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Bulletin de l'Institut français d'études andines

36 (2) | 2007 Varia

Edición electrónica URL: http://journals.openedition.org/bifea/3778 DOI: 10.4000/bifea.3778 ISSN: 2076-5827

Editor Institut Français d'Études Andines

Edición impresa Fecha de publicación: 1 agosto 2007 ISSN: 0303-7495

Referencia electrónica Bulletin de l'Institut français d'études andines, 36 (2) | 2007 [En línea], Publicado el 01 febrero 2008, consultado el 08 diciembre 2020. URL : http://journals.openedition.org/bifea/3778 ; DOI : https:// doi.org/10.4000/bifea.3778

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IFEA Bulletin de l’Institut Français d’Études Andines / 2007, 36 (2): 175-197 El registro de (Aves: Pelecaniformes) y la avifauna neógena del Pacífico sudeste

El registro de Pelagornithidae (Aves: Pelecaniformes) y la avifauna neógena del Pacífico sudeste

Martín Chávez* Marcelo Stucchi** Mario Urbina***

Resumen

Se examina el registro neógeno de la extinta familia Pelagornithidae en las Formaciones Pisco (Perú) y Bahía Inglesa (Chile) en la costa pacífica de América del Sur. Se reportan nuevos especímenes pertenecientes al género , procedentes de los niveles Sacaco y Aguada de Lomas de la Formación Pisco, y del nivel fosfático de la Formación Bahía Inglesa. Asimismo se presentan elementos craneales y postcraneales de género indeterminado del nivel Montemar de la Formación Pisco y de la base de la misma, límite entre el nivel Cerro la Bruja y la Formación Chilcatay. Se compara el presente registro con los últimos antecedentes conocidos para la familia en el hemisferio sur. Se discute la problemática taxonómica del grupo y la correcta asignación de elementos fósiles a la familia. Se comenta sobre el actual conocimiento de la avifauna neógena dentro del área de estudio.

Palabras clave: Pelagornithidae, Formación Pisco, Formación Bahía Inglesa, neógeno

* Instituto de Zoología, Universidad Austral (Valdivia, Chile). E-mail: [email protected] ** Asociación para la Investigación y Conservación de la Biodiversidad (AICB, Perú). Becario del Instituto Francés de Estudios Andinos IFEA (2005; Lima, Perú). E-mail: [email protected] *** Departamento de Paleontología de Vertebrados. Museo de Historia Natural de la Universidad de San Marcos (Lima, Perú). E-mail: [email protected]

175 Martín Chávez, Marcelo Stucchi, Mario Urbina

Le registre de Pelagornithidae (Oiseaux : Pelecaniformes) et l’avifaune néogène du Sud-est Pacifique

Résumé

Cet article examine le registre néogène de la famille éteinte Pelagornithidae des Formations Pisco (Pérou) et Bahía Inglesa (Chili) sur la côte pacifique de l’Amérique du Sud. De nouveaux spécimens appartenant au genre Pelagornis des niveaux Sacaco et Aguada de Lomas de la Formation Pisco et du niveau phosphatique de la Formation Bahía Inglesa sont signalés. De même, on présente des éléments crâniens et postcrâniens d’un genre indéterminé du niveau Montemar de la Formation Pisco et de la base de cette dernière, à la limite du niveau Cerro La Bruja et de la Formation Chilcatay. On compare le présent registre avec les connaissances précédentes pour la famille dans l’hémisphère sud. On discute la problématique taxonomique du groupe et la bonne assignation des éléments fossiles à la famille. Finalement, la connaissance actuelle de l’avifaune néogène dans le secteur d’étude est commentée.

Mots clés : Pelagornithidae, Formation Pisco, Formation Bahia Inglesa, néogène

The record of Pelagorninthidae (Aves: Pelecaniformes) and the avifauna of the southeast Pacific

Abstract

The Neogene record of the extinct family Pelagornithidae is examined in the () and Bahia Inglesa (Chile) Formations along the Pacific coast of South America. New specimens belonging to the Pelagornis are reported; these come from the Sacaco and Aguada de Lomas levels of the Pisco Formation and from the phosphatic level of the Bahia Inglesa Formation. In addition new cranial and postcranial elements of uncertain genus are discussed from the Montemar level of the Pisco Formation and the base of the same Formation at the limit of the Cerro la Bruja level and the Chilcatay Formation. The present record is compared with previously known antecedents for the family in the southern hemisphere. The taxonomic problems of the group and the correct assignment of fossil elements to the family are discussed. The current knowledge of the Neogene avian record with in the study area is commented upon.

Key words: Pelagornithidae, Pisco Formation, Bahia Inglesa Formation, Neogene

INTRODUCCIÓN

La familia Pelagornithidae (Furbringer, 1888) es un grupo extinto de aves marinas, que se desarrolló del Paleoceno tardío al Plioceno, y se consideran claramente cosmopolitas (Olson, 1985). Su rasgo más conspicuo es la existencia de numerosas proyecciones óseas a modo de dientes a lo largo de las tomias. Alcanzaban grandes envergaduras y poseían una extrema pneumatización en sus huesos, lo que dificulta su buena preservación. Los ejemplares más completos se han conservado de modo bidimensional, dificultando su análisis. Igualmente, la taxonomía del grupo es muy incierta, considerándose por lo general una única familia en el suborden Odontopterygia (Spulski, 1910), dentro del orden Pelecaniformes (Olson, 1985); aunque recientemente se ha propuesto una mayor afinidad con los (Bourdon, 2005).

176 El registro de Pelagornithidae (Aves: Pelecaniformes) y la avifauna neógena del Pacífico sudeste

El registro de la familia en el hemisferio sur está restringido a cuatro localidades. En el Atlántico sudeste se conocen restos de dos especies de afinidad desconocida asignadas al Eoceno de la Isla Seymour, Antártida (Tonni & Cione, 1978; Tonni, 1980; Tonni & Tambussi, 1985). En el Pacífico sudoeste existen tres registros procedentes de Nueva Zelanda: Pelagornis miocaenus (Lartet, 1857) del Mioceno de Canterbury (Scarlett, 1972; Harrison & Walker, 1976), Pseudodontornis stirtoni (Howard & Warter, 1969) del Plioceno de Waitotaran y elementos de una especie indeterminada del Plioceno de Hawera y Canterbury (Mc Kee, 1985; Fordyce, 1991). En el Pacífico sudeste se conocen dos localidades neógenas en la costa de América del Sur que corresponden a la Formación Pisco (centro sur del Perú) y la Formación Bahía Inglesa (norte de Chile) (Chávez & Stucchi, 2002). Solo recientemente se ha descrito la presencia de la familia en el extremo norte de América del Sur, en el Mioceno de Venezuela (Rincón & Stucchi, 2005). En el Perú, los primeros reportes de la familia Pelagornithidae son mencionados por Muizon & DeVries (1985) sobre la base de materiales procedentes del Mioceno de la Formación Pisco. Posteriormente, dichos materiales son asignados como Pelagornis sp. por Cheneval (1993). Corresponden a un extremo proximal de húmero derecho y una epífisis proximal de un metacarpo, los cuales se encuentran depositados en el Museo Nacional de Historia Natural de París (Francia). Los primeros restos asignables a esta familia en Chile corresponden a la primera falange alar del segundo dígito izquierdo y dos tarsometatarsos derechos (Walsh, 2000; Walsh & Hume, 2001), ambos procedentes de la Formación Bahía Inglesa. Adicionalmente, se ha mencionado un posible coracoide derecho atribuido tentativamente a la familia (Walsh, 2000). Los especímenes mencionados se encuentran depositados en la colección de la Universidad de Portsmouth (Inglaterra).

1. MATERIAL Y MÉTODO

El objetivo del presente trabajo es estudiar el material atribuido a la familia Pelagornithidae depositado en la colección del Departamento de Paleontología de Vertebrados del Museo de Historia Natural de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UMSM) —Lima, Perú— y en el Museo Paleontológico de Caldera (MPC) —Atacama, Chile—. No fue posible la comparación directa con elementos depositados en otras colecciones. Parte de los presentes materiales han sido reportados previamente por los autores (Chávez, 2001; 2005a; Chávez & Stucchi, 2002). Se adopta el criterio sistemático de Olson (1985). Se sigue la nomenclatura osteológica en español equivalente a la presentada por Howard (1980) y se expresan las medidas en milímetros, tomadas con un calibre Vernier de 0,01 mm de incremento. Las edades asignadas para los niveles de la Formación Pisco, está basadas en Muizon & DeVries (1985) y Marocco & Muizon (1988). Las edades asignadas para la Formación Bahía Inglesa, están basadas en Achurra (2004).

2. GEOLOGÍA Y FAUNA DESCRITA

La Formación Pisco corresponde a la unidad más rica en vertebrados marinos del Neógeno sudamericano. Aflora en la costa sur del Perú desde Pisco y hasta el norte de Yauca, extendiéndose 50 km tierra adentro en Nazca e Ica. Está representada por diatomitas y areniscas con conglomerados. Muizon & DeVries (1985) establecen siete localidades fosilíferas donde se ha establecido niveles específicos de la Formación, incluyendo Sacaco y Sacaco Sur (Plioceno temprano), Montemar (Mioceno tardío-Plioceno temprano), Aguada de Lomas y El Jahuay (Mioceno tardío) y Cerro La Bruja (Mioceno medio); además, en los últimos años se han identificado al menos dos nuevas localidades: Lomas y Yauca con edades aproximadas a 10 y 2 millones de años (Ma) respectivamente (Stucchi, 2003).

177 Martín Chávez, Marcelo Stucchi, Mario Urbina Los mapas señalan la distribución de la Formación Pisco (izquierda) y de los depósitos neógenos de la costa de Caldea, incluyendo la Formación Bahía Inglesa (derecha) (izquierda) y de los depósitos neógenos la costa Caldea, incluyendo Formación Pisco Los mapas señalan la distribución de Formación Figura 1 – Ubicación de las localidades fosilíferas portadoras de Pelagornithidae en el Pacífico sudeste en el Pacífico 1 – Ubicación de las localidades fosilíferas portadoras Pelagornithidae Figura

178 El registro de Pelagornithidae (Aves: Pelecaniformes) y la avifauna neógena del Pacífico sudeste

Existe un amplio rango de condiciones de depositación a lo largo de la columna, incluyendo playas agitadas, poco agitadas y arrecifes que han influido profundamente en las condiciones de conservación de los vertebrados de cada localidad (Marocco & Muizon 1988). Se han sugerido condiciones de playas poco agitadas para las localidades Sacaco, Montemar y Cerro La Bruja; mientras que la localidad de Lomas correspondería a playas agitadas. El estudio de los vertebrados en la Formación ha mostrado la existencia de numerosos mamíferos marinos (Muizon, 1981; Muizon & McDonald, 1995; Muizon et al., 2002), junto con peces, reptiles y aves (Muizon & DeVries, 1985; Stucchi, 2002; 2003). En el caso de las aves se conoce un total de 25 registros en 11 familias: Procellariidae (Boie, 1826); Diomedeidae (Gray, 1840); Spheniscidae (Bonaparte, 1831); Laridae (Rafinesque, 1815); Scolopacidae (Rafinesque, 1815); Vulturidae (Illiger, 1811); Ciconiidae (Gray, 1840); Phalacrocoracidae (Bonaparte, 1853); Sulidae (Reichenbach, 1849); Pelecanidae (Sharpe, 1891) y Pelagornithidae (Fürbringer, 1888) (Stucchi & Urbina, 2005a). En Chile, la localidad de Los Dedos (27° 00’ S, 70° 45’ W a 28° 00’ S, 71° 00’ W) en las inmediaciones de la mina La Fosforita, en las proximidades de Bahía Inglesa (provincia de Copiapó, región de Atacama), es el afloramiento más importante de la Formación Bahía Inglesa y la más rica en aves fósiles de Chile (Chávez, 2005b). Esta unidad está representada por coquinas, areniscas y fangolitas, intercaladas con fosforitas y cenizas retrabajadas (Marchant et al., 2000). Los sedimentos fosfatados son particularmente ricos en fósiles de vertebrados marinos, cuyos huesos se acumulan localmente formando una cama de huesos (bonebed) (Walsh & Hume, 2001). Estudios micropaleontológicos asignan una edad Mioceno medio a Plioceno Inferior para la unidad, sugiriendo ambientes marinos sublitorales a neríticos, junto con fuertes fluctuaciones en las condiciones climáticas con aguas subantárticas a cálidas (Marchant et al., 2000). Recientemente, la edad del techo de la Formación ha sido extendida hasta el Plioceno tardío (Achurra, 2004). Los estudios paleontológicos en la Formación han revelado una gran variedad de vertebrados (Suárez & Marquardt, 2003; Suárez et al., 2002) e invertebrados (Guzmán et al., 2000). En el caso de las aves, se conoce un total de 16 registros en seis familias: Procellariidae, Diomedeidae, Spheniscidae, Phalacrocoracidae, Sulidae y Pelagornithidae (Chávez, 2005b). Es oportuno mencionar que dadas las condiciones de depositación observadas en esta unidad, es usual hallar los especímenes inmersos en la matriz fosfática, lo cual dificulta la limpieza y preparación de las piezas dada su extrema dureza. En algunos de los especímenes aquí descritos es posible hallar fragmentos de fauna directamente asociada en la matriz. En el espécimen MPC 1001, se distinguen fragmentos óseos de mamíferos marinos, mientras que en MPC 1003 se observa un diente de Isurus oxyrhynchus. Un tratamiento más extenso de la geología de ambas áreas puede hallarse en Muizon & DeVries (1985), Marocco & Muizon (1988) y Achurra (2004).

3. RESULTADOS

3. 1. Sistemática paleontológica

Orden Pelecaniformes Sh a r p e , 1891 Suborden ODONTOPTERYGIA Sp u l s k i ,1910 Familia PELAGORNITIDAE Fu r b r i n g e r , 1888 Género PELAGORNIS La r t e t , 1857

Especie tipo Pelagornis miocaenus La r t e t , 1857

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3. 1. 1. Distribución estratigráfica y geográfica Mioceno medio; de la Molasse Coquillière marine, Armagnac, Francia; material referido en las Molasse de Léognan, Deognan, Francia (Mioceno medio); y en Waiauan, Canterbury, Nueva Zelanda (Mioceno medio-tardío) (Harrison & Walker, 1976).

3. 1. 2. Diagnosis Húmero muy grande y delgado con eje recto. Extremo proximal estrecho y anteroposteriormente aplanado. La tuberosidad externa se extiende próximalmente más allá de la cabeza proximal, y se encuentra anconalmente desviada. Cabeza proximal pequeña y palmarmente inflada. El surco ligamental está bien definido. Fosa capital muy ancha y baja. La cavidad anconal es profunda y expandida desde la tuberosidad externa, formando junto con las otras socavaciones de la cabeza proximal una cadena distal, con la curvatura interna marcada, sobre la superficie anconal. La tuberosidad interna es grande y anconalmente prominente. No posee foramen neumático. La superficie bicipital es estrecha y está distalmente elongada, con una pequeña protuberancia redondeada en el extremo distal. La marca del M. brachialis anticus es muy alongada y pobremente definida. La prominencia ectepicondilar es grande. Cicatriz de anclaje profunda y anconal al entepicóndilo. La fosa olecranal es muy pequeña (según Harrison & Walker, 1976).

3. 2. Pelagornis sp. (fig. 2)

3. 2. 1. Material referido MUSM 209, húmero izquierdo con eje fragmentado y extremos conservados; MUSM 265, húmero derecho con eje fragmentado y extremo proximal conservado. Colectados por Mario Urbina en 1998. MPC 1000, extremo proximal de húmero derecho en matriz, carente de superficie palmar del eje. Colectado por Ricardo Chávez en 1999.

3. 2. 2. Procedencia geográfica MUSM 209, localidad fosilífera de Sacaco, departamento de Arequipa, Perú. MUSM 265, localidad fosilífera de Lomas, departamento de Arequipa, Perú. MPC 1000, localidad fosilífera de Los Dedos, Mina La Fosforita, Bahía Inglesa, región de Atacama (Chile).

3. 2. 3. Procedencia estratigráfica MUSM 209, nivel Sacaco de la Formación Pisco, Plioceno temprano (3,9-3 Ma). MUSM 265, localidad de Lomas de la Formación Pisco, Mioceno tardío (ca. 10 Ma). MPC 1000, nivel fosfático (bonebed) de la Formación Bahía Inglesa (Mioceno medio).

3. 2. 4. Descripción Húmero muy grande y delgado. Eje ligeramente curvado en sentido medial, acentuado en MUSM 209 por efecto de la compresión. Extremo proximal estrecho de bordes triangulares y faceta superior suavemente trilobulada (secuencia tuberosidad externa —cabeza— tuberosidad interna). Anteroposteriormente aplanado. La tuberosidad externa es amplia y anconalmente prominente. Su tamaño es menor al de la cabeza proximal, la cual es grande y palmarmente inflada. Palmarmente, el surco ligamental está bien definido, siendo más ancho al nivel de la tuberosidad interna que de la cabeza. Surco capital bajo y poco definido. Cavidad anconal baja, limitada proximalmente por la tuberosidad externa, la cabeza proximal y la tuberosidad interna, iniciándose bajo la concavidad formada por la tuberosidad externa y seguida por el margen convexo de la cabeza. La faceta interna y la superficie anconal de la tuberosidad interna están

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Figura 2 – Pelagornis sp. MUSM 209, húmero izquierdo —extremo proximal— A. palmar B. anconal C. palmar D. anconal. MUSM 666, extremo proximal de húmero derecho E. proximal (extremo distal) F. proximal G. anconal H. palmar, MPC 1 000, extremo proximal de húmero derecho I. palmar Abreviaturas: c. cabeza proximal; c.d. cresta deltoides; c.e. cóndilo externo; c. i. cóndilo interno; t.e. tuberosidad externa; t.i. tuberosidad interna. Escala: 5 cm

181 Martín Chávez, Marcelo Stucchi, Mario Urbina erosionadas en el espécimen MUSM 209. El área de la tuberosidad interna y su superficie anconal y palmar están erosionados y fragmentados en MUSM 265. Base de la tuberosidad interna amplia y expandida, suavemente prominente en sentido anconal en MUSM 209. Tuberosidad interna grande, anconalmente prominente y de facetas rectas en MPC 1000. Fosa pneumática ausente. Superficie bicipital amplia próximalmente y angostándose progresivamente en dirección distal, con prominencia redondeada hacia el extremo distal. La superficie bicipital se ha perdido en el espécimen MPC 1000. La cresta deltoides está desgastada en los especímenes MUSM 209, MUSM 265 y MPC 1000, observándose una base delgada, baja y de borde recto. La superficie interna de la cara anconal se observa fuertemente pneumatizada y vascularizada en MPC 1000. Extremo distal estrecho conservado solo en MUSM 209. Marca del brachialis anticus en la depresión braquial, elongada y poco definida. Prominencia ectepicondilar grande. Cóndilos distales prominentes y bien definidos. La superficie intercondilar es regular. Ectepicóndilo grande, de superficie redondeada. Fosa olecranal pequeña. Marca para el ligamento articular anterior muy reducida. El área entre ésta y el cóndilo interno está fuertemente deprimida —ver las medidas en el cuadro 1—.

3. 2. 5. Comentarios A pesar de provenir de diferentes niveles de la Formación Pisco, ambos materiales son muy semejantes existiendo solo ligeras diferencias en el tamaño. MUSM 209 y 265 presentan medidas mayores que las descritas para Pelagornis miocaenus, mientras que MPC 1000 es intermedio entre esta especies y MUSM 209 y 265 (ver cuadro 1). No se reconocen diferencias significativas respecto a la diagnosis ofrecida (Harrison & Walker, 1976).

Cuadro 1 – Medidas de los húmeros Se presentan además las medidas ofrecidas por Harrison & Walker (1976) para Pelagornis miocaenus (medidas expresadas en milímetros)

MUSM musm musm mpc Pelagonis 209 265 666 1000 miocaenus Ancho máximo interno-externo 70,1 70,0 60,5 65,3 61,5 Ancho máximo palmar-anconal 30,4 26,6 19,4 - - Grosor anteroposterior de 26,9 28,7 19,3 - 21,2 la cabeza Ancho anconal de la cabeza - 25,8 17,4 - - Ancho palmar de la cabeza 34,6 26,2 - 28,1 - Distancia anconal entre la 42,7 47,5 41,1 36,1 - tuberosidad externa y la cabeza Ancho proximal del Lassitum 23,5 20,1 - - - dorsi posterioris Ancho anteroposterior del 53,3 - - - 37,6 condilo interno Ancho anteroposterior del 18,8 25,1 - - 32,5 condilo externo

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3. 3. Pelagornithidae indet. cf. Pelagornis (figs. 3-4)

3. 2. 1. Material referido MPC 1001, porción anterior del rostro incompleto en matriz; MPC 1002, fragmento posterior del premaxilar derecho en matriz; ambos asociados. MPC 1003, porción superior del neurocráneo en matriz; MPC 1004, extremo proximal de izquierda; MPC 1005, MPC 1006, vértebras cervicales aisladas. Colectados por Martín Chávez (MPC 1001, 1002, 1006), Fernando Suárez (MPC 1003) y Manuel Flores (MPC 1004, 1005) entre 2000 y 2002.

3. 2. 2. Procedencia geográfica MPC 1001, 1002, 1003, 1004, 1005; localidad fosilífera de Los Dedos, Mina La Fosforita, Bahía Inglesa, región de Atacama, Chile. MPC 1006; quebrada del río Copiapó, interior de Puerto Viejo, región de Atacama, Chile.

3. 2. 3. Procedencia estatigráfica MPC 1001, 1002, 1003, 1004, 1005; nivel fosfático (bonebed) de la Formación Bahía Inglesa, Mioceno medio. MPC 1006; colectado como rodado, posiblemente nivel de areniscas, Mioceno medio (¿?).

3. 2. 4. Descripción MPC 1001, rostrum bajo y ancho, de corte transversal triangular y culmen fuertemente marcado. Se ensancha hacia el extremo posterior y se halla levemente curvado ventralmente. Los surcos laterales están sumamente marcados, paralelos al culmen y convergentes respecto a las tomias en el extremo anterior. En la parte anterior del fragmento el surco se encuentra en el cuarto inferior de la distancia entre el culmen y la tomia. La región palatar no es visible por el sedimento. No existe expansión palatar del rostro en la sección transversal. Las proyecciones tomiales son verticales, aplanadas e irregulares en su altura. Se observan cinco proyecciones principales, intercaladas por tres accesorias de tamaño considerablemente menos. No se distingue un patrón en las proyecciones. Su altura y separación aparecen en el cuadro 2. Una rotura en la parte posterior de la tomia derecha muestra claramente la neumatización extrema del rostro y los finos puntales de las paredes óseas. MPC 1002, fragmento posterior de premaxilar Figura 3 – Pelagornithidae indet. cf. Pelagornis MPC 1001, porción derecho. Presenta un surco lateral profundo anterior del rostro. que formando una «V» invertida y ensanchada A. dorsal; B. lateral derecho. MPC 1002, fragmento posterior del en su vértice hacia la región posterior. premaxilar derecho; C. lateral derecho. MPC 1003, región frontal parcial; D. dorsal; E. lateral izquierdo. Escala 5 cm

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Figura 4 – Pelagornithidae indet. cf. Pelagornis MPC 1004, extremo proximal de ulna izquierda A. interno; B. anconal; C. palmar; D. proximal. MPC 1005, vértebra cervical posterior; E. lateral izquierdo; F. dorsal; G. ventral; H. craneal; I. caudal. MPC 1006, cuerpo parcial de vértebra cervical posterior; J. dorsal; K. ventral; L. craneal. Abreviaturas: ct.e. cótilo externo; ct.i. cótilo interno; o. olécranon. Escala 5 cm

Inmediatamente encima del vértice se observa una leve depresión. Las proyecciones tomiales se asemejan a las del rostro MPC 1001, presentando también las pequeñas proyecciones accesorias, observándose un total de trece proyecciones, de las cuales ocho son claramente visibles. No se distingue un patrón en las proyecciones. Su altura y separación aparecen en el cuadro 2. Las paredes óseas, a su vez, se encuentran vascularizadas. MPC 1003, frontales posteriormente comprimidos y redondeados, con suave depresión mediodorsal. Sutura frontoparietal conspicua y adelantada, a la altura de los procesos postorbitales, convexa en sentido caudal y lateralmente deprimida. Proceso postorbital corto, amplio y marcado. Reborde supraorbitario liso. MPC 1004, extremo de ulna muy grande. Superficie palmar del eje aplanada y parcialmente cubierta por sedimentos. Impresión del músculo brachialis anticus proximalmente profunda. Línea intermuscular fuertemente marcada e internamente desviada. Superficie articular con margen palmar cóncavo y margen anconal convexo. Cótilo interno en forma de «D», mayor al cótilo externo, con margen interno ligeramente cóncavo y margen palmar marcadamente convexo. Cótilo externo lateralmente prominente con margen externo suavemente convexo. Área intercotilar palmarmente comprimida y anconalmente expandida. Prominencia para el ligamento anterior articular muy expandida y lateralizada. La impresión bicipital y la depresión radial proximal no son visibles por el sedimento. Olécranon marcado, anconalmente prominente y con dirección interna. En vista anconal, eje olecranal fuertemente marcado. Depresión humeoulnar amplia. Marca tricipital parcialmente cubierta por sedimento, sin embargo, se observa fuertemente marcada.

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Cuadro 2 – Medidas de las proyecciones tomiales (pseudodientes) de los especímenes aquí descritos La numeración de las proyecciones se ilustra en la figura 5. Medidas expresadas en milímetros

MPC MPC MUSM 210A Pseudodientes 1001 1002 A B C Largo total del 108,6 98,3 65,2 77,1 30,1 fragmento Altura 6,1 4,5 7,0 8,7 6,0 1 Ancho 4,6 5,6 4,3 4,9 3,7 base Altura 1,2 9,0 4,6 - - 2 Ancho 1,7 1,4 2,4 3,0 - base Altura 6,6 2,3 5,7 5,7 - 3 Ancho 7,1 3,3 3,4 3,0 - base Altura 1,9 7,0 - - - 4 Ancho 2,5 8,0 - - - base Altura 3,8 8,1 - - - 5 Ancho 4,8 7,0 - - - base Altura - 2,7 - - - 6 Ancho - 2,1 - - - base Altura - 6,5 - - - 7 Ancho - 4,4 - - - base Altura - - - - - 8 Ancho - 2,8 - - - base Distancia entre 1 y 2 7,0 3,7 16,5 17,3 - Distancia entre 2 y 3 9,0 5,8 17,4 18,2 - Distancia entre 3 y 4 8,2 5,7 - - - Distancia entre 4 y 5 11,6 5,0 - - - Distancia entre 5 y 6 - 6,4 - - - Distancia entre 6 y 7 - 8,2 - - -

185 Martín Chávez, Marcelo Stucchi, Mario Urbina

Vértebras cervicales muy grandes. MPC 1005, centro heterocélico dorsoventralmente comprimido, fuertemente cóncavo ventralmente, con superficie articular anterior amplia y mayor que la superficie articular posterior. Canal neural rellenado por los sedimentos, dificultando su observación, particularmente en su vista anterior. Posteriormente se observa alto y en forma de óvalo. El arco neural se observa alto, estrecho y posteriorizado. Espina neural muy baja. Diapófisis altas y anteriormente dirigidas. Prezygapófisis amplia en la superficie dorsal de las diapófisis. Solo se conserva la base de las postzygapófisis, estrechas y cortas. Parapófisis bajas y redondeadas. Pleurapófisis posteriormente fragmentada, de superficies amplias y delgadas. MPC 1006, centro heterocélico dorsoventralmente comprimido, fuertemente vascularizado y carente de apófisis. Superficie dorsal cóncava. Superficie ventral parcialmente cubierta por sedimentos, observándose cóncava. Superficie articular anterior amplia y mayor que la superficie articular posterior.

3. 2. 5. Comentarios La naturaleza fragmentaria de los materiales hallados dificulta enormemente la verificación de las diagnosis conocidas para los géneros de la familia. Los materiales rostrales aquí descritos difieren de los descubiertos en el Perú, no sólo por el tamaño, sino que también en la morfología pseudodental. Las proyecciones son más numerosas y robustas que las observadas en MUSM 210A. Estos materiales han sido previamente asociados al género Pseudodontornis (Chávez & Stucchi, 2002) con base en las características de las proyecciones tomiales y la conformación de la región palatar del rostro; no obstante, en el presente se ha preferido utilizar un criterio más conservador a la espera de nuevos materiales. Los elementos postcraneales son mayores a los descritos como Pelagornithidae indet., coincidiendo en el rango de tamaño esperado para el género Pelagornis. Se evita la asignación estricta de los materiales a dicho género, dado el estado fragmentario de los especímenes y la inexistencia de materiales diagnósticos directamente asociados.

Figura 5 – Esquema de los elementos rostrales descritos en el presente texto Se numeran las proyecciones tomiales cuyas medidas se indican en el cuadro 2

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3. 3. Pelagornithidae gen. et sp. indet. (fig. 6)

3. 3. 1. Material referido MUSM 210, fragmentos rostrales (MUSM 210A) y asociados (MUSM 210B). Colectados por Mario Urbina en 1998. MUSM 666, extremo proximal (cabeza) de húmero derecho. MUSM 667, extremo proximal de ulna derecha y parte del eje. Colectados por Mario Urbina y Marcelo Stucchi en 2005.

3. 3. 2. Procedencia geográfica MUSM 210, localidad fosilífera de Montemar, departamento de Arequipa, Perú. MUSM 666 y 667, localidad fosilífera de Cerro La Bruja, departamento de Ica, Perú.

3. 3. 3. Procedencia estratigráfica MUSM 210, nivel Montemar de la Formación Pisco, Mioceno tardío-Plioceno temprano (6 Ma). MUSM 666 y 667, zona límite entre la Formación Pisco y la Formación Chilcatay, Mioceno medio (aproximadamente 15 Ma).

3. 3. 4. Descripción MUSM 210A, fragmentos rostrales muy delgados y bajos. No se conserva el culmen. La tomia está ligeramente curvada ventralmente. Los surcos laterales están bien definidos, paralelos a la tomia. No se conservan indicios de la región palatar. Las proyecciones tomiales son verticales, agudos, ligeramente cónicos, levemente irregulares en su altura y muy distanciados entre sí. La altura y separación de los pseudodientes aparecen en el cuadro 2. Las tomias están engrosadas respecto a la región más próxima al culmen. MUSM 210B, Atlas grande. Solo se conserva la región articular con el cóndilo occipital y parte de los arcos que forman el canal neural. El orificio para el proceso odontoide del axis es abierto y estrecho. La superficie articular anterior es amplia, cóncava y profunda en forma de «U». La superficie articular posterior es amplia y profunda en forma de «U», más amplia que en la superficie anterior, con borde inferior convexo. No se aprecia la hipapófisis por encontrarse erosionada la parte ventral de la vértebra. Figura 6 – Pelagornithidae indet. MUSM 210A, fragmentos rostrales MUSM 666, húmero derecho de dimensiones A. lateral. MUSM 210B, atlas; B. caudal; C. craneal. MUSM 666, menores a MUSM 209, MUSM 265 y extremo proximal de húmero derecho; D. anconal; E. palmar; ligeramente menores a MPC 1000. El extremo F. proximal. MUSM 667, extremo proximal de ulna derecha; proximal es estrecho y fuertemente aplanado G. externo; H. anconal; I. palmar. Abreviaturas: c. cabeza proximal; anteroposteriormente. La tuberosidad externa es ct.e. cótilo externo; ct.i. cótilo interno; o. olécranon; t.e. tuberosidad externa; t.i. tuberosidad interna. Escala 5 cm menor que la cabeza proximal y anconalmente

187 Martín Chávez, Marcelo Stucchi, Mario Urbina desviada. La cabeza proximal pequeña y palmarmente inflada, es menor que en MUSM 209, MUSM 265 y MPC 1000. El surco ligamental es ancho y poco definido. La cavidad anconal es poco profunda y expandida desde la tuberosidad externa, formando junto con las otras depresiones de la cabeza proximal una cadena distal, con la curvatura interna marcada, sobre la superficie anconal. La tuberosidad interna está mal conservada, observándose grande y fuertemente prominente en sentido anconal. Fosa pneumática baja. La superficie bicipital es estrecha y distalmente elongada, con una pequeña protuberancia redondeada en el extremo distal (ver medidas en el cuadro 1). MUSM 667, ulna derecha más grácil y de menor tamaño que MPC 1004, anteroposteriormente comprimida en la región media del eje. La superficie palmar del eje es aplanada. La impresión del músculo brachialis anticus está marcada y medial, la línea intermuscular suavemente marcada. El cótilo interno más profundo que el externo. El cótilo externo está fuertemente prominente palmarmente en dirección posterior. La prominencia para el ligamento anterior articular lateralizada es parcialmente conservada, la depresión radial proximal, fuertemente marcada. La depresión suave está debajo del cótilo interno. El olécranon está marcado, anconalmente más prominente que en MPC 1004 y con dirección interna. En vista anconal, el eje olecranal está marcado. La depresión humeroulnar es amplia.

3. 3. 5. Comentarios La separación y la forma de los dientes en MUSM 210A, es diferente de la observada en la mayoría de los materiales conocidos. El holotipo de Pseudodontornis longirostris (Lambrecht, 1930) presenta un patrón similar al observado en el material peruano, el que tras el hallazgo de nuevos especímenes se interpretó como ocasionado por la erosión de los dientes intermedios (Harrison & Walker, 1976), algo que no parece poder verificarse en el presente material. La morfología del atlas MUSM 210B, presenta gran similitud con Osteodontornis Howard, 1957 (Howard & White, 1962) de América del Norte. Se diferencia por presentar un orificio para el proceso odontoide abierto y una superficie articular posterior ligeramente más amplia. Se evita la asignación de MUSM 210 al género Osteodontornis por las diferencias en los elementos rostrales y la condición fragmentaria del espécimen. Los elementos apendiculares aquí incluidos son ligeramente más pequeños que los descritos como Pelagornis sp. La morfología general del húmero MUSM 666 concuerda con la diagnosis del género Pelagornis; no obstante la cabeza proximal es más pequeña y la tuberosidad interna es mucho más prominente en sentido anconal que en los especímenes aquí presentados. Se evita la asignación genérica fundamentalmente en virtud de la existencia de materiales de tamaño similar en los mismos niveles y el estado fragmentario del espécimen. La ulna MUSM 667 es menor que la MPC 1004, presentando además similitudes morfológicas generales. Sin embargo, la superficie palmar es más cóncava y el cótilo externo es más prominente al igual que el olécranon, pero menos que lo observado en especímenes referidos a los géneros Argillornis Owen, 1878 y Owen, 1873 (Harrison & Walker, 1976). Los elementos apendiculares aquí descritos sugieren la existencia de una segunda variedad de Pelagonithidae en la base de la Formación Pisco, de talla ligeramente menor a la observada en Pelagornis. No es posible realizar una asociación directa entre los materiales rostrales con los postcraneales, sin embargo son claramente distinguibles de los hallados en Chile hasta la fecha.

4. DISCUSIÓN

4. 1. Observaciones taxonómicas

La familia Pelagornithidae constituye uno de los clados más misteriosos del Terciario. En la actualidad, se conoce un mínimo de 36 registros de estas aves en los depósitos terciarios de

188 El registro de Pelagornithidae (Aves: Pelecaniformes) y la avifauna neógena del Pacífico sudeste todos los continentes. Un listado reciente de los materiales asignados a la familia puede revisarse en Warheit (2002). Son numerosos los intentos por establecer la correcta taxonomía de la familia. Una de las más extensas corresponde al trabajo de Harrison & Walker (1976), sin embargo, Olson (1985) desestima las conclusiones de este estudio, calificándolo de irreal. Es este mismo autor quien nos ofrece algunas de las aproximaciones más recientes a la taxonomía de la familia (Olson, 1985; Olson & Rasmussen, 2001), sugiriendo la imposibilidad de establecer una correcta clasificación de los Pelagornithidae en base al material conocido, incluso a nivel genérico. Esto se debe a la ausencia de ejemplares completos, conociéndose muy pocos especímenes que incluyan elementos craneales y postcraneales asociados, imposibilitando la asignación genérica de dichos materiales. Una sugerencia planteada por Olson & Rasmussen (2001) para la designación de los materiales hallados durante el Oligoceno tardío y el Neógeno en el Atlántico norte, es el uso del género más antiguo descrito en el área, Pelagornis, diferenciando especies solo en base a diferencias marcadas de tamaño. Una discusión sobre las limitaciones de la morfometría en la clasificación de aves fósiles es expuesta en Stucchi (2002; 2003) y Urbina & Stucchi (2005). Solo recientemente se han publicado estudios filogenéticos basados en especímenes asociados hallados en Marruecos (Paleoceno tardío-Eoceno temprano), los que revalidarían el uso del orden Odontopterygiformes para la familia (Bourdon, 2005). Adicionalmente, las publicaciones existentes no aportan información detallada de las medidas de los especímenes, ni realizan las comparaciones necesarias para descartar la sinonímia de los taxones. Es en este sentido que el estudio de Harrison & Walker (1976) adolece de criterios útiles para la diferenciación taxonómica, ofreciendo diagnosis basadas en caracteres ambiguos y no correlacionados entre taxones. Solo se han descrito en detalle los húmeros de tres géneros de la familia Pelagornithidae: Osteodontornis, Argillornis y Pelagornis. En Osteodontornis el material referido consiste en un fragmento distal del húmero izquierdo, distorsionado y asociado al holotipo. La conservación de este material no permite establecer una correcta diagnosis para los elementos postcraneales, dificultando su comparación con los presentes especímenes. Sin embargo, se observa que en el espécimen MUSM 265 el proceso ectepicondilar se encuentra menos desarrollado que en el género Osteodontornis. Los fragmentos de húmeros referidos al género Argillornis, se encuentran fuertemente erosionados pero se distinguen por poseer un extremo proximal más redondeado y amplio que en los otros géneros. Sin duda, los elementos mejor conservados son los atribuidos al género Pelagornis. Los presentes materiales son claramente asignables a este género, difiriendo levemente de la especie tipo. Sin embargo, considerando el estado de conservación de los húmeros previamente descritos, es imposible determinar si la diagnosis del género Pelagornis aporta caracteres distintivos a nivel genérico o corresponden a caracteres comunes a la familia. Respecto a otros elementos postcraneales, se han mencionado numerosos materiales atribuibles a la familia, he incluso a algunos géneros particulares. Existen también otros géneros establecidos con base en elementos postcraneales, como es el caso de Gigantornis (Andrew, 1916), cuyo holotipo consiste en un esternón incompleto. Muchos de los otros materiales postcraneales han sido asignados a taxones particulares, solo por correlación estratigráfica o del rango de tamaño (Lydekker, 1891; Harrison & Walker, 1976; Gonzalez et al., 2002; 2004), ambos criterios ambiguos que no garantizan una directa relación cogenérica. Se reconoce sin embargo, que dadas las dificultades aquí planteadas, estos criterios artificiales parecen ser una solución transitoria para la catalogación de elementos aislados asociados a esta familia (Olson & Rasmussen, 2001). Por otra parte, se conocen numerosos materiales craneales de estas aves, sin embargo, son pocos los elementos bien conservados. Como consecuencia de esto, las diagnosis para estos elementos no han sido correctamente establecidas. En el caso de los géneros Pseudodontornis y Osteodontornis, que presentan los cráneos mejor conservados del Neógeno, las principales diferencias han sido establecidas en base a proporciones del pico respecto al neurocráneo (Harrison & Walker, 1976); las que no pueden ser verificadas en especímenes fragmentados. Adicionalmente, el valor diagnóstico de caracteres tales como el número o forma de los dientes rostrales ha sido descartado, dada la alta variabilidad de tales rasgos incluso dentro de un mismo

189 Martín Chávez, Marcelo Stucchi, Mario Urbina espécimen (Olson, 1985; Rincón & Stucchi, 2005), invalidando alguno de los caracteres que separaban a ambos géneros. De modo que, con base en las actuales diagnosis, nos resulta imposible asignar los elementos craneales a un género en particular, a menos que se hallen en directa asociación con elementos postcraneales. Esto no ha ocurrido con los materiales aquí presentados, pues siempre se han hallado disgregados, con excepción de los materiales rostrales como se ha mencionado. De esta forma, es imposible descartar la sinonimia entre taxones que han sido descritos en base a diferentes elementos esqueléticos, como es el caso de Pseudodontornis respecto a Pelagornis. Ambos géneros poseen rangos de tamaño similar, son sincrónicos y posiblemente simpátridos. En Nueva Zelanda, se han hallado elementos asociables a ambos géneros que proceden de localidades y edades diferentes (Fordyce, 1991). La presencia de al menos tres especies de Pelagornithidae en London Clay, Inglaterra (Harrison & Walker, 1976; Olson & Rasmussen, 2001), sugiere que estas aves podían vivir en simpatría. Algo similar ocurre con los materiales hallados en la Antártida (Tonni & Tambussi, 1985) y en Carolina del Norte, EE.UU. (Olson & Rasmussen, 2001). En todos estos casos existen marcadas diferencias de tamaño entre cada forma o claras diferencias morfológicas. En base a estos criterios, es posible distinguir la existencia de al menos dos variedades de Pelagornithidae en el Pacífico sudeste durante el Neógeno: Pelagornis sp. y Pelagornithidae indet.; distinguibles por diferencias morfológicas y de tamaño. En el caso de los materiales descritos como Pelagonithidae indet. cf. Pelagornis, no es posible una asignación estricta al género Pelagornis sólo con base a la coincidencia en el rango de tamaño, pudiendo o no corresponder a elementos congenéricos. Los materiales previamente descritos por Cheneval (1993) como Pelagornis sp. de la Formación Pisco, consisten en un extremo proximal de humero procedente de la localidad El Jahuay (Mioceno tardío) y una epífisis proximal de un metacarpo de la localidad Sacaco Sur (Plioceno temprano). Con base a las ilustraciones publicadas, la identificación genérica parece justificarse para el espécimen de El Jahuay; sin embargo, dadas las problemáticas previamente comentadas, la identificación de la epífisis metacarpal debe considerarse como tentativa. En el caso de los especimenes descritos por Walsh & Hume (2001) para la Formación Bahía Inglesa, estos coinciden en el rango de tamaño esperado para Pelagornis, pero por tratarse de elementos postcraneales inconexos se hallan en la situación descrita para Pelagornithidae indet. cf. Pelagornis. En consideración del registro conocido para otras localidades en el hemisferio y en el continente, podemos decir que existen claras similitudes con la situación descrita para los registros neozelandeses (Fordyce, 1991). La presencia del género Pelagornis (Scarlett, 1972; Harrison & Walker, 1976) en ambas áreas, sugiere cierta similitud en las variedades de aves pelágicas que pudieron habitar el Pacífico sur durante el Neógeno, la cual aun no ha sido evidenciada en otras aves, dado el escaso conocimiento de la avifauna marina neozelandesa durante el Mioceno (Fordyce, 1991). Los especímenes conocidos para el Paleógeno antártico son difícilmente contrastables con los aquí descritos, descartándose una correspondencia directa en el caso de los elementos rostrales con base en las fuertes diferencias de tamaño y la morfología de los mismos (Tonni, 1980). Finalmente, el material descrito para el Mioceno de Venezuela (Rincón & Stucchi, 2005), presenta las mismas dificultades nomenclaturales que las abordadas por el presente trabajo, pudiendo o no tener relación con los especímenes descritos para la costa pacífica de América del Sur. De momento no se conocen elementos contrastables con los presentados para Venezuela, dentro de la presente área de estudio. El uso de las especies descritas en base a materiales incompletos, debe considerarse como una alternativa provisoria de catalogación, a la espera de especímenes más completos, por lo que se recomienda realizar identificaciones solo a nivel familiar o genérico; así como la abstención de crear nuevas especies que entorpezcan aún más la revisión taxonómica, como ha sido sugerido por otros autores (Olson, 1985; Olson & Rasmussen, 2001; Fordyce, 1991). El uso de estas especies en análisis cladísticos (Bourdon, 2004) resulta altamente especulativo, dadas las dificultades previamente descritas.

190 El registro de Pelagornithidae (Aves: Pelecaniformes) y la avifauna neógena del Pacífico sudeste

4. 2. Avifauna del Pacífico sudeste durante el Neógeno tardío

Los depósitos fosilíferos neógenos conocidos para la costa pacífica de América del Sur, nos permiten conocer con extraordinario detalle la paleofauna del Pacífico sudeste. La Formación Pisco es sin duda la más extensamente estudiada durante el siglo XX entregando importantes hallazgos en el estudio de los mamíferos marinos fósiles (Muizon, 1978; 1981; Muizon & McDonald, 1995; Muizon et al., 2002); sin embargo, sólo recientemente la ornitofauna de la Formación ha sido correctamente reportada (Stucchi, 2002; 2003). Los materiales descubiertos en la Formación Bahía Inglesa han revelado también una inmensa riqueza y variedad de especies fósiles (Chávez, 2005a; Suárez et al., 2002; Suárez & Marquardt, 2003; Acosta et al., 2002; Walsh & Hume, 2001), sin embargo, muchas de ellas aún esperan su publicación formal. Los paralelos faunísticos entre ambas formaciones son impresionantes, observándose taxones prácticamente idénticos en ambas localidades (Chávez & Stucchi, 2002; Chávez, 2005a; 2005b; Suárez & Marquardt, 2003). Asimismo, otras formaciones de edades similares presentan registros faunísticos análogos, como es el caso de la Formación Coquimbo en Chile (Chávez, 2005c). En el caso particular de la ornitofauna podemos detallar la presencia de las siguientes familias:

4. 2. 1. Spheniscidae Los pingüinos fósiles son las aves más abundantes en las Formaciones marinas neógenas de Chile y Perú. Al menos pueden diferenciarse cuatro especies en la Formación Pisco (Stucchi & Urbina, 2005b) y nueve especies en Bahía Inglesa, incluyendo las especies presentes en Perú (Chávez, 2005a; 2005b). Estas corresponden a un Sphenisciformes indet. de la parte basal de la Fm. Pisco (~15 Ma) y dos formas extintas de Spheniscus: S. urbinai Stucchi, 2002 y S. megaramphus (Stucchi et al., 2003), del Mioceno tardío de Pisco; más una forma de menor tamaño y aún sin describir, posiblemente asociable al mismo género y de la misma antigüedad (Stucchi & Urbina, 2005a). En Bahía Inglesa se ha reportado adicionalmente la existencia de los géneros argentinos Palaeospheniscus y Paraptenodytes (Fritis, 2001; Acosta et al., 2002; Acosta & Canto, 2005), identificación no plenamente compartida por otros autores (Chávez, 2006; Chávez, en prensa); junto con una nueva especie conocida solo para dicha Formación del género Pygoscelis (Acosta- Hospitaleche et al., 2006). Existe una segunda especie de Pygoscelis en la Formación, de talla similar a la del actual género Aptenodytes (Walsh & Suárez, 2006). Se ha sugerido la existencia de colonias en ambas formaciones, con base a la abundancia de material y la existencia de individuos jóvenes. Otras formaciones neógenas donde se ha reportado la presencia de pingüinos dentro del área de estudio, son la Formación Chilcatay (Mioceno temprano-medio) en el departamento de Ica, Perú, con el género Palaeospheniscus (Acosta & Stucchi, 2005); la Formación Coquimbo (Mioceno medio-Plioceno temprano) en las regiones de Coquimbo y Atacama, Chile, con el género Spheniscus (Chávez, 2005c) y una forma afín a Paleospheniscinae (Tambussi et al., 2005) y la Formación La Portada (Plioceno tardío) en la región de Antofagasta, Chile, con la presencia Spheniscus chilensis (Emslie & Guerra, 2003).

4. 2. 2. (Diomedeidae y Procellaridae) Se conocen escasos restos representativos de estas aves en la Formación Pisco, a pesar de estar presentes en casi todos los niveles. Se conocen restos pertenecientes a la familia Procellaridae, designados como Fulmarus sp. (Cheneval, 1993) y Puffinini indet., junto con especímenes atribuidos a la familia Diomedeidae (Stucchi & Urbina, 2005c). Existe una mayor diversidad en la Formación Bahía Inglesa, observándose al menos dos formas de Procellaridae y dos formas de Diomedeidae, destacando los géneros Diomedea y Pachyptila (Chávez, 2005b; Walsh & Hume, 2001; Salaberry et al., 2007). Adicionalmente se ha reportado la presencia de Diomedeidae en la Formación Coquimbo (Chávez, 2005c).

191 Martín Chávez, Marcelo Stucchi, Mario Urbina

4. 2. 3. Phalacrocoracidae La Formación Pisco posee un amplio registro de esta familia observándose al menos dos formas de cormoranes fósiles, uno de dimensiones comparables con la especie más abundante del Pacífico sudeste actual, P. bougainvillii y presente solo a partir del Plioceno, y el otro de menor tamaño, conocido desde el Mioceno medio (Urbina & Stucchi, 2005). En Chile son escasos los restos asociados a esta familia, designándose solo a nivel genérico como Phalacrocorax sp. del mismo modo que se designan las variedades identificadas en Pisco (Chávez, 2005b; Walsh & Hume, 2001; Emslie & Guerra, 2003). Es muy posible que las formas peruanas se correspondan con las chilenas, particularmente las de Bahía Inglesa de similar rango de tamaño; pero los escasos estudios realizados en el área y lo fragmentario de los materiales chilenos, ha impedido la comparación acabada de los materiales.

4. 2. 4. Sulidae Se ha descrito la presencia de al menos cuatro formas de piqueros en la Formación Pisco, correspondiendo a dos nuevas especies del género Sula —S. magna (Stucchi, 2003) y S. sulita (Stucchi, 2003), S. aff. variegata y Morus peruvianus (Stucchi, 2003)—; único registro formal de este género en América del Sur. Adicionalmente, se ha descrito el género Ramphastosula (Stucchi & Urbina, 2004) para la Formación Pisco, un piquero especializado a partir de formas anteriores del género Sula. Las formas descubiertas en Bahía Inglesa han sido referidas al género Sula (Walsh & Hume, 2001), observándose ejemplares que pueden concordar con las especies halladas en el Perú. Se ha sugerido también la presencia del género Morus en Bahía Inglesa (Walsh, comunicación personal). Adicionalmente se ha reportado la presencia de Sula sp. para la Formación Chilcatay (Mioceno temprano-medio) de Perú (Stucchi & DeVries, 2003).

4. 2. 5. Pelecanidae El registro de esta familia en América del Sur es muy escaso, reportándose para el nivel Montemar de la Formación Pisco con base en un cuadrado aislado (Stucchi & Urbina, 2005a). Están ausentes del registro fósil chileno.

