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REVISTA DE CRÍTICA LITERARIA LATINOAMERICANA Año XXXIV, No. 67. -Hanover, 1º Semestre de 2008, pp. 125-147

DOCUMENTOS MENOS CONOCIDOS DE LA EXPEDICIÓN DE HERNANDO DE POR EL SURESTE DE NORTEAMÉRICA, 1539-1543

Charles B. Moore Gardner-Webb University

Introducción

De los seis conquistadores españoles que exploraron el sureste de Norteamérica entre 1513-1574, es el más ce- lebrado en nuestros libros de historia e imaginación popular1. Al res- pecto, se escribió en 1858 que “el nombre de Soto se asocia con escenas de aventura salvaje y logros heroicos en la conquista del Perú y la exploración del suroeste de la Nación” (Haven 223)2. A principios del siglo veinte T. H. Lewis comentó que “la historia, la tradición y la poesía están indeleblemente enlazadas a su nombre (“The Chroniclers” 379) y Hodge declaró que “condados, pueblos y lagos se han nombrado a partir de él y la tradición presta su nombre a muchas localidades bien lejanas de la ruta de su marcha” (129)3. En la década de 1930 el legado de Soto motivó que el Presidente Franklin D. Roosevelt estableciera la Comisión de Soto para investi- gar y publicar en su “Reporte” la ruta definitiva de la expedición (Hudson “Tracking” 33). Para fines del siglo XX el enigma de Soto todavía captaba la imaginación de los historiadores. Ewen, por ejemplo, opinó en 1989 que “deberíamos tener más conciencia de este capítulo no solamente trágico sino decisivo de la historia de las Américas” (39)4. Asimismo Hudson preguntó “¿a dónde fue Soto? La pregunta fascina a un gran número de personas” (“Archeology” 32)5. A pesar de estas inquietudes, lo que sí sabemos es que durante cuatro años tumultuosos Soto y su tropa de seiscientas personas deambularon y pillaban por los páramos y pantanos del sureste6. Al final, solamente trescientas once almas sobrevivieron la ordalía para escapar a México por el Río en barcos hechos a mano. Este recorrido mayormente violento devastó las civilizaciones indí-

126 CHARLES B. MOORE genas del sureste y, como resultado de ello, cambió el paisaje cultu- ral de la región para siempre (véase Dye). Afortunadamente nos han sobrevivido cinco principales crónicas que documentan este evento central en la historia primitiva del su- reste de los Estados Unidos: La del Inca Garcilaso de la Vega (1605); la Relaçam verdadeira del soldado portugués Hidalgo de El- vas (1557); la narrativa desaparecida de Rangel usada por Gonzalo Fernández de Oviedo en su Historia general y natural (1535, 1547, 1851); y la Relación oficial de Luis Hernández de Biedma (1544). An- tonio de Herrera también le dedica un espacio considerable de su Historia general (1601-1615) a Soto, aunque la crítica tiende a opinar que es meramente una duplicación de La Florida del Inca. Aunque estas obras son las mejores crónicas que tenemos de la jornada de Soto, no han gozado siempre de una buena acogida críti- ca. Por eso, antes de empezar el estudio de las otras fuentes meno- res de Soto, vale la pena examinar brevemente algunos de los co- mentarios más relevantes y representativos de los últimos ciento cincuenta años.

Las crónicas “canónicas” de Soto ante la crítica

En 1851 Irving remarcó bruscamente que la obra de Biedma es “el confuso discurso de un soldado analfabeto que, aunque testigo presencial de lo que relata, no tuvo el don de describir lúcidamente lo que vio […]”. Más tarde modera algo esta condena cuando con- cluye que “en cuanto a la luz que arroja su narrativa sobre el tema, se puede confirmar la precisión de la historia presentada” (xii)7. Para Irving, entonces, Biedma resulta confiable como historiador, aunque no supiera escribir bien. En 1902 y 1903 Lewis cree que, como ro- mance histórico, La Florida del Inca es excelente y supera por su in- terés, lenguaje y detalle todas las otras obras de la misma índole. Sin embargo, lamenta sus duplicaciones descriptivas y los errores en nombres de pueblos, provincias y eventos (“Chroniclers” 383). Por otro lado, Lewis estima más las obras de Biedma y Rangel. Dice que aunque la narrativa de Biedma es breve, contiene muchos datos y declaraciones importantes que, con otras fuentes, ayudan a fijar la ruta de Soto (“Chroniclers” 384-85). La obra ofrece un poco de información adicional y es, por ende, valiosa evidencia auxiliar (“Route” 450). Lewis remarca que la historia de Rangel usada por Oviedo es la más valiosa que tenemos. Por ende, debe ser aceptada como la norma para todas las crónicas de Soto (“Chroniclers 384- 85; “Route” 450). En cuanto a la historia de Soto en la Historia general de Herrera, Lewis ve ahí poco de valor. Atribuye sus errores a un trabajo negli-

DOCUMENTOS DE LA EXPEDICIÓN DE H. DE SOTO 1539-1543 127 gente: “errores garrafales, probablemente causados por la escritura descuidada o apresurada” (“Chroniclers” 386). Además, considera que el recuento de Herrera es solamente “el del Inca revestido”. Cita a Shea, quien concluyó lo siguiente en 1891: “En realidad no creo esencial a Herrera. Los verdaderos testigos oculares son el Fidalgo de Elvas y Biedma. Después viene la autoridad desconocida de Gar- cilaso de la Vega revestida por él mismo y, por ende, menos auténti- ca” (“Route” 450)8. A medianos y fines del siglo XX estas opiniones no cambian mu- cho. Lytle opina que el Inca parece “de poca confianza” (ix), que su estilo era “pesado” (xi), y que La Florida “pertenece menos a la histo- ria que al romance” (xxxiv). Para él, “la retórica del Inca es falsa, ex- cesivamente aburrida en su lenguaje extravagante e hiperbólico” y “[e]s un buen ejemplo del falso mitologizar (x)9. La Relación de Bied- ma para Lytle es “seca y breve” (xxxiv), “sin imaginación” y “con ter- sas anotaciones de fechas e incidentes, exactamente lo que uno es- peraría de un hombre de su cargo” (x)10. Lytle parece más indulgente hacia Elvas, cuya narrativa “merece atención y estudio” porque “[l]os hechos se afirman con claridad y cuidado evidente” (xxxiii)11. Esteve- Barba clasifica la obra de Elvas “sobria” pero fiel a los hechos, la his- toria de Biedma “breve y concreta” y La Florida del Inca animada “con la eficaz ayuda de su estilo” (238). Quinn comenta que la narrativa de Rangel preservada por Oviedo es “eficiente” y que la crónica de Biedma es “muchas veces vívida” (II, xix). Agrega que La Florida del Inca es “una narrativa en la que la tradición, los documentos, y la imaginación crearon una imagen fina, aunque no necesariamente confiable, y conmovedora de una gran empresa trágica” (II, xix)12. Morales Padrón cree que la Relación de Elvas “recoge ampliamente el acontecer de De Soto” (18), mientras Miró-Quesada Sosa cuestiona el porqué La Florida ha quedado os- curecida, pese a ser “una obra de atracción indiscutible” (“Creación” 152). Moore califica a Garcilaso como el Homero de Soto; y su histo- ria, “nuestro primer clásico literario de América (Clayton, ed. x)13. Por la anterior selección de comentarios vemos que casi siempre la crítica es ambivalente en cuanto a las crónicas que forman el “ca- non” tradicional sobre Soto. Por cada declaración en favor de una obra hay muchas veces otra, hasta del mismo crítico, en su contra. Las únicas excepciones parecen ser los consensos en contra de Herrera y a favor de Rangel. Aunque no son “crónicas” en el sentido tradicional de la palabra, hay varios otros documentos menos cono- cidos, o “marginados”, que también tienen algo que decirnos de So- to en particular, del hombre renacentista en general, y de la época en que vivían.

