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FAMILIA Y PODER · EN NUEVA ESeANA Memoria del Tercer Simposio de Historia de las Mentalidades Seminario de Historia de las Mentalidades

COLECCION CIENTIFICA

3U4G2

~milia y poder en Nueva Espana Mernoria del Tercer Sirnposio de Historia de las Mentalidades

~minario de Historia de las Mentalidades

l I Serie H,storia lnstituto Nacional de Antropologla e Historia po,vRe,1oli)' J"vi/l ~ - 6vt.l!lr I 'Pl 0 1

EdiciOn: Antonio Guzman V. y Lourdes Martfnez 0.

Portada: Serie Castas num. 1 (detalle) An6nimo, siglo XVIII. Oleo/tela Colecci6n Banco Nacional de Cortesfa de Fomento Cultural Banamex, A. C.

Primera edici6n: 1991 © lnstituto Naclonal de Antropolog(a e Historia C6rdoba 45, Col. Roma, Mexico, D.F.

lmpreso y hecho en Mexico ISB N-961:Hl487-68-9 lndice

I

Agradecimientos 7

lntroducci6n 9

Matrimonios hispano-indios en el primer siglo de la Colonia Pedro Carrasco 11

El papel del estado en la organizaci6n economica de la familia campesina en el Mexico central durante el siglo XVI Teresa Rojas Rabiela 23 ii La familia indfgena noble y la conservaci6n de un poder disminuido Jose Ruben Romero Galvan 35

Matrimonios, alianzas y mitos Alfredo Lopez Austin 43

El poder de los mercaderes. La Mixteca alta: del siglo XVI a los primeros aiios del XVIII Ma. de las Angeles Romero Frizzi 49

Las familias de comerciantes en el trafico transpacifico en el siglo XVII I Carmen Yuste 63

El papel de la familia en la organizaci6n empresarial en la Nueva Espana John E. Kicza 75 i Terc,;r simposio de historia de las mentalidades I Marfa Teresa Huerta 87

Pobres y poderosos. Los franciscanos en Yucatan, 1545-1571 Stella Gonzalez Cicero 91 I C/rculos de poder en la Guadalajara del siglo XVII Thomas Calvo 103

Una familia, una region. Los de la Canal de San Miguel el Grande en el siglo XVII I Esteban Sanchez de Tagle 115 Las grandes familias novohispanas: poder politico y condiciones econ6micas Juan Pedro Viqueira 125

Padres e hijos. Voluntades en conflicto (Mexico, siglo XVII) Marla de Lourdes Villafuerte Garcia 133

Tres matronas del siglo XVIII y su influencia en la vida conyugal de los hijos Dolores Enciso Rojas 143

El amancebamiento en los siglos XVI y XVII: un medio eventual de medrar Solange Alberro 155

Relaciones familiares y mecanismos de poder* Fran~is Delaporte 167

Familias, santos y capellanias: bienes espirituales y estrategias famitiares en la sociedad indigena, siglos XVII y XVIII Serge Gruzinski 173

Poderosos, parentelas y clientelas: reminiscencias medievales y modemidad en la Zacatecas de siglo XVIII Frederique Langue 181 • Introduccion

Como lo venfamos intuyendo desde el primer simposio de Historia de las Mentalidades en 1981, la problematica de la Familia desemboca mas tempra­ no que tarde en la del poder. Este dista mucho de ser un atributo definido con propiedades estables y especfficas: es ante todo una relaci6n, sometida, por lo tanto, como todas las relaciones, a la dinamica azarosa que nace del manejo humano de las contingencias. Por ello, el poder es proteico. Puede abarcar desde el desplante mas brutal -la muerte dada o el sufrimiento in­ fligido de los tiempos de conquista, de dominaci6n descarnado o de repre­ si6n-, hasta el consejo insinuado en la sombra del confesionario y el chanta· je sentimental destilado en el seno del hogar. Pero (casi) nunca la relaci6n re­ sulta ser totalmente un(voca y los indigenas que se suicidaron, las mujeres que abortaron voluntariamente y los esclavos que se quitaron la vida o sabo­ tearon su fuerza de trabajo mutilandose, manifestaron de manera parad6jica y dramatica su rebeld fa y rechazo del poder impuesto. De hecho, muy pocas vecey el historiador encuentra al Poder monolfti· co y qu imicamente puro, ni aun cuando dimana de instituciones tales como la Corona o la Iglesia, que se ven obligadas a menudo a conformarse con su expresi6n simb61ica, "Yo el Rey ... mandamos," etcetera, en perjuicio de su realizaci6n tangible. En cambio, el historiador se enfrenta con una multi· plicidad de poderes, incluso de micropoderes, como los llamaba Michel Fou­ cault; estos son relatives -cierto grupo o hasta s61o un individuo, en deter­ minado lugar y momenta, con fines y estrategias particulares-, y si bien lie· gan a desaparecer al cabo de algunos af\os o decenios, no sin antes modificar· se, logran conformar por un tiempo una sociedad y una memoria que a su vez contribuye a reproducir esta misma sociedad. Por otra parte, tampoco la Familia puede reducirse a una definici6n y las numerosas acepciones que siempre tuvo el vocablo indican claramente que este abarca realidades muy distintas, siendo por tanto imprescindibles aqui considerar como familia a cualquier grupo o sector que reivindique serlo. Para el periodo colonial esto significa que tanto la familia indigena, de contornos tan variables como borrosos las mas de las veces, las de caste, la espai'iola, criolla y peninsular, nuclear o extensa, matri.jrcal y patriarcal, el parentesco espiritual y situaciones como la de los "criados" y de los "pania­ guados" merecen la atenci6n del historiados. Mas aun, la familia simbolica que resulta de ser una orden religiosa representa sin duda el tipo de organiza­ ci6n formada alrededor del esquema familiar -asf la "hermandad ', la "co­ fradfa" (cofraternistas) y tal vez el "gremio", (de gremium, ii, seno, regazo y, al figurado, cuidados, socorro, protecci6n)-, antecedentes de formas or­ ganizativas modernas actualmente estructuradas por un principio jer.irquico distinto del anterior. El hecho de que semejantes asociaciones, que tienen todas en comun el procurar la eficacia en los terrenos que les corresponden, pretenden regirse por una estructura de tipo familiar, revela una afinidad profunda entre dicha estructura y el poder; por otra parte, la existencia hoy dfa de expresiones ta· les como "la familia" pol ftica, monarquica, revolucionaria, etcetera, muestra la permanencia de la relaci6n entre familia y poder. La familia produce poderes que se ejercen dentro y fuera de ella; tambien es sometida a presiones que provienen de otros nucleos de poder, como son otras familias, sectores sociales, instituciones. Por tanto, puede adoptar es­ trategias defensivas que buscan preservar poderes amenazados, u ofensivas cuando se trata de conquistar poderes nuevos o de ampliar los existentes. Estos nos remiten esencialmente, como era de esperarse, a las esferas de lo econ6mico, lo pol ftico y desde lugo el ambito del estatuto v del prestigio, con su estela de simbolismos sociales, cargos, titulos, etcetera. Sin embargo, la originalidad y sin duda la superioridad de la familia co­ mo nucleo de poder active o pasivo, estan mas bien en la naturaleza de los instrumentos que utiliza para lograr sus fines: la alianza o el rechazo, la endo­ gamia o la exogamia, la legitimidad o la ilegitimidad, la abundancia y varie­ dad de la descendencia y del linaje que permite la irrupci6n sobre otros te­ rritories -como el eclesiastico por ejemp1o, gracias precisamente a aquellos miembros que parecen salirse parcialm&nte del esquema familiar-, la sociabi­ lidad amplia por la que se integran, a traves del parentesco espiritual ode los lazos de clientelismo, fuerzas nuevas al nucleo central, etcetera. Estos mecanismos se enraizan en los intereses profundos no s61o del gru­ po sino del individuo, al conjugar las fuerzas de la sexualidad con los recursos de la afectividad. En este sentido, la Familia moviliza a cada unodesusmiem­ bros y le prescribe funeiones determirt.Klas, de acuerdo con su vocaci6n se­ xual, profesional y su idiosincrasia, ejerciendo un papel {mice de productora y reproductora de comportamientos y estrategias que buscan el beneficio de los individuos mediahte la acci6n del grupo al que pertenecen, el del grupo a traves de los individuos que lo componen y aquel del sector social o even­ tualmente de la clase en los que se integra el grupo familiar. La importancia de este proceso durante el periodo colonial es evidente, aunque poco recalcada hasta ahora, simplemente porque no se han conside­ rado numerosos hechos y situaciones bajo este preciso enfoque, que permite hacerlo emerger como tal. Ahora bien, existen claros indicios para pensar que la relaci6n Peder y Familia sigui6 pesando fuertemente a lo largo del si­ glo XIX y probablemente hasta nuestros d fas. Los presentes ensayos no pretenden ofrecer avances y menos aun aventu­ rar balance alguno. S61o abordamos unos cuantos aspectos del problema y, si se quiere continuar con esa labor, es preciso profundizar y ampliar con­ ceptual, espacial y temporalmente lo aqu( esbozado. Bastenos por ahora la esperanza de haber seilalado el interes y la vigencia de estos temas y de alen­ tar, tal vez, futuros estudios al respecto.

Solange Alberro

10 Matrimonios hispano-indiosen el primer siglo de la Colonia PedroCarrasco SUNY, Stony Brook

Las relaciones de poder en el Mexico colonial depend/an en parte fundamen­ tal de la distinci6n entre espaiioles e indios. Es, pues, de interes examiner las uniones matrimoniales entre miembros de estos dos grupos en terminos de la condici6n social de los contrayentes dentro de la estratificaci6n social total de la Colonia y de la rnanera en que tales matrimonios afectaban su repu­ taci6n y sus posibilidades de medrar en la jerarqufa social. El tema toca a cuestiones de mezcla racial y mestizaje que siempre han suscitado gran inten!s (Konetzke, Mamer). En ella, sin embargo, las uniones informales y el concubinato que juegan un papel preponderante son margi­ nales a mi tema. No pretendo dar una discusi6n completa o sistemetica del asunto. Baso este ensayo en datos ocasionales encontrados al buscar materiales sobre la organizaci6n social prehispanica y su continuidad en la Colonia. Es en buena parte anecd6tico y por lo tanto no trato de cuantificar, pero los ejemplos presentados permiten definir destintos tipos de casamientos seg(m la condi­ ci6n social de los contrayentes. Los espaiioles se impusieron como grupo dominante sobre una sociedad indfgena claramente estratificada, cuyos usos matrimoniales contribuyeron a definir las relaciones sexuales y matrimoniales entre las dos etnias, espaiio­ les e Indios. En cuanto a los antecedentes espaiioles, a pesar de· no haberlos estudiado en detalle, creo que se pueden resumir a base de la preferencia por el casa­ miento dentro del mismo nivel social, la subordinaci6n de la mujer, y la mo­ ral sexual distinta para hombres y mujeres. Como dice el refrlin: "casar y compadrar, cada cual con su igual" (Correas 109). El hombre casa con don­ cella de su misma clase que ha de darle sucesi6n leg(tima. La mujer aporta al matrimonio una dote, cuya cuantfa puede compensar diferencias de rango. Las relaciones sexuales ocasionales o el amancebamiento sedan con mujer de condici6n social inferior. El amancebamiento con mujeres indias ya era practica frecuente en las Antillas. Se preferra el matrimonio con espaiiola y los casamientos con in­ dias eran la minor fa (Morner 26), aunque hay casos de espaiioles que llegaron a Mexico casados con india antillana. Pronto se defini6 cierta polftica ma­ trimonial como una manera mas de dominar a los indios. El cardenal Cisneros recomendaba a los jer6nimos en 1516 que los espai'loles casaran con las hijas de los caciques que carecieran de hijos varones, para que de ese modo los he­ rederos fueran en poco tiempo espaiioles (Morner 37) . . En la sociedad ind igena tambien predominaban los matrimonios entre contrayentes del mismo nivel dentro de los dos grandes estratos de nobles f:>ipiftin) y macehuales. Entre la nobleza era normal la poliginia y habfa distintos tipos de uniones. Unos con mujeres de alto nivel social contrafdos mediante pedimento y con ceremonia publica. Otros con mujer de condici6n inferior se describen como amancebamiento. La poliginia permitfa a un noble mantener a un mismo tiempo varias alianzas matrimoniales con distintas implicaciones pol!ticas. Habfa dos for­ mas de casamiento bien identificadas. En uno, el senor de mas alto rango, co-­ mo el rey de Tezcoco en el Acolhuacan, daba sus hijas en matrimonio a sus subordinados los reyes de las catorce ciudades, como Teotihuacan, que de­ pendfan directamente de el. La princesa tetzcocana llevaba tierras en dote y serfa la madre del sucesor. Este tipo de casamiento regularizaba la relaci6n entre los linajes reinantes en cada una de las ciudades del Acolhuacan y el li­ naje dominante de Tetzcoco. En otros casos los seliores de mayor rango se unen con mujeres de rango inferior. Por ejemplo, los reyes de Mexico tomaban princesas de ciudades dependientes y un hijo de esa union se destinaba a ser el pr6ximo senor de la ciudad de la madre. 0 tambien , un prfncipe tenochca se imponfa como rey en un lugar sometido y casaba con princesa del lugar. En estos dos tipos de matrimonio se introduce un prfncipe tenochca en otro seliorfo y se establece relaci6n de parentesco con la dinast/a local a traves de sus mujeres. El grupo local adquiere para sf miembros de la dinastfa dominante que por via femeni­ na seran tambien descendientes de. la dinastfa local. Las mujeres en todos es­ tos casamientos reales iban acompanadas de parientas y criadas que tambien se unfan al senor que las recibia o que este daba a sus parientes y subditos. La donaci6n de mujeres como forma de mantener relaciones pol fticas era normal en el Mexico antiguo (Carrasco 1984). · Al examinar los casos de matrimonio entre miembros de los dos grupos etnicos, espanoles e indios, es evidente el numero tan pequeflo de uniones entre indio y espanola. Sin duda esto se explica por la subordinaci6n del gru­ po indlgena en su totalidad como grupo conquistado, la renuencia en el sis­ tema espaliol de dar u na mu jer en casa miento a hombres de men or rango y la escasez de mujeres espanolas, especialmente en los primeros tiempos. Los pocos casos conocidos son por lo tanto de indios del miis alto nivel social. De Tenochtitlan, casaron con espanola Don Martfn Nezahualtecolotzin, hijo de Moteuczoma (Tezoz6moc 151); Don Hernando de Tapia, hijo de Don An· dres de Tapia Motelchiuhtzin (Garcia Granados 5021) y Don Diego Luis Moctezuma, hijo de Don Pedro Tlacahuepantzin y, por lo tanto, nieto del emperador. Don Diego Luis fue llevado a Espana, cas6 con espanola y fue origen de los condes de Montezuma. 'f Hay tambien informes sabre un casamiento con espai'iola de Don Anto­ nio Cortes de Tabuca (Fernandez de Recas 25). y del cacique de Tecamachal· co (AGI Justicia 1013, num. 1). En Michoacan casaron con espanola tres descendientes del cazonci: Don Francisco Tariacuri, Don Pablo Huitzimenga­ ri y Don Constantino Huitzimengari (L6pez Sarrelangue 171, 186, 218). Poco o nada se sabe de las mujeres espailolas que entraron en estos ma­ trimonios. Desde el punto de vista de la nobleza indfgena se podria haber visto acaso como semejante al uso prehispanico de que los senores tomaran mujer del linaje superordinado. Pero no lleg6 a formalizarse como una polf­ tica bien definida de alianzas matrimoniales. Lo mas interesante es la situaci6n de Don Martin Moctezuma y Don Hernando de Tapia, quienes viajaron a Espana ·en mas de una ocasi6n. El caso de los indios nobles que estaban en Espana en 1533 (Cline 1969) es el que mas se acerca a un trato que los hu-

12 biera asemejado a la nobleza castellana, pero tambien sufrieron el rechazo de tal polftica por parte de la Corona. Una consulta sometida por el Consejo de lndias a Su Majestad dice:

De la Nueva EspaRa enviaron el presidente e oidores cinco indios, uno hijo de Mocte­ zuma que otras veces habfa venido a besar las manos de V.M. y otros principales, por· que les pareci6 que eran persona, que no conven{a que al presente estuviesen alla. Ha cinco o seis meses que estan aquf, haseles dado lo necesario y porque no parece que conviene al presente que vuelvan aquella tierra y estan aqu ( a costa de V .M., parece al consejo que entre tanto, se pusiesen en alguna cosa que sirviesen a V.M.; especial· mente al hijo de Moctezuma continuo de casa y los dos en la guarda de caballo y los dos en la guarda de pie; y sonara bien alla porque parezca que en su casa y corte se huelga de servir de ellos. V.M. mandara en ello lo que fuere servido. La decisi6n real en una nota al margen dice "que lo provean como les pareciere queen lo de la guarda no ha lugar" (AGI lndiferente 737. Consul· tas originales del Consejo y Camara de lndias. Madrid 24, julio 1533). Los nobles mexicanos no fueron admitidos en la guarda de Su Majestad. El objeto de su estancia, evidentemente fue que no convenfa que estuvieran entonces en Mexico. Del mismo modo, cuando mas tarde Don Diego Luis de Montezuma fue a Espana y caso con espanola, el y sus descendientes per· manecieron en la penfnsula. No fue sino hasta 1696 cuando un conde de Montezuma fue a la Nueva Espana como virrey. Los casamientos de espanol con india fueron mucho mas frecuentes y se perciben distintas situaciones seg(m el rango de los contrayentes. Como vimos, ya en las Antillas se habfa enunciado la polltica de que los espanoles casaran con herederas de caciques. En Mexico, masque la sucesi6n al cacicazgo, la dote en tierras de las princesas ind{genas fue factor evidente en sus casamientos con espanoles. Son varias las hijas de senores indigenas que casaron con espanol; el caso mas conocido el de las hijas de Moteuczoma. Dona Isabel, casada antes de la Conquista con los sucesoresde su padre (Atlixcatl, Cuitlahuac y Cuauhtemoc), despues de un breve concubinato con Cortes de quien tuvo descendencia, re· cibi6 bajo terminos especiales la encomienda de Tacuba y cas6 sucesivamente con tres espanoles (L6pez de Meneses 1948). Dona Leonor de Moteuczoma cas6 cpn Cristobal de Valderrama, quien recibi6 la encomienda de Ecatepec. De la casa real de Tetzcoco, Dona Ana, hija de Nezahualpilli, cas6 con Juan de Cuellar y llev6 en dote varios lugares del Acolhuacan (D las del Cas­ tillo 521; AGI Mexico 203, Ramo 2, num. 15). Una hija de Don Pedro, go­ bernador de Tetzcoco, cas6 con Juan Freyle (lcaza II, 142). Probablemente era hija de Don Pedro Coanacochtzin. Doila Ines Tiacapan, hija de! senor de Tenayuca, que se habfa unido a su primo Don Pedro Tlacahuepantzin, no obtuvo dispensaci6n para contraer matrimonio y se cas6 entonces con el ir­ landes Rodrigo Ires (Tezozomoc 13, 138; lcaza II, 106). Dona Francisca Ver­ dugo lxtlilxochitl, heredera del cacique de-Teotihuacan y nieta de lxtlilxo­ chitl de tetzcoco, case con el espanol (Munch 20, 25; pero Cf. Tezozomoc 161 ). En el Valle de Mexico, tambien casaron con espaflol Dona Agata Maria, hija de Don Tom/is de San Martin Quetzalmazatzin de Chalco (Chimalpahin 220); Doila Cristina, hija del senor de Tihuacan (sic) y de Dona Ana, hija de Cuitlahuac (Tezozomoc 161); Doila Magdalena de Mendoza, hija de Don Baltasar de Mendoza ltzcuahtzin de Tlatelolco (Tezozomoc 173-74); y Dona Maria Jacinta Cortes Chimalpopoca de Tacuba (Fernandez de Recas 25).

13 Fuera del Valle de Mexico, hay casamientos de espafloles con hijas de caciques en Teutila, Oxitipan y Michoacan (lcaza II, 77-78, 124, 210; L6- pez Sarrelangue). Un caso muy distinto es el de la famosa Malintzin, o Dorla Marina, a quien cas6 Cortes con Juan Jaramillo. Es conocida la donaci6n de mujeres que hicieron los tlaxcaltecas a los espaf\oles recien llegados. Munoz Camargo explica que primero les dieron 300 esclavas, aunque despues,

viendo que algunas de estas esclavas se hallaban bien con los espai'loles, los propios principales daban sus hijas propias porque, si acaso algunas se emprel\asen, quedasen entre ellos generaciones de hombres tan valientes y esforzados. Despues de mencionar el caso de Dorla Luisa Xicotencatl dada a Don Pedro de Alvarado, dice c6mo entre los indfgenas

los senores absolutamente tomaban la mujer que querfan, y se las daban como a hom­ bres poderosos. Y, por esta orden, se dieron muchas hijas de seilores a los espafloles, para que quedasen de ellos casta y generaciones, por si se fuesen de la tierra (Munoz Camargo 238).

Poco se sabe, sin embargo, de las uniones individuales entre estas prince­ sas tlaxcaltecas y los espafloles. lxtlilxochitl (11, 214) menciona los nombres de cinco de ellas pero sin decir con quien casaron, si es que llegaron a con­ traer matrimonio. Bernal Diaz (p. 124) nombra varios espafloles que recibie­ ron mujeres tlaxcaltecas, una vez bautizadas, pero tampoco tengo datos de que se unieran legalmente. Un caso muy citado es el de Dona Luiza Xicotencatl, dada a Don Pedro de Alvarado. Formaron una uni6n duradera de la que se originaron los des­ cendientes mejor conocidos del . Este, sin embargo, nose cas6 sino hasta mas tarde cuando contrajo matrimonio con mujeres castellas, Do­ Ila Francisca de la Cueva primero y despues con su hermana la sin ventura Dona Beatriz. Dona Leonor, la hija de Don Pedro y Dona Luisa Xicotencatl, tuvo mejor fortuna. Cas6 con Don Pedro Portocarrero y en segundas nupcias con Don Francisco de la Cueva (Recinos 222-24). Dona Elvira Toznenitzin, hija de Don alonso Quauhtimotzin, principal de Topoyanco, tuvo primero dos hijos naturales con Jeronimo de Aguilafy mas tarde cas6 con un conquistador, Gregorio de Ribas (Conway 94). Otra tlaxcalteca hija de principal cas6 con e,I nahuatlato Antonio Ortiz, de quien se hablara mas adelante. El Archivo de lndias (Justicia 162, Ramo 3) conserva un pleito de 1559 a 60 sobre la encomienda de Cuauhtinchan que nos informa sobre el casamien­ to de una de estas tlaxcaltecas. Se trata de una h ija de Calmecahua, bautizada con el nombre de Angelina. En su testamento, Juan Perez de Arteaga decla­ r6 (Jle

fui casado e velado legitimamente segUn orden de la Santa Madre Iglesia de Roma con Angelina Perez de Arteaga hija de uno de las principales de las cuatro cabeceras de Tascala siendo ella doncella.

Su hijo mayor fue Juan Perez de Arteaga (el Mozo) a quien deja la encomien­ da. Muerta Angelina, Juan Perez de Arteaga el Viejo cas6 con una espaf\ola, Catalina de Santa Cruz, con quien tuvo otro hijo, Alonso. Al enviudar, Do-

14 ila Catalina litiga contra Juan Perez el Mozo y pide la encomienda para su hijo menor de edad, Alonso. Su interrogatorio afirma que

la dicha Angelina india sirvi6 al dicho Juan Perez ya difunto, la cual tuvo en posesi6n de sirviente e manceba e no de mujer, [ y que] el dicho Juan Perez de Arteaga que litiga fue hijo de la dicha Angelina, no tuvo cierto padre ni saben cuyo hijo, fue, mas de estar en poder de la dicha Angelina que servia al dicho Juan Perez ya difunto (32 r).

Del interrogatorio y testigos de Juan Perez el Mozo se desprende que Juan Perez el Viejo se cas6 con Angelina 36 ai\os antes, o sea en 1523, cuando

era moza de edad de hasta doce o trece ailos, doncella y en tal habito y reputaci6n te­ nida e hija legltima de Calmecahua senor e indio principal de una de las cuatro cabe­ ceras de la provincia de Tascala 915 v.l Segun Juan Perez el Mozo estaba averiguando que

fui hijo naturalmente engendrado por el dicho Juan Perez de Arteaga; e que fuera na­ cido anteS que el dicho mi padre leg/timamente secasase con la dicha mi madre,atento que al tiempo que ella me hubo pudiera casarse con ella qua era doncella y de noble generaci6n, casandose quedaba tan legitimo como si despues me hubiera 144r). Un testigo, Crist6bal Martin de Leyva, declara que

despues qua se fueron de Coyoacan a Mexico, el dicho Juan Perez de Arteaga el Viejo tenra en su casa a la dicha Angelina Perez india con la cual vido este testigo que se despos6 por palabras de present• 'Im la dicha ciudad de Mexico estando este testigo presente e otras personas de que no tiene memoria y los despos6 Juan Diaz chlrigo que vino con el Marques del Vallee despues de esto vido este testigo estar preflada la

dicha Angelina Perez e despues la vio parida del dicho Juan Perez de Arteaga el Mozo despues de lo cual vio este testigo que el dicho Juan Perez de Arteaga y la dicha An· gelina Perez su esposa vinieron a vivir a esta ciudad de los Angeles en la cual vio este testigo que se velaron en el monasterio de Santo Domingo de esta ciudad y este tes· tigo como amigo suyo se hallo a las velaciones y despues los vio estar juntos haciendo vida maridable como marido y mujer (45 vi. En cuanto a Angelina ailade que era

publico y notorio ser hija de un prncipal de las cuatro cabeceras de la ciudad de Tas­ cala y como a tal vio este testigo que la ve:n{ana servir indios de la dicha provinciade Tascala como a hija del prencipal (46 r). Entre los testigos de Juan el Mozo se encuentran dos indias, una Leonor, "mujer que dijo haber sido de Rodrigo de Resino espanol vecino que fue de esta ciudad" (55 r); otra Francisca Ruiz, "india natural que dijo ser de la pro· vincia de Guatemala, viuda, mujer que fue e qued6 de Pero Gallardo" (57 v). La primera declar6 que

despues que Jos espanotes vinieron a esta Nueva Espana e conquistaron la ciudad de Mexico, estando este testigo en ella en compailia de la dicha Angelina Perez y estan· do la susodicha en casa del dicho Juan Perez el Mozo que litiga porque despues de ha, berse desposado vio este testigo c6mo la dicha Angelina Perez pari6 al dicho Juan Pe­ rez el Mozo que litiga y que el dicho Juan Diaz clerigo que los despos6 a los dichos Juan Perez de Arteaga e Angelina Perez bautiz6 a este testigo ... (55 r). El virrey Velasco resolvi6 a favor de Juan Perez. Alonso ape16 ante Su Magestad e su Real Consejo de lndias. No vi en Sevilla informaci6n sabre la disposici6n del caso. En 1564 se menciona Cuauhtinchan como encomienda de Juan Plirez de Arteaga (ENE X, 3). Ya avanzado el siglo XVI parece ser que era frecuente el matrimonio de espaiioles con herederas indias. Una cedula de 16 abril 1585 (AGI Mexico 1091 Libro C11 f.129v-130r) explica que los caciques de Tlaxcala hacen relaci6n.

que en aqueUa provincia se han casado muchos espai'ioles con mujeres que han enviu­ dado de caciques y otros naturales ricos que han dejado bienes, casas y otras hereda­ des que perteneciendo a los hijos de los primeros marfdos los dtchos espafioles con quien se casan se lo gastan quitan y disminuyen y pleitean para deiarlo a sus hijos en que hay gran desorden y en mucho daiio de su republica suplicandome mandase que luego que las dichas viudad casasen con los dichos espafioles u otra cualquier persona siendo de mayorazgo los bienes del primer marido se pongan en tutela con lo cual se restituir,n muchos bienes de huerfanos que estan de5Poseidos y pobres por tenerles de esta manera usurpadas sus haciendas. La real c~dula instruye al presidente y oidores que lo adviertan y hagan jus­ ticia. Las publicaciones recientes de Hildeberto Mart Inez sob re Tepeaca ( 1984a: 62-63; 1984b: passim) documentan un caso interesante de c6mo los espa­ lioles obtenfan tierras mediante el matrirnonio con cacicas. Doiia Marfa de la Cruz, a tines del siglo XVI, era descendiente de una de las principales familias nobles de Tepeaca de donde hered6 casas, tierras y rnacehuales. Cas6 hacia 1568 (Martinez 1984b: 544-45) cop otro de los nobles principales, Don Francisco de Guzman, con quien tuvo un hijo, Don Sebastian. Don Francisco falleci6 hacia 1578; Don Sebastian muri6 intestado en 1598 a la edad de unos 22 aiios (Martfnez 1984b: 534, 538-39; 1984a: not.a 85, p. 197). De ellos hered6 Doiia Marfa "todos los bienes, casas, macehuales, tierras y otras co­ sas pertenecientes al cacicazgo e seiiorfo del dicho Don Francisco de Guzman" (Martinez 1984b: 550). En su testamento de 1602, Dona Mart/a declar6 "que siendo ella viuda y no sujeta a matrimonio tuvo dos hijos naturales en un hombre soltero, el uno llamado Pedro de la Cruz y el otro Juan nifio" (Martinez 1984b: 552). Pe­ dro de la Cruz en su testamento de 1622 dijo ser

hijo natural de dona Marfa de la Cruz, india cactca y principal natural que fue de la dicha ciudad de T epeaca que es ya difunta, de la cual nacio siendo la susodicha soltera y que no supo quien fue su padre (Martinez 1984b: 586).

Mas tarde, Doria Marla cas6 con el espafiol Alvaro Perez de Navia, quien la ayudaria en la defensa de sus propiedades. Declara en su testamento que un tal Pedro Alonso Cortes, vecino de Pueblo, le ten fa tomadas muchas tie­ rras del cacicazgo que habfa heredado de su hijo diciendo que su rnujer te­ nia derecho a esos bienes, y que no habfa podido sacar dichos bienes a paz y a salvo

por haber sido el susodicho siempre hombre muy poderoso en esta provincia y ella pobrt? y mujer e no haber tenido quien le ayude hasta agora que se cas6 con el dicho Alvaro Perez su marido que ha comenzado a ,eguir la dicha causa (Martinez 1984b: 551).

16 Es decir, mediante su matrimonio con Alvaro Perez de Navia, Doila Ma­ rfa adquiere un marido espailol que la ayude en sus pleitos con otro espailol casado con india noble. La mujer de Pedro Alonso Cortes era Isabel de Espina, prima de varios indios caciques de Tepeaca de apellido Guzman, que le habfa hecho donacion de tierras en terminos de Nopaluca.1 Por lo tanto, ha de haber sido la estirpe de los Guzman y por eso Pedro Alonso Cortes alegaba que su mujer tenia derecho a las tierras del cacicazgo de los Guz­ man que tambien pretend la Doila Marfa de la Cruz.' Doila Maria de la Cruz nombro herederos a sus dos hijos naturales y a su marido Alvaro Perez. Mejoro la parte de este, le nombro tutor de sus hijos ya ademas albacea junta con Clemente de la Cruz, su hermano (Martinez 1984b: 552-53). Cuando el viudo de Doila Marla de la Cruz, Alonso Perez de Navia, otorga su testamento en 1615, todavia declara tratar pleitos sobre las tierras de su mujer con varias personas, entre ellas Pedro Alonso Cortes y sus herederos (Martinez 1984b: 581 ). lgualmente el testamento de Don pe­ dro de la Cruz en 1616 se refiere al pleito con Pedro Alonso Cortes y otros {Martinez 1984b: 587). Los espailoles no solo se hacfan de tierras mediante el matrimonio con indias. En algunos casos resid fan en el publo de la mujer y se les acusa de crear problemas al intervenir en el gobierno de la comunidad. En 1582, el virrey ordena al corregidor de Cholula que averigiie y haga justicia en un caso de que le hablan hecho relacion el gobernador y principales de la ciudad:

... en la dicha ciudad vive y reside Diego Garcia Villavicencio, espanol casado con una india emparentada con los naturales que ejercen los oficios y cargos de reptlblica, el cual por esta via tiene y ha tornado de entrar en sus cabildos y ayuntamientos y asistir en las elecciones que se hacen y tratan, y seguir pleitos, incitarles a seguirlos y sustentarlos, haciendo parcialrdades y causando desasosiego y revueltas entre los unos y 10$ otros, de suerte que por su orden se ha seguido causas injustas y movido revueltas y resuftado de elfo muchos inconvenientes en daiio y perjuicio notable del comun de la dicha ciudad; de mas de que, encargado de llevar los dichos naturales al repartimieoto de los panes del Val!• de Atrisco donde deben acudir, y entregado del numero que estan obligados a dar, vende para su interes particular algunos de ellos a personas que se los pagan y ocupan en diversos efectos, trabajos a que no se debe dar lugar {AGN Indios 2, exp. 177. Publicado por B.B. Simons en Tlalocan 4 {19641 298. Modernizo la ortograf/a y la puntuaci6n.). Encuentro otro ejemplo mas antiguo, de la region cuicateca de Oaxaca. En 1543, Andres de Tapia, encomendero de Tepeucila, trato pleito con el fiscal de Su Magestad sobre malos tratamientos, tributos demasiados y despo­ jos de indios (AGI Justicia 198 No. 7). Los indios presentaron una pintura de joyas que habfa tornado Tapia. Este aleg6 que se trataba de cosas que le ha­ bian pagado antes de la tasacion. Dijo que los indios mandaron copiar la pintura inducidos por un espanol Melchor Rodrfguez, que estaba casado en el publo con una india, y presento varios testigos indios que declararon so-

1 Dorla Maria de la Cruz, vluda de Don Francisco de Guzman, Cristobal XuSrez con su mujer Do· na Luisa de Guzman, y Don Jose de Gu2m.in !Martinez 1984a: 22, n. 128). 1 El apellido Espinasugiere una conexiOn con Pedro de Espina, vecino de Puebla, que ten(a tie­ rras colindantes con las de Oona Isabel de Guzman y fue albacea del testamento de esta (Martinez 1984b: 534.35). Tanto Pedro de Espina como Pedro Alonso Cortes. fueron testigos en la toma de po· sesi6n de tierras de Don SebastiBn de Guzm.in (Mart(nez 1984b: 514·181. Pedro Alonso Cortes tam­ bien hacia con lo& indios de Tepeaca negocios de oua indole. En 1603 prestO al 9obernador y prlncl~ pal 1700 pesos de oro para que puedlera pagar tos tributos reales (Martinez 1984b: 400~406},

17 bre el caracter de Melchor Rodrfguez. Uno de ellos asent6 que Melchor Ro­ driguez era

hombre de mala conciencia e mentlr0$0 y por tales tenido yes tan apocado que co­ me con los indios en el suelo como indio y una vez vido que lo prendi6 un espailol bachiller porque lo hall6 bailando hacienda mitota con los Indios e que es publico que ha comido cigarrones y jugado al bate y con las nalgas y con el brazo con los In­ dios e que pores.to es tenido entre ellos en poca cosa e muy ruin e apocado.

Otro testigo declar6 que

lo tiene por hombre de poca conciencia v es apocado porque ... oy6 decir que le ha­ bran visto comor cigarrones e otras bellaquerras e le vido jugar a la pelota que se dice el bate y con los codos y que por esto lo tiene portal como dicho tiene. Seg(m otro testigo, comla "quelites e otros manjares de indios e gusanillos que se dicen chochilocuyli" (sic). Otro dijo que com fa "mazamorra e pinole con los indios." En fin, varios testigos, indios principales, afirmaron que "no ten fan a Melchor Rodriguez en masque a un macehual". Varios de los nahuatlatos, o interpretes, fueron espafioles casados con in­ dias o mestizas. En 1578, de seis interpretes que habfa en la Real Audiencia, cinco eran mestizos.3 No tengodatos de si eran hijosde legftimo matrimonio. Otro interprete ya mencionado fue Juan Grande, quien cas6 en 1561 con Dofta Francisca, cacica de Teotihucan. Juan Grande parece haber tenido bue­ na reputacion (Munch 20, 25). Muy distinto es el caso del interprete Antonio Ortiz. Su mujer india, Hamada Isabel, era natural de Tlaxcala, "hija de persona principal de esta tierra." En un primer matrimonio habfa casado con Melchor de Villacorta, quien tuvo indios en encomienda (lcaza II, 157). En 1546, du­ rante la visita de Tello de Sandoval, en las tachas puestas por el Licenciado Tejada a Antonio Ortiz por su actuacion en el proceso, se le acusa, entre otras cosas, de cohechos, robos, sobornos de testjgos y de haber vendido libres por esclavos. En cuanto a su caracter y su vida no muy privada se dice que

siendo casado con una mujer de la tierra estaba publicamenta amancebado con mu­ chas indias y mestizas, era gran borracho, jugador, blasfemo, muy mentiroso y de po­ ca verdad e hombre que estimaba en poco la honra. Su trato y conversaci6n era con Indios y entre Indios a los cuales comunmente engallaba. Era tan mal cristiano que pocas veces entraba en la Iglesia y de tal rota conclencia que por cualqutera cosa que ie fuese dada o prometida o par cualquier interese que se atravesase o mata vo~ luntad que contra atguno tuviese se perjuraba y juraba en contra de la verdad ... era y es tan vicioso y de tan depravadas y malas costumbres y vicios que viv(a mas como gentll que como cristiano. Era tan desvergonzado y tenia en tan poco la honra que muchas e diversas veces pUbHcamente e ante muchas personas hac(a plaza de sus vergiienzas; especialmente, jugando al triunfo vieronle muchas veces borracho fuera de juicio y desnudo en carnes (AGI Justicia 260 f. xxi r-v).4

3 Martinez G6mez, hijo de cooquistador, Juan Leyva, Diego de Leon, Pedro L6pez de Barahona y Rodrigo Gutierrez, reciln faUecldo fAGN Hospital de JesUs 290, 1476vl. 4 Mas eJ\ detaUe se dice que "muches veces jugando al triunfo ante muchas persona, desucbrfa sus vergOenzas y las tomaba en la mano y daba con ellas en la mesa didendo: idigo, el basto !" (AGI Justicia 160, 174rL En las maquinaciones de Antonio Ortiz cotra el Licenciado Tejada par­ ticiparon otros dos nahuatlatos (Cf. ENE 5: 6, 28-35), contra los cuales tam~ien present6 tachas el licenciado. De Francisco Triana se dice que es morisco, esclavo hijo de morisco e ans{ 81como sus padresesclavos del marquesde Tarifa v nuevamente convertidos [ ... ] Estando como estaba v esta casado en castilla, ha diesl seis af\05 que esta amancebado con muchas ind ias viviendo mas a la ley de Mahoma que como crlstiano. Se le acusa de ~r beodo, vomitar lo que ha bebido y descubrir sus vergiienzas:

Su com(m trato conversacion e vivienda ha siempre sido con indi0$ v entre indios co­ miendo con ellos en el suelo e hacienda sus bailes e mitotes (ibid. xxi vi. Casas parecidas se dicen del otro interprete, Marcos Romero, primo de Francisco Triana. Los ejemplos presentados muestran la importancia decisiva del rango de los indios dentro de la estratificaci6n social indfgena para explicar el casa­ miento con espai'\oles. Son muy pocos los Indios varones que casan con espa­ fiolas y todos ellos del mu alto nivel social: de las familias de los tres reinos del imperio azteca y del linaje real de Michoacan. S61o Don Hernando de Ta­ pia, fie! acomedido de los espafioles, no es de linaje real. El casamiento de indias nobles con espal'loles fue mucho mas frecuente, algunas de los linajes reales de Tenochtitlan o Tezcoco pero otras de sel'lorfos de menor categoria. La busca de heredera india parece haber sido pol ftica consciente para hacerse de tierras, aunque tambien una Dona Marfa de la Cruz buscaba en su casamiento con espafiol un protector para la defensa de sus propiedades. En todos estos casos tanto hombres como mujeres que casan con espallo­ les, deben haber sido de los mas hispanizados y es normal que sus descendien­ tes casaran con espai'loles. Su alto ran go dentro de la sociedad ind fgena y sus propiedades los encaminan a la aculturaci6n y asimilaci6n con la clase do· minante de la Colonia. Los casos de espai'loles de baja condici6n social, como parecen haber sido el nahuatlato Antonio Ortiz y el Melchor Rodriguez de Tepeucila, son mas dificiles de evaluar. Los datos citados provienen de litigios en que se trata de clesacreditarlos y no son de confianza. Lo que sf esta claro es que la acepta· ci6n de la cultura indfgena y la convivencia con los indios se usa como evi­ dencia de bajo nivel social. Centro de estas normas hay gran variedad de situaciones, pero no es facil aquilatar los distintos factores que entran en juego dada la escasez de datos sobre los contrayentes y las circunstancias de sus matrimonios. Las indias de alto rango no parecen haber tenido dificultad en encontrar marido espal'lol pero no tenemos detalles de su vida familiar. Hay dos indias casadas con es­ pal'loles que atestiguan su conocimiento y trato con Angelina, la mujer tlax­ calteca de Juan Perez de Arteaga; esto sugiere que pueden haber formado un cfrculo de amistades excluido tal vez del trato con las espallolas. Es claro que Pedro de Alvarado no quiso el matrimonio con Luisa Xicotencatl y prefiri6 casarse con espal'lola. La conducta de Hernan Cortes encontrando marido pa­ ra sus amantes descartadas, Dona Isabel de Montezuma y Dona Marina, nos recuerdan las costumbres de la realeza europea. · El caso de las nobles tlaxcaltecas dadas a los espai'loles indica que los In­ dios actuaron en terminos de las formas de donaci6n de mujeres y alianzas matrimoniales que se usaban en los sel'lorfos nahuas. La idea de adquirir para

19 entre ellos descendientes de los espalfoles nos recuerda la manera en que los tenochca instalaron como rey a Acamapichtli dandole mujeres con quienes engendr6 la nobleza mexicana. Pero pronto han de haber visto que las nor· mas matrimoniales prehispanicas no tuvieron los resultados esperado$. Los casos que hemos visto se interpretan mejor mediante las normas de la socie­ dad espailola basadas en las diferencias de clase, reforzadas por la distinci6n entre espailoles e indios. El genero de vida que indica un nivel moral y so­ cial inferior puede incluir costumbres indfgenas, asf como la convivencia con indios macehuales. No es frecuente encontrar evaluaciones de las diferen­ cias raciales, aunque han de haber existido. La estratificaci6n social basada en la distribuci6n del poder y de la riqueza, y la mentalidad clasista a ella asociada, explican los m6viles fundamentales en los matrimonios interetni­ cos durante el primer siglo de la Colonia.

Abreviaturas

AGI: Archivo General de lndias, Sevilla AGN: Archivo General de ta Nacion, Mexico ENE: Epistolario de Nueva Espana (Paso y Troncoso 1939-42)

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El Papel del estado en la organizacion econ6mica de la familia campesina en el Mexico central durante el siglo XVI TeresaRojas Rabiela CIESAS

Muy poco se ha explorado en torno a las formas en que el poder, del estado en este caso, intervenfa e influ fa en la vida de los campesinos mesoamerica­ nos, en la estructura de sus familias y en la organizaci6n de su vida econ6mi­ ca. En las siguientes paginas presentare un amilisis de algunos de los casos mejor documentados y que permiten un mayor entendimiento de esta pro­ blematica. Los ejemplos proceden de los altiplanos centrales de Mexico y se refieren al periodo colonial temprano (hasta la decada de los anos cincuentas del siglo XVI). En este intento he querido partir de la propuesta te6rica y conceptual de Eric Wolf contenida en su obra Los campesinos (1966) y conella analizar la informaci6n sabre la sociedad campesina y especialmente sobre la organi· zaci6n econ6mica de las unidades domesticas y familiares. En este analisis del campesinado mesoamericano es basico considerar el concepto de civilizaci6n, entendido coma un desarrollo social complejo basado en la division entre productores agrfcolas y gobernaptes. Mesoamerica, que es el marco amplio de referencia de este trabajo, habia arribado a este tipo de desarrollo desde varios siglos antes del contacto y sin duda lo ten fa en aquel momenta. El primer acercamiento a la familia campesina, sujeto de estas reflexio· IU!S, se hace aquf a partir de la definici6n de Wolf como "productores rurales cuyos excedentes son transferidos a un grupo dominante de gobernantes que los usan tanto para su sostenimiento como para distribuir lo restante entre otros grupos -sociales no agricultores pero que deben ser alimentados a cam­ bio de los bienes y servicios que brindan" {Wolf 1966: 4). Siguiendo con los conceptos que Wolf ha propuesto en esta misma Iinea, anoto en primer lugar el que se refiere a la capacidad del campesino para pro­ ducir un excedente por encima y mas alla de! minima necesario para mante­ ner la vida (es decir el minima cal6rico). Dicho excedente se produce para proveer necesidades de diversa indole, unas de mero reempfazo (como pue­ de ser la semilla para la continuidad del ciclo productivo o en general de los instrurnentos necesarios tanto para la producci6n como para el consumo) y otras de tipo social. Entre estas ultimas, el mismo autor senala dos conjuntos de imperativos sociales que se relacionan con la producci6n de losexcedentes. El primero de ellos es el fondo ceremonial' y el segundo el fanda o fan­ dos de renta. El ceremonial existe en practicamente cualquier sociedad y tiene que ver con aquellas relaciones sociales que el hombre establece con sus congeneres como pueden ser por ejemplo el casamiento fuera de la casa en dode se naci6. Para ello el hombre establece un fondo del que said ran los gas· tos necesarios para el ceremonial; establecer y mantener ese fondo resulta en la producci6n de excendentes mas alla de la subsistencia y del fondo de reemplazo.

23 El segundo conjunto de imperativos sociales que pueden hacer producir excedentes por encima del m fnimo cal6rico y del nivel de reemplazo se rela­ cionan fundamentalmente con el ejercicio de! poder, en especial en las socie­ dades con relaciones sociales complejas como era el caso de Mesoamerica. En este tipo de sociedades el campesino estaba sujeto a la contribuci6n de una renta que se pagaba en trabajo, especial o dinero. "En donde alguien ejerce un dominio superior o dominio sobre 'Un cultivador (nos dice Wolfl, este debe producir un .fondo de renta'~ Yes precisamente "la producci6n de este fondo de renta lo que distingue crfticarnente al campesino del cultivador primitivo". Como es obvio, existen diversas maneras de producir este fondo de renta y tarnbien son varios los modos de transferirlo del estrato campesino a las ma nos de! grupo que ejerce el poder y, por ende, diversas forrnas de orga­ nizaci6n del carnpesino. Lo campesino, pues, "no denota sino una relaci6n estructural asimetrica entre productores de excedentes y controladores del mismo" (Wolf 1966: 10). Un corolario de la definici6n anterior es el relacionado con el necesario balance y la lucha del campesino por mantener un cierto equilibrio o propor­ ci6n entre sus propias demandas y las demandas externas. "El fuerefio veal campesino primordialmente como una fuente de trabajo y de bienes con los cuales incrementar su fondo de poder. Pero el campesino es al mismo tiempo un agente econ6mico y la cabeza de una casa. Esta es tanto una uni­ dad econ6mica como un hogar .. (Wolf 1966: 13). En este punto habrfa que examinar, y lo hare un poco mas adelante, cuales son los tipos conocidos de familias y hogares campesinos en el centro de Mexico en el siglo XVI, c6mo se organizaban para producir su subsistencia y los diversos fondos, especialmentll los de renta. Antes hay que precisar algunos otros conceptos que seran utiles y para ello sigo nuevamente a Wolf, quien sobre la base de considerar que hay varios tipos de familias, propone dividirlas en dos: nucleares, "que consisten de un hombre y u na mujer casa­ dos y sus hijos", y extensas, que son aquellas que agrupan en un solo marce de organizaci6n a varias familias nucleares. Las variantes de la familia extensa son al menos tres: 1) un hombre con varias mujeres y los hijos de esas muje­ res, de tal manera que los varios grupos nucleares tienen en comun al hombre cabeza del grupo domestico (household}; 2) familias nucleares de varias gene­ raciones, y 3) grupos nucleares de la misma generaci6n (Wolf 1966: 61). Las unidades familiares pueden estar implicadas en otras relaciones que a veces la oscurecen y hacen irreconocible. Asi, por ejemplo, secede con aquel caso en el que varios grupos de esposo-esposa-hijos residen juntos en una casa y es este grupo amplio (large household} y no la familia individual la que trabaja y come junta; o bien aquel otro caso de unidades sociales que se mantienen reunidas en torno a un jefe de linaje (descent rule} y en el que la casa fiousehold} puede consistir de muchos parientes relacionados por I/­ nea paterna o materna, y en la que los derechos se manejan predominante­ mente sea por I fnea del padre ode la madre. Estas unidades pueden contener tambien a rniembros de unidades rotas (una abuela viuda por ejemploL o a individuos solteros (como tios, hermanos, hijos). Puede haber tambien sirvientes que comparten la econom fa del gru po domestico aun cuando no sean miembros del grupo de parentesco dominante en la unidad. Hay otros a~reglos posibles que no mencionare aqui; lo queen todo caso debe resaltar­ se es la diversidad de dichos arreglos en las realidades de la vida campesina, que a menudo no son tomados en cuenta por aquellos que levantan infor-

24 maci6n censal, forzando o imponiendo en su lugar categorias de organiza­ ci6n econ6mica ajenas (Wolf 1966: 65). Como se veraenseguida, documen­ tos tempranos de la epoca colonial de tradici6n preh ispanica sf tomaron en cuenta esas realidades y tal hecho nos permite conocer algo sobre ellas. lCuales son esos documentos? lCual es la informaci6n que se tiene res­ pecto a esos aspectos en la fuente del siglo XVI? Como lo ha senalado Ca· rrasco, la "historia de la familia y el parentesco entre los grupos indigenas es un tema dificil [ya que) a las grandes diferencias que existian en la epoca prehispanica, algunas de las cuales todavfa subsisten, se suma la escasa in­ formaci6n sobre este tema en la documentaci6n colonial" (Car1qsco 1975: 196-197). Las fuentes mas importantes que se conocen sobre la familia ind igena del siglo XVI han sido estudiadas principalmente por el mismo Pedro Carrasco y casi todas proceden de los altiplanos centrales de Mexico. Entre ellas, la mas rica y temprana es sin duda la formada por los "padrones de Morelos" o '1ibros de tributos del Marquesado del Valle", que datan de alrededor de 1540 y cuya informaci6n resumire mas adelante. Otros documentos simila­ res son padrones de casa por casa que fueron hechos por mano de tlacuilos indfgenas en escrltura pictografica con fines tributaries para servir a la admi· nistraci6n local durante la epoca colonial temprana que habfa quedado en manos de funcionarios nativos. Entre ellos cabe mencionar a los Codie/!$ Vergara y Santa Maria Asuncion y al llamado Plano en pape/ de maguey (los tres de la Cuenca de Mexico ) . Los dos primeros registran tanto las casas campesinas y sus habitantes (existlendo familias nucleares y extensas), como las tierras de cada casa y quienes las cultivan, los tamaiios exactos de las parcelas y la calidad de sus suelos. El Plano en papel de maguey dibuja las casas y chinampas de cada casa, asi como el nombre del campesino que explota las tierras, en un tipo de registro a manera de catastro. Un segundo gran tipo de documentos es el formado por los padrones de Tlaxcala y la matricuia de Huexotzin, que tambien datan del siglo XVI y censan a los maceguales y pipi/tin o nobles de esos antiguos seiiorios. Aqu ( interesan especialmente porque la poblaci6n Ilana se consign6 en unidades vigesimales o cuadrillas de veinte hombres con fines tributaries. Estos padro­ nes son menos utiles en la tarea de conocer a la familia campesina, si bien tie· nen gran valor para la investigaci6n de otros temas como los de la organiza­ ci6n social y tributaria ind fgena prehipanica y su continuidad durante la Colonia. Considero, sin embargo, que los dos tipos de documentos aqui enuncia­ dos son complementaries y que su analisis conjunto permite vislumbrar a Igo mas en torno a la problematica de la familia, su estructura y funcionamiento econ6mico, la relaci6n de las unidades vigesimales con las unidades de pro­ ducci6n domesticas, asi como la relaci6n de unas y otras con los grupos do­ minantes de la sociedad y sus demandas (el estado colonial en aquel momen­ to, el estado postclasico antes).

Libros de tributos de Morelos

Enseguida describire suscintamente la informaci6n relevante contenida en los libros de tributos o padrones de Morelos respecto a los problemas plan­ teados al principio, es decir, la relaci6n entre campesinado y grupos de poder,

25 especialmente en lo que respecta a la produccion en la unidad domestica, tanto destinada a la subsistencia como a la renta en forma de tributo en es­ pecie. Para ello me baso fundamentalmente en los trabajos realizados por Pe­ dro Carrasco ( 1964a, 1964b y 1977). Los libros de tributes forman tres tomos, se encuentran en la Coleccion Antigua de la Biblioteca del Museo Nacional de Antropologfa (mss. nums. 549, 550 y 551), estan escritos en nahuatl y datan de alrededor de 1540. Se hicieron "con el objeto de asentar los tributes pagados al Marques del Valle [ e I incluyen no (micamente la poblacion y su tasacion totales de los lugares censados, sino tambh~n un censo detallado, barrio por barrio y casa por casa. De cada casa se asienta el nombre de todos los ocupantes y su parentesco con el jefe de la familia, la cantidad de tierra cultivada por este y el tributo que pagaba. En muchos casos se ai'iaden otros datos de interes sociaologico como ocupacion, proveniencia de gente advenediza, division de familias ex­ tendidas, etc." (Carrasco 1964a: 373). Estos padrones incluyen a los pobla­ dores de Tepoztlan, Tepetenchic, Molotla, Panchimalco, Cuauchichinola y Uitzila, todos incluidos en el actual estado de Morelos. Segun Carrasco, los tipos de "familias" que aparecen en estos libros son tres. En primer lugar, la famili'II puramente consangufnea, es decir, que no tiene una pareja casada (y que es muy poco frecuente); enseguida, la familia nuclear, compuesta por una pareja con o sin hijos (Carrasco incluye aqui a las familias compuestas por un hombre y varias mujeres pero, de acuerdo con Wolf, quedarian incluidas en las extensas), yen tercero sitio se encuentra la familia extensa (que Carrasco prefiere llamar extendida o conjunta join fa­ mily en ingles) formada por varias parejas o familias nucleares. El tipo de familia mas comun en esta region era el de las nucleares, pero el de las exten­ sas era casi de la misrna importancia. 'En Tepoztlan, por ejemplo, cerca de la mitad del total de las familias existentes eran extensas. Me detendni un poco en la descripcion de estas "familias extensas ', pues respecto a ellas se debe centrar la discusion para clasificarlas de ese modo o bien deben ser analizadas como unidades domesticas, casas (ca/Ii en rrahuatl), seg(m la terrninolog(a de los documentos, mas que como fami­ lias o unidades de parentesco. Por lo general, estaban compuestas por una pa­ reja principal con una cabeza y por una o mas parejas dependientes descritas en los documentos de diversas forrnas: "casados que todavia estan juntos a otros y todavia no tienen casa aparte"; "recie_ncasados", "casados que estan junto con otros, que todavia ayudan". Carrasco les llama "casados depen­ dientes". La cabeza de la "casa" era el hombre de la primera pareja descrita, que es la principal, si bien a veces se trata de una viuda. La mayoria de las familias dependientes eran parejas nue11aso relati11amente nuevas que vivfan con el padre o el hermano del hombre de este tipo eran las siguientes: un hombre con varias mujeres y los hijos de estas (poligamia, poco frecuente); familias nucleares de varias generaciones, y grupos nucleares de la misrna ge­ neracion. Es importante sei'ialar que con frecuencia las casas con mas de una pareja tambien incluyen en su marco a alguna familia nuclear o alguna per­ sona no emparentada con el jefe de la casa, observandose asf lo anotado por Wolf respecto a la composicion de las unidades de producci6n domestica campesinas que, segun mi opinion, masque familias extensas deben ser en­ tendidas como casas o unidades de producci6n complejas con una base pa­ rentil o no, segun los casos. De las personas y familias nucleares (parejas con o sin hijos) que vivfan y se integraban econ6micamente a las familias extensas y sin parentesco con el jefe de la misma, el documento distingue tres categorias basicas: una, los tlacatl Oiteralmente: hombre), probablemente esclavos; otra, los icnotlacatl (literalmente: hutlrfanos o pobres); y una tercera, de la cual "se dice simple­ mente que eran personas que viven o dependen de la cabeza de la familia" (Carrasco 1964b: 205). En opinion de Carrasco, los datos parecen sefialar que, en lo general, las familias extensas compart/an la misma residencia, la misma casa {call/en nahuatl). S61o en algunos ejemplos, la casa habitada por una familia extensa se localizaba en un "patio" (cemihualtin en nahuatl), compartido con otras casas habitadas por otras familias nucleares o extensas con las cuales ten Ian un parentesco muy lejano o ninguno. El vfnculo de es­ tas ultimas se establecfa porque recib(an tierra del jefe de la casa principal, que cultivaban por separado pero a cambio de lo cual la ayudaban con una parte del tributo y los servicios ("le ayudaban con el tributo"). En este aspecto, yo propongo que la no menci6n de patios no deberfa interpretarse, al menos necesariamente, como que las familias extensas men· cionadas en las otras partes de los padrones vivieran bajo el mismo techo. Es­ te es un problema de dif fcil interpretaci6n debido a la ambigi.iedaddel con­ cepto ca/Ii, casa. l Calli era una edificaci6n o una unidad tributaria o domtls­ tica (con economla conjunta) cuyas unidades e individos integrantes vivfan en dlversas habitaciones, dentro de un espacio compartido (que podia ser una sola construcci6n o un mismo solas)? Por otra parte, tenemos el problema de la organizaci6n econ6mlca y la producci6n de los tributos en especie. El documento ya mencionado seilala que la unidad tributaria, la casa o ca/Ii, estaba claramente encabezada por el jefe de la familia y que "pagaba fundamentalmente en relaci6n con la canti· dad de tierra que pose/a". Otros miembros de su hogar, aunque casados, no tributaban si trabajaban a sus ors:lenes,pero los que recibian de el tierras para labrar por cuenta propia "le ayudaban con el tributo". En esto, como lose­ ilala Carrasco, la situaci6n "concuerda con las inforrnaciones de Hemlin Cor­ ttls en carta de 1538 (COi, 3:542) y de Martin Cortes en carta de 1563 (COi, 4:445)", en el sentido de que el tributo estaba estrechamente vinculado con la cantidad de tierra explotada, de tal manera que los que no la tenian estaban exentos (Carrasco 1964:187).1 En el primer caso, es decir, donde todos los miembros de la casa traba­ jaban juntos la tierra, segun Carrasco se daba la "econom fa con junta" Qoint economy), en la cual toda la famUia (nuclear o extensa) cuttiva como una unidad la tierra que controla o pertenece al jefe de la casa. Ademas, agrega ese autor, "toda la gente de la casa coopera en la producci6n de los bienes necesarios para el pago del tributo que consiste en comida, textiles y servi· cios laborales" (Carrasco 1977:12). En el segundo caso, el jefe de la casa dueilo de la tierra asigna una parte de ella para que la cultiven las parejas o familias nucleares dependientes y estas a cambio contribuyen con determinadas cantidades del tributo en espe· cie que el jefe de la casa tiene que entregar, y ademas ayudan a veces con su trabajo para los campos del jefe de la casa. Estos ayudantes se llaman tequi­ nanamique.

1 El texto de Martin COrd:s.dice por ejempto; "Cuatro maneras de tierra, $Olian tener fflos natu· rales en esta Nueva Espai\a: y cuatro manere$ de tribu-tos: las unas !lam.an calpulale,, y ettat eran de Motezuma, y se repartfan por suertes iguales de tantas brazas: en largo y tantas branla$ en ancho entfe los mazeguales; v conforme a la tierra que a cada uno se le daba, as( pagaba su tribute. El que ten(a u~ suerte de tierra, pagat,a un tribvto; y el QU& do$, dm; y el que tres., tres.; y el que ten{a werte de tieerra de regadfo pagaba un dobtado que el que la tenfa de secano." (En CDI, 4:443}.

27 En resumen, estos preciosos documentos nos muestran, en primer lugar, la forma en la que las casas o u nidades domesticas compuestas por familias campesinas (nucleares o extensas) se organizaban para producir lo necesario para la subsistencia (el mlnimo cal6rico) mas su fondo de reemplazo y quiza parte del ceremonial y, en segundo lugar, para producir el que pudo ser todo o una parte del excedente social. Este estaba relacionado directamente con la tierra explotada por la unidad y consist/a sobre todo de especies tales como textiles, maiz, cacao, huevo y otras que sal/an de la produccl6n directa de las unidades domesticas, que iban a parar a las manos de los grupos de poder (el Marques del Valle en la epoca del documento) yen trabajo "en Cuernavaca". Al parecer, este ultimo era de poca monta, pero los padrones nos dan mas informaci6n, si bien es posible suponer que las casas aportaban otra parte importante del fondo de renta en forma de trabajo en otros limbitos diferen· tes a la unidad familiar, pero ello no estli documentado suficientemente. Es claro que para las clases campesinas de la antigua regi6n morelense, la subordinaci6n al poder externo se expresaba en el hecho de tributary traba­ jar para otros, as/ como para que el tributo sal fa de su producci6n directa.

Padronesde Tlaxcala

Los padrones de Tlaxcala, que datan probablemente de 1557 yest/in escritos en nahuatl en caracteres latinos, son documentos de una importancia excep­ cional, que han permitido avanzar en el conocimiento de la organizaci6n tri­ butaria prehispanica urgente durante la colonia temprana. de este modo, a los maceguales de las cuatro cabeceras de la provincia de Tlaxcala se les consigna en unidades vigesimales (ideal{Tlentevigesimales). El documento incluye a los hombres ya las viudas del grupo macegual, a los hombres y viudas nobles () y a los hombres mopilaque o "que se hacran pasar por pillis" (nobles). de tres de las cuatro cabeceras de Tlaxcala, faltando la mayor parte del manuscrito de la cuarta cabecera (Tepeticpac) y el de la recien fundada ciudad de Tlaxcala. El grupo de la gente comun repre­ senta el 93% del total de los 32 mil nombres de personas empadronadas (% de los cuales eran especialistas). El empadronamiento se da en el contexto de seis unidades d istintas. En prmer lugar, la "cabecera" (Ocotelolco, Tizatlan, Ouiahuiztlan y Tepetic­ pac); en segundo, el tequitl que subdivide cada cabecera en varias porciones y que probablemente representa el orden en el que servicio y trabajo se rota· ba. La tercera unidad es el "pueblo", inscrito en cada tequitl y que se distin­ gue por su nombre compuesto por el de un santo patr6n cat61ico combinado con un nombre en nlihuatl. La cuarta unidad es una subdivisi6n del pueblo y se denomina con un top6nimo en nahuatl al que se ha llamado "barrio". Las listas de los maceguales aparecen precisamente bajo estos ultimas encabeza­ dos en nahuatl, en grupos compuestos por 20 personas o un poco menos, relacionadas con las veintenas antes mencionadas; cada uno de esos grupos o cuadrillas tiene el nombre del barrio, seguido por la palabra t/acat/ (perso­ nas, hombres). Cada una de -estas veintenas esta encabezada por un centecpanpixqui (guardian de 20) y cada cinco de ellos, ademas, por un macuiltexpanpixqui (centuri6n, guardian de cien). Del total de estos centuriones solo un 10::,: aproximadamente eran pipiltin; el resto, maceguales. Los pipiltin o nobles, que representan cerca del 8t:} del total de personas

28 del padr6n, estan en listas aparte al final de cada pueblo, a Vfc~s por casas seiioriales. Carrasco ha sugerido para Huexotzinco, en donde tambien ocurre asf, que ello puede indicar la existencia de "relaciones fijas polfticas y acaso tambien etnicas o parentiles entre cada casa noble y un pueblo determina­ do." A los mopilaque tambien se les distingue y agrupa por separado, pero al final de cada cuadrilla. De mucho interes es el registro de especialistas en las cuadrillas de la gen· te· comun o tequichiuhqui (literalmente: trabajador). que representa el 6% del total de los empadronados. Las especialidades son de muy diversa fndole, muchas de naturaleza econ6mica (como carpinteros, petateros o pescadores), y otras como medicos y sabios, por ejemplo. Tambien aparecen los viejos, enfermos, ciegos y otros similares. El hecho de que en este documento de Tlaxcala el numero de hombres de las cuadrillas no se ajuste exactamente a 20, ha sido explicado por Marina Anguiano como un indicio de que se trate probablemente de "20 familias o casas y [que) dentro de algunas casas podrfan vivir uno o mas hijossolteros tributarios o casados-tributarios que no tenfan casa aparte" (Anguiano, en prensa), o bien que incluyan a los solteros. El padr6n no especifica, como s/ lo hace el de Huexotzinco, si los hom­ bres del comun eran terrazgueros de las casas seiioriales nobles o si eran ma· ceguales "con tierras" (calpulales, de comunidad o como se les !lame). Otros documentos y cr6nicas indican que todos, o casi todos, estaban sujetos a las casas nobles y trabajaban tierras de esas casas a cambio de un terrazgo con· sistente en tributo en especie o tequitl tlacalaquilli, que debemos entender como tributo que sale de la producci6n de la unidad domestica campesina. Entre los aiios de 1547 y 1567, el tributo consistfa en ma(z, textiles y me­ talico (segun las Actas de cabi/da de Tlaxcala, vease Valencia 1985). Las Actas de cabildo de Tlaxcala ayudan a conocer un poco mejor el funcionamiento del sistema de cuadrillas. Segun Valencia, quien las ha estu· diado en sus aspectos econ6micos, el sistema era utilizado para el cumpli­ miento del coatequitl o trabajo forzoso, que no s61o estaba destinado a obras publicas sino tambien a la agricultura. Al respecto escribi6: "Las tierras que se trabajaban por medio del. .. coatequitl eran tanto las de los pilis como las de "comunidad ' (Valencia, manuscrito). cuyos productos se destinaban a "cubrir las necesidades internas y externas del seiiorio de Tlaxcala tales co­ mo el pago de los funcionarios indios que ocupaban cargos administrativos, el importe de los gastos de las fiestas religiosas y de alimentaci6n de los visi­ tantes civiles y religiosos y tambien la formaci6n de una reserva de esta pro­ ducci6n para prevenir los periodos de crisis causados por factores naturales y sociales (sequ(as, heladas, epidemias, etc.)." Es posible, asimismo, que al menos pane de esta producci6n "se destinara al pago del tributo anual a la corona consisten en 8 000 fanegas de malz" (Valencia 1985.20). lQue nos dicen estos materiales sobre la familia y la relaci6n de estacon el sistema de veintenas y la extracci6n del excedente a los campesinos y arte­ sanos del com(m? Algo que no he podido resolver es si los hombres y viudas registrados son los jefes de fas "casas" como lo sugiri6 Anguiano (llameseles unidades de producci6n campesinas, familias extensas o familias conjuntas), los hombres casados o todos los hombres adultos que podrian dar trabajo. Esto induda· blemente tiene much fsima importancia para el conocimiento de la organi­ zaci6n econ6mica general, pero en especial respecto al rengl6n de la extrac­ ci6n en forma de trabajo, de la renta o excedente social a las unidades de producci6n campesinas. 29 De acuerdo con todo lo anterior, el campesinado de la antigua provincia de Tlaxcala, por un lado daba el tequitl tlacalaquilli, tribute en especie salido de la producci6n de la unidad domestica {a veces obtenido por medio del intercambio en el mercado de parte de su producci6n para conseguir otros productos no produddos por ella) lograda en tierras "propias" (de comuni­ dad) o de otra entidad (pipiltin, templos, "de Moctezuma", etcetera). o en el caso de los artesanos, de su propia producci6n. Al mismo tiempo estos campesinos aportaban trabajo en el coatequitl en obras publicas o en tierras ajenas a la unidad domestica (de nobles u otros), es decir, daban otra parte . de la renta en trabajo.

La Matrfcula de Huexotzinco

La organizaci6n en veintenas de la poblaci6n del antiguo senorio prehispa· nico de Huexotzinco se conoce con tanto o mas detalle que la de Tlaxcala a traves de la Matrfcula de Huexotzinco. Esta fuente contiene el registro de la poblaci6n com(m y noble por media de pictograffas indigenas que se adi­ cionaron con anotaciones en caracteres latinos en castellano y nahuatl. Data de 1560. Al igual que ocurre con los Padrones de Tlaxcala, en este manuscrito solarnente se consigna a hombres y a viudas. Tambien se hace una distinci6n basica entre nobles y maceguales, a los que empadrona por separado y hay una lista de nobles por cada uno de los pueblos. En listas aparte se pone a las viudas, viejos, enfermos, muertos y juidos, categorias que Carrasco consi· dera propias del sistema tributario de_la colonia. Sin contar a estos ultimos, se tienen un total de 8 000 casados, 18'} de los cuales eran pipiltin v 83:~c maceguales. Estos ultimos se asentaron en el contexto de dos unidades residenciales: una que presenta un top6nimo mixto en nahuatl y en castellano (un santo patron) y la otra uno en nahuatl exclusivamente. Al nombre nahuatl de esta ultima se agreg6 a veces la palabra "barrio" y otras calpul. Las primeras serf an posiblemente los pueblos o estancias. Respecto a las veintenas y su relaci6n con los barrios, Carrasco apunt6 lo siguiente: "Toda la poblaci6n estaba organizada en cuadrillas de a veinte tributarios cada una a cargo de un centecpanpixqui (guardian de veintenas) o tequitlato {mand6n de faenas). Ademas hay grupos de cinco veintenas que foman cuadrillas mayores a cargo de un macui/tecpanpixqui (guardian de cinco veintenas) o centuri6n. Las veintenas de tributaries estan encuadradas dentro de los barrios pero en algunos casos las "sobras" de varios barrios estan agrupadas en una cuadrilla aparte. Los centuriones pueden tener a su cargo veintenas distribuidas en barrios distintos pero siempre dentro del mis· mo pueblo. En algunos casos donde la poblaci6n no alcanza un fen6meno redondo de centenas hay cuadrillas con tres, cuatro o seis veintenas" (Ca· rrasco 1974:5). A diferencia del padr6n de Tlaxcala, este documento distingue a los maceguales terrazgueros de los que no lo eran. Los terrazgueros representa· ban el 68'.f'del total de los campesinos y el 56',; del total de todas las perso­ nas emp;idronadas. Esta condici6n la exp\ica el propio documento en los siguientes t~rminos: "todos los maceguales que estan pintados en los dichos padrones que tienen u nas puntas coloradas encima de las cabezas son mace-

30 gules terrazgueros de principales de la dicha provincia que estan en tierras de sus patrimonios y que les pagan terrazgos de sus tierras y no tienen tie­ rras propias suyas." Cada terrazguero recib ia entonces de su principal 100 brazas de tierra y tenfa que trabajarle 20 de ellas. lo que constitufa el "terrazgo" (o al me nos parte de el). En la Matricula, como en los Padrones de Tlaxcala, se indica sistematica­ mente, por medio de glifos en este caso, las ocupaciones especializadas de los maceguales, incluyendo la de mercader. Un 76%de los integrantes del grupo macegual eran solo agricultores y el 24% restante eran especialistas; no es posible determinar si estos ultimos ademas eran labradores. La propor­ cion de terrazgueros dependientes de pillis es la misma entre especialistas y no especialistas. Las mismas dudas queen parrafos anteriores exprese respecto a Tlaxcala, la tengo tambien del material de Huexotzinco. Nose si los hombres registra­ dos eran todos los adultos maceguales, todos los casados o todos los jefes de las casas. La nota acerca de que cada terrazguero recibia 100 brazas de tierra del noble parece indicar que al menos en esos casos se trata de los casados (cada uno de los cuales recibia una misma dotacion de tierra para su sustento a cambio del cual debia cultivar otra porcion al noble). Algunas relaciones del siglo XVI que hablan del sistema de veintenas y centenas y de los funcionarios menores encargados y de su vinculacion con la organizacion toda del estado en el Valle de Mexico, se refieren a 20 o 100 "hombres o casas" o simplemente a "casas". Entre estas fuentes cabe citar a fray Diego Duran, Alonso de Zorita y una "Relacion anonima describiendo la division que tenian los indios en sus tierras en tiempo de Moctezuma. , ." (ENE, 14:147). ' Por otro lado, el registro de los nobles junto con los maceguales tanto en los documentos de Tlaxcala como en los de Huexotzinco, parece indicar que son recuentos tanto de los obligados a aportar su trabajo (yen la colonia posiblemente el tributo al rey) para los fines del estado, como de los exentos. En este sentido, lo mas 16gico resultaria que los empadronados sean todos los hombres ca.ados del grupo macegual (y posiblemente las viudas al mando de una familial, lo mismo terrazgueros que campesinos "con tierras propias .. , artesanos y otros especialistas del comun. Todos estar/an igualmente obliga­ dos a trabajar para el estado, que aplicaria su trabajo a diversas tareas segun sus necesidades y las especialidades de cada uno. Hay mas informacion del sistema en otros lugares como son la ciudad de Mexico, Tepeaca y Cuauhtinchan, pero creo que con lo dicho es suficiente. Lo que puedo concluir de todo lo presentado hasta aqu/ es que antes de la conquista el sistema vigesimal era utilizado en su· beneficio tanto por el estado como por las casas nobles; que serv/a para el control de toda la pobla· cion campesina con varios fines, pero sobre todo del de la extraccion de la renta o excedente social no producido en el interior de las unidades de pro­ duce ion domesticas. Como hipotesis planteo que este excedente era princi· palmente en trabajo y que se aplicaba a la producci6n agricola y artesanal, a los servicios y a la construccion de obras publicas, principalmente. Ello esta­ ria acorde por otro lado con el debil desarrollo tecnologico de las sociedades mesoamericanas. Como es claro por los casos expuestos, el sistema continu6 en uso duran­ te buena parte del siglo XVI y fue utilizado (quiza sin saberlol por el gobier­ no colonial y sus agentes (la Iglesia por ejemplol para los fines de la nueva republica: obras publicas, edificios civiles y religiosos, servicios de suministro urbano y de materiales de construcci6n, etcetera. Los pipiltin y los senores indfgenas siguieron tambien utilizandolo para sus propios objetivos y para los del nuevo regimen, proveyendose de los pro­ ductos y el trabajo necesarios para mantener por un tiempo su propia posi­ ci6n y para sufragar gastos de la nueva "comunidad" colonial.

