TRABAJOS DE PREHISTORIA 56,n.«2, 1999, pp. 161 a 180

LA TRANSICIÓN DEL BRONCE FINAL AL HIERRO I EN EL SUR DE LA MESETA NORTE. NUEVOS DATOS PARA SU SISTEMATIZACIÓN

THE TRANSITION FROM LATE BRONZE AGE TO IRON AGE I IN THE SOUTH OF THE NORTHERN MESETA, NEW FACTS FOR ITS SYSTEMATIZATION

J. FRANCISCO FABIÁN GARCÍA (*)

RESUMEN the southern part of the northern Meseta cultural develop­ ment from the Late Bronze Age onwards was in every way La transición entre el Bronce Final y la I Edad del Hie­ similar to that in the Duero basin: the Soto Culture, as in rro en el Sur de la Meseta Norte ha conocido una cierta the Duero, being an intermediate stage until the Second polémica. Según la lectura del registro arqueológico dispo­ Iron Age. nible, basado fundamentalmente en la estratigrafía de Los Castillejos (Sanchorreja, Ávila), F.J. González-Tablas ha Palabras clave: Cogotas I. Hierro 1. Meseta. venido manteniendo durante algo más de una década la tesis de la perduración en el Sur de la Meseta Norte de Cogotas Key words: Cogotas L Hierro L Meseta. I, más allá de la cronología final que se le daba para el centro del valle del Duero, considerando que esta zona de la Me­ seta había tenido su particular Hierro I al margen del Valle INTRODUCCIÓN del Duero. Nuevos datos indican ahora que en el Sur de la Meseta Norte la evolución cultural a partir del Bronce Fi­ La transición del Bronce Final a la Edad del nal fue en todo similar a la de la cuenca del Duero Medio, Hierro y la primera fase de éste, el Hierro I en el Sur siendo la cultura del Soto de Medinilla, como allí, la fase de la Meseta Norte, ha dado lugar a una polémica intermedia hasta la Segunda Edad del Hierro. científica continua en las últimas décadas que no ha logrado todavía un consenso entre los investigado­ res. El hecho de que la cuestión principal, el eje de ABSTRACT las discrepancias, afecte aspectos de base tales como la propia seriación de etapas y/o fases y su The transition between Late Bronze Age and Early Iron correspondiente filiación, supone una cuestión de Age in the south of the Northern Meseta () has been suma importancia para entender la secuencia cultu­ the subject of controversy. The interpretation of the avai­ ral de ese momento en el Sur de la Meseta Norte y lable archaeological record proposed by FJ. González-Ta­ avanzar con seguridad hacia otros aspectos. Mien­ blas, based on the stratigraphy from Los Castillejos (San­ tras que en zonas próximas como el centro del va­ chorreja, Avila), has maintained the idea of the survival of lle del Duero, trabajos antiguos y recientes han Cogotas 1 in the South of the Nort Meseta later than in the permitido clarificar este aspecto desde hace tiem­ centre of the Duero valley. New data now indicate that in po, aquí la polémica y las dudas han llegado hasta el presente, propiciadas por la carencia de trabajos (*) Unidad Técnica de Arqueología, Servicio Territorial de Educación y Cultura. Plaza Fuente del Sol, 1. 05001 Ávila. arqueológicos de prospección y de excavación sis­ El artículo fue remitido en su versión final el 4-X-99. temática de cierta entidad.

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Fig. 1. Yacimientos correspondientes al Bronce Final y a la Edad del Hierro en el Valle Ambles (Ávila). * Cogotas I. • Soto Inicial. • Cogotas I + Soto Inicial. A Hierro II. 1 La Mesa de Miranda (Chamartín). 2 La Lomilla (Muñopepe). 3 Las Zorreras (Muñana). 4 Los Arenalones (Guareña). 5 Los Castillejos (Sanchorreja). 6 Las Cogotas (). 7 Cerro de la Cabeza (Ávila). 8 La Viña Vieja (Ávila). 9 Guaya (BerrocalejodeAragona). IQ La Solana Angosta (fitvxmySdilintxo). 11 í//aca(-Villaviciosa). 12 El Campillo (Gemuño). 13 £^/ Pradillo (Gemuño).

Este trabajo pretende, en primer lugar, aportar valle del Duero, es referencia obligada para este datos empíricos novedosos, completando con ello trabajo por proximidad geográfica, por tratarse de una geografía carente en gran medida de yacimien­ un estudio basado en un mayor número de datos y tos fechables en la transición del Bronce Final al por la similitud evidente entre los procesos cultu­ Hierro I y del Hierro I propiamente (Fig. 1). Una rales y los registros arqueológicos de ambas zonas. parte de estos datos proceden de las diversas cam­ pañas del reciente Inventario Arqueológico de Ávila y otra de hallazgos casuales y búsquedas selectivas LA BASE DOCUMENTAL DISPONIBLE de yacimientos a partir de un patrón previamente ACTUALMENTE conocido. En segundo lugar, trata de clarificar la secuencia cultural entre el Bronce Final y el Hierro Los yacimientos excavados que han intervenido II de la zona de que se trata, revisando las posturas en la problemática hasta donde está planteada en mantenidas hasta el momento a la vista del nuevo este momento serían: Cancho Enamorado, dentro registro. Desde luego no busca ser todavía un pro­ del complejo conocido como Cerro del Berrueco, yecto de estudio espacial para las etapas referidas, entre las provincias de Ávila y Salamanca; Las como el publicado para el centro del Valle del Duero Cogotas (Cardeñosa) y Los Castillejos (Sanchorre­ (Quintana y Cruz, 1996). Es, solamente, una con­ ja), ambos en Ávila, y en Salamanca, La Plaza de tribución al establecimiento de una base más clara San Martín (Ledesma), El Cerro de San Pelayo desde la que emprender nuevos proyectos de inves­ (Martinamor) y El Cerro de San Vicente (Salaman­ tigación. La reciente publicación de J. Quintana y ca) (Fig. 1). Todos ellos son conocidos ya a través P.J. Cruz (1996) conjuntando e interpretando todos de la bibliografía. Además, habría que añadir las los datos conocidos y publicados para el centro del excavaciones de urgencia llevadas a cabo en la pro-

