Desde la Puerta del

La Puerta del Sol madrileña, en la que se encuentra el punto kilométrico 0 de España, creemos es un buen enclave para formalizar un juicio de lo que pasa en el país, lo que podemos alargar a Hispanoamérica y al resto del mundo. Con esa idea nos hemos situado junto el oso y el madroño, desde donde saludar a nuestros amigos

Actualicemos la Ley de Memoria Histórica y Democrática

(Arbil) n España todavía se defiende una imagen idealizada de las Brigadas Internacio- nales. Se inició cuando en 1996, el presidente del Gobierno, José María Aznar, E ofreció la nacionalidad española a los bri- gadistas. Del mismo modo el actual Gobierno de Pedro Sánchez aprobó en Consejo de Ministros La terrible verdad de las Brigadas la concesión de la nacionalidad española a los Internacionales, José Luis Orella brigadistas internacionales supervivientes. Sin 1936. Los Diablos rojos de Vallecas. embargo, estos homenajes hacen palidecer a Sangre y asesinato, Carlos Fernández los historiadores de los países que sufrieron la Barallobre represión comunista durante décadas. Los mi- embros de las Brigadas Internacionales que ocuparon cargos de responsabilidad política, militar y policial fueron varios centenares, pero el recuerdo que trasmiten a sus compatriotas es de verdadero terror. Las Brigadas Internacionales fueron una organización militar que fue gestionada desde la Internacional comunista, directamente desde Moscú, aunque fueron los partidos comu- nistas, esencialmente el francés, el que procedió a la recluta de sus 40.000 miembros, en su mayor parte vinculados con el comunismo, aunque también participaron combatientes procedentes de otras formaciones revolucionarias. Su lucha era contra el fascismo, aun-

que los nacionales no lo fuesen, pero tampoco ellos querían implantar la democracia, sino un régimen comunista. El armamento y sus cuadros dirigentes fueron estalinistas. El diputado francés Andre Marty, organizador de las brigadas, sería apodado el carnicero de Albacete por sus numerosos asesinatos. En su informe al Comité Central del Partido Comunista Francés, afirmaba su responsabilidad en el asesinato de quinientas personas. Después de la Segunda Guerra Mundial, aquellos combatientes fueron el elemento huma- no del cual se nutrieron los nuevos cuerpos de seguridad fundados por los soviéticos, tomando como modelo al NKVD (policía política soviética). El final del conflicto mundial trajo la partición de Europa, y su parte oriental fue organizada como repúblicas comu- nistas bajo la dirección de sus nuevos amos. El alumno más aventajado en la represión se- rá la RDA, (República Democrática Alemana) donde los «españoles», aquellos comunistas estalinianos coparon los puestos de repre- sión. Wilhelm Zaisser, quien ya trabajaba pa- ra los servicios de inteligencia de la Unión Soviética antes de la Guerra Civil, sirvió en las BBII como «General Gómez», estando al mando de la XIII Brigada Internacional. En 1950 formó parte del Politburó y el Comité Central del Partido, siendo elegido el primer ministro para la Seguridad del Estado (la Mi- nisterium für Staatssicherheit), conocida co- mo Stasi. Su adjunto fue el general Erich Miel- ke, quien había asesinado en 1931 a dos policías durante la época de la república de Weimar, participando en España como agen-

