día 23 me fui con Campesino a hacer un recorrido por varios pueblos a enterarnos de varios asuntos. Más de cuatrocientos kilómetros recorrimos. Y sólo la falta de ga- solina nos detuvo. Pasamos en la mañanita temprano por Loeche y por Arganda. Y después por Morata de Tajuña, que desde los cerros, lucía cubierta por una neblina que formaba el humo de las chimeneas de las casas. [...] Y pa- samos por Chinchón, donde hay un castillo en lo alto. Allí se nos cruzó una caravana de camiones con víveres para Madrid y presencié el espectáculo de la salida de cientos de hombres para el trabajo En Villaconejos había los famosos melones de ese pueblo. Y después vi, en la mañana clara, el agua azul del Tajo correr por Aranjuez. [...] Después pasamos por Ciruelo y por Yepe, el del buen vino. Y por las huertas de Valdecarabanos, donde hay miserables casitas empotra- das en la piedra de los cerros. Más allá, la estación de Huer- ta, estaba destrozada por el bombardeo de la aviación. En Mora ya no podíamos con el hambre. Y conseguimos un pan caliente y un poco de queso blanco y fresco como el agua. [...] Después pasamos por Orgaz, por Sonseca y por Baza- rombroz, y cuando llegamos a Cueva, el pueblo contemplaba con curiosidad dos coches blindados que allí estaban, como un signo de la guerra. Porque en todo el recorrido no había otra señal de la lucha que el puño de los campesinos, en al- to, al saludarnos al pasar. Es curiosa esta guerra. Fuimos

64 bordeando la zona de Toledo, donde todos los días hay combate y por allí había paz. [...] En Cueva se nos acabó la gasolina y no había más. Teníamos la suficiente sólo para regresar hasta Mora y allí obtuvimos para regresar a Ma- drid. [...] Y regresamos a Madrid, a la Comandancia del Quinto Regimiento, donde nos encontramos a Candón, el comandante cubano, que será el jefe de nuestro segundo batallón. [...] Y volvimos a dormir a Alcalá, que buena falta nos hacía, ya muy de madrugada, para salir temprano a Madrid, donde tenía que realizar una serie de gestiones. Ellas me permitieron apreciar los destrozos causados en los últimos días por las bombas de la aviación, en los lu- gares más céntricos de la ciudad. [...] En la Gran Vía, en la Puerta del Sol, en la calle de Alcalá, en la de Sevilla; en muchas más, los destrozos han sido bárbaros. [...] El nú- mero de muertos y heridos ha sido espantoso. El depósito de cadáveres ha sido un espectáculo único de imponente. Se puede afirmar que han matado los fascistas más mujeres, viejos y niños, que combatientes. Descubrí un poeta en el batallón, Miguel Hernández, un muchacho considerado co- mo uno de los mejores poetas españoles, que estaba en el cuerpo de zapadores. Lo nombré jefe del Departamento de Cultura [...].35

35 Ibídem, pp. 107-110.

65 Miguel Hernández

Miguel Hernández nació en 1910 en Orihuela, Alicante. Su familia era muy humilde, por lo que tuvo que dejar los estudios para ayudar en la economía doméstica cuidando ovejas. Viajó a Madrid varias veces y uno de los barrios donde vivió fue en Estrecho, donde se encontraba el antiguo convento salesiano, lugar en el que radicaba el Quinto Regimiento, al que se alistó en 1936 como comisario político. Peleó en los frentes de Teruel, Guadalajara, Extremadura y Andalucía. Al terminar la Primera Guerra Civil Española trató de cruzar la frontera hacia Portugal, pero lo apresaron, lo condenaron a muerte y luego le conmutaron la pena por treinta años de prisión. Estuvo encarcelado en Conde de Toreno, en Torrijos, y en el penal-reformatorio de Alicante, donde falleció, tuberculoso y desnutrido, el 26 de marzo de 1942, con treinta y un años de edad. Con su muerte física, se perdía otro de los mejores escritores de las letras hispanas, que legó una impor- tante obra poética y dramatúrgica de profunda raíz española.

66 La última carta de Pablo

Pablo se queja de que los amigos no le escriben, pero les habla de su trabajo como comisario de guerra, y aunque comenta que ya deben estar cansados de leer en sus cartas acerca de bombardeos, destrucciones y matanzas de seres humanos, es- cribe desde Madrid el 13 de diciembre:

...A nosotros nos bombardearon el otro día en Alcalá y el día antes lo hicieron en Guadalajara, donde destruyeron el pa- lacio del ex duque del Infantado, que era un monumento na- cional de arte. ...Ha habido en estos últimos días menos intensidad en los ataques, después de su nuevo fracaso frente a Pozuelo de Alarcón, donde fue herido Pepe Galán y también El Cam- pesino, en el asalto y reconquista de La Atalaya, una casa que había sido nuestra y que, momentáneamente, fue toma- da por ellos. Alguna vez, han dejado caer bombas y los caño- nazos también han saltado sobre Madrid. [...] ...Y aquí viene al caso que te cuente lo de las actividades del reclutamiento. [...] Este reclutamiento nuestro ha habido que hacerlo un poco desorganizadamente. Nosotros recibi- mos instrucciones, con vistas a una disposición gubernamental que ordenaba la movilización dentro de determinados límites de edad, de reclutar hombres donde los hubiese. Por lo menos, así interpretamos la orden, y un día en un pueblo, y otro en otro, hemos ido reuniendo los hombres necesarios para com- pletar dos batallones. Aún no hemos terminado, porque nos quitaron de golpe, para incorporarnos a otro batallón, más de una compañía de extremeños. Nos hemos encontrado con una resistencia sorda de los campesinos. [...] En algunos casos

67 han ocurrido enojosas y hasta difíciles situaciones. [...] El día 2 de este mes, fui, en unión de dos oficiales y de Miguel Hernández, a dar un mitin en Mejorada del Campo, con el fin de hacer propaganda de reclutamiento. [...] Allí me encon- tré un chiquito de trece años, asturiano, sin padres, que iba a la aventura, hambriento y con frío. Subió al Comité a pedir alojamiento y comida y, como tenía cara de gran inteligencia, me lo llevé para enlace mío. [...]36

Y esta fue la última carta que escribió Pablo de la Torriente Brau. Pero me aventuro a continuar sus pasos sobre la tierra española, pues existen dos testimonios importantes, que se deben conocer... Según manifestó el comandante Policarpo Candón, era más difícil que alguien conociera más que él acerca de la muerte de Torriente Brau, porque

...Pablo era mi comisario político. Yo tenía a mi cargo un sector amplísimo: cuatro kilómetros cubiertos con ciento sesenta hombres... Ordené a Pablo que se hiciera cargo de dos compañías. Las tomó y se separó buen trecho de mí. En medio del fuego recuerdo perfectamente que Pepito, un niño huérfano de trece años que Pablo recogió en Alcalá y lo hizo su ayudante, me preguntó hacia dónde estaba. Le señalé la dirección en que había partido. Hacia allá corrió el muchacho. A los pocos minutos vi aparecer a los moros por el mismo rumbo. Enseguida cruzaron por mi lado unos ca- milleros llevando un cuerpo exánime. Era el cadáver de Pe- pito. Todavía siguió el fuego largo rato. Por la noche me vino, de repente, el recuerdo del niño muerto. ¿Y Pablo?, le pregunté a mis ayudantes. Nadie me decía nada concreto. Tuve un triste presentimiento. Dos días me pasé investi- gando febrilmente; al cabo de ellos un soldado me dijo que lo había visto caer. Me precisó la dirección. Con los pris- máticos descubrimos varios cadáveres, moros y gente nues-

36 Pablo de la Torriente Brau. Cartas y crónicas de España. Ob. cit., pp. 114-118.

68 tra. Pablo podía estar allí. Me decidí a rescatar su cuerpo. Me acompañaron cuatro hombres, uno de ellos el actual co- mandante Justino Frutos, otro, el Comisario del Batallón Eulogio Hurtado y dos compañeros más cuyos nombres siento mucho no recordar... Tomamos un camino que con- ducía al lugar probable. Con mucho sigilo lo recorrimos hasta donde estaban los cadáveres. A tres metros descubrí el de Pablo. Nos arrastramos con máximo cuidado —veíamos a los enemigos muy cerca—, y lentamente y en silencio traji- mos el cuerpo querido hasta el camino. De ahí lo transpor- tamos al campamento. Después, ya se sabe; traslado a la Ciudad Lineal, donde se le rindieron los primeros honores. El entierro [...] y la conducción a Barcelona, donde está en- terrado.37

La versión de Justino Frutos es la siguiente:

El día 18 de diciembre de 1936, aproximadamente de las doce a las catorce horas, nuestro batallón perdió a su hom- bre más querido, nuestro comisario, nuestro Pablo, como nosotros le llamábamos. (Digo que murió de las doce a las ca- torce horas del día porque antes le habíamos visto varias ve- ces y sobre esta hora empezó la retirada de nuestras fuerzas.) Ese día desde las cinco a las seis de la mañana, los fascistas emprendieron una gran preparación artillera contra nues- tras posiciones. El comandante Candón, jefe de nuestro ba- tallón, tenía el puesto de mando en el mismo caserío del Romanillo, es decir, muy cerca de la primera línea [...]. Pablo de la Torriente estaba, como siempre, en los sitios de más peligros, dando ánimos para que las posiciones no se per- dieran. A media mañana de ese día nuestras fuerzas hicieron intentos de retirarse de las posiciones ocupadas, fundamen- talmente por ambos flancos. Gracias al esfuerzo de Pablo se

37 Juan Marinello. «Diálogo con el comandante Candón». En: España Republicana, 8 de noviembre de 1937.

69 organizaron contraataques y las posiciones fueron recu- peradas de nuevo. Allí se recogieron muchos moros muertos. Pablo me llamó y me dijo que había necesidad de dividir el frente entre los dos. Así lo hicimos: él me destinó la mitad izquierda del frente y escogió la otra mitad, es decir, la parte de la derecha hasta el caserío que era nuestro límite. Des- pués de presentar una gran resistencia al enemigo y de ha- ber contraatacado varias veces al enemigo rompió el frente por los dos flancos, principalmente por el frente de la otra unidad que se defendía a nuestra izquierda por la orilla de un bosque que llegaba hasta cerca de Majadahonda; los tan- ques y tanquetas con infantería enemiga se metieron por el camino que iba de Majadahonda a Romanillos y nos ata- caron por la espalda. Nuestras fuerzas retrocedieron de dos y medio a tres kilómetros y se estableció la línea en unas lomas. Al atardecer, entre dos luces, el camarada Candón vino a mi compañía y me preguntó si había visto a Pablo, que si sabía dónde estaba. Le contesté que no sabía nada de él, que desde la mañana no lo había visto. El camarada Candón, muy preocupado, llamó por teléfono al mando superior, pre- guntando por Pablo. Nadie tenía noticias, nadie sabía nada. Candón, que tenía mucha amistad conmigo, me dijo: «Oye, viejo, hay que buscar a Pablo». Yo, como sabía en qué parte del frente él había estado, inmediatamente le contesté: «Si me dejas elegir una sección de infantería de los andaluces me introduzco en la retaguardia enemiga y trataré de bus- carle». ...Durante la noche lo preparamos todo cuidadosamente. [...] Al lado de donde había estado la línea de fuego el día an- terior, había una casilla en lo alto de la loma. No era posible buscar a Pablo sin reconocer aquella casucha. Lo primero que hicimos cuando llegamos a este lugar fue, con las bom- bas de mano preparadas y con bayoneta calada, entrar en la casucha. Había un moro mirando por la ventana con el fusil preparado, de la misma forma que si estuviera en el pa-

70 rapeto. No se podían tirar bombazos ni tiros, había que decidir rápidamente y así se hizo: cuando el moro se dio cuenta y quiso volverse hacia nosotros, una bayoneta ya le había atravesado el cuerpo. Había que buscar a Pablo rápidamente. Yo, que sabía exac- tamente por dónde pasaba la línea de fuego, establecí la vigilancia y empecé a buscar a Pablo. Lo encontré: estaba tendido en el suelo, bocarriba y su cuerpo aún estaba ca- liente. Le llamé: «Pablo», pero no contestó. Rápidamente le desabroché el cinto, le quité la chaqueta y la camisa y vi que una bala le había entrado por el mismo corazón y salido por la espalda. Cuando lo levantamos vi que debajo de él asomaba un papel blanco. Lo cogí: era un documento que estaba medio enterrado, se veían los arañazos de sus dedos en el suelo. Inmediatamente me di cuenta de que en la agonía de la muerte, quiso enterrar sus documentos y, cui- dadosamente, empecé a mirar a su alrededor. A unos dos o tres pasos vi tierra recién arañada, escarbé y de aquel pequeño hueco saqué su cartera, la cual estaba llena de documentos que él había enterrado. Lo cogimos entre cua- tro camaradas y lo llevamos a nuestras líneas. Yo perso- nalmente se lo entregué al comandante Candón y lo mismo hice con los documentos. El día 19 de diciembre de 1936, por la mañana temprano, el camarada Candón se hizo cargo de nuestro inolvidable y querido Pablo y de su documen- tación. [...]38

A pesar de que algunos datos no concuerdan, la realidad es que Pablo murió en tierra española y que su cadáver aún con- tinúa allá. Convertido en leyenda viva, también acerca de su entierro existen diversas versiones... El maestro Julio Cueva le hizo saber a José López Sánchez en España, en 1937, que

38 Justino Frutos Redondo. Ob. cit.

71 El cadáver de Pablo fue llevado a Majadahonda y allí se le puso en una caja rústica, pero no se le enterró, sino que se hizo un simulacro y a mí me encomendaron el toque de si- lencio, tú sabes que yo soy trompetista. Después del toque se hicieron tres salvas y cuando se depositó el féretro toqué el Himno Nacional de Cuba. Después se gestionó un nuevo ataúd y se le llevó al cementerio de Chamartín de la Rosa, el más modesto que se estaba gestionando. El Campesino pronunció unas palabras en las que incorporó el texto del homenaje del partido Comunista de la Brigada. El pésame decía textual- mente «El Comisario Pablo es un ejemplo: ¡Imitadle!».39

De acuerdo con el testimonio de Zoe, hermana de Pablo…

El 23 de diciembre, en una ceremonia impresionante, es enterrado en el cementerio de Chamartín de la Rosa, muy próximo a Madrid. En su pecho ensangrentado, en nombre del pueblo español y de su legítimo gobierno, se le imponen las insignias de capitán de milicias muerto en combate. Embalsamado y en caja de bronce, es trasladado a principios de 1937 por Lelio Álvarez, cubano de la brigada de El Cam- pesino, a la ciudad de Barcelona. Esperando ser trasladado a México, se le hacen guardias de honor en el Club Julio Antonio Mella, en la Ciudad Condal. Pero el traslado no es posible y se depositan sus restos en el nicho No. 3 772 del cementerio de Montjuic, en Barcelona. Terminada la guerra, vencido el pago de los derechos del nicho, en septiembre de 1939, fueron trasladados sus restos mortales, junto a los de otros también muertos peleando por la libertad, a una fosa próxima al nicho, donde esperan el momento oportuno para su regreso a Cuba.40

39 José López Sánchez. Ob. cit., pp. 90-91. 40 Zoe de la Torriente Brau. Papeles de familia (compilación, presentación y notas Elizabet Rodríguez e Idania Trujillo). La Habana, Centro Cul- tural Pablo de la Torriente Brau, colección Realengo, 2006, p. 31.

72 Como se advierte, se trata de una larga historia, pero el ca- dáver de Pablo se encuentra en una gran fosa común en el ce- menterio de Montjuic, que ocupa casi la totalidad de la ladera sur de la montaña de Montjuic, en Barcelona, que no permite la búsqueda de los mismos, porque en dicha fosa hay miles de restos mortales. Se han retomado varias veces las posibles búsquedas, por solicitudes de Ruth de la Torriente Brau, una de sus hermanas, pero hasta el momento han sido diligencias infructuosas. José López Sánchez llegó a España meses más tarde de la muerte de Pablo. Un día le solicitaron que se dirigiera a Teruel, pues el Comité del Partido Comunista de España tenía una en- comienda secreta para él, a pesar de que en Teruel no se auto- rizaba la entrada de corresponsales. Luego de salvoconductos y permisos oficiales salió de Madrid el 24 de diciembre de 1937: bombardeos y cañonazos impidieron un rápido viaje, por lo que llegó a su destino el 3 de enero en horas de la mañana. Al día siguiente le entregaron un sobre y le ordenaron que se di- rigiera enseguida a Barcelona, pues en aquel sobre se encon- traba la documentación de Pablo de la Torriente. En Barcelona, Ramón Nicolau le hizo saber a López Sánchez la urgencia de regresar a Cuba, pues su padre estaba enfermo grave. Para su regreso a la patria debía pasar por Nueva York. El 31 de enero tuvo lugar un terrible bombardeo en Barcelona, pero esa mis- ma noche viajó en tren hacia la frontera. El 1ro. de febrero se produjo un bombardeo que destruyó la vía del ferrocarril, por lo que fue necesaria la evacuación de los pasajeros, que si- guieron a pie hasta Port Bou, pero los hombres tenían que dejar allí sus equipajes, que mandarían más tarde a sus des- tinos. A las cuatro de la tarde, un nuevo bombardeo, y esta vez López Sánchez perdió la maleta con la documentación de Pablo, que incluía, entre otros papeles muy valiosos, la planilla de solicitud de ingreso del cubano al Partido Comunista Español, en la cual López Sánchez había leído que se había escrito «Aprobado». Fue una terrible pérdida para los familiares, para los amigos, para la posteridad, pero sólo del 25 de noviembre

73 de 1936 al 13 de diciembre del mismo año, aquel hombre legó catorce cartas que son vivo testimonio de sus días en la Guerra Civil Española, y del 10 de septiembre de aquel año al 21 de noviembre donó catorce impresionantes y veraces crónicas para la historia.

