Ensayo contra el mito del

j u a n j o s é sebreli

Durante su asistencia a la Feria del Libro de Frankfurt, la presidenta Cristina Kirchner erigió como iconos de su país, Argentina, a cuatro personajes: Carlos Gardel, Evita de Perón, el Che Guevara y Diego Armando Maradona. Efectivamente, los cuatro integran hoy el panteón nacional de los mitos populares argentinos, de los cuales tres encarnan las pasiones de ese singular pueblo: el tango, el peronismo y el fútbol. Esta conjunción ya había motivado al sociólogo argentino Juan José Sebreli a emprender una investigación sobre esos cuatro iconos, cuyo resultado –Comediantes 50 y mártires: ensayo contra los mitos– obtuvo en el año 2008 el primer premio de ensayo de Casa de América y Editorial Debate. Un jurado integrado por Carlos Monsiváis, Edmundo Paz Soldán, Sol Gallego Díaz, Miguel Barroso y Miguel Aguilar pronunció por unanimidad esta decisión. Por la calidad de esta demolición crítica de mitos popu- lares es que se ofrece el quinto capítulo de esa obra al lector ilustrado de Santander, un ejemplo de las nuevas perspectivas del análisis sociológico latinoamericano que supera las beaterías de la década de los años sesenta del siglo XX, cuando los intelectuales po- pulistas proclamaron que sólo la comunión con la sensibilidad popular permitía percibir la emoción de los mitos populares. A diferencia de la aspiración a la universalidad de las representaciones científicas, los mitos dependen de una comunidad de creyentes que los fundan en los sentimientos particulares ajenos a la racionalidad. Los creyentes en mitos no se arriesgan a analizarlos porque su fe inhibe el uso de su razón, dado que han suspendido su capacidad crítica, pero los políticos profesionales los pervierten al usarlos como instrumentos de movilización de masas. El Che Guevara es un mito político conscientemente elaborado para arrastrar a las masas, cuya efigie canónica recorrió el mundo gracias al editor , quien vendió millones de pósters derivados de una imagen tomada por el fotógrafo cubano el 2 de marzo de 1960. Los jóvenes de clase media de los países del Primer Mundo fueron los que más hicieron por convertir al Che en un icono de la juventud rebelde, cuando durante las décadas de los años sesenta y setenta del siglo XX se impuso la moda cul- tural revolucionaria. El mayo francés ocurrió un año después de la muerte del Che y, paradójicamente, los estudiantes que prometían luchar contra toda autoridad adoptaron sin reservas el icono de un estalinista que sometía a una rígida disciplina a sus soldados. La fe irracional en los mitos políticos predispone a los regímenes autoritarios y anula en los ciudadanos la conciencia de su libertad y de su propia responsabilidad respecto de la elección de su propia posibilidad de existencia. El autor de este ensayo, nacido en Buenos Aires (1930), es mejor conocido en Colombia por dos de sus obras anteriores: Buenos Aires, vida cotidiana y alienación (1964), y El asedio a la modernidad (1991). Este capítulo fue originalmente publicado en Buenos Aires, durante el mes de diciembre de 2008, por la Editorial Sudamericana bajo el sello Debate.

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na familia nada convencional, En uno de sus poemas tempranos bohemia, desordenada pero escribía: “Ya me voy por caminos más largos al mismo tiempo conflictiva que el recuerdo/con la hermética soledad del por las desavenencias entre peregrino”. A la aventura geográfica sucede- los progenitores y el frecuente ría la revolucionaria, pero aquélla nunca sería Uabandono del padre, predispusieron a Ernes- abandonada y, por ambos impulsos, cumplió to Guevara a la rebeldía y a la búsqueda de la su sueño juvenil de llegar a África. Parte de autoridad y el orden, contradicción que mar- su infancia transcurrió en la selva de Misio- 51 caría luego su trayectoria política. nes, región cercana a la que habría de morir. Los permanentes cambios de lugar Las sierras de Córdoba, donde pasó parte de de residencia, los hogares pasajeros, a veces su adolescencia, y las temporadas de vacacio- hoteles, debidos al asma y los avatares econó- nes en las estancias de los abuelos, lo habi- micos del padre, lo predispusieron a la vida tuaron a los paisajes agrestes; en las ciudades errabunda, a la falta de arraigo a un sitio fijo, se sentía un extraño. al, según Baudelaire, “horror al domicilio”. Su fervor por la aventura se unía Desde su temprana juventud, al no menos intenso por la lectura. La inci- Ernesto sintió la necesidad de abandonar la piente ideología antiimperialista se nutrió, casa familiar, la ciudad, el país natal para más que de las, hasta entonces, muy ligeras irse por los caminos a recorrer el mundo. lecturas de izquierda, del escritor nacionalis- En su pasión por los viajes se fusionaban ta italiano Emilio Salgari y su personaje San- el atractivo por lo lejano y distinto, por lo dokán, el pirata de la Malasia que luchaba, a desconocido y, a la vez, el deseo de huir de su manera, contra los colonialistas anglosajo- lo que dejaba atrás. “Lo único que hice fue nes. Su ídolo, Sandokán, le transmitió a ese huir de todo lo que me molestaba”. ¿Qué niño enfermizo el atractivo de la vida aventu- le molestaba? No era el peronismo dada su indiferencia por la política, quizá fuera la situación familiar. En una carta juvenil a su madre, Su fervor por la aventura se unía al no escribía premonitoriamente: “África por las menos intenso por la lectura. La incipiente aventuras y después se terminó el mundo”. Ya errando por la Patagonia en 1952 confirmaba ideología antiimperialista se nutrió, más que esta tendencia: de las, hasta entonces, muy ligeras lecturas Ahora sé casi con una fatalista conformidad de izquierda, del escritor nacionalista italiano que mi sino es viajar. […] Comprendemos Emilio Salgari y su personaje Sandokán, el que nuestra vocación es andar eternamente por los caminos y los mares del mundo. pirata de la Malasia que luchaba, a su manera, Siempre curiosos. Olfateando todos los contra los colonialistas anglosajones. rincones, pero siempre tenues, sin clavar nuestras raíces en tierra alguna.

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rera, el peligro de la jungla salvaje y la acción La pasión por la lectura no lo al aire libre. El pirata, descendiente como él abandonaría hasta el final; inusitadamente, de una aristocracia decadente, representó lograba aislarse con sus libros en medio de la también el primer modelo infantil del bandi- jungla africana y de la selva boliviana, pero do, ejemplo de rebelde primitivo. Asimismo llegó a reconocer en su Diario del Congo el tenían en común algunos rasgos personales: carácter evasivo de sus lecturas: “El hecho de Sandokán y él eran melancólicos, predispues- retirarme a leer, huyendo de los problemas tos tanto a ser generosos como crueles. cotidianos”. La atracción por la aventura y por A los veinte años Ernesto Guevara los paisajes desérticos provino también de emprendió una larga marcha en motocicleta la lectura juvenil de Jack London, autor muy como deportista trotamundos, visitó pueblos leído por su generación. Le había impresio- perdidos, escaló montañas y se relacionó nado hasta tal punto que, en un momento fugazmente con vagabundos. Ese merodeo de grave peligro, acudió a su memoria una estaba en el aire en los años cincuenta, él era 52 novela de London y se dispuso a morir con contemporáneo de la beat generation esta- dignidad como uno de sus personajes, perdi- dounidense, con cuyos integrantes quizá se do en el desierto. Con el autor estadouniden- cruzó en algún bar de México. El camino los se compartía, además, la contradicción entre llevaría, sin embargo, a distintas metas: Jack una idea pesimista de los hombres y, a la vez, Kerouac y sus continuadores, los hippies, la las aspiraciones a una sociedad igualitaria. encontrarían en la mística oriental; el Che, en Ya adulto, posiblemente, uno de la revolución, al fin otra forma de mística. sus autores preferidos fuera Ernest Hemin- Los personajes de la novela beat, de gway –escritor y hombre de acción venerado los road movies, los easy rider, renovaban el en –, que no diferenciaba mucho la po- género del relato del vagabundo que se re- lítica del deporte y que, como el Che, amaba monta a la picaresca española del siglo XVII. las armas. A diferencia del Che, Hemingway No es casual que la lectura de los Diarios ju- escribía y participaba a prudente distancia de veniles le haya recordado a Pierre Kalfon “los las batallas. Su oscilación entre la acción re- mejores relatos de la picaresca española”. volucionaria y la literatura fue captada por el Don Quijote es, a su manera, tam- periodista Carlos Franqui, que lo conoció du- bién una novela del camino y el Che solía rante su estadía en México: “Alternaba Stalin identificarse con el personaje. En una carta con Baudelaire, la poesía con el marxismo”. a sus padres decía: “Otra vez siento bajo mis De haberse decidido por la literatura, habría talones el costillar de Rocinante, vuelvo al sido un poeta regular y tal vez un buen na- camino con mi adarga al brazo”. ¿No adver- rrador, como muestran sus Diarios. tía acaso que compararse al Quijote era elegir el camino de la quimera que lo llevaría al fracaso? Ya adulto, posiblemente, uno de sus La ruta moderna actualizaba el camino en su dimensión simbólica de viaje autores preferidos fuera iniciático, a la manera de las novelas de for- –escritor y hombre de acción venerado mación del siglo XVIII. Para los jóvenes de los años cincuenta y sesenta significaba la en Cuba–, que no diferenciaba mucho la fascinación de lo lejano, la libertad, la pleni- política del deporte y que, como el Che, tud de las posibilidades, la prueba del coraje, la fuga del hogar, del trabajo y de la rutina amaba las armas. cotidiana, aunque mostraba también su cara oscura: la soledad, el tedio del paisaje desérti-

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¿Cómo se transformó esa persona común en una imagen que electrizaría a multitudes? Una fotografía fue la clave; la tomó imprevistamente el fotógrafo cubano Alberto Korda, comisionado por la revista Revolución para documentar la manifestación en la plaza de La Habana del 2 de marzo de 1960, en repudio al atentado contra un barco cargado de armas.

