Archivo General De Simancas Guía Del Investigador
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ARCHIVO GENERAL DE SIMANCAS GUÍA DEL INVESTIGADOR ARCHIVO GENERAL DE SIMANCAS GUÍA DEL INVESTIGADOR POR D. ÁNGEL DE LA PLAZA BORES CUARTA EDICIÓN CORREGIDA MINISTERIO DE CULTURA Dirección General de Bellas Artes y Archivos Dirección de Archivos Estatales Madrid 1992 © MINISTERIO DE CULTURA Dirección General de Bellas Artes Plaza del Rey, 1 28071 Madrid NIPO: 301-92-046-5 ISBN: 84-7483-853-3 Depósito Legal: M-37021-1992 Imprime: Fotojae, S. A. 4 Al hacernos cargo de la Dirección de este Archivo General en los últimos meses del año 1941 nos encontramos con que los ejemplares de la Guía, entonces en servicio, la publicada por D. Mariano Alcocer en 1921, estaban a punto de agotarse. Tanto los investigadores como los archiveros no podían carecer en ningún momento de elemento tan útil de trabajo. Nos preparábamos a efectuar una segunda edición de la Guía citada (pues indudablemente, de todas las aparecidas hasta el momento, era la más práctica), debidamente revisada y aumentada con la conveniente introducción histórica de que carecía. Cuando nos hallábamos en estos pensamientos la Providencia nos deparó la dicha de ver reintegrarse de nuevo a la plantilla del Establecimiento al que había sido su culto director D. Ángel de la Plaza Bores, la persona, sin duda alguna, más capacitada para llevar a cabo la redacción de una Guía del Archivo, que pudiera dar satisfacción al investigador más exigente. D. Ángel de la Plaza venía destinado al Archivo en el año 1922 al ganar sus oposiciones y le abandonaba voluntariamente, para trasladarse a Valladolid, en 1935. En 1924 se hacía cargo de La Secretaria, en la que cesaba en 1930 para pasar a desempeñar la Dirección. Desde los primeros momentos se encariñó con la historia del Archivo y de la villa de Simancas y con el serio manejo de la documentación más varia y múltiple logró organizar un inestimable fichero de noticias, difícil de ser superado en adelante. Su amor por el Archivo le impulsó a volver de nuevo a formar parte de su plantilla y en la actualidad ocupa oficialmente el puesto de Vicedirector. Inmediatamente quedó encargado de la redacción de la nueva Guía del Investigador, que aceptó con sumo gusto, legando posteriormente al Archivo todo aquel atractivo fichero, vertido en parte en este valioso trabajo que tenemos hoy la satisfacción de poner en manos de los estudiosos. Simancas, febrero 1962 Ricardo Magdaleno 5 INTRODUCCIÓN HISTÓRICA 1. — LA MUY LEAL VILLA DE SIMANCAS1 A 10 kilómetros de Valladolid y, como esta ciudad, a orillas del Pisuerga, ocupando la cima de una colina escarpada por la erosión del río y casi aislada de los cerros vecinos, se asienta la muy leal villa de Simancas, conocida en todo el mundo civilizado por guardar en su fortaleza el Archivo de la Corona de Castilla que, en varios aspectos, es también el de España en el momento de su máximo esplendor. La comunicación entre Valladolid y Simancas se realiza por la carretera de Burgos a Salamanca y frontera portuguesa, que es una de las mejores y más frecuentadas de la provincia. También puede utilizarse el ameno camino de Valladolid a Tordesillas —el camino viejo— que va por toda la vega entre fincas llamadas «riberas», y cruza el Pisuerga por el largo, angosto y pintoresco puente de Simancas, que fue la vía utilizada hasta mediados del pasado siglo que se construyó la carretera. Simancas, como casi todas las poblaciones de Castilla la Vieja, es una villa predominantemente agricultora, aunque tiene también alguna industria, representada principalmente por los saltos de agua sobre el Pisuerga y el Duero, aprovechados antes para la molinería y ahora para producción de energía eléctrica. Por su población (1.397 habitantes según el censo de 1950), —poco más o menos, la que tenía en el siglo XVI—, hace el número 56 entre los 237 municipios que tiene la provincia. Su emplazamiento es sano y pintoresco y su campiña rica y variada, con feraces vegas a orillas del Pisuerga, buenas tierras de pan llevar en el fondo de los valles, abrigadas laderas y colinas apropiadas para el cultivo de la vid —que fue la principal riqueza de Simancas hasta principios del siglo actual— y un extenso bosque de pinos en los aluviones de la confluencia del Duero y el Pisuerga. El panorama que ofrece la vega desde el borde escarpado de la colina, llamada «el mirador», es uno de los más bellos de Castilla: en primer término el río, cruzado por un viejo largo puente y detenido por una presa —cuyo rumor, en los días serenos, hace más sensible la presencia del agua— y los verdes claros de los árboles de la ribera y cultivos de riego; y detrás la gran mancha verde oscuro de los pinares, que se pierde en la lejanía o es recortada por las margas blancuzcas