2020

Oldfieldscapes

MUSICALBOXED.WORDPRESS.COM JORDI ADELL

ÍNDICE

 Introduction 1  Tubular Bach (1973) 3  Nursery times (1968-1974) 6  Sobre la cresta de Hergest (1974) 10  Los albores de Ommadawn (1975) 14  Crónicas de Oldfield: el león, el cazador y el granero (1976) 18  Los embrujos de Incantations (1976-1978) 23  Enigmations (1978-1984) 26  Cala Pregonda (1978) 28  I believe in Oldfield Christmas (1974-1979) 31  Campanas de boda (1981-1982) 33  En el ojo de Irlanda (1982) 35  Mount Echeyde (1982) 40  Escribiendo a la luz de la luna (1983) 42  Cr11Ses (1982-1983) 46  Descubriendo el lago (1984) 48  Living on radio (1983-1992) 52  Amarok: los sonidos del silente (1990) 57  Sin sueños (1991) 61  Noche monumental (1993) 63  Midnight songs (1994) 67  Canciones distantes (1994) 69  Viajero en Ibiza (1996) 72  Le mont Saint Michel (1996) 75  Campanas bajo la lluvia (1998) 78  Far above the crowd (1999) 81  Pacha mama (1999) 84  I still believe in Oldfield Christmas (1980-1999) 88  A las lunas de Valencia (2002) 89  Un paseo por el arte gráfico oldfiliano (1973-2005) 92  Altas esferas en el Guggenheim (2008) 95  Take 4 (1978-2011) 99  Fadalack turns the clock back (1973-2012) 101  Man on the seas (2014) 104  Top of the rocks (2017) 106  New arrivals (1979-2019) 109

INTRODUCTION

El día que nací salió a la venta The Yes de Yes y, cuando cumplí 11 años, publicó el disco . Puede verse como dos coincidencias, pero a mí me gusta pensar que estos hechos tuvieron algún tipo de efecto sobre mi temprana afición por la música. Dicha afición me ha llevado, no solo a ir atesorando material sonoro, sino también a ver la realidad desde una perspectiva diferente. No es extraño que al realizar algún viaje encuentre siempre conexiones entre ese lugar y la historia de algún artista o de algunas de sus publicaciones. De esta manera, adquieren para mí una dimensión alternativa las visitas al anfiteatro de Pompeya, el palacio ducal de Venecia, la casa de Amsterdam donde se ocultó Ana Frank, la pirámide maya de Chichén Itzá o el Huaca Pucllana de Lima. Utilizando un símil, sería como el conocido caso londinense del paso peatonal existente frente a los estudios de Abbey Road, solo que extendido a Battersea Power Station, Putney Bridge o la torre de Oxo. De entre todas estas localizaciones, hay unas por las que no puedo esconder mi predilección: los parajes que, bendecidos con la varita mágica de Mike Oldfield, se han convertido en paisajes musicales, los Oldfieldscapes. La vida me ha permitido conocer un buen puñado de ellos, como puede comprobarse en la colección de artículos sobre Mike Oldfield que he compilado en forma de documento con ese nombre. No se trata de una biografía del músico, puesto que sería incompleta, sino mi particular visión de su trayectoria artística aderezada con algunas vivencias que he tenido la ventura de experimentar y que he ido narrando en los diez años de andanza del blog Musical Boxed. Un sector de seguidores oldfilianos me conoce por haber descubierto hace muchos años que el principio de Incantations part 2 es una melodía de la primera parte invertida, pero no es lo único que guardo en mi haber y en las líneas de Oldfieldscapes lo podréis comprobar. Mis amigos de la facultad me regalaron un distintivo colgante tubular el día de mi vigésimo segundo cumpleaños. Fue una sorpresa increíble que no considero casual, al estar ellos al tanto de mis inclinaciones musicales. Para mí casual es estar viviendo en Ibiza y saber que compartes isla con Oldfield, fijar tu residencia en Valencia y que ese mismo año haga allí una presentación mundial o asistir como invitado especial a un exclusivo concierto suyo en Bilbao sin esperarlo. No tengo más explicación para ello que la fortuna de cumplir los años a la vez que Five Miles Out, mi disco favorito del Oldfield de los 80. He tenido ocasión de coincidir frente a frente con el escurridizo Mike en tres ocasiones distintas fuera de un escenario (en dos de ellas conseguí su autógrafo), pero para mí fue más gratificante leer la felicitación pública que hizo a través de Facebook a quien descubrió su ‘truco’ de Incantations (7 de noviembre de 2015) o advertir en la misma red social que había utilizado una de las fotos que tomé en Cala Pregonda y que, por tanto, había descargado de mi blog personal, como pude comprobar el 23 de enero de

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2018. Por Musical Boxed había pasado gente de los cinco continentes y, desde ese día, también del planeta Oldfield. Un conocido de mi juventud decía que la introducción es la parte más placentera de un libro. Como ya vamos teniendo una edad, os invito a que no os quedéis en Introduction y continuéis hasta Finale.

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TUBULAR BACH (La fuga de ideas del pequeño Michael)

Hay melodías que marcan toda una vida. Tonadas que, queriéndolo o no, se encierran en nuestro cerebro y nos hacen ser prisioneros de ellas. A veces porque evocan un suceso en particular, otras por el mero hecho de tener algún tipo de poder hipnótico sobre nosotros. Eso debió sucederle a un jovencito Mike Oldfield con la Tocata y Fuga en Re menor de Johann Sebastian Bach. Él lo recuerda así: “Me gustaba la música de órgano. Tuve un amigo -solía llamarle ‘el Reverendo’ porque era muy religioso- que era capaz de tocar la ‘Tocata y Fuga en Re menor’ de Bach con el órgano. No tendría más de doce años. Recuerdo cómo solía martillear entre una nota y un montón de otras, yendo y viniendo entre las diferentes notas para construir ese riff encantador y repetitivo. Tal vez esa fue mi primera inspiración para ‘’, hace tantos años.” Este episodio sucedió mucho antes de que Oldfield pensara siquiera en dedicarse a la música. Todavía vivía en Reading y los pocos amigos que tenía le avanzaban bastantes años en edad. En su casa había un pequeño de cola que de vez en cuando solía tintinear, así que es muy probable que practicara alguna vez con esa melodía. Colgada de una pared también estaba la vieja guitarra que en navidad tocaba su padre. Con ella solo había practicado los tres acordes que éste le supo enseñar. Su hermana Sally, seis años mayor que él, trajo un día un amigo a casa: “Uno de los novios de mi hermana era bastante bueno con la guitarra acústica, sabía puntear con los dedos, al estilo realmente complejo que era popular en ese momento. Me impresionó mucho y eso me hizo empezar a querer tocar así también. Así que cogí la vieja guitarra que colgaba de la pared y comencé a juguetear un rato con ella. Empecé con los acordes Do, Fa y Sol. Luego aprendí un par más como La menor y Re”. Así nació su interés por la guitarra. Sin embargo, su aprendizaje se vio marcado por un acontecimiento dramático que daría un vuelco a toda su vida: su madre entró en una profunda depresión después de tener a un hijo con síndrome de Down, al que no llegaron a conocer sus hermanos. La infancia se le acabó a Mike con tan sólo 8 años, al dejar de existir vida familiar en el hogar. Convenció a su padre para que le comprara una guitarra acústica y se refugió en ella: “A cada momento libre estaba tocando esa guitarra. No hice nada más por lo menos en un año. Debía parecer totalmente obsesivo, pero para mí era una manera de escapar.” A partir de entonces, Oldfield centró su existencia en la música. Todavía asistía a la escuela, pero con 12 años ya tocaba en clubes de folk locales. Un día, a la vuelta del colegio, escuchó sonar la quinta sinfonía de Beethoven desde el tocadiscos de su hermana Sally. “No podía creer la música que escuchaba. Estaba completamente cautivado. Al día siguiente fui a la fonoteca y alquilé toda clase de música clásica.” No es de extrañar que al grabar su primer álbum con 15 años junto a su hermana sus influencias clásicas brotaran por sí solas, sobretodo aquella melodía de Bach con las que tantas veces habría practicado al piano y a la guitarra. El solo acústico que Mike Oldfield ejecuta al final del tema Balloons no es sino una adaptación a guitarra de la famosa fuga

3 del compositor alemán. Entonces Mike no lo sabía, pero la variación de ese tema llegaría a convertirse en la famosa introducción de Tubular Bells. Por entonces la desmoronada familia Oldfield ya se había mudado a Harold Wood, en las afueras de Londres. Después de disolverse el dúo, Mike formó una efímera banda con su hermano Terry y luego entró como bajista en The Whole World, la banda de . Con 17 años se mudó a vivir al piso que una novia suya compartía en Pimlico, en Londres, aunque tuvo que volver temporalmente a casa de sus padres después de experimentar su primer ataque de pánico, desencadenado tras un mal viaje con el LSD: “Pasaba los días enteros en casa, escuchando un montón de música clásica. Escuché de todo, desde Sibelius a Beethoven o Bach, y también música religiosa. Encontré reconfortantes cosas como la Misa en Si Menor de Bach o el Réquiem de Fauré, tal vez porque tenían una dimensión espiritual pero de manera agradable y relajante. Cuando las escuchaba, me daban algo a lo que aferrarme.”

Estando en la casa familiar volvió a practicar con el piano, intentando crear melodías propias: “Mientras jugueteaba con el piano empecé a trazar algunas ideas en un cuaderno. […] Tenía algunos de los instrumentales improvisados de guitarra acústica que solía tocar con mi hermana y algunos fragmentos y trozos que había hecho con Kevin Ayers. Metí aquellos también, y con el tiempo, una pieza de música empezó a juntarse.” Eran los primeros esbozos de su ópera prima. Continuó formando parte de la banda de Ayers, aunque cada vez se sentía más frustrado en ella. Era el reclamo en directo de los Whole World, pero sus compañeros le seguían llamando ‘Little Michael’. Durante un tiempo el grupo convivió en una casa que Kevin alquiló en Tottenham. Allí éste le prestó una grabadora de dos pistas y un órgano Farfisa, comenzando entonces a grabar su propia demo. Pensó: “Si voy a hacer

4 mi propia pieza quiero un riff repetitivo al principio”. Trasteó con el Farfisa unos minutos y dio con un riff que le gustó. “Toqué aquel riff durante cinco minutos más o menos. Lo escuché otra vez y me impactó”. Se trataba del riff introductorio de Tubular Bells, un riff donde -a diferencia de la fuga de Bach- las notas se fugaban en sentido ascendente, pero que debía su existencia a la impronta que ésta le había dejado en la infancia. Quizá algunos consideren a Oldfield poco innovador después de conocer el origen de la famosa melodía de El Exorcista. David Bedford lo tenía claro en 1974 refiriéndose a la música de su amigo: “No es un gran innovador, no, pero es tan auténtico que sólo con escuchar unas cuantas notas es imposible que lo puedas confundir con otro. En una pieza de Mike hay una voz individual distintiva, aunque él sea todavía bastante joven. Y no tienes que ser necesariamente un innovador. Bach no fue un innovador, ni tampoco Gabrielli, Britten o Tippet.” La comparativa con Bach resulta cuanto menos morbosa. En cualquier caso, desde hace 40 años, la popularidad de dicha melodía ha marcado la trayectoria musical del artista. En 1980 éste afirmaba que se había visto obligado a realizar variaciones de la misma en directo para no caer en el hastío. “El comienzo de ‘Tubular Bells’ es como una fórmula. Consiste en saltar de una cuerda a otra, aunque originalmente lo hice al piano. Pero esa fórmula se ha sobado tanto en películas y anuncios de televisión que pensé en hacer una versión diferente por mi cuenta.” Desde entonces no ha cesado en el intento de reinventarla, pero ya nos lo advirtió: “Hay millones de posibilidades diferentes, puedo hacer esto de forma interminable.”

Publicado en Musical Boxed el 25 de mayo de 2013

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NURSERY TIMES

“Tócame ‘Old King Cole’”, cantaba Peter Gabriel mientras las guitarras de doce cuerdas sugerían el sonido de una cajita de música. “Tócame mi canción”, insistía, “sólo un poquito”. Y a continuación abordaba un fragmento de esta canción infantil británica: “El viejo rey Cole era un alma vieja y alegre, un alma vieja y alegre era él. Así que pidió su pipa, pidió su tazón y llamó a sus tres violinistas”. El sentido de este fragmento del tema The Musical Box, perteneciente al álbum Nursery Cryme de Genesis, lo aportaba la breve historia narrada en la carpeta original del mismo, cuya carátula algo dejaba entrever de la misma: una niña de nueve años llamada Cynthia decapitaba a su amigo Henry (de 8) a golpe de mazo de croquet y dos semanas después, estando ella en la habitación del muchacho, encontró su caja de música; al abrirla comenzó a sonar ‘Old King Cole’ y el espíritu de Henry se le apareció. La historia proseguía con el espíritu empezando a envejecer rápidamente y sugiriendo a Cyntia mantener relaciones sexuales con él; el ruido alarmó a la niñera, que acudió a la estancia e instintivamente lanzó la caja de música al espíritu barbado de Henry, acabando así con ambos. Nursery Cryme [Crimen de la niñera] se trataba de un juego de palabras con “nursery rhyme” [canción infantil], fue publicado en noviembre de 1971 (aunque The Musical Box tenía pasajes compuestos en 1969) y, pese a aparentarlo, no se trató de un álbum con la temática infantil como telón de fondo. En cambio, esa bandera sí fue portada por un jovencísimo Mike Oldfield cuando formó parte del dúo Sallyangie junto a su hermana entre 1968 y 1969; un estandarte que podría pasar desapercibido pero que nos acerca a la psicología adolescente del genial autor. Michael Gordon Oldfield recuerda su infancia como feliz, disfrutando con su familia de las actividades cotidianas, las navidades y las vacaciones. Tiene recuerdos particularmente placenteros de una estancia veraniega en la Costa Brava con siete años de edad en la que se aficionó a beber Cacaolat, pero tan solo un año después su situación personal cambiaría con el desarrollo de la enfermedad mental de su madre. Desde entonces sus carencias afectivas las supliría con la adicción a la guitarra. Su primera experiencia en un estudio de grabación fue haciendo una demo junto a su hermana Sally por mediación de (por entonces emparejado con , amiga del colegio de ésta). Unos meses después, convencido de que se dedicaría a la música, dejó el colegio al cumplir los 15 años. Fue por entonces cuando su hermana se presentó en las oficinas de Transatlantic con un puñado de canciones compuestas por ella para que le permitieran grabar un disco, sugiriendo al joven Mike para asistirle a la guitarra y naciendo así Sallyangie. La función de Mike Oldfield era básicamente de acompañamiento, aunque también colaboró en la composición, destacando sobretodo su aportación en el tema Balloons. Al final de la canción, Mike se explaya con una increíble variación a guitarra de la Tocata y Fuga de J.S. Bach, pero en la introducción del tema aparecen unos versos pertenecientes al tradicional infantil ‘Oranges and Lemons’ cantados por Mike que no tienen desperdicio: “Naranjas y limones, dicen las campanas de San Clemente; te daré

6 cinco cuartos de penique, dicen las campanas de St. Martins; escucha, viene un leñador para cortarte la cabeza; chip chop chip, estás muerto.” La historia macabra del genesiano The Musical Box y de este Oranges and Lemons nos recuerdan que bastantes canciones tradicionales infantiles esconden un mensaje inapropiado a día de hoy para los oídos de un menor. Violencia, maltrato animal, discriminación sexual e incluso pederastia eran temas comunes de la herencia folclórica (y no solo de la anglosajona, como nos ejemplifican las letras de Arroz con leche, En la calle 24 o Al pasar la barca) pero, con todo ello, sigue resultando llamativa la combinación de la sordidez de algunas letras del disco de Sallyangie (Balloons, River Song o The Murder of the Children of San Francisco) con el bucolismo y la imagen hippy que pretendía proyectar el dúo. Después de girar cerca de un año por universidades y clubes, Sallyangie volvió al estudio en 1969 para grabar un segundo trabajo. Allí Mike registró unos cuantos temas que había estado tocando en la gira, pero no quedó muy satisfecho y finalmente acabó propiciando la disolución de la formación. No se sentía cómodo a la sombra de su hermana. Por fortuna aquellas demos fueron rescatadas en la reedición digital del álbum Children of the Sun publicada en 2002. Una de esas grabaciones (A Sad Song for Rosie) acabaría en la segunda cara de Ommadawn, pero las otras dos son claros ejemplos la predilección adolescente de Mike por las canciones infantiles, ya que las pocas letras de sus composiciones pertenecían a este género. Tal es el caso de Mrs Moon and the Thatched Shop [La sra. Moon y la tienda de paja], que finaliza -tras cinco minutos de guitarra acústica- con un homenaje maníaco a la canción tradicional ‘Three Blind Mice’ mientras, de fondo, una base musical nos recuerda a la futura sección Caveman de Tubular Bells: “Tres ratones ciegos; mira cómo corren; todos corren detrás de la mujer del granjero; ella les corta la cola con un cuchillo de trinchar; ¿viste alguna vez en tu vida algo como los tres ratones ciegos?” El mismo patrón sigue el tema Branches, un de casi siete minutos que juega con melodías que aparecerán en Amarok (sección Mad Bit) dos décadas más tarde para concluir con un fragmento de otra canción infantil cantada por Mike, en este caso ‘Baa Baa Black Sheep’: “Bee, bee, oveja negra, ¿tienes lana?” La canción original sigue con el tradicional “Yes sir, yes sir, three bags full!” [sí señor, sí señor, ¡tres sacos llenos!] que a algunos recordará al tema , pero aquí Mike responde con un tajante “No” que da por zanjado el tema. Concluida la experiencia de Sallyangie, Mike probó fortuna formando la banda de rock Barefoot junto a su hermano Terry, pero el experimento duró tan solo unos meses y nuestro artista acabó encontrando trabajo como bajista en el grupo de Kevin Ayers: The Whole World. No tardó Ayers en apreciar las dotes a la guitarra de Oldfield y permitirle hacer uso también de este instrumento. Esta concesión se constató tanto en los dos álbumes grabados junto a Kevin Ayers como en los directos de la banda, donde Oldfield hacía gala de su técnica y velocidad interpretando otro tema tradicional, The Sailor’s

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Hornpipe, popularizado entre los niños por los dibujos de Popeye y, en menor medida, por la película Alicia en el país de las maravillas de Disney. Tubular Bells, la primera obra en solitario del artista, se trataba de una especie de pastiche de ideas instrumentales que éste había ido reuniendo desde su infancia. Durante la grabación del mismo en los estudios The Manor de Virgin, de nuevo vendría a la mente de Mike el tema marinero de The Sailor’s Hornpipe para concluir el álbum, pero fue a modo de chanza después de una jornada alcohólica junto al productor y , el maestro de ceremonias. El surrealismo del resultado hizo que fuera descartado por la compañía discográfica y sustituído por una versión menos arriesgada, pero el recopilatorio Boxed rescató la versión original en 1976 para nuestra complacencia. Perteneciente a esa época nos encontramos también con la primera canción vocal de la discografía de Mike Oldfield, que ocupó la segunda cara de un single de vinilo publicado en 1974 para promocionar Tubular Bells. Para esa ocasión acompañó su voz con la de Vanessa Branson, la hermana quinceañera del magnate de . A falta de mejores recursos líricos, la canción infantil Froggy Went A-Courting pareció resolver la papeleta. Ocho años más tarde, después de haber compuesto nanas a sus dos primeros hijos (a Molly le dedicó el tema que cierra QE2 y a Dougal varias melodías del álbum Five Miles Out), le preguntaron a Oldfield por el tipo de música con el que se representaba y éste contestó: “Sólo conmigo. Mi música se relaciona con cientos de tipos de música diferentes de diversas maneras, con cualquier fragmento musical que alguna vez me hiciera pensar 'Oh, me gusta eso': blues inglés, hard rock inglés, un poco de bluegrass, música irlandesa, música sintetizada, música clásica e incluso canciones infantiles y música para niños”. ¿Quién no guarda un chiquillo en su interior?

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Froggy Went A-Courting (La rana fue a prometerse)

La rana fue a prometerse en una acalorada cabalgata. La rana fue a prometerse e hizo bien. La rana fue a prometerse sobre un pequeño caballo blanco, con la espada y la pistola sobre el costado. Bajó hasta la puerta de la señorita ratón, donde ya había estado muchas veces antes. Entonces puso a la señorita ratón sobre su rodilla y le dijo: Señorita ratón, ¿te casarías conmigo? Me temo que sin el consentimiento de mi tío rata no podría casarme ni con el presidente. Entonces el tío rata se rió y golpeó su barriga al pensar que su sobrina iba a ser novia. Luego dijo: ¿Dónde será el banquete de bodas? ¿Allá abajo en ese árbol hueco? Los búhos ulularon y los pájaros cantaron; a través de los bosques la música sonó; todos se fueron a navegar por el lago ...y fueron engullidos por una grande y gorda serpiente. Hay pan y queso en el estante; si quieres algo más, puedes cantarlo por ti mismo.

Publicado en Musical Boxed el 4 de abril de 2019

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SOBRE LA CRESTA DE HERGEST

La ciudad puede ser una trampa para una mente atormentada como la del veinteañero Mike Oldfield. La desazón puede esconderse detrás de cualquier esquina de la cosmopolita Londres: el rumor de millones de coches, las bocinas, las colisiones, el transporte suburbano. Según el artista, Tubular Bells capturaba esas texturas de la histérica metrópoli en sus desbordantes pasajes de rock. Pero este hábitat le abrumaba. Su periodo de residencia en la casa solariega que había comprado al norte de Oxford para convertirla en estudio de grabación (The Manor) mientras grababa su ópera prima le apartó temporalmente de la gran ciudad y de su enrarecido ambiente familiar y, seguramente, sumó muchos enteros en su decisión de cambiar asfalto por montañas. En su nueva y apartada residencia campestre encontró la inspiración en la naturaleza que le rodeaba. Consiguió un órgano Farfisa y acondicionó una estancia para grabar maquetas con unas grabadoras de cuatro pistas y una mezcladora. Aunque se vió forzado a trabajar en su segundo álbum, el nuevo entorno le iría calando poco a poco e irían brotando en su cabeza nuevas melodías impregnadas de un carácter pastoral que le harían sentir a salvo de sus pesadillas y ataques de pánico. Un accidente geográfico de la zona cedería el nombre a la nueva composición y, de paso, se convertiría en emplazamiento sacrosanto para los admiradores del músico inglés desde entonces. El cantante de los Eagles decía en su canción Long Way Home de 1982 que para cada historia hay tres versiones (la tuya, la mía y la fría y cruda verdad); por ello, nada mejor para narrar este significativo episodio que la propia palabra de Oldfield. Pongámonos de pie.

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Por entonces tenía una novia que había conocido en The Manor. Queríamos vivir en algún lugar alejado en el campo. Nos pusimos en marcha en el Bentley buscando un lugar, un sitio donde vivir. Recuerdo cómo nos dirigimos hacia el oeste, sobre el puente de Severn, a través de Ross-on-Wye, luego hasta Monmouth y Hereford hasta un pequeño lugar llamado Kington, justo en la frontera con Gales. Recuerdo haber visto allí una gran colina y un club de golf en la cima. Un poco más abajo había una pequeña casa con un cartel de ‘en venta’. Tenía una hermosa vista de Kington y se podían ver las Black Mountains a lo lejos. La casa se llamaba The Beacon y estaba en Bradnor Hill, a unos ochocientos pies de altura y en una inclinación de cuarenta grados. Era tan solo una edificación pequeña, de construcción frágil y un poco descuidada, encajada en esa colina rodeada de helechos y ovejas. Todo era bastante solitario allí arriba y el viento soplaba por todas partes. Nada más entrar por la puerta de atrás (no tenía puerta de entrada) había una cocina a tu izquierda. Era muy básica, ni siquiera tenía una nevera, sino que tenía una caja especial que evaporaba el agua y la evaporación mantenía la caja fría. Durante el primer año o así no tuve suficiente dinero para comprar una nevera, así que tuve que seguir echando agua en esa caja. Desde la cocina seguías por un pequeño pasillo; al final había una habitación de dos pisos con un techo alto, casi como un salón. Fuera de eso había varias habitaciones diminutas. Todas estaban hechas de madera barata y parecían muy destartaladas, como si se fueran a derrumbar en cualquier momento. Mi habitación estaba subiendo por unas escaleras, encima de la cocina. Era estrecha pero la vista era simplemente espectacular. Podías ver directamente Kington ahí abajo y tenías las Black Mountains frente a ti. Recuerdo durante una tormenta estar mirando las nubes subiendo rápido y revoloteando por encima de las colinas. La casa en sí era de construcción delgada. No era exactamente una choza de madera pero, cuando soplaba el viento, la alfombra solía ondear en la sala de estar. Podías literalmente caminar sobre ella e ir aplanándola mientras lo hacías. No había ningún tipo de calefacción aparte de un pequeño fuego de leña para el que tenía que ir a buscar troncos, por lo que el primer invierno fue terriblemente frío. Llevaba puestos tres pares de calcetines y cuatro jerseys; recuerdo comprar un par de calefactores eléctricos de barras y sentarme acurrucado junto a ellos, mientras soplaban las ráfagas a mi alrededor. A pesar de que estuviera la alfombra ondeando y el techo traqueteando, era un lugar bastante tranquilo. Yo no era exactamente feliz allí (es ciertamente extraño echando la vista atrás) pero por alguna razón me sentía seguro. Estaba bien no tener que vivir en Tottenham o Harold Wood. Después de un tiempo descubrí un pequeño restaurante, carretera abajo, llamado Penrhos Court. Tenía una sensación medieval y antigua, con grandes losas de piedra en el suelo y vigas de madera, velas y una enorme y gran chimenea de leña. Parecía como si hubiera estado allí durante cientos de años, lo que, por supuesto, era así. Me pareció

11 acogedor y reconfortante. Me sentía vagamente seguro allí; para mí era un lugar en el que sentía que podía encajar, como mi casa. El propietario era un hombre grande llamado Martin Griffiths. Era un poco como tu camarero favorito, se podía realmente hablar con él. Martin era un personaje interesante, bastante mayor que yo, y había sido un paracaidista en el ejército y también piloto. [...] Hice amistad con un músico local llamado Leslie Penning. Era un músico medieval que tocaba la zanfona, la flauta dulce, el cuerno y demás, todos esos instrumentos antiguos. Solíamos tocar en el restaurante junto a la chimenea, canciones tradicionales por vino gratis. En ese periodo no quería nada más aparte de eso. Lo más seguro que me había sentido era sentarme frente a la chimenea en Penrhos Court, después de haber bebido la mayor parte de una botella de vino, y tocar esas sencillas melodías medievales poco exigentes con mi extraño amigo flautista.

También fue en Penrhos Court donde escuché por primera vez la leyenda del perro negro de Hergest. Quinientos años antes, había habido un hombre muy malo, que a veces aparecía como un enorme perro negro. Cuando murió, su espíritu fue capturado en una caja de rapé y enterrado en algún lugar, pero se suponía que el hechizo solo duraría quinientos años. Por supuesto, iba a ocurrir precisamente el año en que me mudé a The Beacon, por lo que fue un buen momento: estuve buscando constantemente a ese perro negro. Se supone que vivía en una casa señorial llamada Hergest Court, que a veces se abría al público. Recuerdo haber ido allí una vez: era un lugar sobrecogedor y extraño con mucha atmósfera. [...] Me encantaba estar allá arriba, en Bradnor Hill, y el hecho de vivir en medio del campo mantuvo al lobo en la puerta, en lo que se refiere a mis problemas de pánico. En frente de la casa había una hermosa y larga colina con zonas escarpadas llamada Hergest

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Ridge. En la parte superior había una extraña roca llamada la Whet Stone [piedra de afilar], una hita famosa que se suponía que se remontaba a los tiempos prehistóricos. Comencé a hacer aviones de aeromodelismo con el mismo tipo de atención meticulosa que había aprendido de mi padre. Me metí realmente en ello. Me sentía en paz allá arriba en la cresta, solo con mis planeadores. Los animales me parecían muy tranquilizadores, así que en un momento dado decidí tener dos perros, dos lebreles afganos. Pensé que serían estupendos pero, dios mío, eran horribles. Me metí en problemas terribles con el granjero, porque perseguían a todas las ovejas de Bradnor Hill y mataron a un par de ellas. Tuve que deshacerme de ellos, así que compré un par de gatos persas para sustituirlos. Cuando todo parecía demasiado, podía retirarme a mi mundo musical. Era como un capullo a mi alrededor, todo adentro era hermoso y seguro. Podía imaginar que cada instrumento decía algo: el bajo no era tan solo un bajo, sino una personalidad grande y profunda. La música me era tan familiar como la voz humana y el lenguaje humano, con sus palabras adecuadas y sus frases. Todo tenía sentido, a su manera musical. Era como yo si fuera un alienígena y recordase cómo era estar en mi planeta natal, donde la gente no hablaba, sino que cantaba y emitía sonidos musicales como una forma de comunicación. Si apagaba mi 'dispositivo traductor de idiomas', todo lo que podía escuchar era confuso y sin sentido. La mayor parte de las veces, una verdadera voz humana hablando no tiene en absoluto un buen sonido. Diversos idiomas tienen algunos sonidos horribles, como por ejemplo los sonidos extraños y guturales de varios idiomas europeos; no es una forma muy elegante para comunicarse. En cambio, el maravilloso mundo musical era mucho más grácil, una especie de nirvana en la música, un lugar de seguridad en el que vivía y que detenía la llegada de los ataques de pánico.