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co, el cansancio, las oportunidades perdidas, Para el aventurero –así lo el peligro y, en muchos casos, la muerte. reconocía uno de ellos, Thomas Edward Ya en plena madurez, escribía a su Lawrence, en su obra autobiográfica Los siete madre: “Soy siempre el mismo solitario que pilares de la sabiduría (1926)–, la llamada del era buscando mi camino” (1959). Había en él desierto ha sido siempre irresistible, porque una compulsión tan notoria de desarraigo, en esa soledad era posible escuchar la voz exilio, destierro, que tampoco encontró en interior. El desierto del Che fue el camino; Cuba su lugar definitivo y volvió a los ca- después, la sierra cubana o las selvas africana minos, hasta perderse en ellos para siempre. y boliviana. Todos eran momentos, altos en un trayecto; En el impulso a la aventura hay tal vez por eso a sus diarios de siempre un desajuste con el medio donde se o del Congo los tituló “Pasajes”. vive; en el Che pueden rastrearse razones En la última carta al padre, casi subjetivas confundidas con los fines objetivos un testamento, después de identificarse, una y una combinación de circunstancias par- 54 vez más, con el Quijote, reconocía su calidad ticulares: su pertenencia a un sector social de aventurero: “Muchos juzgarán que soy un marginal –pariente pobre de la oligarquía–, aventurero y lo soy”, y pedía que lo recorda- una familia caótica, conflictivas relaciones ran como un “condotiero del siglo XX”. con el padre de quien heredaría, sin embar- La aventura como categoría políti- go, la vocación por los emprendimientos ca opuesta a la militancia fue analizada por fabulosos destinados al fracaso. Se sumaban Jean-Paul Sartre y Roger Stephane en Retrato un noviazgo con María del Carmen Ferreira, del aventurero; sus conclusiones sirven para frustrado por prejuicios sociales de su familia comprender la enigmática personalidad del –aristocracia cordobesa– y de ella misma. Che, que vivió la revolución en el desenfreno El desprecio a la sociedad organizada era de la aventura, ajeno a la reflexión de la mili- anterior en él a su repudio por el sistema ca- tancia política. pitalista. Los aventureros suelen ser escrito- El asma lo aisló y lo convirtió en res que utilizan sus vivencias como materia un ser diferente, lo puso en contacto cotidia- prima de sus obras: lord Byron y la revolu- no con la muerte despreocupándolo del pe- ción italiana o la emancipación de Grecia; ligro y, a la vez, lo acorazó con una voluntad Thomas Edward Lawrence y la guerra de férrea para doblegar las debilidades del cuer- los árabes; André Malraux y la guerra civil po. El asma, como el brazo lisiado del káiser, española o la Segunda Guerra Mundial. El según Sartre, no fue “solamente un defecto Che puede agregarse a esta nómina. Aunque fisiológico sino una situación significativa”. no tuvo tiempo para ser un escritor cabal, Otra de sus características de aven- fue un ávido lector, ocasionalmente escribía turero era mantenerse apartado de los indivi- poemas y cuentos y, sin descanso, un diario duos con los que se relacionaba. Aun cuando personal desde sus primeros viajes juveniles la experiencia revolucionaria implicaba una hasta sus dramáticas aventuras africana y forma vehemente de comunicación con los boliviana. Sentía necesidad de escribir lo que demás, siempre hubo una distancia, una valla vivía, tal vez de vivir lo que merecía ser es- insalvable entre él y aquellos que quería libe- crito. Los aventureros aspiran con frecuencia rar. No arraigó ni siquiera entre los cubanos. a hacer de su aventura una obra de arte; hay Entre él y sus compañeros de combate había un vínculo estrecho –según Georg Simmel– siempre una separación: en la comunidad entre el aventurero y el artista, porque ambos cerrada del grupo guerrillero en medio de la trascienden la realidad cotidiana. selva, él leía aislado novelas inglesas y france-

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sas. Él mismo confesaba: “Tendía a alejarme perseguido, un Castro luchando contra la del contacto con los hombres, sin contar con tiranía. que hay ciertos aspectos de mi carácter que no hacen fácil intimar”. Su relato de vida Su formación ideológica de ju- sobre algunos contactos humanos intensos ventud se reducía a apresuradas lecturas de revela que éstos fueron relaciones fugaces Aníbal Ponce y su antinorteamericanismo lo en efímeros encuentros con vagabundos del abrevó en Ariel, del uruguayo José Enrique camino durante su primer viaje iniciático. Rodó, lectura obligada de aquellos años. Un El linyera con quien casualmente compartió diluido humanismo de izquierda provenía una noche en Chuquisaca lo hizo sentir “más igualmente de la tradición familiar: su tío próximo de esa especie humana tan extraña Policho, el crítico de arte Cayetano Cór- para mí”, tal vez porque sabía que nunca lo dova Iturburu, era comunista y había sido volvería a ver. corresponsal en la guerra civil española. Sin A diferencia del político que subor- embargo, el joven Guevara no participó de dina su personalidad a la causa, el aventurero la agitación estudiantil a pesar de la efer- 55 toma la causa a la que se adhiere como un vescencia de esos años, y ni siquiera estaba medio para justificar su existencia, expresar afiliado al centro de estudiantes. Lo acercó a su personalidad, vivir más intensamente, la izquierda la influencia de una compañera forjar su propio mito. Lawrence hablaba de de estudios, Tita Infante –integrante de la la “elección voluntaria del mal ajeno para Juventud Comunista–, pero no consiguió su perfeccionar el propio yo”. Esta definición se adhesión, hecho sintomático que muestra su adecua igualmente para calificar al santo y al poca afición por la militancia política. héroe como una clase especial de aventurero. Su héroe juvenil no fue, como en Una batalla era para el Che el equivalente de tantos jóvenes de su generación, ni Marx ni un ejercicio espiritual para acceder al “cielo” Lenin sino Gandhi, representante del pacifis- de la Revolución. Ni siquiera le faltaba el as- mo y la no violencia, valores diametralmente cetismo y, en sus últimos días en la selva bo- opuestos a los que luego él encarnaría. liviana, el cilicio flagelante, la aceptación del Su adolescencia y primera juven- dolor y la degradación física. En ese sentido tud fue la de un niño bien; frecuentaba los puede decirse que él fue, a la vez, un aventu- grupos de chicos ricos que eran sus familia- rero, un santo y un héroe, pero no un polí- res y amigos. En tanto que pariente pobre tico. Él mismo alertaba en la conferencia de disfrutaba de muchas de las ventajas de sus Punta del Este en 1961: “Soy un combatiente, familiares adinerados: vacaciones en la es- no soy ni seré un político”. tancia de algún abuelo, entrada en clubes Los informantes de la CIA solían exclusivos –como el Lawn Tennis de Córdoba estar cegados por el sectarismo ideológico, o el San Isidro Club, dirigido por su tío–, pero algunas veces se trataba de mentes pers- invitaciones a fiestas exclusivas, partidas picaces para captar las personalidades que de bridge, práctica de deportes –tenis, golf, acechaban; así, un documento de 1958 preci- esgrima, equitación– privativos de la clase saba con certeza: alta. En esa despreocupada vida entre paseos, juegos, bailes, noviazgos castos y sexo con Es un aventurero, no un político profesio- sirvientas, el Che sólo se destacaba de los nal. […] Ha estado buscando siempre algo otros niños bien por sus salidas sarcásticas, con que darle sentido y significación a su por el escándalo que provocaba su suciedad vida y por el momento la ha encontrado en y desaliño bohemio, su manera de espantar a Castro, no Castro el político sino Castro el los burgueses. Al no poder ser un príncipe, le

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quedaba jugar al mendigo romántico, quizá misma hubiera justificado en circunstancias al poeta maldito. diferentes cualquier tipo de valores, una 56 También destacaba por su ideología de otro signo. Sus declaraciones de empecinamiento en empresas para las que amor por la violencia guerrera databan de su no estaba capacitado. Su obstinación juvenil juventud; así, en Notas al margen (1952) es- por jugar al rugby cuando su asma era un cribió párrafos apocalípticos con una notable obstáculo –por supuesto, nunca fue un buen inclinación por la violencia: jugador– prefiguraba las empresas locas de su vida adulta: ministro de Industria y Veo dibujada en la noche que yo, el eclécti- director de banco sin la formación adecuada co disector de doctrinas y psicoanalista de o aventuras guerrilleras improvisadas. No dogmas, aullando como poseído, asaltaré poseía sentido de los límites, y por haber las barricadas o trincheras, teñiré en sangre estado enfrentado con la muerte desde niño, mi arma y, loco de furia, degollaré a cuan- no temía al peligro. to vencido caiga entre mis manos. […] Ya Se decidió, de pronto, a la acción siento mis narices dilatadas, saboreando el política cuando surgió, por mero azar, la acre olor a pólvora y sangre de la muerte oportunidad de intervenir en la excitante enemiga. aventura de una revolución. Lo impulsó, más que los principios, la necesidad imperiosa de Su fascinación por la guerra y la hacer algo, de estar en el centro del remolino. violencia la descubrió con la emoción de La política era demasiado gris y monótona su primera experiencia bélica durante el para atraer a ese joven romántico, fascinado, bombardeo de la ciudad de Guatemala. “Me en cambio, por la turbulencia de la guerra divertí como un mono durante los días del revolucionaria. bombardeo –le escribió a su madre–. El bom- bardeo más leve tiene su grandeza.” Si en Guatemala fue sólo un espectador, en Sierra EL AMOR POR LA GUERRA Maestra experimentó el novedoso placer de El aventurero de los caminos expe- matar en combate: rimentó un verdadero descubrimiento cuan- do, en Guatemala, entró por primera vez en Todos esperábamos el combate como una contacto con la acción violenta. El aventurero liberación, […] todo el mundo ansia ya de pasivo se transformó en aventurero activo. Al una vez la llegada de ese momento estelar Che le interesaba la acción sin preocuparse de la guerra que es el combate. Lo que lleva demasiado por llevar a buen fin sus convic- al paroxismo de la alegría es el combate, ciones. Se podría suponer que la acción en sí clímax de la vida guerrillera.

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En una carta a Ernesto Sábato del El propio Fidel, calculador hasta 12 de abril de 1960, también manifestaba su en la guerra, se quejaba de la excesiva belige- amor por la guerra: rancia del Che: “Como guerrillero tenía un talón de Aquiles, su excesiva agresividad, su La guerra nos revolucionó. No hay expe- absoluto desprecio del peligro”. riencia más profunda para un revolucio- El primer asesinato por mano nario que el acto de guerra; no el hecho propia que cometió en Sierra Maestra fue el aislado de matar ni el portar un fusil o el de un campesino, supuesto traidor. Ante la establecer una lucha de tal o cual tipo, es el vacilación de los demás, él mismo empuñó total del hecho guerrero. el arma con toda frialdad. En su Diario, con- virtió la ejecución, según comentaba Pierre Conversando con Pablo Neruda, le Kalfon, en una “escena de ópera wagneriana”. dijo: “La guerra… la guerra… siempre esta- Fidel, testigo presencial, advirtió que era la mos contra la guerra, pero cuando la hemos persona indicada para las ejecuciones tanto hecho no podemos vivir sin la guerra. En de compañeros como de enemigos. Mató en 57 todo instante queremos volver a ella”. Sierra Maestra a catorce personas y en Santa Esos escritos recuerdan el esteticis- Clara, donde comandaba un batallón, las mo guerrero de las novelas de Ernst Jünger o ejecuciones fueron veintitrés. El 18 de enero del Diario de Drieu La Rochelle, otros artis- de 1957 escribía a su mujer: “Estoy en la ma- tas aventureros, con quienes probablemente, nigua cubana, vivo… y sediento de sangre”. de haberlos leído, a pesar de las diferencias No trepidó en narrar con frialdad ideológicas, se hubiera sentido identificado. en su Diario el asesinato de un desertor de las La embriaguez por el olor a pólvora, por las tropas a su cargo: armas, por los uniformes y el combate lo acercaban a aquellos intelectuales fascistas. Reuní a toda la tropa […] explicándole a La reducción de los hombres a amigos y ene- nuestra guerrilla lo que iba a ver y lo que migos respondía, por otra parte, al modelo significaba aquello, por qué se castigaría nacionalsocialista de Carl Schmitt. con la muerte la deserción y el porqué de la A los cinco años su padre le enseñó condena contra todo aquel que traicionara a tirar al blanco; desde entonces el revólver la revolución. Pasamos en fila india en ri- sería su juguete preferido. La sola visión de guroso silencio, muchos de los compañeros las armas le provocaba verdadero éxtasis: todavía consternados ante el primer ejem- plo de la muerte junto al cadáver de aquel A la noche llegaron las armas para noso- hombre que trató de abandonar su puesto. tros, era el espectáculo más maravilloso del mundo; estaban como en exposición ante los ojos codiciosos de todos los combatien- El primer asesinato por mano propia que tes, los instrumentos de muerte. cometió en Sierra Maestra fue el de un Cuando en la retirada de un com- campesino, supuesto traidor. Ante la vacilación bate debía elegir entre salvar los medica- mentos o las municiones, optaba por éstas; de los demás, él mismo empuñó el arma con mostraba así que prefería la muerte a la vida. toda frialdad. En su Diario, convirtió la ejecución, Esta desmedida pasión por las armas se infiltraba incluso en una carta de según comentaba Pierre Kalfon, en una “escena amor a donde decía recordarla de ópera wagneriana”. “bajo la renovada caricia de las balas”.