Nota final

El recuento realizado hasta aqu( pone de manifiesto que quedan por resolver muchas de las interrogantes particulares que surgen al analizar este conjunto de problemas asf como precisar las funciones, compatibilidad y usos de los diversos tipos de padrones aqu f presentados. Sin embargo, parece claro tam­ bien que estudiarlos a la luz de los conceptos delineados para analizar al campesinado y a las relaciones de dominio resulta enriquecedor y ayuda a aclarar y precisar tanto los problemas por investigar como los que se han ido resolviendo parcialmente. De cualquier forma, la existencia misma de las clases de registros precisos de la poblaci6n que aqu ( se han comentado no dejan mucho lugar a dudas respecto a la influencia determinante del "poder" (del estado) en la organiza­ ci6n de la familia campesina en este caso, o mejor dicho, de la casa campesi­ na. Casa entendida como unidad de producci6n de una proporci6n impor­ tante de la renta o excedente social (pero no de todo) y contribuyente de trabajo que los grupos no productores utilizaban para su sustento y para aplicarlo a la ampliaci6n y reproducci6n materia I e ideol6gica del sistema de dominio. Esta fuerza de trabajo se utilizaba tanto para la producci6n diecta, agrfcola o artesanal (en tierras prebendales o patrimoniales de los grupos dominantes y en sus propias casas y palacios), como para la construc­ ci6n de obras de infraestructura (como palacios, templos, caminos, obras de riego, etcetera), la guerra (que ampliaba y reforzaba el sistema de dominio) y la celebraci6n del culto estatal (que reforzaba ideol6gicamente al sistema de dominio). Para concluir, enunciare algunos de los temas y problemas que se ten­ drfan que precisar respecto a la relaci6n entre familia, casa, producci6n do­ mestica y relaci6n con los grupos dominantes;

Composici6n de las familias y de las "casas". · Papeles de sus integrantes, por edad, sexo y estado: mujeres y hom­ bres, solteros y casados, ninos y ancianos, viudos, huerfanos, etcetera. Producci6n domestica y producci6n de excedentes en la tierra que la unidad explota directamente y en la casa campesina (las especies o · manufacturas). Producci6n en tierras ajenas a la unidad (pertenecientes a los grupos dominantes no productores), como terrazgo u otra forma de relaci6n social, o bien en casas y palacios ajenos a la casa campesina (como apor­ taci6n de mano de obra: en molienda, manufacturas, etc.) Renta en trabajo para la construcci6n de obras de infraestructura, en palacios, templos y otras fuera del ambito domestico. Participaci6n en las guerras emprendidas por los grupos dominantes. Participaci6n en el ceremonial y culto emprendido y patrocinado por los grupos dominantes en los distintos niveles de integraci6n . . 32 Bibliograffa

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34 La familia ind(gena noble y la conservaci6n de un poder disminuido

Jose Ruben Romero Galvan lnstituto de lnvestigaciones Historicas, UNAM

La famiria, en sus diferentes y variadas formas, ha sido objeto de estudios ca­ da vez mas profundos que han redundado en una mejor comprensi6n de los lazos, los roles y las funciones de quienes la integran. Actualmente, pocos dudan que la economfa y sus procesos sean elementos fundamentales en la gestacion y el funcionamiento de la oi!lulafamiliar. Estrechamente relaciona­ das con lo economico, en el seno de la familia se observan una serie de relacio­ nes entre las que se cuentan las de poder. La celula familiar asf concebida se ve inmersa en un universo donde se le observa vinculada con otras celulas de su tipo y con otras instituciones a traves de complejos lazos economicos, poUticos y sociales que adoptan las caracteristicas de verdaderas relacio­ nes de poder. Durante el primer siglo de vida novohispana, la familia noble indigena del centro de Mexico se sitisa en ese panorama y solo en el puede explicarse. Al hacer de dicha instituci6n el objeto de esta ponencia nose pretende analizar en forma exhaustiva todos sus.aspectos. Solo haremos alusi6n a algunos de aquellos que aparecen como significativos para conocer el modo y la medida en que esta instituci6n se transform6, adecuandose a las normas propias del rt!lgimenimpuesto a rafz de la conquista, para seguir ofrecienco a los antiguos pipiltin los mecanismos adecuados para la conservaci6n del poder y los privi­ legios que les hab fan sido propios en epocas prehispanicas. A fin de acceder a un cierto conocimiento de la instituci6n familiar y sus relaciones con el poder entre los nobles ind igenas de tiempos posteriores a 1521, se consider6 necesario partir de la exposici6n de algunos aspectos de la famllia prehispanica -tanto macehual como noble- para observer de que manera esta celula familiar se transform6 bajo las imposiciones e influencias del nuevo regimen, asf como la eficacia con que estos cambios funcionaron para permitir a los indfgenas, sobre todo a los nobles, la conservaci6n, en al­ guna medida, de a Igode su antiguo status. Hasta hoy se han conservado algunas genealog(as de familias nobles indi­ genas que, elaboradas en el siglo XVI, buscaban demostrar la legitimidad de los derechos de sucesi6n de aquellos que las presentaban. Constituyen todas ellas testimonios de incalculable valor para conocer el modo como estas fami­ lias de antiguos pipiltin, buscando conservar o acrecentar su poder econ6mi· co y polftico, se concebfan a sf mismas y vefan la instituci6n familiar prehis· panica con la que se sent fan directamente vinculadas. Es asi que hemos con­ siderado pertinente incluir en este trabajo algunos comentarios sobre una de esas genealogfas, aquella que, forma parte de la Cronicamexicayotl, escrita por Hernando de Alvarado Tezozomoc cuando apenas se iniciaba el si· glo XVII. La familia indfgena en el altiplano central de Mexico, durante la epoca

35 prehispanica, se presenta a los ojos del historiador coma una c~lula social caracterizada por una gran solidez. Las peculiaridades de esta instituci6n variaban de acuerdo con el estrato social al que pertenecfan los individuos que la formaban. Entre los macehuales la familia era monogamica y estaba vinculada por fuertes tazos a una instituci6n gentilicia llamada calpulli. A traws de nucleos familiares formados por el padre, la madre y los hijos, los calpulli crec(an y se reproduc/an, asegurando para la sociedad la fuerza de trabajo y las relacio­ nes necesarias para la producci6n de los bienes que el sisterna requerfa para perdurar. En efecto, era el seno de la familia, y de ello dan cuenta cr6nicas, c6dices y otros testimonios, el sitio donde no s61o se reproducfan los indivi­ duos, sino tambien los roles con que estos debian participar en la produc­ ci6n. Baste recordar el Codice Mendocino que, en una de sus partes, muestra claramente c6mo a traves de la familia el infante recibia la experiencia y los conocimientos necesarios para integrarse coma productor al sistema. Por otro lado, se han conservado algunos de los huehuetlahtolli con que los ma· cehuales amonestaban a sus hijos; en ellos se hace evidente la transmisi6n de preceptos morales cuya funci6n ultima era adecuar al pequeiio escucha al sisterna y hacer de el un individuo productor. 1 La clase dominante estaba constituida por familias nobles que eran todas de naturaleza poligamica. Esta caracteristica debe ser vista como uno de tan­ tos elementos que permit fan al grupo de lospipiltin mantenerse en la cuspide social. La presencia de la poligamia se exptica, en primer lugar, como recurso apropiado a traves del cual el grupo social aseguraba la conservaci6n de un ritmo eficaz de reproducci6n. Tengase en cuenta que la llamada nobleza prhispanica era un grupo de dimensiones reducidas en comparaci6n con la cantidad de efectivos que conformaQan el grupo de los macehuales y que, si bien es cierto que su poder nose fundaba en la cantidad de individuos que lo conformaban, un descenso en el numero de sus miembros se habrfa reflejado en el ejercicio del poder que consideraban suyo. Existian cuando menos dos fen6menos que eran verdaderos peligros para la reproducci6n del grupo de los pipiltin: la mortalidad infantil y la guerra, actividad esta en la que 10! nobles ocupaban los puestos de mando. La presencia de estas ame­ nazas lleva a pensar que la poligamia curnplia con una importante funci6n en lo que atal'le a una adecuada reproduccion del grupo. La familia es la celula donde se han observado la genesis de la division del trabajo atendiendo a la edad y al sexo de los individuos y la gestaci6n de algunos, si no es que los primeros, fen6menos de explotaci6n. A las mujeres les fueron asignadas desde muy pronto tareas intimamente relacionadas con ciertos procesos de producci6n y quedaron en muchos casos, encargadas de transformar las fibras en mantas y prendas de vestir y los frutos de la tierra -por ejemplo los granos- en comestibles. Unas y otros tan importantes para la subsistencia de! grupo. En este sentido, la poligamia entre las familias nobles prehispanicas vino a ser un recurse id6neo en las tareas productivas que se realizaban en el interior de estos nucleos con el fin de acrecentar la producci6n de blenes tales como ropa y alimentos en la cantidad y la calidad requeridas por su status de grupo dominante. Puede pensarse incluso que de esta manera el grupo noble evitaba usar, en dichas tareas, la mano de obra tributo de los macehuales, mas apreciada en otros filones de la producci6n.

t vease Josefina Garda Quintana. "Exhortaci6n del padre que asi amonesta a su hljo casado, TtatapiJW', Estudios de Cultura Nahuatl, Mbico, Universidad Nacionaf Aut6noma de ~xlco: Ins• tituto de lnvest:igackmes Hist6ricas, vol.13, 1978, pp. 49-67.

36 La familia noble, al estar integrada al grupo dominante, era el nucleo en el que nacran aquellos que se encargaban de la administraci6n y el gobierno de la comunidad. En efecto, los puestos mas elevados de la politica prehispa­ nica estuvieron siempre ocupados por individuos provenientes de y pertene­ clentes a las familias nobles. Es asi como a traves de la familia se !egitimaba el poder; esta instituci6n era el conducto a traves del cual sus miembros ad· quirian los cimientos de un prestigio que, individualmente acrecentado y consolidado, sabre todo a traves de la guerra y el sacerdocio, podla llevarlos hasta los mas altos puestos de la administraci6n. La insistencia que en las fuentes se hace sobre el "linaje" y los "ancestros" de aquellos que goberna· ban es prueba incuestionable de que la familia -por la que se pertenecia a un linaje y se descend fa de famosos y valientes ancestros- era una de las ins· tancias de justificaci6n del poder de la clase dominante en el Mexico antiguo. En muy estrecha relaci6n con estas funciones de la familia noble indigena debe recordarse otra: la calula familiar entre las pipiltin fue un vehiculo adecuado para la creaci6n de un sistema de alianzas por el cual primero quedaban unidas entre sf las familias que conformaban la clase dominante en un seiiorio y luego se vinculaban con las de otros, fortaleciendo de este mo­ do aun mas su poder. Han quedado enunciados algunos de los rasgos mas sobresalientes de la instituci6n familiar prehispanica correspondiente a los ultimas arios del Mexico antiguo. En 1521, a raiz de la caida de Tenochtitlan y por la imposi· cl6n violenta de nuevas estructuras, las antiguas se resquebrajaron y se de· rrumbaron. Con los restos de ella:; y con elernentos traidos por los conquis­ tadores la sociedad comenz6 a ser otra, tan compleja como la prehispanica y como la espaiiola. Fueron los primeros arios de la vida colonial. La nobleza ind igena en tante grupo dominante no escap6 a los efectos de la conquista y pronto vio cambiar su situaci6n. Los conquistadores ocuparon la cuspide de la piramide social desplazando a los antiguos pipiltin. Eatos, hasta antes de la conquista, habfan tenido en la sociedad una serie de roles econ6micos, polfticos, sociales y religiosos a traves de las cuales participaban en la producci6n y en la distribuci6n de las productos. Sabre el desempeiio de dichos roles fundaban la legitimidad del poder de su grupo. Con la domi· naci6n e:;pariola, este sistema se vio seriamente afectado; lo que qued6 de el result6 ser pJOcoeficaz para justificar la participaci6n de los nobles en tos procesos de la producci6n y en la distribuci6n de los productos, y tambien afect6 los fundamentos de la legitimaci6n de su poder. La nobleza, en tanto grupo, entr6 entonces en un proceso de desintegraci6n social que la condu· jo a su desaparici6n, aproximadamente un siglo despues de la conquista, cuando los descendientes de los antiguos pipi/tin se hablan casi confundido con los macehuales a quienes en otro tiempo habian gobernado. l.a familia, instituci6n social basica, no escap6 a las duros embates del nuevo regimen y vio cambiadas algunas de sus antiguas caracterfsticas. Nose equivocara quien piense que entre las primeras instituciones que afectaron a las fa milias se cuentan los sacrarnentos y entre ellos sabre todo el matrimonio. A la preocupaci6n por bautizar indigenas e integrarlos as( a la grey ca· t61ica, sigui6 el afanoso empeflo de los misioneros por administrar otros sacramentos entre los cuales se contaba el matrimonio que, a juzgar por lo relacionado en las cr6nicas de religiosos, ocup6 serialadamente los esfuerzos de estos santos varones porque, si bien es cierto que las bautizos se sucedie­ ron en gran numero desde los primeros ailos de la evangelizaci6n, los matri· monios tardaron un poco mas. Las noticias que se tienen del primer ma·

37 trimonio en Nueva Espana son reveladoras. 2 Se trata del casamiento de un joven indio principal de Huexotzinco de nombre Don Calixto que habfa recibido instrucci6n reiigiosa y el bautismo en un convento. El acto trans­ curri6 sin mayores ceremonias ni solemnidades y aunque ninguno de los cro­ nistas que al respecto informan da noticia sobre cuando se llev6 a cabo ese matrimonio, tal debi6 ocurrir despues de 1524 -aflo en que llegaron los doce franciscanos y se inici6 la fundaci6n de conventos- y antes de octubre de 1526, mes y a/lo en que se despos6 solemnemente Don Hernando Pimen­ tel, herrnano y con el tiempo sucesor del sellor de Tetzcoco,3 aconteci­ miento que segun los cronistas franciscanos constituy6 el primer matrimonio in facie Ecclesiae.• Cabe hacer notar que estos dos primeros matrimonios se celebraron entre miembros de la antigua nobleza cuando habian ya transcu­ rrido entre tres y cinco aflos desde la cafda de Tenochtitlan. Sin embargo, todo parece indicar que ni las predicas de los religiosos ni el ejemplo dado por estos dos nobles dieron resultados in mediatos que se reflejaran en la celebraci6n de matrimonios entre indigenas:

Pasaron tres o cuatro al'i0$ -dice Motolinia- que casi nose velaban, sino los que se crlaban en la casa de Dios, ni sefiores, ni principales, ni macehuales, mas estaban­ se un05 con cinco. otrot con diez, otrO$ con quince, otros con veinte .. otros con treinta [ mujeres )... 5

Este texto revela, primero, que aquellos que se acercaban mas facilmente al matrimonio eran los j6venes que se habfan criado en los conventos, aque­ llos que no s61o eran solteros sino que tambil!n habfan recibido instrucci6n catequ fstica y, segundo, que quienes se resistfan a contraer matrimonio ecle­ siastico eran los indfgenas adultos q111ese habian desposado en epocas prehis­ panicas, segun sus ritos, y que ademas ten fan varies esposas. No es sino hasta 1533, despues de varios allos de intensos trabajos, cuan­ do los religiosos, en una carta dirigida al Emperador, se muestran satisfechos por la cantidad de indfgenas que les so!icitaban la administraci6n de! matri· monio "dejando con harta obediencia a las muchas mujeres y haciendo vida rnaridable con solas sus legftimas" .6 y no fue sino hasta 1540 cuando, segun lo informan Motolinfa y Mendieta, hubo d/as en que "pasaban de mil pares los que se desposaban" .7 Las dificultades con que tropezaron los trabajos de los misioneros por legitimar can6nicamente las uniones entre ind(genas obedecieron tanto a problemas de comprensi6n por parte de la Iglesia como a aquellos origi· nados en el seno mismo de la antigua instituci6n familiar. La Iglesia tuvo primero que recabar la informaci6n necesaria para proce· der a argumentar su posici6n ante el matrimonio prehispanico y emitir su opinion alrespecto sef'ialando los procedimientos apropiados para adminis­ trar el sacramento del matrimonio entre los ind igenas unidos conyugalmente

2 Toribio de Benavente o Motolinfa. Memorialei o Libro de las cosasde la Nueva Espalfa y de kJ$ naturalfl da el/a, paleografia, edlc\6n, notas y euudio anaHtico por Edmundo O'Gorrnan, Mexico, UnM!flldad National AutOnoma de M8xico, lnstituto de lnvestigacione, HistOricas, 1971, 592 pp., (Serie de Historiadores v Cronistas de lndia,:2), p. 146. V4ase tambten Fray GerOnimo de Mendieta, Historia eclffiastica Indiana~ 4 v., Mexico, Editorial Salvador Chavez Hayhoe, 1945, v. II, cap. XLVL • Ibidem. 4 A.la -vistade la lgJesia. s Motolinla, ap. cit.., p. 148. 6 "AP8ru.ilcedocumental" en Motolin(a, of.). cit.~ doc. XVIII, p. 445. 7 Mototinfa. op. cit, p. 15). Mendieta, op, cit, v. II, cap. XLVI.

38 segim los antiguos ritos. Asf, la Santa Sede emiti6 su juicio sobre este asunto tan importante. En 1537, Paulo Ill dict6 una encfclica donde seiialaba:

Sobre sus matrimonios decretamos se observe lo siguiente: los que antes de su con· versi6n tenfan, segun su costumbre, varias mujeres y no acuerden cual es la que pri· mero tomaron, una vez que ya se convirtieron tomen una sola de ellas a su arbitrio y con ella contraigan matrimonio por palabra de presente como de costumbre. Si se acuerdan de cu61fue la primera, retenganla despidiendo a las demas.•

Este punto de la encfclica ,papal era la reglamentaci6n definitiva de una serie de pnlcticas con que los misioneros habfan enfrentado los problemas que les presentaba la administraci6n del matrimonio eclesiiistico entre los indfgenas polfgamos, nobles en su mayor fa. Aflos mils tarde, el rnatrimonio prehispiinico y sus caracterfsticas fue ai:npliamente discutldo por Fray Alonso de la Veracruz. En efecto, en 1554, Fray Alonso public6 su Speculum comlgiorum, donde a lo largo de varios capftulos discut16 lo referente a la existencia del matrimonio, segun la ley natural, entre los indfgenas, la naturaleza de la poligamia y el repudio asf como la rnanera en que estos fen6menos inc id (an en la validez o no del ma· trimonio de l\pocas anteriores a la conquista. A los descendientes de los antiguospipiltin que hab(an contrafdo nupcias en tiempos de su gentilidad, el matrimonio eclesiastico monogamico les plan· te6 problernas y provoc6 en ellos serias reticencias. En ese sentido, la cita de Motolinfa es ciertamente ilustrativa:

Y estando los religiosos en gran perplejided para dar media o poner remedio en que principiase el matrimonio entre viejos v recibiesen el sacramento del matrimonio con una, y muchu veces pensanilo, e unos con otros hablando, parec/ales no bastar rernedio humano, ni fuerza o poder de papa, ni mandamiento del emperador, que ni bastaban predicaclones, ni ejemplos, ni ruegos, ni amenazas para acabar con los se"ores que, dejada la muchedumbre de las mujeres e mancebas, se casasen con una a ley de bendicion, segun lo manda la Santa Madre Iglesia.. •

Si los nobles indfgenas no se acercaban al sacramento del matrimonio, no era por una proclividad a los gustos de la carne. Pesaba en ellos no solo la fuerza de la costumbre, sino una instituci6n cuya ra i!Jambrehay que buscar· la en el seno de la celula familiar noble prehispiinica y en los procesos de producci6n y reproducci6n que en ella tenian lugar a los que ya se ha heGho referencia. Visto asr, el matrimonio eclesiastico, que representaba en verdad el paso de la poligamia a la monogamia, requer(a de una serie de ajustes eco­ n6micos y sociales cuyos procesos resultaban complejos. Por otro lado, este sacramento vino a ser una practica que se propon(a como importante desde los puntos de vista econ6mico y social, pues de ella dependia la soluci6n de un sinffn de discusiones en su rnayoria relacionadas con los derechos de sucesi6n tanto de bienes materiales -tierras, casa, muebles- como de aquellos cargos pol(ticos que la corona de Espana habfa dejado en manos de descendientes de los antiguos pipiltin. En l\pocas prehispanicas, se ha visto, la nobleza habfa encontrado en la poligamia el medio eficaz para sostener su ritmo de reproducci6ri. En la me­ dicta en que, despues de la conquista, el matrimonio monogamico fue implan·

8 Mendieta, op, cit., v. 11,cap, XXXVII. 9 Motofinia,op. cit.~ p, 148.

39 tandose, la nobleza indfgena comenz6 a sufrir serios descalabros relacionados con su proceso de reproducci6n. Una mujer no podia parir los hijos que alumbraban veinte o treinta ... Este deterioro de las poslbilidades de repro­ ducci6n en el seno de la familia noble indigena adquiri6 seguramente tonos dramaticos cuando estos nucleos se vieron afectados por las mortales epide­ mias de que se tienen noticias. Toda esto, aunado a la mortalidad infantil -de proporciones importantes en la epoca- y a los decesos que ocasion6 la guerra de conquista, debi6 minar seriamente el numero de individuos de la nobleza indfgena. De fines del siglo XVI o principios def XVII se conserva un Huehuetlatolli en el que una anciana se dirige a una mujer que recien se convierte en madre para desearle se logren sus hijos diciendole, entre otras cosas, que "pocos de los que nacen se conservan, pues los mas de ellos mueren" y compara ese tiempo presente infeliz con un pasado ideal en que "no pod1 a uno numerar los prfncipes y sefiores", ese entonces en que "bien podian ser cuatrocientas y aun mas las casas de noble linaje y en cada una de estas nose podian con­ tar los niiios de familia... ".to Aunque por ahora nose dispone de datos que permitan apreciar la mane­ ra en que disminuy6 el numero de efectivos de la nobleza indfgena, y c6mo incidi6 en la conservaci6n adecuada del poder que la corona espaiiola dej6 en manos de este grupo, se puede conjeturar que esta debilidad numerica afect6, junta con las irregu laridades en la sucesi6n de cargos politicos ind (genas, el ejercicio de un poder que ya de suyo, por efectos del nuevo sistema impues­ to, se mostraba disminuido. Si en la epoca prehispanica la poligamia era factor importante en la pro­ ducci6n ·de bienes de consumo en el seno de la celula familiar noble -manu­ factura de telas y ropas y elaboracion de alimentos-, con su paso a la mono­ gamia la familia noble dej6 de contar con ta mano de obra femenina en las condiciones que et antiguo regimen lo permitra. Es posible que en este ren­ gl6n algunos privilegios reconocidos por el gobiemo virreinal a la noble;za indfgena hayan resultado medios para subsanar esta carencia originada en la monogamia en tanto que era una de las principales reglas del matrimonio eclesiastico. Entre los privilegios que de algl'.mmodo vinieron a remediar esta diJminuci6n de mano de obra femenina en la celula familiar noble, puede contarse el tributo pagado en trabajo por los macehuales y que permiti6 a los caciques que lo recibfan y a sus familias disponer de mano de obra y destinarla a la fabricaci6n de telas, vestidos y piezas de alfareria domestica asf como al servicio de la casa para la elaboraci6n de alimentos y el aprovi­ sionamiento de agua y lel'ia. Las irregularidades con que la nobleza indigena efectuaba el cobra de tributos -entre las que pueden contarse el ocultamiento de los sujetos de ese pago, las desmedidas derramas en las cargas y la explotaci6n exagerada de quienes pagaban el tributo en trabajo- reflejan, entre otras cosas, un profundo desajuste en las relaciones sociales que regulaban la participaci6n de este grupo en la distribuci6n de los productos. En la medida en que, despues de 1521, la administraci6n de la producci6n, que habia sido una de las funciones de la nobleza prehispanica, pasaba a otras manos, la participa­ ci6n de ese grupo en la distribuci6n de los productos se vio en consecuen­ cia seriamente afectada. En este panorama, las privilegios econ6micos que la

10 Angel Ma. Garibay K, "Huehuethihtolli, documento A", 11alocan, Sacramento, Caliiornia, House of Tlaloc, v, I, 1943-1944, pp. 31-53 y 81·107, p. 94.

40 corona otorgo a los caciques y principales fueron s61o defectuosos paliativos, que si bien retardaron los efectos de los abruptos cambios en las relaciones de producci6n, de ning(m modo los evitaron. Esta problematica situaci6n, de la que existen innumerables testimonios en documentos de archivos, fue factor importante en el debilitamiento del poder econ6mico de la nobleza indigena que debi6 reflejarse en dificultades en el ejercicio del poder politico. Para conservar los privilegios que de alg(m modo podian a(m asegurarles un staws diferente al de los macehuales, los nobles indigenas debieron ceflir­ se a los requerimientos legales queen materia de sucesi6n imponia el regimen espaflol. En estas normas intervenia como factor decisivo la legitimaci6n de la familla que solopod fa darse a traves del matrimonio eclesiastico. Si los nobles indlgenas podian acceder a la posesi6n de tierras y rentas, si les era permitido ocupar cargos potrticos y cobrar tributos, la manera de asegurar, hasta cierto punto, la permanencia de estos privilegios entre los miembros del grupo era legitimando sus uniones conyugales y por ende su descendencia, condici6n sin la cual la sucesi6n de estos bienes y prerrogativas se volv(a en extremo complicada. Mas que las predicas de misioneros fue la conservaci6n de esos prhrilegios y de un cierto poder lo que compeli6 a estos nobles indf­ genas a adoptar las forrnas fami6ares impuestas por los castellanos. Una de las partes que conforman la Cronica mex icilya ti de Alvarado Tezoz6moc se caracteriza por contener las genealogfas de los t/ahtoque te­ nochcas. La sucesi6n de estos gobernantes marca el orden seg(m el cual sus genealogfas aparecen en la cr6nic:a. All r el lector encuentra una historia de las familias tenochcas en la que cada personaje es mas importante por el lugar que ocupa en ese universo familiar que por su actuaci6n polftica y mi­ litar. Es la historia de un grupo,de familias que registra acontecimientos has· ta mas alla de la conquista espafiola ya que esta, en 1521, transform6 pero no interrumpi6 el devenir de aquellos nobles que vieron entonces caer la capital de su imperio. Si la historia de Tenochtitlan se detuvo con una capi­ tulaci6n, la de la nobleza continu6 hasta bien avanzada la epoca colonial. Quien busca en la Cr6nica mexicilyotl elementos para conocer las formas familiares propias de la nobleza prehispanica, descubre que esta fuente no contiene casi ningun dato sobre la poligamia que se practic6 entre los miem­ bros de ese grupo social antes de 1521. Son realmente pocos los pasajes don­ de el autor hace menci6n, debe aclararse que discreta, de la existencia de mas de una esposa para alguno de los tlahtoque tenochcas. Por ejemplo, en dos ocasiones se alude al matrimonio de senoras mexicas con dos mujeres y en otros muy contados casos, al hacer la relaci6n de los hijos de cada uno de los tlahtoque, el nombre de alguno de estos hijos se acompafla con una somera informaci6n en la que se da cuenta del apelativo de la madre de ese hijo en particular, pudiendose interpretar que los restantes de la lista provienen de una madre diferente. Por otro lado, el numero de descendientes en primer grado que se detalla para cada uno de los tlahtoque no excede al numl'ro de hijos que una mujer, o a lo sumo dos, pueden dar a luz, esto no obstante que se sabe, por otras fuentes, de la abundante descendencia que dejaban los sefiores tenochcas. Esta genealogfa, ciertamente escrita en epocas tardfas, denota pues la per­ dida de elementos importantes para el conocimiento de la familia noble pre­ hispanica. Por el contrario, se vuelve profundamente significativa cuando se le observa a la luz de las formas familiares adoptadas por la nobleza indf­ gena a rafz de la conquista. Los nobles, descendientes de los antiguos pipiltin,

41 ten fan ya por propio, a fines del siglo XVI y princlpios del XVII, el matrimo­ nio cristiano y por consiguiente la monogamia, y eso, lo hemos dicho, en aras de la legitimaci6n de lazos familiares a fin de preservar privilegios y poder. La genealogfa contenida en la Cr6nica mexicayotl, en tanto busca legitimar y justificar el poder y la posesi6n de privilegios de la nobleza indfgena, dota a la antigua familia prehhipanica de las caracterfsticas que obligadamente pre­ sentaba la celula familiar noble indfgena en los al'los en que Tezoz6moc in­ cluy6 esta genealog(a de los antiguos tlahtDque en su Cr6nica mexicayotl. La aceptaci6n, por parte de la nobleza indfgena, de la organizaci6n fami· liar cristiana-monogamica, se dio, aunque no inmediatarnente a 1521, porque constitula un elemento obligado para la preservaci6n de los privilegios que la corona espal'lola concedi6 a este grupo. Esta acep1aci6n parece ser casi total a principios del siglo XVII cuando las nuevas estructuras familiares estaban tan arralgadas que originan la omlsl6n, en una genealogfa como la reproduci­ da por Tezo:z6moc, de datos relacionados con la pollgamia entre los nobles indfgenas de antes de la conquista. Estamos clertos de que aquello que subyace al cambio de estructuras fa· miliares es la conservaci6n de un poder que, bajo la imposici6n de nuevas estructuras econ6micas, pol fticas y sociales, estaba condenado a desaparecer y se presentaba en aquellos l'.Jltimosaflos del siglo XVI y los primeros del XVII como un poder evidentemente disminuido.

42 Matrimonios, alianzas y mitos* Alfredo L0pez Austin fnstituto de lnvestigaciones Antropol6gicas, UNAM

Los tres ponentes de esta sesion y yo, comentarista, hemos sido invitados a participar en esta reunion de historiadores por un equipo que se ha distin­ guido por su seriedad en fa investigaci6n, por un trabajo extraordinariamente productivo, por su apartura a toda corriente de pensamiento y por la origina­ lidad de sus ternas, dentro del marco que recibe el nombre de Historia de las mentalidad/!$. Hemos compartido con los integrantes de este equipo intereses por la historia de la familia, la religiosidad, la sexualidad, el poder, los modelos cu I· turales, la producci6n historiognlfica, las cosmovisiones, la delincuencia, entre otros. Han desfilado por un escenario sin protagonists, indios, clerigos, negros y mulatos, estudiantes, judfos, vagos, enfermos, notarios, mestizos, jueees, locos e iluminados, homosexuales, criollos, sastres y zapateros, clien­ tes de prostl'>ulos y pulquerfas, alcahuetes, nobles en ascenso y en deca­ dencia, rufianes y hombres de bien, oscuros de anonimato. Hemos sabido -algunas veees a traves de cuadros, estadfsticas y curvas- del poder de magos y brujos, de las habilidades de las prostitu1lls, de la sabidur fa de los libros prohibidos, de la perversidad de los santos y de la santidad de los per­ versos. Y lo hemos sabido por una historia que, dadas su profundiad, su importancia, su diversidad, merece llamarse as/, historia, a secas. Dice Carlo Ginzburg en El queso y los gusanos, libro que tra1ll de la des­ venturade historia de Menocchio, el molinero quemado hace cuatro siglos por sus ideas y predicas aldeanas:

Antes era villldo acusar a quienes estudiaban el pasado, de consignar unicamente las "gestas de los reyes". Hoy en dfa ya no lo es, pues cada vei se investiga mils sobre lo que ellos callaron, expurgaron o simplemente ignoraron. "lOuien construyo Tebas de las siete puertas?", pregunta el lector obrero de Brecht. Las fuentes nada dicen de aquellos albafiiles anonimos, pero la pregunta conserva su carga.1

Es cierto. Conserva su carga la pregun1ll sobre la existencia de aquellos albal'Hles tebanos; pero todavfa reservamos el nombre puro de historia a las

• Comantl!rio • la pon,enda

CDJmientos hil{M(Jo-indkn en el primer P(m'odo colonial de Or. Pedro Cerrasco, El P4P.tde/ Estado M la orgsnizaci6n de la familla camP11Sina~flf1 el Wxico centrlfl. liglo XVI. d& Ora. Teresa Rojas, La faml/Ja Jndlgena noble V 14 con,ervacion de un poder di,minuido. ,JgJos XVI y XVII de Or. Joie Ruben Romero Galv8n.

· I Carlo Ginzburg. El quno y IM flU$1J11()£ El co,mo,, set/Unun molinero dtll ,iglo Xlll. trad, de Francisco Martin v Francisco Cuartero, 2a. ed., Barcelona, Muchnlk~ 1982. 260 pp. tArchivos de la herejla: 1 l, p. 13.

43 gestas de los reyes, a las relaciones de las obras de los notables, de las genia­ lidades de los personajes unicos, de la acci6n del dominante. Para hablar de otras historias, aunque las creemos referentes a hechos fundamentales de la humanidad, tenemos que etiquetar plidicamente: folklore, demologfa, etnohistoria, historia de las tradiciones populares, historia de las mentali­ dades, etcetera. En cambio, nunca pensamos etiquetar las gestas de los reyes cuando rnenos no las de los reyes de Occidente~, tal vez porque incons­ cientemente aceptemos que ese s/ es un autentico csmpo de la historia. No faltaran entre el publico quienes opinen: "IOue terquedad contra las etiquetasl" Sin embargo, debo insistir, porque no es un prurito lexico. Quien trata de historiar vidas de indios, de putas o de desviantes lo hace desde una posici6n fuertemente pol ftica, y en pol itica debemos ser conscien­ tes de nuestra acci6n. El manejo de terminos de fuene trasfondo puede lle­ varnos, queramoslo o no, a la asunci6n de sus cargas conceptuales. Una autodefinici6n como historiadores particularizados puede llegar a ser una autolimitaci6n. lVamos a circunscribirnos, por ejemplo, al estudio de las obras que el hombre produce en forma inconsciente? No podremos enton­ ces descubrir los vinculos entre la creaci6n inconsciente y la consciente en el seno de una sociedad, la dialectics entre la colectividad y el individuo, entre el tiempo de larga duraci6n y la coyuntura. No podremos comprender cabalmente los procesos de circulaci6n de la cultura. No entenderemos c6mo se complementan o c6mo chocan los productos ideol6gicos emana­ dos de distintas fuentes. l Vamos a circunscribirnos al estudio de las clases subalternas? Sera un estudio parcial si no lo ubicamos en la globalidad so­ cial de las relaciones entre subalternos y dominantes. lC6mo enfocar nues­ tra atenci6n en lo atfpico sin entender la existencia de los canones? lDebe haber una historia para el individUDy otra para el grupo, una para el inte· grado y otra para el margin ado, una para el explotador y otra para el explo­ tado? No niego la posibilidad y la conveniencia del enfoque particular; com­ bato los caminos que conducen a desdibujar et fondo integrador de la glo­ balidad social. Comprendase que al poner de manifiesto los riesgos de un nombre como el de la hfstoria de las mentalidades, no vengo a impugnar el trabajo de este equipo que amablemente me ha invitado. Creo queen sus obras ha esquivado dieatramiente el peligro de la simplificsci6n y tambien el de quedar ceflido por algunas definiciones demasiado r/gidas. Mis expresiones de rec,..nocimien­ to a la calidad de su investigaci6n no son de hoy. Vengo a contim,ar un m~­ logo entre colegas, una polemics amistosa que tampoco es de hoy. Mi primer reconocimiento a este equipo es el de la pertinencia de los temas que ha elegido para sus simposios e investigaciones. Ahora vemos la relaci6n entre familia y poder en la Nueva Espana, y sin duda en esta reuni6n conoceremos importantes interpretaciones de las funciones econ6micas de las vinculos familiares, de ta integraci6n y consolidaci6n del poder a traves de las ramas def parentesco, de las explotaciones y manipulaciones en el seno familiar, y de la voz educadora de la institucion, ya como defensora de su propia inte­ gridad y aun en contra de los intereses de sus miembros, ya como vocero inconsciente de intereses ajenos, los de quienes convierten a la familia en su reproductora ideol6gica. Par lo pronto, la parte medular de esta primera sesi6n ha sido cubierta con tres ponencias excelentes que tratan aspectos particulares del diffcil proceso colonial, en el que dos instituciones semejantes en apariencia, diver­ gentes en constituci6n y funciones -la familia indfgena y la fami!ia espano-

44 la-, se transforman al tratar de adaptarse y al ser adaptadas a una realidad en violento proceso de estructuraci6n. Rotas muchas de las amarras que daban a ambas raz6n de ser, se debaten en el empeiio de coordinar su acci6n con la de otras instituciones en rapida transformaci6n, instituciones de estabili· dad impredecible tanto para los dominantes coma para los conquistados. El proceso se anima con la acci6n de pescadores gananciosos de aquellas revuel­ tas aguas: espafioles que quieren tierras o caciques reclamantes de derechos antiguos que jamas existieron; los que buscaron en una instituci6n ex6gena la mas viable protecci6n a sus privilegios o la defensa de sus intereses en plei­ to; quienes eludieron por inusitados nexos familiares unas obligaciones cultu­ rales para adquirir otras -quienes aprendieron de los indios a ju gar a la pelo­ ta de hule o a corner chapulines- o quienes trataron de revivir un recuerdo islamico. Y todo el proceso bajo la preisi6n de un empeno por extraer de los tributarios el mayor beneficio posible con la menor violencia de las formas extractivas, empeiio que provocaba la busqueda de los viejos moldes. He tenido la oportunidad de aprender mucho de las ponencias de mis tres companeros presentes, y quiero mencionar, como ejemplo de lo que considero muy positivo de estas ponencias, el colorido que proporciona a la historia institucional el relato de casos de casamientos entre indios y espaiio­ les. Es la anecdota · -coma la califica Pedro Carrasco- que da pie a una inicial tipificaci6n, y que permite al mismo tiempo la recreaci6n hist6rica de la inci­ piente vida colonia. Pedro Carrasco perfila ya la caracterizaci6n de los tipos que se van estableciendo con base en los rangos cuando los contrayentes uno al menos·- es de alto nivel en la estratificaci6n social, o en el concepto de la alianza familiar indigena, o en el interes econ6mico de los espaiioles, o aun en el mestizaje cultural que impele hacia el matrimonio mixto a las no· bles indigenas mas hispanizadas o al espanol que, tras intimar con 1os indios, es inmune a las er iticas de sus compatriotas. En la ponencia de Teresa Rojas destaca la forma en que, tras la Conquis­ ta, se prolongan las forrnas organizativas que nos mencionan algunas fuentes como caracteristicas de la epoca prehispanica, entre ellas las que quedaban bajo la direcci6n de los centecpanpixque y los macuiltecpanpixque, encarga­ dos de la distribuci6n equitativa del trabajo tributario entre las familias que se agrupaban en las unidades vigesimales· del antiguo sistema numerico. Es notable ver c6mo el sistema colonial adapta antiguas formas de organizaci6n social a sus prop6sitos de extracci6n de excedentes, prolongando los sistemas que demostraron ser buenos puentes de transformaci6n en el duro proceso de constituci6n de las nuevas relaciones tributarias. Y mas interesante es la adaptaci6n si suponemos --coma yo lo supongo- que asi debio de haberse fincado el tlatocayotl en las viejas tradiciones organizativas, preestatales, sin violentarlas, pero transformandolas profundamente a conveniencia del grupo dominante. En la ponencia de Jose Ruben Romero es de notarse la observaci6n que hace acerca de la forma en que el deseo de ajustar la tradici6n indigena al patron familiar cristiano, incide en la creaci6n historiografica, deformando las listas del linaje en la Cr6nica mexicavotl, en la que nose registran, en lo posi':Jle, casos excesivos de poligamia. Es esta una buena lecci6n para aquellos que aceptan coma verdad todo lo que quedo consignado en lenguas ind (ge­ nas; y tambien, obviamente, para quienes descartan de un plumazo todo documento sospechoso de falsedad, con la ingenua postura de que el historia­ dor s61o debe aceptar el testimonio de pureza certificada. Unos y otros olvi­ dan que, tras reccnocer que todas las fuentes tienen su grado de mentira, uno

45 de las actividades centrales del trabajo del historiador es descubrir el interes mixtificador, analizar la fuente desde la perspectiva resultante, y transfor, maria en elemento util para la interpretaci6n hist6rica. Como siempre, las buenas ponencias hacen bullir las ideas. Los tres tra­ bajos me han hecho pensar en el conocido principio de que el matrimonio es una alianza entre familias; en que las funciones de estas alianzas son muy complejas y diversas; en que cada tipo de alianza se refuerza en el mito, y que, por este encadenamiento entre el mundo de los orfgenes y las necesida­ des cotidianas, pueden mito y vinculo familiar iluminarse recfprocarnante. Distingamos al menos tres tipos de alianzas: a) las que se daban entre las familias del ca/pulli; b) las de las familias tie los pipiltin, y c) las que sur­ gieron tras la Conquista, entre indigenas nobles y espai'ioles. El primer tipo es riquisimo en manifestaciones miticas que giran en tor­ no al origen del grupo y al patronazgo de un dios: el calpulteotl. Las multi­ ples menciones al ancestro com(m y al otorgamiento de una profesi6n al gru­ po son apenas dos de los aspectos ideol6gicos de la necesidad de las familias integrantes del calpu/li de constituirse en un conjunto con fuerte tendencia endogamlca para su protecci6n frente al poder, para la conservaci6n de las tradiciones culturales --entre ellas en forrna prioritaria las tecnicas de traba­ jo-, para la administraci6n interna, etcetera. La tendencia a la endogamia en el calpulli preservaba sus valioslsimas tradiciones en aquel complejo mar etnico, econ6mico y polftico, en el que las grandes poblaciones eran de composici6n heterogenea, pero en las que los grupos integrantes mantenlan su diversidad como uno de los principales elementos ordenadores. La preser­ vaci6n del orden fue un prop6sito comparticlo por los calpulli y por los diri­ gentes de la clase dominante, y estos fomentaron creencias y aun mixtifica­ rsm y rnanipularon la organizaci6n Q11los calpufli para adaptarlos, en todo lo posible, a sus intereses de dominio. En esta alianza intema de los calpulli, cada familia debi6 de pretender la uni6n con otra u otras muy parecidas a ella. Sus prop6sitos principales serlan la conservaci6n de una situaci6n establecida desde tiempo antiguo. Es, por decirlo en una f6rrnula tal vez no muy feliz, una alianza generica del calpu/li que se establec(a entre las fami· lias que lo integraban. Por ser generica, por ser dernasiado comun, las men­ ciones son pocas y se diluyen entre las multiples alusiones en el campo del mito. Pero esas menciones existen, y cito dos: Zurita dice que entre los antiguos nahuas se procuraba que todos los campesinos labrasen las tierras pertenecientes a su propio calpulli, para "no dar lugar a que se mezclen unos con otr0$ ni salgan de su linaje", 2 y la Relacion de Michoaclin se men­ ciona que los padres de la joven tarasca deshonrada obligaban al joven que hab(a abusado de ella a reparar la falta con el rnatrimonio; pero con una salvedad: "si eran de un barrio quedaban casados; si no, nose la daban." 3 Contrastan estas alianzas entre familias del calpulli con las alianzas entre

2 Alonto de 9)rite, "Breve y sumaria relaciOn de los seftores v maneras y diferencias que habia de eUos en la Nueva Espalla~ y en otras pob&aciones sus comarcanas, y de sus leyes, usos v costumbres. y de la forma que ten(an en les tributar sus vasallos en tiempos. de su gentllidad, v la que despuN de conquistadot .e ha tenido y tienen en tos tributos que pagan a $.M., v a otros en su real nombre, v en el irnponerlet y repartirlot. v de la orden que se podrfa tener para cumpHr con el precepto de los diezmo,, sin que lo tengan por nueva imposici6n v carga Jos naturales de aquellas partes". en Juan Bautifflt Pomar. et al.,, Rsl8cicnes de Texcoco y de la Nueva Espalfa, introd. de Joaqu(n Garcfa lcaz• blllcotll, Wxlco, Editorial Chavn Hayhoe, 1941, ,;.292 pp, 1Seeci6n de Histoda: 21, pp, 65-206. p.88. 3 Rsklei6n de las csremoniss y ritot y pot,leci6n y gobiemo de los indios de la Provine/a de Mlchoac.4n, (t541 }, rep. facs. det Ms. ~.IV .5. de El Escorial, transcripciOn de Jo~ Tudela, estudio preliminar de JoreCorona Nulle<, Moreira, Balsal Editores, 1977, xx-280 pp, p, 216.

48 familias de pipiltin. De estas alianzas, obviamente, hay muchas menclones especfficas, puesto que constitufan los medios para establecer ligas politicas en las mutables relaciones entre est.ados v sefiorios. Pero no solo son multi­ ples las notlcias de la embrollada vida cortesana; las fuentes nos hablan de muy diversos mecanismos de vinculacion, v algunos parecen reflejar practi­ cas demasiado institucionalizadas. Hay una rica gama de matrimonios y filia­ ciones. Pedro Carrasco identifica plenamente dos en su trabajo: en el prime­ ro, las hijas de un senor de alto rango son dadas en matrimonio a los reyes de poblaciones que dependen de el; en el segundo, senores de alto rango se unen a mujeres de rango inferior para que los hijos sean senores de las po­ blaciones dependientes, a las que pertenecen sus madres. Tambien seliala Carrasco los casos de matrimonies multiples entre los servidores acom­ pai'iantes de uno de los c6nyuges y los servidores del otro, y la donaci6n de mujeres para mantener las relaciones pol iticas. Pudiera agregerse la entre­ ga de esposas, previamente prefiadas por el rey, a sei'lores dependlentes, con lo que los sucesores de los padres adoptivos serfan de la familia adoptive, pero de la sangre del gobernante supremo. Esta forma aparece entre los mixtecos. 0 el matrimonio de las mujeres que habfan sido esposas secunda· rias def rev tarasco con los sel'lores dependientes. 0, tal vez, el matrimonio a prueba entre los nahuas, que se disolvfa con el nacimiento del primer hijo. A estas diversas formas de alianza acompaflaban, en lo que parece ser un complejo de leyes cortesanas, las que correspondfan a sucesiones de cargos, t ltu los y derechos. Aqu( nose trata de una alianza generica; predomina la especificidad de la coyuntura polltica que involucra a dos familias muy particularizadas. No hay homogeneidad en las uniones, t,uesto que parecen descansar en la diver­ sidad de rango o de poder. Cada.familia debi6 de esfoerzarse por ocupar po­ siciones que harlan apetecible el matrimonio entre sus miembros en el memento hist6rico, y la historia nobiliaria no debi6 de haber tenido un papel secundario en los juegos de pretendientes. No pod(a ser obligato­ rio, dado el valor de la conveniencia polftica, el matrimonio entre parientes, y llegan a ser frecuentes las uniones entre familias de muy diversas etnies y de muy distintantes lugares. Aqui es exiguo el mito, y abundantes las men­ ciones de casos hist6ricos concretos y las referencias a las particular:idades de las uniones. Antes de ver un mito que refuerza estas alianzas, detengamonos en lo que pudiera ser un caso interrnedio. En el siglo XXIII Uegaron a la zona lacustre de Patzcuaro tarascos chichimecas que pretend!eron establecer alian­ zas con los pueblos sedentarios. Uno de los caud illos n6madas contrajo matrimonio con la hlja de un senor sedentario. La uni6n se llev6 a cabo sin contratiempo inmediato; pero posteriormente, los chichirnecas consideraron que fos descendientes de aquel matrimonio no ten(an el suficiente poder sobrenatural para ser cumplidos caudillos. Estimaban, en efecto, que aquellos hombres tenian una mitad -o un cuarto, seg(m el caso- de fidelidad al dios patrono, puesto que compar:tlan dependencia religiosa, al descender de fami­ lias con distintos dioses protectores. Lo anterior pudiera indicar que en niveles de menor complejidad social, la endogamia, y con ello la pertenencia a un solo dios patrono, era la regla, Un incremento en la estratificaci6n y un aumento de las necesidades de alian­ za en un mundo politico mas amplio, orillaria a un grupo social, el domi­ nante, a darle la vuelta a las tradicionales reglas de alian;zaendogamica para poder establecer los v inculos que las nuevas relaciones pol fticas obligaban. Sin

47 embargo, habria de mantenerse la coherencia con el orden iceol6gico que colocaba a los nobles en el poder. Una soluci6n que parece 16gicaes la apela­ ci6n a la existencia de una inmensa refaci6n familiar, mas alla de las etnias y la distancia: la relaci6n familiar de fos gobemantes. Extrafdos asi de sus relaciones de origen, todos los pipiltin se proclamaron creaciones de Topiltzin Quetzalcoatl, poseedores desde el principio del mundo de un poder que ha­ bia sido determinado por los dioses en el momento de la creaci6n.• Se con­ servaba con esto el modelo, la regla com(m; no habfa violaci6n a los principios. Simplemente se transformaban las relaciones familiares. El mito de la descen­ dencia de Topiltzin Ouetzafc6atl, en sus distintas versiones, preservaba el orden. Por ultimo, la dominaci6n colonial trajo a las familias de pipiltin una nueva necesidad de alianza, ahora con los extranjeros conquistadores. Es el momento en que parece gestarse en las concepciones mfticas una singular proposition: los espaiioles no eran en realidad extranjeros; habfan vivido aqui, se fueron por el oriente, y por el oriente habfan regresado con la ver­ dadera fe. No quiero cansar a los oyentes con una large exposici6n. Remito a los interesados a una interpretaci6n del texto sahaguntino sobre los mexicas, estudio que publicare pr6ximamente en los Ana/es de Antropo/ogfa, y a una variante de esta idea del retorno espaiiol a la que me referi hace ya mucho tiempo en el capitulo segundo de Hombre-dios. 5 En dicha variante, Fernando de Alva lxtlilx6chitl hace de los pipi/tin, cuando rnenos de la nobleza tetzcocana, parientes a los espa/ioles su puestamente regresados por el oriente. Y este supuesto parentesco de los nobles tetzcocanos y los espa· iioles mantendr ia una vez masindemne el viejo principio de la alianza endogamica. Termino mi intervenci6n agradeciendo• de nuevo fa invitaci6n de este· brillante equipo. He participado con el gusto de siempre, abierto en la amistad a la polemica; pero ahora, ademas, con el prop6sito de rendir home­ naje a uno de nuestros mas admirados maestros: don Silvio Zavala.

4 C6dice Florentino$ Libro VI, fohos 67v·68r, traducido al esparlol por Alfredo L6pet Austin, en Cuerpo humano e ideologla, 2 v., M8xico, UNAM, lnstituto de lnVfltfgaciones Antropo16gicas, 1980, V. I, pp. 451-452. 5 Alfredo L6pez Austin, Hombre..fiios. ReligiQn y poiftica en el mundo mihuatl, Mt!xico, UNAM, lnstltuto de hwestigaciones Hist6ricas, 1973, 214 pp, (Serie de Cultura Nllhuatl, Monograffas. 15), pp, 19-20.

48 El poder de los mercaderes. La Mixteca alta: del siglo XVI a los primeros aiios del XVI 11

Ma. de los Angeles Romero Frizzi Centro Regional de Oaxaca, INAH

Al iniciarse el siglo XVI 11,el Obispado de Oaxaca, despues de casi dos siglos de presencia espafiola, segu(a siendo una regi6n predominantemente ind(ge­ na. En la sierra norte, en la del sur, inclusive en la costa, el numero de veci­ nos espafloles era sumamente reducido, la unica excepci6n la constitu(a la ciudad de Oaxaca, en el valle del mismo nombre. 1 A diferencia de otras re­ giones, en Oaxaca no habian prosperado las minas, ni las haciendas. Tai vez la aspereza de la sierra, o quiza la lejanfa de la region, habfan desanirnado a los espafioles de participar directamente en la producci6n pero, en cambio, el comercio de los productos de los indfgenas atraia todas sus energias. La sierra norte, la de Villa Alta era conocida por su algod6n y por la e!a­ boraci6n de mantas y tambien por su grana; en la Mixteca se cultivaban las nopa!eras para la grana y se cosechaba el algod6n en la costa, ademas de que los pueblos criaban enormes rebafios de ganado menor. 1 Despues de tantos afios la producci6n continuaba basicamente en fas ma nos de los ind igenas, pero el comercio, la colocaci6n J:lel producto indigena en los mercados colo­ niales era el rengl6n favorito de los espafloles. En algunas regiones, con fre­ cuencia en las mlis alejadas, el comercio era casi un monopolio de los alcal­ des ma yores; en otras, como en el valle de Oaxaca o en la Mixteca, los fun­ cionarios competfan por el control de la produccion ind igena con el grupo de mercaderes regionales. En la Mixteca Alta, al occidente de lo que hoy es el estado de Oaxaca, los a!caldes mayores, a pesar de su poder, tenian que compartir el terreno con los espafioles comerciantes de! area. Desde muchos afios antes, alrede­ dor de 1560, a la zona hablan llegado algunos pobladores. Hab(an venido atra fdos por la producci6n de las comunida(les mixtecas y por la posibilldad de obtener unos reales colocando los productos indigenas en las ciudades de Mexico, Puebla o Oaxaca.3 Con el paso del tiempo, mas espailoles fueron estableciendose en algunas de las mas importantes cabeceras indfgenas de la

l y ciudad de Oaxaca tenfa, en 1777, una poblaci6n estimada de 18000 personas. John Chance, Raet1and clau in colonial Oaxaca. Stanford Unlverlltv Press, 1978. p. 73. Se calcula queen 1742.-1746 la poblaci6n no india en las regiones de la Alta, la zapoteca y el valle apeniiS tdcanz.aba un por~ eentaje de! 1,24. Sherburne F. Cook v Woodrow Borah, Ensayo, sabre historillde la poblacl6n, Slglo XXI, vol. II, p, 207. 2. Joi& Miranda. 07'genH d• la gafill(HJfla indlg(trta tm la Mixteca; ed, Cultura, 1969. Rodolfo Pastor. campesinos y refortrun: Sociedad y econormlf en la Mixteca. 1150,,188£ Tests doctoral. El Coleglo de MSxico, 1982. Romero, Ma. de lot Angeles, Econom,a y vida de Jo, e~oles, Tnia docto· ral, Universidad lberoamericena, 1985. p. 154, 3 Se ordena al corregidor d& Acathfo que no permrta que en esa poblaeion residan espaf\oles, 1955. AGN. Mercedes. vol. 4, f. 246. Don 1..uisde Veta,co ordena que se seftale una µoblaci6n de eapti­ t'iole, en le Mixteca Baja, 1558. ENE, vol. Vilt. p. 27. Que ae haga una casa para a1ojar a los pasajeros espaRoles en Huajuapan~ 1563. AGN. Mercedes, vol. 8, f. 114 v.

49 regi6n, como Teposcolula y Yanhuitlan. Poco a poco fueron controlando la comercializaci6n de los productos indfgenas.4 A mediados del siglo XVI, cuando los primeros pobladores llegaron a la Mixteca, la regi6n, a pesar de las epidemias, del tributo y de todos los aspec· tos negatives importados por los espanoles, de los que tanto se ha escrito, era rica.5 Los pueblos gastaban miles de pesos de plata en engalanar sus tern· plos y en sus fiestas comunitarias. 6 Los retablos que ostentaban los templos dominicos habfan sido costeados por eUos; gastaron tambien en copones de oro, en manteles de lienzo y en muchas cosas mas para su nuevo temple cat61ico. Las fiestas de los pueblos, opulentas y dispendiosas, eran otro ren­ gl6n en el que se manifestaba su eSplendor. 7 El comercio indfgena ten/a igual importancia. Los comerciantes mixte­ cos, nobles de origen, eran propietarios de las masgrandes recuas en la region. Ellos pose Ian les que mas, hasta cuarenta y cinco mulas yen prorne­ dio unas veinte. 8 Conduclan los productos de sus pueblos: la seda, la grana, las mantas, lo obtenido de los rebanos de ganado menor, al centro de la co­ Ionia, a las mismas ciudades de Mexico y Puebla, tambien iban hasta el Soconusco. 9 Entre esos primeros momentos del sig!o XVI y los inicios del siglo XVI II la situaci6n se habla alterado notablemente. Para principios de esta centuria, el grupo de cornerciantes espanoles, si bien continuaba siendo corto en nu­ mero, era mas poderoso y estaba bien consolidado. Los indlgenas, en cambio. en abrumadora mayorla, hablan perdido terreno. La producci6n continuaba en sus manes, pero no as( el comercio interregional. r lPor que este importarrte grupo de mercaderes indfgenas habla perdido terreno? A principios del siglo XVIII su area de acci6n se limitaba, con pre­ ferencia, a los tianguis regionales, rpientras que, entre la producci6n de los pueblos y los centres de consume novohispanos, se hab(an introducido los comerciantes hispanos. lQue mecanismos habian hecho posible este cambio? lQue factores habfan favorecido la actuaci6n de los comerciantes espai'loles de Teposcolula y de Yanhuitlan? lPodriamos pensar que lo que hab{a inclinado la balanza del lado de los comerciantes espai'loles habr{a sido la posibilidad de establecer nexos con los alcaldes mayores? Esta aso­ ciaci6n pondrfa de su lado el poder de las instituciones y tambien el poder

4 Carta de obtigacion a favor de An\()nio de Acuf'la mercader de Yanhu.itl.in, 1563. AJT, leg. 19, exp. 2. Carta de entrega a favor de Juan de Campa vecino de Yanhuit!Sn, 1572. AJT, teg. 40, exp. 53. Carta de Veota de sect.,, 1579. AJT. leg. En el c6dice Sierra se mencionan espaifoles que compran seda en los pueblos. 1550. Nicolas Leon, Ccdiai Sierra~p. 58. 5 Lot Ubros de diezmos ton uno de los mas importanm indicadoret de la producci6n de~ Mlxte· ca en aqueUos aftos. El an8hsis efectuado por el Prof. Woodrow Borah muntra que todav{a en 1571 el diezmo pagado del tributo lndlgena constitu(a casi la totalidad de los lngresos dec!males del Obispado. La producci6n espaftola era insignificante, Woodrow Borah, ''The collection of tithes in the Bishopric ot Oaxaca during the XVI century." HAHR. vol. 21, 1941, pp. 339-400. Citado en: Rodolfo Pastor, Flvctuacion& econ6micas en Olxaca durance el sfglo XVIII. El Colegio de Mexico, 1979, p. 9. 6 Nicolas L.e6n, El Codlce Sierra. lmprenta del Muteo Naclonaf, 1933. El anS!lsis de los gastos de! pueblo de Tejuptlco contenido en el C6:dice muettra qve los pdncipales renglones de gast01 fueron el templo v las fiestas religiosas. · 7 Contrato entre el pueblo de Achlutla y Amiret de la Concha para la fabricaci6n de un retablo, 1682. AJT. leg, 30, exp. 1. Concierto entre Andris de la Concha v el pueblo de Tamazulpana, 1586. AJT. leg. 3, exp. 15. 8 Licencia a Juan de ViHafai'iacac.ique para traer 50 mulas, 1619. AGN. indlos, vol. 9, exp. 171; Otra licencia por 50 mulas, 1620. AGN. Indios, vol. 9, exp. 240; Otras licencias, AGN. Mercedes, vol. 84, ff. 178v .. 201, 201v., 202,281; AGN. Indios, vol. 9, exps. 8, 9,171,371; vol. 7, exps, 240,343, 425; vol. 10, cuaderno 1, expc,288; vol. 10, cuaderno 2, exp$. 27, 174; AJT. leg. 24, exp. 5. 9 Jbidem.

50 que emanaba del uso de la fuerza ffsica: del empleo del latigo, la carcel y el temor para forzar a los ind fgenas a entregar sus productos. Sabemos queen ocasiones los a leaIdes rnayores utilizaron este proceder para forzar a los indf· genas a recibir las prendas importadas y a entregar sus mercancfas. Tradicio­ nalmente, en la historiograffa, se ha considerado que fue este uso de laJuerzal , ffsica, aunado al poder de las instituciones, el recurso mas importante que se.J emple6 para ligar a los ind fgenas con el mercado. Es com(m penser que gene­ ralmente habia que obligar a los indigenas a entregar sus productosa losal· caldes mayores y a los comerciantes espai'ioles y que inevitablemente se les forzaba tambien a aceptar las medias de seda, las telas importadas y las de­ mas mercancras. Sin embargo, a pesar de todo lo ya escrito, vale la pena preguntamos si no existieron otros mecanismos, tal vez mas sutiles y por lo tanto mas efectivos, a traves de los cuales los indfgenas aceptaban establecer tratos con los mercaderes hispanos. Y si estos mecanismos no resultaron a !.!J larga rn.\sefectivos que el uso de la fuerza.

Los antecllderrtes: primera mrtad del siglo XVI

Alradedor de 1560, cuando los primeros comerciantes se establecieron en la Mixteca, su arribo estuvo precedido por el de los frailes dominicos. Desde 1530, los frailes habfan iniciado su predica. Empei'iados en ensei'iarles a los indfgenas el catolicismo, comenzaron a levantar sus primeros templos en los principales poblados indfgenas; Teposcolula, Yanhuitlan, Coixtlahuaca, y Achiutla. 10 Mientras los muros de las iglesias crecfan, a su lado se levantaban las cases de los pocos pobladores que por entonces llegaron a la Mixteca. Tambien habfan venido los administradores de los encornenderos, a cobrar puntualrnente su tributo y, tambien desde 1530, se hab(an establecido corre­ gidores representantes de su Majestad. Lentamente estos advenedizos fueron introduciendo cambios. El tributo, aunque no era la primera vez que se pagaba al grupo dominador, ahora era diferente. Los mixtecos comenzaron a pagar un poco de trigo, dieron hom· bres para cuidar del ganado y obtuvieron sus primeros reales. Conforme pas6 el tiempo, mas de estos nuevos productos le&fueron exigidos. Pero lo nuevo fue ·mezclandose lentamente con lo antiguo. Segu ian pagando el tributo a sus propios sel'lores, cuidaban sus cases y sembraban sus milpas. Pero estos recien llegados fueron alterando inexorablemente el viejo mo­ do de vida de los mixtecos. Resultaba cada vez mas dif(cit celebrar las fiestas tradicionales a las viejas deidades; enfrentaban ahora la furia de los frailes que penetraban destruyendo templos e fdolos. Los dioses ancestrales tuvie­ ron que ser escondidos en las cuevas o en las cirnas de las montal'las mas inac­ cesibles para ser honrados. A cambio de relegar a sus deidades a un segundo lugar, al menos fisicamente, aceptaron incluir en su pante6n a los nuevos dioses de origen hispano. Comenzaron a reverenciar a la Virgen, a Santiago, a San Pedro, a San Juan ya los sentos arcangeles. S61o que estos nuevos dio­ ses requerian de un ceremonial diferente. No pod Ian ser venerados con sacri· ficios humanos, ni con sangramientos de las orejas o del pene, y tampoco con copal o plumas preciosas. Requerfan templos diferentes en los que se usalla\ vino, que no se elaboraba en la regi6n, cera de Castilla y manteles para los_, \

10 Contretos cmtre espa-f\olet: e indigenas en los qua intervienen ree:IM. 1572. AJT. teg, 40, exp, 53; 1592, feg. 52, exp. 28; 1602, leg. 11. exp,. 4. 5 y 37.

51 altares que tampoco 1Bnianellos. Todos estos productos no los pod1an obte· ner a traves de sus viejas rutas de comercio, ni tampoco se elaboraban en la Mixteca. Tuvieron entonces que producir algo que pudieran intercambiar por los nuevos artfculos. Precisamente hab(an sido los frailes los mas intererados en ensei'laTlesa los mixtecos el cultivo de las nuevas semillas y el cuidado de los rebai'los de ganado menor, a cambio de obtener lo que ellos necesitaban para el cu Ito. Pero el interes de los mixtecos por contar con productos para sus nuevos dioses, a los (inicos que pod(an honrar con libertad, resulto mas importante que el empefio de los fraHes. Los pobladores y los encomenderos tambien cooperaron en estos cam­ bios, pero en menor grado. Los mixtecos fueron los primeros en darse cuen­ ta que los nuevos productos los pod(an conducir a Mexico y a Puebla para cambiarlos por vino, telas, cera y sobre todo por reales.11 En esta forma, al lado de la nueva doctrina y de las ideas que los frailes se esforzaban en tras­ mitir a traves de sus sermones y sus predicas, una nueva econom(a fue ha· ciendose presente en la region. La religion, de la mano de los nuevos princi­ pios economicos, fue alterando el viejo panorama. Los beneficios que estos nuevos producto\ aportaban fueron palpados inmediatamente por los pueblos. Alrededor de 1540, apenas diez afios des­ pues de que los primeros frailes penetraron en el area, los pueblos mixtecos ya .eran importantes productores de trigo, de ganado rnenor y de seda.12 EJlos, y no s61o por interes de los encomenderos, buscaron contratar maes· tros que les ensefiaran los cuidados de las ovejas y de los ohivos, y las minu­ ciosas labores que se requerfan para convertir el capullo de los gusanos en hilo de seda. 13 Al final la nueva econom fa y las predicas dominicas lograron hacer mella en el coraz6n de los mixtecos: produjeron cambios en su cultura. En un principio estos cambios no fueron muy profundos, m~s bien se incorporaron dentro de los viejos esquemas: el trabajo en las casas de la seda debi6 de seguir antiguas formas de trabajo femenino; el trabajo en las simientes de lrigo se efectu6 rnediante la cooperaci6n de los hombres; posi­ blemente el ganado fue, entre lo de reciente introducci6n, el mas innovador. El fruto obtenido de estas labores comunales se distribula, igualmente, en forma comunal, a traves de las festividades de los santos en las que todo el pueblo deparaba y gozaba.14 Y, ta! vez, tambien este fruto colectivo se entregaba a los mercaderes ind igenas para su venta. En esos afios fueron los viejos mercaderes mixtecos los que llevaron a Mexico la seda y la grana, las pieles y la lana.15 Fue s61o lentamente que los pobladores sin recursos comenzaron a introducirse trayendo precisamente lo que los pueb!Qs demandaban: cera, lienzos, terciopelos y vino, ademas de otras muchas cosas para el consumo de la pequei'la poblaci6n hispana y de los mismos indigenas, como tijeras, candelabros, espuelas, telas de lana y

u Sohre el gasto relacionado con el culto catOlloo pueden verse la! cuentas del Cadice Sierra, El mismo COdicesports informaci6n sabre la wnta de seda, lana y trigo. Todas las v.entai se efectuaron en reales. 12 Woodrow Borah, "The collection of thites in the bishopric of Oaxaca during the XVI century." HAHR. ntlm. 21. Rodolfo Pastor, Flucwaciones econ6mlcas er, Oaxaca en el siglc XVIII. El Cotegio de Ml!Xico, 1982. p. 13. la Cootrato entre ios pueblo:s: y espaf\oles mayordomos, 1563. AJT, leg. 2, exp. 2, f. 3; AJT. leg. 53, exp. 101. El libro de las tasaciones, pp, 13,321,354 v 355. 14 C6dlee Sierra. 1~ Testamento de Don Domingo de Guzman, 1558. AGN, CivH, vol. 516. Llct:tncia concedida a Don Gabriel de Guzman para comerciar, 1591. AGN. 1ndios, voL 3, exp. 540; Poder al regidor de Yanhuit18n para ftetar una mula, 1610, AJT. leg. 24, exp. 6. Puede verse tambien la menc.i6-nde en­ vfo de productof indfgenas l;l Mexico en el C6dice Sierra,

52 sobre todo vino.16 Estos comerciantes espanoles, de pocos recurses y de nulo poder, para poder competir con los mercaderes indigenas, tuvieron que entregar a los mixtecos productos que ellos recibieran gustosos, como eran los def templo, o los que en alguna forma les resultaban atractivos. Entre estos ultimos dos fueron los mas aceptados: el vino y los mismos reales. El vino, a pesar de sus precios excesivos y de todas las leyes que prohibian su venta entre los indigenas, se difundi6 entre los mixtecos con enorme rapi· dez.17 Ademas de ser utilizado en el consume del templo yen el de las fies­ tas, el vino fue empleado por los comerciantes para fomentar el alcoholismo. A cambio del vino entregado hoy, manana cobraban la seda, la grana, las pieles y el trigo. Los reales fueron un elemento de cambio aun mas radical. Algunos ind fgenas, unos nobles y otros macehuales, se dieron cuenta det poder de ese nuevo producto, de las monedas. Con ellas obten(an esas atrac­ tivas y curiosas mercancias que desde lejos estaban llegando y ademas podian sobresalir entre los demas macehuales.18 Ya no ten fan que vestirse exclusiva· mente con mantas o con telas hechas de la fibra del rnaguey.19 Las telas de la lana, los pafios, eran mas calientes y mas apropiadas para el clima frfo de la regi6n. Las puntas de metal para la coa facilitaban el trabajo en el campo, lo mismo que las oces. Las tijeras y las velas eran bastante utiles. Muchos mixte· cos segufan aferrados a sus viejas practicas comunitarias, pero unos cuantos fueron rompiendo lentamente con to que habfan aprendido de sus mayores y aceptaron los reales. Los distribuian entre su gente ya cambio recibian un poco de grana, de seda, de lana o las pieles del ganado. 20 Lentamente, bas­ tante lentamente, pero en forma segura, un ligero sentimiento mas individua­ lista que corporativo fue introduciendose en algunos mixtecos. Estas transformaciones facilitaron la actuaci6n de los comerciantes hispa­ nos. Algunos espai'loles, en aquellos primeros anos, sf recurrieron a la fuerza, en especial los que contaban con el apoyo institucional, los que se hicieron socios o compadres de los alcaldes mayores y de sus tenientes, pero, en primer lugar, los abusos empezaron cuando ya los pueblos estaban produciendo mer­ cancfas de valor y, en segundo, a un abuso sigui6, en muchos casos, una que­ ja en la Audiencia. Los indfgenas se resistieron a esos abusos, dificultando la tarea del espallol, pero aceptaron con gusto los reales, el vino lo que su nuevo temp lo requerfa. Al final, esta forma result6 mas segura para operar.

El poder de los comerciantes: principios del siglo XVIII

Los comerciantes espafioles que a principiosdel siglo XVIII operaban en Te­ poscolula ten fan el camino allanado. Durante mas de un siglo las mu las de las recuas, cargadas de vino, telas, productos de hierro y un sin fin de mercan­ cias, hab(an recorrido las veredas de la regi6n. El que un indio pudiera adqui-

16 Carta de obligaci6n, 1563, AJT, leg. 19, exp. 2, Pleito por pesos en la compra de s,eda, 1512. AJT. leg. 53; Carta de entrega, 1572. AJT. leg, 40, exp. S3. 17 Contta lo$ comerciantes por venta de vino: AJT. 1568-t605, leg, 53, e);pli, 90, 97, 102, 103; leg. 22. exp. 30; leg. 35, e,p. 2. 18 Papoles de la Nueva Espafia, tomo IV, p. 204. La relaci6n de Guaxilotitlan habla "de mace­ huaies rlcos y macehuales pobres." En Guaxilotitllin tambien -cultivaban trigo y utili.taban bueves en sus labranzas. Era uno de Im pueblos mas tnnovadores en el valle de Oaxaca . . 19 PNE. IV. pp. 75, 79, 158 v 221, PNE. V. pp. 18 y 56. ~ Oedaraci6n de dos naturates de Teposcolula, 1692. AJT. leg. 52, exp. 28; Carta de entrego, 1672. AJT. leg, 40, exp. 53; Diego Ruiz se obliga a pagar cantidad de grana, 1619, AJT. leg. 86; Foder para cobrar cantidad de reaies. 1602, AJT. leg. 11, exp. 4 y exp. 5 f .7.

53 rir, en una tienda o en el tianquiz de su pueblo, un pedazo de pallo, o un ma­ chete era algo com(m. Esta practica, que ahora formaba parte de la vida diaria, se hab(a iniciado en el siglo XVI. En los primeros momentos del siglo de las Luces, los mercaderes espafio­ les ya no ten(an que enfrentar la competencia de los comerciantes ind(ge­ nas. 21 Asentados en las capitales provincianas manejaban el credito dado por sus socios de Puebla y utilizaban el trabajo de espalloles de pocos recursos para distribuir sus mercanc(as en los pueblos. En esos d(as, otros eran los problemas. Desde aproxirnadamente 1670 la economfa novohispana, despues de unas decadas de severa crisis, habfa entrado en una etapa de franco creci­ miento.22 En la regi6n ind(gena el auge se habfa traducido en un mayor mimero de comerciantes. En grandes cantidades de mercancias que llegaban abarrotando las bodegas. Ahora con mayor competencia y el peligro de satu­ rar el rnircado, lhasta d6nde pod(an los comerciantes depender del consumo mas o menos voluntario de los ind(genas?, lo era necesario, masque antes, el uso de la fuerza, los nexos con los a lcaldes mayores para poder forzar a los ind(genas a recibir esos \

l1 El desplatamiento de los mercaderes ind{genas por fos mt!rcaderes espa1'oles se expUca con detalle en Ma. de los Angeles. Romero Frizzi, Ecanomi'a y vida de los e,paifales en fa :aAlta. op. cir., cap. IV. 11 Ma. de los Angeles Romero, "Evoiuci6n econ6mica de la Mixteca Atta, siglo XVII." Historia Moxie~, vol, XXXII. nUm. 4, D Testamento de Onofre Sanchez Mellado, 1701. AJT. leg. 31, exp. 88. ~ Testamento de Sebasti8n PMei. Bivas, 1725, AJT. leg.. 41, exp. 4. Su reeua estaba formada por 72 mutas, aunque s61o 36 eran suyas, doce eran de cada una de sus tre$ hermanas.

54 mercantil en esa ciudad. Aunque menos acaudalado que los anteriores, fue uno de los mas importantes acaparadores de algod6n en la regi6n.25 Sebastian Perez Bivas falleci6 a mediados del mes de octubre de 1725. Durante AU vida se dedic6 al comercio de harina y trigo de Atlixco y de la Mixteca, comerciaba en telas y extra fa grana de la Mixteca. Los productos que el recibia de la ciudad de Puebla los distribuia en la misma cabecera de Teposcolula y en catorce pueblos de los alrededores. Cuando muri6, en esos pueblos le adeudaban un total de 726 pesos de las mercancfas o del dinero que habfa dejado en adelanto a cambio de grana y de otros productos loca­ les. La rnayor parte la habfa entregado en Teposcolula a distintas personas varias espaftolas, y pequel'los intermediarios que tomaban la mercancia v se adentraban en la sierra buscando los pueblos distantes. adernas de Fe­ lipe, posiblernente San Felipe lxtapa, donde a su muerte se recuperaron Felipe, posiblemente San Felipe lxtapa, donde a su muerte se recuperaron 72 pesos, y en Santo Tomas, donde le adeudaban 53 pesos. En el resto las cantidades eran insignificantes; la mayor fue de 20 pesos y la menor consisti6 en dos reales.26 Asf, elalbaceatuvoquecobrarmuchas de las mercancias que Sebastian habia entregado. a lo largo de quince aiios. Se habian distribuido entre 124 personas, espaiioles e indios (promedio general por persona 5.8 pesos), Las cantidades iban desde 35 pesos hasta dos reales yen muchos ca­ sos result6 dificil establecer si el deudor era un Indio o un espai'lol pobre. Las sumas mas cuantiosas fueron las adeudadas por los intermediarios, como sucedi6 con los sirvientes de la recua que debian entre 22 y 33 pesos y las de los Indios un prornedio de 2.4 pesos. Quince afios le tom6 at albacea poder efectuar estos cobros, pero, todavia entonces, cuando entreg6 las cuentas de su administraci6n, muchas de las deudas de antai'lo segufan sin cobrar, aun se adeudaban a los herederos 3]3 pesos. Es decir, s61o se habfa recuperado alrededor del 48% del activo. Y, para entonces, algunas de las deudas ten fan mas de quince aiios de antiguedad. 27 El analisls de los libros de caja de los otros dos comerciantes menciona­ dos ofrece una situaci6n muy similar. Onofre Sanchez Mellado habfa acumula· do deudas a su favor por mas de 20 aiios. Onofre operaba a traves de un grupo mas numeroso de intermediarios espaiioles. Estos le deb/an un total de 1518 pesos (23 pesos en promedio). Otros espai'loles, posiblemente inter· medlarios de poco giro o consumidores, debian 10 pesos en promedio. Los indigenas pagaron cada uno un promedio de 3 pesos.18 El testamento de Gabriel de Solaiios, el comerciante de algod6n que falleci6 en 1718, ofrece un panorama semejante. En el libro de su tienda y en el que registraba las partidas de la costa estaban anotados un total de 729 pesos, divididosentre 90 personas (promedio general 8.1 pesos). Los intermediarios espai'lolesy los individuos de calidad no especificada, tal vez espaiioles pobres o rnestilos, debfan el 89%. Los Indios de Teposcolula habfan adquirido a cnidito en la tienda un 2% (15 pesos) yen la costa de Xicayan le debfan un 7% (57 pesos). Cada espaiiol le debfa en promedio 12 pesos y cada indfgena, tanto de los pueblos de la costa como de Teposcolula, adeudaba 1.9 pesos.29 A juzgar por estos datos, results que el comercio de la Mixteca funciona­ ba mas gracias al tiempo que a la fuerza. Lo dado ahora en adelanto tardarfa

2S Tmemeoto de Gabrief de Bolalfos. 1718, AJT. leg. 41, exp. 1. 26 El promedio de los cat0f'C$ pueblot dio 14 pesos. ·21 Testamento de Seba1ti8n Nrez: Bivas, 1725. AJT. leg. 41, exp. 4. 18 Testamento de Onofre Sanchez Meltado, 1701. AJT. feg. 37, exp. 88. 29 Testamento de Gabriel Bolaflot, 1718. AJT. leg. 41, exp. 1.

