JAIME MENDOZA

51 Jdeal pacifista líneas adicionales al libro La Tragedia del Chaco

Sucre, Noviembre, 1933

IM P R E N T A la G L O R IE T A gl jdeal pacifista L IM IM ñ R

— - - » l b € ------L presente cuaderno contiene, en forma comprimida la parte final del libro L a TRAGEDIA DEL CHACO, últimamente aparecido. Como se dijo en el mismo, quedó esa parte cortada, por tropiezos derivados de la guerra actual. Se halla dividido este opúsculo en dos partes. En la primera se hace un resumen esquemático de dicho libro, siguiendo el largo proceso histó­ rico del Chaco, sólo en sus líneas susbtanciales, desde la prehistoria hasta los dias presentes De esta suerte, se forma algo así como una cartilla de consulta, breve y fácil, para las personas que no siempre están en situación de revisar las obras demasiado voluminosas, como resulta con el mismo libro. La segunda porte, sólo es la reproducción, también comprimida, de las ideas sustentadas por el autor desde diversas tribunas, dentro y fuera del país, tocante a la solución que debiera darse II al pleito del Chaco. H o y vuelve en ella siempre a la tesis de la pa%, y hasta llega a hablar de la confraternidad boliviano—paraguaya. Lo cual, ciertamente, en momentos'en que los odios nacio­ nalistas están más que nunca exacerbados y va corriendo la sangre de ambos contendientes en el Chaco, parecerá una aberración y hasta un d. '' ' de lesa patria para muchos. 'Pero el autor ha creído servir mejor asi a su misma patria y también a la otra, al proponer sus ideas en la form a en q„. lo hace. Y en este sentido, cuando destaca, por ejeK, pío, los derechos históricos de en el Cha­ co, no es, como lo dice en el texto, por un mero prurito patriotero, sino más bien para aconsejar que Bolivia, no obstante sus ventajas en ese cam­ po, las renuncie en aras de la pa%. La gloria no está siempre en aplastar al adversario en los campos de batalla Está más bien en saber levantarlo. Y aun cuando de él se han recibido terribles injurias, la gloria no está en vengarse, sino en perdonar. PRIMERA PARTE ------>«<------El Macizo Boliviano n el centro de la cordillera continental de los suramericanos, está el Macizo Boliviano. Fórmanlo una meseta—la Al­ tiplanicie— y dos cordilleras circundantes- la occidental, que mna al Pacífico y la oriental -al Atlántico—. Esta última se divide en dos por­ ciones: la del norte o Cordillera Real (Cordillera Blanca o de los Yungas) que da a la hoya ama­ zónica, y la del sur, que forma el Macizo de C harcas. El Macizo de Charcas Es esi enorme formación montañosa—la ma­ yor de la cordillera de los Andes—que, desde el sur del Macizo Boliviano, avanza al oriente, pe­ netrando en el corazón de Suramérica, por seis­ cientos kilómetros, a manera de una gran escali­ nata, cuyos últimos peldaños terminan en el Chaco. El Chaco Desde los postreros tramos del Macizo de Charcas, sigue un sistema de tierras bajas que 2 EL IDEAL PACIFISTA van al oriente y sureste, hasta el río . Forman ellas el Chaco Este se divide en tres porciones: boreal, central y austral. Sólo nos o- cuparemos del Chaco Boreal, contorneado por los ríos Pilcomayo y Paraguay. El Pilcomayo Es un río andino, nacido en las cimas del Macizo de Charcas, y que descendiendo por su vertiente oriental, circunda por el sur al Cha­ co Boreal. El Paraguay Es otro río, nacido en el Macizo de Matto Grosso, que contornea por el oriente al Chaco Boreal.

EL FACTOR HUMANO La Corriente Andina esde la noche de los tiempos, se alzó sobre q1 Macizo Boliviano una formidable civilización que irradió hasta los más le­ janos ámbitos del continente. Una de sus manifestaciones, subsistente aún, esta en Tihuana- cu, sobre la Altiplanicie. JAIME MENDOZA 3

Desde allí el hombre prehistórico se dirigió ¡por distintos rumbos llevando consigo su cultura y su poder; uno de ellos fue precisamente el Macizo de Charcas, por donde lleg<5

Los Conquistadores del Pacífico De esta suerte los conquistadores del Pací­ fico, después de llegat a la Altiplanicie y al Macizo de Charcas, empezaron a descender por su vertiente oriental, hacia el Chaco. Ya Die­ go de Almagro, el concesionario de la Niteva Toledo, habíase propuesto ir a conquistar las tierras de los chiriguanos. Pero, desapareció de la escena sin cumplir su propósito. Surgieron luegu nuevas figuras. En 1536, Gonzalo Pizarro con otros famosos descubiidores, llegaba a las tierras de los charcas, encontrando la gran zona minera llamada después Potosí; y prosiguiendo su descenso, se establecía con su hueste en Chuquisaca, la capital de los antiguos charcas. Surgió así en el Alto Perú un asiento de blan­ cos, cuvo piimer gobernador fue el propio Gonzalo Pizarro. La Plata Era el esbozo de la ciudad hispánica que, en 153o, fundó con el nombre de La Plata, Pedro Anzúrez, Marques de Campo Redondo, enviado desde Lima pot\ Hiciéronse con tal motivo entre los conquis­ tadores de Charcas los primeros repartimientos de tierras, llamados encomien tas, y entre ellas, naturalmente, tuvo el fundador de La Plata, su grueso lote correspondiente. Se extendía él por el sur de La Plata hasta el Pilcomayo, ,Chacojy por el oriente a las tierras del Parapetí y del Guapay. 6 EL IDEAL PACIFISTA

Es decir que dentro de la Nueva Toledo, la encomienda de Pedro Anzúrez abarcaba ya las tierras del Chaco conocidas por entonces, que se­ guían al oriente de la Cordillera de los Chiii- guanos. La Cordillera de los Chiriguanos Los españoles del Pacífico llamaron así a las- postreras derivaciones andinas del Macizo de Char­ cas, donde desde los tiempos prehispánicos ha bíase constituido ese tipo mixto resultante de la mezcla entre el andino y el guaraní, llamado chiriguano. Son las tierras que se dilatan enire el Guapay,- Parapetí, Pilcomayo y Bermeio. Desde la Cordillera de los Chiriguanos se ex­ tienden al oriente las tierras del Chaco hasta el Paraguay. Allí se dirigió Anzúrez. en tSqo, des­ pués de fundar La Plata. Era la conqúisia legal.