4. 2. 6. Charadriiformes (Scolopacidae y Laridae) Solo en la Formación Pisco se conocen materiales referibles a este orden de aves marinas, con base en materiales altamente fragmentarios y reportados como Larus sp., cf. Limosa y Scolopacidae indet. (Stucchi & Urbina, 2005a). Aún no se conocen materiales fósiles en Chile.

4. 2. 7. Vulturidae La Formación Pisco ha aportado algunos registros de fauna continental y litoral que amplían el rango de especies conocidas en el área. Uno de estos registros corresponde al cóndor Perugryps diazi (Stucchi & Emslie, 2005) que es el primer registro de estas aves para el margen litoral de la costa pacífica de América del Sur.

4. 2. 8. Ciconiidae Se ha reportado esta familia para la Formación Pisco, mediante la identificación de un tarsometatarso fragmentario (Stucchi & Urbina, 2005d).

4. 2. 9. Falconidae Existe solo un registro para la familia, Milvago sp., procedente de la Formación La Portada, Chile (Emslie & Guerra, 2003). Corresponde al único registro de ave no estrictamente acuática en Chile continental.

192 El registro de Pelagornithidae (Aves: Pelecaniformes) y la avifauna neógena del Pacífico sudeste

CONCLUSIONES

Todas las familias antes mencionadas se encuentran presentes en la actualidad en el mismo territorio, observándose una fuerte continuidad en la avifauna marina de la costa pacífica desde el Neógeno. La insuficiencia de información sobre las faunas marinas paleógenas de la costa pacífica, nos impide conocer a cabalidad la evolución temprana de estos ecosistemas y el origen exacto de la actual diversidad que al parecer ya se había establecido para el Neógeno tardío. Sólo recientemente se han presentado los primeros registros de Spheniscidae para el Eoceno- Oligoceno del Perú (Stucchi & Urbina, 2005a; 2005b; Acosta & Stucchi, 2005). De todos los taxones mencionados solo Ramphastosula y Pelagornithidae se encuentran completamente extintos en la actualidad. Aún es escasa la información que tenemos del primer grupo, considerado como un grupo de piqueros especializado posiblemente en una dieta durofaga, cuya extinción podría relacionarse con los cambios faunísticos de fines del Neógeno. El rol de los Pelagornithidae en los ecosistemas marinos no ha sido establecido con precisión, sugiriéndose una posición similar a la de los actuales Pelecanidae (Cheneval, 1993: 90) y Diomedeidae (Olson, 1985: 200), cuya extinción podría relacionarse con el reemplazo ecológico por parte de ambas familias durante el Plioceno. El registro de Pelagornis sp. en los niveles Sacaco (MUSM 209) y Sacaco Sur (Cheneval, 1993) de la Formación Pisco, confirma su presencia durante el Plioceno temprano en Sudamérica, constituyendo un aporte al escaso registro de la familia durante el Plioceno, previamente concentrado en Nueva Zelanda (Howard & Warter, 1969; Mc Kee, 1985; Fordyce, 1991) y solo recientemente ampliado a Marruecos (Mourer-Chauviré & Geraads, 2004). Estos registros dispersos muestran una distribución amplia del grupo aun durante el Neógeno terminal. Se ha mencionado una posible asociación entre la presencia de Pelagornithidae y familias de aves especializadas al buceo, Spheniscidae en el hemisferio sur y Plotopteridae en el hemisferio norte (González et al., 2002); que parece repetirse en los registros aquí expuestos. Es claro que la diversidad de pingüinos en el área durante el Neógeno fue mayor que la actual, siendo un elemento dominante de la ornitofauna marina sudamericana. Igualmente, el número de especies registradas es mayor en la Formación Bahía Inglesa que incluye el género Pygoscelis, típico de zonas antárticas y subantárticas, lo que sugiere la presencia permanente de corrientes frías durante el neógeno en la costa Pacífica de América del Sur (Chávez, 2005b; Walsh, 2004; Acosta-Hospitaleche et al., 2006). El aumento de la diversidad en la Formación Bahía Inglesa se repite en el caso de los Procellariiformes que también se han asociado a corrientes frías. Esto sugeriría que las corrientes frías podrían haber sido más intensas hacia el sur. La relación inversa parece observarse en el caso de los Sulidae, mejor representados en Pisco y asociados a climas más cálidos. La incidencia de aves continentales y los escasos registros de aves costeras en estas localidades responden principalmente a factores tafonómicos. En este sentido, las condiciones de depositación calmas y costeras descritas para la Formación Pisco (Marocco & Muizon, 1988), resultan más apropiadas para la conservación de estas aves que las condiciones litorales de la Formación Bahía Inglesa (Chávez, 2005a). En consecuencia, los registros de aves continentales y costeras se concentran en la Formación Pisco, lo que no implica la inexistencia de tales animales en Bahía Inglesa. Las aves costeras no son un elemento dominante en el registro, sin embargo existe una correspondencia entre las familias identificadas y las que hoy habitan en la costa oeste de América del Sur (Pelecanidae y Charadriiformes). Los taxones continentales registrados pueden asociarse a hábitos oportunistas o carroñeros (Vulturidae, Ciconiidae y Falconidae).

193 Martín Chávez, Marcelo Stucchi, Mario Urbina

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Coedición: Institut français d’études andines (IFEA) - Instituto de Estudios Peruanos (IEP)

Coedición: Institut français d’études andines (IFEA) - Lluvia Editores

Coedición: Institut français d’études andines (IFEA) - Instituto de Recherche pour le Développement (IRD) - Cooperación Regional Francesa para los Países Andinos - Embajada de Francia en Bolivia - Plural Bulletin de l’Institut Français d’Études Andines / 2007, 36 (2): 199-220 IFEA Arquitectura de la «Tradición Mito» en el valle medio del Santa: sitio «El Silencio»

Arquitectura de la «Tradición Mito» en el valle medio del Santa: sitio «El Silencio»*

María Montoya Vera**

Resumen

Se da a conocer la presencia de estructuras arquitectónicas monumentales en el sitio El Silencio (valle medio del Santa), las mismas que se asimilan a la «Tradición Mito» definida para áreas propias de la sierra central. Por su ubicación geográfica El Silencio representa el caso más noroccidental en los Andes Centrales. Se presenta a su vez la correlación morfológico-arquitectónica de dos edificios de esta misma tradición presentes en el sitio. Asimismo, se plantea que el área en mención evidencia una nueva problemática relacionada al surgimiento y desarrollo de la arquitectura monumental, debido a la presencia de un «pozo circular hundido», considerado generalmente de tradición costeña, es decir, tanto la tradición serrana como la costeña convergen en el sitio El Silencio.

Palabras clave: Tradición Mito, El Silencio, Valle medio del Santa, estructuras arquitectónicas, Andes Centrales

Architecture de la « Tradition Mito » dans la moyenne vallée du Santa : site « El Silencio »

Résumé

Cet article étudie la présence de structures architecturales monumentales sur le site El Silencio (moyenne vallée du Santa) assimilées à la « Tradition Mito », définie pour les zones de la sierra centrale. De par sa situation géographique El Silencio constitue le site de la partie la plus nord-occidental des Andes Centrales. Ce texte rend compte également d´une correspondance morphologico-architecturale entre deux bâtiments de cette tradition, présents sur ce site. Cette zone fairait donc apparaître une nouvelle problématique en ce qui concerne la compréhension du développement social dans les Andes, due en

* Los trabajos arqueológicos en el sitio El Silencio los realizamos entre 1988-1989, en el marco del Convenio entre la Universidad Nacional de Trujillo y el Proyecto de Rescate Arqueológico Chavimochic (PRACH) ejecutado por el Instituto Departamental de Cultura - La Libertad. ** Universidad Nacional de Trujillo. E-mail: [email protected]

199 María Montoya Vera outre à la présence d´un puits circulaire profond considéré comme caractéristique de la région côtière c´est-à-dire qu´aussi bien la tradition des Andes que celle de la côte coïncident sur le site El Silencio.

Mots clés : Tradition Mito, El Silencio, moyenne vallée du Santa, structures architecturales, Andes Centrales

Architecture of the «Mito Tradition» in the Santa middle Valley: site «El Silencio»

Abstract

Various monumental architectonic structures from the site of El Silencio in the middle valley of Santa are recognized as a part of the «Mito Tradition» defined for areas of the central highlands. Due to its geographic location, El Silencio represents the most north-west site of the Central Andes belong to this tradition. The architectonic correspondence of two buildings of the same tradition located on this site is demonstrated. This site proves that questions still remain about the understanding of the Andean social development within this period, particularly considering the presence of a deep sunken circular courtyard, a feature usually considered as belonging to a coastal tradition. Thus, the site El Silencio shares both the highland and coastal tradition.

Keys words: «Mito Tradition», El Silencio, Santa middle valley, architectonic structures, Central Andes

1. La Tradición Arquitectónica «Mito»

La Tradición Arquitectónica Mito debe su nombre al primer sitio arqueológico descubierto de esta tradición en el sitio de Kotosh (Huánuco), encontrada debajo de la primera ocupación con cerámica conocida como Kotosh Wairajirca (Izumi & Terada, 1972). A esto se debe el nombre y no precisamente porque de allí parta el origen o difusión de esta tradición hacia otros sitios donde han sido halladas formas arquitectónicas similares, como las reportadas hasta ahora en sitios como La Galgada (Pallasca en Ancash, Grieder et al., 1988), Piruru (Tantamayo en Huánuco, Bonnier & Rozemberg, 1987; Bonnier, 1997), etc. Agregamos a esta lista el sitio El Silencio (La Libertad) que en el presente artículo daremos a conocer a los investigadores que puedan estar interesados en este tema, a pesar de haber transcurrido 16 años desde su hallazgo (Uceda, 1988; Montoya, 1989). El desarrollo de los centros ceremoniales complejos debió ser paralelo al surgimiento de una clase sacerdotal que controlaba los excedentes agrícolas (Lumbreras, 1981). Es así que en la zona entre Huánuco y el Callejón de Huaylas se han registrado estructuras arquitectónicas monumentales de la Tradición Mito. Estas formas similares que se presentan en diversos sitios de los Andes Centrales debieron tener algún tipo de relación entre sí. Diversos autores han emitido hipótesis al respecto (Bonnier & Rozemberg, 1987; Fung, 1988) considerando que estas evidencias arquitectónicas tempranas en diversos sitios de los Andes Centrales constituyen una tradición particular en esta área. A su vez Burger & Salazar Burger (1980) plantean, en relación al parentesco entre los edificios de la Tradición Mito registrados en Huaricoto, Kotosh, La Galgada, etc., que la tecnología constructiva, labor invertida, variaciones en la orientación (es decir, las diferencias relativas que tienen estos sitios) se debería a la existencia de una jerarquía de sitios rituales en el área de la sierra central. Pero, de hecho, estuvieron ligadas y dedicadas a variantes de una misma ideología con rituales similares; ellos establecen por eso el término de «Tradición Religiosa Kotosh».

200 Arquitectura de la «Tradición Mito» en el valle medio del Santa: sitio «El Silencio»

La presencia de fogones es considerada como la característica principal pues son elementos siempre presentes en las formas arquitectónicas de la Tradición Mito. Precisamente el fuego, al parecer, tuvo un rol preponderante en el surgimiento de gente especializada que dirigiría las ceremonias y cultos nacientes, expresado en un tipo similar de comportamiento cultural en el que lo simbólico y religioso tuvo una mayor importancia. Precisamente esta ideología se expresa materialmente en la Tradición Arquitectónica Mito. Bonnier (1997) compara y contrasta las evidencias arquitectónicas reportadas en sitios contemporáneos como La Galgada, Piruru, Shillacoto, Huaricoto, tomando como base las amplias excavaciones realizadas por el equipo japonés de Izumi y Terada en los años 1960 en Kotosh. Considera que la «religión Mito» floreció durante la segunda mitad del periodo Precerámico Tardío y unificó el área del Santa, el Alto Marañón y el Alto Huallaga en los Andes norcentrales. Plantea la existencia de una arquitectura Pre-Mito caracterizada por el piso plano del altar principal y el uso de tierra roja como material de construcción en estos edificios. Estos rasgos son evidenciados en Piruru y Kotosh por Bonnier (1997). Esta arquitectura fue complejizándose paulatinamente al incluir progresivamente dos niveles (usando los términos de pericausto y epicausto) en estos altares (fase Mito I en Kotosh, La Galgada) los que, al inicio, presentarían poca altura entre el desnivel de los pisos. A esta evolución arquitectónica luego se agregarían pequeños nichos en el muro perimetral de estos edificios (Kotosh), culminando este proceso en el Templo de los Nichitos etapa II (subfases Mito IIIc, IIId). Después del periodo de ocupación Mito en muchos de estos sitios (Kotosh, Shillacoto, Wayrajirca, Piruru, La Galgada, Huaricoto) son reportadas ocupaciones asociadas a cerámica del Periodo Inicial, desapareciendo la Tradición Mito paralelamente a esto. En el presente artículo presentaremos las evidencias de que algo similar ocurre para el sitio El Silencio. Es cierto que nos queda pendiente realizar una correlación más exhaustiva sobre los contextos de aparición de esta cerámica inicial entre todos los sitios luego de ocupaciones del Precerámico de la fase Mito, para definir la difusión u originalidad de los mismos en sus áreas geográficas. Para el sitio El Silencio hemos podido evidenciar que se trataba de gente que ya tenía conocimientos de producción alfarera y que provenían de una tradición cultural común, lo que implica que, luego de la ocupación Temprana, debió existir un abandono del sitio hasta la llegada de gente con conocimiento alfarero. Este abandono debió haber sido producto de algún cambio significativo entre la gente que afluía al centro ceremonial Temprano de El Silencio, aspecto que tampoco está bien definido en general para otros sitios contemporáneos. Bonavia pone en duda la hipótesis según la cual hablar de «Mito» significa necesariamente referirse al periodo Precerámico. Se basa en la presencia de estratos supuestamente Mito en Shillacoto de donde procedería una vasija cuya foto publica y describe como «Recipiente de cerámica de cuerpo globular con dos picos unidos por un asa puente y decorada con incisiones. Kotosh-Mito. ca. 2000 años a.C. (Shillacoto). 16 cm X 24 cm» (Bonavia, 1994: foto 3). De ahí se considera que el sitio de Kotosh, en estratos Mito, no pertenecería al periodo Precerámico. Debemos mencionar que la presencia de sitios monumentales tempranos en los que no ha sido registrada cerámica no necesariamente se ubicarían en el Periodo Precerámico. Al respecto los esposos Pozorski (1999) introducen el término Acerámico, a diferencia del término Precerámico, cuyo uso se encuentra restringido a sociedades que, si bien tuvieron un desarrollo notable en la arquitectura, aún no habían desarrollado la tecnología cerámica. El término Acerámico surge a raíz de que existen casos notorios de sitios en la costa norte y central peruana (Salinas de Chao, Alto Salaverry, El Paraíso, y parte de la ocupación del sitio de Huaynuná que, a su vez, presenta algunos componentes arquitectónicos de la Tradición Arquitectónica Mito por lo que plantean que «representa la comunicación costa-sierra») en los que si bien no ha sido encontrada cerámica asociada, al correlacionar los fechados obtenidos, éstos resultan contemporáneos a

201 María Montoya Vera

otros sitios monumentales pero ya del Periodo Inicial (o Formativo Temprano), en los que sí ha sido registrado el uso de cerámica (La Florida y Garagay). Los Pozorski consideran poco probable que los fechados sean erróneos o muy escasos, ya que son varios y de diferentes sitios. Más bien sugieren que estos grupos sin cerámica fueron tomando contacto con los que ya tenían conocimiento de cerámica, deviniendo luego en un uso generalizado de ésta. Es de entrever sin embargo que así como queda pendiente una discusión más exhaustiva sobre por qué asentamientos contemporáneos próximos hayan tenido un comportamiento tan disímil en relación al uso o no de la cerámica, así también y a pesar de las investigaciones realizadas a la fecha, queda aún por dilucidarse el origen y las implicancias en el desarrollo cultural andino durante el periodo temprano, de la particular Tradición Arquitectónica Mito.

2. Ubicación y descripción del sitio El Silencio

Políticamente se ubica en la Hacienda Suchimancillo, distrito de Virú, provincia de Trujillo, departamento de La Libertad, en la margen derecha del río Santa, sobre el cono aluvial de la Quebrada El Silencio, en el valle medio del Santa. El sitio está caracterizado ecológicamente dentro de una Formación de Desierto Pre-Montano, de clima del tipo per-árido con temperatura semi-cálida de un promedio de 22 ˚C (ONERN, 1972). Se ubica a 78˚ 19’ de longitud Oeste y a 8˚ 39’ de latitud Sur, y a una altura de 415 msnm. Se encuentra a una distancia de 50 km en relación a la línea playera, y a 4,5 km de la confluencia entre los ríos Santa y Tablachaca (fig. 1). Geomorfológicamente, presenta tres terrazas aluviales (originadas por el estrechamiento en el cauce del río Santa) que se extienden de Este a Oeste, hallándose flanqueado por el cerro Huacate al Norte (de consistencia granítica, por ende fracturable) y por el Sur con el borde del barranco que da hacia el río Santa. En la parte alta del cerro Huacate existen pequeñas quebradas que al bajar se extienden en forma de abanico sobre la terraza alta, cubriendo el mismo con materiales detríticos gruesos y finos provenientes de los derrames de este cerro. Las estructuras arquitectónicas más importantes del sitio se ubican sobre la terraza alta (fig. 2). El sitio fue signado por el Catastro de Sitios Arqueológicos del INC/LL como VS 103: 6 (Uceda et al., 1988); se ubica en el área de confluencia de la Quebrada El Silencio, específicamente entre las faldas del cerro Huacate y el río Santa, sobre una angosta faja de terraza aluvial que se eleva a 25 m sobre el nivel promedio del cauce del río y a una distancia del mismo, de aproximadamente 60 a 80 m. Tiene una extensión aproximada de 600 m en Figura 1 – Ubicación del sitio El Silencio (VS 103-6) en el valle dirección E-W y 250 m de N-S. medio del Santa

202 Arquitectura de la «Tradición Mito» en el valle medio del Santa: sitio «El Silencio»

Figura 2 – Vista sur-norte (desde margen izquierda del río Santa) Se o bserva el derrame de material detrítico proveniente del cerro Huacate sobre la estrecha terraza aluvial donde está ubicado el sitio arqueológico. Al extremo derecho de la foto se puede ver la salida del túnel aductor del proyecto Chavimochic

El grado de deterioro estuvo al parecer determinado mayormente por el acarreamiento de piedras de la parte alta del cerro Huacate, apreciándose además escombramiento de piedras de los muros, mezcladas con arena eólica, algunos pozos de huaquero, además de la construcción de una carretera afirmada que cortó por su lado sur el sitio, disturbando el área de terrazas agrícolas (fig. 2). Se ingresa al sitio por una antigua trocha carrozable ubicada hacia el lado este de la carretera Panamericana Norte (km 481-482), que fue realizada por la Corporación del Santa para los inicios de la irrigación Chavimochic, la cual estuvo deteriorada durante muchos años por deslizamientos de tierra, etc. Posteriormente este mismo tramo fue aprovechado y habilitado para la puesta en marcha del Proyecto Chavimochic. Esta carretera llega hasta el mismo sitio El Silencio, pasando por Tanguche y Pampa Blanca, hasta llegar a Suchimancillo. Actualmente el sitio prácticamente ha desaparecido, afectado por la construcción del canal de irrigación Chavimochic.

3. Sectorización

La sectorización fue realizada por el PRACH tomando en cuenta la distribución espacial de las estructuras arquitectónicas de superficie (fig. 3), las mismas que evidenciaban fragmentería cerámica asociada al estilo cultural Recuay, cronología que fue confirmada por las excavaciones realizadas al recuperarse este mismo estilo cerámico en contextos seguros en todos los tres sectores donde el PRACH realizó excavaciones.

3. 1. Sector 1

Ubicado sobre la terraza aluvial, en la parte baja y al sur del cerro Huacate, reportó estructuras arquitectónicas, las que fueron subsectorizadas en: • Edificio Mayor (fig. 4): edificio administrativo del periodo Recuay, construido con piedras grandes y argamasa de barro, sobre un montículo artificial; luego de las excavaciones se definió que estaba construido sobre un edificio monumental temprano. Hacia el Este limita con una estrecha quebrada de unos 9 m de ancho y tiene un desnivel de 3 m aproximadamente, separándolo del Edificio Menor. • Edificio Menor: fue construido sobre un montículo natural, mostraba aterrazamientos hacia sus lados oeste y sur. Sobre este montículo se evidenciaban en superficie varios recintos con muros de piedra, de planta irregular, al interior de algunos de ellos fueron reportados batanes con huellas de desgaste. Por la arquitectura y el material cerámico recuperado corresponde a recintos habitacionales Recuay. Luego de las excavaciones se definió que bajo

203 María Montoya Vera

Figura 3 – Ubicación y áreas sectorizadas del sitio VS 103-6 en levantamiento planimétrico

estas construcciones habían dos ocupaciones anteriores: una asociada a cerámica del Periodo Inicial, y otra aún más antigua asociada a arquitectura monumental temprana (fig. 5), relativamente similar morfológicamente pero de dimensiones menores que el edificio monumental temprano en el Edificio Mayor. • Pozo circular hundido: ubicado a 80 m hacia el noreste del Edificio Menor. Esta estructura tiene 18 m de diámetro y el piso a 2 m del nivel de la cabecera del pozo, fue reportado un acceso con cuatro escalones (fue excavada parcialmente por el PRACH).

Figura 4 – Vista norte-sur del subsector Edificio Figura 5 – Vista norte-sur del subsector Edificio Mayor Menor

204 Arquitectura de la «Tradición Mito» en el valle medio del Santa: sitio «El Silencio»

3. 2. Sector 2

Se halla ubicado en las laderas del cerro Huacate, al norte del sector 1. Se encuentra conformado por terrazas habitacionales, asociadas a contextos de ocupación Recuay. Estas terrazas fueron adaptadas por muros de contención luego de nivelar el terreno escarpado y pedregoso propio del cerro.

3. 3. Sector 3

Este sector se ubica en la parte más baja del sitio al lado sur y suroeste de los sectores 1 y 2. Está conformado por terrazas agrícolas, las que eran irrigadas por canaletas de derivación que se proyectaban desde un canal principal que cruza de este a oeste el sitio.

4. EL EDIFICIO MENOR

4. 1. Excavaciones y estratigrafía

La ubicación del área a excavar estuvo determinada por la presencia en superficie de los muros del recinto signado como H8, pero básicamente también por la presencia de una hilera de piedras casi al ras de la superficie. Pareciera que esta hilera no guardaba relación con los muros del recinto H8. Para dilucidar si se asociaban o no se propuso la realización de dos trincheras paralelas (de 1 x 2 m y 2 x 4 m), pero separadas por un testigo de 0,50 m de ancho, el cual fue dejado para correlacionar la estratigrafía (fig. 6) entre ambas excavaciones. Las excavaciones estuvieron así orientadas, tanto a definir la función del recinto H8, como la asociación que pudiera existir entre ambos tipos de arquitectura. La excavación se hizo por capas naturales, las que fueron definiéndose por su naturaleza, espesor, contenido, elementos arquitectónicos (la definición de capa se halla referido tanto a rellenos, escombros, capas de ocupación, como también a pisos y a superficies de uso o apisonamiento). El análisis estratigráfico se hizo básicamente mediante la definición de la naturaleza de cada capa arqueológica en relación a un determinado vestigio arquitectónico y la correlación de las evidencias culturales con respecto a la capa de procedencia a la cual se hallaban asociados, para así (luego de establecer su naturaleza) ubicarlos en relación a una determinada fase ocupacional y, por ende, cronológica. Este estudio estuvo orientado a establecer los acontecimientos tanto culturales como naturales con el fin de poder obtener una reconstrucción aproximada de la historia del sitio.

Figura 6 – Dibujo del perfil estratigráfico en testigo de la excavación de Edificio Menor

205 María Montoya Vera

4. 2. Descripción de perfiles estratigráficos

El perfil norte del testigo dejado en la unidad V Z (cuadros 89-99) y VI Z (cuadros 80-84) nos presentó una visión clara de su estratificación (fig. 6), es decir de la superposición de las diversas capas y estructuras arquitectónicas relacionadas tanto a la ocupación sin cerámica asociada a la arquitectura monumental Temprana, como a la ocupación de Cerámica Inicial, así como del Periodo Intermedio Temprano, identificadas en el sitio. El perfil que describiremos a continuación presenta las etapas de formación desde el suelo estéril hasta la superficie del área excavada, que llegó a alcanzar entre 80 a 100 cm de espesor.

4. 2. 1. Perfil norte

Muestra primeramente una capa de acondicionamiento de la superficie natural (capa XII). En esta se observan piedras grandes y medianas como base y luego arena gruesa y piedrecillas (capa XI) para nivelar el terreno de construcción. Continúa una superposición de tres pisos conformado por las capas X, IX y VIII respectivamente. La capa X (que funcionaría como base del enlucido posterior) está constituida por una tierra compacta de color blanquecino. La capa IX, a manera de enlucido, está constituida por una tierra fina amarillenta de textura muy suave. La capa VIII es una tierra gris semicompacta que debió a su vez enlucir internamente la estructura arquitectónica temprana, entre los muros MO1 y ME1; un fogón central se evidencia al interno de esta estructura arquitectónica (pero no se puede definir claramente su forma original por haber estado alterado con la intrusión del entierro de un párvulo E1). Sobre este piso gris (capa VIII) no se hallaron huellas de ocupación, sino una especie de relleno (capa VII) consistente en tierra compacta con arena gruesa y piedras pequeñas (sin evidenciar material cultural). En el perfil hacia el lado oeste, en esta última capa, se hallan piedras pequeñas donde se evidenciaría luego el entierro E2 que rompe esta capa y que cubrieron con piedras pequeñas. Luego, conformando la capa VI, se aprecia una tierra semicompacta de poco espesor y de color grisáceo conteniendo poca ceniza y carbón; hacia el lado este, al pie de la banqueta, se halla una acumulación de sedimentos en pequeñas láminas sucesivas. Las capas VI y VII se hallan circunscritas al espacio cuadrangular hundido entre las banquetas oeste y este. Sobre la capa VI se asienta una tierra marrón clara con sedimentos y piedras medianas que son acumuladas al parecer por el abandono del sitio y la sucesiva destrucción natural arquitectónica temprana. La capa V se halla distribuida entre el paramento de la banqueta este (la cual está casi completa) y sobre la banqueta oeste (hallándose aquí ya destruida) por lo que se puede plantear que la banqueta oeste tuvo la misma altura y configuración que la del este. Superponiéndose a esta última capa se observa una tierra concentrada hacia el lado este (capa IV) consistente en tierra gris con carbón y ceniza, materiales que se hallan asociados a material malacológico y fragmentos de cerámica de vasijas cerradas sin cuello asignados al Periodo Inicial. Este no es un piso (definido así como elemento arquitectónico) sino una superficie de uso o apisonamiento, en el que la capa V sería acondicionada o nivelada para ser habitada. Luego se observa, en la capa III, tierra concentrada mayormente hacia el este y centro de la estructura arquitectónica temprana (ME1 y hasta donde se pierde bajo muro mE3) conteniendo tierra compacta grisácea, piedras medianas y grandes, conformando una acumulación de escombros que se observa desde el muro perimetral este de la estructura temprana y que debió llegar probablemente hasta el muro oeste de la misma (al igual que la capa IV). Sin embargo, debido a una intrusión (de la capa II sobre la capa III y IV), esta capa está rota y alterada al asentarse la ocupación tardía asociada a una ocupación del Periodo Intermedio Temprano entre los muros MO1 y mE3, conformando un nivel de uso o apisonamiento hacia el lado oeste dentro de la estructura arquitectónica temprana y reutilizando el muro oeste del mismo. La capa II está conformada por una superficie de uso (no piso propiamente dicho) en la cual se halla tierra semicompacta gris oscura, con quemas y concentración de ceniza, carbón, restos

206 Arquitectura de la «Tradición Mito» en el valle medio del Santa: sitio «El Silencio» vegetales y fragmentos de cerámica asociada a una ocupación del Periodo Intermedio Temprano, mayormente hacia el lado oeste (junto al paramento del muro MO1) y al centro donde se observa una acumulación de piedras medianas con carbón. Funcionaría como fogón asociado a esta ocupación durante la cual se construyó el muro hacia el lado central este mE3 que rompe y está asociado sobre la capa III. En la capa I, se observa una mayor concentración hacia el lado oeste junto al paramento del muro perimetral temprano (MO1), donde se hallan piedras medianas conformando el basamento del muro que se evidenciaba en la capa superficial (mO4) restringiendo así el área del anterior recinto (entre el MO1 y mE3), y conformando ya el recinto H8 de superficie (asociado también a la superficie de uso de la capa II). La capa I está conformada además por tierra semicompacta beige claro con sedimento y grava y tiene una mayor concentración hacia el lado oeste que al centro. Como última capa, en el perfil, se halla la de superficie, que se muestra a desnivel en lo que es la parte interna del recinto superficial (mO4 y mE3) y que consiste en tierra sedimentada con piedras pequeñas dispersas sobre toda el área.

4. 3. Correlaciones internas

El análisis de la estratigrafía de las áreas excavadas ha permitido distinguir periodos y momentos ocupacionales asociados a determinados rasgos o elementos arquitectónicos, que en contextos asociados a determinados niveles estratigráficos (rellenos, escombros, pisos) y según su contenido cultural, nos van definiendo también la posible función a la que fueron destinados. Esto permitió establecer correlaciones internas asociadas a determinado momento cultural y dentro de periodos mayores. Podemos evidenciar que desde la capa III hacia arriba la estratigrafía se vuelve más compleja debido a que tanto en capas asociadas a una ocupación del Periodo Inicial como en sus posteriores escombros que la cubrían, se halla una intrusión de otras capas producidas por una ocupación asociada al Periodo Intermedio Temprano (recinto H8) las que rompen las capas anteriores para poder habitar en el área. Se han podido aislar básicamente dos periodos, uno que pertenece a una ocupación sin cerámica, y el otro al de una ocupación ya con cerámica.

4. 3. 1. Ocupación sin cerámica

En esta se distinguen dos momentos ocupacionales: a. Primera fase Está representada por una estructura arquitectónica de planta cuadrada con esquinas redondeadas (7 x 6,60 m), con un espacio cuadrangular hundido (3,30 x 3,20 m) al interior y en la que, al centro, se halla un fogón circular (0,60 m de diámetro). El acceso al recinto está orientado hacia el sur con un vano de 1,10 m de ancho. Los muros (M1) externos (0,60 m) son de mampostería de piedra con mortero de barro, de doble paramento, con doble reboque tanto interno como externo y de color, uno blanquecino al que se le superpone otro de color grisáceo revistiendo los paramentos de muros. El espacio cuadrangular hundido que se halla al interior está relacionado a los muros exteriores o perimetrales por medio de banquetas que lo rodean (0,80 a 1 m de ancho y a 0,60 m de altura sobre el piso interior). Sobre la base o piso original de la estructura se hallan dos pisos más. El original es de color blanquecino (capa X) y asociado por media caña a los muros de las banquetas que lo rodean. El fogón central evidencia un enlucido, aunque su estado de conservación es muy deteriorado, lo mismo que el piso original donde se observan además algunos grumos grisáceos de tierra arcillosa. Sobre este se halla un segundo piso (capa IX), muy destruido de color amarillento que

207 María Montoya Vera se une prácticamente al reboque blanquecino de los muros circundantes de las banquetas. En el fogón central se evidencia en su interior, tierra compacta grisácea con quemas. Un tercer piso (capa VIII) se halla casi inmediatamente sobre el piso interior amarillento; presenta una coloración gris hallándose en buen estado de conservación, al centro se evidencia el fogón delimitado por piedras y con restos de tierra compacta, pero alterado por la presencia de un entierro de infante (el entierro estaba flexionado en posición decúbito lateral izquierdo, orientado de SW-NE, asociado a material orgánico y un fragmento de cuarzo). Sobre el último piso grisáceo (capa VIII) no se halló ningún material cultural, estando este completamente limpio y cubierto por un relleno (capa VII) que tiene aproximadamente entre 0,15 y 0,20 m de espesor y cubre íntegramente el espacio cuadrangular interno. El relleno está limpio de material cultural y tiene un contenido de tierra compacta marrón clara con arena gruesa y piedrecillas. En este sentido, si se considera que el entierro (E1) de infante hallado dentro del fogón central de esta estructura arquitectónica temprana es posterior al relleno (capa VII) entonces debiera haberse hallado cubierto también el fogón por este relleno, aspecto que no se evidenció; al parecer lo más probable es que el entierro fuera colocado primero dentro del fogón, el cual sería usado como una especie de urna, y cubierto posteriormente por piedras pequeñas. De esta forma el relleno que cubriría casi homogéneamente el espacio cuadrangular interno, necesariamente tendría que cubrir las piedras sobre el entierro. b. Segunda Fase (capas VI y VII) Este momento de ocupación al parecer ocurre después que el sitio haya sido abandonado y colocado el relleno, dado que se evidencia una intrusión de otra gente. Esto está evidenciado por el hallazgo de cuatro entierros que rompen el piso y banquetas de la estructura cuadrangular temprana, reflejando que este ya había perdido su función original. Los entierros tienen la característica de haber sido colocados en pequeñas fosas rellenándolas, luego de colocar los cadáveres, con tierra marrón clara suelta y cubriéndolos con piedras pequeñas. De los cuatro entierros solo uno pertenece a una edad promedio de adulto y los otros son de párvulos, la orientación general de estos es de SW-NE, en posición fetal; solo el adulto (E5) está orientado de N-S y en posición extendida. Todos los entierros estaban asociados a material orgánico y fragmentos de carbón. En un entierro de párvulo (E2) se halló un mate pequeño, y en otro (E5) una lasca de cristal de roca. Todos están dentro del espacio cuadrangular hundido al interior de la estructura temprana. Este momento ocupacional, a pesar de haber perdido ya su función original, reflejaría aún cierta influencia religiosa entre la gente que enterró los cadáveres, aunque intruyan parte de la estructura arquitectónica temprana. Por lo demás no se evidencia ocupación propiamente doméstica sino como lugar de entierro, siendo notable la ausencia de cerámica asociada a los entierros, pudiendo asimilarse también este momento ocupacional dentro del periodo Precerámico Tardío.

4. 3. 2. Ocupación con cerámica

Para la ocupación con cerámica se distinguen claramente dos momentos ocupacionales: a. Primera Fase La capa de ocupación III evidencia escombros del muro (mE2) de la banqueta noreste que, al parecer, fue reconstruido por otra gente (IV), colocando piedras como paramento, elevando así el muro (BE) anterior que se hallaba en parte destruido, pero éste ya sin reboque. La presencia de capas de sedimentos, grumos grisáceos y escombros nos indicaría un abandono del sitio. Esta ocupación eventual (capa IV), siempre dentro del espacio cuadrangular interno de la estructura temprana, construye un fogón circular al lado norte, bien delimitado por piedras algo planas (este fogón intruye en las capas V y VI rompiendo la banqueta norte de la estructura temprana).

208 Arquitectura de la «Tradición Mito» en el valle medio del Santa: sitio «El Silencio»

El fogón estuvo asociado a un nivel de apisonamiento o superficie de ocupación (capa IV y V) conteniendo tierra semicompacta gris con ceniza y un muro (mO2) paralelo a la banqueta noreste que restringe en cierto modo el área del fogón circular norte. Este fogón tuvo un contenido abundante de tierra gris-rojiza, carbón y ceniza sobre la cual se halló una concentración de cerámica diagnóstica asociada a tipos correspondientes al periodo Inicial así como también a restos de material malacológico. Este momento eventual de ocupación, ya con cerámica, refleja un uso doméstico en el sitio, hecho por otra gente que intruye, rompiendo la banqueta norte para construir el fogón, reconstruyendo también el muro de la banqueta este pero ya sin reboque. b. Segunda fase Este momento ocupacional se evidencia, siempre dentro de la estructura arquitectónica temprana, pero restringiéndose hacia su lado suroeste. A su vez esta ocupación intruye las capas III, IV y V (alterando en parte también la ocupación asociada a cerámica del Periodo Inicial que debió hallarse en la capa IV si se considera que éste se extendería hacia el lado oeste). Esta ocupación se halla asociada a un recinto de forma semirectángular cuyos muros (m3) son de doble paramento y mampostería ordinaria, su muro norte (mN3) se adosa al muro (MO1) perimetral suroeste de la estructura arquitectónica temprana. Asociado a este recinto tardío se halla una superposición de ocupación (capa II) conteniendo ceniza, carbón, restos vegetales, malacológicos, fragmentos de cerámica, torteros para hilado; una mayor concentración de estos materiales se halla hacia el lado oeste junto al paramento del muro perimetral de la estructura arquitectónica temprana que es aquí reutilizado y cuyo muro, ya sin reboque, tiene manchas de hollín por las quemas producidas. Al parecer se realiza luego una nueva restricción en esta área y que corresponde propiamente al recinto que se evidenciaba en superficie signado como H8, pues colocan piedras medianas (como basamento de muro) sobre el área de quemas al oeste, pudiendo así dar estabilidad a piedras más grandes que conformarían el muro oeste (mO4); hacia los lados norte y este se elevarían los muros (m3) sobre la base de los ya existentes del anterior recinto. Hacia el lado sur el área se halla muy erosionada y no pudo ser muy bien definida. De las características de estos últimos momentos ocupacionales se puede deducir la existencia de una función doméstica restringida a áreas ya delimitadas por recintos, asociados a una ocupación del Periodo Intermedio Temprano.

5. Secuencia ocupacional en el Edificio Menor

Realizamos las excavaciones específicamente en la parte norcentral del subsector Edificio Menor del sector 1, y reportamos la siguiente secuencia ocupacional, que vamos a describir a continuación de manera muy escueta puesto que no es el tema principal del presente artículo (para información más detallada véase Montoya, 1989):

5. 1. Arquitectura Monumental Temprana

Si bien no ha sido realizado el análisis radiocarbónico en el sitio El Silencio, proponemos que la ocupación cultural en el sitio se iniciaría cronológicamente desde el periodo Precerámico Tardío, esto en la medida que se halla estratigráficamente sobre suelo estéril. Está asociado a contextos sin cerámica, y en menor grado por las características morfológico-arquitectónicas (que la asimila a los templos de la Tradición Mito ubicados por lo general en el Precerámico Tardío), lo cual determina hasta cierto punto su ubicación en este periodo cultural, con una función de carácter público-religioso. Debemos mencionar que el PRACH, si bien inicialmente

209 María Montoya Vera realizó excavaciones en trinchera, posteriormente los edificios tempranos Mayor y Menor fueron definidos íntegramente por excavaciones en área, y no se recuperó fragmento cerámico alguno. Sus pisos fueron encontrados limpios, cubriéndose luego ese espacio con un relleno también limpio exprofesamente. Sin embargo es significativa la ausencia de cerámica en contextos asociados a ambos edificios, por lo que no podríamos tampoco descartar de plano que dichos edificios no pertenezcan al período Precerámico Tardío. Sin embargo otra hipótesis nos hace replantear esta posibilidad pero tampoco nos permite afirmar categóricamente que el sitio pertenece al periodo Precerámico Tardío. Esto surge a raíz de encontrar los pisos limpios, ya que su presencia puede deberse a algún ritual, en el cual de hecho si existió alguna evidencia de cerámica ésta fue retirada al igual que todos los otros artefactos que pudieran haberse depositado en el edificio en algún momento, edificios que por la connotación ritual que tienen generalmente son encontrados limpios previo al ritual de entierro. El edificio fue posteriormente reutilizado como área de entierros humanos (entre ellos tres son niños menores de 2 años y un adulto), los cuales fueron colocados dentro de fosas individuales en el espacio cuadrangular hundido de la estructura monumental. Al momento de los entierros, el sitio ya había perdido su funcionalidad original por lo que, al intruir, rompieron parte de los paramentos, piso y relleno de este edificio.

5. 2. Periodo Inicial

Posteriormente se evidencian ocupaciones ya con cerámica, las que por sus características (Montoya, 1989) muestran cierta correspondencia temporal con los sitios de Guañape, Ancón y Las Haldas, en base a componentes como: pasta, formas y algunas de las decoraciones, por lo que estarían asociadas a grupos culturales del Periodo Inicial. Esta ocupación reflejó diversidad de actividades de subsistencia, por el hallazgo de material malacológico (Donax obesulus, Aulaconya ater, Choromytilus chorus) que proceden de áreas ecológicas diferentes a las del sitio, lo que debió involucrar un determinado tipo de relaciones con grupos más cercanos al litoral. Sin embargo, esta ocupación representa un momento eventual en todo el sitio en general, dado que también a pesar de la amplitud de las excavaciones realizadas por el PRACH, las únicas evidencias para este periodo (aparte de las anteriormente mencionadas) fueron reportadas hacia el lado oeste de mi área de excavación (Edificio Menor) donde personal del PRACH recuperó un entierro humano asociado a variado material vegetal (maní, palta, calabaza, zapallo, etc.) entre otras ofrendas, entre las cuales destaca una figurina de cerámica representando a un hombrecito con caperuza (en la cual se aprecian incisiones lineales verticales) en posición sentada, y una pequeña ollita de cerámica con incisiones lineales en la parte externa. Estos objetos, por su morfología y características particulares, reflejan cierta familiaridad también con sitios tempranos como la figurina y el mate con incisiones hallados en Huaca Prieta por Bird (1948).

5. 3. Periodo Intermedio Temprano

En un tercer y último periodo se ubican las estructuras arquitectónicas que se evidenciaban en superficie, las cuales tenían las características de recintos habitacionales, aspecto que fue confirmado por las excavaciones que realizamos en el recinto signado como H8 (asociado a contextos con cerámica Recuay). Posteriormente realizamos correlaciones entre H8 y los contextos (asociado también a fragmentos Recuay) recuperados por otros integrantes del PRACH en varios recintos habitacionales excavados tanto en el sector Edificio Menor (Montoya, 1989), como en los recintos ubicados en las terrazas de la ladera Sur del cerro Huacate (Montoya, 1989), los mismos que formaban parte de todo el asentamiento Recuay definido por el PRACH en El Silencio, conjuntamente con el edificio monumental de carácter administrativo ubicado en el Edificio Mayor y los canales y las terrazas agrícolas.

210 Arquitectura de la «Tradición Mito» en el valle medio del Santa: sitio «El Silencio»

6. Arquitectura Monumental Temprana en el Edificio Menor

Desearíamos dejar en claro que nuestra excavación fue realizada exclusivamente en el subsector Edificio Menor. Ya en el ítem precedente hemos explicado la secuencia ocupacional que reportáramos en el mismo; para mayor amplitud al respecto se debería consultar el informe final que presentamos en 1989 a la Universidad Nacional de Trujillo. En cuanto al Edificio Mayor, en el cual no excavé directamente sino solo participé como observadora eventual dada la proximidad entre ambos edificios, y que fueron excavados al mismo tiempo por el PRACH entre fines de 1988 y mediados de 1989, los informes hechos por los arqueólogos que participamos en dicho proyecto y que presentamos a fines de 1989 tanto al director del PRACH (en ese entonces el Dr. Santiago Uceda) como al arqueólogo residente (Lic. José Carcelén S.) pueden ser consultados en el Instituto Regional de Cultura de La Libertad en la ciudad de Trujillo. En otro aspecto, también quisiéramos mencionar que hemos hecho uso de información proporcionada amablemente por el PRACH en ese entonces (1989) en lo referente a informes de campo, planos, dibujos, registros de excavación, fotografías, etc., con los que hemos podido obtener la información necesaria, tanto de la arquitectura temprana del Edificio Mayor, como también para poder realizar la correlación morfológico-arquitectónica con el Edificio Menor. El subsector Edificio Menor es característico porque la superficie irregular de un montículo natural fue acondicionado por medio de rellenos de piedras grandes, arena gruesa y piedrecillas, con muros de contención, delimitando un área aproximada de 17 x 15 m. En su lado Sur se aprecian algunas terrazas de acceso hacia el recinto principal que es de planta cuadrangular con esquinas redondeadas (7 x 6,60 m), el cual posee un espacio cuadrangular hundido al interior (3,30 x 3,20 m). Al centro de éste existe un fogón circular (0,60 m de diámetro) enlucido y delimitado por piedras, el mismo que evidenciaba en su interior tierra compacta grisácea con quemas, posteriormente el fogón fue alterado al colocar el entierro de un infante cuya edad varía entre un año a un año y medio (análisis antropológico físico del Dr. Jean- Paul Lacombe) en posición flexionada decúbito lateral izquierdo, orientado de SW-NE, asociado a material orgánico y un fragmento de cuarzo. El acceso al recinto principal (figs. 7 y 8) del edificio se ubica en el lado sur, a través de un vano de 1,10 m de ancho. Los muros exteriores (0,60 m de ancho) muestran una mampostería de piedra con mortero de barro, un doble paramento, revoque blanquecino como base de 0,08 m y al cual luego colocarían un enlucido más fino de color gris de 0,04 m de espesor. El espacio cuadrangular hundido está relacionado a los muros exteriores por medio de banquetas que lo circundan, con un ancho de 0,80 a 1 m, los cuales se elevan a 0,60 m en relación a su piso interior. Las banquetas evidenciaban una fina capa de enlucido amarillento. El piso más temprano del espacio cuadrangular hundido es de color blanquecino (aunque se observan algunos grumos dispersos de tierra arcillosa grisácea); se encuentra asociado por media caña Figura 7 – Dibujo de planta del recinto principal del a los paramentos de las banquetas que lo rodean edificio Precerámico del sector Edificio Menor por sus cuatro lados. Su estado de conservación

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no era muy bueno. Un segundo piso se encuentra sobre el anterior y se encuentra aún más deteriorado, es de color amarillento, uniéndose también al revoque blanquecino de los paramentos circundantes de las banquetas. El tercer y último piso presenta una coloración grisácea, se encuentra en buen estado de conservación y también se une por media caña a los paramentos de las banquetas. Sobre el último piso no se encontró ningún material cultural, solo estaba cubierto por un relleno de 0,20 m de espesor, compuesto por tierra compacta marrón clara, arena gruesa y piedrecillas, cubriendo íntegramente el espacio cuadrangular hundido. El entierro del infante, por las características estratigráficas, fue colocado primero dentro del fogón y luego Figura 8 – Dibujo de planta y corte de elevación del fue tapado con piedras pequeñas formando edificio Precerámico del sector Edificio Menor una especie de urna, cubriendo luego exprofesamente todo el espacio cuadrángular hundido con este relleno limpio. Debemos mencionar que sobre el muro este (mE3) de la estructura monumental temprana se halló un hoyo de forma circular, el cual estaba relleno con tierra suelta y arena beige claro; debió ser la impronta de un soporte de techo de esta estructura. En sí las cabeceras de los muros estaban erosionados por lo que no se evidenció mayormente otros postes. De ser así, el poste dejaría entrever que estos muros no debieron ser más altos en relación a la altura conservada. En la parte exterior del recinto principal, hacia su lado oeste y este, se extiende un piso de color beige (asociado al muro perimetral por media caña). En el lado oeste, y asociado a este piso, se halla un fogón circular de 1 m de diámetro, delimitado por piedras con argamasa de barro. Hacia el lado este, casi a igual distancia del muro perimetral como del fogón oeste, fue reportado otro fogón circular, de 0,80 m de diámetro, de piedras con mortero de barro, con un ducto de ventilación orientado hacia el sur. Asociado a una posterior fase constructiva, dentro del mismo periodo Precerámico, se hacen algunos agregados arquitectónicos hacia el lado oeste del recinto principal (estructura cuadrangular con esquinas redondeadas) y se construyen recintos cuadrangulares adosados al muro perimetral externo, directamente sobre el piso. Dos compartimientos forman el recinto con muros de 0,50 m de ancho, de doble paramento hecho de piedras medianas con mortero de barro. Hacia el lado sur se evidencia también una pequeña estructura rectangular de 0,60 x 0,40 m cuyo muro presenta revoque; el piso y revoque de esta estructura evidenciaban manchas rojizas y están sobre el lado noroeste de la primera terraza de acceso (fig. 8)

7. Correlación arquitectónica de las estructuras Tempranas evidenciadas en los Edificios Mayor y Menor

A partir de las características de la arquitectura Precerámica en el Edificio Menor (fig. 9) queremos hacer una comparación con el Edificio Mayor (excavado por otros miembros del PRACH, el cual reportaba similar morfología arquitectónica pero de dimensiones mayores), con la finalidad de establecer semejanzas o diferencias y poder así determinar posibles asociaciones de contemporaneidad y funcionalidad entre ambos edificios precerámicos. Primeramente describiremos la morfología arquitectónica del recinto principal que se presenta tanto en el Edificio Mayor (fig. 10) como en el Menor; luego se presentarán los elementos o

212 Arquitectura de la «Tradición Mito» en el valle medio del Santa: sitio «El Silencio»

Figura 9 – Perspectiva isométrica del edificio Precerámico del Edificio Menor

Figura 10 – Perspectiva isométrica del edificio Precerámico del Edificio Mayor

rasgos arquitectónicos inherentes a cada recinto principal, para posteriormente asociarlo a otros elementos y recintos arquitectónicos que se presentan también en ambos edificios.

7. 1. Recintos a doble nivel

7. 1. 1. Morfología

Tanto en el Edificio Mayor como en el Menor, el recinto principal se presenta como una estructura arquitectónica cuyos muros perimetrales dan forma a un recinto de planta cuadrada con esquinas redondeadas. Los muros son de doble paramento hechos de piedras medianas con mortero de barro y relleno interno de piedrecillas y barro. Cuatro banquetas se adosan al paramento interno del muro perimetral, dando origen a un espacio cuadrangular hundido al centro del cual se halla un fogón circular (este elemento solo se presenta para el Edificio Menor);el acceso a estos recintos se halla orientado hacia el lado sur.