74 El capitán Julio

Algún tiempo antes, una mañana estaba Julio —que ya había sido nombrado director de la Banda de Música de la 46ª Di- visión con el grado de capitán— junto con un grupo de com- pañeros, en el comedor del Estado Mayor de la Brigada 10, cuando se enteraron de que se había presentado otro cubano. Alguien preguntó quién era y una voz respondió que era el co- misario político Pablo de la Torriente Brau. De inmediato, el comandante Candón lo presentó a los concurrentes y a partir de ese momento se inició una afectuosa amistad entre el mú- sico y el corresponsal de guerra, afecto que demostró el tri- nitario a lo largo de su vida, pues muchos años más tarde el nombre del combatiente caído en Majadahonda se leía en el car- tel que anunciaba el Comité de Defensa de la Revolución que ha- bía fundado Julio en su casa habanera. Cueva manifestó que, en 1937,

Una de las actuaciones de aquella banda de música que recuerdo con mayor satisfacción, es la que se efectuó en el recibimiento de los delegados cubanos que asistieron al Se- gundo Congreso de Escritores, quienes visitaron nuestro cuartel en Alcalá de Henares, que ostentaba el nombre glo- rioso de Pablo de la Torriente Brau. En tal oportunidad fraternizamos con viejos luchadores por todos muy queri- dos, como Juan Marinello y Nicolás Guillén.41

Al Segundo Congreso Internacional para la Defensa de la Cultura asistieron los cubanos Alejo Carpentier, Nicolás Guillén,

41 Cuba y la defensa de la República Española (1936-1939). La Habana, Imprenta política, 1981, pp. 51-52.

75 Félix Pita Rodríguez y Juan Marinello, quienes hicieron una visita al mencionado cuartel. El comandante Candón los acogió con respeto y alegría y comenzó una amena y extensa con- versación, mientras

...van apareciendo oficiales de inconfundible estampa cubana: [...] Cueira, negro gigantesco gran catcher en Cuba y New York y ahora excelente Capitán de ametralladoras, Ibar- bucea, Comisario Político, Oscar Hernández, Comisario de Brigada, Julio Cuevas [así], director de la banda de la Di- visión, el capitán Mario Sánchez, el Comandante Pascual, Ernesto Grenet, Comisario de Música... [...] Candón invita a todos al comedor cercano. [...] Cuevas y Grenet, responsables del programa musical, nos sorprenden haciendo ejecutar a la banda cosas de sabor cubanísimo que los españoles es- cuchan un poco sorprendidos. [...] El recorrido termina en el teatro de la Brigada. Se improvisa una función en nuestro honor. Cuevas, con el saxofón [así] ya famoso y Grenet al piano, nos llevaron de nuevo a Cuba [...].42

En aquella guerra, la diana sonaba a las seis y media de la mañana, para señalar el momento de iniciar las tareas coti- dianas hasta las nueve y media de la noche, hora en que la Banda que dirigía el maestro Cueva hacía escuchar la retreta —toque militar usado para ordenar la retirada y anunciar a la tropa que se albergara por la noche en su cuartel—, antes del pase de lista que decretaba silencio y descanso a las diez. Las misiones del capitán con su Banda no fueron sólo tocar en teatros donde se efectuaban fiestas musicales, en actos de entregas de banderas, festivales deportivos, homenajes, veladas de sanidad, conciertos, entierros, exposiciones, asambleas, bailes, concursos de tiro, inauguraciones de diversas institu- ciones, etcétera, lo mismo en Alcalá de Henares, donde se en-

42 Juan Marinello. «Diálogo con el comandante Candón». España Repu- blicana, 15 de marzo de 1977.

76 contraba la 46 División, que en lugares como Barcelona, Ametlla del Mar, Pins del Valles, Tortosa, Tarragona, Hospitalet, Fres- no del Torote, Danganzo, Aljete, Meco, Chamartín, Cataluña, Paracuellos, Mora del Ebro, Ciudad Lineal, Teruel y otras ac- tividades musicales que se efectuaban cuando no había enfren- tamientos militares, pues el trinitario y sus músicos también participaban en la lucha armada, de lo cual da fe, entre otros documentos y ochenta órdenes militares —de las cuales no he podido seleccionar ninguna para su publicación en este libro, porque están demasiado deterioradas para imprimir—, salvo- conductos y una circular fechada el 18 de marzo de 1938, dirigida al capitán Cueva y firmada por el Jefe del Estado Mayor, en la que le solicita

...remitir urgentísimamente a este E. M., relación del per- sonal de esa Sección, clasificados por empleos, que con motivo de las últimas operaciones haya sido baja, especi- ficando si fueron heridos o desaparecidos y cuantos datos pueda aportar, de fecha, lugar, y en caso de ser heridos, si conoce el hospital donde se encuentran. [...] Como antes se indica, todos estos datos deberá Ud. remitirlos en un plazo brevísimo, a fin de poder reorganizar todos los servicios y al propio tiempo poder legalizar la situación de los fami- liares de los caídos en la lucha.43

También de 1938 es la orden militar del 20 de abril, en la que el Jefe de la 46 División le solicita que le comunique acerca del estado de salud y la situación del músico de su Banda, sol- dado Jaime Llecha Sanz. Una información más acerca de los enfrentamientos milita- res del capitán trinitario y los profesores de su banda lo pro- porcionó el propio Cueva...

43 Museo Municipal de Historia, Palacio de Cantero, Trinidad. Fondo Julio Cueva. Órdenes militares dirigidas a Julio Cueva durante la Guerra Civil Española entre 1937 y 1938.

77 Otra de las inolvidables actuaciones de esta banda, aunque de doloroso recuerdo, la constituye su traslado para la zona de Cataluña al prepararse la operación del paso del Ebro. Estuvimos en varios lugares de la región y, para que se tenga una idea de la magnitud de aquel sacrificio, baste decir que de sesenta hombres que éramos en Teruel sólo quedamos quince. El Estado Mayor ordenó la reorganización de la banda, a cuya tarea me consagré en Hospitalet. Luego nos tras- ladamos del pueblo costeño de Ametlla del Mar, cerca de Tortosa, para Mora del Ebro, cruzando dicho río en barcazas, para tocar a los combatientes en la retaguardia del frente. A cada momento nos veíamos precisados a replegarnos, ya que la aviación franquista nos visitaba a menudo para lanzarnos sus mensajes de muerte.44

El 9 de enero de 1938 recibe otra orden militar en la que le hacen saber que quedan suspendidos los permisos al personal bajo sus órdenes, hasta nuevo aviso. El 18 de marzo del mismo año recibe otra orden militar para que remita al Estado mayor, con urgencia, la relación de sus músicos, especificando quiénes fueron heridos, desaparecidos o fallecidos, y la fecha y lugar donde acontecieron los hechos o en qué hospital están los he- ridos, con la intención de reorganizar la Banda y avisar a los familiares. Mientras Cueva estaba en los diferentes frentes de batallas, nada sabía de su esposa. Los meses transcurrían entre combates, heridos, muertos, fracasos y éxitos, y en 1937 tuvieron lugar las batallas de Somosierra, Jarama y Guadalajara, el bom- bardeo de Guernica, las batallas de Brunete, Belchite, Teruel —desde el 15 de diciembre de 1937 hasta el 22 de febrero de 1938—, la terrible del Cabo de Palos —la mayor batalla naval de aquella guerra— y el combate del Ebro —última gran ofensiva de la Guerra Civil Española, que tuvo lugar entre el

44 Cuba y la defensa de la República española. Ob. cit., p. 52.

78 25 de julio y el 15 de noviembre de 1938—... El 1ro. de septiembre había recibido del Estado Mayor de la 46 División el certificado de defunción del soldado-músico Miguel Lloenart Sucarrate. El 4 de octubre recibe Julio una carta de Antonio Cordón García, del Ministerio de Defensa Nacional de España, en la que le comunica que Felicia está en la calle París 193, 6to. piso, en Barcelona. Días más tarde, el 16 de diciembre de 1938, el capitán Julio Cueva recibió su carné de militante número 250 952 del Partido Comunista Español, en el que se consig- naba que su profesión era militar y su lugar de trabajo la Brigada Mixta. Del carné anterior tuvo que deshacerse, de acuerdo con las rigurosas órdenes impartidas a los militares, que exigían destruir carnés y documentos importantes durante los enfrentamientos militares de alto riesgo. El que recibió aquel día lo conservó hasta su fallecimiento, momento en que fue entregado por su viuda al lugar pertinente, para que quedara como un documento histórico de la participación de los cubanos que pelearon en aquella guerra. El 26 de marzo de 1939 comenzó la rendición del valeroso Ejército Republicano; el 28 del mismo mes los nacionales tomaron Madrid. Cuatro días después, el 1ro. de abril, en ho- ras de la madrugada, las tropas de Franco eliminaron la última resistencia de la República en los muelles ensangrentados de Alicante. Ese mismo día se publicó el postrer parte de la Guerra Civil Española, fatalmente firmado por el generalísimo Fran- cisco Franco Bahamonde. Comenzaba una feroz dictadura que duró hasta 1975, con el fallecimiento del tirano. Años después recordaba Julio Cueva que:

Al frente de la banda de la 46ª División estuve hasta fi- nalizar el año 1939 en que, por orden del Gobierno de la República fueron desmovilizados todos los extranjeros que se batían contra el fascismo en tierra española. Al tras- ladarnos de Madrid a Teruel, que representó una amarga odisea dentro del cerco en que estábamos, nos mantuvimos tres días alimentándonos con ajo frito, pan y vino. En las casas abandonadas por sus moradores, había ristras de ajos colgados en las ventanas. Encontramos un aljibe rebosante de vino con el cual proveíamos nuestras cantimploras.

79 Una noche, con nuestro Batallón Divisionario al frente, nos lanzamos al río Turla por orden del Estado Mayor, para salir a la margen derecha. Mientras realizábamos esta operación, escuchábamos el tableteo de las ametralladoras y la voz del enemigo que nos gritaba en nuestro precipitado paso a través del río: «¡No corran rojillos que están copados! ¡A los oficiales los eliminamos a todos! ¡A los soldados los perdonamos! ¿Oyeron bien eso?». «¡Fachas, más que fachas! ¡Hijos de...! », les gritábamos. Como tantos y tantos internacionalistas más, que luchamos en España, pasé a Francia, donde estuve internado setenta y ocho días en el campo de concentración de Argelès-sur- Mer. Mi compañera también estaba internada en otro cam- po, pues al cruzar la frontera por Port-Bou-Cerbère, ella fue destinada a una granja en el Departamento de Nieve. Así estuvimos algún tiempo sin saber el uno del otro, [...].45

45 Ibídem.

80 «Alé alé reculé»

Pero no fue Argelès-sur-Mer el único campo de concentración adonde fueron enviados los combatientes antifranquistas, pues muchos sufrieron las mismas vicisitudes en Barcarès, Saint Cyprien, Agde, Berk Plage, Montpellier Chapallete, Tour de Carol, Fort Mahon Plage, Septfonds, Baste-les Foages, Haros, Bram, Gurs, el castillo templario de Cotlliure (destinado a cárcel), Perigueux, Albatera, Rivessaltes, Riecros, Vernet d’Ariège, y, en el norte de África, Camp Morand, Djelfa, Me- ridja, Ain-el-Curak y Hadjerat-Om’Guil... En Argelès-sur-Mer —a treinta y cinco kilómetros de la fron- tera, en la playa, cercado con alambre de espinos y bajo la cus- todia de senegaleses, marroquíes y algún que otro gendarme, con la ausencia de cocina, electricidad, letrinas y enfermería— estuvieron, entre otros cubanos, Santiago Agüero Triana, Carlos Manuel Arias de la Rosa —quien formó una brigada sanitaria integrada por ocho cubanos más que recogía los ex- crementos y los arrojaban al mar, utilizando palos, palas y un latón con asas—, Pedro Alfaro Suárez, Agustín Blanco Abad, Pedro de Cerdeñas, Isidro Díaz Gener (Isidro Delgado), Fran- cisco Escribá Vives, Rodolfo Gil Arias, Juan Magraner Igle- sias, Basilio Cueria, Francisco Maydagán Hernández, Mario Morales Mesa, Luis Peraza Barrios, Luis Rubiales Martínez, Alejo Elías Sánchez Sufro, Luis Silvestre Sosa Pain, Arman- do Torres Diez, Sebastián Viciedo Pérez (Pompilio), Gilberto Acosta Alba, Eugenio Alfonso González, Armando Brito Ro- dríguez, Manuel González Rodríguez, Danilo Díaz Machado, Rogelio Rodríguez Valdés-Carranza, Ismael Leal Santana, Ángel López Estévez, Miguel Ángel Morell Rivero, Salvador Ramos Carbonell, José Peraza Fernández, Enrique González Pérez, Miguel Ángel Lauzurica Díaz (El Malayo) y Julio Cueva,

81 que estaba en el campo número diez, en el que había franceses, alemanes, soviéticos, italianos, etcétera, que dormían en cha- bolas, construidas con mantas atadas con cuerdas a pequeñas estacas clavadas en la tierra; aquellos refugios se nombraban La Perrera, El Cañonazo, Los Más Revoltosos, Los Católicos, Tiscornia, Los Gitanos, La Escuela y Los del Palacio... Rosendo Camps Mata, Gaspar González, José María Fer- nández Souto y Casimiro Jiménez Medina son cuatro cubanos sobrevivientes de aquella Guerra, y Casimiro recordó el 9 de octubre de 2005 que

...primero estuvimos como un día en un llano donde no había ni agua. Allí nos retiraron el armamento y todo lo que pudieron porque eran tremendos aquellos senegaleses. Me llevaron como a la mayoría de los cubanos al campo de con- centración que habían improvisado en la playa de Argèles- sur-Mer y allí pasé casi cuatro meses en condiciones penosas, pero con una gran camaradería porque los cubanos orga- nizaron rápidamente la cosa para hacer más llevadera la espera hasta que pudiésemos salir de aquel infierno. Dor- míamos en huecos que hacíamos en la arena y cubríamos con cualquier cosa para protegernos del viento y la lluvia y un frío terrible. De la comida ni te cuento y las condiciones de higiene y esas cosas eran realmente deprimentes, porque apenas teníamos un puesto de socorro para todo el campo que llegó a contar con más de 200.000 prisioneros. Yo lo que peor recuerdo era el trato despectivo que nos daban los soldados senegaleses que estaban encuadrados en el ejército francés porque en ese tiempo Senegal era colonia de ellos. ¡Esos negros eran malos con cojones, compadre! Me recuer- do la ocasión en la que les vendimos un saco de zapatos, pero ¿tú sabes cómo era aquel saco?, de una sola pata, com- padre, de manera que andaban buscando como locos a quien le vendió aquello. En alguna ocasión pagaron cara su crueldad porque les tendíamos trampas. Después del primer mes aquello mejoró un poco, sobre todo en la comida, además nosotros teníamos cocina propia y hasta un saco de patatas.

82 Además, los cubanos hicimos una casa con lo que pudimos, y allí con materiales de la basura hicimos una bola del mundo en la que se veían todos los países y los dos hemis- ferios... todo era bueno para entretenerte. Para cagar había que meterse en unas tablas para adentro, para el mar, lle- gaba la ola y te hacía «bam»... No tenías que lavarte el culo.46

Un infierno de miserias, hambres, frío, vejaciones y enfer- medades fue el triste colofón de aquella guerra, y aún en marzo de 1939 había en Argèles-sur-Mer más de ochenta mil com- batientes republicanos, pero también hubo momentos en los que los cubanos dieron muestras de valentía y honor. El tri- nitario conoció allí al boxeador cubano Miguel Ángel Lau- zurica Díaz (El Malayo), y comentó muchos años después que en abril de 1939,

...en el campo de concentración, se me sugirió la com- posición de algo relativo a la ocasión. Preparé un número musical que fue coreado por todos los presentes. [...] uno de los compañeros que me secundó eficazmente en dicha presentación [...] era conocido por Malayo [...]. Este com- pañero, a pesar de lo terrible de la permanencia en aquella cautividad, mantenía un espíritu jovial y siempre tenía a flor de labio algún ingenioso chiste cubano, haciéndonos evadir por algunos momentos de la dolorosa realidad en que vivíamos. Al número musical compuesto, puse el título de «Alé alé reculé» [Allez, allez, recoulez!] y la letra del mismo envolvía una crítica al tratamiento inhumano de las autoridades francesas, que padecimos desde que tras- pasamos la frontera franco-española hasta la permanencia en el horrible campo de concentración. Las frases del título corresponden a las exclamaciones de los soldados senegaleses

46 Cubanos en la Guerra Civil Española. Página Web dedicada a los que combatieron en la dicha Guerra. Entrevista realizada por Lolo Milanés.

83 al servicio de Francia, quienes nos custodiaban observando una conducta brutal.47

El Malayo hizo su acompañamiento musical con un viejo y destartalado cajón de madera a la trompeta de Julio Cueva, mientras aquellos hombres coreaban la guaracha «Alé alé recu- lé», que se convirtió en un himno para cubanos y extranjeros. Julio Cueva no olvidó nunca aquel evento en Argèles-sur-Mer... Aquel Argèles-sur-Mer ha sido perpetuado por el militar republicano Juan Carrasco en su libro La odisea de los repu- blicanos españoles en Francia, en el que relata con dolorosa irrefutable veracidad que allí

...miles de extraños albergues brotaron de la arena: chozas construidas con cualquier cosa, cañas, mantas, chapas, pa- racaídas, toldos, papel. [...] La lluvia entraba por todas partes y la violencia de la tramontana derribaba las cha- bolas. Las condiciones de vida en este campo eran precarias, el espacio vital, mínimo y la promiscuidad hacía irascibles a las gentes. [...] ...el lugar destinado a la satisfacción de las necesidades fisiológicas: este era un cerco próximo al agua donde los re- fugiados fueran hombres, mujeres o niños convergían para defecar. No se podía entrar en semejante estercolero sin pisar excrementos y el espacio era tan reducido que las gentes en cuclillas se tocaban constantemente.48

Sesenta y seis años después, un español recorrió junto a su esposa Port Bou, Le Perthus, Cerbère, Colliure, Sant Cyprien, Argèles-sur-Mer y otros sitios que fueron escenarios de la ca- tástrofe de la instauración del franquismo y de la irreversible

47 Cuba y la defensa de la República española. Ob. cit., p. 53. 48 Citado por Alberto Arce en «La playa de Argèles-sur-Mer». En: La Insignia, España, marzo de 2005.

84 despedida al terruño natal de ancianos, niños, hombres y mu- jeres desfallecidos de hambre, desconsuelo y cansancio. Ese español es Alberto Arce, quien se duele al constatar que

...El único recuerdo físico de lo que sucedió en aquellos lu- gares y puede encontrarse a lo largo del camino es una pe- queña placa transparente pegada en una piedra que a su vez está colocada en un recodo de la carretera que une Porbou con Cerbère. [...] Cerbère, Portbou, Colliure y Argèles son hoy pueblos que se dedican al «turismo de calidad». Un turismo de gentes que pueden permitirse pagar buenas sumas de dinero [...]. Es- pecialmente Argèles-sur-Mer se ha convertido en una gran concentración turística del sur de Francia construida en torno a su inmensa playa mediterránea. [...] Y es necesario reclamar algo, ante la ausencia de memoria histórica, que recuerde a quienes allí cayeron y sufrieron. [...]49

En Argèles estuvo el trinitario setenta y ocho días, después de caminar treinta y ocho kilómetros, más o menos, sin descanso alguno, pues aunque los guardias senegaleses que los escoltaban de España a Francia tenían un cambio de guardia cada cuatro o cinco kilómetros, ellos no podían reposar ni un momento, aunque protestaban y gritaban que estaban muy cansados. Los guardias sólo les repetían: «Allez, allez, recoulez!», como una cantaleta de burla y humillación. Era marzo de 1939. Por otra parte, Felicia recibió el 22 de marzo del mismo año una carta de de Flora Díaz Parrado, funcionaria de la Legación de Cuba en Francia, que le comunicaba que «...Él ignoraba también su paradero, pero hoy [...] he tenido el gusto de co- municárselo. Quedo en relación con usted para que, en la pri- mera oportunidad de viaje, sea usted de las primeras en marcharse a Cuba, lo mismo que su marido».50

49 Alberto Arce. «La playa de Argèles-sur-Mer», Ob. cit. 50 Museo Municipal de Historia, Palacio de Cantero, Trinidad. Fondo Julio Cueva.