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domasoquista, diagnosticaba un psicólogo; Después del triunfo de la revolución cubana ángel exterminador, metaforizaba Régis De- bray; asesino serial, acusaba Óscar del Barco, fue el encargado de los fusilamientos en guevarista arrepentido. masa, tras juicios sumarios celebrados sin el El grado de entusiasmo demostra- do durante la crisis de los misiles (1962) ante menor procedimiento legal por los tribunales la posibilidad de una guerra atómica inmi- revolucionarios instalados en la fortaleza La nente mostraba su fervor belicista y su indife- rencia por el destino del pueblo cubano, que Cabaña. no todos habían sido esbirros de podía ser aniquilado. Se dice que había queri- Batista, entre ellos había algunos campesinos. do dispararles a los aviones estadounidenses durante la crisis, como una incitación a la guerra. Su anhelo apocalíptico de una guerra mundial atómica no dejaba dudas cuando 58 Las ideas del bien y el mal eran escribía: traducidas en su pensamiento en coraje y co- bardía; así, trataba a sus propios compañeros Es el ejemplo escalofriante de un pueblo que con toda crueldad y los humillaba si caían está dispuesto a inmolarse atómicamente en la selva vencidos por el hambre, la sed, la para que sus cenizas sirvan de cimiento a fatiga y las enfermedades; no había piedad sociedades nuevas y que cuando se hace, sin para el débil. consultarlo, un pacto por el cual se retiran Después del triunfo de la revo- cohetes atómicos, no suspira de alivio, no lución cubana fue el encargado de los fu- da gracias por la tregua; salta a la palestra silamientos en masa, tras juicios sumarios para dar su voz propia y única, su posición celebrados sin el menor procedimiento legal combatiente, propia y única, y más lejos, su por los tribunales revolucionarios instalados decisión de luchar aunque fuera solo. en la fortaleza La Cabaña. Los muertos llega- ron a ciento sesenta y cuatro; no todos habían La incitación a la violencia y la sido esbirros de Batista, entre ellos había al- transformación del odio en virtud revolu- gunos campesinos. cionaria aparecía nítida en el mensaje ante el Tenía su justificación para ese Congreso de la Tricontinental del 16 de abril procedimiento: “Tenemos que crear la pe- de 1967: dagogía de los paredones del fusilamiento y no necesitamos pruebas para matar a un Es preciso, por encima de todo, mantener hombre” (1959). En la Asamblea de la ONU vivo nuestro odio y alimentarlo hasta el proclamaba: “Sí, nosotros hemos fusilado, paroxismo, […] el odio como elemento de nosotros fusilamos y seguiremos fusilando lucha, un odio implacable al enemigo que hasta cuando sea necesario”. “Paredón, pa- nos impulsa más allá de las limitaciones na- redón”, fue el estribillo coreado por todos los turales propias del hombre y lo transforma guevaristas. en una máquina de matar efectiva, seduc- Su crueldad –según testimonio del tora y fría. Así deben ser nuestros soldados, sacerdote Bustos Argañaraz– llegaba hasta el un pueblo sin odio no puede vencer a un punto de obligar a los familiares que iban a enemigo brutal. recoger los cadáveres de los fusilados a pasar por el famoso “paredón” manchado con la Estas páginas, así como su con- sangre fresca de las víctimas. Carnicero de signa –“Uno, dos, muchos Vietnams”–, La Cabaña, lo llamaban los adversarios; sa- revelaban, sin rodeos, sus ansias de aniqui-

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lamiento, su deseo de que el mundo entero ardiera en una guerra atómica, aunque la humanidad sucumbiera y él fuera el único dispuesto a inmolarse.

FIDEL Y EL CHE Las relaciones entre Fidel y el Che, como las de tantos otros dúos célebres, fue- ron conflictivas y, en muchos aspectos, aún no del todo conocidas. Es indudable que el Che sin Fidel hubiera podido encarar muchas actividades menos la de guerrillero. Las car- tas de 1955 muestran su incertidumbre sobre su destino: en una de ellas, escrita quince días antes de conocer a Fidel, proyectaba irse 59 a vivir a París con su madre y conseguir una beca para estudiar. Decía que este viaje “para mí es una necesidad biológica”. En otra, re- afirmaba ese proyecto: “Mi norte inmediato es Europa y el mediato Asia. ¿Cómo? Ése es otro cantar”. En las cartas escritas a sus de quien hizo un vivido retrato: “Guevara El Che conocería familiares y amigos durante los dos años tenía entonces un aire bohemio, un humor a Fidel en México el 8 de julio de pasados en México hay ciento sesenta y una suficiente, provocador y argentino, andaba 1955; el histórico referencias a viajes posibles o hipotéticos. Fue sin camisa, era algo narcisista […] con su encuentro quedó el momento crucial de su vida: “Mis activi- pipa y su mate”. Este personaje conocería registrado en su Diario: “Un acon- dades futuras son un misterio hasta para mí a Fidel en México el 8 de julio de 1955; el tecimiento político mismo”. histórico encuentro quedó registrado en su es haber conocido Los acontecimientos en Guatemala Diario: “Un acontecimiento político es haber a ”. –con un conato de guerra civil abortada– lo conocido a Fidel Castro”. Su admiración por demoraron porque creyó que la invasión de Fidel dio origen a un poema laudatorio don- Guatemala era una versión modesta de la de lo llamaba “ardiente profeta de la aurora”. guerra española de la que tanto había oído Fidel estaba lejos en esa época de hablar a su tío Poliche. Sin embargo, no ser comunista. No era más que un naciona- participó en esos acontecimientos. No sólo lista de izquierda; el Che lo definía acertada- porque era un extranjero sin contactos, sino mente como un “nacional-revolucionario” y además porque no estaba del todo decidido a “líder de la burguesía de izquierda”. Fidel era la acción, como reconocería: hijo de un rico terrateniente, educado por los jesuitas, y llevaba al cuello una medalla de la No me decido a tomar la actitud decidida Virgen del Cobre. Contrastaba con Fulgencio que hace mucho debía haber tomado por- Batista, un mulato descendiente de humildes que en el fondo (y en la superficie) soy un campesinos que permitía a los comunistas vago rematado, […] ni siquiera sé si seré controlar algunos sindicatos. Esta compleji- un actor o un espectador interesado en la dad de la sociedad cubana vuelve impropia la acción. explicación de la revolución castrista desde el punto de vista estrictamente clasista del El periodista Carlos Franqui, que “marxismo-leninismo” como se pretendería entrevistó a Fidel en México, conoció al Che, hacer años después.

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Las previas ideas comunistas de de su admirado Pablo Neruda cuando reci- Guevara y el haber incitado a Fidel a la rup- taba sus poemas. Además, su tonada inde- tura con Estados Unidos y al acercamiento finida, mezcla del habla porteña, cubana y a la Unión Soviética dio pie al mito del Che mexicana, dificultaba su identificación con el como cerebro y Fidel como corazón de la re- público. volución, sostenido por muchos guevaristas y Se equivocaba, sin embargo, cuan- también por los norteamericanos. El último do en “El socialismo y el hombre en Cuba” de sus embajadores en Cuba, Phillip Bonsan, confundía los largos monólogos de Fidel en informaba en un cable secreto: “Guevara es la plaza con un diálogo apasionado con las el verdadero gobernante en este momento, masas. No advertía que las preguntas retó- aunque no podría gobernar mucho tiempo ricas que hacía el orador al público eran un sin Fidel”. recurso usado por los grandes demagogos La prensa estadounidense se hizo como Mussolini –Alberto Moravia observó eco de la interpretación de Bonsan. Tad esa semejanza– y el propio Perón, y que esos 60 Szulc, en The New York Times, lo llamaba rituales multitudinarios fueron caracterís- “el poder de las sombras detrás de Castro”; ticos de todo régimen totalitario cualquiera Sondern, en el Reader’s Digest, hablaba del que fuera su signo. “hombre siniestro detrás de Castro”; en la US El concepto de amistad entre dos World and News Report señalaban al “dicta- hombres obsesionados por la revolución y el dor rojo detrás de Castro”. Un periodista de poder era relativo. El Che decía: “Yo no tuve la revista Time dejó una semblanza sugestiva, amigos sino camaradas […] y siempre que aunque no del todo cierta: defendí a alguien en aprietos fue porque te- nía razón y no a causa de la amistad”. Él es el responsable esencial del giro a la Tanto el Che como Fidel, machis- izquierda efectuado por Cuba. […] Es el ele- tas y misóginos, han sido reticentes para mento más fascinante y más peligroso del expresar sus sentimientos amorosos y existe triunvirato. Mientras luce una sonrisa de un código no escrito del castrismo que orde- dulce melancolía que muchas mujeres en- na no referirse a esos temas en las biografías cuentran arrebatadora, el Che dirige Cuba oficiales. Las mujeres, como en toda socie- con frío cálculo, enorme capacidad, gran dad espartana, ocupaban en Cuba un rango inteligencia y agudo sentido del humor. inferior. El Che no dio gran importancia a sus varios amores, nunca hablaba de ellos, Sin embargo, el carisma era de informó a sus padres a la ligera de su primer Fidel y no del Che, como él mismo reconocía: casamiento y solía terminar de forma abrup- ta sus vínculos con mujeres. Con Aleida Uno hace lo que puede con sus desventajas, March la relación fue duradera, pero se veían soy argentino, estoy como perdido entre los muy poco a causa de sus frecuentes y largos tropicales. Me resulta difícil abrirme y no viajes a los que se negó a llevarla a pesar de tengo las mismas dotes que Fidel para co- los pedidos de ella, y a sus hijos casi no los municarme. Me queda el silencio. Todo jefe veía. En una conversación con Nasser llegó tiene que ser un mito para sus hombres. a confesarle: “Yo he roto dos matrimonios”. Cuando ya estaba casado por segunda vez y La oratoria de Fidel, en un estilo tenía varios hijos escribía a su madre desde coloquial como si estuviera dirigiéndose a la India: “No tengo casa, ni mujer ni hijos, ni cada uno de sus oyentes, era cautivante; no padres ni hermanos, mis amigos son amigos así la del Che, discursiva, monocorde, ampu- mientras piensen políticamente como yo”. losa, que parecía copiada del amaneramiento Tal vez el único lazo afectivo de su vida fuera