213 María Montoya Vera

7. 1. 2. Elementos arquitectónicos

Como rasgos o elementos arquitectónicos similares se pueden establecer, en cuanto a forma, los siguientes: muros, pisos a doble nivel, accesos, fogones. Muros: los muros perimetrales de las estructuras arquitectónicas construidas sobre la plataforma artificial (Edificio Mayor) y el montículo natural (Edificio Menor) dan forma a recintos de planta ligeramente cuadrangular con esquinas redondeadas. Estos muros que, en ambos edificios mantienen una forma y estructura similar, poseen doble paramento hecho de piedras medianas con argamasa de barro y relleno interno de piedrecillas y barro, difiere solo en tamaño. Los muros del recinto principal en el Edificio Mayor tienen un ancho que varía entre 0,70 y 0,90 m y encierran un área de 52 m2 (7,80 m de este a oeste por 6,70 de norte a sur). En el Edificio Menor los muros tienen un ancho entre 0,60 y 0,75 m y encierran un área de 46 m2 (7 m de este a oeste por 6,60 m de norte a sur). Los muros perimetrales en ambos edificios presentan un revoque tanto exterior como interior, este revoque es de tierra blanquecina y de consistencia tosca que sería una base con revoque grueso de 0,08 m, sobre el cual se colocó un revoque más fino de color gris. Pisos a doble nivel: presenta la conjunción de varios elementos, está constituido por banquetas, espacio cuadrangular hundido, piso. En ambos edificios se observa (en el área que encierran los muro perimetrales) espacios cuadrangulares hundidos que son resultado del adosamiento de banquetas hacia los lados de los muros, encerrando así un área cuadrangular interna formando un piso a doble nivel. En El Edificio Mayor las banquetas de los lados este y oeste tienen un ancho de 1,20 m, y 1 m la de los lados norte y sur, a un desnivel del piso de unos 0,65 m. El espacio cuadrangular interno tiene un área de 14 m2 (4,20 m de oeste a este por 3,40 m de norte a sur). En el Edificio Menor las banquetas este y oeste tienen un ancho de 1 m y las del norte y sur 0,95 m; el desnivel con el piso es de 0,60 m de altura, el espacio cuadrangular interno tiene un área de 10 m2 (3,25 m de norte a sur por 3,30 m de este a oeste). Al parecer toda esta estructura estaba revestida por enlucido fino de color amarillento de aproximadamente 2 cm de espesor. Accesos: los vanos de entrada en ambos Edificios están ubicados y orientados hacia el lado sur de la estructura. El Edificio Mayor presenta un ancho de 1,50 m evidenciándose dos escalinatas o peldaños con un contrapaso de 0,35 m aproximadamente. En el Edificio Menor el vano tiene un ancho de 1,10 m, no habiéndose conservado en mayor grado las posibles escalinatas, por efecto de la erosión que afectó en mayor grado ese lado del recinto. Fogones: Este elemento no se encuentra presente al interno del recinto del Edificio Mayor, en el Edificio Menor se encuentra un fogón ubicado al centro cortando el piso del espacio cuadrangular interno. Tiene un diámetro de 0,60 m y delimitado por piedras medianas.

8. Rasgos arquitectónicos en recintos asociados al recinto principal a doble nivel

Para la parte externa del recinto principal del Edificio Mayor (fig. 10) se evidencia una mayor complejidad de estructuras con respecto al Edificio Menor (fig. 9), dentro de lo que se considera como la primera fase de construcción en ambos edificios, distinguiéndose los siguientes elementos arquitectónicos:

8. 1. Muros

En el Edificio Mayor se distinguen dos recintos, ubicados en la parte exterior del recinto principal (al lado norcentral) sobre la plataforma original. Al lado suroeste sobre la terraza se ubica el recinto 1 A cuyos muros de doble paramento con relleno interno de piedrecillas, tiene un ancho

214 Arquitectura de la «Tradición Mito» en el valle medio del Santa: sitio «El Silencio» de 0,70 m, formando un recinto cuadrangular con esquinas redondeadas de 22,50 m2 (4,50 x 5 m). El recinto 1 B se ubica sobre la terraza del lado noreste, sus muros tienen un ancho de 0,70 m y forman un recinto cuadrangular de menor tamaño con esquinas redondeadas encerrando un área de 13,60 m2 (3,40 x 4 m).

8. 2. Pisos

En el Edificio Mayor se observa un piso que se extiende hacia el lado sur (delante del recinto principal norcentral). Este piso presenta una zona dividida por un muro que forma una especie de antesala. En el Edificio Menor se observan pisos que se extienden hacia el lado oeste del recinto principal presentando estos una coloración beige grisácea de textura compacta.

8. 3. Terrazas

Para el Edificio Mayor se encuentran algunas terrazas o plataformas superpuestas sobre las que se construyeron algunos recintos: en la plataforma oeste se halla el recinto 1 A, en las plataformas superpuestas al noroeste, de menor tamaño, está el recinto 1 B y al sur de este recinto se hallan también dos plataformas superpuestas, con un fogón al aire libre, que correspondería a la terraza sureste. En el Edificio Menor se hallan dos terrazas o plataformas hacia el lado sur, pero estos son de acceso hacia el recinto principal, presentan un desnivel de 0,60 m entre ambas terrazas separadas por muros de contención.

8. 4. Fogones 8. 4. 1. En el Edificio Mayor

Se observa una mayor variedad morfológica de los fogones con respecto a su asociación con los recintos, pudiendo precisarse los siguientes tipos: Fogones dentro de recintos • Fogón en pozo circular: ubicado al suroeste (al centro del recinto 1 A): el fogón de forma circular corta el piso, el cual a su vez se halla al centro de un pozo circular hundido, este último tiene un diámetro de 1,70 m y el del fogón es de 0,60 m (fig. 10). • Fogón con ducto de ventilación: ubicado al noroeste (al centro del recinto 1 B): el fogón corta el piso pero se halla delimitado por piedras medianas con argamasa de barro, sobresaliendo esta delimitación sobre el nivel del piso del recinto 1 B. Su forma es circular pero con un ducto de ventilación orientado hacia el sur; tiene un diámetro de 0,80 m.

Fogones al aire libre Solo se halló un fogón, siendo ubicado al lado sureste sobre la terraza, es de forma circular cortando el piso y tiene un diámetro de 0,50 m aproximadamente.

8. 4. 2. En el Edificio Menor

Se puede decir que presenta dos de los tipos registrados para el Edificio Mayor pero estos con particularidades propias: Fogones al aire libre • Hacia el lado oeste se halla un fogón circular que corta el piso y es delimitado por piedras medianas con argamasa de barro, sobresaliendo del nivel del piso, tiene un diámetro de 1 m.

215 María Montoya Vera

• Hacia el este se halla un fogón parecido al del Edifico Mayor, en la medida en que presentan ambos un ducto de ventilación orientado al sur pero no estando dentro de algún recinto. El fogón que corta el piso es circular, hecho de piedras medianas con argamasa de barro, tiene un diámetro de 0,80 m.

8. 5. Accesos

En los recintos 1 A y 1 B del Edificio Mayor los accesos están orientados hacia el lado sur; el primero tiene un ancho de 0,40 m y el segundo 0,80 m, presentando un pequeño desnivel en el umbral. A manera general, una característica particular que se debe tener en cuenta es que el Edificio Mayor consiste en una plataforma artificial que se eleva a más de 2 m y cuyos lados miden 20 x 14 m, formando una estructura rectangular con esquinas redondeadas, cuyos muros perimetrales hecho de piedras grandes con argamasa de barro, presentaba un revoque beige amarillento y un voladizo o cornisa en la parte superior del muro, con un ancho aproximado de 0,10 m. El acceso a la plataforma se hacía por medio de escalinatas que se ubicaban en su lado sur. El Edificio Menor se halla sobre un montículo natural, el cual ha sido acondicionado por medio de terrazas de nivelación cuyos lados miden aproximadamente 17 x 15 m, sobre las cuales se edificó hacia el lado norcentral el recinto principal temprano del Edificio. En una segunda fase de construcción se producen ampliaciones o se adicionan nuevos recintos, pudiendo ser que esta fase de remodelaciones sea contemporánea en ambos edificios. La remodelación se presenta en mayor grado en el Edificio Mayor que en el Menor, siendo que en el primero a manera general, se amplía la plataforma base hacia el oeste, construyen nuevos recintos con fogón, luego de sellar los anteriores; se varía el acceso. En el Edificio Menor la remodelación se presenta con menos notoriedad ya que se construye un solo recinto sobre el piso (el cual no evidencia acceso) y que se adosa al muro perimetral suroeste del recinto principal.

9. Correlación Morfológica entre los Edificios tempranos

En general, por las dimensiones de ambos edificios se puede considerar que el Edificio Mayor presenta características monumentales. Eso se debe a la plataforma base de forma rectangular que fue construida sobre el terreno natural, elevándose artificialmente a más de 2 metros de altura. Sobre esta edificarían como recinto principal un recinto de forma cuadrangular con esquinas redondeadas, en cuyo interior se halla un espacio cuadrangular hundido. No presenta fogón y el acceso está orientado hacia el lado sur. El recinto internamente presentaba revoque y estaba enlucido con una fina capa amarillenta. Se reportaron la existencia de fogones en la parte externa de este recinto, uno hacia el suroeste, y siempre sobre la plataforma base, construyéndose un recinto lateral de menor tamaño con pozo hundido y fogón central. Lo mismo se ve hacia el lado noreste: se construyó un recinto conteniendo un fogón central con ducto de ventilación orientado hacia el sur. La monumentalidad de este edificio con respecto al Edificio Menor se da tanto en lo referente a dimensiones de los rasgos arquitectónicos (que por lo general son morfológicamente similares a ambos edificios), como también por la variedad morfológica que presenta el Edificio Mayor. Este último evidencia rasgos arquitectónicos algo más complejos. En efecto si el recinto principal en el Edificio Mayor no está asociado a un fogón, rasgo que sí se evidencia en el recinto principal del Edificio Menor, la complejidad mayor se encuentra en los fogones que se ubican al exterior del recinto principal del Edificio Mayor donde éstos se encuentran al interior de recintos, a diferencia de los fogones al exterior del recinto principal en el edificio Menor que se encuentran

216 Arquitectura de la «Tradición Mito» en el valle medio del Santa: sitio «El Silencio» al aire libre. También en el Edificio Mayor se presentan algunos aterrazamientos o plataformas superpuestas sobre la plataforma base. El Edificio Menor presenta rasgos arquitectónicos de menor complejidad y dimensión con respecto a los que presenta el Edificio Mayor, aunque morfológicamente los elementos arquitectónicos pueden considerarse comunes a ambos. La evidencia de una segunda fase constructiva en los Edificios Mayor y Menor (ya sea si se considera contemporáneas o a fases sucesivas de evolución arquitectónica y social), que implicó a su vez ampliaciones arquitectónicas, nuevos recintos, aterrazamientos, etc. nos plantea que estas debieron surgir por modificaciones de determinados conceptos o parámetros originales en los cuales se basaron para edificar en la fase temprana en ambos Edificios y con características particulares. A pesar de los cambios en la estructura original o más temprana (primera fase), se evidencia un patrón de continuidad entre ambas fases constructivas.

10. Comentarios

Las estructuras arquitectónicas monumentales asociadas a ocupación del Precerámico Tardío en el sitio El Silencio, son de evidente función ceremonial, en las cuales las actividades rituales estarían centralizadas en los fogones, donde debieron haberse incinerado ofrendas u ofrecer sacrificios, reflejando a su vez el sistema ideológico y religioso de la gente de este periodo. Sin embargo, a pesar de la amplitud de las excavaciones que realizó el PRACH en cuanto a las primeras evidencias de ocupación en el sitio de estudio, no hay mayores datos sobre la gente que debió construir estos edificios. Probablemente vivirían cerca pero de manera estacional o en partes algo alejadas del sitio, las mismas que debieron haber afluido a este centro ceremonial. La importancia de los edificios tempranos tanto del Mayor como del Menor estaría dada por la inversión de trabajo en cada uno de ellos. Desde un primer momento se elige un nivel de tierra natural para construir el Edificio Mayor. El hecho de construir sobre ella una plataforma base implica un mayor esfuerzo humano. Si consideramos que el Edificio Menor se halla sobre un montículo natural, el cual fue aprovechado como tal y acondicionado por medio de terrazas de nivelación con muros de contención (implicando un menor esfuerzo e inversión de trabajo para su construcción y adecuación), eso indica la importancia que estos edificios pudieron haber tenido. Surgen sin embargo las siguientes interrogantes: ¿funcionaron contemporáneamente el Edificio Menor y el Edificio Mayor? ¿El Edificio Menor perdió su funcionalidad original al construirse el Edificio Mayor? En relación a esto último se puede plantear que el Edificio Menor probablemente funcionaría como una estructura ceremonial destinada a gente de menor jerarquía o rango social en relación a la del Edificio Mayor que presenta una mayor monumentalidad y complejidad. Se puede plantear también, a manera de hipótesis, que el Edificio Menor representaría una fase más temprana (dentro de este mismo periodo Precerámico) con respecto al Edificio Mayor. En este sentido la ocupación Precerámica en el sitio se iniciaría con la construcción del Edificio Menor, el cual por sus propias características no implicó tanto esfuerzo humano, como sí lo refleja el Edificio Mayor, que bien puede representar un desarrollo arquitectónico y por ende evolutivo en las ideas religiosas de la gente de este periodo. Es más probable entonces que, dada la menor monumentalidad del Edificio Menor, éste marque el inicio en la construcción arquitectónica de los templos precerámicos hallados en el sitio. Algo similar se presenta en La Galgada, donde también se han reportado dos estructuras muy próximas una de la otra. Grieder et al. (1988) proponen que el Edificio más temprano es el de característica más monumental (al que denomina North Mound) en relación al de menor dimensión (South Mound) cuya construcción sería posterior. Sus planteamientos se basan en los resultados de los fechados radiocarbónicos entre ambos edificios. Para las fases finales de La Galgada, que según fechados (Grieder et al., 1988: 69) corresponderían al Periodo Inicial, el montículo Norte (North Mound) llega a adquirir paulatinamente cierta forma en U, es decir forma arquitectónica de influencia costeña, además de la presencia formal de arquitectura costeña por la existencia de un pozo circular hundido en La Galgada.

217 María Montoya Vera

El sitio El Silencio presenta un fenómeno algo similar al de La Galgada: el Edificio Mayor llega a adquirir cierta configuración en U, y se da la presencia de un pozo circular hundido. Las actividades de entierros representan la última fase de la ocupación precerámica en El Silencio. Es probable que paralelo a esto haya tenido una última actividad ritual que bien puede estar representada por el hallazgo del entierro de un párvulo dentro del fogón central del Edificio Menor; luego de esto se colocaría un relleno exprofeso. Estos hallazgos hacen surgir nuevas interrogantes ¿Representaría tanto el entierro humano en el fogón central como el relleno, un ritual relacionado a la pérdida de función del Edificio Menor? ¿Los sucesivos entierros humanos en el Edificio Menor fueron colocados cuando el edificio Mayor se hallaba en funcionamiento?, o ¿Probablemente marcaría también el final del funcionamiento de esta estructura Mayor? Las evidencias y asociaciones descritas en el presente artículo dan paso a una serie de interrogantes que deberemos esclarecer en futuros trabajos, si es que este tipo de asociaciones entre una estructura monumental de una época Precerámica y la posterior pérdida de su funcionalidad en el marco de rituales de entierros y rellenos exprofesos de las estructuras arquitectónicas constituyen un patrón relacionado a este acontecimiento. Si es que aceptamos como correcta la evolución planteada por Bonnier para la Tradición Mito, estaríamos ante una difusión de la misma hacia esta parte del valle del Santa, solo en la medida en que no hemos reportado a la fecha edificios Precerámicos del periodo Pre-Mito en el sitio El Silencio. En este sentido existiría continuidad cultural en otros sitios Precerámicos de la Tradición Mito, lo cual podría estar indicando en esas áreas el origen de esta tradición, por lo que podríamos pensar entonces que efectivamente el sitio El Silencio es resultado de una difusión, que a la fecha, sería la evidencia ubicada más hacia el noroccidente de la religión Mito en los Andes Centrales. Otra discusión pendiente en lo que respecta al sitio El Silencio, es la presencia (aparte de las estructuras arquitectónicas asimiladas a la Tradición Mito) de una estructura monumental de planta circular de 18 m de diámetro delimitando un patio circular hundido con un desnivel de 2 m desde la cabecera del muro que delimita el pozo (fig. 3), la misma que fue hallada aproximadamente a solo 80 m de distancia hacia el noreste del Edificio Menor. En este sentido, surge la problemática en el sitio El Silencio en relación a la presencia de esta estructura que es de tradición costeña y las estructuras de la tradición serrana Mito, implicando una área de convergencia de estas dos tradiciones arquitectónicas definidas tradicionalmente para áreas diferentes. Este hallazgo debe ser evaluado al intentar caracterizar ambas tradiciones en los Andes Centrales en las futuras investigaciones sobre este periodo.

Conclusiones

La ocupación del Precerámico Tardío en el sitio El Silencio está representada por un complejo que presenta dos edificios con arquitectura monumental de carácter publico. Implica que a los alrededores debió haber existido gente relacionada con la construcción del mismo, la cual debió afluir a estos templos, indicándonos funcionalmente cierta congregación en torno a un sitio ceremonial. La ocupación Precerámica Tardía de El Silencio representa la difusión de la tradición serrana Mito, más occidental en los Andes Centrales. El sitio refleja a su vez ser punto de convergencia de dos tradiciones arquitectónico-religiosas: la Tradición Mito y la de pozos circulares hundidos, definidas para áreas diferentes. La ubicación geográfica del sitio le confiere características particulares como puerto comercial entre grupos serranos y costeños. Este hecho podría explicar la presencia de estos diferentes estilos arquitectónicos.

218 Arquitectura de la «Tradición Mito» en el valle medio del Santa: sitio «El Silencio»

Agradecimientos Agradezco especialmente tanto a la dirección como al personal del entonces Proyecto de Rescate Arqueológico Chavimochic (PRACH): Dr. Santiago Uceda C., así como a los licenciados arqueólogos José Carcelén Silva, Víctor Peña Huamán, César Santos, Víctor Pimentel Spissu, Elena Goycochea, Rosa Marín Jave, Lorena Zuñiga, al dibujante Galo Sisniegas, así como al personal auxiliar, quienes intervinieron en las temporadas de campo y gabinete de los años 1988-1989 en el valle del Santa. Agradezco también de manera muy especial al Dr. D. Bonavia, al Arqto. J. Canziani, a la Lic. A. Wong y a la Dra. E. Bonnier, quienes colaboraron amablemente con sus críticas y sugerencias para dar a conocer el presente artículo.

Referencias citadas

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219 María Montoya Vera

FE DE ERRATA

Bulletin de l’Institut Français d’Études Andines / 2007, 36 (1)

En la página 162 se lee lo siguiente: «Se sintetizan y se verifican estas dos tendencias en la elección de junio de 2006. Sin los votos de Lima, Alejandro Toledo no habría llegado a ser presidente de la República peruana». Debería decir: «Se sintetizan y se verifican estas dos tendencias en la elección de junio de 2006. Sin los votos de Lima, Alan García no habría llegado a ser presidente de la República peruana».

220 Bulletin de l’Institut Français d’Études Andines / 2007, 36 (2): 221-240 IFEA Nuevas perspectivas acerca del colapso Moche en el Bajo Jequetepeque

Nuevas perspectivas acerca del colapso Moche en el Bajo Jequetepeque Resultados preliminares de la segunda campaña de investigación del proyecto arqueológico Cerro Chepén

Marco Rosas Rintel*

Resumen

Evidencia arqueológica recuperada en el asentamiento fortificado Moche Tardío más extenso del Valle Bajo del Jequetepeque —Cerro Chepen— sugiere que una situación de «presión externa» fue responsable del colapso político de las comunidades Moche Tardío asentadas en la región. Excavaciones conducidas en una serie de edificios de élite ubicados en el Sector Monumental de Cerro Chepén descubrieron una curiosa asociación de cerámica doméstica de estilo Moche Tardío y cerámica fina de élite de estilo Cajamarca Cursivo Floral en los espacios internos de estas estructuras. Considerando esta evidencia en conjunción con el estilo arquitectónico de los edificios excavados, el esmerado diseño defensivo del Sector Monumental de Cerro Chepén, el patrón de asentamiento de las comunidades Moche Tardío del Valle del Jequetepeque, y una serie de fechados radiocarbónicos que ubican el final de la ocupación de Cerro Chepén en las postrimerías de la Fase Moche Tardío, se esboza un modelo de colapso político para las comunidades locales del valle que tiene como principal agente una irrupción militar concebida y ejecutada por líderes de la etnia Cajamarca.

Palabras clave – Cerro Chepén, fase Moche Tardío, arquitectura grupo-patio, cultura Cajamarca, objetos de prestigio, colapso político

* Universidad de Nuevo México, Departamento de Antropología, Programa Doctoral de Arqueología. Este artículo fue escrito mientras el autor se desempeñaba como profesor de arqueología en la Pontificia Universidad Católica del Perú. E-mail: [email protected].

221 Marcos Rosas Rintel

Nouvelles perspectives concernant l’effondrement de la culture Moche dans le Bas Jequetepeque Résultats préliminaires de la deuxième campagne de recherche du projet archéologique Cerro Chepén

Résumé

L’évidence archéologique récupérée à l’emplacement fortifié de l’époqueMoche Tardío le plus étendu de la vallée basse du Jequetepeque —Cerro Chepén— suggère que l’exercice d’une «pression externe» fut à l’origine de l’effondrement politique des communautés Moche Tardío établies dans la région. Des fouilles réalisées dans une série de bâtiments d’élite situés dans le Secteur Monumental de Cerro Chepén ont permis de découvrir une association curieuse de céramique domestique de style Moche Tardío et de céramique fine d’élite de style Cajamarca Cursivo Floral dans les espaces internes de ces structures. Si l’on considère cette évidence en conjonction avec: le style architectural de ces bâtiments fouillés, le plan défensif travaillé avec soin du Secteur Monumental de Cerro Chepén, le modèle de l’emplacement des communautés Moche Tardío de la vallée du Jequetepeque et une série d’objets datés au carbone radioactif qui situent la fin de l’occupation de Cerro Chepén dans la dernière période de la Fase Moche Tardío, s’ébauche un modèle d’effondrement politique pour les communautés locales de la vallée provoqué essentiellement par une irruption militaire conçue et exécutée par les leaders de l’ethnie Cajamarca.

Mots clés – Cerro Chepén, phase Moche Tardío, architecture groupe-patio, culture Cajamarca, objets de prestige, effondrement politique

New perspectives about the late Moche collapse in the lower Jequetepeque Valley. Preliminary results of the second field season of the Cerro Chepen archaeological project

Abstract

Archaeological evidence recovered at the largest Late Moche fortified settlement in the Lower Jequetepeque Valley —Cerro Chepén— suggests that a situation of «external pressure» was responsible for the political collapse of the Late Moche communities of the region. Excavations conducted at a series of elite residences located in the Monumental Sector of Cerro Chepen revealed a curious association between Late Moche domestic wares and fine Cajamarca-style elite ceramics within the interior spaces of these structures. An evaluation of this evidence in conjunction with the architectural style of the buildings, the neat defensive design of Cerro Chepen’s Monumental Sector, the known settlement pattern of the Late Moche communities in the Jequetepeque Valley, and a series of C-14 dates that place the end of the occupation of Cerro Chepen roughly at the close of the Late Moche Phase, leads to the tentative conclusion that a military incursion undertaken by Cajamarca leaders was the main causal factor for the disappearance of the local Late Moche political systems.

Key words – Cerro Chepen, Late Moche Phase, patio-group architecture, Cajamarca culture, prestige objects, political collapse

222 Nuevas perspectivas acerca del colapso Moche en el Bajo Jequetepeque

Introducción

Este artículo tiene como propósito presentar los avances de investigación del Proyecto Arqueológico Cerro Chepén (PROCECHE), después de completada la temporada de excavaciones del año 2004. El PROCECHE es un proyecto multidisciplinario que busca entender los mecanismos que llevaron al colapso a los sistemas políticos Moche asentados en el valle bajo del Jequetepeque. Para cumplir este objetivo, el PROCECHE ha emprendido la investigación de un extenso sitio habitacional fortificado —Cerro Chepén— ubicado centralmente dentro del cono aluvial de este valle norteño. El sitio es significativo no solo por su posición central, sino también por la magnitud de sus fortificaciones o por ser el asentamiento del periodo Moche Tardío más extenso dentro de la sección norte del valle. Su característica más saltante es la curiosa configuración de algunas de sus estructuras monumentales que integran ambientes de estilo serrano en su diseño estructural. Este tipo de ambientes —galerías, algunas de dos pisos, rodeando patios cuadrangulares— es extraño a la tradición arquitectónica de la costa norte peruana, siendo, en cambio, comúnmente asociados a la tradición arquitectónica Huari, que experimentó una amplia expansión por la sierra peruana entre los siglos VIII y IX de nuestra era. En el año 2003, el PROCECHE emprendió un programa de excavaciones de estas estructuras con el fin de recuperar evidencia material que nos permitiera determinar de manera precisa la identidad cultural de sus ocupantes. Confiábamos que esta evidencia brindaría una respuesta no solo al desmesurado arreglo defensivo del sitio, sino también a las condiciones que generaron el colapso de las entidades políticas Moche de la región. El presente artículo expone los resultados de las excavaciones conducidas durante el año 2004. Durante esta temporada, que resultó ser particularmente exitosa, se excavó un gran edificio erigido, siguiendo modelos arquitectónicos altoandinos, que es interpretado tentativamente como una estructura residencial de élite (Edificio IV). Las excavaciones han evidenciado una inesperada asociación entre cerámica doméstica Moche Tardío y cerámica fina de la sierra de Cajamarca al interior de los patios, galerías y cuartos que componen la estructura. La evidencia recuperada en este edificio sugiere la presencia de funcionarios serranos en el corazón del Sector Monumental de Cerro Chepén. Esta presencia habría ostentado una posición de dominio, pues el Edificio IV se yergue en una de las ubicaciones más preferenciales del sitio. La presencia de un posible enclave fortificado altoandino en el corazón de un territorio Moche ofrece una perspectiva interesante acerca de las condiciones que generaron el colapso de los sistemas políticos Moche Tardío que ocuparon el bajo Jequetepeque. En concordancia con el modelo de colapso político propuesto por Joseph Tainter (1988), que es adoptado como sustento teórico de esta investigación, sostengo que la irrupción foránea habría incrementado los costos de manutención de las diversas entidades políticas Moche Tardío locales, a la vez que restaba importantes recursos que habrían sido necesarios para su eventual recuperación. En el caso específico del bajo Jequetepeque, esta intrusión habría tenido un efecto colateral inesperado: el debilitamiento interno del mismo ente agresor. El enclave foráneo centrado en Cerro Chepén habría desaparecido al mismo tiempo y por las mismas razones que generaron el deterioro de los sistemas políticos surgidos en el valle. Se postula que el escenario cultural del bajo Jequetepeque durante el periodo Moche Tardío ilustra vívidamente los eventos que se suscitan cuando dos poderes regionales se enfrentan en una guerra de desgaste de largo aliento. Este artículo está organizado en cuatro secciones. En la primera presento el marco teórico general que guía esta investigación, y los modelos que han sido propuestos para explicar el colapso político Moche Tardío, resaltando sus elementos comunes y su conexión con la teoría antropológica de colapso cultural. A continuación, introduzco el caso específico de Cerro Chepén. En esta sección presento una detallada descripción del sitio, en la que resalto su posición dominante dentro del valle, y el esmerado diseño defensivo de su Sector Monumental. La tercera sección está dedicada al Edificio IV, una estructura residencial de élite enclavada en el corazón del Sector Monumental de Cerro Chepén. Aquí presento los resultados de las excavaciones desarrolladas

223 Marcos Rosas Rintel durante el año 2004 y expongo la evidencia arqueológica que me lleva a plantear la existencia de una ocupación altoandina en el corazón monumental de Cerro Chepén. Finalmente, cierro el artículo con una propuesta de colapso para las sociedades Moche Tardío del Bajo Jequetepeque, que está inspirada en los inesperados hallazgos del 2004. Los estudios desarrollados en Cerro Chepén ofrecen un escenario de colapso para las poblaciones asentadas en el bajo Jequetepeque que es totalmente singular dentro del ámbito Moche Tardío. Este nuevo escenario debe ser tomado en cuenta a la hora de proponer modelos organizativos para esta insigne tradición cultural que ocupó distintos valles de la Costa Norte durante los siglos VI, VII y VIII de nuestra era. Indudablemente, modelos que postulan la existencia de un único estado centralizado deben ser abandonados. La diversidad de la experiencia cultural Moche Tardío debe ser, por el contrario, abordada valle por valle e inclusive considerando sectores de algunos valles por separado. Dentro de cada uno de estos espacios, las formaciones políticas Moche Tardío habrían desarrollado distintas propuestas organizativas, y padecido distintas condiciones conducentes al colapso cultural.

1. Colapso cultural y colapso moche

La teoría antropológica moderna interpreta el colapso de formaciones políticas pasadas como el producto de la disolución de los lazos económicos e ideológicos que unen a la casta gobernante con la población base (Yofee, 1979; Tainter, 1988; Bawden, 1995; Cowgill, 1995: 259; Kaufman, 1995: 223). Esta perspectiva ha sido planteada de manera elocuente por el arqueólogo norteamericano Joseph Tainter (1988) en un modelo titulado «los retornos marginales decrecientes de la complejidad política». Este modelo sugiere que, conforme una sociedad avanza hacia un estado de alta complejidad sociopolítica, se alcanza un punto en el que los beneficios que obtiene la población base por mantener las instituciones centrales de poder se ven largamente excedidos por los costos de esta inversión (1988: 93). Tainter sostiene que una vez que los costos de mantenimiento de los órganos centrales del estado comienzan a reportar un retorno marginal decreciente, la base popular puede considerar el status quo improductivo y simplemente optar por dejar de aportar subsidios económicos (tributos) al estado. Tainter (1988) y otros (Yofee, 1979; Trigger, 1990; Cowgill, 1995; Berdan & Smith, 1996) han detectado una serie de factores que tienden a incrementar los costos de manutención de sistemas políticos complejos, disminuyendo concurrentemente la calidad de vida de la gente común. Entre estos factores se cuentan los altos costos de la agricultura intensiva, la proliferación burocrática, el derroche asociado a actividades de legitimación de poder, sistemas ineficientes de redistribución de recursos, y la alta demanda energética de la especialización económica y política. Si bien la mayoría de estos factores son de naturaleza económica, también pueden existir profundas incongruencias ideológicas al interior de una sociedad que pueden incrementar las distancias entre gobernados y gobernantes. Una de esas incongruencias podría haber afectado a la sociedad Moche (Bawden, 1994; 1995; 1996; 2001). Bawden habla de una paradoja estructural al interior de la sociedad Moche, en la que la naturaleza exclusiva del poder de las élites entraba en contradicción con principios andinos tradicionales que promovían la integración comunal a través de la reciprocidad, el parentesco y el culto a los ancestros (Bawden, 1995: 258; 1996: 223-224). Esta paradoja representó una fuerza disruptiva latente al interior de la sociedad Moche, y puede haber sido exacerbada una vez que la gente común percibió que las instituciones de gobierno retribuían muy poco en comparación con lo que demandaban para funcionar. Precisamente, tres modelos de colapso que han sido propuestos para la cultura Moche inciden en esta falla ideológica. En Pampa Grande, la ciudad más grande de la sección Norte del territorio Moche, Shimada (1994) halló evidencia de un final violento asociado a una revuelta popular. Las élites Moche locales, tozudamente fieles a principios tradicionales, habrían sido incapaces de convocar ideológicamente a un segmento no-Moche de la población que creció en número

224 Nuevas perspectivas acerca del colapso Moche en el Bajo Jequetepeque y capacidad organizativa a lo largo del tiempo. En Galindo, la ciudad más septentrional del territorio Moche Tardío, el final también estuvo acompañado de una rebelión, esta vez gestada en respuesta a las medidas coercitivas extremas que implementaron los gobernantes locales (Bawden, 1982a; 1996). Estas medidas represivas, que entre otras cosas se reflejan en la erección de un gran muro que aisló los barrios populares del resto de la ciudad, fueron implementadas para contrarrestar el fracaso de una revisión ideológica que rechazó símbolos tradicionales de poder. Parcialmente relacionado al argumento de Bawden se halla la propuesta de Luis Jaime Castillo (1993; 2000; 2003) para explicar el ocaso de las élites Moche Tardío del sitio de San José de Moro. Según Castillo, las élites del sitio cayeron en descrédito al emprender un programa de revitalización ideológica, que implicó la asimilación de los símbolos de poder de una formación cultural —la cultura Huari— que gozaba de mucho prestigio en la época. El nuevo programa ideológico no habría ofrecido a las clases populares una justificación convincente sobre las grandes distancias sociales que las separaba de la nobleza privilegiada. Dos propuestas adicionales de colapso, no relacionadas con factores ideológicos, han sido planteadas para el caso Moche. Estas propuestas tienen en común el hecho de resaltar la ingerencia de factores no económicos —perturbaciones ambientales y guerra— en procesos de colapso cultural. Estos factores también tienen la propiedad de afectar negativamente la calidad de vida de la gente común, menoscabando su capacidad de aportar económicamente a las instituciones centrales de poder. Cuando estos factores se combinan con los productos negativos colaterales de procesos de complejización sociopolítica, las fuerzas disruptivas que se generan al interior de sociedades pueden ser prácticamente incontenibles. El argumento de perturbaciones ambientales como factor detonante del colapso Moche surge de estudios realizados entre mediados de 1970 y 1980 en glaciares de la cordillera andina (Thompson, 1980; Thompson & Mosley-Thompson, 1987; ver también Thompson et al., 1979; 1984; 1985; 1986). Muestras de hielo obtenidas del barrenado profundo de glaciares permitieron armar un registro detallado de precipitaciones de 1 500 años de duración. Este registro evidencia un patrón de inestabilidad ambiental durante prácticamente toda la extensión del periodo Moche Tardío (ca. 550-800 d. C.), caracterizado por la sucesión de varias sequías severas, interrumpidas por un único episodio de humedad ambiental excesiva (Shimada et al., 1991: 261; Shimada, 1994: 249). Evidentemente, este periodo de inestabilidad climática habría afectado la capacidad productiva de las comunidades Moche asentadas en la costa. Es probable que se alcanzara un punto en el que la base productiva de la sociedad simplemente fuera incapaz de aportar los recursos que demandaba la clase dirigente, generándose un cisma insalvable. Un argumento similar, basado en deterioro ambiental, ha sido propuesto para explicar el colapso de las sociedades del periodo Clásico Maya asentadas en las tierras bajas del Petén (Santley, Killion & Lycett, 1986; Culbert, 1995). Finalmente, la teoría de conflicto externo surge de un análisis de patrones de asentamiento desarrollado por Tom Dillehay (2001) en el valle bajo del Jequetepeque, región que acoge a los sitios de Cerro Chepén y San José de Moro. Dillehay observó que, durante el periodo Moche Tardío, el mapa político del bajo Jequetepeque estaba caracterizado por una situación de fraccionamiento total. Durante este periodo, la población local vivía dentro de o en la cercanía inmediata de unos pocos asentamientos fortificados o con fortificaciones, la mayoría de tamaño intermedio (20 a 40 ha), estratégicamente dispuestos ascendiendo la falda de cerros. El panorama arqueológico del valle alude, pues, a una situación de «conflicto esporádico o posiblemente guerra organizada entre comunidades» (Dillehay, 2001: 271). Dillehay asume que el conflicto surgió como resultado de la competencia que las comunidades sostenían por los mejores terrenos de cultivo (2001: 275). En el caso del conflicto armado, el colapso no surge únicamente del total aniquilamiento de comunidades locales por parte de un vecino poderoso. Puede que las comunidades sean capaces de resistir de manera eficaz la arremetida de fuerzas beligerantes, pero esto tampoco quiere decir que podrán sobrevivir indefinidamente. La necesidad de enfrentar una campaña militar siempre impondrá serias presiones sobre las economías internas, que se irán agravando

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conforme se alargue el conflicto. Si la población local no está preparada para suplir tanto las cuotas de tributo ordinarias, como los cupos especiales de guerra impuestos por los líderes locales, el escenario de colapso interno es inminente. En conclusión, son varias las perspectivas que han sido usadas para abordar el tema del colapso Moche. Todas aluden a escenarios locales, sugiriendo que el territorio Moche Tardío estuvo dividido en distintas entidades políticas regionales, aparentemente centradas en valles individuales. En todas las propuestas, el factor predisponente de colapso es el alto costo de mantenimiento de sistemas políticos complejos. Este costo, sin embargo, no tiene porque ser medida suficiente de ruina política. Si los líderes locales son capaces de implementar una maquinaria ideológica capaz de contrarrestar las tendencias independentistas de la población, el status quo podrá ser mantenido exitosamente. Es cuando el programa ideológico falla, o cuando nuevos factores (deterioro ambiental, guerra) se suman para agravar las presiones económicas impuestas sobre la base social, que todo el sistema político derrumbará. Pasemos ahora a revisar el caso específico de Cerro Chepén, y a examinar la evidencia que sugiere un nuevo escenario de conflicto político al interior del valle del Jequetepeque.

2. Cerro Chepén

El sitio arqueológico de Cerro Chepén es, en muchos aspectos, un asentamiento típico del periodo Moche Tardío en el valle del Jequetepeque. Se ciñe al patrón de asentamientos Moche Tardío descubierto por Dillehay (2001), en el sentido de representar un gran sitio habitacional nucleado (cerca de 40 ha de extensión), fortificado, y estratégicamente ubicado sobre la cima y faldas orientales de un gran cerro. Sin embargo, Cerro Chepén se distingue de otros asentamientos contemporáneos en su ubicación preferencial, la magnitud de sus obras defensivas, y la monumentalidad de sus construcciones internas. Por un lado, el sitio se yergue prácticamente en el centro del gran cono aluvial que forman los ríos Jequetepeque y San Gregorio en su aproximación al mar (fig. 1). Desde esta ubicación preferencial, los antiguos habitantes del sitio ejercían control visual de los puntos neurálgicos del valle bajo, que incluyen: • prácticamente toda la expansión de terreno agrícola al norte del curso del río Jequetepeque; • los «cuellos» de los valles del Río Chamán y del Río Jequetepeque; • las laderas áridas de los cerros que circundan la mayor concentración de terreno fértil en el llano aluvial. Esta ubicación también les confirió a los habitantes del sitio la ventaja adicional de Figura 1 – Mapa del Valle Bajo del Jequetepeque mostrando la tener acceso directo a terrenos agrícolas ubicación de Cerro Chepén y de otros importantes sitios Moche que actualmente presentan alto rendimiento Tardío productivo, y que antiguamente habrían sido

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irrigados con aguas de los canales Serrano y Chepén (Eling, 1987: 256-257, 445). El sitio mismo se ubica a solo 3,5 km al sur del cauce actual del río San Gregorio que, si bien se «seca» durante los meses invernales, presenta numerosos bolsones permanentes de agua subterránea asociados. La magnitud de las obras defensivas del sitio es otro rasgo que merece ser resaltado. El sitio arqueológico de Cerro Chepén consta de dos sectores claramente definidos por sendas murallas perimétricas (fig. 2). El primer sector, que denominamos monumental, se ubica a lo largo de la parte más alta del cerro. Este sector ocupa aproximadamente la cuarta parte de la extensión total del sitio (9,7 ha) y tiene forma de cuña alargada. Es especialmente interesante la muralla que protege a este sector, la cual ha sido construida en su totalidad con piedras extraídas del mismo Dispersión de pequeñas terrazas irregulares cerro. La muralla tiene un largo continuo de 1 717 m, un grosor promedio de cabecera de 2,5 m, y llega a alcanzar una altura de 5,5 m en algunos sectores. El diseño de la muralla sigue un rígido plan defensivo, con solo tres Figura 2 – Plano general de Cerro Chepén accesos sumamente resguardados, un total de once torreones distribuidos, sobre todo, a lo largo de su trazo este, y hasta once acumulaciones de pequeños cantos rodados (interpretados como municiones de huaracas). Esta muralla es, sin lugar a dudas, la obra defensiva más colosal de la región, siendo solamente comparable con la muralla externa de la ciudad de Pacatnamú, la cual, sin embargo, data del periodo Chimú (Donnan, 1986: 54). La segunda muralla bordea el segundo sector de ocupación del sitio, que se extiende sobre las laderas orientales del cerro, al este de la gran muralla defensiva. Este sector está compuesto casi exclusivamente por pequeñas terrazas interpretadas tentativamente como viviendas de la gente común. La muralla perimétrica que protege al sector habitacional de bajo rango es de menor altura y grosor que la antes mencionada. Llama también la atención la ausencia de torreones y concentraciones de cantos rodados en asociación con el segundo muro. Un dato interesante acerca de este muro es que, en las secciones construidas sobre o cerca al llano, tanto adobes como piedra fueron utilizados en su construcción. Finalmente, Cerro Chepén se distingue también por la monumentalidad de sus edificaciones. Todas las construcciones monumentales del sitio se concentran al interior del denominado Sector Monumental. Se distinguen claramente nueve grandes edificios y algunos conjuntos arquitectónicos menores, de carácter periférico (fig. 3). De entre los primeros, cuatro edificios (IV, VI, VIII y IX) se destacan por ostentar una posición preferencial dentro del Sector Monumental. En primer lugar, están construidos sobre la cima del cerro, lo que significa que sus ocupantes ejercían un control visual sobre todo el sitio. En segundo lugar, fueron construidos en el centro del Sector monumental. Esto quiere decir que estas estructuras son las más distantes de cualquiera de los accesos ubicados en la muralla perimétrica. En otras palabras, dentro de un sector diseñado para defensa, estas estructuras ocupan la mejor posición defensiva. Es innegable que sus ocupantes gozaron de privilegios no accesibles al común de los habitantes de Cerro Chepén. Un estudio más cercano de estos cuatro edificios nos permitió identificar un tercer elemento que los singulariza frente a los demás edificios del sitio, y probablemente de todo el valle bajo del Jequetepeque (Swenson, 2004: 404). Las cuatro estructuras mencionadas son las únicas que adoptan en su diseño arquitectónico galerías, a veces rodeando, a veces flanqueando, patios

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cuadrangulares. Algunas galerías tienen ménsulas que indican la existencia de un segundo piso (figura 4). Este tipo de arquitectura es absolutamente ajeno a la tradición constructiva costeña de la época siendo típico, por el contrario, de tradiciones altoandinas. Algunos autores llaman a este modelo arquitectónico «grupo-patio» y lo consideran característico de la tradición constructiva ayacuchana de Huari, originada aproximadamente en el siglo VII de nuestra era (Brewster-Wray, 1983; Anders, 1986; Isbell, 1989; 1991; Schreiber, 1992). Otros autores, sin embargo, lo relacionan con tradiciones arquitectónicas más tempranas de la sierra Norte (Topic & Lange Topic, 1982-1985). Los cuatro edificios centrales del Sector Monumental de Cerro Chepén ofrecen evidencia arquitectónica que sugiere la presencia de pobladores altoandinos en el valle bajo del Jequetepeque. A mi entender, esta presencia habría tenido una injerencia directa en los eventos que llevaron al colapso a los sistemas políticos locales del valle. Se hacía necesario, pues, buscar evidencia adicional que pudiera corroborar la existencia de huestes serranas en el cerro. En el año 2003 se inició un programa de excavación de edificios monumentales en Figura 3 – Plano del Sector Monumental de Cerro Chepén el sitio en busca de esta evidencia. Una de las mostrando ubicación de edificios y accesos en la muralla estructuras excavadas fue el Edificio IV. Como se perimétrica verá en las páginas siguientes, el Edificio IV reportó numerosos ejemplos de objetos de prestigio —expresados en cerámica fina— relacionados con la etnia altoandina de Cajamarca. Se puede ahora sugerir un modelo de colapso basado en presión externa. Este modelo será abordado en la parte final de este artículo.

3. La excavación del Edificio iv

El Edificio IV, excavado durante la campaña del 2004, es una de las estructuras más llamativas de Cerro Chepén. Con 1 645 m2 de área, es el segundo edificio más extenso del Sector Monumental del sitio. El Edificio IV se distingue, también, por su elaborado diseño arquitectónico. Una elegante gradería, de 23 metros de largo y 2 metros de ancho, representa el acceso formal al edificio. Esta gradería corta la terraza frontal de la estructura, que está delineada por un Figura 4 – Excavación de una galería de dos pisos en el Edificio VIII muro en el que se alternan piedras grandes y Nótese la fila de ménsulas en la pared pequeñas en aparejo ordenado. De hecho, los

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muros de contención que definen las terrazas del edificio son tan altos —hasta 4,9 metros— que son fácilmente visibles desde distintos sectores del sitio e inclusive desde el nivel del valle cultivado. Al interior del edificio se ubican espacios de distinta forma y arreglo arquitectónico. La estrategia de excavación desplegada en el Edificio IV nos llevó a sondear los espacios más significativos de la estructura. Estos espacios incluyen: • un gran patio cuadrangular cercado por un grueso muro exornado con hornacinas; • tres cuartos interconectados (interpretados como habitaciones); • una galería de dos pisos con patio anexo; • un conjunto de cuartos y galerías dispuestos alrededor de un patio respetando el típico arreglo de «grupo-patio»; • una zona de arquitectura irregular, en la parte posterior del edificio (fig. 5).

Las excavaciones persiguieron tres fines: entender la secuencia constructiva del edificio, definir la función de espacios, e indagar acerca de la identidad cultural de los ocupantes de la estructura. En lo que toca al primer punto, descubrimos que la gran obra, que nosotros llamamos Edificio IV, fue originalmente erigida sobre terreno virgen. En otras palabras, el edificio no fue construido sobre un espacio que ocupaba una estructura más antigua. El edificio tampoco es una construcción que fue creciendo paulatinamente en Figura 5 – Organización funcional de ambientes en el Edificio IV el tiempo. Su planta actual respondió a un plan maestro que fue concebido y ejecutado de una sola vez. En cuanto al momento de construcción de la obra, todas las unidades de excavación reportaron ingentes cantidades de cerámica doméstica de estilo Moche Tardío (fig. 6). Estos fragmentos procedían tanto de los rellenos constructivos más antiguos (incluyendo el relleno de los muros mismos), como de los últimos pisos de ocupación. Se puede, entonces, concluir con seguridad que la obra fue construida y ocupada durante el periodo Moche Tardío. Los estudios de función de ambientes corrieron con distinta suerte en distintos sectores. Las excavaciones ofrecieron identificaciones positivas en el caso del gran patio cercado, los tres cuartos interconectados y la zona de arquitectura irregular. El primero es, a todas luces, un espacio de reuniones oficiales. Su diseño repite los elementos propios a los patios ceremoniales representados en maquetas de barro del periodo Moche Tardío (Castillo et al., 1997), y maquetas similares de madera pertenecientes a la posterior época Chimú (Donnan, 1975; Uceda, 1997). Los tres cuartos interconectados han sido interpretados como habitaciones en función de su ubicación dentro del edificio, arreglo arquitectónico Figura 6 – Ejemplos de cerámica doméstica y rasgos asociados. La zona de arquitectura irregular, por Moche Tardío hallada en los edificios del Sector otro lado, habría funcionado como una zona industrial Monumental de Cerro Chepén

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donde artesanos, posiblemente actuando bajo la estricta supervisión de las élites, habrían elaborado adornos e implementos personales de distintos materiales. De los ambientes excavados en este sector proceden los pocos ejemplos de materias primas (prills de cobre, conchas marinas), desechos de producción (conchas cortadas, desechos de talla lítica) y utensilios y herramientas de trabajo (una gran «mesa» de piedra, percutores, espátulas de hueso, pulidores de cerámica) reportados en el edificio. Finalmente, afloramientos superficiales de carbones y tierra quemada nos permitieron ubicar una posible zona de preparación de alimentos sobre una terraza que se abre al este de la estructura (fig. 5). En conclusión, el carácter monumental de la estructura, aunada a la diversidad de funciones que cumplieron sus espacios interiores (entre los que se cuentan ambientes destinados a habitación), nos permite concluir con seguridad que el Edificio IV habría funcionado como una residencia de élite. La galería de dos pisos y el «grupo-patio», dos conjuntos arquitectónicos construidos respetando cánones altoandinos, no ofrecieron información útil que pudiera resolver el dilema funcional. Sí reportaron, por el contrario, información significativa que ayudó a solucionar el tercer objetivo trazado por la investigación: lograr la identificación cultural de los ocupantes. La categoría de cultura material que escogimos en nuestra investigación para determinar la identidad cultural de los ocupantes fue la de objetos de prestigio. El término «objetos de prestigio» alude a los bienes manufacturados, ligeros y transportables, que los líderes de sociedades complejas emplean para señalar su alta posición social. Estos bienes generalmente poseen una carga ideológica muy fuerte que identifica a sus poseedores como a individuos con derecho a ejercer poder sobre otros (DeMarrais et al., 1996: 26). Los líderes locales siempre mostraron una marcada preocupación por evitar que estos objetos, que encarnan auténticos símbolos de poder, caigan en manos de personas no autorizadas. Este objetivo lo consiguieron de dos maneras distintas: a) monopolizando la producción y distribución de estos bienes, y b) usando materiales exóticos, de difícil acceso, y/o tecnología y mano de obra altamente especializada en su confección (Brumfiel & Earle, 1990). Estas precauciones terminan confiriendo a los objetos características únicas, que los convierten en piezas muy llamativas, irreplicables, generalmente decoradas con la iconografía distintiva de los círculos de poder de la tradición cultural correspondiente. Entre las antiguas culturas peruanas, la cerámica fina fue uno de los medios comúnmente más usados para la reproducción de objetos de prestigio. En el caso particular de la cultura Moche, por ejemplo, evidencia iconográfica indica que los líderes locales generalmente hacían ostentación de finas piezas cerámicas cuando presidían ceremonias públicas (fig. 7). Evidencia arqueológica testifica, por otro lado, que las élites usaron y descartaron estas piezas en sus edificios de habitación (Bawden, 1982b: 175; Shimada, 1994: 169). Las mismas piezas han sido halladas formando parte de los ricos ajuares funerarios de individuos notables (Strong, 1947; Donnan & Castillo, 1992; 1994; Alva & Donnan, 1993; Narváez, 1994; Donnan, 2003; Tello et al., 2003). En todos los casos, y no solamente aquellos relacionados con la cultura Moche, las finas piezas cerámicas usadas como objetos de prestigio presentan un alto grado de elaboración en su confección, siendo su estilo y decoración altamente distintivos de tradición cultural. Estas piezas se convertían, pues, en un medio ideal para tentar la identificación de los ocupantes del Edificio IV. Figura 7 – Detalle de la «Escena del banquete»: dignatario Moche exhibe, entre otras insignias de poder, dos finas La galería de dos pisos, el «grupo-patio» piezas cerámicas y una de los espacios identificados como Redibujado de Larco Hoyle, 2001 [1939]: figura 212 habitaciones reportaron ingentes cantidades

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de fragmentos de cerámica fina que en muchas ocasiones pudieron ser unidos permitiéndonos restituir las vasijas casi a su estado original. Estos fragmentos procedían de hoyos con basura cavados en los pisos, o de basurales superficiales que periódicamente fueron sellados bajo distintos pisos de ocupación. Lo más curioso acerca de estas vasijas es la virtual ausencia del estilo más representativo de la tradición Moche Tardío: las finas botellas de asa-estribo decoradas con línea fina (Donnan & McClelland, 1999). La muestra está dominada (98 %), por el contrario, por estilos que son asignables a etnias alto-andinas. La muestra de vasijas finas recuperadas del Edificio IV y de los dos edificios excavados durante la temporada del 2003 ha sido organizada en cuatro alfares en función del color, forma y decoración de las piezas. Estos alfares han sido denominados «Cajamarca Cursivo Floral», «Cajamarca decorado con línea roja», «Alfar anaranjado pulido» y «Alfar negro pulido». Un análisis de Número Mínimo de Vasijas, establecido a partir de fragmentos de bordes y vasijas parcialmente reconstruidas, nos ha permitido determinar la popularidad relativa de cada uno de estos alfares dentro de la muestra total de vasijas finas (N = 205). El alfar más distintivo de la muestra está encarnado por finos platos de caolín propios al estilo Cursivo Floral de la Tradición Cajamarca Medio (fig. 8). Estos platos componen el 7,8 % de nuestra muestra. Su estilo representativo está bien definido en la literatura especializada (Reichlen & Reichlen, 1970; Terada & Matsumoto, 1985; Julien, 1988). Sabemos con precisión que este estilo se desarrolló en el valle de Cajamarca aproximadamente entre los años 450 y 900 d. C. (Matsumoto, 1994: 185). El alfar «Cajamarca decorado con línea roja», representando otro 7,8 % de la muestra, abarca exclusivamente a platos con base anular, que denotan indistintamente pasta de caolín o pasta roja (fig. 9). La decoración se circunscribe al interior del plato e implica diseños lineares trazados con un pigmento rojo. Platos de estas características también han sido hallados en San José de Moro tanto en contextos Moche Tardío (Castillo & Donnan, 1994: figura 3. 31), como en contextos del periodo Transicional (Rucabado & Castillo, 2003: figura 1. 3). Si bien algunos de estos platos han sido denominados «Cajamarca Costeño» en el pasado (Rucabado & Castillo, 2003: 24), la presencia de especimenes de caolín en nuestra muestra asociaría propiamente a este alfar con tradiciones serranas. El alfar «Anaranjado pulido» aparenta ser exclusivo al sitio de Cerro Chepén dentro del valle bajo del Jequetepeque. Este alfar compone el 22,9 % de la muestra y abarca exclusivamente a escudillas de base plana o ligeramente curva (fig. 10). Si bien la gran mayoría de especimenes carece de decoración, unos pocos muestran diseños lineares trazados con pintura negra orgánica

Fig. 8 – Alfar Cajamarca Cursivo Floral Figura 9 – Alfar Cajamarca decorado con línea roja

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al interior, y otros un pequeño apéndice lateral modelado con forma de cabeza humana. Es importante precisar que estos diseños decorativos son totalmente ajenos a tradiciones cerámicas costeñas, y remiten más bien a formaciones serranas. La fuente exacta de estas tendencias decorativas nos es todavía, sin embargo, desconocida. Finalmente, el alfar «Negro pulido» no solo es el más popular (59,5 %), sino también el más variado en cuanto a tipos de vasijas. Engloba a gran variedad de formas que incluyen: escudillas similares a las del alfar anterior, platos de base anular, cuencos, botellas de dos picos y asa puente, y botellas y cántaros con cara humana moldeada en el cuello (fig. 11). Algunas de estas formas (cuencos, por ejemplo) parecen derivadas de la tradición Moche Tardío. Otras (platos de base anular), parecen copias de formas Cajamarca. Las formas cerradas, por otro lado, remiten a estilos epigonales que alcanzaron amplia difusión en sitios de la costa y sierra peruana durante la segunda mitad del Horizonte Medio (Kroeber, 1925: lámina 46-j, 46-l; Flores Espinoza, 1959: foto 6; Menzel, 1977: figs. 51, 52 y 68; Topic & Lange Topic, 1982-1985: figs. 6 y 7; Prümers, 2000: fig. 6). En conclusión, la información ofrecida por la cerámica fina se inclina por la presencia de ocupantes de la sierra cercana, posiblemente del Valle de Cajamarca, en los edificios monumentales de Cerro Chepén. Esta información novedosa nos permite ahora esbozar un nuevo escenario de colapso para las comunidades Moche Tardío del valle, que está íntimamente relacionado con el problema de presión externa.

