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NADA ES PARA SIEMPRE

Máximo García Ruiz

Ilustraciones: Rebeca García Pérez

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Nada es para siempre

© 2019. Autor: Máximo García Ruiz Ilustraciones: Rebeca García Pérez

Diseño y maquetación: Juan José Bedoya Foto portada: malerapaso

Impreso en España

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“En feo libro está saber non feo” (Arcipreste de Hita. El libro del buen amor)

“Quien nunca ha hecho de su fuero interno campo de pelea, será un fanático intolerante siempre” (Miguel de Unamuno)

A mis hijos y nietos, depositarios y transmisores de las raíces familiares.

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W X Índice

Introducción ...... 11

I. En el principio ...... 15

1. 1939. Guerra incivil ...... 17

2. Soy del Torío ...... 19

3. No tuve hogar ...... 20

4. Mi abuelo fue labrador ...... 22

5. Soñar despierto ...... 23

6. Trazar un camino ...... 24

II. Emociones ...... 25

1. Una sonrisa ...... 27

2. Lágrimas amargas ...... 28

3. Dos lágrimas ...... 29

4. Volverse como niños ...... 31

5. Mirar hacia atrás ...... 32

6. La mirada de un niño ...... 33

III. Sentimientos ...... 35

1. Soledad ...... 37

2. Ser feliz ...... 39

3. Destino incierto ...... 40

4. Melancolía ...... 41

5. Los nidos de hogaño ...... 42

6. Sólo tenía dinero ...... 43

7. Sonata ...... 45

8. A la espera del hijo pródigo ...... 46

IV. Naturaleza ...... 47

1. Disfrutemos del sol y las estrellas ...... 49

2. Lluvia ...... 50

3. Braman las olas ...... 51

4. Ahuehuete ...... 52

5. Llora la tierra ...... 54

6. Parte de la tierra ...... 55

7. Los ciclos de la vida ...... 56

8. El último aliento ...... 58

9. El lago de Sanabria ...... 59 X

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V. En la ciudad ...... 61

1. Madrid en otoño ...... 63

2. Tarde madrileña ...... 65

3. Solana de Fenar ...... 66

4. Errante por el parque ...... 68

5. La España irredenta ...... 69

VI. Sociedad ...... 71

1. Día de Reyes ...... 73

2. Peregrinos ...... 74

3. Huir de guerras y horrores ...... 76

4. Extranjeros ...... 78

5. Mujer mala ...... 79

6. Vivir em un mundo tan convulso ...... 81

VII. En torno a la fe ...... 83

1. El perdón ...... 85

2. Falsos profetas ...... 86

3. Como dioses ...... 87

4. La verdad ...... 88

5. Confiar en Dios ...... 89

6. Herejía ...... 90

7. Salieron de la Iglesia ...... 92

8. La cruz ...... 93

9. Resurrección ...... 94

10. Hechos a la imagen de Dios ...... 95

VIII. Al final ...... 97

1. Hacer balance ...... 99

2. Haber llegado al final del camino ...... 101

3. El teléfono no suena ...... 103

4. Ligero de equipaje ...... 104

5. El preludio de la muerte ...... 105

6. ¿Por qué temer a la muerte? ...... 107

7. El reloj marca las horas ...... 108

8. Vanidad de vanidades...... 109

9. La eternidad de Dios y la transitoriedad del hombre ...... 112

10. Silencio ...... 115

IX. Epílogo ...... 117

1. Ser poeta ...... 119

2. Credo de Máximo García Ruiz ...... 120

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Introducción

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a prosa se escribe con la cabeza y la poesía con las vísceras, especialmente con el corazón. La prosa es un estilo literario más cerebral, en cierto modo más Llibre y espontáneo, que narra hechos, reales o ficticios, con precisión, bien sea con la originalidad del uso de un lenguaje conceptista, al estilo de Quevedo, o con la elocuencia más rebuscada de Góngora, denominada culteranismo o gongorismo, La poesía, por su parte, es una composición literaria concebida más como una expresión artística que tiene como objeto central describir la belleza y los sen- timientos por medio de palabras, bien sean sujetas a una medida y cadencia preestablecida, como es el caso habitual de los clásicos del Siglo de Oro y otras muy diversas generaciones de poetas, o mediante un verso libre al que no le falta cadencia y musicalidad, como sería el caso del considerado padre del verso libre, Walt Whiman (1819-1892), autor de Hojas de hierba, o la ma- yoría de los poetas contemporáneos. La poesía siempre es un esfuerzo por captar todo lo bello de la creación. Cuida la estética, mide las palabras, llega a los sentidos. La poesía busca el abrazo entre lo y lo terreno; entre lo espiritual y lo material. La poesía es la novia eterna de todo lo bello, de todo lo justo, de todo lo romántico. Es, siem- pre, un acto de amor. Une al poeta con el universo y con las personas. La poe- sía busca lo más hondo, lo más profundo; se unen la palabra y la musicalidad en un matrimonio indisoluble, en el que el fruto de esa unión son el senti- miento y la belleza. La poesía es memoria y es profecía; es esperanza y es fe. Es, en cualquier caso, una ventana por la que nos asomamos al alma del poeta, y por la que el poeta permite que fluya al exterior el aroma de su propio ser. La poesía se enmarca en cuatro etapas básicas de la vida: la adoles- cencia, la juventud, la madurez y la vejez. El adolescente escribe acerca del amor; de lo que intuye o percibe que puede ser el amor; es esa sensación que algunos han descrito como sentir mariposas en el estómago. El joven está atrapado por la utopía, a veces, tal vez, seducido por alguna pasión épica, si- tuaciones que pueden manifestarse en desengaños, tragedias o, en ocasiones, X

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W X en simples comedias que, en el fragor de la vida diaria, puede sobrellevar con relativa facilidad. El adulto está excesivamente implicado en vivir, en salir a flote, en hacer frente a la realidad; la poesía termina convirtiéndose en una especie de compromiso vital. El viejo es otra cosa; al viejo le quedan los re- cuerdos, las añoranzas, las frustraciones, tal vez un cierto punto de amargura; y, al frente, un corto recorrido, previsible en lo que a su inmediatez se refiere, en el que los proyectos, si alguno queda, son siempre a muy corto plazo; en el ambiente flota, cercano, el aleteo de la muerte, con la que tiene que aprender a familiarizarse y a convivir. Obviamente, la poesía no puede evadirse de las emociones, de los sentimien- tos y de las reflexiones fruto de cada etapa de la vida. Por ello, gira en torno a la belleza, al amor, al desengaño, a la vida o a la muerte. Éste es un libro de poesía escrito en su totalidad en la última etapa de la vida del autor. Un libro que tiene un inicio y un final, como fácilmente descubrirá el lector; en definitiva, como la vida misma. Una mirada hacia el pasado y una reflexión sobre el futuro y, entre medias, un recorrido por las emociones, por los sentimientos, por la naturaleza. Como tal libro de poesía, está compuesto desde lo más hondo del alma, allí donde se gestan los sentimientos y se anidan los recuerdos y las vivencias que se han ido tejiendo en la vida de una persona. Y, por último, una premonición. Barrunto que éste pudiera ser mi último libro. Preparar un libro lleva tiempo, sea escrito en prosa o en verso. Antes de en- tregarlo al editor, hay que escribirlo, hay que depurarlo, hay que dejar que vaya creciendo, que vaya tomando forma, que termine siendo lo que el autor ima- gina que puede llegar a ser. Y todo eso lleva tiempo, y si de algo carece uno cuando ha superado la barrera de los ochenta, es de tiempo cierto. Bueno, ca- rece de perspectiva, de la previsión del tiempo de que puede disponer. Los proyectos ahora son, efectivamente, a corto plazo; uno no sabe si le será con- cedido el tiempo suficiente para gestar y ver crecer un nuevo proyecto literario. Por otra parte, este volumen ha ido adquiriendo un cierto tinte de testamento autobiográfico. Los sentimientos, las emociones, las añoranzas se han ido apo- derando del espacio y dejan, sin haberlo pretendido, un cierto sabor a memoria de las cosas. De las cosas sucedidas y de las cosas que pueden suceder. Así es que, si éste fuera el último, siendo el tercero de los libros de poemas editado, pienso que podría ser un buen final. El tiempo irá marcando el camino y po- dremos comprobar lo que da sí.

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W X I En el principio

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1. 1939. Guerra incivil

“¿Se olvidará la mujer de lo que dio a luz, para dejar de compadecerse del hijo de su vientre?” (Isaías 49;15).

Castellana nueve. Lugar de residencia un coqueto recinto abuhardillado allí Ana Inés sufre su indigencia.

La finca es lujosa; en ella habitan magnates, victoriosos de la guerra que los bienes robados parasitan.

No es el caso de Ana Inés, que utiliza la degradante escalera de servicio mostrando así su condición sumisa.

El niño, quien apenas cuenta un año ignorando el destino que le aguarda, duerme plácidamente; nadie le hará daño.

Mientras, la madre, cual leona herida, protege con su amor apasionado al hijo que amamanta y da la vida.

Ana cose a la luz de una bombilla cose y cose, desconoce la fatiga, para dar el sustento a la familia.

La ausencia del marido es lacerante, cometió el delito de mantenerse fiel a la República. Postura amenazante.

La sentencia, pronunciada sin demora, niega toda esperanza al prisionero, cualquier ilusión se cierra por ahora.

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La noticia llega despiadada, tres horas de permiso tiene el preso, para enterrar a la mujer amada.