LAS NUEVAS CORRIENTES La Sierra de La Plata mpero, mientras así los conquistadores del Pacífico llegaban y se establecían en las tierras de Charcas, otros conquistadores, atraídos por el señuelo de los tesoros del JAIME MENDOZA 7

Perú, aparecían por el lado del'Atlántico, dirigién­ dose a las mismas, bautizadas por ellos con el nom bre de Sierra de la Plata. Tal es el caso de don y sus compañeros. Mendoza había obtenido del rey una capitulación — la Nueva Extremadura— que seguía por el sur a la Nueva Toledo de Almagro; y apareció, en iá35, en pos de ella, por el lado del Río de la Plata. Pero, como allí no había plata Mendoza envió a su teniente Juan de Ayolas, a buscarla en la soñada sierra de ese nombre, o sea en Charcas. Pero, para llegar a Charcas, había que pa­ sar primeramente por el Chaco, y he aquí por­ qué Ayolas, cumpliendo la orden de Mendoza, remontó el Río de la Plata y el Paraguay, sobrepasó la concesión de su principal —la Nueva Ext’emaduta —hacia el paralelo 25 sur, y se metió audazmente en el Chaco Boreal ,vale decir en la Nueva Toledo, para ir por ese ca­ minos a Chircal. Era la conquista ilegal. Así. en la época hispánica, se dibujaron también dos corrientes humanas de sentido o- puesto: la corriente andina, que descendía de la plataforma andina al Chaco, y la corriente paraguaya que pretendía ascender a los Andes, en busca de Charcas. . El Chaco —ya se ve—con sus bárbaros, su falta o exceso de agua, etc., era más bien un obstáculo para los conquistadores del Paraguay. El ideal de ellos estaban tan 8 EL IDEAL PACIFISTA

sólo en la Sierra de la Plata, “ la tierra de los metales”, en Charcas. .. Es lo que hace resaltar muy bien el escritor paraguayo Manuel Domínguez. ★ * * Ayolas no volvió de su arriesgada “entrada”. Lo cual no impidió a los conquistad™es del Atlántico el embarcarse en nuevas tentativas pa ra abordar a Charcas (Domingo Martínez de Itala, Alvar Núñez Cabeza de VaC', Nudo de Chaves...), hasta que al tin Irala, en iá48. lo gró llegar a las tierras del Parapetf. donde debió’ sufrir grave desencanto al saber que ellas eran de la encomienda de Pedro Anzúrez El poder del Marqués de Campo Redondo había llegado ya hasta allí. Y lo peor: supo Irala que Charcas “ ya estaba ganada por o to s ” . Ante tal con­ traste, no hubo más que emprender la vuelta al Paraguay. Y todavía: allí, desde la Asunción veía el vizcaíno a su frente extenderse las costas del Chaco Boreal — la tierra de los guarettrús — a las que, para mayor ironía se había dado el notp- bre de Campo Redondo, nombre del fundador de la P ata, Capital de Charcas. Así la corriente andina había triunfado sobre la del Paraguay. Manso Años después, el mismo fenómeno se cum­ plía, con más rigor aún: JAIME MENDOZA 9

Oíros conquistadores andinos—Diego de Ro­ jas, Juan Núñez de Prado, Juan de Garay_, descendían desde Charcas al Chaco. Y, por so­ bre todos, se alza el capitán Andiés Manso, quien en i558, obtenía del Virrey Hurtado de Mendoza una concesión para la conquista del Chaco. El Virrey, hablando soRre esto al Rey, había­ le dicho que ••sabiendo de un pedazo de tierra que está a las espaldas de la Villa de de la Pla­ ta al otro lado de la cordillera de los chiri- guanaes” le había concedido a Manso Allí estaba definido el Chaco. El Chaco en efecto, estaba el otro lado de la Coi dillera de los Chiriguanos, a las espaldas del disirito de La Plata. Chaves Sólo que hallándose así Manso en tierras del Parapetí y Guapav, cumpliendo con las obligacio­ nes de su contraio apareció por el lado del Pa­ raguay nuevamente la la comente contraria. Era Nuflo de Chaves, que llegaba desde el Alto Paiaguay. Las dos corrientes se encontraban una vez más, en las riberas del Guapay. La Disputa Y surgió la disputa entre los dos conquis­ tadores. Manso, con sus títulos, representaba la conquista legal. Chá vez, sin ninguno, pero co*n su audacia, significaba la otra,—la conquista ile­ gal- 10 EL IDEAL PACIFISTA

