DE NA SA CA N N HOA ICO IC LA S Año 2, No. 4 M D D E

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S D Agosto 2014 R A

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N U Publicación eventual Suplemento Letras para llevar Almanaque de ansiedades

Sergio J. Monreal Francisco Valenzuela Víctor Manuel Ortega Magdiel Torres Lourdes Garibay Rubio Moisés García Hernández Fernando Salgado Antonio Monter Rodríguez Matías Fajardo Gustavo Ogarrio F.G.Marín

Ilustraciones: Javier Silva Torres Suplemento Letras para llevar. Almanaque de ansiedades 2 DIRECTORIO

Rector Dr. José Gerardo Tinoco Ruíz Secretario General Dr. Alejo Maldonado Gallardo Secretario Académico M.C. David Rueda López Secretaria Administrativa Mtra. María Eugenia López Urquiza Secretario de Difusión Cultural Dr. Orlando Vallejo Figueroa ronunciar la palabra es un acto creador tanto en el plano Secretaria Auxiliar cognitivo como en la dimensión ontológica. Hablar es sa- Mtra. María Teresa Greta Trangay Vázquez Pber y hacer el cosmos. Abogada General Por eso mismo, en la magia, la invocación pretende una ac- Lic. Ana Teresa Malacara Salgado ción cierta y un dominio efectivo sobre el mundo; en la oración del mantra, la rítmica reiteración de las vibraciones fónicas –tales Tesorero C.P. Horacio Guillermo Díaz Mora como palabras monosilábicas: om, versos: om namoh bhagavate vasudevaya krishnas tu vagaban svayam om nomah narayanah, o Contralor estribillos: hare krisna hare krisna krisna krisna hare hare hare rama Mtro. Javier Alcántara Hernández hare rama rama rama hare hare, de la tradición Veda, por ejemplo-, Coordinador de la Investigación Científi ca genera una poderosa fuerza que actúa signifi cativamente sobre el Dr. Luis Manuel Villaseñor Cendejas estado de la existencia; la plegaria religiosa, por su parte, constitu- Director de la Comisión de Planeación Universitaria ye las condiciones de posibilidad sufi cientes para la apertura de los Dr. Salvador García Espinosa canales de comunicación y participación humana con la deidad; la letanía mántica permite que la conciencia transgreda las barreras Coordinadora de Comunicación Social Pilar Ávila Cervera del tiempo para apropiarse de los derroteros del futuro; y en el de- bate agónico, mediante la dialéctica argumentativa, se construyen Director de Gaceta Nicolaita las demostraciones de la verdad. Dr. Mario Chávez-Campos La palabra pronunciada no se reduce a la simple descripción Coordinación de Gaceta Nicolaita comunicativa de lo real y de la verdad que le es correlativa, sino por M.D.G. Irena Medina Sapovalova el contrario, conforma la realidad, la subjetividad que intelige y la veracidad reconocida. Jefe de Redacción L.C.C. Antonio Robles Soto Parafraseando a Humboldt, (1990) bien se puede afi rmar que al hablar se funda el mundo que se habita, mientras que la Diseño verdad es una función de las diferentes modalidades del discurso M.D.G. Ariadna Díaz Barajas M.D.G. Irena Medina Sapovalova humano sobre el cosmos –tales son: los relatos, las metáforas, las parábolas, los conceptos, las descripciones, etc., siguiendo el lance Responsable de página web/ de Rorty-. (1991) En este sistema de organización socio-cultural, la Servicio social L.I.A. Elizabeth Araceli Mejía Salgado escritura desempeña un ofi cio más bien marginal, en cuanto simple >>registro de la pragmática social<<. Responsable de redes sociales L.en P. Silvia Martínez Álvarez Coordinadora de distribución FG Marín Kathya Guillén López Editor de Fotografía Gustavo Vega Auxiliar en producción de contenido Javier González Benavides

Suplemento Letras para llevar de Gaceta Nicolaita aparece eventualmente, publicado por la Secretaría General de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. Ubicación: Centro de Información, Arte y Cultura (CIAC). Morelia, Michoacán. Tel: 3223500 ext. 1268. Certifi cado de licitud de título en trámite. Impresión: La Voz de Michoacán, S.A. de C.V. Av. Periodismo José Tocaven Lavin No. 1270, colonia Arriaga Rivera C.P. 58190, A.P. 121. Certifi cado de reserva de derechos al uso exclusivo en trámite. En la sesión ordinaria del H. Consejo Universitario llevada a cabo el 27 de febrero de 2012, se aprobó por unanimidad que la Gaceta Nicolaita fuera el Órgano Informativo Ofi cial de la Universidad Michoacana de Gaceta Nicolaita San Nicolás de Hidalgo. Editor responsable www.gacetanicolaita.umich.mx Dr. Mario Chávez-Campos. Año 2, No 4 Suplemento Letras para llevar. Almanaque de ansiedades 3 Peter Frenkel

uando Peter Frenkel murió, dejó de llover lo que llovía y la despachadora de la estación entregó el boleto al turista, tomó su lápiz labial más rojo, pintó sus labios y dijo: “seguro que ya dejó de llover porque CPeter Frenkel ha muerto”. En esos días nadie sabía de la relación meteorológica entre Peter Frenkel y la muerte. Sabían, eso sí, que los refrescos con gas no deben beberse estando acostados, que después de un tic siempre se escucha un tac y que el cajón número siete del ropero debe conservarse vacío. Pero es que este Peter Frenkel había sido siempre así; cuando contaba apenas seis años trabó amistad con la pared de su cuarto que por el descascaramiento que tenía debajo de un clavo, le hablaba, le decía: Peter, jura por el divieso de tu tío abuelo que pronto crecerás y vendrás a sacarme este clavo que me atormenta. Porque en la casa de Peter no había banco, silla o escalera que le ayudara a calmar el tormento de su amiga pared. Y Peter tenía muy buena memoria y prometió a la pared, y luego cuando por ese tiempo el pueblo sufrió una escasez de melancólicos, Lourdes Garibay Rubio prometió también ser el que sirviera para remedio cuando supiera lo que era ser melancólico. ¡Peter Frenkel!, le llamaban los que conocían su naturaleza y él iba enseguida y decía que sí a peinar los cabellos de las ninfas de la fuente, que de polvo causaban tolvaneras y por edicto del comendador debían cepillarse cada seis horas. ¡Muy bien!, decían todos y Peter se encaramaba a la cintura de las ninfas y las palomas a la cintura de Peter y el polvo desaparecía. ¡Muy bien!, ¡ven siempre! decían, y al bajar le tenían lista la licorera con leche para que alimentara su luna. Así Peter Frenkel creció sin melancolía todavía, bebiendo, como todos, de pie y evitando usar el cajón número siete. La pared, ya sin clavo, seguía de su confidente y la despachadora de boletos no le confiaba nada, sólo lo miraba, pálida, pálida, tras la ventanilla mientras Peter iba de aquí para allá con los huesos que se le estiraban a la par que todo. Por eso ya no quería subir a la cintura de las ninfas y rogaba en todas las estaciones lluvia. De esto fue testigo la pálida, pálida despachadora que oyó decir cristalinamente desde el cielo “¡allá voy, Peter!” y durante cuarenta y cuatro años despachó boletos desfallecientes hasta que un día dijo con roja boca “seguro que ya dejó de llover porque Peter Frenkel ha muerto”. Suplemento Letras para llevar. Almanaque de ansiedades 4 Apuntes desde el frente

ún no le disparamos a la vaca. Esta cacería se ha vuelto monótona y la bestia es más astuta Ade lo que creíamos. Pace sin nada que le pre- ocupe y en su mirada que parece ajena la vaca oculta la sospecha de nuestros movimientos. Es un animal difícil, le apuntamos constantemente en espera de un

Magdiel Torres Magdiel descuido para dispararle. Pero es complicado sacarla de su profunda concentración.

