Cuaderno De Historia Militar
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CUADERNO DE HISTORIA MILITAR Nº 4 DEPARTAMENTO DE HISTORIA MILITAR DICIEMBRE DE 2008 Impreso en los Talleres del Instituto Geográfico Militar. Las colaboraciones y opiniones en ella vertidas son de exclusiva responsa- bilidad de sus autores y no representan necesariamente el pensamiento ni la doctrina institucional. CUADERNO DE HISTORIA MILITAR INDICE CUADERNO HISTORIA MILITAR Nº 4 MEMORIA DEL TENIENTE DEL BATALLÓN QUILLOTA Enrique Vicencio ......................................................................................................................... 5 DIARIO DE CAMPAÑA DE UN CIRUJANO DE AMBULANCIA Víctor Körner Andwandter ......................................................................................................... 23 MOVILIZACIÓN DE SAN FERNANDO EN LA GUERRA DEL PACÍFICO (1879-1884). La Ruta del Regimiento Colchagua y del Batallón San Fernando Camilo Osorio Gálvez ................................................................................................................ 73 APUNTES DE UN VIAJE AL PERÚ DURANTE LA OCUPACIÓN CHILENA J. Domingo Amunátegui R. ........................................................................................................ 123 TODA LA VERDAD ACERCA DE LUIS CRUZ MARTÍNEZ, UNO DE LOS HÉROES DEL COMBATE DE LA CONCEPCIÓN Mario Soro Cruz ........................................................................................................................ 149 3 CUADERNO DE HISTORIA MILITAR MEMORIA DEL TENIENTE DEL BATALLÓN QUILLOTA1 Enrique Vicencio2 Agosto 16 de 1880.– Hoy día por segunda vez se tocó llamada a los soldados del batallón Qui- llota, por la banda del regimiento Valparaíso, siendo tal el entusiasmo de toda la población que parecían todos dispuestos, hombres y mujeres a ser enrolados en el cuerpo. A las 3 p.m. ya el cuartel ofrecía el espectáculo más interesante, ocupado sus patios por todos sus hijos que venían ansiosos por ofrecer su brazo para la defensa de su querida patria. No menos de trescientos hombres, sanos y robustos, estaban ya dispuestos a sacrificarse en el campo de batalla; por representar al pueblo que les vio nacer. Inmediatamente de haber pasado lista, el señor N. Moran hizo uso de la palabra arengando a los soldados, con ese patriotismo que siempre le caracteriza, que la misión que como hombres y como chilenos tenían que cumplir era tan sagrada como la religión que profesaban; que todo el batallón sería compuesto de hombres de Quillota y su oficialidad, en su mayor parte, hijos del mismo pueblo. En seguida hizo uso de la palabra el simpático comandante del cuerpo señor José R. Echeverría, que antes de dar principio fue saludado por todos los que ocupaban el local, de una manera entusiasmadora con los gritos de ¡Viva el comandante! ¡Viva el ciudadano Echeverría! ¡Viva el batallón Quillota! en seguida, con esa bondad con que se ha hecho acreedor a toda consideración, dio a comprender a sus soldados que, al tomar el mando que tenía el honor de representar lo había impulsado el deseo de ir a Lima a conquistar para su pueblo las victorias a que ha sido siempre me- recedor, y desde luego pedía a sus soldados toda la voluntad de que pudieran disponer para que lo acompañaran hasta el fin de la jornada, con el bien entendido que la patria agradecida los cobijaría siempre bajo el árbol de la libertad y magnanimidad. Concluido su corto pero enternecedor discurso, fue nuevamente saludado con estrépito a los gritos de ¡Viva el comandante Echeverría!, etc. Hizo en seguida uso de la palabra el doctor Iglesias, con un ele- gantísimo discurso, en el que dio a comprender a los soldados el por qué de la espantosa guerra en que estábamos envueltos con Perú y Bolivia. Fue interrumpido a cada frase. Hablaron varios otros señores que también fueron muy aplaudidos. 1 Enrique Vicencio. Memoria Inédita del Teniente del Batallón Quillota don Enrique Vicencio, En: Organización y campaña a Lima del batallón movilizado Quillota. Segunda parte de miscelánea patriótica. Relación i servicios del expresado en la fecha comprendida de 1879 a 1882. Por Francisco A. Figueroa B. Santiago. Imprenta de “El Correo”. 1884. Págs. 196-217. Forma parte de las investigaciones y transcripción de Relatos de la Guerra del Pacífico de escasa difusión e inéditos. Trabajo encar- gado por el Departamento de Historia Militar del Ejército al profesor Sergio Villalobos y al licenciado Patricio Ibarra en el año 2006-2007. 2 Poca es la información que existe sobre el teniente Enrique Vicencio. En septiembre de 1880 se incorporó a la 3ª compañía del batallón movilizado Quillota y participó en la campaña de Lima. Durante su estancia en las filas del batallón Quillota destacó por la ayuda que prestó al médico de aquel cuerpo merced a algunos conocimientos en medicina y farmacéutica. Pereció en marzo de 1881 a raíz de las heridas recibidas durante la batalla de Miraflores, a la cuadra de Arica, cuando volvía a Chile junto con su unidad. 