85 El trinitario continuaba en Argèles y, años después, recordó que:

Una tarde se escuchó en el campo: «¡Julio Cueva, con sus maletas! ¡Preséntese en la dirección!». Eso significaba que me encontraba en lista para embarcar hacia Cuba. Dentro de la alegría producida por tan halagüeña perspectiva, tuve la preocupación de si también mi esposa sería llamada. [...] Al fin, desde el puerto francés de La Pallice, salimos diez compañeros a bordo del vapor inglés «Órbita» rumbo a La Habana, adonde llegamos el 6 de mayo de 1939. Con la alegría de verme nuevamente en la patria amada, presa de fuerte emoción, divisé desde la cubierta del buque a los seres queridos que esperaban en el muelle: mi anciana madre y mi querida hermana, anhelantes de abrazarme, así como otros familiares. También veía a los leales ca- maradas del Partido Comunista y algunos músicos. No pude contener mi emoción y regresé al camarote, tomé la trom- peta y, mientras el buque se acercaba al muelle, lancé al aire las notas viriles de nuestro Himno Nacional y después las de nuestra gloriosa internacional. Desde el buque contem- plé entonces cómo la multitud se erguía con firmeza y al- gunos militares tomaban la posición de atención al escuchar el toque de mi instrumento. [...]51

En el antiguo muelle de La Machina, muchos se sorpren- dieron al ver que los policías estuvieron en atención hasta el final del himno proletario, ignorado por ellos.

51 Cuba y la defensa de la República española. Ob. cit., p. 54.

86 El regreso a Trinidad

En Cuba habían sucedido, como sabemos, cambios presiden- ciales; Batista es el hombre fuerte del gobierno norteamerica- no y prepara un futuro más nefasto para el país... Se tomó el acuerdo de una coalición de los partidos políticos Naciona- lista, Liberal y Conjunto; se solicitó la ilegalidad de los parti- dos de izquierda. En 1939 se conmemoró por primera vez en nuestro país el Día Internacional de la Mujer; el presidente dispuso la repatriación de los cubanos que pelearon en la Guerra Civil Española, prisioneros en los campos de concentración de España y Francia; se aprobó un nuevo Código Electoral; el 19 de abril llegaron a La Habana los primeros cubanos que pelearon en España contra Franco; se declaró abierto el período electoral... Además, en 1938 se había fundado en La Habana la Ópera Nacional y se publicaron Peleando con los milicianos, de Pablo de la Torriente Brau, Antología poética: 1918-1938, de Regino Pedroso, y La música popular cubana, de Emilio Grenet. Tres o cuatro días más tarde del regreso de Julio Cueva, el Partido Socialista Popular (PSP) le confió la tarea de que re- gresara a Trinidad para desplegar labores de organización de dicho partido y el 25 del mismo mes de mayo el gobierno cubano reconoció al gobierno de Francisco Franco; el 3 de septiembre comenzó la Segunda Guerra Mundial. A Julio le arrendaron una vivienda en Santo Domingo y Gra- cia, pero como se conocía su militancia comunista era impo- sible que le otorgaran una plaza en alguna orquesta o en la Banda Municipal, y sólo ganaba muy pocas monedas cuando los amigos se las agenciaban para que un director amigo le ofreciera una oportunidad, lo cual era muy poco frecuente, pero él tenía a su cargo la manutención de su mamá, su her- mana Ana Rosa y los tres pequeños hijos de esta, su esposa y Josefina, la hija adoptiva.

87 Según el propio Cueva, en esa difícil situación se mantuvo

...tres meses y medio sacando de donde no hay, pero un día se presentó un carrero de la fábrica de Trinidad y Herma- nos, donde me traía un recado de Amado Trinidad Velazco [así] (e.p.d.), desde Ranchuelo, que deseaba verme. Yo no sabía quién era ese señor, pero el amigo y hermano Miguel villa «barbero», me aconsejó que lo fuera a ver, que este señor Amado tenía una emisora de radio en Santa Cla- ra que se llamaba C.M.H.I y que tenía mucho dinero, yo a la verdad no fuí a Ranchuelo con muchas esperanzas, pues mi idea en esos momentos era venir a luchar de nuevo a la Habana. Llegué hasta Ranchuelo y me presenté al señor amado Trinidad Velazco; después de la presentación me propuso que escuchara una orquesta que tenía él en Ran- chuelo, para que yo me quedara de Director de dicha or- questa, para competir con las orquestas de la Habana. Dicha orquesta se llamaba «Cuban Boys of Amado Trini- dad». Los muchachos que integraban la referida orquesta eran todos de Ranchuelo, menos el cantante que resultó ser [...] «Orlando Guerra», «Cascarita». Cuando me pidió mi opinión ya después de aplaudirlos en la presentación, le manifesté al señor Trinidad que la respuesta se la daría en su oficina, una vez en la oficina le dije que yo no me hacía cargo de esa orquesta, que para competir con las orquestas de la Habana, como él quería, tenía que darme un presupuesto de $3.50 diarios por pro- fesor por transmisión, el hotel y pagarme este presupuesto durante 15 días que durarían los ensayos y montaje de re- pertorio antes de salir al aire, para no cansar, el señor Ama- do Trinidad aceptó mis condiciones; también le dije que todos los músicos serían de Las Villas y así fue y además que tenía que entregarme $500.00 para ir a buscar los mú- sicos a la Habana, [...]52

52 Archivo privado de Dulcila Cañizares. Copia de la «AUTO-BIO- GRAFÍA DE JULIO CUEVA DIAZ...».

88 Trinidad Velasco estaba al tanto de la militancia comunista del trinitario, pero eso no tenía importancia para él, ya que su interés era conquistar admiración y renombre para su em- presa cigarrera, y estaba seguro de que con el maestro Cueva como director y trompetista, su orquesta tendría la celebridad deseada. Así comenzó otro período en la existencia del músico, que él estaba dispuesto a vencer...

89 La Constituyente y algo más

El 15 de noviembre de 1939 tuvieron lugar las elecciones para la Asamblea Constituyente; el 9 de febrero de 1940 se efectuó la primera reunión de dicha Asamblea, presidida por Antonio Bravo Correoso; al día siguiente, la Coalición Socialista De- mocrática realizó un mitin en el habanero Parque Central a favor de Fulgencio Batista, su candidato presidencial; el 1ro. de julio se confirmó la Constitución de 1940 en Guáimaro y el 5 de agosto se promulgó la misma en la escalinata del Capitolio; el 10 de octubre Batista tomó posesión del cargo de presidente de la República de Cuba... Fernando Ortiz publicó su Contra- punteo cubano del tabaco y del azúcar.

90 La Orquesta Montecarlo

Cuando el empresario y el músico estuvieron de acuerdo en lo referente a los convenios económicos, el maestro Julio Cueva marchó hacia La Habana y, de inmediato, fue a desayunar en los bajos de la CMQ-Radio, que estaba en esa época en Monte y Prado, y allí mismo comenzó a contratar a los músicos que integrarían su nueva orquesta: Riestra, contrabajista, de San- to Domingo; Onésimo, trombonista, de San Juan de las Yeras; Berroíta, saxofonista tenor alto, de Cienfuegos; Remberto Lara, trompetista, de Trinidad; José Pérez Cedeño (Bebo), sa- xofonista tenor cienfueguero; Enemelio Jiménez (Martillo), saxofonista alto, de Cruces, y Admirall, percusionista, también de Cienfuegos. Esos fueron los primeros músicos, villacla- reños, como había prometido, y luego fue completando la Orquesta Montecarlo con el cantante de la Cuban Boys: Or- lando Guerra (Cascarita) —fallecido en México en 1975—, que era de Camagüey, y el pianista trinitario Felo Bergaza. Por su- puesto, el elenco de la Montecarlo lo completaba el maestro Cueva como director y trompetista. Fue tan reñida la competitividad de la Orquesta Montecarlo —que se escuchaba en la capital cubana y en el resto de la Isla a través de la radioemisora CMHI de Santa Clara—, por la sonoridad que le había hecho alcanzar su director y también por el inmejorable repertorio de música cubana y extranjera, que logró ser tan admirada como lo había deseado Amado Tri- nidad, notoriedad inestimable para la divulgación de los pro- ductos que ofrecía su empresa —que era en verdad su exclusiva ambición—, que determinó adquirir la radioemisora RHC Ca- dena Azul, con la intención de que la Orquesta Montecarlo se disfrutara a través de la misma. Ya en La Habana, se incremen- tó la reputación de la Montecarlo. Sin embargo, para asombro

91 de los músicos y de su director, cuando se venció el contrato, Amado Trinidad disolvió la orquesta, porque ya había con- seguido sus propósitos. Enseguida, el trompetista Julio Cueva y el cantante Cascarita formaron parte del elenco de la Or- questa Hermanos Palau, que estuvo varias temporadas en el cabaré Sans Souci, mientras que en horario diurno disfrutaba de un contrato con Radio Cadena Suaritos. Entonces empezó Cueva, el compositor, a modificarle el género a numerosos dan- zones compuestos en Trinidad y Santa Clara, obras que fueron famosas con gran celeridad, como «El golpe bibijagua», trans- formado en guaracha.

92 El incansable con su propia Orquesta

El incansable Julio Cueva —quien, según testimonio de sus familiares, cuando escribía música no dejaba a un lado el papel pautado ni la pluma hasta que no finalizaba su tarea, sin im- portarle horarios de comidas ni de sueño— dejó constancia de su poder creativo en la década de los años treinta con más de vein- te composiciones. Con la energía que lo caracterizaba, el trinitario creó su or- questa el 1ro. de mayo de 1939, de la cual en algunas opor- tunidades se ha comentado que Julio Cueva y su Orquesta tenía formato de jazz band, pero al analizar dicha estructura se de- tecta que esta se compone de cinco instrumentos y uno o dos más, mientras que la del maestro Cueva estaba conformada por una trompeta primera, una trompeta segunda, un saxofón alto primero, un saxofón tenor segundo, un saxofón alto tercero, un saxofón tenor cuarto, piano, percusión, maracas, bajo, tum- badora, bongó y cinco cantantes, por lo que se infiere que se ajusta más al formato de la big band, que, en sus inicios, estaba compuesta por diez u once músicos, hasta llegar a un total de entre doce y diecisiete, y los instrumentos que la integraban eran tres o cuatro trompetas, dos o más trombones, cuatro o más saxofones (un alto, dos tenores, un barítono), clarinete, flauta, piano, guitarra, bajo y batería. Además, la época de oro de la big band tuvo lugar entre 1935 y 1950, período de la existencia de la orquesta del trinitario. Al comparar Julio Cueva y su Orquesta con la jazz band y la big band, es evidente que se corresponde más con el formato de esta última.

93 Canción Protesta

Cueva comenzó a actuar en la Mil Diez, radioemisora del PSP, consecuente con su militancia izquierdista, y empezaron a conquistar notoriedad él y su Orquesta —inscripta en la Unión Sindical de Músicos de Cuba—, René Márquez como cantante bolerista y Orlando Guerra (Cascarita) como cantante guara- chero. Después, el cantante holguinero Manuel Licea (Punti- llita) llegó a La Habana para participar en la orquesta, en aquel momento una de las más estimadas favorablemente en la Isla. Este afamado conjunto estaba integrado, además, por René Hernández (piano), Mario Menéndez (saxofonista alto prime- ro), José Pérez Cedeño (saxofonista tenor segundo), Bruno Gui- jarro (saxofonista alto tercero), Miguel Sánchez (saxofonista tenor cuarto), Israel Ñaqui-Ñaqui (percusionista y maraque- ro), Salvador Vivar (bajista), Platanito (trompetista segundo), Oscar Valdés (tumbador), Marcelo González (Blanco) (bon- gosero) y los cantantes Reinaldo Valdés (El Jabao) y Juan Antonio Jo Ramírez (El Fantasmita), con Julio Cueva como director y trompetista primero. Durante aquellos años, la inserción de música foránea en nuestras tierras era notable, por lo que el trinitario determinó oponerse a esa penetración con la divulgación de nuestros géneros. Por otra parte, como Cueva era capaz de componer una obra musical sobre la base de cualquier acontecimiento, el PSP le solicitó numerosas veces que creara algún número partiendo de diversas cuestiones sociales de la actualidad de entonces, o en algún hecho político, por lo que escribió las guarachas «Cuba en la guerra», «Demokracia con K», «Un solo golpe a la lata» y «Un saco lleno de agujeros», y los sones guajiros «Castillitos en el aire», «Sabanimar» (Defiende bien tu conuco. / Defiende bien tu pinar. / Defiende bien lo que es

94 tuyo, / hombre de Sabanimar), «El arpa y la ORPA» [Oficina Reguladora de Precios de Alimentos] (Pues la ORPA fija el precio / a la yuca, a la malanga, el boniato / y el jabón cuando lo hay), «Desintegrando» (Desintegrar fácil es. / Difícil es in- tegrar), entre otras piezas que señalan, como una protesta, la discriminación racial, la deshonesta política de la república mediatizada, el abuso y la miseria, por lo que opino que esas creaciones de Julio Cueva hay que considerarlas como uno de los antecedentes de lo que ahora denominamos Canción Protesta, aún más teniendo en cuenta que fueron escritas «con el enemigo dentro»,53 según manifestó en 1979 Manuel Licea (Puntillita).

53 Archivo privado de Dulcila Cañizares. Entrevista realizada por la autora a Manuel Licea (Puntillita), 26 de septiembre de 1979, en La Habana.

95 ¿Cómo era Julio?

Hijo de mestizos, con pelo negro y ojos castaños, una estatu- ra de ciento sesenta y un centímetros y más o menos ciento ochenta libras de peso, recio, de atractivo rostro, fue un hombre campechano, jaranero, alegre, bailador excelente, cordial, emprendedor, tenaz, de fuerte temperamento y un apetecible oído musical. Insuperable hermano, que estuvo al tanto de Ana Rosa hasta el fallecimiento de ella, a quien ayudó monetaria y espiritual- mente; hijo excelente, que conoció el infortunio y el sufrimien- to de un padre que jamás supo de desvelos ni cuidados por él. Pero a pesar de la negligencia paterna, cuando ya el músico tenía su orquesta propia —incontables años más tarde del definitivo abandono de Bartolomé—, se encontraba Julio en Manzanillo, para animar diversos festejos, y se enteró de que había hospitalizado un anciano apellidado Cueva. De inme- diato decidió investigar y descubrió que se trataba de su padre. Entonces supo que Bartolomé tenía otra familia y que se había hecho cargo de la educación y custodia de los hijos de su es- posa, pero que ellos no habían tenido sucesores. El trinitario permaneció unas horas a su lado, durante la tarde, con in- dulgencia, sin quejas, y luego supo que el viejo don Bartolomé había fallecido durante la noche: aquella había sido la última reunión de padre e hijo. Acerca de la otra familia de Bartolomé comentó el ya falleci- do conocido decimista repentista trinitario Pedro Duarte Té- llez (Perico Téllez) que él conoció a Bartolomé

...viviendo con mi tía. Lo vi en la calle Nueva entre San Antonio y Tornedo, donde conocí también a mi tía Cande- laria (Candita) Téllez. Así me enteré que ellos dos se iban

96 todos los años a hacer zafra a Media Luna, Manzanillo y otros lugares de Oriente. A mi tía la enterraron en Media Luna y a Bartolo en Manzanillo. La última vez que Cueva estuvo aquí nos vimos por Colón y Jesús María. Nos saludamos y nos conocimos, y le hice saber que entre él y yo había algo familiar, porque Bartolito era el esposo de mi tía Candita, hermana de mi madre. Pero en realidad no tuvimos ninguna amistad.54

Lograr la manutención cotidiana antes de que su orquesta comenzara a afianzarse fue muy difícil, y más aún para un hombre de humildísima procedencia social dedicado a la mú- sica, oficio poco remunerado entonces. Por eso, en muchas ocasiones Julio Cueva supo de privaciones y miserias suyas y de la familia, y se vio obligado a agenciársela de disímiles maneras para subsistir, como cuando se vio forzado a entre- gar en una casa de empeños en Santa Clara su primer corne- tín —el de marca francesa adquirido para él por la bondadosa abuela doña Candelaria—, o cuando decidió conseguir una se- gunda y falsa inscripción de nacimiento —anotada en Tri- nidad en el tomo 15, folio 242, número 155, en la que se lee que su nacimiento había tenido lugar el 16 de abril de 1907, diez años más tarde de la fecha verdadera, inscrita con fi- delidad en el tomo 84, folio 408, número 186, del propio Juzgado trinitario—, violación perpetrada con el propósito de alistar- se «...en el E.M.E. o sea en la Banda de Música cosa que no lo- gré porque el Director dijo que no quería más capitanes en la Banda».55

54 Ibídem. Entrevista realizada por la autora a Pedro Duarte Téllez (Perico Téllez), 21 de octubre de 1979, en Trinidad. 55 Ibídem. Nota manuscrita de Julio Cueva en un sobre de carta, sin fecha. No ha sido posible encontrar algún otro documento que defina cuándo quiso Julio Cueva perte-necer a la Banda de Música del Estado Mayor del Ejército.

97 Casa para dos en Santo Tomás

Cuando vino el trinitario definitivamente para La Habana —en el momento de la reubicación de la Orquesta Montecar- lo en la RHC Cadena Azul—, Octavio García, su cuñado —hermano de Felicia— y su esposa Rafaela Pérez, vivían ya en la capital, en Llinás (actual Santo Tomás) 366, esquina a Retiro. La casa tiene, aún en la actualidad, dos entradas —una por cada calle—, y el músico se enamoró de la misma, porque le permitiría la entrada y salida de los instrumentos musicales por la puerta de la calle Retiro, sin tener que oca- sionarle molestias a su familia, ya que la puerta principal de entrada está por Santo Tomás. En aquellos años se enfermó Octavio y el especialista que lo atendía le indicó que fuera a vivir en otra casa, porque había un laboratorio cercano de productos químicos que estaba afectando su salud, ya dema- siado quebrantada. De inmediato, él y Rafaela se trasladaron para Benjumeda 322, esquina a Árbol Seco, y Julio, Felicia y Josefina se mudaron para la casa de Santo Tomás. Su hermana Ana Rosa y sus hijos vivían entonces en Santa Clara con la madre de ambos. El Partido Comunista fue legalizado el 13 de septiembre de 1938, y ya Julio residía en la casa que tanto le encantaba, en Santo Tomás. Felicia, entonces, trabajó sólo durante algunos días en una oficina del PSP que había en Árbol Seco y Maloja. A partir de 1939, poco a poco, Julio Cueva y su Orquesta disfrutaron varios años de un codiciado ritmo laboral, con innumerables contratos para tocar en nuestra Isla. Sus re- cursos monetarios aumentaron, permitiéndole amparar me- jor a su familia, y también proporcionándole ayudas a sus amigos trinitarios, a quienes visitaba siempre durante las vacaciones.