Ataque

as tropas se unieron en el estómago que es, como todos sabemos, el lugar en donde se Ldespiertan las verdaderas pasiones. Los soldados, valientes y con la seriedad que la ocasión ameritaba, soportaron tres días de retraso provocado por una leve diarrea que, sin

Magdiel Torres Magdiel embargo, ocasionó convulsiones esporádicas que incomodaron un tanto a los oficiales. Cuando cesaron los inconvenientes, en un día casi feliz, se dio la orden de avanzar. El enemigo, previsor, había ganado la parte alta, que en todo caso era el lugar en donde debería estar. Las acciones militares fueron sorpresivas, como dictan los cánones, y el ataque al miocardio fue decisivo, mortal. Los cronistas de la hazaña suelen ser un tanto lúgubres y el enemigo siempre aparece como un digno contrincante. Suplemento Letras para llevar. Almanaque de ansiedades 5 Delirio Einsteiniano

Me siguen! ¡Vienen detrás mío! No sé quiénes sean. No sé qué es lo que quie- todo. Primero fue huir lo más rápidamente que me fue posible. Pero. Ellos arrecie- ¡ren. No sé qué buscan de mí. Pero. ¡Me persiguen por doquiera! No importa ron su acoso. Luego fue esconderme en todo lugar que me ofreciera refugio. Pero. donde me encuentre siempre avanzan hacia mí. Su persistente acoso es agobiante Ellos fueron implacables en su continua acechanza. No hubo lugar donde ellos no e invasivo. Se adentran en la soledad de mis pensamientos. Asaltan el desierto de me descubrieran. Más tarde. Ya desesperado. Me rendí. Y quise entregarme a lo que

F.G.Marín mis sueños. Irrumpen el aislamiento de mis deseos. Sobrescriben mis pasos. Es fuera. ¡Qué hicieran conmigo lo que venían decididos a hacer! Ya no me importaba. una continua intrusión a lo que voy abandonando como pasado. Siempre a punto Por lo menos terminaría su empecinada caza. Me detuve a esperarles. Pero. Ellos de alcanzarme. Siempre escapando apenas a su implacable persecución. Sin po- también se detuvieron. Les grité que se alejaran de mí. Les amenacé para que de- der evadirlos nunca. Sin lograr esconderme jamás de ellos. sistieran. Traté de negociar la libertad de mi camino. Les supliqué me perdonaran. ¡Sí! Ya sé lo que piensan. Lo sé. No me engaño. Cualquier estudiante de Cualquiera fuera el daño que les hubiera hecho estaba de verdad arrepentido. Les primero de psicología, con apenas su primera lectura profesional, podría diagnos- ignoré. Y finalmente. Les insté para que terminaran conmigo. Todo es mejor que ticarme sin titubear siquiera. ¡Delirio de persecución! ¡Delirio de persecución! sentir su perene presencia detrás mío. Candidato a tratamiento psicológico. Tal vez psiquiátrico. No lo sé. Tampoco me Nada funciona. Vienen siempre tras de mí. No desisten de su implacable importa demasiado. No soy experto en el tema. Sólo sé que mi angustia delirante persecución. No veo la forma de huir de ellos… Empero. El problema se torna más se parece al delirio de persecución. Y que tal sería el diagnóstico sin mayor duda. grave aún… No sé cómo decirlo. No sé cómo sucedió. Pero. Debo confesarlo. De Pero también sé que me persiguen. Y sé que se equivocan en el diagnóstico. ¡No lo contrario perderé la poca cordura que me resta… ¡No estoy loco! ¡No he per- padezco delirio de persecución! En verdad me persiguen. En realidad vienen dido la razón!... Sé que no puedo explicarlo. Pero… Hoy sé que también persigo detrás de mí. El que ustedes no puedan verlo no significa que lo imagine. Que lo a alguien… ¡Créanme! ¡No tengo la menor intención de perseguir a nadie! Creo invente. No. Desde luego que no. Ellos avanzan siempre siguiendo mis huellas. firmemente de cada cual debe ocuparse de su vida y dejar en paz a los demás. Toda No. No se equivoquen. No soy importante. Soy una persona cualquie- mi vida he reclamado el respeto a mi vida. Y también he ofrecido el respeto a la ra. Tampoco guardo ningún secreto extraordinario. Salvo mis ansias personales. vida de los demás. Nunca me he entrometido en la vida de nadie… Pero. Hoy. Es- ¡Cómo todos! ¡¿Quién no esconde algún deseo secreto?! Tampoco fui abducido toy seguro que soy un acosador. Persigo a alguien más sin dejarle que se pierda… por alienígenas! No dudo de su existencia. Pero. Tampoco tengo el placer de ¡Soy un intruso!... conocerles. O de presenciar su visita. Lo que sé de ellos lo vi en televisión. O en Quizás si me explico pueda encontrar una explicación satisfactoria a este revistas. Como todo el mundo. Ni defiendo. Ni ataco la hipótesis de su presencia aborrecible hecho. Hoy. Con estoica resignación. Pero con la esperanza de que entre nosotros. Menos aún he atestiguado algún evento importante para el Es- hubieran desaparecido mis perseguidores. De que el cansancio le hubiera hecho tado. O cualquier otra cosa que atente contra oscuros y trascendentes intereses. desistir. Volví la mirada hacia atrás de mí. Como lo sabía en mi fuero interno. Se- Ni fraudes. Ni asesinatos. Ni robo ninguno. No he develado ningún misterio guían ahí. Con un suspiro de impotencia. Dejé caer los hombros y traté de volver que revolucione el conocimiento actual del mundo. No he inventado nada que a lo mío. Pero… Es difícil decirlo. Quizás no puedan entenderme. Yo mismo no lo pueda interesarle a nadie. Carezco de una fortuna que alguien cualquiera pueda entiendo… Al tornar la mirada hacia el frente. Pude ver su gesto con toda claridad. ambicionar. La experiencia de mi vida es intrascendente. ¡Como todas! Soy una Es el mismo gesto mío cuando miro hacia atrás y me percato de mis insistentes persona común y corriente. perseguidores. Me miró con la misma angustia con que yo miro a mis acosadores. ¿Entonces? ¿Por qué me persiguen? No lo sé. No tengo la menor idea La misma súplica en los ojos… ¡Y entonces estuve cierto! ¡Voy detrás de él como de por qué lo hacen. No puedo imaginar qué quieren de mí. Lo único que puedo ellos vienen detrás mío! afirmar. Con toda convicción. Es que me siguen a do quiera voy. Lo he intentado Suplemento Letras para llevar. Almanaque de ansiedades 6 Contra las cuerdas desde las calderas del infierno para destrozar a la Mini Parka, otro hobbit panzón que ingresó al encordado bailando una canción de Michael Jackson, que para entonces permanecía en la otredad, pero al menos en el mundo de los vivos. Cuando uno de ellos lograba azo- tar a su rival, de inmediato trepaba a la tercera cuerda para golpear su pecho al estilo King Kong y alardear: ―¡¿Quién es su padre, cabrones?! A lo que el respetable, en su mayoría niños de carácter iracundo, respondía: ― ¡Chingas a tu madre, pendejo! Entre esa clase de urbanidad y buenos tratos, yo anotaba las incidencias en mi cuaderno y de paso acercaba mis manos a las piernas de Miriam, que lle- vaba un vestidito azul bastante coqueto. La imaginé paseando en medio del cuadrilátero para anunciar el inicio de cada contienda, o mejor aún, en compañía de los gladiadores en su andar por el pasillo y así compla- cer los bajos instintos de la horda de caninos sedientos que ahí nos hallábamos. ― Qué chistosos, me estoy divirtiendo de lo lindo ― aceptó mi acompañante. ― Sí. Deberíamos ir a bailar después de esto, ¿no? ―le lancé. ra yo un periodista fastidiado. Odiaba mi tra- crónica. Mi figura atlética deambulaba en la calle Ma- ―¿A bailar? Hablas como señor, Javier. ¿Pues cuántos bajo. Odiaba cubrir conferencias de gobierno riano Arista cuando me topé con el cartel: años tienes? y odiaba ir a exposiciones estúpidas. También ¡SENSACIONAL FUNCIÓN DE LUCHA LI- E Afortunadamente mi torpe sugerencia se vio odiaba a mi jefe. Fui a la oficina. Ahí estaba él. Lo BRE: MÍSTICO, , LOS PERROS interrumpida por los luchadores enanos que bajaron enfrenté. DEL MAL Y LOS GLADIADORES QUE SIEMPRE del entablado para pelearse entre el público. Fue ne- ―¿Qué propones, Cachorro? ―me preguntó Matías QUISISTE VER!... cesario que tomara de la mano a la bella Miriam, que Pérez, el tipo que tenía al periódico en caída libre. Miré la fecha y por suerte el espectáculo sería la protegiera del peligro que representaban esos hom- ―Necesito vida, jefazo. una noche después. Bastó con mandar un mail a la re- brecillos de escasa estatura pero bastante rencor acu- ―Te cambiaré de fuente; no más cultura, te vas a la dacción para solicitar un fotógrafo y listo; por fin em- Francisco Valenzuela Francisco mulado. nota roja. pezaban días emocionantes, un contacto con el pueblo Al final de esa riña, que terminó en -descali ―Ni lo pienses, mis nervios se alteran con un violín y sus rituales modernos. Si Paz y Monsiváis (ambos en ficación tras un supuesto golpe en los huevitos de la desafinado, así que ahora imagina lo que pasaría en el infierno) aseguraban que las máscaras eran símbolo Parkita, me dieron ganas de visitar el excusado y re- cuanto vea un torso sin su cabeza respectiva. ¿Acaso de identidad nacional, era el momento de comprobarlo galarle un poco de polvo a mis poros, pues ya un par pretendes volverme loco? o echarlo por la borda. de bostezos me estaban amenazando. Pero al llegar al ―Mira, Cachorro, estoy muy ocupado, y como veo La arena improvisada era el Pabellón Don retrete y siempre alerta de que no hubiera chismosos, que nada te gusta, pues adelante, puedes tomar algu- Vasco, un lugar que lo mismo da cabida a jaripeos esculqué mis bolsillos y nada: ni un gramo. Busqué en na otra decisión… que conciertos de rock nacional. En cuanto estuve ahí todas partes, en las bolsas del pantalón y la de la cami- La advertencia del muy imbécil era clara, es- mostré mi credencial de reportero y pedí, amablemen- sa, entre los zapatos, en la chamarra… fallé, no traía taba dispuesto a aceptarme una renuncia con el ries- te, se me otorgaran todas las facilidades para entregar nada. Quise golpear mi cabezota contra la pared, pero go de que mis atentos lectores se le echaran encima un buen trabajo a mis jefes, es decir, mis grandiosos antes de que lo lograra arribó un tipo de frente amplia en cuanto se enteraran. lectores. Pero no era necesaria tanta formalidad, in- y cintura descompuesta. ―No te precipites, lo que te vengo a proponer, si es cluso logré que una amiga pasara sin pagar un centavo ―¿Qué tal? ―dijo. que ya me dejas hablar, es que me asignes reporta- y ni quién reclamara. Encontrar a una mujer guapa y ―Buenas noches ―dije yo. jes especiales, notas callejeras, crónicas urbanas; ya que le guste la lucha libre no es nada fácil; por ello le ―Oiga ―se refería a mí, ya de salida. sabes, lo que pasa en los suburbios, en los barrios hice saber que a ese espectáculo acuden dos clases de ―Dígame ―dije yo, mientras lo observaba batallar perdidos, en… personas: los vulgares y los estudiosos. para poder bajar su cierre. Pérez cerró violentamente su agenda de pas- ―¿Y nosotros, qué somos? ―cuestionó la que por ―Lo he estado observando… periodista, ¿ah? ta dura y me corrió de su oficina con un “haz lo que nombre de pila lleva Miriam. ―Así es, tal vez pasado mañana salga la crónica. quieras, Cachorro, coordínate con Juárez y me pasan ―Somos curiosos, cariño, nos gusta observar moder- ―Muy bien ―dijo mientras abría sus piernas para ori- la agenda armada, ¿vale?”. nos circos romanos. ¿Quieres una cerveza? nar. Ante el raro gesto de ese dictador, me apre- Sentados en primera fila observamos las pri- ―Sí, muy bien. Buenas noches. suré a planear una agenda acorde a mis absurdas meras peleas de la noche: se trataba de unos enanos ―Espere, le quiero preguntar algo. promesas. Lo primero fue salir a la calle para buscar bastante ágiles, lucha de parejas a tres caídas sin límite ―Hágalo, pero que sea afuera, ¿no? curiosidades, personajes pintorescos sobre los cua- de tiempo. Uno de ellos portaba el número de la Bestia ―Ok, espérame un segundo ―dijo, ahora tuteándo- les escribir, o lugares exóticos dignos de una jocosa en su espalda y aseguró, al inicio de la contienda, venir me. Suplemento Letras para llevar. Almanaque de ansiedades 7

