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GUY DE POURTALES

CHOPIN O EL POETA

No se servía del arte más que para darse a sí mismo su propia tragedia. LISTZ.

Título del original francés: CHOPIN ou Le Poète Editado por elaleph.com

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I

BELLO COMO UN ANGEL Y TRISTE COMO UNA MUJER SENSIBLE...

Bello como un ángel y triste como una mujer sensible... Conviene colocar este retrato de Chopin, trazado por una mano que él amó, en la portada de este estudio. En la edad media, pintores ingenuos. -que también venían a solicitar perdón-, colgaban en la sombra de las catedrales una obra expiatoria. Esta mano de mujer, hoy día muerta, antaño acariciadora, ha obedecido, sin duda, al escribir estas palabras, a la oscura necesidad de sentirse absuelta. Agregaba: "Nada hacía más puro, ni más exaltado al mismo tiempo, que sus pensamientos..." Y tal vez con un ligero temblor: ..."pero este ser no comprendía sino aquello que era idéntico a él mismo. Habría sido necesario un microscopio para leer en su alma, donde penetraba tan poco la luz de los vivos". El microscopio nunca ha servido para comprender un alma. Dejemos a un lado los instrumentos de óptica, para seguir el consejo de Liszt: tratemos de ver con el corazón. Todavía es necesario escribir un nombre al empezar estas páginas, porque este nombre llena enteramente el ser del cual vamos a hablar: Polonia. Desde 1795, este viejo país había sido completamente desmembrado, cuando Napoleón, el gran poeta de la geografía, creó, después de su primera campaña en Prusia, el ducado de Varsovia (1807). Debía durar hasta la caída del Emperador, es decir, ocho años apenas. Pero este tiempo bastó para que en el espíritu de los polacos apareciera Francia aureolada de un juvenil prestigio.

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En 1806, un señor Nicolás Chopin, profesor de francés, encargado de la educación del hijo de la condesa Sharbek, se casaba, en la aldea de Zelázowa Wola, distante seis leguas de Varsovia, con la señorita Justina Krzynowska. El era de origen francés, nacido en Marainville, pequeña aldea próxima a la colina de Sión, en el corazón espiritual de la Lorena, cuya historia está tan curiosamente mezclada con la de Polonia. La novia de este antiguo contador transformado en preceptor era una joven de veinticuatro años, de familia noble pero arruinada. Desempeñaba cerca de la condesa, con otras personas de su condición, el papel de acompañante y de dama de honor, como lo requería la tradición de esos grandes señores pobres, pero orgullosos. A1 lado de la mansión señorial, sombreada por un grupo de árboles, se levantaba una casita rodeada de un parrón. Un vestíbulo la atravesaba de parte a parte, divisándose por allí el patio, los establos y, a lo lejos, los campos de alfalfa y de colza. El matrimonio se instaló a la derecha de la entrada, entre piezas bajas cuyo techo se tocaba con el dedo. Luego nació una niña que llamaron Luisa. Poco tiempo después de este humilde acontecimiento, tuvo lugar la campaña de los franceses en Prusia, Tilsit, Austerlitz, Jena, Wagram, y las águilas polacas volaron en seguimiento de las águilas imperiales. Haydn murió mientras el cañón de Napoleón tronaba por segunda vez sobre Viena. Cuando cuatro obuses cayeron cerca de su casa, el viejo compositor dijo a sus asustados sirvientes: "¿Por que este miedo? Sabed que donde está Haydn ningún desastre puede acontecer". Stendhal, comisario del ejército, asistió a las honras fúnebres. Encontramos anotado en sus papeles: "¿Por qué todos los franceses ilustres en las bellas letras, como La Fontaine, Corneille, Moliere, Racine, Bossuet, se dieron cita para 1660? ¿Por qué todos los grandes pintores aparecieron por el año 1510? ¿Por qué, después de éstas épocas afortunadas, la naturaleza se ha mostrado tan avara?... ¿La música correrá la misma suerte?" Sin embargo, en esta misma época componía Beethoven el Trío en re mayor y la Sonata en mi bemol mayor, llamada Sonata a Kreutzer, la Appasionata y Fidelio. Schumann, Liszt y Wagner se aproximaban:

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Goethe vivía; Byron publicaba sus primeros versos; Shelley y Keats esbozaban los suyos; Balzac, Hugo, Berlioz eran todavía alumnos del colegio. Y el 22 de Febrero de 1810, a las 6 de la tarde, en la casita de Zelázowa Wola, nacía Federico Francisco Chopin. Vino al mundo envuelto en música, pues precisamente en esos momentos, bajo las ventanas del cuarto de su madre, algunos rústicos violines daban una serenata a causa de una boda en la aldea.

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II

INFANCIA DE CHOPIN

El primero de octubre del mismo año, Nicolás Chopin fue nombrado profesor de francés en el liceo de Varsovia, y toda la familia se trasladó a la capital. Muy pronto se acostumbraron a la vida de la ciudad y no volvieron más al campo. Varsovia era, además, una tierra generosa donde fácilmente se echaba raíces entre sus palacios italianos y sus casuchas de madera. Sus bulliciosos habitantes unían a la pompa asiática la suciedad del groenlandés. Se veía al judío barbudo, a la religiosa, a las niñas con traje de seda clara, y al polaco bigotudo con caftán, cinturón, espada y botas rojas. Nicolás Chopin se desvivió por aumentar sus entradas, pues su familia era cada vez más numerosa. Después de Luisa y Federico, nació Isabel, y luego Emilia. En 1812, fue nombrado profesor en la Escuela de Artillería, y en 1815 obtuvo el mismo puesto en la Escuela Militar preparatoria. Además, abrió en su casa un pequeño colegio para jóvenes ricos. Nos figuramos sin dificultad el medio, las costumbres, los hábitos entre los cuales Francisco creció en este hogar modelo. Las virtudes domésticas de los suyos, una modestia un poco rígida, lo preservaron de los duros contactos con la realidad. "Fue así -dijo Liszt-, como su imaginación tomó esa tierna frescura de las plantas que nunca estuvieron expuestas al polvo de los grandes caminos". Tenemos entonces a un niño muy suave, pálido, alegre, con sensibilidad de niña, a quien dominan dos pasiones: el amor por su madre y el piano Desde pequeño lo habían sentado delante del teclado, y él volvía solo, atraído por las notas. La música le arrancaba lágrimas y gritos. Se convirtió luego en un mal necesario. También quería mucho a

6 Espacio Disponible www.elaleph.com Chopin o el poeta donde los libros son gratis sus hermanas, y entre los alumnos de su padre escogió cuatro amigos: Fontana, Titus Woyciechowsky y los hermanos Wodzinsky. Para el aniversario de sus ocho años, tocó en una velada a beneficio del viejo poeta Niemcewicz. Lo habían vestido a la inglesa, con una blusa de terciopelo de ancho cuello. De vuelta a su hogar, al interrogarlo la madre queriendo saber sobre su triunfo y lo que había preferido el público, respondió con enojo: "Mi cuello". La aristocracia polaca, y hasta el mismo gran duque Constantino, gobernador de Varsovia, se interesaron por el niño. Recibió orden de comparecer delante de este temible principe, y tocó una marcha compuesta por él. -Pequeño -le dijo el hermano del Zar- ¿por qué miras siempre hacia arriba? Pero ¿acaso no es hacia el cielo donde miran siempre los poetas? Chopin no era "ni un prodigio intelectual, ni un animalito sabio", escribió uno de sus biógrafos, "era sólo un niño ingenuo y modesto que tocaba el piano como los pájaros cantan..." Le tomaron profesores. Primero Zywny, un caballero de más de sesenta años, originario de Bohemia, violinista, buen pedagogo, y que rendía culto a Bach. Se lo inculcó a su alumno, y sabemos hasta dónde arraigan los entusiasmos de la infancia. Después, en 1824, al mismo tiempo que entraba al colegio, su padre reemplazó a Zywny por Elsner, un profesor silesiano que le enseñó armonía y composición. Sin ser un músico notable, Elsner era todo un personaje: autor de óperas, de sin- fonías, de misas y director del Conservatorio. Tuvo el mérito de no desviar en nada las dotes personales de Chopin: "Dejadle hacer -decía-; si se aparta un poco del camino conocido y de los antiguos métodos, es porque tiene el suyo propio, y sus obras gozarán un día de una originalidad que todavía no se ha encontrado en nadie. Sigue una senda extraordinaria porque sus dones son extraordinarios". El porvenir dará razón a este buen profeta. Elsner era muy modesto. Vivía en dos celdas de un viejo monasterio en la calle de los Jesuitas. Sus alumnos lo abrazaban sobre el hombro derecho, según la

7 Espacio Disponible www.elaleph.com Guy de Pourtales donde los libros son gratis moda polaca, y él les contestaba con dos besos en ambas mejillas. En su informe anual al Conservatorio, anota: Chopin, Federico, (alumno del tercer año), capacidad extraordinaria, genio musical. En el colegio estudiaba bastante, obtenía premios. Era, en suma, un adolescente de carácter suave, alegre hasta la bufonería, como muchos melancólicos. Sus camaradas lo adoraban, sobre todo por su talento para la mímica y la imitación, que prueba hasta qué punto sentía él la mueca de las almas. Representaba comedias con sus hermanas, que escribían piezas para los niños, escritas por ellos mismos. También llevaba el diario de su vida. Sólo estos pequeños acontecimientos alternan esta existencia sin complicaciones. Anotemos tres hechos solamente: en mayo y en junio de 1825, en los dos conciertos dados en el Conservatorio, Chopin toca un Allegro de Moscheles, e improvisa delante del Emperador Ale- jandro, quien le obsequia una joya. En el curso del mismo año, publicó su Primer Rondó en do menor (op. 1), dedicado a la señora Linde, la mujer del Rector del Liceo. Finalmente, en el verano siguiente, fue invitado por el príncipe Radziwill al castillo de Antonino. Tocar en público no le ofrece ya sensaciones nuevas. Pero publicar su música es un goce exquisito, que saborea con ingenuo deleite. Y si el trozo no es muy profundo ni muy sabio, tiene, sin embargo, su sello personal. "Una dama -decía Schumann poco tiempo después hablando de esta obrita-, la encontraría muy fina, muy bonita. . . " Ved cómo se siente ya que las mujeres van a mezclarse en su vida. Esta es la primera flor de esta alma tan casta. La estada en el Castillo de Antonino, en el verano de 1826, fue para Chopin la revelación de los goces que pueden dar, cuando están reunidos en manos experimentadas, la opulencia material y el refinamiento del espíritu. Era lo que faltaba a este aristócrata para des- pertar sus cuerdas de resonancia. Es un lujo que desprecian los fuertes. Pero un corazón femenino no sabría renunciar a estos goces, que empiezan en una exquisita cocina y llegan hasta las obras de arte, desde el confort material hasta las sutilezas de la inteligencia y que someten el

8 Espacio Disponible www.elaleph.com Chopin o el poeta donde los libros son gratis corazón a pesar suyo al dominio de lo exquisito. Por mi parte, encontraría muy interesante conocer los muebles, los cuadros, los invitados y las conversaciones que se podían ver y oír en ese verano de 1826, en la residencia del príncipe Radziwill. Por desgracia no tenemos datos precisos. Después de todo, tal vez nos sería suficiente con saber que Chopin llamaba a este castillo "un paraíso", y "divinas" a las princesas. Pero no cabe duda de que desde entonces la nostalgia del acorde formado por la tierra natal, un ambiente suntuoso y seres jóvenes y dichosos, ensombreció todos sus anhelos con un velo de infinita tristeza.

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III

NACIMIENTO DEL POETA

Cuando le preguntaban, después de aquellas improvisaciones en el piano, de una audacia siempre un poco sombría, pero llenas de una punzante y dramática ternura, con qué palabra podía designar esta atávica desolación demasiado madura para un ser tan joven, respondía con el vocablo polaco zal. Palabra que él siempre repetía y a la cual amaba, palabra que, susceptible de acepciones diversas, tanto puede significar todas las ternuras, todas las humildades, como el odio, el orgullo, la fría venganza. Palabra que significa, también, pena incon- solable o amenaza o estéril tristeza, que puede convenir, en fin, a todos esos Hamlets crueles y poetas que son los esclavos. Desde los 16 años, zal fue el enemigo de su dicha. Porque cuando se tiene corazón romántico, la desgracia y la destrucción de uno mismo nos parecen las más deseables fórmulas de la vida. Por haberse conocido y cultivado sin resistencia, Chopin consiguió ese milagro excepcional de ser enteramente él mismo, antes de que la vida le hubiera enseñado nada. De ser como era, contra ella y a pesar de ella: La suma de conocimientos que le eran necesarios los tuvo a los dieciséis años. Se reducían a las siete notas de la escala, suficientes para expresar todos los sentimientos. Nunca se atormentó por el deseo de algún otro alimento espiritual que no fuera la búsqueda de su propio estilo. Esa era su manera de alcanzar la verdad. Fuera de su piano,el universo entero no era más que literatura. Por eso su padre le permitió dejar el colegio a los diecisiete años, para que se consagrara por entero a la música. La buhardilla con una mesa y un viejo piano fue habilitada para él. Ahí compuso sus primeras obras. Y desde esa misma época adquirió esa manera de tocar y ese

10 Espacio Disponible www.elaleph.com Chopin o el poeta donde los libros son gratis estilo tan nuevo que pronto debían causar la admiración del mundo artístico. El año siguiente compuso sus Variaciones sobre el la ci darem la mano de Mozart, de las cuales Schumann decía, hojéandolas: "En días pasados Eusebio entró sin hacer ruido. Yo tocaba el piano. Eusebio colocó ante nosotros un trozo de música diciendo: " Des- cubríos, señores: ¡he aquí un genio!". No debíamos ver el título. Empecé a hojear el cuaderno: el gozo velado de la música sin los sonidos tiene algo de encantador. Y además, a mi parecer, cada compositor ofrece a la vista una fisonomía de notas que le es peculiar: Beethoven tiene otra apariencia que Mozart en el papel... Pero al leer ésta, me figuraba que unos ojos enteramente desconocidos, unos ojos como una flor, como un basilisco, como un pavo real, ojos de niña, me miraban deslumbradores. ¡Cuál no sería la sorpresa de los oyentes al leer bajo el titulo: Variaciones... opus 2, el nombre de Chopin! Jamás había oído ese nombre". Retengamos el eco profético de esta sorpresa: ojos de flor, de basilisco, de niña, de pavo real. Un lindo retrato musical que pinta de cuerpo entero al cisne polaco que ensayaba entonces su primer batir de alas. Se nos escapa poco tiempo después, al comienzo de setiembre de 1828, al hacer su primer viaje. Un amigo de su padre, el profesor Jarocki, lo lleva a Berlín, donde asiste a un congreso científico. Fue para Federico un delirio entusiasta. Después de cinco días de sacudidas en una diligencia, los viajeros llegaron a la capital prusiana y se alojaron en el hotel Kronprinz. La primera visita que hizo Chopin fue a la fábrica de pianos de Kisting, la segunda a la Academia de Canto, la tercera a la Opera, donde daban Fernando Cortés, de Spontini y el Matrimonio Secreto de Cimarosa. "Escuché estas óperas con mucho placer -escribió a los suyos- ¡pero reconozco que la música de Haendel es la que más se acerca al ideal de música que me he forjado... Mañana tocan Freys- chutz; es ésa precisamente la música que necesito". Alcanzó a ver a Spontini y al joven Mendelssohn. Cenó en el Congreso de los Natu- ralistas. "Ayer, banquete en honor de los señores sabios. ¡Qué

11 Espacio Disponible www.elaleph.com Guy de Pourtales donde los libros son gratis caricaturas! Los he clasificado en tres grupos". Tuvo por vecino de mesa a un profesor de Hamburgo. Este, conversando con Jarocki, se distrae en tal forma que toma el plato de Chopin por el suyo y tamborilea encima. "Un verdadero sabio, ¿no es cierto? al cual nada le falta, ni siquiera una nariz deforme. Yo estaba como sobre alfileres du- rante todo este tamborileo, y cuando terminó, de lo único que me preocupé fue de borrar con una servilleta la marca de sus dedos ". Al cabo de una permanencia de quince días, toman de nuevo la berlina para volver a Varsovia. Al llegar a Zullichau, entre Francfort sobre el Oder y Posen, los caballos faltan y hay que esperar relevos. ¿Qué hacer? Por suerte la posada está cerca. El profesor Jarocki aprovecha para empezar a comer. Chopin divisa un piano. Lo abre, se sienta y deja correr sus dedos. Un viajero anciano va silenciosamente a sentarse próximo a él, luego otro, y poco a poco todos los habitantes de la casa: el dueño de la posta, su mujer, sus hijos, los vecinos. ¡Qué sorpresa oír a este ruiseñor traído por una ventolera desde el país de las hadas! De repente, la cabeza del postillón aparece en la ventana y grita con voz tonante: ¡Al coche! Los caballos están listos. -¡Al diablo el aguafiestas! -contesta el dueño de la posta furioso. Todos suplican a Chopin, que ya se ha levantado, que vuelva a sentarse. -Continuad, por favor -dicen las señoras. -Yo prestaré caballos suplementarios si faltan -agrega el dueño de la posta. Y el viajero anciano dice a su vez: -Señor, soy un músico de otros tiempos, que conoce su oficio. Yo también toco el piano. Si Mozart os hubiera oído, os habría estrechado la mano. Yo, oscuro músico, no me atrevo... Y cuando Chopin cesa de tocar, este extraño público lo alza llevándolo en triunfo.

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Un Schumann atónito, un cochero entusiasta, un tímido músico temblando de emoción, tales son los signos de que un nuevo poeta ha nacido entre los hombres.

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V

IDEAL Y DESGRACIA

Es sólo al año siguiente cuando él encuentra su verdadero camino. Una tarde, estando en la Opera, le llamó la atención una joven cantante de timbre argentino, cabellos rubios, boca atrayente. Supo que se llamaba Constanza Gladkowska y que era todavía alumna del Con- servatorio. La impresión que le produce esta joven es vivísima, pero pura e infantil. Conseguir la cinta con que ciñe sus cabellos y morir con ella escondida sobre su corazón, bastaría para satisfacer sus deseos. Y tan suave es este sentimiento, que no se lo comunica a nadie. Además, otra idea lo persigue con insistencia: dejar Varsovia, pues comprende que ha agotado los recursos musicales. En el mes de junio de 1827, su padre le da un poco de dinero, economizado a duras penas, y el joven compositor. en quien ahora se cifran tantas esperanzas, puede partir a Viena. Su primera visita es para Haslinger, el editor de música, quien lo recibe con los brazos abiertos, y lo apoda ya "la nueva estrella del norte". Pero Chopin, que aún no tiene veinte años, es desconfiado y escéptico. Lo presentan al conde Gallenberg, intendente de los teatros imperiales; lo animan a dar un concierto. "Lo que tranquiliza a Gallenberg -escribe a sus padres-, es la seguridad de que no atacaré sus bolsillos. Tocaré sin exigir honorarios. Paso por desinteresado y diletante. Soy músico por amor al arte". El concierto tuvo lugar en el Teatro Imperial, el 11 de agosto a las siete de la tarde. La orquesta tocó una obertura de Beethoven y unos aires de Rossini. Después, Chopin, de apariencia débil y enfermiza, avanzó en el proscenio. Una señora sentada en la primera fila, exclamó a media voz: "¡Qué lástima que este joven no tenga mejor aspecto!" Pero la palidez de Chopin provenía más de cólera que de emoción, pues

14 Espacio Disponible www.elaleph.com Chopin o el poeta donde los libros son gratis la orquesta, incapaz de descifrar sus Variaciones, lo obligaba a cambiar de programa. Improvisó entonces sobre un tema de La Dama blanca, y después sobre el aire polaco Chmiel. Con excepción de Liszt, nadie ha improvisado como Chopin. Bajo su elegante mano se entreveía un mundo envuelto en ligeros dolores, donde cada cual se estremecía al reconocer la imagen de sus melancolías. Y así, tanto el viejo como la niña seguían transportados esos susurros exquisitos. Pero, ¿no es éste el secreto de los poetas, el de hacer cantar nuestras almas cuyo secreto conocen mejor que nosotros mismos? Es tal el éxito de este primer concierto, que Chopin decide dar otro una semana más tarde. Y entonces toca su Krakoviak, que la orquesta ha ensayado, y las Variaciones sobre el la ci darem. El conde Lichnoksky, el amigo de Beethoven, aplaude con toda su alma. El público, los músicos y críticos, se muestran maravillados, porque todo es nuevo en Chopin, tanto la forma como el fondo. "El público ha reconocido en este hombre a un gran artista... A causa de la originalidad de su ejecución y de sus composiciones, se le podría atribuir el genio musical", comenta la Wiener Theatermitung; y el Allgemeine Musika- lische: "La exquisita delicadeza de sus sentimientos; la indescriptible destreza de su mecanismo; el pulimento de sus tonalidades, que reflejan la más profunda sensibilidad; la claridad de su interpretación y de sus composiciones, que llevan todo el sello de un gran genio, nos revelan al virtuoso favorecido por la naturaleza y que sin reclamo preliminar aparece en el horizonte como uno de sus más brillantes meteoros". Una sola crítica adversa, la misma que Chopin se hace: toca demasiado suavemente, le falta brillo y sonoridad. "Alguien dice que toco demasiado quedo, o más bien demasiado tiernamente para el público de aquí -escribe a su padre-. Están acostumbrados a la manera ruidosa de los virtuosos. Pero prefiero que digan que he sido demasiado suave que demasiado brutal". Y en otra carta: "Es mi manera de tocar, y yo sé que deleita a las mujeres y a los artistas".

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Entonces parte hacia Praga, acompañado hasta la diligencia por todos los músicos vieneses, a quienes ha conquistado en tan poco tiempo. Hasta Czerny, con quien Chopin ha tocado varias veces a cuatro manos, está entre los acompañantes. Chopin comenta: ''Es un buen hombre, y más sensible de lo que trasuntan sus composiciones". Visita Praga, donde traba conocimiento con el célebre violinista Pixis y con Alejandro Klengel, autor de cuarenta y ocho "fugas" que pasan por ser las más bellas después de las de Bach. Klengel se interesa mucho por Chopin y pasan juntos muchas horas tocando y conversando. Fe- derico sale en seguida para Dresde, pasando por Teplitz, ciudad termal situada en la frontera de Bohemia y Sajonia. Pasa la velada en el castillo del príncipe de Clary, que allí residía. Una pequeña pero agradable comparsa se encuentra reunida. Los dueños de casa, un general austriaco, un capitán de navío inglés, un general sajón recargado de condecoraciones, algunos jóvenes y muchachas. Después del té. la princesa pregunta a Chopin si se "dignará" tocarles algo. El pianista contesta que se "dignará" y pide un tema para improvisar. El profesor de música del príncipe propone el tema de Moisés, de Rossini, y Chopin se pierde en unas variaciones tan bellas, que tiene que volver a tocarlas cuatro veces. Quieren retenerlo en Teplitz, pero no acepta. Una inquietud, un poco de agitación, lo empujan a continuar su viaje. Algo le atormenta interiormente. Dresde no le interesa. Permanece unos pocos días sin hacer nada útil. Sale para Breslau, y por fin el 12 de setiembre vuelve a Varsovia. Tres semanas después, pone al descubierto su inquietud al escribir un vals: "Tal vez, para desgracia mía, he encontrado mi ideal. Hace seis meses que sueño todas las noches, y aún no le he dirigido la palabra. Es para ella que he compuesto el Adagio de mi Concierto en fa menor, como también el Vals escrito esta mañana y que te envío. Fíjate en el pasaje marcado con una cruz. Nadie, salvo tú, sabe el significado. ¡Qué dichoso sería, querido, si te lo pudiera tocar! En el quinto compás del trío, la melodía grave domina hasta el mi bemol de la octava alta en

16 Espacio Disponible www.elaleph.com Chopin o el poeta donde los libros son gratis llave de sol. Aunque no debiera decírtelo. Tengo la certeza de que lo habrás sentido así". Esta confidencia va dirigida a Titus, el amigo más querido entre todos, porque es músico como él y Chopin encuentra, en su primer entusiasmo, las dos palabras que serán desde entonces las llaves de toda su vida: "desgracia" e "ideal". Ellas nos dan la atmósfera de su estado de ánimo. Y si algo han perdido de su influjo desde entonces, devolvámosles espiritualmente un activo valor de poesía. En esta Europa que se entreabría al romanticismo y respiraba con delicia un vo- cabulario demasiado espléndido, hay a la vez la fe que transporta y el candor concebido por las obras del amor y de la historia. Mala época. Epoca "de locos y de locas", dice Charles Maurras. Puede ser. Pero un tiempo en que las ideas y los sentimientos sólo tienen valor retórico, es para el arte de un precio impagable. Y nadie ha creído menos que Chopin en las palabras. Emplea solamente las que puede traducir en los acentos del piano. Al escribir a su amigo que "para su propia desgracia había descubierto su ideal", tal vez no pensaba decir tanta verdad. Así estampó para siempre ese tema musical donde tantos millones de seres van a descubrir, gracias a él, todos los placeres de la desesperación. Esta desgracia, este ideal, se trata, naturalmente, de Constanza Gladkowska. Y escribe, un tiempo después: "No puedes imaginarte lo triste que me parece Varsovia. Si no me sintiera dichoso en medio de mi familia, no permanecería aquí. ¡Ay! ¡Qué triste es no tener a nadie con quien compartir la tristeza y la alegría! ¡Qué tremendo es tener el cora- zón oprimido de dolor, y que nadie nos consuele! Tú sabes lo que quiero decir. ¡Cuántas veces he contado a mi piano lo que quisiera confiarte!" Va a muchos conciertos, y queda maravillado con el último de los tríos de Beethoven. "Nunca había oído nada tan grande", dice. Compone música. Acude a la Opera. La joven Gladkowska debuta en Inés, de Paer, y él admira su facilidad para el teatro, su belleza y su voz. "Frasea y acentúa maravillosamente. Su voz temblaba ligeramente al principio, pero pronto pudo salvar su timidez. ¡La han cubierto de

17 Espacio Disponible www.elaleph.com Guy de Pourtales donde los libros son gratis aplausos". Por fin se la presentan y la acompaña al piano, sintiéndose morir de tristeza y de incertidumbre. ¿Debe irse? ¿Debe quedarse? Se decide a aceptar una invitación del príncipe Radziwill, y pasa con él una semana de otoño en el castillo de Antonino. Lo reciben como a un grande hombre y toca música con el príncipe, quien es autor de una partitura de Fausto. Dos Evas encantadoras adornaban este paraíso. "Quiero hablarte de las dos princesas jóvenes, tan sensibles, tan amables y tiernas criaturas. En cuanto a la princesa madre, comprende que no es la cuna la que hace el valor del hombre". Las princesas lo saben también, y se divierten en hacerse dar lecciones de música por este joven de aspecto delicado. Wanda lo deja jugar con sus dedos, con el pretexto de enseñarles una posición correcta. Elisa hace su retrato. "La princesa Wanda tiene el sentido verdadero de la música; no es necesario repetirle siempre: aquí aumentando, aquí disminuyendo más lentamente, más ligero... He debido prometerle que le enviaría mi Polonesa en fa menor". Escribe otra Polonesa para piano y violoncelo. "Es un trozo brillante, como gusta a las mujeres". Sin embargo, no se olvida de Constanza, aunque reconoce que la princesa Elisa le encanta. Cree posible poder mantenerse, con toda pureza, bajo el encanto de dos almas a un mismo tiempo. No se olvida de su querido Titus, el de esquivo y silencioso corazón. En un momento de expansión, le escribe: "En vano baño mi cuerpo con los más raros perfumes de Bizancio; tu rehusarías abrazarme, si yo no te obligara por una especie de atracción magnética. Pero hay en la naturaleza poderes ocultos... " De vuelta a Varsovia se decide a dar un concierto al cual asistirá Constanza. Ella no podrá dejar de comprender que es a ella a quien él consagra su gloria. Este concierto se verifica el 17 de marzo, al cumplir sus veinte años. Es todo un acontecimiento extraordinario. La sala está repleta. En el programa figura música de Elsner, de Kurpinski, un solo de cuerno de caza, y canto. La parte de Chopin se compone de su Concierto en fa menor, y un Potpourri de aires nacionales. Pero el efecto producido no es el que esperaba. Los conocedores solamente

18 Espacio Disponible www.elaleph.com Chopin o el poeta donde los libros son gratis han comprendido y apreciado la originalidad del artista. Constanza, sentada en primera fila, le sonríe, y ésta es para el la mejor compensación. Un segundo concierto, algunos días después, tiene más éxito. El rondó y la Krakoviak, despiertan entusiasmo. De todas partes gritan: "¡Un tercer concierto!, ¡un tercer concierto!" En esta ocasión parece que la crítica, la muchedumbre y los artistas están de acuerdo en declarar a Chopin el pianista y el compositor más eminente de Polonia. Y, sin embargo, las semanas se deslizan sin traerle verdaderos goces. Sus amores por Titus y por Constanza lo sostienen y lo inquietan. Lleva sobre su pecho todas sus cartas. Es para ellos solamente que compone su música, y le parece que si ellos no han oído su música más reciente, no sirve para nada. "El trabajo me obsesiona. Escribo a la fuerza. A menudo hago del día noche y de la noche día. Vivo como en un sueño, y duermo cuando debiera velar. O peor todavía: es como si durmiera siempre, porque sólo siento eternamente la misma cosa. Y en vez de sacar fuerza de esta somnolencia, me atormento y me debilito más todavía". Compone su Adagio en mi mayor, que debe ser "romántico, tranquilo, melancólico", y evocar "muchos recuerdos agradables". Debe parecerse a un sueño de una noche de primavera alumbrada por la lu- na... ¡Y si resulta malo, qué importa! "Ahí reconocerás mi costumbre de causar daño aun contra mi voluntad. Pero esto es provocado por ese algo que me ha entrado por los ojos hasta el corazón, contra mi volun- tad también. Es algo que me oprime, que me atormenta, aunque lo amo y lo acaricio". Su vida cambia con la llegada de una célebre cantante alemana, la Sontag, quien da una serie de conciertos. El príncipe Radziwill la presenta a Chopin, que se entusiasma fácilmente. La mujer no es bonita, pero encanta y fascina a su círculo. A Federico se le permite el privi- legio de verla por la mañana en traje de casa, y lleva con él a Constanza. Pero el paso de la cantante por Varsovia no es más que un luminoso episodio, y Chopin vuelve a caer en sus incertidumbres. Su partida se le

19 Espacio Disponible www.elaleph.com Guy de Pourtales donde los libros son gratis hace más y más necesaria para su completo desarrollo musical: pero el miedo de perder su amor lo paraliza. El 4 de setiembre escribe a Titus: "Tengo accesos de furia y no puedo irme. No tengo fuerzas suficientes para fijar el día de mi partida. Tengo el presentimiento de que si dejo Varsovia, no volveré a ver más mi hogar. Sueño que voy a morir. ¡Ay! ¡Qué triste debe ser morir lejos de donde se ha vivido siempre! ¡Qué horrible sería ver ante mi lecho de enfermo a un médico o a un sirviente que no me quisiera, en lugar de todos los míos! Me gustaría pasar unos días contigo; tal vez encontraría un poco de tranquilidad. Pero como no lo puedo hacer, me limito a correr las calles abismado en mi tristeza, y vuelvo, ¿para qué? Para continuar mis quimeras. El hombre raras veces es dichoso. Si sólo puede aspirar a cortas horas de felicidad, ¿por qué renunciar a las ilusiones, que son también fugitivas?" Mas rara es todavía su carta del 18 de setiembre, donde hace esta singular confesión: "Te equivocas, como tantos otros, si crees que mi corazón es el que me impide partir de aquí. Ten la seguridad de que sabría vencerme si sólo se tratara de mi propio yo, y que, si yo amara, llegaría a dominar durante muchos años todavía, mis tristes y estériles deseos. Créeme, te lo ruego, que yo también me preocupo por mi por- venir, y que estoy listo a sacrificarlo todo por el mundo. Por el mundo entiendo esa opinión pública que entre nosotros tiene tanto peso y que no quisiera que contribuyese a mi desgracia. No ese sufrimiento íntimo que guardamos dentro de nosotros mismos, sino aquello que yo llamaría nuestra miseria exterior. Siempre que la salud me acompañe, trabajaré toda mi vida. ¿Tendré que trabajar aunque las fuerzas no me lo permitieran? Si fuera necesario, podría rendir dos veces más que hoy. Tú no dominas tus pensamientos, pero yo soy siempre dueño de los míos. Nada me obligaría a dejarlos, así como se desprenden las hojas de los árboles. Aun en el invierno, conserva mi alma un poco de frescor. ¡Nada más que en la cabeza!, por cierto. En el corazón, en cambio... ¡Dios !, ¡qué calor! No me sorprende que la vegetación sea exhuberante... Tus cartas están cerca de mi corazón, al lado de la cinta

20 Espacio Disponible www.elaleph.com Chopin o el poeta donde los libros son gratis de Constanza, porque, aunque estos objetos inanimados no se conocen, sienten que provienen de mano amigas. " En suma: este irresoluto siente que lo más solido de su naturaleza es su instinto musical; que este instinto venciera todo: sus deseos, su comodidad, su paz. Que ese "sufrimiento intimo", si bien le es necesario, lo es menos que esa marcha porfiada hacia un porvenir de melodía y de soledad. Un día, al salir de la iglesia, divisa a Constanza. "Mis ojos sorprendieron su mirada. Entonces me lancé a la calle, y me fue necesario un cuarto de hora para volver en mí. A veces soy tan loco que me da miedo. Pero de aquí a ocho días me iré, pase lo que pase. Guardaré la música en mi maleta, su cinta en mi alma, mi alma bajo el brazo, ¡Y adelante !, ¡a la diligencia! " El 11 de octubre, al fin da su último concierto, al cual la señorita Gladkowska presta su concurso. Federico toca una obra nueva que acaba de terminar, el Concierto en mi menor, y una Fantasía sobre aires polacos. Vestida de blanco y coronada de rosas, Constanza canta la Cavatina de la Dama del Lago, de Rossini. "Tú conoces el motivo: cuántas lágrimas por ti derramé", escribe Chopin a Titus. "Cantó el tutto detesto hasta el si grave, de una manera admirable. Zielinski declaraba que ese solo sí valía mil ducados. Después de acompañarla hasta su camarín, toqué mi Potpourri sobre la puesta de la luna. Esta vez al menos interpreté bien mis sentimientos, la orquesta me siguió y el público nos comprendió... Sólo me queda hacer mi maleta. Mi ajuar está listo, mis partituras copiadas y probado mi pantalón nuevo". ¿Qué es lo que espera todavía? Es como una última oportunidad que el destino le ofrece. Sin embargo, no la tomará. El primero de noviembre de 1830 fija la fecha de su partida: se va para Viena. Desde temprano toda una caravana se pone en camino. Elsner, sus amigos y los músicos lo acompañan hasta Wola, el suburbio histórico donde antaño se hacían las elecciones de los reyes. Almuerzan. Ejecutan una cantata compuesta por Elsner en su honor. Dice así:

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"Que tu talento nacido en nuestro suelo Se muestre en todo y siempre Que tu nombre se expanda en las riberas del Danubio Como en los del Spree, del Tiber o del Sena. No olvides las costumbres de tus antepasados Y recuerda con los sonidos de tu música Nuestras mazurcas y nuestras cracovianas. Canta la gloria de tu patria, Si, tú realizarás tus anhelos No lo olvides Chopin que con tu canto Darás gloria a tu país.

CORO No importa que te alejes de tu suelo Pues tu alma queda entre nosotros. Hacemos votos por tu felicidad Y guardaremos tu memoria en nuestros corazones. Y el pobre artista está triste y pálido cuando ponen entre sus manos una copa de plata llena de su tierra natal. Y estalla en sollozos. Constanza no lo volvió a ver nunca. Dos anos más tarde se casó con un gentilhombre campesino, y poco después, esos ojos azules tan amados por el poeta, se apagaron para siempre. Constanza perdió la vista. Algunas veces todavía tocaba y cantaba aquella linda romanza: Quante lacrime per te versai... Alguien que la conoció en los últimos días de su vida contaba que "de sus ojos, transparentes aún a pesar de la ceguera", caían entonces algunas lágrimas..."

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V

SOLEDAD EN VIENA Y REVOLUCION EN VARSOVIA

Titus Woyciechowski se reunió con Chopin en Kalisz. Algunos años mayor que él, era, en lo físico como en lo moral, el reverso de Federico: grande y fuerte, de facciones acentuadas, voluntarioso y de pocas palabras, pero también apasionado melómano. Sus enormes manos, talladas más bien para manejar la espada de sus antepasados, pa- recían aladas mariposas en cuanto se posaban en el teclado. Sin embargo, el débil Federico, el de expresivos ojos y tez de niño, maneja- ba a su antojo a este dogo vigoroso y sumiso. Se dirigieron a Breslau, después a Dresde, donde pasaron una semana en visitas, fiestas y espectáculos. Provisto de algunas cartas de presentación, Chopin fue a presentar sus respetos a la señora Dobrzycka, una polaca, dama de honor en la corte de la princesa Augusta. Esta señora ocupaba un departamento en el castillo real. Lo recibió muy bien y lo invitó a una velada en su casa a la que asistiría un corto círculo de sus íntimos. Chopin aceptó, conven- cido de que le sería necesario pagar con su talento tanta amabilidad; pero tenía por costumbre no rehusar nunca nada a sus compatriotas. El día fijado hizo su entrada en los salones de la gran dama donde había tres o cuatro personas solamente; algunas señoras y un hombre de unos treinta años, de rostro rasurado, que tomó por un sabio o por un abate de la corte. La señora Dobrzycka lo presentó a sus huéspedes: "el señor Federico Chopin, artista de gran talento, que no rehusará tocarnos algunas de sus Mazurcas, ecos de nuestra lejana patria". Chopin se sentó al piano. Se sentía inspirado, con la cabeza llena de poesía y el

23 Espacio Disponible www.elaleph.com Guy de Pourtales donde los libros son gratis corazón de recuerdos: Constanza, sus hermanas, la vieja Varsovia, flotaban delante de sus ojos. De diez maneras diferentes expresó sus sentimientos con esa pura emoción que nadie le había enseñado. Lo es- cucharon en un silencio profundo. La dueña de casa se puso de pie, y le dijo con los ojos llenos de lágrimas: "Gracias. Habéis hecho pasar una hora deliciosa a sus Reales Altezas", e inclinándose entonces con una graciosa reverencia, le mostró a las señoras y al caballero de rostro afei- tado. Eran la Infanta Augusta, su cuñada, y el Príncipe Juan, futuro rey de Sajonia, que él había tomado por un doctor en teología. Las princesas le enviaron al día siguiente cartas selladas, con los nombres de sus Majestades el Rey y la Reina de las Dos Sicilias, y de su Alteza Se- renísima el príncipe de Lucques, donde les recomendaban "al señor Chopin, artista más allá de toda ponderación, al cual le está reservado un brillante porvenir". Bajo estos felices auspicios Federico y Titus llegaron a fines de noviembre a Viena. Buscaron un departamento y mediante cincuenta florines al mes, arrendaron uno de tres piezas, situado en Kohlmarkt. Pero esta olvidadiza ciudad no se acuerda ya del artista que tanto había aplaudido. Haslinger, el editor, rehusa comprarle sus obras y Chopin no se resuelve a darlas gratis. "Cree, tal vez, que simulando considerarlas como bagatelas, creeré que lo son en realidad, y se las entregaré por sus lindos ojos. Pero se equivoca. Mi norma será: "¡paga, animal!" Todas estas pequeñas molestias desaparecen de golpe, cuando los acontecimientos que se desencadenan en Polonia empiezan a vislumbrarse en los diarios. El 29 de noviembre, en efecto, la insu- rrección había estallado en Varsovia. Este pueblo, reducido a la esclavi- tud, trataba una vez más de recobrar su libertad. Las noticias llegaban por etapas; el 29 de noviembre, dieciocho conjurados se dirigieron al palacio del Belvedere, residencia del gran Duque Constantino, para apoderarse de su persona. Llegaron tarde. "El pájaro había volado", llevándose sus tropas rusas. Libre por algún tiempo, la ciudad entera se levantaba contra sus opresores. A la mañana siguiente, un nuevo go-

24 Espacio Disponible www.elaleph.com Chopin o el poeta donde los libros son gratis bierno fue nombrado, la guerra de la independencia proclamada, y miles de voluntarios se enrolaban en sus filas. Desde los primeros momentos Titus y Federico están locos de entusiasmo. Titus se arma de pies a cabeza, y sin esperar más, corre a juntarse con sus compañeros de armas. Chopin, solo, se lamenta de su inactividad; pero ¡qué hacer con esas manos tan finas, con su inútil ta- lento! Al azar, sin conocer la ruta, arrienda una silla de posta y se lanza en pos de Titus. Pero no lo encuentra, y en la tristeza de ese crepúsculo de invierno, todo su ardor guerrero le parece de pronto vano intento y da orden al cochero de volver a Viena. Encuentra una carta de su padre, que adivinando los sentimientos de su hijo, suplica a Federico que no abandone su carrera: ¡que tantos sacrificios den al fin sus frutos! Chopin, convencido, se queda. Pero la prueba es dura de soportar en esta Austria de Metternich, tan hostil a Polonia. Los artistas que conoce evitan su trato y a veces los oye murmurar a su paso que el único error de Dios es haber creado a los polacos. Su correspondencia le llega después de mucho esperar, y vive angustiado. Le cuentan la marcha del general ruso, Paskewitch, sobre Varsovia. Ve ya la ciudad incendiada, a sus padres y a Constanza muertos. Pasa el día escribiendo, él, que tiene horror por el papel de cartas. "Me parece que sueño, que estoy todavía entre vosotros. Estas voces que oigo y a las cuales mi oído no está acostumbrado, me hacen el efecto de carracas... Vivir o morir, todo me es indiferente, hoy. ¿Por qué estoy tan abandonado? ¿Por qué no estoy con vosotros exponiendo también mi vida?" Y las fiestas de Navidad no hacen más que agravarle este drama de inquietud. Dante tuvo razón al decir que un recuerdo dichoso es el peor tormento en los días desgra- ciados. Esa noche de Navidad va a la iglesia de San Esteban, y ahí, de pie, en la parte más sombría de la catedral, apoyado contra una columna gótica, sueña con el piano familiar, iluminado de velas, con los modestos regalos que sus hermanas le hacían, con la cena tradicional, cuando toda la familia, reunida alrededor de la mesa, rompe el pan ben- dito, que los hermanos legos de los conventos han distribuido durante el Adviento.

