El Amante Liberal Y El Licenciado Vidriera 32 Frederick A
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Nº 790 Abril 2016 CUADERNOS HISPANOAMERICANOS Nº 790 Abril 2016 HISPANOAMERICANOS Precio: 5€ DOSSIER ENTREVISTA PUNTO DE VISTA Cervantes, la lectura interminable. Carlos Franz Edwin Madrid sobre Eduardo Coordina Roberto González Chirinos (1960-2016). Textos de CUADERNOS CUADERNOS Echevarría. Artículos de VV.AA. Carlos Marzal y Adolfo Sotelo Fotografía de portada © Miguel Lizana CUADERNOS HISPANOAMERICANOS Avda. Reyes Católicos, 4 CP 28040, Madrid T. 915838401 Director Edita JUAN MALPARTIDA MAEC, Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación AECID, Agencia Española de Cooperación Internacional para Redactor el Desarrollo. Carlos Contreras Elvira Administración Ministro de Asuntos Exteriores y de Cooperación Magdalena Sánchez José Manuel García-Margallo [email protected] Secretario de Estado de la Cooperación Internacional T. 915823361 Jesús Manuel Gracia Aldaz Subscripciones Mª Carmen Fernández Directora de Relaciones Culturales y Científicas [email protected] Itziar Taboada T. 915827945 Jefe del Departamento de Cooperación y Promoción Cultural Diseño de portada Jorge Manuel Peralta Momparler Marta Martín-Sanz CUADERNOS HISPANOAMERICANOS, fundada en 1948, ha sido Imprime dirigida sucesivamente por Pedro Laín Entralgo, Luis Rosales, José Estilo Estugraf Impresores, S.l Antonio Maravall, Félix Grande, Blas Matamoro y Benjamín Prado. Pol. Ind Los Huertecillos, nave 13 CP 28350- Ciempozuelos, Madrid Catálogo General de Publicaciones Oficiales http://publicaciones.administracion.es Depósito legal M.3375/1958 Los índices de la revista pueden consultarse en el HAPI (Hispanic ISSN American Periodical Index), en la MLA Bibliography y en el catálogo 0011-250 X de la Biblioteca Nipo digital 502-15-003-5 Nipo impreso La revista puede consultarse en: 502-15-004-0 www.cervantesvirtual.com Nº 790 CUADERNOS HISPANOAMERICANOS DOSSIER CERVANTES: LA LECTURA INTERMINABLE 4 Roberto González Echevarría – El último Cervantes 10 Bryce Maxey – De Nicosia a Roma: las ruinas en El amante liberal y El licenciado vidriera 32 Frederick A. de Armas – Don Quijote y Alejandro Magno: vidas paralelas 48 Matthew S. Tanico – La escritura más allá de la muerte: el lienzo en el Persiles 68 Edwin Williamson – Los dos desenlaces del Quijote 88 Roberto González Echevarría – Sexo y dineros en Boccaccio y Cervantes MESA REVUELTA 108 Edwin Madrid – Escribo sobre animales para olvidar mi cuerpo 116 Carlos Marzal – Autobiografía sincopada 120 Blas Matamoro – El Moro Marx 130 Adolfo Sotelo Vázquez – Juan Luis Alborg y la crítica literaria contemporánea (notas sobre la novela) 140 Ricardo Bada – Altisidora, la lolita del Quijote ENTREVISTA 154 Beatriz García Ríos – Carlos Franz: «La belleza no está en lo que es, sino en lo que puede o pudo ser» BIBLIOTECA 170 Juan Ángel Juristo – El juego de las miradas cruzadas 174 Carmen de Eusebio – El Baroja de Cela 177 Juan Fernando Valenzuela Magaña – La palabra y la cosa 183 Manuel Arias Maldonado – Has de cambiar tu vida 188 Jesús Aguado – Un animal herido 192 Julio Serrano – Una calle fuera del mapa 195 Isabel de Armas – El III Reich y España. Dos lecturas Cervan- tes la lectura intermi- nable Coordina Roberto González Echevarría Por Roberto González Echevarría EL ÚLTIMO CERVANTES Este año se conmemora la muerte de Miguel de Cervantes, ocu- rrida en Madrid hace cuatrocientos años, concretamente el 22 de abril de 1616. Además, debemos recordar y celebrar la prolífica última década de la vida del escritor, cuando publicó, casi al hilo, cuatro obras, entre ellas dos maestras: la segunda parte del Quijo- te (1615) y las Novelas ejemplares (1613). A ellas se unieron Viaje del Parnaso (1614), Ocho comedias y ocho entremeses (1615) y su ambiciosa novela Los trabajos de Persiles y Sigismunda: historia septentrional (1617), de estilo bizantino y que, aunque terminada en vida, no saldría a la luz sino hasta después de su muerte. El Quijote (1605) había sido un éxito rotundo, sin que ello significa- ra que la vida de Cervantes mejorara demasiado en lo económico, aunque sus últimos diez años, que pasa en Madrid, fueron bas- tante apacibles, comparados con los anteriores. Tenía la satisfac- ción de saber que había escrito una obra grande, digna de la más excelsa tradición literaria occidental, y de un nivel, por lo menos, parejo al de los grandes escritores contemporáneos suyos, entre ellos Lope, que nunca reconoció su valor. El Quijote se traducía a otras lenguas –inglés, francés– y las figuras de sus protagonistas aparecían en ferias y carnavales. Como es sabido, hasta se publicó una segunda parte «apó- crifa», firmada por un tal Alonso Fernández de Avellaneda, repre- sentante de los lectores superficiales de la novela, que no veían en ella sino el elemento cómico. Cervantes reaccionó con alguna ira, en parte por los insultos que Avellaneda le dedicó en su