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El arte de la petitio en la Carta de Soto a su agente (1536 ó 1537)

Poco se sabe de los primeros años de Soto en España, y de cuándo exactamente vino por primera vez a América (Milanich y Hudson 26). De adolescente, sin embargo, ya era paje de Pedrarias de Ávila en Centroamérica, jinete experto y conocedor de las armas del día (Hudson “The Hernando” 74). A diferencia de, por ejemplo, Colón, Cortés, Cabeza de Vaca y Menéndez de Avilés, Soto nunca escribió un diario ni una crónica de sus peregrinaciones en América. Por eso, dependemos casi exclusivamente de sus cronistas para lo que sí sabemos de sus hazañas. Sin embargo, sí escribió dos cartas –existentes– que sirven afortunadamente como las únicas palabras directas que tenemos de él. Se cree que escribió la primera a su agente en España, en 1536 ó 1537, después de haberse enriquecido en la conquista del Perú con sus asociados y (Smith 193). En esta breve carta Soto le bosqueja a su agente, con cierta es- trategia retórica, sus argumentos para una recompensa. Para realizar este objetivo es posible que, en sus muchas peregrinaciones, Soto también hubiera tenido tiempo en algún momento para familiarizarse con el arte de escribir cartas, o el ars dictaminis. En el Renacimiento las cartas eran el medio de comunicación escrita más importante (Thompson 91) y, por eso, nunca se escribieron “a vuelo de pluma” (Perelmuter 151). Siempre tenían que ser correctas de forma, con- vincentes, bien articuladas y ordenadas artísticamente (Thompson 91). Para guiar al escritor, existían manuales que seguían muy estre- chamente las reglas de la retórica clásica, mayormente la ciceronia- na (Murphy 88). Estos libros se diseñaron para ofrecer ayuda prácti- ca al novato (Thompson 93), como probablemente era Soto, que ne- cesitaba escribir cartas para sus negocios personales o comerciales. Tal vez el manual más consultado fue el Libellus de Conscriben- dis Epistolis de Erasmo (1521). Ahí el teórico clasifica las cartas co- mo persuasivas, encomiásticas, judiciales, demostrativas y familia- res, y las arregla en base al orden clásico de salutatio, captatio, na- rratio, petitio y conclusio (Thompson 92)14. Una obra de retórica cice- roniana de la cual estos manuales hubieran dependido probable- mente era la Rhetorica ad Herennium. Allá, (el pseudo) Cicerón en- seña que influimos en nuestros oyentes por medio de hablar de nuestra propia persona, de nuestros adversarios, de nuestros oyen- tes y de los mismos hechos (15). Después de la breve salutatio, “[m]uy mag[nífi]co Señor” (Soto 193)15, Soto omite la captatio para pasar rápidamente a la narratio a fin de repasar los hechos de su ca-

DOCUMENTOS DE LA EXPEDICIÓN DE H. DE SOTO 1539-1543 129 so. Poco después llega a la petitio que, sin sorpresas, domina esta carta de un militar acostumbrado a dar órdenes como Soto. En su narratio Soto explica el “hecho” de que el Rey está por qui- tarle a Pizarro una porción de terreno en las costas sudamericanas: “[D]e seiscientas leguas que franco piçarro tiene desde santiago [...] hasta las mynas de callao [...] parecera se le an de quytar del princy- pio de su gobernación hasta la billa de san miguel.” Dado este “hecho”, el oportunista Soto entra rápidamente en su petitio para sugerir que el Rey se la otorgue a él: “[Q]ue puede aver asta cien le- guas porq. desde dha villa la buelta de se me mydan en go- bernación.” Pero esta sugerencia es solamente una estratagema pa- ra aumentar las apuestas para obtener lo que realmente quiere: “[P]ues esto que yo digo lo mas esteril sin provecho de aqlla tierra e tengo yo q ay por el quito buena salyda la tierra adentro para poder seruyr a su majestad por las provincias de donde binia.”16 Esta frase suelta la indirecta de que se le dé la mejor parte a Soto, ya que el Rey tiene que hacer algo con esta tierra. También apoya su propues- ta por mencionar cuanto más Soto puede “servir” al Rey con las “sa- lidas” al interior que conoce cerca de Quito. Es el mismo énfasis en el ethos del hablante a que alude Cicerón cuando escribe “[a]d nos- tra persona benivolentiam contrahemus si nostrum officium sine adrogantia laudabimus” (15). Pero Soto no deja su petitio allá. Si el Rey no acepta la idea de Quito, entonces, que su agente le sugiera otra más grande: “[N]o aviendo lugar lo q dho [sic] tengo la governacion de guatimala con lic[ensia] para descubrir por la mar del sur con titulo de e concierto que su majestad me dara el dezeno de lo que descubriere por la mar a mi costa e conqstare con titulo y perpetuo.” Con un ter- cer pedido aún más grandioso de tierra en y derechos de explorar el Pacífico de esta manera, Soto apuesta a que el Rey opte por lo más razonable –la tierra de Quito. Aunque Soto está por finalizar su carta, aún no suaviza la petitio. Desea que su agente además le obtenga, de sus negociaciones con el representante de Carlos V, “el abito de Santiag” para Hernán Pon- ce de León y sí mismo, más “los yndios de repartimiento” con “las demas haziendas de casas e tierras perpetuos [sic]”. La conclusio de Soto es más bien una petitio final que instruye “quando vra md esta memoria aya comunycada y se ubiere aclarado donde ay mas dis- pusicion me dira la forme, q he de tener con estos señores del con- sejo sobre ello-Ie ansi mismo de lo que he de escrevir al mor co- mendador mayor e quando.” A pesar de la elocuencia de Soto, el Rey, al recibir esta carta lle- na de peticiones, al fin y al cabo se las negó todas (Hudson “The

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Hernando” 74). Esta decisión en contra del cambió la trayectoria de la historia del sureste de Norteamérica para siempre. Veamos a continuación cómo.

La retórica notarial del Asiento y capitulación hechos por el Capitán de Soto con el Emperador Carlos V para la conquista y población de la Provincia de la Florida, y de la gobernación de la Isla de (20 de abril de 1537)

A Soto se le negó su pedido de tierras en América del Sur, pero logró obtener otra recompensa mucho más grande: la de Goberna- dor y Capitán General de la Florida17. Aunque ya era millonario según las normas modernas, no se conformaba con una vida de ocio en España. En cambio, prefería continuar la conquista de América que había empezado en el Perú, para él mismo hacerse el nuevo Cortés o Pizarro al norte de tierra firme. Encendida la imaginación por los relatos de grandes riquezas en el sureste, según las Décadas de Pedro Mártir, y las aventuras de Cabeza de Vaca en el suroeste la expedición de Soto captó el inte- rés de muchos españoles. Seiscientos soldados, inclusive algunos de la nobleza menor, fueron reclutados para la misión (Hudson “The Hernando” 74-75). Con nuestra perspectiva histórica de hoy, es fácil leer el asiento de Soto con cierto recelo. Ahora sabemos, después de todo, que Soto, murió en el viaje sin obtener la fabulosa riqueza, la fama, y el poder que tanto anhelaba. Por eso, tampoco llegó a amenazar la autoridad de Carlos V en la Florida. En el Siglo de Oro español la escritura legal era la forma discursi- va predominante. Toda escritura, tanto de ficción como de historia, funcionaba bajo el dominio y las restricciones de la ley. Incluso lo que se conoce como América existió primero como documento legal en las Capitulaciones de Santa Fe, que los Reyes Católicos postula- ron para el viaje de Colón. Cuando los herederos de Colón desafia- ban los derechos propietarios contenidos en estas pautas, América seguía siendo debatida en pleitos legales entre la familia Colón y la Corona española. Cortés, Pizarro, Cabeza de Vaca y otros conquis- tadores entraron también en litigaciones de mucha duración con la Corona, buscando recompensas que, según ellos, sus asientos les habían prometido. Como hemos visto, hasta a Soto se le negó su petición para una extensión de tierra compensatoria. Tal negación no nos debe sorprender ya que para esta época la Corona había apren- dido bien que la manera más fácil de limitar o erosionar el dominio de los conquistadores en América era con el poder de la pluma y la retórica notarial (González-Echevarría 108).