Ya afuera, mientras esperaba a que el tipo sa- más, buscó conectarse con el del Ganso, un jubilado también conocido como Porki. Incluso hubo tiempo liera de aquel baño maltrecho, alcancé a observar que de la policía estatal que ahora se dedicaba a vender para que el Perrito mordiera la frente de uno de sus el campo de batalla ahora estaba invadido por mujeres, relojes, al agiotismo, a componer autos importados, a enemigos y escupiera chorros de sangre que por poco tres de ellas con cuerpos musculosos, ninguno sin em- rentar departamentos y, como puro entretenimiento, a salpicaban a Miriam, que como no queriendo la cosa, bargo lo suficientemente capaz de soportar el peso de la bonita profesión de dealer. Era de los pocos en que ya se dejaba abrazar. la cuarta en cuestión, un verdadero elefante inamovi- se podía confiar, pues su discreción y sobre todo sus Cuando la función hubo terminado me puse de ble que apenas podía consigo mismo, pero a quien le contactos con la autoridad eran la garantía para que acuerdo con el empresario o lo que fuera ese tal Che- bastaba extender los brazos y desvanecerse para hacer uno se destruyera a placer, sin necesidad de meterse co. Nos veríamos en el lobby del hotel. Le sugerí a llorar a sus contrincantes. Miriam seguía en primera en líos con las leyes moralistas. Pasaron tres, cuatro, Miriam que su presencia ya no era necesaria, pero me fila; su entrega al show era tal que nadie fue ajeno a cinco tonos y aquello me mandó al buzón donde te salió con otra de sus joyitas: los insultos que profería: “Gorda pendeja, pareces atiende una mujer mecánica. No era raro que el Ganso ―No te ofendas, Cachorro, pero ese Olímpico está Keiko”… vaya cobre de la reinita, ni hablar. se hiciera el importante, que despreciara las llamadas para comérselo a besitos. Al fin, el hombre ése salía del baño y aún con de uno de sus mejores clientes. Le mandé un mensaje ― ¡Miriam!, por favor, tenme un poco de respeto. las manos mojadas intentó saludarme, pero yo preferí de texto explicándole la urgencia en la que me encon- ―A ver, nene, tú y yo sólo somos amigos, ¿ajá? ― sólo tocarle el hombro, cosa que tomó a bien. traba y esperé varios minutos más. En tanto, regresé sentenció la malvada princesa. ―Amigo ―dijo mientras volteaba a todas partes― no con Miriam para ver cómo el Canadiense se ―Bueno, ¿y qué quieres? ¿Tirártelo? quiero que me malinterpretes, pero yo supongo que tú, enfrentaba en un mano a mano con Pierroth Jr. Am- ―Sí, ¿sabes?, le pedí un autógrafo y el muy cabrón me como buen periodista, conoces los recovecos de esta bos estaban viejos y acabados: uno, el norteamerica- anotó su número de cuarto, jajaja ―su risa era como la ciudad, ¿no es así? no, presumía sus tatuajes y gran estatura, mientras que de una hiena en la playa. ―¿A qué se refiere? ―reviré mientras encendía un el boricua estaba gordo y cansado, con chipotes en Ya en el lobby, vi descender al Caras de un cigarrillo. su frente y tristeza en los ojos. Imposibilitados para auto gris manejado por una chica de cabellos crespos. ―Verás ―continuó― sucede que en este ambiente de vuelos y acrobacias, optaron por la llamada lucha ex- Me dirigía hacia él cuando Miriam me detuvo. las luchas la gente trabaja mucho, ya viste, se agarran trema, o sea, aventarse sillas y golpearse con cuantas ―Mejor yo voy, corazón, a ti ni te conoce. a madrazos y, bueno… al final buscan un poco de di- armas blancas encontraban a su paso. Regresó armada hasta los dientes, con un ma- versión. Una mano tocó mi hombro, era la de Checo, terial que supo esconder bien al interior de su bolsa ―¿Quiere que le recomiende algún lugar? Conozco como se hacía llamar el promotor que conocí en el y entre los accesos de su chamarra deportiva. Intenté varios, muy buenos. baño. Estaba ansioso por saber si ya había conectado atajarla a su regreso, pero ya la esperaba el Olímpico, ―No es un lugar lo que busco con exactitud, más al Ganso y su amplia dulcería. Ante mi respuesta nega- que vestía un pants azul y una playera pegada, con lo bien… ―llevó uno de sus dedos a la nariz― tiva, alzó los hombros y me pidió que insistiera. Y así que sus músculos lucían en todo su esplendor. El trato ―Ah, ya. lo hice, no sin llamar la atención de la joven Miriam. se cerró entre ellos dos y Black Warrior. Ninguno traía ―¿Sabes dónde? Quería saber qué tanto me traía con el hombre ese. máscara y mi presencia ya estaba de más. ―Seguro, hombre, ¿cuánto quieres? La consigo pron- ―Creo que no lo entenderías ―dije. Casi abandonaba el hotel, derrotado, cuando vi to. ―No me trates como una niña, ¿sale? pasar a una mujer de buenas piernas y pequeños pe- ―Mira, ese cabrón que ves ahí ―señaló a un moreno ―Quiere que le consiga drogas, ya sabes… chos. y fornido― es el Black Warrior. ―¿Y luego? ―Es Lady Apache ―aseguró el Checo. ―El Black Warrior, ¿eh? ―Pues no encuentro al Ganso, un amigo que la vende. ―Es verdad ―asentí. ―Sí hombre, el luchador, el que le ganó el cinturón a ―Ay, Cachorro, tan seriecito que te ves y mira, toda ―Y viene sola, ¿eh? Místico. una fichita. Nos divertimos como enanos; nadie osó irrum- ―Claro, él mismo, ¿y su máscara? ―No, Miriam, cómo dices eso. Es un amigo, es su pir lo que sucedía en aquella habitación donde el Olím- ―Al rato se la pone. negocio, ¿entiendes? pico acabó con Miriam y yo me dejé llevar por las su- ―Bueno, ¿y qué hay con él? ―pregunté. ―Déjate de hacer , ¿ajá? Y si el tal Ganso no gerentes llaves y contra-llaves de mi Lady Apache. ―Es un atascado, no tienes idea todo lo que se mete. te contesta, mejor llámale a Caras. Me ha dado mil pesos para que le consiga algo. ―¿A quién? ―Mil pesos… No te garantizo gran cosa por mil pe- ―Al Caras, un amigo rasta que vende de todo: surti- sos. dito, papá. ―Espera, son mil de él más una vaquita que hicimos Me sorprendió su ligereza; yo tan lleno de ro- los demás, incluyendo las edecanes. deos y misterios y ella tan práctica, como si se tratara ―¿También ellas? de cualquier cosa. ¡Carajo!, las mujeres en verdad que ―Uy, mano, si son bien entronas, les encanta que le ya son distintas a las de antes. Obedecí y en menos embarren esa madre en… de cinco segundos el famoso Caras estaba del otro ―Está bien ―interrumpí― ¿cuánto es en total? lado del teléfono. Le indiqué cantidad, lugar y mate- ―Dos mil quinientos. rial. Cuando colgó, busqué al Checo, quien estaba con ―Ya está mejor. ¿Quieres que te la traigan aquí? Black Warrior, ahora con máscara y mallas. ―No, más bien que la lleven al hotel, estamos hospe- ―Ya está, compadres, la llevan al rato, al hotel. dados en el Centro. ―¡Eres un rey! ―dijo el promotor, para enseguida ―Apúntame aquí el nombre de ese hotel mientras yo darle un mazapán al gladiador: ―Órale, cabrón, ¡a le llamo a mi contacto ―le ordené, y le di un papel partirle la madre a Místico! arrugado que saqué de mi bolsillo. La pelea fue muy buena; Black Warrior hizo Mi teléfono, un último generación activado trío con el Jr. y Mr. Águila para darle para redes sociales, buscador satelital y otras linduras una paliza a Místico, Olímpico y de Plata, Suplemento Letras para llevar. Almanaque de ansiedades 8

