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Sociedad, Prensa Y Telefonistas Inconformes En 2008

Sociedad, Prensa Y Telefonistas Inconformes En 2008

Sociedad, prensa y telefonistas inconformes en 2008

Felipe Castro Cervantes

Trabajo de grado para optar por el título de Comunicador social y periodista

Director: Nelson Castellanos

Pontificia Universidad Javeriana

Facultad de Comunicación y Lenguaje

BOGOTÁ

30 DE ENERO 2009

1 Bogotá, Enero 26 de 2009

Doctor JURGEN HORLBECK B Decano Facultad de Comunicación Social PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA Ciudad

Apreciado Doctor:

Como director del trabajo de grado “Bogotá inconforme: …., elaborado por el alumno Felipe Castro Cervantes, quiero hacer entrega a usted de este trabajo que es el resultado de un proceso de investigación en el cual el estudiante demostró interés, capacidad y acierto para desarrollar un tema pertinente para la Historia del Periodismo en Colombia.

Considero que el trabajo reúne los requisitos para su sustentación, y lo apruebo no sin antes reconocer el esfuerzo demostrado por el autor para sacar adelante un trabajo en el que se evidencia su formación lectora, y una prometedora carrera en el campo del periodismo escrito.

Cordialmente,

Nelson Castellanos. Director de trabajo de grado

2 Índice

Introducción...... 5

Capítulo I. Los años de la inconformidad...... 7 1.1 Los años 20 y la “prosperidad a debe”: Cambios y continuidades...... 7 1.2 Crece la desigualdad: Los trabajos mal remunerados y la organización de los inconformes...... 11 1.3 Fin de la prosperidad: Causas y consecuencias...... 16 1.4 La “amenaza” del socialismo criollo: un pretexto para la represión de la protesta Social...... 19 1.5 La “Ley Heroica”: un pretexto para silenciar las voces inconformes...... 22 1.5.1 La lucha contra la expedición de la “Ley Heroica”...... 24 Conclusión...... 27 Anexo 1...... 29

Capítulo II. El periodismo y los actores de la protesta social...... 31 2.1 De Movimientos y protestas...... 31 2.2 Artesanos, obreros y pueblo...... 32 2.3 Paternalismo: entre la compasión y la minoría de edad...... 35 2.4 El Pueblo: Un cambio en el lenguaje...... 36 2.5 Las reivindicaciones de la prensa obrera...... 38 2.6 La influencia de la prensa liberal...... 43 2.7 Opinión pública...... 44 2.8 Ruy Blas y Felipe Lleras...... 46 Conclusión...... 48

3 Capítulo III. La inconformidad ante el mal trato y la mala paga: el caso de “la huelga de las telefonistas”...... 49

3.1 La voz de la opinión y la voz de la prensa...... 49 3.2 Relato de una jornada de protesta: “La huelga de las telefonistas”...... 52 3.2.1 El relato de una noticia: principio de una huelga...... 57 3.2.2 El fin de la huelga...... 62 3.3 “Capataces de ultramar”: la expresión de un nacionalismo...... 63 3.4 Estado y partidos políticos...... 66 3.5 Los trabajadores y el papel de la mujer...... 67 3.6 La empresa de teléfonos: la mala del paseo es otra...... 71 Conclusión...... 63 Conclusión general...... 75 Bibliografía...... 77 Anexo 2

4 Introducción

Si revisamos la bibliografía que existe sobre los años veinte en Colombia, encontraremos que historiadores, sociólogos y periodistas coinciden en que fue un periodo en el que germinaron buena parte de los conflictos sociales que el país ha padecido. Y no es para menos, pues fue durante esta época de agitación política y económica, que se hicieron palpables los movimientos sociales que luchaban por una reivindicación histórica, además de una prensa militante que sirvió como vehículo adoctrinador para la naciente clase obrera que se convirtió en la voz y cabeza visible de numerosos grupos sociales que luchaban por salir de su aislamiento crónico.

Como dijimos, la prensa jugó un papel protagónico en estas transformaciones, como constructora de información y opinión, en el marco de los conflictos sociales y laborales, viéndolo desde la perspectiva de la historia del periodismo.

De tal modo que nuestro principal interés es responder porqué tanta inconformidad social en la década del veinte, cómo se representó a los actores de la protesta social y cómo se narró esta inconformidad en la prensa capitalina. Constatamos también que el uso de la prensa como fuente de información para estudiar los conflictos laborales, deja a un lado el problema de cómo el periodismo ha construido información, modelado la opinión y narrado desde su lenguaje estos conflictos.

Así que nos ocuparemos de hacer un recorrido por el contexto político, económico y social, para, posteriormente, reseñar conceptos, como protesta social, obrero, nacionalismo y paternalismo, que son trascendentales a la hora de abordar el cubrimiento periodístico que la prensa le dio a las huelgas de esos días. Pero, principalmente, y tomando como referencia lo anterior, explicaremos el valor de la los periódicos y sus características a la hora de construir opinión pública en una sociedad mayoritariamente analfabeta que se atrevió a salir

5 a la calle y manifestarse en contra de la opresión, en unos casos, y en otros para denunciar las condiciones laborales de sumisión y maltrato.

Para realizar el análisis nos valimos del Ruy Blas y El Tiempo, uno de corte socialista y el otro liberal. Con lo que reconstruiremos las características ideológicas y de forma con que éstos relataron los acontecimientos de una huelga en la compañía inglesa de teléfonos de Bogotá. Observaremos, también, un cambio en el lenguaje y cómo este medio de comunicación fue el canal para la transformación de un vocabulario de sumisión y paternalismo entre las clases sociales.

Dicho lo anterior, esperamos que este estudio recuerde un periodo de la historia nacional que ha sido contado desde el espacio urbano y los editoriales de la prensa, en el que los actores sociales, distintos a la élite, se hicieron visibles. Y sin sonar presuntuosos, esperamos que este trabajo contribuya a recuperar la memoria de un periodista, Felipe Lleras y un periódico que enfrentó la censura, apoyó la protesta social y cuyo estudio está pendiente en la historia del periodismo en Colombia: el Ruy Blas.

6 Capítulo 1

Los años de la inconformidad

Las primeras décadas del siglo XX en Colombia, son años de especial importancia por la forma como comienza el proceso de industrialización del país en medio del social, frente a la negativa de las élites por entender y dar respuesta favorable a las demandas de justicia social de la naciente clase trabajadora. Y el periodismo no fue ajeno a esta situación, ya fuera acallando, denunciando o apoyando la protesta social. Encontramos una intensa actividad periodística en medio de una amplia oferta de lectura y una legislación de prensa más favorable al silencio que al estímulo del debate público.

Para comprender la inconformidad de estos años, es necesario esbozar un panorama de la situación económica y social del país con el fin de identificar algunos aspectos que terminaron incidiendo en la actitud represiva del Estado hacia la protesta social, caso por ejemplo, del temor a las ideas socialistas, y el impacto de dicha actitud en la legislación de prensa así como la reacción de un sector del periodismo a las medidas de lo que se denominó en aquella época, la “Ley Heroica”.

1.1 Los años 20 y la “prosperidad a debe”: Cambios y continuidades

Como veremos a continuación, la década del veinte representó la inserción de Colombia en la órbita capitalista mundial a través de una serie de proyectos, como la fundación de empresas en las principales ciudades, la creación de bancos, construcción de la infraestructura vial, y junto a este auge modernizador, llegaron las nuevas ideas sobre los derechos de los trabajadores en un momento importante para el país, pues se comenzaba a formar una nueva clase obrera, cuyos conflictos con el Estado y los dueños del capital darían forma a un fenómeno de protesta social por toda la nación.

7 Colombia era una sociedad rural con una economía agrícola hasta finales de la década del veinte. A partir de estos años el proceso de modernización capitalista se aprecia más claro con la creación de las primeras fábricas modernas que se abrieron en Bogotá para la producción de bienes de consumo masivo como alimentos y bebidas; en Medellín estaban orientadas al sector textil, en Cali al sector manufacturero y en Barranquilla al sector químico. Junto a este proceso, el Estado desarrolló grandes obras de infraestructura con el fin de comunicar centros de acopio con puertos fluviales y marítimos para agilizar la exportación de materias primas a través de la construcción de cables aéreos, carreteras y ferrocarriles, con los recursos de la indemnización de Panamá y los empréstitos del gobierno estadounidense. Observamos también el auge de inversiones extranjeras en la industria petrolera y agrícola, con serias repercusiones políticas y sociales como lo recordamos en el caso de la huelga en las bananeras, a través de los varios relatos que ilustraron la actitud y respuesta del gobierno y el capital privado ante la protesta de la clase trabajadora. Es así como dicho despegue permite ver otro proceso: la formación de una conciencia obrera expresada en la creación de organizaciones sindicales, movilizaciones masivas, huelgas, partidos políticos y periódicos obreros. Tal conciencia se gestó en el marco de las nuevas ideas socialistas, socialdemócratas y Keynesianas que nutrieron a una nueva generación de activistas y reformadores, también al interior del partido Liberal.

El tercer decenio constituyó un periodo fundamental de cambio, un proceso de transición y como todo proceso, la década estuvo compuesta por momentos o etapas que Carlos Uribe Celis identifica en su libro, Los años 20 en Colombia. Son tres los momentos más relevantes que ubica: 1

En primer lugar, un periodo de inicio, que, comenzó uno o dos años antes de 1920, o del final de la Primera Guerra Mundial, hasta 1922. Sucedió durante la presidencia del

1 Uribe Celis, C (1991) Los años 20 en Colombia, Bogotá, Ediciones Alborada pp. 31, 32

8 “filólogo humanista, católico y conservador Marco Fidel Suárez, considerado el último representante del país pastoril”.2

Un segundo momento, que puede ser considerado un periodo de auge, abarcó de 1923 a 1926, época en que llegó al país la Misión Kemmerer, que sentó las bases y directrices para la creación del Banco de La República y de la Superintendencia Bancaria. Estos fueron los años del presidente Pedro Nel Ospina, y fue durante su gobierno, en el año 1925, cuando el mayor número de empréstitos y los dineros de la indemnización por Panamá ingresaron al país; de igual modo, no podemos pasar por alto el buen momento de las exportaciones. Al periodo se le denominó “la danza de los millones”, tiempo durante el cual se desarrollaron importantes proyectos de infraestructura.

Las obras de infraestructura vial también tuvieron un auge excepcional, en 1925 Cundinamarca tenía el 48 por ciento de las carreteras del país “lo cual permitía a Bogotá contar con un mayor mercado interno”3 –no obstante su desconexión del resto del país–. En 1928 se completó definitivamente la carretera Bogotá-Cali y se finalizó un tramo importante de la carretera Central del Norte4.

En tercer lugar, un periodo de declinación, que comprendería desde 1927 hasta 1930. Este es el momento en que el país comenzó a cuestionarse sobre el verdadero contenido de las transformaciones y sobre el acierto de las inversiones. Alfonso López Pumarejo acuñó la famosa frase “prosperidad a debe” para referirse a la prosperidad falsa que se vivió durante el decenio. La mayor parte de las curvas económicas iban en ascenso hasta 1928, cuando entendieron que eran más las deudas que las exportaciones. Fueron años de represión y de reacciones en diversos ámbitos.

2 Ibid. 3 Puyo Vasco, F. Et al. (1988) Historia de Bogotá, siglo XX, Bogotá, Villegas Editores. p. 195 4 Ibid. P.195

9 Los beneficios generados por el crecimiento económico en los años veinte no se extendieron por igual en las diferentes clases sociales. Por el contrario, campesinos y obreros, es decir, la mayor parte de la población, vieron cómo aumentaba la brecha que los separaba históricamente de la minoría más rica. Aunque con variantes importantes, la situación era similar en el resto de América Latina.5

El crecimiento de las economías exportadoras y la vinculación de los diferentes países del área en el capitalismo internacional había generado los excedentes necesarios para propiciar el desarrollo industrial, que daría origen, a su turno, al proletariado. “En ese nuevo marco, en el que los conflictos sociales –agrarios y urbanos– adquirían una creciente importancia, surgieron los partidos de izquierda. Su aparición estuvo determinada, en buena medida, por el grado de desarrollo de su industria y por el peso del proletariado... Eso explica su temprana creación en Argentina (1894) y su carácter tardío en Colombia”6. Es decir, el conjunto social que comprendía el proletariado, era muy pequeño en el país ya que la mayor parte de la población se concentraba, entonces, en las zonas rurales, a diferencia de Argentina que tenía a gran número de sus habitantes en Buenos Aires , que a su vez era la principal ruta de ingreso de miles de inmigrantes europeos que traían consigo las nuevas ideas de cambio. El siguiente párrafo explica esta situación:

Dentro de un estudio concienzudo de la sociedad bogotana de esta época, merece destacarse el hecho de que, mientras en otras capitales latinoamericanas los artesanos sufrieron a lo largo del siglo XIX un agudo proceso de proletarización, en Bogotá mantuvieron su presencia tradicional hasta el extremo de que los observadores de comienzo de siglo los identificaban como clase media y a los maestro artesanos como industriales.7

Sin embargo, se produjo una importante reacción de la sociedad que marcó el fin de una época. Durante la última administración de La República Conservadora, entre 1926 y 1930, la crisis social, económica y política abrumaba a la nación: las huelgas obreras y los motines estudiantiles fueron aplacados por de la violencia oficial y la creciente oposición liberal articuló un proyecto de modernización del Estado y la Constitución, que eventualmente los condujo a la victoria en la siguiente elección presidencial.

5 Arias Trujillo, R. (2008) Los Leopardos, Bogotá, Universidad de los Andes. p.157 6 Ibid. 7 Puyo V. F. y Zambrano, F . (1988) Historia de Bogotá, siglo XX. Bogotá, Villegas Editores, p. 198

10 El periodo de “la danza de los millones” o “la prosperidad a debe” debe ser vista como los primeros pasos de Colombia hacia en el siglo XX, sin embargo, éstos se orientaron sólo en lo económico –pues no se puede desconocer que efectivamente se avanzó, aunque haya sido en forma errática– ya que en lo social, el gobierno conservador intentó continuar con el modelo de autoridad / sumisión del capataz del siglo XIX. Cuando en muchos lugares del mundo se prendía la mecha de la revolución y la lucha de clases, en el país se reprimía a quienes buscaban la reivindicación de los derechos de los trabajadores y manifestaban inconformismo ante la brecha que distanciaba cada vez más a los ricos de los pobres.

1.2 Crece la desigualdad: Los trabajos mal remunerados y la organización de los inconformes.

Junto al crecimiento económico aumentó la desigualdad, como ya se ha mencionado, la migración del campo a la capital creció en una forma nunca antes vista, la movilización humana trajo nuevos pobres a la ciudad y el número de desocupados y vagabundos se multiplicó, así como la prostitución y el crimen. De tal modo que –con la descomposición social de aquellos días– las ideas de cambio no sólo tomaron fuerza en los sindicatos y agrupaciones, sino que se radicalizaron, impulsadas por celebres personajes de la izquierda, como María Cano e Ignacio Torres Giraldo, que formaron el Partido Socialista Revolucionario.8

Autores como Carlos Uribe Celis, aseguran que fue durante los años 20 cuando se dio “la transformación” 9 social y económica más importante vivida en Colombia, por ser la etapa que marcó su inserción a la órbita capitalista mundial. Es notorio el incremento demográfico de las áreas urbanas frente a las rurales: de 1925 a 1930 la población urbana del país creció a un ritmo de 800.000 habitantes por año10; estos datos revelan el mayor 8 Arias Trujillo, R. (2008) Los Leopardos, Bogotá, Universidad de los Andes. p.158 9 Uribe Celis, C (1991) Los años 20 en Colombia, Bogotá, Ediciones Alborada, p. 33 10 Ibid,

11 crecimiento poblacional hasta la Segunda Guerra Mundial. El censo poblacional realizado “el 17 de noviembre de 1928 divulgó que la población colombiana era de 7`851.110 habitantes y en Bogotá vivían 235.421 personas”11 y esa cifra crecía de forma importante, lo que hacía trascendental la construcción de infraestructura y la implementación de servicios públicos y de salubridad. Sin embargo, su calidad era muy deficiente, por ejemplo, la empresa de agua de la ciudad no cubría satisfactoriamente las necesidades de los ciudadanos y repartía un líquido no apto para el consumo humano.

Junto al crecimiento demográfico de la capital, se encuentran los datos de los desocupados y vagabundos, el aumento de la prostitución, la criminalidad y la proliferación de la miseria en las urbes. Por su parte, Bogotá no se encontraba en condiciones para recibir a sus nuevos inquilinos ya que no contaba con una infraestructura de vivienda digna para satisfacer las necesidades de los inmigrantes del campo, y tampoco una industria que requiriera de tanta mano de obra. De igual modo, los especuladores mantenían por los aires los precios de los alimentos de la canasta familiar, lo que hacía de las condiciones de vida de hombres mujeres y niños una lucha diaria en las más adversas condiciones, no obstante un importante ingreso de dinero del exterior a las arcas del Estado.

Con respecto al auge económico de la segunda mitad del decenio, como ya se mencionó, el pago por la indemnización de Panamá, los créditos internacionales, las incipientes inversiones estadounidenses –en la extracción de petróleo y el cultivo de banano–, el incremento de las exportaciones de café y sus altos precios internacionales, crearon ese auge efímero. Sin embargo, dicha bonanza contrastaba con el alza en el costo de vida y las dificultades en el abastecimiento agrícola. Una prueba de las difíciles condiciones para la inserción del país a la economía mundial y la interconexión en su interior, fue la falta de vías y ferrovías entre el interior y la costa atlántica, de hecho la principal ruta de transporte fue el río Magdalena, que sólo funcionaba en ciertas épocas del año, cuando tenía suficiente

11 Santos Castillo, E. (1981) 70 años de historia detenidos en El Tiempo, Bogotá, Mensajes y Medio, p. 24

12 caudal para la navegación de las embarcaciones. Bogotá crecía pero cada vez se veía más aislada del resto del país.