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Pasa los días de fiesta solo en su cuarto, que describe así: "Es grande y tiene tres ventanas; el lecho está enfrente; mi maravilloso piano a la derecha, a la izquierda el sofá. Entre las ventanas un espejo, y en medio de la pieza una mesa enorme de caoba. El suelo está encera- do. Todas las mañanas me despierta un sirviente, de una grosería insoportable. Me levanto, tomo mi café, a veces frío, pues lo olvido enteramente, tocando. A las 9 llega mi profesor de alemán. Después vuelvo a tocar. Hummel, el hijo del compositor, viene a hacer mi retrato mientras que Nidecki estudia mi Concierto. Me quedo en bata hasta las doce. A esta hora, un alemancito, Herr Leidenfrost, viene a buscarme para nuestro paseo por las explanadas. Después almuerzo donde me han invitado, o si no en la posada de zur böhmischen Köchin, muy frecuen- tada por los estudiantes de la Universidad... Por la tarde hago visitas, vuelvo durante el crepúsculo, me peino, me calzo y voy a alguna fiesta. Hacia las 11 o las 12, nunca más tarde, vuelvo, toco y lloro; me río, leo, me acuesto y sueño contigo ". En esta misma carta a su amigo Matuszinski agrega el día de Navidad (1830): "... Deseo ardientemente recibir carta tuya; sabes por qué. Qué alegría me producen las nuevas de mi ángel de paz. Cómo me gustaría tocar todas las cuerdas, no sólo aquellas que evocan sentimientos tempestuosos, sino esas canciones cuyo eco medio apagado corre aún entre las orillas del Danubio... Pero no puedo vivir como quisiera... Me aconsejas decidirme por algo. ¿Pero no sabes que soy el ser más irresoluto de la tierra, y que no he escogido con acierto más que una vez en mi vida? Todas las comidas, los conciertos, los bailes me abu- rren. Estoy harto; no puedo hacer lo que quiero. Debo peinarme, calzarme, hacer el papel del hombre indiferente, para regresar a mi casa y abismarme en el piano. No tengo ningún confidente. Perdóname estas quejas, querido Juan, pero ellas me calman y me alivian. Una parte de tu carta me ha dado mucho que pensar. ¿Qué cambio se ha producido? ¿Estará enferma? Es un ser tan sensible, todo puede pasar. Cálmala, y dile que mientras las fuerzas me duren, hasta la muerte o después de

26 Espacio Disponible www.elaleph.com Chopin o el poeta donde los libros son gratis ella, mis cenizas le serán esparcidas bajo sus pies. Todavía esto es muy poco; tú podrías decirle mucho más todavía. Lo hubiera hecho yo mismo. Pero, ¿y el mundo, el qué dirán? Sé mi intérprete cerca de ella. Anteayer comí con una señora Bayer, una polaca cuyo nombre es Cons- tanza. Me gusta estar con ella a causa de este recuerdo. Su música, sus pañuelos, sus servilletas, están marcados con "su" inicial ". "Primero de enero de 1831. Recibí tu carta. No sé lo que siento. Los quiero más que a mi vida. Escríbeme, por Dios. ¿Estás en el ejército? ¡Nuestros pobres padres! ¿Qué hacen nuestros amigos? Sólo pienso en vosotros. Quisiera morir por ti, por todos vosotros. Si tú partes, ¿cómo podrás darles mi mensaje? ¡Qué año tan triste empieza para mí! ¿Te vas a la guerra? Ojalá vuelvas coronel. ¡Qué no daría yo por ser siquiera tu tambor! "Si juzgas que no es necesario, no les entregues mi billete. Ya no recuerdo lo que decía en él: Léelo. Es, tal vez, el primero y el último". Después anota en su libreta de bolsillo: "Este lecho donde duermo, ¿habrá recibido ya un cadáver? ¿Quién fue ese muerto? ¿Estaba más enfermo que yo? ¿Tenía padres, hermanas, un amante?... Todo se ha vuelto indiferente para él. Sin duda morir debe ser el mejor de los actos humanos O, al contrario, ¿es el de nacer?" Termina con algunas líneas delirantes sobre Constanza: "¿Me amará o solamente desempeñará un papel? ¡Qué difícil es comprender a una mujer! ¿Sí, o no? ¿Sí, no, sí, no?... Sí, seguramente. Que sea según su voluntad". Aquí Chopin se retrataba de cuerpo entero, inquieto, solitario, espantosamente sensible. Apenas asoman sus penas, y sus alegrías son simples. El "hombre" no progresa sino con extremada lentitud. El poeta se aferra a su infancia que hasta ahora le ha proporcionado las dificul- tades que su alma necesita. Como las mujeres, se reserva inconscientemente para el sufrimiento, y es por la mujer solamente que llegará a ser un adulto. Los dos años transcurridos desde su amor por Constanza Gladkowska le han inspirado obras admirables. No es sin cierto orgullo que Chopin escoge del conjunto de sus manuscritos el Vals en re bemol

27 Espacio Disponible www.elaleph.com Guy de Pourtales donde los libros son gratis mayor (op. 70, Nº 3), en el que antaño señalara a Titus un pasaje con- fidencial; los bosquejos de sus Estudios, el primero de sus Nocturnos y los dos Conciertos (en mi menor, op. 11, y en fa menor, op. 21). Si por la construcción, por el esqueleto, estas obras deben aún mucho a Hummel, por la carne y la sangre pertenecen enteramente a Chopin. Las partes de la orquesta son débiles aún porque no podía "pensar orques- talmente", pero las del piano tienen una originalidad y una poesía que son como el sello de su propia alma. Liszt, comentando más tarde el Adagio del Segundo Concierto, por el cual Chopin tenía una marcada predilección, dirá que este trozo es "de una perfección ideal", que "ese sentimiento, ora radiante, ora lleno de pesadumbre, hace soñar con un magnífico paisaje lleno de luz o con algún fértil valle de Tempe, que hubieran escogido para ser el lugar de un suceso lamentable, o de una escena desgarradora. Se diría una irreparable desgracia cobijada en un corazón humano, en medio de la incomparable belleza de la naturaleza". Hay algo de cierto en estas palabras un poco ampulosas. Pero es difícil expresar en un vocabulario corriente esto que escapa tan bruscamente a lo común y que revela a nuestros sentidos un nuevo universo. El análisis musical es el más inútil ejercicio del espíritu, porque sólo se puede construir a través del sentimiento. Ved si no las salas de concierto: siempre están llenas de viejos y amantes. Es que ellos comprenden, recuerdan y buscan ese poder inenarrable donde se reencuentran a sí mismos. Chopin mismo ignoraba todavía lo que podía dar. Estaba tra- bado por las normas clásicas. Pero llevaba dentro de sí mismo el goce de un conocimiento que crecía, desarrollado y macerado en sus primeros dolores. El invierno pasa lentamente, y Chopin, con más placer del que confiesa, va de fiesta en fiesta. Deja crecer sus bigotes, o más bien: un lado de sus bigotes; el otro no es necesario "porque el público lo ve sólo del lado derecho". Visita habitualmente al doctor Malfatti, antiguo médico de Beethoven y de la corte, sibarita dichoso y bienhechor, que habita una elegante "villa" rodeada de jardines. Y de nuevo vuelve la primavera. Los duraznos y los cerezos del doctor se cubren de nieve

28 Espacio Disponible www.elaleph.com Chopin o el poeta donde los libros son gratis blanca y rosa y entre ellos se da una fiesta al claro de luna. En la te- rraza, en medio del efluvio nupcial que sube de los azahares y que difunden los surtidores de agua, Chopin toca, mientras las vienesas escuchan al extranjero de ojos tristes que convierte en melancólica tristeza un alegre vals de Strauss. Va a los conciertos, donde encuentra a muchos artistas, pero sólo encuentra notable al violinista Slavik, otro Paganini que hace sonar 96 notas staccato con un solo golpe de arco. Viena no le ofrece nada que amar. Sólo se tocan valses y los editores no quieren imprimir otra músi- ca. Está enfermo y se lo dice a sus amigos; pero les prohibe que lo cuenten a sus padres. Proyecta un nuevo viaje y visa su pasaporte. No sabe si decidirse por Francia, Alemania o Inglaterra. Italia lo atrae también, pero hay revolución en Bolonia, Milán, Ancona y Roma. Irresoluto, tal vez, lo jugaría a cara o cruz, si esto no fuera tentar la suerte. Se decide al fin por Londres, y por si acaso hace agregar a su pasaporte: "pasando por París". Ya está tranquilo. Prepara sus maletas, hace algunas visitas de despedida, y retiene un sitio en la diligencia, para el 20 de julio (1831). Algunos días antes de su partida recibe una carta del escritor Witwicki, compatriota y amigo de sus padres. Lo conmueve en su parte más sensible. "No perdáis jamás de vista la nacionalidad, la nacionalidad y siempre la nacionalidad. Es, tal vez, una palabra sin sentido para un artista ordinario, pero no para un talento como el vuestro. Hay una melodía natal como hay un clima natal. Las montañas, los bosques, las aguas y las praderas tienen sus voces propias, internas, aunque no todos las comprendan... Cada vez que pienso en esto, querido Federico, me hago la ilusión de que seréis el primero que sabréis beber en los vastos tesoros de la melodía eslava... Buscad las melodías populares, como el mineralogista busca las piedras y los metales en las montañas y las llanuras... Me han dicho que allá os aburrís. Me pongo en vuestro lugar: ningún polaco puede tener tranquilidad cuando se juega la vida o muerte de su patria. Pero acordaos siempre, querido amigo, de que partisteis, no para languidecer, sino para perfeccionaros en vuestro arte,

29 Espacio Disponible www.elaleph.com Guy de Pourtales donde los libros son gratis y llegar a ser el consuelo y gloria de vuestra familia y de vuestra patria ". E1 20 de julio parte en coche para Salzburgo; llega a Munich, donde permanece algunas semanas. Después vuelve a tomar su camino con destino a Stuttgart. Es en esa ciudad, el 8 de setiembre, donde se entera de la toma de Varsovia por los rusos. Bajo el choque de esta espantosa noticia, se sienta al piano, y su dolor estalla en una improvisación desgarradora. Es el primer rayo de su Estudio en do menor (Nº 12 del op. 10), llamado La Revolución. "¡Qué cambio, qué congoja!... ¡Quién lo hubiera previsto!", escribe algunas semanas más tarde. Encontramos, tal vez, estas palabras un poco débiles. Pero a Chopin no le gustaban ni muy grandes ni muy pomposas. La emoción tuvo siempre en él un acento moderado. Sin embargo, en su libreta de bolsillo, da rienda libre a sus imprecaciones: Los suburbios incendiados, Matuszinski y Titus, ¡muertos sin duda!... Paskewitch y este perro de Mohilev dueños de mi amada ciudad. ¡Moscú, gobernando al mundo! ¿Dónde estás, Dios mío? ¿Estás ahí y no te vengas? ¿No estás ya harto de los asesinatos moscovitas? -o bien- ¿No eres tú mismo, en suma, un moscovita?" El joven desterrado no sabía que iba a ser, siguiendo una bella metáfora de Paderewski, el genial contrabandista que, con los sonidos de su música, haría volar, por encima de las fronteras, el polonismo prohibido: el sacerdote que llevaría a los polacos desterrados el sacra- mento de la patria.

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VI

"NO SABRIA DECIR SI HAY UNA CIUDAD EN LA TIERRA QUE TENGA MAS PIANISTAS QUE PARIS''

Cuando la berlina que conducía a Chopin franqueó las barreras de París, el músico trepó al asiento al lado del cochero. No sabía adónde mirar, Si a los monumentos o a aquella muchedumbre inmensa que hacía pensar en una nueva revolución. Era sólo el placer de volver a vivir el que empujaba a esta multitud a la calle, forzando a los caballos a tomar el paso. El cochero conocía perfectamente el traje simbólico de los señores burgueses, y los designaba al viajero. Cada partido político enarbolaba su librea. La Escuela de Medicina y La Joven Francia, se distinguían por sus barbas y corbatas. Los Carlistas tenían chalecos verdes; los Republicanos, rojos; los Saint Simonianos, azules. Muchos se enorgullecían de sus largas levitas llamadas a "la propriétaire", que les llegaban hasta los talones. Se veían artistas vestidos como en los cuadros de Rafael, con los cabellos hasta los hombros y sombreros de anchas alas. Otros adoptaban las vestimentas de la Edad Media. Muchas mujeres se vestían de pajes, de mosqueteros, de cazadores. Y en medio de este hormigueo humano, los vendedores ambulantes anunciaban sus librejos: El Arte de hacer el amor y conservarlo; compren Los amores de los curas; compren El arzobispo de Paris y la señora duquesa de Berry. Federico estaba un poco escandalizado. Después tuvo la agradable sorpresa de ver desfilar un grupo de jóvenes que gritaban: "¡Viva Polonia!" "Es en honor del general Ramorino, el italiano que quiere librar de la bota rusa a nuestros hermanos polacos", explica el cochero. Les fue necesario detenerse para dejar pasar al populacho. Al

31 Espacio Disponible www.elaleph.com Guy de Pourtales donde los libros son gratis fin llegan a las Postas. Chopin baja, hace poner su maleta en un cabriolé y en una posada le señalan por alojamiento dos piezas en un tercer piso del bulevar Poissonnière, Nº 27. Le parecen bien porque sus ventanas tienen un balcón, desde donde domina los bulevares. La larga perspectiva de árboles, aprisionados entre dos filas de casas, lo llena de admiración. "Es allí - piensa- donde se escribe la historia de Francia". A poca distancia, en la calle del Infierno, el señor Chateaubriand compone sus memorias. Escribe también: "¡Qué de acontecimientos han pasado ante mi puerta!... Pero después del proceso de Luis XVI y de las insurrecciones revolucionarias nada parece importarle en materia de revoluciones". Y en esa misma época, una de esas mujeres vestida de burgués escribe en su buhardilla novelas que firma con el nombre de Jorge Sand, y que ex- clama: "¡Qué dulce es vivir! ¡Qué bueno, a pesar de las penas, de los maridos, del aburrimiento, de las deudas, de los parientes, del comentario, de los atroces dolores, y de las fastidiosas incomodidades! ¡Vivir es deslumbrador! ¡Amar, ser amada! ¡Es la suprema felicidad, es el cielo!... " Al día siguiente de su llegada, Federico se pierde entre la multitud, y goza con su soledad. Es más completa aquí que en el fondo de los bosques de Alemania, y el artista experimenta temor y ansiedad por su aislamiento. Se deja llevar por la multitud cuando ésta se engruesa súbitamente, se organiza, y Chopin se encuentra arrastrado por una co- lumna compacta que desfila, con la bandera desplegada, y aclama a Ramorino. Entonces el miedo lo sobrecoge, se aparta, vuelve a su casa por calles solitarias, sube hasta su ventana y mira desde arriba esta tempestad de entusiasmo. Las tiendas se cierran: un escuadrón de húsares llega al galope y barre al populacho que silba e insulta a los soldados. Hasta las primeras horas de la madrugada no logra aplacarse el tumulto. Chopin escribe a Titus: "No te puedes figurar la desagradable impresión que me han producido las horribles voces del populacho descontento". Decididamente, no es amigo del ruido ni de las muchedumbres. La policía tampoco será nunca de su agrado.

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Música, música, su única evasión posible, porque es la sola forma sensible de expresar los sentimientos. "Unicamente aquí se puede aprender lo que es el canto. Con excepción de Pasta, Malibrán-García es la mejor cantante de Europa". Va todas las tardes a la Academia Real, o a la Opera Italiana. Veron dirige la Academia, y Habeneck la orquesta. En la Opera Italiana, Rossini y Zamboni. Oye a Lablache y a la Malibrán en el Barbero de Sevilla, en Otelo, en La Italiana en Argelia. Y llevado por su entusiasmo, escribe de nuevo a Titus: "No te puedes formar una idea de Lablache. Algunas personas dicen que la voz de Pasta disminuye. No lo creo; nunca he oído una voz tan divina. I,a Malibrán tiene un registro de tres octavos; en su género, su canto es único, encantador. Personifica a Otelo; y la Schroeder-Devrient, a Desdémona. La Malibrán es chiquita, la alemana mucho más grande. Es de creer a veces que Desdémona es quien va a estrangular a Otelo". Chopin llevaba una carta de presentación dirigida a Paër, quien lo pone en relación con Cherubini, Rossini y Kalkbrenner, el pianista más famoso de entonces. Con el corazón palpitante de emoción, Chopin fue a visitar a ese maestro insuperable. Era un hombre corpulento, frío y acompasado, con maneras de diplomático y mirada huidiza. Se daba aires de gran señor, educado hasta la exageración y en todo caso, muy pedante. Marmontel dice de él que su tocar era ligado, sostenido, armonioso, de una igualdad perfecta que encantaba más que admiraba a sus oyentes; que su mano izquierda era de una sonoridad sin igual, y que tocaba sin ninguna agitación de la cabeza ni del cuerpo, en un estilo noble y de gran escuela. "Un gigante -dice Chopin-, aplasta a todo el mundo, inclusive a mi". El joven artista admira sobre todo en Kalkbrenner al purista, al hombre que, en el piano, habla la lengua de Cicerón. El maestro y el desconocido tocan el uno para el otro varios trozos. Cuando Chopin termina su Concierto en mi menor, Kalkbrenner le dice: "Tenéis el estilo de Cramer y la manera de tocar de Field", lo que es, sin duda, la mejor alabanza que puede encontrar. Y adivinando en este discípulo inesperado al gran hombre del mañana, le explica sus

33 Espacio Disponible www.elaleph.com Guy de Pourtales donde los libros son gratis defectos, le hace palpar su carencia de método, y llega hasta corregir el Concierto. Después ensaya tocarlo. Y si puede hacerlo en la primera parte, en la segunda se encuentra detenido por dificultades inesperadas. La técnica es enteramente nueva. Sin embargo, afirma con aplomo, tres años de estudio bajo su dirección transformarán a Chopin en un nuevo jefe de escuela. Federico se inquieta. ¡Tres años de estudio aún! ¿Qué dirá su familia? "Sin embargo, lo haría, piensa, siempre que estuviera seguro de dar un gran paso adelante". Pero de regreso a su casa, no vacila: "No, jamás seré una copia de Kalkbrenner... No, él no destruirá en mí esta ambición audaz, convengo, pero noble, de crearme un mundo nuevo". Un cuarto de siglo antes de Wagner, este joven de veinte años tiene la certeza de un mismo destino. Agradezcamos a Nicolás Chopin el haber sostenido la confianza de su hijo: "Pero mi buen amigo, no comprendo cómo con tus capacidades, que (Kalkbrenner) dice haber observado, piense que necesitas todavía tres años de trabajo bajo su dirección para hacer de ti un artista y formarte una escuela. Tú sabes que he hecho todo lo que he podido para secundar tus disposiciones y desarrollar tu talento, que no te he contrariado en nada. También sabes que el mecanismo del piano lo aprendiste fácilmente, que tu espíritu trabajó más que tus dedos. Si otros han pasado días y aun meses para dominar un teclado, tú rara vez has estado una hora entera estudiando la obra de los otros... Los conocedores aprecian a primera vista el genio; pero no ven hasta dónde llega su elevación ". Pero más notable es la carta de su hermana Luisa, la que ha ido a ver a Elsner para contarle el apuro en que se encuentra su familia. Y el viejo maestro, como la joven hermana, ha descubierto en la proposición de Kalkbrenner un cálculo interesado. Luisa escribe: "Elsner está des- contento. Ha exclamado: "Ya empieza la envidia, ¡tres años todavía!" Y moviendo la cabeza en señal de fastidio, agregó: "Conozco a Federico. Es muy bueno, pero no tiene amor propio ni la ansiedad de progresar; lo dominan fácilmente. Le escribiré cómo comprendo yo todo esto". En efecto, hoy mismo trajo la carta que te envío y hemos seguido hablando

34 Espacio Disponible www.elaleph.com Chopin o el poeta donde los libros son gratis de esto. Nosotros, que juzgamos a los hombres con la simplicidad de nuestro corazón, pensábamos que Kalkbrenner era un hombre honrado; pero Elsner no es de esta opinión. Nos ha dicho: "Ha reconocido el genio de Federico y teme que lo sobrepase. Por esto quiere tenerlo tres años aún entre sus manos, para sujetar lo que la naturaleza haría desarrollarse por sí sola". Elsner no quiere que imites a nadie; y se expresa bien cuando dice: "Ninguna imitación vale lo que el original". Si tú imitas, cesarás de ser original, y por joven que seas, tus creaciones pueden ser mejores que las de muchos otros... Además, Elsner no quiere ver en ti un concertista, un célebre virtuoso. Quiere verte alcanzar la meta hacia la que tu naturaleza te empuja y para la cual te ha formado. Lo que más lo ha irritado en todo esto, es, como él dice, el descaro y la impertinencia de corregir tu Concierto, sin haberlo oído jamás con todos sus efectos orquestales. Dice que hubiera sido muy distinto si te hubiera aconsejado hacer el alegro más corto en el próxi- mo Concierto que escribas. Pero forzarte a borrar lo que ya habías escrito, eso no se le puede perdonar. Elsner compara esto a una casa ya construida, a la cual quitaran una columna que parecía superflua, y que cambia todo el estilo al destruir lo que se creía malo. Creo que Elsner tiene razón cuando dice que para ser superior hay que sobrepasar, no solamente a sus maestros, sino a sus contemporáneos. Se los puede so- brepasar imitándoles, pero entonces es seguir sus huellas. Afirma que tú, que sabes lo que es bueno y lo que es mejor, debes abrirte, tú mismo, tu propia senda. Tu genio te guiará. Ha dicho también otra cosa: "Federico ha tomado de su tierra natal esta particularidad: el ritmo, que lo hace tanto más original y característico, cuanto que sus ideas son más nobles". No querría que perdieras esta cualidad. Nosotros no entendemos estas cosas como tú, mi querido Federico, y por eso no te damos ningún consejo: te hacemos algunas observaciones". Es hermosa esta carta. No tiene literatura, pero alcanza su objeto. Federico sigue los consejos, y prefiere permanecer él mismo, aun a costa de un éxito rápido. Por otra parte, Kalkbrenner no se molesta al ver que este discípulo de elección no sigue su consejo. Su amistad

35 Espacio Disponible www.elaleph.com Guy de Pourtales donde los libros son gratis subsiste y es el mismo Kalkbrenner quien lo presenta a los directores de la famosa casa Pleyel. Chopin traba conocimientos con otros artistas, en particular con Hiller, pianista, compositor y musicógrafo, y con Franzhomme, el célebre violoncelista, quienes lo ayudan a organizar su primer concierto. Tuvo lugar el 26 de febrero de 1832, en los salones Pleyel. Federico lo había preparado con minucioso cuidado, en medio de dificultades siempre renovadas. Se habían buscado para esta circunstancia cinco violinistas, entre ellos a Urhan, el amigo de Liszt, y a Baillot, que debía tocar el Quinteto de Beethoven; a las señoritas To- meoni e Isambert, para el canto: Kalkbrenner, Stamati, Hiller, Osborne, Sowinski y Chopin tocarían la Gran Polonesa a seis pianos compuesta por Kalkbrenner. Después Chopin ejecutaría su Concierto en fa menor, y sus Variaciones sobre la ci darem, de Mozart. La Gran Polonesa a seis pianos lo inquietaba, "¿no es una idea absurda? -escribe a Titus-. Uno de los pianos de cola es muy grande ¡es el de Kalbrenner. El otro es chico y es el mío". No amaba la ostentación. Además, los conciertos ante un numeroso público, le eran siempre fastidiosos. Por eso, la tarde del 26 de febrero, el público vio llegar hasta el proscenio a un hombre joven, muy pálido, cuyo aspecto traslucía un sincero aburrimiento, más que una actitud teatral. La sala estaba llena a medias. Había sobre todo polacos, críticos y músicos. Podía verse, en primera fila, el bello rostro de facciones regulares de Liszt. Un silencio sepulcral se hizo cuando Chopin arrancó del piano sus primeros acordes. Del teclado surgió entonces una voz que nadie había oído nunca. Sin embargo, cada cual sentía el grito de su yo más recóndito. No era una anécdota, ni un brillante comentario, sino el canto simple de la vida, la confidencia auténtica, la palabra salida del corazón. A fuerza de deli- cada precisión -que es la fuerza de los puros- Chopin transportó a sus oyentes. Liszt mismo, cuyos "aplausos renovados no bastaban para expresar su entusiasmo", vio allí la revelación de una "nueva fase del sentimiento poético, acompañada de felices innovaciones en la forma del arte". Le consagró desde esa tarde su cálida amistad. Fetis, el crítico

36 Espacio Disponible www.elaleph.com Chopin o el poeta donde los libros son gratis acerbo pero escuchado, declaró: "He aquí un hombre que abandonán- dose a sus disposiciones naturales y sin imitar a nadie, ha encontrado, si no una completa renovación en la música del piano, al menos una parte de lo que en vano se busca hace tanto tiempo: una abundancia de ideas originales cuyo modelo no se encuentra en parte alguna". Chopin acepta estos elogios sin orgullo, pero sin falsa modestia, ya que carecía totalmente de vanidad. Cuenta el dinero recibido: apenas alcanza para cubrir los gastos. Pero esto no es nada comparado con otra decepción: el público francés no había asistido. El objeto perseguido por el artista había fallado. Cuando hacia la medianoche, Chopin volvió a su pieza, se imaginó que el destino había pronunciado contra él una sentencia desfavorable, y se hizo el propósito de partir para América. No le quedaba casi dinero. Sus relaciones continuaban siendo poco numerosas, limitadas a un pequeño número de artistas y compatriotas. ¡Ay, qué feliz era Meyerbeer, que acababa de hacer representar su Roberto el Diablo, mina de oro y de gloria! Se confía a Titus: "E1 destino me ha conducido aquí. Se respira fácilmente, es cierto, pero, tal vez, se suspira más. París es todo lo que quisieras que fuera. Te puedes divertir, aburrirte, reír, llorar, hacer lo que te parezca, sin que nadie te recompense con una mirada. Cada cual sigue invariablemente su camino. No sé si habrá una ciudad en la tierra donde se hallen más pianistas que en París, ni más asnos, ni más virtuosos. ¡Cuánto deseo tenerte cerca de mi! ¡Si supieras lo triste que es no poder aliviar el alma! Me gusta la sociedad de los hombres; cultivo fácilmente relaciones y estoy harto de ellas porque no hay nadie, nadie, que me comprenda. Mi corazón late siempre en síncopes, y lo lamento porque quisiera una pausa -la soledad-, y que durante el día nadie me viera ni me dirigiera la palabra. Lo que más detesto es oir sonar el timbre cuando te escribo." Sin embargo, sonaba mucho esta campanilla, tocada por el fastidioso, el terrible, el ridículo Sominski. "Acaba de llegar. Es un ser grande y fuerte, que lleva pequeños bigotes; se sienta al piano e

37 Espacio Disponible www.elaleph.com Guy de Pourtales donde los libros son gratis improvisa sin saber qué. Toca, golpea, cruza las manos sin razón aparente, aporrea las notas. Tiene dedos enormes hechos más bien para manejar las riendas y el látigo en los confines de la Ucrania. No tiene otro mérito que el de tener bigotes cortados y un buen corazón. ¿Cuán- do nos volveremos a ver? Tal vez nunca, pues te aseguro que mi salud es muy mala. Exteriormente estoy alegre; pero por dentro me acosan sombríos presentimientos, agitaciones, insomnios, nostalgia, indiferencia hacia todo. ¡El goce de vivir se trueca al instante en el deseo de morir...!" Algunos amigos lo visitan: Alberto Grzymala, el conde Plater, Liszt, Berlioz, que llega de Roma con grandes proyectos, algunos refugiados polacos. Pero ninguno tiene dinero. Y Federico ve agotarse sus pequeños recursos, a pesar de los "pequeños refuerzos" que le manda el padre. En cuanto al amor, es un lujo con el que no puede soñar. El recuerdo de Constanza se borra desde que Isabel ha anunciado a su hermano el matrimonio de la infiel. "Me extraño como tú de que se pueda ser tan insensible. Se ve que un lindo castillo la ha hecho variar de opinión. ¡Sólo su canto tenía sentimiento!" La castidad es natural al pobre, y el placer era una palabra que Chopin no comprendía. Sin embargo, una mujer linda y fresca habita en el piso superior al suyo. Se encuentran en la escalera, se sonríen, a veces se hablan. Ella escucha desde su cuarto los apasionados acordes que toca -¿para quién?-, este ángel masculino. Le dice en una ocasión: "Venga a verme una tarde. Casi siempre estoy sola, y adoro la música". Pero él rehusa, sonrojándose. No obstante, solo en su húmedo cuarto, escribe: "Hubiera encontrado un hogar, un fuego. Habría sido bueno calentarse".

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VII

AÑOS DICHOSOS, AÑOS DE TRABAJO

"-Mañana escribe a sus padres-, mañana atravesaré los mares". Atravesó solamente los bulevares, y encontró al príncipe Valentín Radziwill. La familia Radziwill parece haber tenido una influencia extraña sobre la vida de Chopin. ¡Qué bellas comparaciones se podrían hacer con aquellos otros encuentros donde un papa, un rey o algún gran señor modificaba en un instante la fortuna de un artista condenado aparentemente al fracaso de su genio! Parece que entre el arte y la opulencia existen secretas e inconscientes fecundaciones. Francisco I nunca nos ha parecido mejor inspirado que cuando pagaba las deudas de Clemente Marot, o cuando acogía a Vinci, sobre las terrazas de Amboise, ni Julio II más simpático que cuando trepaba a los andamiajes de Miguel Ángel, ni Isabel de Inglaterra más inteligente que cuando pidió a Shakespeare que escribiera las Alegres Comadres de Windsor; y sólo nos acordamos del intendente Fouquet, porque pensionó a La Fontaine. Si ellos mismos hubieran dictado sus biografías, sin duda habrían olvidado mencionar tan mediocres gestos. Y Radziwill tampoco se imaginó que agregaba a su vida un acto meritorio cuando al encon- trar en los bulevares a este triste compatriota, le propuso llevarlo esa misma tarde a casa del barón de Rothschild. Precisamente de esta invitación hecha al pasar data la gloria de Chopin. El barón recibía a la sociedad más escogida. Piden a Chopin que toque algo, y lo hace de buena gana. En un momento conquista a esta elegante concurrencia, y las invitaciones y los pedidos de lecciones llueven sobre él. La mariscala Lannes, la princesa de Veademont, el conde Apponyi, el príncipe Adán Czartoryski, se constituyen en sus

39 Espacio Disponible www.elaleph.com Guy de Pourtales donde los libros son gratis protectores. Las lecciones que da no cuestan menos de veinte francos por hora. Se cambia dos veces de casa y se instala por fin en el número 5 de la Chaussée d'Antin. En todas partes hablan de este poeta que, en la noche, en los escasos salones donde consiente tocar, puebla la obs- curidad de hadas maravillosas. Federico llamaba a esto "contar historietas musicales". Eran temas variados hasta el infinito, pues era improvisando, sobre todo, como demostraba su audacia creadora. Lo inacabado de estos bosquejos abría caminos en la imaginación, donde el espíritu se perdía. Chopin poseía en alto grado el poder de sugerir, que es el don más precioso del artista. Conversaba consigo mismo, no llegaba a ninguna conclusión, y dejaba a sus auditorios el placer de ha- ber palpado formas y sentimientos nuevos, que luego se desparramaban y se perdían en la nada. "Divinos arrumacos", decía Berlioz. "Vapores amorosos, rosas de invierno", agregaba Liszt. "Por una puerta maravillosa, Chopin nos hace entrar en el mundo, donde todo es milagro encantador, loca sorpresa o milagro realizado. Pero hay que estar iniciado para saber cómo franquear el umbral". A veces, Federico confiaba a su amigo Franz: "No tengo carácter para dar estos conciertos. El público me intimida; me siento asfixiado por esas respiraciones precipitadas. Paralizado por las miradas curiosas, mudo delante de esas caras desconocidas. Pero tú has nacido para esto, pues si no conquistas a tu público, tienes con qué aporrearlo". Federico no hubiera sido capaz de hacerlo. Su aspiración fue siempre la de ganar al público... y quizá ni siquiera eso, sino cantar su propio mal y así solo encantar. No le gustaba expresarse con medios ajenos y con excepción de Bach, Beethoven y Mozart, sólo se inter- pretaba a sí mismo. Para Chopin, como más tarde para Wagner, lo superfluo era lo único necesario. El dinero, que llegaba ahora con cierta abundancia, lo empleaba en gustos refinados: un hermoso coche, trajes de buen corte, guantes blancos, comidas caras. Amuebla lujosamente el interior; pone lámparas de cristal, tapices, plantas, y flores en toda estación. Y cuando

40 Espacio Disponible www.elaleph.com Chopin o el poeta donde los libros son gratis venían sus nuevas amigas: la condesa Delfina Potocka, la princesa Mar- celina Czartoryska, la señorita O'Meara, la princesa de BeauVau, era de rigor que llevasen rosas u orquídeas que el artista ponía en un florero y contemplaba sin descanso, así como un japonés se embriaga con un grabado original. Años dichosos, años de trabajo. Chopin compone la mayor parte de su obra. En 1833 publica cinco Mazurcas, el Trio para piano, violín y violoncelo, tres Nocturnos, los doce grandes Estudios dedicados a Liszt, el Concierto en mi menor. En 1834, la Gran Fantasía sobre aires polacos, la Krakowiak para piano y orquesta, otros tres Nocturnos, el Rondó en mi bemol mayor dedicado a Carolina Hartmann, cuatro nuevas Mazurcas, el Gran Vals en mi bemol mayor. Sus obras son tocadas en muchos conciertos por los más célebres virtuosos: Liszt, Moscheles, Field, Kalkbrenner y Clara Wieck. Field dice de Chopin: "un talento de cuarto de enfermo". Y Auber: "Federico vive muriendo". Porque Chopin, a pesar de sus triunfos, está lleno de nostalgias, y tanto, que un día en que su alumno y amigo Gutman tocaba el tercer Estudio en mi mayor, Chopin, que pensaba que ésa era su más bella melodía, exclamó bruscamente: "¡Patria mía!" Para este hombre de veinticuatro años, la tierra natal es su más fuerte pasión. Asocia un dolor dantesco al nombre de Polonia, que tiene más poder sobre su corazón que el llamado de una amante. Y es preciso que el mal sea bien profundo, para que Orlowski, al escribir a los suyos, hable de él como de una enfermedad que lo consume. "Chopin tiene buen aspecto -dice-. Todas las mujeres están locas por él. Los hombres celosos. Está de moda; sin duda pronto usaremos guantes a lo Chopin. Pero la nostalgia de su patria lo consume". Y es que Polonia es siempre la fuente viva donde bebe las imágenes y los sentimientos, el solo ritmo eficaz, en suma, el motor de todas sus energías. La inspiración es una casualidad tomada al vuelo. Pero el arte no se encuentra oculto como la paloma bajo el sombrero del prestidigitador. Tal vez no es sino el perfecto conocimiento de uno mismo, la apreciación exacta de sus límites, y las modulaciones que da la vida a nuestros ímpetus de juventud. El

41 Espacio Disponible www.elaleph.com Guy de Pourtales donde los libros son gratis marqués de Custine escribía a Chopin: "Cuando os escucho me parece que siempre estoy solo con vos, o tal vez con algo mejor que vos, en todo caso con lo mejor de vuestra persona". En la primavera del año 1834, Chopin y su amigo Hiller van juntos al festival de música de Aix-la-Chapelle. Se encuentran con Mendelssohn, que no se cansa de oír tocar a Chopin. Lo declara el primero de los pianistas, pero le reprocha, lo mismo que a Hiller, esa manía parisiense de pasar por desesperados: "Tengo todo el aire de un maestro de escuela -dice-; ellos parecen petimetres y maravillosos". Por Dusseldorf y Colonia, vuelven a París, donde Chopin tiene el gusto de volver a ver y de alojar a su amigo Matuszinski, que acaba de ser nombrado profesor en la escuela de Medicina. Esta es la época de mayor serenidad, porque, a su discreta gloria, Chopin puede agregar el placer de un contacto diario con uno de sus "hermanos". Está más amable que de costumbre, recibe en su casa, toca en público. El 17 de diciembre, en el teatro Italiano, toca en un concierto organizado por Berlioz, a Beneficio de Enriqueta Smithson, la actriz inglesa con quien el músico francés acaba de casarse. El día de Navidad, en la sala Pleyel, toca a dos pianos con Liszt un dúo de éste, sobre un tema de Mendelssohn. El 15 de febrero del 35, toma parte en un concierto en lo de Erard, y el 4 de abril, toca a beneficio de los refugiados polacos. Berlioz escribe en el Renovador: "Chopin, como ejecutante y como compositor, es un artista aparte. No tiene punto de semejanza con nin- gún otro artista de mi conocimiento. Desgraciadamente, sólo Chopin puede tocar su música, y darle ese giro original, ese aire imprevisto que es uno de sus principales encantos; su ejecución está salpicada de mil tonalidades de movimiento, cuyo secreto es único en poseer, y que no se podría precisar... Hay detalles increíbles en sus Mazurcas. Y cuando las toca con extrema dulzura, los martillos que rozan apenas las cuerdas, en el máximun del piano, dan deseos de acercarse al instru- mento y prestar oído, como lo haríamos en un concierto de silfos y de duendes".

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Pero la muchedumbre aclama siempre al artista más brillante, y Chopin, al juzgar que no le habían hecho la acogida que esperaba a su Concierto en mi menor, declara que no es comprendido ni hecho para los conciertos, y decide abstenerse durante un tiempo bastante largo de aparecer en público. Sin embargo, tocó una vez todavía, el 26 de abril de 1835, en el Conservatorio. Es la única vez que ejecuta en esa gran- diosa sala y toca su Polonesa Brillante precedida de un Andante Suavísimo. Encontraba compensaciones a estas pequeñas molestias profesionales en la amistad del italiano Bellini, hacia el cual lo arrastraba una viva simpatía y a quien veía con mucha frecuencia. Después, en su inclinación hacia una célebre belleza: la condesa Delfina Potocka. Tenía veinticinco años, el porte majestuoso, la nariz de delicados contornos, la boca apasionada, la frente alta y ansiosa, que es indicio de voluptuosidad. Su andar evocaba una diosa espigada y poderosa y lo que había en ella de lujurioso lo amortiguaba la seriedad de la mirada. Mickiewicz decía que era "la más grande de las pecadoras", y Krasinski, la interpelaba en un poema, como lo hiciera Mefisto: "Oh tú, quédate, porque tú eres la verdadera belleza!" Federico flotaba en la atmósfera sensual de este lindo animal de amor. Por primera vez, la cabeza le daba vueltas. La voz grave de Delfina le encantaba; la acompañaba al piano, y se esforzaba en hacer renacer esa alma, en devolverle su frescura, en espera de posibles vibraciones. Pero el alma era sierva de esa carne imperial. A veces, sin embargo, parecía salir de su letargo, y se desplegaba en una nota admirable salida del fondo inconsciente de ella misma; poco después, los gritos, las risas, las exigencias de esta histérica encantadora, apagaban esos fugitivos relámpagos. Y como el amor platónico, hacia el cual Chopin quería dirigirla, parecía a Delfina cómico e imposible, se entregó mucho antes de que él hubiera soñado en pedírselo. La aventura duró poco. la condesa tenía un marido celoso, que llevó a su mujer a Polonia, de donde volvió al cabo de un tiempo. Pero ella siempre guardó por Chopin un sincero afecto. Las únicas líneas

43 Espacio Disponible www.elaleph.com Guy de Pourtales donde los libros son gratis suyas dirigidas al artista que se han hallado nos dan un discreto testi- monio: "No te aburriré con una larga carta, pero no quiero pasar más tiempo sin noticias de tu salud, y de tus proyectos para el porvenir. Estoy triste de saberte solo y abandonado... paso mi tiempo en forma tonta y aburrida. Y es de esperar que los disgustos se acaben. Bastantes he tenido ya. Todas las personas a quienes he hecho bien me han pagado con ingratitud. En suma, la vida no es sino una inmensa disonancia. Que Dios te bendiga, querido Chopin. Hasta la vista." "Una inmensa disonancia". Ya lo había dicho Liszt. Hay en algunas almas atormentadas el invencible anhelo de más suaves armonías. Particularmente en esos seres -machos o hembras-, en quienes la feminidad domina. Pero éste no es el caso de Chopin, cuyo trabajo musical es siempre viril. Habría pensado, como Beethoven, que "la emoción no es sino para las mujeres; en el hombre, es necesario que la música saque chispas de su espíritu". O tal vez, con el poeta Juan Pablo Richter, citado por Schumann, que "El amor y la amistad pasan sobre la tierra con un velo en la frente y los labios cerrados. Ningún ser humano puede decir a otro cómo lo quiere; sabe solamente que lo ama. Nuestro yo interior no tiene lenguaje; es mudo".

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VIII

MARIA WODZINSKA Y EL CREPUSCULO

En el verano de 1835, Chopin se entera de que sus padres irán a hacer una cura a Carlsbad, y decide adelantárseles. Los más vivos sentimientos que había experimentado eran los que lo ligaban a su familia. Partió con el corazón henchido de ternura. Y cuando los volvió a encontrar, después de cinco años de separación, escribe a sus hermanas, que han quedado en Varsovia, con transportes parecidos a los de un amante satisfecho. "Nuestra felicidad es indescriptible. No hacemos más que abrazarnos, ¿habrá un goce más grande? ¡Qué lástima que no estemos todos juntos! Dios es bueno con nosotros. Pero escribo sin orden ni concierto; más vale no pensar en nada ahora, sólo gozar de la dicha alcanzada: es la única felicidad que poseo hoy. Nuestros padres no han cambiado; siempre iguales, un poco avejentados únicamente. Nos paseamos, llevo del brazo a mi madrecita. Bebemos y comemos juntos, nos hacemos caricias y chacoteamos como niños. Estoy en el colmo de la felicidad. Reconozco las mismas costumbres entre las cuales he creci- do, la misma mano que no besaba desde tanto tiempo... ¡Y he aquí que tengo esta felicidad, esta felicidad! " Por su parte, el padre y la madre encuentran que su hijo no ha cambiado. Es un placer inextinguible, pero corto, como el prefacio de emociones más profundas. Federico ha sido invitado a Dresde por sus amigos Wodzinski, y siente ya esos estremecimientos anunciadores, ese miedo exquisito, esos requerimientos fisiológicos, que informan a nuestro ser interior de las llamadas inminentes del amor. En la pensión de su padre, Chopin había tenido por camarada a los tres hermanos Wodzinski, y conocía de la niñez a su hermana María.

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Esta familia, poseedora de grandes extensiones de tierra, se habían radicado en Ginebra para la educación de los niños, y ahí había pasado los años de la revolución polaca. Primero había ocupado una casa en la plaza de San Antonio, y después una "villa" a orillas del lago. Pronto fueron visitados por la mejor sociedad de Ginebra y de la colonia ex- tranjera. Se encontraba habitualmente en sus salones a Bonstetten, a Sismondi, a la señorita Saladin de Grans, al principe Luis Bonaparte y a la reina Hortensia. María tenía diecinueve años. I,a poca sangre italiana que corría por sus venas (por los Orsetti, venidos de Milán a Polonia con Bona Sforza, la novia de uno de los últimos reyes de la dinastía de los Jagellons), la había hecho morena, viva, de grandes ojos negros, de una boca carnosa, cuya sonrisa era, al decir de un poeta, de una inefable voluptuosidad. Algunos la encontraban fea, otros encantadora; todo dependía de la expresión de este rostro medio eslavo, medio florentino. "La morena hija de Euterpe", decía de ella el príncipe Napoleón, quien gustaba oirla tocar el piano mientras fumaba un cigarro y divisaba la plaza San Antonio. María poseía muchas pequeñas habilidades: piano, canto, composición, bordado, pintura, y no quería o no podía decidirse por nada, en particular. Lo que apasionaba en ella era su encanto, la acción profunda y tal vez inconsciente de un rico temperamento. Desde los catorce años había sido locamente amada. Sabía el poder que tenía sobre los hombres, y los torturaba con su coquetería. Su imaginación era rápida y su memoria precisa. Así es la camarada de infancia que Chopin va a encontrar en Dresde, donde la familia Wodzinski se ha establecido por algún tiempo. Federico siente más curiosidad que emoción en estas circunstancias. Aun se pregunta si sólo se trata de un simple interés musical, pues María fue en otros tiempos una de sus alumnas. Ella todavía le enviaba a veces alguna de sus composiciones. ¿No acababa hacía justamente algunas semanas, de contestar a uno de estos envíos, mandándole a su vez una página de música? "Una tarde que tuve que improvisar en un salón de aquí, tomé por tema a una María, con la cual jugaba a las

46 Espacio Disponible www.elaleph.com Chopin o el poeta donde los libros son gratis escondidas... Hoy me tomo la libertad de ofrecer a mi estimada colega, la señorita María, un pequeño vals que acabo de terminar. Ojalá le procure siquiera la centésima parte del gusto que yo he experimentado tocando sus Variaciones". Llega a Dresde, la ve y queda seducido. I.a ama. Esta ciudad, visitada ya dos veces por él, le parece nueva y encantadora. María y Federico se pasean en las mañanas llenos de dichosa melancolía. Van a la terraza de Bruhl, y miran deslizarse el Elba. Se sientan bajo los castaños del Grossgarten, y se extasian en el museo de Zwinger delante de la Madona de Rafael. Van juntos a visitar a esa gran dama de la corte, que algunos años antes presentó a Chopin a Sus Altezas Sajonas. Por la tarde toda la familia va a la casa de un tío de María, el palatino Wedzinski, quien había presidido la última reunión del senado polaco antes de la toma de Varsovia. Desterrado, confiscada la mayor parte de sus bienes, el anciano vivía a la sazón en Dresde, la segunda capital de sus antiguos reyes, rodeado de sus libros, de sus cuadros y de sus medallas. Era un hombre fino, lampiño, con una peluca blanca en la cabeza. Antaño había guerreado en Vilna, y después se había dejado tomar prisionero en Leipzig, al lado de Poniatowski, que agonizaba. Su grave defecto era que no gustaba de la música, y ahora que tocaban todas las tardes en su casa, miraba con un poco de rencor cuando su sobrina clavaba sus ojos luminosos en ese compositor de mazurcas. Desaprobaba todavía más los suspiros y los cuchicheos de este par de inseparables, cuando se aislaban a la vista de todo el mundo, en un rincón del salón. Entonces tosía ruidosamente, mientras arreglaba su peluca y apostrofaba a su cuñada: -Un artista, y un artista sin ningún porvenir... ¡Ah! ¡no es eso lo que yo soñaba para vuestra hija! -Si son dos niños -contestaba la condesa riendo-. Una amistad de siempre. -Sabemos adónde conducen estas amistades...