l entrar a su departamento, Ramiro se en- Tarde libre cuentra con un silencio inusitado. “¡Cristi- Ana!”, llama a su esposa desde el sofá, pero nadie le responde. “Esta mujer”, se queja en un mur- mullo. Enciende el televisor y va por una cerveza a la cocina. Al momento de destaparla, siente un pincha- zo en la cintura. —¡Cabrona, me espantaste! Su mujer lleva una toalla enroscada en la cabe- Moisés García Hernández Moisés García za y se la frota con ímpetu en la cabellera húmeda, carcajeándose. —No escuché cuando llegaste. Me estaba bañan- do —su apariencia sugiere unos treinta y dos años, pero su voz suena como de una mujer de cuarenta—. ¿Por qué tan temprano? —Hubo un problema con la maquinaria y nos dieron la tarde —dice él, ya de vuelta en el sofá—. ¿Dónde está Carmen? —Se fue a hacer una tarea de grupo —informa ella y toma asiento en un extremo. —¿Y la dejaste ir así nomás? —Ramiro la ve con enojo—, ¿después de lo que hizo? —¿Qué querías que hiciera? Son cosas de la es- cuela. ¿Por qué mejor no te olvidas un ratito de eso y aprovechamos la tarde? —dice ella mientras le quita la cerveza a su marido y después le da un trago lento. —No digas pendejadas —responde él, con las cejas fruncidas—. ¿Cómo dejaste ir así a esa escuin- cla? Nunca pensé que se atreviera a hacer algo así. Ahorita hay que traerla bien vigilada. La sombra de la tarde se ha acentuado de a poco. Cristina se levanta del sofá y avanza aprisa hasta el interruptor. Una luz blanca se esparce de in- mediato por la sala. Ramiro aún logra mirar el trasero en forma de corazón de su mujer antes de perderse detrás de la mampara de la cocina. Al poco tiempo ella se aproxima con una botella en cada mano. —¿Le dijiste que queremos hablar con la otra escuincla y el depravado ese? —pregunta él, al acep- tarle una cerveza a Cristina. —¿A quién? —Pues a Carmen, mujer. Ramiro toma un trago profundo espe- rando la respuesta. Después se inclina para desatar las agujetas de sus zapatos. Ya erguido mira la botella vacía de Cristina y después a ella que señala con un gesto la suya. Él vierte todo el contenido de un sólo trago. La mujer se acerca y lo besa en un pómulo. Suplemento Letras para llevar. Almanaque de ansiedades 9