André Marty (1886-1956) te del NKVD. En 1957 tomará el mando de la Stasi hasta 1989, siendo el verdadero responsable de la crea- ción del sistema más opresivo del bloque soviético. La Stasi llegará a tener a 85.000 agen- tes bajo su mando y el doble como colaboradores ocasionales, que espiaban a sus fami- liares y vecinos. Otro brigadista germano fue Friedrich Dickel, quien será el ministro del Interior desde de 1963 hasta la caída del muro de Berlín, siendo corresponsable del asesinato de 192 personas que intentaron cruzarlo al oeste, y de la represión en el país. Otro importante mando será el general Karl-Heinz Hoffmann, quien sirvió como comisario político en la XI Brigada Internacional. En 1949 fue inspector general de la «Volkspolizei» (VP) y el funda- dor de las fuerzas armadas de la Alemania comunista, en 1960 se convertirá en ministro de Defensa de la RDA. Los tres ministerios responsables de la seguridad (Interior, Segu- ridad del Estado y Defensa) estuvieron a cargo de antiguos brigadistas, que celebraron el 18 de julio como día festivo dedicado a las Brigadas Internacionales. En el país vecino, Polonia, también los veteranos de la XIII Brigada Dąbrowski se harán tristemente famosos. El más famoso fue Karol Świerczewski, conocido como general Wal- ter en España, aunque siempre luchó como oficial soviético durante la Guerra Civil Rusa, la Guerra Polaco-Soviética, la Guerra Civil Española y la Segunda Guerra Mundial. En febrero de 1946 Świerczewski alcanzó el cargo de Ministro de Defensa de Polonia por orden de Josef Stalin. Durante su mandato como ministro fue responsable de la persecu-

ción contra la oposición anticomunista polaca y la nacionalista ucraniana. Perecerá en una emboscada de estos últimos en 1947. Otro brigadista será el general Grzegorz Korczyński, quien fue viceministro de seguridad pública (1946-1948), para aquel momento había sido responsable de un progromo en el pueblo de Ludmiłówka, durante la Segunda Guerra Mundial, donde eliminó a un centenar de judíos fugitivos de los nazis, después fue el responsable de la represión contra la opo- sición anticomunista en la zona de Lublin, participando dos años después en la «opera- ción Vístula» que dispersó a la minoría ucraniana y eliminó a sus grupos armados. Fue también jefe de la Segunda Dirección del Estado Mayor del Ejército Polaco (1956- 1965), encargado de la Inte- ligencia Militar y de la Segu- ridad nacional, mandando en diciembre de 1970 las unidades del ejército pola- co que dispararon contra los obreros que se manifesta- ban contra el régimen, pro- vocando la muerte de unos cuarenta de ellos, lo que provocaría su traslado a la embajada de Argelia. Uno Brigada Dimbrowski de sus subordinados será Wacław Komar, en realidad Mendel Kossoj, veterano brigadista y jefe del Servicio de Inteligencia Militar y comandante del Cuerpo de Seguridad Interna de Polonia (KBW) hasta 1967, cuando los judíos fueron relegados de sus cargos de res- ponsabilidad por una campaña oficial contra el sionismo. Hungría será otro país satélite donde los antiguos brigadistas pondrán el rostro más terri- ble de la represión. El más importante será Erno Gerö, la segunda figura del comunismo estaliniano magiar, después del temido lacayo de Stalin, Mátyás Rákosi. Erno Gerö, en realidad su nombre era Ernst Singer, fue conocido en España como Pedro Rodríguez Sanz, y fue asesor del Partido Socialista Unificado de Cataluña y responsable de la NKVD en Cataluña, donde se dedicó a la eliminación de Andreu Nin y los militantes del POUM, por su desviacionismo trotskista. Durante la Revolución Húngara de 1956 Gerö será el hombre de Moscú contra sus compatriotas. Su servilismo será tan claro, que tendrá que refugiarse en la URSS, siendo reemplazado por János Kádár como nuevo líder colabora- cionista de los soviéticos en el país magiar. Otro veterano será László Rajk, encargándose de la represión y asesinato de los oposito- res anticomunistas y religiosos, estimándose en unos 1.500 los asesinados bajo su respon- sabilidad Otro brigadista húngaro será András Tömpe, quien fue el fundador del departamento de la policía política Húngara de la nueva República Popular. Sin embargo, entrará en con- flicto con uno de los poderosos comunistas estalinianos Gábor Péter, quien le sustituirá como director de la recién fundada Államvédelmi Hatóság (ÁVH), la NKVD húngara. Tömpe ocupará cargos diplomáticos en Suramérica donde hizo una gran fortuna. Otro