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Celia, su madre. Su más temprana idea sobre vivir y comprendió que después de haber la relatividad del amor aparecía en una carta cometido la locura de romper con Estados a su novia Chinchilla Ferreira: “No puedo sa- Unidos no podía agregar la locura de romper crificar mi libertad interior por vos y yo soy también con la Unión Soviética, como hubie- lo más importante que hay en el mundo”. ra querido el Che. Por otra parte, el colapso Por supuesto, esta distancia afec- económico cubano no tenía otra salida que tiva no fue reconocida por Aleida March en la ayuda de los rusos. Ante los malos tratos su autobiografía oficial ni por sus hijos, todos de éstos, Fidel no sufrió el desengaño porque ellos funcionarios de la dictadura castris- nunca hubo en él una auténtica pasión por ta. En contraste, la hija que tuvo con Hilda el comunismo. El Che, en cambio, que había Gadea terminó alcohólica y deprimida por adorado a la Unión Soviética, reaccionaba la marginación a la que la sometió la otra como un amante despechado y reprobaba, familia de su padre, y un hijo natural no re- aunque en silencio, la actitud de Fidel. conocido estuvo prisionero en un campo de Un hombre tan conflictivo para concentración castrista. las dos mayores potencias del mundo era 61 Fidel no era hombre que se dejara un estorbo para Fidel, que trató de des- influir por nadie, ni siquiera por el Che, a embarazarse de él pero, a la vez, no quería quien respetaba por su coraje y capacidad de desaprovechar su inmensa popularidad. La trabajo más que por su pensamiento. Era un salida momentánea era enviarlo en misión político pragmático y le interesaban poco las diplomática a recorrer el mundo y trabar ideas, incluso las comunistas. El afecto y la relaciones con los líderes del Tercer Mundo. admiración entre ambos líderes fueron sin Nasser, Nehru o Sukarno, políticos realistas, duda recíprocos, pero ambos personajes eran no se entusiasmaron demasiado con el febril demasiado narcisistas como para soportar propagandista de la revolución. a su lado a alguien que le hiciera sombra; el Fuera de Cuba, se volvió también Che sólo podría lograr un verdadero prota- un peligro porque proclamaba a los cuatro gonismo fuera de Cuba e intentando hacer su vientos sus disidencias con la Unión Sovié- propia revolución. tica. La ruptura no tardó en producirse y el Los caminos de los dos dirigentes desencadenante fue su discurso de Argel en comenzaron a bifurcarse desde el momento 1965, donde sostuvo que las relaciones inter- en que se acabó la fiesta revolucionaria y se nacionales de la Unión Soviética no estaban sintieron los primeros síntomas de la crisis orientadas por la solidaridad socialista sino económica, provocada, en parte, por la inefi- por los intereses económicos, y por lo tanto ciente administración del Che como director eran similares a las de los países capitalistas. del Banco Central y ministro de Industria. Cuando regresó a La Habana, tuvo una agria Fidel comenzó entonces a escuchar voces discusión con Fidel y Raúl donde quedaron divergentes a la del Che, como el economista claras las posiciones divergentes con respecto Charles Bettelheim. a la Unión Soviética. Raúl lo acusó de pro- Los delirios revolucionarios a trotskista y promaoísta. destiempo del Che y las distintas posicio- Por otra parte, hacía ya tiempo que nes frente a la Unión Soviética fueron otros los burócratas del régimen, la nomenklatura, puntos clave en la divergencia. La crisis de tanto sus iguales como sus subordinados, los misiles –Jruschov mostró al mundo, con estaban cansados de él por su intolerancia y todo cinismo, que Fidel era un personaje sus exigencias de pureza y rigor, su obsesión subalterno a quien ni siquiera había que con- por “conseguir que la gestión administrativa sultar– supuso una división más profunda. se convirtiera en un perfecto mecanismo de Fidel, como político realista, quería sobre- relojería”. Él, a su vez, despreciaba a los fun-

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pañero fue la lectura pública de la carta de despedida al pueblo cubano, mientras aquél Fidel sabía que la aventura boliviana era un estaba en el Congo. De ese modo le cerró suicidio, pero no hizo nada por disuadirlo toda posibilidad de retorno a Cuba. “Esta carta sólo debía ser leída después de mi y aún lo ayudó un poco, lo suficiente como muerte. No es divertido que te entierren en para que se fuera pero no lo necesario para vida”, se lamentaba el Che al escuchar por radio desde el Congo la lectura de Fidel, y la victoria. Aunque ya había abandonado agregaba: “Intencionalmente o no, me des- su ilusión de “exportar” la revolución, sin apareció del ámbito internacional”. Con esa maniobra política de embargo no desalentó al Che. Fidel, la suerte del Che estaba echada. Sólo retornó fugazmente a Cuba en el mayor ano- nimato, de paso para Bolivia. Fidel sabía que 62 cionarios, y así lo dijo en una conversación la aventura boliviana era un suicidio, pero con Nasser: “Después de la revolución, no no hizo nada por disuadirlo y aún lo ayudó son ya los revolucionarios quienes hacen el un poco, lo suficiente como para que se fuera trabajo sino los tecnócratas, los burócratas, y pero no lo necesario para la victoria. Aunque ellos son contrarrevolucionarios”. ya había abandonado su ilusión de “exportar” El Che se había aburrido de las la revolución, sin embargo no desalentó al tareas burocráticas y comenzó a soñar con Che. En un doble juego muy hábil complacía la revolución “propia”, de ahí la apresurada a la izquierda ortodoxa local e internacional aventura del Congo. Sus reflexiones sobre sacándolo de Cuba y, al mismo tiempo, apa- este conflictivo período de su vida las de- rentaba ayudarlo para no perder la adhesión bió de escribir, dada su afición de seguir un de la nueva izquierda no estalinista que lo Diario día a día, pero es imposible conocer- idealizaba. No rompía, de ese modo, su vieja las porque los “cuadernos de Praga” nunca amistad, pero, como buen político, sacaba aparecieron y del Diario del Congo sólo se ventaja hasta de un sentimiento auténtico; publicaron fragmentos, seguramente muy combinaba una maniobra política maquiavé- corregidos. Investigadores como Kalfon y lica con sus sentimientos ambivalentes hacia Lee Anderson, que pudieron cotejar algu- el Che. Tal vez Jorge Castañeda haya desen- nos fragmentos originales con lo publicado, trañado con lucidez el enigma del comporta- advirtieron que habían sido expurgados y miento de Fidel: corregidos. Mientras exista la dictadura cas- trista, los archivos completos del Che perma- Pensar que Fidel Castro no era capaz de un necerán secretos. cálculo de tal frialdad y cinismo es desco- Una escapatoria del laberinto en nocer los métodos que le han asegurado que se había perdido era la fuga hacia el su permanencia en el poder. […] Fidel no Congo, alentada por Fidel que, no sin ironía, mandó al Che a morir a Bolivia, tampoco lo le decía al embajador soviético: “Se fue para traicionó ni lo sacrificó; sencillamente per- el África. El Che piensa que el África es una mitió que la historia corriera su curso, con tierra de nadie donde ni Europa ni la Unión plena conciencia del destino al que condu- Soviética ni Estados Unidos tienen hegemo- cía. No hizo, dejó hacer. nía”. Era el único lugar donde él, perseguido por todos, podía actuar. El Che quedó completamente Una prueba de que Fidel había abandonado en la selva, sin la ayuda de Fidel, decidido separarse para siempre de su com- que no le envió hombres, armas ni pertre-

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chos, y que no intentó siquiera una operación de rescate cuando ya todo estaba perdido. Muerto el hombre que le creaba dificultades políticas a Fidel y, además, el único que podía empañar su carisma, el fan- tasma del guerrillero muerto volvió a ser útil a los intereses castristas y se montó en La Ha- bana una espectacular puesta en escena con el mito del héroe mártir que perdura hasta nuestros días.

EL MARXISMO DEL CHE El Che adhirió al En su período porteño, el joven comunismo orto- doxo por influencia Guevara se mantuvo ausente de las discusio- de su primera nes políticas de los estudiantes, así como de mujer, Hilda Ga- 63 la bohemia literaria de los cafés de las calles dea, y de un grupo de exiliados que Corrientes o Viamonte de los años cuarenta. conoció en Guate- Fue una carencia en la evolución de su pensa- mala un año antes miento, ya que permaneció ajeno a los deba- de encontrar a Fidel Castro. tes en torno al marxismo, al surgimiento de una nueva izquierda no estalinista, a la críti- ca del marxismo dogmático desde un Marx intentó leer El capital y al poco tiempo lo dialéctico y hegeliano redescubierto desde tiró para no retomarlo. Sólo leía historia; le diversos ángulos por Lukács, Gramsci, Sar- interesaban los hechos concretos y huía de las tre, Merleau-Ponty y la escuela de Frankfurt. teorías abstractas. En sus inicios no gozó de Al margen de ese ambiente, reflejo porteño la simpatía del Partido Comunista cubano, y de la intelectualidad europea, quedó rezaga- la clase obrera no respondió a su pedido de do en la izquierda tradicional, ya obsoleta de huelga general el 9 de abril de 1958. Al frente su familia, del tío Policho y luego reforzada de una columna guerrillera estaba Huber por el comunismo anacrónico de los cen- Matos, dueño de una plantación de arroz. No troamericanos que frecuentó en Guatemala recibía dinero de Moscú y sí lo obtuvo –se- y México. Recién en la lista de sus últimas gún Tad Szulc– de la CÍA, cuando Estados lecturas aparecieron algunos de los nuevos Unidos resolvió soltarle la mano al despres- autores, pero ya era demasiado tarde. tigiado Batista y suspendió el envío de armas Se adhirió al comunismo ortodoxo a Cuba. por influencia de su primera mujer, Hilda En 1959, durante una gira por Es- Gadea, y de un grupo de exiliados que cono- tados Unidos, Fidel proclamaba: “Queremos ció en Guatemala un año antes de encontrar establecer en Cuba una verdadera democra- a Fidel. En 1955 conoció en México a Raúl cia sin ningún rastro de fascismo, peronismo Castro, que había pertenecido a las Juven- o comunismo. Estamos contra cualquier tudes Comunistas, y como tal había viajado forma de totalitarismo”. El mismo año decía a los países del Este. Se hicieron amigos por en Montevideo: “Ni dictaduras de derecha ni compartir las mismas ideas. Mucho después, dictadura de izquierda: una revolución hu- en un viaje por Egipto, le dijo a Nasser que él manista”. había iniciado a Raúl en el comunismo. Cualesquiera que fueran las in- Fidel, en cambio, nunca se intere- fluencias mutuas entre los tres dirigentes, con só por el marxismo. Él mismo confesó que el tiempo los caminos se bifurcaron. Raúl

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siguió siendo un comunista ortodoxo hasta mostraba a un idealista moral más que a un la disolución de la Unión Soviética. Fidel se revolucionario. declaró comunista por razones meramente El drama de la revolución cubana pragmáticas y no ideológicas. El Che per- residía en su aparición tardía en momentos maneció por un tiempo demasiado largo fiel en que el movimiento comunista mundial a la ortodoxia estalinista. En diciembre de entraba en su ocaso. Para esos años ya habían 1953, en una carta a su tía Beatriz, se refería acaecido acontecimientos trascendentales en al “viejo y llorado camarada Stalin”. No se el mundo comunista que no fueron tomados trataba sólo de cartas familiares; en una mi- en cuenta por el Che: el levantamiento de siva política dirigida desde la Sierra al “llano” los obreros en Berlín Oriental, las rebeliones –así llamaban a la guerrilla urbana– con cu- húngara y polaca, el movimiento de los disi- yos integrantes tenía desavenencias, escribió: dentes en Rusia. Su silencio sobre esos temas “Pertenezco por mi preparación ideológica era sorprendente. Además, en su viaje inicial a los que creen que la solución de los proble- a Moscú, donde por primera vez en su vida 64 mas del mundo está detrás de la llamada cor- entró en una fábrica, quedó encandilado por tina de hierro”. Ni siquiera estaba al tanto del los supuestos avances técnicos. Se enteró debate desatado en la Unión Soviética a raíz demasiado tarde de que la industria rusa era del XX Congreso ni conocía las críticas de ineficiente y obsoleta cuando Cuba padeció los disidentes. En 1956, cuando el periodista las deficiencias tanto de la maquinaria de Carlos Franqui lo encontró leyendo Funda- mala calidad que le vendían como de los cala- mentos del leninismo de Stalin, le preguntó si mitosos planes de sus expertos. conocía el Informe Jruschov, la respuesta fue Además, evidenció en ese viaje la que se trataba de “propaganda imperialista”. ingenuidad típica de los turistas de izquierda; En su primer viaje a la Unión Soviética debió hablaba arrobado de “la enorme libertad indi- ser disuadido cuando pretendió depositar vidual […], la enorme libertad de pensamien- una ofrenda floral en la tumba de Stalin. En to” de que gozaban los rusos. Actitudes como sus artículos sobre economía escritos entre ésta mostraban que su habitual aire de escep- 1963 y 1964, que pasaban por ser su aporte ticismo irónico era una pose que ocultaba a más importante al marxismo, todavía citaba un idiota político, calificación que no preten- a Stalin, a quien consideraba un teórico a la de ser un insulto sino la descripción objetiva altura de Marx y Lenin. de un determinado comportamiento. Un economista marxista serio El último Che, con sus críticas a como Charles Bettelheim le mostró sus la Unión Soviética, tenía razón por malas errores económicos. Pero el Che trató de razones: no reclamaba más democratización justificarlos con las propuestas utópicas de política y racionalidad económica sino, por terminar con la “ley del valor”, subordinar el contrario, denunciaba, en una posición las relaciones mercantiles y monetarias a la similar a la de los maoístas chinos, la des- política y ésta, a su vez, a la moral comu- centralización de la economía y su vuelco al nista. Leer hoy esos debates sobre la ley del mercado libre. No advertía que sus ataques valor causa el mismo efecto que las discu- a la burocracia contradecían su defensa de siones teológicas sobre el sexo de los ángeles la planificación centralizada de la economía, entre los clérigos medievales; se trataba de que era precisamente la causa de la burocra- adecuarse a los textos sagrados más que a tización. En un momento en que todos los la realidad. El predominio de lo político so- países comunistas intentaban una tímida y bre lo económico revelaba al pensamiento vacilante liberalización, él, contra la corrien- guevarista más cerca de Stalin que de Marx, te, reclamaba el retorno a un comunismo y el predominio de la ética sobre la política “puro y duro”.

