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•MU ONTEI 1: RAFAEL GÓMEZ-MON- TERO—periodista de las nue• vas generaciones—nos oírece el primer libro español en torno a la obra de Larreta en Avila. Late en estas páginas un senti• do protundo de la Hispanidad y un interés palpitante, desde que nace «LA GLORIA DE DON RAMIRO» hasta el úl- timo viaje del ilustre argentino a España. «EL ALMA DE LARRETA SE LLAMA AVILA», agru- pa las crónicas y reportajes de GÓMEZ-MONTERO escri- tos en una prosa ágil y fluida que revela los vínculos literarios de ENRIQUE LARRETA y su cronista, con la vieja ciudad de Castilla. A RAFAEL GÓMEZ - MONTERO EL ALMA DE LARRETA SE LLAMA AVILA PROLOGO DE EL TEBIB ARRUMI EPILOGO DE GIMÉNEZ CABALLERO MADRID 19 4 9 iQ,¿tSo59 Es propiedad del Autor. Queda hecho el depósito que marca la ley. PRINTEND IN SPAIN IMPRESO EN ESPARA Imprenta ACATL—Embajadores, 126 - Madrid • y~ll \JnslUuto de (¿altura \jtispánica y, a la y~tsocÍacÍón y^ulíural Jbíjeroamericana /t3dte{ ^(MlUrJtí^^ AVILA "... Es el Castillo interior de las moradas d« Te• resa, donde no cabe crecer, sino hacia el cielo." MIGUEL DE UNAMUNO "... No existe casi la muchedumbre en el sentido plebeyo. Todos, más o menos, son señores. Avila sugiere la idea de una Atenas gótica." AZORÍN "... Acaso no haya otra Ciudad en el mundo don• de encomendarse a Dios." JOSÉ A. TORREBLANCA "... La Ciudad de los Santos, es la Capital del Ro• manticismo y la Jerusalén de la Mística." BLANCA DE LOS RÍOS "... Avila es la enjundia del país, el foco de las tradiciones, el alma de un españolismo o castella• nismo algo rudo, pero franco y- leal." ABELARDO MERINO ALVAREZ "... Avila de los Santos y de los cantos, panera, baluarte, muralla; pero también drama, poesía, le• yenda..." FRAY JUSTO PÉREZ DE URBEL ENRIQUE LA'RRETA "Enrique Larreta es un hombre capaz de de• siertos." ORTEGA Y GASET "De esta intimidad hispanoargentina que hoy se abraza, entrañable y fecunda, Enrique Larreta es precursor y arquetipo." EUGENIO MONTES "Enrique Larreta ha dedicado los mejores años de su vida, los años fecundos de su juventud, a resu• citar aquella Avila del siglo de la Madre Teresa." JOSEFINA CARABIAS "Este don Enrique Larreta, que pasea por el mun• do su aire de caballero de una aristocracia sublima• da y remozada per el mar, tiene ahora un aire de comprensión y una punta de melancolía que son como el penacho de su antiguo blasón." G. MARAÑÓN "... Larreta es, fundamentalmente, un destino li• terario, una vida hecha para ello. No podía ni de• bía ser otra cosa." ARTURO BERENGUER CARÍSIMO "Por LA GLORIA DE DON RAMIRO y por En• rique Larreta, empecé yo a sentir eso que ahera se llama hispanidad..." EL TEBIB AKRUMI PROLOGO j—I ONRADAMENTE preciso hacer una confe• sión previa en estas líneas que, a guisa de prólogo, he de poner al libro de Rafael Gó• mez Montero. La confesión es la de mi extra- ñeza, honda y sincerísima, por el hecho de que el joven escritor se haya acordado de mí para este menester prologuista. En un mar de con• fusiones me pierdo al inquirir la razón de su deseo. No tenía el gusto de conocer personal• mente a Gómez-Montero hasta el momento en que, con sus papeles bajo el brazo, se pre• sentó en mi despacho para espetarme su ex• traña pretensión. En mi ya harto larga vida de escritor, de cierto que no me he especiali• zado como prologuista, aunque en alguna 10 Rafael Gómez-Montero ocasión los "compromisos" me llevasen a ser• lo. De tantas letras pecadoras como de mi mano salieron, pocas, por no decir ninguna, se enfilaron hacia la ardua tarea de la exegis. Manejo torpemente el ditirambo; no tengo el arte —difícil como pocos— de graduar, de sopesar diestramente el adjetivo... y, en fin, apenas si me llamo Pedro en materia literaria. A lo más, a lo más, admito eme se me reserve un puesto de muy segunda fila entre la grey periodística de mí tiempo. ¿Por qué, pues, fué el acordarse de mí este muchacho, pleno de ju• ventud v va en la ruta del éxito literario?... He leído con avidez el original de EL ALMA DE LARRETA SE LLAMA AVILA, con• fieso aue ganoso de descubrir la clave de esta extraña decisión de su autor. Dos horas de se• lecto deleite "he sanado" en su lectura. Ella me ha servido para desleír, como se deslíe en el paladar un manjar sabroso, la prosa poé• tica de Gómez-Montero, puesta al servicio del más hidalgo y loable de los empeños: el de hacer honor y prestar glorioso encomio a quien gloria y prez dio a las letras hispanas y a España misma al concebir, sentir, pensar y escribir uno de los libros más recios, más de- El alma de Larreta se llama Avila 11 finitivamente castellanos que en habla caste• llana se escribieron. Yo, modesto escritor, pero gran devorador de libros, lo tengo situa• do en mi Biblioteca de Amor, entre Don Qui• jote y el Cantar del Mío Cid, que para mi san• tiguada son los auténticos cánones de la Raza Hispana. Este libro se titula La gloria de don Ramiro. Lo escribió un