veterano será László Rajk, antiguo comisario político del Batallón Rakosi de la XIII Brigada Internacional, fue organizador a las órdenes de Péter de la Államvédelmi Hatóság (ÁVH), convirtiéndose en 1946 en ministro del Interior, encargándose de la represión y asesinato de los opositores anticomunistas y religiosos, estimándose en unos 1.500 los asesinados bajo su responsabilidad. Sin embargo, László Rajk será acusado de titismo por Mátyás Rákosi, quien temía que lo sustituyese en el poder. El temido ministro fue detenido y juz- gado, siendo ejecutado el 15 de octubre de 1949. Entre los casos de represión más sono- ros había procedido al arresto y tortura del cardenal József Mindszenty, primado de la Iglesia católica. Entre los veteranos brigadistas con mayor trayectoria política en el país danubiano estará Ferenc Münnich, otro comisario político del Batallón Rakosi de la XIII Brigada Interna- cional y después comandante de la XI Brigada Internacional en 1938. Fue jefe de la policía de Budapest, de 1945 a 1949, llegando a ministro con el comunista disidente Imre Nagy, pero huyó al lado soviético, con el estallido de la revolución de 1956. Después de la invasión soviética, formó parte del equipo colaboracio- nista de János Kádár como ministro de la Segu- ridad Pública y de las Fuerzas Armadas, siendo el responsable de la represión de los rebeldes de 1956. Bajo su mandato organizó las Munká- sőrség, la fuerza paramilitar del Partido Comu- nista. Su labor será premiada con el cargo de primer ministro de Hungría de 1958 hasta 1961. En otros países los veteranos brigadistas tam- bién ocuparán cargos de relevancia como el albanés Mehmet Shehu que fue presidente del Consejo de Ministros de la República Popular de 1954 a 1981. Antes de su máxima responsa- bilidad ejecutiva, fue ministro del Interior (1948-1954), y fundador de la Sigurimi (policía política). Se suicidó en 1981. Al otro lado de los Balcanes, destacará Karlo Lukanov como vice- primer ministro de Bulgaria, quien fue oficial de la XI Brigada internacional, estableciéndose en la URSS, de donde regresaría a su país como colaboracionista de los soviéticos, donde será ministro de Asuntos Exteriores de 1956 a 1962, después de ocupar la vicepresidencia del gobierno. Con esta descripción del fuerte protagonismo que tuvieron los brigadistas en los apa- ratos represivos de los países socialistas, podemos entender por qué en esas naciones, recobrada la democracia, las calles que estaban denominadas con letreros acerca de las Brigadas Internacionales o sobre sus más destacados militantes, hayan sido eliminadas, al ser juzgadas como un ejército político que propiciaba el establecimiento de un Estado totalitario incompatible con la democracia.

