Impresiones, Breves Y Subjetivas, Sobre La Narrativa Española Actual
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ENCUENTROS EN VERINES 2007 Casona de Verines. Pendueles (Asturias) ¡Buena y polaca! Impresiones, breves y subjetivas, sobre la narrativa española actual en Alemania Fernando, Valls “El gran problema que tienen los escritores españoles de hoy es su visibilidad internacional”, comentaba en un artículo reciente Enrique Vila-Matas, “Situarse en el mundo” (El País, 5 de julio del 2007), donde también afirmaba que él había superado el problema “trabajando contra el superficial canon nacional que algunos críticos crearon en los años ochenta” (sic), optando por “una literatura no nacional española”. ¡Me muero de curiosidad por saber cuáles fueron esos autores que la crítica apoyó de manera equivocada y, puestos a pedir, quiénes fueron los desdichados reseñadores! Más allá de los juicios gratuitos, a los que tan dados son algunos de nuestros escritores, lo que parece evidente es que la recepción de una literatura como la española, o la hispanoamericana, a pesar de los muchos hablantes (¿cuántos de ellos leen a menudo literatura de una cierta calidad?), pero con una influencia cultural modesta, suele depender de factores meramente extraliterarios. Miremos ahora hacia la otra orilla, como también hace Vila-Matas en su artículo: ¿qué escritor hispanoamericano, posterior al llamado boom, tiene hoy visibilidad universal? ¿Sergio Pitol, Ricardo Piglia, Fernando Vallejo, Tomás Eloy Martínez, Santiago Roncagliolo, acaso Roberto Bolaño? Me temo que ninguno; ni siquiera Bolaño, y no por falta de méritos literarios. Me parece cruel recordar, en cambio, que la autora realmente visible es Isabel Allende. No debería olvidarse, además, que García Márquez sólo empezó a ser leído masivamente tras la concesión del Premio Nobel, en 1982; aunque en Alemania su prestigio arrancara en 1976, tras la Feria de Frankfurt, en su primera edición temática, dedicada ese año a la literatura latinoamericana, y en la que se le prestó especial atención a Cien años de soledad (1). Hay algo que, cuando menos, llama la atención en la actitud de los escritores españoles que han tenido un cierto reconocimiento exterior. El caso de Vila-Matas es paradigmático al respecto, aunque les ocurra más o menos lo mismo a Javier Marías y a Rafael Chirbes. A los tres les gusta afirmar que han sido mejor recibidos en el extranjero 1. Vid. Peter Mayer, “Feria del Libro de Frankfurt. Los libros y los amigos”, El País, 13 de octubre del 2007. que en su propio país. En el caso del narrador barcelonés, en Portugal, Francia (Prix Médicis), Italia (Premio Ennio Flaiano), México o Venezuela (Premio Rómulo Gallegos). Pero, en realidad, ¿qué quiere decirnos con ello Vila-Matas, que ha sido mejor comprendido por la crítica de esos países, o que ha vendido allí más ejemplares? Por los datos de que dispongo, me temo que ni lo uno ni lo otro sea del todo cierto (2). De toda esta pataleta, más bien pueril, lo único real es que en alguno de esos países fuera premiado antes que en España. Hace ya dos décadas, otro narrador español, Alejandro Gándara, entonces en su momento de mayor prestigio, tras la publicación de la que me sigue pareciendo su mejor novela, La media distancia (1984), en un artículo titulado “El escritor español en Europa” (El País, 3 de noviembre de 1986), se quejaba de que en España se traducía mucha literatura extranjera, sin que hubiera una reciprocidad con la española. El caso es que sólo diez años después, en un útil e interesante informe elaborado por periodistas del diario La Vanguardia, se demostraba exactamente lo contrario. Así, se afirmaba que “La proyección internacional de las letras castellanas es un hecho real”, y que además se basada en la diversidad, ya que junto a autores estrictamente literarios aparecían libros que podían tacharse de best-sellers, deduciendo que no había una única fórmula establecida para triunfar comercialmente en el extranjero. Asimismo, se señalaba en ese trabajo el año 1994 como el de despegue de esa favorable situación para nuestras letras (recuérdese que en 1991 España fue el país invitado en la Feria de Frankfurt), puesto que en la citada fecha las exportaciones de libros españoles, no sólo las traducciones, habían aumentado algo más del 25 %. A la hora de hacer valoraciones, por tanto, deberíamos evitar dos tipos de consideraciones. Primera, no puede juzgarse el valor de una literatura nacional, ni de un autor en particular, por la repercusión que tenga en otros países. No hay más que recordar que, antes de la guerra civil, los dos narradores españoles con más presencia en el extranjero, debieron de ser Vicente Blasco Ibáñez y Armando Palacio Valdés, y que de algunas de sus obras llegarían a hacerse versiones cinematográficas. En el caso del primero, incluso en Hollywood (Los cuatro jinetes del Apocalipsis, 1921; Sangre y arena, 1922; y Mare nostrum, 1923) y con los actores más prestigiosos del momento, como Rodolfo Valentino y Greta Garbo. Ambos tuvieron entonces muchas más ventas que Valle- Inclán, y sin