Rafael Gómez Nieto, el zapatero republicano que liberó París

No asistió al homenaje que, hace unos días, los Reyes rindieron a la compañía de republicanos españoles que liberó París. A sus 94 años, y tras décadas de heroico anonimato, a Rafael Gómez, el único superviviente de La Nueve, hoy sólo le importa cuidar de su mujer.

CRISTINA S. BARBARROJA

MADRID.- 25 de agosto de 1944. pronuncia desde el Hôtel de Ville el histórico discurso de la liberación de París: “Liberada por ella misma, por su pueblo, con la participación de los ejércitos de Francia, con el apoyo y la participación de toda Francia. De la Francia que lucha, de la única Francia, de la verdadera Francia, de la Francia eterna”.

No mintió el general que, desde el exilio londinense, había combatido al gobierno colaboracionista de Vichy. Pero tampoco dijo toda la verdad. Su olvido imperdonable, oculto durante décadas por la historia oficial, fue la bravura de un puñado de españoles, miembros de la 9ª Compañía de la División Leclerc, más conocida como La Nueve. 146 aguerridos e idealistas republicanos, verdaderos libertadores de París .

Ya sólo queda uno para contarlo. Un modesto jubilado de 94 años que estos días no se separa de la cama de un hospital de Estrasburgo en la que Florence, su mujer, libra la batalla más dura. Ni para atender a los medios. Ni siquiera para recibir el homenaje que la pasada semana los reyes rindieron en París a La Nueve .

Se llama Rafael Gómez (Adra, 1921) . Igual que se llamaba su padre, un almeriense, carabinero de profesión, que salvó la vida de un joven en la Guerra del Rif, formó parte de la guardia personal de Alfonso XIII y, después, fue militar fiel a la República. “El abuelo le decía a mi padre: ‘Yo soy militar, yo estoy al servicio de mi país”, cuenta Jean Paul, el hijo de Rafael.

El estallido de la Guerra Civil pilló a la familia en Badalona. Rafael era un adolescente cuando aprendió la muerte, el hambre, la separación de los suyos, el maltrato en los campos de concentración en los que se hacinaban los españoles huidos y, finalmente, el exilio. En Orán, capital de la Argelia francesa, Rafael se hizo aprendiz de zapatero para colaborar en la economía familiar. Pero, perseguido por la contienda, con sólo 18 años optó por hacerle frente cuando en 1940 se extendió por el norte de África la II Guerra Mundial.

“Ellos hacían la guerra contra el nazismo, pero no con Francia. Había muchos españoles que habían huido a Argelia, como mi padre que entonces era muy joven. Republicanos, anarquistas, comunistas que, tras la guerra de España, habían tomado conciencia de lo brutal del fascismo. No fueron obligados. Los españoles luchaban de forma voluntaria, luchaban por la libertad ”. De ahí la bravura –explica Jean Paul- de La Nueve, a la que llegaría Rafael tras la guerra de Túnez, cuando el general Philippe Leclerc formaba en Marruecos la Segunda División Blindada. “La 9º compañía era un cuerpo de combate formado por 146 españoles. De hecho, todos lo eran salvo el responsable, el capitán Dromme . Un poco indisciplinados, recibían las órdenes en español, comían como en España e, incluso, pusieron apellidos españoles al material”. Y así, a pesar de la orden en contra, La Nueve bautizó como Guadalajara, Guernica, Teruel o Don Quijote a los half-track, los vehículos semioruga, con los que el 6 de junio de 1944 desembarcó en las costas de Normandía.

Del Día D a la liberación de París

Con su insignia republicana en la solapa, Rafael y el resto de combatientes de La Nueve se convirtieron enseguida en punta de lanza de las operaciones de la división americana del general Patton en la que se integró Leclerc. “Por el hecho de ser extranjeros, porque se habían curtido en el cuerpo a cuerpo de la Guerra Civil española y, sobre todo, porque se alistaron con la idea de que, cuando acabaran con el nazismo en Europa, volverían a España a acabar con Franco”, cada vez que había un problema, un golpe duro que dar, allí se colocaba por delante a La Nueve.

Y entre esos golpes, en el camino hacia París, destaca el de Écouché, la localidad francesa en la que los españoles fueron avanzadilla en la primera batalla directa contra el sofisticado armamento de la Wehrmacht. “Fue mi duro, en Ecouché se registraron las primeras bajas de La Nueve. Pero, gracias al hecho de que no era una tropa convencional, los españoles solucionaron un problema que las tropas convencionales no habrían podido arreglar”.

Algo similar ocurrió al llegar a las afueras de París. 60.000 alemanes esperaban equipados con un material más moderno que el aliado. “Aquello era una máquina infernal”, recuerda Jean Paul el relato de su padre. Tanto que el general Patton decidió parar el avance. No se podía atacar de frente al ejército de ocupación… pero allí estaban los aguerridos españoles. “Eran más que combatientes para Leclerc. Había un espíritu de total confianza entre el capitán Dronne y sus hombres. Y de los hombres de Dronne hacia su capitán y hacia el general Leclerc. De manera que el general contravino la orden norteamericana y decidió que La Nueve entrara ella solita en París ”.