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Para lograr estos objetivos, la Corona empleaba letrados o escri- banos que transmitían el mandato del Rey a través de sus escritos. Ellos legalmente documentaban cada transacción durante la colonia según las reglas codificadas de los artis notariae, o manuales para la notaría. Estos libros de consulta gozaron de gran difusión en el siglo XVI, por sus formulae y colecciones de arquetipos o modelos de es- crituras para escribir válidamente. Además, proveían un método para incorporar en la escritura los hechos de la vida cotidiana no incluidos en la ley18. Para los letrados, el orden monárquico se representaba por medio del buen uso de la retórica clásica, la belleza literaria y la meticulosidad en los escritos (López-Cano et al, eds. ix, xiii; Gonzá- lez-Echevarría 118-19). El lenguaje en el asiento de Soto sigue un formulario preexistente basado en la experiencia de la Corona con otras expediciones de descubrimiento (Milanich y Hudson 27, 35). Aunque se lo ha descrito como “relativamente simple” (Milanich y Hudson 28), una lectura más detallada del asiento todavía nos puede enseñar un poco más de la cultura legalista que lo produjo. A pesar de que este asiento predata los manuales notariales, uso, como punto de partida, la Polí- tica de escrituras (México, 1605) del escribano-poeta Nicolás Yrolo Calar. Esta obra es ejemplar por ser la primera retórica notarial pu- blicada en América y porque su autor ofrece ejemplos y modelos de las escrituras notariales más comunes y utilizadas en el siglo XVI (López-Cano xvii). Así, el asiento de Soto (1539) sirve de importante puente intermedio en la evolución de las artes notariales en América, desde las primeras expediciones de Colón (1492), Ponce (1513) y Pánfilo de Narváez (1528) hasta la institucionalización de los manua- les en 156019. El asiento primero establece el control real sobre Soto al medirle los hombres, el equipo y el tiempo necesarios para su aventura. Se le permite llevar a “quinientos hombres con las armas, cavallos, pe- trechos y municiones necesarias”. Después, se le calcula salir “de- ntro de un año primero siguiente que se cuente desde el dia de la Data desta capitulacion”. Al iniciar la misión, se determina que haya suficientes bastimentos para “diez y ocho meses”. Se le informa a Soto que la expedición será a su costa, “sin que nós ni los Reyes que después de nós seamos obligados á vos pagar ni satisfacer los gastos que en ello hicieredes” (140-41, los énfasis son míos). Así, la Corona arregla las finanzas de modo que nunca tuviese nada que perder y siempre hubiese mucho que ganar. Después el asiento le da a Soto la “licencia é facultad” para “conquistar y pacificar y poblar” la Florida, así como el título de “Adelantado” y “Governador y Capitán General”. Allá, Soto debe es-

132 CHARLES B. MOORE coger doscientas leguas de territorio sobre las cuales se nombrará perpetuamente “Alguacil mayor”. El Rey le pagará 1500 ducados de salario por año y quinientos ducados de ayuda de costa por vida “de las rentas y provechos á nos pertenecientes en las dichas tierras”. Sin embargo, agrega, ese dinero no le será pagado de no haber “en el dicho tiempo rentas ni provechos” (141). La repetición de “rentas y provechos” cierra el lazo legal alrededor de Soto. Convierte su ex- pedición en un contrato de auto-empleo, en el cual Soto gana sola- mente parte de lo que él mismo produce. En estas tierras, Soto tiene permiso para construir, siempre a su costa, “tres fortalezas de piedra en las partes y lugares que mas convengan [...] para guarda y pacificación de la dicha tierra.” Sin embargo, Soto controlará la tenencia de estos fuertes por sólo una generación adicional, por medio de “un heredero y subcesor vuestro qual vos nombraredes”20. La corte pagará cien mil “maravedis” por la tenencia de las fortalezas, pero solamente después de que los oficia- les reales las inspeccionen. Soto debe señalar doscientas leguas de tierra para su gobernación y, de esa tierra, el Rey le otorgará doce leguas siempre y cuando no sea “Puerto de Mar, ni la cabezera prin- cipal”. Es decir, Soto puede tener tierra, pero no demasiado cerca de una ciudad o puerto importante. A Soto también se le da el título de gobernador de Cuba. Allá, el Rey hasta le obliga a tener su propio “letrado”, para ayudarle en la administración de la isla (142). Este le- trado garantiza que el Rey tenga representante “en terreno” a fin de documentar legalmente las actividades del conquistador. En Cuba el asiento le da a Soto permiso para instalar “cincuenta Esclabos Negros en que haya á lo menos el tercio dellos hembras, libres en la dicha Isla de los derechos de Almojarifazgo21 que dellas nos pueden pertenecer”. Durante los primeros seis años de su go- bernación, Soto debe pagarle al Rey el “diezmo” del oro que saque en las minas de su tierra. Después de los seis años, la tasa descien- de en uno por ciento al año, hasta el quinto. Por un período de seis años el Rey no impone almojarifazgo en lo que llevan los colonos pa- ra amoblar sus casas en la Florida, ni en lo que los comerciantes vendan allá durante dos años. Promete además no ponerles “alcaba- la22 ni otro tributo alguno”. En cambio Soto les asignará solares a los vecinos, “conforme á lo que se ha fecho y haze en la Isla Española”. Así, Soto está obligado a seguir un modelo ya establecido para este tipo de transacción. Igualmente Soto hará la encomienda23 de sus indios bajo “las Instrucciones y Provisiones que vos seran dadas” (143).24 Para mantener control total de quién entra y sale de este territorio nuevamente conquistado, Carlos V declara que no pase a aquellas

DOCUMENTOS DE LA EXPEDICIÓN DE H. DE SOTO 1539-1543 133 partes “ninguna Persona de las prohividas”, ni sus letrados ni procu- radores (144). Soto solamente puede llevar consigo a los oficiales y personal religioso nombrados por el Rey25. Sin embargo, Soto tiene que pagar “el flete26 y matalotaje y los otros mantenimientos necesa- rios”. El asiento después repasa la costumbre de que si los españo- les hacían guerra por orden real, era del Rey el rescate27 pagado por cualquier cacique preso o sus tesoros. Sin embargo, dados los peli- gros que el Rey reconoce en la conquista de las Indias, a Soto le da el séptimo y se obliga a pagar solamente el quinto al Rey. El resto puede ser dividido entre Soto y sus hombres. Si el cacique es muer- to por los soldados de Soto, el Rey se conforma con la mitad de su fortuna después de recibir el quinto normal (144)28. En caso de que Soto cave sepulturas, robe templos o lugares ce- remoniales para encontrar otras riquezas, la Corona reclama la mitad “sin descuento de cosa alguna”. La otra mitad va para “Persona que ansi lo hallare é descubriere”. Si el descubridor de cualquier riqueza de los indios no declara lo que encuentra, pierde sus derechos a la mitad del tesoro “más la mitad de los otros sus bienes para nuestra Camara é Fisco (145)29. El asiento concluye con la promesa de que el Rey cumplirá con las estipulaciones del asiento. Sin embargo, si Soto no cumple con su parte, el Rey no tiene obligación30 de guardar ni cumplir con las estipulaciones del asiento. En tal caso de incumplimiento de Soto, el Rey lo castigará “como contra Persona que no guarda é cumple, ó traspasa los mandamientos de su Rey é Señor natural” (146). De es- ta manera, a pesar de los beneficios que Soto le podría proveer al Rey, si sale del “contrato” en cualquier momento, se tratará como uno corriente.

Estructura y tropos retóricos en la Carta de Hernando de Soto desde la Bahía de Tampa al Consejo de Magistrados de San- tiago de Cuba (1539)

Esta carta, al igual que la dirigida a su agente, representa el único conjunto de palabras directas que sobreviven de Soto31. Según Le- wis, la Carta de Tampa vale por corroborar las declaraciones de El- vas y Ranjel en cuanto a la superficialidad de la Bahía de Tampa donde la expedición de Soto hizo tierra (“The Chroniclers” 386). Me- diante el presente estudio se le agrega al valor de la carta más prue- bas de la preparación y destreza retóricas de Soto. Aunque vimos que la primera carta dependía fuertemente de la petitio para lograr sus objetivos, esta segunda desde Tampa es más formalmente es-