98 Según Leonardo (Llito) Castellanos:

Julio venía mucho a Trinidad cada vez que su orquesta estaba de vacaciones. Siempre venía, pero yo recuerdo aquella época en que su orquesta era una de las mejor pagadas de Cuba y los contratos le llovían. Era una orquesta fabulosa, con músicos excelentes, su corneta, su dirección y sus orques- taciones. Lo vi muchas veces hacer las orquestaciones en la casa, donde tenía un piano. Las hacía con mucha rapidez, porque estaba muy bien preparado como músico. Y eso me consta, porque toqué con él en su orquesta típica trinitaria como clarinete segundo. Ay, Julito, cará...56

56 Ibídem. Entrevista realizada por la autora a Leonardo (Llito) Caste- llanos, 20 de octubre de 1979, en Trinidad.

99 La generosidad del músico

La amistad fue un culto inviolable que siempre defendió el maes- tro Cueva, y de su fraterno lazo, inalterable y constante, he te- nido la oportunidad de recopilar un caudal de testimonios —personales, escritos y por referencias—, entre los que se pue- den mencionar a los de los músicos Rómulo Rafael Domenech Al- tunaga, Heriberto González Villa, Fernando Mario Domenech Altunaga, Juan Peñones, René Hernández, Pedro Peñones, Félix Reina (padre); de los trovadores Alejandro Béquer (El Chévere), Rafael (Felo) Pomares, Pedrito González Lozano, Rafael Saro- za —autor de «Guitarra mía»: uno de los símbolos trinitarios—, Isabel Béquer (La Profunda) —la compositora e intérprete de la trova tradicional cubana más importante de Trinidad en la actualidad—; René Arrechea, Miguel Zayas (Villa), Nicolás Arrechea, Bienvenido Núñez, el periodista Nicolás Rovira (Ro- virita), el chofer de alquiler Inocencio Rafael Álvarez Guerra (Cheche Guerra), Argentina Menéndez, René Hernández Es- querra, Ramón Zayas Montalbán, Enrique Zayas, Manuel Béquer, Domingo Montalbán y Miguel Pérez, y otros de resi- dentes en diversos lugares de la Isla, como Don Aspiazu, Manuel Licea (Puntillita), Alfredo Cataneo, Alberto Muguercia, Ale- jandrino Borroto, Susana Berroa, Kino Morán, René Márquez, Carlos Puebla, Ramón Nicolau, Sergio Nicols, Porfirio Ar- menteros, Basilio Cueria, Miguel Ángel Lauzurica Díaz (El Ma- layo), Pedro Villa Berroa, Remberto Aguilera, Agustín Jiménez Crespo y algunos más, muchos de los cuales ya han desaparecido físicamente.57

57 Los nombres que aparecen en esta relación me consta que fueron grandes amigos de Cueva, muchos de los cuales tuve la oportunidad de conocer.

100 Cueva fue un hombre inteligente y de escasa instrucción, en cuyos escritos aparecen demasiados errores ortográficos; con un carácter a veces irascible, pero de una indestructible bondad, de lo cual dejó constancia al adoptar a la niña Josefina, que pa- decía de sordomudez congénita, a quien atendió con cariño y esmeros hasta el final de su vida, ya que ella lo sobrevivió ca- torce años, seis meses y veintitrés días, con las atenciones de la segunda esposa del trinitario. Caridad Hurtado manifestó en 1979 que su «...tío quería mucho a Josefina y le tenía mucha lástima».58

58 Archivo privado de Dulcila Cañizares. Entrevista realizada por la autora a Caridad Hurtado Cueva, 10 de octubre de 1979, en La Habana.

101 Sus ingeniosidades

Julio siempre tuvo un perro y durante algún tiempo otra mas- cota suya fue una cotorra que chiflaba a dúo con él, mientras sonaba su corneta. Era un individuo sencillo que disfrutaba de chanzas, bromas y chistosas ocurrencias que podían ser en horas diurnas o en las madrugadas... Juan Pijúa —a quien en Trinidad le llamaban el Hombre de la Media Noche—, Llito Castellanos y Julio estaban sentados en un parque trinitario y, pasadas las 12 de la noche, al músico se le ocurrió comer chilindrón. ¿A esa hora? ¿Con qué chivo y dónde? A Cueva no le importaban las horas y salió, encontró un chivo, fue a ver a un bodeguero amigo, compró lo necesario pa- ra cocinarlo, fueron a la casa de un chino que vendía frituras y le pidieron que hiciera el famoso chilindrón. Por supuesto, el chino se negó y, como estaban algo pasados de tragos, dis- cutieron con el asiático, que vio cómo su vidriera se hacía añicos, por lo que el pobre comerciante salió corriendo a bus- car al policía que hacía su guardia en la esquina. Vino el vi- gilante e intercedió. El maestro Cueva prometió pagar los daños ocasionados y el guardián de la ley le sugirió al chino que les permitiera hacer el chilindrón, que al final fue cocinado por el Hombre de la Media Noche. Naturalmente, antes de salir del recinto, el agente de la autoridad le dijo a Julio que lo llamara cuando estuviera cocinado el chilindrón... En otra ocasión, el pueblo del Guaurabo quedó perplejo de pronto: eran horas mañaneras y una avioneta sobrevolaba las vetustas calles, las grandes casonas, los románticos callejones. Los trinitarios andaban en sus labores y muchos deambulaban por las aceras, mientras las amas de casa se encontraban en sus faenas de limpieza de pisos, lavado de ropas y fogones, tal vez cocinando algún plato típico local, como harina de maíz,

102 frituras de malanga, maíz o yuca, boniatillo, pulpitas de ta- marindo, malarrabia —con boniato y miel de caña—, me- rengones o masas reales; o quizás en espera de que pasara el esperado vendedor con el apetecido mondongo —conocido en otros lugares como pata y panza—, o vigilando que no se que- maran las minutas de biajaiba. La avioneta pasaba a vuelo rasante sobre la casa de Roberto Cadalso e, inesperadamente, desde el aire empezaron a llegar las notas de «La chambelona», tocadas por un bombardino y una trompeta. Todos, mirando hacia arriba, ya sabían que el trompetista era Julio Cueva, porque esas eran las cosas que sólo a él se le ocurrían. Luego supieron que el bombardino había sido sonado por Aníbal Gon- zález... Trinidad siempre fue una plaza en la que la mayoría simpatizaba o pertenecía al Partido Liberal, que era el de los pobres, de los «chancleteros», pero, como era natural, también existía el Partido Conservador: de los ricos y la aristocracia lugareña. Roberto Cadalso era un hombre muy vinculado a la sociedad trinitaria, amigo de Julio Cueva y también de Carlos Pérez Cancio, quien llegó a ser alcalde del pueblo por el partido de la chancleta, a pesar de que pertenecía a una familia aco- modada. En aquellos momentos, Cadalso y Pérez Cancio eran rivales para la alcaldía de la villa del Táyaba, pero Pérez Can- cio ganó las elecciones. Y ahí comenzaron las bromas de Julito, pues además de pasar por la casa de Cadalso una y otra vez tocando «La chambelona», le añadió un estribillo a la misma, que decía: «Roberto Cadalso, / no llores más, / ten paciencia y conformidad». Y una conguita callejera pasaba frente a la casa del derrotado Cadalso una y otra vez, hasta que doña Mari- quita Palacios, madre de Roberto, envió un emisario a Rafael Alfonso, presidente del Partido Liberal, pidiéndole «que los facinerosos de «La chambelona» no pasaran más por la puerta de su casa», solicitud que fue cumplida de inmediato. Por su- puesto, la amistad de aquellos tres hombres no se afectó en lo absoluto, pues también Roberto era un hombre bromista y de buen carácter. El 1ro. de abril de 2010, uno de los nietos de Ro- berto Cadalso —Berardo (Balo) Rodríguez Cadalso— se tro- pezó en las calles trinitarias de Rosario y Media Luna con un grupo de trovadores populares, les contó la anécdota y les cantó

103 la letra del estribillo: los trovadores la incorporaron a su repertorio y siguieron por las callecitas y callejones tocando y cantando «La chambelona», con el famoso y casi olvidado estribillo de Julito, ahora de nuevo resonando por las plazuelas de la villa del Táyaba. Del maestro Julio Cueva hay infinidad de relatos en la memoria de los trinitarios, que lo recuerdan con cariño y de- voción, que lo han transmutado en uno de los numerosos in- dividuos legendarios de ese pueblo de historias antiguas, pero desde que Alejo Carpentier escribió La consagración de la pri- mavera no sólo es legendario en Trinidad, sino en cualquier rincón del universo donde una persona disfrute de las páginas de esa novela, en la que Carpentier convirtió a Julio Cueva en su Gaspar Blanco...

...Un bar que siempre conducía a otro bar. Y así fue como, una noche, deambulando de bar en bar, fui a dar a La Cabaña Cubana, a la que no había querido regresar hasta entonces, porque era allí donde había conocido a Quien en sombras y silencio se hubiese abismado en una noche sin término. Sin embargo fue un alivio para mí encontrarme con Django Reinhardt trabado en animada conversación con Gaspar Blanco durante un receso de la orquesta. —«¿Estás de- cidido?» —preguntaba Django. —«Sí.» —«¿Tanto te gusta la guerra?» —«A nadie le gusta la guerra. Pero creo que ha llegado el momento de trabajar donde hay que trabajar.» [...]59

Y continuaba la conversación en la voz de Gaspar Blanco:

...la cuestión es ganar esta guerra, porque cuando la hayamos ganado, será más fácil hacer una revolución en Cuba. Así lo entendía Pablo de la Torriente Brau... / quién?... / uno de los mejores escritores jóvenes de mi país [...]: fue

59 Alejo Carpentier. La consagración de la primavera. La Habana, Editorial Letras Cubanas, 1979, p. 93.

104 uno de los hombres mejores de mi generación... (Gaspar se había puesto de pie ya que su voz, ahora, me llegaba de arriba): Cayó en Majadahonda, siendo comisario político; tuve el honor dirigir la banda de la división 46, que tocó en sus funerales; sesenta músicos; la marcha esa, que es: reeee- laaaá, sol, fa, mi, re, laaaaá, sol, fa, mi, re, miiiiií, miií, mi... ¡Ay, me acordé de mi banda... [ ... ].60

Por haberse convertido en personaje legendario y adorado, los trinitarios fijaron una tarja en su casa natal, al igual que hay una sala con su nombre en el Museo Municipal de Historia —donde se atesoran sus partituras y documentos, batutas, fo- tografías y objetos personales—, existe una calle que se llama Julio Cueva, en uno de los repartos de su querido pueblo y to- davía se realizan actos en sus aniversarios, como cuando se cumplieron ochenta y nueve años de su nacimiento... Años después de su desaparición física, sus restos fueron trasladados por la Asociación de Combatientes desde el antiguo cementerio de la calle Amargura, donde se encontraban desde el 25 de diciembre de 1985, para el Panteón de los Caídos por la Defensa y ahora descansan en uno de los nichos desde 1999.

60 Ibídem, p. 139.

105 Divergencias

Cuando Cueva pertenecía a la Orquesta Hermanos Palau, du- rante el horario diurno había tocado con ellos en la Radio Ca- dena Suaritos. El 31 de marzo de 1941 fueron suspendidas varias estaciones radiales por no ajustarse al convenio interamericano; el 18 de agosto estallaron varias bombas en diversos lugares de la ca- pital en horas nocturnas; el 29 de octubre se efectuaron huelgas en centrales azucareros de Caibarién; el 9 de diciembre Cuba declaró la guerra al eje Berlín-Roma-Tokio, como consecuen- cia del ataque al Pearl Harbor. El 16 de octubre de 1942 se ini- ciaron las relaciones diplomáticas y comerciales con la antigua Unión Soviética y del 9 al 12 de diciembre del mismo año se efectuó el Tercer Congreso Nacional Obrero de la Confedera- ción de Trabajadores de Cuba (CTC). El 10 de abril de 1943 se entregaron por primera vez en nuestro país las cartas de ciu- dadanía y en esa misma fecha —en el año de la creación de la Mil Diez—, Cueva había suscrito el contrato 001260, por un año, con Radio Mil Diez, la Emisora del Pueblo. Al percatarse Suaritos de la excelencia y arraigo de Julio Cueva y su Orques- ta, le ofreció entonces al músico un sueldo mensual de trescien- tos pesos para el director; para los músicos, el estipendio que determinara el trinitario. En 1968 manifestó el maestro Julio Cueva que desechó el trabajo en Radio Cadena Suaritos

...con buenos sueldos y buen contrato. ¿Por qué...? Porque venía a trabajar a lo mío y no me importaba el dinero; eso sí, pasó un tiempo y nosotros rompimos el cerco que los anunciantes le tenían a la emisora del Pueblo Comunista y fuimos contratados por la firma Regalías «El Cuño», a las

106 12 del día esta hora se escuchaba en toda Cuba; pero figúrense, ya la CMQ, que estaba en Prado se estaba sin- tiendo el éxito da la Emisora Mil Diez y me mandan a buscar para contratarme. Yo en seguida pensé, ya quieren en- frentarme y el que me mandó llamar fue el conocido Pu- marejo. Cuando me ofreció $3.50 por músico por transmisión y $7.00 al Director, yo le dije que aceptaba; pero que nunca aceptaría nada que chocara con el horario de Mil Diez y él me contestó que él me quería por la noche nada más. Bueno, se lo comuniqué a los músicos, los cuales se pusieron con- tentísimos. Figúrense de $45.00 al mes por una transmisión diaria, a $3.50 por transmisión diaria; pero al comunicár- selo a los dirigentes de la Emisora, aquí surge el problema. La respuesta fue que «imposible», que nosotros no podíamos tocar en ningún lado y yo le contesté que me dijeran la cau- sa, que yo fuí Comunista en España y también poseía carnet de comunista de aquí, pero que yo siempre vi en España que las cosas se discutían y nunca me dijeron la causa. ¡Com- pañeros, saben ustedes lo que era! que habían suscrito un contrato con la orquesta a Regalías «El Cuño» de (EXCLU- SIVIDAD), sin contar conmigo ni con la orquesta y ese fue el caso que se quedó en la obscuridad y yo me vine a enterar más tarde por el compañero Arriete que (q.p.d.), nuestro dirigente en ese tiempo [...]. Como autocrítica creo que no se me reproche esta anécdota.61

Acerca del mencionado acontecimiento, Manuel Licea (Pun- tillita) manifestó en 1979 que

...las demás emisoras trataban de eliminar a los grandes artistas que estaban en Mil Diez, que era una emisora de trabajadores que se mantenía con lo que se recaudaba en

61 Archivo privado de Dulcila Cañizares. Copia de la «AUTO- BIOGRAFÍA DE JULIO CUEVA DIAZ...».

107 fiestas y otras actividades, porque los anuncios eran muy pobres. Julio era militante del PSP y había que cumplir la disciplina impuesta por el Partido, pero él se ve presionado por un grupo de músicos, que quieren mejorar su economía, naturalmente. Él planteó que trabajaría en ambos lugares, pero el PSP sabía que la realidad era que querían arrancar- lo de Mil Diez. Él tuvo un momento de debilidad y cometió aquel error, aceptando el contrato, con tal de que los músi- cos no se le fueran, pero su actitud fue siempre la de un re- volucionario, la de un comunista, hasta el día de su muerte.62

El 29 de octubre de 1943 fue cancelado el ya mencionado contrato:

Con vista al expediente 14 749 de Octubre 25 de 1943, concurre ante mí, Comisionado General de la Unión Sin- dical de Músicos de Cuba, el socio director Julio Cueva y dice: -Que nunca fueron sus propósitos el dejar de trasmitir por la radio emisora MIL DIEZ, y que lamenta que por el hecho de haber suscrito un contrato con otra emisora se haya producido el enojo del compañero Ibrahím Urbino. Que si el señor Ibrahím Urbino solicita la cancelación del contrato de radio Nr. 001260 que por duración de un año ampara su orquesta, los compañeros de la misma y el que habla deben de responder en una forma que evite situa- ciones enojosas en el futuro y en consecuencia producirse aceptando la cancelación inmediata del contrato. Compa- rece a la vez el compañero Ibrahím Urbino, Director Ge- neral de la radio emisora POPULAR MIL DIEZ y ante mí dice: -Que ratifica la solicitud de cancelación del contrato 001260, de radio, aprobado en 10 de abril de 1943 y que suscribió con el socio director Julio Cueva, tal como lo tiene manifestado en el expediente 14749, y a su efecto viene a hacer entrega a la Unión Sindical de Músicos de Cuba de las dos semanas de sueldo que se le adeuda a la orquesta [...].

62 Ibídem. Entrevista realizada por la autora a Manuel Licea (Puntillita), 26 de septiembre de 1979, en La Habana.

108 EN RAZÓN: -De que se produjo una gran divergencia entre la alta dirigencia de la emisora MIL DIEZ y la orquesta del compañero Julio Cueva [...]. RESUELVE: Aprobar la solici- tud de las partes representadas por el Sr. Ibrahím Urbino y el Sr. Julio Cueva y en consecuencia cancelar el contrato […], dejando a las partes a partir de la fecha de hoy en libertad pa- ra obligarse en la forma que tengan por conveniente; […].63

Cuando se fundó la Mil Diez, el pianista y arreglista Bebo Valdés comenzó a trabajar como arreglista en dicha radioemisora. En 1945, Mario Bauzá, trompetista de la jazz band Afro-Cubanos de Machito, solicitó que René Hernández o Bebo Valdés fueran a Nueva York para formar parte en aquella importante banda. Entonces ya había nacido el segundo hijo de Bebo, por lo que decidió no salir de Cuba, pero René aceptó y dejó vacante su plaza de pianista en Julio Cueva y su Orquesta, por lo que el trinitario le pidió a Bebo que ocupara su lugar. Muchos años después, el internacionalmente reconocido Bebo Valdés comentó:

Julio Cueva fue un hombre que tuvo sus ideas políticas [...] las defendió. Nunca se negó, porque cuando él llegó a Cuba de España, pues en el barco en que llegó tocó con su trompeta La internacional, solo. Y entonces todas las canciones que yo grabé con él, o la ma- yoría, aparte de que era un cómico, eran de respeto a cuestiones revolucionarias, [...].64

En 1947, Bebo Valdés se apartó de la Mil Diez y de la orquesta del maestro Cueva. Alejo Carpentier vio publicada su Viaje a la semilla en 1943 y comenzaron a editarse La Gaceta del Caribe y la revista Orígenes.

63 Ibídem. Copia de cancelación del contrato 001260 suscrito entre Julio Cueva e Ibrahim Urbino, 29 de octubre de 1943. 64 Documental Old man Bebo. Producción ejecutiva: Fernando Trueba y Angélica Huete; realización, guión y montaje: Carlos Carcas.