Publicado en Musical Boxed el 28 de agosto de 2019

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LOS ALBORES DE OMMADAWN

La personalidad introvertida de Mike Oldfield da pie a que cada una de sus composiciones musicales pueda interpretarse como una ventana hacia su universo interior. En Ommadawn, su tercer trabajo, dicha ventana se mostró diáfana, como bien reflejaba la bella fotografía tomada por David Bailey que sirvió de portada al álbum. Por primera vez el rostro mesiánico del compositor se mostraba ante el gran público pero, más allá del valor aparente de la imagen, Ommadawn iba a representar un auténtico autorretrato sonoro.

La sesión fotográfica para la portada se realizó en The Beacon, la casa del condado de Hereford donde el artista se había recluido tras el éxito de Tubular Bells. Su campiña había inspirado las notas de su apacible segundo álbum, pero las críticas sobre su repetitividad vertidas por la prensa musical minaron la frágil personalidad del joven Oldfield hasta el punto de llegar a rehusar del mismo. El multiinstrumentista intervino en septiembre de 1974 en el concierto de respaldo al baterista y unos meses antes acompañó en el escenario a Kevin Ayers, pero durante ese otoño su estado anímico decaeria, negándose a aparecer en la presentación del álbum Star’s End de su amigo David Bedford y en las actuaciones que éste realizó para promocionar las versiones orquestales de Tubular Bells y Hergest Ridge. La estabilidad emocional que le confería la convivencia con su novia Maggie se desmoronó con la ruptura de la relación sentimental. Solo en su santuario, Oldfield se volvió paranoico y neurótico. “Tenía miedo de todo – de la gente, de las luces, de mí mismo. Ni siquiera tenía la confianza necesaria para levantarme y salir de la habitación.

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Me encontraba en un estado terrible, increíblemente inseguro.” William Murray, un amigo de los tiempos de The Whole World, vendría a rellenar parte de ese vacío estableciéndose por una larga temporada en The Beacon, pero el estado mental del músico no mejoraría con la muerte de su madre en enero de 1975. Para huir de la realidad se sumergió en la música y abusó del alcohol y, esporádicamente, del LSD. “Por la época en la que empecé a trabajar en la pieza musical que acabaría siendo ‘Ommadawn’ comencé a ser bastante dependiente del alcohol. La mayoría de los días a media mañana ya me había bebido un cuarto de botella de brandy y no la dejaría a lo largo del día […]. Tan solo tenía 21 años, mi madre había muerto y apenas me comunicaba con mi padre; era como si hubiese perdido toda mi infancia. Los ataques de pánico se estaban convirtiendo de nuevo en una amenaza, pero yo me encontraba bien mientras seguía trabajando en ‘Ommadawn’”, recuerda el compositor en su autobiografía. Se había hecho instalar un estudio de grabación en la habitación inferior de su casa con el propósito de llevar a cabo todas las tareas necesarias para confeccionar su nueva obra por sí mismo, desde la composición y la interpretación a las labores técnicas y de producción. Se dijo a sí mismo “Bien, ahora vais a ver” y empezó a canalizar su rabia y angustia a través de la música. La composición comenzó a tomar forma a partir de dos melodías que creó con la guitarra acústica. Éstas combinaron bien y sirvieron de base para la primera cara del disco, que en sus inicios se denominaba Pickles On My [Pepinillos en mi xilófono]. El trabajo, sin embargo, avanzó de forma intermitente los primeros meses. Por las tardes el artista acostumbraba a refugiarse en el restaurante Penrhos Court, en las afueras de Kington, donde a cambio de unas botellas de vino interpretaba canciones medievales junto a Leslie Penning, un músico local especialista en instrumentos antiguos. Las sesiones improvisadas a guitarra y flautín encandilaban a los comensales. En palabras de Penning: “La gente dejaba de comer, no podía dar crédito a sus oídos. Era maravilloso”. Mike Oldfield también empleaba su tiempo libre paseando o haciendo excursiones a caballo junto a Leslie Penning y William Murray en las inmediaciones de Hergest Ridge. “No éramos grandes jinetes, solo tres tipos resacosos en sus pequeños ponis”, recuerda el músico. La experiencia a lomos de los caballos aliviaba la mente del atormentado Oldfield: “Me gustan los truenos y me gusta la lluvia, los fuegos abiertos y las llamas rugiendo. Pero si el trueno está en mi cerebro, prefiero montar a caballo”, expresaría abiertamente Oldfield en la letra de su canción On Horseback. Antes de la llegada de William Murray a The Beacon, su hermano Terry se había convertido en el mentor del artista, cuidando de él y animandole a salir de casa. Richard Branson le contrató para que sirviera de puente entre la discográfica y el músico, pero la situación pudo con él y acabó dejándolo. “Mi hermano estuvo conmigo y fue la primera vez que realmente lo conocí. Terry siempre quiso ayudarme, pero cuando uno se encuentra en ese estado de pánico es difícil explicarse a alguien que no lo ha

15 experimentado”. Juntos fueron al sur de Irlanda y a Grecia (en tierras helenas compraron un buzuki), destinos que acabaron dejando su impronta musical en el trabajo en ciernes. La música africana también acabó impregnando la nueva composición. Oldfield tenía pensada una sección donde usar tambores africanos de forma repetitiva (de niño le gustaban las grabaciones africanas de la biblioteca de Reading) sobre la que añadir una melodía vocal a modo de mantra. La cantante Clodagh Simmonds improvisó entonces un canon con palabras transcritas fonéticamente del gaélico al inglés: “Ab yul ann I dyad awt, en yab na log a toc na awd, taw may on ommadawn egg kyowl”. La palabra ‘ommadawn’ (‘amadan’ en su original gaélico y ‘omadhaun’ en inglés) llamó la atención del artista hasta el punto de querer nombrar así al álbum. Clodagh había escrito en una hoja lo primero que le vino a la cabeza: “Papá está en la cama. El gato está bebiendo leche. Soy un idiota y me estoy riendo”. De manera encubierta, el joven músico autodenominaba ‘idiota’ a su obra más íntima, dotándola así de aún más misticismo. Después de varios meses trabajando en la primera cara del disco aparecieron los problemas técnicos. La cinta de grabación no resultó adecuada para tanto sonido agregado, comenzó a eliminar polvo y a ensuciar los cabezales, obligando a grabar todo de nuevo en una cinta diferente. Obsesionado en su trabajo, Oldfield volvió a grabar pista por pista todos los instrumentos y aprovechó la ocasión para perfeccionar su composición. La parte final de la primera cara experimentaría una notable modificación, viéndose eliminadas algunas secuencias musicales y la etílica conversación surreal entre Oldfield y Murray que aparecía sobre el canon de Clodagh en la versión primigenia o “perdida” de Ommadawn. Mike replanteó ese nuevo final como un elemento catártico: “Me di cuenta de que lo que me había estado jodiendo era haber nacido. A mucha gente le fastidia nacer. Así que decidí que iba a renacer. Era la única posibilidad. Tenía que recrear las circunstancias de mi propio nacimiento. El sonido del final de la primera cara de ‘Ommadawn’ soy yo prorrumpiendo de la vagina de mi madre”, declaraba en abril de 1979 a Melody Maker tras haber asistido a un seminario de terapia Exégesis que le cambió la vida. En las fases finales de la grabación del disco el ingeniero Phil Newell se pasó por The Beacon para ayudar. En unas declaraciones afirmó que a Mike le llevó mucho tiempo conseguir un solo de guitarra para el final de la cara uno. Una mañana Phil se despertó con el sonido de un fantástico guitarreo, se vistió y al entrar al estudio se encontró a Mike tocando ante un atril con un ejemplar de la revista Mayfair abierto, mirando las chicas desnudas. Casualidad o no, Bob Edmonds del New Musical Express describió los solitarios tambores que sonaban tras el estridente chillido de guitarra final como “latidos de corazón postcoitales”. Fuera por lo que fuera, lo cierto es que el músico descargó todas sus emociones contenidas en ese desgarrador solo de guitarra, incapaz de dejar indiferente a nadie. “Me asustó hasta la muerte cuando lo hice. Esa guitarra eléctrica me pareció realmente aterradora. No podía dormir”, recordaba Oldfield.

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A principios de verano de 1975 el artista permitió que un equipo de filmación dirigido por invadiera su morada para rodar material con vistas a aparecer en un documental que iba a repasar la historia de la música pop anglosajona. La serie, denominada All You Need Is Love, fue emitida un par de años después. Oldfield aparecería en el último capítulo mostrando sus habilidades con varios instrumentos, trabajando en su estudio con la versión “perdida” de Ommmadawn (finalmente recuperada en 2010) y paseando por los alrededores de Hergest Ridge. “Si te sientes algo abatido, deberías venir a Hergest Ridge”, rezaba la letra de On Horseback, canción optimista que Oldfield colocó premeditadamente al final del álbum para equilibrar las energías del mismo. En la misma aparecían las voces de unos niños, los hijos de Martin Griffiths, propietario del restaurante Penrhos Court donde el multiinstrumentista ahogaba sus penas. Martin era además piloto, tenía un pequeño aeroplano y contribuyó de manera positiva a que Oldfield venciera sus miedos y comenzase a tomar lecciones de vuelo. Se dice que uno de sus primeros vuelos fue desde el aeródromo de Shobdon hasta Kidlington para asistir a la sesión de grabación de los tambores africanos en el estudio The Manor y para tomarse allí también una instantánea junto a los colaboradores del álbum. Cuando el barbado Herbie posó para dicha foto no sabía que sus gaitas iban a quedar relegadas a la “versión perdida”, lo contrario que le ocurrió a , cuyos timbales fueron grabados en The Beacon con posterioridad a la sesión fotográfica (sus ensayos en pleno verano provocaron algunas molestias acústicas a los vecinos de Oldfield). El caso de , líder de , fue similar: su fugaz colaboración fue cosa de último momento (Paddy grabaría su parte de gaita una noche no exenta de alcohol en The Beacon sobre una melodía de guitarra que Mike había compuesto seis años antes para Rosie, el novio de su hermana). Por alguna razón tampoco apareció retratada la vocalista , pero no por ello deja de ser la fotografía de una gran familia: la familia Ommadawn.

Publicado en Musical Boxed el 21 de octubre de 2015

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CRÓNICAS DE OLDFIELD: El león, el cazador y el granero

Un día una delegación de vecinos de la colina de Bradnor hizo una visita a The Beacon, la casa-estudio que por aquel entonces tenía Mike Oldfield en Kington, muy cerca de Gales. No traían caras de muchos amigos y es que Pierre Moerlen había estado todo el día practicando con los timbales en lo alto de la colina para las sesiones de Ommadawn. Esta llamada de atención impulsó a Mike a buscarse otra ubicación para vivir, una en la que tuviera plena libertad para hacer todo el ruido que quisiera. En una primera instancia pensó en construirse su propia casa, con ayuda del arquitecto Keith Critchlow, pero finalmente se decantó por reformar una antigua casa de campo denominada Througham Slad, en el condado de Gloucester. Antes de concentrarse en un nuevo álbum empezó grabando a principios de 1976 canciones como Portsmouth o Argiers en el estudio a medida que se hizo construir en el granero de la finca. Recientemente he colaborado en la traducción al castellano de varios capítulos de Changeling, la autobiografía que publicó Oldfield en 2007. De la misma rescato un pasaje entretenido perteneciente a esa época.

En casa, estaba empezando a sentirme un poco solo y quería sentar la cabeza con alguien, pero yo todavía era inestable. No me percaté de que para mí sería imposible hacer tal cosa en muchos años. En ese momento, sin embargo, parecía que era lo mejor que podía hacer, o al menos intentar hacer. Quería tener una relación, pero no sabía cómo encontrar a alguien; estábamos bien fuera en el campo y yo no quería ir de clubs. Como fuera, mantuve una especie de relación a distancia con la hija de Keith Critchlow durante una temporada.

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Me compré tres enormes perros de compañía, un san bernardo, al que llamé Wellington, y dos pastores irlandeses, uno de los cuales era una de las crías de Bootleg1. Willy [William Murray] todavía andaba merodeando: era una persona muy sociable, con la que fácilmente te llevabas bien, simpática y tranquila, pero realmente la cosa no estaba funcionando. Un día le dije “Creo que deberías irte, deberías marcharte y tener tu propia vida”. Poco después se fue a los Estados Unidos y consiguió un trabajo como asistente de un fotógrafo de moda bastante exitoso, y entiendo que a partir de entonces intentara seguir su propia carrera como fotógrafo. Cuando llegó un poco más de dinero me dispuse a cambiar mi Mercedes. Me compré un Ferrari, con el que nunca debieron haberme dejado suelto a esa edad, mis veintipocos. Conduje a velocidades temerarias en estados muy perjudiciales, pero era lo que la gente hacía. Todavía veía a Steve Windwood en ocasiones – Northleach no pillaba lejos de Througham y estaba a mitad de camino de The Manor. No entendía una cosa de la vida campestre, cazar y todo eso, así que Steve me envió a un lugar donde tenían una escuela de tiro apropiada, disparando palomas de barro, y tomé allí clases. Me compré mi propia escopeta de dos cañones, una bastante elaborada, una Churchill, creo que se llamaba. Steve estaba realmente metido en los deportes campestres y siempre quería ir de caza. En una ocasión, recuerdo que Richard me invitó a una cacería. Yo no sabía realmente qué iba a encontrarme, fue como un extraño ritual. Acudimos a una casa remota; Richard estaba allí y también Simon Draper. Nos dijeron que iba a hacer frío y que debíamos abrigarnos. Nos sentamos todos en la parte trasera de un camión y la gente le iba pegando tragos a sus pequeñas petacas. Al final llegamos a un estanque y nos agazapamos en una especie de escondite. Uno parecía estar al mando, como si fuera un guardabosques o algo así; yo me senté allí en absoluto silencio durante una hora y media, congelándome y preguntándome qué narices estábamos haciendo allí. Finalmente oímos “ta-ta-ta-ta-ta” y entonces, bruscamente, todos esos hombres viejos de clase alta, jueces o lo que fueran, saltaron del escondrijo. Fue como en Armageddon, como si hubiera vuelto la Primera Guerra Mundial. Todos estaban disparando, había patos cayendo alrededor nuestro y los perros no paraban de moverse a nuestros pies. Era el caos absoluto. Disparé unas cuantas veces, pero no sabía realmente qué diablos estaba pasando. Pasaron unos cinco minutos hasta que todo cesó y entonces apilaron todos los patos muertos en el camión. Volvimos a la casa y todos estaban muy contentos consigo mismos, tomando otra vez tragos de sus petacas. Alguien llevó algunos patos a Througham Slad y yo volví con Richard. Él dijo “Se supone que vas a comértelos”. Yo pensé “Joder, ¿de verdad?”. Recuerdo que él tenía los patos en la mesa de la cocina, desplumándolos. Yo estaba horrorizado, había plumas por todo el suelo de la cocina. Richard hizo algo repugnante con un cuchillo a uno de los patos, luego lo pusimos en el horno y lo servimos con patatas asadas. Estaba lleno de perdigones, creo; no podías pegar un bocado sin lastimarte la dentadura.

1 Perro de los estudios The Manor que aparece en la cubierta de Hergest Ridge 19

No pude procesar todo eso. No entendí por qué no pudimos haber ido allí a contemplar los patos llegar y aterrizar en el agua; ¿por qué tuvimos que matar a un centenar de ellos y perder todo ese tiempo intentando cocinar y comer a ese pobre pájaro que nos rompía la dentadura? Me sentí tan culpable que fue la última vez que disparé a algo. Conservé mis escopetas por un breve periodo pero al final las vendí. No me gustó este asunto de la caza y del tiro, por lo que los entretenimientos del tipo de vida campestre nunca me han vuelto a interesar. Después de varios meses de trabajo de construcción, las cosas empezaron a cuajar. Habíamos convertido el establo y el granero en un bonito estudio con una ventana de cristal con vistas a la habitación principal. Yo incluso tenía mi propia consola de mezclas, construida por los ingenieros de mantenimiento de The Manor, según mis especificaciones. Ellos habían comenzado su propia compañía, llamada Rebis, y la mía fue la primera mesa que construyeron. Duró años y años. Luego la instalé en un arcón y la llevé de tour conmigo. Al final fue consignada al chatarrero hace solo unos años, por lo que fue una inversión muy buena. Finalmente, después de más de un año construyéndose, la casa y el estudio fueron terminados. Tenía mi propio y bonito estudio, y eso significaba que podíamos por fin trabajar en algo. Un día, cuando empezábamos a trabajar en el estudio, alguien llamó y dijo “Tengo aquí a un chico, tiene un león y le está buscando una casa, ¿quieres conocerlo?” Yo dije “Oh sí, por qué no, mándamelo”. Así que llegó una furgoneta con un hombre y su novia, y de la parte de atrás saltó un macho de león de un año de edad llamado Clyde. No era maduro del todo, justo le estaba empezando a crecer su melena. Nada más saltar, Clyde vino hacia mí y me agarró el pecho con su dentadura, y el hombre, que tenía una vara enorme, empezó a golpearlo. Finalmente Clyde lo dejó y pasó el fin de semana con su propietario. Phil Newell, el ingeniero, estaba trabajando en Througham Slad en ese tiempo. Cuando llegó el león, Phil estaba ocupado en el estudio y recuerdo que entró en la cocina para hacerse un te. El león estaba allí, pero Phil no tenía ni idea – nadie pensó en decirle “Cuidado, que hay un león merodeando”. Recuerdo asomar la cabeza por la puerta de la cocina. Clyde había literalmente acorralado a Phil contra el fregadero. La expresión de su cara no tenía precio; sus largos cabellos y su barba eran pelirrojos ¡pero estaba pálido como un fantasma! No creo que pudiera ni hablar. El propietario se percató de lo que estaba pasando y empezó a atizar a Clyde para que dejara en paz a Phil. El pobre casi tuvo un ataque. Fue una pequeña venganza por ser tan anti-yo en Tubular Bells – sin haber sido planeado, por supuesto. Clyde era un magnífico animal, ya lo creo. Obviamente era un gato grande, pero su personalidad era la de una bestia. Era tan bravo como posiblemente puedas imaginarte. Podía moverse lentamente alrededor, mirarte y tú podías verle pensar “Voy a asustarlos ahora” y entonces te rugía. Parecía que solo podía respetar a alguien que le golpeara

20 con toda la dureza posible: si Clyde mostraba signos de herir realmente a alguien, su dueño vendría y le golpearía con la vara con todas sus fuerzas. Clyde no bramaría ni gritaría ni nada, solo desistiría. Obviamente lo sentiría duramente, pero esa era la única manera de controlarlo. Me llevé bien con Clyde una vez que me hice a golpearlo en todo momento. No me gustaba hacerlo, pero solo entonces me respetaba un poco – si no lo hubiera hecho, creo que hubiera podido matarme. Nunca me había encontrado con un animal como él. De comida le dabas un pollo entero y se lo zampaba de un bocado, triturando los huesos. Teníamos que seguirle a todas partes con periódicos porque podía marcar territorialmente todos los sitios, apestando las paredes. Decidimos llevar a Clyde al pub. Era verano, así que todo el mundo estaba sentado fuera, y cuando llegamos fui a comprar algunas bebidas. De repente oí un grito de mujer, más fuerte de lo que posiblemente puedas imaginarte. Corrí hacia la puerta y vi que el león había puesto su cabeza en la parte delantera de su vestido, permaneciendo en su regazo. Ella chilló a más no poder y todo el mundo se dispersó por el jardín. Entonces el propietario del león llegó y, cómo no, empezó a atizarle diciendo “¡Clyde, malo, compórtate!”. Clyde era un completo salido, pero me gustaba. En casa le tiraba hierba y jugaba con él como con un perro, pero él era diez veces más rápido. Era tan rápido que podía alejarme varios centenares de pies hasta llegar al final del jardín; en un segundo podía verlo mirarme desde la otra parte del mismo y, al siguiente segundo, parecía que ya estaba enfrente de mí. En una ocasión lo tenía dentro de un patio cercado de alambre y los perros empezaron a ladrarle, así que el león se encaramó encima de la cerca y rugió a los perros. Los dos pastores irlandeses literalmente se mearon encima, marchándose con el rabo entre las piernas. Mi san bernardo, Wellington, mantuvo su posición y le devolvió un ladrido. Me impresionó, no se asustó en absoluto. Esa noche Clyde durmió conmigo en mi cama. Sobre las cuatro de la madrugada me desperté con el león encima de mí, mirándome de una manera muy amorosa. Pegué un chillido brutal y tuve que golpearle antes de quitármelo de encima. Clyde pasó el resto de la noche en una esquina, no quería tenerlo en la cama conmigo por más tiempo. Al día siguiente el propietario dijo “¿Quieres quedarte al león?”. Decliné la oferta pero, dios mío, menuda experiencia que fue. Al final despaché el león a Virgin. Llamé a Richard y le dije “Tengo un león aquí, ¿quieres conocerlo?” Richard dijo que sí y, como quería enloquecer a Richard, le di al propietario del león la dirección de Virgin Records y le dije que lo llevara allí. Probablemente causó estragos en la recepción, echando abajo las oficinas y haciendo gritar a la gente. Nunca supe qué pasó con él al final. Creo que Richard también lo rechazó, así que se lo pasaría a algún otro. Fue divertido. Publicado en Musical Boxed el 20 de abril de 2012

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LOS EMBRUJOS DE INCANTATIONS

La consolidación del rock como fenómeno social y musical en los años setenta vino de la mano de discos de vinilo que, en algunos casos, eran unas auténticas joyas gráficas. Cuando la carpeta se podía abrir como un libro, el disco tenía un valor añadido y si, además, el contenido del álbum era doble, era una distinción para el artista. De ese hipotético y selecto club han formado parte gente como Bob Dylan, , , , Rolling Stones, Jethro Tull, Yes, Genesis, Led Zeppelin, ELP, Fleetwood Mac o . En esa década, pareció establecerse también una competición no oficial por la duración de las canciones desde que de Pink Floyd y Lizard de King Crimson abarcaran un lado completo de sus respectivos vinilos publicados en 1970. Dentro del rock progresivo, esa gesta la fueron igualando formaciones como ELP, Caravan, Yes o Genesis durante los años sucesivos, aunque luego Jethro Tull rompiera el molde al ocupar con Thick as a Brick las dos caras de un disco en 1972. La big band de jazz progresivo Centipede impresionó en directo a Mike Oldfield con su extensa composición Septober Energy a principios de década. En su etapa junto a Kevin Ayers compartió cartel en varias ocasiones con esta efímera formación dirigida por Keith Tippett (fugaz teclista de King Crimson) en la que también participaba un colega suyo, el percusionista Robert Wyatt. Oldfield no se considera un hombre de jazz pero no esconde que Centipede fue una fuente de inspiración para Tubular Bells. “Quería tener mi propio Centipede o hacer alguna música que tuviera el mismo tipo de efecto”, decía. Sin embargo, este concepto de composición compleja con inclusión de sección de cuerda lo desarrollaría plenamente unos años más tarde, en las cuatro caras del doble álbum Incantations. Él no podía ser menos. Después del verano de 1975, Oldfield decidió mudarse de su casa del condado de Hereford a los montes Costwolds, la zona más importante de paisaje protegido de Inglaterra (considerada ‘Area of Outstanding Natural Beauty’) y refugio de celebridades del país por el reclamo que ejercen tanto la tranquilidad de su campiña como sus características construcciones de dorada piedra caliza. Por entonces había conocido al arquitecto Keith Critchlow, persona con la que conectó fácilmente. “Era un personaje fascinante. Otra persona a la que podía admirar y respetar. No lo veía como un amigo, le tenía mucho respeto: era profesor y había escrito muchos libros, era increíblemente inteligente”, decía Mike de él en su autobiografía. De la mano del doctor Critchlow, Oldfield se involucró en la música para el documental Reflection, un film que le había sido encargado al arquitecto por el Consejo de las Artes del Reino Unido en 1976 y que se hizo realidad al año siguiente. Éste versaba sobre una de las especialidades del arquitecto: la geometría en la naturaleza y en el arte. Poco más se sabe de esta película, convertida con el tiempo en una cotizada pieza de coleccionismo (recuerdo pagar una considerable suma de dinero al Arts Council hace

22 años por una copia original en videocassette), sobretodo porque el contenido musical era del todo inédito en la época. No está suficientemente claro si Mike Oldfield compuso algo de música específica para este film o simplemente aprovechó la ocasión para dar salida a material que aún no tenía publicado, tanto del pasado como en ciernes. Atendiendo a una entrevista concedida en noviembre de 1976 a la revista Sounds, cabe entender que fue lo primero, pero lo cierto es que la mayoría de los temas utilizados en esa banda sonora acabarían viendo la luz en su discografía más pronto o más tarde. En cuanto al material sonoro pretérito y, por tanto, “conocido” que aparece en el documental nos encontramos con extractos de la versión “perdida” de Ommadawn y con fragmentos que sonaban a descartes de esta obra, pero también con los temas Portsmouth (una de las primeras canciones grabadas en el estudio de Througham Slad -en enero de 1976- junto a Leslie Penning) y First Excursion (grabada en agosto de ese mismo año junto a David Bedford), ambas publicadas en el recopilatorio Boxed a finales del mes de octubre de 1976. Cuando el director Tony Palmer fue a la anterior casa de Oldfield para rodar el último episodio de la serie televisiva All You Need is Love en la época de Ommadawn, capturó varias escenas en las que el músico inglés interpretaba diferentes melodías con varios instrumentos. Una de ellas, con la gaita de Northumbria, la conseguimos escuchar en su totalidad al reeditarse Incantations en 2011 con un nombre bastante lógico: Northumbrian. Otra, interpretada al piano (Piano Improvisation), formó parte de Reflection un par de años después de esta filmación y luego evolucionó a un pasaje de la segunda sección de la suite Platinum en 1979. De entre la restante música “desconocida” de Reflection destaca la canción de cabecera, The Path (publicada nueve años más tarde como cara B del single Shine), y un fragmento de Woodhenge, el tema que más relación parece guardar con el espíritu del documental (de hecho, encaja mejor aquí que en el álbum Platinum). Los demás cortes son ideas que se desarrollaron en Incantations, lo que nos devuelve a la incógnita del fin para el que fueron compuestas. En cualquier caso, da la sensación de que la relación de Oldfield con el arquitecto geométrico pudo impulsar al músico a querer trabajar en un disco de música matemática (como él mismo calificó) e incluso a practicar con la simetría musical al componer una melodía y posteriormente interpretarla en sentido inverso para generar otra (más detalles en mi artículo Enigmations). Mike Oldfield comenta en su autobiografía Changeling que cuando se puso manos a la obra con Incantations quería orquestar su propia sección de cuerda y ponerla al principio junto con una flauta para darle un toque mágico: “Alquilé una sección de cuerda de unos dieciocho intérpretes y los metí en mi estudio. Ese fue el punto inicial, solo para ver hasta dónde me conducía”. Este fragmento inicial de Incantations part 1 lo precedió con una progresión coral polifónica que ya sonaba en Reflection, solo que en el documental se alargaba con una guitarra que recordaba mucho a algunas notas de First Excursion.

