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.Istor es una publica­ción trimestral de la División de Historia del Centro­ de Inves­ ­tiga­ción y Do­cenc­ia Econó­mi­cas (CIDE). .El objetivo de Istor es ofrecer un acercamiento original a los acontecimien­ ­­tos y a los gran­­­ des de­bates de la historia y la actua­lidad internacio­nal. .Las opiniones expresadas en esta re­vista son responsabilidad de sus auto­ ­res. La reproduc­ ción de los trabajos­ necesita previa autoriza­ción. .Los manuscritos deben en­viar­se a la Di­visión de Historia del CIDE. Su presen­tación debe seguir los atri­butos que pueden observarse en este número. .Todos los artículos son dictaminados. .Dirija su correspondencia electrónica a: [email protected] .Puede consultar Istor en internet: www.istor.cide.edu .Editor responsable: Jean Meyer.

. Centro de Investiga­ ­ción .issn: 1665-1715 y Docencia Eco­nó­mi­­­cas, .Impresión: imdi A.C., Carretera México- Suiza 23 Bis, Toluca 3655 (km 16.5), Colonia Portales, Lomas de Santa Fe, C.P. 03300, México, D.F. 01210, México, D.F. .Suscripciones: .Certificado de licitud Tel.: 57 27 98 00 de título: 11541 ext. 6091 y contenido: 8104. e-mail suscripciones: Portda: Flor no-me-olvides, símbolo para conme­ morar el centenario del Genocidio armenio. El .Reserva del título ­ [email protected] centro negro representa los sufrimientos de 1915. otorgada por el Indautor: e-mail redacción: El lila representa la unión de las 10 comunidades armenias. Los pétalos morados son los 5 continen­ 04-2000-071211550100-102 [email protected] tes donde los sobrevivientes se refugiaron. El tra­ pezoide amarillo, además de eternidad, represen­ ta el monumento a los martires de Genocidio en la colina de Dzidzernakapert.

­istor, año xv, número 62, otoño de 2015 Istor, palabra del griego antiguo y más exactamente del jónico. Nombre de agente, istor, “el que sabe”, el experto, el testigo, de donde proviene el verbo istoreo, “tratar de saber, informarse”, y la palabra istoria, búsqueda, averi­gua­ción, “historia”. Así, nos colocamos bajo la invocación del primer istor: Heródoto de Halicarnaso.

3 Jean Meyer. Armenia: Una historia 11 Carlos Antaramián. Los armenios. Genocidio y dispersión cultural dossier 21 Claude Mutafian. Armenia, una agitada trayectoria histórica 33 Richard Antaramian. Reordenar a los otomanos: Reimaginar la capacidad histórica de acción en el Imperio Otomano tardío 45 Richard G. Hovannisian. El genocidio armenio, ¿radicalización bélica o proceso continuo premeditado? 65 Ugur˘ Ümit Üngör. Huérfanos, conversos y prostitutas: Consecuencias sociales de la guerra y la persecución en el Imperio Otomano, 1914-1923 93 Sebouh D. Aslanian. El mármol de la historia armenia: La historia armenia como la historia del mundo 107 Vartán Matiossián y Artsví Bakhchinyán. Armén Ohanián: Una mujer armenia de mundo 119 Hazel Antaramian Hofman. Repatriación y engaño: Armenia Soviética después de la Segunda Guerra

TEXTOS RECOBRADOS 165 Los mandamientos del Comité Unión y Progreso

Ventana al Mundo 169 José Sarukhán. Porque nací, y nos quedamos, en México

historia y literatura 173 Sévane Garibian. Ravished Armenia (1919) desde la mirada de Walter Benjamin. Reflexiones acerca de una película-prueba

convergencias y divergencias 189 Fatma Müge Göçek. El Estado turco y la negación de la violencia cometida contra los armenios reseñas 203 Kumru Toktamis. Atatürk y la imaginación nazi Stefan Ihrig. Atatürk in the Nazi Imagination, Belknap, Harvard University Press, 2014 210 Andrés Vartabedian. Sublime retribución Eric Bogosian. Operation Nemesis. The Assassination Plot that Avenged the Armenian Genocide, Nueva York, Little, Brown and Company, 2015

217 cajón de sastre 221 Colaboradores Introducción

Armenia: Una historia

Jean Meyer

é, como historiador, algo de la historia de Armenia desde la creación, en Sel siglo ix antes de Cristo, del reino de Urartú, junto al lago Van, desde las vueltas del río Éufrates hasta los lagos de Seván y Urmiá. Antes de abril de 2015 no había viajado a Armenia, lo cual no era un obstáculo para el co­ nocimiento histórico. Cuando alguien criticó a Pierre Chaunu, diciendo que ¿cómo podía escribir sobre América Latina si nunca había cruzado el Atlántico?, el gran historiador contestó que nunca había vivido en los siglos xvi y xvii y sin embargo… Tuve la suerte de ir a Armenia en el pasado mes de abril, para participar en el Foro Global Contra el Crimen de Genocidio y asistir a la gran liturgia del día 23 de abril, la víspera de la conmemoración del centenario del geno­ cidio, con la presencia de los presidentes de Francia y Rusia. Luego pude rápidamente recorrer parte de la república caucásica, después de pasearme por su hermosa capital, Ereván. En Ereván el historiador quedó fascinado por el Museo de los Manus­ critos, el Matenadarán, edificio austero que domina el centro de la ciudad como una fortaleza. Privados de la mayor parte de su territorio histórico, los armenios tienen pocos “lugares de memoria”. Por eso el Matenadarán, na­ cido de la biblioteca del catholicos o catolicós (patriarca de la Iglesia grego­ riana armenia) transferida de Etchmiadzín a Ereván en 1939, por el poder soviético, ha tomado tanta importancia. En esos años la consigna era acabar con el “fanatismo”, en 1938 el catholicós Khoren I había sido asesinado y muchas iglesias y conventos destruidos. El museo conserva una cantidad considerable de documentos antiguos, un verdadero tesoro histórico, cons­ tantemente enriquecido por los donativos de los armenios de la diáspora.

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Con estos manuscritos uno entra de lleno en la historia y la leyenda. En el siglo v, cien años después de la evangelización del país, Mesrob Mashtóts inventa la escritura armenia, invención de doble filo, porque si bien ayudó a preservar la identidad de un pueblo minoritario y dispersado a lo largo de la historia, atrapado entre imperios rivales y expansionistas (el Imperio ­Romano de Oriente, el Persa, el Otomano y el Ruso), al mismo tiempo encerró a la nación en su diferencia. La historia nacional, la de sus iconos, manuscritos, reyes, santos y patriarcas se desarrolla en el Matenadarán en forma piadosa de catecismo, subrayando la voluntad milenaria de unidad e independencia. El viernes 24 de abril de 2015, subimos todos al Memorial para la cere­ monia del Centenario, antes de pasar al Museo del Genocidio. El museo narra las matanzas del siglo xix, bajo el reinado del sultán Abdul Hamid II, y el genocidio que empezó en 1915: escritos, testimonios fotográficos de los “justos” europeos y americanos que desde el primer día intentaron denun­ ciar el crimen y ayudaron a los armenios. En su sobriedad, la exposición manifiesta que el genocidio sigue siendo la base actual de la nación, en Armenia y en el resto del mundo. La memoria une a los armenios para bien y para mal, y lo seguirá haciendo mientras el gobierno turco no reconozca el geno­cidio. “Esa palabra que empieza por G” bloquea las relaciones con el gran vecino turco, al grado de que son soldados rusos los que guardan la frontera entre los dos países. El contencioso irresoluto le dicta a Ereván su política exterior: simpatiza con Europa, necesita la protección de Rusia y la tiene; el presidente Putin dijo, el 24 de abril en el Memorial: “simpatiza­ mos sinceramente con el pueblo armenio que sufrió una de las más horribles tragedias de la historia de la humanidad”. El Irán shiita es el otro amigo. Esa cuestión pesa también en la vida política del país, puesto que la al­ ternancia de los gobiernos se define en función de la política turca. La ceremonia religiosa del 23 de abril, beatificación de los mártires víc­ timas del genocidio, tuvo lugar en Etchmiadzín, el Vaticano de la Iglesia gregoriana (apostólica) armenia, la antigua capital del reino; el monasterio está lleno de sacerdotes ensotanados y barbudos, de monjes y seminaristas. La residencia del catholicós ha sido reconstruida en su arquitectura inicial del siglo xviii, y su color amarillo llama la atención, porque todas las iglesias y monasterios que pudimos ver en los días siguientes tienen el color negro

4 Armenia: una historia

del basalto. A primera vista, la Iglesia es muy popular y la práctica religiosa generalizada. ¡Que diferencia con Polonia! Los polacos llenaban los tem­ plos católicos en los tiempos soviéticos porque la Iglesia era la base de la identidad nacional; tan pronto como desapareció el régimen comunista, disminuyó considerablemente la práctica. Otro día, mi compañero sueco, Göran Gunner, gran conocedor de ­Armenia y especialista en la historia del genocidio, me llevó al lago Seván, rodeado de serranías cubiertas de nieve, cuya blancura contrastaba con la tierra negra y los bloques de basalto del mismo color. El lago fue víctima de los delirios estalinistas, en los años treinta, cuando rebajaron su nivel en unos veinte metros para un megaproyecto hidráulico. Contrastan las pe­ queñas y hermosas iglesias antiguas con los pueblos a lo largo del camino desde Ereván y alrededor del lago; coexisten casitas precarias con techo de lámina, alguna que otra casa antigua de cantera y numerosas construccio­ nes modernas sin terminar, así como algunos “palacios” de oligarcas rusos (nos explica el chofer) o de ricos armenios de la diáspora. El tercer elemento de la trinidad nacional, junto con el cristianismo y el alfabeto, es el Monte Ararat con sus dos cabezas. Se encuentra en Turquía, del otro lado de la frontera, pero es omnipresente y es un símbolo más fuer­ te que el roble de Guernica o la catedral de Estrasburgo. No tuve tiempo de visitar la provincia de Nagorno Karabaj, los Altos de Karabaj, demasiado lejos de Ereván. En las relaciones congeladas con Tur­ quía, el genocidio y los Altos de Karabaj son los dos puntos que, hasta aho­ ra, no tienen solución. Al oriente, esa provincia formada de sierras y el altiplano, poblada por armenios —que constituían 77 por ciento de los ha­ bitantes en 1989—, dependía políticamente de la república soviética de Azerbaiyán desde 1920. En febrero de 1988, en el marco de la perestroika, los armenios de Karabaj pidieron su integración a Armenia; Azerbaiyán alo­ jaba desde siempre una importante minoría armenia, la cual fue víctima de violencias posiblemente provocadas por el gobierno azerí, en reacción con la petición de los armenios de Karabaj. A principios de 1989, Moscú puso dicha provincia bajo régimen militar, sin poder impedir que el Soviet del Karabaj votase su anexión a Armenia. En enero de 1990, un pogromo contra los armenios de Sumgaít y Bakú provocó la intervención de las tropas soviéticas en Azerbaiyán. En 1990 y

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1991, Armenia y luego Azerbaiyán proclamaron su independencia y una guerra cruenta empezó entre los dos países en 1992, cuando Bakú canceló la autonomía de Nagorno Karabaj. Más motivados, los armenios expul­ saron a las fuerzas azeríes de la provincia y establecieron la continuidad territorial entre los Altos de Karabaj y el resto de Armenia. Un cese al fue­ go fue conseguido gracias a la mediación internacional en 1995, pero la guerra provocó el desplazamiento cruzado de cientos de miles de arme­ nios y de azeríes. Los armenios, después de su victoria militar, no pueden renunciar al territorio, pero Turquía —que había reconocido desde el primer día la in­ dependencia de Armenia—, ha hecho suya la causa de Azerbaiyán y man­ tiene un bloqueo total de la frontera que afecta rudamente la economía de la pequeña república totalmente enclavada en el Cáucaso. Recibe gas y petróleo desde Rusia, a través de Georgia, y tiene una pequeña ventana abierta al Sur sobre el amistoso Irán. Mientras, Stepanakert, la capital de Karabaj, vive con horario militar. Las escaramuzas son frecuentes en la frontera con Azerbaiyán y cada semana muere por lo menos un joven solda­ do. Eso explica porqué Armenia vive bajo la protección rusa y aloja bases militares rusas frente a las bases americanas de Turquía, miembro de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (otan). En tales condiciones, ¿se puede pensar en un diálogo entre turcos y ar­ menios? Un sondeo internacional revela que 33 por ciento de los turcos en­tre 18 y 26 años son favorables al reconocimiento del genocidio. Orhan Pamuk, entrevistado por Le Monde, el 20 de junio de 2014, decía que hoy puede hablar del genocidio armenio. “Hasta el primer ministro mandó con­ dolencias a los armenios del Imperio Otomano”. Nuestro colega Cengiz Aktar nos dijo en Ereván que los estudios turcos sobre el genocidio son más y más numerosos y serios, que se traducen y publican libros extranjeros sobre el genocidio, como el fundamental de Raymond Kevorkian, que de la sociedad surgirá la reconciliación con Armenia: muchas familias descu­ bren a sus abuelas armenias, como se puede leer en el conmovedor libro de Fethiye Çetin Le livre de ma grand-mère (París, Parenthèses, 2013), publica­ do en Turquía en 2004 y que acaba de tener su décima primera reedición en turco. Se debe recordar la “Llamada al perdón”, petición firmada por 32 mil personas en 2008, que había sido lanzada por Cengiz Aktar, Ali Bayra­

6 Armenia: una historia

moglu, Ahmet Insel y Baskin Oran. Ahmet Insel publicó en 2009, con el armenio Michel Marian, Dialogue sur le tabou arménien (París, Liana Levi). Con todo y sus reticencias contradictorias, el presidente turco Recep Tayyip Erdogan envió un mensaje leído en la divina liturgia en honor de las víctimas armenias celebrada en Estambul el 24 de abril: “Conmemoro solemnemente a todos los armenios otomanos que perdieron la vida duran­ te las circunstancias que rodearon la Primera Guerra Mundial y extiendo mis condolencias a sus hijos y nietos”. Si los armenios no olvidan, ni olvidarán, tampoco se encierran en una memoria dolorosa y agraviada. No aceptan que el sólo genocidio defina a su nación. Por eso el Foro Global no estuvo dedicado al genocidio armenio, sino a la prevención del genocidio, por eso la intervención final fue la de la sobreviviente del genocidio de Ruanda, Esther Mujawayo-Keiner. Por eso el número de Istor no se limita a tratar del genocidio.

Armenios-estadounidenses repatriados. Raul y Crosby, parados frente al monumento de Stalin.

7 GEORGIA Alaverdi Novemberyán Bavra Tashir Ijeván Vanadzor Gyumri Diliján Berd AZERBAIYÁN

ARMENIA Seván Hrazdán Artashat Gavar Lago Ashtarak Ereván Seván Vagharshapat Vardenis Masis Martuni Artashat

Ararat Yeghegnadzor TURQUÍA Yeraskh Sisián Goris

AZERBAIYÁN IRÁN Qajarán

Meghri Armenia Monumento a los mártires de Dzidzernakapert, Ererán. Foto: Nickolas Achtemburg Kuyumdjian, 2011.

Jor Virap y el Monte Ararat, Armenia. Foto: Nickolas Achtemburg Kuyumdjian, 2011. Introducción

Los armenios Genocidio y dispersión cultural

Carlos Antaramián

ste número de Istor es la primera revista publicada en México1 que se Ededica a la historia de Armenia, y aparece en un año particularmente importante para todos los armenios. Celebramos esta decisión de Istor y a su director fundador Jean Meyer por dar a conocer aspectos importantes del ayer y el anteayer de la historia armenia. Fue el reconocimiento del genocidio armenio que hizo el papa Fran­ cisco el 12 de abril de 2015 el que catalizó un movimiento en los medios masivos de comunicación para conocer, a escala mundial, este trágico acon­ tecimiento; dicho interés se vio acentuado al tener Turquía una reacción desproporcionada y retirar momentáneamente a su embajador en el Vatica­ no. A la zaga de la declaración papal, otros Estados también admitieron el genocidio en los meses pasados, como Brasil, Luxemburgo, Austria y Ho­ landa, con la misma reacción por parte de Turquía. Quizá uno de los reco­ nocimientos del genocidio armenio más importantes que se produjeron en este año fue el de Alemania, ya que este Estado además reconoció la parti­ cipación de oficiales alemanes en el plan de exterminio de la población ar­ menia del Imperio Otomano; es de notar que en este caso Turquía no llamó a su embajador. Ya son 28 países —desde que Uruguay lo hiciera en 1965— que recono­ cen que las masacres de armenios durante el Imperio Otomano constituyen un genocidio, además de organizaciones académicas, como la Asociación In­ternacional de Estudiosos del Genocidio (iags por sus siglas en inglés)

1 Hay que mencionar que en este país se han publicado muy pocos libros que hablen sobre Armenia o los armenios, aunque hay una notable y antigua excepción, se trata de la Historia de la Armenia de Eujenio Boré, que se publicó en México en 1840, y contó con dos ediciones.

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que, hace diez años y como respuesta al entonces primer ministro Recep Tayyip Erdogan, debido a que éste había dicho que habría que dejar a los his­toriadores que investiguen sobre el “supuesto genocidio armenio”, le di­jeron:

El 24 de abril de 1915, bajo el manto de la Primera Guerra Mundial, el gobier­ no de los Jóvenes Turcos del Imperio Otomano empezó un genocidio sistemá­ tico de sus ciudadanos armenios —una indefensa minoría cristiana—. Más de un millón de armenios fueron exterminados, ya sea por las matanzas, el ham­ bre, la tortura o en las marchas de la muerte. El resto de la población armenia partió al exilio. Una antigua civilización con más de 2500 años de existencia fue expulsada de su patria. El genocidio armenio está corroborado por distintas comunidades académi­ cas, legales y de derechos humanos: 1. Rafael Lemkin, quien acuñó el término, cita el exterminio turco de los armenios y el exterminio nazi de los judíos como ejemplos para definir lo que él llama genocidio. 2. Así, la matanza de armenios es genocidio a partir de la definición de la Organización de las Naciones Unidas de 1948. 3. 126 académicos del holocausto, entre ellos Elie Wiesel y Yehuda Bauer, publicaron en The New York Times un comunicado que habla del “hecho incon­ testable del genocidio armenio”, entre otros cuerpos de académicos. 4. Sin duda, hay diferencias entre los académicos por la interpretación de la palabra genocidio, sobre cómo y cuándo ocurrieron acontecimientos específi­ cos, pero ninguno duda del hecho histórico del genocidio armenio.2

Aunque el genocidio sea la marca indeleble que engulle mucho de la psi­ que armenia posterior a 1915, la historia de Armenia es mucho, muchísimo más que este periodo oscuro. Este dossier contiene una exploración de esa “agitada trayectoria histórica”, como intitula el historiador francés Claude Mutafian su artículo, en el que logra hacer una valiosa síntesis de esta mile­ naria historia. Desde la instalación de un pueblo proto-armenio en la región de Ararat-Urartú hacia el siglo x antes de Cristo, pasando por aconteci­ mientos clave como el cambio de nombre de Urartú a la palabra Armina en

2 Declaración aprobada unánimemente por los participantes en el Congreso de la Asociación Internacional de Estudiosos del Genocidio en Boca Ratón, Florida, 2005.

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la inscripción de Behistún del año 520 a.C., la invasión de Alejandro Mag­ no que, al destruir el Imperio Aqueménida, permitiría posteriormente el surgimiento de un reino armenio, que sería el periodo de mayor expansión territorial armenia (hacia el año 66 a.C.). Después vendría el dominio roma­ no, la conversión al cristianismo en el año 301 y la invención del alfabeto en 404, dos pilares de la identidad armenia, como lo es también la militancia en ese martirio producto de la primera y segunda guerras en defensa del cristianismo (451 d.C.). Armenia, eterno campo de batalla, sería conquista­ da, entre otros, por árabes, mongoles, persas, bizantinos y finalmente oto­ manos. En el siglo xix se daría ese momento de conformación identitaria moderna: campañas rusificadoras en la Armenia zarista y ultranacionalismo en el Imperio Otomano; es en este último imperio donde se concebirá la creación de un chivo expiatorio al que habrá que imputarle los males de la sociedad otomana y sacrificarlo. Para entender algunos aspectos de la vida armenia en el Imperio Oto­ mano contamos con el texto del recientemente nombrado titular de la cá­ tedra de estudios armenios en la Universidad del Sur de California, Richard Antaramian, quien en su artículo “Reordenar a los otomanos: Reimaginar la capacidad histórica de acción en el Imperio Otomano tardío”, nos habla del asesinato del catholicós de Ajtamar Bedrós Bülbül en 1864, mismo que fue planeado por un grupo del clero local que fraguó una especie de golpe de Estado y usó a dos parientes del emir kurdo local para concretar el crimen. Lo interesante de este análisis es que rompe con esos enfoques de la histo­ riografía tradicional armenia en que caracterizan a los armenios y a sus veci­ nos musulmanes como grupos étnicos delimitados, aislados del resto de la sociedad como una comunidad verticalmente acotada e integrada. El ejem­ plo sirve para insertar una experiencia histórica armenia dentro de la com­ plejidad del sistema y la narrativa turco-otomana. De enorme importancia es ver cómo afectaron las reformas del Tanzimat, particularmente las reli­ giosas, al interior de los millets y, sobre todo, en las regiones periféricas, como en el catholicosato de Ajtamar, en donde la oposición a la reforma generó este complot asesino. El genocidio es sin duda el cenit de esa tormentosa historia armenia, y en este dossier presentamos dos artículos para analizarlo. El primero es un texto del historiador y profesor emérito de la Universidad de California en

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Los Ángeles, Richard Hovannisian, pionero de los estudios sobre el geno­ cidio armenio, quien en su artículo “El genocidio armenio, ¿radicalización bélica o proceso continuo premeditado?” trata sobre esa combinación de nacionalismo xenófobo y guerra absoluta. Hovannisian nos habla del mo­ delo de guerra total desarrollado por la escuela militar de Prusia y de su in­ fluencia, a través de Von Moltke, en el ejército del Imperio Otomano de finales del sigloxix . Podemos ver ejemplos de esta guerra total en pequeña escala durante las masacres (1895-1896) generalizadas en contra de la po­ blación armenia durante el gobierno del sultán Abdul Hamid II, pero vea­ mos o no dichas masacres como tácticas de guerra total, sin duda durante la Gran Guerra el ejército otomano, ya bajo la batuta del gobierno de los Jóve­ nes Turcos, utilizó dicha ética como principio articulador de sus operacio­ nes en contra de la población enemiga, es decir, armenia. El resultado fue un genocidio. ¿Premeditado? Entre los estudiosos serios del genocidio ar­ menio hay dos posturas, algunos consideran que las condiciones de la gue­ rra total condujeron al genocidio, sin haber sido ideado, otros investigadores resaltan que en las reuniones secretas del Comité Unión y Progreso, antes de la guerra, ya se había planeado, pero todos concuerdan en que fue la guerra la que creó las condiciones necesarias para llevar a cabo el plan de exterminio. Hovannisian concluye que el genocidio armenio fue efectiva­ mente premeditado pero, algo muy importante, no necesariamente inevi­ table, la guerra fue la excusa para intensificar el proceso de limpieza étnica que hizo posible la solución final. Podemos decir que ya hay un número considerable de investigadores turcos y kurdos que han comenzado a extraer muchas evidencias de los ar­ chivos oficiales de Turquía, entre ellos está Ugur˘ Ümit Üngör, profesor de la Universidad de Utrecht y de quien publicamos una traducción de su ar­ tículo “Huérfanos, conversos y prostitutas: Consecuencias sociales de la guerra y la persecución en el Imperio Otomano, 1914-1923”. En este texto Üngör analiza el efecto que tuvo la guerra y el genocidio sobre las mujeres y niños armenios durante y después de la lucha armada, primero a partir de la forma en que la política violenta de los Jóvenes Turcos produjo un nú­ mero incalculable de huérfanos, y cómo éstos se volvieron un campo de batalla entre las élites turcas, armenias, y también entre los grupos de mi­ sioneros o de distintas organizaciones humanitarias, como la Near East Re­

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lief. Uno de los objetivos que tenía el gobierno turco era turquificar a estos niños, quitarles cualquier recuerdo de una identidad armenia, el caso más sonado fue el de Sabiha Gökçen, la hija adoptiva de Mustafá Kemal y pio­ nera de la aviación en Turquía, un caso que fue develado por el periodista turco-armenio Hrant Dink en 2004. Dicha asimilación forzada también es­ tuvo acompañada de la destrucción de bibliotecas y la quema de libros ar­ menios, así como la prohibición de usar el idioma armenio para cualquier tipo de comunicaciones. El artículo de Üngör también analiza qué hicieron los Jóvenes Turcos para tratar con ese fenómeno, imprevisto dice el autor, de todos los que se convertían al islam para evitar ser deportados y extermi­ nados; y es que, la dictadura se dio cuenta de que muchos de estos conver­ sos lo habían hecho de “dientes para afuera” y que en realidad seguían siendo cristianos, manteniendo una identidad criptoarmenia, por lo que primero los monitoreó y después algunos también fueron deportados; aun­ que muchos lograron salvarse a través de la abjuración, ¿cuántos armenios crípticos existen hoy en Turquía?, el autor estima que este número está entre 30 y 40 mil, pero otros investigadores elevan este número hasta me­ dio millón. Finalmente el texto analiza el controvertido problema de la prostitución ejercida por mujeres armenias como estrategia de superviven­ cia después del genocidio. La presencia armenia en México data del año 1632, según prueba un documento que se localiza en el Archivo General de la Nación (agn) y en el que está el alfabeto armenio posiblemente sea el documento más anti­ guo de un alfabeto armenio escrito en América. En el agn también hay un documento en el que se menciona al “de nazion armenio” don Pedro de Zárate, quien para 1732 se encontraba en la Ciudad de México enfrentan­ do a la Inquisición por el delito de ser cismático; De Zárate había llegado en la Nao de China proveniente de Isfahán vía Manila, y era parte de esa red comercial que se estructuraba desde la capital del Imperio Safávida y que llegaba hasta Europa y América con comerciantes de avanzada en ciu­ dades como Acapulco o Cádiz. Esta red comercial ha sido estudiada por el historiador armenio nacido en Etiopía Sebouh Aslanian, de quien publica­ mos en esta número la conferencia que dictó al recibir la Cátedra Richard Hovannisian de la Universidad de California en Los Ángeles (ucla). En ella, además de hablar de la imbricación de la historia armenia en la historia

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mundial, compara la trama narrativa armenia, “esa lucha titánica de un pe­ queño pueblo acosado en un mundo de gigantescos imperios”, con un dra­ ma social turneriano. Y es que esa “tormentosa historia” se ve como una lucha constante por preservar la identidad de un pueblo que se resiste a ser eliminado, es una “memoria histórica” o “colectiva” que usan como herra­ mienta política la mayoría de las comunidades y, en el caso armenio, ésta está hipertrofiada o hinchada, en gran medida debido a la continua nega­ ción del genocidio por parte del gobierno turco. Y nos advierte, no es que debamos olvidar la memoria del genocidio, sino que antes y después hay mucha historia que recuperar y ésta no debe pasar exclusivamente por la lente yeghisheana, es decir, basada en el paradigma de la catástrofe y la su­ pervivencia. Esta historia lacrimosa, en ocasiones se traslada también a la descripción de la, según algunos historiadores, “infortunada” dispersión de los armenios y su vida entre extranjeros. Una historia que no ve la multipli­ cidad de las conexiones interculturales que se dieron entre armenios y sus sociedades anfitrionas. Esta historia, dice Aslanian, puede corregirse con una historia global que tome no a la nación como unidad básica de análisis histórico, sino a unidades más grandes como hemisferios o continentes y que se enfoque en las comparaciones, encuentros e interacciones entre re­ giones a gran escala. Y para ello, nos dice, los armenios son excepcional­ mente adecuados para ser sujetos ideales típicos del análisis histórico mundial. Pusimos como ejemplo inicial ese alfabeto escrito en México en 1632, y también al cismático Pedro de Zárate enfrentado a la Inquisición en la Ciudad de México en 1732, pero hay otros sujetos armenios en México que también nos pueden ayudar a realizar análisis mundiales, como el que se presenta en el artículo: “Armén Ohanián: una mujer armenia de mundo”, escrito por los historiadores Vartán Matiossián y Artsví Bakhchinyán, el pri­ mero nacido en Uruguay y el segundo en Armenia. Trata sobre la vida de una bailarina armenia, nacida en Shamajá, en el Imperio Zarista —actual Azerbaiyán—. Educada en la cosmopolita Bakú, su familia es víctima de los pogromos antiarmenios de 1905, de hecho, Armén pierde a su padre en uno de ellos y muy joven se casa con Haik Ter Ohanián, un personaje que posteriormente participaría en la Operación Némesis, ese complot para asesinar a los responsables del genocidio —véase la reseña de Andrés Var­ tabedian en este número—. Divorciada al año, entre 1906 y 1908 inicia su

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carrera artística, dirigiendo obras en Teherán y realizando presentaciones en Tiflís y en Moscú. En los siguientes años se convertiría en la bailarina oriental en la Europa de la belle époque, que apenas descubría estas danzas. Ohanián es un personaje controvertido y sumamente crítico de las conven­ ciones de la sociedad europea del periodo de entre guerras. Al tener pocas presentaciones de danza se reinventó como escritora, sus primeros libros serían autobiográficos, entre ellos destacaLa danzarina de Shamajá (1918), que incluso tuvo reseñas en revistas y periódicos mexicanos, sobre todo de la pluma de Makedonio Garza, corresponsal de Revista de Revistas en Euro­ pa y quien sería primero su gran admirador y después su segundo esposo. Este amor es el que la trae a México y la inserta de lleno en el mundo artís­ tico y cultural de la Ciudad de México. En México sería de las fundadoras de la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios (lear), militante del Partido Comunista y también tendría algunas presentaciones de danza en diversos teatros, así como en el Conservatorio Nacional de Música donde, por intermediación directa de José Vasconcelos, sería profesora de danza. En México iniciaría su labor de profesora y traductora, y continuaría como articulista y escritora, aquí publicaría diversos artículos en El Nacional ade­ más de su libro Armenia feliz (1957), así como sus Memorias (1969). Murió en Cuernavaca, aunque todavía no sabemos la fecha ni el lugar final de sus restos. La biografía de esta feminista de frontera, escrita por estos dos au­ tores, se publicó en armenio (2007) y próximamente aparecerá en inglés y en español. El genocidio, además de un millón y medio de víctimas, produjo unos 600 mil refugiados, mismos que en su mayoría se ubicaron en la naciente República de Armenia o en los campos de refugiados que se instalaron para ellos en los mandatos francés e inglés de Siria, Palestina, Chipre y Líbano; estos armenios serían los que entre 1922 y 1930 migrarían a sociedades ­receptoras, como Francia, Estados Unidos, Argentina o Brasil, y en menor me­dida a México. Sin embargo la nostalgia por su patria y el convenci­ miento de que podrían construir una nueva Armenia, era tema de discusión en todas las comunidades diaspóricas que se estaban reconstruyendo en Europa y América. Algo que se conoce muy poco en medios no armenios es que Stalin permitió, en la década de 1940, la repatriación de unos cien mil armenios de la diáspora a la República Soviética de Armenia, sobre

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todo por el despoblamiento de la misma a raíz de las muertes durante la Segunda Guerra. El artículo de la artista y etnógrafa Hazel Antaramian Hof­man, “Repatriación y engaño: Armenia Soviética después de la Segun­ da Guerra”, nos presenta por vez primera en español un artículo-testimonio sobre este tema, al ser ella la hija de un matrimonio de nerkajtsíes (repatria­ dos) nacida en Armenia. Esta proximidad con el tema hace que este trabajo etnográfico haya logrado una profundidad única. El retorno cargado de sen­ timientos a partir de propaganda idílica, al final resultó ser un verdadero engaño y esto, para muchos, se transformó en una lucha por regresar a sus países de origen o al lugar en donde se habían refugiado. Y es que ¿habían regresado a la patria? O la patria está en Turquía, una tierra adonde el retor­ no era y sigue siendo imposible. Como complemento a estos artículos en este número publicamos los diez mandamientos del Comité Unión y Progreso, con las órdenes enlista­ das para cometer el plan de exterminio, y que fueron publicados en 1919 en un diario de Estambul. Asimismo, el doctor José Sarukhán, reconocido aca­ démico y ex rector de la Universidad Nacional Autónoma de México, ade­ más de ser emblema de los armenios de México, nos compartió un texto que narra la experiencia de sus padres durante el genocidio y su posterior refugio en este país. Sévane Garibian, jurista y profesora de la Universidades de Ginebra y de Neuchâtel, nos presenta unas reflexiones sobre la película Ravished“ Armenia (1919) desde la mirada de Walter Benjamin”, este filme, la primera película sobre un genocidio, es un periplo que cuenta la vida de Aurora Mardiganián, actuada por ella misma. La película es en sí un periplo, ya que después de haber sido proyectada se pierde en la década de 1920, pero reaparece justo antes de que su descubridor la llevase a Armenia durante el Nerkaj (la “repatriación”) en 1947, para volver a perderse, pero ya en Ereván, hasta 1994, cuando es redescubierta por un armenio argentino. El relato de Aurora representa una historia construida por los vencidos y, al ser filmada, se permite su reproductibilidad y por lo tanto su masificación ­ad quiriendo una función pública, política. Es un testimonio que se hizo ima­ gen y que puede mostrarse, y esto, nos dice Garibian, beneficia a la historia. Finalmente, en la sección Coincidencias y Divergencias, contamos con un artículo de la reconocida socióloga turca Fatma Müge Göçek intitulado

18 Los armenios. Genocidio y dispersión cultural

“El Estado turco y la negación de la violencia cometida contra los arme­ nios”. El proceso de negación, nos dice Göçek, empieza cuando el Sultán Abdul Hamid II niega el origen del problema armenio, sigue durante las masacres de 1895-1896, continúa durante el Genocidio —negado por los mismos perpetradores—, luego la consolidación de la República turca en 1923 y, actualmente, estamos en una fase en que el gobierno turco niega cualquier responsabilidad por la violencia cometida. La negación, se argu­ menta, es la última fase de un genocidio, y esta tiene consecuencias emocio­ nales, políticas y económicas que afectan tanto a la República turca como a la armenia y además a los armenios dispersos por el mundo les impide vivir el duelo y cerrar un doloroso capítulo para avanzar en el presente.

19 “El beso de Judas y Cristo frente a Pilatos” Manuscrito. Origen: Vasporakán (actual Turquí), siglo xvii. Pigmento sobre papel, 27 x 18 cm. Colección: Museo de la Santa Sede de la Iglesia Apostólica Armenia, Etchmiadzín, Armenia. Dossier

Armenia, una agitada trayectoria histórica

Claude Mutafian*

Armenia

Quién no ha tenido en la escuela un amigo cuyo apellido termine en –ian ¿y que no le haya explicado un día por qué nació en Europa y no en Ar­ menia, hablándole del espantoso genocidio llevado a cabo por los turcos? Ahora bien, si ocurrió un genocidio, ¿cómo es posible que exista ahora un Estado armenio? ¿Por qué este amigo armenio no “regresa” a este Estado, que debe de ser su tierra ancestral y donde muy seguramente todavía tiene parientes cercanos? Para responder a estas preguntas, y a muchas otras, hay que regresar al pasado. Los geógrafos griegos y latinos, como Tolomeo, describieron la Gran Armenia: limitada por el Éufrates al oeste, el mar Caspio al este, las estriba­ ciones del Cáucaso Menor y la cadena póntica al norte, la alta Mesopotamia al sur, este país árido, desprovisto de frontera marítima, montañoso y limi­ tado por profundos valles, no ofrece más que un duro clima continental. Según la leyenda, ahí llegó huyendo el héroe mítico Haik, enfrentado con el soberano babilónico Bel: éste lo había perseguido, pero fue muerto por Haik, quien se instaló ahí con su pueblo, de donde el nombre de Hayastán, es decir, “morada de Haik”. Los armenios a veces tuvieron en estos límites un Estado independiente, pero también compartieron el territorio con grandes potencias en constante rivalidad durante largos siglos. Es esta una de las razones de la importancia

*Traducción del francés de Arturo Vázquez Barrón.

21 Claude Mutafian

del fenómeno diaspórico. Desde la Antigüedad, los armenios fundaron co­ lonias lejos de esta tierra ancestral, que a menudo fueron los focos cultura­ les más activos: basta señalar que el primer libro armenio se imprimió en Venecia en 1511-1512, que el primer periódico armenio se publicó en Ma­ drás en 1794, y que en el siglo xix la cultura armenia florecía en Constanti­ nopla, en Tiflís, en Isfahán y en otros centros de la diáspora mucho más que en el territorio armenio histórico.

UrartÚ (siglos x-vii a.C.)

Según la Biblia: “En el séptimo mes, en el decimoséptimo día del mes, el arca se detuvo en el monte Ararat” (Génesis, VIII, 4). Contrariamente a lo que suele pensarse, el Ararat bíblico no era una montaña sino una región, y más precisamente un reino aparecido aproximadamente unos mil años an­ tes de Cristo y que abarcaba el territorio que iba a convertirse en la Gran Armenia. Su historia es sobre todo conocida por las inscripciones cuneifor­ mes asirias, que la llaman Urartú: es la misma palabra. Su permanente rivalidad con su poderoso vecino meridional, Asiria, dejó una impronta en la memoria armenia, simbolizada por la leyenda de la rei­na asiria Semiramis: enamorada del monarca enemigo Ara el Hermo­ so, quiso capturarlo vivo, pero lo único que recibió fue su cadáver. Urartú desa­pareció, como Asiria, hacia finales del siglo vii a.C., pero dejó una profunda huella. Así, todavía se ven las ruinas de su capital en el emplaza­ miento de la actual Van, y se ha encontrado la inscripción que conmemo­ ra la fundación, en 782 a.C. de la ciudad de Erebuní, antepasada de la actual Ereván.

Las dinastías de la Armenia precristiana (hasta el siglo iv)

Armenia estuvo después bajo control iraní y se integró en el siglo vi a.C. al po­deroso Imperio Persa Aqueménida. En la famosa inscripción trilin­ güe de Be­histún, que data aproximadamente de 520 a.C., se encuentra, en dos de las tres lenguas y por vez primera la palabra Armina, mientras que la tercera lengua da Urachtu: se trata pues de un cambio de nombre para un mismo pueblo. Urartú se convertía en Armenia del mismo modo

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que, mil años después, Galia iba a desaparecer del vocabulario para dar paso a Francia. La lengua armenia, que reemplazó poco a poco al urartiano, permane­ ció sin escritura hasta el siglo v d.C., por lo que durante un milenio la historia ar­menia se conoce únicamente por las fuentes de los países veci­ nos, esencialmente grecorromanos. Los armenios recobraron su indepen­ dencia gracias a la campaña de Alejandro Magno, quien destruyó el Imperio Aqueménida hacia 330 a.C. La capital se estableció en Armavir, a orillas del Aras. Los romanos iniciaron la conquista de Asia a principios del siglo ii a.C. Un general aprovechó esto para fundar una nueva dinastía, la de los artáxi­ das, con una nueva capital, Artaxata, cuyo emplazamiento fue elegido a sugerencia de Aníbal, quien estaba refugiado en Armenia. El más famoso de los reyes artáxidas sigue siendo Tigranés el Grande. Aliado de su sue­ gro Mitrídates, rey del Ponto, se extendió hasta el Mediterráneo, acuñó monedas en Damasco e hizo frente mucho tiempo a los romanos antes de que lo venciera Pompeyo en el año 66 a.C., y de que echara atrás sus con­ quistas. La dinastía artáxida siguió llevando las riendas hasta principios de nuestra era, en una situación política delicada, entre dos potencias enemi­ gas entre sí: Roma al oeste, e Irán al este, gobernado por la dinastía parta de los arsácidas. En 63 d.C., romanos y partos establecieron un compromiso al instalar en el trono de Armenia a Tirídates, hermano del rey parto, a condición de que fuera a Roma a recibir la diadema de manos de Nerón. La nueva di­ nastía ar­menia, aún obligada a establecer el equilibrio entre romanos y partos, era pues arsácida, pariente de los soberanos de Irán. En 224, los persas sasánidas to­ma­ron el poder en Irán y se mostraron mucho más agresivos ante los armenios.

La cristianización y el alfabeto (siglos iv-v)

En esa época, el cristianismo avanzaba en el Imperio Romano a pesar de las persecuciones habituales. Penetró en Armenia, donde, a principios del siglo iv, el rey arsácida Tirídates optó por desmarcarse de sus dos poderosos vecinos imponiéndolo como religión de Estado. Este reino arsácida cristia­

23 Claude Mutafian

no no duró mucho tiempo: en 387, sus dos vecinos se pusieron de acuerdo para repartírselo. Armenia occidental pronto quedó anexada al Imperio Ro­ mano, mientras que en la parte oriental, la más grande, los reyes sasánidas toleraron hasta 428 la monarquía armenia. Fue durante este largo periodo, a principios del siglo v, cuando, con el apoyo del rey y del jefe de la Iglesia, un monje llamado Mesrob Mashtóts creó un alfabeto de 36 letras para la lengua armenia. Desde entonces, la escritura ha seguido siendo uno de los pilares de la perennidad y el florecimiento de la nación armenia.

Bajo los persas y luego los árabes (428-885)

En 451, dos acontecimientos iban a dejar huellas imborrables en la historia armenia. El levantamiento contra las autoridades sasánidas, que querían imponer el zoroastrismo y a un gobernador persa, fue sangrientamente aplastado, pero la persistencia de la revuelta convenció a los persas de re­ nunciar a su plan, por lo que el aniversario de la Batalla de Avarair se sigue festejando en la actualidad y el general Vardán Mamikonián, quien perdió la vida en ella, es todavía uno de los más grandes héroes de la historia arme­ nia. Ese mismo año 451 se llevó a cabo en Calcedonia, frente a Constantino­ pla, el cuarto concilio ecuménico, que debía definir la naturaleza de Cristo. Los armenios no participaron en él, recibieron sus conclusiones y acabaron, un siglo después, por rechazarlas. La Iglesia armenia se desmarcaba así de Roma y de Bizancio, y asumía ante ellos el estatus de hereje; revestía un carácter nacional y autocéfalo, bajo la dirección de su patriarca supremo llamado catholicós. Luego de la escritura, la Iglesia se convirtió en el segun­ do pilar de la nación, quedando constituido el tercero por las grandes fami­ lias nobiliarias, que asumían con el catholicós el papel dirigente en caso de ausencia de monarquía. En la segunda mitad del siglo vii, los árabes suplantaron a los sasánidas en la Armenia oriental, pero señores y catholicós siguieron disfrutando de relativa autonomía, asumiendo un papel de relevo de la autoridad califal. Las grandes familias tenían una inclinación a veces hacia Bizancio, a veces hacia el califato. Hubo varias revueltas antiárabes, pero la dinastía bagrátida proárabe explotó hábilmente el debilitamiento del califato para restablecer en su provecho la monarquía en el año 885.

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El último reino de Armenia en la Gran Armenia (885-1045)

Este nuevo reino de Armenia, simbolizado por su maravillosa capital, Aní, la “ciudad de las mil y una iglesias”, pronto se vio rodeado de otros reinos armenios, entre los cuales estaba el de Vaspurakán, inmortalizado por la iglesia de Ajtamar, en el lago Van. Todos esos Estados enfrentaron, en el siglo xi, dos peligros: el expansionismo bizantino y la invasión turca. Bizan­ cio se anexó Vaspurakán en 1022 y se apoderó de Aní en 1045, pero el Im­ perio Griego no conservó mucho tiempo sus conquistas ante la marea turca selyúcida proveniente de Asia Central. En 1064 los turcos se apoderaron de Aní y poco después, en 1071, su victoria sobre el ejército imperial les abrió el camino de Asia Menor. ¡Ya no iba a haber Estado armenio en la Gran Armenia sino hasta 1918!

Un periodo fasto para Armenia (finales del siglo xii-principios del xiii)

Los soberanos destronados recibieron en compensación feudos en Capado­ cia. Como Cilicia, esta región se había localizado durante siglos cerca de la frontera que fluctuaba entre Bizancio y el califato, y una población armenia poco a poco se había instalado ahí para fortificar estas marcas. La ocupación de todo el interior de Asia Menor por parte de los turcos hacía de Cilicia una región bizantina prácticamente libre de todo control imperial. Era pues natural, para las dinastías armenias locales, pensar en recrear ahí un reino de Armenia. Esta labor la facilitó la aparición en la región de la primera cruzada hacia el final del sigloxi , seguida de la instalación de los francos en Levante, un elemento nuevo en el mosaico ya cargado de la región. Gracias a un sutil juego diplomático entre francos, griegos, turcos y ára­ bes, y a un hábil manejo de las armas matrimonial y religiosa, la dinastía de los rubénidas logró luego de un siglo ceñirse la corona real: el 6 de enero de 1198, el príncipe León II se convirtió en León I, rey de Armenia, reconoci­ do por el papado y los dos emperadores, el germánico y el bizantino. Desde su capital, Sis, inauguró una política de “afrancesamiento” de las estructu­ ras estatales, que iba a calcar el modelo feudal europeo y el sistema jurídico de los Estados francos vecinos, integrando al mismo tiempo palabras fran­

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cesas como barón, utilizado todavía en nuestros días como traducción de señor. Las uniones matrimoniales con las familias de origen europeo se multiplicaron de manera espectacular, sobre todo con el reino de Chipre, fundado un año antes por los Lusignan de Poitou. En la misma época, en la Gran Armenia, varias dinastías armenias, como los zacáridas, habían elegido hacer carrera en el marco del reino bagrátida de Georgia. Recuperaron así de los turcos la Armenia occidental y septen­ trional, y se crearon algunos principados autónomos en el sur del reino de Georgia, aún dirigidos por las grandes familias como los bagrátidas en Lori, los orbelian en Siunik, los yalálidas en Artsaj (actual Karabaj). Se trataba pues de un periodo particularmente fasto en la historia armenia.

El último reino de Armenia (1198-1375)

Después de León I, su yerno, Hetum I, inauguró la dinastía de la que surgieron casi todos los reyes siguientes. En la primera mitad del siglo xiii, los hetúmidas tuvieron que definir su actitud ante los nuevos invasores, los mongoles, que acababan de someter el reino de Georgia y a los príncipes de la Gran Armenia. Optaron por la alianza, confirmada por el espectacular viaje de Hetum I a Karakórum, y el reino de Armenia se volvió a mediados del siglo xiii el más poderoso Estado cristiano de Levante. Reyes y catho­ licós residían en Cilicia, pero a ambos los reconocían tanto los príncipes de la Gran Armenia, bajo la autoridad mongola, como las colonias armenias diseminadas en la Anatolia selyúcida, en Italia o en la Crimea genovesa. Al haberse apoderado del poder en Egipto y luego en Siria, los mamelu­ cos pusieron fin a toda presencia continental franca en Levante en 1291, al tiempo que atacaban sin descanso el reino de Armenia, debilitado por la desaparición progresiva del “paraguas mongol”. Los soberanos hetúmidas se acercaron a Europa, pero el papado subordinaba cualquier ayuda a unas reformas de la Iglesia armenia considerada hereje. Los misioneros francis­ canos y dominicos afluían a Armenia. En realidad, al estar demasiado ocu­ pada por sus conflictos internos, como la guerra de los Cien Años, la ayuda que proveyó Europa fue ínfima. Los mamelucos terminaron en 1375 con el último reino de Armenia. El rey León V, de la familia de los Lusignan por el lado paterno, fue llevado a

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El Cairo. Liberado en 1382, terminó por instalarse en Francia (no sin antes haber sido el primer y único señor de Madrid), donde murió el 29 de no­ viembre de 1393. El mausoleo de este último rey de Armenia, con su esta­ tua yacente, se encuentra en la basílica de Saint-Denis, en medio de las tumbas de los reyes de Francia.

Armenia entre persas y otomanos (hasta 1828)

Tanto en Cilicia como en la Gran Armenia, la población armenia se encon­ tró bajo el yugo de tribus turcomanas y sufrió terribles estragos por parte de Ta­mer­lán a finales del sigloxiv . En 1441, la sede catholicosal regresó a la Gran Armenia, en Etchmiadzín, pero el titular en Sis rechazó la transferen­ cia; desde entonces, hay un Catolicós de Toda Armenia en Etchmiadzín y un Catholicós de la Gran Casa de Cilicia, instalado desde 1930 en Antelias, en Líbano. A partir del siglo xvi, la situación se simplifica, con una nueva reparti­ ción entre dos grandes potencias rivales, esta vez ambas musulmanas: el Imperio Otomano, sunita, conquistó Cilicia y la Armenia occidental mientras que la Persia safávida, shiita, se anexó la Armenia oriental, que pronto incluyó Etchmiadzín. Por su parte, después de haber tomado Constantinopla, los sultanes otomanos instalaron ahí a un patriarca arme­ nio, y lo volvieron su interlocutor oficial para todos sus súbditos cristianos no griegos. En vista de su situación geográfica, la Gran Armenia se volvió un eterno campo de batalla. A principios del siglo xvii, el sha Abbás I ordenó el des­ plazamiento de la población armenia del valle de Aras hacia su capital, Is­ fahán. Se trató de una terrible deportación, los que lograron llegar al final fundaron el arrabal llamado la Nueva Yulfa, que se volvió en poco tiempo un próspero punto de intercambio comercial; iba a extenderse hasta India y el Extremo Oriente, y a volverse un extraordinario foco cultural. La difícil situación de Armenia propiciaba de hecho una dispersión de los centros culturales: Constantinopla al oeste, Tiflis al este, así como las diásporas en Italia, en Europa oriental, hasta Rusia. La debilidad de Armenia era igualmente terreno fértil para las misio­ nes católicas que lograron convertir a la “unión” con Roma a varias regio­

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nes de Armenia y a ciertas colonias diaspóricas como la de Polonia, no sin choques vio­lentos con las autoridades eclesiásticas armenias. Fue así como a principios del siglo xviii el patriarca de Constantinopla, feroz opositor de la unión, fue raptado por Francia y encarcelado en la Bastilla; la leyenda se lo apro­pió e hizo de él uno de los candidatos para el “hombre de la más­ cara de hierro”. En la misma época, un católico armenio, Mejitar de Se­ pastia, esca­pó a las persecuciones patriarcales y terminó por instalar, a principios del siglo xviii, su orden religiosa en el islote de San Lázaro, en la laguna de Venecia. A estos “padres mejitaristas” de Venecia y también, más tarde, de Viena, debemos el rescate y el renacimiento de la cultura armenia occidental, cada vez más amenazada en el Imperio Otomano has­ ta el genocidio de 1915.

Armenia entre rusos y otomanos (1828-1915)

Un nuevo actor preparaba su aparición en escena, Rusia, que conquistó en 1828 prácticamente toda la Armenia persa. Y aunque se encontraba bajo dominio cristiano, la Armenia oriental no por eso estaba liberada. Entonces se puso en marcha una política de rusificación, más o menos dura depen­ diendo del zar en el poder. El clímax se alcanzó bajo Nicolás II, a principios del siglo xx: se emprendieron ataques contra la lengua, al cerrar las escue­ las armenias, y contra la religión, al confiscar los bienes de la Iglesia, que la ortodoxia rusa consideraba hereje. La situación era sin embargo mucho peor en la Armenia occidental. La guerra ruso-turca de 1877-1878 había terminado con una derrota otomana confirmada por un tratado que pronto habría de cuestionar el Congreso de Berlín, en el que la presión de las potencias occidentales neutralizó las cláusulas favorables a los armenios. Durante los tiempos de su poder, el Imperio Otomano podía permitirse mostrarse más o menos benevolente hacia sus minorías, y hasta otorgarles derechos constitucionales, pero en la segunda mitad del siglo xix el “hom­ bre enfermo de Europa” se mostraba abiertamente agresivo. Los armenios de Constantinopla tenían un papel importante en los ámbitos económico, financiero, artístico, cultural y hasta político, pero las palancas de mando del Estado no las controlaban y no tenían contacto con la situación cada vez

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más desesperada de sus compatriotas, que vivían en los campos y las ciuda­ des orientales, en lo que se había convenido en llamar los “seis vilayets [provincias] armenios”.

El genocidio de 1915

Al ir perdiendo una tras otra sus posesiones europeas, el Imperio se acercó de manera natural a sus raíces asiáticas y encontró un chivo expiatorio entre sus minorías: la continuidad del “mundo turco”, del Bósforo a la muralla china, estaba dividido por un pueblo cristiano, los armenios, cuya mayoría se concentraba en la parte oriental de Asia Menor, fronteriza con los enemi­ gos ruso y persa. Su eliminación física se inscribía en una lógica implacable. El proceso empezó a llevarse a cabo bajo el reinado de Abdul Hamid II, con las masacres de 1894-1896. El “sultán rojo” fue depuesto en 1908 por los Jóvenes Turcos, un conglomerado en el que convivían tendencias real­ mente modernistas con otras chovinistas y racistas. En 1909 se produjo una nueva ola de masacres, en Cilicia esta vez. En 1913, acaparó el poder la franja más nacionalista de los Jóvenes Turcos, que preparó un plan cientí­ fico de deportación y eliminación de toda la población armenia del Impe­ rio. Cuando la guerra mundial estalló en 1914, el Imperio Otomano eligió el lado de las potencias centrales y en 1915 puso en marcha su plan de ex­ terminio. En dos años, Armenia occidental fue eliminada del mapa, las tres cuartas partes de sus dos millones de armenios fueron exterminadas, y los demás lograron sobrevivir hasta el final de la guerra o escapar.

La primera república de Armenia (1918-1921)

Ya no quedaba entonces más que la Armenia oriental, situada en el Impe­ rio Ruso. La revolución de 1917 dejó sin protección militar el Cáucaso Sur, lo que permitió al ejército turco lanzar una ofensiva para tratar de “terminar el trabajo”. Fue detenida in extremis. Al mismo tiempo, se constituyeron en mayo de 1918 tres repúblicas independientes: Georgia, Azerbaiyán y Armenia. Una esperanza surgió con el fin de la guerra y la derrota otomana en octubre de 1918. Un tribunal turco condenó a muerte a los responsables del genocidio, que estaban prófugos, y en agosto de 1920 el Tratado de

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Sèvres reconstituyó un Estado armenio en las tierras históricas y dejó en manos de Francia el mandato sobre Siria, con una parte de Cilicia. Los so­ brevivientes del genocidio regresaron a sus hogares, pero los nubarrones se acumulaban de nuevo. En 1920 Turquía pasó a la ofensiva contra la república de Armenia, de­ vastada entonces por el hambre y el tifo, y la forzó a firmar en diciembre el Tratado de Alexandropol, que la dejaba exangüe. El año siguiente, Francia malbarató Cilicia a las autoridades turcas de la futura república de Turquía y el ejército ruso volvió a ocupar el Cáucaso Sur, anexando las tres repúbli­ cas a la futura Unión Soviética.

La república soviética de Armenia (1921-1991)

La Armenia Soviética se vio despojada por todas partes: al norte, Javakh fue atribuido a Georgia mientras que en el oeste Nakhichevan y, sobre todo, al este, el Alto Karabaj, poblado en 95 por ciento por armenios, que­ daron bajo la autoridad de Azerbaiyán. Poco después, en 1923, el Tratado de Lausana anuló el de Sèvres, e hizo desaparecer toda noción de Armenia en los vestigios del Imperio Otomano, en beneficio de la nueva Turquía. Reducida a su mínima expresión y cubriendo 13 por ciento de la Gran Ar­ menia, la Armenia Soviética tuvo de 1921 a 1991 el papel de único islote en el territorio histórico, mientras que los descendientes de los que escaparon de la Armenia occidental constituían la diáspora, en Francia, en Líbano, en Siria, en Estados Unidos, en Argentina y en otras regiones. Varias decenas de miles de ellos respondieron al llamado de ir a repoblar la Armenia des­ angrada luego de la Segunda Guerra Mundial. Esta “repatriación” de los años 1946-1948 fue dramática para la gran mayoría. La situación de la población de la Armenia Soviética seguía los azares de la política soviética: purgas estalinistas, deshielo jrushchoviano, repre­ sión brezhneviana, perestroika gorbachoviana. A finales de la década de 1980, el “movimiento del Karabaj” pidió oficialmente a Moscú la unión a la Armenia Soviética de este territorio, que entonces todavía estaba poblado en 75 por ciento por armenios. La respuesta de Azerbaiyán se dio en forma de pogromos de la población armenia, en Sumgaít y en Kirovabad en 1988, y en la capital, Bakú, en 1990.

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La Armenia actual

La caída de la Unión Soviética y la independencia de sus repúblicas preci­ pitaron las cosas. Al haber proclamado de manera unilateral su indepen­ dencia, el Alto Karabaj fue atacado por el ejército azerbaiyano. La guerra que se produjo terminó en 1994 mediante un cese al fuego favorable a los armenios: el frente deja a Azerbaiyán algunas partes del Alto Karabaj, pero los armenios controlan todo lo demás, al igual que el territorio adyacente a la república de Armenia. Todo esto es, por supuesto, muy incierto, dado que no se firma ningún acuerdo de paz. Así, actualmente hay tres componentes de la nación armenia: – La república del Alto Karabaj, que cuenta aproximadamente con cien mil habitantes en las fronteras de 1994, no es reconocida por ningún Esta­ do y no lo será sino hasta que las negociaciones desemboquen en la firma de un tratado de paz. – La república de Armenia es miembro de todas las instancias interna­ cionales, pero por diferentes razones, entre las que se cuenta la falta de ri­ quezas naturales y el estado de “ni guerra ni paz” en el Alto Karabaj, la situación es muy difícil para la población, que actualmente se estima en alrededor de 2.5 millones de habitantes. – La diáspora, que al principio se componía esencialmente de descen­ dientes de los que sobrevivieron al genocidio, ya cuenta también con un gran número de refugiados más recientes. La guerra civil en Líbano y la precaria situación en el Cercano Oriente han alentado la emigración de importantes comunidades de Irán, de Siria y, sobre todo, de Líbano, hacia Francia y América del Norte. Más recientemente, las razones económicas llevan a numerosos ciudadanos de la república de Armenia a reunirse con parientes o amigos en California y en Rusia. Los tres grupos diaspóricos más importantes son en la actualidad Rusia, que cuenta ampliamente con más de un millón de armenios, Estados Unidos, con un número cercano al millón, y Francia, con una cifra estimada entre 200 mil y 300 mil.

31 Etchmiadzín, que significa “Aquí bajó el Unigénito”. Este lugar es sede del catholicós o Patriarca Supremo de todos los armenios. La Iglesia Apostólica Armenia es autocé­ fala, es de­cir, es cabeza de sí misma, no depende ni de la Ortodoxa ni de la Católica Romana. Foto de la Catedral de Etchmiadzín hacia 1890, tomado de Armenia, Travels and Studies por H.F.B. Lynch, 1901. Dossier

Reordenar a los otomanos Reimaginar la capacidad histórica de acción en el Imperio Otomano tardío*

Richard Antaramian

n 1864, el catholicós de Ajtamar, Bedrós Bülbül, fue asesinado cerca de Elas costas sureñas del lago Van. Al enterarse del asesinato, el patriarca­ do armenio en Constantinopla se enfureció con razón; asesinar a cualquier miembro de la Iglesia exigía que se hiciera justicia. Asesinar a alguien de tal distinción era otra cosa. El patriarca rápidamente envió a dos obispos de las cercanías para ayudar en la investigación policial del asesinato. La investigación, sin embargo, dio giros inesperados. Fue después, gra­ cias a un diario de viaje escrito por otro clérigo de alto rango, como nos en­ teramos de que lo más probable es que los obispos enviados por el patriarca hayan aceptado jugosos sobornos para entorpecer el alcance de la investiga­ ción.1 Los obispos señalaron a dos bandidos kurdos famosos, que sospecha­ ban que habían asesinado a Bedrós con la idea de huir con algún botín. Dado el alcance limitado del gobierno en las tierras fronterizas orientales del Imperio, era probable que los bandidos escaparan a la persecución. En efecto, ambos murieron antes de ser atrapados. A Bedrós lo mataron dos kurdos, que no eran, sin embargo, criminales ordinarios. Los dos kurdos que lo asesinaron eran parientes de Mahmud Han, el emir originario de Müküs (Moxoene). Mahmud Han, junto con Bedirhan Bey, de Cizre-Botan, se había rebelado contra el Estado otomano en 1847, por lo que se exilió en Rusçuk, Bulgaria. Los parientes de Mah­ mud Han no actuaron solos; incluso que hayan dado o no el golpe fatal está sujeto a debate.

* Traducción del inglés de Agnes Mondragón Celis. 1 Para los detalles del asesinato y su encubrimiento, véase Eremia Tevkants, Chanabarhordu- tyun.

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Teniendo poco más que evidencia débil para trabajar, el reporte policia­ co original no ofreció conclusiones, pero sí encontró a un grupo de actores más sospechoso que a los otros: el clero armenio en Ajtamar. Lo más proba­ ble es que sus dudas hayan estado fundadas. Después de una serie de in­ vestigaciones e intentos de juicios que duraron bastante más de una década, el sucesor de Bedrós, Jachadur Shiroián, fue exonerado. Es más que probable que haya sido cómplice del asesinato. De acuerdo con las fuentes interrogadas por el obispo viajero mencionado, Jachadur y una camarilla de religiosos de alto rango provocaron un golpe de Estado y, con el fin de evitar cualquier revés, golpearon a Bedrós y lo dieron por muerto. Gravemente herido, Bedrós fue llevado al hogar de su sobrino para recuperarse. Fue entonces cuando los parientes de Mahmud Han, aliados cercanos de Jachadur, entraron a la casa y terminaron el trabajo. Si debemos basarnos en la historiografía tradicional de los armenios en el Imperio Otomano, mucha de la cual está escrita desde la perspectiva de narrativas nacionalistas en competencia, esta historia no tiene sentido. Ja­ chadur gobernó como el último catholicós de Ajtamar desde el asesinato de Bedrós en 1864 hasta su propia muerte en 1895. Este periodo en particular se ha reducido en muchos relatos a la “cuestión armenia”, un modo de análisis que privilegia la capacidad de acción de los actores poderosos, en particular los Estados europeos, y presenta a los armenios como víctimas pasivas, sin voz, esperando con ansias a un salvador.2 Además, estos enfoques caracterizan a los armenios y a sus vecinos mu­ sulmanes como grupos étnicos delimitados, sin una política interna. Aisla­ dos del resto de la sociedad como una comunidad verticalmente integrada y acotada, los armenios (de la misma forma que los kurdos y otros no tur­ cos) son excluidos con facilidad de la narrativa otomana en el sentido más amplio, sus experiencias históricas son descontextualizadas y puestas en la periferia de la gran narrativa otomana-turca. Mientras que la bibliografía académica seria ha cuestionado críticamente la gran metanarrativa nacio­ nal, sus ecos aún se perciben en la historiografía, especialmente en el tema de los otomanos no musulmanes.