55 meses y hasta allos en recuperarse. La deuda contrafda hoy irfa saldandose lentamente; ahora se daban unos reales, m.is tarde, al momento de la cosecha de la grana o del algod6n, un peso. La deuda permanecfa a traves de los allos aumentando o disminuyendo y eso era lo normal, lo acostumbrado. El siste· ma para funcionar dependfa asimismo de las relaciones personales que se establecfan entre el comerclante y los indfgenas. Mochas veces el espallol ni siquiera anot6 el nombre completo del deudor, asr puso "Miguel el hijo de Luis el alba/Iii, debe cuatro pesos" y "Juan Miguel el panadero, debe una car­ ga de trigo.'' A pesar de que las deudas se prolongaban sin pagarse a traves de los al\os, los comerciantes de Teposcolula no recurrieron al poder legal mas que en muy contadas ocasiones (de 129 procesos revisados, entre 1680 y 1740, s6lo cuatro fueron por deudas no saldadasl.30 Si no lo hicieron fue porque esa lentitud era lo comun, era la forma ordinaria de operar en aque­ llos al\os. l Necesitaba un comerciante emplear la fuerza para obligar a un ind fgena a pagar dos reales de una deuda que ascend/a en total a cinco reales? lHabia que obligar al panadero del pueblo a recibir una carga de harina, o al viandan­ te unos muletos, o a cualquier indio un poco de panela o de aguardiente? l No se tratarfa en estos y en muchos otros casos de mercancfas que eran de utilidad, a principios de! siglo XVIII, en la vida diaria de cualquier indfgena? incluso analizando las deudas mas cuantiosas, lhabia que recurria al apoyo institucional del alcalde mayor o a la fuerza descarada, para que un indio recibiera quince pesos? Pesos que si bien constitufan una suma considerable, iban a tardar diez al\os en ier pagados, e incluso hubo quien niada pag6. 31 ,Noser/a entonces posible pensar que la forma de operar de un comer­ ciante se basaba en un poder nacido de las nuevas pautas de consumo de los ind/genas?, lque los comerciantes 'estimulaban ese consumo a traves de los adelantos de las mercancras?, lque se valfan, adernas, de las relaciones perso· nales que ellos y sus intermediarios establecfan con los indfgenas. Y que al final estas formas, nacidas de ese poder infernal, relacionaron a la regi6n lnd(gena con el mercado colonial e incluso mundial de una rnanera mas defi· nitiva. Fue a traves de estos mecanismos, que los ind/genas aceptaron sin re­ clamar, que se estableci6 el cambio de! producto barato del indio por las telas y las demas manufacturas mas caras. De cualquier rnanera conviene examinar otros documentos para estar se­ guros que los comerciantes s61o excepcionalmente recurrieron a los abusos para obligar a los indfgenas a adquirir sus mercancras. Vearnos las quejas pre· sentadas por los indfgenas ante las rnismas autoridades espai'iolas. Estas se di­ rigieron, en la mayorfa de los casos, contra las mismas autoridades ind/genas las que, podrfamos pensar, eran las que servfan de intermediarios entre su gente y los alcaldes espanoles y los comerciantes. Pero, esperemos un mo­ mento. Para el periodo de 1630 a 1740 se localizaron trece quejas de los indigenas contra sus autoridades. De estas, s61o cuatro se debieron a reparti·

30 Procesos leg&les contenidos en: Ma. de 10$ Angeles Romero y Ronald Spores, lndice del Ar· chive Judicial de Tepascolula~ l]f)oca co/ottial. Cuaderno de 1-osCentros Regionales, INAH. 1976. Ct! las deudas contenidas en los testamentos de ios mu: comereiantes estudiados SOio en una se recurri6 a la justicia para obligar a un indio a pagar una deuda de 11 ps. 3 reales. El documento no explica par qui en este caso se recurri6 a la justicia y en todos los dem8s no. Lo Unico que afiade es que al final la deuda fue cubierta por un fraile para que el indio pL1-die,asalt( de 1, c&rceLTmamento de Sebastilin Perez Bivas. 1725, AJT. leg. 41, exp, 4, 31 En el testamento de Sebastian Perez Bivas, cuando en 1740 el albacea entreg6 cuentas de la ejecuci6n del testamento, uo individuo al que se le cobrO una deuda de 25 pews con 5 feta!esreclarO "no deberlos". Ibidem.

56 mientos "no voluntarios." Las demas fueron por derramas y por faltas come­ tidas en la administraci6n de las bienes de comunidad. 32 Por otro lado, no todas las autoridades ind fgenas servfan de intermediarias entre su gente y las funcionarios o los comerciantes. Algunas si, como aquel cacique que solicit6 en la tienda de Tomas de Azcarraga, un comerciante de Teposcolula, 425 pesos en mercancias; pero, en otras, no ocurri6 de esa forma. 33 En los libros de cuentas de los comerciantes antes mencionados apareci6 un alcalde que pag6 2 pesos con 4 reales, y su deuda total ascendia a nueve pesos. Cantidad reducida que mas bien nos hace pensar que eran productos para su uso las que habfa recibidc y no para repartirlos. 34 Y, como el, existieron otros casos. Con el mismo fin se revisaron las expedientes judiciales de Teposcolula provenientes de 1680 a 1740. 35 En estos expedientes se esperabaencontrar las quejas de las indios contra las abusos de las mercaderes. Se revisaron un total de 193 casos. De estos, 52 eran procesos contra alg(m espaiiol (26%), 129 envolvfan una acusaci6n contra uno o varios ind(genas o implicaban prob lemas entre pueblos (66% I y s61o 12 (6% I constitu ian quejas de los naturales contra el poder institucional representado por el alcalde mayor, los conventos dominicos, o la polftica misma de la Corona. El analisis de esta documentaci6n mostr6 que las mayores tensiones en la sociedad indigena no provenian directamente de las presiones de los comerciantes espaiioles, sino de la desestructuraci6n de la vieja organizaci6n prehisp.!nica. El mayor numero de pleitos que envolvfan ind fgenas ten fan como causa principal los conflictos entre los pueblos por varias causas: tierras, disputas sabre el con­ trol del tianguis y conflictos entre las cabeceras y sus sujetos. En los conflic­ tos entre individuos, entre dos indios, se manifiesta que las tensiones de la sociedad ind fgena se canalizaban sabre todo hacia su interior: 17 expedientes se levantaron por rifias, golpes y.heridas y 16 por homicidios. Despues siguen los casos de robo y los delitos contra la moral cristiana (amancebamiento, adulterio, etc.). Casi en ultimo sitio vamos a encontrar los casos de nuestro interes, tos cuatro expedientes en los que se acusa a un indio de no pagar una deuda. En estos procesos no se encontraron quejas de los ind fgenas contra los comerciantes (vease cuadro 1). 36 Entre las acusaciones presentadas por los indios contra los representantes del poder espaiiol, aparecieron las quejas de los naturales contra los villanos de la historia, contra los alcaldes mayores. De dace quejas, la mitad envolvia los malos desempeiios de los funcionarios. Pero, incluso en estas quejas, los comerciantes salieron bien librados. Aunque no se puede negar que los co­ merciantes ob ten ian sus ventajas de los abusos y del poder de los a1caldes mayores, no en balde se hicieron sus compadres o fueron sus tenientes. 37 La

32 Queja por los repartimientos, 1681. Archivo Municipal de Yucunama, distdto de Teposcolula, Oaxaca. Decreto a favor de los naturalrn de San Martln, 1692. MCRO. ro11o3, doc. 29. el ehmt'.ende Santiago YolomECatl contra tu 9obernador v aicaldes, 1694. AJL leg. 86. Que no consientan que les quiten su ropa a menos preclo. 1692. Archive Municipal de Yucunama, A

57 fuerza o los abusos descarados no constituyeron la base de su forma de ac­ tuar, prefirieron utilizar otras artimafias. Habilmente supieron entablar otras relaciones con los mixtecos en las que el control de sus productos no apare­ cfa como un abuso. Los mercaderes fueron, en varios casos, los apoderados de los indios para presentar sus quejas en Mexico, y en los procesos legales que se ventilaron en el despacho del alcalde mayor fueron sus "defenso­ res". 38 Y lque acaso, no habrfa que pagar estos favores? l No se sentiria el indfgena obligado a entregar sus productos o a aceptar el credito del comer­ ciante que lo hab fa ayudado 7

Cuadro1

Conflicto• en la sociedad indfgena 1680-1740

Causa• Numerode Porcentaje casos

Pleitos entre pueblos ...... • ...... 27 ...... 20%

Sobre la propiedad de un cacique ...... 18 . . . . . • . • ...... 14%

Per golpM y heridas . . • • ...... 17 ...... 13%

Homicidios...... • . . . . • . . . • ...... 16 •••••••••••••••• ' • • 1""-•/0

Robos...... • . . . . 14 •••..•...•..•...... 10% Contra las autoridades ind(genas por abuses y derramas ...... 13 ...... • ...... 10%

Contra la moral...... • ...... • 9 ...... 6%

Faltas contra las auteridades indfgenas ...... 6 ..•...... 4%

Por bienes ...... 5 ...... • 3%

Por deudas ...... 1·4 ...... 3% Total 129 95%

Fuente: lndice del Archive Judicial de Teposcolula.

Revi!Emos por ultimo los alborotos y los tumultos que acaecieron en esos mismos afios. Entre 1680 y .1740 se localizaron siete documentos refi­ riendo tumultos. 39 En estos conflictos se recurri6 a la violencia para solu-

Juan de Mori Laviada es comerciante de Vanhuitl8n y teniente del alcalde mayor, 1742. AJT. leg, 43, exp. 38. 38 En el proce,o que se sigue contra el caeique indlgena del pueblo de San Miguel su defensor es Gondlez Brtxitlos mercader emt)arentado con los Sanchez Mellado, 1719. AJT. leg. 31, exp. 8. 39 1~u,a criminal que se sigue de quereHa de los indios de Santiago TiHo contra sus alcaldes,

58 cionar los problemas en lugar de utilizar los cauces legales del Sistema colo­ nial. Nuevamente nos encontramos con tensiones que se manifiestan al inte­ rior de los poblados. En una forma o en otra, a favor o en contra, practica­ mente todos los conflictos envolv(an a las autoridades ind(genas ·-con excep­ ci6n de uno, producido por desacuerdos en los l fmites entre una estancia del convento de Yanhuitlan y uno de los pueblos colindantes-. En un caso se acusaba a la autoridad de haber perdido el dinero que el pueblo habfa reuni­ do para el retablo de su templo.40 En otra ocasi6n, en Tamazulapan, '!os na­ turales se amotinaron porque no aceptaban la elecci6n de Blas de Ayala, mestizo, como alcalde. Como el alcalde mayor se negara a desconocer el nombramiento de Ayala, el pueblo se amotino y amenazo con prenderle fuego a la carcel. Los animos se calmaron cuando Juan Rodr(guez fue nom­ brado en lugar de Ayala.41 Un tumulto mas se produjo cuando, a solicitud del Obispo, se encarcel6 al gobernador del pueblo de San Miguel. El pueblo se opuso violentamente a tal medida, aunque no consigui6 liberar al goberna­ dor.42 Dos alborotos mas surgieron por facciones que exist fan al interior de los pueblos. Uno de estos casos es muy llustrativo de los problemas queen­ frentaban los pueblos. En 1722, en Santiago Tillo, existfan dos grupos. Uno de ellos, al momento de que el nuevo alcalde mayor tom6 posesi6n, le envio una carta en la que claramente trataban de granjearse sus simpatfas, posible­ mente para cooperar con el en sus repartimientos. La carta, firmada por varios principales, decfa:.

Sel\or Capit6n General nuestro alcalde mayor todos los principales de este pueblo de Yanhuitlan que son los m>lsprinclpalmente oontenidos en ·esta carta nos hallamos el dfa de hoy sumamente regocijados con todos los de esta provincia viendo que vuestra rnerced se ha dignado oomo padre nuestro a visltamos y mas viniendo a ser amparo nuestro y a quien recibimos bien y estamos por tanto sujetos, obedlentes y prontos a obedecer y servir a vuestra men:ed en todo cuanto valieremos oomo tarnbitln al capitan nuestro teniente general al Capitan Francisco de Villaseptitln que como a nuestro padre y amparo nuestro le veneramos que a su mucha benignldad esperamos toner en su merced un protector. 43

Los terminos tan obsequiosos en que la carta se encontraba escrita ya eran en sf a Igo extraf'los; pero resultaban aun mas cuando sabemos que otro grupo de ind(genas del mismo pueblo de Yanhuitlan se quejaba de las derra­ mas que estos principales, "los masprinclpalmente contenidos", les causa· ban. Vemos, en esta forma, como el terreno en el que se realizaron los repar­ tos de los alcaldes mayores y las operaciones crediticias de los comerciantes estaba abonado por un conjunto de otros factores que los facilitaron e hicie­ ron posibles. La division intema de los pueblos, el deseo de unos ind(genas

1683. AJT. teg. 38, exp, 55. 2) Contra los tequitlatos y naturales de Tamazulapan por habene amod~ nado, 1686. AJT. leg. 36, exp. 46. 3) Contra los Indios: de Mh

59 fl>or obtener un beneficio extra, los favores debidos a los espaiioles o el sim=, pie deseo de contar con una mercancfa que no hab(a que pagar al contado, eran los elementos que ligaban a la sociedad indigena con el mercado :> colonial. Cierto que el poder institucional del alcalde mayor, al que se podia recurrir, reforzaba el sistema, o los lazos establecidos con el alcalde mayor pod fan atemorizar a los ind (genas. Pero estos s61o se aiiadieron a tas formas comunes de operar a travt\s del credito y no constituyeron la 1 LQnicaforma, ni la principal, de ligar a los indfgenas al mercado . ...t

La familiade los mercaderes

Si estos problemas reforzaban el poder de los mercaderes, otros hechos los consolidaban todav/a mas. Parte indivisible de ese poder fue el control que los mercaderes y los alcaldes tuvieron de! abasto de productos en la regi6n. Control que se consolid6 gracias a los nexos establecidos con los mas poderosos mercaderes de Puebla y Mexico. Ligas que en muchas oca­ siones no s61o se establecfan de mercader a mercader sino de familiar a familiar. Algunos de los mas importantes mercaderes de Teposcolula tenfan sus encomenderos mercantiles en Puebla y en Oaxaca con quienes mantenian distintos lazos· de parentesco.44 Al interior de la Mixteca ese poder se consolidaba gracias a esos nexos familiares que finalmente les permitlan monopolizar los tratos efectuados por. los indfgenas. Los mas importantes mercaderes de la Mixteca estaban emparentados entre s(, eran cuiiados, hermanos o sobrinos. Cualquiera que ascendiera en poder gracias a su trabajo en el comercio o en la crfa de ganado menor en la re· gi6n era bienvenido en la familia~ tambien en varios casos lo eran los peninsulares que, aunque no tenfan ni un real, eran hijosdalgos, cristianos viejos y llmpios de sangres infamantes.45 Esto les permitfa mantener y re­ forzar las caracteristicas del grupo. Exclu (an por lo general a los espaiioles pobres, los mestizos ya los indfgenas.46 La familia brindaba tambien una seguridad econ6mica. Si la circulaci6n propia del momento se caracterizaba por esa lentitud de la que hemos habla· do, ella constitu ia un serio peligro. Un acreedor podia cobrar lo que se le adeudaba o la muerte pod ra wesentarse en cualquier momento y los indf­ genas tardarian meses y ai'iosen poder pagar lo que deb fan. El apoyo brinda­ do por los familiares en esos momentos, a travt\s de prestamos no muy cuan­ tiosos pero sin intereses o a un interes muy bajo del 2.5%, fue basico para poder sobrevivir.47 La ayuda familiar estaba presente en varios momentos.

44 Vicente Sanchez Mellado importante comerciante de Teposcolul.a en el primer cuan.o de! siglo XVIII, tenia coatro enoomenderos mercantiles, dos en Puebla y dos en Oaxaca. En Puebla enm Juan de Estrada y Jose Gomez Benitez. En Oaxaca enm Fernando de Estrada, iFamll1ar de Juan de Estrada? v Diego Benitez. ffam11iar de Jose 06mez Ben(tez? Diego Benitez era cufiado de Vicente Sanchez MeHado. Pero adern.is Vicente etatablecia continu0$ trato$ con sus famlliares en Puebla y en Atlixco. Testamento. 1724. AJT, leg. 28, exp. 1. 45 Testamentos de Jacinto de Altamlra, 1710. AJT, leg, 37, exp, 86. Testamento de Juan de Aguilar, 1673. AJT. leg, 40, exp. 29. 46 A principiot del 1iglo XVIII, los principales mercaderes, ganaderos y trapicheros espafio!es en la Mixteca estaban emparentsdos entre sL En todOs .Jos casos, salvo en uno, los matrimonios se esta~ blecieron e-nue esPanoles. S61o los Clemente Altamirano, criadores espai\ole$ det area de Coixdahuaca contrajer-on nupcias con caciquet indigenas. An81isis de los testamentos de la familia Sanchez Mellado, Ptirez: Blbas y Clemente Altamirano. AJT. 1701, leg. 37, exp. 88; 1724, leg. 28, exp. 1; 1725, leg. 41, exp.4, 4"1 Por ejemplo, Vicente Sanchez Mellado administraba los blenes de su madre viuda, por eito cobraba on interes de! 2.5%. Tmam-ento de 1724, AJT, leg. 28, exp. 1.

60 La vida era impensable sin ese soporte. Desde que el hijo se independizaba y contrafa nupcias hasta que fallecfa, contaba con la familia que lo iba a ayudar. En sus primeros momentos como hombre independiente recibfa una parte de su "legftima paterna" para iniciarse en el comercio, o en la crfa de ganado menor. Cuando fallecfa sabia que sus hermanos o sus cunados ayu­ darfan a su viuda a ejecutar su testamento y a administrar sus bienes. El pa­ dre apoyaba a la hija viuda administrando las multas de la recua de su difun­ to marido. El hijo cuidaba de los bienes de la hermana ode la madre viuda, trataba de acrecentarlos, de vender las mercancfas al mejor precio. En varios de estos casos de administraci6n de propiedades los documentos no especifi­ can si al hijo se le pagaba un sueldo o un porcentaje sobre las ganancias; es muy probable que no ganara nada. Lo que importaba era la seguridad de la familia y que los bienes, que tal vez el o sus hijos un dia heredar/an, se conservaran sin merma.48 En suma, el sosten brindado por la familia les facilit6 sobrevivir en los instantes de dificultad, pero, sobre todo, fue el com­ plemento ideal de su poder. Les permiti6 concentrar los tratos efectuados por los ind /genas en unas cuantas manos.

Algunasconclusiones

A fines del siglo XVII yen las primeras decadas del siglo XVIII los comer­ ciantes, para operar, no dependfan exclusivamente del uso de la fuerza, ni del poder de las instituciones. Cierto que estos poderes eran importantes pe­ ro s61o como un reforzamiento, a ellos se acudia en casos excepcionales. Su mayor poder, el que les permit fa operar d/a tras dfa, habla nacido de los cambios en la cultura indigena ancestral, de las nuevas paulas de consumo de los ind fgenas y de esa paulatina transformaci6n que frailes, encomenderos y pobladores hab/an iniciado y que lentamente prosegu(a. No era s61o la explo­ taci6n descarada basada en el poder ffsico o institucional la que un/a a los mixtecos con el mercado mundial y que permitia canalizar sus productos desde el pueblo mas alejado hasta los mercaderes de la ciudad de Mexico o incluso de Holanda. Eran alteraciones mas profundas las que hacfan posible el cambio del producto barato del Indio por las telas y las manufacturas caras. Eran los cambios que se habfan producido desde el mismo siglo XVI en la cultura de los indigenas los que los unfan en forma definitiva al merca· do de aquellos anos. Era esta aculturaci6n la base del poder de los mercaderes.

48 Arnillsis de los testamentos de los principales comerciantes de Teposcolula. veaseApendice v en Ma. Angeles Romero, Econorru'a y vida de lo$ espa/ioles en la Mixteca AJta, op. cit.

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Las familias de comerciantes en el trafico transpac{fico en el siglo XVI 11

Carmen Yuste lnstituto de lnvestigaciones Historicas, UNAM

La importancia que tuvo la llegada anual del galeon de Manila a Acapulco y la celebraci6n de su feria de comercio para la economfa y la sociedad novo­ hispanas, es un aspecto de la historia colonial de Mexico que ha recobrado atenci6n para las historiadores hai;e relativamente pocos aflos. En buena me­ dida, han sido partfcipes de ello las ultimas contribuciones en tomo al siglo XVI I y las sugerentes hipotesis propuestas por autores coma Peter Bakewell y John TePaske en el sentido de que el trafico con Manila pudo ser la altema­ tiva rnercantil de los comerciantes novohispanos, 1 lo que ha llevado a los in­ vestigadores a poner nuevamente los ojos en la historia del trafico transpac(­ fico y a preguntarse acerca del papel desempeilado por !os mexicanos en este eje de intercambio comercial. Esto no quiere decir que la investigaci6n sabre el Pacffico haya progresado notablemente, pero cuando menos se han dejado atras los viejos lugares comunes y se ha superado la idea de que la nueva Espafla fue tan solo un area de transito terrestre de un comercio interconti­ nental entre Fi!ipinas y la penfri,sulay sobre el cual los mexicanos recibieron muy pocos beneficios. Hoy en d (a, podemos plantear casi con certeza todo' lo contrario: entre otras cosas, que el trafico del galeon filipino a Acapulco fue un fuerte competidor de la flota espaflola en el mercado mexicano. Asi­ mismo, que la autonomla alcanzada por el tomercio de Mexico respecto al monopolio andaluz, se logro en gran parte por el exito de las inversiones en el eje transpacffico y, finalmente, que durante el siglo XVIII, Manila repre­ sent6 para los intereses comerciales de la Nueva Espana un espacio de accion regionaldel capi1al rnexicano.2 Oesde 1565, aflo de inicio de la colonizaci6n de las Islas, Manila fue la cabeza visible de la presencia espaflola en Filipinas. Puerta de acceso al conti­ nente asiatico desde America, las Filipinas constitu ian para Espafla una posicion estrategica en la region, mas que un bastion de grandes potenciali­ dades por sus riquezas naturales explotables. Con excepci6n de la canela y de algunos textiles de algodon propios de las Islas, como los llamados lam­ potes, comercializados desde el siglo XVI, solo fue hasta despues de 1770 que los espafloles residentes en las Islas se preocuparon por explotar el ai'iil, el hierro y el tabaco. No obstante y a pesar de su pobreza natural, la pobla­ cion aborigen de Filipinas hered6 a los espafloles una practica tradicional,

1 Peter J. Bakewen. Miner/a y sociedlld en et &Nxico colonial, ZaczttecH 1546•1700. ~ioo, Fondo de Cultura Eoon6mica. 1976. John J. Tepaske y Herbert S. Klein, "The Seventeenth Centurv Crisis in : Myth or Reality", Pttn and Present, v. 90. 1981, pp. 116-135. John J. Tepaske. "New World Silver, Castile and the Philippines 0590-1800t", 1978. WersiQn mecanoescrita propor- clonada p0r el autor}. :t, :2 Carmen Yuste. El comercio de la Nueva Espa/la con Fi/lpinas, 1590-1785~ Mexico, tnstituto Nacional de Antropologfa e Historia, 1984 y "Francisco Ignacio de Vraeta y el comercio transpacffi­ co". Estudiosde Historia Novohispan, oUm. 9, 1987,

63 que resultar/a a futuro el punto de partida de grandes riquezas. Esta fue la del trueque de productos con los mercaderes de las costas asiaticas que se desplazaban a Filipinas y que eran, en su gran mayorfa, de origen chino. La presencia de los espanoles en Manila incremento notablemente el numero de viajeros asiaticos, siendo la busqueda de la plata la razon principal de ello. De tal suerte que, si Filipinas no ofrecfa por sf misma cuantiosos recursos a la metropoli, sf los representaba en cuanto enclave o factorfa desde la cual se pod fa acceder a las sedas y las especias que tanta demanda ten/an en la Euro­ pa del siglo XVI. Curiosamente, para el siglo XVI II los textiles suntuarios de seda constitu fan la proporci6n menor de los cargamentos que ingresaban en Acapulco. En Nueva Espana, los productos orientates requeridos por la po­ blacion fueron basicamente los manufacturados en algodon asf como la seda Y el algodon en rama o hilados, que eran teiiidos y cortados en talleres novo­ hispanos. 3 Autorizado a finales del siglo XVI como un nav{o anual que viaja de Filipinas a Nueva Espana en busca del situado para la administra.ci6n espaiio­ la de las Islas y con un corto permiso de comercio que sirviera de estimulo a los navegantes, el trafico que se establecio entre las dos colonias se respaldo exactamente bajo los mismos principios sobre los cuales Espana conformo el sistema de comercio atl~ntico, esto es, el puerto unico y la travesfa periodica. Los barcos viajaban de Manila a Nueva espaiia y solo Acapulco estaba autorizado a recibirlos y a realizar en su ambito la feria de los intercambios. A partir de 1640 qued6 estrictamente prohibido el trafico y comercio de mercancfas orientates con los puertos de Peru, con el puerto de Realejo e inctuso el desplazamiento del galeon al puerto del sureste novohispano de Huatulco. Para el siglo XVII no disponemos de una cronologfa rigurosa de los galeones que realizaron la trawesfa transpacffica. Para el siglo XVI 11sf podemos asegurar que entre 1710 y 1785 los galeones ingresaron en Acapul­ co con una regularidad anual casi perfecta. El gale6n filipino hacia su entrada en Acapulco en el mes de diciembre. En enero y febrero se llevaba a efecto la descarga de las mercancias y la feria del comercio y, durante este tiempo, los filipinos se ocupaban tambien de los nuevos embarques. Comenzando marzo se iniciaba el tornaviaje. De Ca­ vite, puerto aleclaiio a la ciudad de Manila, en la desembocadura del rfo Pasig, sallan los galeones en el mes de julio, y justo cuando daba principio la trave­ sfa a la Nueva Espana, estaba entrando de regreso a las Islas el gale6n que hab(a salido el ano anterior. De esta manera, la empresa a la Nueva Espana llevaba exactamente doce meses pero, en realidad, tanto para las fiUpinos como para los novohispanos, un ciclo de comercio se cumplia cada dos afios. solo despues de este tiempo se pod fan conocer y estimar las ganancias obte­ nidas, lo cual, comparado con el comercio atlantico, en donde toda empresa se garantizaba despues de cinco o seis aiios, puede darnos un buen principio para reconocer los atractivos de inversion en el Pocffico. Al igual que el sistema de comercio atlantico, el trMico que se autoriz6 entre Filipinas y Nueva Espana se caracteriz6 por sus muchas y variadas reglamentaciones. En su conjunto, estas normativas condicionaron la forma de participaci6n de los comerciantes, a saber, la exclusividad ofrecida a las espanoles residentes en Filipinas para comercializar cpn Asia y America a un mismo tiempo. La exclusividad de Acapulco y Nueva Espana para recibir el galeon y tener acceso al consumo de productos orientates y la limitacion a

3 Yuste, ibid., p. 11.

64 los comerciantes novohispanos para participar del trafico unicamente como compradores en la feria de Acapulco. A los comerciantes de la Nueva Espana les estaba prohibido viajar a Filipinas para hacer comercio con Asia por su cuenta y riesgo e incluso que participaran desde Nueva Espana con encomien· das comerciales, es decir, que pusieran en deposito de un comerciante filipi­ no en Acapulco una cantidad de dinero para adquirir mercanclas en Manila. De acuerdo con estos principios, los negocios entre comerciantes en el eje transpacffico debieron hacerse casi siempre en los limi1es de lo licito o lo illcito, lo legal o lo ilegal. Sin embargo, tanto filipinos como novohispanos supieron adecuar los lineamientos formates a la practica comercial y sobre todo a sus muy particulares intereses mercantiles, siendo casi imposible para las autoridades espanolas descubrir fraudes o practicas ilegales en la negocia­ ci6n transpacifica. Ademas de que serfa muy diffcil aceptar que las autori­ dades mas directamente ligadas con este trafico y comercio en la Nueva Es­ pana, que serfan el Castellano y los oficiales reales del Ministerio de Acapul­ co, actuaron con independencia de los intereses comerciales y en funci6n (micamente del cargo desempef'lado.4 Este serra precisamente el caso del co­ ronel Juan Eusebio Gallo y Pardif'las, castellano y alcalde mayor de Acapulco cuando menos de 1724 a 1760, anode su muerte. 5 Casado con dona Gertru­ dis [Nuf'lo) de Villavicencio y Pef'la,6 dos de sus hijas quedaron asociadas por matrimonio al grupo de poder econ6mico en la colonia. La mayor, Maria Soledad, se cas6 en 1741 con el capitan Francisco Manuel Sanchez de Tagle,' banquero de platas, consul del Consulado de Mexico entre 1743 y 1744 y asociado a los lntereses mercantiles del trafico transpacifico. Otra hija, Mariana, se cas6, seguramente despues de 1750, con el primogenito de Francisco de Valdivieso, es decir con Jose Francisco de Valdivieso, segundo conde de San Pedro del Alamo. 8 Por otro lado, cabe destacar·que el marco de nuestra investigaci6n nos ha permitido observar que, precisamente entre 1720 y 1760, Juan Eusebio Gallo estuvo al cargo del Ministerio de Acapulco, cuando aparecen los comer­ ciantes mexicanos en los registros de comercio de Manila y Mexico a un mis­ mo tiempo. Este asunto no se le puede atribuir en exclusiva al castellano Gallo pero seguramente debl6 wner algun tipo de intervenci6n para que comerci111tesmexicanos como Gaspar de Alvarado, Francisco de Echeveste o Manuel Rodriguez de Pedroso, pasaran a Manila en la decada de 1720 a hacer tratos de comercio, se registraran como comerciantes de las Islas para gozar del reparto del espacio de carga en los galeones de Acapulco y no perdieran el registro en el Consu lado de Mexico. 9 Es notable ademas c6mo despues de 1760 los partlcipantes del trafico transpac/fico dejaron de gozar facilidades en Acapulco, sufriendo en cam­ bio muches complicaciones. En ello debi6 inf!uir la visita de Jose de Galvez a la Nueva Espana y de modo particular la inspecci6n que orden6 en Acapulco al arribo del gale6n San Carlos en 1767. 10 Asimismo, hay que hacer hincapie

4 Ibid .• pp. 52-55. 5 Archlvo Htst6rico Nacional fl'dadrid) [en adelante AHN], Comejos, leg. 20730. 6 Archivo de la parroquia del Sagrario de M,xico renadelante APSMl, libro dfl matrimoo/0&, nUm. 15, 27 de julio de 1718. 1 APSM, Jibro de matrimonhn* nUm. 20, 26de julio de 1741. 8 Doris M. Ladd. la nobteza mexicana en I• ef)OC8 de la lndependenda, 1780-1826. Mexico, Fondo de CUltura Econ6mica, 1984, p. 212. ,9 A-r-chivoGeneral de lndias (Sevilla) [en adelante AGt), F ilipinas, leg. 229. 10 Archlvo General de la NaciOn (M,xico) Lenadelante AGNj. correspondencia de Vkreyes, 1a. Serie, v. 64, fs. 25-29 y Fillpimn. v. 11, f. 252. en el sorretimiento que a partir de estos ai\os se hizo de las autoridades rea­ fes en toda la Nueva Espalla; no obstante y en apoyo de nuestro argumento, debemos seiialar que encontramos para esta epoca acusaciones que recayeron sobre las autoridades del puerto por su supuesta participaci6n ii icita en el trafico transpacifico. Bajo estos terminos se da la denuncia en 1765 en con­ tra de Juan Manuel Ramirez, contador de la caja real de Acapulco, o bien, la que se dTctaen 1774 encontra de Esteban de la Carrera, caste llano del puer· to, bajo el cargo de soborno. Oespues de sus respectivos juicios, los dos quedaron libres de culpa por­ que no se demostraron los cargos; lo cierto fue, sin embargo, que sobre los dos recaian suficientes elementos comprobatorios. Esteban de la Carrera habia autorizado, entre 1770 y 1774, embarques de plata fuera de registro en Acapulco por parte de particulares novohispanos.11 La historia de Juan Manuel Ramfrez es aun mas reveladora de los vinculos entre autoridades y comerciantes mexicanos asociaJios a este trafico. A ralz de la toma de Manila por los ingleses, el ano de 1764 no ingres6 gale6n filipino en Acapulco. Por este motivo, el gobierno del· virreinato orden6 que de su cuenta se enviara a Manila al navfo Santa Rosa para que llevara a las Islas el situado y conocie­ ra de la situaci6n provocada por la invasi6n inglesa. A cargo de la expedici6n, el virreinato nombr6 al entonces contador de la Caja de Acapulco, Juan Ma­ nuel Ram frez. En 1765 entr6 de regreso a la Nueva Espana el navfo Santa Rosa con un corto permiso de comercio y con algunos consignatarios filipi­ nos que buscaban recuperar parte de las perdidas del allo anterior. Entre los que venfan registrados como comerciantes de las Islas, aparecfa precisa­ mente Juan Manuel Ramirez. De origen espallol y hermano de un comercian­ te del Consulado de Mexico de nombre Francisco, la presencia de Juan Ma­ nuel Ramirez en la Nueva Espana se podfa asociar mas facilmente eon quehaceres de comercio que con d'eberes reales. Habia ingresado a la Nueva Espana en el ano de 1757 con la flota de Joaquin Villena, y no se le cono­ c/a ningun desempei'lo oficial anterior al ocupado en la real caja de Acapulco. El juicio que se le si!J,li6no es muy claro, aunque finalmente logr6 quien sabe bajo que argucias- librar los cargos.. Como testigos responsables de su honorabilidad, Ramirez present6 en su juicio a los comerciantes Francisco Bazo Ibanez y Francisco Martfnez Cabez6n, a Juan Lucas Lassaga,entdnces regidor del Ayuntamiento de Mexico, a Josede Aso y Ota!, administrador del Marquesado del Valle de Oaxaca y al Conde de San Bartolome de Jala, el comerciante y hacendado Manuel Rodrfguez de Pedroso.12 En el largo proceso que oonstituy6 la historia de tratos y contratos entre filipinos y novohispanos es necesario, para comprenderlo, diferenciar, de ma­ nera muy clara, el tipo de relaciones que se establecieron entre los comer­ ciantes de una y otra co Ionia. De acuerdo con este prop6sito encontramos, en primer lugar, la relaci6n 16gica, abierta y en todo caso autorizada que se entabl6 entre compradores y vendedores en Acapulco. Una segunda relaci6n, mas compleja, fue la que se estableci6 en lo privado entre un comerciante filipino y un comerciante novohispano, que actuando como entldades independientes, negociaban en Acapulco en forma encubierta para, por un lado, evitar las restricciones del aparato legal, y por otro, obtener individual· mente mayores ganancias y beneficios. Este tipo de trato es el que conoce­ mos, en el mas amplio sentido, como..Jlm,9mjerda cerneccial,y ya fuera en Manila o en Mexico, los comerciantes negociaban como correspondientes de

11 AGl,Filipimu, legs.684v967. ll AHN, Come/rx,leg, 20730.

66 sus contrapartes a partir de una cuenta corriente de mercancfas y con solici­ tudes de compra bajo pedido expreso. Una tercera relaci6n y la de mayor interes para nosotros, fue aquella en la que quedaron involucrados no solo tratos privados de comercio, sino una sociedad comercial en Manila y Mexi­ co, respaldada por vfnculos de parentesco y compadrazgo, pero basicamente por vfnculos econ6micos. Su posibilidad de existencia estuvo condicionada, por una parte, al vfnculo onexo familiar que permitiera disponer al principal de fuerza moral suficiente para girar instrucciones; por otra, a la presencia de un comerciante poseedor de un caudal mayor que dotara de fondos a un comerciante menor que actuaba como su agente de negocios. El caudal ma­ yor y por tanto la fuerza moral, lo pose faun comerciante residente en Nueva Espana. El comerciante residente en Manila actuaba como agente de negocios. La intervenci6n directa de los mexicanos en el comercio de Manila es un aspecto que esta fntimarnente relacionado con la consolidaci6n que logran los cornerciantes del Consulado de la ciudad de Mexico durante el siglo XVII I al conseguir el control casi total de los mecanismos de intercambio en el mercado intemo y en los puertos de Acapulco y Veracruz asf como por el papel financiero que ocupan en cuanto agentes refaccionarios de la produc­ ci6n. En el caso del eje transpacffico, los comerciantes de Mexico no solo manejaran todas las operaciones de feria, sino lo mas importante; dispondran del espacio filipino de modo tal que Manila sera tanto como una provincia mas del virreinato novohispano en la que se negociaran los capitales mexi­ canos en operaciones de mercado e inversiones crediticias. Para identificar la presencia de los mexicanos en Manila en el periodo que cubre los aiios de 1720 a 1785 y conocer antes que otra cosa su participa­ ci6n en el trafico del gale6n a Acapulco hemos utilizado, por una parte, las matrfculas de electores del Cansulado de Mexico para los aiios de 1706, 1712, 1726, 1741 y 1755, as( como la rica informaci6n queen este sentido ofrece el libro de Christiana 8orchart y del que hemos tornado el registro de miembros del Consulado de Mexico para los aiios de 1760 a 1785. 13 Por otro lado, para conformar la integraci6n del cuerpo comercial filipino hemos par­ tido de un tipo de fuentes casi semejantes: las matrfculas de cornercio de los aiios de 1723, 1730 y 1753; el documento conocido como "N6mina de los sujetos comprendidos en la numeraci6n de los comerciantes para el arreglo del Consulado ... " de 1771 y, por ultimo, el llamado "Estado que manifiesta el nurnero de vocales que compone el Consulado y Comercio de las Islas Filipinas", de 1783. 14 Ademas, de los llamados libros de reparti­ miento de carga de los galeones de Acapulco y sus fuentes afines, como ma­ pa de carga y descarga, etcetera, que hemos trabajado en forrna seriada en los aiios seiialados. Creemos que, en principio, estos son suficientes elementos para distinguir la presencia novohispana en el seno mismo de la organizaci6n comercial filipina. Como una primera aproximaci6n estimamos que la presencia de los mexi­ canos en el comercio con Manila tuvo dos vfas de acceso: una serfa el trasla­ do a las Islas bajo el cumplimiento de los requisitos de caudal y estancia m f­ nima en Filipinas. Otra, el Lngreso infor~ Filipinas con estancias muy cortas pero con un elemento favorable: la obtenci6n de la suscripci6n al comercio de Manila y todos los beneficios derivados de ella.

13 Archivo Hist6rico de Hacienda (Mexico) fen adelante AHHl, legs. 1247-1, 676-53 y 213-4; AGN, Gobernaci6n, vol. 2, 127, exp. 1 y Christiana Renate Borchart de Moreno, Los mercaderesy el capitalismo en la ciudad de Mexico: 1759-1778. Mexico, Fonda de Culture Econ6mica, 1984, pp, 231-234. 14 AGI, Fjfjpinas, legs.229,239,268,967 y 975.

67 Creemos que el empleo de una u otra forma de ingreso estuvo determine· da por la atenci6n prestada por parte de las autoridades del virreinato y de Filipinas, rnayores y menores, para aceptar la salida o el ingreso subrepticio o irregular de los mexicanos a Manila. Pero, sobre todo, el gran condicionan­ te de los recursos empleados fue la propia organizaci6n comercial transpacf­ fica en su aspecto legal. Hasta antes de la creaci6n del Consulado filipino, en la primera mltad del siglo XVIII bastaba tener registro de vecindad en Manila para poder inscribirse en los libros de matrfculas de! vecindario y posterlor­ mente en el libro de matrfculas del comercio. Estos registros los levantaba el Cabildo de Manila y eran la base para poder disponer de espacio de car­ ga en el gale6n filipino. Conforme al uso y costumbre de las autoridades espaflolas en funciones, estos procedimientos eran maso menos rigurosos, maso menos informales. De ahf que muchas veces se pudiera evitar la de· mostraci6n de una estancia· minima en Manila de ocho ai'los y la posesi6n de un caudal propio. Despues de 1769, cuando se orden6 la creaci6n del Consu­ lado filipino, las cosas variaron notablemente y el traslado de residencia no fue ya cosa sencilla. A partir de ese ai'lo, podfan hacer comercio con Asia y Nueva Espana s61o aquellos que estuvieran rnatriculados como comerciantes en el Consulado para lo cual se requer(a demostrar una estancia m lnima de diez ai'los de residencia en las Islas y un caudal mayor de 25000 pesos. Por otro lado, el reparto del espacio de carga en el gale6n ya no se hacfa entre todos los vecinos de Manila sino (micamente entre los miembros del Consu­ lado, mediante lo que se llamaban acciones sencillas y acciones dobles que eran estimaciones del valor de carga autorizado a embarcar y que se otorgaba seg(m el caudal y la poslci6n de los comerciantes. De tal manera que ya no resultaba tan facil estar adscrito al comercio de Manila sin vivir en las Islas y se requerla de modo permanente de un individuo dispuesto a estar en Fili­ pinas y a mantener sociedad con comerciantes novohispanos. En ese sentido, creemos que para los mexicanos tuvo mayores atractivos la negoclaci6n con Asia antes de 1769 que despues, cuando tuvieron que adaptarse necesaria· mente a una serie de formalidades, que no eran todas de su gusto. ,, 1 En las decadas de 1720, 1730 y 1740 es relativamente frecuente encon­ trar los nombres de comerciantes mexicanos en las matrfculas de comercio de Manila y sabre todo en los libros de repartimiento de los galeones. Des­ cubrimos asf la presencia de individuos que en la sociedad novohispana desempei'laron papeles importantes por sus funciones econ6micas no s61o vinculadas al comercio. De este modo dejaron huella de su paso por Manila Isidro Velez Escalante, Francisco Sanchez de Tagle, Pedro Ruiz de Tagle, Luis Monterde y Anti116n, Gaspar de Alvarado y .Manuel Rodriguez de Pe­ droso, 15 entre otros, lo cual no es necesariamenw un indicador de que hayan vlvido en Manila un tiempo prolongado, ya que cuando menos Echeveste, Sanchez de Tagle y Rodrfguez de Pedroso participaron activamente en esos al'ios de la vida novohispana. Este ultimo, porejemplo, registrado en el libro de repartimiento de 1723 en Manila, lleva a cabo en la Nueva Espal'ia,en los affos de ·1122 a 1731, sus dos matrlmonlos. 16 Lo mas seguro es que la mayo· rfa de estos comerciantes hayan pasado a Manila por un tiempo corto, el su­ fiiente para registrarse en el libro de vecinos de Manila y para conocer los mecanismos de la negociaci6n comercia I transpacffica y sobre todo de la

15-AGI, Fi/lp/na,, leg,. 229 y 239. 16 APSM, libro de matrimoni0$~ nUm. 16, 13 de Julio de 1722. La primera espose de Rodriguez de PedrotO fue Juana Gard~ de Arellano. libro de matrimonio&, nUm. 17, 23 de abril de 1732. La segunda esposa fue Josefa Petronila de Soria Villeroet.

68 negociaci6n con Asia. Para el siglo XVII I la navegaci6n transpacffica nose nutria unicamente de las mercaderfas que los chinos y otros comerciantes de la regi6n llevaban a Manila, sino que la base de su riqueza eran las adqui­ siciones que los propios comerciantes filipinos como navegantes y propieta· rios de barcos hacfan en toda la cosa asiatica. De ah/ que los mexicanos en Manila dispusiesen de m,b elementos para justificar su ausencia al momen­ to que el Cabildo de la ciudad convocaba al reparto del espacio de carga, mediante la expresi6n de ausente en China, Coramandel o las Costas de Java. Nuestras sospechas en este sentido es que en la primera mitad del siglo XVIII y probablemente hasta 1769, aunque no como practica general, los comerciantes de Mexico se valieron de la inscripci6n en el libro de matricu­ las del comercio filipino para poder disponer de espacio de carga en los ga­ leones; y que una vez logrados los repartos, se auxiliaron de otros individuos residentes en las Islas para que les hicieran llegar a la Nueva Espalla sus giros de comercio. Finalmente, lo que las autoridades revisaban tanto en Manila como en Acapulco eran los registros de embarque en donde aparecian las mercancfas bajo una marca, la mas de las veces inclescifrable, rotuladas a nombre del consignatario que realizaba el viaje. Este llevaba en su poder y no ten/a que exhibir ante ninguna autoridad las facturas privadas: en ellas se expresaba exactarnente a quien perteneclan las mercancias, c6mo se habia obtenido el espacio de carga en el gale{m, si se habia tenido que comprar de otros vecinos de las Islas su espacio de carga, de que forma iban consignadas y c6mo debian recogerse en Acapulco. Con toda esta cobertura, ni la parte filipina ni la mexlcana corr/an riesgos de confiscaci6n. Los consignatarios lle­ vaban tambien la correspondencia autorizada a todo particular en las colo· nias y llegados a Acapulco remitfan de inmediato a Mexico las cartas. A par­ tir de ese momento, un comea:iante mexicano sabra c6mo debfa actuar y que instrucciones debia girar para que todo saliera blen en Acapulco. 17 La buena marcha del negocio dependia de la acci6n del agente en Manila, del papel del consignatario en Acapulco y del comisionista que el almacenero de Mexico desplazaba al puerto. Por lo que podemos deducir que estas em­ presas involucraban un buen numero de individuos que debfan cumplir y desempellar casi con perfecci6n su papal en este embalaje. Ejemplos de esta forma de acci6n los proporcionan comerciantes como Manuel Rodriguez de Pedroso o Domingo Casal Bermudez. Manuel Rodrf­ guez de Pedroso, despues de repetidos viajes a las Islas, instal6 en Manila a su hermano Francisco hacia el aflo de 1735. Le otorg6 un poder que lo auto­ rizaba ampliamente en toda la negociaci6n transpac(fica y lo responsabiliz6 de la buena marcha de los giros, funci6n que desempe/16 muy bien hasta el allo de su muerte, alrededor de 1765. 18 Por esas fechas, el Conde de Jala reparti6 entre sus hijos el manejo de los giros comerciales y cedi6 a su hijo Antonio la negociaci6n transpacifica. 19 Domingo Casal Bermudez, por su parte, tenla vinculos propioscon lane­ gociaci6n transpacffica, m~s los que hered6 de su suegro Gaspar de Alvarado. Asentado en la ciudad de Mexico desde 1735 hasta su muerte en 1776, 20 Ca·

l7 La oorrespondencia pl'ivada de Fraoci1eo Ignacio de Yraeta con sus comie:ionittn y eondg· natarios en Acapulco t'evela cleramente este aspecto. VAase correspondencia privada de F.rancisco de Yraeta, Universidad lberoamerk:ana (~xk:o), copiador 2.1.4., 17 febrero y 11 marzo 1778 y copiadot 2.1.S., 3 y 27 marzo 1779. 16 Archivo General de Notada$ \Mex.CO} [en adetante AG Not,1 Notario Josi dfJ Molina,,vol. 21151,1S de enero de 1751 y Notario JuanAntQn/ode1" Serna, vol.4442.3 de octubre de 1765. 19 AG Not._.Notam,JuanAntoniode 18$.erntt,vol. 4442, 3 de octubre de 1766. lll AG Not.. Notario Andro, °'1/gada Camargo, vol. 1370, 20 de abril de 1776.

69 sal Bermudez representaba en la Nueva Espana u n emporio familiar comer­ cial con fuertes ramificaciones en Manila que inclu ia a las familias Otero Ber­ mudez, Blanco de Casal, Blanco de Sotomayor y, en Nueva Espana, a las familias Rey Bermudez, Loys Bermudez y Lausan Bermudez. Sus negociacio­ nes con Manila las realiz6 a traves de su tfo Antonio Bermudez de Sotoma­ yor, de su hermano Andres Blanco Bermudez y de su primo Juan Blanco de Sotomayor. Casado en primeras nupcias en el anode 1737 con Marla Josefa de Alvarado y Castillo y padre de seis hijos,21 la suerte de Casal Bermudez no fue tan afortunada como la del Conde de Jala. Sus tres hijos mayores Juan Manuel, Julian e Ignacio siguieron la carrera eclesiastica, lo cual debi6 deses­ tabilizar en mucho las econom!as de la familia. Su hijo Mariano se hizo cargo desde 1767 de la (mica propiedad en tierra que pose(a Domingo Casal y que era la hacienda de Malpa(s. La negociaci6n comercial la conserv6 a traves de sus propios giros y de los que realiz6 su yerno, el tambien comerciante Fran­ cisco de! Rivero, casado con su hija Maria Josefa.21 En 1763, su hijo Jose se traslad6 a Manila en forma definitiva con un capital que aport6 su padre mas su correspondiente de la herencia materna,23 y en union del grupo familiar filipino se dedic6 a acrecentar los negocios en el eje transpac(fico. Para este momento, la figura importante en el comercio de Mexico ya no la desem­ penaba Domingo Casal Bermudez sino Francisco del Rivero, quien supo incrementar enormemente 1a fortuna comercial de la familia. Uno y otro, llegaron a ocupar puestos importantes en las instituciones consulares: en 1783 y 1784 Francisco del Rivero fue prior del Consulado de Mexico.24 Jose Blanco, por su parte, fue consul en el de Manila en los anos de 1782 y 1783.25 Para consolidar sus intereses en el trafico transpacffico, un almacenero del Consulado de Mexico no ten(a que haber vivido necesariamente en Fili­ pinas ni conocer por sus propios ojos la experiencia de la negociaci6n trans­ pac(fica, La mayorfa de ellos conformo·sus intereses a travesde un pariente o un hombre muy de sus confianzas puesto ya a prueba en la casa de comer­ cio de Mexico al que ponian una cantidad de dinero en dep6sito en Manila para que arriesgara en la negociaci6n transpacffica y, una vez experimenta­ do, dispusiera envios directos al comerciante. Si rastreamos entre los dis­ tintos comerciantes adscritos al Consulado de Mexico podemos encontrar con relativa facilidad la contraparte filipina de estas sociedades comerciales. As(, tenemos a las familias Sanchez de Tagle y Perez de Tagle, a los Memije (de origen filipino), a los Gutierrez de Teran, o a los hermanos Aso y Ota!. Andres del Barrio y Rabago fue el agente en Manila de Francisco Bazo Iba­ nez, Jose de Herrera Iglesias lo fue del comerciante mexicano Agustin Igle­ sias Cotillo, Domingo Hurtado de Saracho represent6 los intereses de su t

ll AG Not., Notario Felipe Romo de VerH, vol. 4031, 13 de mayo de 1752. 2l AG Not., Notaria Felipe Romo de Vera, vol. 4031, 13 de mayo de 1752 v Noterio Diego Jacinto "de Le6n, vol. 2301, 18 de juiio de 1773. 23 AG N01 .• Notsrio Diego Jacinto de LetJn, vol. 2294, 22 de octubre de 1763, >I Borchart, op, cit., pp. 241·242. 25 AG!, Filiplnnl leg. 968.

70 Jose David era un comerciante espaiiol, natural de Murcia, que debi6 lie­ gar a Mexico en la decada de 1750, casandose en la Nueva Espana con una mujer pobre, Isabel Romero.26 Por el tipo de negocios que emprendi6, puede considerarse un comerciante especializado en la adquislci6n de mercancfas orientales en Acapulco, as( como un hombre de caudal escaso, ya que buena parte del dinero que conducla a Acapulco para la feria procedfa en su mayo­ rfa de capitales en dep6sito en obras pias, o bien de prestamos particulares obtenidos con comerciantes bajo la obligaci6n del pronto pago.27 Padre de siete hijos, seis hombres y una mujer, Jose David recibi6 en su casa de co­ mercio en la ciudad de Mexico a su sobrino Francisco David al que adiestr6 en el manejo de los giros comerciales y, de modo particular, en los tratos con Filipinas. 28 Autorizado por su tlo, Francisco David se asoci6 en 1760 con un indivi­ duo llamado Juan de Ciga y juntos establecieron una tienda en la calle de la Monterilla dedicada a la venta de generos orientales. 29 En 1766, Francisco David pas6 a residir a la ciudad de Manila y desde ese momento se dedic6 a hacer envlos a su tio a la ciudad de Mexico. En Manila, muy pronto adqui­ ri6 una posici6n reconocida, llegando a ser general de los galeones de Acapul­ co y prior del Consulado de las Islas en los a nos de 1783, 1786 y 1790. 30 En la correspondencia sostenida con su tio Jose David, puede descubrirse que no s61o llevaba negocios de su cargo sino tambien de otros comerciantes mexica­ nos como Jose de Ceballos, Pablo Ximenez de la Plaza. Gabriel Perez de Eli­ zalde y Antonio Bassoco. A Francisco David se le uni6 muy pronto en Ma­ nila, en el afio de 1770, el comerciante Luis Plate quien hasta ese momento se hab£a desempeiiado como cajero de Jose David en el almacen de la ciudad de Mexico.31 Al igual que Francisco, se adiestr6 rapidamente en la negocia­ ci6n filipina y a los pocos a nos lo encontra mos participando como consig­ natario en los galeones que viajallan a Nueva Espana, llegando a ser consul en Manila en los anos de 1787 y 1788. 32 Con la confianza otorgada por un buen desempefio en Manila, Jose David puso al cargo de su sobrino a su hijo Anto­ nio que viaj6 a Manila en el aflo de 1772. Antonio nose adapt6 a la vida de las Islas y regres6 a la Nueva Espai'la, obteniendo de su padre un financia­ miento para instalar una tienda de efectos chinos y europeos en Sonora. 33 Jose David no perdi6 las esperanzas y en 1776 envi6 a Manila a su hijo del mismo nombre, Jose, quien muy pronto se convirti6 en el brazo derecho de su primo Francisco. 34 Los otros hijos de Jose David se emplearon tambien en el comercio de mercaderfas asiaticas. Su h ijo Miguel se dedic6 a las operacio­ nes de feria en Acapulco, mientras que Francisco instal6 en union del comer­ ciante Joaquin Granados una tienda de sedas en la ciudad de Mexico, asi como estableci6 una sociedad comercia I con Fernando Montoya para com-

26 AG Not., Notario Diego Jacinto de LeOn~ vol, 2304, 16 de agosto de 1776. 27 Cfr. , por ejemplo. AG Not., Notario Diego Jacinto de Leon, entre los afios de 1766 a 1777 aparecen ano con afio obli90cionE:t$firmadas: Por Jos+§ David par la recepci6n de prl!stamos en efectivo a nu:On de un 5% de intereli anuat, v que proceden tanto de particulares coma de diversas entldades religi0$as que manejaban caudales de obras pias. 28 AG Not., Notario Diego Jacinto de Le6n, vol. 2305, 16 de marzo de 177'1. 29 AG Not .• Notario Diego Jacinto de Le6n, vol. 2295, 6 de febrero de 1764. Y> Francisco David fue general de los galeones de Acapulco en 1772, 1 '175 v 1779. AGN, Corres• pondencia de Vineyes, 1a. Serie, v. 23, f. 90~0011,vol. 113, f. 61·62; Filipinas, vol. 10, exp. 1, Cfr. a los afios en que ocu.p6 el cargo de prior en el Consulado filipino, "VeaseAG I, Filipinas., leg. 968, 31 AG Not., Notario Diego Jacinto de Le6n, vol. 2299, 22 de febrero de 1770. 32 AGI, F ilipina$, leg. 968. <33AG Not,, Notario Diego Jacinto de Le6n, vol. 2301, 9 de octubre de 1773. 34 AG Not., Notario Diego jacinto de Le6n, vol. 2305, 16 de marzo de 1777.

71 prar mercancias en Acapulco y expenderlas en ta ciudad de Ouenitaro, 35 Cuando Jose David murio en 1779, no podia dejar en mejores manos sus negocios transpacfficos. A su muerte, el menor de sus hijos, Mariano, se traslado a vivir a Manila. 36 En contraposicion a JoseDavid, Jose Gonzalez Calderon fue un promi· nente almacenero de la ciudad de Mexico. De origen santanderino, su registro en el Consulado de Mexico data de 1741, caracterizandose por ser u n fuerte inversionista financiero en los negocios de flota en Veracruz y Acapulco. Consul y prior del Consu lado de Mexico en los afios de 1752, 1761 y 1762, Gonzalez Calder6n 37 lleg6 a diversificar ampliamente las areas de inversion de sus capitales. Duefio de la hacienda y molino de Santa Monica en la de­ marcacion de Tlalnepantla, su molino fue -a decir de John Kicza- el princi­ pal abastecedor de harinas de la ciudad de Mexico. 38 De su matrimonio con Manuela de Estrada, Jose Gonzalez Calderon tuvo cuatro hijos: Jose, sacer­ dote;39 Tomas, que sigui6 la carrera administrativa, llegando a desempefiar cargos en las Audiencias de Guatemala, Lima y Mexico;40 Miguel, comercian­ te como su padre y casado con una hija de Francisco Gonzalez Guerra; 41 y la menor Barbara, esposa del tambien comerciante Jose [ Fernandez J de Ceballos.42 Bajo la tutela de Gonzalez Calderon, vivian en Mexico sus sobri­ nos Juan Manuel de Hortegon y Juan Manuel Cacho de Herrera. 43 Gonza­ lez Calderon ten(a un hermano que vivia en Manila: Fernando, casado con Ana Sancena, que fue una de las pocas mujeres que participaron en la nego­ ciacion transpaclfica ya un sobrino, Alonso Cacho de Herrera. 44 En las operaciones de intercambio en Acapulco encontramos que bajo partida de embarque registrada a nombre de Alonso Cacho o Fernando Gon­ zalez Calder6n, Jose Gonzalez Calderon, Jose de Ceballos y Juan Manuel Hortegon recibieron mercandas orientates en Acapulco. Sin embargo, un asunto curioso que puede llevarno! a un tipo de negociacion tria ngutar es una obligacion que firm6 en Manila Francisco David en 1772 ano en que viaj6 a Acapulco como general del gale6n-, de orden de Fernando Gonzalez Calder6n y a favor de Jose Gonzalez Calderon, Jose de Ceballos y Juan Ma­ nuel Horteg6n. El compromiso de Francisco David era el de llevar a Nueva Espafia una determinada cantidad de dinero, para entregar en Acapulco a Jose David como medio para hacer llegar a sus destinatarios. 45 Si volvemos a las negociaciones de Jose David y recordarnos que baja a Acapulco despues de haber firmado obligaciones en la ciudad de Mexico por fuertes sumas de dinero, encontraremos, si buscamos entre sus prestamistas, que estas en distintas ocasiones fueron otorgadas por Jose de Ceballos y Jose

35 Ibid. 36 AGN, Fllipinn~ v. 14, fs. 12·31. a1 Sorohart, op. cit~ pp. 232 y 239-40. 38 AG Not., Notario Diego Jacinto de Le6n, vot 2295, 23 de mano de 1764 y John E. Klcu. EmprelSrios colooiales. fam;J;as y negocios en la ciudad de Mlixico durante Im Bcrbones. MlixicQ, Fonda de Cultura Econ6mica, 1986, p. 39. 39 AG Not., Notario Diego-Jacinto de Le6n, vol. 2296, 5 de abril de 1766 . .COMark A. Burkholder y D.S. Chandler. De Ji, impotencia a la autoridad. La Corona upalfola y lasAudienciasenArrtef'iat. M~xico, Fondo de Cultura Ecoo6mica, 1984, pp. 346,366 y 382. 41 AG Not., Notario Diego Jacinto de Le6n, vol. 2307, 15 de diciembre de 1779. 42 AG Not., Notario Juan Antonio de la Sem11, vol. 4442, 11 de mayo de 1765. 43 AG Not., Notario Diego Jacinto de Le6n, voL 2299, 20 de agosto de 1770 y 17 de julio de- 1779. 44 AG Not., Notatio Diego Jacinto de Ledn, vol. 2300. 4 de febrero de 1772 v Yutte, ''El ccmer­ cio dlJ 1£ • • "op, cit:.,p, 56. 45 AG Not., Notario Diego Jacinto de Le/Jn, vol. 2300. 4 defebf"ero de 1772.

72 Gonzalez Calder6n;'16 con lo cual suponemos que lo que se disimulaba como un aparente prestamo, constitu fa en realidad la forrna como operaban comer· ciantes de Mexico que no acostumbraban desplazarse a Acapulco ni mucho menos corrlan el riesgo de verse envueltos en operaciones de compra irregu­ lares. Asi, se apoyaban en otros comerciantes vinculados tambien a Manila, probablemente de rnenor caudal pero mucho mas audaces, para hacer llegar a los otros consi!lnatarios, en Acapulco, las disposiciones de capital que re­ querian sus contrapartes en Filipinas. Desde nuestro punto de vista, esta era la forma de llevar los tratos entre las familias David y Gonzalez Calder6n, y posiblemente este tipo de relaci(m mercantil pueda hacerse extensivo a otras sociedades comerciales como la de los herrnanos Memije o la de Fernando Sanchez de Movellan, ambas con nexos familiares y comerciales en Manila, responsables a la vez del manejo de los intereses cornerciales de distintos almaceneros de Mexico en la feria de Acapulco y que, al igual que el comer­ ciante Jose David, se desplazaban al puerto con grandes sumas de dinero que habian obtenido mediante prestamos otorgados en los dias previos a su regis­ 4 tro en la feria, de parte de grandes comerciantes del Consulado. ' Para los comerciantes mexicanos, invertir en Filipinas represento original­ mente una opci6n comercial. Consolidado el manejo de esta via alternativa, los mexicanos emplearon cauda les en Manila con la misma seguridad y dis· posici6n de negociaci6n que lo hicieron en Oueretaro, Guadalajara o Guate­ mala. La arraigada presencia de los mexicanos en la empresa transpac(fica se explica, en parte, por la gran demanda que los productos orientates tuvieron en la Nueva Espafla pero, sobre todo por los altos rendimientos que los mexi· canos obtuvieron al negociar directamente en las transacciones asiaticas, evitando asi los elevados porcentajes de ganancia a premio que implicaba to­ da operaci6n de cornercio exterior. De tal suerte que el eje transpac(fico ofreci6 al comercio novohispano dos grandes alternativas: una, la posibilidad de obtener, mediante giros di rectos, productos de fabrica extranjera conside­ rados de importaci6n. Otra, la posibilidad de actuar en el medio filipino y el mercado asiatico bajo las mismas condiciones de negociaci6n de cualquier operaci6n de compraventa en el mercado mexicano. De ah( su posibilidad de exito, y de ahf tambien la proliferaci6n y ramificaci6n de las familias comer­ ciales mexicanas en la empresa transpacifica.

46 AG Not., Notarlo Diego Jacinto de Le6n, vol, 2302, 22 de febrero de 1774; vol. 2303, 22 de febrei:o de 1775; vol. 2304, 14 de febrero de 1776. Cabe hacer notar que enos preistamOf fueron otor~ 9ados por Jose de Ceballo$ y todo$ se firmaron en febrero, jutto el mes de inicio de fM ~iaciones de feria en Acapulco.

47 Yuste, "Francisco Ygnacio de Yraera. •• ....# op, cit

El papel de la familia en la organizacion empresarial en la Nueva Espana*

John E. Kicza Department of History Washington State University

Hace tiempo que las historiadores de America Latina reconocieron·1a impor­ tancia de la familia en la organizaci6n y el funcionamiento de la sociedad, la economra y el gobierno de las que fueron colonias y despues naciones en esta parte del mundo. No obstante, la investigaci6n del caracter de estas redes familiares y sus operaciones no fue emprendida activamente sino hasta las ultimas veinte alias mas o menos, debido a la necesidad que sintieron las investigadores par comprender el entramado institucional del imperio ya la posterior necesidad de apreciar las posibilidades de repositorios documen­ tales coma las archivos notariales y otros documentos coma padrones y registros parroquiales, sin olvidar las archivos familiares privados. Nos encontramos ciertamente en una epoca de floreciente estudio sabre la familia en la historia de America Latina, que forma parte del nuevo interes concedido a la historia social. Hasta la fecha, mucho de lo mejor que se ha escrito ha versado. sabre el papel que jugaron las familias a fines del siglo XVI 11y en el siglo XIX, aunque es cierto que el periodo colonial en su con­ junta no ha sido ignorado del todo. 1 Consideraremos a continuaci6n ciertos aspectos de la composici6n de la familia en la Nueva Espalia que parecen es­ tar interrelacionados: la naturaleza y la organizaci6n de las empresas familia­ res, el papel de las miemb!OS de la familia dentro de la operaci6n de estos negocios y la forma en que la estructura y el funcionamiento de tales nego­ cios reforzaron la lealtad familiar en la sociedad novohispana. La idea de familia que las espalioles trajeron consigo a la Nueva Espalia enfatizaba una estructura de parentesco muy extensa en la cual la identifi-

• Traducci6n def inghk por Jo5' Antonio Robles-CShero. 1 Los mas notables estudios sobre la famitia en Mbico en el siglo XVIII tard(o yen el siglo XIX incluyen: 0. A. Brading, Miners and Merchants in Bourbon Mexico, 1763-1831 (Cambridge, 1971 ); Charles H. Harris Ill, A Mexican Familiy Empire: The Latifundio of the Sanchez Naw,rros, 1165-1867 t'Austin, 1975); Doris M. Ladd, The Mexican at Independence, 1780-1826 (Austin, 1976); John M. Tutino. "Creole Mexico: Spanish Elites, Haciendas, and Indian Towns. 1750-1810", Ph. 0., diss., University of Texas at Austin, 1976; Ciro F. S. Cardoso, ed., Formaci6n y dt1111rrollode la bur­ guesla en Mexico. Siglo XIX (M8xico, 1978); Albert Stagg, The Almada,. and Alamm, 1183-1867 (Tucson, 1978); Mada Teresa Huerta, "La familia Yermo, 1740-1850", ponencia presentada ante la Conference of Mexican and United States Historians, Chicago, 1981: John E. Kicza, "The Great Families of Mexico: Elite Maintenance and Business Practices in Late Colonial ", Hispanic American Historical Review, 62:3 (agosto de 1982). pp. 429-457, and Colonial Enrrepreneurs: Families and Business in Bourbon Mexico City (Albuquerque, 1983); Richard B. Lindley, Haciendas and Economic Deve/Of)ment: Guadalajara, Mexico at Independence, (Austin, 1983): Diana Balmori et al. Notable Family Networks in Latin America (Chicago, 1984); Maria Cristina Torales Pacheco ed., La compaflt'a de comercio de Francisco Ignacio de Yraeta (1167-1791), cinco ensayos (Mbico, 1985); John E. Kicza, "The Role of the Family in the Economic Development in the Nineteenth-century Latin America", Journal of Family History, 10:3 (Otoi'io de 1985). pp. 235-246; and Silvia M. Arrom The Women of Mexico City, 1190·1857 (Stanford, 1985).

75 cacion con tros, primos, sobrinas y sobrinos no era menos importante que la que se daba con padres y hermanos, y en la cual las relaciones a traves de la mujer se reconocian tanto como las que exist/an a traves del varon. La identidad familiar determinaba, mas que ning(m otro factor, el lugar que ocupaba un individuo en la sociedad, y la lealtad familiar era quiz.a el mas alto valor de la sociedad. Todos los logros en riqueza y "estatus" estaban dirigidos a elevar la posicion de la familia y las relaciones familiares se con­ virtieron en la avenida principal a traves de la cual el individuo se conectaba con el mundo externo. Esta gran identificacion con la familia se vio enorme· mente reforzada debido a que las relaciones familiares nose aceptaban pasi­ vamente sino a que, por el contrario, se desarrollaban activamente con el fin de proveer de personal a los negocios, obtener capital y credito y superar ciertos obstaculos potenciales generados por la jerarquia polftica y sus regu­ laciones. La meta de todos los dueilos de negocios en el mundo colonial fue doble: elevar la riqueza y la posicion social de sus familias asi como extender sus redes y areas de influencia. Al despuntar la Nueva Espana las fortunas se forjaban a menudo por la participacion en la conquista o exploracion o bien mediante la utilizaci6n de los puestos oficiales como ventaja personal. Pero debemos tomar en cuenta que muchos individuos se mostraron incapaces de transforrnar sus encomien­ das, puestos o concesiones en empresas mas elaboradas y permanentes. En algunos casos se otorgaron cargos publicos y concesiones a personas que ya habian establecido negocios grandes, consolidando de este modo lo que ya habfan obtenido amen de facilltarles un desarrollo posterior. La dotaci6n de una encomienda, un puesto burocratico o una concesi6n no era en si mis­ ma suficiente para garantizar una riqueza familiar longeva. Muchos de los pri­ meros encomenderos y funcionario\ fracasaron en sus esfuerzos de atesorar grandes fortunas, mientras que otros lograron tener exito uniendose a los muchos colonizadores que hab Ian creado grandes empresas pero que no habfan disfrutado de las ventajas respectivas. Hace ya una generaci6n que Jose Miranda demostr6 que los encomenderos eran activos hombres de nego­ cios que usaron su acceso privilegiado al trabajo indigena para emprender operaciones en la agricultura, la minerfa, el transporte y el comercio. 2 Como regla general, parece que aque!los encomenderos que diversificaron sus ne­ gocios sentaron las bases para forjar fortunas familiares duraderas, mientras que aquellos que fueron mas conservadores en los primeros ailos no lo consi­ guieron en el mismo grado. Francisco de Urdiilola es un ejemplo excelente de un colono en una re­ gion en la que estableci6 su preeminencia y mlis tarde la vio conflrmada al serle otorgado un cargo publico. Aunque es conocido como gobernador que fue de. la Nueva Vizcaya, Urdiiiola comenz6 su carrera en el norte novohispa­ no quiza treinta aiios antes de recibir su cargo. lnici6 con unas cuantas y mo· destas empresas mineras y us6 el capital asi obtenido para comprar grandes cantidades de tierra. Para cuando lleg6 a ser gobernador, ya habia hecho una fortuna y usado sus talentos de incontables man eras para colonizar y desarro­ llar el norte, mientras que simultaneamente acrecentaba su propia fortuna. Acto seguido us6 sus poderes como gobernador para consolidar la posici6n de su familia en la sociedad del norte. Desde entonces hasta el fin del periodo colonial sus descendientes dominaron el gobierno y la economia norteilos,

l Jo~ Miranda, La funci6n econ6mica del encomendero en lo$ or(genes de/ rl!gimen colonial de Nueva Espa/la /1525-1531/ !Me,ico, 1946). •

76 aliadiendose un trtulo nobiliario a fines del siglo XVII y trasladandose prime­ ro a Espalia y despul!s a la ciudad de Mexico en el curso del siglo XVII L 3 Pero aunque a primera vista esta familia parecerfa confirmar la visi6n de Franc;:oisChevalier del terratenient norteifo ausente de su tierra pero cons· ciente de su prestigio social, de hecho no actu6 de esa manera. La operaci6n de las propiedades norteiias estaba a cargo de administradores que eran a veces miembros cercanos de la familia, y en mas de una ocasi6n la familia emparent6 con una figura establecida del comercio y las finanzas con el fin de aliadir capital y eficiencia mercantil a sus operaciones de negocios. Las carreras de Urdiiiola y otros funcionarios, de los mas exitosos enco­ menderos y de los mas importantes comerciantes revelan una y otra vez los muy diferentes patrones de comportamiento usados primero para amasar una fortuna y despues para mantenerla a traves de las generaciones. El paso inicial era, invariablemente, acumular cierta cantidad de capital. El comercio o la minerla fueron con frecuencia los medios mas id6neos para tal fin, pero un funcionario del gobierno podfa usar su puesto, o un encomendero su acceso privilegiado al trabajo indfgena, para obtener ese capital inicial. Por lo general, en estos casos las personas no solfan operar como individuos ais­ lados sino mas bien dentro del marco de un grupo de parentesco mas amplio que les acompaiiaba y ayudaba. De hecho, al examinarlos mas de cerca, muchas carreras de pr6speros hombres de negocios revelan que comenzaron operando o tomando el mando de modestas empresas pertenecientes a sus parientes y que entonces usaran sus ta lentos y las recursas de su familia para hacer sus fortunas. 4 Mas tarde, casi invariablemente, estas empresarios diversificaron sus in­ versianes, incluyendo usualmente la adquisici6n de cuando menos una pro· piedad agrfoola de tamano con~iderable.s Esta diversificaci6n fue bastante prudente dadas la naturaleza de la econom(a novohispana y las necesidades de la familia. Cada rama de esta economfa era inestable par naturaleza. Con el tiempo, cada area de inversion, ya fuera el comercio, la miner/a, el transporte o las diferentes ramas de la agricultura, sufria ciertos reveses. Todo hombre de negoclos que no cantara con diversas inversiones estaba incitando al desastre. Es muy importante recordar que mas y mas areas de la econom fa navohispana se estaban orientando al mercado, y que este fue el sector que ofrecia el mayor beneficia pero tambien el mayor riesgo, en don­ de siempre se daba una tremenda competencia entre los negocios rivales. Despues de todo, hasta el Marquesado de Aguado fue vfotima de sus deudas crecientes y se vio en la necesidad de vender sus posesiones a la familia San­ chez Navarro, entonces en ascenso.6 Esta diversificaci6n de las actividades econ6micas no signific6 el abando· no del negocio inicial emprendido o algun retroceso en la completa participa­ ci6n en la economra novohispana. Las familias de comerciantes retuvieron sus casas comerciales y las de mineros conservaron sus minas y haciendas de beneficio.7 La adquisici6n de propiedades estaba dirigida a aumentar el

3 Ida Altman, "A Family and Region in the Norther Fringe Lands: The Marqueses de Aguayo of Nuevo Le6n and Coa-huila", en Ida Altman and James Lockhart, eds., Provinces cf Early Mexico I Lo, Angeles. 1976). pp. 254·260. 4 Brading, Miners and Merchants. • ·~ pp. 120·128. s Kicza. "ihe Great Families of Mexico ... ", pp, 435436. "6 Harris,A MexictmFamily Empire, pp. 162-166. 7 Kicza, Colonial l:ntrepreneurs, pp. 165-168; P. J, Bakewell, Silver Mining and Society in Colonial Mexico: Zacatecas, 1548-1700 {Cambridge, 1971 ), pp. 68·76.

