La Crítica Sobre El Quijote En La Primera Mitad Del Siglo Xx1
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cervantistas 1 4/8/01 19:32 Página 195 LA CRÍTICA SOBRE EL QUIJOTE EN LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XX1 José Montero Reguera CONSIDERACIONES PREVIAS Hacer la historia de la crítica sobre el Quijote durante la primera mitad del siglo XX es tarea compleja y difícil, que daría ocasión a una amplia mono- grafía en la línea de la que ya elaboré, para una período más reducido, en mi trabajo sobre El «Quijote» y la crítica contemporánea.2 Procuraré por tanto hacer un esfuerzo de síntesis con el fin de delinear los principales hitos, ten- dencias y acontecimientos que la crítica sobre el Quijote ofreció entre 1900 y 1950. La tarea es compleja y quedarán, sin duda, autores y obras en el tintero, por lo que solicito de antemano la indulgencia de los lectores invocando una vez más las conocidas palabras de Cervantes en las que pide «no se desprecie su trabajo, y se le den alabanzas, no por lo que escribe, sino por lo que ha dejado de escribir». Con ese propósito de síntesis me permito acudir a tres fechas que van a servirme de ejes en torno a los cuales estructurar este trabajo: 1905, 1925, 1947. La primera es el año conmemorativo del tercer centenario de la publi- cación del Quijote: la utilizo como fecha simbólica de inicio del periodo de que me voy a ocupar, aunque haré referencia a algunas publicaciones anteriores, plenamente entroncadas con el cervantismo de la centuria decimonónica. La segunda se corresponde con la publicación del libro quizás de mayor trascen- dencia en la historia del cervantismo: El pensamiento de Cervantes, la obra más lograda de su autor, Américo Castro, que supuso, como es aceptado de manera unánime, un antes y un después en el análisis de la obra cervantina, con atención especial, pero no exclusiva, al Quijote. Esta fecha de 1925 me permite asimismo dividir el período que estoy estudiando en dos partes de igual exten- sión, lo cual me será de utilidad. Finalmente, en 1947 se conmemora el cuarto centenario del nacimiento de Miguel de Cervantes, que originó actividades y publicaciones de singular importancia, como la creación de la revista Anales Cervantinos, o los homenajes organizados por la revista Ínsula (1948), por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (Homenaje a Miguel de Cervantes Saavedra en ocasión de su cuarto centenario, Buenos Aires: Universidad, 1947), y por Francisco Sánchez Castañer (Homenaje a Cervantes, Valencia: Mediterráneo, 1950, 2 vols.). En todos ellos colaboraron algunos de los más destacados hispanistas de esos años. cervantistas 1 4/8/01 19:32 Página 196 196 José Montero Reguera [2] 1. 1900-1925. EL LEGADO DEL XIX: HACIA UNA MODERNA Y NOVEDOSA CONSIDERACIÓN DE CERVANTES Y EL QUIJOTE. 1.1. Preliminar. Los años que van desde 1900 a 1925 constituyen una época no bien conocida en el campo de la crítica sobre el Quijote o sobre el cervantismo en general.3 Se trata de un periodo en el que trabaja y publica un heterogéneo conjunto de escritores, creadores, estudiosos e investigadores formados en los métodos y procedimientos decimonónicos que continuará su actividad en el comienzo del nuevo siglo. A este grupo se van superponiendo nuevas genera- ciones de lectores y admiradores de Cervantes, formados en otras lecturas y métodos de análisis, lo que les permite introducir savia nueva en el conjunto de los estudios sobre el Quijote. Se trata de un periodo, por poner un ejemplo, del que Américo Castro, en su introducción a El pensamiento de Cervantes, apenas destaca cuatro o cinco estudios sobre el Quijote.4 Con todo, a pesar de mucho crítico desbocado y de abundante «megalomanía cervántica» —por decirlo con las palabras del doctor Royo Vilanova5—, creo que es una etapa de siembra, de gestación de interpretaciones, análisis, modos de ver el Quijote que aflorarán a partir de 1923-1925 y que tendrán luego larga descendencia, hasta llegar incluso a nuestros días: baste mencionar, aparte del libro de Castro, que cierra este periodo, el discurso de Marcelino Menéndez Pelayo pronunciado en 1905 sobre Cultura literaria de Miguel de Cervantes y elaboración del «Quijote», reimpreso numerosas veces, incluso recientemente;6 las Medita- ciones del Quijote, de José Ortega y Gasset (1914); el trabajo de Ramón Menéndez Pidal sobre Un aspecto de la elaboración del «Quijote», que desa- rrolla una de las ideas defendidas por Menéndez Pelayo en el discurso de 19057; y la Guía del lector del «Quijote» de Salvador de Madariaga, que inaugura en buena medida el acercamiento psicológico a la obra cervantina.8 1.2. El legado del siglo XIX. El redescubrimiento y revalorización de Cervantes y su obra que se produce en el siglo XVIII, especialmente desde la publicación en 1737 de la bio- grafía escrita por Gregorio Mayans y Siscar a instancias del Barón de