2 Considérese, por ejemplo, el capítulo escrito por el fallecido Hagop Barsoumian en R. Ho­ vannisian (ed.), The Armenian People from Ancient to Modern Times, Volume II: Foreign Dominion to Statehood, the Fifteenth Century to the Twentieth Century, Nueva York, Palgrave, 2004.

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Para entender no sólo porqué Jachadur decidió asesinar a su predecesor, sino también porqué los parientes de un poderoso emir kurdo lo ayudarían en esta tarea, se requiere ubicar el crimen en el contexto más amplio de la sociedad y la política otomanas. Para eso es necesario considerar no sólo a los armenios, sino también agrega a la institución con la que tuvieron mayor interacción y a través de la que fueron gobernados por el Estado otomano —a saber, la Iglesia Apostólica Armenia— para contar una historia otomana. En este breve ensayo, entonces, situaré las acciones de Jachadur en tal con­ texto. Esto aportará un modelo para reintegrar a los armenios en el pasado otomano que, al recuperar la complejidad de ese sistema político imperial, tiene el potencial para desafiar muchos de los supuestos e interpretaciones prevalentes en el estudio de la historia del Imperio. Específicamente, el intento de comprender el asesinato y la exoneración exitosa de Jachadur permitirá un conocimiento profundo de cómo funcionaba el modelo impe­ rial otomano y qué tan limitados eran estos modelos y repertorios. En pri­ mer lugar, debemos entender qué estaba en juego tanto para Jachadur como para Bedrós.

Reordenar el Imperio

Mientras que, como se mencionó arriba, al escribir sobre los armenios en el Imperio tardío se tiende a poner énfasis en la llamada cuestión armenia y, por extensión, en el genocidio durante la Primera Guerra Mundial, la histo­ riografía otomana está absorta en debates alrededor del periodo Tanzimat. Mientras que existe un amplio consenso sobre lo que el Tanzimat implica­ ba —fue un “reordenamiento” del Imperio que buscaba reformarlo a tra­ vés de una política agresiva de centralización estatal, facilitada gracias a una racionalización de la burocracia imperial, cuyo objetivo era involucrarse más con los súbditos del sultán mediante la implementación de ciertos controles democráticos y algunos acercamientos a la igualdad religiosa— hay cierto debate sobre cómo debe definirse temporalmente. Algunos elementos de estos programas se probaron primero durante el reinado del sultán Mahmud II (r. 1808-1839), quien disolvió a los jenízaros en 1826. El proyecto, sin embargo, lo inició formalmente el sultán Abdülme­ cid en 1839 con la proclamación del edicto Tanzimat. El Islahat Fermanı de

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1856, publicado en parte bajo presión europea tras la Guerra de Crimea, impulsó el programa de reformas. El segundo edicto, que contenía detalles más concretos sobre la igualdad, también decretó que las principales comu­ nidades de no musulmanes, o millets, reorganizaran sus asuntos internos. En otro lugar he afirmado que esto, en parte, produjo lo que comúnmente se conoce como el sistema millet.3 En cualquier caso, el edicto de 1856 ani­ mó y contribuyó a estructurar una reforma que ya estaba en curso en el millet, al tiempo que hacía aún más profunda la relación entre una nueva generación de líderes políticos armenios y el Estado otomano.

Reordenar a los otomanos

En el gobierno otomano, las comunidades no musulmanas tradicionalmente gozaban de una amplia autonomía en sus asuntos internos, particularmente educación y religión. En teoría, un clérigo radicado en la capital, Estambul, dirigía a su respectiva comunidad —un patriarca para los armenios apostóli­ cos, uno para los griegos ortodoxos y un gran rabino (hahambası¸ )— y repre­ sentaba a la comunidad ante el sultán. Al llevar a cabo la doble función de un poder político ejecutivo y un pastor espiritual, sus cargos, como era pre­ visible, estaban sujetos a presiones tanto seculares como eclesiásticas. Dado que la Iglesia armenia fungía como un punto de contacto social y político entre el Estado imperial y sus súbditos armenios, la tensión entre las prerrogativas seculares y sagradas producía una política que en ocasio­ nes resultaba explosiva. Al mismo tiempo que el edicto de 1856 contribuyó a cristalizar aún más los parámetros de la autoridad de los millets, también buscó formalizar los distintos controles laicos sobre las prerrogativas eclesiásticas que existían en las comunidades religioso-políticas no musulmanas. Para finales del si­ glo xviii, el patriarcado se había convertido en una institución dominada en gran medida por un grupo de banqueros o sarrafs que se llamaban a sí mis­ mos “príncipes” (amirás).4 Mientras que el término amirá llegó a abarcar

3 Véase el primer capítulo de R. Antaramian, “In Subversive Service of the Sublime State”, tesis de doctorado, Universidad de Michigan, 2015. 4 Sobre este grupo, véanse H. Barsoumian, “The Armenian Amira Class of Istanbul”, tesis

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una amplia clase de élite que vivía principalmente en Estambul, fueron los sarrafs quienes inicialmente mostraron ser la fuerza política más poderosa. En muchas ocasiones ejercieron su poder al nombrar y quitar patriarcas. Los sarrafs normalmente ganaban dinero a través del sistema impositi­ vo imperial. Dada la naturaleza a veces difusa e inconexa del gobierno oto­ mano, los ingresos públicos tradicionalmente se recaudaban a través de arrendamientos. En este sistema, la labor de recaudación se subcontrataba a funcionarios que prometían remitir el dinero a la tesorería imperial. En la práctica, los puestos de gobierno se vendían al mejor postor; quien ofrecía más, obtenía el cargo. El ganador, sin embargo, necesitaba dinero en efec­ tivo para pagar por adelantado. Para esto, pedía un préstamo a un sarraf armenio, generalmente con una tasa de usura. Con su cargo comprado y pagado, el funcionario recién nombrado se marchaba a su puesto en las provincias, donde debía recaudar no sólo los suficientes impuestos para pagarle al sarraf, sino también para obtener un ingreso razonable para sí mismo, incluyendo a su comitiva, cuyos salarios debía sufragar. Los refor­ madores del Tanzimat identificaron correctamente a ésta como una fuente principal de quejas provenientes de las provincias. El papel de la Iglesia como intermediario político se extendía también a las provincias, donde los clérigos locales en ocasiones ocupaban puestos en los consejos locales y gozaban de acceso a los gobernadores y otros funcio­ narios. Además de ayudar en algunas áreas de la recaudación de impuestos, el clérigo provincial a menudo operaba proyectos empresariales que for­ maban parte de donaciones vinculadas con fundaciones religiosas (vakıf). A través de estas distintas rutas, en combinación con amplios controles so­ bre los feligreses locales, el clero en muchos casos lograba adquirir una in­ fluencia significativa y cultivar numerosas relaciones interpersonales —todo lo cual se reforzaba mediante una serie de vínculos con la metrópoli impe­ rial: Estambul—. Así, los retos a los que los reformadores se enfrentaban se extendían más allá de las fronteras de una comunidad religiosa definida de forma restringida, puesto que la Iglesia y su poder jerárquico estaban insertos en una confluencia de capital y poder político estatal. doctoral, Universidad de Columbia, 1980; P. Carmont, Les Amiras: Seigneurs de l’Armenie Ottomane, París, Salvator, 1999, y T. Azatean, Tatean kertastane, Estambul, s.e., 1955.

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Agentes de la reforma, entre el Imperio y la comunidad

Las reformas y los reformadores deben verse en este contexto más amplio. Su trabajo no era sólo el de secularizar el millet, como se ha afirmado.5 Las reformas, capaces de imponer restricciones a los actores armenios involu­ crados en redes de poder locales e imperiales, tenían entonces la posibili­ dad de implementar alguna forma de cambio en ese contexto imperial más extenso. No es coincidencia, por ejemplo, que el patriarcado hiciera uso de casi todos los recursos a su disposición para controlar al catholicosato de Sis (Kozan) al mismo tiempo que la Sublime Puerta se ocupaba de poner a los derebeys (señores del valle) de esa región bajo el control del gobierno central con más fuerza; las familias de los derebeys, en particular la familia Ko­ zanoglus,˘ eran aliadas políticas cercanas de la dinastía Ajapahian de catho­ licós, que dominó este cargo en Sis durante casi dos siglos. Este es el caso porque el proyecto de reforma, tanto en el ámbito del Imperio como del millet, fue escrito casi exactamente por las mismas perso­ nas. El asesor personal de Mehmet Resid¸ Pasha, el arquitecto principal del primer Tanzimat, fue un armenio llamado Hagop Grjigian. Grjigian, hijo de un amirá, encabezó una reforma temprana en las décadas de 1840 y 1850 dentro del patriarcado para crear una figura ejecutiva laica que admi­ nistrara la mayoría de los asuntos del millet.6 Fuad y Alí Pasha, quienes aprendieron de Resid¸ Pasha y lo sucedieron, ayudaron a dirigir la segunda ola de reformas del Tanzimat. Entre sus asesores más cercanos estuvieron Nahabed Rusinián, Serovpe Vichenián y Krikor Odián, quienes estaban involucrados en los niveles más altos del diseño de políticas estatales. ­Vichenián, por ejemplo, acompañó a Fuad Pasha en su misión a Líbano en 1861 para resolver el conflicto maronita-druso, mientras que Odián fue el arquitecto principal de la Constitución otomana de 1876, que algunos con­ sideran el apogeo del periodo Tanzimat. Fueron esos mismos hombres, cuyas carreras incluyeron puestos tanto en la Sublime Puerta como en el patriarcado armenio de Estambul, quienes crearon e implementaron las

5 V. Artinian, “A Study of the Historical Development of the Armenian Consitutional System in the Ottoman Empire, 1839-1863”, tesis doctoral, Brandeis University, 1969. 6 Una fuente armenia llega incluso a afirmar que Grjigian, y no Resid¸ Pasha,¸ fue el autor prin­ cipal del primer edicto Tanzimat. H. Siruni, Bolis ev ir dere, Antilias, 1967, pp. 205.

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políticas principales del Tanzimat dentro de los confines delmillet : la Cons­ titución Nacional Armenia.

Reordenar el millet

Como se mencionó, la Constitución Nacional Armenia (Azgayin Sahmana- drutiune˘ Hayots) no fue fundamentalmente un asunto de secularización.7 Tampoco se trató de nacionalismo, como otros han afirmado.8 La Constitu­ ción representó, en primer lugar, el triunfo sobre los grupos pro-Tanzimat, a quienes se habían opuesto los sarrafs y sus aliados en el clero durante las décadas anteriores. Más importante aún, buscó transformar el millet en una estructura política ordenada que contribuyera a facilitar no sólo el control central sobre las provincias más lejanas del Imperio, sino también a incor­ porar mejor a los armenios en el proyecto de construcción del Estado, al estructurar y formalizar sus puntos de interacción con varios organismos gubernamentales y proveer controles democráticos más claramente defini­ dos sobre sus propios representantes, a saber, el clero. Como se mostrará más adelante, esto era potencialmente devastador para Jachadur. El documento, cuyos autores estaban enormemente influidos por las nociones francesas de libertad e igualdad, comenzaba con una declaración de derechos y responsabilidades que comprometía a los individuos arme­ nios (apostólicos) unos con otros. Después del preámbulo, la Constitución exponía su nueva visión de la comunidad armenia otomana, cuyas caracte­ rísticas principales pueden resumirse, a grandes rasgos, de la siguiente ma­ nera: 1) El patriarca de Estambul ya no es elegido por un grupo de adinerados, sino por el pueblo (indirectamente, a través de representantes electos); 2) los prelados provinciales (arajnord) son elegidos por el pueblo local y son res­ ponsables de abogar por sus feligreses ante el gobierno local; 3) la mayor parte del poder político (incluyendo el acceso tradicional al cargo de prela­ do) se remueve de las manos de los monasterios locales, cuyas finanzas y

7 Para un análisis más completo del documento y la política a su alrededor, véase el primer capítulo en R. Antaramian, “In Subversive…”, op. cit. 8 C. Findley, “Tanzimat”, en R. Kasaba (ed.), The Cambridge History of Turkey, volumen 4, Nueva York, Cambridge University Press, 2008, p. 29.

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liderazgo están ahora directamente subordinadas al patriarcado de Estam­ bul, y 4) el millet se reorganiza como una comunidad política ordenada que formaliza la autoridad y la jerarquía, sistematiza el acceso del pueblo al li­ derazgo del millet (y, por extensión, al gobierno imperial) y sujeta ese lide­ razgo a controles democráticos. Ese programa, si se implementaba exitosamente, significaría el probable fin de las prerrogativas de los clérigos y sus órdenes religiosas, las redes de po­der que los miembros del alto clero usaban para enriquecerse y empode­ rarse, y las alianzas que constituían el poder formal e informal en gran parte del Imperio. Muchos centros de la Iglesia armenia en el Imperio Otomano se rebelaron ante estas nuevas regulaciones y desafiaron abiertamente al patriarca de Estambul. Movilizaron una variedad de armas a su disposición. Es aquí, en medio de la tensión y el conflicto producidos por los programas de centralización estatal y racionalización de la burocracia imperial, donde debemos tratar de entender a Jachadur y el asesinato en Ajtamar.

Asesinar al obispo, eliminar la política

La apuesta de Jachadur por el liderazgo espiritual de Ajtamar y su diócesis, con todos los beneficios seculares, debe situarse en este contexto más am­ plio. La Catedral de la Santa Cruz en la isla de Ajtamar se convirtió, en la Edad Media, en un catholicosato de la Iglesia armenia. En teoría, sólo de­ bía haber un catholicós (en Etchmiadzín) pero, debido a un conjunto de contingencias, ha habido un puñado a lo largo de la cristiandad armenia.9 Los obispos que afirmaban ser catholicós, como el de Sis, reconocían la su­ premacía espiritual de Etchmiadzín a cambio del derecho a bendecir el san­ to crisma (Miurón), consagrar a sus propios obispos y supervisar sus diócesis con cierta autonomía. Para mediados del siglo xix, el patriarcado armenio de Estambul, que se había creado en el siglo xv para facilitar el gobierno de

9 Véase R. Antaramian, “In Subversive…”, op. cit., caps. 2-3 y M. Izmirlean, Hayrapetutiun Hayastaneats Surb Ekeghetsvoy ev Aghtamar u Sis, K. Polis, 1881, sobre la organización jerárquica de la Iglesia armenia. El “catholicós de todos los armenios” se encuentra en Etchmiadzín, bajo cuya jurisdicción está la mayoría de las diócesis y prelaturas. A los catolicosatos de Sis y Akdamar se les permitió el uso del término “catholicós de armenios”, como un reconocimiento de la superioridad espiritual de Etchmiadzín y su autoridad en asuntos de doctrina o fe.

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los súbditos armenios apostólicos del sultán, se había defendido de los de­ safíos a su autoridad temporal y adquirido mayor reconocimiento formal como el segundo poder, después de Etchmiadzín, en los reinos otomanos. Esto era crucial para justificar que los reformadores articularan los progra­ mas del Tanzimat en la metrópoli imperial, en tanto que, en teoría, debía haber resuelto potenciales disputas jurisdiccionales y allanado el camino para el establecimiento de un orden normativo. Sin embargo, los sistemas políticos imperiales son necesariamente hete­ rogéneos en su organización y están, por lo tanto, sujetos a un gran número de contingencias en el curso de su implementación. Mantener la diversi­ dad —aunque no la igualdad— fue un rasgo distintivo del gobierno otoma­ no durante siglos y fue fundamental para su dinamismo. Este conjunto de políticas gubernamentales no sólo se extendía a los no musulmanes, como hemos descrito arriba, sino también a las divisiones espaciales del Imperio. Los gobernadores y líderes locales gozaban de gran autonomía para mol­ dear sus propias —y con frecuencia distintas— periferias en el imperio. La metrópoli imperial toleraba la mayoría de estos arreglos, siempre y cuando se demostrara lealtad al trono y los impuestos recaudados se enviaran de manera apropiada. Las reformas del Tanzimat, elaboradas en respuesta a la creciente inefi­ ciencia de lo que alguna vez fue una forma de gobierno dinámica, busca­ ban establecer estructuras gubernamentales normativas y universales a lo largo y ancho del Imperio. Esto implicaba controlar sus fronteras, un proce­ so que provocó una serie de levantamientos durante el siglo xix. Ajtamar se ubicaba exactamente en esas fronteras. Aunque Ajtamar se encontraba en una isla en el lago Van, tenía ju­ risdicción sobre una serie de diócesis escondidas en el rincón más al sureste de Anatolia, cerca de la frontera con el Imperio Persa. Estas diócesis esta­ ban localizadas en áreas dominadas por los kurdos que, a través de su orga­ nización tribal y sus órdenes de derviches, tenían estructuras de poder que no podían incorporarse fácilmente al Estado centralizador. En consecuen­ cia, el clero armenio desarrolló vínculos profundos con los emires kurdos y sus familias. Bedrós, que había ascendido al trono en 1858, era receptivo a los pro­ yectos de reforma que se redactaban en la capital. Por ejemplo, su consa­

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gración en 1858 no debía comenzar sin permiso del patriarca de Estambul —para lo cual Bedrós mismo quería esperar—; sin embargo, una camarilla de clérigos lo obligó a proceder con la ceremonia antes de la autorización de Estambul. Estos clérigos eran Hagop Jizantsi, Ghazar y, por supuesto, Jachadur. Durante su breve reinado, Bedrós hizo lo posible por controlar los exce­ sos de sus colegas más corruptos. Como miembros de la orden sacerdotal de Ajtamar, la inmensa mayoría de los clérigos había llegado al monasterio en la infancia. Por lo tanto, fueron iniciados desde muy temprana edad en la política y las controversias del monasterio, y la implacable competencia que esto provocaba fomentó el establecimiento de relaciones profundas, mutuamente benéficas, con otros líderes locales. Éstos eran, por supuesto, comerciantes y distintos notables y emires kurdos. Así, los esfuerzos por controlar a Jachadur y su grupo (a quienes Bedrós acusaba de mültezim, o recaudadores de impuestos, un adjetivo especial­ mente despectivo para los armenios en esa época) ponían en peligro la exigencia de más de un clérigo por bendecir el santo crisma. Si el aparato estatal invasor lograba penetrar y reordenar a una parte de la élite provin­ cial, la totalidad de esta sociedad construida con delicadeza podía desinte­ grarse. Bedrós tuvo que morir para mantener lejos al patriarcado y al Estado central. La forma en que Jachadur obtuvo la exoneración y reforzó su posi­ ción refleja estas consideraciones.

Conclusión: asesinar sin ser castigado

Al enterarse del asesinato, el patriarcado armenio de Estambul envió a dos prelados de las cercanías para dirigir una investigación y apoyar a la policía local. En su reporte al patriarcado, afirmaron que Bedrós no había hecho un buen trabajo gobernando Ajtamar y, por lo tanto, era probable que fuera responsable de su propia muerte. Ésta era, por supuesto, una historia que Jachadur y su grupo llevaban algún tiempo contando. La razón de lo ante­ rior, como nos enteramos más tarde, fue que los aliados de Jachadur —va­ rios comerciantes adinerados y conservadores de Van y Ajtamar— habían sobornado a miembros de alto rango de la Iglesia y el gobierno para garan­ tizar esa fabricación.

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Para Jachadur, la exoneración fue de la mano del fortalecimiento de su posición en Ajtamar y, simultáneamente, de la promoción del vínculo entre el capital y la política, mientras que ensanchó la distancia social entre la metrópoli y la periferia. Los sobornos le concedieron el tiempo necesario antes de que las autoridades eclesiásticas en Estambul recrearan la diócesis de Ajtamar a su propia imagen. En primer lugar, colocó a sus aliados en puestos clave y expulsó del sacerdocio a sus enemigos. En segundo lugar, trasladó el control de muchos monasterios menores de su catholicosato a gente laica involucrada en la política local.10 Estas acciones aislaron aún más las instituciones del catholicosato del alcance del patriarcado de Es­ tambul, vincularon todo a la persona de Jachadur y subordinaron más a los armenios en esas diócesis a los emires kurdos, al mantener a raya al Estado imperial otomano. Haber hecho tal cosa convirtió en imposible la correcta investigación del crimen. Incapaces de mostrar evidencia alguna, las autoridades ecle­ siásticas declararon inocente a Jachadur en 1876. Gobernó Ajtamar como el último catholicós hasta su muerte en 1895. Al momento de su muerte, su diócesis se había despoblado en gran medida de armenios. Al estar ausen­ tes las instituciones activas que los vincularían al Estado otomano o crea­ rían algún tipo de influencia en la política local, la mayoría se mudó al Imperio Ruso. Jachadur, temiendo sufrir el mismo destino, nunca consagró a otro obispo que un día se convirtiera en catholicós. Pero Jachadur había ganado. Al instrumentar los reclamos de jurisdic­ ción, manipular las fronteras del Imperio, legalmente pluralistas, y ampliar la brecha social y política entre el centro y la periferia, no sólo obtuvo el cargo y la exoneración, sino que también demostró, a través de las instituciones armenias, qué tan complejo era el sistema político otomano en realidad.

10 La Constitución proscribió muchas de estas acciones.

43 Deportados armenios transportados en vagones para ganado.

“Los armenios no son el único subdito de Turquía que ha sufrido por la política de hacer de Turquía un país exclusivo para los turcos. Lo que he contado acerca de los armenios se podría repetir con ciertas modificaciones para los griegos y los asirios”. Foto y extracto en Me- morias de Henry Morgenthau, Embajador de Estados Unidos en Turquía durante el genocidio, (1919: 49-50). Dossier

El genocidio armenio, ¿radicalización bélica o proceso continuo premeditado?

Richard G. Hovannisian*

a Primera Guerra Mundial fue un parteaguas, un momento definitorio Lpara la historia de Armenia. Sus efectos fueron inauditos en el sentido de que sus resultados lograron lo que ninguna otra guerra, invasión u ocu­ pación había conseguido en más de tres mil años de existencia de Armenia. Esta desgracia fue la eliminación física del pueblo armenio y de gran parte de las evidencias de su vida en la gran zona montañosa conocida como la Planicie Armenia, región a la cual el perpetrador renombró Anatolia Orien­ tal. Como portadores de una formidable historia cultural y militar, los arme­ nios también han pasado por repetidos episodios de pruebas y tribulaciones, oleadas de masacres, cautiverio y exilio, pero aun en su momento más os­ curo, siempre habían sobrevivido en número suficiente como para revivir, re­construir y seguir adelante.

La ética de la guerra total

La tecnología y la totalidad de los conflictos armados que marcaron el siglo xx cambiaron esta realidad y facilitaron no sólo los regímenes opresivos, sino también las campañas de aniquilación del grupo oprimido en cuestión. Con frecuencia se asocia la guerra total y el genocidio con la modernidad y la industrialización, pero incluso en el retrógrado Imperio Otomano de 1915 la posesión de un solo telégrafo fue una ventaja significativa para los victimarios, ya que les permitió asegurar la coordinación de sus operaciones

*Originalmente publicado en Richard Hovannisian (ed.), The Armenian Genocide. Cultural and Ethical Legacies, Transaction Publishers, Nueva Jersey, 2007. Traducción del inglés de Elizabeth Flores.

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de vigilancia y posterior genocidio, contribuyó a que Talat Pasha, desde el Ministerio del Interior, coaccionara e intimidara a funcionarios reacios a unir­se a él, y posibilitó mantener bien informados al doctor Behaeddin Sha­kir y a otros miembros del comité central del partido de los Jóvenes Tur­cos a cargo de supervisar el proceso de limpieza étnica. La mezcla de una mentalidad nacionalista xenófoba y una ética de gue­ rra absoluta resultó en una atmósfera letal de la que los armenios no podían escapar. En años recientes ha surgido un interés renovado por el concepto de la guerra total, una estrategia que considera todos los recursos del ene­ migo como blancos válidos y que justifica su ataque para desmoralizar a las fuerzas armadas y a la población del oponente y así obtener una victoria lo más rápida posible. Términos como “daño colateral” o “tratamiento de cho­que” actualmente se utilizan como eufemismos para hablar de muertes civiles en época de guerra, generalmente con la intención de hacer una demostración tan desmesurada de poder que haga colapsar al supuesto enemigo. Por supuesto, no es necesario voltear la mirada a las operaciones militares en Panamá, Serbia o Irak para encontrar tales ejemplos, ya que muestras de este tipo se pueden hallar, en su totalidad o en parte, mucho antes, en el Blitzkrieg alemán, en los bombardeos de saturación de Dres­ den y Leipzig, y en las bombas sobre Hiroshima y Nagasaki. Algunos académicos han relacionado tales tácticas con las de la escuela militar de Prusia y quizá específicamente con Helmuth von Moltke y su es­trategia de una manifestación de fuerza tan abrumadora como la demos­ trada en la ofensiva prusiana contra Dinamarca, Austria-Hungría y Francia en el proceso de unificación alemana.1 Von Moltke había fungido antes como asesor militar en el Imperio Otomano: ayudó al sultán en la reorgani­ zación de sus ineficientes y obsoletas fuerzas armadas, introdujo el modelo prusiano y la estructura de un ejército regular con el apoyo de reservas y una gendarmería o guardia nacional. El modelo prusiano se aproximaba al concepto de guerra total, que más tarde sería adoptado en el Imperio Oto­ mano aun antes de la Primera Guerra Mundial. Se ha insinuado que el principio de la guerra total es aplicable tanto en guerras pequeñas como en

1 Véase, por ejemplo, J.J. Reid, “Total War, the Annihilation Ethic, and the Armenian Geno­ cide, 1870-1918”, en R.G. Hovannisian (ed.), The Armenian Genocide: History, Politics, Ethics, Nue­ va York, St. Martin’s Press, 1992, pp. 29-30.

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grandes conflagraciones. Los levantamientos crónicos en la zona de los Bal­ canes durante el siglo xix podrían considerarse como situaciones de “gue­ rra pequeña”, en la que participaron distritos insurgentes y miembros de grupos guerrilleros ante los cuales el sultán otomano respondió con tácticas de guerra total a escala local. Algunos destacamentos militares regulares se unieron a cuerpos irregulares más numerosos para atacar a todos los ele­ mentos del grupo sublevado, independientemente de que estuvieran o no in­volucrados en los enfrentamientos. Así, la masacre de pueblos enteros de población griega, serbia y búlgara como una forma de aplastar los levanta­ mientos y preservar el estatus se convirtió en un modelo definido y recono­ cible de tácticas de guerra. En tales casos, la participación de las fuerzas armadas formales podría ser sólo complementaria del bashibozouk y las uni­ dades irregulares de caballería que se usaban en general.2 El modelo de guerra total en pequeño también resultó adecuado para describir, a una escala mayor, las masacres generalizadas de armenios en las provincias asiáticas del Imperio Otomano durante la década de 1890. Du­ rante esos años, decenas de miles de armenios perdieron la vida y casi todas las comunidades armenias sufrieron enormes pérdidas materiales indivi­ duales y colectivas. Las fuerzas armadas con frecuencia se quedaban de brazos cruzados en la periferia mientras turbas enloquecidas de kurdos y musulmanes refugiados (muhajirs) del Cáucaso y los Balcanes desataban su ira contra negocios, vecindarios y pueblos armenios, además de cualquier armenio que no hubiera logrado huir o esconderse. El caos duraba de un día a una semana, pero eventualmente el ejército regular terminaba inter­ viniendo para restablecer el orden. El sultán Abdul Hamid II le había dado una terrible lección a los armenios, cuyos líderes habían solicitado la inter­ vención de agentes externos para presionar al sultán con el fin de que apro­ bara reformas que aseguraran el bienestar de las vidas y las propiedades armenias en un momento de mucha inseguridad y arbitrariedades.3

2 Ibid., pp. 31-37. 3 Para consultar los extensos materiales existentes sobre las masacres de 1894-1896, véanse las siguientes colecciones de documentos: Gran Bretaña, Parlamento, Sessional Papers, 1895, vol. 109, c. 7894, Turquía, núm. 1, parte 1, 7894, y parte 2, 7894-1; 1896, vol. 95, c. 7927, Tur­ quía, núm. 2; vol. 96, c. 8108, Turquía, núm. 8; 1897 vol. 101, c. 8305, Turquía, núm. 3; Francia, Ministère des Affaires Etrangères, Documents diplomatiques: Affairs arméniennes, 1893-1897, y Supplément, 1895-1896, París, Imprimerie Nationale, 1897; Alemania, Auswärtiges Amt, Die

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Sea que se vean o no las masacres hamidianas de la década de 1890 co­ mo una adopción de tácticas de guerra total en un contexto de “guerra pequeña” (tácticas que también se utilizaron para obligar a jefes musulma­ nes semiautónomos a someterse al poder del sultán), no queda duda de que la Primera Guerra Mundial fue de hecho una “gran guerra” en la que prevale­ció la ética de la guerra total, con todo lo que ello implica. Ya no eran primordialmente turbas irregulares las que llevaban a cabo las opera­ ciones, aunque siempre estaban presentes, sino más bien las fuerzas arma­ das regulares y las siniestras organizaciones especiales que funcionaban bajo la auto­ridad del comité central de los Jóvenes Turcos y especialmen­ te del Ministerio de Guerra, con Enver Pasha a la cabeza, y el Ministerio del Inte­rior, a cargo de Talaat Pasha. Ahora, el efecto de la guerra total cayó con toda su fuerza sobre los enemigos: casi todos los armenios, sin importar su edad, sexo, estatus económico o denominación religiosa, se volvieron blancos a ser eliminados, al mismo tiempo que eran despojados de todas sus posesiones tanto personales como comunitarias. El resultado fue un genocidio.4

¿Limpieza étnica gradual o genocidio premeditado?

En gran medida, casi todos los académicos serios admiten que las masacres de la década de 1890 se intensificaron hasta convertirse en un genocidio en 1915. Lo que aún está a discusión es si el genocidio fue premeditado antes del estallido de la Primera Guerra Mundial en 1914 o si las políticas de la

Grosse Politik der europäischen Kabinette, 1871-1914, 40 vols., Deutsche Verlagsgesllschaft für ­Politik und Geschicte, Berlín, 1922-1927, vols. 10 y 12 passim. Para una bibliografía útil, véase G.N. Shirinian, “The Armenian Massacres of 1894-1897: A Bibliography”, Armenian Review, vol. 47, núm. 1-2, 2001, pp. 113-164. 4 La investigación sobre el genocidio armenio es vasta: para bibliografías selectas, incluyendo trabajos negacionistas, consúltense las siguientes fuentes: R.G. Hovannisian, The Armenian Holo- caust: A Bibliography Relating to the Deportations, Massacres, and Dispersion of the Armenian People, Cambridge, Armenian Heritage Press, 1980; del mismo autor, “The Armenian Genocide: A Cri­ tical Bibliographic Review”, en I. Charny (ed.), Genocide: A Critical Bibliographic Review, vol. 1, Londres, Mansell y Nueva York, Facts on File, 1988, pp. 89-115, y del vol. 2, 1991, los siguientes textos: R. Smith, “Denial of the Armenian Genocide”, pp. 38-85, y V.N. Dadrian, “Documenta­ tion of the Armenian Genocide in Turkish Sources”, pp. 86-138.

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“gue­rra total” simplemente se desarrollaron de forma natural después de la en­trada de Turquía en el conflicto y las cosas luego empeoraron a causa de las distintas medidas represivas, y la decisión de deportar a la mayor parte de la población armenia fue deteriorándose o radicalizándose hasta llegar a las formas más extremas de persecución y alcanzar el punto de no retorno: el genocidio. En su gran mayoría, los investigadores occidentales como Jay Winter, Norman Naimark, Ronald Suny y Donald Bloxham defienden esta última postura. Aunque explican que, al mezclarse con las otras variables, las con­ diciones de la guerra total condujeron al genocidio armenio, esto no niega necesariamente la preexistencia del deseo turco de deshacerse de los ar­ menios, como los nazis querían deshacerse de los judíos. Sin embargo, sostienen que sin la Gran Guerra, no habría ocurrido —o no podría haber ocurrido— el genocidio. Por otra parte, la mayoría de los expertos en Ar­ menia y muchos de sus colegas estadounidenses y europeos, como Yves Ternon, Vahakn Dadrian y Tessa Hoffman creen que el genocidio fue premeditado y que la sentencia de muerte contra el pueblo armenio ya se había dictado de forma figurativa en las reuniones secretas de los dictado­ res Jóvenes Turcos antes de que el Imperio Otomano entrara en la guerra como aliado de Alemania. Aseguran que en los círculos más altos de las filas del Ittihad ve Terakki (Comité de Unión y Progreso, cup) ya se ha­ bían diseñado varios planes para lidiar con los armenios; sin embargo, to­ dos están de acuerdo en que la guerra creó las condiciones necesarias para que el genocidio se pusiera en marcha, sea que el plan haya sido anterior o que haya evolucionado conforme la guerra progresaba. El intento que hizo el ministro de Guerra Enver Pasha en diciembre de 1914 por rodear al ejército ruso en Sarikamish y así lograr una victoria rápi­ da en el Cáucaso y avanzar hasta Bakú e incluso más allá refleja la estrate­ gia de arriesgarse en una ofensiva muy amplia para tomar al enemigo por sorpresa, quebrar la moral militar y civil y surgir victorioso. Pero Enver desestimó el consejo de sus asesores y lanzó a 90 mil hombres a una cam­ paña imposible en medio de una nevada. Algo que décadas atrás había servido tan bien al ejército prusiano preconizaría la derrota y la humillación del generalísimo Enver en la primera semana de enero de 1915, cuando volvió a Constantinopla-Estambul fingiendo haber vencido, pero ardiendo

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en humillación y rabia.5 A pesar de los elogios que hizo de las tropas arme­ nias involucradas, fueron los armenios quienes servirían como chivos ex­ piatorios. Entre los primeros pasos reconocibles hacia la solución final turca a la cuestión armenia estuvieron las órdenes de sacar a los armenios de los grupos paramilitares locales, de las gendarmerías y de la mayoría de los puestos, de segregar a los soldados armenios otomanos a los batallones de trabajo no armados —en donde la mayoría morirían o serían asesina­ dos—, y la decisión tomada en marzo de 1915 de deportar a los armenios orgullosos y desafiantes del reducto montañoso de Zeitún (Zeytún) en la región de Cilicia.6 No puedo afirmar que tengo todas las respuestas a todas las preguntas concernientes al genocidio armenio. Aquí únicamente intentaré ofrecer un panorama de los argumentos y la evidencia relativos a los temas de la inten­ ción, premeditación y coordinación. Por lo menos hasta que se divulguen los registros del gobierno otomano, del comité central de los Jóvenes Tur­ cos y de la organización especial (Teshlikat-i Mahsusa) —si es que existen—, y hasta que sea posible examinar a conciencia estos registros, no es posible realizar una determinación final sobre la cuestión de la premeditación. En el momento actual, debemos conformarnos con los recuerdos, los testimo­ nios de funcionarios armenios, turcos y de otro origen; reportes de personal extranjero, diplomático, religioso y humanitario; recopilaciones incomple­ tas y con frecuencia editadas de documentos, además de relatos y diarios no confirmados e impugnados, si bien probablemente verídicos en gran medida, y evidencia circunstancial. En mis cursos sobre historia armenia moderna, presento argumentos a favor y en contra de un continuum del intento genocida y afirmo que estos argumentos no son mutuamente excluyentes. El genocidio de 1915, creo, fue cualitativa y cuantitativamente distinto de las masacres hamidianas de la década de 1890. El régimen hamidiano utilizó el pillaje y la masacre en

5 Sobre la fallida campaña de Enver, véanse W.E.D. Allen y P. Muratoff, Caucasian Battle- fields, Cambridge, Cambridge University Press, 1953, pp. 240-283, y R.G. Hovannisian, Armenia on the Road to Independence, 1918, Berkeley y Los Ángeles, University of California Press, 1967, pp. 45-46. 6 Véase, por ejemplo, C.J. Walker, Armenia: The Survival of a Nation, Londres, Croom Helm, 1980, pp. 203-205.

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un intento desesperado y fútil por preservar el estatus, es decir, por man­ tener a flote el barco de un Estado que se hundía. Las fuerzas leales al sultán Abdul Hamid intentaron castigar a los armenios por buscar la in­ tervención europea, por causar un atraso económico y así alterar el equili­ brio demográfico y avanzar el proceso de islamización, pero es poco probable que el sultán pensara que podía simplemente erradicar a todos los armenios. Por otra parte, el ala extremista del cup no quería mantener el estatus, sino alterarlo de forma radical y crear una nueva sociedad basada en una única identidad etno-religiosa, lingüística y cultural. Al abrazar el concepto del turquismo, el grupo de Talaat-Enver-Shakir-Nazim rechazó el sistema anterior de una sociedad plural y el sistema de división por fes religiosas del millet. En vez de ello, buscaron la manera de acelerar la llegada de un nuevo orden en el que los armenios, junto con asirios, griegos y otros gru­ pos no turcos y no musulmanes tenían que asimilarse por completo o ter­ minar siendo eliminados, de una u otra manera. De ahí se desprende que hay diferencias esenciales entre lo que ocurrió en la década de 1890 y lo que ocurrió bajo el manto de la Primera Guerra Mundial. Pese a dicha diferencia, todo el periodo desde 1890 (quizá incluso des­ de 1870) y hasta la década de 1920, constituyó una continuación de las políticas de limpieza étnica, conversión religiosa forzada y desarmeniza­ ción del Imperio Otomano y la República de Turquía. A través de este periodo, los armenios fueron despojados de sus tierras, pueblos enteros fueron obligados a convertirse bajo amenazas de muerte y destrucción y un número creciente de personas huyó o emigró a otros lugares. A las mor­ tíferas incursiones tras la guerra ruso-turca de 1877-1878 y el retiro ruso de Erzerum, Bayazid y Alashkerd siguió la masacre indiscriminada en Sasún en 1894, lo que obligó a las reticentes potencias europeas a volver al tema de la cuestión armenia. Luego vendrían las masacres generales de 1895- 1896, que afectaron virtualmente a todas las ciudades, pueblos y aldeas en las seis provincias armenias otomanas y las regiones adyacentes. Muchos miles de personas resultaron muertas o heridas en los ataques e incendios de los distritos y aldeas armenias. Esta mortal violencia dio paso al infierno de Cilicia en 1909, en que se calcula que murieron entre veinte mil y treinta mil armenios, y toda la población del vilayet de Adaná y los conda­

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dos del norte de Alepo (Aintab y Marash) sufrieron terriblemente.7 Fue cinco años después de esa ronda de derramamiento de sangre cuando co­ menzó la destrucción en masa de los armenios del Imperio Otomano, du­ rante el primer año de la Gran Guerra. Por lo tanto, puede concluirse que ambas interpretaciones se pueden argumentar sólidamente: hacer una distinción clara y definitiva entre las masacres del sigloxix y el genocidio del xx, así como trazar un continuum del uso creciente de la fuerza desen­ frenada que alcanzó su máxima expresión en 1915-1916.

La degeneración de la guerra

¿Fue el genocidio armenio algo premeditado fuera del contexto de la tota­ lidad de la Primera Guerra Mundial y puede considerarse como una política fundamental que ligó el siglo xix con el xx y a los regímenes aparentemen­ te disímiles de los sultanes, los ittihadistas y los kemalistas? Hay expertos que no están de acuerdo. Sostienen que sin la guerra no habría ocurrido y, de hecho, no podría haber ocurrido el genocidio. En el desarrollo de su tesis sobre la “guerra total”, el historiador estadounidense Jay Winter describe el genocidio armenio como un proceso gradual. Duda de que haya existido una decisión u orden única de aniquilar a la población armenia. Al fracaso de Enver en Sarikamish le siguió el atrevido plan británico de sacar a Tur­ quía de golpe de la guerra atacando la capital otomana a través de la penín­ sula de Galípoli en la primavera de 1915. Estos factores sólo se sumaron a la sensación de peligro y temor en la junta de los Jóvenes Turcos y desen­ cadenaron la decisión de deportar a los armenios. Winter explica:

Lo que convirtió un crimen de guerra en un acto genocida fue el contexto de la guerra total, un contexto que transformó rápidamente una deportación en el asesinato masivo, el abuso y la muerte por inanición de toda una población ét­ nica que podía presentar problemas para un régimen autoritario en guerra […]

7 Véase Hakob Papikian [Hagop Babigian], Adanayi egherne [The Adana Calamity], Constan­ tinopla, Kilikia, 1919; D.Z. Ferriman, The Young Turks and the Truth about the Holocaust at Adana in Asia Minor during April, 1909, Londres, n.p., 1913; M. Seropian, Les vêpres ciliciennes, Alejandría, Della Roca, 1909; C.J. Walker, op. cit., pp. 182-189; V.N. Dadrian, History of the Armenian Genocide: Ethnic Conflict from the Balkans to Anatolia to the Caucasus, Providence, Berghahn Books, 1995, pp. 179-184.

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La guerra total comprendía la aniquilación de la distinción ente blancos civiles y militares y el uso indiscriminado del terror para suprimir a grupos nacionales sospechosos de ofrecer apoyo tácito o activo al enemigo.8

Aunque esta evaluación parece lógica, permanece la cuestión de por qué incluso esta sensación de peligro encendería la furia de todo el Estado con­ tra los armenios indefensos de los distritos occidentales de Anatolia en don­ de no constituían más de 2 o 3 por ciento de la población total. Al igual que Winter y con un enfoque de alguna forma análogo a las in­ terpretaciones “intencionalistas” y “funcionalistas” que se utilizan en el estudio del Holocausto, Norman Naimark concluye:

El genocidio se planeó dentro del peligroso vórtice del nacionalismo ittihadis­ ta, el resentimiento contra los armenios y la movilización para la guerra. No hubo una orden o reunión, o acción única que iniciara los eventos. Como fue en gran medida el caso del Holocausto, es difícil encontrar y señalar de forma precisa las órdenes desde lo alto; es difícil documentar las fechas precisas del comienzo del genocidio y las iniciativas inequívocas que lo desataron.9

Bien puede argumentarse en contra de este eco de la interpretación “funcio­ nalista”, pero hasta que no haya un acceso completo a los registros turcos, tales objeciones deben apoyarse en gran medida en evidencia circunstan­ cial y los reportes y declaraciones de terceras partes, sean éstas defensoras u opositoras del régimen de los Jóvenes Turcos. Ronald Suny argumenta que los Jóvenes Turcos se concebían a sí mis­ mos como líderes de un Imperio sitiado más que de una nación turca cuyo corazón estaba en la Planicie Armenia. Su anhelo no era sólo preservar el Imperio por medio de una transformación radical de su composición y ca­ rácter, sino extenderlo a todo el Cáucaso e incluso probablemente a Asia Central. El genocidio armenio, dice, fue “una importante decisión estraté­ gica hecha por la élite en el poder”, como un “último esfuerzo desesperado

8 J. Winter, “Under Cover of War”, R. Gellately y B. Kiernan (eds.), The Specter of Genocide, Nueva York, Cambridge University Press, 2003, p. 208. 9 N.M. Naimark, Fires of Hatred: Ethnic Cleansing in Twentieth-Century Europe, Cambridge, Har­ vard University Press, 2001, p. 28.

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por revivir y expandir el imperio”.10 Suny no considera que el genocidio haya sido una extensión natural e inevitable del odio turco racial o religioso por los armenios. Concluye diciendo:

Más que un plan de exterminio cuidadosamente orquestado y largamente pla­ neado, el genocidio armenio fue un acto vengativo y determinado de supresión que evolucionó hacia una política oportunista para eliminar a los armenios de Anatolia de una vez y para siempre, eliminando así el espacio que éstos signifi­ caban para la intervención extranjera en la región y abriendo camino hacia el sueño fantástico de un Imperio Turanio.11

El historiador británico Donald Bloxham también considera que la mortífera atmósfera creada por la derrota y los temores del ejército turco fueron el dis­ parador del genocidio. La derrota en Sarikamish y las dificultades en todos los otros frentes crearon una “crisis existencial” en el Imperio Otomano. “En vista de estas extrañas circunstancias, podríamos sugerir que las medidas an­ tiarmenias tomadas durante la guerra tuvieron su origen en el momento mis­ mo de la guerra, o que si fueron planeadas con antelación, esto fue en términos de contingencia”.12 Y apunta:

El genocidio implica matanzas masivas, continuas e indiscriminadas, y con frecuencia un periodo de transición del asesinato de individuos, aun en gru­ pos grandes, a grupos enteros. Es extremadamente difícil señalar el momento preciso dentro del periodo de radicalización en el cual un marco estatal, que es evidentemente permisivo con asesinatos y atrocidades, se vuelve explícita­ mente genocida; además de que es improbable que algún día se llegue a de­ terminar con certeza.13

Sin embargo, para la primavera de 1915, la amenaza de los Aliados era ya tan grave y las medidas antiarmenias paralelas tan intensas que comenzó a cristalizarse un programa genocida.

10 R.G. Suny, “Empire and Nation: Armenians, Turks, and the End of the Ottoman Empire”, Armenian Forum, vol. 1, núm. 2, 1998, p. 17. 11 Ibid., p. 46. 12 D. Bloxham, “The Beginning of the Armenian Catastrophe: Comparative and Contextual Considerations”, en H.L. Kieser y D.J. Schaller (eds.), Der Völkermord an den Armeniern und die Shoah/The Armenian Genocide and The Shoah, Zurich, Chronos, 2002, p. 104. 13 D. Bloxham, The Great Game of Genocide: Imperialism, Nationalism, and the Destruction of the Ottoman Armenians, Oxford, Oxford University Press, 2005, p. 95.

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A la vez los líderes del cup llegaron a una posición en la que no tenían nada que perder, dado que su culpa criminal ya había sido expuesta en plataformas internacionales [en las proclamaciones públicas de los poderes Aliados en mayo de 1915], y además finalmente tenían —según su propia percepción— el incentivo extra de la “provocación” externa para resolver por completo el pro­ blema del “enemigo interno”. Bloxham concluye: “La naturaleza misma de las deportaciones es eviden­ cia suficiente de la intención genocida, si es que es necesario buscarla”.14

El genocidio armenio como una continuación

La mayoría de los académicos en Armenia ha sostenido que la destruc­ ción de la población armenia en el Imperio Otomano comenzó mucho an­ tes de la Primera Guerra Mundial y que el plan específico para el genocidio de 1915 fue trazado antes del estallido de las hostilidades. Mkrtich Nersis­ yan, Ruben Sahakyan, Jon Kirakosyan y Ervand Sargsyan, quienes estuvie­ ron entre los primeros historiadores armenio-soviéticos en escribir sobre lo que había sido un tema tabú hasta entonces en la Unión Soviética, señalan una línea continua desde la década de 1870 y, utilizando diversas fuentes y documentos occidentales, argumentan que el fundamento específico del genocidio durante la Primera Guerra Mundial se estableció en una fecha tan temprana como 1910.15 Sargsyan dice que “en principio, el grupo de los Jóvenes Turcos había decidido eliminar a toda la población armenia de Turquía antes de la Primera Guerra Mundial”, y cita lo que se dice es uno de los comunicados de Talaat a las autoridades provinciales en abril de 1915, donde declara: “Aunque la eliminación del elemento armenio en Turquía se decidió desde antes, las circunstancias no nos permitían cum­ plir con este deber sagrado”.16

14 Ibid., p. 86. 15 Véase, por ejemplo, M. Nersisyan y R. Sahakyan, Hayeri tseghaspanutyune Osmanyan Kaysru- tyunum: Pastatghteri ev nyuteri zhoghovatsu [El genocidio armenio en el Imperio Otomano: Colec­ ción de documentos y materiales], Ereván, Hayastan, 1964; J.S. Kirakossian [Jon Kirakosyan], The Armenian Genocide: The Young Turks before the Judgment of History, Madison, Sphinx Press, 1992; E.G. Sargsyan, Turkian ev nra nvajoghakan kaghakananutiune Andrkovkasum [Turquía y su política de conquista en Trans Cáucaso], Ereván, Hayastan, 1964. 16 E.G. Sargsyan, op. cit., p. 231.

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Tales declaraciones no son exclusivas de los autores armenio-soviéticos: el historiador británico David Marshall Lang llega a una conclusión similar:

El destino de los armenios se había discutido en reuniones secretas del Comité Unión y Progreso que ocurrieron meses, si no es que años antes de que estalla­ ra la guerra […] Justo a la mitad del proyecto del Imperio Pan-turco se avizora­ ba una monstruosa mancha en el horizonte: la meseta armenia, habitada por más de dos millones de cristianos no turcos. Eran un estorbo —y su elimina­ ción había sido bien programada. El hecho de que el genocidio armenio haya sido planeado por la junta de los Jóvenes Turcos antes del inicio de la Primera Guerra Mundial queda demostra­ do por los planes cuidadosamente trazados para llevar a cabo la estrategia y su veloz ejecución a finales de la primavera de 1915. A partir de 1913, en todos los pueblos y aldeas habitados por armenios, se nombró a gobernadores y jefes de policía que eran conocidos por su devoción a los objetivos y dictados del régimen de los Jóvenes Turcos.17 Lang agrega: “El Comité Unión y Progreso turco ya se había dado cuenta de que la guerra podía proporcionar las condiciones ideales para llevar a cabo el largamente considerado exterminio de los armenios”.18 Manoug Somakian enfatiza la medidas antiarmenias que se pusieron en marcha mucho antes de la entrada de Turquía en la guerra, incluyendo la confiscación en gran escala de bienes y propiedades en muchas provin­ cias.19 Por ejemplo, el bazar armenio de Diyarbekir fue saqueado e incen­ diado en agosto de 1914, ante los ojos de las autoridades. Un notable armenio reportó: “Nuestro pueblo no ha visto un saqueo sistemático de tal magnitud incluidas las masacres que ocurrieron bajo el régimen del último sultán [Abdul Hamid]. El gobierno confisca sin piedad todas las posesiones de los hogares armenios”.20 Desde Erzurum llegaron reportes de ataques a aldeas armenias en los distritos orientales de un miembro ittihadista del parlamento, que abiertamente proclamaba “muerte a los armenios”, y ar­

17 D. Marshall Lang, The Armenians: A People in Exile, Londres y , Allen & Unwin, 1981, p. 19. 18 Ibid., p. 23. 19 M.J. Somakian, Empires in Conflict: Armenia and the Great Powers, 1895-1920, Londres y Nueva York, Tauris, 1995, p. 77. 20 Ibid., pp. 77 y ss.

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mas que eran distribuidas entre la población musulmana para una “inmi­ nente masacre de armenios”.21 El prelado del distrito Mush de la provincia de Tblisi escribió al patriarca armenio de Constantinopla en noviembre de 1914: “los tiempos están preñados de peligro. La gente está dispuesta a sufrir cualquier tipo de privación a cambio de que sus vidas estén seguras […] Pero el gobierno, que es la fuente de todas las agitaciones y todos los males, está incitando a las fuerzas oscuras y proporcionando las armas para actuar contra los armenios”.22 Somakian y otros investigadores consideran el genocidio de 1915 como la culminación lógica de una tendencia arme­ nofóbica de intensidad creciente en el Imperio Otomano. La situación, según muchos autores, no cambió con la revolución de 1908 de los Jóvenes Turcos. El autor francés Yves Ternon escribe: “Y fue tras las masacres en Cilicia [en 1909] cuando el doctor Nazim declaró: ‘El Imperio Otomano debe ser exclusivamente turco. La presencia de ele­ mentos extranjeros es un pretexto para la intervención europea. Deben ser obligados a turquizarse’”.23 Luego, tras la entrada de Turquía en la Gran Guerra en 1914, el gobierno utilizó el pretexto del levantamiento en Zeitún para que el ejército sitiara la ciudad y deportara a sus habitantes. Ternon explica: “El hecho de que a comienzos de abril de 1915, mucho antes de la rebelión de Van, el gobierno haya enviado a los deportados a dos lugres distintos, uno de los cuales (Konia) resultó inadecuado y el otro una buena opción”, después sugiere que Zeytún fue una prueba para el programa de deportación posterior.24 Luego, enlista una serie de medidas antiarmenias tomadas por el gobierno que, consideradas en conjunto, pue­ den interpretarse como medidas preliminares del genocidio. El régimen de los Jóvenes Turcos simplemente utilizó la excusa del levantamiento armenio en Van (a finales de abril de 1915) para lanzar las operaciones genocidas de lleno. El hecho de que tantos líderes armenios hayan sido arrestados en un solo día, el 24 de abril, demuestra que el gobierno “tenía que haber estado preparado para actuar de inmediato y tener una lista de

21 Idem. 22 Citado en V.N. Dadrian, German Responsibility in the Armenian Genocide, Watertown, Blue Crane Books, 1996, p. 27. 23 Y. Ternon, The Armenians: History of a Genocide, Delmar, Caravan Books, 1981, p. 168. 24 Ibid., p. 211.

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nombres preparada de antemano”.25 Las fuentes armenias también citan muchos incidentes que ocurrieron a finales de 1914 y principios de 1915 que, en conjunto, pueden considerarse acciones sancionadas desde el Es­ tado cuyo objetivo era debilitar a la población armenia en preparación para las operaciones genocidas a gran escala. Uno podría agregar que cuando comenzaron las deportaciones y masacres en todo el país, en mayo de 1915, la rapidez de su puesta en marcha, comenzando desde las zonas costeras y fronterizas y en dirección hacia el interior del país, así como el rápido restablecimiento de refugiados musulmanes en los barrios y aldeas armenios, aporta credibilidad a la existencia de planes, al menos de con­ tingencia.26 Vahakn Dadrian, un autor ampliamente publicado, ha escrito sobre los componentes históricos, religiosos y legales del genocidio armenio, las ra­ mificaciones legales y los juicios de los perpetradores, los Jóvenes Turcos, durante la posguerra, sobre el papel de Alemania y ha realizado análisis comparativos con otros ejemplos de limpiezas étnicas y matanzas masivas. Sostiene que la intención fue la misma detrás de las masacres de la década de 1890 y los acontecimientos de 1915. “La contención demostrada por el sultán Abdul Hamid en cuestión de selección de la población objetivo y la duración de las masacres masivas parecen evidencias de exigencia de la si­ tuación y rapidez, más que de moderación y compasión.” Las masacres hamidianas no fueron solamente un episodio aislado, sino que tuvieron consecuencias mucho mas allá de los hechos en sí, al pavimentar el camino hacia 1915 y proporcionarles a los Jóvenes Turcos una “predecible impuni­ dad”. La ausencia de consecuencias adversas para el sultán a finales del siglo xix animó a los Jóvenes Turcos a proceder sin temor. “Estamos hablando de la realidad de un continuum histórico en el que el carácter mortífero de una relación entre la víctima y el perpetrador no sólo es constante sino que va escalando de nivel, y va aumentando de dimensión hasta el punto de ter­ minación de la existencia de la víctima, en este caso, la vasta población ar­ menia del Imperio Otomano.”27

25 Ibid., p. 217. 26 Para un resumen de las deportaciones y masacres, provincia por provincia, véase C.J. Walker, op. cit., pp. 209-230, y Y. Ternon, op. cit., pp. 221-247. 27 V.N. Dadrian, History of the Armenian Genocide, op. cit., p. 172.

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El hecho de que las medidas antiarmenias hayan ocurrido bajo dos re­ gímenes turcos distintos y consecutivos prueba la constancia del deseo de eliminar a la población objetivo. Aun después de que los Jóvenes Turcos fueron vencidos y dispersados en 1918, las fuerzas nacionalistas turcas de Mustafá Kemal continuaron el trabajo de sus predecesores y completaron el proceso de eliminar a los armenios restantes de todas las provincias asiá­ ticas. Los factores operativos predominantes compensaron las diferencias de estructura y circunstancias de los sucesivos perpetradores, pero los per­ petradores tenían que ocuparse de la viabilidad de sus planes según las variables externas e internas. El sultán Abdul Hamid no podía estar seguro de que las potencias europeas no intervendrían y, por lo tanto, tenía que limitar la extensión y la forma de las atrocidades. Tal como ocurrieron las cosas, los Jóvenes Turcos rápidamente aprendieron la lección y la aplicaron a la hora de tomar decisiones. Dadrian dice: “Puede argumentarse que las masacres de la era de Abdul Hamid fueron un laboratorio de pruebas, una oportunidad para poner a prueba los límites, si es que los había, del alcance y los métodos de destrucción que era posible utilizar contra una población específica”. Así, se convirtió en preludio y parte del proceso continuo que condujo al genocidio durante la Primera Guerra Mundial.28 Un elemento más que apoya esta versión del proceso continuo son las masacres cilicianas de abril de 1909, que ocurrieron poco menos de un año después de la revo­ lución de los Jóvenes Turcos en julio de 1908. Diversos autores sostienen que, para principios de 1910, ciertos líderes entre los Jóvenes Turcos insistían en que era fundamental “otomanizar”, es decir “turquizar”, a todos los elementos del Imperio. Se ha reportado que Talaat expresó su desprecio por los infieles y rechazaba su derecho a la igualdad. Sólo podían esperar ser tratados como iguales cuando abandona­ ran a su grupo étnico o nacionalidad para convertirse en otomanos.29 Jon Ki­ rakosyan se encuentra entre los autores que acepta los reportes que dicen que durante la reunión ittihadista de octubre y noviembre de 1910 se adop­ tó el eslogan “Turquía para los turcos”, y la decisión de que si esto no podía lograrse a través de la persuasión, se haría por la fuerza. Más aún, en 1911, el

28 Ibid., p. 174. 29 Ibid., pp. 99-100 (cita de documentos británicos).

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miembro del comité central ittihadista, el doctor Nazim, llegó a pedir la ex­ pulsión de los armenios si éstos no aceptaban el islam como prueba de que eran “otomanos”.30 Las condiciones empeoraron tras las guerras de los Balcanes en 1912- 1913. Un diplomático ruso reportó desde Erzurum en diciembre de 1913: “Se están llevando a cabo reuniones secretas, y la gente está hablando de futuras masacres armenias. Todo está listo para comenzar la carnicería; sólo esperan órdenes de la capital”.31 El investigador turco Taner Akçam tam­ bién ha hecho notar que, para el final de la guerra de los Balcanes, se ha­ bían tomado ciertas decisiones cuya finalidad era disminuir la concentración de armenios en las provincias asiáticas al limitar su número en todos los distritos a entre 5 y 10 por ciento de la población.32 Aun así, podría argu­ mentarse que tales objetivos eran parte de una “lista de deseos”, pero que no se planeó ni el método preciso para lograrlo ni el momento para hacerlo. Tuvo que llegar la Gran Guerra para que se presentara la imperdible opor­ tunidad y transformar este deseo de limpieza étnica en acciones de aniqui­ lación étnica. Akçam cree que la decisión de la eliminación física se tomó durante las discusiones concernientes al liderazgo ittihadista en Constanti­ nopla a finales de marzo de 1915, cuando se estipuló que el doctor Be­ haeddin Shakir debía desviar su atención del apoyo a los esfuerzos bélicos fuera del país y dedicarse únicamente a operaciones en contra de los “ene­ migos internos”.33 Akçam agrega: “es posible concluir que la decisión de deportar tenía como fin último la aniquilación, cuando se considera el des­ pido e incluso el asesinato de funcionarios que creían que la ‘deportación’ debía limitarse a reubicar a la gente”.34

30 J. Kirakossian, op. cit., pp. 86-87. Véase también V.N. Dadrian, History of the Armenian Geno- cide, op. cit., pp. 179-180. 31 A.N. Mnatsakanyan, “Hai zhoghovrdi mets egherne ev azgayin veradznunde” [La gran calamidad del pueblo armenio y el renacimiento nacional], en G. Aharonian (ed.), Hushamatian mets egherni, 1915-1965 [Volumen en Memoria de la Gran Calamidad, 1915-1965], Beirut, Zar­ tonk, 1965, p. 30. Véase también A. Chalabian, General Andranik and the Armenian Revolutionary Movement, Southfield, Antranig Chalabian, 1988, pp. 223-225. 32 T. Akçam, “Rethinking the Ottoman Archival Material: Debunking Existing Myths”, en H.L. Kieser y D.J. Schaller (eds.), Der Völkermord…, op. cit., p. 104. 33 T. Akçam, Dialogue Across an International Divide: Essays Towards a Turkish-Armenian Dialo- gue, Toronto, Zoryan Institute, 2001, pp. 53-54. 34 Ibid., p. 55.

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Ninguna de las posturas carece de inconsistencias. En la evidencia que se presenta en favor de que se trató de un proceso de erradicación único y consistente, por ejemplo, Dadrian y otros reconocen que las primeras atro­ cidades contra los armenios en las zonas de guerra en 1914-1915 fueron principalmente actos de venganza desatados a causa de los fracasos y frus­ traciones militares turcos, especialmente porque varios destacamentos ar­ menios peleaban del lado del ejército ruso. También está el episodio en que una delegación de los Jóvenes Turcos, a cargo de Behaeddin Shakir, llegó a Erzurum en el verano de 1914 para instar al Congreso Internacional de la Federación Revolucionaria Armenia (Dashnaktsutiún) a fomentar una rebelión antirrusa entre los ruso-armenios a cambio de cierto grado de au­ toridad. La respuesta evasiva de los líderes armenios y su solicitud de que el Imperio Otomano se mantuviera neutral en la emergente guerra europea profundizó la desconfianza de los Jóvenes Turcos hacia todos los armenios, pero la cuestión queda en el aire: por qué el grupo en el poder habría soli­ citado una subversión armenia contra Rusia si ya se había adoptado el plan de eliminarlos. Por supuesto, se puede argumentar que Shakir no estaba siendo honesto y que su misión en Erzurum era parte de una astuta treta y que, en cualquier caso, su objetivo principal en la región era dirigir las acti­ vidades antirrusas hacia fuera de las fronteras. De hecho, se reporta que ordenó, sin éxito, la emboscada y el asesinato de delegados armenios que iban de vuelta a sus hogares.35 Sin conceder en absoluto que se trata de una contradicción, quienes creen que hubo un intento premeditado de eliminar a los armenios incor­ poran la tesis de la “oportunidad”. Han reunido evidencia procedente de declaraciones atribuidas a los líderes de los Jóvenes Turcos y reportes de funcionarios militares y civiles alemanes, austriacos y otros que demuestran que los ittihadistas habían planeado conscientemente el genocidio y sim­ plemente estaban esperando el momento preciso para implementarlo. La decisión de cometer el genocidio no fue espontánea o gradual, no fue un “crimen pasional”. Más bien, la guerra les proporcionó el momento históri­ co perfecto para ejecutar un plan secreto largamente meditado. Dadrian

35 V.N. Dadrian, The Role of the Special Organisation in the Armenian Genocide during the First World War, Oxford, Berg Publishers, pp. 16-17. Véase también T. Akçam, Dialogue…, op. cit., p. 45.

