Desde Las Orillas Del Sena Memorias De Exilio
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Desde las orillas del Sena Memorias de Exilio Félix José Hernández 1 Desde las orillas del Sena “Mis palabras irritarán a muchos; no importa, el pensamiento independiente es casi siempre impopular”. Octavio Paz "La Libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad así como por la honra se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres". Miguel de Cervantes Saavedra. 2 Desde las orillas del Sena A mis nietos Victoria y Cristóbal. 3 Desde las orillas del Sena I-Camajuaní (1949-1959) Mi último Día de Reyes en 1959 en Camajuaní Viví mi infancia en un pueblo cubano llamado Camajuaní. Está situado en un verde valle tropical cruzado por los ríos Sagua y Camajuaní, así como por arroyos y donde numerosas palmeras ofrecen sus penachos al viento para que los haga mecer, junto a cañaverales y vegas de tabaco. En un día como hoy muchos recuerdos vienen a mi mente en este frío París, con su cielo gris y la llovizna que no cesa desde ayer. Mi familia era pobre, mi madre despalilladora explotada desde la edad de 7 años por The General Cigars, ganaba solo 22 pesos al mes y mi padre policía ganaba 105 pesos. Sin embargo, mi infancia, transcurrió muy feliz, íbamos en un jeep que le prestaba un gran amigo a mi padre hasta Caibarién y allí tomábamos la lancha para ir a Los Ensenachos y/o Cayo Conuco. También íbamos a la Playa Militar de Caibarién, al "charco" de la finca de Ismael, a la piscina de la finca de los Riestra, etc. Asistíamos a las Parrandas y a las procesiones de la Semana Santa de Remedios. No perdíamos las procesiones, parrandas, verbenas, changüis, etc., de nuestro pueblo. 4 Desde las orillas del Sena Solíamos ir a los bailes de Piscina Club y Patio Club, a pasear los domingos al Parque. Veíamos las películas de estreno en los cines Rotella y Muñiz. Nos gustaba merendar en el Café Cosmopolita, que estaba en la planta baja del homónimo hotel. Al Super Bar y a La Marina –ambos frente al Parque-, íbamos a tomar un refresco cuando había fiesta en el pueblo, sobre todo los 19 de marzo, el Día de San José, santo patrono de nuestro Camajuaní. Me gustaba comprar los chiclets y los caramelos salvavidas (aquellos redondos con un huequito al centro) en la vidriera de El Gato Negro, estaba en la esquina a un costado del Hotel Cosmopolita; también comprar las paleticas de helado en el carrito que se situaba en la esquina de enfrente del lado del Parque y que sonaba sus campanitas cuando veía pasar a las parejas con niños, sobre todo cuando salíamos de la matiné dominical del cine Muñiz. En el pueblo vivían mis tíos: Faustino, Zoilo, Eusebia (Biba), Lutgarda (Luga); mis primos: Celia Rosa, María Aurelia, Claudito, María Teresa, Aurelita, etc. Teníamos vecinos extraordinarios como: Elena Linares y su esposo Antonino, Digna González y su esposo Buxeda, etc. Vivíamos en una modesta casa de madera en la calle Fomento (hoy Raúl Torres), entre Luz Caballero y Santa Teresa, en el barrio de La Loma. 5 Desde las orillas del Sena El Día de los Fieles Difuntos, todo el pueblo se desplazaba hacia el cementerio a colocar flores sobre las sepulturas de los seres queridos que ya habían sido llamados por el Señor. Durante: Las Flores de Mayo, El día de San José, Semana Santa y La Misa del Gallo, nuestra iglesia se llenaba completamente de fieles. El mes de diciembre era mi preferido, pues mi madre armaba un gran árbol de Navidad que hacía ella misma con papel crepé. En el almacén de la cerveza Hatuey de la esquina, le prestaban un cajón, que ella forraba con "papel ladrillo", sobre el cual encaramaba el árbol. Le cubría la base con algodón y también le ponía sobre las ramas. En lo alto había una estrella dorada con una lucecita al centro. Por Nochebuena podíamos comer productos muy exóticos que no existían durante el resto del año: nueces, avellanas, higos, dátiles, manzanas, uvas, peras, etc. Recuerdo ver en las bodegas de Calbera, los Torres o Rulo, las manzanas y uvas en papelitos morados. El Baile del 25 de diciembre era muy esperado por los jóvenes. Las chicas se vestían como Cenicienta antes de las 12 p.m. Se celebraban en Piscina Club, Patio Club, La Colonia Española, El Liceo, en La Nueva Era, etc. Pero sin lugar a dudas los momentos más bellos eran los preparativos para El Día de Reyes. Íbamos a ver a las 6 Desde las orillas del Sena tiendas de la Calle Real, a La Campana, a La Casa Balber (frente al