1000 SITIOS QUE VER En ESPAÑA Al Menos Una Vez En La Vida
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Juan Eslava Galán 1000 SITIOS QUE VER en ESPAÑA al menos una vez en la vida Introducción n España no hay menos de cincuenta o cien mil lugares interesantes. Si en- Ecuestáramos a su población probablemente saldrían muchos más. Hace me- dio siglo que recorro los caminos de esta piel de buey (con los pingajillos sueltos de sus islas) y si en ese tiempo he (por supuesto, la mejor), pero que cuan- aprendido algo es que sus tierras encie- do llega al lugar que le impusieron se des- rran un mundo increíblemente variado enfurruña rápidamente, en seguida capta (y variable) en todas sus manifestaciones sus ventajas, se acomoda a él y lo agrega visibles y tangibles y hasta en lo que no a la lista de sus lugares favoritos, o sea: se ve, en el carácter individualista de sus lo descubre con su acrisolada experiencia gentes. de viajero y a la vuelta de la excursión lo Una lista de mil lugares que vale la alabará ante los amigos como un descubri- pena visitar es necesariamente incomple- miento personal. ta, soy consciente de ello. Por eso he in- Este libro es, por lo tanto, una mace- tentado que mi censo fuera lo más equi- donia de lugares interesantes en la que he librado posible, que incluyera los lugares procurado incluir los variados gustos de esenciales de España para un afi cionado al los españoles. Soy consciente de que para arte, al paisaje, a los museos, a la gastrono- algunos lectores faltarán lugares (que qui- mía, a los lugares insólitos o misteriosos, a zá yo mismo habría incluido, de conocer- la historia, al exotismo, a las fi estas, a la los), pero también de que no sobran, de arqueología e incluso al lector, tan abun- que todos los que este libro incluye nos dante, que abomina de los viajes y cuando dejarán un recuerdo agradable o por lo quiere ver mundo se limita a conectar con menos inolvidable (pienso en ciertas fi es- el National Geographic Channel o adquiere tas que podríamos califi car de excesivas). una revista especializada. He procurado que no sea, ni parezca, una Estos mil lugares que presento aquí a exhaustiva guía de viajes. A veces, metido la benevolencia del lector conforman una en harina, mencionaré una escena que pre- lista que no pretende ser exhaustiva (obje- sencié, un retazo de conversación que al- tivo a todas luces imposible), pero sí equi- cancé a escuchar, una anónima opinión, librada y representativa del gusto del es- una refl exión… Si menciono una iglesia pañol medio, ese ser apacible y raramente quizá solamente lo haga para señalar un irritable que protesta mucho cuando se le capitel en el que aparece una escena sexual lleva la contraria, que no cede fácilmen- explícita que no debemos perdernos; si se- te cuando alguien le propone una meta de ñalo un museo quizá solo comente la exis- viaje distinta a la que él tenía en mente tencia de cierto cuadro, que puede no ser el más famoso, pero que guarda cierto sería más tolerante y, por lo tanto, menos interés para el viajero curioso. Final- desdichado. Así como don Pío (Baroja) mente, para no hacerme prolijo, diré afi rmaba que el carlismo se quita leyen- que soy consciente de que los españoles do, me atrevería yo a afi rmar que la into- viajamos para comer y beber (aunque lerancia y la cerrazón se quitan viajando. siempre con otros pretextos, lo sé): por Además, el viaje siempre nos brinda mo- eso he tenido en cuenta las excelencias mentos de felicidad y armonía, ¿qué más gastronómicas de cada lugar… si las hu- podemos pedirle a la vida? Viajeros o no, biera. Incluso en alguna ocasión me he espero que disfruten del libro y que su lec- permitido aconsejar al lector que se lle- tura los estimule a visitar alguno de los lu- ve un bocadillo. gares aquí descritos. Siempre he pensado que el dinero me- jor gastado es el que invierte uno en viajar Cordialmente, y que si el español estuviera más viajado JUAN ESLAVA GALÁN COMUNIDAD DE ANDALUCÍA Almería Cádiz Córdoba Granada Huelva Jaén Málaga Sevilla Almería Almería, el espejo de la bahía l pacífi co viajero, confrontado con el primer verso del himno de Almería (Guzla Ede gárrulo andaluz…), reprimirá la tentación de salir corriendo. Antes bien debe confi ar en que la ciudad, que no es responsable de ese desaguisado poético perpetrado en los años treinta del pasado que hace cuarenta años, e incluso más re- siglo, lo compensará debidamente cuan- cientemente, eran aduares africanos achi- do deambule por sus calles y conozca a sus charrados por el sol y en lugar de la anti- amables y emprendedores habitantes. gua miseria (cantada por Juan Goytisolo Almería es una tierra de contras- en Campos