5 MEMORIA DEL TENIENTE DEL BATALLÓN QUILLOTA A las 3 p.m. se procedió a nombrar la guardia que debía custodiar el ya cuartel del “batallón Qui- llota”. Para el efecto se pidió al cuerpo de policía el uniforme necesario con su respectivo armamento, consistiendo estos en unas casacas de paño tejido con polillas; morriones que en otro tiempo fueron forrados con paño y que la mano destructora del descuido se había encargado de conservarlos. Con este uniforme, el antiguo fusil de fulminante con sus fornituras de un color indefinible y los pantalones propios del soldado, ya a cuadros o bien de bayeta, daban al centinela el aspecto de esos viejos soldados franceses que ellos mismos caricaturan, pero su gravedad y apostura como custodia o centinela era por demás militar y respetuosa, cuanto se necesitaba para el acto. Cubrió la guardia el oficial Subteniente señor Abel Arredondo. Mientras tanto, a la puerta del cuartel se aglomeraban confusamente los deudos, madres, hermanas, esposas, hijas o hijos, clamando por sus esposos, hermanos o padres. Otras, con me- jores ánimos de patriotismo que las primeras, esperaban ansiosas la hora de fajina para proporcionar a los de su familia el alimento necesario que conducían en sus respectivas ollitas. Otras llegaban también con sus colchoncitos, frazadas o algún otro abrigo, a medida de sus fuerzas, para que sus parientes o allegados combatieran el frío de la noche. El que estuvo presente en esos momentos pudo comprender el valor de cuanto encerraban esos cuidados, atenciones y cariñosos desvelos para con ese puñado de valientes rotos que principiaban a probar las consecuencias y privaciones en sólo la primera noche de acuartelamiento. A las 7 p.m. el entusiasmo de la tropa era el mismo, con raras excepciones, pues había algunos que principiaron por protestar de las malas camas, del poco cuidado para con ellos, en fin, pro- testas absurdas hijas de la más supina ignorancia. A las 8 p.m. entraron varios señores con el objeto de hacer uso de la palabra. Habló el señor Diego Vial, Nicanor Cabrera, doctor Iglesias y el cura párroco señor Gálvez, a quienes aplaudieron frenéticamente durante todos los instantes que de ella hicieron uso. A las 9 ya todo estaba en calma y el corneta con su vibrante voz hacía conocer a sus soldados que la hora del silencio había llegado. Cada cual se arrolló lo mejor que pudo y con lo que pudo para pasar la noche de un sueño. Día 16.– A las 4 a.m. el toque de diana anunciaba a los voluntarios quillotanos que ya la hora del trabajo presto principiaría, dando preferencia a todo, el aseo y compostura de cada cual. A las 9 a.m. por primera vez se les repartió el correspondiente diario para su almuerzo, guardándolos aquellos para quienes sus interesados les traían su ración de almuerzo. En seguida se dio principio al relevo de guardia, acto por demás original, pero disculpable. Cada uno de los guardias salientes se despojaba de su raído uniforme y mejor morrón para cederlo al entrante; si estas prendas quedaban al último grandes o estre- chas no importaba, la figura siempre causaba risa, pero infundía respeto por el carácter que investía. A la 1 p.m. se tocó llamada para proceder a la revista de comisario, la que tuvo lugar inmediatamente después. El resto de la tarde se ocupó en filiar voluntarios y dar algunos de baja, tanto por reclamados, cuanto por inutilidad física. Día 17.– Se recibieron unas cuantas solicitudes para oficiales del batallón y se filió a más de cin- cuenta individuos voluntarios. El resto de la tarde se ocupó disciplinando la gente con posiciones de re- clutas, marchas y flancos. 6 CUADERNO DE HISTORIA MILITAR Día 18.– El uniforme para la tropa ha llegado, no se conoce aún, pero el entusiasmo de aquella es envidiable. Los voluntarios aumentan y dados de baja y reclamados también, pero en corto número. Ejer- cicios como los otros días. Día 19.– Hoy se dio principio al reparto de uniforme para la tropa, consistiendo estos en un kepí de brin, blusa de paño, camisa, poncho, pantalones de diablo fuerte y botas, presentando aquella un bonito aspecto con su cambio. Ejecutaron ejercicios con más desenvoltura y aire; el gusto por el servicio ha au- mentado en toda la fila uniformada: están contentos. Voluntarios siempre filiándose. Reclamos y bajas, como otros días algunos. Día 20.– Continúan uniformándose las compañías restantes. En lo demás como los días anteriores: ningún suceso que mencionar. Día 21.– Como los días anteriores: voluntarios, reclamos y bajas. Ejercicios en la plaza. Día 22.– Después de la Diana alistándose para ir a misa uniformados por primera vez. El número de ellos asciende