No obstante, Chaves supo también legalizar su causa. Acudió a Lima ante el Virrey Mendoza, quien le hizo la concesión de las tienas llama­ das después de los Chiquitos. Más aun: obtuvo el en los Andes, sobre todo en Char­ cas, los recursos que más necesitaba para prose­ guir con sus empeños de conquistador y coloni­ zador. Es decir, Chaves se sometió al influjo andi­ no, se hizo figura andinista. Y así terminó la disputa. La Audiencia de Charcas En los mismos momentos, surgía en La Pla­ ta una nueva institución creada por el Rey, que dió el fallo definitivo en el asunto. Más tarde, el monarca español, por la cédu­ la de i563 ponía bajo el régimen de Charcas las tierras conquistadas «por Andrés Manso y Nuflo de Chaves, junto con las que en adelante debían de poblarse». De esta suerte, volvía a triunfar la corriente andina, bajo el nuevo régimen de la Audiencia de Charcas. El Exodo Asunceño Pero hubo algo más: el mismo Paraguay, la Asunción misma, pidió insistentemente depender de Charcas. En i56L la mayor parte de sus ha­ bitantes se trasladaban a Chiquitos, encabezados por su Gobernador y su Obispo, y éstos pasaban JAIME MENDOZA 1 I luego basta ha Plata a pedir justicia y protección. Es una palabra, la Asunción se entregaba a Chuicas. Y era que desde entonces, bien comprendía ella cuánta falta le hacía ligarse con Charcas. Era el factor económico que así obraba, an­ te todo. Sin Charcas, perecía la Asunción. Char­ cas debía de salvarle con sus recursos Tal tué el caso de los Juan Ortiz de Verga- ra y su heredero Juan de Vera y Aragón, veci­ nos de La Plata, que encarnaban ampliamente ese concepto, para el Paraguay, y, en general, para el Río de la Plata, hasta las postrimerías del siglo XVI. El Peligro Bárbaro En el siglo XVII cesa el movimiento de esas corrientes que venimos señalando entre los Andes y el Paraguay, por intermedio del Chaco y Chi quitos. El báibaio domina allí El había aplasta­ do a Manso err el Chaco, y apenas si queda en ese teriitoiio el nombre de su valeroso conquis­ tador: Llanos de Manso... Y en Chiquitos, asimis­ mo, había sucumbido Chaves bajo la macana bár­ bara y cerrádose la ruta abieita por él entre los Andes y el Paiaguav. Charcas, por el lado de los Andes, avanza apenas más allá de ¡a Cordillera de los Chirigua­ nos, en el borde occidental del Chaco. La Asunción, por su parte, nada hace de e- fectivo para la conquista del borde oriental. Allí I 2 EL IDEAL PACIFISTA t) guaycurú y el pavaguá prosiguen siendo los dueños del terreno y del río Paraguay. Los Misioneros Viene el siglo XVIII, al que llámanos el si­ glo de los misioneros. es el almacigo prin­ cipal de ellos en el Macizo Andino. Desde allí descienden al Chaco y suben a lo largo de la Co’-ddlera de los Chiriguanos, hasta Santa Cruz del Guapay. Luego, desde Santa Cruz, prosiguen al oriente, en tierras de Chiquitos, camino del Paraguay. El P. José de Arce realiza maravillas en esta marcha paciente de la Conquista espiri­ tual, hasta caer, mártir, justamente cuando aca­ baba de descubrir la pista tan buscada. Y en cuanto al Chaco, los misioneros saben penetrar en sus más recónditas profundidades, desde Chiquitos. Es la marcha fw T que decimos en LA TRAGEDIA D EL GHACO. En ella se destaca por modo singular el P. Castañares, que funda la misión de San Ignacio de los Zamucos en el corazón del territorio y desde allí aun avan­ za al sur, al par del P. Chomé, llegando hasta el río Yababirí, en el vértice austral del Chaco. Es entonces que, por inspiración jesuítica, el rey declara que son de Charcas los territorios comprendidos entre el Paraguay y el Pilcomayo (cédula de 1743). Empero, esta marcha fenomenal de los misio­ neros jesuítas en el interior de Chaco, es interrum­ pida desgraciadamente por la Expulsión. JAIME MENDOZA i3

Los Gobiernos Militares Al régimen jesuítico en Chiquitos y el Chaco, suceden los Gobiernos Militares. El viejo pe igro portugués se ha hecho aun mas grave que el peligro bárbaro El Rey, enton­ ces, encarga a Charcas la defensa de esos territo­ rios contra las usurpaciones portugueses (cédula de 1772). Se ve por esto mismo cuán grande sig­ nificación tenía Chaicas incluso, en el aspecto m ilitar. Y con la erección del Virreinato de , integrado también por Charcas, no hace sino caracterizarse aun másese concepto estraté­ gico y defensivo. Así fenece el siglo XVIII, y ya en sus pos­ trimerías el Rey encarga al Viney de Buenos Aires la erección del fuerte Borbón (hoy Olim­ po) en la margen izquierda del tío Paraguay. El gobernador del Paraguay verificó la erección en la derecha, por ser el punto escogido en la iz­ quierda muy inundadizo. En esos mismos tiempos, también, después de más de dos siglos de inercia paraguaya, en el borde orienta! del Chaco Boreal, frente a la A- sunción, aparecen las tentativas colonizadoras del cura Amancio González y del carpintero Ascen- sio Flecha, que fracasan. La Guerra Charcas, desde 1809, se lanzó a la guerra contra España, buscando su emancipación. Esta i4 EL IDEAL PACIFISTA guerra duró hasta 1825, por diez y siete años. En cambio, el Paraguay, merced a su especial situación geográfica y a la escasa importancia que tenía en las colonias hispánicas, se había hecho independiente, sin luchar gran cosa contra la Ma­ dre Patria, desde 1811. Fué entonces que su Dic­ tador, Gaspar Rodríguez de Francia, ordenó la ocupación de fuerte Olimpo, sin observación de parte del Alto Perú, que estaba consagrado con todas sus energías a la guerra de la independen­ cia. Así nació la República,

LA REPUBLICA La Impotencia Boliviana Sobrevenido el nuevo régimen, la República de Bolivia sucede a Charcas. Ya se ve que, conform e a la doctrina del utti possidetis juris, proclamada por los nuevos estados americanos para la delimitación de fronteras, la flamante nación debía de llegar hasta el río Paraguay conforme a las cédulas coloniales de 156? y de 1^43, sin traer a cuento otros títulos. Pero desgraciadamente, Bolivia no supo lie- JAIME MENDOZA I 5 var desde los primeros momenni una acción rápida y eficaz a esas remotas fronteras. Con­ fiada en sus títulos y apremiada por los peli­ gros que se alzaban contra ella por el lado del Pacífico (el peligro peruano) y por sus desave- niencias domésticas apenas si miraba al Para­ guay. ' Fue así que el pequeño vecino pudo obrar, a su guisa en el río de su nombre. El Dictador Francia lo había clausarado a todo el mundo, desde 1811 Nadie podía traginar por él. Era el sistema del calabozo. Rivas.—Oliden.—Bravo.—Taboas... En 1825, no pudo pasar por el río el en­ viado boliviano Rivas, que llevaba comunicaciones del Libertador Bolívar para el Dictador Francia, tratando de inculcarle un régimen político más a- bierto en homenaje a la misma libertad que habían conquistado los pueblos de América, Diez años más tarde, tampoco pudo pasar el empresario Manuel Luis de Oliden que había colo­ nizado el Litoral del Otuquis, en el alto Para­ guay. Otros varios años pasados (1842) también se vió detenido un enviado del Gobierno Ballivián ante el gobierno de López (misión Bravo). ' Veinte años después, le sucedía lo mismo al empresario español José Victorino Taboas, jefe de la Sociedad Progresista de Bolivia, que había llegado con grandes trabajos desde San­ 16 EL IDEAL PACIFISTA