4. Discusión

Las investigaciones desarrolladas por el PROCECHE en el centro fortificado de Cerro Chepén confirman la existencia de un enclave serrano en el corazón del valle bajo del Jequetepeque. Propongo que el sitio es producto de un movimiento expansivo emprendido alrededor del siglo VIII de nuestra era por un grupo altoandino, posiblemente asentado en los alrededores del valle de Cajamarca1. Los cajamarca siguieron el valle del Jequetepeque, que representa la ruta de

Figura 10 – Alfar Anaranjado pulido Figura 11 – Alfar Negro pulido

1 El más probable lugar de origen de esta expedición invasora se encuentra en el sitio de Guzmango Viejo, ubicado a 3 100 msnm en la provincia de Contumazá, a aproximadamente 48 km lineares al suroeste de la actual ciudad de Cajamarca. El sitio fue el centro de una de las warangas de la macroetnia Cajamarca durante el Horizonte Tardío (Julien, 1993: 251). El sitio, sin embargo, también fue ocupado durante el Horizonte Medio, y no solo ha

232 Nuevas perspectivas acerca del colapso Moche en el Bajo Jequetepeque comunicación más directa con la costa, como vía de expansión. Una vez que alcanzaron las tierras bajas, los cajamarca habrían consolidado su posición construyendo una plaza fuerte en un punto estratégico. El punto seleccionado fue la cima de un cerro que se levanta aproximadamente en el centro del valle bajo del Jequetepeque. Desde esta ubicación, los transgresores gozaban de acceso preferencial a agua y terrenos de cultivo, e inclusive ejercían un control visual sobre los cerros que rodean el valle, lugar donde se ubican los asentamientos de comunidades costeñas contemporáneas. Los cajamarca aparentemente también ejercieron control efectivo sobre algunos pobladores Moche, quienes tributaron vasijas domésticas, manufacturadas en claro estilo local, para su uso personal. El esmerado arreglo defensivo del reducto cajamarquino, visible sobre todo en la muralla que rodea el Sector Monumental del sitio, sugiere que las relaciones con los nuevos vecinos costeños no fueron del todo amigables. Por el contrario, el ingenio y esfuerzo invertidos en dotar la muralla de mecanismos defensivos extremos (accesos restringidos, torreones, concentraciones de municiones) claramente indican que los habitantes del Sector Monumental de Cerro Chepén —entre ellos los ocupantes del Edificio IV— percibían que una seria amenaza se cernía sobre ellos. Tal como lo demostró el estudio de patrones de asentamiento desarrollado por Dillehay (2001) en el bajo Jequetepeque, el mismo sentimiento invadía a los pobladores Moche locales, quienes también se hallaban atrincherados en asentamientos fortificados. En este momento es necesario precisar qué tan coherente es la propuesta de la invasión Cajamarca. A la luz de los conocimientos arqueológicos actuales, esta propuesta resulta absolutamente viable. Se sabe que la etnia Cajamarca forjó un poderoso cacicazgo, empezando en el siglo II de nuestra era, centrado en el valle que hoy ocupa la ciudad del mismo nombre (Julien, 1988). En la fase Cajamarca Medio (450 - 900 d. C.) esta cultura se expande fuera de los confines de su área nuclear, proyectando sus influencias hacia la zona del Marañón, la sierra Sur y, especialmente, los valle costeños (Terada & Matsumoto, 1985: 87). En el valle bajo del río Chicama, vecino al sur del Jequetepeque, Leonard & Russell (1993: 155) reconocen la presencia de asentamientos periféricos de la cultura Cajamarca que, sin embargo, no están fortificados ni trasgreden los límites de territorios Moche. Una situación muy similar es reportada por Shimada (1982: 179) en los valles de Zaña, Lambayeque y La leche durante el periodo Sicán Medio (850-1 100 d. C.). Para Shimada, la trasgresión serrana de las comarcas costeñas no habría sido posible debido a que las poblaciones locales se hallaban organizadas bajo un poderoso estado centralizado (1982: 185). Lo mismo se puede sugerir para el caso del valle de Chicama, revisado por Leonard & Russel (1993). Este escenario, sin embargo, no es aplicable al caso del bajo Jequetepeque pues, como lo han demostrado Dillehay (2001) y Swenson (2004), en el Periodo Moche Tardío las poblaciones de la zona se hallaban disgregadas en comunidades autónomas. Es importante precisar también cuál habría sido el rol que habría jugado la cultura Huari en la expansión Cajamarca. Como se ha mencionado varias veces a lo largo de este artículo, los edificios centrales del Sector Monumental de Cerro Chepén albergan espacios (galerías rodeando patios cuadrangulares, algunas de dos pisos) que han sido frecuentemente relacionadas con la tradición cultural ayacuchana. ¿Es posible que los Huari, y no los Cajamarca, sean los responsables de irrumpir en el territorio costeño? En realidad, hay dos explicaciones posibles para esta aparente anomalía arquitectónica. En primer lugar, el modelo de galerías de dos pisos rodeando patios cuadrangulares presenta un fechado pre-Huari en la sierra Norte. Así lo demuestran las investigaciones desarrolladas por John Topic y Theresa Lange Topic en Huamachuco (1982-1985: 19), y algunas vasijas escultóricas de la cultura Recuay, asignables al Periodo Intermedio Temprano (ca. 200 a. C. - 600 d. C.), que representan espacios arquitectónicos de dos pisos (fig. 12). Es probable, entonces, que los arquitectos cajamarquinos hayan compartido el conocimiento sobre la construcción de galerías

reportado ingentes cantidades de platos de estilo Cajamarca Cursivo Floral, sino también un extraño alfar negro representado por platos de base anular (Julien, 1988: 198). Cabe destacar, que la arquitectura de Guzmango Viejo incluye galerías de varios pisos (Julien, 1988: 198).

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de dos pisos con sus vecinos sureños, y lo hayan aplicado en sus construcciones. Este hecho, sin embargo, no está bien documentado en sitios del Intermedio Temprano del valle de Cajamarca. La explicación alternativa considera una injerencia Huari, pero de carácter indirecto. Durante la expansión hacia la sierra Sur, ocurrida durante la fase Cajamarca Medio, los miembros de la etnia Cajamarca tomaron contacto con representantes de la cultura Huari que estaban, a su vez, emprendiendo su propio programa expansivo. Así lo atestiguan las ingentes cantidades de fragmentos cerámicos de estilo «Cursivo Floral» —semejantes a los hallados en el Edificio IV de Cerro Chepén— encontrados en sitios de avanzada Huari e inclusive la misma capital imperial (Menzel, 1964: 44; Ravines, 1968; Isbell, 1977; Julien, 1988: 226). La exacta relación que surgió del contacto Figura 12 – Vasija escultórica Recuay con representación de edificios de dos pisos entre las dos etnias serranas es aún materia de debate. (Colección del Banco Central de Reserva Algunos autores (Lumbreras, 1974; Julien, 1988; Schreiber, del Perú) 1992) sugieren que Cajamarca fue conquistada por los huari. Otros (Anders, 1986; Matsumoto, 1988), arguyen que la etnia Cajamarca fue lo suficientemente fuerte como para mantener su independencia. Opiniones conciliadoras sugieren que ambos grupos forjaron una alianza comercial, que en parte fue usada como catapulta para una expansión conjunta (Schaedel, 1985: 451; Matsumoto, 1988: 15; Shimada, 1994: 251). Los huari habrían erigido dos pequeños centros comerciales- administrativos con arquitectura de tipo grupo-patio en los alrededores del valle de Cajamarca (Williams & Pineda, 1985). Según Julien (1988: 240) es en este momento en que los cajamarca asimilan el diseño de galerías rodeando patios cuadrangulares, plasmándolo en las estructuras centrales de sus asentamientos más representativos —incluyendo su capital regional, Cerro Coyor— durante la fase Cajamarca Medio. La teoría del patrón arquitectónico aprendido del contacto con Huari ayuda a explicar algunas asociaciones materiales confusas detectadas en los edificios monumentales centrales de Cerro Chepén. Me refiero específicamente al caso de las vasijas cerradas propias al alfar «Negro pulido» que, como ya indiqué, repiten formas presentes en sitios de la costa y sierra peruana que denotan fuerte influencia Huari. También ayudaría a explicar la curiosa presencia de vasijas Huari policromo en el centro funerario de San José de Moro (Castillo, 2000). En este sitio, las vasijas Huari policromo aparecen asociadas a piezas asignables a nuestros alfares «Negro pulido», «Cajamarca decorado con línea roja gruesa», e inclusive platos «Cajamarca Cursivo Floral» dentro de tumbas de individuos prominentes. Yo sostengo que Cerro Chepén habría sido el sitio a través del cual se canalizaron todas estas piezas foráneas dentro del valle bajo del Jequetepeque2. Evidentemente, la recurrente asociación de cerámica Huari y Cajamarca dentro de contextos intrusivos al valle brinda apoyo a la teoría que sostiene que los Huari y Cajamarca, lejos de enfrentarse, se apoyaron mutuamente en sus empresas expansionistas.

Conclusión: colapso cultural en el bajo Jequetepeque

Habiendo sido definido el carácter de la ocupación del sitio de Cerro Chepén, y resuelta la incógnita acerca de las relaciones entabladas entre las tradiciones culturales Huari y Cajamarca,

2 Debo resaltar, sin embargo, que entre los 16 500 tiestos recogidos en Cerro Chepén durante las campañas del 2003 y 2004 no figura uno solo que aluda al emblemático estilo polícromo Huari-estatal. Esta evidencia nos es útil, no obstante, para descartar arqueológicamente la presencia de administradores ayacuchanos en este enclave serrano.

234 Nuevas perspectivas acerca del colapso Moche en el Bajo Jequetepeque solo nos queda interpretar el rol que jugó el sitio en el colapso de las formaciones políticas Moche del bajo Jequetepeque. El escenario más factible de colapso lo hallamos en una revisión hecha por Bennett Bronson (1995) referente al rol que cumplieron los grupos nómades en el colapso de estados y civilizaciones antiguas. Según Bronson, un grupo beligerante expansivo no tiene necesariamente que arrasar militarmente a un estado para causar su colapso. A veces su sola presencia en la periferia del territorio estatal es motivo suficiente para causar el debilitamiento interno de las instituciones centrales de poder. Este debilitamiento surge cuando los gobernantes estatales se ven forzados a aumentar la carga impositiva sobre élites menores y población en general para enfrentar la amenaza e implementar acciones defensivas (construcción de muros, equipamiento de un ejército, alimentación de reclutas) (Bronson, 1995: 214). Estas acciones generalmente resultan impopulares y, como lo predice el modelo de colapso político de Tainter (1988), pueden incluso generar rebeldía social y negativas a pagar subsidios económicos. Si bien los cajamarca no caen dentro de la categoría de «hordas barbáricas», ni los grupos locales habrían estado organizados bajo un «estado», considero que el modelo de Bronson es útil para explicar los eventos ocurridos en el Bajo Jequetepeque. Los transgresores Cajamarca podrían haber constituido fuerzas beligerantes lo suficientemente fuertes como para ejercer significativa presión sobre los grupos costeños. Su fuerza y capacidad organizativa queda demostrada en la majestuosidad de las obras defensivas del cerro, que fueron erigidas de una sola vez. Esta presión, ejercida desde el corazón mismo del territorio costeño, pudo aumentar significativamente los costos de manutención de las comunidades Moche locales. Como dato curioso, esta misma presión pudo haberles restado la posibilidad de recuperarse económicamente. Estudios de patrones de asentamiento conducidos en Mesoamérica confirman que, cuando una región está ocupada por vecinos beligerantes, se forman amplias zonas desprovistas de ocupación separando los centros poblacionales en conflicto (Sanders et al., 1979: 103; Blanton et al., 1994: 99). Estas zonas vacías, comúnmente denominadas «tierra de nadie», muchas veces albergan tierras agrícolas de altísima calidad. Estas tierras simple y llanamente no pueden ser trabajadas por el riesgo que implica para los agricultores apartarse del resguardo de los asentamientos. En una situación de conflicto externo, entonces, grandes centros de población pueden ver su producción agrícola mermada. Según Dillehay (2001: 270), una situación de aprovechamiento ineficiente de terreno agrícola debido a conflicto entre comunidades habría imperado en el bajo Jequetepeque precisamente durante tiempos Moche Tardío. Esta situación se habría dado dentro de un marco de condiciones climáticas desfavorables (Shimada et al., 1991: 261; Shimada, 1994: 249). Los habitantes de Cerro Chepén, que gozaban de un acceso preferencial a fuentes de agua y productos agrícolas, podrían haber mantenido su posición defensiva por más tiempo. La evidencia arqueológica indica, sin embargo, que esto no fue necesariamente así. En determinado momento de la secuencia Moche Tardío, el sitio y sus construcciones fueron abandonados. Una serie de fechados radiocarbónicos tomados de desechos orgánicos (maíz) asociados a los últimos eventos de ocupación en los edificios IV y VIII arrojaron fechas de 790 ± 100 (AA61865), 780 ± 115 (AA61866) y 780 ± 100 (AA61870) años d. C.3. Estas fechas son comparables con los finales documentados de las ocupaciones de los sitios de Pampa Grande (Shimada, 1994: tabla 2), Galindo (Bawden, 1977: 410; Lockard, 2005: tabla 5. 4) e inclusive la zona urbana del sitio de huacas del Sol y de La Luna (Chapdelaine, 1998: 114). En el Valle de Jequetepeque, por otro lado, Edward Swenson (2004: tabla 6. 1) obtuvo un fechado prácticamente idéntico en el sitio Moche Tardío de Portachuelo de Charcape. La ausencia de señales de violencia acompañando el abandono de Cerro Chepén sugiere que éste fue planeado y pacífico. Aparentemente, los invasores Cajamarca fueron víctimas de las condiciones generadas por su propia irrupción en territorio ajeno. Las comunidades Moche Tardío habrían impuesto una férrea resistencia, forzando a los advenedizos a desistir de su proyecto expansionista.

3 Fechados AMS calibrados. Calculados con una desviación de 2 sigmas. El laboratorio estableció las correcciones 12 13 correspondientes a variaciones en proporción de átomos de C y C propias a plantas de tipo C4.

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El escenario político del bajo Jequetepeque durante el periodo Moche Tardío ofrece una interesante imagen de lo que ocurre cuando dos sociedades complejas chocan por el control de un mismo territorio. Si uno de los poderes no es capaz de subyugar rápidamente a su oponente, se puede generar una «guerra de desgaste» con capacidad de debilitar significativamente a los bandos enfrentados. Si ninguno de los antagonistas cede en sus posiciones, el debilitamiento se puede prolongar hasta convertirse en causa de colapso de no solo uno, sino los dos grupos contrarios.

Agradecimientos Quiero agradecer a la Dirección Académica de Investigación de la PUCP, especialmente a los profesores Carlos Chávez y Margarita Suárez, por el financiamiento parcial de las temporadas de campo de los años 2003 y 2004. Quisiera hacer mis agradecimientos extensivos a la Fundación Ethel-Jane Westfeldt Bunting y al Latin American and Iberian Institute de la Universidad de Nuevo México por haber proporcionado fondos para la campaña de mapeo de Cerro Chepén del año 2000. Muchos arqueólogos notables han ofrecido apoyo logístico o comentarios valiosos que han beneficiado directamente esta investigación. Entre ellos figuran Garth Bawden, James Boone, Jesús Briceño, Luis Jaime Castillo, Patricia Crown, Tom Dillehay, William Isbell, Carol Mackey, Krzysztof Makowski, Michael Moseley y Santiago Uceda. A ellos mi más sincero aprecio y reconocimiento. El proyecto se nutrió del talento y sacrificio de estudiantes de arqueología de la PUCP. Bárbara Carbajal, Marilyn Herrera, David Oshige y Elvis Mondragón fueron mis practicantes. Belén Gómez de la Torre, César Sara y Miguel Sordoméz también aportaron valioso esfuerzo e ideas durante el proceso de excavación. Muchas gracias a todos ellos. Gracias también a Luis Cáceres, a quien se debe en gran medida la confección del plano general del sitio. Los dibujos ejecutados con la técnica del puntillismo mostrados en este artículo son obra de Chiongwend Lhi. Finalmente, quisiera agradecer a la Dra. Cecilia Bákula Budge por autorizar la publicación de la fotografía de la vasija Recuay ilustrada en la figura 12.

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Paullu y Manco ¿una diarquía inca en tiempos de conquista?

Ximena Medinaceli*

Resumen

Este trabajo se pregunta cuál fue la relación del Inca Paullu con la región del Collasuyu a la que ingresó como garantía para que los pueblos no se levanten durante el ingreso tanto de Diego de Almagro (1535) como de Gonzalo Pizarro (1538) durante el periodo de la conquista española de la región sur del imperio de los incas. Indagar sobre este punto nos llevó a replantear las preguntas acerca de la relación entre Paullu, que colaboró con los españoles, y su hermano Manco, que se resistió a ellos en Vilcabamba. La propuesta de este trabajo es que ambos —a pesar de lo conflictivo del periodo— actuaron conociendo lo que hacía uno y otro estando siempre en contacto. Es decir que podría estar funcionando, bajo condiciones dramáticas, la famosa diarquía inca planteada por autores como Zuidema y Duviols.

Palabras clave: conquista española, diarquía incaica, Paullu Inca, Manco Inca, Francisco Tito Yupanqui, Collasuyu

Paullu et Manco, une diarchie inca aux temps de la conquête?

Résumé

Cet article se demande quelle fut la relation entre l’Inca Paullu et le Collasuyu, région où il s´est rendu pour servir de garantie afin que les peuples ne se soulèvent pas au cours de l´arrivée aussi bien de Diego de Almagro (1535) que de Gonzalo Pizarro (1538) au cours de la conquête espagnole dans la région sud de l’empire Inca. Une recherche sur ce thème nous conduit à reconsidérer les questions autour des relations entre Paullu, qui collabora avec les espagnols, et son frère Manco qui résista à Vilcabamba. Nous pensons que chacun —bien que cette époque ait été conflictuelle— connaissait parfaitement les agissements de l’autre et qu’ils ont été en contact permanent. Cela signifie que la fameuse diarchie inca aurait pu fonctionner, dans des conditions dramatiques, comme le supposent des auteurs comme Zuidema et Duviols.

Mots clés : conquête espagnole, diarchie incaïque, Paullu Inca, Manco Inca, Francisco Tito Yupanki, Collasuyu

* Carrera de Historia, Instituto de Estudios Bolivianos (ambas de la Universidad Mayor de San Andrés), Coordinadora de Historia, Sociedad Boliviana de la Historia, Academia Boliviana de la Historia. E-mail: [email protected]

241 Ximena Medinaceli

Paullu and Manco: an Inca diarchy at the time of the Conquest?

Abstract

This work examines the nature of Inca Paullu’s relationship with Collasuyo that led Diego de Almagro (1535) and Gonzalo Pizarro (1538) to take him during the Spanish Conquest to the southern region of the Inca Empire. The research on this issue leads us to reformulate questions about the relationship between Paullu, who collaborated with the Spaniards, and his brother Manco, who resisted them in Vilcabamba. It is suggested that both of them —in spite of the conflicts of the time— acted knowing about what the other was doing and constantly being in touch with each other. In this case, the famous Inca diarchy, suggested by Zuidema and Duviols could have been working under dramatic conditions.

Key words: spanish conquest, Inca Diarchy, Paullu Inca, Francisco Tito Yupanqui, Collasuyo

La pregunta de rigor es por qué retomar un tema como el de la sucesión inca en el momento de la invasión europea, tema tan estudiado —y se pensó agotado— ya en la década de 1930, cuando se realizaron importantes estudios sobre la descendencia de Huayna Capac. Estos trabajos estuvieron favorecidos por una profusa documentación sobre esta coyuntura histórica, pero que, sin embargo, estuvieron influenciados por una visión maniquea de la historia, visión que ha marcado nuestra manera de juzgar a los actores, particularmente de la élite inca. Estamos pensando sobre todo en los trabajos de Ella Dumbar Temple (1937; 1939; 1940; 1948), Nathan Wachtel (1976), Waldemar Espinoza Soriano (1969), Manuel Burga (1988), Roberto Santos (1987; 1989) y algunos otros estudiosos sobre este periodo. La mayoría de ellos clasifican a los indios según su actuación como «colaboracionistas» o «rebeldes». Algunas veces los términos utilizados son más duros, pues al referirse a Paullu lo califican como «traidor a su raza» o «inca títere» (Dumbar Temple, 1937; 1939; 1948; Wachtel, 1971; Burga, 19881). Por otra parte, los estudios sobre este periodo ignoran o minimizan la situación del cuarto sur del imperio, el Collasuyu. Nuestra intención entonces es, a partir de una biografía de Paullu enfocada en su actuación en el Collasuyu, intentar una lectura de este crucial periodo de nuestra historia, saliéndonos de una visión en blanco y negro. Concretamente, como sugerimos en el título, nos guiamos por la hipótesis de un ejercicio compartido del poder de los dos Incas descendientes: Manco y Paullu2.

1 El interés del estudio de esta coyuntura es muy antiguo. Desde el siglo XIX, autores como José Toribio Medina se dedicaron a publicar documentos sobre el temprano siglo XVI. A comienzos del siglo XX destaca el trabajo de Ella Dumbar Temple quien publicó a lo largo de una década (entre 1939 y 1948) trabajos acerca de la descendencia de Wayna Capac enfatizando en Paullu. En épocas posteriores, Wachtel y Burga (1976 y 1988 respectivamente) presentaron interpretaciones globales trabajando el tema de la Conquista, asimismo Espinoza Soriano. Una de las investigaciones más difundidas es la de Hemming (1970) que tiene una particular posición, está muy bien documentada y claramente escrita. En Bolivia, hay pocos pero importantes trabajos. En primer lugar el libro de Arze Quiroga (1969), entendiendo que allí están los orígenes de la sociedad boliviana y, desde otra perspectiva, la tesis doctoral de Barnadas sobre Charcas (1973). A pesar de los pocos estudios bolivianos, se trata de un periodo de amplio dominio de los intelectuales de mediados de siglo. Una prueba de ello son los debates acerca de la fecha de la fundación de Chuquisaca que requería un dominio de las fuentes y los hechos de las primeras décadas coloniales (Mendoza, 1938). A pesar de ello, encontramos dos vacíos importantes, por una parte una menor atención a los sucesos ocurridos en el Collasuyu, y por otra ,y si los hay, existe una ausencia de análisis de su particularidad e incidencia en los procesos más globales. De este modo este momento fundacional no está suficientemente estudiado en nuestra región para entender mejor, precisamente estos orígenes a los que apelan los títulos tanto de Arze Quiroga como de Barnadas. 2 El historiador argentino Gonzalo Lamana, más recientemente que los otros autores (1996), hizo una propuesta distinta a la de los investigadores antes citados, con la cual coincidimos en gran parte aunque no en la totalidad de su argumento. El plantea que la conquista de la nobleza inca no se debe ver como un proceso dividido entre pro

242 Paullu y Manco ¿una diarquía inca en tiempos de conquista?

La figura de Paullu es sumamente atractiva precisamente por haber sido el blanco de los juicios históricos negativos pero cuyo papel —entre 1534 y 1539— puede ser leído con distinta perspectiva. De hecho Paullu colaboró primero con Almagro, luego con Pizarro y finalmente fue partidario de Cristóbal Vaca de Castro con cuyo nombre fue bautizado en 1543. Recibió encomiendas, tierras y tuvo una vida ostentosa en su residencia de Colcampata en el Cusco (Dumbar Temple, 1932; 1933; 1948; Wachtel, 1971).

1. Paullu Tupa Inca

Paullu era uno de los hijos de Huayna Capac y participó como personaje central en el periodo de la Conquista, periodo donde, como un río que se introduce al mar, no se distinguen las diferencias entre lo que viene de tiempos prehispánicos de las situaciones nuevas. Todo esto cruzado por enormes y violentas transformaciones. Después de la ejecución de Atahuallpa, se nombró como Inca a Tupac Huallpa, pero como fue asesinado a los pocos meses de su reinado tomó la mascaypacha Manco Inca, un hijo muy joven de Huayna Capac y, como era costumbre, sus parientes llegaron a rendirle homenaje y reconocer su mando. Encontramos por primera vez referencias sobre Paullu, hermano de Manco, cuando llega al Cusco desde el sur. Paullu se encontraba en el Collasuyu, porque había estado refugiado en la Isla del Sol cuando tuvieron lugar las luchas entre Huascar y Atahuallpa. Algunos datos relacionan a Paullu con el Collasuyu de manera muy particular. Varios cronistas sostienen que Paullu era muy considerado en esta región y por este motivo acompañó a Almagro en su expedición por el Collasuyu hasta Chile. ¿Qué hacía que Paullu fuera respetado en el Collasuyu? Algunos elementos sueltos nos pueden dar una idea de las bases de su ascendencia en esa región. En el momento de la invasión española Paullu, junto con otros nobles incas de la misma generación, se había refugiado en la Isla del Sol ante la amenaza de muerte debido a las luchas internas de los incas. Luego salió hacia el Cusco con algunos de ellos, hombres y mujeres, a rendir homenaje a su hermano Manco cuando fue reconocido como Inca por Francisco Pizarro (Quipucamayos, en Carillo, 1991 [1542]: 27). Paullu nació alrededor de 1516; tendría entonces unos 19 años cuando acompañó a Almagro al Collasuyu, en 1535. Era solamente unos meses menor que Manco Inca. Según la probanza presentada por Paullu en 1540, era hijo del Inca Huayna Capac y de Añas Colque, mujer noble de la provincia de Huailas, pero no la esposa principal3. Paullo Topa Inga, como lo nombran los Quipucamauyos (Quipucamayos, en Carillo, 1991 [1542]: 27) era un joven, como se evidenciará luego, con una gran inteligencia y una sólida formación como seguramente ocurría con los miembros de la élite inca. Sabía de estrategias de guerra, de diplomacia y supo mantener un don de mando ante indígenas y españoles. Paullu se quedó en el Cusco y tuvo allí dos hijos: don Felipe y don Carlos. Respecto al origen de la esposa de Paullu hay alguna controversia cuya aclaración permite comprender mejor su figura y su status en la sociedad indígena. Prácticamente todas las fuentes que hablan del

españoles vs. pro indios; más bien propone que la «identidad que orientó su acción y se mantuvo incólume a lo largo de todo el periodo (1533-1550) fue la de formar parte de una élite» que debía legitimarse en la nueva situación y tanto Paullu como Manco buscaban esta legitimidad por medios distintos y competían por ella. Coincidimos en la idea de la búsqueda de legitimidad pero discrepamos en que los dos Incas competían por el poder. 3 Varios autores coinciden en que Paullu era hijo de Huayna Capac y Añas Colque, por ejemplo los Quipucamayos y el libro Nobiliario Incásico (citado por Dumbar Temple, 1937: 108 y 127); asimismo en el Discurso sobre la descendencia de los Incas y en el memorial que presentó el hijo de Paullu don Carlos Inca. Pedro Pizarro, también nombra a Añas Colque sin embargo dice que era una india yauyo «que por ser bastardo y muy muchacho, [Huayna Capac] no hizo caso de él» (Pizarro, 1986 [1572]:102). Por su parte Murúa considera como madre de Paullu a doña Juana Carba Colqui, hija de Apu Vacapilli Titu Achandi «belicoso gran hombre de guerra» e indica que fue india de los Lares (Murúa, 1962: 112). Estos datos diversos demuestran que, contrariamente a lo que se podía pensar, la línea materna no queda clara cuando se trata del mundo indígena prehispánico.

243 Ximena Medinaceli tema (Cobo, Sarmiento, los Quipucamayos y Sahuaraura4, in Dumbar Temple, 1937: 117-118) indican que su mujer era Tocto Usica o Tocto Sisa que luego fue bautizada como doña Catalina. Por otra parte, Ramos Gavilán, cronista de Copacabana, afirma que la mujer de Paullu era hija de Huayna Capac5, por tanto hermana de Paullu, pero Dumbar Temple que ha trabajado exhaustivamente la vida de Paullu sostiene que es imposible que Tocto Sisa fuera hija de Huayna Capac. La autora se basa en datos de la probanza del nieto de Paullu, Melchor Carlos Inca y en numerosos documentos inéditos; allí se indica que la mujer de Paullu era descendiente de Inca Roca y miembro del Ayllu Vicaquirao y por tanto no era hija de Huayna Capac. Su unión con Paullu que debió remontarse a 1537, presunta fecha de nacimiento del mayor de sus hijos (Dumbar Temple, 1948: 136). ¿Por qué entonces Ramos Gavilán, cronista bien informado, que conoció a parientes de Paullu en Copacabana sostiene lo contrario? La versión de Ramos dice: «El Inga Guaynacapac, fue el que más nombre dio a la isla Titicaca y a las demás convecinas porque se aventajó a su padre, y así por señalarse de dos hijas que tuvo en el Cusco, la una dellas mandó traer a esta isla y la puso en una de las casas de la Vírgenes dedicadas al Sol y que como prefecta y mayor cuidase de las demás. Cuando los españoles habían entrado ya en la tierra, uno de los hijos de Guaynacapac que estaba en el Cusco, llamado Paullo Topa Inga, vino a este asiento de Copacabana en busca de su hermana y al modo y usanza de los Ingas (sacándola del recogimiento) se casó con ella y tuvo algunos hijos y esta es causa de que muchos Indios de Copacabana se aventajan en la nobleza a los demás. (…) yo he visto algunas de las ejecutorias dadas por el emperador Carlos V de los parientes muy allegados a la Coya Doña María Pillcosisa, bisnieta de Guaynacapac Inga que murió el año 1617 en Copacabana» (Ramos Gavilán, 1988 [1621]: 185. El subrayado es nuestro). Queda claro, entonces, que Paullu se había casado antes de ir al Cusco y que sus descendientes estaban en Copacabana, pero no tenemos el nombre de dicha esposa-hermana. Queda por tanto la posibilidad que la esposa salida del Acllawasi no fuera la misma con quien Paullu tuvo sus hijos, esto es que Tocto Sisa con quien Paullu vivía en el Cusco no era la misma que salió del Acllawasi. Sabemos que los hijos de doña Catalina Tocto Sisa fueron Carlos y Felipe que se criaron en el Cusco y no en Copacabana. Es decir, Paullu se habría casado con su hermana en Copacabana antes de ir al Cusco a encontrarse con Manco Inca —como dice la fuente— pero luego se habría unido a doña Catalina con quien formalizó su relación mucho tiempo después. Se casó públicamente con doña Catalina según sus usos gentilicios antes de la llegada de Vaca de Castro (1542) y luego se casó por la iglesia poco antes de morir (Dumbar Temple, 1948: 138). Entonces, como debía ocurrir entre la nobleza andina, Paullu tuvo más de una esposa, su hermana sería la primera y doña Catalina, más bien una esposa secundaria, aunque en el fondo la esposa principal. La controversia quedaría resuelta porque tuvo dos esposas, además de muchas «concubinas». Por otra parte, varios documentos también señalan que Paullu iba frecuentemente a Copacabana, particularmente cuando había conflictos y no sabía qué decisión tomar, se refugiaba nuevamente en esta región donde probablemente recogía consejos; allí también tuvo muchos hijos. Los documentos declaran uniformemente que tuvo muchas mujeres e innumerables hijos naturales6. Pero la razón por la cual el tema de su esposa-mujer es importante es en ralación a su calidad de Inca. ¿Se casaba con su hermana cualquier miembro de una panaca, o este acto

4 Sahuaraura no es una fuente muy confiable; por ejemplo en la genealogía de su antecesor, Paullu dice que éste era hermano de padre y madre de Manco inca (Dumbar Temple, 1937: 117-118). 5 Lo mismo sostiene Sahuaraura. 6 Muerto Paullu en 1549 se suscitó un largo y enojoso litigio entre sus hijos naturales y don Carlos, el hijo legítimo mayor. Aquellos alegaban haber sido legitimados en virtud de la cédula real de 1 de abril de 1544 (Dumbar Temple, 1948: 137, 139-140).

244 Paullu y Manco ¿una diarquía inca en tiempos de conquista? estaba reservado únicamente para el Inca? Si es así, ¿en qué circunstancias se realizaba el matrimonio? Ellefsen nos da la respuesta: la coronación del nuevo Inca y su matrimonio eran sucesos simultáneos pues tanto el ascenso al trono como el matrimonio eran hechos políticos de máxima importancia (Ellefsen, 1989: 94- 95)7. Entonces, el hecho de que Paullu se casara con su hermana, hacía de él un Inca.

2. ¿Un Inca del Collasuyu?

Según los Quipucamayos consultados por Vaca de Castro (1542) todas las provincias del Collao y Charcas hasta los Chuis y Chichas servían y respetaban a Paullu y lo habían reconocido «por Señor de toda la tierra de los Charcas y Collao como a hijo que fue de Huayna Capac Inga, Señor de este reino» (Quipucamayos, in Carillo, 1991 [1542]: 27). La fuente aclara que en el Collasuyu, luego de la muerte de Huascar, le reconocieron como Señor y le servían como al mismo Huayna Capac. Asimismo cuando entró al Cusco «fue acompañado de toda la tierra de indios del Collao y Charcas, con muchas muestras de gran valor de su persona y de muchos ingas principales…». (…) «El marqués don Francisco Pizarro con los demás cristianos y capitanes habían tenido noticia que en toda la tierra del Collao y provincias de los Charcas estaba otro inga mucho más Señor que Mango Inga» (Quipucamayos, in Carillo, 1991 [1542]: 27). ¿Cómo entender estas afirmaciones que vienen de una fuente tan temprana y de origen indígena de alto nivel?8. ¿Quizá se refieren a que Paullu fue coronado como Inca de manera paralela a Manco o de manera complementaria? Lo que propone Burga para el caso de Atahuallpa es una posibilidad (Burga, 1988: 61). Sugiere que podría tratarse de un «Ingaranti» según el término de Juan Santa Cruz Pachacuti (también Guaman Poma, llama al Inga ranti «virrey»9), es decir un Inca de uno de los suyus, una «segunda persona» del Inca en palabras de Guaman Poma. Esta habría sido la situación de Atahuallpa mientras Huascar habría tenido el «señorío principal». Estas versiones se corroboran con los textos de Blas Valera y de Guaman Poma quien precisa que «desde Xauxa hasta Quito y Nobo Reyno fue lo de Atahualpa y desde Xauxa hasta Chile, lo de Uascar» (Burga, 1988: 61). «Lo de Paullu», entonces, habría sido el Collasuyu. Una confirmación de esta hipótesis proviene de fuentes de las provincias del sur. Los mallkus de Charcas dan muestras de su alianza con Paullu declarando en su Memorial que se habían emparentado con él, como buscaban hacerlo con los incas reinantes10. Por su parte los Guarachi de Pacajes ostentan un escudo de armas que en líneas generales es el mismo que el otorgado a Paullu11.

7 El matromonio del nuevo Inca se realizaba con suntuosos ceremoniales donde estaban presentes —como en el de Huayna Capacc— hasta 50 000 soldados y multitud de curacas. El de Paullu, sin embargo, dadas las circunstancias tuvo que ser menos ostentoso. 8 Según Wedin la crónica de los Quipucamayos consta de dos partes, la primera dividida en tres secciones, de las cuales la segunda habría sido compuesta hacia 1542 y allí se habla minuciosamente de Paullu, elogiéndolo. Por tanto el texto de los Quipucamayos, se compone en realidad de varios textos donde están compilados varios informes y relaciones (Someda, 2001). Propongo que por lo menos uno de los textos era la versión «oficial» de la historia contada por los quipucamayos de Paullu, como era costumbre entre los Incas. 9 «Y después fue el primero rrey capac apo [el poderosos señor]… y tenía su bizoorrey y segunda persona capac apo Guaman Chaua… yncap rantin [que reemplaza al Inca]…». Figura del Incaptantincapac Apoguamanchaua (1980[1610?]: fig. 340, p. 244), Guaman Poma dice que Capac Apo Guaman Chaua Yarovilca Allauca Guanoco era su abuelo y segunda persona del Inca Topa Inga Yupanqui (1980[1610?]: fig. 340, p. 245). 10 Real Cédula que presentan los caciques Ayaviri probando sus títulos de nobleza, ANB ED. 135, f. 82. Véase Arze & Medinaceli, 1991: 29. 11 Según la descripción que da Roberto Choque del escudo de armas de Paullu que saca del «Memorial de los méritos y títulos de la familia de Don Josph Fernández Guarache» (Choque, 2003: 6). Si comparamos con el cuadro del escudo de armas de los Guarachi reproducido en Imágnes y presagios de Arze y Medinaceli veremos

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Gutiérrez de Santa Clara, nos abre otra posibilidad. Sostiene que en estos primeros años, y probablemente a la antigua usanza, habría dos Incas que ejercían de manera paralela su reinado. Uno con los españoles y otro en contra de ellos (Gutiérrez de Santa Clara, 1963, Cap. LV: 482; Dumbar Temple, 1939: 226). En este contexto, el matrimonio del Inca Paullu con una hermana suya que se encontraba en el Acllawasi de Coati, al frente de la Isla Titicaca, de acuerdo a la usanza incaica, sería una muestra más de su ascenso como Inca, pues este matrimonio, como vimos, era parte del ritual de coronación del nuevo Inca12. Nos preguntamos si es posible que en verdad estuvieran actuando dos Incas de manera simultánea en tiempos de conquista. Son conocidas las propuestas de Zuidema en varios trabajos de distintos años y Duviols (1979) sobre la diarquía incaica y la de Pärssinen sobre Incas de los suyus (2003)13, pero no se planteó la posibilidad de que estuviera en vigencia en pleno periodo colonial, aunque fuera un hecho a todas luces visible pues se pensó que el Tawantinsuyu ya no funcionaba. Paullu en el Cusco y Manco en Vilcabamba conformarían, por tanto, una diarquía inca en tiempos coloniales.

4. La relación entre Paullu y Manco

Si aceptamos la posibilidad de una diarquía quedan dos aspectos que habría que revisar, el primero es acerca del papel que jugaba cada uno de estos Incas en esta complementación del poder y el segundo se refiere a si en el curso de los acontecimientos se puede observar cómo estaba funcionando. A comienzos de 1534 Paullu ingresó de manera flamante al Cusco pero no para disputar el trono a Manco (Hemming, 1970: 174). Anteriormente Paullu había sido propuesto por Quisquis a nombre del ejército imperial para ser coronado como Inca pero la propuesta fue desechada por Paullu (Dumbar Temple, 1939: 237) y entró de acuerdo con Manco «para que obrase a favor de los vasallos y de la tranquilidad del reino y de los intereses de la casa real peruana» (Véase Choque, 2003: 5; sobre la base de Sahuaraura). Proponemos que este par de autoridades tenían que complementarse en este conflictivo momento, y mientras Manco tenía el rol rebelde, el de la resistencia, Paullu mantenía abierta la posibilidad de negociación, teniendo ambos como horizonte la sobrevivencia de la «casa real peruana». En términos andinos uno sería un Inca auca y el otro yachaj14.

que las figuras internas del escudo son las mismas que las descritas para el escudo de Paullu Inca. Esta similitud ya fue anotada por Teresa Gisbert (2004). Es interesante resaltar que mientras Gisbert toma la descripción del escudo de Rowe, Choque lo hace de la probanza de los Guarachi. Es posible que esta relación se deba a que los Guarachi querían mostrar que eran de «la prosapia de Guayna Capac», como reza el lienzo, pero además de los que colaboraron con los españoles. El escudo de los Guarachi habría sido solicitado después de las rebeliones indígenas y otorgado en 1792. 12 A partir de Pachacutec, el Inca se casaba con sus hermanas y a falta de éstas con sus parientes más cercanas. «Terminadas las ceremonias fúnebres [de Huayna Capac, Huascar] casó con Mama Chuqui Uspai, su hermana carnal ya que al principio Mama Ragua Ocllo se negó a consentir el enlace porque Huascar había dado muestras de crueldad» (Cabello de Valboa, 1951 [1586]: 104 -105). Es decir se casaba con su hermana cuando heredaba el trono. 13 Tom Zuidema en varios trabajos, según Pärssinen desde su temprana obra de 1962 sobre el sistema de ceques en el Cusco hasta trabajos posteriores en 1986; luego Pierre Duviols, 1980. Pärssinen propone tres Incas en correspondencia con el orden de los ceques: «collana, payan y cayao», collana para el chinchaysuyu, payan para el antisuyu y cayao para el collasuyu. El cuntisuyu, por ser el «más pobre», no entraría en este orden. De estos tres Incas, sin embargo solamente gobernaba el de collana-chinchaysuyu, los otros lo reemplazaban eventualmente (Pärssinen, 2003). 14 Como se ve en el caso de Wayna Capac que organizó el valle de Cochabamba y era yachaj y Tupa Yupanqui era el conquistador del valle, según los testigos del litigio de tierras publicado por Wachtel (1981). Un testigo sostiene que Topa Ynga no era yachaj. Wachtel propone que los Incas se percibían como «administradores» o «conquistadores» según los casos.

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5. Relación ritual de Paullu con el Collasuyu

Por lo dicho anteriormente encontramos a Paullu muy ligado con el ámbito ritual, particularmente del Collasuyu, aspecto que no debe llamar la atención si se tiene en cuenta su relación con el área sagrada de Copacabana y sus islas. Su familia tenía en el Cusco una chacra que era la tercera huaca del segundo ceque del Collasuyu denominada Saucero donde se realizaban rituales y solemnes fiestas en homenaje al Sol «la cual en tiempo de sembrar iba el mismo rey y la araba un poco. Lo que se cogía de ella era para sacrificios del Sol. El día que el Inca iba a esto era solemne fiesta de todos los Señores del Cuzco. Hacían a este llano grandes sacrificios especialmente de plata, oro y niños» (Polo de Ondegardo, 1990 [1571]: 27). Por otra parte, cuando regresó de la expedición con Almagro hizo llevar a su morada una de las huacas más importantes del Collasuyu. Se trata de una piedra denominada Huanacauri. El nombre de la huaca hace referencia a uno de los sitios del mito de origen de los incas, donde Ayar Uchu, como mensajero del Sol, se convirtió en piedra. Era uno de los principales adoratorios de todo el reino «y desde entonces se hizo allí la fiesta del Raimi hasta que los cristianos la descubrieron y sacaron de su poder… Poníanlo para la fiesta del Raymi ricamente vestido adornado de muchas plumas encima del dicho cerro de Huanacauri» (Polo de Ondegardo, 1990 [1571]: 31).

6. Etapas de la participación de Paullu (1535-1549)

En el curso de la invasión española, Manco se refugia en Vilcabamba después de intentar cercar al Cusco, y Paullu en cambio apoya el ingreso de los españoles. En esta actuación —donde se ha resaltado su apoyo a la invasión europea— se pueden establecer cuatro etapas que van desde 1535 hasta 1549: • Primera: participación con Almagro en la expedición por el Collasuyu hasta Chile. • Segunda: regreso cuando Manco Inca pone un cerco sobre el Cusco. • Tercera: segunda expedición al Collasuyu con los hermanos Pizarro luego de la muerte de Almagro, expedición que ya no es pacífica. • Cuarta: desde el regreso con los Pizarro, pasando por su conversión a la religión cristiana hasta su muerte en 1549.

6. 1. Primer momento: el ingreso al Collasuyu de Paullu con Almagro

Una de las primeras situaciones en que aparece Paullu en los documentos cuzqueños es en una famosa ocasión cuando Manco se quejó ante un grupo de parientes suyos y ante Pizarro sobre aquellos que osaran hablarle directamente y sin respeto. El portavoz de Manco Inca fue Paullu que reprendió a los nobles diciéndoles que «¿Por qué vosotros os atreveis a hablar al Inga vuestro señor tan libremente y le decís lo que queréis con favor de los cristianos? Os podéis poner de rodillas delante de él y pedirle perdón de tan gran atrevimiento…». La reacción de Pizarro fue dar una bofetada a Paullu con lo que terminó la reunión. Se observa, pues, una relación conjunta aunque, como correspondía, subordinada de Paullu respecto a Manco. Se observa una situación idéntica cuando Manco Inca, apenas coronado, salió del Cusco con Hernando de Soto y dejó a Paullu en el Cusco en su lugar (Hemming, 1970: 174), así como Huayna Capac había dejado por gobernador a su tío Guaman Achachi antes de salir a la guerra contra los quitos.