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sugiere que incluso es posible que los Jóvenes Turcos se unieran a la gue­ rra como aliados de Alemania simplemente para crear tal oportunidad. Cita la acusación contra los principales culpables de los Jóvenes Turcos en el Tribunal Militar Otomano tras la derrota de Turquía y sus aliados bélicos: “La masacre y destrucción de los armenios fue el resultado de la toma de decisiones del Comité Central Ittihad ve Terakki […] Esta cuestión se ha determinado tras extensas y profundas deliberaciones”.36 Y hay mucha más evidencia testimonial reunida por las cortes marciales turcas que a final de cuentas sirvió para condenar a muerte in absentia a Enver, Talaat, Be­ haeddin Shakir y a otros, encontrados culpables de crímenes de guerra. También están los reportes de funcionarios alemanes, austriacos e in­ cluso importantes personalidades turcas en cuanto a la aniquilación planea­ da de los armenios. En agosto de 1915, un oficial alemán a cargo de una unidad de la Organización Especial reportó desde Erzurum a la misión militar alemana en Constantinopla que la masacre de los armenios era parte de “un plan concebido mucho tiempo atrás”.37 Y a finales de 1916, cuando el proceso de limpieza étnica estaba por finalizar, el vicecónsul alemán en Erzurum, Max von Scheubner-Richter, le informó a su gobierno: “Una gran parte del Comité de los Jóvenes Turcos sostiene el punto de vista de que el Imperio Turco debe desarrollarse sobre una base puramente musul­ mana, pan-turca. Los habitantes no musulmanes y no turcos deben ser obligados a islamizarse y turquizarse y, si esto no es posible, deben ser des­ truidos. La liquidación de los armenios era una prioridad de su programa”.38 Al final de la guerra, en 1918, el heredero al trono otomano declaró que, al enterarse de las medidas antiarmenias extremas planeadas por Talaat y Enver, había confrontado a Enver, quien simplemente respondió: “Está decidido. Es el programa”.39

36 V.N. Dadrian, “A Textual Analysis of the Key Indictment of the Turkish Military Tribunal Investigating the Armenian Genocide”, Armenian Review, vol. 44, núm. 1, 1991, p. 21. 37 V.N. Dadrian, Documentation of the Armenian Genocide in German and Austrian Sources, New Brunswick, Transaction Publishers, 1994, pp. 110-111. 38 V.N. Dadrian, “Ottoman Archives and the Denial of the Armenian Genocide”, en R.G. Hovannisian (ed.), The Armenian Genocide…, op. cit., p. 19. 39 The Morning Post, 7 de diciembre de 1918, p. 5, citado en V.N. Dadrian, Documentation of the Armenian Genocide in Turkish Sources, Jerusalén, Institute on the Holocaust and Genocide, 1991, p. 111.

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Conclusión

Esta amplia evidencia de premeditación y proceso continuo no contradice directamente la opinión de los investigadores que conectan el genocidio con la guerra total y el escalamiento y degeneración del conflicto hacia las masacres masivas. Winter, Suny y otros concuerdan en que, una vez toma­ da la decisión de erradicar a los armenios, el plan se llevó a cabo de manera implacable y sin piedad. Esto concuerda con la conclusión del embajador estadounidense en Turquía, Henry Morgenthau (1913-1916), quien escri­ bió: “Cuando las autoridades turcas dieron la orden de comenzar las depor­ taciones, estaban llanamente dando una sentencia de muerte a toda una raza; esto lo entendían perfectamente, y en sus conversaciones conmigo no hacían ningún intento especial por esconderlo”.40 Ahmed Emin [Yalman], periodista turco educado en Estados Unidos y figura pública, racionalizó la remoción de los armenios de las zonas de gue­ rra en el contexto de las exigencias bélicas, sin embargo, admite que la mayoría de los deportados eran mujeres y niños —lo que indica que los hombres ya habían sido asesinados—, quienes sufrieron cosas terribles y que la Organización Especial de hecho provocó ataques contra las carava­ nas indefensas. Agrega: “las deportaciones en total sólo estaban planeadas como una medida bélica temporal. Pero para ciertos políticos turcos influ­ yentes, éstas significaban el exterminio de la minoría armenia de Turquía, con la idea de alcanzar la homogeneización racial en Asia Menor”. Los res­ ponsables de “la política general de exterminio” sabían que serían objeto de condena universal y creían que su sacrificio personal a la causa nacional sería reconocido “sólo en un futuro muy lejano”.41 Resulta irónico que su predicción se haya cumplido, en vista de que los restos de Talaat y Enver han sido repatriados y colocados en sitios de honor en la República de Tur­ quía y se ha otorgado una rehabilitación general a personas a quienes se reconoce ampliamente como los principales organizadores del genocidio armenio.

40 H. Morgenthau, Ambassador Morgenthau’s Story, Garden City, Doubleday Page, 1918, p. 309. 41 A. Emin [Yalman], Turkey in the World War, New Haven, Yale University Press, 1930, pp. 219-221.

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Las explicaciones de Emin pueden usarse para apoyar ambas tesis, la de una degeneración de actos de guerra en genocidio y la de un acto premedi­ tado entre los líderes más influyentes y poderosos del Imperio. Las depor­ taciones, afirma, fueron justificadas, pero las circunstancias que las rodearon condujeron a sufrimiento injustificado y muerte. La guerra fue deteriorán­ dose hacia una pérdida masiva de vidas civiles inocentes. Pero Emin tam­ bién indica que la guerra presentó la oportunidad para Enver, Talaat y otros líderes de los Jóvenes Turcos de poner en marcha un plan preexisten­ te de eliminación para así crear un reino homogéneo. Se podría concluir con base en la información disponible que el genoci­ dio armenio fue efectivamente un acto premeditado, pero no necesaria­ mente inevitable. El desarrollo de la Primera Guerra Mundial proporcionó la excusa con la cual el proceso de limpieza étnica se intensificó y aceleró, y que convirtió la posibilidad de una solución final en un hecho consumado. Es probable que en los extensos materiales de archivo y colecciones priva­ das turcas se encuentre evidencia más convincente, o incluso la proverbial smoking gun o evidencia irrefutable. Algunos colegas turcos han comenzado a explorar el tema. Esperemos que, como los historiadores alemanes que han estudiado y escrito sobre el Holocausto, sus causas, puesta en marcha y efectos, una nueva generación de académicos turcos logre encontrar los eslabones perdidos que eliminen toda duda sobre el genocidio que ocurrió bajo la cubierta de la Gran Guerra y que, tristemente, fue durante el siglo xx el prototipo de los asesinatos masivos subsecuentes.

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Huérfanos, conversos y prostitutas Consecuencias sociales de la guerra y la persecución en el Imperio Otomano, 1914-1923*

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n el proceso de colapso de los imperios Habsburgo, Otomano y Ruso, Eque ocurrió más o menos en la década que va de 1912 a 1923, millones de soldados murieron en guerras tradicionales, pero cientos de miles de civi­ les no armados también fueron víctimas de expulsiones, pogromos y otras formas de persecución y violencia masiva. Las guerras de los Balcanes de 1912-1913 borraron al Imperio Otomano de los Balcanes y constituyeron un golpe devastador para la cultura política otomana. Durante la Primera Gue­ rra Mundial la dictadura de los Jóvenes Turcos (el Comité Unión y Progre­ so, cup) orquestó la destrucción de aproximadamente millón y medio de armenios de Anatolia. La ocupación rusa de Anatolia en 1915 y la griega de 1919 fueron escenario de actos de violencia en contra de los civiles musul­ manes en las zonas fronterizas, tanto al oriente como al occidente dentro del Imperio. El periodo entre 1917 y 1923 también es de gran importancia para la historia del Cáucaso, tanto norte como sur, ya que fue escenario de gue­ rras de aniquilamiento y masacres de civiles. Estos tres procesos ocurrieron en medio de un empeoramiento de las relaciones entre los Estados vecinos, además de una profunda crisis de las relaciones inter-étnicas entre y dentro mismo de los Estados.1

*El autor desea reconocer el apoyo del Consejo Europeo de Investigación, el Centro de Es­ tudios sobre la Guerra del University College de Dublín, la Universidad de Ámsterdam, el Cen­ tro de Estudios sobre el Holocausto y el Genocidio de la Universidad de Ámsterdam, la Univer­ sidad de Utrecht, los Archivos Otomanos de Estambul, la Asociación Nacional de Estudios e Investigación Armenios, el Instituto Gomidas y Sortedam Antikvariat. Publicado originalmente en inglés en War in History 19(2), 2012, pp. 173-192. **Traducción del inglés de Elizabeth Flores. 1 Para consultar cuatro distintas aproximaciones a la violencia del periodo entre 1870 y 1923

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El genocidio armenio fue una parte importante de esta crisis de Estados y naciones en el Cercano Oriente. Se desarrolló en varias fases de radicaliza­ ción, la primera fue la amenaza de la invasión británica por occidente y rusa por oriente. No es exagerado afirmar que el efecto de estas intimidaciones sobre la élite política del partido de los Jóvenes Turcos fue poco menos que apocalíptico. Esto alimentó el temor de su propia desaparición y fue el aci­ cate para las persecuciones del invierno de 1914 a 1915 cuando, por ejem­ plo, todos los funcionarios públicos de origen armenio fueron despedidos de sus trabajos.2 La segunda fase se desarrolló a causa del temor infundado de una insurrección armada armenia, que llegó a su punto crítico cuando las fuerzas Aliadas lanzaron la campaña de Galípoli la noche del 24 de abril de 1915. Esa misma noche, Talaat Pasha ordenó el arresto de las élites arme­ nias de todo el Imperio Otomano. En Estambul, unos 270 armenios, entre miembros del clero, médicos, editores, periodistas, abogados, profesores y políticos fueron detenidos y deportados al interior del país, donde la mayo­ ría de ellos fueron asesinados;3 a ésta le siguieron otras provincias. Esto de­ capitó para propósitos prácticos a la comunidad. Siguió una tercera fase, cuando el régimen orquestó el asesinato de los hombres armenios y ordenó la deportación general del resto de la comunidad hacia el desierto sirio. Investigaciones recientes han demostrado cómo, a pesar de las diferen­ cias regionales, el resultado final fue extraordinariamente similar, y costó las vidas de cerca de un millón de armenios.4 Lo que convierte estas ma­ sacres en un acto genocida es que las matanzas tenían como objetivo la categoría abstracta de grupo identitario, y que todos los armenios, indepen­ dientemente de que fueran o no leales, fueron deportados y masacrados. en un contexto moderno más amplio de violencia masiva como resultado de la desintegración de los imperios europeos continentales, véanse B. Lieberman, Terrible Fate: Ethnic Cleansing in the Making of Modern Europe, Chicago, Ivan R. Dee, 2006; D. Bloxham, Genocide, the World Wars and the Unweaving of Europe, Edgware, Vallentine Mitchell, 2008 y The Final Solution: A Genocide, Oxford, Oxford University Press, 2009; C. Carmichael, Genocide before the Holocaust, New Haven, Yale University Press. 2 Para una lectura sobre las primeras etapas del genocidio, véase U.Ü. Üngör, “When Persecu­ tion Bleeds into Mass Murder: The Processive Nature of Genocide”, Genocide Studies and Preven- tion, 1, 2006, pp. 173-196. 3 M. Shamtanchian, The Fatal Night: An Eyewitness Account of the Extermination of Armenian In- tellectuals in 1915, Studio City, H. and K. Majikian, 2007. 4 R.H. Kévorkian, Le génocide des Arméniens, París, Odile Jacob, 2006.

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Hacia el fin de la guerra, los aproximadamente 2900 asentamientos arme­ nios de Anatolia (pueblos, vecindarios, ciudades) estaban despoblados y la mayoría de sus habitantes, muertos. Se han realizado muchas investigaciones sobre la relación entre la gue­ rra y las persecuciones, y la organización de la violencia masiva, pero poco se sabe sobre las consecuencias de la catástrofe, especialmente sobre el destino de los sobrevivientes, principalmente niños y mujeres que sobrevi­ vieron como pudieron en los márgenes de la sociedad. Este artículo se con­ centra en dicho espacio y examina la experiencia de los sobrevivientes armenios. Analiza el efecto de la guerra y el genocidio sobre las mujeres y los niños armenios durante y después de la lucha armada. El centro del ar­ tículo está organizado en tres partes, la primera examina la forma en que la violencia generó un número incalculable de huérfanos y cómo estos huér­ fanos se volvieron un campo más de batalla entre las élites políticas turcas y armenias. La segunda explora cómo lidió el régimen de los Jóvenes Tur­ cos con el fenómeno imprevisto de los armenios que se convertían al islam para evitar las órdenes de deportación y se concentra en las órdenes y los decretos gubernamentales que se expidieron con este propósito específico. La tercera y última analiza someramente el problema hasta ahora ignorado de la prostitución ejercida por las mujeres armenias como estrategia de su­ pervivencia durante la guerra. El objetivo del artículo no es analizar la conducta otomana durante la Primera Guerra Mundial en sí, sino la destrucción social y económica que la guerra generó dentro del Imperio Otomano. Esto, aunado a media déca­ da del desastroso gobierno de los Jóvenes Turcos, provocó una crisis que tuvo tremendas repercusiones y dejó cicatrices en la vida social en toda la región. Aunque la guerra y el genocidio habían terminado para 1918, los problemas sociales continuaron. Redes enteras de lazos financieros y fami­ liares habían quedado completamente destruidas. La violencia masiva por parte de los Jóvenes Turcos provocó el aumento de ciertas categorías de personas vistas como marginados sociales en la cultura otomana. La canti­ dad de huérfanos, conversos y prostitutas se incrementó enormemente a causa de las políticas del régimen. Sus experiencias nos ofrecen algunas reflexiones complejas y valiosas sobre la repercusión a largo plazo de la Primera Guerra Mundial y el gobierno de los Jóvenes Turcos.

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Huérfanos

El genocidio produjo innumerables huérfanos en todo el Imperio, pero en lugar de vagar por las calles y mendigar comida o dinero, la mayoría de es­ tos huérfanos fueron acogidos por el gobierno de los Jóvenes Turcos. Du­ rante y después de la guerra la identidad y el futuro de los huérfanos otomanos se convirtió en un campo de batalla entre las organizaciones de ayuda internacional y los misioneros, por un lado, y el régimen en el poder, por el otro. Desde la perspectiva nacionalista de los Jóvenes Turcos, los niños constituían una forma valiosa de propiedad nacional, y era necesario dotarlos de ideas nacionalistas y una identidad exclusivamente turca. Los huérfanos no turcos recibirían un tratamiento especial: además de comida y casa, se someterían a una transformación de su identidad cultural. El ré­ gimen de los Jóvenes Turcos tenía como uno de sus objetivos la “turquiza­ ción” de los “valiosos” niños armenios y los educadores trataron de crear una cultura política en la que los niños pertenecían a comunidades nacio­ nales, en las que los derechos de la nación a educar a dichos niños con fre­ cuencia se imponían al derecho de los padres. Más aún, la forma en que el cup trató a los huérfanos armenios sugiere que sus políticas no tenían un objetivo puramente filantrópico, sino que eran un elemento constitutivo del proceso de destrucción en contra de la comunidad armenia otomana.5 Anticipando las dificultades que se avecinaban, muy al principio de la Primera Guerra Mundial, los Jóvenes Turcos asignaron al director de tribus y migrantes, Sükrü¸ Kaya (1883-1959), la tarea de abrir nuevos orfanatos. (Kaya se convertiría en un poderoso ministro del Interior tras la guerra.) El sistema otomano de orfanatos que existía desde antes, y que ya estaba al má­ ximo de su capacidad como resultado de años de guerra, no estaba prepa­ rado para recibir otra enorme guerra y se saturó aún más; además, el sistema se expandió no sólo para aceptar a los niños que inevitablemente quedarían huérfanos como resultado de la guerra que comenzaba. Cuando empezaron las deportaciones generales de armenios, el 23 de mayo de 1915, una segun­ da forma de política poblacional agravó la persecución. Los niños armenios

5 Para un resumen, véase V.N. Dadrian, “Children as Victims of Genocide: The Armenian Case”, Journal of Genocide Research, V, 2003, pp. 421-427.

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fueron distribuidos entre la población musulmana y enviados a orfanatos estatales. Desde junio de 1915 se ordenó que los niños armenios de menos de diez años fueran reunidos y llevados a orfanatos, algunos de los cuales aún no se abrían.6 El 10 de julio de 1915 Talaat amplió esta política de ab­ sorción de los niños armenios en la comunidad musulmana al ordenar que se “diera en adopción a los niños a los notables de las comunidades en donde no hubiera armenios”. Aquellos que no podían mantener a otro niño recibirían un pago de 30 centavos mensuales por niño. Se guardaron los registros de las familias que habían adoptado a los niños.7 Dos días des­ pués, el 12 de julio de 1915, Talaat emitió un decreto similar a todas las provincias: “los niños que pudieran quedarse huérfanos durante la trans­ portación de los armenios serán internados en orfanatos administrados por el gobierno cuanto antes”.8 Esto revela una forma de intención, una grieta en el cerrado velo de secrecía que rodeó la organización del genocidio. Los miembros de la élite de los Jóvenes Turcos estaban conscientes de la posi­ bilidad de que muchos niños resultaran huérfanos como resultado de las políticas que era posible que se llevaran a cabo en el futuro cercano; dicho de otra manera, esta cita revela que la destrucción de los armenios otoma­ nos no fue accidental, sino que había conocimiento previo de ella y, por lo tanto, fue intencional. Así, actuaron adelantándose a lo que ocurriría en el futuro. Cuando estas políticas contra los huérfanos armenios habían estado en operación durante casi un año, se repitió la misma orden, esta vez elevando la edad de los niños a los doce años, y con la orden explícita de “criar y asi­ milar” (terbiye ve temsil) a los niños de acuerdo con la tradición musulmana.9 De forma muy similar a las deportaciones, estas políticas fueron monitorea­ das de cerca en los años que siguieron. De vez en cuando Talaat enviaba

6 Basbakanlık¸ Osmanlı Arsivi¸ (Ottoman Archives, Estambul: boa), DH.SFR¸ 54/150, Del Mi­ nisterio de Educación a las provincias, 26 de junio de 1915. 7 El documento oficial se puede consultar en Kâmuran Gürün,Ermeni Dosyası, Bilgi, Ankara, 1988, p. 287. Existe evidencia de que, más adelante, durante la guerra, cuando el gobierno ni si­ quiera podía pagar los 30 centavos para la manutención de los niños, los padres adoptivos musul­ manes no tenían razón para quedarse con ellos, así que los vendieron, los echaron a la calle o in­ cluso los ejecutaron. Entrevista con Y.A. en Elazıg,˘ julio de 2004. 8 boa, DH..SFR¸ 54/41, Talaat a las provincias, 12 de julio de 1915. 9 boa, DH..SFR¸ 63/142, Talaat a las provincias, 30 de abril de 1916.

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solicitudes a todo el Imperio para saber cuántos huérfanos vivían en cada provincia, detallando el género y la etnia, y nunca olvidaba preguntar cuán­ tos de éstos habían sido acogidos en los orfanatos.10 La campaña estaba acompañada de una prohibición cultural a gran escala: además de la quema de bibliotecas y libros,11 Talaat ordenó que no se utilizara el idioma arme­ nio para ningún tipo de comunicaciones, imponiendo en su lugar el turco, la prohibición de escuelas armenias en todo el imperio y el cierre de todos los diarios armenios con la excepción de los de Estambul.12 También orga­ nizó un cordón sanitario alrededor de las muchas escuelas estadounidenses y alemanas de forma que los niños armenios ya no pudieran estudiar ahí. La orden decía: “La patria necesita ser salvada de las organizaciones abier­ tas a influencias externas”.13 Para el fin de la guerra, el sistema educativo armenio otomano estaba destruido. Las políticas cuyo objetivo eran los ni­ ños, la persecución cultural y las prohibiciones educativas fueron un ataque bien coordinado para purgar la diferencia del espacio público, en particular en relación con la cultura armenia. En enero de 1916 se estableció un nuevo orfanato con capacidad de mil ca­mas en la ciudad de Diyarbekir, al sureste de Turquía.14 El personal comenzó de inmediato a reunir a los huérfanos armenios cuyos padres habían de­saparecido, muerto o habían sido deportados el año anterior. Cuando, en la segunda semana de marzo de 1916, una misionera enferme­ ra danesa, de nom­bre Hansine Marcher, viajó a dicha ciudad, la mayoría de los huérfanos armenios habían sido llevados al orfanato. Algunos de estos niños eran obligados a trabajar para vivir. Al entrar a un café, Mar­ cher vio a muchos chicos armenios trabajando como meseros. También vio a niñas armenias viviendo como sirvientas, “por no decir esclavas”, con familias turcas. Todos los huér­fanos hablaban turco y habían recibido

10 boa, DH.SFR¸ 78/204, Talaat a las provincias, 25 de julio de 1917. 11 Las políticas culturales de los Jóvenes Turcos se discuten en: U.Ü. Üngör, The Making of Modern Turkey: Nation and State in Eastern Anatolia, 1913-1950, Oxford, Oxford University Press, 2011, pp. 237 y ss.. 12 boa, DH.SFR¸ 54/261, Talaat a las provincias, 1 de julio de 1915. 13 boa, DH.SFR¸ 55A/155, Ministerio de Educación a Mamuretül-Aziz, Sivas, y Diyarbekir, 9 de septiembre. de 1915. 14 I.E. Atnur, Türkiye’de Ermeni kadınları ve çocukları meselesi, 1915-1923, Ankara, Babil, 2005, pp. 51, 54-55.

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nombres turcos.15 Por la misma época, Hagop Der-Garabedian, un depor­ tado armenio, fue encarcelado en la prisión central de Diyarbekir, y vio a huérfanos cristianos vendiendo comida:

Los niños se reunían todos los días enfrente de la puerta de la prisión para ven­ dernos pan, yogurt y galletas. Muchos hablaban armenio. Al hablar con ellos nos enteramos de que eran huérfanos sirios y armenios tratando de ganarse la vida vendiendo cualquier cosa que pudieran conseguir.16

El sistema de orfanatos sólo funcionaba en las ciudades. En el campo, la asi­milación de los huérfanos estaba sujeta a la respuesta popular, ya que los niños se dispersaron entre las familias musulmanas. Uno de los relatos más detallados de la vida de los huérfanos es el de He­ranush Gadarian (1905-2000) del distrito norteño de Palu. Su familia vivía en el pueblo de Havav (Ekinözü) cuando, en la primavera de 1915, mi­licias especiales de los Jóvenes Turcos atacaron el lugar, asesinaron al je­fe local en la plaza central, amarraron a todos los hombres de dos en dos, y los condujeron al puente sobre el río Éufrates, donde los mataron y arro­ jaron al río. Heranush, entonces de diez años, huyó a un pueblo cercano junto con su madre y sus dos hermanas, pero los grupos armados pronto llegaron también a ese pueblo y llevaron a las mujeres y los niños a la igle­ sia armenia de Palu, desde donde fueron deportados, con dirección al sur. La deportación sería fatal para muchos miembros de la familia de He­ ranush, especialmente para las mujeres embarazadas, los ancianos y los ni­ ños más pequeños. Cuando el convoy llegó a Çermik, musulmanes locales se acercaron para llevarse a los niños que restaban. No había consenso en­ tre las traumatizadas mujeres mayores sobre qué hacer: mientras algunas se oponían con vehemencia a separarse de sus hijos, otras argumentaban que era la única manera de que éstos sobrevivieran. A Heranush se la llevó un tal Cabo Hüseyin, quien se la dio a su esposa y la registró con el nombre de “Seher”. Su padre adoptivo la trató como si fuera su propia hija e insistió en que lo llamara “papá”, pero la esposa no estaba contenta con Heranush y la

15 H. Marcher, Oplevelser Derovrefra, Copenhague, kma, 1919, p. 16. 16 H.S. Der-Garabedian, Jail to Jail: Autobiography of a Survivor of the 1915 Armenian Genocide, Nueva York, iUniverse, 2004, p. 34.

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trataba como sirvienta. De ahí en adelante, Heranush vivió con su nueva familia, se casó con un musulmán y tuvo varios hijos con él. Nunca volvió a ver a su familia.17 En el momento del auge de las políticas populistas y las poblaciones grandes, los nacionalistas en todo el mundo estaban obsesionados con la cantidad y la calidad de los niños de las naciones.18 Durante el armisticio (1918-1923) el destino de los huérfanos armenios también se volvió un terreno de lucha entre los activistas armenios, las organizaciones de ayu­ da occidentales y los encargados de la ingeniería social turca. Al final de la guerra aún había muchos huérfanos armenios en los orfanatos. Según las estadísticas publicadas por el patriarcado armenio en 1921, la mayoría de los huérfanos y niños armenios vivían en el campo con sus nuevas fa­ milias musulmanas.19 Algunas cifras proporcionadas por el patriarcado armenio se muestran en el cuadro 1, pero es difícil evaluar su precisión. Es posible que el patriar­ cado haya inflado estas cantidades para acentuar el papel de los armenios como víctimas, pero no es seguro. Aún más difícil es explicar por qué la ci­ fra de huérfanos es tan disímil entre las diversas provincias. Entre las posi­ bles razones están que la tasa de supervivencia de los niños era mayor en unas que en otras, que la práctica de quedarse con los huérfanos estaba más extendida o que simplemente había más huérfanos, porque algunas pro­ vincias fueron centros del aparato de deportación. Existe evidencia contradictoria sobre el alegato de que algunos na­ cionalistas armenios abusaron de esta rehabilitación de huérfanos arme­ nios durante el armisticio y que aprovecharon la oportunidad para quedarse con niños musulmanes. Tal argumento sigue la misma lógica nacionalista, es decir, que los niños eran material étnico en blanco que podía transformarse culturalmente en beneficio de la nación propia. Se­

17 La nieta de Heranush, Fethiye Çetin, más tarde localizó a sus familiares armenios en Esta­ dos Unidos y escribió un libro de memorias de su familia, F. Çetin, Anneannem: anlatı, Estambul, Metis, 2004; traducción al inglés, F. Çetin, My Grandmother: A Memoir, Londres, Verso, 2008. 18 S. Fishman, The Battle for Children, Cambridge, Harvard University Press, 2002; T. Zahra, “Reclaiming Children for the Nation: Germanization, National Ascription, and Democracy in the Bohemian Lands, 1900-1945”, Central European History, XXXVII, 2004, pp. 501-543. 19 H. Özdemir et al., Ermeniler: sürgün ve göç, Ankara, Türk Tarih Kurumu, 2004, pp. 120, 122-123.

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cuadro 1. Huérfanos armenios en el Imperio Otomano, 1921

Der ez-Zor 3 800 Ras ul Ayn 2 000 Estambul y alrededores 6 000 . Izmit, Bursa, Balıkesir 2 000 . Inebolu 1 500 Eskisehir y Konia 3 000 Kastamonu 500 Trebisonda 2 500 Sivás 3 500 Kayseri 3 500 Erzurum 3 000 Diyarbekir y Mardín 25 000 Harput 3 000 Tblisi y Van 3 000 Total 62 300 Fuente: H. Özdemir et al., op. cit., pp. 120, 122-123. gún un diario, 200 niños musulmanes, incluyendo muchas niñas, fueron retenidos en el patriarca­do armenio y se les enseñó el idioma armenio, además de la religión y la cultura.20 No está claro si se trataba de huér­ fanos armenios convertidos al islam durante la guerra o de niños turcos. La cantidad de secuestros de niños durante el genocidio sugiere que la pri­mera teoría tiene más de verdad: la mayoría de estos niños que eran musulmanes en 1918 habían sido armenios tres años antes. Mientras que la mayoría de los nacionalistas turcos musulmanes se identificaban con el lema “Una vez musulmán, siempre musulmán”, la mayoría de los nacionalistas armenios, para sus propios propósitos, vivían bajo el lema opuesto: “Una vez armenio, siempre armenio”. Para los nacionalistas armenios no importaba si los niños habían sido convertidos y criados como turcos musulmanes durante años. Sus contrapartes turcos, por otro lado, veían el cambio de identidad de los niños como un fait accompli irreversible que la comunidad armenia simplemente tenía que aceptar.

. 20 Ileri, 27 de mayo de 1919.

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Y así continuó la pelea por la “verdadera” identidad étnica y la naciona­ lidad de los niños.21 Los pocos armenios, sirios y otros cristianos que sobrevivieron quedaron en la indigencia y traumatizados tras la capitulación otomana en 1918. Sus tierras les habían sido arrebatadas, sus tiendas habían sido robadas o demo­ lidas, sus iglesias saqueadas y sus hijos secuestrados. El nuevo gobierno de Estambul era hostil a los Jóvenes Turcos y no persiguió a los armenios, y los senadores prometieron llevar justicia a los “armenios brutalmente ma­ sacrados, los árabes deportados, los huérfanos y las viudas”.22 La prensa li­ bre durante el armisticio expuso los crímenes contra las mujeres y los niños. Por ejemplo, el diario New Istanbul publicó un artículo denunciando los crímenes de guerra de los Jóvenes Turcos: “Los vendidos del Ittihad ve Terakki, que han derramado sangre y tiranizado al pueblo armenio y que han cometido desfalco en su contra sin dar cuenta de los bienes que les quitaron, han extendido su brazo para alcanzar a huérfanas inocentes que quedaron desamparadas por aquí y por allá”.23 Esta indignación moral contra el abuso infantil presionó al nuevo go­ bierno a poner en práctica lo que predicaba. De inmediato permitió a todos los deportados armenios volver a sus hogares y trató. de resarcir de la mejor manera que pudo los yerros del pasado. Ahmet Izzet Pasha¸ (1864-1937), ex comandante del II ejército y ahora ministro del Interior, le ordenó a todas las autoridades locales “devolver a los huérfanos armenios a las organizacio­ nes comunitarias armenias”.24 En la primavera de 1919 el gobierno dispuso que todas las armenias menores de veinte años y los niños armenios fueran entregados a sus padres.25 En los lugares donde la organización comunitaria armenia era débil o inexistente, la Liga de Naciones y el American Com­ mittee for Armenian and Syrian Relief (Comité Americano de Socorro para

21 Para un artículo que problematiza pero que descontextualiza en gran medida las ramifica­ ciones genocidas de la política de los Jóvenes Turcos hacia los huérfanos armenios, véase Y.S. Karakısla,¸ “Savas¸ yetimleri ve kimsesiz çocuklar: ‘Ermeni’ mi, ‘Türk’ mü?”, Toplumsal Tarih, XII, núm. 69, 1999, pp. 46-55. 22 Extractos del discurso del senador. Ahmet Reza en el senado otomano en T. Zafer Tunaya, Türkiye’de siyasal partiler, Estambul, Iletisim,¸ p. 199. 23 Yeni Istanbul, 9 de noviembre de. 1918. 24 boa. , DH.SFR¸ 95/163, Ahmet Izzet a las provincias, 18 de enero de 1919. 25 I.E. Atnur, op. cit., p. 136.

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Siria y Armenia) ofrecieron ayuda, este último más tarde sería renombrado Near East Relief (Socorro para el Cercano Oriente).26 En varias ciudades del país se establecieron orfanatos donde se cuidó a los huérfanos sirios y armenios.27 En ese momento, sólo un cínico podría imaginar que en uno o dos años los Jóvenes Turcos volverían a hacerse con el poder y reaparece­ rían como parte del gobierno, una vez más destruyendo los orfanatos no turcos y expulsando al personal. Mientras tanto, el armisticio moderado del gobierno también trató de ayudar a las jovencitas y mujeres secuestradas y que eran retenidas contra su voluntad en casas musulmanas. Un sobreviviente armenio de nombre Ohannés se quejó de que su esposa, Populu (que había recibido el nombre de Fehmiye durante el genocidio), estaba secuestrada en casa de un carni­ cero llamado Halil en Nusaybin. Ohannés acusó a Halil de haber masacra­ do a su familia y secuestrado a su esposa, y exigía su regreso.28 Una chica armenia de nombre Lucía Alianakián vivía en casa de un notable de Mar­ dín de nombre Hacıgözüzâde, quien, una de dos: o la había salvado de morir o la había tomado como esposa adicional por la fuerza. El gobierno de Estambul descubrió que su madre, Zaruhí Tomasián, estaba viva y residía en Diyarbekir, y ordenó que Lucia volviera con su madre.29 El patriarcado armenio de Estambul con frecuencia se quejaba y pedía al gobierno quitar­ le los huérfanos a las familias musulmanas, incluyendo niños en específico que estaban solos. Por ejemplo, en febrero de 1919 se quejó de que una chica armenia de nombre Verjin vivía con el nombre musulmán Hayriye con un tal Mustafaoglu˘ Nasır en Mardín.30 Otra joven, Alice Chekmián, fue descubierta por trabajadores de Near East Relief en la casa del examinador

26 Near East Relief, Annual Report, Near East Relief Headquarters, Nueva York, 1920. La organización más tarde cambió su nombre a Near East Foundation. 27 R.L. Daniel, American Philanthropy in the Near East, 1820-1960, Athens, Ohio University Press, 1922, p. 169. K.D. Watenpaugh, “The League of Nations Rescue of Armenian Genocide Survivors and the Making of Modern Humanitarianism, 1920-1927”, American Historical Review, CXV, 2010, pp. 1315-1339. 28 boa, DH.EUM.AYS¸ 27/10, Gobernador de Diyarbekir Faik Ali al Ministro del Interior, 26 de noviembre de 1919. 29 boa, DH.SFR¸ 92/209, Junta Directiva para al Seguridad General de Diyarbekir, 15 de junio de 1919. 30 boa, DH.KMS 50-2/54, Ministerio del Interior a la Provincia de Diyarbekir, 8 de julio de 1919.

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del tribunal de Diyarbekir. La joven fue rescatada y llevada a Alepo, donde se reunió con su tía.31 Muchos otros no fueron tan afortunados.

Conversos

Durante la Primera Guerra Mundial, el régimen de los Jóvenes Turcos to­ leró u organizó la conversión forzada de innumerables armenios y sirios al islam. Un investigador separa las conversiones en cuatro tipos: “volun­ta­ ria”,32 conversiones de individuos en las primeras etapas de las persecucio­ nes de 1915, selección de armenios específicos por parte de los musulmanes para su integración en familias musulmanas y distribución de armenios en familias musulmanas organizada por agencias gubernamentales; así como el uso de orfanatos administrados por el gobierno como una manera directa de forzar la asimilación de los niños armenios. Como consecuencia de esta política, muchos armenios se vieron forzados en una u otra medida a con­ vertirse al islam.33 Otro aspecto de esta estrategia fue el iniciado a princi­ pios del invierno de 1915, cuando Talaat comenzó a casar por la fuerza a las jóvenes armenias con hombres musulmanes.34 A pesar de la naturaleza ca­ tegórica, violenta y de género de las persecuciones armenias, estas estrate­ gias denotan la ausencia de definiciones biológicas y racistas del grupo señalado. La conducta de las deportaciones también muestra que la natura­ leza aparentemente imborrable de la identidad del grupo armenio otoma­no podía cambiarse y forjar sobre ella otra identidad. Un analista proporciona una explicación cultural de esta permeabilidad:

31 boa, DH.KMS 50-2/35, Ministerio del Interior a la Provincia de Diyarbekir, 23 de junio de 1919. 32 “Voluntario” es un concepto muy debatido en la historia de la conversión, ya que parece que la mayoría de los conversos que lo hicieron de forma “voluntaria” siempre estuvieron bajo cierto grado de presión, si bien con frecuencia de índole social más que administrativa. M. Todo­ rova, “The Ottoman Legacy in the Balkans”, en C. Brown (ed.), Imperial Legacy: The Ottoman Imprint on the Balkans and the Middle East, Nueva York, Columbia University Press, 1996, pp. 45- 77, en esp. p. 49. 33 A. Sarafian, “The Absorption of Armenian Women and Children into Muslim Households as a Structural Component of the Armenian Genocide”, en O. Bartov y P. Mack (eds.), In God’s Name: Genocide and Religion in the Twentieth Century, Oxford, Oxford University Press, 2001, pp. 209-221. 34 boa, DH.SFR¸ 59/150, Talaat a Nigde,˘ 30 de diciembre de 1915.

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La sociedad tradicional en Medio Oriente aún concebía a las mujeres y los ni­ ños como propiedades, personas carentes de personalidad política y con una identidad étnica transmutable. Los valores culturales de niños y mujeres po­ dían borrarse o reprogramarse. La continuidad genética era exclusiva de los hombres.35

Las órdenes oficiales delcup muestran cómo se llevó a cabo el proceso de conversión en la vida diaria. En sus órdenes oficiales, Talaat Pasha autorizó la conversión de incontables armenios. Además de instrucciones específi­ cas para las élites locales, Talaat emitió varios decretos nacionales en que se definía a quiénes se perseguiría y a quiénes se deportaría. En junio de 1915, excluyó a los conversos armenios al islam de las deportaciones al sur.36 La mayoría de los conversos no sufrieron más persecución y, mientras se mantuvieran en silencio, se les permitió seguir viviendo en sus hogares. Un secretario cercano a Talaat anotó en sus memorias que el régimen había establecido un comité para asegurar la conversión forzada de los armenios. El comité se reunió en su casa en varias ocasiones para discutir si era posi­ ble darle tierras de cultivo a los armenios conversos, pero pronto se abando­ nó esta idea.37 La razón principal de este cambio en la política fue una consecuencia no prevista: algunos armenios usaron esta ventana de oportu­ nidad para convertirse de dientes para afuera al islam, pero en secreto se­ guían practicando el cristianismo. Cuando esta información llegó a los pasillos del Ministerio del Interior, dos semanas después de su orden auto­ rizando las conversiones al islam, Talaat reincorporó a los conversos al pro­ grama de deportación. En otras palabras, la dictadura se dio cuenta de que la conversión al islam no era una señal confiable o satisfactoria. Así, en con­ secuencia con las persecuciones previas, el 22 de febrero de 1916, Talaat emitió un decreto válido en todo el Imperio para que la policía monitoreara de cerca a los armenios conversos con nuevas tarjetas de identidad.38 Hasta bien entrado 1918 mantuvo un férreo control sobre armenios y sirios con­

35 R. Adalian, “The Armenian Genocide”, en S. Totten, W.S. Parsons e I. Charny (eds.), Century of Genocide: Eyewitness Accounts and Critical Views, Nueva York, Garland, 1997, pp. 41-64, en esp. p. 52. 36 boa, DH.SFR¸ 54/100, Talaat a las provincias, 22 de junio de 1915. 37 F. Rıfkı Atay, Zeytindagı,˘ Estambul, Bates,¸ 1981, p. 66. 38 boa, DH.SFR¸ 61/71, Talaat a las provincias, 22 de febrero de 1916.

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versos, por medio de un registro de sus nombres, forma de conversión y vida diaria tras la conversión.39 La respuesta armenia a las políticas de conversión era ambivalente. Iba desde un consentimiento temeroso hasta la resistencia más acerba. Algunos armenios se mostraron flexibles ante el prospecto de cambiar su identidad. Los misioneros daneses fueron testigos de la desesperación de las mujeres deportadas, quienes les gritaban en las calles, “¡Queremos ser musulmanas! ¡Queremos ser alemanas! Lo que ustedes digan, pero sálvennos. Nos van a llevar a Kemagh y nos van a degollar”.40 El joven armenio Henry Vartanian, cuyo padre había sido asesinado, fue acogido por un conocido turco, quien le exigió que renunciara al cristianismo y se convirtiera al islam en una cere­ monia presidida por un imán. El joven Henry pronunció el juramento de la fe islámica: “No hay dios sino Alá, y Mahoma es su profeta”, lo sometieron a la circuncisión ritual y siguió su vida con el nombre Esad, hijo de Abdu­ rrahman.41 Pero tener que abandonar su identidad resultaba inaceptable y humillante para muchos otros. El cambio obligado de nombre también era humillante y confuso. Jachadoor Pilibosian sobrevivió como niño al genoci­ dio, fue secuestrado por un kurdo durante las deportaciones, quien lo llevó a vivir con él como esclavo. En sus memorias, escribe cómo fue asimilado en un hogar kurdo y que los kurdos le dieron el nombre de Mus­tafá. Tras la guerra, logró escapar a Alepo y contactar a su padre, quien estaba en Esta­ dos Unidos, a donde huyó en 1920.42 Otros armenios perseveraron en su fe aun enfrentados con armas de fuego o espadas. Kerop Bedoukian era un joven deportado que sobrevivió al verano sangriento de 1915:

Mi madre decía que teníamos una oferta del alcalde, a través de mi tía, una profesora que había establecido seis escuelas preprimarias turcas, las primeras de la ciudad. La oferta era que mi tía y 42 de sus parientes podían salvarse de

39 boa, DH.SFR¸ 86/45, Talaat a las provincias, 3 de abril de 1918; DH.SFR¸ 87/259, Junta ­Directiva para la Seguridad General de la provincia de Elaziz, 23 de mayo de 1918. 40 Politisches Archiv Auswärtiges Amt (German National Archives, paaa, Berlín), R14087, Schuchardt to Auswärtiges Amt, 21 de agosto de 1915, apéndice 1. Todo el material de archivo alemán citado en W. Gust (ed.), Der Völkermord an den Armeniern 1915/16: Dokumente aus dem Po­ litischen Archiv des deutschen Auswärtigen Amts, Hamburgo, Zu Klampen, 2005. 41 D.E. Miller y L. Touryan-Miller, Survivors: An Oral History of the Armenian Genocide, Ber­ keley, University of California Press, 1993, p. 146. 42 K. Pilibosian, They Called Me Mustafa: Memoir of an Immigrant, Watertown, Ohan, 1992.

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ser deportados si se volvían mahometanos. La respuesta de mi padre aún sue­ na en mis oídos, recuerdo que dijo, mientras me arreglaba el cinturón: “Irás a morirte en una montaña, y yo iré a morirme en otra montaña, pero no negare­ mos a nuestro Cristo”. Aún siento el beso que me dio de despedida en ambas mejillas. Nos separamos. Nadie derramó una sola lágrima.43 Un anciano kurdo del pequeño poblado de Ergani recordaba la historia que su padre le había contado sobre un armenio que se había convertido al islam y a quien sus vecinos protegieron y escondieron en un establo. Después del periodo más sangriento del verano de 1915, pensando que todo había pasado, volvió a convertirse al cristianismo y volvió a practicar su fe. Los habitantes kurdos, consternados por este arriesgado acto, ya que ayudar a un armenio era castigado con la pena de muerte, lo buscaron y lo mataron.44 Observadores occidentales contemporáneos, tanto neutrales, como aliados y hostiles al Imperio Otomano, rápidamente se dieron cuenta de que esta política de conversión forzada era uno de los métodos para asegurar la desa­ pa­rición de los armenios otomanos como comunidad. Al igual que con todos los otros aspectos del genocidio, los alemanes en particular estaban bien in­ formados sobre la naturaleza de las conversiones forzadas y de la campaña de asimilación. En el verano de 1916, mientras la campaña estaba en su momen­ to más intenso, el embajador alemán Paul Wolff Metternich (1853-1934), le escribió al canciller Theobald von Bethmann Hollweg (1856-1921):

No debemos ver en la islamización forzada (zwangsweisen Islamisierung) de los armenios una medida impulsada por fanatismo religioso. Tales sentimientos le son ajenos a los gobernantes Jóvenes Turcos […] el principal motivo no es el fanatismo religioso, por ejemplo, como la conversión forzada de judíos y moros en España durante los siglos xv y xvi, sino que su propósito es amalgamar (amalgamieren) a los armenios con los habitantes mahometanos del imperio.45

El embajador dio lo que parecía ser una evaluación exacta de los motivos detrás de las políticas de conversión: diluir a la población armenia. A través de esta particular perspectiva histórica, la campaña de conversión forzada del cup marcó un rompimiento con las tradicionales políticas de población

43 K. Bedoukian, The Urchin: An Armenian’s Escape, Londres, John Murray, 1978, p. 8. 44 Entrevista realizada con M.S.¸ en la ciudad de Diyarbekir, agosto de 2004. 45 paaa, R14092, Wolff Metternich a Bethmann Hollweg, 10 de julio de 1916.

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otomanas, a pesar de la continuidad de las estructuras patriarcales. Los ni­ veles de coerción y amenazas de violencia masiva hacia los cristianos oto­ manos no tenían precedente y simbolizaron el cambio de un gobierno imperial otomano sobre una minoría religiosa al gobierno nacionalista de los Jóvenes Turcos. De forma similar al destino de los huérfanos, el de los conversos fue la manzana de la discordia durante. el armisticio. Una vez más, el gobierno li­ beral con el gran visir Ahmet Izzet Pasha¸ a la cabeza tuvo que revertir el daño hecho por la opresión religiosa de los Jóvenes Turcos. El 8 de febrero de 1919 envió una orden imperial en la que decía que “debido a que las conversiones de todos los hombres y mujeres armenios de menos de veinte años no son reconocidas, sus certificados de identidad debe ser corregidos de inmediato para decir que son armenios”. Los conversos de más de vein­ te años fueron dejados en libertad de volver a su “verdadera religión” (dîn- i aslilerine rücu).46 Se ordenó a todos los funcionarios que obedecieran a pie juntillas estas instrucciones, pero parece que en la práctica los perpetrado­ res del genocidio eran demasiado visibles y poderosos, y los aterrados con­ versos no salieron del anonimato o de donde estaban escondidos para revelarse como armenios. El agente británico Keeling, de paso por el norte de Mesopotamia en 1919 escribió:

Al día siguiente, varios armenios me llamaron, vestidos casi todos con las ropas musulmanas que habían comenzado a usar como medida de protección. Tres­ cientos de ellos, sobrevivientes de las masacres y las deportaciones de 1915, deseaban volver a sus hogares en Harput, Sivás y Erzurum. Les aconsejé que esperaran hasta la primavera, cuando el viaje sería menos duro y el gobierno británico podría ayudar a protegerlos, tanto en el camino como una vez en su destino. Esta esperanza, desafortunadamente, nunca llegaría a concretarse […] Aún más urgente que la repatriación era lograr la liberación de los miles de mujeres y niños que vivían con kurdos, turcos y árabes. Prácticamente no había niñas de más de doce años que no hubieran sido esposas de algún musulmán. Había llegado un decreto de Constantinopla que ordenaba liberar a los cristia­ nos de las casas de los musulmanes, pero los funcionarios lo ignoraron, y los hombres con quienes vivían las mujeres no deseaban dejarlas ir […] Muchos

46 boa, DH.SFR¸ 96/100, Ministerio del Interior a las provincias, 8 de febrero de 1919.

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niños fueron separados de sus madres, y esposas de sus esposos, simplemente porque nadie sabía dónde estaban. Algunos de los niños que estaban en casas musulmanas de hecho no sabían que sus padres eran cristianos.47

Después de que el naciente movimiento de los Jóvenes Turcos venciera al Es­tado armenio y a la invasión griega por occidente, los conversos mantu­ vieron un perfil bajo, viviendo como “criptocristianos” o silenciando su identidad armenia para vivir como musulmanes.48 Además de las conversiones individuales, algunas familias o pueblos se convirtieron de forma colectiva: se convirtieron al islam para sobrevivir a la persecución genocida y en muchas ocasiones lograron vivir en Turquía du­ rante varias décadas antes de migrar a Estambul o a Europa Occidental. La vida posterior de estas familias merece ser analizada, no sólo para estudiar el genocidio en sí. La existencia de estas personas también ha sido importan­ te para la historia de la posguerra y la economía de Turquía del este: algu­ nos conversos se quedaron en sus pueblos e ignoraron su pasado armenio, mientras que otros vivieron como criptocristianos. Vivir abiertamente como armenios cristianos no era una opción viable, porque en años posteriores el régimen imposibilitó la práctica del cristianismo en el interior. Pero los con­ versos también sufrieron persecución. Hay evidencia de que el régimen tuvo conocimiento de primera mano sobre los conversos armenios en las provincias orientales. En un decreto de amplio alcance, la oficina del pri­ mer ministro ordenó, “desde la perspectiva del orden y la seguridad”, que todas las familias conocidas de conversos fueran deportadas de las provin­ cias fronterizas. En este punto, los sentimientos antiarmenios de los Jóvenes Turcos adquirieron un carácter esencialista, racializado: ahora se considera­ ba que la supuesta deslealtad de los armenios era una característica inmu­ table. En la mente de los Jóvenes Turcos, aun la conversión sincera no borraba esta convicción.49

47 E.H. Keeling, Adventures in Turkey and Russia, Londres, John Murray, 1924, pp. 213, 225. 48 M. Reinkowski, “Hidden Believers, Hidden Apostates: The Phenomenon of Crypto-Jews and Crypto-Christians in the Middle East”, en D. Washburn y A.K. Reinhart (eds.), Converting Cultures: Religion, Ideology and Transformations of Modernity, Leiden, Brill, 2007, pp. 409-433. 49 Basbakanlık¸ Cumhuriyet Arsivi¸ (Archivos de la República, Ankara), 030.18.01.02/102.54.17, decreto con fecha 8 de julio de 1943.

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Quienes habían sobrevivido a las persecuciones para entonces ya habían su­primido por completo su identidad armenia. La familia armenia K, del dis­ trito sureño de Sırnak¸ se convirtió al islam por un tiempo, pero se volvió a con­­vertir al cristianismo, en parte como resultado de los esfuerzos de un sa­ cerdote sirio que recorría las provincias en la década de 1960 en busca de conversos armenios.50 Una mujer de la misma zona recuerda en una entrevista:

Siempre supe que mi padre era armenio. Todos lo sabíamos, pero nadie ha­ blaba de ello. Todo el mundo lo sabía, y mucha gente le decía a mi abuelo que era de origen armenio, pero él no hablaba de ello dentro de la familia. Mis tíos son musulmanes fanáticos, hay funcionarios religiosos —imanes—, que no quieren hablar del tema.51

El destino de la familia armenia M. es una experiencia modelo de estas es­ tra­tegias de “desdoblamiento”, un mecanismo psicológico que les ha permi­ tido vivir con dos identidades fundamentalmente opuestas. Durante el genocidio, los M. se convirtieron para salvarse. Al migrar de Turquía a Ho­ landa en la década de 1970, se reconvirtieron al cristianismo. Ahora, cuando visitan a la familia que aún tienen en Turquía, sus vuelos entre Holanda y Turquía también representan cambios entre cristianismo e islam. Las mu­ jeres se cubren el cabello, usan sus nombres musulmanes y se comportan como musulmanes.52 Estas familias sobrevivieron al genocidio armenio principalmente gracias a una combinación azarosa de conversión y rescate.53

Prostitutas

El genocidio tomó la forma de la cultura patriarcal dentro de la cual se lle­ vó a cabo: de forma muy similar a otras posesiones materiales, las mujeres (y los niños) eran considerados una propiedad, y la propiedad tenía que ser distribuida:

50 Entrevistas con la familia S. en Ámsterdam, 15-16 de octubre de 2005. 51 L. Sayadyan, “A Wound That Wouldn’t Heal”, Hetq Online: Investigative Journalists of Armenia, http://archive.hetq.am/eng/society/0603-gender.html [consultado el 21 de diciembre de 2011]. 52 Entrevista con D.E. (del distrito Piran/Dicle) realizada en Ámsterdam, mayo de 2005. 53 U. Ümit Üngör, “Stratégies de survie au cours du génocide des arméniens”, en J. Sémelin, C. Andrieu y S. Gensburger (eds.), La résistance aux génocides: de la pluralité des actes de sauvetage, París, Presses de Sciences Po, 2008, pp. 221-232.

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Las mujeres en muy pocas ocasiones han participado directamente en el geno­ cidio, pero esto ha comenzado a cambiar en el siglo xx (por ejemplo, en la Ale­ mania nazi y en Camboya); las mujeres han sido victimizadas en gran medida de formas distintas a los hombres (violaciones y esclavitud), y las consecuencias del genocidio (incorporación a la sociedad del perpetrador, el ostracismo que enfrenan las víctimas de las violaciones, como es el caso de Bangladesh) con frecuencia también han sido distintas. Todas estas diferencias pueden explicar­ se en términos de a) los atributos biológicos específicos de las mujeres (sexuali­ dad, capacidad reproductiva y maternidad) que históricamente las hacen vulnerables y valiosas, y b) los supuestos aceptados en la sociedad patriarcal de que las mujeres son débiles, dependientes y propiedad sexual de los hombres, quienes pueden apropiarse de sus cuerpos, trabajo y capacidad reproductiva.54

Las relaciones sexuales en las sociedades patriarcales de Medio Oriente históricamente han articulado y reforzado las jerarquías sociales y las posi­ ciones sociales de dominación y subyugación: los hombres adultos en la cima y las mujeres, niños y niñas debajo, con las prostitutas en el fondo. En esta tradición, las autoridades con frecuencia consideraban la prostitución como una alternativa socialmente útil ante la posibilidad de brotes de vio­ lencia sexual entre los hombres, además de una nada despreciable fuente de ingreso oficial o extraoficial. En palabras de un experto, “la prostitución institucional forma parte del equilibrio secreto” de las sociedades de Me­ dio Oriente, necesario para la reproducción social.55 Este precario equili­ brio sexual se vio amenazado cuando, en gran medida como resultado de la Primera Guerra Mundial, la prostitución entró en auge dentro del Imperio Otomano. El creciente número de viudas, cuyos familiares hombres habían perecido en el frente o de alguna otra manera, se aunó a la tendencia entre la población otomana de un número creciente de familias cuya cabeza era una mujer y de mujeres solas. Muchas de estas mujeres desesperadas con frecuencia no veían otra salida más que recurrir a la prostitución. Algunas fueron engañadas o forzadas, pero la mayoría simplemente no tenía otra manera de sobrevivir y sostener a sus familias. El efecto de este proceso

54 R.W. Smith, “Women and Genocide: Notes on an Unwritten History”, Holocaust and Geno- cide Studies, VIII, 1994, pp. 315-334, en esp. p. 316. 55 A. Bouhdiba, Sexuality in Islam, Londres, Routledge & Kegan Paul, 1985, p. 193.

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fue más profundo entre las mujeres armenias que habían sobrevivido a las deportaciones.56 Los secuestros y los matrimonios forzados eran una práctica común duran­te el genocidio. La guerra ocasionó una brecha, si no es que un colapso, moral para las mujeres armenias sobrevivientes, muchas de las cuales no po­dían mantenerse y por lo tanto terminaban prostituyéndose. Según un es­tudio, en 1919 de 140 prostitutas en Mosul, cien eran armenias.57 El estig­ ma social asociado con la prostitución era virtualmente imposible de superar para estas mujeres, especialmente porque sus clientes habían sido los perpe­ tradores turcos del genocidio. Este era un estigma adquirido a través de la conducta, más que congénito.58 Aunque esto era un secreto a voces entre los armenios, los observadores extranjeros también estaban conscientes de ello. Por ejemplo, un periodista alemán conocía personalmente a turcos que ha­ bían organizado la prostitución forzada de mujeres armenias.59 El cónsul estadounidense en Alepo reportó que, “según fuentes confiables, a los gendarmes se les dice que pueden hacer lo que quieran con las mujeres y las niñas”.60 Las reacciones literarias de las mujeres armenias a esto que se percibía como una catástrofe moral giran en torno a temas como el miedo a la asimilación y la pérdida de la identidad, la enajenación causada por el matrimonio intracultural y el trauma psicológico, además de ocasionales muestras de compasión por el destino de estas mujeres desesperadas.61 Yervant Odián (1869-1926), un intelectual armenio deportado de Es­ tambul se encontró a una prostituta armenia, “muy bella y bien educada”, en el tren de vuelta al final de la guerra. Cuando Odián expresó su desa­ probación e indignación hacia ella, la mujer le respondió:

56 Matthias Bjørnlund, ‘‘ ‘A Fate Worse Than Dying’: Sexual Violence during the Armenian Genocide”, en Dagmar Herzog (ed.), Brutality and Desire: War and Sexuality in Europe’s Twentieth Century, Londres, Palgrave MacMillan, 2008, pp. 16-59. 57 V. Tachjian, “Gender, Nationalism, Exclusion: The Reintegration Process of Female Sur­ vivors of the Armenian Genocide”, Nations and Nationalism, XV, 2009, pp. 60-80, esp. p. 71. 58 G. Falk, Stigma: How We Treat Outsiders, Amherst, Prometheus, 2001. 59 H. Stürmer, Two War Years in Constantinople: Sketches of German and Young Turkish Ethics and Politics, Londres, Gomidas Institute, 2004 [1917], p. 49. 60 A. Sarafian (ed.),United States Official Documents on the Armenian Genocide,vol. I, The Lower Euphrates, Watertown, Armenian Review, 1993, p. 15 61 V. Rowe, A History of Armenian Women’s Writing, 1880-1921, Londres, Cambridge Scholars, 2003, pp. 187-188.

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¿Soy acaso sólo yo, quien vive esta vida? Todas las mujeres armenias deporta­ das de Konia, cuyos esposos han desaparecido, fueron masacrados o están muertos, están en la misma situación. Entraron a trabajar a burdeles o consi­ guieron amantes. ¿De qué otra manera querías que viviéramos? Si, por ejem­ plo, yo no tuviera a este policía a mi lado, ¿cuántas veces me habrían enviado a Der Zor y hubiera muerto o sido masacrada ahí? Este hombre me ha tenido con él durante tres años enteros.

Cuando Odián le señaló que la guerra había terminado y que la amenaza de deportación había quedado en el pasado, la mujer respondió:

Es demasiado tarde […] después de vivir esta vida durante tres años, ¿quién me va a mirar? Mira, yo era la hija de una familia respetable de Bandermá, pero ahora no me atrevo a ir a casa, porque me avergüenza ver el rostro de mis pa­ rientes y amigos. Muchos de ellos saben el tipo de vida que he llevado en Ko­ nia.62

Uno de los ejemplos más reveladores de prostitución entre las mujeres ar­ menias fue el caso de Fahriye Yelderem, o Fexo. Era una chica armenia de Diyarbekir salvada de la muerte durante el genocidio y asimilada en una fa­milia kurda. Debido a su bajo nivel social, huérfana, mujer y armenia, continuamente la humillaban. Para sobrevivir no encontró otra opción más que prostituirse desde muy joven. A finales de la década de 1940 y en la década de 1950, se volvió un fenómeno en Diyarbekir, cuando asumió el control del burdel de la ciudad, donde empleaba a otras mujeres, muchas de las cuales, como ella, eran huérfanas. El negocio prosperó bajo la super­ visión de “Patrona Fexo”, como se la conocía, y logró amasar una pequeña fortuna gracias al burdel.63 Las mujeres armenias deportadas no fueron las únicas afectadas por la guerra. También sufrieron las mujeres kurdas deportadas. Entre los cam­ pesinos y los nómadas kurdos, la prostitución era prácticamente desconoci­ da hasta la guerra. Como escribió el agente británico Noel, “En kurdo no hay palabra para prostituta. En los distritos orientales se les llama con el

62 Y. Odian, Accursed Years: My Exile and Return from Der Zor, 1914-1919, Londres, Gomidas, 2009, pp. 300-301. 63 Véanse las memorias de un intelectual kurdo que la conoció: Naci Kutlay, ‘Acı Gerçekler – 2’, Özgür Politika, 5 de noviembre de 2003.

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eufemismo ‘persa’, en el norte, ‘rusa’, en el sur ‘árabe’ y en occidente ‘tur­ ca’”.64 También entre esta población la prostitución prosperó después de la guerra, aunque menos que en el caso armenio. Un oficial del ejército oto­ mano testificó que, acorraladas, muchas mujeres kurdas no tenían otra op­ ción más que “vender sus cuerpos”.65 Un político kurdo, Memduh Selim Bey (1880-1976), lamentó tras la guerra que muchas mujeres kurdas solas se refugiaran en el alcoholismo (müzkirat) y que no tenían otra opción más que dedicarse a la prostitución (fuhsiyat¸ ).66 Parte del objetivo de esta fuerte retórica moral era inflamar los sentimientos de una población conservadora, pero el hecho es que los estragos de la Primera Guerra Mundial fueron lo que impuso a la prostitución como un problema de orden social en las pro­ vincias orientales. Según los patrones de fe otomanos, estas mujeres se vol­ vían parias en el momento en que se dedicaban a la prostitución. Así, los problemas que enfrentaban como marginadas sociales se aunaban a sus dificultades en la época posterior a los actos de violencia masiva. Un aspecto que hasta ahora se ha ignorado u ocultado sobre la Gran Guerra es el mundo de estos habitantes del limbo: los caudillos militares, los desempleados de siempre, los excomulgados, los criminales de poca monta, los antisociales, los proxenetas y las prostitutas que vivían en los márgenes, o incluso fuera, de la sociedad “respetable”. Dentro de este am­ biente social preexistente vivían grupos de kurdos, armenios, turcos y sirios cuyo contacto con las autoridades tradicionalmente era escaso. Estas cons­ telaciones sociales emergieron como estructuras oportunas de seguridad en términos de la protección que ofrecían contra el poder del Estado. Estas estructuras eran menos susceptibles a la propaganda nacionalista y por lo tanto permitían un mayor grado de asociación con los armenios. El hecho de que esta constelación social derivara en el “rescate” de la persecución por parte de los Jóvenes Turcos fue una respuesta primordialmente fortui­ ta de la adaptación de las estructuras sociales tradicionales al cambio de circunstancias.

64 E. Noel, “The Character of the Kurds as Illustrated by Their Proverbs and Popular Sa­ yings”, Bulletin of the School of Oriental Studies, I, 1917-1920, p. 85. 65 R. Hilmi, Yaddasht, Teherán, Mohammed. -i Saqiz, 1987, pp. 30-31. 66 Memduh Selimbegî, ‘Hewar! – Imdad!’, Jîn, 22 de mayo de 1919, p. 5.

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Conclusión

Este artículo ha hablado sobre algunas de las transformaciones sociales que ocurrieron dentro de la comunidad armenia bajo el mandato de los Jóvenes Turcos. Estos fueron procesos relativamente autónomos de cambio social resultado de los acontecimientos y eventos históricos que estaban en proce­ so, además de políticas autoritarias impuestas desde las élites para efectuar cambios sociales específicos. Este texto se ha concentrado en la forma en que la guerra creó nuevas categorías y aumentó algunas categorías ya exis­ tentes de parias sociales. Como parte de las secuelas de la guerra y el geno­ cidio, la comunidad armenia se había convertido en un grupo de huérfanos, conversos y mujeres desamparadas. Estos marginados sociales tenían una cosa en común: sus condiciones de vida eran en gran medida consecuencia de la persecución de los Jóvenes Turcos. Durante la Primera Guerra Mundial, el asesinato en masa, la deportación y la asimilación forzada fueron tres rostros del mismo proceso de destruc­ ción organizado por el régimen de los Jóvenes Turcos. Los tres fueron vecto­res de la violencia encauzada hacia un objetivo: la desaparición demo­ gráfica de la comunidad armenia otomana, especialmente del corazón del Imperio y las provincias orientales. Aunque los hombres fueron masacrados, las mujeres fueron deportadas y asimiladas en hogares musulmanes.67 Los niños armenios se volvieron objetivos específicos de las políticas demográfi­ cas. Los ni­ños que no recordaban a sus padres biológicos se volvieron turcos y, si nadie les relataba su pasado, a partir de entonces vivieron como turcos musulmanes. Pero a partir de cierto punto, dicho cambio de identidad ya no era posi­ble, y así, muchos huérfanos que fueron secuestrados “demasiado tarde” sufrieron una profunda crisis sin esperanza de salir de ella con tera­ pia, o de vol­­­ver, y como resultado, la mayoría de ellos se consumieron en su dolor. Estos huérfanos estaban destinados a volverse turcos, no armenios, al menos no en la forma en que habrían sido armenios de haber vivido en una familia armenia completa en un pueblo armenio. El problemático legado de los huérfanos armenios indica que es muy posible que las políticas agresivas

67 E. Sanasarian, “Gender Distinction in the Genocidal Process: A Preliminary Study of the Armenian Case”, Holocaust and Genocide Studies, IV, 1989, pp. 449-461.