La tarde del 24 de agosto de 1944, gracias a la ayuda de un joven armenio que les indicó el camino por el que hoy transita la llamada Carretera de La Nueve, Rafael, al volante del half-track Guernica, y el resto de sus camaradas españoles consiguieron llegar al centro de París sin toparse con un alemán y sin derramar una gota de sangre.

Su primer cometido en la ciudad era el de cortar las comunicaciones alemanas en la Central Telefónica. Misión cumplida, La Nueve se dirigió al Ayuntamiento -el Guernica fue el primer semioruga que pisó el pavimento del Hôtel de Ville- y colocó no una sino dos banderas: la francesa y la que no recuerda la historia: la bandera de la República. La resistencia, que días antes se había sublevado contra el invasor, difundió la orden de que sonaran las campanas de todas las iglesias de París. Fue el aviso para Leclerc y Patton… y para los parisinos que se echaron a las calles a cantar La Marsellesa. El 25 de agosto, De Gaulle pronunciaría el histórico discurso de la imperdonable omisión del protagonismo español el principio del fin de la II Guerra Mundial. La decepción

A pesar de su idea romántica de regresar de inmediato a España para combatir el fascismo patrio, La Nueve tuvo que seguir guerreando del lado de los aliados hasta Alemania. “En cada cementerio, en el camino que va desde París hasta Baviera, hay una lápida con el nombre de un español. Cuando acabó la guerra, de los 146 hombres de La Nueve sólo quedaban 16”, se lamenta Jean Paul.

En el Nido del Aguíla , el bunker bávaro de Hitler, Leclerc hizo al puñado de republicanos que aguantaron vivos el único regalo que les depararía su brava participación en la guerra: el de ser los primeros en entrar en el retiro alpino de Der Führer , del que Rafael se llevó –y aún conserva- un juego de té y una cámara fotográfica. Y ahí quedó todo.

Como es sabido, la crueldad de la historia no les permitió cumplir su sueño de volver a casa para acabar, junto a aquellos a quienes habían ayudado, con el fascista que les obligó a marchar de España. Primero en Argelia y después en la modesta vivienda de Estrasburgo donde aún reside, Rafael permaneció toda su vida en el anonimato al que le relegó la ficción, fabricando zapatos y la obra de la que se siente más orgulloso: su familia.

Fue en 2004 cuando llegaron los primeros reconocimientos tras la publicación del libro La Nueve de la periodista de origen español Evelyn Mesquida. El homenaje de París, la Legión de Honor… A Rafael hoy sólo le importa cuidar de su esposa. Mira a España tranquilo “porque es un país en paz”. “Después de todo –le dice a su hijo Jean Paul- hemos tenido una vida buena” . http://www.publico.es/politica/rafael-gomez-zapatero-republicano-libero.html

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El jubilado español que liberó París

Rafael Gómez, de 94 años, es el único superviviente que puede contar qué hizo 'La Nueve'

La compañía de republicanos escoltó a De Gaulle en 1944 por los Campos Elíseos

Rafael Gómez, el único superviviente que puede contar la historia.

El Pais/ Gabriela Cañas París 24 MAR 2015 - 21:09 CET

Caía la tarde del 24 de agosto de 1944 cuando los soldados de La Nueve, una compañía de la División Leclerc, entraba en París, por la Puerta de Italia, dispuesta a liberar la ciudad. Entre vítores de los parisinos, los combatientes callejearon para evitar a los alemanes hasta alcanzar el Ayuntamiento de la capital. Las campanas repicaron. Ellos cantaron Ay, Carmela. Eran republicanos españoles y entre ellos estaba Rafael Gómez. A sus 94 años, iba a ser un rey, el de España, el que tenía presvisto rendirle homenaje este miércoles en la capital francesa por aquella gesta. Es el único superviviente que puede contarla. Vive modestamente en Longolsheim, a las afueras de Estrasburgo, la ciudad que Gómez también liberó en ese principio del fin de la II Guerra Mundial.

Gómez ha tenido una vida extraordinaria y su longevidad ha querido que sea ahora el representante de La Nueve, esa compañía admirada por su bravura, formada por 160 hombres, 146 de ellos españoles, la mayoría comunistas y anarquistas expulsados de su país. Hombres curtidos en la guerra civil que sufrieron el exilio, los campos de concentración y la muerte. Al final de la II Guerra Mundial solo sobrevivieron dieciséis, pero ganaron la batalla a los nazis y ahora Francia empieza a reconocer su valía.

En una pirueta del destino, Rafael Gómez, un republicano de corazón, iba a representar a La Nueve ante los Reyes de España en el homenaje previsto en París dentro de los actos de la visita de Estado cancelada tras la tragedia aérea de los Alpes. “No hay más remedio que pasar por ahí”, bromea por teléfono desde su casa de Estrasburgo. En otra pirueta, iba a saludar al bisnieto de Alfonso XIII, a quien también conoció en su adolescencia, cuando “le echaron de España y lo metieron en un barco”. Antes de eso, su propio padre, carabinero, sirvió en la guardia del bisabuelo de Felipe VI.