ta Cruz al río .Paraguay en la zona de Bahía Negra. Bien es verdad que entonces era por la guerra de la Tríplice contra el Paraguay. Esta vez era el Paraguay el asediado por sus vecinos, y el único que le tendió la mano fué Bolivia. Después de Taboas, su socio, José Domingo Vargas, llegaba también a Bahía Negra, abriendo un buen camino y se establecía en la Barranca de los Chamacocos, que desde entonces se llamó puerto Vargas. Era el primer esbozo de puerto boliviano en el río Paraguay. Sólo que Vargas debió sufrir también grandes penalidades, aca­ bando por asociarse a otro español, Francisco Javier Brabo,—un insigne hombre de negocios y de grandes miras, sobre ambos países Brabo Bravo, en efecto, anhelaba que se entendie­ sen lealmente Bolivia y el Paraguay sobre el Chaco. Fué el inspirador de la misión boliviana Quijarro de 1879. Sobre esto hemos dicho algo en el libro antes citado (LA TRAGEDIA DEL CHACOf. Pero, después de esfuerzos inútiles en ese sen­ tido, se esfumó también Brabo. Puerto Pacheco. En i885, el empresario cruceño Miguel Suá. rez Arana, fundaba sobre el antiguo Puerto Var­ gas, otro, bajo el nombre de Puerto Pacheco, y JAIME MENDOZA 17 ron los estímulos dei gobierno boliviano, crea­ ba la primera marina mercante de Bolivia en el río Paraguay así como abría diversos tramos camineros, para unir Puerto Pacheco con la zona andina. Calvimontes La obra comenzada por Suárez Arana, fue •cumplida dos años más tarde por Zenón Calvi­ montes, intendente entonces de Puerto Pacheco y por Cristián Suárez Arana, hijo del anterior. Calvimontes fue el primer boliviano en cru­ zar por esa ruta, desde Puerto Pacheco hasta Su­ cre. Pero los gobiernos bolivianos de ese tiempo, ¡no supieron aprovecharse de esta obra, para con­ solidar la soberanía boliviana en él río Paraguay, ligando debidamente los centros de la República con aquel puerto. Y pronto el Paraguay se aprovechaba de tal descuido. En 1888, una fuerza paraguaya tomaba •de sorpresa el pequeño puerto Pacheco, siendo e- sa la primera agresión que, sin previa declara­ toria de guerra, infirió ese país a Bolivia. * * * He ahí lo sustancial de este asunto del Chaco, en lo que se refiere a su borde oriental, o del Paraguay, hasta la toma de Puerto Pache­ co. i8 EL IDEAL PACIFISTA

El Pilcomayo En cuanto a su borde occidental o del Pil­ comayo, bien sabido es que desde Ballivián—el vencedor de Irigavi-— (1841) apenas unos quince años después de nacida Solivia, se enviaba allí sucesivamente las expediciones de Magariños y Van Nivel. Asimismo, en i863, emprendía el mis­ mo camino la expedición Giannelli. Después se sucedieron otras tentativas menos importantes, hasta iS83, año en que, después del fracaso de las expediciones Rivas y Crevaux de 1882, se rea­ lizaba la de Campos, que, desde Tarija llegó a la Asunción con con su legión de valerosos soldados bolivianos, no en son de. guerra, sino corno he­ raldos de paz y fraternidad. Resulta, pues, en resumen, que sólo desde su vida republicana el Paraguay empezó a ocupar el borde oriental del Chaco, con la toma de fuer­ te Olimpo, mientras Bolivia aun no había apa­ recido, fundando luego, a mediados del siglo XIX la colonia Baldeos (i855) donde ulteriormente se asentó Villa Occidental llamada hoy Hayes, en homenaje al árbitro W. Hayes, presidente de E. E. U. U. que falló en favor del Paraguay en el plei­ to que este sostuvo con la sobre ese territorio. Para coronar este sistema de ocupaciones en una frontera que, prácticamente, estaba abando­ nada por Bolivia, sobreviene en 1888 la ocupación violenta del único puerto que esta nación pudo est-blecer, en Bahía Negra, sobre el Paraguay. JAIME MENDOZA '9

Con lo cual, Bolivia quedaba eliminada totalmen­ te de ese río. Los Fortines Luego vino lo demás: el avance de los forti­ nes que establecía el Paraguay en todas aquellas tierras interiores del Chaco, donde podía operar sobre seguro, puesto que estaban desiertas. Así por el norte de Bahía Negra, se alzaron los fortines Patria, y Galpón; por el sur, Boga­ do, Díaz, Martínez etc. Y lo propio por el lado de Pilcomavo: el Paraguay, desde la boca de este río, en cuantos puntos aprovechables podía encontrar, filé enfilan- do sus fortines, hasta los Esteros de Patiño; y -como Bolivia, aunque tarde, había llegado tam­ bién allí, los paraguayos hicieron un movimiento de torsión al norte, ordenando sus puestos mili­ tares a un lado del meridiano 6o Greenwich. :Un descuido de Bolivia les permitió avanzar nue­ vamente al otro lado de dicho meridiano con los 'fortines Toledo y Corrales.

