Hispanoamericanos Madrid
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HISPANOAMERICANOS üíitmyvYsó MADRID J U N I O 19 7 4 CUADERNOS HISPANO AMERICANOS LA REVISTA de NUESTRO TIEMPO en el ámbito del MUNDO HISPÁNICO CUADERNOS HISPANOAMERICANOS Revista mensual de Cultura Hispánica Depósito legal: M 3875/1958 DIRECTOR JOSÉ ANTONIO MARAVALL JEFE DE REDACCIÓN FÉLIX GRANDE 288 DIRECCIÓN, ADMINISTRACIÓN Y SECRETARIA: Avda. de los Reyes Católicos Instituto de Cultura Hispánica Teléfono 244 06 00 MADRID ÍNDICE NUMERO 288 (JUNIO 1974} Páginas ARTE Y PENSAMIENTO DARÍO VILLANUEVA: Fernando Pessoa, ¿novelista? 527 NIGEL DENNIS: José Bergamín y la exaltación del disparate 539 DANIEL MOYANO: Dos relatos 557 JOSÉ CALERO HERVAS: Azorín y Proust, ante el complejo de Edipo 563 CRISTINA GRISOLIA: Relojes de agua 578 ANTONIO ELORZA: La ideología moderada del trienio liberal 584 NOTAS Y COMENTARIOS Sección de notas: GALVARINO PLAZA: A propósito de las poesías completas de Ga briel Celaya 653 FEDERICO UNDIANO: Alicia Penalba 664 FÉLIX GRANDE: El diálogo del arte y el terror 679 FEDERICO SCHOPF: Problemas de una concepción estructural de la obra literaria 686 SALVADOR BUENO: Una crónica de José Martí sobre el pintor hún garo Munkácsy 693 ANTONIO RISCO: Una relectura de «El Jarama», de Sánchez Fer- losio 700 Sección bibliográfica: JORGE RODRÍGUEZ PADRÓN: El escritor y la crítica, una colec ción original 712 MARIANO PESET: Sánchez-Albornoz, Nicolás: La población de Amé rica latina. Desde los tiempos precolombinos al año 2000 717 ÁNGEL CAPELLÁN GONZALO: Andrés Valdespino y Carlos Ripoll: Teatro hispanoamericano. Antología crítica ... 724 EDUARDO SUBIRATS RUGGEBERG: Heliogábalo en el diván del analista ' 727 EUGENIO COBO: Eduardo Tijeras: El relato breve en Argentina ... 735 LUBIO CARDOZO: Juan Liscano: Panorama de la literatura vene zolana actual 738 ALBERTO PORLAN: Una antología de poesía sueca 744 LUIS ALBERTO DE CUENCA: Encuentro con Dada 747 LOURDES ORTIZ: Cajas amarillas o la imposibilidad de integrarse. 751 JAIME DE ECHANOVE: José Hernández: Estudios reunidos en con memoración del centenario de «El gaucho Martin Fierro» 757 Dibujo de cubierta: BENEYTO. Siguiente ARTE Y P E N S A M I E N T O Anterior Inicio Siguiente FERNANDO PESSOA, ¿NOVELISTA? (En 'torno a la génesis de sus heterónimos) 1, Hablar de la incomunicación y mutua ignorancia culturales exis tentes entre los «países hermanos» de la Península es un tópico ya añejo entre nosotros; también lo es aludir a Unamuno como frustrado pontífice de la reconciliación de ambas culturas y citar aquellas frases suyas de Por tierras de Portugal y de España en que se queja del «absurdo sino que nos ha mantenido separados en lo espiritual», Este sino ha continuado vigente a lo largo de nuestro siglo, ya que aunque Pérez de Ayala, años más tarde, al escribir sobre Eca de Quei- roz lo considerase «uno de los autores más populares en España» y argumentase que junto a Guerra Junqueiro y Anatole France for maba parte del trío de autores extranjeros contemporáneos cuya obra completa estaba traducida y que pronto se les añadiría el poeta Euge nio de Castro, es evidente que tal predominio de escritores portugueses se debía, más que a un interés real, a la penuria lingüística del gre mio de los traductores españoles, y que la afición por Eca de Queiroz había que rebajarla al justo nivel que alcanzaban, y alcanzan, las pa siones por la literatura en España, país donde, como ha escrito Cas- tellet, «la lectura es un lujo que pocos desean y muchos no pueden pagarse». En ¡os años que van de la posguerra hasta el presente la situación no ha experimentado cambio alguno (eí Pacto Ibérico sin du da alguna ha sido muy fructífero en todos los campos, menos en lo cultural); intentos esporádicos de alguna revista como ínsula, que ha dedicado un número monográfico a las letras y al arte lusitanos no han podido acabar con ella, y de nuevo surgen las voces de nuestros escri tores de mayor inquietud intelectual, como antaño la del rector de Salamanca, que acusan el divorcio existente entre ambos países, entre- ellos, por ejemplo, Juan Benet —decidido admirador, si bien por razones un tanto fortuitas, de un escritor en portugués, Euclides da Cunha— en uno de sus artículos'de la Revista de Occidente, titulado muy expresivamente «Musitaría» y prologado por dos versos de Men- sagem (1934), el poema épico-nacionalista su i generis, preñado de modernidad, de Fernando Pessoa, del que no hace mucho acaba de 527 publicar una antología bilingüe Rafael Santos Torroella (1), que pre disponen al lector que no ha leído nada de él a otorgarle sin reservas un crédito inicial de gran poeta: O mar salgado, quanto do teu sal sao lágrimas de Portugal! 