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Posteriormente, a mediados de 1535, Almagro preparaba la expedición por el Collao hacia Chile, Manco Inca y sus asesores decidieron que Paullu y el sumo sacerdote Vilac Umu irían con Almagro por el Collasuyu. Hay varias teorías sobre los intereses que cada bando puso en este viaje, pero lo que ahora nos interesa es rescatar la posibilidad que entre Manco y Paullu hubiera algún acuerdo para deshacerse de Almagro y colaborar todos en el futuro alzamiento que culminaría con el cerco a la ciudad del Cusco15. Cuando la enorme comitiva, de 500 españoles, 100 esclavos negros y miles de indígenas llegó a Tupiza después de una larguísima travesía16, el sacerdote Vilac Umu abandonó a Almagro y ocultamente regresó al Cusco para organizar el alzamiento con Manco Inca. Pero Paullu no retornó con él. Muchos autores han interpretado esto como una colaboración de Paullu hacia Almagro, lo cual se confirmaría porque no solo entonces sino antes y después le siguió brindando su apoyo. Pero es posible entender la situación desde otro punto de vista. La colaboración de Paullu durante su paso por el altiplano parecía tener la intención de alejarle lo más posible, algo así como si se abriera un océano de gente que lo dejaba pasar para luego cerrarse. Esto ocurrió así, puesto que cuando el colaborador de Almagro, Orgoñez, iba al encuentro de este, alrededor de julio de 1536, los indígenas comenzaron ya a alzarse. Esta resistencia tuvo un carácter más organizado durante el ingreso de los Pizarro en 1538. El plan entonces, sería matar a Almagro y su gente cuando estuvieran en Chile. De hecho, mientras el mayordomo de Almagro llegaba a Copiapó con la cédula Real que le confirmaba su territorio, otros mensajeros de Manco llegaban para avisar a Paullu que todos los preparativos para el cerco a la ciudad del Cusco estaban en curso y que él debía matar a Almagro. Pero Paullu no lo hizo así. En cambio, ayudó a Almagro a volver al Cusco atravesando el desierto de Atacama. Luego explicó que le resultaba imposible porque se le habían muerto 10 000 indios al pasar la cordillera y no se animó a tomar una decisión tan arriesgada (Choque sobre la base de Garcilaso)17. De todas maneras en Copiapó hubo una crisis y 8 000 indios abandonaron la comitiva ante la crueldad de Almagro18. Manco Inca estaba furioso y mandó a matar a Chalco Yupanqui, el gobernador del Collasuyu que desde Copacabana acompañaba a Almagro y a Paullu. Pero no hizo nada contra Paullu. Almagro, por su parte, a partir de Tupiza puso guardias a Paullu porque no confiaba en él y esta fue una actitud constante de los españoles19. Dice Oviedo que cuando volvían de Chile, desde el valle de Tacna, Almagro envió indios mensajeros a Manco y Paullu

15 Francisco López de Gómara (Historia General de las Indias) declara que Manco «concertó con su hermano Paullu» con Villac Umu y con Felipillo el asesinato de Almagro y los españoles en las Charcas (Dumbar Temple, 1939: 208). 16 Pedro Mariño de Lovera en Historia de Chile desde el descubrimiento… dice que Paullu traía un contingente de 60 000 indios (Dumbar Temple, 1939: 210). Aunque exagere, da la idea de que era enorme. Por su parte, el abate Ignacio de Molina (Compendio de la Historia Civil del Reino de chile. en Col de Historiadores de Chile… Tomo XXVI) relata que Almagro salió del Cusco a fines de 1535 con 570 españoles y 15 000 indios y eligió el camino de la sierra (Dumbar Temple, 1939: 212). 17 José Pérez García (1900), a pesar de hacer un relato detallado del viaje de Almagro, no habla de Paullu pero dice que cuando trajeron a Almagro a los despachos de la gobernación de Nueva Toledo, los indios que vinieron dieron aviso a los suyos de que degollasen a Almagro, pero que no atreviéndose y se limitaron a desampararlo (Dumbar Temple, 1939: 213), huyendo en gran cantidad. Montesinos también dice que «el mensajero que fue a Chile a avisar a Paullu Inga que matase a Almagro y a sus compañeros llegó tarde ya que don Diego de Almagro había salido de Chile y venía en Atacama» (Temple, 1939: 208). 18 Almagro ejercitó una severa venganza contra los indios que habían matado a tres españoles y solo perdonó a un noble por intercesión de Paullu «... ruegos de Paullu al estar con él algo desabrido porque en el valle de Copiapó se le habían huido una noche sin ser sentidos ocho mil indios» según el mismo Mariño Lovera en Historia de Chile (Dumbar Temple, 1939: 211). 19 Según el testigo Martín Gueldo de la probanza, aunque en el regreso de Chile «muchos castellanos hablaban mal de este Inca» (Dumbar Temple, 1940: 53), lo cual muestra que no terminaban de confiar en él.

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«hizo lo mesmo por su parte, a lo menos en presencia de los christianos. Y aunque de nuevo el general le tornó a preguntar lo que sabía, siempre vaciló e avisó a los otros indios para que se le encubriesse…». Posteriormente, en Arequipa, cuenta Oviedo que los indios estaban «cautelosamente pacíficos» y discutían entre ellos y Almagro se dio cuenta que la causa era Paullu y que él sabía lo que pasaba y no le habían avisado (aunque en Chile se supo del levantamiento de Manco, según el propio Oviedo) «púsole temor para que se lo declarase, diciéndole que le haría quemar si le mintiese en cosa alguna… y púsole públicas guardas para que supiese que no podía huir» y Paullu «informado de lo que él sabía le dio al Adelantado alarmantes y exageradísimas noticias de la sublevación de Manco» (Oviedo en Dumbar Temple, 1939: 206). Cuenta además que cuando el cerco sobre el Cusco estaba en marcha, los españoles estaban al corriente de su deslealtad, aunque lo disimulaban por conveniencia (Oviedo in Dumbar Temple, 1939: 206). Según Temple, Almagro tenía conocimiento del concierto entre Paullu y Manco ya que incluso le mandó una carta a Manco donde decía: «A Paulo, vuestro hermano, tengo conmigo e le amo como a mi hijo y él os quiere mucho y en todo os es buen hermano» (Dumbar Temple, 1939: 206). Es evidente, entonces, que la actuación de Paullu, a pesar del juicio histórico posterior, por lo menos durante el viaje a Chile, aunque estaba a favor de los españoles, dejaba siempre dudas en cuanto a su posición. Creemos que la actitud de Paullu estaba dictada por su situación como alta autoridad incaica que tenía la misión de mantener abiertas opciones de paz para la élite inca y, por ende, para el destino del imperio incaico20. Creemos que su cálculo iba por mantener las dos opciones abiertas, una rebelde y la otra de paz. Por eso Manco nunca mandó a matar a Paullu, aunque pudo hacerlo muy fácilmente como hizo con otros. Paullu intervino en su contra sólo en situaciones extremas y sólo hasta cierto grado, de tal modo que la resistencia en Vilcabamba se mantuvo todavía por mucho tiempo. Fracasaron tanto los intentos de levantamiento de Manco como los de Paullu por venir en son de paz. De todas maneras en la actitud de Paullu se ve que entendió muy pronto cuál era la nueva fuente de legitimidad, es decir los españoles, como dice Lamana (1996) y se percibe, tras las opiniones que dan de él y de sus actos, que se trataba de una persona con «gran influencia entre los indios, con dotes de estratega y su oportuno dominio de las circunstancias cualidades que le fueron reconocidas unánimemente y por las cuales fue elogiado en todas las crónicas y relaciones que tratan de la expedición a Chile» (Dumbar Temple, 1939).

6. 2. Segundo momento: regreso de Chile y el cerco a la ciudad del Cusco

Cuando regresaron al Cusco, Almagro dio a Paullu el palacio de Colcampata que había sido de Huáscar y allí fijó su residencia. Mientras tanto Almagro trató nuevamente de atraer a Manco quien se había retirado a Tambo. Sin embargo se decía que Paullu «en secreto le enviaba a decir que le querían engañar para quemarle». La opinión de la época era que hacía esto «porque no viniendo el Inga él era señor» (relación del Sitio del Cusco in Dumbar Temple, 1939: 217). Como

20 Según Dumbar Temple, en esta etapa se desprende el acuerdo que hubo entre Paullu, Manco y el sumo sacerdote para asesinar a los españoles en Chile. De los mismos testimonios se desprende que Paullu no huyó de Chile sino que logró convencer al Vilac Umu sobre la imposibilidad de su realización y Paullu se habría quedado con Almagro para evitar sospechas. Dumbar Temple cree que Paullu no rompió con Manco sino después de haber sido designado Inca por el Adelantado. Desde mi punto de vista, Dumbar Temple tiene razón en la primera parte, pero luego cae nuevamente en una lógica del interés individual que creo no entraba exactamente en la mentalidad indígena de la época. Por otra parte no es tan cierto que tomó las armas contra Manco. Fue mucho después con los Pizarro que entró con ellos, pero aún allí su participación fue, como siempre, poco clara.

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Almagro no consiguió atraer a Manco que había sido antiguamente su aliado, primero coronó a Paullu como Inca y luego decidió atacar a Manco en su fortaleza en la selva. En este ataque no participó Paullu. La coronación de Paullu, entonces, es uno de los acontecimientos más importantes de esta coyuntura. Aunque existen algunas dudas sobre el momento exacto de este hecho, parece que no fue inmediatamente después de su regreso de Chile sino después del triunfo de Almagro contra Alvarado en el puente de Abancay, en julio de 1537, según Hemming21. Después de esta jornada lo habrían coronado como Inca, «por leal a los españoles, pero no por sucesión de sangre, pues vivía Manco» dice Calancha (Dumbar Temple, 1939: 223). En esta etapa Paullu tenía una verdadera corte de indios en el Cusco. Además se puso decididamente con Almagro y contra Pizarro (Dumbar Temple, 1939: 219). La desconfianza hacia Paullu se debía en parte a que los españoles no querían dejar resquicios que dejaran duda de la superioridad europea y criticaban a Almagro que industrió a Paullu sobre la manera de herir y matar a los cristianos (Dumbar Temple, 1939: 221-222). Cuando Paullu mandó matar a un español de nombre Castañeta por orden de Almagro, este no se dejó atrapar «pareciéndole afrenta dejarse atar de indios» le cortaron la cabeza… [esto]a los españoles les pareció pésimo que un español muriese en manos de indios por orden de otro español porque se dio introducción y atrevimiento a los indios que matasen los cristianos» (Dumbar Temple, 1939: 221-222).

6. 2. 1. Sale Almagro contra Manco

Otro acontecimiento importante en esta etapa para entender la relación Manco-Paullu es el ataque que organizó Almagro contra Manco Inca a mediados de 153722. Para Almagro seguía siendo un problema la actitud belicosa de Manco. Como no pudo atraerlo, resolvió hacerlo por la fuerza enviando a Ordóñez 200 ó 500 castellanos para atacarlo (según Molina u Oviedo). En estos acontecimientos hubo cruce de mensajes entre los dos Incas. Se conoce que Manco envió mensajeros a Paullu para que «se juntase con ellos» y Herrera dice que Paullu «estaba muy hallado con los españoles y gustaba de sus costumbres», no lo aceptó y su respuesta ha sido en cierto modo dejada de lado. Paullu le dijo a su hermano que «se acordase que con tener sobre el Cusco doscientos mil hombres, el poco fruto que había hecho contra doscientos que se lo defendieron, perdiendo cincuenta mil en aquella guerra, dejando muchas viudas y huérfanos y por lo tanto le rogaba que se pacificase con el Adelantado que aunque le había dado la borla y declarado por Inga en aquel Imperio, como hijo de Guainacaba como lo era, él de buena gana renunciaría la dignidad porque él con ella viviese quieta y pacíficamente» (Herrera in Dumbar Temple, 1939: 230-231). Cuales quieran que hayan sido los argumentos, ambos Incas se mantenían en su posición. Manco seguía rebelde en la selva apoyado por el sacerdote Vilac Umu y Paullu en el Cusco recibiendo honores de los españoles. Él no participó del ataque a Manco y estando en el Cusco recibió de regalo un sol de oro que le había sido arrebatado por Orgóñez a Manco Inca23.

21 Dumbar Temple cree que se efectuó en el último momento porque antes aún Almagro no había roto decididamente con Pizarro, quien no intervino en la coronación de Paullu; además se hallaba todavía en buenas relaciones con Manco Inca tratando de atraerlo. Le entregó la borla imperial solo después que los Pizarro estuvieron en prisión y cuando entró al Cusco y después de la derrota de Alvarado por Almagro, viendo que Manco persistía y reconociendo el apoyo de Paullu (Dumbar Temple, 1939: 218). 22 Según Hemming (1970: 232) Orgoñez regresó de su ingreso a Vilcabamba a fines de julio de 1537. 23 «Oviedo cita la expedición de Orgóñez contra el Inca en capítulos diversos, cita que Orgoñez sorprendió al Inca y lo obligó a huir en compañía de Vilac Umu hasta unas sierras donde no lo pudieron hallar, agregando que los españoles lograron liberar a cuatro españoles que tenía preso el Inca. Además dice que tomaron como botín el sol

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Sin embargo, Paullu jugaba otra vez un doble papel azuzando a Almagro contra Pizarro diciéndole que si vencía a Hernando Pizarro, Manco le vendría en paz «que así lo había enviado a decir con unos orejones» (Oviedo en Dumbar Temple, 1939: 242)24, pero ya estaba observando que eventualmente tendría que apoyar a Pizarro25. Tanto así que después de la derrota de Almagro en las Salinas, Paullu huyó con muchos españoles, y allí esperó la propuesta de paz de Hernando Pizarro, sabiendo que su ayuda para los españoles era indispensable. Según Lamana, Paullu cambiaba según lo hacían las erráticas posibilidades de legitimidad26.

6. 3. Tercer momento: el ingreso violento al Collasuyu: Paullu con los Pizarro

Aunque en la práctica la resistencia organizada por Manco Inca desde la selva peruana no se detuvo, se puede distinguir una etapa diferente a partir de la muerte de Almagro, cuando los Pizarro toman el control de todo el territorio. Esta coyuntura coincide con el ingreso de los Pizarro al Collao. Es aquí donde se trasladará el centro de la resistencia, en lo que se ha denominado «la Segunda Rebelión» (Hemming, 1970). En 1538, luego de la muerte de Almagro y cuando los Pizarro tenían el dominio total, la perspectiva histórica de indios y europeos era completamente distinta. Una vez derrotado Almagro, Pizarro —que desde 1537 ostentaba el título de Marqués (Arze Quiroga, 1969: 178)— no tenía oponente en la América del Sur, excepto el Adelantado Pedro de Mendoza en el lejano Río De la Plata27. Esto se evidencia por los avances europeos en todas las direcciones del continente: por el Río de la Plata y río Paraguay ingresaba el seguidor de Pedro de Mendoza, Juan de Ayolas, donde luego entraría Peranzures enviado por Pizarro. Hacia Charcas marcharon los Pizarro y a Chile, aunque un poco más tarde, ingresó a Valdivia. El propio Francisco Pizarro, una vez que no estaba Almagro estorbándole, envió al Norte a Belalcázar a disputar la conquista de Nueva Granada. Gonzalo Pizarro, luego de Charcas, fue enviado «al país de la canela» hacia donde luego iría Orellana en una audaz travesía (Arze Quiroga, 1969: 178-179). Es decir, que es evidente la absoluta seguridad de los conquistadores de su dominio en el nuevo territorio. En cambio los indígenas, comandados por los incas, en un último esfuerzo resistían esta invasión que se venía por todos los frentes. El Collasuyu, entonces significaba uno de los últimos reductos de resistencia indígena. A la diferencia de lo que pasó cuando entró Almagro, cuando lo hicieron los Pizarro, el territorio del Collasuyu

que es el que esos indios tienen por dios y Orgóñez le dio a Paulo por tenerlo contento. Orgoñez regresó al Cusco por llamado de Almagro» (Dumbar Temple, 1939: 235). 24 Cuando se desencadenó la lucha entre Pizarro y Almagro, Paullu estaba del lado de Almagro y lo acompañó hasta el valle de Chicha permitiendo que la gente saliera en paz y le proporcionó espías quienes le avisaban de lo que pasaba en el campo de Pizarro. Se dio el enfrentamiento en Guaitará a pesar que los almagristas se burlaban de la temeridad de Pizarro; éste intentó tomar el paso de Guaitará; otros dicen que se prepararon para el enfrentamiento. Hernando Pizarro acometió con 300 hombres e hizo huir a los almagristas, entre ellos Paullu. Pero luego se ofreció para ir solo contra Pizarro en vista de que Almagro estaba muy enfermo; sin embargo Almagro nunca consintió. Se preguntó a Almagro porque no dejaba ir a Paullu, y este dijo que no quería que los indios supiesen que eran bastantes para desbaratar a mil cristianos. Pero quizás era por la desconfianza que le tenía a Paullu (Dumbar Temple, 1939: 237-240). 25 La adhesión de Paullu hacia Almagro flaqueaba desde la derrota de Guaytará; viendo el desconcierto en el campo del Adelantado y el continuo desbande de tropas se concertó con Villegas para pasarse al bando de Hernando Pizarro, pues comprendió las pocas probabilidades de triunfo que tenía el Adelantado… para lo cual era mejor huir antes de la batalla (parece que intentó huir). La impunidad más completa siguió a esta acción desleal de Paullu, quien, imposibilitado de huir, se vio obligado a intervenir en la batalla final (Dumbar Temple, 1939: 243). 26 «En medio del mar de contradicciones que el mundo español presentaba, los nobles cuzqueños se movían sin saber exáctamente a dónde ir. De tal manera la actuación de Paullu no debe ser evaluada en términos concretos de su errática alianza militar, sino como oscilación de una forma de reconocimiento a otra» (Lamana, 1996: 96). 27 En esta parte seguimos la tesis del historiador Eduardo Arze Quiroga que sostiene la entrada simultánea por el altiplano y el Río de la Plata buscando controlar la región de Charcas (1969: 177 ss.)

251 Ximena Medinaceli estaba todo levantado. Se encontraba en pie de guerra aunque también reavivando antiguas rivalidades de las provincias del Tawantinsuyu28. El encargado de organizar la resistencia en el Collasuyu de parte de los incas fue el general Tisoc (Murúa, 1962: 240) que tenía la misión de levantar a las provincias del Collasuyu y organizar al ejército Inca en Pocona al SE de Cochabamba. Tisoc, tío de Manco Inca, era una autoridad incaica que había trabajado coordinadamente con su sobrino en muchos momentos decisivos de este periodo. Pero también parece que los pacajes, al sur del Titicaca, habían tomado la iniciativa de una resistencia independiente de las órdenes incas, comandados por Quintiraura. La resistencia en el Collasuyu tuvo lugar particularmente en tres enfrentamientos. El primero en el río Desaguadero con la resistencia a cargo de los lupacas y los pacajes donde fueron derrotados y fue ejecutado Quintiraura, cacique pacaje encargado de liderizar la revuelta. Apoyando a los españoles, aunque no de manera decisiva, estaban los collas, que se dice lo hicieron a instancias de Paullu que tenía relación con ellos gracias a sus vínculos con Copacabana. Luego del Desaguadero, la resistencia se trasladó a los caminos mucho más al sur. Primero en Paria y luego se concentra en un cerco que los indios pusieron a Gonzalo Pizarro y a su gente en Cochabamba, donde actuaron coordinadamente los antiguos «guerreros de Inca» de la Confederación Charca (charcas, caracaras, chuis y chichas) juntamente con los de la Confederación Quillaca de Oruro (carangas, quillacas y soras además de los mitmas de Pocona). El tercer enfrentamiento tuvo lugar en Pocona entre la gente de Gonzalo Pizarro y los restos del ejército incaico y particularmente contra los indios chichas que estaban bajo el mando de Tiorinaceo. En todos los lugares Paullu tuvo una actuación importante, particularmente como estratega o como enviado de los españoles para conseguir la rendición de los jefes étnicos. En el Desaguadero, ante una feroz resistencia, fue Paullu el que propuso construir enormes balsas que permitieron pasar los caballos y los hombres con pesadas armas. En Cochabamba, a diferencia de otros lugares, estuvo luchando abiertamente incluso obligando a su gente a no huir hiriendo a algunos de los de su bando. En Pocona, tuvo el decisivo rol de convencer nada menos que al general incaico Tisoc de que era hora de «venir en paz» y lo consiguió. Asimismo fue el inicio de una cadena de sumisiones de los señores étnicos que optaron por dar «obediencia a su Majestad». A esta altura Paullu parece que estaba convencido que no era posible resistir. Las cifras de los muertos de uno y otro bando bastarían como argumento para esto. En Cochabamba, frente a 4 españoles se habla de entre 800 y 8 000 indígenas muertos. El cerco a la ciudad del Cusco no pudo llevarse a cabo con 200 000 sitiadores en palabras de Paullu, frente a algo más de 200 europeos. En el ingreso hacia Chile en la comitiva de Almagro, las pérdidas españolas fueron mínimas frente a miles de muertos indígenas por los malos tratos, el frío y la dureza de la jornada29. Sobre las causas de la derrota indígena se ha argumentado mucho pero desde la perspectiva de Paullu parece ser que se interioriza una mezcla de fatalismo histórico —no había otra posibilidad que aceptar la presencia europea ¿o había otra?— con una constatación de superioridad bélica, dada por las armas y, sobre todo, los caballos. No es una casualidad que en la selva, donde resistía Manco Inca, estas armas no tuvieron el mismo efecto y la resistencia duró casi 40 años. Paullu, entonces, era el portavoz de la política de aceptación de los europeos en las mejores condiciones posibles. Y esta fue la actitud que luego adoptaron todos los señores étnicos del Collasuyu. Pero no era sino una cara de la medalla, la otra era la rebelde que seguía en Vilcabamba con Manco. El curso del ingreso de los Pizarro al Collasuyu que duró seis meses, comenzó con los enfrentamientos y se fue convirtiendo en todo lo contrario. Bajo el mando de Tisoc y con la colaboración de los señores de los charcas, caracaras y luego quillacas, los Pizarro recibieron

28 Muchos cronistas coinciden en que el altiplano estaba sublevado y que los Pizarro tuvieron que «apaciguar y conquistar» el Collasuyu (Pizarro, Quipucamayos, Cieza, [1989], Oviedo). 29 Nos llama la atención que, hasta donde tenemos conocimiento, en ninguno de los documentos revisados se hable de alguna epidemia.

252 Paullu y Manco ¿una diarquía inca en tiempos de conquista? la información de las riquezas locales que estaban bajo el dominio Inca. De este modo les «descubrieron» las minas de oro, plata y estaño de la región que habían sido tapadas para que no atrajeran más la codicia europea. Le señalaron particularmente la mina de Porco y la veta que era del Inca fue adjudicada a la Corona. Esta expedición concluyó a fines de marzo de 1539.

6. 4. Cuarto momento: retorno al Cusco con los Pizarro y total aculturación

Una vez terminada la jornada al Collasuyu, el 2 de abril de 1539, Gonzalo y Paullu regresaron al Cusco mientras Hernando Pizarro era enviado a España a rendir cuentas por la muerte de Almagro. Como Manco Inca seguía siendo un problema para los españoles, Francisco Pizarro decide enviar a su hermano Gonzalo contra Manco. Gonzalo, entonces organiza un fuerte ejército para atacar a Manco; en esta ocasión sí participó Paullu (según Pedro Pizarro y Herrera). Entiendo que es la primera vez que Paullu actuaría en contra de su hermano Manco. Los Pizarro eran mucho más audaces que Almagro que guardaba en cierta manera las apariencias de respeto al Inca. Según la versión de los Quipucamayos, Manco se iba internando cada vez más en la selva con más de 60 000 indios de guerra. Los españoles tuvieron que dejar los caballos e ingresar por las laderas de la montaña uno detrás de otro. En cierto lugar sufrieron una emboscada con una lluvia de piedras despeñadas. Allí, el gran contingente se dividió en dos pensando que todo el primer grupo había muerto. Paullu iba atrás y fue a instancias suyas que esperaron ver qué había sucedido, en contra de lo que varios españoles opinaban. Algunos españoles creían que la propuesta de Paullu era una treta y se opusieron a esperar a lo que Paullu habría respondido (según la versión de los Quipucamayos): «Admirado estoy señores que tan poco concepto tengan de mi con haber visto lo que yo he hecho y hago en favor de los xtianos. Hagosle saber que lo que fuere de los xtianos será de mi, porque después que los xtianos entraron en este reino, les he servido con mucho amor y lealtad, siendo siempre contra los míos, por tener entendido ser lo más acertado servir a Dios, e para más seguridad de vosotros, échenme luego una cadena y prisiones y tenganme en guarda hasta que sepamos enteramente de los demás xtianos que faltan y cuando sintieren que en mi hay doblez, vengan o matenme luego como a tal traidor, porque en este negocio y trance tanto va por mi como por cada uno de vosotros». Pizarro, igual que Almagro en Chile, le puso guardias sin que él lo supiera. Llama la atención en este discurso la idea reiterada que Paullu entendía que su destino estaba unido al de los cristianos. Enviando mensajeros encontraron solamente 36 españoles muertos; luego llegaron noticias que en una llanada se encontraban vivos los otros 200. Manco, por su parte continuó internándose en la selva escapando dos veces de ser capturado por Gonzalo Pizarro. En esta ocasión tampoco pudieron atrapar a Manco aunque tomaron presa a su hermana-esposa que luego sería sacrificada en represalia por la altivez de Manco ante la búsqueda europea de atraerlo a su bando. Sin embargo, tampoco los de Manco mataron a Paullu que iba en la retaguardia de la comitiva a pesar que, según la relación de Tito Cusi, Manco apresó y mandó matar a dos de sus hermanos, Inguill y Uaypa, que iban con Paullu (Tito Cusi, 1991 [1570]: 80). La Declaración de Quipucamayos cuenta que Paullu logró que gente de Manco se pase a su bando pacificando la tierra y dejando a Manco con 3 000 y no 60 000 indios (Dumbar Temple, 1940: 42-43). De todas maneras otras fuentes dan a entender que Paullu y Manco nunca perdieron contacto y se mantenían informados de lo que hacía cada cual. Según Dumbar Temple se trataba de intrigas para que Manco no llegue a acuerdos con los españoles. Sin embargo, aún 25 años después de la muerte de Paullu ocurrida en 1549, sin estas supuestas intrigas la versión rebelde de la conquista seguía resistiendo30.

30 De la probanza de Paullu se deduce que mientras Francisco Pizarro estaba en Yucay tratando de hacer las paces con Manco, Paullu intervino probablemente para destruir estas tentativas. El testigo Alonso de Toro dijo que «oyó decir a los mensajeros de Mango Inga… cómo el dicho Pablo enviaba mensajeros y otros avisos» (Dumbar Temple, 1940: 44).

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Después de este ingreso fallido contra Manco, Paullu regresó al Cusco siendo ya parte del proceso colonial. Los hechos más significativos en esta fase se refieren a la consolidación de su papel como autoridad indígena sometida al poder español. En primer lugar el reconocimiento español de ciertos privilegios por lo que se le otorgaron tierras y yanaconas en las zonas más ricas: en Hatuncana, en el valle de Jaquijaguana, algunas en el Antisuyu en tierras que habían sido de Huayna Capac y también en otras que habían sido suyas como las de Copacabana31. Estas encomiendas se le habrían dado como recompensa porque él los ayudaba «contra sus propios hermanos y parientes» (testamento de Mancio Sierra, véase Dumbar Temple, 1940: 47).

7. Transformación religiosa

La posición de Paullu fue variando con el transcurso del tiempo. Parece que fue asimilando la invasión como algo irreversible y trató de ubicar —a él, a la élite inca y a la sociedad indígena— en un lugar de respeto y consideración, del mismo modo como habían hecho los incas con los pueblos conquistados. Esta situación de vencido implicaba también una transformación en su manera de ver el mundo, y por supuesto, una transformación religiosa que tuvo que ser paulatina y difícil. Fue tal vez uno de los hechos de mayor atención en su momento. Nuevamente, esta aparece como la principal fuente de legitimidad, el bautizo de Paullu era una muestra de aceptación de parte del nuevo poder reinante. «La iglesia era un medio más para legitimar su poder frente a la Corona y quedar bien con Dios y con el Rey» (Lamana, 1996: 88). Cuando Paullu elabora su información en abril de 1540 ya declara su intención de volverse cristiano (Dumbar Temple, 1940: 49). Para entonces Francisco Pizarro había sido asesinado y en este conflictivo momento, ni crónicas ni relaciones de la época mencionan a Paullu que, al parecer, se mantuvo a la expectativa. Según Dumbar Temple, la actitud de Paullu sería la que adoptaba en todos aquellos periodos en que la lucha entre bandos no acusaba un vencedor; paciente esperaba en el Cusco o huía a su refugio en Copacabana (Dumbar Temple, 1940: 54). Hacia 1541 Paullu se estaba preparando para su bautizo. Para entonces ya estaba en el Cusco el Lic. Vaca de Castro, enviado por la Corona propiciando el bautizo del Inca quien tomará su nombre, Cristóbal. Esta decisión tuvo que implicar un difícil proceso de cambio. «abandonando las idolatrías de sus mayores dando por ello [permiso] al provisor para que los enterrase los cuerpos de su padre Guaina Cava con otros tíos primos, etc. a pesar del llanto de su madre y parientes»32. Su bautizo fue una ocasión memorable que tuvo lugar en 1543. Fue bautizado, según varios documentos, junto con su mujer, madre y hermana además de varios incas33. Hubo incluso rumores de que Manco había salido de incógnito a presenciar el acontecimiento. El padrino de Paullu fue Garcilaso de la Vega, el padre del cronista (Garcilaso, 1986 [1606]). Un dato interesantísimo que sale a raíz de su bautizo es el que da Herrera indicando que después de este acontecimiento, los criados de Vaca de Castro se hicieron ermitaños predicando

31 Recibe encomiendas y reconocimiento de sus tierras en Copacabana el 22 de enero de 1539. Antes de la jornada de Gonzalo Pizarro y Paullu contra Manco le había dado la encomienda de Hatun Cana, una de las más ricas del Cusco. (…) Paullu tenía además tierras en Copacabana y en Episcara en el valle de Jaquijaguana (Dumbar Temple, 1940: 47). 32 Según una carta de Vaca de Castro al Emperador Carlos V fechada en nov. 1542 (Dumbar Temple, 1940: 58-59). 33 Fue bautizado por el comendador Fray Juan Pérez de Arriscado clérigo presbítero, cura y vicario de la Santa Iglesia del Cusco poniéndole como nombre Cristóbal; también fueron bautizadas su mujer Mama Usica como Catalina, su madre como Juana Añas Collque y su hermana como Beatriz Huayllas Ñusta. En una antigua genealogía aparecen en el bautizo varios incas parientes incluso de Manco (Dumbar Temple, 1940: 57).

254 Paullu y Manco ¿una diarquía inca en tiempos de conquista? por el Collao la doctrina a los indios34 dando, a nuestro entender, insumos al mito de Santo Tomás ligado a Tunupa. Paullu a su vez, por ser el primer Inca cristiano, hizo construir una capilla en honor a San Cristóbal. Dicen los Quipucamayos que con el tiempo fue la capilla de los indios del Cusco y allí se bautizó el nieto de Paullu don Melchor Carlos cuyo padrino fue el virrey Toledo. Habían tendido un puente casi imposible entre dos mundos, en un periodo de muchísima violencia. Al año siguiente del bautizo de Paullu, en 1544 muere Manco Inca en Vilcabamba. A raíz de esto nuevamente salen a la luz datos que muestran que ambos Incas estaban informados uno del otro. Ese mismo año el rey legitimó a los numerosos hijos naturales de Paullu Inca (según Calancha) y, en 1545, le otorgaron un escudo de armas (Dumbar Temple, 1940: 65). Algunos años más tarde, en 1548 La Gasca encomendó a Paullu la misión de ayudar a los españoles en sus negociaciones con Sayri Tupac, el hijo de Manco Inca para que abandonara Vilcabamba (Dumbar Temple, 1940: 71). En 1549 cumpliendo la solicitud de La Gasca, entrado el verano, Paullu salió del Cusco al pueblo de Guaynacapaco y de allí despachó mensajeros a Vilcabamba, pero enfermó tan gravemente que tuvo que regresar al Cusco donde murió a los pocos días. Poco antes de morir se casó con su mujer doña Catalina Tocto Sisa cuando su hijo Carlos tenía 8 años. A su muerte se hicieron sentidas ceremonias a la usanza antigua. Molina el Almagrista dice «el día de su muerte… como supieron todos que había expirado, todos los indios de guerra vecinos al Cusco con todas sus armas de flechas y lanzas y porras… se subieron a la casa del dicho Inga Paulo y la cercaron toda de todos los altos y paredes… dando grandes voces y grita allende que todos los moradores del Cusco lloraban a voz en grito. (…) y allí estuvieron guardando la casa de Paullu hasta que lo enterraron… serían hasta 400 o 500… dijeron que era costumbre cuando moría señor natural porque con la alteración de la novedad no se metiese algún tirano en la casa del señor y se enseñorease de la mujer e hijos y los matase…» (Dumbar Temple, 1940: 76). Mientras tanto los indios le hicieron «una estatua pequeña y le pusieron algunas uñas y cabellos que secretamente le quitaron, la cual estatua se halló tan venerada dellos cuanto cualquiera de los otros cuerpos de los reyes Incas» (Cobo en Dumbar Temple, 1940: 76). Algunos años más tarde, después de su muerte, la tradición oral recuerda que las uñas y cabellos de Paullu se colocaron en la imagen de San Cristóbal que se encontraba en esta capilla (Teresa Gisbert, comunicación personal).

8. Corolario

En Copacabana, lugar de formación y refugio de Paullu, antes y después de la invasión europea, el cronista Ramos Gavilán refiere que «Este don Christoval Topa Inga es el mismo a quien por otro nombre (antes de ser baptizado) llamavan los Indios Paullo Topa Inga… tuvo muchos hijos assi en el Cusco, como en Copacabana, fue padre de Don Carlos Inga y abuelo de Don Melchior Inga, el que murió en España. Este Paullo Topa, tuvo un hijo en Copacabana, entre todos más señalado, que fue Don Francisco Tito…» (Ramos Gavilán, 1988 [1621]: 189)35.

34 ... «primeramente puso mucha diligencia en la conversión de los indios y por sus amonestaciones se bautizó el Inga Paullu… y se llamó Chirstoval como Vaca de Castro y unos hombres, sus criados se hicieron religiosos y a manera de hermitaños andaban por el Collao enseñando la Doctrina Christiana a los indios» (Dumbar Temple, 1940: 58). 35 La misma referencia de Ramos Gavilán presentó Roberto Choque en su ponencia presentada al Congreso de Americanistas en Santiago de Chile, 2004.

255 Ximena Medinaceli

Recordemos que don Francisco Tito Yupanqui fue el escultor que realizó la imagen de la Virgen de Copacabana. ¿Podemos confirmar este dato? Es preciso subrayar que se considera a Ramos Gavilán un cronista confiable que conoció personalmente a la familia inmediata del escultor, tanto así que transcribe una autobiografía de Francisco Tito «que dejó hecha de su propia mano» que le fue otorgada al cronista por un hermano de éste (Ramos Gavilán, 1988 [1621): 234). Por otra, sabemos que Paullu se casó con una aclla en Copacabana, sabemos también que tuvo muchos hijos en este lugar. Los datos biográficos de Tito Yupanqui parecen confirmar la afirmación de Ramos Gavilán. Según los esposos Mesa Gisbert (1972) la primera obra de Tito Yupanqui que se conoce es de 1579 cuando tendría entre 20 y 30 años, por lo que se puede suponer que nació entre 1540 y 1550, es decir mientras Paullu Inca estaba vivo (recordemos que murió en 1549), lo cual coincide con la afirmación de Ramos Gavilán. A través de su hijo, Paullu, parece buscar su reivindicación a través de la milagrosa imagen de la Virgen más venerada en Bolivia.

A manera de conclusión

La figura de Paullu nos permite conocer mejor una parte del difícil y tortuoso proceso de conquista. En este marco, nuestra propuesta de funcionamiento de una posible diarquía no es una proposición cerrada sobre todo porque en esta coyuntura, más que en muchas otras, los acontecimientos se dan de manera acelerada, provocando constantes cambios en las relaciones, las alianzas y las posiciones políticas. Más aún, porque está en curso el derrumbe del imperio incaico. Por tanto, la actuación de Paullu y su relación con su hermano sufren un proceso de transformación en el que encontramos —sin embargo— una constante: Paullu y Manco mantienen una relación de respeto y están pendientes uno del otro sin llegar nunca a una ruptura, actuando como si se tratara de un poder en cierto modo compartido. Obviamente los restos de un antiguo poder y bajo el dominio de otro superior. Hemos partido de la constatación que Paullu fue coronado como Inca, pero como solamente de uno de los suyos del imperio y hemos podido seguir la relación con su hermano desde este momento. Entonces se lo observa actuando con gran autoridad aunque subordinado a Manco. Luego se evidenciará su estrecha relación con la zona del Collasuyu, justamente el lugar último de la resistencia inca, fuera de Vilcabamba, por supuesto. De este modo en la historia que se puede seguir en cuatro momentos de la vida de Paullu, ligados al de la Conquista, encontramos que su actuación pasó de un total apoyo a su hermano Manco en el Cusco y objeto de la confianza de éste cuando fue enviado al Collasuyu con Vilac Umu, a una actitud de prudencia frente al conquistador y a su poderío bélico. Parece entonces que Paullu marca su independencia frente a su hermano que no se aprecia cuando estaban juntos en el Cusco. Sin embargo, si bien por un lado Paullu trata de mostrarse lo más fiel posible a los españoles, nunca deja de mantener viva la posibilidad de una resistencia ante ellos en manos de Manco. Paullu lo alienta a resistir y quizás colabora para que no sea totalmente derrotado. Al mismo tiempo los españoles siempre desconfían de él pero lo necesitan y lo lisonjean con honores y bienes. Durante el último periodo, cuando Paullu se instala en el Cusco y es bautizado, parecería que los roles se trastocan y Manco pasa a jugar el rol secundario En esta posibilidad de diarquía, Manco asume el papel de Inca auca o guerrero y Paullu yachaj u organizador y religioso. Las resonancias de su rol se hacen patentes en la figura de un hijo de Paullu, Francisco Tito Yupanqui, el escultor de la famosa Virgen de Copacabana, objeto de extendido culto. Entonces, junto con la propuesta de diarquía están también planteadas algunas pautas de su funcionamiento, aunque fueran en momentos extremadamente difíciles. Cuando el virrey Toledo fue al Cuzco en la década de 1570, tuvo una actitud abiertamente contraria a la élite indígena, particularmente a la inca. Inició, entonces una persecución a la

256 Paullu y Manco ¿una diarquía inca en tiempos de conquista? descendencia de Paullu, quitándoles sus bienes, los reconocimientos que habían recibido de la Corona por su apoyo y apresando a Carlos, el hijo de Paullu. Aunque luego los hijos de Paullu recuperarían sus bienes, el argumento de Toledo era que encontró que los familiares de Paullu estaban actuando de acuerdo con los incas que resistían en Vilcabamba.

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257 Ximena Medinaceli

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258 Bulletin de l’Institut Français d’Études Andines / 2007, 36 (2): 259-276 IFEA La construction du risque urbain en périphérie nord-est de Cuzco (Pérou)

La construction du risque urbain en périphérie nord-est de Cuzco (Pérou)

Nicolas Rey*

Résumé

Dans l’ancienne capitale inca, Cuzco, les pentes abruptes ont été colonisées par les habitants pauvres n’ayant pas trouvé à se loger dans le centre-ville. Située dans une zone de forte activité sismique, Cusco a ainsi vu ces dernières décennies deux types de catastrophes se succéder : le tremblement de terre, comme celui de 1950, a déplacé la population vers les périphéries, qui se sont ensuite étendues sans planification ; et depuis les années 1980, les glissements de terrain emportent les maisons en adobe occupées en majorité par des populations indiennes et métis vulnérables. Face à l’urbanisation des hommes, la Terre Mère, la Pacha Mama, ne serait-elle pas de retour, pour se venger ? Cet article montre dans un premier temps comment une expansion urbaine non maîtrisée par les autorités a conduit à la construction du risque en périphérie de Cuzco. On rentre ensuite dans le détail des stratégies développées par les habitants quechuas et métis pour lesquels la recherche du moindre coût en se logeant le long des pentes abruptes se fait au prix d’un risque plus grand en partie assumé. Enfin, entre positions contradictoires des autorités selon les niveaux décisionnels (Defensa civil, mairie…), et représentation du risque par les habitants renvoyant aux schèmes de la culture quechua, il s’agit alors de confronter les différentes stratégies des acteurs face au risque pour espérer en améliorer sa gestion.

Mots clés : risques, quartiers périphériques, gouvernance, anthropologie, Cuzco

La construcción del riesgo urbano en la periferia noreste de Cuzco (Perú)

Resumen

En la antigua capital Inca, Cuzco, las laderas fueron colonizadas por los habitantes pobres que no encontraron donde vivir en el centro de la ciudad. Situada en una zona de fuerte actividad sísmica, Cusco ha conocido dos peligros en las ultimas décadas: el terremoto de 1950 que provocó el traslado

* Docteur en sociologie du développement (La Sorbonne & IEDES) : 18, rue de la Tour, 77410 Villevaudé. E-mail: [email protected]

259 Nicolas Rey de la población hacia las periferias que se han desarrollado sin planificación y los derrumbes que desde los años 1980 han destruido muchas casas de adobe ocupadas por indígenas o mestizos vulnerables. Uno se pregunta si frente al proceso de urbanización que llevan a cabo los hombres, la Madre Tierra, la Pacha Macha, no ha vuelto para vengarse. Este artículo demuestra cómo la expansión urbana no planificada por las autoridades ha desembocado en la construcción en condiciones de riesgo en las periferias de Cuzco. Luego se trata de entender en detalle las estrategias económicas desarrolladas por los habitantes quechuas y mestizos que buscan alquileres más accesibles, pero que aceptan instalarse en zonas altamente peligrosas como son las laderas, por falta de recursos. En fin, se trata de confrontar las estrategias de los diferentes actores para mejorar la gestión del riesgo, frente a las contradicciones de las diversas autoridades (Defensa civil, municipalidad...) y la representación del riesgo que tienen los habitantes quechuas.

Palabras clave: riesgos, suburbios, gobernabilidad, antropología, Cuzco

The construction of urban risk in the north-east perifery of Cuzco (Peru)

Abstract

In the ancient capital of the Inca Empire, Cuzco, the steep slopes have been occupied by poor inhabitants who didn’t find anywhere to live in the city center. Localized in a zone of great seismic activity, Cuzco has known two types of disasters in the last decades: earthquakes, like the one of 1950, that deplaced the population to the peripheries without planning; and landslides, which since the 1980’s, destroyed the adobe houses occupied by a majority of indian and mestizo population. Wouldn’t the Earth Mother, The Pacha Mama, come back, to exact revenge, after seeing the results of men’s urbanisation? In the first part, this article explains how the uncontrolled urban expansion has led to the construction of risk in the peripheries of Cuzco ; then, in the second part, we detail strategies developed by the quechua-speaking inhabitants and mestizos who are looking for cheaper housing prices on the high risk slopes ; finally, we examine examine contradictory positions of the authorities at diferent levels ( civil defense, municipality...), and the representation of risk made by the inhabitants within the context the quechua culture. We conclude by considering the strategies of the actors to mitigate the risk and improve its management.

Keywords: risks, suburbs, governance, anthropology, Cuzco

Dans les villes de montagne latino-américaines, et en particulier andines, les glissements de terrain se succèdent depuis plusieurs décennies dans les quartiers périphériques en pente. Ces catastrophes surviennent dans le contexte socio-historique et politique suivant : crise du monde rural et explosion urbaine après 1950, absence d’une planification capable d’organiser l’expansion de la ville, classes populaires organisées en associations pour se loger, dans les espaces restés libres, en général les plus ingrats, et régularisation après-coup par les autorités de ces zones à risque, une fois que le « mal » a été fait. La ville de Cuzco, située dans les Andes péruviennes, à 3 500 mètres d’altitude, n’échappe pas à ces constantes.

260 La construction du risque urbain en périphérie nord-est de Cuzco (Pérou)

Jusque dans les années 1950, Cuzco, ancienne « capitale » inca, était principalement délimitée par son tracé colonial. Cuzco était la ville la plus dense du Pérou : le phénomène dit de tugurizacion dominait (surconcentration et dégradation des quartiers ainsi occupés). Il n’existait alors pas de continuité urbaine entre le centre historique proprement dit, et les autres districts plus éloignés1. Suite au tremblement de terre de 1950, qui ravagea plus de 3 000 maisons, laissant sans toit de 30 000 à 40 000 personnes, Cuzco va s’étendre vers l’est. Mais ce début de continuité urbaine se fera au prix d’une installation le long des laderas (pentes abruptes) dominant la ville, sans planification urbaine. La municipalité de Cuzco va régulariser après coup ces nombreux quartiers construits sur des terrains rachetés par les habitants aux ordres religieux et aux grands propriétaires (hacendados). Ainsi, en plus du centre historique, toujours menacé par l’activité sismique intense dans la région, sont apparues le long des pentes de nouvelles zones à risque, nées de l’installation non contrôlée d’habitants qui ont élaboré leur système de drainage et une trame urbaine sans cohérence avec la ville plus formelle. Résultat : de nombreux glissements de terrains affectent régulièrement depuis vingt ans la périphérie nord-est de Cuzco, emportant maisons et ruelles, dans la chute. Deux glissements de terrain survenus respectivement en avril 2001 et janvier 2002 dans le secteur dit « comité 6 » du quartier Asociacion Pro-Vivienda Los Incas2, provoquèrent la destruction de cinq maisons, et endommagèrent deux autres constructions limitrophes. La rue centrale du comité 6, constituée d’un escalier, a également été emportée, pour moitié. En réponse, les autorités s’accordèrent pour déclarer qu’il fallait évacuer la zone, mais leur absence de cohérence quant aux actions à mener après la catastrophe ne firent que plonger un peu plus les habitants dans une vulnérabilité déjà élevée avant même l’événement3. L’exemple du quartier Los Incas, en périphérie nord-est de Cuzco, nous intéresse tout particulièrement pour appréhender dans le détail ce qui, depuis maintenant plusieurs décennies, a façonné cette construction du risque dans la ville andine. Plusieurs questions se posent alors : • Comment historiquement, socialement, « urbanistiquement », les conditions amenant à des glissements de terrain successifs dans la zone nord-est depuis les années 1980, ont-elles été réunies, et quelles sont les parts de responsabilité des uns et des autres — habitants, représentants de quartier, municipalité, État et services décentralisés ? • Après la catastrophe, quelles réponses en matière de mitigation ont été apportées par ces différents acteurs, et en fonction de quelles représentations du risque souvent opposées — institutionnelle, « culturelle » — se positionnent-ils ? Une double approche, à la fois anthropologique et urbanistique, permet d’apporter des éléments de réponse. Tout d’abord, on s’attachera à montrer comment à un de catastrophe qui frappa le centre urbain de Cuzco (tremblement de terre de 1950), est venue se greffer une autre menace : le glissement de terrain, cette fois le long des pentes abruptes colonisées en périphérie. La responsabilité des pouvoirs publics dans la construction historique du risque est ainsi retracée dans le détail durant cette deuxième moitié du 20e siècle, à travers une présentation des choix politiques faits en matière de gestion urbaine, face à la ville en expansion. Dans un deuxième temps, nous nous intéresserons aux parcours résidentiels des classes pauvres, venues des campagnes environnantes ou plus lointaines (autres provinces), pour rejoindre la ville

1 Comme San Sebastián ou San Jerónimo, situés à l’est. 2 Le quartier Los Incas, apparu en 1963 en périphérie nord-est de Cuzco, est divisé en neuf comités. 3 Ces questions de gouvernance et de gestion du risque traitées dans le cas d’étude du quartier Los Incas, s’inscrivent dans le vaste champ de recherche développé par l’Institut Universitaire d’Études en Développement et l’IP8 (Individual Project 8) à Genève. L’IUED/IP 8 sont inscrits dans le cadre du programme de coopération de la recherche suisse NCCR North-South. Le Pérou, la Bolivie et l’Argentine sont les trois pays latino-américains d’intervention de cette équipe pluridisciplinaire, dont les responsables Isabelle Milbert et Marc Hufty méritent ici d’être chaleureusement remerciés. Cet article, résultat de deux mois d’enquête dans le quartier Los Incas au début 2004, fait suite à l’étude Gobernancia y riesgos ambientales urbanos en Cusco réalisée par le Centro Bartolomé de Las Casas (2003), situé à Cuzco et coopérant avec l’IUED/IP8.

261 Nicolas Rey de Cuzco, du centre aux périphéries. Nous pourrons constater alors que la recherche de plus d’espace habitable et d’une réduction des coûts du logement en se regroupant dans la famille étendue, l’emporte sur le « choix » d’une exposition plus faible au risque. Dans un contexte de crise interne après la catastrophe, quand les relais au sein du voisinage entre habitants et leurs représentants de quartier ne fonctionnent plus, l’action collective peut être abandonnée au profit d’un repli sur la parcelle familiale. Enfin, nous étudierons la représentation du risque spécifique que se font les habitants indiens (quechua) et métis des périphéries urbaines, en fonction de leur rapport notamment à la terre considérée comme divinité agissante. Dans cette optique, nous préférerons le terme représentation à celui de perception. Comme le soulignent très justement Pirotte et al. (2000), la notion de perception implique qu’il y ait un risque concret, seul capable d’être pris en compte, opposé à un autre type de risque, plus imaginaire… Or, peut-on parler d’objectivité du risque ? Le terme de représentation permet d’assumer la complexité de l’objet, en s’appuyant sur les systèmes cognitifs spécifiques à chaque groupe étudié, en fonction notamment de leurs cultures et croyances propres. Pour espérer améliorer leur sort face aux glissements de terrain à répétition, les habitants des périphéries en pente de Cuzco ont ainsi élaboré une « culture » du risque, particulière au contexte socio-politique de cette région péruvienne. À partir de cette étude de la construction du risque à Los Incas, dans la périphérie nord-est de Cuzco, au-delà d’une approche fonctionnaliste et culturaliste du risque, il s’agit donc bien de montrer comment les habitants se sont organisés face à une absence de volontarisme politique ou à des choix contradictoires chez les autorités débouchant sur l’immobilisme. L’approche anthropologique et urbanistique est dès lors mise au service d’une compréhension plus large des enjeux politiques entourant la gestion du risque, dans la ville andine.

Figure 1 – Le Pérou et Cuzco, capitale de l’empire inca (élaboration : Rey según www. americas-fr.com/geographie/ cartes/carte_perou.html - 24k)

262 La construction du risque urbain en périphérie nord-est de Cuzco (Pérou) : Rey, según Salas del Pino et al. , 1998) según Salas del Pino (élaboration : Rey, Figure 2 – Les quartiers « à risque » en périphérie nord-est de Cuzco Figure

263 Nicolas Rey

Figure 3 – L’expansion longitudinale de la ville selon le phénomène de « conurbation » (d’après : Carreño, 1994)

264 La construction du risque urbain en périphérie nord-est de Cuzco (Pérou)

1. La construction du risque par une expansion urbaine non maîtrisée

Avant le tremblement de terre de 1950, on comptait 216 hab./ha à Cuzco, ce qui représentait le taux de densité le plus élevé au niveau national (Marco Cortez, 1989). Les demandes adressées par les autorités locales à l’État afin de répondre à la surconcentration en ville par une politique volontariste de construction sociale (viviendas sociales), restaient lettre morte. Il fallut attendre le tremblement de terre de 1950 pour voir finalement la ville s’étendre au-delà de son tracé colonial. Le bilan fut très lourd, transformant Cuzco en ville de barracas : • sur un peu plus de 4 000 maisons, seul un quart ne fut pas détruit ; • environ 35 000 personnes se retrouvèrent sans domicile. Vingt mille décidèrent de quitter Cuzco, tandis que le reste des sinistrés s’installa à différents points de la ville avec leurs tentes ou leurs maisons de fortune (barracas), sur les places, les avenues, les rues… (Marco Cortes, 1989). La catastrophe eut au moins l’effet de pousser l’État à répondre enfin à la demande en logement à Cuzco. Une loi d’imposition sur le tabac va financer la reconstruction de la ville, et la participation internationale sera également conséquente. Le centre sera rénové, et la ville plus moderne va prendre vraiment forme, avec une expansion urbaine orientée délibérément vers l’est. La ville sera divisée en districts4, selon le Projet Pilote de 1952. La Réforme Agraire favorisa involontairement la vente de nombreux terrains, tant et si bien que l’offre devint même supérieure à la demande, certains propriétaires préférant se débarrasser de leurs vastes superficies à bon prix pour échapper à cette orientation politique étatique les défavorisant : « En 1962/1963, la Réforme Agraire a favorisé la vente de terrains dans la vallée, près du Cuzco. Les propriétaires préféraient vendre leurs terres un bon prix à une compagnie immobilière ou le lotir eux-mêmes plutôt que de risquer de se le voir enlever par l’administration de la Réforme Agraire contre une indemnité qui serait moins importante » (Durand, 1970 : 17). Les classes moyennes furent d’abord intéressées par l’expropriation, menée sous l’égide de l’État ; puis les classes plus pauvres purent se reloger de façon moins planifiée, principalement à l’initiative privée des ordres religieux, de l’Assistance Publique5 et des grands propriétaires terriens (hacendados), le long des pentes abruptes (laderas) : « Après le tremblement de 1950, les problèmes urbains structurels s’amplifièrent. Près de 90 % des logements en ville furent affectés par le séisme, ce qui provoqua le départ d’un grand nombre d’habitants vers d’autres aires, aujourd’hui périphériques. La plus grande déstructuration des espaces régionaux et la relation conflictuelle ville-campagne toujours non résolue, qui voit Cuzco ne pas être articulée de façon indépendante à son espace régional, surtout avec une absence de développement de l’industrie, furent une des causes qui motivèrent et accélérèrent la crise urbaine. La prolongation de l’avenida de la Cultura dans les années 1950 sera un premier pas important dans l’implantation de quartiers vers le sud-est, qui s’accompagne d’un phénomène connu sous le nom de conurbation de l’espace urbain (…), sur les aires planes qui entourent la localité de San Sebastián. La majorité de ces terrains furent expropriés par l’État, qui devint le promoteur en logement pour les classes moyennes de la ville. La seconde pointe d’accroissement, dans les années 60, est caractérisée par l’apparition de nouveaux acteurs sociaux non officiels, ceux-là même qui donnèrent

4 Les districts sont aujourd’hui au nombre de cinq : San Sebastián, Huanchac, Cuzco, Santiago, et San Jerónimo. 5 La Beneficiencia Pública fut fondée en 1790, et rétablie après les indépendances, en 1833. Elle hérita des biens donnés aux hôpitaux de Cuzco à l’époque coloniale (Brisseau, 1981).

