Pederastia Clerical O El Retorno De Lo Suprimido
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Pederastia clerical o el retorno de lo suprimido Pederastia clerical o el retorno de lo suprimido Fernando M. González Universidad Nacional Autónoma de México Instituto de Investigaciones Sociales Ciudad de México 2020 Catalogación en la publicación UNAM. Dirección General de Bibliotecas Nombres: González, Fernando M., autor. Título: Pederastia clerical, o, El retorno de lo suprimido / Fernando M. González. Otros títulos: Pederastia clerical | Retorno de lo suprimido. Descripción: Primera edición | Ciudad de México : Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Sociales, 2020. Identificadores: LIBRUNAM 2091037 | ISBN: 978-607-30-3911-6 Temas: Iglesia Católica – Clero -- Conducta sexual | Abuso sexual de niños -- Aspectos religiosos -- Cristianismo | Abuso sexual de niños por el clero | Delitos sexuales del clero | Iglesia Católica – México -- Clero. Clasificación: LCC BX1912.9.G656 2020 | DDC 261.83272—dc23 Este libro fue sometido a un proceso de dictaminación por académicos externos al Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México, de acuerdo con las normas establecidas por el Consejo Editorial de las Colecciones de Libros del Instituto. Los derechos exclusivos de la edición quedan reservados para todos los países de habla hispana. Prohibida la reproducción parcial o total, por cualquier medio, sin el consentimiento por escrito del legítimo titular de los derechos. Primera edición: diciembre de 2020 D.R.© 2020, Universidad Nacional Autónoma de México Instituto de Investigaciones Sociales Ciudad Universitaria, C.P. 04510, Ciudad de México Coordinación editorial: Virginia Careaga Covarrubias Cuidado de la edición: Marcela Pineda Camacho Diseño de portada: Cynthia Trigos Suzán Formación de textos: María Antonieta Figueroa Gómez Impreso y hecho en México ISBN: 978-607-30-3911-6 Índice 7 Introducción 31 De una denuncia inédita intraeclesial El caso Maciel 133 Cuando el delegado apostólico y luego nuncio de México mostró que no era un desalmado 141 Declaraciones de autoridades eclesiásticas respecto a la pederastia 161 Diferentes estrategias clericales para intentar neutralizar las denuncias o manejar diversos grados de impunidad 167 El pacto de pederastia 185 Una genealogía del abuso sexual 193 Cuando la virilidad sacralizada devela sus entresijos 207 Cuando la institución papal tiene dos bocas 5 221 Epílogo 227 Bibliografía Introducción Contrariamente a lo que se podría pensar, el acontecimiento no queda definitivamente clasificado en los archivos del pasado; puede retornar como espectro, habitar la escena del presente e hipotecar el porvenir, suscitar angustia, temor o esperanza… DOSSE (2013: 283). Quedan cosas sin hablar claro. Agujeros de cuerpo presente. GELMAN (2004: 63). En el título de este escrito utilizo un término casi freudiano, y digo “casi” porque en realidad en lo que expondré no se trata de un material que apunte al inconsciente, ya que entonces estaríamos hablando del retorno de lo reprimido. En cambio, lo suprimido articula y convoca dimensiones que tienen que ver con el secreto, la voluntad de no que- rer saber o de dejar correr, así como una serie de mecanismos puestos en juego para intentar diferir, diluir, minimizar o hacer invisible una violencia cuidadosamente sostenida que —me atrevo a decir— ha pervivido durante siglos. En términos de Michel Foucault, se busca dar cuenta De las diferentes maneras de no decir. Cómo se distribuye lo que se puede decir o no decir, qué tipo de discurso está autorizado y qué forma 7 Fernando M. González de discreción es requerida para unos y para otros. [Porque] no hay uno sino muchos silencios. [Todo lo cual nos lleva de manera casi directa a la cuestión de la censura, ya que ella liga] Lo inexistente, lo ilícito y lo informulable. De tal manera que cada uno sea a la vez principio y efecto del otro. La lógica de la censura supone tres formas: afirma eso que no está permitido, impide que sea dicho, niega que existe (Foucault, 1976: 38-111). Obviamente, lo que señalo no sólo se aplica a la Iglesia católica: se ha dado también en las familias, escuelas, hogares para huérfanos, conventos. No obstante, en el caso de dicha Iglesia —que en los úl- timos 25 años ha sido objeto de muchas denuncias— tanto el aparato conceptual puesto en juego como la política estructural desplegada y las estrategias operadas para promover una cultura de silencia- miento y transfiguración de los actos clericales de pederastia, tienen su especificidad. Sin embargo, debe señalarse también que el cambio de posición de muchos abusados que decidieron abrir las cartas al respecto no es un dato originado en esta Iglesia, puesto que forma parte de una transformación más amplia de la perspectiva moral respecto a tal tipo de casos, así como de la posibilidad y disposición a exponerlo públicamente. Ahora bien, a esas diferentes maneras de no decir de las institucio- nes (y, en el caso que me ocupa, el de la Iglesia católica), en ocasiones responden y se les oponen aquellas otras que buscan sí decir: la de los violentados. Al principio de lo que puede resultar un largo proceso, lo hacen de manera no necesariamente nítida, sino a partir de una na- rración atravesada por las “culpas”, una serie de dudas, interrupciones y —en no pocas ocasiones— nuevos silencios. Dichos silencios de pronto se fisuran, los violentados reemprenden la voluntad de aclararse y —en algunos casos— deciden hacer público lo ocurrido. Antes, sus testimonios pasaron por una confidencia a una amiga(o), una maestra, la madre, un psicólogo, u otros, con la intención de preservar su intimidad. 