de los cerros de Portillo. El paisaje cambia, si se mira hacia el poniente. Por aquí surge la Castilla árida, con sus tierras de labor onduladas, sin más árboles que alguna orla de almendros, recuerdo de los desaparecidos viñedos, y el horizonte cerrado de cerca por las próximas y desnudas cuestas del páramo. Sólo una parcialidad hostil pudo dictar a un investigador del siglo pasado como característica de la campiña simanquina estas palabras: «The country is barren and treeless»2. Aunque también apasionado, se acerca más a la verdad Diego de Ayala, cuando al mirar el paisaje desde las ventanas más altas de la torre del Archivo, recién construida, dice: «...en todo el mundo ay tales quatro vistas de montañas y pueblos y ríos y frescuras, si no es hazia la parte del gallego que está una questa que llaman de la atalaya...» 3. Como población desarrollada en un espacio limitado — la cima de la colina— Simancas tiene calles estrechas, tortuosas y, además, con fuertes desniveles. Las casas en general son viejas y poco cuidadas, pero no faltan amplios caserones con portadas de buena sillería y tal cual piedra de armas pregonando la nobleza y el acomodo de sus constructores. «La perspectiva exterior de la villa es más grata que sus adentros», dice Quadrado4, y en efecto. Simancas vista a distancia, con su caserío coronando la colina y agrupado en torno de la iglesia y del castillo, cuyas moles destacan claramente sobre los demás edificios, parece una estampa simbólica de población medieval, con bien destacado representación de los poderes entonces dominantes: la Iglesia y la Nobleza. 1 No es nuestro propósito hacer una minuciosa historia de Simancas, sino dar unas notas descriptivas de la población y de su campiña y apuntar los sucesos de más relieve que en ella han tenido lugar 2 La comarca es árida y sin árboles. - Calendar of letters, despatched and State Papers. Spanish. T. I, pág. 2. El investigador aludido es Mr. Gustavo Bergenroth. 3 Carta a Juan Vázquez. Simancas. 17 diciembre 1571. Secretaria. Leg. 7, fol. 401. Lo mismo la opinión de Bergenroth que la de Ayala, resultan apasionadas, aunque desde opuesto sentido. Veamos la de un neutral ecuánime, que puede ser el investigador italiano Carini, que trabajó en el Archivo en agosto de 1882. quien, después de afirmar que Simancas «manca di tutte o quasi tutte le condizioni per viversi», y que sus casas son «di aspetto povero e miserable», dice la campiña: «Scopresi da Simancas un'estesa pianura, una deliziosa campagna seminata di pini che perdonsi nell'orizzonte, non che di vigneti, orti, riberas e case campestri sparse da pertutto.» Isidoro Carini. Gli archivi e le Biblioteche di Spagna.. Palermo, 1884. voi. I, pág. 280. 4 José M.° Quadrado, España. Sus monumentos y artes. Valladolid, Palencia y Zamora, Pág. 194. 6 Como edificios de interés sólo cuentan la iglesia y el castillo. Del antiguo palacio de los Almirantes, que debió ser una construcción mediocre, no queda más que algún paredón de piedra junto al Mirador. La iglesia, construida en la primera mitad del siglo XVI siguiendo un gusto gótico muy mixtificado, es amplia y bien proporcionada, con tres naves de la misma altura, cubiertas con bellas y sólidas bóvedas de crucería. El material empleado en su construcción es caliza de la Atalaya, así en los muros como en las bóvedas y en las columnas cilíndricas que la sustentan. Hasta 1959 estuvo totalmente enlucida. Al presente, quitada la capa de yeso, ha quedado al descubierto la piedra, con lo cual ha recobrado el templo su primitivo aspecto.. De la iglesia anterior, sólo queda una bella torre románica, casi envuelta en el cuerpo de la nueva edificación, que no deja al descubierto más que una de sus caras y la parte alta que, adicionada con un cuerpo de ladrillo, sirve de campanario, actualmente cubierto con un tejado piramidal, más de acuerdo con la construcción primitiva que el remate cupuliforme que tuvo hasta fines del siglo pasado1. Conserva varios retablos interesantes, destacando entre ellos el mayor, de bellas proporciones y buena ejecución, obra de Inocencio Berruguete y Bautista Beltrán (1562), dorado y pintado por Jerónimo Vázquez en 1570; el llamado de los Alderete o de la Resurrección (1.536), cuyo ensamblaje hizo Gaspar de Tordesillas y las pinturas Antonio Vázquez2; el de la Quinta Angustia, bello grupo del Descendimiento en relieve, claramente influenciado por Juni, obra de Francisco de la Maza (1571); el de Nuestra Señora del Rosario, cuya arquitectura se debe a Juan de Cambray y Mateo Alacrin (1551) y sus pinturas a Diego Díaz y Antonio González (1614). También conserva una buena cruz procesional de plata, obra de los artistas vallisoletanos Francisco y Bernabé de Soria (1592), y algún vaso sagrado y objeto de culto, más estimables por su riqueza que por su arte.