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vincia de Ávila, en El Cerro de la Cabeza (Ávila) y Las Zorreras (Muñana), ambos en la unidad geográ­ fica conocida como Valle Ambles (Fig. 2). En el primero, el resultado de la excavación está en fase de estudio y en el segundo no ha sido publicado como tal nada, aunque se dispone de la memoria de Cerro de la Cabeza- los trabajos (1). En el imponente poblado de Cancho Enamora­ do, en lo alto del Cerro del Berrueco, Maluquer de Motes llevó a cabo excavaciones en los años cin­ cuenta, resultando corresponder, para nuestros co­ nocimientos actuales, al Bronce Final, a la cultura de Cogotas I. Los resultados de aquellas excavacio­ nes no tendrían propiamente lugar en este trabajo a no ser por el problemático hallazgo de un lote de hierros (una navaja de afeitar, una hoja de cuchillo, dos escoplos, un punzón y una anilla amorfa) en el nivel inferior de la choza individualizada como 5^ 2. En ella Maluquer de Motes distinguió dos nive­ les de habitación similares atendiendo a la tipolo­ gía de las cerámicas y separados entre sí por otro estéril. Fue en el inferior, en contacto con la roca madre, en el que Maluquer de Motes (1958:46-48) halló dicho lote. En la misma publicación aludía a otros hallazgos de hierro y de bronce atribuidos supuestamente al mismo yacimiento, aunque pro­ cedentes de las múltiples colecciones privadas que han surgido a partir de la extraordinaria abundancia de materiales que los yacimientos del Bronce Final y de la Edad del Hierro han deparado, propiciando de paso, un lamentable expolio. Sólo sería fiable en principio el lote de hierros de la choza Be 2. Las fíbulas de doble resorte sencillas o de puente cru­ ciforme y las de codo y pie largo que Maluquer de Motes incluyó en Cancho Enamorado a partir de las - Guaya noticias que tuvo, en realidad, pudieron haber apa­ recido en la superficie de ese poblado o no, corres­ pondiendo en este caso a cualquiera de los dos po­ blados clasificables al menos en la II Edad del Hierro, situados en la base del Cerro del Berrueco. En muchos casos la denominación genérica Cerro del Berrueco, arrastrada hasta el presente desde la - La Solana Angosta - bibliografía antigua, ha provocado una cierta con­ fusión al localizar con esa referencia materiales cuya procedencia exacta dentro del complejo ar­ queológico del Berrueco se desconocía, restando por tanto posibilidades de mejor interpretación.

(1) J. Caballero, L.C. García-Cruces y F. Forres, "Informe de -Castillo Bayiiela la excavación arqueológica de urgencia en el yacimiento de Las Zorreras, término de Muñana, Avila", 1991. Trabajo manuscrito inédito depositado en la Unidad Técnica de Arqueología del Ser­ Fig. 2. Perfiles topográficos correspondientes a los yaci­ vicio Territorial de Educación y Cultura de Ávila. mientos del Hierro I en la provincia de Ávila.

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Desde los trabajos de Maluquer de Motes no se la secuencia del yacimiento difirieron considerable­ han realizado otros en Cancho Enamorado salvo los mente. Así Maluquer de Motes sitúa las cerámicas de prospección y recopilación de hallazgos casua­ bícromas y las fíbulas de doble resorte, en el nivel les, por tanto sus datos, debidamente revisados en inferior. González-Tablas (1990: 64), en cambio, a la actualidad, son toda la información que posee­ partir de sus excavaciones situará tanto a unas como mos sobre este yacimiento. Cancho Enamorado a otras en el nivel superior. Llama la atención el contiene en su estratigrafía un sólo momento cul­ hecho de que en el yacimiento no se haya encontra­ tural, correspondiente a la cultura de Cogotas I. La do un hiatus entre una fase y otra. Ello, sin duda, ha tipología de sus cerámicas y sus decoraciones ha­ sido un elemento más para condicionar las teorías cen pensar que se trata de un momento medio y fi­ de González-Tablas. nal dentro de esa cultura, sin conexión con la eta­ Entre 1989 y 1990 se llevó a cabo una excava­ pa siguiente. La continuidad podría estar en alguno ción de urgencia en la Plaza de San Martín, en Le- de los poblados de la Edad del Hierro situados en desma (Salamanca), municipio ubicado sobre un la base misma del cerro donde se encuentra Cancho cerro granítico en un meandro del ríoTormes, con Enamorado: Las Paredejas y LosTejares, ambos de buena posición defensiva, al igual que los aludidos gran importancia, sólo estudiados a partir de con­ de Cancho Enamorado y Los Castillejos y, como juntos de piezas recogidas por los labradores al luego veremos, también, del de Las Cogotas. La cultivar las tierras (Piñel, 1976; Fabián, 1985,1986- estratigrafía que deparó se iniciaba con un nivel 7). Por algunos de estos hallazgos podría pensarse, muy erosionado, apoyado en la roca madre, con al menos para el de Las Paredejas, que es la fase si­ materiales de Cogotas I, que los excavadores (Be­ guiente a Cancho Enamorado, aunque sólo las ex­ nêt et alii, 1991: 119) equiparan cronológicamen­ cavaciones podrán confirmarlo con seguridad. te con lo conocido para el Cerro de San Pelayo, en De momento el conocimiento que tenemos im­ Martinamor (Salamanca) y el nivel V de la excava­ plicaría a toda o a buena parte de la Edad del Hie­ ción de González-Tablas en Sanchorreja (nivel in­ rro, aunque por la trayectoria cronológica que se ferior), es dtcirparalelo a las últimas perduracio­ atribuye a algunas de las piezas, sobre todo las fí­ nes de Cogotas I en los rebordes meridionales de la bulas, no es posible saber si son más o menos an­ Meseta... en torno a la segunda mitad del siglo VIII tiguas, al carecer de un contexto estratigráfico cla­ a.C. Sobre él había lo que denominan un nivel de ro. No sería en absoluto descabellado considerar contacto con escaso material cerámico inequívoco que el lote de hierros de la choza Be 2 de Maluquer de Cogotas I, cerámica pintada y algún hierro, cuya de Motes proceda de algún escondrijo practicado poca claridad cultural atribuyen a una acción anti­ por los habitantes de los poblados sucesivos, para gua de terraplenado, cuyo resultado fue la alteración los que sin duda las características físicas del mo­ y mezcla de determinados componentes culturales numental Cerro del Berrueco, con el poblado de e incluso la adición de alguno procedente de otro ni­ Cancho Enamorado en su cima, tuvo que ser una vel. Es importante retener el dato de la existencia de referencia como mínimo defensiva en caso de ne­ un nivel de inteiposición, sucesor de la fase de Co­ cesidad. gotas I e inmediato a la fase siguiente. Posterior­ En Los Castillejos de Sanchorreja (Ávila), Na- mente y rompiendo claramente con lo anterior, se vascués y Camps realizaron entre 1931 y 1934 las superponían niveles y construcciones culturalmente excavaciones que Maluquer de Motes publicaría en semejantes con cuatro fases sucesivas de cabanas 1958. En los años ochenta González-Tablas llevó circulares de adobe. La cerámica varía muy poco a cabo nuevos trabajos en el yacimiento, dando lugar lo largo de la secuencia, dándose recipientes de pa­ a una novedosa interpretación general de los inicios redes finas muy cuidados, vasos carenados o globu­ de la Edad del Hierro en la zona, provocando de lares con cuello ligeramente vuelto, bases planas y paso una importante polémica. Las investigaciones pies realzados y decoraciones a base de incisiones, de una y otra época constataron dos momentos cul­ digitaciones y ungulaciones aplicadas en el labio. turales y sucesivos que han venido denominándo­ Las cerámicas pintadas son muy representativas se Sanchorreja Inferior y Sanchorreja Superior o ni­ con motivos en amarillo sobre fondo rojo y también vel Inferior y Superior. El primero corresponde a en color blanco y azul. Hay, finalmente, algunos Cogotas I y el otro a la Edad del Hierro. En esto co­ fragmentos de hieixo asociados. Termina la secuen­ incidieron los dos equipos de trabajo, aunque en lo cia con un nivel revuelto en el que se mezclan ce­ que se refiere a la posición de algunos materiales en rámicas de Cogotas II con cerámica de tipo celti-

