Nació en León, en julio de 1896, en el seno de una familia obrera. Cursó estudios elementales hasta los catorce años, edad en la que entró a trabajar como aprendiz de mecánico, en un taller regentado por un socialista en el que se formó y en el que conoció los fundamentos de la doctrina socialista. Especializado en el montaje de lavadoras mecánicas para el lavado del mineral en las minas, en 1913 se afilió a la UGT. Su participación en una huelga minera, en Matallana (León), le dio pronta fama de revolucionario. Trabajó luego como mecánico ferroviario. Con ocasión de la huelga revolucionaria de agosto de 1917, participó en actos de sabotaje y violencia, por lo que fue expulsado de la Compañía Ferroviaria y de la UGT, que lo acusaba de actos de indisciplina. Desertor también del ejército, por negarse a incorporarse a filas para cumplir el servicio militar, huyó a Francia. Allí se afilió a la CNT anarquista y, tras varias peripecias, cambios de residencia y viajes por León y Asturias —en los que llegó a ser detenido, como desertor, logrando huir de nuevo a Francia—, en 1920 se instaló en San Sebastián, donde trabajó en la construcción del casino Kursaal. Allí coincidió con el dirigente anarquista Manuel Buenacasa. Con él, y con otros militantes como Gregorio Suberviola, formó el grupo «Los Justicieros», partidarios de la «acción directa» como arma revolucionaria, que intentó organizar un atentado contra Alfonso XIII con ocasión de su visita a las obras del casino donostiarra. Descubierto el complot tuvo que huir a . Allí, donde se vivía en aquellos años una dura etapa de violencia terrorista, de pistolerismo, que enfrentaba a los sindicatos patronales y a los anarquistas, Durruti siguió inmerso en su vocación revolucionaria. En 1922 creó, junto a , Joan García Oliver y Ricardo Sanz, el grupo «Los Solidarios», dispuesto a atentar contra personalidades «contrarrevolucionarias» en respuesta a la política represiva del gobierno y la patronal. Fueron los responsables de los asesinatos del exgobernador José Regueral y del cardenal zaragozano José Soldevilla, en 1923, atentados en los que Durruti no pudo participar, al haber sido detenido por la policía unos días antes. Obtenida la libertad, si participó en el asalto al banco de España en Gijón, el 1 de septiembre de ese mismo año, con el fin de conseguir dinero para la compra de armas. Unos días después, la proclamación de la dictadura de Primo de Rivera le obligó a marchar al exilio. Entre 1923 y 1931 vivió fuera de España, primero en París, donde puso en marcha un Centro Revolucionario para acoger y organizar a los anarquistas exiliados; luego en distintos países sudamericanos, donde volvió a participar en varios atracos a bancos; y por último de nuevo en Europa, en Francia —donde estuvo encarcelado por participar en otro complot para atentar contra Alfonso XIII—, Bélgica y Alemania. Con la instauración de la Segunda República pudo volver a España. Alineado con los sectores revolucionarios más radicales del anarquismo, Durruti, afiliado a la FAI, se opuso a la política reformista del gobierno republicano, y a las tesis moderadas defendidas por algunos sectores de la CNT. Encabezó un movimiento revolucionario en la cuenca minera del Alto Llobregat, en enero de 1932. Durante cinco días los mineros lograron controlar algunas poblaciones donde proclamaron el comunismo libertario, hasta que fueron repelidos por el ejército. Durruti fue detenido. Embarcado en el vapor Buenos Aires fue deportado a Guinea, Fernando Poo y por último a las islas Canarias, donde residió durante siete meses. De vuelta en Barcelona, y a su trabajo como mecánico, siguió interviniendo en mítines y en proyectos insurreccionales, como el organizado en diciembre de 1933, lo que le costó nuevas detenciones. Fue encarcelado, también, con ocasión de la revolución de octubre de 1934, permaneciendo en prisión hasta abril de 1935. Tras las elecciones del Frente Popular, Durruti siguió defendiendo la vía revolucionaria hacia el comunismo libertario, con llamamientos a los obreros para prepararse para dar respuesta al golpe militar que se anunciaba. Al iniciarse la insurrección militar en Barcelona, el 18 de julio, Durruti, al frente de las milicias anarquistas, participó en los combates que derrotaron a las fuerzas sublevadas. Controlada la situación, un comité anarquista, en el que se encontraba Durruti, se entrevistó con el presidente de la Generalitat, Lluis Companys, con el que negociaron la puesta en marcha de un Comité Central de Milicias Antifascista, un órgano de coordinación de todas las fuerzas políticas del bando republicano, que se convirtió, en los meses siguientes, en el principal poder político y administrativo de Cataluña. Durruti, pese a mantener su postura negativa a esa colaboración con fuerzas no revolucionarias, asumió la decisión mayoritaria de la asamblea de la CNT y se incorporó al Comité, en su departamento de guerra. A finales de ese mismo mes de julio se hizo un llamamiento a la movilización de voluntarios para crear una columna armada para enviar una expedición para la liberación de Zaragoza. Durruti, con asesoramiento de algunos militares profesionales, asumió el mando de la columna. La columna Durruti, formada mayoritariamente por militantes anarquistas, se adentró en tierras aragonesas, tomando localidades como Caspe, Pina o Bujaraloz, pero fracasó en su intento de avance hacia Zaragoza. Asentada en los pueblos de la zona, la columna, sin poder avanzar hacia la capital aragonesa, inició una práctica revolucionaria, procediendo a la expropiación y colectivización de las tierras, la formación de comités revolucionarios o la abolición de la propiedad privada. La formación del gobierno Largo Caballero y su política de creación y fortalecimiento del Ejército Popular, en detrimento de las milicias, provocó enfrentamientos y críticas entre anarquistas y partidarios de la acción del gobierno, con mutuas acusaciones sobre su actitud ante la guerra y la revolución. En octubre de 1936 Durruti participó en la puesta en marcha del Consejo de Defensa de Aragón, organismo que pasó a controlar toda la vida política y de guerra en la región, consolidando los avances revolucionarios impuestos por los anarquistas. El decreto de militarización emitido por Largo Caballero en el mes de octubre fue rechazado por la columna Durruti. Sin embargo, la incorporación de ministros de la CNT en el gobierno de Largo, su traslado a Valencia, abandonando la capital de España, y la situación militar crítica de Madrid, amenazada por las tropas franquistas, movilizó a los anarquistas que decidieron acudir en su ayuda. La columna que llevaba su nombre llegó a Madrid el 15 de noviembre e, inmediatamente, entró en combate en el sector de la Casa de Campo y la Ciudad Universitaria. El día 19 de ese mismo mes, cuando Durruti se dirigía en coche hacia la zona del Hospital Clínico, donde combatían sus hombres, recibió un disparo en el pecho. Nunca se supo con certeza el origen del disparo, hecho a corta distancia, en un momento en el que el líder anarquista había bajado del vehículo para reprender a unos milicianos que abandonaban el combate. Pudo ser, probablemente, un hecho accidental provocado por la caída al suelo de un arma. Herido de gravedad, fue trasladado al hospital de su columna, en el hotel Ritz, donde falleció en la madrugada del día 20. Su entierro, en Barcelona, el 23 de noviembre de 1923 fue un acto multitudinario que dio prueba de la enorme popularidad de su figura, un verdadero mito para los sectores anarquistas y de izquierdas.