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de asimilación, diseñadas con el objetivo de integrar a los grupos minorita­ rios, terminen fallando por dos razones. Primero, debido a la resistencia, no a la cultura o el idioma, sino la resistencia ante los métodos violentos y agre­ sivos. En segundo lugar, después de cierta edad, la posibilidad de abando­ nar por completo la identidad cultural con la que se creció y adoptar otra es relativamente limitada. Para muchos armenios, el genocidio llegó como cualquier otro pogromo otomano. Poco sabían de la verdadera naturaleza de las deportaciones geno­ cidas cuando éstas comenzaron. Sin embargo, había posibilidades reales, si bien limitadas, de “escape conductual” al genocidio —principalmente la conversión—. Escapar o ser rescatado era algo muy cercano a la conversión, aun cuando, sin ayuda (por parte de los musulmanes) las posibilidades de salir con vida eran mínimas. Es posible que la resistencia ante la conversión a la religión de los temidos y odiados “otros” haya sido típica y muy común en la época y la región, pero, enfrentados con la violencia, aun los más devo­ tos reconsiderarían sus principios. No importa qué tan fluidas, híbridas e in­ terconectadas estuvieran las identidades en la sociedad principalmente rural que era (y todavía es) Turquía, aún persistía cierta forma de identidad reli­ giosa sectaria, especialmente entre la gente más nacionalista y conservadora. Estas experiencias subjetivas de conversión al islam chocaban con las obser­ vaciones objetivas de las mismas. Aunque la mayoría de los deportados ex­ perimentaba la conversión como un rompimiento de los códigos morales y sociales así como una infracción a su identidad religiosa, el hecho es que sus probabilidades de supervivencia eran mayores si se convertían al islam y vi­ vían de forma discreta, fuera como musulmanes o no. La actitud ambivalen­ te de los Jóvenes Turcos hacia los conversos demuestra que la conversión no eliminaba las sospechas. Y quizá con razón, ya que ésta no parecía asegurar la lealtad de los conversos al gobierno. Paradójicamente, aunque el régimen de los Jóvenes Turcos impuso la conversión forzada a muchos cristianos, (armenios y sirios), carecía de la perspicacia para tomar en consideración el hecho de que la “conversión forzada generalmente conlleva un rechazo ma­ yor y desconfianza hacia el grupo converso en la sociedad dominante”,68

68 M. García Arenal, “Conversion to Islam in the Mediterranean-Muslim World”, en R. De­ guilhem (ed.), Individual and Society in the Mediterranean-Muslim World: Issues and Sources, París, European Science Foundation, 1998, p. 15.

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probablemente porque sólo agrega nociones de secrecía y mitificación al proceso. En consecuencia, es natural que la vida posterior de los conversos sea muy traumática en términos de identidad, y éstos expresan con frecuen­ cia una devoción por encima del promedio para compensar y enmascarar la evidente falta de “pedigrí” islámico.69 El legado de los cambios de identidad forzados en este periodo ha jugado un papel importante a largo plazo. El caso de Fethiye Çetin, una abogada de familia musulmana de Turquía oriental, es iluminador. El libro de me­ morias que escribió reveló las raíces armenias de su abuela y presentó un ejemplo muy claro de conversión, rescate y supervivencia durante el geno­ cidio. Çetin apunta que su abuela se salvó porque aceptó convertirse. Los habitantes musulmanes sólo estaban interesados en dar asilo a niños arme­ nios que ya hubieran sido convertidos o que estuvieran dispuestos a con­ vertirse.70 En una entrevista posterior, Çetin recuerda que ella siempre vivió en una suerte de limbo entre lo turco, lo kurdo y lo armenio, en los márgenes de lo étnico y lo nacional. También recordó que, tras enterarse de su origen, podía entender por qué su abuela horneaba un pan dulce especial durante la primavera junto con otras mujeres fuera de la familia: eran sobre­ vivientes del genocidio y celebraban la Pascua.71 Los conversos con frecuen­ cia se apoyaban entre sí: después del genocidio de 1915, era común entre los caciques kurdos invertir en tratar de encontrar a los conversos armenios, con la esperanza de conseguir esposas de la misma etnia y así no romper con las tradiciones endogámicas. Para los kurdos y los armenios, esto repre­ sentaba una vuelta a las tradiciones y la seguridad del ancien régime. Tras la publicación del libro de Çetin en 2004, el destino de los conver­ sos, o criptoarmenios, en Turquía fue objeto de un debate político aún más intenso. Tanto turcos como armenios de tendencia nacionalista compiten

69 La historia de Behçet Cantürk (1950-1994), uno de los capos turcos más importantes, que terminó siendo asesinado, también es la historia de su madre, Hatun Demirciyan, una mujer ar­ menia del distrito Lice, al norte. Es muy posible que Cantürk apoyara al Partido de los Trabaja­ dores de Kurdistán y al Ejército Secreto Armenio para la Liberación de Armenia en rebeldía contra un Estado que percibía como victimario de su familia materna. S. Yalçın, Behçet Cantürk’ün anıları, Ankara, Öteki, 1996. 70 F. Çetin, op. cit. 71 F. Geerdink, “Advocaat Fethiye Çetin: ‘Mijn identiteit is nooit puur Turks geweest’” [entrevista], mayo de 2006, www.frederike.nl/cgi-bin/scripts/db.cgi?&ID=403&ww=1&view_ records=1

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por la lealtad de este grupo de gente, que se siente asediado por dichas políticas identitarias.72 Mientras que los primeros desean “despertarlos” del islam y convencerlos de que reclamen su identidad armenia latente, los segundos han declarado sin cortapisas que si desean “volver” a sus raíces armenias, entonces ya no serán bienvenidos en Turquía.73 Se calcula que entre 30 mil y 40 mil criptoarmenios viven actualmente en Turquía, con distintos grados de conciencia e interés en su pasado.74 Aunque la mayoría de ellos tema que exponerse abiertamente lo volverá vulnerable a las pre­ siones y amenazas nacionalistas, internet ha resultado ser una plataforma conveniente y, sobre todo, anónima, para recabar información y conectarse con miembros de la familia en el extranjero. Por ejemplo, en el sitio www. hyetert.com, dedicado a la comunidad armenia de Estambul, es posible encontrar frecuentemente mensajes como los siguientes:

Tengo una petición. Nigar Metin, nacida en 1894, nombre de la madre, Hilito; nombre del padre, Casper; registrada en el distrito de Hizan en la provincia de Tblisi, es mi abuela. Acabo de encontrar estos registros. Con su ayuda, me gusta­ ría encontrar a los miembros de mi familia. Haydar Y., 1 de noviembre de 2005. Vivo en el distrito de Mut en la provincia de Mersín. Mi abuela también está aquí. Su madre era armenia de Kayseri. Su nombre es Sofía y se sabe que se mudó a Estambul. ¿Dónde puedo encontrar información sobre ella? Ulas¸ S.,¸ 3 de octubre de 2005. Desciendo de nuestros conciudadanos armenios que vivían en el vecindario Niksar Cedid en Tokat entre 1900 y 1915 y que se mudaron a otro lugar. El nom­bre de mi abuela era Oski; el de su padre, Mevzik, y el de su madre, Anna. Mi abuela tenía tres hermanos. No sabemos el nombre de su hermana. Sus hermanos eran Karapet y Murat. Desafortunadamente no sabemos sus apelli­ dos. Sabemos que estaban involucrados en actividades comerciales y que tenían

72 D. Jones, “Armenian Quest for Lost Orphans”, bbc World Service, 1 de agosto de 2005; “Ma grand-mère turque était arménienne”, Le Monde, 26 de febrero de 2007. 73 Los criptoarmenios han recibido amenazas directas de la Sociedad Histórica Turca, el órga­ no oficial formado por los Jóvenes Turcos para la producción de narrativas históricas nacionalistas. El director de la Sociedad Histórica Turca, Yusuf Halaçoglu, incluso ha hecho amenazas implíci­ tas de que cuenta con una “lista” de nombres “casa por casa” de criptoarmenios que viven en Turquía, y asegura que no tendrá reparos en “hacerla pública”. Radikal, 22 de agosto de 2007; Zaman, 25 de agosto de 2007. 74 Millî Gazete, 28 de diciembre de 2005.

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una tienda y un almacén. Quiero pedir a cualquier persona que esté relacionada con los anteriormente mencionados, o que los conozca, o que tenga informa­ ción, que por favor me escriba un e-mail. Nihat S.E., 15 de febrero de 2005.75

Aunque han pasado varias generaciones desde el genocidio, las memorias traumáticas familiares parecen persistir, y aparentemente muchas de es­ tas personas sienten la necesidad de llenar estos vacíos en sus historias personales.76 Las interpretaciones más comunes de la asimilación forzada de huérfanos armenios, matrimonios forzados de mujeres armenias y la conversión forzada de armenios en general se han acercado al tema desde la perspectiva de la enajenación nacional. Las conversiones y asimilacio­ nes se han visto como una pérdida de identidad y absorción a la identidad del otro, pero sociológicamente fueron aspectos que contribuyeron al ge­ nocidio, cuya finalidad era la destrucción de los lazos sociales más básicos del grupo víctima: el parentesco. También eran mecanismos de supervi­ vencia: si uno tenía que fingir ser musulmán a cambio de la vida, puede que la elección no siempre haya sido unánime, pero en definitiva muchos la tomaron.

75 E. Basyurt,¸ Ermeni evlatlıklar: saklı kalmıs hayatlar, Estambul, KaraKutu, 2006, pp. 30-31. 76 Para una colección de historias de vida, véase A. Gül Altınay y F. Çetin, Torunlar, Estam­ bul, Metis, 2009. Habermas argumentaba que la gente “puede desarrollar identidades personales sólo si reconoce que las secuencias de sus acciones forman historias de vida narrativamente acep­ tables; sólo pueden desarrollar identidades sociales si reconocen que pueden mantener su perte­ nencia a grupos sociales por medio de la participación en interacciones, y de esta manera involu­ crarse en las historias narrativamente aceptables de las colectividades”. J. Habermas, The Theory of Communicative Action, Boston, Beacon, 1987, vol. II, Lifeworld and System: A Critique of Functionalist Reason, p. 136.

91 “Encontrado en el desierto, donde quizá vivió unos dos años alimentándose de hierbas y raíces. Era un pequeño animal cuando fue encontrado, salvado por la Enfermera Norton, sobrevivió”. Colec­ ción Ellen Mary Gerard Loose. Archivo de la Unión General Armenia de Beneficencia. Dossier

El mármol de la historia armenia La historia armenia como la historia del mundo*

Sebouh D. Aslanian**

uiero comenzar agradeciendo a David Myers por hacer posible este Qacto y por haber sido un pilar fundamental para mi estancia aquí en la Universidad de California en Los Ángeles (ucla). También les agradezco a todos ustedes por estar presentes, y antes de comenzar quiero reconocer una deuda especial de gratitud que tengo con mi distinguido predecesor, el profesor Richard Hovannisian, por sus muchas décadas de dedicación, tra­ bajo y sacrificio en el campo de la historia armenia. Es un gran honor para mi heredar la posición que él creó con tantos esfuerzos, y les aseguro que no tengo intención ninguna de transformar el asiento de la cátedra de His­ toria Armenia que ahora ocupo en el reposet de Historia Moderna Armenia. Siendo, como soy, adicto a mi trabajo y mi vocación a costa de cualquier otra cosa —si no me creen, pregúntenle a mi esposa—, planeo contribuir profusamente al campo. Cuando David Myers me pidió dar una breve charla donde expresara mi “visión” del futuro de este campo de estudio, me sentí muy emociona­ do y honrado por razones obvias y, al mismo tiempo, un poco temeroso.

*Originalmente, este ensayo fue la conferencia inaugural dada por el autor en la ceremonia de su investidura en la Universidad de California en Los Ángeles (ucla), el 22 de mayo de 2012, como el primer profesor de la cátedra Richard Hovannisian de Historia Moderna Armenia, esta­ blecida por la Fundación Educativa Armenia. Se ha preservado en gran media el tono oral e infor­ mal de la presentación, sin embargo en esta versión se han introducido algunas notas al pie y modificaciones menores. El autor desea agradecer a Houri Berberian, por su apoyo e inspiración constante, y a los editores de esta publicación por considerar que esta conferencia es suficiente­ mente relevante como para imprimirse. Publicado originalmente en Études arméniennes contempo- raines, 2015. **Traducción del inglés de Elizabeth Flores.

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Temeroso porque tengo muchas cosas que decir sobre el futuro de este campo de estudio y no sabía si podría decirlas todas de forma concisa, infor­ mativa, no demasiado aburrida y, de ser posible, incluso entretenida. Tras deliberar un poco, resolví desechar el largo texto académico lleno de notas al pie y metodológicamente riguroso que había escrito al principio y en vez de ello decidí urdir las amplias pinceladas que conforman mis ideas con­ ceptuales sobre la historia armenia junto con mi propia, y humilde, trayec­ toria intelectual y viaje personal como académico hasta llegar a este punto en que me encuentro, frente a ustedes. Así, con la certeza de que todo buen conocimiento, especialmente todo conocimiento histórico, debe comenzar con un autoexamen crítico, les ofrezco algunas ideas sobre cómo y por qué me convertí en un historiador que desarrolló una pasión y un amor por el pasado armenio, y cómo mi vi­ sión de dicho pasado, como trataré de explicar hoy, debe necesariamente alejarse de una lectura convencional de la historia armenia como una “his­ toria autónoma” y acercarse a una que sea interactiva y esté enmarcada en el contexto mayor de la historia mundial global. Para no entretenerlos más de la cuenta, les presento mis humildes ideas como un canapé de camarón, o amuse bouche, si prefieren, con la esperanza de que esto les abra el apetito por adentrarse en el área. Permítanme comenzar hablando de mi trayectoria intelectual y llamar su atención hacia un notable pasaje sobre la filosofía tardía del pensador francés Michel Foucault y su intento por esbozar una posición política a la que llamó “autoformación” y la estética de la existen­ cia. En una entrevista que le hice siendo estudiante de maestría en la New School for Social Research de la ciudad de Nueva York al controvertido biógrafo de Foucault, James Miller, éste dijo lo siguiente sobre los intentos de lidiar con el problema de la libertad o la falta de ésta y “cómo uno se convierte en lo que es”:

En el libro, traté de elaborar sobre el tema de la no libertad en Nietzsche y Foucault al discutir el daimón, que es, creo, una palabra mística para las carac­ terísticas de la vida propia que no pueden controlarse. Permíteme usar una metáfora. Eres arrojado al mundo como si fueras un bloque de mármol. Te sa­ caron de la cantera de la que Miguel Ángel sacaba el mármol de sus estatuas. Tus padres, martillo y cincel en mano, trabajan para formar un rostro y unas extremidades y te crean a cierta imagen. Llegas a la mayoría de edad y te miras

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en el espejo. Alguien te da el cincel y tienes que averiguar qué hacer de ahí en adelante. No puedes volver a pegar el mármol que ya fue cincelado. Puedes querer esculpir como lo hacía Miguel Ángel, siguiendo las vetas de la piedra para trabajar con el grano o puedes tratar de cincelar contra el grano; en cuyo caso podrías terminar rompiendo la pieza en dos, con consecuencias desastro­ sas. Y a final de cuentas, te quedas con —en el mejor de los casos— una escul­ tura sin terminar, como una de las esculturas sin terminar de Miguel Ángel que se pueden ver en Florencia alrededor de la estatua de David. Ves estas figuras luchando por surgir de la piedra, con frecuencia los bloques de mármol aún las conectan con la piedra. Así que, para convertirte en lo que eres, tienes que tratar de entender, evaluar, examinar, lo que llamo metafóricamente este “blo­ que de mármol”, y tratar de ejercer este elemento de libertad, esculpir una fi­ gura por tu cuenta. Este proceso continúa hasta que mueres.1

No hace falta decir que no pretendo en absoluto haber descubierto por com­pleto el grano de mi propio mármol, mucho menos haber llegado a un entendimiento de lo que el sociólogo alemán Max Weber, cuyo nombre por lo regular no se menciona en la misma frase que el de Foucault, llama “el demonio que sostiene las fibras de la vida misma”,2 pero al menos he inten­ tado un acercamiento con éste durante bastante tiempo, y me gustaría creer que mi elección de convertirme en historiador armenio con más que un interés superficial por la historia mundial y cómo percibo la historia y sus usos en la vida diaria son parte integrante de esta larga investigación de mi propio pasado. Permítanme ahora volver a la “cantera” de la que fui arrancado y de la que mis padres obtuvieron el bloque de mármol que se convirtió en lo que soy. Cómo me convertí en lo que soy o, para ponerlo en otras palabras, ¿cuál es la conexión entre convertirme en un historiador interesado en los arme­ nios en el contexto de la historia mundial y mis propios, modestos, intentos por comprender, evaluar y examinar las vetas del bloque de mármol del cual surgí sin, hasta el momento, romperlo en mil pedazos?

1 S. Aslanian y T. Benjamin, “Conference Exchange: A Debate on The Passion of Michel Foucault”, Conference: A Journal of Philosophy and Theory, vol. 4, núm. 1, primavera de 1993, pp. 81-82. 2 M. Weber, “Science as a Vocation”, en H.H. Gerth y C. Wright Mills (eds.), From Max We- ber: Essays in Sociology, Oxford y Nueva York, Oxford University Press, 1946, p. 156.

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Nací en Etiopía. Mis abuelos y antepasados de ambas familias no eran colonizadores italianos, misioneros europeos o inversionistas en busca de mercados lucrativos. Eran refugiados que iban huyendo de sus hogares en el Imperio Otomano en la década de 1890, durante una oleada de masacres que segó la vida de más de cien mil armenios y que hallaron un refugio en Etiopía en los primeros años del siglo xx. Los hermanos de mi abuelo pa­ terno, que sobrevivieron las masacres de 1890 en su lugar de nacimiento en Sepastea-Sivás, perecieron en el genocidio de 1915 después de haberse repatriado a sus hogares en 1908, atraídos por las promesas de paz y protec­ ción de las minorías proclamadas por el gobierno de los Jóvenes Turcos tras su llegada el poder. Mi abuelo materno, Georges Djerrahian, nació en Adís Abeba en 1911 y en 1931 había abierto (junto con su hermano Elías) la primera imprenta comercial de Etiopía. Mi padre, Bedrós, también era im­ presor y era dueño de dos imprentas junto con su hermano Torkom. Me gustaría pensar que el hecho de que mucho de mi trabajo está relacionado con comerciantes e impresores a principios de la época moderna está moti­ vado, al menos en parte, por este hecho.3 Crecí en Adís Abeba y asistí a la escuela armenia Matig Kevorkoff. Con­ forme crecía, fui escuchando las historias del sufrimiento que mis abuelos y otros de su generación experimentaron. Como resultado, veía a los turcos con, por decir lo menos, mucha suspicacia. También llegué a internalizar una versión de la historia armenia bastante poco académica, que contaba la heroica supervivencia de una pequeña nación a pesar de todas las adversi­ dades. Esta historia y su arco narrativo, que abarca toda la historia armenia, tiene muchos pequeños y sutiles elementos que son exclusivos de los ar­ menios; sin embargo, de muchas otras maneras, el tono y la construcción de la trama narrativa, o emplotment, para usar la palabra acuñada por Hayden White, no son elementos excepcionales sino más bien bastante comunes a las historias de más de una minoría perseguida.4 Su paradigma radical, para tomar prestado el término del antropólogo Victor Turner, contiene un im­ portante drama social en que se enfrentan el bien contra el mal, la pureza

3 Para un excelente estudio de la comunidad etíope-armenia, véase B. Adjemian, La fanfare du négus: Les Arméniens en Éthiopie (xixe-xxe siècles), París, Éditions de l’ehess, 2013. 4 Para el concepto de emplotment narrativo, véase H. White, Metahistory: The Historical Imagina- tion in Nineteenth-Century Europe, Baltimore, University of Johns Hopkins Press, 1975.

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contra la contaminación, el heroísmo y la unidad contra la cobardía, la trai­ ción y el disenso.5 Es la historia de una lucha titánica de un pequeño pue­ blo acosado en un mundo de gigantescos imperios. Contra lo que uno pudiera pensar, esta visión de la historia armenia como un drama social so­ bre la preservación de una identidad amenazada no nació con el genocidio de 1915, aun si esta visión se vio reforzada por la catástrofe de poderosas maneras que aún moldean nuestra idea popular de la historia armenia. Este paradigma radical probablemente tomó forma con uno de los “clásicos de la literatura armenia”:6 la Historia de Vartán y la guerra armenia de Yeghishé Vardapet, que relata la crónica de la revuelta de los armenios y su Iglesia en el siglo v en contra de la dominación y la religión del Irán sasánida.7 Es muy probable que el mismo Yeghishé haya tomado prestado este paradigma radical para la lucha de los armenios de una lucha anterior de los judíos contra las autoridades seléucidas, según se relata en el Libro de los Macabeos, uno de los primeros textos en ser traducidos al armenio usando el alfabeto recientemente creado por el monje Mashtóts, quien vivió una generación antes de la batalla de Vartanánts en 451 d.C.8 Durante mi infancia en Etiopía, recuerdo que celebraba la derrota mi­ litar de Vardan como una victoria moral e incluso, como muchos otros jó­ venes armenios, quería ser tan “valiente” como el mismo Vartán. En mi clase de historia del tercer o cuarto año, justo antes de vernos obligados a huir de la Etiopía posrevolucionaria, nos inculcaron el paradigma radical de Yeghishé hasta el cansancio. Éste se usó y proyectó en el tiempo para poder comprender un poco la experiencia humillante y abyecta del geno­ cidio y desde ahí hasta nosotros —los restos de la catástrofe que vivíamos en el este de África.

5 La noción de paradigma radical se explora en V. Turner, Dramas, Fields, and Metaphors: Symbolic Action in Human Society, Ithaca, Cornell University Press, 1974, pp. 67-68 y passim. 6 R.W. Thomson, “Ełiše’s- History of Vardan: New Light from Old Sources”, en T.J. Samue­ lian (ed.), Classical Armenian Culture, Chico, Scholars Press, 1982, p. 41-51, esp. p. 41. 7 Véase Ełiše- Vardapet, History of Vardan and the Armenian War, R.W. Thomson (trad. y co­ ment.), Cambridge, Harvard University Press, 1982. 8 Mi lectura de Yeghishé está influida por R.W. Thomson,op. cit. y P. Cowe, “Elise’s ‘Arme­ nian War’ as a Metaphor for the Spiritual Life”, en J.P. Mahé y R.W. Thomson (eds.), From By- zantium to Iran: Armenian Studies in Honour of Nina Garsoïan, Atlanta, Scholars Press, 1997, pp. 341-360.

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El paradigma también se proyectó sin ninguna dificultad de forma re­ trospectiva a la remota antigüedad, para explicar cómo casi todas las pode­ rosas naciones de antaño —los asirios, los hititas, los babilonios, los medas, los romanos y otros—, cuyas historias se entrelazaron con la de los arme­ nios, habían desaparecido, mientras que “nosotros”, los armenios, aún está­ bamos presentes. Esta idea de historia “monumental” o heroica con la que crecí y que continué atesorando bien entrada mi adolescencia en Dubai e incluso mis primeros años en la universidad en Montreal probablemente fue un méto­ do efectivo de imponer una solidaridad y una disciplina grupal interna, y como consecuencia salvaguardar una identidad que se percibía amenazada, aunque podrían discutirse los méritos de tal empresa. Sin embargo, esto también tuvo consecuencias menos admirables. Promovía primero que nada una idea de la identidad muy estrecha y unidimensional, cuyo objeti­ vo era casi exclusivamente la protección y la conservación colectiva del grupo. Era, cumpliendo en gran medida los objetivos de la historia de Yeghishé, lo que el antropólogo Frederik Barth y después de él John Arms­ trong han llamado un “mecanismo de mantenimiento de límites” (un tema al que volveré más tarde), un bastión de defensa contra las ineludibles fuerzas de la asimilación.9 Más aun, y quizá más importante, no resultaba apropiado para alimentar en la mente de un joven curioso, como yo era entonces, una concepción de la historia como los historiadores profesiona­ les reconocen la historia crítica. En vez de ello, a lo que contribuyó es a moldear lo que los sociólogos del estudio de la memoria llaman “memoria histórica” o “colectiva”. Una herramienta política que la mayoría, si no es que todas, las comunidades emplean de vez en cuando para promover sus propias agendas a futuro y para recordar y conmemorar un hecho y paradig­ ma radical que se considera vital para el mantenimiento de su identidad colectiva.10 Para la mayoría de los armenios actuales, ese evento es el geno­ cidio de casi un millón y medio de armenios que ocurrió hace prácticamen­

9 Véanse F. Barth, Ethnic Groups and Boundaries: The Social Organization of Cultural Difference, Boston, Little Brown and Company, 1969, y J.A. Armstrong, “Mobilized and Proletarian Diaspo­ ras”, The American Political Science Review, vol. 70, núm. 2, junio de 1976, pp. 393-408. 10 M. Halbwachs, On Collective Memory, Lewis A. Coser (ed. y trad.), Chicago, University of Chicago Press, 1992.

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te cien años y la enorme y pesada sombra que el mismo, y especialmente su continua negación, siguen proyectando sobre la vida armenia. Esta ne­ gación ha creado una memoria histórica hipertrofiada o hinchada para la mayoría de los armenios, y los ha tenido cautivos en el pasado. Aún más vejatorio resulta el hecho de que en algunos círculos en Armenia el trauma del genocidio se ha prestado para apuntalar una política de nacionalismo paranoico.11 En algunos casos, el trauma no resuelto del genocidio también ha fo­ mentado un aislamiento provinciano del mundo exterior. Como yo soy un historiador que estudia el pasado armenio, no puedo sino recordar el texto clásico de Nietzsche, “Sobre los usos y desventajas de la historia para la vida”. Escrito sustentado en la fijación del sigloxix por la historia monu­ mental, la “inundación de la memoria” y la proliferación de prácticas mne­ mónicas (monumentos, museos, archivos y, más notable aún, el género hegemónico de la historiografía nacionalista), el texto de Nietzsche se lee como una meditación de principios del siglo xxi sobre los “usos del olvido”.12 Para Nietzsche, una memoria histórica hinchada tiene el potencial de convertirse en el “enterrador del presente”.13 Sus ideas prefiguran el traba­ jo del brillante e inimitable escritor argentino Jorge Luis Borges, en su fascinante historia ficticia sobre un tal “Funes el memorioso”, quien un día se cae del caballo y en vez de sufrir amnesia se convierte en depositario de toda la memoria del mundo. Incapaz de filtrar nada de su memoria, Funes se convierte en una enciclopedia viviente de todos los acontecimientos, sensaciones, momentos y demás que han ocurrido desde el comienzo del mundo. Su memoria resulta incapacitante. Tanto para Nietzsche como para Borges, demasiada memoria elimina las bases del futuro y debilita o,

11 Véase S. Aslanian, “The ‘Treason of the Intellectuals’: Reflections on the Uses of Revisio­ nism and Nationalism in Armenian Historiography”, Armenian Forum, vol. 2, núm. 4, primavera de 2002, pp. 1-38. 12 Mis ideas a este respecto están profundamente influidas por Y.H. Yerushalmi, “Postscript: Reflections on Forgetting”, en Y.H. Yerushalmi,Zakhor: Jewish History and Jewish Memory, Seattle, University of Washington Press, 1996, p. 107. 13 F. Nietzsche, “On the Uses and Disadvantages of History for Life”, en F. Nietzsche, Unti- mely Meditations, D. Breazeale (ed.) y R.J. Hollingdale (trad.), Cambridge, Cambridge University Press, 1997, p. 62.

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peor aún, paraliza el instinto vital de la creación. Quienes permiten que la memoria ahogue su presente y su futuro, nos advierte Nietzsche, viven como si su lema fuera “que los muertos entierren a los vivos”.14 Esa es la razón por la que, para Nietzsche, “la vida en cualquier sentido real es abso­ lutamente imposible sin el olvido”.15 Al señalar aquí específicamente el peso en ocasiones insoportable del genocidio sobre la vida contemporánea armenia no estoy proponiendo de ninguna manera que se reste importancia a su estudio, mucho menos ala­ bando las virtudes de la desmemoria. Lo que estoy diciendo, en cambio, es que no debemos permitir que un recuerdo hinchado de los acontecimien­ tos de 1915 obvie la existencia de la historia armenia antes y después del genocidio o que, cuando lo recordemos, lo estudiemos de una manera que no pase exclusivamente a través del lente yeghisheano del paradigma radi­ cal de supervivencia al genocidio. Este enfoque, como he explicado con más detalle en otra parte, tiende a conducir a dos desafortunados proble­ mas reflejados en la forma en que los historiadores armenios han represen­ tado con frecuencia el pasado.16 El primero es lo que llamo, siguiendo al historiador de la diáspora judía Salo Baron, la concepción “lacrimosa” de la historia armenia, en la que el pasado armenio antes del genocidio está re­ presentado como una “sucesión lineal de miserias y persecuciones”, espe­ cialmente en las diásporas del Medio Oriente islamizado.17 Consideremos,

14 Ibid. 15 Citado en Y.H. Yerushalmi, op. cit., p. 107. 16 Véase S. Aslanian, “From Autonomous to Interactive Histories: World History’s Challenge to Armenian Studies”, Journal for the Society or Armenian Studies, en prensa, 2012. 17 Citado en D. Engel, “Crisis and Lachrymosity: On Salo Baron, Neobaronianism, and the Study of Modern European Jewish History”, Jewish History, vol. 20, núm. 3-4, 2006, p. 243-264, esp. p. 247. Para una aplicación de las ideas de Baron a la historiografía revisionista posterior a 1967, que contiene “una representación pesimista de la vida judía en tierras del islam que enfati­ za la continuidad de la opresión y persecución de Mahoma hasta el fin de las comunidades árabes judías en las postrimerías de la guerra árabe-israelí de 1948”, véase J. Beinin, The Dispersion of Egyptian Jewry: Culture, Politics, and the Formation of a Modern Diaspora, Berkeley, University of California Press, 1998, p. 14, y M.R. Cohen, “The Neo-Lachrymose Conception of Jewish-Arab History”, Tikkun, vol. 6, núm. 3, 1991, p. 55-60, y del mismo autor Under Crescent and Cross: The Jews in the Middle Ages, ed. revisada, Princeton, Princeton University Press, 2008. No hace falta mencionar que la concepción lacrimosa de la historia armeno-turca e islámica es una respuesta directa a la negación del genocidio armenio que probablemente sólo comenzará a cambiar tras el reconocimiento de esta tragedia.

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por ejemplo, la siguiente declaración programática extraída de un popular (y multicitado) texto sobre los asentamientos de la diáspora armenia publi­ cado durante el periodo soviético:

La historia de los asentamientos de la diáspora armenia es la historia de la mi­ gración, de la vida entre extranjeros, de la migrancia [bandkhtut‘iwn]. En otras palabras, es la historia de la miseria y el infortunio. Es difícil encontrar periodos de felicidad en sus páginas y, al hacer el registro de esta historia, nos considera­ ríamos historiadores trágicos de no haber sido lo suficientemente afortunados como para ver el resplandeciente amanecer de Armenia bajo el sol soviético y el cumplimiento del centenario y el objetivo ardorosamente buscado del pue­ blo armenio de volver a la patria, que fue el sagrado sueño anhelado por innu­ merables generaciones de armenios.18

La “miseria, el infortunio y la migrancia” que el autor asocia con “la vida entre extranjeros” dificulta imaginar cómo una concepción tan lacrimosa de la historia armenia puede tener seria cabida dentro de una exploración de las verdaderas interacciones y conexiones interculturales entre los arme­ nios y los “extranjeros” entre quienes vivieron durante siglos. La segunda consecuencia, también relacionada, de la continua negación del genocidio es una concepción de la historia armenia que privilegia una idea de desarrollo teleológico y lineal de la forma de nación dentro de la historia hacia el nirvana natural de la nación-Estado. En este escenario, el paradigma radical de Yeghishé de la historia como un drama social de pure­ za contra corrupción no sólo es parte fundamental de la memoria colectiva, o de los elementos que componen las lecciones de las escuelas primarias, como las que recibí en Etiopía; sino que, para algunos, se convierte en un sustituto de la escritura de la historia. La primera víctima mortal de esta tendencia a ver la historia exclusivamente como una historia autónoma o un drama de supervivencia en contra de las adversidades es la minimiza­ ción de las relaciones interculturales entre los armenios y las muchas cultu­ ras y pueblos con quienes han interactuado durante el último milenio y antes. El pasaje citado arriba de Ashot Abrahamyan sobre su concepción

18 A.G. Abrahamyan, Hamarot urvagits hay gaghtavayreri pat- mut‘yan [Un resumen conciso de la historia de los asentamientos armenios], Ereván, Haypethrat, 1964-1967, 2 vols., p. 421.

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lacrimosa de la historia armenia es una muestra representativa de tal visión. En vez de ello, yo propongo un enfoque interactivo hacia la historia arme­ nia que incorpore ideas metodológicas del vibrante subcampo relativamen­ te nuevo de la historia conocido como la “nueva” historia del mundo, o la historia global, y su similar, el de “historias conectadas”, cuyo proponente más celebrado es nuestro colega aquí presente, Sanjay Subrahmanyam.19 Pero, ¿qué es realmente la historia mundial y cómo resulta útil para la his­ toria armenia? Y también, si las perspectivas metodológicas de la historia mundial son útiles como argumento para la historia armenia, ¿lo contrario también es verdad? El conocimiento de la historia armenia, ¿es no sólo re­ levante, sino también posiblemente necesario para quienes estudian la his­ toria mundial? Y de ser así, ¿por qué? Para despejar un malentendido común, debo dejar en claro que la histo­ ria mundial no es lo mismo que la “historia del mundo”;20 para propósitos de nuestra discusión, la definición más breve y necesariamente simplificada de lo que es la “nueva” historia mundial incluiría algunos o todos los siguien­ tes puntos interrelacionados: 1) es un subcampo de la escritura histórica que puede decirse concebido en la Universidad de Chicago en la década de 1960 y que llegó a su madurez aquí mismo, en California, en los años noventa y que parece haber tomado por asalto los campus universitarios de todo Norteamérica y cada vez más de Europa; 2) a diferencia del campo convencional de la historia como disciplina profesional, la historia mundial no considera al Estado nacional o a la comunidad nacional como la unidad básica de análisis histórico; más bien, se enfoca en unidades más grandes, tales como hemisferios, océanos, continentes y en ocasiones el mundo en­ tero; 3) es, en palabras sencillas, un estudio generalmente a escala masiva de las comparaciones, interacciones, encuentros y conexiones entre regio­ nes, culturas y pueblos entre sí a gran escala; de manera tal que las interac­

19 S. Subrahmanyam, “Connected Histories: Notes towards a Reconfiguration of Islamic Eu­ rasia”, Modern Asian Studies, vol. 31, núm. 3, núm. especial: The Eurasian Context of the Early Mo- dern History of Mainland South East Asia, 1400-1800, julio de 1997, pp. 735-762; para las ideas del autor sobre la compleja genealogía de la historia global, que no enfatiza las importantes rupturas de la década de 1960 y que se enfoca más en las profundas continuidades, véase Aux origines de l’histoire globale, leçon inaugurale prononcée le jeudi 28 novembre 2013, París, Collège de France, 2013. 20 Véase J. Bentley, “The New World History”, en L. Kramer y S. Maza (eds.), A Companion to Western Historical Thought, Oxford, Blackwell, 2002, pp. 393-416.

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ciones e intercambios interculturales ayudan a definirse y moldean mutuamente a las partes que interactúan; 4) con mucha frecuencia las inte­ racciones entre culturas y sociedades se estudian a través del enfoque al que en otras ocasiones me he referido como “redes de circulación e inter­ cambio”, en contraste con la noción más convencional de difusión e in­ fluencia unidireccional, en que se considera que una de las partes tiene la agencia y la influencia, mientras que con frecuencia la otra se representa como un prestatario pasivo y reactivo.21 En pocas palabras, quienes estu­ dian la historia mundial habitualmente estudian a comunidades o indivi­ duos que cruzan “fronteras” o “límites” con facilidad y cuya historia los vuelve “intermediarios”22 o agentes interculturales que viven atravesando las porosas fronteras lingüísticas y culturales que han moldeado el desarro­ llo de la humanidad. Dada su historia de dispersión crónica, la habilidad y la facilidad con que algunos armenios han navegado entre diversas fronteras culturales, re­ ligiosas y regionales, además de su habilidad para aprender numerosos idio­ mas, por no mencionar la ubicación geográfica de su patria, en el gozne del gran continente euroasiático, donde los imperios y civilizaciones greco-ro­ manas y sus herederos con frecuencia han chocado contra civilizaciones e imperios perso-árabes, islámicos y turco-mongoles; un hecho que ha sido catastrófico para la historia política, institucional y ambiental armenia, pero también ha contribuido a enriquecer su cultura e identidad, como nos lo ha enseñado el magistral trabajo de Nina Garsoïan; en vista de todo lo ante­

21 Este resumen de la historia mundial es un derivado de una sección del trabajo de S. Asla­ nian, “From Autonomous…”, op. cit., en el que también se desarrolla la noción de redes de circu­ lación. Mi lista de hitos en la historia mundial o global se basa en la siguiente muestra de historio­ grafía. J. Bentley, op. cit., y del mismo autor “Introduction: The Task of World History”, en J. Bentley (ed.), The Oxford Handbook of World History, Oxford, Oxford University Press, 2011, p. 1-18, y “Sea and Ocean Basins as Frameworks of Historical Analysis”, Geographical Review, vol. 89, núm. 2, Oceans Connect, abril de 1999, pp. 215-224; D. Christian, “Scales”, en M. Hughes- Warrington (ed.), Palgrave Advances in World Histories, Londres y Nueva York, Palgrave Macmi­ llan, 2005, pp. 72-73. Véase también “Defining World History” y “Global Studies”, en P. Man­ ning, Navigating World History: Historians Create a Global Past, Nueva York, Palgrave Macmillan, 2003, pp. 3-15 y 163-180. 22 Para un estudio revelador de los intersticios, véase K. Raj, “Mapping Knowledge Go-Bet­ weens in Calcutta, 1770-1820”, en S. Schafer, L. Roberts, K. Raj y J. Delbourgo (eds.), The Broke- red World: Go-Betweens and Global Intelligence, 1770-1820, Sagamore Beach, Science History Publi­ cations, 2009, pp. 105-150.

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rior, los armenios son excepcionalmente adecuados para ser los sujetos ideales típicos del análisis histórico mundial.23 Desde cierto punto de vista, esto resulta paradójico por no decir irónico porque, como dije antes en relación con las gestas de Vartán Mamigonián (Mamikonián) y el relato de Yeghishé Vardapet sobre su fallida guerra, un recuento que contenía severas advertencias contra el cruce de fronteras culturales y religiosas, históricamente los armenios han mostrado mucho talento para cruzar fronteras. No importa desde qué punto de vista se les considere, casi siempre dan la impresión de ser sofisticados y capaces de habitar los intersticios. La historia mundial y su enfoque interactivo de aná­ lisis del pasado casi parece haber sido creada con los armenios —y otros grupos con características similares, como los judíos— en mente. Pero, ¿tie­ nen los armenios algo propio que ofrecer a la historia mundial? Es posible que no tengan vastos archivos propios, ya que los custodios de este tipo de documentos por lo regular son familias aristocráticas o con mayor frecuen­ cia los Estados y sus cuerpos judiciales, ninguno de los cuales ha existido en el caso armenio al menos desde el siglo xiv.24 Pero sí cuentan con una rica herencia de cultura escrita, parte de la cual ha sobrevivido múltiples guerras y el cambio de las fronteras políticas y ha llegado a nosotros en for­ ma de aproximadamente 31 mil manuscritos conservados en una media docena de colecciones repartidas por todo el mundo. También hay dece­ nas de miles de documentos que son fuentes primarias, escritos por estos mismos cruzadores de fronteras en su idioma, dialecto y alfabeto, conserva­ dos en más de treinta archivos en los Estados y sociedades de refugio don­ de los comerciantes armenios no sólo tuvieron éxito sino también lograron prosperar a principios de la época moderna, como demuestra mi más re­ ciente libro sobre los habitantes de Yulfa.25 La abundancia de estas fuentes

23 Para consultar la fundamental obra de N. Garsoïan, véase “Prolegomena to a Study of the Iranian Aspects in Arsacid Armenia” y “The Iranian Substratum of the ‘Agata’ngelos Cycle’”, en N. Garsoïan, Armenia between Byzantium and the Sasanians, Londres, Variorum Reprints, 1985, y en especial la breve, pero iluminadora entrada escrita por Garsoïan, “Armenia, History of” en el Dictionary of the Middle Ages, vol. 1, Nueva York, Charles Scribner’s Sons, 1982, pp. 474-487. 24 En Estados centralizados, las familias nobles y las instituciones jurídicas son quienes con­ forman los archivos; véase J. Le Goff, History and Memory, S. Rendal y E. Claman (trads.), Nueva York, Columbia University Press, 1992, pp. 87-90 y ss. 25 S. Aslanian, From the Indian Ocean to the Mediterranean: The Global Trade Networks of Armenian Merchants from New Julfa, Berkeley, University of California Press, 2011, pp. 18-22.

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hace que la historia armenia sea no sólo relevante, sino también necesaria para la historia mundial, en la cual el grueso de las fuentes primarias ha sido por lo regular de origen europeo, y que con frecuencia acusa una escasez de documentación de fuentes primarias escrita por actores no europeos. Al menos este parece ser el caso en las dos áreas en que puedo presumir de ser un experto hasta cierto punto, es decir: el comercio global en el Océano Índico a principios de la época moderna y la historia de la cultura impresa mundial a principios de la época moderna.26 En conclusión, el área de los estudios armenios y la historia armenia aún es un campo joven y en crecimiento. Hasta fechas muy recientes en gran medida se ha caracterizado por mostrar una tremenda insularidad, debido muy probablemente a su adopción acrítica de la “forma-nación” como óp­ tica central, si no es que exclusiva, a través de la cual se analiza la historia armenia. Tengo esperanzas en que las generaciones futuras que estudien este campo y especialmente la historia armenia continúen construyendo sobre los sólidos fundamentos que los académicos que los preceden han establecido, pero que también estén abiertos a la posibilidad de una mayor apertura y alcance del campo, al poner cuidadosa atención a las ideas meto­ dológicas que ofrecen quienes estudian la historia mundial. Un enfoque interactivo de la historia armenia no puede sino ayudar a abrir el campo de los estudios armenios y la historia armenia y ayudar a los académicos que investigan el pasado (y los pasados) armenio a capturar las complejidades y los matices de la historia armenia de formas en que los acercamientos insu­ lares no pueden hacerlo. Además, integrar una visión histórica más mundial puede contribuir a mostrar la historia armenia y enfocar la atención de una nueva generación de historiadores globales en un mundo rico y complejo que durante demasiado tiempo se ha estudiado en los márgenes de la his­ toria mundial.

26 Para las impresiones armenias de la época moderna, véanse los tres trabajos de S. Aslanian, “The Early Arrival of Print in Safavid Iran: New Light on the First Armenian Printing Press in New Julfa, Isfahan (1636-1650, 1686-1693)”, Handes Amsorya, Viena y Ereván, 2014, pp. 381-468; “Reader Response and the Circulation of Mkhitarist Books Across the Armenian Communities of the Early Modern Indian Ocean”, Journal for the Society of Armenian Studies, vol. 22, núm. 1, 2014, pp. 31-70; “Port Cities and Printers: Reflections on Early Modern Global Armenian Print”, Book History, vol. 17, 2014, pp. 51-93.

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Para terminar, permítanme volver a la metáfora del bloque de mármol con la que empecé mi charla. De la misma forma en que todos somos estatuas de mármol inacabadas así es también el terreno del estudio de la historia armenia. Soy muy optimista en que mi generación y la siguiente —algunos de cuyos miembros trataré de formar aquí— continuarán con la tarea de cincelar, igual que lo hicieron las generaciones anteriores representadas por los expertos en el tema, esculpir y crear nuevas formas en el mármol de la historia armenia.

Jachkares armenios antiguos, Monasterio de Noravank, Arme­ nia. Foto: Nickolas Achtemburg Kuyumjian.

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Armén Ohanián Una mujer armenia de mundo

Vartán Matiossián y Artsví Bakhchinyán

n el siglo xx, la distancia tenía sentido. Las orillas del mar Caspio pa­ Erecían mucho más lejanas de la ribera del Sena de lo que realmente estaban. Desde la cima de los volcanes de Sierra Nevada, los picos del Cáu­ caso aparecían, en palabras del viajero escocés Sir Fitzroy Maclean, como el fin de toda la Tierra. La trayectoria vital de Armén Ohanián, la “danzarina de Shamajá”, estaba destinada a servir de puente para esas distancias apa­ rentemente inasibles. Fue una actriz en el Cáucaso, una directora de teatro en Persia, una es­ critora en Francia, una activista en México y una bailarina de Asia a África, desde Europa a América. No es un lugar común decir que pocas de sus contemporáneas vivieron una vida tan fascinante y tan cubierta de miste­ rios como la suya. Por etnicidad, lengua y religión, Ohanián formó parte de la minoría ar­ menia que vivió a lo largo de la historia en Shamajá, un área en la orilla sud­ occidental del mar Caspio tradicionalmente influida por la cultura persa, que cayó bajo la dominación de sucesivos gobernantes turcos y persas des­ de el siglo xi, y fue conquistada por el Imperio Ruso al principio del siglo xix. Hoy es parte de la República de Azerbaiyán. Nacida en 1887 con el nombre de Sofía Pirbudaghián, su infancia en el seno de una próspera fa­ milia se enfrentó con los altibajos de una compleja coexistencia étnica con la mayoría musulmana. El ambiente floreciente de una Bakú cosmopolita, donde recibió educación rusa en los albores del siglo xx, contribuyó a enri­ quecer sus puntos de vista. La absorción simultánea de varias lenguas y culturas desempeñó un rol importante en su interés por el otro. “En verdad Armén no era una mujer,

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sino la Mujer; no una extranjera, sino la civilización misma bajo todos sus aspectos y en todos los momentos”, escribió en sus memorias inéditas el pintor francés Émile Bernard, su amante en la década de 1910, agregando: “Su naturaleza compleja había sido tocada por todas las culturas: sabía francés, inglés, persa, ruso, y había viajado extensamente. Lucía como una síntesis de todas las civilizaciones, un alma de todos los tiempos”.1 Estuvo involucrada, sea como participante o como testigo, en acontecimientos his­ tóricos en tiempos y lugares tan diversos como el Cáucaso bajo la domina­ ción rusa, la Revolución Constitucional Persa, la belle époque en Francia, los roaring twenties en Estados Unidos, la Unión Soviética pre-estalinista y el México posrevolucionario. Su participación en asuntos armenios durante esos periodos es mucho menos conocida: desde el conflicto interétnico de tártaros y armenios en Bakú (1905), la revolución persa (1910), las activida­ des pro-armenias en Francia (1916-1920), hasta la reconstrucción de Arme­ nia Soviética (1927-1930). Aún adolescente, recién graduada del liceo, fue testigo de las escenas iniciales de un drama histórico y experimentó su propia cuota de tragedia personal: los armenios, que habían alcanzado una posición de preeminen­ cia social y económica, en 1905 fueron sometidos a varios pogromos por los tártaros en Bakú; Ohanián perdió a su padre en uno de ellos y se casó con su primer marido, Haik Ter-Ohanián (1883-1957)2, con quien tuvo una hija, Nora, y de quien se separó al año siguiente. Después de sus primeros pasos en el teatro armenio al principio de su carrera artística, entre 1906 y 1908, la danza se convirtió en su vocación principal a partir de 1909. Tras presentaciones en Moscú, Tiflís (Georgia) y Teherán (Persia), donde también dirigió la primera representación tea­ tral moderna —la versión en persa de El inspector, de Nicolás Gogol, en

1 É. Bernard, “L’aventure de ma vie”, texto mecanografiado inédito, 1938, p. 89, citado en Émile Bernard, Les lettres d’un artiste (1884-1941), Neil McWilliam (ed.), París, Les Presses du Réel, 2012, p. 815. 2 Ter-Ohanián, miembro de la Federación Revolucionaria Armenia, fue uno de los colabora­ dores de Soghomón Tehlirián en las acciones que condujeron a la liquidación de Talaat Pasha, ex ministro del interior del Imperio Otomano y uno de los principales ejecutores del genocidio ar­ menio. Para su identificación y un bosquejo de su vida, ver Vartán Matiossián, “Haiko Taleati ahabekumin verjin antzanot masnakitse” (Haiko: el último participante desconocido en la liqui­ dación de Talaat), Banber Matenadarani, 21, 2014, p. 249-260.

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1910—, su destino artístico era Occidente, donde las danzas auténticas y orientalizadas del Cercano y Lejano Oriente se habían convertido en una sensación. Su representación del Oriente se amoldó a la imaginación occi­ dental, pero la imagen que transmitió no alimentó los estereotipos y las percepciones en boga. La bailarina y estudiosa estadounidense Leona Wood ha notado: “Como Ida Rubinstein y otras, ella dio rienda suelta a sus danzas frente a una audiencia muy receptiva en cuanto a fantasías so­ bre el Oriente, pero se diferenció de todas porque era el artículo genuino: ‘una danseuse orientale real’.”3 Sus danzas expresaron sentimientos uni­ versales de amor y fidelidad, al igual que cierta filosofía de vida, y con­ tribuyeron a labrarle un nicho particular durante los años finales de labelle époque y los inicios del periodo de entreguerras a través de presentaciones en Inglaterra, Irlanda, Francia, Bélgica y Alemania. “Era pequeña y per­ fecta; el esprit más brillante se sumaba a su incomparable gracia”, reme­ moró el escritor francés André Germain (1889-1971), otro de sus amantes.4 Ohanián perteneció a una categoría particular de danzarinas que llega­ ban de lejanos países y concebían coreografías alimentadas por su cultura de origen. Su identificación con Persia y con su cultura le ganó el mote de “la danzarina persa”, tanto en su vida como después, en tanto que su cono­ cimiento de primera mano le permitió eludir la pretensión, incorrecta por cierto, de que sus presentaciones consistieron en imitaciones “orientales” hechas en Europa.5 Los críticos y el público vieron su arte como una rei­ vindicación de la singularidad y originalidad de sus coreografías, que apun­ taban a expresar sus emociones y su sensibilidad. Fuera del escenario, al igual que su contemporánea Isadora Duncan, Ohanián cuestionó la insti­ tución del matrimonio en un momento determinado y luchó por el progre­ so de la mujer en la sociedad. Sus pasiones no carecieron de drama ni de controversia.6 No tenía aún veinte años cuando su vida personal se encon­ tró en un limbo; después de su separación, no lograría obtener el divorcio

3 L. Wood, “Armen Ohanian, The Dancer of Shamaka”, Arabesque, nov.-dic., 1980, p. 14. 4 A. Germain, Les croisés modernes (de Bloy à Bernanos), París, Nouvelles Editions Latines, 1958, p. 189. 5 E. Keesing, Inayat Khan: A Biography, La Haya, East-West Publications Fonds, 1974, p. 114. 6 A. Décoret-Ahiha, Les danses exotiques en France 1880-1940, París, Editions du Centre Natio­ nal de la Danse, 2004, p. 178.

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durante más de una década. Esto probablemente contribuyó a legitimar su derecho adquirido a una cuota de prueba y error o de aventura y experien­ cia en su vida amorosa, pero carece totalmente de veracidad la afirmación de que fue una cortesana que bailaba semidesnuda, como supuesto tercer miembro de un trío con Mata Hari y la Bella Otero, de una cofradía de de- mi-mondaines previa a la Primera Guerra Mundial, célebres por aparecer “tan desvestidas en sus ‘danzas’ como podían conseguirlo”.7 Durante la Primera Guerra Mundial, cuando las condiciones no eran propicias para que continuara su carrera artística, excepto presentaciones ocasionales y frecuentemente para beneficencia, se reinventó como una escritora en lengua francesa. Su primer libro, La danseuse de Shamakha (1918),8 el único traducido al castellano (La danzarina de Shamaká), y su secuela, Dans les griffes de la civilisation (En las garras de la civilización),9 tu­ vieron un carácter autobiográfico. A la par de su tratamiento de danza y re­ presentaciones de la danseuse en un contexto cultural más amplio,10 siete décadas después La danseuse de Shamakha —también traducida al inglés, alemán, sueco, finés y hebreo— todavía recibía elogios como “retrato equi­ librado de la vida social armenia”.11 Ohanián urdió un fuerte entramado de ficción y no ficción, aunque su propósito era el de describir la realidad: “Acaso un día me pese haber hecho todo lo contrario en estas páginas. Pero […] por el momento eso representa para mí una distracción, que es cuanto pido a estos escritos”.12

7 Morocco, You Asked Aunty Rocky: Answers & Advice About Raqs Sharqi & Raqs Shaabi, Virginia Beach, rdi Publications, 2011, p. 314. 8 A. Ohanian, La danseuse de Shamakha, París, Bernard Grasset, 1918. 9 A. Ohanian, Dans les griffes de la civilisation, París, Bernard Grasset, 1921. 10 J. Townsend, “Autobiography and the Coulisses: Narrator, Dancer, Spectator”, en G. Klein y S. Noeth (eds.), Emerging Bodies: The Performance of Worldmaking in Dance and Choreography, Bielefeld, Transcript, 2011, p. 142. 11 G. Haroian, “On Women in History”, Ararat, otoño, 1986, p. 7. 12 A. Ohanián, La danzarina de Shamaká, Madrid, Mundo Latino, 1921, p. 213. El tratamiento de algunas secciones de La danseuse de Shamahka (la traducción al castellano sigue el original fran­ cés) y de su traducción al inglés (A. Ohanian, The Dancer of Shamahka, traducción al inglés de R. Wilder Lane, Nueva York, E.P. Dutton, 1923; edición británica, Londres, Jonathan Cape, 1922) como fuente biográfica debe realizarse con mucho cuidado, pues muestran diferencias aprecia­ bles. Además, la traducción inglesa ha omitido algunas porciones del original francés e incluido muchos pasajes agregados o reescritos. Todavía no está claro quién hizo esas modificaciones (al­ gunas seguramente pertenecen a la traductora) y cómo fueron hechas, ya que pueden haber esta­ do entre las razones que han guiado a consideraciones del libro como “un relato confuso, ajustado

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La incertidumbre política que se enseñoreó de Occidente después de la guerra, incluyendo la utopía de la revolución mundial alimentada por el establecimiento de la Unión Soviética, la condujo a “librarse de todo ro­ manticismo en la vida y en la literatura”13 y a adquirir un sólido compromiso como militante comunista, al igual que su segundo esposo, el periodista y economista mexicano Macedonio (Makedonio) Garza, a quien había cono­ cido al final de la guerra como corresponsal londinense deRevista de Revis- tas, el suplemento ilustrado del diario Excélsior. Garza tradujo La danzarina de Shamaká al castellano y, probablemente, algunos de los artículos que Ohanián publicó en el idioma de Cervantes entre 1920 y 1922 en España y en México. Tras entrar al servicio diplomático en 1921, fue destinado a Alemania. En octubre de 1922 Ohanián y Garza contrajeron matrimonio en Hamburgo. Pocos meses después, la pareja viajó a México, donde Ohanián permanecería por espacio de un año. La bailarina dio varios recitales en la Ciudad de México, colaboró con los compositores Julián Carrillo, Carlos del Castillo y Antonio Gomezanda y, durante varios meses, dio clases en el Conservatorio Nacional de Música y en la Escuela Superior Nocturna de Música. Entre sus alumnos figuraron la famosa bailarina Yol-Izma (Rebeca Viamonte) y el notable profesor de danza Enrique Vela Quintero (Velezzi).14 Garza había sido destinado al consulado mexicano en Nueva York, y Oha­ nián permaneció en la Gran Manzana dos años, desde finales de 1923 hasta terminar 1925, antes de retornar a Europa, donde en 1926 presentó varias danzas inspiradas en motivos aztecas como parte de su repertorio. Después de Nueva York, el siguiente destino diplomático de Garza fue Moscú, entre 1927 y 1930, lo que fue motivo para el retorno de su esposa a Rusia veinte años después. Su viaje a la Unión Soviética (1927) se convirtió en la base de un diario de viaje, Dans la sixième partie du monde: voyage dans al gusto de los tiempos” (C. Ghani, Iran and the West: A Critical Bibliography, Londres, Taylor and Francis, 1987, p. 216). 13 Carta a Arshag Tchobanián, 9 de junio de 1929 (Museo de Arte y Literatura Yeghishé Cha­ rénts, archivo de Arshag Tchobanián, III, 3322). 14 A. Ohanian, “An Evening of Exotic Dances”, Town Hall, 13 de diciembre de 1924, progra­ ma de mano, New York Public Library for the Performing Arts, Special Collections; C. Delgado Martínez, Laberinto de voces que danzan, México, Instituto Nacional de Bellas Artes, 1991, pp. 57- 58; M. Tortajada, Danza y poder, México, Instituto Nacional de Bellas Artes, 1995, p. 80, y Frutos de mujer: las mujeres en la danza escénica, México, Teoría y Práctica del Arte, 2001, p. 221.

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la Russie (En la sexta parte del mundo: viaje por Rusia, 1928).15 Tras abando­ nar su carrera artística en 1928, a los cuarenta y un años, publicó una novela Le soliste de Sa Majesté (El solista de Su Majestad, 1929),16 y su último libro en francés, la controvertida memoria Les rires d’une charmeuse de serpents (La risa de una encantadora de serpientes, 1931).17 No obstante, a diferencia de sus contemporáneas en la danza, como Isa­ dora Duncan, Loïe Fuller, Ruth St. Denis, Mata Hari, Maud Adams o Sada Yacco, o en la vida cultural, como Colette, Rachilde, Natalie Clifford Barney, Elisabeth de Gramont, Romaine Brooks o Dolly Wilde, Ohanián permaneció en los márgenes del mundo occidental: “Nunca se convirtió en una cause célèbre como Mata Hari ni influyó en la corriente principal de la danza oriental, como lo hiceron bailarinas ‘orientalistas’ del tipo de Ruth St. Denis”.18 Tras la ruptura de las relaciones diplomáticas entre México y la URSS en 1930, Garza realizó nuevas misiones diplomáticas en Londres, Danzig y Alemania hasta fines de 1933, cuando fue puesto en situación de cesantía. Tras las elecciones que llevaron a la presidencia a Lázaro Cárdenas en 1934, la pareja retornó a México ese año y se estableció en el Distrito Fede­ ral. Independientemente, Nora Ter-Ohanián, la hija del primer matrimo­ nio de la artista, se mudó al país azteca al año siguiente. Ohanián realizó otra reinvención personal, esta vez como escritora en castellano y militante del Partido Comunista Mexicano. En los siguientes 35 años publicó siete libros de su autoría, por lo menos, con los que estableció su reputación como crítica literaria marxista19 y un número similar de traducciones del ruso y del francés al español, a veces en colaboración con su esposo. Volvió ocasionalmente de su retiro con presentaciones en Nueva York (1940), la

15 A. Ohanian, Dans la sixième partie du monde, París, Bernard Grasset, 1928. 16 A. Ohanian, Le soliste de Sa Majesté, París, Bernard Grasset, 1929. 17 A. Ohanian, Les rires d’une charmeuse de serpents, París, Les Revues, 1931. 18 A. Ohanian, The Dancer of Shamahka, p. 14. 19 La lista incluye los siguientes libros: León Tolstoi (1828-1910). Su vida, su época, su obra, México, Editorial Cimientos, 1934; Un análisis marxista de la literatura española, México, Edicio­ nes de la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios, 1937; El sentido clasista del romanticismo y Alejandro Pushkin, México, Editorial Popular, 1938; Clásicos mexicanos. Ruiz de Alarcón. Juana de Asbaje. Lizardi, México, Editorial Cimientos, 1939; Las guerras campesinas en Rusia y Tolstoy, Méxi­ co, Editorial Cimientos, 1939; La ruta de Máximo Gorki es la nuestra, México, Editorial Cimientos, 1939; Literatura española medieval y clásicos mexicanos, México, Editorial Cimientos, 1956.

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Ciudad de México (1941 y 1946) y París (1949 y 1953). Después de la Se­ gunda Guerra Mundial, su libro Armenia feliz reinició el interés en su iden­ tidad ancestral.20 En 1957 volvió a visitar la Unión Soviética con su esposo e incluso intentó establecerse en Armenia, por entonces una república de la URSS. Su último libro parece haber sido el primer volumen de sus me­ morias en castellano, publicado en 1969 y prologado por Garza.21 Nada sa­ bemos sobre los últimos años de la pareja, que por entonces se había establecido en Cuernavaca, excepto el año de fallecimiento de Ohanián: 1976. No obstante, la fecha y el lugar exactos, al igual que el destino de sus restos permanecen detrás de un velo de misterio. Ohanián era una mujer de buena educación que dominaba media doce­ na de idiomas. Realizó estudios universitarios en la Sorbona (1915-1916), Columbia University (1940) y el Instituto Francés de América Latina en la capital de México (1951). Los elementos armenios, rusos y persas que cul­ tivó en su infancia y juventud enriquecieron los largos años transcurridos en Europa occidental, Estados Unidos y México y le permitieron construir una identidad pluridimensional.22 De esta manera, logró desdibujar las rigi­ deces de los límites etno-culturales con llamativa facilidad. Su vida trans­ currió a través de fronteras, lenguas y culturas —escribió en cuatro lenguas (armenio, ruso, francés y español) y sus textos fueron publicados, tanto en la prensa como en libros, en no menos de catorce países, según nuestro cálculo— y personificó algunos de los elementos teóricos que hoy están estrechamente vinculados con el concepto de diáspora: transnacionalismo, multilingüismo, multiculturalismo y una comprensión polifacética de pa­ tria. “Ohanián aprende a través del modelo de La danseuse de Shamakha cómo ser errante, cómo estar en casa cuando uno no puede estar en casa”, ha advertido la crítica literaria Julie Townsend.23 Antes de citarla breve­ mente como la primera en una línea de “habitantes” armenios del “univer­ so alienado” de la expatriación en el siglo xx, la crítica de arte Neery

20 A. Ohanián, Armenia feliz, México, Cimientos, 1946. 21 A. Ohanian, Recuerdos del Cáucaso pre-revolucionario y de mis andanzas por el mundo, t. 1, México, Cimientos, 1969. 22 Véase B. Levon Zekiyan, L’Armenia e gli armeni. Polis lacerata e patria spirituale: la sfida di una sopravvivenza, Milán, Guerrini e Associati, 2000, pp. 168-170. 23 J. Townsend, Choreography of Modernism in France: La Danseuse, 1830-1930, Oxford, Legen­ da, 2010, p. 126.