—No sé cómo puedes estar tan tranquila —rezonga él, apartándose. —¿Dónde está Carmen, mujer? —bufa, sabiéndose precozmente embriaga- Ella se pone de pie y vuelve a la cocina haciendo gestos de disgusto. Él do—. Háblale al celular y dile por favor que se apure y tráeme otra cerveza. la escucha hablar desde allá, pero no distingue lo que dice. Un olor fétido le roza de Cristina aún está de pie. Contempla a su marido con las manos en la pronto la nariz y él resopla con fuerza para ahuyentarlo. Cristina regresa enseguida cintura y la mirada impertérrita. Desde esa postura un poco artificial le dice con con otras cervezas. tono conciliador: —Te lo tomas muy a pecho —ha vuelto a sentarse a su lado, ahora con una —Ahorita le marco. Tú quédate aquí. Ahorita te traigo la cerveza. pierna reposando sobre sus muslos y una mano acariciándole el pelo—. A mí tam- Ramiro procura recordar esa inflexión, ese acento particular: Quizá en bién me dejó de a seis, pero sé que con preocuparme no soluciono nada. una noche extraviada en lo remoto del noviazgo, o en la reconciliación después de —Mujer, no me respondiste. una pelea, o el murmullo cuando en la noche se acerca para besarlo y desabotonarle —¿Qué cosa? la camisa, o aquella maldita tarde en que… —Te pregunté que si le habías dicho a Carmen que les dijera a sus “amiguitos” La mujer le alcanza una botella y teclea en su teléfono móvil, con las que queremos hablar con ellos —insiste él y se dedica a beber. piernas tendidas a lo largo del diván. —Sí, ya le dije —asiente ella, observando a Ramiro mientras toma. —Carmen, ¿dónde andas? Ya está aquí tu papá… Pasado un rato le ofrece su bebida una vez que él ha terminado la Por el móvil Ramiro distingue la voz de su hija que responde con tono suya. Él la acepta y la coloca en la mesita. Siente los ojos crispados, las manos de protesta, y entonces bebe largamente. entumecidas y el estómago tenso. En ese instante percibe otro soplo de aquel olor —Les dieron la tarde… —dice la mujer y de nuevo se escucha la voz adoles- nauseabundo. cente con aquella nota de reparo. —¿No sientes un olor raro? —dice él, al tiempo que se cubre la nariz. Él percibe por cuarta vez el olor fétido, ahora indudablemente de —Sí, desde hace rato. excremento, pero en ésta tiene la certeza de que proviene de adentro de la casa Ramiro se calza los zapatos y va hacia la ventana, buscando el origen de la misma. Acaba de un trago su bebida y emprende el camino hacia el pasillo de las fetidez. Pero afuera sólo percibe una brisa limpia. habitaciones. —Regresando al punto —continúa, y se toma el resto de la bebida de Cristi- —El caso es que está aquí. ¡Ya vente! —dice Cristina al teléfono, molesta, en na—, ¿qué te dijo ella? tanto camina apresurada detrás de Ramiro—. ¿A dónde vas? —¿Carmen? —Creo que el olor a mierda viene de nuestro cuarto —dice él, procurando en —¡Que sí, mujer! ¿Qué te dijo? vano una pronunciación correcta. —Que les iba a decir a sus “amiguitos”, como les dices tú, pero no creo que Ya adentro el hedor se torna agresivo. lo haga —responde ella mientras se pierde en la cocina. Cristina entra con la blusa dispuesta como paño en la nariz. —Esa mocosa —dice Ramiro. Después consulta el reloj adherido a la pa- —Quédate afuera —dice ella—. Yo busco qué huele. Yo me encargo. red—: Ya es muy tarde y nada que llega esta escuincla. ¿Como a qué hora se fue? Con la luz ya encendida él explora toda su habitación: bajo la cama, Te digo que no la hubieras dejado salir. detrás de la mesita de noche. —Y yo te digo que te calmes —dice ella al tiempo que le entrega una bote- —Que te quedes afuera —insiste, exaltada—. Estás un poco tomado. Yo busco lla—. Se fue como a las cuatro. qué huele así. Cristina toma asiento, cruza las piernas y aparta la toalla de su ca- Ramiro se asoma a la ventana y una brisa fresca disminuye por un bellera roja y ondulada. Su cutis es limpísimo y los labios de apariencia suave y instante la fetidez. Al abrir el armario el olor a excremento se vuelve tan fuerte que dulce. Beben en silencio, ella con las piernas trenzadas, como posando para una lo obliga a cerrar los ojos, pero la visión del principio lo fuerza a mirar de nuevo. fotografía. Apenas Ramiro termina su cerveza, ella le alcanza la suya: Adentro hay un hombre alto, algo apuesto y apenas más joven que él. Tiene el —Ya no quiero —dice hastiada—. ¿A ti te traigo otra, no? rostro desencajado y pálido y su mirada expresa una vergüenza insólita. Ramiro —No, así está bien —disiente él y termina de ingerir el resto. Se ha percatado se lanza con furia sobre él derribándolo con puñetazos y patadas. Recoge un tacón del embotamiento en la cara y del sueño que parece haberlo dominado de repente. del armario y con él aporrea hasta el cansancio la cabeza del hombre. Cuando el Induce que ha bebido demasiado rápido. Procura sentarse, pero nuevamente aquel olor a sangre supera la otra pestilencia, se vuelve hacia la mujer y con ella realiza hedor, que ahora percibe como de excremento, le violenta el olfato. Deposita el lo mismo. envase en la mesita y se dirige al cuarto de baño, tropezando con los muebles. —¿A dónde vas? —pregunta ella, avanzando detrás de él. —A averiguar de dónde viene esa pestilencia. ¿Acaso no la sientes? —Sí, te digo que desde hace un rato. Algo ha de andar mal en la cañería. Ramiro levanta la tapa del inodoro, verifica que todo esté en orden y vuelve a sentarse a la sala. Siente que el cuero cabelludo le oprime el cráneo como si portara una boina muy ajustada en la cabeza. Suplemento Letras para llevar. Almanaque de ansiedades 10 Siempre te gusto´ el cine de Woody Allen INTERIOR / SALA DE LA CASA / DÍA MAURICIO se quiere morir de la risa pero se contiene. A cuadro MAURICIO (43), mira a SOFÍA (40), pregunta: Mauricio: Ora sí te volaste la barda, ya estás fumando mariguana desde temprano. 1 Mauricio: ¿Una película? Sofía: No seas tarado, tengo que salir por los niños al rato, y ya sabes, ni pisca de Sofía: Sí, una película. yerba frente a ellos. MAURICIO se queda pensativo un tiempo, bebe su vino, se deleita, hace una pausa entre 2. INTERIOR / SALA DE LA CASA / DÍA nerviosa y no. Luego dice: MAURICIO descorcha con parsimonia una botella de vino tinto: mira a contraluz la Mauricio: No sé, nuestro último trabajo juntos no terminó bien. botella, con sumo cuidado le retira el plástico metalizado, hunde la punta del descorchador Sofía: ¿La película con Manuela Olivo? en el corcho, le da vueltas y revira a SOFÍA: Mauricio: (nervioso) ¿Es reclamo? Mauricio: Sofía, ¿estás loca? Sofía: (sarcástica) ¿Reclamo? De qué, si la última vez que estuve en tu casa para Antonio Monter Rodríguez Antonio Monter Sofía: ¿Te parece que lo estoy? ver los términos en que firmaremos el divorcio vi unas fotografías de ella, las tienes por SOFÍA mira a MAURICIO mientras espera respuesta, él sigue descorchando... Le cuesta todos lados, es muy bonita, tenía que ser. un poco de trabajo sacar el corcho, lo logra y huele el aroma del vino. SOFÍA arrima su Mauricio: Sofía... copa como indicando a MAURICIO que le sirva... Sofía: No, hombre, no pienses mal, es neta. Me gusta para ti aunque le lleves Sofía: No es un insulto, ¿verdad? treinta años. Mauricio: No, no, Sofía, pero entiende, no sé, sería muy raro. Mauricio: Son veinte, veinte nada más. Sofía: Siempre fuimos un matrimonio raro... SOFÍA estira su brazo con su copa para brindar con Mauricio, y dice: Mauricio: Pero hacer una película sobrepasa los límites... Sofía: Ya pues, firmemos la pipa de la paz. ¿Acaso no hablamos de ser abiertos, Sofía: (entre burlona e incrédula) ¿Tú hablando de límites? tolerantes y comprensivos cuando tronáramos? Mauricio: Con todo respeto, me parece una locura. Mauricio: (Un poco renuente a brindar, pero finalmente lo hace) Sí, pero escucharte MAURICIO sirve vino en la copa de SOFÍA. Se la entrega en la manos. Ella toma la nombrarla así nomás... y luego, ¿bonita? copa y bebe todo de un sorbo. Se la regresa a MAURICIO en señal de que le sirva más. Sofía: (Maliciosa) ¿Y no lo es? Sofía: Siempre dijiste que estábamos locos. Te creí. Por eso me casé contigo, Mauricio: (Confundido) Sí, bueno, no sé. para hacer locuras. Sofía: (Continúa con el sarcasmo, pero ya se filtra el reclamo y la herida) ¿No Mauricio: No estoy tan convencido de hacer una película juntos. sabes? Si aparte de mirarla en cámara y aguantarle sus berrinches de diva, te la llevaste a Sofía: Podemos hacer una última, ¿no veo por qué no? Somos maduros, nuestra cama ¿cómo no vas a saber? abiertos, terminamos bien. Mauricio: Sofía, no quiero discutir contigo ahora. Mauricio: ¿Pero hacer una película de nosotros? ¿De lo que fue nuestra vida Sofía: No estamos discutiendo, por primera vez estamos teniendo una plática de juntos? adultos. Sofía: Tú lo dijiste una vez, para los temas de amor y desamor sólo tú y yo. MAURICIO voltea hacia el lado opuesto hacia donde está SOFÍA que lo mira con SOFÍA enciende un cigarro y se le queda mirando a MAURICIO a la espera de su sorna. respuesta. Sofía: Yo sé cómo es este negocio, Mauricio. Manuela no fue la primera y está MAURICIO sirve vino en la copa de SOFÍA, le pasa la copa, piensa, dice: bien, fue un acuerdo no hablado ni escrito, pero acuerdo al fin, si no, te hubiera mandado al Mauricio: ¿Supongo que no estarás pensando en exhibirla? carajo desde Las Ninfas Indiscretas. Sofía: Podría ser, la llevamos a Cannes, tu amigo el francés te ofreció... ¿O, no? Mauricio: Y me vas a decir que en esa película me acosté con todas... MAURICIO ríe sarcástico. Sofía: No, sólo con tres, ¿o conté mal? Sofía: Bueno, ¿no te quieres internacionalizar?, mínimo un premio Ariel en Mauricio: Ya pues. nuestro maravilloso país... ¿No dijiste que tus colegas becarios y los niñitos recién Sofía: Ya pues ¿qué? egresados de las escuelas de cine han ganado premios con unos bodrios espantosos? Mauricio: Que ya le pares. Mauricio: Y con-tem-pla-ti-vos. Sofía: ¿Por qué? ¿Te da miedo enfrentar la realidad? Sofía: Creo que nuestro divorcio nos viene perfecto. Mauricio: Ya párale Sofía, eso lo hablamos. Mauricio: ¿Por lo contemplativo? Sofía: ¿Lo hablamos? ¿Cuándo? Nunca abrimos la boca, aceptamos la separación SOFÍA hace como que no escuchó y le da un sorbo a su copa, luego dice: por lo evidente, pero nunca dijiste nada. Sofía: Hacemos el guión juntos, armamos el equipo con los amigos y listo. Mauricio: Tú tampoco. Mauricio: ¿Y la lana? ¿Con qué filmamos? Sofía: (Ahora sí con todo el tono de reclamo) ¿Quién tenía que dar explicaciones? Sofía: Tienes la beca y por derecho de bienes mancomunados me pertenece la ¿Quién se enamoró de otra mujer? mitad. Mauricio: Tú anduviste con el Negro. Mauricio: Esa beca me la dieron para un documental sobre la violencia, bien lo SOFÍA se para en seco, desvía la mirada, busca los cigarros, enciende uno, da varias sabes. Así que no me jodas. fumadas, luego ya en tono bajo, como arrepentida. Sofía: (maquiavélica, conciliadora) No te jodo, te incito a que lo reconsideres… Sofía: Eso fue una estupidez y lo sabes. (haciendo con las manos la imagen de una marquesina) Te daría mayor fama, te buscarán SOFÍA Sigue fumando, toma vino, piensa, luego dice: los periodistas: Mauricio Aranda, el cineasta que se atrevió a contar en pantalla su vida Sofía: (Como niña chiquita dando la explicación a una travesura) Además andabas sentimental con la escritora Ángela Galván, sin duda, la mejor poética cinematográfica de viaje, meses en Europa buscando no sé qué. El Negro me pidió ayuda para la revisar los de la ruptura amorosa de los últimos tiempos. diálogos de su película. Suplemento Letras para llevar. Almanaque de ansiedades 11

