Cuaderno De Documentacion
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SECRETARIA DE ESTADO DE ECONOMIA Y APOYO A LA EMPRESA MINISTERIO DE ECONOMÍA Y DIRECCION GENERAL DE POLÍTICA ECONOMICA COMPETITIVIDAD UNIDAD DE APOYO CUADERNO DE DOCUMENTACION Número 95 Weekly Digest 14 20 Junio-5 Julio 2012 Alvaro Espina Vocal Asesor 5 de Julio de 2012 Weekly Digest 14: 20 Junio- 5 Julio 2012 Abstract La pregunta surgió precisamente en vísperas del Consejo Europeo ¿Y si, llegados al punto de bifurcación, Alemania decidiera irse? Las intempestivas declaraciones de Berlusconi (recogidas en este WD) plantearon bien el dilema al que se enfrentaba la UEM. O Alemania cedía, o no quedaban más que tres opciones: el euro desaparece y se vuelve a l a cesta de monedas de común acuerdo (esto no l o dijo Berlusconi); se van Italia y España (y muchos otros, hasta dejar la eurozona reducida a su núcleo, de modo que Alemania se quedaría con el Euro), o se va Alemania y refunda el marco (sola, o con cuatro o cinco países de su entorno monetario). Tácticamente, la opción preferida por Berlusconi era esta última. David Marsh, que ha estudiado bien la historia de la edificación del euro (y todos sus antecedentes), concluye que hasta ahora Alemania siempre se ha mostrado reticente hacia la unión monetaria, pero al final siempre ha cedido… hasta que un dí a deje de hacerlo ¿Iba a ser esto así una vez más? Los retos a los que se enfrentaba Angela Merkel (especialmente desde el desencuentro abierto con Grecia, al que venía a unirse el del líder del principal partido político italiano) hacían temer que l a historia no se repitiera: esta vez, Alemania podía rechazar la rendición económica (como para dar satisfacción a Berlusconi). Dadas las preferencias manifestadas reiteradamente por Alemania, la probabilidad de rechazo era menor si se ofrecía la plena integración política. Además, esto es algo que cuenta con precedentes históricos. Brendan Keenan1 recuerda que la unificación del Reino Unido hace 400 años se produjo precisamente como consecuencia de la crisis financiera denominada Scottish Darien Scheme (una operación piramidal diseñada para financiar el establecimiento de una colonia escocesa, denominada Nueva Caledonia, en lo que ahora es Panamá), que arruinó a Escocia y acabó resolviéndose unificando los dos parlamentos y emitiendo deuda del nuevo Reino Unido por 400.000 libras para compensar a los inversores (y comprar algunas voluntades, como se hizo un siglo más tarde para la unificación con Irlanda). Este fue un ejemplo más de lo que hemos dado en llamar “la federación a palos”, pero casi todas lo han sido, más o menos. Y, cuando no se ha acertado con la fórmula de una federación condicionada, la anexión se ha producido por la fuerza — como ocurrió con los Estados Confederados de América, tras la secesión iniciada en Carolina del Sur en diciembre de 1860 y la subsiguiente Guerra civil —, o c on la “destrucción mutua asegurada” —como sucedió tras la Guerra del Peloponeso, en que ambas federaciones helenas fueron anexionadas por Macedonia, que destruyó la democracia griega, como temían Pericles y Demóstenes —. ¿Qué es lo que determina el tamaño de Estados y Federaciones? Pero el que las uniones o federaciones estatales no hayan surgido necesariamente de procesos voluntariamente decididos por los pueblos, sin ningún tipo de interferencia (como sí ocurrió con la reunificación alemana de 1989, pero en un pa ís previamente 1 Periodista financiero irlandés conocido por haberse enfrentado al profesor Morgan Kelly acusándole de magnificar la inminencia y la dimensión de la crisis financiera de su país en un programa de la primera cadena de televisión el 30 de Septiembre de 2008: http://www.youtube.com/watch?v=EI5o8qsTVoM 1 unido), no quiere decir que hayan sido menos firmes y duraderas. Eso ha dependido siempre del diseño institucional y, en última instancia, ya bien entrado el siglo XX, de la voluntad democrática de los pueblos. Sin embargo, en cada etapa histórica el contexto internacional ha marcado unas condiciones relativamente estrechas para el tamaño y la capacidad mínima eficiente de las unidades políticas estatales. En su Política, Aristóteles estableció que es ta capacidad mínima viene dada por las necesidades de “autosuficiencia”, pero no precisó bien el significado del término (aunque su condición subsiguiente de preceptor de Alejandro permita pensar que, en su opinión, las viejas polis griegas ya no reunían tal condición). La historia se ha encargado de definir empíricamente las condiciones de “autosuficiencia” de los Estados. Durante la edad moderna, la pugna evolucionista por la dominación de territorios cada vez más amplios —dirigida por grandes dinastías patrimonialistas, como los Habsburgo o l os Valois-Orléans —, señaló el tamaño mínimo eficiente para que un territorio sobreviviese como estado autónomo, ya que los estados modernos fueron creados por y para la guerra (en palabras de Charles Tilly). El primer ejército