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bérico y T.S.H. Los autores sospechan que pudie­ En las proximidades de la ciudad de Ávila se ha ra haber habido un lapso de tiempo entre la prime­ llevado a cabo recientemente una excavación de ra ocupación y la de la Edad del HieiTo, aunque urgencia de una cierta magnitud, cuyos resultados estratigráficamente no quede constatada con la cla­ se hallan aún en la fase de estudio preliminar (2). Se ridad deseable (Benet et alii, 1991). trata de El Cerro de la Cabeza (Figs. 1 -3), un exten­ En los años veinte J. Cabré excavó en el Castro so yacimiento con ocupación desde el Calcolítico de Las Cogotas reconociendo un nivel correspon­ hasta, al menos, el Hierro I. Pero tan densa ocupa­ diente a la Segunda Edad del Hierro, dentro del cual ción no ha producido en lo excavado una situación aparecían materiales intrusos con^espondientes a la de estratigrafía vertical, sino horizontal es decir su cultura de Cogotas I evidenciando una ocupación secuencia es reconstruible a partir del estudio indi­ anterior. Explícitamente Cabré (1930:45) dice que, vidualizado de los materiales con una adscripción salvo en algunas viviendas, en el poblado hay un cultural clara y de algunos conjuntos cerrados (fo­ sólo nivel arqueológico, apareciendo la cerámica sas o restos de cabanas). Una de las hipótesis para más moderna y la más antigua juntas. Tal vez la interpretar el uso dilatado del sitio es la explotación mezcla puede deberse a la alteración del más anti­ de la malaquita, que de forma frecuente y concen­ guo durante la segunda ocupación o, en último caso, trada aparece allí mismo, visible todavía en la ac­ a la técnica de excavación utilizada en algunas ca­ tualidad. La infrecuencia de hallar en territorio abu- banas. En los años ochenta, se han llevado a cabo lense tantas ocupaciones sobre un mismo espacio, nuevas excavaciones en Las Cogotas, en la zona que sin características distintas a las de otros muchos Cabré consideraba destinada ^.encerradero de ga­ inmediatos, la presencia de malaquita y la consta­ nados, sin que se haya observado una secuencia tación de hallazgos de crisoles abandonados, inclu­ cultural continuada entre los dos momentos, ni la so al pie de hogares, hace pensar que se tratara de presencia de un nivel correspondiente a Cogotas I ocupaciones relacionadas con la explotación de en el segundo recinto del yacimiento (Ruiz Zapate­ cobre. Para lo que aquí fundamentalmente inte­ ro y Alvarez Sanchís, 1995, 1998). resa, hay que decir que han aparecido abundantes En el Cerro de San Pelayo, en Martinamor (Sa­ testimonios de una ocupación correspondiente al lamanca), a unos 18 km al Sur de la ciudad de Sala­ Bronce Final, posiblemente a una etapa muy final manca, las excavaciones de N. Benet (1990) a me­ dentro de este periodo y que los que implican al diados de los ochenta dieron a conocer un horizonte, Hierro I están compuestos por numerosas cerámi­ que era desconocido hasta ese momento en la zona. cas, tanto de la etapa más inicial del Horizonte del Se trata de un cerro bien destacado, coronado por un Soto de Medinüla, como de una fase más avanzada afloramiento rocoso, con muy buena posición estra­ dentro de éste, sin llegar, al parecer, a la fase II. Por tégica dominando una importante extensión de la tanto podría sospecharse la continuidad en la habi­ vega del ríoTormes. Lo reducido de la excavación tación del yacimiento entre Cogotas I y el Hierro I. arqueológica sólo permitió la documentación par­ El otro yacimiento abulense donde se han lleva­ cial de una estructura en el nivel VI en la que apare­ do a cabo excavaciones es Las Zorreras (Figs. 1 -2, cía un hogar, al lado del cual había tres recipientes 4), en el municipio de Muñana, a 24 km al Oeste del cerámicos, dos lisos y uno decorado con vistosos anterior, igualmente también en el Valle Ambles y, motivos geométricos pintados en el interior que, a como en el caso del Cerro de la Cabeza, en una si­ juicio del excavador, estarían emparentados con tuación similar al borde del fondo del valle. A prin­ algunos recipientes hallados en la ría de Huelva y cipios de los noventa se llevó a cabo una excavación que, a su vez, tienen relación con las cerámicas de de urgencia, dirigida por C. García-Cruces para retícula bruñida (Benet ^í a///, 1991: 134). Las fe­ conocer el estado del yacimiento, después de que el chas de C-14 para el nivel VI, aunque en otro pun­ acondicionamiento para una plantación de pinos no to distinto de donde aparecieron los recipientes, controlada produjera gravísimos daños. El resulta­ fueron: 765 + 30 y 710+ 30 a.C. En las referencias do de estas excavaciones y las prospecciones super­ bibliográficas a este yacimiento no se cita cerámi­ ficiales en las tierras alteradas han permitido, por ca correspondiente a Cogotas I pero sí, en cambio, una parte, documentar que la estratigrafía en la zona a la etapa campaniforme, con lo cual puede enten­ afectada por la plantación está completamente al- derse que la ocupación del Hierro I en el Cerro de San Pelayo es una rehabitación del yacimiento den­ (2) Las excavaciones han sido dirigidas por Feo. Javier Sanz de la empresa Strato, Gabinete Arqueokígico de Valladolid, a tro de su historia particular. quien debo agradecer los datos con que aquí he contado.

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Fig. 3. Guaya (): 1 a 14. Cerro de la Cabeza (Ávila): 15 a 18.

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Fig. 4. Las Zorreras (Muñana, Ávila).