109 San Berenito

Aquel amargo acontecimiento con la Mil Diez no incidió en la actitud revolucionaria y luchadora de Julio Cueva, quien pro- siguió escribiendo las piezas musicales requeridas por el PSP, sin olvidar los números que se le ocurrieran. Su orquesta con- tinuaba siendo una de las más populares y en 1944 la selec- cionó la ACRI la como La Mejor del Año, y en aquella década compuso «Cuba en la guerra», «Ladrón de gallina» (afrocubano, 1941) (Ni un santo ni un angelito / que sea negro hay en el cie- lo. / To son blanco, hay sólo un negro: / Se llama San Berenito. / Ladrón de gallina, / ladrón de gallina. [...]. Eh, San Berenito, aprende a robá: / roba millone y nunca pasa ná...), «Demokracia con K», «Pobrecitas las mujeres», «Castillitos en el aire» (Cuan- do vayas a construir un castillito / piénsalo bien, piénsalo bien, piénsalo bien, nené. / No te metas a construir sin base firme, / óyelo bien, óyelo bien, óyelo bien, nené. // Ay, comienza por la base y nunca sobre el fanguito, / porque si no el castillito será un castillo en el aire / y aunque lo hagas de madera siempre habrá su tembladera, mamá, / [...] y el castillo se caerá), «Ca- dencioso, sin agitación», «¿Por qué llora la vaquita?» (¿Por qué llora la vaquita, pobrecita? / ¿Por qué será? ¿Por qué será? ¿Por qué será. / [...] Salubridad lo sabrá. Ahora mismo yo lo voy a averiguar... / «Yo no lloro porque quiero: / es que a mí me da tristeza / ver mi leche pura y espesa / como le echa agua el lechero»), «A quilito el puente», «La culpa es de Hitler», «Se apareció el brillante» y «Sacando boniato» (Cuando saques el boniato / procura volverlo a sembrar. / Si lo siembras, en seis meses / lo puedes volver a sacar. // Esa es mi tierra cubana, / bañada de sol tropical. [...]). A partir de 1946 hay varios nú- meros de Julio Cueva que son estrenados en Radio Mil Diez, la Emisora del Pueblo, a pesar de la cancelación del contrato con la misma.

110 Mientras tanto, los acontecimientos en nuestra Isla mos- traban su impudicia característica con protestas, disturbios, y Ramón Grau electo el 1ro. de junio, quien declaró que con- tinuaría los programas sociales de Batista; Grau tomó po- sesión de su cargo el 10 de octubre; entre el 1ro. y el 4 de diciembre tuvo lugar el IV Congreso Nacional Obrero de la CTC. El año 1945 no trajo mejores augurios para el país, pues ya el 18 de enero estalló una bomba en La Habana, hubo asonadas en la Universidad el 21 del mismo mes y una huelga en la Escuela del Hogar el día 25; en febrero continuaron explo- tando petardos y bombas, cesantearon a muchos trabajadores del Ministerio de Comunicaciones, hubo diversos cambios en el alto mando del Ejército, se mantuvieron los desórdenes y las protestas en el Instituto de La Habana, se repitieron las huelgas de diferentes sectores, los alumnos ocuparon la Es- cuela Normal de La Habana; en Santiago de Cuba, Güines, Marianao y otros lugares continúan las protestas, pero al me- nos el final de la Segunda Guerra Mundial fue una alegría para muchos. En 1946 nada cambia en el panorama político y social cubano y hasta se comete el increíble robo del diamante del Capitolio el 25 de marzo, joya que apareció misteriosamente poco después en la oficina del Presidente de la República; el 14 de julio se fundó el Partido del Pueblo Cubano-Ortodoxo (PPC-O) y la Fiscalía dio a conocer el 5 de septiembre que la criminalidad había aumentado de manera considerable, ya que en comparación con 1943 se había acrecentado en 1946 en mil doscientas causas radicadas por diversos delitos, pero, en me- dio de tantas adversidades, Nicolás Guillén publicó El son entero y Alejo Carpentier, La música en Cuba. El 29 de marzo de 1947 estalló una potentísima bomba en la Lonja del Co- mercio de La Habana, la policía realizó un arbitrario registro en la CTC y detuvieron, entre otros, al dirigente portuario Aracelio Iglesias; se repetían los secuestros, los tiroteos, los asaltos policíacos a los sindicatos; la Guardia Rural detenía obreros y suspendía actos sindicalistas en diversos lugares de la Isla; el 15 de septiembre ocurrió la masacre de Orfila, en Mariano, con un saldo de varios muertos y heridos; el 6 de no- viembre, los estudiantes efectuaron un desfile y un mitin de pro- testa contra el gobierno en la escalinata de la Universidad...

111 En 1947, el maestro Cueva pertenece a la Unión Sindical de Músicos de Cuba y su orquesta continúa siendo una de las preferidas. El 7 de septiembre Julio Cueva y su Orquesta ame- niza una fiesta en el Club Social de Sancti-Spíritus, por la cantidad de trescientos cincuenta pesos. En 1948, el 9 de enero, los empleados del Hospital General Calixto García de La Habana iniciaron una huelga de hambre; el 22 de enero fue asesinado en Manzanillo el líder azucarero Jesús Menéndez; continuaban las revueltas de los estudiantes como protesta por los desatinos y abusos presidenciales; se redoblaban las huelgas, los tiroteos, los asesinatos, las para- lizaciones de los obreros; el 10 de octubre asumió la presidencia de la República Carlos Prío Socarrás y el día 17 del mismo mes fue asesinado el líder portuario Aracelio Iglesias; tres días después sufrió la misma suerte el dirigente sindical Sa- bino Pupo, en Nuevitas. Por suerte para el trinitario, su orquesta continúa vigente... En 1949, Cuba se mantenía bajo los mismos atropellos y aparecían más asesinados; el 10 de mayo se creó el Grupo Re- presivo de Actividades Subversivas (GRAS). Año tras año, la Isla sigue inmersa en la miseria, el abuso, la brutalidad de la Po- licía y la Guardia Rural, la turbia política del mandatario de turno y las protestas de estudiantes, obreros, hombres y mu- jeres del pueblo. Pero Pablo de la Torriente Brau no está olvidado, por lo que en las Publicaciones del Ministerio de Educación vio la luz Pluma en ristre, en 1949. Al año siguiente, Fernando Ortiz publicó su Africanía de la música folklórica de Cuba, y en 1951 José Zacarías Tallet dio a conocer La semilla estéril.

112 Su postrer trompeta

El entorno de la nación se agravaba con rapidez. El pueblo había padecido desgobiernos, dictaduras, malversaciones y rapacerías gubernamentales, desahucios, desatenciones, descuidos, es- trecheces. No hubo gobiernos ventajosos para Cuba, pero mu- chos quedaron marcados para la Historia por los rastros de sangre y muerte que dejaron a su paso. Al comenzar los años cincuenta, Fulgencio Batista concertaba su futuro golpe de Es- tado, mientras los comunistas no tenían trabajos y los obre- ros sufrían persecuciones, maltratos y desempleos. Julio Cueva igualmente sobrellevó tiempos de desalientos y penurias, pero era necesario alimentarse, costear lo que la familia necesitaba y pagar el arrendamiento de la casa, por lo que tuvo que empe- ñar su excelente trompeta que había comprado en Nueva York, a pesar de que todavía su orquesta no se había disuelto, aunque era difícil conseguir un contrato aunque fuera para una noche. Así, el 12 de julio de 1952, cuatro meses posteriores al Golpe de Estado de Fulgencio Batista, la entregó en la Casa Bernardo —cuyo propietario era Juan Bernardo Otero—, situada en Suá- rez 63, frente al cine Patria, en La Habana. Por aquel instru- mento musical que era su exclusivo medio de subsistencia, le entregaron treinta pesos. Como era demasiado poco, empeñó también diversas piezas de ropa, por lo que recibió algunas monedas más. A pesar de su miseria, continuó pagando la gabe- la impuesta por el usurero sobre el instrumento. Varios años más tarde, más o menos en 1961, fue operado de prostatitis y su economía estaba todavía peor, por lo que sus fieles amigos músicos le regalaron ciento sesenta pesos. Con la esperanza de recuperar su trompeta, en lugar de utilizar ese dinero para su propia manutención, fue de nuevo a la Casa Bernardo, donde le manifestaron que, aunque no había dejado de pagar la gabela

113 ni un mes siquiera, aquel usurero había vendido la trompeta del maestro Julio Cueva, y nunca se pudo saber quién fue su dueño posterior. El trinitario, con mucha tristeza, recordó su primer cornetín, que tampoco pudo rescatar. El 27 de marzo de 1952, el gobierno norteamericano reconoció de manera oficial el gobierno de facto de Batista y tres días más tarde las Fuerzas Armadas recibieron un aumento del trein- ta por ciento en sus salarios; en noviembre, los estibadores ele- varon una protesta, pues el peso de los sacos de azúcar fue fijado por el Consejo de Ministros en doscientas cincuenta libras, mientras que hasta ese momento el peso oficial era de doscientas libras. En 1953, el músico no tuvo más opción que disolver su famosa orquesta, pues no era posible mantenerla sin contratos ni es- peranzas de una mejoría de algún tipo, pues a los comunistas los mantenían bien perseguidos. Y en aquella decadencia eco- nómica realizó cualquier tarea con tal de conseguir algunos pesos para que su mujer y su hija adoptiva pudieran malvivir, mientras él se encontraba desesperado y endeudado. La si- tuación del país es insostenible, pero el presidente Batista ma- nifiesta en enero, desde el Campamento Militar de Managua, que su «...dictadura es blanda, suave y dulce, como no ha habido otra en el mundo», aunque los asesinatos continuaban, se sus- pendieron varios noticieros radiales; el Movimiento 26 de Julio, los revolucionarios, atacaron los cuarteles Moncada, en Santia- go de Cuba, y Carlos Manuel de Céspedes, en Bayamo; hubo suspensión de garantías, censura de prensa y se puso en vigor la Ley de Orden Público. En 1954 comenzó a publicarse la revista Nuestro Tiempo; el 18 de mayo se inauguró el Palacio de Bellas Artes, con la exposición de la Segunda Bienal Hispa- noamericana de Arte; el 6 de agosto, Batista le manifestó a las Fuerzas Armadas su retiro como presidente de facto y el día 14 juró el cargo de presidente provisional Andrés Domingo Mo- rales del Castillo: ese mismo día estallaron dos potentes bombas en La Habana; el 5 de octubre reeligieron a José Antonio Eche- verría como presidente de la FEU; el 1ro. de noviembre, Batista es electo de nuevo presidente de la República. El 18 de febrero de 1955 fueron proclamados oficialmente como presidente y

114 vicepresidente Batista y Guas Inclán, los cuales tomaron po- sesión el 24 de febrero; el 4 de mayo fue creado el nefasto Buró Represivo de Actividades Comunistas (BRAC), adscrito al Mi- nisterio de Gobernación; continuaron las ocupaciones de armas, protestas estudiantiles y obreras, manifiestos, escándalos, fraudes, asesinatos, huelgas, heridos y los mítines en todo el territorio nacional. Al siguiente año, el panorama era el mismo, pero el 2 de febrero de 1956 el SIM informó a la prensa acerca de un importante movimiento insurreccional que estaba or- ganizando Fidel Castro en México; el 29 de abril se efectuó un ataque revolucionario al cuartel Goicuría, en Matanzas; en agosto se suprimió la mínima subvención gubernamental al Ballet de Alicia Alonso; el 4 de septiembre la FEU ratificó su apoyo a Echeverría, su presidente, por el pacto acordado con Fidel Castro en México; el 1ro. de octubre se estableció la ins- talación de parquímetros en La Habana; el 25 de noviembre sa- lió hacia Cuba la expedición del Granma; el 30 de noviembre tuvieron lugar diversas acciones insurreccionales en Santiago de Cuba, en apoyo al desembarco anunciado; el día 2 de di- ciembre desembarcaron los expedicionarios del Movimiento 26 de Julio en el Granma; el 25 de diciembre las fuerzas represivas asesinaron a veintitrés revolucionarios en el norte de la región oriental. El 13 de marzo de 1957 fue asaltado el Palacio Pre- sidencial por jóvenes del Directorio Estudiantil Revolucionario (DER), José Antonio Echeverría ocupó la radioemisora Radio Reloj y poco después fue abatido a balazos a un costado de la Universidad; el movimiento clandestino urbano tomó auge en ese año, con acciones importantes en La Habana, Santiago de Cuba y otras muchas ciudades; el 30 de junio fue asesinado Josué País en Santiago de Cuba; el 30 de julio asesinaron también en Santiago a Frank País, coordinador del Movimiento 26 de Julio, muerte que provocó una huelga general de seis días; tuvieron lugar batallas y combates en Palma Mocha, Hombrito, Pino del Agua, Bueycito, Altos de Conrado, Veguitas...

115 El adiós a Felicia

En 1958 se enfermó Felicia de cirrosis hepática y falleció dos meses después, el 26 de mayo, a las tres de la tarde, en la casa de Santo Tomás. Julio se había ausentado por breves instantes y ella se empeoró. Cuando su esposo estuvo de nuevo a su lado, Felicia ya no podía emitir sonido alguno: abrió sus ojos, lo mi- ró y falleció. Julio se sitió abatido y desamparado... Aquel año las fuerzas rebeldes tomaban poblado tras poblado y se repetían los combates, aunque también las bajas de los hombres del Movimiento 26 de Julio fueron demasiadas y tris- tes; el 24 de febrero comenzaron las transmisiones de Radio Rebelde, desde la Sierra Maestra; en mayo, Fidel Castro asu- mió la jefatura militar y civil del Movimiento 26 de Julio en calidad de «comandante en jefe de todas las fuerzas»; el 3 de noviembre se realizó la farsa electoral; tuvieron lugar el sitio y la toma de Yaguajay, Sancti-Spíritus, Santa Clara...; el 31 de diciembre se produjo una maniobra de falso Golpe de Estado, pero el Comandante en Jefe ordenó continuar la ofensiva re- volucionaria y declarar una huelga general en toda la Isla; en la madrugada del 1ro. de enero, el dictador Batista y sus se- cuaces se dieron a la fuga. En aquel 1958 —año de la publicación de Lo cubano en la poesía, de Cintio Vitier, y de Martí, escritor americano, de Juan Marinello—, la economía de Julio Cueva empeoraba de día en día, por lo que no tuvo otra elección que alquilar la mitad de su casa, para sobrevivir con la mensualidad que le entregaba Ramón Gómez. Cuando triunfó la Revolución él vivía solo, por- que su hija Josefina se había casado...

Josefina se casó, pero no tuvo hijos, [...]. Se casó con Héctor Sorondo. Ella se fue a vivir al Cotorro a la casa de la madre

116 de Héctor y parece que a la madre no le convenía o qué sé yo. Duró el matrimonio como cuatro años. Después que muere Felicia, Josefina se divorcia y viene a vivir otra vez con tío. Héctor era hijo único, su madre se murió y yo no sé nada más de él.65

El maestro Julio cocinaba su comida, lavaba y planchaba su ropa, limpiaba la casa, compraba los mandados y se sentía muy solo, pero su energía batalladora no había decaído, por lo que realizaba las labores necesarias para la Revolución. El 16 de abril falleció su suegro, Francisco García, y una semana más tarde murió su cuñado Octavio, esposo de Rafaela Pérez, a quien, al igual que a Felicia, familiarmente le decían Fela.

65 Archivo privado de Dulcila Cañizares. Entrevista realizada por la autora a Caridad Hurtado Cueva, 10 de octubre de 1979, en La Habana.

117 Rafaela

Rafaela Pérez Pérez (Fela) nació en Santa Clara el 24 de oc- tubre de 1905. Cuando conoció a Julio Cueva ella estaba sol- tera; luego se hizo novia de Octavio, el hermano de Felicia, y se casaron. Eran de la misma familia y ella y Julio se llevaban muy bien. Rafaela manifestó que cuando ella enviudó

...en el 59 me quedé sola con mi madre, que tenía cáncer en el pulmón derecho, pero todavía trabajaba como conserje, hasta 1965.

Bueno, cuando yo enviudo, Julio estaba viudo. [...] Él mismo se lo hacía todo: se cocinaba, se lavaba, se planchaba. Jo- sefina estaba en el Cotorro. En el 61 él se operó de la prós- tata y entonces ella venía para acá y lo atendía. Yo entonces no lo podía atender, porque tenía a mi madre enferma. Yo pasaba por aquí y lo veía en esos trajines y me daba mucha lástima, pero no me alcanzaba el tiempo para ayudarlo, por- que tuve que llevar a mi mamá enferma para Benjumeda 322, que era donde yo vivía, y además tuve que empezar a trabajar como conserje, porque me faltaba la ayuda econó- mica de mi difunto esposo. Mi mamá murió a finales del 61 y un año después decidimos unirnos Julio y yo, porque nece- sitábamos ayudarnos y acompañarnos mutuamente. Enton- ces yo hice una permuta del apartamento mío de Benjumeda, para sacarle a Julio a la familia de Ramón Gómez que él tenía aquí, a quienes le tenía alquilada la mitad de la casa, para ayudarse económicamente. Habían levantado una pa- red para dividir la casa. Con Ramón Gómez hice la permuta,

118 para poner de nuevo la casa como antes, como le gustaba a Julio. Yo vine para acá en el 62.66

En 1959 vio la luz La última sonrisa de Rafael Trejo, de Pa- blo de la Torriente, impreso en La Habana por la Publicación de la Delegación del Gobierno en el Capitolio Nacional, y, en 1962, Ediciones Nuevo Mundo publicó Aventuras del soldado desconocido cubano, La isla de los 500 asesinatos, Peleando con los milicianos, Realengo 18 y Mella, Rubén y Machado, también de Pablo.

66 Ibídem. Entrevista realizada por la autora a Rafaela (Fela) Pérez Pérez, 17 de octubre de 1979, en La Habana.

119 Ex trompetista mundial, luego archivero

Ya el maestro Julio Cueva era miliciano en 1960 y años más tar- de rememoró que en

...1960 fuí nombrado en el I.C.D.M., Instituto Cubano de Derechos Musicales, en el Departamento de Recibos y A- chivero, de los recibos de las victrolas con un sueldo de $101.32 [...]. Durante este tiempo he podido escapar con ese sueldo porque el Consejo Nacional de Cultura me nombró profesor de Solfeo y Teoría y estuve ubicado 5 años en Cojímar en la Escuela Brindis de Salas, esta Escuela era Militar, aquí se encon- traban los músicos de la Banda de occidente, el sueldo era de $104.00, con esto estuve hasta que se implantó el horario de 8 horas; pues en el Instituto se trabajaba de 2 de la tarde a 7 pm. En Cojímar daba clases de 8 a 12 a.m. y ahora estoy ex- cedente del Instituto y aquí me tienen esperando mi retiro y actuando en el C.D.R. «Pablo de la Torriente Brau», como Presidente del mismo con el número 25 [...] soy fundador de este C.D.R. y todos los años hemos recibido reconocimiento al trabajo [...] sigo trabajando y cumplí el 12 de abril de 1967, 70 años, [...].67

Se mantuvo trabajando en el Departamento de Recibos del Instituto Cubano de Derechos Musicales hasta el momento de su jubilación, en 1971. Pero fueron numerosas las responsa- bilidades que tuvo a su cargo Julio Cueva, sin que le importaran

67 Ibídem. Copia de la «AUTO-BIOGRAFÍA DE JULIO CUEVA DIAZ...».

120 los sesenta y tantos años vividos, y colaboró en distintas tareas: asistía a asambleas; pertenecía a la Unión Sindical de Músicos de La Habana y creó el 28 de septiembre de 1960, con sede en su propia casa, el Comité de Defensa de la Revolución Pablo de la Torriente Brau de la Zona 16 de Pueblo Nuevo, del cual fue pre- sidente durante doce años. Por otra parte, se publicó La guerra de guerrillas, de Ernesto Che Guevara. Al siguiente año, Estados Unidos de Norteamé- rica rompió relaciones con Cuba y tuvo lugar una invasión mer- cenaria en nuestras tierras, que fue derrotada en setenta y seis horas. Es el mismo año de la Segunda Declaración de La Ha- bana, y en ese entonces también vieron la luz El Siglo de las Luces, de Carpentier, y La isla de los 500 asesinatos, de Pablo de la Torriente. En 1963, la Coordinación Provincial de La Ha- bana del Consejo Nacional de Cultura nombró a Cueva para formar parte del jurado del Segundo Festival de Aficionados. En 1965 contribuyó a la composición de los jurados que ele- girían los principales grupos musicales habaneros que entrega- rían su arte en el Festival convocado por el Comité Preparatorio Pro IX Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes. En 1966 le proporcionaron una contratación para que impartiera clases de música en el Centro Popular de Música de Marianao, donde transmitió sus conocimientos lunes, miércoles y viernes, de seis y media a diez y media de la noche. En Bolivia fue asesi- nado el comandante Ernesto Che Guevara.