Durante el periodo se produjo un fenómeno que no se había repetido desde el siglo XIX y se convertiría en una constante hasta nuestros días: la movilización humana. En un país de campesinos y pobreza rural, estos dejaban su tierra y emigraban en busca de mejores salarios, mejores condiciones, difíciles también, pero con perspectivas más abiertas, menos hoscas, lejos de la sujeción a la tierra y de la sujeción aún más dura al patrón. La construcción de ferrocarriles y carreteras concentraban, al igual que las fábricas, el banano y el petróleo, a miles de labriegos convertidos en obreros que debían mantener a sus familias con ínfimos salarios y en unas condiciones de vivienda y salud que distaban mucho de ser aceptables.

Ricardo Arias afirma que “la situación de niños y trabajadores humildes ofrecía un contraste indignante frente a la opulencia de unos pocos y la demagogia democrática de las élites en el poder”12, ya que las condiciones de pobreza que se vivían en Bogotá, tras la llegada de miles de inmigrantes que venían en búsqueda de una oportunidad pero que, muy pronto, se estrellaban de frente con una realidad distinta, pues no contaban con el interés de la dirigencia conservara y los industriales nacionales y extranjeros, que consideraban tener un derecho superior sobre la sociedad.

Resultaba cínico el “optimismo que reinaba entre las elites dirigentes”13, que ignoraban o eran indiferentes a que más allá del desarrollo económico y las obras de infraestructura, la realidad presentaba una faceta menos alentadora, la de aquellas multitudes excluidas de los beneficios de la endeble prosperidad económica.

12 Arias Trujillo, R. (2008) Los Leopardos, Bogotá, Universidad de los Andes, p.160 13 Ibid, p. 158

13 Ricardo Arias hace la siguiente descripción de la situación en que se encontraban los obreros que vivían en la capital del país:

En la década de los veinte, de acuerdo con Mauricio Archila, los salarios reales de los trabajadores colombianos conocieron un lento aumento, pero seguían siendo netamente insuficientes para adquirir los productos básicos de la canasta familiar. Además, las condiciones laborales y la calidad de vida de los trabajadores urbanos y rurales eran lamentables, pero poco podían hacer para mejorar su suerte, entre otras razones, porque la legislación laboral desconocía muchos derechos del trabajador y, cuando los reconocía, ni el Estado ni los empresarios mostraban mayor interés por exigir sus aplicaciones. “El descontento de los sectores populares se tradujo en una gran agitación social , como lo demuestran el dinamismo de los sindicatos y las numerosas huelgas que estallaron en diferentes lugares del país”. La importancia de la izquierda también se aprecia en el protagonismo que habían alcanzado algunos de sus líderes, como María Cano, Ignacio Torres Giraldo y Raúl Eduardo Mahecha.14

Sin lugar a dudas hubo una importante movilización y abundantes huelgas en todo el país, sin embargo, los reclamos eran muy puntuales y no cobijaban a todo el universo de los trabajadores, lo que hacía que con pequeñas dádivas, los dueños de las empresas solucionaran fácilmente los problemas. Esta atomización generó desorden y no permitió la creación de una asociación o partido fuerte de los trabajadores.

Daniel Pacaut dice con respecto de las organizaciones de los obreros lo siguiente:

“Hasta 1930 y aún después, son pocas las acciones obreras que se inscriben en el marco de tales organizaciones. Ni los movimientos que se califican de socialistas ni la Confederación Obrera Nacional, ni –según parece– las corrientes anarquistas ejercen influjo estable sobre aquellas o aquellos que se lanzan a huelgas audaces y azarosas”.15

La organización de la clase obrera se inició tímidamente por el año 1910, a partir de organizaciones que se llamaron uniones, centros, círculos y en cuyos nombres se ve la

14 Ibid, p.158 15 Pecaut, D (1991) en Archila Neira, M. Cultura Identidad obrera: Colombia 1910-1945 (prologo), Bogotá, Cinep p. 10

14 herencia del espíritu romántico del siglo XIX de las primeras organizaciones: Sociedad Filantrópica, Sociedad de Santa Orosia, Sociedad de Auxilios Mutuos.16

Con la concentración de trabajadores, con la aparición de los sindicatos, las huelgas y las represalias oficiales, se abonó el terreno, como en todo el mundo, para el surgimiento del socialismo. Sin embargo, cabe precisar que el movimiento obrero colombiano fue el más débil del continente, según los analistas políticos Ruth Berins y David Collier17, pues la presencia de empresas extranjeras fue muy reducida, no había escasez de mano de obra – pues muchas huelgas se resolvían contratando a otros trabajadores– y tampoco inmigración que trajera consigo las nuevas ideas de Europa. Para 1930 el porcentaje de obreros sobre la población económicamente activa era del 1.8 por ciento, según los autores mencionados.

Aunque no hubo una inmigración como en otros países del continente, “la influencia del contexto internacional, también explica la radicalización de los sectores populares y las iniciativas de sus cuadros dirigentes, para quienes los acontecimientos de la Rusia comunista y el México revolucionario no pasaron desapercibidos”18. La prensa obrera difundió información del triunfo bolchevique, sin profundizar mucho en el tema, pero el golpe de Estado en México al gobierno de Carranza “fue motivo de reflexión en un artículo de El Gráfico, interesado en la ‘gran revolución reformadora’ que venía dándose en aquella ‘nación heroica’ ”19. De tal modo que dichas revoluciones alentaron el espíritu inconforme de sectores que vieron en éstas un camino hacia la reivindicación social, sin embargo, a modo de paréntesis, la retórica revolucionaria no hacía eco en el conjunto de quienes ya se reconocían como pueblo y buscaban con sus acciones la reivindicación de sus derechos y el trato justo de los patrones hacia ellos.

16 Uribe Celis, C. (1991) Los años 20 en Colombia, , Bogotá, Ediciones Alborada, p.30. 17 Berins R y Collier D (1991) Shaping the political arena. Princeton, Princeton University Press, p.67 18 Arias Trujillo, R. (2008) Los Leopardos, Bogotá, Universidad de los Andes, p.158

19 Ibid.

15 La pésima situación económica, el alto costo de la vida y la represión oficial eran las principales preocupaciones de los bogotanos y del país en general. Era tan grave la situación que para las elecciones al Congreso de mayo de 1927, no votaron ni los conservadores. De todos modos, aunque la gente no lo hiciera los puestos parlamentarios se ocuparon. Felipe Lleras Camargo, un intelectual comprometido con la lucha de los trabajadores y figura central en nuestra monografía pues fue el director de uno de los periódicos más combatidos del periodo, El Ruy Blas, afirmó en una entrevista que concedió a Margarita Vidal que: “Esos que hacían las elecciones, la rosca de chichimoco... Eran un horror, eran los que hacían las elecciones, los tipos del aseo... Era una pandilla tremenda... Los empleados del municipio les echaban palo a los liberales y no los dejaban arrimar a las urnas”.20

La realidad no podía ocultarse más, la miseria del pueblo era un reflejo de la situación que por años se ocultó con la prosperidad pírrica de los empréstitos que para 1928 cesaron, junto a la caída de las exportaciones y a un gobierno sordo y moribundo que mediante la represión –impulsada por el Ministro de Guerra, Ignacio Rengifo– pretendió acallar las voces que reclamaban condiciones distintas para los trabajadores de todo el país. Es decir, los días de “prosperidad a debe” llegaron a su fin y la burbuja reventó, la situación se hizo inocultable para el gobierno. La sociedad y buena parte de la prensa hicieron causa común para oponerse a un ejecutivo autoritario que se desmoronaba.

1.3 Fin de la prosperidad: Causas y consecuencias

El segundo lustro de la década se caracterizó por la estrepitosa caída de la economía nacional, lo que fue no de los factores para que tambaleara el gobierno conservador y se vislumbrara un relevo ideológico en la conducción de la nación, de la mano del liberalismo.

20 Vidal, M. (1999) Entre comillas, Bogotá , Planeta Colombiana Editorial, p. 191

16 Había transcurrido la mitad de un siglo sin que nada lograra turbar seriamente el plácido y exclusivo disfrute de todos los manjares del poder y de todos los regalos del presupuesto por parte de una casta feudal y clerical. La hegemonía conservadora parecía tocada de eternidad. Ni la trágica noche de Palonegro, ni Agua Dulce, ni la carga legendaria de Paralonso, ni el 13 de marzo ni el 8 de junio, ni cien mil discursos violentos, ni cien mil editoriales corrosivos, nada había podido inquietarla.21

Las elocuentes palabras del periodista Alejandro Vallejo, describen muy bien lo que fue la Hegemonía Conservadora en el poder, pero al final de sus días, en el gobierno de Miguel Abadía Méndez, “el plácido y exclusivo disfrute de los manjares del poder”, se vieron sacudidos por los discursos y motines de estudiantes, las huelgas de los trabajadores y los cuestionamientos de Alfonso López Pumarejo, ante el evidente derrumbe económico.

Alfonso López publicó en El Tiempo del 7 de marzo de 1927 “un editorial muy interesante, en el cual demuestra que el país está en imposibilidad de saber por cuánto dinero puede contratar empréstitos, y si puede resistir más dinero contratado en el exterior, porque no se tienen estadísticas, ni se llevan registros de los negocios, ni existe organización que nos pueda dar cuenta de la riqueza pública” 22. López demostró, en una extensa serie de escritos y conferencias, que la Hegemonía Conservadora y su “camarilla oficial”, conducían al desastre de la nación, sin que pudieran impedirlo por medio de la violencia.

Y López tenía razón. La orgía de los empréstitos no sólo había creado nuevos eslabones a la cadena de los impuestos que lleva el pueblo en la nuca; no solo había ahondado la crisis agraria del país, el éxodo inflacionario de gentes a las ciudades, y con ello aumentando la voraz especulación; no solo, en fin, hacia más inestable, más cara e insegura la vida de la población laboriosa , sino que, ¡las camarillas oficiales, las oligarquías beneficiadas con el dólar colonizador, se inclinaban también a recibir ‘regalías’ en libras esterlinas! El oro extranjero corrompe las capas superiores23.

A mediados de 1928, el país estaba en una encrucijada. Con los empréstitos se habían empezado muchas obras pero no se había terminado ninguna. Los presupuestos –hechos sobre cálculos inferiores a la realidad– se habían elevado mucho más con el encarecimiento

21 Vallejo, A. (1936) Políticos en la intimidad, Bogotá ,Ediciones Antena, p. 32

22 Torres Giraldo, I. (1978) , Los Inconformes: Historia de la rebeldía de masas en Colombia, Bogotá, Editorial Antena, p. 869 23Ibid, p. 870

17 general de los costos. Y muchos de esos trabajos consumían las últimas cuotas de los préstamos y empezaban a licenciar personal. Enfocando esta situación y su oscura perspectiva, Alfonso López Pumarejo publicó por esos días un extenso estudio, en cifras para demostrar que “la nación tendría que conseguir un empréstito inmediato de 500 millones de pesos para terminar la obras empezadas y cumplir con los compromisos adquiridos”24.

En octubre de 1928, el ministro de Hacienda y Crédito Público, Esteban Jaramillo, señaló durante una sesión secreta de la Cámara de Representantes que la deuda de la nación a los banqueros de Estados Unidos era de 215’825.55725 dólares. Como si eso fuera poco aceptó la suspensión de las obras de infraestructura por falta de capital y leyó un documento del Departamento de Comercio de los Estados Unidos en el que se consideraba que Colombia no contaba con respaldo para el pago de nuevos créditos.

Esteban Jaramillo, frente a la situación de escasez de alimentos y altos precios internacionales, decidió abolir los altos aranceles que recaían sobre la comida. “Lo hizo mediante una ley de emergencia que despertó la furia del gremio agrícola, que era de los pocos que existían en ese entonces y desde el quinquenio de Reyes gozaba de una protección excesiva”.26

El ministro argumentaba que los altos costos de transporte constituían de por sí una protección más que suficiente para la atrasada agricultura nacional y no tenía sentido que el gobierno continuara con un arancel que les quitaba la comida de la boca a los ciudadanos, agobiados suficientemente por la carestía, con un impuesto enorme sobre los alimentos importados para que los agricultores locales capturaran unas rentas considerables. La sabia

24 López Pumarejo, A. (10 de junio de 1928), “Un estudio de la prosperidad a debe”, El Tiempo, Bogotá, pp. 2 y 14. 25 Torres Giraldo, I. (1978) , Los Inconformes: Historia de la rebeldía de masas en Colombia, Bogotá, Editorial Antena, p. 928, 26 Kalmanovits, S. (18 de Abril de 2008) La protección a ultranza, El Espectador, Bogotá, pp. Sección de Opinión

18 decisión de Jaramillo le ocasionó su salida del gobierno de Abadía, quien sin embargo intentó renombrarlo al calor de la Gran Depresión que estalló en 1929.27

Esta es la perspectiva que Torres Giraldo le dio al descalabro económico de la nación:

La situación económica del país llevaba un rumbo de catástrofe. Sin hacer mención de la crisis agraria que se había hecho crónica. La crisis económica en general abarcaba completamente el país, al empezar el año de 1929. Desde julio de 1928, cuando las autoridades de la reserva federal de los Estados Unidos elevaron los redescuentos al cinco por ciento, empezó a suspenderse la corriente de dólares a Colombia, se inició el descenso de los bonos de la deuda colombiana en la Bolsa de Nueva York, y, naturalmente, se cerraron las fuentes de los empréstitos. Esta situación llegó a su momento explosivo en 192928.

Dado el tamaño de la crisis en que se vio sumido el Estado por la corrupción e ineptitud de sus funcionarios que se dedicaron a desangrar al erario público, como fue el caso de la “rosca” de Bogotá –a la que nos referiremos más adelante–, y la efervescencia del pueblo y sus opositores, que mediante leyes represivas buscaron minimizar la complejidad de la situación presentando como culpable a la “amenaza comunista”. No obstante, una de las principales características del decenio de 1920 fueron las numerosas huelgas y la creación del Partido Socialista Revolucionario. En esos días toda asociación distinta a los intereses del gobierno, era calificada de “roja” y no había espacio al dialogo ni al entendimiento, al gobierno y sus amigos, les era más cómoda la fórmula maniquea de la satanización de contradictores.

1.4 La “amenaza” del socialismo criollo: un pretexto para la represión de la protesta social

Colombia era un caldo de cultivo para la aparición de movimientos sociales, obreros y estudiantiles. Las injusticias contra los trabajadores y la desigualdad de clase motivaron el

27 Ibid. 28 Torres Giraldo, I. (1978) , Los Inconformes: Historia de la rebeldía de masas en Colombia, Bogotá, Editorial Antena, p. 958

19 nacimiento de estas agrupaciones, así como el contexto internacional al que ya nos hemos referido.

Desde 1924, con motivo de la muerte de Lenin, aparecieron circulares de una Junta Socialista; meses más tarde, la Conferencia Socialista adhirió a la Internacional Comunista; luego en 1926 en el III Congreso Obrero Nacional, se constituyó el Partido Socialista Revolucionario.

Simultáneamente las organizaciones obreras, de las que algunas se agruparon en la Confederación Obrera Nacional (CON) desde mediados de la década, conformaron el primer movimiento sindical colombiano y sirvieron de núcleo para que a su alrededor se formaran distintas vertientes del socialismo, el comunismo y el anarquismo, según afirma Leopoldo Múnera Ruiz, profesor de la facultad de Ciencia Política de la Universidad Nacional de Colombia. Y asegura que “Este intento de autonomía implicó una importante transformación en la acción colectiva de los sectores populares… pues empezó a gestarse un marco de sentido para las protestas que proponía un modelo diferente de sociedad al dominante”.29 Jorge Orlando Melo, describe los inicios de la movilización de la siguiente manera:

La movilización social era innegable por fuera de los partidos políticos tradicionales. Aunque durante el periodo no se organizó realmente un partido obrero, la actividad de líderes provenientes del artesanado y de la pequeña burguesía intelectual galvanizó por momentos a aquellos sectores obreros cuyo número había crecido significativamente: trabajadores de enclaves extranjeros (bananeras de la United Fruit, petroleros de la Tropical Oil), de los puertos y de los ferrocarriles. La ampliación y la financiación de servicios de los centros urbanos más importantes (...) en adelante, el contenido social (o al menos) la retórica de la política iba a ser más y más explicito.30

Ante la aparición del Partido Socialista Revolucionario y la creciente tensión entre ricos y pobres, algunos miembros del liberalismo comenzaron a mostrar un mayor interés por los 29Múnera Ruiz, L.(2007) Génesis de los movimientos populares colombianos, disponible en http://www.uclouvain.be/cps/ucl/doc/dvlp/documents/GENESIS_DE_MOVIMIENTOS_POPULARES.Leop oldo_Munera.Texto.doc, recuperado: 25 de mayo de 2008 30 Colmenares, G; Melo, J.O. y Tirado A . (1983) Nueva historia de Colombia, Bogotá, Editorial Planeta p.244

20 problemas sociales, retomando la bandera que el General Rafael Uribe Uribe, había levantado en 1904, en su célebre documento “Socialismo de Estado” 31, que según sus propias palabras durante la conferencia en el Teatro municipal en octubre de ese mismo año, suponía “un intervensionismo que busca ante todo justicia social, mayor equidad en la distribución de la riqueza y con ello mayor bienestar para las clases oprimidas”32. Todo liderado por un partido liberal más justo, más humanitario, más acorde con la época y, sobre todo, del pueblo.