265 Nicolas Rey

lieu à l’extension de la ville clandestine, illégale et non planifiée (…) » (Quedena et al., 1994 : 83-84). L’obligation de trouver un terrain où se loger va amener la création de nombreuses associations pour le logement (Asociacion Pro-Vivienda). La direction de chaque APV acheta de vastes superficies, cette fois de façon collective, les terrains à lotir étant redistribués ensuite entre les différents membres de l’association. De telles associations furent d’abord créées avec le souci d’obtenir les services comme l’eau ou l’électricité dans un second temps en faisant pression sur les pouvoirs publics. On va donc passer d’une occupation de terrains spontanée, à un type d’organisation plus structurée, mais en générant toujours les mêmes problèmes, les services et l’urbanisation échappant encore à toute planification : « Les Associations sont régies par le Décret de Loi 13 500 promulgué en 1961. Elles sont caractérisées par le fait que les associés acquièrent des terrains rustiques de la part de l’État, des Églises ou des propriétaires particuliers. Mais comme les coopératives, elles ne reçoivent pas l’appui de l’État, et le processus d’urbanisation est de leur responsabilité directe (…) » (UNSAAC, 1986 : 28). Malgré une plus grande coopération entre propriétaires (État, Églises, particuliers) et habitants de ces zones qui achètent les terrains à travers la Asociacion Pro-Vivienda6, c’est donc toujours la politique de l’« après-coup » de la part des autorités qui prévaut, avec son lot de dysfonctionnements — discontinuité de la trame foncière, incohérence dans le système d’alimentation/évacuation des eaux, etc. — affectant à terme l’ensemble de la ville : « L’occupation précède l’assainissement, aux normes, des terrains. Ce sera la nécessité de se doter des services de base et communaux qui, dans un second temps, amènera les occupants de lots à se regrouper en Associations ou Unions de Propriétaires ou lotisseurs. (…) Il apparaîtra également des problèmes liés à l’approbation de projets d’urbanisation : alignement des voies, faute de superficies de réserve pour les voies publiques, absence des 10 % pour les espaces verts, des 2 % pour l’État, etc. Les projets seront finalement approuvés après la régularisation ou la restructuration » (Marco Cortez, 1989 : 9). Après le tremblement de terre de 1950 et la colonisation des laderas, les glissements de terrain vont affecter régulièrement la zone nord-est à partir des années 1980. Un type de risque en amène t-il un autre ? Certes, mais les grands responsables restent les pouvoirs publics qui, par faute de planification en direction des classes populaires, ont laissé les lotisseurs s’emparer des pentes, construisant ainsi des zones à haut risque en dehors de tout contrôle. Dans le quartier Los Incas, situé en périphérie nord-est de Cuzco, le long de pentes inclinées à plus de 30 %7, les explications techniques le plus systématiquement avancées pour évoquer le risque urbain qui le menace, sont les suivantes : • les maisons à majorité en adobe offrent peu de résistance aux secousses sismiques toujours systématiques dans la région (même si elles sont généralement de faible amplitude) ; • la nature géologique des sols le long de ces pentes amplifie les ondes sismiques ; • le système de drainage, tant en sous-sol qu’en surface, a été conçu en dehors de tout respect des normes de construction établies par les pouvoirs publics. Mais c’est plus l’expansion de la ville sans contrôle, que le seul caractère « dangereux » en soi du site initial, qui a construit le risque à Cuzco : « (…) ce n’est pas tant le site initial qui pose problème, mais l’expansion et la segmentation du périmètre urbanisé qui s’accompagne des modifications des sites dangereux dans l’espace et dans le temps au fur et à mesure du développement spatial de la ville, comme

6 D’autres dénominations vont s’imposer dans les années 1970 et 1980 pour qualifier ces quartiers dominant la ville : les quartiers apparus sous la présidence de Velasco seront dénommés pueblos jovenes. Ils seront désignés ensuite sous le terme de asentamientos humanos (établissements humains) dans les années 1980. 7 Le quartier est d’ailleurs traversé par une rue appelée à juste titre en quechua Anden Kawarina (« mirador des Andes »).

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l’illustre l’expansion de Cuzco au Pérou dans un couloir intra-montagneux devenu trop étroit » (Veyret, 2003 : 66). C’est ainsi l’ensemble des habitants de la ville qui subit les conséquences d’une expansion urbaine non maîtrisée depuis cinquante ans : la principale desserte longitudinale de la ville, l’avenida de la Cultura, « coincée » dans une cuve montagneuse avec des voies secondaires (transversales notamment) sans continuité, est régulièrement inondée, ce qui rend les secours en cas de catastrophe extrêmement difficiles. Les quartiers de la zone moderne, pour les mêmes raisons de problème d’évacuation des eaux, sont régulièrement affectés par les crues (Carreño, 1994 : 32).

2. Le rapprochement familial en périphérie, au « prix » d’un risque plus grand

Dans les années 1960, les ordres religieux, franciscains et dominicains, vont s’avérer être les principaux promoteurs fonciers dans l’expansion urbaine de Cuzco à l’est, le long des pentes. La Asociacion Pro-Vivienda Los Incas va ainsi apparaître en 1963, sur des terrains qui appartenaient aux Dominicains. Fortunato est un des premiers occupants, et le plus ancien encore présent dans le quartier. Il nous raconte son installation à Los Incas : « Los Incas a été fondé en 1963. Celui qui lotissait s’appelait Edgard Mostajo Sánchez, il était avocat. Il vendait par lots, faisait des annonces à la radio. Aujourd’hui nous sommes 650 familles à Los Incas. Nous avons nivelé par ici, c’était de la terre friable. J’ai été le quatrième à m’installer ici. En 1962 j’ai rencontré ma femme, elle était de mon village, Acumayo. Là-bas j’allais démarcher à Maldonado, en chargeant du verre pour les travailleurs de l’or dans les mines… Pendant douze ans, en passant par le fleuve, les montagnes ; deux jours de chemin, pour m’y rendre. En 1963, on s’est mariés, et on est venus vivre ici. On a d’abord vécu à Huayrurupata, et les gens nous ont informé qu’il y avait un quartier avec des terrains à acheter, parce que louer ça coûte. Il y en a de deux cents, trois cents mètres carrés. Avec un ami, on a acheté ce lot, la moitié chacun, mais il y a eu une dispute. Il voulait tout accaparer et me virer. Nous sommes allés voir Mostajo, et il nous a divisé le terrain. Par la suite, je lui ai demandé de me connecter à son système d’évacuation des eaux, mais il n’a pas voulu. J’ai dû faire ma propre connexion. Ensuite, après que mes parents soient morts, ma sæur de Acumayo est venue dans l’année. Elle m’a dit : ‘ Tu as déjà une maison, trouves-moi un terrain ’. Je suis allé demander pour elle. Mon frère aussi, il a quitté Lima pour venir vivre ici, avec sa famille. Il est d’abord venu vivre dans ma maison dans les années quatre-vingt, et après trois ans, je lui ai dit : ‘ tu ne peux pas rester là tout le temps. Tu dois te chercher un terrain ’. De là, il est parti vivre à Garci Laso » (Fortunato, comité 6/ APV Los Incas, 31/03/04). Garci Laso est un quartier contigu au comité 6 (Los Incas). D’un quartier à l’autre, les membres d’une même famille se sont étendus, à l’image de Fortunato, de son frère et de sa « soeur » (il s’agit en fait d’une cousine à lui), créant ainsi des réseaux sociaux favorisant la communication : une porte, en effet, reliait les parcelles des deux frères entre Los Incas et Garci Laso. Lorsque les glissements de terrain de 2001 et 2002 se sont produits dans le comité 6, ces « passages » furent particulièrement mis à profit entre voisins et membres d’une même famille, situés sur des parcelles contiguës. Mais par crainte de vols, ou de viol de leur intimité, les propriétaires de ces passages préférèrent ensuite les fermer. Ainsi, la catastrophe peut dans un premier temps resserrer les liens qui s’étaient construits sur plusieurs années, pour ensuite les défaire. Les réseaux d’entraide mis en place à l’échelle de la parcelle entre les pionniers peuvent également, après rupture, amener aussi à cette construction du risque, par la multiplication de connections en alimentation/évacuation des eaux que cela implique, comme l’évoque Fortunato suite à la division qu’il opéra avec son ami de la première heure à Los Incas. Ainsi, la catastrophe est préparée bien avant qu’elle n’ait lieu, par la rupture de réseaux sociaux qui multiplie les

267 Nicolas Rey incohérences sur le plan technique (connections au système d’alimentation/évacuation en eau). Dans le même temps, la catastrophe peut rompre des réseaux d’entraide qui fonctionnaient avant le désastre, depuis l’installation dans le quartier. Comme les « pionniers » qui sont arrivés les premiers dans le quartier il y a quarante ans tel Fortunato, aujourd’hui encore on quitte les localités plus rurales pour rejoindre les autres membres de la famille, déjà installés en ville. Ce départ « s’organise » également comme autrefois : après s’être marié, on part à deux s’installer en ville pour mieux l’affronter, pour y chercher le mieux vivre et y fonder une famille. Les nouveaux venus sont alors dépendants du parent propriétaire de la parcelle. Le témoignage ci-dessous de Jesusa est particulièrement instructif lorsqu’elle évoque le contrôle social exercé sur elle par la famille de son mari chez qui elle est venue s’installer. Cet informateur se livre à une comparaison avec son ancien quartier de résidence, Rosas Pata, situé dans la ville plus formelle. Elle considère qu’elle avait plus de liberté « en ville » que dans le quartier périphérique de Los Incas où la famille de son mari et les voisins surveillent ses moindres faits et gestes. On a là un contrôle social qui va aller croissant de la part de sa belle-famille, en fonction de ses installations successives à Cuzco dans différents quartiers : « Je viens de Ollantaytambo, où mes parents et mes frères faisaient de l’agriculture. J’ai vécu avec mon amoureux dès quatorze ans, et à seize je suis allée vivre à Huancaro, avec mon époux. C’était un mauvais quartier. Il y avait de nombreux voleurs qui rentraient dans les maisons, qui t’attendaient au tournant, te volaient tes vêtements. C’était comme ça. Quand il pleuvait, il y avait de la boue partout. L’eau sale du fleuve rentrait dans les maisons, les humidifiait, et après quelques années, elles tombaient. Il y a huit ans, nous nous sommes installés à Rosas Pata. C’était mieux parce qu’il y avait le marché à côté. La propriétaire était la tante de mon époux et elle nous faisait payer moins cher. C’était pratiquement dans le centre de Cuzco, plus sûr, il n’y avait pas de voleurs. La maison était plus grande qu’à Huancaro, il n’y avait plus de boue dans les rues, c’était près des voitures. A Huancaro on avait une pièce, alors qu’à Rosas Pata on avait une pièce et une autre plus petite pour la cuisine… c’était plus pratique pour l’enfant, qui avait cinq ans, et plus prêt de l’école. Et mon époux était plus près de sa famille, à Rosas Pata. Puis on est passés à Los Incas, il y a cinq ans. Car ici on ne paie pas de location, c’est la maison de ses parents. Ici nous avons trois pièces : une pour nous, une autre pour le garçon de treize ans et la fille de neuf ans, et la cuisine. Dans toute la maison [la parcelle], il y a trois familles en plus : mes belles-soeurs avec leurs époux et leurs enfants. En venant m’installer ici, je l’ai très mal vécu, parce que ma belle-soeur est très méchante avec moi, elle m’insulte : ‘ chèvre, chienne ’… Elle ne voulait pas que je sois avec son frère. Elle voulait qu’il vive avec une amie à elle… Parfois quand il y a de l’eau, elle ne me laisse pas en prendre. Comme mon mari n’est jamais là, il ne sait pas tout ça. Également pour l’électricité, parce que eux ils l’utilisent plus avec tous leurs appareils : ils ont un réfrigérateur, alors je ne veux pas payer la moitié de l’électricité avec ce qu’ils utilisent… Je vivais plus tranquille à Rosas Pata, je sortais à n’importe quel moment, mais ici, tout le monde t’observe, à quelle heure tu sors, ce que tu manges… » (Jesusa, comité 6/ APV Los Incas, 31/03/04). Le parcours résidentiel de Jesusa est très instructif, car il fait apparaître comment chaque installation auprès de la famille se fait en fonction de critères bien précis : • chercher un plus grand confort, plus d’espace (on gagne une pièce à chaque déménagement) au fur et à mesure que s’agrandit la famille ; • ne plus avoir à payer de location. Mais ce que l’on gagne en espace habitable et en économies, se paie au prix : • d’un contrôle social plus fort exercé par la famille étendue, qui peut se traduire aussi par un accès aux services sur la parcelle (eau, électricité) accaparé par les propriétaires de la parcelle, au détriment des nouveaux venus ;

268 La construction du risque urbain en périphérie nord-est de Cuzco (Pérou)

• d’un risque urbain et d’une vulnérabilité subies au quotidien (violence urbaine, maisons menaçant de s’écrouler, etc.). Qu’est-ce qui pousse pour autant les habitants d’autres localités à rejoindre Cuzco ? La ville de Cuzco reste au centre d’un réseau urbain au niveau départemental très structuré. Au niveau de la province de Cuzco, l’accès aux services de base (eau, électricité) mais aussi l’alphabétisation notamment des femmes, sont deux à trois fois supérieurs à la moyenne nationale, et devancent de loin les autres provinces8. On quitte donc facilement les autres provinces du Pérou, mais aussi l’intérieur de la province de Cuzco, pour rejoindre cette ville centre, plus attractive : « Cuzco (…) s’est affirmée comme le centre politico-administratif et économique, atteignant 24,2 % de la population totale départementale et 54,6 % de la population urbaine départementale en 1993 (…). Cuzco : c’est le centre et l’intermédiaire de presque toutes les dynamiques départementales. Sa hiérarchie politico-administrative, ses fonctions commerciales et financières, ainsi que sa longue histoire d’articulation aux niveaux régional et extrarégional, ont favorisé la concentration de services et l’ont converti en un grand pôle attractif à tous les niveaux, au-delà de ses seules fonctions marchandes. Cela a été renforcé par le flux aérien soutenu par le potentiel touristique régional, et en relation avec Lima, avec le marché et le centre politico-administratif national » (Hurtado & Puerta, 1995 : 11). Mais une fois installés dans les périphéries, les nouveaux arrivants attirés par les lumières de la ville, peuvent déchanter. En effet, les conditions d’accès aux services pour les plus pauvres, que ce soit en périphérie de Cuzco ou dans le centre historique, ne sont pas meilleures que les chiffres avancés à l’échelle nationale. D’après Riofrio (1996), les conditions de pauvreté et le manque de services (eau), touchent autant les pauvres installés dans les constructions coloniales et modernes du centre historique, que ceux ayant rejoint les zones à risque des périphéries, où les voies carrossables manquent cruellement. On rejoint donc la famille pour avoir de plus faibles coûts en logement et parfois plus d’espace, mais au prix d’un accès aux services limité et d’une exposition au risque élevée. Comme le souligne D’Ercole (1991) pour la ville de Popayán, en Colombie — qui connut un séisme à la suite duquel les pentes furent également comme pour Cuzco colonisées par les exclus du logement social ou du secteur capitaliste — le risque social est bien plus obsédant pour ces habitants, que le risque naturel. Et cet auteur d’ajouter (1991 : 452) que la vulnérabilité « n’est pas seulement liée aux conditions économiques et sociales, mais aussi à la manière dont les gens perçoivent le risque sismique ». Après enquête auprès d’habitants de Popayán9, le sentiment de sécurité qui se dégage est « trompeur » et constitue un facteur de risque en cas de nouvelle catastrophe ; en revanche cet optimisme n’est pas partagé par tous, notamment par les habitants les plus modestes. Si ces derniers dans leur quartier ne se sentent pas menacés, ils craignent dans le même temps les conséquences d’une nouvelle catastrophe à Popayan. Mais les habitants des zones qualifiées « à risque » ont aussi une représentation du risque qui est d’ordre stratégique ; ils savent habilement en faire un élément de pression sur les autorités dans leur confrontation pour l’occupation des rares zones disponibles : les secteurs en pente.

3. « Culture » du risque contre immobilisme des autorités

Dans la partie basse du comité 6/APV Los Incas, la plus touchée par les glissements de terrains successifs d’avril 2001 et janvier 2002, les enfants préfèrent emprunter les chemins de traverse

8 Selon les recensements nationaux de population et de logement de 1993 (INE), Cuzco s’élevait au premier rang pour l’accès à l’eau, à l’électricité, et pour l’alphabétisation des femmes, avec des taux avoisinant les 90 %, contre des moyennes nationales respectivement d’environ 45 %, 25 % et 65 %. 9 Réalisée par D’Ercole, avec l’appui du BRGM (Bureau de recherches géologiques et minières), d’Ingeominas et du Sena de Popayán. Presque tous les habitants enquêtés considèrent que la ville est mieux préparée à affronter un nouveau séisme, pour des raisons essentiellement techniques (maisons reconstruites, réparées et consolidées).

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entre les pans de murs effondrés et les tuyauteries éventrées, plutôt que de suivre les circuits tracés autour du vide laissé par la partie écroulée. Ils « jouent » à se faire peur, en repoussant les limites du danger. Mais est-ce uniquement, un jeu d’enfant ? Durant ces événements, les habitants sont restés jusqu’au dernier moment dans leurs maisons : lorsque les murs ont commencé à s’effriter et à se lézarder, et que les vitres se sont fendillées, ils ont enfin décidé d’évacuer leur logement. Par la suite, ils sont revenus s’installer dans leur maison éventrée, en se plaçant en retrait des pièces situées en équilibre instable au-dessus du vide. Pour eux, il est hors de question de quitter le seul bien qu’ils possèdent, leur maison, fut-ce jusqu’au dernier moment… Le fait de vivre dans un lieu constamment menacé, et souvent affecté par la catastrophe, peut aussi amener une accoutumance, qui se traduit par une réponse de moins en moins efficace pour faire face au désastre, avant, ou pendant qu’il se produit : « L’évaluation postcatastrophique est sans doute un des moyens les plus efficaces pour comprendre le passage du risque à la catastrophe, et donc proposer des mesures de prévention. (…) ce sont les études postcatastrophe qui ont révélé les lois concernant l’accoutumance au Figure 4 – Zone sinistrée du quartier Los danger ; ces rapports montrent aussi la perte de mémoire classiquement Incas. Une fillette « joue » avec le risque, observée des usagers et des décideurs. Voici ce qu’écrivait en 1890 un à l’entrée de ce qu’il reste de la maison officier de l’instruction publique, Henry Vaschalde, à propos des crues familiale suite aux glissements de terrain et inondations en Languedoc : ‘ Plusieurs années se passent sans qu’il de 2001 et 2002 (photo : Rey) y ait de crues ; la confiance revient ; les maux passés sont oubliés, et chacun s’empare du domaine des eaux jusqu’à ce qu’une inondation comme celle du 22 septembre vienne détruire tous les travaux exécutés ’ » (Dauphiné, 2001 : 252-253). Mais peut-on mettre en cause uniquement l’inconscience, ou la perte de mémoire ? Dans des conditions extrêmes d’existence, les habitants vivent au jour le jour, sans avoir toujours le luxe de pouvoir se projeter dans l’avenir. Dans les villes des pays en développement, que ce soit le long des pentes abruptes, ou près des cours d’eau comme à Lima (cf. exemple ci- dessous), le désastre rend les pauvres encore plus pauvres au quotidien (Maskrey, 1989) : les habitants ressortent encore plus vulnérables d’une première catastrophe, cette vulnérabilité en augmentation préparant les conditions d’un deuxième désastre, pouvant alors être plus ample. Catastrophe après catastrophe, les habitants sont donc de plus en plus vulnérables et exposés à de nouveaux désastres : « Les inondations (…) affectent principalement les familles à bas revenus, qui ont les capacités de réponse les plus faibles et dont les conditions de vie sont celles d’un état d’urgence permanent, caractérisé par le manque d’eau potable, un habitat précaire et des revenus bas et instables. Dans ces cas là, les effets des (…) inondations ne sont qu’un aspect d’un désastre quotidien et permanent. Les catastrophes dans la vallée du Rímac représentent une dégradation continue de la vie de la population. La destruction de leurs maisons, la perte de leurs biens et l’interruption de leurs activités économiques augmente leur vulnérabilité. Sans la possibilité de retrouver de nouvelles zones sécurisées pour vivre, les gens reviennent occuper les secteurs dangereux » (Medina, 1994 : 273). Si le désastre est social, la pauvreté en est le facteur le plus agissant. Et plus on est pauvre, plus la catastrophe annoncée sera amplifiée. En 2003, dans le cas du quartier Chocco, en périphérie sud-est de Cuzco, certains habitants qui avaient disposé leurs maisons au milieu du lit naturel d’écoulement du fleuve, ne purent réagir rapidement pour s’échapper lors de la soudaine montée des eaux. Le coût humain n’est jamais considéré par ces occupants de l’extrême, car nous sommes dans une dynamique de survie au jour le jour, empêchant de se projeter bien loin

270 La construction du risque urbain en périphérie nord-est de Cuzco (Pérou) dans l’avenir (un toit et manger chaque jour sont les seules prérogatives qui font force de loi). Il faut aussi bien prendre en compte le fait que les derniers migrants, arrivés récemment dans ces zones, sont aussi les moins avertis face aux catastrophes, et ce, pour deux raisons : • tout d’abord, ils s’installent là où il y a encore de la place, donc le plus souvent, dans les zones les plus ingrates, et les plus dangereuses, qu’on leur réserve (la communauté préfère en effet se garder les terrains mieux situés, pas forcément les plus chers) ; • la seconde raison est qu’ils n’ont pas encore pu mesurer la temporalité et l’intensité des catastrophes potentielles. Cette information peut d’ailleurs ne pas être divulguée par les responsables communautaires, au moment de la vente. Ainsi, à Chocco, un migrant arrivé en 2003 acheta son terrain près du fleuve traversant le quartier, sans se douter de la gravité du danger qui le menaçait. Dans l’année de son achat, sa maison et ses biens furent emportés par les crues. Aujourd’hui, à Los Incas, trois maisons sont en équilibre instable au-dessus du vide. Parmi ces occupants, deux familles ont acheté leur maison il n’y a pas plus d’une dizaine d’années : les derniers arrivés, pas forcément les plus pauvres, sont en tout cas les plus mal lotis face au risque. Le temps de l’expérience et les réseaux d’information sont donc des données fondamentales à considérer dans la construction du risque. Comment les habitants de ces secteurs les plus touchés par les glissements de terrain en 2001 et 2002, et menaçant de s’effondrer à tout moment, ont-ils vécu la catastrophe, et pourquoi reviennent-ils s’installer là ? Julio, un de ces habitants en sursis, nous relate les événements du 24 janvier 2002, qui ont affecté son foyer : « Je ne peux pas partir, car mes enfants vont au collège à côté, donc pour le transport, je préfère rester ici. La moitié de ma maison est fendue. La fissure n’a pas progressé après l’effondrement. La porte ne se ferme pas bien. Mais ici, le problème c’est l’eau. Si on me reloge avec l’eau là-bas, moi je partirai. Les autres à côté, ils ne veulent pas partir. Mais moi je ne peux plus vivre là, la maison glisse, il peut y avoir un tremblement de terre. En fait, il y avait un tuyau sous la terre qui s’est cassé, donc on voyait juste la sortie d’eau en surface mais on ne voyait rien en dessous. Si on avait réglé ça… ça fait cinq ans que par en dessous ça travaillait, et pire lorsque la pluie est arrivée : ça s’est mélangé avec cette poche d’eau d’en dessous. On s’est rendu compte de ça après le glissement de terrain. Pour l’éboulement de 2002, c’était dix heures du soir, le vingt-quatre janvier. Mais un jour avant j’avais déjà remarqué que le chemin était fissuré, et la nuit, tout un bloc est parti. C’était l’anniversaire de ma fille ce jour là, pour ses vingt ans. Elle était venue fêter son anniversaire avec son mari. Finalement, elle est restée trois jours, car la situation était désespérante. On était dans l’expectative, si quelque chose se passait, prêts à courir. L’éboulement, ça a fait comme un volcan, les pierres, le bloc avec les escaliers… Les gens situés plus bas, à Los Portales, sont sortis en hurlant lorsque toute cette masse a défoncé leur mur. Les plus petits chez moi dormaient, les plus grands étaient en train d’observer. On avait prévu de sortir par derrière par les escaliers, pour aller chez le voisin : par là on a sorti nos affaires, le lendemain [de la catastrophe]. Le lendemain, la police nous a dit à tous qu’il fallait libérer les lieux et se transférer ailleurs. Un de mes fils est revenu s’installer dans la maison pour la surveiller, il ne voulait pas rester dans la maison louée plus haut. ‘ Ah si elle tombe, qu’elle tombe ’, il disait… » (Julio, comité 6/ APV Los Incas, 09/03/04). L’analyse du témoignage de Julio révèle plusieurs choses. Le statut de résidence principale, la présence sur place, et l’ancienneté de la propriété, sont mis en avant pour bénéficier d’une intervention extérieure afin d’être relogé. À cela vient se superposer le fait que les voisins immédiats de Julio déclarent ouvertement qu’ils ne veulent pas être relogés ailleurs… Julio cherche donc ostensiblement à se démarquer d’eux, en remettant en cause les revendications de ses voisins qui, ayant racheté à sa famille leur terrain et leur maison, ne sont pas en mesure légitimement selon lui d’imposer leur point de vue, au nom de tous. Il y a donc une différenciation socio- spatiale très forte, au sein même du secteur touché par la catastrophe, qui détermine l’attitude de chacun, face au risque.

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Les rares interventions des habitants pour réduire le risque, peuvent même prêter à sourire : on dispose des planches sans les fixer, contre le mur du voisin situé plus haut, prêt à tomber... Il n’y a donc pas de réelle prévention du risque, mais plutôt une gestion dans l’urgence : la mitigation (réduction du risque) durable serait-elle absente des consciences ? Il semble que les habitants soient tout à fait conscients du risque qu’ils encourent. Leur « inaction » ne traduit pas une inconscience avérée ; au contraire, elle est une stratégie visant à faire réagir les autorités. Le manque d’attention que portèrent les hommes envers la Pacha Mama, la Terre Mère, lorsqu’ils urbanisèrent les quartiers périphériques, est également une explication avancée par certains habitants du quartier Los Incas, concernant les glissements de terrain qui se sont succédés. Le terme pachakuti, traduit aussi par « retour de la terre » à travers ces glissements de terrain, est alors évoqué, comme une réaction de la Pacha Mama… En Bolivie, ces termes ne sont plus connus de la population indienne. Ils seraient cependant réinvestis par les leaders communautaires et/ou des anthropologues développant un discours indigéniste, notamment en milieu urbain : « Dans la société aymara, le juicio marque la fin d’un cycle et le début d’un autre. Ce bouleversement qui verra l’apparition d’une nouvelle humanité est interprété comme une inversion entre le monde du haut et le monde du bas (Harris, 1989), idée exprimée dans les documents anciens par le terme pachakuti, aujourd’hui inconnu des paysans rencontrés mais repris depuis peu dans les discours indianistes urbains » (Rivière, 1996 : 93). Cette culture du risque semble avoir un objectif sous-jacent, et elle représente l’ultime issue pour les habitants, afin de faire pression sur les autorités : tout est fait comme s’il fallait en rajouter un peu plus à une situation déjà extrême, pour attirer l’attention de façon directe et sans détours, sur les conditions de vie « invivables » de ces habitants. Dire qu’ils en jouent n’est pas un vain mot. Lorsque les mères balancent leurs enfants de cinq ans à bout de bras au-dessus du vide, en les faisant pleurer, peut-être est-ce pour leur apprendre à dompter la peur de leur condition, pour mieux y faire face, ou encore pour m’interpeller, moi l’étranger, représentant à leurs yeux des ONG et autres organismes internationaux, capables d’intervenir sur ces secteurs ?… Les premiers mots qui me furent adressés par certains de ces habitants furent d’ailleurs : « vous voulez parler avec nous pour quoi faire, pour nous aider ? » De plus, les enfants montent les échelles reposant sans y être fixées sur des planchers flottant au-dessus du vide, sans armatures les reliant à la pente ; ils sont envoyés également plus bas par les parents qui les ignorent alors ostensiblement du regard, pour ramasser les ustensiles — seaux, vaisselle, linge — tombés dans la pente, dans des endroits inaccessibles… un faux pas, et c’est la chute dans le précipice formé par l’effondrement de l’escalier qui se trouvait là, avant la catastrophe. Enfin, aucun escalier de rechange, même de fortune, n’a été reconstruit par ces habitants, qui chaque matin, chaque midi, chaque soir, font le va-et-vient entre chez eux et l’extérieur, au péril de leur vie… Qu’attendent-ils d’ailleurs, au juste ? Avril 2001, avril 2004… après maintenant trois ans qu’a eu lieu le premier drame, et autant de temps de promesses non tenues par les autorités, que peuvent encore espérer les habitants comme amélioration de leur condition au quotidien ? « Après les pluies, nous commencerons les travaux », leur répètent les autorités, comme un leitmotiv. Les élections passent, et aux promesses électorales succède l’inaction, après le résultat des urnes. Les autorités intervenant sur la zone sont toutes d’accord pour l’évacuer, mais chacune apporte une réponse différente au problème posé. La municipalité de Cuzco et le Ministère du Travail sont associés à travers le projet a trabajar urbano qui consiste dans la zone nord-est de la ville à consolider la zone, avec la construction à Los Incas d’un mur de contention qui est systématiquement reportée. Les dissensions politiques entre le gouvernement et la mairie sont d’ailleurs souvent avancées par ces deux acteurs pour justifier l’absence de prise de décision10. Chacun se renvoie donc la balle, et pendant ce temps,

10 Le premier des deux acteurs (le Ministère du Travail), « tolediste », du parti du président de la république de l’époque, accusant le second (la municipalité de Cuzco) — et vice-versa — d’être affilié à l’autre bord politique, celui de Fujimori (ancien chef de l’État péruvien).

272 La construction du risque urbain en périphérie nord-est de Cuzco (Pérou) les lignes budgétaires tant au niveau de la municipalité, que du gouvernement, ont été utilisées à d’autres fins. En 2004, le Ministère du Travail a pris prétexte des fortes pluies qui ont affecté le sud du Pérou pour justifier à nouveau du report des travaux sur Los Incas. Pour la Défense Civile décentralisée (région de Cuzco), la zone doit être évacuée. Ses ingénieurs déclarent cependant qu’une fois la zone consolidée par le projet a trabajar urbano, certains habitants seront alors convaincus que la zone aura été débarrassée de tout risque possible. On constate donc que la politique de décentralisation menée par l’État rencontre des contradictions très fortes au niveau local, entre les décisions prises par ses services au niveau local (Defensa Civil de Cuzco), la municipalité, et les ministères. La décentralisation fut même, sous Fujimori, mise au service « du chef », déstructurant l’action collective et rendant les structures de quartier encore un peu plus dépendantes : « Dès son arrivée à la présidence, A. Fujimori institue une extrême personnalisation du pouvoir. Les fréquentes visites qu’il effectue dans les barriadas en témoignent. Cette personnalisation du pouvoir, qui se manifeste par l’instauration de relations directes et clientélistes avec les pobladores, s’observe dans plusieurs domaines. En premier lieu, l’organisation administrative que le chef de l’État institue, et dont l’exemple le plus significatif est le ministère de la Présidence. Ensuite, la politique de démantèlement des structures d’action collective avec l’exemple du programme du verre de lait. (…) Au début des années 1990, l’obtention d’un service collectif, par exemple au bureau de la voirie, exige des démarches précises : soixante familles au minimum, et appartenant au même district, doivent se réunir afin de présenter leur revendication et de solliciter un crédit. Cette demande s’adresse au ministère de la Présidence, qui finance directement le projet. Ainsi, le poblador peut associer directement la construction d’une infrastructure à l’image du président » (Burgos, 2000 : 108-109).

Conclusion

Comme développé dans cet article, l’absence de volontarisme politique dans le domaine de la planification urbaine depuis le tremblement de terre de 1950 à Cuzco, ou le caractère contradictoire de certaines décisions prises par les autorités suite aux glissements de terrains se succédant depuis les années 1980 en périphérie nord-est de la ville, sont générateurs pour les habitants d’augmentation et du risque, et de la vulnérabilité. Dans le même temps, devant cette défection des pouvoirs publics, les habitants se sont rassemblés en associations pour organiser leur logement, avec de faibles moyens. Ils sont tombés dans le marché de la ville illégale, en s’installant dans les seules zones disponibles, à savoir les plus dangereuses (le long des pentes abruptes ou des courants d’eau en crue dès la période des pluies), sans respect des normes de construction en matière d’alignement de voirie, de système de drainage, ou de résistance des matériaux dans une région à forte activité sismique. Une véritable « culture » du risque va alors se développer, mêlant à la fois au premier abord résignation face à un destin qui s’acharne, voire attitude de trompe-la-mort, comme pour provoquer un peu plus la providence, ou encore retour à des croyances se réclamant du passé incaïque. En effet, face à l’action des hommes « modernes » pris dans le modèle urbain occidental dominant, la Terre (la Pacha mama) et les ancêtres incas morts pour préserver ce territoire contre l’expansion coloniale espagnole, se vengeraient, en réagissant de façon violente à travers les catastrophes frappant la ville (crues, glissements de terrain). Peut-on se contenter cependant d’une explication de type fonctionnaliste ou culturaliste pour appréhender dans sa complexité la construction du risque dans cette ville andine ? De plus, l’après catastrophe sans union pour faire face aux problèmes quotidiens qui affectent tous les habitants (le quartier n’en finit pas de s’affaisser après les glissements de terrain survenus), et l’abandon de l’action collective pour se replier sur la famille, sont propices à une augmentation sensible de la vulnérabilité de chacun. Cette vulnérabilité s’est accentuée suite au détournement par certains représentants de quartier de fonds alloués par les habitants pour les travaux d’ordre

273 Nicolas Rey général. Le « pourrissement » de la situation est ainsi renforcé, plongeant un peu plus le secteur effondré, vers une nouvelle catastrophe. Les habitants seraient-ils à ce point inconscients en laissant leur quartier tomber en ruine ? Sur le terrain du quartier Los Incas, lorsque l’espoir s’est encore un peu plus éloigné en avril 2004 de voir s’améliorer la situation par une intervention des pouvoirs publics sur la partie affectée (glissements de terrain de 2001 et 2002), on peut observer qu’individuellement, certains habitants sont intervenus alors eux-mêmes pour prendre enfin en charge un minimum de travaux d’amélioration. Après que les habitants aient été informés du nouveau report du projet de consolidation de leur secteur effondré, certains parmi les plus menacés ont amorcé des travaux d’amélioration : • les uns ont fermé avec des planches le terrassement qui marquait l’entrée de leur maison, où les enfants jouaient, au-dessus du vide ; • les autres ont creusé dans la pente quelques marches, permettant ainsi de remonter dans les maisons en équilibre instable, en limitant les risques de faire une mauvaise chute. L’inaction des habitants n’était donc qu’un leurre, destiné à faire pression sur les autorités…ou comment l’inaction est, de fait, action ! Dire que les habitants de ces quartiers ne sont pas conscients du risque qu’ils encourent, c’est faire totalement fausse route, sans voir les stratégies cachées mais inhérentes, à leur attitude, jugée par d’aucuns, passive. Quant à la prévention, ce n’est pas à eux, mais aux autorités, de l’assumer. Il y a en réalité une conscience très aiguë du risque chez les habitants, et leur inaction de façade amenant un pourrissement de la situation (maisons qui tombent en ruine) est de fait, après analyse et recontextualisation, une action des plus volontaristes qu’il soit, pour précisément amener les autorités à prendre leurs responsabilités, à terme. Et si l’on peut sortir de la situation de confrontation entre pouvoirs publics et autorités, peut-être sera-t-il alors temps d’envisager le rapatriement des pratiques préventives populaires acquises au fil du temps par les habitants, vers les secteurs décisionnels : « De tout temps, des systèmes d’entraide communautaire plus ou moins institutionnalisés, tel que le gotong royong dans les kampungs de Djakarta, ont permis d’éviter bien des victimes dans des incendies ou des inondations. Cette réalité sociale apparaît comme un élément très positif à partir duquel les autorités publiques sont tentées d’utiliser ces réseaux traditionnels pour ‘ apprivoiser le risque ’. L’idée est d’informer et d’accoutumer les populations au risque et de créer de ‘ bons ’ réflexes. (…) Il a souvent été remarqué que la pauvreté, la densité, les problèmes spécifiques liés à la gestion et l’absence d’accès à certains outils techniques accentuent la vulnérabilité des villes du sud, alors que peut-être, à l’inverse, ces dernières possèderaient une spécificité en matière de réponse sociale à la crise (…) » (Milbert, 2003 : 325). Pour l’heure, le risque demeure un enjeu politique entre habitants et autorités, construit avant, pendant et après la catastrophe. « Action » et « inaction » sont donc à recontextualiser de façon très précise, en fonction des enjeux et intérêts sous-jacents voyant s’opposer les différents acteurs intervenant sur la zone sinistrée. D’un côté, la démarche de l’anthropologue vise alors à comprendre comment le « traditionnel » est instrumentalisé par les habitants, pour amener les autorités à réduire le risque. La culture du risque en étant étudiée en fonction du système de croyance propre aux sociétés andines, ne doit donc pas tomber dans le piège de l’assessorat ethnique. De l’autre, il s’agit de percevoir comment le risque naturel peut être instrumentalisé par les autorités, afin d’entretenir une dépendance entre administrés et leurs représentants. Cette dépendance repose sur une politique de l’urgence : on n’intervient qu’après-coup, une fois la catastrophe passée. La vulnérabilité des habitants est telle qu’ils ne peuvent refuser tout type d’aide, aussi minime soit-elle, afin de panser les plaies du désastre. Cette relation clientéliste entre habitants et élus, construite durant les décennies d’installation le long des laderas, est finalement consolidée une fois la catastrophe réalisée : culture du risque chez les habitants contre immobilisme par l’action contradictoire des autorités, ne font que perpétuer un tel système.

274 La construction du risque urbain en périphérie nord-est de Cuzco (Pérou)

Si l’on souhaite appréhender au plus près ces enjeux qui opposent habitants et autorités, entre représentation du risque dans les secteurs menacés et intervention des pouvoirs publics dans l’espace urbain et péri-urbain, le recours à une approche de type socio-spatiale, offre des outils d’analyse permettant de mieux cerner la construction du risque dans sa complexité. L’approche sociologique, développée brillamment depuis les années 1980 par les chercheurs du réseau latino-américain La Red, emmenés notamment par Maskrey, a évolué récemment vers une méthodologie de type microsociologique ou anthropologique, avec la constitution d’une véritable anthropologie des catastrophes, notamment à travers les travaux d’Oliver-Smith (2002) ou encore de Stein (2002). Et les recherches menées par les géographes français dans les années 1990 (D’Ercole, Thouret, Chardon, etc.), ont eu le mérite d’articuler l’approche spatiale avec celle plus sociale, du risque. Reste à la recherche sur le système risque de mobiliser davantage les chercheurs européens, nord ou sud-américains, pour éviter qu’ils ne rejoignent le champ de leurs recherches de prédilection (Lavell, 1993), après les grandes catastrophes11.

Références citées

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11 Cf. les tremblements de terre de Mexico, San Salvador, Guatemala, ou la catastrophe du Nevado de Ruiz, qui ont mobilisé la communauté scientifique internationale (Colombie).

275 Nicolas Rey

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276 Bulletin de l’Institut Français d’Études Andines / 2007, 36 (2): 277-297 IFEA Identidad regional y construcción del territorio en Mendoza (Argentina)

Identidad regional y construcción del territorio en Mendoza (Argentina): memorias y olvidos estratégicos

Elma Montaña*

Resumen

El presente trabajo analiza la construcción de la identidad regional en Mendoza (Argentina), un territorio periférico en el que el interjuego de las fuerzas locales y globales se expresa claramente. Se examinan los procesos sociales sobre los que la identidad se construye, para lo que se indaga sobre la utilización que los actores hacen de la memoria y la presencia de identidades contrastivas y valores en disputa. Estos análisis constituyen una vía para explorar la preocupación central del trabajo: los vínculos entre esas identidades y la construcción del territorio de Mendoza. Si la identidad regional adscribe —por naturaleza— a un ámbito territorial, en Mendoza la dimensión territorial establece con esa identidad regional un doble vínculo, ya que la configuración y el ordenamiento de su territorio constituyen las principales líneas argumentales en torno a las cuales se organizan las memorias y los olvidos, confirmando presunciones respecto del territorio como objeto de luchas identitarias y políticas.

Palabras clave: identidad regional, territorio, memorias, Mendoza, Argentina

Identité régionale et construction du territoire à Mendoza (Argentine) : mémoires et oublis stratégiques

Résumé

Ce travail analyse la construction sociale de l’identité régionale à Mendoza, Argentine, un territoire périphérique où le jeu des forces locales-globales est clairement exprimé. Les processus sociaux sur lesquels les identités sont construites sont examinés en analysant l’utilisation que les acteurs font de la mémoire et la présence d’identités en contraste et des valeurs en conflit. Ces analyses constituent le moyen d´ aborder la préoccupation centrale du travail : les liens entre ces identités et la construction

* Investigadora CONICET, Jefa de la Unidad de Investigación «Ciudad y Territorio». Instituto de Ciencias Humanas, Sociales y Ambientales (INCIHUSA) (Mendoza, Argentina). E-mail: [email protected]

277 Elma Montaña du territoire à Mendoza. L’identité régionale est attachée — par nature — à un cadre territorial. Mais à Mendoza la dimension territoriale établit avec cette identité régionale un double lien, puisque la configuration et l’aménagement du territoire constituent les principales lignes argumentaires autour desquelles sont organisées les mémoires et les oublis, en confirmant les présomptions d’un territoire qui est objet de luttes identitaires et politiques.

Mots clés : identité régionale, territoire, mémoires, Mendoza, Argentina

Regional identity and territory construction in Mendoza (Argentina): memories and strategic forgetfulness

Abstract

This work analyzes the construction of regional identity in Mendoza, Argentina, a peripheral territory where the interplay of local and global forces is clearly expressed. The social processes on which identities are constructed are examined by analysing the social uses of memory, as well as the presence of contrasting identities and values in dispute. But these analyses are a way to explore the central preoccupation of the work: the bonds between those identities and the territory construction in Mendoza. If regional identity refers —by nature— to a territory, the bonds between identity and territory appeared to have doubled in Mendoza, since territorial configuration and planning constitute the main argumentative lines around which memories and forgetfulness are organized, confirming presumptions of the territory as being an object of identity and political fights.

Key words: regional identity, territory, memories, Mendoza, Argentine

Sobre la árida vertiente argentina de la cordillera de los Andes y sobre la frontera con Chile, la provincia de Mendoza constituye un territorio periférico de Argentina. Se le adjudica este último término por los 1 000 km que la separan de Buenos Aires pero especialmente por su condición de complejo regional extrapampeano —en este caso centrado en la vitivinicultura— en oposición a la jerarquía de Buenos Aires y a la fértil pampa húmeda argentina: cerealera, forrajera y ganadera. Como en otros espacios subnacionales1 en los que las identidades se han visto afectadas por la declinación de los Estados-nación, la identidad es una cuestión relevante para los mendocinos. Cuanto más fuerte aparecen las tendencias universalistas, más grandes parecen ser las fuerzas de grupos que buscan reafirmar sus diferencias y que se apegan a su localidad (Wagner in Larrain Ibáñez, 1996: 168). El renovado interés en las cuestiones identitarias se explica asimismo en el marco de los esfuerzos de buena parte de la economía provincial centrada en la vitivinicultura por encontrar un nicho en mercados progresivamente integrados. Por otra parte, también en Mendoza y bajo el influjo de los procesos de mundialización, lo global y lo particular se imbrican produciendo territorializaciones y reterritorializaciones constantes y singulares que —como se verá— no son ajenas a esas identidades.

1 Mendoza es una provincia «del interior» de Argentina y —por lo tanto— un «espacio subnacional». Pero el presente trabajo hace legítima alusión a la identidad regional en Mendoza. Es que con relación a la construcción del territorio y a las representaciones sociales en estas tierras secas en las que la vitivinicultura es emblemática, las hipótesis podrían extenderse —aunque con ciertas variaciones— a otras provincias como San Juan y La Rioja. Por otra parte, si bien se hace alusión a la provincia para simplificar la expresión en el texto, tampoco este concepto se ajusta a la formación socioespacial que constituye el contexto significativo de nuestro análisis y que se asocia solo hasta cierto punto a los límites provinciales, asumiendo la traza espacial de lo local o lo regional en la medida en la que éstas constituyen representaciones individuales o colectivas pero siempre percibidas por una comunidad de actores (Di Méo, 1991; 1993).

278 Identidad regional y construcción del territorio en Mendoza (Argentina)

El presente trabajo indaga sobre la identidad regional entendiendo que ésta: «se deriva de un sentido de pertenencia socio regional y se da cuando por lo menos una parte significativa de los habitantes de una región ha logrado incorporar a su propio sistema cultural los símbolos, valores y aspiraciones más profundas de su región» (Giménez, 2001: 12). O, en palabras de Michel Bassand, es: «la imagen distintiva y específica (dotada de normas, modelos, representación, valores, entre otros) que los actores sociales de una región se forjan de sí mismos en el proceso de sus relaciones con otras regiones y colectividades. Esta imagen puede ser más o menos compleja y tener por fundamento un patrimonio pasado o presente, un entorno natural valorizado, una historia, una actividad económica específica o, finalmente, una combinación de todos estos elementos» (Bassand, 1981: 15). Desde una concepción de la identidad como la reconstrucción del pasado por parte de un grupo social —diferente de visiones esencialistas y ahistóricas que la consideran como un atributo inherente o una cualidad esencial de un grupo—, se ha recurrido a la historia regional para reconocer los elementos presentes en esa identidad y los actores significativos en su construcción. En este proceso de construcción identitaria, la historia es igualmente recordada que olvidada de modo diferencial de acuerdo a la posición que ocupan los diversos actores sociales que producen los relatos. Más allá de la identidad regional en sí, el trabajo analiza los procesos sociales sobre las que ésta se construye, para lo que indaga sobre las disputas identitarias mediante las cuales los distintos actores sociales pugnan por poner en valor —y algunos universalizar— sus propias características en una identidad dominante. Pero estos análisis constituyen una vía para explorar la preocupación central del trabajo: los vínculos entre esas identidades y la construcción del territorio de Mendoza. Concebido como una construcción social históricamente desarrollada por estrategias de actores que se apropian de un espacio, profundamente enraizadas política y culturalmente, el territorio no sería aquí un soporte pasivo destinado a albergar a los grupos humanos y a ofrecer recursos a las actividades económicas sino, por el contrario, una activa matriz de organización de relaciones sociales (Raffestin, 1981; 1996; Claval, 1978). Construido en el encuentro de la historia y la geografía (Scheibling, 1994: 141-146), el territorio se asocia aquí a la noción sociológica de lugar como cultura localizada en el tiempo y el espacio (Augé, 1993: 48). Es este territorio mendocino, construido, reproducción social de lo real y producto de la historia que cada actor social —al compás de sus prácticas y sus representaciones— recuerda, olvida, reconstituye y deforma, el que encarnaría y expresaría luchas identitarias y políticas presentes en Mendoza. Con estos objetivos, se comenzó por historizar sumariamente diversos periodos por los que ha atravesado Mendoza. A partir de allí pero con una mirada enfocada al presente, se reconstruyeron las imágenes dominantes que la provincia proyecta a inicios del siglo XXI y que nutren la «identidad oficial». Paralelamente, se revisaron críticamente los discursos y reclamos de diversos actores sociales que permitieron identificar identidades en contraste, valores en disputa, relatos fragmentarios y juegos de recuerdos y olvidos estratégicos que legitiman el poder de los actores más dinámicos e invisibilizan los reclamos de otros. En este recorrido se pudieron confirmar anticipaciones por las cuales el territorio, en su dimensión material así como simbólica, se constituye en escena de luchas identitarias y políticas.

