Renovación De La Novela En El Siglo XX
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Benito Varela Jácome Renovación de la novela en el siglo XX 2003 - Reservados todos los derechos Permitido el uso sin fines comerciales Benito Varela Jácome Renovación de la novela en el siglo XX Justificación La novelística del siglo XX es un complejo testimonio de conocimiento de las estructuras mentales, económicas y políticas de nuestro tiempo. El estudio detenido de las técnicas narrativas, la densidad temática, la problemática social, las orientaciones del pensamiento filosófico, la revolución industrial, las conquistas de la cibernética, las conmociones políticas y bélicas, contribuirán a ofrecernos las distintas caras del mundo contemporáneo. Mi propósito, demasiado ambicioso, esbozado ya en forma panorámica en Novelistas del siglo XX (San Sebastián, 1962), tendrá, además del presente volumen, una continuación en los libros: Problemática social en la novelística del siglo XX, Crisis religiosa y moral en la novela contemporánea, El mundo social de la novela hispanoamericana y Realidad y evasión en la actual novela española. La Renovación de la novela en el siglo XX está sujeta a este amplio plan, y recoge ensayos sobre procedimientos y escritores que han contribuido más directamente a las profundas innovaciones técnicas y mentales. Otros novelistas significativos entrarán en alguno de los proyectados volúmenes. Queda, por lo tanto, justificada la exclusión de sus páginas de Martin du Gard, George Duhamel, Malraux, Simone de Beauvoir; Alberto Moravia, Curzio Malaparte, Cesare Pavese, Elio Vitorini; Knut Hamsum, Pär Lagerkvist; Niko Kazantzakis; Hemingway, Steinbeck, Erskine CaldweIl, Truman Capote, Carson McCullers, William Styron; Jorge Amado, Erico Verissimo, Fernando Namora; Bernanos, Mauriac, Graham Green, Heinrich Böll... [19] Determinantes de la renovación novelística en el siglo XX [21]La novelística sufre en el siglo XX una múltiple transformación. Se emancipa de las fórmulas tradicionales; deja de ser puro entretenimiento, distracción del ocio, para convertirse en testimonio de conocimiento, preocupación intelectual, reflejo de profundos problemas humanos. En contacto con las teorías filosóficas, con el progreso científico y tecnológico, con las estructuras económicas, sociales y políticas, adquiere el relato nuevas dimensiones internas. Pero, además del enriquecimiento temático, tiene una especial significación la renovación técnica, el cambio radical de la estructura: desplazamiento del punto de vista narrativo, enfoque de una acción desde distintos ángulos ópticos, ruptura de la secuencia temporal, contrapunto, monólogo interior... Crisis de la novela ochocentista La novela sufre una serie de profundas transformaciones a través del siglo XIX, desde la proyección sentimental, desde la impetuosa mentalidad romántica, hasta el objetivo testimonio naturalista. Para Goethe: «La novela es una epopeya subjetiva en la cual el escritor se toma la libertad de pintar el universo a su manera». Pero la creación novelesca del «romanticismo de la desilusión», como le llama Georges Lukacs, corresponde preferentemente a un Inundo soñado, a una realidad problemática; está ambientado en una realidad enteramente pasada y se caracteriza por una disconformidad entre la interioridad y el mundo en torno. Sin embargo, Stendhal, aún en plena época romántica, hace suyo el principio de Saint- Real: «La novela es el espejo paseado [22] a lo largo del camino real». Carlos Dickens refleja en sus relatos las experiencias vividas, crea un mundo novelesco que oscila con movimiento de péndulo entre «good y wieked», entre lo humanitario y lo inhumano. Balzac crea «nouveaux riches», «parvenus», especuladores, artistas, «cocottes», con un procedimiento personal de elaboración literaria, de química psicológica; más que figuras vivas, son pluralidades, formas elementales de determinadas pasiones. El autor de la Comedie humaine aplica la psicología de las facultades del alma, heredada de una larga tradición de los discípulos de Descartes, que entonces se enseña en la Universidad... En España, Fernán Caballero proclama en 1849: «La novela no se inventa, se observa». Doña Emilia Pardo Bazán difunde los procedimientos naturalistas en La cuestión palpitante (1883) y los aplica en algunas de sus novelas. Juan Valera, en cambio, reacciona contra los procedimientos experimentales y se muestra partidario de que la novela no refleje la vida tal como es, sino tal como debe ser. Los novelistas decimonónicos, abiertos a la realidad contemporánea, elaboran un mundo complejo, multiforme. Sus amplias perspectivas desbordan las limitadas posibilidades de los protagonistas. La cosmovisión omnisciente transforma al autor en una especie de demiurgo, penetra en un universo polidimensional; fija, solidifica