(El Correo de España) ras la caída del cuartel de la Montaña, a manos de los revolucionarios marxistas, y la creación a primeros de agosto del Comité Provincial de Investigación pública, T que, en estrecho y permanente contacto con la propia Dirección General de Segu- ridad roja, habría encargarse, con grandes atribuciones, de dirigir la política represiva en la capital, contra los que eran considerados como enemigos facciosos o quinta colum- nistas. Se iniciaban así, por toda la ciudad, los «paseos» y matanzas indiscriminadas de todos aquellos, a los que se les consideraba enemigos del frente popular. , sus barrios y distritos, se llenaron de Checas, lugares siniestros y abominables, donde, sin ningún tipo de ley ni , se detenía, interrogaba, torturaba, juzgaba, de forma suma- rísima, con el único fin de asesinar a sospechosos de simpatizar con el bando Nacional, por sus creencias religiosas o simplemente por llevar sombrero, ser propietario del algún negocio o haber votado a las candidaturas de derechas. En el Puente de Vallecas, un grupo for- mado por Julián García de la Cruz alias «El Gorgonio»; Vicente Pablo, Enrique Burgos alias «El Soso», Gregorio García Sánchez, alias «Goyo», socialista y afilia- do a la UGT; Agustín González Dovar, ali- as «El Gallego», a los que se sumarian Emiliano Soriano y como conductores Víctor Merinero y otro individuo llamado Julio «El Corzo», todos ellos miembros de la J.S.U. (Juventudes Socialistas Unifica- das), compondrían una siniestra partida de asesinos patibularios, que se dieron el nom- bre de «Los cinco Diablos Rojos» conocidos también como los «Sin Dios», y «Los del Ama- necer». Julián «el Gorgonio» era miembro del Comité Revolucionario de Vallecas, Presidente de las J.S.U. de la barriada y durante la guerra llegaría a ostentar el grado de comandante en el Ejército rojo en la zona de Paredes de Buitrago y posteriormente destinado en un Batallón disciplinario, que operó en la Sierra madrileña. Por su parte Vicente de Pablo era Guardia Municipal de Vallecas. «El Soso» albañil de profesión se había enrolado, tras el fracaso del alzamiento del General Fanjul en el cuartel de la Montaña, en la Guardia de Asalto. Emiliano Soriano, fumista de profesión, que ingresaría también en la Policía roja, actuando en Madrid. Todos ellos tenían una gran afinidad con un siniestro sujeto, que comandaba la sangrienta checa de la calle de Fomento, y del que ya hemos escrito en el artículo sobre aquella abominable checa, publicado en El Correo de España el día 30 de agosto de 2020, Antonio Ariño Ramis alias «El catalán», que tendría mucho que ver con aquellos asesinatos en la zona de Vallecas. Por sus sanguinarias y siniestras acciones, sería premiado por las autoridades del Frente Popular, y una vez disuelta la checa de

Fomento, Ariño, pasaría a formar parte de Consejillo de , que también realiza- ría una brutal represión. Sobre todo en la zona de Vallecas. Estos elementos se incautaron de un colegio, el del Ave María, donde establecerían una checa, donde se juzgaba directamente a los detenidos o se les en- víaba desde allí a la Checa de Fomento. Igualmente en Vallecas quedaría constituido el bata- llón «Pablo Iglesias», más tarde 49ª Brigada, for- mado con milicianos del PSOE, entre ellos Víctor La- calle Seminario; Amós Acero, alcalde socialista del Puente de Vallecas, Julián Vinagre Peinador «el Vi- nagre»; Domingo Mármol, sin oficio conocido, que se arrogaba las facultades de responsable general, nombrándose él mismo como comandante; Victoria- no Buitrago, jefe socialista de la barriada; el sar- gento Elías León instructor de las milicias valle- canas. Estos se incautarían de otro colegio, el del Niño Jesús, en el que establecieron el cuartel del Batallón «Pablo Iglesias» y donde funcionaría otra checa. A estos dos lugares eran enviados los dete- nidos por orden de estos comités. La mayor parte de ellos, tras estar detenidos unas pocas horas, eran asesinados al llegar la noche. También estas par- Antonio Ariño Ramis «El Catalán» tidas de facinerosos, se acercaban al de Madrid, donde detenían de forma indiscriminada a ciuda- danos, conduciéndoles a sus centros de Vallecas para posteriormente asesinarlos. En aquellas dos checas –otra tercera funcionaria en Vallecas, en la calle Ortuño, dirigida por los anarquistas–, se emplearon métodos de tortura como el «Empetao» en que la víctima desnuda era atada y colocada boca abajo, sobre un banco con las piernas a cada lado. Los interrogadores le introducían a la víctima el cuello de una botella por el recto, empujando hacia dentro del intestino, una vez introducida media botella tiraban de ella, la cual hacía ventosa y succionaba la víscera. Si la víctima era mujer realizaban la misma técnica por la vagina. «La ratonera»: que consistía en colocar una rata dentro de una cacerola en la que sen- taban a la víctima desnuda y atada para que no se pudiera levantar. Seguidamente con un infiernillo eléctrico procedían a calentar la olla, lo que provocaba que la rata quisiera salir de la misma al percibir el calor. La rata intentaba desgarrar un orificio a través del cuerpo de la persona para poder escapar. Los diablos rojos tendrían una destacada participación en unos de los episodios más repugnantes y canallescos de aquella brutal represión. Los conocidos como asesinatos de los trenes de la muerte. Dos trenes, que partieron de Jaén los días 11 y 12 de agosto, llenos de presos en los que abundaban falangistas, religiosos, católicos y derechas, dete- nidos en la capital andaluza por su creencias y filiación política , tras el inicio del conflicto bélico y que se hacinaban en las cárceles jienenses, con destino a la cárcel de Alcalá de Henares. Fue la primera matanza en masa por parte del marxismo en la guerra de Liberación Española.