Rafael fue movilizado en España con solo 17 años en la Guerra Civil. Al final de la contienda se exilió en el país vecino, donde sufrió los rigores del campo de concentración de Saint Cyprian de la Francia colaboracionista de Vichy. Logró salir con vida y refugiarse en Orán (Argelia). Allí terminaría formando parte de la 2ª División Blindada del legendario general francés Philippe Leclerc. En esas colonias africanas anidó su leyenda y la de sus aguerridos soldados españoles. Quizá porque, como el propio Gómez cuenta, el suyo era un batallón de choque, siempre en primera línea, sin retroceder un solo paso incluso ante enemigos supuestamente superiores. Fue entonces cuando Leclerc hizo su juramento de luchar hasta lograr poner la bandera francesa en la catedral de Estrasburgo. Gómez estuvo allí. Hoy, muchos de sus vecinos desconocen su gesta. Ignoran que la libertad de que disfrutan se la deben en parte a un modesto zapatero de origen español ya retirado.

Los hombres de Leclerc fueron trasladados de Argelia a Marruecos y de allí al sur de Inglaterra. Finalmente, a principios de agosto de 1944, cruzaron la Mancha y desembarcaron en Normandía. El camino hacia París registró pérdidas dramáticas. Muchos compañeros murieron en batalla, pero La Nueve fue la primera en llegar a París, el 24 de agosto de 1944. Al día siguiente, escoltarían con sus vehículos blindados al general De Gaulle por los Campos Elíseos. “Qué satisfacción y qué felicidad para aquellos españoles, combatientes de la libertad. París era un extraordinario símbolo para ellos”, escribiría treinta años después otro legendario militar francés que peleó junto a La Nueve, el capitán Raymond Dronne. Su hija, por cierto, quería haber estado en el Ayuntamiento de París en el homenaje a Rafael.

Muchos parisinos creyeron que aquellos soldados eran franceses, pero sus vehículos lucían nombres tan expresivos como Ebro, Guernica, Teruel, Guadalajara, Don Quichotte… El hispanista Robert S. Coale cuenta en el epílogo de La Nueve , del cómic de Paco Roca: “En mis primera investigaciones, me encontré una curiosa fotografía en color de los soldados en los Campos Elíseos en agosto de 1944. El uniforme era americano, pero sus vehículos llevaban nombres españoles y con el puño hacían el saludo del Frente Popular”.

Gómez no da importancia ahora a la gesta que vivió. Tampoco le gusta dar detalles. “Terminó bien, se ganó y estamos contentos”, dice y añade con amargura: “Pero la guerra…”. La periodista y escritora española Evelyn Mesquida ha relatado con detalle la historia en su libro La Nueve. Los españoles que liberaron París (Ediciones B) y sabe, tras entrevistar durante estos últimos años a media docena de combatientes –la mayoría ya fallecidos-, que su trauma les empuja a silenciar lo ocurrido. Ella ha luchado para que Francia reconozca, aunque sea tarde, sus méritos. Rafael fue uno de los que fue condecorado gracias a ella. “Me hizo mucha ilusión que me nombraran caballero de la legión de honor”.

De aquellos 146 hombres solo quedan dos: Rafael Gómez y Luis Royo, pero este último está hospitalizado muy delicado de salud. Todos albergaron durante años el sueño de volver a España para derribar a Franco. “No hubo manera”, dice Gómez. Una vez que los republicanos españoles llegaron hasta el Nido de Águilas, el refugio de Hitler, y una vez terminada la II Guerra, quedó sepultado el proyecto de seguir luchando contra el fascismo también en el sur. “Queríamos volver”, insiste Gómez.

Dice Mesquida que los de La Nueve son “los hombres de las cuatro traiciones”. Las grandes democracias europeas abandonaron su causa, Francia les maltrató al principio internándolos en campos de concentración, no lograron el apoyo logístico para luchar contra Franco una vez derrotado Hitler y, finalmente, también la Francia Libre de Charles De Gaulle, empeñada en afrancesar la Resistencia y la liberación, les condenó al silencio. Los mismos que escoltaron al general con sus banderas republicanas por los Campos Elíseos fueron luego conminados a abandonar sus estandartes. “No guardo ningún rencor”, asegura, sin embargo, Gómez.

Derrotado Hitler, Rafael Gómez volvió a Argelia. Allí se casó y tuvo cuatro hijos. En 1957 regresó a Francia, a Estrasburgo. El reconocimiento le llega a través de los libros que hablan de él. Un paisano, Alfonso Viciana, acaba de publicar también su historia. “Estoy yo dentro”, explica, “pero en casa nadie lo puede leer porque no saben español. Aquí hablamos una mezcla”.

Y si algo le hace ahora feliz es saber que la alcaldesa de París, la gaditana , está detrás del homenaje que le habían preparado. “Es hija de un republicano; como yo”. http://politica.elpais.com/politica/2015/03/24/actualidad/1427225891_991502.html