77 beneficio y el lucro de sus otros intereses econ6micos, no a remplazarlos. Ya desde los albores del siglo XVI I, los comerciantes de la ciudad de Mexico no eran ajenos al traspaso de sus negocios intactos a hijos o sobrinos de los due­ i'los originales. Las famUias de mercaderes tambien adquirran haciendas a:zu­ careras y hasta posiblemente invertfan en minas de plata, todo ello sin des­ cuidar sus operaciones mercantiles. 8 Ambas actividades, junto con el interes de los comerciantes en ocupar los cargos municipates, son evidencia de que ya en epoca tan temprana tos comerciantes novohispanos habran logrado independizarse de las casas comerciales peninsulares. Una dificuttad importante para los hombres de negocios en esta econo­ m fa fue la escasez de numerario y la resu ttante dependencia en las transaccio­ nes crediticias y el prestamo de dinero.9 La compra de una propiedad le garantizaba al comerciante mucho mas que la posibilidad de beneficios y la proteccion contra las depresiones temporales del sector comercial. Para ob· tener amplias lfneas de credito y el prestamo de altas sumas de dinero se requerfa la capacidad de ofrecer bienes rafces como garantfa. La tierra improductiva era virtualmente despreciable; solo las propledades productivas tenfan valor como garantfa, precisamente por las mejoras que se les hablan hecho y por las cosechas anuales que se podian comercializar. Los bienes ra f. ces representados por haciendas tambien facilitaban la subdivision de bienes que normalmente se requerfa por la ley de herencia. La otra practica empresarial trpica de las familias establecidas era la inte· gracion vertical de sus intereses cornerciales. A medida que la tamilla diversi­ ficaba sus negocios con el tiempo, procuraba hacerlos complementarios. En la misma forma que los mineros adquirfan propiedades para abastecer sus mitras y haciendas de beneficio, asi las familias con altas inversiones en agri­ cultura buscaban controlar el procesamiento de su cosecha y su comercializa- , cion en las ciudades coloniales. 10 Tai integraci6n vertical de la producci6n, el j procesamiento y la venta era procurada por dos razones. Primero estaba el aumento de las ganancias, pero igualmente importante era conservar todos los aspectos decisivos del negocio bajo el control de la unidad familiar mas extensa, de forma que ese control pudiera mantenerse y que la familia nunca viera sus empresas vitales en manos de individuos ajenos a ella que no pudie­ ran representar sus mas amplios intereses. La familia Sanchez Navarro de la Nueva Vizcaya ubic6 a uno de sus miembros, un sacerdote, en la ciudad de Mexico durante varios ai'los para negociar la venta de sus ovejas y otros productos en el mas importante centro comercial novohispano. 11 Tampoco era coincidencia que a menudo estas ta­ milias tuvieran un miembro operando una tienda en el mas importante cen­ tro regional. Estos tenderos efectuaban las compras necesarias para ta propie­ dad familiar a los precios mas bajos posibles, ademas de incrementar et in­ greso familiar mediante las ventas que hac(an a otros vecinos. El reclutamiento y la utilizacion de parientes en la operacion de los nego· cios era lo tipico en el proceso de formacion y mantenimiento de la fortuna familiar durante las generaciones subsecuentes. Esta practica nose limit6 en

8 Louisa Schell Hoberman, "Mercanu in Seventeenth•Century Mexico City: A Preliminary Portrait", Hispanic American Hi1torical Rtwiew, 57:3 (agosto de 1977), pp. 493494. 9 Ladd, The Mexican Nobility, pp. 146·148; Undley, Haciendas and Economic Development, pp. 35-48; Linda Greenow, Credit and Socioeconomic Change in Colonial Mexico {Boulder, 1983t. lO Harris, A ~xican Family Empire, pp. 114·123; Kicza, "ihe Great Families of Mexico", pp, 439-442, 11 Hards, A Mexican F amity Empire, pp, 83·85.

78 modo alguno a los sectores mas ricos de la sociedad. Los tenderos y los arte· sanos de la ciudad de Mexico y otros centros de la provincia acostumbraban recurrir a sus hijos o a sus sobrinos para que los sucedieran y ayudaran en la expansi6n de sus negocios. Por lo menos en algunos casos de la ciudad de Mexico de fines de la colonia, las duelias de tiendas utilizaron a $US hijas como administradoras. En los primeros alios de un negocio, al menos hasta antes de que acumu­ lara cantidades signif1cativas de bienes ra fees, con frecuencia el propietario carecla de la habilidad para reunir el capital necesario para expander sus ope­ raciones, excepto si proven/a de los miembros de la familia. Los investigado· res han sei'ialado a menudo el monopolio ejercido por las instituciones ecle­ siasticas en el prestamo de fondos en la economfa colonial, pero la Iglesia exigfa garantfa y puntualidad en el pago anual de por lo menos los intereses debidos. En algunos casos, especialmente entre los negocios menos estableci­ dos, era dificil obtener prestamos de la Iglesia o bien sus restricciones repre· sentaban un gran obstaculo. Los miembros de la familia pod/an estar mas dispuestos a arrie5gar su capital ya que este nunca quedaba fuera del alcance del grupo de parentesco mas amplio. Tales prestamistas estaban mas dispues­ tos a ser flexibles, a olvidar el pago de intereses en ciertas ocasiones y quiza hasta extender aun mas los prestamos, debido a la relaci6n personal involu­ crada y al hecho real de que si el negocio prosperaba eventualmente, el am­ plio grupo de parent9sco podrfa beneficiarse directamente. Tanto el Conde de Jala como el Conde de Aegla asumieron el control de los negocios familia­ res mas pequel'los, en tanto que sus grupos familiares les otorgaron generosas lfneas de crt!dito, capital y tiempo; asi fue como ambos condujeron a sus fa­ milias al mas alto escal6n de la sociedad colonial. 12 A travt!s de su historia, las empresas familiares reclutaron activamente a los miembros de la familia deritro del negocio. Tales individuos eran los mejores empleados ya que su absoluta lealtad hacia ta familia --no pod la po­ nerse en duda, y debido a que estaban dispuestos a soportar largos aprendi­ zajes asr como diflciles tareas, seguros de que sus esfuerlos serian premiados tanto por una participaci6n en las ganancias como por una eventual promo· ci6n. La capacitaci6n en el oficio y el entrenamiento formal significaban poco. Abogados, sacerdotes, oficiales del ejt!rcito y otros profesionistas a menudo sirvieron como agentes comerciales o como gerentes de negocios de la familia en su conjunto. A veces hasta los curas de pueblo actuaron como reclutadores de mano de obra para los negocios familiares. Los propie· tarios de haciendas com(mmente acudian a los miembros de la familia para que fungieran como administradores mientras que e!los vivfan en las ciu­ dades. Diego Fernandez de Madrid, natural de Mexico, sirvi6 muchos al'los coma oidor en la ciudad de Mexico. Su hermano, Felipe, revel6 en su testa· rnento en 1788 que hab!a pasado su vida entera prestando servicios para sus padres y su herrnano sin recibir compensaci6n alguna; en los ultimas diecisie­ te ai'ios, por ejemplo, habla sido el administrador de la hacienda que su her­ mano tent a en Nuevo Le6n.13 El proceso mediante el cual las casas mercantiles eran transferidas a tra­ ves de las generaciones fue mostrado con detalle por vez primera por David

12 John M. Tutino~ "ProvincJaf Spaniards, Indian Towns and Haciendas: lnterr'elated Agrarian Sectors in the VaHeys of Mexico and Toluca, 1750-1810"; Ahman y Lockhart, Provinces of Early Mexico, p. 180; Manuel Romero de Terreros, El Conde de Reg/a: Ono de I• Nueva Elf)a!Ja (Mexico, 1943), pp, 10-12. l3 Archivo de Notarfas de la Ciudad de Mexico, Joaqu(n Barrientos, abrll 16, l 788.

79 A. Brading. El demostr6 que estos negocios perrnanecieron dentro de las familias que Jos fundaron, pero aclar6 que acabaron por pasar a su'cesores designados de origen peninsular y que ello provoc6 una aversion al comercio entre la descendencia criolla de aquellos comerciantes de importaclones. Sin embargo, Brading fue muy selectivo en su estudio de las familias de comer­ ciantes. Un examen de una muestra mas amplla revela que las familias criollas establecidas no abandonaron el comercio para dedicarse a la agricultura o la ganaderfa; que a veces los hijos criollos de hecho asumieron el control de la casa mercantil; que estas familias mercantiles reclutaban por lo regular a varios miembros j6venes de la familia dentro de las sucursales del negocio, asegurandose que todos fueran provistos de posiciones respetables aun cuando demostraran poca habilidad, y que escogfan al nuevo jefe del nego· cio entre aquellos que mostraran el mayor ta lento. La rnembresia (le una familia se defin fa muy ampliamente en esta socie· dad, lo cual ten!a el doble beneficio de extender el poder y la influencia de la familia sobre un grupo mayor y de dotar a la familia de una nurnerosa legion de la cual escoger a sus hombres de negocios y admin istradores. Mien­ tras que en ciertas situaciones -especialmente en la elecci6n inicial de carre­ ras y en la herencia- los hljos resultaban favorecidos, en general los tios, pri­ mos y sobrinos eran socios igualmente deseables. Tres casos escogidos entre las familias de comerciantes de la ciudad de Milxico de fines del siglo XVI II pueden ilustrar el alcance de este reclutamiento. Antonio de Bassoco trajo desde Espana a cinco de sus sobrinos, todos ellos hermanos, y los patrocin6 a todos en sus empresas comerciales. Tres de los cinco lo hicieron bien mientras que a los dos restantes los coloc6 en pues­ tos de poca responsabilidad en los negocios de la familia, pero ninguno de los cinco logr6 heredar la fortuna o el t!tulo de Bassoco. Mas aun, el exigente t/o trajo a otro sobrino y lo nombr6 su legitimo heredero. 14 Francisco Ignacio de lraeta patrocin6 la llegada a Mexico de cuando me­ nos cuatro sobrinos y un primo. Dos fueron educados como clerigos, aun­ que uno de ellos regres6 a su terruiio familiar en Espana. Otro sobrino sigui6 la carrera militar, pero no dej6 de ayudar a la familia al casarse dentro de la familia Alam.in de Guanajuato y at establecer una cercana y util relaci6n con el oficial militar a cargo de Acapulco. El primero se convirti6 en un confiable socio de negocios tanto en el comercio como en la administraci6n de una hacienda azucarera. Finalmente, el otro sobrino cas6 con una de las hijas de lraeta y asumi6 la direcci6n de la casa mercantll de lraeta hasta su muerte.' 5 La familia lcaza lleg6 a estar estrechamente asociada con la familia Iturbe e lraeta al correr de !os aiios. Dos hermanos lcaza se establecieron en el me· dio comercial de la ciudad de Mexico a fines del siglo XVIII. Otro hermano fue a Guayaquil, donde lleg6 a ser un gran exportador de cacao que trataba re9l!larrnente con ws parientes en la ciudad de Mexico y con sus afiliados, los Iturbe e lraeta. Dos de los hijos criollos de uno de los mismos hermanos lcaza llegaron a ser importantes mercaderes y miembros del Consulado.' 6 Como resultado de los matrimonios concertados entre miembros de estas y otras prominentes familias, hacia 1812 las familias Iturbe, lraeta e lcaza estaban representados en el Consulado con cinco miembros, cuatro de los cuales eran criollos y solo uno peninsular de nacimiento.

14 Kie:za. Colonhtl Entrepreneur$, pp. 144-145. 15 Marta Cristina Torales Pacheco, "Vida v relaciones de Francisco tgnacio de Vraeta", en Torales Pacheco, La compaflla de comercio, pp. 28-44. 16 Kicza, Col()flia/ Entrepreneurs, pp. 1S5·159.

80 Tai extenso reclutamiento dentro del grupo de parentesco no era en mo­ do alguno distintivo de la comunidad mercantil. Al contrario, era trpico de toda familia importante que tuviera que administrar un nilmero considera­ ble de negocios. Mientras la familia Sanchez Navarro expand/a rapidamente sus operaciones en el norte novohispano, regularmente introduc(a miembros de la familia en sus empresas. La estrecha cooperaci6n de tres hermanos construy6 la fortuna inicial, y para dotar de personal a sus negocios no solo recurrieron a sus descendientes sino que tambien usaron extensivamente a· los parientes de las Ifneas colaterales de la familia.17 Muchos de estos reclu­ tados se formaban a menudo como abogados, clerigos y comerciantes y eran colocados en puestos de responsabilidad que a veces no se relacionaban direc­ tamente con la ocupaci6n para la cual aquellos habfan sido entrenados. Pero no todos los miembros familiares, aun aquellos reclutados activamente por los patriarcas, tenfan asegurados los puestos directivos. Si no se demostraba el talento o el temperamento requeridos, o si en ocasiones existian desacuer­ dos en torno a la estrategia familiar, el pariente alguna vez favorecido podia verse relegado a una posicion periferica. Loa parientes no siempre esperaban un empleo formal dentro del negocio familiar. las familias prominentes tambien veran con buenos ojos el ingre­ so de sus miembros en el gobierno, la Iglesia y el ejercito. Se esperaba que estos individuos usaran sus cargos e influencia para beneficio de sus familias de forrnas rnuy concretas. Los oficiales milit

11 Harris.A Mexican Family Empire~ pp. 11·27.

81 con otras familias prominentes, lo cual muestra la in tenci6n de consolidar su posici6n como miembros reconocidos de la elite v de acceder a los recursos v ventajas que tales vfnculos propiciaban. La endogamia dentro de la elite acre­ centaba la solidaridad de grupo tanto como lo hacfa la penenencia a cofra­ dfas, asoclaciones Y9fUPOScorporativos, pero aun en tales matrimonios pare­ ce que la regla fue el· calculo consciente de los meritos del pariente para vin­ cularse con una familla en vez de otra, ya que cada consorte med fa las ganan­ cias potenciales en cuanto a riqueza, atrlbutos y relaciones que se podian obtener de una opci6n matrimonial. El rnatrimonio fue tambien el mecanismo primario para traer talento fresco, recursos e lndividuos estrategicos a la familia. Aunque la familia nor­ rnalrnente procuro desarrollar hombres de negocios y administradores talentosos dentro de su propio linaje, esto no siempre era posible. A veces un extraiio a la famifia se convenfa en un actor indispensable en el negocio familiar. Su matrimonio con un miembro familiar fue al medio mas id6neo de asegurar su actividad permanente, ya que la daba un interes tangible a su lealtad. De i!J!al modo, en ocasiones las familias necesitaban del rapital, la r,elaclowv las habilidades comerclales de un pr6spero ~r. El ofre­ clmlento de una hlja, acompal'lada de las propledades famillares respectivas, la reputaci6n v las eonexiones, era un medio corn(m de absorber a un hom­ bre de negocios en ascenso dentro de un clan establecido. Aunque el nornbre del dueiio de las propiedades famlliares carnbiase portal selecci6n, de hecho el reclen lhgado, junto con sus habilidedes y capital, era lncorporado a la rnembresla de la farnilia de elite establecida, quedando sus posesiones, iden­ tidad y cohesi6n cll$i igua les que antes, pero ahora convenientesrnente revi- talizados. · r De rnanera similar, la&familias establecidas a veces proporcionaban rna­ trimonios eon importantes funcionarlos del gobiemo tales como jueces, oficiales de la Real Hacienda y autoridades regionales que pod/an usar su autoridad e influencia para servir a los fines de la familia. De nuevo, ejem· plos claros de tales rnatrimonios pueden encontrarse en la familia Iturbe e lraeta. Francisco Ignacio de lraeta tuvo tres hijas. Una cas6 con su sucesor elegido, quien tambien era su primo; otra se uni6 con un miembro promi­ nente de la familia lcaza, y la tercera contrajo matrimonio con un oidor de t_!aAudiencia de Mexico.18 Desde luego, a veces los miembros de una farnilia jam.is se casaban. Pensamos, por ejemplo, en aquellos hijos que fueron destinados a las carreras de clerlgos y monjas, algo que en parte ocurr(a cuando una familia deseaba evitar matrimonios con personal de nivel social inferior. Pero tal coerci6n era comunrnente innecesaria. Las familias establec(an con frecuencia capellanCas que dotaban para rniembros de la familia, y se esperaba que uno o mashijos pudieran. escoger el estilo de vida asoclado con un clerigo educado en una gran cludad. No existfan tales dotaciones para las mujeres, pero en una cultu­ ra que era c6modamente ortodoxa v donde la religiosidad fernenina se pro­ movia como una virtud, algunas hijas bien podfan elegir esa opci6n. Pero aun cuando hijos o hijas no escogieran la vida religiosa, ello normalmente no planteaba ningun dilema moral o social para la familia, ya que la sociedad colonial no desdeiiaba a los adultos solteros que vivfan dentro de la casa familiar. En efecto, el estudio de padrones, registros parroquiales y testamen· tos rave1a un n(miero elevado de adultos solteros de ambos sexos que viv!an

18 Torah,, Pacheco, "Vida y retaciones", pp. 28·33.

82 en las casas de sus padm y otros parientes participando plenamente en la socledad, y sin ning(m estigma especial que los sei'lalara, siempre y cuando se comportaran de una forma moralmente aceptada. Las leyes de la herencia de la Nueva Espana eran potencialmente una gran amenaia para la continuidad de la riqueza y la cohesi6n de las familias elitistas, aunque de hecho seguCanvarias practicas que facilmente remediaban cualquier problema. La primera practica ya ha sido referida previamente: se trata de la combinaci6n de las posesiones familiares mediante el matrimonio endogamico. Todavra mas com(m era el uso de los poderes legales para trans­ ferir la administraci6n efectiva de las diferentes posesiones a un solo indivi­ duo dentro de la familia. Los mayorazgos constitu(an otra soluci6n poten­ cial, aunque pocas familias de renombre en la Nueva Espana vincularon sus propiedades debido a que limitaba la flexibilidad de inversion de la famllia y la capacidad de usar sus posesiones como garantfa para prestamos y transac­ ciones crediticias. 19 La facultad de usar las propiedades como garantfa y de disponer de ellas cuando fuera necesario eran atributos vitales de esta econo­ mra dinamica y competitive. Ocasionalmente un miembro de la familia decidfa vender su herencia a uno o mas de los otros miembros. Pero definiti­ vamente se preferfa mucho masla venta dentro de la familia a la enajena­ ci6n a cualquier extral'lo, y podfa aplicarse suficiente presi6n al vendedor potencial para que siguiera esta practica. A menudo ciertas empresas claves de la familia, como una casa comercial o una mina, no se prestaban para la subdivision efectiva. En estos casos, el control de una operaci6n particular podfa recaer en una persona que la dirigirla por si sola, distribuyendo despues las ganancias entre el grupo fami­ liar mas amplio. Los miembros de la familia generalmente estaban muy dis­ pustos a ceder el control formal. de sus propiedades, debido a que estaban conscientes de que la capacidad para coordinar el funcionamiento de todas las empresas familiares como una sola unidad le daga al grupo familiar un impacto mucho mayor en la economfa. Finalmente, el hecho de que cada miembro del grupo de parentesco obten fa mayor posici6n social y riqueza de su rnembresfa en el grupo que si poseyera tan s61o su parte de las pose­ siones familiares, y dado que la lealtad hacia la familia era un valor social tan considerable, significaba que un pariente podia alejarse tranquilamente de la operacion de su propiedad sin asumir un riesgo excesivo de ser en­ gal'lado. Dada la tradici6n cultural de estas personas y las necesidades reales que enfrentaron en la sociedad novohispana, las familias se organiiaban comun­ mente bajo la direcci6n de un patriarca y, bajo circunstancias excepclonales, de una matriarca. 20 La voluntad de estructurar el negocio familiar en torno al poder de un patriarca y de darle a 6ste autoridad sobre asuntos tales como la elecci6n de c6nyuges, fue apoyada por el firme compromiso de los parien­ tes con la preeminencia de ta familia sabre cualesquiera otras lealtades ri­ vales, asf como por el reconocimiento de que el coordinar los asuntos fami­ liares bajo un solo individuo se fortalecfa enormemente el poder econ6mico de la unidad familiar, y a sabiendas de que 1a lealtad hacia la familia era re­ compensada por el patriarca sin que ningun miembro quedara insatisfecho,

19 Kicza, "The Great FamiHes of Mexico", pp. 448-44-9. ~ John Tutino, "Power, Class, and Family: Men and Women in the Mexicen Elite. 1750·1810", 7111>America~ 39:3 (enero de 19831. pp. 359~381; Edith Couturier~ "Family. Politics and Stninm in eighteenth Century Mexico City: The Case of the COunum of Miruvalle", Ponencla presentada ante la Fifth BerkshireConference of Women's History, Poughkeepsie, 1981. sin reconocimiento o en una situaci6n desfavorable. Tai organizaci6n fami­ liar seguia teniendo un buen sentido empresariat y no era simplemente un residuo cultural del pasado. La competencia entre grupos familires consti· tui,;1 una realidad social fundamental y duradera, asi que tratar de debilitiir la unidad de la familia y su impacto econ6mico en tal situaci6n era el colmo del desatino. Sin embargo, nada de esto significaba que no hubiera a veces desacuerdos considerables y rencores dentro de una familia. Las fortunas no siempre pros­ peraban tanto corno se deseaba, y el jefe de una familia en crisis econ6mica podia esperar disensi6n, rencor y potencialmente hasta un desaffo interno. Ademas, no todos los miembros de una famllia compartian equitativamente la responsabilidad y la riqueza, y las carreras de algunos se encumbraban mientras que las de otros declinaban. Estas dinamicas estaban siempre pre­ sentes y es necesario admitirlas. Los hijos mayores de estos patriarcas segura­ mente se irritaban a veces por la larga permanencia de sus padres en el poder y por su incapacidad de avanzar por sf mismos para escapar de la enorme sombra paterna. La prornoci6n y el rechazo del patriarca de los c6nyuges potenciales para los miembros de la familia tambien provocaban la hostilidad y a veces hasta la separaci6n permanente del grupo, pero ta practica era con­ siderada tan vital que ni siquiera tales episodios, aunque fueran lamentables, podlan desvincular a la familia. Finalmente, como bien podfa esperarse, el evento de elegir a un nuevo patriarca p.odia dividir profundamente a una fa. milia. As! que un patriarca prudente sabia designar a su sucesor mucho antes de su propia muerte, dandole la posici6n y los recursos necesarioi para supe­ rar cualquier desaffo potencial intemo. Las fam!lias buscaban activamente la acumulaci6n de honores que refle­ jaran bien sus lorgros, honor, pureu y longevidad. Los titulos nobiliarios eran tan solo, un tipo de tales honores. Estas designaciones honorificas de, mostr.aban la legitimidad de la familia dentro de la elite, la protegia·n de acu­ saciones de no ser merecedora de respeto y posici6n por ser (micamente una familia advenediza, y la rodeaban con el aura de prestigio que le daba la asociaci6n con la Iglesia, el rnonarca y la pureza de sangre. Se esperaba que estas familias hicieran contribuciones sustanciales a la glorificaci6n de la Iglesia y a la defensa de la monarqu ia coma evidencias de su devrn;:i6n y lealtad. Los jefes de estas familias buscaban membresias en asociaciones presti­ giosas y cofradfas como ratificaci6n de su estatus. Pero tales membresias y honores a veces tra(an tambien beneficios econ6micos. Los grandes bene­ factores de la Iglesia y del gobierno eran tambien los primeros en solicitar dispensas, excepciones y concesiones de esas. instituciones. Los miembros de las cofradias disfrutaban de un acceso privilegiado a los fondos recaudados por tales instituciones y de una expectativa razonable de ayuda por parte de otros cofrades. Cotradias como la de Nuestra Senora de Aranzazu y la del Santfsimo Sacramento de la ciudad de Mexico hac/an regularmente genero­ $05 prestamos a sus cofrades y preferian sus solicitudes a la hora de distribuir las d<;itesy o.tros beneficios tangibles. 21 . . Una apreciaci6n de las interconexiones entre estas prominentes familias, sus duraderas reputaciones y la extensi6n de sus lineas colaterales ayuda a explicar corno una familia de ta elite era a veces capaz de recuperar su rique-

ii Torales Pacheco. "VJda y relaclones", pp. 79-82; Asunci6n Lavrin, "El capital eclesiastico ~ las $lites $0ciates en Nueva Espaf\a", Mexican Studies; 1: 1 (invietno de 1985). pp, 1 ·28.

84 za s61o una o dos generaciones desp~s de haber sufrido un colapso total. Malas inversiones, un reves econ6mico severo y decisiones polfticas equivoca­ das, todo ello podfa ocasionar que una familia bien establecida perdiera su riqueza. Pero los matrimonios entre familias previa y sabiamente concerta­ dos, las rnembreslas en las mejores asociaciones y el cultivo de los talentos y recursos dentro de la familia extensa pod ian propiciar un veloz resurgimien­ to. Los procedimientos para rehacer y retener una fortuna eran los mismos que inicialmmte se •habfan puesto en practica y, una vez restablecida, la familia se organizaba y se comportaba de una manera muy semejante a la si­ tuaci6n anterior. Una caida del poder no inva!idaba los procedimientos ante­ riores; al contrario, a rnenudo demostraba que ning(m otro recurso era el adecuado. La completa realizaci6n del potencial de aquellas practicas y estructuras que serv(an para elevar y mantener una familia s61o se manifestaba en el mas alto nivel de la sociedad, pero su uso no fue exclusivo de este grupo. La di­ versificaci6n, la integraci6n vertical, el reclutamiento de los miembros fami­ liares en puestos directivos, la formaci6n de! capital, los matrimonios estrate­ gicos y los otros procedimientos aqui discutidos fueron utilizados por mu­ chos otros sectores de la sociedad con un prop6sito bastante similar, aunque en una escala mas pequel'la y con menos eficacia dadas las limitaciones de su estatus y sus recursos. 22 'f mientras estas familias mas modestas bu seaban elevar y estabilizar sus posiciones en la sociedad mediante aquellas mismas practicas, simultaneamente se esforzaron en forjar vfnculos con las mas pro­ minentes familias para beneficiarse de su patrocinio y protecci6n. Estas estrategias nose limitaron solarnente a las familias de comerciantes, a los habitantes de las ciudades o a las postrimerfas de la epoca virreinal. Aquellas familias con intereses primarios en agricultura, miner fa, ganaderfa y manufactura tambien siguieron las mismas practicas, aunque modificadas para satisfacer sus necesidades particulares. Las redes familiares del norte de la Nueva Espai'ia y de Yucatan durante el siglo XVII se comportaron de ma­ nera parecida a las de las familias de la ciudad de Mexico de fines del perio­ do virreinal.23 En muchas formas, estas !!strategias florecieron aun despues del periodo colonial y hasta bien entrado el siglo XX antes de que fueran so­ metidas a una modificaci6n severa por los cambios hist6ricos. Inclusive hoy dfa pueden ser encontradas como practicas muy viables aun entre los elemen­ tos mas dinamioos y modemos de la sociedad mexicana. Lejos de ser reli· quias anticuadas o costumbres anacr6nicas, estas estrategias contimian ofre­ ciendo una vra efectiva para elevar y mantener las fortunas de una familia del mundo contemporaneo, y con frecuencia el exito y el fracaso siguen es­ tando dictados por la habi&dadde seguirlas eficazmente.

2l Kicza, ColonialEntrepreneurs, pp. 238·243. 23 Manuel Alvarado Morales, "El cabildo y regimiento de la Ciudad de Mbico en el sigio XVU -on ejemplo de oligarquia criolla", Historia Mexicana, 28:4 (abril de 1979), pp. 489-615; John F. Schwaller, "Tre$ -fammas inexicanas del siglo XVI". Historla Mexicana, 31 :2 {octubre de 1981), pp, 171~196; Paul Ganster, "La familia G6mez de Cervantes, linaje y sociedad en el Mtixico colonial''. His­ toria. Mexicami. 31:2 {octubre de 1981), pp. 197·232; Patricia Seed, "A Mexican Noble family: The Counts of the Orizaba VaUey", M.A. Thesis, Unirersitv of Texas at Austin, 1975; Marta E&pejo..Ponce Hunt, "Cofontal Yucatan: Town and region in the Seventeenth Century". Ph, 0. diss. m University of California, LO$ Angele$. 1974.

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Tercer simposiode historiade lasmentalidades*

Marfa Teresa Huerta Direcci6n de £studios Historicos, INAH

En los ultimas tiempos los estudiosos de la historia colonial han mostrado un creciente lnteres por destacar la importancia que las relaciones familiares asu­ mieron en las actividades economicas yen la ascension y consolidaci6n social y poUtica de un grupo oligarquico con tendencias hegern6nicas, que se gest6 y desarroll6 en la sociedad colonial. Conforme a esa propensi6n historiogra­ fica, las ponencias presentadas en esta ocasi6n centran sus plan111amientosen tomo a la interrelaci6n del poder econ6mico y las relaciones familiares, de· mostrando que cada nueva aportaci6n sabre el tema contribuye a esclarecer cada vez mas una problematica no totalmente resuelta. Por eso, cuando en cada una de ellas se abordan aspectos que conducen a ponderer las relaciones familiares como un mecanismo social que coadyuv6 a que los grupos econ6micos novohispanos organizaran sus empresas agrfoo­ las, ganaderas, mercantiles y crediticlas, cabe preguntarse cual fue el contex­ to social en que la familia extensa, patriarcal y autoritaria adquiri6 tanto poder en la organizaci6n y funcionamiento de la economfa. Sin duda, en esto tuvo que ver tanto la realidad sociocultural de la que provenfan los grupos familiares como el caracter de la sociedad en que esas familias actuaron como estructura basica. Porque aunque las procedencias regionales y las diferencias sociales fue­ ran distintas, los emigrantes espai'loles trasladaron a la Nueva Espana lealtades familiares, comunitarlas y religiosas que, al igual que el arraigado prejuicio de nobleza e hidalgu la expresado en la exigencia de "limpieza de san­ gre" derivaron en un acentuado espfritu comunitario que, si por un lado les confiri6 un sentido de enrai2amiento e identidad, tambien se revisti6 de un tinte ideol6gico manifestado en la actitud de d iscriminaci6n racia I hacia gru­ pos ajenos, con el fin de resaltar su predominancia como grupo dominante en los distintos sectores economicos. La ponencla de Maria de los Angeles Ro· mero es un buen ejemplo de ello, pues nos remite a los inicios de un proceso de aculturaci6n que, inducido por los dominicos, propici6 la modificaci6n de los rasgos culwrales indigenas y formas de explotaci6n productiva necesaria para el surgimiento de una nueva economfa regional y el desplazamiento de los mercaderes mixtecos por un grupo reducido de espai'loles empei'lados en controlar la comercializaci6n de los productos de las comunidades indfgenas para articularse al circuito mercantil Oaxaca-Puebla-Mexico. Se evidencla, en

*Comentarfo • ta1ponenci•:

· El J>(Jder de los mercadere,. La Mlxreca Alta del 1iglo XVI a losprimerosallo,del 1iglo XVII de Ma. de lot Angetes Romero, Lal familiN de comercit,ntes en el tr;Jficotranl/H,IICl'ffco en el siglo XVIII de Carmen Yusto, El ,,_1 de la famllia.,, la organaacion.,.,,,_,1a1 en la Nueva Espa/la. este caso, la funci6n ideol6gica de la acci6n evangelizadora en zonas densa­ mente pobladas por grupos indfgenas, complementada por la mentalidad de los colonizadores en que el ideal religioso se mezclaba al afan aventurero de hacer fonuna. En cambio, la ponencia de John Kicza nos ubica mas bien en el espacio minero noneflo, donde la colonizaci6n espafiola se realiz6 con grandes difi­ cultades, ya que si bien el incentivo minero era lo suficientemente poderoso para atraer pobladores, la lejan(a del territorio, la incomunicaci6n y las arre­ metidas constantes de los Indios nomadas entorpecieron el asentamiento de nucleos de poblaci6n. Sin embargo, como por un lado las empresas de con· quista de colonizaci6n relacionaron a los individuos aislados que integraban las huestes militares de forma que fue usua I, como lo refiere Chevalier, que los parientes y los criados se ligaron al conquistador nortefio por estrechos v(ntulos de dependencia propios de la concepci6n seflorial de la sociedad, los nexos familiares de la escasa poblaci6n espallola, diseminada a lo largo de la extensa comarca, se fortalecieron con el aislamiento. Y dado que las for· mas de organizaci6n social colonial se cimentaron en la explotaci6n de los re­ cursos naturales y humanos asr como en un ordenamiento institucional y jur(dico que ubic6 a los grupos sociales en estamentos que definfan el status del individuo y del grupo, los sectores espafioles favorecidos con concesiones de tierras, minas y cargos publicos acumularon recursos que fueron la base de su enriquechniento y de la obtenci6n de un rango social superior al de los derms grupos. En ese contexto, se organiz6 -con ba!llten practicasecon6micas corpora­ tivas- la empresa familiar que Kicza caracteriza en su ponencia. La integra· ci6n vertical de las empresas, nos dice el autor, mantenfa todos los aspectos importantes de la negociaci6n bajo el control del grupo familiar. El funciona­ miento de las empresas familiares se adecu6 a la producci6n minera v agrope· cuaria aniculada al financlamiento mercantil ya la comercializaci6n. Las em· presas familiares se consolidaron cuando los poderosos comerdantes del con­ sulado de la ciudad de Mexio se·vincularon al negocio de las minas y hacien­ das de beneficio. Y su radio de acci6n se ampli6 con su articulaci6n al eje mercantil Mexico-Filipinas del cual derivaron una extensa red de relaciones econ6micas v familiares con Guatemala, Panama, Peru, Venezuela y Cuba. De lo anterior se desprende que la organizaci6n de la econom(a minera con base en el financlamiento mercantil v la ampliaci6n de la actividad comercial novohispana al comercio transpadfico e intercolonial fueron signo del inlcio de un proceso de autonom(a econ6mica. carmen Yuste asiente en su ponen­ cia que las famifias de comerciantes involucradas en el comercio transpacffi- • co expandieron sus redes de influencia econ6mica y lograron cierto grado de independencia de las casas mercantiles espanolas. En efecto,,este comercio provocaba una fu_!18de metales preciosos al oriente v una competencia des­ leaf para las mercancfas europeas que invadian el mercado novdhispano. Y en cierta medida, desarticulaba la organizaci6n monop61ica que E~pana le habfa dado al comercio colonial. Carmen Yuste considera que fue en el lapso 1710-1785 cuando se conform6 definitivamente la fracci6n de comerciantes novohispanos que interven(a en el tr.Hico transpac(fico comouna consecuen­ cia del total control ejercido por los comerciantes del consulado de la ciudad de Mexico en los circuitos de comercializaci6n intema del virreinato, sabre esto cabrfa preguntar si los nexos famili..-es actuaron coma un mecanismo extraecon6mico que coadyuv6 al control monop61ico propiciando que el poderoso grupo mercantil afrontara, primero la competencia de los corsarios

88 y comerciantes conversos que proliferaron a fines del XVI y en el XVII, y luego de los extranjeros que se infiltraron y finafmente rompieron la estruc­ tura mercantil monopolica. Es tambien importante subrayar que, a medida que la estructura y dimi­ mica comercial extensi6 su influencia en la vida econ6mica de la Nueva Es­ pafia, se generaliz6 la penetraci6n del capital comercial en todos los sectores econ6micos y se reforz6 la articulaci6n de los circuitos comerciales medlante relaciones econ6micas y familiares. Con ese control comercial intemo, las empresas familia res se ampararon entonces bajo la adscripci6n de fir mas comerciales que interven/an en el comercio de importaci6n y exportacibn, manejaban negociaciones mineras, agropecuarias, azucareras, textiles, etc., e intervenfan en los distintos circuitos comerciales operando bajo un sisterna de credito que utilizaba tanto capital comercial como eclesiastico. La organi­ zaci6n, funcionamiento y presarvaci6n de estas empresas tambien se susten­ taban en relaciones de parentesco. Desde una perspective social, la penetraci6n de! capital comercial en los distintos sectores econ6micos favoreci6 la aliaoza de antiguas familias crio­ llas mlneras y terratenlentes con los ricos comerclantes. Mediante uniones matrimoniales, las familas mercantiles adquirieron status, cuando en la cam­ biante sociedad colonial las diferencias de clase se sustentaban en el honor y la riqueza. En suma, es indiscutible el hecho que, las ponencias presantadas nos aproximan a aspectos fundamentales que explican mejor las caracter/sti­ cas de las actividades econ6micas de un grupo que tendfa a la hegemon{a, y consecuenternente contribuyen a un progresivo conocimlento de la socledad colonial novohillpana.

Pobresy poderosos.Los franciscanos en Yucatan, 1545-1571

Stella Gonzalez Cicero Direcci6n de Estudios Hist6ricos, INAH

An111Cedentes1

La Iglesia en sus inicios estuvo l)fincipalmente constituida por los pobres. El contenldo del mensaje de Cristo, que promete anw todo el Reino y la salva· ci6n de los pobres, a los que llama bienaventurados (Le. 6, 20) y preferidos del Padre (Mt. 11, 25-26), respond(a a las demandas religiosas y sO(:ialesde los pobres, favoreciendo con ello la penetraci6n del nacienw cristianismo. Esta religion no lntrodujo transformaciones sociales sino que hurnaniz6 pro­ fundarnente las relaciones humanas, dignlficando a los pobres y poniendolos al mismo nivel de igualdad y de respeto que a los demas hombres. En la lgle· sia primitiva, aunque la gran mayorfa era pobre, y la Iglesia se caracterizaba coma una oomunidad de pobres, la pobreza colectiva quedaba aminorada pof la solidaridad, la compasi6n mutua y la ayuda caritativa. A partir de Constantino y Teodosio, la Iglesia se vio avocada a asumir la direcci6n hegem6nica de la culfura occidental. Es decir, pas6 a ocupar el lugar del poder polftico. La Iglesia se transform6 de base en cupula, introdu· clendo una divisl6n entre los simples fieles que siguen siendo base, y la jerarqu fa ecleslastica, que se convlrti6 en el cuerpo de los ilustres, es decir, en cupula. Para desempel'iar su nueva funci6n hist6rica, la jerarqu fa se ali6 con los poderosos de la sociedad y con el Estado. De esta coalici6n entre Iglesia, Jerarqu(a y Estado naci6 el fen6meno hist6rico cultural llamado eris· tiandad. Sin embargo, los pobres nunca fueron olvidados: estos seran vistos, casi siempre, aunque con notables excepciones, desde la perspectiva del rico, con lo que aparece coma alguien inferiorizado, carente y objeto de acci6n caritativa. La estrategia poUtico pastoral asumira la forma de asistencialismo y paternalismo que habra de definir la acci6n de la Iglesia durante siglos. Los siglos XII y XIII se caracterizan, por los grandes movimientos religio· sos fundamentados en la vida evangelica y apost61ica, en la imitaci6n de Cristo crucificado y pobre, y en la vivencia radical de la pobreza, precisa· mente como una reacci6n a la posici6n asumida por la Iglesia de entonces.

La Orden Franciscana como Familia: ldeolog(a y OrganiZaci6n

Francisco de Asfs perteneci6 a la clase burguesa que estaba formilndose en las comunas italianas en el seno de la crisis del sistema feudal. Las primeras

1 El apartado eorrespondiente a tos antecedentes y el siguiente son una !ilntesis textueil tomada de Leonardo 8off, Ssn Francisco deAsts, Temura y Vigor. Editoriel Sal Terrae. Santander. &paila, 1982.

91 biograflas muestran a Francisco plenamente inserto en ese mundo rico. Con ocasi6n a una enfermedad, entr6 en crisis y sus reflexiones lo llevaron a pen­ sar en forma distinta. Los relatos evidencian que, en la medida que se agrava­ ba la crisis, crecra su misericordia hacia Ids desheredados. Comenz6 a vivir, por lo tamo, para los pobres. A medida que crecfa su crisis vocacional fue sufriendo una transforma· ci6n: rompi6 deflnitivamente con su padre, se identific6 con los pobres y por ultimo se produjo la verdadera conversi6n al decidirse a vivir como los pobres, atendiendo a sus propias necesidades por medio de limosnas y mas tarde con su trabajo. Francisco de Asfs, fundador del movimiento de los hermanos menores, defini6 un estilo de vida totalmente opuesto al sistema monacal de su tiempo caracterizado por su estabilidad y autonom la econ6mica. La vida religiosa que Francisco estableci6 fue en medio del pueblo. Su celda era el mundo y sus hermanos todos los hombres, especialmente los pobres. Esta fraternidad inicial tuvo como ra(z una experiencia religiosa de la paternidad universal de Dios, experiencia originaria y vital que le introdujo en una fusion c6smica con todos los elementos. La patemidad universal de Dios constituye el eje del mensaje de Jesus. La tradici6n cristiana siempre predic6 esta verdad; sin embargo, el primero en vivir esta filiaci6n universal COf!'IO tal, fue Francisco. El se puso al mismo nivel que lasrestantes criaturas y se deflni6 por lo que tuvo de comun con ellas. Por eso se concibi6 como hermano de todas las cosas y slervo humild(simo de cada criatura. Francisco de As(s pudo llegar a esta fraternidad universal corno consecuencia del modo de ser pobre, por el cuat se sentia verdaderamente herni,mo porque era capaz de acoger todas las cosas sin interas alguno de posesi6n, lucro o eficacia. Renunci6 a estar por encima de elras para ponerse junto a ellas. Francisco se vio recompensado con la evidencia de que todas las cosas transparentan la Realidad divina y trascendente consiguiendo una reconciliaci6n universal. Francisco vivi6 la virtud de la pobreza y la hizo esencia de la vida de los frailes ml!nores. Ya que la fraternidad, como hemos sei'lalado, nacera de las necesidades que trae consigo la pobreza. Que "los hermanos no se apro, pien absolutamente de nada para si, ni casa, ni lugar, ni cosa alguna". Las propiedades dan al hombre sensaci6n de segufidad. Al no poseer nada, el hermano queda con la sensacion de orlandad y debilidad completa. El ser humano para no sucumbir n~sita una minima seguridad. El franciscano la encontrara en la fraternidad; "donde quiera que esten o se encuentren unos con otros manifiestense mutuamente, domesticos entre si". Esta fraternidad los hara manifestarse acogedores, familiares entre si, el calor fraterno hara las veces de hogar. Ante las necesidades de alimentacibn, vestido y enferme­ d;id Francisco aconsejaba "manifestaos confiadamente uno a otro vuestras necesidades". Para el Hermano de Asfs, pobreza y fraternidad son vinculos que enlazan a los hermanos. Apertura y acogida para exponer necesidades y solucionar­ las. Ante necesidades mayores, imposibles de solucionar, Francisco fraternal· mente indicaba: "haced lo que una madre hace con el hijo de sus entraflas". Exaltaba con ello las virtudes y el amor de una madre que hace posible lo imposil;lle. "Es la gran aventura fraterna en el campo abierto de la pobreza". 2 La predicaci6n entre el pueblo fue la idea primordial en Francisco. Que-

2: Ignacio Larrai\aga, El hermana de A sl's. ~xico, Hbr&r(apan-oquial, 1981, pp. 214·219,

92 rfa cumplir con el mandato evangelico que Cristo dio a sus ap6stoles: "Id por todo el mundo y proclarnad la buena nueva a toda la creaci6n" (Mc. 16, 15). Desde el momento en que el carisma personal de Francisco se transform6 en un movimiento, surgi6 la necesidad inexorable de organizaci6n con el ine­ vitable y 16gico corolario de la sensatez de la racionalidad y el sentido de viabilidad en funci6n de los mas debiles. El movimiento desemboc6 en una orden religiosa que se sum6 a las ya existentes y al ser una orden aprobada por la Sede Apost61ica se vio obligada a definir su lugar dentro de la dinami­ ca global de la Iglesia de su epoca. El franciscanismo, que de acuerdo a su intuici6n original se present6 al mundo como una vivencia del Evangelia a partir de los pobres y con los po­ bres, tuvo que experimentar a lo largo del inevitable proceso de domestica­ ci6n que se da dentro de la Iglesia, una violenta transformaci6n: se vio obli­ gado a espiritualizarse y a traducir sus practicas hist6ricas de solidaridad con los pobres dentro del mundo de los pobres, en practicas de solidaridad para con los pobres desde el lugar de los ricos. El franciscanismo jamas ha olvi­ dado sus fuentes que son los pobres; pero su presencia en medio de ellos se verificara desde el lugar hist6rico social de la Iglesia, que es un lugar de poder. Y desde el poder se relaciona con los pobres. En lugar de ser una rela­ ci6n de identificaci6n, como era la de San Francisco, pasara a ser una re­ laci6n de asistencialismo y paternalismo. Tengamos esto presente pues el papel que los franciscanos desarrollaron en America estuvo al servicio de "entre ambas Majestades".

La Familia Franciscana y los lndfgenas

En el trabajo presente estudiaremos a los franciscanos, establecidos en Yu­ catan, durante el perfodo 1545-1571, que con la identidad de la familia franciscana universal desarroll6 un fuerte poder social yreligioso en los ini­ cios de la vida colonial en la pent nsula de Yucatan.• Los franciscanos llegaron a Yucatan procedentes de Guatemala y Mexico a fines de 1544 y principios de 1545. Conocedores de realidades diversas encontraron a un grupo de espailoles, establecidos en Campeche y otro tam­ 'Ji6en pequeilo establecido en Merida. La conquista estaba, a grosso modo, terminada; sin embargo, el sometimiento indfgena dejaba mucho que de­ sear; sublevaciones y alzamientos frecuentes creaban un clima de incertidum­ bre. El suelo y.ucateco brindaba pocas posibilidades de riqueza por lo que conquistadores y pobladores fincaron su sustento y posibilidades de enri­ quecimiento en las mercedes que el rey les concediera sobre la tierra y sus habitantes. Esta fue la causa de ser una sociedad encomendera que tuvo en el sistema de encomienda su (mica fuente de economra para sobrevivir en la peninsula. Es necesario tener en cuenta que los franciscanos no llegaron a Yucatan con los conquistadores sino aproximadamente tres ailos despues de la fun­ daci6n de Merida (1542). Tres ailos en los cuales el conquistador se hab/a establecido, aunque precariamente, ya que la sojuzgaci6n militar de toda la pen/nsula no se hab(a terminado. Sin embargo, se hab/an dado los primeros

· 3 Para todo el desarrollo d'e la actuaci6n de los franciscanos durante este per(odo Wase Stella Ma. Gonzalez Cicero, Perspectiva religiosa en Yucatan 1517·1571. Mexico, El Colegio de ~xico, 1978. pasos de la colonizaci6n. Las municipalidades de Campeche y Merida funcio­ naban de acuerdo al sistema polftico e5Pailol establecido en lndias y estas habian repartido los pueblos de los naturales entre los conquistadores. Por lo tanto, los franciscanos, al llegar a Yucatan, encontraron una situacl6n creada por los conquistadores v pobladores avecindados en la peninsula. Situaci6n esta un tanto abusiva e injusta hacia los indigenas en cuanto al trato humano y a la tributaci6n. A traves de algunas cartas de los franciscanos podemos apreciar la preo­ cupaci6n que manifestaron al rev y que les llevaron a actuar en la defensa del ind/gena: En la primera carta enviada por los Hermanos a la Corona ped fan: "que pues la tierra sirve, se tasen los naturales, por asegurar las conciencias de los espailoles, y los indios sepan lo que tienen que dar y se , asosieguen y asienten" .4 Poco despues, Fray Lorenzo de Bienvenida escribia: " ... no hay tassa en esta tierra en tributos, sino que cada uno se es tassa como quiere: Si V.M. no envia presto el remedio, no se puede permanecer esta tierra mucho tiempo asi seg(m los indios andan tan fatigados y mascon los servicios personales .. .''.5 Mas tarde, Fray Luis de Villalpando comunicaba: " ... ni aun se ha tasa­ do la tierra, once ailos ha que tributa todo cuanto los encomenderos quie· ren y su boca es medida y no tienen otra ley ni otra tassa ... ". 6 As/ como hubo un deterrninado grupo de frailes que labor6 callada· mente entre los indigenas realizando la evangelizaci6n, hubo tambi,n otro grupo de franciscanos que dieron la t6nica del pensamiento y actuaei6n de la provincia franciscana a favor del indio. Este grupo actu6 ante las necesi­ dades que el medio le exigi6, pensando que este proceder serfa el masade­ cuado para fundar una iglesia con hombres que gozaran de las mismas prerrogativas y derechos. En el piano civil, espailoles e indios eran vasallos del rey; en el piano religioso, ambos eran hijos de Dios y como tales deb/an ser tratados. La defensa que el misionero realiz6 nos indica que al defender al indfgena como tal, su defensa iba encaminada a la defensa del hombre por los atributos antes dichos. Esto es, el indio era un ser libre y era un hijo de Oios, por lo que no deb fa ser tratado como esclavo, ni utilizado como animal de carga, ni tampoco explotado por el mismo hombre. La patemidad univer­ sal de Oios tan fuene en el pensamiento de Francisco de Asis se hacia pre­ sente. Si el indfgena no era consciente de su dignidad, considerada ,sta en terminos de un valor conquistador por el hombre occidental, era labor del conquistador y del misionero ensenarle a vivir conforme a esa d ignidad. De acuerdo a los valores occidentales, la enseilanza refinarfa la sensibilidad de su espfritu, le capacitarfa a vivir como occidental y le ayudaria a percibir la dignidad de su propia naturaleza humano divina. La primera por ser libre, la segunda por ser considerado hijo de Oios. Los franciscanos, a semejanza de su fundador, optaron por los desvalidos, por los debiles y su acci6n sigui.6 la llnea paternalista; expresi6n adoptada por la Iglesia en su relaci6n, desde una estructura de poder, con los pobres, en este caso con los indfgenas. La vision de los franciscanos no coincidi6 desgracladamenm con la de los con­ quistadores y la finalidad que ambos persiguieron tambien estuvo en contra­ posici6n.

4 Cartas de India$, Madrid, Ministet'io de Fomento, 1877: carta de Fray Juan de Puerta, 1 de febrero de 154 7, p. 68. s Id., Carta de Fray Lorenzo de Sienvenida, p. 79. 6 A.G,I., M8xico 280, carta de Fray Luis de Viflalpando y otros retigiosos, 24 de jullo de 1550.

94 Veamos en que forma la familia franciscana se organlzo para poder des­ plegar una fuerza, un poder socio-poHtico-religioso, hacia el exterior, con el fin de lograr los objetivos que sustentaba la gran familia franciscana y llevar a cabo su misi6n. Al llegar a Campeohe en 1545, a los oaciques indfgenas, Francisco de Montejo, el Mozo, present6 a los religiosos no s61o como predicadores de la nueva religion sino como padres de los naturales para que como tales les res­ petaran y obedecieran. Les pidi6 que les edlficasen Iglesia y convento, para que ahf acudiesen a reciblr la instruocl6n religlosa. Esta presentaci6n les conflri6 de entrada u na autoridad a la cual los in­ d fgenas deberfan respeto y obediencia. Su labor justificaba la conquista de estas tierras por lo que tenfan el apoyo real y el de las autoridades locales. Recordemos que los franciscanos, no obstante ser una Orden Mendicante, reresentaban a la Iglesia institucional que detentaba, como hemos dicho, un lugar de poder preponderante. Asimismo el Rey habfa recibido de Roma, por medio del Regio Patronato, el derecho de regir pollticamente la Iglesia de Amlirica. El franciscano asumi6 este lugar de poder, que le confiri6 su Orden religiosa y su misi6n de evangelizador, ya partir de el actu6. El primer grupo de seis franciscanos provenientes de Guatemala y Mexl· co, se organiz6 primero como una congregaci6n en 1547, ya que decidieron quedarse en esta tierra por estar muy poblada, ser tierra sana y tener una misma lengua. Sus esfuerzos se avocaron a darle a este primer nucleo fran­ ciscano vida y constituci6n para hacerlo poco a poco una provincia flores­ ciente.7 Con el establecimiento de los dos primeros conventos, Campeohe y Me­ rida, Fr. Lorenzo de Bienvenida se traslad6 a Mexico 11548) con el fin de solicitar al Comisario General Fr. Francisco Bustamante, residente en la ca­ pital de la Nueva Espafla, que las fundaciones de Yucatan se erigiesen en Custodia sujeta a la provincia del Santo Evangelio de Mexico. Con las noti· cias de nuevos nucleos franciscanos y la petici6n de Fr. Lorenzo se hizo necesaria la vislta del Comisario General, aproximadamente entre agosto y septiembre de 1549. El 29 de septiembre de! mismo alio se celebr6 el pri­ mer capftulo custodial. Cinco conventos formaban la Custodia de Yucatlin, que tom6 el nombre de San Jose quedando sujeta a M~xico. A cuatro aflos de haber llegado t 1545-1549), lograron el primer peldaiio dentro de la orga­ nizacl6n jurfdica franciscana y su asentamiento en Campeche, Merida, Mani, Conkal e lzamal siendo en numero 16 francis'canos, En 1559, los misioneros representados por Fr. Lorenzo de Bienvenida lograron en el Capitulo General de Aquila, Italia, la separaci6n de la Custo­ dia de San Jose de la del Santo Evangelio, constituyendose en provincia in· dependiente unida a la Custodia de Guatemala. En 1561 la provincia contaba con nueve conventos comenzados a edi· ficar y siete en proyecto de fundaci6n. Sabemos que en 1563 habla doce casas fundadas, de las cuales seis esta­ ban terminadas y dos comenzadas. lo que representaba un control sobre 108 pueblos con una poblaci6n aproximada de 26500 indios casados. 8

'1 Cart,u de lnd1-s~op,. cit., carta de Fray Juan de l&Puerta, 1 de febrero de 1547. p. 68. a UCarta de Fray Hernando de Sopuerta provinciat oon una memoria de los frailes franciscano£ que sifVleron en la provincia de Yucatan:' Documentos para la Hacienda de YuaJtBn. serie II, publi· caci

Y porque se me ha hecho relaci6n que conviene y es neceserio que en, las dichas provincias de Yucatan y Cozumel se junten !os indios en pueblos grandes para quo all! sean doctrinados y enseilados en las cosas de la fe, porque estar como estan, derramados y apartados unos de otros, no se puede esto as/ hacer y que para poder· se efectuar era necesario darse orden con los caciques de !os pueblos para que vengan en ellos alivi~ndolos en algo de los tributos que dan [ ... ] Tambien se me ha hecho relacion que conven/a que se mandase a los espanoles que en las dichas provlnclas donde residen, que hiciesen las Iglesias de 10$ pueblos que tienen encomendad0$, donde fuesen doctrinados y congregados los naturales de ellos y que para ello va bien que se diese la orden que esta dada en esa Nueva Espana que era que la cuarta parte de los tributos que diesen los pueblos, se diese pera esto as/ mismo, como proveereis en ello que vleredes que combiene!

Estas concesiones reales facilitaban la labor apostolica de los francisca­ nos, pero, en cambio, lesionaban directamente el provecho economico def encomendero, pues esta se resisti6 al traslado de los naturales de sus anti­ guos asientos poniendo como excusa que de ello resultaba un descenso de poblaci6n y por consiguiente una disminuci6n en la cantidad de los tributos. La organizaci6n misional de IQ$ pueblos indfgenas ya establecidos fue relativamente rapida y sin tantos sacrificios y obstaculos como en el caso de los prlmeros. Sin embargo, la dispersi6n en los montes, mencionada anterior­ mente, fue poco a poco superada. La mision se formaba con una o varias reducciones. El poblado mas cen­ trico o mas importante recib(a el nombre de cabecera y los demas poblados se denominaban sujetos o aledalios. La cabecera era el centro de acci6n del misionero, en ella resid (a v reali­ zaba visitas frecuentes a los pueblos sujetos. Las misiones eran atendidas generalmente por dos Hermanos. Como norma general el radio de accion del fraile fue de cinco a siete kilometres a la redonda de la cabecera. En los pueblos sujetos o aledalios, supHan al franciscano indios instrui· dos especialmente para que ellos continuaran la instruccion de la doctrina en la ausencia del misionero. El fraile regulaba la vida de estos indfgenas pues su labor no solo fue de caracter religioso sino que abarc6 toda la gama de aspectos que se requer/a para modelar humanamente al indigena cortforme a los nuevos patrones im-

9 A.G.!., Mexi

96 puestos por los espai'loles. Por lo que, con la finalidad de organizar, aculturar y proteger a los naturales, los religiosos se fueron convirtlendo en una fuerza directrlz en la admlnistracion de los pueblos lndfgenas. Al orientar o aconse­ jar, dirigian la vida de estas comunidades en sus acciones socio~con6mico­ polftlcas y al ensei'lar ejercian una influencia sobre el modo de concebir el mundo, la vida y el comportamiento humano. Vigilaban las costumbres de los naturale$ y los castigaban cuando estos violaban las normas cristianas. Otro aspecto de la acci6n de los Hermanos de Asls fue la protecci6n que brindaron al indfgena, ya que comprendieron que el exito de su mlsi6n dependia en gran parte del trato que este recibiera, por ello el franclscano no descans6 en su lucha contra la esclavitud entre los mismos ind igenas y en la aplicaci6n de la justicia y sabre el utillzarlos como bestias de carga y el servlcio personal que prestaban a 1os espai'loles, ¥1 como tambien sobre la cuantfa de tributaci6n que estos debfan aportar. El indfgena tambien present6 resistencia a la acci6n de aculturamiento y de evangelizaci6n del fra.nciscano. El conquistador y el encomendero no modificaron la vida ni las costum­ bres del indfgena. En gran medida le dej6 en el mundo que ten fan antes de su llegada para que le trabajara. En camblo, el mislonero, aunque le defend fa de los abusos que con el se cometfan y se esforzaba para que se le dlese un trata­ mlento distinto, de hecho fue quien de una manera sistematica y organi­ zada destruy6 gran parte de aquello que no era compatible con las nuevas creencias transformando y trastocando el muncfo de los mayas. En esta accl6n demoledora del misionero, el indfgena aparent6 ser un d6cil seguidor aunque en el fondo no fue sino un habit y disimulado resis­ tente.

La FamiliaFranciscana y las dem6s Familias,los Encomenderos

Los frailes encontraron en sus actividades rectoras y de denuncia la oposici6n de los encomenderos qu ienes trataron a toda costa de conserver sus privile­ gios que de una u otra forma habfan logrado ya fuese con la aceptaci6n vela­ da de las autoridades locales o burlando muchas veces la vigilancia de estas. Como las actividades de los franciscanos iban, en algunos casos, en contra de los inter'eses de los encomenderos, estos se quejaron de la influencia que ejrcfan los religiosos en la administraci6n de los pueblos encomendados. Con­ sideraban que los franciscanos se adjudicaban una autoridad que correspodia a la jurisdicci6n civil y ademas estos no desaprovechaban oportunidad para fulminar procesos eclesiasticos contra ellos, tanto por su comportamiento in­ moral, como por sus blasfemias y ofensas contra la fe cat61ica. No obstante su~ quejas, los encomenderos tampoco desperdiciaron oportunidad para des­ prestigiar el comportamiento de los misioneros, entorpecer su tabor evangeli· zadora entre los naturates y acusarlos ante autoridades y ante la Corona. Frente a la hostilidad que suscitaron las actividades de los frailes y las quejas que los encomenderos principalmente formularon ante las autorida­ des, nos preguntamos lde que forma se solucionaban estos conflictos y de queapoyosevalieron los franciscanos para continuar su prograrna misionero? En primer termino, el convencimiento de los ideales humanitarios y de vivir la pobreza en el sentido que la sustentaba la familia franciscana, les report6 una fuerza interior capaz de rnantenerlos firmes ante las acusaciones de los encomenderos y ante las propias autoridades locales.

97 Lograron una autoridad moral al predicar con el ejemplo y una cohesion interna tal que pudieron sustentar una presencia recia en su acci6n. El no crear vfnculos ni alianzas con autoridades ni sociedad encomendera !es brio· do la posibilidad franca y abierta de oponerse y denunciar las arbitrariedades y abusos que estos comet/an con los naturales. En segundo termino, se apoyaron en la poHtica proteccionista de la Co­ rona a favor de los naturales. No solo se sustentaron en ella para realizar su accion evangelizadora sino que exigieron su cumplimento a las autoridades locales y cuando estas no respondieron a sus aseveraciones llegaron ante las audiencias y ante el mismo rey para lograr su acatamiento. En tercer termino, se valieron de la accion de sus procuradores. Estos fueron elegidos entre uno de ellos para que los representara. Quien salia ele· gido se trasladaba a Espal'ia o a Mexico o a la Sede de la Audiencia de los Confines para hacer vale sus peticiones. Para solucionar sus necesidades, tales como la ereccion de sus conventos, el sostenimiento del culto y la administraci6n de este, el aumento de numero de hermanos, vestido y libros acudieron directamente al rey. Ante las irregu· laridades, oposiciones y abusos, personalmente presentaron sus demandas a las instancias jurldicas cercanas: las audiencias, ya fuese la de Mexico o la de los Confines. En algunas ocasiones, cuando el procurador iba a Espal'ia,solici­ taron el apoyo del Consejo de lndias y del mismo Rey. Los procuradores jugaron un papel muy importante en la organizacion y preponderancia de la provincia franciscana. Ya que a el!os les toc6 hacer efectivas las demandas de sus hermanos ante el rey y posteriormente hacerlas cumplir en la provincia. Todos estos elementos que hemos ido sel'ialando confluyeron en un mo­ mento dado y tomaron una dimensi6n fuera de lo comun ya que entraron en juego intereses econ6micos, fuerza polftica y autoridad religiosa.

Mani: enfrentamiento de las Partes10

Es bastante conocido el hecho del proceso inquisitorial de Mani por lo que lo resel'iaremos sin entrar en detalles para sel'ialar las fuferzas que contendieron y su desenlace. En este acontecimiento son palpables tanto el poder como la cohesion que present6 la familia franciscana involucrada en ello. Antes de 1562 el indfgena parecia haber sido evangelizado y se encontra­ ba en el proceso de su adoctrinamiento. Podriamos pensar que el culto a los idolos, al igual que las imagenes de estos habian desaparecido como resulta­ do de la labor de los misioneros entre los naturales y de la aceptacion del indlgena de los principios cristianos. Sin embargo, acontecimientos futuros demostraron lo contrario. En mayo de ese al'io se descubri6 accidentalmente, en el pueblo de Mani, un gran numero de fdolos y despues de las primeras investigaciones e infor· maciones, los frailes del monasterio de ese pueblo consideraron la necesidad de participar a su provincial lo que ah f acontecia. Fray Diego de Landa, provincial de los franciscanos, en calidad de juez eclesiastico de la provincia, intervino en los acontecimientos. Dio a conocer a Diego Quijada, alcalde mayor de Yucatan, la situaci6n idolatrica de Mani y exigi6 el auxiliol de! brazo seglar.

10 Para este apartado v4ase, France V, Scholer y Eleonor a. Adam$1 Don Diego Quijada, Alcalde Mayor de Yucatan, vols. 16·16, Mexico, A1.1t.Lib., Robredo, 1938.

98 El provincial tom6 en consideraci6n las informaciones de los frailes y de acuerdo con el parecer de todos procedi6 al caso por via de inquisici6n ordi­ naria. Decidieron que al pueblo indfgena se le tomarfa confesi6n y se ful­ minarfa la causa en un solo proceso; de esta forma se lograrfa poner fin a la situaci6n en breve tiempo y tambien se evitarfa el costo que podria suponer el proceso individual de cada indfgena. las razones que Landa expres6 para llevar el caso por vfa inquisitorial fueron: haber vuelto a la idolatrfa despues de ser cristianos; haberla efectua­ do en lugares santos; haber renegado de la fe, hacer pactos con el demonio y haber destruido las nuevas creencias en la gente simple, es decir el pueblo en general. El auxilio del brazo seglar se requerfa, pues los franciscanos expusieron que si los ind lgenas se levantaban y negaban a Dios, el paso siguiente serfa desconocer la autoridad real, por lo que era necesario que ambas autoridades estuvieran presentes en la soluci6n de asunto de tal gravedad. Este descubrimiento de la idolatrfa en Mani y sus alrededores no fue algo inexplicable para los franciscanos, pues tenfan conocimiento de algunos ca­ sos. Lo que asombr6 a los frailes fue la extension y las proporciones que ha­ bCa alcanzado en una de las provincias mejor atendidas por ellos y la culpabi­ lidad de aquellos que ere fan que estaban instruidos en las nuevas enseflanzas. Debido al escaso numero de hermanos, los franciscanos confiaron dema­ siado en la labor que pudieran hacer algunos indfgenas adoctrinados por ellos, entre sus connaturales. Con esa confianza les hicieron maestros de escuela y las autoridades reales les confiaron puestos publicos. Al llegar Fray Francisco de Tora I a su di6cesis como obispo (14 de agos­ to de 1562), fue informado sobre el proceso inquisitorial de Mani y las in­ vestigaciones que se hacran en IQsprovincias vecinas. Esta informaci6n fue proporcionada por las autoridades, los pobladores y los frailes. Cada grupo present6 su propia versi6n del asunto, y dieron sus pareceres y consejo al Prelado. A causa de los procedimientos que se habfan seguido y los que debe· rfan seguirse para concluir el proceso surgi6, entre el obispo y el provincial de los franciscanos, Fr. Diego de Landa, una relaci6n tirante que los llevarfa a un enfrentamiento personal. Ante tal situaci6n el nuevo prelado tom6 a su cargo las investigaciones. A partir de ese momento, agosto de 1562 hasta aproxirnadamente abril de 1563, Toral estuvo ocupado en la resoluci6n del proceso inquisitorial por la idolatr(a de los naturales iniciado por los fran­ ciscanos. Durante ese tiempo se configur6 una relaci6n dif/cil y hostil entre el obispo y los hermanos menores, originada, entre otras razones, por los juicios contrarios a los frailes, de espafloles residentes en estas tierras; por la incom­ patibilidad de los metodos de evangelizaci6n del prelado y de los francisca­ nos; por la autoridad con que actuaban estos y que molestaba sobremanera al obispo y por el temperamento apasionado tanto de este como del provincial. Sobre los metodos de evangelizaci6n, preocupaba a Fr. Francisco de To­ ral y a los frailes et tan debatido punto sobre la violencia o la dulzura en la cristianizaci6n de los indios. Los razonamientos en que se apoyaban unos y otros para la aplicaci6n de cualquiera de los metodos resultaban validos de acuerdo a ta mentalidad medieval o renacentista que defendiesen ambas partes. La autoridad que ten/an los franciscanos la fundaban en la bula "Exponi Nobis" de Alejandro VI, en virtud de la cual actuaban como jueces eclesias­ ticos ordinarios en cosas pertenecientes a la Iglesia y al derecho can6nico. Sin

99 embargo, el Obispo juzg6 que las bulas no autorizaban a los franciscanos a actuar como jueces inquisitoriales. Estos antecedentes fueron el origen que motiv6 sentimentalmente la ac­ tuaci6n posterior de Toral, de Landa y de los franciscanos, ya que no resuel· to el conflicto en sus orfgenes, los acontecimientos inrnediatos fueron inter· pretados bajo esta divergencia de opini6n que impidi6, en buana medida, el desarrollo armonioso de la nueva di6cesis. El proceso inquisitorial plante6 una nueva situaci6n. El Obispo exigi6 la docurnentaci6n relativa a lo que habfa sucedido. Fr. Diego de Landa entreg6 la que todav(a estaba en vfas o en proceso de investigaci6n, negandose a en­ tregar la que definitivarnente habfa sido concluida antes de la llegada de Tora!. El prelado consider6 esta actitud como un desplante a su autoridad episcopal. Se trataba de hacer valer la autoridad que ambos -obispo y pro· vincial- consideraban les pertenec/a y deseaban se respetara. Toda esta situaci6n llevo a Fr. Francisco de Tora! a realizar u na informa· ci6n, en la cual los espaiioles prominentes darfan su parecer en apoyo al prelado. Las cuatro primeras preguntas ten(an como fin probar la actitud de constante rebeld(a e independencia del provincial de los franciscanos, con respecto al obispo y de exceder la autoridad que le conferfan las bulas. Consecuencia de un excesivo desdeo de poder y de autoridad que Toral atri· bu la especfficarnente a Landa. El Obispo llam(>como testigos, y en cierta medida como arbitros, a quie­ nes no correspond/a por falta de conocimiento en materia eclesiastica. Aseveraci6n que se desprende de los mismos documentos, pues los testigos declararon no tener conocimientos en punto de derecho y no ser letrados y que s61o apoyaban at obispo por lo que hablan oido decir a otras personas. En ultima instancia Fray Diego de Landa fue absuelto de su actuacion como juez inquisitorial por las autoridades eclesiasticas en Espana, a quienes fue encomendado el caso. Este perlodo de desavenencias entre los franciscanos y el obispo se redu· jo, como hemos apuntado, a la diversa manera de apreciar las situaciones ya la lucha por mantener una autoridad poco razonable. Las acusaciones e informaciones del obispo al rey y el mismo ambiente local no pudieron menos que violentar la salida del provincial para defender personalmente su causa y la de sus hermanos frente a sus superiores y auto· ridades de la metropoli. En la actitud de Toral percibimos su pensamiento con respecto al indfge­ na y a la manera de combatir sus creencias. No estuvo de acuerdo con la acti­ tud de los frailes en arrasar con los ldolos pues ta! vez considero que con esta medida no se IO!lrabacambiar la concepci6n religiosa, en el corazon y en la mente del indfqena. Sus metodos no estuvieron encaminados a combatir violentarnente las creencias religiosas sino a ensefiar pacientemente habitos y costumbres cristianas. Al parecer la situacion se resolvi6 desventajosamente para los francisca­ nos. El espaiiol y el indfgena habfan logrado que una autoridad eclesiastica se impusiera a los misioneros y frenara con ello el poder y la autoridad que ha­ blan alcanzado y asf sus intereses quedaban salvaguardados. Ante esta situaci6n, percibimos la cohesi6n intema que hab(a entre los franciscanos. Ninguno mostr6 temor ante la situaci6n adversa, ninguno apo­ y6 al Oliispo poniendose en contra de su provincial para obtener una situa· ci6n ventajosa personal ante Toral o por remordimiento de conciencia de haber obrado mal; al contrario, dieron la imagen de una familia unida ante

100 un reves, que tom6 decisiones y adopt6 medidas que dieron, precisamente por su union interna, la idea de poco reSPeto, desaffo e independencia al prelado. Con la salida de los princlpales franciscanos, el Obispo se qued6 con un numero reducido de estos, en su mayoria los menos capacitados y algunos en proceso de formaci6n, ya que en los conventos de Mt!rida e lzamal termi· naban sus estudios para obtener su ordenaci6n. El resultado fue una iglesia diocesana naciente con pocos operarios y una mies abundante yen situaci6n crftica. La provincia franciscana de Yucatan sufri6 tambien las consecuencias de esta situaci6n. Sin embargo, se mostr6 unida a pesar de la salida de sus principales superiores, y en pie, cumpliendo su misi6n evangelizadora y manteniendo en esta el eSPiritu de su fundador. No hubo ya mas enfrenta· mientos con Toral pero tampoo hubo sumision. Esto llev6 al prelado a pe­ dirle al rey que enviara en su lugar a otro Obispo mas de acuerdo a los fran­ ciscanos de Yucatan. Sin embargo, el rey nunca se lo concedi6. Fray Francisco de Toral, pasado este primer momento, tuvo que adoptar la misma actitud de denuncia que fue caracterfstica de los hijos de Asfs ante las arbitrariedades de las autoridades y abusos de una sociedad encomendera a la que se habfa aliado en un primer momento. Solo y sin el poder de la Orden Franciscana poco pudo hacer. Tocaria a Fray Diego de Landa, al ser nombrado Segundo Obispo de Yu­ catan, devolverle a la provincia de San Jose su estado floreciente y a la fami­ lia franciscana su papel rector en la evangelizaci6n y civilizaci6n del ind (gena. Para concluir, podemos afirmar, retomando lo expuesto, que Francisco de Asfs deja como herencia a la Orden de los menores dos valores que desta­ can entre otros muchos, "pobreza y fratemidad", como un modo de vida y que perduraron a pesar de la transformaci6n que sufri6 la Orden al interior de la Iglesia. Los frailes optaron por los naturales para desarrollar su misi6n al llegar a Yucatan. Con ellos serfa posible fundar una Iglesia con el ideal primitivo de dignificar a los pobres, tease naturales, y humanizar profundamente las rela­ ciones humanas entre los mismos ind(genas y·entre ellos y el grupo espaiiol avecindado en estas tierras. f'or este ideal evangelico empenaron sus mejores esfuerzos utilizando el lugar depoder que les conferia ser Iglesia, mas el po­ der que ellos desarollaron a travl!s de su organizaci6n intema como framilia religiosa. El ideal de pobreza vivido en la perspectiva franciscana los coloc6 en una actitud favorable y de acogida hacia el indigena quien a su vez acept6 al .frai­ le por su condici6n humilde y sobre todo por su desinteres en la posesi6n de las cosas. Los franciscanos se organizaron como Iglesia lnstitucional y a traves de ella desplegaron su acci6n sobre todo en el campo socio-politico teniendo como sujeto y objeto de su acci6n a los naturales. Desde el momento de su llegada tuvieron un lugar de prestigio, de auto­ ridad ante los demas grupos. En el desarrollo de su acci6n crearon sus propias estrategias, a traves de sus procuradores y de su labor organizativa en los pue­ blos de naturales, y lograron con ello un mecanismo expedito para obtener sus fines. 'Como prueba de ello tenemos la documentaci6n real apoyando la acci6n de los franciscanos, las visitas de los oidores de las audiencias para hacer jus­ ticia como resultado de la apelaci6n de los frailes a estos tribunales, y las or-

101 denanzas, que como en el caso del oidor Tomas Lopez Medel, fortalecieron el programa misionero. La vinculaci6n que encontramos entre el ser pobre del fraile como modo de vida y el poder que estos detentaron, radic6 en la autoridad moral que el franciscano pudo enfrentar a sus oponentes, la cual se sustentaba precisa­ mente en el modo de ser pobre que en el pensamiento de Francisco de Asis no solo se concretaba a no poseer las cosas ni ambicionarlas sino a confrater­ nizar con ellas.

102 Cfrculos de poder en la Guadalajara del siglo XVII

Thomas Calvo Centre d'etudes mexicaines et centramericaines

Aunque se pueda a veees hablar de formas sutiles de opresi6n, tal como el chantaje, el poder y su ejercicio son, ante todo, realidades concretas y ffsicas. De este modo se extienden sobre ambitos precisos que en cierta medida con­ ducen su acci6n. Por lo tanto debemos ver ante todo c6mo se abre la escena: una ciudad y una region entre 1600 y 1650. La region es tan grande como la mitad de Francia, pnicticamente vacfa, pero sumamente rica, con sus ganados y sus minas con dos vetas principales, una hacia Zacatecas-Sombre­ rete, y la otra por Ostotipac-Acaponeta. Esas minas son el motor inicial de la liconomie-monde que se empieza a organizar entonces. Asi se presenta la Nueva Galicia. La ciudad va en consonancia, es decir, una "poblaci6n" entre 3000 (en 1600 y 5500 habitantes (en 1650), todav/a muy "campirana" en cuanto a su aspecto exterior, urbanistico, pero finalmente urbana en cuanto a su vo­ caci6n, es decir, su dominaci6n regional y la concentracion de poderes que favoreci6. En unas cuantas cuadras se juntan (lenfrentan7) el poder poHtico (el presidente-gobernador), judicial (la audiencia), municipal (el cabildo), re­ ligioso (el obispo). Serra un error olvidar o menospreciar el poder que seen­ cuentra bajo los portales ya imponentes, en el secreto de las trastiendas; el poder econ6mico. De la escena podemos pasar al guion, o mas bien a las cuestiones esencia­ les que se desprenden, una vez bosquejado el "paisaje"- lC6mo puede ejercerse el poder en un medio que es tosco, diflcil? lCuales son sus instru­ mentos, y sobre todo cual es su jerarqu ia interna? Contestar es a la vez simple y complejo: simple porque hay textos acumulados unos sobre otros a lo lar· go de los siglos;1 complejo porque los textos se contradicen, pierden su fuerza con el tiempo, o simplemente no se aplican, sino con variantes regio­ nales. Debemos por lo tanto empezar con una simplificacion extremada, tal como nos la dicta J.H. Parry, precisamente en su conclusion sobre la audien­ cia de Guadalajara: fuera de la Iglesia (en ciertas circunstancias) ninguna otra autoridad pod la oponerse a la audiencia y, por lo demas, nada se pod fa hacer sin su acuerdo.2 Dicho esto, vayamos ha, .a lo complejo, es decir, a la reali­ dad, tal como la forjaron, a principios y • mediados del siglo XVI I, dos pre­ sidentes, el doctor Santiago de Vera y el licenciado don Pedro Fernandez Baeza.