Uno de los trenes, en el que viajaban 322 presos, tras su llegada a la estación de Mediodía de Madrid, fue obligado, tras ponerse de nuevo en marcha con destino a Alcalá, a dete- nerse en el sector de , por orden del jefe de las milicias ferroviarias, Basilio Villal- ba Corrales. Del tren fueron obligadas a bajar once personas, entre ellas, José Cos Serrano, presidente de la Federación de Labradores de Jaén y antiguo diputado del Par- tido Agrario por Jaén; León Álvarez Lara, diputado por el Partido Agrario; Carmelo Torres Romero, jefe local de Falange en Jaén; dos sacerdotes y dos monjas, que fueron asesi- nados en una tapia cercana por unos milicianos, tras recibir órdenes de Basilio Villalba. El segundo de los trenes con 245 presos a bordo, que iba escoltado con el primero por efectivos de la Guardia Civil, al llegar a la estación madrileña de Santa Catalina-Vallecas, un nutrido grupo de milicianos, entre los que destacaban miembros de la FAI y de las JSU, obligó al convoy a detenerse, desenganchando la máquina locomotora. El jefe de estación se puso al habla con el director general de Seguridad, el masón Manuel Muñoz, informándole que los milicianos habían instalado unas ametralladoras en el Pozo del Tío Raimundo y si la Guardia Civil no se retiraba dispararían contra ellos. Ante la amenaza el director general se lavó las manos y autorizó a la Guardia Civil a marcharse del lugar ante el temor que los propios guardias fueran arrollados por la chusma armada. A partir de ahí, el odio y la sangre se apoderaron del Pozo del Tío Raimundo. 193 presos fueron asesinados. Entre ellos el obispo de Jaén Manuel Basulto Jiménez, su hermana, el marido de esta y el vicario general de la diócesis giennense, Félix Pérez Portela. Los presos fueron ejecutados en grupos de 25. El Obispo murió de rodillas, perdonan- do a su ejecutor un tal Julián Sevilla Sáez, conocido co- mo el «Mataobispos», que disparó varias veces con contra el obispo. La Causa General, instruida por el Ministerio de Justicia en 1943, para depurar todos los crímenes de la dominación roja en España, dice de forma textual sobre aquel asesinato: «La hermana del Sr. Obispo, que era la única persona del sexo femenino de la expedición, llamada doña Teresa Basulto Jimé- nez, fue asesinada individualmente por una miliciana que se brindó a realizarlo, llamada Josefa Coso «La Pe- cosa», que disparó su pistola sobre la mencionada señora, ocasionándola la muerte; continuando la matan za a mansalva del resto de los detenidos, siendo pre- senciado este espectáculo por unas dos mil personas, Obispo de Jaén Monseñor Manuel Basulto que hacían ostensible su alegría con enorme vocerío. Estos asesinatos, que comenzaron en las primeras ho- ras de la mañana del 12 de agosto de 1936, fueron seguidos del despojo de los cadáveres de las víctimas, efectuado por la multitud y por las milicias, que se apoderaron de cuantos objetos tuvieran algo de valor, cometiendo actos de profanación y escarnio y llevando parte del producto de la rapiña al local del Comité de Sangre de Vallecas, cuyos dirigen- tes fueron, con otros, los máximos responsables del crimen relatado». Finalizada la gue- rra de Liberación Española, se consiguieron exhumar y trasladar a sus diferentes lugares de origen, un total de 206 cadáveres entre ellos el del Sr. Obispo de Jaén Monseñor Ma- nuel Basulto Jiménez, junto con su hermana Teresa y el Vicario General D. Félix Pérez Portela. En la catedral de Jaén, en varias lápidas de mármol se recuerdan los nombres de todos ellos.