Al niño hay que envolverlo en sus pañales y buscarle un lugar donde le ofrezcan el calor, despojado de sus padres.

Encerrado en la cárcel, Yeserías, la mujer ya enterrada, en el Este, el hijo el desarraigo sufriría.

Abatido, desolado, entre rejas una vez más el bronce tañe a muerto ¡adiós padre, triste y solo me dejas!

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W X 2. Soy del Torío

“Cuando os envié sin forja, sin alforja y sin calzado, ¿os faltó algo? Ellos dijeron: Nada” (Lucas 22:35).

Soy más del Torío que del Manzanares, aunque nací en Madrid, que aspira a que su arroyo se convierta en río caudaloso, emulando al Tormes, al Tajo o al Duero majestuoso.

Recorrí siendo niño las praderas, del Valle de Fenar: Vallincaliente, el prao Reguilo, Trasdevesas…, pastoreando las vacas del abuelo, que pacían la tierna yerba de las fértiles dehesas.

La Robla industrial ofreció trabajo a los mozos oriundos de aquel valle, que hasta entonces compartían, la mina con el arado comiendo de los frutos por ellos cultivados.

Aún parecen resonar mientras se acerca el rebaño de ovejas vecinal, las esquilas que anuncian su llegada cubierta la jornada, buscan, cada una, refugio en su corral.

Los hombres emigraron. Ya no hay mina la tierra se dejó de cultivar, las vacas, los rebaños, las carretas, ya no evocan a su paso la armonía que dio sentido a aquel lugar.

Solana de Fenar, aldea perdida, donde unos pocos se niegan a marchar; quedan junto a ellos los recuerdos, la añoranza, y los muertos que en su cementerio fue posible otrora enterrar.

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3. No tuve hogar

“Aunque mi padre y mi madre me dejaran, con todo, Jehová me recogerá” (Salmo 27:10).

Yo no tuve colegio, como otros niños tienen, ni padres, ni hermanos, ni pueblo, ni casa, ni hogar. No tuve fiestas de cumpleaños, ni esperé a los Reyes Magos, ni regalos por Navidad, aunque nunca me faltó, eso es cierto, un trozo de pan. Rectifico. Sí, llegaron un año, desde Oriente a Solana de Fenar, los tres Reyes Magos, y me trajeron un tranvía de hojalata. Nada más. Tenía siete años. Nunca más.

¿Para qué llorar si nadie te va a consolar? ¿Por quién gemir, si tus muertos ya no están? Suspirar ¿por qué? ¿para qué?, si nadie te escuchará, si no hay brazos que te abracen, ni manos que tu cara acaricien, ni regazo en el que refugiarte, ni pañuelo que enjugue tus ojos y te inste a dejar de llorar?

Salté de una escuela a otra escuela, seis, siete, tal vez ocho… Un corto tiempo con monjas displicentes, X

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W X incapaces de amar, y un grato recuerdo: Goico, un republicano, recién liberado de Yeserías. Un lugar al que se refería como “la Universidad”. Me enseñó gramática y matemáticas, poco más. No tuve Instituto ni Universidad, a los catorce años había que trabajar. Más tarde, ya adulto, me pude desquitar: conseguí, como pude, el Bachillerato, y accedí a la Universidad, pero nunca pude saciar la nostalgia de un colegio propio, cuando corresponde, de un instituto y de “mi” Universidad.

He tenido casa, pero nunca hogar, hasta que formé el mío propio, mi propio hogar, y ahora he llegado a la tercera edad. He amado y he sido amado, he vivido con intensidad momentos amargos y también algunos de felicidad, Ahora, cumplidos los ochenta años, vislumbro como va acercándose la etapa final.

No le tengo miedo al futuro incierto sí a la enfermedad, nada me acongoja de forma especial, nada espero ya. Mis ojos cansados de tanto mirar han recuperado, aunque tarde, la capacidad perdida de llorar; lágrimas ocultas, escasas, que apenas si brotan del lagrimal. X

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4. Mi abuelo fue labrador

“Corona de los viejos son los nietos” (Proverbios 17:6).

Mi abuelo fue labrador en una aldea leonesa, labró la tierra adusta de secano, manejando con paciencia y con destreza la yunta de vacas y el arado; y el trillo que, en jornadas sofocantes, arrastrado por las reses, al yugo uncidas, guiaba paciente en la era, bajo un sol intenso y justiciero, hasta ver desmenuzadas las espigas del cereal recién recolectado, y en la parva, finalizado ya el trabajo, contemplar el dorado trigo cosechado, preparadas las pacas de paja para dar alimento al ganado.

Manejaba con maestría la guadaña, cuando de segar el heno se trataba. Restauraba las sebes de los prados, podaba e injertaba los frutales, se ocupaba de atender los animales: los cerdos, las vacas, las gallinas, los conejos, incluso los pardales, que compartían la comida en los corrales.

Ayudaba a parir a una vaca, o curaba a un carnero desmochado. La faena del día no acababa, al regresar a la casa anocheciendo en aquellos interminables días de verano. Limpiar las cuadras, ordeñar las vacas, preparar los aperos de labranza, para seguir la tarea al día siguiente, y, por fin, el descanso del abuelo, conquistado tan justamente.

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5. Soñar despierto

“… Vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones” (Joel 3:28).

Sueño con soñar, soñar despierto, soñar con un futuro en el que el sol luzca para todos, sean ricos o pobres, hombres o mujeres, catalanes o andaluces, judíos, cristianos, musulmanes… Un mundo nuevo, sin odios ni rencores, sin que nadie sea extranjero donde todos tengan techo y puedan soñar, soñar despiertos.

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24 B “Encomienda a Jehová tus obras, y tus pensamientos serán tus obras, y tus pensamientos “Encomienda a Jehová 16:3). afirmados”. (Proverbios

escaleras al azar, poemas que vuelan libres lograr. sin su objetivo peldaños, uno tras otro, peldaños, para alcanzar el destino. Escaleras que no logran alcanzar, el propósito poemas que no consiguen mi destino aclarar. Busco el destino soñando Busco trazarme un camino, un camino que me lleve con certeza a descubrir mi destino. Busco trazar un camino, por eso escribo poemas, 6. Trazar un camino 6. Trazar

X W W X II mociones

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1. Una sonrisa

Dijo Sara: Dios me ha hecho reír” (Génesis 21:6).

Una sonrisa aislada puede no ser mucho, fugaz, sugerente, en una mañana gris, sin alicientes.

Una sonrisa sola no hace carcajada, no llena el firmamento de alegría. Es, aparentemente, nada.

Una sola sonrisa no licúa las penas que se han ido acumulando, sin saber muy bien por qué ni cuándo.

Una sonrisa aislada es un “buenos días”, una forma amable de saludarte, un deseo tierno de querer amarte.

Una sonrisa, tan solo una sonrisa, es como una palmada que en el hombro cansado anuncia compañía.

Una sonrisa aislada, una sola sonrisa, puede ser la dádiva más tierna que alguien puede darte.

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2. Lágrimas amargas

“No me llaméis Noemí, sino llamadme Mara; porque en grande amargura me ha puesto el Todopoderoso” (Rut 1: 20).

Mis lágrimas son amargas, como las aceitunas sin curar, que someten a tortura al paladar; como el ajenjo, que en la medida que amarga, sana; como los berros del río, o la palabra torpe del amigo que escuece escuchar.

Lágrimas que no mojan la mejilla, guardadas discretamente, en el aljibe oculto de la intimidad.

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3. Dos lágrimas

“Amargamente llora en la noche, y sus lágrimas están en sus mejillas” (Lamentaciones 1:2).

Dos lágrimas resbalan lentamente. por su mejilla, sin pudor, sin miedo ni esperanza. Sin dolor. Descienden lentamente, por la mejilla acartonada, sólo dos lágrimas, lentamente, buscando o sorteando a veces el surco de una piel ajada.

Sus ojos ya no lucen, como antaño lucían, sólo miran, miran al infinito, sin ver nada, intuyendo, recordando, soñando, mientras dos lágrimas, sólo dos lágrimas, recorren el erial de su cara, envejecida y arrugada.

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Dos lágrimas, tan solo dos lágrimas, que arrastran el último lamento, líquido que aún brota de su alma. Dos lágrimas, las últimas, descienden lentamente, del venero que se ha secado dentro y ya no queda nada, nada, nada.

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4. Volverse como niños

“…Si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos” (Mateo 18:3).

Vinimos a este mundo sin ropaje desnudo nuestro cuerpo y sin pudor, sin miedo a mostrar nuestras vergüenzas permitiendo contemplar nuestro interior.

Poco a poco nos fuimos revistiendo con ropajes de distinta condición, y ya no sólo los cuerpos ocultamos, también el sentir del corazón.

Con el paso del tiempo ya no somos los mismos que fuimos al nacer, la inocencia se ha trucado en desconfianza, diferente es ahora nuestro ser.

Como niños hay que hacerse, dijo el Cristo, sin malicia, dejando siempre ver los pliegues más ocultos de nuestra alma. Ése es el camino que hemos de emprender.

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5. Mirar hacia atrás

“Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia” (Efesios 4:31).

Mirar hacia atrás sin ira y sin rencores, olvidando el dolor de las palabras que laceraron inmisericordes la dignidad, hecha girones.

Palabras como antorchas encendidas que dejaron a su paso, incandescente, la tierra achicharrada y dolorida estéril, incapaz de dejar brotar la vida.

