El I~1Useocanario
Total Page:16
File Type:pdf, Size:1020Kb
EL I~1USEOCANARIO. sUSr ~) a EL MUSEO CANA1IIO, REVISTA QUINCENAL, ÓRGANO DE LA SOCIEDAD DEL NIS1YJO NOJYJBRE ESTABLECIDA EN LAS PALMAS DE GRAN-CANARIA, PARA EL ADELANTO 11E ~ CIE~G1A&L~~E~RABY L~AR~E$. TOMO II. DELl DE SETIEMBRE DE 1880 AL 22 DE FEBRERO DE 188!. LAS PALMAS. IMPRENTA DE LA ATLÁNTIDA, á cargo de Antonio Cabrera y Quintana—Santa B~’bara,19. $880. ~LMU~O ~A~) ~ ~CA A~oI 1. ~s I~i~ í~i~lii Mill l~7 Dl l8’~O NL1\l 1 EL MUSEO CANARION EXPEDICION Á GUAYADEQUE. (*) III. Volvimos al dia siguiente d Guayadeque d con ti— nuar nuestros trabajos de exploracion; y apellas lic— gamos, deseosa nuestra gente de ganar tiempo, suben los enriscadores por un terreno de ditícil ascenso por lo pendiente, hasta llegar al pió (le un risco que se destacaba perpendicularmente y cii cuyo sitio se des- cubrió una cueva qUe 110 liabia Sido visitada. Para penetrar en ella, uno de los trabajadores tu- vo que dominar unas escarpadas rocas, colocar dose ~muna respetable altura sobre la Cueva, y lijando tilia cuerda, se deslizó por ~l1acon l~as111os~1ligereza has- ta llegar ú la entrada, penetrando no sin alguiia di- ficultad. A poco le Vin105 salir y nos hizo la señal conve- nida de que babia encontrado objetos (le importan- cia; y acto continuo arroja una cuerda, se tiende la escala, y nuestro teniente coronel de artillería ascien- (le intrópidamente, desplegando ú poco todo el teló— grafo cii señal (le satisfaccion, y p0~este hiuslo ha— llazgo la denominamos la cueva del Artille’o. Siguió- le Grau Bassas y varios enriscadores. Veamos la descripciou que ini colega Grau l3as- sas, me facilitó acoinpafiándome un cróquis de aquel recinto: «Tiene la cueva en su interior, inicia la derecha, «otra pequeña cueva con salida al exterior y separa- ((da de la primera por un muro tallado en la roca. «La pequeña cueva parece haber estado destinada ú (*) Véase el número 6° To~iou.—! * EL MUSEO (~ÁNARIO. «depósito rcservad~y en ella se encontraron los res— «tos mejor conservados. La mayor tiene siete metros «de largo por cinco de ancho, y en uno de sus lados «exisle una ventana. En su interior se ven dos poyos «de metro y medio (le altura, uno el! el forillo y otro «ó la derecha. 1 lallabanse los esqueletos paralelamen- ((te colocados; y todos, sin exeepcion, cubiertos con «envolturas de juncos, teniendo algunos sobre éstas, «otras (le 1del. En el suelo no se encontraron vesti— «gios (le sepultura, llamando mucho la atencion las «especiales condiciones del local para el ohjeto ~t que «se babia destinado. Las tres aberturas se encuentran (((le tal manera dispuestas, que sea cualquiera el tiein- «po que reine, se produce constantemente una fuer— «te corriente (le aire)). Hecogi~’ionsecon el mayor esmero y cuidado to- dos aquellos despojos que se descolgaron ei sacos y cestas ~propusito, deposiL~ndosepara trasladarlos lue- go al pueblo del Ini genio. 1 ~asóse luego al ex~uinende otra nueva cueva, cine el misiuo (iran I3assas describe en los siguientes tér— 11111105: «Estú formada de dos compartimientos iguales ((tallados en la roca y sostenidos por tres columnas. «La parte anterior i~ai~ecehaberse hundido, dejando «sólo las columnas y urna porcion pequeña de las cine— «vas; y este liundiunento lo comprueba la circuns— «fancia de haberse encontrado algunos esqueletos en «la misma entrada, y otros fuera de ella; no parecien— «do natural que los indígenas, tan celosos de la con— «servacion de los cadítveres, los fuesen ít colocar cii ((sitio tan expuesto á los agentes atinosf~’ricosy á las «aves de rapiña. En esta cueva no es posible pene— «trar de pi~nl causa de la poca elevacion de su techo. «Los cad~iveresse 1 iallahan iguahnente envueltos en ((tejidos (le junco y algunos adenuís ~ pieles adoba- «das. Indudablemente esta cueva, lo mismo que la «anterior, y la que le sigue, estuvieron destinadas ~t «sepulcro coinun, pues se encuentran esqueletos de «hombres, mujeres y niños todos mezclados. Se ob- «serva tambien que no depositaban los cuerpos en EL MUSEO CANARIO. «contacto con el suelo, sino sobre lechos formados ~con nstillas de tea». Debajo (le esta cueva exsiste otra t’t la que pu- de subir, gracias ti los esfuerzos de los amigos. Allí encontrauios un nuevo necrópolo, y al ver que se hallaba casi á la intemperie, pude observar que en aquel sitio se habian operado grandes desprendiniien- tos y que finicamente á ellos era debido semejante estado. Dl principio á las operaciones; pero como la tar- de estaba bastante avanzada, se suspendieron los tra- bajos para continuarlos al siguiente dia. Cargamos las bestias, y regresamos al pueblo del Ingenio, (1011- de pasamos la iioche, despues de convenir en la hora de nuestra salida al siguiente dia, para continuar nues- tras investigaciones. Así lo lucimos, y bastante temprano, emprendi- mos la marcha, daiido prilicipio con mayor empello mí nuestros trabajos. Verdugo y Grau l3assas subieron