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-Pero si es el niño mimado de la casa, así como Antonio, Félix y Casimiro lo fueron del profesor Chopin. ¡Para qué entristecer a este pobre niño, tan tierno, tan servicial! Y Federico continuó en el piano o en el paseo sus dúos de amor, a pesar de las miradas hostiles del tío, y bajo los ojos indulgentes de la madre. Un mes entero transcurrió en este idilio, pero fue necesario pensar en el regreso. Una mañana de setiembre, subió por última vez al salón donde lo esperaba la joven. Un ramo de rosas perfumaba el cuar- to. María tomó una y se la dio. Dieron las once en el reloj de la Frauenkirehe. Chopin permanecía rígido delante de ella, pálido, ausente la mirada. ¿Pensaba tal vez en esa muerte interior que contiene siempre un adiós, por buenos presagios que encierre? ¿Escuchaba el ritmo melódico de su pena? Se sentó al piano e improvisó un vals. Ahí dejó correr y desbordarse la amargura de su dolor y de su soledad. Años después María llamó a este vals el Vals del Adiós, Es notorio que Chopin, retenido por un pudor invencible, no lo publicó jamás. Lo escribió, sin embargo, lo copió, y se lo ofreció a su amiga, con esta simple dedicatoria: "Para la señorita María, Dresde, setiembre de 1835". Fontana lo editó después de la muerte de su autor. (Obras póstumas, op. 69 Nº 1 Vals en la bemol mayor). Parece allí oírse el murmullo de dos voces que se aman, las campanas del reloj, el rodar de las ruedas en el pavimento, cuyo sonido apagaba el de los sollozos contenidos". Es posible, a pesar de todo. Sea lo que fuere, Chopin conservó la flor que le diera María. La encontraremos después dentro de un sobre y marcada con una señal, por aquel para quien la desgracia y el ideal tuvieron siempre el perfume de una rosa postrera de verano. En su viaje de regreso, Chopin descendió en Leipzig, donde volvió a ver a Mendelssohn. Este lo condujo ante Wieck, su hija Clara y Roberto Schumann. La pequeña vivienda de Wieck reunió ese día a los tres más grandes compositores de la época. Llegado a París, Chopin se enclaustró en su casa, para pensar a su antojo en la adorada que ahora llenaba su alma. Le escribía y a su vez recibía cartas de ella. Eran, de una y otra parte, cartas un poco frías,

48 Espacio Disponible www.elaleph.com Chopin o el poeta donde los libros son gratis porque ambos sabían hablar mejor en lenguaje musical. Pero no es nece- sario que la pluma de un amante sea literaria ni cargada de sentimientos y hay quienes llegan a desdeñar el vocabulario amoroso tan manido. A los novicios y a los puros, les bastan simples insinuaciones para mostrar su corazón al desnudo. Escuchemos con el fino oído de Chopin, las cartas leves de Maria Wodzinska. "Aunque no os guste recibir ni contestar cartas, aprovecho la partida del señor Cichowski para daros noticias de Dresde. Seguiré por lo tanto aburriéndoos, aunque no ya con mi piano. El sábado, después que os fuisteis, todos nos paseábamos tristes, con los ojos llenos de lá- grimas, en este mismo salón en el que algunos minutos antes estabais con nosotros. Mi padre volvió luego y no se conformaba de no haber podido despediros. Mi madre, llorando, nos recordaba a cada momento algún rasgo de "su cuarto hijo, Federico". Felix estaba apesadumbrado; Casimiro quería hacer bromas como de costumbre, pero ese día no tuvo éxito, pues hacía de bufón llorando a medias. Mi padre se reía de nosotros para no llorar. A las 11 llegó el profesor de canto. La lección estuvo muy mal; no podíamos cantar. Félix me hacía tocar el Vals, la última cosa que habíamos recibido y oído de vos. Con esto nos conso- lamos algo porque nos recordaba al hermano que acababa de dejarnos. Lo llevé a empastar; el alemán se mostró abismado, cuando sólo le di una hoja (no sabía quién la había escrito). Nadie comió; mirábamos todos vuestro sitio en la mesa, y el "rinconcito de Fritz". La sillita está siempre en su mismo sitio; y probablemente no cambiará de lugar mientras ocupemos este departamento. Después fuimos a lo de mi tía, para evitarnos la tristeza de esta primera tarde sin vos. Mi padre vino a buscarnos, diciendo que también le sería imposible quedarse solo en casa, este día. Mi madre no hace mas que conversar conmigo de vos y de Antonio. Cuando mi hermano esté en París acordaos de él, os lo suplico. ¡Si supierais qué amigo tan devoto tenéis en él ! Antonio tiene excelente corazón, tal vez demasiado corazón; es siempre el juguete de los otros: es, además, muy negligente, no piensa jamás en nada, o raras veces... Cuando por milagro tuvierais el deseo de escribir: "¿Cómo

49 Espacio Disponible www.elaleph.com Guy de Pourtales donde los libros son gratis están todos? Yo, bien. No tengo tiempo para escribir más largo", agregad, por favor, si o no a la pregunta que voy a haceros: ¿habéis compuesto música? Si yo fuera un solcito, colocado allá arriba, sólo para vos quisiera iluminar, lo recibí estos últimos días, pero no he tenido valor para cantarlo, porque si es vuestro, mucho me temo que lo hayan cambiado, como lo hicieron con Wojak, por ejemplo. Nunca dejamos de lamentar que no os llaméis Chopinski, para que tuvierais el sello polaco, y de esta manera los franceses no podrían disputarnos la gloria de ser vuestros compatriotas. Pero me alargo demasiado. Vuestro tiempo es tan precioso que es realmente un crimen hacéroslo perder con mis garabatos. Seguramente no los leeréis completos. La carta de Mariquita será relegada a un rincón, después de haber leído algunas líneas. No tengo que reprocharme entonces el robo de vuestro tiempo. Adiós (nada más). Un amigo de la infancia no necesita de frases. Mamá os abraza tiernamente. Mi padre y mi hermano, sincera- mente (no, es demasiado poco, pero ya no sé cómo expresarme.) Josefina, que no pudo despediros, me encarga que os salude. Pregunté a Teresa: "¿Qué debo decirle a Federico de tu parte?" Me contestó: "Abrázalo bien, y dale mis felicitaciones". " Adiós. María." "P.D. En el momento de vuestra partida, olvidasteis sobre el piano el lápiz de vuestra cartera. Ha debido haceros falta en el camino. Nosotros lo guardamos como una reliquia. Una vez más, gracias por el cántaro. La señorita Wodzinska llegó esta mañana con un gran descu- brimiento: "¡María, ya sé cómo se dice Chopin en polaco: Chopena!" Federico contesta, manda su música, y sobre todo, compone. El año 1836 se abre bajo la égida de María. Edita el Concierto en fa menor y la Gran Polonesa para piano y orquesta. Compone la Balada en sol menor, que es el monumento de su amor. Un artista no descubre y moldea deliberadamente sus experiencias amorosas. Recibe los goces y los sufrimientos, y es después de una ruda lucha consigo mismo, después que todas sus ilusiones están empapadas

50 Espacio Disponible www.elaleph.com Chopin o el poeta donde los libros son gratis en lágrimas, cuando puede nacer el ansiado fruto, cuyo germen llevaba consigo. Es de esta oscura química de las decepciones que le causaban poco a poco las cartas de María, que compuso la Balada en sol menor, op. 23. Schumann decía que era uno de los trozos más crudos, más personales, de Chopin. Y hubiera podido agregar: El más doloroso, por lo tanto el más apasionado, puesto que no hay pasión sin dolor. ¡Qué poderoso instinto de poeta lo lleva a tratar su mal bajo la forma narrativa, como un cuento dramático! Porque la balada es, en teoría, un trozo para canto con acompañamiento. Chopin trasponía en forma de leyenda el viejo mal de los hombres, que había llegado a ser suyo por la segunda vez. Y es por aquello que nos deja entrever de su persona, por ese sentimiento único y desgraciado, que la Balada en sol menor tiene un acento que nos halaga. Nos convence de que nosotros también estamos marcados con el signo del amor. Schumann, que ese verano encontró a Chopin en Leipzig, nos cuenta las horas encantadas que pasaron juntos en el piano. Escuchar al visionario era transformarse uno mismo en el sueño de su espíritu. Pero nada era más sensible que la costumbre que tenia Chopin de hacer co- rrer rápidamente el dedo de un extremo a otro del teclado, al final de cada trozo, como para ahuyentar por la fuerza el sueño que había creado. Curioso detalle: al principio de la Balada, en el último compás de la introducción, se ve, en algunas ediciones, un "re" evidentemente entrelazado con un "mi" corregido después. Saint Saëns escribe a este propósito: "Este supuesto "mi" da un acento doloroso, enteramente de acuerdo con el carácter del trozo. ¿Es un error de impresión? ¿Fue ésta la primera intención del autor? Esta nota determina un acento disonan- te, de efecto imprevisto. Entonces, las disonancias, buscadas hoy día como trufas, eran temidas. De Liszt, a quien he interrogado con este objeto, sólo he podido obtener esta respuesta: "me gusta más el mi bemol..." Esta respuesta evasiva me ha hecho pensar que Chopin, al tocar la Balada, hacía sonar el re; pero me queda el convencimiento de

51 Espacio Disponible www.elaleph.com Guy de Pourtales donde los libros son gratis que el mi bemol fue su primera idea, y que el re le fue aconsejado por amigos torpes y temerosos". Reproduzco este detalle para los amigos de los orígenes de las cosas, para aquellos a quienes les gusta descubrir en los corazones no ya los sonidos más suaves, sino los más verdaderos. Ellos comprenderán el matiz. Chopin trabaja, economiza y prepara su encuentro con María. Rehusa una invitación de Mendelssohn, quien quería hacerlo llegar a Dusseldorf para un festival de música. Rehusa encontrarse con Schumann, que, sin embargo, firma su carta "con amor y adoración". Todas sus fuerzas las reserva para el viaje a Marienbad, que emprende, por fin, en el mes de julio de 1836. En una linda mañana de verano, llega Chopin ante las boscosas colinas que rodean la ciudad termal donde lo espera su amada. La impresión es tan fuerte, que cierra los ojos como bajo el choque de un intenso dolor. Tiene el presentimiento, aún antes de haberla visto, de haber alcanzado la cima de su felicidad. Conoce la angustia irrazonada de aquellas dichas falsas, empezadas, vividas y terminadas, cuando apenas han nacido. Sin embargo, el rostro excitado de María le devuelve el aplomo y la confianza. Pero hay un matiz de embarazo, una manera de ser un poquito ceremoniosa en la niña y en su madre, que ponen un dejo de inquietud en Chopin. Recomienza la vida íntima, familiar, que tanto le gusta. La impresión triste se disipa. Comienzan los paseos, la música, las conversaciones de la tarde, los relatos de su vida parisiense, los recuerdos. Federico brilla por su talento de imitador. Copia a 109 artistas de renombre, imita a los virtuosos haciendo gestos con los brazos y las manos, lo que llama "ir a cazar pichones". Los Wodzinski ocupaban una "villa". En el jardín había un tilo enorme. En las horas caldeadas de la tarde, María y Federico se instalan bajo su sombra y la joven dibuja al carbón el rostro siempre un poco grave de este amigo tan niño, y a la vez tan maduro.

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El 24 de agosto vuelven todos juntos a Dresde. Pasan todavía dos semanas. Dos semanas que debían fatalmente conducir a un desenlace. El 7 de setiembre, antevíspera de la partida de Chopin, al caer la tarde, pregunta a María si consiente en ser su esposa. Ella contesta que sí. No sabemos más, sino que la condesa dio su aprobación, y pidió guardar el secreto. Era necesario ocultar esta decisión al padre, a quien ablandarían al fin, pero cuyo orgullo de casta le impediría dar una pronta respuesta. Además encontraba a Chopin de salud muy frágil. Partió éste llevando consigo la promesa y su desesperación. Comprendía que el presentimiento que tuvo en Marienbad no lo había engañado, y que su felicidad se esfumaba. Sin embargo, los Wodzinski le escribieron; la condesa, sobre todo. María agregaba algunas posdatas. He aquí la primera carta de la señora Wadzinska: "14 de setiembre del 36. Querido Federico: " Siguiendo nuestro acuerdo le envío esta carta...; la habría escrito hace dos días si no hubiera sido por una muela que me hice sacar después de vuestra partida, y que me ha hecho sufrir mucho. No sé cómo expresaros lo mucho que hemos sentido vuestra partida del sábado; ese día no me sentía bien y no pude ocuparme como hubiera querido del "crepúsculo" y hemos hablado demasiado poco. "A la mañana siguiente habríamos podido conversar más largo. El señor de Girardin ha dicho: "En todas las cosas, el día siguiente es un gran día". Lo tenemos delante de nosotros. No creáis que me retracto de lo que ya os dije; no, pero era necesario deliberar sobre el camino que debíamos seguir. Os ruego solamente guardar el secreto y conservar vuestra salud, todo depende de esto... El 15 de octubre estaré en Varsovia y visitaré. a vuestros padres y hermanas; les diré que estáis bien y de excelente humor. No les hablaré del "crepúsculo"... Adiós, acostaos a las 11, y hasta el 7 de enero tomad el agua de goma como bebida. Que os sintáis bien, mi querido Federico; os bendigo con toda mi alma como una madre amante.

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"P. S. Maria os envía esas pantuflas... Son tal vez un poco grandes, pero ella dice que os debéis poner calcetines de lana. ¿No es cierto que seréis obediente, como lo habéis prometido? Acordaos de que es un tiempo de prueba". "El crepúsculo" era el nombre que entre ellos daban a los amores de Chopin. Nunca un nombre escogido al azar expresó con más acierto una situación. En una carta que su hermano Casimiro envía al día siguiente, María agrega estas líneas: "No nos podemos consolar de vuestra partida: los tres días que acaban de transcurrir nos han parecido tres siglos; ¿os ha pasado igual? ¿Echáis de menos a vuestros amigos? Sí, respondo por vos y creo que no me equivoco; al menos necesito creerlo. Me digo que este "sí" proviene de vos, porque lo habráis dicho, ¿no es cierto? "Las pantuflas están terminadas; os las envío. Lo que me apena es que son demasiado grandes, aunque di vuestra medida al alemán. El doctor París me consuela diciéndome que están buenas para vos, pues este invierno debéis usar medias de lana bien gruesas. "Mamá se sacó una muela, lo que la ha debilitado bastante y ha debido guardar cama. Dentro de quince días partiremos para Polonia, y veré a vuestros padres; ¡qué felicidad para mí! Y la buena Luisa, ¿me reconocerá? Adiós, "carissimo" maestro, no olvidéis por ahora a Dresde, y en poco tiempo más a Polonia. Adiós, hasta la vista. ¡Qué diera por que fuese pronto! "Maria". P. S. Casimiro dice que el piano de Sluzewo está en tan mal estado, que es imposible tocar en él. Por consiguiente, pensad en Pleyel. Cuando lleguen los tiempos dichosos, no los de ahora (en lo que a nosotros concierne) espero oiros en el mismo piano. ¡Hasta la vista, hasta la vista, hasta la vista. Esto se hace esperar!" Esta es la carta más amorosa que Chopin recibió de María Wodzinska. En octubre, nueva carta de la condesa, y nueva posdata de María.

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"2 de octubre - Crepúsculo. "Os agradezco sinceramente los autógrafos, y os ruego enviarme otros (es mamá la que me hace escribir esto). Ahora nos vamos a Varsovia. ¡Cuánto me alegro de volver a ver a vuestra familia, y el año próximo a vos!... Adiós, hasta mayo o junio a más tardar. Acordaos de vuestra fidelísima secretaria. En enero del 37, la condesa Wodzinska se inquieta por el piano Pleyel que Chopin le ha remitido. Agradece su nuevo envío de autógrafos de sus recientes composiciones y agrega al final de su carta esta frase, un tanto ambigua: "En adelante será necesario informarse con más prudencia todavía de la amada". María pone su posdata, nosotros diríamos, su pensamiento íntimo: "Mamá ha refunfuñado y yo agradezco gentilmente, muy gentilmente. Se ve que soy muy perezosa para escribir, porque el dejar mis agradecimientos para nuestra próxima entrevista, me dispensa de es- cribir ahora muchas palabras. Mamá os ha escrito sobre nuestro modo de vivir; ahora no me queda más que contaros sino que empezó el deshielo; gran novedad, ¿no es así? Sobre todo por la importancia de saberlo. Esta vida tranquila que llevamos aquí, es lo que nos conviene; he aquí por qué yo la amo, por el momento se entiende, porque yo no quisiera que esto sea siempre así. Hay que sacar el mejor partido de la situación si no se puede de otro modo. Me ocupo en algunas cosas para mejor matar el tiempo y en este momento leo la Alemania de Heine, que me interesa profundamente. "Es necesario terminar estas lineas y recomendaros a Dios. Creo que no es preciso volveros a repetir la lealtad de los sentimientos de vuestra fiel secretaria. "María" En esta carta, Chopin no encontró ni siquiera los más apartados destellos del "crepúsculo". La noche había llegado. Tomó el álbum obsequiado por María el año anterior, y escribió un trozo de música. Durante todo un año el álbum había permanecido cerrado. Chopin decía: "No hubiera podido escribir nada aunque lo hubiera tenido cien

55 Espacio Disponible www.elaleph.com Guy de Pourtales donde los libros son gratis años delante mío". Ahora podía llenarlo porque comprendía que María ya no lo amaba. Escribió en la primera página un Lento con gran expresión, y ocho melodías sobre palabras de Witwicki y de Micki- cwicz. Y poco después, recibió en respuesta esta carta, la última: "Para Federico Chopin. "Solo puedo escribiros unas palabras agradeciéndoos el lindo cuaderno que me enviasteis. No os diré el placer que he experimentado; sería en vano. Recibid, os lo ruego, los sentimientos de reconocimiento que os debo. Creed en el sincero afecto que os ha consagrado toda mi familia, en particular vuestra peor alumna y amiga de infancia. Adiós, mamá os abraza tiernamente. Teresa a cada instante habla de su Chopena. "Adiós, acordaos de nosotros "María". No se podría decir si es inteligencia o corazón lo que faltaba a esta joven. El amor no lo comprenden todas las mujeres. Como tampoco se ha hecho la felicidad para las almas delicadas. "Tal vez valemos más que la felicidad", decía Liszt a la señora d'Agoult. Chopin aceptó en silencio la ruptura de su compromiso. Pero su cuerpo y su corazón no se curaron más. Su amiga Camila Pleyel lo llevó algunos días a Londres para distraerlo. Estuvo muy enfermo. La tuberculosis, cuyo germen incubaba, principió a desarrollarse desde entonces. El marqués de Custine le escribía: "Habéis ganado en sensibilidad, en poesía; la melancolía de vuestras composiciones penetra más adentro en los corazones. Se está solo con vos en medio de la multitud. Ya no es el piano, es un alma... " Chopin tomó las cartas de María Wodzinska y las puso, junto con la rosa de Dresde, dentro de un sobre, en el cual escribió estas palabras polacas: moia bieda, mi desgracia. Se encontró después de su muerte este paquete amarrado con una cinta de color claro.

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IX

PRIMER ESBOZO DE JORGE SAND

Seis años antes de este romance de tan pocas palabras, vimos un rostro de mujer inclinado sobre sus libros, y seguimos su entusiasta mano cuando trazaba estas palabras: "¡Qué dulce es vivir ! ¡Qué bueno es a pesar de las penas, de los maridos..., a pesar de las tristezas y de los dolores! ¡Vivir es enloquecedor! ¡Amar, ser amada! ¡Es la felicidad, es el cielo!" Durante estos seis años, ni este cuerpo, ni este corazón, ni esta mano, habían estado ociosos. Vivir fue, en efecto, la ocupación esencial de esta mujer ávida, y tan extraordinariamente dotada para todas las extravagancias del espíritu y de la carne. Nada habría sido demasiado para esta mujercita sólida de sesera y de vientre. Y nadie la habría dominado. A pesar de las penas y de los dolores ocasionados por un marido campesino y rapaz, esta bisnieta del Mariscal de Sajonia, esta hija de una hija del pueblo, había resuelto bastante bien el doble programa de felicidad que se había propuesto: amor y gloria. A los veintisiete años, esta provinciana escribió su primer libro y escogió su primer amante. A los treinta, habría podido decir como su antepasado el Mariscal: "La vida es un sueño; el mío ha sido corto, pero hermoso". Ahora, a los treinta y cuatro años, esta sorprendente mujer se creía asqueada para siempre del placer. No sabía todavía que cuando la enfermedad del deseo nos toma entre sus garras, hay sólo una débil esperanza de salvación. Al menos mientras se es joven. Y a esta enfermedad del deseo, Aurora Dudevant unía el gusto de largas asociaciones. Se había formado el corazón y la cabeza a su manera. Julio Sandeau le había proporcionado su nombre de pluma, las teorías sobre "el amor libre y divino", y su primera camaradería amorosa. La decepción que siguió a este ensayo la puso en guerra

57 Espacio Disponible www.elaleph.com Guy de Pourtales donde los libros son gratis contra todos los yugos, aun aquellos del sentimiento. Yugo es todavía una palabra demasiado pesada: "presión", basta. Sin embargo, para li- brarse de recuerdos, aunque poco dañinos, eligió a un taumaturgo inteligente, y maravillosamente antiséptico contra el amor: Merimée. Lo ha confesado después en una curiosa carta: "Uno de esos días de aburrimiento y de desesperación, encontré a un hombre que no dudaba de nada, un hombre calmoso y fuerte, que no comprendía mi naturaleza y que se reía de mis penas. El poder de su espíritu me fascinó por completo; durante ocho días creí haber encontrado el secreto de la felicidad y que su desdeñosa indiferencia me curaría para siempre de mis pueriles susceptibilidades. Creía que habría sufrido como yo, y triunfado de su sensibilidad externa. Todavía no sé si me he equivocado, si este hombre es poderoso por su grandeza o por su miseria... En suma, que me conduje a los treinta años como no lo hubiera hecho una chiquilla de quince. El ensayo fue un desastre". Esta mujer, tan envuelta en palabras, a veces encuentra algunas que dejan entrever hasta el fondo de su alma. Agrega, en esta misma carta a Sainte-Beuve: "Si Próspero Merimée me hubiera amado, me habría sometido, y si yo hubiera podido someterme a un hombre me habría salvado, porque "la libertad me roe y me mata". He aquí el verdadero mal de este gran temperamento. Necesitaba un amo, y desde entonces, sólo lo busca en los débiles. Su ligera inversión fisiológica de- terminó sus errores en psicología, de donde nacieron todas las fallas que este lindo animal pensante cometió contra su tranquilidad. Entonces, había siempre en la vida de Jorge Sand, "un ser ausente ". Entendemos por esta palabra una especie de amante ideal, señor de sus pensamientos y servidor de su carne, a este famoso doble de nosotros mismos, que enciende nuestros más queridos sufrimientos, y que nos eleva hasta las caricias místicas de las almas. La dificultad está en encontrar reunidos en un solo cuerpo todos los matices de nuestras neurastenias. Sin embargo, lo buscamos. Jorge Sand llamaba a esta búsqueda, "la búsqueda de la verdad". Después de todo, ¿por qué no? Llaman verdad al ritmo según el cual nuestra máquina da el mayor

58 Espacio Disponible www.elaleph.com Chopin o el poeta donde los libros son gratis rendimiento, ya sea en el placer, en el dolor, en el trabajo o en el amor. Y es necesario hacer justicia a Sand. Después de su mal personal, el mal general, "el sufrimiento de la especie, la vista, el conocimiento, la medi- tación sobre el destino del hombre", apasionaron también su alma. A veces llegó a olvidarse de sí misma para comprender a los otros. Supo madurar su inteligencia, dar edad a sus pensamientos. Y, sin embargo, a pesar del interés que tomó en las luchas ideológicas del siglo, a pesar de la acción intelectual que ejerció sobre los espíritus de su tiempo, el ge- mido profundo de esta mujer es aquel de su Lelia. "Hace diez mil años que pedí al infinito: ¡verdad, verdad! Y hace diez mil años que el infinito me responde: ¡deseo, deseo!" Después de la crisis de desesperación del año 1833, esta desencantada escribe de súbito: "Creo que he blasfemado contra la naturaleza y tal vez contra Dios, en Lelia; Dios, que no es malo y que no desea vengarse de nosotros, me ha cerrado la boca al devolverme la juventud del corazón, y al forzarme a confesar que ha puesto en nosotros goces sublimes". La causa era que acababa de cenar al lado de un hombre rubio de veintitrés años, con ojos arrogantes y desprovistos de pestañas, talle fino, hermosas manos señoriales, que se burlaba en alta voz de toda la sociedad, y se inclinaba al oído de las mujeres para susurrarles: "no soy tierno, pero soy excesivo". Se reía de las clases laboriosas, y de los "dirigentes", de Saint-Simon y del abate Lamennais. Decía aún: "Más me interesa la forma en que Napoleón se ponía las botas que toda la política de Europa". Las mujeres sentían que su ver- dadera cuerda era el amor. Distinguió inmediatamente a esta vecina ya célebre, de tez aceitunada, que le envió algunos días más tarde los dos tomos de su Lelia, con la siguiente dedicatoria: el primero, a "mi pilluelo Alfredo"; el segundo: "al señor vizconde Alfredo de Musset, homenaje respetuoso de su afectuoso servidor Jorge Sand". Hoy día se conoce en todos sus detalles la historia de esta amistad y de sus infinitos dolores. No retendremos más que algunos residuos, la borra amarga dejada en sus corazones por el libertinaje de dos imaginaciones refinadas y feroces. Se podría decir que se devoraron en-

59 Espacio Disponible www.elaleph.com Guy de Pourtales donde los libros son gratis tre ellos. De diferentes apetitos: uno brutal, más insaciable, menos considerado; el otro malo, maniático, que sabía paladear a pequeños tragos las migajas de su doble sufrimiento. "Escoge tu corazón, Jorge mío", decía él. Y ella: "Ya no te quiero, pero te adoro siempre. Ya no te deseo, pero no puedo dejar de verte". Partieron a Venecia, donde estos dos sádicos se vengaron sobre ellos mismos de su doble impotencia: cerebral en él, física en ella. Y sin embargo, continuaron aborreciéndose y adorándose, a pesar de sus gastados vicios y de sus goces impotentes. Luego llegaron las torturas que se infligían mutuamente para perfeccio- nar las sensaciones. Pronto les quedó solo el gusto de sus lágrimas. En fin, en medio de una crisis, cada uno de los amantes buscó el refugio allí donde lo empujaba su temperamento: Jorge en el trabajo, Alfredo en la enfermedad. Entonces llegó el salvador bajo la forma de un bello doctor veneciano, que, al pie mismo del lecho donde el poeta deliraba, recibió el choque de los deseos reencendidos en la otra víctima. No más piedad cuando la bestia está otra vez loca; no más desesperación tampoco, puesto que caen poco a poco las escamas secas de un viejo amor, para dejar al desnudo un cuerpo nuevo que se entrega al primer contacto de una boca desconocida. Musset partió. Cultivaron los tres un sentimiento bastante raro. En el verano siguiente, Jorge escribía a Alfredo: "¡Oh! aquella noche de entusiasmo, cuando a pesar nuestro uniste nuestras manos, diciéndonos "Os amáis, y me amáis. Sin embargo, me habéis salvado el alma y el cuerpo". Y Musset por su parte exclamaba: "Pobre Jorge, pobre niña. ¡Te creíste mi amante y eras sólo mi madre!..." Era la verdad. La inversión fisiológica que señalábamos anteriormente, podía traducirse así. Porque Sand era ante todo una maternal, una protectora, una amorosa "genitrix". Le era necesario que la posesión se trocara en una especie de alumbramiento. Y algunos meses más tarde, cuando todo terminó entre ellos, los alaridos que estampa en su "diario íntimo" sobre este amor mal apagado, son también los de una madre separada de su niño. "Te quiero, y me sometería a todos tus caprichos, con tal que me amaras y no me abandonaras. ¡Pobre hombre: está loco, el orgullo le

60 Espacio Disponible www.elaleph.com Chopin o el poeta donde los libros son gratis aconseja!... Pobres hijos míos ¡que desgraciada es vuestra madre! Quisiera rodearme de hombres puros y distinguidos. Lejos de mí los fuertes ¡Yo quiero a los artistas como artistas: Liszt, Delacroix, Berlioz, Meyerbeer. Sería camarada con ellos aunque comentaran al principio. Alfredo comprendía estas bromas de mal gusto... ¡Ay! si fuera mío ahora: ¡Tengo ansias de tenerlo! Si recibiera algunas líneas suyas, una palabra, el consentimiento para enviarle de vez en cuando un cuadrito de veinte centavos comprado en la calle, cigarrillos hechos por mí, un pájaro, un juguete... ¡Tus ojos azules no me mirarán más! ¡Ya no veré tu linda cabeza reclinarse sobre mí, y abandonarte a una dulce languidez! ¡Tu cuerpo flexible y tibio no se tenderá mas sobre el mío, como Eliseo sobre el niño muerto para reanimarlo! ¡Ay! ¡quién te cui- dará y a quién cuidaré!" Este fue el castigo de haber acariciado a un hombre sin pasión. Y en el fondo de ella misma encuentra siempre la misma esperanza: "Tengo necesidad de sufrir por alguien. Tengo necesidad de alimentar esa solicitud maternal que se ha acostumbrado a velar sobre un ser fati- gado y que sufre". Un entusiasmo cerebral por una especie de tribuno del pueblo, vino a refrescar la llaga todavía viva: creyó amar a Everard, aquel a quien sus contemporáneos llamaban Miguel de Bourges. Ella le dio la virginidad de su inteligencia. Fue un amor frío, un amor de esclavo, que admira al gran capitán y al legislador justo. Pero ninguna entrega, ningún sufrimiento, nada de aquello que cava en las almas verdaderas cavernas de voluptuosidad. Además, Miguel de Bourges era un anti-artista. Ella quiso vengar el arte por medio de la ironía: "Berlioz es un artista -escribió a este maestro de retórica-. Tal vez piensa en secreto que todos los pueblos del universo no valen lo que una escala cromática colocada con oportunidad, como yo, que tengo la insolencia de preferir un jacinto blanco a la corona de Francia. Pero ten la seguridad de que se pueden pensar estas locuras, sin ser por ello enemigo del genero hu- mano. Tu prefieres las leyes suntuarias, Berlioz las triples corcheas, yo las liláceas". Sin embargo, este abogado era celoso bajo su fría

61 Espacio Disponible www.elaleph.com Guy de Pourtales donde los libros son gratis apariencia, y a veces resultaba molesto. Jorge Sand conoció a Liszt, lo encontró bello, lo convidó a su casa en Nohant, en compañía de su querida María d'Agoult, y al mismo tiempo que envidiaba sus amores todavía jóvenes, anotaba en su diario: "¡Qué calma terrible hay en mi alma! ¿Estará apagada la antorcha?" Y la misma idea fija le volvía: "Mi más dulce sueño consiste en imaginar los cuidados que yo te daría en tu débil vejez". Recibió de Miguel un servicio importante: la terminación de su proceso de divorcio contra Casimiro Dudevant. En el verano de 1836, sacudió la cadena del amante y rompió la última ligazón que aún la unía al marido. Hela libre. Confió sus dos niños, Mauricio y Solange, a un preceptor de nombre Pelletan, de quien, para conocerlo mejor, llega a ser amante. Después parte a Gine- bra a juntarse con Liszt y la condesa d'Agoult. Vuelve a principios del otoño, y se instala en París con este dúo que empezaba a aburrirse estando solos. Se alojan en el hotel de Francia, en la calle Laffitte. Esta apacible posada de burgueses se convierte en un falansterio de artistas. Se dan cita allí: Eugenio Sue, Mickiewicz el cantor Nourrit, el abate de Lamennais, Enrique Heine. Los músicos, Liszt el primero, no hablan más que de Chopin. -Tráiganmelo- les pide Jorge Llega una tarde con Hiller. La señorita Sand y el señor Chopin se vieron por primera vez. Al volver a su casa, Chopin dijo a su amigo: -¡Qué antipática es esta Sand! ¿Es siquiera una mujer? Me atrevo a dudarlo...

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X

CARTAS DE DOS NOVELISTAS

Mientras Federico Chopin pasa el año 1837 viviendo la lenta descomposición de su amor, Jorge Sand ha vuelto a su castillo de Nohant. Pasó largos meses sola, con sus niños y su trabajo. El verano le trajo de nuevo a Liszt y a su amante, y con ellos, noches musicales y nuevos sueños de dicha. Entonces muere súbitamente su madre, y tiene que volver a París, mientras la condesa y Elranz tomaban el camino de Italia. Tuvo la idea de juntarse con ellos, pero se lo impidió la repentina inclinación que sintió por el preceptor de sus niños, Feliciano Mallefille. La ruptura con Miguel de Bourges sangraba todavía débilmente, pero Jorge sabía que por fin había "dominado al dragón", y que este afecto, más tenaz de lo que había imaginado, iba a ser curado por un cariño tranquilo "menos entusiasta, pero también menos áspero y tal vez duradero". Se equivocaba. Seis meses bastaron para descorazonarla. Tuvo piedad, sin embargo, de ese amante, un tanto insubstancial, que no hacía vibrar sus entrañas. Durante algunos meses lo llevó todavía entre sus maletas, de París a Fontainebleau, y de Fontainebleau a Nohant. En enero de 1838, el gran Balzac cayó como del cielo en este sitio, para permanecer algunos días. Los dos novelistas pasaron las noches en conversaciones y confidencias. Balzac envió a la condesa Hanska sus impresiones aún frescas: "Llegué al castillo de Nohant el sábado a las siete y media de la tarde, y encontré al camarada Jorge Sand en traje de casa fumando un cigarro de sobremesa, junto al hogar, en un rincón de una inmensa sala desierta. Tenía unas lindas pantuflas amarillas, medias coquetonas y un pantalón rojo. Esto en lo moral. En lo físico: tiene doble papada como

63 Espacio Disponible www.elaleph.com Guy de Pourtales donde los libros son gratis un canónigo, y ni un solo cabello blanco a pesar de sus espantosas desgracias. Su tinte amarillento no ha cambiado, los ojos conservan su maravilloso brillo. Tiene aire un poco insulso, cuando piensa, y así se lo he dicho después de haberla estudiado: todo su carácter está en la mirada. Vive en Nohant desde hace un año, bastante triste y trabajando mucho. Lleva más o menos la misma vida que yo. Se acuesta a las seis de la mañana y se levanta a las doce; yo me acuesto a las seis de la tarde y me levanto a media noche. Naturalmente, me he sometido a sus costumbres, y desde hace tres días conversamos desde las cinco de la tarde hasta las cinco de la mañana; de suerte que la he conocido más y ella a mi, en estas tres conversaciones, que durante los cuatro años precedentes cuando venía a mi casa, primero con Julio Sandeau y luego con Musset... Ha sido muy bueno que la visite, pues nos hemos hecho mutuas confidencias sobre Sandeau... Fue, no obstante, todavía más desgraciada con Musset, y hela ahora en un profundo retiro, condenando a la vez el matrimonio y el amor, porque, en uno u otro estado, sólo ha tenido decepciones. "Su macho fue raro. He aquí todo. Y lo será mucho más, porque ella no es amable, y por consiguiente, difícilmente será amada. Es hombruna, artista, grande, generosa, sacrificada, casta; tiene rasgos masculinos: ergo, no es una mujer. No he sentido, al conversar estos tres días con ella, esa galantería superficial que se debe desplegar con toda especie de mujer tanto en Francia como en Polonia. "Encuentro en ella a un camarada. Tiene grandes virtudes; virtudes de esas que la sociedad juzga mal. Hemos discutido con una seriedad, una buena fe, un candor y una conciencia, dignos de aquellos grandes pastores que condujeron el rebaño de los hombres, las grandes cues- tiones del matrimonio y de la libertad.., "Porque, como ella lo dice con un inmenso orgullo (yo no me hubiera atrevido a pensarlo), puesto que con nuestros escritos preparamos una revolución en las futuras costumbres, hay que discutir los inconvenientes del uno y del otro.

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" Y hemos conversado toda una noche sobre este gran problema. Yo soy partidario de la libertad para la joven, y de la esclavitud para la mujer, es decir, que antes del matrimonio sepa ella a qué se compromete, que haya estudiado. Y después, cuando haya firmado el contrato y conozca todas sus cláusulas, sepa permanecer fiel. Así se lo he dicho a la señora de Dudevant, y espero convencerla. En todo caso, he hecho bien ensayándolo. "Es excelente madre, adorada por sus niños; pero viste a su hijita Solange de niño, lo que no está bien. "Es como un hombre de veinte años, "moralmente", pues es casta, prudente y sólo es artista afuera. Fuma desmesuradamente, y juega, quizá demasiado, "a la princesa". Estoy convencido de que se ha retratado fielmente en la princesa del Secretario íntimo. Comprende lo que pienso sin que se lo haya dicho: que no tiene la fuerza de concepción, ni el don de construir un plan, ni la facultad de llegar a lo verdadero, ni el arte de lo patético, y que, sin saber la lengua francesa, posee el estilo. Es cierto. Como yo, se ríe un poco de su gloria, y siente un profundo desprecio por el público, al cual llama "jumento". "Ya os contaré los inmensos y secretos sacrificios de esta mujer por estos dos hombres. Y pensaréis que no hay nada común entre ángeles y demonios. Todas las tonterías que ella ha hecho, son títulos de gloria a los ojos de las almas grandes... "En suma, es un hombre, y tanto más cuanto que ella quiere serlo. La mujer atrae, y ella aleja. Y como yo soy un hombre, debe producir el mismo efecto sobre mis similares. Será siempre desdichada. Por ahora está enamorada de un hombre que le es inferior, y de esta unión sólo saca desencanto y decepción, pues posee un alma exquisita. Es preciso que una mujer quiera siempre a un hombre que le sea superior, o que esté tan equivocada que crea que lo es. "No he estado impunemente en Nohant, he contraído un vicio enorme: me ha hecho fumar un "houka" y me ha hecho probar el "Lattakieh". Es ahora una verdadera necesidad para mi. . . "

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El ojo y el oído de Balzac no se equivocaban en el diagnóstico. Y, sin embargo, no podía ver y oír todo lo que pasaba tras los vidrios de este ser, más complicado de lo que él creía. En la primavera de 1838 debía germinar la triste y oscura violeta de un nuevo amor. Jorge Sand había vuelto varias veces a París. Había visto a Chopin. Y el drama del placer, de las dificultades, de los dolores, los había entrelazado. Sand y Chopin acababan de pasar ambos por grandes sufrimientos, para no abrir con desconfianza esta nueva página de su historia. En Chopin todo quedaba enterrado en el silencio. El piano era el único intérprete de sus ocultas penas. Basta consultar su producción de esa época para darse cuenta de ello: los Doce Estudios, dedicados a la señora d'Agoult (2º cuaderno, op. 25), el Impromptu, op. 29, el Segundo Scherzo, op. 31, los Dos Nocturnos, op. 32, las cuatro Ma- zurcas del op. 30 (do menor, si menor, re bemol mayor, y do sostenido menor), los tres Valses Brillantes del op. 34, y otras cuatro Mazurcas, op. 33, dedicadas a la condesa Motowska. En cuanto a Jorge, el primer destello de su nueva pasión lo encontramos en una carta a su amiga Marliani, fechada el 23 de mayo, donde le dice: "Querida hermosa: recibí vuestras cartas y si me he demorado en contestaros a fondo, es porque el tiempo es variable en la estación de los amores. Se dice, mucho, si, no, pero, en una semana; y por la mañana a veces decimos: decididamente esto es intolerable, para decir por la tarde: en realidad es la suprema felicidad. Esperaba, entonces, para escribiros, que mi barómetro marcara algo, si no estable para siem- pre, al menos por algún tiempo. No tengo el menor reproche que hacer, pero esa no es una razón para estar contenta. . . " Pero no es a la señora Marliani a quien cuenta las fluctuaciones de su barómetro sentimental, sino al conde Alberto Grzymala, un íntimo amigo de Chopin. He aquí lo que le escribió a principios de ese verano: " Jamás he dudado de la lealtad de vuestros consejos, querido amigo; no abriguéis semejante temor. Creo en vuestro evangelio, sin conocerlo bien y sin examinarlo, porque desde el momento que tiene un

66 Espacio Disponible www.elaleph.com Chopin o el poeta donde los libros son gratis adepto como vos, debe ser el más sublime de los evangelios. Sed bendito por vuestros consejos, y estad tranquilo por mis pensamientos. Expongamos netamente la pregunta una última vez, porque de vuestra respuesta sobre este asunto dependerá toda mi conducta en el porvenir; y ya que era necesario llegar a esta consulta, estoy fastidiada por no haber dominado la repugnancia que tuve de hacérosla en París. Me parecía que lo que ibais a decirme empalidecería "mi poema". Y en efecto, creo que se ha oscurecido bastante o más bien que ha palidecido. Pero, ¡qué importa! Vuestro evangelio es el mío, cuando prescribe pensar en sí mismo en último término, y cuando prescribe no pensar en nada, cuando la felicidad de aquellos a quienes amamos reclama toda nuestra atención. Escuchadme bien y contestadme clara- mente, categóricamente, netamente. Esta persona a quien él cree, debe, o quiere amar ¿es apta para hacer su felicidad, o sólo aumentará sus sufrimientos y sus tristezas? Yo no pregunto si la ama o si es amado, si es más o menos que yo. Me doy cuenta por lo que pasa en mi, de lo que debe pasar en él. Quisiera saber a cuál de nosotras dos es necesario que olvide o abandone para su reposo y para su tranquilidad, y para su vida, en fin, que me parece demasiado tambaleante y frágil como para soportar grandes dolores. No quisiera hacer cl papel de ángel malo. No soy el Bertram de Meyerbeer, y no lucharé contra la amiga de la infancia, si es una pura y bella Alicia. Si yo hubiera sabido que había un lazo en la vida de Federico, un sentimiento en su alma, jamás me habría inclinado a respirar el perfume destinado a otro altar. El, sin duda, también se habría alejado de mi primer beso, si hubiera sabido que yo era como si fuera casada. No nos hemos engañado uno a otro, nos hemos dejado llevar por el viento que pasaba, que nos ha arrastrado a ambos a una región desconocida por algunos instantes. Pero fue necesario que volviéramos a tierra después de este abrazo divino y de este viaje a través del empíreo. ¡Pobres pájaros, tenemos alas, pero nuestro nido está en la tierra! Y cuando el canto de los ángeles nos llama desde arriba, el grito de nuestra familia nos vuelve abajo. No quisiera dejarme llevar por la pasión, aunque en el fondo de mi corazón