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(c) Consejo Superior de Investigaciones Científicas http://tp.revistas.csic.es Licencia Creative Commons 3.0 España (by-nc) 168 J. Francisco Fabián Garcia terada. Se mezclan materiales del final del Calco- media entre el Bronce Final y la II Edad del Hierro litico y principios de la Edad del Bronce con otros, en el Sur de la Meseta Norte. A través de varios tra­ más frecuentes, correspondientes a Cogotas I y, bajos publicados entre 1983 y 1990 ha ido desarro­ todos ellos, a su vez con materiales cuya cronolo­ llando su propia interpretación de la secuencia, gía implica a la fase inicial de la cultura del Soto, chocando ésta con no pocos escepticismos (Martín momento del que se pudo aislar un punto determi­ Valls, 1986-1987:60-61; Delibes y Romero, 1992: nado en el que sólo aparecían cerámicas de este 236-237; Delibes, 1995: 85; Delibes ^í a///, 1995: momento y fragmentos de bronce, uno de ellos una 58-59; Castro et alii, 1995: 100-102; Quintana y aguja. Como en el yacimiento de El Cerro de la Cruz, 1996). A principios de los ochenta González- Cabeza, interesa especialmente ahora constatar este Tablas retoma las investigaciones en Los Castille­ momento cultural del Soto inicial. jos de Sanchorreja, iniciadas por Camps y Navas- Además de los trabajos de campo en estos dos cués y publicadas posteriormente por Maluquer de yacimientos, el reciente descubrimiento de otros Motes (1958), con nuevas campañas de excavación seis nuevos en el mismoValleAmblés -La Lomilla que se interesan principalmente por el desarrollo de (Muñopepe) (Figs. 1-2, 5), El Pradillo (Gemuño), la secuencia cultural y su problemática. En una se­ LosArenalones (Guareña) (3) y posiblemente tam­ gunda fase, en 1987-88, continuará excavando en bién El Cogote II (LaTorre) y El Campillo (Gemu­ otra zona del yacimiento donde interpreta que se ño)- y en el inmediato por el Este Campo Azálva­ dieron rituales funerarios (González-Tablas, 1990). ro -Guaya (Berrocalejo de Aragona) y La Solana Las excavaciones de González-Tablas supondrán Angosta (Bernuy-Salinero)- suponen, por el volu­ primero la verificación de que la estratigrafía halla­ men de materiales de superficie que han proporcio­ da por Camps y Navascués y su agrupación en dos nado, un conjunto de datos cuyo contenido es una momentos sin hiatus alguno -Sanchorreja I o Infe­ novedad muy digna de tenerse en cuenta. Es impor­ rior y Sanchorreja II o Superior- es cierta como tante resaltar, ahora que he aludido a la presencia de evidencia morfológica del registro arqueológico. estos yacimientos de tipo Soto en el ValleAmblés, Encuentra tres momentos: el más reciente, denomi­ la proximidad geográfica que existe entre éstos y nado Sanchorreja Superior, representado por los Los Castillejos de Sanchorreja, base principal para niveles III y IV, con cerámicas a peine, pintadas la formulación de las tesis de González-Tablas. bícromas abundantes y a torno pintadas con bandas El Valle Ambles es una unidad geográfica perfec­ paralelas en el borde, además de fíbulas de doble tamente definida y delimitada por el relieve (Fig. 1 ). resorte, cuchillos de hierro, hachas planas y puntas Una de las altitudes mayores que flanqueane l rebor­ de lanza. A diferencia de Camps y Navascués, a de norte de este valle, denominado Sierra de Ávila, juzgar por lo escrito por Maluquer de Motes (1958: es, precisamente, un significativo promontorio a 64), González-Tablas sólo halla las cerámicas bícro­ 1.553 m de altitud (a 460 m de diferencia con respec­ mas y las fíbulas de doble resorte en Sanchorreja to al fondo del valle), que preside la zona final del Superior, ligadas a las cerámicas a peine. Sin solu­ valle por el noreste en uno de cuyos picachos están ción de continuidad, tanto para él como para Camps enclavados Los Casfillejos de Sanchorreja. Los ya­ y Navascués, antecede a lo anterior el nivel V (ni­ cimientos aludidos de El Cerro de la Cabeza, Gua­ vel (i y ^ de Camps y Navascués), atribuible al Bron­ ya (Figs. 2-3), Las Zorreras (Figs. 2,4), La Solana ce Final Cogotas I. Es el denominado Sanchorreja Angosta, La Lomilla (Figs. 2,5) o LosArenalones Inferior. Debajo de éste, pero sólo en la zona alta, (Figs. 2,6,7), distan de Los Castillejos en línea recta se encuentra otro, no documentado en las excava­ 10,13,10,4,22 y 24 km respectivamente. ciones antiguas, del que dice contener cerámicas li­ sas (González-Tablas, 1989: 118). Un detalle de la base empírica parece quedar EL ESTADO DE LA CUESTIÓN claro en los trabajos de campo antiguos y recientes de Los Castillejos: la no interrupción morfológica J. González-Tablas ha sido quien más se ha pre­ de la secuencia estratigráfica entre el Bronce Final ocupado por investigar directamente la etapa Ínter­ y la Edad del Hierro, por tanto la aparente continui­ dad habitacional entre ambas fases, continuidad que es) Debo agradecer a su descubridor, Jesús López Jiménez y admite Maluquer de Motes (1958: 93), si bien in­ a Rogelio Muñoz, propietario de las tierras donde se encuentra el yacimiento, ambos vecinos de Guareña, su ayuda en el rescate de terpretando que la ruptura en la cultura material materiales de este yacimiento. puede ser debida a un posible dominio exterior o

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V 13 V 12

15 Í r 16 i I 20 10 cm. ( Fig. 5. La Solana Angosta (Bernuy-Salinero, Ávila): 1 a 11 La Lomilla (Muñopepe, Ávila): 12 a 14 La Iglesia (, Ávila): 15 a 20.

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Fig. 6. Los Arenalones (Guareña, Ávila).