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“Con eso en su sitio me propuse trabajar en una secuencia musical realmente complicada. Iba secuencialmente por cada tono de la escala musical. Era una especie de círculo a lo ‘Frère Jacques’, pero el más largo que nadie hubiera escrito que yo sepa. Si lo escuchas detenidamente advertirás que hay dos partes que se entrecruzan y que se toman unos dos minutos en volver a empezar. [...] Después me hice con Pierre Moerlen y su hermano Benoit para interpretarlo, con dos vibráfonos entrelazados. Me encantó ver cómo lo hacían, eran fantásticos”. La sección de vibráfonos de la tercera parte de Incantations aparecía también en Reflection, pero parece obvio que aquí Oldfield se está refiriendo al Canon for Two Vibraphones de Incantations part 4 (en la versión final del disco, esa sección fue precedida por un tema muy dulce de Reflection interpretado al arpa que sirvió para abrir la cuarta cara). La explicación de Oldfield continúa así: “Las cosas empezaron a desarrollarse bastante rápido. Con ese ambiente mágico que yo quería capturar decidí el título, Incantations [Hechizos], bastante pronto. Simplemente me pareció una buena idea”. Para ambientar su composición pensó en contactar con algún druida y que éste le facilitara algún conjuro, hechizo o canto mágico, pero la experiencia no fue del todo satisfactoria. En esta fase tan solo llegó a trabajar con poemas de la poetisa , una anciana que le había presentado Keith Critchlow. Pese a no aparecer finalmente en Incantations, su conjuro para la creación (A Spell for Creation) puede oírse en la banda sonora del documental The Space Movie, estrenado en 1979 por Tony Palmer para conmemorar el décimo aniversario de la llegada del hombre a la luna. Este poema estaba cantado sobre la base instrumental de bajo y bodhran de Incantations part 4 ubicada justo después del canon para dos vibráfonos. Se da la circunstancia de que el fragmento en cuestión había aparecido también en Reflection de una forma embriogénica, aunque entonces se adornaba con voces masculinas y con apenas letras (esa versión primigenia se conoce como Making Way). Mike recuerda que posteriormente alguien de Virgin le trajo información sobre Gog y Magog (dos personajes apocalípticos) y sobre el antiguo paganismo, pero que las únicas partes de conjuro que utilizó versaron sobre la diosa Diana. Uno de esos fragmentos musicados se escucha tanto en la primera como en la segunda parte de Incantations (donde se invoca el nombre de tres diosas romanas: Diana, Luna y Lucina) y el otro es un poema del renacentista inglés Ben Jonson conocido como Hymn to Diana, que se utilizó al final de Incantations part 4 sobre una base instrumental que ya había sonado en Reflection. Finalmente, el compositor de Reading encontró interesantes algunas estrofas de un poema épico del siglo XIX escrito por el estadounidense H. W. Longfellow, el Canto de Hiawatha, que fueron añadidas en la segunda cara del disco. Con estos versos evitaba tener que pensar en ninguna letra y, además, contribuía al carácter hipnótico de la obra. Mientras Oldfield se recreaba en sus mundos mágicos, la realidad de Gran Bretaña era ya otra. Los se encargaron de ello desde finales de 1976, encadenando escándalo tras escándalo allá donde aparecían. Dos compañías de discos (EMI y A&M) les rescindieron sendos contratos con prácticamente dos meses de diferencia,

24 encontrándose sin nadie que les publicara sus canciones desde mediados de marzo de 1977. Esto pareció verse como una oportunidad por los directivos de Virgin Records para cambiar su imagen. Antes, no obstante, quisieron escuchar lo que su artista estrella llevaba compuesto, así que una delegación se presentó en casa de Oldfield para prestar atención a los veinte minutos que éste les mostró. El resultado fue que en mayo de 1977 Virgin acogió a los Pistols y les publicó el single God Save the Queen a tiempo para que coincidiera con los 25 años de reinado de la reina Isabel II. Para cuando Oldfield publicó el single Cuckoo Song en noviembre de ese año, el álbum Never Mind the Bollocks ya era disco de oro. A Mike Oldfield no le sentó muy bien la nueva situación. Estaba siendo vilipendiado por la prensa y los punkies (le llamaban ‘Pedoviejo’) y, mientras, Virgin apartaba sus discos de las estanterías de sus tiendas. Llegó a la conclusión de que todo había sido una pérdida de tiempo y fue perdiendo la inspiración. También le afectó anímicamente: “Estuve bebiendo mucho; me volví agresivo, retraído, paranoico. La vida simplemente parecía venirse abajo y yo estaba realmente hundido”. Estaba conviviendo con la hija de Keith Critchlow, pero ésta acabó dejándolo con la única compañía de sus tres perros. En abril de 1978 el director Tony Palmer visitó a Mike y éste estuvo conforme en componer música de nueva creación para el documental que le había invitado a realizar la NASA, The Space Movie. Con su inestable situación personal y con Incantations todavía inacabado (el año anterior se había vislumbrado otro fragmento de la primera parte al final de la canción Pipe Tune), no es de extrañar que en los siguientes seis meses solo le produjera siete minutos de música. Al necesitar hora y media para la banda sonora, finalmente se tomó la decisión de utilizar extractos de Incantations y de obras anteriores. Oldfield estaba buscando algo pero no sabía lo que era. Estaba agobiado de estar solo y quería poner fin a su situación. La mujer del ingeniero técnico de su estudio le sugirió una salida: asistir a un seminario de psicoterapia que ella conocía, circunstancia que se produjo a lo largo de un fin de semana de junio. Lo que sucedió después es casi de cuento: Oldfield cambió radicalmente de look, acabó de completar su disco, comenzó a conceder entrevistas a lo loco e incluso posó desnudo para el ejemplar del 2 de diciembre de 1978 del magacín Sounds. ¿No es encantador?

Publicado en Musical Boxed el 17 de septiembre de 2019

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ENIGMATIONS (El enigma de Incantations)

Hubo un tiempo en que el sonido digital no se concebía y disponer de un reproductor de discos de vinilo tampoco era lo más habitual. La música se conocía a través de la radio o la televisión y los álbumes mayoritariamente se compraban en formato cassette. Este formato era además el único para poder realizar grabaciones caseras, lo que hoy llamaríamos “copias de seguridad”. En esos tiempos un servidor era un joven adolescente que había conocido la obra de Mike Oldfield a raíz del álbum Crises y su . Fue mi hermano quien sembró en mí la semilla oldfiliana y fue tal la devoción que ambos procesamos que en menos de un año nos hicimos con toda su discografía oficial (en cassette, por supuesto). Por aquel entonces tan solo disponíamos de un pequeño reproductor portátil de cintas mono. Aparentemente no era gran cosa, pero el destino quiso que actuara como providencial catalizador para dar con el enigma del Incantations. Después de volver del colegio me gustaba jugar al Subbuteo y, mientras lo hacía, tenía la costumbre de ponerme algún álbum de Oldfield como música de fondo. Para ser francos confesaré que el volumen siempre estaba al máximo. Esa fue otra de las claves de esta historia. Un día, escuchando Tubular Bells en esas condiciones, me di cuenta que al acabar The Sailor’s Hornpipe podían oírse unas notas de sonido extra a las que no había deparado en anteriores ocasiones. Era una melodía nueva, parecida a la del principio de la cara A, pero se oía tan bajito que tuve que acercar mi oído al auricular para darme cuenta de que lo que realmente estaba escuchando era la melodía de la otra cara al revés. De una forma empírica descubrí que cuando una cara tiene menos duración que la otra, en ese espacio de sonido en blanco que queda hasta el final de la cinta, el cabezal lee la pista de la otra cara al revés, aunque con una amplificación baja. La curiosa experiencia fue el prolegómeno de lo que sucedió posteriormente. En otra de esas tardes de Subbuteo y Mike Oldfield -que podemos fechar en septiembre de 1984- estuve escuchando Incantations, que era una de nuestras últimas adquisiciones. Volvió a suceder lo mismo: al finalizar la primera cara (final de Incantations part I) me pareció que una melodía continuaba a un registro más bajo. Esta vez no era una melodía extraña, sino que estaba seguro que ya la había oído anteriormente. Sabía con certeza que era la melodía de la otra cara de la cinta al revés (principio de Incantations part II), pero no podía acabarme de creer que Mike pudiera interpretar una melodía y luego lo hiciera al revés, algo así como sucedía en la película El Exorcista con las voces de la niña. La cuestión quedó en el olvido, hasta que a principios de 1986 cayó en mis manos un artículo musical que trataba de mensajes secretos en las canciones. De los ejemplos que recuerde estaban los temas Secret Messages de la ELO y Empty Spaces de Pink Floyd

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(). En éstos hay secuencias en las que se oye una voz extraña, que no es más que una frase al revés. No deja de ser curioso, pero lo de Mike tenía más mérito al no ser simples voces que un aparato reproduce al revés, sino que es el mismo Mike el que reinterpreta una melodía al revés. Por entonces mis progenitores ya me habían comprado una auténtica cadena musical con tocadiscos (lo que motivó que volviéramos a comprar toda la colección en formato de vinilo), así que me dispuse a experimentar con ella. Los científicos no dan por válida una teoría hasta que no la comprueban, y yo todavía no había oído el principio de Incantations part II al revés por mis propios medios. Puse el principio de la cara 2 en el plato del tocadiscos e intenté darle vueltas al disco con un dedo en el sentido contrario de la rotación. Fue en vano porque con el motor del tocadiscos en marcha empezó a saltar la aguja y a hacer éste ruidos extraños. Entonces probé con desenchufar el tocadiscos manteniendo conectado el amplificador, di vueltas con el dedo para atrás de la forma más homogénea que pude y… allí estaba sonando un fragmento de Incantations part I, que después pude grabar en una cinta. El fragmento de Incantations part I en cuestión (que yo llamo Right Tune) es el que va de 06:23 a 08:29, justo antes del pasaje Diana/Luna/Lucina, donde el tema es interpretado con trompeta, orquesta y sintetizador. Por otro lado, el fragmento que denomino Backwards Tune de Incantations part II es el que discurre entre 00:00 y 02:30, donde la melodía es interpretada con sintetizadores. Fue luego con la llegada de la era digital (vuelta a comprar todo en CD) y la generalización de la informática cuando pude editar digitalmente el fragmento en cuestión: primero en su sentido natural y luego al revés, de forma entremezclada. Titulé a esta grabación Enigmations y la compartí por primera vez con la comunidad oldfiliana en el año 2000 a través de una magnífica colección en mp3 del gran Jon Renes. Se ha escrito bastante acerca de los mensajes en código Morse y otras curiosidades de Amarok, pero de fragmentos interpretados al revés no tenemos mucha información. Parece ser que la técnica de dar la vuelta a un tema se empezó a utilizar en los años 60. En cualquier caso Mike volvió repetir el experimento en el año 2002 con el álbum Tr3s Lunas y el corte Daydream: la sección comprendida entre 1:20 y 1:26 no es más que el tema principal (que puede escucharse a partir de 0:32) interpretado al revés, ambos fragmentos con la guitarra eléctrica. Difícilmente podremos saber qué le impulsó a realizar estos experimentos o si lo ha repetido en otras ocasiones. Quizá la discografía de Mike está salpicada de enigmas de este tipo y todavía no se nos ha revelado la clave para descifrarlos. Mientras tanto, y por fortuna para nuestra existencia, nos conformaremos con su legado musical.

Publicado en Musical Boxed el 20 de julio de 2011

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CALA PREGONDA

De todas las calas de la costa norte de Menorca, la cala Pregonda es la más cotizada. Situada en un enclave único, destaca por su fina arena de color marrón-rojizo, sus aguas cristalinas y sus preciosas vistas.

Como buena parte de las calas menorquinas, acceder a ella no es tarea fácil. Más bien se trata de un agradable peregrinaje de media hora de duración desde la cala Binimel·là. Para llegar hasta ella en coche deberemos dirigirnos hacia Es Mercadal y una vez allí buscar las indicaciones de las playas del norte, concretamente las de Binimel·là y Pregonda. Aunque Pregonda tiene un acceso directo, éste es a través de un camino privado, así que las indicaciones nos llevárán siempre a Binimel·là, que es donde se encuentra el aparcamiento y la cafetería. Mientras bajamos a la playa de Binimel·là podremos admirar el paisaje natural del torrent de s’Alairó, que forma una agradable laguna al llegar al nivel del mar. Atravesaremos las dunas de Binimel·là y, dirigiéndonos al oeste, seguiremos las indicaciones de la cala Pregonda recorriendo el Camí de cavalls. El Camí de cavalls es un sendero de 185 km que circunvala la isla de Menorca y que se remonta a épocas medievales y de piratería. En la actualidad se ha recuperado para su uso público, habiendo sido expropiadas más de un centenar de fincas privadas con ese fin. La orografía hace del tramo Binimel·là-Pregonda uno de los más difíciles, sobretodo en bicicleta, aunque a pie o a caballo no supone tampoco un gran esfuerzo.

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Nos encontraremos avanzando a través de un paisaje casi desértico (algunos lo comparan con la superficie de Marte), por lo que conviene realizar la travesía temprano y así no pasar mucho calor, sobretodo si realizamos el recorrido en temporada estival. Después de Binimel·là llegaremos a la cala Pregondó, habiendo sobrepasado ya el ecuador de la excursión. Es entonces cuando el camino se vuelve más complicado, pero la magnificencia de los parajes nos aliviará la marcha. Desde las primeras posiciones elevadas comenzaremos a reconocer la peculiar silueta del Illot de Pregonda, una formación rocosa en medio de la bahía que recuerda el perfil de una mujer rezando tumbada. El nombre proviene precisamente del verbo catalán “pregar” (rogar), ya que son sus manos dispuestas en oración lo que más destaca a la vista.

Desde lo alto del promontorio podremos reponer algo las fuerzas y gozaremos de una panorámica espectacular de toda la bahía. Tan solo nos faltará bajar a pie de playa. Cala Pregonda también es conocida por ser el escenario natural de la portada del LP Incantations de Mike Oldfield, publicado en noviembre de 1978. En el verano de ese año Mike había sido invitado a la casa que los padres de Richard Branson tenían en el puerto de Mahón. No se había encontrado con ánimos de acudir hasta que no realizó el seminario de Exégesis, entre otras cosas por su pánico a volar. El día después de finalizar el seminario tomó la decisión de presentarse en Menorca. Se sentía un hombre nuevo, liberado, vivo y su comportamiento causó sorpresa entre los familiares y amigos de Branson: Oldfield se mostraba amigable, sociable, relajado e incluso divertido. Había perdido sus miedos, al menos temporalmente. Estuvo unos días disfrutando del descanso y de las playas, pero la foto de la portada fue tomada un par

29 de meses después por Carlos Moyse, un amigo de Richard. La familia de Carlos era la propietaria de la casa ubicada en la misma cala. Tres décadas después Incantations ha vuelto a ser reeditado por Universal Music. Tal y como ocurrió con la reedición de Hergest Ridge el año pasado, ha parecido oportuno renovar la portada para darle un aire más fresco al producto. Después de buscar por internet, la discográfica dio con una fotografía del menorquín Sús Camps que colmaba sus expectativas. La fotografía de este aficionado de Alaior forma parte de una serie de interesantes instantáneas que tiene colgadas en su fotoblog, donde podemos encontrar también otra preciosa immortalización de esta cala.

Publicado en Musical Boxed el 17 de agosto de 2011

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I BELIEVE IN OLDFIELD CHRISTMAS

La primera canción de navidad que Mike Oldfield grabó fue una versión instrumental de , un tema tradicional medieval, en noviembre de 1974. Esas navidades su hermana Sally llevaría hasta el retiro campestre del compositor en Kington a su madre Maureen, que arrastraba una enfermedad mental y cuyo estado era delicado por aquel entonces. “Recuerdo cómo me miraba y era evidente que no estaba bien del todo. Me decía, ‘Tú sabes cómo es esto, ¿verdad, Mike?’ Y sí, yo sabía inmediatamente a qué se refería. Lo que no sabía es que esa sería la última vez que la vería”. Por desgracia la mujer falleció poco después de aquella visita, en enero de 1975. El artista quiso dedicar a su memoria aquel tema navideño cuando fue publicado como cara B del single Don Alfonso a finales del mes siguiente, pero la versión que se popularizó fue una regrabación del tema realizada en el mes de octubre en los estudios The Manor y lanzada al mercado en la navidad de 1975. El villancico tuvo muy buena acogida, alcanzando el número 4 de las listas británicas. El éxito del mismo condicionó la estrategia a seguir para promocionar la música del artista, tarea que venía siendo difícil por la negativa del mismo a todo tipo de promoción y a la complejidad de sus largos instrumentales. Así, al año siguiente la fórmula se repitió con Portsmouth, otro tema tradicional inglés que Oldfield arregló con acierto. El resultado fue un meritorio tercer puesto en la lista de singles más vendidos, un hito en la carrera musical del multiinstrumentista, que ya no volvería a saborear el éxito de un sencillo tan de cerca hasta que Moonlight Shadow alcanzara el número 4 varios años después. Su versión, además, es la que viene siendo utilizada por el equipo de fútbol de Portsmouth en los encuentros celebrados en su estadio. El vacío discográfico de Mike Oldfield tras la publicación de Ommadawn en 1975 siguió llenándose con instrumentales cortos lanzados como single. En las navidades de 1977 le tocó el turno a Cuckoo Song, arreglo musical de un tema del compositor alemán Michael Praetorius. Una década después, la versión de Oldfield fue utilizada como cuña navideña en la televisión pública española. El sencillo no tuvo la repercusión esperada en las listas, pero no por ello se dejó de lado la estrategia de publicar anualmente un single en el mercado navideño. El siguiente intento se trató de Take 4, que recuperaba algunos de sus exitosos temas tradicionales más el inédito Wrekorder Wrondo y que salió al mercado tan solo unos días después de que el doble álbum Incantations viera la luz. La apertura del artista al mundo que le rodeaba a finales de la década de los 70 lo llevó a participar en el programa infantil ‘’ de la BBC en 1979. Desde su estudio estuvo mostrando cómo utilizar las técnicas de grabación multi-pista para crear canciones, tomando como ejemplo el tema musical del programa. Su arreglo gustó tanto a los productores televisivos que utilizaron esa versión como sintonía hasta 1989.

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A finales de ese año, otra remezcla del tema de Blue Peter vio la luz como single, alcanzando un meritorio puesto 19 en una época en la que la música instrumental tradicional había dejado de interesar al gran público. Sin duda su aparición en época navideña junto con el compromiso por parte de Oldfield de donar los royalties del sencillo a una campaña de ayuda a Camboya organizada por el programa infantil tuvieron mucho que ver con el resultado.

Publicado en Musical Boxed el 15 de diciembre de 2014

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CAMPANAS DE BODA

La primera referencia de Mike Oldfield a la familia Windsor fue de manera indirecta. Después de la espontaneidad del álbum Platinum, Mike quiso romper con su característica forma de trabajar en solitario. Preguntando a Simon Draper de Virgin Records éste le sugirió el nombre de , ingeniero y productor que había trabajado con Genesis desde la marcha de Peter Gabriel. Hentschel fue quien actuó de catalizador en la colaboración a la batería de en un par de temas del nuevo disco. Mike también quiso abrirse a ideas que le pudiera sugerir la discográfica. Por primera vez el álbum iba a constar de cortes y ésta le propuso realizar un par de versiones de canciones de y Abba, ambas instrumentales. Sin embargo el título del álbum se lo iba a proporcionar uno de los temas de más duración, que contenía un sonido similar a la sirena de un barco. A Mike le sugería la imagen de un gran transatlántico como el Titanic, pero para no perjudicar las posibles ventas del mismo optaron por llamarle QE2. El QE2 (abreviatura de Queen Elizabeth 2) era considerado el último de los grandes transatlánticos y el buque insignia de la compañía Cunard. Fue bautizado por la reina Isabel II el 20 de septiembre de 1967 y comenzó siendo un barco que cubría la ruta atlántica entre Southampton y Nueva en menos de cinco días, aunque también realizaba cruceros mundiales anuales. En 2004 fue relevado de su ruta transatlántica por el nuevo barco bandera de la compañía, el Queen Mary 2, manteniendo sus cruceros mundiales anules (atracó en Valencia el 19 de abril de 2006) y realizando algunos viajes regulares por el Mediterráneo. Tras ser comprado por una compañía del holding Dubai World realizó un último viaje hasta el emirato árabe en noviembre de 2008, donde estaba previsto que se convirtiera en un hotel flotante. El proyecto se paralizó con la crisis económica mundial y el lujoso buque continúa amarrado en Port Rashid. El disco QE2 de Oldfield fue publicado el 31 de octubre de 1980. Un mes antes había presentado algunas de sus canciones en un multitudinario concierto en Barcelona con motivo de la Festa del Treball, pero fue durante la gira que siguió a la edición del álbum cuando Mike fue notificado de que se le iba a conceder la Freedom of the City of , un honor equivalente al de las llaves de una ciudad. La Libertad de la Ciudad de Londres es una tradicional condecoración que se remonta hasta tiempos medievales (la primera se concedió en 1237), por lo que algunos de sus privilegios resultan desfasados a día de hoy: depositar familiares en el hospicio de la ciudad, arrear ovejas por el puente de Londres, llevar una espada desenvainada en público o ser colgado de una soga de seda en vez de cuerda en caso de ser condenado. Su nombre tiene su origen en la concepción de libertad durante el medievo: un hombre libre era aquél que no era propiedad de ningún señor feudal y que gozaba de derechos

33 como ganar dinero y poseer tierras. Hasta 1835 la Libertad era requisito esencial para establecer un negocio en la City londinense. Otros privilegios de los hombres con carta de libertad sí parecerían vigentes en la actualidad. Es el caso de poder evitar ser reclutado, casarse en la catedral de san Pablo, ser enterrado en la City o, en caso de estar bebido e incapacitado (más acorde con el perfil comportamental del multiinstrumentista de Reading), poder ser enviado a casa en un taxi en vez de ser apresado, de ser encontrado por un policía de la ciudad. La mañana del miércoles 17 de marzo de 1982, Oldfield se acercó en su propio helicóptero a la ciudad financiera del Támesis desde su casa de Denham para firmar los papeles de la nominación, recibiendo a cambio un pergamino y un libro de buenas costumbres de manos del chambelán de Londres. Se barajaron tres razones por las que se le concedió la condecoración: como reconocimiento al efecto en las exportaciones de las enormes ventas de sus discos, su aportación benéfica a los niños de Camboya con el tema Blue Peter de 1979 y el concierto gratuito que realizó el 28 de julio de 1981 en la explanada de la casa del Ayuntamiento (Guildhall) de Londres como parte de los festejos que la ciudad organizó con motivo de la boda de los príncipes de Gales al día siguiente. Para la ocasión, Mike Oldfield compuso un tema especial que ha permanecido inédito hasta la fecha, el Royal Wedding Anthem: un magnífico himno nupcial dedicado a la pareja que ha podido llegar a nuestros oídos gracias a las grabaciones de los aficionados. La BBC retransmitió en sus noticiarios la interpretación por parte de la banda de Oldfield de dicha deferencia musical la víspera de la boda real, lo cual seguramente le sumó puntos a Mike para ser incluido ese mismo año en la prestigiosa guía de personalidades británicas Who’s Who. Resulta curioso que -junto con Paul McCartney- fuera el único representante de la música popular en dicha guía. La calidad sonora de aquel Royal Wedding Anthem interpretado en directo, como cabe esperar, no era lo que pudiéramos calificar como óptima. Una nochevieja le planteé a un amigo músico la posibilidad de que me grabara una versión en estudio de la canción. Mi amigo José Luis ‘Redlupus’ era por aquel entonces el guitarra solista del grupo Diamond, venerado en mi comarca de veraneo, y accedió gustosamente a mi petición tras hacerle saber que la exclusividad del tema lo hacía idóneo para ser utilizado en el día de mi boda. Tres meses antes de la cita me llegó el CD con la grabación. Acostumbrado a la versión bootleg ésta me sonaba gloriosa: la guitarra era desgarradora y los arreglos del teclista de su grupo captaban el resto de matices. Rápidamente esta cover version se hizo eco en el mundo oldfiliano y con el tiempo se ha ido convirtiendo en un must de coleccionistas. Creo que no hay mejor regalo de bodas. Realmente.

Publicado en Musical Boxed el 10 de agosto de 2012

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EN EL OJO DE IRLANDA

La carga cromosómica puede suponer para algunos músicos un auténtico lastre. En una entrevista le preguntaron al jamaicano Ziggy Marley qué tenía de su padre y, molesto ya con ese tipo de cuestiones, contestó inteligentemente que de él conservaba 23 cromosomas. En cambio, el multiinstrumentista inglés Mike Oldfield siempre ha venido haciendo gala de su herencia irlandesa, proveniente de su madre Maureen: “Mi madre tenía un carácter animado y muy extraño. Era católica irlandesa pero recuerdo que solía contestar el teléfono con una voz muy de clase alta, como si fuera la reina. ‘Domicilio del doctor Oldfield’, decía, pero yo sabía que esa no era realmente su forma natural de hablar. De vez en cuando recitaba poemas que prolongaba durante horas -esas épicas historias celtas- y cuando estaba contenta podia además hacer el oportuno baile irlandés. Lo hacía de forma completamente natural. Era extraordinario: era una pura mujer irlandesa, totalmente celta.” Maureen Bernardine Liston nació en 1916 en un pueblo del condado de Cork denominado Charleville del que se desvinculó después de contraer matrimonio con el médico inglés Raymond Oldfield. Parece ser que el enlace con un protestante y su residencia en Gran Bretaña no fue muy bien visto por su familia irlandesa, aunque Maureen procurara una educación católica a sus hijos e incluso se desplazara a Dublín para alumbrar a Sally, la primogénita de la pareja. Tan solo mantuvo un clandestino contacto con una hermana suya que vivía en la población de Leatherhead, en el condado inglés de Surrey, de ahí que Mike no tuviera conocimiento real de su familia irlandesa hasta que una agencia de detectives privada contratada por el compositor diera con ella a principios de la década de los noventa.

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Cuando en 1996 Oldfield publicó Voyager, un álbum basado en la música celta, no se cansó de recordar a la prensa que para él era un tipo de música muy fácil de interpretar, al tener ascendencia medio celta y al haberlo hecho desde una temprana edad, ya que con doce años ya tocaba la guitarra acústica en clubes folk de Reading. En su libro autobiográfico Changeling afirmó: “En mí abundan un montón de cualidades irlandesas: es absolutamente genial ser espontáneamente creativo, así como ser capaz de reírse y estar alegre a la primera de cambio. Del lado irlandés también viene la habilidad para beber demasiado o ser discutidor. Hay una cara oscura para todo, pero me encanta la chispa de la incertidumbre. Mis cualidades irlandesas combinan con una cierta solidez, proveniente de mi lado inglés razonable y práctico, que he recibido de mi padre. Si lo agitas bien es una gran mezcla, pero me ha llevado toda la vida equilibrar esta química. Mientras ha sido un bonita mezcla volátil, me ha dado una carrera y de ella ha surgido alguna música hermosa.” Su madre Maureen falleció cuando el músico contaba con 21 años y comenzaba a trabajar en Ommadawn, un álbum que dejó aflorar su espíritu irlandés de manera evidente. Oldfield consiguió incluso la colaboración para el mismo de Paddy Moloney, gaitero del conocido grupo folk irlandés The Chieftains, en un pasaje de la segunda cara del disco. La grabación del mismo la relató el ingeniero Phil Newell en el libreto del recopilatorio Boxed de 1976: “Cuando sólo quedaban siete días, fui a casa de Mike para ayudarle a acabar el álbum. Una noche llegó Paddy Moloney y trabajamos con la gaita y las guitarras hasta eso de las 2:30 de la mañana, momento en que me fui a la cama. Ya nada más se materializaba y me parecía un poco preocupante. Entonces Mike y Paddy empezaron a beber hasta emborracharse. Eran las cuatro de la madrugada cuando me desperté con la noticia de que creían tener algo. No había banda para medir el tiempo en el fragmento donde estaban metiendo la guitarra y la gaita, pero Mike esperaba que nos las pudiéramos arreglar para hacerlo encajar de algún modo. La sección tenía una duración aproximada de tres minutos y medio y después de dos intentos fallidos consiguieron acoplar una toma que acababa justo en el compás anterior al principio de la siguiente sección. Todos nos miramos sorprendidos. ¿Cómo habían podido tocar algo de esa duración y encajarlo a la perfección sin ningún tipo de guía?” En junio de 1981 el periodista español Ángel Casas invitó a Mike Oldfield al plató de su programa televisivo ‘Musical Express’ para grabar una actuación en directo y éste se trajo como amigo acompañante a Paddy Moloney. Juntos interpretaron aquel fragmento de Ommadawn y una pieza tradicional irlandesa denominada Planxty Fanny Power. Un año después, la gaita de Moloney volvería a sonar en el álbum Five Miles Out de Oldfield y en una versión extendida del Fanny Power que el dúo interpretó en el festival ‘Rock Meets Classic’ de Munich a finales de año. Moloney volvería a aparecer en otro disco de Oldfield, Amarok, una década después, pero cuando salió a la venta el exitoso álbum The Long Black Veil de los Chieftains en 1995, muchos seguidores oldfilianos echamos en falta al inglés entre los artistas colaboradores. Una versión en estudio de Planxty Fanny Power hubiera sido bien recibida por todos.

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Entre las rarezas inéditas de Mike Oldfield destaca también una pieza inspirada en la mitología irlandesa. Se trata de un tema que interpretó en directo en la ciudad sueca de Gotemburgo la noche del 25 de septiembre de 1982 y que presentó como una canción acerca de los leprechauns, unos duendes mágicos muy populares en la isla. La composición sobrepasaba los diez minutos de duración y estaba integrada por tres secciones. La primera de ellas era vocal, de unos cuatro minutos de duración, y contaba con las voces de la cantante . Al año siguiente acabaría viendo la luz al publicarse el álbum Crises, con una letra y con un vocalista diferentes, después de que del grupo de rock progresivo Yes fuera invitado a participar en el tema, denominado finalmente In High Places. La segunda sección se trataba de un pasaje instrumental bastante psicodélico de un par de minutos que servía para enlazar con el tercer y último fragmento, un estudio instrumental basado en la composición Recuerdos de la Alhambra del guitarrista español Francisco Tárrega, que acabaría siendo el sencillo de la banda sonora de la película The Killing Fields [Los gritos del silencio] en 1984. Irlanda es mundialmente conocida por ser cuna de la famosa cerveza stout Guinness, a la que Mike tampoco ha escondido nunca su afición (valga como muestra la instantánea con su líquido amigo que aparecía en la colección fotográfica del libreto de Boxed). No debió pasar este detalle desapercibido a la empresa cervecera, ya que en la primera mitad de los 80 el músico fue escogido para promocionar la marca en anuncios que aparecieron en diferentes publicaciones escritas (aunque también se hicieron posavasos), acompañados del eslogan publicitario ‘No beer comes near'. Curiosamente ese lema también fue el que se utilizó en un spot televisivo que contaba con las notas musicales del Fanny Power de los Chieftains.