embargo, todo quedó en humo de pajas...; y mientras que al autor gallego seguimos leyéndolo, y viéndolo representado, sin que el valor de su obra pare de crecer, 2. Sobre el papel de la crítica, vid. la bibliografía que compuse con Rebeca Martín, ahora actualizada por Margarita Heredia, en el volumen coordinado por esta última, Vila-Matas portátil. Un escritor ante la crítica, Candaya, Barcelona, 2007, pp. 445-474; y la dedicada a Javier Marías, “Para una bibliografía de Javier Marías”, Foro Hispánico, 20, septiembre del 2001, pp. 135-157, realizada en colaboración con Sandra Hurtado e Inés Blanca. Creo que un resultado no muy distinto daría la bibliografía (no existe, que yo sepa), sobre Rafael Chirbes. a los entonces triunfadores apenas les prestamos ya atención, aunque Blasco Ibáñez no sea, ni mucho menos, un autor desdeñable (3). Tampoco habría que olvidar que sólo unas pocas décadas después, durante los años sesenta, la prestigiosa Gallimard, por recomendación de Juan Goytisolo, traduciría a los narradores sociales españoles. En este caso con una repercusión muy modesta, aunque su efecto más grave sobre el conjunto de la narrativa española fuera quizá la escasez de versiones posteriores al francés, al menos durante un par de décadas, dadas las buenas intenciones pero la modesta entidad de aquella literatura. Quizás antes de hacer valoraciones de ningún tipo, ni emitir queja alguna, deberíamos de pensar en cómo recibimos en España –por ejemplo- a los escritores portugueses, holandeses o suecos. Lo que voy a contarles, según anuncio en el título, constituyen meras impresiones personales, subjetivas, aunque sustentadas en lecturas, conversaciones con profesores, traductores alemanes y españoles residentes en Alemania, a lo que debe sumarse mi propia observación personal, sobre todo en el habitual olfateo de librerías o en los distintos acontecimientos que se desarrollan en Berlín a lo largo del año, vinculados a la literatura. Debe entenderse, por tanto, como un trabajo de recepción literaria, pero también de política cultural. Berlín es una ciudad (no toda Alemania es como Berlín, en un sentido semejante a cuando se afirma que Nueva York no es los Estados Unidos) en donde la literatura, los libros, tienen una presencia relevante, ya que incluso en el canal de noticias del metro se recogen eventos culturales, literarios, frases memorables de escritores. Si nos echamos a andar por sus calles, con frecuencia encontramos placas que nos recuerdan que allí nació o vivió, en tales fechas, este o aquel escritor, casi como en ninguna otra ciudad que conozca. Las librerías nuevas, de viejo o de saldos, tienen asimismo una gran presencia, y es muy frecuente que los autores lean sus textos en las librerías de barrio, donde no es inusual la existencia de talleres de escritura o de clubs de lectura. Existe, además, una prestigiosa y céntrica Literatur Haus, en la Fasanen Straße, sin que falten en numerosos barrios las Volkshochshule (Centros de enseñanza para adultos), en las que –entre otras numerosas actividades- se fomentan esos mismos hábitos a precios muy asequibles para todos los bolsillos. Pero quizás el acontecimiento literario más importante a lo largo del año sea el Festival Internacional de Literatura que desde hace siete se celebra cada septiembre con la participación de escritores invitados procedentes de todo el mundo. En el último Festival, el del 2007, han predominado -en buena lógica- los escritores en catalán (la poeta Anna Aguilar-Amat, y de los prosistas Empar Moliner, Quim Monzó y Miquel de Palol), por lo que sólo había un autor español que escribiera en castellano, Carlos Castresana, aunque siento decir que para mí es un completo 3. Vid. Miguel García-Posada, “Ventas”, El País, 27 de noviembre de 1999. desconocido. Bueno, y Carmen Posadas, aunque en esta ocasión apareciera en calidad de uruguaya (aunque nació en Montevideo, reside desde hace muchos años en España). Y ningún escritor en gallego, asturiano (¿por qué no el excelente Xuan Bello?) o vasco. Si saltamos ahora a la Feria de Frankfurt dedicada este año a la cultura catalana, que no a la literatura, lo curioso del caso es que, después de la larga polémica sobre qué autores deberían acudir a la Feria, si sólo los que escriben en catalán, o también los escritores catalanes que escriben en castellano, como parecía lógico y natural, dado que la invitada era la cultura catalana, según decimos y ha recalcado en numerosas ocasiones el director de la Feria, no he visto una sola librería en Berlín en donde los escritores catalanes, escribieran en la lengua que escribieran, traducidos al alemán, no aparecieran juntos, sin distinción alguna. Así, Mercé Rodoreda y Quim Monzó, junto a Juan Marsé y Javier Cercas. Quizá la nota chusca, como no podía ser menos, la haya puesto el cínico Baltasar Porcel, al presumir en Berlín de que en el fondo nada importaba si la literatura catalana se vendía o no, ya que la Generalitat subvencionaba las traducciones y compraba las tiradas, según había ocurrido con una novela suya editada por una universidad norteamericana.