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influencia que posibilita el cambio. Previsiblemen- de aproximadamente un siglo tendría que estar jus­ te, de la continuidad estratigráfica parta la primera tificado por la perduración de Cogotas I hasta el 700 certeza de González-Tablas (1990: 71) para consi­ a.C, un siglo más de lo que se admite por la mayo­ derar, en primer lugar, como Maluquer de Motes, ría de los investigadores. Tendría que haber perdu­ que no hay ruptura entre Sanchorreja Inferior y rado en las sierras del Sur de la Meseta Norte, hipó­ Sanchorreja Superior, entre Cogotas I y las cerámi­ tesis que se ha esbozado en más de una ocasión ante cas a peine y, en segundo lugar, que los niveles su­ la falta de datos para negarlo. periores corresponden al Hierro I. Para González-Tablas las cerámicas a peine de Además de la evidencia estratigráfica, González- Sanchorreja son anteriores a las similares en técni­ Tablas apunta con más énfasis otras adicionales y ca de la Meseta Norte, constituyen su precedente y coincidentes con la esencia de la anterior: el factor representan el Hierro I de esa zona. Este momento morfológico diferencial aportado por las cerámicas es asociable a lo conocido en otros yacimientos a peine de Sanchorreja que, a su entender, suponen como los salmantinos de El Picón de la Mora (Ce- un estadio inmediatamente anterior a las cerámicas rralbo) o El Cerro de San Vicente (Salamanca), si­ a peine características del horizonte Cogotas II en tuados más al Oeste de la zona que venimos tratan­ la Meseta Norte. Denomina a este estadio Sancho­ do . Todos ellos representarán en el Sur de la Meseta rreja II o Cogotas lia, le da una cronología de arran­ Norte un mundo paralelo a la cultura del Soto de que cuando menos del 650 a.C. y lo cree paralelo al Medinilla en el centro de la cuenca del Duero (Gon­ Soto II del centro de la cuenca del Duero. Con ello zález-Tablas, 1990: 69), dándose la influencia de se muestra partidario de la existencia en ese momen­ ambas faciès del Hierro I en el Cerro de S an Vicen­ to de dos culturas paralelas en la Meseta Norte: San­ te de Salamanca como zona de transición (Gonzá­ chorreja II y Soto II, con interrelación, sobre todo de lez-Tablas, 1989). Para ratificar su teoría, el citado la primera en la segunda. Ello le lleva, por una par­ autor analiza las secuencias más completas de la te, a poner en duda su verdadera entidad, ya que hay zona sedimentaria. Una de las estratigrafías más bastantes yacimientos de ese momento en el valle próximas y que mejor cuadran con sus postulados del Duero en los que se dan cerámicas representa­ es la aportada por M. García y M. Urteaga ( 1985) en tivas de Sanchorreja II: las cerámicas a peine de tipo El Castillo de la Mota, en Medina del Campo. Esta antiguo, las que se han denominado también de la estratigrafía es interpretada a favor de sus tesis con­ fase Cogotas lia. Observa, por otra parte, una impor­ siderando un hecho evidente y problemático: la pre­ tante falta de tipismo en esas cerámicas de Sancho­ sencia de cerámicas a peine en toda la secuencia del rreja, que atribuye a su carácter arcaico, por ejem­ yacimiento, cuyo inicio se atribuye al Soto I (nivel plo los soportes formales, que reflejan la influencia II-3: 800-650 a.C), siguiendo con el Soto II (Nivel de los Campos de Urnas delValle del Ebro (Gonzá­ II-2: 700/650-550 a.C.) y por último el nivel II-1, lez-Tablas, 1990:64) o en la decoración interior de fechable entre el 550-400 a.C, que los excavadores los vasos, a los que vincula con el Bronce Final, que atribuyen a un momento antiguo de Cogotas II (Co­ culturalmente les antecedería, como la estratigrafía gotas lia). La presencia de cerámicas a peine en la de Los Castillejos habría dejado patente en las ex­ estratigrafía de La Mota desde el inicio (800-650 cavaciones antiguas y en las modernas. Por tanto a.C.) ratifica las tesis de González-Tablas ( 1990:69) Sanchorreja II, según la opinión de González-Ta­ haciendo contemporáneas, paralelas e interrelacio- blas, surgía como germen prematuro de Cogotas II nadas las culturas del Soto y Sanchorreja II. y lo hacía a partir de la raíz tardía y perdurada de Desde que González-Tablas expusiera su teoría Cogotas I cien años más tarde de lo corriente en hasta el presente se ha mantenido una importante zonas limítrofes. Sanchorreja II alcanzaría desde controversia entre los investigadores de estas etapas principios del siglo VII a.C, a partir de la cronolo­ en la Meseta Norte, centrada fundamentalmente en gía de un botón cónico, hasta comienzos del sigloV la aparición y origen de las cerámicas a peine y en a.C, como indicarían las cerámicas a tomo antiguas la posible perduración de la Cultura de Cogotas I en del yacimiento (González-Tablas, 1990: 66). el Sur de la Meseta Norte. R. Martín Valls (1986- Si bien en la estratigrafía de Sanchorreja no falta 87) veía una cierta indefinición en esta zona y con­ nada o no parece faltar nada, como tendría que sig­ sideraba esencial para la clarificación del problema nificar la evidencia mostrada por dos excavaciones la estratigrafía de Sanchorreja, cuya sucesión tal y distintas en dos épocas distintas y dos lugares tam­ como quedaba marcada por el registro arqueológi­ bién distintos del yacimiento, ese espacio de tiempo co, a nadie le cuadraba. Es decir o sucedía algo se-

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dimentológicamente nada claro o en Sanchorreja basadas sobre la misma base empírica. Pero a me­ Superior los niveles mostraban alguna alteración dida que se ha abordado de forma general la Edad que producía la confusión. Era evidente que entre del Hierro, otros autores han manifestado sus dudas Sanchorreja Inferior y Sanchorreja Superior había acerca de las teorías de González-Tablas (Delibes y una ruptura cultural presumiblemente motivada por Romero, 1992: 236-237; Delibes^í«///, 1995: 58- una causa importante, bien una influencia externa, 59; Castro et alii, 1995: 100-102). Concretamente como la indicada por Maluquer de Motes, o bien Delibes (1995), en un trabajo que contempla todos por la transición insinuada por González-Tablas (las los datos existentes hasta ese momento para abordar primeras cerámicas a peine decoradas al interior, la Prehistoria reciente de Ávila, considera que lo localización similar a la de sus antecesoras de Co- más prudente es esperar nuevos datos, mostrándo­ gotas I...), o por la apuntada por R. Martín Valls se escéptico sobre la existencia de culturas residua­ (1986-87: 60). Este admite la existencia de un/z/a- les, como tendría que ser el caso de Cogotas I en el tus entre Sanchorreja Inferior y Superior, situando Sur de la Meseta Norte, según González-Tablas. entre ambos momentos las cerámicas hallsttáticas Precisamente la intención de este artículo es que Maluquer de Motes coloca en los dos, así como aportar esos nuevos datos, contribuyendo a la defi­ las fíbulas de doble resorte, que González-Tablas nitiva clarificación de la secuencia y, al menos, a sólo encuentra en el Superior. una parte del problema, aunque queden aún ámbi­ Interpreto que la propuesta de Martín Valls pre­ tos o aspectos muy concretos por clarificar, como supone una alteración en la estratigrafía por la cual la tipologíaantigua , según González-Tablas (1989), no se distingue con claridad ese nivel transicional délas cerámicas a peine de Sanchorreja con respec­ que él propone como intermedio hasta las cerámi­ to a las más típicas y habituales que aparecen en el cas a peine, cuyo inicio sitúa hacia el 500 a.C., re­ centro y en el Sur de la Meseta Norte. presentando el principio de la II Edad del Hierro. Martín Valls (1986-87: 60) confiaba entonces que futuras investigaciones en el propio yacimiento de LOS NUEVOS DATOS Los Castillejos de Sanchorreja o en Las Cogotas harían reconocer en la zona un nivel de transición a Los trabajos para el Inventario Arqueológico de las cerámicas a peine tipo Soto o similar. No admi­ Avila por una parte, algunos hallazgos casuales y el tía, por tanto, las teorías de González-Tablas creyen­ resultado de determinadas excavaciones de urgen­ do, además, que las cerámicas a peine marcarán en cia, muestran ahora un espectro de datos mucho Sanchorreja el inicio de la II Edad del Hierro (hacia más amplio y variado y, sobre todo, más acorde con el 500 a. C.), coincidente con el fin del Soto II en el una realidad que ya había sido verificada en otras centro de la cuenca del Duero. En esa zona es, por zonas de la Meseta Norte, como en el centro de la otra parte, donde empiezan las primeras cerámi­ cuenca del Duero. A través de lo que conocemos cas de este tipo, como quedaría patente a través del actualmente y expondré a continuación, estamos en C-14 en el yacimiento de El Castillo de la Mota, en disposición de extender, al menos hasta el sector Medina del Campo, no así en el registro arqueoló­ sureste de la Meseta Norte, la secuencia cultural gico, ya que aparecen en la secuencia desde el prin­ conocida para el Duero Medio, con sus mismos cipio -nivel II-3, entre el 800 y el 650 a.C- al final componentes. Es decir que la estratigrafía de Los (García y Urteaga, 1985:134). Claro que nada im­ Castillejos de Sanchorreja y, también, por lo que le pide pensar que estén más próximas a la fecha más toca de similaridad, la de Las Cogotas, no son el fiel reciente del nivel. Ello cuadraría mejor con la tesis reflejo de la realidad diacrónica sucedida desde el de González-Tablas para esas cerámicas en Sancho­ Bronce Final hasta la II Edad del Hierro. Conside­ rreja Superior, cuya cronología inicial sitúa en tor­ rar que en tan restringido territorio pudiera darse no a la mitad del siglo VII a.C. De todos modos es una dualidad de procesos evolutivos, con yacimien­ necesario que los datos aportados por la secuencia tos en los que Cogotas I perdura y otros, al lado de La Mota queden ratificados por nuevos trabajos mismo, sincrónicos pero culturalmente distintos, con estratigrafías de potencia similar. sería sin duda forzar la interpretación de una reali­ Al no haberse producido nuevas investigaciones dad que parece mucho más simple. de campo en el sector suroriental de la Meseta Norte, Si durante un tiempo la firmeza y doble confir­ la cuestión ha permanecido estancada durante una mación de la estratigrafía de Los Castillejos pudo década sin que se modificaran las posturas, siempre ser una razón a la que aferrarse como base, apoyán-

