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(S-1171/09)

PROYECTO DE DECLARACIÓN

El Senado de la Nación

DECLARA

Rendir homenaje y reconocimiento al Poeta, periodista y director de cine, santiagueño Homero Manzi, al conmemorarse 58° aniversario de su muerte, el próximo 3 de mayo del corriente.

Ada Iturrez de Cappellini.-

FUNDAMENTOS

Señor Presidente:

Homero Nicolás Manzione, como verdaderamente se llamaba, nació de madre uruguaya y padre argentino (se diría que como el propio tango) en Añatuya, un empalme ferroviario de Santiago del Estero, el 1º de noviembre de 1907. Allí probaba fortuna su padre como discreto hacendado rural. Se crió en Añatuya, hasta cumplir los nueve años; a esa edad la madre se traslada con sus hijos a en tanto el padre continuaba trabajando en Añatuya. La familia, no obstante, se acostumbró a pasar las vacaciones en la ciudad natal de Manzi. De su infancia en el barrio de Pompeya data su familiaridad con la cultura del arrabal porteño, sistemáticamente representada en su obra. Sin embargo, Manzi destacó siempre su filiación del interior; en ocasiones firmó con el seudónimo Arauco ("rebelde" en quichua), enfatizando su afinidad con la identidad santiagueña.

Fue letrista, director de cine argentino y autor de varios tangos y milongas muy famosos. Fue el poeta emblemático de la renovación producida alrededor de los años cuarenta en el tango. La toma de contacto con los géneros folclóricos lo estimuló, junto con Sebastián Piana, a revalorizar el alicaído género de la milonga. Su Milonga del 900 (1932) marcó la renovación del género, al que aportó una complejidad poética sin precedentes; la Milonga sentimental, poco posterior, fue grabada por Carlos Gardel. Más tarde realizaría la letra de "Malena", uno de sus tangos más famosos.

Luchó siempre con entusiasmo y tozudez por la consolidación de una cultura nacional de raigambre latinoamericana. Merecen recordarse en este sentido fragmentos de reflexiones hechas hacia 1940, cuando presentó en Buenos Aires, un espectáculo musical a cargo de Andrés Chazarreta y donde Manzi, santiagueño como el músico, vibró hondamente reivindicando nuestro arte popular.

"El folklore argentino -dijo Manzi- es un tesoro desparramado por los campos, despreciado por las clases cultas del litoral, pero acunado con amoroso acento por las gentes humildes de la campaña. Mientras Buenos Aires, abriendo cada día más su puerta a la entrada del alma ajena, desoía las voces de la tierra, mientras la pericia de la ciencia oficial creaba un gusto extranjero y arbitrario, mientras los puertos recogían las voces confusas que llegaban de ultramar, pocos eran los espíritus que en lo musical, pegaban el oído a la tierra con reconcentrada actitud de rastreadores.

La música de la ciudad estaba trazada sobre el pentagrama oscuro de las pasiones humanas. En cambio, la música de nuestro campo estaba conformada sobre la naturaleza. Con excepción de la vidala, canción cuya universalidad habrá de consumarse un día, todas las expresiones musicales del folklore norteño trasuntan las formas del paisaje y animan sus movimientos en la fuerza de la naturaleza. La música del campo es objetiva, la de la ciudad subjetiva. El santiagueño ama en primera instancia a su tierra, tiene una patria chica para ubicar su corazón. Conoce su cielo, abierto y celeste durante el día cuando apenas lo transitan el sol y las majaditas de nubes blancas, oscuro y profundo en la noche, cuando los tachonan los tucu-tucu inmóviles de las estrellas.

Conoce sus ríos madres que traen el pan en las entrañas, conoce sus montes, intrincados, misteriosos, aguerridos, conoce la tremenda ansiedad de sus sequías, y conoce el terror de sus tormentas calientes, cuando bravan los huracanes del sur y del norte cargando, sobre los lomos enfurecidos, nubes negras que desparraman la bendición del agua. Por eso, la voz del folclore santiagueño tiene la sinceridad del testimonio cultivado en largo trance de amor. Las canciones de la tierra -dice- volverán a nutrirnos de savia auténtica y, en la voz de las vidalas reconoceremos el arrullo de la urpila, despenadora impenitente de las tardes, cuando se abren en colores pálidos las flores del cardón y reconoceremos en cada danza, en cada ritmo, un pedacito del paisaje agreste donde ponen adornos los algarrobos, donde adelantan cuchillos de espinas los vinales, donde corren y revientan los ríos para secarse luego, donde cantan las hachas mordiendo las carnes duras del quebracho, donde pastan las majadas, donde se clavan las puntas del arado, donde galopan los caballitos criollos, donde ladran perros inverosímiles, donde se sufre, se trabaja, se ama, se baila y se canta".

En 1935 participó de la fundación de FORJA, bajo el lema "Somos una colonial, queremos ser una Argentina libre". Una y otra vez, desde FORJA, denunció el sometimiento del gobierno al imperialismo británico, la complicidad de Alvear con los hombres del régimen, la expoliación que sufría el país, especialmente las provincias como la suya, porque -decía Homero -"Santiago del Estero no es una provincia pobre, sino una provincia empobrecida".

Una y otra vez reclamó mejores salarios, respeto a los derechos populares, en fin, como decía FORJA, las cuatro P: PATRIA, PAN Y PODER AL PUEBLO.

Durante algún tiempo Manzi viajó por el norte argentino, pronunció conferencias, militó de manera constante y comenzó a trabajar como guionista cinematográfico. La continuidad de esta labor lo llevó a intervenir en los libros de algunos filmes memorables como La guerra gaucha, sobre texto original de , estrenada en 1942; Así, el Manzi poeta violó la censura oligárquica por el camino abierto del cancionero popular. El otro, el Homero Manzione político, condenado al olvido, no mencionado en ninguna historia política, permaneció "maldito", pero siempre en alto su bandera popular. Cuatro años después, un triste 3 de Mayo de 1951, la muerte le pungueó el corazón y él se despidió "lleno de luces y colores que integran mi cortejo final de despedida".

Había sido un "maldito". Sin embargo, aún hoy, cuando en la radio de un tallercito del suburbio o en la disquería de Corrientes, florecen otra vez sus versos, "con un perfume de yuyos y de alfalfa que nos llena de nuevo el corazón”, parece como si Homero, indoblegable, se pasease todavía entre nosotros con su cara redonda y sus ojos limpísimos de niño, esos por donde "su frente triste de pensar la vida, tiraba madrugadas", según dijera Cátulo Castillo, para mantener viva la canción y encendernos de nuevo la esperanza.

Al cumplirse el próximo 3 de mayo 58 años de su desaparición física, es que solicito a mis pares la aprobación del presente proyecto.

Ada Iturrez de Cappellini.-