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La fotografía promocional de Oldfield puede contemplarse todavía en la Guinness Storehouse de Dublín, museo cervecero por antonomasia y visita de rigor para todos aquellos que compaginen la afinidad por la malta de cebada tostada con la afición musical. En la imagen publicitaria aparece el músico inglés interpretando un piano de cola con los colores de una pinta y la locución ‘It’s a grand pint’, en clara referencia a una de las frases mencionadas por el maestro de ceremonias al final de la primera parte de Tubular Bells. La isla esmeralda acoge visitantes que acuden a la misma atraídos por su folklore, su historia, su naturaleza, su cerveza, su crema de whisky o por otras motivaciones más singulares. Los seguidores del grupo de rock U2 o del guitarrista de blues encuentran en Dublín buenas razones por las que dirigir allí sus sus pasos, los de Marillion las encuentran en el paraje de la Calzada del Gigante al norte de la isla y quizá los de la película The Princess Bride [La princesa prometida] musicada por Mark Knopfler las encuentren en los agrestes acantilados de Moher. Mike Oldfield compuso una canción para el álbum denominada Moonshine en la que la ciudad costera de Galway era mencionada, pero sus incondicionales disponen de otro lugar mejor que venerar: la pequeña isla de ’s Eye. Ireland’s Eye se encuentra en la costa este de Irlanda, a poca distancia de su capital. Uno puede acercarse desde la misma tomando un tren metropolitano rápido conocido como DART con destino a la población de Howth. Desde su puerto puede admirarse su apacible silueta e incluso en los meses de verano pueden realizarse excursiones en barco a la misma organizadas por un par de compañías privadas. Parece ser que el topónimo celta original era ‘isla de Eria’, nombre que los vikingos confundieron con ‘Erin’, una derivación de la palabra irlandesa para denominar a su isla. Éstos entonces la denominaron ‘Erin’s Ey’ y de ahí derivó el nombre actual. La vinculación con el compositor de Reading viene establecida a través del anteriormente mencionado álbum Five Miles Out de 1982, ya que Ireland’s Eye es una de las cinco secciones en las que se estructura el tema Orabidoo, concretamente la última de ellas. En esa época Mike era permeable a aportaciones musicales de los miembros de su grupo y para Orabidoo aceptó tanto la fuga escrita por el teclista Tim Cross (que aparece en la tercera sección) como esta melancólica balada compuesta por el guitarrista y la vocalista Maggie Reilly. Maggie Reilly era natural de Escocia, pero estuvo residiendo en Irlanda durante una temporada, de ahí el sentido del contenido lírico de este breve tema que la cantante también ha interpretado en sus actuaciones en directo. Aunque no se tenga constancia de su aparición en ningún repertorio de Mike Oldfield, la mera inclusión de esta sección en su catálogo musical da a entender que el multiinstrumentista quiso hacer suyos los sentimientos mostrados hacia la isla en la que vivieron sus antepasados. Tuvo buen ojo.

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Ireland’s Eye (Ojo de Irlanda)

Oh, isla del alma. Valles silenciosos y cubiertos de nieve. Ojo de Irlanda… permanecerás conmigo hasta el día en que me muera. Oh, cuánto duele marcharse. Las aguas fluyen y refluyen. Las estaciones cambiantes van y vienen. Ojo de Irlanda… por siempre te extenderás hasta los cielos. Oh, cuánto te echaré de menos. El sol bailando en tu orilla rocosa, la luz de la luna jugando sobre el agua. Tu recuerdo estará conmigo por siempre jamás, dondequiera que vaya. Continuaré viéndote en mis sueños. Te mantendré a salvo en mi corazón.

Publicado en Musical Boxed el 15 de mayo de 2018

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MOUNT ECHEYDE

Nada parece más aterrador que el vaticinio del fuego eterno, por más efecto purificador que se le atribuya al mismo. El fuego albergado por las entrañas de la Tierra ha sido asociado en algunas culturas con el origen del mismo mal. Así ocurrió con los antiguos pobladores de la isla de , que denominaron a su volcán Echeyde (“la morada del maligno” en lengua guanche), equiparándolo con el infierno. La elevada altitud del Teide (3.718 metros) hace que su impactante figura sea visible desde prácticamente todos los puntos de la isla, en algunas ocasiones cubierta de nieve y en otras desapareciendo entre las nubes. En la Edad Media dos navegantes italianos no tuvieron valor suficiente para desembarcar en la misma después de haberla rodeado: la omnipresente visión de la elevada montaña les hizo pensar que estaban en presencia de algún tipo de encantamiento. Desde la antigüedad la isla de Tenerife ha despertado fascinación. Se cree que el monte Atlante descrito por el historiador griego Heródoto se trataba del Teide y que el mismo pudo ser también avistado por Ulises en uno de sus viajes. Actualmente el Parque de las Cañadas del Teide, en la caldera del volcán, es uno de los parques nacionales más visitados del mundo. No es de extrañar que semejante accidente geológico llamara la atención del baterista inglés , que fijó su residencia en el valle de La Orotava durante la década de los 70. Después de la separación del trío Emerson Lake & Palmer a finales de la misma, Carl dispuso de bastante tiempo libre para planificar un nuevo álbum en solitario. Por entonces Ian Anderson le ofreció participar en su último proyecto para Jethro Tull, pero Palmer declinó la oferta. Sin embargo vio con buenos ojos colaborar con Mike Oldfield: “Ian quería grabar un disco de Jethro Tull y no tenía grupo -ya sabes que él cambia mucho de formación- y me preguntó si quería tocar en ese disco. Yo no tocaba entonces por dinero y le dije que para un disco solo no estaba interesado, que no lo hacía para nadie. Solo lo he hecho con gente que no está en ningún grupo formado, como Mike Oldfield. En el álbum ‘Five Miles Out’ toco el tema ‘Mount Teide’. Grabamos este tema para un álbum mío en solitario y cuando Mike estaba grabando su álbum le faltaba una canción y me dijo si podía utilizarla”. Oldfield visitó la isla a principios de los años 80 pero no sabemos si llegó a coincidir allí con Palmer. El libreto de la antología musical del baterista Do Ya Wanna Play, Carl? tan solo menciona que el tema pertenece a las sesiones de Five Miles Out, lo cual explicaría que los créditos estuvieran finalmente atribuidos a Oldfield. Parece lógico pensar que los ensayos se realizaron en la casa-estudio que Mike tenía en Denham (ahora gestionada por su hijo Luke) antes de que Palmer se involucrara con el grupo Asia. En esa época Mike contaba con un grupo de músicos que habitualmente colaboraba en sus composiciones, el Mike Oldfield’s Group, pero también estuvo abierto a colaborar con otras figuras del rock progresivo como Carl Palmer o Jon Anderson. Otra cosa es que

40 su complicada personalidad consiguiera granjearse la amistad de sus colaboradores: “Es una persona muy oscura. A mí me gustó mucho colaborar con Mike, pero es un poco difícil trabajar con él”, afirmó Palmer en una entrevista radiofónica. Muy probablemente trabajarían a partir de jammings, una forma a la que se había acostumbrado Mike desde la elaboración de Platinum. La prueba más clara de ello sería el otro tema que nació como fruto de esta colaboración, Ready Mix. En Mount Teide, en cambio, la mano de Oldfield en la producción es patente de principio a fin. El tema capta a la perfección la atmósfera del paraje, declarado Patrimonio de la Humanidad en 2007. Las diferentes melodías se van alternando mientras la base percusiva va subiendo progresivamente de intensidad, al igual que el tono general de la composición. El crescendo da la impresión de emular el despertar del volcán y cada malabar ejecutado por Carl Palmer parece representar la energía contenida en su interior. La fuerza interpretativa del dúo consigue, por fin, desatar toda la ira volcánica en un final apoteósico. El calor asfixiante parece penetrar por todos nuestros sentidos, hasta dejarnos sin aliento en el último redoble. Es la purificación del fuego.

Publicado en Musical Boxed el 19 de febrero de 2013

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ESCRIBIENDO A LA LUZ DE LA LUNA (The making of Moonlight Shadow)

El Mar de las Crisis o Mare Crisium es una de las manchas de la superficie visible de la luna. También es el nombre de un cuadro de Terry Ilott que -convenientemente retocado- sirvió de portada al álbum Crises de Mike Oldfield. Uno de dichos retoques consistió en destacar la sombra de la solitaria torre proyectada por la luz de la luna, en referencia al sencillo Moonlight Shadow, tema estrella del disco que fue publicado como adelanto del mismo un 6 de mayo de 1983. La gestación de dicho éxito comercial nos es detallada por el mismo Oldfield en su autobiografía Changeling.

Cuando, una vez más, estuve buscando inspiración para mi siguiente álbum, pensé que iba a intentar hacer algo similar a “Guilty” pero con músicos británicos, así que alquilé algunos músicos de sesión realmente buenos. tenía reputación de ser un auténtico maestro a la batería. Me llevé muy bien con él también, así que le pregunté si podía ayudarme a producir y maquinar el álbum. Simon entonces me recomendó a algunos de sus amigos: un bajista [] y un guitarrista [Ant Glynne]. Nos juntamos todos e improvisamos en mi estudio de Denham, dando como resultado toda una serie de pistas de acompañamiento. Una mañana garabateé algunos acordes que tenía en la cabeza y le dije a los demás: “Vamos a tocar en este tempo”. Encendí el magnetófono y continuó en marcha durante cuatro o cinco minutos, mientras tocábamos. Sonó maravillosamente, debió de ocurrir algún tipo de magia mientras estuvimos tocando juntos. No puedo decir qué pasó exactamente, simplemente nos gustó hacerlo.

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Esa pista en particular estaba sonando realmente bien pero en esa fase yo no estaba seguro de si iba a convertirse en un tema instrumental o en una canción. No sabía qué hacer con ella, así que invité a varias personas para que aportaran algunas ideas. Una de ellas fue una estrella muy popular del punk del momento, Hazel O’Connor. Cuando ella llegó me dio la impresión de que era muy buena persona. Me di cuenta entonces de que no existía eso del “punk” auténtico, solo era la manera en que se vestían y la actitud. Escribió una versión completa de una canción encima de la pista, con sus propias letras; no funcionó, desafortunadamente. Trabajé duramente en esa pista durante unos tres meses, intentando que sucediera algo. Estaba estirándome de los pelos pensando “¿Qué puedo hacer con esta fantástica pista de acompañamiento?”. Un día decidí que iba a concertar una cantante para el día siguiente. Maggie Reilly era la novia de un ‘roadie’ de teclados de mi banda. Sabía que tenía una buena voz y había hecho algunos coros en algunas de mis giras. Así que pensé “Voy a reservarla mañana para una sesión, por lo que es obligatorio que piense en algo para que ella lo cante, de otra manera perderemos el día”. Esa noche me senté con una botella de vino y mi diccionario de rimas y empecé a escribir automáticamente cualquier cosa que pasara por mi cabeza. Me llevó toda la noche, pero acabé una canción que se convertiría en “Moonlight Shadow”. Era una noche de luna, así que la luna hizo su aparición por ahí; entonces me fijé en las sombras que proyectaba la luna; un poco de esto y un poco de aquello. Por alguna razón siempre me ha gustado esa película de Tony Curtis sobre Houdini, una historia sobre los espíritus, de cómo había intentado contactar con uno de ellos. Gran parte de la letra apareció por accidente al tener que rimar una palabra con otra. Entonces apareció una pistola por alguna parte, dándole un aire a lo West Side Story y algunos sugirieron que podía haber tenido algo que ver con . Nunca pretendí que así fuera, pero resultó que yo había estado en Nueva York la noche en que fue asesinado; quizás fue algo que apareció en mi subconsciente. Acabé la letra sobre las cuatro de la madrugada, pensando que era lo mejor que yo podía hacer. Maggie llegó la tarde siguiente y empezamos. Ella no canta de forma natural como yo quería que lo hiciera. Cantó como una cantante de soul y le gustaba hacerlo con la voz en grito “moonlight shahdoah”, pero yo lo quería perfectamente claro, muy sobrio, en ese estilo folk puramente inglés pero con una sección de ritmo muy fuerte por detrás. Odiaba a los que cantaban con acento americano, y todavía me pasa, es por eso por lo que me encanta la voz de Robert Wyatt. Él es prácticamente el único cantante que haya oído nunca capaz de cantar con su voz hablada natural, es precioso. Creo, por otro lado, que quizás es más fácil cantar con un acento americano, es algo que tiene que ver con la manera en que es producida la música en la boca. Estuvimos un buen rato tratando de conseguir el sonido. Tuvimos que probar cada palabra casi sílaba a sílaba. Haríamos “Moon, moon, moon” por lo menos diez veces, y luego “Sha, sha, sha” hasta que lo conseguí, para seguir con “Dow, dow, dow” y tener ya “Moonlight Shadow”. Lo toqué una y otra vez, cantando ella cada fragmento hasta que cogió la idea. Entonces lo cantó todo de una tirada. Hubo montones de pasadas

43 después de aquella. Por aquel entonces no podías cortar y pegar cosas como ahora, todo tenía que hacerse a mano, así que nos costó unas cuantas horas. Al final Maggie estaba cantando tan silenciosamente que estaba casi susurrando, muy cerca del micrófono, con mucha compresión. Era como tener a alguien susurrándote al oído, contándote un secreto. Mientras estuvimos trabajando capturé ese sentimiento mágico; esos días le hubieran llamado a eso “estar en zona”. Estaba focalizado en lo que estaba haciendo, sabía cómo quería que sonara y Maggie estaba capacitada para hacerlo. Al final recuerdo sentarme allí y contemplar atónito que había sido capaz de producir algo como eso, ya que no era lo que yo hacía de forma natural. Cuando la compañía discográfica lo escuchó le gustó e hizo un video. Fue una cosa un poco ridícula. Creo que fuimos a Hatfield House o a un lugar como ese. En esa época odiaba hacer videos, pero tenías que hacerlos. Alguien estuvo haciendo cosas raras con mi pelo, hicieron que me vistiera con ropas graciosas y simplemente salí y lo hice. Llamamos al álbum “Crises”. La portada era de Terry Ilott. Lynn Chadwick, el escultor, era un fan de sus pinturas, y yo también había comprado un par de ellas. Lanzamos “Moonlight Shadow” como single y por algún milagro empezó a radiarse. Empezó a subir en las listas y pronto la oí por dondequiera que fuera: saliendo de compras, en la radio, en los coches de la gente. Estaba asombrado. Pensaban que iba a ser número uno en las listas del Reino Unido. Continuó subiendo, pero tenía una muy dura competencia: “Do You Think I’m Sexy” de Rod Stewart, “Wherever I Lay My Hat” de Paul Young y “Every Breath You Take” de The Police. “Moonlight Shadow” llegó al número cuatro pero fue el sencillo más vendido de todo el resto de Europa. Era alucinante: significaba que, de repente, yo era muy importante de nuevo. Recuerdo tener un encuentro con Richard Branson en el que me dijo que debía hacer muchos más álbumes como ese y que no me preocupara más de la música instrumental. Para mi no era tan fácil. “Tubular Bells” había sido un trabajo duro, pero fue fácil porque se trataba de mi idea; no estaba metiéndome en la camisa de fuerza de la música que era popular en ese momento. No estaba seguro de que pudiera volverlo a hacer de nuevo.

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Moonlight Shadow (Sombra de luz de luna)

La última vez que ella le vio -llevado por una sombra de luz de luna- estaba inquieto y exaltado. Perdido misteriosamente esa noche de sábado, fue sorprendido en mitad de una lucha desesperada y ella no pudo conseguir abrirse paso. Los árboles que susurran al anochecer cantan una canción de pena y lamento. Todo lo que ella vio fue la silueta de un arma. Lejos de allí, al otro lado. Fue disparado seis veces por un hombre a la fuga y ella no pudo conseguir abrirse paso. Me quedaré y rezaré. Nos veremos en el cielo más allá. Me quedaré y rezaré. Nos veremos en el cielo algún día. 4 de la mañana. He visto formarse tu visión, llevada por una sombra de luz de luna. Las estrellas se mueven lentas en una noche plateada. ¿Vendrás a hablar conmigo esta noche? Sorprendido en medio de 105 personas. La noche era pesada y el aire estaba vivo, pero ella no pudo conseguir abrirse paso.

Publicado en Musical Boxed el 6 de mayo de 2013

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CR11SES

El martes 11 de septiembre de 2001 será siempre recordado por el despiadado ataque contra las torres gemelas neoyorquinas por parte de la sinrazón humana. Ese mismo día salía al mercado el álbum en directo Live Scenes from New York de Dream Theater. Su portada mostraba una fatídica coincidencia: el skyline de la Gran Manzana en llamas en un juego visual que pretendía recordar al álbum Images and Words. La situación se enmendó modificando la portada en las siguientes ediciones de forma similar a lo que ocurrió con la película de Spiderman, donde fueron eliminadas las secuencias de las características torres que habían podido verse en el trailer de 2001. Ese mismo año también se había reeditado Superman II en DVD incluyendo otra referencia a dichas torres en la carátula. Algunos quisieron ver elementos proféticos en los billetes de dólar y en esa corriente descubridora uno se percató del detalle del avión encaminándose al World Trade Center del álbum Breakfast in America de Supertramp (los impactos se produjeron alrededor de las nueve de la mañana, hora local).

Existía el rumor de que la letra de Moonlight Shadow de Mike Oldfield pudo haber sido inspirada por la muerte de John Lennon, pero son las escasas letras del tema principal del álbum, Crises, las que pueden ser reinterpretadas en función de estos devastadores acontecimientos. Bastaría con añadir una torre más al diseño que Hans Claesson realizó de la portada y sacar al avión de Five Miles Out de contexto para crear el ambiente propicio. Nos haría reflexionar sobre la crisis de la humanidad, la fragilidad de nuestra seguridad y la necesidad de velar por una sociedad mejor.

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Crises (Crisis)

Crisis, crisis… ¡No hay escapatoria! Crisis, crisis… Te necesito junto a mí porque hay una crisis ¡y no hay escapatoria! Toma un paseo hasta el próximo amanecer. En invierno, lluvia y tormentas. El vigía y la torre esperando hora tras hora. Hay una brecha en la seguridad, una alteración en la tranquilidad.

There’s a breech in the security, a disturbance in tranquility

Publicado en Musical Boxed el 11 de septiembre de 2011

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DESCUBRIENDO EL LAGO

La ciudad suiza de Montreux destila música. Las aguas del lago Lemán y su saludable entorno ejercieron de reclamo a compositores clásicos de la talla de , Pyotr Ilyich Tchaikovsky o Maurice Ravel. Stravinsky fijó en Montreux su residencia y sus paseos junto al lago de Ginebra le inspiraron la composición del conocido ballet Petrushka. La ciudad le devolvió el favor dedicándole un auditorio, que en la actualidad es una de las salas principales del Festival Internacional de Jazz de la localidad. Desde su primera edición en 1967 y gracias al tesón de su director, Claude Nobs, el jazzístico festival veraniego de Montreux fue creciendo hasta convertirse en uno de los más prestigiosos del planeta, ampliando con el tiempo su espectro a otros estilos musicales. Nobs también comenzó a organizar en Montreux conciertos de los artistas más populares, convirtiendo a la localidad en un olimpo musical a principios de los años 70. El epicentro de tales eventos lo constituyó el antiguo casino Barrière, a orillas del lago, por el que pasaron artistas como Jethro Tull, Pink Floyd, Led Zeppelin, Santana, Chicago o Frank Zappa & . Lo sucedido durante la actuación de Zappa del 4 de diciembre de 1971 forma parte de los anales del rock y quedó inmortalizado en la canción Smoke on the Water de Deep Purple. La bengala lanzada por un espectador propició un incendio que acabó con todo el casino y con el equipo de los Mothers. Al día siguiente los Deep Purple tenían previsto comenzar a grabar un nuevo álbum en las instalaciones del casino con el estudio móvil de los Rolling Stones. La columna de humo elevada sobre el lago que la formación contempló desde su hotel les presagió lo peor pero también inspiró la letra de una de las canciones más conocidas de todos los tiempos. La reconstrucción del casino finalizó en 1975. En el ala este del mismo se construyó un pequeño estudio de grabación, Mountain Studios, al frente del cual se encontraba el ingeniero David Richards. Huyendo de los impuestos británicos el grupo Yes se instaló en Montreux y alquiló los estudios Mountain en septiembre de 1976 para comenzar a trabajar en el álbum que acabaría llamándose Going for the One. El teclista suizo Patrick Moraz estuvo colaborando con ellos hasta que sus compañeros le invitaron a abandonar la banda dos meses después. Su puesto fue ofrecido como músico de sesión a Rick Wakeman pero fue tal la sintonía musical que acabó reincorporándose al grupo como miembro de pleno derecho. La exquisitez del álbum resultante no se debió tan sólo al retorno de Rick, también a la excepcional inspiración que propició el entorno lacustre mostrado en el interior de la carátula. Wakeman le cogió el gusto a Suiza, fijando en Montreux su residencia temporalmente y grabando dos álbumes en los estudios Mountain: Criminal Record y Rhapsodies. Emerson Lake & Palmer también grabaron parte del primer volumen de Works en dichos estudios (justo antes de la llegada de Yes), pero fue el grupo Queen quien le dio otra dimensión a los mismos.

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La banda londinense llegó por primera vez a Montreux en 1978 para grabar su álbum Jazz (el título fue una dedicatoria al festival de la localidad). Quedaron tan impresionados con el resultado de las grabaciones que compraron los estudios y contrataron a David Richards como productor y técnico de sonido. Con él grabaron algunos de sus éxitos más notables. Con el fin de hacer sus frecuentes escalas en Montreux más agradables, Freddie Mercury compró un apartamento en Territet, a orillas del lago de Ginebra. Allí encontró refugio durante sus últimos meses, escribiendo y grabando las canciones de Made in Heaven (su último álbum con Queen) antes regresar a su domicilio del distrito londinense de Kensington, donde la enfermedad se lo llevó el 24 de noviembre de 1991. “Si quieres que tu alma encuentre la paz, ve a Montreux”, había aconsejado Mercury a Montserrat Caballé y fue precisamente ella quien se encargó de descubrir la estatua de bronce que se colocó en su recuerdo a orillas del lago Lemán cinco años después de su fallecimiento. Claude Nobs, Roger Taylor y Brian May no faltaron a la ceremonia. Este último afirmó: “Hemos escogido este fabuloso lugar por el afecto que sentía Freddie hacia el lago”. La estatua ya había protagonizado la portada del álbum póstumo Made in Heaven cuando se publicó en noviembre de 1995. Sin embargo, dicha carátula la mostraba junto a una cabaña a orillas del lago y no donde finalmente se ubicó, al final de la plaza del mercado de Montreux. La sesión fotográfica del disco se había realizado en una vivienda de la villa de Clarens, entre Montreux y Vevey, donde la banda solía alojarse. La cabaña de la fotografía cuenta con su propio embarcadero y solo puede ser divisada desde el lago. La coincidencia quiso que dicha cabaña se tratara de la misma en la que Chris Squire de Yes posara para el álbum Going for the One dos décadas atrás.

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Se da por hecho que desde Le Caribou, el chalet que alquiló Mike Oldfield en el pueblo de Villars-sur-Ollon, también podía contemplarse la majestuosidad del lago durante los días soleados. Oldfield había recalado en Suiza por conveniencias fiscales en 1984, después de ver incrementados sus ingresos tras el contencioso contra Virgin Records y el éxito de Moonlight Shadow. Junto al batería Simon Phillips trabajó en un nuevo álbum en el estudio del chalet por las tardes, reservando las mañanas para esquiar. Aparentemente fue un año lúdico, pero Oldfield lo recuerda con agobio: “Ya tenía concertado el tour que seguiría al siguiente álbum, las entradas ya estaban a la venta y, por supuesto, debía hacer ese álbum antes de salir de gira. […] Cuando llegué a Suiza acabé de terminar la banda sonora de ‘The Killing Fields’ o, al menos, hice lo mejor que pude; y empecé a trabajar en mi siguiente álbum. […] Trabajé duro en él”. El multiinstrumentista había actuado en el casino de Montreux durante el Festival de Jazz de 1981, pero la naturaleza no le inspiró hasta que no residió en el pueblo alpino: “El paisaje era espléndido, como sacado de un libro de fotos”, afirmó en su autobiografía. La nieve al caer le sugeriría, incluso, una secuencia musical que ejecutó al Fairlight sampleando el sonido producido por las yemas de los dedos sobre el borde de copas de cristal. El álbum resultante de su retiro suizo, Discovery and The Lake, tomó el nombre de una de las canciones de corte pop que contenía y del único tema instrumental, dedicado al lago de Ginebra.

Las aguas del lago habían catalizado composiciones de Stravinsky, Deep Purple, Yes y Freddie Mercury, pero fue Mike Oldfield quien les otorgó el protagonismo que merecían a lo largo de los doce maravillosos minutos del instrumental The Lake, convirtiendo al lago en un santuario musical digno de peregrinaje.

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Los dulces sonidos emanados de la fricción digital contra el cristal abren el tema y nos parece que los primeros rayos de sol comienzan a reflejarse sobre la superficie del lago. El agua empieza a cobrar vida con los primeros ritmos percusivos para ir sucediéndose luego las melodías con una magnificencia digna de la vasta extensión lacustre. La composición alcanza su clímax nada más pasar su ecuador, como concentrando toda la energía de las aguas en el apogeo del día. La tarde se presenta más tranquila pero no exenta de grandeza, con un sol posándose sobre su superficie en su camino hacia el oeste. Los envites de sus últimos destellos marcan el final del día y la dulce melodía inicial concluye la composición dando paso al silencio de la noche.

Publicado en Musical Boxed el 1 de junio de 2014

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LIVING ON RADIO

Los Buggles estaban convencidos de que el video había aniquilado a la estrella de la radio pero lo cierto es que la radio no dio su brazo a torcer ni aun después de que la cadena de televisión por cable MTV comenzara sus emisiones a principios de los años 80. Como bien expresaban los canadienses Rush por aquel entonces, las ondas invisibles de la radio seguirían crepitando cargadas de vida y portando un regalo cuyo precio no se podía valorar y, a su vez, era prácticamente gratis. Uno se retrotrae en el tiempo y recuerda haber escuchado en la radio la promoción de canciones como Is This Love? de Bob Marley, Last Train to London de la ELO, Message in a Bottle de The Police o Tu frialdad de Triana, por citar tan solo algunos ejemplos. La radio daba a conocer temas de estilos muy variopintos y, esta disparidad musical también se reflejaba en los discos recopilatorios que aparecían antes de finalizar el año: Vendaval, 30 impactos, Monstruo,… Sin embargo, esperar al mes de diciembre se hacía largo, así que era práctica habitual atender la programación musical de las emisoras de radio para poder grabar de forma rudimentaria en cintas de cassette aquellas canciones que entonces nos descubrían. Capturar las mismas podía suponer una auténtica prueba de devoción y paciencia que por entonces se tomaba con naturalidad. Entre mi hermano y yo fuimos, de este modo anárquico, recopilando temas de Robin Gibb, Madness, Freeez, Jean-Michel Jarre, Steve Miller Band o Iron Maiden y etiquetando nuestras grabaciones con nombres tan curiosos como Aldebarán, White o Summer. El exitoso Moonlight Shadow de Mike Oldfield fue pieza codiciada durante una temporada. De haber residido en Gran Bretaña de buen seguro que no se nos hubiera escapado el primer recopilatorio de la saga Now (That’s What I Call Music) publicado por Virgin Records aquellas navidades de 1983. “Me sentaba solo y miraba tu luz -mi única amiga durante mis noches de adolescencia- y todo lo que tenía que saber lo escuchaba en mi radio”, cantaban los Queen a principios de 1984. Pretendían reivindicar la música por encima de la imagen que se proyectaba en los videoclips y, a su vez, dar un toque de atención a las emisoras de radio que se dejaban llevar por tendencias demasiado lisonjeras (el apelativo “gaga” del tema en cuestión no era más que un eufemismo de “caca”). Esa focalización musical de la radio hacia lo insustancial la experimenté de forma consciente no muchos meses después, en verano de 1984, cuando Gary Low y su Colegiala se posicionaron en el número 1 de Los 40 Principales por encima de To de Oldfield. En contra del conocido precepto que condena al ostracismo a los segundos puestos, la historia ha colocado en su sitio a cada tema: el sucesor de Moonlight Shadow sigue sonando esporádicamente; el otro, pocos lo recuerdan. La radio era aquellos años la mejor y casi única manera de conocer las novedades musicales. Por entonces solía sintonizar la cadena SER, Antena 3 (luego Radio 80 Serie Oro) y Radio Club 25, atento principalmente a una posible novedad de Mike Oldfield en

52 forma de canción. 1985 nos trajo el directo de Scorpions y de la Orquesta Mondragón, las carreras en solitario de Freddie Mercury o Rosendo y el renovado y fogoso enfoque musical de Ramoncín, pero del Campoviejo no se supo nada, con excepción del esmerado recopilatorio que su compañía discográfica publicó al acercarse las navidades de ese año para rellenar el vacío. La fotografía de la golondrina que aparecía en la portada de The Complete representaba claramente la pausa del artista antes de continuar su vuelo.

