Buenos Aires Y El Parque Pasa a Depender De La Municipalidad
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1 BUENOS AIRES. LOS PARQUES. Pablo Pschepiurca Este es un trabajo inédito que ha sido consultado y citado a veces por amigos y colegas. Aunque no ha sido actualizado recientemente me pareció pertinente que estuviera al alcance de todos. Parte del mismo lo he utilizado en el artículo “Palermo, la Construcción del Parque” publicado en SUMMA Temática N* 3/83. La historia de los Paseos Públicos en la Ciudad de Buenos Aires se remonta a un momento previo a su fundación: las indicaciones para la ejecución de la Plaza Mayor incluidas en las Leyes de Indias. La Plaza de Armas y de Justicia, a la vez escenario y palco, mercado, circo y patíbulo, tiene su origen en el acto fundacional. Posteriormente en tierras bajas no edificadas y en ex mercados fueron quedando una serie de “huecos” que, bajo los imperativos genéricos del “ornato” y la “salud pública”, se transformaron en las primeras plazas - manzanas vacías. Sin embargo, como señala Wilde (Buenos Aires desde 70 años atrás. Cap. 1 Par. I) “… Plazas. Propiamente dichas no las teníamos, por lo menos de recreo” . En efecto a principios del siglo XIX existían, además de la Plaza Mayor, el hueco de Lorea sobre la estación de carretas del sur, el hueco de Cabecitas, futura Plaza Libertad, el de los Sauces, luego Plaza 24 de Noviembre, el de Zamudio, hoy Plaza Lavalle, el de Laguna, el de Botella, de la Basura, de los Olivos, del Retiro, y poco más. Alrededor de 1860 la situación comienza a cambiar con las Plazas del Parque, de la Victoria, del Comercio, Independencia, Belgrano, Lorea, y del Paseo de Marte en Retiro al cual se proyectaba unir con el Paseo de Julio. Este, proyectado sobre la antigua Alameda, en realidad “una fila de ombúes que jamás prosperaron”, comienza por entonces a ser desarrollado según un proyecto de Prilidiano Pueyrredón, quien sostiene: “ este paseo no existe todavía pero, ninguna otra localidad ofrece la ciudad que reúna las condiciones de éste para formar en ella un hermoso sitio de recreo que vendrá a ser positivamente el Paseo del pueblo”. Años antes (1827) se había abierto, por obra de Santiago Wilde, en la manzana formada por Viamonte, Uruguay, Córdoba y Paraná, el Vauxhall o Parque Argentino, “primer parque público al estilo europeo”, que según Sarmiento “era hasta entonces el mejor contraste que la cultura europea podía hacer con la desierta pampa; era un fragmento de la Europa transportado a la América” . En este comentario, cargado de nuevos valores y resonancias, debemos detenernos. Y es que, precisamente alrededor de 1870 y en torno a la figura de Sarmiento y la construcción del 2 Parque Tres de Febrero, comienzan a enhebrase sobre la problemática de los Parques y las Plazas en Buenos Aires las diversas estrategias de la construcción del ambiente planificado y proyectado como servicio. La construcción de los Parques será, en este sentido, un campo de disputa sobre el cual se cruzarán planes generales e intervenciones puntuales y sobre el cual, como fruto del debate entre diversas concepciones estéticas, urbanas, sociales y políticas, se irá cristalizando formalmente (y superponiendo aún sobre los mismos terrenos) el conjunto de objetos urbanos que desde los 60, en una nueva operación de sustitución de contenidos, se denomina genéricamente “espacios verdes para el tiempo libre”. Consideraciones previas 1. La tradición del Parque Metropolitano. Su carácter institucional y urbano constituye el rasgo fundamental del Parque Metropolitano que se separa así, programáticamente, del parque paisajístico anterior. El consumo del tiempo libre no laboral y de un espacio no directamente productivo entra en la composición de la ciudad industrial como invención y apropiación de los grupos sociales. Los primeros movimientos por la formación de paseos públicos en las ciudades europeas surgen con los cambios producidos en el ambiente físico y social a principios de 1800 y están vinculados a las cualidades de Institución igualadora y estimulante de la producción que se atribuía a los Parques. El Parque en el siglo XIX es la naturaleza vuelta a proponer, esta vez dentro de la ciudad. En el Parque urbano se produce la identificación de las actividades antitéticas al momento productivo, y él mismo se convertirá en el templo de la meditación en la metrópoli: el lugar de la contemplación y del movimiento en libertad. Por otra parte, en el proceso de organización de las relaciones entre espacios urbanos y nuevas necesidades sociales, los cuerpos técnicos van fijando las reglas de composición formal y distribución espacial de los servicios y será alrededor de 1850, con la obra de Alphand en París y la de Olmsted en nueva York, que se trata por primera vez de hacer funcionar a los Parques como un sistema en la estructura del espacio metropolitano. Gran parte de esta tradición entrará en relación en sus más diversas formas ideológicas, formales y constructivas con los problemas concretos que se planteen en Buenos Aires. 