El Marco De Las Estructuras. La Sierra De Alcaraz En El Siglo XVIII (*)
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El marco de las estructuras. La Sierra de Alcaraz en el siglo XVIII (*) ' Paza ver con todo detalle los aspectos aquí abordados vid. Gazcía González, E(1998c). 1. OCUPACIÓN DEL ESPACIO, POBLACIÓN Y FORMAS DE ORGANIZACIÓN DOMÉSTICA La Sierra de Alcaraz se incluye dentro de ese conjunto de relie- ves montañosos que encontramos al sur del Sistema Central (Mon- tes de Toledo, Serranía de Cuenca, Sierra Morena, las Sierras de Cazorla, Segura y las Villas, etc.) y que, salvo algunas excepciones como ocurre en Sierra Nevada, difícilmente superan los 1.700 ó 2.000 metros de altitud. Esta Sierra se halla situada en la parte suroccidental de la actual provincia de Albacete, donde ésta se une con las de Jaén y Ciudad Real. Se trata de la prolongación de la serie de alineaciones montañosas que constituyen las cordilleras subbéticas andaluzas que se extienden desde las sierras de Cazorla y Segura hacia el norte hasta enlazar con la Mese- ta (Mapa n.° 2). Se compone de montañas plegadas de amplias y ele- vadas plataformas calizas separadas por angostos valles que se van diluyendo en su confluencia con el sector meseteño dando lugar a las altas penillanuras que configuran el Campo de Montiel'. Precisamente por ser un territorio de transición destacan las diferencias de altitud que encontramos en su interior. El paisaje ondulado y el relieve menos pro- nunciado de la franja noroccidental (con unas altitudes que rondan los 750-1.100 metros) da paso hacia el sur a una espectacular y abrupta orografía donde se alcanzan desniveles superiores incluso al 30% y alturas considerables como el pico Almenara, 1.789 m; El Gallinero, 1.630 m; El Calar de la Osera, 1.620 m o Sierra del Agua, 1.600 m. Nos situamos, pues, en una zona de contrastes, topográf'icamente muy compleja y desde el punto de vista paisajístico muy rica, evolu- cionando de norte a sur del predominio del matorral, el monte bajo y los encinares con manchas de sabinar al triunfo absoluto de las masas ^ Áreas fundamentalmente llanas pero con una notable altura como ocurre en EI Bonillo, Munera o El Ballestero que Ilegan a los 1000 metros. Para mayor información sobre los aspec- tos relacionados con el medio véase por ejemplo López Bermúdez, F.(1974) y en general Sán- chez Sánchez, 1.,(1982:23-97, T. I). 45 forestales (encinas, robles y sobre todo pinos) favorecidas por las abundantes precipitaciones (el valor medio anual supera los 500 mm) y los numerosos cursos de agua que la surcan (no en vano, los ríos de esta Sierra aportan su caudal a cuatro cuencas diferentes, el río Segu- ra, el Júcar, el Guadalquivir y el Guadiana). Como consecuencia, el aprovechamiento del suelo depende directamente de la topografía: sólo en aquellos municipios de transición como Viveros, Povedilla o El Robledo por ejemplo encontramos superficies aptas para el cereal, aunque en general hay que señalar que en toda esta zona abundan los suelos poco profundos y erosionados, con grandes dificultades para conseguir rendimientos agrícolas aceptables, y más cuando el perío- do libre de heladas era muy corto (en torno a los cinco meses según los lugares) y la irregularidad anual de las precipitaciones alta. La supe^cie que abarca nuestro estudio en el siglo XVIII com- prendía unos 2200 kmz, una extensión que en puridad no se circuns- cribe del todo a lo que desde el punto de vista natural hoy conoce- mos como Sierra de Alcaraz al no haberse incluido los términos correspondientes a su prolongación más oriental (Bogarra, Ayna y Peñas de San Pedro). Por contra, nuestro espacio coincide con la delimitación comarcal en que es dividida la provincia de Albacete al abarcar a todos los términos municipales que vienen agrupados bajo esta denominación, aunque en la centuria ilustrada su extensión era más amplia que la actual al agregarse dentro de la jurisdicción de la ciudad de Alcaraz restos de su antiguo alfoz como las mangas de Santa Marta (ahora dentro de La Roda), La Herrera (hoy municipio) y el llamado Rincón del Cabalgador (cerca de Villarrobledo). Efectivamente, estamos hablando de un territorio que administra- tivamente ya estaba bien definido desde principios de la Edad Moder- na al englobar dos estructuras jurisdiccionales opuestas: la ciudad de Alcaraz y sus doce aldeas dependientes y el Señorío de las Cinco Villas, incluido dentro del Estado de Paredes hasta que a mediados del siglo XVIII pasaría al Conde de las Navas de Amoresz. En