Mirar hacia atrás sin recordar el daño causado por quienes te ofendieron y vilipendiaron, olvido y perdón en un abrazo entrelazados sin poner precio a la alegría que te robaron.

Mirar hacia atrás, sin ira, sin rencores, libre el alma del veneno ponzoñoso que inoculó el odio desmedido. De esta forma saldremos victoriosos.

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6. La mirada de un niño

“De cierto os digo que por cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis” (Mateo 25:40).

Quisiera ser profundo como Octavio Paz, genial a semejanza del Manco de Lepanto, prolífico autor cuál el ínclito Lope de Vega, crítico como lo fuera Miguel de Unamuno, gozar de la clarividencia de un Ortega y Gasset y del sexto sentido de San Juan de la Cruz para poder describir con rotunda certeza, con genial maestría, total contundencia y lúcida comprensión, la mirada de un niño, de miles de esos niños expulsados de su tierra, de su familia, de su hogar. Después de cruzar los desiertos o sobrevivir a la furia del mar, superada de las concertinas, y aún en otros casos, la explotación sexual, grabada en su retina la muerte, de aquellos que no pudieron llegar, entre ellos su padre, o su madre, o el hermano pequeño, o el abuelo ya viejo, que no pudo continuar, llegan por fin a pisar nuestro suelo donde soñaron poder encontrar alivio a tantas penurias superadas, palabras de aliento, muestras de cariño y, tal vez, un nuevo hogar.

No tienen palabras para expresar si es miedo, esperanza, o desolación, lo que hay en su mente al contemplar el Centro que ahora les alberga, hacinados, sin nombre, sin saber cuál será su destino o si habrá destino con el que soñar.

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Tan solo con mirar a sus ojos grandes, infinitos, como el sol del África que les dio la vida y los vio marchar, para así descubrir el misterio sin desentrañar. No hay miedo, porque traen cubierta la cuota, ni esperanza, de tanto esperar. Esos ojos grandes y profundos, como el desierto, como el hondo mar, muestran tan solo tristeza, ni aún siquiera ganas de llorar.

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1. Soledad

“Anduvieron perdidos por el desierto, por la soledad sin camino, sin hallar ciudad en dónde vivir” (Salmo 107:4).

Soledad, qué ingrata compañía, en ocasiones, cuando el silencio se apodera del lugar, y nadie está dispuesto a acompañarte sentándose a tu lado, sin hablar.

Soledad, comienza brotando en las entrañas y recorre todo el interior de alguien abrumado que demanda silencio, un silencio que amortigüe su dolor. *** La soledad es mala compañía cuando las horas transcurren lentamente, y se vive tan solo de recuerdos que nada tienen que ver con el presente.

Al llegar al ocaso de la vida, cuando nadie a tu alrededor te necesita y los ruidos de tu entorno se amortiguan, está la soledad. Ya nadie te visita. *** Más triste es aún la soledad, de dos sin armonía, viendo pasar las horas sin nada que compartir. Día tras día.

Ser testigo del ciclo de la vida que anuncia que aquí todo termina y hacerle frente a un destino ignoto, en soledad, sin saber cómo culmina. ***

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Si he de quedarme solo totalmente solo, sin nadie que comparta mis amaneceres o la noche que preludia la soledad de otros muchos anocheceres.

Si he de quedarme solo, totalmente solo, sin la palabra amable del vecino, sin la caricia tierna del ser amado, sin el abrazo fraterno del amigo.

Si he de quedarme solo, totalmente solo, sin los placeres propios de la vida sin la certeza de una misión cumplida.

Si la soledad ha de ser mi compañía y me quedo sin nada, sin nadie, noche y día, no me dejéis del todo despojado: no me privéis de la Pluma y la Palabra, mi consuelo, mi eterna compañía.

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2. Ser feliz

“Tú diste alegría a mi corazón” (Salmo 4:7).

Ser feliz, un sentimiento evanescente y pueril. Un sentimiento que se goza en ocasiones, brevemente, sin apenas percibir.

Ser feliz, un buen deseo, y una meta a conquistar, un propósito que a todos nos suele acompañar, aunque sólo en ocasiones, muy fugaces, es posible disfrutar.

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3. Destino incierto

“Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar” (Salmo 32:8).

Si no sabemos a dónde vamos ni de dónde venimos, si desconocemos por qué nacemos y por qué morimos, y lo mismo amamos que odiamos. Si caminamos a ciegas, buscando un destino incierto, aunque soñado, hagamos que el destino nos conduzca por senderos de amor y de esperanza hasta que nuestro ser, cumplido el tiempo, descanse, ajeno a cualquier tipo de añoranza.

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4. Melancolía

“La melancolía en el corazón del hombre lo abate; más la buena palabra lo alegra” (Proverbios 12:25).

No quiero que me habite la melancolía. Quiero encontrar en mi camino otro tipo de amable compañía.

Quiero recuperar ese resto de alegría que aún queda escondido en algún rincón del alma mía.

Quiero mirar a las estrellas en la lejanía, y permitir que la emoción anule la melancolía.

Quiero mudar. Cambiar mi vida en armonía para poder gozar de nuevo aquel sosiego en el que vivía.

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5. Los nidos de hogaño

“Oirá el sabio, y aumentará el saber, y el entendido adquirirá consejo” (Proverbios 1:5).

Alonso Quijano, el Bueno, recobró la lucidez.

Sancho no puede creer que se abandonen los sueños que mantuvo su señor y que le hicieron ser cabeza de una ínsula mayor. En los nidos de antaño, dice, mientras su hacienda reparte, y se dispone a morir ya no hay pájaros hogaño.

Sancho implora a su señor: ¡No se abandone a la muerte! No renuncie a Dulcinea, no se avenga a las razones que esgrimen los malandrines. No se arrepienta de nada, la estima no es necesaria de quienes nada comprenden y nos llevan a la muerte.

No, Sancho, no te equivoques. Los nidos están vacíos. Los pájaros de otro tiempo volaron despavoridos. Los sueños se han disipado. la razón ha prosperado. No hay lugar para ensueños. Los rufianes han triunfado. Ya no hay pájaros hogaño.

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6. Sólo tenía dinero

“Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y de lino fino, y hacía cada día banquete con esplendidez” (Lucas 16:19).

Era tan pobre, tan pobre, que solo tenía dinero y una lujosa mansión donde refugio buscaba huyendo siempre del miedo. Miedo a perder lo robado y al reproche callejero; miedo a los fantasmas zaínos que le acosan con denuedo las noches en que la luna muestra su fuego en el cielo.

Miedo a la soledad que sufre todos los días incluso cuando asustado no le falta compañía. Miedo a los recuerdos turbios que le traen remordimientos, del tiempo en que despreciaba a quienes fe le tenían, y medraba explotando y desechando, a quienes bien le servían.

Miedo a los ruidos de fuera que piden justicia a gritos; miedo a los ruidos internos que actualizan sus tormentos y que cual dagas de acero se le van clavando dentro. Miedo a lo desconocido, revestido de fantasmas que buscan darle tormento. Miedo a sus sentimientos, y miedo incluso al silencio.

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Siendo tan pobre, tan pobre, al tener tanto dinero, con él pretendía comprar unas dosis de cariño y una porción de consuelo. Nadie escuchaba sus quejas, nadie atendía su deseo, ninguna mano extendida ninguna palabra amiga, ningún abrazo afectuoso, el dinero no compensa su fatiga.

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7. Sonata

“Se ha cambiado mi arpa en luto, y mi flauta en voz de lamentadores” (Job 30:31).

Se oye lejos una guitarra con sus notas lastimeras sonata que lanza al aire, acercando la distancia, mensajes atormentados que fomentan la añoranza.

Tarde de abril. Hace falta un poeta que le ponga palabras a esa sonata, con mensajes de alegría letras que llenen de versos esta triste melodía.

Un poeta que cante a la vida, que sueñe con quienes sueñan, que vibre con quienes vibran, que llore con quienes lloran, que cante con quienes cantan, que le ponga fantasía.

Si yo fuera poeta cantaría siguiendo los acordes de una guitarra, con fuerza y armonía. Daría esperanza a los que sufren, solaz a quienes buscan compañía, y a todos, un remanso de paz y de alegría.

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8. A la espera del hijo pródigo

Parábola del hijo pródigo (Lucas 15:11-32). “Ya no soy digno de ser llamado tu hijo” (vr. 19).

Dejadme a solas con mi dolor y mi esperanza. silente, espero cada mañana cansada la mirada de contemplar el camino vacío, comprobando una vez más que no regresa, que nada cambia.

El cordero para la celebración, está esperando; los músicos afinan con tesón el violín, la flauta y los timbales. La fiesta, preparada, los brazos abiertos para recibirle. No falta nada.

El sol ya se ha puesto y no aparece. Hay que esperar a mañana, el mañana que llega y muere. mientras, los ojos se van cerrando lentamente, eternamente.

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1. Disfrutemos del sol y las estrellas

“Levantad en alto vuestros ojos, y mirad quién creó estas cosas” (Isaías 40:26).

Disfrutemos del sol y las estrellas que los ricos no pueden confiscar. Ya son dueños del agua y de la tierra y del sitio en el que podemos habitar. Controlan los ciclos productivos, imponen sus leyes a quienes la tierra destinados están a cultivar; contaminan los ríos y los mares a causa de su gran voracidad.