Entre quienes apoyaron los planteamientos, socialistas, se encontraba el director del periódico El Espectador, Luis Cano, que plante a las agrupaciones políticas ajustarse a las nuevas realidades. No obstante, hubo división al interior de la colectividad, es el caso de Alfonso López Pumarejo, quien insistió que “el individualismo era la esencia del partido Liberal lo que no era óbice para que esa colectividad impulsara los cambios sociales” 33, pero no se apartaba de las ideas progresistas pues recalcó que el partido estaba obligado con la extinción de las injusticias de clase.

Importantes personajes de la política nacieron a la vida pública durante la década del veinte: Gabriel Turbay y Jorge Eliécer Gaitán, quien también es figura central en esta monografía, pues fue el abogado más solicitado por los trabajadores y a él lo encontraremos defendiendo la causa de las “señoritas telefonistas”, como veremos en el capítulo tres. Gerardo Molina definió a Gaitán como “un hombre de ideas socialistas que creyó que se podían realizar desde el liberalismo”34. Y es que el dirigente liberal estuvo siempre al lado de quienes buscaron la reivindicación de sus derechos, de hecho su tesis llevó el nombre “Las ideas socialistas en Colombia”, incluso aceptó tesis fundamentales del marxismo, como la interpretación materialista de la historia, la lucha de clases, la producción individual y el rol del Estado como representante de los grupos favorecidos.

31 Arias Trujillo, R. (2008) Los Leopardos, Bogotá, Universidad de los Andes, p.159 32 Santa, E, (1968) Rafael Uribe Uribe, Medellín, Editorial Bedout, p. 315 33 Molina, G (1988) Las ideas socialistas en Colombia, Tercer Mundo Editores, Bogotá, p.243 34 Ibidp.245

21 Gaitán escribía por esos días lo siguiente:

“La miseria se manifiesta de diversas maneras: miseria en el plano social, por la ausencia de salarios justos y de una legislación protectora del trabajo; en el aspecto político, porque los votos de los trabajadores no cuentan, ni estos tienen instrumentos para hacer valer sus opiniones y deseos; miseria en el terreno de los servicios, porque ni la educación, ni la salud, ni la administración de justicia llegan a los desheredados…”35

Dice mucho de la coyuntura que se retomaran las tesis que el General Uribe Uribe planteó en 1904, que lo convirtieron en precursor del derecho laboral en Colombia y en América, y el surgimiento de nuevas figuras como Gaitán, lo que habla de una sociedad que buscaba cambiar sus condiciones de existencia. Sin embargo, en ambos casos –y también dice mucho pero del país– fueron aniquilados por violencia política que no toleró nunca la coexistencia de las ideas.

1.5 La “Ley Heroica”: un pretexto para silenciar las voces inconformes

Como reacción a los nuevos movimientos, el gobierno hizo correr el rumor de que para el primero de mayo de 1927 estallaría un levantamiento comunista, y dictó el decreto de alta policía, el 707 el cual reza que: “se debe proteger la paz pública y el orden, descubriendo las tramas y maquinaciones e imponiendo, por simple sospecha, el confinamiento a los seguidores de los nuevos movimientos”.

La indignación general no se hizo esperar, los periódicos de toda tendencia a excepción de los oficialistas sentaron su voz de protesta, aunque sectores conservadores apoyaron la causa común. Aquí está una prueba del sentimiento reinante en las palabras de Ignacio Torres Giraldo:

35 Ibid p.246

22 Decreto de “Alta policía” (707 de abril de 1927) “que realmente anula la constitución de 1886 en todo lo que en ella figura como letra en relación a los derechos ciudadanos y libertades públicas”. Según dicho decreto, la policía secreta podía “sospechar” de las ideas y los propósitos de las gentes que se reuniesen inclusive en residencias particulares, y, ¡sobre la base de tales sospechas allanar cualquier recinto! y detener a los ¡sospechosos! Hablar o reunirse públicamente, eran derechos sometidos al “aviso previo” y por una serie de trampas sujetos a la real voluntad de los alcaldes e inspectores de policía. La prensa popular, las organizaciones de masas y sus directivas quedaban bajo la intervención abusiva de los llamados agentes del orden público.36

Posteriormente el gobierno de Abadía recurrió a sus mayorías en el Congreso para proclamar la “Ley Heroica” (ley 69 del 28 de octubre de 1928), la cual coartaba las libertades individuales, la libertad de pensamiento y de prensa, Haciendo del Colombiano un Estado represivo:

¡Los técnicos en “revoluciones” al servicio del gobierno, hablaron de una “rebelión comunista” que estallaría precisamente el primero de mayo de 1928! El Director de la Policía Nacional aseveró la existencia del “plan de sublevación”. El ministro de Guerra declaró que era “inminente la insurrección”. En tal estado artificial de alarma, que naturalmente revivió en el país la horrible psicosis producida por el miedo a las guerras civiles partidistas, se escudó el presidente Abadía Méndez para convocar al parlamento a sesiones extraordinarias y presentar en él nada menos que el proyecto inquisidor de la ley llamada de la “defensa social” y que la gente llamó “ley heroica”.37

El ideólogo de la desafortunada “Ley Heroica” fue el ministro de Guerra, Ignacio Rengifo. De, hecho Eduardo Santos, en El Tiempo, llamó a la medida, la “Ley Rengifo”; Por su parte, El Espectador dijo que esa ley hostilizaba y perseguía a la clase obrera hasta el absurdo, para proteger a intereses particulares38.

Esta era la situación, mientras el gobierno de Abadía se hundía, se llevaba consigo los derechos civiles de los colombianos, con medidas policivas alimentadas por las teorías de conspiración del influyente ministro de Guerra Rengifo. La sociedad y la prensa hicieron causa común contra todo tipo de arbitrariedad e injusticia, no sólo del gobierno sino de empresarios abusivos. De ese segundo punto hablaremos en seguida.

36 Torres Giraldo, I. (1978) , Los Inconformes: Historia de la rebeldía de masas en Colombia, Bogotá, Editorial Antena, p. 870 37 Ibid, pp. 909-910 38 Ibid, p. 910

23 1.5.1 La lucha contra la expedición de la “Ley Heroica”

Se hizo una fuerte campaña nacional que abarcó a todos los periódicos liberales y a relevantes personalidades, inclusive del conservatismo, quienes también manifestaron su preocupación, y en tono firme, claro y contundente denunciaron en nombre de la democracia, el autoritarismo que se ocultaba tras el proyecto de orden social, con la cual se logró frenar por cinco meses la expedición de la polémica Ley.

Lo novedoso de la crítica al proyecto radicaba en que los cuestionamientos formulados no se hacían apelando a los preceptos liberales, sino en nombre de los valores conservadores:

Los proyectos que cursan en el senado, inspirados en el fantasma comunista, como lo dicen sus propios autores, constituyen una extraña anomalía dentro del espíritu civil que ha ido formándose pacientemente en el país y que constituía el orgullo de los propios maestros del conservatismo que desplegaron su inteligencia y su criterio de jurisconsultos para dotar al país de un estatuto capaz de garantizar las libertades. Las voces (del ex presidente) Concha, de Abel Carbonell, de Guillermo Camacho Carrizosa, no son sino el clamor de los muertos, el llamado de una tradición de la cual reniegan ahora los bravos senadores39

Los jóvenes liberales de espíritu socialista, que por medio de la revista Universidad abordaron el problema, consideraron que la represión oficial sólo serviría para avivar el descontento y la violencia social, y así sucedió: la sociedad repudió rápidamente la arbitraria ley y se convirtió en el blanco de su rechazo e inconformidad, avivando aun más la crítica situación que se vivía en esos días.40

Para Maryluz Vallejo, la revista Universidad de Germán Arciniegas, “demostró una actitud política comprometida y enriqueció con la visión de los Nuevos y los centenaristas el debate sobre el socialismo en casi todas sus ediciones”41. Sin embargo, este no fue un

39 Arias Trujillo, Los Leopardos - Los conservatismos, Universidad, No88, p.278 40 Ibid p. 278

41 Vallejo Mejía, M. (2006) A plomo herido: Una crónica del periodismo en Colombia, Bogotá, Planeta. pp. 99-101.

24 fenómeno aislado, pues los estudiantes marcaron positivamente esos días demostrando gran valor y compromiso ante las causas justas que perseguían.

Bien vale anotar que el dinámico surgimiento de los estudiantes como una fuerza deliberante dentro de la vida nacional no constituyó un fenómeno aislado en la ciudad. Por el contrario, fue una gran insurgencia de dimensiones continentales que tendió desde el principio a una gran identidad de objetivos y propósitos. Los dirigentes estudiantiles de toda Hispanoamérica empezaron a comunicarse activamente entre sí dando bases a un movimiento intelectual serio y respetable. Uno de los más entusiastas dirigentes de ese movimiento en Bogotá fue el estudiante Germán Arciniegas.42

Por su parte, la prensa obrera, muy numerosa en esos años, contribuyó sin duda a difundir, en los sectores populares la efervescencia social que agitaba al mundo, a fortalecer la identidad como clase social, y a desarrollar una formación política en estos sectores como veremos en el segundo capítulo.

Las nuevas generaciones, sin importar sus inclinaciones políticas, se mostraron preocupadas por un tema que adquiría resonancia nacional. Con diferente intensidad y, sobre todo, desde enfoques muy variados, diversos sectores denunciaron la pobreza y la miseria que azotaban a la mayor parte de la población colombiana, denunciando, al mismo tiempo, la incompetencia del Estado para asumir sus responsabilidades y la indiferencia de las clases adineradas.

De tal manera que las nuevas generaciones de estudiantes, artesanos y obreros bogotanos, posteriores a la generación del Centenario, no estaban dispuestos a permitir que el gobierno de Abadía y Rengifo reaccionara con medidas de fuerza ante su incapacidad de proveer a los ciudadanos, de los derechos de una urbe que crecía de forma importante y con una deuda que se había manejado de manera irresponsable y corrupta.

Sin embargo, tras cinco meses de discusión del proyecto de “Ley Heroica” en el Senado, el gobierno en cabeza del ministro Rengifo descubrió el supuesto plan de insurrección que

42 Puyo Vasco, F. Et al. (1988) Historia de Bogotá, siglo XX, Bogotá, Villegas Editores. p. 100

25 ideaban los miembros del Partido Socialista Revolucionario, con el que por medio de atentados dinamiteros, buscarían llegar al poder.

A propósito del complot escribió El Tiempo en su edición de octubre de 1928:

Nos parece que hemos llegado al último acto de la comedia de la cual es actor principalísimo el Ministro de Guerra doctor Rengifo. Con el advenimiento del doctor Rengifo surgió el comunismo y se puso de moda la dinamita. Cuando el asunto se enfriaba salían nuevas leyendas del Ministerio de Guerra y se expulsaba a algún colombiano como extranjero pernicioso por el delito de viajar. Pero ya la medida está colmada. Con la institución del complot de la gasolina es claro que no se puede seguir abusando del público, pues tanta paciencia también tiene sus límites43.

Y finalmente a punta del conocido pupitrazo, se aprobó la “Ley Heroica” el 28 de octubre de 1928, que posteriormente desencadenó en los trágicos hechos de la masacre de las bananeras y las jornadas del 8 y 9 de junio de 1929, pues amparados en ésta, los militares bajo el mando del General Carlos Cortés Vargas, quien a su vez recibía órdenes de Rengifo, procedieron a disparar contra la multitud de Ciénaga y propinaron el disparo que acabo con la vida del estudiante de Derecho Gonzalo Bravo. Hecho que le dio el golpe final a la hegemonía conservadora que duró casi 50 años, y dejó a los movimientos obreros en un letargo del que no pudieron recuperarse.44

Periódicos como el Ruy Blas y El Tiempo, los cuales serán el objeto de análisis en este trabajo, enfilaron sus plumas contra el ministro Rengifo y el gobierno de Abadía, pero no sólo sus editoriales culpaban y satirizaban al gobierno, el caricaturista Ricardo Rendón quien por es época trabajaba en El Tiempo fue “el principal fustigador de la hegemonía” según lo advierte Maryluz Vallejo,45 por su parte, Beatriz González, una estudiosa de la

43 Torres Giraldo, I. (1978) , Los Inconformes: Historia de la rebeldía de masas en Colombia, de El Tiempo de 1928, Bogotá, Editorial Antena, p. 935 44 Vallejo, Alejandro (1929) Bogotá, 8 de junio..., Bogotá, Publicaciones de la revista Universidad, pp. 1- 113 45 Vallejo Mejía, M. (2006) A Plomo herido: Una crónica del periodismo en Colombia, Editorial Planeta, p. 283

26 caricatura política en estos años, dijo que con Rendón quedó confirmado que los caricaturistas pueden tumbar gobiernos.46

Conclusión

Sin duda, la inconformidad de estos años tuvo mucho que ver con el manejo económico, la corrupción administrativa y sobre todo, con las difíciles condiciones de la vida material de hombres y mujeres que luchaban por sobrevivir en medio del analfabetismo, la enfermedad y la discriminación. Pero ¿cómo fueron llamados estos hombres y mujeres desde la prensa encargada de hablar para y por ellos?, ¿qué imagen de ellos se construyó en medio de tanta protesta y de la actitud represora del Estado? En el segundo capítulo trataremos de abordar estas preguntas a través de un balance historiográfico con el fin de identificar algunos rasgos de la representación de los actores y de la protesta social misma en la prensa de la época.

Anexo

Para que el lector tenga un panorama del conflicto social de la época, enumeramos a continuación las huelgas registradas y comentadas por Ignacio Torres, uno de los líderes de

46Ibid, p. 282

27 la protesta social más activos y responsable de algunos periódicos que trabajaron activamente en la divulgación del ideario socialista.

Huelgas del periodo

Huelga de los chóferes 21 de marzo de 1927

El 21 de marzo, los choferes de servicio público se declaran en huelga en Bogotá, protestando contra una resolución departamental de transito,¡que les exigía fianza para ejercer la profesión! Esta huelga espontánea, combativa pero dominada por el espíritu anarquista peculiar entonces del gremio, se sostenía en la línea de resistencia a la resolución, sin aprovechar la lucha para plantear sentidas reivindicaciones ni hacer casi nada por extender la acción a todos los trabajadores del volante. Sin embargo, el miedo oficial creyó ver ya el prólogo de la “revolución” y puso en estado de alerta el país. Con todo, el 23 regresan los huelguistas al trabajo, ¡bajo la sola promesa de que la resolución sería modificada!47

Huelga de los sastres 7 de junio de 1927-Rebaja arancelaria

El 7 de junio de 1927, los sastres de Bogotá se declaran en huelga porque los patronos se niegan a aumentarles el precio de la obra. Y sastres, zapateros y carpinteros hacen eco en diferentes ciudades del país, declarándose en huelga para que los patronos les aumenten el precio de la obra... Porque la carestía de la vida llega a niveles insoportables. Tan es así que fue por cierto que el 7 de junio de 1927 cuando el gobierno, “dando palos de ciego” , expidió el decreto número 932 “sobre rebaja arancelaria elaborado por el Ministro de Hacienda de acuerdo con el plan presentado por el comité de expertos”. Por medio de este Decreto se rebajaban los impuestos de aduana a la importación de arroz, azúcar, trigo, harina de trigo, maíz, frijoles, lentejas, avena, manteca y carnes saladas. Autorizaba también este Decreto “a los ferrocarriles y empresas nacionales para establecer comisariatos especiales y hacer el pedido directo de sus víveres”.

El Decreto 932 del 7 de junio de 1927 engendro de lo que más adelante se llamó “ley de emergencia” y que sirvió, en los esencial, para atrofiar mucho más la raquítica producción agrícola del país, ¡abriéndole mayor campo a los especuladores del hambre y sobre todo al mercado de explotación extranjera!48

Huelga en la empresa inglesa telefónica de Bogotá (La huelga de las telefonistas) 47 Torres Giraldo, I. (1978) , Los Inconformes: Historia de la rebeldía de masas en Colombia, de El Tiempo de 1928, Bogotá, Editorial Antena, p. 871-872 48 Ibid, p. 876-877

28 El 14 de junio de 1928 estalla una huelga en la empresa inglesa telefónica de Bogotá por el aumento de los salarios. Por tratarse de un viejo montaje, esta empresa ocupaba un personal numeroso y mal pagado. Pero, por tratarse también de un personal en su mayoría de damas “bien vestidas”, la huelga despertó mucho interés . En un principio no creyó la empresa que su personal empleara los métodos de lucha proletaria, y se hizo sorda a los reclamos. Pero cuando estuvo su red de comunicaciones paralizada, vio que las organizaciones del pueblo trabajador de Bogotá acudían a respaldar el movimiento, se dispuso a negociar el conflicto. Para el caso estaban ahí sus abogados. Pero, ¿dónde estaban los juristas de la huelga?

Y tal vez sea ésta la primera huelga en que se ve Jorge Eliécer Gaitán, en calidad de abogado de una masa de trabajadores que juzgaba, en forma errada, ¡mejor oponer a los patronos un profesional de la abogacía que una comisión de sus propios dirigentes! De todos modos, la empresa tenía prisa, y “antes de que las cosas se complicaran”, accedió a aumentar los salarios y, sobre esta base, dos días después, es decir el 16 de junio, se firmó el acuerdo que ponía fin a la huelga, en la oficina del doctor Rafael Escallón, abogado de la empresa, luego de lo cual ¡el gerente ofreció a Gaitán una copa de Champaña!49

17 de julio de 1928, huelga de los trabajadores de Bavaria

El 17 de julio de 1928 se declaran en huelga los trabajadores de Bavaria, en Bogotá. Y fuera porque los dirigentes proletarios estuvieran en prisión, porque sobre ellos pesara la condición de perseguidos al grado de que su presencia “no fuera grata” a los patronos en el parlamento de conciliación o entendimiento o que la naturaleza de clase pequeño burguesa predominante ya en los comandos superiores del PSR (Partido Social Revolucionario) influyeran en la orientación y los métodos abogadiles de “solucionar” las huelgas, el hecho es que Gaitán resulta nombrado –en asamblea general del sindicato-, ¡abogado de los huelguistas!

