Método Para La Evaluación Del Riesgo De Eliminación De Los Ecosistemas Terrestres De Venezuela
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108 Portadilla III. Vista panorámica de Lagunillas, estado Mérida. Leonardo Ruíz-Díaz Método para la evaluación del riesgo de eliMinación de los ecosisteMas terrestres de venezuela El presente análisis se centra en las formaciones vegetales presentes en Venezuela para 2010, identifi cadas por Huber y OliveiraMiranda (vid. supra, cap. I: Figura 8). Su clasificación corresponde a las principales formas de crecimiento de la vegetación: arbórea, arbustiva y herbácea divididas a su vez en tipos, de acuerdo con sus características fisiológicas, topográficas y geográficas. Las formaciones arbóreas ocupan más de la mitad de la superficie terrestre de Venezuela (54%), mientras que las herbáceas abarcan 18% y las arbustivas 6%. Las áreas intervenidas alcanzan alrededor de 22% del territorio nacional. Las formaciones vegetales de Venezuela tienen patrones de distribución diferentes a las unidades de paisaje (vid. supra, cap. I: Figura 9) y varias de ellas se encuentran en diversas áreas geográficas, algunas en forma continua y otras de manera claramente fragmentada. Estas dos condiciones, presencia en diferentes áreas geográficas y grado de continuidad, generan diferencias cualitativas y cuantitativas en términos de la composición de especies. Es por esto que una misma formación puede estar integrada por varios tipos específicos de vegetación o fitocenosis, en algunos con diferentes niveles de endemismo o de riqueza de especies, y muy particularmente, con diferencias en cuanto al grado de intervención que acusan. En las siguientes secciones se analizan las características de cada tipo de formación vegetal, los cambios en su distribución en los últimos 20 años y su proyección hacia las próximas tres décadas, suponiendo que las condiciones permanecerán constantes hasta el año 2040. Este análisis permitirá identificar el riesgo de eliminación de estas formaciones vegetales y asignar la respectiva categoría de amenaza a nivel nacional y III estadal (Rodríguez et al. 2011; vid. supra, cap. II). Los insumos básicos son el Mapa de Vegetación de Venezuela (Huber & Alarcón 1988), y las Formaciones Vegetales de Venezuela para 2010 (vid. supra, cap. I: Figura 8). No obstante, ha de tenerse en cuenta las grandes diferencias existentes entre las herramientas y métodos empleados para la elaboración de ambas obras. En la representación para 2010 de Huber y OliveiraMiranda (vid. supra, cap. I: Figura 8), el nivel de detalle y precisión de los datos (resolución espacial) es bastante superior que el disponible para 1988. A esta ventaja se suma el uso de sistemas de información geográfica, que actualmente Riesgo de eliminación permite la comparación e integración rápida y confiable de información proveniente de diferentes fuentes, así como la detección de elementos espaciales que anteriormente no podían ser procesados. En consecuencia, entre las dos representaciones de las formaciones vegetales utilizadas, existen variaciones que no sólo podrían deberse a procesos naturales o a cambios antrópicos de expansión o retracción en la superficie, sino a una de los ecosistemas terrestres de Venezuela mejor identificación de sus límites, y a la posibilidad técnica de detectar formaciones vegetales específicas en nuevas áreas geográficas. Por ello, en cada caso, es necesario analizar las diferencias en los estimados de superficie, a fin de comprender su significado y evaluar las posibles consecuencias. Además de la extensión de cada formación vegetal, se consideró el grado de intervención. En Huber y Alarcón (1988) sólo se indican dos niveles: 1) sin información (o con un grado bajo) y 2) con intervención. Para 2010 se definieron inicialmente seis categorías, según características diferenciables en imágenes de satélite, de acuerdo al conocimiento de los autores o con base en la bibliografía existente: 1) información insuficiente o nivel bajo, 2) bajo a medio, 3) medio, 4) medio a alto, 5) alto y 6) muy alto. En un segundo paso de análisis esas categorías fueron reagrupadas en: 1) información insuficiente o bajo grado de intervención, 2) medio a alto y 3) muy alto. Por último, para fines comparativos entre las dos fechas, se emplearon los niveles disponibles en 1988. 109 La denominación de áreas intervenidas está asociada a localidades cuyos elementos característicos han sido prácticamente eliminados, es decir, en el cual el ecosistema como unidad ha sido transformado y donde, no obstante, es posible encontrar pequeños remanentes de las unidades vegetales originales, no cartografiables por la escala del análisis. A nivel nacional, las áreas intervenidas aumentaron de 102.912 km2 a 189.147 km2, lo que representa un incremento de 84% de la superficie original y la eliminación de 9% de los ambientes vegetales del país (Figuras 1a y b). Los ambientes con diferentes grados de intervención pasaron de 149.493 km2 a 465.763 km2, de los cuales 72.663 km2 se encuentran, en 2010, en condiciones de alteración o modificación muy alta. Este cambio en la superficie nacional intervenida representa un