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dose, además, en la falta de otros datos empíricos mente se encuentran con cierta frecuencia piezas de que lo negaran, se vuelve ahora a la inversa con la bronce. Ambos yacimientos están ubicados en el aparición de esos datos. Es decir, parece necesario borde mismo del Valle Ambles, en una situación buscarle una explicación en Los Castillejos a la falta coincidente con lo que es el habitat prototípico de de un nivel de interposición entre la fase Inferior y los yacimientos calcolíticos allí mismo, sin preocu­ la Superior, entre Cogotas I y Cogotas II represen­ pación defensiva. Simplemente parece buscarse el tada allí, porque la realidad confirmada es otra y abrigo respecto a las inclemencias que vienen por pone claramente en entredicho aquel proceso mos­ el Norte a estas tierras frías abulenses. trado por una estratigrafía, que tiene que estar 2. Yacimientos donde exclusivamente apare­ necesariamente incompleta. Posiblemente la expli­ cen materiales correspondientes al Soto inicial, cación de esa estratigrafía sea la actuación de deter­ como Los Arenalones (Guareña) (Figs. 1-2, 6-7), minados procesos geológicos o geo-antrópicos que Guaya (Berrocalejo de Aragona) (Figs. 1-3) y El eliminaron el nivel arqueológico o estéril interme­ Pradillo (Gemuño), todos en Ávila. Se diferencian dio entre ambos momentos. Ese nivel curiosamente de los del grupo anterior en que no aparecen cerámi­ estaría presente en la Plaza de San Martín de Ledes- cas de Cogotas I. El resto de la cultura material es ma aunque, al parecer, según sus excavadores (Be­ la propia del Hierro I con una extraordinaria proli­ nêt et alii, 1991: 119) bastante alterado a causa de feración de cerámicas muy finas, carenadas y deco­ posibles tareas de terraplenado. radas a veces con finasincisiones . La metalurgia de Por el momento conocemos 14 yacirnientos ads- bronce está presente siempre. Del Pradillo se conoce cribibles al Hierro I en la provincia de Avila y uno, una punta de largo pedúnculo y aletas. En LosAre- al menos, en el Este de la provincia de Salaman­ nalones es abundante con punzones, agujas, la punta ca, sin contar con los datos antiguos y modernos so­ de un puñal y frecuentes restos de fundición, como bre el particular aportados por las excavaciones en en Guaya donde, además, apareció un pequeño pun­ la ciudad de Salamanca. Todos los de Ávila se en­ zón. Los análisis realizados por el Dr. Salvador cuentran al Norte del macizo de Credos. Sin duda Rovira (5) confirmaron que siempre se trataba de no son los únicos. De hecho algunos de ellos han bronce. Estos datos parecen indicar que la metalur­ sido identificados como tales a través de la revisión gia del bronce sigue teniendo un peso específico de los materiales de muestra recogidos por los pros­ muy importante, pareciendo ausente la del hierro. pectores y depositados en el Museo de Avila (4). Están enclavados en lugares sin ninguna defensa na­ A grandes rasgos podemos distinguir cuatro ti­ tural, puede-decirse que todo lo contrario. Uno y otro pos de yacimientos entre los que novedosamente están al lado de cursos de agua estacionales, sobre aporta este trabajo: suaves laderas, en zonas con pastos que gozan de 1. Asentamientos en los que aparecen conjun­ agua subterránea capaz de retardar el habitual agos- tamente materiales correspondientes a Cogotas I y tamiento de los pastos al inicio del verano. En tor­ al Soto inicial. Representados por El Cerro de la Ca­ no a Los Arenalones es posible la práctica de la agri­ beza (Ávila) y Las Zorreras (Muñana) (Figs. 1-4). cultura además de la ganadería. En el de Guaya es Cuando se trata de cerámicas son de tipo tosco, la ganadería, al parecer, el único recurso adecuado grandes recipientes decorados con cordones digita­ a las circunstancias naturales de su entorno. dos o labios incisos o impresos y, en ocasiones, con 3. Yacimientos en los que los materiales pare­ acanaladuras. Con éstas aparecen también cerámi­ cen corresponder al Soto I avanzado, tal vez en la cas de pequeña capacidad, con pastas muy finas y transición al Soto II. ElTorrejón (Alba deTormes, superficies bruñidas, carenadas, decoradas con fi­ Salamanca) (Fig. 8), La Solana Angosta (Bernuy- nas incisiones y adornadas con asas que parecen Salinero) (Figs. 1-2,5) y Prados Galludos (Cabizue- conseguidas por medio de un pellizco o pequeño la), ambos en la provincia de Ávila.Todos ellos tie­ mamelón perforado en la pasta, características in­ nen un número suficiente de materiales estudiables equívocas de este momento en todos los yacimien­ con garantía para su catalogación cultural. Probable­ tos conocidos y con paralelos en el Duero Medio mente con ellos deban ser incluidos también El (Quintana y Cruz, 1996; Balado, 1989). Paralela­ Campillo (Gemuño), El Cogote II (), El Rompido de (), La Lo- (4) Debo agradecer a don Manuel Santonja, Director del Museo de Salamanca y a doña María Mariné, Directora del Mu­ seo de Ávila las facilidades dadas para el estudio de estos mate­ (5) Departamento de Conservación. Museo Arqueológico riales depositados en los citados museos. Nacional. Serrano, 13. 28001 Madrid.

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7 cm.

Fig. 7. Los Arenalones (Guareña, Ávila).

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10 cm.

Fig. 8. El Torrejón (Alba de Tormes, Salamanca).