Y sin presión de masas, sin despliegue de la energía proletaria en el campo estratégico de la solidaridad (por temor a que las cosas se complicaran, a que se pudieran aguar las negociaciones ), la huelga se prolonga por varios días, hasta que ya casi marchita en la pasividad se la transa a base de algunas limitadas mejoras en los salarios del personal. En esta ocasión, los servicios profesionales de Gaitán, fueron contratados a razón de pesos por cada trabajador.50

Listado de todas las huelgas en Bogotá de 1926 a 1929

Estas son las huelgas que encontramos referenciadas por Mauricio Archila e Ignacio Torres Giraldo, sobre realizamos la búsqueda que comprendió El Tiempo y Ruy Blas. Claro

49 Ibid, p. 922

50 Ibid, p. 923

29 está que la indagación de Ruy Blas comprendió desde el cinco de junio de 1927 hasta el 31 de diciembre de 1928. Aunque indagamos en los diarios, no encontramos menciones relevantes.

1926 - Obreros (60) de bodegas del ferrocarril de Cundinamarca, Bogotá 27-28 de abril - Ferrocarriles del Sur y de Cundinamarca , Bogotá 18 de mayo (200 huelguistas) - Carpinteros del Palacio de Gobierno, 29 de nov - Trabajadores de El Espectador, 20-21 de diciembre

1927 - Chóferes del servicio público, 21-23 de marzo. - Sastres de Bogotá, 7 de junio. - Chóferes de bus, 11 de nov.

1928 - Operarios y telefonistas (en su mayoría mujeres) de la empresa inglesa de teléfonos de Bogotá, 13-19 de junio. - Cervecería Bavaria, 17-19 de julio - Tejidos ‘La Espriella’, 24 de oct

1929 - Trabajadores de la constructora Fred Ley Co. 3 de mayo - Tejidos Monserrate, 23 de junio. Capítulo 2

El periodismo y los actores de la protesta social

30 Este capítulo tiene como fin hacer un balance de la forma como algunos autores han abordado el tema de la relación entre el periodismo y la protesta social, teniendo como eje principal al obrero y el significado de dicho término en la Colombia de la década de 1920. Para desarrollar el tema tendremos en cuenta las relaciones de clase que se daban en la sociedad y algunos rasgos en la evolución de la imagen, el lenguaje y concepción, tanto personal como externa, de distintos grupos sociales tales como, los artesanos, obreros y el pueblo.

El capítulo comienza con la definición de un vocabulario básico del tema, para avanzar hacia una mirada más enfocada a las imágenes que la prensa construyó de estos actores sociales y terminamos con la presentación del periódico Ruy Blas, uno de los proyectos periodísticos más interesantes de la década del veinte respecto a la formación de opinión pública desde una perspectiva defensora de quienes fueron víctimas de una desigual relación entre capital y trabajo.

2.1 De Movimientos y protestas

Para arrancar, es preciso explicar lo que se entiende por protesta social y movimiento social. Mauricio Archila51, define los términos de la siguiente manera:

Por movimientos sociales entendemos aquellas acciones sociales colectivas más o menos permanentes, orientadas a enfrentar injusticias, desigualdades o exclusiones, y que tienden a ser propositivas en contextos históricos precisos. El terreno del conflicto en el que se mueven los actores es ilimitado y no se reduce a lo socioeconómico; y segundo, los movimientos sociales responden a asociaciones voluntarias y, en ese sentido, son también asociaciones imaginadas. Ambos aspectos denotan un papel proactivo de los movimientos sociales en la construcción de la democracia, pues amplían su base y constituyen una expresión organizada de la sociedad civil.52

51 Archila M, Pardo M. (2001) Movimientos Socales, Estado y Democracia en Colombia, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia. pp.18,19 52 Ibid.

31 Ahora bien, cuando se intenta aplicar esta definición al caso colombiano, hay problemas con la debilidad organizativa de los actores y su precaria autonomía con relación al Estado o a los actores armados.

Por otro lado, las protestas sociales constituyen el conjunto de acciones sociales colectivas que expresan intencionalmente demandas o presionan soluciones ante el Estado, las entidades privadas o los individuos. La distinción radica en lo puntual de las acciones, mientras los movimientos sociales exigirían cierta permanencia en el tiempo. Ésta definición se amolda más al presente trabajo y protesta social, será el termino con el que nos referiremos a actividades como las huelgas, de las que tomaremos un caso de estudio en el tercer capítulo.53

Hecha esta aclaración, podemos entrar en el tema que nos concierne, aclararemos las diferencias entre artesano, obrero y pueblo, utilizando el discurso con el que la prensa escrita –obrera, clerical, conservadora y liberal– los describía a finales del siglo XIX e inicios del XX y apreciaremos el importante cambio que se dio y que hace de la década del veinte un momento fundamental para la historia del país en su inserción al mercado capitalista mundial y un trascendental cambio en el pensamiento de todos sus habitantes, más acorde con el contexto internacional.

2.2 Artesanos, obreros y pueblo

Durante las primeras décadas del siglo XX, se comenzó a distinguir una diferencia entre los artesanos y los obreros, que inicialmente fueron percibidos como iguales. Los primeros lograron un puesto importante en la sociedad y fueron conocidos como industriales –de estrato bajo– generadores de riqueza que pagaban impuestos y tenían una voz ante el Estado ya que podían votar. Por su parte, los segundos, los obreros, eran estigmatizados por la sociedad y por los abundantes diarios que circulaban en la capital del país, del mismo

53 Ibid.

32 modo que lo fueron los artesanos en el transcurso del siglo XIX. Mauricio Archila lo explica así:

El uso del vocablo “obrero” a fines del sigo XIX y comienzos del XX, estaba conectado con el mundo artesanal. Obrero era el trabajador manual de los talleres artesanales, aunque no necesariamente contara con una relación salarial. De esta forma, durante los primeros años de formación de la clase, el productor directo artesanal fue catalogado como obrero. A los dueños de talleres o maestros se les designaba “industriales”. Cuando en 1904 se creó la Unión de Obreros e industriales, lo que se quería era integrar los dos polos en los que crecientemente se diferenciaba el artesanado.54

Los obreros y artesanos eran vistos con desprecio por la élite –que los calificaba despectivamente como “guaches”– y se les catalogaba de ignorantes y alcohólicos. Esta actitud no era nueva, era una herencia del pasado colonial. En los diarios de todas las tendencias se hacían campañas en contra del consumo de licor, al cual le endilgaban la culpa de las condiciones de miseria de las familias pobres que habitaban en Bogotá y el resto del país, pues las bebidas embriagantes representaban la degeneración de la raza.

No obstante, para 1910 según Archila, “Ante esta imagen negativa, que en el fondo reflejaba el terror con que la élite veía a estos sectores potencialmente destructivos del orden establecido, los artesanos desarrollaron una imagen alternativa que valoraba su trabajo y su posición social”.55 Y es que el hecho de que eran productores directos e independientes los posicionaba en una escala superior a otros sectores de la sociedad, lo que les daba relevancia frente al Estado ya que con sus impuestos mantenían buen parte de sus gastos.

Fue así como un reducido sector de los artesanos, los que sobresalían económicamente, se desligaron del estigma de miserables que la élite y algunos redactores de prensa habían establecido para ellos. Por su parte, la naciente clase obrera continuaba sumida en el desprecio racista de la imagen de pobres.

54 Archila Neira, M. (1991) Cultura Identidad obrera: Colombia 1910-1945, Bogotá, Cinep p. 385. 55 Ibid, p. 386.

33 Curiosamente el trabajo de los obreros no era reconocido como “respetable” y el de los artesanos sí. Un factor clave que fomentó el menosprecio hacia la clase obrera fue su ignorancia, pues en la mayoría de los casos eran analfabetas que no contaron con estudios pues casi todos venían del campo y no tuvieron acceso a educación.

¿Quiénes eran estos hombres y mujeres llamados obreros? Eran personas que se encontraban ubicadas en la naciente industria manufacturera de bienes de consumo, en la actividad portuaria y ferroviaria, en la minería y en ciertas áreas modernas de producción agrícola (café y banano) la naciente clase obrera cubría los sectores punta de lanza de la economía. Se trataba, como ya lo mencionamos, de una clase en formación que tenía la estabilidad que proporciona un salario y las condiciones subjetivas de identificación con una clase social con intereses propios.56

En la década del veinte, “una parte de los trabajadores y las trabajadoras estaba vinculada a las fábricas que florecían en las principales ciudades del país, pero los núcleos más importantes se encontraban en las obras públicas y en los enclaves de la United Fruit Company, en la zona bananera de Santa Marta y la Tropical Oil en Barrancabermeja”.57

Aunque provenían en su mayoría de áreas rurales, no eran la única fuente de mano de obra económica, como lo indica Luz Ángela Núñez, “la fuerza de trabajo barata, espacialmente femenina e infantil, que ya se hallaba dispuesta en las ciudades o en las regiones cercanas, fue incorporada a los procesos productivos que no requerían altos niveles de preparación o

56 Archila, M.(1985), “La otra opinión: La prensa obrera en Colombia 1920-1934, en Anuario de historia social y de la cultura, vol.13-14, disponible en http://www.lablaa.org/blaavirtual/revistas/revanuario/ancolh13- 14/articulos/art7/art7a.pdf : recuperado 12 de diciembre de 2008 57 Núñez Espinel, L (2006), El obrero ilustrado: Prensa obrera y popular en Colombia 1909-1929, Bogotá, Universidad de los Andes, p. 12

34 capacidad física”58, de tal modo que los obreros no eran únicamente hombres, de hecho la fuerza laboral femenina era un importante porcentaje del total de los trabajadores.

Hecha la anterior aclaración podemos continuar con el tema que nos interesa. La clase obrera colombiana debió recorrer un largo camino para confrontar las imágenes negativas que creaban la élite y la prensa sobre ella, para construir su propia identidad:

Hay identidades más totalizantes que otras (y la de “clase” es una de ellas). Las imágenes que otras clases proyectaban a los obreros y sus mismas condiciones de existencia, dentro y fuera de los sitios de trabajo, los presionaron a identificarse como un nuevo conglomerado social, como una nueva clase... En Colombia se podía decir, con las palabras de Rodney Anderson para México, que los obreros debieron enfrentar desde el principio exclusión social como si fueran ‘parias en su propia tierra’, y no simplemente “extranjeros”.59

En torno a los obreros se creaban leyendas como el caso de Barrancabermeja, enclave primordial para el reconocimiento de clase de los obreros colombianos, decían que eran negros, prostitutas o comunistas, es decir, todo lo que la élite rechazaba. Cómo citó Archila en el párrafo anterior, “eran parias en su propia tierra”.

Dicha situación impulsó, también, un trato paternalista hacia los “desposeídos”, que además de verlos como niños indefensos sumidos en la más degradante ignorancia, avivaba entre ellos un discurso de sumisión y conformismo con el fin de mantenerlos bajo control, para que no se levantaran en contra de sus patrones y aceptaran su destino como buenos cristianos.

2.3 Paternalismo: entre la compasión y la minoría de edad

El pobre era tratado con prejuicio hacia su condición, no obstante, dicha situación promovió la compasión así como una actitud caritativa por parte de personas de la élite. La

58 Ibid, p12 59 Archila Neira, M. (1991) Cultura Identidad obrera: Colombia 1910-1945, Bogotá, Cinep, p. 384.

35 compasión estaba presente en “las relaciones paternalistas en los sitios de trabajo y en los afanes moralizadores del tiempo libre de los trabajadores. En todo caso la caridad era esporádica y lentamente fue desechada tanto por obreros y miembros de la élite” 60, afirma Archila.

Sin embargo, distintos sectores de la prensa publicaron en sus páginas textos que justificaban las difíciles condiciones de vida de los trabajadores asalariados y otros que utilizaban esa retórica para impulsar una reacción en ese grupo social. Para entender en detalle lo que sucedía citamos a Archila:

Algunos obreros más cercanos a la prédica religiosa, introyectaron esa imagen de pobreza. Esto no era extraño, pues los periódicos clericales eran los que más la difundían. En una descripción del barrio obrero Villa Javier en Bogotá, el Boletín del Círculo de Obreros decía en 1918: “como todos somos pobres, pues este es el palacio de la pobreza, aquí no se da cabida al lujo... este paraíso se ha hecho sólo para que los pobres podamos gozar a nuestras anchas la holgura de la felicidad de la pobreza cristiana”. El pobre está expuesto no sólo a la miseria material sino espiritual. Por ello había que protegerlo, controlándolo de paso. En algunos casos, los grupos más radicales proyectaron una identificación con el miserable, pero con la intención de provocar una reacción rebelde en los obreros.61

En lo material, se tomaron algunas medidas en el cobro del transporte público en ciudades como Medellín y Bogotá, con horarios especiales para los trabajadores, así como tiquetes con descuento; por otro lado, intentaron proveer de servicios públicos económicos a los barrios marginales –obreros– y servicios médicos para sus familias, en definitiva, se reconoció a los obreros como parte de la sociedad y éstos a su vez comenzaron a tomar conciencia de clase y se vieron como un conjunto importante para la sociedad que hacían parte. Ya no serían más excluidos.

2.4 El Pueblo: Un cambio en el lenguaje

60 Ibid, p. 389 61 Ibid, p. 387

36 La historiadora, Luz Ángela Núñez, encuentra en su texto que las publicaciones de la prensa obrera hacían un esfuerzo permanente por imponer al “obrero” como modelo de lo popular y a su vez, lo presentaban como sinónimo de “pueblo”:

Aunque los textos muestran diversidad de actores sociales que pueden incluirse dentro de lo popular (obreros, campesinos, artesanos, mujeres, inquilinos, indígenas y pobres), a medida que la influencia del movimiento socialista internacional penetraba en el país, se buscaba posicionar el modelo del obrero industrial y promover la identidad obrera basada en unos valores y una ideología política que se asociara a este tipo de trabajador. En otras palabras, la prensa mostraba diversidad de actores y diversidad de conflictos, pero trataba de construir un arquetipo al que se debía llegar, una especie de meta por alcanzar y éste era el obrero (en la concepción moderna del término).62

Podemos ver el cambio en la concepción del obrero que impulsó la prensa popular, ya no era más un miserable, su condición ahora era motivo de orgullo gracias a la llegada de las ideas socialistas y su acogida por parte de las clases menos favorecidas, y algunos intelectuales que buscaban la reivindicación histórica de los excluidos.

Claro, los cambios no se dieron de la noche a la mañana y “algunas publicaciones como La Vanguardia, consideraban que el pueblo era un instrumento sin raciocinio, una masa de bárbaros y salvajes que los periodistas iban a civilizar y mejorar moralmente”63. Pero los obreros comenzaron a ser vistos de forma positiva como parte del “pueblo”, a diferencia de la imagen señalada.

El concepto de pueblo tenía muchas definiciones pero está claro que era y es la mayoría de la población, así como la legitimación de las democracias. De tal modo que al ser identificados como lo mismo –obrero y pueblo– los justificaba en sus pretensiones.

Fue así como entre la base de la sociedad y en algunas publicaciones, se idealizó la visión que existía sobre el pueblo, que lo describía como “bueno, laborioso, honrado, pobre,

62 Núñez Espinel, L (2006), El obrero ilustrado: Prensa obrera y popular en Colombia 1909-1929, Bogotá, Universidad de los Andes, p.151 63 Ibid, p.151,152

37 explotado e ingenuo. En lo que había unanimidad era en que podía cumplir un papel protagónico en la marcha hacia el progreso”.64

Básicamente la relación entre pueblo y obrero se daba porque entre ellos había similitudes como la pobreza, eran explotados y eran ciudadanos. Ciertamente, en lo económico, los obreros tenían mayor relevancia que otros grupos pertenecientes al pueblo, ya que hacían parte del proceso de producción y contribuían a la riqueza del país; en lo político, los proletarios eran los abanderados de la defensa de los derechos de los pobres y como ya lo mencionamos, se convirtieron en el modelo a seguir por parte del pueblo gracias a las ideas socialistas que abundaban durante la última década de la hegemonía conservadora.65

En el proceso de construcción de la identidad de clase tuvo un papel trascendental el cambio del lenguaje por parte de los grupos obreros. “En 1926, la confederación obrera nacional, CON, hizo un llamado a los trabajadores del país, para que dejaran de utilizar expresiones humillantes ante los patrones, tales como ‘su merced’ o ‘mi amo’”.66 Reclamaron un cambio en el lenguaje y comenzaron a utilizar la palabra “compañero”, como se evidenciaba en la prensa socialista y comunista de la época.

2.5 Las reivindicaciones de la prensa obrera

La importancia de la prensa en Colombia era evidente, no sólo por su carácter informativo sino por su característica formadora de opinión. En todo el país, las capitales y los municipios, había por lo menos un diario o semanario. Mauricio Archila67, asegura que para 1920 circulaban 60 periódicos socialistas u obreros y para 1925 el número era de 80, claro

64 Ibid, p.152 65 Ibid, 152,153 66 Archila Neira, M. (1991) Cultura Identidad obrera: Colombia 1910-1945, Bogotá, Cinep p. 407 67 Archila, M.(1985), “La otra opinión: La prensa obrera en Colombia 1920-1934, en Anuario de historia social y de la cultura, vol.13-14, disponible en http://www.lablaa.org/blaavirtual/revistas/revanuario/ancolh13- 14/articulos/art7/art7a.pdf : recuperado 12 de diciembre de 2008 p.211

38 está, la mayor parte de éstos tenía una vida efímera por la ausencia de recursos debido a la falta de publicidad en su interior y los precarios métodos de producción de las publicaciones.