No volveríamos a escuchar nada novedoso de Oldfield hasta que nos sorprendió a principios de 1986, porque -al menos en nuestro país- la discográfica prefirió dejar pasar el periodo navideño antes de dar a conocer esta canción en la radio y comercializar seguidamente el single en vinilo. El videoclip fue estrenado en el espacio musical Tocata de la televisión estatal y la portada del sencillo llegó a protagonizar el póster que la revista El Gran Musical incluía en sus páginas centrales. Después de unas cuatro semanas en lista, Pictures in the Dark desapareció de Los 40 Principales en marzo de 1986 con un séptimo lugar como máximo logro en esa emisora. Sonaban por las ondas Russians de , Stereotomy de The Alan Parsons Project o Brothers in Arms de cuando -junto a unos amigos- conocimos la existencia de un programa radiofónico en Cadena 13 que elaboraba una lista de lunes a jueves con los votos recibidos tanto por correo como por las llamadas en directo. Conseguimos meter en el top 10 de dicha lista a Pictures in the Dark y, cuando en mayo apareció el nuevo sencillo Shine, no dejamos de votarlo hasta llevarlo al número 1, puesto que mantuvo hasta la desaparición del programa con la llegada del estío. Es bastante probable que fuera el único podio presidido por el mencionado tema.

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Por segundo año consecutivo no hubo nuevo álbum de Mike en verano y esa sequía musical llegó incluso a alterar mi percepción auditiva: un día escuché en la radio la canción Amanda del grupo Boston ya empezada y el sonido de la guitarra me confundiría cual espejismo, tomándola por una de Oldfield. La preceptiva información del presentador al finalizar el tema me devolvió a la realidad. No me imaginaba yo por entonces que el compositor británico ya no volvería a impregnar a sus canciones de ese estilo que cultivó a las seis cuerdas en su época dorada de los ochenta. Tampoco sabía que toda esa etapa fue bastante convulsa para el compositor de Reading. La relación sentimental con su pareja de entonces, Sally Cooper, hizo aguas tras el nacimiento de su tercer descendiente (Luke) y el artista se acabó emparejando con , flamante protagonista vocal de Pictures in the Dark. Para enhorabuena de los seguidores progresivos, la voz cantante de Shine la acarrearía Jon Anderson de Yes, que repetía con Mike tras In High Places. Anderson quedó maravillado con el solo de guitarra y confesó a su autor que era digno de un Grammy. En cuanto al ámbito del rock progresivo, 1986 sería recordado principalmente por la revitalizada popularidad de Genesis y su saga (que incluía a Peter Gabriel y al grupo GTR). El año siguiente, sin embargo, resultaría ser un año para enmarcar dentro del género, tanto por la cantidad de trabajos publicados como por la difusión que éstos tuvieron en las ondas: Gaudí de The Alan Parsons Project, Clutching at Straws de Marillion, Radio KAOS de , A Momentary Lapse of Reason de Pink Floyd, Hai Hai de Roger Hodgson, Free as a Bird de Supertramp, Big Generator de Yes y, al fín, Islands de Mike Oldfield. Con semejante cosecha un servidor no daba abasto para aleccionar musicalmente a sus compañeros de instituto, por lo que irremediablemente tuvo que centrar sus esfuerzos en promover la última publicación del Campoviejo. No en vano, ese mismo año ya les había hecho representar una coreografía de Shine en el festival del centro educativo. Oí comentar entonces a un locutor de radio que, con su nuevo disco, Mike Oldfield nos brindaba la música del futuro. Un cumplido que escondería realmente una profecía. Después de más de una década distribuyendo su material sonoro en el Nuevo Mundo a través de otras compañías discográficas (en muchos casos a destiempo y con no demasiado ánimo), el artista pensaba abrirse camino definitivamente en el mercado americano con la apertura de Virgin Records America, filial de su compañía. Aunque la publicación en Estados Unidos de Islands no llegaría hasta 1988, no se nos escapa que la producción del álbum había puesto miras en ese mercado y el sonido era un fiel reflejo de ello. El tema escogido para su promoción en Norteamérica tampoco fue casual: Magic Touch. Éste contaba con la coproducción de y la voz de . Si añadimos el bajo de Phil Spalding, tenemos a una notoria representación de GTR, la banda progresiva que colocó el single When the Heart Rules the Mind en las listas americanas de 1986. Spalding participaba como músico de sesión de Oldfield desde los tiempos de Crises y su pertenencia a GTR cristalizó esta y futuras contribuciones vocales de Bacon. Curiosamente, Magic Touch había sido compuesta inicialmente para Steve Winwood

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(amigo de Oldfield desde la época de su retiro frente a Hergest Ridge y colaborador en Guilty), pero finalmente no fue incluída en su exitoso álbum Back in the High Life. El video, realizado con esmero por el director , era y es una auténtica delicia. De nuevo las ondas de radio nos trajeron la siguiente novedad de Oldfield, no sin cierto sobresalto esta vez. Una madrugada (aunque ya despuntaba el sol) de junio nos encontrábamos mi hermano y yo con unos amigos en la playa. Teníamos la radio puesta y sonó una canción que quisimos identificar como la última de Bananarama. Después de la chanza inicial se nos cayó el alma al suelo cuando el locutor la presentó como Innocent, adelanto del próximo trabajo del artista. Religiosamente aguardamos la publicación del maxi-single en vinilo, que no nos deparó buenas expectativas del álbum tras la audición de su primera cara. La segunda incluía un corte llamado (Disco Version) que daba hasta miedo de leer, pero afortunadamente se trató de un fantástico tema de corte AOR con la inconfundible voz de Max Bacon. Eso recuperó nuestra confianza perdida.

Aunque el álbum publicado unos días después jugaba con la duración de los cortes para engatusar al seguidor progresivo fiel y la producción del mismo alejaba diametralmente el sonido del artista de lo que cabía esperar con el fin estéril de americanizar el producto, lo cierto es que se trató del disco de Mike Oldfield con más colaboraciones de artistas progresivos hasta y desde la fecha. Además de una aportación de Fish -vocalista de Marillion- que no llegó a cuajar (muy posiblemente en el corte Far Country), el mismo contaba con la presencia vocal y guitarrística de de los King Crimson “disciplinados” y con las voces de Chris Thompson (Manfred Mann’s Earth Band) y del ya mencionado Max Bacon. En la portada colaboraron tanto Roger Dean como de Hipgnosis y en los créditos

55 también se citaba a de Family (descartado del tema See the Light) y hasta a de Deep Purple. Como grata sorpresa, la cantante Maggie Reilly reapareció tras años de ausencia en el tema Blue Night, título que una revista musical aventuró para ese nuevo álbum, denominado finalmente Earth Moving. No oí nunca por la radio promocionar el corte Earth Moving cantado por Nikkie ‘B’ Bentley pero me sorprendió la difusión de su videoclip en televisión. Mike Oldfield había desaparecido de la faz de la radio cuando un amigo me recomendó escuchar un programa nocturno de la SER llamado Plásticos y Decibelios, conducido por Julián Ruiz. Allí se colaría en febrero de 1991 -entre otras canciones como Why Should I Cry for You? de Sting o Innuendo de Queen- el último envite en forma de tema vocal del compositor de Reading: Heaven’s Open. Aunque ignorado por otras emisoras musicales, Ruiz apostó fuertemente por el sencillo (no en vano éste se ha declarado siempre seguidor del multiinstrumentista) y llevó a la canción a encabezar el particular ranking que el presentador confeccionaba en su programa. Y llegó Tubular Bells II, que sacó al artista de su destierro mediático y lo presentó frente a una nueva hornada de seguidores. La recién inaugurada emisora de radio Cadena 100 se volcó de pleno en su promoción y, ambos de la mano, se beneficiaron mutuamente en audiencia y popularidad. Aunque en la década de los 90, Cadena 100 sería la emisora de referencia para cualquier seguidor oldfiliano, recuerdo que Jordi Tardà había anunciado en febrero de 1992 la grabación de la secuela tubular en su fantástico programa Tarda Tardà de Catalunya Radio. El paso del tiempo se tradujo para la radio en su atomización, perdiéndose la diversidad musical del pasado. Las principales emisoras difundieron básicamente las tendencias de música ‘mainstream’ y, si querías escuchar material actual de estilos fuera de lo corriente, debías cruzar los dedos y rebuscar por el dial algo que se asemejara a tus gustos. Un ejemplo lo supuso el programa de difusión musical Diálogos 3 conducido por Ramón Trecet, que tampoco se olvidaría del multiinstrumentista. Sin embargo, los sonidos ‘made in Oldfield’ siguieron invadiendo las radiofórmulas musicales de amplio espectro de forma ocasional. A algunos posiblemente les chirriaba pero a mí me rejuveneció escuchar las notas de , To Be Free o Sailing a través de las ondas. Y es que, como cantaba Geddy Lee con Rush, a un servidor también le gusta creer en la libertad de la música, pues toda esta maquinaria que hace música moderna todavía puede ser honesta. Ese es el mensaje del espíritu de la radio.

Publicado en Musical Boxed el 29 de noviembre de 2018

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AMAROK: Los sonidos del silente

“Creo que nací como una especie de mutación, sin el gen de la socialización que hace que las personas o animales se junten. Yo estaba predestinado a no encajar”, reflexionaba Mike Oldfield en su autobiografía. Esta distopia existencial ha sido una constante en la vida y obra del compositor pero, si tuviéramos que escoger un álbum suyo con el poder de reivindicar esa variante genética, nos encontraríamos de frente con Amarok. Amarok son sesenta minutos ininterrumpidos de música instrumental que transgreden toda formalidad musical preestablecida. Un intento del compositor por recuperar un crédito personal que su discográfica había ido minando progresivamente y, a su vez, el despertar de una furiosa excentricidad latente que reclamaba la elaboración artesanal de la música por encima de las artificiosas tendencias contemporáneas. La predestinación a desencajar se tornaba virtud y el artista se sentía cómodo con ella. Poco importaba la ausencia de promoción por parte de su rencorosa casa discográfica o la escasa repercusión que tuvo su acampada de protesta en el jardín de Roughwood Croft, su casa de Chalfont St Giles: Mike había retomado la senda que devolvió la felicidad a sus fieles. Don’t worry, be happy. Oldfield dejó caer que el vocablo Amarok tenía una fonética similar a las palabras gaélicas para “mañana” y “feliz” pero realmente se trata de un término utilizado en la mitología de los esquimales para referirse a un gigantesco lobo que, lejos de cazar en jauría, lo hace por su cuenta. De entre todas las sorpresas que esconde esta magna obra musical, hay quien ha querido escuchar el aullido de un lobo detrás de la flauta que suena en el minuto 36:35 del disco. Mike Oldfield es también un lobo solitario pero, pese a su dificultad para confiar en las personas ajenas a su entorno y el aislamiento que ello le ha acarreado siempre, al elaborar este álbum dirigió sus pensamientos hacia compañeros del pasado con vistas a recuperar el espíritu de Ommadawn quince años después. Con la excepción de la necesaria participación cómica de Janet Brown al final del disco para imitar a Margaret Thatcher, el resto de colaboradores de Amarok eran viejos conocidos del multiinstrumentista de Reading: , Bridget St. John, Julian Bahula, Paddy Moloney, Tom Newman y William Murray. Este último había sido el baterista de Kevin Ayers and The Whole World durante el efímero periodo en el que Mike Oldfield tomó el control de la banda. Había estado conviviendo con Mike en la casa que alquiló Ayers en Tottenham para su grupo y, cuando Oldfield se quedó sólo en The Beacon, William le haría compañía. “Era una persona con la que fácilmente te llevabas bien”, decía Oldfield de él. Con Murray compartió pintas de cerveza y paseos ecuestres por Hergest Ridge pero también fue ‘Willy’ la persona que cargó con la dura tarea de conducir a Mike hasta su domicilio familiar cuando éste recibió la triste noticia del fallecimiento de su madre a principios de 1975.

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William Murray se marchó a los Estados Unidos con una cámara fotográfica regalada por Oldfield y allí se ganó la vida como fotógrafo de moda. Había colaborado en las letras del corte On Horseback de Ommadawn antes de su marcha y regresaría en 1990 junto al multiinstrumentista para inmortalizar su semblante en la portada del nuevo disco pero también para dejarnos el sugestivo relato que apareció en la funda interior del vinilo.

‘Amarok’ (Relato de William Murray)

Hace mucho tiempo, en un lugar que podría ser Irlanda (pero que fácilmente podría ser África, o Madagascar) ocurrieron una serie de sucesos extraños. Dos hombres – buenos amigos – oyeron de una gran estatua dorada que fue ubicada en un gran agujero en la Tierra, muy cerca de su pueblo. Ahora bien, era gente sencilla y el rumor se extendía como una plaga. Algunos decían que no era una estatua, ni tampoco un hombre. Una cosa era cierta: nunca se había movido. Pero también se decía que producía un ruido, uno o varios sonidos de vez en cuando. Ahora y siempre, la gente había dicho, que producía sus ruidos a la vez. Los hombres idearon un plan para visitarlo. Salieron una mañana temprano. Avanzaron despacio. “¿Te encuentras (tan) agotado, como yo?”, dijo el primer hombre. “Me he encontrado mejor”, dijo el otro, “pero debemos alcanzar nuestro objetivo”. Después de varias horas el primer hombre paró en su camino, oteando la distancia.

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“Lo veo”, dijo tranquilamente. “¿Qué ves?” “Un destello de un precioso oro, un gran haz de luz…” A pesar de su cansancio, empezaron a caminar más deprisa. Pero por más enérgicamente que caminaban la distancia entre ellos y lo que las historias hacían referencia como “la luz de oro” seguía siendo la misma. Después de un rato pararon. Se encontraban muy frustrados. El más calmado de los dos hombres dijo: “Nunca lo alcanzaremos”. “Si regresamos, lo alcanzaremos”, dijo su amigo. El otro le espetó: “¿Por qué crees eso?” Sin esperar a contestarle, el primer hombre se giró y comenzó a andar hacia de dónde venían. Para sorpresa del otro después de un rato la luz se le hizo visible y según caminaban la luz se les acercaba. Pronto todo lo que había a su alrededor empezó a parecer como si fuera un gran fuego. Árboles ennegrecidos aparecieron tumbados rotos en el suelo y la Tierra estaba quemada y estéril. Se sintieron incómodos. Pero siguieron. Llegaron a un grandísimo agujero carbonizado. Parecía como si una gran roca hubiera sido lanzada desde los cielos. “Que caos”, dijo el primer hombre, “Vayamos a ver”. “Ve tu”, dijo su más cauteloso compañero, “Cuéntame lo que veas”. Su amigo gateó hasta el borde del gran agujero. Descolgándose desde un ruinoso pero bien arraigado árbol, buscó con la mirada. En el gran agujero surgía de la Tierra la figura más alta que jamás había visto. Era un maravilloso acabado de oro, enteramente suave. No era ni una estatua, ni tampoco un hombre. Nunca había visto nada como aquello, y no pudo mirar a otro lado. “Hemos llegado tan lejos”, se dijo a sí mismo. “Oigo que tiene voces para hablar de cosas de las que no podemos hablar”. Miró alrededor, y vio a su amigo junto a él que estaba mirando fijamente al interior del cráter. Dijo: “Tengo entendido que cuando los hombres oyen sus voces no pueden desprenderse de ellas. Tiene muchas voces diferentes: algunas alegres, pero otras tristes. Ruge como un babuino, murmura como un niño, tamborilea como ardientes brazos de mil tamborileros, cruje como el agua en un vaso, canta como un amante y se lamenta como un sacerdote”. “He oído que solo dice una palabra”, dijo el otro. Su amigo le miró: “Me han contado que depende de cómo lo escuches”.

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“¿Qué quieres decir?” “Imagina un ser con una melodía por voz. Lo puedes oír o no”. “No te entiendo”, dijo su amigo. “Se describe a sí mismo pero no se puede ver; cuando se ve, no puede describirse. Pero siempre está el sonido, siempre hará el sonido”. Se quedaron quietos. Paso mucho tiempo. El segundo hombre se giró hacia el primero. “No parece que vayamos a oírlo, ¿no?” “Yo lo he oído”. Su amigo lo miró con agudeza. Pero no hubo sonido. Ninguno. “¿De qué estás hablando?” “Anímate, pon atención”, dijo, “solo es cuento de hadas. ¿No?”

Publicado en Musical Boxed el 15 de junio de 2010

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SIN SUEÑOS

El conocido periodista y coleccionista musical Jordi Tardà escribió para el periódico El Observador la siguiente reseña referida a un suceso de 1991: “En la última convención internacional de Virgin celebrada en Portugal, se vivió una curiosa anécdota. Mike Oldfield, su compañera gallega, su mánager y unos amigos descansaban plácidamente en El Algarve, cuando se enteraron de que Branson y los suyos estaban en un hotel. Oldfield y sus amigos esperaron fuera y, cuando los ejecutivos de la compañía salieron, se pusieron a tocar y a cantar como si de músicos callejeros se tratara. Incluso pasaron el plato, en un acto que fue calificado por la compañía como de ‘humor inglés’”. Las cosas no iban bien con la discográfica desde hacía bastante tiempo y el hastío del artista se plasmó en el último álbum que éste les brindó, Heaven’s Open, un ‘esto es todo amigos’ en toda regla en el que no faltaron descaradas puyas en forma de letra de canción a la compañía que ayudó a crear. Heaven’s Open tiene algo más: es el único disco del artista donde él mismo canta sus propios temas (una profesora de canto, Helena Shenel, estuvo impartiéndole clases al efecto). Cuando fue publicado, a mí me recordó en cierta manera a Flying on a Blue Dream del guitarrista Joe Satriani y no únicamente porque el americano había hecho lo mismo poco más de un año antes sino porque algunos pasajes de guitarra de Oldfield eran tan desgarradores como los fraseos de Satriani en su instrumental The Forgotten (Part 2). Particularmente el corte No Dream de Heaven’s Open me impactó emocionalmente, una desbordante canción tan enigmática como el fractal que aparecía en la contraportada del álbum.

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No Dream (Ningún sueño)

Una silla vacía. ¿Hay alguien sentado ahí? Pasos en el suelo. ¿Puedes oír ese sonido? Como un ganso salvaje graznando en un viento solitario. Susurrantes hojas en las ramas que se doblan. Esto no es ningún sueño, chica. Sola en la noche. Enciende la luz, no es ningún sueño. Esto no es un sueño. No has leído esto en ningún libro. Ve a echar un vistazo, no es ningún sueño. Una llama inquieta. Alguien te llama por tu nombre. A través de la sala vacía, proyectando sombras en la pared. En el sonido del vacío. Soledad. No queda lugar donde escapar. Ha llegado el momento. Una puerta abierta. Cristales por todo el suelo. Las manos se han vuelto blancas en la fría brisa de la noche. Hay una cara en la ventana. Alguien que conoces o que tú solías ser. ¿Podría ese alguien ser yo? Sueña, chica. Sola en la noche. Enciende la luz, no es ningún sueño. Esto no es un sueño, no está en ningún libro. Ve a echar un vistazo, no es ningún sueño. Sueña, chica. Esto no es ningún sueño. ¡Echa un vistazo! Sueña, chica.

Publicado en Musical Boxed el 13 de diciembre de 2019

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NOCHE MONUMENTAL (Mike Oldfield, Barcelona 15/9/1993)

Recuerdo la noche del 25 de agosto de 1984 con perfecta nitidez. Era sábado y el sol ya se había puesto cuando mi hermano comentó “ya debe estar tocando”. Miramos poéticamente al cielo estrellado como esperando que el aire nos trajera alguna nota musical pero era imposible: estábamos veraneando a unos 60 km del estadio Narcís Sala. Fue también mi hermano quien había visto el mes anterior los carteles anunciando el concierto de Mike Oldfield en el campo de fútbol de la Unió Esportiva Sant Andreu de Barcelona. Confiamos en nuestro padre para que nos comprara las entradas, pero éste nos hizo creer que ya no quedaban, pensando que se trataba de un capricho pasajero. Por mucho que en adelante fuéramos consiguiendo todo tipo de ‘memorabilia’ relativa a esa actuación, los siguientes nueve años esperando otra gira se nos hicieron muy, muy largos. Parte de la culpa de dicha espera la tuvo una crisis nerviosa que Oldfield experimentó al final del Discovery Tour del 84: “Todo mi mundo se vino a pique y no estaba seguro de que pudiera continuar. Desde luego lo tuve que hacer, ya que no se podía cancelar un tour como ese. Un doctor vino a verme y me dio algunas pastillas para dormir, porque no estaba durmiendo nada. Volvieron los ataques de pánico. […] Fue un duro golpe para mí.” Tardó tres años en publicar su siguiente álbum, no lo promocionó en directo, las ventas disminuyeron sustancialmente y su compañía discográfica dejó de interesarse en él, lo que provocó su salida traumática de Virgin Records en 1991. Dicho cambio supuso un punto de inflexión en su vida: “Esta primera etapa de mi vida voy a cerrarla en una caja. Tengo bien claro que se terminó y que ahora empieza otra”. Hasta tal punto fue así que también rompió con su pareja del momento, Anita Hegerland. En marzo de 1991 había conocido a Rosa Suárez, una gallega residente en Londres que le introdujo en la música tradicional de su región. En noviembre organizaron una escapada a La Coruña junto al productor Tom Newman para asistir a un concierto privado del grupo folk y fue allí donde trascendió que Mike estaba trabajando en Tubular Bells II. Sin duda, el mejor reclamo posible para iniciar una nueva andadura con otra compañía discográfica. En 1992 Oldfield fijó su residencia en Los Angeles, donde trabajó durante seis meses con el afamado productor (ex componente de The Buggles y de Yes), que acabó de modelar la composición. El álbum se publicó el 31 de agosto, casi veinte años después del original, y fue presentado en directo el 4 de septiembre en la explanada del castillo de Edimburgo. Mi amigo Gerard -que no había fallado en el concierto de Barcelona del 84- tampoco se perdió este acontecimiento.

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Tubular Bells II volvió a colocar al artista en el lugar que le correspondía y pronto fue anunciada una gira que, aunque no muy extensa, reencontró al multiinstrumentista con su público. Tras una primera tanda de conciertos europeos en la primavera de 1993, Oldfield programó un segundo bloque de los mismos por la península ibérica para principios de otoño. Por expreso deseo del compositor las actuaciones españolas se concertaron en cosos taurinos, con la única excepción de Vigo por inexistencia del mismo. El antojo respondía a algo más que un tipismo: la discografía de Oldfield está salpicada de guiños a la tauromaquia desde la canción Don Alfonso hasta la portada del sencillo Flying Start. A raíz del nuevo impulso que tomó la carrera de Mike Oldfield entablé amistad con otros fervientes seguidores suyos. Uno de ellos, Miguel Ángel, publicó un amplio reportaje del artista para el semanario de El Observador el fin de semana previo al concierto de Barcelona. Con ellos y con otra colla de amigos me cité el día del concierto. Yo llevaba bien escondido mi walkman grabador, pero el que nos sorprendió a todos fue Gerard, que pasó con nuestra ayuda su cámara reflex desmontada en piezas, metiéndola dentro de supuestos bocadillos. Las fotografías de este post correspondientes a esa noche nacieron de su cámara y una de esas fotos fue publicada un año después en un artículo de La Agenda de Barcelona para anunciar el lanzamiento del álbum The Songs of Distant Earth.

La espera fue amenizada con la actuación del guitarrista flamenco Rafael Cañizares, primer premio nacional de guitarra flamenca Bordón Minero del Festival de las Minas de Murcia de ese año. El guitarrista fue otra de las demandas del músico británico, conocedor de artistas de la talla de Paco de Lucía, Diego Cortés o Juan Manuel Cañizares, hermano del telonero.

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Con puntualidad inglesa apareció en escena nuestra estrella, entallada en traje negro y camiseta blanca, para hacer sonar la melodía introductoria de al teclado. Entre coristas y músicos le acompañaban, cual apóstoles, 12 pupilos. De entre ellos destacaba la figura de Robin Smith al piano de cola, que ejercía también las funciones de director de orquesta. Los temas del nuevo disco fueron sucediéndose en una puesta en escena muy similar a la première de Edimburgo. Llegado el corte The Bell fue el propio Oldfield quien ejerció de maestro de ceremonias, relevado por Robin Smith cuando llegó el turno de introducir las campanas tubulares. En el momento que Mike Oldfield se dirigió a tañirlas, el público literalmente estalló. Otro momento celebrado fue la aparición de cuatro gaiteros escoceses durante el tema Tattoo. Acto seguido, en Altered State, el percusionista Alasdair Malloy se encargó de parodiar a un arquetípico artista de R&R, ataviado con chaqueta de piel de leopardo y peluca bicolor (morena y rubia) de la que destacaba un enorme tupé. La majestuosidad de Maya Gold dio paso a un Mike con el para ejecutar el festivo Moonshine y, como sucedió en la première, el álbum concluyó con un ‘reprise’ de The Bell, recuperando Oldfield la guitarra eléctrica.

“Muchas gracias. Bienvenidos a mi concierto”, dijo el artista en castellano, para deleitarnos a continuación con el pasaje acústico Peace del Tubular Bells original, la pieza que compuso a los quince años para ahuyentar sus demonios personales. Mi hermano -que acudió al evento acreditado como periodista- pudo resarcir su ausencia del concierto del 84 viendo publicada al día siguiente, en la primera edición de El Periódico, la crónica que había hecho de la reaparición de Oldfield en Barcelona:

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“Durante el concierto el artista fue alternando su protagonismo en escena con un segundo plano, pero siempre con esa maquiavélica costumbre de dejar que sus músicos se conviertan por un momento en el centro del espectáculo, para pasarles después por encima, como una apisonadora, con el sonido inconfundible de su guitarra”. El mejor ejemplo de ese maquiavelismo lo comprobaríamos a continuación y ya nunca abandonaría nuestra memoria. Mientras Mike todavía permanecía sentado con la acústica comenzaron a sonar las notas eléctricas de la penúltima sección de Orabidoo, del álbum Five Miles Out. Excitación general que se tornó en euforia cuando Oldfield tomó las riendas del solo y lo llevó hasta cotas inimaginables. Orgasmidoo, fue rebautizado el tema por sus incondicionales a partir de aquella gira, propiciando además el nacimiento del fanzine oldfiliano español de referencia, de la mano de Pepe Cantos y su equipo. Todavía permanecíamos en período refractario cuando The Bell volvió a hacer acto de presencia, en una versión más parecida al single publicado ese mes de mayo, y, todavía noqueados, no entrábamos en razón cuando los músicos abandonaban el escenario después de haber transcurrido tan solo 70 minutos de actuación. Sin embargo, fuimos afortunados, ya que Oldfield obsequió al público hispano con un bis que no había incluído en la gira primaveral europea: Taurus III, el más claro homenaje del artista a la música flamenca, con palmeo y zapateado incluidos. Mike, cuyo signo zodiacal es Tauro, vio recompensado su gesto con vítores de “torero, torero” al finalizar su intervención. Los músicos abandonaron la arena definitivamente, volviendo a la misma tan solo Oldfield para ofrecernos a la mandolina The Sailor’s Hornpipe, la canción tradicional marinera que incluyó al final del Tubular Bells original y que también servía de colofón a sus intervenciones con Kevin Ayers & The Whole World. Aunque el maestro hubiera merecido un tirón de orejas por su breve actuación lo cierto es que el público le brindó multitud de aplausos, saliendo por la puerta grande – utilizando un símil taurino. Dos días después me quitaría mis ganas de más y mi espinita por no haber asistido a la cita del Discovery Tour acudiendo al concierto de Las Ventas. Vuelta al ruedo, como dirían los taurómacos.

Publicado en Musical Boxed el 15 de septiembre de 2013

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MIDNIGHT SONGS (Maggie Reilly, Barcelona, 19/5/1994)

La voz de Maggie Reilly se asocia inmediatamente con las canciones de Mike Oldfield. La sociedad comenzó a fraguarse a principios de los 80, cuando éste le pidió que le acompañara como corista en sus conciertos (se habían conocido a través de Chrys Lindop, novio de ésta y técnico de sonido del artista), pero fue a raíz de cantar sus temas de corte pop cuando su voz saltó al estrellato. Durante las sesiones de grabación del álbum Crises, Maggie y su novio se alojaron en un apartamento situado bajo el estudio de grabación de Oldfield, en el jardín de su casa de Denham. No pagaban alquiler a cambio de estar a disposición del compositor. Esta familiar forma de trabajar resultó ser eficaz, pero en ocasiones la convivencia resultó difícil. “A pesar de que a veces nuestra relación podía ser tormentosa, juntos creamos algo único”, afirma Reilly. Maggie Reilly aportó una parte importante de aquellos éxitos de Mike Oldfield, pero el artista parece atribuirlo más a su trabajo como compositor y productor. Quizá por ello la relación se enfrió con el tiempo, hasta el punto que en 1998 el representante de la escocesa declinó la oferta de que ésta cantase el tema Man in the Rain de Oldfield para Tubular Bells III. Sin embargo, cuando Maggie publicó su primer álbum en solitario (Echoes) en 1992 no faltaron canciones evocando su anterior vinculación con el multiinstrumentista de Reading.