_l Desde las Siete Partldas medievales ha$ta la Aecopilacion de lndias ... 2 "Hence no authority in the Indies, between 1572 and 1600, succeeded in mefntening a juris· diction ln New GaHcia in the face on the audiencias's oppoiitkm", The auditkncia of New Galicia Nothampton, 1968, p, 184. • Dos presidentesy su entomo

Cuando el presidente Vera llega a Guadalajara en 1593 ya es un veterano en el oficio: despues de haber sido oidor de Santo Domin®. de Guadala iara. alcalde de corte de Mexico, fue nombrado primer presidente de la audiencia de Filipinas donde desembarco en 1584. Por lo tanto, en 1593 el y los tapatios se conocfan ya muy bien: en lo que a else refiere no hab(a olvidado su viejas rencillas aun despues de 27 aflos de ausencia.3 Hombre duro y habil, dej6 mucho tiempo la imagen de un buen gobemante. 4 Pero fue necesario que F. Chevalier exhumara un documento esencial: las acusaciones que con­ tra Vera levanta en 1602 Geronimo Conde, alguacil mayor de Guadalajara, para que el personaje y su entorno familiar fueran mejor conocidos. 5 tra­ tandose de Vera, este documento senl nuestra fuente principal. Como queda dicho, en esa fecha el presidente es ya un hombre de edad, con mas de 30 allos de una carrera prestigiosa. Mas a(m: ese gachupCn (tal vez el termino ya existiera) solo ha tenido puestos en ultramar. Esos elemen­ tos son fundamentales, y permiten comprender las caracterfsticas de su gru­ po de allegados. Santiago de Vera presenta todas las caracterfsticas del pa­ triarca mediterraneo, y su "clan" se organiza de forma muy estructurada, sabre un plan familiar: alrededor del nucleo central formado por sus nueve hijos, yernos y nietos se apiiian 37 "deudos y parientes". y todos "comen y cenan a una mesa". 6 No hay ningun ostracismo: su propio hijo ilegftlmo tiene seguramente tanto derecho a los buenos bocados de la comida como a los despojos de la regl6n; y el joven paje Francisco Guerrero, "bastardo" del propio hljo del presidente, don Gaspar de Vera, aun si se encontraba al ter­ minar la mesa, tampoco se debe de olvidar.7 De hecho la imagen de cfrculos concentricos no permite explicar la estructura de conjunto que estarfa mas apegada a un fen6meno de polimerizaci6n: cinco o seis nucleos secunda­ rios se articulan alrededor de aquel formado por la pareja presidencial. El mas activo de estos nucleos se edific6 en torno al yerno don Fernando de Altamirano, caballero de Santiago, heredero de uno de los primeros ma­ yorazgos de Mexico y muy bien emparentado por lo demas. 8 Sobre este per­ sonaje toman base tan diferente como el abogado Melchor de Guzman, Luis Loza cui'lado de don Fernando, o el obligado de las carnicerfas Pedro de Cuellar. El propio hijo del presidente aparece mas apagado, mas incluso que su primo don Gaspar de Vera y Medina: tal vez por razones de prudencia y para escapar precisamente a acusaciones de nepotismo. Con don Diego de Padilla, don Gaspar de la Mota y Mena, Diego Porres, esposos de sobrinas

a "le dura un enojo v rencor toda la vtda v esto es.en tanta manera que ltabr8 mas de veinte y siete ai\os que foe- oidor en esta ciudad y desde entonces tuvo algunos enojos con algunos veclnos [ •.. ]no 10$ puede very tes hace cuanto mal puede", GerOnimo Conde, "AtusaciOn contra el doctor Santiago de Vera presidente". presentaci6n de J.B. lguini:z, Estudios de Historia Ncvohispana; vol. \V, Mexico, 1911, p. 205. 4 A mediadQJ det XVII fray Teno escribia: "gobern6 con rectitud: y prudencia", citado por J.B. tgulniz, Los goberrumm de Nueva Galicia$ datos y documentm para sus biografl

104 del presidente, toda la Nueva Galicia, con sus riquezas -las minas de Zacate­ cas, los ganados de Lagos, el trigo y el ma(z de la regi6n de Tlajomulco- se ve atrarda hacia el clan Vera. Tomlls Perez, el hijo ·natural, con su suegro y cullado, trae energfas suplementarias. En un universo en el cual el hombre es todavfa escaso nadie es inutil, ni el religioso mestizo Juan Perez, consciencia y consejo del presidente, ni el tlo solapado del dicho fraile teatino, el asesino Francisco Perez: la lealtad del tal Francisco quedanl todavfa mils asegurada. Lealtad de hombre a hombre: lse trata aqu { de una reminiscencia, un poco abusiva por parte nuestra, del mundo medieval? No pensamos deformar la realidad, como lo demuestra la presencia del criado Andres de Torres, escudero encargado de "llevar de brai;:o" a la propia hija del presidente. 9 Hay en ese cuadro del universo familiar de Vera10 algo de arcaico, ya de fuera de su tiempo: con cierta agrura Ger6nimo Conde testifica que tales escuderos y braceros no servirfan ni para "mozos de caballos". 11 Ya por 1600 hay algo podrido en el reino de Nueva Galicia. Cuando el licenciado mexicano don Pedro Fernandez de Baeza llega a Guadalajara en 1643, trae sangre y metodos mils nuevos pero no forzosamen­ te mll1 sanos. Esto permite comprender que la historiogratra tapatfa desco­ nozca hasta aquf al peraonaje y mantenga el silencio sobre uno de los menos alentadores episodios de la historia de Nueva Galicia. Sin embargo, el perso­ naje, su entomo y sus actividades merecen mas: su interes est.I a la a!tura de los tres gruesos legajos conservados despues del juicio de residencia al que fue sometido como presidente en 1650. 12 Desde un inicio podemos dar el con· tenido de la sentencia del Consejo de lndias queen julio de 1654 concluy6 en la destituci6n. 13 La espera de tal decisi6n probablemente tuvo rel;n:i6n con la muerte "de repente" de Baeza en febrero de 1655. 14 En el momento de su torna 'Cle cargo en 1643 Baeza es todavfa joven (apenas unos cuarenta ai'ios), y ha pasado toda su adolescencia y vida adulta en Espana (desde los 17 -18 ai'ios). Hasta entonces su carrera no tuvo mayor relieve pero se desarroll6 cerca del poder: alcalde de casa y juez de obras y bosques de Madrid. A principios en 1642 fue nombrado presidente de Nueva Galicia.15 Esta fecha, la de sus primeras dificu!tades (1646), 16 lo rapido de su ascenso (sobre todo teniendo en cuenta ciertos "defectos" en cuanto a sus or(genes) y lo estruendoso de su ca(da sugieren circunstancias que van mas all.I de su propia persona. 17 Como para Vera, este conjunto de elementos explica las caracterlsticas de su entomo. No se trata de ver en .II algun patriarca: no tiene ninguna hija que casar, sus dos jovenes hijos tienen como destino la Iglesia. Habiendo pasado por Madrid y Sevilla, este mexicano trae con su equipaje un cierto

• Sobre la definlci6n de! tmnino ''br&COro", .- S, de Coberru..... Tesom do la 1..,,,_ o.,~ Ilana o E,paflola, edlci6n facsimil, Madrid-Mexico, 1984, p. 233. 10 Y de sus Cl)legas!VNSe G. Conde. op. cit.~ p. 20a: II Idem. t1 Archlvo General de indla, IAGH, Escribanlade elm.,., 386, A, By C, piezas 1 al 10. Se tma aqu( de nomra fuente 8$8nclal. Sobre to&orfgenes del presidentt.un documento degran importancla: la encuesta hecha por el S.O. en 1671. AGN, lnquisici6n, t.417, fol. 35·97. 1' AGI, esc. de cam., 386 -C-. pieza 10, foj. 22. 14 Testamento (v muerte) del 4 de febrero de 1655: "de repente. , . una grevisima enfermedad": copia en AGN, lnq., t. 417. fol. 86, Acta de: sepultura, ArchiVo del Sagrario MetroPQlitano de Guadala­ jare, libro 1 de bautismos, metrimonios y entlerros, foj. 231'. ,. J.B. lgoinlz, Lo,gobemantn. . . , pp, 61-62. 16_Una earta de denuncia contra NS ectividedes es escrita at rey desde ,eptlembre de 1646, AGN, Reales ~ulas origineles, vot. 21, foj. 322·23. l7 Fue promovido bajo el "rainado" de un Yalido a punto de desaperecer de la escena. Olivares. Despu1b de la detgracia de Nte en enero de 1643 Baeza ,e V<»viamas fnigil polfticamente.

105 n1Jmero de gachupines. En su camino hacia Guadalajara se detuvo en Mexi­ co: viejos condiscfpulos y parientes mas o menos decorosos se unieron a su fortuna. La estructura del entorno es muy diferente a la de Vera: en tiempos de su antecesor se pod(a hablar de una cohesion familiar, de un clan. Con Baeza es un verdadero gang (con nucleo familiar, ciertamente) que llega con la meta definida de explotar hasta el extremo a Nueva Galicia. Por lo tanto, el grupo aparece m.!s simple (solo un n1Jcleocon c (rculos concentricos), mas complejo (cada elemento esta mas especializado), mas coherente (todo queda entre las manos del presidentel y mas fragil {todo descansa sobre lazos de intereses que pervierten todo, hasta los de sangre). Si vamos del centro hacia la periferia, encontramos en primer lugar los parientes entre los cuales tenemos que distinguir con mucho cuidado. La fa­ milia cercana (esposa, hijos y hasta cunado) esta omnipresente dentro de la existencia del presidente, hasta cierto punto subyugado por la fuerte perso­ nalidad de su mujer. Los otros familiares estan como mas en la oscuridad: solo sabemos del tlo Juan Ascencio de Escobar que fue con mucha probabi· lidad un mulato. Sohre todo tenemos la "tribu" de los Baeza, parientes en segundo o tercer grado: se toma con ellos ciertos miramientos, pero se encuentran en una posici6n un poco falseada. No forman parte de la intimi­ dad del presidente; rnenos, por ejemplo, que ciertos amigos y "confidentes", los "allegados" de los que se tendra que hablar mas adelante; esos parientes no se confunden tampoco con eJ grupo de los criados, quedan menos depen­ dientes, y hasta alejados por los empleos provinciales que se les otorga. Sufren sin duda de esa ambigiiedad, en particular de no ser admitidos en la pri­ vanza de don Pedro: la amargura de don Diego de Baeza estall6 en plena luz cuando tuvo que dar una gratifica_i:i6na su primo, diciendo por todas partes "que el senor presidente ni aun a sus parientes querfa dar nada de gracia". Don Diego pensaba que se merecia mas: "dava quejas del senor presidente de que no le acomodava en un oficio para pagar lo que tiene dicho".'" Se debe reconocer que hay ingratitud en sus palabras; en siete anos su primo lo nombre6 por lo menos cuatro veces alcalde mayor; cierto es tambien que no tuvo dos veces seguidas la jugosa provincia de Sombrerete. Viene luego el grupo de los criados, los verdaderos "hombres del presi­ dente", entre los cuales los principales llegaron con ,1de Espana. Algunos tienen hasta cartas de hidalgu (a, como Felipe de Linan, castellano y sobrino de un cura; otros disponen por lo menos de altas relaciones: el sevillano Domingo de Perea fue recomendado a Baeza por el chantre de la catedral de Sevilla en el momento del embarque. Es como una perspectiva sobre el mundo hispanico sacada del Guzman de Alfarache. Ya que no se les puede asimilar con servidores, se encuentra aparte un grupo bastante reducido, el de los confidentes (y confesores), viejos amigos y condiscipulos del presidente, que vinieron de Mexico a recoger algunas mi­ gajas del banquete. El caso mas claro es el del medico Vera que testifica ha­ ber llegado con Baeza en 1643: el hombre nos es bien conocido por otras de sus actividades, mas interesado en la usura queen la medicina.19 En la periferia de la intimidad del presidente, pero en el coraz6n de todo

l& AGf, es. de cam., 386 -c-, pieza 6, foj, 82. 19 Su testificaci6o el 17#11·1650, AGI, Esc. de Cam., 386 -C-, pieza 6, foj, 77. Un estudio de las "escrituras de obligaci6n" pOT esas fechas lo hace aparecer coma prestamista con interooes de 18.75%al allo.

106 su dispositivo de explotaci6n, se localizan los "de la tierra", amplio grupo que se puede subdividir. Por una parte estan los "allegados", es decir, gente de peso que acept6 pactar con Baeza, casi asociados, que sin embargo seen­ cuentran tambien en posici6n delicada. Su propia influencia puede molestar a don Pedro; su riqueza, atraerle: Diego de Cueto Bustamante, uno de los pocos tapatlos dignos de merecerse el tftulo de confidente, y su compinche en buen numero de asuntos, tuvo que abandonar su cargo de regidor bajo la presi6n de Baeza.20 Un rango menos, los testaferreros,. los secuaces, los simples interrnediarios, toda una poblaci6n muy mezclaca, donde se debiera distinguir entre los "permanentes" como Luis de Campos, los "ocasionales" como Juan de Paez; entre las persona!idades excepcionales -Juan de Paez otra vez- y los corruptos como Sebastian Baez.11 Un conjunto muy heter6clito, socavado interiormente por algunas renci· llas: aparte de Diego de Baeza se debe tambien de mencionar aquf el caso de Felipe de Linan, au tor de una carta de denuncias (de la que se retract6) con· tra su senor. Con todo esto, el gang Baeza parece mas "tecnico" que el clan c:onstituido por los Vera y consortes: es capaz de penetrar mejor ta sociedad (como veremos), de enfrentar variedad de situaciones, de establecer una ver· dadera red sobre la ciudad y la region. En pocas palabras, es un buen instru­ mento de explotaci6n, de chantaje, es decir, de racket.

La realidady los mecanismosde una explotacion

Cuando se habla de corrupci6n, de enriquecimiento i!fcito siempre hay dos vertientes de realidad: aquella mjtica que corre entre tos contemporaneos y se nutre de una amplificaci6n epica; aquella mas prosaica de lo cotidiano, terrible en su desnudez sin afeites, pero tambien dif fcil de circunscribir sien· do secreta, polimorfa. Este doble enfoque se encuentra tanto en el caso de Vera como en el de Baeza. En primer lugar se tiene la voz populi, ante todo sensible a la repetici6n de los hechos, propensa a exagerar: no hay nada de extrai'lo que tanto para el uno como para el otro la misma cifra, 300 000 pesos, aparezca en la evaluaci6n de! fraude totat: 22 se trata del limite supe­ rior de lo razonable, y los testigos acuden de forma espontanea a el. Pasar de lo epico a lo verfdico, es decir a lo s6rdido, trae algunos proble· mas en et caso del presidente Vera ya que nuestra fuente casi unica es Ger6- nimo Conde, hombre bien informado23 pero con un prejuicio evidente. Con todo esto, todas sus acusaciones caen en un registro que perrnite delimitar ta personalidad de Vera y sus asuntos: nepotismo y sentido de los negocios, tos dos fntimamente unidos. Resulta claro que, dentro de la familia, tos dos autenticos hombres de negocios son el presidente y su yerno Altamirano. Ve­ ra mismo no vacila en vender pub!icamente dentro de su casa lo que es en parte el fruto del tributo. 14 Sobre todo, don Fernando revela, por anticipa·

3) Idem. pleta 8, foj, 37, v memoriales, cargo 55. 21 Sobre Juan de Paez ver Th. Calvo, "Japonesa en Guadalajara, "blancos de honor" durante el seiteffi'ntos me1dcano", Revista de Jndkts, ntlm. 172, pp, 533-47. n Para Vera: "han ganado v adquir'ido de gaoanela entre todoi eUos en menos tiemf.)() de cinco arlos mas de tresciento, mil Pfl0$", G, Conde, op. cit., p. 194. $egUn un te1StigoBaeza mismo te vana· gfori6 de haber rec¢gldo una fortuna de 300000 PMOS,AGl,esc. cit! cam., 386 -C-, pieza 6, foj. 140, %3 "Por tener eomo tengo grandes memorialeg y reoopilados de todo Jo que importa", op. cit .• p. 213. 14 "Mafz, manteca, pollos v ga:llinas, huevos, miel, agua de azahar, pucado, 1ei,a.. . ",op.cit., p.197. do, rasgos cercanos a los de los heroes "batzacianos": no ten(a grandes pers­ pectivas con su obraje de Tacubaya cuando se enter6 del regreso desde Fili­ pinas de su suegro. Entendi6 enseguida todo el provecho que podfa sacar, y ya en 1594 trataba de llquidar sus bienes en Nueva Espai'ia.25 Alcanz6 el clan con su capital y se emple6 en sacarle beneficio conforme las posibilida­ des ofrecidas por la Nueva Galicia: es decir, el prestamo usurario a 15%-la falta de numerario es una enfermedad cr6nica de la zona-, el negocio de la plata, la venta de mercaderfas procedentes de Mexico.26 Sobre todo, el trata con ganados: mulas hacia las minas, novillos hacia la Nueva ,Espana. Gracias a toda una serie de testaferros -como el obligado Cuellar-, Altami­ rano (y Vera con el) puede mantener su acci6n hasta el nivel inferior del publico, el de la venta de "menudencias''.2' Todo esto se fortalece con irregularidades, presiones, hasta delitos: sus ganados destrozan las milpas de los ind fgenas sin que se pueda intervenir. Los otros miembros de la familia tienen menos relieve; el propio hijo Vera s61o parece intervenir, en segundo piano, dentro del comercio de gana­ do. Los sobrinos y otros parientes se conforman con hacer fructificar las prebendas (alcaldlas mayores) distribuidas por el patriarca con gran habili· dad. Las mas ricas (Sombrerete, Acaponeta, Culiacan) pasan de unos a otros, se quedan entre los deudos mas cercanos o los mas honorables: el bastardo Thomas Perez, los descendientes de conquistadores don Diego de Padilla, don Gaspar de Mota. Diego de Porres, ya con una fortuna colosal habr/a ganado 40 000 pesos el tiempo que fue alcalde mayor de Sombrerete. 28 Pero Porres no se puede reducir a un simple componente del clan Vera, con cierta forma es exterior, o por lo rnenos dispone de amplias facultades de autonomla. 29 De la misma manera, silos linajes Mota y Padilla han aceptado una alianza con la potencia del d ra,·Vera, si estan gustosos de comer en su mesa, de aprovechar sus favores, al mismo tiempo mantienen su propia estra· tegia que les permitira sobrevivir a la fuerza poHtica de los Vera. La presidencia de Vera tiene sin duda aspectos odiosos, pero el viejo es prudente, 30 y la expoliaci6n reviste una forma tradicional sino legal. Hasta pudo contester a Geronimo Conde que su hijo no tiene oficio, que muchos de los que nombr6 como alcaldes eran "benemeritos" por sus padres antes que ser sus parientes. Hay en el "sistema Vera" cierto calor intemo al grupo, y no simplemente porque este se reune alrededor de una mesa, sino precisamente por esa flui· dez que da la autonomla ya notada, y sobre todo por esa innegable reparti· ci6n que parece existir dentro del grupo, fuera del caso Altamirano. Esto queda dentro de la 16gica de agregados, aun con un fuerte cimiento como lo es la sangre. Nada de esto sucede con Baeza, sin lazos potentes con el medio, sin que ningun interes firme de linaje lo una con alguien. Su "sistema" brutal y arbitrario nada tiene que ver con el compartir y la sangre. Por sus aspectos masmateriales se asemeja a la explotaci6n colonial que se podra practicer en el siglo XIX.

'2S Bolet(n del AGN, ya citado. p. 316. ~ Segun G. Conde solamente el negocio de la p!ata le dab.a un beneflcio de 37 .7%al ano. 27 tnstalO tieodM por toda la reg!6n, idem. 28 Q,. cit~ p. 199. Sabre su fortuna. ver AGI, Guadalajara 37, "parecer acerca del v(nculo que qulere hacer Diego de Porres:'', audiencia, 4 mayo 1621, 29 Por ejempto, arrestO a un criado del fiscal de la audiencia, el eompinche de Vera, op. cit., p. 211. 30 "Vive el dicho preiidente coo tanto ardld y traza de cuidado •. ,", op, cit., p. 205.

108 Precisamente, en la 6ptica del presidente Baeza nada tiene que quedarse "en la tierra": cuando se entera que una informaci6n judicial se abre contra el se apresura a mandar lo esencial de su fortuna a Mexico, en varias remesas de barras de plata: 31 hasta se mand6 fundir una cama de plata maci.:a que ten fa el presidente con peso de 374 marcos, sin contar otros objetos. 31 Den­ tro de esta expoliaci6n no hay posibilidad de intercambio, aun de tipo usura­ usurario: don Fernando de Altamirano a traves de sus negocios (ganados, mercancras reales) cumplfa con una funci6n necesaria para la regi6n. Las ambiciones de Bae.:a son mucho mas limitadas, mas primarias; sin embargo, su "personal" ha sido en parte seleccionado, por lo tanto es mas ductil, y !a especia!iuci6n apenas entrevista con Vera aparece sistemati.:ada con el gang Bae.:a: cada estrato, cada individuo tiende hacia una funci6n principal. La familia cercana constituye el ultimo recinto, la ultima "tapade· ra" tras la cua! se puede esconder la rapacidad del presidente. Actuando co­ mo una especie de primer ministro de la corrupci6n, doi'la Clara debe en todo momenta poder exonerar a su esposo de alguna acusaci6n, y para eso tiene que ponerse ella misma a descubierto. Un ejemplo caracteristico: por el intermediario de un jesuita .el presidente ofreci6 a don Diego de Medrano la alcaldla mayor de Juchipila, sin aceptar nada a cambio. Pero unos tres meses mas tarde la presidenta exigi6 1 000 pesos. Tacitamente el presidente se man­ ten la alejado de todo tipo de "guantes", interponiendo religiosos, remitiendo los solicitantes a sus criados. Como uno de.las candidatos a las carnicerias le hacfa una proposici6n de forma encubierta, don Pedro le contest6 "que no hera materia para hablarle sobre ello, y que corrla por mano de don Pedro de ~urita su criado". 33 Sin embargo, esto es una estrategia arriesgada, en la medida en que don Pedro controla ma! "su pequeilo mundo" que resulta propenso a los caprichos: los j6venes hijos del presidente se hacen ofrecer joyas, la presidenta unas esmeraldas muy vistosas. En esos casos Bae.:a llega a tener miedo. 34 Como no tienen la prudencia obligada de don Pedro. ni las protecciones que le da su funci6n no es dificil encontrarlos en situaci6n "peli· grosa" para su reputacl6n, sobre todo don Rodrigo Pardo, ya destituido de la administraci6n sevillana, y con la necesidad de abandonar riipidamente su alcaldfa mayor de Ostotipac para no enfrentarse con el furor y la indignaci6n de los mineros despues de sus desmanes. La sarta de criados constituye "el equipo tecnico" de la corrupci6n. Felipe de Lil'lan, joven con muchos recursos, parece ser el hombre de con· fianu, sin que esto le merezca la menor atenci6n por parte de su amo, Juan Rui;: de Balladares, que lo mismo puede ser el depositario de la flota de Barlovento, que el encargado de negociar con el ensayador la fundici6n de la cama de plata, o el activo participante en la extorsi6n de pesos que sufren las mulatas (con la ayuda del secuaz Luis de Campos) es el gestor financiero del grupo. En cuanto al licenciado Alonso de Vargas, criado como cualquier otro, tiene buenos contactos dentro de fa sociedad tapat(a que maniobra para el provecho del presidente: la familia del alferez Ibarra le debi6 gran parte de su ruina. 35 Entre los principales criados, Domingo de Perea parece

31 Per ejemplo, en una sola vez remiti6 con un arriero lo equivalente a 16 000 pesos, otros arrie· ros recibieron encargos parecid0$, AGI, E$C,de Cam.,. 386 -C-, pieza 6. foj, 14<:L » Idem, foJ.84-85. 3.1 Idem, foi, 6611-67. 34 Ouiso vender es.as "arracadas de esmeraldai", pero el confesor Cuellar lo dtwad«S flaeonseiado por la presidenta?L diciendo que el &Seandalo seria todavfa mayor, idem, foj. 38. 3S Idem, pteza 8, foj. 4~16. el menos habil, limitado a funciones de factotum, siendo una de ·tas mas decorosas la de croupier en la mesa de juego del presidente; siempre era el que "ten Cala caxa y metia las barajas y se sacava de cada una a dos ya tres y a quatro pesos". El juego es una manera habil de extorsionar: Perea reco­ noci6 que a Baeza le gustaba jugar con quien tenfa favores que pedirle.36 De­ jamos aparte el caso de Luis de Campos repartidor de Indios (mejor seria decir verdugo), encargado de extorsionar a las castas, 37 simple ejecutante sin envergadura. Los demas allegados, personas dependientes, confidentes no tienen otra especializaci6n que la correlativa a su localizaci6n social: cada cual es usado segun sus competencias. Es en la carroza de Diego Cueto de Bustamante que se concluyen algunas de las actuaciones mas delictivas con los aspirantes a cargos; es al tendero Diego Rodrfguez, alias Bolsa, -"muy de palacio" seg(m se dice- que ciertas mulatas piden algunas "atenciones" fiscales.38 El ejem­ plo mas evidente de los mecanismos de penetraci6n -y explotaci6n- del medio lo ofrece el caso del japones Luis de Encio quien ten Cauna tienda de menudencias frente a Palacio. Poco despues de su llegada la presidenta lo hizo Harnar, le pidi6 consejo por los numerosos "regalos" que recibfa. Encio contest6 que se podfa encargar de venderlos y afladi6 con su sutileza orien­ tal: "y que del dinero que sacas podrfa hacer limosnas su seflorla". 39 la clave de la influencia de Baeza (y hasta cierto punto de Vera) seen­ cuentra en el terror que logr6 esparcir a su alrededor. lC6mo lo estableci6? Por la reticulaci6n en profundidad de todos los sectores sociales de la ciudad (aquf su logro fue superior al de Vera). por el recurso sistem~tico a ta violen­ cia -en este contexto el asesino Francisco Perez ten fa sin duda poco queen­ vidiar al repartidor de indios Luis campos-. Pero el elemento esencial es la ausencia (por lo menos momentanea) de todo contra-poder a n ivel de las lndias. Desde la "pequefla guerra de Guadalajara" de fines del XVI, el virrey ya no se atreve a intervenir en los asuntos polCticos neogallegos.40 Los dos 4 presidentes llegaron durante una sede vacante ' y tuvieron varios anos para fortalecer su poder frente al futuro obispo. En cuanto a la audiencia, esta instituci6n se encontraba entre las manos de los dos gobernantes: el fiscal licenciado Pinedo reproducCa, a su escala, los mismos cfrculos de poder que su superior Vera.42 Tratandose del doctor don Crist6bal de Torres (oidor de tiempos de don Pedro de Baeza), es probable que fuera todavra mas corrup­ to que su presidente: la visita general que hizo al reino fue tal engendro de excesos que durante 40 anos no hubo mas visitas.43 Podemos asf com­ prender mejor el temor de los vecinos enfrentados al arbitrio. 44 Apenas algu-

36 Pieta, foj. 125. 37 Sobre sus "actividades:• v.eren esc, de cam., 386 -C-, un grueso cuademo con t(tufo: "de~ mandas y petkiones dadas por Jos yndios y naturales de los pueblos del dittrito desta Ctudad .•. contra cl sei'lor licenciado don Pedro Fertlandez de Baeza ... y Luis de Campos repartidor de yndtos y otros criados y allegados del senor presidents ... ", 35 Pie:za 6, foj, 100. 39 Idem, fol. 5iv•53r. 40 R.E. Greenleaf, "La pequefia guerra de Guadalajara 1587-1590", Lecturas-hist6rk.a& de Jali$00, t. 1, Guadalajara, 2982, pp. 291-308. 41 Sede vacante de 1590 a 1597, de 1641 a 1647. 41 G. Conde, op. cit~ pp, 209 v Jiguientes. 4.1 AGI, Guadalajara 148, pieza 2, foj. 11v-12r. 44 Obviamente v los dos caso$ lo demuestran, hablan recursos, Pero de eficacia incierta Ua carta de Conde no cambi6 nada). o a Jargo pla.zo Bae:ra muri6 siendo presidente 8 afios desµues de la pri· mera denuncia. ·

110 nos pudientes se atrevieron, tal vez no a enfrentar al poder, sino por lo me­ nos a conservar su autonom fa.45

El porque di' un doble fracaso

Sin embargo, aun con estas condiciones tan favorables y estructuras bien adecuadas a sus metas, se debe concluir en dos fracases. La muerte del presi­ dente Vera significa el derrumbe del edificio que tard6 cerca de 13 afios en construir: los Mota, Porres y otros Padilla retomaron su independencia, olvi­ daron el corto episodio Vera dentro de la trayectoria multisecular de sus lina­ jes. Los herederos directos, ya sin la protecci6n presidencial, conocieron gra­ ves dificultades. Particularmente, el sobrino Gaspar de Vera y Medina, alcal­ de mayor de Teocaltiche, fue sometido a un juicio de residencia riguroso por parte del oidor Paz Vallecillo, y condenado a pagar mas de 30 000 pesos en­ tre mu las y restituciones: los excesos denunciados, sobre todo la importancia del trato de ganados, demuestran que Ger6nimo Conde no disfrazaba la ver­ dad.46 El fracaso de Baeza es todavia mas evidente ya que muri6 en teorfa desti­ tuido, la mayor parte de sus secuaces hu idos, encarcelados o renegados de su amo. Hasta para estos el episodio Baeza fue materialmente nocivo: un Luis Campos muri6 pobre. 47 Ya sabemos que la rapacidad de Baeza no perdonaba a nadie. Parte del fracaso se debe buscar dentro de la dimensi6n humana de los dos presidentes. Vera es hombre de edad, al finalizar una larga carrera sobre tres continentes: existe la posibilidad de que se haya vuelto mas facil de ma­ niobrar, de utilizar por algun pariente (lsu yerno don Fernando?). Hay algo de patol6gico dentro de la personalidad de Baeza, con su atracci6n inmodera­ da hacia las joyas y la plata, con ciertas de sus formas de actuar, cobardes.48 Por momentos casi se alcanza lo patetico. 49 Tenemos por costumbre descartar explicaciones de tipo psico16gico, de­ masiado arriesgadas en historia, pero hay que reconocer que tienen algun sen­ tido tratandose de estos presidentes. En los dos casos, sus anhelos de riquezas y poder pueden corresponder a una necesidad de valoraci6n, con el fin de compensar orfgenes "infames" (segun el criterio de la epoca). Vera fue nieto de conversos, Baeza hijo ilegitimo de un mercader espafiol y de una mujer perteneciente al grupo de las castas. Por una parte, estos elementos ofrecen ciertos matices de la sociedad, matices que no podemos desarrollar aquf; por otra, restan un poco de ejemplaridad a nuestras conclusiones: no todos los presidentes de Nueva Galicia tuvieron abuelos judfos o madres

45 En tiempos de Baeza, por ejemplo, el riquisimo mercader Gamboa se atrevi6 a recorder al pre­ sidente una deuda, AGI, esc. de cam., pieza 8. 46 AGI, Guadalajara, 8, carta del Lie. Arevalo Sedeiio al rey, 22-5-1608; ver las autos de la visita general de Vallecillo, idem, caphulo 5 de su carta al rey del 174-1607. 47 Cuando se ejecutaron sus bienes en 1650, se trat6 en lo esencial de una casa, una huerta y 15 vacas, AG!, esc. de cam., 386 -C-. 48 Se ataca con predilecci6n a las viudas, los menores -come los hu9rfanos del oidor Medrano, que ayuda a despojar-, las families desamparadas, a ciertos de sus criados y parientes, pero acepta las negativas de Gamboa. 49 Oona Ana de SUniga y su hija mandaron hacer un extrafio bernegal de plate, del cual se anamo­ r6 el presidente Baeza; trat6 por todos los medios de apoderarse de e1, amenazando a las mujeres con el exilio. Cay6 enfermo y llam6 a dona Ana: "alabo el dicho bernegal y salbilla y la susodicha dijo que se lo Prestaria por el tiempo de su enfermedad para que bebiese en el". En realidad lo conserv6 hasta la residencia ... , pieza 8, foj. 19.

111 ',,, "tratantes en chocolate" ... Cierto es que esto permite comprender el doble '·,~caso: los dos edificios familiares estaban comprometidos desde sus rakes. El~eza aiiadfa delante de su apellido un "Fernandez" sin que nadie supiera por que;cuando su hijo lleg6 a la edad adulta abandon6 el patron/mi· co paternal y conserv6 (micarnente el de su madre Arlndez. Pero esto no bas­ t6 para engaiiar al Santo Oficio.50 lSignifican estos dos casos tambien el fracaso de las estructuras familia­ res? Sf y no. Cumplieron lo prometido en el universo de Vera, fueron el ele­ mento alrededor del cual se organiz6 la explotaci6n de una extensa regi6n durante 13 aiios. Pero eran estructuras tradicionales que se quedaron dentro de esquemas ya establecidos, limitando hasta cierto punto la innovaci6n. Es importante notar que el nucleo director constituido alrededor de Altamira­ no, con hombres como el obligado de las camicerfas Pedro Cuellar y el abogado Melchor de Guzman, sin parentesco con los Vera, se salla amplia­ mente del cuadro del linaje. Esto es todavfa mascierto tratandose de Baeza; sin embargo, no podemos decir que don Pedro haya renunciado a las estruc­ turas familiares: la presencia de parientes, la terminologfa usada (criados, deudos, allegadosl lo demustra. Si Baeza tuvo que innovar, fue tal vez en contra de su propia voluntad, y por una raz6n sencilla: no tenia hija casadera. Con un Altamirano como yemo, capaz de traerle la potencia suficiente, o hasta con un Felipe de Li­ nan quien tenfa los medios de moderar la rapacidad del que fuese su suegro, las cosas hubiesen cambiado. Esto nos lleva a explicar una de nuestras con­ clusiones: en un mundo donde los hijos de familia tienen a menudo como destino la Iglesia, donde j6venes como Linan merodean, la mujer ocupa un lugar esencial como lazo de uni6n contribuyente de forma pasiva a moldear los grupos de poder. "El slndrom~ del cajero", definido con toda claridad para el ambiente mercantil de! XVII I por D.A. Brading, se puede extender a toda una sociedad colonial.51 Por lo dermis, tenemos la impresi6n de no siempre haber actuado con toda honestidad: aun cuando ponfamos en oposicit.,n los dos "reinados" establec(amos una equivalencia entre Vera y Baeza. Hay entre los dos siste­ mas una diferencia muy profunda que va mas alla de algunas discordancias de superficie ya observadas. Los dos protagonistas pertenecen a universos mentales que reclaman indirectamente filosoffas opuestas. Vera el patriarca nos aparece como duro, odioso, pero no debemos olvidar que lo percibimos a traves del espejo que le presta Ger6nimo Conde. Si limamos las asperezas afectivas del documento, no hay nada que permita distinguir a Vera de la media de los gobernantes: un paternalismo acendrado, concentrado sobre la gens, pero que se extiende hasta sobre su "arte de gobernar". Su ideal fue el de sus condlscfpulos de Alcala de Henares, el de un "justo gobierno" establecido sobre un modelo aun medieval pero pervertido por el contacto con la realidad cotidiana. ,Una actitud ya fuera de su tiempo? Aunque Ge-

,:. En 1671 ta lnquisici6n hac(a una encue$ta sabre la genealogia de don Juan Antonio de Arin• dez. 8$pirante a una plaza de fiscal de sus tribunales. No tuvo por q0edescartarlo. ya que Juan Anto· nio muri6 por entonc::t)$,AGN, inq., t. 417, foi, 37-97. 51 vease0.A. Srading, Miners and Merchants in &,urban Mexico, 1763-1810, pp-. 103-104, v 111-113. Oentro de nuestro marco tenemos por lo menos dos lntrusos que lograron matrimooios de altura: Felipe Liffan cas6 con la hija de uno de fos Pfincipales duel\os de ingentOs de azi.kar del occi­ dente oeogallego, Diego de Mora, ver Atchlvo de lnstrumentos P6blioo1-de Guadalajara, prto. de Ni· colcls del Castillo, t. 4, foj. 111v. Don Gaspar Carrillo de 8ae2a cas6 con la hija de un personaje de Guadalajara. don Fernando Calderon v SoHs; su propia hija fue la espt»a del mayorazgo don Sia$ de Porres v Vi-navisenc::io,idem~ prot, de T. de Atcoide, 1692, foj. 210·212.

112 r6nimo Conde lo sugiera, no se puede contestar con una afirmaci6n tajante. Que el nieto de judlos perseguidos por el Santo Oficio busque alianzas rim­ bombantes con la flor y nata de la sociedad novohispana se enmarca perfec­ tamente en un universo donde la honra es el motor esencial, y esta mante­ n ia toda su fuerza al entrar el siglo XV II. El universo de un Baeza (y de su esposa)es mucho menos sensible a estas consideraciones, aparece mas cerca al de autenticos burgueses (no olvidemos que su padre fue un mercader): el poder no abre camino hacia honores sino mas bien es una via de enriquecimiento simple. lBaeza se adelanta a su tiem­ po? No, pero sf se queda a la vanguardia. El dilema que pasa entre los dos hombres es el de toda una epoca, el de la sociedad hispana (y novohispana) de esos tiempos. Terminaremos sobre una ilftima nota de perplejidad recordando que Vera, el gachupfn, se rode6 de mexicanos y de descendientes de conquista­ dores neogallegos, y que Baeza, el mexicano, lleg6 con un atajo de gachupi· nes. Lasestructurasdepoder,con base familiar, alcanzaron su plena eficiencia cuando supieron abolir la sujeci6n del linaje (caso de un Altamirano). En to­ do esto no hay paradoja hist6rica, simplemente la expresi6n de una compleji­ dad humana.

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Una familia, una region. Los de la Canal de San Miguel el Grande en el siglo XVIII

EstebanSanchez de Tagle Direcci6n de Estudios Hist6ricos, INAH

En 1732, la apacible villa de San Miguel el Grande se conmueve por la deci­ si6n de Manuel de la Canal de avecindarse en ella. Hijo mayor de un rico al· macenero de la ciudad de Mexico, casado con la hija de un minero guanajua­ tense y con un caudal cercano al mill6n de pesos, sencillamente, nos dice un contemporaneo "se ha establecido, avecindado y arraigado en la villa". El impacto de sus inversiones, el tejido de sus influencias y relaciones, nos ayu­ daran a comprender las maneras como el estamento propietario, de5Posefdo en la Nueva Espana de las prerrogativas y fueros de que gozaba la nobleza europea, supo contraponer a los empei'ios de un estado central, el dominio que querfa induscutible, sobre inmensas posesiones. Si el estado jamas les concedi6 la categorfa de cuerpo constituido, los propietarios supieron hacer uso de las mas diversas instituciones para ejercer, de hecho, la autoridad; principalmente de la familia concebida en terminos extensos. A diferencia de los grandes oomercian1Bsque, como ha demostrado Da­ vid Brading, requerlan, en estricto, para reproduclrse en cuanto tales, tan s6- lo de un sobrino peninsular, los propietarios, como veremos, tuvieron que hacer uso intensivo de las virtudes de una familia extensa y asf consolidar, sostener y acrecentar su dominio. Volviendo a nuestro personaje, un asombrado contemporaneo nos relate c6mo, al tiempo de su llegada a San Miguel y habiendo dejado "el credido cornercio y corre5Pondencias que ten(a en la Corte de Mexico ( ... ] ha gas­ tado mas de doscientos mil pesos". 1 Sus enormes inversiones lo hacfan aparecer como "enviado por Dios" y consistieron en haciendas, casas, ani· males, en fin, mas que un s61ido fundamento. En 1743, a escasos diez anos de su arribo a la villa, el matrimonio de la Canal, ansioso por asegurar la pos­ teridad de la ilustre familia, decide vincular en mayorazgo, 242 685 pesos que "no s6!o no exceden sino que no !legan a el importe del tercio y rema­ nente de quinto de las crecidas facultades que Dios nuestro senor, con su liberal mano se ha servico damos." 2 En otras palabras, pose(an una fortuna muy poco menos que mi!lonaria. Este asalto al mundo de la propiedad por parte del senor Canal nos pare­ cera menos abrupto si consideramos algunas caracteristicas de la regi6n a!edafla a la villa. En el obispado de Michoacan, a casi ciento cincuenta aiios de su funda­ ci6n, la villa de San Miguel el Grande era, al iniciarse el siglo XVII I, una po·

· 1 Citado por Francisco de la Maza, San M;guel Allende; su historia y su.smonumentr.n. M8xtco, lnstituto de lnvestigaeiones Esteticas. UNAM, 1939, p. 56. z Malo Zozava. Miguel J .• Lacasa y el mayoru{I() de la Canal~mecanoescrito, iMdito. blaci6n destacada y favorecida por singulares condiciones. localizada estra· tegicamente en el camino que conduce de la ciudad de Mexico a las minas del norte de la Nueva Espana, habfa participado sobresalientemente en la forma· ci6n de esta singular region econ6mica novohispana: el Bajfo. De baluarte de las incursiones espailolas a las tierras del norte en manos de los grupos indfgenas n6madas, habfa llegado a ser un punt.al de la prospe­ ridad del obispado. Particip6 en la producci6n ganadera, agrlcola y aprove­ ch6 la cercania con los mercados mineros del norte al desarrollar el comercio y la industria textil. Era el centro administrativo donde resid la el Alcalde Mayor, con jurisdicci6n sobre la villa de San Felipe y la congregaci6n indi· gena de Dolores. Pose fa un ayuntamiento para el gobierno de una poblaci6n queen la t!poca que nos ocupa, con animo de magnificar, alguien calculaba en "treinta mil personas de confesi6n y comuni6n". 3 la industria pailera, pr6spera en el siglo XVII I, hizo famosa a la villa de San Miguel. Aunque el numero de obrajes es poco destacado y no puede competir, por ejemplo, con el de Quert!taro o Acambaro, el numero de teia­ res Ueg6 a finales del siglo a ser de 428. 4 El aumento espectacular de la poblaci6n del objspado en el siglo XVIII genera un creciente mercado para textiles y en el Bajfo un amplio potencial de fuerza de trabajo, de tal manera que "la producci6n familiar artesanal de telas creci6 rapidamente y los telares artesanales llegaron a ser mucho mas numerosos que los obrajes." 5 Y este fue el escenario de nuestro personaje. Esa familia de comerciantes de la ciudad de Mexico bien pudo haber participado desde Mexico, del co­ mercio de pailos como representante de productores textiles como, pensa­ mos, los landeta de San Miguel. Esta participaci6n pudo familiarizarlos con las condiciones y caracteristicas que se gestaban en la villa, sit!ndoles facil acudir con su caudal a llenar el hueoo que surgi6 ante ta necesidad de finan­ ciar y organizar a ta producci6n familiar, es decir, fuera de los obrajes. Conocedores del mercado como almaceneros del monopolio del comer­ cio de la ciudad de Mexico, buscaban ahora la producci6n de la materia pri­ ma, la lana, y el aprovechamiento de la creciente mano de obra ind fgena, pa­ ra explotarla en talleres familiares. lo cierto es que a partir de su estableci­ miento en la villa, la famifia se dedic6 al mercado de pailos ya la producci6n en telares familiares. Su intenci6n original resulta evidente si consideramos los bienes que vincularon con el establecimiento del mayorazgo. Si en aque­ llos ailos alguien calculaba el numero de ovejas en la Alea Id fa en 180 000 cabezas, 6 de ellas,40 000 estaban vinculadas al mayorazgo de la Canal. Estas fueron expresamente consideradas, "principal polo en que consisten los inte­ reses y auje de que se han de mantener los sucesores del mayorazgo": 7 en fin, un vfnculo de la producci6n lanar. Pero vincularon mas. Destaca entre casas, haciendas, agostaderos, la fa­ mosa Santa Casa de Loreto, una preciosa capilla en la iglesia del Oratorio, con un legado de 36 000 pesos. Por medio del reconocimiento de censos a diversas propiedades vinculadas, el matrimonio fundador aseguraba el culto

3 Archivo General de la Naci6n, M6xico, D. F., Ramo de historia, vol, 113, 4 Morin, Claude. Michoadn en la Nueva Espalfa de/ siglo XVIII. Crecimiento y d8$JBQa/dadde una econom,8 colonial. Mexico, Fonda de Cultufa Econ6mic:a, 1979. . s. Tutino, ~oho, "Guerra, comercio colonial y textiles mexicanos: El Bajio, 1585·1810", en H1stona$_11, Rev,sta de la DirecciOn de Estudios Hlst6ricos del INAH, oet ,·die., 1985, p, 36. 6 Archivo General de la Naci6n, op. cit,, Ramo de hittoria, v. 113. 7 Malo Zozaya, Miguel, op. cit.

116 a la preciosa imagen de la que eran devotos. Antes la piadosa familia habfa tenido ocasi6n de mostrar su devoci6n con una aportaci6n semejante: una capilla para el colegio de San Gregorio en Tepotlotlan, y otras limosnas para la virgen de Guadalupe y la de la Piedad. Era esta una costumbre mas o menos generalizada entre los grandes ·potentados; de hecho, los cuerpos, las asociaciones, gremios, se identificaban en tomo a una cierta advocaci6n y le rendian culto particular el dfa de su fiesta. En el u11iversode San Miguel, la capilla de Loreto, con su magnificencia, lig6 estrechamente la casa de la canal con una devoci6n que lleg6 a ser popular. De hecho, en el altar, a la fecha, se encuentran dos tallas del generoso matrimonio fundador. Al nom­ bre del sucesor al mayorazgo, era obligado, tendrfa que alladirse siempre los de Marfa Loreto. De esa forma, una misma devoci6n, que entre los ricos cornerciantes dejaba escasa huella, en este caso, ayud6 sin duda, a la estruc­ turaci6n de un universo que querfan privativo. En su afan de asegurar el cu Ito a la virgen de su devoci6n, el sellor Canal fue todavfa mas lejos. Ofreci6 al rev pagar el costo total de un convento, cu­ yas monjas habrfan de dedicarse al servicio en la capilla. El ofrecimiento, aunque fue seguido de un revuelo de cartas de las principales instituciones religiosas y laicas de la villa y aun de Valladolid, no fue aceptado y el con­ vento no, pudo ser construido en vida del matrimonio fundador. Pero la idea no se abandon6. Por el contrario, la construcci6n de un convento de monjas resultaba tentadora.Fuertes intereses cornenzaron a apoyar la idea, aunque quizll por los aspectos menos santos de la instituci6n. Decfan, "Un solo convento de religiosasdotadas hay en la ciudad de Queretaro y exam fne­ se en el comercio de dicha ciudad cuantos trazos de su grueso principal ma­ nejan sus comerciantes; cuantos son sus dep6sitos, fincas, muebles y ra/ces, saliendo todo este manejo de la foente o banco de plata de aquel convento solo."'8 La tierra estaba abonada y hubo que esperar unicamente al imprevisto surgimiento de una vocaci6n religiosa a toda prueba: la de la hija de don Manuef de la Canal que, habiendo heredado a los quince al'los setenta mil pesos, ofreci6 este caudal para fa construcci6n de un conv1mto, aunque ahora de monjas que habrlan de aportar una dote. Asi las cosas, aducla el ayuntamiento, que por el convento, otras familias vendrian a "avecindarse a esta villa llamadas de la comodidad y consuelo de tenerlas (a las monjas) a la vista, tratarlas y comunicarlas con frecuencia; sirviendo tambien las dotes, que precisamente han de tener para ser recibidas y se han de imponer a depositar de incrernento a sus caudales y la Real Majestad de Nuestro Rey y Sellor que Dios guarde sera mas servida de esta repubfica en las ocasiones que se ofrezcan teniendo subditos y vasalfos mas ricos y acomodados." 9 El poderoso conde de Casa de Loja, albacea de los bienes que dej6 el sel'lor de la Canal, supo conducir estos empellos hasta feliz termlno: se con­ cedi6 el permiso y se escogi6 nuevo paraje para la construcci6n del famoso convento. La amistad entre el primer conde de Casa de Loja, Francisco Jose de Landeta y don Manuel de la Canal, result6 clave para el futuro de la familia. Los Landeta, junto con fos Lanzagorta y los Allende, formaban un bloque familiar de primer/sima importancia en la villa. Dos hijos de Manuel de la Canal, uno de ellos mayorazgo, se casaron con dos hijas del famoso conde estableciendo as/ las bases de la que habria de ser la familia mas im-

3 A.G.N., op. cit. 9 Ibid.

117 portante de San Miguel, los de la Canal-Landeta. Se estructur6 un polo de poder cuyo peso relativo comenz6 de inmediato a crear serios desequilibrios al interior de la elite sanmiguelena. Pronto, otra familia de San Miguel, los Sauto, entr6 en discordia. El patriarca Balthasar de Sauto naci6 en Espai'la. Casoen San Miguel con dona Petra de Jauregui, a la que sin duda debfa el acceso al grupo propietario, por ser ella miembro de una de las mas ricas familias de la villa. Su suegro, don Severino de Jauregui, habla sido teniente del alcalde mayor de San Mi­ guel, dueno de un obraje que hered6 a su hija, capitan de la milicia, y regi­ dor del ayuntamiento. Hizo en su tiempo donaci6n de la residencia clerical del Oratorio. Don Balthasar era dueno de numerosas haciendas ocupadas en la produc­ ci6n agricola y ganadera. Se dedicaba ademas al comercio y su influencia polftica era mas que considerable: alcalde ordinario mas de una vez, fue tambien regidor y capitan de caballerfa provincial. Tenfa el monopolio de la venta de la p6Jvora, Jos naipes y el alumbre. Hasta 1759, la elite de San Miguel habfa permanecido relativamente unida. La corona espanola y las autoridades virreinales, a estas fechas, toda­ vfa conmovidas por la devoci6n que estos habitantes demostraron con la construcci6n del convento, volvieron pronto a tener noticias de Jos piado­ sos personajes aunque ahora involucrados en un escandalo laboral. Balthasar de Sauto dio comienzo a estos sucesos. En una carta a la Audiencia, pedia que a unos obreros suyos inculpados en cinco casos de homicidio y que hab(an sido encarcelados por el ayuntamiento, se les per­ mitiera volver al trabajo. lntentando minimizar los crfmenes y alegando tos altos costos de su hoganza en prisi6n, logr6 escandalizar al fiscal de la coro­ na quien solicit6 una investigaci6t1 especial. Al mismo tiempo, el virrey marques de Amarillas, recibi6 de vecinos de San Miguel, informes secretos sobre la situaci6n. El documento lo firmaban, entre otros, Francisco Anto­ nio de Lanzagorta, emparentado con los miembros del clan de la Canal, que, como veremos, se declararon enemigos acerrimos de Balthasar de Sauto. 10 A mediados de agosto de 1758, el virrey de Amarillas nombr6 al alcalde del crimen don Diego Antonio Fernandez de la Madrid, visitador especial del obraje de Sauto. Llegar y revisar atgunos libros de cuentas fue suficiente. ~ : La decision del alcalde asombr6 por su determinaci6n: el destierro de Sauto a la ciudad de Puebla. Toco al conde de Casa de Loja, entonces alcalde, cumplir las 6rdenes del visitador. Contando con la certificaci6n de un medico, don Antonio Fernan· dez de la Madrid, pudo muy pronto dar cuenta de lo que masque un obraje parecfa un infierno. Los malos tratos eran pan de cada dfa y se llegaron a constatar casos de varios obreros que habian muerto a resultas de los azotes propinados como castigo en el interior del obraje. Salarios muy por debajo de lo establecido; se pagaba en especie con telas producidas por el mismo obraje; deudas de padres, maridos y aun abuelos eran eternamente saldadas por deudos ignorantes de los manejos trampososos de los administradores. El encierro a que los tenfan sometidos habia impedido -alegaban los dela­ tores- que los obreros se quejaran a los alcaldes ordinarios. Mas que anec· d6tico resulta el hecho de que al ser entrevistados, muchos trabajadores comienzan sus quejas encomenrnlndose a Nuestra Senora de Loreto.

IO V8ase a Richard J. Salvucci, "Aspeaos de un conflicto empresaria!; el obraje de Balthasar de Sauto y la historia social de San Miguel el Grande, 1765-1771",enAnuariode Estudiosamericanos, t. 36, 1958.

118 El problema trascendi6 con mucho los I/mites de la region sanmigueleiia y puso en la mesa de discusi6n la situaci6n de los obrajes todos en la colo­ nia. Fernandez de la Madrid, a partir de este caso, pero considerando la situa­ ci6n de otros, elabor6 un documento en el que planteaba una reforma a fon­ do de las condiciones de esta organizaci6n del trabajo. Y aunque el caso pas6 por todo el lentrsimo proceso burocratico en su ir y venir hasta los oficiales de la corona, en 1761 se orden6 se cerrara el obraje. Para ello, el virrey nombr6 al corregidor de Oueretaro, Esteban G6mez de Acosta. Al acudir este a ejecutar la orden del cierre del centro de trabajo, se encontr6 con la amenaza de Sauto de provocar un verdadero motfn con sus trabajadores. G6mez de Acosta regres6 a Queretaro, y su informe a las autoridades virrei­ nales, en el trafago de la poHtica virreinal, fue postergado, concediendo a Sauto tiempo suficiente para alcanzar . .,~ soluci6n favorable. No obstante lo anterior, Balthasar de Sauto nos ofrece otra versi6n de los mismos acontecimientos. A lo largo del proceso se queja amargamen­ te de que todo el problema radicaba en que "los principales poderosos vecinos de esta villa, unidos como lo estan, en amistad con sus ricas casas; conspiraron a mi ruina, y de la mia unidos con el escribano publico y de cabildo don Nicolas de Robles, que los adiestr6 en la denuncia, fatal origen de la universal conspiraci6n." 11 Como veremos, no le faltaban razones para afirmarlo. Fernandez de la Madrid, el alcalde enviado por la Audiencia de la ciudad de Mexico, para 1759 ya se hab(a casado con dona Joaquina de la Canal, hija de don Manuel y emparentado asf con la influyente familia. Para 1761, aiio crucial en el desarrollo del proceso, s61o existfa un regidor en el ayuntamiento y este era de la Canal, quien, por tanto -se lamentaba Souto-­ habfa podido nombrar a los alcaldes ordinarios de entre los miembros de su familia y enemigos de don Balthasar. Todo parecfa funcionar en su contra. Aun en la construcci6n del famoso convento de monjas se atropellaron sus intereses. Casa de Loja, habfa elegi­ do para la construcci6n del edificio, un paraje (que ademas supuestamente pertenecfa al ayuntamiento). que se localizaba en uno de las principales puntos de acceso a la villa, y que, al cerrarse la entrada por ese lado, se ha­ b (a devaluado la propiedad en esos lugares, seguramente pertenecientes a Sau to. Por si fuera poco, la hija del corregidor de Oueretaro, Gomez de Acos­ ta, estaba casada con un Lanzagorta y Landeta. Sauto a!egaba que la situa· ci6n de los otros obrajes, entre ellos uno de los Canal, no era distinta y que s61o debido a su enemistad con la poderosa familia, la justicia pretend/a cargarlo con todo el peso de las consecuencias legales del proceso. A la pos· tre, s61o a traves de la mediaci6n de los padres del Colegio de Propaganda Fide de Oueretaro, en 1763, las familias parecen haber puesto punto final a sus discordias. Asf, a escasos treinta aiios de su establecimiento en la villa, los de la Ca­ nal se encontraban emparentados con las mas poderosas familias sanmiguele­ ilas, con influencia directa sobre el ayuntamiento de la villa, con misa diaria a su advocaci6n predilecta en la capilla mas suntuosa, fundadores de un con­ vento de monjas y con la seguridad, que ahora nos parece ingenua, de la per­ petuidad de las condiciones de prosperidad econ6mica de su apellido. Sus enemigos, eran enemigos de todos, y los resortes de su poder podfan poner en peligro aun a alguien tan poderoso como don balthasar de Sauto. Las ac­ ciones del gobierno central se estrellaban irremisiblemente en las fronteras

U Archivo General de lndia11, Mf!xico, 1,047. que la autoridad de la omnipotente familia habia definklo. Podemos imagi· nar el grado de abandono en que se encontraban los trabajadores de la re­ gion; ninguna autoridad mediaba efectivamente a su explotaci6n. Los inter­ ses de estos poderosos terratenientes determinaban hasta las modalidades de la devocion popular. Los intentos por centralizar la autoridad, prop6sito fundamental del gobiemo de los borbones, sobre todo a partir de la segunda mitad del siglo XVIII, habnln de ser desactivados uno a uno con las muchas formas que es­ tos poderosos intereses regionales utilizaron en su afan de mantener incolu· me .su avasalladora autorldad. Carlos Ill y sus ministros, influenciados por las ideas ilustradas de refor· ma administrativa y de gobierno, comenzaron a partir de la segunda mitad del siglo XVIII, a restaurar el poder del estado absoluto. Podemos imaginar, que esta poUtica encontraba en estos poderosos propietarios, a sus mayores opositores. Y puesto que la corona, no estaba dispuesta a permanecer sin ninguna autoridad efectiva en estas remotas regiones, ide6 una serie de medi· das pollticas y administrativas que le permitieran imponer su autoridad sobre estos inaccesibles slibditos. Desde las primeras medidas, como fueron el estanco de la producci6n del tabaco o la formaci6n de las milicias, encontraron fuertes opositores. La re· gi6n que nos ocupa, mas particularmente Guanajuato, entre otras, sufri6 los prmeros golpes del brazo armado del gobiemo, en efecto, "con el apoyo de los regimientos espalioles que poco antes hab(an llegado a mexico, Galvez 2 sofoc6 la revuelta con una severldad sin precedentes." 1 No cab{a la menor duda, el rey estaba decldido a recuperar la autoridad que por tanto tiempo habfa delegado a los particulares; et cobro de impuestos, el gobiemo, la )usti· cia, habr(an de ser funciones estatales. Avida de recursos con que solventar sus aventuras en Europa, la corona espaliola tenfa que allegarse ingresos en la misma colonia, para sufragar la reforma. Por esta raz6n dio prioridad a las medidas administrativas que moderniz6 y reorganiz6 la cuenta pliblica, centralizando las oficinas y ocu· pando una moderna burocracia para el cobro y adminlstraci6n de los im­ puestos. Rcuperar la autoridad efectiva significaba, sin embargo, una guerra poll· tica sin cuartel. Por ello, la corona camin6 con mayor tiento en estos terrenos. Una de las medldas que los reformadores, particularmente Jose de G,lvez, consideraron crucial, fue la formaci6n .de las intendencias. Estas sig­ nificaron en lo fundamental, una reorganizaci6n poHtica del espacio colonial que permitiera a los funcionarios a sueldo el acceso directo a las distintas regiones econ6micas. Significabari un rudo golpe a la autonomra de que hasta entonces se habfa disfrutado. Por ello, solo pudieron llevarse a efecto cuidando de no estirar demasiado de los hilos del control con que se pens6 sujetar a la poblaci6n. · A la cabeza de las intendencias estarla el gobemador general o intenden­ te que, nombrado directamente por el rey, ejercerfa en ella las atribuciones del poder: justicia, guerra, hacienda y fomento. Las once intendencias que se proponfan para Nueva Espana (San Miguel quedarfa incluido en la de Guanajuatol, serfan un aparato fiscal que evitar/a la malversaci6n y la CO·

11 Brading, David A. Mineros y comerciantfl en fi/ M6xico borb6nico 0763#1810}, Mfxieo, Fondo de Cultul'a Econ6mica, 1975, p. 314.

120 rrupaon, que asegurarfan la afluencia puntual de los tributos y demas exacciones. La corona conocfa bien a sus enemigos y sabia de sus formas de reac­ ci6n. Resulta en este sentido mas que significativo que cuatro funcionarios importantes de la reforma, es decir los intendentes de Puebla y Guanajuato, un virrey de Nueva Espal'la y el Capitan General de Caracas, fueron envia­ dos a la colonia casados con cuatro hermanas. las mujeres de estos puntales de la reforma fueron todas ellas criollas de la Florida, hijas del afrancesado Saint-Maxent.13 De cualquier manera la familla pod fa actuar de muy diversos modos, como tendremos oportunidad de ver, en su acci6n contra el estado. la instituci6n que sin lugar a dudas mas se asemejaba a los intentos del estado absoluto, era el ejercito. las amenazas de los enemigos de Espana, particularmente de lnglaterra, de invadir la colonia, eran temidas por todos. Este temor generalizado permit/a a la corona justificar la formacl6n de una tropa que, a condici6n de ser mantenida leal a los prop6sitos reformistas, serra el instrumento perfecto para golpear a los huidizos inmreses regionales. Puesto que era imposible el pago de un ejercito regular, el proyecto viable era la formaci6n de milicias comandadas por militares al servicio irrestricto de! estado. Los intereses regionales, vieron claramente que, puesto que los milicianos gozaban de la jurisdicci6n militar, serfan arrebatados a su influencia, en el momento mismo de la formaci6n de la tropa. El fuero militar, querfa actuar como la cul'la con que el rey recuperar{a la jurlsdicci6n sobre la mayorfa de la poblaci6n, y ante todo sobre la fuerza de trabajo (los varones de entre 18 y 40 ai'los), hasta entonces en manos de losayuntamientos. Los indfgenas no participaron en la formaci6n del ejercito. En este proyecto militar, correspond/a a los ayuntamientos la organiza­ ci6n de la milicia. Podemos imaginar que justamente los intereses locales, parapeteados en los ayuntamientos boicotearon de todas las maneras conce­ bibles esta organizaci6n. San Miguel es un claro ejemplo de ello. Pese a que la villa habfa sido considerada en diversos proyectos milicianos, lo cierto es que para 1794, esta milicia permanec(a siendo un proyecto. la noticia de que la villa y su jurisdiccion habfan sido asignadas para aportar tres compai'l(as militares a un regimiento a levantarse en Celaya las llev6 en 1794 el comisionado brigadier Pedro Ruiz Davalos. la primera respuesta del ayuntamiento nos muestra el problema que ha­ b fan VB creado las intendencias. Despues de asegurar no tener mas dinero que el de sus 'propios', recuerda al virrey queen las cajas Reales de Guanajuato exist Ian de sobrantes, 4000 pesos que bien podrfan utilizarse para la compra de una casa para el cuartel que se hac fa necesario. Esta actitud del ayunta­ miento nos insinua la problematica que, en terminos de rivalidad entre ciu­ dades provoc6 la decision de ocupar Guanajuato para cabeza de intendencia. En 1790, por ejemplo, Andres Amat y Tortosa, intendente de Guanajuato, separ6 la Congregaci6n de Dolores de la Jurisdicci6n de la villa de San Mi· guel: se arrebat6 al poderoso ayuntamiento la jurisdiccion sobre los indfge­ nas, mano de obra de los tal1eres familiares textiles. En fin, evidentemente no Iba a ser facil convencer a esta instituci6n de organizar la urgente fuerza militar. las dificultades una y otra vez consigna-

13 Rubio MaM, Ignacio J. "Matrlmoniosde los lntendent• Flon y Riaffon, en Soltltfn dtJI Archive Gensra/ de la Nacion. M

14 Vhle Esteban Sanchez de Tagle, Pot un regimiento el rtigimen, /a formaci6n de/ regimiento de la reina fJn San Miguel el Grande {1794). Colecci6n Cientmca, oUm, 129, INAH, 1981. 1S Brading, David A, "Gobierno y Elite en el Ml!xico Colonial durante el slglo XVIII", en Histon'a Mexicana92~ El Colegio de Mt!xico, vol. XXlll, 1974, nUm. 4. 16 An::.:hivoGeneral de la Naci6n, Mexico, D. F., Monte,:,(os 19.

122 puedo asegurar a V .E. es que este cuerpo me ha dado masquehacer que los restantes de que se compone la brigada a mi mando, ocasionado todo de las pasiones que han agitado a uno y otro jefe no debiendo mezclar los asuntos del Servicio con los negocios particulares y de conveniencia a las familias" .17 El provlema que, como veremos, lleg6 a cobrar visos de gravedad, dio co-, mienzo con las quejas de don Vicente Barros de Alemparte comandante del regimiento, a quien et coronel Narciso de la Canal ten (a bajo arresto. La causa "es hija del rencor que tormenta contra mi por el rnatrimonio que intento con ta sel'lora su tla." 18 En efecto, en los primeros al'los del nuevo siglo, le dio al comandante del regimiento y subalterno del coronet de ta Canal por poner los ojos en la tfa de este, dol'la Marfa Ignacia Landeta. Esta situaci6n cre6 una problematica del todo insolita. Hasta entonces, y como parte de la politica central del estado borb6nico, los matrimonios entre comandantes militares y lugarel'las estaban estrechamente vigilados.19 Se requer ia un permiso especial para evi­ tar, ya vimos, que a traves de este ardid familiar, se desactivara una polftica imperial. Dadas las nuevas caracterlsticas del regimiento de la villa, las cosas co­ menzaron a suceder al reves. Ante el anuncio de la boda y "como si de negro • se tratara" la famosa tla det coronet se encontr6 con una negativa rotunda. su hermano, et sel'lor conde, no otorgar/a su autorizaci6n a menos que el comandante Barros, fuera capaz de demostrar su limpieza de sangre. Siendo mayor de edad, Ma. Ignacia Landeta, no requeria autorizaci6n alguna. Sin embargo, vio suspendidas sus intenciones y su caso discutido por la Audien­ cia de Mexico. Tuvo que nombrar defensor y dar comienzo a una causa cuyos pormenores dilataron muchos al'los, por todos tos obstaculos que la poderosa familia interpuso a tos deseos de la pareja. Las armas de la corona se volv(an en su contra. Y, como aduc(a el comandante "se ha dudado del valor de nobleza adquirido por las armas". 20 El poder local se permitfa el lujo de mirar con desden y poner en duda la igualdad con los servidores del estado. No cabe duda que la autoridad impe­ rial se encontraba francamente devaluada. El virrey puso fin al espinoso asu nto concediendo la licencia y se busco legislar para evitar sorpresas que, como esta, pusiera en entredicho la autoridad y su legitimidad. Consideremos finalmente que, en Europa, para la familia "sus funciones legales, polfticas y econ6micas declinaron ante la invasi6n incontenible de las instituciones del estado moderno" ,21 en Nueva Espal'la, esta misma tami­ lia triunf6 al haber sabido contener la invasi6n de las instituciones del esta· do. En America triunfa la aristocracia. Esto no signific6 que las institucio­ nes del estado moderno hayan sido despreciadas. Pero su sentido es diame­ tralmente opuesto. Protegen y refortalecen a la familia o a las otras institu· ciones contra las que fueron concebidas. En la America hisparni;por todo ello, al estudio en torno a las familias extensas sigue siendo fundamental por muchos al'los despues de la lndepen-

17 Ibid, 18 A.G.N.,Ayuntamientos, t. 120, nUm. 6. 19 Archer, Chrl$1:0n I. The army in boofbon Mexico (1760~1810). Alburquerque, University of New Mexico. 1977. p. 108. 2l A,G.N., op, cit, Mo-'ot 19. 21 Stone, Lawrence, El pasado y fll prnt,mte, Fondo de Cult:ura Eeot'lOmica, M&xico, 1986, p. 250.

123 dencia. La caracterizacion del estado de Mexico y su proceso de instituclo· nalizacion, no puede olvidar que estas instituciones disfrazan, por asf decir· lo, a una sociedad que supo afrontar incolume, por muchos ailos !TIiis,el proceso de modemizacion.

124 Las grandesfamilias novohispanas:poder polftico y condicioneseconomicas

Juan Pedro Viqueira CIESAS

No soy especialista en historia de la familia. Me temo, por lo tanto, que mi comentario no aportara ni ideas ni datos que resulten novedosos para los conocedores del tema; en cambio, tal vez se me escape alguna que otra bar­ baridad. lntentare tan solo entresacar de las ponencias algunos planteamien­ tos generales que a mi juicio se hallan impHcitos en ellas yen otros estudios recientes sobre la problematica de la familia en la elite novohispana. Me parece necesario proceder a este trabajo de explicitaci6n para invitar a los participantes a este coloquio a iniciar una discusi6n que vaya mas alla de los datos, que busque encontrar ciertos aspectos comunes, ciertas Hneas maestras, ciertas regularidades comprensibles que permitan caracterizar las permanencias y los cambios de las relaciones entre lazos de parentesco, poder politico y factores econ6micos en la elite novohispana. Para lograr este prop6sito me ayudare de algunas de las herramientas conceptuales forjadas por los antrop61ogos y de algunas de las conclusio­ nes a las que estos han llegado,· Recurro a los trabajos de los antrop61ogos no por puro esnobismo interdisciplinario, sino porque ellos, en su ambito propio, se hallan mucho mas adelantados que nosotros en lo concerniente al estudio de la familia, ya que desde muy pronto hicieron de esta estructura social un objeto privilegiado de estudio.

Grupo de filiaci6n y familia

Aunque se ha escrito mucho sobre la definici6n de "familia", me resulta necesario decir unas cuantas palabras al respecto. Se que me arriesgo a que los antrop61ogos aqu ( presentes me abucheen por hablar de esta cuesti6n siendo un ne6fito. Pero para exponer mas adelante ciertos argumentos, me resulta indispensable precisar ciertos terminos. Ademas, hasta ahora en este coloquio nadie se ha animado -o atrevido- a definir el concepto de fami­ lia y tal vez de las cr(ticas que se me hagan salga una definici6n clara y aceptable. De paso, esto permitira variar un poco la dinamica de la sesi6n. El pt'.Jblicosiempre espera que el comentarista discrepe de los ponentes pero yo me voy a permitir cambiar un poco las reglas del juego y voy a discrepar je los organizadores del coloquio, criticando la invitaci6n que hicieron a 10s participantes a considerar a las 6rdenes religiosas como familias. Pero no nos adelantemos.

* Comentario a las ponencias: Pobres y poderosos. Los franci,canos en Yucatan, 1545·1571 de Ste118 Gonzalez Cicero, O'rcu/01 de poder en la Guadalajara de/ siglo XVII de Thomas Calvo, Una familia, una regi6n. Los de /a Canal de San Miguel el Grande, siglo XVIII de Esteban Sanchez de Tagle.

125 Para empezar me parece que habrra que establecer una clara diferencia­ cion entre grupo de filiacion y familia. El primero -a mi juicio- esta cons­ tituido por miembros unidos exclusivarnente por lazos de consanguineidad que pueden ser reales o ficticios y transmitirse unilateralmente -por el lado rnatemo o por el lado patemo- o bilateralmente, mientras que la segunda se compone de individuos agrupados en varios cfrculos concentricos, en los que a menudo, pero no siempre, la madre, el padre y los hijos ocupan la posicion central y los diversos parientes -tanto por consanguineidad, como por afinidad o por compadrazgo- ocupan los cfrculos restantes de acuerdo a modalidades muy diversas. Parece provechoso, en algunos casos, como en el del mundo colonial no­ vohispano, incluir a tos paniaguados y a los sirvientes, en los cfrculos mas extemos, como de hecho lo proponia la convocatorioa a este co!oquio. La distincion entre grupo de filiacion y familia resulta de gran importancia ya que cada uno de estos conceptos ha dado lugar a planteamientos distintos al interior de la teorfa de! parentesco, planteamientos no siempre compati· bias entre si. Asf mientras la antropolog(a inglesa ha privilegiado el estudio de los grupos de filiacion considerandolos como grupos cerrados, la escuela francesa se ha dedicado al analisis de la familia como un mecanismo que impide, a traves de la prohibicion del incesto, el que existan grupos huma­ nos totalmente cerrados sabre sf mismos.1 Pasando ahora sf a la conceptualizacion de las ordenes religiosas como familias, no puedo mas que manifestar mi total desacuerdo con los organi­ zadores del coloquio. Como hombre de la calle me pregunto: lque tipo de families son esas en las que no hay, ni puede haber mujeres? (u hombres, si se trata de ordenes religiosas femeninas). Si no se admite esta objecion basada en el sentido com(m, permftanme forrnularla en forma cientlfica: lcomo puede ser concebida como familia un grupo humano en el que no puede haber division sexual del trabajo, en lo que la prohibicion del inces· to carece totalmente de sentido, o para expresarlo como estructuralista que no reniega del sentido comCm: lque clase de familia es esa que por prin­ cipio no puede intercambiar mujeres con otras familias? (u hombres si se trata de ordenes religiosas femeninas).2 Por todas estas razones no creo qua pueda sacarse mucho provecho de una comparacion sistematica entre las familias y las ordenes religiosas.Se me ocurre incluso que tat vez lo mas fruc­ tlfero serfa oponer, contrastar estasdos instituciones sociales. Pero volviendo al intercambio de mujeres como punto fundamental para la constitucion de las families como tales, Thomas Calvo nos muestra jus­ tamente que la familia de Baeza es una familia trunca ya que no solo no tie­ ne hijas que donar, sino que para colmo sus hijos -sacerdotes, los dos- no pueden recibir mujeres de otras familias, por lo menos no abiertamente y con la aprobacion de la sociedad. Esta carencia le lleva entonces a apoyarse en cfrculos familiares mas externos, en los parientes lejanos, y en los pania-

1 El Hbro de Louis Dumont, lntroducci6n a dos teor,'as dtJ la antropologi'a social~ Mexico, Ed. Anagrama, 1983, constituye una excelente introducciOn a las aportaciones de estas: dos escuelas a la teorfa del parenteseo, 1 Sohre la dtvisi6n sexual del trabajo, la prohibiei6n del iocesto y el intercambio de mujeres como la base de la famiHa v!!ase Claude Levi Strauss, las e$tructuras elememafes del paremesco~ Buenos Aim. Patdos, en especial el cap(tuto XXlX, "Los princlpios del P{frentesco", pp. 556.S75. Una buena s(ntesis de estos planteamientos. realizada por el proplo Claude Levi-Straus&se encuentra en "La fami· Ila," en Polemics sobre el or/gen y la unfvenalidad dB la familia, Barcelona, Ed. Anagrama, 1982, pp. 7-49.

126 guados y criados, cuya fragil lealtad debe ser recompensada rapidamente, lo que dificulta una efectiva centralizaci6n del poder familiar.

Relaciones de parentesco y modernidad

Hace no demasiados afios, goz6 de cierta popularidad la idea unilineal, teleo- 16gica y, para colmo, etnocentrica, de que el desarrollo de la economla capi­ talista y del estado moderno minaban la fuerza de las relaciones de parentes· co. A ra rz de! incremento de los divorcios y de la "crisis generacional" en los paises industrializados, se lleg6 incluso a anunciar la muerte de la familia. Sin embargo la realidad parece ser bastante mas compleja. Ya Max Weber afirmaba que "el paralelismo entre economfa monetaria y debilitaci6n de la autoridad do~stica no es ni aproximadamente completa". 3 Pero no es nece­ sario recurrir al mamotreto "Econ om ra y sociedad" para percatarse de que las relaciones de parentesco gozan de buena salud en nuestro pa(s. Basta con traer a la memoria los apellidos de los principales politicos, de los grandes empresarios e incluso de varios de los intelectuales y academicos destaca­ dos para convencernos de que el poder de las grandes familias no ha muerto, aunque sin duda alguna las modalidades de su ejercicio se han transformado. Basta con salir de nuestro pequefio mundo urbano para ver que la vida de los campesinos, pescadores, artesanos y marginados gira en buena medida, en torno a extensas relaciones de parentesco y que sus actividades econ6micas no obedecen a una 16gica del beneficio individual sino que se inscriben en una estrategia de sobrevivencia del amplio grupo familiar al que pertenecen. Grupo familiar que se sustenta en relaciones -a veces tensas y conflictivas- de reciprocidad. " De hecho las ponencias aqu( presentadas nos invitan a ver en forma me­ nos simplista las relaciones entre el parentesco, la polftica y la econom/a, a descubrir en su complejidad real los sutiles lazos que unen estos aspectos de la vida social. Pero antes de sei'ialar algunas de estas relaciones, de estos hilos, tenemos que ver c6mo ciertas caracterfsticas del sistema de parentesco occi· dental limitan sus posibilidades como principio estructurador de la sociedad.