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Indiferente a los datos objetivos de EL POLÍTICO la realidad, el Che se oponía a la tendencia de Y EL AVENTURERO los rusos hacia la coexistencia pacífica con el La tarea del político es lenta, dis- mundo capitalista, y se granjeó así el odio de creta y paciente, se realiza cada día y a través todos los partidos comunistas tradicionales de los años, requiere esfuerzo, obstinación, pero, al mismo tiempo, el amor de las juven- perseverancia; además, necesita la capacidad tudes rebeldes y de las utopías milenaristas de transigir, negociar, consensuar, saber re- de los años sesenta, semillero de los grupús- plegarse, establecer alianzas. Fidel poseía esas culos guerrilleros y terroristas de los años cualidades; el Che, a la inversa, consideraba setenta que él no llegaría a conocer. toda transigencia como traición al ideal re- La teoría política personal del Che volucionario, encarnaba al sectario “izquier- se centraba en el revolucionario: las con- dista infantil” ridiculizado por Lenin, que diciones objetivas no importaban; más aún, negaba por principio todo acuerdo. el foco guerrillero era el encargado de crear- No soportaba las actividades opa- las, sólo bastaba la voluntad de un grupo cas de la etapa constructiva de la revolución, 65 aguerrido para hacer la revolución. Esta teo- necesitaba gestos vistosos y dramáticos, per- ría no era original, sino una derivación del manecer en el momento del estallido revolu- viejo blanquismo (teoría de Auguste Blanqui cionario que prometía cumplir de inmediato que postulaba la revolución sin intervención todas las expectativas, cambiar el mundo en de las masas, sino de una elite relativamente un solo instante. Cuando la aventura de la pequeña de hombres que, adiestrados en las revolución, pasada la euforia de los comien- armas, impondrían el socialismo mediante zos, se rutinizaba inevitablemente en tareas una dictadura) mezclado con Georges Sorel, administrativas, en la paciencia del trabajo, tercermundismo campesinista y cierto toque el romántico Che se aburría. Además de los del superhombre nietzscheano trasplantado motivos políticos objetivos que lo llevaron al ambiente rural. Punto por punto, el gue- a renunciar a sus cargos de funcionario y varismo fue lo opuesto al pensamiento de alejarse de Cuba –la debacle de su programa Marx y del socialismo clásico: sustituía la económico, la subordinación de Castro a la autoemancipación por la vanguardia ilumi- Unión Soviética–, hubo también una elección nada y el jefe carismático, la movilización de personal, subjetiva: la vuelta a la aventura masas por el foco, la democracia social por la más incierta. Fidel, como todo político, aspi- dictadura política, el partido por la guerrilla, raba a perdurar; el Che, como todo aventu- la lucha de clases por la lucha entre naciones rero, elegía extinguirse en su momento más ricas y pobres, la clase trabajadora por el glorioso, consumarse en el acto absoluto de la campesinado, las condiciones objetivas por el lucha hasta la muerte. voluntarismo, el socialismo, sólo posible en La preferencia de la aventura a la las sociedades avanzadas, por el de los pue- militancia suele estar unida a la elección del blos más pobres. idealismo moral sobre el realismo político Para los tercermundistas, el gueva- o, según los términos de Max Weber, entre rismo significaba la superación de la antigua- la ética de la convicción y la de la responsa- lla victoriana del marxismo. Por el contrario, bilidad. Esta última es capaz de transgredir la derrota del guevarismo y de los movimien- los propios principios cuando las conse- tos populistas confirmó la certeza de la teoría cuencias previsibles de éstos son indeseadas. de Marx: el socialismo, si es que alguna vez Preocupado por la lealtad a sus principios y llegara a existir, sería el producto del más desinteresado de sus resultados adversos, el alto grado de desarrollo económico y no de la Che era un paradigma de la ética de la con- miseria rebelada. vicción. Sacrificaba toda eficacia política a los

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ideales más puros, a los que no renunciaba Fidel, los compañeros empezaban a verme aunque chocaran con la realidad. No quiso como un hombre de otras latitudes, como transformarse, como Fidel, en un político algo alejado de los problemas concretos de realista, pragmático, rayano en el cinismo. Cuba y no me animaba a exigir el sacrificio Esta intransigencia de los ideales ocultaba la final de quedarnos. Pasé así las últimas búsqueda existencial del “ser uno mismo”, la horas solitario y perplejo. construcción de su propia estatua. El político debe hacer alianzas, Para colmo, debió dejar abandona- desviarse, ensuciarse las manos; el Che, en dos a algunos guerrilleros congoleños porque cambio, quería mantener su aureola, perma- no cabían en la embarcación donde escapa- necer puro e incorruptible, antes renunciar ban los cubanos y él mismo: “Un espectáculo o morir que transar. Le repugnaba corrom- doloroso, plañidero y sin gloria: no hubo un perse en impuras transacciones políticas, solo gesto de grandeza en esa retirada, no aunque no le temblaba la mano con el fusil, hubo un gesto de rebeldía”. 66 ajusticiando a sus propios allegados u orde- Su vergonzosa fuga del Congo ins- nando cientos de ejecuciones en masa de sus piró una de las páginas más dramáticas de su adversarios. No quería ensuciarse las manos Diario, cuyo último párrafo es una paráfrasis pero no le importaba mancharse de sangre: de una estrofa del soneto “Piedra negra sobre “Los guantes rojos son elegantes”. una piedra blanca”, de Poemas humanos de No había ya lugar para él en Cuba César Vallejo: por sus disidencias con Fidel, pero tampoco tenía un sitio en el mundo, después de haber- Durante estas últimas horas de permanen- se enfrentado con Estados Unidos y la Unión cia en el Congo me sentí solo como nunca Soviética –perseguido a la vez por la CIA y lo había estado, ni en Cuba ni en ninguna por el KGB–, cuyos agentes se pasaban infor- otra parte de mi peregrinar por el mundo. mación sobre sus andanzas por el mundo. A Podría decir: jamás como hoy he vuelto en pesar de ser sospechoso de maoísmo, tampo- todo mi camino a verme tan solo. co encontró ningún apoyo en China porque seguía perteneciendo a un Estado prosoviéti- No le quedaba otra salida que crear co. En su último viaje a Pekín, Mao ni siquie- su propio espacio, un rincón donde pudiera ra lo recibió, hasta tal punto se lo consideraba reinar solo como Kurtz de El corazón de las ya un hombre acabado. tinieblas, de Joseph Conrad, transformado El diario del viaje al Congo co- en una divinidad de fantasía en medio de la mienza diciendo: “Esta es la historia de un jungla salvaje, o como esos personajes deses- fracaso”. Además de no entender el habla de perados de Klaus Kinski, en las películas de los guerrilleros congoleños y desconocer sus Werner Herzog, perdidos en las selvas ama- costumbres, incluyendo supersticiones que se zónicas o los ríos americanos en persecución volvían obstáculos para la guerra, su intole- de una quimera. Desde el más desolado rin- rancia puritana lo enemistó con ellos cuando cón de la tierra, él lucharía contra todos, aun se escapaban a un poblado próximo donde intuyendo, con su sentido fatalista del desti- había prostíbulos y lugares de diversión. En no, las raras posibilidades de triunfo. su Diario consignaba que la retirada del Con- En un momento, entre el Congo y go “era una simple fuga”, ya tenía conciencia Bolivia, se quedó sin nada, sin ningún sitio, de ser un perdedor: sin saber adonde ir, vagabundeando por el planeta, sin casa, sin su rostro propio para no ¿Quién era yo ahora? Me daba la impresión ser reconocido, desaparecido para todos: el de que después de mi carta de despedida a desarraigo se había vuelto absoluto.

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Las características del aventu- rero romántico, las del idealista moral o la ética de la convicción determinaban, hasta cierto punto, la estrategia y las tácticas del guevarismo: la acción de masas era susti- tuida por el gesto ejemplificador del héroe. Los trabajadores y los campesinos, en cuyo nombre luchaba, no desempeñaban ningún papel en la guerrilla guevarista. Los hombres concretos, sus necesidades y deseos reales no le interesaban demasiado, sólo apasionado por la humanidad en abstracto. Ni siquiera se preocupaba por conocer cuáles eran las relaciones entre las clases sociales, el grado de desarrollo económico, las condiciones de 67 vida de aquellos a quienes suponía liberar. Creyó encontrar apoyo en los campesinos congoleños prometiéndoles la tierra, cuando ésta sobraba en esas zonas; y confundió el modo de producción africano, más pare- cido al de la “comuna primitiva” que a las relaciones feudales contra las que creía estar luchando. Parecía desconocer igualmente que en Bolivia, donde el Movimiento Nacional Revolucionario (MNR) había hecho la refor- ma agraria, los campesinos, lejos de aspirar a la colectivización, defendían su parcela de tierra propia. Además, el gobierno constitu- cional del presidente René Barrientos, de ori- gen campesino, los había ayudado y contaba con su apoyo. Por añadidura, la zona que había elegido para iniciar la guerrilla estaba casi despoblada. En el Diario de Bolivia admitía que las relaciones con los campesinos bolivianos eran de desconfianza mutua, cuando no de En el Diario de Bolivia admitía que las relaciones hostilidad; fueron finalmente ellos, a quienes con los campesinos bolivianos eran de creía estar liberando, sus delatores. Sólo ha- bía logrado reclutar a un agricultor boliviano desconfianza mutua, cuando no de hostilidad; y resultó ser un traidor. Si existía alguna posibilidad, por fueron finalmente ellos, a quienes creía estar lejana que fuera, de un apoyo de masas a liberando, sus delatores. Sólo había logrado la guerrilla, hubiera debido buscarla entre los mineros –así lo admitió el líder sindical reclutar a un agricultor boliviano y resultó ser Lechín ante Fidel–, pero los trabajadores sin- un traidor.