En aquella indiscriminada matanza tuvieron gran participación los siguientes milicianos marxistas: Julián Martínez Gómez, alias el Chepa, «conocido también por Antonio, ele- mento destacado del Partido Socialista y uno de los principales cabecillas revoluciona- rios de Vallecas. Tomás Rodajo Alcaraz, miembro del partido socialista, Jefe de un grupo de Milicias, el cual intervino en la mayoría de las detenciones y asesinatos cometidos en el pueblo de Vallecas, formando parte de los piquetes de ejecución de los presos del tren de Jaén, robándoles después los objetos de valor. Ángel Ocaña Prieto, alias «el Cenón», miembro de la UGT. Mariano Hernández Sanz, alias «el Churrero», miembro muy activo del grupo que dirigía Antonio Ariño «El catalán» que además de participar en los sucesos del ametrallamiento de los presos del tren de Jaén, intervino también en nume- rosos asesinatos, llevados a cabo, en una zona conocida como Carrantona, sobre todo de presos de la zona de Vallecas y otras sacados de la checa de Fomento. Otro destacadísimo sujeto, participante en aquella matanza y en otros múltiples crí- menes, fue Marcelo Hernández Sáez, alias «el Barbas», carpintero de profesión, miembro muy destacado de la CNT y el más destacado asesino de Vallecas. Fue el principal orga- nizador de aquella indigna y despreciable matanza de los presos del tren de Jaén, sacan- do a las víctimas de los vagones y obligándolas, a punta de pistola, a situarse en un terra- plén, donde serían fusiladas por el indiscriminado y constante fuego de tres ametralla- doras, que los milicianos había emplazado en el lugar. Él mismo llegó a situarse en una de las ametralladoras y poseído disparó varias ráfagas contra las indefensas víctimas. Su «gloriosa y valiente acción» la finalizaría, buscando entre los cadáveres sortijas, cadenas y otras alhajas de las cuales se apropió. Muy valorado por aquellas autoridades frente populistas «El Barbas» llego a ser comandante jefe de la División de Milicias Confede- rales, integrada por la 59, 60 y 61 Brigadas Mixtas, Luis Garda Humanes, alias «el Tába- no», secretario del comité de las Juventudes Socialistas Unificadas. Julián García de la Cruz, alias el Gorgonio, ya anteriormente mencionado. Disparataría con su pistola del nueve corto contra los indefensos presos del tren. Juan Antonio Pintor Perucho, minero, afiliado a la UGT. Tendría una malvada y cobarde participación en aquellos masivos asesinatos, profanando cadáveres, entre ellos el de la hermana del Sr. Obispo de Jaén, a la que introdujo un palo por la va- gina. Las jóvenes milicianas María Álvarez Pas- tor, alias «la Chasquilla», miembro de las JSU, al igual que Luisa Pulpón Montalvo, alias la «Hostión» y Tomasa Velilla. Las tres tuvieron también una destacada participa- ción en aquellos abyectos sucesos y en Milicianas marxistas otros del mismo corte criminal, pues La Chasquilla y la Hostion, pertenecieron a la partida asesina que dirigía Tomas Rodajo. Incluso Tomasa Velilla, disparó sobre la her- mana del Obispo de Jaén, después de que lo hiciera Josefa Caso «La Pecosa». Para profundo conocimiento de aquella injustificable matanza, remito a los lectores al magnífico libro escrito por el licenciado en Historia y periodismo Santiago Mata, titulado El Tren de la Muerte. Igualmente a los trabajos realizados Juan E. Pflüger, publicados en este Correo de España.