1. La historia de una región periférica buscando su inserción nacional e internacional

Una mirada retrospectiva permite identificar en Mendoza diversos ciclos económicos determinados por la combinación de ciertas condiciones del contexto externo (nacional y más allá) con factores endógenos. Se reconocen así fases de relativa estabilidad en las que la articulación espacio,

279 Elma Montaña economía y red de actores se caracteriza por un patrón reconocible (Montaña, 2003a). Cada etapa supone un elenco de actores posicionados de acuerdo a sus poderes relativos y constituye una fase en el proceso de «territorialización», «desterritorialización» y/o «reterritorialización» (Raffestin, 1996: 56-58) que se ve contenido en la configuración territorial actual de Mendoza. Para los objetivos del trabajo, esta periodización ofrece algunas claves para comprender cómo las identidades y los territorios se han ido construyendo a lo largo de un mismo proceso histórico (cuadro 1). Cuadro 1 – Evolución de los territorios en Mendoza

-ITADDEL &INDEL $ÏCADA SIGLO86) SIGLO8)8 DE

3IGLO86) 3IGLO88 $ÏCADA DE

4RANSFORMACIONES -ODELOVITIVINÓCOLA -ODELODESUBSISTENCIA -ODELODEAGRICULTURA ASOCIADASALOSPROCESOS TRADICIONALPARAEL PURACAZA PESCA DECEREALESYFORRAJES #2)3)3 DEMUNDIALIZACIØN RECOLECCIØNYAGRICULTURA #2)3)3 #2)3)3 ABASTECIMIENTODEL CRIANZADEGANADOY hNUEVAVITIVINICULTURAv OCASIONAL SUEXPORTACIØNA#HILE MERCADOINTERNO DEEXPORTACIØN

Elaboración según Montaña (2003a): 108 Antes de la llegada de los españoles (1551), la actual provincia de Mendoza era habitada por grupos indígenas, entre los que destacaban los huarpes. Al interior de estos, se distinguía un grupo asentado en zonas de piedemonte de la cordillera de los Andes y otro localizado alrededor y bañado por el sistema de lagunas de Guanacache, en la parte más baja de la cuenca del río Mendoza. Fueron grupos huarpes pedemontanos quienes iniciaron una primera sistematización de las aguas del río Mendoza. Aún cuando el primer contacto con los españoles resultó pacífico, al poco tiempo se observa un proceso de exportación de mano de obra indígena hacia Chile (Prieto et al., 2004) y un movimiento expansivo por parte de los conquistadores hacia las tierras de regadío del piedemonte, de anterior ocupación indígena (Prieto & Abraham, 1994). Deslazados los indígenas de las tierras pedemontanas, la dominación española impulsará en ellas una reconversión productiva, concentrando la producción en el cultivo de cereales y forrajeras bajo riego para el engorde de ganado que se «exportaba» en pie a Chile y, en segundo término, en la fabricación de alcoholes y vinos. Desde fines del siglo XVII y hasta las últimas décadas del XIX se consolida el circuito pastoril-ganadero de exportación y, de su mano, se consolida el ascenso económico y político de una red de familias emparentadas entre sí que darán origen a la oligarquía local: los «señores del ganado» (Prieto et al., 2004). Ya en tiempos de la independencia (1816), las elites dirigentes locales se integraban de clanes familiares unidos por intereses económicos que se sucedían en el poder y que ponían en valor una vasta tradición basada en el recuerdo de lo que representaba la corona y la nobleza españolas. Es así como los ejes de contrastividad más fuertes se producían con los mestizos, quienes no contaban con esos linajes. Los procesos de diferenciación/integración de este territorio periférico respecto de un centro se extienden a lo largo de su historia, pero se tornan fuertemente visibles a partir de la emergencia del Estado como nación, a mediados del siglo XIX. A partir de ese momento, Mendoza trabajó para integrarse al proyecto nacional, pero lo hizo negociando de la mejor manera desde su condición de periferia respecto de Buenos Aires y la pampa húmeda. En este contexto, la provincia se disciplina al proyecto del Estado nación emergente, marca el límite oeste de la soberanía nacional dejando progresivamente atrás sus vínculos con Santiago de Chile, al mismo tiempo que apoya la centralidad de Buenos Aires y de la pampa húmeda como motor del desarrollo nacional.

280 Identidad regional y construcción del territorio en Mendoza (Argentina)

Favorecida por un cambio en las condiciones externas e internas, hacia 1860 la Argentina experimenta una nueva etapa en su desarrollo económico: la llamada «economía primaria exportadora». El país se integraba a la economía mundial a partir de la oferta de su producción agrícola pampeana, ganadera y cerealera (Ferrer, 1966 [1963]: 91-104). Esta división internacional­ del trabajo se reprodujo en el ámbito nacional. En atención al gran competidor que significaba la pampa húmeda, la actividad ganadera mendocina se fue desactivando al tiempo que la elite local y el Estado provincial convergieron en la segunda reconversión productiva de Mendoza hacia una vitivinicultura de gran escala y baja calidad, orientada a abastecer a un creciente mercado doméstico argentino. Esto ocurrió en el marco de políticas de fomento a la inmigración, asociadas a la expansión de las economías nacional y provincial. Los flujos migratorios europeos que llegaron a Mendoza entre fines del siglo XIX y principios del XX —provenientes de países europeos con tradición vitivinícola— hallaron un medio económico y social que prometía favorecer procesos de movilidad social ascendente. Estos se vieron finalmente asegurados por las facilidades que tuvieron los grupos migrantes para acceder a la propiedad de la tierra (Salvatore, 1986: 238) y por alianzas estratégicas con las viejas familias oligárquicas que permitieron sumar capitales sociales y económicos (Bragoni, 1999). La oligarquía local, el Estado provincial y los grupos de inmigrantes ingresados a la región hacia principios del siglo XX, se constituirán entonces en los actores centrales de lo que hoy se conoce como «modelo vitivinícola tradicional». En términos generales se trató de casi un siglo en el que se amplió la red de riego, se expandió la frontera agraria a favor del cultivo de vides, se multiplicó la construcción de bodegas y, básicamente, se modelaron los oasis irrigados que hoy condensan buena parte de la imagen que Mendoza ofrece de sí misma al país y al mundo (figs. 1-5). Mientras que en los piedemonte irrigados por el río Mendoza la vitivinicultura se constituía en la actividad emblemática de la economía provincial, las partes bajas de la cuenca (donde se habían amparado los menguados grupos huarpes sobrevivientes) eran expoliadas de sus recursos naturales: los bosques de algarrobos talados para construir la conducción de vides y, sellando definitivamente sus oportunidades, los caudales del río menguados por el aprovechamiento intensivo efectuado aguas arriba condenaban las ya limitadas posibilidades de producción. El flujo de inmigrantes de ultramar ya había decrecido cuando se observa, hacia 1960-1970, el sostenido del ingreso de inmigrantes de países limítrofes (Cozzani de Palmada, 2000). Estas migraciones se explican en las características de esta economía regional, demandante de grandes contingentes de trabajadores en periodos de cosecha. Aún cuando posteriormente los patrones de atractividad regional se modificaron por la alteración de la paridad, estos contingentes de trabajadores continúan ingresando a la región y muchos de ellos se han afincado en Mendoza. Quienes se instalaron en las zonas rurales se volcaron mayoritariamente al cultivo de hortalizas y, algunos menos, al de vides. En este contexto, los inmigrantes bolivianos también han territorializado el espacio, aún cuando se trate de procesos menos visibles que los acaecidos años atrás con las migraciones de ultramar. Tras cíclicas y recurrentes crisis del modelo vitivinícola tradicional —que se explican por factores locales así como por cambios en la economía nacional y por la incidencia de las fuerzas de la globalización—, hacia fines de la década de 1980 se enfrentará una tercera reconversión productiva de la economía local. El modelo vitivinícola tradicional se reconvierte —de forma incompleta y fragmentaria— a la llamada «nueva vitivinicultura», una actividad capital intensiva en la que material genético seleccionado y modernas tecnologías de riego y cultivo son aplicados a la producción de vinos de alta calidad destinados a mercados internacionales. El proceso incidirá diferencialmente en las distintas tipologías de productores preexistentes: consolidará el ascenso de aquellos productores locales que pudieron reconvertirse, significará la definitiva quiebra de aquellos que —ya maltratados por las crisis anteriores— no lo lograron y favorecerá, además, la instalación de capitales extranjeros con tradición vitivinícola en busca de ampliar sus actividades en el «Nuevo Mundo Vitivinícola».

281 Elma Montaña

Figura 1 – Oasis y zonas no irrigadas en Mendoza Fuente: Elaboración propia. Datos extraídos del Plan Director de los Recursos Hídricos de la Provincia de Mendoza, Proyecto PNUD-FAO ARG 00-08 y Unidad de SIG-TLD del DGI (gobierno de Mendoza, 2004)

282 Identidad regional y construcción del territorio en Mendoza (Argentina)

Sea comprando tierras vírgenes y construyendo bodegas, adquiriendo viñas y bodegas preexistentes (take overs) o —en menor medida— mediante alianzas con firmas locales, se instalaron en Mendoza desde principios de los años 1990 capitales vitivinícolas extranjeros, principalmente chilenos, españoles y franceses. Ya consolidados en el sector, buscaban —principalmente— tierras de calidad agroecológica relativamente baratas en un contexto de desregulación de la actividad. Merino (2001) señala que mientras que en términos de superficie plantada total la Argentina perdía casi 10 mil hectáreas entre 1995 y 2000 y Mendoza unas 3 mil, se plantaban en la provin­cia unas 30 mil hectáreas que representarían una inversión de 450 millones de dólares, justamente en momentos en los que los demás sectores de la economía­ mostraban Figura 2 – Oasis del río Mendoza, viñedo tradicional Fuente: Montaña, trabajo de campo indicadores de desinversión. La expansión provocada por los capitales extranjeros privilegiaba localizaciones en los altos piedemonte del Valle de Uco —en el centro oeste de Mendoza— que cambiaron su vegetación natural xerófila por prolijas hileras de viñedos tecnificados al tiempo que muchas viejas zonas vitivinícolas se degradaban en el marco de las malas performances económicas de pequeños y medianos productores al borde de la expulsión del circuito2. El mejoramiento de la calidad de los vinos locales era una condición indispensable para penetrar los nuevos mercados, pero no suficiente. Como otros productos de terroir que portan un fuerte valor simbólico (Bérard & Marchenay, 1995), el vino resulta sensible a las connotaciones que conlleva el ámbito territorial en el que se elabora, por lo que rápidamente se advirtió la necesidad de encontrar imágenes que condensasen valores, símbolos y contenidos asociados a la calidad, Figura 3 – Vegetación natural de las planicies no irrigadas del NE el prestigio, la buena vida y las de Mendoza Fuente: Gabriela Pastor, trabajo de campo, 2005 bondades naturales del terruño. Los productores mendocinos — nuevamente acompañados por el Estado provincial— se preocupan hoy por rescatar contenidos de identidad regional que puedan valorizar sus productos, por lo que el patrimonio es requerido hoy por la vitivinicultura para nutrir de contenidos al marketing. La nueva vitivinicultura no fue el único nuevo giro de la economía mendocina. Tras varios años de promoción a la actividad turística e impulsada por un tipo de cambio favorable a los extranjeros, hacia los años 1990 Mendoza comenzó a posicionarse como destino turístico

2 Mientras que entre 1991 y 2000 la provincia en su conjunto perdía un 3,15 % de su superficie vitivinícola y algunas regiones al interior como la Zona Sur llegaban a una reducción del 22 % de su superficie cultivada con vides, el valle de Uco aumentaba las hectáreas plantadas en más de un 60 %. Fuente: Elaboración sobre la base de datos del Instituto Nacional de Vitivinicultura.

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nacional e internacional. Las políticas del gobierno de la provincia destinadas a potenciar esta actividad se apoyaron en el patrimonio natural de la provincia pero también en una fuerte valorización de diversas formas objetivadas de la cultura mendocina, dentro de las que destacan las que se encarnan en sus paisajes culturales (tanto urbanos como rurales), en sus bienes ambientales, geosímbolos3 y artesanías, así como también en las prácticas culturales específicas y distintivas de Mendoza (fiestas, vida cotidiana y cocina local). La valorización turística de los últimos Figura 4 – Habitante de un poblado, descendiente de los huarpes años alcanzó a los viñedos y bodegas, Fuente: Gabriela Pastor, trabajo de campo, 2005 al sistema de riego, a sus múltiples cauces y obras de arte, a sus calles arboladas y al sistema de acequias, a sus parques urbanos y, obviamente, a la ya reconocida fiesta de la vendimia. Es así como, finalmente, los actores más dinámicos de la vitivinicultura, los del turismo y diversos sectores del Estado provincial, colaboraron en buscar, construir, reconstruir, recrear y difundir una imagen emblemática de Mendoza que favoreciera la comercialización de sus productos y su atraccción turística. Los requerimientos del mercado respecto de rasgos identitarios ha puesto la cuestión de la identidad regional en boca de todos, pero ¿qué identidad?

2. Los actores: grupos indígenas, oligarcas, viejos y nuevos inmigrantes, capitales extranjeros y Estado

Para comprender los procesos socioterritoriales sobre los que se construyen las identidades, fue necesario reconocer las lógicas de diversos grupos sociales. A partir de un complejo mapa de actores de la Mendoza del presente (Montaña, 2003b), cuya centralidad ha sido deducida en el marco del papel que cada uno jugó en la construcción de las identidades y los territorios de Mendoza, se consideraron Figura 5 – Bodega de empresa extranjera en los piedemontes del más significativos a los efectos de valle de Uco esta investigación los siguientes: • La oligarquía, gestores de la Mendoza ganadera y luego actores de la reconversión al modelo vitivinícola tradicional.

3 Se entiende por geosímbolo «un lugar, un itinerario, una extensión o un accidente geográfico que por razones políticas, religiosas o culturales reviste a los ojos de ciertos pueblos una dimensión simbólica que alimenta y conforta su identidad» (Bonnemaison, 1981: 256).

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• Los vitivinicultores locales, descendientes de los migrantes europeos que se integraron en el marco del modelo vitivinícola tradicional, algunos de los cuales se han reposicionado en la nueva vitivinicultura. • Los «recién desembarcados» actores foráneos de la nueva vitivinicultura que ingresan a la región a partir de la década de los 90. • Los recientes migrantes fronterizos, en su mayoría bolivianos que se desempeñan como jornaleros en la agricultura y que, en algunos casos, han logrado afincarse en Mendoza como pequeños productores agrícolas. • Las comunidades huarpes, asentados en las tierras no irrigadas del noreste provincial, en la parte más baja de la cuenca del río Mendoza. • Finalmente, el Estado, más o menos cercano a unos y otros en los distintos periodos y partícipe imprescindible en las estrategias que asociaban las políticas de Estado con los negocios de familia o de simple oportunismo político. Sobre los relatos de cada uno de ellos, se analizaron las imágenes propuestas sobre la identidad regional, las miradas respecto de la polaridad nosotros/otros y los usos de la memoria a los que recurren. Se prestó especial atención a las dimensiones socioespaciales de estas representaciones.

3. El Estado promotor de la «identidad oficial»: Mendoza como un éxito de ordenamiento territorial

¿Cuál es la imagen for export de Mendoza? ¿Cuál es la «identidad oficial» sobre la que esa imagen se ha construido? Según se desprende del trabajo de campo —y en primer lugar—, Mendoza se muestra a través de sus recursos naturales: la cordillera de los Andes, el cerro Aconcagua («el techo de América»), las nieves eternas. El paisaje cultural se muestra a la par: los oasis irrigados como islas verdes en un mar desértico, los prolijos paños de viñas, las bodegas que encierran saberes ancestrales y su ciudad capital, a la que las calles bordeadas de acequias y árboles convierten en una ciudad bosque (Montaña, 2006). Su historia rescata el rol de Mendoza como base del ejército libertador del general San Martín, constituyéndose en «la cuna de la libertad» y, sobre todo, la manera en la que los visionarios y esforzados inmigrantes europeos construyeron la Mendoza vitivinícola. Los mendocinos se muestran a sí mismos como limpios, ordenados y muy trabajadores —aún a pesar de una naturaleza percibida como hostil—, como una sociedad que ha logrado domar el desierto y transformarlo en un vergel... En resumen: un éxito del ordenamiento territorial. En esta versión, la historia mendocina comienza con la llegada de los españoles, pero se hace digna de ser contada especialmente con el auge de la vitivinicultura, que constituye la actividad central de la economía mendocina. Según los relatos, el desarrollo de Mendoza se hallaría indisolublemente ligado al trabajo y este valor ingresa a la región de la mano de la vieja inmigración europea. A partir de allí, el éxito de cada mendocino solo habría quedado atado al esfuerzo personal comprometido y a cuan abigarrada estuviera en él la «cultura del trabajo», obliterando el hecho de que la vitivinicultura no ha significado éxito económico para todos y que, por el contrario, ha resultado tanto como otras, una actividad que tiende a concentrar la riqueza en algunas manos. La vitivinicultura es, bajo esta mirada, la actividad que encarna la esencia de todos los mendocinos. La dimensión territorial presenta en este caso una arista particular de interés, ya que la principal historia sobre la que se juegan las pugnas identitarias en Mendoza es la de la configuración de su territorio: la gran gesta colectiva fue la de «vencer al desierto», su logro principal el desarrollo de la vitivinicultura y la creación de los oasis irrigados, sus protagonistas —casi héroes— los

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«domadores del agua»4 y el «labriego tesonero»5. Repasando la definición de Bassand, la identidad mendocina que se lee en esta imagen proyectada se compone —entre otros— de un patrimonio pasado (dado fundamentalmente por el aporte de la inmigración), uno presente (condensado en sus atractivos naturales y su paisaje cultural), una historia común (dada por la idea de vencer al desierto y de domar el agua), una actividad económica emblemática (la vitivinicultura), y la combinación de todos estos elementos se produciría en el territorio local o regional, que aparece finalmente como el elemento que funde estos componentes en un elemento nuevo, integrador y distintivo.

4. Los productores vitivinícolas descendientes de los viejos migrantes europeos

A fines del siglo XIX —y junto con las vías del ferrocarril—, llegaron a Mendoza las primeras oleadas migratorias provenientes principalmente de España, de Italia y en tercer lugar de Francia. Estos flujos migratorios constituyeron uno de los factores de mayor importancia en la formación del territorio del modelo vitivinícola tradicional y continuaron en el siglo XX, aunque con menores magnitudes, a partir de la década de 1930. La atracción de migrantes constituyó en ese periodo una política de Estado específicamente orientada a favorecer el desarrollo agrícola y en particular vitivinícola. Mientras que la gran mayoría de los inmigrantes llegados a la zona pampeana se establecieron en centros urbanos y alimentaron la demanda industrial de mano de obra, en Mendoza los nuevos pobladores se localizaron en zonas rurales y se dedicaron a la agricultura y en especial a la vitivinicultura. Esta región ofrecía demanda de empleo, posibilidades de acceso a una tierra cultivable que se expandía al ritmo de la sistematización del riego y las preferencias del Estado y de los dirigentes locales (en su mayoría miembros de la oligarquía local) por la radicación de trabajadores para la vitivinicultura. La crisis de los viñedos europeos —de 1862 a 1889— contribuyó seguramente a la expulsión de mano de obra especializada y quizás también a la de algunos pequeños capitales vitivinícolas. En 1869, el 90,6 % de la población de Mendoza estaba constituida por argentinos, pero en 1918 —cuando el movimiento migratorio comienza a estancarse— esa proporción se había reducido a un 71 %. Casi el 30 % restante estaba conformado por españoles e italianos. El impacto en la viticultura fue importante: en 1910, el 77 % de los propietarios de las principales bodegas de Mendoza eran extranjeros y provenientes de los países europeos con tradición vitivinícola (contra un 18,2 % de argentinos): 44 % italianos, 13,6 % españoles y 6 % franceses (Martín, 1992). Si de un lado la significación cuantitativa del grupo es indudable, no menos importante fueron las trazas simbólicas que se adosaron a los procesos de territorialización que protagonizaron. Así, estos viejos migrantes europeos se fueron constituyendo en los protagonistas de la imagen de Mendoza —en particular la de sus oasis irrigados— como factotums de un éxito de ordenamiento territorial, y emergen como los poseedores incuestionables de los valores del trabajo y el esfuerzo personal. Sus descendientes, en la actualidad empresarios vitivinícolas más o menos exitosos según los casos, manifiestan un profundo orgullo por ser mendocinos y, trayendo a colación un perfil familiar frecuente en estas empresas vitivinícolas, de ser hijos y nietos de los inmigrantes que eligieron estas tierras y reencarnan hoy la cultura del trabajo heredada.

4 «Domador del agua» es la manera en la que se recuerda al ingeniero italiano Cippolleti, contratado por el gobierno de Mendoza en 1888 para expandir el sistema de riego de la provincia y habilitar nuevas tierras para la agricultura. 5 El artículo «Pese a todo, un labriego tesonero» del diario Los Andes (Mendoza, 30/5/1988), da cuenta del empeño mostrado por los agricultores para sobreponerse al daño causado por accidentes climáticos.

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«[…] mi familia llegó en 1909, mi padre tenía 6 meses. Vinieron de contratistas… hicieron una fortuna y pusieron la plata en un banco, pero el banco se fundió y quedaron sin nada [...] empezaron a trabajar de nuevo, hicieron una platita y se vinieron a Tupungato en el 1920-1922. Hicieron otra propiedad, pero los volvieron a jorobar y entonces sembraron papa y con esa plata, mi abuelo se compró una finca, que es donde ahora tenemos la bodega […] Todo va en la ambición de las personas. Mi abuelo, si estuviera vivo en este momento […] ¡medio Tupungato sería nuestro! En esa época las cosas valían, el vino valía, la papa valía, lo que vos hacías, valía. Antes de eso la gente vivía de la ovejita, de la vaca, de un caballo, de sembrar un poco de trigo, otra cosa no se hacía. Entonces ellos vinieron con el furor de la viña y plantaron […] y no solo él, todos los demás gringos que vinieron en esa época y que se dedicaron a plantar viña y a hacer bodegas» (Trabajo de campo, entrevista a un productor vitivinícola, nieto de inmigrantes europeos, 2004). Los representantes de este grupo se consideran a sí mismos los auténticos labriegos tesoneros que han sabido «resistir, a la vez que aprovechar» las inhóspitas condiciones naturales de Mendoza. Este pequeño fragmento, relevado en campo, da verdadera cuenta del conjunto de sentidos que estos actores dan a su propia historia, a sus recuerdos y a sus olvidos. Se trata de los hijos y nietos de quienes se aventuraron a cruzar el océano, de quienes sembraron las primeras cepas y de quienes se constituyen en el referente necesario de la industria e identidad de la región. El actor central de estos relatos está dado por trabajo, pero al mismo tiempo por la idea según la cual, este valor es patrimonio, sino exclusivo, predominante de las sangres foráneas y europeas. «El valor auténtico de Mendoza es una lucha con el desierto, es la pelea del hombre con la naturaleza, acá hay una confluencia donde le debemos todo a la naturaleza pero hay que arrancarle a la naturaleza las cosas, no es la pampa húmeda […] acá un viñedo lo dejás durante pocos meses y no tenés nada […] El valor de Mendoza es el trabajo, porque el desierto no te regala nada, el desierto es una frontera móvil, donde vos no trabajaste un día, el desierto avanzó. Esa frontera móvil, donde peleamos con la naturaleza, constituye los valores de Mendoza, creo que el más importante es el trabajo […] Acá, somos la confluencia entre el viejo y el nuevo mundo, en términos de cultura y en cómo incorporamos el hábito de consumo y la habilidad en el cultivo del viñedo, tiene que ver con la historia de los inmigrantes… ellos consumían vino, venían de zonas productoras, trajeron las dos cosas importantes, que eran el hábito del consumo y el conocimiento sobre el cultivo de la vid […]» (Trabajo de campo, entrevista a un productor agrícola descendiente de inmigrantes europeos, 2005). También se ha confirmado la percepción por parte de los empresarios vitivinícolas de Mendoza — ya detectada por Bunel & Prevôt Schapira (1994)— respecto de su capacidad para sobreponerse, además, a una situación de subordinación y relegamiento al que la provincia estaría destinada en el marco de las políticas económicas implementadas desde el nivel nacional, orientadas a facilitar el desarrollo prioritario de la pampa húmeda. Esta identidad mendocina se expresa también en una mayoría que se reconoce como «empresarios mendocinos» antes que como «empresarios argentinos» o latinoamericanos6. La exaltación del «labriego tesonero» y de los «domadores del agua» como protagonistas de un pasado heroico trasciende las parcialidades de este grupo para ser alimentada por otros actores de la sociedad mendocina actual —incluyendo el Estado—, adquiriendo el rango de mito por el cual las historias del pasado son utilizadas para legitimar el presente. Es así como frente a este grupo cobra vida aquella frase que los argentinos reiteran no sin poco orgullo «si los mexicanos descienden de los aztecas y los bolivianos de los incas, pues los argentinos descendemos de los barcos». Si bien esta imagen tendría un necesario correlato

6 La mitad de la casi centena de empresarios agroindustriales y del sector metalmecánico encuestados por Bunel & Prevôt Schapira se autodefinían como «empresarios mendocinos» frente a un 31 % que se identificaban con la noción de «empresario argentino» y un 12 % de «latinoamericanos» (Bunel & Prevôt Schapira, 1994: 179-180, 197).

287 Elma Montaña en la subordinación y subalternización de lo nativo, no es esta una idea que se desprenda con facilidad de las entrevistas realizadas. Frente a preguntas que interrogaban a estos actores sobre la imagen y el sentido que las comunidades huarpes —o los aborígenes argentinos en general— despertaban en ellos, estos vitivinicultores tendían a reconocer que no los tenían presentes, cuando quizás deberían haberlo estado. Un tono hasta de incomodidad por la omisión, incluso con cierta sorpresa frente a la imposibilidad de poner en valor los aportes de esos grupos —casi siempre relacionados con expresiones materiales— asaltaba a los entrevistados, en la mayoría de los casos. «Yo creo que estamos muy lejos de las culturas indígenas […] yo no conozco mucho, en realidad no conozco más bien nada, pero hay una distancia grande, hay como un corte entre las culturas indígenas y la actual y, sin embargo, debe estar presente, porque en un contexto real todo está presente, a veces uno no sabe ver. Yo creo que son cosas por identificar, como estar […] deben estar […] pero yo no las sé ver. Fijáte por ejemplo que las culturas nativas dan cierta impronta a la región en muchos aspectos, tienen que ver con costumbres, con cosas, no sé […] hay una interacción, me parece que es válido [...]» (Trabajo de campo, entrevista a productor vitivinícola, descendiente de inmigrantes europeos, 2005). Mientras que los empresarios vitivinícolas de la primera mitad de la década de 1990 parecían principalmente preocupados por sanear sus finanzas y renovar su tecnología (Bunel & Prevôt Schapira, 1994: 205), diez años después reconocen una necesidad de fortalecer los eslabones comerciales del circuito, el marketing, la publicidad y el desarrollo de marcas.Una nueva vuelta sobre el trabajo de campo, permitió constatar que estos factores de la competitividad estaban siendo trabajados a partir de los valores del patrimonio cultural. «[…] a través del tiempo nos dimos cuenta de que el vino tiene un valor supremo que es la autenticidad. Cuando yo quiero un vino, quiero que tenga que ver con un clima, un suelo, una variedad, con la gente, es decir […] el vino no es un producto industrial y, finalmente el vino, ni siquiera es el vino mismo, es siempre una interacción, cuando uno bebe un vino, siempre hay mucho de uno, con quién, cuándo, dónde, son muchas cosas que hacen que un vino sea memorable. Entonces nos parecía que debíamos desarrollar cosas en ese valor, el de la autenticidad. Bueno si hacemos algo es porque tiene que ver con nuestra historia, con nuestro suelo, con nuestra gente […] no bastaba con hacer cosas copiándolas de otros modelos vitivinícolas a nivel mundial» (Trabajo de campo, entrevista a un exitoso productor vitivinícola exportador, descendiente de inmigrantes europeos, 2005). «[...] Lo que tratamos de hacer como viticultores y vinicultores son cosas que tengan que ver con la región, con el clima, con el suelo, con la gente y con nosotros mismos, con nuestra propia identidad personal» (Trabajo de campo, entrevista a productor agrícola descendiente de inmigrantes europeos, 2005). En Mendoza, el vino —como el territorio— se construye en el cruce de la historia y la geografía. Conjuga lo natural (clima, altura, suelo, aguas de deshielo) con lo cultural (los personajes, los saberes reelaborados y resemantizados) así como lo viejo (los valores aportados por los antepasados, las tradiciones) con lo nuevo (las tecnologías, los nuevos mercados y consumidores). La fusión de estos elementos termina así por constituir un compendio de imágenes integradas en un producto portador de la identidad dominante: la identidad regional hecha cuerpo en el vino.

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5. Los nuevos vitivinicultores extranjeros: ¿inmigrantes o capitales extranjeros?

En el contexto de la reestructuración económica global y como parte de una tendencia mundial derivada de la expansión de las corporaciones internacionales pero también alentada por los cambios en las políticas macro en Argentina y Mendoza, la década de los años 1990 mostró un fuerte crecimiento de la inversión extranjera directa (IED). En el marco de un Nuevo Mundo Vitivinícola emergente y las cada vez más difíciles de sostener limitaciones del Viejo Mundo, algunos capitales vitivinícolas extranjeros aprovecharon las condiciones que ofrecía Mendoza para desplegar estrategias de expansión que combinasen el know how, las marcas y las redes de comercialización ya desarrolladas, con las oportunidades del Nuevo Mundo y las libertades que posibilitaba su desregulación. A pesar de que solo el 11 % de las IED localizadas entre 1994 y 1998 correspondió a la vitivinicultura (Consejo Empresario Mendocino, 1999), su impacto fue significativo acelerando y consolidando la reconversión local. Si bien estos capitales extranjeros —como los locales— toman algunas imágenes y recurren al turismo vitivinícola, parecen más concentrados en reproducir y ampliar sus propias estrategias ya exitosas que en vincularse con el medio local. Valoran principalmente los recursos naturales y las condiciones agroecológicas que ofrece Mendoza. Sin embargo, fuertes en tradición, en marca y en redes de comercialización, estas empresas no requieren de igual manera las señas de identidad del territorio mendocino para valorizar sus productos y se muestran más autónomos respecto de la pertenencia territorial. De estos inversores —cuya presencia en Mendoza se explica por factores estrictamente económicos— se diferencian otros agentes, también extranjeros pero más pequeños, cuyos emprendimientos en esta parte del Nuevo Mundo comprometen sus proyectos de vida, sea porque se han radicado de forma permanente, porque han involucrado a alguna parte de su familia o porque han adoptado —o se han dejado adoptar desde su posición jerarquizada— la sociedad mendocina. «Nosotros hemos elegido Mendoza a una edad avanzada, no es lo mismo que una persona joven que viene, que se instala, que tiene hijos y hace una familia, la familia nuestra ya está […] el nuestro no es un proyecto eterno, es un proyecto de fin de nuestra actividad profesional […] no es lo mismo que los inmigrantes que han venido con la esposa, jóvenes y han tenido sus hijos aquí mismo y así se han radicado, no solamente ellos, sino sus herederos» (Trabajo de campo, entrevista a un francés recientemente radicado en Mendoza y devenido vitivinicultor tras su retiro de una actividad comercial, 2005). Mientras que los actores de los emprendimientos económicos de mayor envergadura, en una lógica de negocios más pura, toman de Mendoza los elementos necesarios para el desarrollo de una exitosa actividad, estos —más pequeños— agregan un componente extraeconómico por el que se incorporan y/o recrean la pasión del desafío conquistador de los viejos inmigrantes. Ellos reconocen, sin embargo, sus diferencias con aquellos viejos inmigrantes europeos: sus proyectos vitivinícolas se ven respaldados por recursos financieros habidos «antes y afuera» y han tenido mayores grados de libertad en la opción por un proyecto personal más proactivo que reactivo. Si bien comparten con aquellos inmigrantes el hecho de proceder de Europa, a éstos los distingue su condición de «no pobres», hecho que los lleva a semantizar y poner en valor que la opción por Mendoza es una elección y no una urgencia. La distinción entre estos «recién desembarcados» y los inmigrantes de principios de siglo se vuelve plenamente visible en el marco de los procesos de marcación que estos actores generan en el ámbito local. Mientras que no cabe duda de que los europeos llegados a principios de siglo eran inmigrantes, en el caso de estos actores su condición se transmuta en la de «capitales extranjeros». Entre ambos extremos, se observan una cantidad de matices de agentes económicos foráneos que no pretende simplificarse, pero todos, con mayor o menor conciencia y de manera más o menos explícita, son usuarios, beneficiarios y/o reproductores de esa imagen mendocina que

289 Elma Montaña condensa valores, imágenes y contenidos asociados a las bondades naturales del «terruño», tanto para legitimarse a sí mismos como para cargar de simbolismo los vinos que producen. Si los elementos antes mencionados ponen a estos actores casi en igualdad de condiciones con los productores locales exitosos, entre ambos grupos se abre una significativa diferencia. Se trata de actores que no solo son extranjeros sino además europeos, posición que les otorga un capital social que resulta privilegiado por la identidad dominante. Se trata de actores que ingresan a la región nutridos de capital económico y acompañados de fuertes capitales sociales y simbólicos (Bourdieu, 1997) plenamente efectivos en la narrativa de una región que exacerba el valor de lo europeo, blanco y moderno. El hecho de que estos actores provengan de Francia, España, Italia u Holanda les otorga un aura especial, que bajo la forma de prestigio, no deja de traer a escena un discurso racializado que sigue sumando a la fragmentación entre centros y periferias, cuando no bárbaros y civilizados. Todos estos «nuevos inmigrantes» se benefician de lo mejor de los dos mundos (el viejo y el nuevo) en más de un sentido. Disfrutan de los valores que han traído consigo: la seguridad que otorga disponer de un capital económico habido «antes y afuera», la tecnología que esos recursos proveen, los saberes técnicos y las posiciones ganadas en los mercados internacionales. Una vez llegados a Mendoza, suman los capitales sociales y sobretodo simbólicos que son eficientes en esta región (dados por su condición de europeos) y se nutren de los contenidos del patrimonio natural y —si se requiere— cultural de este terruño. Es así como se producen —por ejemplo— vinos de altísima calidad con sabor local y prestigio «casi francés».

6. La oligarquía mendocina

Si en los casos anteriores la identidad regional se construía con apoyo en el recuerdo de los migrantes y allí se detenía, en el caso de los sectores oligárquicos se va más allá, articulando las gestas patrióticas del general San Martín, los emprendimientos ganaderos y cerealeros y la reconversión a la vitivinicultura a principios del siglo XX. El valor del grupo está entonces dado no solo por el hecho de haber participado de un modo activo en la dimensión política de los procesos de diferenciación/integración con el Estado-nación en formación y por haber ideado y gestado aquella reconversión, sino que se nutre también de una «tradición» heredada del periodo colonial. Aún cuando en este grupo se pone un cuidadoso esfuerzo por poner en valor su protagonismo en la construcción de la sociedad y la economía de Mendoza, se observa en paralelo una tendencia de aparente signo inverso, dada por la necesidad de mostrar vínculos de pertenencia con el viejo mundo. Ya no de la mano de los inmigrantes, sino como protagonistas plenos (viajeros constantes y estudiosos destacados) estos actores describen trayectorias en las que se remarcan su linaje europeo que los distingue del resto. «Yo a los tres años sabía leer […] mi padre me puso en una escuela de monjas en la que se enseñaba en italiano de modo que a los 4 años, no solo hablaba italiano sino que leía y escribía […] después estuve en una escuela de franceses y al tiempo, mis padres radicaron en Francia por cinco años […] entonces yo, una lujanina muy joven, sabía hablar en varios idiomas y me había empapado de otras cosas […] ahora, en mi mesa, se habla en francés» (Trabajo de campo, entrevista a descendiente de una vieja familia mendocina, 2005). Los entrevistados muestran una relativa tensión respecto de los mendocinos que no ostentan estos pasados. Si bien ellos mismos son mendocinos y supuestamente se hallan orgullosos de sus orígenes, los esfuerzos de identificación se profundizan con los «recién llegados», para desde allí diferenciarse de otros sectores sociales. Sus estrategias de identificación y de diferenciación son recreadas en la medida en la que incorporan recientemente llegados europeos en sus círculos de amigos y conocidos, aún cuando no siempre se trate de actores del todo relevantes desde el punto de vista económico.

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Finalmente, tanto los actores de este grupo como los descendientes de los migrantes de ultramar, se distinguen de los «recién llegados» por el tipo de relación que describen con las clases más subordinadas y, en particular, con quienes hoy se desempeñan como empleados en sus emprendimientos. En el contexto dado por estas relaciones, es habitual que los actores locales adopten un tono de sesgo paternalista, reeditando el discurso del esfuerzo personal y la cultura del trabajo y señalando —de paso— su función social en tanto grupo comprometido con objetivos de desarrollo de la sociedad local. «Yo tengo acá a la XX […] es mi compañía […] una chica exquisita que trabaja acá conmigo y en otra casa de servicio doméstico. Trabaja todo el día y cuando termina se va a la facultad. Estudia dirección de empresas […] algún día va a llegar, estoy segura de eso. Mientras tanto yo le enseño lo mucho que he aprendido […] el ritual del caviar, por ejemplo. Y le digo que algún día, si trabaja en una empresa importante, va a tener reuniones y cenas y va a tener que saber comportarse, comer […] esas cosas que nadie le va a enseñar después […] entonces yo le enseño» (Trabajo de campo, entrevista a descendiente de una vieja familia mendocina, 2005). Si bien el salario pagado es «el que establece el mercado», los relatos ponen en valor las condiciones de trabajo que ellos han propiciado y que benefician a sus trabajadores (extensiones de electricidad a las viviendas rurales, viviendas mismas al interior de tierras patronales, escuelas y postas sanitarias, hasta conquistas menores como son el hecho de asegurar habitaciones con baños para los trabajadores temporarios, etc.) aún cuando —afirman— no formen parte del conjunto de responsabilidades que les compete en forma directa. «Yo pienso que la gente tiene que estar contenta […] es así […] si vos andás en un auto cero kilómetro, el empleado no puede no tener nada, o andar veinte kilómetros en bicicleta para venir a trabajar, porque entonces aparece la bronca […] vos tenés que salirle de garantía para que se compre algo… una camioneta, una heladera […]» (Trabajo de campo, entrevista, 2005). También en un discurso que da sentido a sus acciones y legitima su rol social más allá de las consignas de maximización de beneficios (Bunel & Prevôt Schapira, 1994: 173, 180), agentes del mercado laboral local y bodegueros se cuidan bien de expresar su percepción de un territorio local marcado por amistosas relaciones laborales, en las que trabajadores satisfechos y no explotados suman gustosos sus tradicionales saberes a la producción. Quedan invisibilizados en sus relatos los conflictos de un mercado laboral que impone duras condiciones a los trabajadores, presentes en Mendoza pero comunes a tantos otros territorios latinoamericanos. De las entrevistas surge incluso una especie de eufemización del interés de este grupo en el trabajo de otros, en el marco de la cual la relación de dominación y sumisión se transfigura en una «relación afectiva» (Bourdieu, 1997: 172), que trae a escena un carisma especial y que se rodea, incluso, de un cierto encanto. «Cuando alguno necesita remedios nosotros los compramos, en la finca viven como cien personas […] pagamos lo que manda el mercado pero sostenemos a la gente porque aquí viven, si necesitan dinero lo adelantamos […] Acá hay gente que vive desde hace años, mis padres los tenían ya y nosotros tratamos de que estén bien» (Trabajo de campo, entrevista, 2004). Los vínculos entre estos mecanismos y los procesos de construcción de las identidades sociales aquí analizados quedan en evidencia en los relatos relativos a la utilización de las imágenes del terruño en apoyo de los productos, marcas y empresas vitivinícolas: «Atado a la imagen vitivinícola y a las marcas […] pensamos, […] esto lo he compartido con varios bodegueros […] que hoy no puede salir una marca X al mercado y que esa marca esté atada a trabajo en negro o a trabajo infantil […]» (Trabajo de campo, entrevista a agente de una empresa multinacional proveedora de recursos humanos a empresas, 2005).

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7. Los bolitas (bolivianos) en Mendoza

Frente al hecho indiscutido que la inmigración constituye un factor esencial en la construcción de la identidad mendocina, las fracturas comienzan a aparecer cuando se buscan precisiones sobre qué inmigrantes y en qué épocas. Mientras que los viejos migrantes europeos aportaron «tradición agrícola, mano de obra especializada, saberes técnicos» e incluso lo que hoy se identifica como la biotecnología de aquel desarrollo (cepas europeas seleccionadas), los aportes de los inmigrantes más recientes y menos reputados, se desdibujan. Es el caso de los más recientes migrantes bolivianos quienes, a pesar de contribuir a resolver demandas temporales de mano de obra —y, en este sentido, constituirse en factor necesario para viabilizar una parte central del proceso productivo— son significados en forma diferente en su encuentro con otros grupos. En primer lugar, los bolivianos resultan marcados en sus diferencias étnicas e integrados bajo el epíteto de bolitas, proceso de marcación que no solo los distingue sino que, al mismo tiempo, los coloca en su situación de asimetría social. Revisando el contenido de estas marcas y focalizando el caso particular de los estigmas patronales (Trinchero, 2000) que en torno de ellos se movilizan, resulta que se trata de mano de obra preferible dada una supuesta «mayor laboriosidad», pero al mismo tiempo y dentro del mismo haz significante, resultan preferibles porque son «más sumisos» que la mano de obra local. «La gente que contrato es de la zona […] mejor los bolivianos porque es como que […] trabajan más que los criollos, entonces rinde más […] los tomo por la cuadrilla, viene el cuadrillero y me trae la gente y acá trabajamos parejo todos, de sol a sol… nadie le saca la espalda al trabajo […] y vienen, vienen […] algunos años nosotros hemos levantado la cosecha o si no se pierde […]» (Trabajo de campo, entrevista a pequeño productor vitivinícola, 2004). «Nosotros tomamos gente del norte, cuadrillas, gente que viene a cosechar, gente que trabaja […] Vienen haciendo el circuito de la caña, el limón, la vid. Vienen migrando. Tenemos galpones grandes, que están divididos por boxes, con camas, compramos colchones, baños, se desinfecta el lugar, se hace mantenimiento […] vienen con la familia, con las cocineras […] es todo un fenómeno […]» (Trabajo de campo, entrevista a productor vitivinícola local, 2004). Son al menos dos los elementos centrales que surgen del análisis de este grupo. En primer lugar, que cuando se los interroga a estos actores sobre aquellas «buenas condiciones de trabajo» que se acentuaban en el ámbito local, las percepciones cambian radicalmente y aparecen las nociones de sufrimiento, explotación y el recuento de las dificultades encontradas al momento de intentar trasponer las condiciones de asimetría social. «Acá se la trata muy mal a la gente […] en la cosecha se está en piezas chiquitas, para cinco o seis personas […] o directamente en los galpones […] se duerme arriba de los cajones de fruta, se come mal, a las apuradas, a veces hay una papa o una sopa para comer no más […]» (Trabajo de campo, entrevista a migrante golondrina boliviano, 2003). «Allá se decía que acá se levantaba la guita [dinero], que se trabajaba bien y que la guita que se ganaba era mucha […] yo me había ido con mi padre a la frontera de Bolivia […] estuvimos dos años allá y él se volvió […] yo tenía 10 años […] me quedé cuidando unas gallinas […] después llegó un primo mío, me puse contento porque andaba solitario […] y al tiempo llegó un hermano mío […] nos juntamos con otros muchachos y como sabíamos de este lugar, nos vinimos […] y acá trabajé de contratista […] comprar no se puede […] o sea se puede pero yo no sé cómo se hace […]» (Trabajo de campo, entrevista a empleado rural vitivinícola boliviano, 2000).

292 Identidad regional y construcción del territorio en Mendoza (Argentina)

Aún cuando no se entrara en el análisis profundo de este tema, cabe considerar que estas condiciones de trabajo y algunas de las prácticas que el grupo desarrolla a propósito de ellas, son referidas en el ámbito local —incluso por parte de científicos— como características que merecen ser valoradas en este grupo y que dan cuenta de sus buenas condiciones para los trabajos agrícolas, «[…] son austeros. Se limitan a un consumo mínimo para asegurar la subsistencia. Mientras cosechan, toda la familia come el mismo producto que esta trabajando, ya sea papas o cebollas, y con mayor razón cuando cosechan frutas o uva» (Guibourdenche de Cabezas, 1976: 18). Surge entonces del trabajo de campo que mientras los migrantes europeos son enaltecidos como trabajadores visionarios, aventureros y conquistadores, estos otros migrantes —igualmente valorados como trabajadores— son más bien presentados como piezas funcionales al mantenimiento del mercado de trabajo agrícola, en el sentido de permitir favorecer adecuados niveles de rentabilidad a los productores vitivinícolas que son dueños de la tierra. «Desde su lugar, también han aportado» (Trabajo de campo, entrevista, 2005). Se les reconoce trabajo duro, pero no gloria... no hay mito. Algunos migrantes bolivianos venidos a trabajar como jornaleros en los oasis mendocinos, que luego de varios años de trabajo en condiciones de extrema vulnerabilidad y precariedad y ya definitivamente radicados en Mendoza, lograron acceder a la tierra y convertirse en exitosos «chacareros» (productores de hortalizas), ponen en valor en ellos mismos que de algún modo estarían reproduciendo la gesta de los inmigrantes europeos. Sin embargo —reclaman—, a diferencia de aquellos, ellos como bolivianos no resultan valorados dentro de la misma categoría en el medio local. Los esfuerzos de reconocimiento son evidentes en sus narrativas, que buscan exaltar en la historia personal los mismos valores que les son reconocidos a otros extranjeros (cultura del trabajo y del esfuerzo personal) rematando con pruebas de éxito económico que respalden sus argumentos. «Ya hacen 30 años que vivo acá […] antes sí había mucha discriminación, mucha […] pero ahora yo ya tengo lo mío […] primero compré esas cinco hectáreas y después estas ocho […] Cultivamos vides, tenemos Bonarda y Malbec […] ahora yo digo que he trabajado lo mismo que cualquier otro que haya venido acá […] igual que los españoles y los italianos […] ahora nadie me dice nada, porque saben que esto es mío […] y que lo hice trabajando». (Trabajo de campo, entrevista a un inmigrante boliviano devenido viticultor, 2004) Detrás de estas narrativas parece leerse que aún cuando los rasgos que portan sus cuerpos, el acento de su habla y muchos de sus apellidos, puedan funcionar como diacríticos, en el sentido de favorecer procesos de marcación y diferenciación étnica respecto de los actores locales, la economía es capaz de reposicionar a los agentes en el espacio social y, en algunos casos, por encima de muchos criollos y en igualdad de condiciones que los migrantes europeos.

8. Los huarpes del desierto, ¿son verdaderamente indígenas?

La primera observación que surgió del trabajo de campo fue la escasez de referencias a los grupos huarpes y a su hábitat (las planicies no irrigadas) en la identidad dominante. Las relativamente escasas oportunidades en las que se utilizan imágenes del desierto para promoción turística —por ejemplo—, se seleccionan «los altos limpios», una formación de dunas que representa una mínima porción de este territorio, una zona anecdótica más atractiva —aparentemente— que el paisaje característico de monte xerófilo bajo. Si este territorio es poco manifiesto aún cuando se trata de buscar elementos folclóricos, desaparece francamente cuando se trata de dar cuenta de la dinámica Mendoza de hoy. Mientras que la identidad oficial exacerba los verdes oasis

293 Elma Montaña vitivinícolas —que abarcan un magro 3 % del espacio provincial—, el desierto aparece como un verdadero «espacio invisible» (Montaña et al., 2005). Salvo esporádicas y parciales referencias, no hay mayores menciones a los habitantes del desierto. Es que este espacio aparece poblado por habitantes también invisibles. La identidad oficial, tal como surge de los discursos de referentes de la cultura local, en este caso operando como funcionarios del gobierno provincial, matizan entre la negación y un reconocimiento tardío: «Los huarpes no han contribuido a la identidad de los mendocinos […] Los mendocinos somos un claro producto de la inmigración […]» «[…] en Mendoza no tengamos problemas raciales, como si tienen otros países y regiones argentinas» (Entrevista a funcionario 1 del Gobierno de Mendoza, trabajo de campo, 2005). «Hubieron muchos años en los que se los olvidó. Todavía tenemos mucha deuda y el tiempo perdido es irrecuperable. Fuimos nosotros mismos los que causamos que no haya mucho legado indígena. La sociedad mendocina no los ve ni les reconoce méritos. La historia mendocina y argentina se ocupó de negarlos» (Entrevista a funcionario 2 del Gobierno de Mendoza, trabajo de campo, 2005). Por otro lado, en la fiesta de la vendimia («la fiesta de todos»), en la que el elenco de actores de la identidad provincial debería estar completo, cuando los huarpes aparecen lo hacen como grupos indígenas perdidos en la historia, de los que se recuerda casi exclusivamente que fueron los primeros en canalizar el agua mediante la construcción de acequias, sin embargo «no eran indios muy evolucionados; eran pacíficos y no presentaron resistencia a la colonización española, antes ya habían sido colonizados por los Incas» y que, finalmente, «se extinguieron». Se lee en forma reiterada que no hay indígenas en Mendoza, luego de lo cual la fiesta y los discursos de los actores que encarnan el oficialismo, pueden transcurrir de un modo diáfano, agradeciendo sus contribuciones pero manteniendo la tranquilidad que da el hecho de «saber» que los signos de barbarie también se han extinguido. Si los huarpes se hubiesen extinguido, ¿cuáles serían las causas? ¿Quiénes los responsables? Efectivamente, la población huarpe fue fuertemente diezmada y los sobrevivientes relegados a una posición de otro cultural subordinado. Este constituye el gran olvido en las memorias de los mendocinos. Mientras que los actores de la Mendoza de hoy se disputan las herencias de los protagonistas de gestas históricas, nadie parece haber tenido vinculación con los hechos más oscuros de la historia mendocina. La cuestión de la extinción de los indígenas en Mendoza se extiende sobre el plano de la legitimidad. Los huarpes del desierto, ¿son verdaderamente indígenas? En el año 1998 emergen en Mendoza sentidos de pertenencia indígenas, animados por las comunidades huarpes localizadas en la sección más baja de la cuenca del río Mendoza. Si bien las doce comunidades han sido reconocidas por el Instituto Nacional de Asuntos Indígenas de Argentina, este reconocimiento ha despertado sospechas de la atribución de una identidad extinguida y los reclamos depreciados por considerárselos una demanda oportunista. «Los huarpes […] ¿qué es ser huarpe? […] Lo que los huarpes quieren es ¡la tierra! No es lo mismo que defender la identidad, la cultura […]» (Trabajo de campo, entrevista a un representante de una cámara empresarial, 2005). Aún desde posturas esencialistas, es inimaginable la existencia una cultura o identidad huarpe preservada cuando el desarrollo de los oasis aguas arriba de sus tierras ha consumido las dotaciones de agua que llenaban cíclicamente las lagunas distales de la cuenca, permitiéndoles una gama de prácticas productivas hoy imposibles (Montaña et al., 2005; Torres et al., 2003). Conforme a la identidad oficial, las iniciativas actuales para mejorar la calidad de vida de los huarpes promueven que se «enseñe» a estos grupos a adaptarse a la extrema escasez hídrica, en vez de pensar en devolverles parte del agua que utilizaban. ¿Desde dónde podrían haber

294 Identidad regional y construcción del territorio en Mendoza (Argentina) sostenido los estigmas asociados a una identidad propia de una cultura subordinada entre tantos y tan poderosos «labriegos tesoneros»? Quizás la «tardía» emergencia de sus reclamos podría ser atribuida —como dice Scott (2000 [1990]: 182, 217)— a una respuesta realista ante las limitaciones políticas que se les imponían, que fue efectivamente abandonada cuando el contexto mostró una mayor sensibilidad frente a reivindicaciones de carácter étnico. Ahora bien, ¿cuál es el reclamo huarpe? Según se desprende del trabajo de campo desarrollado en las planicies del NE de Mendoza, los grupos huarpes, al mismo tiempo que litigan su derecho a denominarse como los hacían quienes consideran sus antepasados, litigan tierras y cursos de agua. Es entonces una lucha que se territorializa, pero que al mismo tiempo excede su propio territorio o que, en todo caso, utiliza al territorio como trampolín desde donde litigar una existencia y una memoria presente y pasada. Aún cuando formalmente estos reclamos se visibilizan con relación a determinados recursos naturales, los grupos también promueven una relectura de la historia regional, que no solo los incluye como actores «no extintos», sino que además construye nuevas heroicidades y resignifica viejas y nuevas luchas. En el marco de estas narrativas, es tanto evidente que «los huarpes habitaban estas tierras desde antes de la llegada de los españoles», como que los europeos —más que sinónimo de progreso— pueden ser considerados sinónimo de «expoliación». Junto con el espacio, se litiga la propiedad de la memoria histórica: es el territorio —finalmente— el campo de contienda. «Todas estas tierras han sido de los huarpes y por eso las pedimos […] pedimos que nos las devuelvan porque nos las han robado […] es un derecho que tenemos y por eso es el reclamo. Y digan que pedimos estas no más, porque podríamos pedir todas las de Mendoza, las de los oasis […] todas han sido huarpes en un tiempo. Los huarpes recién ahora hemos empezado a hablar […] pero no nos vamos a callar […] mucho nos hemos callado ya, mucho nos han robado pero ya no hay más». (Trabajo de campo, entrevista a miembro de una de las comunidades huarpes de Mendoza, 2003)

A modo de cierre: Memorias y olvidos estratégicos en torno al territorio

La revisión de los discursos de diversos actores significativos de la sociedad mendocina ha confirmado nuestras anticipaciones en torno a las fuertes discrepancias entre una «identidad oficial» y otras visiones fragmentarias que hizo falta rastrear a partir de una mirada más atenta. La investigación ha develado conflictos sociales y valores en disputa que se expresan en identidades fragmentadas y contrastivas. Se ha observado, asimismo, cómo cada discurso, con sus respectivos recuerdos y olvidos, ha sido descontextuado y recontextuado a partir del lugar desde donde sus autores ordenan la experiencia y el relato (Aguado & Portal, 1991:36). Estos relatos, unos hegemónicos y otros subordinados, unos oficiales y otros subalternos, proponen y defienden una particular versión de la historia, cuyos disímiles contenidos se comprenden en función de las posiciones que ellos ocupan y los poderes que ejercen en el espacio social ampliado. Por otra parte, se confirmaron las presunciones respecto del territorio como objeto de luchas identitarias y políticas. La identidad regional adscribe —por naturaleza— a un ámbito territorial. Pero en Mendoza, la dimensión territorial establece con esta identidad regional un doble vínculo, ya que la configuración y el ordenamiento de su territorio constituyen una de las principales líneas argumentales en torno a las cuales se organizan las memorias y los olvidos. Probablemente sean las particulares relaciones naturaleza-sociedad en este medio árido las que modelan la manera en la que los hombres han territorializado el espacio y que constituya uno de los ejes más manifiestos sobre los que se construye la identidad regional en Mendoza.