8 Introducción La decisión de pasar al espacio público trae consigo nuevas com- plicaciones para el que decide hacerlo; no sólo para él, ya que no pocas veces implica a otros miembros de la familia que no quisieran ser exhibidos: ni como padres, hermanos o parientes de los violentados; y obviamente, si se trata de lo ocurrido no en la familia, sino en una institución, el individuo puede esperar una respuesta ríspida y anu- latoria. A su vez, salir al espacio público puede dejarlo marcado como la víctima de cabecera profesional de cualquier movimiento que se proponga denunciar en esos territorios. Podríamos ubicar la ola de denuncias sobre abuso sexual de los últimos 25 años dentro de lo que Foucault denomina “umbrales de intolerancia”, los cuales no pueden ser reducidos sólo a un asunto de sensibilidad, sino que implican una “capacidad de rechazo y de voluntad de combate” (Perrot, Foucault, Agulhon, y otros, 1980: 316). En dichos umbrales no puede ser previsto fácilmente cuándo se transformarán; pero al menos hay que tratar de avanzar algunos elementos del abuso sexual que permitan vislumbrar cómo se fueron configurando a partir de un contexto más amplio. EL TESTIGO MORAL (HENRY ROUSSO-JEAN NORTON CRU) El historiador Henry Rousso señala que uno de los frutos que engen- dró el final de la primera Guerra Mundial fue el denominado testigo moral: el sobreviviente que va a hablar a “nombre de sus camaradas muertos”, el cual —además— siente la obligación de recordar lo ocu- rrido y sostiene que quienes no han vivido el conflicto, no pueden “aprehender el sentido de la guerra que acaba de terminar”. Además, habla a partir de dos posiciones: desde la primera persona, pero tam- bién a nombre de un “nosotros” que 9 Fernando M. González Engloba los muertos, los vivos y los sobrevivientes. En ciertos casos, este testigo privilegiado va a colocarse como rival de los historiadores.1 […] Tal testigo de un nuevo género afirma con fuerza la autenticidad y primacía de la experiencia vivida. El ejemplo más conocido es el de Jean Norton Cru, quien se alistó voluntariamente en agosto de 1914 y durante dos años estuvo en el frente, principalmente en Verdun; en 1929 publica una obra que tuvo fuertes repercusiones, intitulada Temoins, en la cual da cuenta y critica los testimonios aparecidos sobre la guerra en la década precedente. […] Cuestionando los errores, lo inverosímil y las fanfarronerías, obsesionado por la puesta al día de una verdad histórica una e indivisible. Él se erige en verdadero juez de la buena manera de rendir testimonio de la guerra, no sin algunos excesos cientificistas y un cierto populismo antiintelectual (Rousso, 2012: 97-98). Tal tipo de testimonios al pie del lodo y de los cadáveres —como la describe Rousso— va a conectarse con diferencias con aquella que surgirá de la Segunda Guerra, cuando se hagan presentes el proceso de exterminio en los hornos y el tipo específico de hacer desaparecer gente, propiciada por los nazis. El sobreviviente de los campos de exterminio aportará nuevas maneras de testimoniar; de ahí que la noción de testigo moral entraña más de una manera de concebir su testimonio. 1 Aquí conviene hacer referencia al tipo de historia del presente que surgió al terminar la llamada “gran guerra”: la primera mundial del siglo xx. Destaca —entre otros historiadores— Pierre Renouvin, cuyos trabajos, Henry Rousso señala: “[…] contribuyeron a fundar una nueva historia de las relaciones internacionales, salida de una evolución de la historia diplomática clásica, más atenta a las ‘fuerzas profundas’ de las sociedades en contacto las unas con las otras que al solo comportamiento de las elites políticas y diplomáticas” (Rousso, 2012: 96). Renouvin publicó el libro Les origines immédiates de la guerre: 28 juin-4 août 1914, publicado en 1925. 10 Introducción EN LA ERA DEL TESTIGO-AUSENTE (ANNETTE WIERVIOKA-CLAUDE LANZMANN PRIMO LEVI-JACQUES RANCIERE) Para tal fin, debe considerarse un tipo de genealogía que se inaugura con lo que Annette Wiervioka denomina “El tiempo del testigo”, y lo sitúa a partir del caso Eichmann en 1961. Lo hace en tal fecha porque es ahí cuando se da la conjunción del testigo como víctima. Según François Hartog, la manera como se dio dicha conjunción no tuvo como propósito testimoniar acerca de Eichmann (a quien no habían visto jamás), sino hablar de lo que habían soportado: “El testigo de- venía de entrada de esta manera la voz y el rostro de una víctima, de un sobreviviente, al que se le escucha, y hace hablar; que se le graba y se le filma” (Hartog, 2013: 80).