ESPACIO, AÑO 2018 ISSN 1131-7698 TIEMPO E-ISSN 2340-1354 Y FORMA 11

SERIE I PREHISTORIA Y ARQUEOLOGÍA REVISTA DE LA FACULTAD DE GEOGRAFÍA E HISTORIA

ESPACIO, AÑO 2018 ISSN 1131-7698 TIEMPO E-ISSN 2340-1354 Y FORMA 11

SERIE I PREHISTORIA Y ARQUEOLOGÍA REVISTA DE LA FACULTAD DE GEOGRAFÍA E HISTORIA

DOI: http://dx.doi.org/10.5944/etfi.11.2018

UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA La revista Espacio, Tiempo y Forma (siglas recomendadas: ETF), de la Facultad de Geografía e Historia de la UNED, que inició su publicación el año 1988, está organizada de la siguiente forma:

SERIE I — Prehistoria y Arqueología SERIE II — Historia Antigua SERIE III — Historia Medieval SERIE IV — Historia Moderna SERIE V — Historia Contemporánea SERIE VI — Geografía SERIE VII — Historia del Arte

Excepcionalmente, algunos volúmenes del año 1988 atienden a la siguiente numeración:

N.º 1 — Historia Contemporánea N.º 2 — Historia del Arte N.º 3 — Geografía N.º 4 — Historia Moderna

ETF no se solidariza necesariamente con las opiniones expresadas por los autores.

Universidad Nacional de Educación a Distancia Madrid, 2018

SERIE I · prehistoria y arqueología N.º 11, 2018

ISSN 1131-7698 · E-ISSN 2340-1354

Depósito legal M-21.037-1988

URL ETF I · prehistoria y arqueología · http://revistas.uned.es/index.php/ETFI/index

Diseño y composición Carmen Chincoa Gallardo http://www.laurisilva.net/cch

Impreso en España · Printed in Spain

Esta obra está bajo una licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial 4.0 Internacional. Espacio, Tiempo y Forma. Serie I. Prehistoria Espacio, Tiempo y Forma. Serie I. y Arqueología (ETF/I) es la revista científica Prehistoria y Arqueología (ETF/I) (Space, que desde 1988 publica el Departamento Time and Form. Serie I) is a peer-reviewed de Prehistoria y Arqueología de la Facultad academic journal published from 1988 de Geografía e Historia de la Universidad by the Department of Prhistory and Nacional de Educación a Distancia (UNED). Archaeology at the School of Geography ETF I está dedicada a la investigación en and History, UNED. It’s devoted to the Prehistoria y Arqueología, acoge trabajos study of Prehistory and Archaeology. The inéditos de investigación, en especial artículos journal welcomes previously unpublished que constituyan una aportación novedosa, que articles, particularly works that provides enriquezcan el campo de estudio que abordan y an innovative approach, contributes to que ofrezcan una perspectiva de análisis crítico. its field of research, and offers a critical Va dirigida preferentemente a la comunidad analysis. It is addressed to the Spanish and científica, investigadora y universitaria, international scholarly community, as well tanto nacional como internacional, así as to all person interested in Prehistory and como a todas las personas interesadas Archaeology. It is published annually. The por el conocimiento de la Prehistoria y la journal provides open access to its content, Arqueología en general. Su periodicidad es freely available electronically immediately anual. ETF I facilita el acceso sin restricciones upon publication. a todo su contenido desde el momento de su publicación en edición electrónica.

Espacio, Tiempo y Forma. Serie I, Prehistoria y Arqueología está registrada e indexada entre otros, por los siguientes Repertorios Bibliográficos y Bases de Datos: latindex, dice, isoc (cindoc), resh, in-rech, dialnet, e-spacio uned, circ 2.0, miar 2016, carhus 2014, Fuente Academica Premier, Periodicals Index Online, Antropological Literature, francis, Ulrich’s, sudoc, zdb, dulcinea (verde), redib, Directory of Open Access Journals (doaj) e Índice H de las revistas científicas españolas según Google Scholar Metrics equipo editorial

Edita: Departamento de Prehistoria y Arqueología, Universidad Nacional de Educación a Distancia Editores: Virginia García-Entero Departamento de Prehistoria y Arqueología, UNED Patricia Hevia Gómez Departamento de Prehistoria y Arqueología, UNED José Manuel Maíllo Fernández Departamento de Prehistoria y Arqueología, UNED Alberto Mingo Álvarez Departamento de Prehistoria y Arqueología, UNED directora del consejo de redacción de etf i prehistoria y arqueología Mar Zarzalejos Prieto Directora del Departamento de Prehistoria y Arqueología, UNED

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Consejo de Redacción

Alicia Arévalo González Departamento de Historia, Geografía y Filosofía, Universidad de Cádiz Virginia García-Entero Departamento de Prehistoria y Arqueología, UNED Beatriz Gavilán Ceballos Departamento de Historia I, Universidad de Huelva Carmen Guiral Pelegrín Departamento de Prehistoria y Arqueología, UNED Patricia Hevia Gómez Departamento de Prehistoria y Arqueología, UNED José Manuel Maíllo Fernández Departamento de Prehistoria y Arqueología, UNED Julià Maroto Genover Departamento de Historia e Historia del Arte, Universitat de Girona Alberto Mingo Álvarez Departamento de Prehistoria y Arqueología, UNED Lourdes Prados Torreira Departamento de Prehistoria y Arqueología, Universidad Autónoma de Madrid

Comité Científico Martín Almagro Gorbea Universidad Complutense de Madrid Federico Bernaldo de Quirós Universidad de León Irene Bragantini Università Orientale di Napoli Germán Delibes Castro Universidad de Hélène Eristov CNRS (Francia) Carmen Fernández Ochoa Universidad Autónoma de Madrid Michel Fuchs Université de Lausanne Antonio Gilman California State University

C omité Editorial de ETF Series I–VII Carlos Barquero Goñi, Departamento de Historia Medieval y Ciencias y Técnicas Historiográficas,UN ED; Enrique Cantera Montenegro, Departamento de Historia Medieval y Ciencias y Técnicas Historiográficas,UNED ; Virginia García-Entero, Departamento de Prehistoria y Arqueología, UNED; Patricia Hevia Gómez, Departamento de Prehistoria y Arqueología, UNED; Ángeles Lario González, Departamento de Historia Contemporánea, UNED; Mª Luisa de Lázaro Torres, Departamento de Geografía, UNED; José Manuel Maíllo Fernández, Departamento de Prehistoria y Arqueología, UNED; Irene Mañas Romero,

6 ESPACIO, TIEMPO Y FORMA Serie I · prehistoria y arqueología 11 · 2018 ISSN 1131-7698 · e-issn 2340-1354 UNED Departamento de Historia Antigua, UNED; Alberto Mingo Álvarez, Departamento de Prehistoria y Arqueología, UNED; Joaquín Martínez Pino, Departamento de Historia del Arte, UNED; Antonio José Rodríguez Hernández, Departamento de Historia Moderna, UNED; Inmaculada Vivas Sáinz, Departamento de Historia del Arte, UNED.

Directora de ETF Series I–VII Yayo Aznar Almazán Decana de la Facultad de Geografía e Historia, UNED

Secretario de ETF Series I–VII Jesús López Díaz Departamento de Historia del Arte, UNED

G estorA plataforma OJS Carmen Chincoa Gallardo

Correspondencia Revista Espacio, Tiempo y Forma Facultad de Geografía e Historia, UNED c/ Senda del Rey, 7 28040 Madrid e-mail: [email protected]

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SUMARIO · SUMMARY

5 Equipo editorial · Editorial Board

11 Artículos · Articles

13 Mario López Recio, Javier Baena Preysler & Pablo Silva Barroso La tradición tecnológica achelense en la cuenca media del río Tajo The Acheulian Technological Tradition in the Middle Basin of the Tagus River

49 Javier Jiménez Ávila Un conjunto de arreos de bronce de la colección Juan Cabré: aportaciones al estudio del atalaje ecuestre en la Protohistoria Ibérica A Set of Bronze Horse Bits in the Juan Cabré Museum: A Contribution to the Study of Equestrian Harness in Iberian

75 Julio C. Ruiz Los retratos imperiales de Tarraco: notas sobre talleres y técnicas de producción Imperial Portraits from Tarraco: Some Remarks on Workshops and Production Techniques

101 Eurico de Sepúlveda, Catarina Bolila & Marisol Ferreira Terra Sigillata de tipo itálico decorada, proveniente do Ager Salaciensis (Alcácer Do Sal, Portugal) Decorated Italian Samian Ware Found at the Ager Salaciensis (Alcácer Do Sal, Portugal) La Terra Sigillata Itálica decorada proveniente del Ager Salaciensis (Alcácer Do Sal, Portugal)

129 Sergio Vidal Álvarez, Marie-Claire Savin & Carole Biron «Opus artificum universa» estudio colorimétrico de la escultura románica en mármol del Museo Arqueológico Nacional: ejemplos de Galicia y León «Opus Artificum Universa» Colorimetric Study of the Marble Romanesque Sculpture in the Museo Arqueológico Nacional: Examples from Galicia and León

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147 Reseñas · Books Review

149 Carmen Fernández Ochoa Hidalgo Prieto, Rafael (Coord.): Las Villas Romanas de la Bética, vol. I y II, Ed. Universidad de Granada (ISBN: 978-84-338-6107-8), Universidad de Córdoba (ISBN: 978-84-9927-325-9), Universidad Pablo de Olavide (ISBN: 978-84-617-7532-3), Universidad de Sevilla (ISBN: 978-84-472-1861-5), Universidad de Málaga (ISBN: 978-84-9747-8298), Sevilla, 2016, 823 pgs.

153 Carmen Guiral Pelegrín Dubois, Y.: Ornamentation et discours architectural de la villa romaine d’Orbe Boscéaz. Cahiers d’archéologie romande, 163, URBA II/1). Lausanne, 2016. 3 volúmenes. ISBN: 972-288028-163-2; ISSN: 1021-1713.

155 Marta Pavía Page Acero Pérez, Jesús: La gestión de los residuos en Augusta Emerita. Siglos I a.C.- VII d.C. Madrid: Anejos de AEspA LXXXII, 2018. 437 pp. ISBN: 978-84-0010329-3.

159 Oliva Rodríguez Gutiérrez Gutiérrez García-M., A. y Rouillard, P. (eds.) (2018): Lapidum natura restat. Canteras antiguas de la Península ibérica en su contexto (cronología, técnicas y organización de la explotación), Institut Català d’Arqueologia Clàssica/Casa de Velázquez, Tarragona/Madrid, Serie Documenta, ISBN: 978-84-946298-3-9/ 978-84-9096-170-4.

165 Normas de publicación · Authors Guidelines

10 ESPACIO, TIEMPO Y FORMA Serie I · prehistoria y arqueología 11 · 2018 ISSN 1131-7698 · e-issn 2340-1354 UNED ARTÍCULOS · ARTICLES

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LA TRADICIÓN TECNOLÓGICA ACHELENSE EN LA CUENCA MEDIA DEL RÍO TAJO

THE ACHEULIAN TECHNOLOGICAL TRADITION IN THE MIDDLE BASIN OF THE TAGUS RIVER

Mario López Recio1, Javier Baena Preysler2 & Pablo Silva Barroso3

Recibido: 20/01/2018 · Aceptado: 13/06/2018 DOI: http://dx.doi.org/10.5944/etfi.11.2018.20942

Resumen Las primeras evidencias achelenses en la Península Ibérica, tecnocomplejo de origen africano, se remontan a 1 Ma aproximadamente, si bien hasta el MIS 15-13 no se extiende de forma significativa en la cuenca media del Tajo. Mediante el estudio tecnológico de las muestras líticas de Pinedo, Cien Fanegas y Tafesa en la cuenca media del Tajo y las dataciones IRSL (post-Infrared Stimulated Luminiscence) y ESR de los depósitos de terrazas a +25-30m del Tajo en Pinedo y Cien Fanegas en las inmediaciones de Toledo se evidencia una perduración de esquemas tecnológicos achelenses en fechas recientes (MIS 11-8) dentro del tramo final del Pleistoceno Medio, similar a otros enclaves de la Meseta Central y del suroeste de Francia. Las características tecnológicas de estas series líticas (compuestas por cantos tallados, bifaces, triedros, picos triédricos, hendedores) y débitage no estandarizado (centrípeto y multipolar) no tiene un significado cronológico, sino que responde a tradiciones tecnológicas que perduran hasta el final del Pleistoceno Medio para el caso del interior de la Península Ibérica.

Palabras clave Achelense; Península Ibérica; Tajo; Terrazas fluviales; tradición; tecnología.

Abstract The first Acheulean evidences in the are date approximately 1 Ma before present, although up to MIS 15-13 its presence in the middle basin of the Tagus river does not extend significantly. In this contribution, we present the relevant results of the technological study of the lithic series from Pinedo, Cien Fanegas and Tafesa sites located in the middle basin of the Tagus. This study together with the IRSL (post-Infrared Stimulated Luminiscence) and ESR dates of the terrace

1. Universidad Autónoma de Madrid. C. e.: [email protected] 2. Universidad Autónoma de Madrid. C. e.: [email protected] 3. Universidad de . C. e.: [email protected]

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deposits at + 25-30m of the Tagus (Pinedo and Cien Fanegas in the vicinity of Toledo) indicate the perdurance of the Acheulian technological schemes during the late Middle Pleistocene (MIS 11-8). This circumstance is similar to other places of the Iberian Central Plateau and south-western France. The technological characteristics of these lithic series (composite of pebble tools, bifaces, trihedrals pieces, picks and cleavers) together with a non-standardized flaking systems (centripetal and multipolar) does not have a chronological meaning, but probably responds to technological traditions that can be dated in the final part of the Middle Pleistocene for the inner area of the Iberian Peninsula.

Keywords Acheulian; Iberian Peninsula; Tagus; river terraces; tradition; lithic technology.

14 ESPACIO, TIEMPO Y FORMA Serie I · prehistoria y arqueología 11 · 2018 · 13–48 ISSN 1131-7698 · e-issn 2340-1354 UNED La tradición tecnológica achelense en la cuenca media del río Tajo

INTRODUCCIÓN

La industria achelense ha sido definida por conjuntos líticos con presencia de macroutillaje (bifaces, triedros y hendedores), así como grandes lascas, fragmentos de lasca y en ocasiones lascas de producción estandarizada (Bordes 1950, 1984; Santonja y Villa 2006; Goren-Inbar y Saragusti 1996; Sharon 2006, 2010; Lycett y Golwlett 2008; Goren-Inbar et al. 2011). Su origen se remonta a 1,7 Ma en yacimientos africanos como Konso en Ethiopia (Beyene et al. 2013) o FLK West (Olduvai Gorge, Tanzania) (Díez Martín et al. 2015; Yravedra et al. 2017). Las primeras ocupaciones humanas en la Península Ibérica se remontan a 1,4 Ma, cuyos conjuntos líticos se adscriben al Modo 1 (García et al. 2014). Destacan los yacimientos de Barranco León D y Fuente-Nueva 3 en 1,4-1,2 Ma (Agustí et al. 1996; Martínez-Navarro et al. 1997; Oms et al. 2000; Barsky et al. 2010; Toro- Montoya et al. 2011; Duval et al. 2012) en la Depresión Guadix-Baza, Sima del Elefante (TE-9) en 1,2 Ma (Parés et al. 2006; Carbonell et al. 2008, Cuenca-Bescós et al. 2013; De Lombera-Hermida et al. 2015) y Trinchera Dolina, TD3-TD5 en 1 Ma aproximadamente (Cuenca-Bescós et al. 2011) y TD6 en 0,96-0,78 Ma (Carbonell et al. 1995, 1999; Falguères et al. 1999; Berger et al. 2008; Ollé et al. 2013) en la Sierra de Atapuerca, así como Vallparadís en el noreste peninsular en 0,98 Ma (Martínez et al. 2010, 2014). Trabajos recientes indican que las primeras evidencias del achelense en la Península Ibérica se remontan a 1 Ma, detectado en el Barranc de la Boella (Vallverdú et al. 2014; Mosquera et al. 2016). En Francia las evidencias achelenses más antiguas detectadas datan del inicio del Pleistoceno Medio en la unidad US4 de Bois-de- Riquet (Bourguignon et al. 2016). Datan por ESR las primeras ocupaciones del MIS 15/14 en Rue du Manège (Antoine et al. 2015) y del MIS 14 en el caso de Rue Carpentier (Voinchet et al. 2015). En el norte de Francia en el valle del Somme, se localiza industria achelense in situ entre el MIS 12-9 (Antoine et al. 2010). Otros yacimientos son Aragó 690-700ka (Barsky y Lumley 2010; Falguères et al. 2015), 700ka en el Loira medio ( et al. 2010), con una fecha de 655+55 ka en La Noira en el centro de Francia (Despriée et al. 2010 y 2016; Moncel et al. 2013, 2015 y 2016). En Italia, las evidencias achelenses más antiguas se localizan en yacimientos como Notarchirico (Italia) en 630-650ka (MIS 16) (Lefèvre et al. 2010; Pereira et al. 2015; Santagata, 2016) o el centro de Italia (Ceruleo et al. 2015). La llegada de industria achelense por el Estrecho de Gibraltar, aparte de otras vías de penetración como es el Oriente Próximo, se relaciona con los conjuntos achelenses del norte de África (Biberson 1961; Bordes 1966; Alimen 1975, 1978; Roebroeks 2001; Santonja y Villa 2006; Santonja y Pérez-González 2010; Sharon 2011). Este hecho se confirma por el yacimiento de Casablanca (Marruecos) datado en el MIS 21 (850 ka aproximadamente) (Raynal et al. 1995, 2001, 2002) y Ternifine (Argelia), yacimiento fechado por los restos paleontológicos y paleomagnetismo en el final del Pleistoceno Inferior y el inicio del Pleistoceno Medio (1 Ma-700 ka aproximadamente) (Balout et al. 1967; Djemmali 1985; Geraads et al. 1986; Geraads, 2016). Yacimientos achelenses del Próximo Oriente relevantes en la difusión de este tecnocomplejo serán Ubeidiya (1,3 Ma) con industria achelense inicial (Sharon y

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Barsky 2016), Gesher Benot Ya´aqov (800 ka) (Goren-Inbar y Saragusti 1996; Goren- Inbar y Sharon 2006; Sharon et al. 2011), Cueva Tabun (700-500 ka) o Cueva Qesem con industria Achelo-Yabrudiense correspondiente al tramo final del achelense (Parush et al. 2015; Wilson et al. 2015). A partir de 500 ka se generaliza la industria achelense en Europa (Roebroeks y Van Kolfschoten 1994; Gamble 1986, Roebroeks 2001) y en la Península Ibérica (Raposo y Santonja 1995). El Achelense de la parte occidental de Europa durante el Pleistoceno Medio (Santonja y Villa 2006) posee una gran variabilidad geográfica y temporal (Tuffreau 1992; Lamotte 1995; Moncel et al. 2016). En los últimos años, esta cuestión ha sido abordada desde una perspectiva tecnológica unido a la transmisión de tradiciones culturales a lo largo del tiempo (Boëda et al. 1990; Boëda 1991; Geneste 1991). En el caso de la Península Ibérica son abundantes los trabajos recientes en los que se aborda la problemática de las tradiciones industriales en el Paleolítico Medio de la Península ibérica (Martín-Blanco y Djema 2005; Mora et al. 2008). Sin embargo son escasos los trabajos donde se trata la problemática de las tradiciones culturales de los conjuntos achelenses (Santonja y Villa 1990; Santonja 1996; Santonja y Pérez- González 2001a; Terradillos y Díez 2011; Santonja et al. 2016). Con respecto al interior de la Península Ibérica se constata la perduración del achelense durante 600ka (Rubio-Jara et al. 2016). Las últimas investigaciones se centran en la coexistencia entre el achelense y el Paleolítico Medio Antiguo en el último tercio del Pleistoceno Medio (Dennell et al. 2011; Santonja et al. 2016). El Paleolítico Medio Antiguo comenzó en el 300 ka aproximadamente, al final del MIS 9 y comienzo del MIS 8, con la presencia generalizada del concepto levallois de producción predeterminada de lascas (Monnier 2006; Delagnes et al. 2007; Richter 2011; Soriano y Villa 2017) como en Bolomor (Fernández Peris et al. 1994; Fernández-Peris 2006), Cuesta de la Bajada (Santonja et al. 1992, 2000, 2014) y el Miembro Estratigráfico Medio de Ambrona (Santonja et al. 2005; Santonja y Pérez-González 2006). Del mismo modo, en las Islas Británicas se produce la coexistencia durante el Pleistoceno Medio de conjuntos achelenses y clactonienses (Ashton et al. 1994), así como industrias sin bifaces (Fluck 2011). También Isernia La Pineta y La Ficoncella (Italia) (0,6 Ma) presentan un conjunto sin bifaces, caracterizado por la presencia de utillaje de reducido tamaño (Gallotti y Peretto 2015; Aureli et al. 2016). En Centroeuropa, con cronologías de 0,4 - 0,3 Ma, las industrias líticas se caracterizan por una producción (débitage) de pequeñas herramientas, con ausencia de bifaces (Bilzingsleben y Schöningen en Alemania, Vértesszölös en Hungría, etc.) (Bosinski 2006; Derevianko 2006; Rocca 2016; Doronichev 2016).

I. CONTEXTO GEOARQUEOLÓGICO DE LAS TERRAZAS FLUVIALES DE LOS RÍOS TAJO Y MANZANARES

El área de estudio se sitúa en la Submeseta Sur de la Península Ibérica, dentro de la cuenca cenozoica del Tajo, encuadrándose en su sector meridional (Cuenca Neógena de Madrid). De forma más concreta se localiza dentro del curso medio del

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río Tajo entre las ciudades de Madrid y Toledo (Fig.1). Los yacimientos objeto de estudio se contextualizan en las terrazas medias del Tajo (Pinedo y Cien Fanegas) y en la Terraza Compleja del Manzanares (Tafesa).

Fig. 1. Mapa de localización de los yacimientos de Pinedo, Cien Fanegas y Tafesa situados en la cuenca media del Tajo, entre las ciudades de Madrid y Toledo.

En el valle medio del Tajo, concretamente en el entorno de la ciudad de Toledo, se han llegado a diferenciar hasta trece niveles de terraza con cota relativa respecto al cauce (Pérez-González 1982, 1994; Roquero et al. 1999, 2015a y b; Pérez-González et al. 2004) (Fig. 2): +3-5 m (T13, llanura aluvial holocena); +4-9 m (T12, Peraleda y Arenero de Valdelobos) para el Pleistoceno Superior; +15-20 m (T11, Valdepastores, Villamejor y Monterrey), +25-30 m (T10, Pinedo y Cien Fanegas), +40 m (T9, Salchicha y Buenavista inferiores-Campo de Tiro, Polígono Industrial), +50 m (T8) y +60 m (T7, Buenavista, Salchicha y Valdelobos superiores) para el Pleistoceno Medio; +75 m (T6, Salto de la Zorra), +85 m (T5), +95 m (T4, Bravo), +105 m (T3, Matanzas), +110-115 m (T2) y +125 m (T1, Superficie de Bargas) para el Pleistoceno Inferior. Esta última superficie funciona como divisoria de aguas entre los valles del Tajo y Guadarrama, considerándosela como la superficie de referencia del encajamiento fluvial en la zona. Los primeros indicios de ocupación humana de la cuenca media del río Tajo se remontan al Pleistoceno Inferior. De este modo, en el entorno de Toledo existen indicios de industria lítica en El Espinar (Santonja 1981), Salto de la Zorra y Santa

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María de Benquerencia, situados en la terraza de +75-80 m (Rodríguez de Tembleque et al. 2010). La industria hallada en posición estratigráfica se reduce a elementos aislados, que se asemejan a los conjuntos achelenses (Rodríguez de Tembleque et al. 2010). La macrofauna documentada de Equus stenonis en Salto de la Zorra (T+75 m; Alférez 1978; Sesé et al. 2000) y Mammuthus meridionalis en Salchicha (+60 m; Sesé et al. 2000) indican una edad Pleistoceno Inferior para estos niveles fluviales. Aunque no se dispone de dataciones númericas para estos niveles fluviales altos, dataciones ESR de la terraza de +70-75m en la cuenca del Duero (valle del Arlanzón) indican que esta terraza se desarrolló en torno a 1 Ma dentro del Subchron Normal Jaramillo (Moreno et al. 2012), datos que concuerdan con las determinaciones paleomagnéticas realizadas en depósitos fluviales asimilables a esta terraza en el valle del Jarama (Pérez-González et al. 2013).

Fig. 2. Contextualización geomorfológica de Pinedo y Tafesa en la secuencia de terrazas del Tajo en el tramo Aranjuez-Toledo (modificado de Roquero et al., 2015b).

La terraza de +60 m (Salchicha Superior) ha sido datada por paleomagnetismo (Pinilla et al. 1995), registrándose en ella la inversión Brunhes-Matuyama (780 ka). Ésta marca el límite Pleistoceno Inferior-Medio y a nivel regional también se registra en terrazas de similar altimetría (+60-55 m) de otros valles de las cuencas del Tajo y Duero (Pérez-González et al. 2013). El resto de dataciones en las inmediaciones del sector estudiado del valle del Tajo hacen referencia a formaciones aluviales posteriores al desarrollo de las terrazas, que las postdatan pero no son adecuadas para establecer una cronosecuencia fluvial fiable (Rodríguez Tembleque 2008; Ruiz Zapata et al. 2009). Yacimientos achelenses, con industria lítica compuesta por macroutillaje (bifaces, triedros, hendedores) y lascas de gran formato, se atestiguan en las terrazas medias (T +40 a T +20 m) del Tajo (Santonja y Pérez-González 2001a; Santonja y Villa 2006). En Toledo se localizó industria lítica en la T +40 m (Polígono

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industrial) asociada estratigráficamente a restos de Mammuthus trogontherii (Sesé et al. 2000). Recientemente, dataciones sitúan entre el MIS 9-7 los yacimientos achelenses de la terraza de +25-30m del Tajo de Pinedo y Cien Fanegas (López- Recio et al. 2015). En cuanto al valle del río Manzanares, el registro más completo de los niveles fluviales cuaternarios se localiza en el área comprendida entre Madrid y Getafe, sector que abarca, casi en su totalidad, su recorrido por la antigua Cuenca Neógena de Madrid desde la zona de La Zarzuela hasta su desembocadura en el Jarama, aguas abajo de Rivas-Vaciamadrid. El máximo número de niveles reconocido es de 13 (Pérez-González 1982; 1994; Goy et al. 1989). Este registro no se encuentra completo en ningún sector del valle, pero su secuencia general ha sido sintetizada en los siguientes niveles que, con alturas relativas respecto al cauce actual, son: T+1- 5m (niveles de llanura de inundación); T+8-9m (Hipódromo y Culebro), T+11-12m, T+12-15m (La Gavia); T+16-22m (terrazas complejas),T+25-30m (San Isidro, cota a muro); T+35-40m, T+44-46m, T+52-54m, T+60m, T+68-72m (Teleférico), T+80-85m y T+90-94m (Cerro Garabitas-Casa de Campo). Basándose en criterios de correlación altimétricos y edáficos, en función de los restos faunísticos y líticos, Silva et al. (1988), Goy et al. (1989), Pérez-González (1994) y Pérez-González y Uribelarrea (2002) atribuyen al Holoceno los niveles de inundación inferiores a los 5m, al Pleistoceno Superior los niveles comprendidos entre +8 y +15m, y al Pleistoceno Medio los niveles situados entre +15 y +60 metros. De los niveles situados a mayor cota no se tiene ningún tipo de dato cronológico y, tentativamente, Goy et al. (1989) sitúan el límite Pleistoceno Medio-Inferior en el nivel de terraza del Teleférico (+68-72m). No obstante, nuevas revisiones (Pérez- González 1994; Pérez-González y Uribelarrea 2002) indican que posiblemente todos los niveles de terraza del valle del Manzanares podrían atribuirse por completo al Pleistoceno Medio o, como mucho, al Pleistoceno Inferior muy tardío los dos más altos (+80-85m y +90-94m). Posteriormente, en la zona cercana a la confluencia del río Manzanares en el Jarama se localizaron terrazas del Pleistoceno Inferior (T+66m y T+86m) y Medio en el perfil de Calamuecos (Bárez y Pérez-González, 2006). Más recientemente, Silva (2003) en la revisión de la estratigrafía y geomorfología del valle inferior del Manzanares advierte que los niveles de terrazas complejas de este sector (+16-22m) pueden registrar el tránsito entre el Pleistoceno Medio y Superior, donde se contextualiza el yacimiento de Tafesa. En la denominada Terraza Compleja del Butarque (Goy et al., 1989) o Terraza Compleja del Manzanares (Silva 2003), por efectos de disolución del sustrato yesífero se produce la superposición de las terrazas del tramo urbano de Madrid (Pérez-González 1971) de Pleistoceno Medio y Superior. En este tramo final del Manzanares, se ha producido un número relevante de hallazgos pleistocenos en los areneros de Getafe y Rivas-Vaciamadrid, como son Alcaraz, Arriaga, Navarro o Casa Eulogio (Cobo et al. 1979; Gamazo 1985). En este marco destaca la existencia de sitios de ocupación como Arriaga II, con restos de industria lítica (núcleos, lascas y bifaces) y restos de Elephas antiquus, Bos primigenius, Equus caballus, Cervus elaphus y Dicerorhinus hemitoechus (Rus y Vega 1984).

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II. YACIMIENTOS DE PINEDO, CIEN FANEGAS Y TAFESA: POSICIÓN GEOMORFOLÓGICA, ESTRATIGRAFÍA Y CARACTERÍSTICAS TECNOLÓGICAS DE LOS CONJUNTOS LÍTICOS

II.I. PINEDO

El afloramiento donde se ha documentado y muestreado el retazo de la terraza que albergaba el yacimiento de Pinedo se sitúa en el desmonte Norte del ramal de salida de la autopista AP-41 hacia la carretera CM-4001, en el entorno del perímetro urbano NE de la ciudad de Toledo. En este afloramiento se registra la base de la terraza de +25-30 m, constituida por gravas heterométricas de gran tamaño en contacto erosivo sobre las arenas arcillosas miocenas. El nivel basal de gravas

Fig. 3. Conjunto de Pinedo (colección Martín Aguado): Hendedores (1-3); lascas de descortezado (4-6); cantos tallados (7-8).

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posee una potencia de 2 a 3 m y se acuña progresivamente hacia el NE pasando lateralmente a lentejones de arenas medias y finas que se muestrearon para su datación por IRSL (López-Recio et al. 2015). El yacimiento excavado entre 1972 y 1974 se situaba en niveles de arenas y gravas basales de la terraza correspondientes a las Unidades Inferior y Superior de Díaz y Pérez-González (1979), que se han denominado Pinedo I y Pinedo II respectivamente (López-Recio et al. 2015). Ambas unidades corresponderían a depósitos de barras y relleno de canal, con potencias de 4,40 m (Pinedo I) y de algo más de 1 m (Pinedo II), esta última de carácter más arenoso. Los resultados de las muestras tomadas en el yacimiento de Pinedo indican que la base de la terraza en esta zona (Pinedo I; TOL-8) es anterior a los 280 ka (Pleistoceno Medio final) y que la unidad aluvial discordante que la erosiona en esta zona (Pinedo IV; TOL-7) posee una edad muy reciente de 11± 0,9 ka correspondiente al final del Pleistoceno Superior (López-Recio et al. 2015) (Fig. 2).

F ig. 4. BIFACES parciales del conjunto de Pinedo (colección Martín Aguado) (1-6).

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Según Querol y Santonja (1979), tras la excavación sistemática del yacimiento, las características generales de la industria achelense el empleo de la cuarcita como materia prima (68%) frente al menor empleo del sílex (25%) y el cuarzo (7%), materias primas transportadas por el río Tajo. Existe un aprovechamiento casi exclusivo de cantos rodados de cuarcita de transporte fluvial, el índice levallois técnico es nulo y el índice de facetado es muy bajo y los núcleos son de gran tamaño, espesos y con escasas extracciones. Por otro lado, existe un elevado porcentaje y diversidad de instrumentos sobre lasca (aunque la mayoría con retoque marginal e irregular, propio de conjuntos contextualizados en depósitos expuestos a la dinámina fluvial), con predominio de raederas y cuchillos de dorso. Dentro del macroutillaje los bifaces más frecuentes son los amigdaloides (18%), lanceolados (15%) y abbevillenses; existen 38 hendedores, en su mayoría de tipos primitivos (Tipo 0, I y II) y destaca el porcentaje de triedros (8%), siendo superior al de bifaces y hendedores.

Fig. 5. Triedros y picos triédricos del conjunto de Pinedo (colección Martín Aguado) (1-11).

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Tras la revisión e inventario por nuestra parte de los materiales líticos de Pinedo de la colección Máximo Martín Aguado, se clasificaron desde el punto de vista morfotécnico 6868 piezas líticas correspondientes a dicho yacimiento, con especial atención a la caracterización de los procesos de façonnage y débitage (López-Recio et al. 2015). Destaca la representatividad del conjunto, si bien se trata de una recogida sesgada y dirigida de los materiales, tanto en su propio depósito natural, como en las labores de recogida. A pesar de las limitaciones interpretativas que presenta esta colección, la procedencia de los materiales puede guardar coherencia a nivel arqueoestratigráfico con el conjunto procedente de los niveles excavados (Querol y Santonja 1979). Destaca también el elevado número de lascas de gran formato, cantos tallados y hendedores (Fig. 3), bifaces (parciales muchas veces y de contorno sinuoso) (Fig. 4), y triedros y picos triédricos (Fig. 5), así como núcleos de escasas extracciones, de débitage bifacial y centrípeto. De este modo, se ha constatado que la configuración general del macroutillaje parece decantarse de manera intensa hacia la confección de morfologías triangulares (triedros, picos triédricos, etc.). Se constata que existió una selección de morfologías de cantos próximas al producto buscado, o bien una selección de cantos con morfologías que permitieran la obtención de lascas de formatos próximos al producto buscado. Los esquemas diacríticos indican que el proceso de configuración se establece generalmente en series de 2 ó 3 extracciones contiguas, de carácter no alternante sobre cada uno de las caras talladas, creando con ello una morfología de sección triangular que responden a esquemas de configuración o façonnage que se repiten sistemáticamente.

II.II. CIEN FANEGAS

El yacimiento paleolítico del arenero de Cien Fanegas, se sitúa en la margen derecha del río Algodor en su zona de confluencia con el Tajo, aguas arriba de Toledo, en la terraza de +25-30 m. Se documentaron restos faunísticos del Pleistoceno Medio e industria achelense, similares a los de Pinedo en sus niveles basales de gravas (Rus et al. 1993; Baena et al. 2010b). Los cortes actuales conservan 6 m de la secuencia fluvial de la terraza desde su zona basal, compuesta por niveles de gravas y arenas variablemente cementados, hasta su zona superior donde se desarrollan facies arcillo-limosas de llanura de inundación. Se han diferenciado dos grandes unidades que se pueden correlacionar, dado su origen fluvial con las unidades Pinedo I y Pinedo II (situado en el mismo nivel de terraza), aunque las facies de llanura de inundación podrían representar y correlacionarse con Pinedo III (Fig. 6) (López-Recio et al. 2015). La datación ISRL realizada en el techo de la unidad basal de la terraza (Pinedo I) del arenero de Cien Fanegas arroja una edad de 292 ± 17 ka, encuadrándola en el tránsito de los estadios isotópicos marinos MIS 8 y MIS 9 (c. 300 ka; Imbrie et al. 1992) (Fig. 2). Con características tecnológicas similares a las de Pinedo, la muestra lítica analizada de Cien Fanegas (Aranjuez), compuesta por solo 130 piezas, recogidas del perfil estratigráfico de la cantera, cuenta con un número elevado de triedros, bifaces

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Fig. 6. Perfil estratigráfico de Cien Fanegas (López-Recio et al., 2015: 10).

F ig. 7. Dibujo 3D de bifaz parcial de Cien Fanegas (según F. López-Fraile).

(Fig. 7) y hendedores. Presenta un façonnage de esquemas tecnológicos sencillos, con escasa alternancia entre las series de extracciones, así como lascas corticales y semicorticales y núcleos expeditivos de escasa programación (multipolar), existiendo una estrategia de selección de soportes con buena calidad para la talla, y de soportes próximos a la morfología del producto final (Rus et al. 1993; Baena et al. 2010b).

II.III. TAFESA

El yacimiento de Tafesa (denominado a mediados del siglo XX «Transfesa») se localiza en la terraza situada a +22m (Silva et al. 1997; Silva 2003), en la margen derecha del río Manzanares (Fig. 8). Esta terraza ha sido tradicionalmente asignada

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al Pleistoceno Medio en base a su altimetría y a la fauna (Elephas antiquus, Bovidae indet., Cervus sp., Equus caballus, Sus cf. scrofa y Praedama sp.) aparecida en las excavaciones realizadas durante los años 1956 y 1957 (Meléndez y Aguirre 1957, 1958; Andrés y Aguirre 1974; Soto y Sesé 1987; Aguirre 1989; Sesé y Soto 2000). Este enclave presenta unos depósitos fluviales con una potencia cercana a los 8 m, en los que se pueden diferenciar al menos ocho unidades sedimentarias. Éstas presentan diferente naturaleza (arenas arcósicas de tamaño medio-fino, medio a grueso y grueso, arcillas, limos y lag de gravas), tendencia granodecreciente, encontrándose separadas por superficies de erosión bastante netas (Fig. 9) (Silva et al. 1997).

Fig. 8. Contexto geomorfológico de Tafesa (Silva et al., 2012).

La excavación del solar de Tafesa se realizó en 1996 sobre una extensión de 30 m2 en un nivel denominado unidad estratigráfica 2, correspondiente a un relleno de canal plano cuya base contiene la industria lítica y los restos paleontológicos recuperados (Baena y Baquedano 2004; Baena et al. 2010a). Se trata de un depósito de 0,70-0,65m de potencia compuesto por arenas arcillosas y arcillas arenosas con lag basal de cantos encajado en las facies de llanura de inundación que culminan la unidad 1 de la excavación. Las facies de gravas y arenas basales de la unidad 1 es la que contenía los antiguos yacimientos de mediados del siglo XX. Estas dos unidades estratigráficas se corresponden con las secuencias sedimentarias Mz1 y Mz2 de Silva (2003) respectivamente. El yacimiento arqueológico excavado en 1996 se contextualiza en la base del canal que constituye la unidad 2, el cual se encuentra estructurado en 4 niveles sedimentarios diferentes. El análisis de la geometría y sedimentología de los depósitos del relleno de canal indican que éste corresponde a un meandro abandonado por un proceso de estrangulamiento (Silva et al. 1997, 2010). La muestra del conjunto lítico cuenta con 651 líticos. El yacimiento presenta cuatro niveles estratigráficos incluidos en la unidad Mz2 de la TCMZ, siendo el nivel 2.1 (basal) donde se contextualiza la mayoría del registro lítico y faunístico.