Carteret, tienen su continuación y desarrollo en la centuria siguiente, de singular impor- tancia en la historia de la crítica e interpretación del Quijote: es en el siglo XIX cuando empieza a producirse un cambio profundo en la manera en que esta obra se había venido leyendo desde su publicación en 1605.9 El Quijote empieza a leerse no exclusivamente como un libro divertido que causaba la risa y la carcajada de los lectores, sino como un libro serio, en el que se podía encontrar sabios consejos para conducirse en la vida; más aún, en las acciones de don Quijote y Sancho podía encontrarse un modelo de comportamiento humano: se inauguraba así la interpretación simbólica y filosófica de la obra cervantina que presentaba, por ejemplo, a un don Quijote convertido en héroe romántico que desea resucitar un mundo ideal en el que se ha sumergido y que quiere vivirlo dentro de sí. En muchas ocasiones don Quijote parece un román- tico casi incorregible que aun habiendo fracasado en su heroica misión, antes de su muerte, desea vivir en otro mundo ideal e intenta huir hacia un lugar cervantistas 1 4/8/01 19:32 Página 197 [3] La crítica sobre el Quijote en la primera mitad del siglo XX 197 idílico pastoril: «[…] y que tenía pensado de hacerse aquel año pastor y entre- tenerse en la soledad de los campos, donde a rienda suelta podía dar vado a sus amorosos pensamientos, ejercitándose en el pastoral y virtuoso ejercicio».10 Esta nueva manera de acercarse a la obra permitió que se establecieran tres grandes axiomas sobre el Quijote, que se han mantenido hasta fechas muy recientes, como bien ha precisado Anthony Close: la idealización del héroe y la negación del propósito satírico de la novela; la creencia de que la novela tiene un nivel simbólico y que a través de tal simbolismo Cervantes expresó ideas sobre la relación del espíritu humano con la realidad y sobre la naturaleza de la historia de España; y, en tercer lugar, la interpretación de ese simbo- lismo como reflejo de la ideología, estética y sensibilidad modernas.11 En con- secuencia con esa nueva manera de acercarse al Quijote a partir del Romanti- cismo, en los últimos veinte años del siglo XIX se va desarrollando un cierto tipo de crítica, al tiempo que toda una imagen de la obra (y del autor), que es la que heredan los que se acercan a la obra cervantina en el primer cuarto del siglo veinte. Así por ejemplo, como herencia del romanticismo que se desarrolla después de forma reiterada tanto en la literatura como en las artes plásticas, debe considerarse la dualidad Quijote-Sancho como «metáfora de los contra- dictorios, pero inseparables, componentes de la personalidad humana»12; asimismo, la simbiosis entre personaje y creador, con la identificación de este último ante todo «como un rasgo de carácter nacional»,13 primando por tanto su condición de español, lo cual supone, obviamente, una visión nacionalista, como así se muestra inequívocamente en las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes, «escaparates por excelencia del arte oficial, [que] ofrecen el panorama más completo de la utilización de Cervantes y de sus personajes al servicio de los ideales del nacionalismo español».14 Lo que viene a conse- guirse con todo ello, según el siglo XIX va avanzando hacia sus últimas décadas, es «una auténtica institucionalización de antiguas aspiraciones […] junto a la gloria que novela y personaje representaban para el contexto político- cultural del Estado moderno. Cervantes y lo cervantino se convirtieron entonces en iconos glorificadores de lo nacional, lo mismo que tantos otros temas históricos»15: en fin, un Quijote que se encuentra por todas partes y es utilizado de manera constante y permanente con propósitos y objetivos muy diversos; es así como se puede entender mucho mejor el artículo de Mariano de Cavia en el que, desde las páginas de El Imparcial, 16 se quejaba precisa- mente de esa invasión del Quijote no sólo en la literatura, sino en todas las bellas artes e, incluso, en otros órdenes de la vida cultural y política de entonces.17 Estos últimos años del siglo XIX, ya en las vísperas del desastre de 1898, suponen una nueva «canonización» (la expresión es de Anthony J. Close) de la obra y el personaje cervantinos, que va a ser caracterizado (el personaje) siguiendo los modelos del Greco, cuya figura y valía se recuperan entonces.18 Igualmente se hará con el autor: el cuadro atribuido a Jáuregui donado a la Academia en 1910 por José Albiol responde en buena medida a esa tendencia, de ahí, quizá, la buena acogida que recibió inicialmente, al menos desde diversas instituciones: como dice Carlos Reyero, la imagen de Cervantes en este retrato «respondía a esa adustez ‘grequista’ tan querida en la época».19 cervantistas 1 4/8/01 19:32 Página 198 198 José Montero Reguera [4] El siglo XIX lega también la penetración generalizada del Quijote en el sistema educativo español.