La siguiente es una lista de algunas de las publicaciones que circularon en el país entre 1910 y 1929:

En 1910, en Tumaco se había fundado El Camarada y en Cartagena El Comunista. Para 1916 surgió en Bogotá el periódico El Partido Obrero. En 1919 nacieron El Obrero Moderno de Girardot, El luchador de Medellín, El Taller de Manizales, y La Ola Roja fundada por Ignacio Torres Giraldo en Popayán. En 1920 nace el ya mencionado El Socialista, que se mantendría en pie por lo menos hasta mediados de los treinta. Para 1924 se publica en Barrancabermeja el periódico dirigido por Raúl Eduardo Mahecha, Vanguardia Obrera. Por esa misma fecha salen a la luz pública los periódicos anarquistas La Antorcha, El Sindicalista, Pensamiento y Voluntad en Bogotá y Vía Libre en Barranquilla. El Partido Socialista Revolucionario (PSR) tendrá también sus órganos de expresión como La Humanidad de Cali, dirigida por Torres Giraldo, y La Nueva Era, órgano del comité central. Para 1928 tenemos otros periódicos obreros de importancia como “Claridad” de Erasmo Valencia, El Libertador del legendario Biofilo Panclasta, Sanción Liberal, de L.J. Correa, todos ellos en Bogotá, Vox populi en Bucaramanga y El Moscovita en Ambalema... hasta los obreros conservadores tenían su semanario, Unión Colombiana Obrera, publicado en Bogotá.68

Como queda evidenciado, los representantes de los obreros asumieron los medios de comunicación de la época como el principal vehículo para dirigirse a la naciente clase. Dichos periódicos no eran escritos por los obreros, sus plumas eran especialmente artesanos e intelectuales comprometidos con la causa socialista. Fue por eso que buscaban difundir valores y tradiciones mediadas por un discurso ideológico izquierdista.69

La misión de los periódicos obreros o socialistas era principalmente Formativa, pues carecían de recursos para hacer seguimiento a las noticias nacionales, así como tampoco podían recibir cables internacionales, de tal manera que básicamente comentaban los hechos narrados por diarios como El Tiempo y El Espectador, con excepción de cierto

68 Ibid, P. 211, 212 69 Archila Neira, M. (1991) Cultura Identidad obrera: Colombia 1910-1945, Bogotá, Cinep p. 408

39 cubrimiento de huelgas y eventos obreros. Pero su valor implícito consistía en “la transmisión de valores en un lenguaje más o menos idiologizado”.70

Maryluz Vallejo establece que el periódico El Socialista, de Bogotá, fundado en 1920, fue uno de los más reconocidos y combativos legitimadores del partido. “además de divulgar la doctrina y la literatura socialistas del momento, tenía una sección internacional donde presentaba las revueltas y revoluciones ocurridas en Washington, Rusia, Bélgica, Italia y Francia, principalmente, y que no solían aparecer en la prensa tradicional”71. Así mismo este diario atacaba a la iglesia y al conservatismo en el poder.

Esta tendencia de la prensa no era el único medio para lograr a un obrero conciente de su situación, pues no se requería únicamente de “un cambio ideológico-político, sino la adopción de formas de comportamiento, de interacción social y de referentes simbólicos, que debían ser aprendidos e interiorizados”.72

Aparte de los temas propiamente políticos e ideológicos, en la prensa obrera encontramos otros tópicos que eran tratados de forma recurrente por estar estrechamente vinculados con su proyecto político: civilización, progreso, ciencia, alcohol, mujer, educación. Estos temas hacían parte del esfuerzo por construir al obrero ideal, quien no solamente debía ser conciente políticamente, sino además, ilustrado, racional y temperante.

La discusión de estos temas no era una originalidad de la prensa obrera, pues estas eran las cuestiones que se estaban agitando en la época, por intelectuales, médicos, dirigentes políticos liberales y la burguesía vinculada al sector exportador.

70 Ibid, p.409 71 Vallejo Mejía, M. (2006) A plomo herido: Una crónica del periodismo en Colombia, Bogotá, Planeta. p. 99 72 Núñez Espinel, L (2006), El obrero ilustrado: Prensa obrera y popular en Colombia 1909-1929, Bogotá, Universidad de los Andes, p.147

40 Pero los periódicos asumieron la representación de lo popular como elemento que justificaba su existencia, como lo afirma Núñez. Sin embargo, dentro del espectro que abarcaba lo popular, se enfocó principalmente en el pueblo trabajador. Es por eso que sobresalen elementos comunes como tradiciones y valores que conforman el núcleo básico o si se quiere principal, de la expresión cultural de la clase en sus inicios.

En lo religioso, la prensa obrera asimiló mucho de la tradición cristiana como era de esperarse, pero en su gran mayoría rechazaron la idea de la resignación y la sumisión. Por el contrario, basaron algunos de sus argumentos en la “rebeldía de Jesús, las denuncias de los profetas y los Santos Padres contra la riqueza”73, en efecto aseguraron que “el evangelio tenía principios básicos del socialismo”.74

Claro que no todo el lenguaje era de ese estilo, en especial cuando las ideas socialistas tomaron más fuerza entre sus seguidores, incluso en algunos círculos había anticlericalismo. Era evidente que durante la década del veinte el lenguaje religioso de otros días se había mudado a uno más secular.

Otra importante característica de la prensa obrera fue su carácter racionalista:

El culto a la razón, a la ciencia, era un elemento común a la gran mayoría de los núcleos obreros... Esto tenía sus raíces profundas en la tradición libre-pensadora y racionalista que acompañó a liberalismo europeo en su génesis. Ese fue el liberalismo que comienza a llegar a la Nueva Granada desde los tempranos años de la independencia. Las páginas de los periódicos daban innumerables muestras de ese culto... La fe en la razón implicaba confianza en un progreso en abstracto que inexorablemente llegaría.75

Los discursos sobre la ciencia y el progreso no se encontraban en artículos exclusivamente dedicados a estos temas, sino acompañando escritos de diversa índole. Es decir, estos

73 Ibid.214 74 Ibid, p.214 75 Archila, M.(1985), “La otra opinión: La prensa obrera en Colombia 1920-1934”, en Anuario de historia social y de la cultura, vol.13-14, disponible en http://www.lablaa.org/blaavirtual/revistas/revanuario/ancolh13- 14/articulos/art7/art7a.pdf : recuperado 12 de diciembre de 2008 p. 216

41 aspectos eran parte fundamental para alcanzar los proyectos políticos y educativos de la prensa, que estaban enfocados hacia una sociedad futura más justa. Además depositaban en la ciencia todas sus esperanzas para explicar racionalmente cualquier fenómeno e influir un cambio en el comportamiento guiado por la razón y no por a religión.76

En definitiva, el mejor medio para difundir las nuevas ideas y para educar era la prensa escrita. Archila comenta que “la tarea educacionista, que constituye en últimas la justificación de la ‘prensa obrera’, era defendida por todas las tendencias que impactaban a la clase en ese momento. Para los socialistas, la nula o deficiente educación, era la explicación del adormecimiento del pueblo”77.

Y aunque estaban concientes de la importancia en su papel educador, no fue tal, pues la prensa obrera, al igual que los cuadros dirigentes del partido socialista, no lograron su cometido por culpa de su desorganización e incompetencia para lograr proyectos bien estructurados y cohesionados que los llevaran hasta los objetivos trazados, debido a las diferencias entre los copartidarios y dirigentes del movimiento.

También hubo importantes representantes del periodismo que llevaron las banderas de las causas sociales y se convirtieron en referentes para la naciente opinión pública y a pesar de ser militantes del socialismo, mantuvieron su condición de comunicadores por encima de sus profundos ideales y su compromiso en contra de la desigualdad. Este fue el caso de Luis Tejada, pues según Maryluz Vallejo, desde El Luchador”, de Medellín, escribió varias “crónicas de carácter doctrinario para aleccionar a los obreros sobre sus derechos laborales, empezando por la fijación de un salario mínimo justo y la jornada de ocho horas”78, de igual modo indicó la necesidad de hacer estadísticas sobre las propiedades de la iglesia, así como

76 Núñez Espinel, L (2006), El obrero ilustrado: Prensa obrera y popular en Colombia 1909-1929, Bogotá, Universidad de los Andes, p.193 77 Ibid, p 218 78 Vallejo Mejía, M. (2006) A plomo herido: Una crónica del periodismo en Colombia, Bogotá, Planeta. p. 98

42 de los bancos y que se investigara a profundidad las condiciones de vida de los obreros al igual que hacer censo de las mujeres y niños trabajadores.

2.6 La influencia de la prensa liberal

Desde la prensa se animaron los movimientos huelguísticos e incluso medios liberales como El Tiempo y El Espectador apoyaron algunas de las huelgas, además de suscribirse a campañas para buscar la mejora del espacio público, diferentes condiciones para los inquilinos de la capital del país y la reducción del los precios de los alimentos, pues afirmaban que una papa era más barata en la costa atlántica que en Bogotá. El Ruy Blas, periódico del rebelde Felipe Lleras Camargo, fue uno de los diarios de filiación liberal, pero declarado socialista, que apoyó en sus páginas las reivindicaciones sociales, al igual que atacó al gobierno conservador de Miguel Abadía Méndez y a su ministro de Guerra, Ignacio Rengifo.

Pero en esta investigación identificamos que tanto El Tiempo como El Espectador fueron detractores del gobierno en lo político y económico, mas no cubrieron distintas huelgas ocurridas en Bogotá durante el periodo, lo que demuestra que aunque apoyaban las mejoras en la condición de vida de los sectores pobres de la población, su ideología liberal y su cercanía a las altas esferas del poder, los alejaron de la minoría militante que respondía a los idearios del socialismo y el comunismo, e incluso de los obreros particulares sin afiliación política de izquierda.

El cubrimiento de las huelgas por parte de la gran prensa, no se dio de forma regular, como si sucedió en la prensa obrera. Identificamos que en muchos casos, especialmente cuando se trata de la empresa privada de la capital del país, El Tiempo y El Espectador no hacían ningún tipo de cubrimiento a no ser que el suceso conmoviera a los lectores, como fue el caso de la “huelga de las telefonistas” a la que le dedicaron muchas páginas ya que la opinión pública hizo causa común para que no se les vulnerarán más sus derechos a las

43 “señoritas telefonistas”. No profundizaremos más en este tema pues será objeto de análisis en el tercer capítulo.

Debemos destacar la importancia del concepto Opinión Pública durante los últimos años del decenio del veinte y nos atrevemos a acompañar las afirmaciones de que fue ésta una de las razones que propició el fin de la hegemonía conservadora, claro está, impulsada por las erráticas decisiónes de una dirigencia política aferrada al poder que vio como “el pueblo” salió a las calles a demostrar su inconformismo por la represión del Estado y la crítica situación económica. Todo esto impulsado por los editoriales de los periódicos y los artículos de personalidades como Alfonso López Pumarejo, Laureano Gómez, Alberto Lleras Camargo, su hermano Felipe Lleras, Eduardo Santos y el caricaturista Ricardo Rendón, entre otros. Podemos llamarlos líderes de opinión.

2.7 Opinión pública

Para entender el porque de la influencia de la opinión pública y de los medios de comunicación en ésta, partamos por definirla desde la perspectiva de Germán Colmenares, un historiador interesado por este periodo y por el impacto de la caricatura de Ricardo Rendón en las postrimerías del gobierno conservador.

La opinión pública, según Germán Colmenares, es un “fenómeno de la historia contemporánea”. Está asociado a la aparición de la sociedad de masas y, por supuesto, a una sociedad industrial y a los medios masivos de comunicación y producción. La opinión pública tipifica la aparición y la forma de organización peculiar de una mentalidad colectiva dentro de una sociedad. Esta forma de organización difiere de la que había trazado un acervo de creencias tradicionales, la opinión pública aparece como algo volátil, incapaz de fijarse como una verdad trascendente puesto que se apoya en acontecimientos que transcurren con una gran celeridad. Si las creencias tradicionales reposan en principios ético-religiosos de síntesis, unificadores e inmutables, las mudanzas de la opinión pública son construidas y hasta buscadas. La eficacia de unas y otras, dentro de la organización social a la que están referidas, depende de este carácter maniqueo. Mientras que las creencias tradicionales sustentan un orden rígido e inmodificable, la opinión pública hace parte del tejido mismo del cambio social y político79.

79 Colmenares, G. (1984) “Ricardo Rendón: una fuente para la historia de la opinión pública”, Bogotá, Fondo Cultural Cafetero, p. IX.

44 La opinión pública participa en la vida política como crítica y como censura del poder, con una función propia que entraña el distanciamiento, las creencias tradicionales se funden en las relaciones inmediatas de dominadores y dominados. La opinión pública es irreverente, en ocasiones injusta, satírica y suele obedecer a un sentimiento que desenmascara las declamaciones oficiales. “Casi siempre o con mucha frecuencia, la opinión pública es un “dato” que se da por descontado. Existe y con eso es suficiente. Es como si las opiniones de las opiniones fueran, como ideas de Platón, idas innatas”80.

Por su parte, Giovanni Sartori, explica que la opinión pública tiene una ubicación: “es el conjunto de opiniones que se encuentran en el público o en los públicos. Pero la noción de opinión pública, denomina sobre todo opiniones generalizadas del público, opiniones endógenas, las cuales son del público en el sentido de que el público es realmente el sujeto principal”81. Debemos añadir que una opinión se denomina pública no sólo porque es del público, sino también porque implica la “res publica”, la cosa pública, es decir, argumentos de naturaleza pública: los intereses generales, el bien común, los problemas colectivos.82

Una opinión no es una verdad matemática. Del mismo modo las opiniones son convicciones frágiles y variables. Si se convierten en profundas y fuertemente enraizadas, entonces debemos llamarlas creencias, afirma Sartori.

Basándonos en la explicación del concepto, podemos apreciar como la agitación y los movimientos sociales del periodo eran un signo evidente de las transformaciones sociales, así como de la formación de la opinión pública. Por ejemplo, Germán Colmenares, al hablar del caricaturista, Ricardo Rendón, enmarca el sentido de la ésta entre quienes la difundían por esos años. Asegura que Rendón tocaba tangencialmente los problemas

80 Sartori, G. (1997) “Homo videns, la sociedad teledirigida”, Argentina, Taurus, p. 69

81 Ibid. 82 Ibid.

45 sociales, pues su perspectiva era del todo política. Pero, “al igual que sus más lucidos contemporáneos , en Rendón existía una clara conciencia de que el tratamiento de esos problemas debía revestir formas políticas diferentes a los de su mera represión”83.

Las caricaturas de Ricardo Rendón como ya dijimos, sirven a Colmenares para señalar las coincidencias las dos vertientes opuestas que observa en la opinión pública: “Una, la de la oposición oficial o admitida a los gobiernos conservadores y la otra, la de una prensa popular –efímera, perseguida y renovada– que expresaba escisiones más profundas en la sociedad colombiana”84.

Dicho lo anterior, podemos pasar a otro tema que nos concierne y que gira alrededor de la opinión pública ya que el Ruy Blas hizo de ésta su razón de ser, al tener en sus páginas espacio para los lectores y gran admiración por los excluidos, que eran la mayoría de la sociedad.

2.8 Ruy Blas y Felipe Lleras

El Ruy Blas fue un periódico que se creó tras el escándalo de un diplomático peruano que estafó a algunos socios del Jockey Club jugando a las cartas y pagándoles con cheques sin fondos. Los distinguidos caballeros afectados, se sintieron traicionados porque ningún periódico quiso publicar el desfalco. En El Tiempo, el propio Eduardo Santos, les contestó que con diplomáticos no se metía y Luis Cano, de El Espectador, contestó de igual forma. Tras las negativas de los afamados periodistas, plantearon la necesidad de tener un periódico como el Gil Blas que años atrás había satirizado sobre importantes personalidades sin temor alguno. Felipe Lleras Camargo, se ofreció para dirigir el periódico que se llamó Ruy Blas, pues del General Uribe Uribe, compró los derechos del diario, para que no volviera a circular, porque su crítica siempre fue muy ácida 83 Colmenares, G. (1984) “Ricardo Rendón: una fuente para la historia de la opinión pública”, Bogotá, Fondo Cultural Cafetero, p. 227 84 Ibid, p. X.

46 hacía el General. De tal modo que tomaron el nombre Ruy Blas de la obra de Víctor Hugo y por su evidente parecido con el diario desaparecido.

Para hablar del Ruy Blas es necesario remitirse a Felipe Lleras Camargo, porque fue él quien lo dirigió y según sus propias palabras, escribía todo su contenido. Es poco lo que se sabe de él, pero fue el mayor de cinco hijos, hermano de Alberto Lleras y socialista confeso. Cuando entró al colegio a los diez años, lo subieron a segundo bachillerato y a los 14 fue profesor de inglés y retórica. Entre sus alumnos –mayores que él– estaban Roberto García-Peña, Darío Samper y Jorge Padilla. Fue un pedagogo toda su vida.

Posteriormente, se graduó como abogado de la Universidad Externado de Colombia y formó una oficina junto a un colega suyo, pero su primer pleito fue el desahucio de una mujer y sus siete hijos. Al ver lo que debía hacer a esas personas, revocó el poder y no volvió a ejercer el derecho. Fue representante a la cámara, senador y secretario de gobierno de Bogotá; perteneció al Partido Socialista Revolucionario, pero lo expulsaron por no ser comunista. Felipe Lleras se catalogaba como un liberal socialista y anticonservador.

Desde su tribuna, el Ruy Blas –porque eso eran los periódicos en esa época, el medio para gritar las diferencias ideológicas entre opositores políticos– atacó incansablemente a Ignacio Rengifo –estuvo preso en el panóptico por sus reiterados ataques al ministro de Guerra– y al gobierno de Abadía; apeló al nacionalismo y apoyó las insurrecciones en Barrancabermeja; de igual modo divulgó la situación de pobreza de los bogotanos y promovió “la huelga de las señoritas telefonistas” en 1928, impulsó campañas a favor de los inquilinos, y en contra de los revendedores de las boletas de los espectáculos.