LOS TRATADOS á historia de los tratados boliviano-paragua­ yos empieza en 1879. Todos ellos tienen como base la distribución del territorio chaquense entre losados países, en varia­ 2 0 EL IDEAL PACIFISTA das proporciones. Ya, en el Quijarro—Decoud de I879, una raya horizontal que sigue la línea del río Apa, en el paralelo 22°5’, desde el Paraguay al Pilcomayo, divide el Chaco en dos fracciones, la superior para Bolivia y la inferior para el Pa­ raguay; ya en el Tamayo—Aceval de 1887, se distribuye el Chaco en ties porciones: la primera, desde el vértice chaquense hasta el paralelo 22o para el Paraguay; la segunda desde éste al 21a para el arbitraje, y lo restante para Bolivia; ya en el Ichaso—Benítez de 1894, una línea oblicua que va desde el paralelo 21o, en el Paraguay, has­ ta la intersección del meridiano 62o 28’, O. de Greenwich con el Pilcomayo, divide también el Chaco en dos porciones, siempte la del norte pa­ ra Bolivia y la del sur para el Paraguay En todos estos pactos se ve también, constantemente, que el litoral de Bahía Negra y zonas adyacen­ tes queda para Bolivia. Sólo en el Protocolo Pi- nilla—Soler (1907) se entregaba al arbitraje la zona al norte del paralelo 20o 3o’, hasta donde el Paraguay alegase derechos. Bahía Negra quedaba en ella comprendida, y por eso Bolivia rechazó de plano tal tratado. En suma, ninguno de esos pactos fue ratifi- do conjuntamente por los dos países. Diríase que eran meros pasatiempos cancillerescos. Y mientras tanto, el Paraguay supo también apro­ vechar el tiempo transcurrido, ocupando todo el litoral chaquense bordeante del río de su nombre, penetrando, además, tierras adentro, pues que JAIME MENDOZA 21 para ello tenía d amplio camino del agua que Fe brindaba la naturaleza. Las Agresiones Ya tiernos dicho que la etapa de las agresiones se inició en 1888, con la toma por los paragua­ yos de Puerto Pacheco, único establecimiento bo­ liviano sobre el río Paraguay. Y ya entonces la prensa paraguaya anunció la guerra que se pro- duciiía en el futuro entre ambos países, la que —decía—“ se conocerá con el terrible nombre de guerra paraguayo—boliviana”. Ese anuncio hoy se cumple. Después, se sucedieron nuevas agresiones en uno y otro sector, ya en el del Pilcomayo, en el fortín Sorpresa, o ya en el del Paraguay, en el Vanguardia, mediando entonces los buqnos oficios de otros países, como la Argentina, o los miem­ bros de la Conferencia de Wáshigton para que los contendientes buscasen medios pacíficos de a- rreglo, hasta que el año pasado, nuevos inciden­ tes producidos entte bolivianos y paraguayos a la vera de la laguna Chuquisaca o Pitiantuta, fueron el motivo ocasional de la presente guerra. Y decimos «ocasional» simplemente, porque, en efecto, las verdaderas causas son otras. La guerra, en realidad, por parte del Paraguay, ya se había iniciado en 1888, con la toma de Puerto Pacheco. 22 EL IDEAL PACIFISTA

SEGUNDA PARTE ------

on lo dicho hasta aquí, aunque en for­ ma muy esquemática, bav lo -.uficiente pa­ ra destacar la posición de Bolivia en la; cuestión del Chaco. Empero, al trazar el cuadro anterior, no ha sido precisamente nuestra objeto delinear los antecedentes que, desde el pa­ sado, acreditan los derechos de Bolivia a ese te­ rritorio. Ni sólo nos ha movido el ansia de exal­ tar a nuestro país o deprimir al adversario Tal cosa habría sido hasta un achaque pueril. Nuestro propósito es otro. Al recordar el pasado, estamos más bien pensando en el porve­ nir. Nosotros querríamos que los dirigentes del Paraguay se fijen en esto: Desde un pasado re­ moto, el Paraguay buscó el apoyo andino- El llano miraba a la montaña. Y era que en ella estaba el complemento de su vida. Y así será en el futuro. Em pero, no es por la guerra que se llegará- JAIME MENDOZA 23 a tal fin. l a guerra sólo ha de aplastar al Pa­ raguay, dañando también a Bolivia * * * Lo que más bien conviene al Paraguay, es unirse con Bolivia. Bolivia sigue siendo ahora mismo, como lo será mañana, aquella maravillosa «Sierra de la Piaia» con que tanto soñaban los conquistadores del Paraguay en el siglo XVI, cuando penetra­ ron al Chaco, no por el Chaco mismo, sino por Charcas. Es decir, Bolivia es siempre el emporio colo­ sal de múltiples recursos para el provecho del hombre. V puesto que el Paraguay está a su ve­ ra, ya se ve cómo la simple vecindad constituye para él una ventaja de que pueden derivar resul­ tados prácticos. Citemos, como muestra, uno sólo de esos re­ cursos: el petróleo. El petróleo que mana, a- bundoso, del Macizo de Charcas, a los pies de esa misma Sierra de la Plata, cuyas cimas se os­ tentan cuajadas de metales. Con un simple oleo­ ducto que condujese desde la faja petrolífera sub­ andina, por ejemplo, de Sanandita, el líquido precioso hasta la Asunción, siguiendo la linea del Pilcomayo, cuánto ganaría el Paraguay! Y valga este simple ejemplo del petróleo para dispensarnos de citar otros innúmeros recursos con que no cuenta el Paraguay en sir suelo y que 24 EL IDEAL PACIFISTA sobran en Bolivia, de los que aprovecharía el ve­ cino, aun con el simple tránsito comercial, o et> el servicio de sus propias necesidades. Y en cuanto a Bolivia, desde hace luengos años, venimos insistiendo sobre la importancia que tiene para ella el río Paraguay, como uno- de los vehículos necesarios para la movilización- de sus riquezas. Estas mismas, ya no son tales si han de permanecer abarrotadas en sn suelo. Lo estático es la muerte. Lo dinámico es la vida Por eso, hasta llegamos a opinar en el sentido de que, a fin de obtener Bolivia libre paso ai río Paraguay, renunciase a una gruesa porción, del territorio chaquense, en beneficio del vecino. Fue así que en I927 indicábamos la siguien­ te fórmula transaccional de arreg'o; el Paraguay dejaría a Bolivia un grado geográfico desde sus últimos avances en el río de su nombre hacia ei sur; Bolivia cedería otro grado al Paraguay en el Pilcomayo. Una línea trazada de uno a otro punto, al través del Chaco, lo dividiría en dos porcio­ nes, la del sur para el Paraguay y la del noite para Bolivia. Era esta una línea parecida a la del tratado Ichaso—Benítez de 1894, de hace cua­ renta años. Esta proposición no agradó en Bolivia. Se empezó a achacarnos un derrotismo del que está- b irnos muy lejos. Lo cual no fue una razón pa­ ra humillarnos. Insistimos. Nuestra tesis se tras­ cribió en el extranjero (LA THÉSE PACIFISTE EN L'AMERIQUE DU SUD, registrada en JAIME MEDOZA 25