Mauricio: ¿Y el favor incluía las cenas románticas y los moteles fuera de la ciudad? reflexionaran en torno a lo que han dicho. MAURICIO rompe el silencio. Sofía: El Negro no es nada romántico y tú lo sabes. Es igual que sus películas, Mauricio: Yo me refería a que alguien desde fuera, sin ser juez y parte, nos diera violento y barrial. asesoría para evitar cualquier lucha entre tú y yo. Mauricio: (Sarcástico, de ahora va la mía) ¿Entonces querías probar látigo? Sofía: ¿Lucha?, explícate. Sofía: Ahora no me jodas tú. Mauricio: Que no fuera tu interpretación o la mía, sino la de ambos contenida en Mauricio: No te jodo, mi amor, estamos teniendo una charla de adultos. la misma historia. Sofía: No me digas mi amor. Estamos separados desde hace cuatro meses. Sofía: ¿Quiere decir que estás aceptando? Mauricio: No hemos firmado el divorcio todavía. MAURICIO se echa para atrás en el sillón. Mauricio: No, lo pienso nada más. 3. INTERIOR / SALA DE LA CASA DE SOFÍA / DÍA Sofía: Comencemos con una escaleta para tener una línea argumental que nos A cuadro aparecen ambos, SOFÍA estira el brazo con su copa en la mano para brindar con acomode a ambos, luego cada quien escribe una versión y confrontamos. MAURICIO, él duda: Mauricio: Eso es precisamente lo que quiero evitar, la confrontación. Sofía: Mauricio... Sofía: Mauricio, si te pones intolerante mejor no hacemos nada. Mauricio: Sofía... Mauricio: No soy intolerante. A ver explícame cuál es tu idea. Sofía: (Calmada, en tono bajo, como recuperándose) Basta. Sofía: Ya te dije, comencemos con un esquema. Una línea de tiempo, piensa en los Mauricio: Es lo que yo digo, basta. momentos clave de nuestra relación, buenos y malos, anótalos y... SOFÍA mira fijamente a MAURICIO, choca su copa con la de él y dice: Otra vez silencio, los dos beben, pasa algo de tiempo. Sofía: Pero hagamos la película. Mauricio: (Pensativo, como para él, pero en voz alta) Los buenos y malos Mauricio: ¿Otra vez con eso? Míranos, capaz que nos sacamos los ojos. momentos. Sofía: Ándale, se puede llamar Ciegos forever. Sofía: Si quieres, puedes meter la escena del Negro conmigo. Mauricio: ¿Ciegos forever? qué pinche cursilería. No te pongas barata, Darling. Mauricio: ¿En qué Motel fue? Sofía: No te pongas caro, Juan Orol. Sofía: En la recámara de aquí arriba te encontré con Manuela Olivo. Mauricio: Órale, eso sí estuvo fuerte. Otra vez silencio los dos, beben, pasa algo de tiempo, pausa breve. Brindan, sonríen. Se van Sofía: Te mandaste con lo de pinche cursilería. acercando hasta que sus rostros quedan muy cerca uno del otro... Mauricio: Bueno, ¿y quién le metería mano al guión? Mauricio: (proponiendo título para la película) ¿Sofía y Mauricio? Sofía: Tú y yo, ¿quién más? Sofía: Mejor, Cama para cuatro. Mauricio: No estoy de acuerdo, tendría que haber una postura neutral y objetiva. Mauricio: ¿A qué hora tienes que ir por los niños? Sofía: Ándale, pues, ¿y desde cuándo te hiciste amante de la imparcialidad? Es Sofía: En realidad le pedí a tu hermana que pasara por ellos. lo que menos has procurado en tus películas. Arrasas siempre. Lo entendí y por eso nunca Mauricio: ¿Y el casting para elegirnos a ti y a mí? cuestioné tu visión de las cosas, sólo me dediqué a corregir diálogos sin involucrarme en la Sofía: Lo hacemos tú y yo. psicología de tus personajes. Ay de mí, si te hubiera cambiado algo. Mauricio: ¿A cuántas puedo desnudar? Sofía: Proporcionalmente a los mismos que yo. Mauricio: No seas tan extremista. Tú misma decías que en los buenos personajes Mauricio: Nunca le he sido infiel a mi amante con mi todavía esposa. no hay lugar para la tibieza. Y en todo caso, supongo entonces que ha sido algo aspiracional. Sofía: Siempre te gustó el cine de Woody Allen. Sofía: No sé, no soy tu terapeuta. FADE OUT Pausa larga, ambos se dedican a beber en silencio, como agotados, pensativos, como si CRÉDITOS Suplemento Letras para llevar. Almanaque de ansiedades 12 Umbrales ... tiene el miedo muchos ojos y ve las cosas debajo de tierra… 2/ Don Quijote Tragos de humo: Miguel de Cervantes Saavedra El olor del cigarro se consume. Hay quien prueba el plástico gritando en 1/ Habitación negra los cuartos perdidos, pero hoy encontramos a un viejo dudando de sí mismo. Aquel hombre no sabe si quemarse en gritos, salir disparado como la sangre a la banque- o sueñes demonios podrían acercarse en cada parpadeo. No dejes ta o ser el que espera dos alas en la punta del silencio. Existen cuevas luminosas apagada la luz, pueden devorarte en el momento menos esperado. que te atrapan y lo atrapan. En cada minuto, el espacio aumenta la temperatura. NIntentarás salir de tu cuarto, buscar agua bendita, comerte las uñas Se ladea en su asiento, saca unos cerillos: prende una nota triste. Abundan enfer- pero ellos te mirarán desde afuera. No les demuestres miedo tirándote al piso meras por todas partes, por las vías del tren, algunas hablan entre ellas y callan de para gatear hacia la esquina y recorrer el mueble en el que tienes los fetiches o golpe. Cerca de la oscuridad, están sentadas alrededor de todos. Él mira su cuerpo las imágenes para cubrirte. Tus ojos se humedecen, miras tu cuadro favorito: las (se multiplica por cada mujer que lo rodea). Él es uno, dos, ocho, catorce, miles y Fernando Salgado personas retratadas comienzan a moverse, entran a la casa de paja, se escuchan ahora de nuevo uno. Se tranquiliza; no le gusta ver enfermeras, dice que las inyec- gritos; en el lienzo brotan ratas hambrientas y engullen primero a los granjeros, ciones son patadas en el trasero. Ya no tiene un cigarro en la mano, ahora eso no después te contemplarán con sus colmillos. Coges tu almohada. Recuerdas a tu le importa, solo mira la otra banca. madre que te abrazaba cuando tenías miedo: preparaba té de limón, se acercaba —Aquella mujer recibe la mirada del hombre, muestra sus arrugas lenta- a la cama y te contaba la historia de la gallina. Al verte tranquila con un beso en mente para atracarlo con su perfume añejo—. Suena un estruendo, la oscuridad la frente se despedía de ti. Un murmullo planea en tus oídos. La sensación de impacta las luces; la mujer grita: tal vez de dolor o de miedo. El hombre suda frío. escalofrío te avienta a la pared, giras tu cara a todos lados; se enciende la luz. La banca lo sujetaba a su prisión de hielo. La oscuridad y los gritos aún no paran. Es el momento para correr hacia la calle. Comienzas a andar: dejas atrás Él toma su bolsa de plástico, desprende de ella otro puro usado. Los sonidos son el pasillo, las zapatillas, tu reloj. Te acercas a la puerta. En pocos segundos te vacíos pero a él no le importa que su imaginación asesine a esa mujer. Se acerca, un alejarás de este martirio. Ratas rabiosas te perciben, huelen tu horror, bloquea- sonido agudo. Enciende de nuevo un cerillo y mira el cuerpo de la muerta. Vuelve rán la salida. Chillan y corren como locas. Les brotan cucarachas negras del la luz. Varios perros a su lado buscan cariño/ se tiran/ revolotean/ ladran/ desangran hocico. Sientes asco al ver cómo las ratas dan a luz. Todo te trastorna. La luz sus patas/ aún no se sacian de carne. Camina al fin de la acera. El sonido es más se vuelve a apagar. Los demonios abren su hocico y dejan ver su lengua bífida. fuerte. Él emprende una carcajada. Lloras. Le pides perdón por haber intentado jugar con sus dedos. En el hospital psiquiátrico corre el rumor de que Antonio Méndez escapó. Todo el hogar es acto de venganza. Los demonios gritan como tu pa- Los internados piensan atacar. Saldrán por la puerta de adelante y acabarán con los dre. Algunos se lamentan pero otros anhelan tus ojos para aprender a manejar doctores y enfermeras usando las agujas que los torturan. Algunos querrán ajustar el tiempo. No tienes otra opción: sólo resistir. Tienes que arrancarte los ojos y su cuenta con el director. sumergirte en otro cuarto oscuro. En las oficinas del hospital el director se atrinchera con los familiares del susodicho. Emplea una buena cantidad de efectivo para desaparecer los archivos de él y dejar claro que nunca existió. Los hermanos de Antonio se miran, uno mueve su cabeza aclarando que aceptarán. Minutos después salen del hospital. Alguien toca la puerta del director. Suplemento Letras para llevar. Almanaque de ansiedades 13 Boquiabierta oblada salí una noche de un estrecho y oscuro