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dicados no entraban en su esquema teórico, tentó aplicarla en sus locas excursiones por reducido al mundo rural y al pequeño grupo. el mundo, sin perder tiempo en averiguar Más aún que el grupo de ilumina- si las circunstancias eran favorables. Des- dos, pretendía liberar a la humanidad por el cubrió tardíamente con su derrota que las espectáculo de su propio y solitario sacrificio. condiciones económicas, políticas, sociales La moral clásica de los grandes ejemplos es- y culturales no podían desconocerse ni eran taba siempre presente en sus escritos: modificables por el solo hecho de propo- nérselo. Ni siquiera fue capaz de prever la En nuestra ambición de revolucionarios imposibilidad de supervivencia en una zona tratamos de caminar tan aprisa como sea con muy escasa población y sin contar con posible, abriendo caminos […] con nuestro apoyo ni aun comunicación con las ciudades. ejemplo. […] Todos los días hay que luchar Fuera del foco guerrillero, no creía en ningún porque ese amor a la humanidad viviente sector social; más aún, los despreciaba a to- se transforme […] en actos que sirvan de dos. Régis Debray, admirador desengañado y 68 ejemplo. fugaz acompañante en la selva, refiriéndose a su actuación en Bolivia decía: Pero las virtudes no se contagian con el ejemplo, la moral ejemplificadora sólo La política local le llamaba muy poco la consigue crear en los otros un sentimiento atención. ¿Los comunistas bolivianos? paralizante de distancia con el modelo inal- Unos cobardes. ¿Los líderes de la izquierda canzable. El Che pretendía llevar a sus segui- nacional? Políticos miopes. ¿Los mineros dores a un sacrificio inútil al proponerles la del estaño? Una aristocracia obrera. […] La imitación imposible de la excepcional tarea propia Bolivia, una base de partida, un pri- para la que no estaban preparados. Elegía mer eslabón. para su misión a adolescentes, porque según decía “Los jóvenes eran más locos, se arries- Fracasó en la República Dominica- gaban más, no pensaban mucho”. El mismo, na, en Salta –José Ricardo Masetti era su vi- al fin, era un eterno adolescente. cario–, en el Congo y en Bolivia por desdeñar La concepción heroica de la revolu- la situación, en todos estos casos, inadecua- ción desvelaba los graves errores de la teoría da. Además, también olvidó o no quiso ver la antimarxista del foco y la guerrilla cuando excepcionalidad del caso cubano, al que una proclamaba que un pequeño grupo guerrille- combinación de factores únicos hacían irre- ro podía ganar una guerra contra el ejército petible, y pretender imitarlo sólo podía llevar regular con independencia de las condiciones al desastre. objetivas. El talento militar del Che está des- La teoría foquista, guevarista, op- mentido por los hechos: todos sus intentos taba por el grupo selecto de la vanguardia de de guerrilla terminaron en la derrota. La jefes autodesignados y encabezados por un victoria de Sierra Maestra fue obra de Fidel, líder carismático, cuya misión era provocar que era un gran estratega. El único triunfo la revolución en nombre de las masas, pero del Che fue la batalla de Santa Clara, que se sin las masas. Esta imagen del “salvador” se redujo al asalto a un tren blindado, donde los hizo más evidente en el Congo, donde, como soldados de Batista se entregaron sin luchar. le recriminara Nasser, cumplía el papel de Los éxitos militares de la guerrilla Tarzán, el hombre blanco que va a salvar y a cubana no fueron resultado de la escasa fuer- conducir a los negros. za –casi inexistente– de los guerrilleros, sino Siguiendo su propia concepción de la débil voluntad de defensa del corrompi- de “la revolución exportable”, él mismo in- do ejército de Batista. No se trataba todavía

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de una revolución de izquierda, sino de la de los insumos necesarios y no había divisas lucha contra una dictadura desacreditada, para importarlos; era el inevitable fracaso de contaba con el apoyo de un amplio sector de todo modelo populista. Hacia finales de 1960 la burguesía y de las clases medias cubanas, comenzó la falta de energía eléctrica, la es- además de tener bases logísticas en México y casez de alimentos y de productos esenciales Venezuela. Los otros gobiernos latinoameri- y se impuso la libreta de racionamiento. La canos la veían con simpatía, incluso Estados fiesta revolucionaria había durado tan sólo Unidos abandonaba al desprestigiado Batista. dos años. Esas condiciones favorables no existirían El culto al sacrificio, al esfuerzo y para las posteriores guerrillas. El Che se ha- la sustitución de los estímulos materiales por bía dejado engañar por su propia ideología; el los “estímulos morales” –términos fetiche del voluntarismo ciego lo condujo a la muerte y discurso guevarista– no eran sino una cober- arrastró, entonces y después, a miles de jó- tura para no pagar el trabajo de los domingos venes latinoamericanos que confiaron en su y días feriados, o aumentar indiscriminada- halo de sabiduría y omnipotencia. mente las horas laborales; en fin, un revival 69 del estajanovismo ruso de los más duros EL CHE ECONOMISTA tiempos de Stalin. Además, el “trabajo volun- La omnipotencia y la seguridad de tario”, como ya se había comprobado en la que bastaba con proponerse un objetivo para Unión Soviética y en China, era ineficiente y lograrlo sin preocuparse demasiado por los quitaba tiempo a técnicos y profesionales que medios lo llevaron a aceptar la presidencia podían ser útiles en otro tipo de tareas. La del Banco Nacional sin tener ninguna expe- disconformidad que provocó el trabajo gra- riencia y sin haber frecuentado demasiado tuito y el ritmo agotador que se exigía llevó instituciones de ese tipo. Cuando se enteró inevitablemente a la disconformidad. El Che del nombramiento, su padre exclamó: “¿Mi no encontró otra respuesta sino la represión hijo Ernesto manejando los fondos de la Re- y el terrorismo de Estado. El entusiasmo re- pública de Cuba? Fidel está loco. Cada vez volucionario fue efímero, y raros los hombres que un Guevara abre un negocio, quiebra”. con predisposición al sacrificio heroico. Así Rápidamente se puso a estudiar apareció la cara autoritaria del Che, propo- matemáticas superiores y economía por niendo el “terror planificado”. Creó en 1960 primera vez; es de suponer que se trataba de el primer campo de concentración en Guana- lecturas apresuradas en el escaso tiempo libre hacabibes destinado, según una terminología que le dejaba su cargo. Los vacíos teóricos los típica del estalinismo, a la “reeducación me- cubría con el Manual de economía política diante el trabajo”. de la Academia de Ciencias de la Unión El culto de la propia personalidad Soviética. tenía su contrapartida en el desprecio por la Las ambiciones desmesuradas y individualidad de los demás. A los trabaja- la ineficiencia, sumadas a las teorías gueva- dores cubanos los consideraba “dientes de ristas sobre la centralización autoritaria y la una rueda” y a los guerrilleros, “abejas de un abolición del mercado, llevaron a la endeble colmenar”. Los seres humanos por sí mismos economía cubana al colapso, provocando no tenían valor: “Importa poco que el guerri- el deterioro de las condiciones de vida de la llero individuo salga vivo o no”. población. Por considerar que el monocultivo El trabajo agotador, los extensos favorecía al imperialismo, se abandonó la horarios, la desaparición de feriados y vaca- caña de azúcar, única producción con capaci- ciones, aunque él diera el ejemplo, le granjeó dad exportadora. La industrialización acele- el odio de todos los que trabajaban bajo sus rada, por su parte, carecía de la tecnología y órdenes. El idilio campesino de las leyendas

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de izquierda tampoco era real; sólo conoció contribuyó a formar. Sólo las causas perdi- la hostilidad de los campesinos cubanos, afri- das importan a la ley del corazón, las causas canos o bolivianos. triunfantes son “revoluciones traicionadas” que han profanado los principios. El hombre RETRATO DEL CHE del corazón necesita un mundo hostil para POR HEGEL luchar contra él, no soporta la realidad tal Guerrillero, arqueólogo, fotógrafo, cual es, aun en el mundo revolucionado por médico, economista, planificador de indus- él mismo. El hombre del corazón es el Che tria, embajador itinerante, trabajador volun- abandonando Cuba, cuyo curso no lo satisfa- tario, poeta, cuentista, la megalomanía del cía, y empezando de nuevo en el Congo o en Che no tenía límites, y en 1965, en tanto se Bolivia, siempre insatisfecho. preparaba para la aventura boliviana, decidió Al enfrentarse al orden social, aun de la noche a la mañana hacerse filósofo; más el predicado por él y contra los otros que in- aún, emprendió la ardua tarea de escribir un tentan cambiarlo pero de manera distinta a 70 manual de filosofía, con escasos conocimien- la suya, el hombre del corazón cae en el deli- tos de la materia. Siguiendo seguramente el rio de presunción, cree ser mejor que todos. consejo de Lenin –Cuadernos filosóficos–, Aunque la realidad destroza permanente- resolvió comenzar por Hegel, aunque debió mente sus empresas, el corazón no admite su admitir en una carta a su mujer: “He luchado error y acusa a la misma realidad. La contra- duramente con el maestro Hegel y en el pri- dicción desgarrante del hombre del corazón mer round me dio dos caídas”. es no poder concretar su ideal, él mismo lo Fenomenología del espíritu era uno reconoce, a veces, y tener que seguir viviendo de los libros que, según Paco Ignacio Taibo en la sociedad que repudia. La utopía desti- II, llevaba en su mochila en Bolivia; es dudo- nada a no cumplirse no se diferencia, al fin, so que encontrara calma para leer una obra del delirio, porque vive de una ilusión en tan ardua en medio de las vicisitudes de la constante desacuerdo con la realidad. selva. La impronta de la figura hegeliana Pero hay otra relación indirecta, estaba presente en el joven hegeliano Georg oblicua con Hegel que su apresurado lector Lukács cuando elaboró la idea de la “visión nunca llegó a sospechar. El Che configura trágica”, igualmente adecuada para compren- un tipo humano analizado por el filósofo der al Che. El hombre de la conciencia trági- bajo la figura de la “ley del corazón” inspira- ca quiere realizar valores absolutos y puros da, tal vez, por Byron. El hombre de la “ley sabiendo que son irrealizables en un mundo del corazón” se apasiona por un ideal que relativo, contingente y corrompido. En esa sólo es valioso porque su corazón así lo ha lucha debe enfrentarse, ineludiblemente con dispuesto. Es el profeta que, desde lo alto de el aniquilamiento, identificándose, de ese la montaña o en el desierto, desprecia a los modo, con el místico. En ambos “su límite hombres comunes porque no lo entienden o vital se funde siempre con la muerte”. no son dignos de él e incluso acepta inmolar- se para servir de modelo al mundo. Tampoco LA MUERTE BELLA intenta demasiado realizar su sueño, prefiere El asma que lo sometía con fre- permanecer en la lucha porque si, por azar, cuencia a crisis donde parecía estar a punto éste se efectuara, se convertiría en un simple de expirar le dio desde pequeño la idea de y común acontecimiento o en un orden tan ser “diferente”, fortificó su carácter para po- corrupto como el que combatía. Por eso el der soportar las vicisitudes del cuerpo y lo hombre del corazón reanuda una y otra vez familiarizó desde temprano con la idea de la la lucha, a veces contra el mismo sistema que muerte. La insistencia obsesiva en la muerte

