CON MACARIO Hufzar EN LAS MINAS DE JALISCO L. Controlando
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CAPITULO XI CON MACARIO HUfZAR EN LAS MINAS DE JALISCO l. Controlando sindical y políticamente los minerales del estado de Jalisco, pudimos perfectamente nombrar como · comisario a Macario Huízar. Este Macario Huízar fue un hombre extraordi nario, al que si salgo bien librado de esta última arbitrariedad gubernamental en contra mía, le pintaré un mural. Ése será .mi homenaje. Típico hombre de Jalisco, era más bien rubio, de grandes bigotes y ojos garzos. Se hizo muy famoso por lo que él llamaba «mi manera de administrar justicia» como comisario del mineral de La Mazata. Pintoresco en extremo, a su hija mayor le puso de nombre, simplemente Huelga. La niña, pues, se llamaba Huelga Huízar. Al hijo que le seguía en edad a la niña, sin andarse por las ramas, le puso normalmente Sindica to. Así es que el muchachito se llamó Sindicato Huízar. Y un <lía, don Macario, como le decían en su mineral y en todas partes, vino a Guadalajara, sede oficial de la Federación Minera, de la cual yo era entonces secretario general, para decirme: «Compa liero Siqueiros, creo que la señora ya me va a regalar otra cria- tura. ¿Qué le parece que si es mujercita, como yo lo espero, le ponga de nombre esa palabra tan bonita que dicen en la sala del Sindicato los compañeros más ilustrados que van de 1\1éxico y de Guadalajara?» «¿Qué palabra es esa», le pregunté a Ma- ' , cario. Entonces, mirándome fiJ' amente con sus OJ- os garzos, me ·- dijo: «Pos melitancia, compañero Siqueiros~. Después el juez correspondiente de Etzatlán, me hizo al res pecto el siguiente relato: «Un día se me presentó en el juzgado don M acario Huí zar llevando en los brazos a una niña de pocos meses de nacida para que la registrara. Y cuando le pregunte: "¿Cómo se va a llamar la muchachita, señor Huízar?", éste me conestó: "Melitancia, señor juez". Yo que no entendí le dije: "¿Cómo es eso?" "Melitancia, señor juez'', me repitió. Y así varias veces. Por fin, queriendo comprender, le dije: "En todo caso, será mi-li-tan-cia, don Macario Huízar". Pero entonces éste, aco modándose la pistola, me dijo bastante molesto: "Bueno, señor 247 ·uez ·es hija de usted o es hija mía? ... " Y ya no me quedó más de los c:risteros, a quienes fingen combatir, cometen con nosotros ~urs~¿ que registrarla con el. nombre de Mel~tancia, Huízan;- Jos crímenes más arteros.» Pasando los afios, despues de que Macana Hmzar hab1a Después de escuchar atentamente mi largo discurso, me dijo: asesinado por l~s criste~os, cuando cliri&í.a una partida ele. agraris- . «Está bien, compaiiero. Así es que cuando un compañero rojo tas de San Lms que iba en persecuoon de aquellos, mespera- .,.iii<,:, cometa algo indebido, le explico lo inconveniente de su con <lamente, ya en México, m~ llamó por mi nombre una señora'l·1 ducta. Y a los "polveados", a esos sí hay que darles hasta por de gran hermosura campesma que llev~ba de la m~~o a una~·,;: deba jo de la lengua'>. niñita positivamente bella y que acercandose, me di Jo: «Com. "· Lo acompaíV hasta la estación donde debería tomar el tren pañero Siqueiros, ¿per~ qué ,Yª no se ac~erda usted de mí? yo? a La Quemada, vía Tepic. Pero como a los diez días de estos soy la mujer de Macano Huuar, ahora vmda, y esta muchachita;t¡;; acontecimientos, me mandó una carta, dictada, desde luego, con es Melitancia». : · 1 ese castellano arcaico maravilloso que habla la gente de esa zona de México, una carta que desgraciadamente fue confiscada entre muchos documentos, por la policía, cuando invadieron el local de la Confederación Sindical Unitaria, de la cual yo era 2. «Compafiero Siqueiros, me dijo en una ocasión Macaiio: n·; seaetario general; pero recuerdo lo que ésta décía casi textual Huízar. Yo ya no quiero ser comisario y he venido a Guadalajara''I•; mente: a hablar con usted para pedirle que acepte mi renuncia «Lotra noche, compañero Siqueiros, fíjese bien, un compa carácter irrevocable. Lotra noche los compañeros me llamaron ñero rojo, otra vez un compafiero rojo, hizo un escándalo mucho a la sala del sindicato y en montón me estuvieron diciendo cosas pior que el anterior, que aquel que le conté. Echó más balazos que ni entiendo. Quesque yo era un pretoriano.» «¿Pues qué\,'..;. y mentadas y andaba escandalizauJv l:''Or las calles en forma muy pasó, pues, Macaría?» «Pos muy sencillo. Lotra noche un compa~.:·[§;' grave y hasta traía detrás un ladridero de perros... Inmediata ñero rojo, fíjese bien, compañero Siqueiros, se puso· una borra mente agarré a un "polveado", le di muchas patadas y lo amarré chera de padre y señor mío y empezó a llamar a toda la población,,,:,1-: de un árbol toda la noche, para que se le quitara la borrachera echando balazos en todas direcciones. Y gritando insultos hast~'.