121 Una humilde contribución

El maestro Cueva le escribió el 19 de julio de 1968 al entonces comandante Raúl Castro. Le comunicó que le adjuntaba

...una parte de piano de aquella pieza «UNIDAD», así como de varias obras de carácter revolucionario; además, le ad- junto copia de mi AUTOBIOGRAFIA en la que podrá apreciar mi labor tanto revolucionaria corno artística, comprendien- do las distintas giras realizadas por mí alrededor del mun- do, así como mi grado de Capitán de la Banda de Música de la 46 División del Ejército de la República Española, con el propósito de que si usted lo cree oportuno, lo utilice en lo

que crea conveniente para la Revolución, [...]. Números enviados al compañero Comandante Raúl Castro Ruz, con el propósito que si lo cree oportuno, sean utilizados en nuestra Revolución. Como todavía se paga derecho de Autor, estos 16 números, quedan exento; de dicho pago todo derecho caso de que se produzca quedan donados a nuestra revolución, como un modesto aporte del Autor.68

Este último párrafo está rubricado de su puño y letra. Los números donados a la Revolución son los siguientes: «Unidad», «OEA», «Santa Clara», «La paz del mundo», «Saba- nimar», «Alianza para el Progreso», «No volverán a pasar», «Alé alé reculé», «La paloma socialista», «Se apareció el brillante», «El arpa y la ORPA», «Castillitos en el aire», «Yanqui, cuenta bien», «Triunfando en el extranjero», y también «Y no queremos guerra». En 1968 fueron publicados Órbita, de Juan Marinello, y Poe- mas, antología, de Regino Pedroso.

68 Ibídem.

122 Julio y otra Fela

La existencia doméstica del músico cambia de manera favorable. Ya están juntos Fela y él, la casa ha vuelto a ser como antes. Julio ya no está solo y ella no se siente desamparada. El 17 de junio de 1962, ambos ancianos contraen matrimonio...

Sin decirme nada buscó todos mis papeles oficiales, calladito, y el Día de los Padres me dijo que íbamos a salir. Yo le pregunté que adónde y me dijo que al Palacio de Justicia. Ya él tenía el turno y nos había tocado casarnos el Día de los Padres. Fal- taba un testigo y en eso pasaba Peñalver, un amigo suyo, y Julio lo llamó. Y mira tú: cuando Octavio, el que había sido mi esposo, tenía diecisiete años, tuvo una hija, y ¿puedes creer que el mismo día que nos casamos Julio y yo también se estaba casando la hija de Octavio, que había nacido en 1921? El matrimonio anterior al nuestro fue el de ella.69

Josefina ya estaba divorciada y había regresado a la casa de su padre, pero de vez en cuando estaba algún tiempo en Trinidad con su hermano René Arrechea, en contra de su voluntad. El maestro Cueva ya estaba viejo, pero mantenía en perfectas condiciones sus facultades mentales. Era demasiado pronto pa- ra que su música fuera obsoleta, pues aún en la actualidad hay muchos de sus números que ofrecen un disfrute musical, por su línea melódica, su gracejo y su cubanía. Sin embargo, como él escribió el 15 de julio de 1969,

...la única queja que tengo es que en los ocho años de Re- volución no se me haya grabado ni un número viejo ni nuevo

69 Ibídem. Entrevista realizada por la autora a Rafaela (Fela) Pérez Pérez, 17 de octubre de 1979, en La Habana.

123 [...], es verdad que hubiera querido escuchar algo nuevo mío y que se me nombrara para que mi pueblo sepa que ni me he muerto ni me he exilado, bueno cuando la Crisis de Octubre nos llamaron de la UNEAC, para que escribiéramos algo y el número que escribí fue seleccionado por el I.C.R. y estre- nado en CMQ Televisión, pero miren qué contraste, era una canción y me la pasaron como un Cha Cha Chá, perdió en carácter y se titula «NO VOLVERÁN A PASAR», la estrenó el Coro del I.C.R., a pesar de todo gustó, yo dije quizás la gra- ben, para que la escuche mi pueblo, pero no fue así. [...]70

Entre 1959 y 1975, sin el incentivo de que algunas de sus obras fueran grabadas, y sin que lo hubieran invitado jamás para tocar su trompeta, el modesto músico trinitario creó veintiséis obras, de las cuales doce quedaron inéditas y le estrenaron diez. Las cuatro restantes no tienen ninguna nota que refiera si se dieron o no a conocer. Su archivo estaba en una pequeña barbacoa de su último do- micilio y tuve la oportunidad de revisar su papelería en 1979: cartas familiares, contratos de cabarés extranjeros, una circular del Estado Mayor del Ejército Español con su ascenso al grado de teniente y documentos de su Comité de Defensa Pablo de la Torriente Brau. En infinidad de fotografías estaban las que le tomaron en distintos sitios de Cuba, Estados Unidos y Europa, y también muchísimas con varios de sus intérpretes, como Ma- nuel Licea (Puntillita), Sergio Nicols, René Márquez (El Prínci- pe del Bolero), Rita Montaner, Orlando Guerra (Cascarita) y otros, pero sentí gran tristeza, porque el agua de una filtración del techo había deteriorado diversos papeles, entre ellos alguna que otra partitura. Se pudieron rescatar, entre otras, «No volve- rán a pasar», «Y no queremos esa guerra», «Batallón 14-10», «A ti, aspirante a pionero», «La paloma de la paz» y «Te lo dije, Trinidad» (fandango y tonadas trinitarias, 1975), su última obra, estrenada en su pueblo natal en la Semana de la Cultura de 1979, dedicada íntegramente a honrar su memoria.

70 Ibídem. Copia de la «AUTO-BIOGRAFÍA DE JULIO CUEVA DIAZ...».

124 Retiro de billetero

Julio Cueva recibió el 8 de enero de 1971 una notificación de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), en la que le manifestaban que él había sido confirmado como miembro de la Sección de Música luego de la modificación realizada en la misma. Un año después decidió jubilarse, pues supuso que

...la cuenta aquí es la siguiente. Total trabajado 57 años, sie- te en Europa y Estados Unidos y cincuenta en mi querida Cuba. Al quedar excedente yo pensé que lo que tenía que hacer era juvilarme [así]. Después de todo mi recuento, ¡gran sor- presa! Después de estar esperando mi chequera yo pensé, bueno los últimos cinco años 200.00 y pico de pesos me darán cien pesos, yo tampoco quería más, pero cincuenta pesos fué lo que vino en la primera chequera. Al transcurrir algunos meses, me retiran aquella chequera y me entregan otra que es la que tengo en la actualidad con $60.00 o sea un aumento de diez pesos. Sinceramente, juro, que no quiero se me aumen- te nada aunque tenga derecho a ello por mi contribución a mi retiro. Eso sí, sólo pido se me reconozca, mi modesta, pe- ro sincera cooperación a nuestra causa y por la que seguiré cooperando de acuerdo con mis posibilidades hasta el fin de mi vida.71

Por supuesto que merecía y tenía sobrados derechos para una jubilación mejor remunerada, porque fueron muchos los años tra- bajados. De aquellos tristes momentos recordó Rafaela que

...Julio se jubiló en 1971, que fue el año en que le dieron la chequera a los vendedores de billetes, y la de Julio salió así,

71 Ibídem. Documento mecanografiado escrito por Julio Cueva, 1972.

125 porque lo confundieron con un billetero, aunque su expe- diente estaba en el Ministerio del Trabajo y era enorme, y el retiro era de cincuenta pesos, y estuvo reclamando y recla- mando hasta que se cansó, porque el individuo a quien él iba a ver se le escondía. Estuvo un año con esos cincuenta pesos. Cuando le dieron la Orden Primero de Mayo de la CTC, en 1973, tuvo la oportunidad de hablar con Lázaro Peña, pero ya la chequera era de sesenta. Habló con él y se lo contó todo y a los dos o tres días lo citaron del Banco y le subieron vein- ticinco pesos, o sea, su retiro fue de ochenta y cinco. Por De- recho de Autor lo mismo nos llegaban treinta, cuarenta, quince, seis pesos, no mensual. Mensual no me han pagado después tampoco nunca, y siempre es muy poco. Además, una parte es para mí y otra es para Josefina, y yo lo que tengo es un re- tiro de sesenta pesos. Su música, en estos años setenta, se oye más en Camagüey, Güines, Santiago de Cuba..., por allá más que aquí, lo mismo en radio. Cada vez la ponen menos, porque productores, cantantes, directores y sonidistas de radio, televisión y cabarés ya no la utilizan.72

Fue un desamparado final para el maestro Julio Cueva y pa- ra su última compañera, pero más doloroso fue para el músico saberse separado, omitido, excluido, olvidado... Sin embargo, persistió en su lucha revolucionaria hasta días antes de su fa- llecimiento..., pero su nombre, su música y su fama interna- cional por haber dado a conocer en el Viejo Mundo y en Estados Unidos los géneros musicales cubanos son desconocidos in- justamente por la generalidad de nuestro pueblo, y mucho más por los nacidos después del triunfo revolucionario, aun teniendo en cuenta de que de vez en cuando escuchamos números ob- soletos de autores que no alcanzaron jamás la popularidad de la música del maestro Cueva. El 12 de abril de 1971, el Consejo Municipal de Cultura de Trinidad le ofreció un homenaje en la Biblioteca Gustavo Iz- quierdo.

72 Ibídem. Entrevista realizada por la autora a Rafaela (Fela) Pérez Pérez, 17 de octubre de 1979, en La Habana.

126 El fallecimiento de su hermana

En los primeros meses de 1975 Josefina se enfermó, por lo que el maestro Cueva determinó que debía estar una temporada en Trinidad. El 10 de marzo le escribió lo siguiente:

...Yo nunca te abandonaré mientras viva. Acuérdate que el médico me dijo que te llevara para algún lugar donde tú es- tuvieras un buen reposo y sobre todo ahí en estos momentos hay frutas que aquí en La Habana se dificultan y además yo quiero que tú vayas comprendiendo que en ese pueblo naciste tú y yo también, y el que no quiere a su pueblo es una mala persona, pórtate bien [...] pues yo creo que tú debes acostumbrarte a tu pueblo, porque yo tarde o temprano iré a pasar los últimos días de mi vida a mi pueblo que es Tri- nidad.73

Ana Rosa, la hermana de Julio, se vio obligada a ingresar en el Centro de Dependientes, Sala Pérez Pérez, habitación 301, en julio de 1975. El 5 de julio falleció de cáncer. El músico su- frió un disgusto demasiado doloroso. Según Fela, su esposa:

...a Julio lo afectó mucho la muerte de su hermana, porque él la crió. Fue una cosa muy rápida, inesperada. En la casa no decía nada, pero a todos !os amigos les decía que se sentía muy mal. Antes de la muerte de Ana Rosa él tuvo un dolor fuerte en el pecho; en el hospital le dijeron que no tenía nada en el

73 Ibídem. Copia de carta mecanografiada de Julio Cueva a Josefina Cueva, 10 de marzo de 1975, La Habana.

127 corazón, pero que de todas formas fuera a verse con un car- diólogo. Al recuperarse no se atendió como le indicaron y continuó haciendo su vida en la forma acostumbrada.74

Ya en esa época Cueva hacía un corto tiempo que trataba de cambiar su vivienda por otra en su pueblo natal, a pesar de que Josefina se negaba a tal permuta, pero el músico insistía, porque ese asunto ya lo había discutido con su hija en dema- siadas oportunidades. Julio no añoraba una de las casonas tri- nitarias con gruesos muros ni ventanas con balaustradas de madera con vuelos mixtilíneos, ni tampoco con un jardín col- mado de rosales, jazmines de cinco hojas, piscualas, estefa- notes, jazmines dobles, galán de noche, júpiter y violetas; ni que tuviera plantas como la albahaca blanca y morada, el clavo de olor, la menta, el tilo, la yerbabuena; mucho menos prefe- ría que tuviera árboles frutales de mango, chirimoya —que en Trinidad se le dicen mamones—, nísperos y anones; ni soñaba con techos con tirantes y lacerías, como tampoco le preocu- paban los aleros de tejaroz, pues se conformaba con una humil- de y pequeña casa, aireada y limpia, pero su amor por la hija lo mantuvo durante demasiado tiempo tratando de convencer- la de un regreso al pueblo natal, y tanto demoró en complacen- cias que no le alcanzó la vida. Acerca de a ese deseo le escribió el 18 de julio a René Arrechea, un hermano de Josefina, que

...hoy me llamó Rovirita, que vino a traer a la señora a ver- se con el médico, y me habló da un tal Cheche Guerra, que tiene una casa en Desengaño y Aguacate que quiere permu- tar, yo ahora cuando vaya a esa voy a ver esa casa porque el hombre de la calle de la Boca, todavía no le han dado la propiedad y ahora sí es verdad, René, aunque me digan que tengo que pagar alquiler allá, hago la permuta.75

74 Ibídem. Entrevista realizada por la autora a Rafaela (Fela) Pérez Pé- rez, 17 de octubre de 1979, en La Habana. 75 Ibídem. Copia de carta de Julio Cueva a René Arrechea, 18 de julio de 1975, La Habana.

128 Días después le escribió a Pedro Peñones que saldría para Trinidad a las cuatro de la tarde del sábado 23 de agosto, ro- gándole que le reservara una habitación para cinco días en el hotel La Ronda, e insistía en que «...yo lo que quiero es vivir en mi pueblo (no vivir), pasar los últimos días que me queden pues creo tengo derecho».76 En igual fecha le escribió también a su hija Josefina, notificándole que se encontraba

...un poco bravo contigo, porque tú no tienes derecho a ex- presarte en esa forma de Trinidad. Si a ti no te gusta cá- llate pero no ofendas, porque van a decir que tú o eres muy malcriada o no estás bien del cerebro y yo no quiero que me digan más eso que tú dices que Trinidad es una mierda, porque yo soy el primero que no te lo voy a tolerar porque yo sí soy trinitario, aunque tú niegues tu pueblo quiero que sepas que cuando te sacamos a ti Fela y yo no fue de La Ha- bana, fue de ahí de donde tú estás ahora, y quiero que sepas que el que niega a su pueblo no quiere ni a su madre ni a su padre ni a nadie. [...]77

El mismo día también le escribió a René Arrechea para hacerle saber que iría para Trinidad el día 23 de ese mes y que su mayor interés era acabar de resolver su mudada para su pueblo, por lo que iría «...a ver la casa de la calle Desengaño esquina a Aguacate. Si la veo como me dicen en seguida realizo la permuta. Ya no puedo esperar más, además ya yo no me estoy sintiendo como antes [...]».78

76 Ibídem. Copia de carta de Julio Cueva a Pedro Peñones, 1ro. de agosto de 1975, La Habana. 77 Ibídem. Copia de carta de Julio Cueva a Josefina Cueva, 1ro. de agosto de 1975, La Habana. 78 Ibídem. Copia de carta de Julio Cueva a René Arrechea, 1ro. de agosto de 1975, La Habana.

129 «Te lo dije, Trinidad»

Según lo acordado, el domingo 24 de agosto de 1975 llegó el músico a su pueblo amado. Estaba muy triste por el reciente fallecimiento de su hermana, pero encontrarse con sus amigos siempre significaba alegrías para su viejo corazón. Como era natural estuvo con su hija y la familia de René Arrechea, luego visitó a René Hernández Esquerra, a Heriberto González Villa, a Pedro Peñones y a Llito Castellanos, quien comentó años más tarde que Julio siempre le mostraba sus últimas obras, pero no le llevó la partitura de «Te lo dije, Trinidad». La in- tención del maestro Cueva era que la Orquesta Las Cuevas se ocupara del estreno de esa pieza, pero padeció la desilusión de no poder lograrlo, porque los músicos de aquella agrupación se encontraban de vacaciones. Tal vez por el disgusto no le en- señó la partitura a Llito. Esta fue la última visita a su pueblo, a sus amigos, a quienes no se cansaba de decirles que deseaba que su muerte lo sorprendiera en Trinidad, que sus postreros días necesitaba que transcurrieran en su pueblo de antiguos ca- serones y callejones llenos de encanto. Estuvo en más de una oca- sión con su más cercano, íntimo e invariable amigo Juan Peñones de la Viña, quien en 1979 rememoró, emocionado y triste, que…

Julito hizo grandes esfuerzos por venir para Trinidad y se le presentaron varias permutas, pero tú sabes que él crió a una niña, y esa niña, ya una mujer hecha y derecha ha sido demasiado ingrata, porque ella tenía la obligación de ir al fin del mundo con Julio Cueva, porque todo el mundo conoce que la adoptaron como hija legítima y que hicieron por ella, tanto Julio como sus dos esposas, más de lo que pudieron, pero ella no quiso volver a vivir más nunca aquí. Se le pre- sentaron buenas permutas, pero ella no quería, hicimos mi- les de gestiones, pero la niña fue la culpable, y por no darle

130 un disgusto a ella fue que él no regresó aquí. En agosto de 1975 fue la última vez que vino. Fue la última vez que lo vi. Nos quisimos como hermanos y lo extrañé mucho cuando se fue de Trinidad, al punto que dejé de tocar, porque su or- questa desapareció y ya casi no quedan orquestas típicas en Cuba. En la Banda Municipal yo tocaba la batería bajo su dirección. La batería es difícil, por la contabilidad que hay que llevar, midiendo a veces ciento y pico de compases de compasillo. Pero en su orquesta típica tocaba figle, que fue con el instrumento que más me destaqué. Fuimos in- separables. Nos compenetramos desde el principio como si hubiéramos sido hermanos: Julio Cueva y Juan Peñones eran una misma persona. Me mandó buscar muchas veces, cuando estaba en La Habana, y de París me mandó hasta el dinero para que me fuera para Europa, cuando él andaba de gira por allá, pero ya yo tenía dos hijos, además de mi mujer, y no podía dejarlos por detrás. Lo extrañé mucho cuando se fue, porque él era un hombre excelente y nunca vi a nadie disgustado con Julio ni a Julio insultando a nadie. Era admirable y todo el mundo lo quería. Cuando se fue de la Banda, dejó un repertorio incalculable: un repertorio enor- me que vale un capital. Escribió muchos danzones —como ya dije antes—, de los cuales la mayoría se perdió en Es- paña, cuando la Guerra Civil, y yo recuerdo muy bien por qué surgieron algunos de ellos. Puedo contarle que Jesús del Gran Poder lo escribió Julio cuando empezaron a anun- ciar que venían unos aviadores en un avión español, que se llamaba así, y total, el problema fue que cambiaron el rumbo y ni llegaron a Cuba, pero quedó el danzón de Julio. Otro de los danzones desaparecidos fue Desterrado se fue el 26, que lo escribió por lo amargo que fue el año 1926 para nuestro país, por aquel terrible huracán. Que le mande el paquete se llamó originalmente El gallo canelo, y su his- toria es la siguiente: aquí había un barbero llamado Arturo Valle y había también un viejo que trabajaba en el Correo. Arturo, por mortificar al viejo, mandaba a cualquiera para que le dijera que le entregara el paquete del gallo canelo, y aquel hombre insultaba de mala manera al que le fuera

131 con el lío del paquete. Julio tenía una facilidad increíble para escribir un número por cualquier cosa que ocurriera, por eso también escribió piezas que criticaban la política de entonces, el robo de los gobernantes, el hambre que su- fría el pueblo. Y eso tiene mucha importancia para la his- toria de nuestra música popular, aunque está olvidado y ya ni se oye nada de él. Te lo dije, Trinidad fue lo último que compuso. Cuando la Orquesta Las Cuevas lo estrenó en 1979 ya Julito había fallecido y no pudo disfrutar ni esa alegría.79

Es fundamental dejar constancia de que, al igual que Tri- nidad estaba en su memoria y en su corazón, al punto de querer morir en su tierra, también los trinitarios lo tenían en cuenta siempre, no sólo sus amigos y los hombres y mujeres de su generación, sino también jóvenes que tal vez ni lo habían visto personalmente, pero que conocían su obra. Julio Cueva estaba presente en el espíritu de sus coterráneos mientras vivía y sigue estándolo en la actualidad, porque es una figura relevante para los trinitarios. A su regreso de Trinidad, sin estrenar «Te lo dije Trinidad» ni haber podido solucionar el traslado de su vivienda, volvió Ju- lio para la capital cubana y prosiguió sus cotidianas costum- bres de privaciones y miserias, ya que la jubilación de Fela era de sesenta pesos y la suya de ciento cuarenta y cinco, y con esos pocos doscientos cinco pesos tenían que sobrevivir ellos dos y Josefina, por lo que en las fotografías de esa época los tres aparecen con pobres vestimentas, su casa era sencilla, humilde, sin adornos, con muebles de muchos años atrás, y la alimentación muy insuficiente para ellos. Era demasiado poco el dinero que percibían, pues ni la ayuda de Derechos de Autor servía para mucho, porque era ínfimo lo que se percibía por la obra del músico. El postrer trabajo que efectuó fue un mural para su Comité de Defensa de la Revolución, en el cual estuvo trabajando el día entero, con actividades físicas que ya le es- taban vedadas por su severa cardiopatía.