La promoción de su segundo álbum, Midnight Sun, llevó a Maggie Reilly a Barcelona. Invitada por la emisora de radio Cadena 100 se organizó una firma de autógrafos en la antigua Virgin Megastore del Paseo de Gracia y un concierto acústico en la sala La Tierra, pudiendo presenciar el mismo si se recogían las correspondientes invitaciones en la emisora. Acompañada de un teclista y un guitarrista repasó algunos de sus temas, sin olvidarse de dos grandes éxitos de Oldfield, Moonlight Shadow y . Mención especial

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Publicado en Musical Boxed el 14 de octubre de 2014 como parte del artículo ‘A YEAR IN THE LIVE (1994)’

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CANCIONES DISTANTES

Richard Branson le regaló un telescopio a un treintañero Mike Oldfield y éste estaba tan fascinado con su juguete nuevo que nos invitaba a acompañarle por el espacio exterior con su canción Saved by a Bell, perteneciente al álbum Discovery: “¿No te gustaría mirar por mi telescopio? La Vía Láctea tiene una vista preciosa”. No resulta muy complicado imaginarse a este confeso consumiendo sus horas muertas en busca de nebulosas, constelaciones y planetas cual tripulante de la nave estelar Enterprise ni parece disparatado que el multiinstrumentista pudiera, además, soñar despierto con un posible contacto entre el más allá y su punto de observación al final del camino En Cavuaz, en la localidad alpina de Villars-sur-Ollon. De haber sabido que a un lejano planetoide del Sistema Solar le iban a denominar con su apellido en honor suyo, de buen seguro que hubiera enfocado su telescopio en busca de ese cuerpo celeste descubierto el 8 de octubre de 1920. Pero corría el año 1984 (aquel que George Orwell visualizó en su novela política y que dio origen a un conocido cómic de ciencia-ficción) y para dirigirse a este y otros acontecimientos especialmente espaciales debería atravesar un agujero espacio-temporal de una década. Un viaje en el tiempo de libro, definitivamente. El reloj se detiene ahora a principios de 1993. Una vez concluida la promoción mediática de Tubular Bells II, (presidente británico de WEA) trasladó a Mike Oldfield la idea de versionar musicalmente una novela de ciencia-ficción publicada en 1986 por Arthur C. Clarke: The Songs of Distant Earth (Cánticos de la lejana Tierra). El directivo pareció conocer los gustos del compositor, que de adolescente se había sumergido en este tipo de lecturas: “Cuando no estaba haciendo música, me sentía totalmente como un pez fuera del agua, era como si estuviera viviendo en un mundo extraño, simplemente no parecía encajar. [...] Empecé a leer ciencia ficción por entonces y solía hacerlo toda la noche. Recuerdo una hermosa historia de CS Lewis sobre alguien que vive en un planeta completamente extraño hecho de líquido, flotando en este acuoso paisaje. Lo leí en una noche entera, resumía bastante bien cómo me sentía”. Perelandra, el segundo libro de la trilogía cósmica de Lewis, no sería la única referencia fantástica del compositor británico: su afinidad por la película 2001 Una odisea en el espacio de Stanley Kubrick, estrenada en 1968, daría para la confección de un episodio de La dimensión desconocida (The Twilight Zone) de encontrarnos en otra época, presentación de Rod Serling incluída. La vinculación más conocida con el film de Kubrick es el número de catálogo de Tubular Bells (V2001), primera publicación de Virgin Records, pero existen bastantes más. El guión del largometraje fue confeccionado por Arthur C. Clarke basándose en un relato suyo anterior llamado El centinela (The Sentinel) pero es más curioso saber que la voz computerizada de HAL 9000, el ordenador de abordo de la nave espacial Discovery en esa película, fue una de las posibilidades que se barajaron para ejercer de maestro de ceremonias en Tubular Bells II.

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Muchos seguidores son expertos en encontrar fotogramas de los vídeos de Oldfield con reminiscencias a dicha película, especialmente en , pero parece más interesante la analogía que pudiera existir entre el monolito centinela del film y la figura que se describe en la historia de Amarok escrita por William Murray. Y hasta Amarok pretendíamos llegar, porque para encontrar el leitmotiv sonoro del The Songs of Distant Earth oldfiliano cabe retrotraerse a este álbum. En efecto, ya que la melodía de Let There Be Light de este disco conceptual futurista no es más que una reinterpretación de una tonada que ya aparecía en el Roses amarokiano. Mike le daría más vueltas a esa combinación de notas en los álbumes Tubular Bells III y pero los que vivimos aquella época recordamos otra versión más para añadir al expediente: la que realizó la empresa automovilística Ford para anunciar por televisión su modelo Mondeo en 1995. Respecto al libro de Clarke, Oldfield comentó que, a pesar de no estar entre sus favoritos, le gustaba la historia y su título le pareció muy musical. Para orientarse en la composición fue a visitar al escritor a su casa de Sri Lanka y obtuvo de éste la libertad para desarrollar sus propias ideas. La narración versa sobre la necesidad de la humanidad por emigrar a otros mundos antes de que el sol explote en una supernova. Los últimos supervivientes viajan hibernados en la nave interestelar Magallanes (Magellan) hacia el planeta Sagan Dos, donde iniciarán una nueva vida. Doscientos años después de partir, la nave realiza una parada técnica de un par de años en una pequeña colonia del planeta Thalassa (Oceania en el disco), donde se desarrolla la trama del libro, antes de proseguir el viaje por trescientos años más. Oldfield respetó el contenido básico del relato en su versión musicada, añadiendo algún ingrediente más, como la parte introductoria del mismo referida al pasaje bíblico de la creación. Anecdóticamente, una variación en latín de estos versículos del Génesis también embelleció el tema Shabda (término sánscrito para referirse a la palabra hablada) de Music of the una década después: “La tierra era informe y vacía; las tinieblas cubrían el abismo. Danos luz eterna en el cielo y en la tierra”. The Songs of Distant Earth supuso también un reto para el compositor, ya que tuvo que abstraerse de su tipo de composición habitual: “Quería un desafío, pero no sabía en el lío en que me metía. La música tenía que sonar de manera diferente, ser distinta, como de otro planeta”. Para ello dejó de lado sus instrumentos acústicos y se ayudó de la tecnología y de su ‘caja negra’ de sonidos: “Tengo grabados, en todos estos ordenadores y aparatos, todos los sonidos musicales que ha producido el ser humano. Y no sólo él, sino los animales y hasta las cosas. Lo más difícil es seleccionarlos para conseguir los efectos deseados y representar lo que quiero”. Uno de los efectos utilizados fue el sonido de unas ballenas para abrir el álbum, que conectaba con el penúltimo capítulo del libro de Clarke. En el mismo se narraba la ceremonia de despedida a la tripulación de la nave Magallanes, un espectáculo sonoro que constaba de dos partes. Durante la primera se recordaron sonidos que habían pertenecido exclusivamente al planeta azul: ‘cantos de la lejana Tierra’ llevados a través de los años-luz, como refería el escritor. Para concluir el acto, se interpretó la última obra sinfónica de la Tierra, desconocida para los habitantes de Thalassa, denominada

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Lamentación por la Atlántida (Lament for ). Su ficticio autor, Sergei di Pietro, decía de la misma en el libro: “Cuando la escribí sólo me interesaban las reacciones emocionales. Quería que la música transmitiera una sensación de misterio, de tristeza, de pérdida abrumadora. [...] Ya se sabe que basé este tema en los cantos de las grandes ballenas, esos poderosos músicos del mar”. La estampa de las naves espaciales con forma de mantarraya en las diferentes portadas del disco parece estar también vinculada con esta ambientación marina a pesar de su parecido conceptual con el dibujo realizado previamente por Rodney Matthews para el álbum Aqua de Asia. La novedad de The Songs of Distant Earth fue la incorporación en el CD de una pista interactiva. Mike Oldfield comentaba que, al trabajar en una pieza musical, a menudo le venían a la cabeza imágenes que parecían fluir naturalmente de la música y añadía que en este disco le ocurrió también de forma bidireccional, es decir que la creación de gráficos informáticos para la pista interactiva le ayudó también a imaginar la música. El resultado visual y sonoro se presentó mundialmente a la prensa en el planetario de Londres el 25 de octubre de 1994, aunque en nuestro país tuvimos nuestra propia representación en el planetario de Madrid el jueves 10 de noviembre, un día antes de la publicación del álbum. No faltó allí ni el locutor radiofónico Carlos Finaly ni mi buen amigo Miguel Ángel Guerrero, acreditado (como ávido conocedor de la lógica vulcana aplicada) con su correspondiente pase de prensa para poder narrar su experiencia cuántica en su atemporal artículo Oldfiction, perteneciente a la dimensión paralela de Musical Boxed. Arthur C. Clarke escribió unas líneas para el libreto del disco compacto de Oldfield y, al final de las mismas, dedicó estas palabras al compositor: “Bienvenido de nuevo al espacio exterior, Mike”. En una entrevista de 1995 para una revista mexicana especializada en cine, el músico añadió esta reflexión: “Siempre he estado en el espacio exterior, y cuando miro alrededor y veo la inmensidad del universo, siento un escalofrío que me recuerda lo pequeño que soy, pero también me demuestra que pertenezco a todo lo que me rodea, al igual que mi trabajo”. El aislado y casi insignificante planeta Oldfield no es una futilidad galáctica. How close we are!

Publicado en Musical Boxed el 11 de noviembre de 2019

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VIAJERO EN IBIZA

Mediados de noviembre de 1995: Hacía unos días que había aterrizado en Ibiza con vistas a residir durante 9 meses y me encontraba dirigiendo mis pasos por el paseo Vara de Rey de la villa pitiusa. La fotografía de un reclamo publicitario de la isla en una agencia de viajes llamó mi atención: se trataba de la imagen de un cautivador islote de laderas escarpadas, agreste y a la vez apacible.

Tan pronto como entablé amistad con gente de allí me explicaron que el islote de Es Vedrà estaba cargado de misticismo. La primera vez que lo vi, unos meses más tarde, estaba rodeado de una bruma matinal que contribuyó a forjar en mí ese aire mágico. No fue la única ocasión que me acerqué hasta él. Como embrujado, dirigí mis pasos hasta la torre del Savinar (o del Pirata) en varias ocasiones para divisarlo: bien después de un baño en la cercana cala d’Hort, bien como colofón a una excursión diurna a la antigua cantera de Sa Pedrera (conocida como Atlantis por los lugareños) o bien para contemplar desde ese punto tan privilegiado la puesta de sol. En una de esas ocasiones, concretamente el día 16 de junio de 1996, me tomaron una fotografía con Es Vedrà al fondo. Una instantánea para el recuerdo que unos meses después iba a adquirir una nueva dimensión con la publicación del decimosexto trabajo de estudio de Mike Oldfield. Voyager, el álbum celta del multiinstrumentista, vio la luz el 26 de agosto de ese mismo año. Para aquel entonces un servidor volvía a ser residente peninsular, pero ansiaba regresar a aquella isla si el artista británico presentaba allí su disco instrumental. Así lo había publicado a finales de junio el Diario de Ibiza, que también se hizo eco de que

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Oldfield se estaba construyendo una casa en la zona de Es Cubells. Un par de meses antes había trascendido en la prensa local que su compañera de entonces, Miriam Phelper, tuvo que ser trasladada de urgencia desde Ibiza a Valencia a causa de una insuficiencia renal aguda derivada de la contracción de malaria en África. Durante ese verano, el músico volvería a ser noticia en el Diario de Ibiza a colación de sus apariciones en las discotecas isleñas. En la exclusiva El Divino, improvisó a la guitarra acústica ante el atónito público congregado, y en Privilege se dejó fotografiar en la fiesta del solsticio veraniego. Aunque a estas alturas ya estamos más acostumbrados, esta primera imagen publicada con su nuevo look oxigenado me produjo una gran impresión en aquel momento. El concierto de presentación mundial de Voyager pretendía realizarse de forma gratuita aprovechando las fiestas de sant Bartomeu de la localidad de Sant Antoni, que suelen alargarse hasta el mes de septiembre, pero finalmente no pudo llevarse a cabo por cuestiones logísticas. Se estaba barajando el emplazamiento del mismo en la zona de Ses Variades de esa localidad, muy frecuentada por sus terrazas musicales y sus puestas de sol.

Precisamente en esa zona de la isla se encuentra el famoso Café del Mar, espacio de visita recomendada para los seguidores de la vida y obra de Mike Oldfield. En este caso, no por la extensa colección de álbumes chill-out marca de la casa, sino por albergar en su interior la lámpara cuyo diseño ha sido estandarte del establecimiento y motivo de la portada del single Shine de 1986, así como de su vídeo promocional. Mientras construía su nuevo hogar, el músico fijó temporalmente su residencia en el exclusivo hotel Las Brisas de Ibiza, en Porroig, desde donde supervisaba las obras que se

73 realizaban justo en el lado opuesto de la bahía. Para promocionar su nuevo álbum realizó entrevistas tanto en ese hotel como en el chalet de estilo ibicenco que había mandado construir en la exclusiva urbanización Los Parques de Es Cubells. El mismo Oldfield aportó ideas propias a la hora de diseñar su lujosa casa, que bautizó como Atlantis. Construida en el mismo borde de un acantilado, muy cerca del pequeño arrecife del Niu de s’Àguila, tan solo dispone de acceso terrestre a través de una única vía que cuenta además con una caseta de vigilancia permanente de vehículos. El tipo de retiro que le gusta al compositor. Allí instaló también un estudio de grabación, donde germinaron las ideas para Tubular Bells III antes de que el tipo de vida licencioso que llevaba en la isla le empujara a volver a fijar su residencia cerca de Londres y a vender su propiedad a Noel Gallagher de Oasis. “Para ser honesto, no tengo ningún deseo de volver a Ibiza. Tuve allí algunos de los mejores momentos que he pasado y, sin duda, algunos de los peores”, recordaba Oldfield en su autobiografía de 2007. El músico abandonó la isla pitiusa a principios de 1998 después de poco más de un año y algún que otro escándalo personal que también trascendió en la prensa. La impronta que le dejó Ibiza, por contra, perduró algún tiempo más. A finales de 1999 la canción The Millennium Bell (que pretendía ser un reflejo musical del futuro) contó con la colaboración del disc jockey Pippi (habitual de la discoteca Pachá) y en 2002 el nombre de un elegante restaurante italiano de las isla (Las dos Lunas) sirvió de inspiración para el título de un álbum de música chill-out que publicó Warner Music : Tr3s Lunas. El devenir de los años no ha borrado las huellas sonoras que dejó atrás el viajero.

Publicado en Musical Boxed el 1 de septiembre de 2016

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LE MONT SAINT MICHEL

La civilización celta llegó a la península bretona francesa allá por el año 500 a.C. dejando marcadas huellas culturales desde entonces. La tierra por ellos bautizada como Armórica (‘junto al mar’) se pobló de una sociedad guerrera cuya religión se inspiraba en las fuerzas de la naturaleza -especialmente vivas en la región- y se cargó de un imaginario rico en leyendas, héroes y dioses. Después de romanos y francos, llegaron por esos lares unos invasores vikingos a partir del siglo IX: los normandos (‘hombres del norte’), que acabaron por singularizar la zona. En la confluencia de las actuales regiones galas de Bretaña y Normandía, un paraje natural fue testigo de toda esta concurrencia de culturas. Una elevación terrestre sobre la bahía atlántica conocida originalmente como Mont Tombe en la que un monumento megalítico servía para el culto pagano. Su reemplazamiento en el siglo VIII por un oratorio dedicado al arcángel Miguel cambiaría la denominación del accidente geográfico por el de Mont Saint Michel.

Las espectaculares mareas de la bahía contribuyeron en gran medida en hacer del monte una fortaleza inexpugnable. Se construyó una abadía en la cima del mismo dedicada al santo arcángel, guardián del paraíso y velador de las almas humanas, que Carlomagno escogería como protector de su imperio en el siglo IX. Desde entonces se convirtió en un importante foco de peregrinación de Francia, Inglaterra y norte de Europa. A la sombra de la abadía fue desarrollándose un pintoresco poblado que en el periodo romántico sirvió de refugio a autores y pintores llegados a la montaña atraídos por su

75 encanto único. No es de extrañar que los estudios Disney se fijaran en Mont Saint Michel a la hora de recrear el reino de Corona para la película Enredados de 2010. En julio de 1993 Jean-Michel Jarre escogió este enclave para abrir su gira mundial in Concert, pero si alguien dotó a Mont Saint Michel de personalidad musical propia fue Mike Oldfield cuando le dedicó el tema más destacado de su álbum Voyager en 1996: “Con este corte en particular me imaginé todas las cosas que pasaron allí a lo largo de los años: gente naciendo y muriendo, enamorándose y enfrentándose. Quise captar todos esos sentimientos en una pieza musical. Al final tiene una melodía muy celta”. Precisamente fue un disco de corte celta lo que le había sugerido al compositor inglés Rob Dickins, presidente de Warner Music UK, consciente de que este estilo había incrementado adeptos en los años 90 gracias a artistas como Capercaillie, Loreena McKennitt (telonera de Oldfield en su gira europea de 1993) o The Corrs. La propuesta iba bien encaminada: Mike Oldfield tenía ascendencia irlandesa y había flirteado en el pasado con este estilo. Pese a presumir de que Voyager (originalmente concebido como Celtic Cross) se trataba de uno de sus discos que más rápidamente había creado y pareciera entenderse con ello que no había prestado la atención necesaria, el multiinstrumentista de Reading se supo acompañar de reconocidos músicos irlandeses como Sean Keane, o Liam O’Flynn, pertenecientes a las prestigiosas formaciones Chieftains o Planxty. Sin embargo, el resultado final no sonaba tanto a las típicas tonadas tradicionales interpretadas por Chieftains, Gwendal o Capercaillie o a las composiciones pretéritas de Oldfield, sino que la música se presentaba de una manera ambiental, casi plana, como incitando a la relajación espiritual. En cualquier caso, los contrastes musicales de Mont St. Michel son más evidentes y las emociones brotan constantemente a flor de piel a lo largo de sus doce minutos de recorrido. Me recuerdo escuchando sus notas por vez primera a través de las ondas de radio un mes de agosto, en el especial conducido por Carlos Finaly de Cadena 100 que servía para dar a conocer el álbum antes de su lanzamiento. Había escogido junto a unos amigos las ruinas del castillo castellano de Moya como enclave para recibir tal evento y, allí, las melodías de Mont St. Michel nos transportaron como por hechizo al medievo legendario. Pero donde realmente conviene que tales notas sean escuchadas es en la mencionada isla mareal, bien sea contemplando su silueta emergiendo del mar, bien desde sus empinadas calles y escalinatas. La abadía benedictina, su claustro, las murallas de la villa, sus tejados y los mismos lodos de la ensenada nos evocarán sensaciones propias de una película cinematográfica mientras nos dejamos llevar por esta fantasía instrumental. Parte del mérito logrado cabe atribuirlo a Robin Smith, el que fuera director musical de la presentación mundial de Tubular Bells II en Edimburgo, ya que supo dotar de los arreglos orquestales adecuados a la composición para imprimirle ese acento de banda sonora.

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Es tan contundente el desenlace musical de Mont St. Michel que fue el corte escogido para cerrar el álbum, aunque esto supuso relegar la publicación del breve pero animado Mike’s Reel hasta un año después como parte de un sencillo perteneciente al recopilatorio Essential XXV encabezado por la canción Women of Ireland. Como contrapartida, la discográfica supo percatarse del potencial cinematográfico del tema más extenso de Voyager y tuvo a bien realizar un video promocional con una versión editada del mismo basada en su pasaje central. En el video aparecían tomas aéreas de acantilados, praderas, montañas e incluso del ibicenco islote de Es Vedrà (protagonista de la portada del disco) pero, curiosamente, ninguna referencia a este paraje Patrimonio de la Humanidad que vivió en primera persona la disputa entre franceses e ingleses conocida como Guerra de los Cien Años a finales de la Edad Media. Aunque el fragmento central de Mont St. Michel parece evocar esas batallas, el pasaje final de esta suite es un himno de esperanza que, cuando llega a su término, nos brinda la paz con unas campanadas que parecen proceder de la misma abadía del arcángel protector, ese del que Oldfield tomó el nombre.

Publicado en Musical Boxed el 25 de enero de 2019

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CAMPANAS BAJO LA LLUVIA (Mike Oldfield, Londres 4/9/1998)

La publicación de Tubular Bells III vino acompañada de polémica desde el principio: no solo había pasado muy poco tiempo desde la edición de Tubular Bells II (5 años) sino que además se le había dado un tratamiento dance al clásico del rock progresivo, algo inadmisible para los más acérrimos admiradores del genio de Reading. A decir verdad a mí también me chocó mucho el tema previo de Tubular Bells III publicado en el recopilatorio Essential XXV y mis expectativas del disco no eran muy esperanzadoras. En cualquier caso creo que es mejor no esperar mucho de un disco que lo contrario, ya que ello puede dar lugar a una depreciación del producto en ocasiones injusta. La reaparición de Mike Oldfield en el primer plano de la escena musical con Tubular Bells II sirvió de catalizador para que empezara a tomar contacto con gente que se tomaba su música tan en serio como yo lo hacía. Los 8 años anteriores habían sido prácticamente una carrera en solitario recopilando música, recortes de prensa y las pocas publicaciones que hablaban de él. Fue un compañero de la facultad quien me puso en contacto con un amigo suyo admirador del Campoviejo y éste con otro… y así llegamos a formar un grupo de amigos que a mí me gustaba denominar Club Don Alfonso.

Internet supuso en el verano de 1998 un medio de difusión de noticias y material sonoro de Oldfield que anteriormente hubiera resultado inimaginable. Un día mi amigo Gabriel presentó al grupo unos fragmentos previos de lo que iba a ser el disco. Creo que la

78 emoción nos embargó a todos. Yo particularmente estaba fascinado con el fragmento de Man in the Rain: una réplica de su mejor pop de los 80 después de 15 años. Pero incluía un mensaje que Miguel Ángel interpretó como una profecía, el abandono de Mike de la esfera musical: “Y el hombre de la lluvia cogió su bolsa de secretos y emprendió viaje hacia la montaña, más allá de las nubes, y nada más volvió a escucharse de él excepto el sonido de las campanas tubulares”. No parecía un disparate, Oldfield era el hombre resguardado de la lluvia de Ommadawn y Amarok, aunque esa profecía podría aplicarse perfectamente a Music of the Spheres, un encubierto Tubular Bells IV. Al igual que ocurrió con Tubular Bells II, el disco iba a presentarse en directo, esta vez en Horsewards Parade, junto a Saint James’ Park de Londres y muy cerca de Downing Street y el Big Ben. Gerard ya había asistido a la première del castillo de Edimburgo, así que no nos costó mucho convencernos de que formaba parte de nuestro destino acudir al evento. En menos de 15 días tuvimos organizada la escapada a la capital del Támesis. La edición de Tubular Bells III guardó un paralelismo temporal con la de Tubular Bells II. Ambos fueron publicados un lunes 31 de agosto y presentados mundialmente en directo un viernes 4 de septiembre. Asimismo, previamente a la edición del disco, Carlos Finaly realizó un especial del mismo en Cadena 100. La semana previa al concierto fue una contínua audicion y disección del disco. Me recuerdo disfrutando de Jewel in the Crown, esa variación hindú de la melodía que aparece en el fragmento Roses de Amarok (aunque esta confesión pueda escocer a más de un seguidor oldfiliano), de la extraordinaria potencia de Outcast, de Serpent Dream, de The Inner Child… y es que este disco está plagado de joyas. La noche previa al concierto me desvelé y realicé una última escucha con auriculares: en el silencio nocturno descubrí las magnificencias de The Watchful Eye y de Moonwatch. Así que solo me cabe calificar el disco como fabuloso, con el único “pero” de Secrets, que por no añadir nada a la obra parece estar de más. Aquel día el cielo de Londres estaba encapotado y no parecía presagiar nada bueno, pero íbamos radiando felicidad. Sin embargo, nos llevamos un enorme susto cuando, al ir a ubicarnos en nuestras localidades, vimos que estaban ocupadas por cámaras de televisión y raíles para las mismas: el evento se iba a grabar para su publicación en vídeo y se iba a retransmitir en directo a países como España. Por fortuna nos reubicaron a unas localidades que tampoco estaban mal, a una cierta altura de las demás… y esperamos a que comenzara el concierto. No olvidaré jamás el tema de inicio: los 10 primeros minutos de la cara 1 de Tubular Bells. El sonido era impecable, quizá ayudado por la humedad ambiental. La pureza del mismo justificó el viaje… y la emocionante variación del fragmento A Minor Tune que Mike realizó con la guitarra eléctrica. A Source of Secrets marcó el inicio de la interpretación completa de Tubular Bells III. Observé con incredulidad cómo unas señoras cincuentenarias lo bailaban alegremente y sin prejuicios, disfrutándolo. Desde entonces nunca más he vuelto a hacer caso de

79 todas las críticas vertidas acerca de la idoneidad del tema, para mí tan válido como pudo ser en su momento la aproximación disco de Guilty. No recuerdo cuándo empezó a llover, pero el concierto estuvo marcado por la fina e insistente lluvia londinense, hasta el punto que Mike afirmó que eso le dio un nuevo significado a Man in the Rain. Llevábamos paraguas, pero la organización no permitió que los abriéramos. Durante The Top of the Morning un generador dejó de funcionar y el escenario dejó de estar iluminado. Afortunadamente el sonido y las pantallas laterales no se vieron afectados.

Tras el extraordinario final de Far Above the Clouds el público se puso en pie y, al comenzar a sonar las notas de Moonlight Shadow, buena parte del mismo avanzó enloquecido hasta las primeras filas para permanecer allí hasta el final. Aunque la vocalista Pepsi Demaque hizo un buen papel y dio una nueva dimensión a las canciones, eché en falta la presencia de dando un toque más aproximado a Maggie Reilly. La corista Amar estuvo correcta y nuestra Rosa Cedrón, impecable en The Inner Child. Oldfield comentó en una entrevista que Tubular Bells III era su disco más femenino y, por la presencia de féminas en el escenario, pudimos dar fe de ello. Acabado el concierto y antes de volver a nuestro alojamiento nos compramos un póster conmemorativo del evento cerca de Embankment. El póster llegó seco pero nosotros calados, lo cual añadió una nota más de exclusividad a la experiencia. El día siguiente, sábado, lo aprovechamos haciendo turismo y buscando elementos que nos recordaran el evento del día anterior: revisita del Horsewards Parade y aledaños, fotos en los reclamos publicitarios de la antigua tienda de discos Tower Records en Picadilly Circus e incluso la visita del mítico Queen Elizabeth Hall. ¿Volverá Mike algún día a realizar una presentación mundial de estas características? Es difícil, pero me encantaría poder revivir la experiencia con aquellos protagonistas.

Publicado en Musical Boxed el 4 de septiembre de 2010

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FAR ABOVE THE CROWD (Mike Oldfield, Barcelona 6/7/1999)

La última gran gira europea de Mike Oldfield coincidió con una etapa muy prolífica musicalmente: el año anterior había publicado con gran éxito la tercera parte de Tubular Bells, esa misma primavera acababa de lanzar al mercado Guitars (un álbum instrumental a base de guitarras) y concomitantemente estaba inmerso en la composición de una obra para celebrar el cambio de milenio a finales de ese mismo año. Después de una temporada de algo más que asueto en Ibiza, su retorno a las islas británicas supuso un cambio de costumbres casi radical, fruto de esa bipolaridad comportamental a la que nos tiene acostumbrados. No solo volvió a obsesionarse en la composición musical, sino que en un intento de rejuvenecer su imagen cambió por enésima vez de look, dejándose corta su oxigenada cabellera. Se rodeó de mujeres a la hora de trabajar en Tubular Bells III -él mismo lo calificó como el álbum más femenino de la trilogía- y salió a la carretera de nuevo después de probar sus sensaciones en la presentación mundial de la secuela tubular que tuvo lugar en la explanada de la caballería real londinense. Los 34 conciertos de la gira Then & Now llevaron a Oldfield y a su banda por 14 países del viejo continente, pero fueron Alemania y España los que acapararon la mayoría de actuaciones, abarcando entre ambos prácticamente las dos terceras partes de las mismas. Aunque la discografía del artista ya contenía pinceladas inspiradas en nuestra cultura musical, la vinculación que durante esa década mantuvo con nuestro país resultó en nuevos guiños musicales. Tubular Bells III contaba con un tema, Serpent Dream, a base de guitarra española, pero el hecho más notorio fue la inclusión en el álbum Voyager de una versión de O son do ar, tema folk del grupo gallego Luar Na Lubre que Oldfield renombró como The Song of the Sun. Ello repercutió en la firma por parte de los gallegos con la filial española de la discográfica del artista británico y, más adelante, en su invitación como teloneros en la gira española de éste, hechos que resultaron determinantes en la proyección internacional de la formación. La peculiaridad del concierto que Mike Oldfield realizó en Barcelona el 6 de julio de 1999 fue la concesión de una rueda de prensa unas horas antes del mismo en las instalaciones del Palau Sant Jordi, recinto donde acabó celebrándose debido a la gran demanda de entradas. Gracias a la acreditación facilitada por una emisora de radio local pude asistir a la misma, coincidiendo allí con dos amigos. Después de un breve posado fotográfico en el que se le hizo entrega de un disco de platino por las ventas de Guitars en España, Mike procedió a responder las siempre tediosas preguntas de los periodistas profesionales, basadas fundamentalmente en el dossier facilitado por WEA. Tuve la ocasión de preguntarle por la relativa poca presencia de temas antiguos en el repertorio de la gira (citando como ejemplo álbumes de la talla

81 de Discovery o Platinum) y mi amigo Miguel Ángel se interesó por su perfil como productor de terceros, pero lamentablemente ninguno de los presentes era conocedor del deceso del maestro Joaquín Rodrigo ese mismo día, ya que no se formuló pregunta alguna al respecto.