67 Espacio Disponible www.elaleph.com Guy de Pourtales donde los libros son gratis a veces descubro una hoguera todavía amenazadora. Mis hijos me darán la fuerza necesaria para romper todo lo que me aleja de ellos, y me señalarán la conducta que debo observar para su mejor educación, su salud, su bienestar, etc. Por consiguiente, no puedo quedarme en París a causa de la enfermedad de Mauricio. Hay, además, otro ser excelente, "perfecto" desde el punto de vista del corazón y del honor, al que no dejaré nunca, porque es el único hombre que, viviendo conmigo desde hace un año, no me ha hecho sufrir "ni un solo minuto" por su culpa. Es también el único hombre que se ha entregado entera y absolutamente a mí, sin pesar por el pasado y sin reserva para el porvenir. Además, tiene una naturaleza tan buena y tan sabia, que creo que con el tiempo podré decírselo todo; es de una cera maleable sobre la cual he colocado mi sello, y cuando quiera variar la impresión, con alguna precaución y paciencia podré lograrlo. Pero ahora no es tiempo todavía y su felicidad me es sagrada. "Esto en lo concerniente a mí; comprometida como lo estoy, encadenada, tal vez, por muchos años, no puedo desear que nuestro "pequeño" rompa por su lado las cadenas que lo aprisionan. Si viniera a poner su existencia entre mis manos, me causaría mucha preocupación, pues habiendo aceptado otra, yo no podría reemplazar lo que hubiera abandonado por mí. Me parece que nuestro amor no puede durar sino en las condiciones en que ha nacido, es decir, que de tiempo en tiempo, cuando un buen viento nos acerque el uno al otro, iremos a hacer un paseo a las estrellas, y después nos separaremos para volver a la tierra, puesto que somos hijos de la tierra, y Dios no ha querido que hiciéramos nuestra peregrinación juntos. Es allá arriba donde debemos encontrarnos y los rápidos instantes que pasaremos juntos, serán tan bellos, que compensarán toda una vida aquí abajo. "Mi deber está bien definido. Y puedo, sin abjurar de él, cumplirlo de dos maneras distintas: la una sería alejarme de Ch. (Chopin), no tratar de ocupar sus pensamientos, no encontrarme nunca sola con él; la otra sería, al contrario, acercarme lo más posible a él, sin comprometer la seguridad de M. (Mallefille), hacerme recordar dulcemente por él en

68 Espacio Disponible www.elaleph.com Chopin o el poeta donde los libros son gratis sus horas de reposo y beatitud, abrazarlo constantemente entre mis brazos, cuando el viento celeste quisiera llevarnos por los aires. La primera manera será la que adoptaré, si me decís que esa "persona" es apta para darle una felicidad pura y verdadera, rodearlo de cuidados, regularizar y calmar su vida, si se trata, en suma, de la persona que lo hará dichoso y que yo sea un estorbo. Si su alma excesivamente o quizá locamente o, tal vez, sabiamente escrupulosa, se niega a amar a dos personas diferentes de dos modos diferentes; si los ocho días que yo pasara con él le impidieran ser dichoso para el resto del año, entonces, os lo juro, trataría de hacerme olvidar de él. Adoptaré la segunda manera, si de estas dos cosas me decís una: o que su felicidad doméstica puede y debe conformarse con algunas horas de casta pasión y de dulce poesía, o que la felicidad doméstica le es imposible, y que el matrimonio, o alguna unión que se le pareciera, será la tumba de esta alma de artista. En ese caso habría que alejarlo a cualquier precio y ayudarlo aun a vencer sus escrúpulos religiosos. Hasta aquí me han traído mis conjeturas; vos me diréis si me equivoco; creo a la "persona" encantadora, digna de todo amor y respeto, porque un ser como él no puede amar sino lo puro y lo bello. Sin embargo, vos teméis para él el matrimonio, la amarra de todos los días, la vida real, los cuidados domésticos, todo aquello que, en una palabra, parece alejado de su naturaleza y contrario a las inspiraciones de su musa. Yo también lo temería para él; pero a este respecto, no puedo decir ni afirmar nada, porque tiene muchos aspectos bajo los cuales me es absolutamente desconocido. Yo no conozco de él más que la faz de su ser que ilumina el sol. Vos aclararéis mis ideas sobre este punto. Es de gran importancia para mí conocer bien su posición, a fin de establecer la mía. Para mi gusto y comodidad, yo habría arreglado nuestro poema en este sentido: que no sabría nada, absolutamente nada, de su vida "positiva", ni él de la mía, que seguiría todas sus ideas religiosas, mundanas, poéticas, sin que yo jamás le pidiera cuenta, y recíprocamente, pero que siempre, en cualquier sitio y momento de nuestra vida que nos encontráramos, nuestra alma estaría en su apogeo de felicidad. Porque, no lo dudo, se

69 Espacio Disponible www.elaleph.com Guy de Pourtales donde los libros son gratis es mejor cuando se ama con amor sublime, y lejos de cometer un crimen, nos acercamos a Dios, fuente y hogar de este amor. Es tal vez esto, como último resorte, lo que debierais hacerle comprender, amigo mío; y sin tratar de contrariar sus ideas sobre el deber, la abnegación y el sacrificio religioso, dejaríais quizá su corazón más a gusto y más tranquilo. Lo que más temería en el mundo, lo que me daría más pena, lo que me decidiría aun a considerarme muerta para él, sería verme con- vertida en un espanto y un remordimiento para su alma. No, no puedo combatir la imagen y el recuerdo de otra (a menos que resultara funesta para él). Respeto demasiado la propiedad para esto, o más bien, ésta es la única propiedad que respeto. No quiero robar a nadie; excepto los cautivos a los carceleros, y las víctimas a los verdugos, y Polonia a Rusia, por consiguiente. Decidme si es una "Rusia" la imagen que persi- gue a nuestro niño; entonces yo pediría al cielo que me prestara todas las seducciones de Arminda para impedirle arrojarse. Pero si es una "Polonia", dejadlo hacer. No hay nada igual que la patria, y cuando se tiene una no hay que adoptar otra. En este caso, yo sería para él como una "Italia" que se visita en los días de primavera, pero donde no se permanece mucho tiempo, pues hay mucho sol, pero no hay camas ni mesas, porque lo "confortable de la vida" está en otra parte. ¡Pobre Italia! Todo el mundo piensa en ella, la desea y la echa de menos. Pero nadie se queda, porque siendo desgraciada, no puede dar una dicha que no posee. Hay una última suposición que es bueno que os diga. Sería posible que no amara nada a su "amiga de la infancia"; pero el sentimiento del deber, el honor de una familia, ¿qué sé yo?, lo obligaran a un riguroso sacrificio de sí mismo. En este caso, amigo mío, sed mi ángel bueno; me lo debéis. Salvadlo de las sentencias demasiado severas de su conciencia, salvadlo de su propia virtud, impedidle a cualquier precio sacrificarse, porque en estas cosas (si se trata de matrimonio o de esas uniones que sin tener la misma publicidad, tienen los mismos compromisos y la misma duración), en esta suerte de cosas, digo, el sacrificio de aquel que da su porvenir, no está en relación con lo que ha recibido en el pasado. El pasado es algo apreciable y limitado; el

70 Espacio Disponible www.elaleph.com Chopin o el poeta donde los libros son gratis porvenir es el infinito, porque es lo desconocido. El ser que, en pago de una cierta suma conocida de devoción exige la devoción de toda una vida futura, pide una cosa inicua. Sed firme a este respecto, y tened la seguridad de que yo, que detesto a los seductores, que tomo siempre el partido de las mujeres ultrajadas y engañadas, yo, que me creo el abo- gado de mi sexo, no he vacilado, usando de mi autoridad de hermana, de madre o de amiga, en romper más de un compromiso de este género. Siempre he condenado a la mujer que quería ser dichosa al precio de la felicidad del hombre; y siempre he absuelto al hombre cuando se le pedía más de lo que es posible conceder, sin perder la libertad y la dig- nidad humana. Un juramento de amor es un crimen o una cobardía, cuando los sabios pronuncian lo que el corazón desaprueba, y todo se puede exigir de un hombre, menos un crimen o una cobardía. Fuera de este caso, amigo mío, es decir, fuera del caso de que él quisiera hacer un gran sacrificio, yo pienso que no hay que combatir sus ideas, ni violentar sus instintos. "Si su corazón puede, como el mío, contener a la vez dos amores diferentes, uno que fuera el "cuerpo", el otro "el alma", sería lo mejor, pues nuestra situación dependería de la concordancia de nuestros sentimientos y de nuestros pensamientos. Del mismo modo que no todos los días se es sublime, no todos los días se es dichoso. No nos veríamos todos los días, no poseeríamos todos los días el fuego sagrado, pero tendríamos hermosos días y santas llamas. "Sería, tal vez, conveniente decirle mi posición para con M. (Mallefille). Es de temer que, al no conocerla, se forme a mi respecto una especie de deber que compitiera con el otro en forma dolorosa. Os dejo dueño y árbitro absoluto de esta confidencia; la haréis si juzgáis el momento oportuno, la retardaréis si os parece que con ella agregáis nuevos sufrimientos. Tal vez la habéis hecho ya. Todo lo hecho y lo que haréis lo apruebo y lo confirmo. "En cuanto a la cuestión de posesión o de no posesión, me parece un asunto secundario frente a los que nos ocupa ahora. Es, sin embargo, una cuestión bien importante en sí misma, es toda la vida de

71 Espacio Disponible www.elaleph.com Guy de Pourtales donde los libros son gratis una mujer, su secreto más querido su más estudiada teoría, su co- quetería más misteriosa. A vos solamente os diré, a vos mi amigo y mi hermano, este secreto sobre el cual todos los que pronuncian mi nombre, hacen tan variados comentarios. Y es que sobre este asunto no tengo ni secreto, ni teoría, ni doctrina, ni opinión firme, ni pretensión de poder, nada en suma, arreglado con anticipación. Ni falsos principios de licencia ni de hipocresía. Me he fiado a mis instintos, que siempre han sido nobles; algunas veces me he equivocado sobre las personas, nunca sobre mí misma, Tengo que reprocharme muchas tonterías, pero ninguna maldad. Siempre oigo decir muchas cosas sobre la moral humana, el pudor y las virtudes sociales. Nada de eso está bien claro para mí; nunca he llegado a ninguna conclusión. Sin embargo, me preocupa bastante. Os confieso que el deseo de acordar una teoría cualquiera con mis sentimientos, ha sido la gran preocupación y el gran dolor de mi vida. Los sentimientos han sido siempre más fuertes que las razones, y los límites que me he impuesto, no me han servido jamás para nada. Veinte veces he cambiado de idea. Por encima de todo he creído en la fidelidad, la he predicado, la he practicado y la he exigido. Me han faltado y yo también he faltado. Y, sin embargo, no he sentido remordimientos, porque siempre he experimentado en mis infidelidades una especie de fatalidad, un instinto del ideal, que me empujaba a dejar lo imperfecto por aquello que me parecía acercarse a lo perfecto. He conocido muchas clases de amor. Amor de artista, amor de mujer, amor de hermana, amor de madre, amor de religiosa, amor de poeta, ¿qué sé yo? Hubo algunos que nacieron y murieron el mismo día sin que fueran revelados a la persona que los inspiraba. Hay otros que han amargado mi vida, y que me han empujado a la desesperación, casi hasta la locura. Los hay que me han tenido enclaustrada durante años en un espiri- tualismo excesivo. Todo esto ha sido hecho con entera sinceridad. Mi ser entraba en estas diversas fases, como el sol, decía Sainte-Beuve, entra en los signos del Zodíaco. Al que me hubiera seguido, y mirado sólo la superficie, le hubiera parecido loca o hipócrita; pero aquel que hubiera leido en el fondo de mí misma, habría notado que soy entusiasta

72 Espacio Disponible www.elaleph.com Chopin o el poeta donde los libros son gratis de lo bello, sedienta de la verdad, sensible de corazón, de juicio débil, a veces absurdo, siempre de buena fe, nunca pequeña ni vengativa, y, gracias a Dios, olvidadiza de las malas acciones y de las malas personas. "He aquí mi vida, querido amigo; veis bien que no es nada notable. No hay nada que admirar, mucho que compadecer, nada que condenar por los buenos corazones. Estoy segura de que aquellos que me acusan de haber sido mala han mentido, y me sería fácil probarlo si quisiera darme el trabajo de recordar y de contar; pero todo esto me aburre, y mi memoria no es mayor que mi rencor. "Hasta el presente he sido fiel a lo que he amado, enteramente fiel, en el sentido de que nunca he engañado a nadie y que nunca he dejado de ser fiel sino por muy poderosas razones, cuando el amor había muerto en mí por una falta del otro. No soy de naturaleza inconstante. al contrario: estoy acostumbrada a amar exclusivamente a aquel que me quiere bien; soy poco fácil de entusiasmarme, pues tengo el hábito de convivir con hombres sin pensar que soy mujer. De modo que estoy un poco confusa y consternada del afecto que me ha inspirado este "pequeño ser". Todavía no vuelvo de mi admiración, y si tuviera mucho orgullo, estaría ahora muy humillada por haber caído de lleno en la infidelidad del corazón en el momento de mi vida en que me creía para siempre tranquila. Si yo hubiera podido prever, combatir y razonar esta irrupción, lo hubiera hecho; pero he sido invadida de repente, y no está en mi naturaleza gobernar mi ser por la razón, cuando el amor toma posesión. Por consiguiente, no me hago reproches, pero compruebo que soy todavía muy impresionable y más débil de lo que creía. Después de todo, me importa poco; no tengo ninguna vanidad; y esto me prueba que no debo enorgullecerme nunca al tratarse de valentía y de fuerza. Sólo me entristece, pues veo que la hermosa sinceridad que había practicado tanto tiempo y de la cual estaba orgullosa, está comprometida. Voy a tener que mentir como los demás. Os aseguro que esto mortifica más mi amor propio que una mala novela o una pieza silbada. Sufro y este sufrimiento es un resto de orgullo; o es, tal vez, una voz de arriba que me grita que era preciso cuidar más mis ojos y

73 Espacio Disponible www.elaleph.com Guy de Pourtales donde los libros son gratis mis oídos, y mi corazón, sobre todo. Pero si el cielo quiere que per- manezcamos fieles a los afectos terrestres, ¿por qué deja a algunos ángeles perderse en medio de nosotros y presentarse de improviso en nuestro camino? "¡Otra vez la gran cuestión del amor se presenta ante mi! No hay amor sin fidelidad, decía yo hace dos meses. Y es bien cierto, por desgracia, pues no he sentido la misma ternura por este pobre M. (Mallefille) al encontrarlo. Después que él volvió a París (debéis haberlo visto), en vez de esperar su vuelta con impaciencia y de estar triste lejos de él, sufro menos y respiro más a gusto. Si creyera que el ver con frecuencia a Ch. (Chopin) debiera aumentar este enfriamiento, com- prendo que sería un deber para mi el abstenerme. "Hasta aquí quería llegar; hasta hablaros de este asunto de posesión que constituye para algunos espíritus todo el fondo de la felicidad. Esto es una idea falsa; se puede ser más o menos infiel, pero cuando se ha recibido la más simple caricia con sentimiento de amor, la infidelidad está de hecho consumada, y el resto no tiene importancia, pues el que ha perdido el corazón lo ha perdido todo. Más le valiera perder el cuerpo, y conservar el alma. Así, en principio, creo que la entrega total al nuevo lazo no agrava la falta; pero hace la unión más humana, más violenta y más dominante. Es lo más probable. He aquí por qué, cuando se puede vivir juntos, no hay que hacer ultraje a la naturaleza y a la verdad, retrocediendo ante una completa unión. Pero cuando hay que vivir separados, es prudente deber, es verdadera virtud (que es el sacrificio) abstenerse. Yo no había pensado todavía en esto seriamente, y si "el" me hubiera solicitado en París, habría cedido, en razón de esa actitud natural que me hace aborrecer las restricciones, las precauciones, las falsas distinciones y las sutilezas, de cualquier género que sean. Vuestra carta me ha hecho abandonar esta resolución. Además, la inquietud y la tristeza que he experimentado al recibir las caricias de M. (Mallefille) y el valor que he tenido que demostrar para ocultárselo, han sido también una advertencia. Seguiré vuestro consejo,

74 Espacio Disponible www.elaleph.com Chopin o el poeta donde los libros son gratis querido amigo. Ojalá este sacrificio sea una expiación de la especie de perjurio que he cometido. "Y digo sacrificio, pues me será doloroso ver sufrir a este ángel. Ha tenido hasta ahora mucha fuerza de carácter. Pero yo ya no soy una niña: me daba cuenta de que la pasión humana hacia en él rápidos progresos y de que ya era tiempo de separarnos. Por esto, no quise quedarme con él la noche que precedió a mi partida, y casi lo eché. "Y puesto que os lo cuento todo, os diré también la única cosa que no me ha gustado en Ch. (Chopin): las razones que él tenía para abstenerse no eran buenas. Si lo hubiera hecho por respeto hacia mí, por timidez o aun por el recuerdo de la otra, todo esto sería sacrificio y, por consiguiente, fuerza y castidad bien entendidas. Era esto lo que más me seducía en su persona. Pero en vuestra casa, en el momento de separarnos, como si quisiera sobreponerse a una última tentación, me dijo dos o tres palabras que no respondieron a mis ideas. Parece des- deñar, como los beatos, las "groserías humanas" y avergonzarse de las tentaciones que ha tenido, pues, tal vez, cree que mancha nuestro amor con un transporte excesivo. Esta manera de apreciar la última caricia del amor, me ha repugnado siempre. Si esta última caricia no es tan santa, tan pura como el resto, no hay ningún mérito en abstenerse. La palabra "amor físico" que emplean para expresar aquello que solo tiene nombre en el cielo, me disgusta y me choca, como una impiedad y como una idea falsa al mismo tiempo. ¿Es que puede haber para las naturalezas elevadas, un amor puramente espiritual, y para las sinceras, un amor puramente físico? ¿Es que existe el amor sin un beso, y el beso de amor sin voluptuosidad? Despreciar la carne, sólo puede ser sabio y útil con aquellos seres que son sólo "carne". Pero con aquel a quien se ama no hay que hablar de "despreciar", sino de "respetar" cuando uno se abstiene. Además, no fueron éstas las palabras que empleó; no las recuerdo bien. Dijo, creo, que "ciertos hechos" podrían echar a perder el recuerdo. ¿No es cierto que es una tontería, y que no piensa así? ¿Quién es la mujer que le dejó semejante impresión del amor físico? ¿Ha tenido entonces una amante indigna de él? ¡Pobre ángel! Sería menester

75 Espacio Disponible www.elaleph.com Guy de Pourtales donde los libros son gratis colgar a todas las mujeres que envilecen a los ojos de los hombres la cosa más respetable y más santa de la creación, el misterio divino, el acto más serio y mas sublime de la vida universal. El imán atrae al hierro, los animales los unos a los otros por la diferencia de sexo. los vegetales obedecen al amor, y el hombre, único ser en este mundo te- rrestre que ha recibido el don de sentir divinamente lo que los animales, las plantas y los metales sienten materialmente, el hombre, en el cual la atracción eléctrica se transforma en una atracción sentida, comprendida e inteligente, el hombre es el único que considera una miserable necesidad el misterio que se cumple simultáneamente en su alma y en su cuerpo, y habla de él con desprecio, con ironía, con vergüenza. ¡Qué raro es todo esto! Y ese resultado de separar la carne del espíritu ha dado lugar a la creación de conventos y malos sitios. "¡Qué carta tan aterradora! Necesitaréis seis semanas para descifrarla. Es mi ultimátum. Si es dichoso, o debe ser dichoso con ella, dejadlo hacer. Si debe ser desgraciado, impedídselo. Si puede ser dichoso conmigo, sin cesar de serlo con ella, yo puedo hacer lo mismo por mi parte. Si él no puede ser dichoso conmigo, sin ser desgraciado con ella, será necesario separarnos y que me olvide. No podemos salir de estos cuatro puntos. Tendré valor, os lo prometo, puesto que se trata de él, y si no tengo grandes virtudes conmigo misma, tengo mucho espíritu de sacrificio para aquellos a quienes amo. Me diréis claramente la verdad, cuento con ella y la espero. "Es enteramente inútil que me escribáis una carta ostensible. No hemos llegado a esto M. (Mallefille) y yo. Nos respetamos demasiado para pedirnos cuenta, aun con el pensamiento, de los detalles de nuestra vida... "Tal vez vaya a París a reunirme con M. (Mallefille), quien se ocupa actualmente del arreglo de mis asuntos. No se lo digáis al "pequeño". Si voy os avisaré y le daremos una sorpresa. En todo caso, como necesitáis tiempo para obtener libertad para viajar, empezad vues- tras diligencias, pues os necesito en Nohant este año lo más pronto y por el más largo tiempo posible. Veréis que os gustará. Y no hay nada

76 Espacio Disponible www.elaleph.com Chopin o el poeta donde los libros son gratis de eso que teméis. No hay espionaje, ni comentarios, ni "provincia''; es un oasis en el desierto. No hay nadie en la región que sepa quién es Chopin o Grzymala. Nadie sabe lo que pasa en mi casa. Sólo veo a mis amigos íntimos, a ángeles como vos, que nunca han tenido un mal pensamiento para con las personas que quieren. Vendréis, querido, con- versaremos a gusto y vuestra alma entristecida se regenerará en el campo. En cuanto al "pequeño", vendrá si quiere. En el caso de que lo haga, me gustaría que me lo advirtierais con tiempo, pues enviaría a M. (Mallefille) a Paris o a Ginebra. Los pretextos no me faltarán, y no tendrá ninguna sospecha. Si el "pequeño" no quiere venir, dejadlo con sus ideas; teme al mundo, teme yo no sé qué. Pero yo respeto en los seres que quiero todo aquello que no comprendo. Iré a Paris en setiembre. Mi conducta con él dependerá de lo que vos me respondáis. Si no encontráis la solución a los problemas que os propongo, tratad de sacarla de "el", registrad su alma, es necesario que sepa lo que piensa. "Ahora me conocéis a fondo; es ésta una carta como no la he escrito en diez años; soy holgazana y detesto hablar de mi misma. Pero me evitará el hablar luego. Ya me sabe usted de memoria. "Si en apariencia no os he hablado sobre vos en toda esta larga conversación, es que me ha parecido que hablaba de mi a otro "yo", el mejor y más querido de los dos, ciertamente. "Jorge Sand". Admitiremos ante todo la maestría con que esta mujer conduce la batalla, a fin de quedar siempre victoriosa, cualesquiera que sean los ataques del enemigo. Todo está previsto, arreglado, admitido, menos el no ser la querida de Chopin. Y además, bien sabía que esta "Rusia" que aparentaba temer, había entregado las armas, que Chopin había recogido con dolor. Una carta así, un tan raro documento psicológico, merece figurar todo entero en el expediente de este amor. La vemos claramente, aun en aquello que pretende ocultar. Descubrimos inteligencia, bondad un poco pesada, maternal, con algo de pelícano; admiramos este deseo en los húmedos labios de una mujer de treinta y cinco años por un "niño" de veintiocho, que representaba menos

77 Espacio Disponible www.elaleph.com Guy de Pourtales donde los libros son gratis todavía, y cuya pureza embriagaba a esta voluptuosa. Ella llamaba a esto "hacer su deber". Todo consiste en escoger las palabras. Confesaba también: "Me era necesario amar o morir", lo que es bastante pretencioso. Digámonos también que Chopin mismo necesitaba una ternura amplia y generosa, después del pobre y seco idilio que acababa de terminar sus días bajo la cubierta de un sobre. También necesitaba cuidados. Jorge comenzó por enviarlo a lo del doctor Gaubert, quien lo auscultó y juró que no era tísico; pero que requería aire puro, paseos, reposo. Dos nuevos amantes empezaron a buscar un tranquilo nido de amor. Pronto se supo en París que la novelista había partido con sus tres niños: Mauricio, Solange y Chopin, a las islas Baleares.

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XI

LA CARTUJA DE VALDEMOSA

A decir verdad se dieron cita en Perpignan, pues Chopin no se atrevió a proclamar abiertamente la buena fortuna que le caía del cielo. Además, Jorge guarda miramientos para con el orgullo de Mallefille. Parten cada uno por su lado y se encuentran en Perpignan, en los dos últimos días de octubre. Jorge está tranquila y feliz. Ha viajado lentamente y visitado amigos en el curso del camino; ha pasado por Lyon, Avignon, Vaucluse, el Pont du Gard. Lo que más le gusta no es viajar, sino partir, buscar (como siempre lo ha dicho en estas ocasiones) un nido de amor o un albergue para morir. Sin dudas apenas recuerda haber hecho el mismo trayecto con Musset cuatro años antes, cuando encontraron al gordo Stendhal-Beyle en el barco a vapor. Chopin no se ha detenido en el camino. Cuatro días y cuatro noches de posta soportados heroicamente. Desembarca "fresco como una rosa, sonro- sado como un nabo". Sólo Grzymala, Matuszinsky y Fontana conocen este viaje, que quiere ocultar aún a sus padres. Fontana se encarga de servir de intermediario para el correo. Chopin posee algún dinero, pues ha vendido a Pleyel sus Preludios por la suma de dos mil francos, de los cuales ha recibido quinientos. Se embarcan todos para Barcelona a bordo del Fenicio sobre el "mar más azul", más puro, más compacto; "se diría un mar de Grecia sobre un lago de Suiza, en un día bellísimo", escribe Jorge a su amiga Marliani. Permanecen algunos días en Barcelona, donde visitan las ruinas del Palacio de la Inquisición. Después, nuevo embarque en el Mallorquino. La travesía se hace en medio de una noche fosforescente y tibia. A bordo, todo dormita menos Chopin, Sand y el timonel que canta "con una voz tan dulce que

79 Espacio Disponible www.elaleph.com Guy de Pourtales donde los libros son gratis parece dormido a medias". Chopin escucha esta melopea parecida a sus vagas improvisaciones. "La voz de la contemplación", le dice Jorge. Llegan a Palma de Mallorca por la mañana, ante una costa escarpada, cuya cima está coronada de áloes y de palmeras. Pero al saber que no hay hotel, ni siquiera piezas donde instalarse, van a ver al cónsul de Francia, y gracias a él, descubren la casa de un tal señor Gomez. Está situada en una llanura en las afueras de la ciudad, desde donde se divisa Palma, la de los muros amarillos, y su catedral. Este oasis nada confortable, que es necesario amueblar y proveer de todos los accesorios, se llama ya la "Casa del Viento". Los viajeros están entu- siasmados. "El cielo es de color turquesa -escribe Chopin a Fontana-, el mar de lapizlázuli, las montañas de esmeraldas. El aire está como el cielo. Durante el día hay mucho sol, hace calor, y todo el mundo se viste como en verano. Por la noche se oyen por todas partes los cantos y las guitarras durante horas enteras... Balcones enormes donde las parras cuelgan; casas árabes... La ciudad, como todo lo de aquí, recuerda al Africa. En suma, una vida deliciosa. Mi querido Julio, pasa por lo de Pleyel, pues el piano no me ha llegado todavía. ¿Por qué caminos lo han enviado? Dile que pronto recibirá los Preludios. Probablemente viviremos en una encantadora cartuja, en el más bello país del mundo: el mar, las montañas, las palmeras, un cementerio, una iglesia de los cruzados, las ruinas de una mezquita, olivos milenarios... ¡Ah, querido amigo!, ahora empiezo a gozar de la vida. Estoy cerca de lo que es más bello en el mundo, soy un hombre mejor". Esta "Casa del Viento" se arrendaba en cien francos por mes. Pero como no correspondía a sus ansias de soledad, ni a sus gustos de artistas, consiguen, en la misma Cartuja de Valdemosa, a dos leguas de allí, tres piezas y un jardín lleno de naranjos por treinta y cinco francos al año. "Es la poesía, es la soledad, es todo lo más lindo que hay bajo el cielo ¡y qué cielo!, ¡qué país! ¡Estamos bajo su encanto!", escribe Sand. Este goce se traduce inmediatamente por largos paseos. Chopin se fatiga, se rompe los pies en las piedras de los caminos, se resfría desde

80 Espacio Disponible www.elaleph.com Chopin o el poeta donde los libros son gratis la primera lluvia. Ocho días después de su llegada debe guardar cama con una fuerte bronquitis. y la tuberculosis, un momento atajada, vuelve a desarrollarse, a pesar de una temperatura de dieciocho grados, a pesar de las rosas, de los limoneros, de las palmeras y de las higueras en flor. "Los tres médicos más célebres de la isla se han reunido para una con- sulta; el uno husmeaba lo que había expectorado; otro golpeteaba allí donde había expectorado; y el tercero auscultaba, mientras yo expectoraba. El primero dijo que reventaría, el segundo que reventaría, el tercero que ya había reventado. Y sin embargo, vivo como vivía en el pasado... No puedo perdonar a Jeannot, (Matuszinski) el no haberme dado ningún consejo para este estado agudo de bronquitis que debiera haber previsto en mí. Es con gran dificultad que puedo escaparme de las sangrías, vejigatorios y otras operaciones semejantes que quieren hacerme. ¡Gracias a Dios ya he vuelto a ser el mismo; pero la enfermedad me ha impedido continuar los Preludios, que recibirás no sé cuándo!... Dentro de algunos días habitaremos el sitio más bello del mundo: el mar, las montañas, todo aquello que se puede desear. Nos iremos a vivir a un enorme y viejo convento en ruinas, abandonado por los Cartujos, a quienes Mendizábal parece haber expulsado expresamente para servirme. Es muy cerca de Palma y no hay nada tan maravilloso; celdas, un cementerio de los más poético... en fin, creo que allí me sentiré bien. Sólo mi piano me falta todavía. Ya he escrito directamente a Pleyel, calle Rochechouart. Pregúntale, y dile que caí en- fermo al día siguiente de mi llegada, pero que ya estoy mejor. En general habla poco de mí y de mis manuscritos... No digas a nadie que he estado enfermo; sólo harían comentarios desagradables". Ya tenemos a Jorge a gusto: tiene de quién ocuparse. Escribe, se preocupa de la casa tanto como de sus novelas, recorre los almacenes de la pequeña ciudad, da lecciones a sus dos niños, y cuida al tercero que la reclama constantemente... "Va mejorando de día en día, y pronto estará mejor que antes. Es un ángel de dulzura y de bondad". Pero la vida material es más difícil. No tienen nada, ni frazadas, ni colchones, ni cacerolas. Es preciso

81 Espacio Disponible www.elaleph.com Guy de Pourtales donde los libros son gratis comprar un amueblado de ocasión, escribir a Buloz, director de la Revue des deux Mondes, pedir prestado. La "Casa del Viento" llega a ser inhabitable. Las paredes son tan delgadas que con las lluvias del otoño la cal se hincha como una esponja. No hay estufa, naturalmente, como en todos los países cálidos. Y un manto de hielo se abate sobre las espaldas de los viajeros. Deben recurrir al calor asfixiante de los "braseros". El enfermo empieza a sufrir mucho, tose sin cesar, come apenas, pues no soporta los alimentos del país, y Jorge se ve obligada a cocinar ella misma. "Nuestro viaje aquí -escribe a su amiga Marliani-, ha resultado, bajo muchos aspectos, un fiasco espantoso. Pero ya estamos. No podríamos movernos sin exponernos a la mala estación, y a los muchos nuevos gastos. Además, quisiera quedarme aquí. Si la Providencia no me maltrata demasiado, es de creer que lo más difícil ya está hecho, y que ahora recogeremos el fruto de nuestras penas. La primavera será deliciosa. Mauricio recobrará la salud... Sólange está de carácter muy suave, desde que se mareó a bordo; Mauricio dice que entonces botó todo el veneno". El enfermo, al que esconden en la pieza menos húmeda, se convierte en el horror y el espanto de la población. Rehusan servirlo. El señor Gómez, al saber que se trata de una afección al pecho, exige la inmediata partida de los arrendatarios. Hace enyesar y pintar la casa por cuenta de ellos. El cónsul interviene y aloja durante algunos días a la miserable colonia. Al fin, el 15 de diciembre, toman el camino de la Cartuja con un lindo día. Antes de la partida Chopin escribe a Fontana: "Trabajaré en la celda de algún viejo monje, que quizá tenía en su alma más fuego que yo, y que sin embargo, lo moderaba, lo ahogaba, no sabiendo en qué emplearlo... Creo poder enviarte dentro de poco mis Preludios y la Balada". En cuanto a Jorge Sand, "no olvidaré -escribe más tarde en su Invierno en Mallorca-, un cierto repliegue de la colina, desde donde, volviéndose, se distingue, en la cima de un monte, una de esas lindas casitas árabes que ya he descrito, medio ocultas por las ramas de los nogales, y una palmera enorme inclinada sobre el abismo y dibujando en

82 Espacio Disponible www.elaleph.com Chopin o el poeta donde los libros son gratis el aire su fantástica silueta. Cuando la vista del barro y de las nieblas de París me den el esplín, cerraré los ojos y volveré a ver, como en un sueño, la verde montaña, las rocas y esa palmera solitaria perdida bajo un cielo rosa...". La Cartuja de Valdemosa... Este nombre, asociado al de Chopin y al de Sand, en esta naturaleza africana, encierra una imagen no solamente romántica y pintoresca, sino todo un poema. Fue aquí el sitio de sus enfermizas voluptuosidades. ¿Qué sería Mallorca en la historia del sueño humano sin este lluvioso invierno del año 1838? Esta isla solitaria tiene por todo valor una Cartuja abandonada, que sirvió de pri- sión durante dos meses a un amor sin esperanzas. Porque, a pesar de tratar de leer entre líneas en sus cartas, no descubrimos ninguna felicidad. Jorge procura en vano inflamar su fatigado corazón; sólo encuentra ternura piadosa, persistentes nostalgias por el recuerdo de las horribles delicias venecianas... Y Chopin, quebrantado por mil pequeños sufrimientos, macho insuficiente y glorioso, siente que se le escapan día a día las fuerzas necesarias para el placer. De ambos lados, los nervios toman su revancha; sólo el trabajo los libera. Y la soledad que une a ambos, los satura de fraternidad. La Valdemosa es un montón de construcciones. Se podría alojar allí a un cuerpo de ejército; el cuarto del superior, las celdas de los hermanos conversos, las de los oblatos y los tres claustros que constituyen el monasterio propiamente dicho. Todo estaba vacío y abandonado. El claustro más antiguo es del siglo XV, bordado de ventanas góticas por las cuales trepan las plantas. En medio se en- cuentra el viejo cementerio de los Cartujos, sin monumentos ni inscripciones. Algunos cipreses encuadran una gran cruz de madera blanca, un pozo ojival contra el que hay colocado un laurel rosa y una palmera enana. Un sacristán faunesco guarda celosamente las llaves de estas celdas cerradas. Aunque muy feo, este sátiro había violado a una niña, que con sus padres pasaba algunos meses en estas soledades. Decía, para excusarse, que el Estado sólo le había encargado cuidar las vírgenes en pintura.

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Los claustros nuevos, rodeados de boj, encerraban doce capillas y una iglesia guarnecida de madera esculpida y pavimentada con mayólicas hispano-árabes. Un San Bruno de madera pintada, de estilo español rústico, es el único objeto de arte en este templo. El dibujo y el color son curiosos. Jorge Sand encuentra en esta cabeza una expresión de fe sublime, y en las manos un movimiento de invocación piadosa y desgarradora. "Dudo -dice- que el fanático de Grenoble haya sido otra vez tan bien comprendido y personificado con un sentimiento tan profundo y tan ardiente. Es la imagen del ascetismo cristiano". Por desgracia, la iglesia no tenía órgano pues así lo requiere la regla de los Cartujos. Sand, Chopin y los niños ocupan tres celdas espaciosas, abovedadas, cuyos muros tienen tres pies de espesor. Da al sur un jardín plantado de granados, limoneros y naranjos. En este espacio de verdor y de perfume, los caminos están trazados con ladrillos rojos. Y desde el umbral de este jardín del silencio, Chopin escribe a Fontana, tres días después de Navidad: ''Imagíname así: Entre el mar y las montañas en una inmensa Cartuja abandonada, en una celda de puertas más altas que las puertas cocheras de Paris, sin rizarme ni ponerme guantes blancos, pero pálido como de ordinario. I,a celda parece un ataúd; es alta, con un techo polvoriento. Las ventanas chicas... Mi lecho está colocado enfrente de las ventanas, bajo un rosetón moro lleno de filigranas. Al lado de la cama, un mueble cuadrado, parecido a un escritorio, pero cuyo uso es muy problemático. Encima, un pesado candelabro (lo que es gran lujo), con una pequeña candela. Las obras de Bach, mis apuntes, y los manuscritos que no son míos, he aquí todo mi mobiliario. Se puede gritar muy fuerte sin que nadie oiga; como ves, te escribo desde un sitio bien raro. La luna está maravillosa esta tarde; nunca la he visto tan linda... La naturaleza es aquí bienhechora, pero no así los hombres. Jamás han visto extranjeros, por eso ignoran lo que deben cobrar. Dan gratis una naranja, pero por un botón de pantalón te pedirían una suma fabulosa. Bajo este cielo uno se siente penetrado por un sentimiento

84 Espacio Disponible www.elaleph.com Chopin o el poeta donde los libros son gratis poético que parece emanar de todos los objetos que nos rodean. Las águilas planean sobre nuestras cabezas sin que nadie repare en ellas". Pero es inútil que quiera acostumbrarse. Este decorado un poco altivo no conviene a Chopin. Tiene demasiado apego a las costumbres íntimas, a los objetos refinados, para sentirse a gusto en estas salas desnudas. Y, además, desgraciadamente, han llegado en plena estación de lluvias, y en Mallorca éstas son diluvianas. El aire es húmedo. Mauricio y Solange gozan de buena salud, "pero el pequeño Chopin está muy agotado y tose mucho. Espero con impaciencia la vuelta del buen tiempo, que no puede tardar". Su piano llegó por fin; Chopin trabaja, compone, estudia. "Las bóvedas de la Cartuja se regocijan. Y nada de esto está profanado por la admiración de los tontos. No vemos a nadie; sólo a los naturales del país, gente supersticiosa y curiosa, que sube una detrás de otra hacia el monasterio guardado por un monje y varios luciferes". Para verlos, vienen a hacer bendecir los animales. Vienen con mulos, caballos, asnos, cabras y cerdos. "Ellos mismos parecen animales -dice Sand-, malolientes, groseros y miedosos; y a pesar de esto, arrogantes, bien vestidos, tocan la guitarra y bailan el fandango... Creen que he hecho pacto con el diablo porque no voy a misa, ni al baile, y vivo sola en la montaña, dedicada a enseñar a mis niños la regla de los participios y otras lindezas.... En medio de esta tranquilidad el piano de Chopin sigue su inspiración, que las paredes de las celdas oyen con arrobamiento". Una tarde se llevan un susto al ver una aparición fantástica. Primero un ruido inexplicable, como el de millones de nueces que rodaran sobre el parquet. Salen de sus celdas para cerciorarse, mas el claustro está desierto como de costumbre. El ruido se aproxima, sin embargo. Pronto una débil luz alumbra las bóvedas, las antorchas aparecen, y luego un batallón de seres abominables, esfumados en un vapor rojo: un diablo cornudo, enteramente negro, con el rostro color de sangre, diablillos con cabezas de pájaros, diablesas y pastoras con trajes blancos y rosados. Son los aldeanos que festejan el martes de carnaval, en una de las celdas del convento. El ruido que acompaña la

85 Espacio Disponible www.elaleph.com Guy de Pourtales donde los libros son gratis procesión es el de las castañuelas que tocan los rapaces del lugar con ritmo pesado y continuo. Lo interrumpen de improviso para cantar al unísono una "coplita" sobre una frase musical que siempre vuelve a empezar, y que parece que nunca terminará. Tanto ruido sacude los nervios del pobre Chopin, sobre todo cuando Mauricio y Solange desaparecen en las profundidades sonoras del monasterio, o Jorge lo abandonaba para hacer excursiones durante días enteros. Entonces el claustro desierto se le aparece lleno de fan- tasmas. De vuelta de sus exploraciones a las ruinas, Jorge lo encuentra delante de su piano, pálido y con la mirada perdida y sólo al cabo de al- gunos minutos la reconoce. Es entonces, sobre todo durante estas crisis de exaltación nerviosa, cuando compone algunas de sus mejores páginas. Sand afirma que varios de sus Preludios han nacido de estas angustias. "Hay uno -cuenta-, que atormenta el alma con extraño abatimiento, y cuya inspiración le vino un día de lluvia tormentosa. Ese día, Mauricio y yo lo habíamos dejado bien, para ir a Palma a comprar algunos objetos necesarios para nuestra vivienda. Vino la lluvia, los to- rrentes se desbordaron. Habíamos caminado tres leguas en seis horas, en medio de la inundación, y llegamos en plena noche, sin zapatos, abandonados por nuestro cochero, en medio de peligros infinitos. Nos apurábamos, pensando en la inquietud de nuestro enfermo. Había sido enorme, en efecto; pero se había transformado en una especie de desesperación tranquila, y tocaba su admirable preludio llorando. Al vernos entrar se levantó y dio un grito; después nos dijo en tono extraño y con aire ausente: "¡Ah! ¡bien sabía yo que estabais muertos!" Cuando volvió en si y vio el estado en que estábamos, se puso enfermo al pensar en los peligros que habíamos corrido. Después me confesó que mientras nos esperaba, había visto todo aquello en un sueño, y que ahora no distinguía el sueño de la realidad; que de pronto se calmó y empezó a tocar el piano, persuadido de que él también había muerto. Se veía ahogado en un lago; gotas heladas de agua caían a compás sobre su pecho, y cuando yo le hice comprender que esas gotas eran las que

86 Espacio Disponible www.elaleph.com Chopin o el poeta donde los libros son gratis caían sobre el techo, negó haberlas oído. Se enojó aún porque le dije que era una especie de armonía imitativa. Protestaba con toda su alma, y tenia razón contra la puerilidad de estas imitaciones por medio del oído. Su genio estaba lleno de las misteriosas armonías de la naturaleza, traducidas a equivalencias sublimes en su pensamiento musical, y no por una servil repetición de los sonidos exteriores. El Preludio de esa tarde estaba lleno de gotas de agua que caían sobre el techo de la Cartuja, y que se habían traducido, en su imaginación, por lágrimas que caían del cielo sobre su corazón". Se ha buscado cuál podía ser este Preludio. Unos creen que es el No. 6 en si menor; otros, el No. 8 en fa sostenido menor, o el No. 15, o el 17 o el 19. A nuestro parecer, la duda no es posible. Se trata del 6º Preludio, donde la gota del dolor cae con lentitud y regularidad inexorables sobre el cráneo del hombre. Tiene poca importancia después de todo. Cada uno lo encontrará donde quiera, según su propia imaginación. Dejemos a la música este singular beneficio, el de adaptarse a nosotros más que nosotros a ella; el ser el Ariel de nuestra fantasía. Es el caso de recordar las palabras de Beethoven: "Debes crearlo todo dentro de ti mismo". Liszt, tan amante de la psicología y de la estética, decía que Chopin, como verdadero músico, se contentaba con extraer el "sentimiento" de los cuadros que veía, olvidando la plástica, "la corteza pintoresca que no se asimila a la forma de su arte, y que no pertenecía a la esfera espiritualizada". Después, pensando en ese crepúsculo lluvioso en que su amigo había compuesto una melodía tan bella, cabe preguntar si Jorge supo comprender la angustia amorosa de Chopin, la fiebre de esa alma sobreexcitada; si el genio de esa mujer masculinizada supo alcanzar "a las más humildes grandezas del corazón, a aquellos holocaustos de nuestra persona, que tienen el derecho de llamarse sacrificios". Es probable que no. No inspiró ningún canto a aquel pájaro maravilloso. El único que le vino por ella, fue; el de aquel instante de angustia y de dolor. A la mañana siguiente, Chopin vuelve a tocar su Preludio, comenta, y perfecciona este sentimiento único salido de lo íntimo de su ser. Mas ella no lo comprendió. Todo lo incompatible

87 Espacio Disponible www.elaleph.com Guy de Pourtales donde los libros son gratis que había entre estas dos naturalezas se revela aquí. "El corazón de Chopin -dice Liszt-, se rompía y estallaba al solo pensamiento de perder a aquella que acababa de volverlo a la vida. El espíritu de ella no veía más que un pasatiempo divertido en su carrera de aventuras en la que el peligro no la hacía rechazar el atractivo de la novedad. ¿Qué de extraño tiene, entonces, que éste sea el único episodio de la vida francesa de Chopin que se encuentra en sus obras? Después de este episodio hizo de su existencia dos partes distintas: sufría por un lado en ese medio demasiado realista que chocaba a su temperamento débil y sensitivo; pero se escapaba por el otro a las regiones impalpables de su arte, y se refugiaba entre los recuerdos de su primera juventud, en su querida Polonia, que sólo él inmortalizaba en sus cantos". Chopin aborrece pronto a Mallorca. Se siente gravemente enfermo. Además, le gusta poco el campo y menos todavía esta Cartuja española, donde su imaginación no encuentra esas dulzuras íntimas de las ciudades, en medio de las cuales solamente se le dilata el corazón. Su espíritu ha sido desollado vivo; "la arruga del pétalo de una rosa, la sombra de una mosca, le causa horror". Se muere de impaciencia por partir. Y Sand también confiesa "que estos intervalos poéticos no son más que tiempos de transición, un permitido reposo del espíritu antes de que vuelva a emprender el ejercicio de sus emociones". Subrayemos estas palabras tan luminosas para la explicación de los caracteres. Para esta mujer decepcionada, Valdemosa es un entreacto poético, un tiempo de espera. Ya sólo piensa en el nuevo ejercicio de sus sensaciones, mientras que para Chopin la vida está hecha, las emociones agotadas. Hay sólo un bien al cual aspira: el inmenso reposo del trabajo: "Por amor de Dios, escribe -dice a Fontana-. Te envío los Preludios, cópialos con Wolf. Creo que no tienen faltas. Darás una copia a Probst, el editor, y el manuscrito a Pleyel. Con los mil quinientos francos que Pleyel te dará, paga el arriendo de mi departamento hasta el lº de enero, es decir, cuatrocientos cincuenta francos; o puedes desahuciarlo si crees encontrar otro para abril..."