de Níjar) encuentra ciudades tes. Está enclavada en el único desierto surgidas casi de la nada, de un urbanis- de Europa (que ocupa buena parte de su mo moderno y solvente, hasta es posible provincia, se interna en la vecina Gra- que un poco hortera quizá, y se admira de nada y sigue aumentando), pero en los la profusión de ofi cinas bancarias, tiendas llanos que esos cerros pelados y pedrego- de ocio y coches caros y de la multicultu- sos delimitan, en los que tantos spaghet- ralidad de la gente que pasa por la acera: ti westerns se rodaron en los años sesen- almerienses autóctonos, veraneantes nór- ta, han crecido vergeles bajo plásticos en dicos colorados como cangrejos, polacas y unos inmensos invernaderos en los que se rusas de bellas formas y ojos azules, mus- producen buena parte de las verduras ex- culosos donceles, subsaharianos de varia- tratempranas de Europa, un oro verde co- dos cantares, fi ables magrebíes y algunas diciado por los más exquisitos mercados. otras etnias minoritarias que en esta tie- El viajero regresa a pueblos de Almería rra cálida se funden y armonizan. La catedral del sol luciente l viajero espera encontrar una catedral y se encuentra, más bien, con un castillo, Euna iglesia-fortaleza rectangular de bien escuadrados sillares y hasta una torre del homenaje tardía (siglo XVII). La plaza de armas, ruidosa de acentos guerreros, se ha transformado en un claustro silen- de Portocarrero: un sol con rostro humano cioso y recoleto (siglo XVIII) en el que nos del que parten destellos. ¿Hay algo de paga- sobresalta el alboroto de una paloma que no en esta súbita evocación solar o es sim- levanta el vuelo de un seto dormido. En plemente el adorno que quiere representar uno de los muros nos sorprende el relieve en la severidad castrense del entorno? Entramos en el peculiar edifi cio co- con girola, separadas por pilares que sos- menzado en 1524 por el obispo Fernández tienen altas bóvedas nervadas en forma de de Villalán y ¿qué encontramos en su in- estrella. terior? Los perfi les militares quedaron fue- En el centro de la girola destaca la be- ra. Vemos una hermosa iglesia, tres naves llísima capilla sepulcral del Santo Cristo, levantada para cobijar el sepulcro de Fer- nández de Villalán, obra de Juan de Orea. Vale la pena contemplar sin prisa la histo- ria de la Redención que se narra en imá- genes en el retablo de la capilla mayor (si- glo XVIII). Entre las obras de arte que esta cate- dral atesora destacan tres lienzos de Alon- so Cano (La Anunciación, La Asunción y Santa Teresa), otros del artista fl amenco Wolfants y un Murillo que si no es de la mano del maestro debe de serlo de su es- cuela. La Alcazaba que sube y baja montes os califas de Córdoba fortifi caron Almería con una estupenda alcaza- Lba que guardaba el activo puerto a través del cual comerciaban con el Me- diterráneo y el Magreb. Una potente escuadra aquí radicada protegía ese comercio y mantenía a raya a las po- este de la fortaleza se encuentra el baluar- tencias rivales cristianas o musulmanas. te del Espolón, una batería poligonal de La Alcazaba de Almería, reconstruida tras tipo Vauban, en su mayor parte restaurada el devastador terremoto de 1522, sufrió (1975-1980), que incorpora algunas mam- un paulatino abandono hasta que en el si- posterías originales. En el centro del patio glo XIX se desalojó al monipodio de men- hay una cisterna de tres naves. En la esqui- digos que habitaba sus ruinas y se acome- na no roeste de esta sección, junto al muro tió su reconstrucción. que la divide desde la parte central, hay Un empinado sendero enlosado nos una torre nazarí (siglo XV) con un mirador conduce a la puerta del primer recinto o en lo alto que atalaya la bahía y nos trae a albacara que en caso de peligro servía de la memoria los versos del moro melancóli- campamento de tropas auxiliares y de refu- co: «¡Valle de Almería: cuando te contem- gio de la población civil. Vigila la entrada plo siento mi corazón vibrar como vibra al la hermosa torre de los Espejos. En la punta ser blandida una espada de la India!». En la parte central de la Alcazaba el vi- sitante se encuentra con un mundo de rui- nas y reconstrucciones pertenecientes a un palacio nazarí de la primera mitad del siglo XIV que reemplazó a otro anterior, cons- truido por el rey taifa Abu Yahya Muizz al- Dawla (1052-1091). Quedan restos de una arcada en ruinas y el complejo de baños públicos (reconstruido en 1975). En torno al palacio, vestigios de viviendas separadas, probablemente pertenecientes a miembros importantes de la corte del siglo IX. En la parte más alta de la fortaleza destacan las torres redondas, que derivan de una refortifi cación de 1492 a 1534.