argentino, que es como decir un doble español: don Enrique Larreta. Yo conservo en mi recuerdo la impresión que me hizo, en años en que yo contaba esos mismos que ahora debe de contar el joven pe• riodista Gómez-Montero, años de mocedad, de ímpetu, de encontrar el mundo pequeño para mis ilusiones de triunfos y mis orgullos raciales. Y recuerdo limpiamente que al ter• minar de "sorberlo" quedé largo tiempo en éxtasis, acariciando con mis manos el volumen con especial mimo, aspirando ese perfume que para los que leemos con todos los sentidos desprenden siempre las obras bellas. Y... no me da rubor confesarlo; por La gloria de don Ramiro y por Enrique Larreta empecé yo a sentir eso que ahora se llama hispanidad y a comulgar en la hoy ya dilatada feligresía de los que sostienen y proclaman la hermandad 12 Rafael Gómez-Montero espiritual entre la vieja España y sus hijas de la joven América. Sí —me dije—; allá, al otro lado de los mares, y a través de las vici• situdes históricas, se conservan firmes, vivos,' palpitantes, amores tan puros y enraizados como los que patentiza Larreta en su magní• fica obra, y es indudable que nuestra tarea de alumbradores de pueblos a la civilización no sólo no fué baldía, sino que tuvo una dimen• sión definitiva, trascendental, imperecedera. Y si hay todavía hijos y nietos de España en aquellas lejanas tierras que saben sentir y hon• rar tan maravillosamente a la Madre Patria, a su estirpe, a su abolengo, ello evidencia cómo el grano de la siembra cayó en el terreno más propicio. La cosecha de amor está logra• da. Larreta y su obra son ejemplo de los es• pléndidos frutos obtenidos y esperanza cierta de los que aún se pueden obtener a poco que cuidemos de conservar esa comunidad de pen• sar, de sentir, de amar el pasado, para entra• ñar con firmeza el porvenir de unos y de otros. En este libro que ahora dedica Gómez- Montero, a modo de reportaje, a la reciente visita que Larreta ha hecho a España, culmi• na el acierto expresivo sintético en el título: El alma de Larreta se llama Avila 13 EL ALMA DE LARRETA SE LLAMA AVILA. Pleno acierto y gran verdad encierra este tí• tulo. Pero su gran mérito, a nuestro modo de ver, estriba en la galanura de la demostración del enunciado. Si La gloria de don Ramiro sólo pudo escribirse en verdadero éxtasis de amor a Avila, el libro que ahora tienes en tus manos no se hubiera escrito nunca a no ha• berse dado el extraordinario caso de afinidad espiritual, sintonía emocional y comprensión literaria que acusa Gómez-Montero ante la obra literaria de Larreta, y más especialmente ante su ciclópeo canto a la vieja Ciudad de los Caballeros y los Santos. Muy de agradecer —de todo corazón y con todo entendimiento— es la exaltación que de España, del espíritu racial y de la nobleza peculiar y señera de Avila ha hecho Larreta. La hidalga ciudad de Santa Teresa ha sabido plasmar su agradecimiento en múltiples y elo• cuentes actos de fervoroso cariño y cumplida admiración hacia este procer de las letras. Estamos seguros que encontrará asimismo la expresión adecuada para significar su com• placencia por la labor de exegis magnífica y comunidad amorosa de Gómez-Montero, pre- 14 Rafael Gómez-Montero cisamente por tratarse de un joven escritor, de un valor nuevo, de un guerreador impetuo• so y de primera línea en la Gran Cruzada de la Hispanidad... Y... ahora me explico el por qué de que Gómez-Montero acudiese a mí en demanda de unas líneas de presentación de su trascendente reportaje. Gómez-Montero ha querido, sin duda, con ello evidenciar que si hay en las generaciones jóvenes de nuestra España actual, como lo hubo siempre en todas las juventu• des, cierto prurito iconoclasta, marcada des• atención para lo tradicional, y hasta un poco de menosprecio para lo viejo consagrado, no faltan otros que alientan en el deseo de hon• rarse a sí mismos honrando el ayer, exaltando a los que fueron, empecinándose en el afán de seguir sus huellas, porque si algunas queda• ron dolorosamente impresas en la historia de la Raza, no faltaron otras que delinearon es• plendorosas rutas y gestas gloriosas, dignas de recordar con respeto y adscripción. Y como entre los pocos timbres de gloria que mi vida publica, harto anodina a mi pesar, puedo en justicia jactarme de haber sostenido siempre en alto, pujante, arrollador, mi fe y mi entu- El alma de Larreta se llama Avila 15 \ siasmo por España y sus prodigios en Amé• rica, dando vida y temple a sus hijos al for• marlos a su "imagen y semejanza"; y como Enrique Larreta es, por sobre todo, uno de los escritores americanistas que más y mejor, y con más talento y amor, han servido a Espa• ña, glorificando su entrañable Avila al glori• ficar a su don Ramiro, español hasta el tué• tano, no estaba mal discurrido el que quien así fué en toda su vida, aun le quedase algo interesante o emocional que decir sobre el his• panismo de Larreta y su honra de inmensa reverenciacíón para la Madre Patria.