Tras sus años en la política y la vida pública se retiró para continuar con su carrera como pedagogo y mantuvo un bajo perfil hasta su muerte. 85

85 Vidal, M. (1999) “Entre comillas”, Bogotá, Espasa.

47 Conclusiones

Consideramos que quienes han estudiando la relación entre periodismo y protesta social han usado la prensa como fuente para explicar dicha relación y el conflicto social, dejando a un lado la reflexión sobre la forma como el periodismo de la época narró, mostró y construyó la información y la opinión sobre los actores de la protesta social.

Constatamos cómo la prensa obrera, socialista, liberal o conservadora aún no ha sido abordada desde una perspectiva del discurso periodístico, y más bien ha sido el discurso ideológico el que ha primado al momento de hablar sobre obreros, artesanos, trabajadores, las huelgas, en fin, sobre lo que encierra la protesta social. Salvo en el trabajo puntual de Colmenares y en la caracterización de M. Vallejo sobre la prensa socialista, aún queda pendiente la mirada sobre el uso de los géneros periodísticos en la narración de la protesta social, las formas de titular, el uso de las fuentes y, por supuesto, el seguimiento a los hechos que caracterizan esta protesta.

Capítulo 3

La inconformidad ante el mal trato y la mala paga: el caso de la huelga de las telefonistas.

En esta parte del trabajo revisaremos el cubrimiento que la prensa dio a la huelga de la de la compañía de teléfonos, a través de sus editoriales, crónicas y noticias. Examinaremos el fondo y la forma como informaron sobre los acontecimientos, y demás, analizaremos las

48 tendencias ideológicas de los diarios valiéndonos de los conceptos que vimos en los capítulos anteriores. También veremos peculiaridades de un conflicto enmarcado en lo urbano, en el que incluso los niños apoyaron a los trabajadores con el dinero de sus dulces, como fue el caso de “Teresita”, de cinco años, reseñado por El Tiempo.

3.1 La voz de la opinión y la voz de la prensa

Los años agitados de la presidencia de Miguel Abadía Méndez, produjeron en la prensa nacional y bogotana una fuerte reacción que se sumó a las protestas de los estudiantes y trabajadores. No nombramos a los partidos políticos, pues la gran prensa tenía un vínculo de sangre con el liberalismo y el conservatismo. Claro, el segundo se veía cada vez más abandonado gracias a las medidas tomadas en contra del pueblo y la libertad de expresión.

La prensa socialista fue un elemento muy valioso en la construcción de la identidad de clase de los obreros, pero ¿se puede decir lo mismo de los diarios tradicionales bogotanos? En esta investigación tomamos como principales referentes a El Tiempo, liberal, y al Ruy Blas, de ideas socialistas, pero que no se encontraba adscrito a la prensa obrera, ya que pertenecía a Daniel Sáenz, Carlos de la Espriella J.B. Castillo “Pacho” Fernández, personalidades de la alta sociedad bogotana y masones, no obstante, comprometidos con las causas justas de los trabajadores.

Ruy Blas fue una publicación que estaba hecha a la medida de su tiempo y las necesidades de la sociedad capitalina. Fue un medio de comunicación en el que los trabajadores podían contar para divulgar su descontento ante sus patrones, e incluso, tenían la posibilidad de utilizar sus páginas para presentar sus pliegos de peticiones y apoyar las huelgas justas que sucedían en la capital. Por otro lado, su director, atacó desde su tribuna al presidente, el gabinete ministerial, a la “rosca” bogotana y la presencia extranjera.

49 Por su parte, El Tiempo, siempre fue más cuidadoso ante las huelgas y como veremos adelante, en frecuentes ocasiones no hizo ningún tipo de cubrimiento de las manifestaciones obreras que indagamos (1926-1929) ocurridas en Bogotá. De hecho, y es uno de los rasgos más importantes de esta investigación, encontramos un lenguaje más acorde con su condición de élite, que el presente en el Ruy Blas, además de la poca crítica a los empresarios que explotaban a sus trabajadores en la capital.

Durante este periodo, las páginas de El Tiempo publicaron textos tan trascendentales y polémicos como: “Un estudio de la prosperidad a debe”86, de Alfonso López Pumarejo, el cual destapó la verdadera situación económica en que se encontraba sumido el país y las conferencias de Laureano Gómez87, “Interrogantes sobre el progreso nacional”, que cuestionaban entre otra cosas “las deficiencias de la raza colombiana, 900.000 kilómetros inútiles y sus conceptos sobre lo malsano del la variedad de climas del país”.

En definitiva, El Tiempo se dedicaba mucho más al terreno político, en el que existían dos protagonistas –liberales y conservadores–, pues debemos recordar que las protestas sociales, las huelgas y el movimiento socialista tendieron a radicalizarse, además de no contar con el mismo número de adeptos que en otras partes del continente y sufrir de una desorganización crónica que no posibilitó la creación de un movimiento fuerte de masas.

Claro, el diario de los Santos se ajustaba a las tendencias periodísticas de vanguardia pues la mayor parte de sus contenidos eran noticiosos y no doctrinarios, como en la prensa obrera y la de comienzos de siglo88.

86 López Pumarejo, A. (10 de junio de 1928), “Un estudio de la prosperidad a debe”, El Tiempo, Bogotá, pp. 2 y 14.

87 Gómez Castro, L. (6 de junio de 1928), “Interrogantes sobre el progreso nacional” El Tiempo, Bogotá, pp. 1 y 2 88 Vallejo Mejía, M. (2006) A plomo herido: Una crónica del periodismo en Colombia (1880-1980), Bogotá,

50 Por otro lado, la opinión pública tomó relevancia en el segundo quinquenio de la década del veinte y su organización se dio alrededor de huelgas, marchas, concentraciones públicas ante el descontento generalizado por las medidas represivas que impuso el gobierno, y sus trágicas consecuencias en diferentes lugares de la geografía nacional. La masacre de las bananeras en Magdalena y la muerte del estudiante, Gonzalo Bravo, que llevó a las jornadas de protesta del 8 y 9 de junio, y condujeron al epílogo de más de 40 años de hegemonía conservadora en el poder, son algunos ejemplos. Es decir, los bogotanos y los colombianos se organizaban masiva y espontáneamente alrededor de temas políticos, en contra de un gobierno o el costo de la vida, y se expresaban a través de carteles, marchas, en espacios públicos y por supuesto la plaza y la calle fueron los escenarios más importantes. Pero cuando se trataba de reivindicaciones sociales como los derechos laborales y mejores condiciones de vida para los trabajadores, esa gran masa se disgregaba en pequeños grupos que pedían mejoras individuales y no colectivas.

Fueron pocos los casos en que una huelga que al emplear los métodos de lucha proletaria, huelga o boicot, movilizara también a la ciudadanía unas veces dirigida desde la prensa y otras veces espontáneamente, este fue el caso de la huelga de la compañía de teléfonos.

3.2 Relato de una jornada de protesta: “La huelga de las telefonistas”

La presencia de empresa extranjeras en el país siempre fue motivo de contiendas y discrepancias motivadas por el nacionalismo, como fue el caso de las bananeras de Magdalena, la petrolera de Barrancabermeja y el tranvía de Bogotá, en sus comienzos. La empresa británica de teléfonos de la capital del país, no fue la excepción, aunque su servicio no se presentaba de forma masiva, pues quienes podían acceder a éste debían gozar de buen poder adquisitivo, ya que constituía un lujo para ese entonces. Sin embargo, los abusos de la empresa contra sus empleados, propiciaron una huelga que fue atizada por una característica sui generis. En su mayoría eran mujeres.

51 Para el análisis se tomó como principal referencia el cubrimiento que dieron a la “huelga de las telefonistas”, El Tiempo y el Ruy Blas. Aquí constatamos las diferencias en la forma de abordar la noticia que tuvieron ambas publicaciones.

Para la investigación de los periódicos se diseñó una matriz, con el fin de ubicar por temas específicos el seguimiento que éstos dieron a la huelga. Dos asuntos se tuvieron en consideración: la posición del periódico ante los sujetos sociales, de la que se reseñaron, el Estado y los funcionarios, las empresas y los empresarios, los trabajadores, los partidos políticos y (los títulos de editoriales y artículos); en segundo lugar, observamos la posición del periódico frente al conflicto, concentrándonos en la descripción de la naturaleza del mismo, en la explicación de sus circunstancias, su evolución y seguimiento, la relación del conflicto con el nacionalismo y por último, con la ideología de los partidos políticos.

Se encontró abundante material en ambos periódicos. La búsqueda y el análisis del Ruy Blas, va del 29 de mayo al 19 de junio de 1928 y El Tiempo, del 31 de mayo al 21 de junio.

El conflicto entre las telefonistas y la empresa permite observar no sólo la manera como los periódicos informaron de este hecho a sus lectores, sino también las formas de expresión, protesta y movilización de los bogotanos con el fin de manifestar su solidaridad con las empleadas. Son dos voces que se pueden escuchar por separado, otras veces parecen ser una sola y en otras se complementan.

Este es un resumen de los hechos que servirá para contextualizar el análisis:

El 13 de junio de 1928 estalló una huelga en la empresa inglesa de teléfonos de Bogotá por el aumento de los salarios y las malas condiciones en que los empleados debían ejercer sus labores, en el caso de las señoritas, con frecuencia recibían descargas eléctricas de los conmutadores, y los instaladores del cableado debían empujar sus carretas por toda la ciudad. Por tratarse de una vieja estructura técnica y poco modernizada para la época en

52 cuanto a procedimientos técnicos, esta empresa ocupaba un personal numeroso y mal pagado. Pero, al ser el personal en su mayoría femenino, la huelga despertó mucho interés. En un principio la empresa no creyó que sus trabajadores emplearan métodos de lucha proletaria como la huelga o el boicot, y se hizo sorda a los reclamos. Pero cuando se paralizó su red de comunicaciones, y los bogotanos reaccionaron solidariamente con el movimiento, se dispuso a negociar el conflicto.

Tal vez sea ésta la primera huelga en que se ve a Jorge Eliécer Gaitán, en calidad de abogado de un colectivo de trabajadores. La empresa tenía prisa, y antes de que las cosas se complicaran, accedió a aumentar los salarios y, sobre esta base, tres días después, es decir el 16 de junio, se firmó el acuerdo que ponía fin a la huelga, en la oficina del abogado de la empresa, luego de lo cual ¡el gerente ofreció a Gaitán una copa de Champaña!

Esta huelga, que ha sido poco documentada, movilizó a la ciudad en pro de los trabajadores de la empresa y su cubrimiento fue excepcional por parte de la prensa. Durante los días que duró la batalla legal, no se mencionaron los empréstitos norteamericanos, la “Ley Heroica”, ni la “amenaza insurreccional”, gracias a las características particulares de la huelga.

El seguimiento que tanto el Ruy Blas como El Tiempo hicieron del movimiento espontáneo, fue muy distinto, lo que nos permite señalar las diferencias que había en la prensa de esos días. Por su parte, el primero siguió su línea editorial y con su acostumbrado tono exaltado y aleccionador dio sus puntos de vista sobre la situación y arreció en críticas contra la empresa británica. Los titulares con que presentaba la noticia eran enormes, en ocasiones ocupaban las cinco columnas de la página y utilizaban fotografías de los trabajadores para ambientar la historia.

Por su lado, El Tiempo, fue discreto al referirse a la empresa. El cubrimiento que le dio a los hechos fue más noticioso, aunque editorializó sobre el tema, utilizando un lenguaje

53 menos combativo –pero espectacular– al que tenía acostumbrados a sus lectores, al referirse al gobierno conservador.

Encontramos que el Ruy Blas publicó cuatro editoriales y seis primeras páginas, por su parte, El Tiempo divulgó un editorial y lo reseñó en cuatro oportunidades en la sección “Cosas del día” –en la que como su nombre lo dice se trataban temas del día a día nacional–, también hubo crónicas y un seguimiento rigurosos a los acontecimientos.

El Ruy Blas explica las circunstancias del conflicto utilizando una dialéctica que envuelve los derechos de los trabajadores Estos son los argumentos que plantea para la huelga:

Los bajos sueldos del personal; trabajo nocturno y día por 35 pesos mensuales; 8 horas nocturnas so pena de ser “echadas” si no firmaban un documento (el gerente despidió a 8 instaladores por solicitar un aumento y también les pidió a otras compañías que no los recibieran); “el gerente no ha querido subir los sueldos aunque desde Londres lo aprobaron”; pésimas condiciones de trabajo; la empresa les cobraba 50 centavos por error y no les pagaba oportunamente.

Respecto al seguimiento de los hechos y la evolución del conflicto, el editorialista, Felipe Lleras, propone la unión de los proletarios para hacerse sentir y organizarse, pues los movimientos esporádicos de nada sirven. Podemos ver, como lo explicamos en el primer capítulo, que la prensa se utiliza como vehículo cohesionador de la sociedad en torno a un objetivo. Así mismo, publicó el pliego de peticiones89 de las trabajadoras y trabajadores, cosa que El Tiempo no hizo. En definitiva, el seguimiento cronológico de los acontecimientos estuvo caracterizado por la carga ideológica del Ruy Blas, como sucedía en gran parte de la prensa nacional por esos días.

89 Ruy Blas (1928, 5 de junio), “Huelga en la compañía de teléfonos”, Bogotá, p.4

54 Por su parte, El Tiempo, también llevó un orden cronológico de los hechos, pero justificó las medidas de los trabajadores como ajustadas a la ley y marcó diferencias entre otras huelgas y esta: “Las telefonistas han elevado a la Oficina de trabajo un extenso memorial”90.

También la calificó de justa porque la sociedad se unió a los reclamos de forma pacífica, se trató de una voz con rostro urbano: “Todos los automóviles, buses y algunos tranvías portaban en sus frentes carteles con la inscripción de: ¡viva la huelga de los teléfonos!”91. En efecto, apenas se declaró la huelga esa voz se transformó en un “público en general sin distingos de clase ni de colores políticos”92. El diario se unió a la ciudadanía en la campaña y se expresó así: “conforme pasan los días de huelga, el periódico presentará a quienes apoyan económicamente la causa de los trabajadores de los teléfonos”93, y lo hicieron. Todos los días publicaron los nombres de las personas que aportaban a los sueldos del personal en paro.

Es así como a lo largo del cubrimiento de la huelga se pueden observar distintas maneras de participación; desde la presencia física en el edificio de la empresa de teléfonos, como en aquel momento en que Jorge Eliécer Gaitán, abogado de las telefonistas, llegó a las instalaciones de la empresa “rodeado por una gran multitud que lanzaba vivas a la causa de las telefonistas”94.

El periódico vio el conflicto como una cuestión de humanidad, pero no se expresó sobre otros temas que Ruy Blas sí, como el nacionalismo y el desprecio hacia quienes abusan de su poder.

90 El Tiempo (1928, 1 de junio), “En los teléfonos”, Bogotá, p.3 91 El Tiempo (1928, 14 de junio), “Desde ayer a las tres, y en perfecto orden, principió la huelga de teléfonos”, Bogotá, pp.1 y 9. 92 Ibid. 93 El Tiempo (1928, 15 de junio), “Todo Bogotá respalda firmemente la actitud de las telefonistas”, Bogotá, p.1. 94 El Tiempo (1928, 14 de junio), “Desde ayer a las tres, y en perfecto orden, principió la huelga de teléfonos”, Bogotá, p.9.

55 Mientras tanto, el Ruy Blas decía que la compañía inglesa de teléfonos, “da un trato que llega a los límites de la esclavitud”95 y les paga a sus empleados un sueldo “miserable”, lo que demuestra claramente un lenguaje socialista y doctrinario, debido a los términos que utiliza para describir la relación entre jefes y obreros. El Tiempo, se limitaba a contar la situación en que debían trabajar, claro, demostrando las injusticias cometidas hacia los trabajadores, pero sin la carga que llevan las palabras “miserable” y “esclavitud”: “Un minuto de demora es castigado con cuatro horas los domingos”96 o “La más leve falta es castigada con quince días de suspensión sin sueldo”97, señalaba el periódico liberal utilizado un tono emocional. ¿Qué es lo emocional aquí?

Ambos coinciden el la justicia de los reclamos, pues es indudable el abuso que se comete, pero la selección de las palabras demuestra la línea editorial de cada una de las publicaciones, Ruy Blas, cerebral y doctrinario, y El Tiempo, noticioso y emocional. Los periódicos fueron uno con la opinión pública.

3.2.1 El relato de una noticia: principio de una huelga

Antes de entrar a análisis del cubrimiento que se le dio a la huelga, es importante revisar la forma como se presentó la noticia en ambos medios. Precisamente es la noticia la que desglosaremos, pues era un género relativamente nuevo, ligado a Joseph Pulitzer, en el siglo XIX. No abordaremos los editoriales, pues fueron estos nuestra principal fuente para indagar sobre las tendencias ideológicas de nuestro objeto de estudio.

Las notas que escogimos hablan del mismo tema, el inicio de la huelga y describen paso a paso los acontecimientos que desembocaron en la medida de los empleados de la empresa.

95 Ruy Blas (1928, 13 de junio), “Declaración de las señoritas telefonistas”, Bogotá, p.1

96 El Tiempo (1928, 14 de junio), “Una cuestión de equidad”, Bogotá, p.1 97 Ibid

56 En el caso de El Ruy Blas utilizamos el relato publicado con el título, “Hoy a las tres principió la huelga de telefonistas”, del 13 de junio de 1928, en la primera y cuarta página del diario vespertino; en el caso de El Tiempo, “Desde ayer a las tres, y en perfecto orden, principió la huelga de teléfonos”, del 14 del mismo mes.

