La Política De La Forma Poética [The Politics of Poetic Form], Tr. Jorge
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La política de la forma poética [The Politics of Poetic Form], tr. Jorge Miralles, Néstor Cabrera, Nora Leylen, and Beatriz Pérez, with intro by Cabrera (La Habana: Torre de Letras, 2006). PEPC Edition 2007 ©2006 by Charles Bernstein translation © 2006 by Néstor Cabrera This work may be reprinted or quoted for noncommercial and educational use. Please give credit by noting the full publication information & the web address: http://writing.upenn.edu/library/Bernstein-Charles_ed_Politica-forma-poetica.pdf La política de la forma poética Poesía y política pública Charles Bernstein, editor Traducción Néstor Cabrera Índice Prefacio a la edición en inglés Etnopoética y política/ La política de la etnopoesía Jerome Rothenberg Poesía como explicación, poesía como praxis Bruce Andrews Alarmas y digresiones Rosmarie Waldrop Política poética Nicole Brossard Sonido y sentimiento, sonido y símbolo Nathaniel Mackey Poesía privada, decepción pública Jerome McGann Cánones e instituciones: nueva esperanza para Ron Silliman los desaparecidos Encerrador Susan Howe Notas para una poética oposicionista Erica Hunt Lenguaje y política Jacson Mac Low Forum P. Inman, Hannah Weiner, James Sherry y Nick Piombino Comedia y la poética de la forma política Charles Bernstein Colaboradores P=R=Ó=L=O=G=O En el espectro de la poesía norteamericana de las últimas décadas la escuela de la Poesía del Lenguaje se ha establecido como una de las más significativas e influyentes. Tuvo sus inicios en los años setenta, y entre sus antecedentes están movimientos como el de Black Mountain y las escuelas de Nueva York. Surgió como respuesta a la poética norteamericana tradicional, y asume la experimentación con el objetivo de explorar áreas que amplíen la práctica y la comprensión de la literatura radical. Desde el principio, su propósito fue concentrarse en el lenguaje del poema, para establecer una nueva manera de interactuar con el lector. Al crear rupturas en el lenguaje, difíciles de comprender, estos poetas exigen del receptor una búsqueda y una actitud menos pasiva para decodificarlo, de esta manera lo involucran y le dan mayor participación en la construcción del significado. Muchas veces tal intención crea incomodidad o inconformidad (actitudes también predominantes en el modo en que esos autores enfrentan la propia creación, y que luego emergen en la lectura). Uno de los presupuestos de esta escuela poética asume que el lenguaje dicta el significado y no a la inversa. Su énfasis e interés no recae sobre un único estilo, propuesta o forma de hacer poesía; ni en una caracterización definitiva de las tendencias afines que la identifican, sino que la integra un conjunto de obras muy diversas e incluso contradictorias que parten de prácticas poéticas convencionales. Charles Bernstein, en una entrevista realizada por Bradford Senning y publicada en Catalyst, comenta acerca de la introducción escrita junto con Bruce Andrews para The L=A=N=G=U=A=G=E Book, donde definieron la poesía del lenguaje: “(…) nos interesaba una poesía que no asuma una sintaxis, un tema, un vocabulario, una estructura, una forma, o un estilo en particular, sino que cuestione todo lo anterior, que lo explore en la escritura del poema. En los años setenta, gran parte de la poesía entonces convencional descansaba sobre el uso de una “voz” consistente, pero si tal voz centrada en la poesía era rechazada, no era para negar las voces o lo expresado, ni siquiera el discurso; sino para permitirles ser descubiertos de nuevo en el poema. La suposición de que el poema siempre debe contener el concepto de una voz que narra sus sentimientos… parecía, y aún parece, un mandato estrecho y terrible para el arte verbal. Considero que queríamos restablecer el arte a la poesía, lo que significa considerar muchas formas diferentes en que una palabra puede seguir a la otra, una frase puede chocar o surgir de la anterior, y variados tipos de lenguajes; en realidad, para escribir poemas con formas ampliamente diversas de lenguaje —para crear un ritmo a partir de las variaciones en los tipos de lenguaje utilizados—.” Como señalaba Bernstein, la poesía del lenguaje rechaza la postura adoptada por el sujeto lírico de la poesía convencional. En palabras de Ron Silliman, niega “al simple ego psicológico en que el texto poético representa no a un individuo, sino a una persona, al ser humano como objeto unificado, al igual que al lector.” Muchos de los poetas del lenguaje han escrito ensayos sobre sus poéticas. La política de la forma poética es una muestra de su interés en la búsqueda de otras maneras de expresión de la literatura más reflexivas sobre sus métodos de creación, posturas hacia el lenguaje, la literatura, el arte y la sociedad en general, y su propia visión del mundo, en ocasiones mediante el análisis de las obras literarias de otros autores. También muchas de las ideas al respecto se encuentran en revistas literarias que publicaron, entre las que se destaca L=A=N=G=U=A=G=E que