Aquella banda de criminales del barrio de Vallecas participarían también en numerosos asesinatos, entre los que cabe destacar, para recuerdo y conocimiento de sus brutales actividades, el de las religiosas, Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul, Sor Dolores Caro, Sor Concepción Pérez y Sor Andrea Calle. Sor Dolores era natural de Granátula (Ciudad Real). Tenía 43 años de edad. Sor Concepción Pérez, madrileña de nacimiento tenía 49 años. Sor Andrea Calle González había nacido en Plasencia (Cáceres) y tenía 32 años. Las tres estaban cumpliendo su labor en la casa de la Misericordia de Albacete. Obligadas por las autoridades frente populistas de Albacete a abandonar la casa de la Misericordia. Vestidas de seglares, con unas sencillas batas y pañuelos en sus cabezas, partieron en tren hacia Madrid. Escondidos llevaban unos Rosarios. Sor Dolores y Sor Concepción puestos alrededor de la cintura y Sor Andrea como collar. El día 3 de septi- embre, al llegar a Madrid tomaron un tranvía con intención de esconderse en casa de un tío de Sor Concepción que vivía en Vallecas. Este al verlas no quiso recibirlas. Un grupo de milicianos de aquellos diablos rojos las detuvo en la calle. Por el Rosario que llevaba Sor Andrea como collar las reconocieron como monjas. «¿Sois Monjas?» les preguntaron. «Si somos Hijas de la Caridad» contestaron sin dudar y con valor. Entre insultos, bofeta- das, patadas, empujones, incluso pedradas, fueron de seguido llevadas al Atenco Liber- tario de Vallecas, en donde sufrieron más vejámenes e inmorales provocaciones. Se les trasladó a continuación a una celda de una de las checas de la barriada, separando a las dos más jóvenes de Sor Concepción. Varios milicianos violaron a Sor Dolores y a Sor Concepción. Tras aquel sufrimiento, fueron trasladas a los toriles de la plaza de toros del puente de Vallecas, donde varios milicianos las torearon, agredieron y arras- traron. Acabaron con sus vidas de sendos disparos en la cabeza. Sor Dolores recibió un tiro en el pari- etal izquierdo y Sor Andrea un balazo en el izqui- erdo. Por su parte Sor Concepción, sería asesinada en el Pozo del Tío Raimundo con un ¡Viva Cristo Rey!, en sus labios. Enterradas en el cementerio de Vallecas, hasta 1941 sus cuerpos no pudieron ser rescatados y reconocidos. Las tres fueron Beati-

Hijas de la Caridad, Sor Dolores Caro, Sor ficadas por el Papa Francisco el 13 de octubre de Concepción Pérez y Sor Andrea Calle 2013. También aquellos patibularios de Vallecas parti- ciparían en el asesinato de las también religiosas Hijas de la Caridad, Sor Pilar Isabel Sánchez de 32 años y Sor Modesta Moro Briz de 35 años. Estas, escapando del acoso de las milicias marxistas, que las habían expulsado de una casa en Santa Cristina, encontra- ron refugio en la Casa Provincial de la orden en la calle Martínez Campos que se había convertido en hospital. Poco a poco la casa se fue llenado de refugiados y la Hermana Visitadora, ante tal situación, derivó a varias de las hermanas a pensiones situadas en va- rias calles de Madrid. Sor Pilar y Sor Modesta, se refugiaron en una pensión situada en la calle del Prado nº 12. Al tener conocimiento de que en la Casa Provincial se celebraba, a las noches, a escondidas Misa diaria, el día 31 de octubre al hacer la noche, decidieron salir de la pensión para celebrar la fiesta de Todos los Santos. Pero en el trayecto fueron detenidas por una partida de milicianos de Vallecas que las trasladaron hasta la carretera de Toledo donde las asesinaron.

Sin contar a las víctimas de los trenes de la muerte, en la zona de Vallecas y puente de Vallecas, serían asesinadas 516 personas, entre el 21 de julio de 1936 y octubre de 1937. Finalizada la guerra de Liberación Española, muchos de aquellos viles asesinos fueron condenados a muerte y ejecutados.