EI problem a de la doble filiaci6n

Algunas de las reflexiones que hizo Marc Bloch sobre el papel secundario -no por eso despreciable- que desempei'iaron las relaciones de parntesco en la sociedad feudal son generalizables a la historia posterior de occidente, de la que formamos parte en buena medida. Por eso vale la pena exponerlas aqu/. Para Marc Bloch esta debilidad -relativa, insisto- de las relaciones de parentesco en la sociedad feudal se debia al sistema de doble filiaci6n que las caracterizaba y -afiadimos nosotros- que las sigue caracterizando. Debido a esta doble filiaci6n los individuos no se hallaban inscritos en un solo Hnaje sino en varios de ellos simultaneamente. Y en caso de conflicto entre linajes -por ejemplo en las vendetas familiares tan usuales en aquel entonces- los indvididuos que pertenecfan a dos linajes enfrentados, se veian desgarrados

3 Max Weber, Economl8 Y sociedad, Mllxico, FCE, 1974, tomo t, p, 308.

127 entre lealtades contradictorias. Hacienda a un lado las predilecciones perso­ nales que pod ran influir fuenemente en la decisi6n, la regla era entonces tomar partido por el pariente agraviado mas cercano. Esto equivale a decir que las lealtades no se refer/an de hecho a los lina­ jes, a los grupos de filiaci6n, sino a las familias. Y mientras los primeros en las sociedades de filiaci6n unilineal, son grupos perfectament'e definidos que no se superponen los unos a los otros, las segundas son conjuntos que se in­ tersecan y que var(an de padre a hijo e incluso de hermano a hermano si tomamos en cuenta las relaciones por afinidad. De tal manera que el paren­ tesco al presentarse bajo una forma demasiado vaga y variable no pudo cons­ tituirse en un sistema de lealtades claramente definido, transmisible de generaci6n en generaci6n que siriviera de cimiento principal a la organizaci6n de la sociedad, ni siquiera cuando se produjo en Europa Occidental el colap­ so generattzado del j)oder estatal en el siglo IX.4 Pero si bien la doble filiaci6n indiscriminada limita de entrada la fuerza de las relaciones de parentesco, por otro lado les da a estas una flexibilidad y una adaptabilidad muy grande. El centro y los Ifmites de las familias extensas no est.in preestablecidos por regla general alguna y se deciden en funci6n de las circunstancias y de los meritos de los individuos que las componen. Los casos analizados por Thomas Calvo resultan al respecto sumamente ilustrati­ vos. Cuando Vera es nombrado presidente de la audiencia de Nueva Galicia no s61o sus parientes mas cercanos se agrupan a su alrededor sino tambien otras familias como los Mata, los Padilla, los Porres. Estas familias a la muer­ te de Vera recobran su autonomfa y se conforman alrededor de otros centros de gravedad. Thomas Calvo sefiala justamente que, en los casos que el anali­ za, las estructuras de poder, con base familiar, alcanzaron su plena eficiencia cuando supieron abolir la sujeci6n del linaje. En una sociedad en que el pa­ rentesco se rige por la doble filiaci6n indiscriminada no pod(a ser de otra manera. La flexibilidad de la organizaci6n familiar occidental hace tambien que las distintas funciones necesarias a la reproducci6n social de las familias, a su manutenci6n econ6mica, a su promoci6n social, a su fortalecimiento politico y al cuidado de sus intereses en el otro mundo, se distribuyan no de acuerdo a un patr6n determinado, sino conforme a las capacidades ya los intereses de los individuos que las componen. Sin embargo, se podrran tat vez encontrar ciertas regularidades para las familias de la elite novohispana. Brading, por ejemplo, ha afirmado que en el mundo de! comercio del siglo XVIII lo usual no era que los hijos heredaran el negocio del padre, sino que fuera el sobrino tra ldo de Espana, entrenado en los negocios como caje· ro y matrimoniado con la hija, quien lo hacia. Brading insinua que este "s/n­ drome de cajero" se debe a una concepci6n bastante peculiar del prestigio social. A los hijos se les dejaba en herencia los bienes nobles es decir las ha­ ciendas, mientras que a la hija -y por ende al yerno-sobrino-, le correspon­ d fa la tienda, bien mas vii aunque -afiadimos nosotros- mucho mas ren­ table. 5 Thomas Calvo, en las conclusiones de su ponencia, subraya el hecho de que, en la familia Vera, el personaje mas dinamico en cuanto a negocios se re-

4 · Mure-Bloch, La socledad feudal. U fotmacKJn de las vrircu/t)Sde dependencia~ Mtixico. UTHEA, 1979, pp. 159-166. 5 0.A. Brading, MintH'OI y comerciantes en el Mllxico borb6nico (1763-1810), Mexico, FCE, 1975. pp. 147-159 V 283-297.

128 fiere, era justamente el yerno, Fernando de Altamirano, y afirma que el "sin· drome del cajero" se da no s61o entre los comerciantes de la epoca borbonica sino en el conjunto de la elite novohispana ya que en muchos casos las voca­ ciones religiosas de los hijos obligaban a que fuese el yerno quien asumiese la direcci6n de los negocios a la muerte del padre. Sin embargo, John Kicza, en su libro Empresarioscolonia/es, ha puesto en duda el que este "sfndrome de! cajero" fuera un fen6meno tan generaliza­ do en la sociedad colonial, como se ha venido diciendo. Segun el, son mas frecuentes los casos en que los hijos suceden a los padres en la direcci6n de las empresas mercantiles. Y cuando lo hacen los yernos es dentro de una es­ trategia general diseliada por las familias de sus mujeres. Reconoce, sin em­ bargo, que a menudo los familiares inmigrantes al aceptar, por su falta de opciones, los sinsabores del aprendizaje comercial -viajes a lugares lejanos y hostiles, dedicaci6n total al negocio, etc.- se convertlan en candidatos mas id6neos para proseguir las actividades empresariales que los hijos criollos que habfan llevado una vida mas holgada.6 Como se ve, alrededor de este problema no se ha establecido consenso al­ guno entre los historiadores, por lo que sigue siendo necesario que se vierta mas informaci6n y se esgriman masargurnentos al respecto. Tai vez este colo­ quio sea un buen momento para hacerlo.

Poder politico y familia

Si bien los lazos de parentesco no pueden convertirse en occidente en la es­ tructura fundamental de la sociedad, sf pueden influir fuertemente sabre diversos aspectos de la vida social, sabre el poder politico entre otr.os. Gra· cias a la ponencia de Thomas Calvo, vemos claramente c6mo en la Nueva Galicia de fines del siglo XVI, y principios del XVI I, cuando el poder central se debilita, cuando los contrapoderes locales desaparecen, los .puestos publi· cos se desvfan con suma facilidad de sus objetivos originales y se transforman en instrumento de enriquecimiento y de dominio al servicio de las familias de los funcionarios que los ocupan. Esto no implica de ninguna manera que, cuando el estado central se consolida, las grandes familias pierdan su poder politico regional, como bien se muestra en la ponencia de Esteban Sanchez de Tagle. Las cosas se complican tan s61o un poco. Se afirma a menudo queen ta segunda mitad del siglo XVII I la corona es· pailola busc6 recuperar la autoridad que habla delegado en los particulares. La expresi6n es c6moda -creo que yo mismo he recurrido a ella en varias ocasiones-; sin embargo, se presta a confusiones. Los reyes de Espalla seen­ contraron en una situaci6n bastante parad6jica despues de la conquista de America. Su legitimidad era plenamente reconoclda por los espalioles asenta· dos en ese continents, pero sus ordenes eran rara vez obedecidas. Tuvieron que maniobrar con mucha cautela para acrecentar su poder real en las colo· nias, enfrentando distintos poderes y grupos sociales entre sf, recompensan­ do lealtades, prometiendo favores a los descontentos, etc. Estos esfuerzos de centralizaci6n se iniciaron apenas finalizada la conquista y se prosiguieron -con sus altibajos claro esta-· a lo largo de todo el periodo colonial. Creo

6 John E, Kieza. Em/.'llfl81'iOI co/onlalft..F11milin y negoc.ia~en la ciudad de Mexico durante /QI Bcrbotle#, Mexico. FCE, 1986,pp.42, 163·172, 181-182y 251-252.

129 que esta perspectiva puede utilizarse tambien para entender el enfrentamien­ to de Tora! con los franciscanos en Yucatan. La corona espanola utiliz6 sin duda alguna a las 6rdenes religiosas como contrapeso a las ambieiones de los conquistadores y encomenderos. Los frai­ les fueron de heeho durante un tiempo los mejores defensores de los intere­ ses de los reyes en las colonias. Sin embargo, cuando el poder de estos creci6 desmesuradamente, se hizo necesarlo implantar otro contrapoder, y este fue la Iglesia secular encabezada por los obispos. Para evitar al maximo las fric­ ciones entre seculares y regulares que inevitablemente se producian con la creaci6n de nuevas di6cesis, la corona procur6 a menudo enviar como obis· pos a religiosos que pertenecieran a la Orden que habia llevado a cabo las ta· reas de evangelizaci6n en la region. Asl, en Yucatan, el religioso franciscano Fr. Francisco Toral fue nombrado como primer obispo de la di6cesis. Mien­ tras que en Chiapas los dominicos fueron quienes realizaron la conquista es­ piritual, todos los obispos del siglo XVI que efectivamente ocuparon la sede, petenecieron a dicha orden (Fr. Bartolome de las Casas, Fr. Tomas Casillas, Fr. Pedro de Feria y Fr. Andres de Ubilla). A pesar de estas precauciones, los enfrentamientos entre obispos y frailes no pudieron ser evitados. Stella Ma· rla Gonzalez Cicero nos ha descrito los que se dieron en Yucatan en los anos 1562 y 1563. En Chiapas los conflictos mas graves tuvieron lugar unos ai'ios despues, en tiempos de Fr. Pedro de Feria (1574-1588). Las medidas tomadas por la corona para afianzar su dominio a lo largo del periodo colonial, reduciendo los poderes de los particulares y sus fami· lias o de corporaciones diversas, si bjen en algunos casos tuvieron exito, en muchos otros resultaron ser armas de doble filo como aparece en la ponencia de Esteban Sanchez de Table. En la primera mitad del siglo XVIII, la familia de la Canal utilizaba a los funcionarios locales, con los que estaba debidamente emparentada, para hacerle la vida imposible a Baltasar de Sauto, su competidor en el negocio de la producci6n de paflos. Las reformas borbonicas de la segunda mitad de ese siglo no parecen haber afeetado su poder regional, al contrario, le abri6 nuevas vias para ejercerlo. Al crearse las milicias, los de la Canal ingresan al regimiento de San Miguel el Grande, ocupando los puestos de primera impor· tancia, escapando de esta manera a los tribunales ordinarios -gracias al fuero militar· y convirtiendose de paso en jueces de los vecinos enrolados. Final­ mente, usan las leyes destinaclas a evitar que se tejiesen lazos de parentesco entre soldados y familias locales para intentar resolver sus propios problemas familiares. Ademas de estos casos resei'iados por Sanchez de Tagle, podrfan citarse muchos mas. Permitaseme anadir aqui uno acaecido en la ciudad de Mexico. En 1782 se dividi6 la capital en 32 cuarteles quedando cada cuartel bajo la vigilancia de un alcalde de barrio. Junto con esto se promulgaron unas orde­ nanzas que otorgaban amplios poderes a dichos alcaldes. Uno de los principa­ les objetivos de esta reforma era acabar con los des6rdenes que ten fan lugar en las pulquerias. Pero este prop6sito se vio frustrado porque muchos de los puestos de alcaldes de barrio fueron ocupados justamente por pulqueros que utilizaban sus poderes para mantener a raya a los competidores y para extor­ sionar a la poblacion en general.' Por eso siempre hay que ver con verdadero

1 "discurso sobre la policia de M~xico" en Antolot,'a de textos sobre la ciudad de Mexico en el periodo de la ilustraci6n {1788-1792), Sonia t..ombardo de Ruiz, compiladora, M9xico. INAH, 1982, pp. 68·73.

130 terror todo incremento del poder de las· autoridades, en particular de la policfa. A pesar de esta habilidad para darle la vuelta a las reformas, el poder de las grandes familias novohispanas se topaba con una barrera infranqueable: el centro en que se tomaban las decisiones mayores -la corte espaiiola- se ha­ llaba fuera de su ambito de influencias. Es cierto que algunas familias casaron a sus h ijas con destacados funcionarios espailoles -los fuuiros Conde de Te­ pa y Marques de Herrera- que luego llegaron a ser miembros del conwjo de lndias, 8 pero aun asi las posibilidades de intervenir en la polltica imperial eran escasas. La independencia cambio por completo el panorama. A partir de enton­ ces el estado estuvo al alcance de las manos de las grandes familias que empe­ zaron a luchar entre sf para utilizarlo de acuerdo a sus intereses. Estos en­ frentamientos entre familias rivales siguieron desempeiiando un papel nada despreciable en la vida polftica del pals hasta principios de este siglo. Frie­ drich Katz ha mostrado la importancia que tuvieron las familias juaristas des­ plazadas def poder por Porfirio Diaz en los acontecimientosque culminaron en el estallido revolucionario de 1910.9 Y hoy en dia uno puede preguntarse sl finalmente el estado pudo controlar a las grandes familias incorporandolas en su seno, o si un grupo de estas se ha adueiiado de el. Si entre las clases dominantes los lazos familiares sirven para acrecentar su control sabre el poder politico, entre las clases populares afortunadamen­ te ayudan a escapar de su tiranra. En 1716, el virrey Duque de Linares, en la instruccion que dej6 a su sucesor, se lamentaba de ello:

La plebe no es el daflo que robe, slno la rec/proca protecccion que hallan los delin­ cuentes para obviar el castigo, pues ya el parentesco del religioso o eclesi4stico, ya la consanguineidad con los que aqu( hacen representacion pues sin ser mordaz, es suficiente la que haya sido una ama de su hljo suyo una mulata, y aun el haberle sacado un hijo de pila, que basta para llamarlos compadres, a la compasion tiranica del auxilio de valerse de su casa para que este oculto en ella, a donde la Justicia nose atreve a entrar; halla un laberinto donde no oye m4s voz que la queja comon que hay de ladrones, a quienes todos protejen, lo dicen y los encubren. 10

Condicionesecon6micas y relacionesde parentesco

Finalmente, quisiera (micamente enlistar algunos pocos de los factores eco­ n6micos que incltaban a la elite novohispana a reforzar sus lazos de parentes­ co mas alla de la familia nuclear. John Kicza, en su libro Empresarioscoloniales, ha seilalado que la inesta­ bilidad del mercado en la Nueva Espana obligaba a los negociantes a diversifi­ car al maximo sus inversiones para evitar que la crisis de una rama de la eco· nom fa las tlevara a una quiebra total. Asl, al mismo tiempo que invert Ian en empresas riesgosas, como pod Ian ser la miner fa o el comercio internacional, proteglan su capital comprando haciendas. Pero como una sola persona no pod/a hacerse cargo de todos estos negocios simultaneamente, resultaba

• J.E. Kioza,op. cit. pp.171·178. 9 Fdedrich Katz. La guerra ncntta en Mhltx.4 I. Europa, ES'tadm I.Jnido, y la R evoluc/On Mexl­ cana, Mthdco, Ed. Era, 1982, pp. 23-36 y 48-61. Para el caso de Morelos y de la famil~ Leyva Yeas& J. Wom&ek, Jr. Zapata y la revoluci6n rruntiut>a, M1bdco, Siglo XXI, ed., 1972. pp. 19-36. 16 Cftado en Vieente Riva Palacio, Mexico a trav4s de las siglos. Historill de/ virrelnt>to, Decimo­ Stlptima edicl6n, EE.UU., Ed. Cumbre, S.F .• tomo IV, p, 308. necesario que la direcci6n de ellos se distribuyera entre varias personas, sien­ do lo mas conveniente que fueran familiares mas o menos cercanos. Asi se constitu fan las grandes familias de empresarios que interven ian en casi todos los sectores de la vida econ6mica novohispana. 11 Esto me hace sospechar que la distinci6n que establece Esteban Sanchez de Tagle entre familias de comerciantes y familias de hacendadoss no resulta pertlnente para la Nueva Espana. El mismo caso que el analiza nos muestra la arbitrariedad de tal distincl6n. Manuel de la Canal, antes de establecerse en San Miguel El Grande y de adquirir haciendas en la regi6n, hab(a sido, al igual que su padre, comerciante. De hecho su familia no abandon6 ese ramo sino que gracias a la adqulsici6n de haciendas de ganado ovino y a la explota­ ci6n de la mano de obra local para el hilado y tejldo de la lana, pudo contro­ lar todo el proceso de producci6n de los pai'los que mercadeaba. Este ejemplo junto con otros similares que maneja Brading parecen indi­ car que para que una familia empresarial pudiera conservar y acrecentar su fortuna en las inestables condiciones econ6micas de la colonia, resultaba necesario que la diver,ificaci6n de las inversiones productivas se conjugara con una integraci6n vertical que desembocara siempre en el comercio de prefe­ rencia Internacional- o en la minerla, (micas actividades que permit/an tener acceso al dinero lfquido tan necesarlo en una sociedad que sufrfa de una escasez cr6nica de circulante .12 De hecho, ya a principios de este siglo Max Weber afirmaba que la exis­ tencla de grandes empresas familiares capitalistas integradas por negocios que trabajaban en ramas muv diferentes se deb(a en buena medida a las dificultades para obtener creditos externos o a los riesgos que estos impli­ caban.13 Explicaci6n plenamente aplicable a la sociedad novoshiapana v que se complementa perfectamente con las.otras que aqu ( se han mencionado. La dificultad de dividir algunos medios de producci6n puede tambien contribuir a mantener unidas a las familias poseedoras. Una hacienda con grandes inversiones productivas pierde en buena medida su valor si es frac­ cionada. Un negocio comercial no puede ser dividido sin grandes perdidas si no se toman grandes precauciones que impidan el que las empresas nacidas de dicha divisi6n entren en competencia. Finalmente, en una sociedad no sujeta totalmente a un mercado autorre­ gulado, es decir en una sociedad en la que la tierra, el trabajo y el dinero no habfan sido cabalmente transformados en mercancias, 14 las relaciones hom­ bre a hombre a todos los niveles sociales resultaban indispensables para ad­ quirir ciertQs bienes y servicios. La familia extensa, organizada en cfrculos concentricos,,estratificada socialmente en su interior, era un instrumento casi insustituible para penetrar todos los sectores de la sociedad y asegurar por las buenas o las malas, el aprovechamiento de todo lo necesario para la pro­ ducci6n. Si todavla hoy en dia algunas de las condiciones econ6micas que aqu r hemos enlistado (reducci6n e inestabilidad del mercado y falta de credi­ tol contribuyen a fortalecer los lazos de parentesco, en el interior de las cla­ !jeS d_ominante$,la crisis econ6mica actual debe de estar provocando en ellas una importante revitalizaci6n de la familia extensa. Tai vez por eso, ahora, los historiadores estamos discutiendo sobre la familia.

II J.E. Kicza, op. cit., pp. 42-43 v 183-185, ,, 0.A. Brading.op, cit., pp.135-147. 13 M. Weber, op. cit.# tomo t, pp, 292·293. 14 Sobre -el oonceptO de mercado autorregulado, vease Karl Poianyi, La gran tntndormr,ci6n, Mexico, Juan Pablos, Editor, 1975, en especial las f)aginas 107·133.

132 Padres e hijos. Voluntades en conflicto (Mexico, siglo XVII)

Marla de Lourdes Villafuerte Garcla Direccion de Estudios Historlcos, INAH

El matrimonio era una de las formas mas importantes de alianza, sobre todo entre los grupos poderosos, pues se establecian lazos de parentesco que en ocasiones servfan para tejer redes de poder; por otra parte, vemos queen es­ tos grupos ten fan mucho peso la honra y la riqueza. El matrimonio de los hijos podia significar el acrecentamiento del poder politico y econ6mico, ademas del prestigio. De manera que el matrimonio del hijo era una ocasi6n que el padre apro­ vechaba para establecer a lianzas, es por eso que el padre de familia utilizaba su poder sobre el hijo para que el matrimonio contrafdo por el fuera acorde con sus intereses. El libre consentimiento de los contrayentes, establecido por el Concilio Tridentino en el siglo XVI, posibilit6 al hijo de familia para hacer su volun­ tad, es decir, para contraer matrimonio con la persona que era de su agrado, aun cuando esto no coincidiera con los intereses de su padre, por lo que ha­ b fa un enfrentamiento entre ellos. Tanto el padre como el hijo trataban de imponer su voluntad utilizando cada uno de ellos ciertas estrategias que iban, desde la simple artimafia, hasta la violencia, tema principal de este trabajo. Dentro de una familia no solo hay solidaridad y cariiio, sino que existe tambien una compleja red de micropoderes: esposo que domina a la esposa o viceversa, el padre que domina a los hijos o viceversa, los hermanos que dominan a las hermanas o viceversa, etc.; cuyas manifestaciones casi nunca se observan a simple vista. En esta ponencia h.ablaremos de uno de los asuntos que fueron fuente de conflicto en algunas familias novohispanas de las primeras decadas del siglo XVII: el casamiento de los hijos. Nos referiremos tambitln al despliegue de habilidades que padres e hijos hac(an, los primeros·para impedirlo y Io's Cilti­ mos para lograrlo. Haremos, en primer lugar, una breve relaci6n del discurso jur(dico hispa­ nico con el fin de observar los cambios que sufri6 respecto al tema de la familia; en la segunda parte describiremos los procedimientos de padres e hijos para imponer su voluntad en los asuntos matrimoniales; y por Ciltimo presentaremos cuatro casos que ilustran algunos de los conflictos que se ori­ ginaron entre padres e hijos cuando estos decidieron tomar estado.

Libre consentimiento y patria potestad

Hagamos primero una breve aproximaci6n al discurso jur(dico hispllnico so­ bre el tema de la patria potestad. Aparece desde las leyes visogoticas del

133 Fuero Juzgo (c. 654), las cuales conceden a los padres de familia un poder casi absoluto sobre los hijos y esta claramente estipulado en quien recae la potestad: en primer lugar en el padre; si este falta, en la madre; siesta muere o vuelve a casarse, recae sobre los hermanos "de edad cumplida"; en caso de no ser asf, seran los tios quienes se encarguen de ellos, sobre todo en lo refe­ rente al matrimonio. 1 Sin embargo, los j6venes a la hora de casarse no siempre respetan la vo­ luntad de sus padres y recurren al matrimonio secreto, que consiste en darse mutuamente el consentimiento de ser marido y mujer, sin que este presente testigo alguno; pero casarse en esta forma hace merecedores a los contrayen­ tes a la desheredaci6n. 2 Las Leyes de Partida recopiladas en epoca de Alfonso El Sabio en el siglo XIII (c. 1256-1263), introducen una condici6n para que losesponsales sean validos: que la hija que va a comprometerse este presente y consienta en ello; si asf no fuera, el padre no la puede obligar, pero la puede desheredar "por­ que non agradesce a su padre el bien que fizo, e fazerle pesar, non le obede­ ciendo".3 La (mica forma de salir de poder de! padre es que !!ste otorgue la eman­ cipaci6n a su hijo ante el juez ordinario estando ambos de acuerdo; al hacerlo el padre obtiene el usufructo de la mitad de los bienes que su h ijo gan6 con su esfuerzo (bienes adventicios). 4 A principios del siglo XVI fueron recopiladas las Leyes de Toro con el fin de conciliar y poner en orden los distintos c6digos que ten fan vigencia en la epoca. En este c6digo encontramos un cambio importante en el tema de la emancipaci6n; las leyes 4 7 y 48, reproducidas en la Novfsima Recopilaci6n de Leyes de Espana,dicen:

El hijo o hija casado y velado sea habido por emancipado en todas las cosas para siempre: y haya para s/ el usufructo de todos sus bienes adventicios, puesto que sea vivo su padre, el qual sea obligado a lo restiluir, sin le quedar parte alguna del usu­ fruto dellos.5

Vemos en este c6digo que el poder de los padres de familia se ve conside­ rablemente mermado, pues ya no es el padre el que tiene la prerrogativa de emancipar a su hijo, ahora son las autoridades quienes, por medio de esta ley, otorgan la emancipaci6n a los hijos. La ley 49 de Toro ratifica el derecho de los padres de familia a deshere­ dar a sus hijos, pero s61o en el caso que contraigan un matrimonio que la Iglesia considere clandestino. Esta ley no deja de !ado el tema del libre con­ sentimiento, pues manda a aquellos que tienen vasallos que no los fuercen a casarse contra su voluntad, e incluso nufilica las cartas o mandamientos que la Corona hubiera dado para casar a alguien contra su voluntad. 6 Vemos en este conjunto de leyes que, a medlda que pasa el tiempo, el

1 Fuero Juzgc en latt'n y castellano, cotejado con Jos mtis ant;guos v preclosos c6diceJ po, la Real Aeztdemla Espalfala, Madrid, tbarra. lmp,8$0r de Camara de Su Magestad, 1815. Ubro 111,Tttulo l, u,y VIII. pp. 48-49. l Ibidem, litro Ill T/tulo II, ley VIII, p. 51. 3 Juan N. Rodr(guez de San Miguel, Pandectas hispanc-mexicanas, Vol. U, Mi>tco, tnstituto de lnvesttg&Ciones Juridicas, UNAM, 1980, {Serie A. Fuentes, Textos y Estudios Legislativos,21), nUm. 2603, Partida IV, thulo I, ley X. p. 400. 4 Ibidem, n!Jm. 2841,partida IV, tltuto XVIII, ley XV, p. 500. s Ibidem, nUm. 2800. "Nov{sima recopl!aciOn de leyesde Esµ:1i'fa",libro 10, tftulo V, ley m, (I.eyes de Toro 47 v 481, p. 489. 6 Ibidem, nl.lm. 2610, "Nov(sima recopilaci6n .. ,", libro 10, t{tulo 11,ley V, p. 402.

134 padre de familia va perdiendo el dominio que ten fa sobre sus hijos, el control lo va ganando poco a poco la Corona, quiz.is en un intento por contrarrestar la acci6n de los seflores, quienes suelen acrecentar su poder por medio de las alianzas matrimoniales. La Iglesia trata tambien de ganar terreno al padre y para lograrlo estable· ce unas normas matrimoniales, entre las cuales figura el libre consentimiento para contraer rnatrimonio. En la sesi6n XXIV del Concilio de Trento, celebrada el 11 de noviembre de 1663, se tratan las cuestiones referentes al sacramento del matrimonio; se establecen sus caracteristicas fundamentales de indisolubilidad y unicidad, los impedimentos can6nicos, asf como las formas que han de guardarse para su celebraci6n y la jurisdicci6n de la Iglesia sobre las causas de separaci6n y nulidad. Uno de los requisitos para la validez del sacramento es que sea por libre consentimiento de ambos contrayentes, lo cual posibilita la elecci6n de la pareja.7 El Concilio apunta que los seflores temporales y magistrados han obliga­ do a quienes estan bajo su jurisdicci6n a casarse contra su voluntad, lo que ha acarreado serios problemas, pues esta actitud va en contra de la libertad del matrimonio, por lo tanto:

[ ... ) manda el Santo Concilio a todos, de cualquier estado, dlgnidad 6 condici6n que tueren, bajo pena de excomuni6n, en que incurrir,n ipso facto que de nlng(m modo obliguen, directa ni indirectamente, a sus sllbditos ni a nadie~ a contraer ma¥ trimonlo contra su voluntad. 5

En el Concilio 111Provincial Mexicano, celebrado en 1585, se ratifican los postulados de Trento, aunq1.1ehaciendo aclaraciones especificas para el caso novohispano, como es el libre consentimiento en el matrimonio de esclavos e indios.9 El tema de la patria potestad no aparece como un apartado especial ni en el Concilio Ecumenico de Trento ni en el sinodo mexicano; al parecer, tal tema no est.I sujeto a discusi6n, ya que por el simple hecho de set el libre consentimiento un precepto de la Iglesia, toda disposici6n que la contradiga queda derogada. En el Concilio de Trento encontramos una breve alusi6n al tema cuando se refiere a los rnatrimonios clandestinos, pues anaternatiza a:

[ ... ] los que afirman falsamente que son nulos los matrimonios contrafdos por hijos de tamilla sin el consentimiento de sus padres, y que estos pueden hacerlos v,lidos 6 lnvalidos [ ... )16

Asf, el discurso legislativo, tanto civil como eclesiastico, evoluciona de un poder casi absoluto de los padres sobre sus hijos, hasta la casi desaparici6n del mismo con las Leyes de Toro y las disposiciones del Tridentino. La Igle­ sia no solo concede el libre consentimiento para contraer matrimonio, sino que al establecer la forma en que se ha de llevar a cabo interviene directa·

7 Los sacrosantos ecumtinicos cmcilios de Trento y Vaticano enlatln y canellano con notas lati· nas de edlcl6n romana de 1893, otras «1 casteflano aclaratorias ... por el presbitero don An.8$Ut:sio Machuca Diez, Madrid, Libreria Cat61ica de don Gregorio del Amo, 1903, pp. 301"316. • Ibidem, pp. 315·316. 9 ConciJio Ill Provincial Mexicano celebrado en Mexico el alfo de 1585, confirmado en Roma por e1 papa Six to V, v mandada observar por el fl(}biemo espa/1ol en dimrsas reales 6rdenes. Pubi icado por Mariano Ga1VilnRivera, Mexico, Eugenio MaiUeforty oompafHa,editores, 1859, pp. 346-347. 10 Q,. cit, Los sacrosant

Estrategias de padres e hijos para imponer su voluntad

La fuente que hemos utilizado para averiguar las reacciones que tienen tanto los padres como los hijos ante un matrimonio que no es del agrado del padre son las informaciones matrimoniales que se hicieron en la ciudad de Mexico a princiipos del siglo XVII, las cuales se encuentran en la serie Matrimonios del Archivo General de la Nacion. Este documento es producido al llevarse a cabo el primer tramite para contraer matrimonio, y consiste en la petici6n de los novios para que se les otorgue licencia con el fin de que el cura correspondiente los case. Para com­ probar su estado de solterfa, asl como la inexistencia de impedimentos can6- nicos, los contrayentes deben presentar testigos, quienes declaran bajo jura­ mento. Por ultimo, los propios contrayentes hacen una declaraci6n en la que contestan a un interrogatorio que generalmente se refiere al libre consenti­ mlento y a los impedimentos can6nicos. Una vez aprobada la informaci6n matrimonial por el juez provisor se ordenan las amonestaciones ltambien llamadas banas o proclamas publicas) para hacer una ultima comprobaci6g de la inexistencia de impedimentos an­ tes del casamiento. La Iglesia puede dispensar las amonestaciones cuando existe el peligro de que un matrimonio sea impedldo "maliciosamente", es decir, sin que haya un impedimento can6nico. Las parejas que vivieron en la ciudad de Mexico en los albores del siglo XVII (1628-1634) recurrieron a la petici6n de dispensa de las proclamas en no pocas ocasiones. Contamos con una muestra general de 850 informacio­ nes matrimoniales, de las cuales 115 (13.5% I contienen ta! petici6n, siendo muy variadas las razones para ello: para que sus padres o deudos nose ente­ ren, 79 casos (68.6% ); porque existe peligro de muerte, 14 casos (12.1 % ) ; porque alguno de los contrayentes debe salir de la ciudad, 8 casos (6.9%); para salvaguardar la reputacion de una persona u ocultar una diferencia de calidades, junta con muchas otras causas, 14 casos (12.1% ).11 Contamos con 79 casos (68.6%) en los que la causa principal para solici· tar la dispensa es el temor de que los padres u otros parientes de los contra· yentes se enteren de su intenci6n de casarse pues tratarlan de impedirlo. Ca·. be aclarar que estos casos se observan con mas frecuencia en el grupo es­ paflol, ya que de los 79 casos a los que nos referimos, 71 son espafioles. Ante la situaci6n de que los padres se oponen a un casamiento que !os hijos desean contraer cabe la pregunta: lque haclan los padres y los hijos para imponer su voluntad? Afortunadamente la documentaci6n nos aporta valiosos datos, aunque es

11 Marra de LourdM VillafuerteGarcfa. "Casar y compadrar cada uno eon su igua!: casos de oPo· sk:16n al matrimonio" en Del dlcho al hecho . .. Tran&gresions y pautM culturales en la Nue,,e Espaila, Mo!xlco, INAH.

136 necesario hacer la aclaraci6n de que los datos acerca de la actuaci6n de 1os pa­ dres nos llega por medio de los propios hijos y sus testigos, quienes general· mente tienen lazos amistosos, lo cual puede hacer que el testimonio sea parcial.

Estrategias de los padres

Los padres de familia que tratan de impedir el matrimonio de sus hijos son muy versatiles, pues ademas de utilizar metodos bastante variados, utilizan mas de uno (a la vez o sucesivamente). Podemos senalar basicamente cinco actitudes de los padres hacia los hi­ jos: persuaci6n, amenazas, malos tratos, enviar lejos a los hijos (se trata de una especie de secuestro que hacen los propios padres) y hasta el intento de homicidio. El metodo mas sutil es la persuasi6n, que se utiliza especialrnente con 1os varones diciendoles: "que para que se querla amarrar siendo tan mozo". En estos casos se trataba de convencer al mancebo de que no se casara pintando­ le los "horrores" del matrimonio. Otro metodo no tan sutil, pero sin duda no menos efectivo que el ante­ rior, son las amenazas, que pueden ir desde la amenaza de golpes, de enviar al o la contrayente fuera de la ciudad o a un convento, pasando por la intimida­ ci6n de queseran enviados a la carcel o a galeras, hasta la amenaza de muerte. Cuando la persuasi6n y las amenazas no suerten el efecto deseado, los pa· dres tornan medidas mas directas: la mas usual, sabre todo con las mujeres -aunque los hombres no se escapan-, son los golpes. Los insultos son otra forma de maltrato que ob1ig6 a varlas parejas a pedir una dlspensa de banas. Golpes y encierro fueron una pnictica usual para impedir el casamiento, com­ binados con otros maltratos como "ponerle tobas" (grilletes), trasquilamien­ to de las mujeres o el pringamiento (quemaduras causadas con la grasa del tocino), castigo que se aplicaba a los esclavos. Para estorbar un matrimonio es necesario lmpedir que la pareja exprese su libre consentimiento ante el parroco, por lo tanto lo mas conveniente es poner tierra de por media, separar a los novios, metodo que tuvo resultados positivos para el padre, en mas de una ocasi6n. Finalmente, pero no al ultimo lugar, el metodo mas practico para impedir una boda fue la eliminaci6n ffsica del pretendiente: dar muerte al novio no estuvo descartado de las medidas tomadas por los celosos padres.

Estrategiasde los novios

Los contrayentes, por su parte, llevaron a cabo ciertas estrategias para lograr su prop6sito de casarse, aun estando en contra de la voluntad de sus padres. Al presentar su informaci6n matrimonial, los novios dicen que sus padres tratan de impedir "maliciosamente" su matrimonio. En ocasiones, felizmente para nosotros, narran con cierto detalle las circunstancias que los orillaron a pedir la dispensa de amonestaciones. Las acciones de los contrayentes son basicamente las siguientes: celebra­ ci6n de esponsales, fuga y desfloraci6n de la novia. Excepcionalmente en­ contramos que la pareja finge desistirse de su intento para insistir luego en su

137 pretensi6n de casarse. Las parejas suelen llevar a cabo mas de una de estas ac­ ciones, cuando no todas. Los esponsales se celebran con una sencilla ceremonia en la que los no- vios se prometen mutuamente casarse; un testigo la describe asi:

(... J la susodicha le dijo que no serf a otro su marido y que se habia de casar con el, y el dicho ( ... ]le dijo que no serf a otra su muger y se abra<;aron [ ... ] La palabra de matrimonio se da en presencia de testigos (aunque tambien se hace en privado) y algunas vecesse intercambian prendas. Para hacer mas solemne la promesa, con frecuencia se hace ante la imagen de un santo. Cuando los contrayentes ven que el animo de sus padres es impedirles ca­ sarse, no esperan medidas masdrasticas y optan por una soluci6n que aunque arriesgada les proporciona ciena seguridad: la fuga. Es arriesgada porque pue­ de significar la ruptura definitiva con la familia, pero segura porque cuentan con el apoyo total de la Iglesia. De esta acci6n pueden derivarse otras dos: la desfloraci6n de la novia o su dep6sito en una "casa honrada", o bien ambas cosas sucesivamente. El dep6sito se hace con el fin de que la contrayente exprese libremente su vo­ luntad sin que nadie influya en su animo. Presentaremos a continuaci6n cuatro casos que ilustran de manera con· creta los conflictos familiares y las estrategias de resoluci6n que tomaron pa­ dres e hijos de la ciudad de Mexico en el siglo XVII.

Un caso de malostratos Una muestra de lo que pod fan lograr.los padres de familia utilizando el meto· do de los rnalos tratos es el caso de.Joseph Lucas, rnancebo de 18 ai'ios que vivio una situacion muy diHcil. 12 Era hijo del difunto Felipe Lucas y de Francisca de Toledo; la madre se volvio a casar, esta vez con Pedro Lucas, quien seguramente era pariente de su marido ya fallecido, quedando la herencia del muchacho en manos de su madre y su padrastro. El 26 de abril de 1628 Joseph Lucas presenta informaci6n para casarse con dona Catalina de Cepeda, de 17 al\os, hija de Melchior de Zepeda y dona Ines de Escobar, a quien describe como "donzella principal y calificada, po­ bre y virtuosa". En la petici6n "Joseph pide dispensa de las banas dicien­ do que:

f ... ] atento a que si este matrimonio llegase a noticia de la dicha Francisca de Toledo mi madre y de Pedro Lucas mi padrastro me lo ynpediran y no tendra efeto porque los susodichos no consienten tome estado y quieren llevarme a los reynos de Castilla contra mi bolun!lld [ ... ]13 El joven refiere, para apoyar su petici6n, c6mo se le impidi6 contraer ma­ trimonio en otra ocasion; es la pane del documento que nos interesa ahora. Cuenta que hace ocho meses quiso casarse con una de las hijas de Juan de Zedillo, pero su madre y su padrastro lo evitaron de la siguiente manera:

[ ... ] me aprisionaron y tubieron enzerrado muchos dias en su casa-eon tobas v ulti· mamente me enbiaron fuera desta dicha ziudad al puerto de Alfajayuca beynte leguas

11 "Archivo Generat de la Naci6n, .serie Matrimonios (en ade!ante AGN, Matrimonios), voL 49, exp. 32, fojas 83-86. 13 Ibidem, foja 83.

138 dell a con horden de que no me dexasen bolber, por lo cual no se efectuo el die ho matnmomo. . [... 1'4

Breve y concisa descripci6n que nos muestra la efectividad del metodo, pues sus padres lograron impedir el matrimonio. La raz6n por la cual los padres del contrayente actuaron asi, fue que es­ taba en juego una herencia; Joseph Lucas lo sugiri6 al decir que su novia es una doncella pobre y que el puede remediar su pobreza pues es heredero de la "legftima" de su padre difunto "que es gruesa y cu1111tiosa".15 El testigo Francisco Mufloz, espaflol de 30 aflos, quien conoce a los j6ve­ nes pretendientes desde hace tres aflos, declara que, en efecto, mantuvieron al contrayente encerrado y con grillos para llevarselo a Castilla y "no entre­ garle la legitima que le pertenece de su padre difunto". 16 La dispensa se concedi6 con toda raz6n, ya que los malos tratos y else­ cuestro del joven en su intento de matrimonio anterior, atentaron contra la libertad del matrimonio. As( pues, la Iglesia lo apoya otorgandole la dispensa.

Una solucion momentanea

Una estrategia que aparece eventualmente en la· documentaci6n analizada es la de que los contrayentes fingen desistirse del matrimonio que deseaban. El 20 de mayo de 1628, don Baltasar Rodriguez de Guevara, de 20 aflos y vecino de la ciudad de Mexico, pretende casarse con dofla Marfa de Arauz y Cuenca de 18 aflos.17 El novio es hijo de un alguacil mayor ya difunto, y la novia es hija de un escribano publico de la capital de la Nueva Espafla. Piden dispensa de las amonestaciones,,ya que sus parientes han expresado su dis­ gusto ante este matrimonio, y si se enteran lo impedin!n por ser personas po­ derosas. Los contrayentes afirman haberse dado palabra de matrimonio. La informaci6n se lleva a cabo normalmente hasta obtener la licencia, pero sin que se conceda la dispensa. El mismo d/a por la noche el novio se retracta de su pretension de casarse diciendo que:

[fue] indusido y persuadido de algunas pel"$0rul$que prooedieron con engano y caute­ la y siendo yo de pooa edad y menos experienciame precipite en hacerlo[ ... ]11

El provisor dicta un auto ordenando que se retire la licencia que hab(a otorgado, y manda tambien dar traslado del documento a Maria de Arauz, para que alegue lo que le convenga. El provisor toma sus precauciones en caso de que el contrayente haya de­ cidido retractarse de manera unilateral, y mientras se espera alguna reclarna­ ci6n de su prometida, ordena que sea depositado en la casa de don Miguel de la Cueva Davalos, a quien manda que no lo deje hablar con persona alguna que pudiera influir en su decisi6n. 19 El 25 de mayo del mismo aflo, la contrayente se desiste tambien de su

14 Ibidem. ts Ibidem. 16 Ibidem, foja 84. l7 AGN, Matrimonios, vol. 49, exp. 81, fojas 204·214. UI Ibidem. foja 208. 19 Ibidem, foJa 209. pretensi6n, por lo cual ya no hay nada que hacer y el novio sale de su dep6- sito. 20 Parece, hasta aqu( que los padres de familia lograron persuadir a la pareja para que no se casara. Sin embargo, don Baltasar y doiia Marfa se pre­ sentan nuevamente ante el provisor el 5 de junio y piden de nueva cuenta la dispensa de las banas. Ambos dicen en su segunda declaraci6n que se desis­ tieron para evitar disgustos, pero que siguen con la intenci6n de casarse.21 Para su segunda peticion de dispensa presentan nuevamente testigos, quienes declaran en su favor dando algunos detalles. El principal opositor del rnatrimonio es Marcos Rodriguez de Guevara, alguacil mayor de la Audiencia Ordinaria, quien junta con otros parientes "hicieron extraordinarias diligen­ cias" hasta lograr que el joven Baltasar se desistiera del casamiento que desea­ ba. El alguacil utiliza el poder que le da su cargo para lograr sus propositos y sabiendo que Francisco de Soto, que ejerce funciones coma su teniente, ha tratado de ayudar a la pareja, arremete contra el:

[ ... ] entendiendo que este testigo avia Ynterbenidoen el dicho mitrimonio,a tenido disgustos con el dicho alguazil mayor y por ello le quit6 la bara de su teniente que exercia y an sucedido otras disinsiones y pesadumbres [ ... ]22

El caso que aqui presentamos nos da material para reflexionar, pues ape­ sar de que se presentan dos informaciones, ni contrayentes ni testigos hablan con claridad. Los contrayentes, al preguntarseles la raz6n por la cual no se casaron cuando obtuvieron la licencia, responden que no se desistieron por su gusto, sino para no causar disgustos. los testigos que declaran en la segun­ da petici6n aportan algunos datos sabre la actuaci6n de Marcos Rodriguez de Guevara, quien es capaz de destltuir a.su teniente. La parquedad de las declaraciones puede deberse a que, por una parte, el contrayente no quiere hablar de los problemas familiares que tiene y, por otra, a que el alguacil es un personaje poderoso que puede tomar represalias, como ya lo ha demostrado. Sin embargo, los contrayentes no se rinden y per­ sisten en su intento de casarse. El desistirse y aceptar aparentemente su de­ rrota les permite ganar tiempo y quiza la confianza de sus parientes, volvien­ do a insistir en el intento de casarse. El ultimo documento del expediente es el auto que dicta el provisor con­ cediendo la dispensa, lo cual les da una oportunidad para lograr su en lace. las artimaiias de \In padre versatil

Sebastian de Contreras y Francisca de CarvajaI se han dado pala bra de matri· monio y pretenden contraerlo en 1628,23 pero se topan con la oposlci6n del padrastro de la contrayente, Melchor Mesa; es por eso que al hacer su infor­ maci6n matrimonial el 9 de noviembre de 1628,. piden dlspensa de proclamas. Al ver que tienen en contra la voluntad de! padrastro de Francisca, quien la maltrata constantemente, el contrayente trata de que esta situaci6n termi­ ne pidiendole que la deje casar con el, pues se han dado palabra de matrl· monio.

20 lbisJem, foja 210, 21 ibidem, foja 21 L 22 Ibidem, foja 212. 23 AGN, Matrimonio$, 1101.28, exp. 104, foj.as279-282.

140 Debido a la promesa que se han dado tienen relaciones sexuales, y ante el maltrato de que es v(ctima Francisca deciden fugarse, hecho que causa serios problemas, ya que el padrastro acusa a Sebastian de raptar a su pupila y lo denuncia ante la justicia, de la que obtiene un mandamiento de prisi6n para aprehender al novio. En su declaraci6n, la contrayente dice que ella y su novio se comprome­ tieron para casarse "mediante la qua! le ubo su birjinidad", declara tambien que se fue de la casa de su padrastro, por lo cual los quieren aprehender. 24 El juez provisor, enterado de que hay una sospecha de rapto, manda que se tome otra declaraci6n a la contrayente, en la cual pone especial atenci6n a las circunstancias en que sa!i6 de su casa. Ella declara que sali6 sola y que nadie la aconsej6 ni la acompaii6, y que la causa de su huida fueron los malos tratos que recibi6 de su padrastro, ademas quiere cumplir la palabra de matri­ monio que dio a Sebastian de Contreras.' 5 Aun cuando la contrayente ha huido de su casa, su padrastro no cesa las hostilidades, pues ademas de hacer que persigan al novio, lanza constantes ameriazas. La testigo dona Catalina de la Fuente dice que el padrastro de la contrayente !lamado Melchor de Mesa ha amenazado a Sebastian con ahor· carlo. Finalmente, el provisor da la licencia para que los desposen sin que se lean las proclamas. Este es un caso muy rico pues muestra todas las estrategias que es capaz de utilizar un padre para imponer su voluntad: malos tratos, amenazas de muerte, querella Judicial hasta lograr una orden de prisi6n. Por otra parte, es de notar la actitud de la Iglesia, pues actua con mucha cautela ante ta posibilidad def rapto de Francisca pero no presta oldo tan fa­ cilmente a tal acusaci6n, ni tampoco ayuda a ejecutar la orden de aprehen­ si6n contra Sebastian, sino que,,sale en auxilio de los j6venes otorgandoles la dispensa para que se puedan casar estos persistentes novios.

Arrebatos de un padre poderoso y diffcil La medida mas drastica para impedir una boda es la muerte de alguno de los contrayentes. El padre de familia hace amenazas de muerte. En el caso que presentaremos no solo se hace la amenaza, sino que se trata de cumplirla. Pedro de Lezama y Orej6n, de 20 aiios, presenta informacl6n para casar­ se con dona Luisa de Salinas de 18 aiios, pero como sabe que su padre lo impedira como ha hecho otras veces, pide se le otorgue dispensa de las pro· clamas. La raz6n es que su padre no quiere darle la herencia que su madre le dej6, ademas de que su novia es pobre y huerfana. 26 Los j6venes se dieron palabra de matrimonlo el d(a anterior, 17 de mayo de 1628, en presencia de varios testigos entre los cuales se encuentran Fernan Vazquez y don Antonio Carvajal Samaniego, que son testigos tambien en la informaci6n. El primer testigo dice que el padre de Pedro Lezama es un hombre de "aspera y rrixida condizi6n" y no quiere dejarlo casar para no darle su ha­ cienda, y debido a tal rigidez ya queen otras ocasiones le ha impedido casar· se, el contrayente esta ausente de la casa de su padre. 27 El segundo testigo ratifica lo dicho por Fernan Vazquez y agrega que:

~ Ibidem, foja 280. · 25 Ibidem, fojas 281-282. 26 AGN, Matrimonios, vol. 49, exp. 78, fojas 196·199. 27 Ibidem, fojas 196-197.

141 [ ... ]en horden a ynpedirselo le ha querido matar v corridole con una espada[ ... J"' Vemos que no es s61o el duro caracter del padre lo que le hace solicitar la dispensa sino que sabe que su padre es capaz de cualquier cosa, incluso ma· tarlo con tal de que no pueda entrar en plena posesi6n de su herencia.

Conclusion Podemos decir que los cases analizados se circunscriben en dos esferas de poder: una grande y otra pequei'la, pero no menos importante. La esfera grande la componen los intereses de losgrupos poderosos, quie· nes en su afan de concertar alianzas que les permitan acrecentar su poder po· lftico y/o econ6mico, asr como su prestigio, tratan de que sus vastagos no salgan de esta esfera. Cuando los hijos de familia pretenden casarse con una persona que no responde a sus intereses, los padres tratan de impedirlo a toda costa. La Iglesia apoya a los j6venes en sus pretensiones matrimoniales, de acuerdo con las normas tridentinas del libre consentimiento, auxiliada por la Corona como brazo ejecutor; sin embargo, ambas instituciones se reservan el derecho de poner ciertas restricciones. La oposici6n al matrimonio en la ciudad de Mexico de los albores del si· glo XVI I, se encuentra en su mayoria entre el grupo espai'lol. donde los padres pretenden salvaguardar su hacienda y su prestigio, controlando el matrimonio de sus hijos. Entre los grupos subalternos (negros y castes) esta situaci6n se dio en una proporci6n lnfima, ya que no ten/an ni hacienda ni prestigio que cuidar. Los indios estaban bajo la jurisdicci6n del provisorato de naturales, y no bajo la del proviSQratoordinario, por lo que no contamos con datos al respecto. La esfera pequei'la es la propia familia, donde por espacio de varios si­ glos fue el padre el que rigi6 el destino de los hijos. Con las disposiciones sobre la emancipaci6n de las Leyes de Toro, y con las del Concilio de Trento sobre el libre consentimiento, las instituciones (Iglesia y Coronal reducen ' notablemente el poder de los padres; sin embargo estos se niegan a aceptar '" esta perdida y los derechos de sus hijos. Vemos, en los cuatro casos analizados, que los padres de familia y los hijos utilizan diversas estrategias para imponer su voluntad. Las razones que expresan padres e hijos son diferentes. Los padres tienen razones de tipo eco· n6mico para oponerse al matrimonio, como no querer que entren en pose· si6n de su herencia, tales el caso de Felipe Lucas y Pedro Lezama. Las voluntades de padres e hijos entran en conflicto, ya que los padres tienen razones objetivas (desde su punto de vista): econ6micas y de prestigio social; y los novios tienen razones de tipo afectivo como querer remediar la pobreza de su novia, querer protegerla, cumplirle una promesa de matrimo· nio, etcetera. Para terminar, hemos de decir que los valientes j6venes que"se atrevieron a desafiar a sus padres son una parte mfnima, pues existen 771 casos de nues· tra muestra que no presentan problema alguno; respecto a estos casos pode· mos preguntarnos si en efecto ejercieron su derecho, o si sus padres lograron impedir el matrimonio, o bien si fue acaso que se conformaron con obedecer a sus padres.

23 /bidem,, foja 197.

142 Tres matronasdel sigloXVIII y su influencia en la vida conyugalde los h ijos

Dolores Enciso Rojas Direcci6n de Estudios Hist6ricos, INAH

lOue se sabe de las conductas maternas que se manifestaron durante el virrei­ nato o de los mecanismos de poder que las madres pon(an en practica para controlar a los hijos? Los trabajos sobre historia de la familia poco dicen en realidad de las conductas de las madres, de su actividad productiva, educati­ va, o de protecc!6n y or!entaci6n de la descendencia, ode su influencia en la vida de los vastagos. Sin duda, estas lagunas se despejaran algun d(a puesto que las fuentes estan ah(, en los archivos, esperando ser consultadas. Una de ellas es el acervo inquisitorial ya que en else encuentra informaci6n sobre tales temas. Y del ramo de lnquisici6n seleccionamos una pequena muestra de matronas dominantes del siglo XVII I, con el objeto de ejemplificar algu­ nas de las estrategias del influjo rnatemo y su trascendenc!a en las relaciones matrimoniales de la prole.

La autoridad de la madre y la vida conyugal de los hijos

Pero antes de adentrarnos en el estudio de los casos conviene reflexionar bre­ vemente sobre los lfmites y las posibilidades reales del ejercicio del poder maternal que nos ocupa. Por principio, debemos aclarar que en el discurso teol6gico y de la legislaci6n civil que sustentaban al modelo familiar impe­ rante en el virreinato, no exist Ian disposiciones especfficas acerca de la auto­ ridad de la madre y su articulaci6n con las relaciones matrimoniales y conyu­ gales de la prole. Esto no es extrano, pues recordemos que legalmente y en terminos generales, se ponderaba la potestad que sobre los hijos, tenfan los padres, es decir, la pareja unida por el vfncuto de! matrimonio cristiano. Mas aun para efectos legates la figura de la esposa quedaba supeditada a la responsabilidad de! marido. De ahf que para deducir cuales eran los lfmites que ten ran las madres para ejercer el poder se recurra al analisis de ciertos aspectos del modelo familiar cristiano y del sacramento del matrimonio propuestos por el Concilio de Trento en 1563. . Asf las cosas segun el patr6n cristiano la familia era una comunidad san­ tificada por el matrimonio y estaba constituida por el padre la madre y los hijos. Y el fin primordial de la celula familiar era la descendencia de la cual los progenitores debfan cuidar en lo moral y econ6mico y educarla para el engrandecimiento de la Iglesia de Cristo y para el servicio de la Corona. El pilar de esta organizaci6n era el var6n que como padre de familia ten fa la potestad y a la vez era el depositario de! derecho divino que le permit fan dirigir a la prole y llevarla por el camino de bien. Por su parte la madre con amor honestidad fidelidad y diligencia debfa ayudar a su c6nyuge en las tareas de direcci6n de los hijos; a pesar de su papel secundario. ella tambien

143 poseia wrdaderos derechos educativos. Y por supuesto los hijos tenfan que venerar, amar, obedecer y respetar a sus progenitores, sobre todo, mientras vivieran bajo la autoridad paterna y vinculados al tronco familiar de origen. Siguieodo el orden natural los hijos crecian y cuando estaban en edad de casarse, esto es las doncellas a los 12 aiios y los mozos a los 14 tenian la capacidad para decidir cuando y con quien se unir/an en matrimonio; en otras palabras seg(m la legislaci6n can6nica ya estaban facultados para tomar estado y formar una nueva familia. Ademas la Iglesia planteaba la autonomia de los hijos casados y su derecho a resolver sus vivencias conyugales. Esta idea qued6 plasmada en la "Doctrina sobre el Sacramento del Matrimonio·' en la que al describirse las caracterfsticas del vfnculo matrimonial, se asent6 que "por esta causa dejara el hombre a su padre y a su madre y se ,.min!ia su mujer y seran dos en un solo cuerpo ·:1 Este discurso planteaba la inde­ pendencia de los hijos respecto de la tutela de los padres, y postulaba el inicio de una nueva. celula familiar formada por los consortes que, al tener comunicaci6n carnal cumplfan con el fin primordial del matrimonio, la pro· creacion. Y la pareja ten la la capacidad juridica para regir su vida domestica. En este movimiento ciclico de dependencia, autonomfa y arribo de la capaci· dad para ejercer la patria potestad no cabfa la desvinculaci6n del tronco familiar de origen, pues los vastagos y su descendencla estaban ligados a el por media de los lazos de parentesco. Asf, la madre transformada en suegra y mas tarde en abuela, hipotetica­ mente debfa reducir su autoridad y no inmiscuirse en las relaciones matrimo­ niales de sus vastagos, nueras o yernos. · Pero entre el discurso y la practica existian discrepancias. Sin lugar a dudas y con base en los testimonios hist6- ricos, podemos afirmar que los comportamientos de algunas mad res novohis· panas si correspond ian a este modeh;, ideal de mujer respetuosa, que no in­ tervenia en la vida matrimonial de sus hijos; pero tambien hemos constatado la existencia de otro tipo de progenitora cuyo perfil en terminos generales, deli­ neamos de la siguiente manera: matrona que se apropiaba del poder, que ya no le correspond (a,y se consideraba con la potestad para orientar o dirigir loscom· portamientos maridables de la prole y por consiguiente, de las nueraso yernos. Obviamente la conducta de tales madres estaba fuera de los I(mites lega­ les, pero en el consenso social se aceptaba como una costumbre la intromi· si6n de las madres o suegras, en la resoluci6n de los problemas de las parejas. Asf pues, para estas matronas y sus hijos, nueras, yernos, familiares y amigos o vecinos, era un hecho cotidiano y aceptable el ejercicio de tal poder. Por supuesto, los mecanismos de resistencia a esa autoridad se observaban con mayor frecuencia entre los c6nyuges de los hijos, ya que los vastagos, por lo regular, se doblegaban ante la potestad materna. En sfntesis, podemos afirmar queen la sociedad novohispana no estaba sancionada legalmente la intromisi6n de la madre en la vida maridable de la prole. Y subrayamos la acci6n de sancionar,porque no estaba aprobado en las leyes tal mecanismo de poder materno, pero tampoco se le consideraba como pecado, ni como delito y por supuesto, no existian penas para casti· gar a las madres dominantes. Por otra parte, en el consenso familiar y de la comunidad se aprobaba que ciertas madres ejercieran una potestad superior v llegaran a controlar a los hijos aun despues de casados.

l .Paraanalizar tas partesdei discurs:, teol6giro referentes al modelo matrimonial y familiar eris· tiano se utUiza el texto de la "Doctrina sabre et Sacramento (El Ma.trimonio", en El Sacrosanto y Ecumfinico Concilio de Trento. Trd, Ignacio LOpez de Ayala, segUn la ediciOn aut8ntica de Roma pu­ blicada en 1564, Part$, Llbrer{a de Rosa v Bouret, 1857, pp. 300-317.

144 Permltanme interrumpir la continuidad de esta exposicion con el objeto de justificar los If mites de este trabajo. Por el principio debemos aclarar que aun no localizamos alguna fuente que de manera directa y exclusiva nos per­ mita adentrarnos en el estudio de las conductas de las madres novohispanas. Por ello recurrimos a los procesos del Ramo de Inquisicion del Archivo Gene· ral de la Nacion, en especial, a los que se instruyeron en contra de los hom­ bres o mujeres qua osaron casarse ilfcitamente en vida del conyuge legitimo. Dado que por medio de estas causas procesales se persegu ian delitos contra el sacramento del matrimonio, la informacion que en ellas se consignaba aludfa a asuntos de la vida conyugal y familiar de las parejas y, eventual­ mente, a la convivencia con las suE19ras.Al recuperar los datos que se refe­ rian al poder que algunas progenitoras ejercitaban, seleccionamos tres ejem' plos del siglo XVI 11que corresponden al tipo de madre entrometida y domi­ nante, que por presentar caracterfsticas simUares en cuanto a la organiza­ cion familiar, las clasificamos en el grupo de matronas que fungian como el eje de la comunidad domestica. Y. a partir de ellas, .esbozamos la influencia de la madre en la vida conyugal de la prole. · Estas matronas oriundas de la region central del virreinato, habfan asumi· do la tutela de la celula familiar porque la figura del padre estaba entre bam­ balinas o relegada a un papel secundario, o simplernente porque habia muer­ to o abandonado a la esposa. De hecho cuando ellas se entrometian en la vida matrimonial de la prole, ya eran viudas o vivfan alejadas del c6nyuge. Pero para que una madre autoritaria pudiera obrar se requerfa de una des­ cendencia que se caracterizara por la sumision, obediencia, respeto y depen· dendencia hacia la progenitora. En suma, podernos decir que los eiementos indispensables para el ejercicio del poder de estas matronas eran: personali· dad dominante de la mujer, ausei;iciade la autoridad paterna e hijos sumisos.

Madras prepotentes e hijos sumisos

lOuienes eran las protagonistas de esta historia? En primer termino presenta­ mos a Juana Gertrudis Rodriguez; esta mestiza originaria de la ciudad de Puel:lla de los Angeles, llego al mundo aproximadamente por el afio de 1734." Desde pequefla trabajo como "hilandera de pafios de algodon" y tejedora, actividades que desarrollo a lo largo de su vida pues fueron la fuente princi­ pal de sus ingresos, y solo cuando la demanda de trabajadoras decafa, combi· naba sus labores hogarenas con el servicio domestico. Se habia casado en pri­ meras nupcias con Diego Jose Rosas, un mestizo dedicado a la arrierfa, y con el fue a radicarse al puerto de Veracruz, en donde dio a luz a un varon. Padre e hijo murieron y, ante el desamparo que significaba la viudez, opto por regresar a su ciudad natal. La necesidad de sobrevivir la condujo a San An· dres Chalchicomula, donde volvi6 a hilar y, ya establecida, se cas6 con Cris­ t6bal Marron, un criollo, de oficio arriero especializado en un.1actividad de­ lictiva, el contrabando de tabaco. De esta union, entre 1751 y 1753, naci6 Maria Felipa. La relaci6n entre madre e hija se finco en un lazo de union y amor filial, flue las mantuvo juntas en su exodo por varias regiones y en las peripecias que les toco sortear. 2

2 Para tt! estud10 (J)l caso de esta matrona se recurre al AGN, Rt vol. 1257, exp.19 f. 1-131. Proceso contra Maria Felipa Mlrr6n P()r dUplim metrimonio, Mexieo, 1784. Y af vol. 768. exp. :;o, f. 341 ·347. Relaci6n de causa de Juana Gertrudis Rodriguez por fau'tora: y encobrldora de1 delit-o de po!igamia, Me,dco, 1784.

145 Por desgracia, con la informacion que tenemos es imposible reconstruir las semblanzas de las otras dos matronas. Sin embargo, sabemos que la mesti· za Josefa Rosalia Garcfa nacio en la ciudad de mexico por 1737 y que caso con Damasio de la Cruz Escobar, un mestizo que manufacturaba sillas de montar. Todo parece indicar que la situacion economica del matrimonio era desahogada, pues la pareja viv (a en una casa propia en el barrio de la C8nde­ laria y junto al recinto familiar estaba el taller de Damasio. En su union ma· trimonial Josefa Rosal/a procre6 a dos varones. Uno de ellos habla nacido en 1761 y se !lamaba Albino Nepomuceno. Por supuesto, el padre ensel'i6 el oficio a los hijos y cuando el progenitor muri6, ellos continuaron la tradicion laboral en el taller. Por su parte, la madre procuro que los vastagos vivieran bajo su techo y cuando tomaron estado los mantuvo a su lado, en compaiifa de las nueras. 3 Poco se sabe del origen de la mestiza Francisca Javiera Ruiz. Las pistes sobre su vida se inician cuando, ya casada con el mestizo Juarr Santos Vargas, procre6 por 1760 a Jose Antonio, su (mico vastago. Ella, su marido e hijo trabajaban como labradores en la hacienda de Tepexpa. Sagun parece. Fran· cisca Javiera era oriunda de dicha region puesto que su madre, hermanas y sobrinas radicaban y laboraban en la hacienda. Ademas, las relaciones fami· liares de este grupo de mujeres se caracterizaban por la constante comunica­ cion, la solidaridad y la convivencia en el mismo domicilio, circunstancias que nos permiten suponer tal origen com!'.m. La vida matrimonial de Fran­ cisca concluyo con la muerte de su marido, y en el seno de esta familia ex­ tensa integrada por p§rsonas del sexo femenlno, el (mlco var6n vino a ser JoseAntonio, quien no se separo de su madre ni de la compaflfa de sus pa­ rientes, y cuando se cas6, en uni6n de su esposa sigui6 trabajando en la ha­ cienda.4 Hasta aqu/ hemos observado que las tres figuras centrales eran mujeres legftimamente unidas en matrimonio y por azares del destine quedaron viu­ das. En un momento dado, su (mico capital familiar y afectivo lo constitu· Ian los hijos a cuyas vidas se vinculaban para no separarse, tal parec(a, en sentido figurado, que el cordon umbilical no se cortaba y la union entre madre e hijo se manten/a hasta la muerte de alguno de ellos. Asi las cosas, este tipo de madre fung/a como el elemento de cohesion en la familia, pues· to que procuraba por todos los medios atraerse a la prole. Obviamente, mien­ tras los hijos eran pequei'los los mantenfan a su lado, pero cuando creclan, lque mecanismos pon Ian en practica para seguir ligadas a ellos?, lcomo pro­ ced Ian para influir en la vida matrimonial de los hijos?

La influencia sutil

Siguiendo el orden de presentaci6n revisemos el caso de la mestiza Juana Gertrudis que, radicada en San Andres Chalchicomula, solo viv{a en com­ pa!Ha de su hija marfa Felipa, pues por sus actividades el c6nyuge se alejaba frecuentemente del hogar, ya que era arriero. La nifia se crio con la madre, ayudilndole en los quehaceres domesticos yen el tejido de pai'los de algod6n. Pero la joven, cerca de los 12 afios decidi6 tomar estado y escogi6 para es-

3 La informaci6n sobre Josefa Rosa!(a Garda, se encuentra en el AGN.AI. vol. 1275, exp. 6, f. 1-110. Proceso contra Marfa lgru,cia Zapata por polivira, M6xico, 1787~1788. 4 Los datos retacionadot con Francisca Javiera Ruiz se localizan en el AGN, RI, vol.1192,exp, 1, f. ,1~85.Proceso contra Marfa Guadalupe Delgadillo por pollvira, Ml?xico, 1780.

146 poso a un "coyote hijo de padre desconocido", oriundo de la region, de nombre Miguel Antonio Escarcega, que tambien era arriero. La boda se cele­ br6 en el allo de 1763 y, como los padres de la doncella no estuvieron de acuerdo con la uni6n, ya desposada "se fue a vivir con su suegra". De hecho, la relaci6n conyugal de Marla Felipa dur6 un lustro, y durante ese lapso, en repetidas ocasiones la progenitora enfermaba, fingida o verda· deramente, y hacfa que la hija abandonara al marido por largas temporadas con el pretexto de cuidar a la enferma. Por supuesto, "Miguel el coyote" se incomodaba por la conducta de Marfa Felipa y algunas veces iba al hogar de la suegra para llevarse a la esposa. Con toda seguridad madre y yerno no con­ geniaban. Y Juana Gertrudis, para retener eventualmente a la hija bajo su techo, le permit fa ciertos deslices adulterinos, sin importarle la fidelidad que debfa guardar. Las actividades laborales del marido de Juana Gertrudis la llevaron a radi­ carse a Puebla; y al poco tiempo de establecida invent6 una nueva enferrne­ dad para atraer II la hija, cuyo sentimiento de amor filial la hizo separarse, esta vez para siempre, de su legltimo marido. Mas o menos por 1770 Juana Gertrudis y su hija pasaron a la ciudad de Mexico, siguiendo el rastro det padre que se encontraba preso en "la Carcel de la Acordada", acusado de contrabandear con tabaco; finalmente el progenitor muri6 y las dos mujeres quedaron en la capital, trabajando como hilanderas. Y durante tres allos fue­ ron ayudadas econ6micamente por un supuesto "hermano que tambien vivfa con ellas, ejercitandose en el oficio de panadero, y que con motivo, y por causa de haberse muerto este, se pusieron a servir una y otra en diferentes casas [... J". Sin duda, la relaci6n con el hipotetico hermano fue una estrate· gia para disimular el amancebamiento de la hija, solapado por la madre. En resumen, hemos visto c6mo esta. matrona recurrra a ciertas artimallas para lograr que la hija se separara definitivamente del yerno, que no era de su agrado; y como el poder materno se ejercra sutilmente, pero con agudeza, teniendo como finalidades la convivencia con la hija y la sobrevivencia a nivel econ6mico. Despues de este lance amoroso Marra Felipa se hizo Hamar igual que su madre, y ambas ocultaron el verdadero estado de la esposa infiel, quien en ocasiones se hacra pasar por "doncella" yen otras por viuda. De esta manera, Marra Felipa entr6 a servir en la casa de Tomasa Reyes, ahf conoci6 a Jose Ignacio Gamboa, hermano de su patrona, quien "la solicit6 para ii icita amis­ tad, en la que efectivamente estuvo por espacio de nueve meses, durante los cuales vivi6 con el en un quarto que le pag6". Por lo regular, la madre vivfa en el mismo domicilio. Y cuando el amante de la hija pretendi6 desposarla, Juana Gertrudis guard6 en secreto el estado de Marfa Felipa y acompalliln­ dolo a la Iglesia de San Pablo para la celebraci6n de la informacl6n matrimo· nial, atastigu6 que su hija "estaba libre y suelta de matrimonio", por lo que daba "su consentimiento" para que se casara con Jose Ignacio. Madre e hija tejieron una red de mentiras, y la desposada qued6 inscrita en los libros de matrimonios como ''Marfa Gertrudis Rosas, espallola, natural y vecina de esta ciudad y feligresa de San Pablo, hija legltima de Diego Jose Rosas y de Juana Gertrudis Rodriguez". Lefdas las amonestaclones y no existiendo, aparentemente, ningun impedimento la boda se cetebr6 el 12 de febrero de 1782. Para estas fechas Marfa Felipa tenia maso menos 31 allos. L,a informaci6n· que manejamos describe con detalle el comportamiento de la madre durante la boda. Asf sabemos, que este enlace sf fue del agrado de Juana Gertrudis, pues representaba un ascenso social para la hija, ya que

147 el yemo en tumo trabajaba "pintando indianillas" y ten(a ciertos recursos eoonomicos. De tat suerte que el matrimonio se festej6 con una reunion, en la que se sirvi6 abundante comida, vino y pulque .. y el festejo estuvo ameni­ zado con musica de arpa. Juana Gertrudis estuvo activa y participo no solo desde la vrspera, pelando pollos y cocinando; sino en el convivio, sirviendo y atendiendo comensales. La pareja de recien casados fue a vivir a una casita alquilada en el barrio de San Pablo, y segun pa!'eCQtenran frecuentes rinas, pues cuando ta casera supon/a que el pleito iba en aumento, llamaba al cura de la parroquia para que viniera "a apaciguarlos porque se estaban aporreando". Los familiares del esposo y los vecinos comentaban que los disgustos de la pareja se deb fan a las constantes visitas de la suegra, hasta cierto punto prolongadas, quien por temporadas vivra en el domicilio del matrimonio. Pero el secreto de las dos mujeres se descubri6. En efecto, habfan trans­ currido casi dos anos; cuando Marfa Felipa se encontro a un paisano de San Andres Chalchicornula, que habla venido a la ciudad de l\'lexico. Y al entrar en comunicacion con ambas, se entero de la situacion ilfcita de Maria Felipa. Juana Gertrudis, preslntiendo el fatal desenlace "poniendose de rodillas", pidi6 al forastero que no dijera nade al nuevo marido de Marla Felipa. Pero el "descargo de la conciencia" se irnpuso y, al no querer ser complice de ellas, el hombre acudi6 a la Real Sala del Crimen y ahi declar6 lo que sabia. Acto seguido el Alcalde del Crimen ordeno la detenci6n de Maria Felipa Jose Ignacio y Juana Gertrudis. Al comprobarse el delito de poliandria y la cornplicidad de la madre, ambas fueron trasladadas al Tribunal del Santo Ofic.io. Y en sus dec.laraciones, una y otra, trataban de protegerse mutua­ mente: .Juana Gertrudis intentaba convene.er al fiscal de su culpabilidad y Maria Felipa pretendia que toda la, responsabilidad rec.ayera en ella. Final­ mente, ante la amenaza del tormento v vencidas por las evidencias, confesa­ ron la verdad. En slntesis, la segunda fase de este ejemplo exhibi6 la figura de una ma­ dre investida de autoridad que, mediante la solidaridad y el c.ontubernio, controlaba los comportamientos de la hija, que a la sazon ya era una mujer adulta. Sin duda, entre Marla Gertrudis y Marla Felipa existian verdaderos lazos de arnor filial, y c.omo prueba de ello se destac.aba la armonia en que vivian; pero a la par de este sentimiento figuraba un hecho velado pero insos­ layable: la hija era el medio que, entre otras cosas, permitia a la madre gozar de compal'I ia, solucionar las ~urias econ6micas v ascender en la escala so­ cial. Por otro lado, resultaba evidente que ambas conocfan fos riesgos que implic.aban el.amancebamiento y el contraer un enlace ilicito; pero a pesar de esto,. decidieron c.orrer la aventura, en la que nuevamente demostraron dei;interes e irreverencia por los preceptos matrimoniales. El fin justificaba los medios, la progenitora no queria perder la tutela de la hija y por eso pri­ mero se convirtio en enc.ubridora de amores adulterlnos y, mas tarde, en fautora del delito de poliandria. lC6mo influ ia Josefa Rosalfa en la vida matrimonial de sus dos hijos? Dado que conocernos con detalle el caso de Albino Nepomuceno, a el nos referiremos. Como se recordara, la madre viuda y sus dos vastagos, en com­ pania de sus respectivas esposas, vivian en una casa propia, en donde tenian el taller de rnanufactura de sillas de montar. Pero el equilibrio de esta cedula familiar se vio alterado. En julio de 1784, Albino Nepomuceno qued6 viudo; y todo parece indicar que antes de este dec.eso, el mestizo ya se distingu ra por tener un c.aracter tenaz y violento, principalmente cuando pretendia los

14& favores de alguna mujer. Ademas era pendenciero y se enfrascaba en constan­ tes rifias, en las que no dudaba en utilizar armas punzocortantes y herir a los hombres con quienes peleaba. Por supuesto cuando el hijo tenia dificultades, la madre interven rapara rescatarlo de la autoridad civil o solucionar la quere­ lla, conciliando los intereses de su retoflo y de las personas dai'ladas. Despues de enviudar, Albino Nepomuceno se prend6 de Maria Ignacia Zapata, una criolla pobre, separada voluntariamente del marido legitimo, ra­ dicada en la ciudad de Mexico y que se manten fa trabajando como hilande­ ra y costurera. Maria Ignacia rechazaba el asedio del mestizo, pero ·el "dicho Albino la pretendi6 para tratos impuros sin poder conseguirlo, hasta que un dia por engai'io llevlindola a almorzar, la dio una bebida a las tres de la tarde, que la tubo perdida hasta las doze de la noche, en que encontr6 a el a su la­ do, tendidos en un petate, desde cuio tiempo empezaron sus tratos impuros siete meses antes de casarse" con el. Esta relaci6n se caracteriz6 por tener periodos de amancebamiento intercalados con abandonos de la mujer que se escondia del amante; pero el la localizaba y la obligaba a regresar a su !ado. Cabe sel'lalar que la criolla le dijo en repetidas ocasiones que no pod fa ca­ sarse con el, porque su legitimo marido aun vivia. Ya pesar de tal evidencia, Albino no cej6 en su insistencia y por medio de golpes y triquii'iuelas venci6 la voluntad de Maria Ignacia, que temerosa de las reacciones de su amante, acept6 desposarse con el. Ciertamente, el hermano, la cuiiada y la madre de Albino, estaban enterados de los lances amororos del mestizo y conocian el impedimento existente. Pero como Albino confesaba que "le era imposible separarse del trato iHcito" con aquella mujer, Josefa Rosalia estuvo de acuer­ do en la realizaci6n del enlace. Asi, cuando en enero de 1786 se efectu6 la informaci6n matrimonial, en ella se asent6 que "este matrimonio se efec­ tuaba con bendicion y gusto de la madre de dicho contrahente, que lo tiene por idoneo y da el consentimiento para que pueda contraher el que preten­ de". Y vistas las diligencias correspondientes en las que se resaltaba el bene­ placito y el permiso de la madre de Albino. el enlace se realiz6 el 21 de fe­ brero de 1786 en la parroquia del Saito de! Agua. En aquel entonces el novio ten fa 25 ai'ios. Obviamente los recien casados {ueron a vivir a la casa de la madre de Al­ bino Y los pleitos entre la pareja nose hicieron esperar. Y como la suegra esta­ ba alerta, intervenfa procurando que Marfa Ignacia se doblegara y acatar la voluntad del marido. Un buen d ia, alla por septiembre de 1787, se tuvieron noticias .de la presencia del marido legitimo de Maria Ignacia, quien realizaba pesquisas en la ciudad de Mexico para localizar a su esposa. Al enterarse, Josefa Rosalia pidi6 a su nuera que no saliera del domicilio familiar y la vigi­ laba para evitar una posible fuga. Pero el 14 de ese mes, Albino tuvo un enfrentamiento con un "maestro de sillero" a quien hiri6 en la mano derecha y este artesano acudi6 a la Real Carcel de Corte para denunciar a su atacante. La autoridad civil procedi6 y apres6 al aguerrido mestizo. Acto seguido, Josefa Rosalia, temerosa de que el incidente tuviera mayores consecuencias y se descubriera el matrimonio ilfci­ to de su hijo con la nuera polivira, pidi6 a esta que la acompal'lara a la carcel, para que como su "legitima esposa" solicitara la liberaci6n de Albino y paga­ ra la indemni,aci6n correspondiente al "maestro sillero" . . Por desgracia el asunto se habfa complicado y no fue posible liberar al mestizo, debido a que el magistrado de la carcel ya contaba con las declara­ ciones de los trabajadores que presenciaron la rii'ia. Por lo tanto, sab(a que Albino inici6 la querella contra un operario, porque este habfa hablado con el esposo legftimo de Marfa Ignacia, "cuio Marido la andava solicitando, y que le dijo que el dicho Albino Nepomuceno estava viviendo con ella". Y para que este trabajador no siguiera esparciendo las noticias, lo golpe6 y, al pretender sacarlo del taller, el patron se opuso yen el forcejeo sali6 lastima­ do de una mano. Basado en estas declaraciones, el Alcalde de la carcel intuy6 la existencia de un delito contra el sacramento del matrimonio y cuando las dos mujeres se presentaron ante el, las interrog6 por separado. Josefa Rosalfa se percat6 de las sospechas del funcionario por las preguntas que le formularon y por­ que ambas quedaron en calidad de detenidas. Rapldamente Josefa Rosalfa tram6 una estrategia y escribio unas lfneas a su nuera, que por interrnediario de un "cuidador del condado" le hizo llegar. En el papal le decfa que cuando se presentara a declarar de nuevo, informara que no estaban casados sino que solo "trataban ii fcitamente". Con seguridad la madre tambien se comunic6 con el hijo encarcelado, ya que este atestlgu6 que: "si conoce a Marfa Ignacia Zapata, y que habra un allo poco mas o menos que la conoce, con motivo de haber tratado ilfcitamente con ella, y que no han vivido todo este tiempo juntas, sino en varias temporadas, y que ignora el declarante el estado que tiene la susodicha". Por su parte, Josefa Rosalia solicit<>una nueva audiencia y en ella manifesto "que no save de cierto si el dicho Albino su hijo y Marla Ygnacia sean casados, con motivo de no vivir con ellos". Como no era de ::. la jurisdiccion de la autoridad civil dilucidar sabre el delito de poliandria, ni mucho menos, establecer la responsabilidad delictiva de los tres detenidos dando por terminado el juicio por agresiones, el caso se remiti6 al Tribunal de! Santo Oficio. Aquf dejamos ta narraci6n de los hechos y pasamos a la reflexion def po­ der sutil que ejercfa esta madre sabre sus hijos y nueras, en especial con Albi­ no Nepomuceno. En primer termino debe destacarse la viudez de Josefa Ro­ salfa, si bien este estado otorgaba a las esposas ciertos derechos legales, las dejaba en el desamparo y por lo regular sobre ellas reca fan las responsabi1ida· des econ6micas y la tutela de la familia. Asf, resultaba evidente que Josefa Rosalfa, a pesar de contar con la herencia de una casa, requeria del apoyo monetario de los (micos varones de su familia, y podemos suponer que como mujer previsora, a manera de seguro para contrarrestar la soledad y allegarse recursos para la supervivencia, educ6 a los hijos de tal manera que, a futuro, compartieran con ella el domicilio y siguieran con la tradicion laboral del pa­ dre. De ahi que cuando estos se casaron, la familia aument6 con la llegada de las nueras, y la suegra extendi6 el radio de su influencia sobre ellas. Esta si­ tuaci6n familiar se vio alterada con la muerte de la primera esposa de Albino. La estructura de la familia extensa se craquel6, dado que el hijo pretendfa rehacer su vida sentimental lejos de la tutela de la madre; recordemos que el vivla amancebado con Marfa Ignacia. Este hecho hizo que la madre se comportara complaciente con el hijo, y para recuperarlo, accediera a que este se casara con la mujer elegida. Es obvio que Josefa RosaHa, con tal de atraer a Albino Nepomuceno, olvid6 los pre­ ceptos del matrimonio cristiano, y a sabiendas de que se iba a cometer un delito contra la unicidad e indisolubilidad del matrimonio, dio su bendici6n y permiso para que el se casara con una polivira. En ella era mas fuerte el deseo de recobrar al hijo, pues si el segufa amancebado, ella no podfa contro­ larlo; en cambio ya casado, ir/a a vivir nuevamente a su lado y asf seguir in· fluyendo en el.