Disfrutemos del sol y las estrellas que los ricos no han podido confiscar, mientras podamos gozar de autonomía para recorrer libremente la ciudad, salir al campo cuando así nos apetezca, dejar que el sol nos cubra con sus rayos, y en las noches de cielos estrellados su luz alimente nuestros sueños dando aliento a nuestra alma inmortal.

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2. Lluvia

“Yo daré la lluvia a vuestra tierra a su tiempo, la temprana y la tardía” (Deuteronomio 17:14).

Se abren los poros resecos de la tierra, absorben con ansia la lluvia acumulada en los nimbos níveos que encapotan la bóveda azulada. Y la acaricia, la inunda, y penetra con ternura enamorada. saciando el deseo que la inflama.

Se abren con lujuria incontenida las grietas que cuartean la finca yerma, marchitada, para dejar correr por sus entrañas como si de una transfusión de sangre se tratara, la vida que cae de las alturas y riega, riega, la tierra resquebrajada.

Y ella, agradecida, desnuda y entregada, fundida en un abrazo con su amante, el Sol, que la fecunda, ofrecerá el cereal y la legumbre, y el pasto fresco y abundante, que saciará el hambre de quienes la cultivan.

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3. Braman las olas

“Tú tienes dominio sobre la braveza de la mar; cuando se levantan sus ondas, tú las sosiegas” (Salmo 89:9).

Braman las olas llegando procedentes de alta mar y acarician tiernamente las playas al arribar.

La soberbia que las mueve se ha calmado al comprobar, que en la arena de la playa todo invita a reposar.

Gaviotas surcan el cielo y descienden a la mar en busca del alimento que generosa les da.

Unos niños en la playa juegan, gritan, vienen, van, y el sol allá en occidente, pronto se ausentará.

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4. Ahuehuete

“Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas, que da su fruto a su tiempo, y su hoja no cae” (Salmo 1: 3).

Situado en el Parterre del Retiro discretamente ubicado en una orilla protegido por una verja que le aísla de peligros, pero no de quienes lo visitan y contemplan con admiración, respeto y cortesía. Retoño que lo fuera en sus orígenes del milenario abuelo mexicano, o tal vez guatemalteco, o quizá texano, se ha convertido en el árbol más longevo de Madrid y sus parques más cercanos.

Dos mil años contemplan a su estirpe, aunque él mismo, aun siendo venerable, no llegue a los trecientos años. Ha dado sombra a reyes y vasallos, ha servido de inspiración a los poetas y de refugio a los enamorados; incluso los franceses, en su infamia, cuando a España sometieron por las armas colocaron un cañón entre sus brazos amenazando con él al vecindario.

Cubre con su sombra perfumada a quienes acuden a admirarlo, y en su frondosidad cargada de años las aves se refugian al terminar el día. La generosa savia que le nutre permite que crezca lentamente, de forma caprichosa. Y así se ha convertido, con su grosor de tronco imponente, en el árbol que nunca envejece. En un nombre sugerente: ahuehuete.

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Once son los brazos que de su tronco brotan, (después que uno de ellos le fuera amputado) “brotes de emergencia” de una guía perdida, como si de una divinidad hindú se tratara, que con devoción hacia el cielo apuntan intercediendo por todos aquellos que bajo su denso ramaje se refugian. Tan solo uno de ellos se inclina hacia la tierra, humilde, rinde tributo a quien le da vida y con tanta generosidad le nutre y cuida.

______Nota.- El tema del cañón francés es, sin duda, una leyenda sin soporte histórico, que los madrileños gustan de transmitir de generación a generación.

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5. Llora la tierra

“Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora” (Romanos 8:22).

Llora la tierra dolorida por el trato recibido, clama por misericordia al sentirse maltratada, de sus riquezas expoliada y con desprecio cubierta con despojos e impurezas que contaminan las aguas y dejan la tierra yerma.

Las nubes que la contemplan muestran su misma extrañeza y generosas derraman sobre la tierra esquilmada el agua que necesita; renueva así sus torrentes con la lluvia cristalina y la tierra, restaurada, vuelve a disfrutar de vida.

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“Polvo eres, y al polvo volverás” (Génesis 3:19). “Polvo eres, y al

X W o árbol añoso, o polvo del camino, perfumey daremos a quien nos tome o sombra al peregrino. o árbol añoso, o polvo del camino. Seremos flor, o un árbol añoso, o un árbol añoso, sólo polvo. o tal vez deuda, con ello nuestra Pagaremos nos hicieron que otros el préstamo siendo ellos mismos flor, Un día seré parte de la tierra, parteUn día seré de la tierra, Y el otro. y tú también. -polvo y al polvo somos volveremos- la vida. tierra que nos prestó para fecundar la una flor, y seremos 6. Parte de la tierra 6. Parte

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7. Los ciclos de la vida

“Tú fijaste todos los términos de la tierra; el verano y el invierno tú los formaste”. (Salmo 74:17).

Silbo apacible de la mañana, que acaricia con mesura mis sienes ya plateadas; Olor a tierra mojada sol tímido de otoño que alumbra pero no abrasa.

Flor tardía que brota en la ladera del arroyo tranquilo, sereno, majestuoso, que riega la pradera y brinda, generoso, una música suave y placentera.

Mañana otoñal, que me acoge, generosa, y amortigua mis pasos ya cansados, mientras percibo, lejos, todavía lejos, el invierno aciago.

El sol se va poniendo lentamente en este otoño tibio, que anticipa la muerte.

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Apoyado en el alfeizar de mi ventana observo en la distancia las hojas del chopo envejecido que se desgajan, una a una, de las ramas y flotan en el aire para ser acogidas en la tierra que les da sepultura eternamente.

Desnudo queda el árbol que antes acogió bajo sus ramas bien pobladas, a quienes, huyendo del sol ardiente, en su sombra buscaron reponerse.

Despojado ya de su ropaje, afronta en solitario su destino: el invierno frío, la soledad y, finalmente, la muerte ¡y el olvido!

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8. El último aliento

“La voz de mi amado! He aquí él viene saltando sobre los montes, brincando sobre los collados”. (Cantar de los Cantares 2:8).

Canta el pájaro en la rama del almendro, bañado por el sol naciente, que ilumina la túnica nívea que le envuelve. Sus trinos traen canciones del Oriente.

Corteja con descaro y con ternura a la amada, que oculta, demora responder a la premura, del amante que le implora, mostrando excitado su angostura.

Redobla su clamor el suplicante, que estremece a la tierra con su canto, Su trino apasionado se ha convertido en llanto.

Ya no son silbos su llamada, es amor, es pasión, es el hechizo de un atormentado, el último aliento de un ser enamorado.

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9. El Lago de Sanabria

“He aquí que tú hiciste los cielos y la tierra con tu gran poder” (Jeremías 32:17).

Cercana está ya la carretera que, fluctuante, serpentea el recorrido que nos lleva, invariable, al pueblo de Galende, y en él, al Lago de Sanabria, el mayor en España de origen glacial. La joya deslumbrante del Parque Nacional.

Su fauna y flora muestran su grandeza, bordean todo el lago cual manto imperial que se nutre de un caudal de aguas traslúcidas que aportan las lagunas y ríos que recorren el lugar, fontanas que se remontan en el tiempo cien mil años atrás. Los bosques de rebollo, acebos, tejo y otras plantas de belleza singular, se extienden por todo el entorno de este parque inmortal.

Su estética y belleza sorprenden al viajero desde tiempo inmemorial. Los monjes del Cister seducidos por su encanto y belleza, se instalaron hace siglos, para de ellos disfrutar, en San Martín de Castañeda, cornisa que domina el Lago y su comarca y ofrece generoso un clima excepcional. Y si el cuerpo no fallece y subimos más allá, a menos de mil metros nos vamos a encontrar el Lago de los Peces que nos situará, de nuevo, en la Era Glacial.

Si los monjes cistercienses adoptaron un lugar tan especial, dejando como herencia el monasterio medieval. Miguel de Unamuno, el escritor universal,

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del pueblo, deslumbrado, se ha de enamorar y en él hace que discurra su novela inmortal, San Manuel Bueno, mártir es su deseo titular vinculada para siempre con Valverde de Lucerna que en el Lago de Sanabria la leyenda ha de situar.

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1. Madrid en otoño

“Las lluvias tempranas lo cubren de bendiciones” (Salmo 84:6).

Jardines de Sabatini junto al Palacio Real donde suena cadencioso, deleitando a los turistas, el violín que acaricia un artista magistral.

Madrid se viste de gala, el otoño resplandece, y con su manto de armiño el sol cubre suntuoso a las pétreas estatuas y al Teatro Real. Majestuoso.

Cerca de allí está la plaza que con orgullo triunfal el nombre de España lleva albergando en su colina, otrora del Príncipe Pío, a nuestro genio inmortal.

Don Quijote y Sancho Panza, desfacedores de entuertos, símbolos de hispanidad, observan desde la grada añorando compungidos alguna hazaña inmortal.

Paseando, paseando, guiados por la amistad, se nos abre esplendorosa la calle del Arenal, que se une con orgullo a la plaza universal.

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Puerta del Sol, jaranera, destino internacional de quienes Madrid visitan, donde reciben el año dándoles la bienvenida las campanas del lugar.

Y este Madrid continúa, está la Plaza Mayor, la Gran Vía, el Retiro, los museos y sus calles, las Vistillas, los teatros, ¡una ciudad señorial!

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2. Tarde madrileña

Entonces dijo Dios: Haya lumbreras en la expansión de los cielos” (Génesis 1:14).