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trágica que lo acompañó durante toda su gada. No se la han arrebatado todavía pero vida ya aparecía en un premonitorio poema siguen ofreciéndola. Su vida arde”. juvenil de 1947: El ministro de la Unión Soviética Anastás Mikoyán era un burócrata, pero Es mi destino: ¿hoy debo morir? / Morir sí conocía a los hombres y había calado al Che pero acribillado por / las balas, destruido cuando en una conversación privada le re- por las bayonetas, si no, no / un recuerdo prochó su “disposición a morir bellamente”. más perdurable que mi nombre / es luchar, Mikoyán, como buen político, no creía que morir luchando. esa actitud valiera la pena. En 1962 el Che le confesó a Ciro Una temprana reflexión sobre el Bustos acerca de la guerrilla que estaba pre- sentido de la muerte nació de haber visto, parando: Aquí, la única certeza es la muerte”. durante uno de sus primeros viajes, a un Esa misma idea fija apareció en un diálogo motociclista muerto en un accidente en el con Nasser, donde además se deslizaba su camino. Él también corredor de moto, con desdén por la política meramente realista: 71 el riesgo de morir de la misma manera, anó- nimamente, no pudo dejar de identificarse El momento decisivo en la vida de cada con ese cadáver y pensar con melancolía que, hombre es el momento cuando decide en- cuando la muerte carece “de ese vago aspecto frentarse a la muerte. Si se enfrenta será un heroico que entraña la hazaña pública” no es héroe, tenga éxito o no. Puede ser un buen o sino “un vago fervor suicida”. Esa alternativa un mal político, pero si no la enfrenta, nun- entre muerte heroica o suicidio le preocupa- ca será más que un político. ba; aspiraba a la primera pero se arriesgaba con actitudes que implicaban el peligro de la Nasser le respondió como un polí- segunda. tico: “¿Por qué hablar siempre de la muerte? Durante su primera experiencia Es usted un hombre joven. Si es necesario política, que lo llevó a la cárcel en México, moriremos por la revolución, pero es preferi- volvió a escribir sobre el sentido de la muer- ble que vivamos para ella”. te. En una carta a sus padres de 1956 decía: En la carta a Carlos Quijano en “Desde ahora no consideraría mi muerte una Marcha, “El hombre y el socialismo en Cuba” frustración, apenas como Hikmet”. “Sólo (1965), volvía sobre el tema de la muerte: llevaré a la tumba la pesadumbre de un canto “Nuestra libertad y nuestro sostén cotidiano inconcluso.” tienen color de sangre y están henchidos de El sacrificio heroico que busca sacrificio. […] El revolucionario se consume la muerte en combate, transformándola en esta tarea ininterrumpida que no tiene en el acto de libertad suprema que dará más fin que la muerte”. sentido a la vida, pertenece a la ideología Su último mensaje a la Conferencia del aventurero romántico, a la moral de Tricontinental en abril de 1967 proclamaba: la convicción y a la conciencia trágica. La “Dondequiera que la muerte me sorprenda, otra cara del héroe es el mártir y su fracaso bienvenida sea”. ejemplar: la muerte bella. El mismo Che Hacia la mitad de su aventura bo- decía: “El partido que queremos construir liviana, sabía que sólo la muerte los esperaba: será el partido del sacrificio”. las dos columnas en que se había dividido la Sartre intuyó, en su visita a Cuba y tropa no se pudieron encontrar más, estaban en sus diálogos con el Che, esa vocación por desprovistos de alimentos, agua y medica- la muerte joven: “La presencia de la muerte mentos, sin contactos con el exterior por el está en ellos; su existencia ha sido ya entre- radiotransmisor roto, perdido todo apoyo de

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la ciudad y con el ejército boliviano siguién- bana, sino en el momento de su derrota en la doles los pasos. En lugar de tratar de salvar a selva boliviana. La imagen del Che muerto, sus seguidores y a sí mismo, siguió adelante, asombrosamente similar a las tradicionales estaba claro que ya no buscaba la victoria de estampas de Cristo, inspiró la comparación la guerrilla sino la propia inmolación. con el Cristo crucificado y conmovió los Un discípulo desencantado, Régis orígenes cristianos de muchos guevaristas Debray, reconocía en la última aventura del iberoamericanos. Che un suicidio: La historia ha mostrado muchas veces que el martirio no es prueba alguna Pronto se ofrecerá a la muerte, resignado, de verdad. Los falangistas en la guerra civil con su asma, sus insoportables dolores en española y los nazis en la Segunda Guerra la espalda, en la nuca y en el fondo del alma Mundial inmolaron su vida, como el Che, sin una bucólica serenidad. que la heroicidad en sí misma valorizara una No fue a Bolivia para vencer sino para per- causa equivocada. La concepción heroica de 72 der. Así lo exigía su batalla espiritual contra la vida y su complemento inevitable, el culto el mundo y contra sí mismo. Cierto, no se de la muerte, no es un rasgo socialista sino mató pero se dejó morir. Tenía esa voca- fascista, alude a la consigna nietzscheana ción. Entre un suicidio y un sacrificio, ¿qué de vivir peligrosamente adoptada por Dios vería la diferencia? Mussolini. La permanente insistencia en la muerte, como si fuera ésta la que da un La búsqueda consciente de la sentido a la vida, acercan al Che al “ser para muerte en la aventura boliviana fue admitida la muerte” de Heidegger –aunque no lo había por diversos autores. Carlos María Gutiérrez leído–, o más aún, al “viva la muerte” de los dijo: falangistas. Si se quiere encontrar un personaje Convencido de su soledad y falta de proba- paradigmático de militante socialista, que bilidades, decide iniciar la guerrilla boli- perdió su vida y, no obstante, fue la contra- viana y sellarla con su segura inmolación. partida del héroe mártir, lo simétricamente Dolores Moyano describe la guerrilla boli- opuesto al Che, es la figura de Rosa Luxem- viana como “harakiri, sepuku”. burgo. Incluso por su condición de mujer, su acción fue también una respuesta implícita al “No soy Cristo. […] Soy todo lo culto machista del coraje y de la fuerza viril, contrario de Cristo”, había escrito a su ma- ostentados por el Che y por Fidel. Para Rosa dre, pero terminó su vida como un Cristo, Luxemburgo, los sacrificios exigidos por la transmutado en vedette de la muerte. El mito militancia, incluido el riesgo de su propia de Cristo se sustenta en la crucifixión, es el vida, había que afrontarlos pero no buscarlos, único dato concreto que registra la historia porque no tenían un valor en sí, ni padecer- de Josefo, su vida pública no mereció la aten- los dignificaba. Tan sólo eran una condición ción de los historiadores de su época. La bre- negativa de la vida militante, impuesta por la ve existencia de Cristo no parece haber sido sociedad represiva y que obligaban a tomar sino una preparación para el trágico fin. El todas las precauciones posibles. cristianismo ve la salvación de la humanidad El Che era un asceta, sólo se per- en la inmolación de Cristo. La liberación de mitió un lujo, la literatura. Rosa Luxembur- los pueblos y el culto de la muerte del Che se go, como testimonian sus Cartas de prisión, acercaban mucho al sacrificio cristiano. fue, por el contrario, una hedonista: amaba La idolatría por el Che no arraiga no sólo la literatura y la filosofía, sino la en su hora triunfal como ministro de La Ha- música, la pintura, las plantas, los paisajes,

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las puestas de sol, el silencio, la intimidad, el erotismo, el champán. Trataba de rodearse de cosas bellas, y hasta en la prisión decoraba su celda. En tanto el Che vivía en casas mona- cales y privaba a su mujer, Aleida March, de unas lámparas que había elegido, por consi- derarlas un lujo inútil; la casa casi sin mue- bles estaba lúgubremente iluminada por una lamparita desnuda que colgaba del techo. El goce hedonista de la vida no tiene por qué ser sacrificado a los valores he- roicos. Los combatientes ascéticos –aunque su ideología fuera el materialismo– muestran su raíz cristiana cuando desprecian los pla- ceres “materiales” oponiéndoles los valores 73 “morales” o “espirituales” del honor, el deber, la heroicidad, el coraje, la disciplina, el servi- cio, el sacrificio. El modelo del hombre de izquier- da, si éste existiera, sería opuesto al guevaris- ta; no es la muerte la que da sentido a la vida y la barba y el fondo de paisaje agreste eran sino, a la inversa, la vida es más importante ideales para ser fotografiados. “La presencia que cualquier ideal; por noble que éste sea, de un periodista extranjero, de preferencia no justifica el sacrificio de la vida de los de- estadounidense, tenía para nosotros más im- más y ni aun de la propia. portancia que una victoria militar”, admitía el Che. INVENCIÓN DEL MITO El gran salto a la popularidad Tanto Fidel como el Che advirtie- mundial fue la entrevista para The New York ron que había comenzado una nueva forma Times de Herbert Matthews, un viejo co- de hacer política debido al enorme incremen- rresponsal de la guerra civil española. Fidel to de los medios de comunicación. se mostró allí como un talentoso regisseur, Los combates de la guerrilla cuba- usaba el recurso de las películas de bajo na, más que batallas, fueron escaramuzas, y presupuesto para dar la ilusión de que los más que escaramuzas, campañas de relacio- nes públicas internacionales de prensa. Las entrevistas de The New York Times, Time, Life, Paris Match, Le Monde, Corriere della Tanto Fidel como el Che advirtieron que había Sera y un documental de la CBS habían he- comenzado una nueva forma de hacer política cho famosos a los guerrilleros en el mundo entero como los “Robin Hood de Sierra debido al enorme incremento de los medios de Maestra”. comunicación. “La presencia de un periodista La imagen, más que el texto escri- to, es fundamental; todos los ídolos del siglo extranjero, de preferencia estadounidense, tenía XX fueron muy cuidadosos con las fotogra- para nosotros más importancia que una victoria fías: Fidel y el Che no lo fueron menos. Los uniformes militares, los fusiles y las boinas militar”, admitía el Che. con estrellas, los cabellos largos despeinados

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Cantinflas”. Un joven cubano de origen mo- desto, Alberto Castellanos, que se adhirió a la guerrilla, recordaba su primer encuentro:

Me lo imaginaba un hombre alto, grando- te, fuerte, macizo; estaba acostumbrado a oír hablar de los argentinos como cantores de tangos con bufandas, con la forma de hablar porteña, y pensaba que el Che tenía que ser así. Lo imaginaba como un artista de películas argentinas. Cuando lo vi no me causó ninguna impresión extraordinaria, más bien me defraudé, estaba flaco y era un hombre común y corriente como cualquiera 74 de nosotros y, exclamé: “¡Ah, pero éste es el Che!”. La mirada intensa dieciocho guerrilleros eran una multitud, los se había vuelto hacía desfilar ante el periodista, salían por un Parecida decepción se llevó el “sobradora”, aspecto que acen- lado y volvían a entrar por otro, siempre los intelectual argentino Ismael Viñas cuando tuaba aún más mismos. Falsos emisarios llevaban mensajes lo entrevistó en su despacho; lo observaba el largo cigarro inexistentes y el periodista nunca sospechó mientras se acercaba y como sentía estar habano en la boca. Las poses provo- que la extensa “zona liberada” se reducía al ante un monumento, levantaba la vista, pero cativas le daban pequeño rancho donde estaban refugiados. cuando estuvieron frente a frente tuvo que un aire de triunfa- Años después Matthews reconoció que había bajar la mirada porque el Che era de estatura dor presuntuoso y algo fanfarrón. sido engañado por la habilidad de Fidel: “Sa- normal. bía que necesitaba publicidad. Tuvo siempre ¿Cómo se transformó esa persona ese sentido y ese talento. Aquella entrevista común en una imagen que electrizaría a mul- fue una de sus jugadas más brillantes. […] titudes? Una fotografía fue la clave; la tomó Todo lo que Fidel debía hacer era “venderme” imprevistamente el fotógrafo cubano Alberto su personaje”. Korda, comisionado por la revista Revolución La gran repercusión que tuvo el para documentar la manifestación en la pla- reportaje de The NewYork Times produjo za de La Habana del 2 de marzo de 1960, en una avalancha de periodistas y fotógrafos de repudio al atentado contra un barco cargado Estados Unidos y de Europa, y el equipo de de armas. En el palco oficial, el Che se asomó televisión de la Columbia estuvo dos meses por un instante, con la boina y una campera filmando en Sierra Maestra. de cuero, su larga cabellera y su mirada de- El Che, igual que Evita de Perón, safiante dirigida hacia la lejanía. El mismo demostró cómo el prestigio y el poder crea- Korda recordaba la escena: ban un carisma y hasta una belleza que origi- nariamente no tenían. “No me impresionó de Tengo el ojo pegado al visor de mi vieja ningún modo especial la primera vez que lo Leica. De pronto surge el Che al fondo de vi”, decía su amigo Ricardo Rojo. Igualmente la tribuna, en un espacio vacío. Cuando en Jorge Ricardo Masetti provocó la sensa- apareció así con una expresión brava, en mi ción de un tipo muy común: “Un muchacho objetivo de 90 mm, casi me asusté, viendo la argentino típico de la clase media. Y también cara tan fiera que tenía. Yo apreté el obtura- me parecía una caricatura rejuvenecida de dor casi por reflejo. Inmediatamente repetí

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la toma pero, como siempre, fue la primera la mejor. […] Él se quedó apenas un instan- te, saqué esas dos únicas fotos.