150 Otros alcances del poder maternal, que se pueden inferir del analisis de este caso son Jos siguientes. Josefa Rosal (a era una madre que cuidaba el ho­ nor y la seguridad del hijo y su autoridad era tal que obliga a todos los miem­ bros de la familia para que falsearan los hechos y declararan lo que ella orde­ naba. Era una madre que fincaba su poder en el contubernio, en las debilida­ des del hijo yen su conocimiento de las normas sociales y legales.

La intromisionagresiva

Con los ejemplos anteriores ilustramos la influencia sutil, de mecanismos mo­ derados, sin muestras de agresi6n tfsica, pero que circunscribla a los hijos y a los c6nyuges de estos, en torno de la autoridad de la madre. El caso que analizamos en tercer termino guarda ciertas similitudes con los anteriores, puesto que la figura de la madre se manifestaba prepotente y tenia un papel central en la organizaci6n de la familia. Asi las cosas, lque caracterizaba a la intromisi6n de esta matrona? Pues nada menos que la violencia que ejercla Francisca Javiera para imponer su voluntad y doblegar los comportamientos de la nuera, de nombre Maria Guadalupe. Por supuesto esta ferrea madre no lastimaba al hijo, y guardaba toda su energia para reprimir a la nuera y hacer que cumpliera con "las pesadas cargas a que e11ase habia obligado por el Sacramento del Matrimonio". En efecto para algunas mujeres la vida matri­ monial era un verdadero calvario y, a pesar de ello, las leyes civiles, religiosas y el consenso establecfan que la esposa no deb fa abandonar a su c6nyuge; de ah( los acontecimientos que a continuaci6n describimos. El 7 de enero de 1782, en el pueblo de Tepexpan, se celebr6 una boda. El contrayente de 22 al'ios, llamado Jose Antonio Vargas, hijo legitimo de la viuda Francisca Javiera Ruiz, se unia en matrimonio con la mestiza Maria Guadalupe Delgadillo, joven doncella de 15 alios. Todo parece indicar que el herrnano de la novia y Francisca Javiera concertaron el enlace. A partir de ese momento la vida conyugal de la pareja se desarroll6 al lado de la suegra y de las parientas de lfnea materna. Y Francisca Javiera era la directora de los destinos de esa familia. Se sabe que los c6nyuges ten fan constantes pleitos y que sus relaciones no eran cordiales, pues el marido golpeaba frecuentemente a la esposa. Pero "los malos tratos" que recib fa la esposa no s61o proven ian del marido, ya que Francisca Javiera tambien intervenfa, pegandole y secuestrandola. Ade­ mas, la madre influia para que el hijo s61o dotara a su mujer con vestidos modestos. Ante esta realidad Maria Guadalupe se separ6 voluntariamente del c6nyuge y, refugiandose en la ciudad de Mexico, se coloc6 como sirvienta en el convento de San Lorenzo. La suegra organiz6 a sus parientes y les encomend6 la busqueda de Marfa Guadalupe. Esta, para entonces estaba enferma de un "Morbo Galico" y se encontraba recluida en el Hospital del Amor de Dios. Las pesquisas de las mujeres las condujeron al citado nosocomio y, al encontrarla, la llevaron al hogar donde reinici6 la vida conyugal. Pero las relaciones entre los dos ban· dos empeoraron; madre e hijo masunidos, atacaban y reprimian cotidiana­ mente a la rebelde y desvalida mestiza. Y se dio el caso que Francisca Javie­ ra no permitfa que el vastago "diera un medio, ni que se acostase" con la esposa. Veamos por que decimos que Marfa Guadalupe era una mujer indefensa.

151 Un d/a "por los castigos y malos tratos que le hacia el y su madre de forma que la disloc6 una mano y un brazo", ella los amenaz6 con fugarse nueva· mente. Y ante tal actitud, matrona e hijo golpearon a Maria Guadalupe. Ella supuso que si recurrfa al cura de! pueblo bien podrfa encontrar alguna protecci6n, o lograr la participaci6n de! sacerdote para que recomendara otro comportamiento a los agresores. Pero el resu ltado fue nefasto y "sin que por ello huviere puesto remedio, antes bien servfa para redoblarle los trabajos, sucediendo, que luego que volvia de dar la queja al seflor cura, la colgava su marido, y encerrava su suegra, y la coarteava a su satisfacci6n". Las parientas y los vecinos de esta singular suegra. se enteraban de los actos de violencia, pero ninguno de ellos defend fa a la joven mestiza. Tai pa­ recfa que los metodos de Francisca Javiera no eran mal vistos 'sino que fue· ran una costumbre aceptada por la comunidad. Esta h ip6tesis la sugieren los sucesos ocurridos a Maria Guadalupe. Asi, la constante tiran/a de la matrona y el hijo, hizo que la nuera tomara una decisi6n desesperada e intentara fu. garse nuevamente. Y al ser sorprendida por la suegra se le condujo ante el Juez. Eclesiastico, quien a pesar de las declaraciones de la esposa, orden6 se le depositara en casa del "Gobernador de Indios"; y "por recomendaciones de la suegra le pusieron grillos", que s61o le quitaron para que compareciera ante el magistrado eclesiastico. Conviene seflalar que el funcionario conside­ raba que la esposa estaba cometiendo una grave falta al querer separarse de su marido y, que ta! proceder, no se justificaba a pesar de las evidencias de los golpes recibidos y de la opresi6n. Asi las cosas, aprovechando que la habian liberado de los grillos, Maria Guadalupe escap6 y de nuevo se traslad6 a la capital del virreinato. Despues de esta fuga se le perdi6 la pista, y en Tepexpa la suegra ya habfa organizado a las mujeres de suJamilia para que reiniciaran la busqueda, pero fracasaron en su cometido, ya que Marfa Guadalupe habia cambiado de identidad y su suerte era otra. En efecto, ya en la capital, la mestiza conoci6 a un criollo dedicado al comercio, de nombre Manuel de Tapia y Flores que la despos6 en julio de 1777. Ya raiz deeste afortunado matrimonio, Maria Guadalupe gozaba de una vida placentera atendida por su n.uevo marido. Ahora, teni.l vestidos elegantes, usaba finos "zapatos de cordoban" y medias de seda; y una mujer la ayudaba en los quehaceres domesticos y "le molia el maiz". Pero a principios de 1780 llegaron a Tepexpa ciertas noticias y Francisca Javiera y su hijo se enteraron del nuevo matrimonio de Maria Guadalupe. La suegra nuevamente entr6 en acci6n y comision6 a sus parientas para que se trasladaran a la ciudad de Mexico y dieran con el paradero de la esposa in­ fiel. En esta ocasi6n el ,xito las favoreci6. Al localizar a f-,larfaGuadalupe la sorprendieron y trataron de aprehenderla, pero ella se fug6. Despues de este encuentro, Marfa Guadalupe se ocult6 en su domicilio. Pero las pistas no dejaban lugar para dudas, y las parientas acudieron ante las autoridades correspondientes y denunciaron la existencia del delito de poliandria. Por su parte, la madre y el hijo se transportaron a la capital y comparecieron ante el Tribunal de! Santo Oficio, como testigos de cargo en la causa que se le seguia a Maria Guadalupe. En sfntesis, los comportamientos de esta matrona ponen de manifiesto que para ella la finalidad primordial era mantener al hijo circunscrito al ambi· to de! hogar materno, para no perder el control sobre ef.Pero esta estrategia tenfa su raz6n de ser, ya que la comunidad familiar estaba integrada basi­ camente por mujeres, y la presencia del hijo era vital pues representaba el

152 (mico apoyo masculino. Por otro lado, era un grupo de labradores, y el tra­ bajo de la tierra requeria de todos los miembros de la familia y de la fuerza varonil, Esta realidad hizo que la selecci6n de la esposa del hijo fuera acorde con los intereses del grupo, por eso Francisca Javiera intervino en la concer­ tacion del matrimonio; y seguramente las reglas de la convivencia conyugal de la pareja fueron impuestas por la matrona. De hecho la suegra pretend{a que la nuera.con docilidad, se integrara a la familia, y al no 1ograrlo,recurria a metodos violentos o manipu1aba al vastago para que impusiera su autoridad mediante la agresi6n. Sin duda; para Francisca Javiera resultaba indispensable salvaguardar el prestigio de su familia. Pero los vecinos de Tepexpan conocian detalles de la convivencia de la pareja. Aderrnls exist fan dos circunstancias que no se po­ d Ian ocultar: una de ellas era la resistencia de la nuera, que no dudaba en abandonar al marido; y la otra, la falta de descendencia. Estos hechos ponfan en tela de juicio el honor familiar y principalmente al hijo. Aunado a esto, la deshonra crecfa, porque la nuera habia estado reclufda en un hospital curandose una enfermedad venerea y a pesar de haber sido aceptada en el hogar, pretend la huir de nuevo. Y ante la imposibilidad de retener a la nuera mediante la violencia, la suegra recurrio a las autoridades eclesiasticas, apo­ yandose en los preceptos matrimoniales que esti pulaban la obligaci6n de la esposa de permanecer al lado del marido. En suma, todo parece indicar que, en aquella epoca, el rigor de la tutela de Francisca Javiera cara dentro de los I/mites socialmente aceptados: hijo, familia, comunidad y autoridades ecle­ siasticas no sancionaban la violencia de los procedimientos de la matrona; por el contrario, la justificaci6n porque entre sus fines estaba la protecci6n de la integridad de la vida conyugal de su hijo.

Conclusi6n Antes de concluir, debemos apuntar que estamos conscientes de los lfmites de este trabajo, pues solo analizamos algunos aspectos de la influencia em­ pleada por tres matronas entrometidas. Y, por desgracia, ignoramos qui! par· te de la poblaci6n de madres novohispanas caian bajo este modelo; ya que se carece de estudios al re5P0cto. lntuimos que hablan otros tipos de madres prepotentes que utilizaban infinidad de mecanismos para controlar a sushi­ jos, pero el estudio de tales medios presenta serias dificultades. Por ejemplo, resulta evidente que I.a conducta cotidiana de las progenitoras y de los hijos, en aquel entonces, correspondia a la esfera de la vida privada de las families. Y mientras el comportamiento de unas y otros mantuviera ciertos visos de normalidad, no se manifestaba publicamente. De ahi que cuando se presen­ taban situaciones an6malas o delictivas, el problema emergfa al marco legal, y de el quedaba un rastro en los documentos oficiales. Y de estos testimo­ nios que hoy dfa nos permiten conocer los documentos inquisitoriales, nos hemos valido para penetrar en el ambito de las conductas de ciertas progeni­ toras mestizas del siglo XVIII. Tabien es pertinente aclarar que los casos ele­ gidos no deben considerarse como extraordinarios, pues probablemente eran representativos de las situaciones familiares que, en la Nueva Espana, vivlan varias madres, que por ser viudas y carentes de recursos econ6micos, ingenia­ ban estrategias para asegurarse el apoyo material y afectivo de los hijos. Las conclusiones que presentamos son escuetas y solo se refieren al tipo de matrona que, ante la ausencia del c6nyuge tomaba las riendas de la fami- 1ia y se constitu la en la directora del destino de la pro le. Cabe destacar que 153 la intromislon maternal estudiada no trascendfa mas alla de la esfera fami· liar y solo alcanzaba a los hijos y a los compaiieros de estos. Y como en los tres casos anallzados se presento la falta de nietos. no presentamos hipote· sis relacionadas con la extension de la autoridad de la rnadre, transformada en abuela. En suma, a partir de los tres ejemplos resaltamos la apropiacion del po­ der por parte de las rnatronas y la sumisi6n de los hijos. Pues esas madres se apoderaron de una autoridad que legalmente no les correspond(a, con la finalidad de regular las relaciones matrimoniales de sus hijos. y, seg(rn su convivencia, propiciaban las separaciones o las unlones. Ahora bien, para que ese mando se ejerciera, los hijos debian vivir a !ado de la progenitora, sometidos a ella; pero, sobre todo. los vastagos tenian que ser dependientes y necesitar del auxilio economico, moral y afectivo de la progenitora. Otro punto relevante es el hecho de que este poder se practicaba en el interior de la familia y solo sujetaba a los hijos condescendientes y a las nue­ ras o yernos, slempre y cuando, estos ultimos tambien lo permitieran. Efec­ tivamente, esta conducta materna era una estrategia femenina para desplegar la autoridad en el ambito que a la mujer le estaba permitido, es decir, en el seno de la familia. Y tratandose de madres viudas, que lograban una situa­ ci6n socioeconomica estable, debido a su trabajo y a la convivencia con los hijos, los espacios que ten ian para ejercitar su influencia se reducian y solo podian controlar a los sujetos inmediatos a ellas, es decir, a los individuos que compartfan con la progenitora el feudo hogareno. Asimismo debe senalarse que este tipo de matrona, a traves de la influen­ cia, consolldaba su patrimonio familiar y afectivo, constituldo basicamente po la prole. Para lograr esto, posiblemente educaba a los hijos desde peque­ iios bajo normas que les infund fan Ill apego, la dependencia y el afecto hacia ella. La mira de la madre tenia como finalidad, entre otras cosas, el asegurar su futuro, y cuando enviudara, contar con apoyo econ6mico y moral. No es aventurado considerar que, en aquella epoca y de acuerdo a las condiciones socioecon6micas que se vivian, la progenitora tenia que prever su porvenir y por ello se afianzaba a los hijos. Por lo tanto, resultaba comprensible y social­ mente aceptable que la madre controlara a los vastagos, y mas aun, que influ­ yera en sus relaciones conyugales. Pero la intromision de la matrona en los asuntos matrimoniales de la pro· le resultaba trascendental, sobre todo por las consecuencias que originaba, pues ella era el vector que propiclaba la desarticulacion de las parejas y las disputas conyugales; y llegado el caso, si la madre consideraba que era nece­ sario salvaguardar sus intereses, solapaba ciertos comportamientos contraries al sacramento del matrimonio, tales como: abandono del conyuge legitimo, adulterios, amancebamientos o matrimonios ilfcltos Es evidente queen la relaci6n establecida entre una progenitora entrome­ tida .Y un vastago sumiso, ambas partes resultaban beneficiadas. De la conve· niencia de la madre ya hablamos, y para flnalizar brevemente nos referiremos al provecho que obten fan los hijos que se caracterizaban por su docilidad, obediencia. respeto y dependencia hacia la progenitora. Sin duda, mediante sus comportamientos ellos consegu ian el afecto materno o el consentimiento y contubernio de una madre "alcahueta", que les ayudara a resolver los pro­ blemas sentimentales, o los que tuvieran con la justicia. y, por que no, que les alfegara medlos para solventar sus necesidades econ6micas. En fin, el binomio madre prepotente e hijo sumiso, era indispensable para la supervi· vencia, sobre todo entre los grupos farniliares de recursos limitados.

154 El amancebamiento en los siglos XVI y XVII: un medio eventual de medrar

Solange Alberro Direcci6n de Estudios Historicos, INAH

La palabra amancebamiento viene de la rafz mancebo-manceba, es decir, mozo/a muchacho/a, soltero, en oposicion al casado. El diccionario de Se­ bastian de Covarrubias (1611) da la definicion siguiente: "el que trata de assiento con la que no es su legftima muger y amancebada la que de prop6si­ to cohabita con el que no es su marido. Amancebamiento, el tal ilfcito ayun­ tamiento". El amancebamiento implica una relacion relativamente estable y consue­ tudinaria mientras la fornicacion es esporadica, eventual. Los docurnentos juridicos de los siglos XVI y XVII describen la situacion puntualizando que el hombre y la mujer amancebados "comen a una misma mesa y duermen en una misma cama, coma si fueran marido y mujer", tambien anaden a menu­ do que el varon da a su companera "lo que ha menester". La sentencia que interviene al termino de un proceso por amancebamiento prohibe siempre encuentros y tratos bajo un mismo techo. lo que indica claramente el carac­ ter matrimonial y hogareno de la relaci6n El concubinato y practicas coma la poligamia de hecho, el divorcio, y el amancebamiento de los eclesiasticos fueron comunes en el Occidente del alto medievo y solo a partir del siglo XI es cuando la Iglesia empieza a intervenir en la regulaci6n y control del matrimonio entre cristianos. En la segunda mi­ tad del siglo XVI, el Concilio de Trento no hace masque rematar este proce­ so reforzando y sistematizando las disposiciones y reglamentos tomados anteriormente tanto por las autoridades eclesiasticas coma civiles. Al esfu­ marse en la mayoria de los paises europeos el viejo orden feudal y sus varian­ tes estamentarias y al despuntar una sociedad en la que tend fa a prevalecer el individuo aislado, la familia se volvfa el nucleo fundamental de la sociedad y los nacientes Estados modernos y los grandes aparatos ideol6gicos que los respaldaban buscaron supeditarla para sus fines propios. Pero las antiguas costumbres estaban s61idamente arraigadas y cada pais, cada region las habian integrado en una cultura por lo que resultaba dif/cil cortarlas de tajo pues supon fan una forma de vivir y sentir en la que prevale­ cfa casi siempre la noci6n de comunidad pueblerina o familiar y en la que la familia de nuevo cuflo nuclear, monogamico y patriarcal aun no se impo­ n ra del todo. En Espana, por ejemplo, la poligamia de los moros habra sido por siglos una realidad banal para los cristianos que los trataban inevitablernente. La Reconquista multiplic6 los casos de cautivas cristianas que se convirtieron en otras tantas esposas de musulmanes y la presencia frecuente de esclavas, moras o africanas en las ciudades levantinas o andaluzas favoreci6 situaciones ambiguas y ciertamente alejadas de! mode/o matrimonial y familiar estricta­ mente cristiano.t Por otra parte, valores tales como la castidad o la virginidad no siempre tuvieron para los mismos cristianos la importancia que fue la suya en epocas mastardias, el Siglo de Oro por ejernplo. Asf, la cohabitaci6n prematrimo­ nial era comun en las provincias vascongadas y la boda solo se celebraba al quedar embarazada la novia que aparecfa entonces a la comunidad familiar como mujer fertil y de provecho. Si la practica que se combati6 con mas ahlncio despi.res del Concilio de Trento fue la antigua forma, hasta entonces valida. del matrimonio sin la presencia de testigos ni de sacerdote, considerando de ah/ en adelante como "secreto", las practicas de la fornicaci6n venal y de las relaciones premarita­ les de los solteros nunca fueron erradicadas. Solo se logr6 impedir los discur­ sos acerca de la impunidad de tales comportamientos aunque queda dudoso el que la creencia de que fuesen realmente pecaminosos se haya impuesto. El amancebamiento parece haber sido desterrado con relativa facilidad de Espafla, conforme los medios de control se hicieron eficientes. En cambio, las ideas umidas por err6neas acerca de tal comportamiento por la jerarqu(a ecleslastlca perduraron al menos hasta finales del siglo XVI. Se sabe c6mo si el Santo Oficio de la lnquisici6n no intervenia en la represi6n de la practica -tarea del ordinario y de la justicia civil-, sus registros dan cuenta, tanto en la metr6poli como en la Nueva Espafla, de la frecuencia de los discursos por lo que se refiere al concubinato pero tambien a la castidad de los religiosos y a la fornicaci6n. 2 La formula mascomun al respecto era que "mejor vale estar bien amancebado que mal casado", lo que atestigua sin duda un s61ido buen sentido aunado a un desprecio nada velado por el matrimonio cristia­ no tal eomo lo habfa institucionalizad.o la Iglesia tridentina.

Caracteristicas en Nueva Espai'la

Desde la Conquista, el concubinato fue una realidad evidente entre los adve­ nedizos castellanos. Empezando con el mismo Hernan Cortes y su conocida relaci6n eon la Malinehe, los soldados y colonizadores de los principios fue­ ron en gran mayorra solteros o casados que dejaban a la mujer en Espafla, mientras la suerte deeidfa su destino en las lndias. Se suponfo que los hom­ bres casados una vez establecidos traerfan a la esposa metropolitana y fue necesario que la Corona diese repetidas 6rdenes para lograr tal prop6sito pues los emigrados encontraban pronto en tierras americanas nuevas compa­ fleras con las que entablaban relaciones concubinarias, olvidando por tanto a la lejana esposa. Por otra parte, ciertas medidas impuestas por la Corona no dejaron de favorecer esta situaci6n. Funcionarios como los oidores ten/an prohibido casarse en las lndias y cuando eran solteros o cuando por algun motivo su familia no pod/a acompaflarlos a sus destinos, optaban forzosamente por solueiones improvisadas y partieularmente por el amancebamiento mas o menos disereto.

1 VOOseper ejem~o Pike, R~th', Arist6cratasy comerciantes:,~m, ArieLSeix Sarra!, Barcelo· na, 1978. 2 Alberro Solange, La ectivkktd de/ S11nro Oficic de la lnqt1isici6n en Nueva Espaifa 1571·1700, pp, 61 y 71, delito de amancebamiento v '1a fornicaci6n no especado .. , Coleccion Cieotiffca, nUm. 96, INAH, Mexico, 1981.

156 Los mismos indfgenas no estaban totalmente ajenos a tal practica si bien la mayoria de ellos se hallaban mas controlados que los espaiioles en el seno de sus comunidades; al quedar destruido el viejo orden prehispanico y espe­ ciamente las estructuras familiares y matrimoniales, se dej6 sentir entre ellos una desorientaci6n tocante a las nuevas modalidades impuestas y los docu­ mentos coloniales atestiguan el amancebamiento de algunos indigenas perte-­ necientes al medio urbano, menos controlado y mas aculturado que la repu­ blica de indios 3 En fin, el estado de servidumbre coadyuva igualmente a esta situaci6n. Los negros esclavos y sus descendientes debfan, como todos los subditos, apegarse a las leyes cristianas cuando deseaban vivir en parejas Sin embargo, los amos preferian evadir dichas reglas o manipularlas en funci6n de sus propios intereses y el amancebamiento parecfa a menudo como el medio apropiado para tal prop6sito. En efecto, si el matrimonio representaba para el duei'lo ciertas limitaciones a sus derechos de propietario -necesidad de favorecer la cohabitaci6n conyugal de los esclavos casados, prohibici6n de separar a los c6nyuges por mas de un ai\o y de venderlos aisladamente-, el concubinato no significaba ning(m compromiso y lo dejaba disponer como de cosa propia de la prole eventualmente nacida en estas uniones ilegftimas. Por estas razones, los amos tendian sino a desanimar abiertamente el matri­ monio de sus esclavos, al menos a tolerar y hasta fomentar el concubinato entre ellos. Por ultimo, los individuos de casta, tan pronto aparecieron ampliamente, participaron de este proceso. Productos en la inmensa mayoria de los casos de la ilegitimidad, marginalizados social y econ6micamente, faltos de lugar, funci6n e identidad durante todo el periodo colonial, se atuvieron en todos los terrenos a las soluciones de compromiso y ocasi6n que les deparaba el orden imperante. En el terreno familiar, el concubinato parece haber sido la situaci6n mas frecuente, si consideramos las tasas de ilegitimidad registradas en ciudades como Mexico y Guadalajara.4 Todas estas razones unidas al hecho de que la organizaci6n y el control distaban de ser tan efectivos como pretend ian sobre una poblaci6n movedi­ za, heterogenea y no pocas veces indocil, convirtieron el amancebamiento en una realidad casi banal durante los dos primeros siglos de la dominaci6n espa­ i\ola y especialmente durante el primero de ellos. Ahora bien, pese a que todo historiador del mundo colonial haya topado infinitas veces, al azar de los documentos,, con expresiones como: fulano te· nia mala parte, mala amistad, mal trato con fulana, perengano encontr6 a un nii'lo que dejaron a su puerta, zutano criaba en su casa a una nii\a pepenada o entenada, etc., formulas que recubren de hecho la realidad del concubinato bajo sus mil modalidades, los procesos por tal delito son escasos. Las justicias civil y eclesiastica ordinaria eran las instancias encargadas de la represi6n del amancebamiento. Si la primera no proporciona -hasta la fecha- masque una informaci6n insignificante, la segunda ofrece algunos procesos actualmente dispersos entre distintos fondos archivisticos y de diffcil consulta. Ademas,

1 Por e:jemplo, A.G.N. lnqoi$ici0n, VoL 36. exp. 7. Proceso contra Martin Xuchlmite, indio de Covoac6n, par haber vivido amancebado con watro hermanas y despues d! la conquitta haberse casado con una en Xochimilco v tener otra por manceba. Se en.:uentra l.ln c6dic:e que demuestra lo sueedido. 1539. 4 Calvo, Thomas, "Concubinage et metissage en milieu urbain: le cas re Guadalajara au XVII sil)cle", pp. 147~157, in La Ville en Am0rlque Espagnole colonia•e, Universrte de !a Sorbonne Nouvelle, Paris Ill, 1984,

157 la jurisdicci6n del provisorado abarcaba el obispado de Mexico con el resulta­ do de que los docurnentos de los que se dispone, ademas de no reflejar la si­ tuacion en zonas como Oaxaca, Puebla, etc, tienden a privilegiar la ciudad de Mexico, reduciendose forzosamente la riqueza eventual de las situaciones y de los casos. La lnquisici6n del Santo Oficio no tocaba el punto sino de manera tangencial pues tal delito no pertenecia a su fuero; solo se menciona cuando el inculpado es acusado de otra falta -blasfemia, palabra irreverente o hereticales, bigamia, etc.- siendo adernas arnancebado. En estos casos. la institucion se lirnita a perseguir el delito que le incumbe sin entrometerse en la cuesti6n del concubinato. En carnbio. hernos subrayado la frecuencia de los procesos, a fines del siglo XVI, por discursos favorables al concubinato, considerado en determinadas circunstancias como superior al matrimonio. La escasez de procesos por amancebamiento, tomando en cuenta la casi generalizacion de esta relaci6n delictiva, plantea sin duda un problema intere­ sante. Es evidente que la situacion es poco denunciada esencialmente por dos razones: en primer lugar, delatar puede acarrear venganzas ulteriores contra el denunciante aun cuando la justicia inquisitorial mantiene secreta su identi· dad puesto que la voz publica y los rumores logran descubrirla. La denuncia arriesga ser peligrosa si el infractor resulta ser un encomendero, minero, al­ gun senor que vive aislado en una comarca que dornina de hecho. Por otra parte, es tambien obvio que el concubinato -lo sabemos por la frecuencia de las declaraciones al respecto y que son en cambio objeto de persecuci6n in­ quisitorial-, no es percibido como un pecado grave sino como una situaci6n transitoria sin importancia que tarde o temprano sin duda, encontrara un ter­ mino conforme a las !eyes de la religion y de la sociedad. Estas situaciones improvisadas que bien pueden prolongarse indefinidamente. pero que no implican un compromiso voluntario ,y consciente, parecen caracterizar mu­ chas de las actitudes de los hombres del siglo XVI y posiblemente XVII, en varios terrenos. En efecto, existe a menudo la idea subyacente de que nada debe ser definitivo ni firme pues la suerte puede deparar en cualquier mo­ mento nuevas y mejores oportunidades al que la solicita. Nos parece imperar por tanto un optimismo difuso que desemboca en un dinarnismo y una plas­ ticidad social e individual aunque tambien en irresponsabilidad e ingenuidad. Por lo que se refiere a las uni ones, se entiende por tanto como muchos prefi­ rieron provisionalmente vivir con una compafiera de ocasion·. Los aproximadamente veinte procesos contra amancebados encontrados provienen de la justicia eclesiastica ordinaria, interesan a individuos de la ciudad de Mexico o de sus alrededores --con algunas excepciones que corres­ ponden al arzobispado-. Entre ellos, se encuentran varios ind fgenas. a espa­ fioles amancebados con indias y todos vivieron en el siglo XVI sin que poda­ mos decir si este periodo coincide con una frecuencia mayor del deli to ode la denuncia o recubra simplemente una deficiencia circunstancial de las fuentes.5 Perm ftase al historiador lamentar el que tal delito no hubiese pertenecido al fuero del Santo Oficio; en efecto, el procedimiento de la lnquisici6n ordi­ naria carece de la sofisticacion propia del Santo Oficio y se limita a interro­ gar sucintamente al inculpado sin tratar jamas de indagar de manera mas pro­ funda en las motivaciones, modalidades e implicaciones de la falta, El resulta­ do es un documento escueto, pobre y reducido que poco tiene que ver con

5 En su gran mavorla, se encuentra en el AGN, fondo !en vias de a9ani2<1'ci6n) de! Provisorato y en menor medida, en Bienes Nacionales.

158 estos monumentos de tecnica policiaca, pe~picacia y habilidad que dej6 liberalmente el Santo Oficio. A partir de eUos, resulta imposible no solo establecer un cuadro con pretensiones cuanti:tativas W!Oim::lusoun lntento de aproximaci6n sociol6gica def tema. Sin embargo, los azares de una larga investigaci6n en los archives del Santo Oficio nos revel6 situaciones de con­ cubinato que, sin ·ser objeto de investigaci6n por parte de la instituci6n, emergen de la abundante informacion vertida por algun denunciante o un testigo, a prop6sito de otro delito. Estos datos providenciales nos permi­ ten nutrir al presente estudio que por las razones anteriormente expuestas, esta sin duda condenado a carecer para siempre de un caracter sistematico, Por ultimo, cabe seiialar la ambigedad de las relaciones concubinarias, constantemente esgrimida inctuso por quienes son acusados de sostenerla·s. En efecto, es comun que algun inculpado se escude arguyendo que incurri6 en un delito de fornicaci6n simple en lugar del que se le achaca, negando por taoto el aspecto consuetudinario y deliberado de la situaci6n: lPor que amancebarse, lo que puede acarrear dificultades judiciales y deja a la pro le sin identidad ni derechos, en lugar de casarse derechamente. siendo el matrimonio la v(a real para la constituci6n del linaje y del patrimo­ nio y existiendo ademas tantas posibilidades de restarle su aspecto tedioso mediante lazos efimeros y compensatorios? lOuienes se amanceban? En primer lugar y obviamente los que no pue­ den casarse: los eclesiasticos por ejemplo que desde la reforma de Cisneros y el Concilio de Trento tuvieron que renunciar a la tradicional relaci6n conoci­ da como barraganeria, aun presente en la literatura del Siglo de Oro y que el contexto colonial hizo posible cuando se volvfa excepcional ya en la metr6- poli; luego, estos funcionarios a quienes estaba vedado casarse en las lndias para impedir su participaci6n d.emasiado estrecha a los intereses locales; los casados que no se resignaron a la monogamia sin arriesgarse tampoco a la bigamia ni conformarse con las simples aventuras extraconyugales y final­ mente, el nutrido grupo de los que nada o poco ten/an y vivian al dia, al margen casi siempre de cualquier autoridad o control, castas, espafioles pobres e ind(genas desligados de sus comunidades. El concubinato aparece como una opcion inducida por las circunstancias y no el objeto de una elec­ ci6n deliberada. Asf las cosas, solo en circunstancias y cases particulares result6 un medic efectivo de ascenso social y/o de poder. Tratamos sino de analizar al menos de sefialar algunos de los mecanismos que convirtieron el amancebamiento en instrumento eventual de poder.

Un suplemento de poder Juan Vela de Aguirre, encomendero de la mitad del pueblo de Homun en Yucatan, fue denunciado en 1611 porque "a muches afios que sabe de estas idolatrfas y come la comida y beblda ofrezida a los ydolos y que por aver mucho tiempo que esta amancebado en este dicho pueblo con Magdalena Chan, hija de Andres Chan, gran sacerdote de todas estas ydolatrias y publi­ co hechicero y por ospedarse de ordinario en casa de Diego Xec y Chan, gobernador desde dicho pueblo de Homun ... "Otro testigo aiiade que Vela de Aguirre" es tan buena lengua y aberse criado siempre con los yndios y mamado la leche de estas naturales ... "6 Las denuncias fueron hechas por

6 A.G.N. lnquisid6n, Vol. 455, t. 269 y siguientes; tambil1n en l.tl Vol. 302, f. 281: denuncias y diligencias contra Juan Vela de Aguirre, 161 i-1613.

159 seis miembros de la familia Chan, directamente involucradas en el asunto, ante el padre guardian del convento de San Buenaventura de Hom(m, Comi· sario de! Santo Oficio, quien puntualiza que ''por cuanto no se puede aca­ bar esta ynformaci6n libremente ni tomar los dichos a otros muchos testigos que faltan sin que corra riesgo la berdad y justizia, y por otras muchas razo­ nes y causas que le mueben, remiti6 esta causa a su berdadero y legitimo tribunal del Santo Oficio de la Ynquizici6n de la ziudad de Mexico... " Dos afios mas tarde, los denunciantes revocaron sus declaraciones, arguyendo que habfan sido sornetidos a malos tratos por parte del guardian para que con· fesasen lo anterior. No habiendo dado curso al asunto el Santo Oficio, seg(m acostumbraba a menudo, ignoramos la suerte de Vela de Aguirre aunque el episodio pueda ser parte de la pugna que opuso los franciscanos a los enco· menderos en Yucatan. Sin embargo, el hecho de que se proporcionen datos muy precisos sobre las ideolatrfas practicadas, los ritos celebrados y los ali· mentos ofrecidos ("tutul vah", "huiclhac", "chuihan", etc.) deja pensar que el conjunto de las acusaciones no carecfa de fundamento. Otro caso un tanto similar es el del Alguacil Mayor de Nuevo Leon, acu­ sado por el guardian del convento de San Andres del mismo reino en 1623. 7 El funcionario, entre muchos delitos, "se ha hallado en mitotes de los indios barbaros y ha bebido huesos de personas .•. yten otra vez, enterrado un indio el padre Fray Lazaro de Frras mi antecesor el indio muerto hermano de una india que tenia el justicia mayor en su servicio y su manceba, llarnada Agustina, vino el rnesmo a enterrarlo en persona, no respetando el oficio que ejercla; le dijo el religioso, no haga esto V.m., lay no hay indios que lo hagan?, respondi6 por quedar pariente de este difunto, que es a usanza de su gentilidad ••. y el tiene 10 concubines de las puertas adentro todas y consien­ te los demas tengan las que quieren, .. ". Como en Yucatan algunos afios antes, el guardh!n de Nuevo Leon precise que results dificil indagar los he· chos y cuenta al respecto que "estando en una hacienda ... que llaman de las ,;:alinas,el padre Fray Justo de Miranda, religioso de esta orden de Nstro Siir Sn Francisco y Pablo Sanchez, vecino deste reino y Diego Perez de Orellana, dijo el Diego Perez si entrasse el Santo Oficio en esta tierra, que dello tenia que aser; respondi6 el Pablo Sanchez, si sabe esto V.M., lporque no avisa dello? y el respondi6, no lo digo, por el justicia mayor". Estos dos ejemplos -de los que no sabemos mas, puesto que no origina­ ron proceso alguno- ofrecen materia para reflexionar. En ambos casos, es· tamos en regiones aisladas y muy alejadas de la capital, esencialmente indige­ nas, con poca poblacion espafiola y debil fsimo control institucional. Los dos protagonistas pueden ser vistas como poderosos pues son encomendero y Alguacil Mayor; lejos de vivir anclados en los nucleos espaiioles, sus funcio­ nes los ponen constantemente en contacto con los indigenas cuya vida com· parten de hecho. Es de presumir que estan casados con mujeres de su mismo grupo pues sabemos, por lo que se refiere a Vela de Aguirre, que los encomenderos vu· catecos sol ian practicer una endogamia muy cerrada. 8 Al estar amancebado con la hija de un "sacerdote" maya y al mantener relaciones amistosas con el gobemador Diego Xec, Vela se integra al grupo dominante ind/gena, lo que pone de manifiesto su participaci6n a las idola-

1 A.G:N. lnquisieion, VoL 345, f. 543, exp, 22, contra el Justicia Mayor de Nuevo LeOn, 1623. 8 Bernal, M. Cristina G. Yucatan, Poblaci6n y Encomienda bajo tos Austrias, pp, 469-474, Escue• la de Estudios HlSParoamericanos de r.evilla,Sevma 1978.

160 trias. Por su parte, las autoridades ind/genas, ligadas al encomendero por relaciones personales y casi familiares se convierten ipso facto en sus colabo­ radoras aportandole el prestigio y poder que les pertenecen a nivel politico y religioso dentro de la comunidad. Por su !ado, el Alguacil Mayor dispone de numerosas concubinas de las que ignoramos si algunas de eltas eran hijas de caciques pero con cuyas fami­ lias el mismo funcionario reconoce sostener relaciones de parentesco, si to­ mamos en cuenta sus propias declaraciones en el entierro del Indio herma­ no de la manceba Agustina. Existe ademas una muy posible relacion entre el arnancebamiento multiple de1 alguacll con la poligamia prehispanica de los principales pues este sigue siendo objeto de manifestaciones que recuerdan inevitablemente tal practica: el religioso que lo denuncia al Santo Oficio capita lino relata que "otra vez que le dieron una mozuela de poca edad don­ sella para que se aprovechasse della y llegando al tiempo de su costumbre, la entrego a los indios para que la arafiassen y icieran ceremonias del demonio y esto fue en su casa del dicho". Como el encomendero, el alguacil mayor logra sin duda la aceptacion y hasta la benevolencia del grupo ind{gena, estableciendo con ellos lazos con­ siderados como ileg(timos y por consiguiente culpables por la norma occi­ dental pero seg(m parece validos dentro de lo que en aquel momento pudo constituir las subculturas indigenas de Yucatan y Nuevo Leon. En los dos ejemplos, el amancebamiento de los espanoles se integra dentro de una estra­ tegia de poder posiblemente no concertada pues lo senalamos anteriormente, es el resultado de las circunstancias especfficas que los rodean. El concubina­ to viene en efecto acompailado de una integracion a nivel personal, familiar y de modo mas sorprendente a(m, religioso ya que la aculturacion de ambos espailoles es innegable en los casos referidos. Las ventajas son tambien gran­ des para fas dos partes; el encomendero y el justicia mayor cuentan con la benevolencia y obediencia ind/genas quienes a su vez estan asegurados de su complicidad en cuanto se refiere a la preservacion de su cultura y religion. Si recordamos que las relaciones concubinarias con las indigenas no ex­ clu(an en los hechos el rnatrimonio con mujeres de su propio grupo junto con las ventajas que van unidas a el, se puede considerar que el amanceba­ miento constituye un suplemento al poder adaptado al medio en el que tiene por mision desarrollarse. En otras palabras, el encomendero y el alguacil ma­ yor, espanoles cabales, son tambien criaturas mestizas cuando se hallan entre quienes constituyen la fuente de su supervivencia econ6mica y social, resultando el amancebamiento para ellos una modalidad entre otras de adap­ tacion provechosa. Desafortunadamente, tales ejemplos son excepcionales en la medida en que, segun lo expresan los mismos religiosos que los refieren, el prestigio y poder de los interesados desalientan las denuncias. Solo de vez en cuando llega a nuestros oidos la noticia de cierto minero queen la incipiente Texco de 1538 11i11iaamancebado con muchas indlas esclavas suyas9 de un Francis­ co Perez, estanciero en el Valle de Suchil por 1666 que 'ten fa en su casa una india sinaloa casada con quien dicen comunmente trata ii foitamente", 10 sien­ do casi siempre amancebamiento multiple o mezclado con adulterio o sim­ plemente un caso de bigamia.

"'9 A.G.N. lnquisicion, Vol. 36~ exp. 5, Ptoeeso contra Bemaldo de1 Castilfo, minero, per vivir amancebado con muches indies fldavas suvas, 1538. lO A.G.N. lnquisi.ciOn, Vol. 605, exp. 3, contra Francisco Perez.

161 Blason del macho cabal

El concubinato puede tambien ser vista como un mecanismo muy elemental je poder, cuando es el hecho del amo con sus esclavas. Esta situaci6n fue comun y apenas percibida como pecaminosa pues resu ltaba realmente dificil distinguir entre la fornicacion y el concubinato, dentro de una opresi6n se­ xual generalizada y sobre todo cuando la mujer. como en este caso, tenia al mismo tiempo el ambiguo estatuto de ser humano y propiedad a la vez. Lo que lograba el amo de esta manera era el triste prestigio del jefe vigoroso de una tan numerosa como amedrentada tribu, figura ciertamente positiva en situaciones de crisis demografica o cuando se trataba de poblar, de conseguir mano de obra; no dudemos sin embargo de que lo rodeaba la consideraci6n de que siempre goz6 el senor feudal, odiado, temido y admirado a la vez. El caso de Diego de Lagarcha, Alferez real de Veracruz por 1656 es representa­ tivo sin duda de este tipo social.11 El desorden de las costumbres estaba ya fuertemente arraigado en la familia puesto que el mismo padre de don Diego, don Francisco de Lagarcha habia tratado "en mala amistad" con una tal Francisca Callejas, de quien tuvo una hija, Panchita; mas adelante, Francisca fue amante de don Martin de Artadia, contador de la ciudad, de quien tuvo nuevamente un niiio, Miguel. Otra hermana Callejas, Marfa, era amiga de su lado del hijo de don Francisco, el Alferez don Diego de Lagarcha, padre de la nilia ilegitima, Cotita. Ahora bien el mismo don Diego fue padrino de con­ firmaci6n del nino Miguel y, muerto su padre, ocup6 su lugar al lado de dona Francisca, siendo ella, como lo denuncia justamente un esclavo en 1656, "su madrastra, su cu/iada y su comadre". Ademas de ello, don Diego habia heredado de su padre tres esclavas con las que aquel estaba amancebado, al pretender sostener las mismas relaciones con ellas,una accedi6 a sus deseos mientras las otras dos se resistieron argu­ yendo que cometerian u n incesto en caso de aceptar, puesto que de las dos recalcitrantes exarnantes del difunto padre una fuera ademas manceba del hermano mayor. Don Diego se neg6 a libertar a la una y mat6 a palos a la otra. La misma situacion se repiti6 varias veces con otras negras y mulatas que rehusaban vivir con el aduciendo que estaban ya casadas, o que hermanas suyas habian sido anteriormente sus amigas. Sin que se pueda considerar aqu f el concubinato como un medio positivo de poder, se concibe c6mo la arbitrariedad del amo conjugandose con la arrogancia sexual constituy6 den­ tro del nucleo familiar un mecanismo de verdadero terrorismo y fuera de el, un elemento innegable de prestigio autoritario y machista cuyas consecuen­ cias no dejarfan de hacerse sentir en otros terrenos de la vida social de los siniestros Lagarcha. Asf y todo, Diego de Lagarcha no era un funcionario cualquiera. Un ene· migo suyo don Francisco de Leyva Ysasi, corregidor de Veracruz durante tres a/ios escribia al rev Felipe IV en 1678 refiriendo un sinnumero de delitos del Alferez entre los que encontramos los mismos excesos que denunciaba un esclavo suyo ante el Santo Oficio, unos veinte anos antes: el funcionario es "hombre bestial", y el "vivir escandaloso deshonesto es su ordinario, tenien· do en su casa muchas negras con quien se acuesta como se van criando y de

11 Las: "acusaciones contra et corregidor y teniente general de Veracru.t, don Diego de La9,ard1a, 1678"1619'\ se encuentran en el Boletln del A.G.N., tomo XXIV, no. 4, 1953, pp. 700,716: en el tomo XXV, no, 4, 1954, estein "los pleitos e:ntre el castellano de San Juan

162 quien tiene diferentes hijos", fuera del "horroroso y publico incesto que diferentes anos continu6 con dona Francisca Callejas" ... Es temido de todos los vecinos pues "llega su arrojo y temeridad a tanto que aunque mate, no hay quien de cuenta", pues padecen todos "agravios y tirania". Lagarcha es­ taba relacionado y emparentado con las autoridades def puerto y cuando el Arzobispo Virrey Fray Pavo Enriquez de Rivera intent6 investigar su con­ ducta a raiz de las numerosas denuncias recibidas al respecto, ··muy pocos se atrevieron a decir la verdad". Como consecuencia de turbios manejos y de intervenciones fraudulentas en remates de cargos y en compra ventas, "sin posesiones de casas y hacienda de ganado y esclavos, que es de lo mas grueso que hay en lndias, tiene segun voz publica mas de un milt6n de pesos, sin innumerables joyas y riqueza, con que esta absolute dueno de republica y comercio que nadie vive sino quien el quiere y todo el mundo llora". Es muy significativo que estos excesos no impidieron el que Lagarcha lograra ser, ademas de Alferez Real, Depositario General y Regidor, Capitan de Infante· rfa, Almirante de las naos de Filipinas y luego Capitan General de esta Arma· da. Caballero del habito de Santiago, caso con dona Ana Maria de Cordoba. hija del castellano de San Juan de Ulua, don Lorenzo Fernandez de Cordo­ ba y de dona Angela Cortes, descendiente de Hernan Cortes por los marque· ses de1 valle de Oaxaca. Estos titulos, honores y notable reconocimiento so­ cial fueron posteriores a las denuncias formuladas en su contra ante el Santo Oficio ·en 1656-, 12 lo que muestra claramente que los crimenes que se le imouta>ian no constitu ian impedimenta alguno para el ascenso y exito social, probablemente porque aparecfan en cierto modo banales. Las nuevas acusaciones formuladas ante la Audiencia unos veinte afios mas tarde en el mismo sentido, ventiladas luego hasta el rey tampoco logra· ron perturbar la bonanza de la que gozabe el funcionario que tan solo acce· di6 a dejar Veracruz para trasladarse a Puebla donde residiria despues de ha­ ber hecho las paces con su enemigo del momento, dejando por tanto de ser motivo de zozobra en el puerto. Estas circunstancias; la fortuna ejemplar de un individuo de conducta pecaminosa y delictiva en varios terrenos y precisa­ mente en cuanto toca las relaciones concubinarias. nos mueven a sostener que el caso de Diego de Lagarcha es representativo de una situacion amplia­ mente difundida en la medida en que el funcionario era, masque otro, obje· to de vigilancia y control, tanto por parte de sus conciudadanos y rivales como de los organismos burocraticos a los que pertenecia. Si pudo obrar como lo hizo ante tantas miradas celosas cuando no malevolas y teniendo tanto que perder, lque no harian los demas, pudiendose amparar en la sole· dad y el anonimato? Mas a(m, tenemos la convicci6n que lejos de perjudicar· le, los desmanes del alferez con sus esclavas y con la ex manceba de su pro· pio padre crearon o reforzaron su figura autoritaria y machista, allanandole el terreno para excesos de toda clase. Asf, el reconocimiento social vino a coronar un desempeno singular y las violencias concubinarias y sexuales se inscriben sin duda en la estrategia del poderoso temido, odiado, pero tambien respetado y admirado que sabe imponer su ley a cuantos lo rodean, como aquellos antiguos senores feuda· les que todo lo tenian subyugado en base al terror generalizado. Ahora bien, este caso puede aparecer a primera vista discutible pues no deja de ser individual, especifico, y su protagonista presenta sin duda rasgos

ll A.G.N. lnquisicl_6n, Vol. 568, exp. 3, Proceso y causa criminal contra Pascual Juan, negro eriollo esdavo de odn Oiego Ortiz de Lagoccha, vezino d1!Veracruz. por reniego, 1656. que considerariamos hoy d ia patologicos. Sin embargo, es representativo de una situacion corriente que se maniflesta aqu( a traves de modalidades parfr cularmente vigorosas. En efecto, el ambiente familiar y amoroso en el que se desenvuelve el Alferez Mayor es frecuente durante los dos primeros siglos de la colonia y disponemos de numerosos testimonios al respecto que pintan relaciones com(mmente llamadas "mala amistad", "trato torpe", etc., y que corresponden a situaciones de bigamia, adulterio. amancebamiento y fornica­ cion consuetudinaria cuando no de incesto. Algo semejante suced ia sin lugar a dudas con los n umerosos eclesiasticos que a pesar del celibato de rigor, vivian de manera mas o menos publica con alguna manceba o incluso con varias. Entre tantas figuras, recordemos la de aquel "Alonso Ruiz de Arevalo, clerigo, nuestro vicario de la dicha villa de Panuco [esta] infamado con una mujer casada de la dicha villa; y que allende de lo suso dicho, ubo un hijo de una moy11,que la ten fa en su casa, la qua! la av/a casado los dfas pasados, en que bib/a a la pared medio de su casa y que el entra en casa della todas las veces que quiere adonde tiene puestas de sus manos otras moyas; y que el dicho su hijo que es de edad de tres aiios, lo trae detras del una moya a cuestas hasta el altar donde dize missa... "' 3 0 la de Cristobal de la Carrera, clerigo y Comisario del Santo Oficio en Tepea­ ca a mediados del siglo XVII, quien vive publicamente amancebado con la mestiza Margarita, con la que tuvo un hijo. Esta relacion le permite "empa­ rentar" con la tribu Valdivieso, en la que el padre es ayudante del escribano pub!ico y el hijo nahuatlato, logrando de esta manera conocer y entrometerse en todos los negocios y asuntos de la comarca. 14 Estos y tantos otros eclesiasticos se comportan como sei'iores, afianzando en el terreno personal y sexual los multiples poderes que te6ricamente Jes estan vedados pero que el contexto colonial deja desarrollarse casi libremen­ te. Tambien gozan como Lagarcha del ambiguo prestigio que rodea al hom­ bre cabal, al macho temido y obedecido, finalmente respetado por los demas que se someten ante su figura.

El camino a la posicion

Oueda por ver el caso en que el amancebamiento constituye sin lugar a duda un medio de ascenso social para uno de los protagonistas. Es lo que sucede cuando la mujer pertenece a un grupo etnico o un sector social considerado como inferior al def hombre que por su estatus, · -eclesiastico, casado o gente principal- no puede o no quiere contraer nupcias con ella. Una Beatriz de Padilla por ejemplo, morisca nacida esclava y luego libertada, fue la manceba tan querida como respetada de! Comisario del Santo Oficio de Lagos y del Alcalde Mayor de Juchipila, de quienes tuvo varios hijos. En casa del Comisa­ rio, Beatriz se desempei'iaba como "duei'ia y sei'iora", viviendo rodeada de comodidades y servida por criadas y esclavas, como lo corrobora el inventa­ rio de susbienes. Si el representante del Santo Oficio no pod/a casarse con e!la por razones obvias, el Alcalde Mayor. don Diego de tas Marinas era solte-

13 A.G.N. lnquisici6n~ Vol. 34, f. 73, tnstrucciOn y memoria de lo qoe el Re\tereooo sei'\or nue$tfO Juan Ynfant.e de Barr-ios:¥cedicn'W.> da la .santa Yglesia de Mexico ha de hazer en P8nuco, por virtud de 1,;comisi6n qu.e ~e dimos, 1545, 14 Alberro. Solange, "lrquiSaltion et Soci6t8; RivaUtff de pouvoirs a Tep:aca (1656-1660>, Annaltn, E.SC, no. 5z sept.,oct. 1981, Par.ti,

164 ro y se rumoreaba precisamente que la morisca era la que habia hecho fraca­ sar el proyecto de rnatrimonio entre dona Catalina de Lara, hermana del cle­ rigo de Lagos, y el funcionario quien por motivos sin duda de orden social, no deseaba contraer nupcias con una mujer de color ex esclava.1• La relaci6n ilegitima con hombres de posici6n superior a la suya propor­ cion6 ventajas indudables a Beatriz de Padilla, tan to en el terreno econ6mico --el Comisario pensaba dejarle a ella y al hijo de ambos parte deesu hacienda en hecrencia-, como social, probablemente lo maximo a lo que podia aspirar una mujer de su clase a quien el matrimonio con tales varones quedaba de he­ cho vedado sino por las leyes, al menos por los usos y costumbres vigentes. Se pod/a incluso lograr la consideraci6n de ciertos grupos y una integra­ ci6n relativa en ellos. Asi, Agustina de la Cruz era amante del judaizante Francisco BIan don, mercachifle. En las conversaciones de carceles sostenidas por algunos judios durante la persecuci6n de los afios 1642-1650, esta apare­ ce como "una Iinda mu lata que le sustentaba a Pancho y le aiudava a buscar cuatro reales". Habia abrazado la fe mosaica que le ensefiara Bland6n, el hijo de ambos estaba circuncidado y ella tenia fama de ser muy versada en las practicas rituales. De la misma manera, otra mulata convertida al judafsmo por su amante "se preclaba mucho de su oficio y ser de la nacion"; amiga asi­ mismo de otro judaizante, se esmeraba mucho por cumplir con los preceptos de su religion y su casa era "muy recogida, adonde se reoogfa mucha gente honrada". 16 Las dos mujeres fueron compafieras de judios practicantes, una de ellas dio incluso a luz a un niiio tambien judio; adoptaron la religi6n que cons­ titu fa el cimiento del grupo oonverso y la practicaron celosamente. Por tanto, fueron recibidas por la comunldad en donde gozaron de un prestigio relativo aunque indudable y de un estatus imposible de alcanzar por otros medios, _puesto que el matrimonio les quedaba por varios motivos vedado. El amancebamiento resulto para ellas el medio efectivo y eficiente si bien ilegitimo y limitado de lograr un estatus superior al que el juego normal de las relaciones sociales y familiares pod fa depararles. Tambien el amancebamiento apareci6 a veces como la antesala del despo­ sorio o de la libertad, de la legitimacion de los hijos. Asi lo revelan informa· ciones matrimoniales y testamentos de amos ejecutados cuando la muerte proxima los movia a corregir los errores pasados ajustando cuentas con el mundo y con el cielo .. Finalmente, el amancebamiento muestra haber sido una practica com(m al menos en la Nueva Espana de los siglos XVI y XVII abarcando de hecho comportamientos de simple fornicacion, adulterio, bigamia, incesto y con­ cubinato multiple, productos qel contexto colonial. El numero reducido de autos judiciales encontrados hasta la fecha tocantes a este delito permite pensar que a diferencia del discurso que pretendia legitimarla, tal practica no dio lugar a una persecuci6n sistematica probablemente por la dificultad de llevarla a cabo y porque aparecia como natural y banal al fin de cuentas. El matrimonio fue sin lugar a dudas uno de los medios mas apropiados par la consecuci6n del poderfo social pues fue la unica rnanera oficial y leg(-

15 Alberro, Solange, "Negros y mulatos en los documentos inquisitoriales: rechazo e integra­ ciCm", pp. 132-161, -en El rrab~fo y Jos ~~ El Colegio de Mexico y University of Arizona Prm, 1919, y "Beatriz de Padllla, mistress and mother", en Struggle and SurviiMI in Colonial America, edit.· Gary 8. Nash and David G. Sweet, University d California Press, 1981. 16 A.G.N. Riva Patacio, Vol. 233,exp. 4, "Cornunicaciones de cin::eles entre 00/ia Catalina de Cempos, dona Maria de Campos su hija y Fran,isco de Le6n ... ", sin foliaci6n. tima de juntar fortunas y conjugar las influencias que dimanaban de distintas parentelas, creando un nucleo familiar capaz de transmitirlo y aumentarlo a su vez. Auspiciado y alentado por la ideologia -que no veia mas alternativa al estado matrimonial que el eclesiastico, tanto para hombres como mujeres, constituyo la norma teorica para todos los subditos y el media privilegiado para la elite y los poderosos de lograr poderes multiples y diversos. Por tan­ to, el amancebamiento no fue sino una solucion accidental ·Si bien difundi­ da-, el resultado, de circunstancias especificas. No dudemos queen la gran mayoria de los casos fue tan solo el recurso de la miseria, aunque tuvo, a diferencia sin duda de tantos matrimonios, la incomparable superioridad que le conferia la libertad, sinceridad, igualdad y desprendimiento que acuiiaban a veces este tipo de relacion. Las limitaciones de las fuentes seiialadas anteriormente se aiiaden a las que impone el contexto historico del periodo aqui estudiado; por tanto, falta por ejemplo el concubinato del notable, caballero principal o mercader acaudalado con alguna actriz o cantante, relacion tan caracteristica de la mentalidad burguesa de los siglos siguientes. Tan solo encontramos tres situaciones en las que el concubinato resulto un media eventual de ascenso o prestigio social. El primer caso intereso a poderosos, para quienes la relacion ilegitima y sin duda adultera, constituy6 un suplemento de poder con relaci6n al seiiorio y autoridad que ejercian como encomendero y alguacil mayor. El estar amancebados con indias les permitio granjearse la benevolencia y hasta la solidaridad casi familiar de cier­ tos sectores del mundo indigena a cambio de una aculturacion profunda puesto que llegaron ambos a involucrarse en practicas idolatricas. Puede pen­ sarse que si bien no son frecuentes los testimonios sabre situaciones seme­ jantes, estas lo fueron sabre todo en el siglo XVI yen zonas alejadas y de de­ bil presencia espaiiola. Vimos luego como el concubinato, a veces bajo moda­ lidades francamente escandalosas segun los contemporaneos, puede ser consi­ derado com ola expresion de una condicion cabalmente viril; en este caso, el prestigio que acompaiia al desempeiio machista se proyecta sobre el protago­ nista de manera tal que crea, refuerza o complementa para los eclesiasticos por ejemplo-, los distintos aspectos de su figura social. Finalmente, las muje­ res de casta que vivian con hombres de estatus social superior al suyo ilustran sin duda mejor aun la funcion eventual del concubinato como media de po­ der, entendido aqui como promocion social de hecho. La relaci6n concubi­ naria vivida como un logro por la interesada y percibida como tal por su en­ torno pudo evolucionar en el sentido de la legitimacion cuando los dos pro­ tagonistas fueron solteros, al menos durante los siglos XVI y XVI I en los que el Estado se abstuvo de intervenir en las alianzas matrimoniales y 1!n·-que aquella aparece haber sido comun. As/ las cosas, el amancebamiento tal como se manifiesta a traves de los documentos aqui presentados refleja una situaci6n netamente colonial en la que los mecanismos de opresion sexual, etica y social resaltan a veces con crudeza. Al lado del encomiado matrimonio legitimo, vino a ser una manera vergonzosa, limitada aunque socorrida de convivir y un media eventual si bien improvisado y solapado, de medrar.

166 Relacionesfamiliares y mecanismosde poder*

Fram;ois Delaporte lnstituto de lnvestigaciones Hist6ricas, UNAM

He aqu( una seriede figuras representativas de las relaciones de poder. Regis­ trare, en primer tugar, las similitudes con el prop6sito de agrupar y redistri­ buir estas diferentes figuras segun tres niveles. Si se prefiere, se trata de tres juegos de relacion bien distintos. As(, de manera esquematica, distinguire un primer nivel que llamanl intrafamiliar, un segundo nivel que llamanl interfa­ miliar y un tercer nivel que llamare transfamiliar. A continuaci6n, brevemen­ te describire las relaciones de poder tal como se ejercen en cada uno de estos diferentes niveles. lPor que proceder de esta manera? La raz6n es simple: porque no he en­ contrado un medio mejor para hacer surgir las diferencias; es decir. para apoximarme mejor al contenido de estas tres modalidades de una relacion de podery comprender lo que pudiera constituir su naturaleza. Hay otra raz6n: me veo obligado a otorgar un lugar privilegiado o, mejor aun, precedencia a la ultima modalidad, la transfamiliar. De ah( se desprende­ ran algunas prescripciones negativas y, en consecuencia, algunos puntos de desacuerdo. lntentare, para terininar, resolver algunos de los problemas o contradicciones que hemos encontrado. 1. Algunas palabras, para empezar, sobre la distinci6n entre diferentes ni­ veles en que se despliegan las relaciones de poder.

a) El primer nivel, que hemos llamado intrafamiliar, esta constituido por las relaciones de poder que se ejercen en el interior de la familia. Colocamos aqu/, evidentemente, Madres prepontentes e hijos sumisos. Colocaremos aquf, tambien, el 8as6n def macho cabal porque el esclavo, si bien no forma parte, en sentido estricto, de la familia, es, de todos, una pieza importante de su econom(a. Es un bien del amo y se inscribe, por derecho, en el microcos­ mos del hogar. Un poder que se ejerza en nombre de la autoridad matema o en nombre del derecho del amo, es, en todo caso, un poder que se ejerce en el seno de la familia en el sentido amplio def termino. b) El segundo nivel, que hemos llamado interfamiliar esta constituido por las relaciones de poder que se ejercen entre parejas que pertenecen a familias diferentes. Podemos colocar aqu ( Un wplemento de poder v El caminito a la posicion. Es la relacion que, por la vfa de! arnancebamiento, se establece en­ tre familias espaflolas y familias indfgenas (por hacer referencia, solamente,

• Comentario a tas seslones: Padres e hijos. Voluntades en conflicto (Mexico, sigh) XVI) de Maria.de Lourdes vmatuerte Garcia, Tres miurona, def siglo XVffl/ $U influem:HJ en ht vlda conyugal de IM hij-08 de DoJores Enciso Rojas, El amMJcebamiento en /01 siglos XVI y XVII; un medio eventual de m«lrat de Solange Alberro, al ejemplo del encomendero). Coloco aqui tambien Padres e hijos volunta· des en conflicto. Una breve justificacion: entre el padre y el hijo la relacion es de oposicion, de disidencia. Una relacion interfamiliar, pues, lo que esta en juego en el conflicto es la formacion de una nueva familia. En una pala­ bra, es el momento de la autonom ra y de la separaci6n del hijo. Mas atin, es un enfrentamiento entre sujetos juridicos pues si la voluntad del padre nose fundaenel derecho, la del hijo encuentra en el derecho apoyo y justificacion. c) El tercer nivel, transfamiliar, esta constituido por las relaciones de po­ der que se ejercen entre instituciones como la iglesia y la corona y el conjun­ to de categorlas sociales que constituyen la sociedad novohispana. Coloco aqu/ lo que Solange Alberro llama concubinato, opci6in inducida por las cir­ cunstancias. De un lado, las instituciones, del otro, todas las categorfas socia­ les compuestas por los funcionarios, los eclesiasticos, las castas y los indios. 2. Es necesario, .en este momenta, regresar sobre estos tres juegos de rela­ ciones para describir sus puntos importantes. En primer lugar, el estatuto de los protagonistas: las diferencias que los caracterizan son las condiciones del ejercicio de un poder. En segundo lugar, los objetivos que se persiguen; en tercer lugar, los medios que se utili;i:anpara alcanzar estos objetivos y en cuarto lugar,las formas instituclonales tanto del orden juridico como del tradicional que legitiman el empleo de esos medios.

l\livel intrafamiliar

Cuando los vlnculos que ligan a los protagonistas son de parentesco, como en el caso de la madre y los hijos, la diferencia es evidente. Cuando la madre crla a los hijos en ausencia del padre, ejerce sobre ellos su autoridad. El nino esta sometido. Si el poder de la madre continua ejerciendose cuando el hljo toma una mujer, se trata de la perpetuaci6n simplemente, de una situaci6n de dependencia que encuentra su principio en la autoridad de la madre y la sumision del hijo. Para la rnadre el objetivo es claro, asegurar su futuro y, manteniendo a su hijo bajo su control, conservar un capital del que puede obtener beneficios. Del lado de las normas jurfdicas, nada. De lado de la COS· tumbre todo: "hecho cotldiano y acpetable". En el caso de las figuras relativas al llas6n de/ macho cabal, la cuesti6n es clara: amo y esclavo, la diferencia; el objetivo, el blas6n y toda la relaci6n de poder fundamental juridicamente.

N ivel interfamiliar

En el .caso de Padres e hijos, voluntades en conflicto, las cosas son claras. El padre no tiene ninguna autoridad jurfdica mientras que el hijo dispone de una estructura jurldica fuerte que le permite obtener una licencia a reserva de someterse a las complejas disposiciones previstas por la Iglesia. El objetivo es, evidentemente, casarse con la mujer de su elecclon. En-el caso de Suplemento de poder, la relacl6n se establece entre polos de poder: encomendero y sacerdote. Por la via del amancebamiento, el obje· tivo del encomendero consiste en su integraci6n al grupo indigena dominante con las ventajas suplementarias (colaboraci6n, prestigio en la comunidad). Reclp,rocamente, ventajas para los indios que tienen la garant/a de la complicidad del encomendero en lo relativo a la preservacion de su cultura y religi6n.

168 Nivel transfamiliar

Los diferentes polos de ejercicio :ni el elemento de una familia sobre otro de la misrna familia, ni el elemento de una familia sobre un elemento de otra fa. milia sino la Corona y las instituciones civiles y religiosas a su servicio sabre las diferentes categorfas sociales {soldado, colonizador, eclesiastico, castas, indios y, en fin, el nutrido grupo de los que nada o poco ten{an y vivlan al dia, en una palabra, los marginados socioecon6micos). El arnancebamiento es alentado, en ocasiones, para oidores y esclavos. El amancebamiento no es reprimido, juridicamente, no se coarta ni se le consi­ dera una falta grave; la Corona y las instituciones permiten que se siga una antigua costumbre. En suma, el amancebamiento es un instrumento para alcanzar un objeti­ vo evidente: hacer funcionar un dispositivo de poder que contribuya al man­ tenimiento de privilegios y por lo tanto, a la acumulaci6n de ganancias. Solange Alberro dice que el amancebamiento es el recurso de la miseria. Es claro que, si la miseria es una condici6n del enriquecimiento, nose priva a la miseria de este recurso. Una precision. Uno de los requisitos del matrimonio es una estructura econ6mica mfnima que permita mantener a la familia. Habria sido absurdo imponer un modelo burgues a las clases desposeidas, de ahi la tolerancia del arnancebamiento. 3. Tras haber distribuido las diferentes relaciones de poder segun los tres niveles descritos, tras haber descrito brevemente lo que se observa en estos nlveles, paso al estudio de la definici6n deuna relaci6n de poder. Para hacer­ lo. quiero ordenar los tres niveles segun un orden de complejidad creciente y mostrar, tambien, como cada nil/el supone el precedente, lo integra pero no se deriva de el.

N ivel intrafamiliar

Madre prepotente e hijo sumiso por un lado, madre autoritaria; del otro, aceptaci6n, sumisi6n, respeto y obediencia del nifio. Ello quiere decir que el poder de la madre es reconocido y aceptado por el nifio. La relaci6n de po­ der es el efecto de un consenso. Pasemos a la figura inversa y simetrica, £!Jasonde/ macho cabal, la rela· ci6n amo-esclavo. De un lado, poder y violencia del amo, del otro, sumisi6n del esclavo que se inclina ante la voluntad del amo. Pa.sividadtotal. Aqu( la relaci6n de poder es el efecto de un derecho, una violencia. En el primer caso, la relaci6n de poder es integramente del orden del consentlmiento. En el segundo, la relaci6n de poder es integramente del orden de la coaccion. Sumisi6n de los nifios y sumisi6n de los esclavos nose inscriben en una rela· ci6n de poder. Por lo demas, Solange Alberro lo dice. "relacion muy elemen­ tal". Se podria decir que se trata del "grado cero de una relaci6n de poder". Sin duda, en toda relaci6n de poder intervienen una parte de consentimiento y una de coacci6n, pero se requiere a Igo mas.

Nivel interfamiliar

Padres e hijos, Voluntades en conflicto, Suplemento de poder y Caminito a la posici6n. Aqu i, el poder de relaciones difiere de los precedentes en la.

169 medida en que no est.in regulados por el consentimiento o la coacci6n. En efecto, Padres e hijos, voluntades en conflicto, define precisamente una re1a­ ci6n de enfrentamiento cuya (mica salida posible, es la victoria de uno de los protagonistas y la derrota del otro. Relaci6n de enfrentamiento que supone, evidentemente, la puesta en escena de una estrategia. En lo que se refiere a Suplemento de poder y Caminito a la posici6n, nos encontramos en presencia de una figura simetrica e inversa a la anterior. Se define por una relacl6n de enfrentamiento pero la soluci6n no consiste en una victoria sino en un equlibrio; equilibrio en donde los protagonistas en­ cuentran, cada cual, ventajas. Vamos a lo esencial: el fin de la relaci6n de poder, del enfrentamiento, es tanto una victoria como un equilibria. Pero entonces es claro que victoria y equilibrio sustituyen, precisamente, la rela­ ci6n de poder. En otras palabras, en la victoria o en el equilibria, la relaci6n de poder encuentra, a la vez, su termino y su cumplimiento. Sin duda no hay relaciones de poder sin una relaci6n que sea del orden del enfrentamiento y que suponga la puesta en escena de una estrategia. Pero se requiere algo mas.

Nivel transfamiliar

Difiere del precedente en la medida en que la relaci6n de poder no conduce ni a una victoria ni a un equilibria. Loque la caracteriza en este nivel es que se trata de una relaci6n de poder inestable m6vil y jamas asegurada de ma­ nera definitiva. Es en este nivel que podemos observar relaciones y dispositi· vos de poder que tienen que ver con et gobierno de las familias. gobierno, hay que decirlo, en el sentido amplio que tenia en el siglo XVI. Es decir, con ta manera en que se dirige la conducta o el comportamiento de individuos o de grupos. Es en este nivel que aparecen fen6menos de dominaci6n, asi como de resistencia y de lucha. Dare solamente un ejemplo tornado de Solange Al­ berro: la inversi6n del sentido det amancebamiento,

a diferencia, sin duda, de tantos matrimonios, el amancebamiento ha tenido la incom­ parable superioridad que le confer{a la libertad, sinceridad, igualdad y desprendimien· toque acufiaban, a veces, este tipo de relaci6n.