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Melkonián observó: “En este país, el arte —sin bandera o himno, ni apoyo institucional estatal o privado— su significado es mediatizado entre nacio­ nes, etnicidades y lenguas. Aun así, de alguna manera los habitantes de este universo alienado logran llevarnos por desvíos y ofrecernos pausas de la pa­ rálisis causada cuando los pueblos y las culturas no encajan exactamente en configuraciones o progresiones lineales”.24 Su estatus como una autodefini­ da danzarina errante reflejó el estatus de expatriada, compartido con mu­ chas mujeres contemporáneas en la escena europea, hasta el punto de que ideológicamente Ohanián podría haber coincidido con la famosa declara­ ción de apátrida enunciada por Virgina Woolf: “Como mujer, no tengo país. Como mujer, no quiero país. Como mujer, mi país es el mundo entero”.25 La feminista rumana Lucrezzia Kar (Karnabatt) reconoció a Ohanián en 1928 como un rol modelo para las mujeres armenias, a quienes urgió a se­ guir su ejemplo y desarrollar sus talentos para construir una carrera en la vida.26 Sin embargo, ella nunca se convirtió en un modelo real, sino que gradualmente se transformó en una desconocida para la vida armenia, ya que se expresó a través del otro. Ohanián no formó parte de la corriente principal de la diáspora de so­ brevivientes del genocidio armenio, contenida en los límites de una heren­ cia cultural fragmentada y canalizada a través de una lengua étnica. Sus continuos cruces entre culturas forjaron su identidad artística y literaria en los márgenes: como bailarina, utilizó la música armenia y bailó danzas ar­ menias, pero interpretó la cultura persa; como autora, incluso cuando trató asuntos armenios, escribió mayormente en lenguas occidentales. Si al escri­ bir en francés y ocasionalmente en armenio mantuvo su nombre dentro de la corriente principal de la diáspora armenoparlante, su estatus marginal creció considerablemente después de establecerse en México, un país en los límites exteriores diaspóricos, y volcarse hacia el castellano —un idioma prácticamente desconocido para los armenios fuera del ámbito hispánico—

24 N. Melkonian, “A Feminism That Is Often Accented, Sometimes Whispers, Even Stut­ ters”, en L. Keough (ed.), Gender, Ethnicity and the Nation-State: Anatolia and Its Neighboring Re- gions, Estambul, Sabanci University, 2011, pp. 41-42. 25 V. Woolf, Three Guineas (anotaciones e introducción de J. Marcus), Orlando, Harcourt, 2006, p. 129. 26 L. Kar, “Une riche nature”, Ararat, abril de 1928; véase E. Antonian, “Ararat acum 85 de ani (Aprilie 1928)”, www.araratonline.com/ararat-acum-85-de-ani-aprilie-1928

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como medio de expresión. Su contacto con la minúscula comunidad arme­ nia de México fue esporádico y su mención en la prensa armenia del mundo se volvió rara. Durante su vida, algunas mujeres armenias, tanto dentro como fuera de su mundo étnico, pasaron a la historia como escrito­ ras, actrices o figuras públicas reconocidas, pero Ohanián permaneció pós­ tumamente varada en una tierra de nadie, relegada al limbo de gente famosa de origen armenio, un ecléctico revoltijo de nombres pasados y pre­ sentes que han gozado de alguna clase de reconocimiento fuera del redil ancestral y pueden ser recuperados de alguna manera a través del delgado hilo de la “sangre” común.27 La iranista rusa Anna Royzenfeld observó en 1983 que el rol significati­ vo de Ohanián en el desarrollo de las relaciones culturales y literarias arme­ no-iraníes, ruso-iraníes, ruso-francesas y ruso-mexicanas hacía que Ohanián fuera digna de atención, aunque se hallara visiblemente ausente de la lite­ ratura de estudios iranios.28 Irónicamente, pero quizá debido a su aisla­ miento geográfico y lingüístico, su compromiso político y su posición ideológica, que mantuvo hasta el fin de su vida, no alcanzaron para que se convirtiera en un nombre conocido en la cultura oficial de Armenia Sovié­ tica, al margen de algunas menciones episódicas.29 No obstante, en 1986 la Enciclopedia Armenia Soviética incluyó su biografía,30 y una breve referencia

27 Véanse los textos de A. Bakhchinyán, “Nshanavor hayazgi paruhiner” [Bailarinas famosas de origen armenio], Guegharvest, 1-15 de abril de 1991; Tzagumov hay en [Son armenios por origen], Ereván, Apollon, 1993, pp. 315-316; Hayazgi gortzichner (hnaguyn zhamanaknerits minchev mer orerë) [Figuras de origen armenio desde tiempos antiguos hasta nuestros días], Ereván, Zangak-97, 2002, p. 237. 28 A. Royzenfeld, “K ispravleniyu odnoj nevernoj daty v istorii iranskogo teatra i russko-iran­ skikh kul’turnykh otnoshenij” [Sobre la corrección de una fecha incorrecta en la historia del tea­ tro iraní y las relaciones culturales ruso-iraníes], Lraber hasarakakan gitutiunneri, 8, 1984, pp. 93-94. 29 G. Hovnán, “Anatol Franse yev hay arveste” [Anatole France y el arte armenio], Sovetakan Arvest, 5, 1969, pp. 45-46; A. [Hemayak] Martirosián, “Pervaya postanovka ‘Revizora’ v Irane” [Primera representación de El inspector en Irán], Literaturnaya Armenia, 9, 1971, pp. 89-90; G. Stepanián, Urvagitz arevmtahay tatroni patmutian [Bosquejo de la historia del teatro armenio occiden- tal], vol. III, Ereván: Academia de Ciencias de la RSSA, 1975, pp. 379-380. 30 B. Hovakimián, “Ohanian, Armen”, Haykakan Sovetakan Hanragitaran [Enciclopedia Arme- nia Soviética], vol. 12, Ereván, Haykakan Sovetakán Hanragitarán, 1986, p. 537. La información de este artículo ha sido repetida, con cambios menores, en varias enciclopedias post-soviéticas: véase “Ohanian, Armen”, Haykakan Hamarot Hanragitaran [Enciclopedia Armenia Abreviada], vol. 4, Ereván, Haykakan Hanragitaran, 2003, p. 918; “Ohanian, Armen”, Ov ov e: Hayer, kensa- grakan hanragitaran [Quién es quién: armenios, enciclopedia biográfica], Ereván, Haykakan Hanragi­ taran, 2007, p. 676; Hayuhiner [Mujeres armenias], vol. II, Ereván, Amaras, 2011, p. 431.

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a su contribución a la danza armenia apareció al año siguiente en su volu­ men suplementario sobre Armenia Soviética.31 El interés creciente y el desarrollo de una versión crossover de la danza oriental, que ha fusionado elementos de varias danzas del Medio Oriente con la danza del vientre desde la década de 1970, estimuló el redescu­ brimiento del nombre de Armén Ohanián en Occidente. En 1990 la ­bailarina y estudiosa de la danza Wendy Buonaventura tomó nota de sus tres volúmenes autobiográficos en francés para preparar el primer re­ sumen confiable de su vida en inglés.32 En 1993 la revista francesa Les Carnets de L’exotisme reimprimió su relato sobre su estancia en Constanti­ nopla en un número denominado “Stamboulimies” (“Estambulimias”),33 seguido por la reimpresión de la traducción alemana de sus primeros dos volúmenes de memorias en 1994 y 1995.34 Después de preguntar con todo derecho quién se acordaba aún de Ohanián, “cuyas intenciones co­ reográficas no estaban distantes de las de Isadora Duncan”,35 la estudiosa de la danza Anne Décoret-Ahiha utilizó sus memorias y la prensa como fuentes para producir el primer resumen sustancial de su vida y obra en francés.36 En la década de 1990 y en los primeros años del presente siglo, algunos artículos37 y estudios académicos38 contribuyeron con breves semblanzas de

31 N. Sarguisián, “Pararvest” (Arte de la danza), Haykakan Sovetakan Hanragitaran [Enciclope- dia Armenia Soviética], vol. Sovetakan Hayastan [Armenia Soviética], Ereván, Haykakan Sovetakan Hanragitaran, 1987, p. 590. 32 W. Buonaventura, Serpent of the Nile: Women and Dance in the Arab World, Nueva York, Inter­ link Books, 1990, pp. 108-109. 33 C. Deméocq, “Une danseuse à Constantinople: Armèn Ohanian”, Les Carnets de L’exotisme: Stamboulimies, enero-julio 1993, pp. 51-55. 34 A. Ohanian, Ich, Tänzerin von Shamakha, Friburgo, Kore Verlag, 1994, In den Klauen der Zivi- lisation, Friburgo, Kore Verlag, 1995. Véase también E. Seyberth-Marklowski, “Armen Ohanian, die Tänzerin von Shamakha”, Tanzoriental, agosto de 1994. 35 A. Décoret, “Écrire la danse au jour le jour”, en A. Montandon (ed.), Écrire la danse, Cler­ mont Ferrand, Presses Universitaires Blaise Pascal, 1999, p. 169. 36 A. Décoret-Ahiha, Les danses exotiques, op. cit., pp. 177-179. 37 T. Hambardzumián, “Armenuhi Ohanian”, Aragast, 12, 1991, y “Armenuhi Ohanian”, Kanch, 28 de junio de 1995; V. Matiossián y A. Bakhchinyán, “Hayere Meksikoyi yev Kubayi mej” [Los armenios en México y Cuba], Bazmavep, 1-4, 2002, pp. 261-262; N. Sarguisián, “Ar­ men Oganyan –vostochnaya tancovshchica: tanec modern v tvorchestve armyanskikh tancovsh­ chikov i baletmeysterov” [Armén Ohanián, danzarina oriental: danza moderna en las obras de bailarines y coreógrafos armenios], Erazheshtakan Hayastan, 1, 2006, pp. 65-67. 38 V. Matiossián, Haravayin koghmn ashkharhi: hayere Latin Amerikayi mej skizben minchev 1950

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su vida y obra desde el lado armenio. En su reseña de nuestro libro publi­ cado en 2007,39 la estudiosa de la danza Nazenik Sarguisián observó acerta­ damente que el nombre de Ohanián “difícilmente sugiere algo al lector contemporáneo, excepto en un círculo estrecho de especialistas”.40 En 2008 los resúmenes en inglés, español, francés y ruso del libro (que tam­ bién tiene un resumen en parsi) entraron en Wikipedia como artículos, mientras que el artículo en la versión inglesa de Wikipedia —modificado desde la puesta inicial en línea— sirvió como base para crear un artículo en armenio y una página en Facebook. Gracias a la naturaleza instantánea de internet, la información de esos artículos gradualmente apareció en una variedad de sitios en línea. Por otro lado, la información del libro se ha visto reflejada en una serie de artículos recientes y libros sobre temas tan diver­ sos como danza, música, literatura e historia.41 Además, los artículos de Wikipedia en inglés y francés, que fueron re­ impresos en una serie de compilaciones al azar de artículos de esta enciclo­ pedia en línea, publicados por General Books LLC en 2010, pueden haber contribuido, indirectamente, a asegurar que el crecimiento exponencial de libros de dominio público impresos sobre pedido incluyeran tanto The Dan- cer of Shamahka en 201042 como Dans les griffes de la civilisation en 2011.43 Un facsímil de la edición estadounidense de 1923 y un libro electrónico de The

[El confín austral de la Tierra: los armenios en América Latina desde los inicios hasta 1950], Antelias, Catolicosado de la Gran Casa de Cilicia, 2005, pp. 296-297. 39 A. Bakhchinyán y V. Matiossián, Shamakhetsi paruhin. Armen Ohaniani kianke yev gortse [La bailarina de Shamakhá: vida y obra de Armén Ohanián], Ereván, Museo de Literatura y Arte, 2007. 40 N. Sarguisián, “Menagrutiun hay paruhu masin” [Monografía sobre la bailarina armenia], Hay Arvest, 1-2, 2008, p. 28. 41 N. Sarguisián, “Srbuhi Lisitsyani kiankn u steghtzagortzutiune (1910-1920-akanner)” [Vida y creación de Srbuhí Lisitsián en las décadas de 1910 y 1920], Haigazian Armenological Review, vol. 28, 2008, p. 203; D. Yerazhisht, Amenen makur hayelin tseghin: aknarkner dasakan yera- zhstutian masin [El espejo más puro de la raza: ensayos sobre música clásica], Ereván, Museo de Li­ teratura y Arte, 2008, p. 166; E. Shahín, Namakner. Zhamanakakitsnere Edgar Shahini masin [Car- tas. Los contemporáneos sobre Edgar Chahine], Ereván, Sarkis Khachents y Printinfo, 2008, pp. 302-303; G. Stepanián, Bakvi nahangi hayutiune xix dari yerkrort kesin [Los armenios de la provincial de Bakú en la segunda mitad del siglo xix], Ereván, Archbishop Mesrob Ashjian Library, 2010, pp. 64-65; S. Danielián, Mijuki trohume: spiurkahay grakanutian patmutiun [La fisión del núcleo: historia de la literatura armenia de la diáspora], Ereván, Zangak-97, 2011, pp. 215-216; G. Stepanyan, Ar- menians of Baku Province in the Second Half of the 19th Century (Historical-Demographic Study), Ere­ ván, Lusakn, 2013, p. 98. 42 A. Ohanian, The Dancer of Shamahka, Londres, Lulu, 2010. 43 A. Ohanian, Dans les griffes de la civilisation, Charlotte (Nueva Carolina), Nabu Press, 2011.

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Dancer of Shamahka, según la edición británica de 1922, también se han publicados recientemente.44 Independientemente, una antología de me­ morias de infancia armenias en francés incluyó el primer capítulo de La danseuse de Shamahka en 2010.45 Para Armén Ohanián, una danzarina es más que una mujer, “que para el prestigio del ensueño que ella realiza jamás debe mostrar al mundo otra cosa que lo que posee de irreal”.46 Sus escritos y los de sus contemporáneos sólo dejaron filtrar fragmentos de su parte irreal, junto con “sus rasgos [que] habían sido fuertemente marcados por las diferentes experiencias que ella contó a su manera”.47 Atravesar la intersección de realidad e irrealidad sig­ nifica aproximarse a la frontera final: reconstruir la novela de su vida.

44 A. Ohanian, The Dancer of Shamahka, Toronto, University of Toronto Libraries, 2011; A. Ohanian, The Dancer of Shamahka, Nook Book, 2011. 45 A. Ter Minassian y H. Varjabedian (eds.), Nos terres d’enfance: L’Arménie des souvenirs, Mar­ sella, Editions Parenthèses, 2010, pág. 189-198. 46 A. Ohanián, La danzarina, p. 213. 47 É. Bernard, L’esclave nue: roman, suivi de La danseuse persane, Auriant (prefacio), Bruselas, Club International du Livre, 1961, p. 158.

118 Dossier

Repatriación y engaño Armenia Soviética después de la Segunda Guerra

Hazel Antaramian Hofman*

Mr. Pineau dijo que el Secretario quizá habría escuchado hablar de su experiencia cuando viajó a Ereván, en Armenia. Lo habían recibido en la estación de tren 500 ciudadanos franceses de ascendencia armenia, o casados con armenios, y que llevaban ahí desde 1947.1 Departamento de Estado, 18 y 19 de junio de 1956

31 de octubre, 1947 20 de julio, 1956 The New York Times The New York Times

*Traducción del inglés de Elizabeth Flores. 1 Extracto del Memorándum de Conversaciones [refleja un incidente que ayudó a iniciar las negociaciones para dar a los repatriados franco-armenios la oportunidad de solicitar visas de sali­ da]. Este es un extracto de una conversación que ocurrió en el Departamento de Estado de Esta­ dos Unidos sobre el tema de los repatriados de Francia. Los franceses y los estadounidenses fue­ ron los primeros de los grupos repatriados en salir, si bien con mucha dificultad.Foreign Relations of the United States, 1955-1957, vol. XXVII, Western Europe and Canada, Documento 26. Fuente Original: Departamento de Estado, Archivos de Conferencias: Lote 62 D 181, CF 712. Secreto. Redactado por Tyler el 21 de junio.

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contrapelo del tsunami de inmigrantes desplazados que llegaron a Es­ Atados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial, algunos estado­ unidenses de ascendencia armenia emigraron a la Armenia Soviética como parte del movimiento conocido como la Gran Repatriación.2 Este grupo de emigrantes constaba de aproximadamente 90 o cien mil armenios de todo el mundo (de la diáspora) que se aventuraron a volver a lo que considera­ ban su patria. Es un escenario incomprensible para quienes no estén fami­ liarizados con la historia de la Turquía otomana, de las masacres hamidianas de armenios durante el siglo xix y el genocidio armenio en el siglo xx. A mediados de la década de 1940, Estados Unidos se encontraba en un momento en que la Unión Soviética, una superpotencia en auge, lenta­ mente tomaba la forma de un formidable contrincante. Los partidarios de la Gran Repatriación, cuyas ambiciones para Armenia iban más allá de los obstáculos sociopolíticos de las superpotencias, minimizaron u ocultaron la creciente hostilidad —además de los incompatibles dogmas políticos y so­ ciales— entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Pronto saldría a la luz, tras la desclasificación de los documentos militares, el hecho de que, en el periodo de la Guerra Fría (entre 1945 y 1977), al mismo tiempo que Esta­ dos Unidos llevaba a cabo programas secretos de reconocimiento del terri­ torio de la Unión Soviética, dos caravanas de 312 armenio-estadounidenses se embarcaron en una bahía de Manhattan, cerca de Canal Street, dejando atrás sin saberlo toda esperanza de volver.3 La propagada del movimiento de repatriación era intensa y, cuando salieron a la luz las realidades que enfrentaron los repatriados y la verdadera situación sociopolítica de Arme­ nia, el movimiento comenzó a ser visto como una simulación. Tras la muer­ te del líder soviético Josef Stalin en 1953 y la visita del ministro de Asuntos

2 La Gran Repatriación es el nombre aceptado para referirse a los movimientos de migración hacia Armenia Soviética entre los años 1946 y 1949. Tras la formación de la Armenia indepen­ diente, que más tarde, en 1921, sucumbiría ante el poder soviético, hubo otros movimientos de repatriación; sin embargo, éstos no tuvieron el alcance de una campaña organizada ni alcanzaron las proporciones en cantidad de armenios que dejaron la diáspora durante la Gran Repatriación. 3 El número de armenios de la diáspora que se repatriaron después de la Segunda Guerra Mundial ronda los cien mil. Dos fuentes confiables han intentado hacer un recuento basándose en el país de procedencia, éstas incluyen la Unión General Armenia de Beneficencia ugab( ), en el texto One Hundred Years of History, vol. II, 1941-2006, Cairo-París-Nueva York, 2006; y los resul­ tados de la conferencia “La Repatriación de 1946-1948 y sus lecciones: el tema de la repatriación en la actualidad”, Colección de Documentos de la Conferencia Pan-Armenia, Ereván, 2009.

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Exteriores de Francia, Christian Pineau, en 1956, la concesión de visas in­ crementó la salida de repatriados de la Armenia Soviética que habían llega­ do de Francia y de América. A partir de las peticiones enviadas por armenio-estadounidenses a Eisenhower para que les permitiera volver, se­ gún se puede leer en los encabezados de The New York Times,4 es posible inferir las dificultades que enfrentaban los repatriados. La Gran Repatriación, también conocida como nerkaj, fue una historia de familia que abarcó varias generaciones y está cargada de sentimentalis­ mo, sueños de grandeza y esperanza.. También es una historia política. Para entender a cabalidad los hechos de la repatriación entre 1946 y 1949, uno necesita adentrarse en las circunstancias históricas de los armenios en el Imperio Otomano, la tragedia del genocidio de 1915 y el ámbito sociopo­ lítico de los refugiados armenios que vivían en la diáspora. El periodo tras la Primera Guerra Mundial le dio a la breve existencia de Armenia como república independiente un atisbo de su gloria pasada, antes de ser tragada por la voracidad de los bolcheviques. Para empeorar la situación, hay que considerar la compleja relación entre los rusos y los turcos a causa de los territorios armenios en las provincias orientales de Turquía, que antes esta­ ban bajo control zarista, habitados en su mayoría por armenios antes de las matanzas perpetradas por los turcos. Las organizaciones políticas armenias de la diáspora estaban conscientes de que estas provincias orientales, algu­ na vez hogar de los armenios, les fueron entregadas a los turcos durante el gobierno de Vladimir Ilyich Ulyanov (Lenin). Documentos desclasificados5 del archivo de la oficina predecesora de la Agencia Central de Inteligencia (cia), la Oficina de Servicios Estratégicos (oss, por sus siglas en inglés), que datan de 1943 y 1944, han revelado el interés de la prensa armenia en Esta­ dos Unidos por mantener la noticia de las masacres perpetradas por los turcos contra los armenios en las primeras planas, con el objetivo de conse­ guir la restitución de los territorios. En vista de que la Unión Soviética y sus aliados occidentales resultaron victoriosos en la Segunda Guerra Mundial, la propaganda de los soviéticos y de ciertos actores políticos armenios tenía

4 Carta de solicitud escrita por “un grupo de americanos en Ereván”, al presidente de Estados Unidos de América Dwight D. Eisenhower, Washington, D.C., firmada el 7 de junio de 1956. 5 Sassounian, “Reporte de Inteligencia de Estados Unidos de 1943: Todos los armenios de­ mandan la devolución de las tierras en poder de Turquía”.

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como objetivo presentar un escenario en el que, si había suficientes arme­ nios en la diáspora que decidieran regresar y vivir en Armenia, su patria, sería posible negociar la devolución de estas tierras “turcas” (especialmen­ te Kars y Ardahán) para usufructo de la creciente población armenia. La cesión de la Armenia Turca a la Armenia Soviética entorpecía el sue­ño de la Federación Revolucionaria Armenia (los tashnags) de tener una Ar­me­ nia libre e independiente. Sin embargo, un documento confidencial fechado el 31 de julio de 1944 prueba que, si bien había camaradería entre los grupos políticos armenios en cuanto al tema de la Gran Repatriación y el estatus político de Armenia, cuando se tocaba el tema del reclamo de las provincias occidentales a la República de Turquía, los tashnags, tradicionalmente de tendencia antisoviética, cedían a regañadientes ante la posición de la Unión Soviética sobre esos territorios.6 Cuando cambió la situación política y el sueño de recuperar esas tierras dejó de parecer factible, los tashnags levan­ taron la voz en contra de la repatriación, al contrario de los ramgavars, la organización política armenia que la apoyaba incondicionalmente. Los grupos políticos armenios en Estados Unidos escribieron extensa­ mente sobre la repatriación en sus periódicos, tanto a favor como en contra. En diversos diarios, como el , de Boston, se cuestionó la aparente disposición de los soviéticos para recibir a oleadas de armenios de la diáspo­ ra. Más tarde también se dudó de las tácticas de manipulación rusas en cuanto al asunto de las provincias orientales y el anhelo de repoblar estos territorios con armenios. Los más ardientes defensores de la repatriación entre los más de quince diarios armenios en circulación en Estados Unidos incluían los medios liberales y (Ramgavar), Eritassard Hayas- tan (Hunchag) y el Communist Lraper (la Liga Progresista Armenia de corte comunista). La oposición declaró que la retórica de estas fuentes era propa­ ganda “progresista”-comunista de corte Ramgavar-Hunchak,7 cuya postura política era contraria a las fuertes inclinaciones nacionalistas antisoviéticas y anticomunistas de Hairenik y .8

6 H. Sassounian, “Reporte de Inteligencia de Estados Unidos de 1943: Todos los armenios de­ mandan la devolución de las tierras en poder de Turquía”, The California Courier, 30 de julio de 2013. 7 R. Darbinian, “Why the Truth Must be Told About Sov[iet] Armenia”, The Armenian Re- view, primavera 1956, pp. 57-59. 8 H. Sassounian, “Reporte…”, op. cit.

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Entre los múltiples reportajes, comentarios y editoriales cargados de propaganda se encontraban las peticiones de familias de ser repatriadas, así como la correspondencia de los comités de repatriación, que indicaba la renuncia a hogares, negocios, granjas y libertades varias. Los repatriados de países pobres, como Grecia, se enfrentaron a la misma información falseada sobre su nuevo hogar en Armenia que los provenientes de países más acau­ dalados y no destrozados por la guerra, como Estados Unidos. Al final, sin saberlo, los repatriados serían parte de un movimiento histórico que con el tiempo contribuiría al mejoramiento de la Armenia Soviética.

La búsqueda y la investigación del repatriado

Mis padres decidieron ir a Armenia porque mis abuelos maternos habían decidido ir; todos vivimos juntos [en Nueva York] como una sola familia durante muchos años y salimos del país en el mismo barco. Dos semanas después de llegar a Armenia (25 de febrero de 1949) la tarde del 10 u 11 de marzo, mi padre [Alex Phillian] fue arrestado por el nkvd, lo que ahora es la kgb. Armenio-estadounidense Crosby Phillian.9 4 de febrero de 2008

Crosby Phillian me escribió cuando le conté sobre mi interés en entrevistar a sobrevivientes de la repatriación. Era un amigo de la familia que había compartido el pasado de mis padres: la vida en Armenia como jóvenes re­ patriados. Con materiales de construcción, herramientas y otras cosas traí­ das de América, los Phillian y los Antaramian construyeron su casa de estilo moderno en el número 4648 de la calle Vertanés Papazian en Ereván cerca de 1950. Un complejo grande de dos pisos y cuatro unidades que la gente de la localidad llamó la “casa de los americanos”. La casa sigue en pie y aún conserva algunas de sus características originales, como los pisos de duela hechos en Estados Unidos y los pomos de las puertas de vidrio. Sin darme cuenta aún de qué tan profundamente enraizadas en las mentes de los re­ patriados permanecían ciertas experiencias, Crosby fue uno de los prime­ ros repatriados que entrevisté y re-entrevisté como parte de mi proyecto de

9 Carta en respuesta a una entrevista escrita. Copia de la carta cortesía del dramaturgo Richard Kalinoski. Kalinoski escribió la celebrada obra de teatro sobre el genocidio armenio Beast on the Moon, que ha sido traducida y representada en todo el mundo.

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investigación. Al llegar al tema de su padre me di cuenta de dicha profundi­ dad. Con la ayuda de amigos10 recientes de Ereván, recuperé los documen­ tos del interrogatorio realizado por el nkvd11 al padre de Crosby, Alex. Mucho del contenido del legajo de casi 30 centímetros de altura era de naturaleza repetitiva, ya que le hacían las mismas preguntas una y otra vez, día tras día, semana tras semana. Logré obtener copias de documentos cla­ ve que revelaron la naturaleza del crimen del que se le acusaba y que resul­ tó en años de internamiento en un campo de trabajo forzado en Kazajistán. El material del interrogatorio respondió preguntas que Crosby y su herma­ no Jack se habían hecho sobre su padre durante más de sesenta años. Fue sólo durante mi tercera entrevista con Crosby cuando logré entender su dolor. Aunque su padre fue liberado poco después de la muerte de Stalin, Alex Phillian nunca habló de lo que le ocurrió. Entre 2011 y 2015 entrevisté a sobrevivientes de la repatriación como Crosby, a quienes llamé la “juventud repatriada”. Nacieron en la diáspora y los coloqué en esta categoría para distinguirlos de sus padres y abuelos, los repatriados que tomaron la decisión de la nerkaj. Crosby, mis padres repatriados y otros como ellos son los hijos preadolescentes y adolescentes de los repatriados mayores. Entrevisté a jóvenes repatriados que dejaron la diáspora de Estados Unidos, Francia, Egipto, Grecia, Siria, Palestina y Líbano. En algunos casos, logré entrevistar a jóvenes repatriados que te­ nían poco más de veinte años y que tomaron la decisión personal de irse a la Armenia Soviética.12 Los repatriados mayores eran los individuos naci­ dos en la Turquía otomana antes de 1915. Entrevisté a más de treinta personas. Fi­nalmente, no todos los repatriados a quienes logré contactar o con quienes mantuve correspondencia estuvieron dispuestos a compartir su historia. Algunos hablaron conmigo, pero declinaron hacer pública su experiencia.

10 Pude tener acceso a documentos relacionados con los repatriados que se encuentran en los Archivos Nacionales de Armenia gracias a la ayuda de Satenik Faramazyan y Tigran Paskevich­ yan de Versus Studios. 11 ΗapoДHБΙЙ КОΜИccapИaT BHyTpeHHИX ДeЛ, Narodnyy Komissariat Vnutrennikh Del, abre­ viado como nkvd, se podría considerar la policía estatal soviética, cuya función primordial era realizar interrogatorios, reprimir y llevar a cabo arrestos políticos. 12 Para obtener una lista completa de nombres de individuos o familias, favor de contactar a la autora a través del sitio www.hazelantaramhof.com.

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Este artículo es una compilación de mis textos y presentaciones anterio­ res, tras años de realizar investigaciones y entrevistas personales con los so­brevivientes de la repatriación.13 Aunque aquí proporciono información basada en mis años de investigación, aún queda mucho por dilucidar. Una porción importante del material de archivo que se encuentra en mi poder, pro­­veniente de los Archivos Nacionales de Armenia, no será examinada hasta que sea posible traducir los documentos del ruso y del armenio al in­ glés. De la misma forma, acceder a información resguardada en los Archivos Nacionales acerca de los repatriados armenios ha presentado retos de otra ín­dole; la escasez de información y el desorden en que se encuentra la infor­ mación disponible han sido problemas importantes. Aunque he hecho algu­ nas búsquedas en archivos y estoy esperando los resultados de una petición amparada por la Ley de Libertad de Información, el grueso de la in­formación obtenida en mis investigaciones sobre los repatriados estadounidenses pro­ viene de artículos en publicaciones tanto armenias como no ar­menias. El principal problema ha sido saber dónde buscar los documentos. A pesar de las complicaciones, he hecho algunos descubrimientos intere­santes, uno de los cuales fue un artículo en el número del 8 de no­ viembre de 1947 de Armenian Mirror-Spectator. En este artículo en particu­ lar hay una curiosa relación de nombres armenios asociados con el pasaje titulado “Con la más profunda gratitud y admiración hacia el pueblo americano”.14 La lista es una compilación de nombres de los armenio-esta­ dounidenses de la primera caravana15 que se embarcó en el Rossiya en una bahía de Manhattan el primero de noviembre de 1947. Sin embargo, se trata de algo más que una simple relación de nombres. El tono del artículo es favorable a la repatriación e ignora la realidad de la situación. Se describía como una aventura romantizada. Un numero importante de los estadouni­ denses que participaron en el movimiento y que están mencionados en el

13 La autora dio conferencias de su investigación, con material audiovisual, en diversas ciuda­ des, incluyendo Fresno, Burbank y Nueva York, en Estados Unidos, y Londres y Oxford en el Reino Unido. En dichas conferencias se presentó material recopilado entre los repatriados sobre­ vivientes, incluyendo documentos y fotografías. 14 The Armenian Mirror-Spectator, p. 3, 8 de noviembre de 1947. 15 El viaje de noviembre de 1947 fue el primero de dos, el segundo estaba programado para salir en 1948, pero tras salvar muchas dificultades, el último grupo de armenio-estadounidenses salió el 21 de enero de 1949, también de Nueva York.

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artículo dejaron Estados Unidos en calidad de pasajeros mal informados y no comprendían el alcance de la renuncia obligatoria a la ciudadanía esta­ dounidense. La publicación , una fuente de noticias contra­ ria al Armenian Mirror-Spectator, criticó fuertemente el nerkaj y a las organizaciones involucradas en la mecánica del movimiento.16 La ideología dicotómica de estas dos publicaciones quedó de manifiesto en los artículos y editoriales que ambas publicaron. Este artículo en especial en el Armenian Mirror-Spectator fue escrito por un autor no identificado, probablemente el editor del periódico en ese mo­ mento. Los primeros cuatro párrafos supuestamente muestran una res­ puesta unánime al viaje de 1947 por parte de los que firman. Los nombres aparecen en orden alfabético, con el apellido primero. Es una lista desco­ nocida para muchos de los repatriados cuyos nombres aparecen en ella. Cuando encontré por primer vez el artículo, me sorprendió ver el nombre de mi padre, entonces un inocente joven de 19 años de una pequeña fami­ lia rural de Kenosha, Wisconsin. El artículo dice lo siguiente:

Nosotros, los abajo firmantes, un grupo de 150 armenios hasta el momento residentes y ciudadanos de Estados Unidos de América, dejamos éste, nues­ tro país adoptivo, para volver a la tierra de nuestros ancestros, Armenia So­ viética. Partimos de Estados Unidos por nuestra propia voluntad, con sentimientos de la más profunda gratitud y admiración hacia el pueblo americano. América nos dio refugio cuando el pueblo armenio se encontraba al borde de la ex­ tinción tras las brutales masacres perpetradas por los turcos durante y después de la Primera Guerra Mundial. Las instituciones democráticas de Estados Unidos nos brindaron la oportunidad de reconstruir nuestras vidas. Nosotros también hicimos todo lo que estuvo a nuestro alcance para servir a Estados Unidos. Tanto en la guerra como en la paz dimos toda nuestra devoción a América.

16 Por ejemplo, esta es una cita de un editorial escrito por Reuben Darbinian en el número de invierno de 1948 de Armenian Review, “[en] el caso de 150 armenio-estadounidenses que hace tres meses salieron con rumbo a Armenia Soviética, en medio de un evento provocador e indis­ creto organizado por agentes soviéticos a grado tal que la prensa estadounidense armó un escán­ dalo y esto puso una oscura sombra de sospecha sobre la mayoría abrumadoramente leal de arme­ nio-estadounidenses”.

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Hoy volvemos a nuestra tierra de origen impelidos por una de las emocio­ nes más profundas del corazón humano: el deseo de vivir y trabajar en la tierra en la que incontables generaciones antes que nosotros han vivido, luchado y construido una civilización sin par, y en donde estamos seguros que inconta­ bles generaciones de nuestros descendientes vivirán, lucharán y seguirán cons­ truyendo esa misma civilización. En Armenia nos convertiremos en embajadores de buena voluntad entre los pueblos americano y armenio, con la finalidad de que la amistad y el enten­ dimiento mutuos crezcan y florezcan entre ellos, para asegurar la paz perma­ nente. Aharonian, Arshag y Pearl, Andrikian, Hagop, Antaramian, Mesrob y Paul, Arslanian, Esiah, Asadoorian, Garabed, Atamian, Artin, Avedisian, Hovhannes, Ayvazian, Lazare, Basmajian, Hampartzoom, Bedoian, Sarkis, Bekerian, George, Boghosian, Varteres, Charchian, Mamigon, Cholakian, Hampartzoom y Ashkhen, Chookacezian, Barkev y Shnorig, Chookacezian, Isabel, Chookacezian, Shakey, Dederkian, Karekin y Tzolouhi, Dehirmanjian, Kevork, Dehir­manjian, Gadar, Dehirmanjian, Doodi, Der Kazaroff, Hos­ rov, Der Krikorian, Elijah, Derderian, Minas y Haigouhi, Dertadian, Puzante, Ekmeian, James Garabedian, Vagharshag, Guleserian, Puzant, Haroutunian, Paul y Sara, Haroun­ tunian, Grace, Haroutunian, Mary, Hayrabedian, Markar, Hovhannesian, Haroutun, Ja­ nigian, Artin, Kadekian, John, Kalaydjian, Mardiros, Kaloustian, Garabed, Kaloustian, Khatchadoor, Kaprielian, Dicran, Kaprielian, Vahan y Santoukt, Karaian, Boghos, Kari­ bian Haroutun y Jean, Katchikian, Levon y Ashkhen, Katchikian, Simon, Katchoony, Garo, Kavooksorian, Benjamin, Kazandjian, Hmayag y Satenig, Kelejian, Hagop y Nar­ giz, Kermoyan, Diran, Ketchian, Tzolag y Berjouhi, Ketchian, Azniv, Khatchadoorian, Ohannes, Krikorian, Aghasi, Kulujian, Hagop, Maghakian, Mesrob y Mary, Mardikian, Vartan, Margosian, Margos, Maynazarian, Maynazar y Harriet, Medaxian, Vahan, Mege­ rian, Hagop, Meldonian, Persape, Minassian, Apkar, Minasian, Setrag, Moskovian, Se­ trag, Moskovian, Khachig, Mouradian, Hmayag y Shnorig, Mouradian, Tateos, Mulkigian, Kegouni, Mulkigian, Pieloun, Mulkigian, Alice, Narinian, Asadoor, Norsi­ gian, Asadoor, Ozanian, Sebouh, Padasian, Bedros, Palakian, Nishan, Papazian, Levon, Pedrosian, Arsen, Pilibosian, Haroutun, Pnagouni, Mgrditch y Serpouhi, Pnagouni, Sona, Sandikian, Michael, Sarkisian, Elijah, Shahrigian, Garabed, Shahrigian, Sirouhi, Shemavonian, Khosrov, Simonian, Hampartzoom, Sookiasian, Koren, Sookiasian, Sira­ gan y Dirouhi, Sookiasian, Haig, Soorian, Khatchig y Mariam, Stepanian, Haroutun, Swarian, Zakar, Torosian, Dajad, Torosian, Stepan, Vartanian, Alexan (Alexander), Va­ por, Sarkis, Vartian, Toros, Vosgerichian (Osgrich) Mardiros y Mariam, Yessaian, Nazar, Yessaian, Simon, Zakarian, Khatchig. Este grupo incluye a 30 de sus hijos.

Cualquiera que conozca un poco de la historia del movimiento de repatria­ ción puede fácilmente discernir entre dos hechos que se presentan en el artículo. Primero, muchos, si no es que todos, los mayores de entre los 150 repatriados eran de ciudades y provincias de Turquía, o Armenia Occiden­

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tal, no de la Armenia Soviética, así que no estaban “volviendo” a la tierra de sus ancestros. En segundo lugar, los jóvenes y niños repatriados habían nacido en Estados Unidos, así que no estaban dejando atrás su país de adopción, sino su país de nacimiento. No debemos olvidar la importancia social de la semántica del escenario, es decir, que un buen número de los repatriados eran demasiado jóvenes para tomar una decisión propia o aún muy dependientes de sus mayores como para tomar otra decisión que no fuera emprender este viaje que cambiaría sus vidas. Los “abajofirmantes” estaban en el primer grupo de armenio-estadounidenses que, en total, se­ rían muchos menos de los que los comités de repatriación habían calculado que dejarían Estados Unidos para irse a la Armenia Soviética. Incluso cuan­ do se incluye a los 162 armenio-estadounidenses que se embarcaron en enero de 1949 y que fueron parte de la segunda caravana, la cifra de 312 es significativamente menor que los mil reportados en el artículo del 31 de octubre de 1947 en The New York Times.17 Si bien se han hecho algunas investigaciones académicas sobre la histo­ ria de la Gran Repatriación, con mucha frecuencia ha sido un tema margi­ nal. Las fuentes secundarias proporcionan un aspecto interesante a considerar en la historia de la repatriación. Sin embargo, es necesario cues­ tionar la precisión y la exactitud de estas fuentes. Las memorias personales aportan una mirada sobre el aspecto social de la época, pero no son colecti­ vas. Sin entrevistas, sin acceso a los documentos personales, las historias de los repatriados son parte de una memoria colectiva, pero el aspecto comu­ nal de la historia se pierde. Las siguientes secciones de este texto se dividen en los aspectos más importantes de la narrativa de la repatriación: “la mudanza histórica, el via­ je, las dos caravanas armenio-estadounidenses, una de muchas historias, la llegada a Batumi, la Armenia de los repatriados, la repatriación de los fran­ co-armenios, exilios y purgas, la muerte de Stalin y la partida”. La informa­ ción proviene de mis conferencias y artículos. Aquí presento extractos de las historias que he recolectado entre los repatriados.

17 The New York Times, 31 de octubre de 1947, “1000 Armenians Would Leave U.S., Officials Say Many Holding Citizenship Seek to Return to Homeland—Inquiry On”.

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La mudanza histórica18

La Constitución Soviética, la Constitución promulgada por Stalin en 1930, por ley garantizaba a los ciudadanos soviéticos el derecho al trabajo, a la atención médica gratuita, y a la educación gratuita. Esa era la promesa de los soviéticos a quienes volvieran. Tom Mooradian, “Reescribiendo la Historia”,19 21 de octubre de 2010

Los movimientos de repatriación tras el final de la Segunda Guerra Mun­ dial desarraigaron a muchos armenios de todo el mundo: Francia, Líbano, Egip­to, Grecia, Chipre, Siria, Bulgaria, Rumania, Palestina, Estados Uni­ dos, incluso algunos de Sudán, Irán, Irak, India, Uruguay, Argentina y Chi­ na. Fue una campaña orquestada para repoblar la fracción que quedaba de un enor­me territorio bien documentado como el hogar ancestral de los ar­ menios desde el tiempo de Darío el Grande. Pero los repatriados no se dirigían a la enorme y romantizada patria de sus antepasados, sino a una Armenia “sovietizada” bajo el yugo de Stalin. Fue un movimiento migra­ torio que incluyó elementos de expropiación cultural y espiritual, además de disparidad cultural. El fervor por la repatriación comenzó antes de la Segunda Guerra, pero estaba dirigido principalmente a los armenios que vivían en Grecia y Bul­ garia, donde había sido difícil establecerse. Muy pocos armenios dejaron Europa Occidental durante las primeras etapas del reclutamiento para la repatriación. Sólo después de la Segunda Guerra, cuando la Unión Soviéti­ ca era percibida como una potencia mundial, cambiaron las cosas. La inten­ sificación de la propaganda y los reclamos territoriales soviéticos sobre áreas ancestrales armenias en Turquía ayudaron a provocar un apoyo polí­ tico en masa entre la comunidad de la diáspora armenia en Europa Occi­

18 Esta sección comprende el material recopilado de mis publicaciones y conferencias. Véase el boletín Osservatorio balcani e caucaso del 17 de agosto de 2012, “From James Dean to Stalin: The Tragedy of the Armenian Repatriation” (en inglés e italiano), y “Embarquement immédiat, Back in the USSR”, Nouvelles d’Arménie, núm. 189, octubre de 2012, pp. 64-69 (en francés) para ver la fuente original. 19 T. Mooradian, “Rewriting History”, The Repatriate: Love, Basketball and the kgb, Seattle, Moreradiant Publishing, 2008.

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dental y Estados Unidos. El mayor movimiento de repatriación, llamado en armenio nerkaj, comenzó tras la Segunda Guerra. Abrumados por un anhelo ciego de volver a la patria, casi diez porciento de la población de la diáspora armenia se unió. La Armenia Soviética se encontraba en un estado de extrema pobreza tras la Segunda Guerra Mundial. Para noviembre de 1945, Stalin autorizó el re­greso de armenios a la Armenia Soviética con el incentivo de insuflar nueva vida a la construcción, revitalización y desarrollo económico de una República Soviética en el abandono. Organizaciones nacionalistas arme­ nias, partidos políticos y líderes religiosos organizaron programas de repa­ triación. El comité de repatriación armenio resaltó la necesidad de un apoyo nacional para el país Armenia, mientras que minimizaba la realidad de que Armenia era ya un país dominado por los soviéticos. La historia básica de la repatriación está plagada de vueltas y giros indi­ viduales, pero en la mayoría de los casos es posible detectar un hilo común: con mucha frecuencia, un patriarca o matriarca familiar tomaba una decisión nacionalista o, en ocasiones, socialista, y esta decisión terminaba desarrai­ gando a la familia entera, en respuesta a una petición emocional mundial impulsada por la propaganda soviética. Este llamado a los armenios del mundo era una maniobra para atraer a jóvenes en edad reproductiva, asegu­ rar el flujo de trabajadores y profesionistas capacitados procedentes de paí­ ses desarrollados, y obtener nuevas tecnologías y productos. Animados por la promesa de vivienda gratuita, tierra para construir y oportunidades de trabajo, quienes dejaron la diáspora hicieron esta mudanza que cambiaría sus vidas con base en una esperanza falsa. A su llegada, fueron testigos de condiciones sociales y económicas inimaginables, y se quedaron varados, sin oportunidad de dejar la Armenia Soviética o recuperar sus documentos de ciudadanía, que habían sido confiscados. La memoria social colectiva de muchos hayrenadartsner sobrevivientes es de traición y engaño bajo el dis­ fraz del deber patriótico. Tras la Segunda Guerra Mundial, cuando se realizaron los llamados para volver a la Armenia Soviética, casi cien mil armenios de la diáspora respon­ dieron. Llegaron de todas partes del mundo. Para los mayores, era una oportunidad de vivir en la tierra que consideraban su hayrenik, su lugar de nacimiento y el de sus ancestros. Para ellos era el lugar donde pasarían sus

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últimos años, a la vista del Monte Ararat. Que sus hijos hablaran armenio, se casaran con armenios y tener nietos nacidos en Armenia, era uno de las prin­cipales objetivos a considerar. Para los muy ancianos, Armenia sería su lugar de descanso eterno. Para los armenios que vivían en lugares empo­ brecidos o destrozados por la guerra, como Grecia, era la oportunidad de liberarse de la pobreza y de su condición de refugiados. Comenzando en 1925, luego en 1931, y después en 1936, pequeños grupos de armenios o, en algunos casos, individuos solos, dejaron sus países de residencia para entrar a lo que entonces era la República Socialista Soviética de Armenia. Cada uno tenía sus razones para volver. Sin embargo, no fue sino después de 1945 cuando se concibió una repatriación en mayor escala, de cierta forma esto se hizo para continuar la acogida de los refugiados armenios pobres que aún vivían en la diáspora. La Gran Repatriación era vista como parte de la misión humanitaria lanzada por las organizaciones armenias en la década de 1920. Los pri­meros esfuerzos de repatriación fueron organizados por la Unión General Arme­ nia de Beneficencia ugab( ) cuya finalidad era ayudar a “los armenios sin hogar [sin país] dispersos por todo el Cercano Oriente y Europa”.20 Estos eran los armenios desplazados que terminaron en los campos de refugiados en Siria, Líbano, Grecia y Egipto. La ugab estaba comprometida con la tarea de mejorar las condiciones sociales y el estatus político de los refugia­ dos apoyando la vuelta hacia la “patria”, en la naciente Armenia Soviética. Tras la Segunda Guerra Mundial, tales organizaciones armenias sin fines de lucro ayudaron a poner en marcha un programa más grande de repatria­ ción. Esto era especialmente importante para los armenios que se habían establecido con mucha anterioridad como refugiados y que aún vivían en condiciones deplorables, en países como Grecia, Siria e Irán, o que vivían en condiciones poco favorables, como en Francia o Líbano. Poco después, los cambios políticos incrementaron el “regreso” de armenios de la diáspora a su patria. La repatriación, presentada como un hecho de proporciones épi­ cas era, según el Boletín de Información de la urss del 20 de agosto de 1947, un movimiento decisivo que uniría a los refugiados una vez más bajo un

20 Editorial, “Is There a Better Plan?”, Hoosharar [The Prompter], Unión General Armenia de Beneficencia, Sección II, vol.XXX IV, núm. 15, 15 de diciembre de 1947.

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mismo techo, entre sus coterráneos y en un lugar donde podían llenarse los ojos con el Monte Ararat. Los repatriados se volvieron peones políticos en una partida de ajedrez entre la Unión Soviética y Occidente, en la cual las aperturas e4 y c5 in­ cluyeron una demanda artificial de tierras ruso-armenias perdidas ante los turcos tras la Primera Guerra Mundial. Con el apoyo de la diáspora, la polí­ tica soviética de recuperar las provincias de Kars, Ardahán, Erzurum, Tre­ bisonda, Van y Bitlís estimuló el movimiento de la Gran Repatriación. Era un movimiento intrínsecamente relacionado con la causa armenia y la de­ volución de las provincias armenias orientales anexadas, las zonas conside­ radas en la repartición decretada por el presidente Wilson en cumplimiento del Tratado de Sèvres de 1920. Después de la Segunda Guerra Mundial, la campaña de repatriación se inundó de un sentimiento nacionalista. Una de tales expresiones puede hallarse en el Armenian Mirror-Spectator de febrero de 1947, que declaraba que, “el interés de las comunidades armenias del mundo y, sin excepción, el de todos los armenios tanto en su país como fuera de él, es impulsar la devolución inmediata de los territorios perdidos a la Armenia Soviética”. Pero el engaño imbuido en esta maniobra política no escapó a la detección de unos cuantos armenios en la diáspora que vieron claramente las in­ tenciones políticas en términos de la expansión territorial de la Armenia Soviética. En 1947, cuando el viceministro de Asuntos Exteriores soviético Andrei Vishinsky declaró ante un subcomité de las Naciones Unidas que Kars y Ardahán eran territorios georgianos, quedaron claras las intenciones del gobierno soviético y el hecho de que la causa armenia era simplemente otro movimiento del ajedrez político internacional. A pesar de lo explícito de los planes políticos soviéticos, la ugab lanzó una campaña de recolec­ ción de fondos por un millón de dólares para apoyar la repatriación. Los armenios de la diáspora que sospechaban de las verdaderas in­ tenciones de la repatriación cuestionaban el grado de preparación de los soviéticos para recibir a los armenios. En el invierno de 1948, el editor de la revista Armenian Review, Reuben Darbinian, escribió un artículo al respec­ to: “es inconcebible que durante la guerra los pantanos hayan sido reclama­ dos, las regiones áridas irrigadas, o que la construcción de vivienda se haya acelerado para acomodar a decenas de miles de nuevos habitantes. Tam­

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poco puede asegurarse que la situación del suministro de alimentos haya mejorado con respecto al periodo anterior a la guerra. Información directa proveniente de Armenia, así como las historias de quienes han logrado es­ capar, desilusionados, no dejan ninguna duda de que, a pesar de las fantás­ ticas noticias que publican las fuentes soviéticas, no hay condiciones adecuadas de vivienda, alimentación o trabajo, para acomodar a los recién llegados a Armenia”.21 También algunos que formaban parte del movimiento del nerkaj y que lo apoyaban reprimían sus opiniones negativas al respecto. Una entrada en el diario de León Guerdan —armenio-parisino y presidente de los comités de Campaña y Publicidad de la ugab que más tarde se establecería en Nueva York—, fechada en junio de 1946, revela tales sentimientos. Escri­ be: “Acabo de volver de Boston, donde asistí a la convención del Comité Central para América de la ugab y di un discurso en favor de la repatria­ ción en un banquete del programa de repatriación. La ovación que recibí me hace anhelar con mucha confianza los resultados de la recolección de fondos […] pero, en este diario en que expreso con franqueza lo que pien­ so, no puedo esconder el hecho de que no me entusiasma nada la tarea que he emprendido […] El movimiento de repatriación, me guste o no, está estrechamente ligado a los objetivos políticos de Rusia. Por supuesto, estoy en favor de esta repatriación, y por la victoria de los rusos en contra de los turcos, pero también estoy en favor de la victoria de la civilización liberal a la que pertenezco sobre el comunismo ruso-asiático. Estoy atrapa­ do en un círculo vicioso y no sé bien cómo salir de él”.22 Los temores de Léon Guerdan se manifestaban en lo que otros, como Darbinian y Man­ dalian, más tarde cuestionarían sobre el nerkaj y sus motivos. Casi 60 años después de que las primeras caravanas salieran de Medio Oriente, Líbano y Grecia, la ugab aceptó en engaño. En 2006, la organiza­ ción declaró que “las condiciones de vida en Armenia no se parecían en absoluto al idílico cuadro descrito en la propaganda de la Armenia Soviética antes y durante la repatriación”.23

21 R. Darbinian, “Introducción”, Armenian Review, invierno de 1948. 22 ugab, op. cit., p. 298. 23 Idem.

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¿Cómo fue posible que casi una décima parte del millón de armenios de la diáspora desarraigaran voluntariamente a sus familias, dejaran sus hoga­ res, su modo de vida y, en algunos casos, vendieran sus negocios ya bien establecidos para irse a la Armenia Soviética? Zabel Chookaszian, entonces una neoyorkina de 20 años, recuerda haber asistido a una reunión en las Montañas Catskill en donde se proyectaron películas sobre la repatriación. Las cintas, que mostraban imágenes icónicas asociadas con Armenia, espe­ cialmente el Monte Ararat, invocaban el sentimentalismo deseado por el movimiento. Zabel recuerda las lágrimas en los ojos de su padre, Bartkes, un hombre que en muy pocas ocasiones mostraba emoción de ningún tipo y cuya madre había quedado huérfana muy joven debido al genocidio, esto afectó enormemente a Zabel, hasta el punto de que cambió de opinión sobre no ir. Se dijo a sí misma que los turcos habían destruido a familias armenias y que su renuencia a volver con su familia a la Armenia Soviética sería como hacer lo mismo. Así que en vez de quedarse en Estados Unidos junto con su hermana menor, lo que hubiera sido el caso si hubiera decidi­ do no ir, Zabel y su familia formaron parte de la primera caravana armenio- estadounidense en repatriarse. Más tarde, en el Armenian Mirror-Spectator de 1947, se encuentra un artículo que identifica tres películas posteriores a la Segunda Guerra Mun­ dial presentadas por la Liga Progresista Armenia de Nueva York: Repatria- tion (Repatriación), The Rainbow (El arcoíris), y Armenian Cinema Concert (Concierto Cinema Armenio).24 Esta última fue descrita por el reverendo Charles Vertanes, autor de Armenia Reborn, como una película “para ser testigo de la Armenia de cielos eternos y las montañas perennes, suaves valles, profundas barrancas, arroyos salvajes y plenos… la expansión de la ciudad de Ereván en su tranquila vida diaria bajo la interminable sombra del magnífico Ararat”.25 Estas películas, junto con otros materiales de propaganda, como artícu­ los editoriales y la publicación de libros,26 fueron parte de una campaña emotiva general para impulsar la Gran Repatriación, Al final, se hicieron

24 C. Vertanes, “Three Films Depict Horror of War and Glory of Rebirth”, Armenian Mirror- Spectator, 15 de febrero de 1947, p. 3. 25 Idem. 26 C. Vertanes, Armenia Reborn, Nueva York, Consejo Nacional Armenio de América, 1947.

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promesas que quedaron sin cumplir, la información era desinformación y la Armenia Soviética no estaba preparada para recibir a miles de personas en un periodo tan breve.

El viaje

Para Khachig Crosby, Un hijo digno de su digno padre, que ha trabajado de forma entusiasta y sincera para la causa armenia a través del Consejo Nacional Armenio de América. Con los mejores deseos de que tenga una fructífera y útil carrera en la tierra de nuestros padres. Charles A. Vertanes, 1949.27

Para los armenio-estadounidenses hubo dos escenarios del nerkaj, uno en 1947 y otro en 1949. En un número de Armenian Review de 1951 se encuen­ tra un recuento escrito por James G. Mandalian, tres años después del em­ barque en el Rossiya.28 En el artículo, Mandalian describe la escena en Nueva York antes de la partida del Rossiya el primero de noviembre de 1947. De las ricas descripciones del artículo, uno podría asumir que él se encontraba en el muelle Moore-McCormack al pie de Canal Street en Nueva York ese día funesto. Escribe: Un enorme número de armenios y espectadores estadounidenses curiosos atestiguan una de las escenas más extrañas que hayan ocurrido en la historia de Estados Unidos. Parte de la multitud reunida subía a un elegante transatlántico de un blan­ co reluciente, tanto que parecía un cisne. El S.S. Rossia partiría ese día —lle­ vando a armenios que habían renunciado a su nacionalidad estadounidense. Fuera del barco, lejos de la multitud, los caminos que conducían al muelle bullían con el constante ruido de las llantas de todos los taxis, automóviles y

27 Nota del reverendo Charles Vertanes de en el libro autógrafo de Crosby Phillian, entonces de 14 años de edad. 28 J.G. Mandalian, “The 151 Repatriates from America”, Armenian Review, vol. 4, núms. 13- 16, primavera de 1951, pp. 89-100. El número 151 puede ser un reflejo de lo que recuerdan algu­ nos repatriados, que uno de los pasajeros murió en el camino. Ninguno de mis entrevistados está seguro de qué sucedió. No encontré ninguna evidencia en diarios que corrobore el incidente. La cifra citada en la mayoría de los artículos es 150.

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camiones cargados con gente y pertenencias y que rápidamente volvían para recoger a más pasajeros. Los taxis y los automóviles se apresuraban para llegar a tiempo, no fuera que los repatriados perdieran el barco; otros llevaban a fa­ miliares, amigos o conocidos, algunos para besar [a quienes partían] un senti­ do adiós, otros llorando e implorando que no dieran este catastrófico paso. Sin embargo, la mayoría de quienes deseaban buen viaje eran comunistas acérri­ mos o simpatizantes de los soviéticos. En el muelle cundía una atmósfera ge­ neral de júbilo y felicidad, si bien un poco nublada por el sombrío manto de la inminente partida. En las esquinas se reunían grupos que se congratulaban mutuamente, inmersos en animadas conversaciones, bailando y cantando [...] Había escenas de despedida, con besos profundos y amorosos, peticiones de cartas de la patria en el momento de llegada. Códigos secretos con que los repatriados comunicarían a los familiares en América las noticias de la vida en Armenia […] buitres comunistas de la repatriación hicieron fortunas en el mercado negro, hinchándose los bolsillos con las ganancias de los pobres re­ tornados que habían vendido sus casas, sus granjas y sus efectos personales por una bicoca en su prisa por volver a la patria.29

Antes de su partida, tan bien descrita por Mandalian, la primera caravana de repatriados armenio-estadounidenses fue agasajada con una fastuosa cena de despedida en el Hotel Diplomat de Nueva York. Es sorprendente que aún existan fotografías de dicha cena y de la partida posterior en colec­ ciones privadas, así como imágenes tomadas en el barco.30 Los armenio-estadounidenses que sobrevivieron a esta época más tarde contarían historias del retraso de la economía social, enfermedad, discrimi­ nación, ansiedad psicológica y brutalidad física que enfrentaron bajo el sis­ tema soviético. Crosby Phillian, el armenio nativo de Nueva York que dejó Estados Unidos en 1949 siendo apenas un adolescente, dice que la “super­ vivencia” era el único mantra de muchos de los repatriados que, viviendo en Armenia, tuvieron que vender sus posesiones personales en el mercado negro por unos cuantos rublos para comprar comida para la semana. La ven­ ta de objetos en el mercado negro se volvió el ritual dominical. Los ajbars plagados por la ansiedad estaban a merced de quienes tenían algo de dinero

29 Idem. 30 Fotografías de la cena de despedida y del barco de la primera caravana fueron proporciona­ das a la autora por cortesía de las familias Chookaszian y Antaramian.

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y sabían cómo navegar en el sistema. Phillian recuerda que la ley no escrita en esa época en la Unión Soviética parecía obligar a la gente a hacer largas filas para comprar ingredientes básicos, como pan, carne o queso, y en estas filas no era raro ver discusiones y peleas físicas; incluso en ocasiones había muertos. Phillian recuerda una ocasión en la que un hombre, que simple­ mente estaba intentando comprar un poco de queso, murió a consecuencia de un golpe en la cabeza propinado por el tacón de un zapato de mujer.

Las dos caravanas americanas

Queridos Tío Goldie y Tía Vickie, estoy pasándola muy bien. Desearía que estuvieran aquí. Estoy contestando sus saludos con una postal de Gibraltar […] La familia toda esta perfectamente bien de salud. Me mareé un poco en el viaje, pero ya estoy bien. Saludos a todos. Trataré de escribir de nuevo en cuanto me sea posible. Con cariño, Crosby & Familia, 29 de enero de 1949.31

Una segunda caravana se preparaba para zarpar de América rumbo a la Armenia Soviética. Llevaría a 162 armenios poco menos de un año des­ pués de la partida de la primera caravana de Nueva York. Casas y negocios fueron rematados; pertenencias personales embaladas para su transporte. Más tarde, cuando llegaron las noticias de que los soviéticos habían cance­ lado el viaje, las reacciones fueron de pánico, enojo y frustración. No sería posible volver. Tras muchos meses de espera, se organizó el viaje de este segundo gru­ po en el transatlántico Sobieski de la empresa Gdynia-America.32 Durante la espera, la cuestión del hospedaje de los repatriados, ahora sin hogar, se dejó en manos de la Liga de Sociedades Compatriotas Armenias, vocera de los repatriados. Esta es la historia del viaje de la segunda caravana.33

31 Postales cortesía de Crosby Phillian. 32 “Armenians Sail for Home, 162 Returning to USSR. Aboard Polish Liner Sobieski”, The New York Times, 22 de enero de 1949. 33 H. Antaramian Hoffman, “Journey to Soviet Armenia, Port Stop in War-torn Naples”, Osservato- rio balcani e caucaso, 14 de marzo de 2013, disponible en: http://www.balcanicaucaso.org/eng/Regions- and-countries/Armenia/Journey-to-Soviet-Armenia-port-stop-in-war-torn-Naples-131064.