134 CHARLES B. MOORE tructurada, con una clara adherencia a todas las cinco partes de una oración ciceroniana (ver mi página 283). Soto empieza su salutatio con antítesis (contentio, Cicerón 282- 83), hipérbole (superlatio, Cicerón 338-39), y pathos (Cicerón 15) cuando escribe, “[c]on estar en nueva tierra aunque no muy lejos de esa empero con algun mar en medio me parece que ha mil años que no he sabido de vuestras mercedes.” Aunque en realidad no está muy lejos, se siente alejado por el tiempo (exagerado a “mil años”) que ha pasado sin comunicación con sus colegas en la Habana. Su captatio, sin embargo, logra atraerlos con decir “pero por ahora se ha ofrecido de que dar cuenta que es una cosa que yo siempre ten- go de hacer,32 diré aquí lo que me parece y creo que los será agra- dable, como a personas que conozco yo y es siempre conocido que tienen buena voluntad.” Les señala que su carta será interesante mientras los felicita por buena gente que le desea éxito en su jorna- da. Soto entonces pasa a su narratio que, a diferencia de la carta a su agente, ocupa el grueso de la correspondencia. Primero, repasa la llegada de su expedición en la Florida con más pathos para de- mostrar con ethos las acciones que él ha tomado para salvar la mi- sión. Cuando dice, por ejemplo, que estaban “decaidos del puerto cuatro o cinco leguas sin que ninguno de mis pilotos supiera en donde estaba”, él salió en barco a buscarlo. Aunque se demoraron por no saber dónde estaba la bahía que buscaban para echar an- clas, él envió a su teniente, Vasco de Figueroa, “a tomar un pueblo que estaba al cabo del ancon”. Bajo estas circunstancias difíciles dice que todavía, “yo mande echar toda la gente y caballos en una playa donde con harto trabajo nos fuimos a juntar con Vasco (83)”. Entonces, Soto torna su atención a otros sucesos de su expedi- ción. Repasa el rescate de , que había sido prisionero de los indios, celebra las paces entre los españoles y un cacique y si- gue la entrada de los españoles en varios pueblos donde aprenden de otros centros de comida y refugio (83a)33. Un pueblo de interés especial era de que Soto diserta:

[D]icen que es tan grande y de ella tan encarecido que yo no osaré decir- lo34, aquí en él dicen haver lo que en todos los dichos en gran abundancia, hay gallinas [y pavos] en corrales muchas, hay venados mansos que se guardan en manadas, como esto sea yo no lo entiendo35 excepto sino son las bacas que trahemos noticia. (84)

Aunque Soto no sabe cómo son las manadas, con ethos conjetu- ra una posible explicación. Si todo va bien, entonces escribe que in- vernarán en Ocale, un lugar donde “según dicen si es verdad no te-

DOCUMENTOS DE LA EXPEDICIÓN DE H. DE SOTO 1539-1543 135 nemos mas que desear” (84). Como veremos en el Fragmento de Cañete, el sueño del sureste como un locus amoenus capta la ima- ginación del conquistador. Para preparar a sus colegas para su peticio, Soto primero se po- ne melancólico y humilde por el “amor” que siente por ellos, sus su- jetos distantes, cuando dice, “[y] porque con todas las ocupaciones de acá yo no tengo olvidado el amor que debo a lo de allá, y la obli- gación que tengo y porque no puedo visitarlo con mi presencia” Este tópico de la separación de la metrópoli estará presente en otros es- critos hispanoamericanos, especialmente durante el barroco.36 Des- pués, para concluir la petitio, llega a declarar exactamente cuáles son sus deseos:

[Que] miren por la pacificación y bien del Pueblo y buena administracion de él, teniendo siempre por encomendado al Licenciado y las cosas de la justicia de tal manera que Dios y el rey sean muy servidos. [...] y en eso del bastion que yo dejé comenzado si por ventura el descuido de no ser al presente momento [,] huviere sido causa de no estar acabado merced me harán vuestras mercedes. [F]in en el pues cada dia se ofrecen otros tiem- pos y que no se ofrescan a buena provicion y gran provecho y bien de esa ciudad, y cosa en que yo tan gran merced serbiré cuyas muy nobles per- sonas. (84a)37

Su carta termina con una breve conclusio: “Nuestro fe [¿nos?] guarde y acreciente como yo deseo y vuestras mercedes merecen. En este pueblo y puerto del Espiritu Santo de la Provincia Florida de Julio 9. de 1539 años” (84a).

La evolución de la mitificación de América en el Fragmento de Cañete (1541)38

El discurso de la mitificación de América (Pastor 171) estaba pre- sente en todas las crónicas de la época colonial española. Además de la sombra, las aves y la brisa, Curtius explica que dichas descrip- ciones míticas de la naturaleza incluían “[e]l lugar encantado de eter- na primavera, escenario de la vida bienaventurada de más allá de la tumba; el paraje placentero, con su árbol, su fuente, su prado; el bosque poblado de diversas especies de árboles; [y] la alfombra flo- rida” (268). Los elementos típicos del tópico también eran las épocas y los lugares perfectos como los Campos Elíseos, la Edad de Oro y las fuerzas vitales del amor y la amistad (Curtius 126). No es sor- prendente, por ende, que el eterno optimista, don Quijote, añorara aquellos “siglos dichosos” que “ignoraban estas dos palabras de tu- yo y mío” (I, 81).

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Una obra dominada por el discurso de la mitificación en el sures- te es el llamado Fragmento del Fraile Sebastián de Cañete de 1541 (ver figura precedente). A pesar de su brevedad, el poco conocido fragmento es importante no solamente como otro archivo de las hazañas de Soto, sino como un ejemplo del papel cambiante de los

DOCUMENTOS DE LA EXPEDICIÓN DE H. DE SOTO 1539-1543 137 tópicos del locus amoenus y la Edad de Oro como herramientas de la mitificación. La descripción bucólica de la naturaleza todavía se emplea en el fragmento, pero, como veremos, la presentación de los indios norteamericanos ya no es tan sencilla. Aquí vemos una de las primeras rupturas de la tradición de la Edad de Oro y su asociación con los amerindios en las crónicas de descubrimiento y conquista39. Lyon ha observado que mientras las otras crónicas de Soto se di- rigen casi exclusivamente a las batallas y desastres de la explora- ción, el Fragmento de Cañete dedica una gran parte de su texto a la descripción de la tierra, frutas, animales y costumbres de los indios (309-10). Así, Cañete hace hincapié en la “abundancia” y gran canti- dad de lo que la naturaleza del sureste ofrece a los españoles. Pri- mero dice que Soto y sus hombres “en todas las partes hallaron abundancia de comidas de la tierra como es maiz, frijoles, calaba- zas. Frutas de las de la tierra y infinitas, de las de España [¿?] abia nueces [...] abellanas, [y] castañas [...] tan dulces y sabrosas como las de España.” Después, menciona los materiales preciosos (oro, aljófar y cobre “labrado como hoja de Milán”) que encontraron en Cofachiqui, Carolina del Sur. Entretanto, los llanos de la región esta- ban “llenos de vacas pequeñas” de muy buena carne y cueros. En todas partes había gallinas, venados, liebres, conejos, perdices, tór- tolas “y otras muchas diferencias de aves muy buenas”. Los anima- les incluyen osos, tigres y leones, y “en todos los ríos hay pescado”. Hay higos con fruta, árboles de liquidámbar, chinilla, y “sumaq” para curtir los cueros. Aunque en Cañete la naturaleza del sureste todavía pasa por un clásico locus amoenus, no es tan fácil colocar a sus indios en la co- rrespondiente Edad de Oro. La primera discrepancia se ve en su vestimenta de raíces naturales y pieles de “osos, lobos, leones, ti- gres, y vacas”. Esta apariencia contrasta con la de los caribeños que Colón describió como “desnudos todos, hombres y mugeres, como sus madres los parió” (133). Pero con la misma generosidad de los primeros indios colombianos, los norteamericanos sí ofrecieron a los españoles el oro que había “en las más partes de toda la florida”. Además, Cañete dice que “la gente es muy dispuesta y bien agesta- da y de delgados juicios en los lugares que sabían”. Agrega que “no solo daban lo necesario por los hombres bestir y comer pero a los caballos daban mantas de pluma.” Hasta ahora, con la excepción de su ropa, los indios de Cañete caben en su mayor parte en la Edad de Oro. Comparten sus posesiones con los españoles y sus animales con el espíritu de “todas las cosas comunes” y en la “paz”, “amis- tad” y “concordia” con que el Quijote soñaba (I, 155-56).