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El nivel 2.1 contiene 464 piezas, el nivel 2.2 149, el nivel 2.3 15 y el nivel 2.4 tan solo 23. Los modelos de captación de la materia prima son expeditivos y de claro carácter local, a partir de depósitos secundarios de origen fluvial, documentado para el contexto del Manzanares (Rus y Enamorado 1991; Conde et al. 2000). Las materias primas empleadas en el conjunto lítico del nivel 2.1 son el sílex (285 restos), el cuarzo (127 restos) y en menor medida la cuarcita (51 restos) alóctona a los niveles fluviales del Manzanares (probablemente del entorno del cercano río Jarama). La composición del macroutillaje en el nivel 2.1 es de 22 bifaces (3 ficrones, 2 amigdaloides, 2 abbevillenses, 2 diversos, 4 esbozos y 9 parciales), 22 triedros y 2 hendedores. En cuanto a la configuración de macroutillaje o façonnage, las modalidades varían en función del soporte de partida, distinguiéndose diferentes estrategias según se parta de grandes lascas, nódulos ortogonales o fragmentos de nódulos, placas o tabletas, paleo-industrias (piezas líticas más antiguas reaprovechadas) o de nódulos/bases naturales de morfología cercana al producto buscado (Fig. 10 y 11). Se aprecia una selección en la recogida de soportes de morfologías específicas para la obtención de bifaces y triedros. Mediante estas modalidades se confeccionaron bifaces y Fig. 9. Perfil estratigráfico de Tafesa (modificado de Silva et al., 2010: 20). triedros espesos de aristas sinuosas y morfologías poco simétricas (Baena et al. 2010a, Silva et al. 2012). Con respecto a la producción de lascas o débitage, los esquemas o modalidades de explotación identificados son los siguientes (Baena et al. 2010a): Modalidad 1: explotaciones a partir de soportes de morfología ortogonales con explotaciones periféricas desde un plano de percusión dominante (Santonja 1984-85; Mosquera 1989); Modalidad 2: explotaciones a partir de soportes con tendencia discoide parcial sobre un plano de percusión en el que se trabaja de forma más o menos alternante (Peresani 2003); Modalidad 3: núcleos con explotaciones de morfologías ortogonales organizadas en torno a múltiples planos de explotación; y Modalidad 4: explotaciones de carácter bifacial mediante series escasamente alternantes, de morfología aplanada. El número de utillaje retocado es reducido (85 piezas), existiendo dos conjuntos diferenciados: por un lado piezas sobre soportes de grandes dimensiones compatibles con productos vinculados con la creación incipiente de grandes lascas, y por otro lado productos de menores dimensiones relacionados con fases avanzadas de la configuración y la propia explotación sobre núcleos. Lo que se observa es que las propias lascas procedentes de la talla de macroutillaje (bifaces principalmente) sirvieron de soportes para el utillaje retocado o como útiles directos (lascas con filo).

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Fig. 10. Esquemas diacríticos de triedro y bifaz de Tafesa (modificado de Baena et al., 2010: 86).

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F ig. 11. BIFAz subcordiforme (1); triedro (2) y núcleos de débitage de lascas (3 y 4) de Tafesa (modificado de Baena et al., 2010).

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Dentro de la categoría de útiles destaca la heterogeneidad del registro, con predominio del conjunto de denticulados, escotaduras, muescas y becs.

III. CARACTERÍSTICAS TECNOLÓGICAS DE LAS SERIES LÍTICAS DE PINEDO, CIEN FANEGAS Y TAFESA

Las características tecnológicas generales de los conjuntos líticos de los yacimientos achelenses de Pinedo, Cien Fanegas y Tafesa han sido presentados en distintos trabajos (Querol y Santonja, 1979, Baena y Baquedano 2004, Baena et al. 2010a y 2010b; López- Recio et al. 2015):

ˆˆ Modelos expeditivos de captación de materia prima. Inmediatez en la talla en ambientes fluviales con abundancia de materia prima (sílex en el caso del Manzanares y cuarcita en el Tajo); aún así existe una captación alóctona, aunque en menor medida, como es el caso de la cuarcita localizada en yacimientos del Manzanares, probablemente del cercano valle del Jarama. ˆˆ Selección de la morfología de partida de los soportes en medios fluviales donde abunda la materia prima (cuarcita en el caso del Tajo y sílex en el Manzanares). La selección de soportes con morfologías próximas al producto buscado. ˆˆ Empleo de grandes lascas (de unos 15-20 cm de longitud máxima) para la confección de Large Cutting Tool (LCT) y cantos como en Pinedo. ˆˆ Empleo de percusión directa con percutor duro aprovechándose de cantos del propio río, resultado de estrategias de talla donde prima la inmediatez. En algunos conjuntos líticos se detecta el empleo de percutor o mineral blando en el proceso de talla. ˆˆ El grupo que predomina en estos conjuntos son los bifaces, los triedros, y en menor medida los hendedores y los cantos tallados. ˆˆ Los triedros no se ajustan exactamente a los tipos definidos por Boëda (1991) y Chevrier (2006), creando un extremo apuntado de sección triangular con el mínimo esfuerzo, mediante escasas extracciones no alternantes. ˆˆ Los bifaces presentan poca alternancia en la creación de las extracciones, configurándose mediante series aisladas no alternantes, lo que produce morfologías espesas de los LCT. ˆˆ Los hendedores presentan un escaso grado de configuración en los conjuntos elaborados en cuarcita (Pinedo y Cien Fanegas). Se trata de un elemento escaso dentro del contexto del Manzanares, donde domina el sílex como materia prima. ˆˆ Macroutillaje reciclado como núcleos para la extracción de grandes lascas como soporte para LCT. ˆˆ Escasa presencia de «giant-core technology» como en el Próximo Oriente (Sharon 2009). En este sentido se debe anotar el hecho de que en Charco Hondo II, situado en el interfluvio Manzanares-Jarama se han detectado núcleos de gran tamaño relacionados con la explotación de grandes bloques de sílex asociado a la captación inmediata de materia prima (Bárez et al. 2016).

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ˆˆ Los núcleos para débitage de lascas en los conjuntos de Pinedo, Cien Fanegas y Tafesa presentan un grado escaso o nulo de predeterminación, destacando los modelos multipolares y centrípetos no jerarquizados. ˆˆ Escasez de útiles sobre lasca, siendo los tipos más frecuentes las raederas y los denticulados. ˆˆ En el caso de Tafesa se observa el reaprovechamiento de los soportes, propio de zonas de terrazas del Manzanares (Conde et al., 2000).

Dentro de la Cuenca de Madrid, en la zona de interfluvio entre los ríos Manzanares y Jarama se hallan extensas áreas de talla vinculadas a afloramientos de sílex. El estudio tecnológico del conjunto de Charco Hondo, dentro del proyecto constructivo de «Los Ahijones» (Bárez et al. 2011) indica características distintas a las aportadas para los conjuntos de Tafesa, Pinedo y Cien Fanegas. En concreto en dicho conjunto se observan indicios de programación en las estrategias de talla (Bárez et al. 2016).

IV. CONTEXTUALIZACIÓN DE LOS YACIMIENTOS EN EL ACHELENSE DE LA MESETA Y EL SUROESTE DE EUROPA

El achelense en la cuenca media del Tajo se inicia en el MIS 15 y se desarrolla entre el MIS 13 y el MIS 6 (Rubio-Jara et al. 2016). Los principales yacimientos achelenses de las cuencas de los ríos Duero y Tajo se sitúan en las terrazas medias, a c. +30m (Santonja y Villa 1990; Santonja y Pérez-González 1997, 2001a y 2010), lo cual es asimilable a la posición geomorfológica de las terrazas de Pinedo y Cien Fanegas. Este hecho también se ha constatado para los valles de los grandes ríos de la fachada atlántica del suroeste de Europa (Bridgland et al. 2006). El Achelense «pyrénéo-garonnais» del sector suroeste de Francia se caracteriza por la presencia de façonnage bifacial, la producción de hendedores, débitage con predominio del método discoide. Los bifaces presentes son parciales, de sección triangular, picos y triedros, hendedores, macroutillaje sobre cantos y pequeños útiles retocados (Mourre y Colonge 2007). Presenta similitudes en la fabricación de macroutillaje, el tipo de bifaces y la presencia de hendedores y picos con respecto a los conjuntos analizados de la cuenca media del Tajo. A nivel regional, son comparables a Pinedo y Cien Fanegas, desde el punto de vista tecnológico, a grandes rasgos los yacimientos achelenses de La Maya II (+34 m del Tormes), El Sartalejo (+26 m del Alagón) o Puente Pino (depósito sobre la t +40m del Tajo) (Santonja 1985; Moloney 1992; Santonja y Pérez-González 1997 y 2001a; Rodríguez de Tembleque et al. 2005; López-Recio et al. 2015). Aunque estos yacimientos o bien no disponen de dataciones numéricas o bien no son fiables, los datos faunísticos permiten situarlos en la segunda mitad del Pleistoceno Medio (Sesé et al. 2000). Conjuntos similares de Pleistoceno Medio se localizan en el Campo de Calatrava (Submeseta Sur) con producción de macroutillaje en base a grandes lascas de cuarcita como soportes de partida, como en Albalá o El Sotillo, contextualizado en depósitos de terraza media del Pleistoceno Medio del Guadiana y la terraza baja del Bullaque (Porzuna) (Santonja 1981; Arroyo y Torre 2013; Vallespí et al. 1979).

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En los yacimientos analizados aparecen bifaces y triedros espesos, de aristas sinuosas y morfologías poco simétricas, muy distintos de los tipos desarrollados localizados en la Terraza Compleja del Manzanares como en Arriaga IIa y Oxígeno (Rus y Vega 1984; Rus y Querol 1981) o en la Terraza Compleja del Jarama en las Unidades Arganda I y II en yacimientos como Las Acacias o Áridos 1 y 2, con empleo esporádico de percutor blando (Santonja et al. 1980; Santonja y Villa 1990). Del mismo modo El Basalito (Salamanca) presenta bifaces estilizados, bien configurados con empleo de percutor blando (fractura por flexión) al igual que en la Maya II y III existen bifaces junto a la presencia de técnica levallois (Santonja y Pérez-González 2001b; Terradillos 2010). Existen, a su vez, yacimientos de la cuenca de Madrid como Valdocarros en la Unidad Arganda II, fechado por racemización de aminoácidos y ESR entre 254ka y 360ka aproximadamente (Panera et al. 2011; Rubio et al. 2016; Moreno et al. 2017), con conjuntos achelenses donde existen bifaces bien confeccionados y producción de lascas en sílex. Igualmente, Charco Hondo I (Los Ahijones), en el interfluvio Jarama-Manzanares presenta un conjunto achelense en sílex donde destacan bifaces lanceolados, cordiformes y subtriangulares fechado anterior a 150ka (Bárez et al. 2016). Fechas comparables para la región central de la Península son las obtenidas por series combinadas de ESR y Uranio de las Unidades Inferiores del yacimiento achelense de Ambrona (Soria) que van desde los 286 ka a los 366 ka (Falguères et al. 2006). A su vez, las fechas obtenidas por el mismo método por luminiscencia pIR-IR y cuarzo TT- OSL en la Trinchera Galería de Atapuerca, donde se conservan conjuntos achelenses (Ollé et al. 2013 y 2016) son fechados en 313 +14 ka para la base de la Unidad GIIa y c. 240 ka para la Unidad GIIb-GIV (Demuro et al. 2014) o bien el intervalo de 237 ka a 269 ka (Falguères et al. 2013), siendo cronologías similares a las de los depósitos de Pinedo y Cien Fanegas. La unidad GIIIb está fechada entre 300 ka y 250 ka (Berger et al. 2008; Falguères et al. 2013; Demuro et al. 2014; García-Medrano et al. 2014 y 2015). Debe advertirse que en el entorno que estudiamos la proximidad cronológica de procesos tecnológicos diferentes entre sí durante el último tercio del Pleistoceno Medio es una constante, existiendo una gran variabilidad sobre todo entre complejos líticos del Paleolítico Medio Antiguo y achelenses, con coexistencia entre débitage y façonnage (Soriano 2000).

V. INTERPRETACIÓN Y CONCLUSIONES: LA TRADICIÓN TECNOLÓGICA DEL ACHELENSE DE LA CUENCA MEDIA DEL RÍO TAJO

Las distintas explicaciones que se han dado a la variabilidad del achelense son de tipo cultural, determinismo ambiental y funcional (de forma extensa ver Mourre 2003; Moncel et al. 2015). A su vez, las características de los conjuntos achelenses pueden deberse a un determinismo ambiental (accesibilidad, disponibilidad y calidad de las materias primas, etc.) (Jelinek 1977; Chévrier 2006). Por ello, los estudios recientes indican un carácter multifactorial para explicar las características de los conjuntos achelenses (Delpech et al. 1995; Moncel et al. 2015). Actualmente se busca establecer los mecanismos del cambio a través de la investigación conjunta de las adaptaciones

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culturales, la ecología cambiante del Pleistoceno y las transformaciones anatómicas de los tipos humanos (Alcaraz-Castaño 2013). El aspecto arcaico de la industria de Pinedo, con empleo sólo de percutor duro, abundancia de cantos tallados, ausencia de débitage levallois, etc. se explica, entre otras causas, por Santonja y Pérez-González (1997) como una adaptación a los materiales empleados y presentes en el medio fluvial. El tipo de materia prima es solamente uno de los múltiples factores que influyen en la forma de las herramientas achelenses (Sharon 2008). Prueba de ello es que tanto en el conjunto de Tafesa (con empleo del sílex del río Manzanares) como en los conjuntos de Pinedo y Cien Fanegas (con el empleo de la cuarcita del río Tajo) los resultados finales son muy similares. La inmediatez en la talla de macroutillaje, su carácter expeditivo y recurrente, al mismo tiempo podría relacionarse desde un punto de vista funcional con la explotación de grandes herbívoros en ambientes vinculados a los cursos fluviales. Los hendedores son herramientas bastante comunes en los conjuntos achelenses de la Península Ibérica (Santonja y Villa 2006). Dichas herramientas abundan en los conjuntos del norte de África. Por lo tanto es un indicio importante para pensar que el Achelense de la Península Ibérica procede del norte de África (Santonja y Villa 2006; Santonja y Pérez-González 2010; Sharon y Barsky 2016). El complejo «Acheuléen pyrénéo-garonnais» es un fenómeno regional con afinidades claras con respeto a los conjuntos achelenses de la Península Ibérica (Tavoso 1978; Jaubert y Servelle 1996; Turq et al. 2010). Mourre y Colonge (2007) explican esta facies del Achelense como una tradición cultural en el seno del tecnocomplejo Achelense, extendiéndose tanto al norte como al sur de los Pirineos, en la Península Ibérica, y que se aleja tecnológicamente del Achelense clásico del norte de Francia, idea continuada por Santonja et al. (2014 y 2016). Por lo tanto, según las características tecnológicas de los conjuntos analizados de la cuenca media del Tajo, existe un grupo homogéneo y amplio de yacimientos situados en la Península Ibérica y el sur de Francia, con caracteres similares a los conjuntos del norte de África, siguiendo la idea propuesta por estos investigadores. Desde este punto de vista parece cada vez más aceptada la presencia de una variabilidad tecnológica en los conjuntos achelenses. La simetría de los bifaces en el achelense ha sido tratado desde punto de vista evolutivo, con tendencia a una mayor simetría, adelgazamiento y estandarización (Goren-Inbar y Sharon 2006), y cognitivo (Goren-Inbar y Sharon 2006; Lycett 2008; Cole 2015; Hodgson 2015). Incluso recientemente existen estudios que abordan la problemática de las variaciones cronológicas de los bifaces en contextos fluviales del noroeste de Europa aunque negando una evolución lineal (Bridgland y White 2015). Otros investigadores defienden el determinismo de la calidad de la materia prima para la confección de bifaces (Jones 1979; White 1995; Ashton y White 2003; Terradillos y Rodríguez 2014). La variabilidad de los bifaces achelenses ha sido interpretada por un modelo multifactorial basado en la influencia de la materia prima, la funcionalidad, la habilidad del tallador y el contexto social en el que fue tallado esa herramienta, por lo tanto englobando motivaciones ecológicas, fisiológicas, biológicas, cognitivas y sociales (Machin 2009). La materia prima ha sido considerado un factor importante en la variabilidad lítica, en cuanto a la granulometría, homogeneidad y calidad (Goodman 1944; Callahan

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1979; Moore y Perston 2016; Whittaker 1994). A su vez, han sido interpretadas las condiciones ambientales como un factor de variabilidad lítica (Jones 1979). También esa variabilidad puede deberse al grado de intensidad en la reducción lítica, teniendo en cuenta el reciclaje y retalla de los artefactos líticos (Dibble 1984), como en el caso de los bifaces. Son diferentes los estudios realizados sobre bifaces achelenses desde un punto de vista tecno-funcional (Boëda 2001; Bello et al. 2009). También ha sido tratado dicha variabilidad achelense desde un punto de vista cultural (Sharon et al. 2011), indicando la existencia de tradiciones culturales que pasan del norte de África a la Península Ibérica (Sharon 2011), en la línea de los conjuntos líticos analizados en este trabajo. Se demuestra por las dataciones obtenidas en Pinedo y Cien Fanegas (MIS 11-9) (López-Recio et al. 2015; Moreno et al. 2016) que ni el criterio cronológico ni la simetría o adelgazamiento de las herramientas como los bifaces, son válidos para seguir explicando la evolución/variabilidad del Achelense. Por lo tanto, en el último tercio del Pleistoceno Medio en la cuenca media del Tajo se da una tradición tecnológica con paralelos en África y que posteriormente se generalizó en el interior de la Península Ibérica durante 600 ka (Rubio-Jara et al. 2016). En el valle medio del Tajo se da una pervivencia del achelense desde el MIS 11, constatado en conjuntos como Pinedo y Cien Fanegas, al MIS 5, detectado en Arriaga (Silva et al. 2012; López- Recio et al. 2015; Santonja et al. 2016). Finalmente indicar que las características generales de las series achelenses de la cuenca media del Tajo analizadas podría deberse a un aprovechamiento posterior de los bifaces para extracción de soportes-lascas de grandes dimensiones (com. personal F. Cuartero). En la Bretaña, región situada en el sector noroeste de Francia, se ha detectado una facies regional denominada «colombanien» que presenta bifaces toscos. Se explica desde un punto de vista tecnológico por el objetivo de servir de base para la explotación de soportes de gran formato (Monnier y Molines 1993; Monnier 1996; Ravon y Monnier 2013). Las características tecnológicas de las muestras líticas achelenses, compuestas por cantos tallados, bifaces, triedros, picos triédricos, hendedores y débitage no estandarizado (centrípeto y multipolar), no tiene un significado cronológico, sino que responde a tradiciones tecnológicas que perduran hasta el final del Pleistoceno Medio para el caso del interior de la Península Ibérica.

Agradecimientos Agradecemos a la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha la posibilidad del estudio de la colección de Pinedo de Martín Aguado, a I. Rus haber podido revisar el material lítico de Cien Fanegas y a I. Baquedano el conjunto lítico de Tafesa. E. Agustí y S. Escalante han colaborado en la realización de las figuras 1, 3, 4 y 5. Finalmente nuestro agradecimiento a los revisores anónimos que han mejorado el manuscrito original con sus lecturas críticas y a los editores de la revista. Este trabajo ha sido resultado del proyecto MINECO Ref. HAR2016-76760-C3-2-P financiado por la Agencia Estatal de Investigación (AEI) y el Fondo Europeo de Desarrollo Regional (FEDER)».

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UN CONJUNTO DE ARREOS DE BRONCE DE LA COLECCIÓN JUAN CABRÉ: APORTACIONES AL ESTUDIO DEL ATALAJE ECUESTRE EN LA PROTOHISTORIA IBÉRICA

A SET OF BRONZE HORSE BITS IN THE JUAN CABRÉ MUSEUM: A CONTRIBUTION TO THE STUDY OF EQUESTRIAN HARNESS IN IBERIAN IRON AGE

Javier Jiménez Ávila1

Recibido: 01/02/2018 · Aceptado: 27/11/2018 DOI: http://dx.doi.org/10.5944/etfi.11.2018.21188

Resumen Se estudia un conjunto de objetos formado por dos embocaduras de caballo y dos camas laterales de bronce conservados en el Museo Juan Cabré de Calaceite (Teruel). Corresponden a la colección que reunió D. Juan Cabré Aguiló y que, a su muerte, fue dividida entre sus dos hijos. No se conocen datos acerca de su procedencia ni sobre el modo en que llegaron los objetos a la colección, pero la calidad del material y la escasez de este tipo de productos en la arqueología peninsular acrecientan su interés. De su estudio se deriva su relación con un conjunto de arreos que se producen y se usan en la Península Ibérica a finales de la I Edad del Hierro y que cuenta con buenas representaciones en la Extremadura postorientalizante y en la Alta Andalucía ibérica, particularmente en la zona de Jaén.

Palabras clave Arreos ecuestres; Bronces; Cultura Ibérica; Edad del Hierro; Juan Cabré.

Abstract An equestrian set composed by two bronze horse bits and two bit guards, also made in bronze, is studied. They are preserved in the Juan Cabré Museum (Calaceite, Spain) corresponding to the collection gathered by the Spanish archaeologist Juan Cabré Aguiló (1882-1947). Data about origin or the way that such objects came to the Cabré Collection are unknown, but their quality and the shortage of this type of objects in the Iberian archaeology underline their interest. The study shows a

1. Junta de Extremadura. Consejería de Cultura e Igualdad. C. e.: [email protected] Deseo expresar mi agradecimiento a Carmen Portolés, Lola Pintado y Hugo Pañellas, del Museo Juan Cabré de Calaceite (Teruel); a Isabel Argerich, del Instituto de Patrimonio Cultural de España (Madrid) y a Juan A. Morán Cabré, por su inestimable colaboración durante el trabajo de campo y de documentación de este artículo.

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near relationship with a kind of bronze harnesses that were produced and used in Iberian Peninsula at the end of the Early Iron Age. This kind of bits have good references in the post-Orientalizing Extremadura and in the Iberian high Andalusia, particularly in the Jaén area.

Keywords Horse harness; Bronzes; Iberian Culture; Iron Age; Spanish Archaeology.

50 ESPACIO, TIEMPO Y FORMA Serie I · prehistoria y arqueología 11 · 2018 · 49–74 ISSN 1131-7698 · e-issn 2340-1354 UNED U n cONJUNTO de arreos de bronce de la colección Juan Cabré

1. INTRODUCCIÓN

El Museo Juan Cabré de Calaceite (Teruel) conserva en sus colecciones un pequeño conjunto de arreos ecuestres de bronce de cronología protohistórica que, hasta ahora y a pesar de su indudable interés, han pasado desapercibidos a la investigación científica. Como la mayor parte de los fondos de esta institución, corresponden a la colección personal que –conforme a la legalidad de su época– mantuvo en su poder el ilustre arqueólogo que le da nombre y que era originario de esta hermosa localidad matarrañesa (Blánquez y González Reyero 2004, con bibliografía). Dicha colección fue dividida a la muerte de Cabré entre sus dos hijos, Encarnación y Enrique, y posteriormente donada por ambos al Gobierno de Aragón en dos entregas sucesivas que ingresaron en el museo, respectivamente, en 1987 y 1995 y que constituyen el grueso de sus inventarios (Portolés y Pintado 2004). Como es bien conocido, Encarnación Cabré dedicó una parte fundamental de su vida a la investigación arqueológica (Baquedano 1993; 2002; 2008), lo que hace que una buena porción de su donación fuera acompañada de minuciosas fichas con datos de procedencia, descripciones, etc. No sucede así, sin embargo, con la otra mitad de la colección que, en gran parte, se ve desprovista de este tipo de valiosas informaciones, lo que constituye un obstáculo de cara a su análisis científico. Este es el caso del material que nos ocupa, cuyos datos de procedencia y las razones por las que figuraba en la Colección Cabré se ignoran por completo, si bien no es descartable que entre la cuantiosa documentación generada por don Juan a lo largo de su prolífica vida pueda aparecer en el futuro alguna referencia que contribuya a precisar su origen u otros pormenores de interés. De hecho, en el archivo fotográfico de D. Juan Cabré, actualmente custodiado en el Instituto de Patrimonio Cultural de España (IPCE), se conservan dos fotografías de estos arreos (Figura 1), aunque, desgraciadamente, tampoco allí consta procedencia alguna. El objetivo fundamental de este trabajo es dar a conocer en el ámbito científico-académico estas «nuevas» evidencias que vienen a incorporarse a los no muy numerosos bocados de bronce que componen los testimonios del atalaje ecuestre de la Edad del Hierro hispánica, enriqueciendo sus repertorios y sus tipologías con ejemplares de extraordinaria calidad. Al mismo tiempo, la publicación de estos materiales contribuirá a un mejor conocimiento de los fondos del Museo Juan Cabré, algunas de cuyas series, como los exvotos ibéricos o los objetos tardoantiguos y visigodos, han F igura 1. Arreos de bronce de la Colección Cabré. sido objeto de reciente atención y han dado lugar Fotografías del Archivo Juan Cabré nums. 588 y 589 (Fotos J. Cabré, Instituto del Patrimonio Cultural de a sendas monografías, ejemplarmente publicadas España, Ministerio de Cultura y Deporte). por dicha institución (Rovira y Casanovas 2010;

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Casanovas y Rovira 2011). Finalmente, se pretende que la valoración científica de este material sirva como reconocimiento a la labor de D. Juan Cabré, una de las figuras más importantes de la arqueología española de la primera mitad del siglo XX.

2. DESCRIPCIÓN

El conjunto de objetos que protagoniza este trabajo está integrado por dos embocaduras articuladas y otras tantas camas discoidales, todo ello realizado en bronce (si bien en algunas bases de datos oficiales los bocados aparecen incorrectamente descritos como «de hierro»). Sabemos que este conjunto se hallaba en posesión de Cabré en los años cuarenta del siglo pasado, pues figura en dos fotografías, hoy conservadas en el IPCE, que se fechan en esta década. En estos documentos aparecen juntos los filetes por un lado y las camas por otro (Figura 1). Estas instantáneas forman parte de un lote, integrado por los documentos 585 a 597 del Archivo Cabré2, que agrupa fotografías de una serie de cabezadas equinas, mayoritariamente confeccionadas en hierro, entre las que se reconocen bocados de muy diversas procedencias, como la necrópolis ibérica de Los Collados, en Almedinilla, Córdoba (n.os 585, 586 y 593) (Schüle 1969: lám. 80) o la vetona de La Osera, en Chamartín de la Sierra, Ávila (n.os 587?, 591?, 592, 594?, 595 y 596) (respectivamente, Baquedano 2016, vol. II: 305, 80, 588 y 21; Cabré et al. 1950: lám. LXXX), por lo que no parece que el vector que lo unifica sea topográfico o de procedencia, sino temático. No sabemos, por tanto, cuál es el origen de este material ni cómo llegaron los bocados de bronce a la Colección Cabré. Tampoco conocemos si formaban parte de un hallazgo cerrado. No obstante, a lo largo de este trabajo se aportarán algunas ideas sobre ambas cuestiones, sin que sea descartable, como señalaba anteriormente, que el futuro pueda deparar nuevos datos entre los abundantes documentos legados por Cabré que hoy se custodian en diversas instituciones y que, en algún caso, están siendo objeto de estudio y revisión (Polak 2017).

2.1. EMBOCADURA N.º 128

El bocado n.º 1283 constituye uno de los más extraordinarios ejemplares de frenos de bronce protohistóricos hallados en la Península Ibérica. Se trata de un filete articulado formado por dos cañones unidos mediante sendas anillas circulares engarzadas que se sitúan en su parte central (Figuras 2 y 3). Ambos cañones son de configuración similar, diferenciándose en la relación de las anillas

2. Todos estos documentos pueden consultarse en el sitio web del Archivo Cabré: , dependiente del actual Ministerio de Cultura y Deporte. 3. El número que se usa para identificar a cada una de las piezas corresponde al inventario del Museo Juan Cabré de Calaceite. La ficha de inventario de todas ellas puede consultarse en la base de datos delM inisterio de Cultura y Deporte del Gobierno de España: ceres.mcu.es.

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0 5 cm F igura 2. Embocadura de bronce NIG 128. Colección Museo Juan Cabré (Dibujo J. Jiménez – J.M. Jerez).

F igura 3. Embocadura de bronce NIG 128. Colección Museo Juan Cabré (Foto H. Pañellas). distales y centrales, que en un caso están orientadas conforme a un mismo plano y en el otro en planos distintos. Normalmente esta dispar característica, común a muchos bocados de este tipo, se resuelve en una relación de perpendicularidad (90 grados), pero en este caso, la diferencia angular es diferente y la disposición de los planos es ligeramente oblicua. Cada cañón se divide en tres tramos, comenzando en sus extremos por unas sujeciones proximales que afectan forma tubular y que tienen unas dimensiones

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de ca 2 cm de diámetro y una anchura de en torno a 1,4 – 1,5 cm. A continuación se desarrolla el fuste del cañón, alargado, con una sección de estructura triangular en cuyos vértices se han aplicado tres elementos decorativos en forma de sogueado simple, fundidos solidariamente con el resto de la pieza. Estos cordones dejan un espacio libre entre ellos, en forma de superficie plana, donde se sitúan las series de púas de castigo. Cada cañón contaba con dos series de tres púas cada una emplazadas, respectivamente, en la zona central de cada fuste y en la confluencia con las anillas distales, en la parte central, por la que se articula el filete. Las púas son agudas, de forma troncocónica, en algún caso de gran tamaño, en particular las proximales, que llegan a medir casi 2 cm de longitud y 0,5 cm de diámetro en la base. Su disposición es radial, con las puntas equidistantes, y ligeramente inclinadas respecto del plano perpendicular al fuste. Las series proximales de ambos cañones han perdido una punta cada una. Falta, además, una de las distales. En un caso se observa la fractura; en los otros dos se conservan pequeños muñones muy desgastados. Los cañones se engarzan mediante sendas argollas anulares de sección circular que permiten su articulación. Sus dimensiones son de en torno a 3 – 3,3 cm de diámetro y la sección, circular, de 0,9 cm. La longitud de cada cañón es de 10,2 cm. La anchura media del fuste de unos 1,7 cm y el diámetro máximo que alcanzaría la circunferencia imaginaria formada por los extremos de las series de púas podría llegar originariamente a los 4 cm, tal vez por ello se seccionaron. Una vez extendido, el filete abarca 18,7 cm de longitud máxima y su peso total es de 263 g. La embocadura ha sido fundida a la cera perdida en dos partes distintas coincidentes con cada uno de los cañones. El procedimiento utilizado ha debido ser, a todas luces, la técnica del sobrefundido, es decir, se ha obtenido primero uno de los cañones y después, con esta mitad ya concluida, se ha modelado sobre ella el segundo positivo de cera y su correspondiente molde, procurando que los cañones no contacten. La colada es de muy buena calidad, sin que se observen en superficie vacuolas ni otras imperfecciones resultado de una desgasificación deficiente. El estado de conservación es muy bueno, manteniéndose íntegro con la salvedad de las tres púas de castigo que faltan, que se hallan desaparecidas de antiguo. Presenta una pátina verde oliva con zonas de oxidación rojizas. Ha sido objeto de un proceso de limpieza y restauración en los años noventa del siglo pasado, conservándose en los archivos del Museo Juan Cabré algunas fotos en color de su estado anterior.

2.2. EMBOCADURA N.º 207

La segunda embocadura es de menor tamaño y algo más simple en su acabado. Se encuentra, además, bastante más desgastada. Como en la anterior, el filete se constituye con dos cañones simétricos de configuración y tamaño similares (Figuras 4 y 5). En este caso, la relación de los planos de las anillas del cañón correspondiente sí es de perpendicularidad (en el otro cañón, las anillas, lógicamente, se disponen en el mismo plano). Este dimorfismo se

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0 5 cm F igura 4. Embocadura de bronce NIG 207. Colección Museo Juan Cabré (Dibujo J. Jiménez – J.M. Jerez).

F igura 5. Embocadura de bronce NIG 207. Colección Museo Juan Cabré (Foto H. Pañellas). realiza de cara a que, cuando los cañones están unidos, las dos sujeciones proximales queden en el mismo plano, facilitando el engarce de las riendas, y es común en los bocados articulados antiguos y actuales. La estructura de los cañones es similar a la de la embocadura n.º 128, formada por agarres proximales, barra con púas y anillas centrales o de engarce que le confieren la articulación, si bien la conformación es algo más simple y el desgaste de uso mucho más evidente. Los agarres proximales son de forma tubular, con un diámetro de en torno a 2 cm y una anchura del tubo de 1,3 – 1,4, es decir, muy similares a los de la anterior embocadura. Los fustes, sin embargo, se configuran como simples barras de sección circular (9 mm diámetro) aunque su calibre no es uniforme a lo largo de todo el recorrido. En los fustes se instalan las series de púas, mucho más

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pequeñas que en el bocado anterior. Su ubicación también es distinta, pues dos de ellas se localizan junto a las anillas de engarce, pero las otras dos, en lugar de situarse en la zona central de la barra, se localizan junto a las anillas proximales, en el otro extremo del fuste. Las series se constituyen a base de tres púas cada una, de forma troncocónica y disposición radial aunque mucho menos agudas y menos pronunciadas que en el ejemplar anterior. El círculo imaginario que definen con las puntas es de tan solo unos 2 cm de diámetro. Además, las púas tienen en muchos casos las cúspides romas, y su disposición con respecto al plano perpendicular al fuste es mayoritariamente oblicua. Los cañones se unen mediante dos argollas distales de tendencia anular, si bien el desgaste y la tensión las hace aparecer ligeramente oblongas. Estos desgastes son especialmente visibles en la zona interior de las argollas, aunque se observan también en la parte externa, donde han provocado profundas acanaladuras en el bronce. El diámetro de las argollas de engarce es de en torno a 3 cm y el de la sección de entre 5 y 9 mm, diferencias debidas a la acusada erosión. La longitud de cada cañón es de en torno a 9 cm, con ligeras variaciones. Una vez extendido, el filete abarca 16,8 cm de longitud máxima y su peso total es de 137 g. El procedimiento de elaboración ha debido de ser similar al de la embocadura anterior, fundida a la cera perdida en dos partes sucesivas conforme a los principios del sistema del casting on, evitando el contacto entre ambos positivos. La colada parece de buena calidad aunque la superficie está muy erosionada. La conservación del objeto es buena aunque las superficies, en general, están muy desgastadas. En algunas zonas, en particular en los extremos de las puntas, la pátina acastañada ha desaparecido y aparecen los tonos cobrizos del metal. El bocado ha sido limpiado, restaurado y cubierto con una potente capa de barnices brillantes para favorecer su conservación.

2.3. CAMAS N.os 209 Y 210

Conjuntamente con las embocaduras se conservan dos camas laterales de un bocado de caballo de forma y dimensiones semejantes. Las dos piezas son prácticamente iguales con pequeñas diferencias debidas a su trabajo en moldes distintos y a procesos de uso y/o postdeposicionales. Las dos camas se configuran a partir de sendas placas de bronce de aspecto discoidal perforadas por un hueco central concéntrico, de forma también circular, y dotadas de dos agarres en forma de «U» (Figuras 6 y 7). El diámetro de las placas es de 6,2 y 6,4 cm mientras que el de las perforaciones interiores es de 2,6 – 2,7 cm. Las placas presentan una cara visible o principal, donde aparecen los elementos que la configuran y otra prácticamente lisa si bien, en su formato actual, la superficie del reverso no es plenamente horizontal, lo que se comprueba fácilmente al intentar asentar ambos objetos sobre una superficie plana. En el anverso se han trabajado unos rebordes en forma de agudo bocel que ribetean y refuerzan el disco, tanto por el borde exterior como por el que, al interior, forma la perforación central. Con estos rebordes las placas alcanzan un espesor

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0 5 cm F igura 6. Camas discoidales de bronce NIG 209 y 210. Colección Museo Juan Cabré (Dibujo J. Jiménez – J.M. Jerez).

F igura 7. Camas discoidales NIG 209 y 210. Colección Museo Juan Cabré, anverso y reverso (Fotos H. Pañellas).

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máximo de 4 mm. Con esta misma sección de bocel se ha trabajado un apéndice en forma de dos agarres alargados y gemelos que brotan del contorno exterior del disco. Presentan forma de dos letras «U» unidas por el tramo central, que resulta así ligeramente más ancho. La longitud máxima que alcanzan las piezas en esta zona de prolongación de los agarres en «U» es de 8,2 (pieza n.º 209) y 8,5 cm (pieza n.º 210). La anchura del apéndice con las argollas es de 4 y 4,2 cm, respectivamente. El peso de la cama n.º 209 es de 64 g; el de su compañera de 71. Este tipo de objetos presenta una estructura muy simple, de sección planoconvexa, que facilita su obtención a partir de moldes univalvos. Sin embargo, las diferencias de tamaño y de morfología entre las dos unidades que aquí se presentan, aunque muy sutiles, descartan el uso de una única matriz y sugieren, en cambio, su fabricación a la cera perdida. No obstante, las superficies están muy desgastadas, por lo que las observaciones que se pueden realizar a estos efectos técnicos están muy limitadas. Ambas camas presentan huellas de uso que se materializan en un desgaste del metal en la parte inferior de las perforaciones centrales, mucho más visible en la n.º 210, donde se han llegado a perder 3 mm de placa de bronce, incluyendo el grueso reborde en su zona inferior. En la cama n.º 209 el desgaste es menos visible, apreciándose mejor en la cara posterior. El estado de conservación de las piezas en general es bueno, si bien han sufrido procesos de limpieza, probablemente antiguos, que han sido muy erosivos, en particular en la parte posterior de ambas placas, donde la pátina se ha perdido parcialmente, aflorando el bronce, de tonalidad rojiza. En esta zona, además, se observan ostensibles arañazos. Más recientemente, ya en el museo, han sido limpiadas y restauradas de nuevo. Finalmente, se han cubierto con una gruesa capa de laca de protección muy brillante dispuesta sobre su original pátina acastañada. La tonalidad de la pátina de las camas es coincidente con la de la embocadura n.º 207. El montaje de estos tres objetos, además, resulta coherente con su morfología y con las deformaciones o desgastes que presenta el metal en distintas zonas, en particular en la parte inferior de los huecos de las camas, que debe de haber sido el resultado del continuo rozamiento de los cañones. Estos encajes y comprobaciones, sin embargo, no resultan coherentes cuando se realiza el mismo experimento con la pieza n.º 128. Por eso, es muy posible que las dos camas y la embocadura 207 formaran parte de un mismo bocado.