La insuperable luz de la tarde madrileña que penetra a través de mi ventana me alumbra y envuelve con su hechizo en una caricia luminosa, velazquiana.

Una hermosura apenas imaginable bajo un cielo luminoso añil turquesa y un sol intenso, incandescente que llena la estancia de belleza.

Muy cerca un violín rememora Aranjuez, con la obra prodigiosa del maestro Rodrigo, que sin verla supo dejarnos melodías tan hermosas.

En mis manos un libro de poemas del ínclito poeta sevillano cuyo nombre trasciende la quimera, Vicente Aleixandre, para más datos.

Tarde de invierno en la que los sueños vuelan cual pájaros que surcan el cielo inmaculado y el alma anegada por tan tierna caricia, entra en un solaz jamás antes soñado.

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3. Solana de Fenar

Homenaje a la España despoblada.

En lo alto del camino que es torrente, y en los días más fríos del invierno, corren las aguas que inundan las laderas, Aún permanece en su lugar la escuela donde acudimos, siendo infantes, y aprendimos a sumar, algo de historia, y a distinguir los ríos importantes.

Al atardecer, por la quebrada, bajan los mineros, montados en sus viejas bicicletas, el semblante híspido y sombreado por el negro carbón que les maquilla y el cuerpo entumecido por el frío. Salieron cuando aún amanecía y regresan al declinar el día.

Desde el amplio ventanal de la cocina, como si de una pantalla de cine se tratara, van desfilando una tras otra las escenas de aquellos años de infancia tan lejana: corren los niños veloces a la escuela, y pasa el rebaño de ovejas sonando las esquilas.

Las reses se dirigen a los prados, el abuelo conduce la yunta con su arado, mientras un perro dormita en un rellano. Ya al atardecer, los bronces suenan en el campanario convocando a Concejo a sus vecinos, quienes, en el atrio de la escuela, tendrán que discutir los temas cotidianos.

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El horno de leña, instalado en la cocina vieja, con las ristras de chorizos colgadas en varales y la artesa con la harina ya amasada, convertida en hogazas, moldeadas por Trinidad, cocinera, panadera y artesana, ya ocupan su lugar entre las brasas, para convertirse en pitanza deseada.

Caen los copos de nieve en abundancia cubren la calle con un manto inmaculado, el frío obliga a buscar refugio en la cocina, lugar de estancia, gracias al carbón de encina, y allí, unida la familia en obligada cofradía, se cuentan historias y se recuerda, con nostalgia, a los que marcharon hace ya muchos días.

Solana de Fenar, aldea perdida, que aún perdura en el recuerdo de unos pocos ya no hay mineros que vuelvan de la mina ni rebaños de ovejas, ni vacas, ni gallinas, ni perros que dormiten en la calle, ni abuelo que cuide de las vacas, ni Trinidad que amase el pan en la vieja cocina.

Solana de Fenar, aldea perdida, ya no hay niños que vayan a la escuela, ni campanas que toquen arrebato llamando a los vecinos a Concejo; a los muertos ya no hay quien les visite, las fuentes se han secado, los prados y las tierras han sido abandonados.

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4. Errante por el parque

“Y no desampararás al levita que habitare en tus poblaciones; porque no tiene parte ni heredad contigo” (Deuteronomio 14:27).

Con tus manos vacías de esperanza y los ojos repletos de tristeza, te encontré deambulando por el parque errante, sin saber a ciencia cierta si ibas a algún lugar o es que volvías.

Tendí mi mano hasta rozar la tuya, fría, como si de hielo se tratara. Noté un temblor que transitaba entre los dos y nos fundía en abrazo oculto el miedo junto a la melancolía.

¡Qué hambriento de cariño te mostrabas! Tus ojos, tan grandes y esplendentes, semejantes al mar que en sus olas trajera el desencanto, el fracaso, la congoja de una esperanza inerte.

Seguí mirando cuando te alejabas con paso lento, la espalda inclinada. Contigo íbanse tus sentimientos, tu mirada triste, tu ilusión vana. Y, con ellas, tu esperanza alada.

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5. La España irredenta

“A tu descendencia daré esta tierra” (Génesis 12:7).

España que saliste de una dictadura, surgida de una guerra cruenta, fratricida, que dejó en las cunetas a muchos de tus hijos, familias destruidas y, en el aire flotando, olor a muerte y a odio homicida. Por fin la vieja España superó las cadenas y abrió un espacio de olvido y tolerancia, un transitar sereno hacia la democracia. Pacto generoso de quienes ya cansados de odios y venganzas, miraron al futuro con grandes renuncias y serena esperanza.

Aquellos que han nacido ya en la democracia, ignoran con frecuencia de dónde hemos venido la sangre derramada y lágrimas vertidas, las renuncias hechas y el dolor sufrido. Conocen los derechos, todos los derechos que después de la lucha, hemos conseguido que las leyes otorgan a todos los nacidos. Pero ignoran que existen también obligaciones, que nos une el esfuerzo por todos ofrecido. que España espera sus aportaciones, y sin ellos, habrá que darlo todo por perdido.

España irredenta, nación de naciones, de insigne cultura en lenguas diversas heredera de imperios y próceres señores, vuelve a debatirse en luchas intestinas y olvida su grandeza por siglos conseguida. Don Pelayo un día y otro el Mio Cid, más tarde Don Quijote, Velarde o Daoiz, dan cuenta de quienes supieron imprimir a las tierras de España un mismo sentir y unidas las Españas, llevaron su cultura a América, Asia y hasta el último confín.

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España irredenta, cargada de historia, de guerras fraternas, de odios sin fin, sufriste, cuando más pobre eras, el estigma de una guerra incivil. La memoria es frágil para recordar glorias y miserias que han quedado atrás y que volvemos de nuevo a desenterrar fantasma de antaño que habría que olvidar.

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1. Día de Reyes Magos

Mateo capítulo 2:1-12

Todo son algaradas, esperando ver llegar al balcón los Reyes Magos, con las alforjas llenas de presentes para niños que esperan confiados.

No en todas las casas son recibidos aunque sus hijos no hayan infringido ninguna norma. Su pecado ha sido ser hijos sin padres. Hijos perdidos.

Son los niños que pasan por tu lado, sin que apenas repares en que existen. que a veces te regalan su sonrisa otras, te inunda su mirada triste.

Niños sin festivos ni regalos, sin las caricias de una mano tierna, ni aún siquiera la fugaz sonrisa que memorice la emoción materna.

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2. Peregrinos

“Señor, ¿qué esperaré? Mi esperanza está en ti”. (Salmo 39:7). “En la casa de mi Padre, muchas moradas hay” (Jun 14:2).

Si al nacer no sabemos a dónde vamos ni de dónde venimos; si desconocemos por qué nacemos y por qué morimos; si lo mismo amamos que odiamos; si caminamos a ciegas, buscando un destino incierto aunque soñado, hagamos que el destino nos conduzca por senderos de amor y de esperanza hasta que nuestro ser, cumplido el tiempo, descanse, ajeno a cualquier añoranza.

*** Peregrinos viajamos por el mundo, con el morral lleno de ilusiones, que mutan con frecuencia en frustraciones. Marchamos sin saber a dónde vamos, caminamos por fe, sin ruta cierta, esperando llegar a ese destino y que se nos abran las puertas.

Peregrinos, viajeros de este mundo, sin saber con certeza el destino, cargando una mochila que otros llenan, en busca de la mítica Arcadia donde pastores y ninfas se recrean, retozando en sus fértiles campiñas, su personal visión del Nirvana.

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Utopía del hombre que ha soñado su personal visión del Paraíso, evocando con Virgilio, el vate veneciano, sus églogas gloriosas; o con el inmortal Garcilaso, príncipe de los poetas castellanos, las odas de un doncel enamorado.

Arcadia, Paraíso, Edén, Nirvana. o el cielo que nos tiene prometido el bardo de los bardos, el Poeta, lugar ignoto con el que soñamos, sin saber distinguir a ciencia cierta si será el tercer cielo de san Pablo o estará integrado en esta tierra.

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3. Huir de guerras y horrores

“Salid a encontrar al sediento; llevadle agua, moradores de tierra de Tema, socorred con pan al que huye” (Isaías 21:14).

Huir, un verbo transitivo que tienen que declinar niños que no han aprendido los rudimentos de andar.

Huir de guerras y horrores que nadie puede explicar y dejan a las familias huérfanas y sin hogar.

En unos casos la guerra, en otros la religión, las hambres o la homofobia... Dureza de corazón.

Buscan refugio en Europa les atrae su bienestar allí esperan ser libres para volver a empezar.

Atravesaron desiertos y han sobrevivido al mar, mientras otros perecían víctimas de la maldad.

Llegaron por fin a Europa. ¡Su tierra quieren besar! Se les ha cumplido el sueño. Y ahora ¿qué esperarán?

¿Acogida solidaria? ¿Alguna oportunidad de encontrar brazos amigos que les brinden su amistad? X

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Vienen buscando refugio y huyendo de la crueldad. Aquí no hay manos fraternas que compartan su amistad.

Olvidado está el mensaje que Jesús vino a enseñar: Quien acoja a un refugiado acogida a Mí me da.

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4. Extranjeros

“Como a un natural de vosotros tendréis al extranjero que more entre vosotros en vuestra tierra, no le oprimiréis” (Levítico 19:34).

Partimos de una idea equivocada: nuestro es el país en que vivimos, los “otros” deben buscar otra morada.

Y si al fin anfitriones asumimos ser, les sometemos a tal control injusto que a sus orígenes desearán volver.