Parque) y a otras cuyos nombres no recuerdo. Mi hermano menor y yo solíamos pedir dos juguetes, aunque siempre en casa de los tíos maternos de Camajuaní y los paternos que vivían en Santa Clara, los Reyes Magos nos dejaban regalos. El 5 de enero me acostaba bien temprano, aunque era inútil, pues la emoción de saber que esa noche, la más bella del año, Melchor, Gaspar y Baltasar pasarían por mi casa, me impedía conciliar el sueño. Cada 6 de enero, al despertar, mi hermano y yo encontrábamos el Árbol de Navidad encendido y sobre el sofá nuestros juguetes junto a los globos en colores que servían de decoración. Mi último Día de Reyes fue el de 1959, pues un mes después nos tuvimos que ir hacia La Habana, en medio de una crisis económica familiar sin precedentes. Había llegado el Coma-Andante y había mandado a parar. Hoy constato el alto nivel de vida y la cantidad de juguetes que poseen mis nietos franceses y aunque no digo nada, pienso en cuántos niños pobres en el Mundo no tienen esa suerte y al amanecer del Día de Reyes no tendrán ni un solo juguete. Don Claudio Valdés Yera 7 Desde las orillas del Sena Sigo escribiendo y oyendo viejos discos, o mejor dicho, discos nuevos de viejas canciones. Compré un estuche de cinco CD «The Best of Cuba», tiene algunas canciones que me traen muchos recuerdos agradables: He venido (Los Zafiros), Aléjate (Gina León), En las Tinieblas (José Tejedor), No tengo edad (Luisa María Güell), Otro Amanecer (Meme Solís), Días como hoy (Marta Estrada), etc. Esta última recuerdo que la vi en el teatro de la Comunidad Hebrea de la calle Línea, en pleno ciclón, éramos pocos y ella se sentó en el borde del escenario y decía al mismo tiempo que se daba golpes en el pecho: “¡Mi público! ¡Mi público!” Con gran emoción nos cantó "Abrázame Fuerte", vestida de negro como una Piaf tropical llena de temperamento. ¡Qué época! Nosotros los cubanos hemos evolucionado por dos vías paralelas, pero muy diferentes gracias a la "heroica revolución". Muchos de los que estamos en el Mundo Occidental tolerante, libre y democrático, donde reinan los valores de la denominada Libertad burguesa de: Patria, familia, tolerancia religiosa y de respeto al prójimo, hemos aprendido a defender nuestras ideas, nuestros puntos de vista frente a los que no las comparten y no por eso deseamos que sean fusilados, encarcelados o desterrados. Muchas veces cuando hablo con alguien recién llegado de mi Cuba, constato que un abismo nos separa, no es 8 Desde las orillas del Sena cuestión de edad sino que son parte del “hombre nuevo con el que soñara el Dr. Guevara de la Serna". El sistema ideológico del Líder Máximo no sólo ha provocado el derrumbe económico de la nación, sino algo peor que es el derrumbe moral, la caída de los valores de: sinceridad, honestidad, amistad y fidelidad. Es por lo que me pregunto, cómo se puede ayudar a esas personas que llegan desde mi lejana Isla, que sólo tienen como "valores" el dólar y el sexo. No es culpa de ellas, son el resultado de sesenta años de embrutecimiento ideológico, de discursos de odio e intolerancia, de sálvese quien pueda, de mercado negro y de ateísmo. Mi madre vino a París en el verano de 1985. Durante tres meses la estuve paseando en un sillón de ruedas, para que no se cansara, creo que no existe una turista cubana que haya conocido como ella la capital gala. Me trajo de la Perla de las Antillas muchas viejas fotos, entre ellas una en la que mi abuelo Claudio me tiene cargado a la edad de 2 años, en el patio de su casa. El recuerdo más viejo que tengo concierne a mi abuelo, al que todos llamaban Don Claudio. Recuerdo su figura vestida siempre de un blanco inmaculado, pantalones de dril cien, guayabera y sombrero de jipijapa, con su bastón, caminando por aquel largo corredor que atravesaba toda la larguísima casa de madera: portal, sala, saleta, comedor, tres cuartos, cocina. 9 Desde las orillas del Sena Él me decía que le diera la mano y le ayudara a llegar al portal y yo desde la altura de mis cuatro años le “ayudaba”, a él, que me parecía gigantesco. Se sentaba en el taburete que a mí me gustaba mucho pues como era de cuero me podía arrodillar en él, no como en las sillas de caoba y pajilla de la sala, que me estaban prohibidas por la autoridad materna. Mi abuelo me besaba siempre en la cabeza, la cual cogía al mismo tiempo con sus inmensas manos, y me llevaba a la cocina donde me permitía coger una cucharadita de azúcar prieta, de un pomo que estaba en una vitrina.