3. ANÁLISIS

Los bocados de caballo realizados en bronce durante la Edad del Hierro en la Península Ibérica que han llegado hasta nosotros no son muy numerosos. En particular si los comparamos con sus congéneres realizados en hierro que, probablemente y a falta de un estudio de conjunto que incorpore un catálogo completo (Quesada 2004: 260ss.), sumen ya varios centenares. Este es uno de los motivos que acrecientan el interés del equipo del museo calaceitano. Los primeros ejemplares bien conocidos son los procedentes de la necrópolis orientalizante de La Joya (Huelva) formados por dos largos cañones torsionados

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rematados en sendas caperuzas situadas en los extremos y acompañados de unas aparatosas camas rectangulares y dos sujeciones metálicas para las riendas (Garrido y Orta 1978: 87s.; Jiménez Ávila 2002: 225ss., cat. n.º 118 y 119). Estos bocados, desprovistos de púas de castigo, se fecharían, conforme a su contexto, a principios del siglo VII a. C., constituyendo una de las más antiguas evidencias de este tipo de atalajes en la Península Ibérica y una de las pocas que pueden datarse con certeza en el Hierro Antiguo orientalizante. Los arreos onubenses, únicos hasta ahora en su género, difieren de los nuestros en aspectos sustanciales, como el modo en el que se insertan las riendas, que no van unidas a los extremos del filete sino que incorporan un elemento específico en forma de «T» trabajado en lámina de bronce, y también en otros formales, pues las anillas distales, a través de las que se realiza la unión de los dos tramos, son de reducido tamaño y se conciben como continuidad de la trenza que forma los cañones. Amén de otros elementos fundamentales como la ausencia de púas de castigo o los aditamentos que se insertan en el filete y que complementan la embocadura. Mayor proximidad a los bocados de la Colección Cabré tiene el conjunto hallado en el palacio postorientalizante de Cancho Roano (Zalamea de la Serena, Badajoz) durante las excavaciones que allí realizara J. Maluquer de Motes a finales de los años setenta y ochenta del siglo pasado, que constituyen una de las mayores aportaciones al conocimiento del atalaje protohistórico peninsular (Maluquer de Motes 1981: 66; 1983: 52ss.; Blech 2003: 163ss.). A pesar de su polimorfismo, los bocados de Cancho Roano presentan una serie de rasgos que permiten hablar de una generación de arreos que comparten elementos comunes. A esta generación, a la que cada día que se van sumando más hallazgos, habría que vincular los ejemplares del Museo de Calaceite. Los bocados de Cancho Roano, en número de tres, presentan dos series de púas de castigo en disposición triangular y amplias anillas centrales. Dos de ellos (MAPB n.os 7212 y 10692), que deben pertenecer al mismo equipo, se conservan prácticamente completos y tienen los cañones fasciculados y los extremos rematados en unas anillas de las que, en algún caso, pende aún una segunda argolla móvil. El tercero (MAPB n.º 10721) solo conserva la parte central y es el que más se asemeja al bocado n.º 128 de la Colección Cabré, al tener el cañón organizado en tres cordones, aunque, a juzgar por las representaciones publicadas (Maluquer 1993: fig. 10), parece que se trata de trenzas tangentes y no separadas por un espacio central, como ocurre en el ejemplar de la Colección Cabré. Tampoco se puede precisar, pues le faltan los extremos, si estos remataban en anillas tubulares, como los nuestros, o en anillas de sección circular, como el par que le acompaña en el célebre yacimiento extremeño. Este pequeño grupo de bocados de bronce dotados con púas de castigo, que el contexto de Cancho Roano, bien datado por la cerámica griega, permite fechar a finales del siglo V a. C., se ha visto posteriormente enriquecido por nuevas unidades que, además, presentan algunas variaciones tipológicas. El primer ejemplar que puede traerse a colación es el aparecido en las excavaciones de El Torrejón de Abajo (Cáceres), recogido ya por M. Blech (2003: fig. 3d-e) en su estudio del material de Cancho Roano y en el que, a pesar de su carácter fragmentario, se reconoce el cañón de cordón simple y el extremo de anilla tubular (Jiménez Ávila y Ortega 2008: 103s.). A este mismo esquema responde un ejemplar del que solo se conserva uno de los cañones

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F igura 8. Dibujo de M. Flores González-Grano de Oro en el que se reconoce un bocado articulado de bronce con púas de castigo hallado en Villaricos. El documento original se conserva en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid, Invº 1944/45/FD01454 (Foto MAN, CER.es [http://ceres.mcu.es], Ministerio de Cultura y Deporte).

articulados y que se custodia en la fundación Antonio Concha de Navalmoral de la Mata (Cáceres), desconociéndose su origen concreto aunque, sin duda, procede de la provincia de Cáceres (Jiménez Ávila y González Cordero 2012: fig. 7). Y a este mismo tipo pertenece un ejemplar completo conservado en el Museo Nacional de Arqueología de Lisboa cuya procedencia, si bien también incierta, parece estar en el entorno alentejano. Este bocado portugués, además, forma parte de un lote de arreos en el que se encuentran elementos muy similares a los que componen los atalajes del complejo palacial postorientalizante de Cancho Roano, redundando en la coherencia crono-tipológica del grupo (Gomes 2001; Jiménez Ávila y Antunes e.p.). Otros ejemplares inéditos deben relacionarse con estos bocados de púas de castigo, como una unidad conservada en la antigua Colección Alhonoz (actualmente Fondo Arqueológico Ricardo Marsal Monzón) procedente del yacimiento giennense de Las Atalayuelas, en la localidad de Fuerte del Rey4. Se conserva un tramo articulado completo, con anilla proximal de sección semicircular, y restos de un segundo cañón, con la anilla distal fragmentada, que debe corresponder a la misma pieza. Como todos los materiales de este fondo, proceden de actividades ilícitas perpetradas en este y otros yacimientos andaluces durante los años ochenta y noventa del siglo pasado. Finalmente, se debe agregar a este apretado repaso un bocado completo procedente de Villaricos que aparece representado en un documento inédito conservado en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid (Figura 8). En él aparece escrita la indicación «Objetos de tamaño natural procedentes de Villaricos (Cuevas-Almería), encontrados en el sitio de Los Canteros. Propiedad de Pedro Abellán Marques. Madrid», así como la firma del autor de los dibujos, M. González, y la fecha de 1920. El resto de la lámina

4. FARMM E14-008/9 y 10. Deseo expresar mi agradecimiento a la dirección y al personal del Museo Arqueoló- gico de Sevilla, en especial a Manuel Camacho, por las facilidades dadas para el estudio de esta pieza.

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lo componen elementos de cronología romana o tardoantigua. En el dibujo, coloreado en verde, se reconoce un bocado articulado con anchas anillas, las típicas series de púas de castigo y el cañón de cordón simple, siendo lo más probable que lo que se representa en los extremos sean anillas de sección circular (como las de Cancho Roano) y no tubulares, aunque el dibujo a este respecto no es lo suficientemente aclaratorio. El bocado parece conservar aún los restos de una cama de silueta curvada, sin que tampoco en este caso sea posible, desgraciadamente, verificar a qué tipo pertenece el asiento. Los bocados que se han mencionado en este apretado repaso permiten reconocer, por tanto, un grupo de arreos que son identificables, sobre todo, por la presencia de púas de castigo. Pero también por otros atributos tipológicos, como el tamaño y la constitución de las anillas distales, que difiere de otros ejemplares conocidos (como los de La Joya), o el sistema de sujeción de las riendas en los extremos de los filetes. A este grupo, como se ha señalado anteriormente, cabe adscribir los dos bocados que se presentan en este estudio conservados en el Museo Juan Cabré. Desde el punto de vista tipológico todo este grupo de bocados presenta una serie de variables que se centran en la forma del cañón y en la configuración de las anillas proximales que se sitúan en los extremos de los filetes. De este modo, los cañones pueden ser: 1) de sección circular o simple (modalidad que se reconoce en nuestro ejemplar 207, a pesar del pronunciado desgaste); 2) de cordón simple, normalmente a base de dos guías, tal y como aparecen en los del Torrejón de Abajo, Fundación Antonio Concha, Museo de Lisboa y, muy probablemente, en el de Villaricos; 3) fasciculados, variedad que solo aparece en el equipo completo de Cancho Roano, y 4) de cordón complejo, representado por el tercer ejemplar de Cancho Roano y por nuestro n.º 128, que cuentan ambos con tres cordones unidos que generan una sección de tendencia triangular. No obstante, esta modalidad también parece albergar variantes pues las tres trenzas del bocado de Cancho Roano parecen ser gruesas y tangentes mientras que las del ejemplar de Calaceite 128 son más estrechas y dejan un espacio plano entre ellas. Esta misma tipología de cordón complejo correspondería al bocado de Las Atalayuelas, aunque en este caso los cordones no se aplican a una estructura triangular sino cuadrangular, situándose el sogueado en las caras planas, algo que se comprueba con dificultad, pues este filete tiene las superficies muy desgastadas. Por lo que se refiere a las anillas proximales, se detectan dos modalidades básicas: de sección circular y tubulares. Las primeras se identifican claramente en los dos frenos que forman el equipo completo de Cancho Roano y en Atalayuelas, pero es posible que correspondan también a esta clase las que están representadas en el ejemplar de Villaricos. El resto de los bocados de este grupo que conservan los agarres en los extremos, incluidos los dos ejemplares de la Colección Cabré que aquí se estudian, presentan anillas tubulares. Las púas de castigo aparecen siempre en número de tres, en disposición radial, y con las puntas equidistantes. Su tamaño puede variar considerablemente y a veces están limadas, dobladas o fracturadas intencionalmente, con toda probabilidad, para aliviar el daño producido a las monturas. Suelen situarse en cuatro series simétricas dos a dos. Dos en cada mitad del cañón, junto a las anillas distales que generan la articulación –en el punto de inserción con el cañón– y otras dos en situación

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variable: unas veces a medio recorrido del fuste, en su parte central, y otras veces junto a los agarres proximales, en situación similar a las otras series con respecto a las argollas centrales. Los ejemplares calaceitanos se adscriben a ambas modalidades. El número 128, tiene las púas proximales en disposición central, situación mayoritaria en los ejemplares conocidos. El número 207 las tiene situadas junto a los agarres de los extremos, modalidad únicamente compartida por el equipo completo de Cancho Roano, si bien en este caso los bocados cuentan con una anilla supletoria que prolonga su longitud. La mayor parte de los bocados de esta serie carece de contexto arqueológico conocido, tal y como sucede con el par del Museo Juan Cabré. Las salvedades más importantes las marcan el ya referido conjunto de Cancho Roano, que convive con cerámicas griegas de finales del siglo V a. C., y el fragmento del Torrejón de Abajo, procedente también de excavaciones. Si bien la mayor parte de los materiales cerámicos de este último yacimiento está sin estudiar, su fecha se ha situado en el siglo V a. C., en contraste con el lote de bronces que provocaron el descubrimiento y la excavación del sitio en los años ochenta del siglo pasado (Jiménez Ávila y Ortega 2008: 107). El resto del material constitutivo de este grupo de arreos está compuesto de hallazgos aislados o, incluso, desaparecidos, lo que dificulta una aproximación cronológica. No obstante, algunos conjuntos, como el del Museo de Lisboa, presentan suficientes analogías con el material de Cancho Roano (camas decoradas, botones, colgantes…) como para proponer su coetaneidad (Jiménez Ávila y Antunes e.p.). Por otra parte, contamos con la cronología de la aparición de los bocados de púas de castigo en el Mediterráneo, que puede considerarse un fenómeno relativamente tardío en la Edad del Hierro, fechable a partir del siglo VI a. C., tal y como reflejan los estudios del material oriental, egeo e itálico (Donder 1980; von Hase 1969). El mapa de dispersión de los escasos bocados de púas hasta ahora localizados muestra su situación mayoritaria en el Mediodía peninsular, con un área de «concentración» en el Suroeste, en torno al Guadiana Medio, con hallazgos en las dos provincias extremeñas y el sur de Portugal, y otra en el Sureste, en el Alto Guadalquivir, coincidente con esta zona de la Cultura Ibérica (Figura 9). Esta distribución se ve reforzada si incluimos algunos de los elementos que complementan estos bocados, como las camas figurativas que aparecen bien identificadas en Cancho Roano y que adoptan dos ya clásicas modalidades típicas, representadas una por dos bustos equinos contrapuestos y la otra por una compleja composición calada que representa un personaje mitológico identificado con un Despothes theron (Maluquer 1981: 100ss.; 1983: 54ss.; Blech 2003: 161ss.; Quesada 2005: 110ss.). En cuanto al primer tipo y, aparte del grupo de Cancho Roano, han aparecido ejemplares en El Risco (Sierra de Fuentes, Cáceres) y en la necrópolis de Los Patos de Cástulo (Blech 2003, con bibliografía), a los que habría que añadir un fragmento de prótomo inédito del poblado ibérico de La Carada (Espeluy, Jaén) conservado en el FARMM (Jiménez Ávila y González Cordero 1996: n. 34). Las camas de despotes han sido también repertoriadas por Blech (2003: 161ss.) y por F. Quesada con motivo de la aparición de un ejemplar fragmentario en la zona de Murcia (Quesada 2002-2003, ver también id. 2005). Aparte del núcleo de Cancho Roano y de este ejemplar murciano se deben señalar las del equipo del Museo de Lisboa (Jiménez Ávila y Antunes e.p.) y un ejemplar

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5 Bocados de púas

Camas circulares

F igura 9. Distribución de los bocados de bronce con púas y de las camas de bocado de tipo discoidal en la península ibérica. 1. Cancho Roano (Zalamea de la Serena, Badajoz); 2. Torrejón de Abajo (Cáceres); 3. Alentejo (Museo de Lisboa); 4. Atalayuelas (Fuerte del Rey, Jaén); 5. Villaricos (Almería); 6 La Carada (Espeluy, Jaén); 7. Úbeda la Vieja (Úbeda, Jaén); 8. Los Turuñuelos (Úbeda, Jaén). inédito (y, posiblemente perdido) cuya procedencia tal vez sea el poblado portugués de Segovia (Elvas), junto a la frontera con España5. Una mención especial en la contextualización de los arreos de la Colección Cabré merece el conjunto ecuestre procedente de Úbeda la Vieja, Jaén (Ferrer y Mancebo 1991; Jiménez Ávila 2002: 212ss.). Ello se debe a la convivencia de dos embocaduras con dos camas discoidales del mismo tipo que nuestras n.os 209 y 210. Convivencia que arrostra un cierto margen de presunción, pues, como es bien sabido, este conjunto procede de actividades ilícitas, con lo que de incertidumbre ello comporta. En cualquier caso, los dos frenos escapan al tipo de bocado de púas de castigo, pues estas están completamente ausentes, conformándose con un largo filete articulado de trenzado simple que acaba en unas anillas de forma tubular pero distintas de las del grupo que acabamos de estudiar. La cronología de este conjunto se ha situado en el siglo VI a. C. (Jiménez Ávila 2002: 218). Si aceptamos la condición de conjunto cerrado del equipo de Úbeda la Vieja obtenemos algunos datos de interés de cara a la valoración de los arreos del museo calaceitano, como la convivencia de camas discoidales con bocados de tipos distintos de los de púas de castigo; la coincidencia de bocados provistos de camas con otros que podrían no haberlas tenido, y la asimilación de parejas de bocados a equipos relacionados con vehículos, pues este conjunto

5. Este ejemplar pasó por el Museo Arqueológico Provincial de Badajoz y fue entregado a los responsables del Patrimonio de la zona de Elvas hace ya bastantes años. Mis intentos por localizarlo han resultado hasta ahora infructuosos. Agradezco la noticia a D. Guillermo Kurtz, director del museo de Badajoz.

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incluye tres pasarriendas de crestería, tipo bien conocido en el Hierro Antiguo peninsular (Jiménez Ávila y Muñoz 1997). Esta relación se comprueba en otros conjuntos cerrados, mejor conocidos, como el ya mencionado de La Joya y otros muchos dentro y fuera de la Península Ibérica. Conviene referir, por último y brevemente, otro par de bocados como colofón al corto elenco de este tipo de arreos realizados en bronce en el panorama de la Protohistoria ibérica. Se trata de dos piezas iguales, aunque de dimensiones diferentes, halladas en la tumba 115 de la necrópolis de Navafría (Clares, Guadalajara), excavada por el Marqués de Cerralbo en 1914. Actualmente se custodian en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid (MAN 1940/27/ CL/1564 y 1940/27/CL/1565) sin que hayan sido objeto de especial atención (Barril 2003-2004: fig. 9). Se conforman estos frenos articulados a partir de barras F igura 10. Cama lateral FARMM T-14 024/9 procedente de Los Turuñuelos, Úbeda, Jaén (Foto M. García). lisas de sección circular unidas por anillas en forma de eslabón y rematados por los extremos en agarres prismáticos ranurados, constituyendo un tipo absolutamente disímil del resto de los bocados de bronce conocidos en la Península Ibérica. A esta originalidad tipológica unen, además, el hecho de ser los únicos ejemplares de bronce que se conocen en toda el área celtibérica. Por estas razones, y por su distancia geográfica al resto de la serie, parece a priori adecuado desvincularlos del grupo. Pasando al tema de las camas discoidales, que complementan el conjunto ecuestre de la Colección Cabré, hay que señalar que corresponden a un tipo que ya ha sido descrito con anterioridad. De este modo, se encuentran en el mencionado conjunto de Úbeda la Vieja (Jaén), donde aparecen en número de dos, y también en la expoliada necrópolis de La Carada (Espeluy, Jaén) donde un único ejemplar se relaciona con una de las tumbas reconstruidas en este cementerio ibérico. A estos tres ejemplares, ya publicados (Ferrer y Mancebo 1991: fig. 5; Jiménez Ávila 2002: 410s., cat. n.º 122-124) hay que unir un cuarto asiento inédito procedente, como los anteriores, de actividades ilícitas perpetradas en el yacimiento de Los Turuñuelos, en la localidad giennense de Úbeda y que, al igual que ellos, forma parte del Fondo Arqueológico Ricardo Marsal Monzón6. Este último ejemplar presenta la particularidad de incorporar una decoración de círculos incisos trazados a compás en el sector central de la placa (Figura 10). Aparte de esta característica, todas las camas de la antigua Colección Alhonoz tienen las anillas de agarre algo menos desarrolladas que las del Museo de Calaceite. La valoración funcional de estas piezas no siempre ha sido unánime, habiéndose propuesto para el primer par que se presentó –el de Úbeda la Vieja– una función como posibles pasarriendas –atribución esta que, curiosamente, aparece en la

6. FARMM T-14 024/9. Ver n. 4.

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descripción museográfica de nuestros dos ejemplares– y habiéndose señalado la dificultad para tenerlos por camas de bocados (Ferrer y Mancebo 1991: 137). Sin embargo, en el estudio de conjunto de la broncística orientalizante peninsular ya se propuso reinterpretar estos objetos como camas discoidales de bocados, función más apropiada a su morfología (Jiménez Ávila 2002: 226s.). A pesar de una cierta semejanza formal –no así de tamaño– de estos objetos con los pasarriendas de la necrópolis onubense de La Joya, las unidades que conocemos en este horizonte cronocultural (incluidos los de Huelva) suelen ser de vástago, elemento que no comparten estos ejemplares (Jiménez Ávila y Muñoz 1997), y que sí aparecen, en su modalidad de crestería, en el mismo conjunto de Úbeda la Vieja que, además, vería extrañamente acrecentado así el número y la tipología de estos objetos. Por otro lado, nunca se ha explicado cómo funcionarían F igura 11. Reconstrucción del bocado formado por la embocadura 207 y las camas 209 y 210 de la Colección estos objetos o cómo se ajustarían al atalaje Cabré. Su inserción en la cabezada muestra solo una de del vehículo en su papel de pasarriendas. El las múltiples soluciones posibles (Dibujo A. Grajera). tipo de desgaste que presenta la pieza de La Carada (Jiménez Ávila 2002: lám. XLV, n.º 124) parece también más proclive a ser interpretado como debido al roce del filete metálico que no al de las riendas de cuero. La documentación del nuevo conjunto que aquí se estudia, en el que –con todas las reservas que se deben a las condiciones del mismo– se vinculan dos de estos objetos con una embocadura, añade lastre a la interpretación como camas laterales de bocado. Unas camas en cuyo orificio central se alojaría el filete y cuyas anillas superiores servirían, muy probablemente, para sujetar el asiento (y con él todo el bocado) a la cabezada, a través de las quijeras (Figura 11). El desgaste que presentan las camas, en especial la n.º 210, también podría interpretarse en esta línea, como huella producida por el continuo roce del filete metálico. La mayor incidencia de este desgaste en una de las camas debe atribuirse al modo de equitación que ejerciera el jinete al tirar de las riendas y a la consiguiente respuesta del animal; o a la inversa, al comportamiento de la cabalgadura y a la respuesta que este obtuviera por parte del jinete. Este breve repaso tipológico y contextual del tipo de bocado de bronce con púas de castigo que aparece en la Península Ibérica a finales de la I Edad del Hierro, permite intentar una aproximación a algunas de las cuestiones básicas que surgen a la hora de valorar el conjunto ecuestre depositado en la Colección Cabré, objeto de nuestra presente atención. En primer lugar, si corresponderían a un único equipo. Ya se ha señalado en el capítulo de la descripción que el tono acastañado del bronce y las pátinas de las camas discoidales es enormemente similar a las del bocado n.º 207

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(aunque convendría cotejar sus composiciones a través de análisis químicos). Y que el encaje de estas tres piezas es verosímil y podría justificar los desgastes actualmente visibles (vide supra). Por tanto, parece plausible proponer que la embocadura 207 y las dos camas correspondieran a la misma cabezada. El marcado dimorfismo y el diferente tamaño que presentan con el bocado n.º 128, del que no se conservan camas, podrían ser obstáculos para considerarlos como correspondientes a un mismo equipo, ya que lo habitual es que los bocados pertenecientes a un mismo conjunto sean similares. Sin embargo, bocados de distinto tamaño aparecen unidos en algunos contextos «cerrados», como el de la tumba 115 de la necrópolis de Clares, anteriormente citado, tal y como se aprecia en las fotografías de Cabré (Barril 2003- 2004: fig. 9). Y en el conjunto de Úbeda la Vieja, con todos sus problemas, parecen convivir un bocado con camas con otro que no las tuvo. Dada la escasez de este tipo de material, que desde el punto de vista tipológico y cultural resulta coherente, y dado que, desde que tenemos constancia de su existencia en la Colección Cabré los diferentes elementos han estado estrechamente vinculados, la hipótesis de que formaran parte de un mismo equipo parece muy probable, aunque no es segura. La distribución de este tipo de bocados en el Mediodía peninsular también puede contribuir a proponer, grosso modo, una procedencia para el equipo ecuestre de la Colección Cabré. Las dos áreas de concentración más visibles para los filetes dotados de púas de castigo son la Alta Andalucía y Extremadura (Figura 9), si bien no hemos de dejar de mencionar que su ausencia en otras regiones (en particular en el valle bajo del Guadalquivir) pueda deberse a condicionantes culturales, como la constatada ausencia de necrópolis en esta zona a partir del siglo VI a. C. unida a la condición fuertemente funeraria de este tipo de hallazgos. Especial relevancia a la hora de proponer un origen conviene conferir a la distribución de las camas discoidales, pues todos los ejemplares hasta ahora conocidos (Úbeda la Vieja, La Carada y Turuñuelos) se dicen proceder de la provincia de Jaén, sugiriendo, a priori, una posible fabricación y uso locales para este tipo de atalaje de sencillo diseño y fácil manufactura. Dentro de todos estos territorios tenemos bien constatada la actividad de Cabré, aunque con muy distinta intensidad. Su paso por Extremadura fue episódico, conociéndose, únicamente, su breve trabajo como delegado de la Junta Superior de Excavaciones en 1920 para informar sobre la aparición del Tesoro de Aliseda, cuyo estudio retomaría luego J.R. Mélida (Rodríguez Díaz et. al 2016). No sucede así, sin embargo, con su amplia labor en la Alta Andalucía y en Jaén, siendo bien conocidas sus excavaciones en la necrópolis ibérica de Tútugi, (Galera, Granada) (Cabré y Motos 1920; Pereira et al. 2004) y en el santuario ibérico del Collado de los Jardines (Santa Elena, Jaén) (Calvo y Cabré 1917; 1918; 1919), así como sus trabajos en la cámara sepulcral de Tugia (Toya, Peal de Becerro, Jaén) (Cabré 1925; Madrigal 1997: 168ss.) y su colaboración con R. Lantier en la publicación del Castellar de Santisteban (Lantier y Cabré 1917). Los cuatro yacimientos serían, a primera vista, buenos candidatos como posible origen de estos elementos. La cronología de la necrópolis de Galera, en la que aparecieron copas de tipo cástulo, coincide con la de nuestros arreos, y el contexto funerario les es especialmente apropiado; la cámara de Toya, edificio igualmente sepulcral, es de cronología algo más reciente y, por tanto,

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menos probable. Sin embargo, en el interior de la construcción aparecieron los restos de un carro de hierro, sin que nunca se hayan mencionados elementos relacionados con el sistema de tracción, por lo que la reivindicación de estos bocados para el sepulcro tugiense podría resultar especialmente oportuna. Los materiales de esta extraordinaria sepultura ibérica, como es bien sabido, se dispersaron en el momento de su hallazgo, a principios del siglo XX (Madrigal 1997: 168ss.). Finalmente, tampoco sería del todo descartable proponer el origen de estos arreos en un tipo de yacimiento como el que personifican los santuarios de Despeñaperros. De Collado de los Jardines, por ejemplo, se conoce un bocado de hierro (Calvo y Cabré 1919: lám. XIV.2), aunque sería menos esperable la localización de un equipo completo. Sin embargo, todas las actividades oficiales realizadas en estos sitios por Cabré tuvieron lugar entre los años 1916 y 1920, siendo extraño que en ninguna de las detalladas memorias ni registros de estas intervenciones aparezca alusión alguna a este conjunto que, además, y como hemos tenido ocasión de comprobar, destaca por su extraordinaria calidad. Los primeros (y únicos) documentos que conocemos sobre este equipo datan de los años cuarenta, cuando don Juan ya no trabajaba en esa zona, por lo que es muy difícil pensar que provengan de cualquiera de esos bien documentados trabajos en el área ibérica. La posibilidad de que puedan proceder de actividades realizadas en otras de las regiones que dirigió o en las que participó Cabré a partir de estas fechas y que fueron mucho más prolíficas en bocados de caballo, sin embargo, viene contestada por la extrema escasez, si es que no total ausencia, de arreos de bronce que se documenta en estas áreas. Es el caso de la zona vetona-meseteña, representada por los yacimientos de Las Cogotas y La Osera, donde se han documentado nutridas colecciones de bocados de caballo, pero todos ellos confeccionados en hierro (Kurtz 1987; Baquedano 2016). Y es el caso, igualmente, de la región celtibérica donde, entre una abundantísima gama de arreos de hierro, solo se ha documentado el ya referido bocado de bronce de la necrópolis de Navafría, en Clares, que corresponde a una tipología bien distinta de la de los nuestros. Ninguna de las memorias de Cabré sobre las excavaciones en estos sitios se refiere, tampoco, a los bocados de bronce que aquí se estudian. Por tanto, y a la luz de los datos expuestos y de las reflexiones anteriores, creo que la hipótesis actualmente más sostenible es que el equipo ecuestre de la Colección Cabré proceda de algún yacimiento ibérico de la Alta Andalucía, muy probablemente de la provincia de Jaén, zona con la que dicho arqueólogo mantuvo estrechas relaciones durante toda su vida. Sin embargo, lo más probable es que estos materiales no procedan de las actividades más conocidas desarrolladas por Cabré en esta área. Estos trabajos (Tútugi, Tugia, Santa Elena…) se efectuaron en las primeras décadas del siglo pasado sin que, significativamente, nos conste la existencia de este extraordinario conjunto en la Colección Cabré hasta la última etapa de su vida, en los años cuarenta. Visto que en estos años ya no se realizaron trabajos de campo en esta zona, es razonable pensar que este equipo fuera uno de los elementos que Cabré recuperó de entre los hallazgos más o menos casuales que ya en aquella época empezaban a controlarse, opinión esta que coincide con la que

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hemos recabado de los descendientes de D. Juan7. A estos efectos, el hecho de que las placas de las camas aparezcan arañadas puede ser un indicio razonable, pues estos deterioros suele ser una característica frecuente en los hallazgos casuales, al ser toscamente limpiados por sus descubridores que, a veces, intentan verificar si el metal recién descubierto es oro, debido al elevado valor de este elemento. Otra cuestión compleja es intentar aproximarse a un posible contexto deposicional y funcional para este conjunto. Si aceptamos la condición de hallazgo unitario que se ha propuesto más arriba, podemos constatar que la mayoría de los bocados que aparecen por parejas suelen ir unidos a otros elementos que permiten reconocer un vehículo, lo cual no parece a priori ser el caso, pues no se han conservado componentes de carro asociados a estos objetos. Pero nada hace pensar que dispongamos de todo el contexto del que en su día formaran parte o, incluso, que en su día se recogiera. Los arreos de vehículos, sin embargo, suelen ser uniformes, como sucede con algunos ejemplos que se han mencionado a lo largo de este trabajo, como el de la tumba 17 de La Joya en Huelva o el peor documentado conjunto de Úbeda la Vieja. En este caso, aunque las embocaduras eran iguales, parece que uno de los bocados portaba camas y otro no, lo cual puede explicarse en términos de dualidad caballo principal/secundario mejor que pensar que se dispusiera una cama en el lado visible de cada caballo, solución muy inadecuada desde el punto de vista técnico. Sin descartar que, como se ha comentado para el conjunto en estudio, el equipo de Úbeda la Vieja no se conserve completo, como podría evidenciar, por otra parte, el hecho de que solo se conserven tres pasarriendas cuando lo canónico sería que tuviera cuatro. También contamos con algunos conjuntos «cerrados» donde se han documentado parejas de bocados que no parecen ligadas a elementos de carros, como el ya aludido ejemplo de la tumba 155 de la necrópolis celtibérica de Clares. En este caso, las dos embocaduras (únicas en su género por su tipología y en la región celtibérica por ser de bronce) eran iguales, pero de distinto tamaño, coincidiendo este rasgo con el equipo de la Colección Cabré. E iban unidas a dos discos de bronce (posibles faleras) también de diferente tamaño (Barril 2003-2004: 165, fig. 9). Puesto que este hallazgo, debido al marqués de Cerralbo, nunca ha sido estudiado con detalle, nunca se ha valorado su significado. En este escenario, no resulta fácil, como antes avanzaba, realizar una valoración contextual y funcional del conjunto de la Colección Cabré que aquí se presenta. La naturaleza de los objetos, su estado de conservación y la zona de la que, en función del estudio realizado, podrían proceder, sugiere un contexto funerario, tal y como parece que debe corresponder a otros hallazgos similares, aunque muchos de ellos también carecen de buenos contextos. Dentro de estas coordenadas, la posibilidad de que se trate del equipo que acompañaba a los restos de un vehículo resulta

7. Mi agradecimiento a Juan Morán Cabré, que me indica que se trata de objetos que debieron de ser adqui- ridos a particulares o en el anticuariado, sin que fuera posible localizar entre la documentación legada ningún dato relativo a esas transacciones.

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menos probable, dada la heterogeneidad de las embocaduras y la ausencia de otros elementos de diagnóstico. En cualquier caso, estos nuevos testimonios sirven para valorar mejor la existencia de una generación de arreos ecuestres que se usó en la Península Ibérica probablemente ya en el siglo VI a. C. pero, sobre todo, en la siguiente centuria, hasta sus décadas finales. Una generación de bocados que parece asistir a las últimas estirpes de aristócratas que utilizaron recursos como los carros de parada y los arreos de bronce como herramienta material para exaltar su condición, en contextos tan distintos como los que representan la floreciente Alta Andalucía en la fase antigua de la Cultura ibérica, o la periclitante Extremadura en época postorientalizante, regiones en las que se han hallado objetos de estas series con cierta asiduidad. Una generación de bocados que marca el final de la breve producción de arreos ecuestres de bronce que se inicia en la Península Ibérica con el Periodo Orientalizante y que, desde sus inicios hasta su final, alcanzaron elevadas cotas de maestría y calidad técnica, como evidencian algunos de sus hitos más conocidos: el Bronce Carriazo, las camas caladas de Cancho Roano o estos que ahora presentamos. Una generación de bocados que, a partir del 400, será sustituida por arreos de hierro que empezarán a inundar, por centenares, las tumbas de los guerreros de las regiones ibérica, celtibérica o vetona, muchos de ellos procedentes, precisamente, de las excavaciones que realizara D. Juan Cabré a lo largo de su prolífica vida científica.

4. SÍNTESIS Y CONCLUSIONES

Desde 1995 se conserva en el Museo Juan Cabré de Calaceite (Teruel) un conjunto de objetos de bronce formado por dos embocaduras y dos camas de bocado que, por su tipología, se pueden considerar fácilmente como producciones hispánicas de la Edad del Hierro. Pertenecen a la parte de la Colección Cabré que, a la muerte de su propietario, heredó su hijo Enrique y, salvo una única representación fotográfica de los años cuarenta del siglo pasado, no se tienen noticias de estos objetos que atañan a su procedencia o a las circunstancias que justifican su presencia en la colección del célebre arqueólogo aragonés. El estudio arqueológico de estos objetos, aparte de constatar su extraordinaria calidad técnica, permite relacionarlo con un grupo de cabezadas ecuestres que se extienden por la mitad meridional de la Península Ibérica durante el siglo VI y, sobre todo, V a. C. Los filetes, caracterizados por la presencia de temibles púas de castigo, encuentran buenos referentes en la Extremadura postorientalizante, en particular en el conocido palacio de Cancho Roano que, como es bien sabido, fue abandonado a causa de un incendio poco antes del 400 a. C. Las camas, por su parte, corresponden a un tipo de asiento del que se han hallado ejemplares similares en yacimientos ibéricos de la provincia de Jaén, aunque desgraciadamente, todos ellos desprovistos de contextos documentados científicamente. Estas circunstancias, contrastadas con las zonas de trabajo habituales de D. Juan Cabré, sugieren la Alta Andalucía y, más concretamente la provincia de Jaén, como una de las más probables zonas de procedencia para este extraordinario conjunto.

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No obstante, lo tardío de su aparición en los registros de Cabré –los años cuarenta, poco antes de su fallecimiento– así como su total ausencia en las memorias de excavación de sitios como Galera, Toya o el Collado de Los Jardines, obligan a descartar estas clásicas estaciones ibéricas como lugar de posible procedencia. En su lugar, un hallazgo casual o el saqueo de alguna tumba ibérica de algún yacimiento ignoto de esta región parecen circunstancias más verosímiles para, a título de hipótesis, justificar su presencia en la colección. Las huellas y arañazos que presentan las camas en sus reversos podrían apuntar en esta dirección, y la faceta de Cabré como rescatador de este tipo de hallazgos está bien constatada, aunque sea menos conocida que otras. Precisamente, entre estas facetas, se halla la de haber generado una gran cantidad de documentación entre la que no es descartable que, algún día, puedan aparecer algunos datos que ayuden a conocer algo más de este extraordinario conjunto. El estudio de este equipo de la Colección Cabré contribuye a conocer mejor una generación de bocados de bronce, aún no muy numerosos, que se produjeron y se usaron en la Península Ibérica a finales de la I Edad del Hierro. A ellos se suman algunos otros que se han relacionado aquí por primera vez y que permiten visualizar un conjunto cada día más importante y mejor conocido. Estos bocados manifiestan, además, las relaciones que debieron existir entre el área ibérica y el Suroeste peninsular. Unas relaciones que ya evidenciaban otros elementos comunes que se habían localizado en ambas regiones. La presentación de estos bocados, que contribuye a difundir los fondos de la Colección Cabré en el medio académico, puede entenderse, por último, como un homenaje al trabajo de este incansable arqueólogo español y a la ingente labor científica y documental que realizó a lo largo de su fecunda vida.

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LOS RETRATOS IMPERIALES DE TARRACO: NOTAS SOBRE TALLERES Y TÉCNICAS DE PRODUCCIÓN

IMPERIAL PORTRAITS FROM TARRACO: SOME REMARKS ON WORKSHOPS AND PRODUCTION TECHNIQUES

Julio C. Ruiz1

Recibido: 01/08/2018 · Aceptado: 24/09/2018 DOI: http://dx.doi.org/10.5944/etfi.11.2018.22401

Resumen Gran parte de los retratos imperiales procedentes de Tarragona han sido objeto de atención por parte de diversos investigadores en los últimos años, aunque siempre por separado. El resto no han sido tenidos en cuenta recientemente en la crítica arqueológica. Estas razones hacen necesaria una valoración global relacionada con la puesta al día de este nutrido conjunto. En este trabajo se aporta una primera síntesis. Asimismo, se ofrece una revisión sobre los talleres de producción de este conjunto de retratos, encuadrándolos en el marco de la producción escultórica de Tarraco en general. Además, en estrecha relación con el aspecto anterior, se ha prestado una especial atención a diversas peculiaridades que permiten constatar determinadas técnicas de elaboración. Estas consideraciones han permitido relacionar aspectos técnicos concretos con períodos específicos, lo cual permitirá profundizar en aspectos como el lugar de exposición original y acotar las dataciones.

Palabras clave Talleres; técnicas escultóricas; retratística imperial; época julio-claudia; siglo II.

Abstract Most of imperial portraits from Tarragona have been taken into account by different researchers in recent years, but always separately. However, a number of them have not been considered recently in the bibliography. These reasons make necessary an overall assessment related to the update of this large set of portraits. This work provides a first assemblage. It also offers a review on production workshops of the imperial portraits, that have been analyzed in the framework of the general sculptural production of Tarraco. In addition, special attention has been paid to various peculiarities which make it possible to discover certain elaboration

1. Institut Català d’Arqueologia Clàssica (ICAC). C. e.: [email protected]

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techniques. These considerations have allowed to relate specific technical aspects with concrete periods. These reflections will allow to deepen in aspects like the original place of exposure and to limit chronologies of the portraits.

Keywords Workshops; sculptural techniques; imperial portraiture; Julio-Claudian period; second century A.D.

I. INTRODUCCIÓN

De Tarragona proceden catorce cabezas-retrato que representan a emperadores, emperatrices y otros miembros de las familias imperiales julio-claudia y ulpio- aelia2, a las cuales se suma un busto cuya cabeza fue labrada en el mismo bloque que el resto de la pieza3. La importancia de esta cifra radica en que supone entre el 10 y el 15% de los retratos imperiales conocidos en toda Hispania. La uniformidad en las imágenes imperiales a lo largo de todo el Imperio, realizadas siempre según directrices marcadas por la cancillería imperial4, junto al hecho de que una gran parte de los retratos hispanorromanos corresponde a efigies imperiales –y predominantemente de la dinastía julio-claudia, lo cual es patente en el caso de Tarraco con hasta 10 retratos conservados5–, hacen que este conjunto de esculturas tarraconenses resulte un excelente punto de partida a la hora de tratar cuestiones como las que aquí se proponen. En los tiempos más recientes, todos estos retratos han sido estudiados minuciosamente por E. M. Koppel, quien los reunió en una monografía sobre la escultura romana de bulto redondo de Tarragona (Koppel 1985)6. Unos años después W. Trillmich se ocupó de tres de ellos (Trillmich et al. 1993: 327-328 lám. 104-106; 329-330 lám. 109 [W. Trillmich]) y E. M. Koppel hizo lo propio con algunos retratos más en la célebre exposición La mirada de Roma (Cazes et al. 1995: 40 n.º 2; 49 n.º

2. Grupo de investigación Arqueometría y Producciones Artísticas (ArPA). Este trabajo se inscribe en el proyec- to de investigación «Officinae lapidariae Tarraconenses. Canteras, talleres y producciones artísticas en piedra de la provincia Tarraconensis» (HAR2015-65319-P, MINECO/FEDER, UE). Se enmarca también en los objetivos de la tesis doctoral del autor, desarrollada gracias a un contrato predoctoral FPU concedido por el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades del Gobierno de España (FPU2016/00675). Deseo expresar mi gratitud a la Prof. Eva M. Koppel debido a su inconmensurable generosidad y su aliento para continuar con el estudio de las esculturas romanas de Tarraco. También quiero agradecer a los responsables del Museu Nacional Arqueològic de Tarragona y del Museu Marés de Barcelona las facilidades concedidas para el estudio de los retratos aquí estudiados. Asimismo quiero expresar mi agradecimiento a Isabel Rodà (UAB-ICAC) la atenta lectura del manuscrito junto a sus sugeren- cias y observaciones. Las fotografías han sido tomadas por el autor, con la cortesía del MNAT y el Museu Frederic Marés, con la ayuda de Karen Fortuny (ICAC). 3. Una versión preliminar de este trabajo ha sido presentada en el XIX Congreso Internacional de Arqueología Clásica celebrado en Colonia y Bonn: Ruiz (en prensa). 4. De manera general, sobre el retrato imperial en Hispania: Garriguet 2008. Asimismo véase la síntesis sobre el retra- to imperial romano en Schröder 2009. 5. Véase Rodà 1988: esp. 454; cf. Garriguet 2008. 6. Esta obra se vio complementada por el hallazgo en 1995 de los retratos de Nerón César y Tiberio (aquí n.os 5 y 7): ead. 2000.