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Esta carta tiene el sabor de la vuelta a París. Y es que en la Cartuja la vida es realmente insoportable. Una sirvienta los deja, jurando que están apestados. Tienen muchas dificultades para procurarse alimentos a causa de la mala fe de los aldeanos, que les hacen pagar las cosas diez veces más de lo que valen. Les roban la leche de cabra destinada a Cho- pin. Nadie quiere servir al tísico, cuya salud empeora. No tienen vestidos de remuda. Lo único que puede hacerse es huir de esta tierra inhospitalaria. Hacen las maletas, clavan las cajas. Se les rehusa el coche que debía conducirlos a Palma, y tienen que hacer tres leguas en birlocho, con Chopin que apenas puede respirar. En Palma tiene una hemorragia espantosa. Se embarcan, sin embargo, en el único vapor de la isla, donde hay un centenar de cerdos. Dan al artista la peor camilla, diciendo que después será necesario quemarla. A la mañana siguiente, en Barcelona, nueva hemorragia; parece un espectro. Felizmente ha llegado ya al final de sus males. El cónsul y el comandante de la estación marítima francesa los hospitalizan y los hacen trasbordar sobre un brick de guerra, el "Meleagre", cuyo médico detiene la hemorragia de Chopin. Descansan ocho días en una posada. El 15 de febrero del 39, Jorge escribe a la señora Marliani; "Querida mía, heme aquí en Barcelona. ¡Dios quiera que salga pronto y que no vuelva a poner más los pies en España! Es un país que no me conviene bajo ningún aspecto... Leed a Grzymala lo concerniente a Chopin, y que no se comente nada, pues con las esperanzas que el médico me da, es inútil alarmar a su familia". Algunos días más tarde desembarcan en Marsella. Es la felicidad. "Al fin, querida, estoy de nuevo en Francia... Un mes más, y Chopin y yo moríamos en España; él de melancolía y de disgusto, yo de cólera y de indignación. Me han herido en la parte más sensible del corazón, han martirizado a un ser que sufría. Jamás les perdonaré, y si escribo sobre ellos será con hiel".

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Y a Francisco Rollinat, el verdadero confidente de su vida: "Querido amigo, no quisiera saber que has sufrido tanto como yo durante esta ausencia. . . " Tal fue la vuelta de esta luna de miel.

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XII

IF MUSIC BE THE FOOD OF LOVE, PLAY ON'' 1 (Shakespeare).

En un día muy triste, Nietzsche escribía a una amiga: "Esperar: ¿no es una obra de arte? " Al desembarcar en Marsella en estos comienzos de primavera de 1839, Chopin y Jorge Sand hacen obra de artista porque esperan, porque están llenos de ese entusiasmo inexpli- cable que en ciertas horas predestinadas dan las cosas más banales. Una nada les basta: la espera de una carta, un lindo rostro, la sombra de una iglesia en la calle, las tranquilizadoras palabras de un médico, que anuncian una rápida convalecencia y que transforman su marchito amor en una pacífica y duradera amistad. A veces sólo basta un paisaje casual para cambiar todo el ritmo de las almas. Podría preguntarse uno si en Mallorca la Cartuja abandonada no fue una especie de purgatorio, del que Sand exploraba los infiernos y Chopin se sentía volar hacia el cielo. "Chopin es un ángel -había escrito Jorge-; ha compuesto en Mallorca, estando enfermo de muerte, música que evocaba el paraíso; pero estoy tan habituada a verlo en el cielo, que no me parece que la vida o la muerte le hagan mella alguna. El mismo no sabe en qué planeta vive". Llegan a Marsella, ciudad de almaceneros, de perfumistas, de mercaderes de jabón. Se instalan en el hotel Beauvau, consultan a un médico y deciden esperar el verano en el Mediodía. Se resuelven con bastante fastidio, pero el mismo fastidio facilita el reposo, tan necesario después del fracasado viaje de amor. Además, es preciso atrincherarse

1 Si la música es el alimento del amor, tocad.

91 Espacio Disponible www.elaleph.com Guy de Pourtales donde los libros son gratis contra el mistral y contra los enojosos visitantes que se introducen por todas partes. Se hacen pasar por muertos. El doctor Cauvieres ausculta a Chopin regularmente, le hace ponerse vejigatorios, prescribe un régimen y lo declara en vías de cicatrización. Puede volver a andar, a tocar, a hablar como todo el mundo, él, cuya voz desde hacía algún tiempo no era más que un soplo. Duerme muy bien; se preocupa de la edición de sus obras; escribe a Fontana con motivo de sus dedicatorias, y discute con él el precio de las nuevas composiciones, pues es necesario pensar en el porvenir, en el departamento parisiense que está decidido a volver a tomar: "Llevarás a Schlesinger los quinientos francos que recibirás de Probst por la Balada. Schlesinger trata de engañarme, pero gana demasiado conmigo. Sé hábil con él. Dile que le doy la Balada, para Inglaterra y Francia, por ochocientos francos y las Polonesas, para Alemania, Inglaterra y Francia, mediante el pago de mil quinientos". Chopin se enoja, discute con los editores y no quiere ceder en nada. "Para el dinero, debes hacer un contrato claro, y entregar los manuscritos contra dinero, contante y sonante..." "Preferiría dar mis manuscritos como antes, a bajo precio, antes que inclinarme ante és- tos..." Vuelve a la carga en abril. "Vendí los Preludios a Pleyel y aún no he recibido más que quinientos francos. Cree tener derecho de hacer lo que quiere. En cuanto a las Baladas y a las Polonesas, no las vendas ni a Probst ni a Schlesinger... Guárdalas. Y basta para ti y para mí. Mi salud mejora, pero estoy enojado. No es culpa mía si me parezco a un hongo que te envenena después de que tú lo desentierras y lo paladeas. Sabes que nunca he sido útil a nadie, ni aun a mí mismo... Además insisten en no creerme tísico. No bebo café ni vino, únicamente leche. Me tienen abrigado y tengo el aspecto de una señorita". En el mes de marzo, murió en Nápoles el famoso cantor Nourrit; decían que se había suicidado. Trajeron su cuerpo a Marsella en el mes siguiente, y fue organizado un servicio fúnebre en Nuestra Señora del Monte. Para honrar la memoria de este amigo, encontrado tantas veces en lo de Liszt, y aun recibido en su casa, Chopin acepta tocar el órgano

92 Espacio Disponible www.elaleph.com Chopin o el poeta donde los libros son gratis durante la elevación. Aunque el instrumento está desafinado, saca de él todo el partido posible. Toca Los Astros de Schubert, que Nourrit había cantado poco antes en Marsella, y renunciando a todo efecto, interpreta esta melodía en las notas más dulces. Jorge está en la tribuna del órgano con algunos amigos, y sus bellos ojos se llenan de lágrimas. El público no reconoce a la novelista en esta mujer vestida de negro. En el mes de mayo, Chopin está bastante bien para emprender un viaje a Génova con su amante. Visitan los palacios, los jardines en terrazas, las pinturas. ¿Se acuerda ella del viaje de hace cuatro años, cuando llegó por primera vez a esta tierra italiana con Musset? Génova fue la única ciudad donde sus amores no fueron turbados. Escribe que ha sido un placer volver a ver esta ciudad. No la creo sincera, pero de todos modos esa palabra suena bastante mal. En todo caso se nota un comienzo de fatiga en esta confesión hecha a su amiga Marliani. "Ya no me gustan los viajes, o tal vez ya no estoy en condiciones de que me gusten". Es de creer que Chopin ignoraba la primera estada de Sand en Génova, pues para este escrupuloso corazón una visión semejante hubiera sido espantosa. El 22 de mayo dejan Marsella y toman el camino de Nohant, donde esperan pasar todo el verano. Después de una semana de vaivenes llegan a Berry, ancho y bien cultivado, "sembrado de grandes nogales redondos", y cortados por sombríos caminos, que Jorge ama. De pronto aparece la aldea, la iglesia con su techo de tejas, y en frente de la plaza, el castillo. Un castillo aldeano, que simboliza el doble origen noble y plebeyo de esta mujer de treinta y cinco años, que Europa admira, y que vuelve al nido con su "pequeño", su nuevo pequeño, un hombre joven, noble y diáfano, que parece haber caído en estas viejas campiñas francesas, como un pájaro de los mares. Mujer querida, ¿será necesario admirarte por el tiempo de reposo que concediste a esta alma extenuada? Sabemos bien que le fuiste funesta a veces, puesto que eras sana, ardiente y curiosa, a pesar de ese cerebro inviolable, y de esos miembros sin deseo. Pero también hemos visto que sabías tu papel de cuidadora. "¿A quién cuidaré?",

93 Espacio Disponible www.elaleph.com Guy de Pourtales donde los libros son gratis exclamabas, cuando tu otro enfermo te abandonó, porque no podía soportar los sufrimientos en los cuales fortalecía tu placer. ¡Querida mujer!, a pesar de todo. No hay que juzgarte con la medida común, a ti, que tuviste la sangre ardiente, y el corazón harto a fuerza de sentirlo hambriento. La labor enorme que has hecho no ha sido sino el deri- vativo de tus energías. Te has fatigado como un hombre. Jamás encontraste pesadas esas horribles tareas del espíritu, por donde pre- tendía arrancarte una moral elástica y libertaria, siendo como eras hecha sólo para el amor, el trato sexual y el viejo orden humano. Todo esto es un poco risible y triste como la verdad. Hay que agradecerte, sin em- bargo, el haber perfeccionado un poco a Musset y el haber quebrantado a este pisaverde fácil a los sanos dolores. No te queremos mal, como tantos otros, por haber gastado a Chopin. Lo disputaste largo tiempo a la enfermedad, y si lo quebrantaste aún más fue porque tu amistad era costosa. Sin embargo, era lo mejor que podías dar. Y ahora que te hemos visto entrar en Nohant con esta nueva presa para tu ternura, digamos como Shakespeare: "If music be the food of love, play on". A Chopin nunca le gustó el campo. Sin embargo, se entretiene en Nohant. La casa es confortable. Después de Mallorca y de Marsella, es un placer inmenso tener una cama grande, sábanas finas, una mesa cuidada, muebles elegantes. Aunque sin lujo, la casa tiene buena apariencia. Se encuentra a gusto, es mimado, rodeado. Un viejo amigo de Jorge, el doctor Papet, acude inmediatamente para examinar a fondo al enfermo. Diagnostica una afección crónica de la laringe, y ordena mucho reposo y una larga permanencia en el campo. Chopin se somete a este programa sin ninguna dificultad y adopta una vida sana, perfectamente metódica. Mientras Jorge vuelve a ocuparse de la educación de los niños y de sus novelas, Chopin corrige una edición nueva de la obra de Bach, termina la Sonata en si bemol menor, el segundo Nocturno del op. 37, y cuatro Mazurcas, op. 41. Comen al aire libre, entre las cinco y las seis de la tarde. Después llegan algunos ami- gos, los Fleury, los Duteil, Duvernet, Rollinat, con los cuales conversan

94 Espacio Disponible www.elaleph.com Chopin o el poeta donde los libros son gratis y fuman. Todos demuestran a Chopin, desde el primer momento, una respetuosa simpatía. Hipólito Chatiron, el medio hermano de Jorge, que vive con su mujer en los alrededores, bonachón y algo borracho, le consagra una amistad apasionada. Cuando se van todos, Chopin toca el piano a la luz de dos candelabros. Después se acuesta y duerme como un niño, al mismo tiempo que Mauricio y Solange. En cuanto a Jorge, abre la Enciclopedia y prepara la lección del día siguiente. Llevan una verdadera vida de familia, enteramente del agrado de Chopin, y la que él necesita para componer su música. "Compongo una Sonata en si bemol menor -escribe a Fontana-, en la que pondré la Marcha Fúnebre, que ya te envié. Tiene un Alegro, después un Scherzo, la Marcha, y un final corto de tres páginas. Después de la Marcha, la mano izquierda toca al unísono con la derecha. Tengo un nuevo Nocturno en sol mayor que acompañará al Nocturno en sol menor; no sé si lo recuerdas. Sabes que tengo cuatro Mazurcas nuevas: una de Palma, en mi menor, y tres de aquí, en si mayor, la bemol mayor, y do sostenido menor. Las encuentro muy bonitas, así como los padres que envejecen encuentran bonitos a sus niños. Fuera de esto no he hecho nada; estoy corrigiendo una edición parisiense de las obras de Bach. Tiene no solamente errores de imprenta, sino también errores armónicos cometidos por aquellos que pretenden comprender a Bach. Yo no lo hago con la pretensión de entenderlo mejor que ellos, sino con la convicción de que a veces adivino cómo debiera haber sido". Cada noche, durante la hora de música que Chopin dedica a Jorge sola, ella lo escucha recogida porque es una oyente selecta. Es en estos momentos cuando sus dos almas, tan poco penetrables la una para la otra, se comprenden mejor. Ella siente que es el tipo opuesto de la ar- tista; que jamás habrá medio de hacerle aceptar nada de la realidad; que su sueño continuo está muy lejos del mundo, demasiado poco filosófico para que ella pueda seguirlo en aquellas regiones ausentes de hu- manidad. Sin embargo, es dulce ser el objeto de las preferencias de un

95 Espacio Disponible www.elaleph.com Guy de Pourtales donde los libros son gratis hombre así. Es cruel también, porque si Chopin anota con cuidado el menor cariño, la menor claridad que le proporciona, "no se toma el tra- bajo de ocultar sus decepciones a la primera oscuridad". Su humor fantástico, sus decaimientos profundos inquietan e interesan a la vez a Jorge, buscadora de emociones. Pero una especie de miedo se apodera de su corazón al pensar en el nuevo deber que va a contraer con Federico, si éste se instala definitivamente cerca de ella. Ya no está ilusionada por la pasión. El miedo la sobrecoge al pensar que va a tener que luchar con otro amor que puede llegar, y que sería mortal para este ser débil que ha arrancado a su misma debilidad. Después se tranquiliza. Un deber más en su vida ya tan ocupada, ¿no sería precisamente una defensa contra las tentaciones? ¿O una ocasión oportuna para alcanzar esa austeridad hacia la cual se siente arrastrada por el viejo fondo de entusiasmo religioso, del que nunca se ha desprendido? ¿Qué decidir? Toma el partido provisional de entregarse a los acontecimientos. En cuanto a Chopin, esta tranquila felicidad está demasiado conforme con sus fuerzas, para que piense en otra cosa. Entrega toda su ternura, crea: es un bello presente, su único porvenir. Mientras que él improvisa, Jorge abre un cuaderno y toma notas. "El genio de Chopin es el más profundo y más lleno de sentimientos y de emociones que nunca ha existido. Hace hablar a un solo instrumento el lenguaje del infinito. Sabe resumir en diez líneas, que un niño podría tocar, poemas de una elevación inmensa, dramas de energía sin igual. Nunca tiene necesidad de los grandes medios materiales... No necesita saxófono ni oficleido para llenar el alma de terror; ni órganos de iglesia ni voz humana, para llenarla de fe y de entusiasmo. Hacen falta grandes progresos en el gusto y en la comprensión del arte para que sus obras lleguen a ser po- pulares... Chopin siente su poder y su debilidad. Su debilidad está en el exceso mismo de este poder que no puede dominar. Su música está llena de matices y de sorpresas. Algunas veces, rara vez, es curiosa, misteriosa y atormentada. Aunque tenga horror por aquello que no se comprende, las emociones excesivas lo arrastran, a pesar suyo, a regiones sólo por él conocidas".

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Hacia el fin del verano deciden volver todos a París. Sand se ha convencido de que no podrá educar sola a los niños. Mauricio tiene deseos de aprender dibujo; Solange es de carácter difícil, un poco disimulada y porfiada. Jorge también necesita ver a su editor, Buloz, el director de la Revue des deux Mondes. Chopin querría volver a dar lec- ciones, pues es la mayor fuente de entradas. Escriben a los amigos para que busquen dos departamentos cerca uno del otro. Grzymala, Arago y Fontana se ponen en campaña. Desde Nohant las instrucciones llueven sobre la cabeza de los tres amigos. Chopin pide que le escojan un papel "atortolado", brillante y lustroso para sus piezas. Otro para el vestíbulo, pero "respetable". Si hay más lindos, más a la moda, que no vacilen en tomarlos. "Prefiero lo que es simple, modesto, elegante, a los colores vistosos, tan comunes en los tenderos. Es por esto que el color gris perla me gusta, porque no es ni vistoso ni vulgar. Gracias por la pieza para el servicio doméstico; es muy necesaria". Para Sand es indispensable que el alojamiento sea tranquilo. Tiene que tener tres dormitorios, dos juntos y el otro separado por el salón. Próximo al tercer dormitorio también quiere un gabinete de trabajo con bastante luz; salón y comedor, por supuesto. Dos piezas para los sir- vientes y un sótano. Pisos pintados, en buen estado si fuera posible. Pero sobre todo tranquilidad, "ningún herrero en la vecindad". Una escalera decente, ventanas sobre el Mediodía. Ni humo ni malos olores. Chopin se da el trabajo de dibujar el plano del departamento soñado. Pronto llegan las buenas noticias. Alojarán a Chopin en el Nº 5 de la calle Tronchet, y en cuanto a Jorge, tendrá dos pequeños pabellones en un jardín, en el Nº 16 de la calle Pigalle. Todos son felices, y Federico, siempre tan descontentadizo en materia de elegancia, piensa ahora en sus trajes. Vuelve a escribir a Fontana. "Me olvidé de pedirte que me mandaras hacer un sombrero en lo de Dupont, calle Chaussée d'Antin. Tienen mi medida y saben lo que me gusta. Muéstrale la forma del sombrero de este año, no muy exagerada, porque no sé cómo te vistes ahora. Pasa también por Dautremont, mi sastre, en el Bulevar, y

97 Espacio Disponible www.elaleph.com Guy de Pourtales donde los libros son gratis dile que me haga un par de pantalones grises. Escoge un tono gris oscuro, para pantalones de invierno; alguna cosa buena, sin rayas, pero compacta y suave. Tú eres inglés, por consiguiente sabes lo que necesito. Dautremont estará muy contento al saber de mi vuelta. Nece- sito también un chaleco de terciopelo negro, con pocos dibujos y no muy vistoso, un chaleco sencillo, pero elegante. Si no tuviera buen terciopelo, que lo haga de un buen paño, no muy abierto". Y en recompensa de todos estos encargos: "Cambiaré para ti la segunda parte de la Polonesa hasta el fin de mi vida. La versión de ayer puede no gustarte, aunque me torturé el cerebro durante ochenta segundos. Copié mis manuscritos en orden. Hay seis con tus Polonesas, no contando la séptima, y un impromptu que quizá carece de valor. Titus me aconseja componer un Oratorio. Le contesté preguntándole por qué él construye una fábrica de azúcar y no un convento de dominicanos. Como eres un hombre inteligente, puedes hacer de suerte que ni pensamientos negros, ni toses asfixiantes me incomoden en mi nuevo departamento. Haz que me vuelva prudente, borra, si puedes, muchos episodios de mi pasado. Y ya no sería malo tampoco que tomara trabajo para algunos años. En fin, me obligarás para toda la vida rejuveneciéndome mucho, o mejor, encuentra el medio de hacer que no hubiéramos nacido. Tu viejo Federico". Federico y Jorge se instalaron en París en octubre del año 39. Pero se convencieron pronto de que les era muy difícil vivir separados después de un año entero de existencia en común. Chopin necesitaba todavía de solícitos cuidados y precauciones. Cedió su alojamiento al doctor Matuszinski, y se trasladó con sus muebles al piso bajo de uno de los pabellones de la calle Pigalle. Estos años tan esperados para poder desarrollar una perfecta y grande labor, transcurren al ritmo deseado. Durante la mañana los profesores se suceden junto a Mauricio y Solange, mientras la casa de Chopin es un continuo desfile de alumnos. Las lecciones duraban una hora por lo menos, y muchas veces más. También sucedía que el mismo maestro ejecutaba los trozos. Para una de sus alumnas tocó una vez de

98 Espacio Disponible www.elaleph.com Chopin o el poeta donde los libros son gratis memoria catorce Preludios y fugas de Bach. Y como la niña expresara su admiración por esta memoria increíble, le contestó sonriéndose: "Esto no se olvida jamás. Hace un año que no he estudiado un cuarto de hora seguido, no tengo fuerzas ni energías; espero siempre recobrar la salud para volver a empezar, pero... espero siempre". Tales esfuerzos lo agotaban. Tomaba algunas gotas de opio en un vaso de agua y fric- cionaba sus sienes con agua colonia. "La última cosa es la simplicidad. Después de haber agotado todas las dificultades, después de haber tocado una inmensa cantidad de notas y de notas, es la simplicidad la que surge con todo su encanto como el último sello del arte. Quien quiera llegar de golpe a esto, no lo alcanzará jamás; no se puede empezar por el fin". Las tardes estaban en general consagradas al trabajo personal de los artistas. Al anochecer se reunían en casa de Jorge, comían juntos y luego llegaban los amigos de ambos. El salón era color café con leche, lleno de vasos chinos, siempre adornados con flores, a la moda chopi- niana. El mobiliario era verde; había un gran aparador de encina lleno de curiosidades, y contra el muro, el retrato de Jorge, por Calamatta, y algunas telas de Delacroix. El piano era sencillo, cuadrado, de pali- sandro. Al lado estaba el dormitorio de Jorge, donde dos colchones colocados en el suelo y cubiertos de un tapiz persa, formaban el lecho. Sand se levantaba tarde, pues velaba una gran parte de la noche. Chopin pulía, recopilaba sus obras, cuyos motivos captaba por lo general durante el verano. Su creación era siempre espontánea. Brotaba al azar, de un paseo, de una hora de meditación, o bien se desarrollaba súbita y completa mientras estaba sentado delante de su piano. Se la tocaba a él mismo, la cantaba, volvía a empezar, modulaba los acentos. Entonces comenzaba aquella inmensa labor de la rebusca de la perfección, que será siempre lo esencial en el artista. "Se encerraba en su pieza días enteros, llorando, caminando, quebraba las plumas, repetía y cambiaba cien veces una medida, la escribía y la borraba otras tantas veces, para volver a empezar al día siguiente con una perseverancia minuciosa y desesperada. Pasaba seis semanas en una página, para

99 Espacio Disponible www.elaleph.com Guy de Pourtales donde los libros son gratis volverla a escribir como lo había hecho en el primer momento". Al notar estas cosas, Jorge se molestaba, con la sorpresa cándida de las criaturas fecundas, a quienes no atormentaba las angustias del puli- mento. Y lo mismo que Giotto, al cual pidieron que enviara al Papa una prueba perfecta de su maestría, que solo envió un círculo sin defecto, lo mismo Chopin, después de haber recargado una linea con los adornos del pensamiento, volvía a la exquisita desnudez, último y suficiente signo de la idea. Así trabaja el poeta, así encierra en el más pequeño espacio posible todo su universo, lo hace pesado como un cristal, pero irisado por mil fuegos. Era esto lo que hacía decir a esta gran borroneadora de páginas, que Chopin podía resumir en algunos compases "poemas de una elevación inmensa, dramas de una energía sin igual". Solamente Mozart, pensaba ella, le era superior porque tuvo la calma de la salud, por consiguiente, la plenitud de la vida. Pero sería cuestión de saber qué acertados trastornos para el arte nos traen las enfermedades. Es bien cierto que los ahogos, las nerviosidades de Chopin han agregado a su inspiración viril esos ritmos lánguidos, esas sonoridades fatigadas con las cuales parece penetrarnos mejor.

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XIII

SOBRE ALGUNAS AMISTADES DE CHOPIN Y SOBRE SU ESTETICA

No fue solamente el mobiliario y las costumbres lo que disfrutaron en común en la calle Pigalle; también fueron los amigos. La repartición, tal es la nueva doctrina de Pedro Leroux, el nuevo director de conciencia de Jorge y "predicador de la Verdad Eterna en su continuo progreso". Según este tipógrafo filósofo, ella pasa de pueblo en pueblo de acuerdo con leyes misteriosas, para encarnarse primero en uno, luego en otro, y ahora le había tocado el turno a Polonia. La misión de los polacos era, pues, toda igualdad, fraternidad y amor. Chopin sonreía sin exteriorizar su pensamiento, pero invitaba, sin embargo, a todos los compatriotas que se ligaron con todos los amigos de Jorge; Leroux, Delacroix, Paulina Viardot, la gran cantante, y a la cabeza de todos Enrique Heine. Federico llevó a los hermanos Grzymala, al príncipe Czartorvski, al violoncelista Franchomme Fontana, los poetas Slowacki y Krasinski, el dibujante Kwiatkowsky, y sobre todo a Mickiewicz, el autor de "Dziady" o "Fiesta de los Muertos", que pasaba por ser más profunda que las obras de Goethe y Byron. Era un estático, un visionario, en todo caso un inspirado que cala a veces desde el "alto mal intelectual", así como Sócrates, San Juan o el Dante. adquiría entonces una elocuencia que transportaba a sus auditorios, y les procuraba verdaderos trances. Jorge Sand, tan sensible a las bajas como a las altas conmociones, se encontraba encantada y en éxtasis ante las abstracciones sublimes de este soñador, por las cuales se remontaba a aquellas peligrosas regiones donde la razón y la locura se avecinan. El éxtasis es contagioso. Es seguramente una enfermedad en los seres simples; pero en los grandes espíritus, en los Apolonio de

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Tiana, los Moisés, los Swedenborg, los Pedro Leroux, los Mickiewicz, y quizá los Jorge Sand, ¿no será, tal vez, un santo entusiasmo, una facultad divina de comprender lo incomprensible, "susceptible de pro- ducir los más nobles efectos, desde que una causa metafísica y moral los provoca?" Tal es la pregunta que Jorge formula en su diario. Sin embargo, Mickiewicz da en el Colegio de Francia un curso que es todo lógica y claridad. Tiene mucho corazón, es perfectamente dueño de sí mismo y razona con superioridad. Pero es arrastrado a la exaltación por la naturaleza misma de sus creencias, por la violencia de sus instintos salvajes, por el impulso de su fe poética, y por el sentimiento de los males de la patria, tan desarrollado en todos los desterrados. Chopin también cree en la aureola mística de este santo bardo. Ignora que éste, encantado de haber conquistado una adepta como Jorge, piensa que su amante es "su mal genio, su vampiro moral, su cruz, que la atormenta y acabará, tal vez, por matarla". ¡Qué sorpresa un juicio tal, en un ser que bebe en el más allá de las comunicaciones secretas! Felizmente Sainte-Beuve pasa por ahí, aguza su fino oído hacia Mickiewicz, y declara que si bien tiene elocuencia, también tiene muchos defectos. Por muy fino que Chopin tenga el oído, no percibe estas disonancias, pues para él Mickiewiez es la gran campana de los dolores polacos. ¿Quién podría exaltar mejor que este apóstol que profetiza la resurrección de la Patria? El redentor ya estaba anunciado; el Salvador providencial iba a aparecer, y era necesario apresurar su venida por actos de fe y de arrepentimiento. A veces, por la tarde, este visionario viene a la calle Pigalle acompañado de algunos de sus compatriotas. Se instala en un oscuro rincón del saloncito y lee su Comedia Infernal o una de sus Baladas, llena del perfume de los bosques de su patria. O bien improvisa con delirio sagrado. Sobre el rostro de los emigrados bien pronto se pinta esa gran consternación eslava, inactiva y muda, que se prolonga en un silencio cargado de nostalgias. Después Chopin se levanta y se sienta al piano. Amortigua la luz. Preludia con unos ligeros arpegios, deslizando los dedos sobre las notas en su forma habitual, hasta encontrar la "nota

102 Espacio Disponible www.elaleph.com Chopin o el poeta donde los libros son gratis azul", la tonalidad que parece corresponder mejor al ambiente general. Entonces ataca uno de sus trozos favoritos, el Estudio en terceras del segundo cuaderno (sol sostenido menor). Uno de sus compatriotas lo llama "La Siberiana", porque simboliza el viaje de un deportado polaco. La nieve cae sobre la llanura sin límites. Una escala que sube y baja en cada mano, figura este infinito universo en una forma sorprendente. Se oyen las campanillas de la troika que se aproxima, pasa y se pierde en el horizonte. Y cada cual ha creído ver a su hermano o a su amigo es- coltado por dos gendarmes rusos que lo llevan para no volver. O bien un Scherzo empieza a dibujarse, se fija: es un viejo refrán popular que Federico oyó en su infancia en la puerta de una posada de aldea. Ellos, al reconocerlo, lo entonan a media voz entre sus labios cerrados, mientras sus rostros se cubren de lágrimas. Y el artista lo varía dulcemente, lo deja y lo vuelve a tomar, olvida el colorido para buscar sólo el dibujo. Para él el dibujo es el alma. A pesar de los efectos de sonoridad, de una fluidez vaporosa, es el dibujo lo que persigue, la pura línea de su pensamiento. Uno de los amigos que lo escucha, escribe: "Su mirada se animaba de un brillo febril, sus labios se coloreaban de un rojo sangriento, su respiración se interrumpía. Sentía y sentíamos que algo de su vida se iba con los sonidos". De repente una tosecita seca, una nota en pianíssimo", y en la sombra Chopin alza su fino rostro pálido, con los ojos rodeados de un círculo negro. Pero no siempre termina la reunión con esta triste visión. A veces, al contrario, brotan de detrás del piano el emperador de Austria, un inglés flemático, un viejo impertinente, una inglesa sentimental y ridícula, un judío viejo y avaro. Y es siempre Chopin, amante de ]a mímica, quien después de haber arrancado lágrimas de to- dos aquellos ojos, hace descomponerse los rostros con una risa loca. Entre los más antiguos amigos de Jorge Sand hay un hombrecito débil, pálido y nervioso, pero de pensamiento y voluntad fuertes y que se destaca entre los de su generación como una estatua de bronce en un Olimpo de yesos. En su oficio es a la vez el más violento, el más regu- lar, el más puro de los hombres. He aquí una opinión que bajo su pluma

103 Espacio Disponible www.elaleph.com Guy de Pourtales donde los libros son gratis tiene algún peso: "Tengo muchas conversaciones con Chopin, que es un hombre de rara distinción y a quien quiero mucho; es el artista más verdadero que he encontrado. Es de aquellos muy escasos, a los cuales se puede admirar y estimar". Este hombre se llama Eugenio Delacroix. Su joven amigo Baudelaire decía de él que tenía amor por lo grande, lo nacional, lo inmenso, lo universal, lo que expresaba en su pintura llamada decorativa o en sus "grandes máquinas". ¿Qué cosa más contraria a la estética de Chopin? Pero ambos tienen un cierto gusto por lo convencional, siempre que no se trate del arte de cada cual. Delacroix, poderoso innovador, sólo gusta de lo clásico en literatura, y en la música, de Mo- zart. Chopin, en pintura, prefiere con mucho a Ingres que a Delacroix. Por muy opuestos que sean en cultura, en tendencias, en gusto, Chopin y Delacroix se comprenden profundamente por el corazón. Amante y conocedor de la música, Delacroix concede bien pronto a Chopin el mejor sitio después de Mozart. En cuanto a Chopin, que quiere y respeta al hombre, no deja de aborrecer su pintura. Es por el temperamento, sobre todo, que son hermanos... "Mezcla de escepticismo, de educación, de dandismo, de ardiente voluntad, de ruso, de despotismo, y, en fin, una especie de bondad particular y de ternura moderada que acompaña siempre al genio". Veamos, ¿de quién se trata en este retrato tan parecido a Chopin? Es Baudelaire al hablar de Delacroix. Odiaba las multitudes, escéptico y educado, hombre de mundo siempre preocupado en disimular las cóleras del corazón; son otros tantos rasgos comunes a ambos. Dos violentos, dos concentrados, dos púdicos, tales son estos aristócratas nacidos del pueblo. Delacroix, al llevar a su vieja sirvienta al Louvre para explicarle la escultura asiria, o Chopin, al tocar el piano para su doméstico, he aquí imágenes de una enseñanza crítica mejor que diez páginas de abstracciones. Agreguemos que ambos son enfermos, delicados, tísicos, y que su sola revancha so- bre la vida es vivir por el espíritu. O mejor dicho: por el espíritu cargado de sensaciones. Jueces exquisitos de los matices, la música les proporcionó dichas incomparables. Mozart es su Dios porque su ciencia

104 Espacio Disponible www.elaleph.com Chopin o el poeta donde los libros son gratis se encuentra a la par de su inspiración. De las obras de Beethoven, dicen: "pasajes comunes al lado de sublimes bellezas". Para los oídos de Delacroix es a veces difuso, intrincado; para los de Chopin, demasiado atlético, demasiado shakespeariano, de una pasión que frisa siempre en el cataclismo. El pintor lo admira, sin embargo, porque lo encuentra moderno, de su tiempo. Esta es la razón que lo hace sospechoso a Chopin, al cual es necesario antes que nada un vino cuidadosamente de- cantado, un licor de donde se desprenda el "bouquet" de los recuerdos. Nietzche dirá más tarde: "toda música empieza a tener efecto mágico desde el momento en que nos habla el lenguaje de nuestro pasado". Y Chopin, este desterrado, sólo oye las voces más antiguas de su memoria. Es ésa su única poesía. Cuando Beethoven es oscuro, dice, y parece no tener unidad, no es una pretendida originalidad la causa; es sencillamente que vuelve la espalda a los principios eternos. Mozart, jamás. Cada una de sus partes tiene su ritmo que concuerda con los otros, forma un canto y lo sigue perfectamente. Es esto el contrapunto. Se tiene la costumbre de aprender los acordes del contrapunto, es decir, la sucesión de notas que lleva a los acordes. Berlioz coloca los acordes y llena los intervalos como puede. En música la lógica pura es la fuga. Ser experto en la fuga, es conocer el elemento de toda razón y de toda consecuencia. Sand cuenta que un día va al taller de Delacroix para convidarlo a comer, pues Chopin lo reclama. Lo encuentra trabajando con el cuello envuelto en gasas, igual que su "enfermo de costumbre", tosiendo como él, la voz quebrantada y protestando a pesar de todo contra Ingres y su Stratonice. Se reunen con Chopin. A él tampoco le gusta la Stratonice, juzga a los personajes amanerados, pero el "acabado" de la pintura lo atrae. En todo orden de cosas es amigo de lo preciso, de lo de- terminado. En cuanto al color, no entiendo nada de nada -dice. Comen. A los postres, Mauricio pide a su maestro que le explique cl misterio de los reflejos. Y Delacroix establece una comparación entre

105 Espacio Disponible www.elaleph.com Guy de Pourtales donde los libros son gratis los tonos de la pintura y los sonidos de la música. Gran admiración de Chopin. -La armonía de la música -explica el pintor-, no es solamente la construcción de los acordes, sino su relación, su sucesión lógica, sus reflejos auditivos. Y bien, en la pintura cs igual. El reflejo del reflejo... Chopin se agita: -Dejadme respirar. El reflejo basta por el momento. Es ingenioso, nuevo, pero para mí es alquimia. -No, es química pura. Los tonos se descomponen y se recomponen constantemente, y cl reflejo no se separa del relieve... Tenemos a Delacroix a sus anchas. Explica los colores, lo contornos, los tonos apagados; que todo color es un intercambio de reflejos, lo que falta a Ingres; que es la mitad de la pintura, la mitad de la vista, la mitad de la vida, que por una mitad es un hombre de genio y por la otra mitad un imbécil. Pero Chopin ya no le escuchaba. Se levanta y se pone al piano. Improvisa Un instante, se detiene. -Y bien -le grita Delacroix-, ¡todavía no habéis terminado! -Aún no he empezado. No me viene nada... Nada más que reflejos, sombras, relieves que no quieren fijarse. Busco el color y no encuentro ni el dibujo. -No encontrareis el uno sin el otro, y vais a encontrarlos a los dos juntos. -¿Y si sólo encuentro el claro de luna? -Habréis encontrado el reflejo de un reflejo. Chopin vuelve a empezar su imprecisa melodía. De repente suena la "nota azul". Helos transportados en pleno cielo errando entre las nubes, por encima de los techos de la ciudad. Hemos hecho notar muchas veces ya esta "nota azul". Y es que no procede solamente de las tonalidades chopinianas. Era el canto de su piano, el timbre de su mano. Como Liszt, Chopin tenía en cada uno de sus dedos un estado de conciencia distinto. Conseguía disociar sus impresiones y transmitir al cerebro una armonía de sensaciones

106 Espacio Disponible www.elaleph.com Chopin o el poeta donde los libros son gratis manuales infinitamente variable. Era toda una educación de técnica y de observación, que enseñaba a conocerse y pensarse de una manera nueva. Para él un buen mecanismo no consistía en tocarlo todo con igual sonoridad, sino en adquirir aquella manera de tocar llena de matices armónicos. "Durante mucho tiempo -decía-, los pianistas han trabajado contra la naturaleza, al tratar de dar una sonoridad igual a cada dedo. Al contrario, cada dedo debe tener su propia vida. El pulgar debe tener más fuerza, pues es el más grueso y el más independiente de los dedos. Viene, en seguida, el quinto al otro extremo de la mano. Después el índice, su soporte principal. En fin, el tercero, que es el más débil de los dedos. En cuanto a su hermano siamés, algunos pianistas ensayan, poniendo mucho empeño, hacerlo independiente. Es algo imposible y realmente inútil. Hay, por consiguiente, varias clases de sonoridades, tantas como dedos. Se trata de utilizar esas diferencias. Y en esto reside, en pocas palabras, todo el arte de ]a digitación". Chopin había estudiado mucho estas cuestiones de mecánica trascendental. Al tomar su mano, que era chica, quedaban sorprendidos por la resistencia ósea que encontraban. Uno de sus amigos ha dicho que era el esqueleto de un soldado envuelto en músculos de mujer. Para otro, al contrario, era una mano sin huesos. Stephen Heller sentía verdadera admiración al ver cubrir con una mano una octava del te- clado, y la comparaba a las fauces de una serpiente que se abrían de pronto para devorar a un conejo de un bocado. Chopin había inventado un método de ejecución musical. Su delicadeza era, gracias a estos cui- dados, mayor que en cualquier otro teclado; hostil a todo efecto, y de una belleza que encantaba desde los primeros acordes. Para dar a la mano una posición aventajada, la echaba ligeramente sobre el teclado, en forma de que los dedos se apoyaran sobre el mi, el fa sostenido, el sol sostenido, el la sostenido y el si. Esta era, según él, la posición nor- mal. Sin mover la mano hacía ejercicios para dar independencia e igualdad a los dedos. Después los hacía trabajar el staccato, para darles ligereza, después un staccato ligado, y por fin, el staccato acentuado. Enseñaba un sistema particular para que la mano conservara su forma

107 Espacio Disponible www.elaleph.com Guy de Pourtales donde los libros son gratis unida y tranquila en el momento de pasar el pulgar en escalas y arpegios. Apreciaba esta perfecta tranquilidad de la mano como la mayor virtud, y como el único medio de alcanzar un juego igual y reposado, aun cuando se tratara de pasar el pulgar después del cuarto o del quinto dedo. Estos ejercicios explican también cómo Chopin ejecutaba sus acompañamientos tan difíciles (desconocidos antes de él), que consisten en tocar al mismo tiempo notas alejadas unas de otras. Y se comprende cuánto chocaba a los pianistas de la antigua escuela esta original manera de tocar, que tenía siempre por objeto conservar la posición de la mano, aunque debiera pasar el tercero o el cuarto dedo por encima del quinto. A veces la tenía enteramente extendida, y conseguía así esos efectos suavísimos que maravillaban a Berlioz y dejaban extasiado a Liszt. Para adquirir la independencia de los dedos, recomendaba dejarlos caer libre y ligeramente, y tener la mano sus- pendida en el aire sin ninguna pesadez. No quería que se ejecutaran pronto los movimientos rápidos, y tocaba todos los pasajes ni muy fuerte ni muy piano. De esta manera la calidad del sonido se forma por sí sola sin que la mano se canse jamás. Fue también él quien inventó, siempre para adquirir mayor independencia en los dedos, el tocar las escalas acentuando cada tercera o cuarta nota. Montaba en tremenda cólera cuando lo acusaban de olvidar un poco el compás: "que vuestra mano izquierda sea vuestro maestro de capilla, decía, mientras que la derecha tocará ad libitum". No hay que molestarse con la lectura de estas indicaciones técnicas. En todo arte, la técnica y la materia constituyen verdaderos goces para la inteligencia. Desgraciadamente Chopin no dejó "método". Había pensado hacerlo, pero todo esto quedó en estado de proyecto. Lo grande, lo desarrollado, lo didáctico, lo intimidaban. Siempre se re- montó a regiones aisladas, donde no le gustaba que vinieran a turbarlo. Nunca se sintió capaz de componer una ópera, aunque sus maestros y amigos se lo aconsejaran. "Con vuestras admirables ideas, ¿por qué no hacéis una ópera?", le preguntaba el señor de Perthuis. "Señor conde - respondía Chopin-, dejadme hacer sólo música para piano. No me

108 Espacio Disponible www.elaleph.com Chopin o el poeta donde los libros son gratis encuentro bastante talento para hacer óperas". Tenía el gusto por lo perfeccionado y por lo original, ,y no por aquello que sólo arrancara grandes aplausos. En el detalle se sobrepasaba. Sus más fecundas in- venciones armónicas estaban hechas de nada, pero de nadas esenciales al carácter de su arte. El profesor Kleczynski, uno de sus compatriotas de quien he tomado mucho de estos detal]es, ha escrito: "Dada la riqueza de su talento, nos ha decepcionado un poco, lo mismo que Schumann. Pero, en revancha, al poner su alma en cosas pequeñas, las ha pulido y perfeccionado de una manera admirable". Era en estas pe- queñas cosas que Chopin era grande. Tal vez él consideraba que nada era insignificante. Y en efecto, ¿dónde termina lo pequeño y dónde comienza lo grande? "Cuando no estoy bien dispuesto -decía-, toco en un piano Erard, y encuentro fácilmente el sonido "hecho". Pero cuando me siento en vena y capaz de encontrar mi "propio sonido", necesito un piano Pleyel". Liszt era otro de los amigos de Chopin. Amigo por el corazón y por el oficio. Trataban a menudo de oponerlos el uno al otro, de persuadirlos del contraste de sus métodos, de su ejecución y de su carácter, en suma, de hacer de ellos dos rivales. Pero no tuvieron éxito. Y si Chopin aparece a veces algo esquivo, y aun tímido ante el otro gran virtuoso de su tiempo, fue porque las mujeres se mezclaron en ello. Jorge Sand y Maria d'Agoult se conocían desde largo tiempo. Antes del reinado de Chopin, Jorge había ido a Génova donde había pasado una temporada en la intimidad de esta pareja de amantes. Después Franz y María habían ido a pasar un verano en Nohant. De una parte y de otra había habido curiosidad y admiración, pero también secretos celos. La condesa se creía escritora. Tenía estilo noble, cerebro escéptico, pero bien provisto, y, salvo en amor, era limitada en todo. En Jorge, lo espontáneo privaba siempre. Tuvo al principio para esta hermosa dama que se reía de las grandes casas del Faubourg, una simpatía temperamental. Era una demostración clara, práctica, de sus teorías sobre el amor y la libertad. "Me parecéis la única cosa bella,

109 Espacio Disponible www.elaleph.com Guy de Pourtales donde los libros son gratis estimable y verdaderamente noble que he visto brillar en la esfera patricia -le escribía-. Sois para mí el verdadero tipo de la princesa fantástica, artista, amable y noble de maneras y de lenguaje, como las hijas de los reyes de los tiempos poéticos ". Pero tanta fineza era simplemente literaria. Lo mismo pasaba con María d'Agoult, mucho más interesada por la novelista casi célebre que por la descendiente de una raza de reyes y de un mercader de pájaros. Pronto decidió sustraer a Liszt de su influencia, y fue con disgusto que vio la llegada de Chopin, de quien su amante profetizaba el dulce y profundo genio. La amistad se enfrió. Se separaron. Jorge envió a la condesa a todos los diablos. Pero Liszt volvió a ver a Chopin, pues lo amaba. Nadie tocaba mejor que él 1as composiciones del polaco, porque nadie las conocía mejor, ni nadie las había profundizado tanto, ni tocado en sus conciertos. "Me gusta mi música cuando la toca Liszt", decía Chopin. En la obra que Liszt consagró más tarde a su amigo, compara los Preludios, los Estudios y los Nocturnos con las obras maestras de La Fontaine. No creo que se haya hecho comparación más justa. Ambos fueron dos grandes poetas que buscaron lo más grande en lo más pequeño, y ocultaron sus tristezas renovadas cada día con un velo de ironía. Es el caso de anotar las palabras de Heine, que llamaba a Chopin, "el Rafael del pianoforte". En su música, "cada nota es una sílaba, cada compás una palabra y cada frase un pensamiento". Inventó esas "admirables progresiones armónicas" que daban carácter serio aun a las páginas que, vista la ligereza del tema, no parecían poder preten- der esa importancia. Desbordan por el sentimiento, y examinándolas más de cerca, pueden apreciarse, según Liszt, aquellas transiciones que unen el sentimiento al pensamiento, esas generaciones de matices de que hablaba Delacroix. Entre los ensayos clásicos de Chopin, Liszt admiraba sobre todo el Adagio del Segundo Concierto, por el cual Chopin mismo tenía una marcada predilección. "Los dibujos accesorios responden a la mejor modalidad del autor, la frase principal es de una amplitud admirable; alterna con un recitativo en tono menor que hace las veces de antistrofa". En muchos de los Estudios y de los Scherzos,

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Liszt reencuentra la exasperación reconcentrada, la desesperación irónica y altiva de Chopin. Es preciso tener aquí un oído experto y acostumbrado, pues Chopin no deja vislumbrar las "secretas convul- siones que lo agitan". Su carácter se componía de mil tonalidades que al entrecruzarse, se ocultan unas de otras en forma indescifrable. Y Liszt, cuya inteligencia fue tan aguda, escribe esta admirable reflexión sobre las últimas obras de Chopin: "No se servía del arte más que para darse a sí mismo su propia tragedia". Después de haber cantado su sentimiento, se puso a desmembrarlo. Y aun entonces la emoción que inspiraban aquellas páginas permanece pura y noble, la expresión queda siempre contenida en los "verdaderos límites del lenguaje del arte", sin vulgaridades, sin gritos, sin contorsiones. "Lejos de disminuir la calidad armónica, es cada vez más interesante por sí misma y más curiosa para el estudio". Chopin se creía romántico, por supuesto, y sin embargo se declaraba parecido a dos maestros: Bach y Mozart. A Bach lo admiraba totalmente, sin reservas. En Mozart encontraba "los principios de todas las libertades, las que usaba con abundancia". No obstante, no admitía que "quisieran aplastar el frontispicio griego con la torre gótica, ni que demolieran las gracias puras y exquisitas de la arquitectura italiana, en provecho de la lujuriante fantasía de las construcciones moras... No concedía la más ligera alabanza a aquello que no juzgaba como una conquista definitiva para el arte. Su desinterés era su fuerza". (Liszt). Es sabido que Beethoven, Miguel Angel y Shakespeare, lo asustaban. Más raro es todavía que no gustara de Schumann. Encontraba a Mendelssohn vulgar, y no escuchaba con gusto algunas obras de Schu- bert, cuyos contornos eran demasiado agudos para su oído, y dejaban el sentimiento como al desnudo. Todas las asperezas le inspiraban alejamiento. En música, en literatura, como en su misma vida, todo aquello que se aproximara al melodrama le era un suplicio. A propósito de Schubert, dijo un día a Liszt: -Lo sublime se marchita cuando lo sigue lo vulgar y lo trivial.