295 Elma Montaña

¿Cómo comprender este juego de espacios, actores, poderes e identidades? El inglés C. S. Lewis nos da una pista cuando escribe: «Lo que llamamos el poder del Hombre sobre la Naturaleza resulta finalmente en el poder de unos hombres ejercido sobre otros hombres con la naturaleza como instrumento» (citado en Worster, 1985: 50).

Referencias citadas

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296 Identidad regional y construcción del territorio en Mendoza (Argentina)

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297 Coedición: Institut français d’études andines (IFEA) - Lluvia Editores - Centre d’Études Mexicaines et Centraméricaines (CEMCA)

Coedición: Institut français d’études andines (IFEA) - Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales

Coedición: Institut français d’études andines (IFEA) - Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP) Bulletin de l’Institut Français d’Études Andines / 2007, 36 (2): 299-304 IFEA El mes de recolección de la macha determinado por sus líneas de crecimiento: aplicaciones arqueológicas

El mes de recolección de la macha (Mesodesma donacium) determinado por sus líneas de crecimiento: aplicaciones arqueológicas

Matthieu Carré*

Introducción

La macha (Mesodesma donacium) tiene una importancia económica desde que llegaron los primeros pescadores recolectores a la costa peruana hace 11 000 años. Ciertos conchales constituidos casi exclusivamente de las conchas de este bivalvo forman montículos de hasta diez metros de alto y atestiguan de una larga e intensa explotación pasada (Engel, 1957; Sandweiss et al., 1989; 1998; Lavallée et al., 1999). Los arqueólogos disponen en general de muy pocos índices para determinar si los sitios arqueológicos estaban ocupados de manera permanente o estacional, especialmente para el periodo precerámico. Aquí se presenta un método utilizando las líneas de crecimiento de la concha de M. donacium, para determinar el mes de recolección de cada concha.

1. Ciclos de crecimiento

M. donacium es un bivalvo filtrador que vive en las playas arenosas de Perú y Chile desde la banda intermareal hasta 15 metros de profundidad. Hasta 1982, su repartición geográfica iba de la isla Chiloe (~42˚S) hasta la Bahia de Sechura (~6˚S) (Tarifeño, 1980). Por su excepcional intensidad, los eventos El Niño de 1982-1983 y de 1997-1998 provocaron una mortalidad muy

* University of Washington, School of Oceanography, Box 355351, Seattle, WA 98195, USA. E-mail: [email protected]

299 Matthieu Carré alta de esta especie que, hasta hoy, desapareció al norte de 15˚S (Barriga & Quiroz, 2002). Sin embargo, esa no es la consecuencia usual de un El Niño, pues la especie se mantuvo hasta 6˚S a pesar de que el fenómeno siempre fue activo en los últimos siglos (Cobb et al., 2003). Hoy en día pescadores bucean para recolectar las machas, pero tradicionalmente se recolecta a pie a poca profundidad durante la marea baja. Estas conchas de poca profundidad están muy influenciadas por los ciclos de marea. Cuando el mar está a su nivel más bajo, la concha se cierra y forma una capa con mayor concentración de materia orgánica (principalmente proteinas) que aparece en sección como una línea más oscura. Según la amplitud de marea, una o dos líneas se forman así por día. Los coeficientes de marea son mayores durante las fases de luna llena o de luna nueva (mareas vivas), lo que se traduce en la concha por grupos de líneas más gruesas y menos separadas. Estos grupos se forman con una periodicidad de un medio mes lunar es decir entre 12 y 16 días, con un promedio de 14 días. Cuando la tasa de crecimiento de la concha está baja, las líneas diarias no se pueden distinguir, y los grupos bisemanales aparecen como líneas más o menos marcadas (Fig. 1). M. donacium es una especie típica de las aguas frias de la corriente de Humboldt. En el Perú, su tasa de crecimiento disminuye durante la época más cálida, de enero a marzo, lo que produce en las conchas un banda de verano oscura y ancha (más detalles en Carré et al., 2005a).

2. Determinar el mes de recolección

2. 1. Preparación de la concha

Se escogen conchas de al menos 50 mm de largo. La mayoría de las conchas están quebradas en los yacimientos arqueológicos. Sin embargo, se puede usar los fragmentos que permiten hacer un corte recto desde la charnela hasta el borde. Se encajan las conchas en resina polyester y se corta una sección radial de ~1 mm de espesor con una sierra de corte lento. Se pega con resina epoxy la sección en una lámina de vidrio y se pule la superficie. Las líneas de crecimiento de esta especie se pueden observar sin más preparación con un microscopio binocular y luz directa.

2. 2. Método

Las líneas de crecimiento representan una cronología (sclerocronología) desde la parte juvenil (el umbo) hasta la muerte del (el borde). Primero se debe identificar la última banda de verano en la sección de concha, que será la referencia temporal. Después de estudiar el registro de temperatura de los 30 últimos años en Ilo, en el sur del Perú, hemos decidido atribuir al límite final de la banda de verano la fecha 15 de marzo, que corresponde en promedio al inicio de bajada de la temperatura del mar. En otras regiones, se deberá estudiar registros locales de temperatura del mar para comprobar que esta fecha es adecuada (un mes después de la fecha promedio del máximo de temperatura). A partir de esta referencia, se identifica y se cuenta el número N de ciclos bisemanales hasta el borde de la concha (Fig. 1A). La fecha de recolección se calcula sabiendo que ocurrió 14×N días después del 15 de marzo.

3. Incertidumbres

3. 1. Marca anual

Existe mucha variabilidad en las líneas de crecimiento de las conchas, lo que complica la identificación de las bandas de verano y de los ciclos bisemanales. Durante muchos veranos en la

300 El mes de recolección de la macha determinado por sus líneas de crecimiento: aplicaciones arqueológicas M. donacium M. donacium en sección El sentido de crecimiento está siempre hacia la derecha. Las flechas gruesas indican las marcas anuales de verano, la punta final de la flecha corresponde flecha la de final punta la verano, de anuales marcas las indican gruesas flechas Las derecha. la hacia siempre está crecimiento de sentido El a la referencia temporal, aquí el 15 de Marzo. Las flechas finas indican ciclos bisemanales. A: Sección muerte de la una atribuir permite concha que lo arqueológica concha, la de de borde el y anual marca última la entre identificados abiertos) (circulos bisemanales ciclos 12 enseñando de diarias líneas Las rápido. crecimiento en bisemanal Ciclo D: doble. anual Marca C: simple. anual Marca B: setiembre. de principios a individuo del Ciclos bisemanales en crecimiento más lento marea están visibles. E y F: Figura 1 – Fotografias de 1 – Fotografias Figura

301 Matthieu Carré costa peruana, la temperatura del mar no pasa por un máximo sino por dos. Así una sola estación de verano puede estar representada por una o dos bandas oscuras (Fig. 1B, C). Una banda puede también ser producida por el desove que occurre por noviembre (Brown & Guerra, 1979). La fecha de referencia se atribuye al límite final de la última marca. Eventos climáticos como tormentas pueden también provocar un paro de crecimiento y una banda oscura, pero generalmente más fina, más oscura, sin transición. La fecha de referencia (aquí escogida como 15 de marzo) tiene una incertidumbre relacionada a la variabilidad climática. Calculando la desviación estándar del máximo anual de temperatura, se evaluó esta incertidumbre a ±1 mes (1s).

3. 2. Identificación de los ciclos de marea

El número N de ciclos bisemanales tiene una incertidumbre relacionada a la dificultad de identificar estos ciclos. La variabilidad de apariencia de los grupos de líneas que corresponden a las mareas vivas tiene varias causas: su tamaño depende de la tasa de crecimiento; los ciclos de marea son variables; el estado del mar (sereno o agitado) modula la influencia de las mareas; eventos de efecto corto interfieren (tormenta, depredado). Observar con diferentes ampliaciones ayuda en general mucho para la determinación. Sin embargo, por la duda que siempre existe, el número de ciclos se debe considerar en un intervalo [N-2, N+2]. La incertidumbre asociada a esta etapa es entonces de ±1 mes (1s). En total, la determinación de la fecha de recolección tiene una incertidumbre de ±2 meses.

3. 3. Casos de Indeterminación

No siempre es posible determinar una fecha de recolección por 3 razones principales: • si el individuo es muy joven (menos de un año), no habrá formado una marca anual de verano; • si el individuo es muy viejo (a partir de 3 ó 4 años), la tasa de crecimiento cerca del borde de la concha es demasiado baja para distinguir y contar las estructuras de crecimiento; • si el estado de preservación de la concha arqueológica es malo, la materia orgánica está destruida y las líneas de crecimiento ya no aparecen. Estos casos de indeterminación no son susceptibles de inducir un bies en la distribución de frecuencias.

4. Validez temporal y espacial

Para validar el método en condiciones climáticas diferentes, comprobar su exactitud y su incertidumbre, se comparó, en 12 conchas fósiles, las fechas de recolección determinadas por las líneas de crecimiento con las fechas determinadas por curvas isotópicas (d18O) que representan las variaciones de temperatura del mar (Carré et al., 2005a). La fecha se estima por el fin de la curva estacional de temperatura. El método isotópico es muy confiable pero su costo impide analizar muchas conchas. La diferencia de fecha entre los dos métodos tiene un promedio de 0,6 mes y una desviación estándar de 1,8 meses (Carré, 2005), lo que confirma que la determinación con las líneas de crecimiento es exacta, con una precisión cerca de ±2 meses. Además, los resultados isotópicos enseñaron que la temperatura del mar en el sur del Perú estaba 3˚C más baja que hoy en la época estudiada (9 000 a 7 000 años antes del presente) (Carré et al., 2005b). Este estudio comparativo nos permitió demostrar que el método es también válido en condiciones climáticas diferentes. Finalmente, este resultado sugiere que el método que hemos presentado se puede aplicar en conchas de M. donacium que han vivido en zonas geográficas

302 El mes de recolección de la macha determinado por sus líneas de crecimiento: aplicaciones arqueológicas o en épocas donde la temperatura promedio está entre 13 y 16˚C. Hoy, eso representa toda la costa peruana al sur de 7˚S, hasta Chile central. Para un estudio en la parte más fria de la zona de repartición, será necesario estudiar primero las condiciones de formación de las líneas anuales que son probablemente muy diferentes, pues la temperatura limitante es posiblemente la de invierno austral y el desove podría también ocurrir a otro momento del año. Se recomienda un corto estudio isotópico de las conchas arqueológicas que dé indicaciones de las condiciones promedio de temperatura, a partir de la ecuación de paleotemperatura publicada por Carré et al. (2005a).

5. influencia de El Niño

El fenómeno climático con mayor impacto ambiental y económico en la costa peruana es El Niño. Su influencia en la evolución de las civilizaciones costeras es un tema muy importante en el cual los moluscos pueden ser archivos muy valiosos (Sandweiss et al., 2001; Carré et al., 2005a; b). Sin embargo, el efecto de un evento en el crecimiento de una concha de M. donacium es muy variable (desde una marca de verano «normal» hasta la muerte) y depende: i) de la zona geográfica; ii) de la intensidad del evento; iii) de la edad del individuo, lo que no permite hacer un diagnóstico confiable por anomalías de crecimiento. Sin embargo, la actividad de El Niño se puede estudiar reconstruyendo las temperaturas mensuales del mar registradas por los isotopos estables del oxígeno (d18O) en las conchas de M. donacium (Carré et al., 2005a; b; Carré, 2005).

Conclusión

Se presentó un nuevo método para determinar el mes de muerte de las conchas de M. donacium por el análisis de las estructuras periódicas de sus líneas de crecimiento. La incertidumbre de este método es de ±2 meses, lo que representa un aumento de precisión importante comparado a la mayoría de los estudios similares utilizando conchas de moluscos que solo determinan la estación de recolección (invierno/verano) (Quitmyer et al., 1997). Reproduciendo este análisis en una gran cantidad de conchas de un nivel arqueológico, resulta una curva mensual de frecuencia de pesca para el periodo estudiado. Este método se puede aplicar a todos los sitios arqueológicos de la costa peruana y del norte de Chile conteniendo conchas de M. donacium, si la temperatura promedio en la época estudiada está entre 13 y 16°C. Se indicaron los principios metodológicos para adaptar el método a los sitios de la parte sur de Chile. Los arqueólogos disponen de una nueva herramienta para determinar la estacionalidad de actividad de recolección de esta especie en el pasado. Esta información es de mayor importancia para estudiar las estrategias de explotación de los recursos, y los patrones de movilidad de los grupos de pescadores.

Agradecimientos

Agradecemos al Dr. Daniel Sandweiss y al Dr. Víctor Vásquez Sánchez por sus comentarios pertinentes y a Nancy Mitma García por su colaboración en la redacción. Agradecemos a Danièle Lavallée, Michel Fontugne y Luc Ortlieb por su ayuda para conseguir muestras de machas modernas, y el proyecto Pérou-Sud (dir. Danièle Lavallée y Michèle Julien) por las conchas arqueológicas de la Quebrada de los Burros. Agradecemos a Marco Quiroz Ruiz y a Fredy Cardenas del IMARPE de Ilo.

303 Matthieu Carré

Referencias citadas

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304 BulletinComptes derendus l’Institut d’ouvrages Français d’Études andines / 2007, 36 (2): 305-308 IFEA

Reseñas

Myriam Jimeno, Andrés Góngora, Marco martínez, Carlos José Suárez (eds.). Manes, mansitos y manazos – una metodología de trabajo sobre violencia intrafamiliar y sexual. Universidad Nacional de Colombia, Facultad de Ciencias Sociales-CES – Alcadía Mayor de Bogotá – Bogotá sin indeferencia, Bogotá, 2007, 204 p.

Quisiera empezar diciendo que me complace muchísimo que la Universidad Nacional esté seriamente comprometida en el trabajo interdisciplinario que interroga las relaciones sociales, las jerarquías y los esquemas culturales e históricos que llevan a que un conflicto desemboque en el uso de la violencia; pero sobre todo, me alegra que en esta oportunidad el «Grupo de investigación-Conflicto social y violencia» se haya ocupado del desarrollo de una metodología para trabajar con y desde la perspectiva de los hombres, la violencia intrafamiliar y sexual; esta es una tarea pendiente en el desafío por erradicar las violencias de género y contra la mujer en nuestro país. Sin duda, explorar la manera cómo el poder y la violencia se instalan en la vida diaria y están insertos en formas y procesos socio-culturales específicos, constituye un paso fundamental en el camino de transformar las distintas prácticas que la generan, la mantienen y la reproducen. Explorar además formas para hacerlo, es realmente un avance significativo que fue documentado en este libro y vale la pena continuar y fortalecer. Por lo anterior, quiero reconocer de manera muy especial el trabajo que hoy tengo el privilegio de comentar, dado que desarrolla una propuesta de cómo empezar, de qué hacer, para transformar desde la concepción de lo «masculino», desde el sujeto «hombre», la violencia intrafamiliar y sexual. Lo primero por resaltar es la rigurosidad del documento y trabajo realizado. De manera sencilla pero clara y muy concreta, el documento define tres ejes conceptuales: identidad de género y factores socioculturales que la determinan; derechos humanos, corresponsabilidad y cotidianidad familiar y social; y diferencia entre violencia, autoridad y poder. El segundo elemento está referido a la metodología misma, que propuso el desarrollo de tres fases: 1. la remembranza o evocación de la experiencia; 2. la crítica reflexiva; 3. la analítica o de transformación social.

305 Reseñas

En este contexto, considero que un hallazgo muy importante que merece ser resaltado y tenido en cuenta es que si bien los jóvenes, los hombres jóvenes de hoy, mantienen conceptos tradicionales sobre lo femenino y masculino, muestran a la vez que están más abiertos y dispuestos a la construcción de otro tipo de masculinidad. La evidencia de la contradicción en su modo de ver las cosas, abre un espacio al cambio y la transformación. Es de recordar que al mismo tiempo que validan el diálogo, justifican el castigo; es decir conviven con el uso de la fuerza y la palabra; el respeto y la violencia. Dentro de estos esquemas polarizados valoran a la mujer compañera y la mujer sumisa, y continúan hablando de dos tipos de mujeres: las madres y las putas. Se dan cuenta que el mundo ha cambiado, que sus familias ya no pueden vivir solo con los ingresos que los hombres traen al hogar, y si bien no les gusta el que hayan perdido el rol de proveedores, es una realidad que ya nos les permite mantener a las mujeres encerradas. Bajo el argumento que ellas salen a trabajar porque les toca, no se han dado cuenta, todavía, que la mujer ha incursionado en el dominio público, y esta conquista es irreversible. Pero, volviendo a la contradicción que evidencian los hombres, y sobre todo los jóvenes que participaron en este ejercicio, es el que permite trabajar y generar una transformación que facilita irse inclinando por el dialogo, el uso de palabra, antes que los golpes y la violencia. Tuve la impresión que la metodología desarrollada capitaliza al estilo de las primeras reflexiones, la dualidad masculino-femenino; recoge y sistematiza la experiencia y la remembranza desde una visión negativa de lo masculino; quedando pendiente tal vez, un mayor énfasis o una lectura más acotada desde lo positivo de estas mismas experiencias y remembranzas, para potenciarlas. Todavía estos hombres tienen una visión de lo masculino basada en que no son: no son mujeres ni homosexuales, pero todavía no han podido construir una visión de ser hombres… Al finalizar la lectura de la parte metodológica, yo me pregunté, ¿cuál es el desafío o cuáles son los retos que este trabajo nos plantea? Y la respuesta puede resultar algo deshilvanada, pero aún así quisiera hacer el intento de compartirla con ustedes: Si bien es válido iniciar procesos de revisión de experiencias y estereotipos, compilar y analizar los imaginarios y percepciones del cotidiano masculino, resulta indispensable pensar más allá; es decir, pensar en cómo romper esa dualidad que ha regido hasta ahora el orden del mundo: blanco-negro; bueno-malo; mujer-hombre; masculino-femenino; pues hoy tenemos la certeza que el mundo no funciona de esa forma, que se trata de una dinámica mucho más compleja. Si bien la metodología plantea una fase de crítica reflexiva, es necesario pensar en una clase de ejercicio crítico capaz de romper paradigmas y transformarlos. Desde la antropología es muy interesante el respeto del investigador por el sujeto observado; pero no se trata en este caso únicamente de explorar y conocer sino de movilizar e impulsar el cambio. También es fundamental que se trate de generar procesos más críticos, no hacia una masculinidad contraria a la feminidad, sino hacia el reconocimiento del sujeto, diverso, particular y en relación con el otro u la otra. Estamos de acuerdo con la pertinencia de iniciar procesos sólo con hombres o sólo con mujeres; el trabajo que hoy comentamos es evidencia de su pertinencia, pero, debemos pensar además que si no se trata de construir una nueva masculinidad o una nueva feminidad sino de construir un nuevo sujeto, una nueva persona, entonces es necesario considerar que esa construcción en algún momento debe ser mixta, con hombres y mujeres; debe ser el resultado de un diálogo honesto y propositivo, incluyente, que reconozca al otro u otra, las diferencias y las potencialidades de cada uno. Creo que a esta altura debemos pensar en cómo de-construir la palabra masculinidad; en cómo romperla; cómo pasar del concepto de un ser varonil, enérgico, musculoso, animal, macho, dotado de órganos para fecundar, hombre necio, fuerte, vigoroso, valiente, esforzado y firme a un nuevo paradigma de sujeto, de individuo, de una nueva persona, capaz de relacionarse consigo mismo y con los demás de otra forma, de una forma solidaria, respetuosa y democrática. Si bien el proceso de reflexión es fundamental para lograr la transformación, para lograr el cambio, hay que atrevernos a ser más críticos y confrontar de manera contundente esas

306 Comptes rendus d’ouvrages visiones de hombre y de mujer que vivenciamos cotidianamente y de las cuales conocemos los resultados. También resulta muy importante en este ejercicio tener en cuenta que no toda la realización del hombre o de la mujer se da en la familia o en la pareja. Es preciso considerar que la realización humana se da en el proceso de construcción del individuo como persona y como sujeto, cualquiera que sea el paradigma reinante. Pensaría en la importancia de fortalecer la etapa analítica o de transformación individual y social, de manera que sea posible verificar el cambio; verificar más allá del ejercicio de reflexión y crítica, la forma cómo el proceso afecta realmente la vida del sujeto y sus relaciones. Pensaría entonces en la necesidad de evidenciar, revisar o releer la compilación de experiencias, de manera que sea posible dar cuenta de una línea de base, acerca del por qué estos hombres accedieron a participar o vincularse al proceso, cómo llegaron allí, qué les hizo permanecer, cuáles eran sus imaginarios y prácticas tanto positivas como negativas (por decirlo de alguna forma) en relación consigo mismos, con los demás y en particular con las mujeres y hacer posible la comparación de estos mismos elementos una vez concluido el proceso. Quiero, por último, felicitar y alentar a la Secretaría de Integración Social a continuar con este proceso. El trabajo realizado contribuye sin duda a abrir la discusión sobre cómo afinar instrumentos y estrategias para la transformación cultural de las relaciones entre hombres y mujeres.

Lucy Wartenberg

Purificación GATO CASTAÑO. Aproximación al mundo chiriguano a través del diario de la expedición a las Salinas, 1785-1790. Fundación Cultural del Banco Central de Bolivia - Archivo y Biblioteca Nacional de Bolivia, Sucre, 2007, 118 p.

En este libro, Purificación Gato Castaño da a conocer un documento inédito que halló en los papeles del arzobispo José Antonio de San Alberto, en el Archivo General de la Nación de Buenos Aires. Se trata del diario que registra los pormenores de una expedición a la reducción franciscana de Nuestra Señora del Rosario de las Salinas que tuvo lugar desde el 22 de octubre de 1787 hasta el 12 de enero de 1788. Al mando de Francisco González de la Villa, la comitiva destacada desde Tarija se componía de unos 150 milicianos y los frailes Juan Cobos y José Osa y Palacios, autor de la narrativa. Su misión era firmar un tratado de paz entre el Cabildo de Tarija y los chiriguano que poblaban el territorio de la reducción, y a la vez negociar el rescate de los numerosos cristianos que los indígenas tenían en cautiverio. Para el amante de la historia de los chiriguano y los chané, los intereses del volumen son múltiples. Destinada a vindicar una gesta diplomática, la narrativa de Osa y Palacios despliega jornadas de viajes interminables, maniobras dilatorias, excusas inverosímiles, pacientes intercambios de regalos, rumores ubicuos, malentendidos y demoras exasperantes; pero, al hacerlo, destila una suma considerable de información acerca de los pueblos del sur de la cordillera chiriguana y particularmente de la región del Pilcomayo. En términos estrictamente históricos, el diario contextualiza un período crítico en la historia de los chiriguano; o más bien —para retomar la expresión del ineludible Erland Nordenskiöld— de las relaciones entre indios y blancos en el Chaco occidental y el piedemonte andino. En efecto,

307 Reseñas las décadas de 1770, 1780 y 1790 traen aparejado el clímax de los llamados movimientos «tumpaístas», que serían estudiados con tanto afán por autores como Métraux, Susnik, Clastres o Saignes; pero, además, marcan el comienzo del enfrentamiento sistemático entre los chiriguano meridionales y diversos agentes colonizadores como militares, colonos, ganaderos y misioneros. La importancia del texto para la reconstrucción del mapa étnico y etnohistórico de la región, por otra parte, queda manifiesta en el registro de decenas de topónimos que no solo inyectan vida en nuestro conocimiento de la geografía de la época sino que se transformarán en auténticos hitos de la tradición cultural chiriguano: Chimeo, Ñuguazu, Itaú, Caiza, Caraparí, Yaguaca, Aguatiri, Guacacambi, Boyuari, Guacaya, Aguairenda, Abapó, Pilipili, Acero, Igmiri, Tacuru. Más importante aún es la documentación de los nombres, las procedencias, los parentescos y las relaciones recíprocas de líderes como Tubicamiri, Amerani, Bucapoyé, Huiraporó, Chumay, Tarimbayu, Aguaramini, Caureyo, Yerema, Boyuari, Guirapuita, Taperepuco o Huarapitapoy, lo cual no solo arroja luz sobre la trama de dinastías, parentelas y linajes que constituía la maleable estructura política de la sociedad chiriguano, sino que evidencia —tal como destaca Isabelle Combès en su prólogo— que la idea de una «nación» unificada jamás pasó de ser una ficción estratégica, forjada por ciertas corrientes indigenistas. (En este contexto, dicho sea de paso, parecen fuera de lugar las disquisiciones de la página 33 sobre las categorías de «cacique» o «curaca» —de origen taíno y andino respectivamente—, puesto que cuando se habla de política chiriguano lo más apropiado es referirse a los tuvicha, literalmente «grandes», categoría que a lo sumo puede homologarse con la de «capitán« —y de hecho lo fue, como kampita—). Otra cuestión que deja entrever la narrativa de Osa y Palacios es el ambivalente vínculo entre indígenas y misioneros. Seguramente contrariando las intenciones de su autor, todo sugiere que los primeros vieron en los segundos una protección contra el avance inexorable de los colonos más que un medio de conversión teológica. La historia de la hermenéutica dictamina que la verstehen con la que soñaban los neokantianos era tan solo una utopía, una metodología imposible; no obstante, leyendo este libro es imposible dejar de preguntarse qué habrá pasado por la cabeza de lenguaraces como Andrés Chumay, Francisco Mazaragua o José Barroso cuando se les pedía que tradujeran al chiriguano las sutilezas escolásticas que codificaban la ortodoxia de la religión que se les proponía. Citemos tan solo algunas de las abstrusas formulaciones de la Carta a los indios infieles chiriguano de José Antonio de San Alberto, reproducida en este mismo volumen: «Este Dios, adorado en nuestra religión, no tiene nombre adecuado y es superior a todo nombre. Él es todas las cosas, y es infinitamente más grande que todas ellas. Él sólo es bueno, sin cualidad; grande, sin cantidad; inmenso, sin extensión; y esta presente en todos los lugares, sin ser visto, ni tiene lugar alguno determinado. Él existe en sí, y es causa de que todo exista; de nadie depende y todos dependen de él. Él lo comprehende todo y de nadie puede ser comprehendido (…) Este Dios, adorado en nuestra religión, aunque es uno en esencia, es trino en las personas, que son y se llaman: Padre, Hijo y Espíritu Santo; sin que esta trinidad de las personas se oponga a la unidad de su naturaleza, así como no se opone a la unidad del sol el que tenga tres propiedades distintas, cuales son luz, resplandor y calor» (pp. 71-72). Inmortalizando vastos paisajes áridos, religiosos abnegados, capitanes altivos y en ocasiones también a los taciturnos noctenes con quienes los chiriguano vivieron en constante tensión, digamos finalmente que las magníficas imágenes que acompañan el texto, tomadas por Vincenzo Maschio y Doroteo Giannecchini y compiladas en el Álbum Fotográfico de las Misiones Franciscanas de la República de Bolivia, a cargo de los Colegios Apostólicos de Tarija y Potosí, 1898, no constituyen el menor de los intereses que ofrece este volumen.

Diego Villar

308 BulletinÉvénements de l’Institut Français d’Études andines / 2007, 36 (2): 309-315 IFEA

Eventos taller teórico y práctico de antropología forense Quito, Ecuador, 19-23 de marzo de 2007

En el marco de la cooperación entre la Embajada de Francia en Quito y la Policía del Ecuador y siguiendo un pedido especial de la misma, se brindaron dos talleres teóricos y prácticos de antropología forense bajo la responsabilidad de Tania Delabarde, antropóloga e investigadora del IFEA en Ecuador. La antropología forense utiliza las metodologías de la arqueología y de la antropología física para la recuperación y el análisis de cuerpos descompuestos y/o esqueletizados de interés forense. El aporte de la antropología física en los casos forenses y la ausencia de especialistas en el país, motivaron el pedido y la realización de este taller para los diferentes actores de la justicia (jueces y fiscales) y de la policía (peritos de criminalística y médicos forenses). Durante 25 horas de cursos teóricos y prácticos, los participantes tuvieron los conocimientos básicos de antropología forense especificados en el programa siguiente: • Antropología Forense: concepto, revisión histórica y estado actual • Antropología Forense: de la escena inicial hasta la morgue - recuperación de las evidencias en el sitio - el protocolo de análisis en la morgue • Introducción a la Osteología Humana - terminología anatómica - estructura del hueso - el esqueleto axial (cráneo, columna vertebral, costillas) • Osteología Humana - el esqueleto apendicular (miembros superiores y inferiores, cintura pélvica) • Introducción a la Odontología forense • Perfil biológico - determinación del sexo, edad, estatura y afinidades biológicas - datos biológicos para la identificación • Estimación del tiempo desde la muerte • Determinación de las lesiones en el tejido óseo - traumatismos contundentes - traumatismos por armas blancas - traumatismos por armas de fuego - traumatismos por explosivos Los talleres se realizaron en el Instituto de Medicina Legal en Quito y en los laboratorios de Criminalística en Guayaquil del 26 al 28 de marzo.

tania DELABARDE

309 Eventos

IX congreso de historiadores de la minería Latinoamericana Sucre, Potosí, 4-8 de abril de 2007

En el mes de abril del presente año se llevó a cabo en la ciudad de Sucre (Bolivia) el IX Congreso de Historiadores de la Minería Latinoamericana, organizado por la Coordinadora de Historia, el Archivo y las Bibliotecas Nacionales de Bolivia. Este congreso forma parte de un ciclo de reuniones que se organizan cada dos años con la finalidad de discutir las investigaciones relacionadas a la minería hispanoamericana. Como suele ocurrir en este ciclo de reuniones, el evento congregó a especialistas no solo del área andina sino también a historiadores mexicanos y franceses preocupados por la minería latinoamericana. El congreso estuvo dividido en cinco mesas. La primera se dedicó a los descubrimientos de minas en la América española y fue coordinada por Pablo Quisbert de la Universidad Mayor de San Andrés. En dicha mesa, dos ponencias estuvieron enfocadas en Potosí. En una de ellas se presentaron los nuevos hallazgos arqueológicos en este histórico yacimiento y en la otra se abordó el tema del Cerro Rico y los descubrimientos de minas en Charcas durante el siglo XVI. Una tercera ponencia trató sobre el descubrimiento de las primeras minas de oro y plata en la Nueva España entre los años 1520 y 1532. Por último, se presentó una aproximación arqueológica al desarrollo minero en La Carolina (San Luis, Argentina) a fines del siglo XVIII. La discusión hizo resaltar la importancia del intercambio de ideas entre historiadores y arqueólogos para las investigaciones de la minería colonial. La segunda mesa reunió estudios sobre las Casas de Moneda en Hispanoamérica. Una primera ponencia trató el interesante tema de la salud, enfermedad y previsión en la Real Casa de Moneda de México. La segunda ponencia abordó otro aspecto de la investigación sobre estas Casas y trató de las monedas y la Ceca de Lima en el siglo XVI. La tercera mesa estuvo consagrada al tema del saber, ciencia y técnica en la minería latinoamericana y fue coordinada por la Dra. Carmen Salazar-Soler, investigadora del CNRS de Francia, quien en una ponencia introductoria destacó la importancia de contar por primera vez en este ciclo de reuniones, una mesa sobre ciencias y técnicas; y abogó por un estudio de la circulación del saber y de los conocimientos en la minería americana desde una perspectiva comparativa. Se presentaron tres ponencias, la primera de las cuales trató el tema de los inventos en la minería novohispana en el siglo XVI: se mostró el aporte de cada una de estas invenciones y se presentaron los planos y dibujos de uno de los inventos. En la segunda intervención se abordó el estudio de los sistemas de procesamiento de mineral de baja ley en el Sur de Chichas (Bolivia). La tercera exposición estuvo dedicada al saber técnico y saber esotérico entre los pirquineros del valle de Yocavil (noroeste argentino). Una nutrida discusión siguió a estas ponencias, donde destacaron los temas referidos a la relación entre el saber nativo y el saber europeo u occidental, el aporte de las innovaciones técnicas americanas a la minería occidental y la circulación entre varios continentes de ideas y personajes relacionados a la minería. La cuarta mesa tuvo como tema general la minería colonial y estuvo coordinada por la Dra. Eugenia Bridikhina de la Carrera de Historia de la Universidad Mayor de San Andrés. Esta mesa contó con varias ponencias dedicadas a la minería novohispana; dos de ellas abordaron el estudio de los Reales de minas de Zacatecas durante el siglo XVIII y una tercera se ocupó de los delitos en las minas en la Real Casa de Moneda de México. En esta mesa se presentaron también tres ponencias sobre las minas de Oruro; la primera de ellas trató el tema de la minería en Oruro en la segunda mitad del siglo XVIII, la segunda se centró más bien en la minería orureña en la transición entre la Colonia y la República, y por último la tercera abordó el tema de la ciudad de Oruro y el inicio de la modernidad entre finales del siglo XIX e inicios del XX. Finalmente, se presentó una ponencia sobre los esclavos negros en el Potosí colonial. La quinta mesa estuvo consagrada al tema «Sociedad y trabajadores en torno a la minería en los siglos XIX y XX» y estuvo a cargo de la Maestra Magdalena Cajías de la Carrera de Historia de la Universidad Mayor de San Andrés. Dos ponencias trataron de los problemas sociales en

310 Événements la región de Iquique: una primera se centró sobre el caso de la Mancomunal de los obreros de Iquique entre 1900 y 1909 y la segunda examinó la presencia boliviana en la masacre de Iquique de 1907. La historia colectiva de las mujeres mineras bolivianas ocupó la atención de una de las presentaciones. Al final, una de las exposiciones abordó problemas de historia contemporánea al tratar los impactos humanos de la globalización en las empresas mineras a través del estudio de caso de la compañía minera Autlán y sus trayectorias familiares en Hidalgo entre 1969 y el 2006. Además de las ponencias mencionadas, al final de cada tarde hubo tres conferencias magistrales a cargo de distinguidos especialistas. La primera de ellas estuvo a cargo de la Dra. Ana María Presta quien expuso sobre «Potosí colonial y la minería en la historiografía argentina: el espacio de los maestros». La Licenciada Marcela Lynch, Directora del Archivo y Biblioteca Nacionales de Bolivia, brindó una conferencia sobre las «Fuentes documentales para la minería en el Archivo Nacional de Bolivia». La tercera conferencia magistral fue presentada por el Licenciado Luis Oporto, director de la Biblioteca y Archivo Histórico del Honorable Congreso Nacional de la República de Bolivia, quien trató el tema «Fuentes documentales para el estudio de la minería en Bolivia». La presentación del excelente video documental de Magdalena Cajías, «Huanuni de pie a pesar de todo», cerró con broche de oro y de manera emotiva el IX Congreso de Historiadores de la Minería Latinoamericana.

carmen Salazar-Soler

Reunión internacional de Doctorado en estudios territoriales Quito, Ecuador, 9-11 de abril de 2007

Del 9 al 11 de abril, tuvo lugar la primera reunión internacional sobre el Doctorado en Estudios Territoriales que se realizará en la Universidad de Caldas a fines de 2008, en cooperación con varias instituciones científicas y de cooperación internacional de Perú, Brasil, México, Francia y España. La reunión se llevó a cabo con el auspicio del Instituto Francés de Estudios Andinos (IFEA), quien ya tiene firmado un convenio de cooperación con la Universidad de Caldas. La Pontificia Universidad Católica del Perú brindó el apoyo logístico necesario para tal encuentro. La Cooperación Universitaria de la Embajada de Francia estuvo al frente de los detalles científicos y logísticos para llevar a feliz término el trabajo de tres días en la ciudad de Lima. Se acordaron los siguientes ejes de investigación: • Territorios y culturas • La territorialización de las acciones • Urbanización y procesos de metropolización • Agrobiodiversidad Mientras que los seminarios de formación doctoral fueron: • Epistemología del territorio • Metodología de la investigación y trabajo de campo • Cognición, culturas y territorio • Las escalas del territorio: del sujeto al mundo, del área a la red

311 Eventos

• Problemas de movilidad y transitividad • Ciudadanos y sistemas expertos en los espacios de encuentro • Territorios como espacios de la memoria y como patrimonio cultural • Territorios étnicos, Estados y dinámicas sociales • Diversidad territorial y paisaje • Agricultura, biodiversidad y entornos socioculturales • Economía espacial y desarrollo territorial • Recursos, tecnologías y dinámicas territoriales • Intersticios y heterotopías Además se ofrecerán desde los distintos países cooperantes, las cátedras que abarcarán distintos problemas que competan a la Región Andina, la Región Amazónica, México y Centroamérica y a problemas socioterritoriales europeos. La próxima reunión será en la Universidad de Caldas, (Manizales, Colombia) del 27 al 31 de agosto de 2007.

Béatriz NATES

Coloquio internacional: «memoria e historia regional. Una mirada al proceso de independencias en la américa andina» Quito, Ecuador, 9-11 de mayo de 2007

Introducción

La conmemoración de los bicentenarios de la independencia de España se iniciarán en América Latina a partir de 2009. Este significativo hecho marcó para los territorios españoles en América, el inicio de una forma diferente de gobierno: la República. El proceso de ruptura del pacto con la corona española se inicia con anterioridad a 1809 como consecuencia de las medidas adoptadas por la corona respecto de la organización política y administrativa de estos territorios; política que, lejos de centralizar la administración colonial, vino a reafirmar la tradición de auto gobierno de las audiencias y capitanías americanas. En este marco son varios los personajes que aparecen a la palestra tanto a favor del proyecto monárquico como quienes propugnaban por proyectos autonómicos, que miraban la separación de España como el momento de redefinir las relaciones de convivencia, sobre todo diplomáticas. A lo largo de América aparecen varios pensadores y militares que van trabajando en esta línea, que desde los lugares periféricos aportaron al movimiento general, actores que las historias centrales han dejado de lado o simplemente no han tomado en cuenta su accionar. Particularmente, resulta interesante develar todas aquellas participaciones que desde el ámbito de lo local lograron situar a su región. Durante tres días, un interés común unió a 18 ponentes del área andina, como Bolivia, Perú, Colombia y Ecuador, quienes nos presentaron con sus investigaciones más recientes un panorama diferente al de los estudios tradicionales sobre independencia, este espacio permitió, además, rescatar la relación Historia-Memoria de nuestros países y ubicarlo como un elemento importante de la conceptualización regional.

312 Événements

Temática

Los temas de investigación presentados, fueron en muchos casos propuestas iniciales de exploración, se agruparon en torno a cinco mesas de conversación (Propuestas políticas: región e historiografía; Propuestas políticas: espacios e historias locales; Memoria e historia: las celebraciones; Ciudadanía y Política; Participación política, elites, indígenas y mujeres), las mismas que se desarrollaron en doble jornada de discusión. Al mismo tiempo el coloquio se convirtió en un espacio de diálogo entre distintas instituciones interesadas en promover la celebración de los bicentenarios de las independencias en el Ecuador, temática que fue discutida por tres ponentes en la mesa redonda «Memoria e Instituciones», acto que formó parte de la clausura del evento. Durante los 3 días de trabajo y reflexión se persiguieron los siguientes objetivos generales: • Abrir espacios de reflexión y discusión en torno al proceso de Independencia en las periferias de las capitales virreinales de Perú y Nueva Granada y de la Audiencia de Quito. • rescatar la importancia de la relación Historia-Memoria en la preservación de estos hechos como patrimonio intangible de nuestros países. • Deliberar respecto de las acciones y la participación de una serie de actores que, desde las márgenes de la sociedad central, aportaron con el proceso general y lograron poner en la palestra a su región. • rescatar la participación de los otros sectores sociales y geográficos en el movimiento, como elemento indispensable para la recuperación de memorias locales y de los mecanismos de construcción de identidades.

Conclusiones

El sentimiento general de ponentes y asistentes del trabajo desarrollado durante el coloquio se puede resumir en las siguientes conclusiones: • El coloquio se constituyó en un espacio académico que permitió dialogar, a la vez que, discrepar en torno a los temas de la Independencia. • cuestionó las miradas únicas del proceso de independencia de España promovido por las historias nacionales y rescató los distintos movimientos políticos sociales regionales, que nos llevan a hablar de las «Independencias»; puesto que no todos los espacios geográficos perseguían lo mismo. • se estableció la necesidad de mantener un trabajo conjunto en temas de investigación más o menos afines que permitan las comparaciones regionales; y de mantener canales de comunicación para continuar con el diálogo académico iniciado en Quito y que podría reproducirse anualmente en los otros países andinos. La realización del coloquio tuvo el auspicio de las siguientes instituciones preocupadas por el rescate de la memoria histórica de lo local en el marco de lo regional: el Instituto Francés de Estudios Andinos (IFEA), la Cooperación Regional Francesa para los Países Andinos, el Gobierno de la Provincia de Pichincha, la Fundación Museos de la Ciudad (Quito) y la Asociación de Historiadores del Ecuador.

guadalape SOASTI

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Coloquio «Trabajo infantil y estrategias familiares en América latina» Lima, 18-19 de julio de 2007

Este coloquio organizado en colaboración entre el Instituto Francés de Estudios Andinos (IFEA) y la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP) tuvo lugar los 18 y 19 de julio de 2007 en Lima. Este evento se abrió a varias disciplinas de ciencias sociales (sociología, demografía, antropología, economía) y humanas (educación, psicología) y contó con la presencia de la Dra. María Eugenia Cosio Zavala, directora del Centro de Investigación y de Documentación de América Latina de París. El objeto de este coloquio fue explorar las estrategias familiares en América Latina como fenómeno mayor de la realidad social de los países de este continente. En este marco de reflexión, los exponentes privilegiaron la problemática del trabajo infantil y adolescente pero también fueron profundizadas otras formas de acción realizada por uno o varios miembros de una familia para tratar de mejorar las condiciones de vida de la unidad doméstica (en particular las ponencias de Jeanine Anderson y de Camille Boutron). Las ponencias se enfocaron esencialmente en estudios de caso referidos a las situaciones en el Perú y México. Alejandro Cussianovich abrió este coloquio con una presentación sobre los temas de la infancia y del trabajo en los países del Sur, poniendo énfasis en los esfuerzos de las culturas del «Sur» para llegar a un reconocimiento no solo en el campo de la infancia trabajadora sino también en otros campos de reflexión y desembocar en una revisión de la actual división internacional del poder y del saber. Luego Jeanine Anderson presentó el desarrollo de un trabajo de campo de varios años en la zona urbana de Pamplona Alta ubicada en el Cono Sur de Lima sobre la transformación de las formas de pobreza reproducidas a través de tres generaciones de mujeres («madres, hijas y nietas»). Robin Cavagnoud hizo luego una exposición detallada de un trabajo de campo personal realizado con cincuenta adolescentes trabajadores de Lima. Este estudio cualitativo le permitió llegar a una primera reflexión novedosa sobre la clasificación del trabajo adolescente en zonas urbanas en base a la finalidad que los mismos adolescentes dan de su actividad económica. Esta ponencia permitió una aclaración del fenómeno muy heterogéneo del trabajo infantil en Lima. Por fín, la primera tarde de trabajo se acabó con una ponencia de María Eugenia Cosio Zavala sobre las trayectorias familiares y profesionales de los niños en México en base a la encuesta biográfica nacional EDER realizada en 1998. Esta presentación dio un panorama muy interesante en cuanto a la evolución de la sociedad mejicana a lo largo del siglo XX. En la segunda tarde de trabajo, Silvana Vargas y José Rodríguez empezaron con la presentación de un estudio realizado sobre el uso del tiempo social entre escuela y trabajo de parte de los niños, niñas y adolescentes trabajadores en Lima enfocándose en la teoría del capital humano. Esta ponencia demostró el carácter esencial de los factores familiares en la asignación del tiempo social de los niños, niñas y adolescentes. A continuación, Luis García Núñez presentó con un enfoque económico su trabajo de tesis doctoral sobre el trabajo infantil extra familiar y el trabajo en quehaceres del hogar en base a las Encuestas de Niveles de Vida (ENNIV), analizando entre otros la relación entre el grado de pobreza y la probabilidad de un niño o adolescente a entrar en el mundo laboral. Luego, Leigh Campoamor expuso su trabajo de campo etnológico actual con niños trabajadores de Lima, presentando con muchos detalles las historias de vida de niños y adolescentes a quienes ella misma acompaña en su vida cotidiana en las calles de Lima. Esta ponencia analizó la actuación social de los niños, niñas y adolescentes trabajadores dentro de la estructuras de la sociedad peruana y la búsqueda de legitimación de su propia identidad y derechos. Camille Boutron siguió con una exposición sobre la problemática de la esfera privada como elemento de reconciliación y de reintegración social para las ex combatientes del conflicto armado interno peruano. Esta ponencia demostró que la familia es un elemento esencial de ayuda para las mujeres que salen de la cárcel como forma de garantía social frente a su invisibilidad y en su dinámica de reconstrucción del vínculo social. Por fin, Aldo Valencia Piñan presentó las actividades de la Casa de Panchita con niñas y adolescentes empleadas en trabajos domésticos en Pamplona Alta explicando varios aspectos del funcionamiento de la economía popular en zonas urbanas marginales de Lima.

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Los elementos teóricos de síntesis que podemos sacar de la serie de ponencias de este coloquio son los siguientes. Las decisiones tomadas por cada uno de los miembros de una familia (padre, madre, hijos, hijas, abuelos, nietos) en la organización y elaboración del cotidiano tienen una importancia fundamental, particularmente en un contexto de fuertes coacciones económicas o a raíz de una situación de exclusión social. Cada familia en su funcionamiento diario se encuentra vinculada con las coacciones y recursos no solo de sus condiciones materiales sino también de su universo social: sistema de representaciones y valores, formas de organización social, relaciones de poder, entre otros. Las familias obedecen a las exigencias y limitaciones que les impone este contexto social y material (tanto en zonas urbanas como rurales) pero cada miembro, incluyendo a los niños, niñas y adolescentes, conservan como actores económicos un margen de maniobra que les permite actuar como sujetos de su propia existencia y de la de su unidad familiar al mismo tiempo. Esta capacidad de interpretación de los hechos y de acción en la organización del cotidiano y de la sobrevivencia familiar se concreta generalmente en la concertación entre los diferentes miembros del hogar y muestra una dimensión estratégica evidente. Este margen de maniobra que se refleja en una serie de elecciones es tanto limitada como suficientemente operante para enfrentar, al menos parcialmente, los factores de riesgo y de vulnerabilidad del medio social. Las familias sometidas a condiciones de pobreza deben luchar permanente y diferentemente cada una para asegurar su existencia material, romper la amenaza del aislamiento social y afectivo, y conservar de ellas mismas una imagen valorizada.

robin CAVAGNOUD

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Coedición: Institut français d’études andines (IFEA) - Universidad Nacional de Trujillo, Facultad de Ciencias Sociales, Museo de Arqueología, Antropología e Historia - Ediciones SIAN, Quetzal

Coedición: Institut français d’études andines (IFEA) - Universidad Andina Simón Bolívar - Institut de Recherche pour le Développement (IRD) - Coopéración Regional Francesa para los Países Andinos - Embajada de Francia en el Ecuador - Abya Yala

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