Ruy Blas

Al ser un diario de la tarde, El Ruy Blas salió con la información el mismo día de los hechos. Su despliegue fue por todo lo alto, la primera página contiene únicamente información sobre la huelga, a cinco columnas titula: “Hoy a las tres de la tarde estalló la huelga de telefonistas” y a renglón seguido afirma, “ La sordidez de la empresa logró hacer imposible cualquier arreglo equitativo”, seguido por la frase “por la razón o por la fuerza el personal hará valer la totalidad de sus derechos. Estas frases reflejan el legado periodístico de la prensa partidista, de presentar la visión y la opinión de quien narra lo sucedido, ya que no se abstiene de dar sus propias opiniones y siempre encuentra un hecho con el cual editorializar, ya sea en contra de la compañía, el gobierno o los mismos empleados – respecto a los trabajadores, recordemos que la prensa socialista utilizó la estrategia de atacar a los obreros por su indiferencia, para generar su reacción–.

El título es informativo, ya que plantea lo que es la noticia, sin embargo las frases que le siguen, sugieren la postura del diario ante el conflicto.

En medio de la primera página presenta una fotografía de los representantes de los trabajadores, que lleva por pie de foto: “Los delegados del personal de los teléfonos, señorita María del Carmen Quiroga y señores Rafael Vargas y Antonio Bernal, momentos después de firmar hoy la declaratoria de la huelga”. (Ver anexo 2)

57 El contenido de la nota inicia con una destemplada recriminación en contra de la compañía, pues asegura que ya se sabía que no llegarían a ningún acuerdo. A continuación se vale de intertítulos para narrar su percepción de los hechos.

“Las conferencias”. Relata los sucedido los tres últimos días entre los representantes de la compañía y el de los empleados, Jorge E. Gaitán, y concluya con que no se llegó a ningún acuerdo.

“Fuerzas ocultas”. Habla de infidencias de los contactos y asegura que el gerente, Mr. Allo, parece no ser el responsable de la negativa de la empresa de teléfonos a todas las peticiones de sus trabajadores, sino su casa matriz en Londres.

“La huelga”. Explica que tanto “señoritas como caballeros” tienen la firme convicción de mantenerse dentro de la huelga “pacífica”, no obstante prestos a acudir a la violencia en el caso que alguien intente ingresar a las instalaciones de la empresa.

“La consigna”. La solidaridad entre los subalternos es la consigna de la huelga y reafirman el carácter pacífico de ésta, aunque también declaran su disposición a utilizar la fuerza en el caso de requerirla.

Como lo mencionamos, el cubrimiento noticioso expresa un encadenamiento cronológico en el que los intertítulos destacan la idea central de cada paso dado recordando el uso de la fuerza, lo que agrega a la descripción una tensión a resolver, pero como veremos a continuación en El Tiempo, el cubrimiento hecho por el Ruy Blas, al menos en el contenido del texto, apela menos a la descripción emotiva.

El Tiempo

58 El jueves 14 de junio, la noticia llega a la portada y se ve la primera imagen de la huelga; “las señoritas telefonistas en la puerta del edificio con la bandera colombiana”, señala el pie de foto. Se trata de una fotografía en la que aparece en el centro una mujer que sostiene la bandera colombiana, a la izquierda dos mujeres y al lado de estas dos hombres con apariencia de trabajadores, más otros dos jóvenes. Al lado derecho tres mujeres y un hombre que se destaca del resto por su elegante vestido. El titular de esta primera página es concreto y describe la forma de la protesta, “Desde ayer a las tres, y en perfecto orden, principió la huelga de teléfonos”. (Ver anexo 2)

El título de la noticia va a tres columnas de las siete que tiene cada página y cuenta con dos leyendas ubicadas en la parte inferior del encabezado. Una podría reconocerse hoy como en antetítulo (breve) y la segunda, más extensa, como un sumario.

La primera, que llamaremos sumario describe el lugar del conflicto en el espacio urbano y en la opinión pública; “la ciudad respalda a las señoritas telefonistas”. Luego, el siguiente encabezado (sumario) agrega un punto de vista que trasciende las características de la tensión patronos-obreros, “los empleados de teléfonos rechazan toda intervención de carácter político. Se trata de un reclamo humanitario. El movimiento”. Este desplazamiento de lo laboral a lo político y luego a lo humanitario, muestra el carácter de la protesta construido desde el periódico, no solamente es un conflicto enmarcado en las relaciones obrero patronales, hay también un énfasis en aspectos vinculados a la cotidianidad del oficio; el maltrato dado por los superiores a las operarias, las malas condiciones de trabajo, y las consecuencias de dicho trabajo en la salud de las mujeres, son pues unos reclamos por la dignidad de las trabajadoras.

La noticia está dividida en los siguientes intertítulos y arranca con: “Antecedentes”. Aquí encontramos un recuento de los hechos, las razones de la protesta y las acciones de las partes involucradas en el conflicto, para luego calificar el hecho: “La

59 ciudad nunca había presenciado un movimiento de esta índole, llevado a cabo dentro de la más absoluta corrección y organizado en la forma más perfecta”.

“Estalla la huelga”. Se describe el momento en que las protagonistas abandonan los puestos de trabajo ante la negativa de la empresa a responder las peticiones de las trabajadoras.

“Conmoción en la ciudad”. Nuevamente el espacio urbano vuelve a ser protagonista, se habla de un público general, sin distinción de clases ni colores políticos, solidario con la protesta, que se moviliza desde diversos puntos de la ciudad hacia las puertas del edificio de la empresa de teléfonos. Después de este intertítulo aparece una fotografía que ocupa el espacio de tres columnas con un pie de foto que dice: “grupo de empleados, obreros y público en la puerta de la oficina de teléfonos”, en efecto, la imagen permite ver en primer plano un grupo de niños, hombres de alpargatas y ruanas, que se confunden con otros vestidos de manera menos humilde y al fondo la edificación.

“Llega el doctor Gaitán”. Aquí el relato semeja la llegada de una estrella del espectáculo: acompañado de redactores de prensa, Gaitán desciende del vehículo en medio de la ovación de la multitud que lanza vivas tanto para él como para los periodistas que lo acompañan.

“Otras manifestaciones”. Son tantas las voces que se manifiestan sobre este hecho, que hay necesidad de aclarar por parte de las telefonistas que en ningún momento están de acuerdo y reprueban cualquier vínculo con manifestaciones que tengan un carácter “revoltoso”.

“Conferencia en la oficina de trabajo”. La acción prosigue en dicha oficina, según el relato el apoderado de la empresa, este aseguró que la compañía no tenía poderes para aumentar los sueldos, trasladando el conflicto a la casa matriz en Inglaterra, en tanto que Gaitán argumentó que de acuerdo con las leyes nacionales dicha empresa sí tenía aquellos poderes.

60 “Detalles interesantes”. Ahora la atención regresa a la ciudad, a sus esquinas, pues se transcriben los mensajes que aparecen en carteles que muestran indicios de xenofobia, rasgos de nacionalismo y ante todo solidaridad con la causa (este tema lo veremos en profundidad más adelante).

Vienen luego dos imágenes, cada una ocupa el espacio de una columna, se trata de la fotografía de Gaitán en formato de retrato y la de J.M. Piedrahita, alcalde de Bogotá. Pero el detalle interesante está en la relación periódico-lector, pues se informa que a la redacción han llegado cartas ofreciendo dinero para sostener la huelga. Hasta un parlamentario fue a la redacción a ofrecer la mitad de sus ingresos por el tiempo que durara ésta, incluso, en la edición del sábado 16 de junio se transcribe la carta de una niña de tan solo cinco años (asombroso gesto de precoz solidaridad); veamos:

“… estimado doctor, le mando la plata de mis dulces de esta semana para las señoritas telefonistas y que siga la huelga, su amiguita. Teresita Rosas. (5 años de edad).

“La manifestación al alcalde”. La acción continúa en la ciudad, pues se informa que una nutrida manifestación se dirigió a la casa del alcalde, tarde en la noche y el orador elegido para exponer la situación al Alcalde fue claro en manifestarle a este que “la huelga nada tiene que ver con manifestaciones comunistas ni socialistas”, pidiendo además que usara sus influencias para resolver el conflicto y el alcalde respondió afirmativamente tales peticiones de “manera culta y serena” para defender a “nuestras hermanas”, finalmente la manifestación se retiró “lanzando vivas al alcalde”.

Podemos apreciar una descripción cronológica de los acontecimientos desarrollados durante el primer día de la huelga, así mismo apreciamos una postura solidaria de la opinión pública y el diario alrededor de los trabajadores de la empresa. Y resaltamos la importancia que los intertítulos tienen en el relato, de los dos diarios, pues enmarcan cada uno de los temas más relevantes y hacen menos pesada la lectura de este extenso artículo.

61 Los periódicos utilizan otro recurso valioso, las imágenes fotográficas, con las que se valen para ilustrar a los lectores, en las que presentan a los participantes de la huelga, los representantes de estos (Gaitán) y al pueblo reunido en torno a ellos (ver anexo).

3.2.2 El fin de la huelga

Los pormenores del arreglo del conflicto fueron expresados en términos favorables para las peticiones de las huelguistas. Para el periódico uno de los aspectos a resaltar fue el énfasis emocional: “el entusiasmo de las telefonistas”, es un intertítulo en el que se destacan dos acciones, de un lado, los –vítores– aplausos y paseo en hombros del abogado de las trabajadoras, Gaitán, del otro, las manifestaciones de entusiasmo y vítores para los periodistas de la ciudad.

Finalmente, el miércoles 20 de junio de 1928 termina la huelga y el titular en la primera página, reafirma el enfoque que mantuvo El Tiempo a lo largo de esta: las buenas maneras por encima del conflicto. En efecto, el titular “Cómo terminó la huelga de los teléfonos”, se desarrolla más adelante como un breve relato visual: como la lente de una cámara se cuenta paso a paso quienes estaban, dónde estaban y qué hicieron, no aparecen los términos del arreglo ni se mencionan aspectos de fondo. Luego un intertítulo, La fiesta de ayer, y finalmente el sumario: Un certamen de cordialidad y de cultura. “Mr. Allo” ovacionado. Discursos de las señoritas Treviño y Quiroga. Estos últimos son transcritos en su totalidad y dan pistas interesantes sobre la mirada a la huelga. La primera evidencia una escritura formal, no coloquial y una retórica de género, comienza con un emotivo agradecimiento a Gaitán y luego a la “prensa bogotana, orgullo de la raza y de la patria”. En dicho agradecimiento se identifica la misión del periodismo: “vigilar los intereses de la comunidad”. Luego vienen los agradecimientos a la “sociedad capitalina”. El siguiente discurso, menos formal, más indiscreto y con un estilo desprovisto de solemnidad, habla con más firmeza desde la condición de género justificando la huelga desde la dignidad, “…

62 llegó el momento en que no podíamos soportar más los ultrajes y humillaciones y con él, la declaración de huelga como única defensa de nuestra dignidad”98, al final, al expresar los agradecimientos menciona a Enrique Santos por contribuir con su pluma al triunfo de la causa y a Silvio Villegas por su apoyo e influencias. termina el relato con las palabras de Gaitán, las del abogado de la empresa y las de la administradora.

A continuación un análisis de los temas concretos que manejaron los diarios.

3.3 “Capataces de ultramar”: la expresión de un nacionalismo

En este punto encontramos grandes diferencias entre las dos publicaciones y podemos ver que el Ruy Blas por su carácter socialista expresa una actitud profundamente nacionalista que raya con la xenofobia, pues se despacha en contra de la presencia extranjera con mayor ahínco e insistencia. Mariluz Vallejo explica esta inclinación:

En 1927 el Ruy Blas, dirigido por Felipe Lleras Camargo, predicó la doctrina nacionalista como reacción al imperialismo reinante en la Hegemonía, y atacó el flanco más débil del gobierno: su servidumbre a los intereses de las grandes compañías estadounidenses. En este año en que se debatía la ley de petróleos, hubo una gran campaña nacionalista para criticar y alertar sobre los peligros de la política petrolera del gobierno de Abadía Méndez, y se encendió la polémica por el contrato Montalvo-Yates. Incluso Laureano Gómez y Alfonso López Pumarejo –a la sazón entrañables amigos– sustentaron en el tiempo la tesis de la nacionalización del petróleo contra la internacionalización de los hidrocarburos, defendida por el gobierno de Abadía99.

A continuación presentamos algunas frases que ilustran su posición nacionalista (extraídas del Ruy Blas entre el 29 de mayo y el 19 de junio de 1928):

-“Agotados todos los recursos de la conciliación, después de 10 días de engaños y dilaciones por parte de la compañía inglesa de teléfonos, todo el personal colombiano de empleadas, empleados y obreros ha apelado a la medida extrema de la huelga en defensa de 98 El Tiempo (1928, 20 de junio), “Cómo terminó la huelga de los teléfonos”, Bogotá, p.1 99 Vallejo Mejía, M. (2006) A plomo herido: Una crónica del periodismo en Colombia (1880-1980), Bogotá, Planeta. p. 118

63 sus intereses burlados por los patrones británicos”, corresponde al editorial, 13 de junio de 1928.

- “La ciudad entera debe respaldar en masa la actitud digna de las empleadas, empleados y obreros... que se niegan a dejarse explotar por la compañía extranjera.”

- “Ha llegado el momento de que Bogotá respalde a los trabajadores colombianos y le haga saber a un extranjero insolente que no puede burlarse del país”.

- “Capataz de ultramar”.

- “La ciudad ha hecho una causa común de ésta y clases altas, trabajadoras e intelectuales han apoyado a los trabajadores contra el patrón extranjero”.

- “Recuerda que fueron los bogotanos quienes acabaron con la empresa ‘yanqui’ del tranvía en ocho días.”

- “Autoridades colombianas, dóciles siempre a las pretensiones extranjeras”.

- “Lección dura y saludable para la compañía extranjera”.

La actitud del Ruy Blas es coherente con su línea editorial y con la ideas socialistas que propugnaba su director, que presenta a la compañía británica como irrespetuosa y usurpadora, además de acusar a las autoridades colombianas de ser “dóciles” ante la presencia extranjera.

Pero esta no fue una actitud exclusiva de la izquierda; la derecha también fue profundamente nacionalista y eso explica la poca inmigración extranjera y lo tardío de la llegada de las ideas socialistas y comunistas, como ya lo mencionamos en el capítulo

64 anterior. La constitución de 1886 restringía el ingreso de ciudadanos extranjeros y el ambiente nunca fue fácil para ellos, comenzando por la élite que no estaba dispuesta a abrir espacio en su reducido círculo. Por ejemplo, “Los leopardos”, conservadores, lanzaron un “manifiesto nacionalista”100 que tenía evidentes coincidencias con el fascismo y el nacional socialismo.

Por el lado de El Tiempo, no se encontró mayor referencia al nacionalismo, se limitaron a reproducir frases de afiches pegados en la paredes de la ciudad como “Defienda usted a la mujer colombiana de la extranjera de la compañía de teléfonos”101, pero no atacó la presencia foránea, ¿por qué? El nacionalismo se exaltaba hasta la saciedad durante esos años e incluso el caricaturista Ricardo Rendón, que trabajaba en este diario, era un detractor de la presencia de compañías británicas y estadounidenses, sin embargo, esto debe responder a cuestiones ideológicas o a que en El Tiempo era más visible un enfoque informativo que militante. Lo que más se ajusta, como lo mencionó Felipe Lleras, en entrevista con Margarita Vidal, era que no estaban interesados en crear enemistades con los representantes de gobiernos ni empresas extranjeras.

3.4 Estado y partidos políticos

La posición de los periódicos ante el Estado nuevamente nos lleva a diferentes posturas, no antagónicas pero con importantes variaciones en el lenguaje. Por un lado, El Tiempo afirma que “nada tiene que ver la huelga de las telefonistas con la demagogia ni con la política, ni con propaganda doctrinaria de ninguna especie”102. Es decir, considera que es un hecho aislado y no hace ninguna reflexión sobre la situación laboral de los trabajadores o la desidia del gobierno. Para ser más claros, lo hace ver como una situación casi pintoresca,

100 Arias Trujillo, R. (2008) Los Leopardos, Bogotá, Universidad de los Andes, p. 154 101 El Tiempo (1928, 14 de junio), “Desde ayer a las tres, y en perfecto orden, principió la huelga de teléfonos”, Bogotá, p.1 y 9

102 El Tiempo (1928, 14 de junio), “Una cuestión de equidad”, Bogotá, p.1

65 sin dejar de reconocer las dificultades de las personas afectadas, pero pareciera que se desarrolla una suerte de carnaval en las instalaciones tomadas de la compañía de teléfonos, según lo presenta el diario. En su relato prima la descripción de la escena de la protesta y las emociones que esta provoca.

En contraste, encontramos que el combativo Felipe Lleras. asume la causa como pretexto para atacar al gobierno de Abadía. Los reclamos señalan que no hay “ley alguna que salvaguarde al débil, ni que ponga coto a los abusos del fuerte”103 y continúa días después asegurando que “La compañía inglesa de teléfonos, a la sombra de un contrato leonino y de un privilegio monstruoso que sólo pudieron firmar las autoridades colombianas, dóciles siempre a las pretensiones extranjeras”104. Como podemos ver ataca la legislación laboral que según sus palabras, nunca beneficia a los pobres y regresa sobre su férrea posición nacionalista.

En cuanto a la actitud de los servidores públicos es aún más duro, Acusa de “incapaz” al ministerio de Industrias, para solucionar los problemas del trabajo: “Nada pueden esperar (los trabajadores) del ministerio del trabajo, que es una institución paralítica y un asilo piadoso de la ineptitud burocrática, amamantada en el claustro caduco de Fray Cristóbal de Torres”105. El anterior segmento es parte de un editorial y como tal presenta su opinión, pero aún se puede ver la vieja costumbre de la prensa nacional, de lanzar críticas iracundas en contra de los enemigos políticos.