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Aun en Mozart encontraba algunos errores. Le dolía encontrarlos en algunos pasajes de Don Juan, la obra que adoraba. "Pedía -dice Liszt- olvidar lo que le repugnaba, pero reconciliarse con ello le era imposible". Era romántico, en consecuencia, y sin embargo no se mezcló en ninguna de las luchas de la época, vivió apartado de las dis- cusiones a las cuales Liszt y Berlioz se entregaron con toda su alma, pero sin dejar de aportar a su grupo convicciones "absolutas, tenaces e inflexibles". Cuando sus opiniones prevalecieron como gran señor y jefe de partido que era, se cuidó mucho de dárselas de vencedor, y volvió a todas sus costumbres artísticas y espirituales. ¡Cuántas veces se inclinó Liszt sobre el teclado al lado de Chopin, para seguir el mecanismo del silfo! lo estudiaba con amor y minuciosidad, y en consecuencia, pudo imitarlo. "siempre hacía ondular la melodía..."; o bien la hacía moverse, indecisa, como una rara apari- ción. Era el famoso rubato. Pero como esta palabra no enseñaba nada al que sabía como tampoco al que no sabía, Chopin dejó de agregar esta expresión a su música. Era una verdadera regla de irregularidad que no podía dejarse de adivinar si se tenía inteligencia. Liszt la explicaba así a uno de sus discípulos: "Mirad estos árboles; el viento juega con sus hojas y despierta en ellos la vida. Sin embargo, no se mueven". Sus composiciones deben ser tocadas con esa especie de balanceo acentuado y prosódico, esa morbidezza cuyo secreto era tan difícil de aprehender cuando no se había oído con frecuencia al mismo Chopin. Les imprimía a todas como un color sin nombre, una apariencia inde- terminada, algunas pulsaciones vibrátiles que no tenían nada de material, y que, como los imponderables, parecían actuar sobre el ser sin pasar por los sentidos. Chopin se entregaba también a fantasías burlescas; evocaba con agrado a veces alguna escena a lo Jacques Ca- llot, en la que hacía reír, gesticular, saltar a figuras fantásticas, espirituales y maliciosas, llenas de salidas musicales, de espíritu y humor, como un fuego de haces verdes. El Estudio Nº 5 nos muestra una de esas brillantes improvisaciones, en las que sólo toca las notas

112 Espacio Disponible www.elaleph.com Chopin o el poeta donde los libros son gratis negras del teclado, así como la jovialidad de Chopin sólo atacaba las esferas superiores del espíritu. A sus compatriotas y a algunos amigos escogidos mostró de preferencia estas sutilezas pianísticas. Se ha dicho que los alumnos de sus alumnos tienen a gloria el poseer estas recetas preciosamente transmitidas. Sin duda, siempre nacerá aquí o allá alguna alma chopinia- na. Pero lo inasible, ¿se deja enseñar? Liszt lo dijo: "Chopin pasó entre nosotros como un fantasma".

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XIV

DESINTELIGENCIAS. SOLEDADES

En el mes de octubre de 1839, el rey Luis Felipe expresó el deseo de oír tocar a Chopin y lo hizo invitar, junto con el pianista Moscheles, a Saint-Cloud. El conde Perthuis recibió a los dos artistas en la puerta del castillo. Les hicieron atravesar una hilera de piezas hasta llegar al salón Cuadrado, donde la familia real se encontraba reunida. Alrededor de la mesa estaban la reina con su cesto de costura, madame Adelaida, la duquesa de Orléans y las damas de honor. Cercano a ellas, el obeso rey llenaba su sillón. Ambos pianistas fueron acogidos cual viejos ami- gos. Chopin se puso al piano y tocó sus Nocturnos y sus Estudios, y en seguida ambos ejecutaron a cuatro manos una Sonata de Mozart. Al final del Andante, fueron felicitados con expresiones de: "delicioso", "divino", y se les pidió que repitieran la ejecución. La Fuga, de Chopin, electrizó al auditorio, que se abandonó a un verdadero "delirio musical". A Chopin le fue obsequiada, en recuerdo, una copa esmaltada; a Moseheles, un neceser de viaje. Esta velada estimuló a Chopin al trabajo. Los tres años de la calle Pigalle (1839-1842) empezados bajo estos reales auspicios, fueron como él deseaba: de grande y perfecta labor. En el año 1839 compuso Tres valses brillantes. Fue, sobre todo, el año de los Preludios, la obra maestra mas rara y perfecta de Chopin. Vino, en seguida, la famosa So- nata en si bemol menor, de la cual Schumann dijo: "...un genio cruel nos resopla en el rostro, detiene con su enorme puño al que quiera rebelarse contra él, y hace que le escuchemos hasta el final como fascinados y sin rebelarnos..., pero también sin exaltarla: porque no es música. La Sonata termina como empezó, enigmática, parecida a una esfinge burlesca".

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Chopin escribe todavía, en 1840 y en 1841, cuatro Nocturnos y la segunda y tercera Baladas, un Scherzo, tres Polonesas, cuatro Mazurcas, tres nuevos Estudios, un Vals, la Fantasía en fa menor, la Tarantela, un Allegro de Concierto. En la primavera de 1841 consiente en volver a tocar en público, en el salón de Pleyel. La sala está repleta. Son ahora Chopin y Liszt los que recogen más dinero en los conciertos. Liszt, corazón entusiasta, reclama el honor de hacer la critica para la "Gaceta Musical". He aquí algunas variaciones y cadencias de su pluma de pianista: "El lunes último, a las ocho de la noche, los salones del señor Pleyel estaban espléndidamente iluminados. Numeroso carruajes traían constantemente, hasta el pie de una escalera cubierta de alfombras y tapizada de flores, a las mujeres más elegantes, a los jóvenes más a la moda, a los artistas más célebres, a los financieros más ricos, a los señores más ilustres, toda una élite de la sociedad, toda una aristocracia de nacimiento, de fortuna, de talento y de belleza. "Un gran piano de cola estaba abierto en un estrado; se aglomeraban alrededor; querían los sitios más cercanos. Con anticipación aguzaban el oído, se recogían, se decían que no debían perder un solo acorde, una sola nota, una sola intención, Un sólo pensamiento de aquel que iba a sentarse allí. Y tenían razón para estar tan ávidos, atentos y religiosamente emocionados, pues aquél a quien esperaban, aquél a quien querían ver, admirar, aplaudir, no era solamente un hábil virtuoso, un pianista experto en el arte de fabricar notas; no era solamente un artista de gran renombre, era mucho más que todo esto: era Chopin. "...Fue en contadas ocasiones, con muy largos intervalos, que Chopin se hizo oír en público. Y lo que hubiera sido para cualquier otro una causa de olvido y de oscuridad, fue, precisamente, lo que le aseguró una reputación superior a los caprichos de la moda, lo que lo puso al abrigo de las rivalidades, de la envidia y de las injusticias. Chopin, por quedarse aparte del excesivo movimiento que desde algunos años empuja a los artistas ejecutantes del mundo entero, los unos contra los

115 Espacio Disponible www.elaleph.com Guy de Pourtales donde los libros son gratis otros, se vio constantemente rodeado de adeptos fieles, algunos entusiastas y amigos de verdad, lo que lo alejaba de luchas enojosas y de rozamientos desagradables. Ellos no cesaron de difundir su obra, y, con ella, la admiración por su genio y el respeto por su nombre. Por esto, esta celebridad, esencialmente aristocrática, quedó siempre al mar- gen de todo ataque. Un completo silencio de la crítica se hace alrededor de ella, como si ya la posteridad hubiera llegado; y en el brillante auditorio, que acogía al poeta demasiado tiempo mudo, no había una reticencia, una restricción: de todos los labios salían alabanzas." Chopin estuvo contento de su amigo Franz. Algunas semanas más tarde partía para Nohant, lleno de ideas, pero sin verdadero placer. "No he nacido para el campo -decía-. No obstante aprovecho el aire fresco". Por su parte, Sand escribía: "Siempre desea a Nohant, y nunca quiere ir a Nohant". Sus deseos campestres se saciaban bien pronto. Paseaba un poco, se instalaba bajo un árbol, o arrancaba, algunas flores. Después volvía a encerrarse en su pieza. Le reprochaban el amar únicamente la "vida ficticia". Lo que más amaba, en realidad, era su fiebre, su alma que se apagaba como una bujía, su estado de "enfermo habitual" de la señora Sand. Cultivaba sin darse cuenta, las viejas inclinaciones de su infancia, sus irresoluciones, su mórbida sensibilidad, todos los refinamientos de la elegancia y del espíritu. Y con respecto a lo que no amaba, se puso, tal vez sin desearlo, a aborrecerlo: el lado plebeyo de Jorge, sus sueños humanitarios, sus amigos demócratas de opinión y de nacimiento, ese Pedro Leroux, sobre todo, tan sucio, tan mal peinado, y que siempre venía a mendigar algunos subsidios. ¡Ay! ¡qué bien hacía ver a Delacroix, ese dandy limpio como un crisol! Federico y él tenían aire de dos príncipes perdidos en mala compañía en aquella mesa donde Leroux y los camaradas de taller de Mauricio exageraban su aspecto negligente. Los dos artistas se preguntaban de mal humor porqué Jorge toleraba tanto desparpajo. ¿Qué hubiera hecho Liszt, tan exigente en esta materia, y que se llamaba a sí mismo profesor de buenas costumbres? Pero a Sand no le importaban las apariencias. Pasaba por sobre los groseros estallidos de risa, las vociferaciones, las disputas de

116 Espacio Disponible www.elaleph.com Chopin o el poeta donde los libros son gratis sus convidados, la familiaridad de los sirvientes, las borracheras de su hermano Hipólito. Sólo apreciaba la sinceridad de los corazones, escuchaba sus doctrinas, y no quería que tomaran "las moscas por elefantes". Declaraba que las molestias de Chopin eran enfermizas, incomprensibles, como los caprichos de un niño de mal genio. Chopin se encerraba en su cuarto, sin ver a nadie. Sólo aparecía en las comidas, y miraba a todos con desconfianza y con disgusto. Hubo un incidente bastante penoso durante el verano del año 1841, a causa de la señorita de Rosières, alumna de Chopin, amiga de Jorge y amante de Antonio Wodzinski. Chopin la encontraba intrigante, intrusa y le disgustaba que hubiera sabida insinuarse en la intimidad de Jorge. Además, la juzgaba ostensible, grandilocuente en la expresión de su amistad. Pero lo que desbordó la cólera fue que Antonio, inspirado por la señorita de Rozières, envió a la familia una copia de un busto de Chopin hecho por el escultor Dantan. ¿Qué equívoca interpretación se podía dar a este gesto? ¿Qué pensaría María, su antigua novia? Federico se queja a Fontana por haber obsequiado este yeso a Antonio. "No he dado ningún encargo a Antonio -le dice- A mis padres, ¡qué raro les parecerá esto!... No creerán jamás que no soy yo quien lo ha enviado. Son asuntos demasiado delicados, sería mejor no tocarlos... La señorita de Rozières es indiscreta, le gusta mostrar su intimidad con nosotros, se mezcla en los asuntos ajenos. Exagerará todo esto hasta formar una bola de nieve, y no es la primera vez que lo hace. Es (entre nosotros) un cerdo insípido, que de manera maravillosa ha sabido abrirse camino en mi propiedad, remover la tierra y buscar trufas en medio de las rosas. Es una persona a la que no hay que tratar, porque si se le trata resulta una enorme indiscreción. En suma, es una solterona. ¡Nosotros, an- tiguos caballeros, valemos mucho más!" Por su lado, Jorge hace ver a esta señorita la irritación del artista. Se desahoga en este corazón amigo. ¿No entra ella también en esa irritación de Chopin, cada vez que toma partido contra los juicios de su amante? "Si no fuera testigo de estos caprichos enfermizos de tres años a esta parte, no comprendería nada, pero desgraciadamente estoy

117 Espacio Disponible www.elaleph.com Guy de Pourtales donde los libros son gratis demasiado acostumbrada a ellos. He tratado de volverlo a sus cabales, diciéndole que W. no vendría, que estuviera seguro de ello. Se enojó más todavía, pues dice que si yo tengo esta certidumbre, es porque le he hecho saber la verdad. Como le dijera que sí, creí que se volvía loco. Quería irse, decía que lo hacía pasar por demente, por celoso, por ridículo, que lo enemistaba con sus mejores amigos, que todo esto provenía de la «cháchara» que hacíamos juntas, vos y yo, etc.... En fin, como de costumbre, quiere que nadie sufra con sus celos, excepto yo". Y un poco más lejos: "Nunca he tenido reposo ni lo tendré jamás mientras viva con él. Con este organismo no se puede tener seguridad de nada. Anteayer, pasó todo el día sin hablar una sílaba con nadie... No quiero que sea el amo. Sería todavía mucho más suspicaz en el futuro, y a pesar de ganar esta victoria estaría desesperado, pues no sabe ni lo que quiere ni lo que no quiere". Ciertamente, Chopin era celoso. Pero hay que dar a esta palabra un sentido un poco diferente del de costumbre. No eran celos de amante. Sus celos abarcaban todas las influencias, los deseos, las curiosidades, las amistades de su querida. Era la salvaje necesidad de una posesión absoluta. Necesitaba creer en todo momento que todas las fuentes vitales de Jorge arrancaban de su propio corazón; que si bien era un niño por los sentidos, era padre por el espíritu. Le era necesario sentir que su reinado borraba todos los reinados precedentes, los abolía, y que, al adoptarlo y amarlo, Jorge había nacido de nuevo. Hubiera querido que ignorara la existencia misma del mal, que no se acordara de ello al hablarle y que sin dejar de ser buena, tierna, sacrificada, volup- tuosa, maternal, fuera siempre la pálida, inocente, severa, la original esposa de su alma. "Sólo hubiera pedido esto, este pobre amante de lo imposible...", anotaba Sand. Y cuando creía que se le escapaba esta propiedad universal que debía proporcionarle su amor, no quería nada, rechazaba las irrisorias compensaciones. Por exceso de apetito, rehusaba estos débiles alimentos. Harto de lo que recibía, quedaba ham- briento de lo que no le daban.

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Después de todo, tenía cierta razón en estar celoso de todos; de un sirviente un poco atrevido, del médico, de un inofensivo primo medio burgués, medio rústico, que traía su caza a la castellana de Nohant, de un vagabundo, de un cazador de rostro enérgico; pues el enfermo de nervios agudizados sentía la turbación, Los deseos que estos pasantes despertaban en esta mujer para quien "el ejercicio de las emociones" era la única ley valedera. De una mujer, bien lo sabía, que jamás tuvo miedos ni escrúpulos ante este género de experiencias. En aquellas ocasiones encontraba ánimo para atormentarla, "tenía aire de morder suavemente para divertirse, pero la herida que hacía penetraba hasta las entrañas". Después abandonaba el campo con una frase educada, pero glacial, y volvía a encerrarse en su cuarto. En el transcurso de sus noches laboriosas, Jorge se examinaba a si misma y examinaba la inquieta alma de su amante, y, como buena mujer de letras, trazaba el retrato de ambos en su Lucrecia Floviani. ¿Era in- consciencia, sadismo, oscura venganza, que la arrastraba al día siguiente a leer a Chopin estas fieles reconstrucciones? Pero el artista no se daba cuenta de nada, o al menos lo aparentaba. Se inclinaba sobre lo escrito, admiraba, hacía algunos cumplidos. Y, como siempre, no dejaba ver nada de su vida íntima. Si Lucrecia se liberaba escribiendo, el príncipe Carol volvía a su cuarto, donde los ligeros sonidos del piano inter- pretaban toda esta miseria contenida. También él expresaba su pena con signos musicales. "Ten cuidado con mis manuscritos -recomienda a Fontana-; no los arrugues, ni los ensucies, ni los rompas... Quiero tanto mi aburrimiento escrito que tiemblo siempre por mis papeles". "La amistad de Chopin...", escribía Jorge. O bien: "Nuestra historia no ha tenido nada de novela". Y todavía: "Su piano era más bien su tormento que su alegría". Esto nos demuestra hasta qué punto los seres que han mezclado sus vidas pueden reservar sus almas. He aquí dos seres bien penetrantes, bien ávidos, y que, sin embargo, no se confundieron jamás. En el otoño de 1842, Sand y Chopin dejan la calle Pigalle para instalarse en los departamentos Nos. 5 y 9 de la plaza de Orleáns. Entre

119 Espacio Disponible www.elaleph.com Guy de Pourtales donde los libros son gratis ellos, en el Nº 7, vive la señora Marliana, mujer de un político español y gran amiga de ambos. Al lado se alojan Paulina Viardot y el escultor Dantan. Establecen una especie de falansterio que los divierte y donde la libertad tiene toda clase de "garantías". Cada uno trabaja y vive en su casa. Las comidas, costeadas por cada cual, se sirven en lo de ]a señora Marliani. Sand tiene un billar y Chopin un gran salón con sus pianos. Los muebles son modernos, estilo Luis Felipe, con un enorme reloj y candelabros imperio sobre la chimenea. Detrás de un piano, un cuadro de Frère representa una caravana en el desierto. Sobre el otro piano, un pastel de Coignet muestra las Pirámides. Durante el día no se visitan, pero por la tarde corren a reunirse como buenos vecinos de provincia. Chopin cultiva siempre la sociedad elegante y recibe en su casa a alumnas encumbradas y amorosas. Pero acoge con mucha repugnancia a los innumerables pianistas y curiosos que acuden ahora incesante- mente a hacerle visitas y a solicitar su apoyo. Un día el valet entrega a Chopin la tarjeta de un señor W. de Lenz, virtuoso y musicógrafo ruso. Chopin no lo recibiría (es un enemigo de Polonia) si la tarjeta no llevase escritas estas palabras con lápiz: "Dejadlo entrar. Franz Liszt". Se decide entonces a recibir a este señor ligeramente importuno y le pide que se siente al piano. Lenz toca bien, se ve que es alumno de Liszt. Reproduce una o dos mazurcas de Chopin, y como su maestro, agrega algunos trozos. Chopin se divierte y se molesta un poco. -¡Le es necesario ocuparse de todo, a este buen Franz! Y una recomendación suya merece alguna cosa: "sois el primer alumno que viene de su parte. Os daré dos lecciones por semana; sed puntual. Conmigo todo marcha a tiempo; mi casa es un palomar. . . " También lo convida a volver como amigo para presentarle a madame Sand, deseo que acaba de expresar el señor de Lenz. Llega una tarde y Chopin lo presenta a Jorge, a Paulina Viardot, a la señora de Marliani. Sand no habla una palabra, se muestra hostil, cerrada, pues detesta a los rusos; pero Lenz se sienta adrede al lado de ella. Observa que Chopin da vueltas alrededor de ellos como "un pajarito asustado en

120 Espacio Disponible www.elaleph.com Chopin o el poeta donde los libros son gratis su jaula". Para romper el hielo, Chopin pide a Lenz que toque la "Invitación al Vals", lo que hace con elegante originalidad, notada por Liszt mismo en años anteriores. Jorge continúa callada: Lenz está un poco intimidado. Chopin le da las gracias amablemente, y después se sienta, detrás de la mesa en la que alumbra una lámpara de pantalla, molesto por la hostilidad de Jorge. -¿No vendréis alguna vez a Petersburgo? -pregunta el extranjero, dirigiéndose a Sand. -¡No me rebajaré jamás yendo a un país de esclavas! -Tendríais razón en no venir. Podríais encontrar la puerta cerrada... Jorge, extrañadísima, abre sus ojos, a los que Lenz clasifica en sus apuntes, "sus lindos ojos de ternera". Chopin, sin embargo, parece contento, como si aprobara que contradijesen a su querida. En- tonces, ésta se levanta, va a la estufa donde brillan las llamas y toma un cigarro " trabuco ". -¡Federico, un fidibus! -grita. Federico se levanta y lleva el tizón encendido. -En Petersburgo -empieza nuevamente Jorge, al tiempo que arroja una bocanada de humo-, no podría probablemente fumar un cigarro en un salón. -Jamás he visto fumar un cigarro en un salón, señora -contesta el mal educado, mirando los cuadros. Es de creer, sin embargo, que estas maneras groseras no la disgustaron enteramente, pues a la mañana siguiente de esta visita, mientras le daba su lección, Chopin le dice a Lenz: -Madame Sand cree haberse mostrado mal educada con vos. ¡Puede ser tan agradable cuando quiere! ¡Le habéis gustado! Es fácil adivinar a qué oscuras atracciones obedecería esta sensual. El mal trato la había fascinado. Y era para esto para lo que Chopin era el menos apropiado, él, con tan pocos músculos, con la piel tan fina, "que la más ligera picadura de un mosquito le hacía una llaga pro- funda". Toda la complicación surge de que él la quiere todavía con amor, mientras ella se parapeta desde hace tiempo tras su afecto. A su

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"pequeño" Chopin lo quiere, lo adora, como quiere a Mauricio y a Solange. En los meses que viven separados, Sand se inquieta por su salud constantemente. Sabe que Chopin es incapaz de guardar un régimen. Escribe a los amigos para recomendarles una vigilancia discreta. ¿Se habrá olvidado de tomar su chocolate por la mañana, su caldo a las diez? Que lo obliguen a cuidarse, a no salir sin bufanda. Pero él ha encontrado una nueva forma para exaltar, aún más, sentimientos cuyo mismo desequilibrio es un activo estimulante para su producción artística: no quiere darle ninguna preocupación, la dejará en la ignorancia de su mal moral y físico, de sus angustias, de sus vómitos de sangre; que ella al menos tenga el reposo necesario para su tarea. En todo sacrificio hecho por amor hay goces humildes y tanto más profundos cuanto que permanecen ignorados. Es el amor oculto el que sostiene mejor. Jorge pasa ahora una parte de los inviernos en el campo, mientras Chopin se fatiga en París. Necesita no dejar transparentar nada. Sus cartas son alegres, confiadas: la enfermedad se ha ido, sólo ve felicidad ante él. "Vuestro jardincito (el de Plaza Orleans), está lleno de bolas de nieve, de azúcar, de cisnes, de armiños, de quesos a la crema, de manos de Solange, de dientes de Mauricio. Cuidaos, no os fatiguéis demasiado con vuestros paquetes. Vuestro viejo, vuestro, como nunca, extremada, e increíblemente viejo Chopin". Tal vez jamás se había sentido tan solo, tan enfermo. Pero era un hombre nacido para la soledad. A cuarenta años de distancia veo a otro hombre que se le parece y que se alimenta también de un "yo" terriblemente duro, un yo que, semejante al de Chopin, no puede vaciarse sobre los seres, sangrar sobre ellos, porque es demasiado alto, demasiado esquivo, demasiado púdico: es Nietzsche. Por eso no es raro que Nietzsche quisiera a Chopin como a un hermano amado. El amor de ambos era demasiado grande para sus corazones. Cuando oigo tocar cl Nocturno en do menor op. 48, donde tanto sufrimiento oculto se vislumbra, sin embargo, mezclado a la

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"desgracia", ese "ideal" que sólo se construye sobre los goces creadores del espíritu, recuerdo una página escrita por Nietzche en una logia que domina la plaza Barberini en Roma, en el mes de mayo de 1833. Es aquel bello ''Canto de la Noche", donde pasan también las visiones blancas y azules de Chopin, Sus miradas de flor, sus ojos de niña, y su "corazón, extremada e increiblemente viejo". Algunos fragmentos de estas estrofas me parece que proporcionan al Nocturno de que hablo -y a la soledad final donde el poeta está ahora entrando- un comentario digno de ellos. Antes de transcribirlo, agregaré que hay una tradición entre los artistas polacos que cuenta que este trozo fue compuesto en un día de tempestad, en que Chopin había buscado refugio en la iglesia de Saint Germain-des-Prés. Escuchó el oficio entre los rugidos de la tormenta, y de vuelta a su casa improvisó el admirable coro que forma el centro de esta admirable elevación. No me detiene esta consideración para asociar esta oración al canto pagano de Nietzsche. Al contrario: el uno como el otro tienen ese impulso, ese entusiasmo que hace re- flexionar al filósofo: "Tengo en mí un deseo de amor que habla por sí mismo el lenguaje del amor" .

EL CANTO DE LA NOCHE "Es de noche: he aquí que se eleva más alto la voz de las fontanas. Y mi alma también es una fontana. "Es de noche: he aquí que se despiertan todos los cantos de los amantes. Y mi alma también es un canto de amante. "Hay algo en mí de inquieto, de inquietante, que quisiera elevar la voz. Hay en mí un deseo de amor que habla por sí mismo el lenguaje del amor. "Yo soy la luz: ¡ah! ¡si fuera la noche! Pero ésta es mi soledad, el estar siempre rodeado de luz. "Mi pobreza está en que mi mano no se cansa jamás de dar, mis celos están en ver los ojos llenos de espera y las noches iluminadas de deseo.

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"¡Oh, miseria de todos aquellos que dan! ¡Oh, eclipse de mi sol! ¡Oh, deseo de desear! ¡Oh, hambre, devoradora en la saciedad!" Así cantaba Zarathustra.

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XV

PENAS, ODIOS

Parece que fue en 1842 cuando la vida empieza a bajar el tono en Chopin. Aun la voluntad de sanar, ¿para qué cultivarla ahora, que el amor no lo espera, que lo dejó tras él? Los amantes que sienten agotarse en ellos el poder sufrir, se abandonan en seguida a los dulces llamados de la muerte. Si desaparecieran, se los compadecería por haber sido tan débiles. Si sobreviviesen, se les reprocharía ser tan cínicos. Ellos no dudan de que están vaciados de su substancia como esos árboles huecos que conservan el follaje, pero que un golpe de viento hará desaparecer. Chopin, muriendo, se creía eterno. En la primavera del 42, su amigo de infancia, Matuszinski, sucumbió a la tuberculosis. En el mes de mayo del 44 su padre murió en Varsovia. Tuvo el fin de un justo. Cerró los ojos mirando el retrato y el busto de su hijo amado, y pidió que después de su muerte abrieran su cuerpo, pues temía ser enterrado vivo. Estos dos golpes fueron terribles para el artista. Sin embargo, escribió a los suyos: "He sobrevivido ya a tanta gente más joven y más fuerte que yo, que me parece ser eterno... No os inquietéis jamás por mí. Dios me protege". Ante lo agudo de su depresión, Jorge tuvo la idea de invitar a Nohant a la hermana mayor de Federico y a su marido, el señor Iedreiewvicz. Pero era necesario advertirles de los grandes cambios que iban a encontrar en la salud de su hermano. Jorge les escribió: "Encontraréis a mi pobre niño muy débil y muy cambiado desde el tiempo que no lo habéis visto. No os asustéis demasiado, sin embargo, por su salud. Se mantiene desde hace seis años sin alteración general. Un ataque de tos bastante fuerte todas las mañanas, y todos los invier-

125 Espacio Disponible www.elaleph.com Guy de Pourtales donde los libros son gratis nos dos o tres crisis violentas; algunos dolores neurálgicos de tiempo en tiempo, he aquí su estado de costumbre. Por otra parte, tiene los pulmones sanos y ninguna lesión en su delicado organismo. Espero, siempre, que con el tiempo se fortalecerá. En todo caso estoy segura de que podrá vivir tanto como cualquier otro, con una vida arreglada y con cuidados. La felicidad de veros, aunque mezclada con profundas y dolorosas emociones, lo quebrantará, tal vez, un poco el primer día, pero en el fondo le hará un bien enorme. Estoy tan contenta por é1 que bendigo la resolución que habéis tomado... Hace mucho tiempo que sólo se ocupa de la felicidad de aquellos a quienes ama, y querría reemplazar al que se fue para siempre. Por mi parte, he hecho todo lo posible para endulzarle esta crueI pérdida, y si no se la he hecho olvidar, tengo al menos el consuelo de haberle dado e inspirado la mayor afección posible después de vosotros". Jorge escribió también a madame Nicolás Chopin, para asegurarle que desde entonces consagraría su vida a Chopin, mirándolo como a su propio hijo. Luisa y su marido pasaron en Nohant una parte del verano de 1844. Chopin se trasformó con un nuevo sentimiento de gratitud hacia su amiga. la amargura fue dejando poco a poco su alma; le volvió el valor y ]a fuerza, y aun la confianza en sí mismo. E1 lado filial y familiar de su ternura se encontró reforzado. Después de su partida, Federico se acerca más a sus hermanos, a estos pedazos de sí mismo. Los ve en sueños. Busca sus sitios, en el sofá. Conserva como una reliquia una pantufla bordada, olvidada por su hermana; usa el lápiz de su cartera como antes lo hiciera María Wodzinska. Les da noticias del otoño, del jardín. Les cuenta los más pequeños detalles, hasta el del osito que sube y baja en el barómetro. ¡Con cuánta claridad vemos lo que falta a este amante desgraciado! En los paseos sigue a los otros sobre un asno para fatigarse menos Pero el otoño es frío, lluvioso, y Chopin pasa casi todo el tiempo ante su piano. Vuelve a Paris a principios de noviembre y se instala en la plaza de Orleáns. Jorge se preocupa esta vez seriamente de su "querido

126 Espacio Disponible www.elaleph.com Chopin o el poeta donde los libros son gratis cadáver", lo recomienda a sus amigos mientras dura su permanencia en el campo. Esta época está iluminada de una y otra parte por una mutua solicitud. Chopin no quiere que Jorge se inquiete y continúa ocultando los progresos de su enfermedad. A sus espaldas, Jorge se informa de su salud: "Que él no sepa... No puedo abandonar estas preocupaciones que hacen la felicidad de mi vida... Decididamente no puedo vivir sin mi pequeño enfermo". Se da cuenta de que el organismo de "Chip" está atacado de manera grave, declina visiblemente. El crudo invierno, los nervios, la irritación, la bronquitis permanente son tal vez la causa. Sin embargo, el amor podría mucho todavía. Pero el amor se ha refugiado en los sentimientos de familia: "...Que Federico nunca tenga inquietudes por vosotros -escribe Jorge a Luisa-, pues su corazón está siempre con vosotros, y se atormenta y quisiera volar hacia su querida familia..." Durante el invierno del 45 y la primavera del 46, sufre de gripe. No tiene otros planes que los de costumbre y proyecta pasar el verano en Nohant. Antes de partir da en su casa una pequeña comida. "Música y flores". Como invitado: el príncipe Czartoryski y su mujer (ésta, entre paréntesis, es la más brillante y la más auténtica de las alumnas de Chopin), la princesa Sapicha, Delacroix, Louis Blanc, Paulina Viardot, en fin, los viejos amigos. Pero al llegar a Nohant todo le parece extraño como en una casa que la vida hubiera abandonado. Cambia de sitio su piano, arregla su mesa, sus volúmenes de poesía, su música. "Tengo siempre un pie en vuestra casa -escribe a Luisa y a su marido-, el otro en el cuarto de al lado, donde trabaja Jorge, y nada en el mío. Vuelo en "extraños espacios". Deben ser espacios imaginarios, pero no me avergüenzo de ellos". Su placer más grande consiste en hacerse cantar por Paulina Viardot melodías españolas anotadas por ella misma. "Me gustan mucho estas canciones; me ha prometido cantároslas cuando pase por Varsovia. Esta música me unirá a vosotros; siempre la he escuchado con gran entusiasmo". Pero es necesario mirar bajo la superficie, porque en lo profundo de todos estos seres que viven en común, se prepara un drama. Podrá

127 Espacio Disponible www.elaleph.com Guy de Pourtales donde los libros son gratis decirse que se incuba desde hace algunos años. Y no serán ni Jorge ni Federico los autores responsables de su explosión. Serán los niños. Primero Mauricio, el mayor, de veintidós años, adorado por su madre, mimado por ella, educado a la diabla, pintor a unas horas, literato a otras, coleccionista de lepidópteros y de minerales, que promete, en suma, no llegar a ser nada. No carece de talento y de maneras; es alegre, pero con un tonito áspero e impertinente. Desde el viaje a MalIorca había tenido tiempo para acostumbrarse a Chopin, habiendo visto todos los días a ese amigo de su madre. Y si al principio hubo entre ellos una cierta simpatía, pronto se relajó para dejar sitio a una manifiesta antipatía, muy explicable después de todo. Mauricio quiere por sobre todas las cosas a su madre y comprende que su vida no es feliz. Sorprende disputas, se molesta con las nerviosidades del hombre que creen grande y que él ve sólo bajo el aspecto de un enfermo difícil, reconcentrado, malo a veces. Tal vez sufre con las sonrisas equívocas provocadas por el paso de los dos amantes célebres. Y, además, su padre, el mediocre Dudelvant, debe dejar escapar a veces groseras pullas cuando su hijo va a verlo. Está molesto también por el carácter de Chopin, por sus maneras de gran señor, por sus miradas desdeñosas. Y los niños no perdonan jamás al extraño que se permita una crítica, a menos que sea fundada. Y Chopin hizo una, bastante fuerte, a propósito de Mauricio y de Agustina. Esta Agustina era una sobrina de Jorge, hija de su prima Adela Brault, que pertenecía a la rama plebeya de la familia, y que no era otra cosa que una dama elegante. Por lástima hacia la joven, Jorge la había recibido en su casa, donde Agustina, encantadora y de tierno corazón, había llegado a ser la favorita de la juventud, excepto de una sola persona: de Solange. Chopin no quería a Agustina. Tomó partido por Solange. En cuanto a Mauricio, enemigo nato de su hermana, defendió tanto a Agustina que hizo suponer que sería su amante. Jorge lo negó con autoridad. Pero Chopin lo creyó fácilmente, primero, porque su intuición se lo decía, y en seguida, porque Solange trataba por todos los medios de fijar esa idea en su cabeza.

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Una extraña niña, esta Solange. En lo físico, el retrato de su bisabuela María Aurora de Sajonia, es decir, rubia, fresca, admirablemente bien formada; en lo moral, de espíritu frio, brillante y vivo, apasionada, vanidosa, excitable, poco franca, falsa, mas bien, en todo caso voluntariosa, viciosa, sin duda alguna desequilibrada. Se la creía de corazón duro cuando sólo fue una alocada que hubiera podido desarrollarse en forma interesante. La molestan, agrían su carácter, la convierten en un ser despiadado. Paulina Viardot pretende que Solange sólo hace el mal por el amor al arte... Y es que nació ardiente y desgraciada. Una naturaleza como ésta, tenía necesidad de ser amada a fondo, y su dureza le vino sobre todo por celos. Fueron las ofensas, cuidadosamente anotadas en su corazón, las que la hicieron mala y soli- taria. Su misma madre decía: "Tiene diecinueve años, es bella, de no- table inteligencia, ha sido educada con amor y en condiciones felices, que debieran haber hecho de ella una santa o una heroína. ¡Pero es hija de este siglo y este siglo está maldito!... En ella todo es pasión, y «pasión helada», que es algo muy profundo, inexplicable y aterrador". ¿Quién tenía la culpa? Es únicamente en las familias donde se encuentra esta especie de odio refinado, que es una de las formas más tristes del amor. Hace ya mucho tiempo que el misterio de esta alma atrae a Chopin. Y, además, Solange es coqueta. Desde su pubertad ha ensayado sobre él el poder de esa edad turbadora, al que Chopin no ha permanecido insensible. ¿No encontrará en ella las seducciones y esa gracia animal y libre que debía tener Jorge a los quince años? Un amante ama, en la hija de su querida, las felicidades que no tuvo, y el recuerdo rejuvenecido de sus sufrimientos. Solange es menos franca que su madre, bastante más perversa. Tantea el camino con juegos no del todo inocentes; por afición primero, y también para apaciguar esa envidia amorosa que ha consagrado a los suyos. ¡Qué triunfo sería vengar su corazón despreciado, y quitar a su madre la ternura de Chopin! Otro atractivo de éste ante Solange, es su elegancia, su dis- tinción, sus altas relaciones mundanas. Pues ella es una snob, y le

129 Espacio Disponible www.elaleph.com Guy de Pourtales donde los libros son gratis parece encantador refugiarse en el salón del amigo poblado de condesas, cuando el de su madre resuena con las risas de Mauricio y de sus camaradas, o con los "grandes pensamientos" de Pedro Leroux. En estos últimos meses se encuentra, además, a una horda de poetas-artesanos por quienes la novelista está entusiasmada. Es un drama oscuro, diariamente abortado, y diariamente empezado, sembrado de malentendidos y complicado de sinsabores. Pues Sand muchas veces quisiera explicarse con su amante, obligarlo a intervenir. Pero Chopin se hace a un lado o bien toma abiertamente el partido de Solange. Jorge trata en vano de quebrantar la voluntad de su hija. Más bien sería ella la que se haría trizas contra las asperezas de ese carácter, en tantos aspectos tan parecido al suyo. Chopin es quien más sufre con estas desinteligencias, pues jamás se ha podido librar de ellas con vanas explicaciones. Sólo puede expresarse por medio de la música. Su nerviosidad aumenta. Se excita hasta las lágrimas por historias de los sirvientes. No concibe que se pueda despedir a un viejo servidor, y madame Sand, esa buena "comunista", cambia a cada paso todo el personal doméstico. Es una calamidad. E1 ayuda de cámara polaco de Federico es también despedido "por no gustar a los niños" (leed, a Mauricio y a Agustina). El viejo jardinero Pedro es despedido después de cuarenta años de servicios. Viene, en seguida, el turno a Francisca, la vieja mucama a quien Jorge, otrora, dedicara una de sus obras. "Quiera el cielo -escribe Federico a su hermana-, que los nuevos sirvientes hallen gracia ante el muchacho y su prima" Está fatigado y cuando está fatigado no está alegre y su mal humor se destila en los espíritus de los que lo rodean. Se siente viejo. Jorge también se siente vieja. Tiene cuarenta y dos años. A1 mismo tiempo que escribe un pasaje de su Lucrecia Floriani; piensa en ella misma, en su primer amante, vuelve por vez primera, después de quince años, al bosquecillo que divisa desde su ventana, y a cuya som- bra tenía sus citas con Julio Sandeau. Fue en este bosque sagrado donde se decidió la fuga del hogar conyugal, en 1831. Busca y encuentra el árbol bajo el cual el amante tenía costumbre de esperarla.