La tierra es patrimonio universal no somos propietarios de este mundo, tan sólo peregrinos; nada más.

Al margen de cuál sea su identidad, los “otros” son hermanos, compañeros, con idéntico derecho universal.

Olvidar el estigma de extranjero es el reto que se pide a los humanos haciéndonos a todos mensajeros.

Capaces de admitir al semejante, solidaridad que les conduzca a ser diferentes pero iguales.

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5. Mujer mala

“La forzó y su acostó con ella” (2 Samuel 13:14b).

Le robaron la sonrisa y la palabra cuando aún era una niña, adolescente, a punto de cumplir catorce años: Un rosal que muestra sus capullos, y regala generoso su fragancia sin dejar que te pinchen las espinas.

Fueron los suyos los que la humillaron, aún después de haber sido mancillada, convertida en mercancía, perdió la dignidad y la autoestima, y aún muchos la señalan con el dedo tachándola de ser una mujer mala.

Ha perdido el brillo de sus ojos y se pregunta si aún existirá el mañana. Levanta la cabeza y mira al frente, busca una luz, un signo de esperanza, un soporte al que aferrarse, tal vez una palabra aliada. Tan solo percibe, fugaz, la imagen de aquella adolescente maltratada.

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6. Vivir en un mundo tan convulso “… Abrió Job su boca, y maldijo su día… Y dijo: Perezca el día en que yo nací” (Job 3:3). “Y murió Job viejo y lleno de días” (Job 42:17).

Vivir en un mundo tan convulso, mundo ingrato y proceloso que endurece el corazón otrora altruista y gozoso, es tarea que curte y fortalece y obliga a transitar por este mundo sorteando todo aquello que envilece.

Quien en otro tiempo fuera amigo, aún más que amigo, hermano, pasa de largo al verte. Nada le estremece. Jamás te conocí, viene a decirte, sin palabras. En silencio, cual furtivo, esconde la cabeza y enmudece. El rencor le convierte en enemigo.

La amistad que otrora proclamamos, donde no faltaban los halagos, fruto de un compromiso inmaculado, se fue desvaneciendo con el tiempo, dejando tras de sí sólo el recuerdo de días de solaz y gran contento unido a un sabor amargo.

*** En los años maduros de la vida, cuando se han ido perdiendo en el camino aquellos cuyo título era amigo, desprendidos del tronco añoso, aunque no vencido, hojas que se destraban, una a una, a causa del desamor, la ingratitud o el desatino, aún brotan los retoños que absorben la savia que le queda al árbol y le ofrecen a su vez, cual venero ansiado, las ganas de vivir, de luchar, de seguir amando. X

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Amigos de una etapa de la vida en la que las pasiones se han ido apaciguando, y aunque el reloj marca los tiempos, presuroso, se acabaron las prisas, todo es ahora más tranquilo y cauteloso. Y queda el placer de una vida tranquila, de un buen libro, de una música suave, de la sobremesa, después de un yantar ligero de una copa de vino lentamente degustada y una conversación en buena compañía.

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1. El perdón

“No te digo hasta siete, sino hasta setenta veces siete” (Mateo 18:22).

Ejercitar el perdón es loable y acertado fruto de la compasión, que engrandece a quien perdona y redime al indultado.

Visto desde el otro lado, conviene reflexionar si el perdón debe otorgarse sin que el causante del daño se arrepienta de su actuar.

Generoso es perdonar a quien algún daño te hace, si arrepentido a ti acude; otra cosa es el rencor que corrompe a quien lo abrace.

Jesús indultó a sus verdugos: “no saben lo que se hacen”, y a Pedro recomendó el perdón ad infinitum, porque eso a Dios complace.

No obstante, hay que añadir que el perdón no es regalado, Dimas suplica en la cruz Zaqueo repone lo hurtado, ¡Arrepentíos! Señaló el Crucificado.

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2. Falsos profetas

“Hubo también falsos profetas… falsos maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras…” (2ª Pedro 2:1).

No os fieis de los que vienen de profetas disfrazados, que prometen falsamente bendiciones otorgaros.

Nubes sin agua que engañan, y ocultan su condición mostrando ser mensajeros de Jesús el Salvador.

Estrellas errantes que entran en vuestras comunidades y suplantan con engaños a los pastores leales.

Falsos maestros que enseñan la mentira y el error que esquilman vuestros rebaños en el nombre del Señor.

No os fieis de los que vienen disfrazados de corderos, y debajo del ropaje solo hay lobos carniceros.

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3. Como dioses

“Serán abiertos vuestros ojos y seréis como Dios”. (Génesis 3: 5).

Seréis igual que los dioses, dijo a Eva Lucifer, y con Adán desde entonces todo lo quieren saber.

Expulsados del Paraíso luchan por su identidad ni ángeles ni demonios, Dios la respuesta no da.

Polvo. Del polvo proceden, al polvo regresarán, y entre tanto, peregrinos por este mundo serán.

Ser como dioses aspiran su deseo es encontrar respuesta a todas las dudas y la tierra domeñar.

Adán y Eva nos dejaron el afán por desvelar los misterios de este mundo y a Dios poder contemplar.

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4. La verdad

“…Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8:32).

Es la verdad, la verdad incorruptible, esquiva y altanera, la que todos buscamos, que se esconde, que huye, cercana a veces, siempre fugaz y pasajera, que pasa sin pudor a nuestro lado, sin dejarse atrapar. Inútilmente.

Esa verdad que dice hacerte libre, ¡libre! libertad quimera, onírica, desleal y lisonjera, intangible, verdad y libertad siempre hermanadas, por las que a Dios pregunto cada día. Todos los días, sin obtener respuestas apropiadas.

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5. Confiar en Dios

“Yo me alegraré en Jehová, y me gozaré en el Dios de mi salvación” (Habacuc 3:18).

Ya no florece la higuera ni las vides dan su fruto, el olivo se ha secado y las tierras sin el riego, en erial se han transformado. Las ovejas descarriadas el lobo las ha espantado y las vacas desnutridas sin la yerba de los prados.

La confianza del profeta, su fe en Dios es consistente, pues en medio de la ruina sigue acudiendo a Jehová en quien encuentra alegría y se goza con fervor al tener la convicción de que únicamente en él va a encontrar la salvación.

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6. Herejía

“Porque los saduceos dicen que no hay resurrección, ni ángel, ni espíritu, pero los fariseos creen todo esto” (Hechos 23:8). “Lo mejor de la religión es que crea herejes”. Ernst Broch.

Fue Jesús de Nazaret, el Maestro inmolado, el que dijo a sus discípulos: no os fieis de lo enseñado por quienes nos precedieron ya que oísteis que fue dicho ojo por ojo al penado, pero yo os encomiendo perdonéis al condenado, que ofrezcáis la otra mejilla a quienes os haya odiado y dudéis de los profetas que no lo hayan enseñado.

Y no os dejéis atrapar por quienes todo su empeño es haceros comulgar con una ortodoxia añeja que os impida pensar, o seguir vuestro albedrío aunque dudéis del camino y obligados os veáis a cambiar vuestro destino. Si el problema es discrepar contra el clero enaltecido, no dudéis es ser herejes, por Dios seréis bendecidos.

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Jesús fue el primer hereje para los judíos furiosos. Escribas y fariseos, saduceos y ortodoxos de hereje le acusaron porque rompió impenitente, con los dogmas proclamados y en pago a su rebeldía sufrió la gran tropelía. De esa forma aceptaba sin miedo a ser castigado el precio de la utopía y clavado en una cruz, la muerte que le imponían.

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7. Salieron de la iglesia

“Id, pues, a las salidas de los caminos, y llamad a las bodas a cuantos halléis” (Mateo 22:9).

Salieron de la Iglesia, lentamente, sin dejar que su queja se escuchara, sin meter ruido, sin reivindicar nada, se fueron, sin que nadie lo esperara.

Los profetas ya no profetizan, y los apóstoles, gritan y gritan, sin que nadie les entienda, sin que ellos mismos cegados por una fe barata, comprendan nada.

Una fe que Bonhoeffer denunciara, que muestra a un Dios tapagujeros, a un Dios caprichoso, evanescente, ausente, cautivo de obispos y profetas, que no resuelve nada.

Se fueron lentamente, cuando les comenzaron a crecer las alas sin meter ruido, sin mostrar una queja, sin reivindicar nada, buscando donde alimentar el alma.

Pasaron su niñez y adolescencia, escuchando historias de la Biblia, son parte de la Iglesia, pero nadie ha reparado en que ni los apóstoles, ni los profetas, ni los obispos, les han enseñado nada. X

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93 B ngojas e ilusiones. “A quien vosotros crucificasteis” (Hechos 2:36). “A quien vosotros

La cruz genera odios y adhesiones, de agonías. símbolo de paz y a veces indiferente. A nadie le resulta La muerte de Jesús en el madero da sentido a la fe de los creyentes. agostada la fe evanescente del adulto, la certeza que tenía. inquebrantable Las quedan sin respuesta, preguntas sentía. las dudas sepultan la fe que antes al infinito La cruz te proyecta de esperanzas y certezasrefugio co donde confluyen En ella el alma angustiada se serena, en ella el alma despechada se marchita. La cruzes el principio y el final de todo allí comienza la fe balbuciente que buscadel adolescente con afán sincero todas las preguntas a respuesta quimeras. salida a todas las En la cruz del Gólgota termina 8. La cruz 8. La

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9. Resurrección

“…No vendrá a condenación, más ha pasado de muerte a vida” (Juan 5:24).