L’AMERIQUE LATINE, París, 1932). Y era que así creíamos .cultivar nuestro patriotismo, mejor que predicando una malsana guerra. Bolivia es un país mediterráneo. Pero su ca-o no es precisamente como el de Suiza en Eu­ ropa, según se suele afirmar. El Macizo Bolivia­ no cae por el occidente directamente sobre el mar. Y en este sentido, Bolivia es un ¡ais estiic- tamente litoral Y asimismo, por el oliente, el Macizo Boliviano da a las hoyas amazónica y pla­ teóse, por los grandes ríos que nacen desde sus ne­ vadas cumbres Así, tratándose de la hoya platen- se, donde está el Paraguay, el Macizo de Char­ cas avanza, como ya vimos, en masa gigantesca hacia el sureste, hasta el Chaco y por intermedio de éste, a dicho río, que podía llevarle libremen­ te al Atlántico. Esa es la arquitectura natural del Macizo Boliviano, que condicionó los m< virulen­ tos humanos, desde los tiempos prehistóricos. Pero, he aquí que en nuestros días la guerra y la diplomacia han venido a deshacer esta obra de la natuialeza. ocupa ahora las salidas naturales de Bolivia en el Pacífico. Y, asimismo, el río Paraguay está íntegramente ocupado por los estados brasileño y paraguayo. Así se ha creado artificialmente la mediterra- neidad de Bolivia. Es decir, que se ha hecho al re­ vés de lo que en el caso de Suiza. A ésta, no obs­ tante de hallarse enclavada muy adentro del conti­ nente europeo, sus vecinos la han rodeado de tales facilidades para sus comunicaciones, que, en el 26 EL IDEAL PACIFISTA hecho, resulta como un país lito,al A Bolivia, por el contrario, sus buenos hermanos le han quitado todos los puntos marítimos o fluviales en que flameaba antes su bandera. Y así, siendo país li­ toral. se le ha convergido en mediterráneo. Y téngase en cuenta que en el caso de Suiza y sus vecinos se trata de Estados de tipo étnico, oiígenes, lenguas e historia diferentes En cam­ bio, de esta América del Sur, ya Reclus había dicho que estaba destinada a ser «un gran pueblo de hermanos». Y sin embargo, Bolivia, mucho más que Sui za, por la singular estructura del Macizo central de los Andes suramericanos, está llamada a ser el centro regulador del equilibrio americano. Pe­ ro, ya se ve que más bien se trata de romper ese equilibrio. Tal pasó con la guerra del Pacífico Y tal es el caso de la guerra actual. Acerca del aspecto del Pacífico, hemos dado nuestra opinión en el libro EL MAR DEL SUR. Esees un problema que queda para el porvenir y que se resolverá en condiciones catastróficas, puesto que no se puede sostener definitivamente una si­ tuación antinatural. Ahora, refiriéndonos al río Paraguay, ya se están palpando las consecuencias a que lleva el sostener una situación artificiosa y violenta. Ha reventado la güera. * * * Por nuestra parte, dicho se está que nunca fuimos partidarios de ella. Creíamos, más bien, JAIME MENDOZA 27 que ambos países—Bolivia y Paraguay—, podían resolver el pleito del Chaco haciéndose concesio­ nes recíprocas dentro de un amplio espíritu de previsión y en homenaje, no tan sólo a un pasa­ do que los liga estrechamente, sino a sus mismas conveniencias en el porvenir. Por eso preconizábamos un entendimiento di­ recto con el vecino para llegar a ese fin. No éramos partidarios de la guerra, porque aun cuan­ do con ella Boli via ti iunfase, el aplastamiento del Paraguay le sería a la larga perjudicial a ella misma. Hablamos de la solidaridad internacio­ nal, y, en el fondo, de la solidaridad humana. Y fué también por eso que, en 1927, al ce­ rrar nuestro libro LA RUTA ATLANTICA, re­ petíamos estas palabras que hace al caso repro­ ducir: ‘•Nosotros lo hemos dicho ya y lo repetimosr los dos pueblos, boliviano y p; raguayo, unidos por la tradición, la geografía y por sus comunes intereses, deben ser buenos amigos. El río Pa­ raguay no debe dividirnos, sino más bien unit nos. Y el Chaco, en vez de ser en el futuro ei teatro de una guerra estúpida, debe ser el nexo estrecho entre Bolivia y ei Paraguay. "Sueños? "Tal vez... “ Pero, nosotros, al cerrar estas páginas, pre­ ferimos irnos con esos sueños y no con la visión macabra de una gran mancha de sangre, infil­ trándose en las candentes llanuras del Chaco”. 28 EL IDEAL PACIFISTA

Esto decíamos hace algunos años No sabía­ mos entonces que, unos cincuenta años atrás, ha­ bíanse planteado ideas análogas a las nuestras por un benemérito español—Francisco Javier Bia­ bo—a quien nos referimos en nuestro último libro LA TRAGEDIA DEL CHACO record ndo al gunos de sus conceptos y actos Biabo, en efec­ to, trató de ligar estrechamente a ambos países. El decía én la Asunción al gobierno paiaguayo, en­ tre otras cosas: “ Bolivia ama al pueblo paraguayo. “ Por su posición geográfica, vecindad y con­ veniencias, ningún pueblo podrá ser su más fiel amigo, con ninguno mejor que con él podrá darse la mano el día de un conflicto. ‘•Las vías de mi empresa se encargarán de facilitar esa unión de hacer de ambos pueblos uno solo” He ahí los ideales de Brabo. Y fué de acuerdo con ellos mismo que él sugirió el envío de la misión Quijarro de Bolivia al Paraguay en 1879, que, cómo se sabe, cele­ bró el primer tratado entre ambos países, por el cual Bolivia ocuparía el río Paraguay hasta el río Apa (paralelo 22°5’) y el Paraguay el Pilco mayo hasta Yacuyba. Había, en verdad, sacrificio de una y otra parte, pero al fin, eso era una solución. Así am­ bos países podrían explotar pacíficamente el Cha­ co. Lástima que esas generosas aspiraciones que­ JAIME MENDOZA 29 dasen únicamente consignadas en el papel. El parlamento boliviano, si bien aprobó ese pacto, le puso modificaciones en el sentido de procurar a Bolivia una zona para un puerto en el PiLomayo lo que constituyó un tropiezo retardatario Verdad que después lo aprobó en su forma original, pe­ ro para entonces en el Paraguay ya no había la misma disposición que en los, días de su pre­ sidente Barreiro porque "habían variado las cir­ cunstancias’’, según declaraba, años después, su propio canciller Y era que, desde esos días, empezó a hacer* se de la cuestión del Chaco, uno de tantos re­ sortes que manejaban según sus intereses perso­ nales o de grupo, los negociantes de la política interna de ese país. Lo demás se explica Dentro de la máquina política, se fue incrustado un capitalismo sórdi­ do que más veía sus conveniencias que no las del verdadero pueblo paraguayo en esta cuestión del Chaco. Los gobiernos asunceños, a favor de su po­ sición sobre el río, que pasaba a sus puertas, empezaron a disponer del Chaco a su guisa, aun del Chaco ya antes ocupado por Bolivia, o del Chaco inexplorado hasta entonces. Añadamos a este los descuidos lamentables de los gobiernos de Bolivia en la atención de esas lejanas fronteras. Bolivia, confiada en sus títulos, se limitaba a enviar a la Asunción unas y otras misiones diplomáticas, en vez de construir 3o EL IDEAL PACIFISTA caminos en el Chaco. Los enviados conversaban en los salones de la cancillería asunceña, o se entretenían con una correspondencia meramente papelista, mientras las infiltraciones de los nego­ ciantes en el Chaco se iban realizando lenta o disimuladamente, bajo el control del Paraguay. Era la “ ocupación”, el uti possidetis de facto que hoy exhibe el Paraguay al frente de los tí­ tulos históricos y jurídicos de Bolivia. Bolivia, sin caminos, no podía vigilar desde la Altiplanicie esas lejanas fronteras. El Paraguay te­ nía a su vera el río, un camino natural, ampio y fácil. El Chaco estaba a su ¿frente- Los resul­ tados, en consecuencia, tenían que venir, fa­ talm ente. Así ocurrió la toma de Puerto Pacheco, el único ricón que poseía Bolivia sobre el río Pa­ raguay. Con eso se acabó de perder su postrera salida libre al Atlántico por ese lado. Le pa­ saba igual que en sus antiguas costas de Atacama. Allí, algunos años atrás, había perdido sus puertos de Antofagasta y Cobija. Y allí tam­ bién habían operado, ante todo, los intereses capitalistas de un grupo de negociantes. No fue originalmente el pueblo chileno que se alzó contra el boliviano. Fue la Compañía de Salitres y Ferrocarril de Antofagasta, entre cuyo miem­ bros había altas personalidades oficiales, finan­ cieras. políticas, etc., que arrastró primero al gobierno de ese país y luego a su pueblo, a la guerra contra Bolivia. JAIME MENDOZA 3i