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Sus iniciales, grabadas en la corteza, se ven todavía débilmente. "Repasa en su memoria los detalles de conjunto de su primera pasión y los compara a aquellos de la última; no para establecer un paralelo entre dos hombres a quienes ni sueña en juzgar fríamente, sino para interro- gar a su propio corazón sobre lo que podría aún sentir de pasión, y soportar de sufrimientos... ¿Soy todavía capaz de amar? Sí, más que nunca, puesto que constituye la esencia de mi vida, y que yo sólo por el dolor me siento vivir con intensidad. Si no pudiera amar aún, tampoco podría sufrir. Sufro, por tanto amo, luego existo". Y sin embargo, siente que tiene que renunciar a algo. ¿A qué, Dios mío? ¿A la esperanza de la dicha? "A cierta edad -termina por pensar-, la felicidad consiste en lo que se da. Buscar otra sería insensato... Entonces la Floriani fue presa de un inmenso dolor al decir adiós para siempre a sus queridas ilusiones. Se dejó caer en tierra anegada en lágrimas". El verano de 1846 es un tiempo duro, un tiempo de crisis. El cielo mismo anuncia tempestad. No obstante, Chopin trabaja. Escribe a sus parientes de Varsovia. Les cuenta toda clase de historias para llenar una carta y ocultar así sus verdaderos sentimientos: se murió la jirafa del jardín Zoológico; los "Italianos" han iniciado su temporada en París: M. Leverrier ha encontrado un nuevo planeta; M. Faber, de Londres, ha construido un autómata que canta un aire de Haydn y el "God save the King". "Toco poco, escribo poco también. De mi Sonata con violoncelo a veces estoy contento, otras descontento, la arrojo en un rincón y la vuelvo a tomar. He compuesto tres nuevas Mazurcas, en si mayor, fa menor y do sostenido menor, dedicadas a la condesa Czosnowska (fueron sus últimas obras: op. 63 y 65). Cuando las compongo me parece que están bien; si no fuera así no las escribiría jamás. Más tarde llega la reflexión y las destruimos o las aceptamos. El tiempo es el mejor juez, y la paciencia el mejor maestro. Espero recibir pronto carta de vosotros, a pesar de que con vuestra numerosa familia es bien difícil escribirme. Además, a nosotros no nos basta la pluma; no se cuántos años, años y años podríamos conversar sin llegar jamás al "final de nuestro latín", como dicen aquí. Por esto no debéis extrañaros ni

131 Espacio Disponible www.elaleph.com Guy de Pourtales donde los libros son gratis entristeceros cuando no recibáis carta mía, pues en realidad no hay una causa real que me impida hacerlo, como no la hay tampoco en vosotros. Un cierto pesar se mezcla al gozo de escribiros: y es que entre nosotros no hay palabras, apenas hechos... El invierno no se anuncia muy malo y cuidándome un poco lo pasaré como el anterior y gracias a Dios no mucho peor. ¡Cuántas personas están peor que yo! Es cierto que al- gunas están mejor, pero en ésas no quiero pensar..." ¿Habéis notado la frase: "Además, a nosotros no nos basta la pluma..."? He aquí la sordina exquisita de los lamentos de Chopin. A Jorge la pluma le basta. En torno a Federico, ya que no es feliz, se es bullicioso. se representan comedias; se organizan cuadros vivos, charadas. La pantomima, por la cual todo el mundo se apasiona, es in- vento de Chopin. El toca el piano, e improvisa, mientras los jóvenes bailan ballets cómicos ayudados por algunos invitados, como Arago y Louis Blanc. Pero nadie duda ya de que entre Jorge y Federico la ruptura está consumada. Desde hace mucho tiempo los deseos están muertos. Y la ternura, el afecto, sólo subsiste de un lado. Al llorar, en el "bosque sagrado", su juventud terminada, Jorge derramó sus últimas lágrimas. Desde entonces sólo será madre, y madre sin piedad para su tercer hijo. Quiere ahora casar a Solange. Dos o tres pretendientes se suceden en Nohant: Víctor de Laprade primero y un joven del Berry, con quien Solange flirtea alegremente después. Un buen día al fin estalla una disputa entre Mauricio y Chopin por un motivo cualquiera. Una de esas disputas graves, irremediables. Se hieren con saña. Un momento después se abrazan, pero "el grano de arena había caído en el tranquilo lago y poco a poco las piedras siguen cayendo una a una", escribe Jorge. Mauricio habla de abandonar la casa. Naturalmente, su madre se pone de su lado. Entonces Chopin baja la cabeza. Se irá él. Nadie dice nada para retenerlo. Se pone en camino en los primeros días de noviembre. Siete años y medio antes había llegado a Nohant por vez primera, el cuerpo

132 Espacio Disponible www.elaleph.com Chopin o el poeta donde los libros son gratis enfermo ya. Pero no tenía importancia, pues el alma estaba en pie. Ahora también ésta se ha desplomado. Se pudo ver al enfermo subir al coche envuelto en su abrigo. con su mano pálida y seca hizo un signo de adiós. Nadie comprendió el sentido. Ni siquiera él. Iba a entrar en la muerte.

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XVI

HISTORIA DE UNA RUPTURA

En París había muchos enfermos. Grzymala acababa de pasar diecisiete días sin dormir; Delacroix, más delicado que nunca, se arrastraba todavía hasta el Luxemburgo. Chopin también quiere dárselas de sano, como lo ha hecho en estos últimos años. Pero a la larga se ve obligado a confesar que no puede abandonar la estufa. Cuando llega el Año Nuevo de 1847, envía a Jorge sus mejores votos y los bombones de costumbre y, arropado en chales, se hace conducir al hotel Lambert, a casa de sus amigos Czartoryski. En Nohant aparentan estar contentos. La pantomima da buen resultado: repiten los decorados, cosen los trajes. Esta familia tan "unida" representa también su comedia. Pero de la noche a la mañana hacen las maletas y vuelven a París, Dejando en el aire a M. de Preaulx, novio de Solange. Apenas hace un mes que están instalados en la plaza de Orleáns, cuando todo cambia con la entrada en escena de un nuevo personaje: el escultor Clesinger; un hombre de treinta y tres años, violento, sanguíneo, entusiasta, que acaba de darse a conocer en las exposiciones y que adquiría la gloria de golpe. Habiendo solicitado hacer el busto de madame Sand, fue a su casa, vio a Solange y se enamoró. A ella le sucedió lo mismo, y el matrimonio proyectado con M. des Preaulx fue postergado indefinidamente, a pesar de las perpleji- dades de Jorge, quien había recogido sobre el escultor datos bastante enojosos. "Un caballero bullicioso y desordenado, un coracero convertido en gran escultor, conduciéndose en todas partes como en el café del regimiento o en el taller", decía Arsenio Houssaye. Toda decisión fue postergada. La novelista volvió con su hija a Nohant, en los primeros días de la Semana Santa, a principios de abril.

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Pronto tuvo Chopin conocimiento de estos hechos. Sentía mucho el fracaso del matrimonio con M. des Preaulx, que le parecía conveniente y seguro. Además, sentía una instintiva repugnancia hacia aquel "tallador de piedra", como llamaba a Clesinger. Escribe a los suyos: "Sol no se casa todavía, y cuando llegaron todas a París para extender el contrato, no quiso hacerlo. Lo siento y compadezco al pobre joven; estaba muy enamorado. En todo caso, es mejor que esto haya acontecido antes que después del matrimonio. Dicen que se ha postergado para más tarde, pero yo se de qué se trata". Jorge, por su parte, confía su inquietud a un amigo: "En seis semanas ha roto un amor que empezaba y aceptado otro que la atrae poderosamente. Es curioso, es arriesgado aún; pero está en su derecho y el destino le sonríe. Sustituye un dulce y modesto matrimonio por uno brillante y ardiente. Domina como siempre y me arrastra a París a fines de abril... El trabajo y la emoción me persiguen los días y las noches... Será menester que este matrimonio se haga impetuosamente, como por sor- presa. El secreto que os confío es grave. Mauricio mismo lo ignora; está en Holanda". Chopin, sobre todo, no debía saber nada. Chopin, a quien rehusan ahora toda participación demasiado íntima en los asuntos de familia. Esta vez Jorge siente que ha encontrado a su amo en este Clesinger, que pretende llegar a sus fines cueste lo que cueste. Aparece bruscamente en la Châtre, tiene citas con Solange en los bosques, exige una respuesta categórica. Naturalmente, ella dice que sí, pues lo ama. Jorge se ve obligada a ceder, a pesar de sus aprensiones, de su temor. El 16 de abril llama a su hijo en su ayuda, pues tiene miedo, y quiere ser tranquilizada. Agrega, al final de la carta: "No digáis nada de esto a Chopin; no le concierne. Y, además, cuando se ha pasado el Rubicón, los si y los pero de nada sirven ". Cuando se ha pasado el Rubicón... ¡Una vez más! ¡Cuántas veces lo ha pasado en su vida tan llena de rupturas! Y, sin embargo, parece no darse cuenta de que ha llegado el punto crítico de sus largos amores. El matrimonio de Solange, acontecimiento en suma exterior a su vida

135 Espacio Disponible www.elaleph.com Guy de Pourtales donde los libros son gratis amorosa, ha llegado a ser la tabla donde se aferra la mano del pianista, y que ella rechaza con un golpe de talón. Chopin oye hablar en secreto de estas cosas, pero no dice nada, ni interroga a nadie. Espera que renazca la confianza. Si se extraña de todo este misterio, si adivina aún e1 lado pueril y deliberado de esta ruptura notificada a su amistad, no deja entrever nada. Como siempre, su salud paga estos dolores. Cae gravemente enfermo. Pero ya no es Jorge quien lo cuida; es la princesa Marcelina Czartoryska, quien envía un resumen de su salud a Nohant. "¿Todavía esta pena, agregada a todo el resto? -contesta Jorge el 7 de mayo-. ¿Está realmente enfermo de gravedad? Escribidme, cuento con vos para decirme la verdad y para cuidarlo". En esa misma época, exactamente, escribe en su Diario: "Heme llegada a los 45 años con una salud de hierro, con algunas indis- posiciones dolorosas, que sólo me dan algunas horas de esplín, disipa- das al día siguiente mi alma está perfectamente y mi cuerpo también". ¿Es entonces cuando es sincera, o el 8 de mayo cuando dice a la señorita Bozieres: "Estoy enferma de inquietud; siento vértigos"? "No puedo dejar a mi familia en este momento, cuando ni siquiera está Mauricio, para salvar las apariencias y proteger a su hermana de toda suposición desagradable. Sufro mucho, os lo aseguro. Escribidme, por favor. Decid a Chopin lo que creáis conveniente a propósito de mí. No me atrevo a escribirle, temo emocionarlo, temo que el matrimonio de Solange lo disguste y que cada vez que le hable experimente una sa- cudida desagradable. Sin embargo, he debido actuar como lo he hecho. No puedo hacer de Chopin el jefe de un consejo de familia: mis hijos no lo aceptarían y la dignidad de mi vida estaría para siempre perdida. Si se trata de su dignidad, habría hecho bien en pensar antes. Si se trata de cuidar de la salud de Chopin, era tarde también. Y no percibe siquiera las contradicciones mismas de su carta. El pobre gran artista, reconcentrado y orgulloso, permanece en su eterna soledad. Jorge acaba de publicar su Lucrecia Floriani, que es como la música fúnebre de su amor. Pero Chopin continúa viendo en su obra sólo "bellos caracteres de mujeres y de hombres, mucho de natural y de

136 Espacio Disponible www.elaleph.com Chopin o el poeta donde los libros son gratis poesía". Esto va a impulsarla a explicarse, pues siempre ha tenido esa impetuosa necesidad de justificación, que la lleva en los momentos decisivos del principio o del fin de un amor, a hacer confidencias de las ocultas fuerzas que la arrastran. ¿Contra quién arrojar esta vez los comentarios de su cerebro enfermo y mostrar las fatigas de un cuerpo que sólo podrá exigir fugaces saciedades? Ocho años antes había escrito al conde Grzymala, para hacerle ver de qué era capaz, que un corazón como el suyo podía entrar sucesivamente en las fases más diversas de la pasión. Si todo cl horizonte del amor había sido recorrido, parecía justo, y tal vez útil, poner punto final en el umbral de la noche que empezaba. Tomó, en consecuencia, una hoja de papel, y escribió al mismo confidente -aquel de la primera y de la última hora- las líneas que siguen: "12 de mayo de 1847. "Gracias, amigo mío, por tus cariñosas cartas. Un día antes de la llegada de la carta de la princesa sabía, de una manera vaga e incierta, que estaba enfermo. Da las gracias por mí a este ángel. Seria imposible expresarte lo que he sufrido en estas veinticuatro horas, imposibilitada de abandonar mi casa, pasara lo que pasase. "En fin, por esta vez todavía se ha salvado. ¡Pero qué triste porvenir me espera de este lado! "No sé todavía si mi hija se casa aquí dentro de ocho días, o en París dentro de quince. En todo caso, yo iré allá a fines de mes, y si Chopin puede moverse, me lo traeré para acá. Amigo mío, estoy muy contenta con el matrimonio de mi hija, pues ella está loca de amor y de felicidad, lo que Clesinger parece merecer. Además, la ama apasionadamente y le creará la existencia que ella desea. Sin embargo, se sufre al tener que tomar determinación semejante. "Creo que Chopin debe haber sufrido al no saber, al no haber podido aconsejar nada. Pero sería imposible tomar en serio sus consejos en los asuntos reales de la vida. Jamás ha apreciado los hechos en su justo valor, ni comprendido la naturaleza humana bajo ningún aspecto; su alma es toda poesía y toda música y no puede soportar a nadie que

137 Espacio Disponible www.elaleph.com Guy de Pourtales donde los libros son gratis no le sea semejante. Además, su influencia en los asuntos de mi familia sería para mí la pérdida de toda dignidad y de todo el amor de mis hijos. "Conversa con él y trata de convencerlo de una manera general que debe abstenerse de preocuparse por ellos. Si yo le dijera que Clesinger (a quien no quiere), merece nuestro afecto, lo aborrecería más aún y se haría aborrecer por Solange. Todo esto es difícil y delicado y no se me ocurre ningún medio para calmar esa alma enferma, que se irrita con los esfuerzos que se hacen para sanarla. El mal que mina a este pobre ser en lo moral y en lo físico, me mata hace tiempo, y lo veo irse sin haber podido jamás hacerle bien, pues el afecto inquieto, celoso y receloso que me profesa, es la causa principal de su tristeza. Hace siete años que vivo como una virgen con él y con los demás y he envejecido antes de tiempo. Todo esto lo he hecho sin esfuerzos ni sacrificios, pues estaba irremediablemente cansada y desilusionada de las pasiones. Si hubiera una mujer en la tierra que debiera inspirarle la más absoluta confianza, sería yo, y nunca lo ha comprendido y yo sé que muchas personas me acusan, los unos de haberlo agotado por la violencia de mis sentidos, los otros de haberlo desesperado por mis extravagancias. Tú comprenderás cómo han sucedido las cosas. El se queja de mí, dice que lo he muerto por la privación; y yo tengo la cer- teza de que lo habría matado si hubiera procedido en otra forma. Esta es mi situación en esta funesta amistad; he sido su esclava, en todas las circunstancias en que podría hacerlo, sin demostrarle una excesiva y culpable preferencia sobre mis hijos, tratando siempre de conservar el respeto que me debían ellos y mis amigos. He hecho en esta materia prodigios de paciencia de la que no me creía capaz, yo, que no tengo naturaleza de santa, como la princesa. He llegado hasta el martirio. Pero el cielo se muestra inexorable contra mí como si tuviera grandes crimenes que expiar, pues en medio de todos estos esfuerzos y de todos esos sacrificios, aquel a quien amo con amor absolutamente casto y maternal, se muere víctima del cariño insensato que me profesa. "Dios quiera, en su bondad, que al menos mis hijos sean dichosos, es decir, buenos, generosos y en paz con su conciencia, pues no creo en

138 Espacio Disponible www.elaleph.com Chopin o el poeta donde los libros son gratis la felicidad de este mundo, y las leyes de arriba son tan rígidas en este punto, que tal vez sería una impiedad el tratar de eludir los sufrimientos de la tierra. La única fuerza donde podemos refugiarnos está en la voluntad de cumplir con nuestro deber. "Háblame de nuestra Ana, dile el fondo de mi pensamiento y después quema esta carta. Te envío otra para el bueno de Glutmann, pues no sé la dirección. No se la entregues en presencia de Chopin, pues nadie le ha dicho que estoy al corriente de su enfermedad, que ha querido ocultarme. Este digno y generoso corazón tiene siempre mil delicadezas exquisitas al lado de otras tantas aberraciones que lo matan. ¡Ah, si un día Ana pudiera hablarle y tratar de llegar hasta el fondo de su corazón para curarlo! Pero se cierra herméticamente, hasta para con sus mejores amigos. Adiós, amigo mío, te quiero mucho. Ten la se- guridad de que siempre tendré valor y perseverancia, a pesar de mis sufrimientos, y no me quejaré. Solange te abraza. " Jorge ". ¡Qué de contradicciones aún! Esta vez, cada frase suena a hueco. Las únicas verdades que se transparentan, a pesar de ella, son la incertidumbre de su voluntad en el asunto de su hija, y la decisión irrevocable de terminar con Chopin. Quiere otra vez volver a ser libre y para conseguirlo pasaría por todo. Es a pesar suyo -y tal vez porque en las cosas del amor como en las del arte hay una especie de simetría, un equilibrio secreto-, que esta última "asociación", abierta hace casi ya nueve años, se cierra hoy con una carta al mismo hombre. Estos nueve años están enteramente representados en estas dos misivas, una de las cuales expresaba el deseo inicial de unir dos almas contrarias, forzando la naturaleza; y la otra, la de abandonar al compañero poco adecuado, "todo poesía, todo música", para quien la práctica de la existencia y la de las realidades de la carne pertenecen al país de la ilusión. Es ocioso, además, comentar un conflicto tan claramente comprensible. Hay que ser justo y no dar razón a ninguna de ambas partes. Cada cual había aportado su dote en matrimonio, y, como siempre sucede, el que gastó la suya trató de sacar de la del otro, que era el más rico. Jorge debía

139 Espacio Disponible www.elaleph.com Guy de Pourtales donde los libros son gratis permanecer siendo la más rica, puesto que ya no tenía nada en que gastar; Chopin debía hundirse, puesto que su riqueza misma lo había arruinado. El 20 de mayo, Solange se casó de prisa, como a escondidas, en Nohant. El señor Dudevant asistió a estas extrañas nupcias en las que su hija ni siquiera firmó en el registro civil con su verdadero nombre, sino con el seudónimo de su madre. A ésta, que se había distendido un músculo, fue necesario llevarla a la iglesia. "Nunca hubo un matrimonio menos alegre", dijo. Había en el aire malos presentimientos. Y otro compromiso todavía, el de Agustina, la amiga de Mauricio, a quien el joven quería casar con su camarada Teodoro Rousseau, el pintor. Sucedieron entonces extraños incidentes. El compromiso de Agustina se rompió bruscamente con un fútil pretexto. En realidad, fue una venganza de Solange. Por odio contra su prima, y rencor contra su hermano, puso a Rousseau al corriente de las relaciones que ella les suponía. El rompió. Jorge estaba desesperada, se quejaba con amar- gura. Entonces el matrimonio Clesinger, casado desde hacía un mes, volvió a Nohant. Clesinger se quitó la máscara, y desde entonces empezaron, entre Jorge y su hijo por un lado, y el escultor y su mujer por el otro, escenas de una violencia inaudita. "Casi se han degollado aquí -escribe la desgraciada Sand a la señorita de Rozieres-. Mi yerno amenazó a Mauricio con un martillo, y lo habría muerto tal vez si no me hubiera puesto entre ellos, pegándole a mi yerno en la cara, y recibiendo de él un golpe en el pecho. Si el cura, que se encontraba allí, algunos amigos y un sirviente no hubieran intervenido a fuerza de brazos, Mauricio, armado con una pistola, lo mataba ahí mismo. Solange atizaba el fuego con una frialdad salvaje, además de que es ella quien ha hecho nacer este deplorable odio con sus mentiras, sus intrigas inimaginables, y sin que haya mediado de parte de Mauricio ni la sombra de una burla, ni la apariencia de una culpa. Esta pareja diabólica partió ayer tarde, acribillada de deudas, triunfadora de su impudicia. Han dejado en el pueblo un escándalo del que difícilmente podrán volver a levantarse. Durante tres días he estado en mi casa bajo

140 Espacio Disponible www.elaleph.com Chopin o el poeta donde los libros son gratis la amenaza de un crimen. No quiero volver a verlos jamás, nunca volverán a poner los pies en mi casa. Colmaron la medida. ¡Dios mío, nada he hecho para merecer tal hija ! "Ha sido necesario que escriba una parte de todo esto a Chopin; he temido que pudiera morir de emoción y de pena. No le digáis adónde han llegado las cosas: hay que ocultárselas en lo posible. Tampoco le digáis que os he escrito, y si el señor y la señora de Clesinger no se jactan públicamente de su conducta, guardadme el secreto... "Tengo un favor que pediros, hija mía. Tomad las llaves de mi departamento una vez que Chopin lo haya abandonado (si no lo ha hecho ya), y no dejéis entrar a Clesinger o a su mujer, o a quienquiera que vaya de su parte. Son desvalijadores por excelencia, y estoy segura que con el aplomo que tienen no me dejarían ni la cama. Se llevaron de aquí hasta las colchas y los candelabros..." Es muy importante el anotar dos cosas. En esta primera carta a la señorita Rozieres, Sand supone que Chopin ha dejado el departamento de la plaza de Orleáns o que está a punto de hacerlo. Veremos luego por qué. En la segunda, que voy a transcribir, es necesario reparar en la fecha: "25 de julio": Estos indicios nos van a servir para dar una cierta luz a primera vista confusa, pero que se aclara rápidamente si no se pierden de vista estos dos puntos de partida. Nohant, 25 de julio. "Querida amiga: estoy inquieta, asustada; no recibo noticias de Chopin desde hace varios días, ya no sé cuántos, porque con la pena que me atormenta no me doy cuenta del tiempo. Pero hace bastante, a lo que creo. Iba a partir y de repente no viene, no escribe. ¿Está en camino? ¿Se habrá detenido enfermo en alguna parte? Si estuviera seria- mente enfermo, ¿me lo escribiríais para no alargar sus sufrimientos? Ya hubiera partido si no me detuviera el temor de cruzarme con él, y el horror que tengo de ir a París y exponerme al odio de aquella que juzgáis tan buena, tan tierna para mí... "A veces pienso, para tranquilizarme, que Chopin la quiere mucho más que a mí, y que por esto me evita y toma partido por ella.

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"Me gustaría cien veces más esto que el saberlo enfermo. Decidme francamente lo que hay de verdad, y si las espantosas maldades, las increíbles mentiras de Solange pueden más que yo, y bien, ¡sea! Todo me es indiferente con tal de que sane". Chopin había sufrido demasiado, había ya renunciado a bastantes cosas como para volver atrás y dejarse coger entre los gritos de esta madre despojada, de esta amante endurecida. No quería su piedad. Tampoco le dió la suya. Solange fue a verlo, y le fue fácil convencerlo de que tenía razón, pues su desconfianza y sus sospechas se habían solidificado. Toda esta oscuridad que trataban de mantener a su alrededor, ¿no escondería otras traiciones todavía, otras liberaciones? Su larga docilidad se convirtió de repente en amargo disgusto. " Los cipreses también tienen sus caprichos ", dijo. Fue su única queja. Escribió a Jorge; pero ni su carta ni la contestación que recibió han sido conservadas. Los amantes, que se han dado ocho años de sus vidas, no gustan conservar entre sus archivos la prueba de la suprema derrota. Y si no hemos conocido los términos en que se redactó el acta de disociación, el eco ha llegado hasta nosotros. Chopin mostró solamente a Delacroix la carta de adiós que había recibido. "Hay que convenir que es atroz" -anota éste en su Diario con fecha 20 de julio-. Las crueles pasiones, la impaciencia largo tiempo reprimida, se ponen de manifiesto. Y por un contraste que sería di- vertido si no se tratara de un asunto triste, el autor toma de vez en cuando e1 sitio de la mujer, y se extiende en largas frases que parecen sacadas de una de sus novelas o de una homilía filosófica". Si he señalado más arriba la fecha 25 de julio, en la que Jorge se queja de haber sido abandonada, es para hacer resaltar que cinco días antes, el 20, Delacroix anota en su libreta la existencia de la carta de ruptura, que califica de "atroz". Con razón entonces podemos sorpren- dernos de las extrañezas de Jorge Sand. O, más bien dicho, de su du- plicidad. Y, sin duda, preveía demasiado bien su efecto para suponer por un momento que Chopin iría a Nohant. Esperaba sólo que se mudara de casa; pero no obstante quería posar de víctima. Decidida a

142 Espacio Disponible www.elaleph.com Chopin o el poeta donde los libros son gratis romper, temía a la gloria y a los amigos de Chopin que más tarde podían buscar la verdad en nombre de la historia. En una tercera carta a la señorita de Rozieres, escribe lo siguiente: (Sin fecha). "...Enferma de muerte, iba a averiguar por qué no me escribía. Al fin, por el correo de esta mañana, recibí la carta de Chopin. Como siempre, he comprobado que he sido víctima de mi estúpido corazón, y que mientras pasaba seis noches en blanco preocupada por su salud, él estaba sólo ocupado en pensar y hablar mal de mí en compañía de los Clesinger. Muy bien. Su carta es de una dignidad risible, y los sermones de este padre de familia me servirán en efecto de lección. Un hombre advertido vale por dos, y me quedaré bien tranquila a este respecto. "Hay por bajo cuerda muchas cosas que adivino. Sé de qué calumnias es capaz mi hija, y sé también de qué es capaz el pobre cerebro de Chopin en cuanto a prevención y credulidad... ¡Al fin he visto claro! Y mi conducta será consecuente. No volveré a dar mi sangre y mi carne para que sirvan de pasto a la ingratitud y a la perversidad. Heme aquí para siempre tranquila en Nohant, lejos de los enemigos encarnizados contra mí. Sabré guardar la puerta de mi fortaleza de los malos y de los locos. Sé que durante este tiempo van a cortarme en pedacitos. ¡No importa! Cuando hayan saciado su odio para conmigo, se devorarán entre ellos. "...Encuentro "magnífico" que Chopin vea con frecuencia y apruebe a Clesinger, quien me ha "pegado" porque le quité de las manos un martillo que tenía levantado sobre la cabeza de Mauricio. ¡Chopin, que todo el mundo me decía que era mi más fiel y devoto amigo! ¡Es admirable! Hija mía, la vida es una amarga ironía, y aquel que tiene la candidez de amar y creer, debe cerrar los ojos con una risa lúgubre y un sollozo desesperado, como espero pronto hacerlo. Creo en Dios y en la inmortalidad de mi alma. Mientras más sufro en este mundo, más creo. Abandonaré esta vida pasajera con profundo disgusto, para entrar con gran confianza en la vida eterna..." Tomó la pluma por cuarta vez, el 14 de agosto:

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"Estoy más enferma de lo que creen, ¡a Dios gracias!, pues ya estoy harta de la vida, y hago mis paquetes con mucho gusto. No os pido noticias de Solange, las tengo indirectamente. En cuanto a Chopin, ya no oigo hablar de él. Os ruego decirme "la verdad" de cómo está, el resto no me interesa, ya no tengo por qué echar de menos su afecto". Hay en varios pasajes de estos documentos una fuerte dosis de aquel "melo", que Chopin hallaba tan detestable, y el evidente deseo de sacar todo el patetismo posible. Pero sin duda hay también acentos verdaderos. Es probable que ella misma no se conozca bien. Jorge Sand sufrió con esta ruptura, de la que ella fue la causa, el agente y la víctima. Si no oímos ahora los mismos gritos que en el tiempo de Venecia, es que trece años han pasado desde la experiencia de Musset. Pero, tal vez, no es ésa la razón, porque, ¿qué pueden los años en los corazones apasionados? No, no es la vejez la causa de esta ruptura. Es que esta mujer ya no siente en su alma nada vibrante, nada vivo. Si no ha llegado todavía a los tiempos de los grandes fríos, de los que hemos hablado, ha pasado al menos aquellos de las primeras serenidades. Epoca favorable para su literatura. Ella lo comprende tan bien, que la escoge para empezar la Historia de mi vida, el mejor de sus libros. Chopin no se queja: no es propio de su naturaleza. Aun en estas semanas mortales, su pena fue de una discreción admirable. Como otras veces, como siempre, sólo su corazón padeció. Ninguna queja salió de sus labios. A Luis Viardot (el marido de la cantante), contestó sim- plemente cuando éste lo interrogó: "El matrimonio de Solange es una gran desgracia para ella, para sus amigos, para su familia. Tanto la hija como la madre han sido engañadas y han reconocido el error demasiado tarde. Y si las dos han tenido la culpa, ¿por qué acusar a una sola? La hija ha querido, ha exigido un matrimonio que no le convenía. Pero la madre, al consentirlo, ¿no ha tenido también su parte de culpa? Con su gran espíritu y su gran experiencia debía haber aconsejado a la niña a quien empujaba el despecho más que el amor. No hay que ser des- piadados con un error en el que se ha participado. Y yo, com-

144 Espacio Disponible www.elaleph.com Chopin o el poeta donde los libros son gratis padeciéndolas a las dos desde el fondo de mi alma, trato de servir de algún consuelo a aquella que me es permitido ver " Tuvo la intención de informar inmediatamente a su hermana de estos acontecimientos, pero no pudo hacerlo de primer intento. Escribir ciertas palabras a veces nos es de una crueldad inmensa. En fin, después de haber quemado muchas hojas de papel, logró relatar lo esencial en su carta de Navidad: "25 de diciembre de 1847". "Hijos muy amados: "Si no os he contestado inmediatamente es porque he estado horriblemente ocupado... Os envié, por la vía de costumbre, grabados de Año Nuevo... Pasé la velada de anteayer de la manera más prosaica posible. Pero he pensado en todos vosotros. Os deseo mil felicidades como todos los años. "Sol está con su padre en Gascuña. Visitó a su madre al pasar, en compañía de los Duvernet, pero ésta la recibió fríamente, y le dijo que si se separaba de su marido podría volver a Nohant. Sol vio que su cuarto nupcial había sido transformado en teatro, y que su boudoir servía para guardar los trajes de los actores. Me escribe diciéndome que su madre solo ha hablado de asuntos pecuniarios. Su hermano jugaba con su perro y lo único que le dijo, fue: "¿quieres comer algo?" Por el momento, la madre parece más enojada contra el yerno que contra la hija, aunque en su famosa carta me decía que su yerno no era malo, que era su hija quien lo ponía así. Podría creerse que ha querido desembarazarse de una vez por todas de su hija y de mí. Mantendrá correspondencia con su hija: así su corazón maternal, que no puede pasarse sin noticias de su niña, estará tranquilo y su conciencia adorme- cida. Pensará que es muy justa y me proclamará su enemigo porque tomé el partido de su yerno, a quien no tolera únicamente por que se ha casado con su hija. Sin embargo, yo me opuse a este matrimonio todo lo que pude. ¡Qué extraña criatura a pesar de su inteligencia! Un frenesí la empuja y rompe su vida y rompe la existencia de su hija. Sus asuntos con su hijo también terminarán mal, lo preveo y lo afirmo. Quisiera,

145 Espacio Disponible www.elaleph.com Guy de Pourtales donde los libros son gratis para poder excusarme, encontrar faltas en aquellos que sólo le desean el bien, que creen en ella, que jamás le han hecho una grosería. Pero no los puede soportar cerca, pues son como el espejo de su conciencia. Este es el motivo por el cual no me ha escrito , ni vendrá este invierno a Paris, ni le ha dicho una sola palabra a su hija. No me arrepiento de haberla ayudado a soportar los ocho años más deli- cados de su vida, aquellos en que su hija crecía y en los que educaba a su hijo. No siento todo lo que he sufrido, pero sí que su hija, esta planta cuidadosamente guardada. abrigada contra tantas tempestades, haya sido quebrada entre las manos maternales por una imprudencia y una ligereza disculpables en una mujer de veinte años, pero no en una de cuarenta. "Lo que ha sido y ya no es, mejor es no inscribirlo en los anales. Cuando, con el tiempo, la señora Sand rememore el pasado, sólo encontrará en su alma un buen recuerdo de mí. Por el momento está en el más extraño paroxismo de su maternidad, desempeñando el papel de una madre más justa y más perfecta de lo que es en realidad. Y contra esta fiebre no hay remedio, sobre todo cuando se apodera de un cerebro exaltado que se deja llevar por el vaivén de los acontecimientos... "En los Débats aparece una novela de la señora Sand. en el género de las novelas de Berry, como la "Charca del diablo". Se titula "Francisco de Chompi", y comienza en forma admirable. Se habla también de sus Memorias; pero en una carta que la señora Sand escribió a la señora Marliani, le dice que más bien serían los pen- samientos que ha tenido hasta ahora sobre arte, literatura, etc., y no lo que se entiende generalmente por "Memorias". En efecto, es demasiado temprano todavía, pues la señora Sand tendrá aún muchas aventuras antes de la vejez, y le sucederán todavía muchas cosas buenas, y malas también..." La ironía no es mucha; y bien desapasionado el enemigo que debía "dividirla en pedacitos". Es digno de admiración ver cómo el artista domina sus nervios. El mismo día escribe a Solange:

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"...¡Cuánto me ha entristecido el relato de vuestras dos visitas a Nohant! Sin embargo, el primer paso ya está dado. Habéis demostrado tener mucho corazón, y si os ha pedido escribir, quiere decir que la reconciliación no está muy lejana. El tiempo hará lo demás. No hay que tomar al pie de la letra lo que dicen. Si no quieren saber nada de un "extraño como yo", no pueden hacer lo mismo con vuestro marido, puesto que pertenece a la familia... Tengo ahogos, dolores de cabeza; excusad mis borrones y mi francés..." Llegamos a febrero de 1848. Pronto hará diez meses que Jorge y Federico están separados. Pero Chopin no mejora, al contrario. Su ternura desdeñada no solamente ha matado su corazón, Sino que también ha consumido la fuente de sus consuelos, la música. Desde 1847, "el año malo", como él lo llana, Chopin no ha compuesto nada. "No me ha escrito ni una sola palabra ni yo a ella -confía a su hermana el 10 de febrero-. Ordenó al propietario que arrendara su departamento en París... Representan comedias en el campo en el cuarto nupcial de su hija. Se aturde como puede, y no se despertará hasta que su corazón la haga sufrir aún más, ese corazón que en este momento apaga los raciocinios del cerebro. He hecho una cruz sobre este asunto. Que Dios la proteja, si no sabe discernir el verdadero cariño de las serviles alabanzas. O quizá soy yo quien cree aduladores a los demás. A lo mejor su felicidad está allí y no me doy cuenta. Sus amigos y vecinos no han comprendido lo que ha sucedido allá estos últimos tiempos; probablemente están ya habituados. En fin, nadie podrá seguir los caprichos de un alma tal. Ocho años de una vida arreglada a medias, fueron demasiados. Dios permitió que fueran los años en que los niños crecían, y si no hubiese sido por mí los habrían pasado al lado de su padre y no al de ella. Mauricio, en la primera ocasión, huirá con su padre. ¿Serán éstas las condiciones necesarias para su existencia, para su talento de escritora, para su felicidad? No te atormentes con todo esto. Ya pasó y está muy lejos. El tiempo es el mejor médico. Hasta la fecha no me he repuesto del todo, por esto no

147 Espacio Disponible www.elaleph.com Guy de Pourtales donde los libros son gratis os escribo. Todo lo que empiezo lo quemo un instante después. ¡Y tendría tanto que deciros! ¡Más vale no deciros nada!" Se vieron una última vez, el 4 de marzo, enteramente por casualidad. Chopin salía de casa de la señora Marliani cuando Sand entraba. Jorge estrechó la mano helada y temblorosa de Federico; éste le preguntó si había tenido recientes noticias de su hija. -Sí, hace una semana- le contestó. -¿Habéis tenido de ayer, de anteayer? -No. -Entonces tendré el gusto de ser el primero en daros la buena nueva: sois abuela. Solange ha tenido una niñita. Saludó y bajó la escalera. Llegado abajo, tuvo como un remordimiento y quiso volver a subir. Había olvidado agregar que Solange y la niña estaban bien. Rogó a un amigo, que estaba con él, que diera esta última información .a la señora Sand, pues el subir una escalera se le había convertido en un penoso suplicio. Jorge bajó, en seguida. Hubiera querido conversar más largo, le pidió informes de su salud. Contestó que estaba muy bien y se escapó. "Había malos corazones entre nosotros", dice ella más tarde al contar este episodio en la "Historia de mi vida". Chopin dio cuenta a la señora de Clesinger de este encuentro fortuito, y agregó: "Me ha parecido con buena salud. Estoy seguro de que el triunfo de la causa republicana la hace enteramente feliz. . . " Desde hace ocho días, en efecto, había estallado la revolución. Desagradó sobremanera al príncipe Karol. Escribió a Solange: "Tened la seguridad de que el nacimiento de vuestra hija me ha dado mucha más alegría que el nacimiento de la República".

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XVII

EL CANTO DEL CISNE

Desde hacía veinte años Chopin jugaba a las escondidas con las revoluciones: había dejado a Varsovia algunas semanas antes de la de 1830; su proyecto de viaje a Italia, en la primavera de 1831, tuvo que ser postergado por las insurrecciones de Bolonia, Milán, Ancona y Roma; llegó a Paris un año después de las Tres gloriosas, pero aún al- canzó a asistir, desde lo alto de su balcón en el bulevard Poissonnière a los últimos destellos de la tempestad. Luis Felipe, que era en aquel entonces rey de Francia, acababa de abdicar después de diecisiete años de reinado, exactamente la duración de la permanencia de Chopin en París. El año 48 empezaba mal para los artistas. Muy mal para Chopin, que llevaba esa llaga abierta en el corazón y la tisis contra la cual ya no luchaba. Se decidió dejar a Francia por cierto tiempo, y hacer una tournée por Gran Bretaña en compañía de la señorita Stirling, una dama escocesa a quien quería mucho y que se encargaría de organizar su presentación. Era su alumna desde hacía cuatro años. Sus amigos le aconsejaron que diera un último concierto en París antes de irse, se dejó convencer. Era a comienzos de febrero. En ocho días todas las entradas estaban vendidas: tres-cientos asientos a veinte francos cada uno, en los salones Pleyel: " Tendré a todo el gran mundo parisiense -escribe a sus familiares-. El rey, la reina, el duque de Orleáns, el duque de Montpensier han tomado cada uno diez entradas, a pesar de que no podrán asistir, pues están de duelo. Se inscriben para un segundo concierto que probablemente no daré, pues el primero me molesta ya bastante", y agrega, al día siguiente: "Mis

149 Espacio Disponible www.elaleph.com Guy de Pourtales donde los libros son gratis amigos me dicen que no tendré que molestarme por nada. Solamente sentarme y tocar... Desde Nantes y desde Brest han escrito a mi editor para que reserve algunos asientos. Me extraña un entusiasmo tal, y ahora deberé estudiar aunque no sea más que para tranquilizar mi con- ciencia, pues toco peor que antes (antes de sus conciertos, Chopin se ejercitaba tocando a Bach). Tocaré como curiosidad, el Trío de Mozart, con Franchomme y Allard. No habrá ni programas ni entradas gratis. El salón estará confortablemente arreglado y puede contener trescientas personas. Pleyel se ríe siempre de mi tontería y, para entusiasmarme a dar este concierto, dice que hará adornar la escalera con flores. Estaré como en mi casa y mis ojos sólo encontrarán rostros conocidos... Doy muchas lecciones. Estoy abrumado de trabajo y no hago nada... Si vosotros salís yo también lo haré. No me encuentro capaz de soportar otro verano en París como el que acabo de pasar. Si Dios nos da salud nos volveremos a ver, Conversaremos y nos abrazaremos". No es únicamente cansancio lo que se lee en esta carta. ¨¿No veis también como una sonrisa gastada, como la certidumbre de un fin próximo? Esta reunión de amigos, esta atmosfera de flores y de coronas, tiene algo de simbólicamente fúnebre. Se adivina hasta en la prontitud de esta élite de mundanos y de artistas, una inquietud y como el presentimiento del crepúsculo de una época apacible y elegante. El poeta y el rey declinan. Se apresuran a respirar los últimos perfumes del viejo lys de Francia y del joven rosal polaco. Se aproxima el triunfo de Jorge Sand, de los filósofos superficiales y de Barbes. El supremo concierto de Chopin tuvo lugar el miércoles 16 de febrero de 1848, una semana antes de la abdicación de Luis Felipe. Todo fue extraordinario. La sala estaba repleta de flores y de tapices. La lista de los auditores escogidos había sido revisada por el propio Chopin. Las letras del programa, de escritura inglesa, habían sido gra- badas con buril, e impresas en fino papel. Podía leerse:

Primera parte Trio de Mozart, para piano, violín y violoncelo, por los señores Chopin, Allard y Franchomme.

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Aires, cantados por la señorita Antonia Molina de Mondi. Nocturno, Barcarola, compuesto y ejecutado por Chopin. Aire, cantado por la señorita Antonia Molina de Mondi. Estudios, Berceuse, compuestos y ejecutados por Chopin.

Segunda parte Scherzo, Adagio y Final de la Sonata en sol menor, para piano y violoncelo, compuestos por el señor Chopin y ejecutados por el autor y Franchomme. Aire Nuevo, de Roberto el Diablo, de Meyerbeer, cantado por el señor Roger. Preludios, Mazurcas, Valses, compuestos y ejecutados por Chopin. Acompañantes: los señores Aulary y de Garaudé.

La Barcarola es de 1846 (op. 60). La Berceuse, op. 57, de 1845. Sobre el Nocturno y el Estudio anunciados, sólo se pueden hacer conjeturas. La Sonata para piano, violín y violoncelo fue la última obra que publicó. Tampoco sabemos la fecha de los Preludios y de las Mazurcas. Del Vals se sabe que el elegido fue el llamado "vals del perrito", op. 64, Nº 12. Apareció Chopin. Parecía muy débil, pero erguido. Su rostro, aunque pulido, no se veía cambiado. Su ejecución no tradujo ninguna fatiga. Además, se estaba tan habituado a la dulzura y a lo imprevisto de su ejecución, que nadie se extrañó de que tocara en pianíssimo los dos forte del fin de su Barcarola. Emociona saber que escogió para aquella tarde esa hermosa queja, el relato del encuentro de dos amantes bajo un paisaje de Italia. Las tercias y las sextas sin confundirse jamás, hacen de este diálogo de dos almas un comentario bien claro de su propia historia. "Nos hace soñar en una misteriosa apoteosis", ha dicho Mauricio Ravel al comentar este trozo: es, tal vez, en efecto, el desenlace interior: la glorificación de su ternura inexpresada.

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El esfuerzo hecho por Chopin fue tan grande que estuvo a punto de desvanecerse después de la función, en el foyer. En cuanto al entusiasmo del público, no hay palabras para expresarlo. "El silfo ha mantenido su palabra", imprimía la Gaceta Musical algunos días más tarde, "¡y qué triunfo!, ¡y qué entusiasmo! sería más fácil transcribiros la acogida que recibió, los transportes que ha excitado, que describir, analizar y divulgar los misterios de una ejecución que no tiene rival en el mundo terrestre. Si tuviéramos en nuestro poder la pluma que trazó las delicadas maravillas de la reina Mab, más pequeña que el ágata que brilla en el dedo de un aldermán..., tal vez llegaríamos a daros una idea de aquel talento puramente ideal, en el cual la materia entra tan poco o nada. Para ayudar a comprender a Chopin, es necesario conocer a Chopin. Todos aquellos que asistieron a la velada del miércoles, están de ello tan convencidos como nosotros". Chopin llegó a Londres el 20 de abril de 1848 y se instaló en una habitación confortable, en Dover Street, con sus tres pianos: un Pleyel, un Erard y un Broadwood. No llegaba solo. Inglaterra estaba invadida por una nube de artistas que huían del Continente, pues en todas partes estallaban revoluciones. Pero la señorita Stirling y su hermana, la señora Erskine, habían pensado en todo, y ya en la sociedad y en los diarios se hablaba de la estada de Chopin en Londres. El cambio de aire y de vida parecieron al principio favorables a su salud. Respira más libremente y puede hacer algunas visitas. Va al teatro y oye cantar a Jenny Lind y tocar a la Filarmónica. Pero o su orquesta es como su roastbeef o como su sopa de tortugas: vigorosa, seria, pero nada más. Su mayor inconveniente es no poder ensayar, y Chopin, antes de dar un concierto, exige siempre minuciosos detalles. No puede decidirse por lo tanto a aparecer ante el público. Además, tiene el ánimo deprimido a causa de las tristes noticias que llegan de Polonia. Le comunican también el completo desacuerdo que reina en el matrimonio Clesinger y la posible separación; su pensamiento vuela hacia Jorge. ¡Con tal que esta desgraciada madre no tenga que llorar nuevas lágrimas!