Asomado a mi balcón percibo el viento al pasar y árboles que se estremecen viendo sus hojas volar.

Alfombra de oro y plata van formando en el lugar, semejante a los tapices tejidos en un telar. Ser nutrientes de la tierra, es su destino final.

Las ramas quedan desnudas, el invierno está al llegar. La vida aparentemente ha dejado de brotar. Llegará la primavera y entonces, vuelta a empezar. Una escena semejante a la de cualquier mortal.

Queda la fe en el creyente. El invierno pasará, y al llegar la primavera, la vida rebrotará. Jesús lo ha prometido: Quien en mi cree, resucitará.

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10. Hechos a la imagen de Dios

“Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó” (Génesis 1:27).

Fuimos hechos a la imagen de Dios, de un Dios que es la esencia de la Creación que abarca todo el Universo en un abrazo eterno, que nos envuelve y protege con su aliento a todos sin excepción, a todos sin exclusión. Un Dios presente en el viento, en la tierra, en el firmamento, del que participamos, que genera la vida y produce el sustento.

Fuimos hechos a la imagen de Dios. De él formamos parte, somos parte, es pan y agua, luz y calor, silbo apacible que nos da aliento. Venimos de él, en él estamos y a él vamos. Luz que ilumina los caminos, que forma camino, y aún más, que se convierte en camino, esencia y brisa, sustento divino.

Fuimos hechos a imagen de Dios, Él es la verdad de todo. La verdadera verdad, la que no encierra ningún tipo de engaño, la tierra, es tierra, el agua es agua, la luz es luz, no hay doblez; sobran los teólogos y los intermediarios. Dios está presente, envolvente, con un abrazo infinito, eterno, de él somos y él es nuestro. Principio y fin de todas las cosas.

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1. Hacer balance

Me acerco a esa edad indescifrable en la que no hay futuro, ni apenas se percibe ya el presente. No hay proyectos. Nadie espera, nadie cuenta contigo, nadie llama, Tampoco nadie a quien llamar te queda.

Tiempo de pausa para hacer balance después de haber vivido intensamente, y pensar si ha merecido la pena, tratar de servir a tanta gente.

Es tiempo de mirarse a uno mismo, en el silencio del final del día, sin mentiras, sin afanes, sin codicia, y evaluar en qué gasté mi vida. *** Apoyado en mi ventana busco entender el enigma, semejante al mítico Grial que he buscado a lo largo de mi vida. El Gran Legislador no está presente, el Arquitecto supremo sigue ausente.

Gritan desaforados a uno y otro lado profetas, sacerdotes, sacristanes y lacayos que venden su mercancía con descaro. Muchos de ellos demandan el derecho de ser vicarios del Profeta, del Amado. Engañan. Nada tienen en sus manos.

Y en el rincón más alejado de la escena se agrupan, visiblemente desilusionados, aquellos que otrora fueron fieles de alguno de los credos rechazados. Ahora ya no buscan. Nada esperan de aquellos que un día les fallaron.

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Busco entender el enigma, semejante al Grial de los cristianos que he buscado a lo largo de mi vida. El Gran Legislador no está presente El Arquitecto supremo sigue ausente.

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2. Haber llegado al final del camino

“Mas el que perseverare hasta el fin, éste será salvo… El sol se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor…” (Mateo 24:13,29).

Uno piensa haber llegado al final del camino y haber cumplido, por ello, su destino, que atrás quedan los ruidos y mascaradas, los falsos profetas, los mercaderes, los malandrines y, con todos ellos, en el olvido, los falsos amigos.

Uno piensa haber llegado al final del camino que las bajas pasiones, han desaparecido, y las noches en vela de sueños traidores que traen a la mente el mal acaecido, quedaron ahogadas en los almohadones.

Uno piensa haber llegado al final del camino, con las manos limpias y el alma serena, el corazón cansado, aunque sin rencores, sin cargar mochilas propias o ajenas, la mirada al frente libre de efusiones.

Uno piensa haber llegado al final del camino cuando el sol se pone y nos sobrecoge el frío, destino cumplido, sin ruido enemigo, sin bajas pasiones, sin sueños traidores, con las manos limpias, sin guardar rencores.

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Emprendo el último trecho del camino con la duda siempre como fiel compañera, dudando de mi credo, de todos los credos, dudando del amor, de todos los amores, ajeno ya al placer que queda en el olvido, próximo al dolor, a todos los dolores, a los propios y ajenos. Camino hacia la muerte, agazapada en cualquier revuelta de éste, mi camino.

*** Se acabaron los sueños, los proyectos, los amigos. Incluso los recuerdos se van desvaneciendo, huyen de la mente, para hacer más patente más cercana, más hiriente, la proximidad inexorable de la muerte.

*** Al final de este camino el amor es lo que queda, el amor que hemos sembrado, el amor que nada espera.

La fe es evanescente y la esperanza ilusoria. Si te enfrentas a la muerte todo pierde consistencia.

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3. El teléfono no suena

“Todo tiene su tiempo” (Eclesiastés 3:1).

Hace tiempo que el teléfono no suena no somos convocados a reuniones se acabaron las prisas, nadie busca ya nuestros favores,

Lentamente vas siendo desplazado el espacio vital se ha reducido, los proyectos que aún perduran son personales. Ya no hay nadie concernido.

Los hijos están sobrepasados, los nietos crecieron; ya no te necesitan, tu opinión es algo del pasado, los sueños del futuro, no te excitan.

Quedan (si no te lo han robado) los recuerdos y vivencias del pasado éxitos y fracasos que obtuviste y que conservas cuál tesoro amado.

Falta hacer frente al último capítulo, compañera intangible que es la muerte, y para cerrar, tal vez unas palabras amables de alguno de los deudos allí presentes.

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4. Ligero de equipaje

“Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento” (Salmo 23:4).

Tenía la moneda preparada antes de la llegada del barquero, que recorre en silencio el Aqueronte, oscuro y misterioso aduanero.

Ligero de equipaje, para emprender el viaje sin retorno, a la orilla opuesta del tenebroso río despojado de cualquier tipo de adorno.

Llegó la hora de rendir cuentas, de escuchar con templanza la sentencia: fuiste fiel, bienvenido seas, o, quizá: no tienes lugar en Mi presencia.

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5. El preludio de la muerte

“Porque yo sé que me conduces a la muerte, y a la casa determinada de todo viviente” (Job 30:23).

La calle se mostraba triste y desierta, abril se colaba sutilmente en su morada sol caduco, tarde fría, noche incierta.

Se acercan desde lejos unos pasos, se oye soplar el viento en la montaña intuye que alguien le está buscando.

Esos pasos sinuosos, no se detienen, un fuerte escalofrío le estremece son un presagio que él entiende.

La calle abrileña está triste y desierta, suena en la montaña el correr del río el miedo hace más riguroso el viento frío.

Un abril de sombras y misterio, llega la brisa desde la montaña le invade un insondable hastío.

La tarde transmite el relente los pasos siniestros se van acercando, preludio de sorpresas. Lentamente.

La sombra nocturna se está adueñando del día. Cede el espacio a la luna, y los pasos suenan más cerca, según van avanzando.

La vieja montaña se ha quedado silente, el río se desplaza con indiferencia y el hombre, rendido, recibe a la muerte.

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He sentido el aleteo de la muerte envuelto en un viento sutil y desfasado, filtrándose, incorpórea, por la ventana, portadora de un mensaje triste, despiadado.

Un aviso de cuál es el destino anunciando del barquero la llegada que habrá de conducirnos a la otra orilla en un viaje con estancia prolongada.

Una moneda solamente es precisa, es el precio que exige el remero para liquidar el viaje, sin regreso. nadie va a necesitar allí nuestro dinero.

*** Pronto cerraré el ciclo de mi vida Y sigo sin saber de dónde vengo y cuál será finalmente mi morada; más aún, si existe algún destino al que poder aferrarse eternamente

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6. ¿Por qué temer a la muerte?

“El pueblo asentado en tinieblas vio gran luz” (Mateo 4:16).

¿Por qué temer a la muerte, cuando al nacer ya sabemos que morir es el destino? Morimos cuando nacemos.

¿Por qué temer a la muerte? si la muerte es nuestra hermana? Comamos, pues, y bebamos tal vez no exista el mañana.

¿Por qué temer a la muerte si vivir es un tormento y los años que cumplimos se mutan en sufrimiento?

¿Por qué temer a la muerte si se tiene la esperanza, al creer en Jesucristo, de una vida en abundancia?

¿Por qué temer a la muerte? La fe en un Dios amoroso que nos acoge en su seno debería ser suficiente.

Suficiente al creyente que ha desterrado el temor y ha creído a pie juntillas en Jesús, su Salvador.

¿Qué hacer frente a la muerte? Aceptarla sin temor, y mientras tengamos vida disfrutarla con pasión.

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7. El reloj marca las horas

“Tiempo de nacer y tiempo de morir” (Eclesiastés 3).

Tic, tac, tic, tac. El reloj marca las horas, registra el tiempo al pasar.

Tic, tac, tic, tac. El reloj sigue sonando y nadie lo parará.

Como las aguas del río, no se recuperarán las horas que hemos perdido. ¡No existe la marcha atrás!

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8. Vanidad de vanidades.

“Vanidad de vanidades, dijo el Predicador; vanidad de vanidades, todo es vanidad” (Eclesiastés 1:2). “Hazme saber, Jehová, mi fin, y cuanta sea la medida de mis días; sepa yo cuán frágil soy” (Salmo 39:4).