76 ESPACIO, TIEMPO Y FORMA Serie I · prehistoria y arqueología 11 · 2018 · 75–100 ISSN 1131-7698 · e-issn 2340-1354 UNED Los retratos imperiales de Tarraco

9; 52 n.º 12; 55 n.º 15; 149 n.º 106; 163 n.º 116; 169 n.º 120; 180-181 n.os 127 y 128 [E. M. Koppel]. Entre las contribuciones posteriores de esta misma autora, interesa destacar su tratamiento parcial en un trabajo sobre los materiales y las técnicas de elaboración de las esculturas de Tarraco (Koppel 2002). Por lo que respecta a estudios más amplios sobre el retrato imperial en el conjunto de Hispania,7 destaca en particular un trabajo de J. A. Garriguet cuya principal aportación la constituyen los intentos de caracterización de talleres locales y foráneos, teniendo en cuenta la mitad de los ejemplares procedentes de Tarragona (Garriguet 2006)8. Asimismo, en los últimos años una parte de ellos ha sido objeto de atención por diversos investigadores. El hecho de contar con estos meritorios precedentes y que, al mismo tiempo, no exista una recopilación sobre los retratos imperiales de Tarragona justifican, en mi opinión, reunirlos bajo un tratamiento específico. Por ello, nos proponemos un nuevo estudio global, retomando cuestiones sobre sus cronologías, tipologías retratísticas y estatuarias, aspectos técnicos y de manera particular sus contextos originales, en gran parte gracias a un concienzudo trabajo de revisión de la documentación conservada en diversos archivos. La erección de efigies representando a emperadores en Tarraco está atestiguada, además, a través de varias estatuas icónicas que, en base a circunstancias como sus lugares de hallazgo y sus dimensiones superiores al tamaño natural, pueden ser consideradas con gran probabilidad como imágenes imperiales (Garriguet 2001: 51- 57 n.os 71-79 láms. XXI-XXIII, con la bibliografía anterior). Asimismo, de Tarragona proceden numerosas inscripciones que, en origen, formaron parte de monumentos honoríficos dedicados a diversos emperadores y miembros de las familias imperiales, procedentes en su inmensa mayoría de conjuntos monumentales de carácter público (CIL II2/14, 877, 879, 881-892, 894-897,901, 902, 904, 905-912, 914-920, 922-930, 933- 947; quizá también CIL II2/14, 948-969/970). Especialmente la epigrafía complementa la información que aportan las cabezas-retrato imperiales, permitiendo paliar p.e. la ausencia de ejemplares que puedan ser datados a partir del siglo II d.C. En el trabajo que nos ocupa, el propósito es actualizar la información sobre los talleres de origen de estas cabezas-retrato, pero principalmente analizar sus técnicas de elaboración, a partir de algunos indicios de diferentes procesos de trabajo detectables en algunos ejemplares. Las cuestiones aquí planteadas se han centrado en los modos de producción de estas obras: así, se reflexiona especialmente sobre aspectos determinantes como son la manera de labrarlas, los distintos sistemas de ensamblaje para diversas piezas dentro de algunas efigies, el instrumental utilizado por el escultor y, eventualmente, algunas otras particularidades. Por otro lado, se ha atendido a la cuestión sobre la producción de retratos imperiales en la ciudad para las necesidades locales y su recepción desde talleres foráneos para la misma finalidad, con lo que ello conlleva.

7. Para una síntesis reciente sobre las producciones escultóricas en la península ibérica, con abundantes refe- rencias, cf. Nogales y Rodà 2014. 8. El autor incluye en su estudio las siguientes cabezas (según la numeración de este trabajo): n.os 1, 2, 4, 5, 8, 12, 14 y 15.

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II. EVOLUCIÓN CRONOLÓGICA DE LA RETRATÍSTICA IMPERIAL TARRACONENSE Y PROPUESTAS SOBRE TALLERES

La elaboración de esculturas en talleres ubicados en Tarraco se inició aparentemente en la segunda mitad del siglo I a.C.9 (Koppel 1985: 142-143). De este momento datan las estatuas funerarias realizadas en biocalcarenitas locales, probablemente por artesanos procedentes de la península itálica (en último lugar Koppel 2009). Esta producción cesó a partir de comienzos del siglo I d.C.,10 ganando terreno la elaboración de plástica en mármol blanco (Koppel 2002: 52). Un retrato masculino funerario datado en la época tardorrepublicana (Koppel 1985: 90-91 n.º 120 lám. 50,1–4; Ruiz 2018a: 104-105 n.º 3 fig. 2 con la bibliografía anterior) constituye la pieza más temprana en mármol procedente de Tarraco y de Hispania citerior, realizado muy probablemente en un taller local11. Los siguientes ejemplares en los que se emplea como materia prima el mármol blanco provienen como mínimo de finales de la época augustea (Ruiz 2018a; 2018b). A la hora de proceder a la distinción de talleres escultóricos y expresar hipótesis sobre el carácter local o importado de las piezas, el aspecto básico que debe atenderse es la materia prima. No obstante, este parámetro es escasamente útil en el caso de Tarraco, puesto que en su entorno no existen canteras de mármoles blancos y su documentación en elementos arqueológicos remite siempre a la importación. Esta circunstancia dificulta enormemente, por ende, distinguir talleres locales a partir del material (Koppel 2002: 54), en contraposición a otras ciudades de la península ibérica12. En cambio, la buena conexión de nuestra ciudad con las rutas marítimas y su rol como capital provincial, entre otros factores, posibilitaron desde períodos relativamente tempranos la recepción de todo tipo de rocas ornamentales de la cuenca mediterránea. Asimismo, favorecieron la llegada no sólo de piezas manufacturadas sino incluso, y frecuentemente, de bloques en bruto sólo esbozados o incluso sin labrar. Por lo que respecta a la procedencia de la materia prima, en la actualidad se está preparando un estudio pormenorizado de los tipos de mármoles blancos empleados para la labra de los retratos imperiales de Tarragona13. Esto es debido a que las identificaciones previamente establecidas se regían por una metodología diferente, considerando que era suficiente la determinación macroscópica combinada con los análisis mediante lámina delgada. En esta línea, existe un intento de caracterización de los mármoles blancos utilizados para algunas esculturas de Tarraco (Mayer

9. Para la escultura romana de Tarraco véase la síntesis con bibliografía anterior en Koppel 2004. 10. El retrato más tardío en biocalcarenita corresponde a una pequeña cabeza femenina datable en el primer cuarto del siglo I d.C.: Koppel 1985: 87 n.º 114 lám. 45; 2009: 509. Con todo, una cabeza seguramente de carácter funerario, identificada con Attis, pudiera datar según E.M .ª Koppel del siglo II d.C.: Koppel 1985: 79-80 n.º 102 lám. 40,1. Cf. asimismo un supuesto busto de Attis de cronología más incierta: Koppel 1985: 80 n.º 103 lám. 40,2. 11. En opinión de E. M.ª Koppel (2002, 52) la pieza es importada, pero se ha reconsiderado su elaboración en una officina local. Rodà 1990: 301; Nogales y Rodà 2014: 82. 12. En Barcino ha sido detectado un taller local que trabajó con mármol lunense, gracias a una considerable serie de retratos de desconocidos de época julio-claudia. En estas piezas se repiten «tics» o características comunes: Rodà 1980; 1988: 456 con la bibliografía anterior. 13. En colaboración con A. Gutiérrez Garcia-M. (UAB – ICAC), P. Lapuente (Unizar) e I. Rodà (UAB – ICAC).

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y Àlvarez 1985: 187-189) incluidos numerosos retratos imperiales14, a través del examen de muestras en forma de láminas delgadas al microscopio petrográfico. Sin embargo, este estudio se realizó hace más de tres décadas y las identificaciones en él establecidas deben ser consideradas sólo de manera orientativa, puesto que el progreso de la ciencia arqueométrica ha ido demostrando la mayor efectividad del análisis multimétodo que, a menudo, arroja resultados claramente discordantes con respecto a los que en un primer momento se habían determinado mediante el microscopio. Y, además de los avances en la técnica, en los últimos años se han ido descubriendo nuevas canteras de mármoles blancos que están suponiendo en la actualidad una auténtica revolución, puesto que su uso no quedó relegado a un segundo plano. El caso más paradigmático es el de los mármoles de Göktepe en Asia Menor, asociado aparentemente a los talleres de Afrodisias (Bruno et al. 2012; 2015). Por todo ello, las conclusiones previamente alcanzadas, con respecto a la procedencia de los materiales utilizados por los artesanos para la elaboración escultórica, deben ser tomadas con cautela, puesto que pudieran verse alteradas en gran medida tras una revisión arqueométrica. Por ello, los resultados de investigaciones previas deben tenerse en cuenta únicamente de manera provisional. Así, en el caso de los retratos imperiales, se ha atribuido un uso preponderante del mármol lunense por los talleres locales especialmente en el siglo II d.C. (aquí n.os 11, 12, 14 y 15; cf. asimismo n.º 13) con un empleo aislado en épocas precedentes de los mármoles pentélico y pario (aquí n.os 1 y 2)15. También el factor del material –en concreto, la identificación de la materia prima de algunas efigies de soberanos como mármol pario– ha servido como criterio para argüir el carácter importado totalmente manufacturado para algunas esculturas (Rodà 1990: 304-306), entre las que se cuentan especialmente algunas de las obras que son objeto de nuestro interés (aquí n.os 2, 4 y 8). Con todo, ello no impide una valoración cualitativa de los mármoles en relación a su elaboración escultórica, como mencionaré líneas abajo. Entrando ya de lleno en la panorámica del retrato imperial tarraconense y sus talleres de origen (Tabla 1), en primer lugar cabe recordar que E. M.ª Koppel ya señaló la dificultad –para la escultura exenta de Tarraco en general– de atribuir varias obras a una officina determinada, a causa de su relativo escaso número y su distribución a lo largo de varios siglos (Koppel 1985: 142; 2002: 51). En cambio, la destacable calidad de algunas estatuas, que pueden compararse con obras realizadas en la península itálica –e incluso en la propia Roma– y tal vez en el Mediterráneo oriental, permite considerarlas como piezas importadas. Con respecto a este último hecho, I. Rodà ha reflexionado de manera abundante para la Hispania citerior, y en particular sobre algunos retratos imperiales de esta provincia incluidos algunos ejemplares de Tarraco (cf. Rodà 1990: esp. 302).

14. En concreto los siguientes según la numeración de la tabla al final de este trabajo: 1, 2, 4, 8 y 10-15. 15. Rodà 1988: 461; 1990: 301; Koppel 2002: 53; Nogales y Rodà 2014: 88. Cf. asimismo la nota siguiente.

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IDENTIFICACIÓN N.º INV. MAT. DIMENSIONES ALTURA PROC. DATACIÓN TALLER (TAM. GR.) (ALT. X LONG. CABEZA X PROF.) 1 Germánico 45000 fino, vetas 39 x 22 x 25 cm Teatro Tardoaugustea / Local (Fig. 1) grises 27,5 cm inicios de la época tiberiana 2 Príncipe julio- 45001 Fino- 38 x 21 x 25 cm Teatro Tardoaugustea / Local (Fig. 2) claudio (¿Cayo medio 22 cm inicios de la época César?) tiberiana 3 Augusto 165 Fino- (25 x 21 x c. 25 ¿? Época tiberiana Local (Fig. 3) medio 14) cm cm

4 Livia 7602 Fino- (30) x 19 x (16) 20 cm ¿? Época tiberiana Local (Fig. 4) medio cm

5 Nerón César 45003 Fino 41 x 25 x 35 cm Foro Época caligulea Local (Fig. 5) 25 cm colonial

6 Tiberio 45002 Fino (33) x (24) x c. 35 Foro Época caligulea o Local (Fig. 6) 18/24 cm cm colonial primeros años de Claudio 7 Calígula / (P)830 Fino (16) x (21) x 22 c. 25 Foro Época caligulea + ¿Local? Claudio cm cm colonial inicios del reinado de Claudio 8 Claudio 12260 Fino- (27) x 20 x 24,5 23 cm Schola del Inicios de la Foráneo (Fig. 7) grueso cm collegium época de Claudio fabrum 9 Claudio 506 Muy fino (17 x 37 x 17,5) c. 50 ¿? Época de Claudio ¿? cm cm

10 ¿Augusto? 517 Fino- (34,5) x 22,5 x 32 cm Foro Época de Claudio ¿? (Fig. 8) medio 22,5 cm colonial

11 Trajano 388 Muy fino Alt. cons.: 28,5 21 cm ¿? Época adrianea Local (Fig. 9a) cm

12 Adriano 389 Muy fino (25) x 17,5 x 19 22 cm ¿? Época adrianea (c. 130 Local (Fig. 9b) cm d.C.)

13 Busto thoracato: 12261 Fino- (40) x 68 x c. 23 Schola del Época adrianea Local (Fig. 10) ¿Adriano? medio 37 cm cm collegium fabrum 14 Marco Aurelio 386 Muy fino (29) x 26 x 25,5 27 cm Foro Mediados del s. II (c. Foráneo (Fig. 11a) cm colonial 145-160 d.C.)

15 Lucio Vero 387 Fino- (31) x 24 x 26,5 27 cm Foro c. 160-170 d.C. Local (Fig. 11b) medio cm colonial

T abla 1. Cuadro sinóptico con los retratos imperiales de Tarraco. Aclaraciones: El n.º inv. hace referencia en la mayoría de los casos al MNAT, salvo en el caso del retrato de Augusto n.º 3 (en el Museo Frederic Marés de Barcelona). En “Mat. (tam. gr.)”, se refiere únicamente al tamaño de grano de los mármoles blancos. La altura de la cabeza se ha calculado tomando como referencia la distancia entre la bóveda del cráneo y el mentón. En “Proc.” se indica el lugar de procedencia original. En “Taller” se señala la opción más probable, siendo incierto en algunos casos.

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F igura 1. Cabeza-retrato de Germánico (n.º 1). MNAT, n.º inv. 45000.

F igura 2. Cabeza-retrato de príncipe julio-claudio, tal vez Cayo César (?) (n.º 2). MNAT, n.º inv. 45001.

Para la adscripción de diversos ejemplares a un mismo taller radicado en Tarraco tan sólo existen, en el caso de las efigies imperiales, dos excepciones bastante probables (n.os 1 y 2; figs. 1 y 2): los retratos juveniles de príncipes julio-claudios n.os

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F igura 3. Cabeza-retrato de Augusto (n.º 3). MFM, n.º inv. 165.

F igura 4. Cabeza-retrato de Livia (n.º 4). MNAT, n.º inv. 7602.

1 y 2 (Koppel 1985: 13-14 n.os 1 y 2 láms. 1 y 2; Garriguet 2006: 162 y 166 lám. VIII, 1–4). Aunque su datación plantea dudas –especialmente en el príncipe julio-claudio de más difícil identificación –tal vez Cayo César16– (n.º 2; fig. 2); en el primero se ha reconocido fehacientemente como Germánico–, se trata de los ejemplares más antiguos, situándose entre la época tardoaugustea y los inicios del reinado de Tiberio. De todas formas, sus similitudes formales y estilísticas unidas a un mismo contexto de exposición –la scaenae frons del teatro de Tarraco– han hecho que exista unanimidad en considerar que fueron esculpidos en el mismo taller, muy probablemente local.

16. Agradezco la observación a D. Ojeda.

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F igura 5. Cabeza-retrato de Nerón César (n.º 5). MNAT, n.º inv. 45003.

F igura 6. Cabeza-retrato de Tiberio (n.º 6). MNAT, n.º inv. 45002.

En la época tiberiana se datan dos ejemplares (n.os 3 y 4; figs. 3 y 4). El primero de ellos, que conserva únicamente la cara con parte del cabello (n.º 3; fig. 3), representa a Augusto (Koppel 1985: 91 n.º 121 lám. 51,1–4; Boschung 1993: 145 n.º 78 lám. 90; Koppel 2010). Puede encuadrarse en el tipo Prima Porta, si bien con determinadas variaciones principalmente en los mechones del cabello y en la forma del rostro. Atendiendo a estos rasgos, que podríamos considerar «provinciales», D. Boschung planteó la hipótesis de que este retrato hubiera

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sido elaborado en la propia Tarraco, a partir de una reelaboración derivada del prototipo oficial creado en la metrópoli. Ésta sería, así, una Wiederholung o versión simplificada y esquemática, en la que pudo haberse inspirado asimismo el muy semejante Augusto –reelaborado a partir de una imagen de Calígula– en el mismo tipo retratístico, procedente del teatro de Segobriga (Noguera 2012: 57-60 n.º 32 lám. XVII, 1–4 con la bibliografía anterior). El segundo, de gran calidad, representa a Livia con un aspecto sumamente juvenil (n.º 4; fig. 4), algo prácticamente insólito no sólo para los retratos hispánicos de la misma emperatriz sino además para las réplicas del prototipo retratístico seguido –tipo Fayum– (Koppel 1985: 91-92 n.º 122 lám. 52,1–4; Garriguet 2006: 158). Estas particularidades y desviaciones pudieran apuntar a una producción de esta obra en un taller foráneo. No obstante, al igual que para el contemporáneo retrato de Augusto, llama la atención la elaboración de la cabeza en dos partes, de las cuales sólo se conserva la anterior con el rostro. Las particularidades estilísticas –fundamentalmente la idealización de los rasgos del rostro– y las peculiaridades técnicas, que asimismo permiten asignarles una datación similar, unidas al tamaño natural de ambas cabezas, permiten pensar que ambos fueron realizados en Tarraco y, de hecho, con bastante seguridad en una misma officina. Aparentemente, algo más tardíos son sendos retratos de tamaño superior al natural (n.os 5 y 6; figs. 5 y 6), identificados con Tiberio (Koppel 2000: 81-83 láms. 1-4; Hertel 2013: 173 n.º 78 lám. 78) y Nerón César (Koppel 2000: 83-84 láms. 5-8; Garriguet 2006: 163 lám. VII, 1–2). Ambos muestran una ejecución verdaderamente notable, coincidiendo según los investigadores que se han ocupado de ellos en cuanto a sus semejanzas estilísticas, si bien la parte posterior de las cabezas ha quedado trabajada en menor medida. Todo ello ha sido argumentado a favor de una producción en un taller local aunque bastante experimentado. De todo lo indicado se ha pretendido deducir, además, una misma datación, habiéndose fechado la producción de ambos en el breve reinado de Calígula y tratándose, por lo tanto, de efigies póstumas. E. M.ª Koppel ha señalado la posibilidad de que el retrato de Tiberio (n.º 6; fig. 6) hubiera sido labrado en realidad a partir de una imagen de Calígula, debido a ciertas particularidades en su elaboración que serán comentadas más adelante. Ante ello, esta obra podría fecharse en los inicios de la época de Claudio. En el mismo lugar del que proceden ambos retratos –el foro «colonial»– fue colocado con bastante seguridad un retrato de Calígula (Koppel 1985: 80-81 n.º 105 lám. 40,4–7 [Trajano]; Ojeda 2010: 267-268 n.º 5, pp. 271-272 fig. 6a-d, pp. 276- 277; Ruiz 2018c) posteriormente reelaborado para convertirlo en una imagen de su sucesor (n.º 6). Pese a su deficiente estado de conservación, el retrato puede datarse en su primera fase en la época caligulea, habiendo sido reelaborado muy probablemente en los primeros años del reinado de Claudio. La pieza fue recuperada en la necrópolis paleocristiana, donde con toda probabilidad fue reutilizada junto con otros elementos ornamentales procedentes del recinto forense (Aranda y Ruiz en prensa; Ruiz y Aranda en prensa). En el caso de que realmente el retrato de Tiberio fuera reelaborado a partir de una efigie de Calígula, esta circunstancia hace que debamos preguntarnos si en

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F igura 7. Cabeza-retrato de Claudio (n.º 8). MNAT, n.º inv. 12260.

F igura 8. Cabeza-retrato de ¿Augusto? (n.º 10). MNAT, n.º inv. 517.

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un mismo ciclo estatuario fueron colocadas dos imágenes de este soberano de dimensiones diferentes17. Es complicado aportar una solución satisfactoria a este interrogante; para empezar, de ser así, éstas se habrían colocado en momentos distintos aunque cercanos en el tiempo y, además, hemos de recordar que en un mismo ámbito forense podían ser colocados diversos grupos de estatuas imperiales. De todos modos, la destrucción de esta cabeza tras su amortización dificulta gravemente las valoraciones sobre el tipo retratístico y también sobre el taller de origen, si bien la labra sumaria del dorso apunta a una producción local. A favor de mi suposición se inclina, al menos en parte, el hecho de que la rectificación del retrato tras la damnatio memoriae de Calígula fue ejecutada con seguridad en Tarraco. En el reinado de Claudio se originaron dos ejemplares que representan al soberano reinante (n.os 8 y 9; fig. 7). El primero de ellos –procedente de la schola del collegium fabrum– (Koppel 1985: 52 n.º 75 lám. 24,1–4; ead. 1988: 13-14 n.º 1 láms. 1-4; Garriguet 2006: 158) muestra un suave modelado en sus facciones, con arrugas muy poco marcadas, le confieren un aspecto relativamente idealizado y juvenil. Ello permite datar la cabeza en los primeros años de su reinado. Los investigadores que se han ocupado de ella están de acuerdo en destacar su elevada calidad estilística18, observable especialmente en los pormenores de los mechones del cabello, bien indicados también en el dorso. En consecuencia, se trata de indicios para considerar que estamos ante una pieza importada. El segundo retrato (n.º 9) conserva tan sólo la parte anterior derecha y el límite superior de la frente, destacando su formato colosal (Koppel 1985: 92 n.º 123 lám. 53,1–2). La disposición del cabello permite identificarlo fehacientemente con el mismo soberano aunque, evidentemente, poco puede afirmarse a propósito de su datación concreta y su officina de origen. Se trata, además, de una pieza de procedencia desconocida. Una tercera efigie procedente del foro «colonial» (n.º 10; fig. 8) preserva totalmente el rostro y la cabeza, pero está seriamente erosionado debido a una fuerte exposición al fuego, hecho que apenas permite reconocer facciones (Koppel 1985: 32 n.º 44 lám. 12,1–2). Pese a ello, se observa con claridad que se trata de un personaje masculino con la cabeza velada. La disposición de los mechones del cabello, especialmente en la parte derecha de la cabeza –donde no están cubiertos por el velo–, ha llevado a identificarlo con una imagen de Augusto. Asimismo, la imagen presenta restos de policromía de tonalidad rojiza en la prenda. En base a comparaciones estilísticas, E. M. Koppel lo consideró una imagen póstuma, datable en época de Claudio. No obstante, su estado actual ha impedido diagnósticos más concretos sobre la datación exacta, el taller de producción y sus técnicas de elaboración. En contraposición al período precedente, de la época flavia no se conserva ningún retrato imperial. Por el contrario, salvo para Antonino Pío y Cómodo, se

17. Unos 25 cm (n.º 6) frente a c. 35 cm (cf. n.º 7) de altura desde el mentón a la bóveda craneal. 18. I. Rodà (1988: 454-456) señala que se trata del retrato «de mayor fuerza expresiva e intensidad psicológica, el mejor logrado de los retratos tarraconenses».

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F igura 9. Cabezas-retrato imperiales de la primera mitad del siglo II d.C. a Trajano (n.º 11) MNAT, n.º inv. 388 – b Adriano (n.º 12) MNAT, n.º inv. 389.

F igura 10. Busto-retrato de ¿Adriano? (n.º 13) MNAT, n.º inv. 12261. conserva como mínimo una cabeza-retrato de cada uno de los emperadores del siglo II d.C. (n.os 11-15; figs. 9-11). En general, la producción de estos ejemplares se ha atribuido a talleres locales, en gran parte debido a la consideración de que, para

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F igura 11. Cabezas-retrato imperiales del tercer cuarto del siglo II d.C. a Marco Aurelio (n.º 14) MNAT, n.º inv. 386 – b Lucio Vero (n.º 15) MNAT, n.º inv. 387.

su elaboración, fueron importados bloques en bruto de mármol de Luni-Carrara (Koppel 1985: 53; Rodà 1990: 301). No obstante, el trabajo de revisión mediante técnicas analíticas del material utilizado para estas esculturas arroja resultados discordantes, permitiendo descartar esta última posibilidad19. La serie se inicia con una imagen de Trajano (n.º 11; fig. 9a): se trata de una repetición del cuarto tipo de retratos de este emperador, si bien el escultor se ha tomado en ella una cierta libertad a la hora de reproducir el modelo (Koppel 1985: 92-93 n.º 124 lám. 53,3–6; Ojeda 2010: 268 n.º 7, p. 271 fig. 5a-b). Este hecho permite considerar que está realizada en un taller provincial, que ha sido situado con probabilidad en la propia ciudad, permitiendo determinadas características estilísticas considerarlo como una imagen póstuma datable en época adrianea. De un taller asimismo provincial –probablemente local– pudo haber salido una efigie del soberano reinante (n.º 12; fig. 9b), que muestra a Adriano en edad avanzada (Koppel 1985: 94-95 n.º 126 lám. 55,1–4; Garriguet 2006: 179 lám. XVII, 1-2). Ha dado nombre al tipo retratístico («tipo Tarragona») por ser la réplica más destacada de un nuevo tipo de retratos del emperador, que aúna características iconográficas de modelos precedentes. La pieza se data en los años 30 del siglo II d.C., principalmente debido al dibujo del interior de los ojos y al todavía económico pero nítido uso del trépano.

19. En la actualidad se halla en preparación un trabajo in extenso dedicado en particular a esta cuestión, en colaboración con A. Gutiérrez, P. Lapuente e I. Rodà (cf. supra nt. 12).

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Aunque no conserve la cabeza propiamente dicha, el busto thoracato de la schola del collegium fabrum (n.º 13; fig. 10), también ha sido tenido en consideración (Koppel 1985: 52-53 n.º 76 lám. 25,1–2; ead. 1988: 14-16 n.º 2 lám. 5). La preservación del arranque del cuello delata que busto y cabeza fueron realizados en una sola pieza, a partir de un mismo bloque de mármol. Con un discreto aunque enérgico empleo del trépano, esta obra es fechada en época adrianea, habiendo sido reconocida por numerosos investigadores como una más que probable imagen del soberano reinante. Superadas las teorías sobre su carácter de pieza importada, en la actualidad su diferenciación con respecto a otros bustos adrianeos sirve como indicio para considerar una producción local. Los retratos imperiales más recientes de Tarraco nos han llegado en un excelente estado de conservación. Representan a los corregentes Marco Aurelio y Lucio Vero (n.os 14 y 15; fig. 11). El primero de ellos (Koppel 1985: 33-34 n.º 46 lám. 13,1–4; Garriguet 2006: 173-174 lám. XIII, 1-2); constituye una variante del segundo tipo de retratos del citado emperador, pudiendo ser datada a mediados del siglo II y en concreto entre los años 152 y 160 d.C. El retrato de Lucio Vero (Koppel 1985: 34-35 n.º 47 lám. 14,1–4; Garriguet 2006: 173-174 lám. XIX, 1-2) pertenece indudablemente al tipo principal, creado poco antes del inicio de la corregencia con Marco Aurelio. Se ha reiterado en numerosas ocasiones que ambas obras fueron producidas en un buen taller local, en parte debido a la creencia de que los dos están realizados en mármol lunense. No obstante, últimamente se ha insistido en las diferencias entre ambos a partir de una observación detallada, que hacen cada vez más inviable esta posibilidad. De este modo, la calidad del retrato de Marco Aurelio en los pormenores de la articulación del cabello y la barba mediante el vivo uso del trépano, junto a la encarnadura, ha llevado a defender un origen importado, tal vez incluso de un taller metropolitano. En contraste, la cabeza de Lucio Vero presenta sensibles diferencias con el ejemplar anterior, fundamentalmente en términos cualitativos: el empleo del trépano es prácticamente inexistente, habiendo sido simplificados el cabello y la barba, que están realizados mediante incisiones. Por esta razón, durante mucho tiempo se consideró como un indicio de que se trata de una pieza inacabada. No obstante, puede afirmarse con bastante seguridad que, más bien, estos rasgos constituyen el modo de trabajar propio de un taller distinto al de la imagen de Marco Aurelio. Parece razonable, de hecho, mantener el origen local para el retrato de Lucio Vero. Finalmente, se conserva un retrato reconocido en su día por E. M. Koppel con Trajano y datado durante el reinado de este emperador (Koppel 1985: 93- 94 n.º 125 lám. 54,1–4). En un estudio posterior, se ha puesto de relieve que las acusadas diferencias iconográficas con respecto a los retratos de este soberano, deben ser tomadas como indicio para considerar que se trata del retrato privado de un personaje desconocido cuyo peinado sigue las modas de la época (Ojeda 2010: 268 n.º 5; pp. 272-273). También debe descartarse la cabeza de una estatuilla femenina fechada en el tercer cuarto del siglo II d.C. (Koppel 1985: 15 n.º 3 lám. 3,1–4). En un principio fue considerada con una imagen de Faustina la Menor y,

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pese a que su pequeño formato20 dificulta reconocer la fisonomía y el peinado, a lo cual se une su estado de conservación, el ejemplar conviene más bien a la plástica ideal. Estas razones han llevado a descartar ambas piezas como retratos imperiales y, por lo tanto, no han sido tenidas en cuenta para las conclusiones alcanzadas en este trabajo.

III. TÉCNICAS DE PRODUCCIÓN Y PARTICULARIDADES EN LA ELABORACIÓN DE LOS RETRATOS IMPERIALES TARRACONENSES

Como es natural en el caso de los retratos imperiales, las características tipológicas e iconográficas de los ejemplares de Tarraco son comunes a las efigies análogas repartidas a lo largo de todo el Imperio. Sus técnicas de elaboración –como también en la escultura romana de la ciudad en general– tampoco se diferencian apenas de las que son habituales para la estatuaria a lo largo del Imperio (véase esp. Koppel 2002). Ello se debe a la fidelidad por parte de lasofficinae locales hacia las normas de la cancillería imperial y los talleres asociados a la corte de los soberanos, responsables directos de la creación de los modelos y prototipos. Tan sólo pueden detectarse algunas diferencias desde el punto de vista del estilo, siendo éstas características de la producción retratística provincial o incluso local, aunque es complicado realizar mayores precisiones al respecto. El estudio de las técnicas para la elaboración de elementos pétreos, junto a la observación de las señales de los instrumentos utilizados por los escultores, parte de los enfoques de J. C. Bessac: sus planteamientos metodológicos sentaron las bases para la identificación de distintas fases e incluso manos en la producción de artefactos en piedra (Bessac 1986). Esta perspectiva fue pronto retomada en una obra colectiva, en la que destaca un trabajo aplicado de manera específica a la escultura (Boschung y Pfanner 1990). Como resultado, actualmente se acepta que la observación de estos aspectos ha de ser pareja a la identificación de talleres de origen a través de otros criterios, como el estilístico. Como ya se ha señalado, pueden identificarse características o «tics» propios de una determinada officinao incluso un artesano determinado a la hora de trabajar los bloques, si bien hemos de matizar que esto sólo puede realizarse cuando es posible establecer una seriación (Rodà 1990: 299 cf. 303). Gran parte de los retratos imperiales aquí recogidos formaron parte de estatuas elaboradas no en un único bloque de mármol sino en varias piezas, cada una de ellas labradas por separado. Esto se aplica principalmente a las cabezas, que eran trabajadas aparte y después introducidas en los torsos correspondientes (Koppel 2002: 57). Esta técnica se documenta en numerosos torsos a través de concavidades que presentan entre los hombros, con una superficie rugosa trabajada con la gradina

20. Las pequeñas dimensiones de la pieza no son incompatibles en principio con la retratística, puesto que se conocen no pocos ejemplos de retratos de pequeño formato repartidos a lo largo del Imperio romano: Dahmen 2001.

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para facilitar el acoplamiento. A su vez, a las cabezas que eran introducidas en dichos huecos muestran por debajo del cuello un apéndice trabajado de manera tosca, con el objetivo de facilitar el ensamblaje. Se trata de un recurso técnico, común en la producción escultórica romana, conocido y muy recurrido por los artesanos locales desde sus orígenes en la segunda mitad del siglo I a.C.21 Algunos torsos de Tarraco que presentan estos huecos han sido vinculados, de hecho, a efigies que representaron con gran probabilidad a soberanos y miembros de familias imperiales (la mayoría recogidos en Garriguet 2001: 51-57 n.os 71-79 láms. XXI-XXIII) sin que haya sido posible atribuir ninguna cabeza a alguno de ellos. Sin embargo, entre los retratos imperiales tan sólo unos pocos (n.os 1, 2 y 5; figs. 1, 2 y 5) conservan todavía por debajo del cuello los habituales apéndices para esta finalidad, consistentes en una suerte de protuberancia cuya superficie de contacto, destinada a ser encajada, está toscamente repicada. Puede suponerse que el mismo sistema fue utilizado para el resto de los ejemplares22, aunque E. M. Koppel propone la hipótesis de que los retratos de Adriano, Marco Aurelio y Lucio Vero (n.os 12, 15 y 16; figs. 9b y 11a-b) hubieran formado parte de bustos, sin que en origen hubieran contado con los apéndices mencionados (Koppel 2002: 57). Sin embargo, como reconoce la misma investigadora, esta propuesta es difícilmente demostrable debido al estado de conservación de dichos ejemplares, puesto que están fracturados justo por debajo del cuello. La única salvedad que podemos constatar está representada por el busto n.º 13 (fig. 10), que corresponde a una representación bastante probable de Adriano. Aunque le falta la cabeza, la parte conservada del cuello es suficiente para saber que la efigie estaba labrada por completo en una sola pieza. Esta técnica debió ser habitual en la producción escultórica tarraconense, puesto que se conocen al menos otros dos bustos-retrato más en los que se documenta esta característica (Koppel 1985: 20-21 n.º 11 lám. 9,1; 97 n.º 134 lám. 59,1–2). Lo más usual es que las cabezas en sí mismas estén ejecutadas a partir de una única pieza y, por tanto, un único bloque de mármol. Así ocurre con la mayoría de las cabezas correspondientes a retratos imperiales en Tarraco (así n.os 1, 5-6, 8 y 10-15; figs. 1, 5, 7-9 y 11). Sin embargo, las cabezas de Augusto, Tiberio, Livia y un príncipe julio-claudio (n.os 2-4 y 6, figs. 2-4 y 6) estaban elaboradas a partir de varias partes distintas. Todas estas partes fueron trabajadas por separado y montadas con posterioridad. El retrato de Livia y el príncipe julio-claudio (n.os 2 y 4, figs. 2 y 4), estaban elaborados en dos piezas, habiéndose preservado únicamente la parte anterior con el rostro (Koppel 2002: 57-58).

21. Varios torsos en biocalcarenitas locales, datados hacia este momento, presentan entre los hombros dichas concavidades: Koppel 1985: 77 n.º 98 lám. 38,1–2; 78-79 n.º 100 lám. 39,1–2; 87-88 n.º 115 lám. 46; 89 n.º 117 lám. 47,3–4. En estos torsos u otros similares pudieron ser insertadas otras cabezas contemporáneas realizadas en los mismos materiales (ead.: 87 n.os 112-113 lám. 44; Moreno Vide 2018: 279-281), si bien cabe la posibilidad de que al menos algunas de las cabezas fueran labradas en materiales lapídeos ornamentales. Con todo, en el mismo período también se documentan estatuas coetáneas esculpidas completamente en un único bloque, puesto que sus torsos no presentan los huecos mencionados: Koppel 1985: 77-78 n.º 99 lám. 38,3–4; 79 n.º 101 lám. 39,3; 88-89 n.º 116 lám. 47,1–2. Para todas estas estatuas véase Koppel 2009. 22. Algunos retratos privados y otros ejemplares pertenecientes a la plástica ideal también documentan ves- tigios del empleo de este mismo sistema a lo largo de los siglos I y II d.C. Véanse a modo de ejemplo un retrato femenino (Koppel 1985: 32 n.º 44 lám. 12,3–4), una cabeza de Minerva (ead.: 58-59 n.º 82 lám. 29) y el torso de una Hora (ead.: 73-74 n.º 95 lám. 36).