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Pero poco después nos enteramos que estos indios tienen ar- mas, conocen la guerra y no viven en tanta armonía como pensába- mos. En Coosa () y Chicaza (), por ejemplo, usa- ron arcos, flechas y “machanas” para matar a veinticinco españoles y saquear su campamento. Estas acciones contrastan marcadamen- te con los indios de Colón de hacía cincuenta años, que eran “muy sin mal ni de guerra” (133). Al final del documento, Cañete escribe que los indígenas “abominan mucho a los que mienten y hurtan y a las mugeres q’ son malas.” Por las palabras “mienten”, “hurtan” y “malas”, ya sabemos que esto ya no es ningún mundo dorado. Además, Cañete explica que cuando hay matrimonio se juntan los parientes de la novia para regalársela al novio. Si ella es adúltera, los parientes del esposo, en cambio, se juntan ellos mismos para devol- vérsela a su familia. Les advierten en ese momento que lo tendrán que pagar y “comenzando por la adúltera matan a todos”. A pesar de esta costumbre, Cañete irónicamente concluye que “hay en todo mucha justicia y razón como en españa”. La inconsistencia de lo que escribe Cañete, sin embargo, no puede esconder el hecho de que nos alejamos cada vez más de la Edad de Oro cuando “[n]o había fraude, el engaño ni la malicia” (Quijote I 155-56). Como vemos, en el Fragmento de Cañete, el indígena americano, hasta ahora asociado con el locus amoenus y la Edad de Oro tradi- cionales, entra en una nueva etapa de evolución. Por un lado, vive generosamente bajo justicia y orden, pero por otro, lleva a cabo ata- ques y venganzas contra sus adversarios. De ningún modo parece posible ahora que quepa dentro de aquel mundo perfecto que se imaginaban Colón y el Quijote.

La epistemología visual del Mapa de Soto (1543)40

A pesar de la percibida “abundancia” de la naturaleza del sureste y las muchas preparaciones y legalidades de tipo pre-viaje, la expe- dición de Soto fue un fracaso total. Solamente la mitad de sus sol- dados sobrevivieron y el mismo Soto murió miserablemente en las riberas del Río Mississippi en 1541. A causa de su muerte inoportu- na, Soto nunca llegó a poseer las doce leguas de tierra que Carlos V le había otorgado. Tampoco construyó ninguno de los tres fuertes ni gobernó sobre el nuevo reino comisionado en su asiento. Sin embargo, en 1543, al llegar a México los sobrevivientes de su expedición compilaron un mapa de sus peregrinaciones (ver la figura que sigue). Este llamado “Mapa de Soto” es, según Lewis, “uno de los documentos menores más importantes” y es “en, sí mismo, prác- ticamente una historia completa” (Lewis “Chroniclers” 387 –mi tra- ducción).

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A pesar de su importancia, el origen del mapa es algo más com- plicado. Henry Harrisee, por ejemplo, conjetura que Antonio Boto le regaló el mapa a Antonio Herrera (“Chroniclers” 385). Tanto Lytle como Buckingham Smith creen que la historia de un capitán que permaneció en América (¿un Capitán Boto?) fue la fuente principal de la Historia general de Herrera. Supuestamente, para acompañar esta historia hubo varias pinturas a colores de las batallas habidas entre españoles e indios durante el viaje de Soto (Lytle xxxiv; Lewis “Chroniclers” 387)41. Setenta años antes, Lewis menciona que el ca- pitán Moscoso, que asumió control de la expedición después de la muerte de Soto, se había acreditado con escribir el relato, ya perdi- do, que inspiró estas pinturas42. Aunque se supone que las pinturas se guardaban en el gabinete de Felipe II, Lewis no menciona quién las habría pintado (“The Chroniclers” 380). En mi lectura del pasaje correspondiente de Herrera, sin embargo (ver mi nota 41), no hay ninguna mención a un mapa específicamente, sino una referencia a los hechos y batallas militares de Soto “figurados de colores”. Puede ser que el mapa fuera una de estas pinturas o la única parte sobrevi- viente de la supuesta historia perdida de Boto o . Algunos de los lugares del mapa son mencionados en todas las crónicas, pero catorce no aparecen en ninguna; cuatro son mencio- nadas solamente por Elvas, dos por Rangel, y dos por el Inca (Lewis “Route” 450). Por un lado, los errores del mapa demuestran cuán poco se sabía de América del Norte en aquel entonces, pero, por otro, era la mejor fuente de los pueblos y ríos del interior del conti-

140 CHARLES B. MOORE nente de su momento. Por ejemplo, las partes superiores de los ríos Tennessee, Coosa, Tombigbee, Red y otros aparecen, aunque con ciertos errores (Lewis “ The Chroniclers” 385-86), tanto como el Río Mississippi, conocido en aquel entonces como el “Río del Espíritu Santo”. El Mapa de Soto, igual que las otras supuestas “pinturas” que hubieran inspirado la historia perdida de Boto o Moscoso son, más importantemente, ejemplos del carácter “multi-medio” de la crónica colonial, y de lo que Myers ha denominado la epistemología visual del Renacimiento (185). Así como ahora “ver” es “creer”, la palabra entonces necesitaba ser suplementada por lo visual. Por eso Oviedo y Guamán Poma no solamente escriben sino que dibujan las nove- dades culturales y biológicas del Nuevo Mundo. El Mapa de Soto sustituye la prosa de la conquista con rótulos y dibujos de lugares que la visualizan a través del arte, aunque primitivo, de la cartografía. Aunque son anónimos, todos los que prepararon el Mapa son de al- guna manera cronistas y, así, colectivamente evitan el “discurso del silencio” (Pastor 184) en que cayeron desafortunadamente el mismo Soto y tantos otros sobrevivientes de la conquista del sureste y América en general.

Las primeras cronistas de América y las semillas de la literatura testimonial feminista en el Memorial de Alonso Vázquez (1560)43

Este pequeño documento sirve de otra crónica de Soto por sus testimonios que cuatro participantes de la expedición hicieron ante el alcalde-mayor de la ciudad de , España. Se le presentó al Rey Felipe II de España como petición para privilegios y permiso para residir en la Florida en nombre de Alonso Vázquez, un soldado meritorio de la expedición de Soto. Vázquez afirma que debido a su servicio leal al Rey en el ejército de Soto, se merece en la Florida una encomienda de indios, el comando de un régimen mili- tar, y permiso para llevar esclavos y a su familia a vivir en dicha pro- vincia. Además, ya que Soto le había dado a su hermano, Rodrigo Vázquez, el título de alguacil mayor en terreno, Alonso pide un título similar cuando él llegue a la Florida. En el margen del documento original el editor anota que se le negaron el régimen y el uso de una esclava negra de la India del Rey de . El Memorial es valioso tanto por su información de la expedición de Soto como por la manera testimonial en que se cuenta. Esta cali- dad oral del Memorial complementa la visual del Mapa de Soto, los cuales definen el carácter “multi-medio” de las fuentes menores de Soto. En la “Petición” preliminar Alonso explica que presenta a cua- tro testigos ante el Alcalde Ávila para verificar su servicio, valentía y

DOCUMENTOS DE LA EXPEDICIÓN DE H. DE SOTO 1539-1543 141 lealtad al Rey. Ellos contestarían una lista preparada de antemano de veintidós interrogaciones al respecto. Dos de estos testigos son mu- jeres que, a su vez, se vuelven las primeras cronistas de la conquista de América. Asimismo, gracias a sus testimonios, estas mujeres echan las raíces de la literatura testimonial latinoamericana que des- pués florecerá en obras tales como Me llamo Rigoberta Menchú y así me nació la conciencia de Rigoberta Menchú y Hasta no verte Jesús mío de Elena Poniatowska. La primera testigo es doña Isabel de Soto, esposa del difunto Don Carlos Enríquez. Ella declara primero que hace mucho tiempo que conoce a Alonso y que ni es su pariente ni enemiga. Tiene aproximadamente cuarenta años de edad. Explica que veinte años antes pasó de España a la Habana con su esposo, Carlos Enríquez, en la armada de su tío Hernando de Soto. Desde allí vio a Alonso partir hacia la Florida. Dice que él continuó en la expedición hasta que terminó en México. Obtiene esta información a través de su sir- vienta Ana Méndez, que participó en la jornada, y por muchas otras personas con quienes ha conversado. Declara que Alonso no hubie- ra ido si Soto no le hubiera gustado tanto. Por las cartas que recibió de sus fuentes en la Florida supo de dificultades, tales como el ham- bre, que los soldados había sufrido. Reafirma que Alonso es un hombre respetuoso, que él fue honrado por Soto, y que tenía buen renombre entre las tropas. Su fuente le dijo que cuando los sobrevi- vientes llegaron a México estaban vestidos de pieles. Cree que cual- quier honor que el Rey le pueda otorgar a Alonso sería bien mereci- do. Bajo juramento, reafirma que todo lo que dice es verdadero y firma su testimonio en su nombre (306-08). La ya mencionada sirvienta de la Doña Isabel, Ana Méndez, es la tercera testigo. Su testimonio corrobora los datos de Juan Botello, el segundo testigo, y Gonzalo Vázquez, el último. Méndez primero explica que hace mucho tiempo que conoce a Alonso, que ella tiene treinta y un años y no es pariente de Alonso. Entonces ella establece que sabe la verdad porque estaba en la expedición donde perso- nalmente vio a Alonso en la Florida. Opina que él es un hombre dig- no y, por eso, Soto lo nombró oficial del escuadrón de mar. Recuer- da cruzar por tres días un pantano con mucha agua hasta las rodi- llas, la cintura y a veces hasta la cabeza. No puede recordar si les faltaba comida en ese momento. Las tropas tuvieron mucho miedo y lucharon contra indios que mataron a Don Carlos, su maestro. Alon- so quedó herido por una flecha en el tobillo y cojeó mucho tiempo. Es verdad que los otros en la armada amaban a Alonso y que ella pasó con los demás, de la Florida a México, en pieles. Termina su testimonio diciendo que Alonso conoce bien el territorio de la Florida