Al final del camino esto es lo que queda: nada. Vanidad de vanidades, como el viento que sopla en lontananza, como el orgullo fatuo del adolescente, como el vacío del amante abandonado, como la esperanza de cambiar el mundo que abriga el militante envanecido a impulso de utopías vanas. ***

De nada sirve perdurar en el recuerdo que dejemos al morir, si es que dejamos alguna huella de nuestro paso, cuando ya no podemos contemplarlo.

Perdura efímeramente el poeta, si es que alguien revisa el obituario cuando enterrado en el cúmulo de tierra ya no está en condiciones de escucharlo.

Se mantiene erguido el mausoleo del vanidoso caudillo allí enterrado, mientras sus restos que nadie ya recuerda. sirven de alimento a los gusanos.

Es el afán de vivir eternamente venciendo a la tan temida muerte bien sea por medio de la fama acumulada o por la fe incuestionable del creyente. ***

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Caminando como vamos hacia un destino final observamos con asombro que otros se quedan atrás aquellos que compartieron con nosotros pan y vino, agua y sal, encontraron su destino cuando no habíamos previsto que tan pronto iba a llegar.

Bregamos en el camino pensando que igual podremos los conflictos arreglar. Se va gastando la vida inútilmente, poniendo todo el empeño en recorrer los caminos, en andar, olvidando lo importante, que es saber a dónde vamos y si el camino emprendido nos conduce a algún lugar.

Caminamos y soñamos, soñamos y caminamos sin pensar que las luces que alumbran nuestro camino un día se apagarán y los sueños que soñamos, que no es posible atrapar son tan solo sueños que nadie puede controlar. Y mientras, avanzando, sin saber cómo llegar.

Caminando como vamos hacia un destino final y observando que otros paran y se van quedando atrás, necesario es detenerse para poder meditar y saber si el camino que llevamos nos conduce a algún lugar. Y cuando llegue la muerte ¿será sueño o realidad? ***

Nada es para siempre por más que deseemos atrapar el efímero instante de placer, que nos brinda la suerte.

Nada es para siempre, ni la tierna sonrisa del niño balbuciente ni el amor eterno del adolescente.

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Nada es para siempre, ni la huella que deja el desengaño ni el deleite del éxito alcanzado.

Nada es para siempre, ni la fe del converso ni la conquista fácil ni la amistad perpetua ni el odio insondable.

Nada es para siempre, ni el dolor lacerante que atormenta y quebranta nuestro cuerpo, con furia penetrante.

Nada es para siempre, salvo el destino final de nuestras vidas cansadas, destino transparente tan solo por la fe incuestionable del creyente.

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9. La eternidad de Dios y la transitoriedad del hombre

“Los días de nuestra edad son setenta años; y si en los más robustos son ochenta años, con todo, su fortaleza es molestia y trabajo, porque pronto pasan, y volamos” (Salmo 90:10).

Qué largos los días, qué corta es la vida qué grande el dolor. Ya llega el otoño, ya todo termina, los hijos se fueron, tienen ya su hogar. Un ciclo de vida, cerrado ya está.

No madrugaremos, nadie nos espera no hay que trabajar. Ya nadie nos llama, no hay con quien hablar. No te necesitan, otros ocuparon tu antiguo lugar.

Qué largos los días, qué corta es la vida, qué triste es llegar a ese puerto ansiado, que tanto anhelabas con nombre infernal, cuando no sabías el precio tan duro que habrías de pagar.

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No era el jubileo algo a celebrar. Más bien la antesala del silencio eterno, de la soledad.

*** Cesaron ya las ambiciones, la furtiva esperanza se ha nublado, los pájaros volaron a otros nidos, los hijos buscaron otro hogar. El sol no brilla como brillaba antaño, no queda nada, nada, a lo que poderse aferrar, algo por lo que merezca la pena luchar. Se acabaron hace tiempo las preguntas, las respuestas que con afán ofrecen los artífices de felicidad han perdido todo su sentido para el hombre que instalado en la orilla del camino observa con desdén cómo se aleja la vida, y la muerte va ocupando su lugar.

*** Cumplidos ya los ochenta años, miro hacia atrás con dosis de nostalgia, y contemplo el futuro que me espera, consciente de que no me espera nada.

Ya va quedando poco recorrido. Han disminuido los proyectos. Los amigos, si los hubo, ya se han ido, queda la soledad y un corto camino.

No importa que el reloj marque la hora recordando que hay que levantarse y salir corriendo hacia el trabajo procurando así no llegar tarde.

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Nada ni nadie nos espera ahora, nadie echa en falta nuestra ausencia, nadie cuenta ya con nosotros, No es preciso registrar nuestra presencia.

Cumplidos ya los ochenta años, consciente del inicio de otra etapa, he de olvidar los sueños de antaño y agarrarme a la vida que se escapa.

*** Creemos en un Dios sabio y clemente, creador de todo el Universo, y en él, al hombre, soberbio e impotente, sometido a unas reglas tan confusas, exigidas por un pueblo inconsistente.

Un misterio al que no somos capaces de encontrar respuestas suficientes, en torno a ese arcano tan profundo, tan ignoto, aun siendo tan cercano, que es la muerte.

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10. Silencio

“Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno…” (Salmo 23:4).

Guardad silencio. ¡Silencio! No me rompáis el silencio, dejad que suenen, que suenen las campanas. Tocan a muerto.

El sol se está poniendo en Occidente. Sus rayos se despiden, el día muere, tímidamente.

Dejad que suenen, el día ha oscurecido, el sol se ha puesto las campanas de la Iglesia ¡Tocan a muerto!

Silencio. Ya se acerca despacio buscando al muerto la Santa Compaña. ¡Guardad silencio!

Llaman a mi puerta, tocan a muerto, ¡guardad silencio! La Santa Compaña ya está dentro.

El sol se esconde en Occidente, y las campanas tocan a muerto. ¡tocan a muerto!

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1. Ser poeta

“Porque en él vivimos, y nos movemos, y somos” (Hechos 17:28).

No se puede llegar a ser poeta si no se siente, si no se piensa, si no se duda, si no se sueña.

Sentir el vuelo de la mariposa y, de quien sufre, el grito que lacera.

Pensar en el dolor, el engaño, la melancolía de un mundo que sufre por las tropelías.

Dudar de profetas, de gurús y de chamanes, que engañan sin reparo a los mortales.

Y soñar, soñar con que prevalezca la utopía y que la paz, la justicia y la armonía progresen cada día.

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2. Credo de Máximo García Ruiz

Creo en un Dios universal, sin fronteras, cualquiera sea el nombre que se le aplique, o el lugar en el que se le ubique. Un Dios que no hace distinción entre personas a causa de su sexo, de su raza, de su procedencia o de sus diferencias religiosas.

Creo en la soberanía de Dios, un Dios envolvente, como el viento, como la luz del sol, como la paz del campo; y en la gracia con la que él se manifiesta.

Creo en un Dios cuyo ámbito de poder es ilimitado, pero que no actúa arbitrariamente a demanda de los humanos y no rompe las reglas con las que él mismo ha dotado a la naturaleza. Un Dios que se manifiesta a través de la Creación “los cielos y la tierra proclaman la gloria de Dios”.

Creo en un Dios que también se muestra mediante experiencias personales no prefijadas ni controladas por ningún credo religioso, experiencias que escapan al control humano y que, al producirse en el ámbito personal, no pueden ni deben elevarse a normativa universal.

Creo en un Dios que no está confinado en un libro, en ningún libro, por mucho que ese libro haya sido y siga siendo un medio a través del cual el espíritu de Dios se manifieste y los seres humanos puedan encontrar en él, y encuentren, palabra de Dios.

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Creo en un Dios que no está recluido en ninguna iglesia, a ningún templo, en ninguna sinagoga, en ninguna mezquita, o pagoda, oratorio o capilla en particular.

Creo, como cristiano, que Dios se ha revelado en Jesucristo, convertido en Palabra de Dios encarnada, sin fronteras ni exclusiones. sin nadie que lo controle, ofreciendo un mensaje universal que a nadie pertenece y a todos alcanza.

Creo que los errores de los hombres, aunque estos hombres se autoproclamen o sean proclamados por otros mensajeros de Dios, sus vicarios o emisarios, siguen siendo errores, y no deben ser atribuidos a Dios.

Por ello cuestiono que determinadas historias, leyendas, alegorías, fábulas o metáforas que aparecen en los libros sagrados sean consideradas literalmente “Palabra de Dios”.

De esos libros extraemos la enseñanza ontológica, la admonición o consejo que pudieran encerrar a partir de una interpretación cabal fuera de fanatismos y de interpretaciones literales. Por ello, esto sí, puede ser proclamado como Palabra de Dios.

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Creo que la armonía entre el Creador, la humanidad y todo lo creado ha sido destruida por la pretensión del ser humano de ocupar el lugar de Dios y, con ello, estar atentando contra el equilibrio biológico.

Por consiguiente: Creo que la armonía con Dios, exige la armonía con los otros, con la naturaleza y con uno mismo.

Creo que la armonía con Dios se expresa, igualmente, en una dimensión ética que implica ser y sentirse parte de una compleja red de interdependencias que se traduce en ser parte de una fraternidad universal.

Creo, por fin, en la misericordia de Dios para con todas sus criaturas.

(La presente revisión de este credo ha sido efectuada en julio de 2019)

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