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Sus dorsos no muestran ningún orificio ni otras huellas para pernos metálicos, por lo cual es de suponer que iban fijadas con alguna especie de adhesivo hoy perdido (cf. Garriguet 2006: 153). A ello apuntan las superficies de acoplo, que muestran en todo caso golpes de puntero, pero se pueden distinguir dos tratamientos diferenciados en la búsqueda de un mejor ensamblaje: en el caso del príncipe julio-claudio (n.º 2; fig. 2) la superficie del dorso está trabajada con la gradina y rematada en su parte inferior con un rebaje en ángulo recto para una mejor unión de las piezas; en la cabeza de Livia (n.º 4; fig. 4) esta superficie fue primero alisada y después golpeada con el puntero. Las cabezas de Augusto y Tiberio (n.os 3 y 6; figs. 3 y 6) son, si cabe, de interés aún mayor para las técnicas de elaboración. Debido a su mejor estado de conservación, especialmente en el segundo se observa con claridad cómo fue trabajado no a partir de dos piezas, sino varias, todas ellas ejecutadas por separado, y acopladas después mediante adhesivos orgánicos y también tacos de hierro. El ejemplar se conserva sólo parcialmente, faltando las zonas superior y posterior, junto a la práctica totalidad de la oreja izquierda, todas ellas piezas aparte. Los tacos para unir las piezas son de un tamaño excepcionalmente grande, y causaron daños en forma de fisuras y roturas particularmente en la parte derecha de la cabeza. Como ya indicó E. M. Koppel, no son inusuales los ejemplos de cabezas trabajadas a partir de diversos bloques de mármol en el mundo romano; en cambio, sí lo es el empleo de tacos de estas dimensiones (Koppel 2000: 81 nt. 8). Las superficies de contacto para el ensamblaje de las piezas perdidas, de manera similar al retrato de Livia antes comentado (n.º 4; fig. 4), están alisadas y trabajadas mediante golpes de puntero, presentando a su vez remates en ángulo recto al igual que en la cabeza del príncipe julio-claudio (n.º 2; fig. 2). En origen, las piezas faltantes debieron ser acopladas mediante un adhesivo, habiendo sido utilizados los tacos metálicos aparentemente con posterioridad. Este recurso debió ser utilizado por el artesano a modo de restauración ya en la Antigüedad, probablemente debido a una modificación posterior del retrato que provocó una rotura (Koppel 2002: 60). E. M. Koppel no descarta que esta modificación pudiera tener su explicación en la posibilidad de que esta efigie fuera en origen un retrato de Calígula (Koppel 2000: 81 nt. 7), habiendo sido reelaborado posteriormente de suerte tal que en este proceso pudo haber sufrido daños considerables. En todo caso, el recurso a un procedimiento similar puede aplicarse también al retrato de Augusto (n.º 3; fig. 3). D. Boschung (1993: 145 n.º 78) consideró como posible el que fuera realizado a partir de un elemento arquitectónico desechado. No obstante, a mi modo de ver, su extrema fragmentación no impide apreciar –particularmente en la parte superior– que, para su elaboración, fue utilizado un recurso técnico bastante similar al empleado para la labra del retrato de Tiberio. La manera de trabajar estas cuatro cabezas-retrato representa una peculiaridad de Tarraco, siendo constatada tan sólo para efigies de la familia imperial. Por supuesto, no es un fenómeno exclusivo de esta ciudad. No obstante, llama la atención que todos estos ejemplares se han datado con precisión entre épocas tiberiana y caligulea, habiendo salido dos de ellos con bastante seguridad de un mismo taller (n.os 3 y 4; figs. 3 y 4), aunque uno de ellos (n.º 2; fig. 2) puede remontarse a la época tardoaugustea. Por ello se plantea la hipótesis, aún en fase de estudio, de que estos retratos –al menos en su mayoría– fueran esculpidos por una misma officinapara ser expuestos

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probablemente de manera contemporánea en un mismo espacio público. Es verosímil, a mi entender, considerar la producción de estos ejemplares a partir de bloques de mármol llegados a Tarraco sin labrar, sin que necesariamente tuvieran estos bloques en principio una destinación específica. Cabe recordar que, para la ornamentación del templo de Augusto, fue importado mármol lunense para la elaboración de elementos arquitectónicos de orden gigantesco –por ejemplo, columnas y frisos– aparentemente ya desde la época tiberiana, período al cual se ha atribuido la construcción del edificio cultual. Con esta finalidad, según algunos autores, a partir de este momento se asentaron en la ciudad talleres metropolitanos que trabajaron in situ23. En el caso de los retratos imperiales que centran nuestra atención, puede suponerse que el tamaño de los bloques de mármol disponibles era insuficiente para la elaboración de cabezas de las dimensiones requeridas, habiendo de buscar una solución consistente en el trabajo por piezas separadas. Así lo ha supuesto P. Pensabene para el caso del retrato de Tiberio (Pensabene 2014: 34). Algunos de estos extremos son difícilmente demostrables, pero estas observaciones, junto a las características estilísticas y formales de los ejemplares, parecen reforzar una producción local. De hecho, las peculiaridades técnicas descritas pudieran a priori extrañar para obras importadas. Asimismo, como ya han señalado previamente algunos autores (Garriguet 2006: 153; Koppel y Rodà 2007: 115), soluciones técnicas llamativamente similares se documentan en otros dos ejemplares de la península ibérica. El primero de ellos corresponde a un retrato de Druso el Menor, procedente del foro de Caesar Augusta (Garriguet 2006: 162; Koppel y Rodà 2007: 113-115 figs. 4-5). Existe consenso en datarlo en época tiberiana –concretamente en los años 20 del siglo I d.C.–. La simplificación en la manera de elaborar la pieza, de labra seca en el rostro y esquemática en el cabello, ha servido previamente como motivo para considerar como probable su origen en un taller tarraconense (cf. últimamente Nogales y Rodà 2014: 82-83 fig. 11). Esta obra fue ejecutada también a partir de dos partes distintas, elaboradas muy probablemente en mármol de Paros de grano grueso; la superficie de contacto para la pieza perdida, visible en el dorso, está trabajada de manera rugosa pero no presenta golpes de puntero. Otra diferencia es que, en este caso, la pieza faltante estaba unida mediante un perno de hierro, una técnica también constatada en la officinaescultórica tarraconense (así en el retrato de Tiberio, n.º 6 fig. 6). Por último, cabe llamar la atención en el retrato de Augusto del teatro segobrigense ya mencionado, que presenta una acusada coincidencia de características estilísticas con respecto a la imagen del mismo emperador en el Museo Marés de Barcelona. El segundo ejemplar corresponde al retrato de un príncipe julio-claudio en edad juvenil, tal vez Druso el Menor (Boschung 2002: 79 n.º 21.3 lám. 63, 1. 3; Garriguet 2006: 152-153 lám. III, 1-4). Procede de la porticus post scaenam del teatro de Augusta Emerita y se ha datado entre la época tardoaugustea y primo-tiberiana. En este caso la similitud es más clara que en el retrato cesaraugustano, especialmente en comparación con la

23. Han sido atribuidos al templo de Augusto un fragmento de capitel corintio de lesena de orden gigante, datado en época de Tiberio (Pensabene 1993: 36-37 n.º 4) y varios fragmentos de un friso decorado con roleos de acanto, datado hacia el tercer cuarto del siglo I d.C. (Pensabene 1993: 80-82 n.º 77; Pensabene y Mar 2004: 78-80 n.º 1 figs. 3 y 5).

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imagen tarraconense de Livia: de este modo, el dorso con la superficie de contacto ha sido previamente alisada y posteriormente golpeada con un puntero para una mejor adherencia del pegamento, sin que exista ningún orificio para un perno metálico. W. Trillmich, en base a esta similitud, ha propuesto la sugerente hipótesis de que el retrato emeritense hubiera sido realizado en un taller de Tarraco (Trillmich 1995: 90 n.º 3 lám. 21; 104-106). Por su parte, T. Nogales ha defendido reiteradamente para éste y un retrato contemporáneo de Tiberio del mismo lugar un origen local, principalmente en base a la caracterización macroscópica de la materia prima, que identifica como un mármol blanco procedente de la región (Nogales 2011: 660, con bibliografía anterior). En opinión de la misma investigadora, también se utilizó mármol local de Estremoz, aunque en una variedad distinta, para la elaboración de los togados correspondientes a estas dos cabezas. Sin embargo, análisis arqueométricos realizados recientemente han demostrado que el torso correspondiente al príncipe julio-claudio del teatro de Mérida está elaborado en mármol de Luni-Carrara24. También en un mármol lunense de alta calidad está elaborado el excelente retrato de Augusto capite velato (cf. Lapuente et al. 2014: esp. 349 [muestra n.º 2]) procedente del mismo lugar y cronología, y considerado como obra de importación producida en un taller itálico en razón de la calidad de su trabajo escultórico. Por lo tanto, está asegurado un origen foráneo como mínimo para dos piezas aproximadamente contemporáneas de este ciclo estatuario, pudiendo ser también el caso de la cabeza del príncipe julio-claudio. Por lo tanto, llama la atención el recurso a una técnica similar para retratos contemporáneos repartidos en distintos lugares de Hispania, pudiendo identificar cuatro ejemplares en Tarraco y uno en cada caso en Caesar Augusta y Augusta Emerita. Sin embargo, su explicación debe ser resultado de un estudio más detenido. Por último, cabe hacer referencia a la damnatio memoriae, puesto que su plasmación en los retratos también es de interés en lo que se refiere a cuestiones de carácter técnico. Como es sabido, con frecuencia, la damnatio de algunos soberanos tras su defunción generó la necesidad de suprimir su imagen del espacio público y, con ello, el recurso a los artesanos locales para la reelaboración de sus retratos. Esta circunstancia está documentada para Tarraco en el paso del reinado de Calígula al de Claudio: ya ha sido mencionado al respecto el caso probable de Tiberio, siendo bastante más segura esta circunstancia en otro ejemplar (n.º 6). En él, interesa destacar principalmente algunas huellas de la reelaboración. En primer lugar, es elocuente la combinación de elementos iconográficos propios de imágenes de Calígula –visibles sobre todo en el peinado– con rasgos faciales para nada característicos de este soberano, sino propios más bien de la fisionomía de Claudio. Respecto al aspecto técnico, los indicios son observables básicamente en el lateral derecho debido a su estado de conservación: de esta manera, además de una escasa profundidad de la parte anterior con la cara en relación al dorso, se aprecia una clara desproporción en el pabellón auricular derecho.

24. Cf. Lapuente et al. 2014 (muestra n.º: 1). Para la estatua véase Garriguet 2001: 3-4 n.º 5 lám. II, 4.

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IV. CONCLUSIONES

La mayor parte de los retratos imperiales de Tarraco fueron elaborados en officinae establecidas en la ciudad, por parte de artesanos que demuestran una variada capacidad en el trabajo del mármol. Para su labra recurrieron siempre a materiales importados, puesto que en el entorno de Tarraco existen básicamente canteras de calizas y biocalcarenitas. El inicio de la producción retratística tarraconense en mármol se remonta como mínimo a los primeros años del reinado de Tiberio, aunque puede adelantarse con bastante probabilidad a la época tardoaugustea, y está representado precisamente por dos retratos de príncipes julio-claudios (n.os 1 y 2). Su origen local ha sido aceptado de manera unánime en la investigación. Más controversia suscitan los siguientes ejemplares, que representan a Augusto y Livia (n.os 3 y 4), si bien es bastante probable también su carácter local. Estos dos, junto a una de las efigies de príncipes julio-claudios (n.º 2) y el retrato de Tiberio (n.º 6) llaman la atención por presentar un recurso técnico peculiar, consistente en una elaboración por partes separadas. Aunque es probable, es complicado discernir si se trata de ejemplares contemporáneos, puesto que existe consenso en considerar posterior el retrato de Tiberio. Todos los autores lo han situado en época caligulea, al igual que la imagen de Nerón César junto a la que apareció (n.º 5), cuyo carácter provincial es patente en algunos detalles estilísticos. Hacia el mismo período debió manufacturarse el retrato de Calígula, posteriormente reelaborado para obtener una efigie de Claudio (n.º 7). Los retratos hasta aquí mencionados pueden considerarse con ciertas garantías como productos provinciales. En cambio, del reinado de Claudio provienen algunos ejemplares cuya manufactura local no es tan segura. La extraordinaria calidad de un retrato del soberano reinante es un indicio para proponer su origen foráneo (n.º 8). El estado en el que han llegado a nuestros días los otros dos ejemplares datados en este período (n.os 9 y 10) hace imposible una afirmación definitiva al respecto, siendo incluso matizable su datación. Por lo que respecta a la segunda mitad del siglo I d.C., no se han recuperado retratos de la dinastía flavia, aunque la epigrafía documenta algunos monumentos honoríficos. A los cinco retratos restantes, que representan a emperadores del siglo II d.C., se les ha asignado reiteradamente una manufactura local. Ésta es muy probable en las efigies de Adriano (n.º 12), incluyendo también el busto acéfalo (n.º 13) y en el de Lucio Vero (n.º 15), sin que sea tan segura en el caso de Trajano (n.º 11). La gran habilidad en la labra del retrato de Marco Aurelio (n.º 14) permite suponer que fue importado totalmente manufacturado. Todas estas suposiciones sobre los talleres de origen han sido realizadas básicamente a partir de características estilísticas, y en algunos casos en base a algunos aspectos técnicos, pero hemos de tener en cuenta también el proceso de producción que puede haber dejado determinadas improntas. No obstante, en el caso de las piezas aquí estudiadas resulta harto complicado distinguir con claridad pistas de las fases de trabajo, así como elementos característicos del modo de trabajar de una officina determinada. Las técnicas para la elaboración de todos ellos son apenas reconocibles con precisión y, en lo que puede observarse, no difieren de aquéllas que son habituales para la escultura romana, si bien se documentan algunas

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particularidades que pudieran vincularse a una manera de trabajar característica de los artesanos locales. Sin embargo, el recurso técnico empleado para algunos ejemplares a propósito de su construcción y montaje (n.os 2-4 y 6; figs. 2-4 y 6), consistente en la elaboración en varias piezas, parece ser el resultado de un condicionante mayor, como pudiera ser el tamaño de los bloques de mármol disponibles. Aunque es imaginable el gran impacto económico que debió ejercer la producción y la demanda de esculturas en Tarraco, considerando su rol como capital provincial, falta información vital documentada en otras ciudades. Por ejemplo, están ausentes las firmas de artesanos o «escuelas» señalando sus trabajos. Sin embargo, esperamos que el análisis de los aspectos relacionados con los talleres, las técnicas y los modos de producción contribuya a arrojar más luz en cuanto al papel económico de la escultura romana, no sólo en cuanto a estos ejemplares sino también para la plástica tarraconense en general.

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TERRA SIGILLATA DE TIPO ITÁLICO DECORADA, PROVENIENTE DO AGER SALACIENSIS (ALCÁCER DO SAL, PORTUGAL)

DECORATED ITALIAN SAMIAN WARE FOUND AT THE AGER SALACIENSIS (ALCÁCER DO SAL, PORTUGAL)

LA TERRA SIGILLATA ITÁLICA DECORADA PROVENIENTE DEL AGER SALACIENSIS (ALCÁCER DO SAL, PORTUGAL)

Eurico de Sepúlveda1, Catarina Bolila2 & Marisol Ferreira3

Recibido: 19/06/2018 · Aceptado: 28/10/2018 DOI: http://dx.doi.org/10.5944/etfi.11.2018.22218

Resumo Os autores retomam a investigação sobre as cerâmicas de terra sigillata de tipo itálico decorada pertencentes aos espólios provenientes do Museu de Pedro Nunes (Alcácer do Sal). Ao conjunto obtido de 41 fragmentos foram feitas novas abordagens, com o fim de se obterem identificações sobre os punções aplicados, recorrendo a outros ramos ligados à arqueologia, como sejam a numismática, a estatuária e a pintura parietal romana. O espólio ofereceu um intervalo cronológico desde a segunda metade do séc. I a. C. até ao segundo quartel do séc. II d. C., com exemplares de terra sigillata tardo-itálica.

Palavras-chave Alcácer do Sal; Lusitânia; terra sigillata; tipo itálico; decorada.

Abstract After a paper published concerning fragments hold at the Museu de Pedro Nunes (Alcácer do Sal), the authors present a new set of 41 fragments found mainly on field surveys. The authors took new approaches to identify the decorative motives depicted in them, in other scientific fields such as: coinage, statuary, painted friezes

1. Arqueólogo, Associação Cultural de Cascais. C. e.: euricosepú[email protected] 2. Arqueológa, Instituto de Arqueologia e Paleociências (Universidade Nova de Lisboa). C. e.: [email protected] 3. Arqueológa, Câmara Municipal de Alcácer do Sal. C. e.: [email protected]

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on walls, as well as in Ancient History narrations. This set ranges from the mid/ third quarter of the first century BC to 135 AD.

Keywords Alcácer do Sal; Lusitania; Samian ware; Italico modo confectae; decorated.

Resumen Con este estudio los autores retoman la investigación sobre las cerámicas de terra sigillata de tipo itálico decorada pertenecientes a los hallazgos del Museo de Pedro Nunes (Alcácer do Sal). El conjunto obtenido de 41 piezas fue sometido a nuevos enfoques con el fin de obtener identificaciones significativas sobre los punzones aplicados recurriendo a otras fuentes de estudio como son la numismática, la estatuaria y la pintura parietal romana. El material identificado se ubica en un intervalo cronológico entre la segunda mitad del siglo I a. C. y el segundo cuarto del siglo II d. C.

Palabras clave Alcácer do Sal; Lusitania; terra sigillata itálica; decorada. A Inês e a Vanessa

102 ESPACIO, TIEMPO Y FORMA Serie I · prehistoria y arqueología 11 · 2018 · 101–128 ISSN 1131-7698 · e-issn 2340-1354 UNED Terra Sigillata de tipo itálico decorada, proveniente do Ager Salaciensis

1. INTRODUÇÃO

Alcácer do Sal foi, sem dúvida, uma cidade de tipo comercial importante localizada no rio Sado, a poucas milhas náuticas do seu estuário, situação geográfica francamente favorável que, desde os meados/finais do primeiro milénio, se tornou ponto de trocas entre os povos que se dirigiam desde o Mediterrâneo para o Norte do Atlântico. São testemunhos desta atividade comercial os artefactos exumados em campanhas arqueológicas, denotando um comércio intenso que se irá consolidar com a ocupação romana, desde o período republicano, atingindo um «ápex» durante o Principado. Todo este processo evoluiu dentro do quadro de uma política de expansão romana, quiçá baseada numa ideia de ‘globalização’ que teve como ‘vetor principal’ a romanização das elites locais e, paralelamente, das suas populações. João Pimenta, em 2015, elaborou uma possível análise sobre este tema, investigando o comércio marítimo com Salacia, esclarecendo que os cálculos e valores obtidos para esse estudo seriam elaborados a partir de fragmentos «provenientes da parte alta da cidade». Desta forma, os valores referidos às descargas no porto de Salacia estariam ausentes nesse estudo, chegando-se, portanto, a um resultado final por defeito. Mesmo assim, obtiveram-se resultados conclusivos sobre mercadorias importadas, tais como o vinho de origem itálica, o azeite da Calábria e da Apúlia, apesar de não existirem «ainda provas conclusivas» a esse respeito (Pimenta et alli 2015: 154), bem como preparados de peixe da área gaditana e igualmente azeite e vinho da Bética.

F igura 1: Mapa da Civitas Salaciensis (António Carvalho, Câmara Municipal de Alcácer do Sal), e a sua localização na Península Ibérica.

ESPACIO, TIEMPO Y FORMA Serie I · prehistoria y arqueología 11 · 2018 · 101–128 ISSN 1131-7698 · e-issn 2340-1354 UNED 103 Eurico de Sepúlveda, Catarina Bolila & Marisol Ferreira

Também as importações de cerâmicas de paredes finas em grandes quantidades, constantes dos espólios obtidos em Salacia, tiveram origem na Península Itálica e em vários lugares da Península Ibérica e são, sem dúvida, indicadores de um nível elevado de procura/consumo local. É, pois, neste enquadramento comercial que as importações de terra sigillata itálica irão constituir, pela sua qualidade, a cerâmica de mesa de importação das mais apetecidas durante o período que medeia de Augusto a Tibério, mesmo em detrimento das importações de Olisipo. Estas produções tiveram como origem a região de Arezzo tornando-se, com as suas decorações feitas em molde, verdadeiros sucedâneos dos vasos metálicos, mais apelativos, deste modo, à ‘bolsa’ do consumidor de rendimentos mais modestos, provocando assim acréscimo de procura num território de longas tradições comerciais com a Península Itálica, pelo que nos propomos, no presente estudo, fazer uma análise ao espólio do material cerâmico fino de mesa de terra sigillata de tipo itálico decorada, recolhido nos trabalhos de desmatação e limpeza que ocorreu no ano de 2003 e na área circundante ao castelo de Alcácer do Sal. Podemos acrescentar, em relação ao trabalho arqueológico, que este foi levado a cabo por uma equipa dirigida por João Carlos Faria, no ano a que nos referimos supra, sendo direcionado para três zonas identificadas pelas letras A, B e D, utilizando uma divisão da zona B em seis sondagens. Constam também deste estudo fragmentos recolhidos posteriormente em achados fortuitos de superfície por todo o ager Salaciensis, pela equipa do Museu Municipal Pedro Nunes ao longo de anos sucessivos, numa política louvável de preservação de vestígios que, embora fora de contextualização arqueológica, servem de testemunhos fiáveis para melhor compreensão dos sistemas de abastecimento deste tipo de cerâmica itálica. Por sua vez, a aplicação de punções decorativos neste tipo de cerâmica fina é, normalmente, o indicador que permite uma filiação assertiva quanto à origem da olaria/oleiro envolvidos na sua produção, embora ressalvando a possibilidade de intercâmbio entre aqueles produtores, o que não impede, mesmo assim, uma apresentação de cronologias mais finas para as intervenções arqueológicas com espólios deste tipo cerâmico.

2. A TERRA SIGILLATA DE TIPO ITÁLICO DECORADA

Iniciaremos o estudo de 41 fragmentos (40 bordos e paredes e 1 fundo de cálice), num total de 40 NMI, exumados nos vários locais, tendo como critério o seu período de produção, distinguindo-se assim uma produção clássica e uma outra mais tardia, altura em que as olarias itálicas se encontram numa fase já decadente, devido à concorrência, nos mercados globais coevos, das produções da Gália do Sul, em que as decorações têm a preocupação de preencher todo o espaço do vaso, o que configura a fuga a um possível horror vacui, tão peculiar, séculos mais tarde, na arte barroca. Este período final da produção itálica é então denominado como o da produção da sigillata tardo-itálica que termina, segundo Marabini Moevs (2006: 167, e Plate

104 ESPACIO, TIEMPO Y FORMA Serie I · prehistoria y arqueología 11 · 2018 · 101–128 ISSN 1131-7698 · e-issn 2340-1354 UNED Terra Sigillata de tipo itálico decorada, proveniente do Ager Salaciensis

93, 1.16b-d), entre os anos de 128 e 134, baseando-se na utilização de uma moeda de Sabina, como punção, numa taça tipo Drag. 29. O número de fragmentos, os NMI e as respetivas percentagens obtidas constam do Tabela 1, no qual verificámos ser o conjunto formado pelos fragmentos decorados clássicos os que apresentam valores e percentagens esmagadoras, na medida em que apenas encontrámos 4 fragmentos da chamada produção tardo-itálica.

TSpo de ti N.º de % NMI % Itálico Fragmentos

Clássica 37 90,24 36 90,00

Tardia 4 9,76 4 10,00

Total 41 100,00 40 100,00

Tabela 1 - Fragmentos, NMI de terra sigillata e suas percentagens.

3. AS PRODUÇÕES DECORADAS

A análise das 36 NMI em terra sigillata itálica clássica baseou-se na dimensão das olarias representadas, tendo sido considerado o aspeto diacrónico como complemento desta análise. Seguimos de perto o método adotado por Porten Palange (2009: Teil1, V), no qual os complexos oleiros aretinos foram agrupados tendo como princípio o número de trabalhadores, escravos e libertos envolvidos em todo o processo produtivo, o tamanho das áreas necessárias ao desenvolvimento da atividade oleira e, por fim, o domínio dos mercados itálicos e os das províncias do Império durante um período desde tempos tardo-republicanos até à primeira metade do séc. I d. C., aproximadamente. A mesma autora apresenta, assim, três grupos: o primeiro, as «grandes ou principais olarias»; o segundo, o «das olarias de tamanho médio»; e, o último, o «das olarias de tamanho pequeno». Utilizando como enquadramento estes pressupostos, iniciaremos a análise com a olaria considerada como pioneira em todo este processo produtivo.

3.1. A OLARIA DE M. PERENNIVS

Esta olaria localiza-se nos arredores da Igreja de Santa Maria in Gradi, em Arezzo, conhecendo ao longo da sua atividade quatro fases de produção: a de pré-Tigranvs, a de Tigranvs, a de Bargathes e a de pós-Bargathes. O período de laboração desta olaria, assim como de uma ‘sucursal’ em Cincelli, estende-se desde o terceiro quartel do séc. I a.C. até meados do séc. I d.C.

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O número de peças decoradas oriundas desta olaria e exumado na zona do castelo de Alcácer do Sal é o mais numeroso e variado em relação aos restantes, incluindo fragmentos de tamanho diverso. Relacionado com o culto a Dionísio existe uma variedade de relatos, na produção em terra sigillata de tipo itálico decorada, dos quais fazem parte, entre outros, os sátiros, utilizados de forma sempre muito presente. No espólio existe um fragmento LNC/114 (Fig. 2, n.º 1), que se encontra decorado com uma destas figuras da mitologia greco-romana. A descrição relaciona-a com a figura de um sátiro nu, aparentemente sem barba, voltado para a esquerda, que transporta ao ombro direito um odre de vinho, o qual está seguro a meio pela mão, da qual apenas se notam os cinco dedos que transmitem uma ação de preensão. A partir daí, o odre está voltado para baixo, indiciando o verter do vinho, amparado pela mão esquerda, que não se torna visível visto ser neste sítio que o fragmento se partiu. A figura de sátiro tem paralelo no punção S li 22a de Porten Palange (2004:Teil1, 215), o qual já tinha sido apresentado por Chase (1916: plate XXIV, 16) para as coleções do Museu de Boston; por Oxé com vários exemplos (1933: Tafel XVIII, 77, Tafel LIII, 227 e muito especialmente Tafel LXVI, 286) das coleções do Reno, de Mainz e Neuβ; e, por fim, por Dragendorff e Watzinger (1948: Tafel 5, 50) para Tübingen, sendo todos estes exemplos atribuídos a vasos da autoria de M. Perennivs Tigranvs. Este punção encontra-se inserido numa cena decorativa em que, separados por uma crátera, em primeiro plano, e por uma coluna, em segundo plano, dois pares de sátiros, colocados simetricamente, desempenham atividades relacionadas com o culto dionisíaco. Um deles, jovem, encontra-se na posição que referimos supra, vertendo o odre para um recipiente. As condições de conservação em que se encontra a peça de Salacia não nos permitem afirmar o mesmo, pois não temos conhecimento da existência de um paralelo em que o jovem seja substituído por uma figura de aparência de bastante mais idade, que se assemelha à imagem de um negro com «capelli, di solito ricciuti, e il naso spesso rotondo, un po’ schiacciato e rivolto verso l’alto» (Ferrari 1999: 623, 624). Atendendo a esta descrição, considerámos tratar-se de um punção talvez utilizado na olaria de Perennivs já na fase de Tigranus. Como breve conclusão, e com base na verificação da utilização destes punções durante todo o período cronológico de laboração, exceção feita para o período de Bargathes, tudo nos leva a pensar ter havido uma forte e longa preferência por esta composição decorativa na produção de Perennius. Continuando nesta oficina, um segundo fragmento LNC/568 (Fig. 2, n.º 2), em que se observa um conjunto de dois frisos paralelos, abaixo de uma larga canelura, sendo o mais próximo do bordo constituído por pequenos triângulos isósceles invertidos, separados por cerca de 1 mm, enquanto o segundo é formado por pequenas folhas de louro ou hífenes contíguos. O primeiro pertence ao reportório de Perennivs e corresponde ao n.º 15, Tafel 14 e ao n.º 29, Tafel 18, dos frisos de Porten Palange para este oleiro. Cronologicamente inserem-se na primeira e na segunda fase de produção da olaria, sendo esta última caracterizada por assinaturas intradecorativas de Tigranvs.

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F igura 2: 1-4, olaria de M. Perennius; 5-6, Olaria de Rasinius; 7, Olaria dos Anni.

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O restante do fragmento está decorado com uma cabeça feminina de perfil, para a direita. A cabeça encontra-se ligeiramente inclinada para baixo e coberta por uma espécie de touca/ sakkos ou véu com dobras. Por detrás desta cabeça conseguem distinguir-se duas pétalas, que poderão pertencer a uma margarida, tendo como paralelo o punção n.º 24 de Porten Palange (2009: Teil2, Tafel 15). Por sua vez, o punção com a cabeça feminina poderá ser idêntico ao aplicado num cálice do Museu de Arezzo, que nos relata episódios da guerra de Tróia, onde, do alto da muralha da cidade, uma figura de mulher, à qual o oleiro dá o nome de Mater, assiste ao início da luta entre dois heróis gregos assinalados um como Hector e outro como Aciles. Tendo em conta o desenrolar da narrativa, a sua identificação com Hécuba, mãe de Heitor (Pereira 1979: 66), pode tornar-se óbvia. A inclinação da cabeça e o mesmo tipo de touca levam-nos a considerar a existência de paralelo com o punção de Salacia. Porém, atendendo à exiguidade do fragmento, poderá não ser o caso, pois existem representações das chamadas knöchelspielerin, em que duas jovens (?) jogadoras, com idêntica postura e cobertura de cabelo, se enfrentam sentadas em bancos, jogando com pequenos astrágalos. Este punção poderá também ter sido usado num cálice do museu de Arezzo, no qual se encontra aplicado por duas vezes num friso, em que se relata a oferta de um animal sacrificado (um porco), assinado por Pilades e M. Perennivs, o que leva a considerá-lo como tendo sido produzido durante a primeira fase desta oficina (Porten Palange 2009: Teil2, Tafel 23, Komb. Per 5). Este punção decorativo é constante na produção da olaria de M. Perennivs, visto se inserir em todas as fases de produção. Há um outro fragmento, exumado no acampamento naval de Fréjus, pertencente ao período Ib de ocupação, decorado com um punção idêntico ao de Salacia, «Femme penchée à droite». Genin opta por Cn Ateius, de Arezzo ou Pisa (2009: 296, 307, planche 12, n.º 7) e considera que este acontecimento possa representar, com dúvidas, «la scène de la naissance de Dionysos». O fragmento, MMPN/3669 (Fig. 2, n.º 3), é atribuível à fase em que aparece a marca M. Perennivs associada a Tigranvs. Apresenta, a seguir a um friso de óvulos e dardos que se assemelham a linhas verticais muito finas, uma cena com a figura de uma jovem (?) sentada ligeiramente curvada, com o cotovelo esquerdo apoiado no joelho, com os cabelos envolvidos por um véu ou por um sakkos, e tendo as costas desnudas, onde se distinguem, a meio, duas a três linhas horizontais finas paralelas, que certamente representam as pontas do pano que lhe cobriria o peito (Porten Palange 2009: Teil2, Tafel 17, n.º 2, Tafel 126; idem 2004: Teil1, 233, wSymp 4a ou b). Este punção faz geralmente parte da representação de um convívio (simposium ou symplegma erótico), pois existem paralelos em outros exemplares, quase completos, que apresentam os restantes punções, os quais transmitem a atmosfera vivida em reuniões deste tipo. O papel indecifrável desempenhado pela jovem (?) é-nos transmitido por uma postura de alheamento em relação ao ambiente que a envolve, visto que todos os restantes «atores» se encontram em ações mais inseridas no desenrolar da cena − uns, reclinados em divãs, outros, sendo servidos de bebidas, enquanto o convívio é ‘animado’ por música tocada por dois pares de músicos (idem,

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2009: Teil2, Tafel 30, Komb. Per 34). Também P. Cornelivs (Troso 1991: Fig. 4, n.º 199) e Cn. Ateivs utilizaram punções com a mesma figura em representações do mesmo tipo, embora de feitura menos cuidada, que nos levam a considerá-los como não pertencentes ao fragmento em estudo. O bordo de cálice com arranque da parede superior LNC/112 (Fig. 2, n.º 4) parece- nos ser uma variante da forma Per. a/2 (Porten Palange 2009: Teil2, Tafel 6) visto não possuir inclinação na zona do bordo, o que vai contrastar com este, mais aberto para o exterior. A partir daqui, separada por uma fina canelura, encontra-se o arranque da parede decorada com uma grinalda horizontal constituída por folhas de oliveira e azeitonas dispostas duas a duas e em posição simétrica ao longo de uma linha irregular de pequenos traços de tipo ‘hífen’, que será a estilização do ramo. Esta decoração encontra-se inserida num espaço de 14 mm de largura. A identificação deste fragmento tornou-se bastante complicada, na medida em que encontrámos três oficinas que utilizaram esta banda junto ao bordo dos vasos. Temos como paralelos uma fotografia de Oxé, que mostra esta representação vegetalista «Kranz von Oliven und Olivenblättern» a limitar superiormente uma cena de caça, num cálice atribuído a Tigranvs (1933: 100 e 124, Tafel LIII 230). Por sua vez, Dragendorff e Watzinger apresentam dois fragmentos de um cálice e de uma pequena taça, decorados por uma banda idêntica (1948: Tafel 13, n.º 188 e Tafel 38, n.º 190), considerando como sendo originários das olarias de Perennivs e Rasinivs, embora ressalvando que o da taça com n.º 190 deve pertencer a Tigranvs. Stenico elenca um conjunto de peças e fragmentos de moldes, em que esta estilização não é tão evidente (1960: Tav. 30 e 31, nos 155, 156 e 159) e também Porten Palange publica um friso, com esta gramática decorativa, em cálices atribuídos à oficina de M. Perennivs e referentes à segunda fase de laboração (2009: Teil2, Tafel 18, n.º 20). Por fim, podemos encontrar este tipo de decoração na produção de L. Pomponivs Pisanvs4 embora os elementos que entram na composição sejam combinados de uma forma totalmente diferente. Também foi tido em linha de conta o estudo efetuado a moldes do Museo Nazionale Romano por Vannini (1988: 25, 62 e 63 e cat. 23a, 23b, 24a e 24b), que possuíam o mesmo tipo de composição decorativa, com origem na oficina de Perennius, que pensamos ser um paralelo adequado. Com base no exposto optámos por dar, assim, uma filiação do fragmento à olaria de M. Perennivs, fase de Tigranus, a qual poderá atingir cronologias desde 20 a. C. até ao início da fase de Barghates.

3.2. A OLARIA DE RASINIVS

A razão que nos levou a iniciar a análise da produção rasiniana pelo fragmento LNC/609 (Fig. 2, n.º 5) foi a raridade da sua decoração. Encontrado em 2010, junto ao derrube do corte de uma intervenção arqueológica efetuada no Castelo, nos

4. Oleiro n.º 1501, 1502 e n.º 1504 do O.C.K, que laborou a partir do ano 10 a. C.

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anos oitenta do século passado, pelo MAEDS5. De tamanho relativamente pequeno, observa-se de forma nítida um punção com a representação de um pequeno ‘amor’, inserido num altar tipo Porten Palange 13a, (2004: Teil1, 326, 327) em posição que permite supor a perseguição a uma pessoa ou, quiçá, a um animal marinho tipo golfinho ou um pássaro. Toda esta cena se desenrola para a esquerda, num painel lateral do altar, que mais parece ser uma coluna de faces quadradas, relacionando-a com dois fragmentos de Heidelberg publicados por Dragendorff e Watzinger (1948: Beilage 5, n.º 40 e 41) e com um outro do Museu de Arezzo, considerados como oriundos da olaria de Rasinivs, em taças do tipo Modiolus, com diacronias que se estendem desde meados de Augusto a inícios de Tibério. Para além deste punção, constam da gramática decorativa mais punções em que se identificam outros intervenientes: um escultor/canteiro (?) sentado em cima de uma pedra (Porten Palange 2004: Teil2, Tafel 15, mF li 35a) e uma jovem que aparece repetida, sendo interpretada como pertencendo a «eine mythologischen szene» (idem 2004: Teil1, 71, wF li 11). Estudámos também um fragmento LNC/564 (Fig. 2, n.º 6) de pequenas dimensões, o qual apresenta uma banda de rosetas multipétalas, extremamente estilizada e de excelente efeito decorativo, com paralelo em Stenico (1960: 65, punção 187). Esta atribuição necessita de uma explicação, na medida em que a roseta não se encontra completa, pois deve ter acontecido um «acidente» de produção na aplicação de uma ranhura, na horizontal, efetuada de forma pouco cuidada. No entanto, no espólio obtido em Fréjus, antigo porto do Mediterrâneo, foi encontrado, na zona arqueológica de Aiguières, um bordo com a parte superior da parede decorada por punções idênticos (Genin 2009: 65, punção 187), podendo ser, quiçá, um identificador desta officina.

3.3. A OLARIA DOS ANNII

Dedicado ao ciclo do deus Dionysivs, aparece-nos um novo fragmento, LNC/567 (Fig. 2, n.º 7) que se encontra demasiado queimado e do qual consta entre um conjunto de punções de folhas de videira e de um cacho de uvas a cabeça de um sátiro. Consideramos todos estes punções de excelente execução estilística, especialmente a cabeça, virada para a esquerda, com o que nos parece ser uma fita que lhe apanha o cabelo a meio, para além da sua expressão facial. Não obstante a existência apenas da cabeça do sátiro, e reconhecendo os riscos que existem na procura de um possível paralelo, tentámos encontrá-lo, utilizando como critério a posição da cabeça, ligeiramente para trás e com os olhos fitando em êxtase ou em estado ébrio o ‘infinito’, para a esquerda, fazendo lembrar vários exemplares em que o sátiro, numa coreografia a solo, executa um salto abrindo os braços, de costas voltadas para o observador, o esquerdo, para a frente e, o direito, para trás, enquanto na sua mão esquerda segura um cacho de uvas (Porten Palange 2009: Teil2, Tafel

5. Veja-se: Setúbal Arqueológica, Vol. IV, 1978.

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108, Komb. An 15) ou uma pequena crátera (Dragendorff-Watzinger 1948: 149, Abb. 21), tendo um thyrsus na mão direita. Estes punções fazem parte do imaginário decorativo de C. Annivs. O exemplo que Porten Palange refere está assinado por Crestvs6, escravo daquele oleiro, o que determina, para aquela peça, uma diacronia do período augustano (15 a.C.+). Pensamos ser aceitável afirmar que o fragmento exumado no lado norte do Castelo possa ser, então, oriundo da olaria dos Annii, que se situava na área do atual Teatro Petrarca (Igreja de San Francisco), em Arezzo.

3.4. A OLARIA DE PVBLIVS CORNELIVS

A esta olaria pertence um fragmento de cálice, LNC/115 (Fig. 3, n.º 8), que apresenta dois motivos decorativos e que identificámos como tendo origem na olaria de Cornelivs, em Cincelli. O topo desta peça ostenta uma linha de pequenos anéis concêntricos do tipo 10 de Porten Palange (2009: Teil2, Tafel 120) segunda e terceira fases de produção da olaria. O restante espaço do fragmento está decorado com a figura de um homem nu, preservada até à cintura, de tipo atlético e com cabelo curto e virado para a esquerda. Esta figura segura uma clava sustentada pela contração do braço esquerdo, sendo identificada como Hércules, o qual consta do reportório dos oleiros aretinos (P. Cornelivs, M. Perennivs, Cn. Ateivs Annivs, Publivs e Lvcivs Pompeivs Pisanvs) que o representam, quer com os seus atributos, quer relatando episódios relacionados com os seus «trabalhos» (Ferrari 1999: 281-288). Creditámos este fragmento à olaria de Pvblivs Cornelivs, para as fases segunda e terceira e em que Hércules se encontra nesta posição. Troso (1991: 70) chama a atenção quanto ao aspeto «pouco cuidado» aquando da aplicação deste punção, concluindo que nestas fases «se privi di una particolare accuratezza nell’esecuzione»7, o que nos levou a atribuir o fragmento às produções de Cornelivs num período de grande produção motivada por uma procura que classificamos de crescimento exponencial, a qual só pôde ser correspondida por uma degradação na qualidade. É, pois, tendo em conta esta afirmação da qualidade de produção de Cornelivs que o próximo fragmento de cálice, NSF/112/90 (Fig. 3, n.º 9), da Necrópole de São Francisco, será analisado. A sua gramática decorativa inicia-se imediatamente a seguir a um friso de pequenos círculos, de forma irregular, com a aplicação de três punções de bustos de homens, que se encontram colocados ombro a ombro, virados para a esquerda. Em segundo plano, podem ser observados três pequenos triângulos, tipo ‘hífenes’, em linha reta, e cinco linhas verticais e ligeiramente oblíquas, pouco espessas e aparentemente aguçadas, que poderão representar os pila, que descem obliquamente e de forma aleatória desde o friso dos círculos até, ou entre, as cabeças dos bustos.