También hace clara referencia a la polémica “Ley heroica” que se cursaba en el Congreso al decir que “La manera como la ciudad recibió y apoyó la huelga de los teléfonos es el mejor argumento contra quienes intentan calificar de brotes subversivos y de atentados

103 Ruy Blas (1928, 29 de mayo), “Declaración de las señoritas telefonistas”, (Editorial) Bogotá, p.1

104 Ruy Blas (1928, 14 de junio), “Aspectos de un conflicto”, (Editorial) Bogotá, p.1 105 Ibid, p.5

66 criminales las quejas y reclamos de las clases trabajadoras”106. Podemos ver de forma clara el momento que se vivía y la represión a que estaban condenados quienes acudían a la protesta como mecanismo de reivindicación social. Los ataques del periódico no eran gratuitos, pues las libertades se veían cada vez más restringidas.

En referencia al mismo tema, en un editorial lanza esta frase lapidaria contra el ministro Rengifo: “si la nueva legislación social que se haya en consideración del senado hubiera estado en vigencia, las señoritas de los teléfonos hubieran ido por quinientos días a la cárcel, porque no habría faltado algún sabueso que hubiera pensado que sus justas quejas eran una trágica explosión de anarquismo”107.

Vemos como el Ruy Blas se vale de la noticia para editorializar sobre la política nacional, lo que responde a sus valores fundacionales: combativo, moderno e idealista.

3.5 Los trabajadores y el papel de la mujer

En este punto podemos apreciar de manera más clara la importancia de la prensa en la reivindicación de los trabajadores y las mujeres. Así mismo se resaltan las categorías que vimos en el segundo capítulo, al mismo tiempo que logramos diferenciar las tendencias de ambos medios.

Primero encontramos el lenguaje típico de la prensa socialista en el Ruy Blas, en frases como “una innumerable masa de explotados trabaja para avaros patrones”, y continúa afirmando en un editorial, “Dedican su trabajo y su vida por irrisorios sueldos de hambre... nunca fue más justa una huelga”. Podemos ver, también, la forma en que exalta las virtudes de los trabajadores –caso evidente en la formación de la clase obrera– y utiliza términos religiosos para engrandecer la actitud de los huelguistas, hombres y mujeres, porque son

106 Ruy Blas (1928, 19 de junio), “El triunfo de la justicia”, (Editorial) Bogotá, p.1 107 Ibid, p.1

67 “ejemplares para trabajadores y proletarios”, pues les dan una “lección de fe y de solidaridad”, y “su causa es una causa sagrada”.108

Y hace un llamado a los inconformes para que sigan ese camino en un mensaje adoctrinador: “encierra un profundo significado social, ya que ella –la huelga– es un paso definitivo en el camino, no sólo de las reivindicaciones proletarias, sino en el de la emancipación de la mujer colombiana esclavizada por trabajos agobiadores, remunerados con irrisorios sueldos de hambre”109.

En ese sentido señala al final de la huelga que “el movimiento que acaba de culminar felizmente le enseñará a toda la desgraciada clase media, que es carne de explotación y candidata para el hospital, que en la conciencia de clase y en el sentimiento de la solidaridad están sus únicos medios de defensa”110. El Ruy Blas presenta una cartilla de la conducta que deben seguir los obreros ante la injusticia que los trabajos mal remunerados y esclavizantes representan. Como lo mencionamos, el papel educador de la prensa socialista hacia estos grupos sociales, en la asimilación de su conciencia de clase fue determinante, aunque al terminar el gobierno conservador perdió su impulso. Sin embargo, fue primordial para el cambió social que se dio durante la década del veinte.

Por su parte, El Tiempo, demuestra que no está del todo de acuerdo con las huelgas en general como forma de protesta, mientras que en la de las telefonistas en repetidas ocasiones señala el valor de la legalidad de ésta y marca diferencias con otras que según él, no se ajustan a la ley: “La ciudad nunca había presenciado un movimiento de esta índole, llevado a cabo dentro de la más absoluta corrección y en la forma más perfecta”111. Claro, es una huelga encabezada por mujeres solteras, bien vestidas y educadas, nada comparado a

108 Ruy Blas (1928, 29 de mayo), “Un problema social”, (Editorial) Bogotá, p. 1 109 Ruy Blas (1928, 19 de junio), “El triunfo de la justicia”, (Editorial) Bogotá, p.1 110 Ibid. 111 El Tiempo (1928, 14 de junio), “Desde ayer a las tres, y en perfecto orden, principió la huelga de teléfonos”, Bogotá, p.1

68 los obreros de ruana que comenzaban a utilizar zapatos y en un alto porcentaje no sabían leer ni escribir.

Ruy Blas utiliza su retórica para impulsar a los trabajadores y en efecto usa términos que rayan en el insulto. Al referirse a los empleados dice que “arrastran su tragedia con resignación criminal...carecen de espíritu de solidaridad y parece que la naturaleza les hubiera negado el rudimentario espíritu a la defensa”112. Como Archila afirma, “los grupos más radicales proyectaron una identificación con el miserable, pero con la intención de provocar una reacción rebelde en los obreros”.113

Del mismo modo, puede verse que ambos periódicos promueven la emancipación de la mujer, aunque El Tiempo lo hace con más insistencia.

El diario liberal señala que “Las señoritas telefonistas han dado un paso trascendental en el camino de la redención de la mujer colombiana. Han hecho valer sus derechos y han triunfado”114. Hemos constatado que en ese periodo el diario publicó diversos artículos sobre la situación de la mujer y su importancia para la sociedad. Uno lleva el título “La mujer debe ser útil para la patria, la sociedad y la familia”, de la primera página del 20 de junio de 1928 .

En cuanto al Ruy Blas, las describe como parte del pueblo trabajador, “El decoro patriótico de la ciudad, la justicia de la causa de los huelguistas y un elemental sentido de humanidad, tienen que hacer triunfar este movimiento al cual esta íntimamente ligado un principio de emancipación social y económica de la mujer que trabaja”115.

112 Ruy Blas (1928, 29 de mayo), “Un problema social”, (Editorial) Bogotá, p. 1 113 Archila Neira, M. (1991) Cultura Identidad obrera: Colombia 1910-1945, Bogotá, Cinep, p. 387 114 El Tiempo (1928, 19 de junio), Fin de la huelga, Bogotá, p.3

115 Ruy Blas (1928, 14 de junio), Aspectos de un conflicto, (Editorial) Bogotá, p. 5

69 Luz Ángela Núñez explica en el siguiente párrafo la forma en que el tema de la realidad de la mujer fue abordado durante el periodo:

La situación de la mujer fue un tema que preocupó a escritores y dirigentes políticos de la época. Este interés se relacionaba a principios ideológicos que teóricamente buscaban la igualdad de todos los seres humanos, con cuestionamientos morales sobre el papel de la mujer en la familia, y con una creciente presencia femenina en el sector productivo y las luchas sociales, que no podía pasar inadvertida.116

Los dos periódicos demuestran una actitud paternalista ante las empleadas, Ruy Blas señala que el sueldo es realmente bajo y cabe anotar que las telefonistas son llamadas “señoritas” y no tienen hijos sino “hermanitos, madres y padres enfermos”. Luz Ángela Núñez afirma que los periódicos de este corte son los que menos escribieron sobre el tema de la mujer y en efecto, de los dos, es el que menos toca el tema.

Por su parte, El Tiempo comenta: “Es la tragedia amarga , silenciosa, cotidiana, de esas muchachas obligadas a sacrificar por el sueldo miserable la alegría de su juventud y aun el derecho innato de la mujer a ser tratada con respetuosa cortesía”117.

El tono del articulista es abiertamente paternalista y queda claro que la solución ante los abusos cometidos contra éstas, era actuar con caballerosidad y respeto, antes de reconocer su valioso papel en la sociedad productiva.

Como se ve, el discurso sobre la mujer se desarrollaba en grandes contradicciones, ya que para los hombre y mujeres de la época, no era fácil sustraerse de los prejuicios machistas preponderantes en la sociedad, lo que se enfrentaba con las ideas de igualdad y transformación social. Si bien la prensa coincidía en que en el futuro debía existir igualdad de sexos, su actitud no coincidía con ese pensamiento.118

116 Núñez Espinel, L (2006), El obrero ilustrado: Prensa obrera y popular en Colombia 1909-1929, Bogotá, Universidad de los Andes, p. 184. 117 El Tiempo (1928, 14 de junio), “Una cuestión de equidad”, Bogotá, p.1 118 Núñez Espinel, L (2006), El obrero ilustrado: Prensa obrera y popular en Colombia 1909-1929, Bogotá, Universidad de los Andes, p. 189.

70 Aunque los derechos de las mujeres permanecieron inalterados por años, podemos ver el papel vanguardista que asumió El Tiempo en este tema y su valor en la construcción de una futura igualdad de género, pues el sesgo paternalista que observamos arriba, no le resta a su interés por replantear la posición de éstas en la sociedad.

3.6 La empresa de teléfonos: la mala del paseo es otra

El presente tópico es tal vez el más singular de los analizados, pues demuestra alguna ingenuidad por parte de los dos periódicos. Inicialmente acusaron a Mr. Allo, gerente de la empresa, de abusar de su poder y tratar despectivamente a sus empleados. El Ruy Blas informó sobre engaños y dilaciones por parte de la compañía inglesa de teléfonos. Además de asegurar que era culpable de todo lo que se le acusaba, incluso arengó porque se le debía obligar, “por la razón o por la fuerza, con el boicoteo”119, a acceder a las peticiones de los obreros.

Pero con el paso de los días esa actitud fue cambiando y terminaron por calificar a la jefe de personal, colombiana, como la responsable de la huelga e incluso afirmaron, empleados y periódicos, que el gerente no era culpable de los abusos cometidos. Esta es una actitud abiertamente paternalista, como lo ha señalado Mauricio Archila, pues los empleados consideran que deben agradecer a su patrón por permitirles trabajar en su empresa y olvidan que es él quien decide en ultimas sus condiciones saláriales y laborales.

El Tiempo fue más lejos, inicialmente censuraron la actitud de la compañía pues “Rechazar reivindicaciones como las que se le han presentado es una cosa irritante e intolerable”120, además acusaron al gerente de ocultar información. Pero al finalizar la huelga señalaron, al igual que el Ruy Blas, como la única culpable a una simple jefe de tráfico que además de

119 Ruy Blas (1928, 14 de junio), “Aspectos de un conflicto”, (Editorial) Bogotá, p. 1. 120 El Tiempo (1928, 14 de junio), “Una cuestión de equidad”, Bogotá, p.1

71 ser déspota, no tenía ninguna ingerencia en los sueldos o los horarios de las señoritas telefonistas y el resto del personal.

Lo que más llama la atención es que al finalizar la huelga, El Tiempo informó que: “en ningún momento se rompió la cordialidad entre la compañía y sus empleados”121, cuando el gerente los llamó “imbéciles” al inicio de la negociación y cierra con estas perlas que desconciertan a cualquiera, “Es preciso reconocer también la amplitud, la cortesía y el espíritu conciliador que en todo momento inspiró a los representantes de la compañía”122; “No ha habido vencedores ni vencidos”; “Mr Allo ovacionado”123, tras finalizar la huelga.

La actitud extrañamente conciliadora de los dos periódicos llama la atención y los muestra oportunistas ante los hechos ya que explotaron los acontecimientos para promover sus ideologías además de dramatizar los acontecimiento creando tensión entre las partes e incluso llamando al boicot, para luego retirar todos los cargos lanzados impunemente.

Conclusión

Identificamos las diferentes tendencias que de los dos periódicos. El Tiempo desligó esta huelga de otras que pudieran estar asociadas a la amenaza socialista, constantemente resaltó su apego a la ley y le quitó cualquier matiz ideológico. El Ruy Blas, por su parte, insistió en darle un trasfondo ideológico, en la lucha capital-trabajo, lo que nos resultó muy útil a la hora de analizar conceptos como paternalismo, nacionalismo y relaciones laborales, pues retrató fielmente lo que la prensa socialista es: un instrumento adoctrinador y de opinión, antes que un medio informativo.

En cuanto a los géneros periodísticos, el Ruy Blas conserva mucho de la prensa de comienzos de siglo, es decir, su principal razón de ser es la opinión y por medio de sus 121 El Tiempo (1928, 19 de junio), “El fin de la huelga”, Bogotá, p.3 122 Ibid. 123 Ibid.

72 editoriales marca su camino basado principalmente en la ideología. De todas formas utiliza la crónica, tan popular por esos días, para narrar los sucesos noticiosos paso a paso, aunque como ya lo mencionamos, influenciado por una postura omnipresente que hace sucumbir cualquier atisbo de objetividad.

El Tiempo, es más vanguardista en lo que a géneros periodísticos se refiere, pues las noticias presentan los hechos sin la mediación de la subjetividad del redactor, sin embargo, cae en el sensacionalismo y la sensiblería al describir el contexto urbano y laboral. Aún cuando editorializa en una ocasión sobre el asunto, su opinión se dirige hacia el aspecto humano y la condición de la mujer, quien “debe ser tratada con admiración y respeto”.

Por otro lado, resultan evidentes las diferencias técnicas en las dos publicaciones, pues el despliegue fotográfico que hace el diario liberal e muy superior, así como su letra y caricaturas. Mientras el Ruy Blas publicó dos fotografías, el tiempo reprodujo más de diez.

En la investigación también indagamos sobre las siguientes huelgas, sin obtener un resultado similar al anterior. En el caso de la “huelga de los sastres de Bogotá” del 7 de junio de 1927, no se encontró referencia a ésta en ninguno de los objetos de estudio. En “La huelga de los chóferes de bus” del 11 de noviembre de 1927, tampoco se obtuvieron resultados. “La huelga de Bavaria del 17 al 19 de julio de 1928 contó con la publicación del pliego de peticiones en el diario Ruy Blas y no hubo cubrimiento en El Tiempo, así como tampoco en ninguna de las huelgas de 1926 y 1929, aún cuando el Ruy Blas ya había cerrado.

Así mismo sucedió con el resto de huelgas del periodo, lo que es muy revelador de la visión que aún tenían estos periódicos sobre las protestas sociales de este tipo, pues en lo político sí demostraban amplia cobertura. No obstante, llama la atención que Ruy Blas haya pasado por alto estos acontecimientos siendo un periódico contestatario inscrito en la lucha por los derechos del pueblo. Si de argumentar la ausencia de información en este diario se trata,

73 podríamos decir que se concentraba más en lo ideológico y la reivindicación de los derechos de las clases oprimidas; incluso podríamos decir que el difícil contexto político y económico, desvió la atención hacia otros temas como los movimientos sociales en contra del gobierno y la lucha en oposición a la “Ley Heroica”.

Conclusión general

Entendemos que la prensa es un reflejo de su tiempo. La década de 1920 fue trascendental en la vida nacional y marcó el arribo del país al siglo XX, gracias a un cambio en la mentalidad y las costumbres de sus habitantes, impulsado en gran medida por los diarios, pues fueron el medio para difundir las nuevas ideas que pusieron la semilla de la rebeldía en una sociedad históricamente abnegada y dócil al gobierno del patrón.

Fue una década de altibajos en lo económico, político y social. En lo económico, se vivió en el primer lustro una bonanza efímera sin antecedentes seguida de una crisis económica que golpeó a las estructuras del poder; en lo político, un gobierno opresor de las libertades civiles y de prensa, que con las armas intentó aplacar lo que no pudo con las ideas y, por último, una movilización social sin precedentes en la historia del país que, con muchos matices, cambió la mentalidad de los colombianos y trajo algunas mejoras a las condiciones de salud, vivienda y de trabajo del sector de la sociedad conocido como los obreros, quienes tomaron la vocería del pueblo en general.

74 Cuando hablamos de matices, reconocemos que se creó una organización socialista que contaba con un partido político, movimientos sociales, periódicos obreros y un grupo de intelectuales que se valieron de la prensa para adoctrinar a las clases menos favorecidas sobre su condición y derechos como miembros productivos de la sociedad. En efecto estas publicaciones socialistas obreras y otras como el Ruy Blas, crearon una imagen digna y positiva de los trabajadores colombianos.

Claro está que el cubrimiento periodístico de estas publicaciones llevaba una muy fuerte carga ideológica, al igual que la prensa partidaria, además, su función principal no era informar sino adoctrinar y atacar sus los enemigos políticos.

Observamos en la huelga de las telefonistas que El Tiempo se mantuvo por fuera de cualquier tema ideológico y además, resultó evidente su desacuerdo con los métodos de lucha proletaria promovidos por los periódicos de izquierda. También reconocimos un manejo vanguardista en lo que respecta a su contenido, ya que manejaba los géneros periodísticos de forma adecuada pues utilizaba cada espacio para lo que le correspondía, es decir, la crónica para relatar los sucesos a modo de vivencias, la noticia para informar y el editorial para dar opiniones; no obstante, encontramos un manejo algo sensacionalista y enaltecedor aunque no ideológico.

Por el lado del Ruy Blas, vimos que a pesar de sus dificultades técnicas produjo un excelente material, además de tener un único redactor, como su director lo señaló. Claro, debido a su característica de diario socialista es evidente que se concentre en la opinión, pues como lo reseñó El Tiempo, el día de lanzamiento de la primera edición del Ruy Blas, su carácter fue combativo y de lucha en contra de la ajusticia.

Debemos ser insistentes en el valor de la prensa, que no se amilanó con las medidas contra la libre expresión, y mantuvo su carácter combativo, y colaboró con la formación de una

75 opinión pública que logró acabar con casi cincuenta años de Hegemonía Conservadora en el poder, además de abrir el camino para mejores leyes laborales y de género.

Para concluir este trabajo, debemos reconocer la labor íntegra del Ruy Blas y su compromiso con la justicia social, cualidades que lo hacen de gran valor histórico para la prensa colombiana por su valentía ante las fuerzas poderosas que finalmente acabaron con él.

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