142 CHARLES B. MOORE y que es un hombre bien respetado. No firmó su testimonio por no saber escribir (309-11).

Conclusiones

Como hemos visto, las fuentes menos conocidas del viaje de Hernando de Soto sí agregan más amplitud y profundidad al corpus de crónicas ya existente. Con su mapa y testimonios estas fuentes usan la comunicación visual y oral para conmemorar la expedición y, con sus cartas y retórica clásica, nos proveen de las únicas palabras directas de Soto que nos iluminan más sobre la cultura literaria de este enigmático conquistador. Por este análisis sincrético, se espera que se borre la línea divisoria entre el canon y el margen. Como re- sultado de ello, podremos entender mejor la vida y los hechos de Hernando de Soto, el personaje más importante de la época españo- la colonial en el sureste de los Estados Unidos.

NOTAS:

1. Las otras cinco expediciones son, en orden, las de: Juan Ponce de León (1513, 1521), Lucas Vásquez de Ayllón (1526), Pánfilo de Narváez/Cabeza de Vaca (1528-36), Tristán de Luna (1559-1561) y Pedro Menéndez de Avilés (1565-1574). 2. Todas las traducciones de citas del inglés al español son mías. Para facilitar la lectura, las citas originales en inglés se encuentran en notas al pie de la pági- na. Por ejemplo, aquí la de Haven: “The name of De Soto is associated with scenes of wild adventure and heroic achievement in the conquest of , and the of the southwestern territory of the Union.” Y continúa, “[b]ut the accounts of his adventures are so confused and uncertain, that to most persons they seem more like a tale of romance than sober history; and hence, whatever throws any real light upon the character of the man should be wel- comed as an important contribution to the scanty knowledge we have of him” (223). Aunque Soto sí fue al este de , Haven irónicamente demuestra cuán grande era su propia confusión al decir que Soto recorrió el suroeste de los Estados Unidos en vez del sureste. Véase nota al pie de página sobre Haven en mis “Obras citadas”. 3. “History, tradition, and poetry are indelibly linked to his name” (T.H. Lewis) y “[c]ounties, towns, and lakes have been named after him and tradition attaches his name to many localities far removed from his line of march” (Hodge). 4. “[W]e must become more aware of this tragic yet decisive chapter in the his- tory of the Americas.” 5. “Where did De Soto go? The question fascinates a great number of people.” Por otro lado, Morales Padrón menciona a Soto solamente una vez (133) y no cubre su exploración en su Historia. 6. El sureste incluiría ahora los estados de la Florida, , Carolina del Sur, Carolina del Norte, Tennessee, Alabama, Mississippi, y .

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7. “[A] confused statement of an illiterate soldier who, although an eye-witness of what he relates, had not the gift of describing lucidly what he saw” y “but so far as his narrative throws any light on the subject, the accuracy of history, as here given, is confirmed.” 8. “[...] blunders, probable caused by loose or hasty writing”, [...] “that of the Inca reclothed”, y “I really do not think Herrera essential. The real ocular witnesses are the Fidalgo of Elvas and Biedma. Next comes Garcilaso de la Vega’s un- known authority as dressed up by himself, and therefore less authentic.” 9. “[U]nreliable”, “tedious”, “belongs less to history than to romance”. “[T]he rhetoric of the Inca is false, excessively dull in its extravagant and hyperbolic language”; “[i]t is a good example of false mythologizing.” 10. “[D]ry and brief”, “without fancy”, y “with terse notations of dates and inci- dents, exactly what one would expect of a man holding his post.” 11. “[M]erits attention and study” y “[t]he facts are stated with clearness and evi- dent care.” 12. “[B]usinesslike”, “often vivid”, [and] “a dramatic narrative in which tradition, documents, and imagination created a fine, though not necessarily reliable, moving picture of a great, tragic enterprise.” 13. “[O]ur first American literary classic.” 14. Este orden de cinco partes ya se estableció para las cartas en los Rationes dictandi (c. 1135) por autoría anónima. Se derivó de las seis partes (la refutatio omitida) de una oración ciceroniana (Murphy 224-25). 15. Todas las otras citas de esta carta de Soto son de la misma pág. 193. 16. Esta tierra podía haber estado en los países modernos de Ecuador y Colombia (Hudson, “The Hernando” 74). 17. La Florida era el nombre del sureste entero de Norteamérica. 18. Algunos ejemplos de estos hechos serían la ilegitimidad, el adulterio y la delin- cuencia (González Echevarría 117-18). 19. Se cree que el primer tratado de derecho notarial fue la Primera parte de escrituras y orden de partición de Diego de Ribera (Madrid, 1560). Esta obra, que se reeditó varias veces en España en los siglos XVI y XVII, es la fuente más citada por Yrolo. Fue uno de los manuales clásicos de la época y se usó hasta el siglo XVIII. Otros tratados importantes citados por Yrolo son la Prác- tica civil y criminal e instrucción de escribanos de Gabriel de Monterroso y Alvarado (Valladolid, 1563), la Instrucción y memorial para jueces executores (Granada, 1585) y la Instrucción y memorial para escribanos y jueces (Granada, 1580) de Bartolomé de Carvajal, la Suma de estilo de escribanos y de herencias y particiones y escrituras y avisos de jueces (Sevilla, 1564) de Lo- renzo de Niebla, y la Orden de examinar testigos (1579) y la Práctica de escribanos (1587) de Francisco González Torneo (López-Cano, et al, eds. xxv- 20. xPxarviai) . u na explicación del razonamiento detrás de este tipo de estipulación, véase más abajo la nota 24. 21. “Impuesto aduanal o derecho que se pagaba por los géneros y mercaderías que entraban o salían del reino por mar o tierra” (López-Cano et al, eds. 266), Yrolo Calar (179). 22. “Tributo o derecho real que se cobra de todo lo que se vende, pagando el vendedor un tanto por ciento de toda la cantidad que importó la cosa vendida”