6. Ock, pp. 179 e 180, n.º 552. 7. Sublinhado nosso.

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F igura 3: 8-12, olaria de P. Cornelius; 13, possível produção de P. Cornelius; 14, olaria de Publius Cornelius; 15-19, olarias indeterminadas.

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A observação e descrição deste fragmento, que tem à superfície uma fenda entre o primeiro e o segundo busto, ocasionada aquando da cozedura, podem retratar uma cena de adlocutio. Estes discursos têm paralelos, em numismática, com cronologias de finais dos júlios-cláudios, em sestércios de Nero e num outro sestércio de Galba (Sutherland 1984: Nero, Plate 19 e 21, n.ºs 130, e 491; Galba, plate 28, n.º 466), como também na estatuária, em que se conhece, pelo menos em tempos flávios, um «rilievo con soldati probabilmente da una scena di adlocutio» (Hölscher 2009: 59, fig. 24). Um outro pequeno fragmento, LNC/574 (Fig. 3, n.º 10), está decorado com um punção que considerámos pertencer também à segunda fase de produção de P. Cornelivs, onde conta com a participação dos escravos Antiocos, Bithvs e Primvs, e à terceira, na qual, para além dos oleiros indicados, trabalharam ainda Favstvs, Heraclida e Rodo. Trata-se da representação de uma pequena flor, uma «rosetta a 4 petali (173)» de que «sono composti solo i giri inferiori», que finaliza a composição decorativa em cálices pertencentes à Collezione Guiducci (Troso 1991: 29, 94 e 95, Fig. 21 e Tav. 33, 34, n.ºs 200 e 204). Por sua vez, o fragmento de parede de cálice LNC/610 (Fig. 3, n.º 11) pertence a uma zona perto do lábio e apresenta uma canelura com decoração, em duas bandas: a superior definida por pequenos óvulos incompletos, e a inferior por «vértices de ângulos». Seguidamente insere-se uma ranhura muito fina que vai delimitar um friso de rosetas com oito pétalas, das quais se observam três completas e o início de uma quarta, de tipo Troso 177. A partir daqui, a decoração baseia-se, no que é possível observar, numa composição de grinalda, colocada na horizontal, da qual faz parte um talo sinuoso, que delimita superiormente o que resta de um cálice de flor de acanto, de tipo Troso 225 (1991: Fig. 25), e que corresponde a um fragmento de matriz de cálice hemisférico, quase idêntico ao que estudámos. Achamos possível considerar como produto oriundo da oficina corneliana mais um fragmento, LNC/110 (Fig. 3, n.º 12), de reduzidas dimensões, em que se encontra representada uma banda ornamental de ovas e dardos. Embora não tenhamos a parte superior, consideramos serem de tamanho relativamente grande, o que não é normal nestas bandas que delimitam superiormente o início da decoração. Embora sabendo da difícil atribuição a uma determinada olaria, optámos por considerá-la possivelmente semelhante à banda utilizada por Cornelivs durante a segunda e terceira fases da sua produção Porten Palange (2009: Teil2, Tafel 120, especialmente o n.º 3). Por fim, uma pequena porção da parede inferior junto ao fundo de um cálice LNC/108 (Fig. 3, n.º 13) cuja gramática decorativa que a constitui − um motivo de linhas duplas oblíquas − define ângulos, não contíguos, que servem de enquadramento para que num dos seus espaços externos surja um motivo fitomórfico do tipo folha de acanto. A limitá-la, pela parte inferior, observa-se uma banda de círculos simples, de tamanho pequeno, contíguos e bastante espaçados. Esta decoração, com variantes, foi, sem dúvida, proficuamente utilizada pelos oleiros itálicos, o que permite elencar vasos decorados nas oficinas de Cornelivs, Primvs, Ateivs, M. Perennivs Tigranvs e dos Annii. Encontrámos cálices que tinham, como limite inferior, uma banda de círculos por sua vez combinada com os punções descritos supra, em peças assinadas por P.

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Cornelivs e pelo seu escravo Primus, especialmente um exemplar apresentado por Troso (1991: n.º 363), que, embora tenha a aplicação de outros motivos, parece ser um paralelo bastante aproximado. No entanto, para a Ágora de Atenas, Hayes (2008: 188, Plate 39 nº 686-P 21664) propõe a possibilidade de filiação na produção de Perennius, na fase de Tigranvs, mas com algumas reservas. Para tal, muito contribuiria a conjugação de três exemplos apresentados por Oxé (1933: Tafel LXV, n.ºs 129, 130 e 148), pertencentes às coleções de Mainz em que se observam, em separado, estes motivos decorativos. Chase (1908: 109, Plate XX, n.º 221) também apresenta um fragmento de vaso com «acanthus leaf…by two oblique mouldings», que atribui a Tigranvs.

3.5. A OLARIA DE PVBLIVS

Outro dos fragmentos, LNC/111 (Fig. 3, n.º 14), faz parte de um cálice que apresenta uma cena decorativa incompleta e que pensamos ter origem na olaria de Publivs. O fragmento corresponderá a uma porção da parte superior da parede, onde a decoração se inicia por uma banda de pequenas pérolas separadas, que delimitam a banda imediatamente inferior, constituída por ovas e dardos, sendo estes muito finos, de tipo lanceolado e estilizados que, por vezes, parecem apenas pequenos traços verticais. Por sua vez, as ovas, sendo fechadas no topo, parecem indiciar terem sido efetuadas em moldes que poderão pertencer a esta olaria, sendo assimiláveis à banda decorativa do tipo Porten Palange 16 (2009: Teil2, Tafel 142). Imediatamente a seguir a esta banda observa-se um motivo que nos parece ser novamente de tipo grinalda (idem: Tafel 142, n.º 18), dentro da qual se encontra a representação de três folhas, das quais se distingue, ao centro, o que identificámos como uma folha de videira ou hera. Em relação a este arco e colocado para a direita do observador, vislumbra-se o que resta de uma ave, ou seja, a parte da cabeça e talvez o arranque de uma asa. Este punção, que representa um pássaro em voo para a esquerda, poderá ter como paralelo o punção atribuído a Pvblivs, T/Vogel li 33a (idem, 2004: Teil1, 295 e Teil2, Tafel 162), e pertencerá a vasos cuja gramática decorativa foi utilizada nesta olaria, entre 15 a. C. e 5 d. C.

3.6. FRAGMENTOS DE DIFÍCIL ATRIBUIÇÃO

Utilizando o critério baseado num grau crescente de impossibilidade de identificação, iniciaremos este estudo pelo fragmento de parede de cálice perto do pé LNC/116 (Fig. 3, n.º 15), em que se observa o punção de um homem, do qual restam as duas pernas desde os pés até um pouco mais acima do joelho e outro punção de uma banda de flores de 4 pétalas. Quanto às pernas, estas encontram-se afastadas e estarão cobertas pelo que nos parecem ser «grevas», ou usando calças tipicamente de origem oriental, com paralelos quer em punções aplicados em vasos de terra sigillata, quer em um exemplo utilizado na numismática.

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Assim, consultámos o catálogo de Porten Palange (2004: Teil2, K re 4a e K re 5a, Tafel 39, e K re 38a, Tafel 44 e K li 5a, Tafel 46), em que encontrámos quatro punções, dois deles relacionados com cavaleiros «bárbaros», tendo as pernas cobertas com este tipo de calças, enquanto os outros dois dizem respeito a arqueiros de infantaria. No respeitante à numismática, estas figuras constam no anverso de um denário em prata de Augusto, cunhado em Roma, referente à figura de um parto, ajoelhado, para a direita, envergando calças idênticas (Sutherland 1984: 62, plate 5. Augustus, n.º 288). O punção que identificámos como «o homem com grevas» ou com «uniforme» encontra-se presente no reportório dos oleiros itálicos (Porten Palange 2009: Teil2 Tafel 45, Komb. Per 68-70 e Tafel 86, Komb. At 4) e foi utilizado quase exclusivamente por Barghates nas suas representações de lutas entre a cavalaria romana e a cavalaria/ infantaria bárbara, embora no presente caso possa ser exequível pertencer à gramática decorativa da oficina de Cn. Ateivs, visto ser a única representação de um punção em que o arqueiro se encontra voltado para a esquerda. Esta composição decorativa enquadra-se no ciclo II de Ateivs, Kampfszennen (II/1 – da guerra ou da luta), que relata vários momentos de episódios bélicos (idem: Teil1, 181, 182), tendo paralelo num fragmento de Pavia. No respeitante à flor de 4 pétalas, aplicada na banda final (?), utilizada por Cn. Ateivs, encontrámos um tipo de flor aproximado (idem: Teil2, Tafel 82, n.º 110), mas de tamanho bastante maior, embora ressalvemos que este motivo tenha sido empregado por mais dois oleiros − M. Perennivs em cálices produzidos na fase de Crescens e Saturninvs e P. Cornelivs, a rematar composições relacionadas com os temas symplegma erótico e de Hércules. Contudo, a referida posição das pernas pode jogar a favor de uma filiação do fragmento na olaria de Ateivs (idem: Teil2, Tafel 86, Komb. At 4). O fragmento de um cálice MMPN/ 4867 (Fig. 3, n.º 16) está decorado com dois punções de folhas de tipos diferentes. Um deles corresponde a uma folha que seria grande e larga, possivelmente cordiforme, apresentando perto de um quarto do total do limbo, assim como parte do pecíolo, de fino corte e de boa execução estilística. Junto a esta, o que resta da ponta final da outra folha. Considerámos ambas como folhas de hera. Como paralelo podemos apresentar um fragmento exumado na Ágora de Atenas, com «ivy leaves» publicado por Hayes (2008: 189, plate 40, n.º 689) assim como um fragmento da coleção de Tübingen dado à estampa por Dragendorff e Watzinger (1948: Tafel 38, n.º 428). Por sua vez, o fragmento LNC/611 (Fig. 3, n.º 17), apresenta uma cena decorativa deveras intrigante, que está limitada por uma ranhura relativamente fina, tendo a partir dela um friso de ovas, dissociadas de dardos. Estilisticamente, frisos deste tipo não são vulgares na bibliografia consultada, excluindo os poucos exemplos encontrados para cálices de Perennivs (Porten Palange 2009: Teil2, Tafel 28, Komb. Per 28), C. Volvsenos (idem: Tafel 165, Komb. Vol 2), e Saufeivs (idem: Tafel 176, Komb.Sauf.1). Decorando a porção da parede de tamanho reduzido do fragmento, desenrola-se um contexto narrativo em que é protagonista um putto, que tem o braço direito dobrado para trás como se fosse a utilizar, talvez, um chicote, assim como o braço esquerdo que denota uma certa firmeza, como que no intuito de se poder apoiar de forma a se manter equilibrado. Ainda fazem parte desta narrativa, que se desenrola para a esquerda, mais três punções. Assim, nas costas do putto,

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observa-se, de forma nítida, um par de hastes de um possível caprídeo, enquanto à sua frente parece ver-se o que será certamente o corno de um outro. Por cima deste, algo que parece tratar-se de um motivo vegetalista. A primeira hipótese de interpretação da cena leva-nos a pensar que possa ter servido, mais tarde, em plena época neroniana, de ‘inspiração’ para um dos quadros das famosas pinturas parietais, «a corrida de carros dos Cupidos» que cobriam o oecus da Casa dei Vetti, em Pompeia (Angelis 2011: 65, Fig. 4.3). Todavia, o movimento desta cena é oposto ao do fragmento de Salacia, visto se desdobrar em sentido contrário, ou seja, da esquerda para a direita. Porém, se analisarmos a conjugação do putto e do caprídeo, podemos compará- la com o denominado quadro «Os Cupidos como executantes de colares de flores», também da decoração parietal da Casa dei Vetti. Neste caso, a longa cena pintada que descrevemos decorre para a esquerda, tendo como início precisamente o putto com um cesto de flores às costas, seguido do caprídeo de hastes idênticas às da peça de Salacia, encontrando-se pintado, não de perfil, mas sim numa posição a três quartos (idem: 65, fig. 4.7). A atribuição da origem deste fragmento torna-se bastante difícil e, ao mesmo tempo, aleatória, para tentar apresentar qualquer filiação a Rasinivs ou a qualquer outra olaria aretina estudada até ao presente, não obstante um uso intenso destes seres decorativos –desde o séc. VI a. C., mantendo-se a tradição do erote cocchiere até à produção de terra sigillata itálica tardia (Medri 1992: 39). O fragmento MMNP/1926 (Fig. 3, n.º 18) tem uma decoração aplicada em dois planos paralelos, em que, no primeiro, se reconhecem trattini, elaborados à mão, de tamanho médio, formando uma banda larga com os vértices para a esquerda e que servem de separação ao resto da decoração que se desenvolve em plano inferior, onde se encontram colocados, da direita para a esquerda, os seguintes punções – um braço nu com mão que tenta apreender alguma coisa, e um outro que talvez possa ser a representação de «penas» ou qualquer pedaço de vestuário, assaz «delicado», atendendo ao facto de ter sido aplicado de forma muito ténue. Pensamos poder pertencer a um episódio das guerras helénicas, em que um soldado, de frente, procura agarrar, pela túnica, uma amazona, punções utilizados num cálice da oficina de Cn Ateivs, que terão paralelos aproximados (Porten Palange 2009: Teil2, Tafel 87, Komb At 7). Por sua vez, o fragmento MMPN/4858 (Fig. 3, n.º 19), do espólio de Salacia, está decorado com um par de pecíolos de folha de acanto, oriundo desta olaria, que os utilizou numa sua composição decorativa (idem: Tafel 81, n.º 95, 96 e Kom-b. At 37), embora Cornelivs também tenha utilizado este tipo de punções (Stenico 1960: p. 67, n.ºs 272 e 273), o que nos leva a não lhe atribuir uma filiação concreta. Consta também deste espólio o fragmento MMPN/2667 (Fig. 4, n.º 20), que apresenta uma folha de acanto, incompleta, encimada pelo que parece tratar- se de um friso, com um motivo de pequenos círculos, de tipo indeterminado. Outro fragmento, MMPN/4854 (Fig. 4, n.º 21), está decorado com um punção que representa um «feno», aplicado num fragmento de parede de espessura mínima e que, devido às suas dimensões, não nos merece qualquer tipo de comentário, a não ser o da sua perfeita execução.

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F igura 4: 20-33, olarias indeterminadas.

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Já o fragmento MMPN/4855 (Fig. 4, n.º 22) é de dimensão diminuta; possui, no entanto, uma decoração de tipo vegetalista que poderá ter como paralelo um punção aplicado numa taça de Aiguières-Fréjus (Genin 2009: 329 e 330, Planche 21, n.º 11) assinada por M. Valerivs Evhemervs8. Mais dois punções estão aplicados em dois pequeníssimos fragmentos, LNC/612 (Fig. 4, n.º 23) e MMPN 4864 (Fig. 4, n.º 24), com decorações florais, do tipo margaridas. O primeiro fragmento tem um possível paralelo em frisos da oficina de Cornelivs (segunda fase de laboração), apresentando um número aproximado de 16 pétalas (Porten Palange 2009: Teil2, Tafel 120, n.ºs 15-17). O fragmento MMPN/1909 (Fig. 4, n.º 25), de tamanho muito diminuto, apresenta o que nos parece ser uma perna e um pé, que não conseguimos definir se se encontra, ou não, descalço. Poderá corresponder à descrição de Chase (1908: 83) que as adjetiva como «these small dancing figures are very common on Arretine vases», embora estes punções sejam também vulgares em outros tipos de representações. Em mais três fragmentos, MMPN/842, LNC/117 e LNC/599 (Fig. 4, nos 26, 27 e 28), verificam-se as seguintes decorações: o primeiro apresenta duas caneluras e, possi- velmente, uma flor de má aplicação; o segundo está decorado com o que resta de uma linha de trattini (‘hífenes’) de tamanho pequeno, feitos à mão; o terceiro tem os mesmos trattini, mas de dimensão bastante maior, acompanhados por outros punções, cuja forma é difícil de determinar. Mais um fragmento, MMPN/1911, (Fig. 4, n.º 29), parece estar decorado com uma mão humana fechada, com bracelete. Já o fragmento MMPN/1904 (Fig. 4, n.º 30), também constituído por um único punção, ostenta uma possível composição de folhas estilo «corbeille». O fragmento MMPN/1914 (Fig. 4, n.º 31) exibe um friso de pérolas aplicado a seguir a uma ranhura que poderá pertencer a Ateivs ou aos Annii, embora esta identificação se encontre limitada pela dificuldade da continuação da decoração. Por sua vez, o fragmento MMPN/1920 (Fig. 4, n.º 32) apresenta uma decoração que se desenrola em vários planos paralelos, em que o primeiro a contar do topo (?) apresenta dois pequenos grupos de três linhas verticais e paralelas que se sobrepõem a um friso de pequenos círculos. A exiguidade da decoração leva-nos a apresentar a hipótese remota de pertencer ao tipo Altar 24a, utilizado por Perennius na primeira fase de produção (Porten Palange 2004: Teil1, 328 e Teil2, Tafel 174). Finalmente, o fragmento junto à inflexão para o pé LOCAS/390 (Fig. 4, n.º 33) está decorado com uma banda constituída por «quadros» do tipo «corbeille», separados por duas retas verticais paralelas de má execução.

3.7. BORDOS E BASE DE CÁLICES DE TIPOLOGIA DUVIDOSAS

Acabaremos a fase clássica com três cálices incompletos, exumados no lado ocidental e no lado norte do castelo de Alcácer do Sal.

8. Oleiro OCK. 2316.

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O primeiro bordo LOCAS 451/95 (Fig. 5, n.º 34) apresenta um perfil oblíquo, para o exterior, com o lábio decorado por finas ranhuras, assim como o início da pança delimitada por canelura, com o início de uma decoração. Poderá ter sido originado na olaria dos Annii e semelhante a um cálice de tipo An a/1, com cronologia geral para a produção desta olaria «des C. Annius ab ca. 20/15 v. Chr. für angemessen, das Ende der Produktion des L. Annius um ca. 10/20 n. Chr.» (Idem 2009: Teil1, 225 e Teil2, Tafel 98). Adília Alarcão (1970: 4) tinha já apresentado um cálice deste tipo, que classificou como uma variante da forma Dragendorff (Drag. Ia), sendo semelhante o bordo por nós estudado. O outro bordo constituído pela colagem dos fragmentos LNC/575 e LNC/370 (Fig. 5, n.º 35) tem o arranque da pança decorada por possível temática vegeta- lista. Como não possuímos o lábio, torna-se difícil classificá-lo tipologicamente; no entanto, poderemos arriscar inseri-lo na forma Conspectus 7, esquecendo as suas variantes. O terceiro fragmento LNC/613, é uma base completa (Fig. 5, n.º 36), com um pouco da pança e vestígios de decoração de tipo vegetalista. Depois de a compararmos com outras bases, da tipologia de Conspectus, pensamos ter como possível paralelo o fundo de um cálice «with pronounced hanging rim», da forma R 2.2. Kenrick (1990: 168, Tafel 53) data esta forma de meados a finais de Augusto, tendo como base a marca de Cn. Ateius; porém, Marabini Moevs (2006: 136, 137, e Plate 44, n.º 43), atribui para um cálice de Cosa uma cronologia correspondente à fase proto-Bargathes, na base de ser originária da olaria de M. Perennivs. Na ausência de marca no fragmento de Salacia, a par da exiguidade da decoração, não arriscamos afirmar a que olaria específica poderá ter pertencido.

4. AS PRODUÇÕES DECORADAS TARDO-ITÁLICAS

Estas produções contam com um número reduzido de fragmentos: quatro (supra, Quadro 1). O primeiro fragmento, LNC/113 (Fig. 5, n.º 37), pertence a um bordo incompleto, com arranque da parede de uma taça de tamanho grande, de produção da zona do Vale do Pó. Corresponde tipologicamente a uma taça hemisférica da forma Consp. 44, em que a aba é decorada por barbotina, com pérolas e botões de pecíolos longos, com paralelo no exemplar da figura 5a e b de Torre-Águila, Badajoz (Rodríguez Martin e Jerez Linde 1995: 357), com cronologia do período entre os finais dos Júlios-Cláudios/ inícios dos Flávios até bem perto dos meados do séc. II d. C. Não nos foi possível identificar uma variante precisa na classificação do Conspectus, pois não encontrámos paralelo que se coadunasse, embora a taça (1990: 130 e Tafel 40) apresentada com o número 44.1.4 de Luni tenha, no bordo, uma combinação decorativa idêntica. No entanto, optou-se por a inserir na «forma geral». O segundo fragmento, H. CRESPO 141/92 (Fig. 5, n.º 38), pertencerá ao mesmo tipo de taça, embora apenas se consiga observar um pouco da decoração aplicada sobre a aba, que é abaulada, sendo constituída por flores de plantas aquáticas. Os longos

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F igura 5: 34-36, cálices em Terra Sigillata de tipo itálico; 37-38, Terra Sigillata Tardo-Itálica.

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pecíolos em segmento de arco estão aplicados em dois planos paralelos, invertendo a sua posição ao longo do bordo da taça, com os botões das flores alternadamente para cima e para baixo, em que os espaços assim criados são preenchidos por conjuntos de três pequenas pérolas dispostas em triângulo (idem: 359 e fig. 6d). Deverá ter a mesma origem padana da peça anterior, produzida durante o mesmo espaço diacrónico. Os restantes dois fragmentos do conjunto são de outro tipo de taça com origem nas produções de terra sigillata decorada do Sul da Gália, a Dragendorff 29. A mudança morfológica observada no pé, tornando este pouco alto e não estilizado, resolveu as dificuldades de transporte dos cálices decorados da produção itálica, que, devido ao seu perfil, acarretavam um risco económico/financeiro acrescido para os negotiatores itálicos, durante o transporte até à chegada aos locais de consumo. Assim, o fragmento LOCAS 251/96 (Fig. 6, n.º 39), que compreende parte do espaço entre a carena e a colagem do pé da taça, está decorado com um friso de palmetas de cinco lóbulos, tipo Tella 392 (1996: 166), colocados na horizontal, de forma quase contígua. Devido ao seu tamanho diminuto, apenas podem observar-se duas destas palmetas. Este friso, por sua vez, encontra-se delimitado inferiormente por uma espessa canelura, indicadora do final da decoração da peça. Esta autora atribui este tipo de punção à olaria de Lucius Rasinius Pisanus, situada no ager Pisanus, com uma cronologia de 50 a 120 d. C.9 O outro fragmento, ALC/IGES 286/10 (Fig. 6, n.º 40), compreende a zona de inflexão da carena, decorada por dois painéis decorativos. A parte superior apresenta, da esquerda para a direita, um friso com dois punções, bem como restos de um terceiro, parecendo ser a repetição do primeiro. Embora estes estejam incompletos, o primeiro deles poderá identificar-se com a parte inferior e média de uma coluna de fuste imbricado, dos tipos Medri (1992: 309, 7.2.4.03 ou 7.2.4.04) e Tella (1996: 134, tipo 278) utilizado por CPP, LRP e SMF, ou possivelmente com um tronco de árvore10. O segundo pertence ao motivo decorativo de palmetas colocadas na posição vertical, com sete lóbulos e que serão afins do punção Tella 388 (idem: 165), embora o de Salacia tenha uma execução mais cuidada. Identificado por Tella como tendo sido utilizado por Lucius Rasinius Pisanus, ressalva-se a sua existência na produção clássica de Arezzo. Por sua vez, o terceiro parece-nos ser a repetição «da coluna imbricada», o que nos permitirá descrever o friso como sendo a repetição destes dois motivos de forma alternada. O fragmento ainda apresenta na parte inferior, a seguir à carena, o testemunho de um punção impossível de definir. A cronologia que atribuímos a estas duas últimas peças terá de ser anterior aos inícios dos Flávios, baseando-se no facto de as termos classificado, a ambas, como Dragendorff 29, o que, para Marabini Moevs (1980: 35, nota 43), se tratará de um

9. Presentemente encontra-se em estudo uma série de marcas de oleiro, exumadas em Salacia, das quais se destaca uma marca de L.R.P em cartela do tipo «trifólio», pouco vulgar no seu reportório (oleiro OCK. 1690, 62). 10. Neste caso, tornar-se-ia num novo punção dentro da gramática decorativa tardo itálica.

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F igura 6: 39-40, taças de tipo Drag. 29 em Terra Sigillata tardo-itálica.

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elemento fundamental datante, pois que se enquadra no «time when the transition from form Dragendorff 29 to form Dragendorff 37 took place».

5. CONSIDERAÇÕES FINAIS

Terminado este estudo, não queremos deixar de valorizar o facto de estas importações cerâmicas contribuírem como um valor acrescentado para a romanização, através de uma gramática decorativa de tipo «relato do quotidiano da vida romana», não esquecendo os feitos heroicos, lúdicos e puramente decorativos de tradição greco-latina, cimentando, assim, este processo que já conhecia/percorria um longo trajeto de assimilação. A comercialização destes vasos permite-nos confirmar serem as figlinae de P. Cornelius e M. Perennius as mais representadas nos espólios do Museu, como acontece, normalmente, para espólios idênticos, exumados nas outras províncias romanas da Hispania. Facto também de valor inestimável, pela sua relativa raridade, termos as quatro formas decoradas de terra sigillata tardo-itálica, que permitem compreender uma continuação das ligações comerciais no Mediterrâneo, entre as regiões do vale do Pó e da foz do Arno11, com a Bética e a Lusitânia, durante a segunda metade do séc. I d. C. e a segunda metade do II, tendo como pontos intermediários Baelo, Balsa, Salacia, Tróia e Olisipo, numa rota dirigida do Mar Mediterrâneo para o Atlântico, como se comprova pelo aparecimento de marcas de oleiros tardo-itálicos de origem pisana (Sex. Murrius Festus, Sex. Murrius Pisanus e L. Rasinius Pisanus e CPP). Salacia Urbs Imperatoria representa um dos exemplos bem expressivos do binómio oferta/procura da terra sigillata de tipo itálico no atual território português, ao tempo inserido na província romana da Lusitania, durante um período que se estendeu desde meados do séc. I a. C., possivelmente, até ao terceiro quartel do séc. II d. C. A dificuldade de encontrarmos paralelos para os fragmentos da coleção foi um problema constante ao longo deste estudo, atendendo ao facto de existirem espólios deste tipo cerâmico que não estão acessíveis, provocando assim a falta de publicações, exceção feita para Conímbriga, Braga, Santarém, Olisipo (Praça da Figueira), Tróia e cidades romanas do Algarve, tal como alguns outros artigos avulsos sobre o tema.

Agradecimentos Os autores agradecem ao Prof. Doutor José d’Encarnação, ao Doutor Guilherme Cardoso e ao Mestre Élvio Melim de Sousa as suas sugestões. Desenhos dos autores e fotografias de Guilherme Cardoso.

11. Picon não apresenta certezas quanto ao local da produção (apud Medri 1992: 153-157).

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F igura 7: Fotografias de fragmentos apresentados.

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F igura 8: Fotografias de fragmentos apresentados.

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«OPUS ARTIFICUM UNIVERSA» COLORIMETRIC STUDY OF THE MARBLE ROMANESQUE SCULPTURE IN THE MUSEO ARQUEOLÓGICO NACIONAL: EXAMPLES FROM GALICIA AND LEÓN

Sergio Vidal Álvarez2, Marie-Claire Savin3 & Carole Biron4

Recibido: 31/07/2018 · Aceptado: 20/09/2018 DOI: http://dx.doi.org/10.5944/etfi.11.201822384

Resumen El presente estudio da a conocer los resultados de los análisis no invasivos de colorimetría y espectroscopía de reflectancia visible llevados a cabo por primera vez sobre cinco ejemplos de escultura románica en mármol del Museo Arqueológico Nacional (Madrid) de procedencia gallega y leonesa. En concreto se han analizado dos columnas de San Paio de Antealtares (Santiago de Compostela), un parteluz de Vigo, y dos ejemplos procedentes del monasterio de San Benito de Sahagún (León).

Palabras clave Románico; policromía; escultura; espectroscopia; in situ.

Abstract The present study reveals the results of the non-invasive analysis of colorimetry and visible reflectance spectroscopy, carried out for the first time to five examples of Spanish Romanesque marble sculpture from the National Archaeological Museum (Madrid, Spain) of Galician and Leonese origin. Specifically, two columns of San Paio

1. Este trabajo se inserta en el marco de los resultados del proyecto de investigación «Graver dans le marbre: Routes et Origine des Marbres Antiques d’Aquitaine et d’Espagne (ROMAE)» financiado por el Laboratoire d’Excellence Sciences Archéologiques de Bordeaux (LaScArBx) ANR-10-LABX-52, integrado por investigadores del IRAMAT-CRP2A, de la Universidad de Vigo, del ICAC y de la Universidad de Zaragoza. Asimismo, el trabajo se inserta en el marco del proyecto de investigación «Marmora Galicia». 2. Museo Arqueológico Nacional. C. e.: [email protected] 3. Université Bordeaux Montaigne. C. e.: [email protected] 4. Université Bordeaux Montaigne. C. e.: [email protected]

ESPACIO, TIEMPO Y FORMA Serie I · prehistoria y arqueología 11 · 2018 · 129–146 ISSN 1131-7698 · e-issn 2340-1354 UNED 129 Sergio Vidal Álvarez, Marie-Claire Savin & Carole Biron

de Antealtares (Santiago de Compostela), a mullion from Vigo, and two examples from the monastery of San Benito de Sahagún (León) have been analyzed.

Keywords Romanesque; polychromy; sculpture; spectroscopy; in situ.

INTRODUCCIÓN

La Sala 27 del Museo Arqueológico Nacional (en adelante MAN), dedicada a los Reinos Cristianos medievales de la península Ibérica, atesora una importante y bien conocida colección de escultura románica, entre la que ocupan un destacado lugar varias piezas procedentes de Galicia y León (figura 1). En diciembre de 2017, con motivo de la celebración en el MAN y la Facultad de Geografía e Historia de la UNED del Workshop Internacional Paisajes e historias en torno a la piedra, surgió la posibilidad de realizar un primer estudio analítico, F igura 1: Procedencias de las piezas analizadas. no invasivo, a algunas de las piezas románicas [Mapa: M-C. Savin y C. Biron] del MAN realizadas en mármol. El objetivo trazado fue doble, al pretender analizarse tanto la colorimetría del mármol en sí, como la posible presencia de restos de policromía. Se propuso seleccionar, por una parte, dos piezas procedentes del monasterio leonés de San Benito de Sahagún: el relieve de la Virgen con el Niño y la cubierta del sepulcro de Alfonso Ansúrez; así como cuatro piezas de procedencia gallega: dos columnas del monasterio de San Paio de Antealtares de Santiago de Compostela, el parteluz de la iglesia de Santiago de Vigo que representa a Cristo Salvador y el relieve con la escena del bautismo de Cristo procedente de Montefaro (A Coruña). Dada la naturaleza analítica específica de este estudio, no se van a abordar otras cuestiones relacionadas con la iconografía, cronología, relaciones de taller, etc. de estas piezas, aspectos que han ocupado ya la atención de numerosos trabajos5. Por otra parte, hemos de tener en cuenta el auge de los estudios relacionados con la policromía de la escultura románica española, siendo un caso paradigmático el de la última intervención realizada en el Pórtico de la Gloria de la Catedral de Santiago de Compostela que ha permitido poner en valor la policromía del conjunto. Tras una década de trabajos, el Pórtico ha sido reabierto al público en julio de 2018 (Cirujano et al., 2012).

5. Entre muchos otros, ver las aportaciones de:Moralejo, 1985; Senra, 2003; Sánchez Ameijeiras, 2004; Franco, 2008; Ocaña, 2011; Vidal, 2015, con la principal bibliografía anterior.

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En relación con las colecciones del Departamento de Antigüedades Medievales del MAN, en los últimos años se ha desarrollado un programa de análisis arqueométricos centrado, hasta el momento, en los sarcófagos datados en los siglos IV-V d.C. cuyos resultados han sido objeto de diversas publicaciones6. No obstante, hasta el momento no se había abordado una investigación arqueométrica para las piezas de época románica. Dado que las obras objeto de este trabajo provienen del NO de la península Ibérica, el estudio se ha beneficiado de la financiación del LaScArBx así como de los avances del Proyecto Marmora Galicia ya aludido focalizado en la explotación y el uso de los mármoles en esta región7. Queremos subrayar que las canteras de mármol de O Incio, a menudo citadas como posible procedencia local de muchas de las piezas escultóricas marmóreas del NO hispánico, han sido objeto de una primera caracterización arqueométrica que ha permitido distinguir tres tipos de mármoles de grano fino-medio opacos: una variedad blanca (O Incio-1), una bandeada (O Incio-2) y una gris oscuro (O Incio-3). Éstas han sido definidas a partir de criterios macroscópicos, petrográficos y geoquímicos (Gutiérrez Garcia-M. et al., 2016). Entre los métodos utilizados, la colorimetría fue empleada para definir de manera cuantitativa el color del mármol e introducir esta información en una base de datos colorimétrica relativa a los mármoles hispanos8. Antes de pasar a detallar los resultados obtenidos, es preciso formular algunas observaciones. Por una parte, los restos de policromía conservados en las piezas analizadas del MAN son escasos y en su mayoría de dimensiones muy reducidas (casi siempre inferiores a 1 cm²). Por otro lado, no es posible definir la datación exacta de los restos de los pigmentos analizados puesto que, al igual que sabemos que en su origen la escultura románica en piedra estaba habitualmente policromada, es también sabido que este tipo de piezas fueron objeto de sucesivos repintes, siendo frecuente la superposición de varias capas pictóricas a lo largo de los siglos. En todas las piezas analizadas se ha podido constatar la presencia de algún tipo de aplicación pictórica a excepción de la cubierta de sarcófago de Alfonso Ansúrez, donde no se ha detectado traza alguna de color.

METODOLOGÍA ANALÍTICA

Todas las piezas estudiadas se encuentran en la Sala 27 de la actual exposición permanente del MAN donde, debido a sus dimensiones y peso, cuentan con potentes sistemas de sujeción y anclaje a sus respectivos soportes museográficos. Por ello, los análisis de las piezas fueron realizados in situ, empleando métodos de análisis portátiles que permitieron la toma de datos. Por otro lado, la caracterización de los

6. Ver principalmente Vidal, 2018, con la correspondiente bibliografía. 7. Temas que se desarrollan en la tesis doctoral de una de las autoras –M.C. Savin- dedicada a la identificación y caracterización de mármoles locales del territorio gallego, realizada en el marco de este último proyecto. 8. Se trata de una base de datosque se está creando en el marco del mencionado proyecto ROMAE y que también incluye mármoles importados.

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posibles pigmentos se realizó mediante el uso de métodos no invasivos, como la colorimetría y la espectroscopía de reflectancia visible, fáciles de manejar y con un tiempo rápido de toma de datos (pocos segundos), sin realizarse tomas de muestras en ningún caso. Estos métodos analíticos se han venido utilizando habitualmente en piezas policromadas, principalmente en el estudio de pinturas murales (Picollo et al., 2000; Cheilakou et al., 2014; Garofano et al., 2016.) y, más recientemente, también en esculturas con restos de policromía (Iannaccone et al., 2015; Gasanova et al., 2018). En este caso concreto que ahora presentamos, se han empleado dos técnicas de medición del color: la Espectroscopía de Reflectancia de Fibra Óptica y la Espectrofotometría.

ESPECTROSCOPÍA DE REFLECTANCIA DE FIBRA ÓPTICA

En primer lugar se analizaron las trazas de color utilizando un espectrómetro de fibras ópticas (FORS del inglés Fibre Optics Reflectance Spectroscopy) para medir, sin contacto y en cualquier posición, la posible presencia de pigmentos en las piezas objeto de análisis. Las mediciones se efectúan en el campo de la luz visible (400- 800 nm), pudiéndose analizar áreas de policromía de 3 mm² gracias al instrumental empleado. Éstas contienen principalmente información relacionada con su color, pero también con su composición química. La mayoría de los pigmentos tienen espectros específicos en el campo de la luz visible que permiten identificar, por ejemplo, los pigmentos rojos que absorben la luz en el rango azul y verde (400-600 nm) y reflejan la luz en el rango rojo (600-800 nm).

F igura 2: Espectrómetro acoplado a fibras ópticas usado in situ para medir sin contacto los restos de policromía situados en los recovecos de la pieza (a la izquierda) y ejemplo del problema de los negros, grises y blancos en el caso de los bordes encontrados en la parte inferior de la figura de San Pablo en una de las estatuas-columnas de San Paio de Antelaltares (a la derecha). [Imágenes y gráficos: M-C. Savin y C. Biron]

En el caso de los negros, grises y blancos, este método aporta poca información. De hecho, el negro y el gris absorben la luz, lo que se refleja en los resultados en espectros con una reflectancia muy baja (figura 2). Por el contrario, los blancos reflejan

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fuertemente la luz por lo que, en estos casos, no se puede obtener información sobre los tipos de pigmentos utilizados. El sistema empleado está compuesto por una fuente de luz de tungsteno HL- 2000 (bombilla de 20 vatios) optimizada para la región de infrarrojo cercano (VIS- NIR, 360-2000 nm) y un espectrómetro HR-2000 (OceanOptics). Las fibras ópticas están compuestas por seis fibras emisoras de luz que rodean a una fibra colectora y que se colocaron perpendicularmente a la muestra (ángulo de 90°). Los espectros medidos entre 400 y 780 nm son el resultado de una acumulación de 10 escaneos (tiempo de integración de 20 ms). Los espectros se presentan en porcentaje de reflectancia, no habiéndose aplicado ningún tratamiento posterior.

ESPECTROFOTOMETRÍA

En cuanto a los tipos de mármoles empleados en la elaboración de las piezas analizadas, su color oscila entre el blanco y el gris, por lo que los resultados obtenidos a través de la espectrofotometría definen cuantitativamente el color, pero no son determinantes respecto a la posible definición del origen de los mármoles. Para estudiar el color de estos soportes marmóreos, se utilizó un espectrofotómetro portátil Minolta CM-2600d asociado al software SpectraMagic NX versión 2.5 (figura 3). Este aparato necesita ser puesto en contacto con la pieza sobre una superficie plana, permitiendo interpretar los datos que proporciona como coordenadas en un espacio de color. En este estudio hemos empleado el modelo CIE 1976 L*a*b*, el más utilizado en la actualidad. En este modelo cromático esférico (figura 3), el color está definido por tres parámetros: la luminosidad de color L*, que varía entre 0 (negro) y 100 (blanco), su posición a* entre verde (valores negativos –a) y rojo (valores positivos +a) y su posición b* entre azul (valores negativos -b) y amarillo (valores positivos +b). Además, en este caso se pueden medir superficies de mayor tamaño, alcanzando c.8 mm de diámetro.