cuarto de cartón. Además de la caja, un celofán herméticamente sellado me aprisionaba. Por Dmucho tiempo esperé con ilusión a que mi comprador desdoblara poco a poco los pliegues de plástico de mi cuerpo desnudo. Aunque trascurrieron dos meses sin ver nada, reconocía perfectamente cada una de las costuras que delineaban mi contorno. Un ojo tocaba la bolsa y el otro se perdía más abajo, entre los demás dobleces. Tenía la boca abierta, recargada sobre el pezón izquierdo. Me habría encantado succionar para reconocer mi sabor, pero mis labios carecían de movilidad y mis pulmones de aire. Al fin he vuelto a ver la luz, la última vez que lo hice fue en una fábrica, antes de que un empleado de ojos pequeños y rasgados me desinflara y doblara para meterme en ese horroroso empaque. No tuve tiempo para despedirme Víctor Manuel López Ortega Víctor de mis compañeras, quienes también andaban en cueros y, a diferencia de mí, eran totalmente impúdicas. De ellas aprendí a no sentir vergüenza de mi apariencia. Jamás me preocuparía por no tener nada que ponerme. La noche de mi liberación significaba mucho para mí, estaba a punto de realizar la función para la cual había sido creada. Qué excitante. Debo aclarar que los productos de nuestro tipo somos fabricados con una sola misión: hacer, sin oponer resistencia, todo lo que nuestro único dueño disponga de nuestro cuerpo, brindándole algunos minutos de felicidad efímera. Ellos y nosotras no somos de la misma especie. Aunque nuestros cuerpos se parezcan, no tenemos la misma piel. Presiento que esto muy pronto me hará desdichada porque, a pesar de que él me ha comprado y le pertenezco en cuerpo y alma, jamás seré su amante. Algo como yo ni siquiera es catalogado como la otra. Es muy triste estar ahí dispuesta para cuando nuestro amo lo necesite y ser arrumbada en un clóset cada vez que le incomode con sus amistades o nuevas conquistas. ¡Qué injusta es la vida conmigo y mis semejantes! Nuestros beneficiarios deberían sentirse orgullosos de tener a alguien como yo.Les damos demasiado y lo soportamos todo. Entonces, ¿por qué se avergüenzan los hombres de nosotras, si somos las únicas que realmente materializamos sus fantasías reprimidas? Razón de más para estar en deuda permanente de gratitud. Pero aún no ha llegado el día que nuestras quejas sean escuchadas. Miré hacia arriba y contemplé mi propio reflejo. Ignoraba que existieran espejos así. Mi amante humano me observó con gran emoción en el rostro. ―A partir de hoy te llamarás Mariana, como la mujer de quien me enamoré en la Facultad y no me quiso, a pesar de que la traté como una princesa. Por años deseé poseerla, pero ella nunca accedió a darme una oportunidad. Dentro de unas horas se casará con un tonto, pero tú serás ella ―dijo mi amo con la voz entrecortada, quien todavía era joven y no de mal ver. Enseguida, me introdujo una válvula en una protuberancia botada que yo tenía en uno de mis tobillos y sentí cómo iba entrando aire a presión, fui testigo de cómo el soplo moldeaba mis dimensiones poco a poco. Quedé sorprendida al verme inflada. Recordé que tenía una boca profunda ydos orificios más entre las piernas, adelante y atrás. Lo que pasó después me lo reservaré, pues el lugar de donde provengo tiene la estricta política de tratar con absoluta discreción cualquier cosa que ocurra tanto dentro como fuera de ella. Pero confieso que adoré la forma en que él y yo intimamos. Aquella noche no logré dormir sólo de pensar que ese hombre, a quien ya creía amar, tal vez pronto encontraría una mujer que no fuera una burda réplica antropológica, la traería a esta cama y a mí me arrojaría al piso o al bote de la basura. Entonces, en un arrebato de celos, imploré a la fortuna que mi dueño se convirtiera en lo mismo que yo, para ser al menos su amante y nunca más juguete. A la mañana siguiente, Carlos amaneció convertido en una figura tiesa, carente de costuras. De mejor calidad y durabilidad que yo. Estaba desnudo, con el miembro erecto y la boca y los ojos abiertos, mirando hacia el espejo. Estrechaba mi mano, pero ya no sentía su calor. Él, a diferencia de mí, ya no sentía, ni hablaba, ni respondía a mis llamados melosos. No ha despertado desde aquel día. Me siento culpable de no haberme conformado con ser una más de sus aventuras. Suplemento Letras para llevar. Almanaque de ansiedades 14 Genesis´ Teogonia´ n el principio fueron repartidas las espadas de hierro entre los corazones n cada avenida languidece la sombra del dios del abismo y del asfalto, ningu- eremitas y los feligreses originarios, los abuelos de mármol separaron con na de sus verdades de murmullo sirvió para destruir, con su furia sin océanos, Eférrea vocación celestial las aguas de los estanques de las aguas turbu- Eesta ciudad estoica. Muchos afirman que murió atropellado y que su aliento lentas. Las tinieblas siempre imperfectas nacían en los cuartos desordenados o todavía caliente se desvaneció en el parabrisas roto de un tráiler cargado de plá- vacíos de los padres mientras los hijos se encontraron ante los besos melodra- tanos y mesas. Otros sostienen que escapó hacia los volcanes la noche del último máticos en el televisor con los ojos tapados, deseosos de que la luz eterna de los terremoto y que de su fuga surgieron los vientos que hacen retumbar los puentes labios se filtrara en sus almas de pasto verde. Llegaron los ejércitos de ultramar peatonales y los anuncios luminosos en los que también agonizan hombres y muje- Gustavo Ogarrio y aunque esto no estaba contemplado se puede tomar como una exégesis del res en bikinis de colores divulgando el fin de los tiempos. huerto y del aire y del fuego y de las olas y de los rascacielos y del hambre y Se dice que de una mañana de tormentas eléctricas y de juramentos reful- del agujero en la capa de ozono y de las tiernas devastaciones en nombre de los gentes de lluvia nacieron pequeños dioses que ahora habitan las coladeras y los ríos párpados alegres de Caín, ese campesino siniestro que también colaboró en la entubados que cruzan la ciudad. Estos dioses menores, hijos del agua y de la sucie- demora de la sangre. dad, emascularon a los pordioseros que se escondían en esos pasillos subterráneos Después vino la expansión de los cielos y de la tierra y la guerra fría con y libaron durante años el vino amargo de esas aguas negras. En el punto más alto de sus cohetes y bombas nucleares, nos decían que todavía más fríos y certeros a la su miseria y de su gloria, se blasfema contra ellos en las plazas y en los mercados y hora del gran encuentro con la materia. La maldad de los hombres se confundió corre el rumor de que en el mar subterráneo de líquidos turbulentos apenas hoy son con los negocios en la tierra y los cielos temblaron contra la demografía y la enaltecidos en secretos rituales con sus pequeños trajes de buzo y su triste parodia multiplicación de la especie; tantas bocas de plomo sin atajos para llegar a la de titanes de la mierda. felicidad. Entonces cayeron muertas millones de palomas sin hojas de olivo en No tenemos esfinges, todas ellas murieron en combates incomprensibles. el pico y ya nadie alcanzó a subir al Arca majestuosa y vil de las mercancías y de Los dioses de la justicia se quedan dormidos en algún vagón del Metro y por las los centros comerciales y de las atmosferas climatizadas y de las camas de bron- tardes también cantan a todo pulmón insignes boleros de artistas muertos. Tampoco ceado con feroces rayos ultravioleta. Y entonces el principio se transformó en tenemos ya ningún destino que cumplir, ninguna gracia ultraterrena que ilumine el fin con un golpe de trueno sin señales para continuar. Embalsamados en vida nuestros momentos más infames o que nos obligue a la maldición secreta de nues- volvimos rotundamente a los dominios de la nada, con el corazón hueco y los tros hijos o a la traición que rige calladamente nuestras desgracias. Nunca más pulmones congestionados de tinieblas. El cielo y la tierra han dejado de temblar tendremos alas de murciélago que nos transformen en emisarios de algunos casti- y todo indica que nuestro ataúd jamás estará de vuelta en Egipto. gados por el olvido. Ningún poeta ciego camina ya por nuestras calles. Ningún ojo inmortal nos lleva la cuenta de todos nuestros suplicios. Suplemento Letras para llevar. Almanaque de ansiedades 15 Fedra