3 2. El higienismo y la arquitectura El carácter igualitario que propone el Parque a través de su uso predominante, el paseo, es destacado por Martínez Estrada: “El lujo y la pobreza acuden juntos, miembros de una numerosa familia sin enfrentarse ni contraponerse…La marcha peripatética nos avisa que estamos en una zona neutral de Buenos Aires”. El paseo, donde en medio de una multitud desconocida parecen desaparecer las diferencia entre las clases y los ambientes sociales, donde ilusoriamente la gente es protagonista, espectadora y espectáculo simultáneamente, no debe ocultarnos el carácter instrumental que tienen los “espacios de naturaleza” dentro de la ciudad. Los Parques, las Plazas, la Naturaleza (y su carga de intemporalidad) convertidos en símbolos para una vida armoniosa y justa, emblemas de una Arcadia depositaria de la felicidad natural, tienen un objetivo inicial de carácter moral e higiénico. El higienismo construye, también en nuestro país, los soportes funcionales de parques y plazas y es la Institución que validará científicamente una serie de propuestas e intervenciones sobre la distribución, el uso y la forma del espacio y el equipamiento urbano que resultarán determinantes en la conformación física de las ciudades. Lo central del debate acerca de los Parques, su ubicación, formas y usos, se inscribe en el marco de las disciplinas que actúan alrededor de los problemas de la higiene, la medicina, la salud pública, y está estrechamente vinculado a sus objetivos mas generales de control de las condiciones de reproducción de las fuerzas sociales y a los problemas de propiedad y especulación sobre el suelo urbano así como de transformación del suelo agrario en urbano. Los arquitectos, como tales, propondrán modelos de formalización y agregarán, cuando las políticas generales así lo requieran, un cierto valor estético y de representación. La Arquitectura solo rozará, por medio de figuras como Thays, los bordes de la producción de los Parques de Buenos Aires: el silencio con que las revistas especializadas consideran el tema, desde principios de siglo, es un indicador de que nos enfrentamos a un problema considerado periférico respecto del núcleo central de la disciplina arquitectónica. Alrededor de 1870, y como consecuencia de la construcción del Parque Tres de Febrero, se desarrolla un debate entre diversas expresiones del positivismo que se reflejará en una 4 prolongada disputa entre técnicos de diversas disciplinas (ingenieros militares, médicos, jardineros, botánicos) e Ingenieros Paisajistas provenientes de Francia y Alemania. El mismo Sarmiento, que fomentó la acción de los primeros, producirá sin embargo, para obtener una posición fuerte frente a las discusiones parlamentarias, un posterior desplazamiento de los constructores del parque y requerirá los servicios de un Ingeniero prestigioso como Julio Dormal. Con la elección de Thays como Director de Paseos a través de un Concurso Público se produce el reconocimiento de la especificidad del campo. El Intendente Bunge dirá en 1895:” amontonar árboles unos al lado de los otros es una tarea que puede realizarla cualquiera; la Plaza R. Peña sólo puede formarla de un golpe un maestro como Thays”. Más aún: su obra será considerada digna de formar parte del libro Les Promenades de París . En 1918, el Ing. Agrónomo Benito Carrasco funda, en la Facultad de Agronomía y sobre la obra de Le Notre, Kent, André y otros, la cátedra de Parques y Jardines cuyo objetivo será formar en el terreno “una composición estética siguiendo al efecto los mismo principios que observa el artista al pintar un cuadro ”. El estudio del landscape y del planeamiento regional vinculará al paisajismo a la tradición de los “cinturones verdes” y de la ciudad Jardín, y a partir de 1925 el estudio de sistemas de Parques y aún sus diseños particularizados formarán parte de las propuestas generales de re- ordenamiento urbano hechas por arquitectos, planificadores y políticos. 3. Sobre las plazas Las plazas de Buenos Aires se extienden, en general, sobre una manzana no construida de la trama, excepto las plazas institucionales (del Congreso, Lavalle, San Martín, de Mayo, Constitución), algunas plazas-parques (como plaza España o Plaza Irlanda) y aquellas que generan trazados particulares como Plaza Arenales o acompañan particularidades del trazado urbano (Plazas Sarmiento, Delon, Krause, M. de Unamuno, Arata y otras). Es que la Plaza es en Buenos Aires parte de la tradición de la cuadrícula como trazado urbano tanto como lo son las manzanas, el ideal de ortogonalidad y la estructura vial de densidad homogénea. Y es, por lo tanto, parte de los sistemas formales de fundación y de crecimiento. Es esta Plaza - recinto vacío la que al cruzarse con el higienismo y con ideologías románticas y estéticas pintoresquistas es ocupada por un simulacro de naturaleza, que ocupa el centro del 5 terreno acabando con la idea de foro y consolida el modelo que combina la matriz geométrica con la ilusión de “paisaje” a finales del siglo XIX.