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^ milla (Muñopepe) (Figs. 1-2,5), Cerro de la Horca denominado Cogotas lia. Hay cerámicas decoradas y Los Quijares (Mirueña de los Infanzones), Cerro a peine antiguo (Martín Valls, 1986-87), algunas a del Río () y El Gualdar (El Oso), torno muy finas, minoritarias entre el grueso de la todos ellos en Ávila. Presentan entre los materiales vajilla, cerámicas a mano con estampillados muy de prospección elementos del Hierro I, pero insufi­ simples, vasitos con pintura roja, cuentas de pasta cientes por ahora para encuadrarlos con claridad vitrea y algunas cerámicas cuyas finas incisiones re­ dentro de un momento concreto. Por lo que sabemos cuerdan a las decoraciones del momento de transi­ aquí las asas dep^///zco o mamelón perforado dis­ ción entre el Bronce Final y el Hierro I en el veci­ minuyen, lo mismo que los vasitos con finas incisio­ no Valle Ambles y en todo el centro del Valle del nes. Se mantienen las cerámicas ñnas, bruñidas y Duero. carenadas y los labios y cordones incisos y/o impre­ La secuencia cultural del yacimiento por sí mis­ sos y digitaciones y/o ungulaciones en el cuerpo de ma no importa tanto ahora, como su propia existen­ las piezas, siempre ligadas a recipientes más toscos cia, representante, al menos, del finald e la I Edad del que los referidos vasitos. Son poblados poco exten­ Hierro en esa zona y de los momentos iniciales de sos, ubicados, como los de los tipos anteriores, en la II Edad del Hierro tan elocuente en los oppida de lugares sin defensas naturales, ya sea en el reborde Las Paredejas (16 km al Oeste), La Mesa de Miran­ de un valle o en zonas llanas sobre suaves laderas al da (Chamartín, Ávila, a 44 km). Las Cogotas (a 60 borde de arroyos poco importantes o en el entorno Km.) o el propio de los Castillejos de Sanchorreja de zonas lagunares de las que abundan al Norte de (a 60 km) (Ruiz Zapatero y Alvarez Sanchís, 1995). Ávila. La Solana Angosta está en medio de un pá­ Quizá pueda ser considerado un prototipo del mo­ ramo húmedo en el que el aprovechamiento poten­ mento inmediatamente anterior a la agrupación de cial parece ser más el ganadero que el agrícola, po­ la población en esos oppida ubicados en lugares siblemente un modelo económico aplicable a los altos, reforzados con importantes defensas aitificia- restantes yacimientos mencionados anteriormente. les que deben ser el indicador del status reinante y 4. Yacimientos con materiales que, en su con­ en el que se han producido transformaciones de todo junto, parecen apuntar al Soto II y a los inicios del tipo capaces de generar un nuevo ambiente cultural Hierro II. Conocemos solamente el caso de El Cas­ y social. Yacimientos como El Castillo Bayuela ra­ tillo Bayuela (, Ávila) (Figs. 2, 9) y tificarían la teoría generalmente admitida de que, a es importante su existencia en la zona para plantear partir de fines del siglo V a.C, se construyen los algunas hipótesis sobre el desarrollo de la Edad del castros abulenses y salmantinos en detrimento de Hierro. Se encuentra en el Valle del río Corneja, poblados como aquél. Sin embargo habría que acla­ afluente delTormes en el inicio de su curso medio, rar la cuestión de si esos oppida son los yacimien­ a tan sólo 16 km de los conocidos poblados de la II tos-tipo de ese momento y los únicos que existen, o Edad del Hierro de Las Paredejas y Los Tejares, hay otros menos evidentes, en lugares de menor re­ ambos englobados dentro del complejo arqueoló­ ferencia para el prospector, por ejemplo en llanura. gico conocido como Cerro del Berrueco (Fabián, Hasta ahora no se conocen a pesar de estar finalizado 1985). El Castillo Bayuela tiene una superficie en el Inventario Arqueológico de Ávila, si bien a un torno a las 2 ha. Está situado en una terraza ligera­ nivel de prospección arqueológica selectiva. mente elevada sobre el río Corneja, en un punto Por tanto, la etapa que seguiría al momento repre­ aparentemente sin buenas condiciones defensivas sentado por El Castillo de Bayuela sería la de los naturales ni indicios de defensas artificiales, aunque grandes castros abulenses, incluido el de Los Cas­ llama la atención el topónimo (Castillo...), tal vez tillejos de Sanchorreja, cuyo inicio podría ser con­ indicativo de algún tipo de defensa desaparecida temporáneo de aquel, como probablemente también para facilitar el cultivo que se lleva a cabo actual­ lo sea el de Las Paredejas, dentro del complejo ar­ mente en todo el área del yacimiento. Sin estar do­ queológico de El Cerro del Berrueco (Fig. 10). tada la zona de grandes condiciones económicas, puede desarrollarse la agricultura en los alrede­ dores, a la vez que la inmediata vega del río puede CONCLUSIONES A PARTIR DEL NUEVO proporcionar humedad suficiente para crear pastos REGISTRO ARQUEOLÓGICO hasta entrado el verano. Los materiales conocidos permitirían situarle a grandes rasgos en la transición Las novedades mostradas por el registro arqueo­ de la I a la II Edad del Hierro, en la etapa que se ha lógico actual implican un cambio sustancial respec-

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Fig. 9. Castillo Bayuela (Horroyedondo, Ávila).

to a lo que se conocía hasta la fecha en el Sur de la centro del valle del Duero, más extensamente estu­ Meseta Norte. En primer lugar, asocian cultural- diado y referencia obligada por proximidad geográ­ mente estas tierras montañosas (o al menos las su- fica y similitud cultural. En segundo lugar, esa no­ rorientales) al paisaje cultural y arqueológico del vedad en el registro arqueológico tiene que implicar

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con frecuencia carenados de pastas muy finas y cuidadas, reductoras y bruñidas, a veces adornados con mamelones perforados y con asas muy carac­ terísticas. La documentación obtenida ahora permi­ te intuir, con todas las garantías y con paralelos suficientes, una fase de transición entre Cogotas I y el Hierro I que en algunos casos aparece represen­ tada a través de materiales de ambos momentos y en otros sin cerámicas de Cogotas L El desconoci­ miento de las claves de la transición impide por el momento saber si estos yacimientos suceden a los anteriores o son paralelos. En cualquier caso Cogotas I es sustituida en un determinado momento por otra cultura cuyas ma­ nifestaciones tienen paralelos muy claros y amplios en, al menos, la mitad meridional de la Península Ibérica, Levante y el Valle del Ebro. Claros delato­ res de ese cambio son los vasitos carenados y las decoraciones incisas, muchas veces ligadas a aqué­ llos y tan característicos de buena parte de la Penín­ sula Ibérica -sureste. Baja Andalucía, Valle del Ebro, Extremadura y centro de Portugal- (Bala- do,1989; Romero, 1980). Estos vasitos parecen determinantes para situar la transición entre el Bronce Final y el Hierro I, aunque la cronología general de su uso conoce algunas fluctuaciones, posiblemente por la falta de investigación sistemá­ tica y de conjunto en algunas zonas en las que desde hace no mucho tiempo son novedad. Se dan fechas Fig. 10. Yacimientos correspondientes al Hierro I en las más altas o más bajas en función de los paralelos y provincias de Ávila, Valladolid y Este de Salamanca. asociaciones, algo lógico si tenemos en cuenta que • Yacimientos tipo Soto de Medinilla en Valladolid (Quin­ estarían en uso durante un tiempo. Interesa aquí tana y Cruz, 1996: 49). ^Yacimientos tipo Soto inéditos en fundamentalmente el hecho de que constituyen, al Ávila. A Posibles yacimientos de tipo Soto de Ávila. 1 Prados Galindos{C2^iz\xt\2i)\ 2Los Guijares (Mirueña); menos en todas las zonas señaladas más arriba, la 3 Cerro de la Horca (Mirueña); 4 Cerro del Río (Mesegar transición de la Edad del Bronce a la del Hierro y los de Corneja); 5 El Guialdar (El Oso); 6 Las Zorreras (Mu- primeros momentos de ésta, si nos atenemos, por ñana); 1 ElTorrejón (Alba deTormes, Salamanca); 8 Cerro ejemplo, a las fechas dadas para ellas en yacimien­ de la Cabeza (Ávila); 9 La Solana Angosta (Bernuy-Sali- tos bien conocidos como Peña Negra I, donde se nero); 10 La IglesiaVieja (Cisla); 11 La Lomilla(Muñope- fechan entre el 900/800 y el 700 a.C. (González pe); 12 Castillo Bayuela (Hoyorredondo); 13 Guaya (Be­ Prats, 1992: 249, 253). Más cercanamente. Quin­ rrocal ej ode Aragona); lALosArenalones {G\x2iXQñ2i)\ 15 El tana y Cruz (1996: 34), valorando los datos exter­ Cogote II (LaTorre); 16 El Campillo(Gemuño); 11 El Pra- dillo (Gemuño). nos e internos más al día en el centro del valle del Duero, las sitúan gro^^o modo entre principios del siglo IX y fines del VIII a. C, es decir entre el 1100/ necesariamente la revisión de los planteamientos de 1000 y el 850/750 a.C. González-Tablas sobre la transición del Bronce Naturalmente es necesario llevar a cabo un estu­ Final a la Edad del Hierro y su idiosincracia. La dio más profundo de este momento en el Sur de la evidencia de los materiales, aunque una parte sean Meseta Norte, con excavaciones que impliquen producto de prospecciones superficiales, parece dataciones absolutas fiables y datos arqueológicos innegable: existe una etapa siguiente al Bronce Fi­ en cantidad suficiente para establecer comparacio­ nal Cogotas I cuyos materiales más representativos nes. Pero por el momento, con lo que ahora sabe­ son, sobre todo, los pequeños recipientes cerámicos mos, no hay motivos ya para seguir considerando