Al término del turno de preguntas el artista se prestó a firmar autógrafos a las personas que se interesaron. Conmigo llevaba el libreto del CD de Ommadawn de forma preventiva y mi amigo Gabriel no olvidó el suyo de Amarok. Cada uno con su álbum favorito rubricado nos dábamos ya por satisfechos de la experiencia, pero para nuestra sorpresa nos condujeron a pie del escenario, donde pudimos disfrutar de los ensayos de Luar Na Lubre antes de que se abrieran las puertas del recinto para el público en general. Desde esta posición privilegiada tan solo quedaba aguardar pacientemente el comienzo del espectáculo. Una selección de cortes de The Songs of Distant Earth abrió el concierto, que comenzó a tomar consistencia con un potente a la voz de Pepsi Demacque. Tras un gracioso “Hola” del guitarrista, éste chapurró en castellano unas palabras introductorias para una pieza angular de la noche: un extracto de Ommadawn que engatusó a los presentes. Cuatro días antes, en el concierto de Valencia, ya me había quedado claro que Oldfield volvía a los escenarios dispuesto a ofrecer el todo por el todo. Presentó acto seguido a su banda, pero realmente era él quien llevaba en todo momento el protagonismo de la actuación. Su especial entrega se notó particularmente en los tres temas de Guitars que sonaron a continuación: ya fuera con guitarra eléctrica o acústica, el resultado en directo superaba ostensiblemente al registro en estudio.

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Con la audiencia en efervescencia le llegó el turno a Tubular Bells III, del que recuerdo la energía con la que acometió Outcast y Serpent Dream. El trueno final de The Inner Child enlazó directamente con Secrets obviando los temas intermedios (entre ellos el single Man in the Rain), pero la potencia de Far Above the Clouds y el contundente sonido de las tres enormes campanas tubulares eclipsaron su añoranza. El sprint final fue marcado por unas interpretaciones muy rockeras de Moonlight Shadow y Family Man, que pusieron a todo el auditorio en pie antes de los bises. Y como colofón, un mayúsculo reprise de la conclusión de Tubular Bells III sazonado con el tañido de campanas por parte de Molly, Dougal y Luke Oldfield, los tres hijos que el artista había tenido con Sally Cooper. Una exclusiva guinda para una velada sublime, muy por encima de toda expectativa. Entonces y ahora.

Publicado en Musical Boxed el 6 de julio de 2014

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PACHA MAMA

En apenas un siglo (1438-1527) los incas levantaron el mayor imperio de la América precolombina. Como otras civilizaciones antiguas fueron grandes observadores y admiradores de la naturaleza. El universo inca era representado en tres niveles de existencia: el cóndor (mundo celestial), el puma (mundo físico) y la serpiente (inframundo), de una forma equivalente a la concepción cristiana del cielo y el infierno. El pueblo quechua (en realidad el inca era el rey y jefe espiritual) se ha caracterizado siempre por ser muy supersticioso. Todavía hoy colocan en los tejados de sus casas una pequeña cruz y un buey en representación de la Pachamama para que les libren de los males. Pachamama ha querido traducirse como la “Madre Tierra” y es una deidad andina de la tierra como universo o mundo. Engendra los bienes terrenales, por eso es un símbolo de fertilidad. A cambio de su protección, los indígenas le ofrendan parte de lo que reciben de ella. Pese a que los colonizadores introdujeron la imagen de la virgen María, ésta no consiguió reemplazar la devoción hacia la Pachamama. Pacha Mama es también una canción de Mike Oldfield incluida en su álbum The Millennium Bell, publicado el 29 de noviembre de 1999. En enero de ese mismo año Mike había realizado un viaje al Perú y se había prendado del Machu Picchu y la civilización inca, empezando a trabajar en un nuevo álbum cuyo título de trabajo era precisamente Saqsaywaman (fortificación inca amurallada del Cusco). Al parecer le llamó la atención el parecido sonoro con “sexy woman”.

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Después de la publicación de su disco Guitars en mayo de 1999, se centró en este trabajo con una nueva idea: celebrar el nuevo milenio. Así diseñó un álbum que iba a ir desgranando musicalmente la historia de la humanidad desde su año cero hasta el 2000 y al que renombró como The Millennium Bell, en alusión -una vez más- a su conocida obra y a la campanada que marcaría el comienzo del tercer milenio. El villancico moderno Peace on Earth (originalmente Nativity) abre el disco en clara alusión al cristianismo como origen del cómputo anual y en representación del primer milenio de nuestra historia. Acto seguido, el tema hipnótico y tribal Pacha Mama enlaza con el anterior abanderando las civilizaciones antiguas, siendo también el escogido por la discográfica para la difusión radiofónica del álbum. El descubrimiento de América (Santa Maria) y la consiguiente comercialización de esclavos africanos marcan los episodios musicales que vienen a continuación. Para el tema de la esclavitud (Sunlight Shining Through Cloud) Oldfield utilizó parte de los versos del poema Amazing Grace de John Newton que tantas veces ha sido versionado musicalmente (Yes lo hizo en su Union Tour de 1991). The Doge’s Palace (Palacio ducal) es un tema ambientado en la república veneciana del s. XVIII y Lake Constance (Lago Constanza) es una composición de corte clásico que se ubica temporalmente en el periodo romántico del siguiente siglo. El s. XX comienza con la recreación musical de los años de la ley seca norteamericana y la Mafia (Mastermind) para continuar con la intimísima Broad Sunlit Uplands (Cotas ampliamente soleadas), que evoca el sufrimiento de la 2ª Guerra Mundial. Su título proviene de uno de los discursos del presidente británico Winston Churchill, concretamente de This Was Their Finest Hour del 18 de junio de 1940: “Hitler sabe que tendrá que acabar con nosotros en esta isla o perder la guerra. Si somos capaces de enfrentarnos a él, toda Europa puede ser libre y la vida del mundo puede avanzar hasta cotas ampliamente soleadas”. Este discurso puede oírse en la demo inédita del álbum que circula por la red. Precisamente esta demo incluye también un tema extra inspirado en la Edad Media inglesa, Excalibur, que es una variación del fragmento final de Broad Sunlit Uplands. Liberation marca el fin de la 2ª Guerra Mundial con la lectura por parte de la hija del compositor, Greta Hergerland-Oldfield, de un fragmento del diario de Ana Frank. Un canto a la libertad que avanza rápidamente por las últimas décadas del siglo: la carrera espacial, las tecnologías, el nacimiento de los nuevos medios de comunicación… Este mismo espíritu positivo se mantiene en las siguientes composiciones (Amber Light y The Millennium Bell), más como un deseo futuro que como representación de una época histórica. A día de hoy se desconoce por qué decidieron también utilizar la conocida campana tubular de en la portada, posiblemente por una cuestión de marketing, aunque personalmente creo que la excesiva repetición de ese logotipo es más

85 perjudicial que beneficioso para las ventas y para la imagen misma del compositor. De hecho el magazine Dark Star organizó un concurso entre los aficionados para sugerir un título alternativo a este trabajo de Oldfield. Desafortunadamente acabó llamándose como estaba previsto, pero el ganador del mismo fue Geoff Newman por su y Rhythm of Time de Carl Cowburn fue finalista. Continuando con la euforia celebradora del cambio de milenio, el disco fue presentado en directo la noche del 31 de diciembre de 1999 en la Siegessaule (Columna de la Victoria) de Berlín, en un concierto gratuito ante 500.000 espectadores que fue grabado para su comercialización en video. En los primeros minutos del 1 de enero de 2000 Mike Oldfield interpretó en ese escenario la canción inédita Berlin 2000 (también conocida como Art in Heaven), compuesta especialmente para musicar el espectáculo de luz y pirotecnia ‘Art in Heaven’, patrocinador del evento. A pesar de abarcar una serie de estilos muy variopintos y no ser uno de los discos mejor valorados por sus seguidores, The Millennium Bell representa -después de algo más de una década- una etapa muy creativa del artista, previa al periodo de somnolencia chill out en el que se abocó durante los años posteriores.

Publicado en Musical Boxed el 9 de noviembre de 2010

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I STILL BELIEVE IN OLDFIELD CHRISTMAS

La década de los 80 supuso un cambio en la concepción musical de Mike Oldfield. Los nuevos tiempos requerían un sonido más fresco, dejando atrás la complejidad de melodías que había caracterizado a la década anterior. A principios de ese periodo el músico se dejó aconsejar por su compañía cuando éste atravesaba por un momento de incertidumbre compositiva y realizó un par de versiones de otros artistas: de los suecos Abba y de , ambos pertenecientes a su álbum QE2 de 1980. Wonderful Land fue la escogida para encabezar el single de esas navidades, aunque en algunos países fue relegada a la cara B mientras Sheba gozaba de ese privilegio. Sería el último sencillo navideño en bastantes años, quizá porque no obtuvo los resultados esperados. El tono melancólico que Oldfield había impregnado al tema parecía hacerle idóneo para ese mercado y el trabajado vídeo promocional -con secuencias del guitarrista junto a su hija Molly- debió haber proporcionado al mismo de un mayor reconocimiento por parte del público. El 20 de diciembre de ese año la banda de Mike actuaba en la localidad alemana de Dormund. Por aquella época era frecuente que el artista interpretara canciones del folklore local en sus directos, pero en esa ocasión obsequió a los presentes con una versión del conocido villancico Silent Night cantada por Maggie Reilly y con Oldfield a la guitarra eléctrica. Doce años después el compositor vivía otra época dorada con la publicación de Tubular Bells II y su nueva compañía, Warner, recuperó la antigua tradición de los singles navideños con el lanzamiento de Tattoo. La joya incluida en aquel sencillo (ahora también en formato de disco compacto) fue curiosamente una grabación en estudio de su Noche de paz, esta vez instrumental. Su antigua discográfica no perdió el tiempo y, aprovechando el tirón, publicó en 1993 una caja recopilatoria, Elements, que en cuatro compactos repasaba los casi veinte años de Mike en Virgin Records. Cuando se acercó la navidad no se olvidó de lanzar al mercado The Mike Oldfield Christmas EP, una colección de temas que incluía una maravilla que había permanecido inédita desde mediados de los años 70: Vivaldi Concerto in C. Otros sencillos no tan relevantes fueron también publicados durante el mercado navideño en las décadas de los 80 y los 90. Étude, la adaptación que Oldfield hizo de una pieza de Francisco Tárrega, vió la luz a finales de 1984 coincidiendo con la publicación de la banda sonora de The Killing Fields. La misma estrategia siguió más adelante el lanzamiento de los sencillos Hibernaculum (1994) y Women of Ireland (1997), que incluían bonus tracks que perfectamente hubieran pasado como temas navideños del artista.

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La canción Pictures in the Dark también databa de finales de 1985 (en la misma cantaba , el niño soprano que saltó a la fama interpretando la navideña Walking in the Air) pero resultó más curioso el caso del single The Time Has Come, de 1987, por el sentido profético-religioso que podía atribuirse a su letra. El multiinstrumentista inglés retornó a la más pura música de navidad cuando en las postrimerías de 1999 celebró el fin del milenio con el álbum The Millennium Bell. Éste pretendía repasar los dos mil años más recientes de historia de la humanidad en clave musical, por lo que necesitó componer un villancico moderno para representar al año cero de nuestra era. Una grabación primigenia del álbum incluyó una pista denominada Nativity que no era más que una versión muy sobria de lo que luego sería el tema definitivo, Peace on Earth, mejorado sustancialmente con la intervención vocal de la soprano Camilla Darlow. Acostado en un pesebre, brillan las estrellas silenciosas. En un sueño ligero descansa rodeado de ojos maravillados. El cielo y la tierra están dando vueltas; alrededor de la chimenea arde el fuego. Resguardada de la cruel tormenta, la paz en la Tierra acaba de nacer. Las letras que por primera vez añadía el artista a una canción de cosecha propia y auténticamente navideña nos inducían a creer en la paz mundial por encima de todas las cosas. Que la paz del señor Oldfield esté con todos vosotros.

Publicado en Musical Boxed el 1 de enero de 2015

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A LAS LUNAS DE VALENCIA

La experiencia de ensamblar música con imágenes que Mike Oldfield experimentó con la película The Killing Fields y el documental de la BBC Sutton Hoo hizo nacer en él la idea de crear sus propias imágenes para su música. Convertir su estudio de Denham en uno audiovisual le costó alrededor de un millón de libras y sus primeros pinitos fueron los video-singles de Pictures in the Dark y Shine, que en sus caras B incluían temas que parecían estar sacados de una banda sonora (de hecho el mismo The Path fue la cabecera del documental Reflection en 1977). La laboriosa empresa de crear todo un video-álbum le llevó varios años de trabajo. En principio el LP Islands debería haberse publicado junto con el video-álbum The Wind Chimes, pero éste no pudo estar acabado hasta un año después, así que se le añadieron algunos videos antiguos para darle más atracción comercial al producto. El resultado gráfico final no fue excesivamente brillante y en poco tiempo toda la inversión quedó obsoleta, por lo que no tardó mucho Oldfield en deshacerse de su estudio de edición de video. Varios años después las nuevas tecnologías le hicieron retomar el proyecto desde otra perspectiva: armado con un potente software de Silicon Graphics podía convertir su música en interactiva. La idea de confeccionar un juego de ordenador -como hizo Peter Gabriel con Xplora1- quedó aplazada (allí hubiera encajado el tema Tubular World) y los esfuerzos se concentraron en crear imágenes para ambientar el álbum The Songs of Distant Earth de 1994, el primer CD musical con una pista interactiva. Debieron pasar todavía unos años hasta que los ordenadores domésticos fueran lo suficientemente potentes como para soportar un juego de realidad virtual que integrara gráficos tridimensionales, música y simulación de vuelo. No existía ningún software específico, así que Oldfield necesitó de un equipo propio de programadores para poder desarrollar este proyecto (denominado inicialmente Sonic Reality y luego Music VR), que le mantuvo ocupado durante los primeros años del nuevo milenio. No fue hasta principios de 2002 que Mike formalizó un nuevo contrato (esta vez con Warner Spain) que incluía la publicación del primer episodio de Music VR junto con un álbum de música chill out: Tr3s Lunas. Tr3s Lunas se publicaría el 3 de junio de ese mismo año, pero el 30 de mayo se realizó su presentación mundial en la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia, a la que pude asistir gracias a la acreditación que me facilitó un viejo amigo de andanzas oldfilianas. A media tarde me presenté con mi -por entonces- novia en la puerta que se había habilitado en el Hemisfèric, coincidiendo allí con los compañeros de Orabidoo y con Santi Ruiz, que mostraba orgulloso los discos que el artista le había rubricado unos momentos antes. Yo por si acaso llevaba mi vinilo de Ommadawn por lo que pudiera pasar.

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Nada más entrar nos facilitaron un dossier de prensa. Más tarde, al salir, se nos obsequió con una copia del nuevo álbum, que habíamos podido escuchar por primera vez a través del sistema de megafonía durante todo el acto. Éste comenzó con una breve sesión fotográfica para seguir con una rueda de prensa. Durante la misma estuve sentado al lado de Jorge Andrés, que afortunadamente formuló un par de preguntas que se salieron de las directrices del dossier facilitado y que resultaron ser acertadas, puesto que luego se publicaron en la mayoría de medios. Por supuesto, Orabidoo realizó una minuciosa cobertura informativa del evento.

Un rápido movimiento me permitió acceder al artista, justo al finalizar la rueda de prensa, para mostrarle la carátula que quería que me firmara. Oldfield hizo el gesto de no hacerle mucha gracia el asunto de los autógrafos pero por alguna razón caí en gracia a su asistente que, indicando a los demás que yo iba a ser el único en disfrutar de ese privilegio, le pasó a Mike el vinilo para que estampara su rúbrica. A continuación, se nos emplazó a la sala Imax del recinto, donde pudimos disfrutar de la mejor parte del evento: la proyección en la enorme pantalla de una simulación del juego Music VR (música incluida) conducida por el propio Mike. Un momento en el que se tuvo que reiniciar el equipo fue aprovechado para formular más preguntas. Desde luego se podía apreciar que Mike se encontraba más cómodo explicando los entresijos de su

90 juego que los detalles de su nuevo álbum. Se notaba dónde había concentrado sus esfuerzos: si bien el nuevo disco parecía bastante anodino, en cambio la música que acompañaba al juego sonaba imponente. La secuencia que nos dejó clavados en los asientos fue la del búho sobrevolando el paisaje nevado (bautizada por Brandom Blume como Snow Cavern Flight y que luego fue reutilizada en el álbum Light + Shade con el nombre de Ringscape): la enérgica guitarra eléctrica del tema nos recuperaba la mejor de las esencias de Oldfield. Al acabar el recorrido por el juego se dio por concluido el acto. Seguidamente había organizada una fiesta privada de ambiente chill out en el mismo Hemisfèric, a la que ya no estábamos invitados. Vimos salir enseguida de ella a Andreu Buenafuente y a su entonces compañera Carolina Ferre. Nuestra estrella aguantó en ella bastante más, aunque tampoco permaneció hasta el final. Afuera ya anochecía. Mejor volver a casa que quedarse a las lunas de Valencia.

Publicado en Musical Boxed el 30 de mayo de 2012

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UN PASEO POR EL ARTE GRÁFICO OLDFILIANO

De entre todos los artistas gráficos que han diseñado portadas para álbumes de Mike Oldfield hay uno que destaca por encima de los demás: Trevor Key, el autor de la famosa cubierta de Tubular Bells. Mike conoció a Trevor a principios de 1973, cuando estaban buscando material gráfico para la portada de este álbum, aún sin una denominación definitiva (el título de trabajo era Opus One). El personal de Virgin Records estaba algo nervioso porque pasaban los días y Mike era incapaz de pensar un nombre para su primer disco, así que un día Richard Branson, desesperado, amenazó con poner como motivo de la carátula una extraña foto de Trevor Key (un huevo del que parecía salir sangre) y llamar al álbum Breakfast in Bed [Desayuno en la cama]. Finalmente, Oldfield concertó una cita con Key para comentar ideas para dicha portada. Le vino a la mente la posibilidad de una fotografía mostrando una campana haciéndose añicos. Trevor dijo que no podría tomar una fotografía de ese tipo, pero sí de una campana que de alguna manera hubiera sido destrozada. Con la idea definida para la cubierta y la reciente incorporación de Viv Stanshall como maestro de ceremonias al final de la primera cara anunciando las campanas tubulares, Mike pensó que ese sería un buen título para el álbum. Todo el mundo estuvo conforme. Cuando Trevor llegó con el diseño de la portada, resultó que la campana no había sido destrozada, sino que había sido retorcida en una curiosa forma que a Oldfield le pareció perfecta. Sin embargo, el trabajo de Trevor Key no se ciñe únicamente a esta mítica portada. Destacan también las carátulas de Hergest Ridge y Platinum. La portada original de Hergest Ridge representa el mundo en el que se hallaba recluido Mike en esa época: se había ido a vivir a una remota casa del condado de Hereford (próximo a Gales), al lado de una colina que le sirvió de inspiración y dio nombre al nuevo disco. Un planeta solitario con solo dos acompañantes: Bootleg (el perro pastor irlandés de los estudios The Manor) y un aeroplano de aeromodelismo, afición del artista. La inclusión del perro en el montaje fotográfico de la carátula pudo ser también una referencia al ‘Black Dog’ de Hergest Ridge, leyenda local del s. XVI que se cree que pudo inspirar la conocida novela de Conan Doyle El sabueso de los Baskerville. En cuanto a la cubierta de Platinum, la imagen simboliza la metamorfosis de una crisálida en mariposa adulta, otra metáfora de la vida reciente del compositor tras el curso de Exégesis al que había asistido y del cambio de estilo musical que suponía este álbum respecto a los anteriores. Por otro lado, la portada del recopilatorio Boxed enlaza el trabajo de Trevor Key con el de M.C. Escher, concretamente con su obra Otro Mundo, que sirvió de inspiración a Key a la hora de idear una composición visual que significase la conjunción de cuatro trabajos musicales planteados como diferentes perspectivas de una misma entidad.

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Para la gira de promoción de Platinum en 1980, (responsable de la floydiana secuencia con relojes de Time) realizó también animaciones de algunas obras de Escher (en concreto de Relatividad, Ascenso y Descenso y Catarata), que se proyectaban detrás del escenario para añadir vistosidad a las actuaciones. Estas animaciones pueden identificarse en el directo del festival de Knebworth de 1980, publicado en video como The Essential. La animación de la campana tubular realizada por Ian Emes en este audiovisual tiene asimismo una clara inspiración escheriana y sirvió, además, de motivo para la carátula del recopilatorio norteaamericano de coleccionismo Airborn.

El libreto de esa gira de 1980 incluía ilustraciones del pintor Terry Ilott, artista que Mike había conocido en 1976 a través de un escultor llamado Lynn Chadwick. En esa época, Ilott residía cerca de Oldfield. Ilott pintó una docena de cuadros para un libro de James Ballard titulado El mundo sumergido, imágenes que finalmente no fueron publicadas. Mike Oldfield compró en 1978 dos de estas pinturas, que son las que pueden verse en dicho tour-book. Uno de esos cuadros lleva por nombre Sea of Crises [Mar de las Crisis], en referencia a un paraje de la luna. Años después, en 1983, Mike le pidió a Ilott un motivo parecido para ilustrar su álbum Crises. De esta manera, el cuadro inspiró el título y algunas de las letras de este exitoso trabajo del músico británico.

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En la mencionada gira de 1980 también sucedió un hecho anecdótico que sirvió para la inspiración gráfica de otro álbum. Oldfield se había sacado la licencia de piloto un año antes y, siendo poseedor de un Piper Navajo bimotor, le pareció oportuno contratar a un capitán de vuelo y otro aeroplano bimotor para los desplazamientos de la banda durante una serie de conciertos por España a finales de septiembre. Realizando el trayecto entre Barcelona y San Sebastián a través de los Pirineos, fueron sorprendidos por una violenta tormenta, de la que se salvaron casi de milagro. “Fuimos lanzados como una tortita de harina, había hielo acumulándose en las hélices y lluvia en el parabrisas, y todo el mundo gritaba ¡aaargh!”, dijo Mike en una entrevista. Aquel incidente sería conmemorado con una pintura encargada especialmente por Oldfield a un renombrado pintor de cuadros de aviones, Gerald Coulson. El incidente sirvió de inspiración a la canción Five Miles Out y el cuadro fue utilizado como portada del álbum homónimo.

Mención especial merece en este recorrido el diseñador Roger Dean que, aunque no realizó ningún dibujo para ninguna cubierta de Mike Oldfield, sí que estuvo implicado en el trabajo fotográfico de Earth Moving (a la vez que Storm Thorgerson, cofundador de Hipgnosis) y también creó el primer logotipo de Virgin Records, abandonado cuando la compañía quiso renovar su imagen a finales de los años 70. Después de casi 20 años turbulentos, Oldfield finalizó su contrato con Virgin en 1991 con el disco Heaven’s Open, titulado así en clara alusión a la liberación que suponía para él este hecho. En su desquite personal, Mike quiso retomar para esta portada la idea de aquella fotografía de Trevor Key con un huevo sangrando (Breakfast in Bed), aunque esta vez con unas palomas escapando de él como signo inequívoco de su emancipación. Para concluir, cabe citar que el diseñador gráfico Hans Claesson de Kebawe ha inspirado en más de una ocasión sus trabajos en las distintas carátulas de Mike Oldfield. No es de extrañar que, como recompensa a su buen hacer, una de sus ideas fuera utilizada por el estudio de Bill Smith para decorar la portada del álbum Tr3s Lunas en 2002 y que el doble trabajo Light + Shade de 2005 contara en sus cubiertas con una circular representación tubular nacida de su imaginación.

Publicado en Musical Boxed el 25 de mayo de 2010

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ALTAS ESFERAS EN EL GUGGENHEIM (Mike Oldfield, Bilbao 7/3/2008)

En cierta ocasión le preguntaron a Mike Oldfield en una rueda de prensa si iba a grabar una cuarta parte de Tubular Bells. Negó que lo haría, pero mientras seguía atendiendo preguntas dibujó una campana tubular con forma de cuatro. Los seguidores del artista estamos saturados de tanta reedición de la obra y agradecimos que al publicar el álbum orquestal Music of the Spheres éste no fuera integrado en la saga tubular. Sin embargo, las similitudes estructurales y en algunos casos sonoras son más que evidentes. El movimiento Harbinger podría ser un Sentinel, Animus un Dark Star, Silhouette un Clear Light, On My Heart un Inner Child, Aurora equivaldría a Harmonics y Musica Universalis un Finale colocado efectivamente al final, como Far Above the Clouds. Mike ha sido ambiguo en la definición del disco. Por un lado, dijo que Music of the Spheres se podría haber llamado perfectamente Tubular Bells IV, pero por otro comentó que no tenían ningún punto de comparación. Oldfield no es dado a explicar el por qué de sus trabajos, pero es posible que el embrión de Music of the Spheres naciera de la idea frustrada de añadir orquesta a la regrabación tubular de 2003 para Warner. La temática del disco también es otro enigma. Éste se empezó a moldear con la intención de recordar la celebración ancestral pagana del Halloween, de origen celta. El álbum incluso iba a ser publicado a finales de 2007, coincidiendo con esa fecha. Pero por razones que no ha querido aclarar, acabó convirtiéndose en una referencia musical a la teoría pitagórica del sonido de los astros celestes. En cualquier caso, la música puede definirse como celestial. En muchísimos años Mike Oldfield no había compuesto una obra tan emotiva a pesar de su sencillez. En su autobiografía Changeling (publicada en mayo de 2007) ya comentó que quería despojarse de todo y volver a lo primario, sin importarle si a la gente le gustara el resultado. Esa actitud de ‘I’m a rock’ nos llenó de esperanzas. Music of the Spheres se ha convertido en el trabajo que he escuchado con más antelación a su publicación (casi 6 meses). En septiembre de 2007 se realizó una pequeña audición en una sala alemana y se editaron unas pocas copias promocionales. Una filtración y las maravillas de la red de redes hicieron el resto. Por aquellas fechas Mike se mudó a Mallorca. La mudanza y el nacimiento de su hijo Eugène obligaron al músico a proponer a la compañía que pospusiera la publicación del disco hasta marzo de 2008. La casualidad quiso que, al mudarse de nuevo a España, la gestión de la publicación y promoción del álbum se llevara a cabo desde la sección Classics & Jazz de Universal Spain. La casualidad quiso también que el máximo directivo de esa sección fuera un primo común de dos de mis mejores amigos. Así que -como llovido del cielo- fuimos unos de los pocos afortunados que pudimos asistir a la presentación en exclusiva de la

95 obra en el atrio del museo Guggenheim de Bilbao con la Orquesta Sinfónica de Euskadi (dirigida por Enrique Ugarte), la , como soprano y Mike Oldfield a la guitarra clásica. Una presentación no exenta de polémica pues los únicos invitados fueron la prensa especializada y personalidades de la sociedad vasca, así como miembros corporativos del museo. Se realizó un concurso para que 50 aficionados del artista procedentes de toda Europa pudieran asistir al evento. Por voluntad del propio artista fueron ubicados en un lateral de la estancia, detrás de una enorme columna y separados por una cinta de seguridad. Así se las gasta el Oldfield. La tarde previa al concierto aprovechamos para visitar el museo. Una parte de mí estaba convencida que algo más se cocería… y acerté. Mientras los turistas visitaban el museo, la orquesta y Mike Oldfield ensayaron ante el asombro de los presentes: The Tempest, Aurora, Harbinger. Las obras pictóricas del Guggenheim cobraron otra dimensión con la música de las esferas. Desde la planta superior pude tomar una fotografía de la escena antes de que un guardia de seguridad me avisara de que era la primera y la última. A la postre ha sido la única foto del evento que ha conocido la comunidad oldfiliana.

El concierto nocturno se limitó a la interpretación completa del álbum. A Mike se le notó algo incómodo durante el mismo. No era su entorno habitual. Desde mi ubicación privilegiada en primera fila justo frente a la soprano pude apreciar su nerviosismo, aunque por momentos también disfrutó interpretando algunos pasajes musicales. La orquesta, el coro y la soprano estuvieron estupendos. Mike, sin embargo, falló en algunas notas. Curioso, tratándose de su propia obra, pero no tanto si consideramos que en los últimos años había abandonado el instrumento y perdido técnica, algo que ya detectamos en su anterior mini gira orquestal de .