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*** El 21 de enero de 1949, el día del aniversario número veinticinco de la muerte del padre de la Revolución Bolchevique, V.I. Lenin, el Sobieski zarpó de Nueva York con dirección a Nápoles, su último puerto de llegada. El segundo grupo de repatriados dejaba Estados Unidos para irse a Arme­ nia Soviética. Tras renunciar a su ciudadanía estadounidense, salieron en calidad de ciudadanos soviéticos en un transatlántico de pasajeros polaco. El barco llevaría la misma ruta que el Rossiya, el barco alemán confiscado por los rusos que llevó al primer grupo de armenio-estadounidenses a Ba­ tumi en el otoño de 1947. Ciento sesenta y dos de los poco más de 300 ar­ menio-estadounidenses repatriados fueron parte de la segunda caravana que partió de Estados Unidos hacia Armenia Soviética tras la Segunda Guerra Mundial. A pesar de los esfuerzos de quienes formaron parte de la primera caravana por advertir a su familia y amigos sobre el destino que les esperaba, 162 armenio-estadounidenses realizaron el mismo fatídico viaje. Los 162 habían planeado zarpar originalmente a finales de 1948 en el Pobeda, el barco que resultó instrumental en la repatriación de los armenios provenientes de Francia, Líbano, Egipto, Palestina e Irak. Sin embargo, en septiembre de 1948, un incendio de origen desconocido dañó el barco. En un juicio a puerta cerrada se determinó que el capitán del barco, el telegrafis­ ta y el controlador habían sido culpables de negligencia. Dos semanas después del evento, el líder soviético Josef Stalin lanzó una dura acusación contra Estados Unidos, lo que tuvo como resultado una nueva regulación sovié­ tica que efectivamente detuvo los esfuerzos de repatriación de los arme­ nios de la diáspora. Menos de un mes después se decretó una excepción, lo que permitió que, al final, los 162 formaran el último grupo de repatriados. Aunque otros pasajeros del barco desembarcaron en alguno de los tres puertos de paso antes de llegar a Nápoles, los 162 armenio-estadounidenses repatriados permanecieron a bordo. Una de las repatriadas, Sonia Meghre­ blian recuerda en su libro de memorias una parada en Gibraltar, donde abordaron vendedores para ofrecer souvenirs. La siguiente parada del barco fue en Cannes, Francia. Ahí se permitió descender a un pasajero, quien alcanzó tierra firme en un pequeño bote. Tras unas cuántas horas en Can­ nes, el Sobieski zarpó con rumbo a Génova, donde una vez más se permitió

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descender a otros pasajeros, mientras los repatriados permanecían a bordo. La última parada era Nápoles. Fue en ese puerto donde los repatriados se dieron cuenta de que su re­ lativamente aventurero viaje había terminado y que ahora se enfrentaban a una situación ominosa al irse aproximando a su destino final. Ignorantes en gran medida de los devastadores efectos de la Segunda Guerra Mundial en Europa, los armenio-estadounidenses pronto serían testigos de la extrema pobreza circundante. Primero en Nápoles, el próspero mundo de los arme­ nio-estadounidenses chocó de frente con el surrealismo de la destrucción de la posguerra en Europa. Mientras los pasajeros no repatriados bajaban del barco, los armenios permanecieron en el Sobieski, esperado instruccio­ nes sobre el cambio de barco. La precaria logística de los planes de viaje para los 162 repatriados era llevarlos primero a Nápoles en el barco de pasajeros polaco y luego transfe­ rirlos al Ardeal, un barco de carga rumano. La transferencia de pasajeros no ocurrió según lo planeado. El Ardeal no entró al puerto de Nápoles como se había anticipado. La razón no ha quedado muy clara, pero muchos han asumido que, cuando los soviéticos y los rumanos se enteraron de la pre­ sencia de la armada estadounidense, el Ardeal permaneció en aguas inter­ nacionales para evitar un incidente diplomático. Este incómodo episodio político dejó a los repatriados en el limbo, sin forma de transportarse. Sin documentos oficiales que les permitieran descender en suelo italia­ no, su estatus era muy precario. Para complicar aún más la situación, estaba la presencia de la Sexta Flota de la Armada Estadounidense apostada en Nápoles. Al concluir la Segunda Guerra Mundial, Italia se enfrentaba a una tremenda devastación financiera. El Tratado de Paz con Italia en 1947 había dado al traste con el anterior prestigio internacional del país. Las cláusulas de desarme y los costos de reparación impuestos a varios países, incluyendo la Unión Soviética, crearon enormes problemas económicos y políticos para Italia. Según Crosby Phillian, entre los barcos de guerra estacionados en el puerto de Nápoles se encontraba el portaaviones USS Philippine Sea. Re­ cuerda haber visto a los marinos ir del barco a la costa y viceversa. Tras algunos días, los soviéticos decidieron permitir al grupo de repa­ triados bajar del barco mientras esperaban que se resolviera la situación. Antes de abordar autobuses hacia el Hotel Grilli, se dijo a los repatriados

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que se les permitiría permanecer ahí bajo ciertas condiciones, mientras se resolvía el asunto del transporte. Caminaron en formación militar del barco a los autobuses. A un lado de la fila de repatriados iba un funcionario sovié­ tico y al otro, uno italiano. Durante esta estancia en Nápoles, los repatriados atestiguaron ejemplos de extrema pobreza. Meghreblian, que en ese momento tenía 19 años, per­ cibió la devastación ocasionada por la guerra. Vieron a gente del lugar vi­ viendo en edificios destruidos por las bombas. Phillian recuerda un incidente en el embarcadero que ilustra las severas carencias del puerto:

Los estibadores estaban descargando una red con cargamento cuando se re­ ventó uno de los sacos. ¡Era azúcar! De pronto se reunió una pequeña multi­ tud, no sé de dónde salieron, recogiendo el azúcar con las manos desnudas, y poniéndola en bolsas. Cuando nunca has visto algo así, deja una impresión muy grande en ti. ¿Quién juntaría azúcar derramada con las manos desnudas en Estados Unidos? Ni siquiera se te ocurriría algo así.

Sin saberlo los repatriados, este incidente prefiguraría sus propias tragedias en Armenia Soviética. Otro adolescente armenio-estadounidense repatriado de Watertown, Massachusetts, Deran Tashjian, dijo que tras experimentar la pobreza que había en Nápoles, algunos de los repatriados finalmente comenzaron a cuestionarse sobre lo que les esperaba en el futuro. Los 162 permanecieron en el hotel en Nápoles durante casi una sema­ na. Phillian dice que en cada entrada del hotel había un “soldado armado montando guardia”. Los “huéspedes cautivos” pasaban el tiempo leyendo, hablando y jugando póker. En el hotel había un barbero, así que algunos de los hombres repatriados aprovecharon la oportunidad para cortarse el cabe­ llo. Phillian recuerda cómo con tan sólo un par de tijeras y un peine el hombre trabajaba “como un artista […] y cobraba sólo 50 centavos”, una ganga para los estadounidenses. Cuando llegó información de que la Sexta Flota había salido de Nápo­ les, el Ardeal se aproximó al puerto para recoger a los repatriados. Con la misma “escolta militar”, los repatriados fueron llevados del hotel al puerto. Se hizo un nuevo conteo para asegurarse de que todos los que habían des­ embarcado del Sobieski rumbo al hotel hubieran abordado el Ardeal. Para los pasajeros, la diferencia entre un barco y otro era como entre el día y la no­

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che. Los repatriados llegaron a Nápoles en un barco de pasajeros con todas las comodidades y dejaron Italia en un “barco de carga chato y feo sin lugar para acomodar a todos los que abordaron”. Como apenas contaba con algunos camarotes que se asignaron a las mu­ jeres, los niños y los ancianos, el área que servía de salón comedor de día, de noche se convertía en un enorme dormitorio para los hombres. Tras la parti­ da del Ardeal de Nápoles, pasó por Sicilia, bordeando las islas griegas y se diri­ gió a Rumania. Al pasar por los Dardanelos para entrar al Mar Negro hacia Batumi, los repatriados confrontaron a turcos que navegaban en lanchas de remos. Hubo intercambio de insultos entre los armenio-estadounidenses que iban de vuelta y los turcos, quienes hacían “gestos de cortarse el cue­ llo”. En retrospectiva, Phillian dice que no está muy seguro de si estos gestos tenían que ver con la tradicional animosidad entre ambos pueblos o eran más bien un reflejo de las penurias que los armenio-estadounidenses enfrentarían en su “regreso” a la Armenia Soviética. El Ardeal eventualmente atracó en Constanza, un puerto en el Mar Ne­ gro que durante los siglos x y xi fue un próspero puerto mercante entre el Imperio Bizantino y las costas italianas. Un grupo de funcionarios subió al barco, pero sólo se permitió descender a los marinos rumanos. Phillian relata un suceso interesante que ocurrió en el Ardeal entre un armenio-estadouni­ dense y un marino rumano-armenio. El marino habló en armenio y uno de los repatriados se le acercó para pedirle que lo ayudara a enviar una carta de vuelta a Estados Unidos. El marino, considerando que Rumania se encontra­ ba bajo el yugo político de la Unión Soviética, expresó su preocupación por las inspecciones de rutina que realizaban los funcionarios comunistas. Así, el marino rechazó entregar la carta, ya que sabía que más tarde las autoridades rumanas lo registrarían al salir del barco y de nuevo al volver a abordar. Esta fue probablemente una buena decisión también para los repatriados. No era raro que muchos armenio-estadounidenses cayeran bajo sospecha de ser es­ pías estadounidenses, algo que se convertiría en una importante preocupa­ ción para muchos de ellos en territorio soviético. Más tarde muchos fueron detenidos, interrogados y torturados por el Comité Soviético para la Segu­ ridad Estatal, mejor conocido como la kgb, por sus siglas en ruso. De Rumania, el barco llegó hasta su destino final en Batumi, un puerto en Georgia Soviética, en donde fueron recibidos por una delegación y por

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sus familiares que habían llegado en 1947. La recepción estuvo plagada de discursos pletóricos de propaganda y fanfarria política. Los 162 repatriados armenio-estadounidense fueron luego transportados a un hangar para espe­ rar una vez más la etapa final de su fatídico viaje a Armenia Soviética.34

Una de las muchas historias de los repatriados

En los años que siguieron inmediatamente al fin de la Primera Guerra Mundial y la Revolución Rusa, muchos refugiados llegaron a Francia, uno de varios países que los acogieron. Los armenios estaban entre ellos, refu­ giados apátridas, sin pasaporte ni documentos de viaje que expresaran su estado civil, hasta la creación del pasaporte Nansen. Los Hekimian fueron una de estas familias. La cuestión más importante para los armenios de la diáspora era dónde estaba la patria. ¿Era la tierra de sus ancestros de donde habían sido deportados o de donde habían tenido que salir huyendo? ¿Es­ taba en un país de reciente formación bajo el yugo de la Unión Soviética? ¿Estaba en el país de llegada al que habían viajado con sus pasaportes Nan­ sen? El siguiente es un breve vistazo a las vidas de los Hekimian y su fami­ lia extendida, una familia de refugiados, sobrevivientes del genocidio y repatriados de la posguerra. *** Era 1934. Una pequeña tienda de estambres afuera de Lyon, Francia. Una mujer elegante entra a la tienda y se acerca al mostrador, al mismo tiempo ve salir a una mujer armenia de aspecto humilde, la dueña de la tienda hace un comentario despectivo en francés, sale Arménienne (sucia armenia). Diruhí, la mujer elegante que, sin saberlo la dueña de la tienda, también era armenia, se quedó pasmada ante el comentario. A diferencia de los re­ fugiados del genocidio de esa época, ella tuvo la oportunidad de huir del Imperio Otomano después de que su padre, Abraham Samuelian, fuera asesinado por un turco durante una de las muchas deportaciones de arme­ nios en 1915. Nacida en el seno de una familia acaudalada armenia de Izmid

34 H. Antaramian Hoffman, “Journey to Soviet Armenia, port stop in Naples,” Osservatorio balcani e caucaso, March 14, 2013. http://www.balcanicaucaso.org/eng/Regions-and-countries/Ar­ menia/Journey-to-Soviet-Armenia-port-stop-in-war-torn-Naples-131064.

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(también conocida como Nicomedia), cerca de Constantinopla, se mudó a Estados Unidos a vivir con un tío paterno también acaudalado. Desde los doce y hasta los 24 años asistió a escuelas estadounidenses y vivió en Cle­ veland, Ohio. Más tarde se mudó a Nueva York, donde trabajó con éxito como maestra de primaria. Pasó de ser Diruhí a ser Doris; se naturalizó como estadounidense. Como muchos armenios en el extranjero, enviaba dinero a su familia, que para entonces se había mudado a Francia. Mientras Doris estaba en Estados Unidos, su madre, su abuela y tres hermanas se mudaron como refugiadas a un pequeño pueblo llamado Décines, a las afueras de Lyon. Años después, las circunstancias la llevaron a Francia. Cuando Doris, de naturaleza franca, escuchó a la dependienta de la tienda decir las terribles palabras en francés, sale Arménienne, le cuenta la tragedia de los armenios y sus esfuerzos para sobrevivir. Era una de los muchos franceses que sólo conocían las oleadas de armenios refugiados que habían llegado a Francia tras la Gran Guerra, en busca de países que los acogieran y ayudaran, éstos eran los migrantes apátridas sin pasaporte ni documentos de viaje que demostraran su identidad. En 1922 se creó el pa­ sa­porte Nansen, llamado así en honor de su creador, que era entonces el alto comisionado de la Liga de las Naciones. Las organizaciones caritativas, como la Cruz Roja, ya no podían lidiar con el enorme número de personas de distintos orígenes desarraigadas de sus patrias y que se encontraban va­ gando por Europa oriental y suroriental después de 1918. La Liga tuvo que intervenir para ayudar con el tema de los refugiados que intentaban cruzar fronteras sin tener pasaportes o visas. Para 1922, dieciséis países acordaron emitir documentos de viaje para facilitar el movimiento de 800 mil refugia­ dos esparcidos por toda Europa y desesperados por establecerse en algún lugar. Para 1924, 38 estados decidieron conceder el mismo derecho a los refugiados armenios. El pasaporte Nansen servía como un certificado de identidad que podía usarse como documento de viaje. Francia fue uno de los primeros países en reconocer y emitir el pasaporte Nansen. Antes de 1924, ninguno de los refugiados armenios tenía documentos legales para viajar; sin embargo, este tecnicismo no los detuvo para cruzar las fronteras de diversos países. En los años inmediatamente posteriores a la Primera Guerra Mundial y la Revolución Rusa, muchos refugiados salieron rumbo a Francia. La ma­

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yor ola no llegó sino hasta después de la guerra greco-turca y la quema de Esmirna en 1922. Ante la llegada de los refugiados en botes a las costas del sur de Francia, se estableció que los campos militares que antes se habían usado para los prisioneros de guerra alemanes se usarían como refugios temporales. Se crearon varios dentro y a las afueras de Marsella. Se había anticipado que los consulados de los Estados de donde provenían los refu­ giados proporcionarían ayuda, pero en el caso de los refugiados armenios, carecían de un Estado que los respaldara. El Estado independiente de Ar­ menia cayó en 1920 ante los bolcheviques, y la recientemente formada República Armenia no estaba en condiciones de hacerse cargo de más refu­ giados en el extranjero. Turquía rechazó toda responsabilidad sobre los ar­ menios refugiados, así que los funcionarios franceses tuvieron que tratarlos como si fueran inmigrantes. Las condiciones para recibir a los refugiados eran terribles. Ciertos cam­ pos militares, para entonces ya completamente llenos, siguieron recibiendo a refugiados sin tener ningún plan. En 1924, más de dos mil refugiados vi­ vían en un campo ubicado a las afueras de Marsella, y varios cientos de ellos dormían a la intemperie fuera de las barracas. Los funcionarios locales se quejaban de las condiciones de pobreza e higiene de los armenios recién llegados. El alcalde de Marsella escribió una carta que se publicó en Le Petit Pro­vençal en la que pedía al gobierno francés rehusar el ingreso a los mi­ grantes armenios y que “se repatriara sin tardanza a este lamentable rebaño humano que supone un riesgo tan grande para todo el país”. Los años treinta siguieron siendo un difícil periodo político y económi­ co para los franceses. A pesar de los problemas, se establecieron comunida­ des armenias en Francia en lugares como Vienne, Valence y Marsella, además de Lyon y París. Sin embargo, la atmósfera en general era de recha­ zo a la inmigración en estas épocas de problemas financieros. En esos años, muchos franco-armenios bien establecidos perdieron sus empleos y, como se les consideraba trabajadores extranjeros, muchos fueron despedidos para proteger a los nacidos en Francia. Los franceses culpaban a los arme­ nios y a otros de ser parte del problema del hacinamiento en las ciudades, la competencia por los escasos empleos y la degeneración generalizada de la cultura francesa. En los diarios derechistas, algunos editoriales describían a los armenios como sucios e incapaces de adaptarse a la cultura francesa.

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En 1929, una de las tres hermanas de Doris murió de tuberculosis, así que, a petición de su madre enferma, Doris salió de Nueva York y se mudó a Francia. Morir de tuberculosis no era una tragedia poco común para mu­ chos franco-armenios. A finales de la década de 1920, eran muy suscepti­ bles al contagio de enfermedades de este tipo, y sin ayuda de los franceses, muchos que no tenían medios para procurarse atención médica morían a muy temprana edad. Cuatro años después de llegar Francia, Doris se casó con Sebouh Hekimian, un armenio que vivía ahí y que se había separado de sus hermanos durante el genocidio. Tener miembros de la familia per­ didos o muertos era algo normal para casi todos los armenios después de 1915. Sebouh era de Ordu, un puerto en la costa del Mar Negro en el Im­ perio Otomano. Tras la trágica muerte de su madre y de perder el rastro del resto de su familia, finalmente llegó a París en busca de su hermana menor, Sossig, quien había sido llevada en calidad de huérfana al Château de la Gaudinière, operado por los Karagheusian. En 1916 los Karagheusian ma­ nejaban un orfanato para armenios en Constantinopla, cuando fueron ata­ cados por el jefe de la policía. La policía había dividido la ciudad en secciones, cada una bajo la supervisión de un agente secreto; se realizó un registro de nombres de los armenios, se arrestó a los hombres y las mujeres fueron enviadas como esclavas a harems, además las casas familiares fueron saqueadas. La policía entró al orfanato Karagheusian y arrestó a los maes­ tros y a los huérfanos mayores. Esta injusticia los detuvo en su misión de es­ tablecer orfanatos para ayudar a los hijos perdidos de los armenios. El orfanato en Francia, donde Sebouh encontró a Sossig, fue creado en 1924. Aprovechando el bajo precio de las propiedades inmobiliarias en ese momento, los Karagheusian fundaron un lugar para educar y dar un hogar a los huérfanos armenios. Era un castillo imponente, construido en 1865, a 120 kilómetros al suroeste de París. Los huérfanos y el personal se encarga­ ban de mantener la enorme propiedad. En el orfanato, Sebouh trabó amistad con alguien de Ordu, de nombre Haigaz, cuya hermana sobrevivió a la mar­ cha de la muerte de Der Zor en Siria. La hermana de Haigaz era Yevnigué. A principios de la década de 1930, Yevnigué emparentó con Doris y Se­ bouh al casarse su hermano Haigaz con una hermana de Doris, Beryuhí.35

35 Sería Beryuhí quien ayudaría a Doris a obtener los documentos necesarios, a principios de

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Mientras Haigaz terminó en el orfanato en Francia en 1918, Yevnigué, su madre y su abuela fueron enviadas a los desiertos de Der Zor. En ese mo­ mento, Haigaz, el único sobreviviente hombre de la familia, logró salvarse al ser encargado, siendo muy pequeño, a una familia que más tarde lo envió a un orfanato en Constantinopla, de donde fue más tarde llevado a Fran­cia. Hambrientas, exhaustas y con los pies sangrando, Yevnigué, su ma­dre y su abuela caminaron por desolados territorios como parte de la deportación. Yevnigué fue testigo de la decapitación de su débil abuela y más tarde de la muerte por inanición de su madre, ella logró sobrevivir de milagro. Las comunidades armenias de la diáspora fueron la consecuencia de los devastadores acontecimientos sociopolíticos que comenzaron con las ma­ sacres hamidianas a finales del sigloxix y siguieron hasta las deportaciones y el genocidio de 1915 y los años posteriores. Después de 1918, Armenia Oriental, una zona bajo la hegemonía rusa, obtuvo una breve independen­ cia, pero estaba bajo la constante amenaza de los nacionalistas turcos, quie­ nes habían diezmado de forma tan efectiva a la población armenia y cuyo objetivo era expandir la zona de influencia pan-turca aún más al oriente. Armenia perdió su independencia cuando el país fue tomado por los bol­ cheviques en 1920. En ese momento había cerca de 700 mil armenios vi­ viendo en Armenia Oriental, casi la mitad de dicha población la constituían refugiados que habían huido. Después de 1929, hubo varias oleadas de armenios provenientes de Occidente que habían inmigrado a la Armenia Soviética, pero esta era la patria de los armenios orientales, cuya cultura se había fusionado a lo largo de muchos años con la de los rusos y los persas. Esta era la tierra de los armenios que eran primos distantes, cultural y lin­ güísticamente hablando, de los armenios procedentes de las tierras ances­ trales hacia el oeste. La joven huérfana, Yevnigué, hermana de Haigaz, nacida en una pro­ vincia armenia del Imperio Otomano, su hogar ancestral, terminó su largo viaje de supervivencia en Ereván, la capital de la Armenia Soviética. los años sesenta, para abandonar Armenia. Beryuhí permaneció en París durante el movimiento de repatriación, y poco después de que muchos de los franco-armenios dejaron Francia el gobier­ no cambió sus políticas de naturalización, al conceder la ciudadanía de forma automática a mu­ chos. Desafortunadamente, esta política entró en vigor unos años después de que Doris y Sebouh abandonaran Francia.

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La llegada a Batumi

¿Qué cosa era la Armenia de los repatriados? Cuando la segunda y última caravana de armenio-estadounidenses arribó a Batumi, muchos de los que habían llegado en el primer viaje de 1947 vinieron a recibir a sus familiares: era el invierno de 1949. Zabel (Chookaszian) Melconian, quien para entonces ya había apren­ dido la verdad sobre la vida en la Armenia Soviética, fue a recibir a sus primos y a advertirles que no se quejaran de lo que verían, escucharían y vivirían de ahí en adelante. Tras experimentar las terribles condiciones de vida en Ereván durante un año y medio, Zabel recuerda haber enviado mensajes encriptados en cartas enviadas a familiares que llegarían en la segunda caravana de América, advirtiéndoles que no se embarcaran. Pero era demasiado tarde. Después se enteró de que las cartas fueron recibi­ das, pero nadie entendió el mensaje. En Batumi, Zabel estaba de pie en la plataforma, llorando; junto a ella estaba una funcionaria armenia local que le preguntó, “ungerouhee inchouek lats um?” (Niña, ¿por qué lloras?). Pero Zabel sabía que quejarse la volvería una paria en el régimen de te­ rror de Stalin, así que le dijo que eran lágrimas de felicidad. Esta era la Armenia de los repatriados. *** Los problemas para muchos repatriados comenzaron antes de su llegada a Ereván. Lo grave de su situación comenzó a ser evidente al irse acercando al puerto de Batumi, en Georgia Soviética. Ahí, la realidad se confundía con escenas surrealistas. Fue también en Batumi donde los repatriados de las caravanas anteriores llegaban a advertir a sus amigos y familiares re­ cién llegados de las condiciones de vida en Armenia Soviética. La omino­ sa esce­na de inmediato tomó por sorpresa a muchos recién llegados. Aún en el barco, justo antes de atracar en Batumi, los oficiales orde­ naron a los repatriados en varias ocasiones que tiraran toda la comida que llevaban por la borda antes de descender del barco. Se les dijo que era una medida precautoria para evitar contagio de enfermedades. Algunos repa­ triados habían traído consigo alimentos en conserva, cítricos, pan, embuti­ dos y queso, tanto para el viaje como para tener suministros una vez que

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llegaran a Armenia. Muchos obedecieron y lanzaron la comida al mar, otros trataron de comerse todo lo que pudieron y lo compartieron con otros repa­ triados, para no desperdiciar comida. Mari, una joven repatriada proveniente de Líbano y acompañada de su esposo, Raffi Shamberekian, su hijo recién nacido y su suegra Aghavní, cuenta que su esposo le dijo que no tirara nada. En mi entrevista con ella, recuerda que había tanta comida flotando que la gente del lugar salió na­ dando para rescatar lo que se pudiera. Para los repatriados, era una escena increíble. Más tarde, a los repatriados se les dio pan negro soviético, un pan de molde oscuro y aguado hecho de paja y granos, un producto incomible que se volvería parte de su dieta diaria. Mari nunca olvidará el viaje de tres días en tren de Batumi a Ereván en la oscuridad de un tren de carga. Los repatriados fueron transportados como carga comercial, y el tren sólo se detenía cuando el conductor necesi­ taba hacerlo. Los siguientes viajes de los repatriados fueron un poco mejo­ res, aunque no mucho, al menos ya no fueron en trenes de carga y ganado, y cesaron los asaltos de las bandas de la localidad. *** La historia de la llegada de Garabed y su familia, y una pareja: Kevork y Anahit, a Armenia Soviética es muy parecida a la de otros que experimenta­ ron una gran desilusión por las condiciones de la vivienda que les ofrecieron. Estas dos familias de repatriados se mudaron de Líbano a Armenia Sovié­ tica en 1946. Ya descorazonados por su experiencia en Batumi, en esta par­ te de su historia relatan cómo los transportaron en autobús junto con otras familias a las unidades de vivienda que les habían sido prometidas. A unos kilómetros de su destino, el autobús se detuvo. Anahit miró por la ventana sin entender porqué se habían detenido enfrente de una cons­ trucción en ruinas y que parecía a punto de caerse en cualquier momento. Le faltaba parte del techo, y lo que quedaba de éste se detenía sobre un poste de madera. Ella pensó que quizá el autobús se había descompuesto y que por eso paraba. Fue entonces cuando su guía de repatriación les dijo que habían llegado a su destino y que podían bajar del autobús. La segun­ da familia en el autobús comenzó a reunir sus pertenencias. Garabed, el padre de la tercera familia, con cuatro hijos a su cargo, estaba visiblemente

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agitado. Garabed llevaba un pequeño martillo en la mano, y lo hacía girar entre sus dedos, mientras miraba al guía, luego, de mala gana, comenzó a recoger sus cosas. Kevork vio la ansiedad de Garabed y trató de tranquili­ zarlo. Anahit, quien aún estaba conmocionada, se bajó del autobús para tratar de averiguar por qué se habían detenido. No entendía lo que ocurría, hasta que fue evidente para todos que las tres familias vivirían en adelante juntas en el granero. Este granero no se parecía a los graneros de Europa o Es­tados Unidos. Era más como un refugio temporal para animales. Anahit no pudo contener las lágrimas. Esta era la tierra que les habían prometido en Líbano. Esta estructura medio derruida, cayéndose a pedazos que se usaba para guardar animales, era el lugar que tendrían que llamar hogar. Muchos meses después, en el otoño de 1947, Garabed y su familia se mudaron a Leninakán. Ahí recibieron otro granero por hogar. Antes de de­ jar Líbano, la hermana de Garabed le había dado un martillo, en parte como un símbolo de los recuerdos de lo que había dejado atrás y en parte como una herramienta para comenzar una nueva vida en Armenia. Más tarde, cuando Garabed comenzó a construir su propia casa, usó ese martillo. Un día, un vecino de Garabed le pidió prestado el martillo. Garabed se lo prestó de mala gana. Unos días después, Garabed le pidió el martillo de regreso, sin éxito. El vecino se negó a devolverlo. Una mañana. Cuando la esposa de Garabed se levantó, se dio cuenta de que su esposo no estaba, y cuando, por la tarde, aún no volvía, la familia comenzó a preocuparse. Unos días después se enteraron de lo que había ocurrido: esa mañana, Garabed se había metido por la fuerza en la casa del vecino a exigir que le devolvie­ ra el martillo; luego se fue. Después de buscarlo sin éxito por las calles, lo hallaron muerto: se había lanzado a las vías del tren.36 Para los armenios orientales, los repatriados eran los indeseables recién llegados, los ajbars que habían venido a comerse la poca comida que había, a vivir en los limitados espacios habitables y a competir por los escasos em­ pleos. La cantidad de armenios que volvieron puso una carga extra sobre un país ya empobrecido. Desafortunadamente, la propaganda para ocultar o negar la realidad a la que llegaron a enfrentarse los anteriores repatriados

36 Traducción de extractos de las actas de las conferencias de “The 1946-1948 Repatriation and Its Lessons: The Issue of Repatriation Today”, Colección de Documentos de la Conferencia Pan-Armenia, Ereván, 2009.

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continuaba, esta vez no sólo impulsada por el gobierno soviético, sino tam­ bién por algunos sectores de la diáspora. Garabed fue uno de los muchos que experimentaron arrepentimiento, desilusión y sufrimiento. Estuvo en­ tre los que padecieron depresión y desesperanza. Algunos se quitaron la vida. Otros intentaron escapar por la frontera iraní y, de entre todos los lu­ gares imaginables, la misma frontera turca.

La Armenia de los repatriados

No comerás pan antes que mis hijos.37

La llegada a Ereván no mejoró la situación. A algunos se les asignaron refu­ gios subterráneos como hogar, algo similar a la experiencia de la familia de Anahit Goulian. A otros los llevaron a departamentos recién construidos donde los acabados aún no estaban secos. Se asignaba una sola habitación a una familia entera. A veces se usaban los pasillos como comedores para poder acomodar a familias grandes en espacios reducidos. Muy pocas de estas viviendas, si es que alguna, contaban con servicios de drenaje y, du­ rante muchos años, las familias usaron agujeros en el piso, y más tarde letri­ nas, para sus necesidades. La energía eléctrica y el gas se racionaban, así que muchos de los aparatos que los repatriados trajeron al país se quedaron sin usar y en muchos casos se vendieron en el mercado negro. Algunos que rentaban espacios en las viviendas de la gente de la localidad tenían que pagar cierta cantidad extra en rublos por debajo de la mesa por el privilegio de tener un techo decente sobre sus cabezas, mientras que otros tuvieron que mudarse constantemente de casa hasta que el gobierno les asignó una vivienda o hasta que pudieron construir una casa con los limitados présta­ mos gubernamentales. Los Maynazarian se repatriaron de Estados Unidos en 1947, y sus abue­ los los siguieron en la segunda caravana. A la familia de seis miembros se le asignó un departamento recién construido en el que el yeso aún estaba hú­

37 La armenio-estadounidense Christine Karibian Lefian al relatar la experiencia de su madre, Jean, quien reclamó al policía de Armenia Soviética que la sacó de la fila del pan. Entrevista per­ sonal, 23 de junio de 2013.

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medo y se podía arrancar con las manos. El departamento estaba a espaldas de lo que había sido un campo de arroz donde los prisioneros de guerra alemanes habían sido forzados a trabajar en la construcción de nuevas vi­ viendas. Un día, cuando la nuera mayor de la familia, June Spooner Mayna­ zarian, que había pasado horas de pie esperando para comprar pan, fue forzada a dejar su lugar en la larga fila, un anciano local le recriminó con las palabras, “no les mandamos manzanas rojas para que ustedes vinieran a quitarnos el pan”. Esta era la Armenia de los repatriados.

La repatriación de los franco-armenios La decisión de repatriarse: Los Hekimian

Recuerdo haber dormido en el toldo de un tractor en el verano, porque dentro hacía demasiado calor y el edificio estaba infestado de chinches.38

Después de la Segunda Guerra Mundial, los armenios que llevaban veinte años viviendo en Francia habían hecho ya contribuciones a la riqueza del país. Ayudaron a la resistencia francesa y enviaron a sus hijos a luchar con­ tra los nazis. Sus hijos habían nacido en Francia. Naturalmente, los nacidos en Francia eran ciudadanos franceses, y a quienes pelearon por Francia se les dio la oportunidad de obtener la ciudadanía. Otros muchos, sin embar­ go, tuvieron que buscar formas de obtener la ciudadanía francesa, y a algu­ nos armenios ésta les fue negada a pesar de sus contribuciones económicas y del tiempo que habían vivido en el país. Los franco-armenios que no es­ taban muy seguros de sus derechos según la ley francesa escucharon con mucho interés el llamado a repatriarse a Armenia en 1947. Celebraban la existencia de una patria Armenia. En 1946, varias organizaciones políticas armenias convencieron a cerca de siete mil franco-armenios, algunos nacidos en Francia, de dejar el país y comenzar una nueva vida en la Republica Soviética de Armenia. Sebouh y Doris Hekimian y sus dos pequeños hijos estaban en este grupo. En la década de 1920, Doris obtuvo la nacionalidad estadounidense cuando vivía con su tío en Estados Unidos después de abandonar Constantinopla. Tras

38 Entrevista telefónica con el armenio-estadounidense Semon Hachikian, 15 de agosto de 2012.

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casarse con Sebouh, un sobreviviente del genocidio refugiado en Francia, se mudó a este país y, mientras vivió en un pueblo cerca de Lyon, Doris no renovó su nacionalidad estadounidense cada cinco años como se suponía que tenía que hacerlo; Sebouh por su parte nunca logró obtener la naciona­ lidad. Aunque sus hijos nacieron en Francia, Sebouh y Doris eran conside­ rados inmigrantes según la ley francesa. Ellos estuvieron entre los franco-armenios no comunistas que creyeron las historias de nacionalismo sentimental relacionadas con la repatriación. A principios del otoño de 1947, Vergini, de doce años, armenia nacida en Francia e hija de Sebouh y Doris, viajó como polizón a bordo del Pobeda, el barco ruso que un año antes había llevado a miles de repatriados de Lí­ bano a Armenia. Su tío, un franco-armenio, la había subido al barco con el pretexto de enseñárselo. El barco tenía planeado salir con 1222 pasajeros oficiales, pero muchos más iban a bordo como polizones, escondidos en cajas de mercancías y en otros lugares. Este fue el famoso episodio de los jóvenes polizones franco-armenios. Eran ciudadanos franceses de origen armenio que querían repatriarse o hijos de armenios nacidos en Francia que tenían dificultades legales para dejar el país. Con el deterioro de las relaciones entre Francia y la Unión Soviética tras el fin de la Segunda Gue­ rra Mundial, el ministro francés del Interior comenzó a prohibir la repatria­ ción a los ciudadanos naturalizados franceses y a quienes habían nacido en el país. Esta era la razón por la que tantos armenios de nacionalidad france­ sa abordaron el Pobeda de forma clandestina. Francia le permitió la repatriación a ciertos individuos que querían dejar el país. Esto incluyó a ciudadanos franco-armenios no naturalizados, o a quie­ nes no habían peleado en la guerra del lado de Francia, o a quienes tenían antecedentes criminales. Según la ley francesa, Sebouh y Doris eran inmi­ grantes y por lo tanto no tenían ningún impedimento para dejar el país, pero sus hijos, nacidos en Francia, lo tenían prohibido. Según recuerda Vergini, ella se quedó a bordo del Pobeda mientras el barco permanecía atracado en el puerto esperando que le dieran luz verde para salir a causa del mal clima. Como pasajero indocumentado, le daban las raciones diarias asignadas por la tripulación rusa para los polizones. Durante el breve tiempo que pasó a bordo, esta niña de doce años lamentó amargamente los planes de repa­ triación a causa de la comida que recibía. Sentía —o mejor dicho, intuía—

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la necesidad de guardar un pedazo del incomible pan negro que le daban con el caldo rebajado que incluía una papa y una zanahoria y al que llama­ ban borsch. Por esta mal llamada alimentación, ella supo que su familia es­ taba cometiendo un grave error. Con el tiempo, el gobierno francés descubrió que cerca de 626 ciudadanos franco-armenios viajaron como po­ lizones en el Pobeda. Funcionarios franceses emitieron peticiones oficiales para evitar que ciudadanos franceses dejaran el país. Vergini recuerda haberse bajado del barco y encontrar a su tío en el frío de la madrugada. Recuerda lo feliz y aliviada que se sintió al pensar que los planes de la repatriación habían cambiado. Más tarde, le enseñó a su fami­ lia el pedacito de pan negro que había guardado en el bolsillo. Al ver esto, los demás comenzaron a tener dudas sobre irse, pero el plan ya estaba en marcha. Todas sus posesiones estaban ya a bordo del barco, y ya habían vendido su casa en Décines. No tenían otra opción. Estaban convencidos a medias de que las cosas mejorarían considerablemente una vez que estu­ vieran en el país de sus compatriotas. Aunque el gobierno francés trataba de excluir a los ciudadanos franceses de la lista de repatriados, tuvo que acceder ante las condiciones políticas y la situación, cuyo control tenía la nueva superpotencia del mundo, la URSS. A final de cuentas, el destino de Vergini estaba sellado, como se dice en armenio, era su djagad a keer. Cuando finalmente partió elPobeda hacia la RSS Armenia, la multitud franco-armenia lo despidió con mucha algarabía, pero Vergini se entristeció por tener que dejar su amada Francia, su país de nacimiento. Se dio cuenta de que otros también lloraban. Para Vergini, al igual que para otros jóvenes repatriados nacidos en la diáspora, Armenia era un lugar mítico, no una patria con la que tuvieran lazos sentimentales o emocionales. Mientras el barco ruso se alejaba de la bahía, y a la vista del Chateau d’If, en Marsella, Vergini tuvo un presentimiento: supo que nun­ ca volvería a ver su hogar. Sebouh y Doris Hekimian, acompañados de su hija de doce años y su hijo de dos años llegaron a Ereván en medio del invierno. Consigo traían todas sus posesiones materiales, incluyendo los muebles de su casa, artícu­ los de cocina y algunos aparatos electrodomésticos, ropa, zapatos, joyas, una maquina de coser industrial, un piano y tres bicicletas, entre otras cosas. Mientras Sebouh se quedó en Batumi esperando que terminaran de ins­

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peccionar su carga, en Ereván, Doris y sus dos hijos fueron llevados a lo que se supone sería su hogar; una estructura hecha de tierra con cuatro pa­ redes, sin servicio de drenaje, sin puerta y sin ventanas. Los recién llegados se quedaron completamente estupefactos, incluso antes de bajarse del viejo camión de carga que los condujo hasta sus resi­ dencias oficialmente asignadas en Kond. Vieron a los habitantes del lugar sentados en el suelo. El conductor vio la devastadora desilusión en el rostro de sus pasajeros. Los otros repatriados que iban en el camión eran una pa­ reja de franco-armenios que aconsejaron a Doris en francés no bajarse del vehículo. Le dijeron que de hacerlo, pondría en riesgo su vida y sus perte­ nencias. El conductor le preguntó si tenía otro lugar a donde pudiera ir. De inmediato Doris le dio la dirección de un familiar lejano que vivía en Ere­ ván. Había anotado esa dirección mientras estaba en Francia y pensó usarla en caso de emergencia. Era la dirección de Yevnigué, la joven que había sobrevivido a las marchas de la muerte perpetradas por los turcos, la chica cuyo hermano estaba casado con la hermana de Doris. Yevnigué había es­ tado viviendo en Armenia desde que fue echada de su patria. Durante los siguientes nueve meses, los Hekimian se quedaron con ella hasta que encontraron un lugar adecuado para vivir. En los años que siguieron, los Hekimian tuvieron que vender casi todas sus posesiones personales para sobrevivir. En un momento, Doris y su hija tuvieron que compartir un mismo vestido de calle. Tuvieron que lidiar con enfermeda­ des, parásitos, informantes, amigos y vecinos enviados al exilio, sobornos regulares a funcionarios locales para poder subsistir en un ambiente so­ ciopolítico hostil. En uno de los peores momentos de esta época, Sebouh tuvo que ser hospitalizado durante más de seis meses, mientras Doris pasaba penurias emocionales y financieras al tratar de criar a dos hijos gravemente enfermos. A los catorce años a Vergini le diagnosticaron fie­ bre tifoidea. En la época en que Sebouh estaba en el hospital y no podía trabajar, Vergini recuerda que su madre buscaba cosas que vender y así tener dinero para comprar comida. Pero cuando se quedaron sin cosas de valor para el mercado negro, se les ocurrió otro plan. Doris recordó que sus almohadas estaban rellenas de estambre. Muchos años antes, la abuela de Doris había usado sobrantes de hilos y estambre para rellenar los cojines de las camas y

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los sillones. En su desesperación, Doris sacó todos los retazos de las almo­ hadas, los separó por colores y tejió a mano guantes y bufandas para vender en el “mercado negro”.

Los exilios y las purgas

Trataron de reclutarme para espiar a otros repatriados. Vivía angustiado y no podía dormir. Sus tácticas eran espantosas. Durante casi dos años, de forma intermitente, me seguían y me asignaban lugares secretos para reunirme con ellos. Uno no podía simplemente decir “no”. A veces acordábamos reuniones y simplemente no llegaban. Era un juego del gato y el ratón. Yo tenía apenas 21 o 22 años.39

Los Karibian, una familia de cuatro miembros, se repatriaron en 1947, pro­ cedentes de Detroit, Michigan. Christine Karibian, la hija a quien entrevis­ té, tenía nueve años cuando se repatrió, al lado de su hermano, su padre y su madre de origen polaco-estadounidense, Jean. La extraordinaria y trági­ ca historia de Harry Karibian comenzó poco después de su llegada a Arme­ nia. Tras darse cuenta del error que había cometido al arrancar a su familia de una vida estable y cómoda en Estados Unidos, Harry comenzó a trabajar para revertir el proceso de repatriación, pero esto resultó en su encarcela­ miento, tortura y posterior exilio en Siberia. Todo esto a manos de la policía secreta soviética en respuesta a los es­ fuerzos de Harry por contactar a alguien en la embajada estadounidense en Moscú. En su solicitud, argumentaba que su familia no había decidido vo­ luntariamente repatriarse y que por lo tanto no se le debía obligar a quedar­ se, pero que él, como armenio, se quedaría. Unos meses después de haber llegado a Armenia Soviética, Harry le entregó una carta a un miembro del personal de la embajada estadounidense a quien encontró en un descanso fuera del edificio. Harry había hecho ya varios intentos de cruzar la Cortina de Hierro, pero esta vez sí logró establecer contacto con alguien. Luego, una noche, la nkvd llegó a su casa y se lo llevó. Pasó casi un año en una prisión de Ereván, donde a su familia le permitían llevarle cosas, pero nunca los dejaron verlo. Un día, cuando la familia intentó visitarlo, les

39 Entrevista personal con el armenio-estadounidense Paul Antaramian, 13 de junio de 2013.

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dijeron que había sido juzgado en una corte y encontrado culpable de trai­ ción. Harry Karibian, de Detroit, Michigan, tres meses después de llegar a Armenia Soviética, fue enviado a Irkutsk, Siberia, en marzo de 1949, con­ denado a cumplir una sentencia de quince años. *** Las purgas, deportaciones y exilios de Stalin están entre las páginas más oscuras de la historia moderna. En junio de 1949, menos de tres años antes del gran nerkaj, la mitad de las decenas de miles de arrestados eran repa­ triados. Las purgas de 1949 produjeron mucho miedo entre la población en Armenia. Uno se podía despertar una mañana con la noticia de que toda una familia de vecinos había desaparecido, que se la habían llevado en me­ dio de la noche. Cuando Doris Hekimian fue a visitar a la familia de Alain Pirian, un boticario armenio de Francia, en la puerta encontró una enorme X. Para ese momento ya era bien conocida la semiótica del régimen de Stalin; la X quería decir que la gente que había vivido ahí había sido deportada, arres­ tada, purgada, como si nunca hubiera existido. Ansiosa y enojada, volvió de inmediato a su casa a quemar cualquier cosa que la pudiera conectar con el mundo exterior; esto incluía una bandera de las barras y las estrellas que había recibido de un grupo de soldados estadounidenses de la Segunda Guerra Mundial que, antes del desembarco de Normandía, habían ayuda­ do a los franceses después de que los alemanes destruyeron varios puentes en Lyon. Como hablaba inglés y había servido de intérprete del grupo, se le concedió el honor de recibir documentos especiales y la bandera de Es­ tados Unidos. Este objeto de recuerdo, símbolo de la libertad, que había entrado a Armenia soviética sin ser detectado por los funcionarios aduana­ les, fue destruido a causa del miedo a las purgas estalinistas. Los repatria­ dos no fueron las únicas victimas del régimen de Stalin. Los armenios educados de la región también sufrieron la paranoia política del régimen. Camiones enteros de armenios deportados salían en las madrugadas hacia Siberia. Otros armenio-estadounidenses también fueron arrestados. Siem­ pre sucedía en medio de la noche, esta era la forma de actuar de la policía secreta soviética. Muchos repatriados terminaron exiliados, muchos no so­ brevivieron. Algunos de ellos habían sobrevivido al genocidio.

156 Repatriación y engaño: Armenia Soviética después de la Segunda Guerra

***

Mi padre fue arrestado en medio de la noche el 10 u 11 de marzo de 1949. Llevábamos dos semanas en el país. Según recuerdo, escuché golpes en la puerta. Recuerdo haber visto a hombres en uniforme. El oficial a cargo era armenio. Recuerdo que había un soldado ruso. Mi padre reunió algo de ropa y se lo llevaron. La noche en que mi padre fue arrestado [y la nkvd (kgb)] anunció que mi padre estaba bajo arresto, mi mamá comenzó a llorar y decía, “¿Para esto vinimos a Armenia?” En ese momento, me sentía aturdido, tenía quince años y medio, mi hermano tenía siete años.40

La tarde del 11 de marzo de 1949, en Armenia Soviética, Alexander ­Khatchig Phillian, un repatriado proveniente de Astoria, Nueva York, fue arrestado por la nkvd en el departamento donde vivía con su familia, en presencia de su esposa y dos hijos pequeños. Crosby recuerda a los hom­ bres uniformados que anunciaron el arresto de su padre y recuerda a su madre llorando mientras decía, “¿Para esto vinimos a Armenia?” Sin poder salir de su estupor, y apenas siendo un adolescente, se había convertido de pronto en el guardián de su madre y de su hermano de siete años. A la ma­ ñana siguiente, Crosby encontró dinero en el piso. De alguna manera su padre había logrado sacarse el dinero del bolsillo antes de que lo arrestaran. Cuando se le pregunta sobre esta historia, Crosby cuenta que aún recuerda la cantidad de dinero, 700 rublos, una cantidad insuficiente para mantener a su familia durante todo el tiempo que el padre estaría arrestado. Y así fue

40 Carta al dramaturgo Richard Kalinoski enviada por Crosby Phillian el 8 de diciembre de 2013. Crosby nació en Nueva York y tenía quince años al momento de la repatriación. El padre de Crosby, Alex Phillian, fue arrestado por la kgb y enviado a un campo de trabajo en Kazajistán dos semanas después de haber llegado a Armenia Soviética procedente de Nueva York, el 10 de mar­ zo de 1949, junto con otros armenio-estadounidenses. Años después de su liberación, lo único que le dijo a su hijo es que había sido arrestado bajo los términos del artículo 58 del Código Penal Soviético. Poco después, otros armenio-estadounidenses fueron arrestados y enviados al exilio. Entre ellos estaba el padre de Karibian Lefian, un repatriado a quien entrevisté en dos ocasiones. Fue arrestado seis meses después de su llegada. Al darse cuenta de que había cometido un error, trató de reparar su error y cambiar la situación para su esposa (estadounidense de origen polaco) y sus hijos. Poco después de llegar a la embajada de Estados Unidos en Moscú y hacer contacto con un empleado de la embajada fue arrestado en Ereván. Estuvo preso casi doce meses antes de ser enjuiciado por traición. Tras ser encontrado culpable, fue condenado a quince años de exilio en Siberia. Después de la muerte de Stalin, muchos presos políticos fueron liberados, entre ellos Harry Karibian, quien cumplió siete años y medio de su sentencia.

157 Hazel Antaramian Hofman

como comenzó la rutina de vender los artículos personales y el menaje de la casa. Una vez más, la policía soviética logró plantar el miedo como una manera de control de la población. Alexander estuvo en custodia de la nkvd durante más de seis meses. Más tarde fue enviado a un campo de concentración en Kazajistán. Alexander nació en el pueblo de Bitias en Musa Dagh en 1900.41 Su padre, Khatchig, sirvió en el ejército turco en la Primera Guerra Mundial y durante el conflicto desapareció sin dejar rastro. Su madre, Shamiram Mar­ dirian Phillian, quedó viuda con cinco hijos. El mayor era Alexander (Is­ kender), entonces de dieciséis años; más tarde se haría cargo de la familia. Tras la revuelta de Musa Dagh y el posterior rescate a cargo de la Fuerza Naval Francesa, los Phillian, junto con el resto de los refugiados, fueron enviados a Port Said. En la década de 1920, el tío de Alexander, Hovannés (John) Phillian logró llevarse a Alexander a Estados Unidos, donde vivió, se casó y formó su propia familia. El 21 de enero de 1949, la fecha de la segunda caravana de armenio-es­ tadounidenses, Alexander hizo el viaje a Armenia Soviética junto con su esposa, Araxí, y dos hijos, Crosby y Jack. La familia llegó el 25 de febrero de 1949. El 11 de marzo de 1949, Alexander fue arrestado por la nkvd bajo cargos del artículo 58 del Código Penal Soviético.42

La muerte de Stalin y la partida

Marzo fue un momento crucial en la vida de los repatriados. La muerte de Stalin levantó la cortina de represión y el gobierno tiránico. Muchos de los repatriados que sobrevivieron al exilio volvieron a Armenia, incluyendo a Alexander Phillian y a Harry Karibian. Como muchos nunca hablaron de lo que les ocurrió, gran parte de lo que sabemos es gracias a diarios o documentos. Uno de los raros testimo­ nios de este periodo viene de manos del franco-armenio Armand Malo­ umian, quien escribió una memoria sobre su vida en las prisiones soviéticas

41 Musa Dagh fue el sitio de la resistencia armenia durante el genocidio de 1915. La novela Los 40 días de Musa Dagh, del escritor austro-bohemio Franz Werfel, publicada en 1933, está basa­ da en información histórica sobre la resistencia y las atrocidades cometidas por los turcos. 42 Carta personal a la autora de Crosby Phillian, 8 de diciembre de 2013.

158 Repatriación y engaño: Armenia Soviética después de la Segunda Guerra

y en los campos de concentración, Les fils du Goulag, que fue publicada en francés en 1976. En 2014 se logró localizar los nombres de los repatriados exiliados armenio-estadounidenses Phillian y Karibian, además de otros once, en los Archivos Nacionales de Armenia. La atmósfera política tras la muerte de Stalin ayudó al proceso de ob­ tención de visas de salida. Sin embargo, nunca había la seguridad de conse­ guir dichos documentos, y nunca sucedía de forma inmediata. Muchas familias fueron rechazadas durante años antes de conseguir las visas.

***

Cuando el líder del bloque de la comunidad armenia soviética le preguntó a mi padre si quería irse de Armenia, mi padre sacudió la cabeza. Era más o menos 1965. El líder dijo, camarada Antaramian, “tienes una buena casa y te va bien. Tus hijos trabajan, están casados, tienen hijos que pueden crecer en Armenia, ¿por qué te vas?” Asadour Antaramian contestó, “es su turno. Nací en Turquía y me tuve que ir, así que viajé a Estados Unidos. Ahí me casé con una mujer que había crecido en un orfanato en Siria antes de llegar a Chicago. Mis hijos nacieron en Estados Unidos. Mi esposa y yo quisimos viajar a Armenia, era lo más cerca que podríamos estar de nuestra patria. Ahora mis hijos quieren irse a casa con sus familias. Dicen que se irán conmigo o sin mí. ¿Qué puedo decirles? ¿Acaso quiero separar a mi familia?”43

La multitud cantaba La Marseillaise y ondeaba banderas francesas a través de las barreras colocadas por la policía, mientras se lanzaban al encuentro del ministro del Exterior de Francia, Christian Pineau, rogándole “que hi­ ciera posible que los dejaran salir y volver a Francia”.44 Era la oportunidad política que los repatriados habían estado esperando y ésta llegó en mayo de 1956, cuando el ministro Pineau visitó Ereván durante una gira por la Unión Soviética. La visita oficial se organizó como un evento especial con

43 Entrevista personal entre Richard Kalinoski y Massey (Mesrop) Antaramian, enero de 2014. Mesrop habla sobre su padre y la razón por la que pidió una visa de salida. 44 Foreign Relations of the United States, 1955-1957, vol. XXVII, Western Europe and Canada, documento 26. Fuente Original: Departamento de Estado, Archivos de Conferencia: Lote 62 D 181, CF 712. Secreto. Redactado por Tyler el 21 de junio.

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la intención de mostrar a los funcionarios y medios franceses lo bien que vivían los franco-armenios en el régimen soviético, pero los soviéticos ja­ más se imaginaron lo que sucedería el 22 de mayo de 1956. Dos mujeres franco-armenias rompieron el cerco impuesto por la kgb y corrieron al encuentro del ministro extranjero. Sus nombres eran Madelei­ ne y Marguerite. El incidente se coló a la prensa internacional, la revista Paris-Match le dedicó seis páginas enteras a la serie de fotografías tomadas en el momento de la llegada del ministro y a las horas que siguieron. El encabezado decía: “Los franceses tiraron las barricadas y gritaron: Aidez- nous! Las mujeres gritaron: ¡Sálvenos! ¡Ayúdenos! ¡Queremos salir de aquí! Vive la France!”45 La noticia de la visita había sido difundida en programas de radio oficiales y se había animado a los ciudadanos franco-armenios a asistir. Durante el evento estaba presente un fotógrafo de Paris-Match, en­ viado a documentar la histórica visita. El régimen de Khrushchev llevaba ya tres años de vida, y la situación había mejorado un poco en comparación con los despóticos años del estalinismo. No hace falta decir cuánta emoción despertó la visita de Pineau entre la comunidad franco-armenia. Madeleine Tchoulfian, que nació en un puerto al este de Marsella, se repatrió con sus padres en 1947, a la edad de doce años. Lo que recuerda de sus años en Armenia Soviética aún le causa mucha angustia. Además de Madeleine, otro repatriado, Claude Tchavouch, también recuerda la visita de Pineau en 1956. Claude recuerda que la policía planeaba meticulosa­ mente y con mucha anticipación todos los actos especiales. Así, por ejem­ plo, si había alguna manifestación oficial, sólo se realizaba si era por razones de propaganda soviética, así que era obligatorio participar. Tras años de intimidación y atemorizar a la población, la policía secreta soviética tenía la seguridad de que todo estaría bajo control durante la visita del ministro francés. Nunca se les ocurrió la posibilidad de que los franco-armenios aprovecharían la oportunidad de transmitir su descontento al ministro y, más importante aún, al mundo entero a través de la prensa francesa.46 Poco después, el ministro francés se reunió con el secretario de Estado de Estados Unidos en Washington, para tratar asuntos relativos a las rela­

45 Paris Match, “Des Françaises rompent les barrages et crient: ‘Aidez-nous!’”, núm. 373, ju­ nio de 1956, pp. 30-35. 46 Entrevistas con la autora, julio de 2013, Francia.

160 Repatriación y engaño: Armenia Soviética después de la Segunda Guerra

ciones entre Estados Unidos, Europa Occidental y Canadá. Documentos localizados en archivos del Departamento de Estado de Estados Unidos indican que la policía soviética no reaccionó a la conmoción, y que el emba­ jador soviético en Francia, Sergei Vinogradov, que acompañaba a Pineau en la visita, comentó, “que era comprensible que esta pobre gente quisiera irse a Francia, ya que el estándar de vida en Ereván era muy inferior al de Francia”.47 El resultado de la visita fue que los franco-armenios fueron los primeros repatriados en dejar oficialmente el país. Poco después los arme­ nio-estadounidenses comenzaron a pedir las visas de salida. *** Después de la muerte de Josef Stalin y bajo el mandato de Nikita Khrush­ chev, los armenio-estadounidenses se sintieron animados por la oportunidad de comunicarse con el otro lado de la Cortina de Hierro. La petición publi­ cada en el número del 20 de julio de 1956 de The New York Times, donde se solicitaba al presidente Dwight D. Eisenhower permitir el regreso de los armenio-estadounidenses, fue el resultado de una carta en­tregada en mano a un miembro de una delegación estadounidense de gira por Ereván en ese momento. Firmada y fechada el 7 de junio de 1956, recibió la carta Thomas B. Coogan, jefe de la delegación, quien a su vez reenvió la solicitud al De­ partamento de Estado para que la hiciera llegar a la Casa Blanca. Aunque los repatriados pidieron que la solicitud se mantuviera en se­ creto para no poner en riesgo su seguridad y la de sus familias en la Unión Soviética, Coogan se comunicó con los corresponsales de The New York Ti- mes y de Associated Press para transmitirles la petición. El memorándum que mencionaba la solicitud al presidente, firmado por Fisher Howe, del Departamento de Estado, reforzaba la petición de los repatriados de que se manejara de forma confidencial.48 Sin embargo, en julio The New York Times publicó la historia, y a éste le siguieron otros medios, incluyendo un repor­

47 Foreign Relations of the United States, 1955-1957 Vol. XXVII, Western Europe and Cana­ da, Documento 26. Fuente Original: Departamento de Estado, Archivos de Conferencia: Lote 62 D 181, CF 712. Secreto. Redactado por Tyler el 21 de junio. 48 Fisher Howe, Director, Secretaría Ejecutiva, Departamento de Estado, Memorándum para el Coronel A.J. Goodpaster, Casa Blanca, Tema: Transmitir petición al presidente de ciudadanos estadounidenses de origen armenio que residen en Armenia Soviética. Sellado el 31 de julio de 1956.

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taje del 2 de agosto de 1956 en el Armenian ‘Hairenik’ Weekly, una publica­ ción armenia de Boston. La información en la solicitud se estructuró de forma muy cuidadosa para retratar a quienes tomaron las decisiones y organizaron la repatriación como “embajadores de buena voluntad autonombrados”, que habían paga­ do caro el precio de su error. Un error que les costó libertad y justicia, y que los puso bajo el yugo de las carencias y la discriminación. El mayor de sus castigos fue haber privado a sus hijos nacidos en Estados Unidos de su de­ recho a vivir como estadounidenses. Muchos de los que firmaron como “es­ tadounidenses en Ereván”, revelaron sus inútiles intentos por contactar al embajador estadounidense en 1948, por lo cual fueron castigados con arres­ to y exilio. Relataron que los involucrados fueron arrestados y condenados a exilios de entre diez y quince años. El texto dice, “Entre ellos [los arresta­ dos y exiliados] había chicos de 17 años, una chica de 18, y otros hombres y mujeres”. La solicitud, escrita después del estalinismo, pide encarecida­ mente cuidar la seguridad de los involucrados: “en conclusión, pedimos precaución y que no nos expongan públicamente hasta el momento en que sea seguro hacerlo. La amenaza de Siberia está siempre latente. También, por favor, si llegaran a escuchar o leer que no tenemos deseos de volver, por favor entiendan que tal documento ha sido falsificado”.49 ¿Quiénes eran los repatriados armenio-estadounidenses de la carta de Eisenhower? Esto sigue siendo un misterio.

Conclusión

La deshonestidad detrás de las ofertas de repatriación fue real. Fue un en­ gaño tanto para los repatriados como para la gente nativa que aún luchaba por sobrevivir en un país devastado por la Segunda Guerra Mundial. Los armenios locales no podían entender ni apreciar por qué los repatriados venían a su empobrecida tierra ni cuál podría ser su contribución. ¿Por qué habían venido? Nadie estaba preparado para enfrentar la terrible situación de escasez de alimento, falta de drenaje y electricidad, las terribles condi­

49 Carta de petición escrita por “un grupo de estadounidenses en Ereván” al presidente de Estados Unidos de América, Dwight D. Eisenhower, Washington D.C., firmada el 7 de junio de 1956.

162 Repatriación y engaño: Armenia Soviética después de la Segunda Guerra

ciones de vida y el desempleo. La gente del lugar ya estaba acostumbrada a los apagones periódicos y el resto de las incomodidades, pero para mu­ chos de los repatriados, provenientes de países más ricos, fue como viajar al pasado. Mientras la gente nativa aceptaba en silencio las condiciones del país, los repatriados no podían hacerlo. Mis entrevistas con los repatriados abrieron la posibilidad de obtener documentos e información visual que ayudó a arrojar luz sobre sus vidas en Ar­menia Soviética. Al analizar las fotografías antiguas de los repatria­ dos vi imágenes de las condiciones sociales que me relataron. Quienes tenían equipo fotográfico y que documentaron en la medida de lo pru­ dente sus vidas en el país me proporcionaron una rica historia visual que ahora comparto. Entre las distintas fotografías había escenas en barcos, escenas de la vida en Ereván en la década de 1950, bodas y bautismos que ocurrieron en los hogares (no en las iglesias), las condiciones de vida de los hogares y departamentos de los repatriados, el lugar especial en que los repatriados se reunían por su lado, lejos de los locales, la construc­ ción de sus hogares con prestamos gubernamentales, los autos y la tecno­ logía que lograron llevar consigo a Armenia Soviética, y sus vidas en actividades escolares y deportivas. Durante las entrevistas, cada uno de los repatriados compartió sus re­ cuerdos y el trauma de los primeros años. Muchos dijeron que sus vidas mejoraron un poco tras la muerte de Stalin, pero que nunca llegaron a con­ siderarlo su hogar. Estos eran los repatriados cuyas vidas habían comenzado en la diáspora. Aunque varios de los repatriados mayores se habrían queda­ do con mucho gusto, sus hijos y nietos no tenían ningún deseo de hacerlo. A final de cuentas, los sacrificios realizados por los repatriados llevaron enormes beneficios a Armenia Soviética, en cuestiones de tecnología, cultura y lengua. Un ejemplo de esto es el programa de inglés en la escuela Cha­ rénts, que se expandió bajo la tutela de los profesores de inglés, en su mayo­ ría repatriados. Armen Sarkissian, quien llegó a hablar un excelente inglés americano y que fue un estudiante notable de Kay Astourian Derderian, re­ patriada en 1949, sería el embajador armenio en el Reino Unido.50

50 Conversación telefónica del 15 de mayo de 2014. El doctor Sarkissian recuerda que la gente hacía comentarios sobre su acento bostoniano.

163 Shakay (izq.) y Zabel (der.), las hermanas Chookazsian en el día del viaje. Atras de Shakay está el horizonte neoyorkino. Zabel es amiga de un huérfa­ no de madre quien se está repatriando con su padre. Fotos cortesía de Zabel Chookazsian Melconian y Shakay Chookazsian Davitian.

Segundo grupo de armenios-estadounidenses repatriados después de ser transferidos del trasatlántico, el Sobieski, al barco de carga rumano, el Ar­ deal. Foto cortesía de Crosby Phillian. TEXTOS RECOBRADOS

Los mandamientos del Comité Unión y Progreso

l 25 de marzo de 1919, en el diario Türkçe Istanbul, se publicó la que fue Edeclarada la Carta de Instrucción de la oficina central del Comité Unión y Progreso (cup) a la Organización Especial (Teskilat-i Mahsusa), que fueron las unidades encargadas de realizar las deportaciones de la pobla­ ción armenia durante el inicio del genocidio. El periódico tituló la noticia como “un trágico y espantoso documento” y destacó que estaba publicando el documento sin hacer cambio alguno. El documento contiene los siguientes diez artículos:

Artículo 1. Se deben cerrar todas las asociaciones de armenios basándose en los artículos 3 y 4 de la Ley de Asociaciones; arrestar a los miembros ejecu­ tivos que se oponen al gobierno del cup, deportarlos a ciertas provincias como Mosul y Bagdad y matarlos durante la ruta de deportación o una vez que lleguen al destino final.

165 textos recobrados

Artículo 2. Recolectar todas las armas que sean propiedad de los arme­ nios. Artículo 3. Se debe preparar a la opinión pública musulmana a través de los medios apropiados, por lo cual se deben organizar algunos incidentes planeados —como Rusia hizo en Bakú— en ciudades como Van, Erzurum y Adaná, donde los armenios por sus propias acciones se han ganado el odio de los musulmanes. Artículo 4. Dejar la total implementación de las acciones a la población general en provincias como Erzurum, Van, Mamuret-ul-aziz y Bitlís, y usar las tropas y fuerzas militares para que parezca que están previniendo las masacres. Por el contrario, apoyar a los musulmanes con fuerza militar en lugares como Adaná, Sivás, Bursa, Izmit e Izmir. Artículo 5. Aplicar —medida— de aniquilación a los maestros de las escuelas y especialmente a los hombres menores de 50 años. (Dejar vivos a las mujeres y niños para que sean convertidos al islam.) Artículo 6. Organizar a las familias de aquellos miembros que han esca­ pado y tomar las medidas para cortar completamente con los lazos que los unen con sus hogares. Artículo 7. Licenciar a todos los oficiales armenios de los puestos guber­ namentales y demás rubros bajo la acusación de espionaje. Artículo 8. Aniquilar a los hombres en servicio en el ejército bajo una manera apropiada. Artículo 9. Iniciar todas las medidas al mismo tiempo para no dar opor­ tunidad de que preparen medios para su defensa. Artículo 10. Mantener esta Carta de Instrucción en la más completa pri­ vacidad y que sea conocida lo máximo posible entre una o dos personas.