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una perduración de Cogotas I, arrinconada y excep­ parecen corresponder a un momento terminal de cional en estas tieiTas montañosas, mientras en su Cogotas I, interrumpiendo su habitación antes de entorno se apuntaban a las nuevas tendencias veni­ que aparezca ni una sola cerámica que implique al das, al parecer principalmente, de la mitad meridio­ Hierro I. ¿Significa esta circunstancia que hacia los nal. La prueba más evidente es que los nuevos ya­ últimos tiempos de Cogotas I se produce una situa­ cimientos del Hierro I están a los pies de Los ción de intranquilidad general propiciada por el Castillejos de Sanchorreja. El caso de la estratigra­ movimiento de pueblos y/o por el cambio cultural fía de Sanchorreja precisa pues de una explicación que entra por los Pirineos y por el Mediterráneo? diferente, posiblemente de tipo sedimentológico y Reiterando lo dicho anteriormente, elegir como con ello, de la matización de las teorías de Gonzá­ lugar de habitación Cancho Enamorado, en lo alto lez-Tablas con respecto a las cerámicas a peine que del Cerro del Berrueco, debe indicar una situación él consideraba emparentadas con determinados pa­ muy difícil en ese sentido, otra explicación no cabe. trones de la etapa anterior-Cogotas I-. Esto es algo Si los yacimientos en altura corresponden a esa hi­ que, de momento, no se podrá negar morfológica­ potética intranquilidad transicional, lo cierto es que mente, pero ya de ninguna manera recurriendo a la lo que siguió tras el cambio, a juzgar por lo visto en proximidad cronológica y cultural de la fase de los yacimientos abulenses, fue lo manifestado por Sanchorreja Superior con Sanchorreja Inferior, por esos poblados en llano, previsiblemente anteriores más que no encontremos un hiatus arqueológico a los de la etapa final, al lado de arroyos, sin espe­ entre ambos. cial preocupación defensiva, tal vez expresando con Es necesario comentar también las circunstan­ ello una cierta provisionalidad. cias que rodean el habitat del Hierro I en el Sur de A esa aparente despreocupación en la búsqueda la Meseta Norte, sobre todo por cuanto difiere res­ de habitats defensivos del Hierro I va a seguir, ya pecto a lo que va a suceder en la fase siguiente, el durante el Hierro II, otra mentalidad diferente que Hierro IL Los habitats del Bronce Final en la zona no merece muchas explicaciones si se conocen los que tratamos tienen una doble tendencia: los hay en poblados de La Mesa de Miranda, Ulaca, Las Co­ llano, en lugares poco escarpados al borde de valles gotas, LaTejeda o Los Castillejos, por citar sólo los y en lo alto de cerros que muestran con claridad una abulenses, dentro de un panorama enteramente si­ finalidad defensiva que incluso parece exagerada. milar en todo el Sur de la Meseta Norte. El surgi­ Quien haya subido, sobre todo, a Cancho Enamo­ miento de los oppida de la II Edad del Hierro, al rado, en el Cerro del Berrueco o a los Castillejos de parecer como único testimonio del habitat de esa Sanchorreja lo entenderá mejor. Unos y otros están época, está indicando un cambio sustancial no sólo mostrando sin duda, primero, que Cogotas I es una en cuanto a los posibles peligros que provocan la cultura que se desarrolla durante al menos quinien­ elección de lugares altos y su refuerzo con murallas, tos años y, en consecuencia, que en tanto tiempo sino también una organización de la sociedad que pudieron existir etapas en las que las circunstancias se agrupará en grandes poblados con todo lo que eso aconsejaran uno u otro tipo de habitats. Segundo debe suponer. que, dentro de la organización de dicha cultura, puede haber habido poblados coetáneos de diferen­ te tipo en función de algunas circunstancias, que por BIBLIOGRAFÍA falta de datos desconocemos. Y, finalmente, no debe ser despreciada la idea de que poblados en altura se ALVAREZ SANCHÍS, J.; RUIZ, G.; LORRIO, A.; BENITO LÓPEZ, dieran en los momentos finales de Cogotas I, más J.E. y ALONSO, P. (1998): "Las Cogotas: Anatomía de un que en las fases inicial y plena. Eso parece contras­ oppidum vettón". Homenaje a Sonsoles Paradinas. tado suficientemente a partir de lo que se conoce y Ávila: 73-94. de cómo se enjuicia la cultura material de yacimien­ BALADO, A. (1989): Excavaciones en Almenara deAdaja: tos como Carpió Bernardo, la Mesa de Carpió y el El poblamiento prehistórico. Excma Diputación deVa- citado Cancho Enamorado en Salamanca y, en lladolid. Valladolid. Avila, los de Los Castillejos de Sanchorreja, Las BENET, N. (1990): "Un vaso pintado y tres dataciones de C- Cogotas o el poco conocido de LaTejeda (Órbita). 14 procedentes del Cerro de San Pelayo (Martinamor, Salamanca)". Numantia, Arqueología en Castilla y Curiosamente Cancho Enamorado, Los Castillejos, León, III: 77-94. La Mesa del Carpió, Carpió Bernardo y Las Cogo­ BENET, N.; JIMÉNEZ, M.C. y RODRÍGUEZ, M.B. (1991): "Ar­ tas, poblados todos ubicados en cerros escarpados, queología en Ledesma, una primera aproximación: la

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