Catálogo Da Flora De Galicia
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Catálogo da flora de Galicia María Inmaculada Romero Buján Catálogo da Flora de Galicia María Inmaculada Romero Buján GI-1934 TTB Universidade de Santiago de Compostela Monografías do IBADER - Lugo 2008 Catálogo da Flora de Galicia Primeria edición: 2008 Autor: María Inmaculada Romero Buján A efectos bibliográficos a obra debe citarse: Romero Buján, M.I. (2008). Catálogo da flora de Galicia. Monografías do Ibader 1. Universidade de Santiago de Compostela. Lugo Deseño e Maquetación: L. Gómez-Orellana Fotografía: M.I. Romero Buján; J. Amigo Vazquez; M.A. Rodríguez Guitián Ilustracións: L. Gómez-Orellana ISSN edición impresa: 1888-5810 ISSN edición digital: http://www.ibader.org Depósito Legal: C 173-2008 Edita: IBADER. Instituto de de Biodiversidade Agraria e Desenvolvemento Rural. Universidade de Santiago de Compostela, Campus Universitario s/n. E-27002 Lugo, Galicia. http://www.ibader.org Imprime: Litonor Copyright: Instituto de Biodiversidade Agraria e Desenvolvemento Rural (IBADER). Colabora: Índice Limiar 7 Introdución 11 Material e métodos 11 Resultados 12 Agradecementos 14 Catálogo 15 Bibliografía 129 Anexo I - Plantas que requiren a confirmación dá súa presenza en Galicia 137 Anexo II - Índice de nomes de autores 138 Anexo III - Índice de nomes científicos 143 Limiar El que vivimos es tiempo en el que deslumbran los grandes avances de la ciencia en la escala de lo más grande y de lo más pequeño. Las grandes conquistas en estos planos y la repercusión que han tenido y tienen sobre la humanidad son causa del halo que les acompaña, pero con frecuencia, ese mismo halo ciega a quienes se mueven en esos campos, a quienes los valoran o los que los difunden y divulgan en los medios de comunicación, también a los receptores de las noticias que dan esos medios. No hay nada que objetar respecto al avance de la ciencia –menos en esas llamadas avanzadas-, salvo las cuestiones de carácter ético, como en cualquier otra; sin esos avances no habría llegado la humanidad al grado de conocimiento actual ni pasaría de ese estadio. Cada peldaño de ese proceso genera nueva luz que ilumina un espacio nuevo por descubrir. Esa es la esencia del progreso del conocimiento, sin distinciones. Como es fácil comprender, no se trata de abogar por el apagón sino de ampliar el halo a otras áreas de conocimiento, generalmente situadas en escalas de magnitud intermedias. Las modernas aproximaciones al conocimiento de la biodiversidad es un buen ejemplo de ello, además de otras razones intrínsecas porque comenzamos a comprender que ese equilibrio evolutivo, inestable por naturaleza, lo estamos rompiendo sin saber nada sobre las consecuencias de nuestros actos. Lo que llamamos biodiversidad, en singular, es un concepto plural que se manifiesta en diferentes niveles de complejidad que van desde el molecular a la integración absoluta de los biomas, con la adición del plano cultural, en el concepto de V. H. Heywood & I. Baste, pero las aproximaciones más frecuentes a esa nueva dimensión de la naturaleza se hace en el plano de las especies o de otras entidades sistemáticas discretas, como las unidades taxonómicas de vegetación, al menos de momento. No es exactamente lo mismo biodiversidad y taxonomía pero sí van íntimamente unidas. El estudio de la biodiversidad, vegetal en este caso, se basa en el conocimiento de las distintas formas de plantas existentes, por ello es tan importante conocer la flora de los territorios, lo que se alcanza mediante técnicas cada vez más complejas y fiables. Así lo entienden los responsables de la política científica en el mundo entero, y los botánicos, que se esfuerzan por recopilar información, por descubrir plantas no descritas, por sistematizarlas y por ordenarlas, de manera que se puedan identificar mediante claves dicotómicas y acceder a los datos ligados con ellas. Fruto de esta política y del concurso de los especialistas se han publicado en los últimos años o están en vías de ejecución un buen número de floras en Europa. En el ámbito continental, Cambridge University Press ha reeditado la clásica obra Flora Europaea (1964-1980) y ha sacado un versión digital recientemente (2001), hay también numerosas floras nuevas o reediciones recientes, más o menos puestas al día: Nouvelle Flore de la Belgique, du Grand Duché de Luxembourg, du Nord de la France et des régions voisines (1993), New Flora of British Isles (1997), Flora Italiana (1982), Flore Forestière française (1989-1993), Nova Flora de Portugal (Continente e Azores) (1971-1998), Flora der Schweiz (1967-1972), Flore de France (1973-1982), Flore de la Belgique (1988), hay un nuevo proyecto de flora italiana, etc. Si salimos de nuestro continente nos encontramos con la colosal Flore of North America, que incluye los EEUU, Canadá y México, con 7 volúmenes publicados desde 1993. En España la situación es análoga. El modélico proyecto Flora