reali- Z En la actualidad nuestra investigación se correspondería con los municipios de Alcaraz, Masegoso, Patema del Madera, Povedilla, El Robledo, El Salobre, Vianos y Viveros, todos ellos antiguas aldeas de la ciudad de Alcaraz como entonces lo fueron El Cilleruelo, EI Cepillo, Cana- leja, Reolid o Solanilla que no tuvieron la misma suerte y no se les asignó un término propio con la delimitación administrativa de Javier de Burgos (1833). Por el convario, Casas de Lázaro y Peñascosa, dos de los múltiples heredamientos y caseríos que estaban diseminados por toda la sierra, hoy también son municipios. Junto a ellos hay que añadir a EI Ballestero, que si bien en los últimos años del siglo XVII ya se había convertido en una villa independiente, no obtuvo [érmino propio hasta prácticamente el final del setecientos. Mientras, dentro del Señorío estaban Bienservida, Cotillas, Riópaz, Villaverde del Guadalimar y Villapalacios. 46 MAPA N° 2: La Sierra de Alcaraz y los siste- mas montañosos de la submeseta sur Fuente: Fernández y Fernández, J. A., dic (1996). MAPA N° 3: La Sierra de Alcaraz. Delimitación aproximada de la zona de estudio. 'GUe Ee Mobetlillea ^nn Oe Pinille ^Belleslaro IE 'Pinille.^„^^,;n.. tlelCubillo •Catatleloataetiroa •YllavertleJ^^^I"^^I j •Mironee 'MOna1Le1 Ylleooorda ll EI ^CepillolEll h^rveroa •CubilblEl 'GUEeleTorre ^qoplbo •huero 'Naya Coriajo 'Pañembia Vanbna Eal Vecino CerroDbnw ^Me^^ Morulo IEI I .G .MOnbmeV ^ neble ^Cilbruab 'Navo engw ^POVStlilla ^solanale •ZOrio 'ra: an •P..ebr. 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A lo largo de esos más de 2000 kmz existía toda una variada y heterogénea gama de entidades de poblamiento que, ya desde fina- les de la Edad Media, eran la mejor expresión de una forma de hábi- tat marcada por su dispersión y por su asimetría: además de la ciu- dad, de las 12 aldeas y de las 6 villas, se contabilizaban otros peque- ños núcleos de población (lugares, ventas, caserías, granjas, cortijos y casas de labor, heredamientos, etc.) que en conjunto llegaron a sumar hasta 118 según la relación confeccionada en 1786 por orden del Conde de Floridablanca (Mapa n.° 3). Asociaciones de vivien- das o cortijadas con un reducido grupo de pobladores espaciadas sobre amplias superficies de terreno y habitadas de una forma más o menos estable que se convertían en las unidades mínimas de población a través de las cuales se realizaba el aprovechamiento del espacio dadas las características del medio físico, de la estructura de la propiedad y de la explotación del suelo. Esta amplia red de puntos de instalación humana, que por su extensión predominaban en el término alcaraceño (La Hoz, La Mesta, Canalejuela, Cucharal, Burrueco, Toromocho, Zarzalejo, etc.) se vió revitalizada y consolidada al hilo del crecimiento demo- gráfico que se produjo durante el siglo XVIII. Efectivameñte, el peso de este crecimiento lo llevaron fundamentalmente los núcleos rurales que -sobre todo desde 1750- se beneficiaron de la afluencia de nuevos pobladores y de la redistribución de la población en el interior de la comarca favorecida por la mayor tendencia de la población a acercarse a los centros de producción y trabajo. El pro- tagonismo en todo este proceso lo tuvieron las aldeas, verdaderas células de organización desde las que se proyectó la ocupación del espacio en todo ese frente abierto de colonización que aún era la sie- rra alcaraceña. Si nos atenemos a las tasas de crecimiento anual obtenidas desde los libros parroquiales entre 1717 y 1787, los resul- tados son muy significativos: éstas casi doblaron a los índices del conjunto comarcal ( 1,16 por 0,63). Este mayor dinamismo del poblamiento aldeano contrasta con el comportamiento de la ciudad que, con una tasa de 0,27, reflejaba una menor vitalidad. Como con- secuencia, a finales de siglo (] 784) la población que venía registra- 48 da en el casco urbano sólo suponía una tercera parte del total inclui- do dentro de su extenso término jurisdiccional: 663 vecinos frente a 748 registrados en las aldeas y 504 en las caserías'. En el transcurso de dos siglos la población sólo consiguió recuperar a duras penas los efectivos iniciales de partida: de los 10.950 habitan- tes estimados en 1591 se pasaron a los 10.574 en 1787. Los libros parroquiales confirman y precisan las conclusiones extraídas de los censos. La atonía y la lentitud del crecimiento que en general caracte- rizó a esta zona era una consecuencia lógica de la fuerte caída de la población que se produjo en la centuria anterior.