moderno (o el último medieval) fue el que reunieron los Reyes Católicos para la toma de Granada, y contaba con 60.000 hom bres (50.000 infantes y 10.000 caballeros). Montesquieu observaría después que durante el Antiguo Régimen la leva máxima que podía imponer un m onarca no s uperaba el 1% de la población de sus estados.2 De modo que, ya desde sus inicios, para pintar algo en la Europa moderna un monarca debía disponer de territorios poblados, al menos, por seis millones de súbditos, que era la población aproximada de los reinos de la corona de Castilla bajo los RRCC (ya que no existía unión de armas con las otras coronas). Más tarde, los recursos extractivos y el trasvase intercontinental de metales monetizables elevó desmesuradamente la capacidad monetaria3 de la dinastía austracista, que se vio multiplicada por la modernización financiera4, hasta situar el dintel en 300.000 hombres en armas (más o m enos equivalente, sin recursos extraordinarios, a un territorio con treinta millones de súbditos), que se convirtió en el nuevo estándar de autosuficiencia (véase el diagrama que sigue) para participar en el juego de los estados modernos (articulados en la fachada atlántica de Europa). A partir de Westfalia, la hegemonía se dividió entre las potencias marítimas (o talasocracias) y las del continente. Tras la Guerra de Sucesión española, con la instalación de los Borbones en España,5 los pactos de familia reforzaron la superioridad militar francesa 2 Véase mi “La resistencia a la Monarquía de España y el sistema europeo de estados”, Sistema, nº 164, Spbre. 2001, pp. 43-67, en: http://www.ucm.es/centros/cont/descargas/documento6136.pdf 3 Véase mi “Oro, plata y mercurio, nervios de la Monarquía de España”, Revista de Historia Económica, Vol. XIX, nº 3, otoño-invierno 2001, en: http://e-archivo.uc3m.es/bitstream/10016/2174/1/RHE-2001- XIX-3-Espina.Montero.pdf (pp. 507-538). 4 Véase mi “Finanzas, deuda pública y confianza en el gobierno de España bajo los Austrias”, Hacienda Pública Española, nº 156. 1/2001, en: http://www.ucm.es/centros/cont/descargas/documento6138.pdf (pp. 97-133). 5 Tras Westfalia, España dejó de contar de manera autónoma en el sistema europeo de Estados; entre otras cosas, por su incapacidad para resolver los problemas fiscales y de la deuda a lo largo de los siglos XVII a XIX, cuyos sucesivos fracasos marcaron también la quiebra del Antiguo Régimen (financiera y política) y la orientación de las políticas del primer tercio del siglo XX, con la polémica sobre el patrón oro. Además del trabajo citado en la nota anterior, véase mi “De la caída del Antiguo Régimen a la Segunda República: un enfoque neokeynesiano de la economía española”, Sistema, nº 155-156, en: http://biblioteca.meh.es/PdfPublicaciones/Literaturagris/DE%20LA%20CA%CDDA%20DEL%20ANTI GUO%20REGIMEN%20A%20LA%202%AA%20REP.pdf (abril, 2000, pp. 175-209). 2 en el continente (con un residual Sacro imperio romano germánico —SIRG — cuya tenue alianza detenía las ansias de expansión f rancesa hacia el oeste, como había sucedido desde la coronación de Carlos de Gante). La revolución francesa y la guerra contra el Directorio elevaron la capacidad regular de movilización francesa por encima del 2% (como ya sucediera en la República de Roma, que llegó a movilizar a un 8% de la población, según Montesquieu). Ello, unido a la expansión bonapartista y a la recluta de nativos no franceses, elevó su capacidad de conscripción en 1812 hasta 900.000 hombres (600.000 en la Grande Armée y 300.000 en la península ibérica, equivalentes a un 5% de la población francesa). Esta capacidad no sería alcanzada por Rusia hasta 1850 (850.000 hombres, pero equivalentes solo a un 1,5% de su población).6 Estado Moderno: Finanzas y milicia • Los Habsburgo dispusieron del monopolio de los principales recursos extractivos de especies metálicas del planeta (beneficiándose del arbitraje intercontinental entre el oro y la plata de China a Europa). Los demás, tuvieron que “adaptarse” para sobrevivir. • La “Fortuna” americana explica el ingente aumento de capacidad financiera y militar durante 150 años: – 1550: Carlos V movilizó a 150.000 hombres. Coste = 9 millones ducados (el triple de sus ingresos fiscales). – 1630: Felipe IV movilizó a 300.000 hombres. – Sólo superado puntualmente por Francia en 1694 (400.000 = 2,1% de la población). En 1710: Inglaterra + Holanda = 300.000 (2,8%). • La apuesta imperial de la Monarquía Hispánica elevó el umbral mínimo eficiente para jugar al juego del Sistema Europeo de Estados (SEE), definido finalmente en Westfalia (cuando todos quedaron exhaustos por un tiempo). La Unificación de Alemania surgió también de necesidades bélicas. Primero, se formó la C onfederación alemana del norte, en torno a Prusia, para disputar la cuestión de Schleswig-Holstein a Austria en 1866. Más tarde, se añadió la alianza de Prusia con los estados alemanes del sur para la guerra franco-prusiana en 1870-1871, a cuyo término se formó el Imperio Alemán.