también editaron Bernstein y Andrews. “El tipo de poesía que exploramos, por ejemplo en L=A=N=G=U=A=G=E, era no-referencial”, plantea Bernstein, “(…) estábamos interesados en explorar estructuras poco convencionales, al permitir a los rasgos expresivos (y no expresivos) del lenguaje, vagar en territorios lo más diferente posible a las formas de verso más domesticadas. Por lo tanto, lo que obtienes podría denominarse mejor poli-referencial, ya que los poemas no significan necesariamente algo fijo, definible y parafraseable.” Para Bernstein, lo que se representa se crea en el proceso, no se ve como un reflejo, sino como un acto de creación. En la actualidad, la escritura del lenguaje se encuentra en el centro de muchos debates sobre la poética norteamericana. Su definición se ha vuelto más compleja debido a la aparición de nuevos paradigmas poéticos que no se ajustan al marco teórico original. Disentimiento vs. Espacio público Para los poetas del lenguaje, el disentimiento es un modo de pensar la práctica poética; una manera de oponerse a los valores que establece el mercado, partiendo de la subversión de las normas de la gramática y los códigos del discurso, que actúan como soporte de las estructuras de poder, sin renunciar a la propia experimentación, ni recurrir a facilismos panfletarios y a despliegues emocionales de ingenuidad. Estas formas diferentes de decir a veces se manifiestan como confusión, ambigüedad, inconformidad, titubeo, ira, extrañeza, torpeza o escepticismo. Además incorporan como norma la exploración de nuevos temas y experiencias sobre todo de los márgenes, poco recurridos en la tradición poética convencional. Tal es el caso del estudio que realiza Nathaniel Mackey sobre la tradición literaria afro-norteamericana, y la exploración en el lenguaje poético de las culturas primitivas y antiguas de Jerome Rothenberg. Esta postura tiende a llamar la atención sobre la crisis del espacio público de la sociedad norteamericana visto desde la perspectiva de la creación poética experimental, por lo que se les asocia a la izquierda política. Además se suma a otros puntos de vista críticos de la sociedad y a las voces que reclaman representación de los individuos marginados, ya sea de manera sexual, racial o social. Uno de los riesgos de la búsqueda y la experimentación, es que tiende a aislar este tipo de poetas y los reduce a tribunas de públicos escasos, aún cuando estimulan a cambiar la manera en que se percibe el lenguaje y la propia realidad. ¿En qué medida este esfuerzo logra algún cambio en la sociedad en general? ¿Cuál es el sentido de estos espacios exclusivos (intelectuales, sociales y “espirituales”)? Irónicamente, aún cuando se resistan a las seducciones de la autoridad retórica, a la larga muchas veces estos intentos llegan a ser reconocidos y momificados por los mecanismos de legitimación, las instituciones culturales, las prácticas (y practicantes) convencionales y se toman como norma. Para los poetas del lenguaje el disentimiento es expresión de una inconformidad de alcance mayor. Según Bernstein: (…) el disentimiento hacia los valores del sistema económico en que vivimos: la mala distribución sistemática de la riqueza, la aceptación de la pobreza como el precio aceptable que pagamos por los beneficios de nuestro éxito económico y el hecho de que parece que gastamos más dinero en encarcelar personas que en educarlos. Todos somos prisioneros del sistema en que vivimos, pero considero que los efectos de este encarcelamiento dominan nuestro lenguaje, la gramática de nuestras vidas cotidianas, y las metáforas que utilizamos para responder al problema. La poesía puede no ser capaz de redistribuir la riqueza, pero puede abrir una vía — para decirlo de nuevo— de representar los problemas que pueden cambiar el modo en que respondemos, e incluso mantenernos respondiendo. Desde el punto de vista político, nunca es sólo lo que debe ser hecho, sino también la formulación y reformulación de los temas: ya que el “mismo” problema representado de una manera, se vuelve un problema diferente cuando se representa de otra. Me interesa intercambiar estos modos de representación, mostrarlos de una forma consecutiva, uno detrás de otro, hasta que obtengamos algo más cercano a un holograma que a la caricatura del mundo que en la actualidad domina nuestras salas y centros de entretenimiento. Este modo de decir ‘no’, que aparece como contraposición a la postura de la poesía “popular” afirmativa (que por lo general se ve a sí misma como renovadora y rebelde), elige una poesía “impopular” y “de negación”, anti-individualista y no centrada en el ego. Su postura comparte la suerte de otras formas de arte que no se rigen por los códigos del mercado, pero que aún así contienen valores por sí mismas, a veces, trascendentes. Aún así, al igual que la mayoría de los poetas (por no decir todos), no están exentos del deseo de tener más libros impresos, de ser los más mencionados, citados, antologados y a los que más se les piden lecturas; a pesar de que se derroche tanta energía en este intento por jerarquizar y mostrar “lo mejor”.