F igura 3: Espectrofotómetro de mano empleado para medir el color del mármol (a la izquierda) y ejemplo del caso de las piezas del MAN de características semejantes al tipo O Incio-2 (a la derecha). [Imagen y gráficos: M-C. Savin y C. Biron]

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El espectrofotómetro hace uso de la geometría D/8 con iluminación difusa mediante un flash de xenon con todos los componentes UV y un sistema de visualización de 8°. Éste proporciona medidas simultáneas que incluyen, o no, el componente especular (SCI y SCE, respectivamente). La calibración del blanco fue realizada con una máscara de referencia de sulfato de bario. Sobre una superficie plana se eligieron tres zonas para hacer la medición y, de forma automática, se tomaron tres medidas de cada zona a intervalos de 0,2 s. En los mármoles dicromáticos, como el de la cubierta de sarcófago de Alfonso Ansúrez, el blanco y el gris fueron analizados de manera separada. En los casos del parteluz de Vigo y el relieve con la escena del bautismo de Montefaro, desde un punto de vista macroscópico, el mármol empleado se asemeja visualmente al mármol gallego de O Incio y especialmente al tipo O Incio-2: bandeado blanco-gris de grano fino-medio (< 2 mm), sin translucidez. Las mediciones efectuadas a estas piezas demuestran que los valores son cercanos a los de las muestras geológicas de O Incio (Gutiérrez Garcia-M. et al., 2016.), pero, a causa del efecto producido por la presencia de pátina, los valores obtenidos pasan a ser positivos de a* (rojo) y b* (amarillo).

F igura 4: Pareja de columnas de San Paio de F igura 5: Evidencias de policromía detectadas en las estatuas-columna de San Paio de Antealtares. [Fotos: MAN (A. Martínez Levas)] Antealtares. [Imágenes y gráficos: M-C. Savin y C. Biron]

PAREJA DE COLUMNAS DE SAN PAIO DE ANTEALTARES

Estas columnas son las que conservan el mayor númerode evidencias de policromía del conjunto de piezas analizadas (figuras 4 y 5). Es unánime la opinión de considerar que su función fue la de soportes de altar procedentes del monasterio compostelano de San Paio (Pelayo) de Antealtares. Por sus dimensiones, superiores al metro de altura, se estipula que el ara que sustentaron pudo presentar unas dimensiones considerables y que, en todo caso, sería mayor que la mesa marmórea que hoy se conserva en el pequeño museo del monasterio compostelano. El número total original de soportes ascendería, por tanto, a cuatro ejemplares, de los que

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han llegado hasta nuestros días tres, dos de ellos conservados desde 1930 en el MAN, representando en un caso a San Pablo, San Pedro y San Andrés, y, en el otro, a Santiago el Mayor, Bartolomé y Mateo. El tercer ejemplar, con Simón, Matías y Judas Tadeo, se encuentra en el Fogg Art Museum de la Universidad de Harvard (Estados Unidos), donde ingresó en 1932 mediante una permuta de piezas realizada con el MAN. Gracias a esta transacción pudo ser recuperada la cubierta del sarcófago de Alfonso Ansúrez (incluida en este estudio). Cada uno de los ejemplares representa a tres apóstoles –conformando así un apostolado completo- perfectamente identificados gracias a las inscripciones situadas en sus respectivos nimbos. Las piezas muestran ciertas diferencias de estilo, lo que permite atribuirlas, al menos, a dos manos o equipos escultóricos distintos, pudiendo datarse, por comparación con otras piezas compostelanas afines, a inicios de la segunda mitad del siglo XII (Sánchez Ameijeiras, 2004). La observación macroscópica del material empleado en la elaboración de esta pareja de piezas muestra que se trata de un mármol de buena calidad, en ambos casos blanco/gris, de grano fino-medio y con translucidez media. Desde un punto de vista macroscópico, recuerda a la calidad estética del material de las canteras del Anticlinal de Estremoz (Portugal), procedencia que debería verificarse analíticamente con los métodos invasivos habituales. Sin esa verificación, no se puede descartar por completo una posible procedencia local, al existir mármoles bandeados similares. En cuanto a la policromía, la primera de las columnas, con San Pablo, San Pedro y San Andrés9, muestra trazas de negro en las letras de las inscripciones –enfatizándolas y facilitando su lectura– tanto en las de los nimbos como en la del libro que porta Pablo (Filipenses 1,23): EGO PAVLVS CVPIO/ DISSOLVI ET/ CVM XPO ESSE/ MVLTO ME/LIVS (Yo Pablo deseo morir y estar con Cristo, pues creo que es mucho mejor). Bajo el negro no se aprecian restos de otras capas de color. La figura de San Pablo presenta, además, trazas de marrón/ocre en una de las uñas de su pie derecho. Debajo y en diversos puntos del fondo, se aprecian marcas de un borde negro que discurre alrededor de la parte inferior de la pieza, así como otros bordes de color blanco y rojo. El nimbo de San Pedro muestra restos de pigmentación rojiza, habiendo podido analizarse en la unión entre el nimbo y el cuello del apóstol, a su izquierda. Por su parte, la figura de San Andrés presenta restos de rojo en el labio superior así como un punto amarillo sobre su ojo izquierdo. La segunda columna, con la imagen de Santiago el Mayor, Bartolomé y Mateo10, muestra de nuevo restos en la parte inferior de un borde negro, pero también colores grises. La escocia de la base, así como el ancho listel que separa la basa de los apóstoles, muestran un tono rojizo que, en este caso, no se corresponde con restos de pigmentos, sino con la impregnación que éstos provocaron en la superficie del mármol. Al igual que en la primera columna, se observan de nuevo evidencias de la coloración que realzaba las letras. Esta vez en el nimbo del apóstol Santiago el

9. MAN, nº inv. 55479. Dimensiones (en cm.) 115 alto x 28 ancho máximo x 17,5 diámetro. 10. MAN, nº inv. 55480. Dimensiones (en cm.) 115 alto x 25 diámetro de la base.

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Mayor, en concreto en las letras O y B de IACOBVS que aparecen intensamente amarillas11. Adicionalmente, en la O aparece un punto de color azul encima del amarillo. Igualmente, la figura de Santiago muestra varios puntos en rojo a la derecha de su nimbo y en la indumentaria en la zona del cuello. Los rojos analizados en las dos columnas (figura 5, puntos rojos) se han identificado como ocre rojo gracias al punto de inflexión ubicado alrededor de 580 nm, específico de las tierras rojas (Garofano et al., 2016; Gasanova et al., 2018). El marrón identificado en el dedo del pie de San Pablo muestra un espectro con absorciones que podrían deberse al uso de tierras de ese color. El amarillo constatado en el ojo de San Andrés presenta un espectro cuyo punto de inflexión (500 nm) podría deberse al amarillo de plomo y estaño de tipo II (Aceto et al., 2014). Con el fin de proporcionar una mayor claridad y facilitar las comparaciones con los espectros de referencia, se agrupa en una única figura la totalidad de los espectros aquí analizados (figura 15).

F igura 6: Detalle de las cuencas de los ojos vacías de los apóstoles de las estatuas-columna de San Paio de Antealtares. [Imagen: S. Vidal]

No se han detectado restos de pigmentos en los orificios de los ojos de los personajes, por lo que podría considerarse válida la hipótesis de que en dichos orificios encajaría algún elemento (¿piedra dura, vidrio?) que aportaría realismo a su mirada (figura 6).

11. La elección del color amarillo llama la atención, pues son habitualmente el rojo o el negro los colores emplea- dos para enfatizar los caracteres en las inscripciones.

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F igura 8: Evidencias de policromía detectadas en el relieve de la Virgen con el niño de Sahagún. [Imágenes y gráfico: M-C. Savin y C. Biron]

VIRGEN CON EL NIÑO DE SAN BENITO DE SAHAGÚN

Procede del monasterio de San Benito de Sahagún F igura 7: Evidencias de policromía detectadas en el –tal vez del tímpano de la portada de una capilla relieve de la Virgen con el niño de Sahagún. funeraria–, pudiendo vincularse cronológicamente [Foto: MAN (A. Martínez Levas)] con la fase constructiva promovida por Alfonso VI y la fecha de consagración de la nueva iglesia monástica en 1099 (figura 7)12. Representa a la Virgen con el Niño que, posiblemente, pudo estar flanqueada por dos ángeles y su aspecto original debió ser de gran suntuosidad, tal y como indican los orificios destinados al encaje de coronas y de los ojos, donde se situarían apliques hoy desaparecidos. Lejos de tratarse de una pieza única, existe un relieve procedente del mismo monasterio que representa una Maiestas Domini, conservada en una colección particular leonesa, cuyo estilo/taller escultórico es coincidente con el del presente relieve (Senra, 2003). En cuanto al mármol, la pieza está en gran parte cubierta por una pátina de color ocre, particularmente visible, por ejemplo, entre los pies de la virgen. El análisis de esta capa no ha proporcionado ningún resultado, pero su presencia ha dificultado la medición del color del mármol. A pesar de que el examen macroscópico permite apuntar hacia un posible origen local del mármol, no se ha podido estudiar

12. MAN, nº inv. 50194. Dimensiones (en cm.) 100 alto x 56 ancho x 19,5 grosor. Para la fase constructiva del Monasterio de San Benito de Sahagún vinculada al monarca Alfonso VI ver Cosmen Alonso et al. 2006.

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correctamente el color del material, no pudiendo aportar conclusiones sobre esta cuestión. En la esquina superior izquierda aparece la inscripción «RES MIRA/NDA SAT/ IS BENE/ CONPLA/CITVR A/ BEA/T/I/S» (Obra bastante digna de ser admirada que complacerá a los bienaventurados), cuyas letras poseen restos de, al menos, dos capas de color, una inferior en negro y otra que se sobrepone en rojo (figura 8). El mismo tipo de rojo –brillante– utilizado para la inscripción se aprecia también en zonas del relieve de la Virgen con el Niño, así como en el fondo cerca del pie derecho de la Virgen. Los resultados apuntan a que en estos casos podría tratarse de cinabrio (sulfuro de mercurio) o de minio (rojo de plomo). Cabría también la posibilidad de que se trate de una mezcla de ambos pigmentos –con el fin obtener un color más brillante–, sin embargo, esta última hipótesis puede excluirse puesto que los espectros presentarían dos puntos de inflexión distintos, mientras que en nuestro caso solo tenemos uno (Mounier et al., 2014). Entre los pies de la Virgen se observa también una estrecha banda roja. Este rojo parece visualmente distinto, hecho que los resultados analíticos parecen confirmar, apuntando a que se trate de un ocre rojo. Respecto a las áreas que presentan color marrón como en el caso de la pata leonina izquierda del trono, su punto de inflexión está siempre en los 580 nm (al igual que en el caso de las estatuas columnas, ver figura 15). En esta ocasión existen dificultades para interpretar los resultados, pudiendo tratarse de ocre rojizo, siena tostado, etc., o incluso de la influencia del propio sustrato del mármol. Ello se debe a que las trazas analizadas presentaban lagunas, aflorando parcialmente el mármol en los 3 mm² de la superficie examinada.

PARTELUZ DE LA IGLESIA DE SANTIAGO DE VIGO CON CRISTO SALVADOR

Posible parteluz de la desaparecida iglesia de Santiago de Vigo, seguramente producida por un maestro o taller vinculado con Santiago de Compostela (figura 9)13. Por comparación con las producciones escultóricas románicas compostelanas la obra puede datarse en el segundo tercio del siglo XII (Ocaña 2010-2011). Se observa que la pieza ha sido tallada a partir de la reutilización de lo que parece ser un fuste de columna, posiblemente de época romana, pues la mitad trasera de la pieza es semicilíndrica. Representa a Cristo Salvador sosteniendo un libro abierto y con los pies sobre dos animales –leones–. En el nimbo aparece la inscripción EGO SUM ALFA ET OMEGA (Yo soy el principio y el fin) y en el libro D(OMINVS) / ET(ER)NVS: / O/M(NI)P(O)TENS)S /ET/ CLEM(E)NS: OM/NIAQU(E) GVBER/ NA/NS (Señor eterno, omnipotente y clemente, rector de todas las cosas). El mármol es bandeado blanco-gris de grano fino-medio que no presenta translucidez. Se puede observar que la piedra no fue tallada siguiendo la orientación geológica del bandeado de la piedra, sino de manera perpendicular a éste. Esto

13. MAN, nº inv. 57812. Dimensiones (en cm.) 156 alto x 34 ancho x 30 grosor.

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F igura 9: Parteluz procedente de la iglesia de F igura 10: Evidencias de policromía detectadas en el Santiago de Vigo. [Foto: MAN (A. Martínez Levas)] parteluz de Vigo. [Imágenes y gráfico: M-C. Savin y C. Biron]

se aprecia sobre todo en la zona de los pies y de las manos, donde vemos bandas grises centimétricas de varios tonos. Esta talla a contraveta se puede observar en otros ejemplos del románico gallego como el relieve de Montefaro que también se incluye en este estudio. Dicha disposición implica una menor resistencia mecánica a la presión, lo que en general indica que la pieza no tendría función de soporte de carga sino un papel principalmente escultórico. El aspecto visual del mármol coincide perfectamente con la variedad blanco-gris O Incio-2, sin embargo existen en la región otros mármoles muy similares, por lo que, a falta de análisis de tipo invasivo, no se puede descartar ni su origen local ni otro más lejano, pirenaico o portugués. En esta pieza se han encontrado únicamente escasos restos de rojo: en la zona inferior del nimbo, a la derecha de Cristo y en los bordes externos de sus pies, a la altura de los tobillos (figura 10). Los espectros visibles de los rojos presentes sobre Cristo Salvador presentan puntos de inflexión alrededor de 580 nm (figura 15), que, sin duda, se debe al uso del ocre rojo.

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F igura 11: Relieve con escena del bautismo de F igura 12: Evidencias de policromía detectadas en el relieve de Cristo procedente de Montefaro (A Coruña). Montefaro. [Imágenes y gráfico: M-C. Savin y C. Biron] [Foto: MAN (A. Martínez Levas)]

RELIEVE DE MONTEFARO (A CORUÑA) CON BAUTISMO DE CRISTO

Relieve que representa la escena del bautismo de Cristo, procedente del antiguo Monasterio de Montefaro (Ares, A Coruña), si bien su cronología –siglo XII– es anterior al mismo, por lo que pudo proceder de un enclave eclesiástico más antiguo (Franco, 2008). Muestra la particularidad iconográfica de representar a Juan vistiendo alba y dalmática, lo que refuerza el vínculo de la escena con la liturgia bautismal de la época (figura 11)14. Este bajorrelieve presenta la misma calidad marmórea que la pieza anterior. Se trata por tanto de un mármol también bandeado blanco-gris de grano fino-medio sin translucidez, tallado de manera perpendicular a la orientación de las vetas de la piedra.

14. MAN, nº inv. 1933/169/1. Dimensiones (en cm.) 94 alto x 38,5 ancho x 12,5 grosor.

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Los restos de policromía (figura 12) son de nuevo de color rojo, detectándose en la parte posterior de San Juan Bautista y muestran un punto de inflexión de c. 580 nm, lo que podría atribuirse al uso del ocre rojo (figura 15). Además, se han detectado decenas de trazas de color amarillo, como en la línea del cabello de Cristo que discurre por encima de su ojo derecho.

CUBIERTA DEL SARCÓFAGO DE ALFONSO ANSÚREZ

Cubierta de sarcófago de doble vertiente, con grueso listón central con la inscripción alusiva al difunto, Alfonso Ansúrez, hijo del conde Pedro Ansúrez y la condesa Eilo y la fecha de su muerte: el 6 de los idus de diciembre del 1131 de la Era

F igura 13: Cubierta del sarcófago de Alfonso Ansúrez procedente de san Benito de Sahagún (León). Vista general de la pieza con los puntos de medición del mármol (a la izquierda) e imagen de detalle de la parte oscura tomada con un microscopio USB portátil digital. [Foto: MAN (J. Latova), gráficos: M-C. Savin y C. Biron]

F igura 14: Detalle de la cubierta del sarcófago de Alfonso Ansúrez. [Foto: S. Vidal]

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hispánica (8 de diciembre de 1093) (figura 13)15. Esta precisa datación es excepcional, lo que hace que la pieza sea clave en el estudio de la escultura románica hispánica. El programa iconográfico, de corte escatológico, tiene su apogeo en la escena de uno de los extremos, donde se representa el cielo estrellado del que surge la Dextera Christi en actitud de bendecir y acoger en su seno al difunto que aparece delante, con el cuerpo ingrávido (figura 14). Se representa también a tres arcángeles en forma de figuras aladas: Miguel portando una cruz, Gabriel un incensario y Rafael un libro. En sentido escatológico, actúan de intercesores y portadores del alma, llevando los elementos propios de la celebración litúrgica de las exequias, tal y como advirtiera S. Moralejo (Moralejo, 1985). Las figuras restantes corresponden a los Evangelistas, mostrando a San Juan en forma de águila en un costado y los tres restantes, en el contrario, en forma de figuras aladas con la presencia en el centro de la composición de un cáliz, alusivo a la eucaristía y la resurrección alcanzada a través de ésta. Fue donada en 1932 al MAN por el Fogg Art Museum de la Universidad de Harvard (Massachusetts, Estados Unidos), donación que un año después fue correspondida con la entrega al museo norteamericano por parte del MAN de más de una treintena de piezas. Esta pieza no presenta ninguna traza de policromía, por lo que en este caso se ha medido únicamente el color del propio mármol. Se trata de un mármol heterométrico que visualmente parece de grano muy fino a fino con una translucidez media y dos tonos de gris muy contrastados, dispuestos en dos gruesas bandas: una gris muy claro y otra gris medio, esta última con la presencia de lentejones de gris claro de dimensiones milimétricas a centimétricas (figura 13). Este aspecto dicromático es excepcional en el contexto de la escultura funeraria del románico hispánico, por lo que la elección de este raro bloque de mármol parece informarnos acerca de la búsqueda específica de las cualidades estéticas del material. A falta de un análisis más detallado, no podemos aclarar la procedencia del material, sin embargo, el registro colorimétrico realizado en cinco puntos de su superficie nos permite establecer una comparación con los resultados obtenidos en los mármoles grises del Anticlinal de Estremoz (Lapuente et al., 2018). Los resultados del análisis muestran que las diferencias colorimétricas entre ambas zonas no son extremas, de modo que la zona más oscura de la pieza, con un valor medio de L* de 47 sobre una escala de 100, es afín a los datos obtenidos en la variedad gris oscura del mármol de Estremoz. En la zona más clara el valor medio de L* es de 64, resultado que coincide con los de los mármoles de color gris del Anticlinal de Estremoz (Lapuente et al., 2018), que se sitúan en su mayoría entre 60 y 75, mientras que los blancos de la misma zona superan el valor de 70. Adicionalmente, se ha registrado un ligero componente amarillo, algo más presente en la zona clara, con valores de b* alrededor de 7, frente a los 4 que presenta la zona más oscura (figura 13).

15. MAN, nº inv. 1932/115. Dimensiones (en cm.) 15 alto máximo x 196 longitud x 61 ancho máximo.

142 ESPACIO, TIEMPO Y FORMA Serie I · prehistoria y arqueología 11 · 2018 · 129–146 ISSN 1131-7698 · e-issn 2340-1354 UNED OPUS ARTIFICUM UNIVERSA» ESTUDIO COLORIMÉTRICO DE LA ESCULTURA ROMÁNICA EN MÁRMOL»

F aigura 15: B lance de los resultados obtenidos sobre los pigmentos. En los diagramas aparecen en gris las referencias de la base de datos del IRAMAT-CRP2A. [Gráficos: M-C. Savin y C. Biron]

ESPACIO, TIEMPO Y FORMA Serie I · prehistoria y arqueología 11 · 2018 · 129–146 ISSN 1131-7698 · e-issn 2340-1354 UNED 143 Sergio Vidal Álvarez, Marie-Claire Savin & Carole Biron

CONCLUSIONES

A partir de los trabajos realizados se pueden obtener diversas hipótesis de partida respecto a la policromía existente en las piezas analizadas. La observación macroscópica no ha revelado la presencia de ninguna capa de preparación, por lo que la piedra podría haber recibido la pintura de forma directa. A partir de los datos recogidos, se puede llegar a la conclusión de que el rojo y el amarillo son los colores presentes con mayor frecuencia (figura 15). De este modo, podría suponerse que fueron éstos los que dominaron su aspecto cromático, generando así una imagen –con el añadido del azul– semejante a la que podemos apreciar en los abundantes ejemplos de escultura románica en madera que han preservado en gran medida su policromía original, entre muchos otros los conservados en la propia sala 27 del MAN. Concretando algunos aspectos relativos al color rojo, en realidad son los ocres los que predominan, siendo la única excepción por el uso de rojo intenso –de minio o de cinabrio– la inscripción del relieve de la Virgen con el Niño de Sahagún. Este uso de un pigmento más intenso, a la vez que costoso16, podría tal vez ponerse en relación con el propio contenido de la inscripción que, como se ha indicado, exhorta a admirar la obra. Finalmente, dadas las limitaciones de las técnicas analíticas utilizadas, los resultados obtenidos deben valorarse como una primera aproximación de carácter preliminar. Se hace necesario, pues, que en el futuro se pueda dar un paso más, verificando las hipótesis ahora obtenidas a partir de la toma física de muestras y la aplicación de los protocolos clásicos para determinar la procedencia de los mármoles empleados y la estratigrafía de la policromía.

16. Para las diferencias de valoración de los colores según su origen material, a partir de las fuentes escritas, ver Perrin, 2001. Sobre la importancia de la intensidad y luminosidad de los colores en la sensibilidad medieval, ver Pastoureau, 1986.

144 ESPACIO, TIEMPO Y FORMA Serie I · prehistoria y arqueología 11 · 2018 · 129–146 ISSN 1131-7698 · e-issn 2340-1354 UNED OPUS ARTIFICUM UNIVERSA» ESTUDIO COLORIMÉTRICO DE LA ESCULTURA ROMÁNICA EN MÁRMOL»

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ESPACIO, TIEMPO Y FORMA Serie I · prehistoria y arqueología 11 · 2018 · 129–146 ISSN 1131-7698 · e-issn 2340-1354 UNED 145 Sergio Vidal Álvarez, Marie-Claire Savin & Carole Biron

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146 ESPACIO, TIEMPO Y FORMA Serie I · prehistoria y arqueología 11 · 2018 · 129–146 ISSN 1131-7698 · e-issn 2340-1354 UNED RESEÑAS · BOOK REVIEW

ESPACIO, TIEMPO Y FORMA Serie I · prehistoria y arqueología 11 · 2018 ISSN 1131-7698 · e-issn 2340-1354 UNED 147

Hidalgo Prieto, Rafael (Coord.): Las Villas Romanas de la Bética, vol. I y II, Ed. Universidad de Granada (ISBN: 978-84-338-6107-8), Universidad de Córdoba (ISBN: 978-84-9927-325-9), Universidad Pablo de Olavide (ISBN: 978-84-617-7532- 3), Universidad de Sevilla (ISBN: 978-84-472-1861-5), Universidad de Málaga (ISBN: 978-84-9747-8298), Sevilla, 2016, 823 pgs.

Carmen Fernández Ochoa1 DOI: http://dx.doi.org/10.5944/etfi.11.2018.23119

Nos encontramos ante una obra de recopilación de gran alcance como es la editada recientemente sobre las villae romanas de la Bética realizada con la colaboración de varias universidades andaluzas (Granada, Córdoba, Pablo de Olavide de Sevilla, Málaga y Sevilla) bajo la coordinación del profesor Rafael Hidalgo. Sus casi 1500 páginas, reúnen una información de enorme valor que pocas veces se puede encontrar en las catalogaciones de los diferentes yacimientos-tipo hispanorromanos. Con independencia de otras apreciaciones que comentaremos a lo largo de esta breve reseña, la obra coordinada por el profesor Hidalgo posee en sí misma la notable valía de presentar, por fin, un amplísimo estado de la cuestión sobre los estudios acerca de las villae romanas de la Bética ofreciendo un análisis preciso de las investigaciones realizadas en la comunidad autónoma andaluza en los últimos lustros. Este ingente trabajo recopilatorio ha sido impulsado desde el Seminario de Arqueología de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla amparado en dos proyectos de investigación, uno concedido por el Ministerio de Ciencia e Innovación para los años 2012-2014 (HAR2011-25250) y otro por la Agencia de Obras Públicas de la Junta de Andalucía (G-G13000/ID11) que se desarrolló en la anualidad 2012-013. Fruto del inicio de estas investigaciones ha sido la publicación de un primer estado de la investigación sobre las villas andaluzas en la revista Romula (núm. 12-13 de 2013-2014) donde se recogen los datos principales de una serie de villas béticas inéditas que constituyen un antecedente, necesariamente breve, de la obra que ahora reseñamos. La publicación se organiza en dos volúmenes que acumulan una extensa información sobre los establecimientos rurales clasificados como villae en suelo andaluz. El volumen I contiene una serie de estudios temáticos sobre distintos aspectos de la villae que se nutre, en buena parte, de las informaciones presentadas de forma monográfica en el volumen II donde se lleva a cabo un amplio catálogo que recoge algo más de cien yacimientos organizados a partir de las demarcaciones provinciales actuales. Al igual que la mayoría de las investigaciones al uso, que tienen como objetivo presentar un estado de la cuestión a partir de catalogaciones analíticas y rigurosas, la obra sobre las villas béticas basa sus análisis en el progreso de la arqueología andaluza de los últimos treinta años. Dicho progreso, como es bien sabido, se apoya en la legislación vigente tanto nacional como autonómica que ha obligado a un

1. Universidad Autónoma de Madrid. C. e.: [email protected]

ESPACIO, TIEMPO Y FORMA Serie I · prehistoria y arqueología 11 · 2018 · 149–152 ISSN 1131-7698 · e-issn 2340-1354 UNED 149 Carmen Fernández Ochoa

control cada vez más estricto de las intervenciones en suelo urbano, así como en el impulso de proyectos de investigación de larga duración. El primer volumen comienza por presentar, de la mano de Mª del Carmen Moreno y David Wheathey, la base de datos de los yacimientos tratados en la obra a la que se añade la aplicación de un SIG que actúa como herramienta analítica y de visualización de la distribución espacial de los enclaves estudiados. A esta recopilación se ha sumado la creación de un archivo digital capaz de almacenar tanto las publicaciones y noticias sobre las villas béticas como las referencias aportadas por la propia base de datos junto con la información del SIG de ella derivados. Esta base recopilatoria y ordenada posee, desde mi punto de vista, un valor extraordinario porque abre numerosas posibilidades a la hora plantear un enfoque general sobre la valoración histórica del tema tratado. Sucesivos trabajos abordan, en este mismo volumen, aspectos diversos que afectan al conocimiento arqueo-histórico de las villas de la Bética. Los modelos más clásicos de villae, bien sea por su ubicación o por su función económica, se tratan en primer término, es decir, las villae litorales (Jose Beltrán y Pedro Rodríguez Oliva), las villae agropecuarias (Margarita Orfila) y las villae suburbanas (Manuel Buzón). Entre las novedades aportadas por estas síntesis merece la pena destacar el análisis realizado, en este último trabajo, sobre los establecimientos rurales de las áreas suburbanas siendo destacable el caso de Aurgi y la evolución de su territorio agrícola donde se reflejan, con bastante nitidez, los efectos de la presencia romana que impulsará el cultivo de vid y, sobre todo, del olivo cuya implantación fue determinante en la evolución de la economía de la Hispania altoimperial. La parte más amplia de este primer tomo corresponde a los trabajos que se refieren al estado de la cuestión sobre la arquitectura residencial (Rafael Hidalgo), las termas (Virginia García-Entero) y los aspectos decorativos bien sean los mosaicos (Sebastián Vargas y Guadalupe López Monteagudo), la decoración escultórica (Ana María Felipe y J. María Bermúdez), la decoración pictórica (Alicia Fernández Díaz) o la técnica edilicia (Inmaculada Carrasco). El tema de la explotación económica de las villae andaluzas presenta también importantes novedades que se reflejan en los estudios sobre instalaciones productivas (Yolanda Peña), cetariae, salinae y vivaria (Darío Bernal y Pilar Corrales) y alfares (Isabel Fernández, Pablo Ruíz y Vitoria Peinado). Igualmente, la localización de los espacios funerarios y sus rituales dentro de los fundi ha sido tratada extensamente (Felix Teichner), del mismo modo que se ha tratado la realidad material de las villae béticas durante la Antigüedad Tardía y el proceso de cristianización del territorio rural y el final de las villae (Isabel Sánchez Ramos y Jorge Morín de Pablos); este primer volumen finaliza con un capítulo dedicado a la divulgación (Camino Fuertes) donde se recoge el conjunto de las villas romanas que se ofrecen al público en las distintas provincias andaluzas, un numero todavía escaso si tomamos en consideración la enorme cantidad de testimonios exhumados en los últimos tiempos. Una de las cuestiones del máximo interés es la confirmación fehaciente de la implantación del sistema villae en época republicana y tardo-augustea como se observa en el entorno de Jaén junto con la creación de villas en zonas de Antequera y Granada entre Augusto y los primeros años del siglo I d.C. Este modelo no se aleja,

150 ESPACIO, TIEMPO Y FORMA Serie I · prehistoria y arqueología 11 · 2018 · 149–152 ISSN 1131-7698 · e-issn 2340-1354 UNED Hidalgo Prieto, Rafael (Coord.): Las Villas Romanas de la Bética

como es lógico, del patrón de implantación conocido para el Valle del Ebro o para la región catalana en estos mismos momentos. La continuidad de las villae durante el Bajoimperio presenta la misma tónica que la mayoría de estos enclaves conocidos en Hispania, es decir, se mantienen en uso con remodelaciones y ampliaciones e incluso mediante la construcción de nuevos edificios, o bien se producen cambios de funcionalidad de los espacios que pasan de residenciales a productivos y viceversa. El volumen II constituye el cimiento sobre el que se asientan los estudios, anteriormente citados. Se trata de un extenso catálogo elaborado, en su mayor parte, por los investigadores que han realizado los trabajos de campo. En un primer golpe de vista, sorprende la escasez de villae de la provincia de Almería (2) frente a un mayor número de yacimientos rurales tipo villae en Málaga (37), Córdoba (21) y Sevilla (17). Granada (10) Jaén (9) y Cádiz (8) son las demarcaciones que aportan un promedio bastante similar. Mérito extraordinario de Rafael Hidalgo como coordinador de esta importante obra, ha sido la de lograr aunar toda la información dispersa creando instrumentos de referencia (Base de datos, SIG y Archivo digital) y ofreciendo a la par, un catálogo analítico que nos ilustra sobre las vicisitudes de cada yacimiento y sobre los resultados concretos de cada aportación. Si algo cabe reprochar a este catálogo es, en algún caso contado, cierta parquedad en la información planimétrica que se presenta más sintética de lo deseado a la hora de descubrir ciertos detalles de interés que se citan en las descripciones contenidas en el texto. La valoración altamente positiva que merece esta obra no puede hacernos olvidar algunos puntos débiles que persisten en el estudio de este tipo de yacimientos no solo en la Bética sino en toda Hispania. Tal sería el caso de la investigación sobre los fundi con todos los elementos que deben incluirse en su estudio (dimensiones, continuidad o discontinuidad de sus territorios, evolución de las zonas productivas etc.) que en España apenas se ha iniciado. También se echa de menos una mayor incidencia de las pruebas analíticas de microrestos (estudios carpologicos, polinicos y arqueofaunisticos) que tan buen resultado han proporcionado en algunos casos como los conocidos análisis paleobotánicos aplicados en la Gavia (Granada) o pruebas de tipo carpológico realizadas en la villa de El Batán (Antequera) con presencia de mijo y cebada en fosas colmatadas. En todo caso, obras de este calibre dan cuenta del enorme progreso de la arqueología hispanorromana de los últimos años y más en concreto, de los estudios sobre el mundo rural, un mundo que está necesitado de una revisión a fondo más allá de la arquitectura y la estética de las partes urbanae de estos asentamientos que siempre han sido el eje principal de los trabajos publicados en nuestro país hasta no hace mucho tiempo. En este libro se procura abordar una visión holística del fenómeno «villa» en la Bética que se perfila también como una explotación de carácter económico como muy claramente indicaron, en su día, los autores clásicos. En fin, el libro de Las villas romanas de la Bética nos parece un magnífico ejemplo a seguir en otros espacios de la geografía hispana.

ESPACIO, TIEMPO Y FORMA Serie I · prehistoria y arqueología 11 · 2018 · 149–152 ISSN 1131-7698 · e-issn 2340-1354 UNED 151

Dubois, Y.: Ornamentation et discours architectural de la villa romaine d’Orbe Boscéaz. Cahiers d’archéologie romande, 163, URBA II/1). Lausanne, 2016. 3 volúmenes. ISBN: 972-288028-163-2; ISSN: 1021-1713.

Carmen Guiral Pelegrín1 DOI: http://dx.doi.org/10.5944/etfi.11.2018.23094

La obra se centra en el estudio de las pinturas romanas halladas en la villa romana de Orbe Boscéaz (Suiza), conocida por sus mosaicos desde el siglo XIX y que ha sido objeto de excavaciones sistemáticas desde 1986, dirigidas por el Institut d’Archéologie et des Sciences de l’Antiquité (IASA) / Section d’archéologie et des Sciences de l’Antiquité (ASA) de la Univesité de Lausanne. Este estudio se complementa con la obra editada por Paunier D. y Luginbühl T.: La villa romaine d’Orbe-Boscéaz. Genèse et devenir d’un grand domaine rural. Volume 1 : Environnement, histoire et développement du bâti. Volume 2: Éléments et ornements architecturaux, mobiliers, syntheses. (Cahiers d’archéologie romande 161. Urba I/1). Lausanne, 2016. La publicación se articula en tres volúmenes, de los cuales el primero, titulado L’apport des peintures murales, consta de seis capítulos y seis anexos, a los que se añaden el listado bibliográfico y resúmenes en 4 idiomas (francés, italiano, alemán e inglés). En el primer capítulo se presenta la síntesis arquitectónica de la villa, cuya construcción data de los años 160-170 d.C., y que consiste en un edificio con doble peristilo, en el que se integran un balneum y un complejo artesanal. El segundo capítulo consiste en la exposición del corpus de pinturas, que se acompaña con el análisis del estado de conservación y de los principales causantes del deterioro, así como del método utilizado en el estudio de las pinturas. En el tercero de los capítulos de este primer volumen se analizan las características técnicas de los distintos conjuntos pictóricos, atendiendo a los morteros, trazados preparatorios, sistemas de sujeción y pigmentos, con el estudio de los recipientes cerámicos que los contenían. En el cuarto capítulo, análisis y puesta en perspectiva del corpus, se expone una síntesis de las características de las pinturas de la villa que permite, antes de estudiar de forma monográfica los fragmentos, tener una visión global de la decoración pictórica, esquemas compositivos, repertorio ornamental y decoraciones figuradas. Este análisis se complementa con el estudio comparativo de las pinturas de la misma época tanto en un ámbito provincial, como en relación a la península Itálica. En el capítulo quinto se realiza una interesante síntesis de la arquitectura de la villa, con el estudio de cada una de las estancias y su decoración, no sólo pictórica, sino también arquitectónica, musiva, marmórea y escultórica, lo que nos ofrece una visión de conjunto del aparato decorativo en relación con su contexto

1. Universidad Nacional de Educación a Distancia. C. e.: [email protected]

ESPACIO, TIEMPO Y FORMA Serie I · prehistoria y arqueología 11 · 2018 · 153–154 ISSN 1131-7698 · e-issn 2340-1354 UNED 153 Carmen Guiral Pelegrín

arquitectónico, que permite realizar una interesante aproximación a la cultura de los propietarios de la villa. Finalmente en el último capítulo, perspectivas de la investigación, el autor se centra en aquellos aspectos que deberán tenerse en cuenta para futuros estudios: continuidad de las excavaciones en ciertos edificios y su estudio metrológico, continuidad de los análisis de pigmentos y sobre todo algunos aspectos sobre las pinturas del tercer tercio del s. II, tales como las paredes blancas, la tendencia a la megalografías y, finalmente, el autor incide en el tema de la frecuentación de la villa por parte del propietario. Los cuatro anexos que cierran los contenidos de este primer volumen hacen referencia a las superficies estriadas de las pinturas; los análisis minerológicos de morteros, capas pictóricas y pigmentos; los tituli picti presentes en las pinturas de Orbe, si bien el estudio se hace extensivo a Italia y a las provincias. La hipótesis de que una de las estancias de la villa pueda identificarse con una biblioteca, induce al autor a incluir el anexo 4, en el que se realiza un estudio sobre las características de estas estancias. El anexo 5 consiste en un cuadro en el que se recogen todos los umbrales conservados o en negativo hallados en la villa y finalmente el anexo 6 presenta otro cuadro sinóptico sobre las características de los plintos de las pinturas. Tras el correspondiente listado bibliográfico, se dispone un índice geográfico y los resúmenes citados al inicio de este comentario En el volumen II se incluye el catálogo descriptivo y analítico de las pinturas murales y consiste en el estudio pormenorizado de todas las decoraciones pictóricas, atendiendo a las características técnicas de morteros y superficie pictórica, así como a los estudios estilísticos y comparativos; en la mayor parte de los casos, se acompañan con las preceptivas restituciones hipotéticas. Completan este segundo volumen una serie de anexos dedicados a la normalización de la denominación de los colores, la descripción de los revestimientos aislantes del gran balneum, el estudio del opus musivum, no solo de los mosaicos in situ, sino de las teselas descubiertas en las distintas estancias y finalmente el análisis de los hallazgos de conchas marinas o de agua dulce. Un índice geográfico cierra este segundo volumen. El III volumen está dedicado a la presentación del material gráfico: planimetrías y restituciones del alzado de la villa y fotografías en color y dibujos de los fragmentos, con las correspondientes restituciones de las paredes pintadas. La obra constituye un auténtico punto de referencia para el estudio de pinturas en estado muy fragmentario ya que al autor ha logrado, con el estudio de los múltiples fragmentos (que se aproximan a los 100000) conocer las técnicas y las decoraciones, y hacer visibles a los artesanos y al dominus, a cuya ideología se aproxima a través del estudio iconográfico. Es importante destacar también que el estudio de las pinturas se integra en el contexto arquitectónico y se relaciona con la escultura decorativa, mosaicos, reves- timientos marmóreos, lo que permite establecer conexiones entre los distintos re- cursos decorativos, así como establecer relaciones entre los programas decorativos y la funcionalidad de las estancias y su jerarquización en el ámbito doméstico . La obra constituye un hito en los estudios de la pintura romana en general y provincial en particular en el que, partiendo de las decoraciones de la villa, se establecen con claridad las características de las pinturas de época antonina.

154 ESPACIO, TIEMPO Y FORMA Serie I · prehistoria y arqueología 11 · 2018 · 153–154 ISSN 1131-7698 · e-issn 2340-1354 UNED Acero Pérez, Jesús: La gestión de los residuos en Augusta Emerita. Siglos I a.C.- VII d.C. Madrid: Anejos de AEspA LXXXII, 2018. 437 pp. ISBN: 978-84-0010329-3.

