Segunda Parte
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NAVEGANDO HACIA LOS INFINITOS HORIZONTES DEL MAR DESDE: HASTA: Por. Néstor Antonio Domínguez Buenos Aires 2015 2 NAVEGANDO HACIA LOS INFINITOS HORIZONTES DEL MAR Néstor Antonio Domínguez. Buenos Aires, 2015 3 Dedicado a mis compañeros de la Promoción 83 de la ENM, a quienes me han dado órdenes militares y a quienes las han recibido de mi. Ellos y mis familiares saben que lo aquí escrito y compartido es cierto y puebla muchos recuerdos imborrables de la navegación por la vida y el mar. 4 ÍNDICE Tema Página Introducción: 6 La mudanza a la casa de la calle Moldes: 8 Mudanzas, cambios de escuelas y de colegios: 9 El Acorazado “Rivadavia” y el viaje a México: 12 El ingreso al secundario y la experiencia puntaltense: 14 Ingresos, cursado y egreso de la Escuela Naval Militar: 15 Otra mudanza: 22 La Revolución Libertadora. Internado en el Uruguay: 34 El viaje de instrucción: 43 El Crucero ARA “LA ARGENTINA”: 68 El reclutamiento de conscriptos en la ESMA: 73 El Rastreador ARA “PY”: 75 Estudio e ingreso en la Facultad de Ingeniería de la UBA: 80 Unas vacaciones en Mar del Plata: 82 La quinta de Moreno: 83 De novio formal: 85 La despedida de soltero: 86 El casamiento: 87 Recién casado y haciendo estudios de ingeniería en la Universidad de Buenos Aires: 89 El Centro Emisor de Buenos Aires (CEBA): 92 Mi primer automóvil y los que le siguieron: 95 La Dirección de Electrónica Naval (DIEN): 100 Los destructores ARA “BROWN” y “ROSALES”: 104 Mi larga y mediocre historia golfística: 112 La cuestión del título de ingeniero: 115 El regreso a Buenos Aires. La Sección Instalaciones: 119 Ayudante de Órdenes del Comandante del buque escuela español “Sebastián Elcano”: 122 El fallecimiento de nuestros padres: 125 Mi destino en un portaviones: 125 En un crucero que pasó a la historia: 130 Otra vez en la Dirección de Electrónica Naval (DIEN): 132 Jefe del Taller de Electrónica de la Base de Submarinos de Mar del Plata: 134 Experiencias chocantes en Miramar y Balcarce: 142 Experiencia universitaria en Mar del Plata: 143 Otra vez en un transatlántico y hacia Europa: 144 De Nápoles a Londres: 155 5 Tema Página Los cursos en la Royal Navy: 164 El astillero de la empresa Vickers (en Barrow-in.Furness): 166 Pruebas en el mar del Destructor ARA “HÉRCULES”: 171 Incorporación a la Flota de Mar: 176 El Comité de Asesoramiento Legislativo (CAL): 177 El Astillero de Río Santiago: 178 La vuelta a Gran Bretaña como asesor: 183 Mi desembarco como Oficial Superior y el pase a la Dirección Programa Unidades Navales como Jefe del Departamento Técnica (DIPROUNIVALES): 191 Retiro de la Armada: 196 Otra guerra no querida: 197 CONCLUSIONES: 200 6 7 NAVEGANDO HACIA LOS INFINITOS HORIZONTES DEL MAR Introducción. El lugar de nacimiento es demasiado importante para la vida de cualquier persona. Como lo he expresado, por lo que me había dicho mi madre y según consta en la página 29 del libro anterior de esta autobiografía: Juguetes propios y guerras ajenas nací en la Base Naval de Puerto Belgrano en la casa Nº 8. Como lo he comprobado en el mes de enero de este año (2015), al pasar unos días de vacaciones en el Hotel de Oficiales junto con mi familia, fue así. Ví la luz nada menos que en la casa que hizo construir para él y su familia el ingeniero italiano Luis Luiggi que la ocupó entre los años 1899 y 1909; veinticinco años después vine al mundo desde ese lugar. Toda mi historia familiar se inició allí porque mi abuelo materno, Emilio García Malde vivió en la Base con sus ocho hijos y mi padre, el oficial de marina Antonio Domínguez, concurría al tenis del lugar vio a mi madre, se enamoró y se casaron en la pequeña capilla “Stella Maris”, de madera y antecesora de la actual, con fecha 1º de febrero de 1932. 8 Foto Nº 1: La casa Nº 8 de la Base Naval de Puerto Belgrano a comienzos del Siglo XX (ubicada hasta su incendio frente a la actual Pileta de Oficiales). Cuando uno nace en un puerto tiene dos maneras de salir de allí: por tierra o por agua. Mis antecedentes me marcaron una sola forma de salir: por mar. Al abandonar un puerto y apartar de la vista la tierra nuestra visión se divide en dos: abajo el mar y arriba el cielo con su Sol, su Luna y sus estrellas. Siendo marino uno no puede dejar de ser poeta y de usar los cuerpos celestes para encontrar su lugar dentro de la infinitud. El filósofo Max Scheller dio comienzo a la antropología filosófica con su libro: El puesto del hombre en el cosmos. Hoy sabemos que nuestro puesto es en un punto “azul pálido” (Carl Sagan) en el cual nos propinamos muchos dolores de cabeza. Aunque los puntos no suelen tener color podemos decir que este “punto”, que