4. Esta tentativa de definici6n de la naturaleza de la relaci6n de poder me lleva a enunciar ciertas prescripciones negativas. Por un lado, el analisis de una relaci6n de poder no debe hacer intervenir caracterizaciones psicol6gicas, por otro lado, no debe invocar. tampoco, un contexto, circunstanciasambientales o, incluso, condicionessocioecon6micas. En el primer caso, en el de una caracterizaci6n psico16gica la pregunta se coloca en la respuesta y esto supone que el origen o principio de la relaci6n debe buscarse en el sujeto. En el segundo caso, el de una explicaci6n desde la infraestructura. nos ve­ mos llevados a sostener las relaciones de poder y, por lo tanto su conducci6n, como la terminal de un proceso economico y social. En cierto modo, aqui tambien se coloca la pregunta en la respuesta. Senalare una ultima dificultad insuperable: lc6mo articular algo que gira en torno .del sujeto con algo que gira en torno de relaciones de explotaci6n? Llego, asf, a los puntos de desacuerdo. Torno el ejemplo de r"adres pre­ potentes e hijos sumisos. Una caracterizaci6n psicol6gica: "Podemos decir

170 que los elementos indispensables para el ejercicio de! poder de estas matronas eran: personalidad refulgente e hijos sumiso". La infraestructura: "No es aventurado considerar, que en aquella epoca y de acuerdo a las condiciones socioecon6micas que se vivfan, la progenitora tenia que preveer su porvenir y, por ello, se afianzaba a los hijos". Dolores Enciso Rojas tiene raz6n en apuntar hacia la conducta de la madre tornada en una relaci6n de dominaci6n pero no en el modo, creo yo, en que resuelve el problema. Propongo la siguiente soluci6n a parti r de los elementos que ella m isma nos proporciona pero, tambien, evidentemente, utilizando el nivel transfami­ liar. En otras palabras, al considerar que la madre ella misma.esta atrapada en una relacion de poder. Precisemos. El poder de la Corona y de las institu­ ciones civiles a su servicio. lComo estructura este poder la conducta y el comportamiento de la madre? Simplemente, apoyandose sobre una estructu­ ra tradicional existente: "en el consenso social existian ciertas reglas que san­ cionaban, como una costumbre, la intromision de las madres o suegras en la resolucion de los problemas de las parejas". En estas condiciones es, a la vez 16gico y coherente, no encontrar en el discurso teol6gico y en la legislacion civil disposiciones. especfficas acerca de la autoridad de la madre y de su arti­ culaci6n con las relaciones conyugales de su hijo. Logico y coherente, tam­ bien que esta practica no se considere ni como pecado capital, ni como un delito que mereciera la mas mfnima sancion. Las instituciones civiles y teo- 16gicascallan. El que calla otorga. En suma, el poder deja que juegue la cos­ tumbre, es decir, los fen6menos de solidaridad entre las clases pobres. Una ultima nota y, para emplear una imagen, un analisis a nivel micros­ c6pico tiene como efecto la limitacion del campo de observaci6n, al propo­ ner el abatimiento del tercer nivel sobre el primero, se utiliza una lupa que ensancha necesariamente el campo de observaci6n y ganamos a mi modo de ver, en inteligibilidad. Un segundo ejemplo: Padres e hijos, voluntades en conflicto. Aqu r, nuevamente, utilizar el tercer nivel nos permite mostrar como el hijo mismo esta atrapado en una relaci6n de poder. He aqui por que: la Iglesia, al inter· venir en la regulaci6n y el control del matrimonio al punto de poder otorgar una dispensa o una licencia procede al reforzamiento de la instituci6n matri­ monial. En una palabra, hace que el rnatrimonio sea deseable a los ojos de los hijos y propane, en consecuencia, una conducta posible para los hijos al incitarlos a utilizar dicha dispensa. El objetivo primero de la Iglesia es, aqu(, hacer funcionar un dispositivo social. Es este dispositivo jurfdico y comple­ jo que se pone en juego, quien llama a una determinada conducta marital. Torno un ultimo ejemplo para mostrar el caracter no sistematico de mi analisis. El caso en que es necesario, por el contrario, distinguir los diferen­ tes niveles. Se trata del ejemplo del Suplemento de poder.

En los dos ejemplos, el amancebamiento de los esparioles se integra dentro de una estrategia de poder posiblemente no concertada pues como lo seflalamos anterior­ mente. es el resultado de las drcun-stanciasespec(ficas que tos rodean .

.:Que serfa una estrategia de poder no concertada? Una respuesta posible es la siguiente: una conducta dictada o impuesta que nos lleva al analisis del concubinato como opci6n inducida por las circunstancias, es decir efecto del poder de la Corona y de las instituciones. Con mas precision, el nivel transfamiliar bien analizado por Solange Alberro. Ahora bien, al abatir Su-

171 p1emento de/ poder, es decir el amancebamiento del enoomendero, sobre el nivel transfamiliar, se pierden todos los beneficios del analisis que se obte­ nlan en el analisis intertamiliar que se definia por medio de una relaci6n de equilibrio. Ciertamente es posible que mi analisis no sea suficientemente fino, es tambien muy posible que me equivoque. Lo esencial, sin embargo, lo mas importante, es abrir una discusi6n que pueda traducirse en un beneficio de claridad o de una mejor comprensi6n de una cuesti6n importante y dificil. Una ultima precision: si he creido poder senalar algunas dificultades y algu­ nos problemas en estos trabajos, tambien he podido enoontrar en ellos, los elementos que, segu.n yo, permitiran resolverlos.

172 Familias, santos y capellanfas: bienes espirituales y estrategiasfamiliares en la sociedad indfgena, siglos XVII y XVIII.

Serge Gruzinski CNRS, Paris

Tanto en el mundo prehispanico como en el mundo colonial, el estableci­ miento de una comunicaci6n privilegiada con lo "sagrado" constituy6 la fuente del poder por excelencia. Creemos inutil recordar, despues de Alfredo Lopez Austin, el caracter crucial del pacto que concluian el dios tutelar o calpulteotl, el hombre,dios y el pueblo que buscaba so protecci6n. Tampoco nos detendremos sobre el papel de los tlamacazque (o sacerdotes), chamanes y curanderos en las relaciones que man ten fan estas sociedades y comunida­ des con lo divino. Ahora bien, tal vez conozcamos menos la naturaleza de estos fen6menos a nivel de la familia ind igena, ya sea el grupo domestico o el linaje. No trataremos aqui de definir lo que abarcaba la "familia indigena" y sus cambios a lo largo de la dominaci6n colonial. Seria una tarea tan compleja como larga que rebasa el prop6sito de estas paginas. Tampoco iniciaremos una reflexion -tal vez aun masnecesaria·- sobre lo "religioso" y lo "sagra­ do" antes y despues de la Comfuista espai'iola. S61o intentaremos interrogar­ nos aqu r sobre la manera como una relaci6n con lo sagrado cristiano, basada sobre la posesi6n de "bienes espirituales" -apra emplear una categoria ecle­ siastica- pudo servir para manifestar una identidad colectiva y constituir un elemento de poder para la familia y el linaje en varios estratos de la sociedad indigena. Es obvio que solo pretendemos esbozar algunas proposiciones que exigirian estudios mucho mas profundizados y basados cada vez que sea fac· tible sobre datos cuantitativos. Por eso nos limitaremos aqu/ a ofrecer algu­ nos ejemplos y comparar varios tipos de comportamientos que aparecen en­ tre los caciques,los principales y los macehuales nahuas en la epocacolonial, y mas exactamente a lo largo de los siglos XVII y XVIII. Basta hojear testamentos y "memorias testamentarias" ind(genas de estos dos siglos para darse cuenta de la considerable relevancia que asume la pose­ si6n de imiigenes de santos. Tanto como la casa o el solar, estas imagenes se heredan y se transmiten escrupulosamente. El servicio de los santos constitu­ ye para los descendientes una obligacion a la que no e.sposible ni concebible escapar. Existe un lazo tan estrecho como indudable entre la continuidad de la familia y la continuidad de este culto que se materializa en los objetos sagrados que son las efigies de los santos. En todos estos casos los santos "ob­ jetivan" la relaci6n privilegiada que cada familia mantiene con lo divino y el mas alla. Mas exactamente, digamos que lejos de representar algo lejano e inaccesible, las imagenes constituyen los medios por los cuales la potencia divina se hace inmediatamente presente entre los miembros del hogar.Tanto como los efimeros hombres dioses que se manifestaron bajo la dominaci6n colonial, ellas son una representaci6n "viva def poder". En este aspecto no podemos ignorar el peso de la herencia prehispanica sobre el culto de los santos. Como sabemos por los escritos de los "extirpa· dores de idolatrias", Jacinto de la Serna y Hernando Ruiz de Alarcon, en la primera mitad del siglo XVII los altares domesticos de muchos hogares indf· genas escondian "paquetes" sagrados que llevaban el nornbre de tlapialli. Se trataba, por lo general, de cestoncillos llenos de pequenos objetos que per· tenecfan al linaje que resid ia o habia residido en la casa, SJ consideraba que estos objetos estaban cargados con una energ fa divina de la cual depend fan el bienestar y la prosperidad de los de la casa, o sea que irradiaban un poder que procedfa de los ancestros del linaje. Quedaba estrictamente prohibido removerlos de su lugar y su confiscaci6n por parte de las autoridades ecle· siasticas solia provocar crisis y episodios a veces dramaticos. Cabe recordar que ya en esta epoca santos cristianos e "idolillos" coexist/an en el altar do· mestico (o santocalli). Tai coexistencia result6 ser el producto de una elec· ci6n y de una imposici6n. A la vez deseosos de aprovechar la protecci6n de nuevas potencias y particularmente atentos a ofrecer una fachada cristiana a los curas y a los "indios de la iglesia" (sacristanes, fiscales, topiles ... ) que visitaban su hogar, los indios se acostumbraron a esta doble presencia. Las imagenes cristianas se multiplicaron: segun un edicto de la lnquisici6n redac· tada en el siglo XVI!, "[es] como notorio y manifiesto a todos que los indios tienen comunmente en sus casas un cuarto o sala separada que en muchas partes estacomo de publico en que se conservan multitud de efigies de Christo nuestro Senor, su santisima Madre v santos". Con el tiempo, el olvi­ do, la muerte en las epidemias, el retroceso de las practicas antiguas, la desa· parici6n de los linajes que habitaban la casa y habian escogido los tlapialli,, podemos suponer que los santos cristianos sustituyeron paulatinamente a los antiguos sacra. Los indios pasaron de una yuxtaposici6n tactica a una coexis· tencia plenamente aceptada; tal acercamiento dej6 luego el camino abierto a procesos de sustituci6n a lo largo de una compleja evoluci6n que tuvo lugar en el siglo XVI I y que no podemos detallar aqu i. Tai proceso supuso algunas permanencias v algunos cambios bastante profundos. Entre las permanencias observamos que el santo sigue siendo el objeto de un apego muy fuerte y exclusivo. que motiva gastos e inversiones desmedidas con relaci6n a los pocos recursos de los indigenas tributarios. Los indios no vacilan en dedicar parte de sus haberes a la adquisici6n de una imagen, a su restauraci6n y decoraci6n, a la compra de ropas y ofrendas des· tinadas al santo. Rehusan deshacerse de una imagen para entregarla a una capilla o a la Iglesia parroquial. La intensidad de la relaci6n con la imagen, la posesividad que se expresa constantemente a lo largo de los testamentos con· tribuyen a fortalecer la solidaridad del grupo domestico asi como afirmar su continuidad. La imagen esta estrechamente asociada con la casa como lo de· muestra la repetici6n de las f6rmulas "mi casa y mils) santo(si", "los duenos de la casa", "el patron de la casa [ .. , ] el que esta cuidando el sitio o so· lar" ... La imagen cristiana origina una cadena de obligaciones, de cargos materiales y rituales que los descendientes tienen que asu mir. En este sentido contribuye a mantener la relaci6n con los antepasados, Como lo declara en su testamento un indio tributario de San Pedro Atizapan (Valle de Toluca en 1769:

Mi Senor de Chalma queda para que le sirvan los hermanos, primos, sobrinos, junta· mente 1e serviran con sus flores, velas y saumerio como biene desde antesedente de nuestros padres.

174 Martin Pedro de Santa Cruz Atizapan estipulaba que dejaba un bien "pa­ ra que mi sobrino les sirba a mis santos como yo les bine a serbir unos d/as aquf en la tierra", mientras Juan Joseph (de Coatepec, Malinalco) dejaba a su hijo "el cargo de servir a San Juan". En otros aspectos el cristianismo introduce una personalizaci6n de la fuerz:a divina y de la relaci6n con esta fuerza en ta medida en la que el santo se vuelve un miembro de la familia, un "querido padre" (o una "querida ma­ dre", tratandose de una santa) segun los propios terminos de las memorias testamentarias. Ademas el santo puede ser el origen de tazos de compadrazgo cada vez que una tercera persona se ofrece para costear una misa o una ben­ dicion destinada al santo. Asi pues, la irnagen sirve de instrumento para for­ talecer amistades o crear nuevas alianzas que, por ser "espirituales", no dejan de tener un papel relevante en la sociabilidad indfgena y colonial. Dicho sea de otra manera, mediante la materialidad de la efigie el santo manifiesta, hace "presente" una fuerza necesaria al bienestar de los del hogar. Mantiene relaciones individuates y colectivas con el grupo domestico y el linaje, ejerce una influencia constante que requiere rituales apropiados para ser usada en provecho de todos. De all f tambien los conflictos que pue­ den dividir a los miembros de una misma familia, deseosos de ser los dueilos exclusivosdeuna imagen, hasta pelearse y golpearse por la posesi6n del santo. Fuente de proteccion y de poder benefico, expresi6n de una forma de "ancestralidad" -para introducir un termino antropologico-, a veces el santo llega a rebasar los Hmites del grupo domestico y del linaje. Puede "ser pasado", o sea prestado a la iglesia durante ciertos periodos del ailo y salir en las procesiones para mayor lustre de la familia aunque muchas veces ella teme no pod er recuperar su i magen. Ocurre que los santos se vuelvan el nucleo de una hermandad cuya d irec· ci6n pertenece a los miembros de la familia que se considera poseedora de la imagen. El servicio de los santos, la celebracion de sus fiestas adquiere un grado mayor de formalidad sin que se pueda siempre distinguir claramente la frontera que separa una devocion meramente familiar y una piedad mas or­ ganizada que atrae a gente ajena al linaje. Basta el compromiso de mandar celebrar anualmente la fiesta del santo sin que necesariamente haya precedi­ do una donaci6n de tierra ode ganado: "aunque (los indios) les dan el titulo de ermandades, no lo son en realidad y solo se reducen a colectaci6n de li­ mosna para el culto de sus respectivos patronos: para lo que se dedican voluntariamente algunos individuos que toman el tftulo de mayordomos". As/ pues, el servicio del santo permite a ciertos "individuos" sobresal.ir y desempeflar un papel material y espiritual fuera de cualquier tipo de control civil o eclesiastico. Estos cultos pueden originar la asociacion de varias fami­ lias que comparten las obligaciones y ocupan sucesivamente el cargo de ma­ yordomo. En Acambay (norte de! valle de Toluca), por ejemplo, en la segun­ da mitad del siglo XVIII, "viven en dichas tierras (las de Nuestra Sef\Qrade Guadalupe) siete u ocho familias de indios de los cuales cada ailo se elige un diputado por cuya cuenta corre pagar cada tres meses (las misas)". En el mismo pueblo en las tierras de Nuestra Senora de la Soledad "viven como quinze o diez y seys familias de indios de los cuales cada afio se eligen un mayordomo y un diputado ... ". Ser fa interesante conocer mejor el conteni· do de los lazos as/ creados entre estas familias de squatters (pues se estable­ c!ari sobre tierras que habian sido donadas al santo hace mucho tiempo y que nadie reivindicaba) para poder apreciar la autoridad que ejercia el ma­ yordomo en turno que asumia la responsabilidad del culto. Podemos pregun-

175 tarnos si las unidades territoriales que funcionaban de esta manera, origina­ ban la formaci6n de barrios o, con el tiempo, de nuevos pueblos. De la mis­ ma manera valdrfa la pena examinar en que medida las cofradias y las her­ mandades quedaban bajo el control de las familias que mas hablan contribui­ do a au men tar y cuidar los bienes del santo. Ciertas imagenes estaban consideradas como milagrosas, por lo cual con­ ferlan un prestigio considerable a la familia que las posefa. En 1774, en Tla­ macazapa (Taxco), gracias a una imagen de la Virgen milagrosamente grabada en un grano de ma(z, una familia indfgena empez6 a acoger a los indios de los "paizes circumbecimos" que imploraban la proteccl6n mariana. En Cayu­ ca (Pachuca) un Nino Jesus que sudaba y se cubrfa de gotas de agua cobr6 gran renombre a la vez que despert6 la codicia de muchos: el fiscal que lo mand6 hacer, asegur6 que "siempre a tenido en su casa y compal'lfa el dicho niiio que por muchos rruegos se lo di6 a Tomas de Mendosa, indio cuiiado suyo, con condisi6n que no le avfa de sacar de heste oratorio y cada l'iao los dos le selebraban su fiesta con prosesi6n y misa en la iglesia de heste pue­ blo ... ". Sin embargo, a pesar de las suplicas de los cuiiados que ofrecen labrar una capilla para la imagen, el gobernador logr6 apoderarse del santo y tenerlo en su casa, puesto "en un concabo de la pared a modo de capilla", antes que fuese llevado a otro pueblo por el beneficiado y expuesto a la devoci6n de los indios y de los espaiioles. Otros casos atestiguan las luchas que podfa desencadenar la posesi6n de estas imagenes prodigiosas. En Oco­ titlan, cerca de Metepec (Toluca), Tomas Serrano era muy devoto de un Santo Ecce Homo; a fines del siglo XVII este indio "le construyo con el pro­ ducto de sus sudores, afanes y trabajo un famoso y costosisimo colateral y retablo [... J; logro forrnar siembras y construir maguelleras para que nose faltase as/ a aquellas atenciones y antl!'Sfuesen en aumento y progresando". El santo que "(hacia) muchos milagros patentes aqui en la casa de Dios yen mi casa", sudando sangre "que le salla de su divino cuerpo .. , termin6 por ser entregado a la iglesia a pesar de las reticencias de Tomas. Sin embargo, los herederos de Tomas Serrano que tenian "el cuidado de servirle y cuidarlo (al santo)" nunca aceptaron perder las funciones de mayordomos y enta­ blaron un pleito en contra def comun de Ocotitlan para conservarlas. Aqu i tenemos un conflici:o abierto entre "los def linaje" y el comun de los natura­ les acerca de la posesi6n y administraci6n de un objeto milagroso que resul­ ta ser tambien un bien material constituido por tierras de labor y magueyes y, como tal, susceptible de despertar una "abominable y sacrilega codicia". Una devoci6n personal y luego familiar se opone a una devoci6n colectiva y regional ("no faltan devotos de todos los pueblos def vane ... "). Una vez mas conviene descartar una vision demasiado unanimista de los pueblos de indios, pues no debemos olvidar que los intereses de la comunidad indigena nunca se confunden con los de los linajes, grupos domesticos e individuos que la in­ tegraf'I. Apoyar el prestigio de la familia sobre la tradici6n de una devoci6n com· pletada por una fundaci6n piadosa ya no puede ser el hecho de macehuales pobres. En 1698 el fundador Tomas Serrano se proclamaba hijo de caciques y se otorgaba el don que correspondia a su rango. Correlativamente parece revelador que cuando a principios del XIX sus herederos ya no pudieron reivindicar tal posici6n, se vieron despojados de la mayordomia del santo. Cabe 1"ecordar al respecto que existieron instituciones mas formales lla­ madas "obras p{as", constituidas por unas tierras, la cap iila del santo y el car­ go de mayordomo que la familia del fundador procuraba conservar para sus

176 miembros. La erecci6n de una ermita constitu(a una meta que persegufan fa. milias particularmente devotas y acomodadas sin recibir siempre el apoyo de la iglesia (que otorgaba la licencia de celebrar la misa) o de los herederos. A principios del siglo XVII I un cacique de Tacuba, l\1iguelde la Cruz, habia dejado u nas tlerras para edificar una ermita a San Salvador y Nuestra Senora de la Candelaria. Su sobrino nieto Sim6n de la Cruz se limit6 a recordar el encargo en su testamento. De all f la elecci6n de otras soluciones que concilia­ ban el obligatorio control eclesiastico con la integridad del patrimonio familiar. Cuando los caciques y la nobleza indigena en general adquieren, donan y transmiten imagenes de santos, bajo la forma de lienzos y estatuas, sus comportamientos no difieren de los de los macehuales sino por la calidad y el alto costo de las imagenes que poseen. Cuando desde la segunda mitad del siglo XVI gobernadores y ricos mercaderes no vacilan en manifestar mayores ambiciones, costeando Iglesias y fundando cofradias, parece que tal actitud repite -en otra escala obviamente· los gestos humildes y, por lo general, destinados a pasar desapercibidos que multiplican los macehuales. Sin embar· go, creemos que no sucede lo mismo cuando en sus testamentos !os caciques deciden fundar una capellan(a. Queremos insistir sobre este ultimo punto, pues a diferencia de la mayordomfa y de la hermandad, la capellania no se relaciona con el servicio de los santos. Remite a un registro paralelo, a una relaci6n distinta con el mas alla, a una ideolog!a tridentina del purgatorio v de la muerte enfocada hacia la redenci6n de las animas difuntas y el apoyo prestado al clero. lQue significaba fundar una capellania? En pocas palabras, poder dispo­ ner de una parte considerable de sus bienes (de la tercera a la quinta parte) para constituir un capital (de 1500 a 3000 pesos) impuesto sobre unos bienes ra fees (casa, solar, rancho, trapiche ... ) y que producia un redito anual co­ rrespondiente al 5'1. Este redito costeaba la celebraci6n de misas rezadas o cantadas_.dichas para el descanso del anima del fundador, de sus parientes y descendientes. El fundador era el primer patrono. Como tal, escogia a un capellan que era presentado al obispo para que recibiera la "colaci6n e insti­ tuci6n can6nica" y empezara a celebrar las misas. Como lo subr:aya Pierre Chaunu, "las fundaciones de misas son el privilegio de los ricos" (La mart a Paris. p. 410). Entre los fundadores y patronos encontramos a nobles y caci· ques de Mexico y sus alrededores, de Tlaxcala, a hombres y mujeres como dona Magdalena de Tapia, cacica de Queretaro (1598) o dofla Luisa Sanchez Texis de San Luis Teolocholco (Tlaxcala), a mayordomos de cofradfas. etc ... En los siglos XVI y XVII los capellanes suelen ser espanoles y no confun­ dirse con los patronos. Pero en la segunda mitad del siglo XVII observamos un cambio notable. Las actas de fundaci6n estipulan que los capellanes de­ ben pertenecer a la propia familia del fundador. En 1687 un cacique de Chia­ pa de Mota, Jose de la Cruz San Antonio y Soto estableci6 en su testamento que se fundase una capellan(a "en la qual desde luego nombro por primero capellan a Martin de Soto mi hixo ( ... ]. el qual al presente esta estudiando para que siendo de la Iglesia se ordene a tftulo de eya y, no siendo eclesiasti­ co nombro por capellanes a los demas mis hixos, prefiriendo el mayor al me­ nor, y, a falta de ellos, al pariente mas cercano de mi linaje y no abiendolos a los de la linea de la dicha mi mujer para que a titulo de ella se ordenen cada uno en su tiempo .. ,". La misma estrategia se expresa aun mas claramente en las motivaciones expresadas por los Vasquez, unos caciques de la provincia de Tlaxcala. Hacia ' 1721-1722 Bemave Vasquez y su esposa Margarita Hernandez Maroto funda· ron una capellania de 3000 pesos de capital (o sea la sexta parte de sus bie· nes) a favor de su hijo, clerigo de menores ordenes, "para que a su titulo pueda ordenarse de todos ordenes asta el sacro presvyterado [... ] y ordeniin· dose de sacerdote el bachiller don Bernave Miguel Vasquez como intelixente en el idioma mexicano puede alcanzar la administracion de alg(m curato para mayor alivio de sus padres, y no salir dicho rancho y casas de su familia y mas quando la capellan ia que pretende fundar no solo es para beneficio de dicho bachiller, sino que a de trascender a los demas sus hijos, nietos, desen­ dientes, quedandose siempre en los de su linaje ... ". Tanto como en los siglos anteriores, se trata de una inversion espiritual que convierte bienes "temporales y profanos" en bienes "espirituales y eel<,· siasticos" con el fin de contribuir al descanso de las almas de los fundadores y de sus parientes. Pero dos objetivos complementarios se aiiaden aqu i. Por una parte, se precisa un objetivo material y colectivo que consiste en conser­ var el capital y los bienes dentro del linaje: "los descendientes han de ser capellanes de dicha propiedad de manera que dicha capellania este siempre en los de su linaje". Por otra parte, aparece un objetivo social que correspon­ de al acceso a la dignidad sacerdotal hasta tal punto que ciertas actas de fun­ daci6n estipulan expresamente que si el candidato o, mejor dicho, el "llama· do a la capellania" no se habia ordenado de presbitero a los veintiseis ai'ios de edad, perdia el derecho de pretender a la capellania. La propiedad de una capellania constitu ia un requisito que era no s61o deseable, sino material­ mente casi imprescindible para conseguir los ordenes sacros a la vez que pro­ porcionaba en algunos casos los medios de cubrir los gastos ocasionados por los largos estudios del futuro sacerdote. Como lo explica hacia 1755 el indio Marcos Mariano Corona que pretendiii "ordenarse hasta el presbiterato", "no puede conseguirlo sin este titulo (de capellan), porque, aunque con el de lengua, en su obispado nose admite sin el de capellania al menos de prin­ cipal de mil pesos". Agrega el defensor de Mariano Corona: "el logro de los 6rdenes conduce a la comodidad y honor no solo del hijo de mi parte, sino al lustre tambien de toda su familia a cuyo beneficio y al de los otros Uamados se dirige la instituci6n de la capellanfa". En otros terminos, la fundaci6n de una capellania ofrece multiples venta· jas a la familia que puede costearla: ademas de integrarse dentro de una con· cepci6n barroca del mas alla, esta institucion permite proteger parte de los bienes de la familia -al ponerlos bajo el amparo de la Iglesia- y abrir a va· rios de sus miembros una de las pocas vias de movilidad y ascenso social deja· das a la nobleza indigena: el sacerdocio cat61ico. En el caso de los Vasquez, ademas del hijo designado en el testamento la familia tom6 la precauci6n de presentar a otros posibles candidatos: Miguel aparicio Vasquez Hernandes, "cursante en gramatica en el Colegio Seminario de San Jeronimo de la Sagra­ da Religi6n de la Compai'iia de Jesus" y a un sobrino. Como previsto, Ber· nave Miguel se volvio presbitero y llego a ser el primer capellan. En 1748, despues de recibir las 6rdenes del sacerdocio y haber sido estudiante canonis· ta en la Real Universidad de Mexico. Nicolas Timoteo Vasquez, nieto de los fundadores, sucedio a Bernave Miguel en la capellania. En 1790 Miguel S6stenes Vasquez, bisnieto de los esposos Vasquez, recibio la colaci6n gracias a los esfuerzos de su padre que logro impedir que la capellania saliera del poder de la familia. Cabe subrayar que tales estrategias familiares se desarrollaron en u n mar­ co y en un siglo en los que el sacerdocio ya se hab fa vuelto un objetivo al·

178 canzable para los grupos dirigentes de las sociedad ind{gena. Salvo contadas excepciones, en el siglo XVI y en la mayor parte del siglo XVII la Iglesia novohispana no acept6 abrir el sacerdocio a los ind/genas. Sin embargo, a fi­ nes de este siglo cedulas reales recordaron que los indios "nobles y de sangre limpia" pod(an acceder a todos los cargos civiles y eclesiasticos. De hecho, a mediados del siglo XVI11 la Nueva Espana contaba con un medio centenar de sacerdotes indigenas que en su mayoria recibieron parroquias indigenas en las que podian aprovechar su conocimiento de los idiomas aut6ctonos. En este contexto la constituci6n y la trasmisi6n de una capeflanfa se vuelven el mejor modo de asegurar sucesivamente a varios miembros de una familia la entrada en la carrera eclesiastica y tal vez la obtenci6n de puestos prestigio­ sos e importantes, tales como los que desempe/16 Domingo Jose de la Mota: este indio cacique de la parcialidad de San Juan (Mexico) lleg6 a ser visitador de testamentos, capellan fas y obras pfas del arzobispado de Mexico, comisa­ rio del Santo Oficio, juez eclesiastico y rehus6 una canonjia en la colegiata de Nuestra Senora de Guadalupe_ .. El caso no es nada excepcional. Aquel "lustre" los caciques indfgenas pod fan dificilmente conseguirlo en las funcio­ nes civiles estrictamente reservadas a criollos ya gachupines de abolengo. En Nueva Espaila como en la Europa del Antiguo Regimen la carrera eclesiastica podia ofrecer una soluci6n viable a los que su nacimiento alejaba de las digni­ dades y de los empleos. Cabrfa por fin recordar los esfuerzos hechos por las families que deseaban que sus hijas entrasen en un convento de monjas, aun­ que eso nunca logr6 representar una salida comparable a la que constituia el sacerdocio. Estos pocos ejemplos sugieren que los caciques indfgenas supieron imitar a los espafioles mas afortunados al conciliar piedad, continuidad del linaje e interes familiar. La perpetuidad de la instituci6n implicaba tanto la interiori­ zaci6n de un mas alla casi sin fin, lo que Pierre Chaunu llama una surduree. es decir, una "sobre·duraci6n" (Ibid., p. 40) aunada a la exigencia de una intercesi6n ininterrumpida, como la voluntad de favorecer al linaje en el mas largo plazo. La fundacion de una capellanfa descubre la distancia cultural que en este caso (y en muchos otros) podia separar las elites indigenas del siglo XVIII de los macehuales y de muchos principdles, pues estos dlstintos medios desarrollaron practicas que pueden considerarse como opuestas ..aun­ que -cabe recordarlo-- inspiradas todas por el cristianismo: los macehuales, los indios tributarios solian cristalizar en torno a un objeto sus anhelos de bienestar espiritual, material y social mientras muchos caclques esperaban el mismo provecho de un capital constituido en capellanfa. Por una parte, exis­ te una tendencia a concebir la sucesi6n de las generaciones y el prestigio de una familia con relaci6n a un ser divino, luego perpetuo: el santo. Por otra parte, en el caso de los caciques mas ricos, un mecanismo financiero y ritual debe garantizar la perpetuidad de un intercambio entre los fundadores difun­ tos y los sucesivos beneficiarios de la operaci6n. Alli, la familia y el santo. Aquf, el linaje y la mediaci6n clerical. Cabe notar queen amboscasostodo se negocia dentro del mismo grupo ya que tanto el santo como el capellan "pertenecen" a la familia o al linaje. Dicho sea de otra manera, en la sociedad indigena se dieron varias estrategias familiares que se desarrollaron entre dos polos, sin que por lo demi.ls haya habido incompatibilidad entre ellos. Dos polos bastante distintos, pues es obvio que el capital financiero se oponia al capital simb61ico, a la imagen, tanto como la inversion invisible se oponia a la materializaci6n, a la visualizacion de lo sagrado, al santo. La devoci6n de los macehuales se inscribfa dentro de una "tradici6n", de una actitud que

179 remontaba a la epoca prehispanica a la vez que estaba profundamente in­ fluenciada por un cristianismo popular y mediterraneo mientras muchos no­ bles adoptaron escrupulosamente una instituci6n y un modelo eclesiastico que vigilaba el Juzgado de testamentos, obras pfas y capellanfas de cada obis­ pado. Los primeros construyeron y expresaron una piedad original que esca­ paba parcialmente al control y a la vigilancia de la Iglesia para alimentar un cristianismo indfgena y "popular": los otros persegufan el medio de integrar­ se mejor a los estratos dirigentes de la sociedad colonial (y hasta peninsular pues algunos capellanes indfgenas prefirieron residir en Espana). Sin embar­ go, en ambos casos poder sagrado prestigio social, familia y linaje no dejaron de constituir elementos estrechamente relacionados.

Fuentes: A GN (MtixicoJ Bienes Nacionales, Tierras, Indios, lndiferente General, (documentos proce­ dentes de/ archivo def Juzgado de Testamentos, Capellam'as v Obras p(as de/ arzobispado de Mbico).

180 Poderosos,parentelas y clientelas: reminiscenciasmedievales y modernidad en la Zacatecasdel siglo XVIII

Frederique Langue

Preliminares

Es costumbre ya considerar que, en lo que se suele llamar la Europa del Anti­ gua Regimen, se produjo una concentraci6n del poder politico, tanto a nivel geografico -establecimiento de las instancias del poder en la capital- coma politico, en el sentido de un control mas eficiente de los distintos grupos sociales, especialmente de las capas mas altas de la sociedad. Asi tucedi6 no solo en Francia despues de la reforma cat61ica, sino tambien en la Espana de los Reyes Cat61icos. En cambio, la dispersion de las instancias del poder fue un hecho patente y duradero en Nueva Espana hasta la llegada de los monarcas ilustrados y la reestructuraci6n politica y econ6mica del imperio espanol, proceso conocido coma la "revoluci6n en el gobierno". 1 De tal manera que siguieron coexis­ tiendo grupos sociales que no fr,ecian soluci6n de continuidad entre unos y otros, pero que, empero, no dieron lugar a la formaci6n de una estructura social rfgida -caracterfstica de la Europa cristiana medieval, integrada por los tres grupos esenciales que son la aristocracia militar, el clero y la servi­ dumbre de la gleba, habida cuenta de las circunstancias en que tuvo que desarrollarse la historia de Espana durante la epoca anterior. con las necesida­ des imperiosas de la repoblaci6n, y aun la constante asimilaci6n de grupos etnicos distintos (hebraico, y herencia musulmana). Sise mantuvo una jerar­ quia social: en la cuspide de la sociedad, la nobleza conquistadora, ligada al estamento military los "ricos hombres".' Pero la conquista de America no signific6 tan solo la transmisi6n, por parte de Europa, y mas particularmente de Espana, de instituciones medieva­ les, sino en algunas ocasiones, el renacer y la adaptaci6n de estas a un medio ambiente especifico. 3 El ejercicio del poder propiamente dicho, se realiz6 en Nueva Espana me­ diante una burocracia de tipo patrimonial -segun la terminologia empleada par Max Weber- al servicio de la Corona espai'\ola.

1 Brading, David A., Mirreros y comerciantes en el Mexico b<>rb6nico 1160·181t, Mexico, FCE, 1975, pp, 55 V SS.; '2 Burguiere, Andre, "Un viaje redondo. De la problemdtica novohispana a la francesa ~I Antigua Rf}g1rnen'', en Familia y sexualk:IMJ en Nueva Espafla, memoria del primer simposio de historia de las mentatidades, Mbico, FCE·SE?, 1982, p. 323. _vicens Vives, J. dir. Historia de Espafla y Amdrica_, sacial v econOmica, vol. H: Baj.aEdad Media, Reyes Cat6liaas. Descubdmientos, Barcelona, Libros Vicens bolsillo, 1979, pp. 93 y 22. 3 Weckmann, Luis, La herencia medieval de Mf?xico, Mexico, El Co~gio de M!?xico, 1984, tomo l, p. 29. '1ericiona !os casos de! sei\odo y de! cabildo.

181 En el marco tradicional de la relacion legitimadora senor vasallo, la carac­ teristica fundamental del sistema plramidal integrado por los virreyes las audiencias y las autoridades locales (corregidores y alcaldesl, fue la interfe­ rencia a veces conflictiva de las funciones polfticas, administrativas y judi­ ciales.4 Ademas, la distancia a la metropoli y la extension del territorio novohis­ pano no pod(a sino originar una alteracion del sistema de gobierno, como su­ cedio en las postrimerias de la epoca colonial. La realidad local fue distinta del panorama esbozado por las leyes: los intereses en presencia tanto de los vasallos o particulares como de la burocracia patrimonial, plantearon la cuesti6n del control politico de tlueva Espana y, asimismo, el problema de la reestructuracion de una economia basada en la produccion de metales pre­ ciosos, elemento clave de la economra peninsular y soporte de las costosas ambiciones diplomaticas de la Corona. Asf lo contemplaba el visitador Jose de Galvez durante su labor reorga­ nizadora, cuando insisti6 en el papel de la mineria como "origen y unico manantial de la riqueza numeraria que da espfritu y movimiento a las demas ocupaciones de los hombres y al universal comercio de todo el orbe descu­ bierto", un ramo que merecia por consiguiente la mayor consideraci6n de parte de la administraci6n colonial y especialmente de parte de la Real Ha­ cienda. 5 La formaci6n de verdaderos grupos de intereses entre quienes luchaban por sus fines de riqueza y de poder -funcionarios, terratenientes comer­ ciantes y, en el caso zacatecano, mineros- crea situaciones de hecho ampa­ radas por el relativo "acato" al poder central representado por el virrey. El desfase introducido entre las disposiciones escritas, las leyes y los comporta­ mientos efectivos, tiene como consecuencia la subversion de estas subversion de la que solo tenemos un ejemplo parcial, el mas aparente, con la corrup­ cion de los altos funcionarios. A ese respecto, la dispersion del poder mas arriba evocada favorece la formacion de estos grupos de intereses. en contra de la voluntad siempre afir­ mada de la Corona espai'lola de regular y de imposibilitar incluso la constitu· ci6n de poderes locales parecidos a los feudos conocidos en la peninsula en epocas anterlores asi como la aptitud de los "grandes" para intervenir, con su enorme poder social y econ6mico en el gobierno del Estado tal como lo hicieron en Castilla. El nuevo orden polftico impulsado por el clima renacen­ tista habia significado el "ocaso" del feudalismo nobiliario; la nobleza caste­ Ilana acepto la lecci6n de los Reyes Cat61icos y estuvo dispuesta a colaborar en el nuevo orden polftico. Mantuvo sus derechos jurisdiccionales, sobre las llamadas "tierras de seilorfo" y su potencialidad econ6mica. pero en la supre­ ma direcci6n de la pol itica del pals apenas intent6 oponerse a la voluntad del monarca. 6

4 Sob,e !a evoluciOn general de la estructura juddica del v1rreinato. ve.aseMac Lachlan, Co!m, La justicia criminal def sigla XVIII en M.fxico, Un estudio sobre el rribunal de faAcordada. Mhico. SEP, 1976, col. SepSetentas nUrn, 240, Bloch, Marc. La societe ff!Odale, la formation des liens de df!pendance, /es classes et Je gouverne· ment de4 hommes, Pads, Albm Michel, 1968 (1939}, pp. 209 y 212-213, a propOs,to del homena 1e vas.ilico como fundamenw de ta vida social. S: lnforme gerumal que {, •. } entregd el t .. } Marque$ de Sonora (111) al Virrey r:rey O. Antonio Bucarely Y Ut'$ua, can fecha de 31 de dicieml)re de 1771, Mexico. 1867. Weckmann:, Luis, op. cit., ton:10 11,pp, 445 v 22., cap. XXIV, "L<1sactiv!dades econ6m1cas prima· rias·': dest"aca el papel de lo "herencia medieval" de la Europa Central de la miner fa novohm:nma, iunto a la tradk:iOn leglsladora espaflola. 6 Vicens Vives, L, op. cit., tomo 11, pp. 385-392 y tomo Ill, pp. 50 y i;s.

182 Un "ambiente social" particular

La consolidacion de estos grupos de intereses es, sin embargo, una realidad en las "tierras de frontera", como Zacatecas, cuya originalidad se haya res­ paldada por la distancia a la capital del virreinato y por el aislamiento geo­ grafico. Desde los inicios de la conquista, el norte de Nueva Espana y en especial la region de Zacatecas -punto de partida de las expediciones milita­ res y de evangelizacion hacia el norte- se convierte en el territorio propio y exclusivo de los "hombres ricos y poderosos". 7 A pesar de ciertos rasgos modernos --algunos de ellos son "capitanes de empresa" en el sentido anglosajon de la palabra y desarrollan desde la pri­ mera mitad del siglo XVIII estrategias de produccion y de control de la mi­ ner/a zacatecana hasta formar las "companias" de finales del siglo -, estos personajes omnipotentes, duenos de las tierras y de las minas instauran y refuerzan pautas de comportamiento y actitudes socioculturales en vias de desaparicion o al menos ocultadas en la metropoli. Estas reminiscencias medievales estriban en la preponderancia de exten­ sos grupos familiares constituidos por lo comun en torno a algun poderoso de origen noble -aunque se trate solamente de un ""---, terrateniente, "senor de ganado" --hacia la region de Guadalajara- minero, e incluso, en el caso de los capitales regionales -Guadalajara y en menor grado, Zacatecas-­ en torno a algun oidor o funcionario real. Estos poderosos, rodeados de ex­ tensas parentelas acertadamente reforzadas por alianzas matrimoniales. rei­ naban ademas sobre sus circulos de "criados" y de "paniaguados", sobre una red de obligados y de compadres que llegaban a constituir algo como sus clientelas: servian en sus haciendas, pero, llegado el caso, tambien formaban los ejercitos particulares que salian de la hacienda del dueno a combatir a los indios nomadas o a persegulr bandidos. Esta por demas precisar que el poder local -los puestos de alcaldes o de jueces- estaba en sus manos me­ diar.te el reparto de esas responsabilidades entre sus "obligados", segun el "uso" y la "costumbre". 8 De tal manera que en esa region de especial personalidad historica, la norma la constituye la ley de los poderosos. De manera general, Zacatecas y sus contornos son -particularmente durante los periodos de depresion de la econ om la minera, as/ durante los a nos que vamos a considerar-- el escenario de comportamientos marginales o irreverentes, de delitos tales como robos, abigeo, o transgresiones diversas que no encuentran sino cierta inercia por parte del personal religioso e inquisitorial. 9 sin embargo, recordemos que las ciudades mineras se caracterizaban por su violencia y su corrupcion, y que Zacatecas no representaba por lo tanto un caso especifico y aislado al res­ pecto.10 Los poderosos mineros-hacendados ennoblecidos por el monarca espanol pod/an haber disfrutado de esta situacion de hecho por mucho tiempo, sin la llegada del oidor de Mexico. Esta llegada, o mejor dicho, la irrupcion de

7 Chevalier, Franc;ois, La formaciDn de las latifundios en Mexico. Tierra y sociedad en las sig/os XVI y XVII, Mexico, FCE, 1976. 1 la. parte, cap. 2: "Los hombres rices y poderosos", pp. 191 y ss. 8 Bloch, Marc, op. cit., y Weckmann, Luis, op. cit., tome I, p. 101. 9 Alberro, Solange, ''Zacatecas zone frontiere d'apres les documents d'lnquisition, XVle XVlle. siecles, Cahiers des Ameriques Latines, no. 24, 2e. semestres 1981, p. 192. (En espai'iol se public6 en £studios de Historia novohispana, nUm. 8, 1985). 10 Brading, D. A., ''La c1udad en la America borb6nica: elite y masas", en: Ensayos hist6rico-so­ ciales sabre la urbanizaci6n en A m,Jrica Latina, Buenos Aires, CLACSO, 1978, p. 203. tal personaje en la red de intereses particulares de los mineros del lugar, asf como su falta de "diplomacia" para con los duenos del poder local, desat6 un conflicto que iba a durar mas de diez anos. A partir de aquel entonces, se hizo patente un desfase y hasta una opo­ sici6n entre los intereses socioecon6micos de los poderosos mineros y los de la Corona - en un periodo de depresi6n de la mineria ·, entre una realidad social aceptada por los zacatecanos y una norma escrita la legislaci6n in­ diana-- defendida sin rodeos por el visitador. desfase todav1 a mas patente en los anos diffciles para la mineria y la agricultura local, momenta en que el prestigio del poderoso, su influjo social respaldado por la existencia de las extensas clientelas, tienen como consecuencia otra "norma", esta vez no escrita pero sf compartida y aplicada en una suerte de reacci6n defensiva propia de estos tipos de "solidaridades" en vigor en las sociedades medieva­ les y del Antiguo Regimen. El conflicto interno al aparato polftico-administravivo Audiencia contra el virrey, las maniobras dilatorias del corregidor de Zacatecas que toma parte en el asunto, los virreyes sucesivos que disienten unos de otros y por consi­ guiente, apoyan o condenan las partes, conflicto ilustrativo de la problema­ tica que planteamos al principio de este estudio, las coninuas ilustraciones de lo que podria considerarse como el lema de la irreverencia, ·'Obedezco pero no cumplo", dan la medida de la compleja situaci6n en la que interfie­ ren en realidad dos normas: una, escrita, determinada por las autoridades indianas en funci6n de los intereses de la Corona, y otra dimanada de las cir­ cunstancias locales y resultado de cierta tradici6n hispanica por otra parte. De ah i el juego de las solidaridades evidenciadas por la visita del oidor. frente a la norma escrita de la legislacion minera y judicial aplicada al pie de laletra por el visitador, se afirma una norma sociocultural no escrita pero intimamente ligada a las mentalidades. De manera mas explicita, frente al legalismo destinado a asegurar el dominio de la Corona van a funcionar con bastante eficacia estas solidaridades organizadas en torno a los poderosos zacatecanos: su parentela, criados, amigos y compadres, sus allegados cuya actuaci6n resalta en las actas levantadas y en los escritos furibundos del oidor.

La visita

El punto de partida del conflicto lo constituye la comisi6n que el virrey-arzo­ bispo de Mexico Juan Antonio de Vizarr6n y Eguiarreta confiri6 el 23 de mayo de 1739 a Francisco Antonio de Echavarri, oidor de Mexico," con objeto de averiguar "el modo y la forma con que los poseedores de las minas

11 Fraricisco Antonio de Echavarri, que terminaria su carrera en el titulo envidiable de "oidor mas antiguo" de la Audiencia de Mexico. fue nombra-do oido1 de la mtsma por despacho del 6 de mar· zo de 1735 !Archivo General de lndias, en adelante A.G.t., Escriban{a 1060 Bl. Seglln 8. Hamrtett {The Mexican Bureacracv before the Bourbon Reforms 1700,1770t A Study of t;he limitation of Absolutism, Univers.1ty oi Glasgow, !n:mtutc of lat(!) American Studies, Ocas1onal Papers no. 26, pp, 14·15), este peninsular, compatiero del futuro Alcalde del crimen, Domingo Valc.4r, eel. se educ6 en la Universtdad de Afcal

164

Reflexionando los autos de la referida visita, se (hl alla en ellos exsuberantemente provado el manifiesto abuso y total transgresion con que los poseedores de las mlnas del Real de Zacatecas las han travajado, derrocado y aniquilado con tan ebidente avandono de las ordenanus que coma de ellos consta, aon en la actualidad de la visi· ta, travajan en los pilares, cielos, pegaduras y otros lugares que son reservados a la permanencia, sin que 10, contubiera el justo temor que les devfa haver asistido del cast~ que tan justo ten(an merecido.13

En otros autos del visitador y en los inforrnes del corregidor quien de­ sempena el paoel de oficial politico y judicial del distrito y recibe por ejem­ p lo los denuncios de minas abandonadas o consideradas como tales consta la impericia o el descuido "ma!icioso" de los dueflos en lo que toca al laboreo de las minas, es decir, el no respeto de las ordenanzas de minerfa incorpora­ das en la Recopilacion de fas /eyes de indias. Mas todav!a: el examen de los denuncios de minas hechos en Zacatecas una mina es denunciable cuando no se trabaja desde hace cuatro meses­ pone de relieve las artimafias de la mayor fa de los mineros, quienes se confor­ man con poblarlas con el mlnimo numero de operarios y en realidad solo eluden un posible demmcio de estas. El procedimiento consiste en poblar las minas por intervalos · -una semana de cuatro meses- con los cuatro barrete­ ros previstos en las ordenanzas. Por diversos motivos --inundaciones, hundimiento de las minas, bonan­ zas que terminan de repente, costos de desague o simplemente de trabajo­ los mineros no quieren aventurar mas sus caudales o ya no tienen con que realizar las obras. Esta situaci6n da lugar a veces al mero acaparamiento de minas por parte de personajes mas poderosos, cuando las minas podrf3n tra­ bajarse con pocas inversiones. Tai es el caso que nos ofrece Juan Alonso Diaz de la Campa, dueiio de las minas mas importantes de Zacatecas, ubicadas la mayor/a de ellas en el cerro de Malanoche. Con motivo del denuncio de una de sus numerosas mi­ nas por un tal Antonio Beraza, vecino de la ciudad de Mexico, empieza un pleito interminable durante el cua1 los oidores, virreyes y hasta el Consejo de lndias vacilan en dar la raz6n a uno de los contrarios. Lo lnteresante del litigio es que, en un auto del 17 de enero de 1 i47 se declara por legitimo el denuncio de Beraza --·despues de varias apefaciones

12 A.G.!., Mfixico, 1336, el Duque de la Conquitta. Mexico, 27 de febrero de 1741. 13 Ibidem.

185 por parte de los interesados- y se ponen en tela de juicio los procedimientos de Juan Alonso Diaz de la Campa: este hubiera recurrido a muchos testigos "sospechosos por parentesco, compadrazgo y (a) otros de baja esfera". 14 En el informe rnandado redactar por el Consejo de lndias con fecha de 13 de mayo de 1750, se puntualiza que "no es justo que Campa, con fines particulares, retenga tantas minas", que se conforma con acaparar sin traba­ jarlas segun lo dispuesto par las ordenanzas. La controversia llega a una nueva etapa con la carta que el virrey Conde de Revillagigedo mand6 al Marques de la Ensenada el 14 de julio de 1751. El virrey manifiesta escepticismo respecto a la labor de los ministros encar­ gados de proseguir la informaci6n, denuncia la "inconsecuencia" del corre­ gidor de Zacatecas y la "malicia" que ha permitido el "despojo" de Diaz de la Campa por el citado Beraza.15 Otro punto de interes subrayado par el virrey y que permite matizar la acusacion de "acaparamiento" de minas, es la "falta de hombres opulentos que se dediquen al fomento de sus minas" --supuestamente el caso de Diaz de la Campa, considerado como el primer "capitan de ernpresa" de Zaca­ tecas y la proliferaci6n de pleitos inutiles con el "color de justicia" segun el cronista Francisco Xavier de Gamboa en sus Camentariosde 1761.16 Los mineros zacatecanos se enfrentan por la posesi6n de minas: el mismo corregi­ dor, Tomas Ortiz de Landazurri, escribano de camara de la Audiencia de Guadalajara en 1751, toma partido a favor de Beraza. Como lo sefiala Revi­ llagigedo, este personaje es el "unico protector de Beraza y sus aliados segun (tiene} entendido y enemigo notorio de Campa, en cuio tiempo, en la maier parte de su durazion y coexistencia tuvo fomento y origen este tenaz litigio, y persevera mas por capricho y pasi6n contra dicho general". El 13 de enero de 1752, una Real Cedula pone tern;iino al conflicto restituyendole a Beraza la mina de Santa Ana de Rayas -anteriormente entregada a Campa- con el importe de lo gastado en su habilitacion. Este fallo consagra la aplicaci6n efectiva de la norma juridica par lo que toca a asuntos de miner/a. Sin embargo, nose puede considerar que la norma cultural y social determinante de estos comportamientos -denunciados por el virrey de la Conquista- haya sido neutralizada por las instancias del poder "legitimo". Sucedi6 todo lo contrario, como lo demuestra la larga duraci6n del conflicto. El virrey de la Conquista prosegu ia su requisltorio en los si­ guientes terminos:

Estos irregulares hechos manifiestan la perniciosa tolerancia de fos ministros que tie nen facultad de Vuestra Magestad para corregir y castigar semejantes abusos, y no lo (h)icieron porque en corto tiempo me ha manifestado ta experiencia queen estos cli­ mas, (h)ay algunos acaudalados que (_ . .) se intitulan err6neamente poderosos, ya la sombra de estos, los dem3s, aunque no supongan. sobresalen, y cometen esos y otros maiores exzesos, de que resulta el maior abandono de las disposiciones de Vuestra Magestad, siendo uno de ellos a quien como principal se le atribuien fos referidos exzesos, y otros que se cometen en et Reino de la Galicia, el Conde de San Matheo

1• A,G.l., Guadalajara, 190. "Expedient& formado sobre las excesos comeddos en el labor1o de las minas de Zacatecas, v denuncla hecha per Don Antonio Beraza de la nombrada Santa Ana", 1739-1749, varios cuadernos. 1S A.G.L, Guadalajara, 504, et conde de Revillagi9edo al Marque! de la Ensenada, Mexico, 14 de julio de 1751. 16 Gamboa, Francisco Javier de, Comerttariofi a las Ordenan~as de mirum'a dedicados el CatOlico Rey nuestro Seif or Don Carlos Ill, Madrid, 1761, pp. 470-471.

186 de Valparaiso, cuio crecido caudal y dilatadas haciendas le dan orgullo no solo para su desvaneclmiento sino extensivo para que con su protecci6n lo tengan otros". I?

El conde de San FJlateoo la ley del poderoso

Uno de los personajes que viven "a la sombra" del poderoso conde Fernando de la Campa Cos, es precisamente su sobrino, Don Juan Alfonso D laz de ta Campa, por aquel entonces diputado de mineria de Zacatecas y alcalde ordi­ nario de la ciudad. 18 Juan Alonso Diaz de la Campa habla 11egadoa Nueva Espana a instancias de sus tros et General Antonio y Fernando de la Campa Cos, al iguat que los familiares de los poderosos ganaderos jalisciences; muy a menudo se reconsti­ tu ra alrededor de los primeros inmigrantes a Nueva Espana, una suerte de nucleo familiar que se incorporaba pautatinamente a la aristocracia local.19 Et pitar de ta famitia, Fernando de ta Campa Cos, obtuvo et tftulo de con­ de de San Mateo Valparaiso -det nombre de una de sus extensas haciendas en 1727, por servicios -militares y financieros- prestados a la Corona. El tfo y el sobrino eran caballeros de una orden militar --la de Alcantara en ta mas pura tradici6n hispanica.2° A ese respecto, las modalidades de la em igraci6n de Juan Alfonso Diaz de la Campa al Nuevo Mundo y la estrategia de acaparamiento de minas y tie­ rras que desarroll6 junto a su tfo el conde de San Mateo, demuestran ta cohdlion optima de la familia hispana: en la Espana medieval, la familia ac­ tuaba como un todo no solo en lo econ6mico sino tambien en lo jurfdico -especialmente en los casos de conflictos- y en lo espiritual. El poderio de un representante de la nobleza •dependfa par lo tanto del nurnero de la importancia respectiva de sus parientes, de sus amigos, compadres y allega­ dos. La transposicion de esas estructuras ibericas que se remontan a la Roma antigua -se trata de las "clientelas"- adquiri6 especial relevancia en Nueva Espana, en el medio a priorthostil de las zonas de "frontera". La mentalidad misma de los terratenientes y mineros mas destacados -notemos que, en toda la region zacatecana, la elite economica es duena a la vez de las haciendas de campo y de las minas- favorecfa la proliferacion de los vinculos de tipo personal. 21 Hasta los terratenientes que sacaban poco provecho de unas haciendas gravadas a favor de la Iglesia fundaban su presti­ glo "senorial" en los numerosos compadres, criados y aliados que los rodea­ ban y vivfan en la mayoria de los casos, sabre las haciendas del interesado. Ademas, la cohesion horizontal del sistema de vinculos, de la familia en el sentido amplio de la palabra, se hallaba reforzada por la estructura vertical que constituye el linaje, tal como se expresa en esa otra institucion medieval que es el mayorazgo, que concreta las aspiraciones de os nobles zacatecanos. El compadrazgo es un elemento esencial cuando se trata de aumentar el

17 A.G.!., Mexico, 1338, carta de! Duque de la Conquista, del 27 de febrero de 1741. 18 Vidal, Salvador, Ml$<:elfinea. Datos de la A(:)ocacolonial comprendidos en /osaifos 1678·1810, Zacatecas, 1972, p. 70. I9 Serrera Contreras, Rarn6n Marfa, Guadalajara gaft8dera. Estudia regional novohispano 1760-1805. Sevilla, Escueta de Estudios Hispanoamericanos, 1977. ~ Archfvo Hist6dco Nacional, Madrid, Consejos L 8977: Real Cedula de la cr,aciOn del til:ulo, 14 de agosto de- 1727. 21 Chevalier, Francois, "Cavdillos et caciques en Amerique Contribution a 1'8tude des iiens personnels", Mt?lanyesa M. &tsillon, vol. I, Histoire et civilisation, Bordeaux Flret, 1963, p, 33. tamafio del grupo familiar, en la medida en que es un lazo de parentesco reli­ gioso o espiritual. Los padrinos de un nifio, compadre o comadre de sus progenitores, asu­ mfan la relaci6n espiritual propiamente dicha, ademas de los deberes perso­ nales y sociales tales como los definen las tradiciones de la Iglesia. Estos vfnculos serv(an ademas un prop6sito mas amplio: el de ligar a la familia a quien se portaba y a como amigo, y viceversa, el de obtener la pro· tecci6n de un poderoso quien acostumbraba dispersar tambien donativos o limosnas a los necesitados del lugar.22 Hasta la afiliaci6n a las cofradias, mas o menos selectas segun el origen social de sus afiliados, favorecra el desarrollo de solidaridades particularmente vigentes en el gremio minero zacatecano. Sin embargo, el compadrazgo representa un caso de herencia hispanica y de evoluci6n especifica: mientras en la Peninsula prevaleci6 el gremio, "vigo· roso retofio de la cofradfa", como medio de ampliar los lazos econ6micos y sociales de un grupO, en America sucedi6 lo contrario, especialmente en Nue­ va Espana.23 Parece ser que, de esta manera, los hacendados-mineros de Zacatecas y Sombrerete fueron extendiendo su influjo por todo el cuerpo social. En los periodos de malas cosechas, de hambruna, los poderosos como el conde de San Mateo o el Conde de Santiago de la Laguna mantienen a sus allegados gracias a las trojes de sus haciendas. De ah i el hecho de que se halla desarro­ llando en Zacatecas u n sistema de lealtades encaminado a fu ncionar como una norma no escrita, y lo suficientemente fuerte para desafiar las providen· cias del visitador, como lo indica el virrey Duque de la conquista a prop6sito de la "tiranfa" del conde de San Mateo Valparafso:

consta comprehendido en los exzesospe destruzion de las minas de Zacatecas el men· cionado Conde y sus aliados, los que como han visto descubierta su transgresion a las Reales disposiciones han tirado a sofocar las providencias que con maduro juicio dio el mencionado Oydor en la citada visita, y apersiguiendo con imposturas que discu­ rro falm, y temerarias; ya allados con los emulos de este, por desacreditar su arregla· do pro zed er. 14

Las solidaridades que resaltan en las acusaciones del virrey y en las aseve­ raciones de los testigos presentados por Juan Alonso D1az de la Campa no son sino un reflejo de la norma sociocultural anteriormente expuesta, la plas· rnaci6n en la realidad cotidiana del poderio y del influjo moral de un perso­ naje que la gran mayorfa de los contemporaneos tienden a considerar como un bienhechor; el conde de San Mateo se ha vuelto el hombre providencial cuyas disposiciones y obras caritativas llegaron a ser un componente impres­ cindible de la vida zacatecana. Un ejemplo de esta situaci6n de hecho lo encontramos en una representa· ci6n ...:.porcierto anterior a la visita de Echavarri- que el cabildo de Zacate· cas dirigio al virrey en esos afios nefastos para la econom/a local, como lo comprueba la descripci6n que nos ofrece otro bienhechor de la ciudad, el conde de Santiago de la Laguna. El cabildo tom6 esa iniciativa

22 Cetpedes del Castillo, GuiUermo,Ame'rica hisp;inica (1492-1898), torno VI de la Hisroria de Espa/fa dirigida por M. Tuf\6n de Lara, Barcelona, Labor, 1983, pp. 190-191. lS Stckmann, L., op. cit. tomo II, p, 569: cap. XXXI, "la organizaci6n social: la herencia borgo· Mna, lot pendones. 10$estamentos v et compadrazgo ''. ~ A.G.t., Guadalajara, 1336, idem.

188 para que el conde de San Mateo siga prestando asistencia a ~aciudad. 15

Mas adelante, los suscritos, mineros de la ciudad, anaden:

Aca se le han hecho las masvivas mstancias para que se detenga {que el conde no deje la ciudad para retirarse en sus haciendas.! porque con su fomento 1as minas se traba­ jan, los metales se beoofician, se expanden los azogues, los comerciantes conservan sus credltos y correspondencias, las religiones tienen alivio# la ciudad experimenta en sus individuos el remedio que dan sus piadosas entraOas# a qualquiel' contratiempo que le suceda, lo que no sucedera no estando a la vista, y aunque con sus dulces pro· mesas, no atianzaba se volver,a, por lo que determinamos et que se fuesse prosiguien· do la informacion para que, apoyada con el informe de Vuestra Excelencia su Mages­ tad le premiase.

Hombre providencial, el conde de San Mateo ejerce por lo tanto un po­ der que no es s61o honorffico, si consideramos los enfrentamientos entre sus allegados y el visitador. En 1739, de paso por Sombrerete, Echavarri manda encarcelar en su casa al alcalde ordinario de la villa, Don Juan de Mier, y em· bargar sus bienes: el alcalde era sobrino del conde. Con motivo de la informaci6n realizada por el oidor comparecen varios testigos poco favorables al alcalde, habida cuenta de rivalidades personales. Pero mas alla de los terminos empleados por los testigos se impone la descrip­ ci6n de las solidaridades en tomo a la persona del conde de San Mateo, y et juego de tos intereses manejados por su extensa parentela, a traves de la ac­ tuaci6n de los compadres y criados, y del poder fo del alcalde incriminado. Uno de los testigos se expres6 en estos terminos:

siempre las personas que en esta villa exenen los empleos de justicia, de Alcaldes maiores y ordinarios son puestas a contemplaci6n del Conde de San Mateo de Val· parayso. 26

Asi fue designado Don Juan de Mier mientras otro sobrino del conde. Joseph Cosfo, alferez de Sombrerete, habia organizado con el mayor cuidado el traspaso de los poderes a favor de su pariente. En este caso, el testigo dista de evocar los favores del conde y se refiere mas bien a la "opresion" que hace reinar en la regi6n y la "sombra de los criados", asf como la protecci6n dis­ pensada por el conde "en menosprecio de la ley de Dios". En la hacienda del conde vive, en efecto,

Un fulano Aleman quien con vastante serenidad fiado en el patrocinio de dicho Con· de vive cargado de delitos amancebado publicamente con una muger casada sin el mfnimo temor porque cOn dicho patrocinio se ha dado a temer hasta a tos sacerdo· 0 tes • Hasta los uforajidos" "hallan asilo en tas haciendas de dicho Conde, que Jleva dicho, le consta de vista por conocer algunos de ellos, y ser publico y notorio publica voz y fama.1'"

Otro testigo, Francisco de la Torre, natural de Castilla, vecino de Som­ brerete y procurador mayor de la villa, hace hincapie en las exacciones de la

25 Archi\10 Hist6rko de Zacatece:s. Ayuntarriiento. 48 {9L La representaci6n e:s del 28 de mayo de 1732. · ~ A.G.I., Mexico, 694, cuadernos de autos, fo. 32~33. Juan Antonio de Avel!afuerte, vecino de Sombrerete, dfa 21 de mayo de 1739. Z? Ibidem, to. 33 VOL 34. parentela, y en especial de Mier, por ejemplo en las juntas de minerfa u otras reuniones de caracter local:

engre(do en el parentesco que dicen que tiene con el Conde de San Matheo de Val· parayso par cuyo dictamen es pllblico y notorio viven las vecinos de estos territorios que no son, o parientes del Conde, o sus criados, sumamente vexados y oprimidos sin recurse de Juez alguno porque s61o hacen los que administran estos empleos aque­ llo en que conozen lisonjearle el gusto a este que estiman par su soberano, cuios preceptos son alm mas obedecidos que los de las superiores, con cuio nombre vasta para· que los juezes toleren las mas atrozes delitos que se cometen pues las delinquen­ tes de ellos con acogerse a su asilo e yntitularse sus criados les vasta para vivir en la libertad de conciencia par su respecto.

Lo mismo sucede en la zona mas nortei'\a de San Pedro de los Chalchihui­ tes, donde los criados del conde habrfan ejecutado a un presbftero: seg(m los testigos, este se negaba a que los ganados del conde entrasen en sus tierras. Otro testigo, Joseph Martfnez, de origen frances, subraya lo "venerado·' que es el conde por toda la region y la necesidad de ser pariente del poderoso, su criado o su amigo para vivir en paz en estos parajes, 28 situacion que el visita­ dor resumio de la manera siguiente, en un auto del 7 de septiembre de 1739, de vuelta a Zacatecas, diciendo que en Nueva Galicia y especialmente en las minas, "el poder ha degenerado en tiranfa ... ". 29 La manera como el oidor realizo su visita, el celo de que dio muestras le resulto malquistarse con el conde San Mateo y sus allegados, como lo indica el Duque de la Conquista que no deja de acusar tambien al conde:

Extendi6 la malicia su influxo para impresionar de un mal concepto al virrey mi antezesor, y a su servicio y a otros ministros sus compai'ieros, para que temiendo los dichos ministros adversos se obscureciese lo que claramente demostravan con sus di­ ligencias para que el remedio que estos proclamaron se quedase sin execuci6n que fue el fin a que se dirigi6 su intento. 30

Aparte de la decision del Consejo de lndias a favor del denunciante de una mina que pertenecfa al sobrino del conde de San Mateo Juan Alfonso Dfaz de la Campa, poco se sabe en definitiva de los resultados de una visita controvertida en el seno de la misma administracion colonial. lnterfirieron ademas por una parte la colusion de los ministros encargados de proseguir la informacion, y por otra parte la fuerte personalidad del visitador que, por lo visto, tomo partido en contra de Juan Alonso Dfaz de la Campa y del conde de San Mateo, a favor de otros mineros mas "humildes", e ignoro. en varias ocasiones a los testigos presentados por los interesados. La Real Cedula que determino el curso de la informacion indicaba que el oidor no habfa cumplido con todos los requisitos de la investigacion y habfa llegado a determinar como jefe de una de las "facciones", papel que iba -en todo caso- a desempenar anos mas tarde en la Audiencia de Mexico, para conseguir la dignidad de oidor mas antiguo dentro de la referida Audiencia. 31

28 Jbidem, fo. 36-37, misma fecha. . 29 A.G.I., Mexico. 1336, cuaderno de la visita, fo. 41 Auto del juez visitador, Zacatecas, 7 de sep- t1embre de 1'739. 30 Idem, el Duque de la Conquista, 27 de febrero de 1741. 31 A.G.N., Reales cedulas, 62 (25). fo. 63-65 vo. Fechada en Aranjuez.

190 Sincretismo e innovacion: los "intereses creados" y la polftica borbonica

La realidad local, tal como se revel6 en Zacatecas durante la visita de Echa­ varri, es bastante distinta del panorama esbozado por la legislaci6n vigente, tanto por lo que se refiere al laboreo de las minas como al desarrollo de una visita que llevaron a cabo varios personajes, entre ellos un oidor de personali­ dad bien marcada. Ahora bien, el conjunto de los documentos consultados permite destacar poderes de hecho respaldados por una norma sociocultural heredada de la Peninsula, una situaci6n en aparente contradicci6n con los intereses polfti· cosy econ6micos de la Corona espaflola. En aparente contradicci6n solamente: en efecto, y pese a los testimonios que insisten en el "desp6tico dominio" del conde de San Mateo Valparaiso -cabe notar que nunca tiene una participaci6n activa en los hechos men­ cionados sino que actua por medio de sus allegados y criados- hay que recordar una evidencia a veces olvidada o pasada por alto por los protagonis­ tas, o sea que el conde es conde, lo que implica ciertas prerrogativas inheren­ tes a la concesion de un titulo nobiliario, distinci6n otorgada por la autori­ dad suprema en la materia, es decir, por el monarca. La aparente oposici6n entre los grupos de poder de Zacatecas v la pol fti­ ca de los Borbones -tal como se puede evidenciar, durante la visita de Echavarri- se funda en realidad en un mecanismo especfficamente local. El acaparamiento de tierras, y mas todavia, de minas, procede de varios facto­ res, siendo el primero el hecho de que las minas constituyen el fundamento de la riqueza zacatecana, mientras en otras regiones, las haciendas ganaderas o azucareras, o tambien los cargos administrativos son una fuente distinta de riqueza y de poder, otra posibilidad de medrar para el inmigrante, Por otra parte, la falta de caudales para invertir en la costosa actividad minera tiene co­ mo consecuencia la eliminaci6n de los pequeflos mineros, y en el mejor de los casos para estos, el rescate de sus barras de minas por los grandes mineros, los cuales tambien pueden experimentar los efectos de una recesi6n y ver desaparecer a su .dinastfa. Dicho de otra manera, si el conde San Mateo hubiese instituido, junto a los otros poderosos del lugar y a sus allegados, un modo de convivencia tan conflictivo como lo presentan los autos del oidor, si hubiese forjado una nor­ ma poHtica y social tan eficiente como para que peligrasen el dominio y los intereses de la Corona, esta no hubiera cometido el error de conceder seme­ jante titulo al personaje -poderoso antes de conseguir esta distinci6n- y menos todavia a sus seguidores y emulos, como fue el caso hasta visperas de la lndependencia. El caso del conde de San Mateo nos remite a fin de cuentas a las modali­ dades de formaci6n de la nobleza indiana, original por variosmotivos: por su origen social (segundones de la alta v antigua nobleza peninsular), su base terrateniente, con su vertiente minera, que desembocara en el latifundismo de los siglos siguientes. En todo caso, los titulos nobiliarios consagran situa­ ciones de hecho, "intereses creados": las propietarios de tierras y de minas eran aspirantes a la nobleza, acudlan al camino de las armas para conseguirla -caso de los zacatecanos en la "frontera" - a la par que gestionaban su in­ greso en las Ordenes militares. Antes y despues de conseguir el titulo, los grandes hacendados -funda­ dores de mayorazgos sea cual sea el origen de su fortuna- aparecen frecuen­ temente como protectores, bienhechores de la Iglesia, fundadores de capella, nias, de conventos, que buscaron conciliar la salvaci6n de sus almas con los intereses terrenales de su familia y descendientes: el mayorazgo no es sino una reminiscencia del ceremonial medieval del pleito homenaje. El titulo viene entonces a consagrar todo un edificio social pero, de cier­ to modo, al igual que con el patrimonialismo utilizado para los funcionarios, el monarca tenia -a traves de la concesi6n de titulo- un media de control implicito de los agraciados, puesto que tal distinci6n se inscrib(a dentro de la relaci6n seiior-vasallo: el servicio militar, sustituido ulteriormente por pres­ taciones diversas (donativos, prestamos a la Corona incluso el simb61ico derecho de "lanzas", cobrado a la nobleza indiana). contribuyeron a la for­ maci6n de la aristocracia zacatecana y novohispana en general, y de una con­ ciencia aristocratica que no corresponde solamente a una frivola expresi6n de vanidad. Hasta los ejercitos particulares se convertian, a la hora de em­ prender alguna que otra pacificaci6n, en instrumentos de la pol itica espaiio­ la; en este sentido, y tomando en cuenta larelaci6n seiior-vasallo, estos pode­ res de hecho confortaban -en vez de debilitarla- la autoridad del monarca. Si bien ocurria que un enviado de la administraci6n central cristalizara alre­ dedor de su persona los conflictos existentes entre los grupos de la sociedad local, o simplemente los problemas creados por una coyuntura econ6mica desfavorable. 32 Si el acaparamiento de minas por parte del conde de San Mateo y de sus familiares contraviene efectivamente el espiritu de la ley, cabe recordar el juicio del virrey Revillagigedo, acerca de la falta de mineros acaudalados ca­ paces de asegurar las inversiones necesarias para el buen giro de la mineria y de modernizarla. Aunque acaparan minas, los poderosos no dejan de ser los pilares de la economfa local, en una region donde la ruina llegaba tan aprisa como la fortuna, seg(m la irregularidad de las bonanzas. Hasta desarrollan, como lo seiialan varios testimonios a prop6sito de Juan Alonso Diaz de la Campa, modernas estrategias de producci6n, al controlar no solo la extrac­ cion del metal, sino tambien su beneficio y sabre todo las actividades "ane­ xas": desde el abastecimiento de viveres, cereales, mulas de tiro, caballos, hasta la fabricaci6n de candelas y el abastecimiento de came. La mineria zacatecana depende de la buena voluntad de estos poderosos hasta la formaci6n de companias en el ultimo tercio del siglo XVIII. El afan de poder, de "seiiorear", manifiesto sin embargo en las estrategias de acapa­ ramiento, no es sino la contrapartida del impulso que estos poderosos dan a la economfa local que controlan con bastante racionalidad en el caso de la familia Campa, en provecho finalmente de una Corona representada por sus tesoreros locales (cajas reales). La aristocracia de los hacendados-mineros surge en definitiva a impulsos de factores locales y sin equivalencias exactas en la sociedad metropolitana, al menos en la Espana del Siglo de las Luces: estos abarcan desde las merce­ des de tierras -mas frecuentes en los siglos anteriores-, privilegios tales como el fuero militar -que pone a salvo de la justicia del oidor a los delin­ cuentes refugiados en las tierras del conde 33 e incluye una especie de derecho de justicia-, hasta, la apremiante necesidad de asegurar la seguridad de esta region fronteriza (incursiones de indios, asi en Sombrerete) o simplemente el hecho de mantener a la poblacion local durante los aiios de malas case-

32 Vicens Vives, J., op. cit, tomo IV, Los Borbones. El siglo XVIII en £spafla y Amtirica, pp, 261 Y ss: "La sociedad colonial americana en el siglo XVIII", por M. Hermandez Sanchez Barba. D Chevalier, F., La formaci6n de los latifundios en Mexico, p. 358.

192 chas. 34 Ademas, el aislamiento de Zacatecas favorece en ese periodo diffcil para la economfa minera, el desarrollo de poderes de hecho confortados por la "descentralizaci6n" anterior a la visita de Galvez, fen6meno que existi6 en los siglos XVI y xv11.3s En este sentido, el juego de las solidaridades en torno a la persona del poderoso no es sino consecuencia de la adaptaci6n lograda de mentalidades hispanas al contexto zacatecano. En visperas de la lndependencia, la cohe­ rencia de la nobleza mexicana, y en un sentido masamplio, de la elite oligar­ quica, no es de fndole polftica o econ6mica: se trata mas bien (le una unidad familiar fundada en v[nculos matrimoniales y relaciones de parentesco, con tendencia a mantener para siempre la existencia y la unidad del linaje. 36 Lo mismo que el feudalisrno europeo, con sus instltuciones caracterfsti­ cas, no fue un mero conjunto de supervivencias arcaicas, los rasgos sei'ioriales de la alta sociedad zacatecana no son s61o herencia, transposici6n del modelo peninsular: nacieron de un "ambiente social" ,37 y por lo tanto no pueden disociarse del estudio del "momento hist6rico" que permite precisamente matizar el contenido del lexico empleado. En esta perspectiva, la norma de convivencia instituida por el conde zaca­ tecano fue un exito: una norma cultural y original y mejor dicho una ver­ dadera "instituci6n" sui generis (los vfnculos personales) vigente hasta la Re­ voluci6n de 1910, 35 en la persona de "caudillos" locales de los que se puede decir que no lograron tanta eficiencia econ6mica como el noble zacatecano en sus dominios_

34 Vfcen$ Vives, J,,p. cit, tomo Ill, pp. 466 y ss, 3S Chevalier, F.,op. cit, p. 369. 36 Ladd, Dori~. The Mexican Nobilirv at Jndependance 1780~1826, Austin, University ot Texas, Institute ol Latin American Studies, 1976, p. 4. 31 Bloch, Marc., Apologie pout' l'histo,re ou m.Jtier d'historien, Paris, Armand Colin, 1952, Cdh1ers des Annales no. 3, p. 8 . .m Chevalier, F ., "Caudillos et c.:-,ciquesen Am~rique. Coritnbution a l'Cwde des liens personnels", Mrlanq."S. ..• p. 4 7.

fate libro se terminQ de impr!mir en e! mes de mavo de 1991 en fos TaUeres def: JNAH, Av. TIAhuac 3428, Cuihuacan-. Mexico, O. F. La edic:i6n conna de 1000 ejemplares. En la portada s-eutiHz6 papel couche de 139.5 kg. v para los interiores se hizo uso de papel cultural de 37 kg,

IMPRESO V HECHO EN MEXICO PRINTED AND MADE IN MEXICO n la lucha por el poder intervienen dos personajes: el que trata de someter a quien le rodea , y aquel que lucha por sustraerse de Ela acci6n del poderoso. El ejercicio del poder puede to mar multi­ ples formas como el chantaje, la amenaza o la coerci6n; y expresarse en diversos ambitos, desde la intimidad de la cama hasta las altas esferas de la poHtica . La familia , una de las mas importantes agrupaciones que con ­ forman una comunidad domestica , es un reducto estrategico de la lucha por el poder . lmportantes aspectos vinculados con estos temas fueron abordados en el Tercer Simposio de Historia de las Mentalida­ des . Famil ia y poder en Nueva £spa/fa , como son : la relevancia de las alianzas entre las familias, el caracter y el efecto que tuvieron los vinculos familiares para el ejercicio del poder . Tambien se expuso el papel que desempen6 la lealtad como veh iculo de poder en las familias indigenas , entre los comerciantes y los empresarios, en una comuni­ dad religiosa yen algunas familias prominentes de ciertas regiones . Asimismo , se discuti6 sobre el aspecto, pocas veces estudiado, de la lucha por el poder en el seno de la familia.

Conaejo Nacional para la U Cuhura y las Anes lnstituto Nacional de Antropologla e Historia