Marta Pavía Page1 DOI: http://dx.doi.org/10.5944/etfi.11.2018.23120

El libro que a continuación reseñamos, tal y como indica su autor en la Introducción, nace de una propuesta del vicedirector de la Escuela Española de Historia y Arqueología en Roma-CSIC, Xavier Dupré Raventós, quien proyectó una serie de trabajos sobre la gestión de residuos en las ciudades hispanas, línea de investigación que había empezado a despuntar en el contexto internacional en la primera década del siglo XXI, revelándose como un aspecto imprescindible para el conocimiento de las ciudades y fundamental para el estudio de la vida cotidiana de sus habitantes. El estudio del Dr. Acero, tiene como objeto establecer y analizar cuáles fueron los mecanismos de eliminación de residuos en la ciudad de Augusta Emerita, desde una perspectiva urbanística y topográfica a partir de los restos materiales recuperados durante las excavaciones arqueológicas desarrolladas en la ciudad durante más de un siglo. En ese sentido, el autor pone en relación los métodos de gestión de residuos empleados en la Mérida romana con la evolución de la ciudad y los cambios sucedidos en el escenario urbano, eligiendo un periodo cronológico que comprende desde la fundación augustea de la ciudad hasta el siglo VII. Este amplio margen temporal permite identificar las estrategias de gestión planteadas en el momento de fundación de la ciudad, cuando fue planificado el entramado viario y la parcelación urbana y la evolución de dichos sistemas en función de las transformaciones políticas, sociales, económicas e ideológicas que fueron configurando la identidad de la ciudad y que desembocaron en la Antigüedad Tardía en un modelo urbano propio, destacando en este sentido cómo los medios y sistemas de gestión de los residuos se adaptaron a la evolución de la ciudad como organismo vivo, con sus distintas fases de contracción y expansión. A la hora de abordar la investigación, el autor realiza un análisis global de todos los aspectos vinculados a la gestión de residuos urbanos, divididos en tres grandes bloques de investigación; el primero dedicado al estudio de la gestión de residuos líquidos, caracterizado en dos subapartados fundamentales; la red de cloacas de la ciudad y la evacuación de las aguas en espacios públicos. El segundo bloque de contenidos versa sobre la gestión de los residuos fisiológicos, destacando en este sentido el estudio pormenorizado realizado por el autor de las letrinas, tanto públicas como privadas, y, por último, el estudio de la gestión de los residuos sólidos, articulado cronológicamente en Alto Imperio, Bajo Imperio y Antigüedad Tardía y dividido a su vez en áreas de deposición, tipos de contenedor y naturaleza de los depósitos.

1. Universidad de Murcia. C. e.: [email protected]

ESPACIO, TIEMPO Y FORMA Serie I · prehistoria y arqueología 11 · 2018 · 155–158 ISSN 1131-7698 · e-issn 2340-1354 UNED 155 Marta Pavía Page

En cuanto a la organización del estudio, este se organiza en dos volúmenes. En formato CD Rom u catálogo completo, ordenado por sectores urbanos, de los elementos y espacios relacionados con los mecanismos de gestión de residuos empleados en Augusta Emerita durante el periodo analizado, y un segundo bloque, publicado en formato libro, dividido en diez capítulos. El primer bloque corresponde al catálogo en formato digital, articulado en 12 capítulos, a lo largo de los cuales se expone y analiza de manera ordenada y si- guiendo un criterio de articulación unitario, la documentación recabada, fruto de la exhaustiva recopilación de información, a menudo parcial, proveniente de las innumerables intervenciones de Arqueología Urbana efectuadas en la ciudad de Mérida. La información presentada en el catálogo se formula en función de criterios urbanísticos y topográficos, estableciéndose una cuadrícula que divide la ciudad en 11 sectores -7 intramuros y 4 extramuros-, enmarcados por los principales hitos del paisaje urbano de Augusta Emerita; la muralla, la trama viaria, las grandes áreas pú- blicas, el curso de los dos ríos que enmarcan la ciudad -Guadiana y Albergas- y las principales elevaciones o cerros que condicionan el relieve y la topografía urbana. El segundo bloque de contenidos, presentado al lector en formato impreso, está compuesto, a su vez, por diez capítulos y dos anexos que se corresponden con el análisis de conjunto de la información extraída del estudio en profundidad de la documentación presentada en el catálogo. El volumen cuenta, a su vez con una presentación firmada por la Dra. Trinidad Tortosa y un prólogo, realizado por el Dr. Carlos Fabiâo. Los tres primeros capítulos del volumen impreso, de carácter introductorio, están dedicados, una vez expuesta la preceptiva justificación y exposición de los objetivos y metodología, al análisis crítico de la documentación primaria, fundamentalmente fuentes literarias y legislativas, aunque también iconográficas e historiográficas. El capítulo cuatro comprende una serie de notas o apuntes metodológicos, donde el autor establece una doble aproximación al tema, primero desde un punto de vista teórico, destacando en este caso la elaboración de un glosario terminológico de la materia de estudio y un segundo apartado relativo al método utilizado tanto en la recopilación como en la organización y gestión de la información recabada. A continuación, encontramos la presentación del objeto de estudio; la ciudad de Augusta Emerita, caracterizada desde un punto de vista geográfico y topográfico, así como cronológico, esbozándose los hitos más importantes de su evolución urbanística e histórica. Posteriormente, se abordan los aspectos relativos al análisis de los datos recogidos a lo largo de la investigación sobre la gestión de residuos en la ciudad romana de Mérida, estudio desarrollado en los tres capítulos restantes, en los que se discute globalmente la problemática de la gestión de los residuos urbanos de la ciudad, articulada, tal y como hemos referido con anterioridad, en tres apartados; la gestión de residuos líquidos, la gestión de residuos fisiológicos y la gestión de sólidos, clasificación que responde a la diferencias metodológicas y de estudio de las distintas categorías, las cuales, deben y fueron en este caso, posteriormente analizadas de forma conjunta.

156 ESPACIO, TIEMPO Y FORMA Serie I · prehistoria y arqueología 11 · 2018 · 155–158 ISSN 1131-7698 · e-issn 2340-1354 UNED .Acero Pérez, Jesús: La gestión de los residuos en Augusta Emerita. Siglos I a.C.- VII d.C

Por último, el trabajo se completa con un capítulo de síntesis en el que se recogen y ponen en conjunto los resultados de la investigación, presentándose de manera diacrónica las principales conclusiones desarrolladas más extensamente en las páginas anteriores. Así mismo, el volumen cuenta con dos anexos en los que se incluyen los resultados preliminares del estudio paleoparasitológico elaborado a partir de las muestras de sedimento tomadas en algunas de las letrinas emeritenses. La ingente documentación recabada en este estudio y especialmente su análisis de conjunto, permiten al lector hacerse una idea general y a la vez en detalle de una entidad urbana de tal magnitud como lo era Augusta Emerita, estableciéndose así mismo un modelo de trabajo y de gestión de la información extrapolable a otros centros urbanos de la Antigüedad y constituyendo un hito significativo en el estudio la gestión de residuos y de la topografía urbana de las ciudades romanas. El ambicioso planteamiento seguido por el autor, es visible, tanto en relación con el marco temporal elegido como en el enfoque globalizador seguido, ya que el estudio de la gestión de residuos se presenta como una vía que relaciona directamente otros campos de investigación como el urbanismo, la arquitectura pública y privada, el termalismo, la higiene, la ingeniería hidráulica, la salud pública y otros temas de índole más económica como la producción y el consumo, apostando, el Dr. Acero por un modelo integrador que permita una cumplida comprensión de la ciudad como organismo.

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Gutiérrez García-M., A. y Rouillard, P. (eds.) (2018): Lapidum natura restat. Canteras antiguas de la Península ibérica en su contexto (cronología, técnicas y organización de la explotación), Institut Català d’Arqueologia Clàssica/Casa de Velázquez, Tarragona/Madrid, Serie Documenta, ISBN: 978-84-946298-3-9/ 978-84-9096-170-4.

Oliva Rodríguez Gutiérrez1 DOI: http://dx.doi.org/10.5944/etfi.11.2018.23147

Si en los últimos años existe una línea de trabajo que haya supuesto un verdadero revulsivo en la investigación en Arqueología clásica en España, esa es, sin duda, la concerniente a los estudios sobre piedras ornamentales en época romana. No solo referidos a aproximaciones más conocidas relativas a su carácter de soporte de programas decorativos y mensajes ideológicos y simbólicos sino, más allá, también a su valor económico y a su papel como factor de desarrollo de diferentes territorios, en la medida en la que se han ido identificando, progresivamente, variedades locales con relevancia en un entorno más o menos inmediato2. De esta forma, si los ensayos de reconocimiento de materiales lapídeos asociados a diferentes piezas arqueológicas, fundamentalmente elementos arquitectónicos, epigráficos y escultóricos, han sido relativamente abundantes en el marco de estudios más clásicos, menos atención se había prestado hasta hace pocos años a trabajos dedicados a la identificación y caracterización de los lugares de origen de los materiales; más escasos, aún, los preocupados por la lectura de las canteras en clave tecnológica, logística y organizativa. Por eso el volumen que aquí se reseña (y el encuentro que fue su origen, en Madrid en 2016), aunque sigue la estela ya iniciada, supone una relevante novedad, al menos en el panorama hispano. En todas las obras recientes se coincide, casi de forma unánime, en señalar los hitos que, hace ya muchas décadas, comenzaron dicha andadura. Entre ellos, el trabajo de A. Canto de 1977-78 publicado en Archivo Español de Arqueología

1. Universidad de Sevilla. C. e.: [email protected] 2. Se hace necesario citar en dicha actualización las actas de un primer encuentro internacional que tuvo lugar en Sevilla y Mérida en 2006 publicado en Roma en 2008 (Nogales y Beltrán 2008), al que siguió, en 2009, la reunión celebrada en Carranque en torno al Marmor en Hispania. Explotación, uso y difusión en época romana, que vio la luz en la editorial de la UNED en 2012 (García-Entero 2012). Ambas fechas compartió el IX Congreso Internacional de la ASMOSIA, celebrado en Tarragona y publicado en la serie Documenta del ICAC (Gutiérrez Garcia-M. et al. 2012); con motivo de dicho encuentro, además de diferentes estudios monográficos, se organizó una exposición: Marbles and Stones of Hispania, con su correspondiente catálogo (Álvarez et al. 2009). Ante tan activo panorama científico en torno a estas temáticas no ha sido tampoco extraño que equipos de investigación españoles hayan estado muy presentes en reuniones internacionales donde, de forma más o menos tangencial o monográfica se han abordado estos argumentos. Es el caso de la II Reunión de Arqueologia de la Construcción celebrada en Siena en 2008, con una sesión dedicada a «Piedras ornamentales en el Mediterráneo» (Camporeale et al. 2010) o la IV de la misma serie ya específicamente dedicada a «Las canteras en el mundo antiguo: sistemas de explotación y procesos productivos» (Bonetto et al. 2014). También relevantes trabajos sobre los marmora hispanos han quedado incluidos en las actas de las reuniones de la ASMOSIA celebradas en Roma (2012) y Split (2016) (Pensabene y Gasperini 2015 y Matetić Poljak y Marasović 2018, respectivamente).

ESPACIO, TIEMPO Y FORMA Serie I · prehistoria y arqueología 11 · 2018 · 159–164 ISSN 1131-7698 · e-issn 2340-1354 UNED 159 Oliva Rodríguez Gutiérrez

que, con más aciertos que errores, fue el encargado de llamar la atención sobre la potencialidad de las piedras hispanas en un panorama totalmente eclipsado por los materiales de las grandes canteras imperiales mediterráneas. A pesar de las dificultades para identificar explotaciones antiguas, tanto por el conservadurismo en las técnicas empleadas que impedía discriminar cronologías, como por la cancelación de evidencias por trabajos más recientes, esta autora ya llamaba la atención sobre la relevancia de los puntos de origen de los materiales y los testimonios de actividad extractiva. Años más tarde y ya con la incorporación de los primeros ensayos arqueométricos, desde la Universidad de Zaragoza se realizaban las siguientes propuestas de trazar un panorama general de las variedades marmóreas explotadas en la Hispania romana (Cisneros 1998). La revisión, valiosa por la exhaustividad geográfica, carecía sin embargo del detalle necesario para caracterizar la singularidad logística de los diferentes focos de extracción. No han faltado en estos años intentos valiosos de análisis integral de canteras concretas desde diferentes puntos de vista, siendo la aproximación arqueológica la más satisfactoria. Es el caso de las de Mijas (Beltrán y Loza 2003) o, ya en tiempos más recientes, las del NE peninsular (Gutiérrez García-M. 2009), Almadén de la Plata (Taylor 2015), El Mèdol (Gutiérrez García-M. et al. 2015) o Espejón (García-Entero et al. 2017). Sobre estas tres últimas se vuelve en trabajos contenidos en esta nueva obra colectiva (respectivamente: Gutiérrez Garcia-M. y López; Taylor; García-Entero, Gutiérrez García-M. y Zarco). Con toda esta experiencia acumulada, el volumen que nos ocupa busca insistir, por tanto, en aquellos aspectos menos abordados hasta el momento por la investigación, al menos en España. En ese sentido, no es casual que sea fruto de la colaboración entre el Institut Català d’Arqueologia Clàssica, una de las instituciones, como hemos visto, más preocupadas por estos argumentos desde su creación, y la investigación francesa. Es, sin duda en este país donde desde hace más tiempo y con una vertiente más tecnológica, productiva y económica se ha desarrollado estos estudios, siendo J.-C. Bessac su máximo exponente. Quien mejor que él, por tanto, para encargarse del capítulo introductorio al volumen, centrado en Nîmes como caso de estudio, pero como excusa abordar problemáticas de mucho mayor calado. Si algo hemos aprendido en estos años de investigaciones es que ni la destreza técnica en la explotación de la piedra, ni una al menos incipiente capacidad logística de la producción fueron méritos enteramente romanos en suelo peninsular. En ese sentido, abrir el campo de estudio a períodos del fin de la protohistoria o de tiempos republicanos puede, en efecto, ofrecer relevantes datos para la lectura de la posterior explotación más sistemática y organizada de las piedras duras. No es de extrañar, por tanto, que en el volumen se incorpore a la reflexión el empleo de piedras blandas locales, como las que sirvieron de soporte a algunas de las más notables esculturas de época ibérica (Chapa, Belén y García Cardiel) o las procedentes del entorno de la antigua Ilici (Costa, Moratalla y Rouillard). Si las técnicas de cantería apenas evolucionaron, hacia nosotros, hasta la incorporación de novedades de la etapa industrial, también cabe rastrearlas con anterioridad, en momentos prerromanos, al menos, en algunas regiones hispanas como el Valle del Guadalquivir, la Alta Andalucía o la costa levantina. Estas aproximaciones, con un inestimable valor metodológico y de análisis, extrapolable a diferentes períodos históricos, son las que

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se reúnen en el primer bloque del volumen, bajo el epígrafe «Zonas de explotación y territorios: estrategias de análisis, métodos y técnicas de estudio global». El volumen integra, como no podía ser de otra manera, los escasos ejemplos de análisis directos llevados a cabo en frentes de cantera antiguos. Es el caso de la intervención realizada en los años noventa en el Cerro de la Ermita de Caravaca de la Cruz, o la más recientemente acometida en un nuevo sector inédito de El Mèdol, propiciada por un incendio de parte del parque arqueológico (Gutiérrez Garcia-M. y López). En el paraje conocido como Los Covachos, en las canteras de Almadén de la Plata, también hace algunos años se tuvo la oportunidad de excavar un potente frente, ya oportunamente publicado en sus aspectos más relevantes (Beltrán et al. 2013). En todos los casos, los trabajos han permitido contar con más datos de la eventual evolución en el tiempo de estas importantes explotaciones y las diferentes modalidades de acometerlas. Si para la identificación y el rastreo de los materiales han sido fundamentales los estudios arqueométricos, muy potenciados en los últimos años, las aproximaciones tecnológicas y logísticas a las canteras precisan, igualmente, del auxilio de otras dis- ciplinas. Entran aquí en juego paralelos etnográficos, arqueología experimental (e.g. en el trabajo de C. Blondeau) y la no menos valiosa documentación textual de época histórica (Boato 2005). Muchos de los procesos de trabajo y los mecanismos de gestión documentados a través de archivos de obra de época preindustrial no diferirían en demasía de los de época romana, a juzgar por las tenues evidencias que proceden, so- bre todo, de Egipto y del Mediterráneo oriental (Barresi 2003; Russell 2013). El mundo medieval aporta interesantes claves, como es el caso de las canteras altomedievales de Nucourt, en Val d’Oise, presentadas aquí por C. Blondeau. De hecho, en los últimos tiempos y especialmente desde la investigación francesa se ha llamado la atención sobre los beneficios de la lectura transhistórica de procesos asociados a la explotación de materias primas, su transporte, comercialización y uso3 para las épocas antigua y medieval, con notable aprendizaje mutuo en ambos sentidos. Incluso la documen- tación escrita más reciente, en este caso de época moderna, aporta claves de interés para acometer el estudio de las canteras antiguas, como se plantea para las calizas y conglomerados meseteños de Espejón (García-Entero, Gutiérrez Garcia-M. y Zarco). También otros instrumentos tecnológicos hoy plenamente incorporados a los estudios arqueológicos resultan de inestimable ayuda para el análisis de las huellas de explotación de materiales lapídeos. Por un lado, los SIG permiten una localización precisa de los afloramientos, en directa relación con la topografía y la litología, como se desprende de su aplicación en la región septentrional de Elche (Costa, Moratalla y Rouillard); más aún, las potentes posibilidades de estas herramientas propician ir más allá, planteando restituciones de las canteras en diferentes momentos históricos o buscando las vías más propicias de salida de los materiales, de acuerdo a numerosas variables. Por otro, las técnicas fotogramétricas, como aquí se pone de manifiesto

3. Como las experiencias en torno al proyecto coordinado por Ch. Rico y D. Boisseuil «le marché des matières premières dans l’antiquité et au moyen âge» bajo los auspicios de la Casa de Velázquez y la EFR, cuyos resultados se encuentran en curso de publicación.

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en las investigaciones en El Mèdol (Gutiérrez García-M. y López) y La Couronne en Martigues (Pedini), favorecen un análisis pormenorizado de las estrategias generales de explotación de los frentes y de las huellas de trabajo, hasta ahora muy difícil de acometer con otros recursos gráficos tradicionales. En este volumen, por tanto, podemos distinguir tres aproximaciones diferentes desde el punto de vista de la escala de análisis empleada, lo que no significa, necesariamente, que no puedan existir lecturas mixtas y transversales. Podrían simplificarse en «territorio», «cantera» y «obra», como exponemos a continuación. En un primer grupo se incluyen los estudios que abordan la problemática de las canteras desde un punto de vista territorial y espacial. Eso puede significar el acercamiento a un amplio territorio geológicamente favorable para la explotación de los recursos pétreos que permita abordarlo de forma diacrónica. Aquí, como puede ocurrir con otros materiales como los mineros, la disponibilidad de una piedra de calidad marca profundamente las estructuras económicas de la zona en muy diferentes épocas así como, incluso, implica una profunda transformación del paisaje. Así ocurre en El Ferriol alicantino (Costa, Moratalla y Rouillard), la formación geológica de Folgueroles (Roqué y Rocas), la cuenca murciana de Caravaca (Brotóns y Ramallo) o el gran área de explotación de la piedra de Espejón (García-Entero, Gutiérrez Garcia-M. y Zarco). A todo el territorio de la actual Comunidad murciana se dedica el estudio de Antolinos, Noguera y Soler. Eso les permite establecer focos de abastecimiento y atracción en diferentes épocas y con diferentes objetivos. En buena medida, la explotación más o menos intensiva de determinados materiales lapídeos viene impuesta por las necesidades de una ciudad. De su análisis se pueden identificar ritmos y jerarquías, de acuerdo a las crecientes necesidades y a la calidad y facilidad de acceso a los materiales. La apertura de nuevos frentes o la mayor intensidad de la explotación pueden aportar interesantes datos para la lectura de pulsiones constructivas y monumentalizadoras en ciudades bien caracterizadas arqueológicamente como Carthago Nova. Sin duda alguna, un interés especial en el volumen adquiere el estudio monográfico de determinadas canteras. En ese sentido, es preciso hacer notar que en buena parte de los casos no se trata de marmora al uso, es decir, piedras destinadas al mercado fundamentalmente ornamental. Integrar estudios de materiales locales de uso diversificado, también para la construcción estructural básica, enriquece notablemente el panorama trazado hasta el momento. Es el caso de las ya aludidas canteras de El Mèdol o buena parte de las analizadas en el territorio murciano (Antolinos, Noguera y Soler; Brotóns y Ramallo). Variedades marmóreas son a su vez abordadas en las canteras de Almadén de La Plata (Taylor) y la isla de Thasos (Wurch-Kozelj). En todos los casos, en estos trabajos, se ha llevado a cabo un meticuloso análisis, por un lado, de los frentes conocidos, a fin de comprender la estrategia de los canteros en la forma de acometer la explotación; por otro, de los mínimos detalles técnicos que evidencian el empleo de determinadas herramientas e instrumentos. Todo ello nos informa de las capacidades técnicas y logísticas, la transmisión de saberes y el establecimiento de unas prácticas estandarizadas, adaptadas, no obstante, a la naturaleza singular de los materiales.

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Un tercer grupo insiste en una escala de estudio, ya bien trabajada en los últimos años y con claros resultados satisfactorios, centrada en un edificio y/o yacimiento cuyas fuentes de materiales pétreos se pretende identificar. Es el caso del teatro romano de Mérida (Pizzo, Mota, Fort y Álvarez del Buergo), donde, por medio de aproximaciones interdisciplinares, ha sido posible no sólo localizar las diferentes canteras de granito empleadas, sino además, obtener valiosos datos sobre la estrategia seguida en la obra de construcción. Acercamiento semejante se hace en el estudio sobre el fortín tardoantiguo de Can Blai (González Villaescusa, Fernández, Fronteau y Vázquez), levantado con la célebre piedra de marès, aún en explotación en la actualidad, aún con sistemas de cantería tradicionales. En este recorrido, la escala mínima de estudio sería quizá la «pieza». Si, como ya hemos indicado, esta aproximación ha sido la más trabajada en los últimos años para la época romana, en este volumen se da un paso más allá, al incorporar piezas emblemáticas de la plástica ibérica. Como sus autores insisten (Chapa, Belén y García Cardiel), sorprende que a pesar del interés despertado en la investigación clásica sobre esculturas como las Damas de Elche, Baza y el Cerro de los Santos, o el conjunto de Porcuna, apenas se haya rastreado su material de soporte y su procedencia. Nuevos datos al respecto suponen valiosa información sobre la organización social y la economía de estas comunidades, abordada hasta la fecha a través de otras vías de estudio. Otra necesaria y fundamental vuelta de tuerca en el interés por los materiales lapídeos es, por tanto, la que se lleva a cabo en este volumen. Ello, sin duda, demuestra la madurez de la investigación en un panorama en el que las preguntas son más complejas y las herramientas más potentes. No obstante, no habría sido posible llegar hasta aquí sin años de aparentemente más simplistas trabajos dedicados a la identificación de litotipos como soporte de piezas arqueológicas singulares. Sin abandonar esta línea y con un mejor conocimiento de las canteras y su gestión, se hace necesaria una nueva etapa de puesta en común con los datos proporcionados por los lugares de destino. En la medida en la que en los mismos edificios y ciudades, proyectos y obras, confluyen, contemporáneamente, materiales de muy diferente origen, cabe preguntarse por la logística suprarregional, que trascendería las garantías de abastecimiento de cantera a obra.

BIBLIOGRAFÍA

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ESPACIO, TIEMPO Y FORMA Serie I · prehistoria y arqueología 11 · 2018 · 159–164 ISSN 1131-7698 · e-issn 2340-1354 UNED 163 Oliva Rodríguez Gutiérrez

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164 ESPACIO, TIEMPO Y FORMA Serie I · prehistoria y arqueología 11 · 2018 · 159–164 ISSN 1131-7698 · e-issn 2340-1354 UNED NORMAS DE PUBLICACIÓN

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ˆˆ Archivos independientes con las imágenes y tablas del artículo. Las imágenes se enviarán en formato digital (.jpeg, .png o .tiff) con una resolución mínima de 300 ppp. a tamaño real de impresión. Las ilustraciones (láminas, dibujos o fotografías) se consignarán como «Figura» (p. ej., Figura 1, Figura 2…). Por su parte, los cuadros y tablas se designarán como «tabla». Las Figuras y Tablas se enviarán en archivos individualizados indicando el número de figura/tabla, siempre en formato escalable (.doc, .docx, .rtf, .AI, .eps, etc.).

ˆˆ Archivo en formato compatible con MS Word con las leyendas o pies de imá- genes y tablas (recuerde que en el archivo ms word que llamamos «original» ha de colocar donde proceda la llamada a la Figura o Tabla correspondiente entre paréntesis). El/los autor/es está/n obligado/s a citar la fuente de proce- dencia de toda documentación gráfica, cualquiera que sea su tipo. La revista declina toda responsabilidad que pudiera derivarse de la infracción de los derechos de propiedad intelectual o comercial.

Durante el Paso 4, al insertar cada archivo complementario se le da posibilidad de que los evaluadores puedan ver dichos archivos. Sólo debe dar a esta opción en los archivos de figuras y tablas, y en el de los pies de foto, siempre y en todos los casos si con ello no se compromete la evaluación ciega. Nunca pulse esta opción en el caso del archivo con los datos el autor/es. En este momento puede subir también cualquier otro tipo de archivo que crea necesario para la posible publicación del artículo.

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5. El último, paso, el Paso 5, le pedirá que confirme o cancele el envío. Si por cualquier cuestión, decide cancelar su envío, los datos y archivos quedarán regis- trados a la espera de que confirme el envío o subsane algún tipo de error que haya detectado (una vez se haya vuelto a registrar pulse sobre el envío ACTIVO y luego sobre el nombre del artículo para poder completar el proceso). Igualmente tiene la opción posterior de borrar todo el envío y anular todo el proceso.

MODIFICACIÓN DE ARCHIVOS CON POSTERIORIDAD AL ENVÍO DEL ORIGINAL, ENVÍO DE REVISIONES SOLICITADAS EN EL PROCESO DE REVISIÓN Y ENVÍO DEL ARTÍCULO ACEPTADO

Existen diversas circunstancias, como errores del autor/es o las solicitudes de mo- dificaciones o mejoras durante el proceso de revisión, que podrán generar uno o más nuevos envíos por parte del autor/es a esta plataforma. Para todos los casos el autor principal que haya realizado el envío debe seguir los siguientes pasos:

1. Entrar con sus claves de registro (recuerde anotarlas en lugar seguro la primera que vez que se registra, aunque es posible solicitar al sistema la generación de nuevas claves).

2. Pulsar sobre el envío que le aparece como ACTIVO.

3. Le aparecerá una pantalla con el nombre y estado de su artículo, si pulsa so- bre el TÍTULO de su trabajo llegará a la pantalla con los datos completos de su envío. En esta pantalla encontrará en la parte superior las pestañas RESUMEN, RE- VISIÓN y EDITAR.

3.1. Si lo que quiere es añadir algún archivo complementario porque haya sido mal recibido, porque haya sido olvidado o por subsanar cualquier error adverti- do por parte del Editor/a o del propio autor/a, entre en la pestaña RESUMEN y pulse sobre la posibilidad de añadir fichero adicional. Igualmente puede en este momento modificar o complementar los metadatos del artículo.

3.2. Si el envío ha sido aceptado en primera estancia por el Consejo de Redacción, y dentro del proceso de revisión por pares ciegos se le notifica alguna sugeren- cia de mejora o modificación, entonces deberá entrar en la pestaña REVISIÓN, donde encontrará detallado todo el proceso y estado de la revisión de su ar- tículo por parte del Editor/a y de los Revisores/as, allí podrá subir una nue- va versión del autor/a en la pestaña Decisión Editorial. Recuerde que aún debe mantener el anonimato de la autoría en el texto, por lo que los archivos con las correcciones y revisiones deben ser remitidos aún en formato .pdf.

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3.3. Una vez finalizado y completado el proceso de revisión por pares, si el artículo ha pasado satisfactoriamente todos los filtros se iniciará la corrección formal del trabajo de cara a su publicación tanto en la edición electrónica como en la edición en papel de la revista. Después de registrarse y pulsar sobre el título debe entrar en la pestaña EDITAR y seguir las instrucciones que le notifique el Editor/a. En este momento y de cara al envío del artículo para su maque- tación y publicación, el archivo original que en su momento remitió en ms Word para la revisión, siempre exento de imágenes, figuras o tablas, debe ser ahora enviado en formato de texto compatible con MS Word.

1. VERSIÓN PRE PRINT

Además de lo anterior, existe la posibilidad de publicar una versión pre print de su tra- bajo en la revista electrónica con anterioridad a la versión definitiva maquetada. Para ello, en esta fase se le requerirá para que junto a la versión definitiva en formato compatible con MS Word sólo con el texto que se remite a la imprenta (junto a los archivos con las imágenes, figuras y tablas si las hubiere, que ya había remitido el autor/es en el primer envío), ha de remitir una versión completa de su artículo en .pdf ya con el nombre/s del autor/es, así como con las imágenes o tablas incorporadas, junto a las leyendas precisas, incluidas al finalizar el texto, antes de la bibliografía. La puede subir registrándose e incluyéndola en los archivos complementarios del apartado RESUMEN. De esta forma el autor verá en la versión electrónica, con una importante antelación con respecto a la versión en papel, el artículo definitivo apro- bado, y podrá citar como prepublicado su artículo (este archivo, lógicamente, es de carácter provisional, no va paginado, y es sustituido con posterioridad cuando se incorpora la versión definitiva). Si el autor se demora o incumple los plazos en las fases de Revisión o Edición, el Consejo de Redacción de la revista puede decidir la no publicación del artículo o su postergación automática para un número posterior.

NORMAS DE EDICIÓN

Las siguientes normas de edición deben ser tenidas en cuenta para el archivo «ori- ginal» editado en ms word (Paso 2):

1. Datos de cabecera

ˆˆ En la primera página del trabajo deberá indicarse el título del trabajo en su lengua original y su traducción al inglés. Recuerde que no debe aparecer el nombre del autor, ni la institución a la que pertenece (debe remitirse en un fichero independiente en el paso 4: añadir ficheros complementarios).

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ˆˆ Un resumen en castellano del trabajo, junto a su correspondiente versión en inglés, no superior a 1.000 caracteres con espacios. En el resumen es conveniente que se citen los objetivos, metodología, resultados y conclu- siones obtenidas.

ˆˆ Se añadirán también unas palabras clave, en ambos idiomas, Separadas por punto y coma ( ; ), que permitan la indexación del trabajo en las bases de datos científicas. Éstas no serán inferiores a cuatro ni excederán de ocho.

ˆˆ En caso de que la lengua del texto original no sea el castellano, ni el inglés, el título, el resumen y las palabras claves se presentarán en el idioma original, junto con su versión en castellano e inglés.

ˆˆ Las ilustraciones se enviarán en fichero independiente a este texto «origi- nal», igualmente se remitirá un archivo con la relación de ilustraciones y sus correspondientes leyendas (pies de imágenes).

2. Presentación del texto

ˆˆ Se facilita en la plataforma una HOJA DE ESTILO que incluye las características que se detallan a continuación, y se recomienda al autor/es su uso para evitar demoras en los posteriores procesos de corrección y maquetación.

ˆˆ El formato del documento debe ser compatible con MS Word. El tama- ño de página será DIN-A4. El texto estará paginado y tendrá una extensión máxima de 90.000 caracteres con espacios (40 páginas), incluidas las figuras, tablas y bibliografía.

ˆˆ Las imágenes y tablas, así como la relación numérica y la leyenda, tanto de las figuras como de las tablas, se adjuntarán en archivos aparte (en el paso 4). Se consignarán como Figura 1, Figura 2… Por su parte, los cuadros y tablas se designarán como Tabla 1, Tabla 2… Las referencias a ilustraciones deben estar incluidas en el lugar que ocuparán en el texto. Su número queda a crite- rio del autor, pero se aconseja un máximo de 15 imágenes. En todos los casos debe citarse la procedencia de la imagen. Al comienzo del trabajo se podrá incluir una nota destinada a los agradecimientos y al reconocimiento de las instituciones o proyectos que financian el estudio presentado.

ˆˆ Encabezados. Los encabezamientos de las distintas partes del artículo de- berán ser diferenciados, empleando, si procede, una jerarquización de los apartados ajustada al modelo que se propone:

1. Título del capítulo 1.1. Título del epígrafe 1.1.1. Título del subepígrafe

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3. Estilo

ˆˆ El texto se presentará sin ningún tipo de formato ni de sangría de los párra- fos, y con interlineado sencillo. ˆˆ Se utilizarán únicamente tipos de letra con codificación UNICODE. ˆˆ Las citas literales, en cualquier lengua original, se insertarán en el cuerpo del texto en redonda, siempre entre comillas dobles. Si la cita supera las tres líneas se escribirá en texto sangrado, sin comillas. ˆˆ Se evitará, en lo posible, el uso de negrita. ˆˆ Las siglas y abreviaturas empleadas deben ser las comúnmente aceptadas dentro de la disciplina sobre la que verse el trabajo. ˆˆ Los términos en lengua original deberán escribirse en cursiva, sin comillas: in situ, on-line. ˆˆ El resto de normas editoriales se ajustarán a lo indicado en: Real Academia Española, Ortografía de la lengua española, Madrid, Espasa Calpe, 2010.

4. Bibliografía

Las referencias se citarán en el texto indicando, entre paréntesis, el apellido del autor junto con el año de edición de la obra citada (Cabrera 2006). En caso de que al autor se le haga mención en la misma frase, sólo se indicará el año de la publicación ([…] según la hipótesis propuesta por Cabrera (2006) […]). Los sufijos (a, b, c…) se emplearán en el texto y en la relación bibliográfica final para diferenciar trabajos de un autor publicados en un mismo año. Se recomienda hacer mención a la página concreta de la cita (Cabrera 2006: 125). Si existen dos autores se consignarán ambos (González Echegaray & Freeman 1971). En caso de ser más de dos autores se añadirá al primero et al. (Karlin et al. 1988). Los textos citados que se encuentren en prensa tendrán que tener todos los datos editoriales para ser admitidos. No se aceptan citas de obras inéditas (salvo tesis doctorales, memorias de DEA e informes administrativos). Las referencias bibliográficas se recopilarán por orden alfabético al final del artículo:

ˆˆ Libro de editor

H ager, L.D. (ed.) 1997: Women in human evolution. Routledge. London.

Bonifay, E. & Vandermeersch, B. (eds.) 1991: Les premiers européens. Actes du 114 Congrès National des Sociétés Savantes. Editions du CTHS. Paris.

ˆˆ Capítulo de libro

C onkey, M.W. 1997: «Mobilizing ideologies: palaeolithic ‘art’, gender trouble and thinking about alternatives». En L.D. Hager (ed.): Women in human evolution. Rout- ledge. London: 172–207.

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ˆˆ Libro de autor/autores

N oble, W. & Davidson, I. 1996: Human evolution, language and mind. A psychologi- cal and archaeological inquiry. Cambridge University Press. Cambridge.

ˆˆ Revista

Leroi-Gourhan, A. 1961: «Les fouilles d’Arcy-sur-Cure (Yonne)». Gallia Préhistoire IV: 3–16.

ˆˆ Tesis doctoral o DEA

Bourguignon, L. 1997: Le Moustérien de type Quina: nouvelle définition d’une tech- nique. Tesis Doctoral. Université de Paris X-Nanterre.

CORRECCIÓN DE PRUEBAS DE IMPRENTA

Durante el proceso de edición, los autores de los artículos admitidos para publi- cación recibirán un juego de pruebas de imprenta para su corrección. Los autores dispondrán de un plazo máximo de quince días para corregir y remitir a ETF I las correcciones de su texto. En caso de ser más de un autor, estas se remitirán al pri- mer firmante. Dichas correcciones se refieren, fundamentalmente, a las erratas de imprenta o cambios de tipo gramatical. No podrán hacerse modificaciones en el texto (añadir o suprimir párrafos en el original) que alteren de forma significativa el ajuste tipográfico. El coste de las correcciones que no se ajusten a lo indicado correrá a cargo de los autores. La corrección de las segundas pruebas se efectuará en la redacción de la revista.

172 ESPACIO, TIEMPO Y FORMA Serie I · prehistoria y arqueología 11 · 2018 ISSN 1131-7698 · e-issn 2340-1354 UNED AÑO 2018 ISSN 1131-7698 E-ISSN 2340-1354 11 ESPACIO, TIEMPO SERIE I PREHISTORIA Y ARQUEOLOGÍA REVISTA DE LA FACULTAD DE GEOGRAFÍA E HISTORIA Y FORMA

Artículos · Articles Reseñas · Book Review

Mario López Recio, Javier Baena Preysler & Pablo Silva Carmen Fernández Ochoa 13 Barroso 149 Hidalgo Prieto, Rafael (Coord.): Las Villas Romanas La tradición tecnológica achelense en la cuenca media del río Tajo · de la Bética, vol. I y II, Ed. Universidad de Granada (ISBN: 978- The Acheulian Technological Tradition in the Middle Basin of the 84-338-6107-8), Universidad de Córdoba (ISBN: 978-84-9927- Tagus River 325-9), Universidad Pablo de Olavide (ISBN: 978-84-617-7532-3), Universidad de Sevilla (ISBN: 978-84-472-1861-5), Universidad de Javier Jiménez Ávila Málaga (ISBN: 978-84-9747-8298), Sevilla, 2016, 823 pgs. 49 Un conjunto de arreos de bronce de la colección Juan Cabré: aportaciones al estudio del atalaje ecuestre en la Protohistoria Ibérica · A Set of Bronze Horse Bits in the Juan Cabré Museum: A Carmen Guiral Pelegrín Contribution to the Study of Equestrian Harness in Iberian Iron Age 153 Dubois, Y.: Ornamentation et discours architectural de la villa romaine d’Orbe Boscéaz. Cahiers d’archéologie romande, 163, Julio C. Ruiz URBA II/1), Lausanne, 2016. 3 volúmenes. ISBN: 972-288028-163-2; 75 Los retratos imperiales de Tarraco: notas sobre talleres y ISSN: 1021-1713.199. técnicas de producción · Imperial Portraits from Tarraco: Some Remarks on Workshops and Production Techniques

Marta Pavía Page Eurico de Sepúlveda, Catarina Bolila & Marisol 155 Acero Pérez, Jesús: La gestión de los residuos en Augusta 101 Ferreira Emerita. Siglos I a.C.- VII d.C. Madrid: Anejos de AEspA LXXXII, Terra Sigillata de tipo itálico decorada, proveniente do Ager Salaciensis 2018. 437 pp. ISBN: 978-84-0010329-3. (Alcácer Do Sal, Portugal) · Decorated Italian Samian Ware Found at the Ager Salaciensis (Alcácer Do Sal, Portugal)

Sergio Vidal Álvarez, Marie-Claire Savin & Oliva Rodríguez Gutiérrez 129 Carole Biron 159 Gutiérrez García-M., A. y Rouillard, P. (eds.) (2018): «Opus artificum universa» estudio colorimétrico de la escultura Lapidum natura restat. Canteras antiguas de la Península ibérica en románica en mármol del Museo Arqueológico Nacional: ejemplos su contexto (cronología, técnicas y organización de la explotación), de Galicia y León · «Opus Artificum Universa» Colorimetric Study Institut Català d’Arqueologia Clàssica / Casa de Velázquez, of the Marble Romanesque Sculpture in the Museo Arqueológico Tarragona / Madrid, Serie Documenta, ISBN: 978-84-946298-3-9 Nacional: Examples from Galicia and León / 978-84-9096-170-4.