Bárbara? Qué curioso. Hubiera esperado que me llamaras cualquier cosa. Cíni- ¿ca, desvergonzada, perra o simplemente puta. Pero tienes razón. Otra vez tienes razón. Lástima que rara vez sirva para algo esa cordura tuya. Con lo inteligente y sensato que eres, ya debías haber advertido hasta qué punto la capacidad de ex- plicar la vida va en dirección contraria a la capacidad de vivirla. Imposible, sería pedirte demasiado. Tan enamorado estás de lo lindos que te quedan los esquemas, que has acabado por entender cuanto sucede como puro pretexto de ingeniería.

Sergio J. Monreal ¿O vas a negármelo? Para muestra, el botón más a mano. Ahora mismo, lo natural a los ojos de cualquiera sería que estuvieras horrorizado, indignado, es- candalizado. Después de todo, tu mujercita ha defraudado una por una todas las etiquetas bajo las cuales te habías esmerado en arroparla. No sólo hice cuanto me fue posible por llevarme a tu hijo a la cama; también he provocado que, sin crimen de por medio, te conviertas en el único responsable del modo estúpido y atroz en que acaba de matarse. Y sin embargo, al mirar con detenimiento tu gesto bajo la máscara de circunstancias que has elegido para la ocasión, queda perfectamente claro que no sientes ni horror, ni indignación, ni escándalo. Ni horror al saber que, sobre nuestra propia cama, me humillé hasta la más despatarrada ofrenda delante de tu santo primogénito. Ni indignación apenas comprendiste que mentía cuando, con lágrimas en los ojos, te aseguré que había sido él quien pretendiera forzarme a adornar contra todo deber filial tu bronceada y circunspecta frente. Ni escándalo al imaginarlo ahora mismo entre los fierros torcidos del coche en que lo obligaste a largarse. Nada de eso. Pura y simple alarma, pues entiendes lo negras que vas a vér- telas para reducir a explicación y diseño el monumental desbarajuste en que, sin escapatoria posible, estás metido. Sin escapatoria posible, mi amor. Porque vas a buscar por cuantos medios sea posible evitar el escándalo, y no hay nadie en quien confíes lo suficiente como para contarle con pelos y señales lo que ha sucedido; mucho menos para confiarle tu estupor. Así que no vas a ser capaz de tomar la iniciativa para divorciarte de mí. ¿Y sabes una cosa? Yo no tengo intención alguna de divorciarme de ti. Así que seguiremos aquí, unidos por la nada, en espera del día que ella misma decida separarnos. Aunque te mudes de lecho, de recámara, de ciudad, de planeta, mañana tras mañana yo seré para ti recordatorio de que estamos parados encima de una pira de fuego enloquecido. Y tú serás para mí, noche tras noche, la sombra de aquel muerto que no pude tener, pus y gangrena de una herida que nunca llegó a abrirse. Suplemento Letras para llevar. Almanaque de ansiedades 16 Gallo y campana Para Alejandro Delgado

enstrúan las campanas sonidos por su glotis de péndulo Men las oscuras profundidades de los pueblos sin dueño. Matías Fajardo Su tañer lastimero es lápiz apilado de imágenes, ecos de la muerte del silencio, pétalos de piel que se desgranan y desgarran en la vigilia de la espina.

Cuando habla la acampana calla el gallo y clava su pico en la metástasis del sueño. Mañana una orquesta nacerá de ese pico.

Autodefensas

Les quitaron las tierras, les robaron sus vacas y terneras y se llevaron todo, pero cuando empezaron a llevarse a sus mujeres… Les quitaron el miedo.