Iberica, que comprende lógicamente nuestro país y el vecino Portugal, con sus islas correspondientes, se inició en 1986 y ha dado lugar a la publicación de 12 volúmenes hasta hoy; a esta flora de plantas vasculares se añaden las análogas sobre musgos y plantas afines (Flora briofítica ibérica) iniciada en 1998, algas (Flora phycologica iberica) cuyo primer volumen es del 2001, hongos (Flora mycologica ibérica) que se inició en 1995 y líquenes (Flora liquenologica) en 1997. Otro tanto ocurre en el ámbito regional. La flora de todo el Levante Español, junto con el archipiélago de las Baleares, está reunida en la Flora dels Països Catalans (1984-2001), los tres volúmenes de la ‘Flora Vascular de Andalucía Occidental’ son de 1987, es muy reciente la ‘Flora del País Vasco’ (1999), se ha reeditado con numerosas adiciones la ‘Flora Asturiana’ (2003), etc. La historia de la Botánica gallega está sin hacer, aunque existan numerosas aportaciones sobre botánicos o sobre proyectos concretos, pero falta la obra que reúna e integre en los contextos histórico y científico todo lo relacionado con el estudio de las plantas en Galicia. Las primeras recolecciones de plantas en Galicia al servicio de la Botánica y no de la Medicina son, probablemente, las efectuadas por Jaime Salvador en compañía del botánico francés Josef Pitton de Tournefort, en el primer cuarto del siglo XVIII. A partir de esa época, las incursiones en el territorio para conocer la flora del rincón noroccidental español son habituales, con periodos de gran actividad alternando con otros de baja intensidad en el estudio botánico. En ese movimiento oscilatorio destacan durante los últimos cien años las aportaciones durante el paso entre los siglos XIX y XX, ligadas al proyecto de la ‘Flora de Galicia’, de la que es autor el burgalés Baltasar Merino, y las que se producen durante la segunda mitad del XX. Estos últimos años han sido los más productivos para completar el catálogo de la flora vascular de Galicia, primero con las aportaciones de Manuel Laínz y luego con las realizadas por los investigadores del Departamento de Botánica de la Universidad de Santiago y del Grupo Botánico Gallego. La primera demanda de una flora gallega es del tiempo de la Ilustración y viene, como no podía ser menos, del ‘ilustrado’ Fray Martín Sarmiento. Sin embargo, su realización no entraba en los proyectos personales del benedictino, un enciclopédico que cultivaba numerosos campos pero no era un botánico en sentido estricto. Pedro Andrés Pourret podría haber escrito esa flora durante su estancia de 20 años en Galicia, a principios del siglo XIX, pero murió en 1818 sin iniciarla siquiera. En realidad el proyecto del abate francés era escribir una flora española que sustituyera a la de José Quer, pero eso suponía una dura competencia a la obra y la persona del primer profesor de Botánica del jardín botánico de Migas Calientes, en Madrid. La personalidad y la influencia de Quer en la Corte hacían imposible esa tarea y es probable que Pourret careciera del empuje necesario para llevarla a cabo, incluso sin esas trabas. La redacción de una flora de Galicia o de una parte de ella pudo venir de la mano de Víctor Ramón López Seoane, nacido en Ferrol, relacionado con José Planellas y con Moritz Willkomm, como demuestran las cartas del botánico sajón al ferrolano, que se conservan en el Instituto José Cornide de Estudios Coruñeses. Queda también parte de su herbario, que se conserva en el Departamento de Botánica de la Universidad de Santiago de Compostela, campus de Lugo. Miguel Colmeiro Penido, nacido en Santiago de Compostela, director del Jardín Botánico de Madrid durante 30 años era un candidato razonable a la firma de una obra sobre la flora gallega, pero no pasó de unos ‘Recuerdos botánicos de Galicia, ligeras noticias sobre plantas observadas de paso en este antiguo Reino’ (1850), si bien su ‘Enumeración de las plantas de la península hispano-lusitana e islas Baleares’ (1885-1889) incluye muchas plantas existentes en Galicia. La primera flora gallega es de José Planellas Giralt, universitario catalán que llegó desde Jaén a Santiago de Compostela, para ocupar la cátedra de Historia Natural en la Facultad de Filosofía, que entonces incluía esa materia. Su ‘Ensayo de una Flora fanerogámica gallega’, que vio la luz en 1852, está orientada a la aplicación médica más que al conocimiento científico de la Botánica y no posee el valor y la calidad adecuadas en la opinión de Heinrich Moritz Willkomm, el gran botánico sajón, coautor con el danés Johan Lange, del gran Prodromus Florae Hispanicae (1861-1880). La flora regional que ha sostenido los estudios botánicos en Galicia, y en el resto de España, se debe a Baltasar Merino. Su ‘Flora descriptiva e ilustrada de Galicia’ (Santiago de Compostela, 1905-1909), reeditada en facsímil por La Voz de Galicia (1980), es la base de los trabajos florísticos aquí. Como indicación de su interés y calidad la ‘Flora’ de B.