166 Albabeto armenio Escrito por algún armenio como acto de contrición ante la Inquisición, 1632, Archivo General de la Nación, Instituciones Coloniales, Inquisición, Vol. 1189. De izq. a der. Hovsep Prochorian y su esposa Herika Harutunian, atrás sus padres Vartuhí y Kevork Prochorian, en medio señora H Momdjian, atrás (no identificado), Angela y Haroutiun Sarukhán. Probablemente en 1930, en las inmediaciones boscosas de la ciudad de México. Col. Priv.

Haroutiun Sarukhán, circa 1926, inmediaciones áridas de la ciudad de México. Col. Priv. ventana al mundo

Porque nací, y nos quedamos, en México

José Sarukhán

stos eventos, a los que me referiré ahora, son para no olvidarlos nunca, Epero este 2015 ha sido una ocasión muy especial para traerlos con fre­ cuencia a la mente; no con gusto; sí con pesar, dolor, frustración, pero sobre todo con agradecimiento a México. Son acontecimientos que yo no viví en lo personal, pero que están íntimamente relacionados con mis orígenes in­ mediatos de los que me siento afortunado; hechos que mis padres, en es­ pecial mi madre, experimentó en carne propia junto con su madre y su hermana, durante una niñez quebrada sin remedio por el salvajismo y la ofuscación de los líderes de un Imperio que se desmoronaba y que había que rescatar a toda costa. La receta en esas condiciones —cuando un Imperio se desmorona y hay que rescatarlo de algún modo— es siempre buscar a los “culpables de to­ dos los males”, especialmente cuando éstos reúnen varias de las caracterís­ ticas ideales, como tener una presencia importante en el comercio local y poseer grandes capitales —producto de su capacidad de negocios y dedica­ ción al trabajo—, pero especialmente por pertenecer a una religión diferen­ te y ancestralmente considerada como enemiga; si a lo anterior se le agrega la de etiquetar a toda esa población como “traidora” al Estado turco, porque algunos grupos activistas perseguidos, mezclados entre armenios y kurdos, se unieron a los intereses rusos pro-revolucionarios, acabamos con la fórmula ideal para enmascarar la supremacía racial en la que se basaron las premisas del gobierno del partido Unión y Progreso de los Jóvenes Turcos liderados por Talaat, Kemal y Enver Pasha. La inmensa y ominosa capa negra de la Primera Guerra Mundial fue el manto bajo el cual se disimularon todos los actos de limpieza étnica declarada por el nuevo gobierno turco.

169 José Sarukhán

Hemos visto, en los numerosos actos realizados en todo el mundo para rememorar del centenario del genocidio armenio, abundantes imágenes de las atrocidades cometidas por un ejército turco, mayoritariamente confor­ mado de chusmas desocupadas, enroladas para cumplir con la función de cuidar a las masas de familias armenias sacadas de sus casas y desposeídas de sus propiedades, para guiarlas a diversos fines mortales, entre ellos las caravanas multitudinarias a través del desierto de Anatolia, pues el ejército turco mejor preparado estaba ocupado en combatir en los frentes de los aliados y de la frontera con Rusia. Dado que la maquinaria y la tecnología que unas décadas después se utilizaría para perpetrar el genocidio masivo de los judíos en Europa no estaba al alcance del ejército turco, se dejó a las fuerzas de la naturaleza llevar a cabo la mayor parte de la macabra tarea de extinguir la vida de los cientos de miles de armenios en las marchas forzadas por el desierto, ade­ más de las ejecuciones sumarias y los homicidios a sangre fría de otros mi­ les de intelectuales, empresarios e industriales armenios. Pero las muchas fotografías y los documentales que expresan los horro­ res de un exterminio como el ocurrido con la población armenia afincada en un territorio que era el suyo históricamente, pero que fue anexado por la ocupación turca, no pueden en su bidimensionalidad transmitir la fuerza de la realidad con la que los sobrevivientes del genocidio son capaces de hacerlo, aun con su reticencia a rememorar esos dolorosos tiempos. Yo recibí, a través del recuento de mi madre, esa historia de lo que ex­ perimentó como sobreviviente de los eventos iniciados en 1915 y termina­ dos una buena media docena de años más tarde. Ella no era dada a recordar y repetir esas historias; es más, su resistencia a hablar de todo ello era real­ mente grande. Pero a veces, como queriendo mostrar la punta de la madeja de una historia, tocaba un tema que, si éramos pacientes y prudentes, con­ ducía al desgranado de sus memorias, tristes, dolorosas pero calmas. No recuerdo haber notado en su narrativa ira ni el amargor de la venganza; era una narración más cercana a la crónica objetiva de los momentos vividos, más como trozos sueltos de historia que como un todo hilado de principio a fin. Cuando esto ocurría, mi madre debe haber tenido alrededor de nueve años, su hermana María dos o tres años más, su madre era una viuda joven que había perdido a su marido unos pocos años antes.

170 Porque nací, y nos quedamos, en México

Su narración iniciaba con la salida abrupta y forzada de las tres mujeres de su casa, la pérdida de todos sus bienes, la orden brutal de los guardias turcos de dejar todo atrás, pues en poco tiempo morirían; ni siquiera la mu­ ñeca que acompañaba a mi madre en todos sus juegos era permitida como compañía de las niñas. Venían después narraciones entreveradas de largas caminatas en las ári­ das llanuras de Anatolia, interrumpidas por breves trayectos en vagones de carga en trenes; pernoctar al aire libre con el miedo del asedio de la fauna nocturna o bien en improvisados tejados de cobertizos abandonados. Dos imágenes eran recurrentes en la narración de mi madre: la primera, los apu­ ros de su madre por mantener a las dos hermanas lo menos conspicuas po­ sible, tiznándoles la cara y disimulando las incipientes formas de mujer de su hermana mayor con vendajes para no revelar su transformación en una joven mujer; las violaciones de la chusma soldadesca eran más que conoci­ das y temidas por la gente; la otra imagen era la de las subrepticias incursio­ nes nocturnas entre los soldados dormidos para llegar a las caballerizas y rebuscar entre su estiércol algunos granos indigestos para luego limpiarlos y poderlos comer, en un intento de matar el hambre siempre presente. Por último, un episodio complejo que resultó en su posibilidad de escapar del convoy del ferrocarril en el que eran trasladados durante una parte de su trayecto, debido a que el tren fue detenido durante varias horas por un miembro del consulado suizo que estaba en búsqueda de alguien al pare­ cer importante que viajaba como prisionero en el tren. Entre la demora de la detención del tren, el torpe cuidado de los improvisados soldados y la confusión entre la multitud, mi abuela y sus dos hijas pudieron escabullirse junto con otras familias, perderse por el campo y finalmente, después de un buen tiempo, regresar a Estambul, para buscar alojamiento con amigos, pues ya sus propiedades habían sido requisadas. ¿Suerte, destino, circuns­ tancias afortunadas? Lo que sea, permitió que la familia de mi madre se salvase de morir. Nada de esto queda en la historia turca debido a la nega­ ción y el persistente ocultamiento hasta el presente de lo ocurrido entre 1915 y 1920 en ese país. Las circunstancias que rodearon la vida de mi padre, aunque muy dife­ rentes, no estuvieron exentas de situaciones de angustia y dramatismo. Na­ cido a finales del siglo xix en Ereván, la capital de Armenia, mi padre, el

171 José Sarukhán

menor de una abundante familia de siete hermanos, emigró hacia el final de la adolescencia a Georgia en busca de empleo, escaso en su país. Asen­ tado en Tiflís, la capital, trabajaba como empleado de unas oficinas guber­ namentales, lo que le dio ocasión de asociarse con grupos políticos que simpatizaban con la revolución anti-zarista; uno diría que probablemente con una selección equivocada de las facciones revolucionarias, pues estaba afiliado a un grupo de los llamados “rusos blancos”, para los cuales Georgia jugó un papel preponderante y que simpatizaban con el grupo de los men­ cheviques, liderado por Martov y Axelrod, que finalmente estuvo en el lado perdedor de la revolución soviética; como resultado de ello, mi padre terminó en una prisión, como parte de las severas purgas del nuevo gobier­ no soviético. También por circunstancias del caos revolucionario, logró es­ capar de la prisión; sin tener a dónde ir, pues Armenia había sido convertida ya en República Socialista Soviética y la situación dejada por la Primera Guerra Mundial había convertido toda la zona del Cercano Oriente y el Cáucaso en una región poco hospitalaria, decidió probar suerte refugiándo­ se en el monasterio benedictino de los padres armenios católicos en la Isla de San Lázaro, en la laguna de Venecia, que desde hace siglos ha sido una especie de centro cultural y de identidad armenia de la diáspora. Ahí pasó alrededor de siete años, al final de los cuales, ya con un bagaje de siete len­ guas y una amplia formación humanista, decidió que no era el camino por el que la vida lo llamaba, y salió hacia 1922-1923 con dirección a Estambul, ya relativamente tranquilo tras la persecución turca de los armenios; ahí conoció a mi madre, se enamoraron y quedaron en casarse una vez que hubiesen llegado a un lugar donde pudiesen esperar las cuotas de migra­ ción hacia Estados Unidos o Canadá y ese lugar fue el que muchos arme­ nios escogían para ese propósito: México. Mi padre cruzó el Atlántico en 1923 para familiarizarse con el entorno del nuevo país; mi madre lo siguió hacia 1928; se casaron por poderes en la oficina de migración del puerto de Veracruz y mi hermana Teresa y yo nacimos en este país, que generosa­ mente acogió a mi familia, y del que afortunadamente mis padres no logra­ ron o no quisieron emigrar hacia el norte, para dicha de ellos y especialmente mía.

172 Historia y literatura

Ravished Armenia (1919) desde la mirada de Walter Benjamin Reflexiones acerca de una película-prueba

Sévane Garibian*

El espejismo ha cesado; vuelvo a ser yo mismo. Robert Antelme1

ensar los genocidios y la cuestión de su testimonio, sus relatos y traduc­ Pciones multiformes, sus procesamientos o representaciones, su anclaje en el presente es un desafío.2 En este aspecto, es útil retornar a los escritos de Walter Benjamin, dado que ellos contienen valiosas herramientas para la construcción de un pensamiento no-lineal, “en alerta”, que emerge de su propia reflexión, fragmentada, des-sistematizada.3 Me propongo aquí

* Quisiera agradecer a Eduardo Karsaclian y a Tania Heer, por su traducción al español de este texto publicado en su versión inglesa en Chabor, Joceline et al. romp. (2015), Mass Media and the Genocide of the Armenians: One hundred Years of Uncatain Representation, Palgrave: Basingstoke, así como también a Ana Arzoumanian y a Roberto Gargarella por su relectura cuidadosa. Agradezco especialmente a Eduardo Kozanlian por su testimonio, su confianza y su gran generosidad, y a Hayk Demoyan, director del Museo del Genocidio en Ereván, por las discusiones compartidas. 1 Le mirage a cessé; je recommence à me ressembler, pasaje de una carta dirigida a Dionys Mascolo (21 de junio de 1945), reproducida en D. Mascolo, Autour d’un effort de mémoire. Sur une lettre de Robert Antelme, París, Maurice Nadeau, 1987, pp. 13-18. 2 La literatura académica sobre el tema es considerable. Para ejemplos recientes: S. Rollet, Une éthique du regard, París, Hermann, 2011; A. Becker y O. Debary (comps.), Montrer les violences extrê- mes: théoriser, créer, historiciser, muséographier, Grane, Créaphis Editions, 2012. Véase también, para América del Sur, la problemática de la representación del desaparecido: C. Feld y J. Stites Mor (comps.), El pasado que miramos. Memoria e imagen ante la historia reciente, Buenos Aires, Paidós, 2009. 3 Michael Löwy nos recuerda que “no hay, en Benjamin, sistema filosófico: toda su reflexión toma la forma del ensayo o del fragmento —cuando no es citación pura y simple—, encontrándo­ se los pasajes arrancados de su contexto al servicio de su propio proceso”, M. Löwy, “Progrès et catastrophe. La conception de l’histoire de Walter Benjamin”, Historien, vol. 4, 2003-2004, p. 199: “il n’y a pas, chez Benjamin, de système philosophique: toute sa réflexion prend la forme de l’essai ou du fragment —quand ce n’est pas de la citation pure et simple—, les passages arrachés à leur contexte étant mis au service de sa démarche propre”.

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hacer que dialoguen dos de sus obras más importantes: “La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica” (1936)4 y “Sobre el concepto de historia” (1940),5 a través de una película extraordinaria, desconocida u olvidada, que lleva en sí, antes de tiempo, las semillas de la concepción benjaminiana de una historia “cinemática” o del cine como posible modo de “despertar histórico”,6 a la vez simulacro y revelación. Ravished Armenia (Armenia arrasada o Armenia violada), proyectada en 1919, en el inmediato posgenocidio armenio de 1915 (tema del que trata), es el objeto de un periplo transfronterizo.7 Película estadounidense perdida desde de la década de 1920, reaparece en Francia en manos de Yervant Setian, él mismo un sobreviviente del genocidio exiliado en Marsella. Con­ vertido en operador y documentalista tras la inmensa impresión que le cau­ sara la visión de la película en una sala marsellesa (1925), descubre por casualidad en París, trece años más tarde, una copia desprovista de título y de clasificación genérica: en posesión de un distribuidor llamado Georges Miller, la copia se encuentra en el fondo de una caja abandonada sobre la cual está inscrito el título Le martyre d’un peuple (El martirio de un pueblo) con la información de que se trataría de una película basada en el testimo­ nio de una tal Elisa Greyterian (o Elsa Kederian). Aunque ni el nombre de la película ni el del testigo cuyo relato sería al origen del guión coinciden con Ravished Armenia, Setian insiste: al ver las imágenes en presencia de Miller, en el número 5 de la calle des Peti­ tes Ecuries, dice identificar sin duda las imágenes anteriormente descu­ biertas en Marsella —pero sin por ello conocer la historia de la película original o de su protagonista—. Con dificultad logra comprar la copia, que llevará en su equipaje durante su “repatriación” a Armenia en 1947.8

4 W. Benjamin, “La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica” [1936], en W. Benjamin, Estética y política (T.J. Bartoletti y J. Fava, trads.), Buenos Aires, Las Cuarenta, 2009, pp. 81-128. 5 W. Benjamin, “Sobre el concepto de historia” [1940], en W. Benjamin, Estética y política, op. cit., pp. 129-152. 6 Expresiones tomadas de V.R. Schwartz, “Walter Benjamin for Historians”, The American Historical Review, vol. 106, núm. 5, 2001. 7 La película fue proyectada principalmente en Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia, pero también en América Latina, en Cuba y México, al igual que en Argentina (primera proyección en Buenos aires, en el cine Callao, el primero de septiembre de 1920). 8 En 1947 ocurre la primera “repatriación” de cierto número de armenios de la diáspora sobre­

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Al llegar, no le queda más que una bobina (o sea, una quincena de mi­ nutos sobre los aproximadamente ochenta y cinco totales), habiendo de­ sa­parecido las otras bobinas misteriosamente en el curso del viaje, entre el puerto de Batumi (Georgia) y Ereván (Armenia). Este corto extracto, mi­ lagrosamente salvado por Setian a finales de la década de 1930, será re­ cuperado en 1994 en Ereván, por Eduardo Kozanlian, un armenio de Argentina. Es en este momento cuando Kozanlian, a la búsqueda de la película desde hacía años, descubre a la vez la existencia del extracto de Ravished Armenia (en los Archivos Nacionales) y de Yervant Setian. Lo ubica en la misma época e investiga su historia, muy brevemente repro­ ducida aquí.9 Setian, apodado Cine Seto, fallece en Ereván el 26 de enero de 1997, después de haber vivido allí sin interrupciones tras su repatria­ ción en 1947.10 El corto extracto se encuentra ahora disponible en un dvd que circula en el seno de una red de iniciados, y es también accesible en el Museo del Genocidio en la capital de Armenia.11 Circulan igualmente dos otros dvd

vivientes del genocidio hacia la Armenia Soviética, tras un llamado lanzado por Stalin después de la derrota de la Alemania nazi. En total, serán más de cinco mil los armenios de Francia en embar­ carse hacia esta “patria” (respecto del tema, véase por ejemplo R. Arnoux, Arménie 1947: les nau- fragés de la terre promise, Aix-en-Provence, Edisud, 2004). 9 Los hechos relatados en estos dos párrafos me los contó Eduardo Kozanlian durante una re­ unión en Buenos Aires, el 8 de noviembre de 2010. Además, fueron desarrollados en algunos artícu­ los de prensa aparecidos en Argentina, retranscribiendo su relato; cf. M. Sánchez, “Imágenes mudas de Armenia”, Clarín, 21 de abril de 1996, pp. 10-11; E. Kozanlian, “A propósito del libro Subasta de almas”, Armenia, 19 de mayo de 1999, p. 7; “A noventa años de Armenia violada y Subasta de almas”, en , 4 de marzo de 2009, p. 8; “El Museo del Genocidio emitió una tarjeta postal en su conmemoración”, Armenia, 5 de marzo de 2009, p. 5. 10 Trabajó como operador para los estudios de cine Hayfilm, y además habría realizado cierto número de documentales. Véase al respecto el homenaje publicado por E. Kozanlian tras el falle­ cimiento de Yervant Setian, bajo el titulo “Los ojos de Cine Seto”, en el diario Armenia del 14 de octubre de 1998, p. 5. 11 Cf. http://www.genocide-museum.am. Se debe aclarar que los veinte minutos que se en­ cuentran disponibles en el Museo, con una documentación relativa a la película (recortes de prensa y documentación personal de Eduardo Kozanlian), son el fruto de un montaje realizado por Setian en Armenia, en el cual integró archivos de la Primera Guerra Mundial (se trata de los primeros minutos del extracto) y que nombró Der Zor. El destino de la película original y su tra­ yectoria son objeto de diversas y numerosas suposiciones: véanse, más allá de las referencias precitadas, V. Matiossián, “The Quest for Aurora: On Ravished Armenia and its Surviving Frag­ ment”, The Armenian Weekly, 15 de abril de 2014. Disponible en: http://asbarez.com/122344/the- quest-for-aurora-on-‘ravished-armenia’-and-its-surviving-fragment/

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que utilizan las mismas imágenes con técnicas de audio y montaje.12 No se posee, a la fecha, ningún rastro de la película integral.13 Las pocas imágenes-vestigio de lo que fue la primera reconstitución ci­ nematográfica de un genocidio narrado por una sobreviviente nos ofrecen un doble testimonio: el de la catástrofe, a través de la puesta en escena del cuerpo-testigo de Aurora Mardiganian, salvada de las masacres y que inter­ preta su propio rol, y el del interés del enfoque benjaminiano de la historia en la era de la reproductibilidad técnica.

La botella al mar14

Ravished Armenia, llamada alternativamente Auction of Souls (Subasta de al- mas), es una película única, basada en el relato testimonial de la joven Aurora Mardiganián (nombre verdadero Arshaluys Mardigián),15 quien llegó a Esta­ dos Unidos el 5 de noviembre de 1917, a los dieciséis años de edad.16 El filme mudo se estructura alrededor del guión de Nora Waln17 y Harvey Gates,18

12 Para estos desarrollos, véase D.L. Frieze, “Three Films, One Genocide. Remembering the Armenian Genocide through Ravished Armenia(s)”, en N. Eltringham y P. Maclean (comps.), Re- membering Genocide, Nueva York, Routledge, 2014, pp. 38-53. 13 La colección Selig de la Margaret Herrick Library of the Academy of Motion Picture Arts and Sciences incluye algo del material documental relativo al rodaje, guión y subtítulos. En cuan­ to a los archivos de la Near East Relief Foundation (cf. infra), desaparecieron en gran parte duran­ te un incendio en 1964. 14 Véase Janine Altounian, que designa con estas palabras el diario de deportación de su pa­ dre, Vahram Altounian, quien restituye la experiencia de la catástrofe armenia; J. Altounian, “Par­ cours d’un écrit de survivant jusqu’à son inscription psychique, ou temporalité d’élaboration d’un héritage traumatique”, en V. y J. Altounian, Mémoires du génocide arménien. Héritage traumatique et travail analytique, París, puf, 2009, p. 114. 15 Archaluys, en armenio, sinificaaurora (luz que precede inmediatamente a la salida del sol). 16 Los elementos biográficos, lo mismo que las informaciones concerniente a la elaboración de la película y su publicidad, encuentran su fuente en la única obra enteramente consagrada a Ra- vished Armenia, elaborada por el historiador de cine británico Anthony Slide, especialista del cine mudo y autor, especialmente, de The Silent Feminists: America’s First Women Directors publicado en 1996, quien tuvo la oportunidad de encontrarse con Aurora Mardiganián y su hijo Martin. La obra contiene una introducción del autor, la reproducción de las memorias de Aurora, al igual que material fotográfico y documental; A. Slide,“Ravished Armenia” and the Story of Aurora Mardiga- nian, Lanham, Scarecrow Press, 1997. 17 Secretaria del American Committee for Armenian and Syrian Relief, Nora Waln se ocupa de Aurora cuando ésta llega a Estados Unidos. 18 Harvey Gates ya trabajaba como guionista en la industria del cine estadounidense desde 1912. Su último guión será el de Flashing Guns, en 1947.

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editores de las memorias de Aurora, previamente publicadas a instancias de este último. La transcripción y traducción de su testimonio oral —rela­ tado en armenio— es simultáneamente traducido por un intérprete anóni­ mo antes de ser transcrito por Gates. El testimonio es el resultado de una cadena de circunstancias sorpren­ dentes: exiliada en Estados Unidos en busca de su hermano, también un sobreviviente, pero de quien perdió el rastro, Aurora se hospeda en casa de una familia de origen armenio que publica una serie de anuncios en la pren­ sa a fin de ayudarla en su búsqueda. Estos anuncios dan lugar enseguida a entrevistas a Aurora, que aparecen en y el Tribune, en Nueva York. A través de la lectura de estas entrevistas, el matrimonio Gates (Eleanor y Harvey) toma consciencia del extraño destino de la joven, y presintiendo el potencial atractivo de la historia, deciden publicar su relato, que dio origen al guión de la película. Es en este momento cuando la pareja la rebautiza Aurora Mardiganián, para “americanizar” su nombre y cambiar su apellido —la joven se había opuesto firmemente a la “occidentalización” del últi­ mo—. Se publican primero las memorias, en 1918, con el título Ravished Armenia en la editorial Kingfield Press de Nueva York y luego, en 1919, con el de Auction of Souls en la editorial Odhams Press de Londres. En 1934 aparece una reedición de 360 mil ejemplares y traducida a varias lenguas. La película es luego producida por un pionero del cine estadounidense, William N. Selig,19 para la organización de beneficencia American Commit­ te for Armenian and Syrian Relief (Comité Americano para el Auxilio de Armenios y Sirios), que se convierte en la Near East Foundation en 1930.20 Esta organización de beneficencia se creó en 1915, especialmente tras un llamado de Henry Morgenthau (embajador de Estados Unidos en el Impe­ rio Otomano desde 1913 y privilegiado testigo ocular del genocidio), con el objetivo de recolectar los fondos necesarios para la ayuda de los refugiados y huérfanos armenios de Turquía.21 La película es rodada en un tiempo

19 En 1896, Selig funda en Chicago una de las primeras sociedades de producción de cine, la Selig Polyscope Company; Ravished Armenia será su última producción. 20 Véase Near-East Relief Activities Regarding the Armenian Refugees, Aix-en-Provence, Edisud, 1981 [1922]. 21 Sobre las continuas y vivas interpelaciones de Morgenthau ante el presidente Wilson y su calificación, en la época, de los crímenes de masa en cuestión comorace murder, véase S. Power, “A Problem from Hell”. America and the Age of Genocide, Nueva York, Harper Perennial, 2003, pp. 5

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­récord —menos de un mes— con un elenco prestigioso, decorados ho­ llywoodenses y centenares de extras, casi todos son miembros de la comu­ nidad armenia de Estados Unidos; entre ellos, doscientos huérfanos refugiados en tierra norteamericana. Un detalle no menor: en lo alto del afiche, la misma Aurora, quien por quince dólares semanales22 encarna su propio personaje23 en este desierto del cual huye, especialmente reconsti­ tuido en los Selig Studios en Edendale, tierra del cine mudo. La película se estrena el 15 de enero de 1919 en el Alexandria Hotel de Los Ángeles.24 Presentada inicialmente como una obra cinematográfica de carácter caritativo —para informar y sensibilizar a la opinión pública, así como recolectar fondos de ayuda para los refugiados—, Ravished Armenia es antes que nada una superproducción orquestada para crear un aconteci­ miento comercial en el cual, al final, se ahoga el testigo inicial, despojado de su relato. La publicidad organizada antes de cada proyección está clara­ mente centrada alrededor de tres temáticas, juiciosamente escogidas para atizar el aspecto emocional, sensacionalista, de la obra: el sexo, la religión, la verdad. El carácter fuera de lo común de este filme que hará época es sistemáticamente subrayado:25 fuera de lo común, en efecto, tanto desde el punto de vista del fondo —el tema que trata, en particular las violencias sexuales, los abusos y el tráfico de mujeres cristianas que constituyen el leitmotiv de la obra, como lo insinúa su título—, como de la forma —un guión basado en el testimonio de una víctima directa, quien recrea su pro­ pia experiencia inmediatamente después de los hechos. La “Christian girl who survived the great massacres” se convierte en garantía extraordinaria a la vez de sensaciones fuertes y de autenticidad (“sensational y ss. Véase también el estudio de R.P. Adalian, “L’ambassadeur Morgenthau et l’élaboration de la politique américaine de protestation et d’intervention contre le génocide”, Revue d’Histoire de la Shoah, núm. 177-178, 2003, pp. 425-435. 22 A modo de comparación, las estrellas de Hollywood en la época, Hélène Chadwick y Mary Pickford, ganaban respectivamente dos mil y diez mil dólares a la semana, mientras el sueldo de un trabajador medio se situaba entre 15 y 20 dólares semanales. 23 En el extracto de veinte minutos hoy disponibles, Aurora aparece en el minuto 05:54. 24 A. Slide, Ravished…, op. cit., p. 12, donde se encuentra una lista de todas proyecciones. 25 “I hope that five million people may see this picture and that every one of those five million people may go away stirred by this tremendous tragedy. They must see it as a thing of magnitude. We have a chance here to make a picture that will be epoch-making. We want to have in it an appeal to the mass, as well as to pre- sidents and kings”, palabras de Harvey Gates, reproducidas en A. Slide, op. cit., p. 10.

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story of Turkish depravity” y “every word is truth!”).26 Nada en la campaña de co­municación es descuidado o dejado al azar. Ni el hecho de señalar que la protagonista revive, una vez más en el filme, las atrocidades sufridas y re­ vividas una primera vez durante el relato oral necesario para la elaboración de sus memorias (“every stirring scene through which Aurora lives in the book, is lived again on the motion picture screen”). Ni tampoco el “certificado de vera­ cidad” que ofrecen los testimonios paralelos de diplomáticos estadouni­ denses y británicos en funciones en el Imperio Otomano durante la época en que ocurrieron los hechos, quienes corroboran el relato de Aurora (se dice que el propio embajador Henry Morgenthau aparece en la pantalla).27 Ni aun la presencia física de la protagonista en las salas de proyección du­ rante la gira de promoción, requerida por la producción —a tal punto que cuando ella ya no se encuentra en condiciones de mostrarse, a causa de una profunda depresión, son contratadas siete dobles para sustituirla alternati­ vamente y estar en su lugar, haciéndole el juego así a los espectadores—.28 La puesta en escena es total. “See Aurora, herself, in her story” dice en letras mayúsculas un anuncio publicitario. Y esto funciona. Las proyecciones son un gran suceso, los artículos y las críticas se multiplican. Desde este punto de vista, es un éxito: el testimonio de quien comienza a ser llamada la “Juana de Arco de Armenia” circula socialmente gracias a una reconstitución por la imagen, que tiene la particularidad de actualizar el trauma original a través de la realización de Oscar Apfel.29 La operación es eficaz, pero Aurora se pierde en ella. El mar en el cual su botella se arroja es el espacio público, cinematográfico, en la era de la repro­ ductibilidad, como diría Benjamin. Un espacio que la aplasta. La experien­ cia ilustra de inmediato todas las apuestas del relato, del tratamiento y de la representación de la catástrofe. La verdad del testigo, una vez revelada, es

26 Las fórmulas en lengua inglesa reproducidas aquí están tomadas de afiches publicitarios difundidos antes de cada proyección y reunidos en la obra de A. Slide. 27 Cf. supra, nota 18. Véanse en particular los testimonios de H. Morgenthau, Ambassador Morgenthau’s Story, Whitefish, Kessinger Publishing, 2010 [1918]; J. Bryce y A.J. Toynbe,The Treatment of Armenians in the Ottoman Empire (1915-1916), Londres, Taderon Press, 2005 [1916]. 28 A. Slide, Ravished…, op. cit., p. 16. 29 Actor y director norteamericano, Apfel es conocido por haber codirigido, junto con Cecil B. DeMille, The Squaw Man, primer largometraje rodado en Hollywood en 1914.

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transformada a fin de ser visible, mostrable, creíble —cuando no es censura­ da—.30 Como prueba, por ejemplo, la secuencia final de la película, la que si bien es considerada chocante y controvertida (fue cortada en Inglaterra) asegurando no obstante el efecto emocional esperado, no deja de ser una versión travestida de una realidad aun más cruel: la escena de las mujeres crucificadas, cuya desnudez es parcialmente cubierta por una larga cabellera negra, es el producto de un compromiso denunciado ulteriormente por Au­ rora como resultado de una representación inauténtica y suavizada de las violaciones y empalamientos sistemáticos.31 Instrumentalizada, reificada, aterrorizada por el rodaje-catarsis que la lle­ va hasta el límite físicamente (se ve obligada a seguir filmando sin in­ terrupciones a pesar de una fractura de tobillo ocurrida durante un accidente de rodaje) y psicológicamente (recordemos la violencia resultante de la “hi­ perrealidad” de la reconstitución de algunas escenas trau­máticas),32 desam­ parada, Aurora se retira definitivamente de la escena pública y escapa a un vedetismo involuntario para encerrarse detrás de un muro de silencio. Pro­ bablemente una manera de elaborar su supervivencia33 (¿la segunda?) como

30 Señalo aquí las interesantes palabras de un juez de Filadelfia que anula una decisión de censura de la Pennsylvania Censorship Board (Oficina de Censura de Pensilvania) argumentando el carácter educativo de las imágenes: “There is nothing in the scenes which makes them sacrilegious, obscene, indecent or immoral, or of such nature as to tend to debase or corrupt morals. Viewing the picture as a whole, the court finds as a fact that it is educational in character”, pasaje reproducido en A. Slide, Ravished…, op. cit., p. 11. 31 Slide nos transmite sus palabras: “The Turks didn’t make their crosses like that. The Turks made little pointed crosses. They took the clothes off the girls. They made them bend down. And after raping them, they made them sit on the pointed wood, through the vagina. That’s the way they killed – the Turks”, A. Sli­ de, Ravished…, op. cit., p. 6. Es interesante subrayar que en la época del estreno de la película, los abusos sexuales y las violaciones sistemáticas de mujeres comienzan a ser tomados en cuenta nuevamente desde un punto de vista jurídico como forma particular de crímenes de masa. En efecto, los “abusos sistemáticos contra el honor de las mujeres” forman parte de la lista de actos constitutivos de “crímenes contra las leyes de la humanidad” según un informe del 5 de marzo de 1919 preparado en el marco de la Conferencia de Paz de París; cf. S. Garibian, Le crime contre l’humanité au regard des principes fondateurs de l’Etat moderne. Naissance et consécration d’un concept, Ginebra, París, Bruselas, Schulthess/lgdj/Bruylant, 2009, p. 88. Hoy, el Estatuto de la Corte Pe­ nal Internacional consagra, expresamente, la inclusión de los crímenes sexuales en la definición del crimen contra la humanidad, artículo 7 del Estatuto de 1998. 32 Cf. S. Avagyan, “Becoming Aurora: Translating the Story of Arshaluys Mardiganian”, Dis- sidences. Hispanic Journal of Theory and Criticism, vol. 4, núm. 8, artículo 13, 2012, disponible en: http://digitalcommons.bowdoin.edu/dissidences/vol4/iss8/13 33 K. Beledian, “Traduire un témoignage écrit dans la langue des autres”, en V. y J. Altounian, op.. cit., p. 108.

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otros elaboran su bienestar. Se casa en 1929 y da a luz un hijo que lleva el nombre de su esposo, Martin. Fallecerá, sola, en un hospital de Los Ángeles el 6 de febrero de 1994 —el año del descubrimiento de las imágenes-vesti­ gio de Ravished Armenia en Ereván. Nadie viene a reclamar el cuerpo, que fue incinerado. De conformidad con la ley californiana, sus cenizas fueron enterradas cuatro años más tarde en una tumba anónima. El 17 de diciem­ bre de 1988, concluía un reportaje (uno de los pocos) que ha concedido al historiador del cine Anthony Slide con estas palabras: “I hope […] you will be the one who will bring out the real truth of my life”.34

El grano de arena que explica el desierto

¿Qué queda después del alivio? Volviéndola tan próxima, la película mató a Aur(or)a:35 se encuentra aquí la idea benjaminiana según la cual la repro­ ducción técnica sacude la autenticidad de la cosa transmitida, dado que “acercar las cosas, en términos espaciales y humanos, es precisamente un deseo tan apasionado de las masas actuales como lo es su tendencia a una superación del carácter único de cada acontecimiento mediante la acogida de su reproducción”.36 Poco importa, nos diría Marc Nichanian, “el testigo ya estaba muerto”. La esencia misma de todo proceso genocida, ¿no es aca­ so la muerte del testigo por su obliteración? El testigo que habla no es jamás el testigo integral,37 en realidad no nos habla más que de la imposibilidad de testimoniar,38 y de la imposibilidad de hablar de la catástrofe como de un hecho.39

34 A. Slide, Ravished…, op. cit., p. 18. 35 Sobre el concepto benjaminiano de aura, que “se atrofia en la época de la reproducción técnica”, véase W. Benjamin, “La obra de arte…”, op. cit., pp. 89 y ss. 36 Ibid., p. 92. 37 “Sabemos que no hay testimonio integral, y que ningún relato puede dar cuenta de manera total de la ‘demolición de un hombre’, según la célebre expresión de Primo Levi”, R. Waintrater, “Quand vivre est tout le sacré”, en V. y J. Altounian, op. cit., pp. 160-161: “Nous savons qu’il n’y a pas de témoignage intégral, et qu’aucun récit ne peut totalement rendre compte de la ‘démolition d’un hom- me’, selon l’expression célèbre de Primo Lévi”. 38 G. Agamben, Ce qui reste d’Auschwitz : l’archive et le témoin, Pierre Alfieri (trad.), París, Payot et Rivages, 1999. 39 El genocidio, escribe Marc Nichanian, no es un hecho; es la destrucción (o la retención) del hecho. Y la destrucción del hecho, es la muerte del testigo. Véase en particular M. Nichanian, La perversion historiographique. Une réflexion arménienne, París, Lignes, 2006.

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Aurora, “presentándose ante el aparato”,40 deviene un accesorio de sí misma reproductible al infinito “she— was actually to copy a copy of herself, giving birth to an extraordinary icon”,41 “por primera vez —y ésta es la obra del cine— el hombre se pone en la situación de tener que obrar en vivo con toda su persona pero renunciando a su aura”, cuya representación no posee ninguna reproducción posible, escribirá Benjamin.42 A través de la imagen, pero también a través de los cuerpos de otras mujeres venidas a sustituirla (las siete look-alikes), Aurora se vuelve múltiple. Un producto de mercado. Es esta prueba extrema, abusiva de una traducción brutal de la memoria y del testimonio que cuestionan el cineasta canadiense de origen armenio Atom Egoyan y el artista videasta turco Kutlug Ataman, cuando se inspiran en este hecho para crear una videoinstalación titulada Auroras/Testimony, expuesta en 2007 en Toronto y luego en Estambul. Construida alrededor de siete pantallas, la primera parte pone en escena siete “Auroras”, actrices filmadas mientras recitan, sobre pantallas que rodean al público, siete pasa­ jes de las memorias de Aurora Mardiganián. Sus monólogos se suceden o se superponen, se completan o se mezclan alternativamente. En la segunda instalación se proyecta simultáneamente una entrevista realizada por Ata­ man de una mujer de cien años, guardiana de su infancia y de la de su pa­ dre. Él descubrió mucho más tarde que es una sobreviviente del genocidio de 1915: pero frente a las fotos y preguntas que le presenta el artista, ella no se acuerda de nada; perdió la memoria.43 A pesar de todo, Aurora dirige su historia a un público, este “examina­ dor que se divierte”,44 que no deja de ser el tercero garante del “pacto tes­ timonial de recepción”,45 sin el cual el testimonio no puede ser entregado. La época, más allá de la cuestión de la reproductibilidad, no es anodina: el

40 W. Benjamin, “La obra de arte…”, op. cit., p. 103. 41 S. Avagyan, op. cit. 42 W. Benjamin, “La obra de arte…”, op. cit., pp. 104-105, donde Benjamin remite a Luigi Pirandello, quien habla del actor “en el exilio […] exiliado no sólo de la escena sino de su propia persona […] con un oscuro malestar intuye el vacío inexplicable, debido a que su cuerpo se con­ vierte en un fenómeno contingente que se desvanece, porque se le priva de su realidad, de su vida, de su voz y de los ruidos que ocasiona al moverse para transformarse en una imagen muda, que vibra en la pantalla por un instante y luego desaparece en el sosiego”. 43 S. Avagyan, op. cit. 44 W. Benjamin, “La obra de arte…”, op. cit., p. 125. 45 R. Waintrater, op. cit., p. 154.

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contexto de la recepción (más o menos benevolente) y su temporalidad son importantes por varias razones. En primer lugar, se trata de recordar que el contexto nacional que rodea el testimonio de Aurora en Estados Unidos es inicialmente favorable para la denuncia de la política exterminadora del Imperio Otomano contra su minoría armenia. Mientras que el 24 de mayo de 1915 Francia, Gran Breta­ ña y Rusia son cosignatarias de una declaración que condena los “nuevos crímenes de Turquía contra la humanidad y la civilización” y aunque Esta­ dos Unidos rehúsa unirse a esta declaración,46 el acontecimiento merece la primera plana de The New York Times, que el mismo día titula “Allies to Pu- nish Turks Who Murder”.47 Comienza la mediatización del genocidio y el acontecimiento entra inmediatamente en el espacio público estadouniden­ se, lo que facilita la ulterior recepción del testimonio —tan sólo el citado diario publica ciento cuarenta y cinco artículos sobre el tema durante 1915—.48 A fines de 1918, el rodaje deRavished Armenia, posterior a la pu­ blicación de las memorias de Aurora en Nueva York, coincide con una pro­ clama presidencial (29 de noviembre de 1918) invitando a los ciudadanos estadounidenses a contribuir para un fondo de treinta millones de dólares destinado a ayudar a los refugiados armenios. Pero se debe también subra­ yar, como lo hace Shushan Avagyan, que la traducción “domesticada” del testimonio, tanto en el papel como en la pantalla, y su importante difusión llevan la marca del movimiento evangélico americano y de un género here­ dado de la antiesclavitud cristiana.49 Por último, “it was not unusual for Ho- llywood in its formative years to produce films on ‘distant places and eras […] as part of a broader attempt to elevate the cultural legitimacy of the motion picture industry’”.50

46 Sobre esta declaración, que marca la primera aparición oficial del concepto “crimen contra la humanidad” a escala internacional, y sobre la actitud de Estados Unidos, véase S. Garibian, op. cit., pp. 82 y ss. 47 The New York Times del 24 de mayo de 1915, p. 1. 48 S. Power, op. cit., pp. 5 y ss. 49 Para el desarollo, véase S. Avagyan, op. cit. 50 Dominique Bregent-Heald, “Women in Between: Filmic Representations of Gender, Race, and Nation in Ramona (1910) and The Barrier (1917) During the Progressive Era”, Frontiers: A Journal of Women Studies, vol. 31, núm. 2, 2010, p. 146, apud D.L. Frieze, op. cit., p. 42, véanse también pp. 44 y ss. sobre el énfasis puesto en la violencia sexual; L. Torchin, “Ravished Armenia: Visual Media, Humanitarian Advocacy, and the Formation of Witnessing Publics”, American An-

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En segundo lugar, la historia de Aurora se cuenta en el momento en que, del otro lado del mundo, los vencedores escriben la historia oficial. La primera proyección de Ravished Armenia en Estados Unidos, el 15 de enero de 1919, se verifica tres días antes del comienzo de la Conferencia de Paz de París, la que llevará a la elaboración, entre otros, del Tratado de Sèvres de 1920 sobre la paz entre Turquía y los Aliados. Este tratado prevé la crea­ ción de una jurisdicción internacional para juzgar a los responsables de las “masacres” de los armenios; toda una revolución en el derecho internacio­ nal, destinada, sin embargo, a expirar sin resultados.51 No obstante, lo que allí se construye sigue siendo fundamental: los trabajos de la época contie­ nen las premisas de lo que será, un cuarto de siglo más tarde, el nuevo de­ recho para juzgar los crímenes contra la humanidad aplicado en Núremberg para el juicio de los criminales nazis. De paso, sin embargo, a partir de la década de 1920 se borra la cuestión armenia de la escena internacional, hecho que coincide con la misteriosa desaparición de la película y, debe­ mos recordarlo, con el inicio de la política negadora del Estado turco.52 En fin,Ravished Armenia se rueda y luego se exhibe precisamente cuan­ do en Turquía ocurre un doble fenómeno: por un lado, la aparición de avi­ sos en los periódicos armenios exhortando a reunir documentos, pruebas y testimonios oculares para reconstruir “nuestra historia”, apenas producida la capitulación del Imperio Otomano en 1918.53 Por otro lado, la paralela destrucción de gran parte de los archivos del Ittihad ve Tirakki (Comité Unión y Progreso), movimiento nacionalista y liberal de los Jóvenes Turcos thropologist, vol. 108, núm. 1, 2006, pp. 214-220; y M. McLagan, “Introduction: Making Human Rights Claims Public”, American Anthropologist, vol. 108, núm. 1, 2006, pp. 191-195. 51 Respecto de este tema, al igual que sobre la posición de Estados Unidos durante los deba­ tes relativos a la cuestión armenia en la Conferencia de Paz de París, véase S. Garibian, op. cit., pp. 87 y ss. 52 Para ulteriores desarrollos, véase S. Garibian, op. cit., pp. 95 y ss. 53 “Debe probarse el martirio armenio” titula, por ejemplo, un diario armenio de Constanti­ nopla el 22 de noviembre de 1918; el llamado, lanzado por el Comité de Ayuda a los Deporta­ dos, se dirige directamente a los sobrevivientes y presenta un cuestionario preciso que plantea el esquema general de la mayor parte de los testimonios de entonces. Krikor Beledian recuerda que “al final del llamado, se puede leer una pequeña frase deslizada en el texto sin ninguna ex­ plicación: ‘Las respuestas deben ser escritas de una manera incisiva (gdrug) y sin adornos (anse- theveth)’”, K. Beledian, op. cit., p. 111: “à la fin de l’appel, on peut lire une petite phrase glissée dans le texte sans aucune explication: ‘Les réponses doivent être écrites d’une manière incisive (gdroug) et sans fioritures ansetheveth( )’”.

184 Ravished Armenia (1919) desde la mirada de Walter Benjamin

y perpetrador del genocidio, mientras se preparan los juicios de Constanti­ nopla de 1919-192054 —preludio del negacionismo políticamente organiza­ do, iniciado por la Turquía kemalista en 1920, y cuyos sucesivos gobiernos son, hasta hoy, sus fieles herederos—. “Los dominadores de cada época son los herederos de aquellos que alguna vez vencieron”, dirá Benjamin.55 Desde entonces, el testimonio está destinado a transformarse en prue­ ba.56 El de Aurora, como tantos otros, responde a este imperativo que marca la inevitable transformación de la memoria viviente en memoria archivada, tan criticada por Nichanian:57 “desde hace 90 años, probando, haciendo funcionar el testimonio como prueba, respondo al orden del verdugo. Él me sujeta”.58 Esta es la catástrofe del sobreviviente, “prueba viviente de su propia muerte […] el testimonio es la vergüenza”.59 En este contexto Aurora ofrece, a pesar de todo, otra voz. Ella permite “cepillar la historia a contrapelo”,60 aprehenderla desde el punto de vista de los vencidos y salir, aunque sea un poco, de la impotencia de la historia de la que nos habla Nichanian.61 Su relato representa la historia-fragmento construida por los oprimidos,62 captada aquí por el cine que supone la exi­

54 Sobre los juicios, véase V. Dadrian, Autopsie du génocide arménien, M. y M. Nichanian (trads.), Bruselas, Complexe, 1995, y R. Kevorkian, “La Turquie face à ses responsabilités. Le procès des criminels Jeunes-Turcs (1918-1920)”, Revue d’Histoire de la Shoah, núm. 177-178, 2003, pp. 166- 205, donde el autor demuestra hasta qué punto estos juicios, si bien de una importancia indiscu­ tible desde el punto de vista histórico, traducen la preocupación “de evitar y a la vez poner de manera muy directa ante el público los homicidios de masas, como mencionar especialmente al grupo víctima y ubicar los debates en un terreno previamente preparado por los verdugos para justificar sus actos”; p. 170:“éviter à la fois de mettre trop directement sur la place publique les meurtres de masse, de mentionner nommément le groupe victime et de placer les débats sur un terrain préalablement préparé par les bourreaux pour justifier leurs actes”. Véase también: V. Dadrian y T. Akçam, Judgment at Istanbul, The Armenian Genocide Trials, Oxford, Nueva York, Berghahn Books, 2011. 55 W. Benjamin, “Sobre el concepto…”, op, cit., p. 137. 56 K. Beledian, op, cit., p. 111. 57 Marc Nichanian habla de los “efectos propiamente catastróficos” de esta transformación, desarrollados y analizados en sus páginas sobre Zabel Essayan, quien publicó en febrero de 1917 el primer testimonio del genocidio de los armenios (retranscripción de las palabras de un sobrevi­ viente), M. Nichanian, La révolution nationale, Ginebra, Métis Presses, 2006, pp. 215-274. 58 M. Nichanian, , op. cit., pp. 211-212 (“Depuis 90 ans, en prouvant, en faisant fonctionner le té- moignage comme preuve, je réponds à l’injonction du bourreau. Il me tient”). 59 M. Nichanian, “De l’archive. La honte”, en C. Coquio, (comp.), L’histoire trouée. Négation et témoignage, Nantes, L’Atalante, 2003, pp. 103-122. 60 W. Benjamin, “Sobre el concepto…”, op. cit., p. 138. 61 M. Nichanian, La perversion historiographique…, op. cit. 62 W. Benjamin, “Sobre el concepto…”, op. cit., p. 139.

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gencia misma de la reproductibilidad —“la reproductibilidad técnica se funda directamente en la técnica de su reproducción. Ésta no sólo posibili­ ta de manera directa la difusión masiva de la obra de arte, sino, más bien, la fuerza”—.63 Esto resulta aun más interesante que el cine, para Benjamin es una herramienta de transformación útil para la historia. Según él, precisa­ mente con la reproductibilidad, o sea con la pérdida del aura, la obra de arte adquiere una función política, un valor de exposición: “en el momento en que falla el modelo de autenticidad en la producción artística se ha revolu­ cionado toda la función social del arte. Su fundamento no aparece en el ri­ tual, sino en una praxis diferente: a saber, su fundamento aparece en la política”.64 Entonces el cine —y la película-prueba Ravished Armenia— beneficia­ rían a la historia, permitiendo el despertar, ampliando el mundo de lo visi­ ble, ofreciendo una “profundización de la apercepción”, es decir, de la percepción acompañada de una reflexión y de una conciencia:65 “gracias a [la cámara] nos acabamos de enterar del inconsciente óptico, como gracias al psicoanálisis nos enteramos del inconsciente pulsional”.66 Además, en el ideal benjaminiano no habría necesidad de decir, solamente de mostrar. En efecto, la imagen es central en su concepto de historia: “la imagen verdade­ ra del pasado pasa fugazmente. Sólo el pasado puede ser retenido como imagen que fulgura, sin volver a ser vista jamás, en el instante de su cog­ noscibilidad”.67 Ángel cuyas alas son atrapadas por la tormenta: Aurora, como el célebre Angelus Novus de Paul Klee al que nos remite Benjamin, materializaría en definitiva el lazo entre progreso y catástrofe.68 Su historia participa de la

63 W. Benjamin, “La obra de arte…”, op. cit., pp. 94-95. 64 Ibid., p. 96. Sobre el paso del valor cultual al valor de exposición: pp. 100 y ss. 65 “De hecho, el filme enriqueció nuestro mundo perceptivo con métodos que pueden ser ilustrados con la teoría freudiana […] Ésta aisló cosas y, al mismo tiempo, las hizo analizables, ya que antes nadaban desapercibidas en la ancha corriente de lo percibido. En todo el espectro del mundo óptico perceptivo, y también del acústico, el cine tuvo como consecuencia una similar profundización de la percepción”, W. Benjamin, “La obra de arte…”, op. cit., p. 117. 66 Ibid., p. 119. 67 W. Benjamin, “Sobre el concepto…”, op. cit., p. 135. 68 “Hay un cuadro de Klee llamado Angelus Novus. En él se representa a un ángel que parece­ ría estar a punto de alejarse de algo que lo aterroriza. Sus ojos y su boca están abiertos de forma exagerada y sus alas, extendidas. Este debe ser el aspecto del ángel de la historia. Es el ángel que ha vuelto el rostro hacia el pasado. Donde a nosotros se nos aparece una cadena de acontecimien­

186 Ravished Armenia (1919) desde la mirada de Walter Benjamin

comprensión del vínculo entre la modernidad y la barbarie, en el corazón del pensamiento benjaminiano.69 Un pensamiento que ayuda, tal vez, a salvar al testigo. Y romper con la acedia, esa tristeza que hace enmudecer y que “desalienta a apoderarse de la auténtica imagen histórica que fulgura fugazmente”.70

tos, él ve una única catástrofe que constantemente amontona ruinas sobre ruinas, arrojándolas a sus pies. Este ángel querría detenerse, despertar a los muertos y reunir lo destrozado. Pero desde el Paraíso sopla un huracán que, como se envuelve en sus alas, no lo dejará plegarlas otra vez. Esta tempestad arrastra al ángel irresistiblemente hacia el futuro, que le da la espalda, mientras el cú­ mulo de ruinas crece ante él de la tierra hasta el cielo. Este huracán es lo que nosotros llamamos progreso”, W. Benjamin, ibid., p. 140. 69 Se puede leer sobre la tumba de Benjamín el siguiente epitafio, extraído de “Sobre el con­ cepto de historia”: “No hay nunca un documento de la cultura que no sea, a la vez, uno de la barbarie”, p. 138. 70 Ibid., p. 137.

187 Afiche de la Película Ravished Armenio (Subasta de Almas) 1919.

Fotograma de la película Ravished Armenia (1919) CONVERGENCIAS Y DIVERGENCIAS

El Estado turco y la negación de la violencia cometida contra los armenios

Fatma Müge Göçek

a negación, argumentan muchos, es la última etapa de un genocidio. LAl negar los hechos, los perpetradores evitan que las víctimas comien­ cen el proceso de duelo por la pérdida. Como consecuencia, las víctimas viven atrapadas para siempre en el pasado violento, incapaces de embar­ carse en un proceso de sanación. Los perpetradores también sufren en el sentido de que no aceptar la responsabilidad por la violencia cometida en el pasado conduce a la institucionalización y normalización de la violencia en la sociedad, lo que imposibilita que dicha sociedad alcance una verda­ dera democracia. Y tal negación existe en todo el mundo, especialmente cuando los Estados-nación se coluden con las élites que se han beneficia­ do de dicha violencia. Ejemplos de estos casos son Estados Unidos en re­ lación con el alcance de la violencia cometida contra los nativos y los afroamericanos; Inglaterra con respecto a las diversas masacres en India, Kenia y otros lugares; la violencia colectiva de Francia contra Argelia; la postura de Japón en relación con lo que ocurrió en Corea y China durante la Segunda Guerra Mundial y, desafortunadamente, muchos otros ejem­ plos, que incluyen instancias contemporáneas, como la violencia en Bos­ nia y Chechenia. En este artículo, mi principal enfoque es la negación por parte del Esta­ do y la sociedad turcos de la violencia cometida contra los armenios antes, durante y después del genocidio armenio de 1915-1917. Después de anali­ zar brevemente la naturaleza específica de la negación y sus consecuencias sociales, presento un marco de trabajo para analizar la negación turca, que

* Traducción del inglés de Elizabeth Flores.

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surge con la llegada de la modernidad al Imperio Otomano, antes del esta­ blecimiento de la República Turca, y que continúa hasta hoy. Este marco delinea las diversas capas de la negación a través del tiempo y el espacio, lo que vuelve cada vez más difícil que el Estado y la sociedad turcos avancen hacia algún tipo de reconocimiento.

Descripción de la negación

Hasta hoy, el Estado turco niega oficialmente que lo que les sucedió a los armenios en 1915 constituya un genocidio. Basándose casi exclusivamente en documentos oficiales localizados en Turquía, así como en algunas his­ torias orales y documentos extranjeros, afirma que lo que ocurrió fue la simple relocalización de los sujetos armenios sediciosos, de las zonas del frente oriental de guerra hacia otras regiones, a causa de la amenaza que éstos representaban para la seguridad militar. También afirma que los co­ mités arme­nios revolucionarios fueron los causantes de este giro en los acontecimientos, ya que formaron grupos armados que mataron a un nú­ mero importante de turcos, cuya cifra de muertes se calcula como igual o superior a la de las muertes entre la población armenia. La versión oficial turca contemporánea afirma que en el proceso de relocalización murieron aproximadamente 300 mil armenios en 1915, no a causa de un intento ­genocida, sino principalmente debido a las condiciones precarias propias del contexto bélico y que también ocasionaron las muertes de al menos un millón de turcos. Cada año, el Estado turco gasta millones de dólares en todo el mundo, en acuerdos y arreglos internacionales de tipo político, económico y militar para sostener y promover su versión de los hechos. Tal postura también cuenta con el apoyo de la mayor parte de la sociedad turca. Entre la comunidad académica occidental prevalece un consenso casi uni­versal en cuanto a que lo que le sucedió a los súbditos armenios del Imperio Otomano en 1915, que fueron deportados por la fuerza, constituye un genocidio, en el que murieron entre 800 mil y un millón y medio de armenios. Éstos basan su interpretación en las historias orales de los sobre­ vivientes, relatos de testigos oculares, como viajeros occidentales, periodis­ tas, misioneros y profesionistas; además de relatos de la época realizados

190 El Estado turco y la negación de la violencia cometida contra los armenios

por representantes de diversos países europeos. Con frecuencia se habla del caso en estudios comparativos de violencia colectiva a través de la his­ toria. Para impedir que se vuelva a repetir este primer caso de crímenes contra la humanidad, la misma comunidad propone un reconocimiento mundial de la responsabilidad moral así como política, económica y legal por este acto violento. Su postura tiene el total apoyo de muchos Estados y sociedades occidentales. Quienes representan la posición oficial turca con frecuencia se apoyan en documentos oficiales de los archivos otomanos, incluyendo los docu­ mentos contemporáneos confiscados a los comités armenios revoluciona­ rios, correspondencia formal estatal y gubernamental, y algunas fuentes occidentales que apoyan, o al menos no contradicen, la postura oficial tur­ ca. Como estas fuentes se interpretan de manera que concuerden con la negación oficial, el Estado y el gobierno turco actuales, así como la mayo­ ría de los miembros de la sociedad turca siguen rehusándose a reconocer este acto histórico del pasado como genocidio. Debido a este uso parcial de las fuentes, la comunidad académica occidental considera que el dis­ curso oficial turco que se desprende es anticientífico, propagandístico y retórico. Por lo tanto, no se le considera ni se entablan discusiones con él. Como consecuencia, el Índice de Citas de las Ciencias Sociales (iccs) por ejemplo, no contiene una sola referencia al trabajo de quienes defienden la postura oficial turca. Resulta interesante señalar que, por su parte, el discurso estatal turco rechaza por completo la postura de la comunidad académica occidental por razones completamente distintas: define tal dis­ curso como eurocéntrico, imperialista y parcial a sus propios intereses.

Consecuencias de la negación

La negación ha sido, y sigue siendo, extremadamente costosa para todos los implicados. En el plano internacional, el Estado turco gasta anualmen­ te millones de dólares para evitar que otros países empleen el término “genocidio”. Para hacerlo, las concesiones económicas que hace con fre­ cuencia se extienden al terreno militar. En el caso de Estados Unidos, por ejemplo, cuando el presidente de Estados Unidos da su discurso anual en conmemoración del genocidio el 24 de abril, con frecuencia termina por

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evitar al palabra que empieza con “g” como consecuencia de negociacio­ nes de último minuto pactadas con el Estado turco. Además, las fronteras entre las repúblicas turca y armenia permanecen cerradas, ya que Turquía ha exigido el no reconocimiento del genocidio armenio como una de las condiciones previas para el restablecimiento de relaciones y la apertura de la frontera. La frontera cerrada debilita el crecimiento económico y social en Armenia, las provincias orientales de Turquía y el resto de la región, lo que conduce a inestabilidad política. Un factor adicional de presión es la posible entrada de Turquía a la Unión Europea, hecho que exigiría que Turquía aceptara su pasado violento, incluyendo una reevaluación de la cuestión armenia. Como el Estado turco sigue sin confrontar su pasado y la violencia que éste implica, la negación se normaliza, replicándose en todo el Estado y la sociedad turcos. Así, alcanzar la verdadera democracia con­ tinúa siendo un reto para Turquía, ya que su falta de reconocimiento de la violencia colectiva en su pasado sigue replicando tal violencia en el pre­ sente. De la misma manera, muchas organizaciones armenias de la diáspora gastan anualmente millones de dólares para promover el reconocimiento del genocidio armenio en todo el mundo. Esto lo hacen mientras el único país, Turquía, cuyo reconocimiento permitiría a los armenios comenzar a sanar, se rehúsa terminantemente a hacerlo. Además, la República Arme­ nia no puede concentrarse en sus propios asuntos nacionales e internacio­ nales porque el asunto del reconocimiento del genocidio constantemente compli­ca las cosas, incluyendo sus políticas internas y externas. Como con­ secuencia, la República Armenia tampoco puede avanzar hacia convertirse en una verdadera democracia. Mientras tanto, la negación turca impide a los armenios dispersos por todo el mundo vivir el duelo de manera adecuada, vivir el luto y por lo tanto aceptar eventualmente la realidad de su trágico pasado. Atrapados emocionalmente en la violencia de su propio pasado, es imposible avanzar hacia el presente o tener confianza en un futuro mejor, lo que conduce a un proceso de pérdida de la fe en la humanidad. Así, la negación turca atrapa tanto a turcos como a armenios, reproduciendo los ciclos de violencia de diversas maneras: los turcos se rehúsan de plano a recordar el pasado, mientras que los armenios constantemente se rehúsan a olvidar.

192 El Estado turco y la negación de la violencia cometida contra los armenios

Un nuevo esbozo de la negación turca

¿Por qué niegan Estados y sociedades en general y el Estado y la sociedad turcos en particular los actos de violencia colectiva tejidos en su pasado y también en su presente? Esta pregunta es lo que da pie a este artículo y al libro que le dio origen.1 En el caso turco, aunque la negación del genocidio armenio de 1915-1917 fue mi punto de partida, el análisis de la violencia colectiva contra los armenios —me di cuenta— no comenzaba ni termina­ ba ahí. Como resultado, extendí mi investigación para cubrir un periodo de 220 años, desde 1789 hasta 2009. Luego, dividí estos años de acuerdo con los principales actos de violencia cometidos contra los armenios, es decir, el periodo imperial (1789-1907), el periodo de los Jóvenes Turcos (1908- 1918), el primer periodo republicano (1919-1973) y el periodo republicano tardío (1974-2009). El proceso de la negación —argumento— comprende la interacción de los elementos estructurales de la violencia colectiva y la modernidad, y los elementos afectivos de las emociones colectivas y even­ tos legítimos. Para la metodología, definí las memorias como la fuente his­ tórica a través de la cual estudiar los elementos de la negación en cada periodo, y analicé a profundidad 334 trabajos de memoria escrita. Mi argu­ mento es que la negación del Estado y la sociedad turcos sobre la violencia cometida contra los armenios comprende cuatro etapas sucesivas e interco­ nectadas, que comienzan en 1789 y que continúan hasta hoy.

Primera etapa: negación imperial de los orígenes de la violencia, 1789-1907

El sistema social otomano se basaba en la voluntad del sultán, a través de la autoridad que éste delegaba en su familia extendida de administradores que gobernaban de acuerdo con el “círculo de justicia”, que interconectaba la autoridad del sultán con la militar y que necesitaba impuestos para soste­ nerse, impuestos generados por los artesanos, mercaderes y campesinos, quienes los pagaban a cambio de justicia, que sostenían al Estado cuya

1 F. Müge Göçek, Denial of Violence: Ottoman Past, Turkish Present and the Collective Violence against the Armenians, 1789-2009, Nueva York, Oxford University Press, 2014, 680 pp.

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base era religiosa y estaba a su vez apoyada por el sultán. Esta interdepen­ dencia operativa resultaba bien siempre y cuando los grupos sociales de cada categoría funcionaran de manera adecuada, monitorearan sus activida­ des y los límites de sus comunidades y, de ser necesario, fueran monitorea­ dos por el Estado. El sistema asumía que todos reconocían la legitimidad del sultán, que el sultán tenía los recursos y que los administradores tenían el interés del sultán en mente antes que los propios, y que los mercaderes, artesanos y campesinos, entre los cuales se encontraban los súbditos no musulmanes, estaban conformes con los impuestos que pagaban y la justi­ cia que se les impartía. Durante el siglo xix, los recursos sobre los cuales estaba asentado el sistema disminuyeron conforme el Imperio perdía territorios y se exigían cada vez más impuestos locales, y conforme el avance de las tecnologías bélicas requería la importación de armas y suministros de guerra de Occi­ dente. Así, las condiciones locales interactuaron con elementos de Europa occidental para crear la modernidad imperial. Como los pagos a Occidente tenían que hacerse en efectivo, el sistema de tenencia de la tierra, que se basaba en el pago en especie a los administradores, cambió gradualmente, lo que condujo en 1858 a una ley de propiedad privada que reconocía legal­ mente la propiedad de los individuos sobre la tierra, que en teoría le perte­ necía al sultán que gobernaba todo el territorio en concordancia con la sharia, es decir, la ley islámica. El tesoro del Estado sufría cada vez más la falta de efectivo y así poco a poco era menos capaz de monitorear que se hiciera justicia entre la gente. Las instituciones militares eran la punta de lanza de los reformistas y, por lo tanto, recibían la mayor porción de unos recursos cada vez más escasos. Al mismo tiempo, los no musulmanes en general y, en el siglo xix, los armenios entre ellos en particular,2 siguieron interactuando con Europa y acumulando riqueza gracias al comercio con una Europa en expansión por

2 El rum griego, que había sido dominante en los siglos anteriores, perdió su primacía cuando la confianza en ellos decayó tras la independencia griega de 1820; muchos perdieron las posicio­ nes prominentes que hasta entonces habían disfrutado. Los otros no musulmanes, los judíos, ha­ bían dominado en los siglos xv y xvi, mientras tuvieron fuertes lazos comerciales con Europa tras su expulsión de la España católica en 1492; su población era mucho menor y no estaban tan bien distribuidos por todo el Imperio, como era el caso de griegos y armenios.