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Pronto la fatiga lo agobia nuevamente. Debe salir todas las noches, dar lecciones desde la mañana, para pagar su alojamiento muy caro, su sirviente, su tren de gastos. Los vómitos de sangre empiezan otra vez. Algunos señores, sin embargo, lo reciben con muchas atenciones: el duque de Westminster, las duquesas de Sommerset y de Sutherland, lord Falmouth, Lady Gainsborough. La señorita Stirling y su hermana, que lo adoraban, hubieran querido presentarlo a todas sus amistades. Por fin, toca en dos o tres salones mediante una entrada de veinte guineas. I,a señora Rothschild le aconseja reducir un poco el precio, "pues en esta estación (junio) es necesario fijar precios más moderados". Una primera velada tiene lugar en lo de la duquesa de Sutherland, a la que asisten la reina, el príncipe Alberto, el príncipe de Prusia, y más de ochenta personas de la aristocracia, entre las cuales se encuentra el anciano duque de Wellington. Stafford House, la antigua casa de los Sutherland, lo llena de admiración. Hace una descripción de sus maravillas: "Todos los palacios reales y todos los castillos son espléndidos, pero no adornados con tanto gusto y elegancia como Stafford House. Las escaleras son célebres por su esplendor. Era digno de admiración ver a la reina sobre aquellas escaleras, nimbada de una luz enceguecedora, rodeada de diamantes, de cintas, de jarreteras, bajar con la más perfecta elegancia, conversar en todos los descansos. En verdad, es lamentable que un Pablo Veronés no haya podido ver semejante espectáculo para haber dejado una obra maestra más en la historia". ¡Pobre Chopin! No pensaba que al mirar aquel cuadro, sólo hubiéramos buscado su pobre rostro cansado. ¡Qué significan para nosotros todas esas luces efímeras, todas esas grandezas condecoradas, al lado de su persona tan pequeña, pero tan próxima a nuestro corazón! La magnificencia de esta fiesta la encontramos únicamente en él, oscuro actor de una comedia donde no había nada excepcional, sino su mirada afiebrada. "Sufro de una estúpida nostalgia -escribe- y a pesar de mi perfecta resignación, me preocupo, Dios sabe porqué, de lo que será de mi en el porvenir". Toca en lo del marqués de Dowglas, en lo de Lady

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Gainsborough, en lo de Lord Falmouth, en medio de una afluencia de personajes nobles. "Sabéis que viven de estas grandezas. ¿Para qué cita- ros entonces tantos títulos vanos? "Sin embargo, cita muchos. Entre las celebridades a quienes le presentan, figuran Carlyle, lord Bolwer, Dic- kens, Hogarth, amigo de Walter Scott, quien escribe sobre él un hermoso artículo en el Daily News. Entre las "curiosidades", lady Byron. "Hablamos juntos sin entendernos; ella en inglés, yo en francés. Comprendo perfectamente que haya aburrido a Byron". El señor Broadwood, dueño de una casa de pianos, figura entre los más bonda- dosos de sus amigos burgueses. A veces lo visita por la mañana. Un día Chopin le cuenta que ha dormido mal. Al volver esa tarde a su casa, encuentra en su cama un colchón nuevo con resortes y cojines, que este protector había hecho instalar en su ausencia. Estos diversos recitales dan a Chopin alrededor de cinco mil francos. Muy poco en suma. Pero, ¿qué le importa el dinero? ¿Qué haría con él? Nunca ha estado más triste. Hace tiempo que no experimenta un goce verdadero, confía a Grzymala. "En el fondo ya no siento nada; vegeto simplemente, y espero pacientemente mi fin". El 9 de agosto deja Londres por Escocia. Acude a casa de sus amigos Stirling y su cuñado lord Torphichen. En el tren, el buen señor Broadwood le ha reservado dos asientos para que tenga más comodidad, y le presenta como compañero de viaje a un señor Wood, comerciante en música. Llega a Edimburgo donde tiene reservado un departamento en el mejor hotel y allí descansa día y medio. Visita la ciudad. Va a lo de un comerciante de música donde oye tocar una de sus Mazurcas por un pianista ciego. Sale nuevamente en dirección a Calder House, a doce millas de Edimburgo, en un coche enganchado a la inglesa. Ahí lo recibe lord Torphichen, en una vieja mansión rodeada de un parque inmenso. Sólo se ve pasto, árboles, montaña y cielo. "Las paredes del castillo tienen ocho pies de espesor. Hay galerías por todas partes y corredores sombríos adornados con un número incalculable de retratos de antepasados, de todos colores y en todos los trajes, los unos de escoceses, los otros con armaduras. No falta nada para satisfacer la

154 Espacio Disponible www.elaleph.com Chopin o el poeta donde los libros son gratis imaginación. Hasta hay una Caperucita Roja que hace apariciones, pero aún no la he visto". Sus huéspedes se muestran encantadores, discretos y generosos". "¡Que excelentes personas son los escoceses! -exclama Chopin- No bien deseo una cosa la tengo inmediatamente; me traen todos los días los diarios de París. Estoy bien. Tengo calma y tranquilidad, pero dentro de ocho días deberé partir..." La familia Stirling de Keir era muy antigua. Se remontaba al siglo XVI y se había enriquecido en las Indias. Juana y su hermana mayor, la señora Erskine, habían conocido a Chopin en París. Dos buenísimas mujeres, de más edad que Federico. La menor se conservaba muy linda aún. Ary Scheffer la pintó en varias ocasiones, pues era a sus ojos el tipo de la belleza ideal. Decían que quería casarse con Chopin. A los que hablaban con él sobre este asunto, les contestaba: "Sería lo mismo que casarla con la muerte". En la mansión de Calder House la vida es muy agradable: mañanas tranquilas, paseos en coche después del almuerzo y por la noche música. Chopin armoniza, para el viejo Lord, aires escoceses que éste canturrea, espectáculo que no deja de ser jocoso. Pero el pobre cisne se aburre. Piensa siempre en Jorge, de la que acaba de recibir noticias por Solange. Son malas. Como le atribuyen las proclamas que han encen- dido la guerra civil en provincias, es muy mal recibida en Nohant. Refugiada en Tours, "se oculta en todos los rincones -escribe Federico a su hermana- y arrastra a otros con ella". Un vil libelo en su contra, redactado por el padre de aquella Agustina que Chopin aborrece, circula por todas partes. Este hombre denuncia que Sand ha desmoralizado a su hija, que la ha convertido en amante de su hijo Mauricio, para casarla después con el primer venido... El padre cita las propias cartas de la señora Sand. En una palabra, una sucia aventura que todo París comenta. Es una indignidad de parte del padre, "pero es la verdad". "Ved en qué se ha convertido el acto de caridad que creyó hacer, y contra el cual combatí con todas mis fuerzas cuando Agustina entró en la casa. Era mejor dejarla con sus padres y no entusiasmarla con Mauricio, quien sólo se casará por la plata... El muchacho quiso

155 Espacio Disponible www.elaleph.com Guy de Pourtales donde los libros son gratis tener una linda prima en la casa. La vestía como a Sol, y más cuidada aún, porque Mauricio lo exigía... Solange se daba cuenta de todo; los molestaba. De ahí las mentiras, la vergüenza, las molestias y todo lo demás". Siente subir a la superficie todos los odios y todos los resentimientos. Y también una inmensa pesadumbre. "Los ingleses son enteramente distintos de los franceses, a los que me he apegado tanto - escribe en esta misma carta a su familia-. Todo lo valoran en libras es- terlinas, y no gozan con el arte sino porque es un "lujo". Son personas buenísimas, pero tan originales que comprendo que aquí puede uno an- quilosarse o convertirse en máquina". Le fue necesario dejar Calder House para dar algunos conciertos: en Manchester a fines de agosto; en Glasgow a fines de setiembre; en Edimburgo a principios de octubre. En todas partes recoge el mismo triunfo, la misma sorpresa admirativa, una especie de entusiasmo temperado. La mayoría de los críticos anotan, sin embargo, que su eje- cución es ya sólo un murmullo. "Chopin representa alrededor de treinta años -dice el Manchester Guardian (tenía 28). Es de complexión del- gada y tiene aire de extrema debilidad en su aspecto y en su andar. Esta impresión se disipa cuando se sienta al piano, en el que parece absor- berse por completo. La música de Chopin y el estilo de su ejecución tienen los mismos caracteres dominantes: más refinamiento que vigor, bosquejo sutil de la composición más que dibujo completo; su manera de tocar elegante y rápida, sin infundir firmeza ni jovialidad al teclado. Su música y su ejecución son la perfección de la música de cámara... Pero le será necesario más vigor, más franqueza en el dibujo, más fuerza en la ejecución para poder ser oído en una gran sala". Son los mismos discretos reproches que le hacían en Viena, en 1829. Pero sólo sus amigos saben lo enfermo que está. Ahora hay que ayudarlo a subir las escaleras. Sin embargo, sigue cuidadoso, refinado en el vestir como una mujer, preocupado de su ropa blanca, de sus zapatos, que quiere impecables. Su sirviente lo riza todas las mañanas con tenacillas. El lado imperioso de su naturaleza se acentúa. Todo le

156 Espacio Disponible www.elaleph.com Chopin o el poeta donde los libros son gratis molesta: las atenciones, el cariño mismo pesa demasiado sobre sus débiles espaldas, lo mismo que su pelliza o su chal de cachemira. Son ya 1as molestias de un enfermo perdido. "La gente me abruma con su inútil solicitud; me siento solo, solo, solo, aunque rodeado de amigos... Mi debilidad es cada día mayor. Ya no puedo componer nada, no por falta de deseos, sino porque las fuerzas físicas me fallan... Mis escocesas no me dejan tranquilo, me ahogan con atenciones, y por atención no les reprocho nada". He aquí sus quejas a Grzymala. Lo llevan de Stirling a Keir, de un castillo a otro, de un lord a un duque. En todas partes encuentra una hospitalidad suntuosa, excelentes pianos, bellos cuadros, bibliotecas escogidas, caza, caballos, perros. Pero sea donde esté se muere de tos y de aburrimiento. ¿Qué hacer después de la comida mien- tras los señores se instalan en el comedor con su whisky, y donde, como no sabe su idioma, debe contentarse "con oírles hablar y verlos beber? Nuevos accesos del mal de su terruño, del mal de Nohant. Mientras ellos comentan sus árboles genealógicos y, como en el Evangelio, citan nombres y nombres que los hacen remontarse hasta nuestro Señor Jesucristo", Chopin borronea cartas a sus amigos. "Si Solange se radica en Rusia -escribe a la señorita de Rozieres-, con quién hablará de Francia? ¿Con quién podrá charlar en el patuá del Berry? ¿Os parece que no tiene importancia?... ¡No lo creáis! Es un gran consuelo tener en un país extraño alguien al lado nuestro, que, desde que lo vemos, nos retrotrae el pensamiento a nuestra patria". Vuelve al fin a Londres, a principios de octubre, para ponerse en seguida en cama. Ahogos, dolores de cabeza, resfriados, bronquitis, todos los síntomas habituales. Sus escocesas lo siguen, lo cuidan, como también la princesa Czartoryska, que se constituye en su enfermera. Desde entonces su único pensamiento es volver a Francia. Como en otras ocasiones escribe a Grzymala para que le busque alojamiento al- rededor de los bulevares, entre las calles de la Paix y de la Madeleine. Necesita también una pieza para su sirviente. "No sé para qué te doy todas estas molestias, pues ya nada me produce felicidad. Pero es necesario que piense en mí". Y de repente, sin razón aparente, el dolor

157 Espacio Disponible www.elaleph.com Guy de Pourtales donde los libros son gratis de siempre estalla, en medio de sus cuidados domésticos: "Nunca he maldecido a nadie, pero en este momento todo me es tan insoportable, que me parece que me aliviaría el poder maldecir a Lucrecia..." Siguen tres líneas que borra en seguida, en forma que las torna ilegibles. Des- pués, vuelto en sí mismo, o habiendo rechazado una vez más aquella pena jamás expresada, agrega: "Allá sufren también y sufren tanto más cuanto que envejecen en la cólera. Solange será para mi motivo de una eterna piedad". El misterio de esta alma subsiste. Jamás se podrán distinguir los límites donde el amor se convierte en desprecio y en odio. El único hecho cierto es que desde la ruptura con Jorge, su vida física e intelectual ha terminado. Estaba condenado desde mucho antes, dirán. Sí, pero no más que después de su vuelta a Mallorca. Y su padre murió de la misma enfermedad a los setenta y cinco años. Chopin abandonó la lucha, pues no tenía ninguna razón para querer vencer, y así lo dijo: "¿Para qué volver? ¿Por qué Dios no me habrá muerto de un golpe, en vez de dejarme morir lentamente en la fiebre de la irresolución? Y, ade- más de todo esto, mis escocesas no cesan de atormentarme. La señora Erskine, que es muy buena protestante, quizá quiere hacer de mí un protestante, pues siempre me trae la Biblia, me habla del alma y me marca los salmos que debería leer. Es buena y religiosa, pero se preocupa demasiado por mi alma. Me molesta siempre diciéndome que el otro mundo es mejor que éste, y ya me sé esta frase de memoria. Yo le contesto con citas de las Santas Escrituras". Este moribundo se arrastra todavía de Londres a Edimburgo, a un castillo del duque de Hamilton, vuelve de nuevo a Londres, da un concierto a beneficio de los polacos, escribe su testamento. Gutmann, su amigo y alumno, le hace saber que en París circula la noticia de su matrimonio. ¡Sin duda han sido estas desgraciadas escocesas! "La amistad es sólo amistad -contesta Chopin-. Y si pudiera enamorarme de un ser que me amara como quisiera ser amado, no me casaría jamás, pues no tengo con qué comer y no tendría dónde alojarme. Una rica busca un rico, y si se enamora de un pobre, al menos éste no debe ser

158 Espacio Disponible www.elaleph.com Chopin o el poeta donde los libros son gratis enfermo... No, no pienso en tomar esposa. Pienso más bien en la casa paterna, en mi madre, en mis hermanas... Y mi arte, ¿qué se ha hecho? Y mi corazón, ¿dónde está? Apenas recuerdo cómo cantan en nuestro país. El mundo se desvanece a mi alrededor en forma extraña. -me pierdo-ya no tengo fuerzas. No te estoy dando quejas, pero tú me has preguntado y yo te respondo: estoy más cerca del ataúd que del lecho nupcial. Mi alma está en paz. Estoy resignado". Emprende el viaje a principios de 1849 para volver a la plaza de Orleáns, y envía a Grzymala sus últimas recomendaciones. Que compre piñas para el fuego. Que las cortinas y las alfombras estén en su sitio. No olvidarse del piano Pleyel. Un ramo de violetas en el salón para que el ambiente esté perfumado. "Quiero encontrar algo de poesía en mi alrededor cuando pase del salón a mi habitación, donde sin duda me acostaré por mucho tiempo". ¡Con qué placer vuelve a ver su departamento! Por desgracia, el doctor Molin, el único que poseía el secreto de ponerlo en pie, ha muerto hace poco. Consulta al doctor Roth, al doctor Louis, al doctor Simón, un homeópata. Todos le prescriben los viejos e ineficaces remedios: agua de goma, reposo, precauciones. Chopin hace una mueca desdeñosa. Ve por todas partes la muerte. Kalkbrenner murió: el doctor Molin también; el hijo del pintor Delaroche, una sirvienta de Fran- chomme. La cantante Catalani (que le había regalado su primer reloj cuando tenía diez años), acaba de morir también. -Pero Noailles está mejor- dice una de las escocesas. -Sí, pero el rey de España murió en Lisboa- contesta Chopin. Todos sus amigos lo visitan: el príncipe Czartoryski y su mujer, Delfina Potocka, la señora de Rothschild, Le-gouvé, Jenny Lind, Delacroix, Franchomme, Gutmann. No tiene un centavo en casa. Distraído y negligente, jamás se ha preocupado del estado de sus finanzas. Por el momento está en cero, pues no puede dar ni una sola lección. Franchomme le sirve de contador, pero tiene que ingeniarse, inventa fábulas para explicar el origen de los fondos prestados por cualquiera de sus amigos. Si Chopin

159 Espacio Disponible www.elaleph.com Guy de Pourtales donde los libros son gratis lo supiera. rehusaría ciertamente. Pensar en esa caridad le hubiera sido insoportable. A propósito de este asunto se produce una curiosa aventura. Las señoras Stirling, para quitarle esta preocupación, entregaron a la portera un sobre cerrado y anónimo con veinticinco mil francos. I.a señora Etienne recibió el sobre, lo puso tras el reloj, y lo ol- vidó. Cuando la señora Erskine se dio cuenta de que Chopin no había recibido el dinero, le contó todo. Este puso el grito en el cielo. "Le he dicho muchas verdades -cuenta después a Krzymala-, como ésta, por ejemplo: que tendría que ser la reina de Inglaterra para obligarme a aceptar regalos tan principescos". Mientras tanto, como no se encontraba el dinero, el sirviente que se lo había entregado a la portera interrogó a un sonámbulo. Este pidió un mechón de cabello de la señora de Etienne, para poder consultar con utilidad sus oráculos. Chopin lo obtuvo por medio de un subterfugio. El sonámbulo declaró que el sobre se encontraba todavía debajo del reloj. En efecto, lo encontraron intacto. "¿Y qué me dices de este asunto? ¿Qué piensas del sonámbulo? El asombro me hace perder la cabeza". Como en todos los grandes nerviosos, la salud de Chopin es muy caprichosa. Cuando vuelve la primavera puede salir un poco, pasearse en coche, pero sin bajarse. Su editor, Schlesinger, negocia con él al borde de la calzada. A menudo, lo acompaña Delacroix, que consigna en su Diario notas preciosas para nosotros. "29 de enero. -Por la tarde fui a ver a Chopin; estuve con él hasta las diez. ¡Amigo querido! Hablamos de la señora Sand, de su extraño destino, de su conjunto de cualidades y de vicios. Fue a propósito de sus Memorias. Me decía que a él le sería imposible escribirlas. Ella olvidó todo eso; tiene relámpagos de sensibilidad, pero olvida pronto... Le contesté que presentía para ella una vejez desgraciada. No lo cree... Su conciencia no le reprocha nada de aquello que le reprochan sus amigos; tiene buena salud. Una sola cosa la afectaría profundamente: la pérdida de Mauricio, o que acabara mal. "En cuanto a Chopin, el sufrimiento le impide interesarse por nada, y con mayor razón por el trabajo. Le he dicho que la edad y las

160 Espacio Disponible www.elaleph.com Chopin o el poeta donde los libros son gratis agitaciones no tardarían en enfriarme también. Me contestó que me encontraba con fuerzas para resistir. "En vuestro talento -me contestó-, gozáis de una especie de seguridad, lo que es un raro privilegio que compensa la búsqueda incansable de la reputación". "30 de marzo. -Vi ayer tarde, en casa de Chopin, a la encantadora señora Potocka. Sólo la había oído dos veces; nunca he encontrado algo tan completo... Vi también a la señora Kalerji. Tocó, pero en forma antipática; en cambio se ve muy hermosa cuando, al tocar, levanta los ojos al cielo, como las Magdalenas de Guido o de Rubens. "14 de abril -ayer tarde fui a lo de Chopin. Lo encontré agotado, casi sin poder respirar. Mi presencia, después de cierto tiempo, le dio valor. Me decía que el aburrimiento era su tormento más atroz. le pregunté si no había sentido antes el vacío insoportable que siento yo a veces. Me dijo que siempre sabía emplear su tiempo; cualquiera ocupa- ción, por pequeña que sea, llena el día y aleja las ideas tristes. No así las penas. "22 de abril. -Después de la comida fui a casa de Chopin. ¡Hombre exquisito por el corazón y por el espíritu! Me habló de las personas que hemos conocido juntos... Fue casi arrastrándose a la primera representación del Profeta. Tiene horror por aquella Rapsodia". En el mes de mayo quemó todos sus manuscritos. Trató de componer un método para piano, no pudo, y lo quemó con todo lo demás. Evidentemente la idea de lo imperfecto, de lo inacabado, resulta insoportable a su espíritu. Los médicos le recomendaron aire más puro, un barrio más tranquilo. Sus amigos arrendaron un departamento en la calle Chaillot, en un segundo piso de una casa nueva, y lo transportaron. Tenía una linda vista sobre París. Ahí pasaba los días inmóvil, tras su ventana, ha- blando muy poco. Hacia fines de junio quiso volver a ver los suyos costara lo que costara. Les envió una carta, llamándolos, pero le llevó dos días escribirla.

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XVIII

LOS CIPRESES TAMBIEN TIENEN SUS CAPRICHOS

"Señora Luisa Iedrzeiewicz. "París, lunes 25 de junio de 1849. Queridos míos: "Si podéis, venid. Estoy enfermo y ningún médico me ayudará como vosotros. Si no tenéis dinero, pedid prestado. Cuando yo esté mejor, lo ganaré fácilmente y lo devolveré a aquél que os lo haya prestado. Ahora estoy muy pobre, por eso no os envío nada. Mi departamento de Chaillot es bastante grande para recibiros, aun con los niños. La pequeña Luisa aprovecharía bajo muchos aspectos. E1 "papá Calasante" (su cuñado) se movería todo el día; tenemos cerca de aquí la exposición de productos agrícolas; en una palabra, tendría mucho más tiempo libre que otras veces, pues como yo estoy muy débil me quedaría en casa con Luisa. Mis amigos y aquellos que me quieren bien, encuentran que el mejor remedio sería para mí la llegada de Luisa. Esto mismo debe decirle en su carta la señora Obreskow. Procuraos, pues, vuestro pasaporte. Algunas personas a quienes Luisa no conoce, me decían hoy día que este viaje sería provechoso no sólo para mí, sino también para mi hermana. "Luisa madre y Luisa hija, traed vuestro dedal y vuestras agujas, que yo os daré pañuelos para marcar y lana para que me tejáis medias. Pasaréis algunos meses con vuestro viejo hermano y tío. El viaje es ahora más fácil, no traigáis demasiadas maletas. Nos contentaremos con poco. Encontraréis aquí alojamiento y comida. Si Calasante encuentra que los Campos Elíseos están muy lejos de la ciudad, puede alojarse en

162 Espacio Disponible www.elaleph.com Chopin o el poeta donde los libros son gratis mi departamento de la plaza de Orleáns. Los ómnibus salen de la plaza misma y llegan hasta mi puerta. No me explico por qué ansío tanto a Luisa; es como un antojo de mujer embarazada. Os juro que a ella le convendría también. Espero que el consejo de familia me la enviará; ¡quién sabe si yo no vuelvo con ella cuando sane! Entonces nos ale- graríamos y nos abrazaríamos todos, como ya os he dicho, sin peluca y con nuestros propios dientes. La mujer debe siempre obedecer a su marido: es, por lo tanto, al marido, a quien pido que me traiga a su mujer; se lo suplico con todo mi corazón. Y si piensa bien la cosa, verá que es éste el mayor servicio que nos puede hacer a ella y a mí, y aun a los niños, si traen a uno de ellos (a la niña, estoy seguro). Se gastará di- nero, es cierto, pero no podría emplearse mejor ni viajar con propósitos más nobles. Una vez aquí, tendréis mi casa a vuestra disposición. Escribidme cuatro letras. La señora Obreskow, que ha tenido la amabilidad de escribir a Luisa, la persuadirá tal vez mejor que yo. La señorita de Rozières también escribirá algunas palabras, y Cochet, si estuviera aquí, hablaría por mí, pues sin duda no me encontraría mejor. Su Esculapio no ha aparecido desde hace diez días, pues al fin se ha dado cuenta de que mi enfermedad sobrepasa su ciencia. A pesar de todo ponderadlo mucho a vuestro locatario y a todos aquellos que lo conocen y decid que me ha hecho un bien enorme. Soy así: el sentirme un poco mejor me basta. Contad también que todo el mundo piensa que ha curado a muchas personas del cólera. En efecto, ha disminuido mucho, casi ha desaparecido. Hace un tiempo maravilloso. Estoy sentado en el salón desde donde admiro el panorama de todo París: las torres, las Tullerías, el Congreso, Saint-Germain-l'Auxerrois, San Es- teban del Monte, el Panteón, San Sulpicio, el Val de Grâce, las cinco ventanas de Los Inválidos, y entre estos edificios y yo, únicamente jardines. Veréis todo esto cuando vengáis. Mientras tanto preocupaos del pasaporte y del dinero; pero pronto. Escribidme inmediatamente. Sabéis que los cipreses tienen sus caprichos: mi capricho de ahora es veros en mi casa. Dios quiera que todo vaya bien. Y si Dios no lo quiere haced como si lo quisiera. Tengo confianza, pues no es mucho lo

163 Espacio Disponible www.elaleph.com Guy de Pourtales donde los libros son gratis que pido; y me habría abstenido de "esto" también, si no me hubiesen empujado aquellos que sólo desean mi bien. Muévete, señor Calasante. Te daré en revancha "grandes" y excelentes cigarros. Conozco a alguien que los fuma notables, pero entiende que en el jardín. Espero que la carta que escribí para el día de mamá haya llegado, y que os hayáis acordado de mí en la fiesta. No quiero pensar en todo esto, pues me da fiebre. Y gracias a Dios ya no tengo fiebre, lo que desconcierta a todos los médicos. "Vuestro hermano que os quiere, aunque muy débil. "Chopin. "

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XIX

LA MUERTE DE CHOPIN

Mamá Luisa y Luisa hija llegaron en seguida. Las acompañó Calasante. Chopin hubiera querido tener cerca de si a Titus, el amigo de la juventud que acababa de llegar a Ostende. Pero como era súbdito ruso, las dificultades de los pasaportes le impidieron entrar en Francia. "Los médicos no me permiten viajar -le escribe el enfermo, quien esperaba poder ir a su encuentro-. Bebo agua de los Pirineos en mi cuarto. Pero tu presencia me pondría mejor que todas las medicinas. Tu amigo hasta la muerte. Tu Federico". Transcurren seis semanas sin que se notara ninguna mejoría. Chopin ya no habla casi y se hace entender por medio de signos. Hubo una consulta entre los doctores Cruviellé, Louis y Blache. Llegaron a la conclusión de que todo viaje al Mediodía sería enteramente inútil, pero que era preferible transportar al moribundo a un alojamiento con calefacción, más cómodo y más ventilado. Después de intensas búsquedas encontraron lo que deseaban en el Nº 12 de la Plaza Vendome. Llevaron a Chopin. Por última vez éste tomó la pluma para escribir a Franchomme. "Te veré en el próximo invierno, pues ya estoy por fin instalado en forma confortable. Mi hermana, si no la necesitan con urgencia, permanecerá conmigo. Todo lo que te puedo decir por el momento es que te quiero. Estoy agotado por la fatiga y la debilidad". Carlos Gavard, el hermano de una de sus alumnas, venía a verlo a menudo y le leía. Chopin le indicaba sus preferencias. Se hacía leer y releer el "Diccionario filosófico" de Voltaire, pues lo apreciaba sobre todo, por la forma, la concisión y la seguridad del gusto. El capítulo ti-

165 Espacio Disponible www.elaleph.com Guy de Pourtales donde los libros son gratis tulado "Diferencias de gustos entre los pueblos", fue el que Gavard le leyó en una de sus últimas lecturas. Su estado empeoró rápidamente; sin embargo, se quejaba poco. La idea de que se moría no parecía afectarlo mucho. En los primeros días de octubre ya no tuvo fuerzas para estar sentado. Los ahogos aumentaron. Su amigo Gutmann, que era corpulento y robusto, sabía tomarlo con cuidado y arreglarlo en las almohadas. La princesa Marcelina Czartoryska volvió a tomar su papel de enfermera, y pasaba la mayor parte de los días en la plaza Vendôme. Franchomme regresó del campo. Todos los parientes y amigos se juntaban alrededor del moribundo, tratando de hacerse útiles. Permanecían en la pieza vecina de la de Chopin, donde éste vivía sus últimos días. Uno de sus amigos de infancia, el abate Alejandro Jelowicki, con quien las relaciones se habían enfriado bastante, cuando supo la gravedad del mal quiso volverlo a ver. Tres veces rehusaron recibirlo. Pero el abate logró hacer llegar hasta Chopin su deseo de verlo, y fue inmediatamente recibido. Desde entonces, volvió todos los días, y Chopin tuvo el placer de volver a encontrar a este camarada de antaño. -No quisiera morirme sin haber recibido los sacramentos -le dijo-, pues le daría mucha pena a mi madre. Pero no los comprendo como tú los entiendes. Sólo concibo en la confesión el desahogo de un corazón oprimido en el corazón de un amigo. El abate ha contado que el 13 de octubre, en la mañana, encontró a Chopin un poco mejor. -Amigo mío -le dijo-, hoy es el santo de mi pobre hermano muerto. Me tienes que hacer un regalo este día. -¿Qué puedo darte? -Tu alma. -¡Ah! ya comprendo -exclamó Federico-. Hela aquí, tómala. Jelowiçki cayó de rodillas y presentó a Chopin el crucifijo. Este se puso a llorar. Se confesó, comulgó y recibió la extremaunción. En seguida dijo, al abrazar a su amigo con ambos brazos, a la moda polaca: "Gracias, querido. Gracias a ti no reventaré como un cerdo". El día fue

166 Espacio Disponible www.elaleph.com Chopin o el poeta donde los libros son gratis más tranquilo. Pero las crisis de ahogos comenzaron a poco. Cuando Gutmann lo tenía entre sus brazos, en uno de estos accesos agotadores, Chopin le dijo, después de un largo silencio: -Ahora entro en agonía. El médico le tomó el pulso y buscó una palabra tranquilizadora. Chopin dijo, con autoridad: -Dios nos otorga un gran favor cuando nos revela el instante en que comienza nuestra agonía. Acaba de concederme esta gracia. No me turbéis. Este mismo día, en la tarde, Franchomme le oyó murmurar: "Ella me dijo, sin embargo, que yo no moriría sino en sus brazos". El domingo 15 de octubre, su amiga Delfina Potocka llegó de Niza, llamada urgentemente por un telegrama. Cuando supo que estaba en el salón, dijo: -Sin duda era por esto que Dios tardaba en llamarme a si. Ha querido concederme el placer de volverla a ver. Apenas la condesa se aproximó al lecho, Chopin expresó el deseo de oír aquella voz que tanto había amado. Arrastraron el piano hasta el umbral de la pieza. Delfina cantó, ahogando los sollozos. A causa de la emoción general, nadie recordó después con certeza cuáles fueron los trozos que escogió. Sin embargo, a pedido de Chopin, cantó dos veces. De súbito, se oyó el estertor del moribundo. Empujaron el piano, y cayeron todos de rodillas. Pero no murió esa noche. El 16 su voz se apagó, y perdió el conocimiento durante varias horas. Volvió en sí e hizo signos de que quería escribir, y estampó en una hoja de papel, su última voluntad: "Como esta tierra me ahogará, os conjuro que hagáis abrir mi cuerpo, para no ser enterrado vivo". Más tarde recobró, aunque débilmente, la palabra. Dijo: -Encontraréis muchas composiciones más o menos bosquejadas. Os pido en nombre del afecto que me tenéis, que todas sean quemadas, menos el comienzo de un método que lego a Alkan y a Reber, por si pueden sacar alguna utilidad. Lo demás, sin excepción ninguna, debe

167 Espacio Disponible www.elaleph.com Guy de Pourtales donde los libros son gratis ser consumido por el fuego. Tengo un gran respeto por el público, y mis obras sólo han sido pulidas en la medida de lo que he podido. No quiero que, bajo la responsabilidad de mi nombre, se propaguen obras indignas del público. Se despidió de cada uno. A la princesa Marcelina y a la señorita Gavard, les dijo: "Haréis música juntas. pensaréis en mí, y yo os escucharé". Dirigiéndose en seguida a Franchomme: "Tocaréis a Mozart en memoria mía". Durante toda la noche, el abate Jelowiçki rezó las oraciones de los agonizantes, repetidas por todos los presentes; únicamente Chopin permanecía callado. La vida se revelaba tan sólo por algunos espasmos nerviosos. Gutmann tenía una de sus manos entre las suyas, y le daba de beber de vez en cuando. "Amigo querido", murmuró una vez Chopin. Su rostro se tornó negro y rígido. El doctor se inclinó sobre él y le preguntó si sufría. "No más", contestó Chopin. Fueron sus últimas palabras. Pocos instantes después comprobaron que había muerto. Fue el 17 de octubre de 1849, a las dos de la mañana. Todos salieron, para llorar. Desde el amanecer, empezaron a llegar las flores preferidas de Chopin. Clesinger hizo el molde del rostro del muerto. Kwiatkowski, después de algunos dibujos, dijo a Juana Stirling, pues comprendía cuánto lo había querido ésta: "Era puro como una lágrima".

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XX

EPITAFIO PARA UN POETA

La muerte de un artista es el momento de su transfiguración, Hay muchos a quienes creíamos célebres, y cuya obra se pierde, sin embargo, en el polvo de la historia. Para otros, al contrario, el estado glorioso empieza después de la muerte. Porque, como decía Delacroix, "en arte, todo es cuestión de alma". Todavía no se han podido poner de acuerdo sobre el sentido y el valor de esta palabra. Pero si fuera necesario dar una idea sensible, nada lo podría hacer mejor que la música. "Un grito lanzado", la denominaba Wagner. Esto significaba, sin duda: la expresión más espontánea de uno mismo. El artista es aquél que siente la necesidad de dar forma a sus "gritos". No todos lo hacen en la misma forma. A la vida suntuosamente derrochada de Liszt se opone la de Chopin, tan reservada, tan llena de perfumes, que nadie supo tomarla. Todo lo que no nos confesó, su amor, que nadie tomó, sus pudores, sus timideces, su continua fiebre de perfección, su elegancia, sus nostalgias de desterrado, y hasta sus momentos de comunicación con lo desconocido, todo esto nos ha que- dado vigorosamente retratado en su obra. Este es, hasta hoy, el secreto de su fuerza. La música recibió aquello que las mujeres y los hombres desdeñaron. Fue por amor a ello que Chopin nunca se entregó. ¡Cómo se comprende la tristeza de Schumann cuando supo la muerte del Cisne! Esta frase brotó espontánea de su pluma: "El alma de la música ha pasado por el mundo". Era tal vez éste el sentimiento que animaba a la muchedumbre que se agolpaba en el templo de La Magdalena, el 30 de octubre de 1849. Se habían necesitado trece días para preparar estos funerales. Los deseaban tanto más solemnes cuanto que la vida de Chopin había sido

169 Espacio Disponible www.elaleph.com Guy de Pourtales donde los libros son gratis modesta. Y, sin embargo, no era siquiera Caballero de la Legión de Honor. ¡No importa! La naturaleza tenía aire de fiesta, comentan los diarios. Muchos lindos trajes (hubiera estado halagado). Todas las personalidades del mundo musical y literario, Meyerbeer a la cabeza. Berlioz, Gautier, Janin. Sólo faltaba Jorge Sand. El señor Daguerry, cura de La Magdalena, tardó dos semanas en corregir el permiso para que algunas señoras pudieran cantar en la iglesia. A las honras fúnebres de Chopin se debe esta tolerancia. Sin esto hubiera sido imposible tocar el Requiem de Mozart. Lo ejecutó la orquesta del Conservatorio, diri- gida por Giraud. Los solistas estaban disimulados por un cortinaje negro, detrás del altar: Paulina Viardot y la señora Castellan, Lablache y Alexis Dupont. E1 órgano lo tocaba Lefébure-Wély. En el Ofertorio ejecutaron dos Preludios, el en Si menor Nº 4 y Nº 6 en Si Menor, compuesto en Mallorca, en aquel crepúsculo en el cual Chopin había visto la muerte, mientras la lluvia caía a raudales sobre la Cartuja de Valdemosa. En seguida bajaron el ataúd en medio de la multitud, mientras resonaban por primera vez los acordes de la famosa Marcha Fúnebre, orquestada por Reber. Los cordones eran llevados por el príncipe Czartorski, Franchomme, Delacroix y Gutmann, Meyerbeer iba detrás del coche mortuorio. Se pusieron en camino por los bulevares hacia el cementerio del Pere-Lachaise. Ahí enterraron el cuerpo de Chopin, después de haberle sacado el corazón. Este fue enviado a Varsovia, a La iglesia de La Santa Cruz. ¡Bello símbolo para este fiel corazón! No se pronunció ningún discurso. En los minutos de silencio que siguieron al descendimiento del ataúd, se vio a una mano amiga echar sobre la sepultura aquella tierra polaca que le fue dada a Chopin el día que abandonó su patria. Habían transcurrido exactamente diecinueve años. Durante todo este tiempo, el polvo natal había permanecido en la copa de plata, esperando este supremo empleo. Ahora, no quedaba nada de Polonia. Solamente este puñado de tierra y la obra de Chopin: algunos cuadernos, algunas páginas, que representaron durante tres cuartos de siglo el misticismo de una nación.

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El 17 de octubre de 1850, la señorita Stirling fue temprano a lo del florista Michon, que proveía a Chopin, y compró todas las violetas que pudo encontrar. Se dirigió en seguida al Pere-Lachaise, y las depositó sobre la tumba, junto con una corona, en nombre de la familia del muerto. A mediodía se dijo una misa en la capilla del cementerio. Los asistentes volvieron después a la tumba, donde el monumento de Clesinger fue descubierto. Era una alegoría mediocre, hecha por un hombre que odiaba a Chopin. ¿Cómo hubiera podido ser bella? Unicamente el medallón tiene un poco de vida. En el zócalo están gra- badas las siguientes palabras: "A Chopin, sus amigos". El diputado Wolowski quiso pronunciar un discurso, pero la emoción se lo impidió. Todos los que estaban reunidos habían sido amigos del muerto. todos escuchaban todavía su voz, su piano, su tos de tísico. Uno de ellos se acordó de una de sus frases: "Nadie puede quitarme aquello que me pertenece ". Hoy día, aquellas mismas ruinas azotadas por la lluvia, esa Musa de piedra inclinada sobre su lira rota, forman un cuadro adecuado con los árboles del monte de San Luis. Hay algunos paseantes en este parque de los muertos. Se detienen ante el busto de Musset, el bello amante que ocultaba, con encantadoras rimas sus grandes dolores. Visitan el mausoleo de Eloísa y Abelardo, donde una abadesa hizo grabar estas palabras: "El amor que había unido sus espíritus en vida, y que conservaron durante su separación, por medio de las cartas más tiernas y espirituales, ha reunido sus cuerpos en esta tumba". Esto tran- quiliza a los amantes silenciosos que vienen a colocar una flor a los pies de estos dos símbolos de piedra, acostados paralelamente. Pero no se ve a nadie en el estrecho sendero que conduce por la avenida central hacia la tumba de Chopin. Y es que no fue un verdadero amante este músico de las almas. Nunca encontró ninguna que acordara con la suya. Esta palabra me hace recordar una carta que escribió a Fontana, catorce meses antes de morir, la que arroja alguna luz en el misterio de su alma: "La única desgracia -dice-, consiste en esto: que salimos del taller de un maestro célebre, como un Stradivarius "sui generis", y luego

171 Espacio Disponible www.elaleph.com Guy de Pourtales donde los libros son gratis no tenemos quien nos conozca bien. Manos torpes ignoran cómo extraer de nosotros nuevas sonoridades, y replegamos entonces en la profundidad de nuestro ser las melodías que nadie ha sabido tañer ", He aquí un hermoso epitafio para un poeta: Murió porque nadie supo tañer su alma. ¿Pero dónde está el que sabe tañer nuestra vida?

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FUENTES DE INFORMACION

Son extremadamente escasas las fuentes en las que se puede encontrar una documentación auténtica, sobre la vida de Chopin. Cuando él vivía, pocas personas se tomaron el cuidado de conservar su correspondencia, aunque, por otra parte, era poco pródigo en este respecto. Algunos, sin duda, le dieron poca importancia. Otros la hicieron desaparecer, porque en ella ponía al desnudo algún aspecto demasiado intimo de sus vidas. Una anécdota histórica refiere que Alejandro Dumas hijo, durante un viaje sentimental que hizo a Polonia, en la primavera de 1851, descubrió por casualidad el archivo completo de las cartas dirigidas a Chopin por Jorge Sand. Dumas se llevó el archivo a Francia, y habiéndolo restituido a la novelista, vio a ésta releer sus cartas y echarlas todas al fuego. Sin duda, pensó sepultar en el olvido los tristes vestigios de un amor, cuyos arrebatos y sufrimientos ya no la conmovían. En el año 1863, el incendio de un inmueble de Varsovia donde vivía la señora Barcinska, hermana menor de Chopin, destruyó otras reliquias preciosas. Así, pues, solo ha quedado un número muy restringido de cartas del compositor. Por otra parte, han sido alteradas a su capricho, por el primer editor, Mauricio Karasowski. Muchos biógrafos las han copiado, tranquilamente, sin tomarse el trabajo de cotejarlas con los textos originales, o por lo menos con la completa y honesta traducción alemana, publicada en Leipzig, por B. Schariltt, en 1911. Henri Bidou ha sido el primero en restituir una parte de su contenido original. La obra de Karasowski no por eso deja de ser importante, porque este autor, que la escribió entre los años

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1860 y 1863, estaba familiarmente ligado con las hermanas y la sobrina de Chopin y recogió de viva voz las referencias sobre su vida de hogar. Nosotros hemos utilizado una parte de ellas, especialmente las que conciernen a sus años de infancia y a su muerte, persuadidos de que tienen un orden verídico. Debo las referencias preciosas e inéditas sobre la agonía de Chopin, así como su última voluntad con respecto a las obras que dejó inconclusas, a una carta de AIberto Grzymala, dirigida por éste, pocos días después de la muerte de Chopin, a su viejo amigo Augusto Leo. Sus nietos han tenido a bien autorizarme para reproducir en este libro un fragmento importante. Otros episodios, sobre todo el de su viaje a Berlín y su amor por Constanza Gladkowska, han sido tomados de la obra del Conde Wodzinski. También hemos obtenido de este mismo biógrafo ciertos detalles pintorescos, así como los datos familiares sobre su hermana Maria Wodzinska. Anotamos esto, de una vez por todas, para no recargar de citas nuestro texto. El lector curioso las encontrará en la lista de obras consultadas. El primer trabajo completo y bien documentado sobre la vida de Chopin fue publicado por F. Niecks, en Londres en 1888. Niecks conoció a numerosos amigos y alumnos del maestro. Su estudio tiene un valor singular, que no ha sido todavía sobrepasado por otros trabajos posteriores. Por otra parte, se han publicado una serie de obras sobre nuestro músico, especialmente en polaco, alemán e inglés. Ante todo, citemos la obra monumental de Fernando Hoesick, y pasemos por alto las biografías fantásticas y deficientes, publicadas en Francia, en la segunda mitad del siglo XIX y en nuestros días. Es necesario acudir al trabajo de Ganche para encontrar el primer libro completo y serio, editado en francés, sobre el músico polaco. El re- ciente volumen de E. Bidou rectifica algunos puntos y amplía otros. Es una obra indispensable para quien quiera profundizar en la música de Chopin.

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Como ya lo habíamos intentado con Liszt, nos hemos propuesto reconstruir la imagen del artista y ubicarlo en su justo marco, y para lograrlo, hemos preferido dejar hablar y actuar a los personajes, imponiéndonos el deber de no inventar nada. En compensación, no nos hemos abstenido de interpretarlo, teniendo en cuenta, como hemos expresado en otras ocasiones, que todo hecho adquiere valor duradero a través de una interpretación artística. Nuestro esfuerzo no ha tendido sino a agrupar los sucesos en un cierto orden, y a destacar los rasgos del corazón y del espíritu, sin pretender explicar lo que en el alma de Chopin quedó para siempre inexplicable; sin querer ni arrancar ese velo que le imprime ese sentido íntimo y ese nebuloso en- canto tan suyos.

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B I B L I O G R A F I A

FRANZ LISZT: F. Chopin. Leipzig (Breitkopf). 1852 y 1923 (obra extraña y caótica, pero rica en datos de orden técnico). GEORGE SAND: Histoire de ma vie, 4 vol. Calmann-Lévy. -Un hiver a Majorque. 1 vol., ibid. 1843. -Correspondance. MAURICE KARASOWSKI: F. Chopin, Varsovie, 1862, et. nouv. edit. Berlin, 1877 et 1925. COMTE WODZINSKI: Le trois romans de F. Chopin. Calmann, 1886. ROBERT SCHUMANN: Etudes sur la musique et les musiciens. Trad. H. de Curzon. Paris, 1898. M. KARLOWICZ: Souvenirs inédits de F. Chopin, París y Leipzig, 1904 (trad. F. Disiere). FRIEDRICK NIECKS: F. Chopin as a man and a musician. Londres. (Novello), 1888, 2 vol. KLECZYNSKI: F. Chopin. De l'interprétation de ses oeuvres, París, 1906. WLADIMIR KARENINE: George Sand sa vie et ses oeuvres. Plon, 1899-1926. 4 vol. (importante y destacada obra, que contiene muchos documentos inéditos de los que hemos hecho abundante uso). BERNARD SCHARLITT: F. Chopins gesammelte Briefe. Leipzig, 1911 (único texto auténtico y completo de las cartas). SAMUEL ROCHEBLAVE: George Sand et sa fille. París, l905. ELIE POIRÉE: Chopin, París, 1907. EDOUARD GANCHE: Frédéric Chopin, sa vie et ses oeuvres. Paris. 10ª ed. (Mercure de France), 1923. FERDYNAND HOESICK, Chopin, 3 vol. Varsovie, 1911.

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I. PADEREWSKI: A la mémoire de F. Chopin (discours). 1911. JAMES HUNEKER: Chopin, the man and his music. Londres. (Reeves), 1921. EUGÉNE DELACROIX: Journal. Plon, 3 vol., nouv. éd., 1926. OPIENSKI: Chopin. Lwow, 1910. HENRI BIDOU: Chopin. (Libr. Alcan). 1926. AURORE SAND: Journal intime de George Sand. Calmann Lévy, 1926

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