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(López-Cano, et al, eds., 265). Yrolo Calar la cubre en su sección, “Poder para, por vía de abolengo, sacar por el tanto una cosa que se vendió” (63). 23. Amparo, custodia, o patrocinio sobre un territorio (López-Cano, et al, eds., 272; Irolo Calar i.e. 35). 24. Estas “instrucciones” pueden ser una referencia a las Nuevas Leyes que fue- ron pasadas en 1542. Estas leyes no solamente eran el resultado de los es- fuerzos de Bartolomé de Las Casas en nombre de los indios, sino una estrate- gia política de la Corona para controlar el poder de los conquistadores. Hasta 1542, la tierra y los indios de las se los daban a los más dignos de entre los primeros conquistadores. Estos hombres, como Soto, se volvieron amenazas a la Corona por ser terratenientes de facto. Las Nuevas Leyes limi- taban las generaciones por las cuales una encomienda podía ser heredada. Por ende, a partir de este momento se esperaba que ningún conquistador pu- diera acumular demasiados terreno, indios, ni control en el Nuevo Mundo (González-Echevarría 121). 25. Lewis cita a Shea, quien duda que Soto tuviera religiosos consigo en su viaje (“Route” 450). Avellaneda, sin embargo, cuenta por lo menos a seis curas en su lista de sobrevivientes (81-83). 26. Yrolo Calar lo trata en su sección “Poder para traer una persona de Castilla y obligarle por el flete” (61). 27. Recobro o cambio por una cosa que pasó a otra mano (La política, López- Cano, et al, eds. 278). 28. Yrolo Calar escribe un ejemplo de un contrato para la división del oro y plata en su sección titulada, “Concierto entre dos que van a buscar minas” (140). 29. La cámara era el erario público (López-Cano, et al., eds. 268). Yrolo Calar lo menciona varias veces (i.e. 148). 30. Yrolo Calar dedica una gran parte de su obra a las diferentes obligaciones de pago (lix). 31. Ternaux primero publicó primero la carta en su Recueil des pièces sur la Flori- de. La tradujo al inglés B.F. French en su Historical Collections of Louisiana, Vol. 2 (1850): 89-93, y poco después Buckingham Smith en el Letter of De So- to and Memoir of Hernando de Escalante Fontaneda, Washington, D.C., 1854. La traducción de Smith se publicó más recientemente en los Narratives of De Soto in the Conquest of Florida. Intro. de Andrew Lytle. Trad. Buckingham Smith. Gainesville, FL: Palmetto Books, 1968. 284-87. 32. Un ejemplo del tópico “hay que evitar la ociosidad” usado en el exordio (Cur- tius 135). 33. Cada página de la carta tiene dos folios. A la sin paginación le pongo “a.” 34. El tópico de “lo indecible” por el cual el escritor insiste en su incapacidad de hablar dignamente del tema (Curtius 231). 35. Un ejemplo del tópico de la falsa modestia (Curtius 127-28). 36. Por ejemplo, el predicador más famoso de la época colonial, Juan de Espinosa Medrano, remarca, “[n]o me embaraço en demontrar la definibilidad de este Mysterio: que predico en Cuzco y no en Consistorio de Cardenales” (55; La novena maravilla, Valladolid, España, 1695). 37. En otra carta al Rey y Consejo de Indias desde fechada el 8 de noviembre de 1539, el licenciado Bartolomé Ortiz afirma que Soto quería

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que el bastión se completara aunque los magistrados lo oponían y ordenaron que su construcción cesara (Narratives of De Soto, B. Smith, ed. 287). 38. Una copia del fragmento está en el “Apéndice” al final de este artículo. 39. Ver Colón (133), Carlos V (504) y Barrientos (27) para ejemplos de la imagen tradicional del indio americano. 40. Ver en el “Apéndice” una copia del mapa tomado del artículo de T.H. Lewis “Route of DeSoto’s Expedition from Taliepacana to Huhasene”, Mississippi Historical Society (448). 41. Herrera parece documentar esta teoría al escribir, “[L]legó esta Historia [del viaje de Soto] á manos del Obispo de Cordova, D. Pablo de Laguna, la qual, siendo Presidente del Supremo Consejo de las Indias, le dió vn Fraile Menor: (como se ha dicho) i el Rei nuestro Señor, D. Felipe Segundo, de gloriosa me- moria, mandó á Antonio Voto, su Guarda Joias, que me diese todas estas Ba- tallas, i hechos Militares de la Florida, que estaban figurados de colores, i se conformaban mui bien con estos Escritos” (ix, 139). 42. El Virrey Luis de Velasco mandó con Tristán de Luna una copia de una crónica escrita durante la expedición de Soto. Priestley cree que pudo haber sido la perdida de Luis de Moscoso, la de Elvas, la de Rangel, o la de Biedma (Old South 165). Se supone que había otra crónica de Soto escrita por un Álvaro de la Torre que Velasco menciona en una carta a Tristán de Luna en 1559: “Si Vi- niere y fuere necesario yr a socorrer y ayudar a .V.S. ymbialle E de muy buena Voluntad. La memoria que me dio aluaro de latorre [Álvaro de La Torre] el cle- rigo que estuuo con Soto en esas Pro[vincias] me parescio ymbiar con esta porque no estoy çertificado Sy la lleuo. V.S.” (Luna Papers I, 74). 43. Originalmente traducido y publicado por Buckingham Smith en The Historical Magazine 4.9 (1860): 257-61. 44. Lewis opina (“Chroniclers” 387) que está entre los Múñoz Papers (ahora la Colección Rich). No se encuentra, sin embargo, en el catálogo publicado de la colección: Colonial Latin American Manuscripts and Transcripts in the Obadiah Rich Collection (por Edwin Black Brownrigg, Nueva York: New York Public Li- brary, 1978.) 45. Lewis indica que esta obra se preserva en los Archivos de la Habana, Cuba (“Chroniclers” 387). 46. La sección de la revista donde se encuentra este artículo está pobremente documentada en cuanto a su autoría. Sin saber exactamente quien lo escribió, lo pongo bajo Haven, quien empezó un editorial titulado, “Public Libraries”, justo después de la carta de De Soto a su agente (195). 47. El “Mapa de Soto” que incluyo en este artículo se toma de este texto (448). La fuente de Lewis para el Mapa fue The Discovery of North America de Henry Harrisee, quien había sido el primero en publicarlo.

OBRAS CITADAS:

Anónimo. Relación del éxito del Capitán Soto en la Florida, 1539.44 Anónimo. Narrativa del descubrimiento y conquista de la isla Florida por Hernandus de Souto”. 1539.45 Avellaneda, Ignacio. Los sobrevivientes de la Florida: The Survivors of the De Soto Expedition. Ed. Bruce S. Chappell. Gainesville, FL: P. K. Yonge Library, 1990.

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DOCUMENTOS DE LA EXPEDICIÓN DE H. DE SOTO 1539-1543 147

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148 CHARLES B. MOORE

NOTAS:

1 Las otras cinco expediciones son, en orden, las de: Juan Ponce de León (1513, 1521), Lucas Vásquez de Ayllón (1526), Pánfilo de Narváez/Cabeza de Vaca (1528-36), Tristán de Luna (1559-1561) y Pedro Menéndez de Avilés (1565-1574). 2 Todas las traducciones de citas del inglés al español son mías. Para facilitar la lectura, las citas originales en inglés se encuentran en notas al pie de la página. Por ejemplo, aquí la de Haven: “The name of De Soto is associated with scenes of wild adventure and heroic achievement in the conquest of Peru, and the exploration of the southwestern territory of the Union.” Y continúa, “[b]ut the accounts of his adventures are so confused and uncertain, that to most persons they seem more like a tale of romance than sober history; and hence, whatever throws any real light upon the character of the man should be welcomed as an important contribution to the scanty knowledge we have of him” (223). Aunque Soto sí fue al este de Texas, Haven irónicamente demuestra cuán grande era su propia confusión al decir que Soto recorrió el suroeste de los Estados Unidos en vez del sureste. Véase nota al pie de página sobre Haven en mis “Obras citadas”. 3 “History, tradition, and poetry are indelibly linked to his name” (T.H. Lewis) y “[c]ounties, towns, and lakes have been named after him and tradition attaches his name to many localities far removed from his line of march” (Hodge). 4 “[...] we must become more aware of this tragic yet decisive chapter in the history of the Americas.” 5 “Where did De Soto go? The question fascinates a great number of people.” Por otro lado, Morales Padrón menciona a Soto solamente una vez (133) y no cubre su exploración en su Historia. 6 El sureste incluiría ahora los estados de la Florida, Georgia, Carolina del Sur, Carolina del Norte, Tennessee, Alabama, Mississippi, Arkansas y Louisiana. 7 “[...] a confused statement of an illiterate soldier who, although an eye-witness of what he relates, had not the gift of describing lucidly what he saw [...]” y “[...] but so far as his narrative throws any light on the subject, the accuracy of history, as here given, is confirmed.” 8 “[...] blunders, probable caused by loose or hasty writing”, “[...] that of the Inca reclothed”, y “I really do not think Herrera essential. The real ocular witnesses are the Fidalgo of Elvas and Biedma. Next comes Garcilaso de la Vega’s unknown authority as dressed up by himself, and therefore less authentic.” 9 “unreliable”, “tedious”, “belongs less to history than to romance”, “[...] the rhetoric of the Inca is false, excessively dull in its extravagant and hyperbolic language” y “[i]t is a good example of false mythologiz- ing.” 10 “dry and brief”, “without fancy”, y “[...] with terse notations of dates and incidents, exactly what one would expect of a man holding his post.” 11 “merits attention and study”, y “[t]he facts are stated with clearness and evident care.” 12 “businesslike”, “often vivid”, y “[...] a dramatic narrative in which tradition, documents, and imagination created a fine, though not necessarily reliable, moving picture of a great, tragic enterprise.” 13 “our first American literary classic.” 14 Este orden de cinco partes ya se estableció para las cartas en los Rationes dictandi (c. 1135) por autoría anónima. Se derivó de las seis partes (la refutatio omitida) de una oración ciceroniana (Murphy 224- 25). 15 Todas las otras citas de esta carta de Soto son de la misma pág. 193. 16 Esta tierra podía haber estado en los países modernos de Ecuador y Colombia (Hudson, “The Hernando” 74). 17 La Florida era el nombre del sureste entero de Norteamérica. 18 Algunos ejemplos de estos hechos serían la ilegitimidad, el adulterio y la delincuencia (González Echevarría 117-18). 19 Se cree que el primer tratado de derecho notarial fue la Primera parte de escrituras y orden de partición de Diego de Ribera (Madrid, 1560). Esta obra, que se reeditó varias veces en España en los siglos XVI y XVII, es la fuente más citada por Yrolo. Fue uno de los manuales clásicos de la época y se usó hasta el siglo XVIII. Otros tratados importantes citados por Yrolo son la Práctica civil y criminal e instrucción de escribanos de Gabriel de Monterroso y Alvarado (Valladolid, 1563), la Instrucción y memorial para jueces executores (Granada, 1585) y la Instrucción y memorial para escribanos y jueces (Granada, 1580) de Bartolomé de Carvajal, la Suma de estilo de escribanos y de herencias y particiones y escrituras y avisos de jueces (Sevilla, 1564) de Lorenzo de Niebla, y la Orden de examinar testigos (1579) y la Práctica de escribanos (1587) de Francisco González Torneo (López-Cano, et al, eds. xxv-xxvii). 20 Para una explicación del razonamiento detrás de este tipo de estipulación, véase más abajo la nota 24. 21 “Impuesto aduanal o derecho que se pagaba por los géneros y mercaderías que entraban o salían del reino por mar o tierra” (López-Cano et al, eds. 266), Yrolo Calar (179). 22 “Tributo o derecho real que se cobra de todo lo que se vende, pagando el vendedor un tanto por ciento de toda la cantidad que importó la cosa vendida” (López-Cano, et al, eds., 265). Yrolo Calar la cubre en su sección, “Poder para, por vía de abolengo, sacar por el tanto una cosa que se vendió” (63). 23 Amparo, custodia, o patrocinio sobre un territorio (López-Cano, et al, eds., 272; Irolo Calar i.e. 35). 24 Estas “instrucciones” pueden ser una referencia a las Nuevas Leyes que fueron pasadas en 1542. Estas leyes no solamente eran el resultado de los esfuerzos de Bartolomé de Las Casas en nombre de los indios, sino una estrategia política de la Corona para controlar el poder de los conquistadores. Hasta 1542, la tierra y los indios de las encomiendas se los daban a los más dignos de entre los primeros conquistadores. Estos hombres, como Soto, se volvieron amenazas a la Corona por ser terratenientes de facto. Las Nuevas Leyes limitaban las generaciones por las cuales una encomienda podía ser heredada. Por ende, a partir de este momento se esperaba que ningún conquistador pudiera acumular demasiados terreno, indios, ni control en el Nuevo Mundo (González-Echevarría 121). 25 Lewis cita a Shea, quien duda que Soto tuviera religiosos consigo en su viaje (“Route” 450). Avellaneda, sin embargo, cuenta por lo menos a seis curas en su lista de sobrevivientes (81-83). 26 Yrolo Calar lo trata en su sección “Poder para traer una persona de Castilla y obligarle por el flete” (61). 27 Recobro o cambio por una cosa que pasó a otra mano (La política, López-Cano, et al, eds. 278). 28 Yrolo Calar escribe un ejemplo de un contrato para la división del oro y plata en su sección titulada, “Concierto entre dos que van a buscar minas” (140). 29 La cámara era el erario público (López-Cano, et al., eds. 268). Yrolo Calar lo menciona varias veces (i.e. 148). 30 Yrolo Calar dedica una gran parte de su obra a las diferentes obligaciones de pago (lix). 31 Ternaux primero publicó primero la carta en su Recueil des pièces sur la Floride. La tradujo al inglés B.F. French en su Historical Collections of Louisiana, Vol. 2 (1850): 89-93, y poco después Buckingham Smith en el Letter of De Soto and Memoir of Hernando de Escalante Fontaneda, Washington, D.C., 1854. La traducción de Smith se publicó más recientemente en los Narratives of De Soto in the Conquest of Florida. Intro. de Andrew Lytle. Trad. Buckingham Smith. Gainesville, FL: Palmetto Books, 1968. 284-87. 32 Un ejemplo del tópico “hay que evitar la ociosidad” usado en el exordio (Curtius 135). 33 Cada página de la carta tiene dos folios. A la sin paginación le pongo “a.” 34 El tópico de “lo indecible” por el cual el escritor insiste en su incapacidad de hablar dignamente del tema (Curtius 231). 35 Un ejemplo del tópico de la falsa modestia (Curtius 127-28). 36 Por ejemplo, el predicador más famoso de la época colonial, Juan de Espinosa Medrano, remarca, “[n]o me embaraço en demontrar la definibilidad de este Mysterio: que predico en Cuzco y no en Consistorio de Cardenales” (55; La novena maravilla, Valladolid, España, 1695). 37 En otra carta al Rey y Consejo de Indias desde Santiago de Cuba fechada el 8 de noviembre de 1539, el licenciado Bartolomé Ortiz afirma que Soto quería que el bastión se completara aunque los magistrados lo oponían y ordenaron que su construcción cesara (Narratives of De Soto, B. Smith, ed. 287). 38 Una copia del fragmento está en el “Apéndice” al final de este artículo. 39 Ver Colón (133), Carlos V (504) y Barrientos (27) para ejemplos de la imagen tradicional del indio americano. 40 Ver en el “Apéndice” una copia del mapa tomado del artículo de T.H. Lewis “Route of DeSoto’s Expedition from Taliepacana to Huhasene”, Mississippi Historical Society (448). 41 Herrera parece documentar esta teoría al escribir, “[l]legó esta Historia [del viaje de Soto] á manos del Obispo de Cordova, D. Pablo de Laguna, la qual, siendo Presidente del Supremo Consejo de las Indias, le dió vn Fraile Menor: (como se ha dicho) i el Rei nuestro Señor, D. Felipe Segundo, de gloriosa memoria, mandó á Antonio Voto, su Guarda Joias, que me diese todas estas Batallas, i hechos Militares de la Florida, que estaban figurados de colores, i se conformaban mui bien con estos Escritos” (ix, 139). 42 El Virrey Luis de Velasco mandó con Tristán de Luna una copia de una crónica escrita durante la expedición de Soto. Priestley cree que pudo haber sido la perdida de Luis de Moscoso, la de Elvas, la de Rangel, o la de Biedma (Old South 165). Se supone que había otra crónica de Soto escrita por un Álvaro de la Torre que Velasco menciona en una carta a Tristán de Luna en 1559: “Si Viniere y fuere necesario yr a socorrer y ayudar a .V.S. ymbialle E de muy buena Voluntad. La memoria que me dio aluaro de latorre [Álvaro de La Torre] el clerigo que estuuo con Soto en esas Pro[vincias] me parescio ymbiar con esta porque no estoy çertificado Sy la lleuo. V.S.” (Luna Papers I, 74). 43 Originalmente traducido y publicado por Buckingham Smith en The Historical Magazine 4.9 (1860): 257-61. 44 Lewis opina (“Chroniclers” 387) que está entre los Múñoz Papers (ahora la Colección Rich). No se encuentra, sin embargo, en el catálogo publicado de la colección: Colonial Latin American Manuscripts and Transcripts in the Obadiah Rich Collection (por Edwin Black Brownrigg, Nueva York: New York Public Library, 1978.) 45 Lewis indica que esta obra se preserva en los Archivos de la Habana, Cuba (“Chroniclers” 387). 46 La sección de la revista donde se encuentra este artículo está pobremente documentada en cuanto a su autoría. Sin saber exactamente quien lo escribió, lo pongo bajo Haven, quien empezó un editorial titulado, “Public Libraries”, justo después de la carta de De Soto a su agente (195). 47 El “Mapa de Soto” que incluyo en este artículo se toma de este texto (448). La fuente de Lewis para el Mapa fue The Discovery of North America de Henry Harrisee, quien había sido el primero en publicarlo.