aumento de 312%. Sólo la extensión con muy alto grado de intervención representa 71% de las áreas para 1988. Esto significa que 29% del territorio de Venezuela (261.810 km2) ha perdido las formaciones vegetales existentes en 1988 (Figura 1a y b). La superficie en condición sin información o con bajo grado de intervención, en estos 20 años ha pasado de 72% a 28%. a) 1988 110 LEYENDA Grado de intervención Intervenido Con intervención Sin información o bajo b) 2010 LEYENDA Grado de intervención Intervenido Muy alto Medio alto Sin información o bajo Figura 1. Áreas intervenidas y grado de intervención de las formaciones vegetales naturales de Venezuela para 1988 (a) y 2010 (b). Fuente: Huber y Alarcón (1988), Huber y Oliveira-Miranda (vid. supra, cap. I: Figura 8). Las causas de la intervención de la vegetación terrestre de Venezuela están relacionadas con las actividades económicas características de cada región. Al norte del país se concentra más de 70% de la población, y los principales cambios en el uso de la tierra han estado marcados por la urbanización y las actividades agropecuarias, y en segundo término por actividades extractivas como la explotación forestal, petrolera y minera, entre otras (Bisbal 1988, PDVSA 1992, Franco & Sharpe 1996, Plonczak 1998). La construcción de presas y embalses y la instalación de poliductos y líneas de transmisión, también han generado modificaciones que inicialmente tienen un impacto local, pero que motivan la sucesiva construcción de redes viales e infraestructura necesaria para la penetración humana, sentando así las bases para la fragmentación y degradación del hábitat. En algunos casos, estas actividades han causado el inicio de procesos de desertificación y degradación que afectan el funcionamiento y la permanencia de los ecosistemas (Riveros Caballero et al. 2007). En lo que respecta a la extracción minera, su impacto sobre la vegetación puede ser directo si ocurre la remoción de las capas superiores del suelo, o indirecto si es consecuencia de la contaminación. Los métodos del presente análisis son sensibles primordialmente a transformaciones del paisaje en ámbitos geográficos amplios, detectables con sensores remotos, como la minería a cielo abierto de carbón (Figura 2), la minería de bauxita, la actividad forestal industrial (Figuras 3 y 4), el desarrollo de camaroneras y la extracción industrial de sal (Figura 5), la extracción extensiva de arena y otros materiales de construcción (Foto 1). Es importante señalar que existen cambios que tienden a ser subestimados en las imágenes satelitales, por ocupar menores extensiones o impactar de manera menos abrupta la fisionomía vegetal. En esos casos, aunque se mantienen árboles con copas altas y de gran tamaño, los cambios son igualmente relevantes, y en este sentido se puede mencionar las actividades petroleras, la actividad pecuaria en ambientes de sabanas (Foto 2), la tala para cultivos en laderas de montañas (Foto 3), la sustitución de bosques por siembras de palmas (Foto 4) o la minería ilegal de oro y diamante (Foto 5). Esto quiere decir que los estimados de riesgo presentados en esta publicación seguramente serán conservadores, y por ello reflejen el nivel mínimo de riesgo al que están expuestos los ecosistemas. III a) 1986 b) 2001 Riesgo de eliminación de los ecosistemas terrestres de Venezuela Figura 2. Extracción de carbón en el noreste del estado Zulia como una actividad que elimina la cobertura vegetal. Imágenes Landsat, años 1986, sensor TM y 2001, sensor ETM+ (bandas 4,5,2). Para 2001 se aprecia la eliminación completa de cobertura vegetal y la intensificación de las actividades agropecuarias. La declaración de áreas protegidas, originalmente conocidas como Áreas Bajo Régimen de Administración Especial (ABRAE), ha sido una de las principales estrategias empleadas en Venezuela para proteger los ecosistemas, aprovechar de manera sostenible la biodiversidad que ellos albergan y resguardar 111 sus suelos y aguas (Bevilacqua et al. 2006, Naveda & Yerena 2010). Existen numerosos tipos de ABRAE, desde aquéllas eminentemente protectoras, donde los usos humanos extractivos están prohibidos o limitados, hasta áreas que se preservan con la finalidad de mantener sus condiciones privilegiadas para el uso agrícola o como reservorio de agua, flora o fauna (Tabla 1). a) 1988 b) 2001 112 Figura 3. Eliminación de la cobertura vegetal en la Reserva Forestal de Caparo entre 1988 y 2001. Imágenes de satélite Landsat, sensores TM y ETM+, respectivamente (bandas 4,5,2). a) 1988 b) 2001 Figura 4. Eliminación de la cobertura vegetal en la Reserva Forestal de Ticoporo entre 1988 y 2001. Imágenes de satélite Landsat, sensores TM y ETM+, respectivamente (bandas 4,5,2). a) 1986 b) 2001 III Figura 5. La producción de alimentos mediante la acuicultura y la extracción industrial de sal pueden generar modifi caciones del espacio que inciden en la dinámica natural de diversos tipos de vegetación, como se aprecia cerca de los linderos del Refugio de Fauna Silvestre Ciénaga Los Olivitos, al este de la boca del lago de Maracaibo, estado Zulia. Imágenes de satélite Landsat, sensores TM y ETM+, respectivamente (bandas 4,5,2).