2. Fernando Antonio Nogueira Pessoa, nacido en 1888 y muerto a los cuarenta y siete años cuando proyectaba su primer gran libro impreso de poesía, en Lisboa, es un caso especial, sin parangón en las letras portuguesas. A causa del segundo matrimonio de su madre sé educó en una ciudad del África del Sur inglesa: Durban. Poeta en fran cés, si bien esporádicamente, en inglés desde los trece años, con el seudónimo de Alexander Search, idioma en el que publicó Antinous 35 Sonnets y English Poems I, II y III, y solamente a partir de los veinte años en portugués, su formación literaria, adquirida funda mentalmente en la Durban High School, fue totalmente distinta a la que se podría esperar para un futuro poeta portugués. Básicamente se nutrió de Shakespeare, de Milton (2) y los románticos ingleses, Byron, Shelley, Keats y Tennyson, así como del lakista Wordsworth, de Pope y de Carlyle. Fue, además, gran conocedor de Poe, de Walt Whitmann y de la poesía francesa, desde Apollinaire y Blaise Cendrars a Valery Larbaud, Verlaine y Marinetti. Algunos críticos han visto también muy evidente en Pessoa la influencia de Hegel, Schopenhauer y Nietzsche. Si añadimos que leyó detenidamente a Maeterlink y que los poetas y filósofos de la antigüedad no le eran desconocidos ni mucho menos, acabamos por completar el panorama de la cultura cosmopolita de Pessoa, que sólo cuando ya es un joven hecho y dere cho toma contacto con la tradición literaria portuguesa, de una forma trascendental, por cierto, ya que ia lectura de Almeida Garret le des pierta el deseo de escribir en su lengua materna. Todo este abigarra do campo de lecturas no coartó en absoluto la originalidad expresiva del poeta, una de sus características más acusadas; él mismo, en su prólogo a una incompleta Antología de poemas portugueses modernos expresó claramente sus ideas a este respecto, ai escribir que «Antero es discípulo de la filosofía alemana; pero ia poesía de Antero no es dis- . cípula de nadie» y añadir: «Una cosa es la influencia, que solamente no sufre quien no vive; otra cosa es la subordinación». Sin duda alguna Pessoa no subordinó su libertad de poeta a nada ni a nadie y aunque discípulo y lector atento de los clásicos y románticos ingleses, de los (1) Plaza y Janes, Col. Selecciones de Poesía Universal, Barcelona, 1972. (2) Vid, Alex Severfno, «La formación artística de Fernando Pessoa», ínsula, 296-7, 1971, p. 12. Estudia la influencia de Milton en composiciones del heterónímo Campos. 528 grandes poetas americanos y franceses y de los filósofos alemanes, no hipotecó su poesía ante ninguno de ellos. Pessoa es caso aparte también, y de forma acusada y ejemplar, por su falta de ambición de fama, unida a un trabajo ininterrumpido al margen del reconocimiento de su esfuerzo y valía, como ha desta cado en un reciente artículo Jorge Rodríguez Padrón (3), La única vez en que parece perseguir la gloria literaria da lugar a que el jurado de un premio de poesía muestre su falta de perspicacia, por conceder a su Mensagem un segundo premio. De hecho Pessoa, cuya opinión acer ca de la fama se expresa en su frase «todo hombre que merece ser célebre sabe que no vale la pena serlo», murió antes de ver editada su obra poética, esparcida por revistas literarias o absolutamente inédita, que sólo en 1942, siete años después de su muerte, comenzó a salir a la luz con la dignidad que le correspondía hasta completar siete volú menes. Uno de sus poetas heterónimos expresó sin embargo la seguri dad de que tal cosa acabaría por suceder: Mesmo que os meus versos nunca sejam impresos, éles lá terao a sua beleza, se forem belos. Mas éles nao podem ser belos e ficar por imprimir, porque as raíces podem estar debaixo da térra mas as flores florescem ao ar livre e a vista. Tem que ser assim por fórca. Nada o pode impedir. Y a partir de su publicación han merecido el reconocimiento y estudio de todos los más importantes críticos y poetas de lengua portu guesa y de personalidades intelectuales como Octavio Paz (4), Harri Meier y Román Jakobson, entre otros. El carácter excepcional de Pessoa se hace más evidente cuando se le considera dentro de la literatura portuguesa. Después de Antero de Quental y Ega de Queiroz no apareció ningún otro autor portugués comparable a Pessoa, y pocos como él, dentro de las letras lusas, al canzan mayor valor universal. Pessoa solo, significa muchos años de evolución de la poesía portuguesa, a la que volvió asombrosamente moderna, dejando muy lejos el nacionalismo derivado de Antonio Nobre, el simbolismo de Eugenio de Castro y el saudosismo de Tei- xeira de Pascoaes. De ellos puede decirse que Pessoa, fundador en 1915, con Mario de Sá-Carneiro y,José de Almada Negreiros, de la revista Orpheu, introductora del vanguardismo, saltó a Marinetti y a partir de ahí creó su personalidad inconfundible a lo largo de su corta, pero fértilísima vida. (3) «La pura verdad de Fernando Pessoa», Cuadernos Hispanoamericanos, 272, 1973, pp.