p01 las escalas, é instalado yo en ini cueva, descubrí, i~ormedio de excavaciones, numerosos cadáveres de lionibres, mu- jeres y nifios colocados unos sobre otros del modo más irregular, á tal grado que inc fuó de todo punto imposible extraer un esqueleto completo. A las cuatro (le la tarde habíamos va c )llclnldo nuestras más importantes operaciones, y sb’~ndonos necesario retornar mí Las Palmas, dimos Úrdeu á los trabajadores para que continuasen las excavaciones, indicando el mnt~todo(JUC liabrian de seguir, y nos pusimos en viaje para la capital á donde llegamos á las diez de aquella noche, satisfechos del resultado de nuestra expedicion. Podernos decir, sin temor de equivocarnos, (J1IC nuestro Museo se ha enriquecido con el producto (le esta exploracion mí Guayadeque, bajo el pLm1ito antro- pológico y loipográlico; que nuestras colecciones Sol! de tal importancia que bastan á suministrar datos suficientes para hacer un estudio que pueda con(1 u— cirnos de un modo cierto y seguro al conocimiento del antiguo pueblo canario; y que nuestra Sociedad EL MUSEO CANARIO. (1 che atender principa1me1~te~t recabar ar])itrli }S para llevai’ fi efecto l)erio icamente excursiones de esta índole, no sólo en esta isla de Gran—Canaria, sino tambien en las demás del Archipiélago, fi un de ir completando con objetos de inesliinahle vah)r las ahlmdantes colecciones que iioy ~0S~t110Sy que tan- ta luz habrán de dar para la historia de nuestros abo- rígenes y estudios antropológicos. De esta exploracion á Guavadeque, podemos de- ducir dos hechos históricos de culminante interés: ~ que el pueblo de Agü nes, que todos nuestros Insto— riadores dicen haber sido el antiguo Argones, tan cé— lebre en la historia de la Gran—Canaria, no es otro sino Guayadeque; pues á presencia de loS hechos y del exámen detenido de aquella localidad no queda la me- nor duda para así asegurarlo. Y ‘2.°que al contrario de lo que hasta hoy se ha ercido, no sieuipre los pri- mitivos canarios colocaban los cadáveres aisladamen- te y en una misma direccion, con separacion de los sexos; pues los liemos encontrado en considerable número, con sus propias vestiduras, en diferentes di- recciones y mezclados unos con otros, sin la separa— c.ion, ni el órden Y simetría que todos nuestros his- toriadores dán como constantes en aquellos indígenas. Du. CHIL y NAR4NJo. EL MUSEO CANARIO. 5 AGRICULTURA. (Conclusion). •IV. Inqerto de á)’boles fr~tttes. Est;e es uno de los mtts grandes secretos que el hombre allú en los primitivos tiempos de su mdi— montano estado supo, sin einl cirgo, arrebatai’ t~la sabia y misteriosa naturaleza. En efbclo, o] servando el hombre que los ~rholes se desarrollaban tardia— mente y sin robustez, y que sus frutos eran escasos, pequefios y de insípido sabor, observando tambien que en los animales, p~rmedio del cruzamiento de las razas, se mejoraban las especies, hubo de ociir— mirle que, cruzando del mismo modo los émbolos qm~ tuviesen cualidades a nélogas, habni;ui de uie~orar sus condiciones de existencia y tructificacion; y no se equivocó en su lógico raciocinio. ( ~Ío]i repetidos en— sayos y laboriosos experimentos en a(u/ie)~H~de varios modos estrechainenie entre sí íuholes con iguales condiciones fisiologicas, obtuvo el sorprenden te fenó- meno de que aquellos ulismos érholes, antes perezo- sos y desmedrados, se (lesarrollasen cOli P’~°~y ex~i- herante ve~etacion, rindiendo tí poco tienipo abundo- sas y ricas frutas, como las que an tialmente recogeiiios. La época cii que esta evolucion tan felizmente conquistada se reah zara, estmi velada con el tupido manto de los siglos; pero los pueblos agrícolas, por medio de una prmíctica constante, nos la han trasnn— tido; y los sabios agrónomos de los modernos tiemil— ~OShan perfeccionado esa adherencia, o cii términos técnicos, el ingerto, modificando los métodos y re— 6 EL MUSEO CANARIO. glas, los cuales, como los m~iseficaces y seguros en el uso com~uide la arboricultura, son tres. hay sin embargo, otros 1n(~todosde ingertar en determi— liadas circunstancias, que por m~’tsde un concepto puede considerarse como alarde de lujo en arboricul- tura; p~osi hubiera de explicarlos hoy taiiibien, ha— ria muy difusa esta conferencia, y para evitar tal ex- tremo, me concretard á analizar los que generalmente en nuestro país se usan, que son: Ingerto de escudete al vivir, ó al dormir. ~ Ingerto de pua, ú cachado. 3° Ingerto de corona. El ingerto de escudete ó á ojo dormido, se hace siempre en ~rholes de uno á dos años; y si los troncos son viejos, se ponen en ramas de un año, ú se cor- tan aquellos, para que broteii y puedan ingertarse sobre nuevos; en estos casos las co’rtezas tiernas y llenas de jugo, abrazan perfbctamente el escudete, y la juventud y fuerza de aquellas contribuyen ti que prenda t~ste.Todo íirbol admite el ingerto de escu— (lete, y podrti iligerirse desle que llegue ti tener el grueso del dedo meñique hasta de una pulgada de dhinietro.