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Dos circunstancias mantuvieron a Mike en vilo durante la actuación: el ritmo y el sonido de su guitarra. La primera intentó solventarla acordando con el director que le marcara los tiempos musicales con el pie, al quedar justo encima de él. Por decisión propia no quiso amplificar mucho el sonido de su guitarra, pese a que los técnicos se lo sugirieron. El resultado sonoro final no le acabó de convencer y eso le enojó, más si cabe porque se lo habían advertido. El público, sin embargo, no lo advirtió. Al finalizar la ejecución sinfónica, todos los presentes ovacionaron a los intérpretes. Percibí inquietud en su mirada en los instantes previos a que comenzaran a arrancar los aplausos y recordé el estreno de su primera obra en el Queen Elizabeth Hall (éxito de crítica a pesar que a él le pareció un desastre). Mike se incorporó y saludó al público y orquesta. Como si no fuera con él, volvió a sentarse y procedió a guardar la guitarra en su funda. Cuando acabó, volvió a incorporarse, miró por última vez al público, se cargó el instrumento al hombro cual escopeta y tomó las de Villadiego. Sin una sola deferencia para que la audiencia reconociera el trabajo del director o la orquesta. El director fue tras él y una asistente quiso interceptar su salida, pero fue en vano. Es más, Mike tuvo el gesto poco decoroso de apartarla de su camino, ante lo cual Enrique Ugarte deshizo sus pasos y procedió a las formalidades de pedir un aplauso para la orquesta y hacer una reverencia al público. La concurrencia aplaudió con fervor sin dar importancia a lo ocurrido, posiblemente porque al estar de pie solo pudo apreciarse por aquellos que estuvimos en primera fila. Los asistentes quizá pensaban más en el aperitivo de Martín Berasategui que se iba a servir después y los seguidores del artista tan solo habían podido disfrutar del sonido y poco más detrás de aquella columna.

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Como era de esperar, Mike ya no hizo aparición en el acto social posterior, ni siquiera quiso conceder una entrevista una vez finalizado el concierto. Puedo afirmar que la organización del evento respiró cuando el sujeto abandonó las instalaciones. Durante el aperitivo pude volver a coincidir con antiguos compañeros de andaduras oldfilianas. Allí estaban José Cantos (editor del fanzine Orabidoo), Santi Ruiz (gestor del foro Taurus IV), David Llorente (de 'A Man and His Music', el blog español dedicado al artista), el reconocido coleccionista Nacho Marín y mi admirado Jon Renes, de quien siempre he dicho que alguien debe hacerle un monumento. Pudimos departir un buen rato y escuchar las sensaciones de Ramón Trecet y su mujer, asistentes al acto, compartir espacio con el director de orquesta y fotografiarnos con la soprano, Hayley Westenra, que fue la más solicitada (incluso por los directivos de Universal y de Sony). Una inolvidable experiencia, en definitiva, más si cabe si acaba siendo la última intervención en directo del inglés como parece que va a ser. Y una casualidad más… Oldfield también escogió el hotel Ercilla de la capital bilbaína (como nosotros y Ramón Trecet) para alojarse. Al día siguiente se le vio en recepción ataviado con un chándal… como si efectivamente la cosa no fuera con él.

Publicado en Musical Boxed el 7 de marzo de 2010

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TAKE 4

Take 4 fue el primer single de 12 pulgadas de Mike Oldfield, aunque también hubo una edición de 7 pulgadas. Se publicó el 1 de diciembre de 1978, solo unos días después de la salida al mercado de su álbum de estudio Incantations, aunque no contiene ningún tema del mismo. Se trató de una estrategia comercial para las navidades, recopilando varios temas tradicionales grabados por Mike los años anteriores. Portsmouth, el primero de los 4 temas, había sido un éxito en las navidades de 1976, alcanzando el nº 3 de las ventas del Reino Unido. A día de hoy todavía sigue siendo el single que más alto ha llegado en ese país (Moonlight Shadow fue nº 4 mientras que en el resto de Europa alcanzaba el nº 1). El segundo tema era In Dulci Jubilo, que como single había conseguido el nº 4 de las listas en las navidades de 1975. La cara B se abría con el tema inédito Wrekorder Wrondo y se cerraba con The Sailor’s Hornpipe, la canción marinera que también ponía fin a Tubular Bells. Se trataba, en definitiva, de un compendio de canciones que bien podía resumir el primer lustro de Oldfield con la discográfica Virgin Records. Basándome en la esa idea, he confeccionado mi lista particular de los que considero sus mejores álbumes por décadas. Estos son los 4 que tomo:

 Ommadawn (1975): Catarsis espiritual  Five Miles Out (1982): Perfecta conjunción de rock, pop y folk  Amarok (1990): Excentricidad y maestría  Music of the Spheres (2008): Simplicidad al servicio de la belleza

Ampliar el concepto a los artículos de coleccionismo complicaría sustancialmente las elecciones, debido a la amplia variedad de los mismos. La fragmentación del tiempo no sería entonces un buen criterio de selección, sino que habría que establecer categorías en función del tipo de rareza. La primera edición de Platinum no encontraría rival en una hipotética categoría de álbum de colección (la preciada canción Sally tendría buena culpa de ello), por ello he establecido estas otras cuatro categorías, aun siendo consciente de que las posibilidades podrían ser múltiples: disco sencillo, grabación en directo, álbum recopilatorio y audiovisual.

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Estos son los otros 4 que escojo:

 Don Alfonso (1975): Portada icónica, contenido magnífico  Mirage - Live in Vienna (1981): Grandes versiones con valiosas sorpresas  Impressions (1980): Pipe Tune, Wrekorder Wrondo, I Got Rhythm en vivo, … ¿alguien da más?  Reflection (1977): El entretenimiento es para los oídos

Publicado en Musical Boxed el 10 de febrero de 2011

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FADALACK TURNS THE CLOCK BACK (Fadalack, Orihuela, 29/12/2012)

En una ocasión tuve la oportunidad de visitar el Queen Elizabeth Hall de Londres y echar una ojeada a su interior, en un intento de recrear las sensaciones de aquella actuación de Mike Oldfield en junio de 1973 para presentar su ópera prima, Tubular Bells. No fue un concierto fácil. Quiso organizarse por la discográfica para intentar promocionar una obra de complicada comercialización, pero Oldfield fue reacio desde el principio: “No se pueden conseguir músicos que toquen esto”, contestó. No se trataba tan solo de una cuestión puramente técnica. La dificultad consistía tanto en la cantidad de músicos necesarios como en conseguir plasmar en directo la emotividad que la angustiada existencia del joven Mike había impregnado a su obra. Fue tal la insistencia de Virgin Records que finalmente Oldfield sugirió que lo haría a cambió de que Richard Branson le regalara su Bentley. Para el asombro de Oldfield, Branson aceptó. Los ensayos se llevaron a cabo en los estudios de cine de Shepperton. Mike había reunido a músicos que conocía de la escena de Canterbury (, Gong, Henry Cow) y la discográfica se encargó de contactar con , por entonces guitarrista de los Rolling Stones. Antes del concierto Mike seguía sin tenerlo claro: “Estoy aterrado. No se lo que va a pasar”. Mick Taylor llevó a Mick Jagger al camerino de Oldfield para intentar animar a la nueva estrella antes de la presentación, pero ésta era un manojo de nervios: “El momento llegó y caminé lentamente hasta el escenario. Me sentía como un hombre condenado y mis rodillas y dedos me temblaban”. David Bedford, vestido de frac, comenzó a interpretar las primeras notas al piano. Ya no había marcha atrás. Casi 40 años después de la presentación tubular me encontré escuchando esas mismas notas en el Teatro Circo de Orihuela (Alicante), solo que interpretadas por una formación que ha revolucionado la esfera oldfiliana: Fadalack. Dirigida por Silverio Carmona, Fadalack es una banda de veinte amigos que resucitan las obras maestras del artista de Reading en su esencia más pura. Sin pretensiones, solo para disfrutar. En su corta andadura solo han podido demostrar sus cualidades en la Vega Baja alicantina, pero su calidad se merece una más amplia difusión. No necesitan que les regalen un coche, se conforman con que les presten los instrumentos de percusión, les ayuden con la iluminación y el sonido y que algún concejal de cultura les facilite un local donde actuar. Tras los primeros 25 minutos de música se merecieron el primer aplauso efusivo. En 1973 el público también había disfrutado de esas melodías, pero el estado emocional de Oldfield impidió que él también lo hiciera, convencido de que la actuación había sido terrible: “Me aplaudieron, para mi sorpresa. Nunca lo había pasado tan mal en el escenario”. Nada más acabar el concierto Mike huyó en su nuevo vehículo. Al finalizar el año aún realizó una actuación a puerta cerrada en los estudios de la BBC, pero luego el Bentley le llevó hasta los confines de Inglaterra con Gales, donde se recluyó, sin

101 intenciones de realizar algún concierto más. Allí compuso su segunda gran obra, la pastoral Hergest Ridge. Escuchar en directo las notas de Hergest Ridge es una experiencia indescriptible, porque forma parte de la misma fantasía. Fantasía que Fadalack ha sido capaz de convertir en realidad, ya que Oldfield nunca había interpretado esa obra en directo (si exceptuamos los 6 minutos que tocó en la ciudad sueca de Gotemburgo durante la gira de 1982). En Orihuela, en cambio, Fadalack se atrevió con la primera parte de principio a fin. Las emociones brotaron a flor de piel. La audiencia aplaudió con fervor: la ejecución había rayado la perfección. A un lado quedaban las justificaciones que Oldfield esgrimía en la década de los 70 sobre la dificultad de un directo de su segundo trabajo: “Con la segunda cara sería casi imposible. Hay una fase de 8 minutos en la que toco 30 guitarras, cada una doblada, así que son 60. Los bajos también están doblados, por lo que necesitaríamos 95 guitarristas, usando todos fuzz-boxes, para llegar a crear el mismo sonido”. Fadalack había recreado la atmósfera del disco haciendo fácil lo difícil. Por un momento nos encontramos todos levitando por la campiña de , trance que fue aprovechado por la formación para tomarse un merecido descanso.

La actuación se reinició con la primera parte de Ommadawn. La obra original contaba con la colaboración de la banda de la ciudad de Hereford en su sección central, pasaje que volvió a bordar la formación alicantina, compuesta por 3 teclistas, 4 percusionistas, 4 voces, 5 músicos de viento (3 de madera y 2 de metal) y 4 de cuerda. Aunque el mérito de la trascripción de las partituras debe atribuirse a Silverio, el buen hacer musical destila por todos los niveles del grupo.

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Fadalack en gaélico significa “tarde”, haciendo referencia a esa música de calidad que parece no querer llegar nunca en los tiempos que corren. Hubo una época en la que la creatividad musical parecía no tener fin, por eso atrasan sus relojes hasta aquellos años dorados. El repertorio llegó a su fin con la interpretación de la cuarta parte de Incantations, la última gran obra sinfónica de Oldfield, publicada precisamente cuando el fenómeno punk ya había comenzado a minar los pilares musicales de su década. Hipnótico el pasaje de los vibráfonos, emotiva la sección del conjuro de la creación y vibrante el himno a Diana final. Una vez más consiguieron volver a poner en pie a todo el auditorio. Tras la presentación de todos y cada uno de los componentes llegó el momento de los agradecimientos y de las sorpresas. Sorpresas mayúsculas, puesto que se interpretaron fragmentos musicales con los que Mike Oldfield poco o nada había lidiado en sus directos. El primero de ellos, la sección del hombre de las cavernas (Caveman) de Tubular Bells, interpretada en su versión vocal primigenia por el tenor del grupo, Manuel Martínez. Durante la grabación en estudio del original, Mike había gritado tan fuerte que se dañó las cuerdas vocales, quedándose sin voz durante toda una semana. Aprendida la lección del maestro, en la première del Queen Elizabeth Hall, el vocalista no pareció querer arriesgar mucho. En adelante sólo se ejecutaría este fragmento en directo de forma instrumental. El segundo regalo con que nos obsequió Fadalack se trató del fragmento “griego” de la segunda parte de Ommadawn, que me dejó noqueado para el resto de la velada, al tratarse de una de esas maravillas musicales que uno atesora en su interior como parte misma de su propia existencia. Igual de impactados se mostraron los seguidores oldfilianos peninsulares congregados allí, los Mikeníficos. Su anfitrión, Ángel L. Valero, se encargó además de grabar la actuación, como ya hiciera con el anterior concierto en Cox. Tras la despedida de la formación del escenario ya solo quedó esperar a que sus miembros regresaran del backstage para poder felicitarlos personalmente. El mismo Ángel inmortalizó en una instantánea a toda esta gran familia. La próxima cita podría ser en Murcia. Resulta complicado logísticamente que se les pueda ver en una capital de más envergadura como Alicante o Valencia, pero si algo hemos aprendido con Fadalack es que hay sueños que pueden traspasar el umbral de la fantasía.

Publicado en Musical Boxed el 14 de enero de 2013

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MAN ON THE SEAS

En una rueda de prensa celebrada en Bilbao en marzo de 2008, Mike Oldfield declaró que, tras 24 álbumes publicados, componer música ya no era para él una prioridad. “La música ya no es tan importante en mi vida. Tengo otras distracciones, como el mar. Tengo un yate y me encanta el mundo del mar, las olas, los océanos. Tengo barcos en Mallorca y paso mucho tiempo allí. Esa podría ser la inspiración para el futuro”. Un año después, el artista había cambiado su residencia a las Bahamas, pero no su afición por el mar. La solitud en las aguas del océano volvía a reconfortar su estado mental, al igual que en 1974 lo hizo pasear por la campiña de Herefordshire. Entonces también llegó a pensar que no podría volver a componer nada después de Tubular Bells, pero la música forma parte de su material genético. Así, Oldfield confesó hace cuarenta años en una entrevista: “Un día que estaba paseando descubrí que había creado una melodía para pasear y que la había estado canturreando durante mis últimos paseos”. De aquel retiro campestre nació Hergest Ridge y ahora su retiro marinero ha dado como resultado el álbum Man on the Rocks y su tema de presentación, Sailing. No resulta difícil imaginarse al solitario Oldfield canturrear su estribillo navegando en mar abierto.

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“Somos islas”, decía la letra de uno de sus singles de los años ochenta, y en su caso resultó ser sintomático, tanto por el aislamiento social del artista como por su tendencia a residir rodeado del mar. La faceta de compositor de canciones vocales que desarrolló en esa época parecía haberse desvanecido después de la publicación de los álbumes Earth Moving y Heaven’s Open. Centrado en la composición de temas instrumentales, sus canciones vocales podrían contarse con los dedos de una mano desde entonces. Por ello un álbum nuevo repleto de las mismas supone algo más que un regalo. Tras su experiencia olímpica, Man on the Rocks rompe con los últimos registros de Oldfield. Rodeado de prestigiosos músicos de sesión, del conocido productor Stephen Lipson y del cantante Luke Spiller (de la formación británica ), el compositor se sumerge en las aguas del rock clásico para ofrecernos un producto de lo más refrescante. El potente ritmo de Sailing nos enganchará desde el principio. “Cuando estás en mar abierto te invade una sensación maravillosa de libertad”, afirma el patrón Oldfield en relación a su nuevo single. Una libertad que contagia.

Sailing (Navegando)

Tengo que escapar de este agujero de hormigón. Estoy deshecho y derrumbado. Tengo que liberarme antes de que pierda el control. Suelta las amarras del embarcadero de Harbour Bay. Todos esos problemas, preocupaciones y aflicciones puedes dejarlos para otro día porque estamos navegando. Sí, estamos navegando. Dame espacio, estoy que me salgo, golpeándome la cabeza contra la dura pared de ladrillos. Y me he ido, ¡hasta otra! Puedes dejarme un mensaje pero nunca llamaré. Suelta las amarras del embarcadero de Harbour Bay. Hace un precioso día radiante y el viento está marcando nuestro rumbo. Vamos a navegar. Sí, estamos navegando. Suelta las amarras del embarcadero de Harbour Bay. No hay problemas ni preocupaciones ni aflicciones y el viento está marcando nuestro rumbo. Vamos a navegar. Sí, estamos navegando. Sabes que si quieres venir conmigo, nena, puedes zarpar. Suelta la amarra. Si tienes tiempo, ven conmigo, nena. Navegando, navegando.

Publicado en Musical Boxed el 3 de marzo de 2014

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TOP OF THE ROCKS

Los rankings siempre resultan muy llamativos. En los años 80 cayó en mis manos una lista de los 100 mejores álbumes de rock de la historia publicada por una revista musical especializada. La atesoré durante muchos años casi como prueba escrita que pudiera servir para demostrar tanto a desconocedores del tema como a incrédulos que los trabajos progresivos han sido relevantes en la historia reciente de la música. Entre clásicos de Simon & Garfunkel, Rolling Stones, The Beatles, Bob Dylan, Bruce Springsteen, Santana, Fleetwood Mac, Derek and The Dominos, Bob Marley, Queen, Eagles, Dire Straits o The Police (por citar algunos), no faltaban en ella los más conocidos trabajos de Alan Parsons Project, Asia, ELO, ELP, Jethro Tull, Genesis, Kansas, King Crimson, Mike Oldfield, Pink Floyd, Rush, Supertramp, Yes e incluso la entonces joven banda Marillion. Dark Side of the Moon de Pink Floyd encabezaba la relación, en la que también aparecían los álbumes Wish You Were Here, The Wall y . El disco más valorado de Genesis era Selling by the Pound, por encima de The Lamb Lies Down on Broadway, Foxtrot y Nursery Cryme. Además recuerdo que el puesto nº 10 lo ocupaba Close to the Edge de Yes y que Fragile, The Yes Album y Yessongs también se hicieron hueco en la clasificación. Completaban el podio Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band de The Beatles y Highway 61 Revisited de Bob Dylan pero el puesto nº 4 estaba reservado para Tubular Bells de Mike Oldfield, todo un reconocimiento para el multiinstrumentista de Reading pese a que no colocara ningún otro disco en ese top 100. Tubular Bells es de lejos el álbum más conocido del artista a nivel internacional, el que le catapultó a la fama y el que se cita habitualmente como referente de su discografía, aunque para muchos de sus incondicionales el patriarcado sobre la misma lo ostenta Ommadawn, su tercer trabajo. Ommadawn te atrapa desde las primeras audiciones con sus melodías delicadamente entrelazadas, su dulce mezcla de folclore acústico con sonidos eléctricos y su poderosa carga emocional. Cuando de adolescente necesitaba ausentarme de la realidad cotidiana, Ommadawn era el álbum que mejor conseguía ese propósito, sin saber siquiera por aquel entonces que para Oldfield su música había tenido en el momento de su concepción un componente catártico. Mike Oldfield no es ajeno a la sensibilidad de su música: “Yo no soy realmente un músico. Para mí un músico saca su instrumento y sólo toca o se entretiene… y yo no soy eso del todo. Lo que yo puedo hacer es transferir la esencia de un sentimiento o una emoción y expresarla en música. Soy un intérprete, un traductor del estado de ánimo sonoro, si se quiere ver de ese modo. Puedo coger los sentimientos hermosos que recibes de la vida y los horribles también, y puedo convertirlos en sonidos auditivos, dar forma a la música”.

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De este modo fue fraguando su trayectoria musical y, aunque en la década de los ochenta cediera terreno a estructuras musicales más sencillas y se distanciara de aquel rock progresivo en el que se le pudiera encasillar históricamente (él mismo lo hace), las aguas volverían por un momento a su cauce como por obra del espíritu santo. Así nos lo profetizó la noche del 31 de octubre de 1989 en una entrevista concedida en el programa televisivo La Luna, que conducía Julia Otero. La espera hasta su prometido siguiente álbum instrumental (a finalizar en marzo o abril de 1990) se hizo más tediosa de lo esperado, ya que Amarok no vio la luz hasta las puertas de aquel verano. El subconsciente retiene en la memoria los acontecimientos de la vida que de alguna manera nos dejan huella. Así, en la mía pervive el recuerdo de la primera vez que escuché las notas de Ommadawn, la primera ocasión que visualicé el videocassette de su directo en el festival de Knebworth o el ritual que preparamos con unos amigos para oír por vez primera esa consagración de la entropía musical que es Amarok el mismo día de su publicación. Por muy acostumbrados que creyéramos estar a su música multidisciplinar, Amarok nos dejó paralizados como a unos novatos. Si bien el álbum pretendía ser un reflejo espiritual de Ommadawn empezando por su portada y siguiendo por los colaboradores y algunas secuencias musicales, las emociones de Oldfield proyectaron a una novedosa e insondable dimensión su nuevo concepto sonoro. Solo la escucha reiterada y paciente de la genial obra conduciría al gradual entendimiento místico de la misma. Desde entonces el alma de los seguidores oldfilianos se dividió entre Ommadawn y Amarok, obviando sagas tubulares. Esa manifiesta y perdurable devoción condicionó que el músico afincado en las Bahamas decidiera contentar a sus incondicionales engendrando un hijo de su tercer álbum, bautizado como .

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Aunque Ommadawn pueda no parecer una ubicación física donde dirigir nuestro navegador, lo cierto es que con su nuevo trabajo Oldfield consigue turbo-propulsar nuestra mente cual condensador de flujo a lo más recóndito de nuestro inconsciente y despertar emociones que dábamos por perdidas. Ese lugar intangible es el Ommadawn donde he regresado, una evocación de esa infancia donde la música del maestro representaba la santísima trinidad, un estado mental de placidez que por nada del mundo quisiera abandonar. Mike Oldfield ha vuelto a lo más alto de las listas de ventas con su Return to Ommadawn, una gratificante paradoja dentro del panorama musical actual, casi como una reclamación en toda regla de la plaza que ostentó en aquel ranking musical que cayera entre mis manos. Lo ha vuelto a conseguir cuando y como ha querido. Y, mientras tanto, sus mortales seguidores nos hemos postrado ante la inconmensurable belleza de este regalo compositivo. Si alguna vez me echáis en falta, buscadme por Ommadawn. I’d rather be here.

Publicado en Musical Boxed el 10 de febrero de 2017

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NEW ARRIVALS

(Tubular Tribute, Barcelona, 25/1/2019)

Aunque parezca increíble, a Mike Oldfield le bastaron las tres jornadas del seminario conducido por el gurú Robert d’Aubigny para darle un vuelco radical a su existencia. Además del impacto inmediato que la experiencia supuso en su enfrentamiento diario con la realidad, se derivaron también consecuencias comportamentales y musicales. Uno de esos efectos fue el inusitado interés del artista por salir a la carretera para ‘exponer’ por fín sus obras en directo, situación materializada en primera instancia con su gira Tour of Europe en 1979 y la publicación de su único disco en vivo, Exposed. Desde entonces y hasta 1984 el músico fue encadenando publicación de álbumes con giras en directo sin aparente descanso, hasta que los efectos estimulantes de la terapia parecieron llegar a su fin. Durante ese periodo, concibió sus nuevas composiciones con vistas a interpretarlas en vivo y adaptó su antiguo material con el mismo propósito. El resultado fueron unos espectáculos cargados de un rock muy dinámico, como también evidenciaba el videocassette The Essential, grabado en directo en el festival de Knebworth de 1980. En 1985, el doble recopilatorio The Complete dedicó una de sus caras a la faceta en directo del artista. Aunque muy valorado por sus seguidores, su efecto balsámico resultaría insuficiente para saciar la sed de los más acérrimos, que continuaron recurriendo a grabaciones piratas para profundizar más en esta novedosa vertiente de Oldfield. En mi caso pude nutrirme de bastante material ilícito gracias a Papermusik (una pequeña pero fabulosa tienda del raval barcelonés) antes de que mis propios ‘bootlegs’ llegaran a engrosar su catálogo y, posteriormente, gracias a la generosidad de otros incondicionales (no puedo obviar los nombres de Gabriel y Jon). Las reediciones de Universal renovaron hace unos años la significación de aquellas versiones en vivo aletargadas ya en nuestra memoria pero ha sido una valiente formación asturiana la que se ha decidido por devolverles completamente la vida: Tubular Tribute. Después de una temporada recorriendo con éxito el litoral cantábrico y de asistir como intérpretes invitados a la convención británica del 45 aniversario de Tubular Bells promovida por los seguidores oldfilianos, Tubular Tribute ha dado este año un salto cualitativo al añadir las ciudades de Madrid y Barcelona como destinos en su agenda de conciertos. Las citas fueron celebradas efusivamente por un buen número de adeptos de Mike Oldfield, que esperaron pacientemente la consecución de unos acontecimientos que ya sabían de antemano que no les iban a defraudar. Richard García, el hacedor del grupo, fue el responsable de acometer al teclado las icónicas notas de la primera parte de Tubular Bells que abrieron el concierto en la ciudad condal. Nada más efectivo para entrar en materia que imaginarnos en la misma población cuarenta años atrás escuchando las mismas melodías ejecutadas por el propio maestro de Reading en su concierto de inauguración del Tour of Europe. Se especuló

109 que después de aquel concierto en el Palau dels Esports pudo ser concebida su hija Molly y un periodista se lo preguntó abiertamente en 1984, contestando Oldfield con cierto sonrojo: “Probablemente. Bueno, es una broma que durante unos días nos hacíamos. Existe la probabilidad, claro”. La primera intervención del guitarrista Rubén Álvarez se ganó la ovación del predispuesto público, aunque también sus compañeros Kike García (bajo), Ángel Secades (segunda guitarra), Ariane Valdivié (trompeta y voz) y Luis Senén (batería) fueron bordando sus respectivas ejecuciones durante la interpretación tubular. No faltó la preceptiva presentación de los instrumentos en la sección Finale, ejerciendo de maestro de ceremonias el gran Tom Newman de forma pregrabada. La cálida To France dio paso a un tema de difícil ejecución, Mount Teide, que Tubular Tribute supo adaptar con estilo, habida cuenta de que sería necesario un octópodo para emular el trabajo de Carl Palmer en la canción original. A continuación, nos hicieron viajar al ‘reino’ de Sheba y a los lares de Ommadawn, otro plato estelar de la noche, con un Rubén enérgico a la eléctrica y diestro con la mandolina.

La voz de Ariane en In High Places nos dejó volando en globo pero fue la garra de la suite Platinum lo que nos acabó de impulsar hasta la estratosfera. Platinum junto con Guilty había representado un auténtico revulsivo musical del artista a finales de los 70, aflorando ambas a partir de unas sesiones informales que realizó en Nueva York con músicos de estudio. Una muestra de la sesión de Platinum puede escucharse en la reedición remasterizada que se publicó en 2012. Mike recordaba esta grabación en su libro Changeling con las siguientes palabras: “Fue muy divertido pero también un duro trabajo. Confié mucho en unos cuantos músicos para sacar las ideas; la música se volvió mucho más jazz-rock, era sincopada, utilizaba técnicas como acortar y alargar el ritmo,

110 haciéndolo balancear. Eran cosas que yo de forma natural no hacía, pero aprendí cómo y les acompañé porque entonces era considerado guay y a la moda”. No bajaría el listón en la sala Bikini barcelonesa, porque tras la emoción experimentada durante las cuatro secciones de Platinum le llegó el turno a Moonlight Shadow, clásico vocal del Campoviejo cantado a coro con la ayuda del público. Acto seguido, una agradable sorpresa presentada como una canción ‘todavía no interpretada en directo por Mike Oldfield’: Return to Ommadawn. No fue ejecutada en su totalidad, sino que nos brindaron una magistral mezcla que alternaba fragmentos de la primera y de la segunda parte. Creo que fue en este momento cuando nos adentramos en la ionosfera. A finales de los setenta dos tendencias musicales acabaron con la explosión creativa que imperaba desde principios de la década: la música disco y el fenómeno punk. La primera no pareció molestar mucho a Oldfield, visto su experimento con Guilty, pero el rock primario de los punkies le afectó por partida doble: por ser blanco de sus iras y porque fue su compañía discográfica quien les abrió las puertas de par en par mientras las otras echaban el cerrojo. La respuesta de Mike vino en forma de canción, Punkadiddle, aguda sátira de este movimiento de rechazo social que en los directos del músico inglés se convirtió en un himno. En el transcurso del tema puede escucharse el grito de guerra (Oi!) popularizado por los Cockney Rejects que conocí a través de Fray, profesor que impartía clases de educación física en mi instituto y por entonces también vocalista de Decibelios, banda pionera de ese estilo musical en nuestro país. La energía con la que Tubular Tribute abordó el tema en Barcelona prácticamente nos invitaba a bailar slam a pie de pista. La calma regresó con Peace, fragmento de la segunda cara de Tubular Bells, que fue enlazado con Orabidoo del mismo modo que en la gira tubular de 1993. Tras un breve receso, Tubular Tribute encaró los bises a lo grande, comenzando con una combinación de fragmentos de Amarok (Didlybom, Fast Riff Intro, Stop y Fast Riff Reprise) de apenas tres minutos y medio de duración que definitivamente nos dejó en estado de ingravidez. El último tramo del show vino marcado por un contundente Shadow on the Wall cantado por Kike, el bajista, acompañado de Ariane a los coros y por la mágica sección final de The Lake. No fue fácil volver a tierra firme; tuve que frotarme los ojos en varias ocasiones para cerciorarme de que no se había tratado todo de un espejismo.

Publicado en Musical Boxed el 1 de febrero de 2019

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