79 Ibídem. Entrevista realizada por la autora a Juan Peñones, 20 de oc- tubre de 1979, en Trinidad.

132 Un triste día

En 1979, Rafaela Pérez, la afable y bondadosa Fela —que fa- lleció el 16 de enero de 1991— rememoró, muy emocionada y triste, que

...Un día, me levanté como siempre, a eso de las cinco y me- dia o las seis menos cuarto, hice el café y se lo llevé a la ca- ma. Se lo tomó. Más tarde le llevé un vaso de leche de vaca, cruda, como a él le gustaba, y también se lo tomó. Todavía no eran las siete cuando me dijo que le iba a dar otra vez el dolor en el pecho, y poquito después que ya lo tenía, muy fuerte. Josefina estaba durmiendo y yo salí corriendo para la esquina, en busca de una máquina, pero no la encontré. Me encontré con un vecino y le pedí que buscara él la má- quina, para poder vestir a Julio y llevarlo al hospital. Yo vine para la casa, para prepararlo, y enseguida llegó la máquina. No me dio tiempo ni de cambiarlo. En pijama y chancletas me lo llevé para el hospital Calixto García, donde estuvo tres días en terapia intensiva, haciéndole de todo. Después lo pasaron para la sala de cardiacos y asmáticos, en la que se veían cosas horribles. Entonces hablé con un médico amigo de él y le pedí que lo sacaran de aquella sala. Él habló con el director y lo pasaron para la San Martín, que fue donde murió. No llegó a la semana en el hospital. Yo me quedaba con él todas las noches y por el día venía un rato para la casa y volvía para el hospital después de al- muerzo, ya hasta el otro día, pero dio la casualidad que llegó la Noche Buena y le dieron arroz con pollo; él lo quiso comer, pero no pudo. Entonces le dieron un muslito de pollo y lo mor- dió un poquito, pero me dijo que mejor se lo trajera a Cane- lita, la perra que tanto quería, y tuve que traerle el muslo

133 a Canela, porque estaba pendiente de que si su perrita había comido y esas cosas. El día 30 de diciembre había mucho frío y me empezó como una angustia. Fui a la cafetería, como a las cinco de la mañana, pero no había café y entonces le dije que iba a venir un momento a la casa a tomar tilo o algo, porque yo me sentía mal. Él me dijo que estaba bien, pero me cayó un nerviosismo por haberlo dejado solo tan tempranito, sin que hubiera tomado ni la leche, pero me sentía muy mal. Llegué a la casa y le di el pase a Josefina, para que fuera con él, pero no la dejaron entrar, porque el cambio de pase era a la una de la tarde. Yo lo que hacía era entrar por el Cuerpo de Guardia, pero olvidé decírselo. Ella regresó y entonces le dije que le iba a hacer el almuerzo para que se fuera bien temprano con Julio. Cociné, ella al- morzó y se fue. Yo no pude almorzar. Cuando ella llegó él lo único que hacía era preguntar cuándo yo iba: «¿Cuándo viene Fela?». Josefina, en lugar de llamarme, no lo hizo, si- no cuando se estaba muriendo. A eso de las tres me fui a bañar y me sentí peor, nerviosa, qué sé yo. De pronto sentí el teléfono y me dije que seguro era del hospital. Eran las tres y media y me dijeron que fuera, que Julio se estaba muriendo. Cuando llegué ya había muerto y lo estaban lim- piando. No me dejaron pasar. Me ha quedado la pena, la tristeza, de que quizás él murió con la necesidad de decirme algo, de recomendarme algo, y no pudo hablarme, el pobre- cito. Era el 30 [así] de diciembre de 1975.80

A pesar de que Rafaela manifestó aquel día, y en otras mu- chas oportunidades, que Julio Cueva había fallecido el 30 de diciembre de 1975, en la certificación de defunción del maestro (Registro del Estado Civil, Municipio Playa, tomo 301, folio 341), aparece que su fallecimiento ocurrió a las tres y cincuenta de la tarde del 31 de diciembre de 1975.

80 Ibídem. Entrevista realizada por la autora a Rafaela (Fela) Pérez Pé- rez, 17 de octubre de 1979, en La Habana.

134 Sin final

La cubanía de su creación y lo popular de la misma son in- negables, y ejemplos de ambas cosas son «Tingo talango», «El marañón», «Cadencioso, sin agitación», «El golpe bibijagua», «Ladrón de gallina», conocido también como «San Berenito» —del cual Rita Montaner realizó una interpretación única—, entre muchas otras ya mencionadas con anterioridad. Es cier- to que el maestro Cueva no produjo ningún género musical, pero originó un estilo, un modo excelente, caracterizado por su sello personal. Ese estilo cubanísimo impresionó y mara- villó en su momento, pues cautivó al público de manera no- table. En la época actual, aquellos que se deleitaron con Julio Cueva y su Orquesta y con las anteriores que dirigió, al es- cuchar los discos de antaño identifican con añoranzas aquel estilo. Y por su estilo y su herencia musical, básicamente cubana y popular, habría que transmitir su música —para evo- caciones y delicias de aquellos que la disfrutaron y para que la conozcan las generaciones actuales—, porque la criolla y sabrosa obra del trinitario es un auténtico archivo musical que expresa escrupulosamente una larga época de la historia nuestra.

135 Catálogo de obras Nota: Lo que aparece entrecomillado debajo de la obra fue es- crito por Julio Cueva. Se ha respetado su ortografía.

1918 Obra: «Ten cuidado con Irene» (Danzón) Se estrenó en 1918, Parque Leoncio Vidal, Santa Clara: «Este número lo suprimí porque fue un caso doloroso que sucedió».

Obra: «Campanario» (Danzón) Se estrenó en 1918, Parque Leoncio Vidal, Santa Clara: «...lo escribí inspirado en un vendedor de chicharrones».

Obra: «Chucumbún» (Danzón) Se estrenó en 1918, Parque Leoncio Vidal, Santa Clara: «Su letra era muy sencilla, cantada siempre en la última parte del danzón [...] Chucumbún, cumba, cumbacún».

1923 Obra: «Felisa» (Inicialmente, danzón; luego canción) Se estrenó en 1923, Trinidad.

Obra: «La melena» (Danzón y luego guaracha) Se estrenó en 1923, Trinidad.

1923-1928 Obra: «El marañón» (Danzón y luego son guajiro) Se estrenó entre 1923 y 1928, Trinidad, como danzón; se es- trenó el 29 de junio de 1942, como son guajiro, Sans Souci, La Habana.

139 Obra: «Jesús del Gran Poder» (Danzón) Se estrenó entre 1923 y 1928, Trinidad. «Su letra es con mo- tivo del suceso que le ocurrió al avión del mismo nombre, que venía de España hacia Cuba y fué a parar a Carachi».

Obra: «Dos cosas pa tomar con leche» (Danzón y luego son pregón) Se estrenó entre 1923-1928, Trinidad, como danzón; se es- trenó en 1943 como son pregón, CMQ Radio, Monte y Prado, La Habana.

Obra: «Estoy espiritista» (Danzón) Se estrenó entre 1923-1928, Trinidad.

Obra: «El golpe bibijagua» (Danzón y luego son guajiro) Se estrenó entre 1923-1928, Trinidad, como danzón; se es- trenó el 24 de marzo de 1942 con la orquesta Hermanos Palau, cabaret Sans Souci, La Habana. Obra inscripta como son gua- jiro el 6 de abril de 1942.

Obra: «Bronca en el solar» (Danzón) Se estrenó entre 1923-1928, Trinidad, como danzón.

Obra: «El cayito» (Danzón) Se estrenó entre 1923-1928, Trinidad, como danzón.

Obra: «Los atolondrados» (Danzón) Se estrenó entre 1923-1928, Trinidad, como danzón.

Obra: «La pintura blanca» (Danzón) Se estrenó entre 1923-1928, Trinidad, como danzón.

Obra: «El hombre de la medianoche» (Danzón) Se estrenó entre 1923-1928, Trinidad, como danzón.

Obra: «Cáscara, puya y palante» (Danzón) Se estrenó entre 1923-1928, Trinidad como danzón.

140 Obra: «Candela en Quemadito» (Danzón) Se estrenó entre 1923-1928, Trinidad, como danzón.

Obra: «7-24 o Que te puyen» (Danzón) Se estrenó entre 1923-1928, Trinidad, como danzón.

Obra: «Tingo talango» (Danzón y luego son) Se estrenó entre 1923-1928, Trinidad. Obra inscripta como son guajiro el 1ro. de marzo de 1941.

Obra: «El gripazo» (Danzón) Se estrenó entre 1923-1928, Trinidad, como danzón.

Obra: «Bodas de plata» (Danzón) Se estrenó entre 1923-1928, Trinidad, como danzón.

Obra: «Caprichito loco» (Danzón) Se estrenó entre 1923-1928, Trinidad, como danzón.

Obra: «Eso es poco» (Danzón) Se estrenó entre 1923-1928, Trinidad, como danzón.

1924 Obra: «Que le mande el paquete» (Danzón / sin letra) Se estrenó en 1924, Trinidad.

Obra: «Victoria primera» (Danzón / sin letra) Se estrenó en junio de 1924, Sociedad El Liceo, Trinidad.

1925 Obra: «Con mis tijeras no» (Danzón / sin letra) Se estrenó en 1925, Sociedad El Fénix, Trinidad.

Obra: «Shanghai» (Danzón y luego son) Se estrenó en 1925, como danzón, en el Parque Céspedes, Trinidad; se estrenó en 1943, como son, en CMQ Radio, La Habana.

141 Obra: «Desconfianza» (Afrocubano) Inédito.

1926 Obra: «Deletreando V-IVI V-O-V-O» (Son montuno) Se estrenó en 1926, Trinidad.

Obra: «Se acabó el Lila» (Guaracha) Se estrenó en 1926, Trinidad.

Obra: «Palabras de candidatos» (Tumbao guajiro) Se estrenó en 1926, Trinidad.

Obra: «Desterrado se fue el 26» (Danzón)

Obra: «¿Por qué lloras, Trinidad?» (Canción) Se estrenó en 1926, Trinidad.

1927 Obra: «Son comorice» (Son afro) Se estrenó en 1927, Trinidad. «Escrito en Trinidad en el año 1927, para el Cabildo San Antonio».

1929 Obra: «Sueño de un músico» (Son montuno) Inédito. «Escrito en La Habana, en 1929».

1934 Obra: «Santa Clara» (Bolero son) «Estrenado en París- Cabaret «La Cueva», feb. 1934. Dado a co- nocer en Cuba en 1939, en la CMHI Radio, Sta. Clara (conteni- do patriótico)».

1935 Obra: «El bizcocho» (Son cubano) «Estrenado en el Cabaret «Casablanca», Madrid, en 1935 o 1936».

142 Obra: «¡Ay, qué trompá!» (Guaracha) «Estrenado en Madrid, en el Cabaret «Satán», año 1935».

Obra: «No siga má..., mujé» (Son afrocubano) «Escrito en Madrid en el año 1935».

Obra: «Qué titingó» (Guaracha) «Estrenado en Madrid, España, en el año 1935».

1936 Obra: «Casimiro mucho tomate» (Guaracha) «Estrenado en el Cabaret «Casablanca», Madrid, en el año 1936».

Obra: «Satán» (Guaracha) «Estrenada en el Cabaret «Satán» de Madrid, en el año 1936».

Obra: «Quirina con su conga» (Conga) «Estrenada en el Cabaret «Satán», en Madrid, España, en el año 1936».

Obra: «Maldita Quinta Columna» (Bolero son) «Estrenado en Madrid, España, durante la guerra civil, comenzada en el año 1936 - Este bolero fué estrenado en Radio Madrid, en el año 1937».

1937 Obra: «Pout pourrit de la 46 División» (Popurrí) «Escrito en el año 1937, siendo Director de la Banda de Mú- sica de dicha División».

1938 Obra: «La farsa o la No Intervención» (Son cubano) «Esta letra fué escrita en Ametlla de Mar el 15 de Agosto de 1938».

Obra: «El divisionario» (Marcha) «Dedicada a la 46 División (Batallón Divisionario), sept.».

143 1939 Obra: «Alé alé reculé» (Guaracha) «Estrenada en el Campo de Concentración de Argelés Sur Mer, Francia. En este campo estuve preso 78 días al venir de la guerra de España. Abril de 1939».

Obra: «Mis vacaciones» (Rumba) «Estrenada en Trinidad en Junio de 1939».

Obra: «Malembo» (Son afrocubano) «Estrenado en Santa Clara en la emisora CMHI el 30 de septiembre de 1939. Inscripto en la Habana el 22 de octubre de 1940».

Obra: «Antonio Abá» (Son afrocubano) «Estrenado el 30 de septiembre de 1939, Emisora CMHI, Sta. Clara. Registrado en octubre 22 de 1940».

Obra: «Caprichos de abuela» (Guaracha) «Estrenada en Ranchuelo, en el año 1939. Estrenada en CMHI, Orquesta Monte Carlo».

Obra: «Arrastrando guano seco» (Son afrocubano) «Estrenado en CMHI, Santa Clara, en el año 1939».

Obra: «Facundo está loco» (Guaracha) «Estrenada en la Emisora CMHI de Santa Clara en Diciem- bre de 1939».

Obra: «Etanilao» (Afrocubano) «Estrenado en la emisora CMHI de Santa Clara el 25 de Diciembre de 1939. Inscripto en octubre 22 de 1940».

Obra: «Trinidad, la legendaria» (Canción) «Estrenada en NMHI - Sta. Clara - en Diciembre de 1939».

144 1940 Obra: «Cuba en la guerra» (Guaracha) «Este número se estrenó en Mil Diez en el año 1940».

Obra: «Yo no quiere guerra» (Lamento afrocubano) Se estrenó en 1940, radio emisora Mil Diez, La Habana.

Obra: «¡Ay...!» (Son guajiro) «Estrenado en la emisora Suaritos en el año 1940».

Obra: «Medio tiempo» (Bolero mambo) «Estrenado en la Emisora Suaritos, año 1940».

1941 Obra: «Qué caló» (Tango congo) «Estrenado el 1ro. de Agosto, 1941 en la Emisora R.H.C. Ca- dena Azul. Inscripto el 23 de Julio, 1942».

Obra: «El rompe ola» (Guaracha) «Estrenada en CNW-Radio, Monte y Prado, el 30 de Marzo de 1941».

Obra: «Rascando, siempre rascando» (Guaracha) «Estrenada en CMQ-Radio, 1941 (Monte y Prado) e inscripto el 23 de Julio, 1942».

Obra: «Pobrecitos los hombres» (Guaracha) «Estrenada en CMQ-Radio -Monte y Prado- en el año 1941».

Obra: «El güiro es un instrumento» (Guaracha) Estrenada en 1941.

Obra: «¿Que no le tiraron? ¡Y lo movieron!» (Guaracha) «Estrenada en CMQ-Radio en el año 1941».

Obra: «Ladrón de gallinas» (Afrocubano) «Estrenado en la Emisora Suaritos con la Orquesta «Her- manos Palau», el 25 de Diciembre de 1941».

145 Obra: «Un solo golpe a la lata» (Guaracha) «Estrenada en la Emisora Mil Diez en 1941».

1942 Obra: «Demokracia con K» (Guaracha) «Estrenada en la Emisora Mil Diez, en Enero 15 de 1942».

Obra: «El camello» (Son oriental árabe) «Estrenado en la emisora Mil Diez en el año 1942».

Obra: «Pobrecitas las mujeres» (Guaracha) «Estrenada en CMQ-Radio, Monte y Prado, en Febrero de 1942, e inscripta en Mayo 11 del mismo año».

Obra: «Cero Hitler en el 42» (Conga) «Estrenada en Junio de 1942 en Sta. Clara en la Verbena Tingo Talango en la calle La Gloria. Fué oportuno en ese momento».

Obra: «Fela mía» (Canción) Dedicada a su primera esposa. Inédita. Obra inscripta el 22 de julio de 1942.

Obra: «Huesos duros» (Tango-congo) «Estrenado en Sans Souci el 4 de Agosto de 1942 e inscripto el 20 de Agosto del mismo año».

Obra: «Tirando voladores» (Guaracha) «Estrenada en la CMQ-Radio, Monte y Prado. (1942)».

Obra: «El piropo» (Son guajiro) «Estrenado en CMQ-Radio, Monte y Prado, e inscripto en Agosto 22 de 1942».

Obra: «En el Ñongo» (Son guajiro) «Estrenado en el año 1942 y grabado en Discos «Panart»».

146 Obra: «Lechón y guanajo» (Son guajiro) «Estrenado en la emisora Suaritos el 24 Diciembre de 1942. Registrado el día 17 de marzo de 1943».