no es más que eso en el universo, tiene el color de un mar que cubre el 70% de su superficie. La antropología filosófica la hemos desarrollado para el 30% terrestre y no hemos filosofado respecto a los hombres que navegan en el mar, en el aire o en el espacio ultraterrestre. Quisiera que Dios me de vida y salud para hacerlo en un ensayo. Vivir en el mar es muy diferente que hacerlo en tierra. Se dice que la vida se originó en el mar, algunos anfibios lo abandonaron y ahora se han adaptado a vivir en tierra. ¿Será ése el cuadro evolutivo de nuestra especie? De lo que estoy seguro es que todos ellos: marinos, aviadores y astronautas, 9 por ser “navegantes de inmensidades”, como antes lo han sido los árabes del desierto y los gauchos de la Pampa (*), participan de una antropología diferente. El regreso de mi padre al país. Como lo expresé en mi libro: Juguetes propios y guerras ajenas (también publicado en Internet) la llegada de mi padre a Buenos Aires se produjo a mediados de julio de 1941, “siempre antes del cumpleaños de Melén”, como lo expresó textualmente en una de sus cartas. Yo cumpliría para entonces 7 años de edad (el 30 de julio de 1941). Lamentablemente en los pasaportes de mi padre no tengo el registro de su ingreso por el Puerto de Buenos Aires pero sí tengo el asiento de su pase a la Dirección General del Personal con fecha 16 de julio en un documento que conservo y ello demuestra que logró estar para mi cumpleaños. Había pasado poco menos de un año desde nuestra despedida en Lisboa, lo habíamos extrañado mucho y ahora estábamos todos juntos otra vez en el departamento del primer piso “B” del Edificio “Meili” que habíamos alquilado con mi madre y que todavía subsiste. ____________________________________________________________ (*) DOMÍNGUEZ, Néstor Antonio, SARMIENTO, los ríos y el mar argentinos,, 1ra. Edición, Instituto de Publicaciones Navales, 49° título de la COLECCIÓN HISTORIA, Buenos Aires, 2012, 160 págs., 23 x 15 cms, ISBN: 978-950-899-119-5. El premio más importante de ese regreso fue que el 27 de agosto de 1943 nació mi querida hermana Susana Mabel. Toda la familia se volcó hacia ella y especialmente mi padre, que tanto había sufrido con la obligada separación que le impuso la entonces denominada Marina de Guerra. Yo lo comprendo perfectamente porque también he tenido una hija, Vanina Lis, que vino muchos años después que sus dos hermanas mayores. Por entonces mi padre prestó servicios en la División Máquinas de la citada Dirección General hasta el 23 de marzo de 1942 en que debió presentarse en el Destructor ARA “San Luis” como Jefe del Departamento Máquinas y bajo el comando del entonces Capitán de Fragata Don Pedro V. Ghirimoldi. Dado que toda la familia estaba radicada en Buenos Aires se hizo “trocista” (así llamamos en la Armada a los que, destinados en Puerto Belgrano, tienen la familia en otra parte). Siempre recordaré la visita que hice al Destructor cuando vino al Puerto de Buenos Aires para el 9 de julio de 1942. La hice de la mano de mi padre y me llevó a recorrer todo el buque, principalmente su lugar de trabajo (la Sala de Máquinas) y su camarote. El buque era prácticamente nuevo (traído de Inglaterra con fecha 28 de septiembre de 1938) y me deslumbró. Era la primera vez que visitaba un buque de guerra. Creo que allí surgió la idea y la vocación de seguir los pasos de mi padre años después. 10 La mudanza a la casa de la calle Moldes. En el año 1944 nos mudamos a vivir en una vieja casona del Barrio de Belgrano en la calle Moldes entre Juramento y Mendoza junto con mis tíos Héctor Laudelino Marquez y mi tía Nelly, hermana de mi mamá. La casa era enorme (de tres plantas) y tenía un gran patio que se prolongaba hasta la entrada para autos de la calle y el correspondiente garage. La época allí vivida fue muy buena para mí dado que, dada la amplitud de la casa y el patio, podía desplegar sin límites tanto mi energía como mis juegos en compañía de mis primos y amigos. En Belgrano había muchos cines (“Mignon”; “General Belgrano”; “General Paz”; “Savoy”, “Elite”, etc.) y me hice habitué de las exhibiciones cinematográficas de tres películas en una sola tarde. Más de una vez tuvieron que ir a sacarme de los cines continuados porque me quedaba a ver todas las películas de nuevo. Chaplin, el gordo y el flaco (Oliver Hardy, el gordo, y Stan Laurel, el flaco) y Abbott y Costello me daban horas de una sana alegría que mezclaba, en dosis razonables, con otras de terror (“La séptima víctima”, el gigantesco Frankestein y el Conde Drácula), de guerra (“La cruz de Lorena”, “La reina de los mares”, etc.) o de aventuras (Tarzán, el, pirata Morgan o Sandokan, el “Tigre de la Malasia”).