En el caso del Paraguay, lo repetimos, son también los intereses de un capitalismo sin en­ trañas que, entran, ante todo, en juego, respecto del Chaco. Ellos operan a retaguardia. Ellos em­ pujan. Ellos están mirando incluso el petróleo boliviano de la faja occidental del Chaco. Todo eso está muy claro yen el mismo Pa­ raguay han resonado voces proclamando esa ver­ dad . Y he ahí de qué manera se ha venido’ a tor­ cer o desfigurar el verdadero concepto de patrias y nacionalidades. Y en cuanto a Bolivia, no creemos tampoco que haya sido primitivamente un gesto espontá­ neo de su pueblo que nos haya llevado a esta guerra. El pueblo ha sido arrastrado por su go­ bierno quien no supo proceder con la debida ponderación y reposo ante las embestidas de unas patrullas paraguayas dentro del Chaco, ni tam­ poco en el terreno diplomático. Esto lo hemos dicho repetidamente en Bolivia, tanto desde el llano, como en el parlamento, sin usar de inú­ tiles eufemismos. * • • Concluyamos: «¿Sueños?»—habíamos dicho al concluir el libro LA RUTA ATLANTICA, cuando predicá­ bamos la paz y unión de Bolivia y Paraguay, en vez de lanzarse a una guerra que la llama­ mos «estúpida». Y en verdad que eran sólo sueños. 32 EL IDEAL PACIFISTA

La guerra reventó, Y hoy esa gran mancha de sangre de que habláramos entonces es ya una espantosa realidad. El Chaco sediento de agua, bebe a raudales la sangre de millares de seres en plena juventud El cielo se ensombrece con el humo y el polvo de la destrucción. El aire hue­ le a podre. El árbol se retuerce, ahulla y cae bajo la metralla. El paional crepita y arde. La tragedia muestra otro de sus aspectos más ho­ rrendos. Ya no es el bárbaro su principal actor. Es el civilizado. Y a medida que crece esa mancha roja en el Chaco, otra mancha negra, muy negra e in­ comparablemente más grande, crece también ca­ da día, más allá del Chaco sobre las montañas de Bolivia y en los bosques del Paraguay. Los hogares se enlutan. Las calles de las ciudades-ya no tienen la alegre nota del muchacho que pa­ saba en ellas entonando la canción de la vida. Ese muchacho fue a matar o a hacerse matar por el otro muchacho, que no le infirió ningún da­ ño. Los huérfanos piden el pan que ya no pue­ den darles las manos inertes. La madres, las hermanas, las esposas, las bien amadas, piden el amor que ya no pueden darles los corazones se­ cos.... Se está forjando una nueva moral: la del odio, de la ferocidad, de la venganza, que ya el bár­ baro del Chaco había cultivado desde el más le­ jano ancestro. Resucita en Bolivia el feroz Melgarejo; en el JAIME MENDOZA 33

Paraguay el cavernario Francia. Como el tro­ glodita, desde la penumbra, el genio maléfico de la guerra lanza unas contra otras legiones de hombres que sólo obran como autómatas. Se invierten los conceptos. Al noble y al­ to sentimiento .de la patria se lo hace instrum en­ to de pasiones inconfesables. La simulación v la mentira se erigen en cátedra de enseñanza y ejemplo. Y así se está maleando a la raza. Se siembra en ella los gérmenes deletéreos que ma­ ñana serán la insania mental, la epilepsia, la idio­ cia, el vicio, el crim en. No se advierte que aun cuando no muera el soldado del Chaco, él, tras la trinchera, sucio, harapiento, agotado teniendo como compañeros al piojo y a la nostalgia, a la incertidumbre y la rabia, inocula en su organismo un virus ponzoñoso que, en el hogar, pasará a sus descendientes, bajo la misma caricia del a m o r... Y así se ataca al porvenir. La tragedia de hoy será la de mañana, Y no es Ique hablamos sólo de la postguerra. Hablamos de esa otra tra­ gedia, que se cumple más allá de la apreciación de nuestros sentidos, en los senos recónditos de una humanidad aplastada por el miedo y por el dolor, donde también se realizan otras luchas, si calladas e invisibles, no por ello menos espan­ tosas en sus resultados. He ahí la guerra...El Chaco, en verdad «es un crisol donde se está forjando una nueva pa­ tria»...¡Que patrial Sólo que ese crisol, ya rebosa 34 EL IDEAL PACIFISTA de sangre por los bordes. Razón tenía el hijo nues­ tro, el adolescente amado, cuando, tiempos antes de esta guerra, al ver el ocaso pintado de inten­ so color rojo, y en medio de él a Véspero, bri­ llando con luz blanca y pura, nos escribía desde La Paz a Sucre, -diciéndonos con palabra profeti- ca: «Diríase que en la Altiplanicie se hubiese levantado una hoguera gigantesca.. .El ocaso pa­ rece un gran lago de sangre y sobre él, la estrella de la tarde es como una lágrima enorme y soli­ taria.» Un lago de sangre...Eso es...Y en medio de él flotando todo un mundo de dolores, de an­ gustias, de vigilias, de plegarias, todo un océano de llanto condensado en una gota, cuajándose en una estrella,