~~ al primero.» en contra de mí mesmo. Ante ese escándalo, yo, la autoridá,'~'.·f · Aquell,o me pareció <le pronto una broma, pero después supe ¿cómo podía quedarme caliado? Fui, le di algunas patadas y lo•·· de manera fehaciente por los informes recibidos, que aquella ex amarré de un árbol, con la idea de que se quedara ahí hasta traña forma de administrar justicia había sido auténtica... que se le pasara la borrachera. Y ahora preguntan todos los com pañeros del sindicato, ¿qué ventajas tiene entonces tener un comisario de los nu.estros?» -«Mira, Macario -le dije- cuando un compañero rojo, UH 3. Estando en una ocas1on en la propia comisaría de La Mazata, compañero del sindicato comete alguna falta, cuando haga algo de la cual era el comisario precisamente Macaría Huízar, éste inconveniente, llámale la atención en forma correcta, expiicale me relataba lo sigui en te: por qué un compañero organizado no puede ser borracho ni pro «Lotro día Yino un endevi<luo que ni siquiera sabía yo que vocador ni escandaloso; obra, en suma, con la mayor prudencia viviera en el mineral. Venía a ensistirme que fuera a almorzar y siempre empleando para ello argumentos lógicos. Eso sí, Ma con él y tanto ensistió que no me quedó más recurso que seguirlo cario, cuando se trate de un "polveaclo", entonces dálc hasta por hasta las ajueras del mineral. Ay, a1nigo Siqueiros, qué almuerzo debajo de la lengua Y esos traidores a su raza, a su clase y a su meclió -y me relataba todo lo que había comido-. Cuando re patria no tienen ningún derecho y hay que hacer todo lo posible gresaba yo de la casa de dicho en<leviduo ya no era yo un ser por eliminarlos del mineral, porque de otra manera estos centros humano, sino una piedrabola que iba rodando por las calles del de trabajo van a seguir siendo un interminable charco de san mineral. gre. No olvides que en lo que va de los movimientos mineros »Y, compañero Siqueiros, que voy llegando a la comisaría y sólo de Jalisco, N ayarit, Sinaloa y Sonora, hemos tenido ya más ... voy encontrando una siñ< ra envuelta en un reboso, bañada en de 300 muertos. Tú sabes que estos elementos maleantes, que llanto, que siba a quej~r1 nada menos que el que dicho ende alguna vez fueron obreros, han sido corrompidos por la empresa viduo le había robado u ia silla de montar y quién sabe cuántos y con la ayuda, por un lado de las tropas federales y por el otro otros admenículos _~ás. jOía yo los lloridos de la siñora y con 248 249 ¡1 ¡ w¡¡ }otro me decía "cómo harás justicia, Macario Huízar", me pr _ 5. En otra ocasión, hablábamos de las limitaciones de la demo guntaba yo. cracia burguesa. No es verdad que dentro de esa demoaaciá :.>Espéreme tantitu, le dije a la siñora, y mientras, me fui a todos los hombres tengan iguales posibilidades. El niño de una pasear por la sala grande de la comisaría, pensando cómo adme ' región remota de la tierra, aunque innatarnente sea un genio, nistrar justicia, mientras que allí en la puerta la siñora viuda ··' si ignora siquiera la existencia de una universidad, no padrá lle no paraba de gimotear. ¿Pero cómo admenistrar justicia, Macarió, .} gar jamás a ser notable, etcétera. Entonces, una vez más Macario Huízar? Ay, compañero Siqueiros, mestuve paseando largo rato,'.í.•~.~: . Huízar levantó el trinche de sus tres dedos para pedir la pa hasta que, co~ perdón de ust:d, calculé que había llegado eL:;:; labra. Ya en la tribuna, dijo: «Compañeros, en el cerro hay mu chos venados. los venados no son de naide. todos tenemos momento de ir al corral. Y fm al corral, compañero Siqueiros.~.~:i•,; .J Y cuando calculé que ya no me quedaba en el estórgamo nada · derecho a comer carne de venado. pero, compañeros, hay del almuerzo que el dicho endeviduo me había dado con an · · muncho muy pocos que tienen rifles pa cazarlos... ~ Y lentamente cipación para comprarme, fui, lo amarré, le di muchas patad •• se bajó de la tribuna. Un largo sUencio siguió a sus palabras y me lo _llevé preso hasta Etzatlán por andar perjudicando a la y después un aplauso cerrado, que duró varios minutos... pobres vmdas.» · · } 6. Le llegaron al general, don Plutarco Elías Calles, entonces • 4. Yo acostumbraba a tener siempre cerca de mí a Macario , presidente de la república, centenares de informes y telegramas Huízar en todas las asambleas y mitines de la Federación Minera ~~· de las empresas miper:~s yanquis e inglesas sobre los que ellos primero, y más tarde, en todos los actos de la Confederación Sin:•Jtf llamaban «los críme~s de Macario Huízar, el comisario de La dical Unitaria, de la cual fui presidente fundador y secretario ·'' Mazata, pero de amplia influencia en todos los demás minerales general, porque Macaría Huízar decía las cosas de nuestra lucha~~ de Jalisco, N ayarit, Sinaloa y hasta Sonora».