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un lado y adoptando prácticas modernas de educación seglar y representa­ ción política dentro de sus comunidades por el otro. Estos cambios genera­ ron una división entre los reformistas seculares y el clero religioso y las familias de la élite tradicional, una brecha que fue además reforzada por la diferencia entre las élites urbanas apolíticas y acaudaladas y sus contrapar­ tes, campesinos rurales cada vez más empobrecidos y por lo tanto politiza­ dos. Esta fragmentación dentro de la comunidad armenia interactuó a su vez con la falta de recursos y de control administrativo por parte del sultán para generar cada vez más enojo y frustración entre los administradores, la mayoría de los cuales pertenecían a la mayoría musulmana sunita, así como dentro de la propia comunidad armenia. Ante la incapacidad del sultán de monitorear a sus súbditos y la de los an­ cianos en las comunidades de monitorear a sus miembros, los actos de vio­ lencia colectiva se multiplicaron por toda la región, tomando la forma de las masacres entre 1894 y 1896, durante las cuales perdieron la vida entre cien mil y doscientos mil armenios. Fue la toma del Banco Otomano en 1896 lo que se convertiría en el “evento legitimador” que el sultán y muchos miembros de la mayoría musulmana dominante usaron para culpar no sólo del ataque, sino de toda la violencia de 1894 a 1896 contra los armenios, a la intervención extranjera de las grandes potencias más que al fracaso del sul­ tán en impartir justicia a la población. Así, la primera negación de los oríge­ nes de la violencia contra los armenios surgió durante el periodo imperial.

Segunda etapa: negación de los Jóvenes Turcos del acto de violencia, 1908-1918

Las consecuencias de las transformaciones en cuestión de educación y en­ trenamiento militar comenzaron a hacerse visibles con el surgimiento de séquitos de funcionarios educados en los conocimientos y las habilidades occidentales, los cuales no sólo privilegiaban el conocimiento adquirido de forma científica sobre la sabiduría que da la experiencia, sino que también crearon redes de confianza entre quienes los formaban para reformar el Imperio de acuerdo con su visión, más que con la obediencia o lealtad a la visión del sultán. La revolución constitucional resultante en 1908 llevó a estos Jóvenes Turcos al poder.

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La transición de la legitimidad sagrada a la seglar no fue fácil, especial­ mente por lo que se refiere al establecimiento de reglas para la representa­ ción política y para conseguir la lealtad de la población a una constitución abstracta. Si bien la institución política era una punta de lanza de la moder­ nidad, los retos que enfrentaban los Jóvenes Turcos para alcanzar la legiti­ midad los llevaron primero a practicar violencia extra legal contra sus opositores políticos y luego a ejecutar el primer golpe de Estado, en 1913. Fue también durante esta época cuando comenzaron una serie de guerras —durante siete de los diez años que los Jóvenes Turcos estuvieron en el poder hubo guerra— que no sólo resultaron en la continuación de la pérdi­ da de territorios sino que generaron sentimientos de hostilidad contra lo diferente: los Jóvenes Turcos tenían una agenda protonacionalista que fa­ vorecía a los turcos musulmanes de la etnia sunita sobre todos los otros súbditos del Imperio. La fragmentación sentó sus bases dentro de la mayo­ ría musulmana dominante y quienes querían mantener un Imperio basado en la diferencia se opusieron sin éxito a los Jóvenes Turcos. Deseosos de monopolizar el control de las esferas políticas y económi­ cas por cualquier medio, atacaron con extrema violencia al grupo social que representaba una amenaza en ambos aspectos: los armenios, con la inten­ ción de excluirlos de la nación que querían construir. Asia Menor compren­ día las tierras ancestrales de los armenios y éstos poseían propiedades y bienes en todo el Imperio. En el contexto de la Primera Guerra Mundial, el mando de los Jóvenes Turcos asumió que podían escapar a las sanciones de Occidente y aniquilar la presencia armenia en el Imperio, o al menos redu­ cirla a un número de entre 5 y 10 por ciento de la población total, como máximo. En su lugar, reubicarían de inmediato a refugiados musulmanes, bajo el supuesto de que estaban reemplazando una fuerza humana con otra, ignorando por completo el conocimiento y las habilidades especializa­ das de los armenios. La violencia colectiva del genocidio de 1915-1917 llevó a los armenios al borde de la extinción física y cultural. Las guerras de los Balcanes de 1912-1913 que precedieron a la Primera Guerra Mundial habían traumado especialmente a la población musulmana de la capital imperial, ya que nunca habían sido testigos de un flujo tan grande de refugiados musulma­ nes. Culparon al Occidente cristiano por descartar la importancia de las

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pérdidas y el sufrimiento musulmán, pero luego se enfrentaron a un movi­ miento de doble envolvimiento a causa de las tropas británicas que venían por los Dardanelos y las rusas por el Cáucaso; estaban seguros de que esto conduciría a la extinción racial de los turcos. Los Jóvenes Turcos buscaron entonces desesperadamente una patria para los turcos musulmanes en Asia Menor, en vez de mantener el equilibrio de la población multiétnica, fue así como decidieron eliminar la presencia armenia del Imperio. Todos los que escribían discutiendo estos espantosos actos de violencia pasaron con gran facilidad de hablar de la violencia contra los armenios a la violencia que los musulmanes habían sufrido en los Balcanes, como si estu­ vieran vengándose de lo que habían sufrido en el pasado. En el proceso, pasaron por completo por alto el hecho de que los actores en los escenarios de los Balcanes y Asia Menor eran mutuamente excluyentes; además todos los armenios a quienes intentaron erradicar eran sus propios súbditos, que no tenían ninguna protección y que esperaban que su Estado, el otomano, les proporcionara dicha protección; en vez de ello, fueron brutalmente ase­ sinados. Aun así, esta conexión sediciosa con el sufrimiento en los Balcanes permitió la segunda negación por parte de los Jóvenes Turcos sobre el acto de violencia colectiva contra los armenios: aunque su intención siempre había sido la de destruirlos, la presentaron ante el público como una “mi­ gración” armenia hacia lugares seguros. Esta constituye la negación más atroz de los Jóvenes Turcos.

Tercera etapa: negación republicana temprana de los actores de la violencia, 1919-1973

Al establecer la nueva república, el mayor reto de los anteriores líderes del Comité Unión y Progreso (cup) era crear una nación para el Estado que habían logrado preservar. No es accidental que uno de los primeros actos del parlamento haya sido centralizar y controlar todas las instituciones edu­ cativas, privilegiando así la educación y el control de la producción y distri­ bución del conocimiento sobre todo lo demás. Las instituciones educativas avanzaron así hacia la vanguardia de la modernidad. Las dos primeras ge­ neraciones republicanas fueron educadas en una versión mitificada del pa­ sado, de la cual se habían eliminado todos los actos de violencia cometidos

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por los turcos, especialmente en la transición de Imperio a república. La consiguiente Segunda Guerra Mundial, y la Guerra Fría después de ésta, aseguraron que dicha producción de conocimiento nacional continuara has­ ta bien entrada la década de 1990. Los ex líderes del cup hicieron entonces la transición hacia líderes repu­ blicanos y, en el proceso, la violencia colectiva de la que fueron responsa­ bles se encubrío. Como no se les hizo responsables de la violencia que cometieron, dicha violencia se volvió el modus operandi, que ahora se prac­ ticaba para excluir a todo aquel que no se considerara propiamente un ciu­ dadano turco. Los escasos ciudadanos no musulmanes restantes ya no representaban una amenaza política; la riqueza y las propiedades que les habían sido arrebatadas servían para aumentar los recursos del Estado, crear una burguesía turca dependiente del Estado y borrar tantos símbolos de la presencia no musulmana en el pasado como fuese posible. Así, el Estado extendió su control de la esfera política a la económica, tomando decisiones financieras con base en los intereses estatales en general y en las preocupaciones por la seguridad nacional en particular. Las crisis económi­ cas que siguieron se resolvieron con el empleo del sistema legal para inten­ tar despojar a los no musulmanes de las posesiones que aún conservaban. Los pogromos del 6 y 7 de septiembre de 1955 fueron un intento clandes­ tino en este sentido, organizados por el ejército con la aprobación tácita de los líderes civiles. Como la costumbre desde el poder era tratar a los no musulmanes como una extensión de las potencias occidentales, y en vista de que el Estado ya no contaba con el poder y la reputación internacional de que anteriormente disfrutaba, los líderes republicanos, tanto militares como civiles, trataron de esgrimir su poder con amenazas al bienestar de sus propios ciudadanos no musulmanes; en este caso, la idea había sido enviar un mensaje a Grecia, con quien Turquía estaba en disputa por Chi­ pre, ejerciendo violencia contra el rum griego en particular, una violencia que pronto se generalizó hacia todos los no musulmanes. En las interpretaciones nacionalistas de la violencia en los medios y en los libros de memorias, se menciona una y otra vez la supuesta traición de los ciudadanos no musulmanes en colaboración con las potencias occidenta­ les, en esta ocasión alegando una falsa conexión con los tribunales militares de 1919 a 1922 que fueron celebrados en la capital imperial y donde se so­

198 El Estado turco y la negación de la violencia cometida contra los armenios

metió a juicio a los perpetradores del genocidio. Una declaración de juicio nulo fue utilizada por un lado para descartar la veracidad de las aseveracio­ nes armenias del daño recibido y por otro, para alegar la colusión de los no armenios con Occidente; irónicamente, los juicios también se usaron para afirmar que se había castigado a todos los perpetradores, tratando de lavar así el sucio pasado de los líderes republicanos. Esto constituyó la negación, durante la primera etapa republicana, de los actores de la violencia colectiva.

Cuarta etapa: negación republicana tardía de la responsabilidad por la violencia, 1974-2009

Con el gradual declive de la Guerra Fría y la aparición de un nuevo orden económico mundial, el Estado ya no pudo mantener su monopolio econó­ mico. Las instituciones económicas avanzaron hacia la vanguardia de la mo­ dernidad, en especial conforme los conservadores hombres de negocios religiosos de las provincias, que hasta entonces habían quedado marginados, establecieron contacto directo con los mercados internacionales, acumulan­ do mucha riqueza en el proceso. A diferencia de sus contrapartes no musul­ manes, a estos turcos musulmanes se les permitió, si bien con muchas trabas, transformar su poder económico en poder político; comenzaron a establecer y financiar partidos políticos religiosos y conservadores, el último de los cuales llegó al poder en 2003 y aún se encuentra en el gobierno. Más que propagar miedos y ansiedades a causa de asuntos de seguridad nacional, la nueva postura neoliberal de este partido era poner el bienestar y la feli­ cidad de sus ciudadanos por encima de los intereses del Estado, en un en­ torno en que tal felicidad se define principalmente en términos de consumo. El número cada vez menor de no musulmanes en Turquía aumentó aún más su capacidad de tener presencia pública, excepto entre los intelectuales turcos musulmanes que promueven la democracia y los derechos en Tur­ quía. Y el Estado, por su parte, continuó con sus prácticas de violencia extra legal para aplastar toda crítica, aislando siempre el eslabón más débil, el menos protegido entre los críticos liberales, asesinando a un periodista tur­ co-armenio. Sin embargo, a diferencia de lo que se había visto durante las secuelas de anteriores prácticas de violencia, hubo una indignación pública que se manifestó cuando miles marcharon en protesta en Estambul. Pero,

199 Fatma Müge Göçek

al igual que en ocasiones anteriores, esta protesta no tuvo ningún efecto, ya que el nuevo gobierno religioso y conservador siguió los pasos de sus pre­ decesores: oscureció el proceso legal subsecuente de tal manera que ningu­ no de dichos elementos extra legales —del ejército o civiles— que dieron las órdenes del asesinato fueron llevados ante la justicia y castigados. En vez de ello, los medios una vez más hicieron referencia a un evento legitimador del pasado reciente en Turquía, los asesinatos en el extranjero de diplomáticos turcos entre 1974 y 1985 a manos de terroristas armenios de Líbano y Estados Unidos. Aunque los armenios de Turquía no tuvieron na­ da que ver con ello, una vez más se les sometió a presiones y se les acusó de co­laborar con el enemigo, y una vez más se negó el reconocimiento de la violencia contra este periodista y otros no musulmanes en Turquía, con el trazado de una idea falsa de todos los armenios como revolucionarios y te­ rroristas, siempre al acecho de los turcos. Esta supuesta reciprocidad de la violencia se utilizó a final de cuentas para presentar oficialmente no a los ar­ menios, sino a los turcos como víctimas, lo que constituye la cuarta y final ne­ gación de la república turca de la responsabilidad de la violencia colectiva.

Conclusión

En suma, entonces, mi argumento es que la negación del Estado y la socie­ dad turcos sobre la violencia colectiva cometida contra los armenios en el pasado, y que abarca todo el periodo desde 1789 hasta el presente, estriba en su naturaleza de múltiples fases. La negación histórica comienza duran­ te el periodo imperial, cuando el sultán otomano Abdul Hamid II niega el origen nacional del problema armenio. Esta negación se liga entonces con el periodo de los Jóvenes Turcos, que niegan el hecho en sí; aunque los Jóvenes Turcos removieron de forma forzada y sistemática a todos los súb­ ditos armenios con la intención de destruirlos, afirmaban que su propósito era simplemente una relocalización de población como medida bélica. Du­ rante el primer periodo republicano, somos testigos del surgimiento de la negación de los actores: mientras los líderes de la república afirman que todos los perpetradores han sido debidamente castigados, pasan por alto y niegan el hecho de que la mayoría no sólo seguía viviendo en la república con impunidad, sino que muchos fueron recompensados con importantes

200 El Estado turco y la negación de la violencia cometida contra los armenios

puestos estatales y gubernamentales, desde presidencias hasta ministerios. Y finalmente, durante el último periodo de la república, las anteriores ne­ gaciones se superponen otra vez a la negación de la responsabilidad por la violencia cometida: el uso selectivo de fuentes archivísticas provenientes de diplomáticos retirados e historiadores oficiales presenta a los armenios sólo como actores violentos, y luego iguala, relativiza y normaliza la violen­ cia estatal colectiva cometida contra los armenios y que condujo a la muer­ te de entre 800 mil y un millón de ellos, con la violencia que los soldados turcos sufrieron durante la Primera Guerra Mundial en la que murieron hasta dos millones por una parte, y la violencia de las luchas esporádicas contra grupos armenios en el este en la que se calcula murieron entre 60 y 70 mil turcos y kurdos. El primer paso para superar tal negación es hacer conciencia de la estructura de violencia a través de la historia, como intenté esbozar aquí. Con suerte, el reconocimiento le seguirá de cerca.

201 Huesos de armenios extraídos de una fosa común al lado de un pequeño memorial armenio en Mar­ qada, Siria. Este memorial fue destruído en 2014 por el Ejército Islámico, que controla actualmente la zona. Fotograma del documental Los armenios en La Merced (2012). Reseñas

Atatürk y la imaginación nazi1

Kumru Toktamis2

De todos los “hombres fuertes” del siglo xx europeo, Mustafá Kemal Atatürk es el único cuya autoridad y carisma siguen siendo elementos incuestionables del dis­ curso público en su país de origen, cultural, política y hasta jurídicamente. Sin em­ bargo, ha quedado sin investigarse su impacto sobre Adolf Hitler y los fascismos del siglo. Esta situación cambiará con la publicación del escalofriante Atatürk in the Nazi Imagination, de Stefan Ihrig. Su indagación sobre más de dos décadas de pu­ blicaciones populares, de derechas y nacionalsocialistas en Alemania a partir de la Primera Guerra Mundial demuestra cómo el fundador de la Turquía moderna sir­ vió de musa y ejemplo para Hitler y sus simpatizantes. “¿Quién, hoy por hoy, habla de la aniquilación de los armenios?” —son palabras atribuidas a Adolf Hitler, aunque podrían ser apócrifas. Sobre su autenticidad ver; Adolf Hitler Obersalzberg, 22 de agosto de 1939, en Akten zur deutschen auswārtingen Politik, 1919-1945, serie D VII. Nóm 193, p. 171. citado por Jean Meyer Istor 22, p. 106—. Ihrig demuestra la fascinación nazi con la “limpieza étni­ ca” que posibilitó la refundación de una nación homogénea, pero los nazis se inte­ resaron aún más en el triunfo del populismo no democrático de Atatürk. Ihrig esboza etapas discursivas en las que la ultraderecha, el partido nacionalsocialista y finalmente el mismo Hitler se inspiraron en lo que tomaron como el modelo turco de liderazgo. Para los nazis en el periodo de entre­guerras, escribe Ihrig, “Turquía

1 Traducción de Laura Roush, El Colegio de Michoacán. 2 Pratt Institute, Nueva York.

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no representaba el viejo Oriente, era el abanderado de una política nacionalista y totalitaria que aspiraban imponer en Alemania” (p. 7). El presente libro no es, entonces, un libro sobre Atatürk y Turquía. Más bien trata de cómo la nueva república —la que emergió de las cenizas del Imperio Oto­ mano— y su líder sirvieron de ejemplo para movilizar y justificar decisiones nacio­ nalsocialistas en materia de liderazgo, masas y “acción”. Mucho antes de perfilarse Hitler como figura nacional, el Führer“ turco” había llamado la atención de las de­ rechas alemanas buscando superar las condiciones impuestas por el Tratado de Versalles. Después, el mismo Hitler elogia a Atatürk: “una estrella en medio de la oscuridad”. La maquinaria de propaganda nazi y sus creadores llegaron a tener ba­ ses importantes en la narrativa del “éxito Turco” por dos motivos al menos: porque resistía activamente a los gobiernos de la Entente y por haber eliminado con efi­ ciencia a sus opositores y a sus minorías. El hecho de que Turquía emergiera como república moderna, no sólo de las cenizas del Imperio Otomano, sino también de la derrota de éste en la Primera Guerra Mundial, resulta central, según Ihrig. Es relevante especialmente tras la muerte, en 1922, de Enver Pasha, otrora líder de los Jóvenes Turcos, aprendiz del ejército alemán y ex ministro de Guerra, quien hasta entonces disfrutaba de cierta celebridad en Alemania. “En una Alemania desesperada y desolada”, la capacidad de los nacionalistas turcos de resistir el descuartizamiento del corazón de su territo­ rio, de asegurar la patria y de modificar un tratado impuesto por los vencedores fue “un sueño nacionalista realizado o, más bien, algo parecido a una pornografía hiper­ nacionalista” (p. 11). Una generación de nazis creció en medio de una fijación con la Turquía nueva y su líder. El tema central de esta fijación eran las secuelas de la Primera Guerra Mundial. La historia de Atatürk cumplió una función en el imaginario nazi emergente. Mu­ cho antes de que Hitler se llamara así, las derechas llamaban a Atatürk “el Führer turco”. Su lucha contra el desarme ordenado por la Entente, su éxito en el fomen­ to de la unidad nacional, su triunfo en la “purificación” de la población y sus “so­ luciones” a cuestiones étnicas se volvieron una historia paralela que explicaba el éxito nazi bajo un líder fuerte. Desde luego, los nazis recurrieron a otras figuras de Führer, “desde Federico el Grande, pasando por Mussolini y hasta Roosevelt” para plantear las bases de su estado-Führer. Sin embargo, Ihrig documenta que “puesto que la historia de Atatürk ya estaba coronada de un final feliz […] era su­ perior a los otros cualitativamente” (p. 170) y por lo tanto recibía mayor cobertura en la hagiografía. Atatürk nutría sus ideas antidemocráticas, de liderazgo único y de pureza nacional. Usaron su historia para preparar al público alemán para un

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Führer alemán. Para los nazis, Atatürk había construido un país sin concesiones, consecuente y claro. La idea central al efecto era que la guerra funda una nación y se personificaba en Atartürk, “el soldado que salió a batalla como otomano y regre­ só como turco” (p. 161). Al revelar al “Führer turco”, los nazis declaraban sus pro­ pios orígenes y metas. A partir de la publicidad exagerada de 1919-1923 sobre la resistencia turca y la modificación de sus tratados, se discutió repetidamente el “milagro turco” como una prueba de que son los “hombres fuertes” los que hacen la historia y no las ma­ sas. Por ejemplo, el mentor de Goebbels, Friedrich Hussong, veía la democracia como “un delirio de las masas” y en el 1922 celebraba a Atatürk como “el hombre que pudo transformar a una masa indefensa, inestable, desorientada e indecisa en una nación unida; una voluntad surge y hace un ascenso del fracaso; un Führer sube y enseña el camino […] donde uno veía sólo abismo y ruinas” (p. 58). Para Hus­ song, los que creían en un “demos” quedaban con la “perspectiva histórica de una rana”, mientras que la victoria de Atatürk “no fue el resultado de las circunstancias, sino que las circunstancias fueron el resultado de su victoria” (p. 59). Ihrig demues­ tra que durante este periodo, las representaciones de Atatürk en el discurso público eran frecuentes, y que hubo muchas llamadas por posibles “Mustafás alemanes”. Por ejemplo, un artículo en la Vossische Zeitung de 1922 critica el uso de “Mussolini y Kemal” como ejemplos antes de pasar la prueba del tiempo, citando su “radicalis­ mo infantil”, y después identifica a un “político que adopta el modelo turco” —o sea, Hitler—. En “aprendizaje de Turquía”, muchos escritores nazis —entre ellos Erich Ludendorff, compañero de Hitler en el Putsch de Múnich— proponían a Hitler como ese “Mustafá alemán”, que debía “intentar traducir el ejemplo turco en acciones” (p. 67). Ya para 1924, el gobierno de Ankara fue elogiado por formar un frente mercenario völkisch (popular), proseguir con la purificación de la pobla­ ción y la movilización efectiva en contra de la opresión de la Entente —por nadie menos que Hans Trobst, el único mercenario alemán que luchó con los nacionalis­ tas turcos, para luego volverse periodista nazi (p. 100). Aunque se pensaba —y aún se piensa— que Mussolini fue el gran modelo para los nazis, la investigación extensiva de Ihrig demuestra que hasta el Putsch de 1923, en particular, los periódicos nacionalsocialistas Heimatland y Völkischer Beobachter aprovecharon sus reportajes sobre Atatürk como “medio para fomentar un ambien­ te pro-putsch”, con artículos como “¡Dennos un gobierno tipo Ankara!” (p. 105). De hecho, el “legalismo” de Mussolini no era del todo satisfactorio para muchos na­ zis que admiraban a un Atatürk que se definía como un “traidor a ojos de la ley, pero que en verdad, y de acuerdo con la voz de su pueblo, era su salvador de la

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miseria”. Con frecuencia se hacían paralelismos entre las biografías de Atatürk y Hitler: el primero era un luchador contra el podrido e infestado centro político de su país —Es­tambul— mientras el segundo criticaba el papel de Berlín. Según el mismo Hitler, ninguna salvación pudo nacer de Constantinopla porque “esa ciudad ha sido, justo como la nuestra, contaminada por personas demócrata-pacifistas, in­ ternacionalizadas, incapaces de hacer lo que resulta necesario. Eso sólo podrían hacerlo personas del campo” (p. 97). Así hablaba Hitler en el juicio de 1923 sobre el Putsch: “la recuperación sólo podría crecer de una parte relativamente sana de Ale­ mania, o sea: Bavaria” (p. 96). De manera similar, tenía que ser Ankara, y no Es­ tambul, el centro redentor de la nación turca. En su declaración final Hitler buscó legitimar el golpe, prefiriendo el ejemplo de Atatürk por encima del de Mussolini: “si nos preguntamos cómo se legalizaron las acciones de Kemal Pasha al final, era en el hecho de haber ganado la libertad para su nación” (p. 88). Como consecuencia del juicio, se cerraron los periódicos oficiales del partido nazi y la prensa alemana en general se volvió insensible a los debates sobre la “so­ lución Ankara” y las referencias a Atatürk en las declaraciones de Hitler. A partir del Putsch comenzaron los años de las “tácticas legales” de su partido, y durante ese tiempo no se mencionaba tanto a Atatürk ni Turquía. Como escribe Ihrig, “era muy comprensible: hablar de Atatürk como ejemplo, sería confesar su aspiración a una toma violenta del poder, confesar la promesa de guerra contra los poderes de Versalles, de guerra civil, y la instalación de una dictadura […] por lo tanto, durante los años de la republica Weimar era peligroso proclamar a Turquía como modelo” (p. 109). En cambio, aparecía ya Mussolini con mayor frecuencia en el discurso na­ cionalsocialista. Hitler no trata a profundidad de Atatürk ni de Mussolini en su obra de prisión Mein Kampf, donde, observa Ihrig, hay una sola referencia directa a la lucha kemalista, más una nota de admiración por Enver Pasha (p. 110). Sin embargo, con su ascenso al poder, Hitler volvió a compararse con Atatürk, y su movimiento con los kemalistas, incluso cuando tal discurso contradecía la decla­ rada opción por la legalidad. En 1928, dirigiéndose al Congreso de Núremberg, abordaba el tema de la derrota en la Primera Guerra Mundial por medio de este paralelismo: “La fortaleza [del Estado turco] persistió, y llegó el hombre que logró recordar a su gente su gran tradición, y que la llevó adelante. Eso es lo que es dife­ rente con nosotros, los alemanes” (p. 111). En otro discurso dijo “Hoy un campesi­ no de Anatolia vale más que un alemán letrado con el salario más alto. Una nación debe ser capaz de sacrificarse por sus ideales”. Mientras más se consolidaba la ca­ rrera de Hitler, más se comparaba con Atatürk: un líder nato de la periferia de la nación, de orígenes humildes, que hizo la transición “de soldado desconocido a

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hombre de Estado” (p. 157), un hombre de acción que elige una vida modesta, vi­ viendo “como cualquier soldado común” y “más cerca de sus soldados que de sus colegas oficiales” (p. 158). Ihrig argumenta que se aprovechó de una “gran variedad de paralelos reales, casuales y manufacturados” para establecer y glorificar el prin­ cipio del Führer, que “tenía una marcada virtud didáctica” para convertir a la pobla­ ción en una “comunidad de batalla” que “necesitaba cohesionarse con fe en el Führer y amor a la patria” (p. 162). Atatürk se retrataba con énfasis en su actitud de intransigencia hacia sus opositores, a los que trató con dureza, “en buena forma marcial” (p. 162). Para los nazis, el hecho de que su estilo autócrata y dictatorial exigiera “obediencia total no sólo de sus soldados sino también de su nación” lo hacía el ejemplo idóneo de la máxima “hay que ejercer la política como una forma de guerra” (p. 164). Para 1933, las publicaciones nazis ya estaban repletas de referencias a la Nueva Turquía. El kemalismo se llamaba “nacionalsocialismo turco” en el Hamburger Na- chrichten; el reestablecido Völkischer Beobachter atribuía el ascenso de la nación turca “al acto de un solo hombre que, con una voluntad de hierro y una determinación sin disminución, conduce su nación a la independencia” (p.112). En el periodico Kreuzzeitung, se escribió que “el nacionalsocialismo alemán de Hitler y el kemalis­ mo turco están estrechamente emparentados” (p.113). Una entrevista con Hitler en el periódico turco Milliyet, en 1933, fue reproducida en varias revistas alemanas, que subrayaron una frase que eleva a Atatürk a un estatus icónico: “una estrella brillando en la oscuridad” (p. 115). Escribe Ihrig que Hitler, en 1938, dijo a una delegación de políticos turcos: “Ata­ türk fue el primero en mostrarnos cómo era posible movilizar y regenerar los recursos de un país que ha perdido. En este sentido, Atatürk fue el maestro, Mussolini su primer alumno y yo el segundo” (p. 116). En 1941, para la ocasión del pacto de no- agresión entre Turquía y Alemania, la Deutsche Allgemeine Zeitung recapitula para sus lectores el significado de Atatürk para el nazismo: “ElFührer siempre ha pensado que el acto heroico de liberación por Kemal Atatürk, el padre de la Turquía moder­ na, ofrecía un modelo maravilloso para el levantamiento contra el sistema coercitivo de desorden internacional” (p. 117). De igual manera, la Frankfurter Zeitung explica­ ba porqué era de suma importancia para Alemania seguir el modelo turco, aunque sucediera tarde porque les faltaba un líder adecuado hasta la llegada de Hitler: “Fal­ tando un Führer que pudiera realizar el sueño de un nacimiento nacional, la nación alemana miraba a su viejo amigo, y seguía con el corazón la marcha victoriosa sin par con la que Kemal Pasha tiraba a los enemigos de la nación turca, preparando en me­ dio de la batalla los cimientos para un Estado realmente moderno” (p. 118).

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Sorprendería a los racistas del siglo xxi, pero no a los participantes en el Tercer Reich, que los nazis quisieran afirmar que los turcos no pertenecían a una de las razas inferiores. En 1936, la Oficina Nacionalsocialista para Política Racial proclamó que “¡Los turcos son arios!” (p. 128). La noción también era compatible con las políticas de purificación racial que supuestamente facilitaron la conformación de la Turquía moderna, otra inspiración para el partido. Los nazis atribuyeron el éxito de Atatürk a su forma de tratar las cuestiones de las minorías, y valorizaron su destrucción por los beneficios que supuestamente tenía para el poder popular turco. Según los comentaristas nazis, el Imperio Otoma­ no “carecía de bases sanas, sostenibles o völkisch” y se colapsó por causas externas a los turcos y su carácter racial (p. 174). Identificaron estas causas como “el carácter multiétnico del Imperio en general, la influencia y hasta dominación de ‘elementos foráneos’ y el efecto retrasador del islam” (p. 174). Según este argumento, “el turco nunca estuvo enfermo, pero tuvo que cargar siempre con el lastre de un Imperio no orgánico” (p. 175). Según Hanns Froembgen, autor de Kemal Atatürk: Soldado y Führer —libro que se publicó en 1938 y contó con siete reediciones en el primer año— “la ‘turquidad’ se moría lentamente, pero casi seguro debido al veneno que derramó el revoltijo de vencidos, aquel esputo humano de las costas del Mediterrá­ neo, de los levantinos, griegos, armenios, árabes y judíos que cubre el suelo como maleza” (p. 175). En este sentido, los armenios “engañosos, parásitos e indignos” se parecían a los “judíos del Oriente, que habían apuñalado a los turcos por la espal­ da” durante la guerra. Tan temprano como 1924, el Völkischer Kurier sugirió en pri­ mera plana que “lo que les pasó a los armenios bien podría pasarles a los judíos en una Alemania del futuro”, en un artículo escrito por Trobst, el mercenario alemán que luchó con los nacionalistas turcos (p. 179). En un congreso del partido en 1927, Hitler equiparó a los griegos y armenios con los judíos porque “comparten estas características específicas, deshonrosas, que condenamos en los judíos” (p. 180). Se veía la destrucción de los armenios como “una precondición para el éxito de Ata­ türk”, según los textos de los nazis (p. 182). Además de “limpiar” a Anatolia de ar­ menios, para que Turquía llegara a tener un Estado “estrictamente nacional”, había que resolver otra cuestión de minorías: la de los griegos en Anatolia. El inter­ cambio, en 1923, de poblaciones entre Grecia y Turquía, que implicó el desplaza­ miento forzado de millones de personas, fue elogiado en el Tercer Reich como “algo realmente único en las esferas de política militar y ciencia poblacional”, por­ que posibilitó la armonización y estandarización de poblaciones en ambos países (p. 183). Para los comentaristas nazis, estas limpiezas étnicas dobles posibilitaron la Nueva Turquía, “sólo a partir de la eliminación de las tribus griegas y armenias en

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Anatolia fueron posibles la creación de un Estado nacional turco y la conformación de un cuerpo social turco sin defectos bajo un solo Estado” (p. 184). Ihrig demuestra que las publicaciones nazis no lo alabaron de manera uniforme, y que las relaciones de Atatürk con la Unión Soviética o con los nacionalistas árabes les parecían confusas, pero adoptaron un tono comprensivo puesto que “Atatürk fue capaz de liberarse de toda influencia debilitadora que había agotado al Imperio Otomano”, incluyendo el bolchevismo y el islam (p. 186). El resurgimiento popu­ lar o völkisch de la Nueva Turquía era más importante que las alianzas pragmáticas y transitorias con los bolcheviques o las disputas territoriales con los árabes, como en Alejandreta. Evidentemente, la manera en que Hitler y los nazis presentaron a Atatürk y la Nueva Turquía decía mucho más de ellos, de sus planes y proyecciones, que del Atatürk de verdad o de la república turca. En su imaginario, los nacionalsocialistas buscaban justificar sus conductas con una versión selectiva de la historia. Es obvio que no hay que asignar responsabilidad a Atatürk por haber servido como “estrella brillante” para los nazis; sin embargo, resulta interesante una lectura comparativa con la historiografía oficial de Turquía. Ésta se basa en la obra mayor de Atatürk, el Nutuk, un discurso de 36 horas que pronunció en 1927 (durante seis días). Si uno compara las alabanzas que se hicieron en Alemania desde 1919 con las del Nutuk y otros textos herederos de él, se revelan paralelismos asombrosos en cuanto al mili­ tarismo, el nacionalismo exclusivo y la veneración antidemocrática de un líder. Además, aunque la historiografía nazi en general haya quedado en el desprestigio, sucede que su narración del éxito turco quedó incorporada en textos escolares aún en uso en Turquía, apuntalados por esculturas que son omnipresentes en el país. No sorprendería si investigadores cautelosos descubrieran que la narración pública y pedagógica sobre Atatürk en Turquía sigue reproduciendo esa trama que une anti-imperialismo, nación unificada y liderazgo decidido. En este tratamiento matizado y detallado, Ihrig demuestra que los nacionalso­ cialistas, en su búsqueda de cualidades marciales ignoraron, o pasaron por alto, una máxima central de Atatürk: “paz en casa, paz en el mundo” (p. 170). Entre su nota­ ble investigación de crímenes de guerra cometidos por los nazis y sus consecuen­ cias, puede ser que el mismo Ihrig desatendió el costo y las consecuencias de la categoría “paz” que Atatürk estableció para Turquía. En la práctica, su “paz en casa” se vivió como la criminalización del pueblo kurdo, de islamistas y de cual­ quier mención de los armenios, con el efecto de sofocar el discurso público y los proyectos de democratización durante décadas. No fue tarea de Ihrig identificar los males del régimen kemalista, pero los que plantean una investigación para repen­

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sar la historia moderna de Turquía —de hecho, los que indagan sobre nacionalis­ mo, militarismo y democracia— deben entablar cierto diálogo con la discusión de Stefan Ihrig.

Stefan Ihrig, Atatürk in the Nazi Imagination, Belknap, Harvard University Press, 2014, 320 pp.

Sublime retribución Andrés Vartabedian

Por orden de desaparición, ellos fueron: Talaat Pashá (Berlín, 15 de marzo de 1921), Khan Javanshir (Constantinopla, 18 de julio de 1921), Said Halim Pasha (Roma, 5 de diciembre de 1921), Behaeddin Shakir y Djemal Azmi (Berlín, 17 de abril de 1922), Djemal Pasha (Tiflis, Georgia, 21 de julio de 1922) y Enver Pasha (Cegan, Tayikistán, 4 de agosto de 1922).1 He aquí la nómina de los oficiales turcos pertenecientes o vinculados al Comité Unión y Progreso (Ittihad ve Terraki, en su idioma original), el partido político de los denominados Jóvenes Turcos, asesinados como parte de la conspiración organizada por la Federación Revolucionaria Armenia (fra) para dar muerte a algunos de los responsables de planificar y ejecutar el genocidio armenio. Su nombre: Operación Némesis. Durante tres años de funcionamiento, siete altos funcionarios —quizá pueda hablarse de otros cuatro— fueron ejecutados por, al menos, diez miembros de la fra —sin mencionar a sus colaboradores en la tarea—, que operaron en siete países de tres continentes. El más afamado de ellos, cuya historia es la más desarrollada por Eric Bogosian en Operation Nemesis: Soghomón Tehlirián. La lista de justicieros, vengadores, asesinos o como se desee mencionarlos se­ gún el lugar desde el que elijamos observar estos hechos, incluye también a Bedrós Der Boghosián, Stepán Dzaghigián, Yervant Fundukián, Haroutiun Haroutiunián, Artashés Kevorkián, Misak Kirakosyán, Arshavir Shiragián, Misak Torlakián y Aram Yerganián.

1 La denominación pasha, que aparece varias veces entre los nombres mencionados, es un título utilizado originalmente en el Imperio Otomano que se otorgaba a individuos con cierto cargo impor­ tante en el ejército o que ejercían autoridad en cierta demarcación territorial. Fue utilizado luego como título honorífico, no sólo dentro del Imperio, sino también en otros países musulmanes.

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Eric Bogosian establece claramente que crímenes como los de genocidio deben generar una reacción y conmemorarlos es imperativo. La Operación Némesis fue resultado de esa actitud. Por lo tanto, aun cuando los participantes de la misma transgredieron las leyes humanas, “lo hicieron para poner algo de cordura en un mundo enfermo”. Además, para los hombres y mujeres que participaron en ésta, “actuar era la única forma de continuar viviendo. De lo contrario, ellos también hubieran sido consumidos por la locura” (p. 301). Más allá del mito que ellos representan para buena parte de la comunidad ar­ menia del mundo, encabezados sin duda por Soghomón Tehlirián, Bogosian inten­ ta explicarlos como humanos. Igual de humanos que aquellos que llevaron adelante la atrocidad en el Imperio Otomano. Complejos, como cada individuo al momento de tomar decisiones, con motivaciones diversas, el autor intenta com­ prender y se entiendendo por esto —sostengo— coparticipar. Para el premiado escritor y actor (Ararat es una referencia insoslayable) estado­ unidense de 62 años de edad, la Operación Némesis es tan sólo un eslabón más en una larga cadena histórica que se inicia mucho tiempo antes de que sus protagonis­ tas principales salieran a escena y perdura mucho más allá del mutis por el foro de sus días. Así, entiende que las masacres hamidianas llevadas a cabo a finales del sigloxix (1894-1896) por el gobierno otomano liderado por el sultán Abdul Hamid II originan el surgimiento de los grupos revolucionarios armenios cuyas acciones posteriores, ya con los Jóvenes Turcos al mando (1908 es el año de la revolución que encabezan), se utilizará como justificación de las masacres y deportaciones que hoy denominamos genocidio. Los ineficientes tribunales pos Gran Guerra (1919-1920), en los que la aparente justicia queda simplemente en aparente, conducen a la implementación de la Operación Némesis, y la posterior negación turca de los hechos, transformada ya en centenaria política de Estado y en industria de la negación —hoy llamada nega­ cionismo— llevan, en las décadas de 1970 y 1980 principalmente, a una nueva olea­ da de asesinatos de carácter revolucionario o terrorista por parte de grupos armados armenios contra diplomáticos turcos. El asesinato del reconocido periodista turco de origen armenio, Hrant Dink (2007), sería un eslabón más de esa extensa cadena. Bogosian enmarca dicha cadena en la gran sucesión de hechos políticos, econó­ micos, sociales y militares que tienen en común turcos y armenios desde que el cruce de la historia los ubica en el mismo espacio geográfico, allá por el sigloxi de nuestra era, cadena de la que, de algún modo, Eric Bogosian se siente partícipe. “Si alguna vez conoces a un turco, mátalo”, le decía su abuelo Megerdich luego de finalizados los terribles cuentos de lo padecido por los armenios y, especialmen­

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te, por su familia. Esto, en las maravillosas tardes compartidas con él y su abuela Lucy, después del “abundante y delicioso” almuerzo y ya sentado sobre su regazo dispuesto a escuchar. Relatos que recuerda desde los cuatro años, pero que no en­ tendió cuánto moldearon su ser armenio hasta bien entrada su juventud. Claro que su abuelo no hubiera matado a nadie. Él lo sabe. A lo sumo, podía odiar o desearles el mal. Pero matar, jamás. Tampoco era lo que pretendía para su nieto. Su abuelo buscaba protegerlo, advertirle sobre aquellos y su peligro. Por eso contaba. Estaba transmitiendo su memoria, lo más valioso que poseía, sostiene Bo­ gosian. En ese eslabón de memoria se ubica el autor al emprender esta tarea de rescatar, del modo “más honesto y completo posible”, la Operación Némesis. Esa es también su forma de honrar la memoria: la de su abuelo, la de aquellos que aco­ metieron la empresa de vengar a cientos de miles y que, tan repentinamente como surgieron, parecieron desaparecer de la historia, casi olvidados; la de tantos muertos y desaparecidos, la del pueblo del que forma parte. Emprende esta tarea de reconstrucción desde un lugar que no es el de la litera­ tura, de novelas u obras de teatro, el ámbito que suele frecuentar desde su escritu­ ra. Lo hace intentando el rigor histórico, la investigación, el trabajo monográfico con visos de ensayo. Ensayo histórico, podría quizá definirlo. De todos modos, esto no se halla especificado y, por momentos, ese norte parece perderse en la psicologi­ zación de algunos de los personajes que aparecen en el relato y debido a cierta teatralización de algunas de las situaciones y escenarios descritos. Si bien la mera lectura denota un gran trabajo de recopilación, procesamiento y síntesis de la información recogida y, de acuerdo con los reconocimientos al final de la obra, el lector puede conocer el nombre de sus principales asesores históricos y enterarse de que incluso buscó entrenamiento en la disciplina, no parece totalmen­ te adecuado el manejo de los datos revelados, ya que se impone muchas veces cierto afán de erudición por encima de la selección de lo más relevante y pertinente de acuerdo con la narración. Extraño también, si se quiere, en un hombre de letras. Tal vez la indefinición de su rol en esta oportunidad le haya jugado una mala pasa­ da. La inclusión de algunas citas demasiado extensas —varias páginas en algunos casos— tampoco favorece su intención. En su favor está la notoria conciencia de su subjetividad. Eric Bogosian no se plantea la ilusoria objetividad como fin, ni siquiera la neutralidad, poco saludable en estos temas. Esto potencia la valoración de la información manejada como suje­ ta a rigor y verosimilitud, lo que cuenta, por cierto, en el haber de su producción. Ni qué hablar de la cantidad de datos brindados, lo que representa un valor en sí mis­ mo, más allá de su utilización más o menos feliz en algunos casos.

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Al comienzo, la historia de la Operación Némesis que, en varios aspectos, va de la mano de la del propio Soghomón Tehlirián, lo sedujo al punto de pensar en es­ cribir un guión cinematográfico. ¿Cómo ha sido posible que no se haya filmado una película importante al respecto?, se preguntaba. ¿Cómo nadie ha intentado repre­ sentar el asesinato de uno de los líderes más importantes de su tiempo en una calle cualquiera del Berlín de posguerra ante los ojos de los transeúntes? ¿Cómo no ha habido quien llevara a la pantalla grande el juicio al que fue sometido el joven Sog­ homón Tehlirián, que además resultó absuelto? Un tema armenio que lo desafiaba como escritor, se decía Bogosian. Sin embargo, el tiempo y su interés en la materia le pondrían por delante mate­ riales que lo harían cuestionarse más allá del relato de aventuras, casi irreal, que condicionaba su mirada en el primer momento. Las preguntas manaban de su ca­ beza. Entonces, decidió llevar adelante una investigación, que le tomaría siete años, en la que descubrió aspectos que trascendían su percepción inicial sobre los hechos y que, además, agregaban nuevas preguntas, por lo que decidió que el ma­ terial merecía otro tratamiento, algo más fiel a los acontecimientos históricos y sus circunstancias. A partir de ahí solicita la traducción de las Memorias de Soghomón Tehlirián —aparecidas en el año 1953 en armenio—, encuentra las conexiones de la Opera­ ción con una posible participación de la inteligencia británica en su resolución —fun­ da­mentalmente, en la muerte de Mehmet Talaat Pasha—, da con investi­gaciones recientes sobre las interferencias que se produjeron en el juicio por parte de auto­ ridades alemanas; elementos que utiliza de forma muy precisa en su obra definiti­ va y que integra a los cientos de estudios académicos, artículos, memorias, diarios personales, reportes y hasta manifiestos que conforman la vasta bibliografía reseña­ da a lo largo de veinticinco páginas. Por momentos —como ya mencioné—, tanta información parece sobrepasarlo y su utilización no resulta acertada, y da la impresión de que Bogosian considera nece­ sario ponerla sobre la mesa de cualquier forma. Así, abre algunos paréntesis —no lite­ rales, por supuesto— con datos que parecen escasamente relevantes para el desarrollo del relato y que interfieren con la fluidez de la narración que intenta construir. Si a esto agregamos la alternancia —que se plantea como estructural en la redacción— entre la historia individual de Soghomón Tehlirián y las circunstancias políticas, eco­ nómicas, militares y de otra índole, de carácter más general, que van surgiendo a su alrededor, la fuerza dramática que pretende generar termina por diluirse. De todos modos, lo relevante puede más, y vale la pena destacarlo. Algunos as­ pectos del inmenso material del que da cuenta Bogosian resultan de sumo interés.

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Es el caso de la trayectoria de Tehlirián y de cómo intenta obtener apoyos para llevar adelante la ejecución de líderes ittihadistas como una empresa personal, al mismo tiempo que la Federación Revolucionaria Armenia —sobre todo a través de algunos de sus miembros—, comienza a planear la puesta en práctica de la justicia retributiva (Némesis es la diosa griega en la materia), la que había quedado pen­ diente cuando los líderes de los Jóvenes Turcos escaparon del Imperio Otomano y de su condena a muerte in absentia por sus delitos. Es el caso de los posibles, y sólidamente sospechados o inferidos, vínculos entre el líder nacionalista turco Mustafá Kemal y la inteligencia británica, o entre ésta y la incipiente y futura Unión Soviética, para poner fin a la vida de aquellos antiguos líderes otomanos que ya molestaban intereses varios, y su coincidencia con la fra, que tal vez nunca supiera quién estaba detrás del indirecto permiso para matar; ejecutora inconsciente de un veredicto dictado —como tantos otros— por los pode­ rosos de turno. Es el caso de la vida de Soghomón Tehlirián y su intenso trajinar por el mundo en muy pocos años, primero en busca de su padre, luego para enrolarse con los re­ volucionarios armenios y andar sus caminos, también en la búsqueda de su familia tras el genocidio, en sus viajes preparatorios del hecho que lo sacaría para siempre del anonimato y, después de éste, en los que lo llevarían a diversos destinos cir­ cunstancialmente “seguros”. Es el caso de ciertas aristas de la vida de Tehlirián, poco conocidas, y que nos ponen delante del hombre más allá del icono y nos permiten acercarnos, por ejem­ plo —citando sus propias memorias— a la condición en la que llegaron ciertos ni­ ños sobrevivientes a Ereván en agosto de 1915, su único lugar de “refugio” —sí, así, entre comillas—; niños enloquecidos, niños salvajes, parte de la generación que representaba la esperanza, el futuro, que necesitaba ser sanada, alimentada, abriga­ da, que necesitaba el calor filial que ya difícilmente conocería. Vinculado con ella trabajó Tehlirián en una de sus estancias en la capital de Armenia, intentando un tratamiento paternal con ellos cuando aún no cumplía veinte años. “Estos [niños] sólo podían ser capturados en la madrugada, dormidos en las puertas de las tiendas, bajo los troncos de los árboles, en las esquinas de las calles desiertas, o entre las ruinas de edificios destruidos, porque tan pronto como se des­ pertaban, no podían ser capturados”, cuenta Tehlirián amplificado por Bogosian (p. 109). Ese Tehlirián que intenta encontrar algo de solaz para su atormentado ser, intenta también confortar a esos chicos, mitigar su dolor, su desamparo. De este modo se va construyendo Operation Nemesis, entre la sensibilidad, el rescate de los acontecimientos, el cuestionamiento en voz alta, el exceso de infor­

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mación, la fe en la justicia… Entre la memoria y la historia —difícil disyuntiva—, una visión renovada para un dolor ya centenario.

Eric Bogosian, Operation Nemesis. The Assassination Plot that Avenged the Armenian Genocide, Nueva York, Little, Brown and Company, 2015, 384 pp.

215 Armén Ohanián en su Hotel en la ciudad de México, diciembre de 1922, publicado en Revista de Revistas, 24 de diciembre de 1922 p. 36. Cajón de Sastre

Jean Meyer

“La mayor migración de dinosaurios jamás contada”. El italiano Federico Fanti, paleontólogo de la Universidad de Bolonia, y su equipo trabajan so­ bre el dinosaurio de Túnez, Tataouinea hannibalis, un herbívoro de 12 me­ tros de largo, cuyos ancestros parecen estar en América del Sur. Aquellos aparecieron hace 160 millones de años y llegaron a África después de una odisea de 30 millones de años. África y Sudamérica estaban entonces uni­ das, formando el supercontinente de Gondwana (Nuño Domínguez, El País, 21 de mayo de 2015).

Sedimentos hallados en los Andes, por paleogeógrafos y geólogos colom­ bianos, parecen validar la teoría de que los continentes se juntaron hace unos quince millones de años, antes de lo que se creía (3.5 millones de años). Esa nueva fecha no obligaría forzosamente a revisar la cronología del “gran intercambio americano”, la migración de muchas especies de verte­ brados de un continente a otro, puesto que sería más bien una consecuen­ cia del cambio climático (El País, 10 de abril de 2015).

Encontraron hace dos años, el 29 de enero de 2013, en Ledi-Geraru, Etio­ pía, el fósil humano más antiguo (hasta el próximo descubrimiento, claro): 2.8 millones de años, lo que supone envejecer a los humanos, a nuestro antepasado homo habilis, en 500 mil años (Chalachew Seyoum, Nature, 4 de marzo de 2015).

Nuño Domínguez, en El País del 2 de abril de 2015, cuenta como “Lucy encuentra un histórico rival”. La nueva datación de la australopiteca Little

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foot, descubierta en 1997 cerca de Johannesburgo, la sitúa como candidata a ser el ancestro de todos los humanos. Esa Australopithecus prometheus ten­ dría 3.6 millones de años, con un margen de error de 160 mil años.

Ya tiene nombre el pre-neandertal descubierto a 15 kilómetros de Rouen, Francia, en la ribera del Sena: l’homme de Tourville-la-rivière. Tendría 200 mil años (Le Monde, 11 de octubre de 2014).

“El hombre de Ust’-Ishim”, en la región de Omsk, es un siberiano de 45 mil años de antigüedad. El análisis del adn sacado de un fémur fósil sugie­ re que ocurrió un cruce entre Homo sapiens y neandertal hace unos 55 mil años. El paleogenetista Joshua Akey saluda con entusiasmo el descubri­ miento como “increíblemente interesante; abre una ventana fascinante sobre ese periodo de la evolución humana” (Le Monde, 24 de octubre de 2014).

Daniel Mediavilla, en El País del 6 de abril de 2015, nos habla de “una mujer de rojo de hace 19 mil años”. Los restos hallados en la cueva cántabra de El Mirón, cerca de Altamira, pintados con ocre, debieron ser de alguien especial. Un entierro de una persona de aquella época es extraordinario.

El Ministerio de Antigüedades de Egipto anunció el 4 de enero de 2015 el descubrimiento, en la necrópolis de Abusir (uno de los cementerios de la antigua capital faraónica de Menfis), de la tumba, una “mastaba” —estruc­ tura sepulcral clásica—, de una reina desconocida: Khentkaus III, esposa y madre de faraones de la V dinastía. Eso abre el camino a nuevos estudios genealógicos; se asume que fue enterrada durante el reinado de Nyuserre (2445-2421 a.C.).

Descubrimiento de una tumba celta excepcional en el departamento de l’Aube, en Lavau, cerca de Troyes. Del siglo v antes de Cristo, contiene objetos que no se encuentran ni en las más ricas tumbas griegas. Un túmu­ lo de 40 metros de diámetro cubría el sepulcro, una cámara de 14 m2 equi­ pada de un mobiliario extraordinario. Las investigaciones no han terminado, pero se sabe ya que esa tumba principesca es comparable a la

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de Hochdorf, cerca de Stuttgart, en Alemania, y a la de Vix, en Francia (descubierta en 1953, a 70 km de Lavau). Objetos de prestigio etruscos, griegos, de todo el mundo mediterráneo, están presentes en la tumba (Le Monde, 6 de marzo de 2015).

Hallan en la Plaza de Armas de Écija, Sevilla, un mosaico sobre los amoríos de Zeus. El panel, del siglo III de nuestra era, ocupa cuarenta metros cua­ drados y representa quince escenas mitológicas, entre las cuales se encuen­ tran el rapto de Europa y Leda y el cisne. Écija fue capital de la Bética (El País, 16 de mayo de 2015).

El primero de diciembre de 2014 se inauguró en Madrid la exposición “Iti­ nerario de Hernán Cortés”. Prudente, el comisario, temeroso de la vengan­ za de Moctezuma, declaró que “no sirve juzgar con nuestra sensibilidad lo que pasó en el siglo xvi”.

“Relación verdadera del notable motín y alboroto de México jueves 15 de enero de 1624 así causado y los accidentes que aquí van relatados con toda verdad y puntualidad […] Este día entre las seis y las siete de la mañana por mandado del señor arzobispo se puso cesación a divinis y se cerraron las puertas de la iglesia mayor que causó grandísimo desconsuelo a toda la ciudad […]” y el motín.

Restauran y dan nueva vida a los libros de coro, hoja por hoja. El Museo del Virreinato, en la antigua sede del Colegio de San Francisco Javier, en Te­ potzotlán, México, organizó en enero de 2015 la exposición “Magnificat. Secretos de los libros de coro”.

En 1832, J. and J. Harper publicó en Nueva York Letters on Demonology and Witchcraft addressed to J.G. Lockhart, Esq. by Sir Walter Scott, Bart. Un hermo­ so librito de 338 páginas en letra muy chica, formato 8 x 14 cm.

El 17 de mayo de 1901, Theodor Herzl fue recibido por el sultán Abdul Hamid II; en su ardiente sueño de convencerlo de dar Palestina a los sio­ nistas, le ofreció sus buenos oficios para apaciguar a los armenios y para

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promover en Europa una imagen positiva del Imperio Otomano. Max Nor­ dau y Bernard Lazare se opusieron rotundamente a esa iniciativa (Rachel Elboim-Dror, “How Herzl sold out the Armenians”, Ha’aretz, Israel, 1 de mayo de 2015).

Abdul Hamid, “el sultán rojo” (por la sangre de los armenios) sabía cómo poner un imperialismo contra otro. En 1903 le dijo al embajador de Francia que le entristecía mucho el (supuesto) declive de la influencia francesa en Siria: “La influencia francesa, en efecto, hacía contrapeso en esa región a la de todas las otras potencias juntas y mantenía, por lo tanto, un equilibrio que estimo necesario para los intereses de mi gobierno y que corre el riesgo hoy de ser destruido para provecho de vuestros rivales”.

“Un samurái en la Revolución Mexicana”, por José Juan de Ávila, en El Universal, 16 de mayo de 2015. Es la historia de José Genaro Kingo No­ naka, un japonés que estuvo en las filas maderistas y en las tropas de Villa y fue, además, el primer fotógrafo histórico de Tijuana, donde retrató du­ rante veinte años, de 1923 a 1942, a la sociedad local. Nacido en Japón en 1889, llegó a Salina Cruz en 1906. En 2014, su hijo Genaro Nonaka García publicó el libro Kingo Nonaka. Andanzas revolucionarias, con testimonios, fotos y apuntes de su padre (Editorial Artificios).

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Colaboradores

Este número de Istor está dedicado a Armenia y a los armenios y fue coor­ dinado por Carlos Antaramián, doctor en antropología social por El Colegio de Michoacán, que ha escrito diversos artículos y un libro sobre la vida de los armenios en México, Del Ararat al Popocatépetl. Colaborador de Istor, fue curador de la exposición temporal Armenia, una herida abierta, que se pre­ sentó en el Museo Memoria y Tolerancia (abril-septiembre de 2015). Claude Mutafiannació en 1942 en Clamart, Francia. Antes de doctorarse en historia (2002) realizó una carrera universitaria como profesor de ma­ temáticas. Es doctor honoris causa por la Universidad de Ereván (1995) y autor de más de diez libros, entre los que se encuentran: Le Karabagh, une terre arménienne en Azerbaïdjan (con P. Donabédian) y Le royaume arménien de Cilicie, atlas historique de l’Arménie. Ha realizado tres curadurías, entre és­ tas: Roma y Armenia, en la Gran Sala Sixtina del Vaticano (1999), y Arménie, la magie de l’écrit en Marsella (2007). Richard Antaramian nació en Michi­ gan, es doctor en historia por la Universidad de Michigan, profesor y titular de la Cátedra Turpanjian en la Universidad del Sur de California. Actual­ mente está terminando un libro emanado de su tesis doctoral “In Subver­ sive Service of the Sublime State: Armenians and Ottoman State Power, 1844-1896”. Richard G. Hovannisian, hijo de refugiados armenios, nació en Tulare, California, en 1932. Pionero de los estudios sobre el genocidio ar­ menio en Estados Unidos, es doctor en historia por la Universidad de Cali­ fornia en Los Ángeles, en donde fue profesor hasta su retiro en 2014. Autor de más de quince libros, entre los que figuranArmenia on the Road to Inde- pendence, The Republic of Armenia (en cuatro volúmenes), The Armenian Holo- caust, The Armenian Genocide in Perspective, The Armenian People from Ancient

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to Modern Times; ha coordinado además la serie Historic Armenian Cities and Provinces, que tiene más de trece títulos (2000-2014). Fundador y miembro de una docena de asociaciones académicas. Uğur Ümit Üngör na­ ció en Erzinyan, obtuvo su doctorado con honores por la Universidad de Ámsterdam (2009) y es profesor asociado de historia en la Universidad de Utrecht (Holanda) y en el Instituto de Estudios sobre la Guerra, el Holo­ causto y el Genocidio en Ámsterdam. Su principal área de estudio es la historia sociológica de la violencia política de masas. Entre sus libros se encuentra el premiado The Making of Modern Turkey: Nation and State in Eastern Anatolia, 1913-1950 (2011). Sebouh David Aslanian, etiope de ori­ gen armenio, es doctor en historia por la Universidad de Columbia y ac­ tualmente es profesor de la cátedra Richard Hovannisian de la Universidad de California en Los Ángeles. Especialista en historia armenia de los siglos xvi-xviii, su libro From the Indian Ocean to the Meditterranean: The Global Trade Networks of Armenian Merchants from New Julfa (2011) ha obtenido varios premios. Vartán Matiossián es doctor en historia por el Instituto de Historia de la Academia Nacional de Ciencias de la República de Armenia. Es especialista en historia y literatura armenias, traductor, editor y docente. Nació en Montevideo y vivió en Buenos Aires hasta el año 2000; desde entonces reside en Nueva Jersey (Estados Unidos). Actualmente es direc­ tor ejecutivo del Armenian National Education Committee en Nueva York. Es autor de seis libros, cinco en armenio y uno en castellano. Artsví Bakhchinyán es doctor en filología por el Instituto de Literatura de la Aca­ demia Nacional de Ciencias de la República de Armenia. Nació y reside en Ereván, donde es investigador en el Instituto de Historia de la Academia de Ciencias. Es especialista en historia cultural, además de traductor y crí­ tico de cine. Es autor de diez libros y coautor, con Vartán Matiossián, de una biografía de Armén Ohanián (en armenio y que pronto se publicará en español). Ha sido editor de numerosos volúmenes en armenio. Hazel An- taramian Hofman, nacida en Armenia Soviética después de la repatriación de sus padres, emigró con su familia a California en 1965. Estudió arte, química y ciencias ambientales, actualmente es profesora en la Universi­ dad de Fresno. Ha publicado diversos artículos relacionados con la historia del arte armenio además de curar y participar como artista en diversas ex­ posiciones. Trabaja en un proyecto etnográfico que recopila fotografías,

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testimonios y distintos documentos de la vida de los repatriados que llega­ ron a la Armenia Soviética después de la Segunda Guerra Mundial. Doc­ tora en derecho, Sévane Garibian es profesora investigadora de las Universidades de Ginebra y Neuchâtel. Sus estudios se centran en la jus­ ticia penal internacional, la justicia transicional, los derechos humanos y la teoría general y la filosofía del derecho. Es autora de:Le crime contre l’hu- manité au regard des principes fondateurs de l’Etat moderne. Naissance et consé- cration d’un concept (2009) y, con Alberto Puppo, Normas, valores, poderes. Ensayos sobre positivismo y derecho internacional (2010). Codirigió, con Eli­ sabeth Anstett y Jean-Marc Dreyfus, Cadáveres impensables, cadáveres im- pensados. El tratamiento de los cuerpos en las violencias de masas y los genocidios (2013). Fatma Müge Göçek nació y se educó en Estambul; es profesora de sociología y estudios de la mujer en la Universidad de Michigan. Sus inves­ tigaciones se enfocan en el análisis comparativo de historia, política, género y violencia colectiva. Sus trabajos publicados incluyen Social Constructions of Nationalism in the Middle East (2002), The Transformation of Turkey: Re- defining State and Society from the Ottoman Empire to the Modern Era(2011), así como A Question of Genocide: Armenians and Turks at the End of the Otto- man Empire (2011) coeditado con Ronald Grigor Suny y Norman Nai­ mark. Su último libro, Denial of Violence: Ottoman Past, Turkish Present and the Collective Violence against the Armenians, 1789-2009, apareció en 2014. Kumru F. Toktamis es profesora asociada en Ciencias Sociales y Estu­ dios Culturales en el Instituto Pratt de Nueva York. Editora, con Isabel Davis, de Everywhere Taksim. Sowing the Seeds for a New Turkey at Geri (que apareció en septiembre de 2015). Andrés Vartabedian es uru­ guayo y ha cursado estudios de historia en la Universidad de la República. Es docente de historia armenia en el Colegio Nubarián de la Unión Gene­ ral Armenia de Beneficencia y de inglés. Es crítico cinematográfico y ­mi embro del equipo de redacción de la revista digital vadenuevo (vadenuevo. com.uy)

223 año xv, número 62, otoño de 2015, se ter­ minó de imprimir en el mes de agosto de 2015 en los talleres de Impresión y ­Diseño, Suiza 23 Bis, Colonia Portales, C.P. 03300, México, D.F. En su formación se utilizaron tipos Caslon 540 Roman de 11.6 y 8 puntos.