LA PAZ

1 año pasado, cuando se encendían las pri­ meras llamaradas de la actual conflagración del Chaco, y cuando en el ambiente an­ dino todo el mundo gritaba guerra, nosotros nos abrazamos al blanco estandarte de la paz. Dentro del mismo parlamento boliviano, sonó nuestra voz, invocándola con sencillez y entereza. Pedíamos a la Cancillería de nuestro país se aco­ giese al llamado de los diez y nueve países neu­ trales en ese sentido. Ni los primeros triunfos de JAIME MENDOZA 35

Bolivia nos aluncinaban. Hasta llegábamos a pro­ poner la devolución al Paraguay de los fortines (Boquerón, Corrales, Toledo, Rojas Silva), toma­ dos por nuestras tropas en los primeros momen­ tos del conflicto, siempre que el adversario devol­ viese a Bolivia el litoral de Bahía Negra y zonas adyacentes que, desde 1888, se le habían arreba­ tado. Empero, nuestra voz solitaria no tuvo eco. El ambiente ardía. Y aun cuando desde la tribuna de la prensa proclamábamos también nuestra tesis, hallámonos ante el grueso muro de la incompren­ sión. Pasó así el tiempo. Y al alejarse del parla­ mento, aún el solitario campeón de esa causa, decía a sus colegas: «Opino que todavía hay tiempo de pensar en la paz. Bolivia debe oír la voz de la Liga de las Naciones y de las Potencias Neutrales en este sentido.» * ♦ * Pero, no vino la paz Y ahí están las consecuencias. Pues bien, hoy día. va que los enviados de esa entidad mundial de íá paz universal,—la Li­ ga de las Naciones—han trepado hasta las cimas del Macizo Boliviano para estudiar de cerca la si­ tuación, nosotros queremos también recalcar a sus oídos nuestra vieja divisa. Venga la paz, en buena hora. 36 EL IDEAL PACIFISTA

Pero no una paz artificial, una paz meramen­ te diplomática, o una paz encubridora de la mis­ ma guerra. Venga la paz leal, íntegra, justa. Y la base esencial para ello, creemos que es­ tá en que se dé a Bolivia su acceso libre al rio Paraguay, al que tiene perfecto derecho. Bolivia—ya lo dijimos, y lo repetiremos siem­ pre—necesita su río,—el Paraguav,—como necesi­ ta su m ar,—el Pacífico Y mientras no tenga el uso amplio de ellos, quedará siempre pendiente uno de los puntos de interrogación más sombríos para la tranquilidad del continente. Bolivia, en­ tonces, necesariamente, tiene que ser el pueblo perturbador de ella, cual lo han dicho sus de­ tractores Es natural. Bolivia no puede someterse es­ túpidamente a morir sin ensavar los gestos, si­ quiera instintivos, que realiza cualquier organis­ mo, aun de los más inferiores, ante pi ocedimien os que pretenden arrebatarle sus medios naturales de sostenimiento Bolivia, el país de inmensas posibilidades para provecho de la humanidad, pot sus rique­ zas naturales; Bolivia, la cuna de una civilización milenaria que alumbró a la América, desde la noche de los tiempos; Bolivia «la gran cautiva» como la llamamos en nuestra obra E l MAR D EL SUR a propósito de su situación en el Pacífico, no puede proseguir sometiéndose indefinidamente a un sistema absurdo de compresión JAIME MENDOZA 37

La compresión, lleva al estallido. Es el ca­ so de la guerra actual. Bolivia necesita de su río. He ahí lo funda­ mental para ella en la cuestión del Chaco. Y por mucho que el enviado paraguayo ante la Li­ ga de las Naciones, Caballero de Bedoya, impug­ ne la necesidad, considerándola como un siste­ ma desacreditado en el derecho internacional, la verdad es, sin embargo, que ella constituye, en el hecho, ¡a suprema ley de los hombres y de los pueblos. Y, justamente, el mismo Paraguay, cuando disputa a Bolivia el Chaco Boreal a sangre y fuego, procede dentro de esa lev. El Paraguay, país pequeño, necesita más territorio para vivir, v obra en consecuencia. Sobre ese principio está basada su doctrina tan socorrida hoy día de la ocupación. Lo racional, entonces, lo justo y aun lo cien­ tífico, es que Bolivia y Paraguay se entiendan rec­ tamente para llenar sus recíprocas necesidades aun cuando para ello tuviesen que hacer doloro­ sos renunciamientos. Así entendemos, más que en el campo sen­ timental, el concepto de la verdadera fraternidad boliviano—paraguaya. No una fraternidad simplemente afectiva, si­ no más bien fundada en los intereses solidarios de de ambos pueblos, ya que por la misma oposi­ ción de sus productos, puede el uno complementar al otro; el intercambio no sólo espiritual sino ma. 38 EL IDEAL PACIFISTA teriil; una edificación económica, vamos al de­ cir, tal como la quería tan ahincadamente, hace medio siglo, aquel bravo español Francisco Ja­ vier Brabo, quien, dentro de tal criteiio, quería hacer «de ambos» pueblos, uno sólo, Verdad es que si bien se analiza este asun­ to, su significado ya no es siquiera meramente internacional, sino propiamente humano. El río como el mar, son caminos del mundo. La huma­ nidad debiera trajinar libremente en ellos. Empero, como este criterio puede parecer paradójico, hay que decir, por lo menos, que la presencia de Bolivia en el río Paraguay no ie in­ teresa sólo a ella, sino a la propia nación para­ guaya, y, en común, a todos los países del Pla­ ta . Todos ellos, por tanto, debieran apresurar a lograr la solución más pronta y eficaz del actual conflicto. Es un asunto que también les incumbe directa e indirectamente. Es una cuestión del Plata. Fin