la realidad; capta, al mismo tiempo, el derecho y el envés de las cosas; otea el pasado, el presente y el futuro; traza detallados retratos; describe los rasgos somáticos y los movimientos de la conciencia. Los escritores realistas-naturalistas siguen procedimientos biográficos para la creación de los protagonistas: les dan un nombre propio, una profesión, un encuadre social; detallan sus antecedentes familiares. La andadura novelesca coincide con la andadura vital, se proyecta desde su nacimiento hasta su muerte. Se hallan, además, dotados de un carácter que dicta sus acciones, que permite al lector que los juzgue. Los héroes del realismo crítico se mueven en un escenario minuciosamente descrito; están rodeados de una doble perspectiva, [23] trazada desde el interior de los estamentos sociales y desde la panorámica histórica de la época. Ahora bien, este universo denso, estable, coherente, unívoco, es demasiado convencional; se repite una y otra vez, con sus inventadas peripecias, con los mismos conflictos conyugales, la alternativa de la fortuna, la incomunicabilidad de afectos, la sátira y el sarcasmo. La novela, como crónica de los mismos problemas de la sociedad, con sus personajes biografiados desde fuera, resulta insuficiente. El novelista mueve la tramoya, está siempre presente en el escenario, en la descripción de la tipología humana. Sigue un procedimiento de la cámara oscura del teatro burgués; el narrador levanta un telón y el lector tiene que aceptar sus ficciones. Pero, además, los personajes solo están descritos; no se manifiestan, no tienen vida propia; son, según la feliz expresión de Lukacs, «héroes problemáticos». Por esto, los teorizadores contemporáneos revisan con dureza los procedimientos de la narrativa tradicional. Pero ya el cubano José Martí descubre uno de sus fallos al demostrar su desdén por el género novelesco: «porque hay mucho que fingir en él y los goces de la creación no compensan el dolor de moverse en una ficción prolongada, con diálogos que nunca se han oído, entre personas que no han vivido jamás». Dos antecedentes: naturalismo y Dostoyevski La evolución del pensamiento filosófico, las ideas sociales, las teorías políticas, el progreso científico, contribuyen a crear una nueva orientación novelística hacia 1870. Están operando en este viraje: las ideas de Saint-Simon y Fourier, surgidas de las experiencias del industrialismo; la filosofía de Augusto Comte, las teorías de Spencer; la crítica literaria de Hipólito Taine; el materialismo dialéctico... La filosofía marxista de la historia, considerada por Georg Lukacs como la creadora del hombre «total», irradia a una serie de novelas, desde los representantes del realismo socialista hasta Sartre. Ejerce también una influencia decisiva el predominio de la experiencia sobre la observación, la difusión del razonamiento experimental de Claude Bernard a través de sus obras: Introduction [24] à l'étude de la médecine expérimentale (1865) y Le science expérimentale (1878). En el campo social se opera, asimismo, una profunda transformación. La revolución industrial, la concentración del capital, convierten al «homo economicus» en el miembro más importante de la época. Pero, además, aparece una masa trabajadora que interviene activamente en la vida: la fuerza dinámica del trabajador que genera sistemas políticos y estructuras sociales con la trascendencia del sindicalismo revolucionario. En otro plano, influye la prensa. Este cuarto poder se hace sentir en acontecimientos escandalosos como el de Dreyfus, tan relacionado con Zola. Toda esta efervescencia ideológica, social y científica determina el movimiento naturalista. Nos encontramos ante una más profunda toma de conciencia de la realidad. El arte y la literatura se redimen del individualismo, se hacen más objetivos. El pintor Courbet se muestra partidario de la «auténtica verdad», de faire de l'art vivant, mina el antiguo ideal de belleza, destruye la kalokagathia clasicorromántica; crea un arte dirigido a la amplia mayoría, opuesto a las formas burguesas, movido por sentimientos políticos. Sus cuadros Los picapedreros y el Entierro de Ornans (1850) son representación vigorosa y brutal de la diaria vida popular. Por su parte, Daumier proclama: «Il faut être du temps». Millet pinta la apoteosis del trabajo corporal y convierte al campesino en héroe de una nueva epopeya, y Daumier describe al burgués mantenedor del Estado en su obstinación y su torpeza, se mofa de su política, de su justicia, de sus diversiones, y descubre toda la farsa fantasmal que se esconde detrás de la respetabilidad burguesa. Emilio Zola crea la novela experimental; aplica los métodos de las ciencias al estudio de los medios sociales, al análisis de los personajes. «Un même déterminisme doit régir la pierre des chemins et le cerveau de l'homme». Para Pierre