prólogo, pero, sobre todo, respondió enredando a su rival en una red de ironías, como dijo alguna vez Stephen Gilman. No se percató el autor del Quijote que la fama y aceptación de su obra eran ta- les que sus protagonistas habían trascendido la propiedad de su creador para pasar a ser de dominio público. Pero la forma en que incorpora el Quijote de Avellaneda en su segunda parte es tan bri- CUADERNOS HISPANOAMERICANOS 4 llante que casi podría decirse que es él quien se apropia de Ave- llaneda, al que tendría que haber inventado de no haber existido. El tono de resignación del prólogo al Persiles, escrito prác- ticamente en su lecho de muerte, revela a un Cervantes satisfe- cho de lo que ha logrado y bien dispuesto a enfrentarse al final, incluso en términos religiosos. Ángel del Río, en su todavía no superada Historia de la literatura española, ofreció este balance de la vida del autor: «No hay que lamentar las desgracias de Miguel de Cervantes ni el nivel aparentemente vulgar de su vida. Pudo así, a fuerza de experiencia, que rara vez se obtiene en el triunfo y la riqueza, cono- cer, observar y pulsar el temple de la vida española en su grandeza y su miseria, en su ilusionismo heroico y en la triste realidad de una decadencia ya inminente. De ella iba a dejarnos en sus libros, el trasunto más fiel, reflejado en múltiples perspectivas, con agri- dulce ironía y humor penetrante»1. El Quijote de 1615 no sólo completa, sino que en muchos senti- dos supera, el de 1605 –sé que los debates sobre este tema siguen vigentes–. Cervantes se enfrenta allí al Cervantes de la celebrada primera parte, que convierte en modelo de la nueva, con muchos episodios que resultan ser re-escrituras de los de la anterior. Esto le suma insólitos niveles de ironía a la obra y, sobre todo, pliegues adicionales al tema de lo borroso de la frontera entre literatura y realidad. Ahora la ficción forma parte de lo real. Don Quijote y Sancho se topan con lectores de la primera parte que no sólo los reconocen, sino que los instan a que se comporten de acuerdo a como lo hicieron en el libro. Hay personajes que traman aven- turas para Don Quijote y Sancho, como Sansón Carrasco y el mayordomo de los duques. Son autores internos de la novela. En algunos momentos, Don Quijote parece dudar de su identidad y de la validez de su misión como caballero andante y es Sancho quien lo anima a que no abandone el rumbo de sus aventuras. En el episodio más brillante de la segunda parte, el de la Cueva de Montesinos, Don Quijote parece visitar el interior de su propia locura, una visión de la intimidad y dudas del protagonista que supera los monólogos de Shakespeare. Pero Cervantes quiere cerrar su libro, rematarlo, valga la palabra, y hace que el hidal- go vuelva a sus cabales y muera cuerdo en su propia cama, abju- rando de su vida caballeresca, en parte para impedir que nuevos Avellanedas surjan en el futuro para robarle al personaje. Pero tenía que sospechar a estas alturas el sagaz Cervantes que ya era 5 CUADERNOS HISPANOAMERICANOS inútil, que otros Pierre Menard seguirían apareciendo para inten- tar reescribir su gran obra. Y así fue, en el sentido de que todo novelista, al poner la pluma sobre el papel o los dedos sobre las teclas, repetiría el gesto fundador del Manco de Lepanto, quien había fundado de un golpe la novela moderna agotando práctica- mente todas sus posibilidades. En sus Novelas ejemplares, Cervantes ofrece una síntesis o un balance de su imaginación creadora. Diversos estudios han mostrado que algunas de las doce novelas que recoge en el libro se remontan a los inicios de su carrera como escritor, y la variedad de estilos sugiere que quería dar ejemplos –de ahí lo de «ejempla- res»– de los diferentes modos de narración que se le ofrecían en su momento: picaresca, novelas eróticas al estilo italiano, novela bizantina, pastoril y hasta el diálogo, que practica en la última pie- za, «El coloquio de los perros». Cervantes conocía bien, proba- blemente en los originales, a Boccaccio y Bandello, y estaba muy familiarizado con las traducciones de estos que circulaban por España. Por eso se precia de ser el primero en «novelar en lengua castellana», algo en lo que Lope no podía competir con él –como tampoco con su glorioso pasado militar, del que hace alarde en el prólogo de este libro–. Nadie podía. Cervantes fue un maestro de la novela corta, que parece haber sido la longitud preferida de sus ficciones; no debe olvidarse que insertó varias en el Quijote de 1605, que muy probablemente empezó como novela breve. En realidad, algo que sus críticos no entendieron, es que en el primer Quijote Cervantes logró amalgamar dos tipos de estructu- ra narrativa: el argumento lineal de las novelas de caballerías que parodiaba y, por supuesto, seguía, y la colección de relatos al esti- lo del Decamerón. Sus detractores no lo vieron así y Cervantes se abstuvo de incluir novelas intercaladas en el Quijote de 1615.