Ese año fue también el de la consa- gración mundial del Che al aparecer su retra- to en la tapa de Time del 8 de agosto. Cuando más tarde viajó a Estados Unidos, Robert Rockefeller, miembro del legendario clan, ofreció una fiesta en su honor que reunió a la crema de los radical chics. Las fotografías del suizo Rene Bu- rri lo captaron durante su gestión de funcio- nario, ahora con corbata y fondos de oficina pública. La mirada intensa se había vuelto 75 “sobradora”, aspecto que acentuaba aún más el largo cigarro habano en la boca. Las poses provocativas le daban un aire de triunfador presuntuoso y algo fanfarrón; era otra faceta, aunque breve, de su personalidad. Una fotografía cuyo autor desco- nozco lo mostraba lánguidamente recostado sobre una cama con el torso desnudo, un

Citado por Jorge Castañeda, La vida en rojo. Una biografía Jean-Paul Sartre, Carnets de la dróle de guerre, Gallimard, del Che, Espasa, Buenos Aires, 1997. París, 1983. Citado por Jon Lee Anderson, Che Guevara. A Revolutio- Ernesto Guevara, Pasajes de la guerra revolucionaria: nay Life, 1977 (hay traducción castellana: Che, una vida Congo, Mondadori, Barcelona, 1999. revolucionaria, Emecé, Buenos Aires, 1997). Thomas Edward Lawrence, op. cit. Ernesto Guevara, Notas de viaje, La Habana-Madrid, ed. Documento de la CIA del 13 de febrero de 1958, citado Abril Sodepz, 1992. por Rogelio García Lupo en Ultimas noticias de Fidel Citado por , Años decisivos, Aguilar, México, Castro y el Che, Vergara, Buenos Aires, 2007. 1972. Pierre Kalfon, op. cit. Jack London, “The Build FIRE”, del libro Farther North. Ernesto Guevara, Mi primer gran viaje, Seix Barral, Bue- Jack Kerouac, On the Road, Viking Press, Nueva York, nos Aires, 1994. 1957 (hay trad. cast.: En el camino, Losada, Buenos Ernesto Guevara, La guerra de guerrillas, Editorial de Aires, 1975). Ciencias Sociales, La Habana, 1985; Obras Completas, Pierre Kalfon, Che, Ernesto Guevara, una leyenda de Casa de las Américas, La Habana, 1970. nuestro siglo, Plaza y Janes, Barcelona, 1997. Ernesto Guevara, La guerra de guerrillas, ed. cit. Roger Stephane, Portrait de l’aventurier, prefacio de Jean- Citado por Claudia Korol, El Che y los argentinos, Dióge- Paul Sartre, Sagitaire, París, 1950. nes, Buenos Aires, 1989. Georg Simmel, Sobre la aventura. Ensayos filosóficos Pablo Neruda, Confieso que he vivido, Planeta, Buenos (1911), Península, Barcelona, 1988. Aires, 1992. Thomas Edward Lawrence,Seven Pillars of Wisdom, 1926 Ernesto Guevara, Obras Completas, ed. cit. (existe una traducción castellana.: Los siete pilares de la Aleida March, Evocación: Mi vida al lado del Che, Espasa, sabiduría, Sur, Buenos Aires, 1955). Buenos Aires, 2008.

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La difusión masiva de su rostro llegaría después de su muerte. Korda le había La difusión masiva de su rostro llegaría regalado su foto al editor italiano Giangiaco- después de su muerte. Korda le había mo Feltrinelli. Éste hizo imprimir pósters de los que vendió millones y estableció la efigie regalado su foto al editor italiano Giangiacomo canónica que recorrió el mundo. Feltrinelli. Éste hizo imprimir pósters de los El Che estaba tan pendiente de su imagen mediática que, previendo el mo- que vendió millones y estableció la efigie mento de su muerte trágica, se veía solo, canónica que recorrió el mundo. abandonado en un paisaje desértico, pero su narcisismo absoluto y morboso le llevaba a imaginar la aparición de un fotógrafo que registraría su agonía para la tapa de la más popular revista norteamericana: 76 mate en la mano, los labios entreabiertos y una mirada soñadora. Parecía una imagen de Si quedaba tendido en un monte o me esa voluptuosidad tropical que había fascina- recogían los otros no habría pañuelito de do a Serguéi Eisenstein en los bellos jóvenes gasa; me descompondría entre las hierbas de ¡Que viva México!; pero era sólo una apa- y tal vez saldría en el Life con una mirada riencia que ocultaba al verdadero Che, ascé- agónica y desesperada fija en el instante de tico y duro. supremo miedo.

Fidel Castro, Revolution cubaine, vol. II, Maspero, París, Citado por Herbert Matthews, Fidel Castro, Seuil, París, 1968. 1970. Óscar del Barco, «Carta a la intemperie», diciembre de Jorge Castañeda, op. Cit. 2004, y posterior polémica en Sobre la responsabilidad, Mohamed Hassenein Heikal, o. cit. Cíclope, Córdoba, 2007. Tad Szulc, Trente ans du pouvoir absolu, Payot, París, 1987, Ernesto Guevara, Obras Completas, ed. cit. citado por Pierre Kalfon, op. cit. Ernesto Guevara Lynch, ... Aquí va un soldado de América, Citado por Herbert Matthews, op. cit. Sudamericana-Planeta, Buenos Aires, 1987. Ernesto Guevara Lynch, op. cit. Paco Ignacio Taibo II, Ernesto Guevara, también conocido Ernesto Guevara, op. cit. como el Che, Planeta-Joaquín Moritz, México, 1996. Citado por Pierre Kalfon, op. cit. Ibidem. Vladimir Lenin, «La enfermedad infantil del izquier- Hilda Gadea, op. cit. dismo» (1920), Obras escogidas, tomo IV, Problemas, Time, 8 de agosto de 1960. Buenos Aires, 1946. Citado por Paco Ignacio Taibo II, op. cit. Max Weber, La política como vocación, en Escritos polí- Carlos Soria Galvarro, El Che en Bolivia, vol. IV: Los otros ticos II, Folios, México, 1982. diarios y papeles, CEDOIN, La Paz, 1996. Jean-Paul Sartre, Les mains sales, 1948 (hay trad. cast.: Las Carta de Ernesto Guevara a Chinchina Ferreira, 5 de di- manos sucias, Losada, Buenos Aires, 1948. ciembre de 1951, citado por Jorge Castañeda, op. cit. Ernesto Guevara, Obras Completas, ed. cit. R. Dumont, Socialisme ou développement, Seuil, París, Admitido por el Che a uno de sus seguidores, Jesús Parra, 1964. citado por Paco Ignacio Taibo II, op. cit. Mohamed Hassenein Heikal, Les documents du Caire, Régis Debray, Les Masques, une éducation amoureuse, Flammarion, París, 1972. Gallimard, París, 1988.

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Su premonición no estaba del todo tuvo una consecuencia indeseada: cuando errada. La última fotografía, esta vez maca- entraron los fotógrafos y camarógrafos del bra, agregaría otra faceta al mito, la del santo mundo entero, el cadáver estaba transfor- y mártir. La CIA y el ejército boliviano, para mado en un bello muerto que despertaría impedir el mito póstumo de la duda sobre la compasión y el amor de las multitudes. la supervivencia del Che, lograron un efecto Especialmente una foto de Freddy Alborta paradójico. En el momento en que fue en- enfocada desde los pies en una perspectiva contrado era irreconocible; así lo registra su similar a la del “Cristo muerto” de Mantegna última foto en vida: la ropa mugrienta y rota, contribuyó aún más a la amalgama del Che la barba enmarañada y larguísima cubriendo con Cristo. Un esbozo de sonrisa desdeñosa el rostro sucio y con una expresión desolada, apartaban el rostro cadavérico del dulce Je- estaba convertido en un mendigo. En las úl- sús; más cerca estaba de la impresión del his- timas páginas de su Diario admitía: “Yo soy toriador I. F. Stone: “Parecía un cruce entre una piltrafa humana”. Ésa no hubiera sido la un fauno y una postal de escuela dominical imagen adecuada para los afiches del mito. de Jesucristo”. 77 Le sacaron la camisa hecha jirones y le deja- El propio Che, en sus delirios fina- ron el torso desnudo. Dos monjas alemanas les, tal vez soñaba con su deificación. En su lo lavaron, le recortaron el pelo y lo peinaron. mochila fue encontrado, escrito por su letra, Un cubano agente de la CIA, Félix Rodrí- un poema de León Felipe que dice: “Cristo te guez, le sujetó los párpados hasta que los ojos amó […] tú me enseñaste que el hombre es quedaron semiabiertos por rigor mortis. Dios, / un pobre Dios crucificado como un El resultado de esa producción hombre”. ❖

Ernesto Guevara, Diario, 30 de abril de 1963. Régis Debray, Les Masques, une éducation amoureuse, Ernesto Guevara, Obras Completas, ed. cit. ed. cit. Ernesto Guevara, Notas para el estudio de la revolución Entrevista a Régis Debray, Corriere della Sera. comunista, 1960. Carlos María Gutiérrez, Los hombres de la historia. Ernesto Aleida March, Evocación, ed. cit. Che Guevara, Centro Editor de América Latina, Buenos Paco Ignacio Taibo II, Ernesto Guevara, ed. cit. Aires, 1970. Arpad Kadarkay, Georg Lukács, vida, pensamiento y po- Dolores Moyano, «Murió Che Guevara», El Diario, La lítica (1991), Edicions Alfons el Magnanim, Valencia, Paz, 10 de octubre de 1967. 1994. Herbert Matthews, op. cit. Ernesto Guevara, Obras Completas, ed. cit. Ricardo Rojo, Mí amigo el Che, Sudamericana, Buenos Ibidem Aires, 1998. David Rousse, Une vie dans le siécle, Plon, París, 1991. Jorge Ricardo Masetti, Los que luchan y los que lloran, Nazim Hikmet, 1902-1963, poeta turco cercano al co- Freland, Buenos Aires, 1968. munismo. Citado por Paco Ignacio Taibo II, op. cit. Ernesto Guevara Lynch, Mi hijo el Che, Planeta, Barce- Ismael Viñas, testigo de un siglo, documental de Diana lona, 1981. Hunter y Eduardo Montes-Bradley. Ernesto Guevara, Obras Completas, ed. Cit. Alberto Korda en La Razón, Buenos Aires, 10 de julio de Jean-Paul Sartre, Huracán sobre el azúcar, Uno, Buenos 1986, citado por Piere Kalfon, op. cit. Aires, 1960. Juan Ignacio Siles del Valle, Los últimos días del Che, Ernesto Guevara, Obras Completas, ed. cit. Debate, Barcelona, 2001. Ibidem Ibidem

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