1943 Obra: «Defiéndete» (Guaracha) «Estrenada en CMQ-Radio, Monte y Prado e inscripto en Enero 10 de 1943».

Obra: «Sabanimar» (Son guajiro) «Estrenado en la Emisora Mil Diez, año 1943, abril».

Obra: «Sebo y limón» (Son guajiro) «Estrenado en CMQ-Radio, Monte y Prado, e inscripto Oc- tubre 23 de 1943».

Obra: «¡Amigo!» (Son guajiro) «Estrenado en CMQ-Radio en Abril 10 de 1943, e inscripto en Junio 5 del mismo año».

Obra: «Castillitos en el aire» (Son guajiro) «Estrenado en la Estación Mil Diez e inscripto el 15 de sept. de 1943».

Obra: «Un saco lleno de agujeros» (Guaracha) «Estrenada en la Emisora mil Diez el 10 de Octubre de 1943 e inscripta el 13 de Diciembre del mismo año».

Obra: «A Guanabacoa» (Bolero son) «Estrenado en el Liceo de Guanabacoa en 1943».

Obra: «Loma de San Juan» (Bolero) Se estrenó en 1943.

Obra: «Pensando en Cuba» (Guajira) Se estrenó en CMQ Radio, La Habana, 11 de diciembre de 1943.

147 1944 Obra: «Negra, piensa» (Lamento afrocubano) «(Lo cantó Rita Montaner en el año 1944. Inscripto Febrero 14 de 1945)».

Obra: «Sacando boniato» (Son montuno) «Estrenado en la emisora Suaritos el 10 de Julio de 1944, e inscripto en Noviembre 6 del mismo año».

Obra: «Pasito pa’lante» (Guaracha) «Estrenada en CMQ-Radio, Monte y Prado, e inscripta el 12 de Julio de 1944».

Obra: «El contrapeso» (Son guajiro) «Estrenado en CMQ-Radio –Monte y Prado– el 25 de Julio de 1944 e inscripto en Noviembre 6 del mismo año».

Obra: «Cadencioso, sin agitación» (Bolero son) «Estrenado en la Habana en la R.H.C. Cadena Azul en 1944 e Inscripto el 7 de Noviembre, 1969».

Obra: «Agua de tinajón» (Guaracha) «Estrenada en Camagüey en la Emisora de Río Verde en el año 1944».

Obra: «A quilito el puente» (Guaracha) «Escrito en 1944».

Obra: «El médico en la consulta» (Guaracha) «Estrenado en CMQ-Radio, Monte y Prado, en el año 1944».

Obra: «¿Por qué llora la vaquita?» (Guaracha campesina) «Estrenada en la emisora Mil Diez el 10 de Octubre de 1944 e inscripta en Diciembre 20 de 1944. Estuvo urgente por el abuso de echarle agua a la leche. Una protesta de las Vacas y del Pueblo».

148 1945 Obra: «To los días lo mismo» (Guaracha) «Estrenada en la Emisora CMQ, Radio, Monte y Prado, en Enero 20 de 1945 e inscripta en Febrero 14 del mismo año».

Obra: «En tiempo e mango» (Son guajiro) «Estrenado emisora Radio Cadena Suaritos en el año 1945».

Obra: «La culpa es de Hitler» (Guaracha) «Escrito en 1945».

Obra: «Cosas que dan disgusto» (Guaracha) «Inscripta 14 de Febrero, 1945 y estrenada en CMQ-Radio».

Obra: «Cantos de sirena» (Guaracha) «Inédita. Escrita en La Habana, en 1945».

Obra: «Aprovechen que se acaba» (Guaracha) «Inédita. Registrada el 14 de Febrero de 1945».

Obra: «El hombre es bueno» (Guaracha) «Estrenada en CMQ-Radio, Monte y Prado, e inscripta el 14 de Febrero de 1945».

Obra: «Militarizando el son» (Son montuno) «Estrenado en CMQ-Radio en Monte y Prado, e inscripto 14 de Febrero de 1945».

Obra: «Negro, piensa» (Tango afrocubano) «Estrenado en la emisora Cadena Azul, en el 1945 y re- gistrado el 14 de Febrero del mismo año». Escribió Julio Cueva en un listado aparte: «Estrenado el 24 de Septiembre de 1944 en CMQ Radio. Letra protesta del Negro en esa época. Tan pronto salió al aire fui llamado por el jefe de programas de entonces nombrado Gaspar Pumarejo notificándome que ese número no podía salir más al aire y que a partir de esa fecha le entregara diariamente los programas, con las letras de los

149 números que se transmitirían para darle el OK de salida al aire».

Obra: «¡Si la fiesta es aquí dentro, pa qué se van pa’llá fuera!» (Guaracha) «Estrenada en CMQ-Radio, Monte y Prado, e inscripta en Febrero 13 de 1945».

Obra: «Ya eso es viejo» (Guaracha rumba) «Estrenado en CMQ-Radio, Monte y Prado en 1945».

Obra: «Hasta que salga el sol» (Guaracha) Estrenada en 1945.

1946 Obra: «El arpa y la ORPA» (Son guajiro) «Estrenado en Radio Mil Diez en el mes de enero de 1946 e inscripto en noviembre 5 del mismo año».

Obra: «Desintegrando» (Son guajiro) «Estrenado en agosto en la emisora Mil Diez e inscripto en Octubre 30 [...] basado en la barbarie de las Bombas Atómicas que destruyeron a Hiroshima y Nagasaqui».

Obra: «¡¡Que viva el jamón!!» (Guaracha) «Estrenada en la Emisora Cadena Azul en marzo 1946, e inscripta el 5 de noviembre del mismo año. [...] critica al Gobierno de Grau San Martín y a todos los políticos de esa época».

Obra: «La ramera» (Bolero son) «Inédito. Escrito en 1946».

Obra: «Volando» (Lamento afrocubano) «Inédito. Escrito en 1946».

150 1947 Obra: «Ñénguere ñengue» (Son montuno) «Inscripto en enero 24 de 1947. Estrenado en CMQ-Radio, Monte y Prado».

Obra: «Lengua, corazón y rabo» (Guaracha) «Estrenada en la Emisora Mil Diez el 15 de Mayo de 1947, e inscripta en Julio de 1947».

Obra: «Mi costillita» (Guaracha) «Estrenada en la emisora CMQ-Radio, Monte y Prado, e ins- cripta en Junio 10 de 1947».

Obra: «Yo soy el machito» (Rumba callejera) «Escrita en Junio de 1947».

Obra: «Se apareció el brillante» (Son guajiro) «Estrenado el día 24 de junio, 1947 en la emisora C.M.X. Inscripto el día 4 de agosto de 1947. Criticando lo absurdo de este hecho en el Gobierno de Grau San Martín».

Obra: «Pidigüeña [así]» (Conga) «...Dedicada a Rita Montaner. Estrenada en Cadena Azul en el año 1947».

1948 Obra: «Yo sé hacer dos cosas» (Guaracha) «Estrenada el 10 de abril de 1948 e inscripta el 15 de Junio de 1948».

1952 Obra: «La paz del mundo» (Canción lenta) «Primera Conferencia Municipal de La Habana. Partidarios de la Paz. Primer premio de la ACRT, año 1952».

Obra: «Pincel, pintura y paleta» (Canción rítmica)

151 1953 Obra: «Parqueando en La Habana» (Guaracha) «Inscripta en Junio 10 del año 1953. La cantó y grabó Al- fredito Valdés».

1954 Obra: «A pie o si no volando» (Son afro) Inédito.

1955 Obra: «Aguántame el tabaco» (Cha cha cha) «Estrenado en los Jardines de la Tropical en el año 1955».

1957 Obra: «En el perejil» (Guaracha) Inédita.

1958 Obra: «Dame el la» (Guaracha) «Estrenada en Tropicana, en el año de 1958, por Rita Montaner, último número que le escribí a la inolvidable Rita».

1959 Obra: «Juanito caminador» (Son montuno) Inédito. Escrito en Trinidad.

Obra: «Pica pica» (Guaracha) Inédita. Escrita en La Habana.

Obra: «Tres amores» (Canción rítmica) Inédita.

1960 Obra: «A luchar» (Cha cha cha-mambo) «Estrenado en CMQ-Televisión en el año 1960».

Obra: «¡Gud bay!» (Guaracha rumba) Inédita. Con letra de Nicolás Guillén.

152 Obra: «Himno proletario» (Marcha) «Para la conmemoración de la fecha primero de Mayo. Es- trenado el 1ro. de Mayo de 1960».

1961 Obra: «Alianza para el Progreso» (Guateque criollo) Inédito.

Obra: «Por poquito me tumba» (Guaracha) Inédito.

Obra: «Treinta años menos» (Canción bolero) «Escrita en la Clínica Santa Gema, recién operado de la prós- tata, mes de Abril, 1961».

Obra: «¡Unidad!» (Mambo guajiro) «Estrenado en la CTC-R, en el año 1961 y dedicada al Ejército Rebelde. Este número comienza con una llamada de silencio y a continuación estas palabras: Un minuto de silencio, para los rebeldes caídos en la Revolución por la libertad e independencia de Cuba. Dedicado al comandante Raúl Castro y al Ejército Rebelde».

1962 Obra: «Y no queremos esa guerra» (Canción protesta afro- norteamericana) «Inédita. Se inscribió el 12 de abril de 1962».

Obra: «No volverán a pasar» (Canción) «Para cantar en guardia. Escrita cuando la crisis de octubre – Inscripta en Noviembre 5 de 1962. [...] me tocaron el número como cha cha cha perdiendo su carácter pues está escrita en tiempo de canción; ¡no sé a quién se le ocurrió esta maldad!».

1963 Obra: «Consejo de cuervos» (Cha cha cha) Inédito.

153 Obra: «OEA» (Ritmo cachumbambé) «Dedicado al Primer Congreso Latinoamericano de Juven- tudes. Estrenada».

1964 Obra: «Mi cañonazo» (Son cha cha cha) «Estrenado en Radio progreso e inscripto el 6 de diciembre de 1964. Lo escribí en respuesta a algunos amigos que mofándose me decían que si yo había muerto o si me había exilado, [...]».

1965 Obra: «Batallón 14-10» (Marcha) Se estrenó. Está dedicada al batallón de Milicias al que per- tenecía.

Obra: «Tres perros rabiosos» (Guateque criollo) Inédito. Se inscribió el 5 de enero de 1965.

Obra: «Yanqui, cuenta bien» (Guaracha mambo) Se estrenó en 1966. Se inscribió el 2 de febrero de 1965.

Obra: «Triunfando en el extranjero» (Son guajiro) «Estrenado en la Emisora Radio Progreso. Inscripto el 23 de Febrero, 1965».

Obra: «La paloma socialista» (Guaracha) Se estrenó en 1965.

1966 Obra: «A ti, aspirante a pionero» (Canción) «Concurso Agosto de 1966».

Obra: «El tiempo está fijado» (Canción) Inédita.

1969 Obra: «¿Qué cosa son lo gusano?» (Tango afrocubano) Inédito.

154 1970 Obra: «Rebato» (No aparece el género) «Diez millones de ritmo cubano».

Obra: «La paloma de la paz» (Canción rítmica) «Escrita en el mes de Septiembre de 1970, como homenaje al X Aniversario de nuestros CDR. Inédita».

1975 Obra: «Te lo dije, Trinidad» (Fandango y tonadas trinitarias) «Este número lo dedico a mi pueblo y a nuestro Primer Con- greso». Fue la última obra que escribió. Fue estrenada en Tri- nidad después del fallecimiento de Cueva.

Sin fecha Obra: «¿Qué va a hacer uno?» (Danzón) «Perdido en España».

Obra: «Manos limpias como el carbonero» (Son guajiro) «Estrenado en la Emisora Mil Diez - Este número fué escrito cuando el Gobierno de Grau [1944-1948]».

Obra: «Con la comía no se juega» (Lamento afrocubano) «Estrenado en la Emisora Mil Diez, durante los años del go- bierno de Grau San Martín [1944-1948]».

Obra: «Suspiros de palmas» (Canción criolla) Inédita.

Obra: «Soy un hijo del sol Guaracha» (Canción) Inédita.

Obra: «Se atragantó el gallo» (Guaracha) «Escrita cuando la invasión de Hitler a toda Europa».

Obra: «Qué material» (Guaracha) «Estrenada en CMQ-Radio, Monte y Prado».

155 Obra: «Isla soy» (Canción bolero) «Estrenada en CMQ-Televisión. Letra del doctor Waldo Medina».

Obra: «El baile y el amor» (Guaracha) Inédita.

Obra: «Las cosas de Trinidad» (Guaracha) Inédita.

Obra: «Candelario pide zafra larga» (Guaracha) «Estrenada en CMHI de Santa Clara».

Obra: «Vivito y coleando» (Guaracha)

Obra: «Cerebro como plancha»

Obra: «Camisa sin botones»

156 Testimonio gráfico Casa natal de Julio Cueva Tarja ubicada en la casa natal

Banda Infantil de Trinidad, 1911 Julio y Felicia, 17 de noviembre de 1919: día de la boda Pablo de la Torriente Brau

Banda Municipal de Música de Trinidad, 1923-1928 Pablo: 30 de septiembre de 1930

Cueva en la terraza del Casino Montecarlo, 15 de julio de 1932 Pablo con barbas, de nuevo en el Presidio Modelo

Cueva es el segundo de izquierda a derecha Pablo y Raúl Roa en Nueva York

Buitrago de Lozoya, 1936. De izquierda a derecha, Pablo es el tercero En el frente de batalla. Primero, de izquierda a derecha, Pablo Guaracha de Cueva que se convirtió en el himno de los prisioneros cubanos y extranjeros en Argèles-Sur-Mer El Campo número 10, en Argèles-Sur-Mer, lugar donde se interpretó Alé alé reculé, del maestro Cueva, 12 de julio de 1939 (Igual que la primera foto de la siguiente página) El maestro Cueva Con Puntillita, Cascarita y Kino Morán, 1960

Carné de fundador de la UNEAC, firmado por Nicolás Guillén En un trabajo voluntario, 1964

Carné del Comité de Defensa de la Revolución Pablo de la Torriente Brau, del cual continuaba siendo presidente, 1970 En el homenaje trinitario. Aparecen, entre otros amigos, Paco Boggiano, Domingo Montalbán, Miguel Pérez, Adelfo Hernández Torrecillas y Juan Peñones, 1971

Acto de entrega de la Distinción 1ro. de Mayo, 1973 Con Rafaela, su segunda esposa

En un nicho de este panteón descansan los restos mortales del músico trinitario 12 de abril de 1986: recordatorio del nacimiento del maestro Cueva en Rosario y Media Luna, Trinidad Fuentes

Museos

Museo Municipal de Historia, Palacio de Cantero, Fondo Julio Cueva, Trinidad. Museo del Instituto de Historia del Partido Comunista de Cu- ba, Palacio de Aldama, La Habana.

Archivos

Archivo de la iglesia de San Francisco de Paula, Trinidad. Libro C-2, folio 92, núm. 102, 25 de mayo de 1896. Matrimonio de Julio Aurelio [Bartolomé] Cuebas [así] Díaz con Josefa Cris- tina Díaz. Libro C-12, folio, 54, núm. 104. Bautizo de Julio Bartolomé Cue- va Díaz.

Archivo del Registro Civil de Trinidad. Oficina Registral, Sección de Nacimientos, tomo 84, folio 408, inscripción 186. Nacimiento de Julio Baltolomé [así] Cueva Díaz. Sección de Nacimientos, tomo 15, folio 242, núm. 155. Naci- miento de Julio Bartolomé Cueva Díaz.

Registro del Estado Civil de Unificado de La Habana, Muni- cipio Playa. Certificación de defunción de Julio Bartolomé Cueva Díaz, tomo 301, folio 341.

Archivo privado de Dulcila Cañizares, La Habana. Archivo privado de Berardo Rodríguez Cadalso, La Habana. Archivo privado de Enrique Río Prado, La Habana.

175 Archivo privado de Efraín Lara (†), La Habana. Archivo fotográfico privado de Jorge García Sosa, Santa Clara. Archivo fotográfico privado de Iroel Ruiz Plasencia, Topes de Collantes.

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MARÍN VILLAFUERTE, FRANCISCO. Trinidad. Apuntes his- tóricos y tradiciones. Trinidad, Imprenta La Lucha, 1934.

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VARIOS AUTORES. Pablo: 100 años después (prólogo de Víc- tor Casaus). La Habana, Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau, Colección «Palabras de Pablo», 2001.

Periódicos de Trinidad

El Guamo El Republicano Juventud Liberal Amanecer El Eco El Comercio El Tábano El Liberal Libertad El Correo La Batalla El Tiempo Voz Estudiantil (tabloide mensual) La Prensa El Progreso

179 El Obrero El Precursor La Verdad El Combate El Telégrafo El Almirante (semanario) Rumbos Actualidad La Hora La Tarde El Guamo La Noticia El Clarín

Revistas de Trinidad

Trinidad (revista-tabloide) Alma-Rosa (revista-tabloide) Blanco y Rojo (revista literaria semanal) Luz del Sur Alma Joven Nínive (revista quincenal) Letras (revista semanal) Tornapunta

Testimoniantes

Aguilera, Remberto Castellanos, Leonardo Eloy (Llito) Cueva García, Josefina Domenech Altunaga, Fernando Mario Domenech Altunaga, Rómulo Rafael Duarte Téllez, Pedro (Perico Téllez) González Villa, Heriberto Hernández Esquerra, René Hurtado Cueva, Caridad

180 Licea, Manuel (Puntillita) Menéndez, Argentina Muguercia Muguercia, Alberto Núñez, Bienvenido Peñones de la Viña, Juan Peñones de la Viña, Pedro Pérez Pérez, Rafaela Pérez, Miguel Rodríguez Cadalso, Berardo

181 Índice

PRÓLOGO / 7

RECONOCIMIENTOS / 11

Trinidad / 15

El niño Julio / 18

La escuela de música / 20

En Cienfuegos / 28

Cueva y Don Azpiazu / 37

Europa / 41

La decisión / 45

Sublevación e inicio de una guerra / 46

El niño Pablo / 49

Santiago de Cuba y La Habana / 51

Pablo, revolucionario / 53

En pie de lucha / 55

De Nueva York a España / 60

En la guerra / 61

Miguel Hernández / 66

La última carta de Pablo / 67

El capitán Julio / 75 Alé alé reculé / 81

El regreso a Trinidad / 87

La Constituyente y algo más / 90

La Orquesta Montecarlo / 91

El incansable con su propia orquesta / 93

Canción Protesta / 94

¿Cómo era Julio? / 96

Casa para dos en Santo Tomás / 98

La generosidad del músico / 100

Sus ingeniosidades / 102

Divergencias / 106

San Berenito / 110

Su postrer trompeta / 113

El adiós a Felicia / 116

Rafaela / 118

Ex trompetista mundial, luego archivero / 120

Una humilde contribución / 122

Julio y la otra Fela / 123

Retiro de billetero / 125

El fallecimiento de su hermana / 127

«Te lo dije, Trinidad» / 130

Un triste día / 133

Sin final / 135 CATÁLOGO DE OBRA / 137

TESTIMONIO GRÁFICO / 157

FUENTES / 175